alsogaray, raul - una flor lenta

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    UUnnaafflloorrlleennttaa

    Ral A. Alzogaray

    1983 by Ral Alzogaray. En Latinoamrica fantstica, relatos seleccionados por Augusto Uribe,Ciencia Ficcin 18, Ultramar Editores S. A., 1985.

    Una flor lentaes el primer relato de Alzogaray aparecido en una revista profesional

    (segn deca Minotaurocuando lo public), aunque parece ser que, como consecuencia de

    un concurso de radio, la editorial Corregidor haba dado ya a conocer un cuento suyo en

    la dcada de los 70. Como colaborador su nombre alcanz a aparecer en el dcimo y

    ltimo nmero de El Pndulo.

    En cualquier caso, estamos ante uno de los autores jvenes ms prometedores del

    panorama argentino actual, con ttulos como Clan de clones, Mano en el desierto, o Para

    que el mundo no caiga como una pluma, que le han granjeado una cierta fama de

    especialista en relatos extraos.

    Ral Alzogaray naci en Lans en 1960, donde sigue residiendo. Cursa estudios en la

    Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.

    Para alicia, que supo atravesar el muro.

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    Mi nombre es Jeni.

    Ahora que Anet se ha ido, ellos me pidieron que escriba.

    Deslizo la pluma impregnando con tinta las pginas de este inmenso libro que

    soporta el peso de sucesivas narraciones que se marchitan en la aspticaseguridad del stano cuya nica llave poseo; no puede ser de otro modo, ya quesoy la ms antigua de la casa: llegu antes que cualquiera de mis actualescompaeras, aunque despus de Anet, por supuesto. Ignoraba la existencia deeste libro. Anet no estaba autorizada a revelarla; tampoco yo lo estoy. Tiene tapasduras del color de la tierra hmeda, sus hojas compiten en grosor con el ala deuna mariposa y su nmero, con toda seguridad, supera largamente la suma de lasluces celestiales. El libro nunca ha sido cerrado; talladuras en madera losostienen ligeramente inclinado para facilitar la tarea de quien escribe. Ellos mepidieron que no lea nada que no haya sido escrito por m. La pausada caligrafaque agobia el macizo de pginas sobre el que descansa mi brazo cuando trazo

    estos signos, est vedada a mi vista. As debe ser. Desconozco la finalidad dellibro. Ni siquiera s con precisin qu es lo que debo apuntar en l. Pero eso notiene importancia. Quizs sea conveniente que comience enumerando lo quesucedi hoy. Vine al stano al amanecer para ver si todo se encontraba en ordenen esta primera jornada. Anet ya no estaba. Sub al dormitorio y comprob quehaban concluido los preparativos para deshacerse del beb. Ami haba cobijadoa la pequea en su vientre el largo perodo necesario para que se desarrollara ypudiese salir de tan opresivo encierro. Nada anormal se produjo durante laespera. Nada, como si se tratara de un calco de las veces anteriores. No eramenester continuar esperando, de manera que nos instalamos a una distanciaconveniente, a la espera de que Ami actuara. No obstante el silencio guardado enlo relativo a este instante, haca mucho que sabamos que llegara, porque todashabamos pasado por l. An persisten en mi piel las agradables sensaciones, elanhelo vehemente de procrear un ser, de sentir cmo se alimenta de una, sefortalece, se unifica. Algo se quiebra en mi interior al rememorarlo. Ami fue muyvaliente y se desempe como le haba sido indicado. No quiero decir que sehaya mantenido insensible a lo que realizaba; las lgrimas apenas contenidasamenazaban anegarle el rostro, y sus dientes se mantenan ferozmenteapretados, pero ella estaba convencida de que se era el camino correcto, demodo que la criatura se march sin soltar un solo gemido. Llevamos el cuerpecitodeforme al sitio convenido, bosque adentro: tanto caminamos que en la distancia

    cre divisar el muro descolorido, asomndose por entre las grietas de lavegetacin. Al medioda Ami recibi el castigo correspondiente y, tan prontoterminamos de ejecutarlo, huy a refugiarse de nuestra presencia. Toda la tardeomos los gritos desgarradores que Ami era incapaz de contener. A sabiendas deque no debamos acudir en su ayuda, optamos por encerrarnos en el dormitorio,tapndonos los odos en un intento de mitigar el dolor y la impotencia.

    Ami tuvo anoche una pesadilla. Despertamos y la descubrimos corriendo por lapradera, casi invisible a pesar de la Luna enorme. Nos apresuramos a seguirla. Laperdimos de vista, y nos demoramos en vano en la pradera. Finalmente nosseparamos para explorar un rea mayor. Vagu apesadumbrada sobre laalfombra humedecida y verde, bajo la bveda negra sembrada de candiles; un

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    ave alz vuelo a mi paso, batiendo las alas con una suavidad esponjosa. Hall aAmi arrodillada, los puos presionando con dureza las rodillas violceas, lamirada perdida mucho ms all de cualquier punto concebible. Me despoj de latnica que penda de mis hombros y la cubr con ella. La brisa fra se enred enmis muslos descubiertos, provocndome un involuntario estremecimiento. Cuando

    retornamos a la casa supe que yo era quien ms se haba demorado en labsqueda. Las dems se movan ansiosas en la escalinata de la entrada principal,y al vernos se nos acercaron corriendo, ahogando contenidas exclamaciones dejbilo. Preparamos una de las camas ms grandes, y nos acostamos muy juntas.Antes de dormirnos, los abrazos y el llanto se trocaron en risa.

    He odo que, mucho antes de mi llegada, la casa bulla de vida. Casi todas lashabitaciones estaban ocupadas. Me emociona imaginar tal vitalidad, hoy prdida.Los constantes ires y venires, puertas que se abren y se cierran, un murmullo

    ininterrumpido. Todo sera muy diferente, sin duda.

    Sili cree que las antorchas que brillan en el cielo nocturno son mundos como ste.Ella afirma que el muro que vemos es slo la parte superior de un cuencoinconmensurable que contiene la llanura, el bosque, la casa y a nosotras. En elcielo hay, entonces, infinitos cuencos similares en los que se tornan reales lasms inslitas variantes imaginables, y a ellos somos conducidas al irnos de aqu.Un recorrido sin fin.

    El muro cubierto en gran medida por un musgo blando y resbalosoes bastante

    ms alto que cualquiera de los rboles que conocemos. Cada roca que loconstituye tiene unas dimensiones que no titubeo en comparar con las de la casa.Se nos ha dicho que el muro carece de principio o fin, aunque hace mucho, en lacreencia de que era circular, se realizaron intentos de recorrerlo. Imposibleconocer lo sucedido.

    Alois acostumbra transplantar los brotes de su jardn a los lmites del bosque unavez que alcanzan la altura adecuada. As reemplaza los rboles que dejan decrecer y se deterioran convirtindose en una estilizada costra petrificada. Estas

    plantas que dejaron de ser no abundan. En una ocasin me intern como no lohaba hecho nunca. El nmero de rboles normales disminua con rapidez amedida que avanzaba, substituidos por los otros; de pronto me encontr en unyermo en el que nicamente se erguan los macabros restos arbreos. Me asusty corr hasta perder el aliento. Esta maana Alois nos comunic entusiasmada laaparicin de una flor. La noticia nos alboroz, pues ninguna de nosotras habavisto una antes: son demasiado infrecuentes. Formamos un crculo en torno delrebosante capullo cuya cscara resquebrajada cedera enseguida, y entonamosuna dulce tonada para arrullar esa nueva vida que nos ofrecan. Los ptalos sedesplegaron con timidez. La flor era rosada, saturada de motas violceas, y nospareci horrible, embebida en algn tipo de maldad. Alois se le acerc venciendo

    la repugnancia, la arranc con violencia y, tras arrojarla al piso, la pisotemientras nos alejbamos cabizbajas.

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    Contemplando el firmamento me he convencido de que todo l es un enormecristal, un ventanal similar a los de la casa, y por l nos observan seresindescriptibles que viven, sufren y aman.

    Esto es de Poli: Al principio nada haba. El mundo era una interminable llanurasumida en la obscuridad. Entonces lleg Ella y su sola presencia ilumin lainmensidad. Ella sembr la tierra, coloc cada piedra del muro, plant cada rboly tachon el cielo de luminosidad. Por ltimo cre a la primera de nosotras y seretir, satisfecha de su obra.

    Mascota suele caminar en dos patas a menos que el apuro la lleve a usar las

    cuatro que posee. A menudo me parece que hay algo que desea comunicarme,pero tiene dificultades para expresarse. Sin embargo, conoce una peculiarmanera de hacerme partcipe de sus estados de nimo. Un dbil vibrar de lasorejas indica alegra, una contraccin de las comisuras de los labios me habla desu tristeza. Alegra y tristeza. La existencia consiste en una montona ascensinpor estos dos escalones que se repiten incansablemente alternados. La alegra devestirnos de Sol por las maanas y de Luna en las noches, la tristeza deencontrar un nido cado rodeado de inmviles pichones. El color del Sol es el delas hojas ms tiernas de las germinaciones que asoman en la tierra, un tono quees muchos y ninguno a la vez. La Luna es del color de las hojas maduras, unatonalidad muy intensa. No hay dos pjaros del mismo color. Una vez cados

    alimentan las races que sustentan el follaje que no pudo darles el abrigoadecuado, y las ramas secas se desploman sobre los sitios donde yadesaparecieron los pequeos montculos.

    Esto fue contado por Anet en una espesa tarde de lluvia helada: Una de nosotras(su nombre fue olvidado), lindose cerca del muro vio que alguien estaba paradosobre ste ejecutando gestos frenticos. Posteriormente se mencionaron hasta elcansancio los marcados rasgos que nos diferenciaban de l. Tena el pechoplano, una maraa de cabellos desfiguraba sus contornos y una protuberancia sin

    sentido abultaba su entrepierna; en lo que hace a estas descripciones, hubodiversas interpretaciones no siempre concordantes. El ser gesticul un largo ratoy, acto seguido, se puso a descender el muro comportndose igual que losdiminutos habitantes del bosque que construyen sus refugios en las copas. Lohizo bien, pero de pronto perdi el equilibrio y cay desde una considerable altura.Dicen que tena manos como garras, con tres dedos, orejas ligeramentepuntiagudas y prcticamente careca de nariz. As fue descripto por lasobservadoras, que no se aproximaron demasiado. Quieto, tendido en las rocas,retorcido y embadurnado por una substancia rosada que se resec, fueron a verloen repetidas ocasiones hasta que la piel, como una hoja cada, se le ennegrecidespidiendo un olor desagradable. Lo abandonaron y no volvi a saberse de l.

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    La casa tiene tres pisos. El dormitorio est en el segundo; es muy amplio, y susventanas, festoneadas por pesadas cortinas, nos permiten observar tanto laarboleda como el llano que se extiende en direccin opuesta. All vivimos:comemos, dormimos, jugamos. En el cuarto contiguo, ms reducido, seencuentran las instalaciones de aseo: baera, piletn y retrete. Tiene solamente

    un pequeo ventiluz prximo al techo por el cual no se puede ver gran cosa. Labiblioteca est en la planta baja y ahora s que alberga los lomos que alguna vezcontuvieron libros que ya no pueden ser ledos, los ventanales dan al jardn, lachimenea no parece haber sido usada. El resto de la casa permaneceabandonado (excepto el stano). Raramente nos molestamos en transitar lospasillos y piezas donde el polvo se acumula mullidamente.

    Sucedi por la noche. Las noches son cmplices de las emociones ms hondas,mudas testigos de heridas y desconciertos. En los ltimos tiempos Sili insista en

    vestir permanentemente su tnica, contrastando con la desnudez a la queestamos habituadas. Las manchas se aprestaban a completar su trabajo, por esorespetamos la decisin de Sili. La tarde anterior se haba ido a dormir temprano.No volvi a moverse hasta la medianoche, cuando empezaron los quejidos.Acordamos turnarnos para velar a su lado, para que en forma continuada unamano sostuviera la suya o despejara su frente. No fuimos capaces de conciliar elsueo; no habamos podido hacerlo con Anet, ni con las otras. Intentamos hacerlenotar que no la abandonaramos, pero ya comenzaban a esfumarse los vnculosque la relacionaban con cuanto la rodeaba. Me adormec. El Sol, alto en laventana, juguete en mi cabello, deseoso de atenuar la inevitable noticia que nonecesitaba recibir porque poda anticiparla. Sili, oculta bajo las sbanas que otrora

    cobijaran su reposo, haba emprendido el viaje. Me incorpor y, entre todas,cargamos el cuerpo y lo depositamos en el stano, en la mesa designada. Deinmediato me asalt el espectro de Anet y me sent muy mal. Nos retiramos sinllorar. Cada acto pertenece a la normal sucesin de acontecimientos, que nopueden ser modificados. As debe ser.

    Los hechos se suceden sin pausa y se desmoronan sobre nosotras, que losrecibimos con abnegada resignacin; ninguna defensa es vlida. Existe unaentidad superior responsable de esta absurda concatenacin? Alguien a quienagradecer los destellos de felicidad, a quien reprochar los sbitos dolores? Releolas frases recientes y me asombra que provengan de mi pluma. Incluso noconcibo que se me hayan ocurrido. Si soy lo que soy, las cosas son como debenser. As es.

    Segn Alois, nuestros retoos son demasiado puros e inocentes para habitar estelugar. Por ese motivo las pobrecitas se empean en crecer con anomalas quenos obligan a dejarlas partir hacia remotas regiones que escapan a nuestroentendimiento.

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    El stano es un laberinto repleto de puertas que conducen a lugares ignotos.Tengo el acceso restringido; puedo atravesar la puerta que traspusimosdoblegadas bajo el cuerpo de Anet y, ms recientemente, de Sili; la puerta tras lacual, cada maana, cada medioda, cada atardecer, recojo los alimentos; lapuerta que custodia el libro y algunas otras. Las paredes reflejan la luz que sale

    de ninguna parte y en ellas veo mi imagen.

    Se ha repetido el ciclo. Un mecanismo invisible nos permite olvidar las cosasdesagradables y, cuando stas se repiten, la sorpresa es tan grande como laprimera vez. Amaneci sin que un solo sonido nos saludara desde el exterior. Nosmiramos unas a otras y supimos que aquello estaba ocurriendo. Mis sentidosalertas registraban las impresiones ms sutiles. Ocupamos la mayor parte del darecogiendo los cientos de pjaros que yacan por doquier: alrededor de la casa, alpie de los rboles, ocultos por arbustos y matorrales, en el pasto. Llenamos

    numerosas bolsas y las arrastramos al stano para que ellos se encargaran.

    Las manchas acostumbran aparecer rodeando los frgiles clices en queculminan nuestros senos. Primero poco perceptibles, crecen con rapideztindose de un tinte violceo que resalta vivamente sobre la piel rosada. Surgenluego manchas aisladas en distintas regiones del cuerpo, y se entregan a la ardualabor de extenderse como intrincadas telas de araa, sin causar dolores nimolestias. Se limitan a marcar una cadencia, son los mojones que sealan laproximidad de la partida.

    Lamento no haber interrogado a Anet acerca de los libros. Me pregunto si habrtenido oportunidad de leer alguno. Yo no. Anet era muy parca, y siempre tena unsecreto para revelar en las ocasiones especiales. Se la vea constantementeabatida por causas que quizs estoy empezando a comprender. Nunca me atreva abordarla al respecto. En mi primera incursin a la biblioteca me sorprendi elimpresionante tapiz de libros que ocultaba las paredes, de rincn a rincn, delsuelo al techo. Volv con regularidad a admirar los estantes colmados sinatreverme a tocarlos, pues se me antojaban inexplicablemente envueltos en unhalo sobrenatural, cuya violacin acarreara funestas consecuencias. En una de

    tantas visitas, especialmente armada de coraje, extend un brazo tembloroso y,asiendo un volumen del anaquel ms inmediato lo retir con precaucin; por algnmotivo tema que se derramara su contenido. Eso fue lo que sucedi. Unafinsima lluvia de polvo descendi sobre las alfombra, extendindose a mis piesen una inestable loma. Lo mismo ocurri con el siguiente y con el que sigui aste. Las duras tapas se adelgazaban, impotentes, al ser atenazadas por misdedos. No quiero regresar a la biblioteca.

    Mi pasado es una noche sin Luna en la que las estrellas caen convertidas en

    gotas de roco mientras suean en vano con que un Sol inexistente las evapore

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    hacindolas subir hasta sus posiciones originales. Mi vida es una flor lenta apenasrozada por el beso de una mariposa nocturna.

    Ellos nos someten al tratamiento en el mismo recinto al que fuimos conducidascuando implantaron en nuestros vientres la semilla de vida. El tratamiento esespordico y no parece seguir un patrn determinado. Hoy fue mi turno. Mecolocaron en un estrecho cubculo transparente y cilndrico que fue inundado poruna obscura niebla amarilla que me impidi ver en derredor y provoc ardor enmis ojos. La niebla se espes ofreciendo al tacto una sensacin de solidificacin,mis pies se separaron del suelo y flot y despert en la sala solitaria sin que otrosdetalles acudieran a mi memoria. Despus sufr breves mareos. Soy la misma deantes, no me siento ni mejor ni peor.

    Detrs del muro, dice Nati, existen todo tipo de mundos. Mundos que no seracorrecto que se mezclaran con el que habitamos, por eso el muro los contiene enel lugar que les corresponde. Una funcin muy adecuada.

    Me preocupan hechos que, aparentemente, pasan inadvertidos para miscompaeras. Venzo la tentacin de transmitrselos dicindome que resultara intilintroducir en sus vidas problemas que no pueden ser resueltos, para los que noexiste solucin. Tambin considero la posibilidad de que s se planteen esascuestiones y las calles por razones idnticas a las mas.

    Acarici largamente a mascota. Se obstinaba en acompaarme a dondequieraque fuese; estoy segura de que presiente la separacin inminente, mi pobrepequea. A la tarde, en la soledad del dormitorio, me demor buscando nfimaszonas de piel rosada que ya se obscurecen, ninguna mayor que aquel pimpollo,aquella maana. Mi cara invadida. Llor. Durante la comida aument mi tensin.Alguien pregunt a Alois algo referente a los brotes, a lo cual respondi queestaban muy bien y que pensaba que en breve se producira otra floracin. Iba aaadir algo pero se interrumpi con brusquedad al cruzarse su mirada con la ma.Creo saber lo que iba a decir. Comprendo su silencio.

    Hoy me sent excesivamente deprimida. Tendr que irme, y no volver a ver elcielo ni el bosque ni la tierra que los sostiene. Camin sin rumbo, notando cmomi corazn se vaciaba y el vaco dola. Me detuve a escuchar los melodiosostrinos que venan de lo alto. Una acogedora calidez se apoder de mi mano. EraPoli. Nos contemplamos durante un instante en el que el orden natural se detuvo.Aprend en ese lapso que una mirada sincera puede desnudar lo ms ntimo denuestra esencia, lo que supera lo visible. No necesitbamos palabras: los ojos sehablaban mutuamente con una plenitud que no hubiera podido ser igualada de

    otra manera, y un gozo sin fronteras rebos mi corazn devolvindomesentimientos que consideraba definitivamente perdidos. Poli me condujo por

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    senderos sinuosos y borrosos paisajes erigidos dentro de un sueo. En un clarotechado por anudadas enredaderas nos dejamos caer confundidas en un abrazo.Poli me acarici con ternura, y mi respuesta no se hizo esperar. Bes mis pechosmientras cada porcin de nosotras se afanaba en propagar un mensaje que yocrea agotado, y el bosque palpit adaptndose a las contorsiones, y la hierba y la

    tierra desmenuzada se sumaron al ondular. Todas ramos una. Tenamos muchoque entregar, y lo hicimos a travs de labios, lenguas y dedos. Jugamos hastaquedar rendidas. Poli se adormeci en mi regazo. Le agradec con todo mi ser elcalor que me haba dado cuando tanto lo necesitaba. Ya no me afliga la partida;las indelebles huellas que quedaban en m eran suficientes para reconfortarme.

    Ya no hay zonas rosadas en mi piel. Ser esta noche? La prxima? Sernstos los ltimos prrafos que escribo? Qu pasar conmigo al terminar lo quese avecina? El Sol brilla despus de la tormenta: Brillar tambin cuando

    concluye la tempestad de los espritus? Quiero pensar.Necesito

    pensar. Voy albosque.

    Me llamo Poli.

    Jeni se ha ido, y ellos me pidieron que escriba en este libro.

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