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La influencia de la dogmática penal en las decisiones judiciales1
Valeria Anselmino2
I.- Introducción
A partir de las características que presenta la dogmática jurídica, y teniendo en
cuenta cada una de ellas, el siguiente trabajo se ocupará -principalmente- de mostrar el
peso que la misma ejerce al momento de pronunciarse una decisión judicial.
Para ello -a los fines de elaborar una exposición ordenada- se explicará en primer
término, todo lo concerniente a la dogmática penal, sus rasgos distintivos y funciones,
como así también la visión interna y externa que hacen de ella autores como Carlos
Santiago Nino y John Henry Merryman.
Seguidamente se abordará su caracterización por los dogmáticos y doctrinarios
argentinos: Sebastián Soler (fiel exponente de la teoría causal de la acción) y Eugenio R.
Zaffaroni (enrolado en la concepción finalista).
Sentado lo anterior, se comenzará a abordar el tema que da origen a este trabajo.
Tomando como modelo una sentencia dictada por los Ministros de la Suprema Corte de
Justicia de la Provincia de Buenos Aires, se analizará la influencia que ejerce la
dogmatica penal en las decisiones judiciales. Para ello se examinará el lenguaje utilizado
en ella y a partir de ahí los problemas que el uso de ese lenguaje natural acarrea.
Efectuado ello, se examinarán las relaciones que existen entre las reglas que
componen el sistema jurídico, dándose cuenta de la complejidad que presentan los
conjuntos normativos. Se hará especial hincapié en una relación en particular: la de
incompatibilidad entre las normas. En consecuencia, y siempre considerando lo resuelto
en la sentencia seleccionada, se estudiará la declaración de inconstitucionalidad del art.
36 del decreto ley 10.067/83 en virtud de leerse de un modo particular en relación a la
interpretación que se hace de una serie de tratados internacionales incorporados a la
Constitución Nacional. Asimismo se mencionarán brevemente las consecuencias que
puede traer una decisión como ésta.
Por último, se llevarán a cabo las reflexiones finales que sintetizarán las ideas
más relevantes apuntadas a lo largo del desarrollo del trabajo.
1 Trabajo final de la materia Epistemología Penal de la Especialización en Derecho Penal. 2 Alumna de la Especialización en Derecho Penal. Abogada Inspector de la Secretaría Penal de la
Suprema Corte de Justicia Bonaerense.
II.- La dogmática penal
Más allá de que los autores que la profesan comparten o no completamente sus
teorías, todos ellos coinciden acerca de los rasgos característicos de la dogmática penal.
En primer lugar sostienen que se trata de una ciencia que posee un objeto y un método
de estudio propios. En segundo lugar identifican ese objeto de estudio con la ley positiva:
el gran dogma de la dogmática. Finalmente convergen en el empleo del método
conceptualista como estrategia de estudio del objeto del dogma. Este método es también
denominado de “construcción jurídica” y opera básicamente con “definiciones” que
enuncian elementos de los conceptos definidos, los que -a su vez- son nuevamente
definidos en una empresa sucesiva, lineal e infinita si se la continúa. Por último, otro
aspecto de este método consiste en el descubrimiento de principios que se extraen de la
ley y luego se verifican con ella, caracterizándose por esta doble operatoria como
inductivo-deductivo3.
Al margen de sus disensos internos y de su estatuto científico, la ciencia jurídica
posee ciertas propiedades y supuestos comunes, a saber:
• El purismo: radica en su elaboración de manera aislada, pura; no contaminada
con otras disciplinas -en el mejor de los supuestos consideradas meramente auxiliares-, ni
preocupada por los contextos en los que nace y se aplica4.
• El elevado nivel de abstracción: si una regla está de por sí formulada en lenguaje
abstracto, muchas veces vago, con textura abierta y ambiguo, los principios que
pretenden referirse a conjuntos más amplios de reglas, poseen un grado aún mayor de
abstracción, vaguedad, vaguedad potencial y ambigüedad5. Esto produce no pocos
3 Domenech, Ernesto, (1998), Dogmática Penal. Funciones y Prácticas. U.N.L.P, pág. 4. 4 Domenech, Ernesto, (2001), “Encuentros y Desencuentros”, Revista Virtual Intercambios, Nº 4,
Junio 2002, pág. 3. 5 Domenech, Ernesto, Dogmática Penal. Funciones y Prácticas, págs., 19/20. “… Presentar las
características de los conjuntos normativos y sus dificultades posibilita por un lado verificar los supuestos de
la Dogmática Penal en relación a la ley, al orden jurídico, y por otro precisar con más detenimiento las
funciones de aquélla con respecto a ésta. Una primera serie de dificultades deriva de las propiedades del
lenguaje con que se construyen las reglas: un lenguaje natural. De este modo las palabras de la ley pueden
ser ambiguas -es decir poseer más de un significado- vagas -de límites de aplicación borrosos- o
potencialmente vagas, una característica que se denomina ‘textura abierta del lenguaje…’.”.
Véase -también- Nino, Carlos S., (1988), Introducción al análisis del derecho. Buenos Aires,
Astrea, págs. 260/267, quien distingue dos tipos de ambigüedades: semántica (cuando alguna de las
palabras que contiene la oración posee más de un significado) y sintáctica (cuando una oración tiene varios
efectos paradojales. En primer lugar un significativo alejamiento de las diversas prácticas
profesionales, sus dificultades, sus agendas temáticas, y sus requerimientos de
capacitación y evaluación crecientes6. Otra consecuencia consiste en la simplificación de
los problemas y descripciones de los conjuntos normativos, que de por sí son sumamente
complejos7.
• Las funciones múltiples y ocultas: si bien la teoría penal se presenta como
científica respecto de las reglas que estudia, en realidad cumple una función dual: por un
lado reconstruye las reglas mediante diversas técnicas y por otro oculta este
procedimiento. En más de una oportunidad, también describe dichas reglas, analiza
relaciones entre ellas, y deriva consecuencias lógicas, aunque todas estas operaciones
no se establecen de un modo claro y discriminado. De esta manera en general los
problemas que las reglas plantean no son formulados de modo adecuado y explícito, y
suelen derivarse de la enunciación de principios u ontologías adoptados a priori por el
teórico. El ocultamiento de los problemas que la dogmática resuelve afecta
significativamente las posibilidades de una cierta seguridad jurídica que la dogmática
pretende, y conspira contra ella. La existencia de estas dos funciones puede ser asociada
al lenguaje críptico y complejo con el que se formula: a una escritura de la Teoría,
significados a causa de eventuales equivocidades en la conexión sintáctica entre las palabras que la
integran). Al tratar las imprecisiones del lenguaje señala, además, que la proposición expresada por una
oración puede ser vaga, a causa de la indeterminación del significado de algunas de las palabras que
forman parte de ella y que esas palabras hacen referencia a una propiedad que se da en la realidad en
grados diferentes, sin que el significado del término incluya un límite cualitativo para la aplicación de él.
Respecto de las palabras vagas, clasifica la realidad en tres zonas: una de claridad, constituida por los
hechos denotados con certeza por el término; otra de obscuridad, formada por hechos respecto de los
cuales se sabe con seguridad que la palabra no se aplica; y la última, de penumbra, constituida por casos a
propósito de los cuales se duda en aplicar o no el término. Finalmente, y en relación a la textura abierta del
lenguaje dice que “… Como es imposible prever todas las propiedades extrañas que puedan presentarse, la
lista de las circunstancias que no deben darse para que sea aplicable la palabra, tiene que ser abierta: debe
concluir con un ‘etcétera’, y no con un punto final…”.
En igual sentido, véase Carrió, Genaro, (1990), “Notas sobre Derecho y Lenguaje”. Buenos Aires,
Abeledo Perrot, págs. 13/35. 6 Para profundizar sobre el tema, véase en extenso, Domenech, Ernesto, (1997), Abogados,
Escuelas y Colegios. Concurso Jurídico “Hacia el octavo Congreso Provincial de Abogacía”, La Plata,
C.A.P.B.A. 7 Domenech, Ernesto, “Encuentros y Desencuentros”, ob., cit., págs. 5/6.
Véase -asimismo- Domenech, Ernesto, Dogmática Penal. Funciones y Prácticas, ob. cit., págs.,
21/28, las características de los conjuntos normativos (complejos, plurirrelacionados, imprecisos y
mutantes).
accesible sólo a expertos e iniciados en ella, que se dirige a los jueces para que éstos
resuelvan sobre los ciudadanos que poco conocen o comprenden8.
• Una singular selección temática: no todos los temas penales han motivado por
igual a la dogmática penal, por el contrario, ha sido la teoría del delito la que con privilegio
ha despertado los mayores debates. Otros centros de interés como la pena, la víctima, el
delincuente, o de problemáticas como la infancia, el maltrato infantil, la bioética, el medio
ambiente, se han tratado poco o casi nada. Estos olvidos se han considerado verdaderos
obstáculos epistemológicos en el pensamiento penal argentino, y expresan asimismo las
marcas de su constitución de fuerte inspiración germánica9.
II. 1.- Su visión interna y externa
Habiendo realizado los aportes más interesantes en torno a la caracterización
interna de la dogmática penal, Carlos S. Nino la describe como una modalidad de la
teoría jurídica que se desarrolla en los países de tradición jurídica continental donde
predomina el derecho legislado10.
Enuncia como rasgos distintivos:
• Su adhesión al derecho positivo: porque se encuentra impregnada de la ideología
llamada “seudopositivismo” o “positivismo ideológico” que consiste en reconocer fuerza
obligatoria a todo derecho positivo por el solo hecho de existir o ser tal. Esta ideología se
expresa en el lema “la ley es la ley”, que significa que la ley positiva debe ser obedecida y
aplicada por los jueces independientemente de cualquier disenso axiológico respecto de
ella. Pero la dogmática jurídica cumple una función inconsistente con la adhesión al
derecho legislado: la de reformular ese derecho, proponiendo precisiones para sus
8 Domenech, Ernesto, “Encuentros y Desencuentros”, ob. cit., págs. 4/5. 9 Domenech, Ernesto, (2001), “Encuentros y Desencuentros”, ob. cit., pág. 7.
Véase -además- Ouviña, Guillermo J., (1979), “Dos obstáculos epistemológicos en el pensamiento
penal argentino”, U.N.L.P., Junio 1979, donde examina los obstáculos epistemológicos que indirectamente
alzaron dos ideologías que ejercieron el dominio del pensamiento penal argentino. Por un lado se refiere al
Positivismo, y por el otro al Dogmatismo (entendido como la deformación de la dogmática ortodoxa) que se
sucedieron en nuestro país y que paradojalmente han coincidido en la misma disfunción: desplazar al
Código Penal argentino como objeto directo e irrenunciable de toda labor jurídica que pretenda ser
científicamente válida. En relación a este último, señala que “… El dogmatismo deforma el universo de la
reflexión dogmática en estos casos: … b) Cuando la Parte General se reduce a una Teoría del Delito o a
una injustificada relegación de la Dogmática de la Pena, del Delincuente y de la Víctima…”. 10 Nino, Carlos S., ob. cit., págs. 320/321.
términos vagos, completando sus lagunas, resolviendo sus incoherencias y ajustando sus
normas a determinados ideales axiológicos. Sin embargo su característica distintiva es
que esa función de reconstrucción, la realiza en forma encubierta, utilizando un aparato
conceptual retóricamente efectivo que cumple la función de hacer aparecer las soluciones
originales que ella propone como si derivaran del derecho positivo11.
• El modelo dogmático del legislador racional: porque se presume implícita o
explícitamente que los legisladores poseen atributos que, obviamente están lejos de
caracterizar a las personas de carne y hueso que sancionan normas generales y parecen
más bien responder al modelo de un legislador divino. Se lo supone consciente de las
normas que emite de todas las demás normas del sistema. También se lo imagina como
un ser omnisciente que prevé todas las circunstancias fácticas que quedarán abordadas
por las normas que impone. Se lo concibe, asimismo, fundamentalmente justo, pues se
piensa que ha otorgado a las disposiciones que formula el significado más concordante
con las exigencias axiológicas. Se lo asume como necesariamente coherente, ya que su
voluntad no puede contradecirse consigo misma. También se lo imagina como
omnicomprensivo, puesto que no deja ninguna situación jurídica sin regular. Es además
económico, ya que no promulga normas redundantes. Se lo supone operativo, no
dictando normas que carezcan de aplicabilidad. Por último se piensa que siempre es
preciso, en el sentido de que su voluntad tiene una dirección unívoca, con independencia
de las imperfecciones del lenguaje que accidentalmente utilice12.
• Utilización de técnicas dogmáticas para justificar soluciones originales: se trata de
herramientas argumentativas para mostrar como compatibles su adhesión al derecho
legislado y su función de reformularlo, salvando sus imperfecciones formales y
adecuándolo a los standards valorativos vigentes. Los juristas se ocupan de sistematizar
el orden jurídico, reemplazando conjuntos de normas por principios más generales y
pretendidamente equivalentes a ellas. Esta actividad no implica una modificación del
sistema jurídico, siempre que se limite a formular enunciados con un alcance equivalente
a los sancionados por el legislador. Pero dicho límite se traspasa, cuando se proponen
principios generales en reemplazo de varias normas del sistema, que a la vez tienen un
campo de referencia mayor que el del conjunto de normas reemplazadas, permitiendo
derivar de aquéllos nuevas normas no incluidas en el sistema originario y cubriendo, de
11 Nino, Carlos S., ob. cit., págs. 326/327. 12 Nino, Carlos S., (1980), Los límites de la responsabilidad penal. Buenos Aires, Astrea, págs.
73/74.
Véase -a su vez- Nino, Carlos S., Introducción al análisis del derecho, ob. cit., págs. 328/332.
este modo, posibles lagunas de dicho sistema. Las nuevas normas se introducen
prácticamente en forma imperceptible, pues aparecen como meras consecuencias lógicas
de las normas reemplazadas por un principio aparentemente equivalente a ellas13.
Otros autores -como John Henry Merryman- prefieren tomar distancia y se
permiten cuestionar sus postulados. Perteneciente al derecho común anglosajón,
introduce la noción de tradición jurídica, y la define como un conjunto de actitudes
profundamente arraigadas y condicionadas históricamente acerca de la naturaleza de la
ley, acerca de la función del derecho en la sociedad y en la forma de gobierno, acerca de
la organización y operación apropiadas de un sistema jurídico y acerca de cómo el
derecho debe crearse, aplicarse, estudiarse, perfeccionarse y enseñarse. Ésta relaciona
el sistema jurídico con la cultura de la cual es una expresión parcial. Coloca al sistema
jurídico dentro del ámbito cultural14.
Desde afuera de la tradición romano canónica, Merryman se aboca a describir
algunas de las instituciones que se desarrollan en ella, señalando -entre otras cosas- las
diferencias que existen en relación a la tradición a la cual él pertenece. Así, mientras en la
primera el juez es un servidor público, un funcionario, cuya labor es encontrar y aplicar el
precepto legal apropiado al caso concreto, en el derecho anglosajón, éste se considera un
héroe de la cultura, es quien crea el derecho y decide en casos semejantes de manera
semejante15. Un rol similar al del juez en la tradición jurídica anglosajona lo lleva a cabo el
legislador en la tradición romano canónica, pues es considerado el protagonista del
proceso de creación del derecho16. Como consecuencia de ello, las formas de enseñanza
del derecho varían según se trate de una u otra tradición. En la anglosajona, los planes de
estudios son ágiles y dinámicos, se analizan casos prácticos, y se inician las prácticas
profesionales una vez graduado el alumno. En la romano canónica, se observan planes
de estudios lineales y sistemáticos, desarrollándose un exhaustivo estudio de la doctrina
de los autores y jurisconsultos17.
13 Nino, Carlos S., Introducción al análisis del derecho, ob. cit., pág. 333. 14 Merryman, John Henry, (1979), La tradición jurídica romano canónica. México, F.C.E, pág. 15.
Distingue tres tipos de tradiciones jurídicas: la del derecho civil (derecho escrito), la del derecho anglosajón
(derecho consuetudinario) y la del derecho socialista, considerando que de todas ella, la primera, es la más
antigua y más difundida. 15 Merryman, John Henry, ob cit., págs. 66/72. 16 Merryman, John Henry, ob cit., págs. 102/109. 17 Merryman, John Henry, ob cit., págs. 175/190.
Véase -también- Domenech, Ernesto, Abogados, Escuelas y Colegios, ob. cit.
II.- 2.- Su caracterización por los dogmáticos argentinos
A modo de introducción al tema, Sebastián Soler18 describe al derecho penal
como el conjunto de normas dotadas de sanción retributiva. Así definido, constituye el
objeto de estudio de la dogmática penal19.
Indica las características de toda dogmática jurídica diciendo que:
• El objeto estudiado por ella, es siempre un derecho positivo dado.
• Supone la distinción entre el derecho que es (de lege lata) y el derecho posible
(de lege ferenda), ocupándose del primero.
• Se empeña en establecer las graves consecuencias que derivan de ese derecho
positivo para los súbitos de un determinado orden jurídico.
• No niega la posibilidad o valor a otros principios jurídicos, pero separa y aisla,
para estudiarlos, aquellos que tienen tras de sí el respaldo de la fuerza pública.
En relación a su objeto de estudio, la dogmática se ocupa de un sistema de
normas, no ya en su momento estático, como fenómeno, sino en su momento dinámico,
como voluntad actuante. La ley, así considerada, no es un modo del ser, sino del deber
ser. Los objetos que ella piensa son enunciados normativos en virtud de los cuales los
hombres efectivamente serán juzgados. A través de ella, los conceptos jurídicos van
formando un corpus juris de contenidos cada día más generales e intencionalmente
válidos20.
Entiende que la dogmática es una ciencia normativa. En cuanto son normas los
objetos elaborados por ella, el contenido de éstos no solamente se compone de
enunciados y conceptos que deben ser captados y definidos, sino además de
valoraciones, ya que toda norma presupone una valoración, y en las leyes penales que
son las que contienen una sanción retributiva, es posible señalar una valoración doble.
Así por ejemplo cuando se dispone: el que injuria será castigado con un mes de cárcel,
18 Véase Bouchoux, Manuel, “La dogmática Penal y la peligrosidad en el artículo 41 del C.P.”,
Revista Virtual Intercambios, Nº 11, Año 5 (Aportes y producciones), donde describe a este autor como un
acérrimo defensor de la clásica dogmática penal, apareciendo tal vez como el arquetipo del dogmático en la
doctrina penal nacional. 19 Soler, Sebastián, (1986), Derecho Penal Argentino. Buenos Aires, Tipográfica Editora Argentina,
T. I, págs. 26/27. 20 Soler, Sebastián, ob. cit., págs. 30/32.
implícitamente se ha reconocido que el honor (bien protegido) es un valor y que la cárcel
es un valor negativo21.
En relación a su método, señala que como la labor dogmática consiste en tomar
el conjunto de preceptos vigentes y construir con ellos un sistema, el razonamiento
jurídico presupone siempre la existencia de normas de las cuales se parte, para inferir
consecuencias y construir de ese modo dicho sistema. Afirma que las normas están
compuestas por conceptos abstractos y que las operaciones necesarias para alcanzar el
resultado correcto son: la descripción y el aislamiento de cada figura jurídica; la
comparación, jerarquización y agrupamiento de ellas para inducir principios generales o
criterios sistemáticos y distributivos; finalmente, la deducción verificante de la exactitud de
los principios alcanzados22.
Sostiene que la norma no es tomada como un puro concepto lógico, porque esta
disciplina se ocupa de los contenidos de esas normas; recibe tales contenidos como datos
o como valores dados, como conceptos desde los cuales y dentro de los cuales el sistema
tiene que ser construido.
A modo de síntesis expresa que la dogmática consiste primordialmente en reducir
el material normativo que inorgánicamente produce el legislador, a un sistema coherente
que funcione sin contradicciones. Ese material normativo, es creado sin pretensiones
doctrinarias y es la misión del dogmático ordenarlo adecuadamente. La función esencial
que cumple la ciencia jurídica consiste en la constante reconstrucción sistemática,
posibilitando así su comprensión libre de contradicciones internas. El legislador va
sancionando, según lo requieren las circunstancias, las más variadas leyes,
incorporándolas o no a los códigos preexistentes, incorporación que tiene bastante menos
importancia de lo que comúnmente se cree, pues lo que cuenta es la incorporación al
conjunto del derecho positivo. De esta manera, el legislador se desentiende de la
articulación de la ley dentro del sistema total, ocupándose de dicha tarea la dogmática
jurídica23.
En el caso de otro autor como es Eugenio R. Zaffaroni -haciendo referencia a la
dogmática penal bajo la denominación de teoría del derecho penal- afirma que tal derecho
es la rama del saber jurídico que, mediante la interpretación de las leyes penales, propone
21 Soler, Sebastián, ob. cit., pág. 34. 22 Soler, Sebastián, ob. cit., pág. 38. 23 Soler, Sebastián, ob. cit., pág. 40.
a los jueces un sistema orientador de decisiones y contiene y reduce el poder punitivo,
para impulsar el progreso del estado constitucional de derecho24.
Se trata, ante todo, de una rama del saber jurídico o de los juristas, que como tal,
persigue un objeto práctico: busca el conocimiento para orientar las decisiones judiciales
en forma de sistema. Este sistema orientador de decisiones se construye en base a la
interpretación de las leyes penales. De este modo, el derecho penal requiere un concepto
de pena amplio -que abarque tanto las lícitas como las ilícitas- que le permita delimitar su
universo. Es por ello que interpreta las leyes penales siempre en el marco de otras leyes
que las condicionan y limitan (constitucionales, internacionales). El sistema orientador que
le propone a los jueces debe tener por objeto contener y reducir el poder punitivo25. La
24 Zaffaroni, Eugenio R. - Alagia, Alejandro - Slokar, Alejandro, (2005), Manual de Derecho - Penal
Parte General. Buenos Aires, Ediar, pág. 4. 25 Zaffaroni, Eugenio R. - Alagia, Alejandro - Slokar, Alejandro, ob. cit. págs. 6/17. Le dedica un
parágrafo al poder punitivo, explicando -en principio- lo que se entiende por criminalización. Para ello
sostiene que todas las sociedades contemporáneas que institucionalizan o formalizan el poder, seleccionan
a un reducido grupo de personas, a las que someten a su coacción con el fin de imponerles una pena. Esta
selección penalizante -dice- se llama criminalización y se lleva a cabo como resultado de la gestión de un
conjunto de agencias que conforman el sistema. Dicho proceso selectivo de criminalización se desarrolla en
dos etapas: 1) la criminalización primaria que es el acto y el efecto de sancionar una ley material, que
incrimina o permite la punición de ciertas personas; se trata de un acto formal, fundamentalmente
programático, pues cuando se establece que una acción debe ser penada, se enuncia un programa, que
debe ser cumplido por agencias diferentes a las que los formulan; 2) la criminalización secundaria que es la
acción punitiva ejercida sobre personas concretas, que tiene lugar cuando las agencias policiales detectan a
una persona, a la que se atribuye la realización de cierto acto criminalizado primariamente, la investiga, en
algunos casos la priva de su libertad ambulatoria, la somete a la agencia judicial, ésta legitima lo actuado,
se discute públicamente si la ha realizado y, en caso afirmativo, admite la imposición de una pena de cierta
magnitud que, cuando es privativa de la libertad ambulatoria de la persona, es ejecutada por una agencia
penitenciaria (prisionización). Sentado esto, se ocupa de exponer la orientación selectiva de la
criminalización secundaria (debido a la inmensa disparidad entre el programa de criminalización primaria y
sus posibilidades de realización como criminalización secundaria), argumentando que el poder punitivo
criminaliza seleccionando -por regla general- a las personas que encuadran en los estereotipos criminales,
siendo por ello vulnerables, por ser sólo capaces de obras ilícitas toscas y por asumirlas como roles
demandados según los valores negativos asociados al estereotipo. Finalmente se encarga del poder de las
agencias de criminalización secundaria, señalando que las judiciales sólo se limitan a decidir los pocos
casos seleccionados por las policiales, en tanto que las penitenciarias recogen algunas de las personas
seleccionadas por el poder de las anteriores agencias; con lo que pretende demostrar que el poder punitivo
opera en la realidad de modo exactamente inverso al sostenido en el discurso jurídico, que pretende colocar
en primer lugar al legislador, en segundo al juez y casi ignorar a la policía: en la práctica, el poder selectivo
función más obvia de los jueces penales y del derecho penal (como planeamiento de las
decisiones de éstos), es la contención del poder punitivo. Sin la contención jurídica
(judicial), el poder punitivo quedaría librado al puro impulso de las agencias ejecutivas y
políticas y, por ende desaparecería el estado de derecho y la república misma26.
De este modo, entiende también, que el derecho penal es una programación,
pues proyecta un ejercicio de poder (el de los juristas). El poder directo de éstos dentro
del sistema penal27 se limita a los pocos casos que seleccionan las agencias ejecutivas -
iniciando el proceso de criminalización secundaria-, y se restringe a la decisión de
interrumpir o habilitar la continuación de este ejercicio. Para cumplir la función de
ejercicio directo de poder se desarrolla una teoría jurídica (saber o ciencia del derecho
penal, o derecho penal a secas), elaborado sobre el material básico, que está compuesto
por el conjunto de actos políticos de criminalización primaria o de decisiones
programáticas punitivas de las agencias políticas, completado por los actos políticos de
igual o mayor jerarquía (constitucionales, internacionales, etc.). El derecho penal es, pues,
un discurso que está destinado a orientar las decisiones jurídicas que forman parte del
proceso de criminalización secundaria, dentro del cual constituye un poder muy limitado28.
Dicho saber penal se elabora con método dogmático: se construye racionalmente,
partiendo del material legal, para proporcionar a los jueces criterios no contradictorios y
previsibles de decisión de los casos concretos. Esta metodología -dice- se fue desviando,
hasta perder de vista que un saber tan aplicado al poder, por mucho que se refiera -como
todo programa- al deber ser, debe incorporar ciertos datos del ser, que son
indispensables para su objetivo. Esta omisión de información indispensable no sólo se
produce sino que se teoriza, hasta pretender construir un saber del deber ser separado de
lo ejerce la policía y lo puede reducir el juez, en tanto el legislador abre un espacio para la selección que
nunca sabe, contra quién se ejercerá. 26 Zaffaroni, Eugenio R. - Alagia, Alejandro - Slokar, Alejandro, ob. cit., págs. 4/5. 27 Zaffaroni, Eugenio R. - Alagia, Alejandro - Slokar, Alejandro, ob. cit., pág. 17. Define al sistema
penal como “… el conjunto de agencias que operan la criminalización (primaria y secundaria) que
convergen en la producción de ésta”. Señala también que “En este entendimiento, cabe hablar de sistema
en el elemental sentido de conjunto de entes, de sus relaciones recíprocas y de sus relaciones con el
exterior (o ambiente), y nunca como símil biológico, de órganos del mismo tejido que realizan una función,
puesto que estas agencias no operan de un modo coordinado sino por compartimentos estancos, o sea,
cada una conforme a su propio poder, con sus propios intereses sectoriales y controles de calidad
respectivos…”. 28 Zaffaroni, Eugenio R. - Alagia, Alejandro - Slokar, Alejandro, ob. cit., pág. 20.
todo dato del ser29. En consecuencia, lo que ha estado haciendo la dogmática tradicional,
so pretexto de preservación de su pureza jurídica y de rechazo del riesgo de
reduccionismo, ha sido mera invención de datos sociales cuyo valor de verdad científica
es falso. Todos esos datos -proposiciones30 acerca de la realidad del comportamiento
humano- no están sometidos a verificación, pero se los puede dar por verdaderos en el
derecho penal, sin ese requisito elemental de relativa certeza científica, no como mero
complemento periférico del discurso sino como fundamento mismo de éste. Se trata de
proposiciones que pueden ser verdaderas o falsas, pero cuyo valor de verdad
corresponde que sea establecido por la ciencia social por los métodos que le son propios.
Lo curioso es que quienes las postulan, mientras no se cuestione el valor de verdad de
cualquiera de ellas, no las consideran proposiciones sociológicas, pero en cuanto se
pretende cuestionarlas, rechazan el argumento aduciendo que se trata de una indebida
intromisión de una ciencia del ser en el campo de una ciencia del deber ser. Esta es la
mejor demostración -considera Zaffaroni- del error metodológico que consiste en inventar
datos sociales falsos como propios del saber jurídico y rechazar los datos sociales
verdaderos, argumentando que son sociológicos, recurso que lleva, en definitiva, a
subordinar al juez a cualquier arbitraria invención del mundo que haga un legislador
ilusionado o alucinado31.
III.- La influencia de la dogmática penal en las decisiones judiciales
A los fines de comprobar la influencia que la dogmática penal ejerce sobre los
pronunciamientos judiciales, se toma como referente un modelo de sentencia dictada por
los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, a través de
la cual se declara la inconstitucionalidad del art. 36 del decreto ley 10.067/83.
Para ello, se van a analizar no sólo los términos que se utilizan en ella, mostrando
-de este modo- los problemas que genera el lenguaje natural en el cual es redactada, sino
también la cuestión de fondo resuelta en la misma, examinando -para ello- las
29 Zaffaroni, Eugenio R. - Alagia, Alejandro - Slokar, Alejandro, ob. cit., pág. 20. 30 Zaffaroni, Eugenio R. - Alagia, Alejandro - Slokar, Alejandro, ob. cit., pág. 22. Como tales
enumera algunas de las siguientes: “Las penas más graves disminuyen el número de delitos”; “Los locos
son peligrosos”; “La pena disuade”; “Todos son iguales ante la ley”; “El único que establece penas es el
legislador”; “La prisión preventiva no es una pena”; etc. 31 Zaffaroni, Eugenio R. - Alagia, Alejandro - Slokar, Alejandro, ob. cit., pág. 22.
características de los conjuntos normativos, la interpretación que de éstos se hace y el
peso de la tradición en las decisiones que se toman.
III.- 1.- El lenguaje de las sentencias
Con independencia de la concepción que se tenga del derecho debe aceptarse
que éste se expresa necesariamente a través de alguna forma de lenguaje. Y dado que el
derecho tiene la pretensión de poder guiar la conducta humana y que para ello es
necesario que sus destinatarios lo comprendan, el mismo se manifiesta
fundamentalmente en el lenguaje que éstos conocen mejor: el lenguaje natural32. Pero los
operadores jurídicos, centralmente los legisladores -aunque no de manera exclusiva-
introducen términos técnico-jurídicos en el lenguaje ordinario sin cuya existencia
32 Véase Nino Carlos S., Introducción al análisis del derecho, ob. cit., págs. 246/247. “... Los
jueces, en los Estados modernos, enfrentan generalmente normas promulgadas a través de un lenguaje y,
en la inmensa mayoría de los casos de un lenguaje escrito. Los legisladores utilizan un lenguaje natural,
como el castellano, hablado por sus súbditos, ya que generalmente están interesados en sus directivas en
la forma más eficaz posible.... La formulación de normas utilizando un lenguaje corriente hace que la
expresión de la intención del legislador se encuentre limitada por los defectos que... presentan los lenguajes
naturales. Además, el uso del lenguaje natural compromete al legislador con la consecuencia de que sus
expresiones sean interpretadas de acuerdo con el significado que a ellas les atribuyen las costumbres
lingüísticas del grupo social al que las normas van dirigidas.... Sin embargo, esto se encuentra
condicionado, en el derecho, por la dificultad de conocer la intención de los legisladores... la intención del
legislador no es un criterio decisivo para atribuir significado a sus palabras, sino que tienen prelación sobre
él la determinación de cómo serían razonablemente interpretadas por sus destinatarios y las
consideraciones acerca de la relación que debe guardar la norma en cuestión con otras que integran el
sistema jurídico. Así, pues, no es del todo exagerado sostener que los jueces se encuentran vinculados, en
el derecho legislado, no por un conjunto de normas, sino por una serie de oraciones cuyo significado es
asignado de acuerdo con ciertas reglas semánticas y sintácticas, las haya tomado o no en cuenta el propio
legislador...”.
Véase -asimismo- Carrió, Genaro, ob. cit., pág. 49. “... las normas jurídicas, en cuanto autorizan
prohíben o hacen obligatorias ciertas acciones humanas, y en cuanto suministran a los súbditos y a las
autoridades pautas de comportamiento, están compuestas por palabras que tienen las características
propias de los lenguajes naturales o son definibles en términos de ellas…. El uso eficaz de esta técnica [de
control social llamada derecho] reclama que las reglas jurídicas sean comprendidas por el mayor número
posible de hombres... Por ello es legítimo decir que las normas jurídicas no sólo se valen del lenguaje
natural sino que, en cierto sentido, tienen que hacerlo.”.
difícilmente puedan alcanzar los objetivos que persiguen. El lenguaje del derecho se
convierte de ese modo en un lenguaje especializado33.
La estructura de este lenguaje del derecho, natural y técnico a la vez, se
transforma en una fuente de ambigüedades, vaguedades, dudas e incomprensiones. El
legislador suele redefinir el significado de términos de uso común con un sentido diferente
y cuando el juez en sus sentencias utiliza este tipo de términos es posible que lo haga sin
especificar su sentido, generando de ese modo cierta incertidumbre. En la sentencia
seleccionada, se puede citar como ejemplo la palabra “órgano”. En el lenguaje ordinario,
“órgano” suele significar -según el diccionario de la real academia española- instrumento
musical de viento, compuesto de muchos tubos donde se produce el sonido, unos fuelles
que impulsan el aire y un teclado y varios registros ordenados para modificar el timbre de
las voces. También se lo puede definir como cada una de las partes del cuerpo animal o
vegetal que ejercen una función. En el lenguaje judicial suele hacer referencia a la
autoridad o institución habilitada para tomar decisiones y resolver a esos efectos. Esto
puede producir no pocas perplejidades en la comprensión del fenómeno judicial,
conspirando así contra el principio de inteligibilidad que debe regir la comunicación entre
funcionarios públicos con los ciudadanos. Si bien es verdad que el contexto suele facilitar
la captación del significado con que se usan dichos términos34, la comprensión de la
33 Véase Carrió, Genaro, ob. cit., págs. 49/50. “... desde tiempos muy lejanos los juristas vienen
elaborando un lenguaje especializado, compuesto de términos que no forman parte del lenguaje natural, y
que esas palabras técnicas, susceptibles de definición precisa, se han incorporado a las leyes y demás
normas jurídicas escritas... se ha esforzado [también] por crear un lenguaje en cierto modo artificial, de
contornos más precisos, para alcanzar un mayor rigor expositivo. Esa terminología especial se ha
incorporado a las normas jurídicas”. 34 El profesor Carlos S. Nino, en Introducción al análisis del derecho, ob. cit., págs. 255/256
enumera los distintos métodos a través de los cuales las definiciones pueden trasmitir los criterios del uso
de las palabras. En esa tarea expone, en primer lugar, el método directo (que implica formular la
designación del término); en segundo lugar, aquél que consiste en la mención de algunos miembros de la
denotación de la palabra; y por último, el método contextual, sobre el cual señala que “... En este caso se
comunica el significado de la palabra incluyéndola en un contexto característico, de tal modo que la
comprensión del conjunto de la frase o párrafo permita detectar el significado de la palabra…”.
Véase -a su vez- Carrió, Genaro, ob. cit., págs. 28/29, quien al tratar la “ambigüedad” sostiene que
“... el significado de las palabras está en función del contexto lingüístico en que aparecen y la situación
humana dentro de la cual son usadas. Claro está que el contexto y la situación, en la generalidad de los
casos, disipan toda posibilidad de confusión... el uso de una misma palabra con distintos significados es un
puro accidente lingüístico”.
motivación de la sentencia, muchas veces puede quedar debilitada y su control volverse
engorroso.
En el sentido indicado puede observarse en la sentencia elegida el uso -entre
otras- de palabras tales como “auto”, “oficio”, “estado”, “violación” e “instancia”.
A la hora de enumerar los términos vagos35, a modo de ejemplo se pueden
mencionar los siguientes: “umbral mínimo”, “engranajes específicos”, “mayor dilación del
proceso”, “dispendio jurisdiccional innecesario”, “graves consecuencias institucionales”,
“control judicial difuso” y “gravísima afectación”.
Esto no debe hacer suponer que el juez evite utilizar, en toda circunstancia,
términos y conceptos de tales características. Pero sí se debe tomar conciencia de que un
uso excesivo de los mismos puede conspirar contra la validez comunicativa de las
decisiones judiciales, teniendo en cuenta -sobre todo- que muchos de sus interlocutores
no son jurídicamente versados36.
Pero el lenguaje del derecho, y el uso que de él se hace en sede judicial, no sólo
posee términos técnicos, sino que admite en su seno palabras y frases arcaicas y rituales,
permite también el uso de fórmulas inapropiadas, acepta la utilización excesiva en
ocasiones de siglas y facilita que se haga una traslación mecánica de las formulaciones
legislativas que no siempre resultan adecuadas.
Es sabido que ningún otro lenguaje como el jurídico mantiene y promueve
fórmulas arcaizantes y rituales. Tal vez esto sea explicable por el peso de la tradición37.
35 Véase Carrió, Genaro, ob. cit., págs. 31/32, que al desarrollar la “vaguedad de los lenguajes
naturales” explica que “... Hay otro caso en que la incertidumbre en la aplicación o interpretación de ciertos
términos no brota de que no sabemos en qué sentido han sido usados.... Ella se origina en que no sé bien
dónde termina el campo de aplicación de la palabra ‘X’ y este caso parece hallarse en las proximidades de
esos desdibujados linderos, cuya ubicación no puedo precisar. Tal fenómeno acaece, por ejemplo, cada vez
que una palabra tiene como criterio relevante de aplicación la presencia de una característica o propiedad
que en los hechos se da en la forma de un continuo, como la edad, o la altura, o el número de cabellos que
un hombre puede tener, y pretendemos hacer cortes en ese continuo valiéndonos de palabras o
expresiones tales como ‘joven’, ‘adulto’, ‘anciano’, ‘hombres edad madura’; o ‘alto’, ‘bajo’, ‘retacón’… etc.…
tales vocablos cumplen una función importantísima en los lenguajes naturales, y también en el lenguaje del
derecho. Hablamos corrientemente de plazo razonable, de error sustancial, de culpa o injuria grave, de
peligro inminente, de velocidad excesiva, etc.”. 36 Bayo Delgado, Joaquín, (1966), “La formación básica del ciudadano y el mundo del derecho.
Crítica lingüística del lenguaje judicial”, Revista de Llengua i Dret, núm. 25, julio de 1996, pág. 55. 37 Véase Merryman, John Henry, ob. cit., págs. 102/108. En su obra describe las características de
la tradición jurídica romano canónica, en la cual son formados nuestros legisladores y jueces. Esta tradición
es propia del derecho escrito (derecho civil) en la cual la preeminencia del jurisperito es muy antigua. “... El
Asimismo, los textos judiciales hacen uso y abuso de las construcciones de
gerundio. En algunos casos, se concatenan unos con otros configurando párrafos enteros.
Cuando los jueces utilizan el gerundio pueden producir ambigüedades no siempre
resolubles atendiendo al contexto. A modo de ejemplo, en la sentencia elegida se pueden
considerar frases tales como “habiendo tomado conocimiento”, “teniendo en cuenta”,
“como lo he venido sosteniendo”, “permitiendo”, “atendiendo” -entre otras-.
El uso de latinismos tampoco contribuye a una prosa judicial ágil y clara; sólo
introduce perplejidad en un agente neófito en el derecho. Hablar de “sub lite”,
“fundamentos expuestos in extenso”, “brevitatis causa”, “ultima ratio”, “in re”, “sub judice”,
“sub acusación”, crea incomprensión en un destinatario no letrado.
La utilización de siglas que realizan los jueces, por otra parte, vuelve a veces
incomprensible el texto judicial a cualquier persona no versada en derecho. Que en esta
sentencia se haga referencia a “TEDH”, “Corte IDH”, “S. y D.”, “C.N.”, “C.P.P.” y S.C.B.A”,
apenas si informa nada a un ciudadano con una cultura media. Lo mismo sucede con el
caso de las abreviaturas tales como “dec. ley”, “arts.”, “inc.”, “sent.”, “conf. doct.”,
“consid.”, “párr.”, “modif.”, y “Const. nac.”.
Algo similar se presenta en aquellos supuestos en que, en los pronunciamientos
judiciales, se citan distintos precedentes para fundamentar sus dichos. Ello se complica
aún más -como sucede en la sentencia seleccionada- cuando luego de invocar casos
jurisconsulto romano -que asesoraba al pretor y al juez y era reconocido como un experto del derecho...- se
consideraba como el fundador de esta tradición de jurisprudencia…. Después del renacimiento del derecho
romano en Italia los responsables del renacimiento y del desarrollo del jus commune medieval fueron los
jurisperitos. El trabajo de los Glosadores y de los Comentadores, además del Corpus Juris Civilis de
Justiniano, dio cuerpo al derecho romano.... Muchos de los Códigos que se hicieron en Europa y la América
Latina durante el siglo XIX fueron la obra de los juristas y todos estaban basados en los escritos de las
primeras generaciones de juristas...”. Examina, también, el papel de los jurisconsultos en dos períodos
legislativos de la historia de la tradición del derecho civil: el de Justiniano y el de la codificación del siglo
XIX, y dice que “… El Digesto, que es la parte más amplia y más importante del Corpus Juris Civilis es en
gran parte una compilación de obras de los jurisconsultos romanos. Las Instituta, otra parte del Corpus Juris
Civilis, es básicamente un libro texto de derecho romano escrito por jurisconsultos del período clásico. El
movimiento de codificación francés también se apoyo decididamente en la obra de los juristas.... El
verdadero trabajo de preparar el borrador de los códigos franceses fue puesto en manos de comisiones
compuestas por abogados y jueces, pero estas comisiones estaban dominadas por las obras de los
juristas... y los cambios hechos por la legislatura en los borradores fueron pequeñas correcciones a la gran
estructura diseñada por los juristas comisionados...”.
resueltos por la misma Secretaría -Penal- (por ejemplo: P. 77.949 y P. 80.933)38, se hace
referencia a fallos dictados por otras Secretarías (por ejemplo, la Laboral: L. 51.220, L.
51.550 y L. 53.740), como así también a precedentes decididos por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación (causa B. 1160 XXXVI, “Recurso de hecho, Banco Comercial de
Finanzas S.A.”) o por los organismo internacionales (“Corte IDH. Caso La Cantuta vs.
Perú. Sentencia sobre el fondo, reparaciones y costas...”).
Por último, en el lenguaje judicial existe además el uso de frases construidas por
un verbo vacío y un sustantivo, que podrían sustituirse fácilmente por un verbo: “dictar
sentencia” puede cambiarse por “sentenciar” o bien “declarar -por ende- la nulidad” por
“anular”.
El lenguaje jurídico no es un lenguaje artificial, preciso, unívoco, sino que se nutre
en su mayor parte del lenguaje ordinario con sus propiedades de vaguedad, ambigüedad,
textura abierta y contenido emotivo39. Y debido a que el legislador suele promulgar
disposiciones poco claras, con cierto grado de contenido retórico y hasta contradictorias40,
y que los jueces tienen la costumbre de citar textualmente tales disposiciones, se generan
errores y carencias graves en la motivación de las sentencias y equívocos en su
interpretación.
Ahora bien, debe ser tomado en consideración que los pronunciamientos
judiciales son formulados por una autoridad institucional, que obra con independencia e
imparcialidad y cuyos rasgos individuales o de personalidad no deben manifestarse como
algo relevante. Es importante que la administración de la justicia se despersonalice, que el
justiciable perciba que al margen de quién sea su juez natural será tratado de igual forma.
De ahí que los textos judiciales se caractericen por tener una estructura rígida, con frases
38 La letra “P” hace referencia a la Secretaría de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de
Buenos Aires que decidió el caso; en este caso: la Secretaría Penal. 39 Véase, además de Carrió, Genaro, ob. cit. y Nino, Carlos S., Introducción al análisis del
derecho, ob. cit.; Moreso, José Juan, “Lenguaje jurídico”, en Garzón Valdés, Ernesto y Laporta, Francisco
(comp.), (1996), “El derecho y la justicia”, Valencia, Trotta. 40 Nino, Carlos S., Introducción al análisis del derecho, ob. cit., pág. 248. “... las normas que un
legislador sanciona, se insertan en un sistema integrado también por otras normas; por lo cual de la
combinación de las normas que un legislador dicta con las otras que ya pertenecen al sistema o formen
parte de él en un futuro, podrán derivarse consecuencias no advertidas quizá por dicho legislador, o bien
surgir problemas lógicos -como contradicciones, lagunas, redundancias- que no se presentan en las normas
aisladas, sino una vez que entran en relación con el resto del sistema jurídico”.
hechas llenas de tecnicismos y determinadas de antemano. Las sentencias suelen tener
una estructura homogénea, solemne y con pretensión de objetividad41.
Las características y defectos señalados no son los únicos que se presentan en el
lenguaje del derecho. El uso inadecuado de los signos de puntuación, de las mayúsculas
y de otros grafemas también disminuye el valor comunicativo de las expresiones
judiciales. Pero es que, además, tales características y defectos tienden a reproducirse
porque no se ven como equivocaciones sino como formas de expresión legítimas propias
de una lengua de especialidad.
III.- 2.- La incompatibilidad de las normas y su interpretación por
los jueces. La declaración de inconstitucionalidad
Los conjuntos normativos que la Dogmática estudia pueden no ser tan precisos.
Quien se enfrente a ellos puede poseer dudas sobre las reglas que lo integran. Dudas
vinculadas con la incorporación o exclusión de una regla al conjunto o relacionadas con la
incompatibilidad o regla en función de lugar o el tiempo, o al caso, u ocasionada por la
existencia de reglas no enunciadas42.
La inclusión de una regla supone un complejo procedimiento en el que intervienen
distintos órganos de poderes diversos y que comprende desde la presentación de un
proyecto, sin discusión y debate hasta su promulgación y publicación. Etapas todas
41 Si bien la estructura de las sentencias reviste tales características, debe aclararse que a medida
que se superan las distintas instancias, los temas que se tratan en ellas, van variando considerablemente.
En particular los pronunciamientos dictados por el Máximo Tribunal de Justicia de la Provincia -en los cuales
se resuelve acerca del derecho aplicable- suelen utilizar un lenguaje y una redacción complejos, que no
resultan fácilmente comprensibles.
Véase -también- Domenech, Ernesto, “Encuentros y Desencuentros”, ob. cit., pág. 4. Al hablar de
las funciones de la Teoría Jurídica, sostiene que la misma puede ser asociada al lenguaje críptico y
complejo. “... A una estructura de la Teoría, accesible sólo a expertos e iniciados en ella, que se dirigen a
los jueces para que éstos resuelvan sobre los ciudadanos que poco conocen o comprenden palabras como
antijuridicidad formal, material o conglobante, subjetiva u objetiva, injusto, elementos negativos del tipo, no
exigibilidad de otra conducta, que en ocasiones se emplean en las sentencias que o bien los condenan o
bien los absuelven. Claro que este dominio de los expertos en cuestiones que involucran a todos los
ciudadanos puede llegar a ser considerado como una ‘tiranía de expertos’.... La Teoría se presenta
entonces como cuestión de expertos e iniciados, que hablan de las leyes construidas por los ciudadanos y
cuyos destinatarios son también los ciudadanos, para interpretarlas según criterios o principios verdaderos,
o científicos, lo que implica no pocas cuestiones valorativas...”. 42 Domenech, Ernesto, Dogmática Penal. Funciones y Prácticas, ob. cit., pág. 20.
también regladas y en las que errores u omisiones derivan en la incertidumbre de saber si
una regla se ha incorporado con obligatoriedad al conjunto43.
No menos complejo es el mecanismo de exclusión de una regla también llamado
de derogación.
En ocasiones una nueva regla establece que modifica o deroga las anteriores que
se oponen a ella, y en la imprecisión de esta formulación se esconden muchos problemas.
Sobre todo si se piensa que la oposición cubre una regla anterior y otra posterior depende
del modo como una u otra sea interpretada44.
En otras oportunidades una nueva regla es incompatible con otras anteriores y
nada regula sobre las mismas, de modo que no existe una derogación expresa. Y la
llamada derogación tácita es otra fuente de incertidumbre en torno a la configuración de
un conjunto normativo otorgado en un momento dado45.
Otro mecanismo de incertidumbre emerge de la incompatibilidad entre las reglas.
Tal es el supuesto en el que una regla nueva es incompatible con una anterior pero de
mayor jerarquía, es decir que posee la aptitud de invalidar a la primera. Así ocurre cuando
una regla es impugnada por inconstitucional, o cuando una regla reglamentaria de otra
excede los límites que la reglamentada estableció46.
Dicha incompatibilidad depende de la forma de leer una y otra regla incompatibles
y de la asignación de significado a la incompatibilidad misma. En algunas ocasiones, una
regla es declarada inconstitucional para el caso y es posible que el órgano que lo hizo
repita su criterio para casos análogos. Esto suele ocurrir con los recursos de
inconstitucionalidad locales47.
La sentencia seleccionada muestra uno de estos supuestos. En ella se resuelve
declarar inconstitucional del artículo 36 del decreto ley 10.067/83 por resultar violatorio
(incompatible) de los artículos 18 de la Constitución Nacional; 10 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos; 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos; XXVI de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; 8. 1
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; 37 inc. “d” y 40 inc. 2 ap. b iii de
la Convención sobre los Derechos del Niño (integrantes del cuerpo mismo de la Carta
Magna, por remisión del artículo 75 inc. 22). A ello se suma que la declaración de
43 Domenech, Ernesto, Dogmática Penal. Funciones y Prácticas, ob. cit., pág. 20. 44 Domenech, Ernesto, Dogmática Penal. Funciones y Prácticas, ob. cit., pág. 21. 45 Domenech, Ernesto, Dogmática Penal. Funciones y Prácticas, ob. cit., pág. 21. 46 Domenech, Ernesto, Dogmática Penal. Funciones y Prácticas, ob. cit., pág. 21. 47 Domenech, Ernesto, Dogmática Penal. Funciones y Prácticas, ob. cit., pág. 21.
inconstitucionalidad se realiza de oficio48, es decir, sin que medie la solicitud de parte
interesada.
Cabe aclarar aquí que, la primera de estas normas es de carácter local, en tanto
que las restantes -con las cuales entra en pugna- forman parte de nuestra Ley
Fundamental, es decir, gozan de jerarquía constitucional, y como tales, el resto de las
leyes que conforman e integran el ordenamiento jurídico deben adecuarse a lo
establecido en ellas.
Para llegar a esta conclusión, los jueces encargados de resolver, debieron
interpretar49 cada una estas normas y -así- tomar una decisión que implicó declarar al art.
48 Véase Domenech, Ernesto, Republicanos e institucionalizados. Jornada de la Asociación
Argentina de Magistrados, Funcionarios y profesionales de la Justicia de Niñez, Adolescencia y Familia
“Protección y Garantías En el Régimen Penal Juvenil y En el Derecho de Familia”. Realidad y Prospectiva.
Universidad Museo Social Argentino Av. Corrientes -C1042AAD- C. A. de Buenos Aires, 25 - 26 de abril de
2008, pág. 3. “... Me refiero a la condición contra mayoritaria del Poder Judicial, y al poder que posee para
descalificar leyes que provienen de poderes nacidos de la representación del pueblo, aun cuando ninguna
de las partes se los haya pedido. De la soberanía popular...”.
Véase -también- Hitters, Juan Carlos, “Posibilidad de declarar de oficio la inconstitucionalidad de
las leyes (Necesidad de que la Corte Nacional rectifique sus doctrina)”. Revista El Derecho, t. 116, págs.
897/907. “... Hay veces que la revisión jurisdiccional excede el ámbito de sus propios actos, para analizar
las tareas de los demás poderes del Estado, a fin de que éstos acomoden sus acciones a los preceptos
jerárquicamente superiores. Coexisten en el mundo dos grandes sistemas que llevan a cabo este tipo de
verificación (de esencia judicial), el concentrado -como en Austria, Italia, España, Alemania, etc.-, esto es
resuelto exclusivamente por un cuerpo especializado de naturaleza notoriamente jurisdiccional (Corte
Constitucional); y el difuso, como en los Estados Unidos y Argentina, donde cualquier juez está potenciado
para declarar la inconstitucionalidad de las leyes en el caso que juzga...”. En virtud de éste último, haciendo
referencia a la declaración de inconstitucionalidad de oficio y citándolo a Kelsen, sostiene “... una pluralidad
de leyes sólo constituye una unidad cuando su validez reposa en una norma única; y la inferior es válida en
la medida que fue creada por el procedimiento indicado por la superior. De ahí entonces que el órgano
jurisdiccional tiene la potestad de anular todo precepto que no se acomode a esas pautas, pues en tales
hipótesis debe entenderse que ha habido un avance del órgano legisferante, que no puede -...- en su
condición de fideicomisario, exceder los límites de su mandato…”. Y finalmente, haciendo suyas las
palabras de Morello, entiende que “... Los cuerpos judiciales -…- no quedan vinculados por las leyes
inconstitucionales, a las que por el contrario están impelidos a invalidar, aún de oficio...”
49 Dworkin, Ronald, La decisión judicial. Universidad de los Andes, Siglo del Hombre Editores,
págs. 156 y 167, “... La interpretación es una empresa, una institución pública y no es correcto, por lo tanto,
asumir a priori que las propuestas claves de cualquier empresa, por pública que sea, tengan que tener
validez...”; “... El [juez]... debe repasar y leer lo que otros jueces han dictaminado en el pasado no sólo para
saber qué han dicho, ni su estado mental al pronunciarse sino para llegar a establecer su parecer sobre lo
que los otros jueces, en conjunto, han ‘realizado’…. ‘Debe’ interpretar lo que ha venido ocurriendo porque
36 de aquél decreto, contrario a la Constitución Nacional. Y tal como sostiene Dworkin50 la
interpretación en el derecho es esencialmente política, porque el derecho es una cuestión
profusa y profundamente política51.
El art. 36 del decreto disponía52 “Producida la prueba ofrecida, o en defecto de
ella, el Juez correrá traslado por cinco (5) días y por su orden, al defensor particular, si lo
hubiere, y al asesor, para que produzcan defensa y dictamen. La defensa podrá, dentro
de los dos (2) días, pedir se suspenda la vista al asesor para solicitar el sobreseimiento
del menor. La resolución que recaiga será irrecurrible”.
El artículo 18 de la Constitución Nacional53 consagra las garantías individuales de
la persona, en tanto que el artículo 75 inc. 22 -a partir de la reforma de la Carta Magna
producida en el año 1994- incorpora a ella una serie de tratados internacionales que
gozan de jerarquía superior a las leyes. Dentro de estos instrumentos se encuentran los
mencionados con anterioridad, que en líneas generales otorgan -a la persona acusada de
haber cometido un ilícito- el derecho a ser oído públicamente con las debidas garantías,
por una autoridad o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
anterioridad por la ley.
Para concluir que aquél artículo era inconstitucional -basándose en precedentes
dictados con anterioridad54- entendieron que, al no prever dicha norma la intervención del
tiene la responsabilidad de hacer progresar esa empresa que tiene entre manos antes de tomar de golpe
por su propio camino. De manera que debe establecer, en acuerdo a su propio juicio, hasta donde habían
llegado las decisiones previas, cuál era el asunto primordial o tema de la práctica hasta ese punto y todo
esto tomado como un conjunto integral...”. 50 Dworkin, Ronald, ob. cit., pág. 172. “... tal manera de entender el derecho lo convierte, de
manera irremediable e irreductible, en un problema subjetivo, una mera cuestión de qué es lo que un juez
particular considera mejor o que depende de lo que tomó en el desayuno...”.
51 Dworkin, Ronald, ob. cit., pág. 143. “... Abogados y jueces no pueden evitar lo político como tal y
como lo entiende en términos generales, la teoría política...”. 52 Se dice “disponía” porque este decreto actualmente fue derogado por las leyes 13.298, 13.634,
13.645 y 13.797. 53 Establece -en lo que aquí importa- que “Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin
juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado
de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obligado a declarar contra
sí mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad competente...”. 54 Los casos citados y resueltos con anterioridad por la Suprema Corte son P. 77.949 “Chimenti”
(sent. del 16-III-2007) y P. 80.933 “Aguirre” (sent. del 21-III-2007). En estos también se declara la
inconstitucionalidad del art. 36 del decreto ley 10.067/83. La única diferencia con el presente es que en
aquéllos, el pedido de tal declaración se lleva a cabo por la Asesora de Menores interviniente.
Ministerio Público como titular de la acción penal de manera previa al dictado del auto de
responsabilidad y de la sentencia consecuente55, se estaba infringiendo la garantía del
debido proceso quebrantando -de este modo- el principio de bilateralidad y contradicción
en el trámite penal de menores. Es decir, que la ausencia de acusación fiscal no se ajusta
-y de ahí su incompatibilidad- con las demandas del sistema constitucional56.
Véase Nino, Carlos S., Introducción al análisis del derecho, ob. cit., pág. 293/295, donde al hablar
de la interpretación del derecho jurisprudencial, haciendo hincapié en las características del sistema del
common law vigente en Inglaterra y en los Estados Unidos, compara la vigencia de las normas de origen
judicial con el sistema de origen continental. Es así que sostiene “... Podría decirse que la distinción entre
los sistemas del common law y los de tipo continental se limita a una cuestión de grado respecto de la
extensión de las áreas cubiertas por la legislación o por las normas jurisprudenciales y a la mayor o menor
fuerza obligatoria que se asigne a cada una de esas especies de normas (fuerza obligatoria que en el caso
de los precedentes se denomina stare decisis).... En el sistema continental europeo el razonamiento
respecto de los precedentes es menos cuidadoso y complejo, puesto que la regla stare decisis se aplica
casi exclusivamente a lo resuelto por el mismo tribunal en otros casos o por tribunales superiores, y aún así
mismo se procede con notorias franquicias. Los jueces no se sienten tan obligados a formular una regla que
explique las decisiones de los otros jueces junto con la propia, si su decisión puede fundarse con una
razonable interpretación de los textos legales”. 55 Véase Vitale, Gabriel M. A. y Cacivio Fabián, (2001), Sobre algunas cuestiones de
procedimiento penal. Análisis en la nueva ley de Infancia. La Plata, págs. 1/2. Allí se explica que a partir del
año 1938, cuando se sanciona la ley 4664 -de creación de los tribunales de menores- se busca implementar
la intervención del estado, a grupos mayoritariamente pobres, asegurando el ingreso al sistema
institucional/judicial, facilitando -así- el control social. En el esquema de esta ley, “... el niño no necesita
defenderse de la actuación del aparato estatal, dado que se supone que [la misma] está dirigida a ayudarlo,
a ‘salvarlo’, y de allí la figura del juez de Menores como ‘un buen padre de familia’, que si bien pareciera que
es esencialmente exclusiva de la faz asistencial, vicia todo lo concerniente a la esfera penal. Por ello, el
proceso penal no es contradictorio, carece de Defensor y Fiscal, funciones que se confunden en la
promiscuidad del Asesor de Menores, si bien existe la posibilidad de que el joven sea defendido por Letrado
Particular y, en caso de no proponerlo, el Asesor debía asumir la Defensa...”. Ya en 1983 se sanciona y
promulga el decreto ley 10.067/83 mediante el cual se crea el patronato de menores. “... Esta confirmación o
calificación del modelo de situación irregular se fundamenta en una concepción positivista de la desviación y
justamente otorga a la justicia de menores, principios coactivos frente a los infractores (...) de la ley penal a
partir de las ideas del tratamiento, la resocialización y la defensa de la sociedad.... So pretexto de brindarle
una protección fáctica, se agrava su situación personal [la del menor], dada la falta de garantías, que llevan
a ubicarlo en una situación de desprotección jurídica. El juez de Menores seguirá siendo juez de instrucción,
de sentencia y de ejecución de pena.... Se cristaliza con este Decreto-Ley el dominio de la corriente de la
situación irregular de la infancia.... Claramente se manifiesta en las actuaciones judiciales tales como:...
concentración de todas las funciones y facultades en el juez...”. 56 Arts. 18 y 75 inc. 22, C.N.; 14, P.I.D.C.yP.; XXVI de la D.A.D.D.H.; 8.1, C.A.D.H.; 37 inc. “d” y 40
inc. 2 ap. b iii, C.D.N.
A partir de este esquema, puede decirse -tal como lo señala Domenech57- que la
inconstitucionalidad, desde una perspectiva lógica, es una relación entre reglas58. Implica
-como se dijo al inicio de este apartado- una relación de incompatibilidad entre reglas: una
constitucional y otra infraconstitucional (puntualmente en el caso: los tratados
internacionales indicados y el decreto ley 10.067/83, respectivamente).
Se trata entonces de una relación de incompatibilidad según una lectura de una
regla constitucional y una ley también leída, interpretada o al menos aplicada o usada de
algún modo59. En consecuencia, según los modos como estas reglas son leídas o usadas,
existirá o no, dicha relación de incompatibilidad.
Cuando la misma se adopta al cabo de una decisión judicial, como sucede en
este supuesto, alude o se refiere a determinadas circunstancias de hecho que se verifican
en el caso sometido a discusión y al cabo de un determinado modo de proceder.
Circunstancias de hecho que ponen en funcionamiento determinadas reglas y otras no.
Aspectos de ciertas leyes y otros no60. Es el juez quien -al declarar en la sentencia la
inconstitucionalidad de una regla o una ley- debe dar básicamente las razones y
motivos61.
Esta caracterización permite concluir que en ella inciden los modos de lectura e
interpretación de las reglas involucradas y las circunstancias del caso en que se decide.
57 Domenech, Ernesto, Republicanos e institucionalizados, ob. cit. 58 Domenech, Ernesto, Republicanos e institucionalizados, ob. cit., págs. 6/7. Pero además de una
relación entre reglas, la inconstitucionalidad de una ley es también compleja por otras razones. Algunas
derivan de las propias reglas constitucionales (problemas relacionados con la vaguedad, ambigüedad,
inconsistencias, lagunas, redundancias e indeterminaciones), otras del significado de la palabra ley (ya que
este término es lo suficientemente ambiguo como para generar otros problemas al momento de examinar su
constitucionalidad). Finalmente “... Las declaraciones judiciales de inconstitucionalidad, además suscitan
otras dificultades que es necesario considerar: La primera es que no permiten decidir, por completo, el caso
traído. Declarar inconstitucional una regla obliga todavía a decidir qué hacer con el conflicto planteado,
excepto que se haya limitado a la inconstitucionalidad en sí misma. La segunda es que esa declaración de
inconstitucionalidad puede implicar problemas constitucionales no menos graves, cuando no existen otras
reglas para resolver el caso. Porque el juez deberá ‘inventar’ reglas para lograrlo.”. 59 Domenech, Ernesto, Republicanos e institucionalizados, pág. 2. “... La modificación de las reglas
constitucionales con la inclusión de nuevas pueden generar, o generan una revisión de la constitucionalidad
de reglas infraconstitucionales, como las leyes u otras normas de jerarquía inferior. Pero no sólo se han
modificado o alterado las reglas constitucionales sino que también se han producido nuevos modos de
leerlas, interpretarlas y aplicarlas, un factor que, como el anterior, es capaz de hacer proliferar los
problemas de constitucionalidad.”. 60 Domenech, Ernesto, Republicanos e institucionalizados, ob. cit., pág. 5. 61 Domenech, Ernesto, Republicanos e institucionalizados, ob. cit., pág. 5.
Y muchas veces, interpretar de un modo y no de otro una norma conlleva a
consecuencias sociales irrelevantes. La necesidad de resolver casos particulares hace
que la magistratura advierta, en numerosos casos, efectos sociales inconvenientes de una
disposición legal, razón por la cual debe proceder a realizar una interpretación correctiva
de aquélla para impedir tales consecuencias62.
Porque los jueces -y más los que integran el Máximo Tribunal de la Provincia-
tienen influencia sobre los cambios sociales, conteniéndolos o estimulándolos, no sólo a
través de la interpretación y reformulación de las normas jurídicas63, sino también
mediante el control de los actos que llevan a cabo los demás poderes.
Una decisión de tal envergadura como es la de declarar inconstitucional una
norma, oculta no sólo los intereses que se encuentran en juego en la misma, sino también
el verdadero significado social que aquélla decisión implica64.
IV.- Conclusión
Llegados al final de este trabajo, cabe recordar que se caracterizó a la dogmática
penal como una ciencia que posee objeto de estudio (dogma - ley o derecho positivo) y un
62 Nino, Carlos S., Introducción al análisis del derecho, ob. cit., pág. 302. 63 Nino, Carlos S., Introducción al análisis del derecho, ob. cit., pág. 296. En relación con las
premisas normativas del razonamiento judicial, señala, respecto de su alcance que “... en buena parte de
los casos, [debe ser] reformulado por los jueces para salvar las imperfecciones de los textos legales o de los
precedentes judiciales... la tarea de precisar los textos vagos o ambiguos, eliminar las lagunas y las
contradicciones, determinar los precedentes relevantes, etc., por lo común no está guiada por reglas
precisas de segundo nivel y, cuando lo está, …, no es infrecuente que se tropiece con reglas competitivas
que aportan soluciones divergentes.”. 64 Véase Loñ, Félix y Morello, Augusto M., (2004), Lecturas de la Constitución. La Plata - Buenos
Aires, Librería Editora Platense – LexisNexis Abeledo Perrot, pág. 996. Haciendo referencia a que la Corte
actúa políticamente, estos autores explican que “... Lo hace, lo debe hacer, en el marco de la cadena de
legitimidad democrática que de manera lógica e impecable se origina en la Constitución. Lo lleva a cabo
mediante la interpretación, dinámica y finalista, del propio alto Tribunal, acompañada del control de la
opinión pública, el de la doctrina y los predicados de la ciencia y principios jurídicos y de los valores que
preferencia nuestra sociedad. En ese inteligente juego de pesos y contrapesos interiores, con matices que
cíclicamente acuerdan mayor significación a algunos respecto de otros, pero que, en conjunto, buscan una
razonable meseta de equilibrio y estabilidad, cuentan estas pautas-guías: 1) Siempre habrá tensiones en la
tarea de poner límites a la órbita de interpretación a cargo de los jueces, en los ‘casos’… que asumen
conocer… 8) Siempre habrá casos especiales en los que la tensión cobre un ríspido registro; lo cual
demandará no hacer más difícil y complicada la solución y, para ello, tener muy en cuenta las
consecuencias que habrán de seguirse de la actitud y criterios a manejar por los jueces…”.
método (conceptualista, pues opera básicamente con definiciones) propios. Se
destacaron como propiedades: su purismo, el elevado nivel de abstracción, el desempeño
de diferentes funciones respecto de los textos legales -frecuentemente ocultadas y
mezcladas- y una singular selección temática.
Se analizó el criterio con que Carlos S. Nino -desde su postura interna- observa a
la dogmática penal, enunciando como rasgos distintivos: su adhesión al derecho positivo
(por el sólo hecho de existir o ser tal, lo que lleva a que la ley positiva deba se obedecida
y aplicada independientemente de cualquier disenso axiológico respecto de ella); la
atribución a los legisladores de cualidades que están lejos de caracterizar a las personas
de carne y hueso (conscientes, omniscientes, justos, coherentes, omnicomprensivos,
económicos, operativos y precisos); y la utilización de técnicas dogmáticas para justificar
soluciones originales. Ya desde una visión externa -y particularmente desde la óptica del
derecho anglosajón- John H. Merryman introduce la noción de tradición jurídica y se
aboca a describir sólo algunas de las instituciones que se desarrollan en la tradición
romano canónica, estableciendo un paralelo con aquellas que aparecen en su propio
derecho.
También se analizaron las opiniones de los dogmáticos argentinos Sebastián
Soler y Eugenio Raúl Zaffaroni, en torno a la dogmática penal. El primero de ellos la
describe de manera clásica afirmando que se trata de una ciencia, pues posee objeto de
estudio y método propio. En relación a su objeto sostiene que es siempre un derecho
positivo, lo que supone una distinción entre aquel derecho que es (de lege data) y aquel
otro posible (de lege ferenda), ocupándose del primero. En cuanto a su método señala
que, como la labor dogmática consiste en tomar un conjunto de preceptos vigentes y
construir con ellos un sistema, el razonamiento jurídico presupone la existencia de normas
de las cuales parte, para inferir consecuencias y construir de ese modo dicho sistema.
Aclara que las operaciones necesarias para alcanzar el resultado correcto son: la
descripción y el aislamiento de cada figura jurídica; la comparación, jerarquización y
agrupamiento de ellas para inducir principios generales o criterios sistemáticos y
distributivos; finalmente, la deducción verificante de la exactitud de los principios
alcanzados. Eugenio Zaffaroni habla de teoría del derecho y la defina como la rama del
saber jurídico que, mediante la interpretación de las leyes penales, propone a los jueces
un sistema orientador de decisiones y contiene y reduce el poder punitivo, para impulsar
el progreso del estado constitucional de derecho. Entiende que su objeto práctico es la
búsqueda del conocimiento para orientar las decisiones judiciales en forma de sistema, el
cual se construye en base a la interpretación de las leyes penales. También considera
que el derecho penal es una programación que proyecta un ejercicio de poder: el de los
juristas, y que como tal desarrolla una teoría jurídica cuyo método dogmático se construye
racionalmente partiendo del material legal, para proporcionar a los jueces criterios no
contradictorios y previsibles de decisión de los casos concretos.
Luego se desarrolló la influencia que la dogmática penal ejerce en las decisiones
judiciales. Para ello se tomó como referencia una sentencia dictada por la Suprema Corte
de Justicia de la Provincia de Buenos Aires.
En un primer momento, se analizó el lenguaje utilizado en ella y a partir de allí, los
problemas que genera el uso de los términos derivados de ese lenguaje natural. A modo
de ejemplo se individualizaron palabras vagas y ambiguas, como así también el empleo
de determinadas fórmulas provenientes de la tradición en la cual se encuentra inmerso
nuestro derecho. Con todo ello se demostró que las decisiones judiciales -en la mayoría
de los casos- resultan incomprensibles para cualquier persona o ciudadano común, ajeno
al mundo del derecho, y al cual, generalmente, van dirigidas cuando se resuelve -a través
de ellas- la situación procesal de los mismos.
Además se examinó la cuestión de fondo resuelta en la sentencia tomada como
modelo. Se estudió la complejidad de los conjuntos normativos y en particular, la relación
de incompatibilidad entre las reglas. Se trató -en consecuencia- la declaración de
inconstitucionalidad del artículo 36 del decreto ley 10.067/83, ya que, leído e interpretado
de un determinado modo, esta norma resultó ser contraria a la lectura e interpretación que
se hizo de una serie de tratados internacionales, incorporados a la Carta Magna. De ahí
su incompatibilidad con la Ley Fundamental y por ende su descalificación como tal.
Finalmente se realizó una breve mención a las consecuencias que una decisión
judicial de estas características, conlleva.
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Índice
I.- Introducción......................................................................................................1
II.- La dogmática penal .........................................................................................2
II. 1.- Su visión interna y externa .........................................................................4
II.- 2.- Su caracterización por los dogmáticos argentinos....................................7
III.- La influencia de la dogmática penal en las decisiones judiciales............11
III.- 1.- El lenguaje de las sentencias.................................................................12
III.- 2.- La incompatibilidad de las normas y su interpretación por los jueces. La
declaración de inconstitucionalidad ...............................................................................17
IV.- Conclusión....................................................................................................23
Bibliografía ..........................................................................................................26
Artículos ............................................................................................................26