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La pieza del mes… Componiendo el periódico y El primer ejemplar 1840-1845, Óleos sobre cobre de Leonardo Alenza (Sala XVII. El gabinete de Larra) Sara Rivera Dávila Conservadora del Museo Nacional del Romanticismo Mayo 2010

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La pieza del mes…

Componiendo el periódico y El primer ejemplar 1840-1845, Óleos sobre cobre de Leonardo Alenza

(Sala XVII. El gabinete de Larra)

Sara Rivera Dávila Conservadora del Museo Nacional del Romanticismo Mayo 2010

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1.- Ficha Técnica

2.- Leonardo Alenza

3.- Prensa y modernidad

4.- Contexto Histórico. Papel de la Prensa durante el Romanticismo

5.- Aspectos Técnicos

6.- Prensa y Cultura Visual La Prensa analizada desde el punto de vista de la imagen

- Las Revistas Ilustradas

- La Prensa Satírica

- La Crítica de Arte y Exposiciones

7.- Prensa y Sociedad

- La prensa y el mundo de los intelectuales

- La prensa y las clases populares

- Prensa y Género

8.- Bibliografía

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1.- Ficha técnica

Leonardo Alenza y Nieto Madrid, 1807 – 1845 Componiendo el periódico 1840 – 1845 Óleo / Cobre 38 cm (diámetro) Firmado: “L.A.”, al dorso, con pintura roja Inv. 7194 Leonardo Alenza y Nieto Madrid, 1807 – 1845 El primer ejemplar 1840 – 1845 Óleo / Cobre 38 cm (diámetro) Inv. 7195

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2.- Leonardo Alenza

El pintor Leonardo Alenza y Nieto (1807 – 1845) es el prototipo de artista romántico. Su pintura trasluce ese carácter introvertido, su postura como observador callado y crítico de la sociedad de su tiempo, y no estuvo al margen de la concepción del artista como genio de especial sensibilidad, ajeno a las convenciones sociales, como de alguna manera mostró, desde una visión irónica, en su famosa “Sátira del suicidio romántico”.

Hijo de Valentín Alenza y María Nieto, Leonardo nace el 6 de noviembre de 1807. El propio Valentín era funcionario de la administración fernandina, discreto aficionado a la poesía, que publicó algunos escritos, de carácter muy conservador, en la prensa de la época. Casó en segundas nupcias con Micaela Bertrandi, con quien convivió nuestro artista hasta el momento de su muerte. Begoña Torres señala, a partir del análisis de algunos dibujos de Alenza en los que representa a su padre leyendo, que la figura sentada en primer término leyendo el periódico en El primer ejemplar, podría ser, de hecho, un retrato del padre del pintor.

Leonardo Alenza, Sátira del Suicidio Romántico Óleo sobre lienzo Sala XVII, Gabinete de Larra Alenza siguió una formación artística estrictamente académica, asistiendo a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando durante trece años, donde recibió clases de los principales pintores del momento, como José de Madrazo, Juan Gálvez, Castor González-Velázquez, incluso recibió clases particulares de Juan Antonio de Ribera. Todos ellos estaban asentados en los paradigmas del Neoclasicismo, pero Alenza, paralelamente, acudiría a visitar el Real Museo de Pinturas, donde admiró las obras de Velázquez y Goya, mostrando una evidente inclinación por la pintura de ambos maestros, que servirán de base a su propia pintura. Esto explica la técnica y las temáticas características de su producción, tan alejadas de la que fuera su formación inicial, de estirpe neoclásica. A pesar de que sus primeras obras responden a encargos oficiales, algunos de ellos vinculados a la pintura de historia, como género privilegiado en los círculos académicos, y aunque nunca abandona del todo este mundo, llegando a ser nombrado académico de mérito en 1842, pronto se desmarca de este tipo de trabajos para ocuparse de los retratos de la burguesía madrileña, pero sobre todo la temática costumbrista, que constituye el núcleo de su producción. Alenza se prodiga como cronista social del Madrid romántico vivido por las

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clases populares, desde una visión objetiva, no por ello exenta de un componente crítico e irónico, enfatizado por su técnica particular, marcadamente sintética y expresiva. De este modo, Alenza nos ofrece un catálogo excepcional de los tipos sociales de la época, y de los lugares donde se desarrollaría la vida cotidiana, desde las puertas de las iglesias a las tabernas, prostíbulos y cafés, y sobre todo las escenas callejeras, siempre con un sentido certero, agudo y tocado de espontaneidad. Alenza se muestra en el conjunto de su obra como un artista eminentemente romántico, en su estética seguidora de la línea goyesca, con un magistral uso de la luz, de vibrantes toques de color, y de una pincelada rápida y muy expresiva. Asimismo, en lo personal, se nos muestra como el prototipo taciturno del artista romántico. No obstante, fue socio del Liceo Artístico y Literario, participó asiduamente en las exposiciones anuales y gozó de éxito con sus cuadros entre la clientela burguesa de la época. Claramente fue una opción personal evadirse de los círculos oficiales. Leonardo Alenza estuvo también cercano al mundo de la prensa, ya que él mismo colaboró en diversas publicaciones periódicas. Realizó una labor ilustradora para obras como “Los españoles pintados por sí mismos”, “Las Aventuras de Gil de Blas” y “Obras escogidas de Francisco de Quevedo”, en las que sus dibujos fueron grabados por artistas como Calixto Ortega, Jesús Avrial, o Vicente Castelló. Su relación personal con Mesonero Romanos permitió que algunas de estas obras aparecieran en el Semanario Pintoresco Español, y también participó con algunos dibujos en El Reflejo. Esta actividad nos invita a pensar que conoció el mundo periodístico de primera mano, plasmando, al compás de su interés constante por la realidad de su entorno, los dos cuadros que nos ocupan. 3.- Prensa y modernidad

Como si del objetivo de una cámara fotográfica se tratara, Leonardo Alenza utiliza un formato circular para presentarnos estas dos escenas tomadas de la realidad, casi con un sentido de instantánea, convirtiéndose en cronista de la sociedad de su tiempo. Alenza, especializado en la pintura de temática costumbrista, abandona aquí los temas populares para dar un paso más hacia la modernidad, mostrándonos la forma de trabajo y lo cotidiano respecto a uno de los grandes avances de la época, el desarrollo de la prensa. El primer cuadro refleja el momento de la composición del periódico, al hilo de los avances técnicos experimentados en el momento. En primer plano de la imagen, el centro lo ocupa la figura del tipógrafo, trabajando sobre los cajetines de madera, mientras dos caballeros, elegantemente vestidos, conversan frente a él, simbolizando la implicación del mundo intelectual y burgués en el ámbito del periodismo. Tras la escena principal se disponen, sabiamente distribuidos, una serie de personajes, todos ellos realizando diversas labores propias de la composición del periódico, configurando una escenificación bastante veraz de lo que sería un día de trabajo en la imprenta.

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El segundo cuadro, tal y como indica su título, muestra la corrección del primer ejemplar, recién salido de las rudimentarias planchas y prensa que se representan al fondo, en cuya lectura se concentra el personaje que aparece sentado, de perfil, en primer término. Ambas obras destacan por su factura, rápida y abocetada, típica de la expresividad alenziana, así como por el uso de la luz, la entonación cromática equilibrada y los toques de colores brillantes, enfatizados por el soporte metálico, pues ambos están ejecutados sobre plancha de cobre. Tanto el formato circular de las obras, que evoca el objetivo fotográfico y, de alguna manera, juega a invitar al espectador a observar la realidad desde una mirilla - recurso que también encontramos en la pintura contemporánea posterior, para reflexionar sobre la mirada y la naturaleza del arte – como su contenido iconológico, relativo al mundo del periodismo y la revolución ocurrida en este campo durante el Romanticismo, nos hablan de unas piezas de gran modernidad; se podría decir que preludian la propia evolución social que se está gestando, proceso en que la prensa sostuvo un papel significativo como motor de difusión de las nuevas ideas. Simultáneamente, la pincelada de Alenza, y su interés por temas realistas, generan una combinación armónica entre forma y contenido de una modernidad inusual en el periodo. Si el Romanticismo fue origen de la modernidad en muchos aspectos, desde luego la prensa fue uno de ellos. Como fenómeno social y económico, la prensa romántica significó el paso de la pertenencia a un círculo de élites ilustradas, a tener un papel dinámico en la formación de las mentalidades, como elemento ideológico e informativo, dirigido a una incipiente "sociedad de masas”. Ese paso hacia la cultura de masas, asociada a la industrialización y reproductibilidad de los medios, se produce también por su poder divulgativo a nivel de comunicación hacia un espectro de la sociedad cada vez más amplio. En palabras de Bozal, “no es un subproducto, sino un componente que coadyuva a la configuración de un conjunto más amplio, una fisionomía histórica concreta definida por el desarrollo de la formación social donde el modo de producción capitalista empieza a ser dominante”. La modernidad de la prensa decimonónica implica, por tanto, un papel activo a nivel social, como estímulo generador de opinión, pero según avanza el siglo, se manifiesta asimismo a nivel de información y cultura visual, pues son numerosas las aportaciones de carácter estético introducidas por la prensa romántica. 4.- Contexto Histórico. Papel de la Prensa durante el Romanticismo

La prensa, como fenómeno de la incipiente “cultura de masas” que germina a lo largo del siglo XIX, mantuvo un papel decisivo en el desarrollo del contexto histórico, como medio de divulgación de los acontecimientos, pero también como instrumento político y elemento conformador de la opinión pública. El Romanticismo fue una época convulsa de cambios profundos, y la prensa conoció, sin duda, uno de sus periodos más intensos, configurándose como voz y expresión de la mentalidad romántica.

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Los orígenes de la prensa se remontan al siglo XVII, cuando la Gaceta de Madrid, nacida en 1661, es considerada la primera publicación periódica en España. Su desarrollo fue mayor a lo largo del siglo XVIII, si bien se trataba en principio de publicaciones que simplemente traducían las revistas extranjeras o servían de mera propaganda al servicio del poder. El verdadero despegue se produce en las últimas décadas del siglo, desde que la Ilustración concibe el género periodístico como medio privilegiado para la difusión de contenidos enciclopédicos, encajando a la perfección con el pensamiento de las Luces. Pero los comienzos no fueron fáciles. A pesar de contar con el apoyo de las autoridades civiles, como muestra la redacción de la

primera Ley de la Prensa española en tiempos de Carlos III, Real Orden del 19 de mayo de 1785, promulgada por Floridablanca, se requería una licencia de impresión otorgada por el Juez de Imprentas, y la aprobación de los textos por la figura del censor. Con todo, las mayores dificultades provenían del enfrentamiento con la Inquisición, que lucharía tenazmente contra la publicación de ciertos contenidos, llegando a producirse incluso la condena y reclusión de algunos periodistas ilustrados. Los ecos de la Revolución Francesa también influyeron en la prensa española, que conoció una nueva represión por miedo a la difusión entre la población de las ideas revolucionarias. Ya durante el reinado de Carlos IV, a través de Manuel Godoy, la prensa recibe un nuevo impulso, ya que “El Príncipe de la Paz” confiaba en la prensa como medio de crecimiento económico y social. Sin embargo, la invasión francesa y el desencadenamiento de la Guerra de la Independencia precipitan un nuevo marco para el desarrollo de la prensa. Al contrario de la represión impuesta desde Bayona, las Cortes de Cádiz de 1810 defendieron la libertad de expresión mediante la promulgación del Decreto de 19 de octubre de 1810, sobre “la libertad política de la imprenta”. Al igual que la guerra y la resistencia fueron asumidas por el pueblo en armas, la prensa se erige como medio de expresión de las reivindicaciones colectivas. Se produjo entonces una auténtica explosión publicista, llegando a aparecer más de trescientos periódicos en España entre los años 1808 y 1814. La vuelta al absolutismo con el restablecimiento del Antiguo Régimen, en la figura del monarca Fernando VII, supuso la implantación de la total censura, pues suprimió todos los periódicos excepto la Gaceta y el Diario de Madrid. La prohibición se vio interrumpida únicamente durante el Trienio Liberal (1820 – 1823), y de nuevo la represión total, aún más recrudecida durante los años de la Década Ominosa (1823 - 1833). Por Real Orden 30 enero 1824, se prohibió que se publicaran más periódicos en la Corte que Gaceta y Diario de Avisos.

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Son los años del exilio de los liberales a Inglaterra y Francia. Desde allí, figuras como Blanco White, el Conde de Toreno, Martínez de la Rosa, Ángel de Saavedra, el Duque de Rivas, o periodistas destacados como Andrés Borrego, ejercerán una importantísima labor política a favor de la libertad a través de la prensa. El Español Constitucional, Ocios de los Españoles Emigrados, o El Emigrado Observador, son publicaciones destacadas del momento. Esta “prensa del exilio” constituye un punto de inflexión clave para el desarrollo del periodismo en España. Al margen de consideraciones puramente políticas, en defensa de las ideas liberales, a su regreso, estos emigrados aportarán sus conocimientos respecto a las novedades técnicas y gráficas aplicadas en el extranjero, y a nivel intelectual, la gestación del Romanticismo y la polémica entre estas nuevas ideas en contraposición a las tendencias clasicistas, que alentarán el debate en las décadas centrales del siglo entre las publicaciones españolas, como había ocurrido previamente en Europa. A partir de 1828 se produce cierta distensión, iniciando un proceso aperturista, que sería ya imparable, al calor de la lucha de estos liberales desde el extranjero, y las nuevas ideas que estaban fraguando el Romanticismo en los primeros pasos de figuras clave para el periodismo como Larra y Espronceda. La influencia de la Revolución burguesa de 1830 en Francia, y el paulatino debilitamiento de Fernando VII, desembocarían, sin solución de continuidad, en un nuevo contexto político con la Regencia de María Cristina a partir de 1832. En estos años destacan en España escritos como El Duende Satírico del día, de Larra, y publicaciones de carácter costumbrista como Cartas Españolas, considerado el primer periódico español ilustrado. El costumbrismo surge de la pluma de “El Curioso Parlante”, Mesonero Romanos, y Estébanez Calderón, “El Solitario”. Sería sustituida por Revista Española, en el mismo género, ofreciendo escenas populares que fueron muy del gusto del público en la época. María Cristina, como Regente, decreta la Amnistía de los emigrados, y se ve obligada a apoyarse en los liberales para enfrentar al sector ultrarrealista, convertido en la rama carlista al producirse el conflicto de la sucesión dinástica, que tuvo como consecuencia las Guerras Carlistas. Los carlistas contarían también con varios periódicos como semblanza y difusión de sus ideas, entre los que destacaron la Gaceta Oficial, El Joven Observador, pero sobre todo, algunos años más tarde, La Esperanza, a partir de 1844, como publicación señera del ideario carlista.

Valeriano Domínguez Bécquer

El Conspirador Carlista Óleo sobre lienzo Sala V, Antesalón

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En esos años, la prensa se regula por Real Decreto de 1 de enero de 1834, todavía con Cea Bermúdez, completado luego por reglamento de 10 de junio del mismo año, con Martínez de la Rosa como presidente del Consejo de Ministros. Según esta legislación, la prensa no necesita licencia, ni está sometida a censura previa si no trata sobre política o religión, y se establece la figura del editor responsable y del depósito previo de una fianza para poder publicar. A partir de 1836 se vuelve a la normativa de 1820, por la que se implanta de nuevo la libertad de imprenta. A la muerte del rey se multiplican las publicaciones, entre las que contamos con periódicos como El Siglo, El Nacional, Eco del Comercio, El Universal, o La Abeja. Ya desde entonces, y de manera constante a lo largo del siglo, los periódicos suponen un reflejo de las tendencias políticas en liza, en estos años representadas por moderados y progresistas. Síntoma del afianzamiento y profesionalización del género periodístico, es la existencia ya en estas publicaciones de unos formatos establecidos. Seoane analiza que se trataba de periódicos de gran formato, que constaban de cuatro páginas, divididas en secciones fijas. La primera página solía dedicarse a los “artículos de fondo”, y la parte inferior, separada por una línea negra, dedicado a la vida intelectual o artística, con artículos de crítica o de creación. Después se inicia la costumbre de dedicar ese espacio a la publicación de novelas, el folletín-novela que va a perdurar en los periódicos durante todo el siglo. Las páginas centrales suelen estar dedicadas a noticias nacionales y extranjeras, oficiales,… y la última a informaciones más ligeras, sucesos, tribunales, a la sección económica y a la publicidad, que comienza a ser pagada en estos años. Esta distribución va a permanecer constante durante todo el XIX, a imitación de la prensa europea, especialmente de la prensa francesa. La nueva Constitución de 1837, junto con la Ley de imprenta, de 22 de marzo de 1837, va a servir de marco a uno de los momentos más prolíficos de la prensa española. La nueva Ley establece la libertad de imprenta, y por primera vez una interesante definición de periódico en su Artículo 1: “Se entenderá por periódico para el objeto de la ley, todo impreso que se publique en época o plazos determinados o inciertos, siempre que sea bajo un título adoptado previamente y que no exceda de seis pliegos de impresión del papel de la marca del sellado”. Al margen de los sempiternos combates entre la prensa liderada por progresistas y moderados, esta libertad tendrá también su reflejo en la aparición de periódicos satíricos como Fray Gerundio, El Matamoscas o El Guirigay. Ya durante la Regencia de Espartero, hasta la declaración de mayoría de edad de la reina Isabel, las polémicas entre progresistas y moderados serán cada vez más enconadas. Paralelamente empieza a reflejarse en la prensa un interés por problemas sociales y las clases trabajadoras, y se hace frecuente una prensa menor de hojas volantes e “innominadas” portadoras de ideas más radicales. A la vez, destacan algunas publicaciones como La Guindilla y La Postdata, que hizo dura crítica al Regente.

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Tras el derrocamiento de Espartero y el nombramiento de Isabel II como reina, se produce el establecimiento de los moderados en el poder, dirigidos por Narváez, y el surgimiento de una nueva Constitución, la de 1845, más acorde a la nueva tendencia. Inevitablemente la prensa se vio afectada por estos cambios, en concreto supone el regreso a una política de represión de la prensa, sobre todo a través del Real Decreto del 10 de Abril de 1844, que mantiene la figura del jurado, más restrictivo y conservador, el control por parte de un jefe político, y se exige depósito previo de ejemplares antes de proceder a la circulación del periódico, si bien el jurado sería sustituido en 1845 por un tribunal colegiado especial. Durante la década moderada la politización de la prensa se agudizó enormemente, reflejando el fraccionamiento de los partidos en moderados, progresistas, demócratas y absolutistas, incluso se filtran las primeras ideas obreras y socialistas utópicas. Igualmente se produce un cambio cualitativo en cuanto al concepto de prensa, que paulatinamente evoluciona del periódico de opinión al periódico de información. Este proceso fue posible también gracias a los avances en las infraestructuras, gracias a la implantación del telégrafo eléctrico a partir de 1852, y la ampliación de la red viaria de ferrocarril, que contribuyó a la distribución geográfica de los periódicos. En esta línea de información, surge la Carta Autógrafa, que después se convertiría en La Correspondencia de España, ya como servicio de noticias, publicado desde 1859; y con carácter popular, Las Novedades, fundada por Ángel Fernández de los Ríos, que también creó el primer servicio organizado de venta callejera de prensa. Los principales periódicos de la década moderada fueron El Heraldo y El Clamor Público, representantes de las tendencias moderadas y progresistas, respectivamente. La Reforma, El Pueblo, y El Siglo sirvieron de vehículo de expresión a las ideas demócratas, que se fueron afianzando hasta desembocar en la revolución de 1854 y sus consecuencias, que culminaron en el Bienio Progresista con O´donnell y finalmente el derrocamiento de Isabel II con la revolución “Gloriosa”, del año 1868, abriendo camino decididamente hacia el Liberalismo. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX se detecta una nueva etapa en la prensa, se producen cambios tanto en los formatos como en los contenidos. Los periódicos muestran mayor riqueza visual y dinamismo, no solo por las ilustraciones, sino también por la cada vez mayor presencia de la publicidad. En cuanto a los contenidos, se afianza el predominio de la información respecto a los artículos políticos. Periódicos como El Imparcial, La Discusión, La Soberanía Nacional, La Iberia, La Nación, El Pueblo, o El Fénix, auspiciado por el Marqués de la Remisa, junto con otros que permanecen desde el periodo anterior se configuran como los más importantes de los últimos años de la era isabelina.

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5.- Aspectos Técnicos

Como señalamos anteriormente, con esta pareja de cuadros Alenza refleja con fidelidad la revolución sufrida por la prensa durante el Romanticismo, también en cuanto a sus aspectos tecnológicos. Los países europeos, con Inglaterra y Francia a la cabeza, están inmersos en una revolución industrial, que habría de tener sus consecuencias en el mundo de la imprenta. El proceso de fabricación que nos presenta Alenza tiene todavía cierto carácter artesanal. De hecho, no se distingue en España hasta los años ´60 entre prensas a mano y prensas mecánicas o máquinas de imprimir. El tipógrafo compone los textos alternando los tipos, después se estampa en la prensa, como vemos respectivamente en cada uno de los cuadros. La imprenta que conoció y pintó Alenza corresponde a la que trajo a España, como novedad procedente de Francia, Mesonero Romanos. El escritor publicó en el Semanario Pintoresco Español un artículo en 1838 que explicaba con detalle el procedimiento de impresión: “Llega el cajista con sus moldes, que ante todo ha cuidado de limpiar bien con lejía, los fija en una tabla de piedra, cuidando de asegurarlos de modo que no padezcan alteración; el prensista, entre tanto, ha colocado el papel en una especie de bastidor, de forma que al caer sobre el molde corresponda exactamente a su configuración. Otro operario ha pasado por encima del molde un rodillo empapado en tinta, y el bastidor cae sobre el molde, el cual por un movimiento de vaivén pasa por la presión del tórtulo y deja estampadas las letras sobre el papel, lo cual tiene que volverse a verificar por el otro lado con distinto molde, que es lo que llaman “tirar y retirar”. (III, 1838, 617b). Así, entre 1820 y 1845 se produce la sustitución de las antiguas “Minerva” y la prensa plana del tipo Stanhope, por las máquinas Giroudot. Posteriormente, a partir de mediados de siglo, el perfeccionamiento de las antiguas máquinas va a permitir que el entintado y la impresión se realizaran automáticamente y de forma sincronizada. El último paso en la evolución sería la incorporación de las rotativas, que no se produciría en España hasta finales del siglo XIX, evolución que paulatinamente permitiría multiplicar los tirajes, abaratar costes y tiempos de producción, con la prensa rotativa Marinoni. En cuanto a la ilustración gráfica, destaca el uso de la xilografía y la litografía en el periodo que nos ocupa. Aquellas publicaciones que pusieron énfasis en la calidad artística de las imágenes optaron por la técnica traída a España por José de Madrazo, al crear el Real

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Establecimiento Litográfico, pero la litografía requería la creación de láminas independientes. En cambio, la xilografía, aunque generaba registros de menor calidad, tenía la ventaja de permitir la impresión simultánea de texto e imagen. Con el tiempo, los avances técnicos permitirán la incorporación de la fotografía a las publicaciones periódicas, mediante el uso del fotograbado, a partir de los años ´60 del XIX. Investigaciones posteriores mejorarán las técnicas para su aplicación periodística, generando nuevos sistemas específicos como la cincografía, la fotolitografía y la fototipografía. De este modo, el metal sustituye a la madera en el proceso de producción de imágenes, aumentando su presencia en todo tipo de publicaciones periódicas, y provocando profundos cambios en el aspecto de la prensa escrita, cada vez de mayor riqueza visual y dinamismo, también gracias al juego con las tipografías y la progresiva importancia que adquiere la publicidad. 6.-Prensa y Cultura Visual

La Prensa analizada desde el punto de vista de la imagen Una de las características más significativas del Romanticismo como movimiento cultural fue, sin duda, la total implicación que se produjo en este momento entre las diversas artes. No en vano, la consecución de la “obra de arte total” fue anhelada por algunos de los autores románticos como la culminación creativa per se. La pintura buscó sus temas en la literatura, la literatura se inspiraba en las imágenes, música y teatro fueron de la mano en la lírica… fueron signo de la época las reuniones de intelectuales de todas las ramas de las artes, en las que compartían sus inquietudes respecto a las nuevas ideas románticas llegadas desde Europa, sin olvidar que muchos de los principales artistas españoles de la época cultivaron diversas facetas artísticas. Evidentemente, en este sentido, el mundo de la prensa ofrecía un campo ilimitado a la hora de explorar las posibilidades simbólicas y estilísticas mediante la unión entre palabra e imagen. Además de ofrecernos riquísimas manifestaciones visuales en lo que respecta al mundo de las artes gráficas, durante el Romanticismo se sientan las bases del periodismo como imbricación de texto-imagen, al empezar a jugar con las tipologías, al indagar las relaciones entre texto e ilustración, y al introducir esa relación de los escritos y de las imágenes como proceso creativo en sí mismo. De este modo, las publicaciones románticas integran paralelamente las vías de creación estética y narrativa, ofreciendo simultáneamente varios niveles de lectura, al reunir imagen, información, ideología, conocimientos…generando a su vez un resultado, de conjunto, a nivel semiológico.

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- Las Revistas Ilustradas

Al margen de su uso en periódicos y publicaciones de diversa naturaleza, la aplicación de la imagen a los textos tuvo durante el Romanticismo su plasmación más emblemática en las revistas ilustradas. La revista romántica por excelencia se debe a la iniciativa de dos jóvenes artistas, el escritor Eugenio de Ochoa y el pintor Federico de Madrazo, quienes, a través de sus viajes a París, conocieron la actualidad en el ámbito de la ilustración europea y decidieron traer estas novedades a España.

Inspirados literalmente en la publicación L´Artiste, dirigida por Achille Ricourt, Ochoa y Madrazo editaron El Artista a partir del 4 de enero de 1835, y, aunque tuvo escasa duración, consiguieron elaborar una revista de altísima calidad literaria y artística, con la participación de escritores emblemáticos de la época, como José de Espronceda, Ventura de la Vega, José Zorrilla... y un largo etcétera. En cuanto a las ilustraciones, se publicaron litografías realizadas por artistas como Valentín Carderera o el propio José de Madrazo, quien había introducido la técnica años atrás mediante la creación del Real Establecimiento Litográfico, de donde, de hecho, procedieron muchas de ellas.

Anónimo Eugenio de Ochoa Óleo sobre lienzo Sala XVIII, Sala de la Literatura y el Teatro También participaron con sus grabados artistas extranjeros como Pharamond Blanchard.

Henri Pierre Léon Pharamond Blanchard El Pescador (El Artista, Tomo I) Litografía Sala XXV, Sala de Interactivos

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La mayoría fueron retratos que ilustraban las biografías de artistas, y vistas de monumentos, amén de litografías inéditas que enriquecían los relatos literarios y poemas. La otra revista fundamental en época romántica, si bien desde un enfoque completamente distinto a El Artista, fue Semanario Pintoresco Español, en la que Alenza publicó varias ilustraciones. La revista fue fundada el 3 de abril de 1836 por Mesonero Romanos, a cuya amistad con el pintor hemos hecho referencia. Esta vez el modelo a seguir es inglés, pues se inspira en la Penny Magazine londinense, tanto en el formato como en los contenidos, de carácter divulgador. Ya desde aquí los objetivos del Semanario distan enormemente de las inquietudes estéticas de El Artista, pero sobre todo la actitud de Mesonero, tan apegado al costumbrismo y al pasado, y crítico respecto a las nuevas ideas y las exageraciones románticas, marca las distancias respecto a la creación de Madrazo y Ochoa, de ambiciones intelectuales mucho más amplias. No obstante, el costumbrismo en sí es género eminentemente romántico, tanto en la literatura como en la pintura, y así queda reflejado, especialmente en el Semanario, tanto en sus narraciones y descripciones costumbristas, como en los grabados que las acompañan.

Anónimo Caricatura de Ramón de Mesonero Romanos

Copia positiva a la albúmina Como analizamos más arriba, al Semanario se atribuye la introducción de la técnica del grabado en madera en la prensa española, que permitía imprimir simultáneamente texto e ilustraciones. Su diseño distribuía los contenidos en dos columnas, organizado por secciones, y como ilustradores colaboraron los principales artistas del momento, como Genaro Pérez Villaamil, de nuevo Carderera, José Elbo, y claro está, Alenza, a través de los grabados realizados por Calixto Ortega y Vicente Castelló. La publicación pretendía ser una especie de enciclopedia popular, amén de divulgar los usos y costumbres españolas. Siguiendo la estela de ésta, y ciertamente, porque su empeño se fijaba en la comunicación entre texto e imagen, surgieron otras revistas románticas con el calificativo de “pintoresco”, como El Observatorio Pintoresco, Siglo Pintoresco, Mundo Pintoresco, o Álbum Pintoresco Universal, todas ellas datadas entre los años ´40 y ´50 del siglo XIX, dedicadas a temas de lugares y costumbres, y que, en muchas ocasiones, reprodujeron grabados de publicaciones extranjeras para evitar el costoso proceso de grabado.

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Otra revista importante fue La Ilustración, creada en 1849, con vocación de información general, por Ángel Fernández de los Ríos. Compartió oficina y establecimiento tipográfico en la misma sede que el Semanario Pintoresco Español, pero con un matiz muy distinto, pues buscaba contenidos informativos, a pesar de la importancia de sus grabados, muchos de ellos adquiridos de publicaciones foráneas. Según avanza el siglo, la ilustración contará con una presencia mayor en todo tipo de publicaciones, tanto periódicos como revistas, proceso en el que podemos considerar como culminación, tras las experiencias propiamente románticas, la Ilustración Española y Americana, procedente de El Museo Universal, ya a partir de 1869. Cabe señalar otros hitos en la creación de revistas ilustradas en España, como la que fue pionera, Cartas Españolas, de José María Carnerero, entre 1831 y 1832, o El Español, editada por Andrés Borrego a partir de 1835, donde destacan los grabados de Calixto Ortega relativos a las guerras carlistas, No me olvides, de Salas y Quiroga, Museo Artístico y Literario, y otras de carácter científico como El Bibliotecario y el trovador español, fundada por Basilio Sebastián de Castellano, y que recordamos aquí porque entre sus ilustraciones aparecen también algunos dibujos de Leonardo Alenza. - La Prensa Satírica

Otra de las novedades más características del Romanticismo en la prensa ilustrada fue el enorme desarrollo que tuvieron durante el periodo las publicaciones satíricas, convertidas explícitamente en plasmación gráfica del espíritu de la época. Tras la muerte de Fernando VII la prensa satírica conocerá un enorme auge, con periódicos como Fray Gerundio, publicado por Modesto Lafuente, El Matamoscas, o El Guirigay. Este periodismo desarrolla un lenguaje específico, entre la ironía y el sarcasmo, y una serie de recursos propios como el uso de diálogos, sátiras en forma de poema, artículos en tono crítico y jocoso, principalmente dirigidos contra el clero y los estamentos políticos… pero sobre todo la ilustración, como perfecto complemento de los escritos, fue su recurso más poderoso y, en la mayoría de las ocasiones, se enfatizó además el mensaje de estas escenas mediante, a su vez, la combinación de texto e imagen a través del juego con las tipografías y el uso de subtítulos que complementaban lo visual. Estas imágenes resultan muy eficaces al emplear recursos como la descontextualización de las escenas, la pérdida de la referencia de las medidas naturalistas, la distorsión de las fisionomías y la exageración de los rasgos, y por ende, la deformación caricaturesca. En cuanto a las temáticas, al dirigirse el periodismo satírico, por lo general, a un público burgués y urbano, suelen reflejar los cambio económicos y sociales, preferentemente a través de escenas costumbristas en ambientaciones populares y la creación de tipos, si bien el tema protagonista es la crítica política, según la tendencia de la publicación, a unos partidos u otros. Hubo temas, en cambio, que fueron sistemáticamente atacados por estas publicaciones, como el estamento clerical, el carlismo, el ejército, y las más de las veces, el gobierno de turno.

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Respecto a las técnicas, las ilustraciones suelen ser grabados en madera, a partir de dibujos de artistas entre los que podemos destacar algunos como Urrabieta, Fernando Miranda, A.

Gómez,… como grabadores, de nuevo Vicente Castelló, o Jesús Avrial y Flores, por citar los autores más reconocidos, si bien cabe subrayar, que la ilustración es muchas veces anónima, sobre todo en las revistas más tempranas.

Calixto Ortega Un consejo de seis pimpollos Ilustración de La Postdata Litografía a lápiz Íntimamente ligada al contexto político, durante la Regencia de Espartero y el reinado de Isabel II, la prensa satírica continuará ese apogeo iniciado en el periodo anterior. Se generaliza en este momento el empleo de la caricatura, en publicaciones como La Postdata, de Las Heras, Quintanilla y Esteban Collantes. Ya en la era isabelina, destacan periódicos como La Guindilla, redactada por Wenceslao Ayguals de Izco y Blas de Araque, El Crisol, y El Moscardón, todas ellas enfocadas a la sátira política. Bozal señala en este periodo una segunda fórmula vinculada a la sátira costumbrista, y que tuvo su desarrollo en publicaciones de diversa naturaleza como La Carcajada, El Dómine Lucas, Don Circunstancias, La Risa, El Papagayo, El Murciélago, especialmente mordaz hacia la figura de Isabel II, y de marcado humorismo El Jeremías, Gil Blas y El Cascabel, ya en los últimos años del reinado. Pese a que sus ilustraciones no aparecieron específicamente en la prensa satírica, sino en otras obras que ya hemos comentado, Alenza y otros pintores como Francisco Lameyer realizaron dibujos para ser grabados que, ciertamente, guardan un sentido irónico y crítico, generalmente vinculados a los temas de costumbres populares. Tanto este tipo de obras como su producción pictórica, no dejan de evidenciar la clara huella de Goya como precedente fundamental para la ilustración satírica.

- La Crítica de Arte y Exposiciones

En este apartado dedicado a las interrelaciones entre prensa e imagen, y en relación a la imbricación de las artes en el periodo, no queríamos dejar de mencionar la importante presencia de la crítica de arte y la información sobre las exposiciones que tuvieron

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desarrollo a lo largo del Romanticismo. Además de publicar biografías de artistas y comentarios de sus obras, por su propia naturaleza, la prensa, y en especial, las revistas ilustradas, dieron cumplida cuenta de la actualidad artística de la época, tanto noticias de los artistas contemporáneos, elogios y críticas realizadas por los artistas sobre sus compañeros, sin que faltaran las críticas a las exposiciones celebradas periódicamente, ya fuera en la Academia o en el Liceo, o posteriormente, las Exposiciones Nacionales. Valga como ejemplo la no demasiado favorable crítica que recibió Alenza por su obra “La Muerte de Daoíz en el Parque de Artillería de Monteleón”, publicada en El Artista del 1 de Abril de 1835, con motivo de su exhibición en la Exposición Pública de Pintura de aquel año:

“El Sr. Alenza, con el título muerte de Daoíz, ha espuesto un cuadro que, aunque con buenas calidades, en general no es mas que un remedo ó reminiscencia del estilo de Goya. En buen hora que este jóven no siga la verdadera escuela antigua de pintura, y que abandonándose á la magia de la ilusión no se detenga en marcar la precisión de las bellas formas; fórmese él su género particular: pero de ninguna manera, halagado por un falso efecto, adopte los principales defectos de otros pintores que sin ellos pasarían a la posteridad. Esto es mas sensible considerando que el talento del Sr. Alenza, guiado por mejores máximas, y con un estudio más detenido de la naturaleza, podría hacer de este joven uno de los buenos artistas españoles.”

Leonardo Alenza Muerte de Daoíz en el Parque de Artillería de Monteleón

Óleo sobre lienzo Sala III, Antesalón

El texto habla por sí solo de la contemporaneidad de la prensa, de los gustos dominantes de la época y los profundos cambios que se han de producir en las valoraciones y la crítica a lo largo la historia del arte. Igualmente elocuente del espíritu de la época, esta vez desde un tono emotivo, es el texto publicado por Mesonero Romanos, como homenaje a la muerte del artista Leonardo Alenza, en el Semanario Pintoresco Español de 30 de julio de 1848: “Un joven que retirado del bullicio, lejos de toda concurrencia, aislado por su carácter y por sus enfermedades, pobre, olvidado y aun desdeñoso de todo favor, y ajeno en fin a las pandillas y compadrazgos que suelen ser entre nosotros la base de las reputaciones, consigue con su pincel imprimir a sus obras un sello especial de gusto é intencion, una naturalidad de expresion que atraiga irresistiblemente las miradas del pueblo y el aplauso de los inteligentes, escitando el respeto y la admiracion de que son objeto los hombres de genio […]”.

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7.- Prensa y Sociedad

- La prensa y el mundo de los intelectuales

Ya hemos aludido a la profunda “simbiosis” establecida durante el Romanticismo entre los diferentes géneros artísticos, así como entre sus creadores. Intelectuales, políticos, artistas plásticos, escritores…crearon entre sí lazos de amistad, intercambiaron ideas e influencias, y, en lo que nos ocupa, ejercieron propiamente como periodistas, o al menos publicaron frecuentemente en la prensa romántica. Hemos visto como los periódicos jugaron un papel fundamental en cuanto a la conformación de ideologías políticas y las luchas entre partidos, asimilados ya entonces como “cuarto poder”, con capacidad para sostener y derrocar gobiernos, a pesar de las presiones ejercidas desde la censura. Igualmente, la prensa tuvo un papel decisivo en cuanto a la discusión y difusión del ideario romántico. La prensa divulgó ampliamente las teorías artísticas, y facilitó el conocimiento de las nuevas tendencias que triunfaban en Europa, así como el intercambio de ideas entre los artistas nacionales. Los intelectuales del Romanticismo encontraron su lugar predilecto de expresión en salones, tertulias y cafés, convertidos en los centros por antonomasia de las nuevas clases burguesas, impulsoras del pensamiento liberal. En estas reuniones se establecían debates, se practicaba la reflexión teórica, se realizaban veladas musicales, lecturas poéticas, representaciones teatrales…y claro está, se leía el periódico y se polemizaba sobre asuntos de toda índole, como plasmó Alenza en su serie para “El Café de Levante”.

Leonardo Alenza El Café de Levante Óleo sobre lienzo Museo del Romanticismo

Pero la institución más representativa del círculo intelectual romántico fue, sin duda, el Liceo Artístico y Literario. Fundado en 1837, con precedente en el Café del Parnasillo, donde se reunía inicialmente la camarilla conocida como la “Patria del Trueno”, este núcleo inicial impulsó la creación del Liceo, institución en la que se reunían artistas, literatos e intelectuales las noches de los jueves. Allí presentaban sus respectivos trabajos,

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además de organizar exposiciones y conciertos, y, por supuesto, publicar su propio boletín periódico con los trabajos de cada sección en las que se dividía.

Antonio María Esquivel Reunión Literaria. Reparto de premios en el Liceo

Óleo sobre lienzo Sala XVIII, Sala de la Literatura y el Teatro

El año de fundación del Liceo coincide con la muerte de la figura más emblemática en la relación entre intelectualidad-periodismo del movimiento romántico: Mariano José de Larra.

José Gutiérrez de la Vega Mariano José de Larra Óleo sobre lienzo Sala XVII, Gabinete de Larra

El Museo del Romanticismo dedica, desde sus orígenes, una sala en homenaje a la trascendencia de “Fígaro” para el Romanticismo (Gabinete de Larra, Sala XVII), en la que significativamente, se exponen las dos obras de Alenza que nos ocupan. En lo que respecta a su relación con la prensa, “El pobrecito hablador” adoptó una postura en todo momento combativa contra la censura, en el convencimiento de la importancia del periodismo como forma de libertad y difusión de nuevas ideas a todas las clases sociales, en muchas ocasiones precisamente mediante la crítica incisiva, siempre desde la ironía y el ingenio, de esa misma sociedad. No dejó de criticar también el mundo del periodismo, en su artículo “Modos de vivir que no dan de vivir”, en el que el oficio más menudo es “el escribir para el público y hacer versos para la gloria; más menudo todavía el público que el oficio, es todo lo más si para leerlo a usted le componen cien personas, y con respecto a la gloria, bueno es no contar con ella, por si ella no contase con nosotros”.

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- La prensa y las clases populares

Si la prensa romántica germina en el contexto de la revolución industrial y la emergencia de las clases burguesas, no es menos cierto que su papel divulgador termina por expandirse en relación a las clases populares. Ya desde finales del siglo XVIII, el principal punto de inflexión fue su apertura desde un cerrado círculo de eruditos e intelectuales que formaban parte de las élites privilegiadas a su expansión entre las clases medias, y según avanza el siglo XIX, su difusión entre las clases populares. A pesar de que España contaba con una de las tasas de alfabetización más bajas de Europa, tenemos constancia de lecturas públicas que hacían asequibles a quienes no sabían leer sus publicaciones. No solamente se producían lecturas públicas en las calles y de manera improvisada, sino que está documentada la existencia de gabinetes populares de reunión, creados expresamente para esas lecturas públicas. Existían también otros medios que permitieron esta comunicación, como los pliegos de cordel y las aleluyas, pero también la progresiva incorporación de imágenes ilustrativas a los textos facilitó la recepción del mensaje periodístico. La prensa no pasó por alto su capacidad para condicionar la opinión pública, ni tampoco su carácter divulgador, que en un momento dado, podía paliar las reducidas posibilidades del sistema educativo.

Leonardo Alenza Leyendo el anuncio Dibujo a pluma Museo del Romanticismo

Paralelamente, las mejoras técnicas y las legislaciones más favorables para la creación y distribución de las publicaciones, hacían la edición de los periódicos menos costosa, abaratando los precios, y facilitando así el acceso a los sectores económicamente menos favorecidos de la sociedad. Ya fuera desde una perspectiva propagandística de determinada ideología, ya desde una voluntad educativa y divulgadora de carácter enciclopédico o informativo, la relación de la prensa con las clases populares fue en todo caso “de ida y vuelta”. Esta relación se hace evidente por la vía del costumbrismo, género en el que las diversas clases sociales actúan como público receptor, pero también como modelo de los tipos y costumbres que narraba y describía este tipo de periodismo.

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Pero si el periodismo sirvió de alguna manera de “espejo” a estas clases mediante sus artículos de costumbres tomados de la realidad social, también sirvió de estímulo para su formación y reunión ideológica. Al igual que supuso un arma política al servicio de los partidos progresistas y moderados que se alternaron en el poder durante el periodo romántico, ocupó un lugar preferente para la difusión de los principios del liberalismo y la paulatina formación de la conciencia social y obrera, forjados también durante el Romanticismo. El clima de apertura y libertad durante la Regencia de Espartero propiciaron el paso definitivo hacia corrientes más radicales, como socialistas utópicos, asociacionistas, republicanos, y los propiamente demócratas. Estas corrientes se van afianzando durante la mitad del siglo XIX, reforzadas sobre todo durante el Bienio Progresista. Así lo acredita el surgimiento de periódicos como La Soberanía Nacional, La Discusión, El Pueblo, La Europa, El Tribuno, La América, El Látigo y La Propaganda, que se refundiría con La Soberanía, y otros con títulos tan significativos como El Eco de las Barricadas, La Voz del Pueblo, y El Eco de la Revolución. La Asociación, o El Eco de la Clase Obrera.

- Prensa y Género Como fenómeno sintomático de una determinada cultura, la prensa de la época deja traslucir expresamente el papel de la mujer en la sociedad romántica. En la prensa general, al margen de los contenidos de carácter enciclopédico, que codificaban un mensaje moral y educativo respecto al rol femenino, algunas secciones se dedicaban a las lectoras; en concreto el folletín o novela que ofrecía por entregas los periódicos se dirigían directamente al público femenino.

Por otro lado, hay que subrayar que durante el Romanticismo proliferaron publicaciones específicamente femeninas. La revista pionera fue El Correo de las Damas, que tiene su modelo en la prensa femenina francesa, así como otras revistas entre las que destacamos El Buen Tono, La Moda (1842 a 1927) y El Correo de la Moda, publicada entre 1851 y 1886. Se trata de revistas dirigidas al principio a las mujeres de las clases altas de la sociedad, que con el tiempo, van filtrándose hasta las clases burguesas y acomodadas, imitadoras de las costumbres de aquellas. Son publicaciones centradas en torno al mundo de la moda, donde se utilizaron ricas ilustraciones que mostraban modelos y figurines. En este sentido sobresalió El Correo de las Damas, editado a partir de 1833, como periódico de modas, bellas artes, literatura y teatro.

Hennuyer et fils (Establecimiento Litográfico, París) Magasin des demoiselles Grabado calcográfico Museo del Romanticismo

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En lo que respecta a las demás publicaciones, sus contenidos oscilan entre los mensajes religiosos y las enseñanzas sobre matrimonio y economía doméstica, con el fin de configurar el ideal de mujer entendido por la sociedad decimonónica, junto con los contenidos de “recreo y adorno”, entretenimientos entre sus mensajes de conducta moral. Así lo encontramos en publicaciones como El Periódico de las Damas, y ya en época isabelina, El Defensor del Bello Sexo, Ellas, o Gaceta de las Mujeres. No obstante, aparecen también entre estas obras algunas críticas al sistema educativo para la mujer, y en algunas ocasiones, alusiones al derecho de la mujer al trabajo. En este sentido, destaca El Nuevo Pensil de Iberia, vinculada a las ideas fourieristas, germen del feminismo en España. Con todo, no todas las voces asumieron este papel pasivo que la prensa venía a afianzar con respecto a la mujer. Algunas de ellas, al igual que ocurrió en el resto de Europa y Estados Unidos, cuestionaron tal papel y adoptaron una posición intelectual en principio destinada al hombre. Si bien por lo general respetaron el orden social y sus escritos se limitaban a mejorar la educación femenina y revalorizar la figura de la mujer como madre, ciertamente adoptaron un papel intelectual que por lo general les estaba vetado. La creación literaria, particularmente la poesía, sirvió como ámbito de expresión a autoras destacadas de la época como Carolina Coronado, Cecilia Böhl de Faber, con escritos de carácter costumbrista y defensora del clasicismo, o Gertrudis Gómez de Avellaneda, quien ejerció como redactora y directora en diversas publicaciones, tanto femeninas como estrictamente literarias. De manera paradigmática, la prensa refleja la estricta división entre el mundo masculino y el femenino, del mismo modo que reflejó los cambios sociales, ideológicos y políticos, que configuraron la mentalidad romántica.

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LA PIEZA DEL MES. CICLO 2010 Febrero Soledad Pérez Mateo MESA DE DESPACHO, ca. 1830 Marzo Carmen Linés Viñuales JOSÉ RIBELLES Y HELIP, “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE OTELO” E “ISIDORO MAÍQUEZ EN EL PAPEL DE ÓSCAR”, LITOGRAFÍAS, ca. 1823 Abril Laura González Vidales ÁNGEL MARÍA CORTELLINI, “RETRATO DE NIÑA”, ÓLEO SOBRE LIENZO, ca. 1857 Mayo Sara Rivera Dávila LEONARDO ALENZA, “COMPONIENDO EL PERIÓDICO” Y “EL PRIMER EJEMPLAR”, ÓLEOS SOBRE COBRE, 1840-1845 Junio Mercedes Rodríguez Collado EDUARD MOREAU Y FÁBRICA ALEXANDRE, ABANICO, 1858 Septiembre Carmen Sanz Díaz PIANO PLEYEL, 1848-1854 Y ARPA ERARD, ca. 1840 Octubre Asunción Cardona Suanzes CECILIO CORRO, “RETRATO DE MANUEL REMÍREZ Y BARREDA”, GOUACHE, ACUARELA Y ÓLEO SOBRE MARFILINA, ca. 1850 Noviembre Mª Jesús Cabrera Bravo COLECCIÓN DE BARROS ANDALUCES DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO Diciembre Mercedes Cabanillas García MANUSCRITO BORRADOR DEL ARTÍCULO “LOS CALAVERAS” DE MARIANO JOSÉ DE LARRA