un regalo fantasma (spanish edition)

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Page 1: Un Regalo Fantasma (Spanish Edition)
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UN REGALOFANTASMA

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SARAH WYNDE

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Traducido por

LORENA BAHAMONDECABRERA

ROZELLE PRESS

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Índice

Créditos

Dedicatoria

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

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Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Otras Obras de Sarah Wynde

Agradecimientos

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“Un Regalo Fantasma”

Escrito por Sarah Wynde

Copyright © 2011 Sarah Wynde

Todos los derechos reservados

Distribuido por Babelcube, Inc.

www.babelcube.com

Traducido por Lorena Bahamonde Cabrera

Diseño de portada © 2016 Karri Klawiter,artbykarri.com

“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcasregistradas de Babelcube Inc.

Creado con Vellum

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Una dedicatoria peculiar para un libropeculiar: este libro está dedicado a los

creadores, elenco, y equipo del(maravilloso, asombroso,

increíblemente divertido, trágicamentecancelado) show de televisión Eureka,

por ser los primeros en inspirar micreatividad y luego fastidiarme tantoque me forzaron a ser original.* Y en

particular, a Felicia Day, por esteblog: http://feliciaday.com/blog /five-things-about-2010, y por hacer que las

chicas geek ahora sean geniales.

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*Ejem. ¿O 95% original? La expresiónPueblo Peculiar no es exactamente

nueva. Otras similitudes superficiales yreferencias escondidas están puestas a

propósito como homenaje.

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A

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kira observó su reflejo en el parasoldel coche. Se había mordisqueado loslabios hasta hacer desaparecer el lápizlabial durante el trayecto desde el

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aeropuerto. Con las manos temblandosólo un poco, sacó un brillo labial rosadel bolso y volvió a aplicarse color concuidado.

“Eres terriblemente bonita,¿sabes?”. El chico adolescente inclinadosobre el respaldo del asiento leimprimió desdén a sus palabras. “No esque necesites eso. Probablemente te va aprovocar cáncer o algo así. ¿Por qué laschicas creen que es una buena ideaesparcirse químicos por toda la cara?”

Ignorándolo, inspiró hondo y guardóel brillo labial en el bolsillo del bolso,tratando de reunir el coraje suficiente

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para bajarse del automóvil. Caminaríahasta el edificio y aprobaría sindificultad alguna su primera entrevistalaboral en años. Podía hacerlo. Porsupuesto que podía. Se comportaría enforma brillante, inteligente yprofesional. Entonces ellos la amarían yle ofrecerían un empleo, un buenempleo, uno que le permitiría, de hecho,continuar con su investigación.

“Y luego me ganaré la lotería” dijoen voz alta, mordisqueándose el labio,el brillo labial ya olvidado.

“Nadie se la gana” Dijo el chicocínicamente.

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Akira ni siquiera recordaba cómohabía llegado hasta ahí. No era de lasdel tipo aventurero. La vida, según leparecía, ya tenía suficientes desafíos sinque fuese necesario buscar otros nuevos.Había trazado el mapa de su caminohacía mucho tiempo: una bonita ytranquila vida académica en el pueblode California donde había crecido, algode labor de enseñanza, algo deinvestigación, siempre en territorioconocido, viviendo en el lugar queconocía.

Pero entonces, con un párraforebelde acerca de energía espiritual en

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un artículo para la prestigiosapublicación Energy Research Quarterly(Investigación Energética Trimestral) depronto todos sus planes se vieron enjaque. El comité aún no le había negadoel ejercicio, pero su departamentoacadémico había dejado en claro queera sólo cuestión de tiempo. Sinesperanzas de un empleo en laUniversidad, tendría que dedicarse aenseñar en una escuela secundaria. Seríapreferible trabajar en el quinto círculodel Infierno.

La llamada de General DirectionsInc. había surgido de la nada, pero la

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había sentido como un potencialsalvavidas. La compañía quería reunirsecon ella. Estaban dispuestos a pagarleun pasaje aéreo a Florida – ¡a Florida,entre todos los lugares!- arrendarle unauto y alojarla en un hotel por un día odos, mientras la entrevistaban en vista aalgún puesto indeterminado.

A pesar de la vaguedad de losdetalles, Akira no había dudado.

Pero ahora dudaba. Suspiró. Nopodía seguir sentada en el coche parasiempre. Era mejor entrar y terminar conel asunto de una vez. Se miró por últimavez al espejo y por un rápido instante

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sus ojos se encontraron con los delchico en el asiento trasero.

“Oye,” dijo él, alejándose de dondehabía estado apoyando. “Oye, tu…”

Pero Akira ya había salido delcoche, cerrando firmemente la puerta asus espaldas.

Los edificios de ladrillo, el pastoexuberante, las flores brillantes y elagua corriendo en frente de ella eranindiscutiblemente hermosos. Pero,¿dónde estaba el laboratorio deinvestigación que ella estaba esperando?Se había imaginado una caja cuadrada,de cinco pisos, en la mitad de un

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estacionamiento gigante.La clase de lugar que podía estar en

cualquier parte, sin cuadrar con elentorno pero tampoco destacar.

La clase de lugar donde tal vez ellapudiera existir sin cuadrar ni destacar.

Esto se parecía más a un colegioprivado extremadamente exclusivo.

Recorrió el camino empedrado hastala puerta principal del edificio máscercano.

A pesar de que el amistoso guardiaque estaba en la caseta de seguridadbastante atrás en el sinuoso camino, lehabía dicho que éste era, en efecto, el

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lugar que estaba buscando, aún se sentíainsegura, hasta que un discreto cartel enla pared donde decía General DirectionsInc. le confirmó que al menos, seencontraba en el sitio correcto.

General Directions (direccionesgenerales). El nombre era tan genérico.

En el mesón central, se presentó,tratando de no dejar traslucir suincertidumbre. “Akira Malone, estoyaquí para una entrevista”.

“Por supuesto”. La joven rubiadetrás del escritorio le dirigió unacálida sonrisa, sus ojos demostrandosólo un poco de curiosidad. “El señor

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Latimer la ha estado esperando. Laconduciré hasta allá ahora mismo”.

ZANE LATIMER ESTABA JUGANDO al solitariopor veinteava vez en un computadorprestado que se encontraba en unaoficina generalmente poco utilizada. Legustaba bastante su propia oficina. Eraconfortable, estaba abarrotada de cosasy era un gran lugar para pensar. Almenos para él. Sus hermanas alegabanque estaba llena de distracciones.

Pero su oficina era demasiadoreveladora como para conducir una

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entrevista como ésta allí. Las paredesdesnudas, el escritorio vacío, las dossillas metálicas, la alfombra fea y elviejo computador de escritorio de estahabitación presentaban una imagen quese ajustaba mucho mejor a suspropósitos. Se preguntó si esta candidatanotaría la ausencia de un teléfono.Debería haber uno de esos teléfonosgrandes y toscos con cordón y botonescuadrados. Tomó nota mental de buscaruno antes de la siguiente entrevista.

Le dio otro vistazo al reloj. Suagente en el pequeño aeropuerto privadohabía llamado media hora antes. La Srta.

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Malone había llegado sin incidentes,pero había solicitado un coche distintoinmediatamente después de ver el Taurusnegro que la estaba esperando. Al nohaber otro vehículo disponible, habíaaceptado con renuencia las llaves que leofreció la empleada, quien informóacerca de eso con interés. Le pagabanbien por tomar nota de las actitudes delos invitados que llegaban acerca deltransporte ofrecido, pero esta era laprimera vez que tenía algo que decir alrespecto. Zane aceptó la información sinemitir comentarios, pero desde esemomento, había estado esperando con un

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poco más de impaciencia que decostumbre.

La Srta. Malone era la cuartapersona que entrevistaba. Tal como a élle parecía, esta búsqueda detrabajadores era como una cacería degansos salvajes. Pero su padre habíainsistido y cuando Max Latimer seobstinaba con algo, la mayor parte de lagente a su alrededor suspiraba yobedecía. La mayor parte.

Zane se levantó cuando Grace abrióla puerta sin golpear y condujo a la másreciente candidata al interior de laoficina. Él hizo una pausa, con la boca

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semi abierta. Esto -ella- no era enabsoluto lo que había esperado. Porsobre la oscura cabeza de Akira, suhermana levantó las cejas, sonrióampliamente y le hizo un rápido gesto depulgares arriba a espaldas de Akira.

“Este es Zane Latimer”, le dijo aAkira. “Él conducirá su entrevista hoy.¿Puedo ofrecerle algo? ¿Café, té, agua?”

“Estoy bien, gracias”, respondióAkira, tirando del borde de la chaquetade su traje color negro y luegoextendiendo la mano hacia Zane, quiense encontraba de pie detrás delescritorio. “¿Cómo está usted, Señor

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Latimer?” preguntó con una formalidadya pasada de moda.

“Eh, bien. ¿Y usted?” respondió enmodo automático, dirigiendo una miradaperpleja hacia Grace. Ella se encogió dehombros mientras cerraba la puerta a susespaldas, aun sonriendo. Entonces élindicó hacia la incómoda silla situada alotro lado del escritorio.

“Bastante bien, gracias.” Akiraestaba sentada al borde del asiento,sosteniendo el bolso en frente de ella.

“¿Cómo estuvo su vuelo?”. Preguntóél mientras tomaba asiento.

“¿El de esta mañana?”. Respondió

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ella. “Es el avión más pequeño en el queme he subido. Fue interesante”. Suslabios se curvaron casi formando unasonrisa.

Zane no podía saber si “interesante”significaba que se le habían puesto losnudillos blancos de terror o si habíadisfrutado mirando el paisaje por laventana. A petición de Max, GeneralDirections había dispuesto que Akiravolara desde California a Florida en unvuelo comercial el día antes y se alojaraen un hotel del aeropuerto para pasar lanoche. Ese vuelo había sido un vuelocomercial estándar. En cambio, el de esa

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mañana, mucho más corto, había sido abordo de un Piper Seneca, un avión deseis asientos y dos motores. A Zane leencantaba, pero no era el tipo de jetcorporativo que incluía a azafatassirviendo champaña, cocina, elegantessalones de conferencia y sofás.

Acomodándose en su silla, Zanejuntó las puntas de sus dedos formandoun ángulo con sus manos. Le gustabaentrevistar, pero por primera vez, deseóhaber investigado algo más que elnombre acerca de esta postulante. Habíatomado una delgada carpeta delescritorio de su padre al llegar en la

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mañana, pero no se había molestado enabrirla. Ahora estaba sobre elescritorio, frente a él.

“Entonces, ¿cómo se enteró acercade nosotros?” dijo para comenzar.

“Eh, ¿ustedes me contactaron?”respondió Akira, sonando dudosa. “Nosé mucho acerca de la compañía. Elhombre con el que hablé por teléfono lasemana pasada me dijo que usted meinformaría más cuando me entrevistara”.

“Ya veo”. Zane se inclinó haciaadelante, tocando la carpeta pero sinacabar de levantarla. “En ese caso, ¿porqué no me cuenta un poco acerca de

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usted?”.“Yo –quiere decir- ¿está usted

interesado en mis investigaciones o enmi trabajo como profesora?”. Akirapausó abruptamente sus palabras.

Zane le sonrió educadamente,tratando de no dejar traslucir suconfusión. Max debía haberla llamado.Pero ¿dónde la había encontrado?¿Investigación? ¿Enseñanza? Eso no seajustaba al perfil normal. Max habíaestado revisando solicitudes durantemeses, y esta era sólo la cuarta vez quehabía querido traer un candidato paraser entrevistado. Pero la señorita

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Malone era completamente distinta a losotros.

No es que los tres primeros separecieran físicamente, pero tenían uncierto brillo, un exterior refinado yproyectaban una calidez que hacíadesaparecer sus diferencias. Esta chicaera un ratón.

Un ratón lindo. Quizá incluso unratón adorable, como una ardilla o unjerbo. Zane trató de pensar en otrostipos de ratones. ¿Había uno con ojososcuros, mejillas redondeadas y peloabundante? Ese sería el tipo correcto deroedor. De pronto, se dio cuenta de que

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había permitido que la pausa se alargarademasiado y que el ratón se veía cadavez más nervioso.

“Correcto, investigación, cuéntemede sus investigaciones”.

Ella suspiró con evidente alivio, yse sumergió en una descripción que conlas primeras palabras dejó a Zanecompletamente al margen. “Sono…¿qué?” la interrumpió finalmente.

“Sonoluminiscencia.Específicamente, sonoluminiscenciaestable y de burbuja única. He estadoexperimentando con gases nobles: argón,xenón…”

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Antes de que pudiera continuar, éllevantó un dedo para detenerla y abrióla carpeta que se encontraba sobre elescritorio. La única hoja de papel quecontenía no era una solicitud de empleo.Ni siquiera un currículum vitae. Era lapágina final de un artículo académico,con un círculo rojo alrededor delpárrafo final.

“¿Energía potencial?” dijo él en vozalta, hojeándolo rápidamente. “Ah,energía espiritual”.

Akira pareció palidecer un pocomás, si eso era posible. “Eso no es…Quiero decir que fue una especulación,

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una idea simplemente teórica. Sólo unaposibilidad hipotética que quizá-”

“¿A qué se dedica ustedexactamente?” La interrumpió Zane, aúnconfundido con el artículo. “¿EnergyResearch Quarterly? ¿Qué es esto?”

“Soy catedrática de física. Enseñoen la Universidad Santa Marita. ¿EnCalifornia?” Akira formuló la frasecomo una pregunta.

“¿Una catedrática de física?” Zaneno podía evitar que sus labios securvaran, pero trató con todas susfuerzas de tragarse la sonrisa. Okey, supadre había tomado un desvío. ¿Qué

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diantres iban a hacer con una catedráticade física? General Directions poseía unadivisión de investigaciones, pero estabamayormente dedicada a trabajar enproyectos de bioquímica y medicina. YZane no era quien contrataba a loscientíficos.

Un leve llamado a la puerta losinterrumpió y Akira se volvió en esadirección con alivio. “Yo debería...”comenzó a decir al tiempo que la puertase abría a sus espaldas y Grace entrabasosteniendo otra carpeta.

Grace miró a Zane, con ojosrisueños. “Siento tanto interrumpir” dijo

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suavemente, “Pero Max quería que teentregara esto”.

Él cogió la carpeta que le tendíancon algo de alivio. Ahí debería estar elresto de la información acerca de laseñorita Malone. El esclarecimientoestaba cerca. Abrió la carpeta.

O no.La carpeta contenía tres documentos:

El acuerdo de confidencialidad estándarde General Directions, el contrato deempleo estándar de la compañía, ya conla información de Akira y una notaautoadhesiva que decía “Natalya dio suaprobación. Dale cualquier cosa que

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quiera, pero logra que firme un contratopor dos años” La firma ilegible de supadre estaba garabateada al final.

¿Un contrato por dos años? Eso eraridículo. Los contratos utilizados porGeneral Directions eran típicamente decorto plazo, de tres a seis meses comomáximo. ¿Por qué querría Max que estamujer se comprometiera por tantotiempo?

“¿Dijo algo más?” le preguntó Zanea Grace, sin ocultar su sorpresa.

“No, me temo que no”.“Pero…” Le dirigió una mirada a

Akira. “Discúlpenos un minuto”.

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Poniéndose de pie, tomó a Grace delbrazo y la condujo apresuradamente alpasillo, dejando la puerta casi cerradatras ellos. En un susurro urgente,preguntó “¿Qué trabajo quiere que leofrezca? ¿Qué es exactamente lo que sesupone que ella va a hacer paranosotros?”

Grace se encogió de hombros“Lo estás disfrutando, ¿no es

cierto?”“Me encanta verte confundido,

cariño”. Grace le dio unas palmaditas enla mejilla. “Ella no es del tipo normal,¿no es así?”

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“¿Acaso Max perdió la razón? Esuna catedrática de física. Pensé queestaba contratando a una…” Miró haciala puerta, dándose cuenta de que Akirapodría alcanzar a escucharlos. “No esque yo tenga que entrevistar a cadaempleado. ¿No debería ser Smithsonquien estuviera contratando a loscientíficos?” preguntó, refiriéndose aljefe de la división de investigaciones deGD.

Grace volvió a encogerse dehombros.

“Bien, ¿se supone que va a trabajarpara asuntos especiales, investigación o

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qué?”“Tú sabes tanto como yo. Supongo

que depende de ti”.“Okey”. Zane suspiró. ¿Quería al

ratón trabajando para él, o no? Bueno,sí. Una renuente sonrisa se dibujó en sucara.

De vuelta en la oficina, se sentó trasel escritorio. Ella se veía bastanteabatida. Tenía la clase de rostro, fluidoy expresivo, que habría sidomaravilloso en un escenario –incluso elpúblico sentado en el rincón más lejanodel teatro podría notar sus emociones.Pero quizá sería mejor para ella si

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hubiera resultado una mejor actriz, máscapaz de ocultar lo que estaba sintiendo.

Zane tenía planeado continuarformulándole preguntas mientras tratabade decidir qué hacer con ella, pero nopudo resistirse a terminar con susufrimiento. “Nos gustaría ofrecerle unempleo,” se encontró diciendo. “Seránecesario que firme un contrato de dosaños de duración. ¿Cuál es su salarioactual?”

“Yo – ¿qué?” preguntó ella.“Su salario actual” repitió él

pacientemente.Ella nombró una cifra, pero luego

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añadió, “Pero, espere…”El añadió un veinticinco por ciento a

ese número y pronunció el nuevo total envoz alta, luego añadió “Y Florida es másbarato que California. Sospecho que vaa descubrir que su estándar de vida esbastante distinto en Tassamara”.

“Pero espere,” dijo ella otra vez.“¿Qué quiere que haga? ¿Qué es lo queimplica este trabajo?”

“Investigación”. Él sonrió,probablemente con demasiadaintensidad, mientras trataba de descubrircuál sería la respuesta más adecuada aesa pregunta.

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“Pero ni siquiera sé qué es GeneralDirections. Es un nombreextremadamente vago. ¿A qué se dedicaesta compañía?”

“Oh, un poco de esto, un poco deaquello. Algo de trabajo para elGobierno, algo de investigaciónprivada, algunas inversiones en otrascompañías”.

Ella frunció el ceño, y él no pudoresistir la urgencia de tomarle un pocoel pelo. Con bastante solemnidad, dijo,“Nada pornográfico, por supuesto”como si eso fuera la preocupaciónprimordial de ella. Los ojos de la chica

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se abrieron en señal de asombro y éltrató de no sonreír, pero se le escapóuna pequeña mueca traviesa.

Entrecerrando los ojos, ella seinclinó hacia adelante, obviamentedecidida a ignorar las distracciones.“Mi preocupación es el trabajo para elGobierno. ¿Es usted contratista en elárea de defensa?”

“¿Tiene usted razones para pensarque no obtendría la autorización deseguridad?” Preguntó él, ahorainteresado.

De nuevo, ella pareció sorprendida.“No, pero no deseo que mis

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investigaciones se utilicen para lafabricación de armas”.

Esta vez, el sorprendido fue él.“¿Cree que eso sea probable?” Volvió aabrir la carpeta y miró la pequeñacantidad de información que contenía.¿En qué trabajaba exactamente?

“Bueno, no lo sé”. Estabaclaramente exasperada. “Aún no hecompletado mi trabajo. No tengoresultados. Pero me gustaría tener laseguridad de que si realizo algúnhallazgo interesante, éste no seainmediatamente puesto bajo llave dentrode algún proyecto secreto para uso

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militar”.“Puedo asegurarle que nunca hemos

desarrollado ningún arma para elGobierno. Cualquier Gobierno”

“Entonces, ¿qué es lo que hacen parael Gobierno? ¿Cualquier Gobierno? Ellarepitió su frase dándole el mismoénfasis y el no pudo resistir dirigirle unasonrisa. Ella no se la respondió, peropor un instante, apareció un hoyuelo ensu mejilla.

“Oh, ah, bueno…”“No me diga. ¿Un poco de esto, un

poco de aquello?”“Más o menos”.

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“Así que me está ofreciendo unempleo, pero no quiere decirme nadaacerca de lo que hace la compañía, ni delo que yo voy a hacer”.

“Algo así”.Ella frunció el ceño, y él pudo ver

dibujarse la indecisión en su cara, asíque añadió, “Puedo decirle que tendrálibertad para dedicarse a su propiocampo de investigación. Ensonoluminiscencia…” Tropezó con elnombre, luego agregó, “… o lo que sea”.Dudaba que ella llevara mucho tiempoinvestigando esas cosas. Max debíasaber más de lo que parecía acerca de lo

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que ella era capaz de hacer.La chica aún parecía dudosa, así que

él deslizó el acuerdo deconfidencialidad hacia ella. “Firme esto,daremos un recorrido, podremos hablarde la clase de laboratorio yequipamiento que necesita y luego puedetomar una decisión”.

Tomó un bolígrafo y añadió la cifrade salario al contrato por dos años yluego se lo mostró. “Tendrá quecomprometerse por dos años. Pero nohay necesidad de pensar en eso hastaque haya completado el recorrido”.

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AKIRA RESPIRE HONDO antes de encenderel coche. No estaba segura de cómo sesentía acerca de todo esto, peroaparentemente iba a mudarse a Florida.No pudo reprimir una pequeña aura dealegría cuando pensó en los hermososlaboratorios que había visto. Incluso suincertidumbre con respecto al por quéexactamente la habían contratado, nopodía eclipsar su gozo ante la idea detener tiempo para dedicarse únicamenteexplorar sus ideas sin sufririnterrupciones.

“Te ves feliz,” dijo el chico en elasiento trasero. “Tal vez en realidad te

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ganaste la lotería.”Akira no respondió, pero su

felicidad se atenuó un poco.“Me pregunto a quién viste allá

adentro. Veamos. Tal vez puedadescubrir a qué te dedicas. ¿Tal vezestabas vendiendo algo? No. ¿Tal vezeres bibliotecaria? No.” El chico sehundió en el asiento tristemente y dijo,“Este juego no tiene mucha gracia sinunca lo voy a saber”.

Miró por la ventanilla y suspiró.“Veinticinco minutos hasta el aeropuertoy de vuelta al estacionamiento”.

Akira se mordió el labio. “Entonces,

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¿cómo te llamas?”Los ojos del chico se abrieron con

asombro y se inclinó de nuevo haciaadelante. “¡Puedes verme!”

“Sí, pero no te entusiasmes tanto”.“¿Estás bromeando? No he hablado

con nadie en meses. Estoy atrapado eneste coche. La mayor parte del tiempoestoy sentado en algún sitio deestacionamientos. ¡Y tú estás viva!”

“Otra vez, no te entusiasmes”. Akirasabía exactamente qué iba a suceder, yno sería divertido. Probablementedebería haber continuado fingiendo queno lo veía. Pero el chico parecía tan

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triste y ella estaba tan feliz. No habíasido capaz de ignorarlo fríamente.

“Entonces, ¿me ayudas? ¿Aencontrar la luz o algo así?”

“Sería bueno, ¿no es cierto?” Sutono era seco. “No, desgraciadamente,no sé nada acerca de luces. Y si quieresque vaya a conversar con algún pariente,bueno, esas cosas nunca terminan bien.Preferiría no hacerlo”.

“Pero, ¿no es eso a lo que tededicas?”

“No, así es como funciona en latelevisión”. Akira suspiró y encendió elintermitente. La caseta del guardia

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estaba justo al frente y no quería que lavieran hablando consigo misma.

“Pero… ¡tú puedes verme!” Ella ledio una ojeada por el espejo retrovisor.Sí, podía verlo, y era un chico guapo, enrealidad. Debía haber tenido catorce oquince años cuando murió, alto ydesgarbado como la mayoría de losadolescentes, todo brazos y piernas, conmechones de rizos oscuros y ojos de unazul intenso.

Ella salió al tráfico en la concurridacalle y ya sintiéndose a salvo luego dedejar al guardia atrás, volvió apreguntar. “¿Tienes un nombre?”

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“Es Dillon. ¿Quieres decir querealmente no me puedes ayudar?”

Ella meneó la cabeza. “No mucho,no”.

“Oye, eso apesta”. Se dejó caer enel asiento trasero de nuevo, con cara defastidio. “Finalmente encuentro a alguienque puede verme, y no sirve para nada.Eh, sin ofender”.

Akira reprimió una sonrisa. Enrealidad no le importaba que le dijeraninútil. Había escuchado cosas peores.“Puedo escuchar” le ofreció. “Y tambiénsé algunas cosas”.

“¿Sabes por qué estoy atascado?” le

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preguntó el muchacho. “Quiero decir,esto no le puede suceder a todos. Unavez conocí a un tipo que estaba en unagasolinera, pero no es que las carreterasestén atestadas de gente como nosotros”.

“Oh, de hecho, hay un buen númerode ustedes en las autopistas. Solía seruna pesadilla para mí cuando reciénestaba aprendiendo a conducir. Medistraía mucho. Mi padre… no importa”.Ella desechó el pensamiento.

Le dio un vistazo al reloj. “Tengoque llegar hasta el aeropuerto paraviajar de vuelta a Orlando en cincohoras más. ¿Dónde quieres ir?”

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“¿En serio?” preguntó él.Ella asintió. “Pero sin parientes, por

favor”. Se veía apenada.“Honestamente, esas cosas nuncaresultan bien”.

LE HABÍAN DADO instrucciones clarasacerca de dónde dejar el coche, peromientras conducía hacia elestacionamiento, no pudo evitarpreocuparse. A diferencia delprocedimiento normal al rentar uncoche, se le había indicado que alguiense encontraría con ella para recoger las

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llaves.“Entonces, ¿recuerdas todo lo que te

dije?” le preguntó a Dillon.“Cada palabra”, le aseguró él.“Trabaja en los estiramientos. Sé

que el rebote no es divertido, pero sipracticas, descubrirás que puedesalejarte cada vez más del automóvil. Escomo hacer ejercicio, al principio va adoler, pero la recompensa valdrá lapena”.

“Lo haré. ¿Estás bromeando? Salirde este coche sería maravilloso. Voy apracticar todos los días”.

“Y aléjate de los fantasmas de

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bordes rojos. Si ves a alguien queparece estar delineado en color rojo,vete en otra dirección”.

“Lo haré”, prometió el chico, peroesta vez con menos entusiasmo.

“En serio. Sé que estas solo yprobablemente pienses que cualquiercompañía es mejor que ninguna, pero noes así. Los fantasmas rojos son malasnoticias”.

“Ya estoy muerto. ¿Qué me puedenhacer?”

“Oh, cariño”. Ella sacudió lacabeza. “Si piensas que aburrirte es lopeor que te puede suceder, entonces no

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viste suficiente televisión mientrasestabas vivo. Hazme caso en esto”. Sevolvió y miró al chico fijamente, condeterminación, sabiendo que ella eraprobablemente la primera persona quelo miraba directo a los ojos desde que elchico había muerto. “Mantente alejadode los fantasmas con bordes rojos”.

Él asintió.“Y estírate”. Lo apuntó con un dedo

y sonrió, él le sonrió de vuelta, con unamezcla de emociones luchando poradueñarse de su expresión.

Ella observó a alguien aproximarsea través del vidrio trasero y dijo

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apresuradamente, “Debo irme. Cuídate”.Saliendo del coche, saludó a la

joven. Mientras devolvía las llaves, dijoimpulsivamente “Voy a mudarme a éstaárea en unas cuantas semanas ynecesitaré alquilar un coche. ¿Hayalguna posibilidad de que éste vaya aestar disponible?”

La joven pareció sorprendida. Miróel coche, luego a Akira y luego el cocheotra vez, antes de decir “¿Éste coche?Pero… eh, bueno, supongo. Quierodecir, no lo sé. Puedo preguntar”. Sutono era dudoso.

“Eso sería genial” dijo Akira.

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“¿Tiene un número o algo así, dondellamar cuando vuelva?”

“Seguro. Sí. Puede preguntar en GD.Pregúntele a Grace”. La joven asintió,su inseguridad ya desaparecida. “Gracesabrá qué hacer. Ella podrá ayudarla”.

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A

2

kira había decidido que Florida eraescalofriante. Estaba empezando a dudarde su decisión de mudarse aquí. Otravez. Sólo por centésima vez.

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Ni siquiera se había bajado delcoche en la primera casa que Meredith,la corredora de propiedades, le habíamostrado, a pesar de sus protestas “Oh,pero si es una casita encantadora.Recientemente remodelada, con elinterior totalmente actualizado, conelectrodomésticos nuevos, y la renta esmuy razonable”.

Akira sólo había suspirado. “No eslo adecuado para mí”. El malhumoradofantasma de una anciana había agitadoun puño hacia ellas mientras se alejaban,aunque Akira estaba segura de que eldébil “que alivio” que había escuchado

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era su imaginación.En la segunda casa, Akira se detuvo

en la puerta del dormitorio y tragósaliva con fuerza. Estaba sin amueblar,las paredes recién pintadas de un colorblanco grisáceo claro. Meredith entró,hablando acerca del baño adjunto, comosi la traslúcida figura de una niña quelloraba sosteniendo un bebé ymeciéndose hacia adelante y atrás, fuerainvisible. Y, por supuesto, lo era -parala corredora-. ¿Suicidio? Pensó Akiradesapasionadamente. Tal vez el bebéhabía muerto por causas naturales yluego el dolor llevó a la madre a

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quitarse la vida. O quizá un asesinato-suicidio provocado por una depresiónpost parto.

“¿No vas a venir a ver? Esrealmente encantador”. Meredith teníauna voz alegre. Akira estabacomenzando a detestarla.

“No gracias” dijo Akira con calma.“No creo que sea adecuada para mí”.Volviéndose, marchó fuera de la casa yderecho al automóvil. Para cuandoMeredith la alcanzó, ella ya estabasentada en el asiento del copiloto y conel cinturón de seguridad abrochado,mirando fijamente hacia adelante.

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“Vas a encajar bien aquí” dijoMeredith, mientras deslizaba la llave enel encendido del coche y se alejaba dela cuneta. Akira le dirigió una miradacuriosa. ¿Qué quería decir con eso?

Meredith le sonrió un tantoirónicamente. “La próxima casa esgrande para ti, pero está dentro tupresupuesto y el Dr. Latimer sugirió quepodría interesarte”.

“¿El Dr. Latimer? ¿Es acaso ZaneLatimer?”

“No, no, se trata de Max Latimer. Élfue quien organizó tu cita”.

Akira frunció el ceño. Había tratado

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de investigar la compañía desdeCalifornia, pero era casi invisible. Oh,tenía un sitio web, un sitio que norevelaba nada. El redactor que habíaescrito el texto era un maestro en el artede no decir nada utilizando muchas,muchas palabras. Aparte de eso, elnombre era demasiado genérico. Lafrase “direcciones generales” tenía 14millones de entradas en Google, lamayoría de las cuales, eran mapas.Akira había deducido que la compañíaestaba en manos privadas, pero eso eratodo lo lejos que había llegado.

“No creo haberlo conocido” le dijo

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a Meredith.“¿No?” la voz de Meredith era

casual. Se acomodó un largo mechón depelo rojo detrás de la oreja mientras seconcentraba ostentosamente en eltráfico, que era inexistente.

“¿Hay algo que debería saber acercade él?” Preguntó Akira, exasperada. Seestaba cansando un poco del misterio.En el transcurso del pasado mes habíadado aviso de su retiro a la Universidad,puesto su casa en arriendo, empacadosus pertenencias, guardado algunascosas en una bodega y arreglado eltraslado de otras a Florida, se había

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despedido de todo y de todos los queconocía y volado a Orlando.

Esta vez no hubo avión privado quela llevara casi directamente hastaGeneral Directions, así que habíarecorrido el largo, lento y sinuosocamino al norte en un auto de alquiler.Había llegado a Tassamara esperandoalojarse en un hotel y comenzar atrabajar de inmediato. En lugar de eso,Grace le había dicho que se tomara sutiempo para establecerse y le habíapresentado a Meredith, una atractivacolorina en la mitad de sus treintas quien“le mostraría todo lo importante”. Hasta

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donde Akira podía decir, sin embargo,en Tassamara no había nada importante.Ni siquiera estaba segura de haber vistoel pueblo aún. Parecía ser uno de esoslugares tipo pestañea-y-te-lo-pierdes enel mapa.

“La mayor parte de la gente deTassamara trabaja para él directa oindirectamente” dijo Meredithfinalmente. “GD es la única compañíadel pueblo”.

“¿Qué significa eso? ¿Dirige el lugarcomo si fuera un antiguo pueblo minero?¿Lo que él dice es lo que se hace?”

“Oh, no, no” Meredith rió. “Te va a

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gustar, estoy segura. A todos les gusta.Él es… bueno, ya lo verás”. Condujohacia un lado de la calle y estacionó.

Akira no se movió. “¿Él es, qué?Elije una palabra, cualquier palabra. Memudé aquí desde California, no conozcoa nadie y si resulta que cometí unterrible error, entonces mientras máspronto lo descubra, mejor”. Se diocuenta de que estaba siendo demasiadobrusca, pero no podía evitarlo.

Aceptar un trabajo tan lejos de casahabía sido un acto de negar suimaginación: se había auto convencidode hacerlo enfocándose en el laboratorio

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y en el trabajo. No había tratado deimaginar cómo sería su vida, dóndeviviría, dónde compraría sus víveres osaldría a pasear, quiénes serían susamigos o lo que haría durante los finesde semana. En forma muy deliberada nohabía pensado en los desafíos queconllevaría conducirse entre lugares queno le eran familiares, casas extrañas,paisajes desconocidos. Si hubierapensado en todas esas cosas… bueno,habría preferido terminar trabajando enel supermercado cercano a su casa enCalifornia y pasando hambre paraalcanzar a pagar las cuentas antes que

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enfrentar toda esa incertidumbre.No es que fuera una cobarde, se

dijo. Pero sus desafíos eran distintos alos la mayoría de las personas, y teníaque ser cuidadosa de un modo que lamayor parte de la gente no entendería.Okey, y quizá era un poco cobarde.

Meredith le sonrió. “Excéntrico. ElDr. Latimer es excéntrico. Pero, deverdad, creo que vas a encajar bien enTassamara. Es un pequeño pueblopeculiar” Hizo un gesto hacia la casadetrás de Akira. “Ése es el lugar.Deberías darle un vistazo”.

¿Peculiar? Akira no se sintió mejor.

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Pero se volvió y miró. La casa tenía dospisos, marcos blancos, un porche quedaba la vuelta a la casa y una torrecilla.Miró de vuelta a Meredith con sorpresa.¿Estaba bromeando? “Soy sólo yo,¿sabes? No voy a traer una familia”.

Meredith ya estaba bajándose delcoche. “Ven a darle un vistazo. Comodije, es un poco grande, pero el Dr.Latimer piensa que podría gustarte”.

Akira la siguió por el corto sendero.La casa estaba cerca de la calle y Akiramiró con curiosidad a las casas vecinas.“¿Estamos cerca del pueblo?”

“Sí, Millard es la calle principal y

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está a un par de cuadras en esadirección. Un paseo agradable, si no tegusta conducir”

A Akira no le molestaba conducir,aunque poder ir caminando a realizarpequeños trámites sería agradable. Perola mención del hecho de conducir lerecordó el Taurus negro y a Dillon. Lehabía preguntado a Grace si podíaalquilarle el coche que había conducidoel primer día, sin tener idea de lo querespondería cuando Grace le preguntarapor qué quería ese coche. Después detodo era un automóvil común, con variosaños de antigüedad, sin nada especial a

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menos que pudieras ver al chicofantasma que habitaba el asiento trasero,y no había razón para querer ese cocheen lugar de algún modelo nuevo.

Pero Grace no había preguntado elpor qué. Había hecho una pausa y surostro se había inmovilizado, luego sehabía vuelto y comenzado a ocuparse devarios documentos, antes de darse vueltanuevamente sonriendo alegremente ydiciendo “Creo que podemos arreglarlo.Lo tendré esperándote en el aeropuerto”.

Akira aún no estaba segura de habervisto algo en la expresión de Grace -¿Tristeza? ¿Preocupación?- o si había

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sido su imaginación. Pero había estadodemasiado aliviada de que Grace no lehiciera ninguna pregunta difícil comopara tratar de descifrar la respuesta dela joven.

Meredith quitó el cerrojo de lapuerta y la abrió con un fuerte empujón.“La puerta está un poco atascada,tendremos que encontrar alguien que seocupe de eso”. Entró en la casa y Akirala siguió, sintiéndose un tanto recelosa.

Las primeras dos habitacionesestaban vacías y se producía un eco. Lossuelos de madera dura estaban gastadosy maltratados, mostrando señales de

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mucho uso y la chimenea en lahabitación del frente estaba ennegrecidapor años de humo. Pero tenía una lindailuminación y los techos eran altos, conventiladores de cielo. Una estrechaescalera conducía arriba a un pasilloque se extendía en ambas direcciones.Otro pasillo conducía a la parte traserade la casa.

Meredith parloteaba acerca decolores de pintura y muebles, pero Akirano estaba escuchando realmente. Sevolvió lentamente, mirando a sualrededor. Esta casa tenía una sensación.Pero no era una mala sensación. Debería

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haber percibido una sensación deabandono, de soledad, como la quesiempre se producía en las casasdeshabitadas. Pero esta casa, a pesar deestar vacía, se sentía viva. El recelo deAkira se intensificó. ¿Acaso este puebloestaba simplemente infestado defantasmas?

Siguió a Meredith por el pasillo,pasando un pequeño baño, hasta lacocina.

“¡Rose! Tenemos visitantes”. Unhombre de avanzada edad estabadoblando su periódico y levantándosecuando Akira entró en la habitación.

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Ella miró rápidamente hacia Meredith.Ninguna reacción. Okey, así que era unfantasma. Akira mantuvo sus ojos lejosde él, no queriendo que se diera cuentade que podía verlo, pero trató de darmiradas de reojo, mientras murmurabaalgo en respuesta a los comentarios deMeredith.

Se veía como un abuelito amable.No como el suyo –ella nunca habíaconocido a ninguno de sus abuelos- sinocomo la versión de un programa detelevisión de un abuelito amable, con elpelo blanco, líneas de expresiónproducidas por la risa y con un poquito

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más de panza de lo que sería saludablepara él. Estaba vestido con lo que a ellale pareció un atuendo de golfista: unacamisa de manga corta con cuello, unsuéter sin mangas y pantalones lisos decolor claro.

“¡Oh, qué bien!” Un torbellino llegóa toda velocidad entrando por una puertaque Akira no había notado y tuvo queconcentrarse con fuerza en la cara deMeredith para evitar mirarlo de frente.La joven mujer batió las palmas y diovueltas en el centro de la habitación, sufalda color melocotón flotando a sualrededor. “Tal vez contrate televisión

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por cable. Tal vez le guste ese programade música. Rápido, ¿qué podemos hacerpara que se quede? Ya sé, hagamos queaquí huela como a galletas con chispasde chocolate”.

El anciano sonrió. “Esa es una buenaidea. Vas a tener que trabajar en eso.Sería muy agradable si pudieraslograrlo”.

“Realmente espero que se quede.¿Deberíamos decirle a los muchachosque entren?” Rose se acercó bailando ala puerta trasera, dentro de la línea devisión de Akira, y se apoyó en la puerta,mirando hacia afuera. Alta, esbelta, con

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largos rizos rubios, estaba vestida conuna falda ajustada a la cintura y un topsin mangas típicos de la década de1950.

“Rose, ya sabes que hace siglos queno entran en la casa. Déjalos tranquilos.Están bien así”.

Rose se volvió y Akira dirigiórápidamente su atención a Meredith.“Disculpa, ¿qué me decías?”

Meredith la estaba mirando, con unaexpresión curiosa en el rostro. “Algunaspersonas piensan que esta casa estáembrujada”. Hizo el comentariocalmadamente, casi en forma casual, sin

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siquiera un dejo de emoción en la voz.“¡Noooo!” gimió Rose. “No hagas

eso. La vas a asustar y se irá”.“Oh, cielos, eso está mal” murmuró

el anciano. “Debe ser por eso que hemosestado vacíos durante tanto tiempo”.

“Fue esa última señora, la queencendió esas cosas que tenían un olorfuerte y trató de hablar con nosotros.Pero no era capaz de oír nada”. Rosepateó el suelo.

“En todo caso, dicen que losfantasmas son amigables”. Meredithsonreía, pero su expresión erademasiado intensa, demasiado

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expectante.“Sí lo somos, somos amigables”

exclamó Rose. “Nos gustan laspersonas. Oh, por favor quédate a viviraquí. Extraño la televisión. Extraño lamúsica. Es demasiado silencioso singente”.

“¿Y tú crees en fantasmasamistosos?” Akira trató de infundirleescepticismo a su tono.

“En Tassamara, creer en seis cosasimposibles antes del desayuno es algoque se da por hecho. Pero continuemos.Como puedes ver, la cocina es bonita,nada especial, pero tiene una buena

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distribución. Los electrodomésticosvienen con la casa, incluido elrefrigerador y hay lavadora y secadoraaquí en lo que solía ser la despensa”.Meredith abrió la puerta trasera y salióal exterior. “El patio trasero estácompletamente cercado y es espaciosoconsiderando el área del pueblo dondeestamos. Hay una pequeña piscina y elmantenimiento está incluido en la renta”.

Akira la siguió, pero aún se estabapreguntando acerca de las primeraspalabras de Meredith. ¿Qué cosasimposibles? Pero cuando miró hacia elpatio sus pensamientos se desviaron.

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Era un paraíso de bolsillo. Plantascon flores y frondosos arbustos creabanun espectacular borde para un pequeñojardín donde una piscina ovalada,rodeada de adoquines de ladrillo,ocupaba el lugar central. Dos fantasmasde niños corrían y jugaban como si lapiscina no existiera.

Eran del tipo de fantasmas en losque Akira pensaba como difuminados. Adiferencia de los fantasmas de la cocina,los chicos eran translúcidos, sus coloresapagados y pálidos. Pero ella podíaescuchar su risa y no pudo evitar sonreíren respuesta.

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“Es hermoso”.“Dos árboles de cítricos. Vas a

adorar el aroma de las flores de naranjoen una pocas semanas y la fruta serátuya, por supuesto. Déjame mostrarte elpiso de arriba”. Meredith había vueltoal modo ejecutivo de corredora depropiedades y, mientras Akira la seguíade vuelta al interior de la casa y haciaarriba por la escalera, se preguntó enqué estaría pensando la corredora.

En el segundo piso, Meredith hizouna pausa ante la primera puerta.“Cuatro dormitorios, así que como tedije, es grande pero podrás elegir el que

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más te guste y quizá utilizar algún otrocomo oficina. Y hay mucho espacio paraguardar cosas, por supuesto. La renta esmuy razonable, a pesar del tamaño”.

“Ése es mío”. Akira no reaccionó alsonido de la voz de Rose detrás de ella,sólo plasmó una sonrisa en su rostropara beneficio de Meredith. “Peropodemos compartirlo, si quieres. No meimportaría tener una compañera decuarto. Oh, y si te gusta ver televisión enla noche, eso sería tan genial. Prometono hablar mucho”.

Akira miró la habitación. Erabrillante y grande, pero siguió

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caminando. El cuarto siguiente era máspequeño y debía haber sido lahabitación de un niño. Se saltó ese,también.

“Henry generalmente se quedaabajo, así que no tienes que preocupartepor él”. El tono de Rose era un tantoquejumbroso, mientras Akira abría lapuerta de la habitación de la torrecilla yentraba.

Cruzó hasta la ventana y miró haciaafuera, más para esconder su rostro dela percepción de Meredith mientraspensaba que para admirar la vista.

Por una cuestión de principios,

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Akira evitaba a los fantasmas. Sabía pordolorosa experiencia que susinteracciones con ellos eran riesgosas.Pero estos fantasmas no eran del tipopeligroso: Rose había dicho que eranamistosos, pero Akira no necesitaba suspalabras. Podía reconocer a un espíritupeligroso a distancia, a veces inclusosólo por un vibración en el aire.

Por supuesto, cualquier fantasmapodía volverse peligroso. Y si su padresupiera que ella estaba siquieraconsiderando la idea de vivir confantasmas… pero no necesitabapreocuparse por su reacción, ya no.

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Y luego estaba Dillon. Hablar con élhabía sido un impulso. Cuando suspiró ymencionó el estacionamiento, ella habíaadivinado que estaba atado al vehículo.Eso significaba seguridad para ella: élno podría seguirla a casa. No seaparecería en su cuarto, su ducha o susala de clases, como el fantasma con elque había hablado tiempo atrás cuandoera una adolescente y quien había hechode su vida un infierno durante mesesdebido a su propia soledad y miseria.

Ella se había arriesgado, pensandoen que sería sólo una tarde, pero él lehabía gustado. Habían empezado a

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conversar tan fácilmente como si fueranviejos amigos, hablando de astronomía,ciencia, películas y Harry Potter. Comomuchos fantasmas, se veíadesesperadamente solo pero también eracurioso y estaba interesado en el mundoa su alrededor. Y había sido capaz deaceptar que ella no tenía ningunarespuesta para darle.

Había incurrido en un riesgo aúnmás grande al alquilar el coche. Perotraerlo aquí, a esta casa podría serbueno para él. Tendría al menos dosotros fantasmas con quienes conversar,quizá más si los difuminados del patio

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no estaban demasiado idos. No seríacomo estar vivo, por supuesto, y cadavez que ella fuera a trabajar en el cocheél tendría que ir con ella, pero tendríacompañía.

Con la decisión tomada, se volvióhacia Meredith. “Lo tomaré”.

“¿Tú-? Okey. Me hare cargo delpapeleo”. Meredith se veía un pocosorprendida, aunque complacida, perosu reacción no fue nada comparada conla de Rose que gritó de alegría y sealejó rápidamente, gritando, “Henry,Henry, se va a mudar aquí”.

“Mi oficina está en Millard. ¿Por

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qué no vamos hasta allá y así le das unamirada al pueblo mientras preparo elcontrato de arriendo?”

“Eso suena bien”. Akira miró elcuarto de la torrecilla y sonrió. Okey, surazonamiento era lógico.Científicamente sensato. Pero tambiéntenía que admitir ante sí misma que viviren una torre sería un sueño de infanciahecho realidad.

En la calle Millard, Akira se dedicóa pasear mientras Meredith reunía lospapeles, hasta que finalmente volvió yse sentó en un banco afuera de la oficinade la corredora. La calle principal tenía

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una cuadra con las tiendas normales: unaestación de servicio, con un almacénincluido, una tienda de abarrotes conestacionamientos al frente, incluso unapequeña ferretería. Un restaurante queestaba en la frontera entre una cafeteríay un comedor se ubicaba junto a unapequeña librería, una tienda deantigüedades y una tienda en la queparecía que sólo vendían cristales.

No había continuado su caminoporque las tiendas parecían terminar ylos edificios siguientes eran en sumayoría casas o pequeñas oficinas deabogados, contadores y quizá algún

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doctor o dentista. Todo parecía muytípico. Pero había algo extraño. Eracomo un pueblo para turistas, pero máspequeño, mas polvoriento, no tanbrillantemente coloreado oartificialmente amistoso. ¿Cómosobrevivía ese pueblo?

“Pero que hermosa aura tienes,querida”. Akira miró automáticamenteen dirección a la voz, pero luego volvióla vista hacia otro lado, esperando queel fantasma no pensara nada acerca desu reacción. Una pequeña mujer –máspequeña que la propia Akira- con unvestido floreado largo y suelto se había

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detenido y estaba mirando a Akira. “Esencantadora. Ese azul es casiiridiscente. Creo que nunca había vistoun tono así antes. ¿Posees algún doninusual, niña?”

“Hola, señora Swanson”. Meredithhabía abierto la puerta de la oficina decorretaje y Akira se levantó,sorprendida. ¿Así que la pequeña mujerno era un fantasma?

“Hola Meredith, querida. ¿Cómoestá tu mamá? He estado pensando en ira visitarla”.

“Oh, estaría encantada de verla. Haestado un poco mejor últimamente, pero

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siempre le gusta saber lo que estásucediendo en el pueblo”.

“¿Has notado el aura de tu amiga?Es realmente extraordinaria”. Lapequeña mujer alargó una mano como sifuera a acariciar a Akira, pero en sulugar le dio unas palmaditas al airecerca de su brazo. Akira se giró,incómoda, pero no queriendo que suretirada fuera demasiado obvia. Ledirigió una mirada desesperada aMeredith, pero la corredora estabasonriendo.

“¿Qué le dice eso?”“Bueno, ni siquiera estoy segura. Le

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estaba preguntando si tenía algún don.No creo haber visto un aura así antes”.

“Esta es Akira Malone. Akira, laseñora Swanson, una de las residentesque lleva más tiempo en Tassamara. Esdueña de un pequeño negocio a unaspocas cuadras de aquí. Akira es la nuevacientífica contratada por GD, señoraSwanson. Le he estado mostrando casasy acaba de arrendar la antiguaresidencia de los Harris”.

“¿Una científica? Bueno, eso noparece estar bien. Pero es un placerconocerte, niña”. La mujer tomó una delas manos de Akira entre las suyas, casi

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como si fuera un saludo, mientrasmiraba el aire alrededor de la cabeza deAkira.

“Yo, eh, lo mismo digo, seguro”balbuceó Akira, tratando de retirar sumano y lográndolo.

“Akira necesita entrar a firmar elcontrato ahora, señora Swanson, así quela veremos más tarde”. Meredith agitóuna mano y Akira le dirigió unainclinación de cabeza a modo dedespedida mientras entraba en la oficinade corretaje.

“¿Es ella –lo que- a qué se dedica?”Preguntó Akira. ¿Habría alguna forma

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cortés de averiguar si la señoraSwanson siempre abordaba a extrañosen la calle?

Meredith caminó hasta el otro ladodel escritorio y se sentó en su silla. “Esuna lectora de auras, por supuesto”.

“¿Una qué?”“Ella lee auras”. Meredith pronunció

las palabras como un hecho cierto.Akira miró por la ventana y observó

la espalda de la pequeña mujer que sealejaba, luego se volvió hacia Meredith.“¿En serio?” Preguntó al tiempo que sesentaba en la silla que estaba frente alescritorio de Meredith.

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Meredith se mostró sorprendida.“Por supuesto. No es Cassadaga, peroTassamara es un pueblo de psíquicos.Eso nos hace un poco inusuales”

“¿Un pueblo de qué?”“Psíquicos. Cassadaga, por

supuesto, es famoso por sus espiritistas.Aquí somos mucho más privados”. Seinclinó hacia adelante, bajando la voz yañadió, como si fuera una confidencia“También creo que tenemos máspersonas con un don real aquí, pero nodebería juzgar”.

Akira sintió la cara congelada.Meredith empujó el contrato de arriendo

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hacia Akira y depositó las llaves sobreél, sonriendo.

Por un momento, Akira se detuvo.¿En qué se había metido? Pero,mordisqueándose el labio, cogió unbolígrafo y firmó el contrato, luego tomólas llaves.

Quizá este pueblo estuviera loco.Pero quizá ella estaba loca también.

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E

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l coche negro estaba vacío. Akirase sorprendió de la punzada dedecepción que sintió. Los fantasmasdesaparecían, ella lo sabía. Nunca había

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sabido qué era exactamente lo que lessucedía, pero un día estaban ahí y alsiguiente se habían ido.

Como física, sin embargo, habíateorizado al respecto –con la excepciónde ese único párrafo destructor decarreras en el Energy ReviewQuarterly- sólo en forma privada, nuncapúblicamente. ¿Eran los espíritus sólouna forma de energía? ¿Se disipabalentamente para algunos, losdifuminados, mientras que para otros sequemaba rápidamente? ¿Cambiaba? Laprimera ley de la termodinámicasostenía que la energía no se creaba ni

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se destruía, sólo se transformaba,entonces ¿La energía espiritual setransformaba en alguna otra forma deenergía? ¿Y si era así, en qué seconvertía?

Pero por el momento, la únicapregunta importante era que habíarentado un viejo Taurus negro porninguna razón real ¿Quería en realidadconservarlo? Miró hacia el pequeñoedificio del aeropuerto. Había recogidolas llaves en el mesón y había dejado lasllaves del auto de alquiler, tal comoGrace se lo había indicado. Supuso quepodía volver y decir que había

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cambiado de opinión, pero eso sería tandifícil de explicar como lo había sido eldecir por qué quería el Taurus. Seríamejor que se quedara con el coche.

Se sentó tras el volante y ajustó elasiento, y luego los espejos.Quienquiera que hubiera conducidoantes el coche era bastante más alto queella. Lista para partir, utilizó la llavepara encender el motor, retrocedió parasalir del estacionamiento y comenzó aalejarse.

El alarido fue lacerante en suintensidad, aterrador en su volumen.

Akira pisó el freno violentamente,

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haciendo patinar el coche. Hubo unfogonazo blanco, un sonoro golpe, yrepentinamente el coche estaba lleno dehumo.

Lo que notó a continuación fue unamano cálida y fuerte en su espaldamientras trataba de toser hasta casiescupir sus pulmones y el sonido de unavoz de chico adolescente diciendo “Losiento, lo siento tanto” una y otra vez.

“Sólo relájate y trata de respirar”.Esa era una voz masculina más madurapero también familiar. Akira miró haciaarriba. Por un momento no reconoció lacara –era demasiado inesperada. Pero el

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pelo oscuro, los ojos azul grisáceo-finalmente las piezas cayeron en su lugary se dio cuenta de que era Zane Latimer,su antiguo entrevistador. “Voy a llamaruna ambulancia” continuó.

Frenéticamente, Akira comenzó asacudir la cabeza, mientras trataba dehacer gestos para detener las disculpasde Dillon. Entre toses, logró decir en unjadeo “No, ambulancia. No”.

“Eh, sí, ambulancia, sí” dijo Zane.“Estabas inconsciente. Tuve que sacartedel auto debido al polvo del airbag.Sólo Dios sabe si te causé más daño”.

Entre la tos, entre el dolor que

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estaba comenzando a sentir, Akira tuvotiempo de sentir un pequeño estallido demiedo. Las ambulancias llevaban ahospitales y los hospitales eran malos.Muy malos.

Se dio cuenta de que estaba sentadaen la grava del estacionamiento. Zaneestaba agachado a su lado, con una manoen su espalda y ella estaba apoyadacontra las piernas de él. Dillon estaba alotro lado. Había dejado de disculparsecuando ella comenzó a hablar, pero teníael puño apretado contra la boca, su caramostrando una frenética preocupación.

Ella trató de sonreírle, pero

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probablemente se vio más como unamueca. Dolía respirar. Pensó que eradebido a la tos pero ya podía darsecuenta de que quedaría conmagulladuras debido al cinturón deseguridad. También le dolían los brazos,tenía largas marcas en el interior de lasmuñecas, casi como quemaduras,producidas por el roce del airbag.

“Estaré bien”. Las palabras sonaronestranguladas pero logró pronunciarlas.

“Estabas inconsciente” repitió Zane.“No soy doctor, pero sé lo suficientepara saber que inconsciente es malo.Necesitas que te revisen”.

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“Estoy bien” insistió Akira. “Sólofue el airbag. No iba tan rápido. ¿Conqué choqué?” Trató de levantarse,impulsándose con una mano. Zanedeslizó su brazo bajo el codo de ella yla ayudó a ponerse de pie, levantándosecon una gracia fluida y de la que no eraconsciente, que ella no pudo igualar.

“Parece un poste delestacionamiento. No causastedemasiados daños, sólo abollaste elguardabarros. Lástima por los airbags,en todo caso. Limpiar el coche despuésde que se activan es caro. Y es un autoviejo que no vale mucho. La compañía

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de seguros probablemente quiera darlopor perdido totalmente”

“¿Perdido totalmente?” Akira miró aZane con consternación.

Parado junto al coche, los ojos deDillon se veían enloquecidos y puso unamano sobre el capó en gesto posesivo.“¿Qué va suceder conmigo?”.

Akira comenzó a negar con lacabeza. “No, no, no hay necesidad dellamar a la compañía de seguros. Yo lovoy a reparar”.

Zane entrecerró los ojos. “Parecesdecidida a quedarte con este coche”.

Akira hizo una pausa. Miró a Dillon,

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se mordió el labio, luego desvió lavista. ¿Qué podía decir? Tosiósuavemente unas cuantas veces, unatáctica para ganar tiempo mientraspensaba las cosas. ¿Debía dejar que elauto fuera declarado pérdida total? ¿Quelo llevaran a algún depósito de chatarra?¿Que lo desarmaran y luego loaplastaran? ¿Qué le sucedería a Dillon?

Si su padre estuviera ahí… pero nolo estaba. Había muerto hacía tres años.

Alzó la barbilla con testarudez ydijo “Sí, lo estoy. Haré que arreglen elcoche”.

“Te diré algo”. Ofreció Zane. “Tú

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me dejas llevarte a un hospital y hacerque te vea un médico, y yo me preocupodel arreglo del coche”.

Akira sacudió la cabeza otra vez.“Nada de hospitales. Yo no- yo no voy ahospitales”.

“¿Cómo que no vas a hospitales?Estás herida. Podrías tener heridasinternas, una contusión, hasta dañocerebral, por lo que sé”.

“Estoy bien”. El gesto de dolor quese le escapó al tocarse el pechoprobablemente no ayudó a convencerlo,pero ella creía que efectivamente estababien, sólo magullada.

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“Soy tu jefe. Podría ordenarte ir alhospital” sugirió Zane, exasperado.

Akira sólo lo miró. Obedecerórdenes de ir al hospital no estabadentro de la descripción de su trabajo.Era una descripción vaga, pero siinvolucraba visitas al hospital, nopretendía quedarse ahí, contrato o nocontrato. Y si bien él podía técnicamenteser su jefe, le iba a costar pensar en élde ese modo. Incluso en el ambienteformal de la entrevista, él tenía un airecasual que sugería que preferiría estardivirtiéndose en lugar de trabajando yhoy, en su atuendo de vaqueros y

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camiseta, no presentaba una figura deautoridad convincente.

“Sí, No pensé que eso fuera a darresultado” Zane se rascó la cabeza.“¿Qué tal esto –mi hermana es doctora yGD tiene un laboratorio médico con laúltima tecnología en escáner. ¿Dejaríasque ella te diera un vistazo?”.

Akira lo pensó y luego hizo un gestoafirmativo. La atención médica no era elproblema. Lo que no le gustaba eran loshospitales.

“Está bien”. Él tomó su barbilla condos dedos y le alzó la cabeza. Ella seencontró con su mirada,

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sorprendiéndose de sentir un hormigueocálido en sus mejillas. ¿Qué estaba élhaciendo? Los labios de la chica sesepararon, casi involuntariamente, aldarse cuenta de lo atractivo que era. Nohabía pensado en él de ese modo, peroal estar tan cerca, con sus brazos casirodeándola, sus ojos mirando conatención a los suyos, no podía evitarnotarlo. “Tus pupilas son del mismotamaño. Es la única cosa que séauscultar”.

Ella se apartó. “No tengo unacontusión”.

“Voy a llamar a Nat y decirle que

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nos reunamos en GD. ¿Esperarás aquí?”La confusión de Akira debe haberse

notado.“Conduje este coche hasta aquí”

dijo, haciendo un gesto hacia el Taurusnegro. “Iba a tomar una lección devuelo, así que mi vehículo para irme devuelta no estará listo hasta dentro de unrato. Voy a ver si puedo limpiar esto losuficiente para poder manejarlo. O almenos para que nos lleve hasta GD”.

“Oh, sabes, si tienes algo más quehacer, yo estaré bien-” comenzó a decirAkira.

“Buen intento” él deslizó un dedo

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por su pómulo. “Espera aquí” ordenó.“Vuelvo enseguida”.

Akira se apoyó en el capó del coche.Mientras Zane se alejaba, Dillon habló“Lo siento tanto. Estaba trabajando enmis estiramientos. Estaba en el hangar.Pero cuando el coche comenzó amoverse, realmente me dolió. No sabíaque estaba sucediendo”.

“Está bien” Akira habló en voz baja,atenta por si había alguien que pudieraestar mirándolos. “Siento haberestropeado tu coche”.

“¿Qué crees que me sucedería si elcoche quedara destruido?” preguntó

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Dillon, con un tono fascinado aunqueaún incierto.

“Creo que terminarías viviendo enun depósito de chatarra” respondióAkira. “Nunca he descubierto cómo opor qué los fantasmas están atados aciertos lugares. Y con un auto –bueno,no lo sé. Tal vez dependa de a qué es loque estás atado. Si son los asientos, olas bujías o las luces- ¿quizá continúescon una parte del coche?”

“Guau, esa es una idea loca. Seríamuy extraño. Más extraño que ser unfantasma en primer lugar”.

“Sí, algo así. Qué bueno que no

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tengas que preocuparte por eso”.“Aunque podría ser práctico”. Ahora

que Dillon no necesitaba estar asustado,ya fuera por ella o por él mismo, estabacomenzando a mostrarse alegre. “Sólopiensa, si estuviera atado a una bujía,podrías ponerla en algún lugar con másonda. Como uno de esos locales conjuegos electrónicos o algo así. O uncine. No me importaría ser el fantasmade un cine”.

Akira le sonrió. “Bueno, tal vezpodríamos experimentar. Pero creo queencontré un lugar donde vivir que te va agustar”.

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“¿Un lugar donde vivir?” La cara deDillon quedó inmóvil. “Tú-”. Se detuvoy Akira pudo ver en su expresión toda lasoledad y miseria que el chico habíaestado sintiendo, solo, atrapado en unautomóvil, sin nadie con quien hablar,durante meses o quizás años. La meraposibilidad de un cambio le provocabauna duda paralizante. Sintió una ola decompasión por él. Ella sabía lo que eraestar sola, no tener a nadie con quiénhablar.

“He alquilado el coche, así que tequedarás conmigo”. Akira trataba de norelacionarse con los fantasmas que veía.

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Pero Dillon era diferente. Tal vez ellano pudiera encontrarle un rayo de luzblanca o reparar aquello que lo habíaconvertido en fantasma en primer lugar,pero podía asegurarse de que su cocheestuviera en un lugar más agradable queun sitio de estacionamientos. “Perovamos a tener que establecer ciertasreglas básicas”.

“¿No más estacionamiento?”“No”. Akira movió la cabeza, pero

no pudo evitar sonreír ante su expresión.“Y cómo te dije, creo que te va a gustarel lugar que encontré para que vivamos.Si has sido capaz de estirarte lo

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suficiente como para llegar hasta elhangar aquí, definitivamente vas a sercapaz de entrar en la casa. Puede queseas capaz de llegar incluso hasta lacalle principal del pueblo, lo que puedeser divertido, a pesar de que sea unpequeño lugar de lo más extraño. Pero –oh, hey, primera regla”. Se volvió paraquedar mirando en dirección opuesta aZane, quien se aproximaba rápidamente.“Nunca me hables cuando haya gentealrededor. ¿Nunca, okey? Se vuelvedemasiado confuso para mí” susurró.

“Okey, no lo haré. Pero gracias,gracias, gracias. Eres la persona más

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genial del mundo. Eres la mejor. Eres-”Dillon puso su mano sobre la boca,como para obligarse a dejar de hablar.

Akira trató con fuerza de dejar desonreír y trató de hacer ver que estabainspeccionando el coche pero laexpresión de Dillon era tan alegre que leera muy difícil no responder a ella.

“¿Aún te sientes bien?” preguntóZane detrás de Akira.

“Ajá”. Asintió ella sin mirarlo.“Dave me prestó la aspiradora

portátil, así que sólo tengo que cortar labolsa del airbag y limpiar un poco elpolvo. Me llevará unos diez minutos.

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¿Quieres ir adentro y sentarte?”“No, estoy bien”. Akira finalmente

se volvió para enfrentar a Zane,esperando tener ya su expresión bajocontrol. El hizo una pausa, mirándolacon atención, y luego continuó con sulabor, pasando la aspiradora de manopor los asientos y el interior del coche,que estaban cubiertos de polvo. Suexpresión era pensativa y tenía el ceñofruncido.

Akira miró de vuelta a Dillon, quese abrazaba a sí mismo con deleite. Ellaapretó los labios, tratando de reprimir lasonrisa, pero sabía que sus ojos la

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estaban delatando. Le dio una mirada aZane. Él la estaba observandosubrepticiamente, y se volvió hacia elcoche tan pronto como ella lo miró, peroafortunadamente, la aspiradora era tanruidosa que no dejaba posibilidadalguna para conversar.

En pocos minutos, el coche estuvolimpio a satisfacción de Zane y los dospudieron irse. O más bien los tres,Dillon en el asiento trasero, aún calladopero casi brillando de alegría.

Zane miró a Akira mientras salíandel estacionamiento, con mayor éxitoesta vez. Él manejaba. “¿Te gustaría

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jugar a las veinte preguntas?”“¿Animal, vegetal o mineral?”

respondió ella, su voz teñida deescepticismo.

“Quizás pin-pon de preguntas sea unmejor nombre. Yo te hago una pregunta,tú contestas; tú me haces una pregunta,yo contesto”.

Akira consideró la idea. Queríasaber más acerca de General Directions,del excéntrico Max Latimer, deTassamara, pero ¿Quería contestar suspreguntas? Era muy probable que Zanele preguntara acerca del coche ¿y qué lepodía decir ella?

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“Por ejemplo”, continuó el. “Estecoche. Obviamente te gusta. Pero ¿no teprovoca curiosidad? ¿De dónde salió?¿A quién le pertenece? ¿Por qué era elúnico automóvil disponible para ti en tuprimera visita?”. Con eso, la atrapó. Élpodría preguntarle acerca del coche,pero sí, ella también tenía preguntas quehacer.

“Está bien. Pero yo voy primero.¿Por qué era éste el único cochedisponible?”

Zane le sonrió. “Era una prueba. Miturno. “¿Por qué quieres quedarte conél?”

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“¿Una prueba? Pero eso no es unarespuesta”, protestó Akira.

“Seguro que lo es. ¿Por qué quieresquedarte con él?”

“Motivos sentimentales. ¿Qué clasede prueba?”

“Una prueba de percepciónpotencial. ¿Siempre eres así desentimental con coches que conducessólo una vez?”

“No”. ¿Percepción potencial? Unaarruga de duda apareció en la frente deAkira. “¿Pasé la prueba?”

“Oh, con todos los honores, creo.Fuiste la única de los candidatos que

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expresó alguna renuencia a aceptar elcoche. Por eso es tan interesante queahora quieras quedártelo”. Zane hizo unapausa. Las primeras rondas de suintercambio de preguntas habían sidouna competencia de velocidad, laspreguntas y respuestas volando.Tamborileó con sus largos dedos en elvolante.

Akira frunció el ceño y dio unamirada sobre su hombro al asientotrasero. Dillon estaba inclinado haciaadelante, con una expresión decuriosidad. Abrió la boca como si fueraa decir algo y ella movió la cabeza, muy

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ligeramente, para decirle que no.Sostener dos conversaciones al mismotiempo era riesgoso.

“¿Por qué estabas tan reacia aaceptar el coche?” preguntó Zanefinalmente, desviando la mirada de lacarretera para observar su respuesta.

“Yo-” Akira no quería responder lapregunta. ¿Qué podía decir, después detodo? Tal vez era tiempo de cambiar detema “-soy muy perceptiva, supongo.¿Por qué me ofreciste el trabajo?”

“Mi hermana, Natalya, la doctoraque vamos a ver, ella dijo que tecontratara”.

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“Pero ni siquiera la conocí”.“Será mejor que eso no sea una

pregunta. Es mi turno”.“No es una pregunta, es una

afirmación. Cómo pudo ella-”“Eso comienza a sonar como una

pregunta”, la interrumpió Zane. “Aún esmi turno. Debes esperar al tuyo. ¿Noaprendiste a respetar los turnos enkindergarten?”

“Sí, lo hice. Y tú acabas de gastar tupregunta”. El tono de Akira eramalhumorado, pero Zane se rió.

Estaban conduciendo por el mismoangosto y sinuoso camino que Akira

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había recorrido la primera vez que habíaestado ahí. Robles cubiertos de musgoespañol se alineaban a los lados delcamino, formando un patrón de motas deluz y sombra en el asfalto. Para Akira,acostumbrada a las secas colinasmarrones y los espacios abiertos deCalifornia, la sensación de quietud y elespacio cerrado tenían un airemisterioso, aunque atractivo. Todo eraverde, hermoso y salvaje.

Pero también era extraño.Pensó cuidadosamente antes de

formular la siguiente pregunta. “¿Por quéme pidió tu padre que viniera hasta

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aquí?”“Ah, ésa es una buena pregunta. Mi

padre ha estado buscando una médiumhace bastante tiempo. Pensó que túpodrías serlo”.

“¿Una médium? ¿Quieres decir unapersona que habla con los muertos?”Horrorizada, Akira se inclinó haciaZane pero luego se echó hacia atráscuando el cinturón de seguridadpresionó contra las magulladuras que yaestaban tomando el color de moretones.“Auch. ¿Qué lo hizo pensar eso?”

“No es tu turno”. Zane la miró conpreocupación. “¿No vas a empezar a

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toser sangre, o sí?”“No, sólo estoy magullada. ¿Qué le

hizo pensar a tu padre que soy unamédium?”

Zane giró para entrar al camino queconducía a General Directions,reduciendo la velocidad al llegar a lacaseta del guardia, pero sólo haciendouna pausa para dirigirle un rápidosaludo antes de que el guardia abriera lareja. “A mi padre le gusta llamarse a símismo casualista. Es muy buenojuntando piezas aleatorias deinformación, y aparentemente eseartículo que escribiste le pareció

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interesante. Lo suficientementeinteresante como para invitarte a veniraquí”.

“Yo no puedo hablar con losmuertos”, dijo Akira ferozmente. Laocasional persona muerta, okey, perosólo aquellos que se convertían enfantasmas. La mayor parte de laspersonas sólo moría. Su madre no habíasido un fantasma. Su padre no había sidoun fantasma. A veces aún pensaba queestaba loca y que sus fantasmas eransólo alucinaciones. Tal vez erasimplemente una esquizofrénica muycompetente.

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“Estoy bastante seguro de que estoymuerto. Me tomó un tiempo darmecuenta pero es lo único que tienesentido”, Dillon habló desde el asientotrasero y Akira lo miró, abriendo losojos como para decirle que estabarompiendo las reglas. Este no era unmomento en el que podía permitirse elestar confundida. “Perdón”, añadió elchico, dejándose caer contra el asiento yefectuando la pantomima de cerrar unacremallera sobre sus labios.

“Mmm”. Zane respondió con unsonido no comprometido y Akira apretólos dientes con frustración. “No estoy

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seguro de que hablar con los muertossea tan poco común. Cualquiera puedehacerlo. Lo inusual es que los muertos terespondan”.

Zane entró en un estacionamiento ydetuvo el coche, volviéndose paraenfrentar a Akira. Muy gentilmentepreguntó “¿Te hablan los muertos, AkiraMalone?”

“¡No! no-” Akira miró hacia otrolado, sin querer mentirle, y sin quererdecirle la verdad, pero incapaz deenfrentar la mirada inquisitiva de susojos.

“Mi sobrino murió en este coche”,

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dijo Zane.Las palabras eran tan aleatorias, tan

inesperadas, que la Mirada de Akiravolvió a fijarse en la de él y antes depensarlo, exclamó “¿Dillon es tusobrino?”

Zane sólo la miró. En el asientotrasero, Dillon dijo secamente,“Revelación mortal. Disculpa el juegode palabras. Dile al Tío Zane que leenvío saludos”.

“Sí. Mi turno otra vez”. La voz deZane aún era gentil. “¿Cómo sabes elnombre de mi sobrino?”

Akira desvió la mirada, tratando de

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decidir qué hacer. ¿Qué había dichoMeredith? ¿Que Tassamara era unpueblo de psíquicos? Tal vez éste fueraun lugar donde era seguro admitir laverdad. Y tal vez no tuviera opción, detodos modos, porque ya era demasiadotarde.

“Los muertos no me hablan”, admitióAkira con renuencia. “Sólo losfantasmas. Los fantasmas me hablan”.Ella suspiró, y luego añadió, torciendoel gesto “Pero les respondo lo menosposible”.

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uau”. Era más un leve suspiro queuna exclamación, mientras Zane

movía la cabeza. “Guau”.Akira esperó, mordisqueándose el

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labio.Las personas reaccionaban de

distinta forma al enterarse de que veíafantasmas. Burla, incredulidad,escepticismo, a ella no le importabanesas cosas: un rápido y ligero “Oh, porsupuesto que estaba bromeando”, y laconversación se terminaba. ¿Entusiasmomaniático, locura y emoción? Esosucedía a veces y estaba bien. A sumejor amiga de niñez le encantaban sushistorias de fantasmas, al menos hastaque sus padres hablaron con el padre deAkira. Ausentemente, aun mirando aZane, Akira se frotó el brazo.

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El mejor de los casos era lo quehabía sucedido con la Sra. Sato, suvecina del frente cuando tenía diez años.Había pasado meses siendo mimada yalimentada con galletas caseras ygrandes vasos de leche, mientras leproporcionaba una voz al esposo muertode la mujer, hasta el día en que la Sra.Sato no le abrió la puerta. Había muertomientras dormía y Akira nunca volvió aver al Sr. Ni la Sra. Sato.

Sin embargo, el peor de los casos –ese era malo. Y los peores siempre eranlos parientes. Para algunas personas,saber que un ser querido estaba presente

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pero fuera de su alcance era devastador.Akira nunca había encontrado laspalabras que pudieran hacer másllevadera la pérdida o darle algúnsentido a la muerte.

“¿Te importaría decirle a Dillon quesi no estuviera muerto, lo mataría porser tan estúpido?” dijo finalmente Zanecon calma.

El alivio se sintió como una brisafresca en un día caluroso. Akira tuvoque reprimir su sonrisa.

“¡Ja!” Dijo Dillon desde el asientotrasero. “Al fin puedo responder.¿Podrías decirle a mi tío que he dicho

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exactamente lo mismo cada vez que haconducido este coche durante años?¡Eso ya lo sé!”

“Puede escucharte”, le replicó Akiraa Zane.

“Oh”. Él la miró. “Bien”. Sacudió lacabeza. “Guau”, repitió.

Él volvió a mirarla, con másatención esta vez. “Tú-” comenzó yluego se detuvo. “Necesitamos quealguien te revise. Hagamos eso primero.¿Dillon no irá a ninguna parte, o sí?”

Akira miró a Dillon y se encogió dehombros. Nunca sabía cómo o cuándo unfantasma iba a desaparecer.

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“Sí, anda y asegúrate de que no estásherida”, dijo Dillon. “Yo estaré bien. Yno es por ser egoísta ni algo así, perosería seriamente apestoso para mí si temurieras ahora”.

Esta vez Akira no se molestó enocultar su ácida sonrisa. “Eso seríairónico, ¿no es cierto? Pero no estoymalherida, lo prometo”.

Zane arqueó las cejas, y Akira se diocuenta de que había respondido apalabras que él no podía escuchar.

Rápidamente, dijo “Dillon está deacuerdo con que me revisen”. Uf, yahabía cometido un error. A pesar de la

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aparente calma con que Zane aceptaba laexistencia de un sobrino fantasma, ellahabía aprendido que era mejor, másseguro, ser cuidadosa.

Dentro del edificio de GeneralDirections, Zane la hizo pasar a travésde una puerta inocua y sin rótulo situadatras la recepción, hacia una pequeñahabitación de seguridad donde unguardia estaba mirando variosmonitores. El guardia saludó a Zane conuna lacónica inclinación de cabeza, perosus ojos alertas absorbieron todo detalleacerca de Akira mientras cruzaban lahabitación, hacia el pasillo que llevaba

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a un elevador.Era un lugar tan extraño. El guardia

tenía el tono muscular y el corte de pelode un soldado profesional, y la paredcon monitores era de tan alta tecnologíacomo cualquier otro sistema deseguridad que hubiera visto. Loslaboratorios de investigación teníanseguridad, por supuesto, pero éste sehallaba en la mitad de ninguna parte. Yera domingo. ¿En realidad necesitabantomar tantas precauciones? Y si era así,¿Por qué?

Pero cuando las puertas del elevadorse abrieron, ella dejó de preocuparse.

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La mujer que esperaba al otro ladodebía de ser la hermana de Zane: teníael mismo pelo oscuro, sólo que el deella era largo y lo llevaba trenzado, ytenía los mismos ojos azul-grisáceo ypiel clara. Pero donde Zane tenía unaexpresión de oculta travesura, Natalyatenía una expresión de ocultaprofundidad, como si tuviera ese tipo deserenidad que era la calma en medio deldesastre, la presencia quieta dentro deuna sala de emergencias en pánico.

“Así que papá estaba en locorrecto”, dijo Zane, a modo de saludo.

Los ojos de Natalya se abrieron.

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“¿Dillon?” preguntó.Akira también abrió los ojos

sorprendida. ¡Si hubiera sabio que Zaneiba a tomar su secreto con tantadespreocupación, nunca se lo hubieradicho! Excepto que, por supuesto, ellaera quien se había delatado, se corrigió.Aun así, al menos habría tratado dehacerle jurar que mantendría el secretoantes de admitir la verdad.

“Sí”. Zane asintió. Volvió a mirar aAkira. “¿Está él aquí?”

“Yo-eh-ah”, Akira tartamudeó unpoco, tratando de decidir qué deberíadecir, cómo responder, antes de admitir

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su derrota y decir “No. Está atado alcoche. No puede alejarse tanto de él”.

La boca de Natalya se abrióligeramente, antes de que ella la cerrara.Luego dijo “Los fantasmas son reales.¿Y embrujan coches?”

Akira frunció el ceño en dirección aZane, antes de encogerse de hombrosrenuentemente.

“¿Y mi sobrino es un fantasma?”La arruga en la frente de Akira de

hizo más pronunciada. Maldito fueraZane por ponerla en esa posición. ¡Ellano hacía eso! No hablaba con parientesde fantasmas. Eso solo llevaría a

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escenas caóticas e incómodas cuandoAkira admitiera que no sabía por quéDillon era un fantasma, cómo ayudarlo ocualquier otra cosa. Los parientessiempre esperaban que ella tuviera lasrespuestas, como si la capacidad de verfantasmas viniera acompañada de ungigantesco libro lleno de conocimientosprofundos acerca del mundo de losespíritus. No era así. Y si efectivamentelo era, su copia del libro se habíaperdido en el correo.

“¿Y papá tenía razón?” Esa preguntafinal no iba dirigida a Akira, sino aZane, que sonreía.

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“Deberíamos haberlo pensado mejorantes de apostar en su contra” reconocióél.

“Ese fuiste tú” dijo Natalya. “Yo sílo pensé mejor. Y espero con ansia lapróxima cena de Acción de Gracias.Mejor empieza a practicar”.

Akira debe haber parecido confusa,porque Zane se tomó un momento paraexplicar el diálogo mientras caminabanpor el pasillo. “Hace un par de años, mipadre conoció una mujer que decía seruna médium. Ella le dijo que el cocheestaba embrujado. Él ha estadobuscando otra médium desde entonces.

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Yo le aposté una cena de Acción deGracias cocinada personalmente a queella estaba mintiendo, pero él insistió enque ella decía la verdad. Normalmenteno se equivoca, así que apostar encontra de él probablemente no fue unode mis mejores actos”.

Mientras entraban a la sala deexámenes, Natalya echó a su hermano deahí, enviándolo a otra habitaciónubicada más al fondo del pasillo. “Nosomos en realidad un hospital”, explicó“Tengo un título médico, pero la mayorparte del tiempo me dedico a lainvestigación. No habría accedido a

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esto, pero Zane dijo que no creías estarherida y nuestro escáner es mucho mejorque cualquier máquina de un hospitallocal, así que si tienes algún sangradointerno, es mucho más probable que yolo encuentre. Estamos usando un sistemade imagen por susceptibilidadmagnética, con un alto campo 3T y elcontraste es muy bueno para descubrirheridas traumáticas”. Haciendo unruidito de desaprobación ante los largosrasguños en los brazos de Akira,Natalya le entregó una bata de hospitalfloreada.

Akira estaba perpleja.

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Nadie respondía a las noticias deque los fantasmas eran reales de esaforma. Era como si Natalya hubieraescuchado las palabras, las hubieraaceptado inmediatamente, y hubieraseguido adelante con la misma rapidez.

¿Dónde estaban las preguntas? ¿Lasdudas? ¿La exigencia de pruebas?

Natalya debía haber confundido susorpresa con falta de interés, porquecontinuó con una sonrisa “Okey, puedover que no te interesas en mi tesoro. Mevoy a saltar los comentarios técnicos.Sólo quítate todo, especialmente lascosas metálicas y ponte la bata. No

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tienes nada metálico dentro de tu cuerpo¿o sí? ¿Algún marcapasos o articulaciónartificial?”

Akira agitó la cabeza en señal denegación, y Natalya continuó. “Elescáner está en la siguiente habitación, yyo estaré en la sala de proyección alotro lado con Zane. Sólo entra cuandoestés lista y recuéstate en la camilla delescáner. Te ayudaré a ponerte cómoda”.Con eso, desapareció por la puerta.

Lentamente, Akira se puso la bata,doblando su ropa con esmero ydejándolas sobre la silla.

Tal vez se había golpeado la cabeza

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con mucha fuerza.¿Tal vez estuviera soñando?Pero no, los rasguños en sus brazos

dolían como mil demonios, de esa formaen que sólo las quemaduras por roce olos cortes con una hoja de papel duelen,un dolor punzante en las terminacionesnerviosas. No había forma de que seestuviera imaginando eso.

La camilla estaba fría pero Akiraestaba tan ocupada con sus pensamientosque apenas notó cuando la máquina secerró en torno a ella. El breve lapsodurante el que ella y Zane habíanhablado en el coche, sólo había servido

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para añadir preguntas a su lista. Habíaestado tratando de ocultar su locuradurante tanto tiempo como era capaz derecordar, pero todos a quienes habíaconocido en este pueblo parecían sercapaces de aceptarla como un simplehecho más, como si les dijera que elcielo era azul. ¿Qué les sucedía?

EN LA SALA DE PROYECCIÓN, Natalyaobservó las imágenes que aparecían enla pantalla del computador, diapositivatras diapositiva mostrando secciones delcuerpo de Akira. Zane, por otro lado,

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miraba las plantas de los pies de Akira através del vidrio. Tenía bonitos pies. Noes que pudiera ver mucho desde dondeestaba parado, pero se veían bonitos,delgados y pálidos.

“Auch”, dijo Natalya en voz baja,moviendo la cabeza mientras mirabafijamente al monitor.

“¿Ella está bien?” preguntó Zane,volviendo su atención rápidamente a lapantalla del computador. Las imágenessólo eran formas grises y blancas: notenía idea de lo que estaba viendo ynada de eso tenía significado algunopara él. Hasta donde él sabía, podría

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haber estado mirando una foto de unpaisaje marciano.

“Sí”. Natalya asintió, sus labiosmoviéndose como si contara. “Está bien.Ahora, en todo caso”.

“¿Y antes no lo estaba?” preguntóZane. La atención con que Natalyaobservaba la pantalla, los ojosentrecerrados, lo estaba poniendonervioso. Él la había visto escanear aotras personas más de una vez, ynormalmente no prestaba tanta atención,sólo archivaba los resultados parafuturas comparaciones de datos. Porsupuesto este examen era diferente, ya

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que estaba buscando lesiones, pero si noestaba encontrando nada, ¿Por quéestaba observando con tanta atención?

Sin molestarse en contestar, Natalyapulsó unas cuantas teclas y de pronto enla pantalla aparecieron las formasfamiliares de los huesos de una mano.“Mira esto”. Natalya casi suspiró.“¿Qué es lo que habrá hecho?”

“No tengo idea” dijo Zane, con unanota de impaciencia deslizándose en suvoz. “¿Qué estamos viendo?”

“Oh, sí”. Ella lo miró como sihubiera olvidado que él estaba ahí y casicon renuencia tocó varios puntos en la

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pantalla. “¿Ves esos puntos más claros?Son calcificaciones. Se rompió loshuesos ahí. Cinco fracturas, creo, yprobablemente al mismo tiempo, así queparece que realmente se destrozó lamano. Pero el patrón de fractura- No sécómo puede haber hecho eso”.Contempló su propia manopensativamente, como tratando deimaginar una forma de quebrar loshuesos en esos lugares.

“¿Pero ahora está bien?” preguntóZane, y esta vez la impaciencia era real.¿Había un problema o no?

“Eh, sí”. Natalya lo miró antes de

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girarse en su silla y teclear unas cuantaspalabras más para que la pantallavolviera a mostrar manchas grisescarentes de significado.

“¿Nat?”Ella suspiró, y tecleó de nuevo, esta

vez varias frases. La pantalla mostróentonces la imagen de un esqueleto.“Cuenta los puntos claros”.

Zane miró. Había muchos puntosclaros. “¿Qué es lo que son?”

“Lugares donde los huesos se hanfracturado en el pasado. Ambos huesosdel brazo derecho en varios lugares, laclavícula, las costillas unas cuantas

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veces, y la mandíbula, auch. Además dela mano. Y tal vez un hueso del pie. Lamayoría de las fracturas sucedieron hacemucho tiempo, pero no se trata de unsolo accidente grave. Se puede concluirpor los diferentes niveles decalcificación que ocurrieron en distintasoportunidades. La mano es reciente”Miró a Zane pensativamente. “Tu chicaha tenido una vida peligrosa”.

“¿Mi chica?” La sorpresa de Zanefue palpable. “Ella no es mía. Esta essólo la segunda vez que la veo”. Nomencionó la cantidad de veces que habíapensado en ella en el mes que pasó

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después de la entrevista. Eran más queunas cuantas.

“Oh, bien”. Natalya se centrónuevamente en el teclado, luciendoavergonzada.

“Okey, hermana mía, ¿Qué es lo quesabes y yo no sé?”

Ella le sonrió. “Bueno, está esecurrículum completo de la escuela demedicina, para empezar”.

“Tú sabes que no me refería a eso.Viste algo, ¿no es cierto?”

“Y tú sabes que prefiero no hablarde esas cosas. El futuro es nuestro y lopodemos controlar. Cualquier cosa que

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yo vea es solamente una posibilidad”.Zane suspiró. Su hermana había

heredado el don de su padre –era laúnica en la familia que lo habíaheredado. Max se consideraba uncasualista, pero el resto de mundo lollamaría psíquico con capacidad deprecognición. No siempre, ni en formaregular, y no siempre con exactitud, peroa veces, y cuando esas veces eranimportantes, podía ver el futuro.

Nat también podía. Pero a diferenciade su padre, ella trataba de no actuar enbase a ese conocimiento y evitabacompartirlo. Sus excepciones eran

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aleatorias -Zane sospechaba que elcontrato de dos años de Akira habíasido una de ellas- pero poco comunes. Yuna vez que ella decidía callar, serequería no menos que un acto de Diospara hacer que abriera la boca. Zane nisiquiera pensaba tratar.

“Entonces, ¿Cómo crees que sefracturó todos esos huesos?” preguntó,haciendo un gesto hacia Akira.

Natalya miró en esa dirección yfrunció el ceño. “Podrías preguntarle.Pero…”

Zane alzó las cejas al ver que ella noseguía hablando. “Continúa”

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Ella se quedó callada.“Vamos, Nat. Dime lo que sabes”.

Esto estaba justo frente a él, si sólosupiera cómo leer el escáner.

“Esto podría caer dentro de la esferade confidencialidad entre doctor ypaciente” dijo ella finalmente.

“Estoy en la habitación contigo,mirando los escáneres, y ella sabe queestoy aquí. Podría haber ido a un buenhospital, pero no lo hizo, así que dimequé es lo que ves”. No era común que élse obstinara de ese modo, pero casi leirritaba que Nat supiera más acerca deAkira que él. Ya era suficientemente

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malo que no le dijera lo que su don lehabía revelado, pero él sabía que debíaser capaz de descubrirlo por su cuenta.

“¿Costillas, mandíbula, fracturas enespiral en los brazos? Y esa mano…”Nat volvió a poner en pantalla la imagende los huesos de la mano, yobservándola, movió la cabeza.

“¿Qué hay con eso?” preguntó.Volvió a mirar por la ventana. Lasinstrucciones que Nat había tecleadohabían causado que la camilla yaestuviera fuera de la máquina y Akira yase estaba levantando.

“Si esta fuera una sala de

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emergencias y sus heridas fueranrecientes, mandaría a un asistente sociala hablar con ella antes de dejarla ir. Y,probablemente, también a un oficial depolicía”, dijo Nat, antes de agregar conun suspiro, “Pero como sólo te tengo ati, vas a ir a vendarle las heridas”.

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kira esperó intranquila. La camillametálica, la luz tenue, el tacto de la batade hospital de algodón contra su piel –todo le traía memorias, y aunque estaba

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tratando de sentirse agradecida por lapreocupación de Zane y la actitudsolícita de Natalya, sólo quería irse deahí. Rápido.

La puerta de la habitación se abrió yZane entró, tratando de equilibrar unascuantas cajas con una mano mientrasempujaba la puerta con la otra, sin mirara Akira. No sonreía, pudo notar ella, suscejas estaban fruncidas sobre sus ojosazul-grisáceos, su rostro sombrío.

Ella frunció el ceño. Se sentía bien –magullada y adolorida, pero no heridade gravedad. “Estoy bien, ¿o no?”

Alzó las cejas, casi sobresaltado.

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“Oh, sí, estás bien”. Sonrió, pero Akirase dio cuenta de que era un gesto algoforzado. “Nat me delegó la tarea devendar tus rasguños” añadió, alzandolos materiales.

Ella miró las magulladuras, girandolos brazos para mostrárselas. Sólo eranquemaduras por roce, no eran profundasni sangraban, pero la piel se veía roja yen carne viva. “Espero que tengas unastiritas realmente grandes”.

Él le sonrió, simpatizando con ella.“Nat me entregó gasa y cinta. GD no esun hospital, pero realizamos una buenacantidad de investigación médica, así

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que estamos bien equipados. Natprobablemente podría enfrentar hasta unapocalipsis zombie”. Dejó las cajas enla camilla, las abrió y sacó lo quenecesitaba. Luego se paró en frente deella.

Mientras sostenía su brazo derechocon manos cálidas, Akira cerró los ojosy apretó los dientes. No iba a ser unasensación agradable. No pudo evitar ungesto de dolor cuando él la tocó, peroapretó los labios y se mantuvo ensilencio mientras Zane limpiaba lasmagulladuras y aplicaba ligeramente unungüento antibiótico, primero en un

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brazo y luego en el otro.“Todo listo”, dijo él. Akira respiró

hondo. El antibiótico debía tener algo deanalgésico, porque el dolor punzantecomenzaba a remitir.

“Bastante estoica, ¿no es cierto?”preguntó Zane, entregándole la cintaadhesiva. Akira se encogió de hombros.¿Qué se podía contestar a eso? Eransolo rasguños, después de todo. Éldesenrolló la gasa y comenzó aposicionarla sobre el brazo, susmovimientos algo torpes revelaban queno estaba familiarizado con ese tipo delabor.

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“Entonces, ¿eres fanática de losdeportes extremos?” Su pregunta sonócasi casual, pero Akira observó queinclinaba la cabeza con cautela.¿Deportes extremos?

“No. ¿Por qué lo preguntas?” replicóella.

“Mi hermana me dijo que tefracturaste varios huesos hace algúntiempo”.

Akira dio una mirada hacia laventana que los separaba de lahabitación donde estaban las pantallasde computador. Mmm. Suponía que elescáner podría haber mostrado eso, ¿o

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no? “Creo que he tenido mi cuota defracturas”.

Zane buscó la cinta y ella se laentregó. Él cortó un pedazo con losdientes, antes de preguntar “¿Pero no tegusta practicar skate? ¿O tal vez escalarmontañas? ¿Paracaidismo?”

“No”. ¿Se veía como una patinadorade skate? Sonrió un poco ante la idea,tratando de imaginarse a sí mismavolando desde una rampa y dandovolteretas en el aire.

Terminando con el primer brazo, éllevantó la vista, atrapando su mirada ysosteniéndola, sus ojos mirándola con

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intensidad.“¿Hay alguien a quien tenga que

matar por ti?” preguntó.Sorprendida, su sonrisa desapareció.

“¿Perdón?” Él había pronunciado esaspalabras con toda seriedad.

“La persona que te golpeó ¿aún estáviva?” formuló la pregunta conpaciencia, sin rabia, sin dejar demirarla.

Ella se mordió el labio. Luegoapartó su mirada de la de él, casi a lafuerza, mirando a un lado para escaparde su atención sin tener que bajar losojos. “No es tan simple”. Pero luego se

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dio cuenta de que la respuesta más fácilera también en su mayor parteverdadera. “No”.

“Bien”. Él asintió, luego palmeó subrazo ligeramente, dejándolo y cogiendoel otro.

Ella sintió una oleada de calidezhacia él. Su pregunta era posiblementelo más dulce que alguien le había dichoalguna vez. Más o menos. También dabasólo un poquito de miedo. Zane noparecía un asesino, pero ¿Acaso ellasabía cómo se veía un asesino? “¿Quéhabrías hecho si te hubiera dicho que síestaba vivo?”

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“Llamar a mi hermano”, respondióél, mirándola con una sonrisa irónica.Admito que no soy un experto en esaárea, pero si estuvieras en peligro,Lucas se haría cargo”. Terminó laoración con voz lúgubre, antes de volvera la gasa y la cinta.

“No estoy en peligro. Pero…gracias. Creo”.

“Él traza la línea antes del asesinato,en todo caso”, continuó Zane más alegre.“Conociendo a Lucas, idearía algún plancomplicado que incluyera conducir enmedio de la noche, encuentros secretos,teléfonos celulares imposibles de

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rastrear y demasiada planificación. Peroal final del día, estarías tan segura comoel universo lo puede permitir”.

“¿También él trabaja para GeneralDirections?” preguntó ella. ¿Tenía algoque ver con la razón por la que elguardia de seguridad se veía tan sobrecalificado para estar sentado en unedificio de oficinas durante el fin desemana? ¿A qué se dedicabaexactamente esta compañía, de todosmodos?

“Sí. En todo caso, está en terreno lamayor parte del tiempo. Él realizamucho de nuestro trabajo para el

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gobierno” Zane terminó de alisar lacinta adhesiva en el otro brazo, justocuando entraba Natalya, llevando unrecetario.

Sonriendo, pero con una leve nota dereproche en la voz, dijo “Podrías haberdejado que se vistiera primero, Zane”.

Zane se mostró sorprendido por unmomento y luego, como si fuera laprimera vez que la veía, pareció notar loque Akira llevaba puesto. Su bata dehospital era el modelo típico: suelta, dealgodón delgado, blanca con unestampado de pequeñas flores, conamarras en la parte posterior que

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dejaban entrar una leve brisa, revelandola piel desnuda. Natalya le habíaindicado que se quitara toda la ropa yella no lo había pensado dos veces, perocon la mirada de Zane sobre ella, sesintió de pronto muy consciente de sufalta de ropa interior.

“Lo siento, estaba pensando más enlo que hay debajo –quiero decir, estabapensando acerca del escán-” se detuvocon un tartamudeo, dando rápidamenteun paso atrás. “Yo sólo… yo voy aesperar afuera”. Hizo un gesto endirección a la puerta, y saliórápidamente, dejando caer la cinta sobre

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la camilla.“Creo que lo avergoncé”. Natalya

sonó sorprendida, mirando en direccióna Zane. Se volvió hacia Akira, quienpodía sentir sus mejillas volverse rojasy calientes mientras una oleada de calorla recorría. “Y también te avergoncé ati” dijo ella “lo siento”.

Akira sacudió la cabeza, tratando deno sonrojarse aún más. “Está bien, enserio”

“Él no se avergüenza fácilmente”añadió Natalya, mirando a Akira con elceño levemente fruncido.

Akira se movió con incomodidad,

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sintiéndose sumamente cohibida.“Bueno, déjame dar un vistazo”.

Natalya revisó la gasa de los brazos deAkira, y le dio algunas rápidasinstrucciones respecto a los cuidadosque debía tener, ignorando laincomodidad de Akira. Le extendió unareceta para analgésicos y añadió“Somos una instalación deinvestigación, no una oficina tradicional,así que no te puedo dar losmedicamentos. Tendrás que hacer unaparada en la farmacia”

Akira tomó el papel obedientemente,asintiendo, pero pensar en encontrar una

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farmacia parecía algo casi abrumador.Iba a tener que llamar a algún mecánicopara arreglar el Taurus. Y una agenciade alquiler de coches para conseguirotro coche por el momento. ¿O quizá unservicio de taxis? Por un instante, deseóestar de vuelta en California, en elmundo que le era familiar.

“Ahora dejaré que te vistas”.Natalya parecía mirar a través de Akira.“Y no te preocupes, todo saldrá bien”.

Fácil de decir para ella, pensó Akiramientras regresaba a la pequeñahabitación donde había estado primero yluchaba por volver a vestirse, pasando

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la blusa sobre su cabeza con una muecade dolor. Podía sentir su pelo hecho undesorden, las hebras de cabello oscuroenredadas, así que trató de peinarse conlos dedos, deseando tener un espejo amano.

La interrumpió un discreto golpe enla puerta, y Akira la abrió. Zane estabaal otro lado, una mano alzada hacia lapuerta y la otra sosteniendo su celularcontra la oreja. “Sí, papá” estabadiciendo pacientemente. “Déjame vercuándo podría ser”. Puso el teléfono aun lado y dijo “¿Te gustaría cenar con mipadre esta noche? Podemos pasar por

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una farmacia, dejar la receta y luegorecoger las medicinas cuando te lleve devuelta al hotel después de comer”.

Akira abrió la boca para protestar ydecir que no era necesario que él hicieratodo eso, pero volvió a cerrarla. Nohabía necesidad de comportarseestúpidamente –si él estaba dispuesto allevarla a donde necesitara ir, ella sólodebería sentirse agradecida. Además,estaba ansiosa por conocer al misteriosoDr. Max Latimer. “Seguro, está bien”.

Él puso una mano bajo su codo y lacondujo por el pasillo hasta el elevador,aun hablando por celular. El momento de

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consciencia provocado por la falta deropa aún no había desaparecido: Akirasintió la calidez de su toque tanintensamente como si fuera una cariciadeliberada en lugar de un toque defamiliaridad casual. Su corazón latía unpoco más rápido de lo que debería ysentía un hormigueo molestando suestómago. Oh, cielos. Probablementehabía una docena de razones por las queera una mala idea comenzar a sentirseatraída hacia este tipo, comenzando porel hecho de que había firmado uncontrato de dos años en que debíatrabajar para él.

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Pero era increíblemente guapo,admitió para sí misma. El cabellodesordenado, la sonrisa, la casualfacilidad con que se movía. Y luegoestaba la forma tan dulce en que se habíahecho cargo de sus heridas, su toquecuidadoso y su preocupación. Sepreguntó cómo sería en la cama, si esque sería uno de esos hombres que sólose preocupaba de los momentos finaleso si sería juguetón y persistente –yentonces él cerró el teléfono con unchasquido y dijo en tono ejecutivo “Yaordené que el coche de Dillon searemolcado y reparado. Tendremos que

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hablar de tu alquiler”.Oh, cierto. Ella estaba ahí bajo

falsos pretextos. No la habían contratadopor sus habilidades en el campo de lainvestigación ni por su conocimientocientífico; la habían contratado parahablar con espíritus. Y eso no era algoque ella estuviera dispuesta a hacer. Elhormigueo en su estómago no murió,pero ella lo suprimió firmementemientras liberaba su codo de la mano deZane.

“¿Qué sucede con mi alquiler?”preguntó ella, mientras salían delelevador, y se dirigían a la salida del

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edificio. Se había hecho tarde pero elsol aun brillaba y el cielo tenía un colorazul claro. Una grúa estaba estacionadajunto al coche negro, un hombrevagamente familiar de cabello oscuro,vestido con vaqueros y camiseta estabaapoyado contra la grúa, las manos en susbolsillos.

“Hola Dave”, saludó Zane,lanzándole las llaves.

El hombre sacó rápidamente lasmanos de los bolsillos y cogió las llavesen el aire. “¿Estás seguro de que es untrabajo urgente?”

“Sí”. Akira, siguiendo los pasos de

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Zane, vio que Dillon estaba sentado, conlas piernas cruzadas, en el techo delautomóvil. Agitó la mano saludándola,pero no dijo nada. Ella le sonrió,agradecida de que recordara no hablarleen frente de los vivos.

Dave sacudió la cabeza. “Kyle diceque lo des por hecho, entonces. Portercera vez, va a batear más de lo que-”se detuvo, al notar a Akira, y luegocontinuó como si no hubiera hecho pausaalguna “estará feliz de desabollarlo einstalar airbags nuevos. Y estás desuerte; puede sacar los repuestos de otrocoche que le llegó. Podrás tener esta

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cosa de vuelta mañana”. Le dio unapatadita suave a un neumático.

“Bien”, dijo Zane con aprobación.Abrió la puerta del vehículo y metió lacabeza. “Eh, Dillon, Dave se va a llevarel coche, pero es sólo hasta mañana.¿Quieres que Kyle, no sé, ponga músicapara ti o algo?”

Miró por sobre el hombro a Akira,que estaba parada junto al capó,mirándolo. “¿Qué dice?”

“Eh, ¿Oye, con quién hablas?”preguntó Dave, mientras Akira apretabalos labios. No podía creer lo que Zaneestaba haciendo. ¿Qué creía que hacía?

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“El coche está embrujado”respondió Zane, enderezándose. Hizo ungesto con la barbilla hacia Akira. “Ellapuede ver fantasmas”.

Los ojos y la boca de Akira seabrieron con sorpresa y luego fulminó aZane con la mirada. ¿Acaso ese hombreno tenía una pizca de discreción? A esteritmo, todo el mundo se iba a enterar deque estaba loca.

Dave enarcó las cejas, pero logrócontener cualquier comentario escépticoque tuviera en la boca, adelantándoseunos pasos y extendiendo la mano paradársela a Akira. “Dave Voigt” dijo. “Un

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placer”.Akira Malone” suspiró ella,

estrechándole la mano y deseandohaberse atrevido a dar un nombre falso.Pero Zane probablemente la delataríainmediatamente si lo hiciera.

“Entonces, ¿qué dice?” repitió Zane.“Sí, ¿qué dice?” Dave le sonrió, y

no era del todo una sonrisa desuperioridad.

Maldición, no sabía qué hacer. Miróa Dillon, quien se encogió de hombros.“¿Talking Heads?” sugirió.

Ella frunció el ceño. Parecía unaopción extraña para un chico

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adolescente. Había pensado que era unfantasma reciente, de unos pocos añosatrás, pero supuso que su vestimentacasual podría ser de cualquier momentodentro de finales del siglo veinte. Aunasí, si Zane era su tío, y lo habíaconocido en vida, no podía ser tan viejo.“¿No eres un poco joven para eso? Debeser un grupo anterior incluso a la épocaen que naciste”.

Ignoró la mirada sorprendida deDave, que estaba parado junto a ella.Zane, siguiendo la dirección de sumirada, se dio cuenta de que Dillonestaba fuera del coche. Retrocedió y

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cerró la puerta del automóvil.“Mi papá es fanático de ellos”

replicó Dillon. “Yo los escuchaba todoel tiempo. Y Kyle tiene un CD en elgaraje.”

Bueno, okey, entonces. “TalkingHeads” dijo Akira.

Zane asintió, y por un momento,Dave pareció sorprendido, abrió mucholos ojos y su postura se tensó. Luego serelajó y dijo “Genial. Tu papá debeestar muy emocionado. Hola Dillon”.

Ahora fue el turno de Akira desorprenderse. ¿Qué demonios le sucedíaa la gente en este pueblo? ¿Acaso creían

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en cualquier cosa que uno les dijera?

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A

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kira discutió con Zane durante diezminutos, luego pasó el resto del viaje encoche echando humo.

¿Cómo es que él no podía entender

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que era una idea terrible dejar que lagente supiera que ella podía verfantasmas? ¡Era peligroso!

Si no creían en fantasmas, entoncespensarían que estaba loca.

Si creían en fantasmas, sería peor.Ella era una científica, una investigadoraracional que creía en las leyes de lalógica y el método científico. Verfantasmas era un problema. Unadiscapacidad, incluso. No era algo quequisiera que la gente supiera acerca deella.

Había tratado de decírselo, pero éldesestimó sus preocupaciones con un

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ligero “Dave ha visto cosas más raras yNat es más rara. No te preocupes”.

¡Más rara! ¿Su hermana doctora?Natalya le había parecido tan normalcomo el pie de moras. Y quedesestimaran su perfectamente razonableansiedad era indignante.

Además, estaban los fantasmas. Zaneno comprendía los riesgos, y quehubiera aceptado tan fácilmente lapresencia de su sobrino, no significabaque estuviera listo para creer en el ladooscuro de la energía espiritual. Cientosde años de historias aterradoras noestaban del todo equivocados: no todos

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los fantasmas eran como Dillon. ¿Perocómo decirle eso a Zane sin sonar comouna demente? ¿O eso sería aún másdemencial?

Mientras estacionaba el coche en lacalle principal del pueblo, Zane dijoalegremente “Eres una gruñona, ¿no escierto?”

¿Una gruñona? Akira nunca habíatenido un hermano, pero reconocía eltipo. Era un provocador. “Y tú eres unhermano menor, ¿no es cierto?”

Él rió mientras ella se bajaba delcoche. “En serio” repitió ellahablándole por sobre el techo del

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automóvil, al tiempo que él lo rodeabadirigiéndose a la acera. “No es algo quedesee que la gente sepa”.

“No es como si lo estuvierapublicando en CNN” dijo élrazonablemente, mientras ella caminabaa su lado. Se dirigían al restaurante queella había visto en su primera y rápidavisita al pueblo, el que estaba a mediocamino entre un café y un comedor. “Selo dije a mi hermana, y ella lo iba adescubrir de todas maneras a causa deDillon. Y Dave no va a decírselo anadie”.

“Natalya no es –ella no era” Akira

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no sabía cómo formular la pregunta deforma cortés. Estaba segura de queNatalya no era la madre de Dillondebido a su calmada reacción ante laidea de que él fuera un fantasma, pero enrealidad sabía muy poco acerca de lafamilia Latimer.

Por un breve segundo, Zane pareciótriste. “No. Lucas, el hermano que temencioné, es el padre de Dillon. Pero élno viene muy seguido por aquí, en todocaso. Mis padres estaban criando aDillon”.

“Perder a un hijo es duro, lo sé. ¿Espor eso que tu padre-” Akira buscó las

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palabras adecuadas y finalmente sedecidió “-ha estado buscando unamédium?” Sonaba más discreto quedecir “¿perdió la razón y decidió quelos fantasmas eran reales?” Seguro, ellasabía que los fantasmas eran reales,pero eso era porque podía verlos yescucharlos. ¿Por qué alguien que nopodía hacer ni lo uno ni lo otro decidíaperseguir una quimera así?

“Dillon y mi madre murieron contres días de diferencia” replicó Zane.“Dillon a causa de una sobredosis dedrogas y mi madre por un paro cardíaco.Hace un par de años, mi padre conoció a

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una mujer quien le dijo que el cocheestaba embrujado, pero ella- bueno,desde entonces, él ha estado buscando aalguien que pudiera comunicarse con susespíritus”.

Akira apenas escuchó las palabrasdespués de sobredosis. Pobre Zane.Perder a su madre y a su sobrino en lamisma semana. Ella sólo había tenido asu padre, pero el vacío que se sentía enla casa en las semanas y meses despuésde su muerte había sido horrible. Y sumuerte no había sido un eventoinesperado: antes de tiempo, sí, perohabían sabido que él ya había perdido la

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batalla contra el cáncer semanas antesde su muerte. ¿Y una sobredosis? ¿Paraun adolescente como Dillon?Verdaderamente triste.

“Me apena mucho tu pérdida”, dijoella.

Él la miró. En la luz de la tarde, susojos se veían más azules, casi del colordel cielo tras él, y ella pudo notar en suexpresión lo difícil que había sido. Yentonces él le sonrió, y dijo “Sí, no fueuna buena semana”, mientras abría lapuerta y le hacía un gesto para queentrara primero.

El restaurante tenía una ecléctica

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mezcla de estilos: como si una personacon gustos modernos se hubiera hechocargo de un café anticuado sin el dineroo el tiempo para hacer una renovacióncompleta. El piso era de un feo linóleogris y había un mostrador largo y sosoen la mitad del lugar, con una cocinaabierta detrás. Pero las pequeñas mesasestaban cubiertas con manteles brillantesy servilletas de colores, y una fila dereservados a lo largo de una de lasparedes tenía mesas de madera yasientos de tela de aspecto confortable.

Mientras Akira miraba alrededor,notando las caprichosas piezas de arte

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que decoraban las paredes, se dio cuentade que el restaurante estaba lleno, casitodas las mesas ocupadas, y la mayorparte de la gente parecía estar mirandoen dirección a ella. ¿O era a Zane aquien miraban? Akira le dio un vistazo.

“Pueblo pequeño, cara nueva”,murmuró él en su oído mientras poníauna mano en su espalda con gestotranquilizador y la conducía hacia unreservado situado en la esquina delfondo, asintiendo y saludando a variaspersonas en distintas mesas a su paso.“No hay nada de qué preocuparse”.

Ella no estaba preocupada, pensó a

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la defensiva. O no exactamentepreocupada. Quizá solo deseaba haberencontrado un cepillo, un espejo, y unpoco de maquillaje cuando estaba enGeneral Directions. Enfrentarse a unahabitación llena de extraños de miradacuriosa, luciendo como si acabara desalir de un accidente de coche, no era unestímulo para su confianza.

Había un hombre sentado en elreservado hacia donde Zane se dirigía,de espaldas al comedor. Ese debía ser elexcéntrico Max Latimer, pensó Akira.Mientras ella se sentaba frente a él, elhombre levantó la vista del libro que

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estaba leyendo y le sonrió, y casiinvoluntariamente, Akira le sonrió devuelta. Pelo oscuro encanecido en lassienes, ojos azules rodeados de líneasde expresión, cejas pobladas y unasonrisa que le iluminaba el rostro –Akira podía ver el parecido con sushijos y su nieto.

“Tú debes ser la médium” dijo él,extendiendo la mano para estrechar la deAkira.

La sonrisa de Akira desaparecióinmediatamente. “No soy una médium”dijo, volviéndose hacia Zane mientras élse sentaba junto a ella. ¿Qué le había

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dicho Zane a su padre? ¿Acaso ella nohabía sido perfectamente clara cuando ledijo que podía ver fantasmas? Losmédiums recibían mensajes de espíritusinvisibles. Eran espiritistas que creíanen algún místico “otro lado”.¡Organizaban sesiones de espiritismo ycaían en trance!

“Ella ve fantasmas” le dijo Zane a supadre. “Aparentemente hay unadiferencia”

Toda la compasión que Akira habíasentido por él momentos antes seevaporó y volvió a sentirse molesta.¿Acaso no había escuchado una palabra

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de lo que ella había dicho?“Oh, vamos”, le dijo él,

aparentemente leyendo su expresión.“Teníamos que decirle”.

“¡No!” dijo ella. “No, no es así. Estono –yo no –Yo soy una científica. UnaFísica. Con, lo admito, un algo inusual-”hizo una pausa, buscando la palabracorrecta.

“¿Don?” sugirió Max.Akira sacudió la cabeza, rechazando

la opción, y finalmente se decidió poruna de su elección. “Particularidad, essólo una particularidad. Y no quiero quela gente se entere de eso”.

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Max y Zane intercambiaron unamirada. “Tassamara es un pueblo queatrae a personas con particularidades”dijo Max. “Nadie aquí va a pensar quees algo raro”

Akira suspiró. Era un pequeñopueblo extraño, tenía que admitirlo.Pero eso no significaba que lacapacidad de ver fantasmas fuera unahabilidad socialmente aceptada. “No megustan los fantasmas” dijo lentamente,tratando de encontrar las palabrascorrectas para explicar lo que sentía,pero antes de continuar, Max lainterrumpió.

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“Señorita Malone” comenzó, luegosonrió y extendió el brazo a través de lamesa para darle unas palmaditastranquilizadoras en la mano. “Akira.Alquilaste un coche con un fantasmadentro. Alquilaste una casa que se sabeque está embrujada. Tu asociación conel mundo espiritual no debe asustartetanto entonces”.

¿El mundo espiritual? Oh, demonios,pensó Akira mientras protestaba “¡Todoslos lugares que la corredora me mostróestaban embrujados!”

“El último lugar de la lista era unbonito y pequeño apartamento” dijo

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Zane suavemente. “A quince millas delpueblo, por lo que no era exactamenteconveniente, pero recién construido ycon muy pocas probabilidades de tenerinquilinos especiales”.

“¿Tú sabías cuáles eran laspropiedades que ella me iba a mostrar?”preguntó Akira.

Él se encogió de hombros. “Pruebasde percepción, recuérdalo. No teencontramos porque estuviéramosbuscando una física”.

“Pero yo soy física” protestó Akira.“Mira, ver fantasmas –es sólo algún tipode energía. Eso es todo. No es

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enteramente descabellado pensar que losseres humanos puedan ser más quemateria o elementos químicos. Somossistemas complejos. Sí, yo poseo estahabilidad, pero es como ser unsuperdegustador o tenertetracromatismo, sólo una variacióngenética de una facultad sensorial. Pococomún, obviamente, pero también lo esel tetracromatismo.”

“Sé lo que es un superdegustador”dijo Max “Mañosos para comer, perotiene más papilas gustativas que el restode la gente, así que la comida tiene unsabor más intenso para ellos. Pero ¿qué

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es el tetracromatismo?”“La mayor parte de las personas

poseen tres tipos de conos en los ojos,cada uno de los cuales responde a unalongitud de onda distinta. Tres tipos deconos, eso es tricromatismo” explicóAkira “Pero algunas personas –en sumayoría mujeres, debido a los doscromosomas X- pueden tener cuatrotipos de conos. Teóricamente, podríanver el ultravioleta, como los pecescebra. Un humano común puededistinguir hasta un millón de tonos decolor, pero alguien con tetracromatismopodría distinguir cerca de cien millones

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de tonos”.Momentáneamente distraída por la

idea, añadió pensativamente “Vestirsesería un infierno, nada pareceríacombinar jamás”. Entonces sacudió lacabeza y continuó “Es científicamenteposible que yo pueda poseer un sentidoque me permite ver energías. Un tipo deenergía. Un tipo de energía que otraspersonas no pueden percibir, como verlos tonos ultravioletas, pero noexactamente porque…” Dejó que laspalabras quedaran en el aire cuando vioque Max le estaba sonriendo congentileza.

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“También puedes escucharlos ¿no escierto?” preguntó Zane. “¿Cómo esposible si sólo es un sentido visual?”

Él era centrado en los hechos, pensóAkira. Había profundamente molesto eneso. Ella suspiró. “Okey, es un poco másque un sentido visual. Poder verdiferentes longitudes de onda y ademásescuchar diferentes frecuencias. O talvez mi cerebro traduce este sentido extraen algo que yo pueda comprender. Elpunto es que eso no es lo que me define.Es como ser zurdo, o tener afinaciónperfecta –sólo una, una particularidad”Agitó la mano en un gesto de

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desestimación.“Una particularidad que le permite

hablar con mi nieto” dijo Max “Y esperoque también con mi esposa”.

Akira sintió deseos de llorar.Parientes. Como odiaba tener que lidiarcon los parientes. “Sí” dijo ellasimplemente, encogiéndose de hombros.“Tal vez, no estoy segura acerca de suesposa. Pero sí, puedo hablar conDillon. ¿Y?”

“¿Qué quiere decir?” preguntó Max.“¿Y entonces qué?” preguntó Akira

de vuelta. “Sí, puedo hablar con susseres queridos. Usted también, de hecho,

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pero okey, tal vez yo pueda mantener unaconversación con ellos. ¿Y luego qué?”

“¿No puede ayudarlos? ¿Ayudarlos aseguir adelante o hacer lo que sea quedeberían estar haciendo?”

Ella sacudió la cabeza. “No. Losfantasmas –sólo están ahí. No son unproblema que se deba resolver. Excepto,a veces, para mí. Pero no son algo quenecesite repararse más que, digamos,una bombilla eléctrica. Sólo sonenergía. Energía residual”.

Max se rascó la barbilla. “¿Pero porqué siguen ahí?”

Akira exhaló, un golpe de aire

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rápido, casi una risa. “Pregúntemeacerca de la dinámica de colisiones abaja temperatura. Va a obtener una mejorrespuesta”.

“Realmente no estoy interesado en ladinámica de colisiones a bajatemperatura” respondió Max, con vozseca.

La boca de Akira se torció. No erauna sonrisa. “Asumo que tampoco ensonoluminiscencia”

“Ni siquiera sé lo que es eso”admitió Max.

Akira cerró los ojos y suspiró,maldiciéndose internamente. Debería

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haber hecho más preguntas. Deberíahaber recordado que las cosas queparecen demasiado buenas para serverdad generalmente son demasiadobuenas para ser verdad. “No sé por quélos fantasmas existen” dijo ella. “Porrazones obvias, no es un tema que sepueda investigar con facilidad. Pero yono los reparo, no hago que se vayan y –antes de que me lo pregunte- no sé nadaacerca de ninguna luz blanca”.

Ella apretó los labios. Al otro ladode la mesa, Max guardaba silencio,obviamente desilusionado. “Deberíavolver a California” se dio cuenta

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Akira. “Si hubiera sabido que-” dejóque la frase terminara ahí. No queríaacusar a ninguno de los dos. Pero supropia desilusión era grande. Habíaquerido creer que ése sería un lugar paraella, que había encontrado un nuevohogar.

“Ni lo pienses” dijo Zane.Ella lo miró. Seguro, había firmado

un contrato, pero no decía nada acercade fantasmas.

“Te compré un lindo osciloscopiodigital, y saqué el dinero delpresupuesto de Smithson” continuóZane. “Si no apareces mañana y juegas

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con el aparato, él se va a enojar y esonunca es divertido. Grace me va a gritar–será un completo desastre”. Le sonrió yfue una sonrisa tan reconfortante quecasi se sintió como si él le hubierapuesto una mano en la espalda paraconsolarla.

“Sí” concordó Max. Él también lesonrió, y aunque su sonrisa era un pocomás forzada, un poco más desilusionada,aún era una sonrisa. “Sin importar quepueda o no ayudarme, este es un buenlugar para usted. Estoy seguro de quesus investigaciones resultaráninteresantes”. Por un momento, sus ojos

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se quedaron fijos y luego añadió en untono de tranquilo deleite “Mmm, ytambién rentables. Lo cual es bueno”.

“¿Rentables?” Akira estabasorprendida.

“No esa cosa de sono-algo, en todocaso, no creo. Otras cosas”.

Akira miró a Zane. ¿De qué estabahablando su padre?

“Max es psíquico” dijo Zane.“Puede ver el futuro”.

Psíquico.Bien.¿Estaban bromeando?Una pequeña sonrisa jugueteaba en

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los labios de Zane, pero él no la estabamirando. Parecía enfocado en captar laatención de la mesera.

Según Einstein, el pasado, elpresente, y el futuro eran simplementeuna ilusión persistente. Akira no era unafísica cuántica, pero sabía que lo queéstos postulaban que en un nivelatómico, el futuro se podía conocer. Siestaban en lo cierto, teóricamente, eraposible ver el futuro. Pero aun así, leparecía altamente improbable. Aunqueno más improbable que ver fantasmas.

Quizás era tiempo de hacer algunaspreguntas científicas básicas. “Entonces

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¿sabía que íbamos a mantener estaconversación?” Trató de no imprimirleemoción alguna a sus palabras, dehacerlas tan calmadas y neutrales comole fuera posible, pero incluso ella pudoescuchar el leve tinte de escepticismoque se deslizó.

La sonrisa de Max era deaprobación. “No. No, si yo pudiera vertodo, estoy seguro de que ya me habríaninternado. Sería imposible funcionar.No, sólo a veces puedo saber elresultado de un evento antes de quesuceda. Eventos al azar, según parece.Hay sucesos que habría pagado una

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fortuna por saber de antemano pero queno se me revelaron”. La tristeza de susojos no se condecía con su sonrisa.

“El dinero es generalmente lo quemejor se le da” dijo Zane, volviendo suatención a la mesa.

“¿Dinero?” Akira estabasorprendida. Eso sonaba tan práctico.

“Cosas que generan dinero, enrealidad” Max corrigió a su hijo. “Eldinero en sí era tu madre”.

Akira alzó las cejas mirando a Max,alentándolo a seguir y él continuó. “Miesposa era la fuerza impulsora detrás deGeneral Directions. La compañía es en

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primer lugar un conglomerado deempresas. Compramos y vendemosacciones de otras compañías y a vecesadquirimos patentes útiles. Comoseguramente puedes imaginar, la visiónde futuro es una ventaja cuando se tratade incursionar en el campo de lasinversiones”.

“¿No debería ser eso ilegal?” Akiraestaba fascinada. Nunca se le habríaocurrido buscarle un uso tan pragmáticoa su propia peculiaridad. No es que losfantasmas fueran a ser muy útilestratándose de la compra de acciones,pero suponía que podrían haber sido de

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utilidad de otras formas. ¿Tal vez?“Oh, probablemente” concordó Max.

“Pero no me gustaría ser el político quetratara de aprobar esa ley”.

“O el abogado que tratara deprocesar a alguien basándose en ella”dijo Zane. “Es difícil de probar. Resultaque conocer el futuro se parece mucho ausar información privilegiada, al menospara la SEC, así que tenemosexperiencia al respecto”.

Max agitó la mano, comodescartando a la SEC. “Hemos resueltoesa cuestión”.

Akira aún estaba tratando de

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completar el rompecabezas. “Si es unconglomerado de empresas, ¿Por quétienen laboratorios de investigación?”preguntó. Los laboratorios que habíavisto en su primer recorrido estabanimpresionantemente bien equipados y elescáner que Nat había usado ese mismodía era una pieza que costaba variosmillones de dólares. Eso no encajabacon la idea de una compañía que soloinvertía en otras empresas.

“Me gusta la investigación”respondió Max, como si eso fuera todolo que se necesitara decir.

“En algo tenemos que gastar el

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dinero” le murmuró Zane a Akira.“Mamá siempre lo invertía en conseguirmás, pero Papá utiliza parte de lasganancias para sus propios intereses”.

“Estamos desarrollando algunosproyectos fascinantes. Algunos, porsupuesto, exploran nuestras, bueno,peculiaridades, si quiere llamarlas así,pero hemos financiado algunasinvestigaciones bioquímicas que sonrealmente increíbles. Y existe unproyecto de teleportación cuántica quepodría interesarle” Max parecía ansiosode compartir la información y Akiraescuchó sus palabras con creciente

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curiosidad. ¿Peculiaridades?“¿Está investigando fenómenos

psíquicos?” preguntó ella, sin estarsegura de cómo se sentía al respecto.Académicamente, por supuesto, eradesastroso. Su único párrafoespeculativo había resultado en severaspalabras de parte de la cabeza de sudepartamento, susurros en la cafetería,bromas sarcásticas de sus colegas y elaparente final de su carrera académica.

“Contrato personas que poseen undon” dijo Max. “O ideas interesantes. Yluego veo qué es lo que son capaces dehacer. A menudo eso significa investigar

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el fenómeno que los afecta en formadirecta”.

Akira en realidad no sabía muchoacerca de negocios, habiendo pasadotoda su vida en un ambiente académico,pero las tácticas de Max le parecíanriesgosas. Tal vez en realidad era capazde ver el futuro: la compañíaprobablemente necesitaba esa ventajasolo para sobrevivir.

“Ah, finalmente” dijo Zane, mientrasla mesera se acercaba, balanceando tresplatos de comida.

“Aquí tienen”. La mesera era unaadolescente con rizos rubios cortos y

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demasiado maquillaje en los ojos, peroles dirigió una sonrisa brillante mientrasdepositaba los platos en la mesa, uno enfrente de cada uno. El de Akira tenía unahamburguesa de queso, gruesa y jugosa,la lechuga verde, el tomate muy rojo ylas papas fritas aun crepitando. Pero ellano había ordenado una hamburguesa. Dehecho, no había ordenado nada.

“¿Qué es esto?” Zane estabamirando su plato con una expresión deleve desaliento.

“No lo sé. Nunca lo había vistoantes”. La mesera miró por sobre elhombro hacia la cocina y bajó la voz

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hasta un susurro. “¿Quiere que lodevuelva? A Maggie le va a dar unenojo de los mil demonios”.

“Creo que tal vez te equivocaste deplatos” dijo Max a la mesera, no sinamabilidad, mientras levantaba sutenedor. En su plato había salmóngrillado y brócoli, notó Akira.

“¿Quieres esto?” Le preguntó Zane aAkira, con evidente duda.

Akira miró la comida de Zane: arrozdorado con trozos de coliflor,zanahorias, frijoles verdes, papas,almendras y pasas. “Es biryani devegetales” dijo ella con alivio. “Y sí, lo

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quiero”. Mientras le entregaba su plato aZane y el deslizaba su arroz hacia ella,Akira le preguntó a Max “¿Cómo losupo?”

“¿Cómo supe qué?” preguntó él,tomando un trozo de salmón.

“Lo que yo quería comer”. Akira erapragmática en cuanto a la comida: comíalo que le pusieran en frente. Pero cuandococinaba para ella misma, su elecciónera generalmente comida vegetariana.¿La habría investigado Max? ¿O habíasido su visión de futuro en acción?

“Oh, no lo sabía” replicó él,mientras comenzaba a comer. “Ordené

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tres especiales cuando entré. Maggiedecide en qué consisten”.

“¿Maggie?”“Este es su local” replicó Max. “Lo

adquirió hace unos seis o siete años.Solía ser una cafetería –huevos contocino al desayuno y pastel de carne conpapas para la cena. No era un mal lugarpero no tenía nada especial. Maggie losacudió un poco”

El biryani estaba delicioso, el arrozsuave, con el toque perfecto de especias.Akira comió pensativamente. Biryani devegetales en la mitad de la nada,Florida. En todo caso, comida

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vegetariana, en la mitad de la nada,Florida. Y Max era un psíquico. YTassamara era un pueblo de psíquicos.

“¿No hay menú?” preguntófinalmente.

“Para los visitantes, sí” respondióZane.

Ella asintió, absorbiendo el dato.Estaba comenzando a entender lo quedebían sentir otras personas cuando lesdecía que podía ver fantasmas. Habíaduda, luego un cauto interés y luegoconfusión total.

“Así que el pueblo…”“Atrae a gente con un don, sí”. Max

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asintió. “También los buscamos, losencontramos y los traemos aquí, peroalgunos llegan por su cuenta”.

Akira miró alrededor en elrestaurant. Se preguntó cuántas de laspersonas allí eran como ella. No en elsentido de ver fantasmas, por supuesto:Max no habría estado buscando durantetanto tiempo si los médiums fueran tanfáciles de encontrar. ¿Pero, personas queguardaran algún secreto que provocarala burla del resto?

“¿Vampiros? ¿Hombres lobo?¿Masas de ectoplasma?” preguntófinalmente.

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Max se veía perplejo ante lapregunta, pero Zane sonrió. “No, no, y túprobablemente sabes más acerca de loúltimo. A pesar de que yoprobablemente debería decir que nohasta donde sabemos. Nunca nos hemosencontrado con ninguna”.

Akira comió otra cucharada dearroz. ¿Podría ser todo una elaboradabroma? “Supongo que te das cuenta deque esto es un poco difícil de creer”

“Zane es el mejor entregandopruebas al respecto”, replicó Maxinmediatamente.

Akira miró a Zane. ¿Era psíquico

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también? Eso era algo inesperado.“¿Puedes decirme –eh- qué voy a comeral desayuno mañana?”

“Yogurt” respondió él sin vacilar yluego se rió al ver la expresión en surostro. “¿Estoy en lo correcto?”

“Sí” replicó ella, pero algo acercade la risa que veía en sus ojos la hacíasentir más a la defensiva queconvencida.

Max sacudió la cabeza. “Le dasmala fama a los psíquicos, Zane”.Suspiró. “Esa fue una lectura en frío. Nolo escuches. Él no sabe nada acerca delfuturo”.

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“Comida de conejo, chica deCalifornia, es una suposición fácil”concordó Zane. Estaba mirando a Akiray ella se removió incómoda bajo sumirada. Su risa, la calidez de su mirada–ese estremecimiento estaba de vuelta ymás inapropiado que nunca. Pero podíasentir cómo su corazón latía un pocomás rápido y su pulso se aceleraba.

“¿Una lectura en frío?” preguntóAkira, desviando la vista de Zane conesfuerzo y mirando a Max.

“En el mundo existen mucho máspsíquicos falsos que reales. Una lecturaen frío es cuando un farsante realiza

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suposiciones creíbles y utiliza tusrespuestas para mejorar las siguientessuposiciones. Zane posee un don, perono se trata de la precognición”.

“Puedo encontrar cosas” le dijoZane “¿Has perdido algo últimamente?”

“No” Akira pensó un momento.“Pero la mayor parte de mispertenencias están en un camión enalguna parte. ¿Podrías decirme dónde?”

Él asintió, y extendió la mano haciaella, con la palma hacia arriba. Ella lamiró y levantó las cejasinquisitivamente. “Es más fácil si estoytocándote” explicó él.

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¿Tocándola? Eso era una mala idea.Pero Akira puso su mano en la de él ycuando sus dedos cálidos se cerraron entorno a los de ella, trató de ignorar lasensación de estar derritiéndose quecomenzó a sentir en el estómago. Losojos de él estaban cerrados y ella loobservó con fascinación, preguntándoselo que él estaría sintiendo, lo que estaríasucediendo en su cabeza.

Y luego sus ojos se abrieron y sefijaron en los de ella, las pupilasoscuras y dilatadas en el azul-grisáceo ypor un momento él se inclinó hacia ella–y entonces, rápidamente, soltó su mano,

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se echó hacia atrás y dijo, con vozlevemente áspera “En las afueras deJacksonville. El camión llegarámañana”.

¿Mañana? Podría ser unasuposición. Pero lo averiguaría pronto.

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A

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kira se paseó por el porche.Si sólo hubiera llegado antes que la

gente de la mudanza. Pero habíanllegado demasiado temprano. Sólo tenía

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una vaga noción de la geografía deFlorida, pero Zane podía haber estadoen lo cierto el día anterior, cuando dijoque sus pertenencias estaban en lasafueras de Jacksonville. De cualquierforma, la compañía de mudanzas habíahecho un buen tiempo. Había recibidouna llamada en el hotel y para cuandoconsiguió que la llevaran a la casa, yaestaban ahí. Desafortunadamente, esosignificaba que no tendría tiempo depresentarse ante los fantasmas.

Había estado muy ansiosa por laspresentaciones. Parecía algo tan simplecuando tomó la decisión de alquilar la

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casa. La habitación de la torrecilla, elencantador jardín trasero, el entusiasmode Rose, Dillon… todo se habíacombinado para parecer un riesgo quevalía tomar. Pero se había imaginadopartiendo por sentarse calmadamente enla cocina, para luego hablar con losfantasmas que habitaban en la casa,poner algunas reglas básicas, establecerunas cuantas directrices para que todospudieran vivir juntos. Si eran los típicosfantasmas, tendrían preguntas quehacerle –preguntas que probablementeella no podría contestar- y tal vez,algunas tareas que esperaban que ella

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llevara a cabo. Mientras no involucraranparientes, a ella no le importaba realizaralgunos encargos fantasmales.

En lugar de eso, se vio forzada aaparentar que no escuchaba loscomentarios ininterrumpidos de Rose amedida que los hombres de la mudanzallevaban sus pertenencias a la casa.

“Sí, eso va en la habitación delfrente”. Les indicó Akira a los hombresque estaban acarreando su sofá por lospeldaños delanteros.

“Oh, esos músculos son un sueño”.Rose saltó sobre la pieza de mobiliarioque estaban llevando y se acomodó en

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ella mirando al joven de camisetaapretada que sostenía el extremo delfrente. “Eres justo de mi tipo. Mepregunto si te gusta bailar. Meencantaría salir a bailar contigo”Mientras los hombres ponían el sofá ensu lugar, Rose se deslizó hasta elextremo, hasta que el hombre que losostenía tiritó convulsivamente.

“Hace frío aquí” le dijo al otrotrabajador.

Akira se mordisqueó el labioinferior, mientras Rose suspiraba ycolapsaba dramáticamente en el sofá,antes de ponerse de pie de un salto y

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seguir a los hombres afuera.“Esa es una silla muy bonita” dijo

Rose acerca de una poltrona tapizada enuna tela con flores que uno de loshombres estaba sacando del camión.“Terriblemente anticuada, eso sí.Sospecho que heredaste todos tusmuebles. No pareces ser del tipo que legustan las flores, bendita seas. Quierodecir, con tu ropa. Y ese lápiz labial.No, creo que esa silla era de tu abuela”

Con un esfuerzo, Akira evitó mirarsela ropa. Vaqueros y camiseta le parecíanuna opción práctica. ¿Y qué problemahabía con su lápiz labial?

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“Oh, hablando de sueños”. Roseentrelazó las manos bajo su barbilla einspiró hondo y apreciativamente. Akirasiguió la dirección de su mirada y tratóde no sonreír. El Taurus negro estabaaparcado detrás del camión de mudanzay Zane estaba bajando de él. ¿Deensueño, eh?

“Él puede visitarnos cualquier día”continuó Rose. “Mira ese cabello. Meencantaría pasar mis dedos por él”. Eraun cabello bonito, asintió Akirainteriormente –oscuro y ondulado, condestellos cobrizos cuando le daba el sol.

Luego de intercambiar unas cuantas

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palabras con los hombres de la mudanzaque estaban descargando cajas, Zaneavanzó por el camino de entrada. Al vera Akira en el porche, le sonrió.

Bajando las manos, Rose se aferró ala columna del porche. “Oh, y esasonrisa” chilló.

Akira no pudo resistirse a dejaraflorar finalmente su propia sonrisa. Enel Taurus, Dillon caminaba dudoso cercade la puerta del coche, mirando haciaAkira. Ella asintió e inclinó la cabezahacia un lado, un leve gesto paraindicarle que se acercara.

“Jacksonville, la tarde de ayer” dijo

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Zane arrastrando las palabras mientrasse acercaba. “¿Estás convencida?”

“No exactamente” respondió ella,metiendo las manos en los bolsillos delos vaqueros y encogiéndose dehombros. “Podría haber sido sólosuerte”.

“Oh. Una escéptica. No es lo queesperaba”.

“¿Por qué? Sólo porque-” Akira sedetuvo justo cuando los hombres de lamudanza se acercaban a ellos.

“¿La televisión va en la sala,señora?” le preguntó uno de ellos.

“No, no” dijo ella rápidamente.

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“Póngala arriba, en la habitación queestá justo en lo alto de la escalera. Oh, yeh, ponga la poltrona floreada alláarriba también, por favor”.

“¡Oh, genial, un televisor en midormitorio! ¿Y la silla? ¿Pero esa es –lahabitación? ¿Mi habitación?” Roseestaba mirando fijamente a Akira, yAkira no pudo resistir hacerle un gestoabriendo mucho los ojos mientras ledevolvía la mirada.

“¿Puedes verme?” La voz de Rosebajó hasta convertirse en un susurro.“¿Puedes oírme?”

Akira miró a Dillon, y levantó las

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cejas, tratando de indicarle mediante elgesto que le explicara todo a Rose, peroél estaba mirando a Rose con la bocaabierta. Akira miró de vuelta a Rose.Oh. Ups.

“¿Qué edad tenía Dillon?” lepreguntó a Zane.

“¿Cuando él…?” comenzó apreguntar Zane y luego contestó“Quince. ¿Por qué?”

Encantador. Acababa de lanzar a unchico fantasma de quince años quienhabía estado solo durante años, a lasproximidades de una chica fantasmaextremadamente guapa. Que buena idea.

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Levantó una mano para cubrirse la bocay la sonrisa que no podía contener, ysacudió la cabeza. Zane la estabamirando, aguardando una respuesta.Rose la estaba mirando. Dillon estabamirando a Rose. Y los trabajadorestodavía estaban trasladando cajas ymuebles al interior de la casa.

“¿Tal vez deberíamos todos- quierodecir, tal vez deberíamos ir a lacocina?” le dijo a Zane. “¿Quizás tepodría preparar un té?”

“¿Té?” Su tono no enmascaraba eldesaliento que le causaba la idea.“¿Café?” sugirió.

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“El té verde es extremadamenteBueno para ti. Polifenoles,antioxidantes, baja el colesterol –y paraun tipo cuya comida favorita es unahamburguesa con papas fritas,probablemente sea una buena idea”.

“También tiene un sabor asqueroso.Como beber hierba y no de la variedadentretenida”.

Ella puso los ojos en blanco. “Teprepararé un agradable té de mentaentonces. Con sabor a chicle”.

“¿Puedes verme?” repitió Rose conurgencia, ignorando la conversaciónentre Akira y Zane.

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“Eh, sí, ella puede” contestó Dillon,finalmente encontrando su voz, mientrasAkira se daba la vuelta y entraba en lacasa, con Zane y los fantasmassiguiéndola.

Tiritó en el pasillo cuando Rose laatravesó corriendo, llamando a Henry.Al momento de entrar en la cocina, elfantasma de más edad estaba doblandoel periódico y poniéndoselo bajo elbrazo mientras decía con calma “Rose,cariño, cálmate un poco, hablas tanrápido que no puedo entender ni unapalabra”.

“Ella puede verme, Henry, puede

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verme” balbuceó Rose. “Y mira, trajo auno de nosotros con ella”. Hizo gesto,extendiendo los brazos, hacia Dillon.

“Bueno, ¿cómo estás, hijo?” Henryfue a saludar a Dillon pero su mano pasóa través de la del chico. “Oh”. Sesorprendió, pero Dillon no estabapreocupado, sólo cambió el apretón demanos por un gesto de saludo casual. Sehabía recuperado de su estado de atónitoasombro, notó Akira, y ahora estaba casisaltando de entusiasmo.

Akira miró a su alrededor en lacocina, preguntándose cuál podría ser susiguiente paso. Con los hombres de la

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mudanza en la casa y Zane en lahabitación, no debería hablar con losfantasmas. O tal vez debería. Quizás eratiempo de ver si Zane realmente estabatan tranquilo con respecto a la ideacomo se mostraba. Luego, se imaginótratando de abrir la boca y decir hola alos fantasmas con él mirando y sucorazón tembló de miedo. Se mordió ellabio, dudosa.

“Ajá, una prueba perfecta” dijoZane. Estaba recorriendo la cocina,ignorante de la conversación entre losfantasmas. Los encargados de lamudanza habían apilado media docena

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de cajas en el suelo cerca del fregaderoy Zane cruzó hasta ellas, atravesando aHenry sin pestañear, a pesar de queAkira se estremeció. Recorrió con lasmanos los lados de las sencillas cajasde color marrón, se detuvo,agachándose, en la de más abajo.“Siempre la última”.

De pie, movió las cajas y despuéssacó la que había elegido. Miró porsobre el hombro a Akira, e inclinó lacaja, para que ella pudiera leer laetiqueta de la parte superior. En supropia y cuidadosa escritura, se leía“Cocina. Abrir primero”.

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“¿Convencida?” dijo Zane.Ella le sonrió y su momento de

incertidumbre pasó. “Tú mismo lodijiste; la que necesitas siempre está alúltimo”.

Él estaba rascando la cinta adhesivaen la esquina de la caja, soltándola. “Ysupongo que todo el mundo sabe que laprimera cosa que necesitas cuandoacabas de mudarte es un aparato parahacer que el agua caliente sepa a tierra”.Le sonrió, mientras tiraba del largotrozo de cinta adhesiva. “Si yo hubieraempacado, esta caja contendría unabridor de botellas, una caja de cerveza

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y algo para tocar música”.Abrió las aletas de cartón. En la

parte superior de la caja estaban losparlantes de su iPod, cuidadosamenteenvueltos en plástico de burbujas.

“Medianamente correcto” dijoAkira. Sacó los parlantes y se losentregó a Zane, luego rebuscó en la cajapara encontrar su tetera, sus tazones ylas cajas de té.

“¿Música?” preguntó Rose,atisbando por sobre el hombro de Zane.“¿Eso toca música?”.

“Así es” le respondió Akira, sinmolestarse en explicar la parte acerca

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de tener que conectarle un iPod.Zane, desenvolviendo los parlantes,

la miró. Akira respiró hondo.¿Realmente iba a hacer esto? ¿Frente aun extraño?

Casi un extraño, se corrigió. Casi unextraño que aseguraba ser un psíquico.Casi un extraño quien… hizo una pausaen sus pensamientos, antes de quesiguieran su curso. No estaba preparadapara pensar en él con detalle. No ahora,no todavía. El cálido brillo cuando lomiraba era respuesta suficiente para lapregunta que siempre se formulaba, ¿eraseguro? Sí. Sí, era seguro.

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Al menos esperaba que lo fuera.“Mi nombre es Akira” le dijo a Rose

y a Henry. “Y sí, puedo verlos y oírlos”.“Pero estás viva” protestó Rose“Cielos” dijo Henry, meciéndose

levemente y luciendo sorprendido. “Nosé si alguna vez habíamos conocido auna médium real”.

Akira suspiró. ¿De veras? ¿Debíaseguir con la misma conversación? “Nosoy una médium”.

“Ella sólo habla con fantasmas”contribuyó Dillon amablemente. “Nocon todos los muertos”.

Zane había pausado su tarea de

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desenvolver parlantes y estabasosteniendo uno de ellos en una mano yel plástico de burbujas con la otra. Ellapodía ver como él trataba de seguir sumirada, pero no lograba ver a nadie.

“Gracias, Dillon”. El tono de Akiraera seco. Supuso que debería agradecerla clarificación.

“Vaya, eso sí que es interesante”dijo Henry moderadamente satisfecho,pero Rose se veía consternada.

Cruzándose de brazos, alzó labarbilla y dijo “Pues yo no voy”.

Akira la miró con cautela. No legustaba cuando los fantasmas se ponían

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emotivos. “¿Ir adónde?”“¿No vas a tratar de exorcizarnos?”

Rose bajó los brazos, desaparecida yasu actitud desafiante, y Akira se relajó.

“Eh, no, no planeaba hacerlo”respondió. “No sabría cómo hacerlo.Además, pensé que a Dillon podríagustarle la compañía”.

“¡Compañía!” Rose batió palmas.“Tenemos compañía, Henry”.

ZANE OBSERVABA a Akira hablarle a unespacio vacío y se preguntaba cómosería para ella. ¿Cómo se verían los

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fantasmas? ¿Eran formas de un blancotranslúcido? ¿Eran sombras? Ella habíahablado de que eran energía ¿Se veíancomo seres hechos de energía o teníanapariencia humana?

¿Se veían muertos? Uf, ese era unpensamiento escalofriante.

Él había visto a Dillon en elhospital. Tenía un aspecto gris y frío, suslabios y su piel sin color. ¿Se veía asíahora? Si era así, Zane estaba contentode no poder verlo. Ya erasuficientemente extraño pensar que seencontraba en la habitación, pero que eltiempo no lo había cambiado, que se

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había quedado congelado como era almomento de su muerte.

Zane apenas era capaz de recordarcómo era Dillon antes de morir. Cuandopensaba en él, recordaba todas lasetapas: el Dillon bebé, tranquilo y deojos grandes; el Dillon de un par deaños, finalmente con cabello realdespués de meses de tener unas pocaspelusas; El Dillon de seis años,conduciendo sus cochecitos de juguetepor la tierra del jardín durante horas; ElDillon de nueve años, pontificandoacerca de la estrategia perfecta de algúncomplicado juego de cartas. Todos esos

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Dillons, tantos Dillons, ya habíandesaparecido la noche en que el chicode quince años trató de activar un donpsíquico con una sobredosis de drogassupuestamente alucinógenas.

Idiota.Retomó la tarea de desenvolver los

parlantes, aun escuchando sólo el ladode la conversación de Akira perotratando de no reaccionar. Había notadola mirada cautelosa de ella. Sabía queestaba incómoda y podía adivinar que laconfianza no era algo que ella entregaraa la ligera. Quería ser cuidadoso.

A partir de su conversación en el

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coche el día anterior –tal vez podríallamarla incluso una discusión- él sabíaque para ella era muy importantemantener su habilidad en secreto.Realmente no podía entender por qué.Su madre siempre insistía en quemantuvieran sus dones como algoprivado, pero ella los veía como unaventaja competitiva de negocios, másparecida a la fórmula de la Coca-Colaque a algún secreto vergonzoso. No lepreocupaba el peligro. Pero Akira habíadejado muy en claro lo que pensaba:dejar que las personas supieran quepodía ver fantasmas era peligroso.

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Tal vez tenía razón. Maldición, peroél quería saber algo más acerca de todosesos huesos rotos. En todo caso, por laforma en que ella le había respondidoayer, no iba a obtener respuestas en unfuturo próximo.

Y él no iba a presionarla. Nuncaantes había conocido a alguien quehubiera sido abusado, no que él supiera.Por supuesto, no sabía con certeza quefuera sí, no en realidad. De todasformas, sabía que no quería hacer nadaque pudiera herirla. Ni ahora, ni nunca.

Y eso significaba no demostrar loabsoluta y verdaderamente extraño que

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era para él estar ahí paradoescuchándola conversar con genteinvisible.

Sonó el timbre, y él soltó losparlantes. “¿Quieres que vea quién es?”

Pero Meredith no estaba esperandouna respuesta. “¿Hola?” llamó desde lapuerta del frente. “¿Estás aquí Akira?”

“En la cocina” respondió Zane.Akira lucía ansiosa, sus ojos oscuros

mostraban preocupación. “No tuvetiempo de hablar acerca de esto” dijoapresuradamente. “Pero por favor no-” yentonces, cuando Meredith entraba en lacocina llevando una bandeja cubierta

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con papel de aluminio, se quedó ensilencio.

¿Por favor no? Hum, ¿qué era lo queella no quería que él hiciese?

“Akira, hola, es bueno ver que losde la mudanza encontraron el lugar. YZane, hola, hace siglos que no te veo”La ahora pelirroja corredora depropiedades lo saludó alegremente.

“Hola Mer”. Zane se adelantó ydepositó un beso en la mejilla que ellale ofrecía. “¿Cómo está tu mamá?”

“Oh, días buenos y días malos, yasabes cómo es eso” replicó Meredith.“Tu papá pasó a visitarla la semana

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pasada, la puso al día con los últimoscotilleos. ¿Supiste que la menor de losTerrell entró a Yale?”

“Sip”. Zane esperó el comentarioque sabía iba a venir.

“Es la única de esa familia con lossesos que Dios debió darle a unaardilla”. Meredith hizo un gesto dedesdén. Zane se frotó la barbilla paraocultar su sonrisa. Meredith siemprehabía sido rencorosa.

Pero entonces Meredith frunció elceño. “Pero, ¿qué estás haciendo aquíZane?” preguntó. Miró a Akira y luegode vuelta a Zane y él pudo notar el

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momento en que se dio cuenta de queAkira no era sólo una científica. “¿Akiratrabaja para ti?” preguntó, con un dejode petulancia en su sonrisa, como sisiempre lo hubiera sabido.

Ups.Mentir sería inútil: el chisme

viajaba en Tassamara a una velocidadligeramente mayor que la de la luz y siSmithson aún no estaba reclamándole aquien quisiera escucharlo que Zane leestaba usurpando sus prerrogativas, esque Zane no lo conocía. Así que seencogió de hombros y respondió “Sip”.

Meredith hizo una pausa, como si

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esperara algo más, pero cuando él nodijo nada y Akira sólo se mostróconfundida, enarcó una ceja y continuódiplomáticamente “Bueno, sólo pasé poraquí para traerte esto, Akira. Unpequeño presente de bienvenida,cortesía de Maggie, la del bistró. Elladijo que te dijera que está realmentefeliz de que te mudaras al pueblo”.

“Gracias”. Akira tomó la bandejaque Meredith le tendía, insegura. Zanese preguntó qué tendría. A Maggie legustaba cocinar comidas extrañas; debíade estar feliz de haber encontrado unaaudiencia que lo apreciara.

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“Aparentemente eres más interesanteque el resto de nosotros” dijo Meredithcon una carcajada.

“¿Aún no conozco a Maggie?” laspalabras de Akira eran en parte unapregunta y en parte una afirmación y ellamiró a Zane. Él podía ver que Akira sepreguntaba por qué Maggie se habíainteresado en ella y le sonrió paratranquilizarla. A Maggie no le gustabaque la interrumpieran cuando estabacocinando, de lo contrario se la habríapresentado la noche anterior. Peroconocer a Maggie era casi un detalle: sicruzabas la puerta del bistró, ella ya

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sabía lo que querías comer.“¿No?” Meredith alzó un hombro.

“Eso nunca es un problema para Maggie.En todo caso, si te gustara la mismacomida que a éste de aquí” dijo,haciendo un gesto hacia Zane,“probablemente ella no se molestaría encocinar para ti”.

“Oye, las hamburguesas y las papasfritas no tienen nada de malo” protestóZane moderadamente. “Y me gusta elpastel de carne de Maggie”.

Meredith puso los ojos en blanco.“Maggie me dijo lo que era, pero no sési me acuerdo del nombre exacto. Aloo

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–algo”.Akira levantó el aluminio y dio un

vistazo. “Aloo gobi. Apetitoso”No sonaba apetitoso. Sonaba a

especias.“Bueno, disfrútalo. Hazme saber si

necesitas cualquier cosa, Akira, y losveré a ambos luego” Con uno de susgiros característicos, Meredith se fue.

“¿Qué quiso decir con eso?” lepreguntó Akira inmediatamente,depositando el plato en el mostrador dela cocina.

“¿Con qué?” preguntó él,maldiciendo silenciosamente. “¿Que a

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Maggie le gusta cocinar cosas extrañas?¿Qué hay en eso?” Le dio unosgolpecitos al plato.

“No, lo de que trabajo para ti”.Oh, cielos. Ella se iba a poner

furiosa, lo sabía. Necesitaba pensar enalguna forma de formular su explicacióncon mucho cuidado.

“¿Asuntos especiales? ¿Quésignifica eso?” continuó ella.

Pero él no había dicho nada. Fruncióel ceño.

“Yo ¿–qué?” Akira se agarró elcabello como si fuera a sacárselo atirones. “¡No puede ser cierto! ¡Pero eso

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significa que todo el mundo va a saberque yo tengo una, una, unaparticularidad!”

Zane finalmente se dio cuenta.“Cállate Dillon” ordenó. Su sobrinofantasma estaba obviamenterespondiendo las preguntas de Akira, yno con cuidado.

“Esto es terrible”. Akira lo miró. Seveía mejor cuando estaba enojada quecuando estaba preocupada, notó él. Elaspecto angustiado había desaparecido,reemplazado por mejillas sonrosadas.

“Tal vez no sea terrible” intentó él“Sólo quizás un poco, eh,

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¿inconveniente?”“La división de investigaciones es

para científicos” le dijo Akira, como siél no lo supiera. “asuntos especiales espara los psíquicos. Y tú diriges asuntosespeciales, y yo trabajo para ti, lo quesignifica que cada persona que lo sepava a saber que estoy demente!”

“¿O que todos lo estamos?” ofrecióél. No quería realmente enojarla aúnmás pero le estaba costando trabajo nosonreír ante su rostro ceñudo. Tal vezella tenía razón respecto a que erapeligroso ser conocida como psíquicaen el mundo exterior, pero este era su

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hogar, y nadie aquí iba a pensar nadamalo de ello. Sólo era lo que era.

“Tú no lo entiendes” espetó ella,hacienda un gesto amplio con sus manos.“¡Los fantasmas son peligrosos! Y –sí,bien, excepto los presentes –y- no, losiento Rose”. Ella le dio la espalda.“No quise… No. Bueno, gracias.Aprecio eso”.

Akira dirigió una mirada exasperadapor sobre el hombre hacia Zane. ¿Rose?Todos sabían que el antiguo hogar de losHarris estaba embrujado, pero era laprimera vez que Zane escuchaba elnombre del fantasma. Hizo una nota

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mental al respecto. Trataría de averiguarmás después.

Podía notar, por la postura y elsilencio de Akira que ella estabaescuchando algo que él no podía oír,pero cuando finalmente habló, laspalabras no fueron las que él queríaescuchar. “Debería volver a casa” dijoella, con voz desalentada. “De vuelta aCalifornia”.

“Disculpa, Rose” dijo Zaneapresuradamente. Dando un pasoadelante, tomó la mano de Akira, y tiróde ella para que se volviera y lo mirara.“Un mes”.

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Ella solo lo miró, sus ojos oscurosllenos de incertidumbre.

“Un mes” repitió él. “Danos un mes.Si tienes cualquier problema aquí acausa de que la gente crea que erespsíquica, te ayudaremos a encontrar unempleo en un lugar donde nadie sepanada de ti”. Los dedos de ella se sentíanfríos, y el los apretó, tratando detransmitirle su propio calor.

Este era un lugar seguro.Él sabía que lo era.Ahora ella tenía que creerle.

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S

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eis semanas después“Dillon, ¿otra vez mataste mi

Kindle?” Akira trató de mantener laacusación fuera de su voz. Tal vez había

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olvidado cargar su lector de libroselectrónicos. Pero podía darse cuentapor el aspecto culpable de Dillon quehabía adivinado correctamente. Estabasentada en una mesa de picnic en unrincón sombreado de los terrenos deGeneral Directions, cerca delestacionamiento. “¡Es el tercero! ¿Yahora qué voy a hacer? Quería leermientras almorzaba”.

“Lo siento”. Pateó el suelo. “Roseestaba mirando el programa de bailes desalón, y era realmente aburrido. Pero heestado practicando. Pensé que tal vezhabía mejorado lo suficiente como para

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hacerlo funcionar”.Desde que Rose había descubierto

que podía darle una descarga al controlremoto del televisor para cambiar loscanales, Dillon había estado tratando delograr la misma proeza, aunque conmenos suerte. Rose aparentemente eracapaz de completar el circuito quecambiaba los canales tal como si alguienhubiese presionado un botón. En tanto elcontrol estuviera correctamenteposicionado –apuntando al televisor-ella podía controlar lo que veían.

Akira estaba tan fascinada comoaliviada: ser despertada por un fantasma

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aburrido que quería que le encontraraalgo nuevo para ver en la televisiónhabía sido la única parte de vivir en unacasa embrujada que no le gustaba.Aparte de la obsesión de Rose por latelevisión, sus compañeros de casafantasmales habían probado ser unabuena compañía. Henry se sentaba conella cuando desayunaba cada mañana,tranquilo y alentador, y nunca dejaba dedecirle que disfrutara su día cuando seiba. El sonido de la risa de los chicos enel patio trasero podía hacer sonreír aAkira incluso en los momentos de mayoransiedad. ¿Y rose y Dillon? Bueno,

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ambos estaban tan encantados con lavida –o la vida después de la muerte-que su felicidad era contagiosa.

Sí, vivir en una casa embrujadahabía resultado bien.

Y General Directions estabaprobando ser más que bueno también.

En su tercer día de trabajo, Zanehabía asomado la cabeza en sulaboratorio –su hermoso, brillante,prístino laboratorio con su osciloscopiodigital, galvanómetro, espectrómetro,computador de alta potencia y otrosequipos- y dijo. “Ven conmigo”.

“Sabes, la sonoluminiscencia puede

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ser causada por una radiación de vacíocuántico” respondió Akira, sin dejar demirar los números que aparecían en sumonitor. “Pero la energía liberadapodría ser demasiado grande”.

“Eh, sí” dijo Zane. “¿Quieres vermetrabajar o no?”

“¿Qué?” Eso captó su atención y sevolvió en su silla –su silla nueva,confortable, ergonómicamente correcta ycompletamente ajustable- para mirarlo.

Él le sonrió. “Querías pruebas.Tengo un caso de la DEA que está atreinta millas de distancia. ¿Quieresvenir?”

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Habían ido a encontrarse con unamujer de aspecto exhausto que vestíauna chaqueta casual de color negro queno lograba ocultar la funda de pistolaque llevaba en el hombro. “Sabemos quelas drogas llegaron hasta aquí” le dijo lamujer a Zane.

“Pero no podemos encontrarlas.Hemos estado buscando durante horas”.

La casa no se ajustaba a la idea quetenía Akira de un escondite de drogas.No tenía más de dos años de antigüedad,una mansión de mal gusto con paredesde estuco situada en un vecindario quese veía medio desierto.

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Un hombre hispano estaba paradojunto a un coche de policía, con lasmanos esposadas tras la espalda. Akiraobservó mientras Zane iba a conversarcon el hombre durante un par deminutos, palmeándole amistosamente elhombro, antes de volver junto a la mujer.“Te equivocaste de casa” le dijo.

“¿Qué?” su conmoción era clara.Él hizo un gesto hacia una casa

situada dos viviendas más lejos en lamisma calle. “Consigue una ordenjudicial para ese lugar” le aconsejó.

“Pero sabemos que las drogasllegaron aquí, a esta casa” insistió ella.

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“Entonces busca un túnel” sugirió élcon un encogimiento de hombros.

Él y Akira aguardaron. Transcurriócasi una hora hasta que llegó la nuevaorden de registro, pero le tomó a Zanemenos de cinco minutos después de esoencontrar las drogas, junto con unaprovisión de armas de asalto, grandesmontones de efectivo y la entrada a untúnel que llevaba directamente al rincónmás lejano del patio trasero de laprimera casa.

Akira estaba impresionada. Tambiénconfundida. La idea de una habilidadparanormal que le permitía a Zane

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encontrar cualquier objeto siempre queestuviera asociado a un ser humano, notenía sentido para ella. “Debe ser algunaforma de enredo cuántico”, le dijofinalmente, mientras llegaban alestacionamiento de GD.

“Lo que tú digas”. Su tono era afablepero Akira sospechaba que se estabariendo de ella.

Ella entrecerró los ojos y lo miró.“Quizás podría investigarme

después de que termines con tusonolumini-iluminemos-cosas” sugiriócon una sonrisa.

Ella sacudió la cabeza y suspiró,

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pero no pudo evitar sonreír.Max le había ofrecido otro coche,

para que Dillon pudiera quedarse dondese sintiera más confortable, pero Dillonle había dicho a Akira que preferiríatener algo de variedad en su vida, por loque la acompañaba al trabajo la mayorparte de los días. Había logradoincrementar su área de movimiento, perole significaba un gran esfuerzo, así quegeneralmente se quedaba en elestacionamiento en lugar de seguirla allaboratorio.

Al principio, ella había encontradoun agradable lugar junto a un árbol

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cercano al coche. El suelo era arenoso yseco, y sentarse ahí le significabaquedar escondida de la vista de laspersonas que estuvieran en el lugar.Comía su almuerzo y hablaba con Dillonacerca de las personas que habíaconocido y del trabajo que estabarealizando, y él le contaba más acercade su familia, General Directions yTassamara.

Sin embargo, durante su segundasemana en GD, había salido y se habíaencontrado a Zane ocupando su lugar desiempre, apoyado en una mesa de picnicnueva. “¿Está Dillon aquí?” había

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preguntado, sin saludarla.“Sí” había contestado ella.“Genial” había dicho él. “Pídele que

te cuente todo acerca de las hormigas defuego”

“¿Hormigas de fuego?”“Sip”Ella esperó por algo más pero él

pareció no notarlo. Estaba dándolevueltas a un pequeño paquete que teníaen la mano, y se veía pensativo.

“Okey, lo haré, gracias” respondiófinalmente Akira, aún sin saber quéestaba haciendo él.

Él levantó la vista y sus ojos azules

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se encontraron con los de ella. Era undía hermoso, el cielo estaba claro, labrisa fresca y en la brillante luz del sol,sus ojos parecían más azules de lonormal. Akira sintió que su corazón seaceleraba sólo un poco y sus mejillas sesonrojaban cuando él la mirabadirectamente. Demonios, era muy guapo.

“¿Te sientas en el suelo para que lagente no te vea?” le preguntó, directo yyendo al punto.

“Yo—bueno—yo” Akira tropezó consus palabras, sintiéndose a la defensiva.Y luego se encogió de hombros. “No megusta que la gente piense que estoy

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hablando sola. No quiero…” Dejó lafrase sin terminar. ¿Cómo podíaexplicárselo? No quería que la gentehablara de ella. Se sentía más segura sinadie la notaba.

“Nadie en Tassamara va a pensarmal por eso” trató de explicar él.“Muchas personas aquí son…”

“Lunáticos es la palabra que estásbuscando”. El tono de ella era seco,pero él le sonrió en respuesta.

“Aquí tienes”. Le lanzó el paquete.Ella lo cogió con facilidad. “¿Qué

es?”“Un auricular Bluetooth de manos

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libres. Úsalo y habla todo lo quequieras. Las personas sólo pensarán queestás hablando por teléfono”.

Así que su rutina de almuerzo habíacambiado. En lugar de sentarse en elsuelo, arriesgándose a ser atacada porhormigas de fuego, se sentaba en la mesade picnic, usando el equipo de manoslibres y fingiendo que estaba al teléfonocuando alguien pasaba por su lado y lamiraba. No estaba segura de cuál regalo,la mesa o el auricular, era másconsiderado.

Desde entonces, Zane también habíacomenzado a aparecer a veces a la hora

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de almuerzo. No siempre, no todos losdías. Pero últimamente, la mayor partede ellos. Y si tenía que ser honestaconsigo misma, debía admitir que esoseran los mejores días.

“No pensé que fueras a leer en elalmuerzo” dijo Dillon. “¿No va a venirZane?”

“No lo sé”. Akira sacó su teléfono yrevisó los mensajes. Él no le habíamandado ninguno. ¿Debería tratar ellade contactarlo? ¿Vienes a almorzar?Tecleó el texto rápidamente y luegopulsó el botón de enviar, con el corazónlatiendo un poco más rápido. Ella y

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Zane a menudo intercambiaban mensajesde texto –parecía ser la forma favoritaen que él se contactaba con la gente.Pero generalmente era ella la querespondía a sus mensajes. Esta era laprimera vez que iniciaba el intercambio.

La respuesta fue inmediata. ¿Meextrañas?

Una pequeña sonrisa curvó suslabios mientras Akira pensaba cómoresponder a eso. Sí, era la verdad. ¿Perosería demasiada verdad? Dillonestropeó mi Kindle, tecleó.

¿Otra vez?Eso era algo demasiado obvio de

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responder. Mmm. Necesitamos que nosentretengas, tecleó con cuidado, y luegohizo una pausa, con el dedo sobre elbotón de enviar, medio sonriendo perotambién mordiéndose el labio inferior.¿Era eso demasiado descarado?¿Demasiado sugerente? Zane nunca lahabía invitado a salir, nunca había sidonada más que amigable. Y era su jefe,aparentemente.

No es que se tomara su rol muy enserio. En una ocasión, exasperada con lafalta de estructura, ella le habíapreguntado “¿Te importa siquiera sitrabajo? ¿Me vas a pagar un salario aún

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si lo único que hago es sentarme en mioficina durante todo el día?”

Él le había sonreído. “Sip. Pero nolo harás. Ustedes los del tipo científicoson muy malos para entretenerse” Habíaestado reclinado en su silla, con lo piessobre el escritorio, arrojando una pelotade juguete al aire y cogiéndola al caer.

“Yo no lo soy” comenzó ella a ladefensiva, antes de hacer una pausa yfruncir el ceño. “¿Qué se supone quesignifica eso?”

“Te aburrirías. Nadie obtiene undoctorado en Física porque le gustemucho ver televisión”.

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Akira no había encontrado una buenarespuesta para eso, pero era verdad. Leencantaba su trabajo. La libertad teníasus momentos de terror –mañanas en lasque todo el día se extendía frente a ella,sin clases, sin estudiantes, sin reunionesde personal- y ¿qué se suponía quedebía hacer? Pero había encontrado unflujo constante de respuestas. A pesar deque su trabajo en sonoluminiscenciahabía sido un desastre total hasta ahora,estaba ocupada escribiendo un artículoacerca de los fracasos y preparandonuevos experimentos. Y tenía tantasideas que quería explorar, tantos

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experimentos que podía conducir, tantasinvestigaciones que podía leer.

Aun así, el rol de Zane como su jefeno parecía excluir un tipo de relacióndiferente. No una relación seria, porsupuesto: Akira no se embarcaba enrelaciones serias. No cuando incluso susrelaciones casuales se terminabanrápidamente. Era increíble como loshombres podían seguir su caminocuando descubrían que ella podía verfantasmas, o creían que podía.

Pero Zane ya sabía lo de losfantasmas. Y era guapo. Esos ojosazules, la sonrisa, los músculos, las

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manos delgadas… realmente le gustabansus manos. Había pasado más de unagradable minuto o dos imaginando quela tocaban.

“¿Estás coqueteando con mi tío?”Akira apretó el botón de enviar.

Luego miró a Dillon, quien se habíacruzado de brazos y la mirabafrunciendo el ceño. “¿Tienes algúnproblema con eso?” le preguntó. Podríaestar compartiendo su vida confantasmas actualmente, pero no iba adejar que pensaran que podíanintimidarla. Quizás se habríaacobardado de mandar el mensaje, pero

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no si Dillon lo desaprobaba.Él descruzó los brazos. “Supongo

que no”. Se encogió de hombros. “Pero,eh… mi tío es un tanto… bueno, hatenido muchas novias”.

Ah. Dillon la estaba previniendo, seestaba preocupando por ella. Eso erainesperadamente dulce. En todo caso, élera un poquito aprensivo. La preveníaacerca de lo rápido que conducía, lospreservantes en su comida, lasemisiones de su celular.

Akira nunca le había preguntadoacerca de su muerte, porque no siempreera un tema seguro con los fantasmas,

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pero sí se preguntaba cómo un chico tancauteloso había terminado con unasobredosis. Tal vez era más inclinado acorrer riesgos antes de morir.

“Gracias” respondió ella, antes desonreírle. “No te preocupes, no soy tipoy-vivieron-felices-para-siempre. No voya crear ninguna gran fantasía románticaen torno a él”.

El teléfono vibró en su mano. Ellamiró hacia abajo.

Desearía poder ir. Atrapado enreuniones.

Maldición. La punzada de desilusiónque sintió fue demasiado fuerte.

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Coqueteo casual, se recordó a sí misma.Eso era todo lo que estaba haciendo.Nada de lo que sentirse desilusionada.

Pero necesito verte. Mi oficina,4PM.

Eh, eso sonaba casi formal.¿Necesitaba, no quería? Reflexionó

Akira. Repentinamente, ese pequeñodestello de anticipación desapareció,siendo reemplazado por una punzada deansiedad.

OK, tecleó. ¿Debería preguntar dequé se trataba?

Te veo entonces.Su respuesta llegó muy rápido y

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sonó demasiado definitiva. Frunciendoel ceño, Akira guardó el teléfono devuelta en el bolso. Ella y Dillon tendríanque almorzar solos.

Y mientras ella comía, Dillon podríacontarle acerca de las anteriores noviasde Zane.

“NADA”Eran las 4:02 PM y Akira estaba de

pie en la puerta de la oficina de Zane,sin saber si interrumpir o no. Graceestaba sentada en la esquina delescritorio, dándole la espalda a la

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puerta, bloqueando a Zane.“Intenta otra vez” ordenó Grace.“Grace, nada significa nada”. Zane

sonaba resignado e impaciente a la vez.Grace suspiró y se puso de pie,

guardando un pedazo de papel o quizásuna fotografía, pensó Akira, en unacarpeta. “¿Quieres que ella venga aquí oquieres ir tú hacia allá?”

“Ninguna de las dos”.“Lucas tomó el empleo, Zane. Está

hecho. Sólo tienes que hacerlo”.“O no” gruñó Zane, antes de añadir

“Habla con ellos, diles lo improbableque es que yo pueda ayudarlos. Si aún

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me quieren, volaré hasta allá mañana. Ydile a Lucas que su siguiente trabajoserá en la Antártida”.

Grace se acercó y le revolvió elcabello, diciendo con una sonrisa “ALucas le encantaría ir a la Antártida,cariño. Tendrás que hacerlo mejor queeso”.

Zane se alejó de ella. “Odio estetipo de trabajos, Grace. Dile a Lucas –oh, hey, Akira”. Su movimiento lo habíapuesto en la línea de vista de ella. Akirale dirigió una sonrisa tentativa.

Grace miró sobre su hombro,notando a Akira e inmediatamente se

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volvió y se dirigió a la puerta. “Te loharé saber, pero ya sabes que van aquerer verte. Hola Akira”.

Akira inclinó la cabeza,agradeciendo el saludo de Grace, perosintiéndose incómoda de haberlosinterrumpido. “Si estás ocupado, puedovolver más tarde” ofreció.

Le había sorprendido descubrir queGrace era hermana de Zane: la mujerrubia no se parecía en nada a sushermanos. Se había sorprendido aún másde saber que la mujer que había tomadopor la recepcionista en su primer día eraen realidad Directora Ejecutiva de la

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empresa, encargada de las operacionesdiarias desde que Max se había retirado.Max aún estaba involucrado en elnegocio como Presidente de la Junta,pero Zane y Smithson –los jefes deasuntos especiales e investigación,respectivamente- se reportaban conGrace. Dillon aseguraba que a vecesella se sentaba en el mesón de entradaporque así era como había comenzadoen la empresa y aún le gustaba.

“No estamos ocupados” Zane sonabaserio, pero Grace también sacudió lacabeza.

Caminando hacia la puerta, ella dijo

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en voz baja, para que sólo Akira pudieraescucharla “Levántale el ánimo sipuedes. Mañana será un día difícil”.

Akira le dirigió una mirad rápida.¿Qué significaba eso? ¿Qué esperabaGrace? Pero la rubia solo le dio unapretoncito en el brazo al pasar junto aella y salió la habitación. Akira entró ala oficina de Zane. Él se estaba frotandola sien, se veía cansado.

“¿Eh, aún quieres verme?” preguntóella. ¿Debería estar ahí? No obstante lasórdenes de Grace de levantarle elánimo, él no parecía querer compañía.

Él la miró y le sonrió, pero

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forzadamente. “¿Acaso yo…? – ¡oh!”Fue como si lo hubiera golpeado lacomprensión de algo, y su sonrisa seconvirtió en un gesto completamentedesarrollado. “Sí, realmente quieroverte”. Hizo un gesto hacia el espaciodetrás de ella. “Mira”

Akira miró. Lam primera vez quehabía visitado la sal de juegos que Zanellamaba oficina, Akira se había reído acarcajadas. Tenía mucho más sentidoque esa celda árida que había utilizadopara conducir su entrevista.

Situadas en el cuarto piso, era unahabitación grande y en forma de L que

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podría haber estado destinada a ser unasala de conferencias, o –si el complejose había construido como un colegioprivado, tal como ella sospechaba- unacombinación de laboratorio de cienciasy sala de clases. Zane sin embargo,había convertido un lado de la L en unasala de entretenimiento, con seis videojuegos antiguos, una mesa de foosball yotra de hockey de aire. El otro lado dela L era una sala de estar, con un sofácómodo, un par de sillones, un enormetelevisor de pantalla plana en la murallay más consolas de video juegos de lasque ella podía nombrar. Sólo la esquina

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parecía una oficina, con un escritorio,sillas, útiles de oficina e inclusoarchiveros.

Pero ahora, en el espacio que ellaconsideraba como la sala deentretenimiento, las mesas de foosball yde hockey de aire habían desaparecido yhabían sido reemplazados por una mesade pool. Y no una trivial – una mesareal, con patas con talladosornamentales, terminados en caoba,paño de felpa verde- el tipo de mesa quecostaba miles de dólares. Sus ojos seabrieron con asombro.

“¿Una mesa de pool?” preguntó.

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“¿Por eso querías reunirte conmigo?”“Sip”. Una expresión levemente

avergonzada cruzó su rostro. “Supongoque podría haber esperado a la próximasemana en nuestro horario habitual”.

Zane se entrevistaba con todos losempleados de la división de asuntosespeciales individualmente, una vez a lasemana, para asignarles nuevas tareas,hablar de ciertos problemas y otrascosas. Oficialmente, era así. Basándoseen sus reuniones con él, Akira pensabaque eso significaba que probablementepasaba mucho tiempo jugando foosball oHalo.

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“¿Pero qué sucedió con el foosball?Pensé que te encantaba el foosball”.

“Decidí que ere tiempo de uncambio” respondió él, poniéndose depie y dejando el escritorio. Hizo unapausa junto a ella, sus hombros casirozándose, y ella lo miró. Él estabaadmirando la mesa, su sonrisa aunjugueteando en la boca, pero la mirócomo si sintiera que ella lo observaba, ysus labios se curvaron. “Además, dijisteque jugabas pool”

“¿Lo hice?” preguntó ella “¿Cuándodije eso?”.

Cada vez que se veían, él trataba de

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convencerla de jugar a algo: al principiofoosball, pero luego generalmente algúnjuego de video. Y en cada oportunidad,ella declinaba. Había estado tratando demantener sus encuentros en el terrenoprofesional. Pero últimamente, en lamedida que su relación cruzaba la líneahacia lo personal, se estaba haciendomás difícil resistir. En su última reunión,había estado riendo cuando se negó ajugar bolos en el Kinect.

“Fue cuando te ofendiste por lo deMs. Pac-Man”.

Akira hizo memoria. Eso habíasucedido semanas atrás. “¿Ofendida?

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¿Sólo porque te dije que era sexistapensar que preferiría Ms Pac-Man enlugar de Halo?” Las palabras tal vezsonaran desafiantes, pero él podíacaptar la sonrisa en su voz.

“Grace la prefiere, Nat también. Noestaba siendo sexista, sólo generalizabaen base a mi experiencia” se defendió élmoderadamente, cruzando la habitaciónen dirección a la repisa donde estabanlos tacos de pool. “Y si recuerdas, túdijiste…”.

“Yo dije que a las niñas les puedegustar Ms Pac-Man, pero que las físicasles gusta el pool” lo interrumpió Akira,

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acercándose también a la repisa yobservando los tacos, antes de tomaruno que parecía adecuado. Lo sopesócon cuidado, verificando el peso y elagarre antes de devolverlo a la repisa ycoger otro. “Lo recuerdo”.

“¿Eso significa que vas a jugar poolconmigo?”

“Oh, sí” respondió Akira, bajandolas pestañas de forma que le taparas losojos. “¿Ocho bolas está bien para ti?¿Anunciar el tiro, comienzo abierto?”

Sí, definitivamente iba a jugar poolcon él. Y no sólo eso. La efervescenciaque sentí correr por sus venas le decía

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que su veta impulsiva –la misma que lahabía llevado a Tassamara en primerlugar- acababa de tomar una decisión.

La única pregunta que quedaba ahoraera qué tan directa iba a ser en cuanto aponer en práctica esa decisión. Pensóque quizás la respuesta era muy directa.¿Levantarle el ánimo? Sí, podía hacerlo.

Zane no lo sabía aún pero sucoqueteo casual acababa de subir decategoría.

ZANE HABÍA estado feliz de haberencontrado un juego en el que Akira

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quisiera participar antes de que ella loaniquilara en seis juegos seguidos.

“¿Los mejores, eh, siete de trece?”ofreció él, apoyándose en la mesa conun suspiro. Ella se rió. Se había sacadoel sweater ligero que llevaba hacía unrato, dejando ver una camiseta negra, yél deseó poder culpar de todos susfracasos a la distracción que le causabansus rizos oscuros rozando sus hombroscasi desnudos, pero cuando se trataba depool, ella era muy superior.

Incluso había dejado que él hicierael tiro de partida, pero no habíasignificado diferencia alguna. “¿O tal

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vez un poco de Halo?”“¿Estás listo para comenzar a

dispararme?” preguntó ella, con unamedia sonrisa en los labios mientrasterminaba de ordenar las bolas.

“Sólo virtualmente” dijo él con vozcansina. En realidad, dispararle no seríasu primera opción. Observar la forma enque se movía alrededor de la mesadurante la última hora, la concentraciónen su rostro, la gracia con que tomaba eltaco –y sí, diablos, la curva de sutrasero cuando se inclinaba paraejecutar un tiro, la sombra en el escotede su camiseta- realmente quería

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tocarla. Saborearla. Sentarla en laesquina de la mesa y tomar sus labios ysentir como sus piernas lo rodeaban y loapretaban contra ella.

Pero él sabía que no podíaapresurarla. Ella era recelosa ycautelosa y aunque él había mantenido aMax alejado de ella, rehusándose apermitir que él la presionara en torno acomunicarse con sus fallecidos, Zane noestaba seguro de que ella no fuera a salircorriendo algún día.

“Los físicos también deben serbuenos jugando Halo” puntualizó él. “Elpool no es el único juego donde los

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ángulos son importantes”.“Oh, definitivamente el pool no es el

único juego en que los físicos sonbuenos” replicó Akira, volviendo adejar el taco en la repisa.

“¿Ah sí? ¿Qué otros juegos lesgustan a los físicos?” La estaba mirando,prestándole más atención a sus piernasque a sus palabras, tratando de imaginarcómo lucían bajo sus pantalones, cómose sentirían si pudiera tocarlas.

“Sexo”Él pestañeó, levantando lo ojos

hacia su cara. ¿Había dicho eso?“Los químicos piensan que todo

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tiene que ver con la química” dijo ella,cruzando en dirección a él, quitándole eltaco de la mano, llevándolo de vuelta ala repisa y dejándolo ahí, luegovolviendo, mientras continuabahablando. Sus palabras eras casuales,coloquiales, pero había una señal defalta de aliento que le decía a Zane queeran más que una simple teoría.

“Hormonas y feromonas. Algunospéptidos, un poco de oxitocina,vasopresina, y esa sería toda la historia.¿Pero qué saben ellos? En realidad elsexo tiene que ver completamente con lafísica”.

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Ella estaba de pie frente a él,mirándolo, y lo que vio en su cara debióser lo correcto, porque tomó su mano ycon una pequeña sonrisa, comenzó atirar de él hacia el otro lado de lahabitación.

Él la siguió, diciendo con voz ronca“No lo sé. La química parece estarfuncionando bien para mi” Sus vaquerosse sentían de pronto muy apretados,mientras ella lo empujaba al sofá decuero marrón.

“Eso es porque aún no comenzamosa jugar con la física” Ella se acercó a lapuerta de la oficina y la cerró con llave,

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luego se volvió para mirarlo. “¿Tienesalguna objeción de tipo profesionalcontra la idea de jugar a mi manera en tuoficina?”

Su sonrisa traviesa le decía a Zaneque ella sabía perfectamente que él nopodría objeción alguna. “Ni la másmínima” le aseguró.

“Oh, pero…” ella hizo una pausa yse mordió el labio.

No, no, no, pensó él fervientemente.No cambies de opinión. La atracciónque había sentido el día que la conocióse había intensificado en las últimassemanas: algo acerca de su mezcla de

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fragilidad y determinación, su tercatimidez, lo cautivó como nunca nadie lohabía hecho antes. Quería provocarla,protegerla y hacerle el amor, a vecestodo al mismo tiempo.

“No vine preparada para, eh, estetipo de juego” continuó ella. “¿Estás…tienes… no tendrías por casualidad?” Sepuso un mechón de pelo detrás de laoreja y ladeó la cabeza, mirándolo comosi esperara que él leyera la mente, susmejillas volviéndose levemente rosadas.“Mi juego requiere un equipo deprotección adecuado”.

Oh, diablos. Él trató de recordar si

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alguna vez había tenido una razón paratraer condones a la oficina y luego sedio cuenta de que el kit de viaje queguardaba en su escritorio podríaincluirlos. Levantándose, fue hasta elescritorio, abrió el último cajón,encontró el bolso y rebuscó dentro,siempre plenamente consciente de quelos ojos de ella estaban sobre él, sucorazón acelerado. Ah, aquí estaban.

Sosteniendo el envase plateado, dijo“¿Esto es lo que buscabas?”

Ella le sonrió recatadamente, y susdedos apretaron el envoltorio mientrasél sentía que su cuerpo respondía con un

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arrebato de pura lujuria. “Exactamente”.Ella hizo un gesto con la cabeza

hacia el sofá y él la alcanzó ahí, dejandoel condón en la mesa, mientras ellaponía una pequeña mano sobre su pecho.“¿Entonces, qué tiene de malo laquímica?” preguntó en un murmullo,inclinando la cabeza hacia ella, con elpropósito de besarla, hasta que ella lepuso un dedo sobre los labios.

“No tiene nada de malo”. Dijo ella.“Pero la física es mejor”. Él dejó queella lo demorara, esperando para verqué pretendía.

“Verás, la física tiene que ver con el

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tacto, y luego con el movimiento” dijoella, sin mirarlo a la cara. Ella deslizósus manos por la camisa de él, y luego,uno a la vez, cuidadosamente,lentamente, abrió los botones, mientrascomenzaba a acariciarlo, trazandopatrones en su pecho, circundandodelicadamente sus tetillas y luegosiguiendo la caricia hacia abajo, abajo yluego hacia arriba otra vez.

Ella lo miró, los ojos brillantes yrisueños y él se dio cuenta de que ellasabía exactamente lo que estabahaciendo con él. “Podría decirte todoacerca de tu sistema sensorial, cómo tus

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neuronas están transmitiendo impulsoseléctricos, los iones atravesando lasparedes celulares, pero por el momento,nos centraremos en la fricción.”

“¿Fricción, eh?” Se quitó la camisa,dejándola caer al suelo a su espalda, yluego dejó descansar sus manos en lascaderas de ella, atrayéndola un pocomás hacia él para poder sentir lasuavidad de sus curvas. Ella se removiócontra él, sólo un poco, y él cerró losojos, tratando de resistir la necesidad deapresurar las cosas. Apresurarlasmucho, mucho más. Pero respiró hondo,y dejó que sus manos se deslizaran hacia

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arriba y bajo su camiseta, tocando lapiel tibia mientras ella continuaba.

“La fricción” dijo ella, moviendo lasmanos sobre su pecho, “es la fuerza queresiste el movimiento de dossuperficies, una contra la otra.Demasiada fricción es mala, porsupuesto, pero la cantidad correcta defricción…”

Las manos de ella tocaban,acariciaban, por su espalda y más abajo,sobre sus vaqueros y luego de vueltaarriba, acercando su rostro al de ella.

El siguió su ejemplo, moviéndosepara que su boca pudiera alcanzar la de

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ella, dejando que sus labios se abrieranbajo la lengua que lo buscaba hasta queno pudo resistirlo más y comenzó supropia exploración, acariciando lasuave piel de los labios de ella con suboca hasta que la cabeza de ella cayóhacia atrás y le permitió trazar sucamino mordisqueando y acariciando subarbilla y la línea de su cuello.

“La medida justa de fricción”continuó ella casi sin aliento “… y laenergía cinética se convierte en calor”.

“Oh, sí, creo que definitivamente eslo que está sucediendo aquí”, murmuróZane contra la piel de ella.

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“Mmm” Su respuesta fue sinpalabras, antes de que diera un pasoatrás. Él la dejó ir renuentemente, peroella sólo sonrió, tomando la base de sucamiseta y pasándola suavemente porsobre su cabeza. Él cerró los ojos, casidolorosamente al ver el sujetador negrode encaje y sus curvas suaves, pero ellaya estaba llevando las manos haciaatrás, soltado los broches y dejándolocaer al suelo.

Ella enganchó un dedo en el bordesuperior de los vaqueros de Zane y tiróde él. “¿Puedo?”

“Oh, Dios, sí”

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Ella rió, y desabotonó el primerbotón de sus vaqueros, pero luego hizouna pausa. “¿Tal vez deberíamossaltarnos este paso?”

“¿Para llegar a cuál?” Él alargó lamano hasta el cierre de los pantalonesde ella, lo abrió y luego deslizó la telapor sus caderas, dejando que lospantalones cayeran al suelo. Ella dio unpaso y los pateó hacia un lado, luego sequedó de pie, sus ojos soñadores ypensativos, vestida sólo con unas bragasde seda negra con bordes de encaje yzapatos negros de tacón alto. Su piel erapálida y hermosa, sus rizos oscuros

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caían alrededor se sus hombros, suspupilas oscuras y dilatadas y saltarse unpaso le parecía a Zane un muy buenplan. Quería enterrarse en ella, sentircomo ella lo envolvía y cada momentode espera se convertía en una lentatortura.

“La oscilación siempre esagradable” murmuró ella, aún quieta.“¿Sabes lo que es la oscilación, cierto?

“¿Movimiento?” Él se quitó loszapatos ayudándose con los dedos de lospies para no tener que agacharse, luegolos empujó debajo del sofá con el pie,antes de poner sus manos sobre las de

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ella y comenzar a ayudar con suspropios botones.

“No sólo movimiento. Una variaciónrepetitiva en torno a un punto”. Mientrasél dejaba caer sus vaqueros, la mano deella se cerró en torno a su punto máscálido. Él extendió la mano paraacercarla y ella añadió “Apuesto a queeres capaz de encontrar un buen punto deoscilación”.

“Oh, Dios” gimió él, tomando suboca, sus manos enredándose en sucabello mientras la besaba,profundamente, intensamente, con ansia,vitalmente consciente de la mano que

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apretaba su punto más duro, la tibieza desus curvas tan cercanas a él. “Nuncaimaginé que la física fuera tanfascinante”.

Ella rió y se dejó caer hacia atrás enel sofá, arrastrándolo con ella. Élexploró su cuerpo, tocándola ysaboreándola, hasta que la oscilación sehizo irresistible y él buscó el condón.

Él hizo una pausa, luchando porcontrolarse. “La clase de ciencias no eraasí”.

“¿Debería hablarte de frecuencias deresonancia?” susurró ella, acariciandosu espalda, mientras él se deslizaba

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dentro de ella.“No puede ser mejor que la

oscilación” respondió él, mientrascomenzaba a moverse. Ella era genial,tan caliente, tan suave, y él quería que elmomento durara para siempre. Perotambién deseaba moverse, más y másrápido y sentir que ella se movía con él.

“Oh, pero lo es” dijo ella, sinaliento, arqueándose bajo él. “Lossistemas físicos tienen frecuencias”.Ella terminó la frase con un jadeocuando él la acarició y puso su mano enuno de sus pechos, pasando el pulgarsobre su pezón tenso.

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“Mmm-hmm” murmuró él, dejandoque su inflexión hiciera la pregunta.

“Frecuencias a las que vibran.Cuando se alcanza la frecuenciacorrecta… la frecuencia deresonancia… y la amplitud de onda…refuerza la energía almacenada en elsistema”.

Él no tenía idea de lo que ella estabadiciendo. Absolutamente ninguna. Perole encantaba su voz jadeante, surespiración ronca, y la forma en que sucuerpo respondía al de él. Se movió unpoco más rápido, notando lo cerca queestaba del borde, pero queriendo alargar

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las sensaciones, queriendo arrastrarlacon él.

“Las frecuencias de resonanciahacen música. Quiebran el vidrio. Hacencolapsar puentes. Y –ohhh” Él podíasentirla contrayéndose alrededor de él yeso fue todo, fue suficiente, fuedemasiado y se dejó ir, sintiéndoseexplotar dentro de ella.

“Sí, eso también” murmuró ella.

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L

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a dicha post-orgásmica duró dos otres minutos—nada mal para Akira.

La ansiedad post-sexo comenzóinmediatamente después.

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Mierda. Se había acostado con sujefe. Y no sólo se había acostado, lohabía seducido. Maldición, ni siquierahabía hecho que la invitara a cenarprimero. ¿Y la regla de la tercera cita?Hecha pedazos.

Pero él le había comprado una mesade pool, se recordó. Oh, no comoregalo, por supuesto, pero ella sabía quela mesa estaba ahí para que ella jugaracon él. Una pequeña sonrisa apareció ensu rostro, y ella giró la cara, dejandoque sus labios rozaran el hombrodesnudo de él. Su brazo se tensóalrededor de ella.

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Aún estaban recostados en el sofá,abrazados. Zane se había levantadobrevemente, luego se había dado vuelta,rotando para que ella quedara a mediassobre él, contra el respaldo del sofá, suespalda presionando contra la de él.

“¿Entonces” murmuró Zane “¿Cómollegaste a ser tan buena en el pool?”

¿Pool, eh? ¿Era eso lo que leinteresaba? Bueno, ella también habíaestado pensando en eso. “Práctica,práctica, práctica y…”

“Déjame adivinar, más práctica”“Teníamos una mesa de pool en la

casa. Mi padre y yo jugábamos mucho.

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Casi todos los días hasta que suenfermedad se agravó”.

Zane le acarició la espalda, unacaricia que se sintió empática, nosexual, pero antes de que él pudieradecir algo más, vibró su teléfono. Hubouna pausa mutua, una vacilación nacidade la incertidumbre. ¿Dejarían que lainterrupción quebrara el momento? Yentonces Akira se movió, alejándose deZane para que él pudiera levantarse.Con un suspiro de resignación, bajó laspiernas del sofá y buscó sus vaqueros.Mientras él sacaba el teléfono de uno delos bolsillos, ella reunió sus ropas y

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comenzó a vestirse rápidamente.“Maldición” masculló él al leer el

mensaje de texto.“¿Malas noticias?”“Se podría decir que sí” concordó

él, sin levantar la vista del teléfonomientras tecleaba la respuesta con unamano.

Akira se pasó la camiseta por sobrela cabeza y miró alrededor buscando susweater. ¿Dónde lo había dejado? Ah,sí, al otro lado de la habitación, sobre eljuego de Asteroides. Lo recogió pero nose lo puso, sino que lo llevó en la manomientras retornaba al sofá. “Bueno, te

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dejo con eso entonces, supongo”.“No, no, no” dijo Zane, levantándose

de un salto y acercándose a ella.“¿No?” Akira formuló la pregunta

ligeramente, sonriendo, tratando de queel alivio que sintió con sus palabras nose trasluciera en su rostro. Navegar en elterritorio entre coqueteo, sexo casual,amigos con beneficios o algo más eratan jodidamente difícil. No es que ellatuviera muchas expectativas: habíaactuado por impulso, y si sólo resultabaser una tarde entretenida, bueno, habíasido divertido. Pero era agradable queél no quisiera que ella se fuera. Tal vez

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más que agradable.“No” repitió él con firmeza. No se

había vestido todavía, pero no parecíaestar avergonzado de su desnudez altomarla de la mano y acercarla a él,llevando la mano de Akira a su boca yapretando sus labios contra los nudillosde ella, antes de soltarla y deslizar sumano tras la nuca de Akira. Ella sebalanceó hacia él, comenzando a sentires tibieza líquida otra vez, el pinchazode la atracción corriendo por sus venas.Inclinándose de manera que sus caderasquedaran a pocos centímetros de las deella, él añadió con voz ronca, “Una

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buena maestra nunca debería dejar a susalumnos confundidos”

“¿Confundidos?” Akira suspiró lapregunta, con los ojos puestos en la bocade él.

“Soy un muy mal estudiante defísica” confesó él. “Me perdistecompletamente cuando llegaste a lo dela amplitud”.

“Oh, no lo sé” dijo ella, acercándosepara besarle los labios. Dejó que elbeso fuera largo, lento y profundo antesde retirarse y decirle casi sin aliento,“Creo que tienes un talento natural”.

“¿Eh, Akira?”

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Los ojos de Akira se abrieron enseñal de sorpresa y se alejó de Zane.“¿Dillon? ¿Qué estás haciendo aquí?”

“No estoy mirando” respondióDillon con voz seca, mientras Zaneelevaba las cejas. Akira le hizo un gestode asentimiento a Zane, confirmándoleque sí, su sobrino fantasma de quinceaños estaba en la habitación.

Ella agradeció estar vestida –y queDillon no hubiera aparecido diezminutos antes- mientras Zane, sinapresurarse, cogía sus vaqueros y suropa interior y comenzaba a vestirse.“Buen momento para aparecer, Dill”

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dijo, arrastrando las palabras. “No sabíaque podías llegar hasta mi oficina”

“Requiere esfuerzo” dijo Dillon. “Yno es agradable. Siento que me estoyestirando como un pedazo de goma demascar. Pero es tarde”.

“¿Qué está diciendo?” preguntó Zaneponiéndose la camiseta.

Akira sacudió la cabeza, sin quererentrar en explicaciones. “Jugamos pooldurante un rato, y se hace tarde. Deberíairme”.

“Lleva a Dillon a casa” sugirióZane. “Te recogeré ahí y podemos ir acenar. En mi coche. Y entonces veremos

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dónde podemos continuar con la lecciónde física sin que nos interrumpan. Memudé a la casa de mi padre junto conGrace después de que mi mamá murió,así que supongo que no querrás… -ajá,pensé que no” terminó él, viendo queella sacudía la cabeza antes de queformulara la pregunta. No había formade que ella fuera a dormir con él en lamisma casa que el Presidente Ejecutivoy el Presidente de la Junta de lacompañía para la que trabajaba. Podíanser parientes de él, pero ellos firmabansu cheque. “¿Tu casa?”

Akira lo pensó por un momento. Aún

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sentía una placentera pequeña descargade deseo corriendo a través de ella. Ydeseaba pasar más tiempo con Zane.Además, si comenzaba a permitir quesus compañeros fantasmas limitaran susactividades, ¿dónde terminaría eso?Asintió. “Tendré una pequeña charla conmis, eh, compañeros de casa, acerca delímites y privacidad, primero”.

“Hey, no soy exactamente capaz degolpear, sabes” contestó Dillon mientrasZane le sonreía “Me preocupé. Aúnestoy preocupado”.

Akira le dirigió una miradaexasperada. Habían sostenido esa

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conversación en el almuerzo. Dillonpensaba que su tío le iba a romper elcorazón. Y aunque él no se lo habíadicho, estaba indudablementepreocupado acerca de las consecuenciasque le acarrearía a él si Zane lo hacía.Pero Akira no estaba asustada. Sucorazón era fuerte y sus paredes erangruesas. Después de una vida guardandosecretos y de unas cuantas relacionesfallidas, había aprendido a no contar conlos demás. Incluso si eran personas quecompraban mesas de pool para quejugara con ellos. “Estoy bien” le dijo.

“He estado viendo mucha

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televisión” le dijo Dillon. “Estas cosasno terminan bien”.

“¿Qué están viendo Rose y tú?”preguntó Akira. “¿Telenovelas?”

“Es un programa acerca de amas decasa. La gente se lo pasa muriendo. Ylas relaciones terminan mal”.

Akira le sonrió. Ella y Zane soloiban a divertirse un poco: no habríanada desesperado en ello.

“OYE, ¿quieres ir a Carolina del Norteconmigo?”

Él era un madrugador. Podía oírlo en

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su voz, llena de alegría y bien despiertaa pesar de lo poco que habían dormido.Maldición. Madrugadores, blah. Abrióun ojo renuentemente, y miró el reloj.7:47.

“¿Por qué estás despierto?”murmuró ella, terminando con unbostezo que enterró en su almohada.

“¿Por qué es de mañana?” ofreció élen respuesta, antes de tirar suavementede uno de sus rizos. “Vamos, ven aCarolina del Norte conmigo”.

Ella se giró hasta quedar deespaldas y se estiró, con los brazossobre la cabeza, arqueando la espalda y

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luego se removió hacia abajo en la camaescondiéndose un poco bajo la sábanaque la cubría. Hmm. Aún mediodespierta, podía ver la reacción de él asu movimiento en la forma como susojos se oscurecían, los párpados mediocerrados. “O podrías volver a la cama”sugirió ella, la voz ronca de sueño.

“Este cuerpo tiene tantas, tantasganas”, dijo él deslizando su mano porel estómago de ella y acercándose parabesarla. “Pero el cerebro está lleno deresponsabilidades” añadió mientras sesentaba, torciendo el gesto.

“¿En Carolina del Norte?” preguntó

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ella, sentándose con renuencia,apretando la sábana contra sí.

“Sí, Lucas… “Zane sacudió lacabeza, aparentemente no queriendo darmás detalles, pero luciendo serio.“Acordó un trabajo para mí”

“¿Un trabajo?” Akira estabasorprendida. Zane podría jugar muchofoosball en el trabajo, pero ella pensabaque era quien coordinaba las tareas delas personas cuyo trabajo involucraba…peculiaridades. ¿No era él quien leasignaba trabajos a Lucas? “¿No es alrevés?”

Zane suspiró. “Sí, pero la única

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razón por la que Lucas trabaja para míen lugar de ser al revés es que no es muybueno quedándose aquí. No es del tipode oficina”

Akira reprimió su sonrisa, pero Zaneobviamente la vio, ya que le sonrió devuelta y le tocó la mejilla con un dedo,antes de decir “no sabe lo que sepierde”.

“Estaba justamente pensando en quetu oficina no es muy –eh, formal” sedefendió ella. No había estado pensandoen lo que habían hecho en la oficina,sólo en que Zane no parecía trazar laslíneas de separación que la mayoría de

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las personas tendían entre trabajo ydiversión.

“Sí, bueno, a Lucas le gusta salir aterreno. Pero mucho del trabajo querealizamos viene de sus conexiones.Quienquiera que le haya pedido realizareste trabajo probablemente sabía que yome iba a negar. Alguien está cobrandoun favor” Zane se levantó con unsuspiro. Akira se dio cuenta de que ya sehabía duchado y estaba a medio vestir.

Eso sonaba tan ambiguo, pensó.¿Favores? ¿Se trataba de la Mafia?“¿No sabes para quién estástrabajando?” preguntó. Estaba sintiendo

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una mezcla de duda y curiosidad que eradifícil de manejar, una combinación deincertidumbre respecto de quién eraZane y qué era lo que hacía y el deseode saber más.

“Eso suena mucho más interesantede lo que en realidad es”. Zane estababuscando su camiseta. “”Debe seralguien del FBI”.

“¿El FBI?” Eso era mejor que laMafia, pero no necesariamente menosinteresante.

“Sí” Zane se puso la camisa.“Entonces, ¿quieres venir?”

“¿Alguien va a dispararte?” preguntó

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Akira, sin saber qué iba a hacer si larespuesta era afirmativa. Brevemente,recordó lo que Grace le había dichoacerca de que ese sería un díacomplicado.

“Ojalá” respondió Zane, casi para símismo. “Sería más divertido”.

Las cejas de Akira se enarcaron. ¿Lehabía restado Grace importancia alasunto? ¿Qué tenía de malo este trabajoque Zane estaba realizando? ¿Qué eraexactamente lo que iba a hacer? Ella nodijo nada pero él la miró, y debe dehaber adivinado sus preguntas mientrastrataba de sonreír. “No, es sólo un

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trabajo simple y directo. Voy a volarhasta allá en el avión de la compañía,encontrarme con Lucas en el aeropuerto,estrechar la mano de alguien durantecinco minutos, decirle a esa persona queno puedo encontrar lo que estábuscando, y luego volar a casa. Enrealidad no es gran cosa”.

Se sentó en el borde de la camanuevamente. Ella estaba sentada, con lasábana envolviendo su cuerpo, una manobajo la barbilla, y echó su cabello haciaatrás, por sobre el hombro. “Entonces,¿no vas?”

“¿Estás bromeando?” Akira le

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sonrió. No entendía qué estabasucediendo. Definitivamente había algoque se estaba perdiendo. Pero queríaaveriguar qué era, y había una formamuy fácil de hacerlo. “¿Una oportunidadde pasar el día sobre las nubes en unapequeña lata que salta como si fuera unaatracción de feria?” Ella se inclinóhacia adelante y le dio un beso ligero enlos labios. “¿Tengo tiempo para unaducha?”

EL PILOTO FUE UNA SORPRESA. Era elchofer de la grúa de remolque que Akira

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había conocido el día del accidente,semanas atrás.

“¿Piloteas aviones y manejas uncamión grúa?” Akira miró a Zanedudosa pero él estaba ocupado llenandoel papeleo en el pequeño mostrador delaeropuerto.

Dave le dirigió una sonrisa. “Simanejas uno, los manejas todos” leaseguró.

Por eso le había parecido familiaranteriormente, se dio cuenta: era elpiloto que la había llevado a Tassamaraen su primera visita. Había estadousando una gorra de béisbol y anteojos

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oscuros, y ella había estado tan nerviosaque no había recordado su cara.

“Dave solía pilotear eltransbordador espacial” dijo Zane convoz cansina a su espalda. “Un pequeñoavión como éste no es nada para él”

¿Estaría Zane bromeando? Akiramiró a Dave, quien se encogió dehombros. “Ya no hay mucho trabajo enla NASA”

Akira no estaba segura si es que eratranquilizador o no saber que su pilotohabía volado en el espacio, pero no dijoni una palabra cuando él le entregó elcontrol a Zane y lo dejó volar casi todo

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el trayecto hasta Carolina del Norte.Ella podía ver las manos de Zane en loscontroles desde su asiento tras el piloto,que miraba hacia adelante, y entre elsonido tranquilizador de los motores, lafalta de sueño, y el vuelo suave en uncielo azul, Akira pasó la mayor parte delviaje en un placentero estado a mediassoñando despierta, a mediasdormitando, pensando en la forma enque esas manos la habían acariciado ycomo se habían sentido sobre su piel.

En el aeropuerto, sin embargo, nohabía ni rastro de Lucas. Sólo un cochecon chofer.

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“Oh, diablos” masculló Zane. “Voy amatar a Lucas”. Cruzó el asfalto endirección al coche mientras Akira yDave lo seguían saliendo del avión.

“Entonces” le dijo Dave a Akira,con voz casual, mientras observaban laespalda de Zane alejarse. "¿Fantasmas,eh?”

Akira lo miró y frunció el ceño.Habían pasado semanas desde su primerencuentro: ¿por qué aún pensaba enfantasmas?

“Deberías ir con él” Dave no lamiraba y su tono no revelaba nada.

“¿Por qué?” preguntó Akira

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cautelosamente.“Debo quedarme con el avión, y a él

le vendría bien la compañía”.Akira frunció aún más el ceño.

¿Tendría eso algo que ver confantasmas?

El piloto la miró y sonrió, unmovimiento de labios que no llegó a susojos. “Podrías serle de ayuda”.

“¿Cómo así?” preguntó Akira.“Grace me comentó cuando llamó

para programar el vuelo, que se tratabadel caso de un niño perdido. Si el chicoestuviera vivo, Zane ya sabría dóndeestá”.

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Oh, diablos. ¿La había traído Zanepensando que hablaría con el fantasmapor él? El ramalazo de dolor fue casifísico; la traición le dejó un saboramargo en la boca. Y luego miró a Zane,quien estaba inclinado hablando con elchofer del coche, y se mordió el labio.

Iría con él. Vería de qué se trataba.Y si él había estado manipulándola –bueno, lidiaría con eso cuando estuvierasegura de que era verdad.

EL TRAYECTO en coche fue en silencio.Akira estaba callada, mirando por la

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ventanilla sin ver el paisaje, tratando derecordar cada tono, cada matiz, de lasconversaciones que la habían llevadohasta allí. Zane no había mencionadonada acerca de fantasmas. O niñosperdidos, de hecho. Pero tampoco habíatratado de persuadirla de venir. Ningunapromesa de diversión y emociones,ninguna palabra que la encantara.

Pero, ¿le había mentido? ¿Sabía queLucas no estaría ahí para encontrarsecon ellos? No lo creía, pero tampocoestaba segura.

Suspiró.Zane estaba enviando mensajes de

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texto, pero su mano sobre la de ella,donde estaba, en su regazo, para darleun rápido apretón antes de volver a suteléfono. “Siento mucho esto” le dijo,sin volver en realidad su atención haciaella. “Lucas me dice que lascircunstancias han cambiado, pero nome está dando mucha información. Aúnno estoy seguro de qué es lo quesucede”.

Akira miró el teléfono. Seguramentesería más rápido para él sólo llamar aLucas y hablar con él. ¿Estabaenviándole mensajes para que ella nopudiera escuchar lo que decía? Miró su

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rostro, su perfil que estaba vuelto haciaella, tratando de reconciliar suspensamientos paranoicos con el hombreque creía haber llegado a conocer.

No pudo.Él le gustaba, realmente le gustaba y

verlo como un mentiroso y unmanipulador sencillamente no encajaba.Las advertencias de Dillon habían sidorespecto a sus novias, sus relacionescasuales, una falta de compromiso juntoa una actitud juguetona frente a la vida,no respecto a mentiras. Ella estabapreparada para que la plantara en favorde algún partido de béisbol, no para ser

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engañada respecto a intenciones ocultas.Zane no parecía ser un tipo conintenciones ocultas.

El teléfono vibró. “Oh, diablos”murmuró él mientras leía el mensaje. Lamiró brevemente, casi como pararevisar si ella estaba leyendo por sobresu hombro, y luego sonrió cuando notóque lo estaba mirando. “Esto no te va agustar”.

Ella alzó las cejas a modo depregunta, pero no dijo nada. Ella podíasentir la tensión en sus hombros. ¿Iba éla preguntarle algo sobre fantasmas?

Él se veía preocupado, sus ojos

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entrecerrados. “Este era un caso decustodia: el padre cogió a su hijo ydesapareció. Sucede todo el tiempo, y lamayor parte de las veces los niñosvuelven a casa en unos cuantos días.Pero este padre está desaparecido deverdad. Nadie lo ha visto, ni a él, ni a sucoche, ni nada. No ha utilizado ningunade sus tarjetas de crédito o sacadodinero de ningún banco. El mejorescenario es que haya planeado estodurante mucho tiempo”.

“¿Y el peor?”“Es el que los federales temen que

haya sucedido” suspiró Zane.

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“¿Me trajiste a una escena deasesinato-suicidio?” Akira no pudomantener la acusación –y el dolor- fuerade su voz. Él debía saber lo que esosignificaba. No habían hablado muchode fantasmas. Oh, seguro, él le habíaformulado algunas preguntas en lasúltimas semanas, pero mayormenteacerca de Dillon. Parecía respetar sudeseo de no hablar de lo que era capazde ver. Pero aun cuando Akira sabía quemuchas de las historias que se contabanrespecto a los fantasmas no eran ciertas,Zane debía sospechar que era muyprobable que un asesinato-suicidio

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generara energía fantasmal.Los ojos de Zane se abrieron con

sorpresa. “No” protestó.“¡Definitivamente no! Vamos a la casade la madre, y no hay posibilidad de quealguien haya muerto ahí”.

Maldición. Tal vez deberían habersostenido unas pocas conversacionesmás acerca de fantasmas. Los fantasmasno siempre quedaban atados a loslugares donde habían muerto. Algunossí, pero no todos.

“No” continuó Zane. “El problemaes –la cosa es que- verás, lo que sucediófue-”

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El coche disminuyó la velocidaddramáticamente y Akira, mirando porsobre el hombro de Zane, pudo ver larazón. “¿La prensa se enteró?” le sugirióa Zane. “Y déjame adivinar ¿el chiquilloes lindo?”

Siguiendo la dirección de su mirada,él vio lo que ella estaba mirando.Automóviles. Muchos automóviles. Yfurgonetas. De las que tenían antenassatelitales en el techo. Lucesintermitentes de coches de la policía,gente merodeando, reporteros apuntandocámaras, una multitud de vecinos ydetrás de todo, un camino de acceso que

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llevaba a una elegante casa suburbanade arquitectura palladiana, con un carteltorcido de “Se Vende” plantado en elexuberante césped del jardín delantero.

“Lo siento mucho” se disculpó Zane.“Si Lucas me hubiera dicho, no te habríapedido que vinieras”.

“Esperaré en el coche” dijo Akira,mirando más allá de la muchedumbre,hacia la casa. Estaba definitivamenteembrujada. Podía ver el brillo de laenergía, casi como si el aire cambiarade color cerca de la puerta. No era sóloun fantasma, era un fantasma recientecon mucho poder. Tal vez un fantasma

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desesperado. Eso lo hacía peligrosopara ella.

“Lo siento señora”. El chofer, en elasiento delantero, había escuchado suconversación. “Sólo se supone que debodejarlos aquí. El otro seños Latimer losllevará de vuelta al aeropuerto. Yo debovolver al trabajo”.

“¿Puedes llevarla al aeropuertoprimero?” interrumpió Zane.

“No es posible, lo siento” Laspalabras del chofer eran firmes.

Zane miró a Akira. “¿Quieresesperar afuera? Puedo buscar a Lucas yhacer que llame otro coche”.

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Akira miró la multitud de reporteros,que ya se acercaban ansiosos al coche.“Oh, esa es una idea emocionante” dijocon amargura.

“Lo siento” repitió Zane, pero unpoco menos intensamente que la primeravez. “Si hubiera sabido, no te habríatraído hasta aquí. Pero no lo sabía. Estosólo debería tomar un par de minutos”.

Un par de minutos. Dependiendo delo perceptivo que fuera el fantasma, esopodía ser malo. Pero Akira miró elrostro de Zane, su expresión ansiosapero firme y supo que él no le habíamentido. No comprendía los riesgos,

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pero no le había mentido.“Iré adentro” dijo ella. Tendrían una

larga conversación después de esto. Ellale contaría algo de lo que sabía acercade los fantasmas. Después, si laexperiencia pasada era un buenindicador, probablemente no volvería aacostarse con él otra vez.

Maldición.Hoy se estaba convirtiendo en uno

de esos días en los que debería habersequedado en cama.

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L

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ucas era una versión mayor, másfuerte, con más músculos y más

seria de Zane. Eran claramentehermanos, pero en Lucas, el encanto

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tenía una arista de peligro.Akira consiguió no fulminarlo con la

mirada, simplemente dirigiéndole unatensa sonrisa cuando los presentaron.Internamente, sin embargo, estabapensando, Imbécil. Maldito fuera porponerla en esa situación.

Pero entrecerró los ojos cuando lovio frotarse la sien con un gesto dedolor, mientras él le decía irónicamente“Es un placer conocerla también”. Eh.¿Acaso Lucas también poseía un donpsíquico como otros en su familia? Perodesechó el pensamiento cuando él losguió a través del vestíbulo, pasando el

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salón formal y por un pasillo hastadesembocar en una sala familiar, máscasual pero aun así lujosa.

En la habitación había media docenade personas y un muy molesto fantasma.Akira bajó los ojos al piso al tiempoque inhalaba aire. Mierda. El fantasmaestaba arrodillado junto a una mujerrubia que estaba sentada en un sillón defelpa, con el rostro enterrado entre lasmanos como si estuviera demasiadocansada, demasiado agobiada como parasostener la cabeza en alto. El fantasmaestaba bordeado de parpadeantesdestellos rojos que indicaban su pasión,

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como si su forma fuera incapaz decontener su energía.

Pero sólo era un rojo pálido, se dijoAkira para tranquilizarse, dando otramirada. Casi rosado. Eso significabaque su consciencia, por el momento,estaba bajo control. Pero ¿un asesinato-suicidio? ¿Y de un niño? Quizás noimportara que el fantasma fuese capazde controlarse, si no deseaba hacerlo.Ella podía sentir como su corazóncomenzaba latir más rápido, y el pulsose marcaba en su cuello.

Se dio cuenta de que nadie sabíanada. Nadie podría ayudarla si es que el

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fantasma la atacaba. Abruptamente, ypor primera vez en años, anheló lapresencia de su padre.

Una mano cálida se deslizó en lasuya y la apretó. “¿Okey?” le preguntóZane en un tono tan quedo que sólo ellapudo escuchar, los ojos atentos a surostro.

Ella intentó sonreírle, pero no fuetotalmente capaz de hacerlo.

Ella sabía que él no entendía. No erasólo el fantasma: si el supiera que habíaun fantasma presente, pensaría en Dillono en Rose, y no vería problema alguno.Pero la energía fantasmal era igual que

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cualquier otra energía, y la sacudidaeléctrica de un enchufe no eracomparable con ser alcanzado por unrayo, el fuego de una chimenea no teníanada que ver con el incendio de unacasa.

“Trataré de terminar con estorápidamente, pero…” Él miró endirección a la mujer rubia y aunqueAkira no quería arriesgarse a que elfantasma la viera, siguió la dirección desu mirada. La mujer había levantado lacabeza y las manchas dejadas por laslágrimas, los ojos rojos, el agotamientoeran obvias, incluso desde el otro lado

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de la habitación.Akira se mordió el labio. La mujer

había perdido un hijo. Zane era suoportunidad de encontrarlo, o al menosde encontrar alguna respuesta. Nodebería apresurarse, debería tomarsetodo el tiempo que fuera necesario hastaque estuviera seguro. Apretó los labios,pero dijo tranquilamente “Estaré bien.Tómate tu tiempo”. Esperó que suspalabras resultaran ciertas.

Él le soltó la mano, acarició suespalda y dejó reposar su mano en elcuello de Akira durante un par desegundos, luego hizo un gesto de

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asentimiento y se alejó, cruzando lahabitación hacia donde Lucas estaba depie, casi encima del fantasma.

Akira se volvió. Una puertacorredera de vidrio daba al patio, y ellacruzó hacia allá, sin realmente poneratención, tratando de pensar en susopciones si es que el fantasma ladescubría.

¿Una huida rápida? Pero si elfantasma no había muerto ahí,probablemente no estaba atado al lugar.No podría escapar de él tan fácilmente.

Apoyó la mano en la manilla de lapuerta, sintiendo el consuelo del metal

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frío bajo su mano. Habían variaspersonas en la habitación, se recordó, yninguna razón para que el fantasma laindividualizara. Mientras ella no leprestara atención, él no se la prestaría aella. Estaría bien, realmente lo estaría.

Y entonces entrecerró los ojos. Oh,cielos.

Miró de vuelta a Zane. La rubia sehabía puesto de pie y estabaestrechándole la mano, con unaexpresión de incierta esperanza en elrostro. Akira se mordió el labio y miróhacia el patio.

Entonces, con un suspiro, abrió el

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cerrojo de la puerta y salió.Trató de sentirse resuelta, pero en

realidad, sólo esperaba no terminararrepintiéndose de lo que estaba a puntode hacer.

LUCAS LE PRESENTÓ a Zane a la madre,pero él olvidó el nombre rápidamente.No quería recordarlo. Sólo queríaterminar con eso e irse.

Los casos de niños perdidos podíanser geniales. Una vez, había localizado aun infante, que se había alejado de sucasa, en una alcantarilla a casi tres

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kilómetros de distancia. En otraoportunidad, había encontrado a unaniña que había sido secuestrada, viva,sana y salva pero muy asustada, en elmaletero de un coche. Esos casos erandivertidos.

Pero, la mayor parte de las veces,los casos de niños perdidos apestaban.Mucho. Seguro, era agradable aparecery ser el héroe, pero generalmente noresultaba así. Incluso los casos decustodia, en que los niños casi siempreestaban vivos y bien, algunas veces lodejaban con una sensacióndesagradable. Una vez había ayudado a

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encontrar y devolver una pequeña niña aun padre que tenía la custodia única dela chica, y la mirada de desesperaciónen los ojos de la madre lo mantuvodespierto en las noches durante meses.

Y esta vez, él ya sabía. La nadaabsoluta que había sentido cuando tocóla foto del lindo bebé rubio significabaque estaba muerto. Cuando tocaba lafoto de una persona viva, casi siempreobtenía algo –oh, tal vez algo no muyclaro- pero algo. Una sensación dedistancia, si la persona estaba muy lejos;una sensación de luz y color y algo de sualrededor, si la persona estaba más

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cerca; un conocimiento absoluto dellugar si la persona estaba en losalrededores. Tocar algo perteneciente ala persona mejoraba su alcance, tocarpelo, sangre o algo que tuviera su ADNlo mejoraba aún más. En este caso, sinembargo, eso no haría diferencia algunay la esperanza en el rostro de la madreera casi dolorosa.

Realmente, los casos de seguroseran mucho mejores. ¿Por qué no setrataría de encontrar algunas joyasperdidas? ¿Una bonita pintura? Casinadie lloraba a causa de objetosrobados.

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“Sentémonos en el sofá” le sugirióZane a la rubia. “Antes de comenzar,necesito que sepa que no creo poderayudarla”.

“Su hermano ya me lo dijo”. Lamujer asintió y trató de componer unasonrisa. “Pero probaré con lo que sea”.Sus ojos se llenaron de lágrimas, ypestañeó para detenerlas. Zane trató deesconder un gesto de dolor. Maldición.Si Lucas sólo la hubiera llevado alaeropuerto, podría haber terminado conesto y ya haberse marchado.

Mientras se sentaban, el continuó,tratando de reconfortarla pero sin darle

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esperanzas. “Lo que voy a hacer estomar su mano durante un momento y versi logro sentir algo. Con los objetos,tengo un mejor alcance tocando a lapersona que es dueña del objeto y esatécnica a veces también ayuda cuando setrata de familiares perdidos”

“Si él no logra encontrar a David”interrumpió Lucas. “Tratará de encontrara Rob, su coche, sus ropas, cualquiercosa que podamos pensar que Rob llevecon él”

“Oh, jódete” pensó Zanefuriosamente hacia su hermano. “Te dijeque el niño está muerto. ¡Yo no me hago

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cargo de cadáveres!”Lucas se encogió de hombros y Zane

supo que lo había escuchado. El alcancede Lucas no era muy bueno, pero a estadistancia, podía leer cualquier cosa queZane pensara si él ponía un poco deesfuerzo tras el pensamiento. “Sólovamos a desilusionarla” añadió Zane.

“Sabemos que necesita darle uncierre a esto, Diane” continuó Lucas, yaunque sus palabras ibanostensiblemente dirigidas a la madre,sus ojos estaban fijos en Zane.

“Sé que no hay muchas esperanzas”.Las palabras de Diane eran suaves.

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“Pero ¿no saber? ¿Nunca? Eso memataría. Jamás pensé que recurriría a unpsíquico en busca de ayuda, pero estoydesesperada”.

Zane trató de no suspirar, de sonreírde un modo tranquilizador. “¿Usted sabeque existen un montón de falsospsíquicos en el mundo, no es verdad?”

“Estoy desesperada” repitió ella.“Cualquier cosa que pueda hacer”.

Genial. Ella iba a convertirse en unade esas personas que vaciaban susahorros en los bolsillos de algúncharlatán si es que no lograba encontraralgo, lo sabía.

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Miró con furia a Lucas nuevamente.“Me debes una por esto”. Lucas asintióy él supo que su mensaje había llegado adestino, mientras tomaba la mano deDiane e intentaba concentrarse enencontrar algo.

“EN REALIDAD NO PUEDO EMPUJARTE,cariño”.

“Quiero ir arriba” exigió el pequeñoniño, haciendo un puchero.

Akira suspiró y miró hacia la casa.Esperaba que nadie estuviera viéndola.Cogiendo las cadenas metálicas que

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sostenían el columpio, lo estiró haciaatrás, tan alto como pudo y luego losoltó. Él soltó una carcajada de deleitemientras el columpio se elevaba y caía,se elevaba y caía otra vez.

“De nuevo, de nuevo” rogó, y Akiraobedeció, con una sonrisa renuente enlos labios.

“¿Es aquí donde moriste, cariño?”preguntó ella, tratando de hacer que lapregunta sonara casual. No queríaangustiarlo nuevamente. La tormenta delágrimas fantasmales que había causadola primera vez que formuló la preguntaaún manchaba su rostro.

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“Mamá dijo no” respondió él contristeza. “No columpio, muy chiquito”.En el punto más alto del balanceo, conun grito de gozo, él saltó del columpio ycayó, dando volteretas en el aire. Akirano pudo evitar el jadeo de horror y elmovimiento instintivo para agarrarlo,pero era inútil. Aunque hubiera sido unniño de carne y hueso, no habría podidoalcanzarlo. Por un momento, un solosegundo, fue una sombra arrugada en elpiso, y luego se puso en pie de un salto.

Ella se dio cuenta de que ése era ellugar donde había muerto. Y no setrataba de un asesinato-suicidio sino de

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un accidente-suicidio.“¿Puede ayudarlo?”Al escuchar la voz tras ella, Akira se

volvió. Era el fantasma de la casa, susbordes aun temblando y brillando. Elladio dos pasos hacia atrás.

“No, por favor” dijo el fantasma,extendiendo un mano hacia ella, pero sinmoverse. “Sé que usted puede verlo.Vernos a ambos. No quiero asustarla.Pero por favor ayúdelo”.

Akira tragó. “¿Ayudarlo cómo?”preguntó, tratando de mantener la voztranquila.

“No puedo acercarme a él” le dijo el

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fantasma. “Algo sucede cuando lo hago.¿Creo que le hace daño?”

Akira asintió. Eso sí lo sabía. “Suenergía es demasiado fuerte. Ustedabsorbe poder de su entorno y cuando seacerca a algún otro fantasma, lo –bueno-hace pedazos, básicamente”. Ella diopaso atrás, sin sentirse inclinada amencionar lo que él podría hacerle aella.

“Pero ¿por qué?” preguntó, su vozdesalentada, sus niveles de energíaparpadeando un poco más intensamente.“No comencé así”.

Oh, cielos. ¿Debería tratar de huir?

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“Desesperanza, tristeza, ira” respondióella. “Mientras más molesto esté, másenergía acumula. Llegado un ciertopunto, funciona como si fuera unasobredosis de neurotransmisores en unhumano vivo”.

“¿Qué significa eso?”Akira respiró hondo. ¿Debería estar

diciéndole esto? ¿Terminaríaempeorando las cosas? Pero algo acercade su apariencia –su físico desgarbado,el cabello desgreñado, los profundosojos marrones, los anteojos con marcode metal, la piel pálida- le indicaba quese trataba de un intelectual. “Existe una

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teoría que postula que la psicosis escausada por un exceso de dopamina. Laenergía provoca algo parecido”.

“¿Voy a perder la razón?” Sonabahorrorizado.

“Si no se calma, eh, sí”.“¿Cómo puedo calmarme?” Su

energía se elevó un poco, el color rosaintensificándose. “¡Soy un fantasma!”

Akira comenzó a sentir el latido desu corazón en sus oídos. Dio otro pasoalejándose, mirando hacia atrás paraverificar que no hubiera obstáculos. “Sino lo hace, destruirá a su hijo” señaló,esperando estar en lo correcto respecto

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al accidente. Si había asesinado a suhijo una vez, una segunda no seríaproblema para él.

“¿Dada?” El pequeño niño fantasmaavanzó y su padre se apartórápidamente. El niño se dejó caer en elsuelo, y comenzó a llorar. Akira seagachó junto a él, queriendo consolarlo,pero sin saber cómo.

“Calma, calma” repitió el padre.Akira podía verlo respirar hondo ydurante un momento, se preguntó qué sesentiría al respirar cuando se era unfantasma. Pero sus bordes rojos seretrajeron un poco, el aura a su

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alrededor disminuyendo. “¿Puedeayudarlo?”

¿Qué era lo que le estaba pidiendo?Se preguntó Akira ¿Qué abriera unorfanato de fantasmas? Se imaginó,brevemente, llevando el columpio aFlorida y dejándolo en el jardín trasero.El pequeño podría unirse a los chicosmayores. Tal vez se divirtieran juntos.Pero entonces trató de imaginarse a símisma explicándole a la llorosa mujerque estaba en la casa la razón por la quedeseaba llevarse el columpio y sacudióla cabeza. Eso nunca funcionaría. “¿Quéquiere que yo haga?” preguntó.

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“Nunca esperé que sucediera esto”dijo el padre. “Pensaba que estar muertoera estar muerto. El corazón deja delatir, el cerebro se apaga, la vidatermina”.

Akira lo miró cautelosamente. Noparecía molesto por el descubrimiento,no en realidad. No como el fantasmareligioso que había conocido una vezquien estaba muy, muy enojado por noestar en el cielo. Akira estiró la mano,abriendo y cerrando los dedos. A vecestodavía le dolían esos huesos.

“Pero esto no puede sucederle atodos. He buscado a algún otro. Fui al

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cementerio, al hospital”.“Los hospitales generalmente tienen

algunos espíritus rondando”. Akiraestaba tratando de ser cuidadosa,observando el color que rodeaba alfantasma en busca de cualquier signoque denotara que estaba perdiendo elcontrol. Pero él parecía estarcalmándose y también estaba siendocauteloso, manteniéndose a varios pasosde distancia del pequeño.

“Sí” concordó él. “Pero uno de ellosdesapareció mientras hablaba con él. Yotro me preguntó si veía una puerta, yluego se desvaneció. Así que debe de

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existir otro lugar, no solamente éste. Yalguna forma de llegar hasta allá”.

Akira frunció el ceño. ¿Una puerta?Ella había interactuado con muchosfantasmas y efectivamente desaparecían.Cuando era joven, pensaba que iban aalgún lugar, pero su padre se habíaburlado de eso. Eran sólo energía,insistía él, energía que cambiaba deforma. “¿Cómo pudo hablar con ellos?”le preguntó. Los destellos en sus bordespodrían ser peligrosos para cualquierotro fantasma que estuviera cerca:¿cómo había logrado acercarse losuficiente?

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“Esto no comenzó sino hasta queencontré a Daniel y comprendí lo quehabía hecho” le respondió el fantasma,con una mirada de dolor cruzando surostro mientras miraba al niño, aúnsentado en el suelo. Akira asintió. Esaera la razón por la que evitaba tocarciertos temas con los fantasmas. Inclusolos espíritus que parecían calmadospodía volverse peligrosos si semolestaban demasiado.

“Y he estado tratando con todas misfuerzas de que alguien me escuche, perono lo hacen”

Akira se puso de pie. El niño ya no

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lloraba, sólo jugaba con el pasto,tratando de que las briznas se movieranpero sin conseguirlo. “No pueden verleni oírle”

“Sí, así es” concordó él. “¿Por quéusted sí puede hacerlo?”

Akira levantó un hombro. “Sólotengo esa suerte, supongo”. Trató demantener un tono ligero.

“No tanta suerte si es que me tienemiedo” respondió el fantasma. “No leharé daño. No a propósito, en todocaso”.

Hmm, pensó Akira. Era perspicazpara ser un fantasma. O tal vez había

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dejado ver algo de sus verdaderossentimientos. Pero podía ver que susbordes habían comenzado asolidificarse. Se estaba calmando.

“Pensé que tal vez estemosatrapados aquí hasta que haya unservicio. Ya sabes, un funeral. Peronunca encontrarán nuestros cuerpos”.

Akira sabía que eso no era cierto.Estaba bastante segura de que Dillonhabía tenido un funeral apropiado, asícomo la mayoría de los fantasmas quehabía conocido en el pasado. Un funeralno era un boleto mágico hacia otromundo. Pero miró hacia la casa,

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pensando en la mujer que estaba dentro.No deseaba mentirle a este fantasma,pero tal vez tampoco fuera necesariodecirle toda la verdad.

“¿Quieres que les diga dónde estánsus cuerpos?” le preguntó, tratando demantener su voz neutral.

UN PARIENTE. Maldición, Estaba a puntode hablar con un pariente.

Estas cosas nunca terminaban bien.Akira se detuvo en el umbral,

tratando de decidir qué decir, cómotratar el tema. ¿Oh, a propósito, su ex-

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marido sólo fue descuidado, nomalintencionado? ¿No asesinó a su hijo,sólo escondió el cuerpo? No, ese no eraun buen punto de partida.

Zane y la mujer rubia estabansentados en el sofá, Zane sosteniendoambas manos de la mujer en las suyas. Apesar de que no había nada romántico osexual en el gesto, Akira sintió un levepinchazo de molestia. No es que hubieranada serio entre ella y Zane, pero aunasí, menos de doce horas atrás, esasmanos la habían estado tocando enlugares muy íntimos. Verlas tocando aotra mujer se sentía como algo

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equivocado.Lucas estaba de pie junto a Zane,

observando a su hermano. Dos hombresestaban parados a unos pocos pasos deél, también mirando con atención. Akirase peguntó si serían agentes del FBI.Supuso que podrían serlo. Concordabancon la imagen estereotípica de agentesdel FBI, con trajes que les sentaban mal,corbatas aburridas y cabello corto. Unpoco más lejos, donde la sala familiarlimitaba con la cocina, otro grupo depersonas estaba reunido alrededor deuna mesa, algunos inclinados sobre unmapa, otros conversando en voz baja.

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Tantas personas, pensó ella.Maldición. ¿Sería capaz de hacer esto?Antes de que tuviera oportunidad dedecidir, una sacudida–como si alguien lehubiera arrojado agua fría–la recorrió.Se estremeció convulsivamente y jadeó,sintiendo la energía correr por susvenas, acalambrando su columnavertebral. El fantasma adulto aparecióen la habitación, ya sin los bordes colorrosa.

“No haga eso” le siseó al fantasma.Ugh, dolía. Se estremeció nuevamente,pestañeando para evitar lágrimas dedolor.

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“¿Pudo sentirme?” preguntó élsorprendido, mientras las personas quese encontraban más cerca de la puerta,incluyendo a Zane, miraban en direccióna Akira.

“Por supuesto que puedo”, comenzóa decir ella con irritación, pero antes deque la segunda palabra saliera de suslabios, se dio cuenta de que las personasla miraban y cerró la boca, mirandohacia arriba y a lo lejos, hacia cualquierotra cosa que no fueran ellos.

Antes de que tuviera tiempo detomar otra bocanada de aire, Zaneestaba de pie frente a ella, con las

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manos sobre sus hombros. “¿Estásbien?” le preguntó. Ella lo miró. Surostro estaba serio y ella podía ver lapreocupación en sus ojos.

Ella se dio cuenta de que no le habíacontado nada acerca de fantasmas. Nadaen absoluto. Todo lo que él sabía eraque ella no deseaba que la gente seenterara de que podía verlos, y que no legustaba poseer esa habilidad. Aun asíestaba preocupado por ella, preocupadode dejar rápidamente lo que estuvierahaciendo para asegurarse de que nohubiera problemas. Ella asintió y tratóde sonreír.

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“Ambos son fantasmas” le susurró aZane. “Y ambos están aquí”.

Los ojos de él se abrieron levementey miró por sobre su hombro a la mujersentada en el sofá y luego rápidamentede vuelta a Akira. “¿Qué deseas hacer?”le preguntó en voz baja.

Ella se encogió de hombros,indecisa y sintiéndose indefensa. “¿Ledijiste a Lucas? ¿Acerca de Dillon?”Grace, Nat, Max y Zane habían pasadoalgún tiempo sentados en el cochedespués de que Akira hubieraconfirmado que estaba, en efecto,embrujado y que Dillon podía

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escucharlos, pero sólo Zane seguíavisitándolo con regularidad. Akiraignoraba si es que se debía a que Zaneles había pedido a los demás que sealejaran o si les resultaba demasiadodoloroso. La idea de un fantasma podíaresultar tranquilizadora, pero tambiénera recordatorio constante de la pérdida.Ella comprendía que para los Latimerfuera más fácil dejar ser a Dillon,confiando en que estuviera bien mientrasacompañaba a Akira.

Ella hizo una pausa, porque Zanemeneaba la cabeza en gesto negativo.“Decidimos esperar hasta que estuviera

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en casa, de visita”.“Entonces, ¿sabe acerca de mí?”

susurró ella “Mi, eh, peculiaridad,quiero decir”

Zane negó nuevamente. Pero no tuvotiempo de decir nada más, ya que Lucasabruptamente comenzó a hablar, su vozalcanzando el otro extremo de lahabitación. “Amigos, necesitamos algode privacidad por un momento. Porfavor despejen la habitación. Jane ¿porqué no se trasladan al frente? Mark, ¿talvez podrías llevar a un par de personasa almorzar?” Rápidamente, coneficiencia, casi despiadadamente y en

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menos de sesenta segundos, todos aexcepción de Lucas, Diane, Zane, Akira–y el fantasma- estaban fuera delalcance de las palabras del grupo.

“Él realmente es capaz de leermentes, ¿no es cierto?” le dijo Akira aZane.

Él se las arregló para sonreír.“¿Cómo lo adivinaste?”

“Muy bien, ¿de qué se trata todo esode Dillon?” preguntó Lucas, cruzandohacia donde estaban los otros dos.

“¿Dillon?” Diane se puso de pie,también llegando junto a ellos, cerca dela puerta. “¿Qué sucede? ¿Quién es

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Dillon? ¿Hay alguien ahí afuera?”Akira los miró, el entrecejo fruncido

de Lucas, la ansiedad de Diane, lapreocupación de Zane por ella.

Genial.El doble de parientes, el doble de

problemas. Luego respiró hondo ycomenzó a explicar.

Diane se desmayó. Luego lloró.Luego se enojó. Akira estabaimpresionada con la amplitud de suvocabulario y secretamente contenta deque el fantasma fuera su ex-marido y noDiane. No quería saber cómo sería laenergía de Diane y Rob tomó los gritos

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sin siquiera un pestañeo de su propiaenergía. Luego Diane comenzó a llorarotra vez.

Lucas, por el contrario, adoptó unaactitud más fría. El encanto desapareció,dejando sólo esa dureza peligrosa en sulugar. Si ése hubiera sido el hermanoque la entrevistara en Tassamara, Akirasabía que nunca habría aceptado elempleo. Y mientras Diane lloraba ygritaba, él desapareció para coordinar labúsqueda de los cuerpos.

Rob había perdido su empleo variosmeses atrás, le dijo a Akira. La hipotecade la casa iba a ser ejecutada y él y

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Diane se habían separado. Él habíacomprado el columpio cuando Dianeestaba embarazada, y ella siempre dijoque era demasiado grande para el niño.Cuando Daniel se cayó mientras Robestaba en la casa haciéndose cargo deél, Rob se quebró. Había tomado elcuerpo de Daniel y conducido el cochehasta una antigua cantera inundada, unlugar donde él y Diane habían ido abucear en tiempos lejanos y más felices.Se había dirigido derecho al agua. Nohabía pensado en lo siguiente, en lo quesucedería después, sólo se habíadesesperado.

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“No podía imaginar el tener quedecírselo” dijo Rob, mirando a Dianellorar. “No sabía que iba a ser muchopeor no poder hacerlo”.

Ella asintió. Él no era el primerfantasma que había conocido queresultaba sorprendido y frustrado con suvida después de la vida.

“Entonces, ¿qué sucede ahora?”preguntó él.

Akira se encogió de hombros.Personalmente, esperaba un viaje deregreso al aeropuerto y un vuelotranquilo a casa. Pero él no se refería alo que sucedería con ella, él deseaba

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saber qué le sucedería a él y a Daniel yella no tenía la menor idea.

“¿No se supone que tienes queencontrarnos una luz blanca?”

Akira suspiró. Había ido preparandoal fantasma de Rob durante la últimamedia hora y si él podía enfrentar lasdiatribas de Diane sin perder el control,probablemente podía manejar lo quetenía que decirle ahora también. “Losaños setenta tienen que responder pormuchas cosas. Watergate, pantalones decampana, la onda disco. Y toda esa ideade una luz blanca”.

Zane estaba sentado en el sofá junto

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a Diane, quien sollozaba, dándolepalmaditas en la espalda y ofreciéndolepañuelos desechables. Él levantó lavista al escuchar las palabras de Akira.Ella podía leer la súplica en sus ojos,así que cruzó las manos tras la espalda yse movió hacia un costado, cerca de lapuerta. Él estaba haciendo un buentrabajo con lo pañuelos, mucho mejor delo que ella podría haber hecho en sulugar. Su expresión cambió a una de leveexasperación y ella trató de mostrarsecomprensiva sin implicar que podía serde utilidad. Los parientes llorosos eranmejores que los parientes enojados,

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pero no por mucho. Ella nunca sabía quéhacer o qué decir.

“Supongo que tiene sentido” dijoRob. “En los primeros mitos de la vidadespués de la muerte, no existe ningunaluz blanca. De hecho, en la República dePlatón, en la historia de Er, hay unarcoíris”.

“¿La historia de quién?” preguntóAkira.

“Er. Sí, Er. No Eh. Conozco loschistes”. Rob miraba alrededor. “Perodebería haber algún pasadizo primero.Una puerta. Una escala. Algo así”

Abruptamente, desapareció.

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Sorprendida, Akira miró alrededor. ¿Sehabía ido? Pero no, sólo habíaatravesado el vidrio. Estaba afuera,hablando con el pequeño niño. Ahoraque Akira había absorbido algo de suenergía y él se había calmado, podíaacercarse al pequeño fantasma sinhacerle daño. Akira abrió la puerta ysalió al patio.

“¿Ves alguna puerta Daniel?” estabadiciendo el padre.

“Dada, Dada” rió el niñitoalegremente, abrazando las piernas de supadre. “Dada”.

“Oh, Daniel” Rob tomó en brazos al

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niño fantasma, abrazándoloestrechamente y enterrando la cara en larubia cabeza del niño durante unsegundo. Luego le dijo otra vez “¿Vesalguna puerta Daniel? Mira a tualrededor con cuidado”.

El niño obedeció, luego sacudió lacabeza. “¿Puerta atrás, Dada?” preguntó,apuntando hacia la casa.

“No la puerta de la casa, otrapuerta”.

Daniel sacudió la cabezanuevamente, luego frunció el ceño ypataleó para que lo bajaran. “¿Padaacá?” Sonaba casi curioso, mientras

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caminaba más allá del columpio. Rob loobserve, tratando de buscar con laMirada y ver lo que veía Daniel. “VenDada” ordenó el niño, alargando lamano. “Ven con mí”.

“No la veo, Daniel” Rob sonabatriste. “Pero ve tú primero”.

“No, Dada” El niño sacudió lacabeza, y le hizo señas a su padreimperiosamente. “Tú ven. Ven mí. Aquí.¿Ves?”

La tristeza en el rostro de Rob eratan intensa que Akira apenas podíasoportar mirarlo, y su voz se ahogócuando repitió “No la veo, Daniel. Ve tú

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primero y yo… yo te alcanzaré algúndía”

“No, Dada”. Volviendo al lado de supadre, Daniel tomó la mano de Rob.“Pada acá” insistió.

Rob miró hacia abajo y sonriótristemente, dejando que lo guiaramientras decía “Iré contigo tan lejoscomo pueda, Daniel, pero tienes queseguir por tu cuenta ¿está bien? No laconoces, pero tu abuelita estaráesperándote y te gustará…oh”

Con esa última palabra–un sonido desorpresa pero al mismo tiempo unacalma exclamación–Rob y Daniel

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desaparecieron.

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L

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os fantasmas desaparecían.Un día estaban ahí y al

siguiente ya no. Nada de eso sorprendíaa Akira.

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Pero no desaparecían porque sefueran a algún lugar.

¿Dónde podrían ir? Desaparecíanporque eran energía, y la energíacambiaba de forma, o bien se disipaba¿cierto?

¿Cierto?Akira suspiró. Estaba mirando por la

ventanilla del avión, esperando quetodos los demás ocuparan sus asientos ytratando de analizar lo que habíasucedido hoy. Oh, no el drama de lasituación. No las emociones, la gente,las dinámicas, las cosas complicadas.Ella sólo quería comprender la ciencia.

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Maldición, los fantasmas eranenergía. No iban a lugares. Por supuesto,teóricamente, podían existir otrasdimensiones. Las teorías de unmultiverso cosmológico postulaban unnúmero potencialmente vasto deuniversos. De hecho, había uncosmólogo – ¿en el MIT, tal vez?- quienestaba trabajando en una taxonomía deuniversos más allá del universoobservable que la gente experimentabadía a día. Akira se preguntaba quétendría que decir si ella pudiera contarlelo que era capaz de ver.

“¿Estás bien?” Zane estaba

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abrochando su cinturón de seguridad enel asiento junto a ella, tirando de lalarga correa y asegurándola en elbroche, pero sus ojos preocupadosseguían fijos en el rostro de ella.

Akira ignoró la pregunta. “Hemalgastado una década de mi vida” dijo,mientras la comprensión la golpeaba.

Él no sonrió, sólo ladeó la cabezacomo dándole ánimos para quecontinuara.

“Investigación acerca de energía. Yodebería haber estado estudiando físicacuántica todo este tiempo”. Ella sacudióla cabeza. Había optado por la física

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para tratar de entender la forma en quefuncionaba el universo, y sólo se habíaenfocado en energía porque su padresiempre había insistido en que losfantasmas que veía eran solamenteenergía.

Frunció el ceño. Bueno, no siempre.En sus memorias más antiguas, habíasido diferente. Pero desde el momentoen que se habían establecido en SantaMarita, él le había dicho que lo que ellaveía era una forma de energía.

Zane tomó su mano y ella se lopermitió, mirando como él entrelazabasus dedos con los de ella, pensando aún

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en su padre, hasta que, bajando la voz,Zane le preguntó “¿los físicos cuánticos,estudian frecuencias de resonancia?”

Ella no pudo evitar sonreírle. “Norealmente, no”.

“No has malgastado nada entonces”murmuró él, inclinándose para besar suslabios. Ella se abrió hacia él sintiendosu lengua recorrer su boca mientras unarrebato de deseo se encendía en suestómago y se esparcía cálidamente porsus venas. Dios, parecía que habíanpasado días desde que la tocara, perosólo habían sido horas desde quedespertaron juntos. Había sido un día

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muy extraño.Ella se alejó, pero dejó que su mano

subiera hasta cubrir la mejilla de él.“¿Haces eso a menudo?” Estabapensando en la mujer que habían dejadoatrás, perdida ahora en una niebla depesar. La fuerza de la rabia de Diane lehizo pensar a Akira que era losuficientemente fuerte como para llegara estar bien algún día, pero no seríapronto. Se habían ido mientras losperiodistas llenaban la calle y losagentes del FBI llenaban la casa, peromañana o al día subsiguiente, Diane sedespertaría en soledad. Akira recordaba

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cómo se sentía eso. Y la pérdida de unniño debía ser mucho peor: esperabaque Diane tuviera alguien que pudieraestar ahí para ella.

“¿Besarte? No lo suficientemente amenudo”.

Esta vez, su sonrisa no fue renuente.“No. Quiero decir buscar genteperdida”.

Zane hizo una mueca. “Prefierocasos de compañías de seguros”.

“¿En lugar de encontrar niños?”“O no encontrarlos”.“Un buen psicólogo podría ayudarte

con ese problema” dijo Lucas con voz

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cansina, abrochándose el cinturón en elasiento frente a Akira.

Renuentemente, dejó de mirar a Zaney observó a su hermano mayor. No legustaba. Quizás no estuviera siendojusta, reconoció ante sí misma: suspercepciones estaban indudablementeteñidas por el túnel de reporteros por elque ella y Zane habían tenido queabrirse paso para llegar a la casa y elmiedo que aún sentía de que su imagenfuera a aparecer en algún noticiariovespertino como una psíquica servicial.Diane había prometido no decirle anadie lo que había sucedido, pero ¿quién

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sabía qué tan confiable podía ser esamadre desconsolada y afligida?

“No sabía que estabas con él” dijoLucas suavemente.

Eso no mejoraba las cosas. Él aúnestaba tratando de aprovecharse de suhermano. ¿Por qué tenía Zane que seguirtodos los caprichos de Lucas?

“Arrastrar a Diane al aeropuertoparecía algo cruel, especialmentecuando Zane no pensaba que podía serde utilidad. ¿Para qué darle falsasesperanzas? Además, todos losreporteros y camarógrafos de Carolinadel Norte habrían ido tras ella”.

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Sí, y luego estaba lo de leer lasmentes. Parecía tan grosero.

“Bueno, entonces, no pienses tanalto”. Una sonrisa jugueteaba en loslabios de Lucas. Akira lo miró con furia.

“Normalmente no hace eso”intervino Zane, apretándole la mano queaún sostenía. “Ignóralo”.

“Excepto por la parte acerca delpsicólogo” lo corrigió Lucas. “Tuincapacidad de encontrar cadáveres essólo un bloqueo mental. Si puedesencontrar un diamante, puedes encontrarun muerto”.

Akira frunció el ceño.

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“Bueno, no puedo” dijo Zaneinexpresivamente.

Pero no tenía sentido que no pudiera.“Si puedes encontrar un mineral que esmediblemente indistinto de otro trozodel mismo mineral, entonces encontraruna masa específica de ADN, viva omuerta, no debería ser difícil” dijoAkira.

“No funciona de ese modo”. Zanesacudió la cabeza. “Si fuera así desimple, no sería capaz de encontrarnada. Todo se mezclaría”.

“No encontrar cadáveres es unmecanismo de defensa”. Lucas se

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recline en el asiento y cerró los ojos,como para indicar que la vieja discusiónhabía llegado a su fin, mientras losmotores del avión cobraban vida conestrépito.

¿Mecanismo de defensa? Akira tratóde imaginar cómo sería la vida de Zanesi pudiera localizar personas muertas.¿Cuántas personas desaparecían cadadía? ¿Cuántas aparecían muertas?¿Cuántas horas pasaría justo así, sentadoen un avión, esperando volar hacia odesde una escena como la que acababande dejar?

No es que no tuviera compasión de

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Diane, pero le parecía que el don deZane era más parecido al de ella de loque había pensado: una vez que fuerarevelado, su vida ya no le pertenecería.Sería una interminable fila de personasdesesperadas, situaciones trágicas,tristeza y dolor.

“O una estrategia para lidiar coneso” sugirió Akira. Sus palabras casifueron ahogadas por el ruido de losmotores acelerando en la pista, peroLucas abrió los ojos y la miró. Ella lomiró de vuelta. Tal vez debería esperarun poco antes de dictar sentencia encuanto al hermano de Zane. Después de

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todo, era el padre de Dillon.Zane le apretó la mano nuevamente y

ella lo miró, su sonrisa irónica, el afectoen sus ojos. Debería hablarle acerca delos fantasmas. Necesitaba hablarleacerca de los fantasmas, de su energíaviolenta, acerca de lo que podían hacer,tanto a ella como a otros fantasmas. Perosi lo hacía…

Tal vez debería pensar acerca de loque había aprendido hoy un poco másantes de hacerlo. No cambiaba el riesgo:los fantasmas furiosos no eran como laspersonas, no era posible conversar conellos. Eran demasiado peligrosos para

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eso. ¿Pero si los fantasmas de hechoiban a algún lugar cuando desaparecían?Necesitaba considerar lo que esosignificaba, ver cómo podría cambiarsus ideas en relación con eventospasados.

“¿Crees que podemos mejorarmañana lo de hoy?” le preguntó Zane, envoz baja, sólo para sus oídos. Ella alzólas cejas en señal de pregunta.“¿Empezar el día en la misma forma,pero quedarnos en cama durante muchomás tiempo? ¿Luego un brunch enMaggie’s? ella prepara unos gofresincreíbles. Y luego te llevaré a los

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manantiales. Podemos practicar kayak,¿tal vez ver un caimán? ¿Nadar si es quete gusta el agua realmente fría?”

Okey, sí, definitivamente no iba ahablarle acerca de fantasmas. Posesión,convulsiones, huesos rotos, posiblemuerte –esas cosas eran tandecididamente poco románticas. Tendríaque contarle en algún momento, peroentonces se acabaría la diversión, y ellarealmente quería darse un tiempo paradisfrutar de esto –para disfrutarlo a él-primero.

Ella sonrió. “Suena perfecto”.

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“TIERRA LLAMANDO a Akira”“¿Hmm?” respondió Akira

distraídamente, sin levantar la vista desu teléfono. Estaba tratando de organizarsus experiencias pasadas con fantasmasen categorías, pero estaba resultandomás difícil de lo que ella habíaesperado.

Siempre había pensado que losfantasmas venían en categorías. Estabanlos difuminados, los confundidos, loslibres, los atados y luego estaban los debordes rojos.

Exceptuando en los hospitales, losdifuminados eran los más comunes. A

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veces ella pensaba que eran más comomemorias que seres conscientes. Comolos chicos del patio trasero, quienes nohacían más que correr, reír y jugar, losdifuminados parecían vivir y revivirmomentos importantes, como si fueran lapostimagen de una vida, no unaextensión de la vida en sí. Akira losllamaba difuminados porque erangeneralmente translúcidos, pero laintensidad de la transparencia variaba.Sospechaba que mientras más viejofuera el fantasma, más translúcido sevolvía.

Luego estaban los confundidos.

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Generalmente, parecían ser los reciénmuertos. Los hospitales estaban llenosde ellos, y podían comenzar adesarrollar muy rápidamente bordesrojos. Pero tendían a desaparecerrápidamente. Más que cualquier otrotipo de fantasma, un minuto estaban ahí yal siguiente habían desaparecido.

“Akira” la voz de Zane sonó másinsistente y ella sacudió la cabeza, comosi viniera saliendo de un sueño, y sevolvió hacia él.

“¿Sí?”“El avión ya aterrizó. Lucas sugirió

que vayamos a cenar a la casa”

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“¿Casa?” Akira aún estaba distraída,perdida en sus pensamientos. Aquellavez en el hospital, el episodio de lascostillas rotas. ¿Había dicho el fantasmaalgo sobre una puerta? Sí, lo habíahecho ¿Cierto? ¿Qué había sido,exactamente? Ella había sido agradable,para ser un fantasma, preocupada porAkira. Le había preguntado a Akira siquería ir con ella antes de desaparecer.Y había mencionado una puerta. Okey,eso significaba al menos una marca deverificación en la columna de losconfundidos.

“¿La casa donde yo vivo?” repitió

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Zane pacientemente. “Lucas se quedacon nosotros cuando está en el pueblo.Le gustaría poder tomar una ducha ycambiarse de ropa, y luego encontrarsecon nosotros allá. ¿Con Dillon?”

“Uh, sí, bien”. Akira miró suteléfono, tocándolo para cerrar laaplicación de hoja de cálculo que habíaestado utilizando. Dillon. Su padre.Cena. Bien. Todo eso tenía sentido.Lucas estaba ahí para hablar con Dillony ella estaba segura de que Dillonquerría verlo. Ella podía hacer eso.

Pero si los fantasmas podíanatravesar paredes, ¿por qué los

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fantasmas atados se quedabanatascados? Como Dillon. Si había unapuerta disponible para él, ¿Por quétendría que pasar años sentado en uncoche esperando que sucediera algointeresante?

“Akira”. Un dedo amable estabagirando su barbilla hasta que estuvomirando directamente a Zane. “¿Estás deacuerdo en hablar con Dillon y Lucas?”

Finalmente saliendo de suensimismamiento, Akira le sonrió aZane. “Sí, está bien. Cena en tu casa odonde sea mejor, está genial. Sientoestar tan distraída. Aún estoy tratando de

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llegar a comprender lo que sucedióhoy”.

“¿Un fantasma te dijo dónde estabasu cadáver?” sugirió Zane.

“Eso también es nuevo” concordóAkira mientras desabrochaba su cinturónde seguridad y seguía a Zane hacia lapuerta del avión, saltando al suelo.“Pero no. Fue la forma en quedesapareció”.

“¿Fue extraño?” preguntó Zane.Akira se encogió de hombros.

“Diferente, en todo caso”.Al subirse al coche, ella sacó el

teléfono otra vez. Siempre fue cuidadosa

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al hacer preguntas a los fantasmas.Quizás demasiado cuidadosa. ¿El Sr.Sato, su vecino, habría sido del tipolibre o atado? Nunca lo había visto fueradel patio, pero no sabía si es que élhabía elegido estar ahí o no. Y despuésde la muerte de la Sra. Sato, nunca habíavuelto a entrar en la casa. Asumía quehabía desaparecido, pero en realidad nopodía saberlo con seguridad.

Tantos fantasmas a los que sólohabía visto brevemente. Y sus primerasmemorias eran tan confusas. Casi norecordaba nada antes de que su madremuriera, y unos años después –bueno,

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esas memorias eran, en su mejordefinición, caóticas. Estaba tratando derecordar: esa primera vez, la vez con elbrazo roto, ¿cómo había sido elfantasma? Pero había sido demasiadotiempo atrás, las memorias sólo jironesde visión y sensaciones. Su padre habíaestado gritando, tratando de expulsar eldemonio de su interior, y su madrellorando, y entonces había llegado eldolor. La parte más clara de esasmemorias era el olor del hospital, elsabor casi ácido que el aire de hospitalcasi siempre tenía.

“Los Cristianos –algunos de ellos-

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piensan que los fantasmas son, de hecho,satánicos” reflexionó Akira, sin quitar lavista de su teléfono. Sentía, más queveía, a Zane mirándola. Habían utilizadoel coche de él para ir al aeropuerto, paraque Dillon pudiera quedarse en casa conRose y Henry, así que iban a buscar elTaurus antes de dirigirse a la casa deZane. “Creo que es en el Deuteronomiodonde la Biblia expresamente prohíbecomunicarse con los muertos. Laspersonas que hablan con los muertos sonabominables o detestables, algo así”

“En algunos monasterios Budistas,los monjes dejan ofrendas para los

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fantasmas antes de comer. Comida,dinero o flores” respondió Zane,frenando ante un semáforo en rojo en elpueblo. Habían estado en silenciodurante el trayecto, Akira perdida en susmemorias, Zane evitando distraer suconcentración.

Akira levantó la vista, sorprendidapor su respuesta. “¿Cómo sabes eso?”

Él miró en su dirección, y sonrió.“¿Qué, no crees que soy un Budistaescondido?”

Ella rió. Conocía a algunos Budistasen California y no le parecía muyposible. “¿Lo eres?”

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“No”. Él sacudió la cabeza. “Perohe estado leyendo”.

“¿Acerca de religión?” PreguntóAkira, nuevamente sorprendida. Esoparecía menos probable aún que Zanefuera un Budista que comíahamburguesas.

Él le dirigió una mirada tolerante ydijo “Acerca de fantasmas. Ahora que séque son reales, me pareció una buenaidea aprender algo más de ellos”.

Oh, por supuesto. “¿Has aprendidoalgo interesante?” preguntó Akira,curiosa. Años atrás, ella se habíadedicado a leer historias y tradiciones

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sobre fantasmas de forma obsesiva,tratando de encontrar cualquier cosa quela ayudara a encontrarle sentido a sumundo. Pero se había dado por vencida:demasiadas historias, demasiadainformación contradictoria, y muy pocode todo eso que concordara con susexperiencias. Tal vez hubieran migajasde sabiduría enterradas dentro de losmitos, pero la mayoría de ellos eran deun tiempo anterior a la ciencia moderna.

“Mucho” dijo él con voz cansina.“¿Algo de todo eso es verdad? Porqueyo no tengo idea”

“Probablemente no mucho” le dijo

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ella. “A pesar de que tal vez yo mismasé menos de lo que hasta ahora penséque sabía”.

“¿Cómo así?”En el avión, Lucas y Zane habían

comenzado rápidamente a hablar denegocios, lo que había estado bien paraAkira. Realmente no había queridohablar con Zane de fantasmas. Queríagofres. Quería practicar kayak. Queríaver su primer caimán real al aire libre.Quería –tal vez- nadar, si el día estabalo suficientemente cálido y el agua nodemasiado fría. Lo que no quería eraasustar a Zane hasta que huyera de su

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lado por parecer obsesionada con lamuerte, una frase que persistía en sumemoria como un amargo resabio,cortesía de un amante pasado que deotra manera no habría sido memorableen absoluto.

Ahora ella sacudió la cabeza,mirando su teléfono nuevamente. “¿Elniño pequeño de hoy? Él se llevó a supadre a algún lugar. El padre, Rob,estaba diciendo que él no podía ir yluego los dos desaparecieron. Juntos.Eso debe significar algo, pero no tengoidea de qué sea”.

“Hmm, interesante” respondió Zane.

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“¿No hubo-?”“Ni siquiera lo digas” lo interrumpió

Akira, mientras él se detenía frente a lacasa. “No había ninguna luz blanca. O almenos Rob no vio una luz blanca. YDaniel…” Trató de recordar suspalabras exactas pero un pudo y añadió,desconcertada “No sé qué es lo que vio.Dijo algo como ‘ven acá’ y luegodesaparecieron juntos”.

“Entonces ¿qué estás pensando?”Akira sacudió la cabeza nuevamente.

“Déjame traer a Dillon” dijo ella. “¿Teimportaría conducir?” Quería seguirañadiendo observaciones a su hoja de

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cálculo.Diez minutos más tarde, estaban otra

vez en camino, Akira y Dillonsosteniendo una amigable discusiónacompañada del silencio interesado deZane.

“Pero tal vez si me ayudaras aresolver mis asuntos pendientes…”

“Palabrería psicológica” Akirainterrumpió a Dillon. “He tratado dehacer eso, realmente lo he hecho. Y nofunciona. A menos que los fantasmasestén completamente ignorantes de susproblemas reales y los que he tratado deayudar me han enviado en verdaderas

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misiones imposibles”“Okey, no estoy pidiendo una luz

blanca, pero una puerta sería genial”Dillon estaba inclinado hacia adelanteen su lugar usual al medio del asientotrasero, las mejillas sonrosadas confantasmal entusiasmo.

“Chico, has hablado con tusparientes. ¿Qué es exactamente lo creesque puedes decir para hacer unadiferencia?” Akira deseaba no haberledado a Dillon ese destello de esperanza.

“¿Tal vez necesito hablar con mipadre?” sugirió Dillon. “O, ya sabes,¿dejar que él me hable? Probablemente

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está enojadísimo conmigo”.Akira suspiró. “Una vez conocí a un

fantasma. Yo estaba cursando laUniversidad, creo” le dijo. “Devolví suslibros a la biblioteca. Transcribí unensayo para una clase sobre poetasrománticos ingleses por ella. En serio,hice todo lo que se me ocurrió que nohubiera terminado. No fue divertido. Ynada funcionó. No hizo ningunadiferencia. Aún estaba rondando el cafémás allá de la biblioteca cuando megradué”.

Dillon se dejó caer hacia atrás conun suspiro.

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“¿Nada de caminos fantasmales,eh?” preguntó Zane, doblando hacia unsendero estrecho.

“¿Un camino?” preguntó Akira,mirándolo. ¿De dónde había sacado esaidea? Daniel no había dicho nada acercade un camino, pero en todo caso, habíasido muy vago.

“Es una tradición de los NativosAmericanos” replicó Zane. “Losfantasmas quedan rondando durante unaño, luego se van por un caminofantasma al cielo. ¿Tal vez Dillonnecesita mirar hacia arriba durante lanoche?”

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“Ja” respondió Dillon desde elasiento trasero. “Se olvida de todo eltiempo que pasé en el estacionamiento.No hay mucho que ver excepto al cielo.No, si hubiera un camino, yo lo sabría.Está bien Akira. Mi vida –bueno, ocomo quiera que deseas llamarla- esbuena ahora. No necesito una puerta ouna camino”.

Akira miró sobre su hombro, ysonrió para agradecer sus palabras,luego miró a Zane mientras él detenía elcoche. “Tampoco hay caminos en elcielo”.

Zane le sonrió. “Voy a continuar

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leyendo”.“Hazlo”. Akira desabrochó su

cinturón de seguridad y se volvió,alargando la mano hacia la puerta, unasonrisa curvando sus labios. Tal vez enun estado de ánimo distinto, en untiempo diferente, habría estadopreocupada de que él estuvierainvestigando sobre fantasmas, ansiosaacerca de lo que pudiera pensar, pero¿ahora, hoy? Hoy, se sentía como ungesto dulce.

Y entonces se detuvo, la mano en lapuerta del coche, la sonrisadesaparecida como si nunca hubiera

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estado ahí.La casa.Oh, mierda.La casa.Había estado medio esperando que

fuera ostentosa, pero no lo era: una casade campo grande y blanca, tenía dospisos con postigos en las ventanas y unamplio porche extendiéndose a lo largode la mitad de la casa y dando la vueltahacia el lado, hermosos jardines, conuna profusión de esas flores brillantesque hacían de Florida un lugar tancolorido.

Debería haber sido hermosa.

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Y lo habría sido, si no estuviera tan,pero tan embrujada.

La casa de Carolina del Norte habíabrillado a causa de la energía, esta casaestaba turbia debido a ella, a un poderque crujía y chasqueaba, como siestuviera atrapada en medio de una nubede tormenta que sólo ella podía ver.

El miedo aumentó en su interior.Sintió como su corazón se aceleraba, sugarganta se cerraba, como una vagasensación se extendía por sus piernas,dejándole saber que sus rodillas no lasostendrían… y luego se duplicó, setriplicó.

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“Dillon” jadeó, pero el nombre sólofue un soplo de aire que él no habríapodido escuchar, aún si no hubieseestado ya fuera del coche, caminando endirección al porche, sin preocuparse porel mortal vórtice que lo haría pedazoscuando se acercara demasiado.

“Dillon” trató ella de nuevo, másalto esta vez, pero él estaba demasiadolejos, más lejano a cada segundo, y lapuerta estaba cerrada. Ella lo miró, miróla casa, y luego se volvió hacia Zane.

“Conduce” le ordenó. “¡Conduce!”

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Z

12

ane reconoció el tono.Se movió sin dudarlo,

devolviéndose al asiento del que casihabía salido, reencendiendo el coche en

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un movimiento fluido, retrocediendo,doblando y alejándose, todo sin unapausa o un movimiento malgastado.Akira, aún en el asiento del copiloto,tenía los ojos cerrados, los puñosapretados contra la boca.

¿Estaba sufriendo algún dolor? Él nopodía decirlo pero no se detuvo apreguntar.

Sólo condujo.Una vez, con Lucas, había escuchado

la misma orden, pronunciada con lamisma voz. Era un trabajo de rutina, otan de rutina como podía serlo conLucas. Había sido al Noroeste del

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Pacífico, ayudando en un caso de laDEA. Zane había precisado lalocalización de un cargamento de drogasutilizando a un traficante de bajo rangocomo enlace, y Lucas había entrado adar un vistazo. Al regresar al auto, él lehabía ladrado las órdenes. Zane nohabía notado la sangre que bajaba por elbrazo de Lucas sino hasta después derecorrer un par de kilómetros y de queLucas hubiera llamado para pedirrefuerzos.

Ahora miró a Akira. Sus labios semovían, pero él no podía escuchar laspalabras. “¿Necesitas un hospital?”

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preguntó, tratando de calcular distanciasy tiempos. Podía llamar a Nat, para quese reuniera con ellos en la clínica deemergencia más cercana.

“No” respondió bruscamente Akira.Medio se volvió en el asiento, torciendoel cuello para mirar detrás de ellos,luego se giró aún más, levantando unarodilla sobre el asiento de modo quequedaba casi completamente vuelta.“Oh, Dios, Dillon” murmuró “¿Por quéte hice practicar los estiramientos?” yluego hizo una mueca como de agonía,se tapó los oídos con las manos y sedejó caer nuevamente en el asiento.

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“Lo siento, lo siento” balbuceó. “Losiento”

“Akira ¿qué diablos estásucediendo? ¿Qué necesitas?” preguntóZane, levemente desesperado. Ellaestaba actuando como loca, pero algoestaba sucediendo que él no podía ver,estaba seguro de eso. Pero el no poderver le hacía sentir inútil. ¿Qué podíahacer?

Ella sacudió la cabeza. “¿Estásbien?” Le estaba hablando al asientotrasero.

Zane no pudo evitar sentirse un pocomolesto. No le gustaba sentirse inútil, no

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le gustaba no saberlo que sucedía, y nole gustaba que ella le estuviera hablandoa su sobrino y no a él.

“Lo siento” dijo ella otra vez “¡peroesa casa está embrujada!”

Muy bien, tal vez sí se había vueltoloca. Su casa estaba embrujada, su autoestaba embrujado, toda su maldita vidaestaba embrujada. ¿Cuál era el problemacon un fantasma más? Pero había queanotarle otro punto a los hallazgoscasuales de Max. Había estado diciendoque la casa estaba embrujada duranteaños, justo desde la muerte de Dillon yde la madre de Zane.

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“No entiendes” dijo Akira.“Pues ya somos dos” murmuró Zane,

saliendo del estrecho sendero queconducía a la casa, y enfilando elcamino más concurrido que llevaba alpueblo. No sabía hacia dónde ir, pero demomento, se dirigía de vuelta a la casade Akira.

Sintió más que vio la mirada de ellahacia él, por lo que miró en sudirección. Ella estaba nuevamentepálida, con manchas oscuras bajo losojos. Él sintió un pinchazo depreocupación. Estaba bien que estuvieracansada – no habían dormido mucho la

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noche anterior- pero se veía másangustiada de lo que él la había visto ensemanas.

Ella era tan contraria a su tipo,pensó él. Le gustaban fáciles. No en losexual (aunque no se oponía a ello) sinoen lo emocional. Sin complicaciones.Alegres. Ir a ver algunas películas, salira cenar, juntarse con amigos, tal vezpasar tiempo al aire libre en la playa olos manantiales. Y en unos cuantosmeses, cuando ambos estuvieran un pocoaburridos, quedar como amigos. Esteasunto de preocuparse por el hecho deque una mujer estuviera sufriendo, no

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era su estilo.“Habla” le ordenó. “Y abróchate el

cinturón de seguridad”.Ella sonrió desmayadamente, y

abrochándose el cinturón, dijo “Te loadvertí. La primera vez que nos vimos.Te dije que te alejaras de los fantasmascon bordes rojos” Zane se dio cuenta deque eso debía estar dirigido a Dillon.Ella nunca le había dicho nada acerca defantasmas rojos. Realmente, casi nohabían hablado acerca de fantasmas.

“¡Sí hay! ¡Adentro!” insistió ella.“Tienes suerte de no haber cruzado lapuerta”.

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El teléfono de Zane comenzó avibrar y él lo miró. Lucas, supuso.Preguntándose qué había sucedido. SiZane lo supiera, respondería la llamada,pero como no lo sabía, ignoró suteléfono y continuó escuchando la mitadde la conversación de Akira.

“Bueno, el haberte detenido a causade que tu padre salió de la casa te salvó,entonces. Si hubieras entrado, la energíate hubiera destrozado. Es como quedaratrapado en un remolino o en untornado”.

¿Un tornado? Él había leído acercade algo así ¿cierto? Zane trató de

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recordar lo que había visto acerca detornados fantasmales.

“Sí, por supuesto, sé de lo que estoyhablando. Lo he visto suceder” Akirasonaba casi enojada, como si Dillonestuviera discutiendo con ella.

Vórtices, eso es lo que recordaba.Un sitio de cazadores de fantasmasdecía que era un tipo común deexperiencia fantasmal. Pero no decíanada de que fueran peligrosos.

“Okey, bien, rojo como un aura, sí.No, no como un halo malvado. Dillon,¿podrías concentrarte? Esto es serio”.

Los labios de Zane se contrajeron en

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una sonrisa. Casi podía imaginarse loque Dillon estaba diciendo a partir delas respuestas de Akira. Su sobrinosiempre había sido curioso, a vecesdemasiado curioso para su propio bien.Pero el inadvertido recuerdo de laexperimentación de Dillon encendió unachispa de tristeza, y Zane volvió a laseriedad, mientras Akira continuaba.“Peligroso, peligroso. ¿Cuántas clasesde peligroso existen? Es un fantasma quete hará pedazos si te acercas”.

Okey, eso no sonaba bien. Pero almismo tiempo, no tenía sentido. “Si hayun fantasma en la casa, es mi mamá”

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interrumpió Zane. “Ella nunca le haríadaño a Dillon”.

Él miró a Akira. Ella se estabamordisqueando el labio inferiornuevamente, de la forma en que lo hacíacuando estaba nerviosa. “No lo es –nocreo que llamaría a eso tu mamá”.

“He vivido en esa casa durante lamayor parte de mi vida. Definitivamenteno estaba embrujada antes de que mimadre muriera”.

“Tal vez empezó siendo tu mamá,pero los fantasmas rojos, ellos no tienenconsciencia. No son como las personas.No son conscientes de lo que hacen.

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Sólo son energía peligrosa”.“Pero ¿por qué?” preguntó Zane. “Si

comenzó siendo el espíritu de mimadre…”

“Rabia, a veces” le respondió Akira.“Los fantasmas rabiosos pierden elcontrol. Los fantasmas que buscanvenganza se vuelven rojos, creo. O,eh…” miró al asiento trasero.“Desesperación, tristeza”.

“Esa médium dijo que –eh”. Zanehizo una pausa, recordando lo que lehabía sucedido a la médium. Frunció elceño, recordando.

“Claro. Esa médium”. Akira ya no se

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mordisqueaba el labio. Su barbillaestaba firme y si él hubiera tenido queetiquetar su tipo de expresión, la hubierallamado una mirada fulminante.“Hablemos de ella un minuto. Lamédium aparece, les dice que hayfantasmas en la casa, y entonces ¿seva?”

“No exactamente” dijo él.Ella comenzó a asentir. “Lo sabía.

Lo sabía. Es la única forma de que unfantasma adquiera tanto poder.Maldición, me llevaste a una casa quetiene un fantasma asesino dentro. ¡Nosllevaste a una casa con un fantasma

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asesino! ¿No te das cuenta de lo quepudo haber sucedido?”

“Esa médium falleció de causasnaturales” le respondió Zane, las manostensándose sobre el volante. Había sidoextraño, era cierto. Pero aun así, Akiraestaba diciendo que su madre –sumadre, entre todas las personas- era unfantasma asesino. De ninguna manera.Eso simplemente no era posible.“Hicieron una autopsia. Fue unaneurisma”.

“Por supuesto. Porque los médicosestán tan ansiosos de escribir ‘asesinatopor energía espiritual’ en el certificado

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de defunción” dijo Akira conbrusquedad.

“TE LLAMARÉ”.Maldición, pensó Akira mientras

veía alejarse el coche de Zane. Odiabaesa frase. No sólo las palabras, sinotodo lo que abarcaban. Tanto el sub-texto de “Sí eres un poco demasiadoextraña para mí” como el implícito, “Yno me llames”.

Sin mencionar la deshonestidadpasiva-agresiva de la mentira. Él nollamaría. Ella lo vería en el trabajo la

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próxima semana y ambos pretenderíanque la noche del viernes nunca habíasucedido.

Con un suspiro, cogió una caja queestaba cerca de la puerta delantera,luego se volvió y se sentó en losescalones del porche. La tarde aún eracálida, el aire suave y fragante. Lasflores de azahar que Meredith le habíaprometido había florecido semanasatrás, pero una enredadera que seenroscaba en el porche habíadesarrollado unas pequeñas florcitasblancas. Akira estaba casi segura de queera una hierba común, pero el olor le

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recordaba al de los jazmines y legustaba.

Estaba hambrienta. Había sido unlargo día. Debería entrar y prepararsealgo de cenar. Pero la idea de una cenasolitaria, probablemente sacada delcongelador, calentada durante cincominutos en el microondas y luegoconsumida frente a su computador no eramuy atrayente.

“¿Realmente crees que mi abuela esun fantasma loco?” preguntó Dillon,subiéndose a la baranda a su lado.

“No creo en teorizar antes deobtener datos” respondió Akira con

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tristeza. “Es malo científicamentehablando. Pero no podemos exactamentepedirle que se presente, así que sí, mimejor teoría es que tu abuela es unfantasma”.

“¿Otro fantasma?” preguntó Rose,apareciendo en el porche detrás deellos. Akira casi no se inmutó.“Deberíamos invitarla aquí”.

“No a éste” suspiró Akira. MientrasDillon le contaba la historia a Rose,reflexionó acerca de su viaje a casa.Zane no quería creer que su madre eraun fantasma malévolo. Le parecía justo.No podía culparlo por eso. Pero

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tampoco había estado contento dedescubrir que los fantasmas podían serpeligrosos. No había sido maleducadocon respecto al tema, pero su silencioera decididamente terco.

“Qué lástima”. Con un cuidadosocontoneo de su amplia falda, Rose sesentó junto a Akira. Con una perceptivamirada hacia el lado, añadió “Pero eseno es el motivo por el que estás triste.¿Dónde se fue el crucero del amor?”.

“Él volverá” dijo Dillon. “Sólonecesita hablar con mi familia”.

Akira apretó los labios. No deseabadecirle a Dillon que estaba equivocado,

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pero ella no lo creía.“Hombres” la voz de Rose estaba

llena de repugnancia. “Ratas, cada unode ellos. Excepto Henry, por supuesto”.

“Hey” protestó Dillon. “¿Qué hay demí?”

Rose hizo un gesto desdeñoso con lamano en su dirección. “Tú también tehabrías convertido en una rata. Nopodrías haberlo evitado. Conozco a losde tu clase”.

Akira sintió como los bordes de suboca se curvaban en una involuntariasonrisa. ¿Había pensado que su cenasería solitaria? Había olvidado al grupo

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que vivía en esta casa. Rose estaría felizde hablarle hasta que se cayeran lasorejas mientras comía, con Henry yDillon formando un coroalternativamente alentador o de protesta.

“¿Qué clase es esa?” preguntóAkira. Una vecina, que pasaba por lacalle, la miró con expresión curiosa.Akira asintió, llevando la mano cerca desu oído para señalar su equipo de manoslibres. Oh, maldición. No estabautilizándolo. Forzó una sonrisa, y lamujer le sonrió y siguió su camino.

Cierto.Tassamara.

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El único pequeño pueblo enAmérica donde hablar contigo mismosolo hacía que los vecinos pensaran queeras uno de ellos.

“¡Hombres! Sólo andan detrás deuna cosa y una vez que la obtienen…”Rose chasqueó los dedosdesdeñosamente. “Excepto por Henry”añadió nuevamente.

“¿Por qué a excepción de Henry?”Akira comenzó a tirar de la cintaadhesiva en la caja. Era de Amazon,aunque ella no recordaba haberencargado nada.

“Henry era un novio maravilloso”

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respondió Rose. “Tan dulce, taneducado. Siempre un caballero. Mispadres no lo aprobaban, por supuesto,pero no fue culpa de Henry. Y no tuvonada que ver con-” Rose hizo una pausa,y luego encogió un hombro, “-con lo quesucedió después”.

Las cejas de Akira se elevaron, susojos abriéndose, la boca abierta.¿Henry? ¿Rose y Henry habían sidonovios?

“¿Tú y Henry?” Dillon estaba casifarfullando debido al shock. “Pero-pero-”

Akira cerró la boca y esperó,

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preguntándose qué era lo que Dillon ibaa decir. La diferencia de edad noimportaba, por supuesto: ella podíadeducir a partir de la ropa que Henryhabía muerto mucho después que Rose.¿Pero en la década de 1950? ¿En el sursegregacionista? Henry probablementehabía estado arriesgando su vida al salircon una chica blanca.

“¡Pero es viejo!” Exclamó Dillonfinalmente. Akira sonrió y continuótrabajando con la cinta. Bien por Dillon.

“Él no lo era entonces, porsupuesto” dijo Rose con impaciencia.“Eso sucedió después”.

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“¿Entonces Henry también vivía enla casa?” Akira tenía curiosidad. Habíaasumido que todos los residentesfantasmales –los chicos del patiotrasero, Rose y Henry- habían vivido enla casa en distintas épocas. Era inusualencontrar una concentración tan alta defantasmas en un solo lugar, pero no eraimpensable.

“No”. Rose pareció confundida porun minuto y luego pensativa. “No, élsólo llegó a vivir aquí más tarde.Después, quiero decir. Él nunca vivióaquí cuando estaba vivo”.

Huh. Eso era extraño, pensó Akira.

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¿Cuál era la conexión de Henry con lacasa si es que no había fallecido ahí?

“Debe haber sido agradable para ticuando él llegó” sugirió Dillon.Obviamente, se había recuperado rápidode la sorpresa. “Debes haberte sentidosola aquí sin más compañía”.

“Oh, no estaba sola”. Rose descartóla idea con un gesto. “Los chicos eranmucho más divertidos entonces. Lopasamos muy bien justo después.Solíamos fastidiar a mi hermanapequeña como no te lo imaginas” dijoRose con una risita.

Eso era aún más interesante. A Akira

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no le sorprendía descubrir que loschicos en el patio trasero llevaran mástiempo en la casa que Rose. Ella no eraninguna experta en ropa de niños, peroel corte levemente formal de suspantaloncillos, los cuellos de suscamisas abotonadas, e incluso suscalcetines le hacían pensar que veníande una era más antigua, tal vez alrededorde 1920. Pero ella nunca habíarealmente hablado con ellos. Pero, si esque eran más activos cuando Rose seconvirtió en un fantasma…

Con un rápido tirón, finalmenteconsiguió abrir la tapa de la caja. Rose

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interrumpió la historia acerca de cómoatormentaba a su hermana que le habíaestado contando a Dillon para decir“Ooh, ¿Qué te trajeron?”

Akira dobló los laterales de la cajade cartón. Reconoció el embalaje delobjeto que estaba dentro incluso antesde mirar la boleta del producto.

Era un Kindle nuevo.Se mordió el labio. Con una mano

que sentía repentinamente fría, cogió lospapeles. Estaba equivocada.

Eran dos Kindles.La nota decía, “Uno para ti, uno para

Dillon. Grace dice que le digas que si

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pretende seguir destruyéndolos, ella seencargará de crear un proyecto oficialde investigación y los comprará al pormayor, pero que deje el tuyo en paz.(Grace se toma en serio la lectura)”.

Maldición.Akira pestañeó furiosamente. No

lloraría. No iba a llorar. No iba a llorar.Pero una lágrima apareció de todas

maneras.Realmente él le había gustado.

SONÓ EL TELÉFONO.Akira le dirigió una mirada

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sospechosa.Había tenido un sueño la noche

anterior. Al menos ella pensaba quehabía sido un sueño, pero los detalleseran borrosos. Aun así, la incertidumbreera al menos la mitad de la causa por laque estaba despierta a esa hora ridícula.Ridícula al menos para ser un domingoen la mañana: eran apenas las ocho, yacababa de salir de la ducha.

El teléfono sonó nuevamente.Era demasiado temprano para que

alguien la llamara. Y sus amigos –losque la llamarían un domingo por lamañana, al menos- estaban todos en

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California. Llamarían al mediodía, horadel Este, no a las ocho.

El teléfono sonó una tercera vez. Sino atendía antes de que sonara de nuevo,la llamada pasaría a un buzón de voz.Akira se estiró en la cama y cogió elauricular. Tumbada en las desordenadasmantas, miró el identificador dellamadas. Local, pero no reconoció elnúmero.

Pulsó el botón. “¿Hola?” Nomodificó el tono de su vozdeliberadamente, pero tampoco hizomuchos esfuerzos para disimular el tonoronco que le producía el sueño. Después

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de todo, acababa de levantarse.“¿Gofres?”Fue una descarga. Como el momento

al llegar a la cumbre de una montañarusa, justo antes de que el carro seincline sobre el borde superior. “Mellamaste anoche ¿cierto?”

“Lo hice. Estabas dormida”.“Casi dormida” le corrigió Akira a

Zane.“Mm-hmm”. Su voz era tan ronca

como la de ella. “Eres burlona cuandoestás soñolienta”.

“Era tarde” se defendió Akira,mientras apretaba los párpados

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cerrados, tratando de recordar lo quehabía dicho. Podía sentir cómo susmejillas se sonrojaban, un rubor mitaddeleite, mitad vergüenza.

Él había llamado.“Sí, me disculpo por eso”. Zane

sonaba resignado. “Las discusionesfamiliares se alargaron un rato.Demasiado rato. Y –odio decirlo- van aalcanzar nuestro desayuno también”.

“Oh” Akira sabía que su voz habíasonado plana pero no estaba segura decómo se sentía acerca de eso.

“Kayak, después” dijo élrápidamente “¿Y luego nadar? ¿Y cenar?

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¿Y luego volver a tu casa y mantener laspromesas que me hiciste anoche?”

Una sonrisa renuente curvó loslabios de Akira. No recordaba ningunapromesa. Pero le gustaría honrarlas detodos modos. Y qué diablos, ¿Una horade conversación acerca de fantasmas?Podía hacer eso.

UNA HORA DESPUÉS, ya no estaba tansegura.

Estaba sentada en una mesa en elbistró con la familia Latimer completa.Zane y Natalya estaban a cada uno de

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sus lados, Max, Grace y Lucas al otrolado de la mesa. A pesar de los gofres,se sentía como un criminal siendointerrogado por un panel de jueces.

Y ahora entendí exactamente por quéGrace era Directora Ejecutiva deGeneral Directions. Si su madre habíasido la mitad de persistente de lo queera Grace, no era de extrañar que noestuviera dispuesta a irse en paz.

“No lo sé” respondió portropecienta vez, tratando de aferrarse asu deshilachada paciencia.

“¿Qué tal éste?” preguntó Grace,girando un libro para mostrarle una

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ilustración. Akira la miró. Era unaimpresión en blanco y negro en un estiloque le parecía claramente japonés.

“¿Estaba usted engañando a suesposa?” le preguntó Akira a Max. Erauna pregunta grosera, pero ella no sepreocupó de suavizarla.

“No, nunca” él respondióinmediatamente y sin vacilación.

“Entonces no creo que tu madre sehaya convertido en un onryô” le dijoAkira a Grace.

Grace hojeó el libro. “Aquí dice queestos fantasmas pueden ser creados tantoa partir del dolor y la desesperación

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como del deseo de venganza. Mamáestaba definitivamente molesta cuandomurió”.

“Cada cultura posee tradicionesacerca de fantasmas. Eso no significaque alguna de ellas sea cierta”. Unamesera que pasó por su lado la miró yAkira le dirigió una sonrisa tensa.¿Cómo se había dejado arrastrar a unaconversación como esa en un lugarpúblico?

“Una vez que has aceptado loimposible, cuestionarse acerca de loimprobable es sólo sensato”. RespondióMax mientras Grace hojeaba la página,

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un dedo siguiendo las líneas del texto.“Hmm. Para deshacerse de uno de

estos fantasmas, debes ayudarlo acumplir con su propósito. Eso suenafamiliar”. Grace dejó el libro cerca desu plato, sobre otros dos y buscó sutablet. Sus gofres, como los de Akira,casi no habían sido tocados.

Zane codeó a Akira. Ella lo miró yél le hizo un gesto hacia el plato con lacabeza. “Come” le dijo suavemente.“Mientras más pronto termines, máspronto podemos escapar”.

Akira levantó una ceja y luego cogiósu cuchillo y tenedor. Lucas, Max y

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Grace parecían decididos a aprendertodo lo que pudieran acerca defantasmas, mientras que Zane y Natalyahabían estado mayormente en silencio.Pero si Zane estaba ofreciendo una víade escape…

“No antes de que decidamos quéhacer” dijo Grace. “Necesitamos unplan, un acercamiento estratégico a lasituación”.

“¿Qué clase de plan?” preguntóNatalya.

“Esta no es otra acción en tu lista dequehaceres, Grace”. Lucas apartó suplato y le hizo un gesto a la mesera para

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que le sirviera más café.“Les he estado diciendo durante

años que su madre aún continuabaestando aquí” dijo Max. “Tal vez sólo leguste estar con nosotros”.

La boca de Akira se torció. Seguro,eso podía ser cierto en el caso dealgunos fantasmas. Pero no para el queestaba habitando esa casa.

“Si Mamá está todavía aquí, tieneque haber una razón para ello” protestóGrace. “Algo que ella necesita. Oquiere. ¿Cierto?” Miró a Akira de formainquisitiva.

Los ojos de Akira se desviaron

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hacia la mesera, luego se encogió dehombros y suspiró. Todos en este puebloestaban locos, de todas maneras.¿Importaba lo que pensaran de ella? “Unfantasma como el que está en su casa notiene consciencia” respondió. “No comonosotros lo entendemos, en todo caso.No hay forma de hablarle o comunicarsecon él. Si fuera humano, sería como, nosé, como alguien intoxicado con una muymala droga, sufriendo alucinaciones, enestado psicótico, algo así”.

Lucas estaba frunciendo el ceño,Max sacudía la cabeza y Grace estababuscando otro libro.

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“Si Akira está en lo correcto, elfantasma de Mamá es peligroso” señalóLucas. Su tono era sombrío. De todoslos Latimer, él era quien parecía mástriste.

“De cualquier modo, necesitamosayudarla a continuar hacia el más allá.Eso es obvio” Grace era organizada,decidida, práctica en su forma depensar.

Natalya estaba sentada en silencio,pensativa o dudosa, Akira no estabasegura de cuál de las dos, aunque tal vezsentía algo de ambas.

Y Zane era el más silencioso de

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todos. Había saludado a Akira, habíasido amistoso con la mesera y luegohabía quedado en silencio hasta que ledijo a Akira que comiera. Ella no teníaidea de qué estaría pensando. Lo miró.Él la estaba mirando, los ojos fijos.

Hmm.Ella reconoció la mirada, y no tenía

nada que ver con fantasmas.Mordió un pedazo de gofre con

cuidado, y masticó lentamente, mientraspensaba. Grace y Lucas estabandiscutiendo –no con malicia, sino conuna amistosa obstinación fraternal-acerca de lo que podría significar tener

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un fantasma en su casa.Akira no tenía ninguna duda de que

el fantasma era peligroso. Ninguna. Suestrategia normal sería la de noinvolucrarse, mantenerse lo más alejadaposible. Pero los eventos del díaanterior le habían mostrado que enrealidad no sabía todo lo que había quesaber acerca de fantasmas. No es quealguna vez hubiera creído saberlo todo,pero había estado conforme con supropio nivel de ignorancia. Pero esapuerta o pasaje o lo que fuera que elpequeño niño había encontrado –eso eraun misterio para ella.

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Y podría ser interesante ver qué eslo que Grace, con todos los recursos deGeneral Directions tras ella, podíaaprender de fantasmas.

Akira mordió otro pedazo de gofre,y delicadamente lamió una gota de mielde sus labios. Su mirada se dirigió haciaZane. Sí, él estaba observando su boca.Cuando la vio mirándolo, ella sonrió.¿El brillo que sentía? Tampoco teníanada que ver con fantasmas.

“¿Has tenido suficiente, cierto?”preguntó él.

Ella asintió, bajando los cubiertos.“Gracias a Dios”. Fue a medias un

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murmullo, a medias un gruñido, mientrasse ponía de pie abruptamente, tomándolela mano. Ella dejó que la levantara,tratando de no reír.

“Esperen” ordenó Grace, alzandouna mano para detenerlos.

“Nop” contestó Zane, alejándose dela mesa. “Ve a contratar a algunoscazadores de fantasmas o lo que sea.Nosotros tenemos planes”.

“No sé cómo hacer que un fantasmase vaya” le dijo Akira a Grace,resistiendo el tirón de Zane a su mano.“Nunca he tenido suerte en enviarlos almás allá, ni siquiera a aquellos con los

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que he podido comunicarme. Pero sipuedo responder a tus preguntas, loharé”.

“Mañana” interrumpió Zane. “Ellava a responder tus preguntas, mañana”.

“Un momento”. Esta vez era Lucas.“Yo aún quiero –necesito- hablar conDillon”.

Zane hizo una pausa. Suspiró. Miró aAkira y ella pudo ver con cuánta fuerzaél quería negarse.

Ella sólo sonrió.“Te diré qué haremos” le contestó a

Lucas. “Nosotros vamos a estar en micasa durante un rato. ¿Hasta, digamos, el

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mediodía? Voy a dejar el coche abierto,tú puedes ir y hablarle a Dillon y antesde que vayamos a practicar kayak, yopuedo venir y decirte qué es lo queDillon tiene que decir”. Ella miró devuelta a Zane y mantuvo sus ojos fijos enlos de él, mientras le decía, con toda lainocencia de que era capaz “Estoysegura de que podemos pensar en algoque hacer en mi casa durante un par dehoras”.

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A

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kira y Zane practicaron kayak.Después de un tiempo.Akira no vio un caimán en su primer

paseo, pero sí en el siguiente, tres

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semanas más tarde.Grace investigó acerca de fantasmas.

O más bien Grace contrató a unainvestigadora, quien pasaba díasleyendo atentamente libros sobrehistorias de fantasmas y escribíainformes concisos sobre todo lo quehabía aprendido para Grace al final decada semana.

Grace le llevaba los informes aAkira y los repasaban juntas línea porlínea, Akira subrayando cualquier trozode información que encajara con susexperiencias, tachando los que no lohacían y dibujando signos de

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interrogación al lado de la informaciónambigua. Los signos de interrogaciónsiempre eran los más numerosos.

Akira y Zane jugaban pool. Y Halo.También Skyrim, Mario Kart,Asteroides, La Leyenda de Zelda eincluso algo de Ms. Pac Man.

Grace había contratado un equipo deinvestigadores paranormales parainvestigar la casa. Estaban encantadoscon las lecturas de energía yentusiasmados con las grabaciones depsicofonías que habían obtenido, perosus sugerencias a Grace de que deberíadecirle con firmeza al fantasma que se

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fuera, fueron acogidas con educadaburla por parte de Akira.

“¿Era tu madre la clase de personaque habría respondido bien a eso?”preguntó. “Quiero decir, incluso antes deconvertirse en un fantasma psicótico”.

Zane resopló, Grace suspiró.Akira y Zane iban a la playa.

Salpicaban agua, nadaban el losmanantiales y flotaban en la piscina delpatio trasero de Akira, la que inclusoAkira podía cruzar en tres brazadas.

Grace entrevistaba médiums.De los tres que había encontrado,

dos eran lo suficientemente sensibles

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como para saber cuándo Dillon andabapor ahí. Akira estaba impresionada.Desafortunadamente, ninguno podíacomunicarse con él, incluso con toda laparafernalia de una sesión espiritistaque se había llevado a cabo en una delas oficinas de GD.

“Nunca entendí esa cosa de lassesiones espiritistas” reflexionó Akiradesde la oficina contigua. No habíaforma de que se prestara para unaposesión fantasmal, pero había accedidoa quedarse lo suficientemente cercacomo para que Dillon pudiera asistir yella pudiera hablar con él. “¿Qué

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diferencia hace encender unas cuantasvelas?”

“¿Qué se supone que tengo quehacer?” preguntó Dillon. “No veo laguía espiritual que se supone quedebería estar hablándome. ¿La ves tú?”

“Nop”. Akira se encogió dehombros. “¿Tal vez debería tratar degolpear madera o algo así? Dime cuandoestés listo para terminar” añadió,mientras abría su Kindle. Al menospodía leer un buen libro mientrasesperaba.

Akira y Zane fueron A Disneyworld.Akira gritó en la Montaña Rusa

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Espacial, se mojó en la Montaña RusaSplash y le disparó a más alienígenasque Zane en la atracción de BuzzLightyear. Pasaron la noche en el hotelpor cuyo interior pasaba el monorriel yobservaron los fuegos artificiales desdeel restaurante en la azotea.

Grace buscó un sacerdote queestuviera dispuesto a realizar unexorcismo. Pero, aparentemente, laiglesia moderna requería el permiso deun obispo para realizar los ritos deexorcismo, y los obispos preferían noinvolucrarse con rumores de fantasmas,especialmente fantasmas que no eran

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católicos. Akira se había sentidoaliviada: sus memorias eran difusaspero tenía la vaga sensación de que losexorcismos presentaban más riesgos quebeneficios

En la medida que la primavera dabapaso al verano, a Akira le entusiasmabacada vez menos realizar cualquieractividad al aire libre. Ella había sabidoque Florida iba a ser calurosa, pero nohabía esperado que el calor de allí fueratan distinto al calor de California.

“Es como vivir en un sauna” dijoella, mirando girar el ventilador queestaba sobre su cama. Había tanta

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humedad que casi podía ver las aspascortando el aire denso.

“Deberías dejar que te consiguieraun nuevo aire acondicionado” murmuróZane. “El que tienes es una porquería”.Estaba tumbado sobre su estómago allado de ella.

“Es una casa rentada. El dueño esquien tiene que comprar un nuevo aireacondicionado. Además, no quiero unonuevo”.

Él giró la cabeza, abriendo los ojosperezosamente. “¿Qué es lo quequieres?”

Los ojos de Akira brillaron

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traviesamente al contestar sin mirarlo“Adivina”. A ella le encantaba esejuego, en gran parte porque él era muybueno en eso. Estaba segura de que lafísica cuántica podría explicar de algúnmodo su don, pero aún se sentía casicomo si fuera magia cuando lo utilizabaen ella.

Él se estiró para tocar su mano y ellala retiró rápidamente. “Sin tocar” dijoella riendo. “Tienes que adivinar sintocarme”.

“Hmm”. Él cerró los ojos apretandolos párpados con fuerza e hizo la mímicade estar pensando con ganas. “Nop, ni

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idea”, dijo, mientras rodaba sobre símismo, arrastrándola hasta que ellaquedó bajo él, sus piernas enredadas, sumano acariciando el costado de ella.

Ella se dejó capturar, elevando suslabios hacia él, abriendo la bocamientras él la besaba y la probaba,prolongando un beso largo, lento,lánguido, antes de que él se separara,echando atrás la cabeza y diciendo en untono casi sorprendido “¿Helado delimón italiano? ¿De Jeremiah’s? ¿Paradesayunar?”

“Mmm” murmuró ella enasentimiento, batiendo las pestañas. Se

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sentía tan bien junto a él, pero hacíatantísimo calor. “¿No sabría fantástico?¿Frío, ácido y perfecto?”

“Sería bueno” asintió él, sentándosey buscando su ropa.

“No quise decir que teníamos que irahora” protestó Akira. ¿Cuál era laprisa?

“Nosotros no vamos”. Cogió suspantaloncillos. “Yo voy. Tú te quedasahí. Justo ahí. Exactamente así”.

“¿Oh?” Akira sonrió y se estiró,encantada con la forma en que sus ojossiguieron su movimiento.

“La única cosa que es mejor que el

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helado de limón italiano en un díademasiado caluroso” murmuró él,inclinándose sobre ella para un últimobeso, “es helado de limón italiano en lacama”

“Voy a quedar toda pegajosa” objetóAkira, pero no muy en serio. Ya seestaba imaginando su astuta lengualimpiando gotas accidentales-a-propósito.

“Exacto”.Akira se rió mientras Zane cogía sus

llaves y su billetera de la mesilla denoche. Era tan divertido. Tenía susmomentos serios, por supuesto –habían

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tenido unas cuantas conversacionesprofundas tarde en la noche, a pesar deque habían ciertos temas, como elfantasma de su madre, que ambosevitaban- pero ella nunca habíaconocido que disfrutara la vida como él.Jugar con él durante esos últimos meseshabía sido fantástico, la mejor época desu vida.

“Espera, llévate a Dillon” dijo ellamientras él ya se iba. “Ha estadoquejándose de que nos estamosvolviendo aburridos”.

“Okey” dijo él en tono agradable,volviéndose y recogiendo las llaves de

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ella de la cómoda. “Vuelvo enseguida”.Mientras se dirigía a la puerta, leescuchó llamar “Hey, Dillon. Minipaseo, amigo”.

Akira sacudió la cabeza, todavíasonriendo. Él era tan tolerante. Debíaser a causa de haber crecido en esafamilia: si tu hermano mayor podía leertu mente y tu hermana mayor podíapredecir tu futuro, tal vez te volvíasimperturbable a temprana edad. Zane lehablaba a Dillon como si fuera unapresencia física, aunque una que nopodía responderle y a Dillon leencantaba la compañía y la

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conversación.Ella se volvió hacia su lado de la

cama y miró el reloj. Jeremiah´s estabaen la carretera, al menos a veinteminutos. Y Zane quería que lo esperarajusto ahí, pero ella no iba a pasarsecuarenta minutos en la cama mirando elventilador. Pondría una carga de roparápidamente en la lavadora, decidió, ytal vez prepararía un poco de té helado.

Con la lavadora ya en marcha, pusoa hervir la tetera, tarareandosuavemente.

“Vaya, ese es un sonido alegre” dijoHenry desde su asiento en la mesa. “Es

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un buen día, ¿no es cierto?”“Sí que lo es” asintió Akira,

volviéndose para mirarlo y apoyándoseen la mesada mientras esperaba por elagua. Le encantaba conversar con Henry.Él era una presencia amable, siempreagradable, siempre cálido.

Pero su sonrisa se desvaneciómientras lo miraba, realmente lo miraba.¿Era la luz? Miró hacia la ventana, a laluz del sol que entraba por ahí. Ellageneralmente estaba en GeneralDirections durante el día y Zane era unmadrugador fastidioso: generalmente yaestaban fuera de la casa a esa hora. Pero

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ella nunca había notado que la luzhiciera alguna diferencia en la forma enque percibía a los otros fantasmas.

“¿Algo anda mal?” preguntó Henry,notando su expresión y luciendo ahora élpreocupado.

“No. No.” Akira sacudió la cabeza,y se volvió nuevamente hacia el té. Perosus manos se movían con torpezamientras ponía las hojas en el colador.

Podía ver a través de Henry. Nomucho, solo un poquito. Pero él estabadefinitivamente transparente.

Y nunca antes había sidotransparente.

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Fuera de la ventana de la cocina,podía ver a los chicos, débiles y casitransparentes, corriendo sobre la piscinacomo si ésta no existiera, jugando en elcalor como si fuera primavera en lugarde la mitad del verano.

Eran difuminados. Sólo memorias delas personas que una vez habían sido.

Miró por sobre su hombro. Henryhabía vuelto a su periódico, el diariofantasmal que leía una y otra vez. Y sí,ella definitivamente podía ver a travésde él hasta la pared que estaba al otrolado.

Eso significaba que Henry… Henry

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también era un difuminado.Con el té ya listo y vertido sobre el

hielo, Akira tomó el vaso y se deslizó enel asiento frente a Henry.

HABÍA ESTADO PENSANDO MUCHO mientrasel té infusionaba. Odiaba interrogar alos fantasmas. Era imposible saber quépodría enojarlos, qué frase casualpodría convertir un encuentro pacíficoen un pesadilla.

Cuando su padre estaba vivo, seponía furioso si la encontraba hablandocon un fantasma. En lo que a él

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concernía, ella estaría mucho más asalvo si ni siquiera reconocía suexistencia, y la había castigadoseveramente, tratando de hacerlecomprender esa lección. Pero vivir deesa manera había probado ser imposiblepara Akira. Y ahora, ella conocía aHenry. O al menos así lo creía.

“¿Algo interesante en las noticias?”preguntó con voz casual.

“Oh, lo mismo de siempre”respondió él, doblando su periódico yponiéndoselo bajo el brazo. “¿Suficientecalor para ti hoy?”

Akira no respondió. Estaba

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frunciendo el ceño con la vista fija en elvaso, tratando de decidir la mejor formade tocar el tema. “¿Te molestaría si tehago algunas preguntas, Henry?” Tal vezsi tuviera su permiso, era menosprobable que se molestara.

“Eh, no. Adelante”. Sonabasorprendido, y ella comprendía el porqué. Habían compartido la mesa durantemeses. Meses en los que habían habladodel clima, del jardín, de la comida queella prefería, de sus planes del día, peroni una sola vez acerca de algo personal.

“¿Recuerdas cómo falleciste?”“Por supuesto”. Su respuesta fue

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concisa y práctica. Se reclinó en susilla, poniendo el periódico dobladosobre sus rodillas. “Fue el cáncer”.

“¿Cáncer? Pero-”. Las cejas deAkira se alzaron con sorpresa.

“Estuve enfermo durante un buentiempo. Di la pelea por unos buenosaños. Pero al final –eh, creo que mecansé. Estaba listo para dejarme ir”.

Akira frunció el ceño. La mayorparte de los fantasmas habían muertorápido. Inesperadamente. A menudo conviolencia. Akira no sabía si alguna vezhabía conocido a alguno que hubieraanticipado su muerte antes.

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“Ya no era un hombre joven. No fueuna tragedia”. Henry estiró una mano,como si fuera a darle unas palmaditas enla mano para consolarla, pero la retiróantes de que pudiera traspasarcrepitando la piel de ella.

Akira tomó un sorbo de su té. Dejóel vaso sobre la mesa, precisamenteencima del círculo de humedad que yahabía formado en la superficie, y luegolo hizo rotar entre sus dedos.

“¿Qué más te gustaría saber?”preguntó Henry, dándole pie.

“¿Cómo terminaste aquí?” preguntóAkira. Hizo un gesto señalando a su

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alrededor, indicando la desgastadacocina. “Aquí, quiero decir. Rose dijouna vez que tú nunca viviste en la casa,pero debe haber sido importante parati”.

“¿Este lugar?” Henry también miróla habitación. “No lo creo. Porque norecuerdo que alguna vez haya estadodentro de la casa de los Harris antes demorir”.

Akira parpadeó. Eso no tenía ningúnsentido. Los fantasmas que estabanatados a algún lugar siempre estabanatados a un lugar que era importantepara ellos. Dillon era el único que ella

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había conocido que estuviera atado a unautomóvil, pero había encontrado amuchos fantasmas que estaban atados allugar donde habían muerto.

“¿Pero entonces, por qué estásaquí?”

“Estaba buscando a Rose” respondióHenry. Cogió el periódico de su regazo,y lo desdobló, abriéndolo y pasando laspáginas.

Akira esperó, mientras Henryencontraba lo que andaba buscando.Alisando el periódico, lo volvió adoblar, esta vez con un artículo de unade las páginas traseras prominentemente

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expuesto, y lo giró, sosteniéndolo demodo que ella pudiera leerlo.

Akira miró la fecha en la partesuperior primero. 17 de octubre de1957. Sus ojos revisaron la página hastaque llegaron a un pequeño artículo queHenry estaba apuntando con un dedo.Rose Amelia Harris, en letrasdestacadas, estaba seguido de “19 añosde edad, falleció después de un breveenfermedad, el día 12 de octubre. Lasobreviven…” pero Akira dejó de leer.Levantó la vista hacia Henry.

“¿Tu periódico es acerca de Rose?”“Del día de su obituario, sí”. Henry

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asintió, y recuperó el periódico. Miró elartículo, siguiéndolo con el dedo.“Nunca supe que le sucedió. Su familiano hablaba sobre eso. Con nadie. Sumadre se recluyó casi completamentedespués. Y su hermana pequeña –bueno,Daisy se fue de Tassamara tan prontocomo pudo escapar y nunca volvió. Niuna sola vez”.

“Pero Henry, eso sucedió hacedécadas” protestó Akira.

“Nunca la olvidé” dijo Henry. “Oh,seguí adelante. Me casé. Tuve dosBuenos hijos. Pero rose fue mi primeramor”.

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“Y entonces cuando falleciste…” loinstó Akira.

“Justo después es un poco borroso”reflexionó Henry. “Había una luz”.

Akira abrió mucho los ojos. “¿Unaluz blanca?”

“No, no. No sé si la describiríacomo blanca. No”. Henry frunció elceño, luciendo pensativo. “Bueno, talvez. Era más como estar dentro de unanube. Pero no una nube real, no comouna niebla, y no fría ni húmeda. No, eracomo… bueno, es difícil de describir.No puedo describirlo porque no tengopalabras para hacerle justicia”.

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Ningún fantasma le había dichoalguna vez a Akira algo como la historiaque Henry le estaba relatando. ¿Era esolo que le ocurría a las personas que nose convertían en fantasmas?

“Era un lugar bastante agradable,pero yo estaba buscando a Rose. Yopensé mucho en ella al final. Siempreme pregunté, siempre quise saber. Habíaestado esperando verla. Pero no podíaencontrarla. Y entonces, me encontréaquí. Y aquí estaba Rose”. Henry sonrió.“No fue exactamente como me habíaimaginado que sería encontrarla otravez”. Se palmeó la panza con

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remordimiento. “Si hubiera sabido, talvez habría tratado de perder algo depeso hacia el final”.

Akira sonrió pero supo que laexpresión no alcanzó a llegar a sus ojos.Henry debió haberlo notado también,porque ladeó la cabeza y preguntó,“¿Por qué querías saberlo?”

Akira tomó aire. “Estásdesapareciendo”.

Él sacudió la cabeza, levemente,como para decir que no lo comprendía.

“Te estás volviendo como loschicos”. Ella gesticuló hacia el patiotrasero. “Estás palideciendo, haciéndote

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más transparente. Estás desapareciendo,Henry”.

“Ah”. Él asintió, los ojos puestos enla ventana. “Ya veo”. La miró de vuelta.“Existen destinos peores, supongo”.

“Henry” preguntó Akira con un pocode desesperación. “¿Hay alguna puerta?¿O un pasaje? ¿Algún lugar dondedeberías ir? ¿Una forma de volver a esanube? Porque creo que si te desvaneces,significa… Creo que significa que teirás para siempre”. Poner el miedo enpalabras por primera vez fue casi unalivio.

Antes de Daniel, ella había aceptado

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la idea de que los fantasmas eranenergía. Energía sobrante. Se veía a símisma como una científica pragmática:no creía en la vida después de la muerte,sólo en que algunas personas, quizás conalgún tipo de cualidad única de losimpulsos eléctricos de sus cuerpos,experimentaban una transformacióntemporal.

Pero Daniel y su padre se habían idoa algún lugar, estaba segura de eso. Yeso significaba que había algún lugardónde ir. Algún lugar donde Henrydebería ir, antes de que se difuminaraaún más.

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“Oh sí” dijo Henry de inmediato.“¿Sí?” A pesar de que era la

respuesta que esperaba, Akira estabasorprendida.

“No es realmente una puerta” dijoHenry. “Es más como una abertura. Casicomo un agujero”.

“¿Cómo un túnel?” preguntó Akira.“Oh, podría ser”. Henry parecía

estar mirando algo por sobre el hombrode Akira y ella no pudo evitar volversea ver qué era. No vio nada. Se volvióotra vez hacia Henry mientras él seencogía de hombros. “No creo que lollamaría un túnel, exactamente. Más

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como… un lugar. Una entrada”.“¿Una compuerta?” preguntó Akira,

su curiosidad venciéndola.Henry alzó las cejas. “No creo que

sea una nave espacial” dijo. “No es algosacado de una de esos programas que aRose le gusta ver en televisión”.

“¿Cómo Misterio en el Espacio?”“Ese es el programa” suspiró Henry.

“Nunca pensé que esas películas fuerantan buenas la primera vez que las vi.Realmente no sé por qué Rose necesitaverlas otra vez”.

Akira tuvo que sonreír, mientrasHenry sacudía su periódico como si

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fuera a comenzar a leer otra vez. “PeroHenry” dijo ella rápidamente. “Si hayuna puerta ¿Por qué no la cruzas? Debeser mejor eso que simplementedesaparecer”.

“No sin Rose”. Henry pasó unapágina del diario.

“Pero Henry-” comenzó a protestarAkira. ¿Acaso no lo entendía?

“No sin Rose”. La respuesta deHenry era firme. “No voy a dejarla. Nootra vez”.

Akira frunció el ceño, luego selevantó y caminó hasta el pie de laescalera. “¡Rose!” llamó hacia el piso

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superior. Rose estaría viendo televisión,por supuesto, pero nunca le importabaser interrumpida. “¿Podrías bajar hastaaquí, por favor?”

Volvió a la mesa y se sentó denuevo. El periódico de Henry estabadesplegado, ocultándole el rostro yAkira lo atravesó con la manoimpacientemente, estremeciéndosecuando la energía cosquilleó en su piel.No podía mover el periódico, de laforma en que lo haría si fuera unelemento físico, pero él podría ver sumano. “No puedes esconderte” le dijo.“Vamos a hablar sobre esto”.

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“¿Sí, Akira? ¿Qué sucede?” Roseapareció en la habitación. “¿Vas a decirque sí? ¿Por favor? ¿Por favorcito?”

Akira suspiró aun cuando estabasonriendo. “Ya te lo he dicho Rose, noconozco a tantas personas aquí comopara organizar una fiesta”.

“Sólo una pequeña” sugirió Rose.“Una pequeña cena. Podría prepararpollo frito. La receta de mi mama esrealmente Buena. Yo te la puedoenseñar”.

Akira sacudió la cabeza. “Lopensaré”, prometió, tal como lo hacíacada vez que Rose sacaba a colación el

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tema. “Pero ahora tenemos un problemamayor, y necesito tu ayuda”.

“Ooh, ¿y yo puedo ayudarte?” Rosesonaba sorprendida pero complacida.“¿Qué puedo hacer?”

“Debes decirle a Henry que estiempo de seguir adelante”. Akiraatravesó la mano por el periódico deHenry una vez más. “Baja el periódico,Henry”.

La sonrisa de Rose se habíadesvanecido. Estaba de pie en el centrode la cocina, mirando con inseguridad ala mesa donde ellos estaban sentados.“¿Qué quieres decir?”

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“Henry se está desvaneciendo”, ledijo Akira, aun mirando a Henry. Élestaba ignorándola. “Pero él dice quepuede ver un camino que lleva a otrolugar. Debes decirle que se vaya”.

“¡Pero yo no quiero que se vaya!”protestó rose, plantando las manos ensus caderas y mirando furiosamente aAkira.

La habitación se tornó abruptamentefría, como si una brisa hubiera entrado.Oh, diablos. Akira había estado tanconcentrada en Henry que no habíapensado en la reacción de Rose. Tomóuna cuidadosa bocanada de aire.

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“Henry”, dijo ella cautelosamente.“¿Podrías explicarle a Rose, porfavor?”

Tal vez Henry podía oír la nota detemor en su voz, porque lanzó un suspirofantasmal y bajó su periódico.Levantándose, cruzó hacia Rose y dijoamablemente, “Vamos, Rose. No temolestes. No voy a dejarte”. Fue a ponerun brazo consolador alrededor de ella,pero pasó a través de Rose. Ella sesorprendió mientras él sacudía la cabezay decía, “Ah, cierto. Lo habíaolvidado”.

“¿Henry?” Rose alargó una mano

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para tocar el rostro de él, pero éstacontinuó su movimiento como si él noestuviera ahí. Ella se dio vueltarápidamente para enfrentar a Akira, yestalló “¿Qué le hiciste?”

Maldición. Akira tiritó. Rose estabaabsorbiendo tanta energía que lahabitación se estaba enfriando. La brisase había convertido en un frío vientoinvernal. Akira midió con los ojos ladistancia hacia la puerta. Tendría quepasar directamente a través de Rosepara llegar hasta allá. En lugar de eso,empujó su silla hacia atrás, un poco máscerca de la pared.

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“Calla Rose”, intervino Henry. “Ellano he hecho nada. Ya hace tiempo queestoy así. Es sólo que no lo hasnotado.”.

“Yo- ¿yo no me di cuenta?”. La vozde Rose era trágica, sus ojos azulesestaban muy abiertos. “¿No me fijé enti? Oh, Henry”. Sus labios temblaron,como si fuera una niña al borde de laslágrimas.

“Nada de eso, ahora” Henryesgrimió un dedo firme hacia ella. “Nome importa mucho. Siento no podertocarte, pero no es tan malo”.

“Esté desapareciendo” dijo Akira en

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voz baja. No quería atraer la atención deRose, pero ella necesitaba saber. “Comolos chicos en el patio trasero”.

“¿Los chicos?” Rose miró hacia lapuerta. “Pero ellos ya nunca entran.Solían ser tan divertidos, pero ahora –nunca hablan, nuca contestan siquiera”.Volvió a mirar a Henry. “¿Tú tambiénserás así?”

Él se encogió de hombros. “Podríaser. No puedo decir que lo sepa, amor”.Moviéndose lentamente, volvió a lamesa, con el periódico de nuevo en lamano.

Rose lo observó, y luego,

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sumisamente, preguntó a Akira, “¿Quépuedo hacer?”

“Él tiene una forma de irse a algúnlugar. Una puerta. Debes convencerlo deque la cruce”.

“¿Esa cosa?” Rose puso mala cara.“¿Tú también la ves?” preguntó

Akira sorprendida. “¿Por qué no lausas?”

“Pfft”. Rose hizo un gestodescartando la sugerencia. “Ha estadoaquí desde que Henry llegó, pero yo novoy a cruzar. Sé lo que hay ahí. No,muchas gracias”. Pero entonces hizo unapausa y se mordió el labio. “Pero tú

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deberías ir, Henry” dijo elladeslizándose en un asiento en la mesa,mientras Akira rápidamente se alejabaun poco más. “Para ti es diferente”.

“No sin ti, cariño”, dijo él, abriendosu periódico.

“Eso es una tontería” le dijo Rose.“Porque, Henry, al otro lado de la puertapara ti está el Cielo. San Pedro, laspuertas de madreperla, calles de oro”.

“Perlas” dijo Henry pensativamente.Miró a Akira. “Así es como era la luz.Ese color dentro de las conchas marinas,parecido al blanco pero con muchoscolores al mismo tiempo”.

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Akira trató de imaginarlo, peroimaginarse a sí misma dentro de unaconcha no era fácil. Quería formular máspreguntas -¿Era algo duro y brillante? Élhabía dicho que era como una nubeanteriormente. ¿Cómo podía una conchaser nubosa? Pero eso no era tanimportante como lo que le estabasucediendo a Henry. “Estás cambiandoel tema, Henry. Necesitas seguiradelante. De lo contrario, vas adesaparecer. De una forma u otra, tehabrás ido”.

“No voy a irme sin Rose” repitió éltercamente, sin mirar a ninguna de las

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dos.“El Cielo, Henry” le dijo rose otra

vez. “Dicha eterna. Es mucho mejor quedifuminarse en la nada”.

“Ya hemos hablado de esto antes,Rose. Cuando recién fallecí. Me iré si túvienes conmigo. Si no, esperaré justoaquí hasta que estés lista”.

Durante los minutos siguientes, Rosey Henry discutieron. O más bien Rosetrató de discutir y Henry continuórepitiéndose con paciencia. Finalmente,Rose pareció darse por vencida. Lalinda fantasma estaba frunciendo elceño, con cara de preocupación, pero no

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parecía tener nada más que decir. Lostres continuaron sentados en silencio.

Akira le dio unas vueltas al vasoentre sus manos unas cuantas veces,estudiándolo pensativamente, antes dedecir finalmente, con el tono de voz másamable del que era capaz, “¿Rose? Sipiensas que al otro lado de la puerta estáel Cielo, ¿por qué no quieres ir allá?”

“No sería el Cielo para mi” dijoRose con voz plana. “Los pecadoresarden en un pozo de fuego”.

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kira ya no sabía en qué creía. Lospozos ardientes le sonabaninverosímiles, pero en todo caso, losfantasmas también se lo habían

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parecido. Aun así, el castigo eternoparecía terriblemente extremo paracualquier cosa que Rose hubiera hecho oquerido hacer.

Henry debía haber sentido lo mismo,porque ni siquiera hizo una pausa antesde rechazar las palabras de Rose. “Diosno te condenaría, Rose. Nunca. No haynada que puedas haber hecho que suamor no sea capaz de perdonar”.

Ella lo miró, torció la boca y, por unmomento, pareció que se quedaría ensilencio. Y luego dijo, “Té de menta-poleo”.

Las palabras no significaban nada

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para Akira pero Henry parecía tomadopor sorpresa. “Oh”. Hizo una pausa,luego, con renuente curiosidad, preguntó“¿Quién?”.

“Tommy Shaw”.“¡Tommy!” Protestó Henry casi con

repulsión. “¡Puso una serpiente en tulonchera!”.

“Ya lo sé”, dijo Rose, cruzando losbrazos sobre su pecho y luciendo a ladefensiva. “Ni siquiera fue – Yo no – nofue – no tuvo nada que ver con él, enrealidad”.

“Bueno, entonces ¿Por qué?”. Henrysonaba perplejo, su rostro arrugado

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plegándose en líneas de preocupación.Rose suspiró, con un encogimiento

de hombro. “Estaba enojada con mispadres. Me habían dicho muchas cosascrueles acerca de nuestra relación, asíque pensé en darles una lección”.

“Tu papá lo habría obligado acasarse contigo”. Henry inclinó lacabeza, tratando de comprender.

“¡Y entonces habría estado casadacon Tommy Shaw!”. El rechazo de Roseante la sugerencia la hizo ponerse depie. “¿Por el resto de mi vida?”¡No,gracias!”. Se alejó caminando por lacocina, su falda revoloteando a su

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alrededor a causa de la fuerza de sumovimiento.

Akira la observó cuidadosamente.Aún no había un cambio de color, sólouna brisa fría en el aire, y Rose aúnparecía estar bajo control. Pero losfantasmas sensibles la ponían nerviosa.Miró a Henry. Estaba mirando a Rose,pero debía haber visto el movimiento desu cabeza, ya que se volvió a mirarla.Tal vez reconoció su ansiedad, porquecambió de tema, diciéndole a Rose “Lohice pagar por lo de la serpiente”.

Rose se volvió, y una sonrisa leiluminó la cara. “Sabía que habías sido

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tú. ¿Cómo lo hiciste?”“Conseguí que el conserje me dejara

entrar” respondió Henry. “El viejo Sr.Jackson, a él le dio igual. Pensó que eradivertido”.

“La Sra. Brown estaba tan enojada.Castigó a todos los chicos de la clase.Sabía que debía haber sido uno de ellos,pero nadie se hizo responsable”.

Henry le sonrió, y por un momento,Akira pudo ver al niño que había sido.“Me quedé bien callado después de eso.No quería que me dieran una golpiza pormeterlos en aguas turbias”. Luego,viendo la expresión confundida de

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Akira, añadió. “Tommy Shaw puso unaserpiente rayada en la lonchera de Roseen una ocasión. Debemos haber tenidotodos unos trece o catorce años deedad”.

“Trece”. Rose se estremeció. “Erami lonchera nueva de Hopalong Cassidy,y yo estaba muy orgullosa de ella,cuando la abrí y la serpiente se deslizóhacia afuera, grité”.

“Yo fui a los manantiales y atrapévarias serpientes marrones. Grandes, deun par de pies de largo. Inofensivas,pero fáciles de confundir con serpientesboca de algodón. Las puse en el

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escritorio de Tommy. Cuando lo abrió,podías escuchar sus gritos a mediacuadra de distancia”. Henry rió alrecordarlo.

Rose también sonrió. “Desearíahaber recordado esa serpiente cuandome invitó a salir. Lo habría pensado dosveces”.

Quedó en silencio.Akira cogió su vaso con fuerza. No

quería preguntar pero tenía que hacerlo.La existencia de Henry dependía de eso.“¿Té de menta-poleo?” preguntócautelosamente.

“Mis padres me habrían mandado

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lejos. Todos en el pueblo lo hubieransabido. La gente siempre terminasabiendo”. Las palabras de Rose eranmás tristes que acaloradas, y Akirainspiró hondo, dándose cuenta de quehabía estado reteniendo la respiración.Ahora comprendía para qué era el té ylo que Rose había hecho, y sintió unapunzada de compasión por la asustadaadolescente que Rose debió haber sido.

“No importa” dijo Henry. “Diospuede perdonar cualquier cosa”.

“Bueno, yo no pedí que meperdonara” respondió Rose con unasacudida de cabeza. “Fallecí antes de

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que pudiera hacerlo”.“Juan 1:9 dice ‘Si confesamos

nuestros pecados, él es fiel y justo paraperdonar nuestros pecados, y limpiarnosde toda maldad’” respondió Henry. “Nodice nada acerca de que tengas que estarviva o muerta cuando confieses”.

“‘Los muertos fueron juzgados deacuerdo a sus acciones’ Revelaciones”.Retrucó Rose. “Yo también iba a laescuela dominical todas las semanas,Henry Powell”.

Mientras los dos fantasmas discutíanacerca de la Biblia, Akira pensaba.Estaba convencida de que desaparecer

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era malo. Tal vez estuviera equivocada:tal vez difuminarse lentamente sólo erauna transformación gradual. Pero siHenry se volvía como los chicos delpatio trasero, repitiendo las mismasacciones en un círculo interminable, ellasentía que alguna parte esencial de loque él era se perdería para siempre. No,Rose necesitaba convencerlo deatravesar el agujero o la puerta o lo quefuera.

¿Pero, arder en un pozo de fuegoeterno? No sonaba bien. Ella podíaentender por qué Rose era reacia a hacerla prueba.

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Aun así, si la Biblia era una verdadliteral, ella ardería en el mismo pozo,por el pecado de comunicarse confantasmas. ¿Pero qué otra opción tenía?Si había un Dios y no quería que ellaviera fantasmas, no debería habercreado tantos de ellos. Pedirle quedejara de encontrarse con fantasmas eracomo pedirle que detuviera las mareas:ella no era tan poderosa. Pero, unmomento – si había un Dios ¿Acaso noera todopoderoso?

“No” interrumpió a los fantasmas,volviéndose hacia Rose. “No puedesestar en lo cierto, Rose. No irás al

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infierno. No tiene sentido”.“La Biblia no tiene que tener

sentido, sólo es” replicó Rose, mientrasHenry fruncía el ceño.

“No la Biblia”. Akira hizo un gestodescartando el tema. “Esta es la cosa: siDios hubiera querido que ardieses en unpozo de fuego, ya estarías ahí. Tienesuna gran cantidad de energía, pero nopuedes ser más poderosa que Dios,¿Cierto?”

Rose parecía dudosa, pero Henryasintió ansiosamente. “Es cierto” dijoél. “No existe ningún resquicio quepermita a las almas escapar de la

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condenación. Si estuvieras condenada,ya estarías en el Infierno”.

“Además” añadió Akira. “Si hacesque Henry atraviese la puerta, estarássalvando su alma, y Dios tiene quetomar eso en cuenta. Eso tiene quecontrarrestar cualquier mal que hayasecho mientras estuviste viva”.

Rose arrugó la frente, y cruzó devuelta hacia la mesa. De pie junto aellos, bajó la Mirada hacia Henry. “¿Nopuedes ir tú solo, Henry?” preguntó convoz quejumbrosa. “Me gusta estar aquí”.

Henry se puso de pie, intentandotomarle la mano, y luego suspiró cuando

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su mano la atravesó. “Rose, tuve quedejarte en vida. Un hubo nada quepudiera hacer para evitarlo. Pero te amédesde que era un niño pequeño, y no tevoy a dejar atrás ahora”.

Akira se mordió el labio. PobreHenry. Era tan dulce, tan sincero, y elpensar en que había amado a Rose todasu vida hacía que sus ojos escocierancomo si fuera a llorar. Rose debía darsecuenta de que no podía dejar que él seconsumiera.

“Está bien”, suspiró Rose. Miró porencima del hombro y alzó la barbilla.“Pero si termino ardiendo por toda la

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eternidad, voy a estar muy, muy enojadacontigo”. Tragó saliva con fuerza yAkira pudo ver que estaba reuniendocoraje. Y entonces, Rose se volvió, ycon un revoloteo de su falda colormelocotón, dio un paso y desapareció.

“Gracias, Akira”. Los ojos de Henrybrillaban y su espalda se enderezó comosi le hubieran quitado un enorme peso delos hombros. “Muchísimas gracias.Cuídate”. Se sacudió la ropa, y le diounos pequeños tirones como si quisieraverse más presentable, y luego éltambién dio un paso adelante ydesapareció.

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Guau. Akira se quedó sentada,atónita. Había una puerta. Y los espírituspodían atravesarla. Y ella acababa deayudar a unos fantasmas a avanzar haciaotro lugar. Era increíble.

Y entonces se dio cuenta de lo quehabía hecho, y su boca se abrió, y saltóponiéndose de pie, diciendo “Esperen,esperen. ¡Henry, vuelve! ¡Rose!”

Oh, mierda, pensó frenéticamente.¿Qué va a suceder con Dillon?

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illon sufría.Akira no podía culparlo.

La casa estaba más silenciosa, mássolitaria sin Rose y Henry. Akira

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extrañaba la presencia calmada deHenry en la cocina y el encanto vivaz deRose, y era mucho peor para Dillon. Loschicos del patio no eran compañía paranada, así que todo lo que tenía era aAkira.

Comenzó a pasar más y más tiempoen su coche.

“Grace te compró diez nuevosKindles, Dillon. ¿No quieres venir allaboratorio y tratar de freírlos?”preguntó Akira con desesperación un díamiserable a fines de agosto. Era la horade almuerzo y estaba sentada en elcoche, con el aire acondicionado a tope.

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El que había escogido ese cochehabía sido un idiota, pensócansadamente. Un coche negroestacionado al sol en Florida en agostoera un horno, e incluso con el aireacondicionado, ella se sentía como si seestuviera cocinando. Pero estaba aúnmás caluroso afuera, y ella estabapreocupada por Dillon. Sabía que podíaestirarse hasta alcanzar el laboratorio silo deseaba, pero no había querido hacerel esfuerzo por días.

Lo que realmente necesitaba, pensó,era un psicólogo para fantasmas.

“Tal vez más tarde” dijo Dillon

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desde el asiento trasero. “Pero túdeberías entrar. Hace demasiado calorpata ti”.

“Eso sí que es cierto” murmuróAkira, revisando los comandos del aireacondicionado por tercera vez. ¿Tal vezestuviera roto?

“Cuéntame otra vez cómo sucedió”.“Oh, Dillon”. Akira se volvió

parcialmente para enfrentarlo,inclinándose hacia atrás y dejandoreposar su cabeza contra el vidrio tibiode la ventanilla. Se sentía pegajosa acausa del calor. “Ya te lo he contado”.

“Cuando Henry murió no pudo

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encontrar a Rose” la conminó él.“Comienza por ahí”.

Akira suspiró. Al menos no queríaescuchar acerca de la puerta otra vez.Ella no había visto la puerta, por lo queno podía describirla, pero sentía comosi hubiera pasado horas tratando deexplicarle a Dillon. Y luego él habíapasado días tratando de mirar por sobreel hombro, debido a que ella le habíadescrito que Rose había mirado lapuerta de esa forma, como si estuvieraen algún lugar detrás de ella. Era casicomo si él esperara encontrarla justodetrás, donde no podía verla.

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“Henry estaba en un lugar que no erauna nube y no era como una niebla y noera una luz blanca o un arcoíris de luz”comenzó ella obedientemente, “pero separecía a algo como madreperla y él estaba tratando de encontrar a Rose. Nome dijo nada acerca del tiempo que pasóbuscándola o como era su búsqueda,sólo que no podía encontrarla. Y luegoestaba en la cocina de la casa”.

Maldición, pensó ella, mirando lacara de Dillon. Tal vez fuera ella la quenecesitaba un psicólogo. ¿Realmenteestaba deprimiéndose por preocuparsede un fantasma adolescente? Pero no

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podía evitarlo. Odiaba verlo tan triste. Yaún más, odiaba no saber cómoayudarlo.

“¿Crees que mi abuela estarábuscándome?” las palabras de Dilloneran casi casuales, pero sus ojos azulesestaban fijos en los de Akira. “¿Tal vezpor eso está aún aquí?”

¿Qué? Oh, diablos. Oh, no. ¿Era esolo que estaba pensando? Durante losúltimos meses, casi habían dejado dehablar acerca del fantasma en la casa delos Latimer. La investigadora de Graceaún continuaba trabajando, develandohistorias aún más oscuras, pero Grace

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no había entrevistado a ningún médiumen semanas. Akira estaba perfectamentecontenta de asumir una filosofía de noaparecer ni pensar en eso cuando setrataba de ese fantasma en particular.

“Incluso si así fuera” dijo Akira,tratando de elegir sus palabras concuidado. “No hay nada que podamoshacer” Dillon no parecía convencido yella suspiró. “Dillon, no hay forma deacercarse a un fantasma de ese tipo.Sería como entrar en un incendio. Laenergía te haría pedazos”.

“Pero tal vez si ella me viera, secalmaría” dijo Dillon con testarudez.

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“No funciona así” insistió Akira.“Los fantasmas que se han vuelto rojos,ya no están pensando. Sólo son energía”.

Tú dijiste que era como si estuvieranpsicóticos o alucinando. Puedes hablarcon personas que están alucinando”.

“No si te están atacando. La energíaes destructiva. No podrías llegar hastaella”.

“Dijiste ‘ella’. Tú también piensasque se trata de mi abuela”.

“¿Qué diferencia hay?” preguntóAkira.

“He estado pensando mucho en eso”respondió Dillon. “Quiero ir a verla”.

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“¿Qué? ¡No!”. La respuesta de Akirafue inmediata e instintiva. No habíaforma, absolutamente ninguna forma deque Dillon y ella se acercaran a esacasa.

Cinco minutos después, estabatemblando de frío. Lo único bueno dediscutir con un fantasma era quemientras más molesto estaba Dillon, másse enfriaba el coche.

“Bueno, no hay nada que puedashacer al respecto” dijo ella finalmente,sintiéndose explotada pero triunfantemientras sacaba su carta de triunfo. “Nopuedes llegar ahí sin el coche, y yo no

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voy a conducir hasta allá”.“Bien, iré caminando” respondió

Dillon. “Sé el camino”. Con un empujónindignado, se obligó a salir del coche ycomenzó a caminar.

Akira lo observó caminar por elestacionamiento, sintiéndosesuperiormente molesta con él.

Y luego molesta con aires desuperioridad y un poco culpable.

Y luego muy culpable y sólo un pocomolesta.

Después de todo, era su abuela. Y élhabía perdido a Rose y a Henry. Estabasolo. Y estar atado al coche no podía ser

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divertido. Tal vez ella debería haberencontrado una forma más amable dedecir que no. ¡Pero él era tan testarudo!

Con un leve ruido, la puerta delpasajero se abrió y Zane se deslizó alinterior del vehículo. “Es un díacaluroso para esto” dijo. “Dillon ¿nopuedes llegar hasta el laboratorio?¿Hacerle la vida un poco más fácil aAkira?”

Akira sacudió la cabeza. “No está enel coche”.

“¿Oh?” Zane la miró, la pregunta eraclara.

“Ha decidido que debe ir a visitar a

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tu madre” dijo ella con tristeza, mirandola espalda de Dillon mientras él cruzabael estacionamiento. Se preguntó qué tanlejos llegaría. Ella sabía que sería capazde alejarse unas cuantas cuadras delcoche: antes de que se fuera, él y Rosese habían divertido probando qué tanlejos podían llegar por la calle Millard.Había un pequeño parque al final de lacalle que habían estado tratando dealcanzar.

“¿Y eso, no va a ser difícil?”preguntó Zane.

“Imposible, me parece”. Akira sedejó caer un poco en el asiento,

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cerrando los ojos y apoyándose en elreposa cabezas. ¿Acaso Dillon tenía unimpulso suicida? ¿Podía un fantasmatener impulsos suicidas? Tal vez, si esque estaba tratando de destruirse. Sisólo hubiera hecho que Rose y Henryesperaran. Si sólo hubiera pensado enDillon, no solamente en Henry. ¿Cómopodía haber sido tan estúpida? Seamonestó a sí misma en silencio, no porvez primera.

Una mano cálida se cerró en torno ala suya y ella abrió los ojos,sobresaltada.

“Háblame”. Dijo Zane. “¿Qué está

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sucediendo?”Akira se mordió el labio inferior.

¿Cómo podía explicárselo?“Detente” dijo Zane. Se incline

hacia adelante, soltándole la mano ytomándola por la parte trasera delcuello. La empujó hacia él, suavementey ella se dejó ir, apoyándose en élmientras la besaba, sus labios y sulengua acariciando los de ella.

Sintió la tibieza surgir en sus venas,el estremecimiento de placerrecorriéndola. Ya habían pasado meses,pensó borrosamente, y aún era lo mismo–su tacto, su sabor, su olor, todo la hacía

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reaccionar, más y más todo el tiempo.Él se alejó y ella lo dejó ir

renuentemente. “Eres mejor que elXanax”.

Él rió. “Gracias. Creo.” Rozó suslabios con los de ella una vez más, yluego la instó. “Entonces, ¿Dillon?”

“Él tiene esta idea de que tal vez tumadre sea como Henry, de que ella estátratando de encontrarlo tal como Henrytrataba de encontrar a Rose”.

Zane parpadeó. “Huh”. Miró haciael estacionamiento pensativamente. “Esoen realidad tiene sentido. Y suena comoella”.

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“¿Suena como ella?” repitió Akira,sin estar segura de lo que quería decir.Ellos no habían hablado de su madre, nodesde esa primera noche. Ella habíaestado tan segura cuando él la dejó en lacasa de que todo había terminado entreellos, que el mantenerse alejada deltema había sido algo casi instintivo. Élestaba convencido de que su madrenunca le haría daño a nadie; ella estabaigualmente convencida de que había unfantasma peligroso en la casa. Parecíaun tema que era mejor evitar.

“Decidida” dijo él. “Ella era comoGrace con esteroides”.

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Akira no pudo evitar sonreír ante laimagen. Grace dirigía la compañía conun educado encanto sureño que nolograba ocultar la organizada eficienciade cada uno de sus movimientos. ¿Gracecon esteroides?

“¿Aterradora?” preguntó.“Sólo si estabas hacienda algo que a

ella no le gustara. Pero, bueno, sí. Hubouna vez en que –bueno, no esimportante”. Zane estaba sonriendo,como si fuera un buen recuerdo, perovolvió a la seriedad cuando continuó.“Definitivamente puedo imaginarlaquedándose para tratar de encontrar a

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Dillon”. Hizo una pausa, abrió la bocacomo si quisiera decir algo, luegovolvió a cerrarla.

Akira se mordió el labio.Maldición.Ella supo lo que él quería decir con

tanta seguridad como si fuera ella la quepudiera leer mentes. Daniel, Rob, Henryy Rose le habían demostrado que losfantasmas podían o tal vez debían ir aalgún otro lugar. Ella no sabía por quéDillon no podía encontrar el camino,pero si la madre de Zane se negaba apartir sin Dillon, entonces quizás…

“Ay. Demonios”. La voz que venía

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desde el asiento trasero sonabadisgustada. Akira se volvió y Dillon lamiró con furia. “Voy a llegar hasta allá”dijo desafiante.

“¿Acaba de bajar la temperatura?”preguntó Zane, sonaba sorprendidomientras alargaba la mano hacia el aireacondicionado.

“Dillon regresó y aún está furiosoconmigo” dijo Akira con tono de estarsólo relatando hechos. Dillon cruzó losbrazos sobre su pecho y se mostrómalhumorado mientras se dejaba caer enel asiento y miraba por la ventanilla.

Akira casi sonrió. Él probablemente

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se molestaría si le dijera que se veíaadorable cuando se enojaba, pero eracierto. Su cabello oscuro desordenado ysu mohín enfadado lo hacían parecer unchico mucho menor.

Y entonces su sonrisa se desvaneciócuando se dio cuenta de que no asustadaa causa de Dillon. Ni en lo más mínimo.Él estaba enojado con ella, y ella sabíaque eso lo hacía peligroso, pero aun asíno estaba asustada.

Porque lo quería. De alguna formaella había dejado que un chico fantasmade quince años que se preocupaba portodo pasara bajo todas sus defensas y

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entrara en su corazón.Y entonces su mirada se desvió

hacia su tío, quien la estaba mirandofijamente, sus ojos oscuros, con la frentelevemente arrugada, y se dio cuenta deque también a él lo quería.

Él no era quien ella se hubieraimaginado que iba a querer.

A él apenas le preocupaba laciencia. No era serio. No era intenso.No deseaba mantener profundas,filosóficas conversaciones acerca delsignificado de la vida y de cómofuncionaba el universo. Prefería verpartidos de béisbol, uno de los deportes

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más aburridos jamás inventados.Pero. Mesas de picnic y mesas de

pool. Hormigas de fuego y Kindles. Talvez no lo hiciera de forma obvia, pero élprestaba más atención, se fijaba más,que cualquier otra persona que ellahubiera conocido.

Y este fantasma –ella era su madre.¿Cómo sería, saber que tu madre estabaatrapada en tu casa, perdida en unvórtice fantasmal de desesperación?

Akira suspiró. Pensaba que estaba apunto de hacer una de las cosas másestúpidas que hubiera hecho en su vida.

Si su padre estuviera vivo, la

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mataría por eso.

“¿ESTÁS TRATANDO DE MATARME?” lapregunta de Zane era a medias retórica ya medias risueña. Ella siempre leganaba en el pool, pero hoy ni siquieraestaba simulando darle una oportunidad.

El sonido de las bolas chocandounas con otras, el suave zumbido aldeslizarse por el fieltro verde, el golpecuando entraban en las buchacas habíansido los únicos sonidos que seescuchaban en la oficina de Zane duranteal menos veinte minutos. La

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concentración de Akira era completa.Estaba apuntando sus tiros con el taco,sin molestarse en anunciarlos, mientrasdespejaba la mesa, ordenaba las bolas ydespejaba la mesa otra vez.

Era como si él no estuviera enrealidad ahí.

O ella no estuviera“¿Hmm?” respondió, inclinándose

sobre la mesa, calculando al ojo lasdistancias entre la bola blanca, la boladiez y la buchaca lateral. Y luego realizóotro tiro perfecto.

Zane volvió a poner su taco en elestante. No sabía qué estaría pasando

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por su cabeza, pero ella no estabajugando. El juego casual que él habíacomenzado para terminar la hora dealmuerzo se había convertido en otracosa para ella.

Volvió a su escritorio. Volvería atrabajar y la dejaría con lo suyo, tarde otemprano ella se liberaría de esepensamiento que la tenía atrapada y lecontaría lo que sucedía. Había visto esoantes. En esa oportunidad había sidojusto antes de que ella decidieraabandonar la sonoluminiscencia ycomenzar a investigar la energíaespiritual. Había sido una decisión

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difícil para ella, ya que a pesar de suinterés en la materia, era esencialmentela sentencia de muerte de su futuroacadémico.

Esta vez, él pensaba queprobablemente tendría algo que ver conDillon y su madre. Akira se habíaquedado en silencio en el coche, justodespués de que hubieran estadohablando de los dos fantasmas de sufamilia. Su silencio no fue una sorpresa:habían estado evitando hablar de sumadre durante meses.

Aceptar la existencia de losfantasmas no era un esfuerzo para Zane.

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Hasta esa horrible semana cuando seencontró abruptamente cara a cara con lafea realidad de la muerte, nunca habíapensado demasiado en lo que sucedíadespués, pero sus vagos conceptos delCielo o la reencarnación o incluso delfin de todo eran lo suficientementeflexibles como para acomodar la idea dela existencia de fantasmas.

¿Pero su madre como un espíritumalévolo, asesino? De ninguna manera.

Simplemente no.No era posible.Sin embargo, no había querido que

esa diferencia de opinión interfiriera

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con su interés en Akira. Ella lofascinaba. Al principio había pensadoque era por la novedad. Con su madrejaponesa y su crianza californiana, no seveía como las chicas con las que élhabía crecido.

Y luego pensó que era la sorpresa delo inesperado: ella tampoco actuabacomo las chicas con las que habíacrecido. Cuando tuviera ochenta años,aun recordaría el placer que habíaencontrado en la fricción al convertirenergía cinética en calor.

Pero ahora era más que cualquierade esas cosas. Ella se veía tan frágil,

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pero era capaz de adelantar su testarudabarbilla y defender sus puntos de vistacon vigor. Actuaba de forma tan seria yera muy trabajadora, pero era la mejorjugadora de pool que hubiera conocido,y preferiría tenerla en su equipo deHalo, que en el contrario. Y en lacama…

Okey, debería dejar de pensar enella mientras la miraba jugar pool, onunca terminaría su trabajo. Perosonreía mientras miraba su calendario.Con suerte, podría despejar su correo yellos podrían terminar el día mástemprano. Se le ocurrían cosas mucho

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mejores que hacer con su tiempo.“Muy bien” dijo ella abruptamente,

una hora después, enderezándose ygolpeando ligeramente un extremo de sutaco contra el suelo. “Lo haré”.

“¿Hacer qué?” preguntó él,mirándola por sobre su computadora.

“Visitar a tu madre” respondió ella,como si la pregunta le sorprendiera.

“¿De veras?” Zane se giró en susilla, enfrentándola. “Creí que le habíasdicho a Dillon que no”.

“Él no puede ir a verla solo. Esdemasiado peligroso”.

Zane se recostó en la silla.

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“¿Aneurismas? ¿Muerte por energíaespiritual? ¿Recuerdas esaconversación?”

“Por supuesto que la recuerdo”.Akira se encogió de hombros y desvió lamirada, como si algo al otro lado de laoficina se hubiera vuelto de pronto muyinteresante.

“dijiste que era peligroso para ti.¿Qué cambió?” preguntó Zane. Ella sehabía negado a acercarse a la casadurante meses. ¿Por qué ahora?

“Esa médium probablemente ya teníaun punto débil en alguna arteria. Laenergía elevó su presión sanguínea lo

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suficiente como para romperla, pero nola habría matado si el aneurisma nohubiera estado ya ahí” respondió Akira.

Zane frunció el ceño. Eso no parecíauna buena respuesta a su pregunta.

“¿Qué sucede si Dillon tiene razón?¿Qué sucede si ella está buscándolo?”dijo Akira.

Zane hizo una pausa. Era su madrede quien estaban hablando. No legustaba la idea de que estuvieraatrapada en su casa, sin podercomunicarse con nadie, desesperada eincluso violenta. Pero menos aún legustaba la idea de que Akira fuera a

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arriesgar su vida.“Tendré que entrar yo primero”

continuó Akira, luciendo pensativa. “Lacalmaré antes de que entre Dillon”.

“No estoy seguro acerca de esto”dijo Zane. “Tal vez deberíamos hablarcon Nat primero. Ver qué tiene ella quedecir”.

“Dillon tendrá que esperar en elcoche”. Akira estaba trazando un plan,decidiendo estrategias como si no lohubiera escuchado.

“Sí, no creo que sea Dillon quien mepreocupa” dijo Zane.

“Debería preocuparte” protestó

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Akira. “Dillon es tu sobrino”.“Y tu eres mi amante” le contestó

Zane, con exasperación en la voz. Noiba a dejar que ella lo distrajera. “Máspeligroso no significa que no seapeligroso. ¿Es riesgoso para ti?”

Akira parpadeó. Una vez. Dosveces. Luego se volvió y se ocupó deguardar el taco de pool.

“Además, Dillon ya está muerto”añadió Zane. Tan pronto como laspalabras salieron de su boca tuvo ganasde golpearse. Era cierto, por supuesto,pero no era lo que importaba. Habíaestado tratando de entablar una

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conversación alrededor de la palabracon “A” –esa palabra que nunca habíautilizado con ninguna otra mujer- durantesemanas y no había sido capaz delograrlo. Ahora había tenido laoportunidad perfecta y la habíaarruinado.

“Esa es la razón por la que es máspeligroso para él”. Akira se volvió, susmejillas levemente teñidas de rosa, losojos brillantes. “La energía lo haríapedazos”.

“Uh, ¿acaso un aneurisma no escomo un vaso sanguíneo hechopedazos?”

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Akira agitó la mano en un gestoambiguo. “Podemos discutirlo en elcoche”:

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H

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abía logrado rodear la pregunta.“¿Es peligroso para ti?” había

preguntado Zane.Sí, era peligroso para ella.

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Y a él no le iba a gustar lo que ellatenía que decirle ahora. Estabansentados en el coche, esta vez en elcamino de entrada a la casa de losLatimer. Era media-tarde, lo que enFlorida, en agosto, significaba que elcielo estaba cargado de nubes detormenta. En la luz grisácea, la casa seveía aún más peligrosa que antes, unamasa de energía que se agitaba.

Ella se humedeció los labios. “Muybien, así es como va a funcionar” le dijoa Dillon. Él estaba mirando por laventanilla hacia la casa, pero alescuchar sus palabras, volvió a sentarse.

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“No veo nada” dijo, con vozdecepcionada.

¿No veía nada? ¿Estaba ciego? Porun momento, se preguntó acerca de ladiferencia entre su visión y lo que unfantasma veía. Esa sería una línea deinvestigación interesante si Dillondecidiera cooperar. Tal vez podríanrealizar algunas pruebas en sulaboratorio, tratar de montar algunosexperimentos controlados de energía.

Ella se dio cuenta de que estababuscando algo, cualquier cosa, en lo queenfocarse que no fuera lo que estaba apunto de hacer. Era un buen plan –sólo

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el momento de análisis científico lahabía hecho sentir mejor- pero eldistraerse no iba a hacer esto más fácil.

“Esto es lo que haremos”. Tratónuevamente. “Tú vas a esperar en elcoche, Dillon, mientras Zane y yoentramos en la casa. Debes darnos almenos cinco minutos. Yo voy a estartratando de absorber algo de energía, losuficiente como para calmarla y que túpuedas hablar con ella”.

“Espera un minuto, espera” dijoZane. “¿Absorber energía?

Akira lo miró y forzó una sonrisa.Oh Dios, era realmente una idea

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estúpida, ¿cierto? Pero ella había hechocosas como esa anteriormente. No eratan diferente, no en realidad, de lo quehabía hecho con ese furioso fantasmareligioso un par de años atrás. Casiinconscientemente, estiró su mano,abriendo y cerrando los dedos.

Sería mejor hacerlo de forma untanto distinta.

“Todo estará bien” les dijo a ambos.“No voy a tratar de absorber toda laenergía, sólo lo justo para que se calmey tú puedas hablar con ella, Dillon. Asíque, cuando te acerques a la casa, vecon cuidado y lentamente. Debes pensar

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en esto como en un remolino. Si no helogrado sacarla del vórtice, vas acomenzar a sentirte arrastrado. No tedejes llevar por ese arrastre –¡retrocede de inmediato!”

Los ojos azules de Dillon estabanmuy abiertos. Se dio cuenta de que laintensidad en su voz estaba causando unimpacto en él. No estaba asustado, perotampoco tan ansioso como lo habíaestado solo unos minutos antes.

“Espera un par de minutos einténtalo otra vez”. Miró de Dillon aZane y de vuelta nuevamente, y tragósaliva. A Zane no iba a gustarle esto,

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pero ella tenía que advertir a Dillon. “Sicomienzas a sentirte arrastrado desdemás lejos –como por ejemplo, si estásen el coche, y comienzas a sentir quealgo tira de ti- debes alejarte. Si esosucede, aléjate de la casa tanto comopuedas”.

“¿Eso significaría que ella se estáhaciendo más fuerte?” preguntó Dillon.Akira dejó que su mirada se dirigiera aZane. Estaba frunciendo el ceño.

“Sí, exacto”.“¿Por qué se haría más fuerte?”

preguntó Dillon, sonaba incómodo perofascinado.

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Ella le dirigió una sonrisa tensa.“Por la razón obvia”.

Si el fantasma lograba matar aAkira, habría mucha más energía en elvórtice. Su alcance podría llegarfácilmente hasta el coche, pero siaparcaban demasiado lejos, Dillontendría que estirarse para llegar a lacasa.

Sin querer que él se diera cuenta, seapresuró a continuar. “Sólo recuerda loque dije: espera y luego acércatelentamente. Si te sientes arrastrado,corre en dirección contraria. ¿Okey?”Mientras él asentía, ella abrió la puerta

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y salió.Respiró hondo mientras Zane la

alcanzaba, luego comenzó a caminar,pasos cuidadosos que la acercaban másy más a la casa.

“¿Cuál es la razón obvia?” preguntóél, su voz sombría.

Oh, cielos. Si le preocupaba eso,realmente no iba a gustarle el resto de loque ella tenía que decirle.

“No es importante” dijo ella. “hayalgo más que necesitas saber. No quisehablar de eso en frente de Dillon”. Miróhacia el coche. La cara preocupada deDillon era visible a través de la

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ventanilla.Su boca estaba seca y sentía un

temblor corriendo por la parte trasera desus piernas que significaba que sucuerpo estaba diciéndole, corre, corre,corre, pero ella ya había tomados udecisión.

Y se dio cuenta de que esta era. Estaera la conversación que siempreterminaba las cosas.

Miró a Zane. Su ceño fruncido eracasi una mueca, sus ojos se habíanoscurecido a un tono profundo de grisaun en la luz. “Los fantasmas que hanperdido el control absorben energía del

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ambiente. ¿Hay alguna habitación olugar en tu casa que sea más frío de loque debería?”

Zane asintió. “La habitación deDillon. Nadie la usa, pero se mantienemás fría que el resto de la casa”.

“Entonces allí es donde iremos”.Akira subió los escalones del porche.Estaba pensando en una forma de poneren palabras esta parte de la historia,alguna forma de decirle la verdad que aél le resultara aceptable. Pero no lahabía, y ella lo sabía, así que antes deque él pudiera seguirla, se volvió. Losojos de ambos estaban al mismo nivel

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cuando ella comenzó a hablar.“Ella tratará de sobrepasarme.

Poseerme” dijo ella sin rodeos. “Es loque hacen. Yo voy a estar tratando deabsorber su energía y de luchar contraella al mismo tiempo. Soy bastantebuena en eso, lo he hecho antes”. Mirópor sobre el hombro hacia la puerta. Laenergía casi hacía parecer como sipartes de la casa estuvieran cambiando yderritiéndose ante su vista, pero sabíaque sólo era como ella la veía. La casaen sí era sólida.

“¿Poseerte?”¿Era incredulidad lo que notaba en

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su voz? Akira no estaba segura peroapretó los labios por un momento yluego continuó con firmeza, tratando deno recordar la compasión en la voz deaquel novio de la universidad quien lehabía dicho que ella necesitaba ayudapsiquiátrica.

“El punto es que, ella es realmentefuerte. Voy a sentir como si me estuvieraelectrocutando. Puedo soportarlodurante un par de minutos, pero a menosque pueda drenar una gran cantidad desu poder, lo suficiente para traerla devuelta a la racionalidad, probablementeno logre que sea a tiempo”.

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“¿A tiempo para qué?”. Su voz erabrusca.

“A tiempo para-” Akira hizo unapausa. “Mira, la energía espiritual escomo la electricidad. Va a causar unaactividad aleatoria en mi cerebro. Esova a causar convulsiones. No puedodecirte cómo se verá eso. Si son leves,puede que ni siquiera las notes, peropodrían ser más serias”.

“¿Qué quieres decir?”“Ah, bueno, eh, convulsiones,

básicamente. Ya sabes, todo elfastidioso proceso, caída, sacudidas,contorsiones e inconsciencia incluidas”.

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Ella trató de sonreír nuevamente pero élno le devolvió la sonrisa.

“Lo que importa es esto” continuóella rápidamente. “Los fantasmas sehacen más Fuertes gracias a la sangre,por lo que es muy importante que yo nosangre. Si comienzo a perder sangre porcualquier razón, me voy a debilitar yella se hará más fuerte. Eso sería malo”.Zane comenzaba a negar con la cabeza,incluso mientras ella continuaba “Perolos fantasmas odian el dolor. Una vezque están muertos, no tienen sensacionesfísicas, por lo que olvidan de qué setrata. Si tú –si yo resulto herida, es

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probable que ella me suelte, al menospor un momento”.

Zane dejó de mover la cabeza, y lasujetó, poniendo una mano en cada unode sus hombros. Akira podía sentir elcalor a través de la ligera tela dealgodón de su camisa y trató de que esola calmara, pero la tensión en susmúsculos no cedía.

“No sé de qué estás hablando, perono me gusta” dijo él.

“Desde que mi padre murió, sólo hehecho esto una vez. En esa ocasión, yo-”Ella se dio cuente de que estabaabriendo y cerrando la mano, casi

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convulsivamente, y con un esfuerzodeliberado, se quedó quieta. “Tomé unmartillo y me quebré la mano”.

Los dedos de él se cerraron sobresus hombros, apretando con fuerza. Noera doloroso, sólo firme. “Es difícilsaber qué tan fuerte se debe golpear”dijo ella. “Mi padre… mi padre…”.¿Cómo podía explicar esto? Pero notuvo que hacerlo.

“¿Tenías convulsiones y tu padre, enlugar de llevarte a un hospital, te golpeóhasta quebrarte los huesos?” lainterrumpió Zane y esta vez lasemociones en su voz no dejaban lugar a

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dudas. Shock. Horror. Repugnancia.“He sido poseída por fantasmas y mi

padre me salvó la vida haciéndomedaño, sí”. Akira tenía ganas de llorar,pero trató de mantener la voz tranquila.“Y me quebró algunos huesos en elproceso, eso también” añadió,admitiéndolo casi con renuencia.

“¡Akira, eso es una locura!”“Sé cómo suena”. Akira casi rió,

aunque sin una pizca de humor. “Si noestoy esquizofrénica, sufro de estréspost-traumático. Chica abusada alucinacomo mecanismo de defensa,racionalizando el abuso para evitar

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percibirse como una víctima y a supadre como un villano. No existe talcosa como los fantasmas y yo deberíaestar encerrada por mi propio bien.”

Zane dejó que sus manos cayeran delos hombros de ella. “No hagamos esto”sugirió él.

Ella alzó la barbilla. “Mira, sipiensas que estoy loca, no es problema.Caminamos por la casa, no sucede nadamalo y salimos caminando de vuelta”.Se encogió de hombros.

“No creo que estés loca”. Su defensasonó automática, no del todo segura. Élle tocó la mejilla. “Pero, yo no- mira,

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¿alguna vez has visitado a unpsiquiatra?”

La sonrisa de ella no llegó hasta susojos.

“¿Sólo para estar segura?” continuóél. “Sólo para… tu padre te golpeaba.Te fracturó los brazos, las costillas, lamandíbula. ¡Porque sufríasconvulsiones! Cualquiera quedaríatraumatizado después de eso. Buscarayuda no tiene nada de malo”.

“Cualquier psiquiatra decente meencerraría”. Ella pronunció las palabrascon suavidad, con delicadeza. Suslágrimas estaban muy cerca de la

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superficie pero las controló sólo porfuerza de voluntad. No iba a llorar, noahora.

“Vamos de vuelta a la oficina.Hablemos con Nat. Ella es doctora. Talvez pueda ayudar”.

Akira sacudió la cabeza. Miró haciael coche, a Dillon, quien se había bajadoy se había sentado en el techo,mirándolos con el ceño fruncido.“Quiero ayudar a Dillon” dijo ella. “Élnecesita esto. Y yo- yo le tengo cariño”.Hizo una pausa. Luego sacudió la cabezay se volvió hacia la puerta. “Sólohagámoslo. Entraremos a la casa, me

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mostrarás la habitación de Dillon. Finde la historia”.

ZANE ABRIÓ LA PUERTA, dudando entreinsistir que fueran a ver a Nat y dejarque Akira se saliera con la suya.

¿Era posible que ella lo hubieraengañado? ¿Podía ella estar delirando?¿Podían ser los fantasmas sersimplemente alucinaciones, productosde una mente traumatizada?

Ella no lo habría engañadomaliciosamente. No había forma de queél creyera algo así. Pero parte de su

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trabajo como jefe de la división deasuntos especiales de GD era contratarpersonas con habilidades psíquicas, lasque trabajaban en los proyectosespeciales de GD. Él conocía a muchaspersonas con dones, pero también habíaconocido a farsantes increíblementehábiles.

¿Podía Akira tener una habilidadinnata, incluso inconsciente, pararealizar una lectura en frío que fuera losuficientemente buena como paraengañarlo? ¿Y al resto de su familia?

La condujo a través del foyer ydirectamente a las escaleras hasta el

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segundo piso, su cerebro agitándose.Estaba tratando, por el momento, dedejar de lado su horror ante la idea deque su padre, el hombre que deberíahaber estado protegiéndola, en cambiola había estado golpeando.¡Golpeándola porque sufríaconvulsiones!

Tiempo atrás, cuando recién habíadescubierto sus fracturas, había de algúnmodo asumido que su padre habíaabusado de ella. Natalya había dichoque la mayoría de las fracturas habíanocurrido mucho tiempo atrás, y él sehabía dado cuenta de que la mayoría de

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los niños abusados, eran maltratados porsus padres. Pero cada vez que ella habíamencionado a su padre, lo había hechocon tan obvio afecto y amor que él habíadejado de pensar en ello. Tal vezdebería haberse esforzado más poraveriguar cosas de su pasado, pero élodiaba que ella se incomodara. Habíasido fácil, demasiado fácil, dejarlopasar, no hacer preguntas dolorosas.

Zane estaba ferozmente contento deque el hombre estuviera muerto. Másque nada en ese momento, hubieraquerido encontrarlo y hacerle daño talcomo él había dañado a Akira. Pero

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sabía que necesitaba dejar eso de lado.No sabría cómo ayudar a Akira en elaquí-y-ahora hasta que entendiera quéestaba sucediendo. ¿De verdad ellaposeía un don que le permitía verfantasmas o estaba loca? En un rincón desu mente, un pensamiento estabaempujando, luchando por salir a lasuperficie, pero él lo ignoró, tratando deenfocarse.

Ella había sabido el nombre deDillon. Pero eso no era algo difícil deaveriguar. Cualquiera en el pueblopodría haberle dado información acercade la familia Latimer en su primera

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visita sin siquiera reparar en ello. Elnombre de Rose, sin embargo, habríasido más difícil de encontrar. Zane lohabía investigado poco después de queAkira se mudara a la casa, y una chicaadolescente llamada Rose Harris habíamuerto en esa dirección en la década de1950.

Pero aunque el nombre fuera elcorrecto, ¿Cómo podría Akira haberlodescubierto de forma casual? ¿O poraccidente? Parecía casi imposible.

Cuando había estado leyendo acercade fantasmas, había descubierto unartículo acerca de personas que creían

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estar poseídas. Los síntomasconcordaban con los de las personas conpersonalidad múltiple. “Trastorno deidentidad disociativo” dijo él en vozalta.

“¿Qué hay con eso?” preguntó Akira,al tiempo que lo alcanzaba al tope de laescalera.

Él miró su cara pálida y trató de noarrugar la frente. ¿Podría ella tenermúltiples personalidades? Nuca sehabía comportado de forma errática,nunca había actuado como si fuera unapersona diferente. Pero para saber elnombre de Rose, casi debería haberlo

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investigado. “Podrías padecer eso”sugirió él. “Personalidades múltiples.Estaba en un artículo que encontréacerca de fantasmas”.

Ella levantó las cejas. “Genial” dijo“Es bueno saberlo”.

Él suspiró e hizo un gesto endirección a la habitación de Dillon.

Pero digamos que posee múltiplespersonalidades, continuaron suspensamientos. De todas formas tendríaque ser una lectora en fríaincreíblemente hábil. Ella había sabidocosas tan sutiles. ¿Cómo podría haberaveriguado los gustos musicales de

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Dillon? No habría podido hacerlo, loque significaba que debería haberadivinado, pero de forma perfecta. ¿Quépodría haberle dado las pistas?

Akira dio un paso adelante. Él laestaba mirando con atención, auntratando de sopesar las implicancias delo que ella le había dicho, aun tratandode analizar cada experiencia confantasmas que habían tenido juntosdurante los últimos meses, por lo quevio el movimiento de su garganta cuandoella tragó, y el aparentementeinvoluntario temblor de sus hombroscuando ella puso su mano en la puerta.

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“¿Convulsiones, a propósito?” dijoella sin mirarlo. “Cinco minutoscontinuos dañan las neuronas. Treintaminutos significan una oportunidaddecente de matarme”. Ella dio vuelta ala manilla y empujó la puerta para quese abriera, entró en la habitación, altiempo que sus pensamientos secristalizaban en torno a una idea: puerta,fantasmas, Carolina del Norte, cuerpos.

Infierno.Seguro, algo de adivinación hábil

podría haberle ayudado a obtenerbastante información acerca de Dillon yalgo de investigación podría haberle

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conseguido el nombre de Rose. Peroella había encontrado dos cuerpos enCarolina del Norte que la policía local yel FBI habían pasado días buscando.Eso no era un acierto fortuito.

“No hagamos esto” comenzó él,siguiéndola a la habitación de Dillon.“Al menos hablemos acerca de esto unpoco más”.

Pero era demasiado tarde.La cabeza de Akira se arqueó hacia

atrás como si la hubieran golpeado en lacara, su cuerpo completo se puso rígido,luego se derrumbó hacia adelante,cayendo contra la tarima donde estaba la

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cama y luego al suelo como si fuera unamarioneta a la que le habían cortado lascuerdas.

“¡Akira!” Él saltó hacia ella, justocuando el pensamiento que había estadoen la parte trasera de su mente llegabacon fuerza al frente: si ella no estabaloca, quería que él la rescatara de laposesión fantasmal haciéndole daño.

Haciéndole daño suficiente comopara quebrarle los huesos.

A eso es lo que debería haberlepuesto atención. De eso debería habersepreocupado. Preguntarse si estaba locasólo era una forma de evitar pensar en lo

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que ella deseaba que él hiciera.Él le dio la vuelta suavemente. Ella

había golpeado la cama exactamente dela forma en que no debía. Él se diocuenta de que había sangre corriendopor su nariz, justo cuando sus músculoscomenzaban a sufrir espasmos.

Mierda.El fantasma se haría más fuerte.Ella quería que él le hiciera daño.Ella necesitaba que él le hiciera

daño.Y él no creía ser capaz de hacerlo.

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CADA PASO al subir los escalonessignificó un esfuerzo. Era como caminara través de una ventisca teñida de rojosólo que en lugar de pesados copos denieve despellejándole la piel, pequeñospinchazos de estática la penetraban cadavez más profundamente mientras seacercaba a la puerta. Sentía como si leestuvieran arrancando la piel, pero sabíaque ningún signo de eso se vería.

Esta era una muy mala idea. ¿Quéestaba haciendo, desafiando a unfantasma malévolo? Esta no era ella-¡ella era una cobarde! ¿Ni siquierapodía decirle a Zane que lo amaba, pero

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pensaba que podía enfrentarse a esto?Traspasar el umbral de la habitación

de Dillon se sintió como pasar desdeuna tormenta de nieve a una de hielo.Tuvo tiempo de dar una mirada rápida ala agradable habitación de un chico:amplias ventanas, paredes azules,repisas llenas de libros, un mapa delmundo con chinchetas en él sobre unpulcro escritorio. Y una mujer de pie allado de la cama, con pelo rubio conmechas cortado en una melena perfecta ala altura de la mandíbula, piel clara,líneas de expresión en la boca, unafigura esbelta –se parecía lo suficiente a

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Grace como para que Akira la hubierareconocido al instante en cualquierlugar- pero su rostro estaba desoladopor la tristeza y la energía roja queexplotaba a su alrededor arremetíacontra Akira como si fuera la descargade un rayo.

El grito de Akira se estranguló en sugarganta. Se sintió caer, estrellarse,arder. El agudo dolor físico al golpearsela cara casi fue capaz de traspasar laagonía de pasar a través de la energíafantasmal de la mujer.

Durante un momento, el shock fuecasi relajante. El dolor paralizante dejó

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su mente nublada. Pero cuando Zane lagiró, ella comenzó a resistir la energía,tratando de absorber algo de ellamientras mantenía el resto a raya.

Las convulsiones comenzaron deinmediato.

Su espalda se arqueó, su mandíbulase apretó, sus músculos sufrieronespasmos.

Se estaba ahogando en energíaespiritual. Estaba derramándose sobreella, empapándola en su poder.

Akira estaba luchando por controlarsu cuerpo, pero también lo hacía elfantasma.

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El dolor era intenso. Pero tambiénpodía sentir los fuertes brazos de Zanesosteniéndola, y una palpitaciónamortiguada en su rostro y un goteocálido que corría por su barbilla. ¿Quéera eso?

Podía escuchar la voz de Zane. Élestaba maldiciendo mientras la giraba.¿Qué estaba haciendo?

Pero también podía escuchar alfantasma. Estaba gritando de dolor,desesperación, una agonía propia. “¡Nopuedo encontrarlos! ¿Max? ¿Dillon?¡Ayúdenme, ayúdenme!”

Akira trató de responderle, trató de

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abrir la boca y formar las palabras, peroun sabor, un sabor tibio y metálico, ladistrajo. Mierda. Eso era sangre.

Abrió los ojos, tratandodesesperadamente de ver mientras Zaneponía algo contra su rostro y susmúsculos en contracción trataban detirarla en tres direcciones a la vez.

Se dio cuenta vagamente de que élestaba tratando de detener el sangrado.Con una tela de algodón. Olía a él.

Podía ver su rostro frenético,escuchar la preocupación mientrasmaldecía, pero la mayor parte de suvisión estaba ocupada por el tornado de

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energía roja que rodeaba al fantasma desu madre. Akira se dio cuenta de que seestaba haciendo más fuerte. Oh, eso eramalo.

Y ahora también podía escuchar otravoz.

Dillon.Gritando su nombre.Y entonces él apareció a través de la

pared de la habitación cercana a laventana y Akira, luchandodesesperadamente por absorber sólo lacantidad de energía que era capaz desoportar, se dio cuenta de que estabaatrapado en el vórtice.

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Oh, demonios.Akira dejó de luchar. Dejó que la

energía corriera a través de ella,llenando su cuerpo, envolviéndola enenergía espiritual.

Pero aun así no era suficiente.Así que se dejó ir.

¿CINCO MINUTOS? Eso es lo que ellahabía dicho, cinco minutos antes de quelas neuronas murieran.

Zane se había arrancado la camisetay la estaba sosteniendo contra la cara deAkira, tratando desesperadamente de

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detener el sangrado.Mierda, mierda, mierda.Ella había tomado un martillo y se

había quebrado la mano.Ella quería que él hiciera lo mismo.

Tal vez no la parte del martillo, pero síla parte de la fractura.

¿Podía hacerlo?Pero incluso mientras formulaba la

pregunta, el cuerpo de ella se relajó, losmúsculos se aflojaron, y la convulsiónterminó.

Gracias a Dios, pensó élfervientemente, mirándola mientras ellaparpadeaba unas cuantas veces y

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sacudía la cabeza. No debía haber sidotan malo como ella esperaba.

“¿Zane? ¿Cariño?” dijo ella,luciendo confundida, y alzando unamano hacia su rostro para alejar lacamiseta. “Acabo de tener un pésimosueño”.

Zane se paralizó. Las palabrasestaban mal. Pero también la voz.

Ella ya estaba impulsándose paraadoptar una posición sentada cuando elpreguntó, “¿Mamá?”

“Oh, cariño”. Akira se llevó unamano a la sien, cerrando los ojos confuerza, como si tuviera un fuerte dolor

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de cabeza. “¿Qué estás haciendo aquí?”“¿Mamá?” repitió Zane, mientras se

arrodillaba a su lado en la tenue luz deldormitorio. “Dime algo que sólo túsabrías”. Él no quería creer esto. Estano podía ser su madre. No era posible.Y era más que imposible, eradefinitivamente escalofriante. ¿Eraposible que el fantasma de su madrerealmente hubiera tomado control delcuerpo de su novia?

Ella sacudió la cabeza y se riólevemente. “¿Qué?”

“Por favor, solo dime algo que solotú sabrías”.

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Ella lo miró y eran los ojos deAkira, el color marrón tan oscuro queera casi negro, nada parecido a los ojosde su madre. Pero la expresión era laequivocada.

Simplemente equivocada.“¿Tú siempre has sido mi favorito?”

sugirió ella.La respuesta de él fue una risa

ahogada. Eso sí estaba bien. No el quefuera el favorito de su madre, sino queella lo dijera, justo de esa manera.

“le dices eso a todos tus hijos”respondió él automáticamente. Lo hacía.Rutinariamente. A veces en frente de los

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otros hijos.Pero no era suficiente. Un buen

impostor, un buen lector en frío, podríahaber pulsado justo ese delicado botón.Todo hijo quería creer que era elfavorito de su madre. Y si seequivocaba, aun así sería feliz.

“Trata otra vez. Algo que solo túsupieras”

Ella sacudió la cabeza, y luego alzóla otra mano, con lo que ahora estabapresionando ambas sienes, conexpresión adolorida. “No sé, cariño. Nopuedo… ¿No deberías estar con Lucas?Creí que tenían un trabajo en París esta

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semana”.Él se quedó quieto. El tema de su

madre había sido un punto sensible entreAkira y él. Nunca le había hablado aAkira acerca de la muerte de su madredespués de esas primerasconversaciones. ¿Y quién más podríahaberlo hecho? ¿Cómo podría habersabido Akira que Lucas y él estaban enFrancia cuando Dillon murió?

Ahora que tenía la verdad, no laquería.

“Oh, pero…” ella comenzó y luegose detuvo. Ella lo miró por un segundo,el rostro quieto, y luego se enroscó en

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torno a sí misma, las manos cubriendo elrostro, los hombros encogidos, laspiernas recogidas, como si estuvieratratando de hacerse lo más pequeñaposible.

Ella nunca había hecho eso en vida.Él la había visto dos días después de lamuerte de Dillon y se mantenía estoica.Erguida, postura perfecta, rostrocompuesto, haciéndose cargo de lascosas. Y la muerte implicaba muchascosas: funerarias, periódicos, planespara el servicio, comunicaciones conamigos y vecinos.

Él le tocó el hombro, sintiéndose

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inútil. Era un dolor antiguo para él. Perosu tristeza lo estaba devolviendo haciaese momento. Zane se había perdido lainvestigación policial y la rápidaautopsia, pero Lucas y él habían llegadoen la mitad de las etapas deplanificación, a penas a tiempo para vera su madre antes de que el infarto lamatara, y luego se habían hecho cargo dela planificación para celebrar unservicio conjunto.

Bueno, Lucas y Grace se habíanhecho cargo de la planificación. Zanehabía pasado mucho tiempo jugandofoosball con su padre.

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“¿Qué?” la cabeza de ella se alzórápidamente. “¿Dillon?”

Luchando por ponerse de pie, ella seapresuró a ir a la ventana, alargando losbrazos como si quisiera abrazar a algunafigura invisible. Y luego retrocedió.“¿Qué diablos?”

Ella miró de vuelta a Zane, y luegode un lado a otro entre la ventana y élmientras él se mantenía de pie, con lasmanos en los bolsillos.

“Dillon está muerto” dijo ella. Noera del todo una pregunta.

“Sí”. Le contestó él. Sin embargo,Dillon no era el único que estaba

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muerto. ¿Debería decirle?“¿Qué?” dijo ella otra vez,

mirándose a sí misma en estado deshock.

Hmm. Parecía que Dillon se loestaba diciendo en su lugar.

“Oh, por Dios”. El horror en su vozera tan parecido al tono de su madrecuando se sentía ofendida por algo en elperiódico que Zane casi quería reír. Élpodía prácticamente verla arrojando elperiódico junto a su tazón de cereal parael desayuno y jurando que nuncavolvería a votar por el político localque había conseguido fastidiarla.

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“Esto no está bien” estalló ella. “¿Enqué estabas pensando?”

“¿Yo?” continuó ella, y luego se vioconfundida. “¿De veras? Supongo que.¡Oh!” Y luego sus ojos se abrieronmucho y su mano voló para cubrir suboca. “Pensé que era un sueño”.

Zane miró el reloj en la mesa develador de Dillon. Estaba parpadeando.Nadie se había preocupado de resetearla hora después del último corte deelectricidad. ¿Cuánto tiempo habíatranscurrido ya? ¿Y contaba esto comouna convulsión? ¿Continuaban corriendolos cinco minutos de Akira?

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“Mamá” dijo él. “Realmente tienesque irte”.

Pero entonces se detuvo.Esta era su madre. La había

extrañado tanto. La familia completahabía llorado por ella y aún lo hacían.Cada aniversario, cada cumpleaños,cada festividad estaba teñida por suausencia tal como había estadomoldeado por su presencia en vida.

Pero aun así, cada minuto quepasaba podría estar poniendo a Akira enun mayor peligro.

Ella se veía confundida. “Deberíahablar con tu padre”.

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“No”. La reacción de Zane fueinmediata y potente, pero instintiva. Nosabía desde dónde venía, pero volvió adecir. “Mamá, no”.

“¿Por qué?” ella volvió a tocarse lafrente, presionando los dedos contraella.

Zane dio un paso hacia ella,sintiéndose inútil, inseguro, perotratando de encontrar las palabras paraexpresar lo que sentía que era verdad.Un trueno sonó a la distancia.

“Él te extraña cada día” dijofinalmente. “Cada día. Si hablas con élahora, hoy, será el mejor día de su vida.

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Pero luego, mañana, volverá a ser elpeor día de su vida otra vez. Y podríasestar haciéndole daño a Akira porpermanecer en su cuerpo así. No puedesquedarte lo suficiente para hablar con él.Debes irte. Y realmente irte esta vez.Busca una puerta o un pasillo y ve porahí. Y llévate a Dillon contigo”.

Sus labios se endurecieron y ellaarrugó la frente.

“Mamá” dijo Zane, sintiéndosedesesperado. “Akira me dijo cómopodía sacarte. A los fantasmas no lesgusta el dolor, me dijo. Si le hago daño,si la hiero de gravedad suficiente, si la

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golpeo, tú dejarás su cuerpo. No meobligues a hacer eso” Ni siquiera tratóde disfrazar su horror ante la idea.

“Huh” dijo su madre. “Di a luzcuatro hijos sin anestesia. Nada de loque hagas va a doler más que eso”. Peroentonces su mirada se suavizó cuandoella vio su expresión. “Y de todasformas no serías capaz de hacerlo,cariño”.

“Probablemente no” admitió él. ¿Sicerraba los ojos y trataba de pensar queestaba jugando béisbol, balanceando elbate? Pero no. Ninguna cantidad deimaginación haría una diferencia. “No

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puedo. Así que por favor, no me hagasintentarlo, Mamá. Por favor déjala ir”.

Ella suspiró. Miró a la habitación, yluego al umbral, y pareció estarescuchando. “Realmente estoy enojada”dijo ella, pero no sonaba enojada,sonaba triste.

Zane miró el reloj otra vez. Habíantranscurrido otros dos minutos.

“¿Cómo pudiste?” dijo su madre,pero estaba claro que no le hablaba a él.Vamos Dillon, pensó Zane con fervor.Convéncela de dejarla ir.

“Muy bien”. Ella se volvió haciaZane y su sonrisa –era la sonrisa de su

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madre, la irónica sonrisa medio-divertida, medio-fastidiada quemostraba cuando firmaba sus libretas denotas, pobladas de notas como ‘Podríaser un estudiante brillante si alguna vezpresentara sus deberes a tiempo’ y ‘Unplacer tenerlo en clase, pero debeaplicarse más’.

“Dile a tu padre que si yo estoysiguiendo adelante, el debería hacerlotambién” dijo ella bruscamente. “Y dilea tus hermanas que aun deseo nietos,aunque no esté aquí para insistirles conel tema. Dile a Lucas…” Hizo una pausay los ojos de Akira se llenaron de

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lágrimas, pero entonces continuó. “Dilea Lucas que lamento haberle fallado”.

“Oh, Mamá”, las palabras de Zaneeran un murmullo. Probablemente ellano los escuchó por encima de lo queestuviera diciendo Dillon, ya que sugesto impaciente no parecía dirigido aél, mientras añadía. “Él me encargó quete cuidara”.

El resplandor de un relámpago fueseguido por el rápido estallido de untrueno, y el suave tamborileo de loscielos abriéndose.

“Muy bien, ya está” dijo ella,sonando exasperada. “Seguiré adelante”.

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Ella miró a Zane y su sonrisa sevolvió más cálida. “Te quiero, bebé. Séfeliz”.

“También te quiero, Mamá”respondió, el ahogo de su voz noalcanzó a bloquear las claras y fuertespalabras.

Y luego el rostro de Akira se quedóen blanco, y su cuerpo se balanceó. Zanesaltó hacia adelante, sosteniéndola antesde que cayera otra vez.

Gracias a Dios, pensó nuevamente.Gracias a Dios. Sus hermanas y suhermano, su padre, se pondrían furiososcon él por no darles la oportunidad de

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decir adiós, pero él debía hablar conAkira. Debía decirle que sentía haberdudado de ella, sentía haberlacuestionado.

A pesar de que aún no estabaconvencido del asunto del dolor. Nohabría funcionado con su madre, estabaseguro de eso.

Pero Akira no se levantó sola ni sealejó de él. No habló con el tono de vozgruñón y fastidiado que utilizaba cuandose mostraba débil. No hizo nada.

“¿Akira?”¿Estaba respirando?Su cuerpo era un peso muerto en sus

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brazos, su suave cabello rozando labarbilla de él. “¿Akira?” repitió, másbruscamente esta vez. Trató de girarla,pero ella se resbalaba, las piernas no lasostenían, su cuerpo estaba flácido ypesado. Él dio dos pasos hacia el lado,tratando de mantenerla erguida, pero suspies se estaban resbalando, así que searrodilló, depositándola con delicadezaen el suelo, sosteniendo su cabezamientras caía sobre la alfombra.

“¿Akira?” trató por tercera vez, perono había respuesta, ni siquiera unmovimiento en sus párpados. Él miró elreloj otra vez. ¿Cuánto tiempo había

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transcurrido? Pero la luz del reloj sehabía ido. Maldición. No habíaelectricidad.

“¡Akira!” gritó. Y entonces buscó sucuello, la suave curva junto a los fuertestendones, palpando en busca del latido,el golpeteo constante de un corazón enfuncionamiento.

Nada.Él respiró hondo y trató de calmar su

propio pánico. Tal vez estaba palpandoel lugar incorrecto. Giró los dedos, ytrató de calmarse, y trató de escuchar, ytrató de no dejar que sus rebeldespensamientos tomaran el control. Pero…

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Aún nada.Su corazón no estaba latiendo.Estaba muerta.

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G

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uau.Ese fantasma había sido fuerte.

Akira se encontró arrancada fuera desu cuerpo y arrojada a la nada sin pausa.

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Miró a su alrededor y supo, con untoque de irónico humor en elpensamiento, que había metido la patacon ganas.

Comprendió por qué a Henry lehabía costado tanto describir este lugar.

No era realmente un lugar. No sesentía sólido, no como lo sólido a lo queella estaba acostumbrada. No tantocomo para pensar que iba a caer, peromás que si trataba, pensó que podríamoverse en cualquier dirección, arriba,abajo o hacia el lado. Y no como siflotara, al menos no como un globo, perotal vez como si flotara en algo como

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agua, a salvo y sujeta pero noconstreñida. Contenida pero no limitada.

¿Y el blanco? No era realmenteblanco. ¿Pero tal vez era un blanco muycolorido? ¿Cómo blanco con trazos devibración que aparecían en su visiónperiférica por lo que casi parecía que sipudiera girarse en la dirección correcta,se encontraría dentro de un arcoíris decolor?

¿Y la niebla? Era más como unavisión nublada que realmente estardentro de una nube, como si todo –queera nada- estuviera fuera de foco.

Se sentía como un sueño. Sólo que

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no era un sueño.Y entonces una mano firme agarró su

muñeca por detrás, y Akira tropezómientras era arrastrada, afuera, abajo yhacia atrás.

“No nos vamos a quedar” dijo Rose,su voz tan firme como su agarre.

“¡Espera!” protestó Akira. “¿Quéhay de mis padres? ¿No deberíaverlos?”

Rose agitó una mano en la nubecomo para desechar la idea deencontrarse con los padres de Akira ycontinuó moviéndose. “Estarán aquícuando vuelvas. No hay apuro, ya

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sabes”.Y entonces ya era demasiado tarde.

Estaban de vuelta en la habitación queacababan de dejar.

“¿Qué demonios?” exigió Akira.Ella había querido ver a su madre. Susúnicas memorias eran tan borrosas yconfusas. Y también había querido ver asu padre. Su relación no siempre habíasido fácil, pero él la amaba. Ella queríaque supiera que estaba bien sin él.

Aunque morirse probablemente noera la mejor manera de demostrárselo.

“Ningún demonio” replicó Rose,sacudiendo su falda y luego ordenando

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su cabello. “Pero no queremosquedarnos ahí”.

“¡Rose!” exclamó Dillon desde elumbral. “¿Y Akira?” Él sonaba dudosoal pronunciar su nombre, notó Akira, asíque miró hacia abajo para observarse.¿Había cambiado? No, la misma desiempre.

“Eso no se ve bien” dijo la madre deZane.

“No” asintió Dillon. Ambos estabanmirando de ella a Zane y de vuelta aella. Él estaba dándole la espalda, yestaba arrodillado al otro lado de lacama, más cerca de la ventana, así que

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Akira cruzó hasta su lado y miró haciaabajo.

Se veía pálida, notódesapasionadamente. Y no muy sana. Talvez Rose tenía razón y necesitaba otrocolor de lápiz labial.

“Respira, Akira, respira” estabadiciendo Zane.

Oh, cielos.Akira trató de respirar

experimentalmente.Se sentía como si estuviera

respirando. Su pecho se movía como sisus pulmones estuvieran absorbiendo yexhalando oxígeno. Pero no podía sentir

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el aire pasando por su boca o su nariz.Alzó una mano, la puso delante de surostro y trató de soplar. Nada.

“¿Pero, Rose, qué sucedió conHenry?” estaba diciendo Dillon trasella.

“Henry está bien” respondió Rose.“Su esposa estaba un poco molesta deque me hubiera esperado, pero ya seestá recuperando de eso. Rápido Akira,vuelve a tu cuerpo”.

“¿Cómo?” preguntó Akira. Noparecía sentir ningún tipo de tirón haciasu cuerpo. Era extraño verlo, pero ya nosentía que realmente le perteneciera.

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Sólo estaba ahí.“¿Tal vez si te acuestas sobre él?”

sugirió Dillon.“¿Crees que sólo me lo debería

poner, como si fuera una prenda deropa?” preguntó Akira. No sonabaatractivo, pero estaba dispuesta aprobar. Se paró sobre su cuerpo,sintiéndose tonta, se recostó sobre él,moviéndose a través de las manos y losbrazos de Zane como si no estuvieranahí.

Moverse a través de un humano eraextraño. Ella siempre había sentidocuando los fantasmas se movían a través

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de ella: esa punzada de energíaespiritual, ese chisporroteo desensaciones. Pero no sintió nada almoverse a través de Zane.

Y nada al moverse a través de supropio cuerpo, tampoco. Se movióexperimentalmente y esperó.

Todavía nada.“No está funcionando” informó

desde su posición en el suelo. Podía vera los fantasmas, de pie detrás de Zane,pero la mayor parte de su atenciónestaba centrada en su rostro.

“Siento tanto esto” le dijo la madrede Zane a Akira. “No tenía idea”.

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Akira asintió, aun mirando a Zane.Él estaba administrándole ResucitaciónCardiopulmonar ahora, apretandorítmicamente su pecho, mientras repetíaen voz baja “Vamos, vamos, vamos”.

“Yo sabía que era peligroso” dijoAkira. “Pensé que sería capaz deabsorber suficiente energía paradevolverle la consciencia. Algo asícomo una desintoxicación fantasmal.Entonces Dillon habría hablado conusted y podrían haber seguido adelantejuntos”.

“¿Seguir adelante?”“Por el pasillo” intervino Rose.

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“¿Puede verlo?”Mientras los fantasmas conversaban

detrás de Zane, Akira observó su rostro.En la tenue luz, ella podía ver perlas desudor formándose en sus sienes. Con lafalta de energía eléctrica, la temperaturade la habitación ya debía de estarsubiendo.

Alguna parte de ella había estadoesperando el final, pero esta no era laforma en que había imaginado quellegaría.

Había pensado que él se cansaría deella, la encontraría demasiado loca,seguiría adelante como los hombres lo

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hacían siempre. Oh, tal vez al principiohabía sido igualmente posible que ellaprobablemente encontrara molesta suactitud irreverente y adoptara una actitudtan irritable que él se retirara pordefensa propia, pero ella ya habíasabido durante semanas que eso no iba asuceder.

Él le gustaba demasiado. Cuandoella se volvía irritable, él sabía cómohacerla reír. Cuando ella estaba ansiosao inquieta, él sabía cómo calmarla.Cuando estaba con él, se olvidaba deestar asustada.

Por supuesto, se daba cuenta de que

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eso no era necesariamente algo bueno.“¿Me golpeó?” preguntó

abruptamente, interrumpiendo laconversación de los fantasmas acerca depasillos.

“¿Qué?” “No”. “¡Por supuesto queno!” Las respuestas llegaron todas a lavez, Rose sorprendida por la pregunta,Dillon estableciendo un hecho, la madrede Zane impactada y tal vez un pocoofendida.

Ella había pensado que no.Rodó fuera de su cuerpo,

sentándose, pero quedándose dóndepudiera ver su rostro. Se veía

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desesperado y decidido a la vez, suatención enfocada en sus manos, unasobre la otra, forzando su corazón alatir, su sangre a circular.

Ella se dio cuenta de que se sentíamás segura con él de lo que se habíasentido en toda su vida.

Era una extraña conclusión a la quellegar mientras estaba agachada junto asu cuerpo sin vida.

Pero él nunca le haría daño. Nuncale fracturaría las costillas, nunca leretorcería un brazo hasta que el hueso sequebrara. Nunca la golpearía para queviera las cosas a su manera.

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“Comienza a respirar, chica” leordenó Zane, sin pausar susmovimientos. Akira deslizó su manofantasmal sobre su brazo, acariciandolos tensos músculos. No podía sentirlo,y sabía que él no podía sentirla a ella. Ysi empujaba con un poco más de fuerza,su mano pasaría a través del brazo de él.Pero tocarlo aún era reconfortante.

Cien compresiones por minute era elestándar para la resucitación, y parecíaque esa era la meta de Zane. ¿Perodurante cuánto tiempo podía mantenerese paso? Era un trabajo físicamenteextenuante.

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“Voy a llamar al 911. Sé que odiaslos hospitales” la amenazó.

Oh-oh. Ella había muerto ahí. Si unaambulancia se llevaba su cuerpo y ellaquedaba atrapada en la casa, entonces eljuego habría terminado. Nunca volvería.

“¿Eh, chicos? ¿Un poco de ayudapor aquí?” Akira interrumpió a losfantasmas otra vez. Zane estaba sacandoel teléfono del bolsillo, y si ella noencontraba la forma de evitar quellamara al 911, podría estar en gravesproblemas. “Tenemos que impedir queZane llame a una ambulancia”.

Bueno, ella estaba en graves

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problemas de todas formas. Pero seríanpeores problemas si su cuerpo se dirigíaa un hospital sin ella.

Maldición, maldición, él ya estabapresionando botones. No, no, no pensóella furiosamente. Zane tiritóconvulsivamente y sus dedos sedetuvieron.

“¿Akira?” preguntó. “Acaba de bajarla temperatura. ¿Es una mala idea?”

Oh, genial. Comunicación porcambio de temperatura. Durante unsegundo, Akira trató de imaginar cómopodría utilizar esa habilidad fantasmalpara hablar con Zane. Luego se dio

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cuenta de que otra habilidad fantasmalpodría ser más útil.

“¿Puedes freír el teléfono Dillon?¿Como los Kindles?” preguntó Akira.Tal vez no sería capaz de hablar conZane pero podía impedir que hicierallamadas.

“Sí, probablemente” le contestóDillon. “¿Pero cómo te ayudará eso avolver a tu cuerpo? Él debería llamaruna ambulancia. Necesitas ayudamédica. Necesitas ir a un hospital”

“¿Qué sucede si estoy atada a lacasa?”

Todos los fantasmas comenzaron a

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hablar al mismo tiempo.“Pero si no estás-” comenzó Dillon.“¿Debería tratar de entrar en tu

cuerpo otra vez?” preguntó la madre deZane. “¿Sólo para que tu corazóncomience a latir nuevamente?”

“Si tu cuerpo comienza a funcionar,tal vez tu espíritu sea arrastrado haciaél” sugirió Rose. “No importa dóndeestés, quiero decir. O las partes de ti”.

Akira apretó las manos contra sucabeza, tratando de pensar. Se sentía alborde del pánico. Todas las opcionesparecían peligrosas. ¿Pero qué podíahacer? ¿Cómo podía volver a su cuerpo?

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¿Si otro fantasma podía poseerla, cómopodía ella poseer su propio cuerpo?

Zane había dejado el teléfono junto aél, y había vuelto a darle compresionesen el pecho. Estaba concentrado,enfocado, observando atentamente surostro quieto buscando cualquier asomode movimiento. El frío provocado por elmomento de pánico de Akira debíahaberse disipado, porque él estabaempapado en sudor, con pequeñosriachuelos corriendo por su pechodesnudo.

Akira respiró hondo. No podíasentirlo, pero tal como lo había sido

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para Rob, era tranquilizador de todosmodos.

“Dillon y Rose” dijo Akira, ahoracalmada. “Trabajen en el teléfono.Traten de enviarle un mensaje de texto”.

“¿Pero cómo?” protestó Dillon. “Nopuedo controlar el poder. Yo sólo puedofreír cosas”.

“De la misma forma que Rose eligenúmeros en el control remoto”respondió Akira “Si puedes elegir unnúmero para cambiar de estación detelevisión, deberías ser capaz de elegiruna letra en un teléfono celular”

“Pero no soy tan fuerte” dijo Rose.

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“Sólo puedo cambiar un par de númeroscada vez”.

“Trabajen juntos. Dillon, en lugar detratar de controlar el teléfono, sólo tratade pasar energía a través de Rose. Dejaque ella lo controle”.

Los dos fantasmas adolescentes semiraron y se encogieron de hombros,luego se acercaron un poco más a Zane ycomenzaron a hablar entre ellos.

Akira se puso de pie y llevó a lamadre de Zane hacia un lado. Ellatambién había estado observando aZane, luciendo tan preocupada como sesentía Akira. “Dime como tomaste el

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control de mi cuerpo”.“Siento mucho eso” comenzó el

fantasma mayor.Akira sacudió la cabeza,

desestimando el hecho. “No esimportante. ¿Cómo lo hiciste? Si tú lohiciste, yo debería ser capaz de hacerlotambién. Sólo necesito aprender cómo”.

La madre de Zane se mordió ellabio. “Es como tratar de recordar unsueño. Un sueño muy malo”.

“Cualquier cosa podría ser deayuda”. Akira podía escuchar el dejo dedesesperación en su propia voz.

“Era casi como si estuviera atrapada

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en una tormenta en el océano. No tantocon lluvia sino viento que mezarandeaba y oscuridad. Yo clamaba porayuda, buscaba algo, cualquier cosa,para sujetarme cuando de pronto habíaluces. Dos de ellas, una azul brillante, laotra amarilla”.

Ella arrugó la frente y sacudió lacabeza, sus ojos azules distantes. “Yosabía que la amarilla era Zane, aunquesólo fuera una luz. Traté de agarrarlopero era imposible, como lo sería tratarde coger la luz. No podía hacerlo. Peroentonces traté de coger la luz azul, y erasólida. Aunque suave.”

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La madre de Zane estabagesticulando con las manos, como siestuviera tratando de demostrar cómohabía tirado de la luz. “Podía sostenerla,casi como si fuera una almohada o unamanta. Hundí mis dedos en ella, y mesujeté, traté de envolverme en ella yentonces…” Sus ojos volvieron a fijarseen Akira, y una sonrisa irónica elevó unade las comisuras de su boca, mientrasañadía, con un dejo de disculpa en lavoz. “Desperté en tu cuerpo”.

“¿Una luz azul?” Akira miró sucuerpo. Zane no se había rendido,observó agradecida, y tampoco Dillon y

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Rose. Estaban inclinados sobre elhombro de Zane, tomados de la mano,con Rose tocando el teléfono”.

“Nunca he utilizado uno de estos”estaba diciendo Rose. “no hay botones.Cómo voy a –oh, ya veo”.

Pero no había ninguna luz azul, nadaque Akira pudiera sujetar. ¿Cuántotiempo había transcurrido ya? ¿Cuántotiempo le quedaba antes de que la faltade oxígeno en su cerebro le hicieraimposible volver a su cuerpo?

“Pero yo –quiero decir, mi cuerpo-estaba bien cuando estabas en él,¿cierto? ¿Ningún dolor?”

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“Oh, sentí un terrible dolor decabeza” respondió la madre de Zaneinmediatamente.

Mierda. Un aneurisma cerebral rotopodía causar un dolor de cabeza. Lasangre estaría filtrándose en su cuerpodesde el vaso sanguíneo roto, causandouna hemorragia.

Ninguna luz azul.Un terrible dolor de cabeza.Se sintió entumecida de pronto, casi

fría. Moviéndose lentamente, se sentó enla cama. “Pueden detenerse ahora,chicos” les dijo a Dillon y a Rose.

“No, no, casi lo tenemos” dijo

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Dillon, los ojos brillantes de entusiasmomientras la miraba. “Ya descubrimoscómo hacer que las letras funcionen”

“No importa”. Era difícil pronunciarlas palabras. Akira pensó que deberíaestar gritando, aullando, rabiando, perono sentía ganas de hacerlo. No era culpade nadie, no en realidad.

La madre de Zane no había queridomatarla.

Dillon no había entendido el peligro.Zane no había tenido oportunidad de

salvarla –excepto por los eternosmomentos de resucitacióncardiopulmonar.

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Ella había corrido un riesgo y nohabía valido la pena.

Pero oh, desearía haberle dicho aZane que lo amaba.

Suponía que aún podría hacerlo. SiDillon y Rose podían utilizar elteléfono, ella podría pedirles queescribieran un mensaje de texto paraZane. ¿Qué debería decirle? ¿Pedirledisculpas? ¿Decirle que él era lo mejorque le había sucedido? O un simple “Teamo. Adiós”.

Ella cerró los ojos. No estaba lista.No deseaba esto. En algún lugar, másallá del entumecimiento, Akira sabía que

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un enorme pozo de dolor estaba a puntode abrirse e inundarla.

“¡No te des por vencida!” La madrede Zane había estado observándola y dioun paso adelante. “Lo que sea que estéspensando, podrías estar equivocada”.

Si se dejaba ir, si dejaba que ladesesperación barriera su interior, ¿Quésucedería? ¿Se convertiría en elsiguiente vórtice rojo de la casa,destruyendo a otros con su dolor?

Miró a Dillon. Su entusiasmo habíadisminuido, sus ojos volvían a tener esafamiliar expresión preocupada. Ellatrató de sonreírle. “Adelante. Mándale

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un texto” dijo ella. No creía que sirvierade algo, pero no perdían nada conintentarlo.

Pero él y rose no tuvieronoportunidad de hacerlo.

El continuo golpeteo de la lluvia enel exterior había enmascarado el sonidode un coche llegando por el camino,pero los pasos en la escala eraninconfundibles.

“Fuera de mi camino”, exclamóNatalya desde el umbral de lahabitación, con Grace y Max justodetrás. Natalya llevaba un aparato deplástico blanco con asas para

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transportarlo, botones de colores eintrincados monitores.

De pronto, la habitación, que yaestaba llena, se desbordaba, confantasmas y personas pasando al lado oa través unos de otros. Nat estabaparada directamente sobre Rose, quienretrocedió, casi tropezando con Dillon,antes de que chocara con la madre deZane, quien estaba absorbiendo conavidez la vista de su familia, llevando lamirada de uno a otro, observando todo,incluso mientras Max pasaba a través deella y se agachaba para mirar el cuerpode Akira. Desde su posición en la cama,

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Akira miraba, perpleja por el caos.“Gracias a Dios” gruñó Zane,

reclinándose hacia atrás.“¡Deberías haberme llamado!” La

voz de Nat contenía furia. “Maldita sea,Zane, ¿Qué estabas haciendo, de todasmaneras?”

“Yo no” dijo él. “Si hubiera sabidoque esto iba a suceder, la habríaencerrado en mi oficina”.

“Ella dijo que la casa era peligrosa”señaló Max, mientras Natalyacomenzaba a examinar a Akiraeficientemente, buscando su pulso, luegoabriendo su blusa.

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Oh, Dios. Akira cerró los ojos confuerza. Supuso que era mezquino de suparte preocuparse del sujetador queestaba usando cuando probablementeestuviera muerta, pero realmentedeseaba haber escogido esa mañana unoblanco y discreto en lugar del negro deencaje con forro de tela color rosaintenso.

“¿Qué hacen aquí?” preguntó Zane.“¿Cómo lo supieron?”

“Lo vi” respondió Natalya.“Pero tú no…” comenzó Zane.“Sí” exclamó ella. “Trato con mucha

fuerza de ignorar mis visiones, y tú lo

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haces muy difícil hermanito. Esta es lasegunda vez este año. ¡Ahora quítate deen medio!”

Mientras Zane se apartaba, Natalyasacó las paletas de la caja, y Akira sedio cuenta de qué era lo que llevaba.

Un desfibrilador portátil.Hmm. La energía espiritual podía

causar energía eléctrica aleatoria en sucerebro, lo que producía convulsiones:¿podrían también los impulsoseléctricos desorganizados causar unadisrupción en los latidos del corazón? Siel ser golpeado por energía espiritualera parecido a ser alcanzado por un

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rayo, entonces tal vez sólo habíacausado un simple paro cardiaco. En esecaso, el problema con su cuerpo podríano ser un aneurisma en absoluto.

“Despejen” dijo Natalya. Hubo unavibración de carga eléctrica en el airemientras la energía se acumulaba en lamáquina operada por baterías y ellaapoyaba las paletas sobre la piel deAkira. Y entonces, zap.

Todo se volvió negro.Mierda, eso dolía.Akira se forzó a abrir los ojos.Eran los ojos azules de Natalya los

que la estaban mirando, no los de Zane,

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y ella sintió una momentánea punzada dedesilusión antes de darse cuenta que verlos ojos de cualquiera desde esaposición era una buena señal. Su cuerpole dolía como si acabara de correr unamaratón y luego hubiera asistido a unaconferencia de seis horas sentada, cadamúsculo tieso y adolorido, pero nosentía nada roto. Y aunque su cabeza nose sentía bien, no era insoportable.

Humedeciendo sus labios, ellasusurró, “¿Zane?”

Nat suspiró y luego sonrió mientrasse retiraba y dejaba que Zane ocupara sulugar.

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Akira lo miró, viendo lapreocupación en su rostro.

“No pude hacerlo” dijo él. “No pudeherirte. Era tan…era demasiado…”Sacudió la cabeza y Akira pudoescuchar la culpa y la desesperación ensu voz.

“Me encanta que no pudierashacerlo”, dijo ella, con voz ronca,alargando una mano para acariciar sumejilla, encantada con poder sentirlo.Un torrente de amor se derramó en suinterior, tan intenso que el resto de laspalabras sólo fluyeron con él. “Te amo”.

Él se inclinó hacia ella, deslizando

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su brazo alrededor del cuello de ella,levantándola, hasta que pudo enterrar surostro en el cabello de Akira. Por unosmomentos, se quedaron sentados así, losbrazos de él alrededor de ella, Akirarelajándose con la tibieza del cuerpo deZane, y luego él giró para besarla,capturando sus labios con una ferocidadurgente que aceleró el pulso de Akira.

Su corazón debía estar funcionandootra vez, pensó ella borrosamente,mientras le devolvía el beso, con lamisma urgencia, amarrando los brazosdetrás de su cuello, hasta que él seseparó de su boca lo suficiente como

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para decir casi sin aliento “Yo tambiénte amo” antes de comenzar a besarlanuevamente.

“Muy bien, ustedes dos, sepárense”.La voz de Natalya sonaba divertida,pero era firme. “Tenemos queasegurarnos de que no haya dañopermanente. Quiero llevar a Akira a unhospital lo más pronto posible”.

“Nada de hospitales” Akira seliberó de Zane para decirlo. Era loúltimo que necesitaba.

“Nada de hospitales” asintió Zane.“Ahora que mamá y Dillon se han ido,¿qué tal si nos olvidamos de los

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fantasmas, definitivamente? ¿Parasiempre?”

Akira miró sobre su hombro. Grace,Natalya y Max estaban de pie detrás deél, sonriendo con alivio, pero Dillon,Rose y la madre de Zane estaban justodetrás de ellos, igual de radiantes yfelices.

“Eh, sí” dijo Akira. “Puede que esono funcione”.

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D

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ía de Acción de GraciasAkira no estaba convencida de

que meter un pavo en la freidora contaracomo una cena tradicional de Acción de

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Gracias. Y si le hubiera dejado laplanificación de la cena por entero aZane, estarían comiendo cosas de unacaja, arándanos rojos enlatados y pastelde calabaza congelado marca Mrs.Smith. Pero mientras miraba por laventana del dormitorio a los hombresreunidos alrededor del tanque depropano, no pudo evitar que una sonrisacurvara sus labios.

Esta era la primera cena familiar ensu casa (la casa de ellos, se corrigió,con secreto deleite) y Rose estabatocando el cielo con las manos defelicidad, revoloteando desde la cocina

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al jardín y de vuelta, tratando de estar entodas partes a la vez, casi bailando defelicidad.

Akira aún no estaba segura de lo quepensar acerca del regreso de Rose.Después de lo eventos de agosto, lamadre de Zane se había quedado eltiempo suficiente para hablar con cadauno de sus hijos y su marido,conversaciones facilitadas por Akira sinla parte de la posesión fantasmal.Después, ella se había ido por laabertura o el pasaje o lo que fuera,ansiosa de explorar lo que vinieradespués.

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Sin embargo, Rose y Dilloncontinuaban ahí: Rose porque le gustaba,Dillon porque Rose insistía en que élvería su propia puerta cuando fueratiempo de que siguiera adelante. Deacuerdo a Rose, Henry también habíavuelto, pero Akira no había vistoninguna señal de él. Definitivamente noestaba mirando a Zane y Lucas pincharel pavo, como lo estaban haciendo Rosey Dillon.

Akira le había pedido a Rose que lecontara acerca de las puertas y de lo quehabía al otro lado de ellas, peroaparentemente tratar de describir lo que

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había era como tratar de describir ellugar nebuloso: no existían las palabrascorrectas. En un momento desorprendente percepción, Rose habíadicho que era como si una mariposatratara de explicarle a una oruga lo queera volar. Akira había pensado en ello,acerca de tratar de explicar lascorrientes de viento y la presión del airey la velocidad a una criatura que sólosabía arrastrarse por una superficiesólida un par de centímetros a la vez, ydejó de lado el tema.

Ella aún tenía curiosidad, pero sabíaque tarde o temprano aprendería más del

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tema.Mientras Akira observaba, Lucas

sacó su teléfono. Sonrió al mirar elaparato, se lo mostró a Zane y le dijoalgo a Max. Dillon debía haberleenviado un mensaje de texto, pensóAkira. Él había estado trabajando encomunicarse por medio del celulardesde que él y Rose casi habíanconseguido la proeza en agosto y sehabía vuelto bastante bueno en eso. Noescribía textos largos, no todavía, peropodía enviar unas cuantas palabras cadavez.

Ella se preguntó qué le habría dicho,

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pero Zane estaba sacando el pájaro delaceite caliente, y ella se dio cuenta deque no debería estar parada ahí soñandodespierta, no cuando tenía trabajo quehacer. El relleno y las patatas dulces seestaban calentando en el horno, lospasteles de calabaza estaban enfriándoseen el mostrador, la salsa de arándanoscon nueces, damascos secos y bourbonque era una receta de la madre de Roseya estaba en la mesa, pero las patatasestaban esperando para ser molidas ylos panecillos para la cena no habíanterminado de hornearse.

Pero primero, necesitaba cambiarse

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de ropa. Mientras cruzaba hasta sucloset, miró hacia abajo a la mancha devino tinto en el frente de su vestido yarrugó la frente. Los accidentessucedían, por supuesto, pero era como siNatalya deliberadamente hubieraderramado su vaso.

Pensó en la llegada de Nat. Ellapodría jurar que la expresión de Nathabía mostrado un momento dedesilusión cuando vio a Akira en lapuerta. ¿Había estado Nat esperando aZane? Pero Nat nunca había sido sinoacogedora con Akira, y no es quepudiera haberse sorprendido de ver a

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Akira ahí: estaban celebrando la cena deesa festividad en su casa, después detodo.

La casa de ellos, se corrigiónuevamente. Miró hacia abajo al anilloen su dedo. No habían decidido unafecha para la boda aun. O elegido unlugar para la ceremonia o tomadoninguna decisión acerca de la recepcióno la luna de miel o siquiera empezado atrabajar en la lista de invitados. Perouna ola de calor tardía en octubre habíainspirado a Zane para darle un regaloanticipado de boda: la escritura de lacasa y un nuevo aire acondicionado.

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Él alegaba que había obtenido ungran trato porque la casa estabaembrujada. No es que eso importara,pero ella no le creía del todo. Si aldueño no le había molestado antes quela casa estuviera embrujada, ¿Por qué lemolestaría ahora?

Además, la casa ya no estabarealmente embrujada. A pesar de lacerteza absoluta de Rose que Henryestaba de vuelta, Akira no lo habíavisto, y los chicos en el patio trasero noeran del tipo de fantasmas que fueran amolestar a nadie. Y Rose ya no estabaatada a la casa: podía ir y venir a su

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gusto. Aunque no es que le gustaramucho. Los invitados eran un fascinanteregalo para Rose, pero ella era unapersona hogareña de corazón,perfectamente feliz mientras tuvieramúsica, televisión y la ocasionalcompañía con quien hablar.

No sucedía lo mismo con Dillon. Elser arrancado del coche por el vórticehabía cortado su amarre con el Taurus.Podía ir a donde quisiera y estabaencantado de poder viajar. Akirasospechaba que después del feriadopodría irse con Lucas. Se sentiría unpoco solo a menos que encontrara otros

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fantasmas con los que conversar, peroella pensaba que él estaba listo para unpoco de aventura.

Con un suspiro, Akira consideró susopciones de vestimenta. Vivir con Zanehabía significado que ambos habíanllegado a algunos acuerdos con respectoa la comida –él pensaba que la carne, elpostre y los carbohidratos debían serelementos fijos en las comidas, nopremios ocasionales- y ella habíasubido algo de peso, así que la mayorparte de su ropa elegante le iba a quedarincómodamente estrecha. Su mano pasósobre un vestido de seda color rojo. Era

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una prenda para lavado en seco, por loque rara vez lo usaba, pero supuso quepodía confiar en que Nat no lederramara vino encima otra vez.

Cuando entró a la cocina, Grace yaestaba moliendo las patatas. “¿Cuántamantequilla le agregas Akira? Nat diceque dos cucharadas es bastante, yo digoque la barra completa”.

“La mayor parte del tiempo sólo usoleche”. Muy bien, ¿qué diantres estabasucediendo con Nat? Su sonrisa al ver aAkira en su nuevo vestido estaba llenade alegría, y se veía igual a Zane cuandole ganó a Lucas en una partida de pool

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por primera vez. Akira pensó si deberíapreguntar.

Pero entonces Zane apareció en elumbral, cargado con un pájaro de undorado profundo y el momento se perdióen el caos del corte del pavo y laspreparaciones finales.

En el comedor, Akira había puestostres puestos a cada lado de la mesa,dejando las cabeceras libres. El arregloera un poco inusual, pero no para unacasa con fantasmas. Pero antes de quetodos se sentaran, Zane preguntó sinecesitaban otra silla.

Cuando ella lo miró con curiosidad,

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él elevó las cejas y dijo “¿Henry?”Sonriendo –amaba la forma en que

Zane recordaba a los fantasmas, a pesarde que no podía verlos- Akira miró aRose, quien estaba casi saltando en elasiento de puro entusiasmo.

“Oh, no, Henry está bien” le aseguróRose, haciendo un gesto para desecharla sugerencia. “Él no necesita una silla.Pero es muy agradable que Zane pienseen él”.

Akira transmitió el mensaje, y luegorecorrió la mesa con la mirada. ¿Sehabía acordado de todo? Mantequilla,sal, pimienta, platos de ensalada,

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panecillos, cubiertos para todos losplatos…

Hmm. Contó. Sí, faltaba una copa devino, la que debería estar en su puesto.Miró a Natalya, quien le devolvió lamirada, los ojos brillantes, y luego sedeslizó en su asiento sin hacercomentarios.

Max realizó la oración de gracias,pasaron la comida, los hermanosconversaron y riñeron alegremente, peroAkira estaba sentada en silencio, sucerebro trabajando, hasta que Zanecaptó su atención. “¿Okey?” le preguntó,luciendo un poco preocupado.

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Ella había estado callada pordemasiado tiempo, se dio cuenta, así quele sonrió mientras asentía. Ellos habíanestado ocupados, ella había estado feliz,se había sentido bien –oh, si hubierapensado en eso, podría haberse dadocuenta, pero no había estado pensando.

Sentía como si brillara de felicidad,y tal vez él lo vio en su rostro, porque lealzó una ceja. Ella sólo le sonrió másampliamente, y giró la cabeza haciaNatalya, quien estaba sentada junto a él.

“¿Es este el vestido correcto?” lepreguntó a Nat. Nadie más en la mesaentendió la pregunta, pero Natalya

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apretó los labios en lugar de contestar.Aunque Akira podía ver la sonrisa ensus ojos. “Era un contrato a dos años”continuó Akira. “Así que tú sabías quelo que viste era en Día de Acción deGracias, ¿pero quizás el de este año erademasiado pronto?”

Natalya aún no decía nada, peroMax miraba con curiosidad y Grace yLucas habían hecho una pausa en suconversación acerca de una quejaplanteada por la SEC acerca de GeneralDirections y que podría o no significarotra investigación de sus prácticas denegocios.

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Akira se puso de pie. Sentía como sila felicidad fuera a explotar en ella yquería estar cerca de Zane, tocándolo,cuando eso sucediera. Caminandoalrededor de la mesa, hizo una pausa allado de la silla de Rose. “¿Está Henrycómodo en el lugar donde está?”preguntó.

“Mucho” respondió Rosealegremente. “Él no recordará nadadespués, pero podemos recordárselonosotros”.

Akira sintió, y continuó dando lavuelta a la mesa. Nat no trataba deocultar su sonrisa, pero todos los demás

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lucían desconcertados. Cuando llegóhasta Zane, Akira le ofreció su mano, yél se puso de pie, tomando su mano en lasuya.

“Tenemos que decidir una fecha parala boda” le dijo, encantada con suexpresión de perplejidad, la confusiónen sus ojos azules.

“Okey” respondió él amablemente.“¿Junio u octubre?” Esas eran las fechasde las que habían estado hablando: juniopor tradición, octubre porque era lamejor época del año en Florida.

Akira sacudió la cabeza. “Estabapensando más bien el próximo fin de

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semana. Vamos a estar demasiadoocupados en junio”.

Esperó a que él se diera cuenta de loque quería decir, pero cuando no lo hizocon la rapidez suficiente, ella tomó sumano y la llevó hacia su estómago, ycuando Zane se dio cuenta de lo que ellaestaba diciendo, su rostro se iluminó, yla envolvió en sus brazos, alzándola delsuelo con exuberante alegría.

Todo lo que ella había estadobuscando cuando llegó a Tassamara eraun lugar donde poder existir, dondepoder sobrevivir sin ser notada. Encambio, había encontrado todo lo que

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siempre había deseadoUn hogar.Amor.Seguridad.Y una familia.

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OTRAS OBRAS DE SARAHWYNDE

El Regalo de un Pensamiento

Sylvie juró que nunca volvería a Tassamara. Estabaequivocada.

A los diecisiete años, Sylvie Blair dejó a su hijo bebécon sus abuelos mientras iba de compras. Nunca

volvió. Veinte años después, ella queda devastada alenterarse de su prematura e intempestiva muerte. Pero

a pesar de que el cuerpo de Dillon lleva largo tiempoenterrado, su espíritu permanece.

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Y él no es realmente feliz.

A él no le gusta el trabajo de su madre –es demasiadopeligroso. No le gusta su apartamento –demasiado

aburrido. Y definitivamente no le gusta su vidaamorosa –no existe.

Pero cuando Dillon decide que sus padres deberíanestar viviendo felices para siempre, los sitúa en un

camino que los llevará cada vez más profundamentehacia el peligro.

¿Podrá Sylvie dejar ir el pasado y aceptar el futuro?

¿Y podrá Dillon sobrevivir la mortal energía queinconscientemente ha liberado?

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AGRADECIMIENTOS

¿Saben que algunos autores dicen quesiempre quisieron escribir? ¿Quésiempre han estado garabateando notasen libretas durante toda su vida? ¿Qué

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eso es todo lo que siempre han soñado?Yo no soy uno de ellos.Oh, seguro, cada cierta cantidad de

años, he tratado de escribir. Me encantaleer y soy una soñadora compulsiva, porlo que escribir era algo lógico.Desafortunadamente, también soyautodidacta. Escribí, leí, odié, rompí (ymás tarde apreté el botón de borrar). Ydespués de cada intento fallido, no volvía escribir durante años.

Luego descubrí el fan fiction. Y conél, una audiencia de maravillosos,comprensivos, entusiastas colegasautores y lectores. Escribí casi un cuarto

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de millón de palabras de fan fictionantes de retomar la ficción original, yrecibí más de mil críticas. No voy a darla lista de cada persona que escribió unacrítica (¡admítanlo, dejarían de leer!)pero quería aprovechar esta oportunidadpara decirles gracias: gracias, gracias,gracias, a todos los que criticaron misfics – ustedes me dieron el coraje paracreer en mis historias, incluso cuandoestaba segura de que mis palabras no lehacían justicia a la historia.

Gracias más específicamente, aAllyrien también conocida como Rachel(mis capítulos no se sienten reales hasta

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que me dices lo que piensas de ellos); aSara también conocida como Justine (medas la confianza de que mis palabrasfuncionan en los momentos en que másme asaltan las dudas): y a Zero tambiénconocido como Tim (un paréntesis no esni remotamente espacio suficiente paraapreciar tu infinita paciencia ydisposición para atender consultas encuanto a tono y estructura, puntuación ypsicología masculina).

Cuando comencé a escribir ficciónoriginal, publiqué capítulos en el sitiofictionpress.com. Dejar a miencantadora y pequeña comunidad por el

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mundo de la ficción original fue enmuchos sentidos como ser expulsada deun nido (aunque supongo que en realidadsalté fuera) y quiero agradecer a todoslos que criticaron Un Regalo Fantasmamientras estaba en progreso. Muchasgracias a Everis, Nereemac, JMill,DonHanz, Amy, Kat, Shayna-18,Kaypgirl, AlternateShadesofBlue,RyaJynx, Darlove99, Lorina LeeBelmont218, Heather, Ann Barthel,Hoshi14, Magz, Miisu, World of Ink,Purplelover, Luckycool9, Ahrendaaria,FamishedNight, Bittie752, FarWanderer, Cat Parmegiani, Ruki44, Bird

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That Flies At Dawn, Hatondog, Lonnee,and Shineyma. Su apoyo me ayudó aseguir adelante.

También publiqué capítulos enCritique Circle. Primero debo decir quecada adverbio, cada uso de la palabra“era”, y cada coma fuera de lugar esmía, sólo mía, y las personas quienesgenerosamente criticaron mi trabajo notienen responsabilidad alguna por ellas.Dicho esto, me gustaría agradecer aMikeKent, MimiWriter, Harleyquin,Katamuki, LornaB, Jaylia, Mpolish,KSullivan, Baker, Egryphon, and Wimpor su perspicacia y su

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retroalimentación.Los comentarios de Jamie Norwood

fueron exactamente lo que yo necesitabaescuchar: ya fuera un punto de vista odudas acerca del tono, Jaime, tu ayudaconcreta y reveladora hizo de éste unmejor libro. Christine Pearson, tuanálisis de personajes me ayudóenormemente, y Maggie Sharp (¡la mejorcuñada del mundo!), tus preguntasdieron lugar a algunos de las mejoresmodificaciones de último momento.¡Muchísimas gracias a todos!

Finalmente, quiero agradecer a mihermana, Karen Lowery, por leer lo que

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escribo y decirme que soy maravillosa.Nuestra madre me preguntó una vez porqué no le había nada de lo que yo habíaescrito para que ella lo leyera, y yo lerespondí que era porque ya sabía que loleería y me diría que era maravilloso yque le encantaba y que estaba orgullosade mi, así que no tenía problemas enpermitirle saltarse la parte de la lectura.No permití que mi hermana se saltara laparte de la lectura, pero aun así, aprecioel apoyo incondicional que ella mebrinda. ¡Gracias Karen!

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Tus comentarios y recomendacionesson fundamentales

Los comentarios y recomendacionesson cruciales para que cualquier autorpueda alcanzar el éxito. Si hasdisfrutado de este libro, por favor dejaun comentario, aunque solo sea una líneao dos, y házselo saber a tus amigos yconocidos. Ayudará a que el autor puedatraerte nuevos libros y permitirá queotros disfruten del libro.

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