la larga sombra del ordoliberalismo

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1 La larga sombra del Ordoliberalismo. Manfred Nolte Hace unos meses, Sebastian Dullien y Ulrike Gurot rescataron en un sugerente ensayo titulado ‘ The long shadow of ordoliberalism: Germany’s approach to the euro crisis’ el término ‘Ordoliberalismo’ para significar el irrenunciable dominio que de la mano de esta doctrina económica y filosófica ejerce la locomotora alemana en los modos y maneras de interpretar y superar el enojoso asunto de la crisis en Europa. Guste o no, las cosas se hacen y van a seguir haciéndose a la manera alemana, muy por encima de simples conveniencias o complacencias intelectuales. A Berlín no le importa ser la voz hegemónica del viejo continente, ya que cree a pies juntillas que es su responsabilidad histórica avalada por una tenaz y recurrente pauta de éxitos económicos. Las banderas de la disciplina, el equilibrio fiscal y la austeridad son las que invariablemente están llamadas a ondear en el edificio de una construcción estable de la Unión Europea. La imposición, a su juicio, no es fruto de una miopía recalcitrante sino la consecuencia de un vacío doctrinal y de eficiencia que se derivaría de un compromiso que integrase los pareceres del resto de países. A Merkel y sus correligionarios no les afecta en absoluto que se tilde de rígida su postura, ya que responde en su criterio al monopolio de la verdad validado reiteradamente con todo tipo de títulos y galardones económicos. La plataforma moralizante de la austeridad queda fuera de toda posible negociación debido a su valor estabilizante, por ser la antecámara de todas las eficacias. Además, Alemania se considera a sí misma como la solución, sin tener parte en los problemas estructurales que han conducido a la crisis. De ahí que cualquier rebaja de austeridad, cualquier atisbo para ralentizar la consolidación fiscal o mutualizar a deshora los pasivos generados por la incontinencia de tiempos pasados, cualquier narrativa de solidaridad sin sacrificio tropezará en oídos sordos. El ordoliberalismo surge en 1930 en la Universidad de Friburgo dando origen a la escuela del mismo nombre de la mano de economistas como Walter Eucken, y Leonhard Miksch al que se uniría quien fue canciller federal entre 1963 y 1966 , Ludwig Erhard , padre del milagro económico alemán, y otros como Friedrich Hayek y Karl Popper, considerándose un proyecto del liberalismo conservador cristiano-demócrata, una ama del pensamiento neoclásico con una fuerte influencia de las ‘expectativas racionales’ de los mercados, a medio camino del socialismo duro de la planificación central y el laissez-faire más manchesteriano sin rostro humano. Los economistas que promueven este paradigma sostienen que el mercado funciona eficientemente y que tiene en si mismo capacidad de ajustarse a los shocks que vayan produciendo. Si precios y salarios no son flexibles a la baja, procede una reforma estructural que aborde tales ineficiencias. En cuanto a los desajustes externos de la balanza por cuenta corriente se interpretan como un déficit de competitividad que deben solucionarse con los instrumentos habituales de una devaluación interna. Paulatinamente deriva en el concepto de ‘economía social de mercado’ (‘soziale Marktwitschaft’) rescatando valores sociales anclados en la ética y el bien

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La larga sombra del Ordoliberalismo. Manfred Nolte

Hace unos meses, Sebastian Dullien y Ulrike Gurot rescataron en un sugerente ensayo titulado ‘ The long shadow of ordoliberalism: Germany’s approach to the euro crisis’ el término ‘Ordoliberalismo’ para significar el irrenunciable dominio que de la mano de esta doctrina económica y filosófica ejerce la locomotora alemana en los modos y maneras de interpretar y superar el enojoso asunto de la crisis en Europa. Guste o no, las cosas se hacen y van a seguir haciéndose a la manera alemana, muy por encima de simples conveniencias o complacencias intelectuales. A Berlín no le importa ser la voz hegemónica del viejo continente, ya que cree a pies juntillas que es su responsabilidad histórica avalada por una tenaz y recurrente pauta de éxitos económicos. Las banderas de la disciplina, el equilibrio fiscal y la austeridad son las que invariablemente están llamadas a ondear en el edificio de una construcción estable de la Unión Europea. La imposición, a su juicio, no es fruto de una miopía recalcitrante sino la consecuencia de un vacío doctrinal y de eficiencia que se derivaría de un compromiso que integrase los pareceres del resto de países. A Merkel y sus correligionarios no les afecta en absoluto que se tilde de rígida su postura, ya que responde en su criterio al monopolio de la verdad validado reiteradamente con todo tipo de títulos y galardones económicos. La plataforma moralizante de la austeridad queda fuera de toda posible negociación debido a su valor estabilizante, por ser la antecámara de todas las eficacias. Además, Alemania se considera a sí misma como la solución, sin tener parte en los problemas estructurales que han conducido a la crisis. De ahí que cualquier rebaja de austeridad, cualquier atisbo para ralentizar la consolidación fiscal o mutualizar a deshora los pasivos generados por la incontinencia de tiempos pasados, cualquier narrativa de solidaridad sin sacrificio tropezará en oídos sordos. El ordoliberalismo surge en 1930 en la Universidad de Friburgo dando origen a la escuela del mismo nombre de la mano de economistas como Walter Eucken, y Leonhard Miksch al que se uniría quien fue canciller federal entre 1963 y 1966 , Ludwig Erhard , padre del milagro económico alemán, y otros como Friedrich Hayek y Karl Popper, considerándose un proyecto del liberalismo conservador cristiano-demócrata, una ama del pensamiento neoclásico con una fuerte influencia de las ‘expectativas racionales’ de los mercados, a medio camino del socialismo duro de la planificación central y el laissez-faire más manchesteriano sin rostro humano. Los economistas que promueven este paradigma sostienen que el mercado funciona eficientemente y que tiene en si mismo capacidad de ajustarse a los shocks que vayan produciendo. Si precios y salarios no son flexibles a la baja, procede una reforma estructural que aborde tales ineficiencias. En cuanto a los desajustes externos de la balanza por cuenta corriente se interpretan como un déficit de competitividad que deben solucionarse con los instrumentos habituales de una devaluación interna.

Paulatinamente deriva en el concepto de ‘economía social de mercado’ (‘soziale Marktwitschaft’) rescatando valores sociales anclados en la ética y el bien

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común –disciplina, austeridad, emprendimiento- junto a la defensa de las libertades individuales, en un Estado social tutelar que mantenga los principios del libre mercado impidiendo posiciones dominantes distorsionadoras de aquel. La política monetaria se someterá a un Banco central independiente garante de la estabilidad de precios. El equilibrio fiscal es responsabilidad del ejecutivo, creando el marco para la acción libre de empresarios y representantes de los trabajadores. En sentido contrario, los problemas fiscales siempre tienen su origen en conductas irresponsables de los políticos, debido a una falsa interpretación de la política de incentivos. El objetivo del ordoliberalismo es promover la estabilidad financiera y de precios y con ella la sana competencia en un trasfondo social, sin trazabilidad perceptible del legado keynesiano. En palabras de sus fundadores, ‘el orden del mercado representa un orden ético’. En el mero orden ideológico el ordoliberalismo es otra forma de ‘Política del Orden’ (‘Ordnungspolitik’) como peculiar idiosincrasia del hacer alemán.

Traducido al entramado europeo, todo adquiere la simple naturalidad de la lógica. En su particular enfoque para rescatar el Euro, aún siendo el primer contribuyente en todos los programas, Alemania bloquea sistemáticamente cualquier solución constructiva que se proponga. La Unión bancaria-que tanto conviene a España- podría ser ilegal, y en todo caso se retrasa. Nadie piensa que lo sea, excepto el vigilante teutón que tiene sobradas razones para advertir problemas de fondo, o de forma o de simple ‘timing’ o grado de oportunidad. En ello están los leguleyos de la Comisión europea, pendientes de un informe supersecreto. El programa de liquidez ilimitada (LTRO)abordado por Draghi por partida doble hasta inyectar un billon de euros en las arcas de los bancos periféricos también puede adolecer de reservas importantes. Lo mismo que la pretendida intervención en el mercado secundario de bonos del BCE (OMT), por mucho que su Presidente lo haya condicionado a la firma previa de un memorando y al cumplimiento de un rosario de medidas adicionales de austeridad. El antiguo capo del Banco de Italia ha tenido que personarse ante un amplio colectivo de parlamentarios alemanes para jurarles que las cosas no son lo que aparentan, que lo primero es la estabilidad, la condicionalidad y la independencia del Organismo. Pero Jens Weidmann, el Presidente del Buba, sigue sin estar convencido. Por supuesto, aunque así se haya acordado por el Consejo Europeo en el Pleno del 28 de Junio, un comunicado conjunto con Holanda y Financia desmarca a Berlín de la posibilidad de que el Fondo de rescate permanente (MEDE) pueda recapitalizar directamente al sistema bancario español e irlandés exonerando a ambos gobiernos de incluir los rescates financieros en sus ya abultados niveles de deuda soberana. Las nuevas ayudas que se presten a países en necesidad, deberán someterse al filtro del Parlamento alemán, siempre con el visto bueno del Tribunal de Karlsruhe que ha fijado el límite de desembolsa del País en 190.000 millones de euros. Incluso el recién constituido fondo de rescate (MEDE) podría ser ilegal, aunque en este caso responda a una iniciativa del parlamentario irlandés Prigle ante la Corte Europea de Justicia, que Alemania no ve con malos ojos y sobre todas las cosas como ya ha dejado claro el ministro Schäuble, cualquier inmersión en el mar minado de la construcción europea –‘más Europa’- estará sujeto al

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veredicto del Constitucional y en su caso a la reforma de las cartas magnas y del Tratado de Lisboa. Encuestas recientes muestran que la opinión pública alemana rechaza -77%- la idea de una mayor integración, con un 51% de ciudadanos que preferirían abandonar la Eurozona. En general un 70% está harto de la crisis y el mismo porcentaje rechaza unos ‘Estados Unidos de Europa’ una propuesta arriesgada en la voz disidente de su ministro de exteriores Guido Westerwelle. La moraleja de la historia sin embargo es que, mientras a Alemania la crisis le está ahorrando 80.000 millones de intereses en sus emisiones soberanas, y sus reservas exteriores estén a reventar, a España la medicina ordoliberal le está sentando muy mal.