la impugnación de actos administrativos en el...

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REVISTA DO TRIBUNAL DE CONTAS DO ESTADO DE MINAS GERAIS outubro | novembro | dezembro 2010 | v. 77 — n. 4 — ano XXVIII 127 Santiago R. Carrillo Advogado. Professor de Direito Administrativo em Buenos Aires e Secretário do Juízo Nacional de Primeira Instância no Contencioso Administrativo Federal da Argentina. Resumo: El decreto 1.023/01 es un reglamento dictado por el Poder Ejecutivo Nacional en ejercicio de competencias legislativas delegadas por el Congreso de la Nación, en los términos del procedimiento previsto por el art. 76 de la Constitución Nacional. Estatuye el Régimen de Contrataciones de la Administración Pública Nacional. El art. 30 desse decreto delegado es una norma abierta, de reenvío. Habrá que recurrir a las disposiciones del decreto reglamentario 436/00 y a los pliegos que rijan cada procedimiento de selección para conocer el régimen de impugnación de los actos administrativos dictados durante su sustanciación. En efecto, la norma delega en la reglamentación la determinación de tres puntos de importancia: a) Cuáles actuaciones son susceptibles de ser observadas o impugnadas por los oferentes; b) cuáles son los requisitos de procedencia formal y qué trámite se les conferirá a tales planteos; y c) qué efectos tendrá su interposición con relación a la continuidad del procedimiento. Sin perjuicio de ello, cabe adelantar que el decreto 1.023/01 avanza un paso y establece una sanción para aquellos casos en que el oferente no cumpla con las disposiciones reglamentarias en materia de impugnaciones: su efecto no suspensivo. De esta disposición, a contrario sensu, podría extraerse la consagración del efecto suspensivo de las impugnaciones deducidas regularmente. Más allá de la casuística que plantea esta delegación, creo que podemos trazar algunas líneas rectoras que servirán como guía interpretativa al momento de la aplicación del régimen de impugnación previsto para el procedimiento de selección; aunque dada la inseguridad jurídica que reina en esta materia –que no parece ser casual – cada punto del análisis plantea más dudas que certezas. Palabras-llave: Actos administrativos. Contratista. Contrato administrativo. Impugnación judicial. Actividad administrativa. Resumo: O decreto 1.023/01 é um regulamento editado pelo Poder Executivo Nacional em exercício de competências legislativas delegadas pelo Congresso da Nação, nos termos do procedimento previsto pelo art. 76 da Constituição Nacional. Estatui o regime de contratações da Administração Pública nacional. O art. 30 desse decreto delegado é uma norma aberta de encaminhamento. Haverá que recorrer às disposições do decreto regulamentar 436/00 e às especificações que rejam cada procedimento de seleção para conhecer o regime de impugnação dos atos administrativos editados durante sua vigência. De fato, a norma delega na regulamentação a determinação de três pontos relevantes: a) quais atuações são suscetíveis de ser observadas ou impugnadas pelos licitantes; b) quais são os requisitos procedimentais formais e que tramitação será dada a tais fatos; e c) que efeitos terão sua interposição com relação à La impugnación de actos administrativos en el procedimiento de selección del contratista en la República Argentina

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Santiago R. Carrillo

Advogado. Professor de Direito Administrativo em Buenos Aires e

Secretário do Juízo Nacional de Primeira Instância no Contencioso

Administrativo Federal da Argentina.

Resumo: El decreto 1.023/01 es un reglamento dictado por el Poder Ejecutivo Nacional en ejercicio de competencias legislativas delegadas por el Congreso de la Nación, en los términos del procedimiento previsto por el art. 76 de la Constitución Nacional. Estatuye el Régimen de Contrataciones de la Administración Pública Nacional. El art. 30 desse decreto delegado es una norma abierta, de reenvío. Habrá que recurrir a las disposiciones del decreto reglamentario 436/00 y a los pliegos que rijan cada procedimiento de selección para conocer el régimen de impugnación de los actos administrativos dictados durante su sustanciación. En efecto, la norma delega en la reglamentación la determinación de tres puntos de importancia: a) Cuáles actuaciones son susceptibles de ser observadas o impugnadas por los oferentes; b) cuáles son los requisitos de procedencia formal y qué trámite se les conferirá a tales planteos; y c) qué efectos tendrá su interposición con relación a la continuidad del procedimiento. Sin perjuicio de ello, cabe adelantar que el decreto 1.023/01 avanza un paso y establece una sanción para aquellos casos en que el oferente no cumpla con las disposiciones reglamentarias en materia de impugnaciones: su efecto no suspensivo. De esta disposición, a contrario sensu, podría extraerse la consagración del efecto suspensivo de las impugnaciones deducidas regularmente. Más allá de la casuística que plantea esta delegación, creo que podemos trazar algunas líneas rectoras que servirán como guía interpretativa al momento de la aplicación del régimen de impugnación previsto para el procedimiento de selección; aunque dada la inseguridad jurídica que reina en esta materia –que no parece ser casual – cada punto del análisis plantea más dudas que certezas.

Palabras-llave: Actos administrativos. Contratista. Contrato administrativo. Impugnación judicial. Actividad administrativa.

Resumo: O decreto 1.023/01 é um regulamento editado pelo Poder Executivo Nacional em exercício de competências legislativas delegadas pelo Congresso da Nação, nos termos do procedimento previsto pelo art. 76 da Constituição Nacional. Estatui o regime de contratações da Administração Pública nacional. O art. 30 desse decreto delegado é uma norma aberta de encaminhamento. Haverá que recorrer às disposições do decreto regulamentar 436/00 e às especificações que rejam cada procedimento de seleção para conhecer o regime de impugnação dos atos administrativos editados durante sua vigência. De fato, a norma delega na regulamentação a determinação de três pontos relevantes: a) quais atuações são suscetíveis de ser observadas ou impugnadas pelos licitantes; b) quais são os requisitos procedimentais formais e que tramitação será dada a tais fatos; e c) que efeitos terão sua interposição com relação à

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continuidade do procedimento. Sem prejuízo disso, cabe adiantar que o decreto 1.023/01 avança um passo e estabelece uma sanção para aqueles casos em que o ofertante não cumpra com as disposições regulamentares em matéria de impugnações: seu efeito não suspensivo. Desta disposição, a contrario sensu, poderia extrair-se a consagração do efeito suspensivo das impugnações deduzidas regularmente. Mas além da casuística que norteia esta delegação, pode-se traçar algumas linhas reitoras que servirão como guia interpretativa no momento da aplicação do regime de impugnação previsto para o procedimento de seleção; embora em razão da insegurança jurídica que reina nesta matéria – que não parecer ser casual – cada ponto de análise levanta mais dúvidas que certezas.

Palavras-chave: Atos administrativos. Contratante. Contrato administrativo. Impugnação judicial. Atividade administrativa.

1 Delimitación del escenario

El art. 30 del decreto delegado 1023/011 es una norma abierta, de reenvío. Habrá que recurrir a las disposiciones del decreto reglamentario 436/00 y a los pliegos que rijan cada procedimiento de selección2 para conocer el régimen de impugnación de los actos administrativos dictados durante su sustanciación.3 En efecto, la norma delega en la reglamentación la determinación de tres puntos de importancia: a) Cuáles actuaciones son susceptibles de ser observadas o impugnadas por los oferentes; b) cuáles son los requisitos de procedencia formal y qué trámite se les conferirá a tales planteos y c) qué efectos tendrá su interposición con relación a la continuidad del procedimiento. Sin perjuicio de ello, cabe adelantar que el decreto 1023/01 avanza un paso y establece una sanción para aquellos casos en que el oferente no cumpla con las disposiciones reglamentarias en materia de impugnaciones: Su efecto no suspensivo. De esta disposición, a contrario sensu, podría extraerse la consagración del efecto suspensivo de las impugnaciones deducidas regularmente.4

Más allá de la casuística que plantea esta delegación, creo que podemos trazar algunas líneas rectoras que servirán como guía interpretativa al momento de la aplicación del régimen de impugnación previsto para el procedimiento de selección; aunque dada la inseguridad jurídica que reina en esta materia — que no parece ser casual —5 cada punto del análisis plantea más dudas que certezas.

Además, y más allá de las pretensiones normativas que rodean la selección de los contratistas del Estado, lo cierto es que los números de la propia Oficina Nacional de Contrataciones dan por tierra con el principio general consagrado en el art. 24 del decreto 1023/01 y demuestran, con crudeza incontestable, que la licitación pública

1 En decreto 1023/01 es un reglamento dictado por el Poder Ejecutivo Nacional en ejercicio de competencias legislativas delegadas por el Congreso de la Nación, en los términos del procedimiento previsto por el art. 76 de la Constitución Nacional. Estatuye el Régimen de Contrataciones de la Administración Pública Nacional. Su art. 30 dispone: “Observaciones e Impugnaciones. La reglamentación deberá prever cuáles actuaciones podrán ser susceptibles de observaciones o impugnaciones, el trámite que se dará a ellas y los requisitos para su procedencia formal. Toda observación, impugnación, reclamo o presentación similar que se efectúe fuera de lo previsto en la reglamentación no tendrá efectos suspensivos y se tramitará de acuerdo a lo que determine dicha reglamentación”.

Todas las normas citadas en el presente trabajo pueden encontrarse a texto completo en www.infoleg.gov.ar web oficial del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas de la Nación.

2 Por ejemplo, la Resolución 834/00 del Ministerio de Economía que aprueba el Pliego Único de Bases y Condiciones Generales para la contratación de bienes y servicios del Estado nacional.

3 Empero, el hecho de que los actos administrativos dictados durante el procedimiento de selección tengan un régimen impugnatorio particular, que justifica su tratamiento autónomo, no enerva que se les aplique el mismo régimen de fondo –en lo que se refiere a sus nulidades– que los demás actos administrativos; en igual sentido, REJTMAN FARAH, Mario, Impugnación judicial de la actividad administrativa, Buenos Aires, La Ley, 2000, p. 131.

4 Ampliar infra, punto VI.

5 En realidad, como lo señala MAIRAL, cuando el mismo autor del derecho y garante de su aplicación lo ignora, el problema supera la mera inseguridad jurídica para desembocar en la ausencia de derecho. Si el Estado no reconoce el freno del derecho, el mensaje a la población es claro y dramático: Los remedios jurídicos no sirven, utilice otros. De esos otros, el principal es la corrupción, MAIRAL, Hector A., Las raíces legales de la corrupción, Cuadernos ResPublica Argentina, Buenos Aires, Ediciones Rap, 2006, punto 2.6.

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no es — si es que alguna vez lo fue — la regla general en el sistema de contrataciones del Estado argentino.6

No obstante ello y con la esperanza de brindar elementos que contribuyan a revertir estas disvaliosas situaciones de hecho, continuamos nuestra afanosa labor.

2 Posición jurídica del oferente

El oferente tiene derecho a impugnar todo acto, o conducta de la administración, susceptible de condicionar la adjudicación. Es decir, es impugnable toda actuación que sea susceptible de afectar su situación jurídica en el procedimiento de selección.7

Partimos de la base de concebir a la selección del contratista como un procedimiento reglado que se compone de un complejo de actuaciones heterogéneas, funcionalmente vinculadas entre sí,8 y que tiende — en un marco de igualdad y concurrencia — a lograr la emisión de un juicio de conocimiento, en tanto se trata de una declaración de conveniencia.9 Ello ocurre aún en aquellos casos en que la concurrencia se encuentra limitada, como sucede en las licitaciones privadas y en las contrataciones directas.10 En este procedimiento –voluntario, por cierto– entran en juego intereses públicos y privados que, aunque no presenten un conflicto actual, durante su desarrollo pueden adoptar posicionamientos antagónicos. Estos conflictos serán resueltos por la administración, en ejercicio de sus potestades como poder administrador,11 en el marco de una actividad que no escapa a los principios constitucionales del debido proceso adjetivo, el control judicial suficiente y la tutela judicial efectiva, que incluye el acceso a la justicia.

Se puede afirmar, entonces, que las relaciones entre la administración y los participantes y de éstos entre sí, son de índole procesal, siendo los oferentes titulares de derechos subjetivos procesales, a través de cuyo ejercicio pueden exigir a la administración el cumplimiento de sus deberes, se trate de actos o de abstenciones.12 Estos deberes impuestos normativamente a la administración tienden, principalmente, a asegurar la concurrencia y la igualdad de trato.13 En este contexto, el oferente tiene derecho a impugnar todas las actuaciones susceptibles de afectar los derechos procesales que adquiere como participante en la licitación,14 que tienen como sujeto pasivo a la administración y, por objeto, el correcto desenvolvimiento 6 Conforme surge del profundo estudio realizado Agustín García Sanz, las contrataciones directas representan el 71,5% del total de los procedimientos

de contrataciones registrados por la ONC. Si a ello sumamos la licitación privada (17,89%) y el concurso privado (0,16%), vemos que el 89,55% del total de los procedimientos de selección del contratista transitan por vías directas o privadas. Pasando en limpio: Sólo el 10,4% de los procedimientos que dan vida al sistema de compras y contrataciones del Estado se concretan a través de una licitación pública. Ahora bien, si la cuestión se aprecia en términos económicos, la solución no varía sustancialmente dado que un 47,58% de los pesos gastados se canalizan por procedimientos distintos de la licitación pública y el concurso público. Los conductos para desatender la regla prevista en el art. 24 del decreto 1023/01 son variados y giran principalmente en torno a: El desdoblamiento de las licitaciones para que el compromiso preventivo de presupuesto esté por debajo del tope; el ajuste de precios por debajo de la realidad de mercado parar lograr encajar la compra en la modalidad de contratación directa; o bien, la aplicación, más allá de lo debido, de las excepciones que permiten realizar contrataciones directas propiamente dichas y, de entre ellas, la más usada, es la contratación directa por razones de urgencia. Ampliar en GARCÍA SANZ, Agustín A. M., “Licitación pública v. contratación directa: ¿La batalla perdida?,” ResPublica Argentina, Ediciones Rap, nro. 2006-3, pp. 83-4 y 90. También puede ser consultado en www.respublicaargentina.com/serie_estudios.htm.

7 FIORINI, Bartolomé A. / MATA, Ismael, Licitación pública. Selección del contratista estatal, Buenos Aires, Abeledo – Perrot, 1972, p. 176.

8 SORIA, Daniel Fernando, “Los actos administrativos de trámite equiparables a definitivos y su impugnabilidad judicial,” LL, 1990-C, 945, especialmente, punto III.

9 MATA, Ismael, “La selección del contratista estatal. Reflexiones luego de las reformas del régimen general,” en AA.VV., Derecho Procesal Administrativo. Homenaje a Jesús González Pérez, t. 2, Buenos Aires, Hammurabi, 2004, 1236.

10 Aún antes de la vigencia del actual Régimen de contrataciones, la PTN había dictaminado que “Los principios que informan el procedimiento licitatorio no le son exclusivos sino que, por extensión interpretativa o analógica se aplican también a los demás sistemas de selección,” Dictámenes, 199-119. Estas características también se presentan en aquellos contratos cuyo objeto se encuentre regido por el derecho privado, LUQUI, Roberto E., Revisión judicial de la actividad administrativa, t. 2, Buenos Aires, 2005, Astrea, p. 43.

11 MATA, “La selección del contratista estatal...,” op. cit., p. 1238.

12 MATA, “La selección del contratista estatal...,” op. cit., p. 1238.

13 Conforme ha dictaminado reiteradamente la PTN, el procedimiento de la licitación pública está imbuido de los caracteres de publicidad, competencia e igualdad, Dictamenes, 163-477; 167-346; 222-71, entre otros.

14 Luqui afirma que se pueden impugnar judicialmente los actos administrativos dictados durante el procedimiento previo a la celebración del contrato, pues existe un derecho subjetivo al procedimiento, a la legalidad objetiva, puesto que no tendría sentido que la ley fijara los requisitos de validez de los actos administrativos, o los recaudos que se deben cumplir en el procedimiento de selección del contratista, si a la hora de

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de la selección.15 La administración, en su carácter de directora del procedimiento, debe garantizar la observancia de estos derechos.16

El administrado que concurre a la selección adquiere una situación jurídica compuesta de la posición de concursante y también de potencial adjudicatario, por lo que tiene derecho a participar en todo el procedimiento licitatorio para evitar errores y desviaciones.17 Es sabido que no tiene derecho a ser adjudicatario, pero sí a que la administración adjudique respetando el pliego y las normas que rigen el procedimiento de selección.18 Ello es así no sólo en interés de los oferentes, que convocados por la administración a la puja de precios realizan estudios y gastos para la confección de sus ofertas, sino también en interés de la propia administración, por lo que el cumplimiento del procedimiento reglado es obligatorio para todos, oferentes y administración.19

Desde esta perspectiva, no parece que esta cuestión se encuentre muy alejada de los principios generales que rigen en materia de procedimiento administrativo, debiéndose destacar, además, como ya lo hizo Mairal hace más de treinta años, que según surge de la exposición de motivos del dec.-ley 19.549 de Procedimientos Administrativos, en él se han detallado “los principios básicos a que deberán ajustarse los procedimientos administrativos en cuanto tiendan a asegurar a los interesados las garantías constitucionales del debido proceso.”20 En este contexto, a nuestro criterio y más allá de lo regulado en cada caso en particular por los reglamentos o los pliegos de la licitación, en este tipo especial de procedimiento rigen las reglas generales en materia de impugnación de la actividad administrativa,21 con lo cual, toda declaración administrativa que produzca efectos jurídicos inmediatos es impugnable.

Esta concepción supera la anacrónica clasificación que nuestra doctrina aceptó sin cortapisas, tendiente a diferenciar las situaciones jurídicas, según diversos criterios, en derecho subjetivo, interés legítimo e interés simple. Esta clasificación, propia de sistemas jurídicos con bases constitucionales diferentes a las nuestras, ha tenido como principal efecto excluir la posibilidad de obtener tutela judicial,22 reduciendo al oferente afectado al uso de los recursos administrativos. Con ello se ha ganado el derecho, exclusivo y excluyente, de ingresar en el arcón de los recuerdos.

Sobre el punto, MAIRAL se ha encargado de demostrar, sobradamente, que el aferramiento de nuestra doctrina administrativista a las categorías de derecho subjetivo e interés legítimo, tal como son interpretadas en sistemas constitucionales disímiles del nuestro, carece de justificación. En este sentido, destaca que nada impide a nuestros tribunales ampliar el concepto de “derecho subjetivo” a

aplicarlos no se respetasen esas normas y los agraviados carecen de acción para atacar ante la justicia los actos irregulares, luqui, Revisión judicial..., t. 2, op. cit., p. 47-8.

15 MATA, “La selección del contratista estatal...,” op. cit., p. 1238.

16 En este sentido, la PTN ha dictaminado que “La diferencia de tratamiento brindado a las tres ofertas consideradas, al permitir que sólo uno de los proponentes pudiera sanearla, compromete el procedimiento y obliga, atendiendo a la mejor diligencia y economía en el ejercicio de la actividad administradora, a encarar un proceso de regularización del trámite licitatorio para evitar cuestionamientos ulteriores sobre la base de una eventual violación del principio de igualdad particularmente por impedir una acabada valoración para la determinación de la oferta más conveniente,” Dictámenes, 198-140.

17 FIORINI / MATA, Licitación pública, op. cit., p. 175.

18 “Todo aquel que participa en una licitación adquiere el derecho, no a la adjudicación pero sí a que ésta se realice de conformidad con la ley,” PTN, Dictámenes, 160-457.

19 SAYAGUÉS LASO, Enrique, La licitación pública, Buenos Aires y Montevideo, B de f y Euros, 2005, p. 103 y nota 4. Por su parte, la PTN reiteradamente ha dictaminado que las cláusulas del pliego de condiciones constituyen normas de interés general y por lo tanto son obligatorias para todos, incluso para la propia administración, Dictámenes, 87-180; 96-180; 217-115; 230-67; 235-326, entre muchos otros.

20 MAIRAL, Héctor, Licitación Pública. Protección jurídica de los oferentes, Buenos Aires, Depalma, 1975, p. 81.

21 La idea expuesta en el texto en modo alguno obsta la necesidad de sustituir dicha norma por una ley de procedimientos que recepciones las tendencias actuales en materia de protección de los derechos de los administrados. Aunque en realidad, lamentablemente, nuestro legislador parece estar orientado en sentido contrario, así lo demuestra la modificación introducida a los arts. 30, 31 y 32 del dec.-ley 19.549 por la ley 25.344.

22 DIEZ, Manuel María, Manual de derecho administrativo, t. 1, actualizado con la colaboración de HUTCHINSON, Tomás, Buenos Aires, Plus Ultra, 1997, pp. 307-8.

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los efectos de la legitimación, para abarcar aquellos casos en que la conducta administrativa ilegítima agravia intereses privados dignos de protección en un Estado de derecho.23 24

En conclusión, el oferente es titular de derechos subjetivos de carácter procesal que lo habilitan para solicitar la tutela administrativa o judicial ante su vulneración por la administración, ya sea por aplicación de los procedimientos especiales, en aquellos casos en que están previstos en el Régimen de contrataciones, o bien por la aplicación del sistema general del dec.-ley 19.549 y su reglamento.

3 Estructura del procedimiento de selección y ligación de los actos

Tratándose de un procedimiento, caracterizado por presentar un complejo de actos interrelacionados, no se requiere un gran esfuerzo argumental para concluir que sus actos se encuentran vinculados unos con otros, a modo de antecedentes y consecuentes. Es decir, todos los actos dictados durante el procedimiento de selección confluyen en la adjudicación o en el acto que perfecciona el contrato.25 Algunos tendrán una mayor incidencia que otros pero, en definitiva, todo el procedimiento se haya encausado en esa dirección. Lo trascendente, a los efectos de evaluar la validez del procedimiento y de sus actos, es la entidad del eventual vicio que puede arrastrarse y la forma en que repercute en el acto de adjudicación o de perfeccionamiento. En este sentido, puede haber nulidades relativas que podrán ser saneadas, o cuyo impacto no afecte la adjudicación, y habrá otras que resulten absolutas y por tanto generan la invalidez del acto de adjudicación, o de todo el procedimiento.26 Ello dependerá, según los casos, de su entidad y trascendencia con relación al procedimiento.27

Hasta aquí no parece haber mayores inconvenientes, pero luego de que el contrato se encuentre perfeccionado, la cuestión se complica. En efecto, pasado ese punto, corresponde dilucidar cuál es la relación que une al contrato con los actos administrativos dictados durante la selección, su ejecución o resolución. Se ha postulado que se incorporan al contrato, o que son separables y autónomos de éste, o bien, que presentan una relación de coligación. Esta cuestión tuvo una gran repercusión en nuestro derecho, generada, principalmente, por ciertos vaivenes jurisprudenciales.

Las primeras posiciones, erigidas sobre sendas teorías francesas, eran las siguientes: En un extremo, la teoría del acto separable para la cual si cada acto dictado durante el procedimiento de selección no es impugnado en forma autónoma al momento de su dictado, se pierde el derecho de hacerlo en el 23 MAIRAL, Héctor, Control judicial de la administración pública, vol. I, Buenos Aires, Depalma, 1984, pp. 194-5.

24 Además, debe tenerse en cuenta que, en realidad, dicha discusión nunca debió plantearse entre nosotros puesto que la ley 27, reglamentaria del art. 116 de la CN, establece expresamente en su art. 1º que: “La Justicia Nacional procederá siempre aplicando la Constitución y las leyes Nacionales, a la decisión de las causas en que se versen intereses, actos o derechos de Ministros o agentes públicos, de simples individuos, de Provincia o de la Nación” (el destacado es agregado), con lo cual, al menos desde 1862, la diferenciación entre “derecho” e “interés” en nuestro sistema jurídico procesal carece por completo de relevancia. La explicación de cómo llegamos a la situación actual se puede encontrar en LINARES, Juan Francisco, “Lo contencioso administrativo en la justicia nacional federal,” LL, 94: 919 y una forma de salir de ella en JEANNERET DE PÉREZ CORTÉS, María, “La legitimación del afectado, del Defensor del Pueblo y de las asociaciones. La reforma constitucional de 1994 y la jurisprudencia,” LL, 2003-B, 1333.

25 REJTMAN FARAH, Impugnación judicial..., op. cit., p. 135.

26 Como expusimos al principio, en todo lo relativo al régimen de fondo de estos actos administrativos, se aplica el dec.-ley 19.549; en cuanto a las nulidades, arts. 14 y 15. La PTN ha dictaminado que “La adjudicación que no respeta estrictamente lo establecido en las cláusulas contractuales está viciada de ilegitimidad (conf. Dict. 217-115). Los vicios manifiestos que no requieren de una investigación de hecho para detectarlos provocan una nulidad igualmente manifiesta, categoría ésta que cumple una función esencial para el mantenimiento del principio de legalidad y comporta una eficaz protección contra la ejecución de aquellos actos administrativos que portan vicios notorios, los que carecen de presunción de legitimidad,” Dictámenes, 235-326.

27 La doctrina sobre el punto es abundante, pero sólo a título de ejemplo referiré que Mó expone que el incumplimiento de los requisitos exigidos para el acto licitatorio constituye causa de nulidad de la licitación, es decir que ella carecerá de toda eficacia jurídica, no pudiendo convalidarse; la invalidez se produce ex tunc, es decir, desde el origen, como si nada hubiera existido. En cambio, la licitación será sólo anulable en el caso en que el vicio pueda purgarse, como sería la no inscripción, oportuna, del oferente en el registro correspondiente. En cuanto a los supuestos de nulidades absolutas enuncia: Violaciones a la publicidad exigida, falta de igualdad en el tratamiento de los concurrentes, alteración de los precios y, en general, la inobservancia de cualquier otro requisito esencial del acto licitatorio, MÓ, Fernando F., Régimen legal de las obras públicas, Buenos Aires, 1977, Desalma, 2ª ed., p. 163.

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futuro.28 En una posición diametralmente opuesta, la doctrina de la incorporación, según la cual, no tratándose los actos dictados durante el procedimiento de selección de actos definitivos que causen estado o que se asemejen a éstos, sólo podrán ser impugnados al momento del acto final de adjudicación o de perfeccionamiento del contrato.29

Como lógica reacción a estas posiciones restrictivas de la posibilidad de impugnación,30 se elaboró una tercera posición más amplia, aunque también sobre la base de una concepción foránea, en este caso proveniente de la doctrina italiana. En efecto, se sostuvo que existen dos opciones para el administrado: Impugnar cada acto individualmente y por separado si se cumple con las condiciones de admisibilidad para ello, o bien, recurrir el acto definitivo al que se incorporan los vicios de los actos antecedentes, sin que ello implique consentir las anteriores manifestaciones de voluntad. Esta parece ser la principal virtud de la teoría de la coligación, que se asienta sobre la idea de la unidad estructural del proceso contractual que se compone de dos fases, una de selección y otra de ejecución.31

En efecto, el corolario más empleado de la teoría de los actos coligados se ha vinculado entre nosotros a la doble impugnabilidad de los actos encuadrados en dicho régimen. Es decir, la posibilidad de impugnar tanto al acto antecedente como al acto consecuente con lo cual, desde el punto de vista práctico se opera un beneficioso alongamiento del plazo de impugnación bajo circunstancias determinadas.32

Ahora bien, en lo personal creo que existen ciertas inconsistencias en la interpretación que ha efectuado nuestra doctrina y jurisprudencia de la teoría francesa de la separabilidad y ello ocurrió a un precio altísimo, en tanto su aplicación ha tenido como principal efecto restringir el control judicial de la actividad administrativa. Es, creo, un ejemplo más del grave perjuicio que puede causar la importación una regla extranjera, sin previamente analizar su compatibilidad con el sistema jurídico al cual se la traslada.33

28 MUñOZ, Guillermo A., “Impugnación judicial de los contratos administrativos” en MUñOZ, GUILLERMO A. / GRECCO, Carlos M., Fragmentos y testimonios del derecho administrativo, Buenos Aires, Ad Hoc, 1999, p 348. Este autor afirma que desde el dictado del dec.-ley 19.549 se impone la aplicación de las reglas propias del “contencioso administrativo” a los contratos, destacando que ello ya estaba reconocido en el Código de Varela para la provincia de Buenos Aires, en el art. 3º. Adelanto que en lo personal, dado el reconocido origen foráneo de las fuentes en las que abrevó dicho ordenamiento, me inclino por compartir las ideas expuestas por Bosch en el sentido que la “buena vía” en esta materia debe tener como punto de partida la Constitución nacional –más que las construcciones propias de otros sistemas jurídicos– y de allí deben arrancar todos los estudios sobre el tema del control judicial de la actividad administrativa que se realicen en la Argentina, BOSCH, Jorge Tristán, “Lo contenciosoadministrativo y la Constitución Nacional,” LL, 81-842.

29 BIANCHI, Alberto B., “¿Es aplicable la doctrina del caso ‘Petracca’ a los procedimientos licitatorios?” en AA.VV., Proceso administrativo y constitucional, Buenos Aires, 1995, Ciencias de la Administración, p. 153 y ss. Afirma que entre la licitación pública y el proceso jurisdiccional existe un paralelo notable desde que se trata de un camino procesal compuesto de una serie de actos, algunos administrativos y otros no, enderezados todos ellos a la producción de una decisión final: La adjudicación (sentencia). En este contexto, agrega que la única expresión de voluntad estatal definitiva es la adjudicación. Por ende, si bien todos los actos administrativos dictados durante la selección son impugnables por medio de los recursos administrativos, su revisión judicial sólo es procedente cuando se trata de la adjudicación o de un acto que excluye al participante del procedimiento, puesto que lo contrario implicaría una intromisión del Poder Judicial en los asuntos administrativos violatoria de la división de poderes.

30 REJTMAN FARAH, Impugnación judicial, op cit., p. 133.

31 BARRA, Rodolfo C., Los actos administrativos contractuales. Teoría del acto coligado, Buenos Aires, Ábaco, 1989, p. 149-150. El autor expone: “Considerando la relación contractual como estructurada sobre una cadena de actos antecedentes y consecuentes coligados, y de acuerdo con lo explicado anteriormente, debe recordarse que cada uno de los actos antecedentes pueden producir, en sí mismos, agravios al contratista, por lo que nada impide que este los impugne inmediatamente después de ser notificado de ellos, incluso llegando a la impugnación judicial. Es la voluntad del administrado, en definitiva, provocada por una actuación de la Administración que aquel considera lesiva de su derecho [...] Pero también, como el agravio que genera el acto antecedente puede ser la causa del agravio que generará el acto consecuente, nada impide que el administrado aguarde hasta ese momento (el de la emisión del acto consecuente) para iniciar el procedimiento de impugnación, en especial, teniendo en cuenta que quizás, por diversas razones, en el acto consecuente final, o en los actos anteriores, tal agravio pudo ser solucionado, o también pudo el administrado, a través de la sucesión de actos, haber verificado la corrección de la decisión administrativa, o viceversa. Por supuesto que la posibilidad de impugnar aquel agravio lo es sólo en la medida en que el acto consecuente se encuentre perjudicado por el vicio que afectó al antecedente. No se podría impugnar, con ocasión del acto consecuente, al antecedente (por más razones que tenga el administrado) si el consecuente no guarda ninguna relación con aquel vicio, o bien dicho vicio no es determinante.”

32 ROSSI, Alejandro, “Extensión del alcance de la doctrina de los actos coligados en el ámbito del procedimiento contractual administrativo,” LL, 1996-C, 6. El autor agrega que se trata de un dispositivo limitador de la cosa juzgada administrativa en el contexto de un procedimiento contractual que se encuentra sujeto a la verificación de, al menos, dos condiciones: a) que se trate de actos administrativos, b) que el acto antecedente tenga al menos “vocación” de causar efectos jurídicos en el acto consecuente.

33 MAIRAL, Héctor A., “Algunas reflexiones sobre la utilización del derecho extranjero en el derecho público argentino” en AA.VV., Estudios de Derecho Administrativo II, Buenos Aires, Ciencias de la Administración, 1992, cuya lectura resulta imprescindible para comprender la realidad de nuestro

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En efecto, en Francia, el surgimiento de la teoría de los actos separables en la jurisprudencia del Consejo de Estado tuvo por finalidad otorgar una vía de impugnación a los participantes en el procedimiento de selección, a través del recurso por exceso de poder, que permitiera invocar la afectación un mero interés –quedando el derecho sujetivo reservado para el contratista– y asimismo anular el acto viciado sin que con él caiga el contrato.34 Es decir, su principal efecto fue ampliar la legitimación procesal para permitir la impugnación de los actos precontractuales y a la vez privilegiar la eficacia sobre la legalidad, en tanto el contrato continuaba siendo valido, independientemente de la nulidad de los actos que le servían de base o soporte, que pasaban a ser separables, dejándose de lado la idea del todo indivisible.35 36

Empero, en lo que al punto interesa, la Corte Suprema argentina sostiene — en posición que aquí no se discute — que los contratos administrativos son nulos cuando existen vicios graves en el procedimiento de selección (concepción propia del todo indivisible o aún de la coligación),37 pero por otro lado afirma que todos los actos administrativos, ya sean dictados durante la celebración o ejecución del contrato, deben impugnarse en forma autónoma (posición sólo compatible con la teoría de los actos separables) y con sujeción a los plazos de caducidad previstos en el art. 25 del dec.-ley 19.549.38

De esta forma, en primer término, se arriba al resultado de aplicar la teoría de la separabilidad al propio contratista y no ya al simple oferente — solución que es por demás dudosa en el propio país de origen de la teoría — 39 generando los riesgos que ella misma vaticinó en Mevopal.40 Pero además, y por efecto

derecho administrativo.

34 Hasta principios del siglo XX rigió en la jurisprudencia del Consejo de Estado francés la teoría de la incorporación, conforme la cual el contrato administrativo formaba con los actos que le servían de base o soporte un ‘todo indivisible.’ En este contexto y dado que los actos anteriores se incorporaban al contrato, una vez que se anulaba alguno de ellos el contrato debía caer. En un primer momento esta doctrina fue acompañada de una legitimación amplia permitiéndose utilizar en esta materia el recurso por exceso de poder a todo interesado, sujeto o no al vínculo contractual. Pero luego, una modificación de la jurisprudencia, decidió reservar la condición de legitimados procesales a las partes del contrato quienes difícilmente pedirían su nulidad por vicios ocurridos durante la celebración. El resultado de este cambio fue la desaparición de toda posibilidad de impugnar el contrato, o indirectamente sus actos soportes, mediante el recurso por exceso de poder, quedándose sin vía de acción jurisdiccional los interesados ajenos al vínculo contractual. Esta disvaliosa situación empujó el Consejo de Estado al abandono de la teoría del todo indivisible y trajo como consecuencia la disociación del contrato ya perfeccionado de sus actos soportes de naturaleza unilateral, MACERA, Bernard-Frank, “Pasado, presente y futuro de la teoría de los ‘actos separables’ en el derecho francés de la contratación pública,” R.D.A., nro. 32, Buenos Aires, Depalma, 1999, 276-280 y BOQUERA OLIVER, José M., La selección de contratistas, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1963, p. 182-6.

35 Los primeros elementos de esta construcción jurisprudencial del Consejo de Estado francés aparecen, a comienzos del siglo XX, con motivo de las conclusiones contenidas en los arrêts Commune de Gorre del 11 de diciembre de 1903 y Martín del 4 de agosto de 1905, DE LAUBADèRE, Andre / VENEZIA, Jean-Claude / Gaudemet, Yves, Traité de Droit Administratif, Tome 1, 15° édition, LGDJ, París, 1999, p. 546. Sobre el último precedente LONG, WEIL y BRAIBANT comentan: El señor Martín, consejero general del departamento de Loire et Cher, ejerció un recurso contra varios actos adoptados por el consejo general de ese departamento sobre la concesión de tranvías. El prefecto del departamento consideró que la vía y el juez competentes eran los del contrato. El Consejo de Estado al admitir el recurso se pronunció implícitamente sobre un recurso contra un acto separable del contrato, LONG, Marceau / WEIL, Prosper / BRAIBANT, Guy, Les grands arrêts de la jurisprudence administrative, Paris, Sirey, 1956 p. 53.

36 Por otro lado, es menester señalar que en el derecho español, al cual también somos adeptos, la teoría de los actos separables tuvo por finalidad permitir la impugnación de los actos dictados durante el procedimiento licitatorio en los contratos privados de la administración ante el juez con competencia en lo contencioso administrativo. Sobre este sistema, GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo / FERNÁNDEZ, Tomás Ramón, Curso de derecho administrativo, t. I, Madrid, Civitas, 2000, 10ª ed., p. 692-3 y GARRIDO FALLA, Fernando, Tratado de derecho administrativo, t. II, Madrid, Tecnos, 1989, 9ª ed., p. 73-5. Esta concepción encuentra su consagración positiva en el art. 9 inc. 3º de la ley 13/1995 de Contratos de las administraciones públicas, conforme el texto refundido por el real decreto legislativo 2/00, que establéese: “El orden jurisdiccional civil será el competente para resolver las controversias que surjan entre las partes en los contratos privados. No obstante, se considerarán actos jurídicos separables los que se dicten en relación con la preparación y adjudicación del contrato y, en consecuencia, podrán ser impugnados ante el orden jurisdiccional contencioso-administrativo de acuerdo con la normativa reguladora de dicha jurisdicción.”

37 CSJN, Stamei S.R.L. c. Universidad Nacional de Buenos Aires, 1987, Fallos, 310:2278; Mas Consultores Empresas Sociedad Anónima c. Provincia de Santiago del Estero (Ministerio de Economía), 2000, Fallos, 323:1515; El Rincón de los Artistas S.R.L. c. Hospital Nacional Profesor A. Posadas y otro, 2003, Fallos, 326:3700; Ingeniería Omega Sociedad Anónima c. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 2000, Fallos, 323:3924; entre muchos otros.

38 CSJN, Gypobras S.A. c. Estado Nacional (Ministerio de Educación y Justicia), 1995, Fallos 318: 441; Alcántara Díaz Colodrero, Pedro c. Banco de la Nación Argentina, 1996, Fallos, 319:1476; Nava, Alberto Emilio c. Estado Nacional (Secretaría de Inteligencia del Estado — SIDE), 1996, Fallos, 319:1532.

39 BOQUERA OLIVER, La selección de contratistas, op. cit., p. 186. Téngase en cuenta, además, que en el derecho francés esta diferencia de trato encuentra su fundamento en que las partes del contrato disponen de un cauce propio para impugnar todas las cuestiones vinculadas con dicha relación, el recurso de plena jurisdicción ante el juez del contrato.

40 CSJN, Mevopal SA, 1985, Fallos, 307:2216. Allí sostuvo que los actos administrativos, aun unilaterales, referentes a la celebración, ejecución o modificación de un contrato administrativo, en principio, no pueden considerarse en forma aislada, con abstracción del contrato al cual acceden en cuanto determinan los derechos u obligaciones emergentes de aquél, por lo que se rigen por idénticas pautas a las del contrato, ajenas, por ende, al marco contemplado en los artículos 23 y 24 de la ley 19.549 y al sistema de impugnación de su artículo 25. Pero lo que aquí realmente interesa es que a renglón seguido afirmó que “una interpretación contraria llevaría a que durante la relación contractual y frente a la emisión por la Administración de

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del legado contenido en el segundo punto resuelto en Petracca,41 el transcurso del referido plazo de caducidad excluye la posibilidad de exigir la reparación de daños y perjuicios.

Desde esta perspectiva, parece que la aplicación de la teoría de la separabilidad encuentra en nuestro medio, como único fundamento, posibilitar la aplicación de los plazos de caducidad establecidos en el referido art. 25, para lograr los efectos indicados. Más allá de las críticas que pueda recibir esta posición, lo cierto es que la jurisprudencia de la Corte Suprema y de la Cámara Contencioso Administrativa Federal exige la impugnación de los actos administrativos en forma autónoma y dentro de los perentorios plazos de caducidad, requisito que deberá cumplir tanto el oferente como el contratista si no desea ver frustrados sus derechos en el marco de las relaciones con la administración.42

4 Articulación del sistema de impugnación en el Régimen de contrataciones

4.1 Supuestos de impugnación

Del art. 48 del decreto 436/00 surge la posibilidad de impugnar cualquier acto dictado por la administración durante el procedimiento de selección, más allá de los supuestos expresamente previstos en su normativa o en los pliegos.43 A tales fines, allí se prevé la aplicación supletoria de las disposiciones del dec.-ley 19.549 y su decreto reglamentario. El tenor de la norma confirma la posición expuesta en los puntos anteriores en el sentido que todo acto que tenga efectos jurídicos directos y que en algún modo pueda condicionar la adjudicación es impugnable, ya sea por los procedimientos especiales previstos en el Régimen de contrataciones, en aquellos supuestos expresamente regulados, o bien por medio de la normativa general que establece el procedimiento administrativo impugnatorio.

Entre los supuestos que tienen expresa regulación en el régimen del decreto 436/00 se destaca la impugnabilidad del dictamen emitido por la Comisión de Evaluación (art. 80) en tanto constituye una

cualquier acto unilateral, el administrado tuviera que iniciar, en cada caso, un juicio contra su contraparte. Ello significaría un dispendio jurisdiccional inusitado y provocaría un resentimiento en el espíritu de colaboración que debe existir entre la Administración y quien ejecuta el contrato.”

41 CFed. CA, en pleno, Petracca e Hijos SA, 1986, LL, 1986-D, 10. El segundo punto decide, en doctrina obligatoria para los jueces del fuero, que: “No es admisible la acción de cobro de pesos o indemnización de daños sin impugnar, dentro del plazo del art. 25 de la ley 19.549, la legitimidad del acto administrativo que ha desestimado la misma pretensión o cuyo contenido excluye el pago de lo reclamado.” Esta solución fue criticada por JEANNERET DE PÉREZ CORTÉS, María, “Reflexiones sobre la admisibilidad de la acción por cobro de pesos o indemnización de daños sin impugnar, dentro del plazo del art. 25 de la ley 19.549, la legitimidad del acto administrativo que ha desestimado la misma pretensión o cuyo contenido excluye el pago de lo reclamado,” R.D.A., nro. 3, Buenos Aires, Depalma, 1990, 114-7. Sobre la relación entre Mevopal, Petracca y Gypobras, con distintas posiciones, ver TAWIL, Guido S., Administración y Justicia, t. II, Buenos Aires, 1993, Depalma, p. 193-5 y MONTI, Laura M. “La aplicación de la ley de procedimientos administrativos 19.549 en el ámbito de los contratos administrativos,” JA, 1996-IV, 801.

42 Ampliar infra, punto VII.

Sin embargo, cabe recordar que MAIRAL advierte reiteradamente acerca del error de importar reglas extranjeras sin compatibilizarlas previamente con nuestro sistema constitucional. Desde esta perspectiva, no puede dejar observarse que un autor de la talla de RIVERO reconoce que la doctrina francesa se vio obligada a adoptar el método de establecer principios generales en el derecho administrativo — más aún, el intento de estructurar toda esta rama del derecho, otorgándole carácter autónomo, sobre una sola idea basal, v. gr. la noción de servicio público o el concepto de acto administrativo — debido a “un problema práctico: delimitar las competencias administrativas y judiciales. Para guiar al litigante (y al juez mismo) en la opción que le imponía la coexistencia de los dos órdenes de jurisdicción, no bastaba multiplicar las soluciones de cada caso: era necesaria, evidentemente, una regla simple.” Era necesario, continúa, fijar “un criterio, un signo infalible que permitiera a cada quien reconocer la situación regida por reglas ‘derogatorias del derecho común’, y por lo mismo en caso de discusión contenciosa elegir el juez.” Además, este destacado jurista agrega que ello sucedió en cierto modo para justificar la continuidad de la doble jurisdicción aún cuando su razón política origina había perdido actualidad, RIVERO, Jean, “¿Existe un criterio de derecho administrativo?,” traducción de Herán Guillermo Aldana Duque, en Páginas de derecho administrativo, Bogotá, Temis y Universidad del Rosario, 2002, p. 28.

Reconociendo que dichos problemas no tienen cabida en el marco institucional que impone la Constitución argentina en los arts. 109 y 116, no queda más que otorgarle la razón a BOSCH en cuanto proponía, haciendo suyas palabras de CORTÉS, que “no despreciemos las enseñanzas de la escuela francesa, a cuya influencia tanto debe el progreso de nuestra ciencia del derecho administrativo; pero cuidémonos de ‘la manía de aplicar las instituciones francesas, como leyes reglamentarias de una Constitución formada a imitación de la de Estados Unidos, cuyos principios fundamentales son enteramente diversos y frecuentemente opuestos’ [...] No perdamos nunca de vista la Constitución nacional, fuente primera y fundamental, única sobre la cual nos está permitido elevar la fábrica del derecho administrativo argentino,” BOSCH, “Lo contenciosoadministrativo…,” LL, 81: 842.

43 La PTN ha dictaminado que “existiendo en el Pliego de Bases y Condiciones Generales normas específicas para la presentación de impugnaciones durante el trámite del procedimiento de selección, la aplicación supletoria del citado artículo 48 sólo podría estar destinada a viabilizar planteos o reclamos distintos a los que tienen mecanismos específicos previstos en el Pliego referido. En otros términos: la vía que prevé el mencionado artículo 48 no puede ser utilizada como medio para atacar actos emitidos durante el Concurso que cuentan con carriles de impugnación expresamente establecidos a ese efecto. Lo contrario implicaría vulnerar gravemente el principio de igualdad que debe regir en los concursos y una violación de las previsiones del Pliego de Bases y Condiciones Generales,” Dictámenes, 248-354.

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excepción a la norma contenida en el art. 80 del decreto reglamentario 1759/72 que veda la posibilidad de deducir recursos contra los dictámenes, en tanto trasuntan una actividad interna de la administración que no tienen efectos jurídicos frente al administrado.44 45 El sistema se complementa con lo dispuesto en el art. 82 en cuanto a que las impugnaciones contra el dictamen de evaluación de las ofertas serán resueltas en el mismo acto que disponga la adjudicación. La norma adopta una solución acertada que tiende a privilegiar la economía, sencillez y eficacia que debe gobernar el procedimiento de selección en tanto concentra adecuadamente sus actos procesales.46

Por su parte, el art. 83 que remite a las disposiciones del régimen general contenido en el dec.-ley 19.549 y su decreto reglamentario 1759/72, especialmente el Título VIII, en lo que se refiere a la impugnación del acto de adjudicación. Sobre el punto se ha destacado que la falta de reclamación contra la adjudicación provisional (dictamen de la Comisión de Evaluación) no puede tener la consecuencia de hacer perder la posibilidad de impugnar la adjudicación definitiva. La pasividad de los interesados no tiene por qué significar el consentimiento de un acto que todavía no existe, ni tampoco ser una prueba de su legalidad.47 No obstante, se debe ser cauteloso, puesto que la PTN no siempre ha aceptado este criterio amplio.48

Para el supuesto del procedimiento de selección por etapa múltiple,49 el art. 108 del decreto 436/00 establece que los oferentes podrán impugnar la precalificación y que las impugnaciones planteadas serán resueltas por la autoridad competente para aprobar la contratación, dentro del plazo que determine el pliego, el que se computará desde el vencimiento del término para impugnar el acta de precalificación.

Para asegurar el derecho a impugnar los actos dictados durante el procedimiento de selección, el art. 19 del dec. 1023/01 establece la posibilidad de tomar vista de las actuaciones en cualquier momento, aunque con ciertas limitaciones.50 No obstante ello, en este punto se debe tener presente que la norma dispone que la vista del expediente no interrumpirá los plazos, apartándose de lo establecido en la materia por el art. 76 del dec. 1759/72.

44 Ampliar infra, punto V.

45 La PTN ha dictaminado que “Las Comisiones de Preadjudicaciones constituyen un servicio administrativo técnico de asesoramiento (permanente o ad-hoc), cuya competencia técnica consultiva se traduce en la preadjudicación, que es una propuesta o asesoramiento al órgano administrativo que debe adjudicar; y que, aún cuando sea un dictamen u opinión, está sometido a requisitos de publicidad siendo susceptible de impugnación (conf. Dict. 206-364). El asesoramiento de la Comisión de Preadjudicación debe contener: a) el detalle de todos los elementos y recaudos de cada uno de los posibles candidatos a la adjudicación; b) el de las ofertas admisibles y las inadmisibles; c) la indicación de los motivos fundados que las hacen desestimables, así como cuáles son las que responden a las especificaciones del llamado, destacando en cada una, las eventuales ventajas de lo ofrecido con fijación del orden de mérito que corresponda según la evaluación realizada. La circunstancia de que la Comisión de Preadjudicaciones no haya evaluado todas las solicitudes presentadas permite concluir que la Administración actuó en forma arbitraria, en violación de los principios de igualdad, de equidad y de transparencia que deben regir en todo procedimiento de selección del co-contratante estatal; en consecuencia el acto administrativo no configura el resultado de un proceso lógico ajustado al procedimiento pertinente,” Dictámenes, 234-472.

46 En contra, FARRANDO, Ismael, “El efecto suspensivo de las impugnaciones en el Régimen de Contrataciones,” en AA.VV., Cuestiones de procedimiento administrativo, Buenos Aires, Rap, 2006, p. 177.

47 GORDILLO, Agustín, Tratado de derecho administrativo, t. 2, La defensa del usurario y del administrado, Buenos Aires, FDA, 2006, 8ª ed., pp. XII-21, donde sigue lo expuesto por BOQUERA OLIVER, La selección de contratistas, op. cit., p. 148.

48 “Todas las presentaciones destinadas a cuestionar tanto las ofertas de otras participantes como las calificaciones y análisis efectuados por los cuerpos técnicos competentes del organismo licitante formuladas con posterioridad a la preadjudicación, resultan inadmisibles en el marco del proceso concursal, por lo que no corresponde acceder a su tratamiento,” PTN, Dictámenes, 242-571.

49 He analizado este tipo especial de licitación, junto con VOCOS CONESA, JUAN MARTÍN y CORDEIRO MARIANO L., en “Licitación pública por etapa múltiple y el rumbo del sistema de concesión vial,” EDA, 2004-635. Se trata de aquellas licitaciones en las que, por el alto grado de complejidad de su objeto, se realiza en dos o más fases la evaluación y comparación de las calidades de los oferentes, los antecedentes empresariales y técnicos, la capacidad económico-financiera, las garantías, las características de la prestación y el análisis de los componentes económicos de las ofertas, mediante preselecciones sucesivas. Se encuentra establecida en el art. 26, inc. a) ap. 2º del decreto 1023/01.

50 Art. 19: “Toda persona que acredite fehacientemente algún interés, podrá en cualquier momento tomar vista de las actuaciones referidas a la contratación, con excepción de la información que se encuentre amparada bajo normas de confidencialidad, desde la iniciación de las actuaciones hasta la extinción del contrato, exceptuando la etapa de evaluación de las ofertas. La negativa infundada a dar vista de las actuaciones se considerará falta grave por parte del funcionario o agente al que corresponda otorgarla. La vista del expediente no interrumpirá los plazos.” Esta cuestión, aunque con anterioridad a la vigencia del decreto 1023/01, ha sido analizada en profundidad en CFed. CA, Sala I, Finmeccanica Spa Aerea Alenia Difesa c. Ministerio de Defensa, LL, 1999-B, 517.

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4.2 Requisitos de admisibilidad y trámite. Garantías de impugnación

Desde el punto de vista procesal –dado que se trata de un procedimiento que nace signado por la necesidad de cumplir su finalidad en un tiempo razonable — es lógico que existan plazos para impugnar, que por lo general, en el dec. 436/00, son de cinco días. Pero la concepción al respecto debe ser la inversa de la que se plasma en las normas: Amplios plazos para que el administrado impugne y breves plazos para que la administración resuelva. De esta forma se evitan demoras que sólo sirven para realizar actos de lobbing que desnaturalizan el sentido de la licitación pública.51 Lo mismo ocurre con las formalidades para la presentación de las impugnaciones, deben ser mínimas y subsanables.52 Además, en el procedimiento licitatorio no sólo tiene plena vigencia el principio del informalismo a favor del administrado, sino que tiene la concreta finalidad de apuntar uno de sus pilares fundamentales: La necesidad de preservar la concurrencia.53

En este punto adquiere importancia la concepción del procedimiento como garantizador no sólo del debido proceso adjetivo reconocido a los oferentes, sino también de la legalidad y eficacia del accionar administrativo.54 En el caso particular que aquí analizamos, se debe destacar que todo procedimiento recursivo es un medio idóneo para hacer efectivo el control o fiscalización en la administración pública,55 por este motivo, la posibilidad de instrumentación de estos procedimientos por parte de los interesados debe ser interpretada en forma amplia a fin de coadyuvar a la obtención de la solución que mejor se compadezca con los intereses en juego.56

Empero, se debe tener presente que el decreto 1105/89, reglamentario de la ley 23.696 de reforma del Estado, generalizó la práctica de exigir en los pliegos la presentación de garantías, normalmente fijadas en un porcentual del monto de la oferta, como condición para deducir impugnaciones.57 58 Se ha criticado esta exigencia sobre la base de que atenta contra el derecho de defensa, el

51 MAIRAL, Hector A., Las raíces legales de la corrupción, Cuadernos ResPublica Argentina, Buenos Aires, Ediciones Rap, 2006, punto 4.2.1., en prensa.

52 MAIRAL afirma que, en realidad, la superabundancia de recaudos formales tiende a demostrar, ante personas poco familiarizadas con los trámites licitatorios, el celo de los funcionarios intervinientes, permitiendo así diluir decisiones cuestionables en un fárrago de documentación frecuentemente innecesaria y demorando durante semanas decisiones que, de ser imparciales podrían tomarse rápidamente, pero que, al no serlas, llevan a que la demora sea utilizada con propósitos de posicionamiento político de algunos oferentes, MAIRAL, Las raíces legales de la corrupción, op. cit.

53 GORDILLO, Agustín, Tratado de derecho administrativo, t. 2, La defensa del usurario y del administrado, Buenos Aires, FDA, 2006, 8ª ed., pp. XII- 16 y ss. Allí destaca que “Hace décadas que vienen levantándose voces contrarias al excesivo formalismo en la licitación, p. ej. en cuanto hace a defectos de la oferta, respecto a los cuales es pacífico que su saneamiento no altera el principio de igualdad, del mismo modo que se admite la presentación de piezas complementarias con ulterioridad a la oferta y en general el saneamiento de vicios de forma.”

54 COMADIRA, Julio Rodolfo, Procedimientos Administrativos. Ley Nacional de Procedimientos Administrativos, Anotada y Comentada, con la colaboración de MONTI, Laura M., tomo I, Buenos Aires, La Ley, 2002, p. 63.

55 HUTCHINSON, Tomás, Ley nacional de procedimientos administrativos. Reglamento de la ley 19.549, tomo 2, Buenos Aires, Astrea, 1988, p. 258.

56 Aunque en reiteradas oportunidades la PTN ha sostenido doctrinas que implican una perjudicial concepción antagónica de los principios de concurrencia e igualdad, también ha dictaminado que “Es indispensable destacar la importancia que reviste el principio de concurrencia en el proceso licitatorio, en tanto permite a la Administración un mayor cotejo de las condiciones ofertadas. Ello así, para la interpretación de los pliegos no debe perderse de vista el criterio rector de que los procedimientos de selección del contratista del Estado han sido establecidos básicamente en beneficio del Estado mismo, en resguardo de sus conveniencias económicas, financieras y técnicas, por lo cual todo aquello que tienda a una fundada competencia entre los oferentes y a una mayor concurrencia de propuestas no debe ser desalentado por ritualismos formales e interpretaciones limitativas,” Dictámenes, 213-147.

57 Así lo recuerda COMADIRA, Julio R., La licitación pública, Buenos Aires, Depalma, 2000, p. 34. En efecto, el art. 18 establecía: “f) Existirá una garantía de impugnación, que deberá constituir quien formule impugnaciones, que le será devuelta en caso de ser acogida favorablemente su pretensión, o que perderá en la misma medida en que tal pretensión sea rechazada [...] j) Las impugnaciones a la adjudicación, que deberán ser también garantizadas en la forma prevista en este reglamento, tramitarán por expediente separado formado por las copias pertinentes, sin interrumpir la ulterior tramitación del expediente principal, excepto que se configuren las situaciones previstas por el último párrafo del artículo 12 de la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos 19.549.”

58 Este tipo de norma suele estar redactado, por ejemplo para obras públicas, en los siguientes términos: “En todos los casos junto con el escrito que plantea la impugnación y como requisito para su consideración, deberá acompañarse una garantía, que no excederá el 1% del Presupuesto Oficial, constituida mediante certificado de depósito de dinero en efectivo, en el Banco de la Nación Argentina a favor del licitante. En los casos de etapa múltiple, deberá constituirse esta garantía en todos los supuestos de impugnación. La garantía será por tiempo indeterminado, irrevocable y se perderá de pleno derecho y sin necesidad de trámite alguno en caso que la presentación sea rechazada. En caso de que se haga lugar a la impugnación, se dispondrá la inmediata devolución de la garantía al Proponente.”

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principio de gratuidad del procedimiento administrativo59 y contradice la idea de considerar al oferente como un colaborador de la administración.60 La justificación que se otorga a este tipo de cláusulas — que resguardan la seriedad de las impugnaciones — aparece insuficiente a la luz de los principios y derechos en juego.61

Además, tal como lo señala Monti,62 existe la posibilidad de afectar el interés público, ya que la exigencia de constitución de una garantía desalienta las impugnaciones que podrían conducir a una rectificación oportuna por parte de la autoridad administrativa cuando se ha incurrido en algún error o defecto en el procedimiento de selección.

Afortunadamente, la PTN ha modificado su criterio sobre el punto63 y se ha manifestado en contra de la inclusión de este tipo de exigencia en los pliegos de la licitación.64

4.3 Supuestos de observaciones al proyecto de pliego65

El Régimen de contrataciones reserva el término “observaciones” para los supuestos de cuestionamiento

de los proyectos de pliego. Esta posibilidad implica un gran avance en lo que se refiere a la participación

pública en la etapa diseño de los pliegos a efectos de lograr una adecuada configuración de la demanda

por parte de la administración.66

En efecto, la preparación unilateral y reservada de los pliegos por la administración, sin previa publicidad

ni posibilidad de conocimiento e intervención igualitaria de los futuros posibles oferentes para acercar al

debate, en la etapa preparatoria, su mejor conocimiento de la realidad del mercado lleva a frecuentes

desconocimientos del medio hacia el cual planea lanzar su pedido de ofertas y ello, por diversos motivos,

no hace sino encarecer las ofertas.67

En este sentido, el art. 8 del decreto 1023/01 dispone que cuando la complejidad o el monto de la

contratación lo justifique, a juicio de la autoridad competente, el llamado deberá prever un plazo previo

a la publicación de la convocatoria, para que los interesados formulen observaciones al proyecto de

pliego de bases y condiciones particulares, conforme lo determine la reglamentación. Sin perjuicio del

alto grado de discrecionalidad que se advierte en su redacción, es evidente que la norma busca lograr una

59 HUTCHINSON, Tomás, “¿Las costas en el procedimiento administrativo son a cargo del Estado?”, LL, 1996-B, 467. Allí agrega, en la nota 9, que: “Con este régimen se ha abolido el principio de gratuidad del procedimiento administrativo, se vulnera la defensa en juicio y se evitan impugnaciones a las adjudicaciones –no siempre transparentes–. Por ello no es de extrañar los resultados de ciertas privatizaciones.”

60 COMADIRA, La licitación pública, op. cit., p. 35.

61 Ampliar en ALONSO REGUEIRA, Enrique M. / CARDACI MÉNDEZ, Ariel, “El fin de las garantías de impugnación”, LL, Sup. Adm. 2006 (diciembre), p. 54.

62 MONTI, Laura M., “Las categorías jurídicas de la preadjudicación y la precalificación en el ámbito de la licitación pública,” LL, 2000-C, 112.

63 Había sostenido, sistemáticamente, que “La inclusión de la garantía de impugnación en el Pliego de Bases y Condiciones permite a los oferentes efectuar las necesarias previsiones, debiéndose entender que al no haber formulado la oferente oportunamente, ni observaciones, ni impugnaciones a la referida norma, que conocía en todos sus términos, la aceptó y consintió, excluyendo en consecuencia la posibilidad de impugnación posterior […] La aplicación de lo preceptuado en el Pliego de Bases y Condiciones, en relación a la garantía de impugnación, constituye una necesaria consecuencia del principio de igualdad de los oferentes en el procedimiento de la licitación, derivado del principio constitucional de igualdad ante la ley (conf. Dict. 202-151). La restitución de la garantía de impugnación sólo procede cuando la impugnación se resuelva favorablemente respecto de todos los planteos, en cuyo caso, se efectiviza dentro de los tres días de dictada la resolución que haga lugar a la impugnación,” Dictámenes, 234-69.

64 PTN, Dictámenes, 257-151. Un profundo análisis de esta cuestión puede encontrarse en ALONSO REGUEIRA, Enrique M. / CARDACI MÉNDEZ, Ariel, “El fin de las garantías…”, op. cit.

65 Ampliar en esta obra, comentario al art. 8 del decreto 1023/01.

66 MATA, “La selección del contratista estatal...,” op. cit., p. 1235.

67 GORDILLO, Tratado de derecho administrativo, t. 2, op. cit., p. XII-22.

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amplia participación en la etapa inicial de diseño,68 por lo que toda persona puede ser un “interesado”

solución que satisface con mayor vigor los principios de participación, publicidad y eficacia.69

4.4 Impugnación de cláusulas de los pliegos

Con relación a los pliegos de la licitación la cuestión es un poco más compleja. No es este el lugar indicado para analizar en profundidad su naturaleza jurídica, ya sea que se trate de los pliegos generales o los particulares. Aquí alcanza con referir que la doctrina los consideran, según los casos, normas en sentido estricto, actos de alcance general pero sin contenido normativo o actos administrativos individuales.70 Más allá de ello, creemos que asiste razón a REJTMAN FARAH cuando sostiene que estos instrumentos — pliegos generales y especiales — tienen una naturaleza jurídica compleja: En algunos supuestos con características de acto normativo, de regulación del procedimiento para la selección del contratista otros, de estipulación precontractual o contractual según el caso. Por ello, en cada oportunidad habrá que analizar las previsiones de distinto tipo de los pliegos para determinar el régimen jurídico aplicable.71 En este sentido, cabe señalar que, por lo general, las “bases” son las reglas de juego de la selección y el término “condiciones” se refiere al contenido del futuro contrato y la forma de su cumplimiento.

Lo que sí es un hecho a tener en cuenta es que, sí en tantas décadas de desarrollo doctrinario sobre esta materia no se obtuvo consenso sobre el punto, difícilmente dicha concordancia se logrará al momento de plantearse el conflicto concreto, es decir, la impugnación de una cláusula de alguno de los pliegos que rigen la licitación. Ello es así puesto que la impugnación de los pliegos tiene una estrecha vinculación con la naturaleza jurídica que se otorgue a los mismos. En este contexto, sería adecuado que tanto funcionarios como oferentes sean cautelosos al momento de analizar la oportunidad y pertinencia de la impugnación de las cláusulas de los pliegos y que los primeros, tengan en siempre en vista, al resolver esta clase de planteo, los principio generales de legalidad y transparencia, y los especiales de igualdad y concurrencia.

En concreto, las situaciones conflictivas que se pueden plantear son las siguientes: a) Que exista una cláusula que establezca que la presentación de la oferta significará de parte del oferente el pleno conocimiento y aceptación de todas las disposiciones de los pliegos; b) que no se establezca dicha cláusula y c) que el impugnante aún no haya presentado la oferta o no haya comprado el pliego. Veamos.

4.4.1 Existencia de cláusula que impone la aceptación

Este supuesto es el que con más frecuencia se plantea puesto que el Régimen de contrataciones prevé, expresamente, que la presentación de la oferta implica el consentimiento de las cláusulas de los pliegos.72 68 A tales efectos, el art. 11 del decreto 436/00 establece que el proyecto de pliego de bases y condiciones particulares quedará a disposición del público

durante todo el lapso previsto para la formulación de observaciones, que establezca la autoridad competente para autorizar la contratación, según la complejidad de la misma, el cual no será inferior a cinco días. Además se prevé que el organismo contratante pueda convocar a reuniones para recibir observaciones al proyecto de pliego o promover el debate entre los interesados acerca del contenido del mismo. De los temas tratados en esas reuniones y de las propuestas recibidas se labrará acta que firmarán los asistentes que quisieren hacerlo. Las observaciones al proyecto de pliego que formularen por escrito los interesados, así como también las actas mencionadas, se agregarán al expediente. Con una lógica que tiende a la transparencia, la norma dispone que no se realizará ninguna gestión, debate o negociación ni intercambio de opiniones entre funcionarios del organismo contratante e interesados en participar en la contratación, fuera de los mecanismos expresamente previstos, a los que tendrán igual acceso todos los interesados.

69 MATA, “La selección del contratista estatal...,” op. cit., p.1233.

70 Para una descripción de cada una de las posiciones indicadas y de los autores que las sostienen, ver CASSAGNE, Juan Carlos, El contrato administrativo, Buenos Aires, 2005, LexisNexis, 2ª ed., p. 95-6 y GÓMEZ SANCHIS, Daniel, “Pliego de Condiciones,” en AA.VV., Contratos administrativos, Buenos Aires, 2002, LexisNexis, p. 212 y ss.

71 REJTMAN FARAH, Impugnación judicial..., op. cit., p. 138.

72 El art. 67 del dec. 436/00 establece: “Efectos de la Presentación. La presentación de la oferta significará de parte del oferente el pleno conocimiento y aceptación de las cláusulas que rigen el llamado a contratación, por lo que no será necesaria la presentación de los pliegos con la oferta”. Por su parte, el art. 9 de la Resolución 834/00 del Ministerio de Economía avanza un paso más disponiendo que “La presentación de la oferta, importa de parte del oferente el pleno conocimiento de toda la normativa que rige el llamado a contratación, la evaluación de todas las circunstancias, la previsión de sus consecuencias y la aceptación en su totalidad de las bases y condiciones estipuladas, sin que pueda alegar en adelante el oferente su desconocimiento, por lo que no será necesario la presentación de los pliegos con la oferta.” El destacado no está en el original.

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Se debe tener en cuenta, especialmente, que sobre el punto la PTN sostiene que la circunstancia de que se presente la oferta sin que se hayan efectuado reparos a las cláusulas del pliego excluye la admisibilidad de las impugnaciones posteriores por su extemporaneidad.73 Pero, más aún, es criterio inveterado de la Corte Suprema que el voluntario sometimiento al régimen jurídico del pliego de condiciones comporta un inequívoco acatamiento de sus reglas.74

Ello quiere decir que el oferente debe deducir las impugnaciones contra los pliegos — sean generales o particulares — cuando adquiere la condición de tal, es decir, al momento de presentar la oferta, con lo cual dicha instancia se transforma en preclusiva sobre el punto. Pero como el supuesto de oferta e impugnación simultánea implica, normalmente, el incumplimiento actual o futuro del pliego en sus aspectos impugnados, la alternativa considerada implica el riesgo de que, cuando la autoridad competente para admitir o calificar la oferta no sea autora del pliego cuestionado, rechace aquélla por inadmisible, lo cual, de suceder, obliga al oferente a sumar a su impugnación inicial una nueva contra el acto de rechazo.75 Es evidente que todo ello genera un círculo vicioso, de dudosa legitimidad, que redunda en un claro exceso ritual.76

Sin dejar de reiterar que sobre el punto se debe ser prudente y evaluar cuáles son las posibilidades de éxito al momento de plantear estas impugnaciones y sopesarlas con el peligro de la inadmisibilidad de la oferta —aunque por supuesto ambas presentaciones deben efectuarse por separado — se debe tener en cuenta que la pretensión de aceptación de las cláusulas del pliego sólo podría tener valor cuando se trata de pliegos totalmente claros e inequívocos pero, por supuesto, estas virtudes recién pueden comprobarse una vez concluido el contrato sin tropiezos. Además, el oferente no tiene por función controlar la legitimidad de los actos de la administración.77 Lo que sí puede hacer — y así creemos que debería estructurase el sistema — es impugnarlo cuando la administración pretende aplicar la cláusula inválida.

En conclusión, es claro que teorías que suenen bien en el plano de las ideas, al momento de su aplicación sólo contribuyen a generar situaciones de injusticia e iniquidad, que son el caldo de cultivo para la corrupción administrativa. Téngase en cuenta que, en definitiva, se pueden estar legitimando cláusulas leoninas que no son beneficiosas para el interés público, ni aún cuando se las establece y mantiene con el fin honesto de proteger los intereses de la administración — que como lo destacó GORDILLO, no siempre coincide con el interés público — porque si los oferentes saben que se aplicarán las cláusulas abusivas seriamente, elevan considerablemente los precios de la contratación. Lo que a primera vista parece favorecer los intereses públicos, en realidad termina dañándolos.78 79

4.4.2 Inexistencia de cláusula que impone la aceptación

En estos casos, siempre que se interprete que los pliegos constituyen normas generales, por aplicación de la idea de amplitud impugnatoria que rige en materia de reglamentos, el oferente puede impugnar

73 PTN, Dictámenes, 115-410, 119-184, 150-52, 233-94.

74 CSJN, Fallos 305:826, 307:358 y 432.

75 COMADIRA, La licitación pública, op. cit., p. 123-4.

76 MATA, “La selección del contratista estatal...,” op. cit., p. 1250.

77 FIORINI / MATA, Licitación pública..., op. cit., p. 81.

78 MAIRAL, Las raíces legales de la corrupción, op. cit.

79 Por ejemplo, la Corte Suprema decidió que la cláusula de un pliego que obligaba a los oferentes a acompañar en su presentación un escrito dirigido al organismo en el que se desistía, de manera total e incondicional, de todos los recursos administrativos y judiciales que se hubieren interpuesto contra sus actos, es inconstitucional por violar el art. 18 de la CN y el derecho a la tutela judicial efectiva reconocido por los tratados internacionales, pero que además, atenta contra los principios básicos de los procedimientos públicos de selección como la licitación y el concurso, en especial, los de libre concurrencia e igualdad, que no sólo tienden a resguardar el derecho de los oferentes o participantes en procedimientos de ese tipo, sino también el interés público comprometido en la debida elección de quienes resultarán adjudicatarios, CSJN, Astorga Bracht, Sergio y otro c. COMFER – Decreto N. 310/98, del 14 de octubre de 2004.

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el pliego, directa o indirectamente — es decir, ante el acto de aplicación —, incluso después de la presentación de la oferta.80 Aunque, lamentablemente, esta interpretación tampoco es pacífica.81

En tanto se conciba a los pliegos como actos particulares, la cuestión vuelve a complicarse, puesto que se sostiene que deben ser impugnados en forma directa al momento de presentar la oferta.82 O, pero aún, se afirma que sus cláusulas deben ser impugnadas dentro los plazos previstos para recurrir los actos administrativos, a contar desde el momento en que se adquirió el pliego, acto que tendría las cualidades de la notificación personal en estos supuestos.83

4.4.3 Legitimación para la impugnación

La legitimación para impugnar los pliegos es amplia. Es decir, la posibilidad impugnatoria corresponde no sólo a los oferentes, sino también, a quien aún sin haber formulado oferta y habiendo o no comprado el pliego, puede demostrar su derecho a participar en el procedimiento de selección convocado por la administración, sobre la base de una argumentación que, teniendo en cuenta sus antecedentes, permita vislumbrar que se encuentran en condiciones objetivas de presentar una oferta en la convocatoria en cuestión.84

También se encuentran legitimados para impugnar los pliegos, de igual forma, los usuarios que se vean afectados por su aplicación ulterior85 y las asociaciones que tutelan derechos de incidencia colectiva. Ambos, conforme lo dispuesto por el art. 42 de la CN. En todos los casos, en tanto se den los supuestos exigidos por el art. 43 de la CN, procederá la acción de amparo.

5 Aplicación del dec.-ley 19.549

Hemos visto que aquellos supuestos de impugnación que no están expresamente regulados por el Régimen de contrataciones demandan la aplicación supletoria del régimen general de procedimientos administrativos. También se ha destacado que el régimen especial prevé la posibilidad de impugnar el dictamen evaluación. Ahora bien, este es un supuesto de excepción en lo que se refiere a la posibilidad de cuestionamiento de los actos preparatorios de la voluntad administrativa. En efecto el art. 80 del dec. reglamentario 1759/72 establece que las medidas preparatorias de decisiones administrativas, inclusive informes y dictámenes, aunque sean de requerimiento obligatorio y efecto vinculante para la administración, no son recurribles. Ello es así puesto que dichas actuaciones, en sí mismas consideradas, no otorgan ni niegan derecho alguno al administrado.

Los actos preparatorios están exentos de eficacia jurídica directa o inmediata, y tienen un régimen jurídico propio. En efecto, no rige el principio de estabilidad, son insusceptibles de impugnación y no requieren

80 COMADIRA, La licitación pública, op. cit., p. 124.

81 La PTN sostuvo que “El mero hecho de presentarse a una licitación engendra un vínculo entre el oferente y la Administración y lo supedita a la eventualidad de la adjudicación lo que presupone una diligencia del postulante que excede la común y su silencio hace presumir lisa y llanamente la aceptación de los términos fijados por la Administración (conf. Dict. 167-447; 211-370). El voluntario sometimiento a un régimen jurídico sin reservas expresas, comporta un inequívoco acatamiento que determina la improcedencia de su ulterior impugnación con base constitucional (conf. Dict. 202-151). Si la recurrente durante todo el transcurso del proceso licitatorio ajustó su comportamiento al Pliego, estuvo sometida a sus disposiciones y, por ende, al plazo de impugnación impuesto en él, su cuestionamiento posterior es manifiestamente improcedente y supone una conducta encontrada con su accionar anterior,” Dictámenes, 224-119.

82 COMADIRA, La licitación pública, op. cit., p. 124.

83 PICCOLI, Pablo, “Algunas reflexiones acerca de la impugnación de cláusulas de pliegos licitatorios,” R.D.A., nro. 11, Buenos Aires, Depalma, 1992, 608 y ss.

84 COMADIRA, La licitación pública, op cit., p. 125-6.

85 Por ejemplo, la CFed. CA, Sala II, en los autos Torello, Susana T. c. Instituto Nac. de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados, LL, 2000-B, 275, con nota de Beltrán Gambier, “Civismo y amparo,” tratándose de una acción de amparo iniciada por una afiliada, decidió que era nula la cláusula de un pliego de bases y condiciones para la selección de las empresas gerenciadoras del régimen de cobertura médico asistencial del PAMI, que establecía una indemnización exorbitante para el supuesto de rescisión anticipada del contrato, pues ello forzaría al mantenimiento del mismo ya que de lo contrario se pondría en riesgo su patrimonio y funcionamiento, con los consiguientes perjuicios para los afiliados en cuanto a los eventuales riesgos que tal situación podría provocarles en su salud.

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notificación en sí mismos, más allá de la publicidad propia de las piezas expediente administrativo y el derecho al libre acceso a éste por las partes. Ello es así puesto que la función ejercida por los órganos consultivos es una actividad preparatoria de las decisiones de los órganos activos de la administración.86

Ahora bien, aún antes de la sanción del Régimen de contrataciones, ya se sostenía — en posición que comparto — que en los casos en que las preadjudicaciones se sujetan a la condición de que el oferente cumpla determinados requisitos esenciales o no, se trata de verdaderos actos administrativos, con todas las consecuencias que de ello se derivan, en especial en el plano de los medios impugnatorios. En efecto, del cumplimiento o no de los condicionamientos impuestos en la preadjudicación se derivan efectos jurídicos directos para los destinatarios, los que pueden variar desde el desplazamiento del procedimiento hasta la obtención misma de la adjudicación. De esta forma, el acto consultivo deja de ser tal si, per se, genera derecho u obligaciones para los administrados.87 La PTN ha aceptado esta posición.88

Superada esta cuestión, cabe advertir que la exigencia de que el acto productor de efectos jurídicos sea “definitivo” ha traído algunas complicaciones en la práctica. Ello se debe a que la ambigüedad del término puede producir confusión al momento de ser utilizado por los operadores jurídicos. No es correcto, en la inteligencia de nuestro derecho positivo, asimilar “acto administrativo definitivo” con “acto administrativo impugnable.” Los actos definitivos son aquellos que resuelven sobre el fondo del problema planteado, que en forma definitiva definen el negocio ante la administración,89 independientemente que sean o no la expresión de voluntad de la máxima autoridad competente.90

En efecto, el decreto 1759/72 excluye del ámbito de los recursos las medidas preparatorias, pero no exige que deba haber un acto definitivo; al contrario, admite expresamente la procedencia de recursos contra los actos que denomina “interlocutorios o de mero trámite.” En consecuencia, sólo quedan excluidos del concepto de acto administrativo (y del recurso administrativo) aquellos actos que no producen un efecto jurídico directo: informes, dictámenes, etc., que serán los únicos actos calificables como preparatorios. Los actos que producen efectos directos e inmediatos son siempre actos administrativos y por lo tanto recurribles.91

Si bien es cierto que el decreto 1759/72 establece que el recurso jerárquico — que es el que agota la vía administrativa — es procedente únicamente contra actos definitivos o asimilables92 y la PTN ha sido particularmente estricta en cuanto a la aplicación de este precepto,93 también lo es que la jurisprudencia

86 GORDILLO afirma que para que la noción de acto administrativo sea útil debe estar referida en particular a los problemas de validez y contralor de la actividad administrativa. En este contexto, destaca que los problemas de validez e impugnación de la actividad administrativa giran en torno a un principio: Que puede atacarse mediante un recurso administrativo o acción judicial aquel acto de la administración que produzca efectos jurídicos inmediatos respecto del impugnante; todo acto de la administración que de suyo no produzca efectos jurídicos, no es todavía directamente impugnable en cuanto a su validez. La noción de acto administrativo debe entonces restringirse a aquellos actos que producen efectos jurídicos directos, en forma inmediata. Agrega que si se dijese simplemente que es una declaración que produce efectos jurídicos, estaríamos abarcando los casos en que el efecto jurídico surge indirectamente del acto. El dictamen vinculante que la administración esté obligada a seguir es un acto productor de efectos jurídicos, en cuanto el orden jurídico establece un nexo entre su emisión y determinados efectos jurídicos. Pero no es un acto administrativo en el sentido propio del término, porque los efectos jurídicos no surgen directamente del acto, sino indirectamente. Es, pues, un acto de la administración o preparatorio, no un acto administrativo, a pesar de ser un dictamen vinculante. Es esencial, pues, al concepto de acto administrativo, que los efectos jurídicos sean inmediatos, es decir, que surjan del acto mismo, GORDILLO, Agustín, Tratado de derecho administrativo, t. 3, El acto administrativo, Buenos Aires, FDA, 2003, 6ª ed., pp. II-2/3.

87 COMADIRA, Julio Rodolfo, Procedimientos Administrativos. Ley Nacional de Procedimientos Administrativos, Anotada y Comentada, con la colaboración de MONTI, Laura M., tomo I, Buenos Aires, La Ley, 2002, p. 189.

88 Entre otros, Dictámenes, 202-151.

89 GORDILLO, Agustín, Tratado de derecho administrativo, t. 3, op. cit., p. II-9.

90 MAIRAL, Control judicial..., op. cit., p. 238.

91 GORDILLO, Tratado de derecho administrativo, t. 3, op. cit., p. II-12.

92 Por tales, entiéndase aquellos que, a pesar de no expedirse sobre el fondo de la cuestión planteada a la administración, impiden totalmente la continuidad del procedimiento administrativo.

93 Ha sostenido, en Dictámenes, 224-119, que “La Resolución por la cual se denegara — en el marco de un procedimiento licitatorio — el pedido de prórroga del plazo para impugnar el informe de precalificación de la Comisión Técnica de Evaluación, la ampliación del término de vista de las actuaciones, y la suspensión del procedimiento durante el lapso de ampliación de vista solicitado, debe ser recurrida por la vía del recurso de reconsideración (art. 84 de la Reglamentación de la Ley de Procedimientos Administrativos), pero no por la del jerárquico. El recurso de

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ha permitido la impugnación judicial de actos que, a pesar de no ser definitivos, de algún modo pueden tener entidad suficiente como para condicionar la adjudicación.94 Asimismo, se ha admitido la intervención judicial en el caso de conductas que impliquen irregularidades en el procedimiento que, en definitiva, pueden tener el mismo efecto.95

Por último, cabe destacar que la aplicación supletoria del dec.-ley 19.549 parece dejar abierta la puerta para que, en el supuesto de que se hayan vencido los plazos para impugnar establecidos en el Régimen de contrataciones o en los pliegos, se interponga una denuncia de ilegitimidad; aunque cabe advertir que la PTN se ha pronunciado en contra de esta posibilidad.96 Además, se debe tener en cuenta que la jurisprudencia de la Corte Suprema y del fuero Contenciosos Administrativo resultan particularmente restrictivas en lo que se refiere a la posibilidad de reabrir la discusión en sede judicial a través de una denuncia de ilegitimidad.97 Por último, conforme lo establece el art. 48 del dec. 436/00, la denuncia debería ser tramitada fuera del expediente de la contratación, lo que limita considerablemente las posibilidades de éxito.98

6 Efectos de las impugnaciones y medidas cautelares

6.1 Efecto suspensivo de las impugnaciones previstas en el Régimen

La cuestión relativa a los efectos que se otorgue a las impugnaciones en el procedimiento de selección tiene una importancia práctica relevante puesto que evidencia la tensión que existe entre la necesidad de

reconsideración aludido debe ser resuelto por el Ministro del Interior, contra cuya decisión, de ser adversa al recurrente, no será procedente ningún otro recurso. El acto que deniega el pedido de prórroga del plazo para impugnar, la ampliación de la vista y la suspensión del procedimiento, no puede ser considerado como definitivo, porque no resuelve una cuestión de fondo, sino una cuestión procedimental. Tampoco puede ser considerado un acto equiparable a definitivo, porque la denegatoria que se recurre no impide ‘totalmente la tramitación del reclamo o pretensión del administrado’. El acto administrativo definitivo es aquel que resuelve directa o indirectamente la cuestión de fondo planteada, importando una decisión que cierra el procedimiento (conf. Dict. 192-24; 114-376; 125-205; 210-205). Los actos administrativos equiparables a definitivos son aquellos que sin resolver expresamente el fondo de la cuestión debatida, directa o indirectamente impiden totalmente la tramitación del reclamo o pretensión del administrado (conf. Dict. 192-24). Los actos interlocutorios o de mero trámite son los que producen efectos jurídicos directos, pero sobre el trámite, y no sobre el fondo del asunto; se refieren solamente a cuestiones de procedimiento, y, en tanto no sean equiparables a definitivos que impidan totalmente la pretensión o reclamo del interesado, no son impugnables por la vía del recurso jerárquico (conf. Dict. 192-24).”

94 Sobre el punto CASSAGNE expone que si bien los actos antecedentes del procedimiento no pueden calificarse como actos definitivos es posible admitir su impugnación separada tanto en sede administrativa como en la judicial. Estos actos no necesariamente son siempre actos interlocutorios ni de mero trámite, hay actos previos, que preceden al acto definitivo, que, ya sea por su incidencia directa y sustancial en el fondo del asunto o por ocasionar la ineficacia o imposibilidad de proseguir el procedimiento, o bien por la conculcación grave del derecho de defensa, deben considerarse asimilables a los actos definitivos, CASSAGNE, Juan Carlos, “El amparo en las provincias: su procedencia respecto de actos dictados durante el procedimiento licitatorio,” nota a CS Tucumán, Diavil SRL, 1987, ED, 126-133.

95 En el marco de una licitación internacional, mientras se estaban evaluando las ofertas y frente a la publicación de una nota periodística que manifestaba que cierta documentación del procedimiento licitatorio podría favorecer a una de las empresas intervinientes, uno de los oferentes efectúo una presentación tendiente obtener copias certificadas de las actuaciones administrativas elaboradas por la Comisión de evaluación. Por medio de una nota del presidente de la Comisión se accedió sólo parcialmente a lo solicitado, denegándoseles las restantes con fundamento en la opinión expuesta en el dictamen jurídico. Dicha nota ordenó, asimismo, la reserva de las actuaciones. Ante esta situación, el oferente solicitó judicialmente el dictado una medida cautelar autónoma dirigida a ordenar al órgano licitante que se abstenga de dictar cualquier acto que importe la exclusión arbitraria de la empresa en la licitación. Peticionó, además, una medida conservativa con la finalidad de requerir la exhibición y entrega inmediata de copias autenticadas de todos los informes, dictámenes, papeles de trabajo o actuaciones que se hayan elaborado con motivo de la evaluación de las ofertas presentadas. El juez de grado hizo lugar sólo a la medida conservativa. La mayoría de la Sala interviniente, sostuvo que la reserva dispuesta por la Comisión y el servicio jurídico no era legítima puesto que no había mediado acto administrativo emanado de las autoridades previstas en el art. 38 del decreto 1779/72, por lo que la negativa a conceder la vista era irrazonable. Asimismo, afirmó que no puede aceptarse que el conocimiento al que acceden las partes durante el trámite licitatorio, pueda afectar el resultado final de la adjudicación e indicó que los perjuicios que puede acarrear a la administración otorgar la vista son generalmente mucho menores que los alegados por los funcionarios a cargo del trámite. Aclaró que en el caso no se había declarado la confidencialidad de las actuaciones, toda vez que la nota referida no podía considerarse como un acto administrativo fundado que dispusiese el carácter reservado o secreto de todo o parte del expediente de la licitación, ya que dicha nota carecía de carácter decisorio, puesto que ella sólo podía tener relevancia en tanto su contenido se incorporase al acto administrativo respectivo, situación no concurría en el caso, CFed. CA, Sala I, Finmeccanica Spa Aerea Alenia Difesa c. Ministerio de Defensa, 1998, LL, 1999-B, 517.

96 “Corresponde desestimar la denuncia de ilegitimidad articulada pues el oferente al promover su denuncia lo hace inadecuadamente en los términos de la Ley de Procedimientos, cuando debió ajustarse al procedimiento establecido en el Pliego de Bases y Condiciones Generales,” Dictámenes, 234-452.

97 Han sostenido que la decisión administrativa que desestima en cuanto al fondo un recurso extemporáneo, tramitado en el caso como denuncia de ilegitimidad, no es susceptible de ser impugnada en sede judicial porque, al haber dejado vencer el interesado el término para deducir los recursos administrativos, ha quedado clausurada la vía administrativa, requisito insoslayable para la habilitación de la instancia judicial, CSJN, Gorordo, 1999, Fallos, 322:73 y CFed. CA, en pleno, Romero, 1999, LL, 1999-C-192.

98 La PTN ha sostenido que “Si bien resulta evidente el derecho de todo administrado de formular denuncias simples, su tratamiento no debiera tener como consecuencia la suspensión del trámite licitatorio, salvo que tal medida fuera decidida por la propia administración por existir vicios determinantes de la nulidad absoluta del acto,” Dictámenes, 202-151.

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contratar en tiempo oportuno y la rigidez del principio de legalidad, en lo que se refiere a la observancia de la regularidad del procedimiento. El art. 30 del decreto 1023/01 parece haber optado por el efecto suspensivo para aquellas impugnaciones específicamente reguladas por el decreto 436/00 o los pliegos.99 Cualquier otra impugnación u observación distinta a las allí previstas, se regirá por las disposiciones del dec.-ley 19.549 y su reglamento y en consecuencia no tendrá per se efectos suspensivos.

Desde esta perspectiva el panorama sería el siguiente: a) Las impugnaciones al dictamen de evaluación, deberán ser resueltas en el mismo acto que disponga la adjudicación.100 Por ende, en realidad, no tendrían de hecho efecto suspensivo, ya que no se resuelven antes de la adjudicación, sino con ella misma, en un solo acto;101 b) los recursos contra el acto de adjudicación presentan cierta dificultad puesto que más allá de estar expresamente previstos en la reglamentación, se establece para su trámite al aplicación del régimen general de procedimientos administrativos, que en su art. 12 prevé sólo el efecto no suspensivo de los recursos.102 Se ha interpretado que se debe reconocer el efecto suspensivo por aplicación directa y específica del referido art. 30 que prevalece sobre la norma general y abstracta del art. 12 del dec.-ley 19.549,103 aunque esta posición no es pacífica; c) en la impugnación a la precalificación, en el sistema de doble sobre, se prevé que las impugnaciones planteadas sean resueltas por la autoridad competente para aprobar la contratación dentro del plazo que determine el pliego.104

6.2 Efecto no suspensivo y las medidas cautelares

En el resto de los supuestos no previstos expresamente, el Régimen nos pone necesariamente frente al

art. 12 del dec.-ley 19.549 que faculta a la administración a ejecutar sus actos por sus propios medios,105

e impide que los recursos que interpongan los administrados suspendan su ejecución y efectos, salvo que

una norma expresa establezca lo contrario.106

Hemos tenido la oportunidad de criticar la solución adoptada por la norma107 en tanto presupone que si la

impugnación de los actos administrativos suspendiera sus efectos y ejecutoriedad, se paralizaría la acción

de la administración; ello porque los administrados, ante cada negación de una petición, presentarían

99 FARRANDO, “El efecto suspensivo de las impugnaciones...,” op. cit., p. 177.

100 Arts. 80 y 82 del dec. 436/00. En igual sentido, art. 20 de la Resolución 834/00 del Ministerio de Economía.

101 FARRANDO afirma que este sistema contradice el art. 30 del dec. 1023/01 del cual se deduce que las impugnaciones previstas en la reglamentación tienen efecto suspensivo, por lo que no debería tenerse por vigente la parte del art. 82 del dec. 436/00 correspondiente al párrafo indicado y, por ende, habría que resolver antes de la adjudicación las impugnaciones al dictamen de evaluación, FARRANDO, “El efecto suspensivo de las impugnaciones…,” op. y loc. cit.

102 Art. 83 del dec. 436/00 y 20 de la Resol. 834/00 del Ministerio de Economía.

103 FARRANDO, “El efecto suspensivo de las impugnaciones…,” op. y loc. cit.

104 Art. 108 del dec. 436/00.

105 A menos que una ley o la naturaleza del acto exigieren la intervención judicial, aclara la norma.

106 Antes de que esta norma fuera sancionada en el año 1972 existía en nuestra doctrina nacional un fuerte enfrentamiento con relación a los efectos que correspondía otorgar a los recursos administrativos en aquellos casos en los que la ley no establecía un régimen especial. Principalmente por la influencia que tuvo SAYAGUES LASO en nuestro derecho administrativo, quien siguiendo a los autores italianos sostenía que en caso de silencio el recurso carecía de efecto suspensivo. Pero, por otro lado, reconocía que la ejecución muchas veces puede crear situaciones irreparables, “lo que lleva a atemperar el principio del cumplimiento inmediato.” Y termina concluyendo que “No pueden darse reglas absolutas a ese respecto siendo recomendable que la administración obre con prudencia y sentido de justicia,” SAYAGUES LASO, Enrique, Tratado de derecho administrativo, t. I, Montevideo, 1974, 4ª ed., actualizada por MARTINS, Daniel H., p. 476-7. En la posición diametralmente opuesta, LINARES, Juan Francisco, “Efectos suspensivos de los recursos ante la administración,” LL, 85:906 y GORDILLO, Agustín, Procedimiento y recursos administrativos, Buenos Aires, Ed. Jorge Alvarez, 1964, pp. 104 y ss.

107 CARRILLO, Santiago R., “Las medidas cautelares contra el Estado en la República Argentina,” ResPublica Argentina, Ediciones Rap, nro. 2006-2, p. 37 y ss., reproducido en LÓPEZ OLVERA, Miguel Alejandro / VILLASANA RANGEL, Patricia (coords.), Las medidas cautelares en el procedimiento administrativo en Iberoamérica, México, 2006, en prensa. Allí efectuamos un desarrollo de los motivos por los cuales consideramos que el art. 12 del dec.-ley 19.549 debe ser modificado estableciéndose como principio el efecto suspensivo de los recursos o bien otorgando efecto positivo al silencio de la administración ante el pedido de suspensión, sin perjuicio de las regulaciones especiales en las que se establezcan excepciones cuando la materia, por su desarrollo u operatoria, requiera la ejecución inmediata de los actos administrativos.

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un recurso. Creemos que no necesariamente ello es así, con lo cual, en realidad parecería que se busca

proteger al Estado de sus ciudadanos108 y ello ya no es posible en un Estado democrático de derecho.109

Es cierto que la última parte del art. 12 establece que la administración podrá suspender la ejecución

del acto ante determinados supuestos,110 pero dicha facultad ha sido interpretada mayoritariamente

como meramente discrecional,111 por lo cual, en los hechos, ha sido prácticamente neutralizada, ya

que la administración sistemáticamente evita resolver los pedidos de suspensión de la ejecución de sus

actos112 o, en algunas oportunidades, el planteo es desestimado al rechazar el recurso que, en el caso,

es lo mismo que no resolver.

En las licitaciones públicas es necesario que el recurso deducido contra el acto de adjudicación y la eventual

demanda judicial de impugnación, tengan efecto suspensivo. Tal como lo propone BOQUERA OLIVER la

forma más efectiva de evitar las complicaciones que se plantean en esta materia113 es que, antes de que

se perfecciones el contrato, la justicia conozca y resuelva todas las impugnaciones presentadas contra

los actos del procedimiento de selección que se estimen viciados.114 Claro que se dirá que ello atenta

contra el “interés público” que se encuentra comprometido en la celebración del contrato respectivo,

pero si se previese un proceso ágil y expedito — o si se habilitase la vía del amparo sin las cortapisas del

dec-ley 16.986 —,115 el lapso que demanda la intervención judicial podría, razonablemente, ser previsto

108 “Antes que nada debe recordarse que la justicia administrativa se hizo para proteger al individuo contra el Estado y no al Estado contra el individuo,” LINARES, “Efectos suspensivos…,” LL, 85: 906.

109 De más esta decir que está es una decisión política y no jurídica, es decir, no hay una supuesta “naturaleza” que mande dichas condiciones en un acto administrativo, es una característica contingente. En este sentido, es de lamentar que los autores de la ley no hayan fundado expresamente la decisión que adoptaron sobre este punto en particular, ya que se limitaron a sostener en la exposición de motivos que “En el Título III adoptamos, en lo esencial, las opiniones expuestas por el doctor Miguel S. Marienhoff, en el Tomo II de su Tratado de Derecho administrativo en materia de acto administrativo,” en CANOSA, Armando N., Ley Nacional de Procedimientos Administrativos. Comentada y actualizada – 2005, Bs. As., Ediciones Rap SA, 2005, p. 28. Muy bien, pero los autores se olvidaron de poner en la ley, o aclarar en la exposición de motivos, que MARIENHOFF –quien efectivamente creía que los recursos y acciones carecen, por sí mismo, de efecto suspensivo, lo cual ya es un dato meramente anecdótico– también sostenía que: i) para que un acto administrativo goce del privilegio de la ejecutoriedad, debe ser perfecto, de lo contrario no es ejecutorio, porque es “inaplicable.” La autotutela, que constituye un verdadero privilegio para la administración, requiere indispensablemente esa perfección y ii) “La suspensión del acto por ilegitimidad manifiesta no tiene límite alguno, es absoluta. Demostrada la ilegitimidad, procede la suspensión. En un Estado de Derecho es inconcebible que la Administración Pública actúe al margen de la legalidad,” MARIENHOFF, Miguel S., Tratado de derecho administrativo, t. II, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1988, reimpresión de la 3ª ed. actualizada, pp. 377 y 381, y Tratado de derecho administrativo, t. I, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1990, 4ª ed. actualizada, p. 663.

110 A pedido de parte interesada o de oficio y por razones de interés público o para evitar perjuicios graves al interesado o cuando se alegare fundadamente una nulidad absoluta. Para hacer justicia con ESCOLA — uno de los autores de la ley — cabe apuntar que, más allá de las críticas a LINARES y GORDILLO, que en modo alguno comparto, en tanto sostenían que los recursos debían tener efectos suspensivos, parece haber estado convencido de que el sistema de suspensión por la administración funcionaría correctamente en la práctica, a punto tal que esboza un procedimiento –que califica de sencillo y rápido–, que culminaría con una decisión fundada, con la sana intención de reglar la cuestión: Nada más alejado de la realidad, ver ESCOLA, Héctor J., Tratado general de procedimiento administrativo, Buenos Aires, Depalma, 1973, p. 288, las críticas aludidas están en las pp. 289-294.

111 La posición de la PTN al respecto es clara: “Resultan inadmisibles aquellas presentaciones orientadas a obtener la suspensión de los trámites concursales con sustento en la iniciación de acciones judiciales y en la supuesta comisión de irregularidades, por cuanto la mera interposición de una acción judicial no tiene entidad suficiente para interrumpir el cronograma de la licitación. La denegatoria de un pedido de suspensión del procedimiento en el marco de una licitación pública constituye un ejercicio adecuado de la potestad de la Administración de conducir el proceso licitatorio con arreglo a lo establecido en el Pliego (conf. Dict. 224-119). Por tal motivo, la inexistencia de una orden judicial dictada en tal sentido, habilita al órgano licitante a continuar con el procedimiento licitatorio que se tramita a menos que, por razones de oportunidad, mérito y conveniencia, su titular disponga lo contrario, ponderación que se halla reservada a su exclusiva incumbencia,” PTN, Dictámenes, 242-571, entre otros.

112 La Sala V de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, con una franqueza sorprendente, aseguró que “Desafortunadamente, la experiencia indica que cuando ese pedido de suspensión de los efectos del acto es planteado en el procedimiento administrativo, la Administración guarda, sencillamente silencio. Ello obliga al administrado a recurrir ante la justicia para que sea ésta quien suspenda los efectos del acto recurrido en aquel procedimiento,” CFed. CA, Sala V, 7/XI/01, Gas Nea S.A. c. Enargas.

113 La cuestión más grave es encontrarse ante la nulidad absoluta del acto de adjudicación luego de que el contrato se encuentra en marcha, o bien ya ha sido ejecutado. Además, de esta forma, se evitaría regularmente — y sin tener que recurrir a normas de dudosa constitucionalidad — que el Estado quede ante la eventualidad de tener que pagar daños y perjuicios por irregularidades cometidas durante el procedimiento licitatorio.

114 BOQUERA OLIVER, La selección de contratistas, op. cit., p. 224-6.

115 Con claridad meridiana se ha resuelto: “El objeto del presente pleito está constituido por la petición de declaración de nulidad de todo el procedimiento licitatorio para la provisión de un sistema de cobro de peaje. De tramitare el juicio en el marco de un proceso ordinario, bajo el resguardo de una medida cautelar, como se sugiere curiosamente a fs. 670 vta. (el propio Estado Nacional), se paralizaría la obra hasta la conclusión de dicho proceso — normalmente extenso, por más que no requiera prueba — lo que en sí mismo es un disvalor notable, sea cual fuera el

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junto con los tiempos de la licitación. Téngase en cuenta que en los casos de acreditada urgencia se

prescinde del procedimiento de selección –contratándose en forma directa– por lo que el problema que

tratamos de resolver ni siquiera se plantea.116

Es evidente que con este sistema se lograría la tan ansiada seguridad jurídica dado que la ejecución del

contrato recién comenzaría cuando existe plena certeza de la validez del procedimiento licitatorio. Y en

caso de que la urgencia se presente durante la sustanciación de la selección, el régimen podría prever

que por medio de una decisión fundada se otorgue efecto no suspensivo a las impugnaciones.

Pero como nada de ello sucede, la medida cautelar pidiendo la suspensión de los efectos del acto

de adjudicación aparece como la única salida viable en este universo, ya que tiene la virtualidad de

suspender la marcha del procedimiento, preservando el derecho sustantivo. Las medidas cautelares

están reguladas con detalle en el Código procesal civil y comercial de la Nación y la jurisprudencia de

los tribunales federales117 ha aceptado pacíficamente su aplicación,118 permitiendo la suspensión de los

efectos de los actos administrativos antes o después de iniciado el proceso.119

Este tipo de pretensión cautelar puede ser tanto una prohibición de innovar como una medida innovativa, según el punto de vista desde el cual se la analice. En efecto, el acto administrativo tiene efectos jurídicos inmediatos desde que es notificado o publicado — según sea de alcance individual o general — por lo que, desde el punto de vista jurídico, la suspensión de sus efectos siempre implicará una modificación en la esfera jurídica del administrado y, en este contexto, se la puede considerar innovativa. Pero por otro lado, en cuanto a los hechos, ello dependerá de cual sea el objeto del acto que se suspende y si este ya fue cumplido o no. Por ejemplo: Si se suspende el acto de adjudicación, impidiendo el cumplimiento de los actos sucesivos de perfeccionamiento del contrato, la medida será de no innovar en tanto se mantiene el statu quo. Ahora bien, si se ordena cautelarmente la suspensión del acto que denegó la vista del expediente durante una licitación, y se ordena que ésta sea conferida en forma inmediata, se trata de una medida innovativa.

En cuanto a la oportunidad para solicitarlas, el art. 195 del Código procesal establece que podrán ser solicitadas antes o después de deducida la demanda, lo que ha permitido la creación pretoriana de las medidas cautelares autónomas.120 Consiste, básicamente, en solicitarle al juez que ordene la suspensión

resultado del pleito. Esto quiere decir que la vía debe ser aceptada predominantemente por el interés público. La cuestión tiene su trascendencia, porque al no ser la vía excepcional del amparo una prerrogativa procesal exclusiva del actor en virtud de la inminencia del agravio de éste, se neutralizan requisitos que le son exigidos para, justamente, poder defender su derecho de modo sumarísimo. Así, el comportamiento estatal ya no debe ser manifiestamente arbitrario o ilegal para acoger la demanda, porque si éste es el único proceso apto, rechazarlo porque el agravio no es manifiestamente ilegal, importa reconocer que puede ser ilegal de modo simple. Y ello sería absurdo, porque ya hemos dicho que en estos casos, el juicio ordinario es profundamente disvalioso en sí mismo, por su natural prolongación temporal, de modo que no serviría para corregir aquella arbitrariedad o ilegalidad no manifiestas, en tanto tal corrección recién se produciría una vez afectado el interés público de modo irreparable,” JNFed. CA, nro. 4, Servotron SA c. Consorcio Autopista del Oeste y otros, 1996, LL 1997-F, 297.

116 BOQUERA OLIVER, José M., La selección de contratistas, op. cit., 225.

117 Sólo a modo de ejemplo, CSJN, Iribarren, 1992, LL, 1993-B, 264.

118 En lo que aquí interesa, el art. 230 del Código procesal regula la prohibición de innovar y el art. 232 establece las medidas cautelares genéricas, norma que se adoptó como fuente para el dictado de las medidas cautelares positivas. El art. 199 establece la necesidad de presentar una adecuada contracautela. En ambos casos, se exige que: a) El derecho fuere verosímil; b) existiere el peligro de que si se mantuviera o alterara, en su caso, la situación de hecho o de derecho, la modificación pudiera influir en la sentencia o convirtiera su ejecución en ineficaz o imposible; c) la cautela no pudiere obtenerse por medio de otra medida precautoria y d) presentación de una adecuada contracautela, que atendiendo a las circunstancias del caso, podrá ser juratoria o real. Cabe aclarar que en el caso del art. 232 la norma dispone que debe concurrir el peligro de sufrir un “perjuicio inminente o irreparable” y, por otro lado, conforme pacífica jurisprudencia, es requisito para el despacho favorable de una medida cautelar contra el Estado que no se afecte el interés público.

119 Parte de la doctrina ha entendido que, en estos supuestos, las medidas cautelares deben evaluarse conforme los requisitos establecidos en el art. 12, in fine, del dec.-ley 19.549; hemos analizado esta cuestión en CARRILLO, Santiago R., “Las medidas cautelares contra el Estado en la República Argentina,” ResPublica Argentina, Ediciones Rap, nro. 2006-2, p. 22 y ss.

120 Ampliar en GALLEGOS FEDRIANI, Pablo O., Las medidas cautelares contra la Administración Pública, Buenos Aires, Ábaco, 2002, p. 143 y ss. y en CASSAGNE, Juan Carlos, “La tutela cautelar otorgada en forma anticipada o autónoma,” LL, 2000-F, 837.

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de los efectos del acto administrativo recurrido hasta que la administración resuelva el recurso que agota dicha vía.121 Mientras tanto, el administrado obtiene tutela aparentemente sin forzar el sistema de agotamiento de la vía administrativa previa y sin un perjuicio mayor para la administración quien, con su propia diligencia, determina la duración de la medida cautelar dictada en su contra resolviendo el recurso.122

Una cuestión interesante relativa a los requisitos de admisibilidad es que la Cámara Contencioso

Administrativa Federal viene afirmando — como jurisprudencia ya consolidada — que a mayor verosimilitud

del derecho menor será la exigencia en la gravedad e inminencia del daño y viceversa, cuando existe la

evidencia de un daño grave e inminente, el rigor acerca del fumus bonis iuris se debe atenuar;123 aunque

esta interpretación no autoriza a prescindir de ninguno de los requisitos legales, sino sólo a atemperar el

rigor de uno cuando el otro se presenta en forma acentuada.

Por último, si bien en el ámbito del derecho procesal civil rige con plenitud el principio establecido en el

art. 198 del Código procesal, relativo a que las medidas precautorias se decretan y cumplen sin audiencia

de la otra parte, en el procedimiento administrativo esta regla debe ser matizada. En efecto, en algunos

supuestos es imposible conocer las consecuencias que en definitiva puede tener la concesión de la medida

cautelar sin contar con un informe previo del organismo o, al menos, con el expediente administrativo en

el que se dictó el acto impugnado.124 Por supuesto, todo ello dependerá de las posibilidades que otorgue

el peligro en la demora.

7 Habilitación de la instancia: el plazo de caducidad125

En este punto se plantea otra cuestión crucial con relación a la tutela judicial efectiva, que requeriría

un profundo análisis que excede las posibilidades de este comentario. No obstante expondremos algunas

cuestiones básicas sobre el tema.126

Es cierto que, culminado el procedimiento licitatorio, se impone tener certeza sobre la validez

del acto de adjudicación a efectos de que el contrato pueda ser ejecutado sin contratiempos

generados por impugnaciones tardías. Desde esta perspectiva, resulta razonable — en esta materia

121 GORDILLO, quien ha elogiado la creación de este tipo de medida cautelar, afirma que “es un indudable progreso en materia jurídica, aunque tal vez ahora falte el paso inmediato siguiente, en que se acepte la suspensión de pleno derecho del acto administrativo que causa gravamen, por la mera interposición del recurso administrativo — como parte de la doctrina propugna —, y sin necesidad de acudir a la vía judicial en una cautelar autónoma. Con la cautelar autónoma se resuelve algo del problema; con reconocer el efecto suspensivo del recurso administrativo contra el acto que causa gravamen se resolvería todo el problema,” GORDILLO, Agustín, “Cautelar autónoma,” LL, 1996-D. 127, del mismo autor y con igual título, LL, 1999-A, 142.

122 ZAMBRANO, Pedro, “Medidas cautelares ‘autónomas’ y la garantía de defensa en juicio: ¿Por el artículo 230 del Código Procesal o por el artículo 12 de la ley 19.549?,” LL, 1998-C, 344.

123 La jurisprudencia en este sentido es abundante: A título de ejemplo, algunas de las pioneras, Cam. Nac. Federal, Banco Popular de La Plata, LL, 120: 763 y Gobierno Nacional c. NN, LL, 125: 633, 1966; y más actuales CFed. CA, Sala II, 4/IV/92, Continental Illinois National Bank And Trust Company of Chicago c. Banco Central y Sala IV, 31/III/92, O.S.P.E.G.Y.P.E. c. Ministerio de Salud y Acción Social. Ver también GALLEGOS FEDRIANI, Pablo,”Las medidas cautelares contra la administración nacional (Principios jurisprudenciales),” LL, 1996-B, 1052.

124 GUGLIELMINO expone que, en su experiencia como magistrado, en determinadas ocasiones, un traslado previo ha beneficiado a los peticionantes de las medidas cautelares que han visto así robustecida su posición, que pasa a adquirir un estatus superior al de la apariencia, GUGLIELMINO, Osvaldo C., su exposición en Los grandes temas del Contencioso Administrativo. Jornadas sobre Derecho Procesal Administrativo, Rap, 270: 14.

125 Esta cuestión puede ser ampliada en DIANA, Nicolás, “¿Otra vez el enigma de la habilitación de instancia? (Sobre las cenizas de Cohen),” LL, 2006-A, 60; REJTMAN FARAH, Mario, “La consagración legal de la habilitación de instancia de oficio: su inconstitucionalidad,” AA.VV., Derecho Procesal Administrativo. Homenaje a Jesús González Pérez, t. 1, Buenos Aires, Hammurabi, 2004, p. 917 y ss., TAWIL, Administración y Justicia, op. cit., p. 193 y ss. y JEANNERET DE PÉREZ CORTÉS, “Reflexiones sobre la admisibilidad…,” op. cit., pp. 114-7.

126 En realidad, tal como afirma LUQUI, en las licitaciones públicas son pocos los planteos judiciales, por lo general, las quejas terminan en sede administrativa. Tal vez ello sea así por el costo de la tasa de justicia, o para evitar el riesgo de tener que pagar elevados honorarios, o por el temor a enemistarse con el “poder” de turno perdiendo contrataciones futuras. No obstante, la progresiva ampliación de la procedencia de la acción de amparo, ha disminuido los costos judiciales y los riesgos que siempre genera la incertidumbre sobre el resultado del pleito, LUQUI, Revisión judicial…, op. cit., p. 49.

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— que exista un plazo de caducidad a fin de que en un tiempo previsible para la administración

esta pueda tener certeza sobre la validez del procedimiento de selección.127

En esta delicada materia — que conlleva el terrible efecto de limitar el acceso a la justicia de los administrados

— las disposiciones legales debe fundarse en verdaderas razones de interés público, el que debe ser evaluado

caso por caso, y no como una noción abstracta sin contenido específico.128 Pero en su defensa de lo que él

entiende es el interés público, el Estado argentino sacrifica una y otra vez el Estado de derecho.129

Ello, sumado al respecto que debe existir en el Estado democrático de derecho a la tutela judicial

efectiva, impone que se revise legislativamente esta materia y se establezcan plazos de caducidad sólo

en aquellos casos en que realmente existan razones de seguridad jurídica que justifiquen limitar los

derechos de los administrados130 131

En este contexto, y de acuerdo al estado actual de la legislación, el oferente debe cumplir estrictamente

con la presentación de la demanda judicial dentro del plazo de caducidad de 90 hábiles judiciales, tal

como lo exige el art. 25 del dec.-ley 19.549132 puesto que, conforme lo dispone el art. 31, el juez debe

127 Si bien ello es así, lo que no es razonable es que existan plazos generales de caducidad, puesto que ello no tiende a proteger ningún interés público, sino que tiene la finalidad de que el Estado no sea demandado, BIANCHI, Alberto B., “Entre el agotamiento de la instancia y el plazo de caducidad (¿A quién protege el procedimiento administrativo?),” AA.VV., Cuestiones de Procedimiento Administrativo, Buenos Aires, Ediciones Rap, 2006, p. 869. El sistema requiere ser urgentemente depurado en este punto, creo que la magnitud de los derechos en juego justifica este sacrificio del legislador. Tal como lo afirma MAIRAL, hay supuestos en los que es posible instrumentar este instituto — v. gr. procedimientos sancionatorios, en los que el administrado cuenta con un amplio marco de defensa y posibilidad de asistencia letrada — pero ello no autoriza su instauración generalizada, ampliar en MAIRAL, Héctor A., “Los plazos de caducidad en el derecho administrativo argentino,” AA.VV., Derecho Procesal Administrativo. Homenaje a Jesús González Pérez, t. 1, Buenos Aires, Hammurabi, 2004, p. 882 y ss.

No obstante, la Corte Suprema ha aceptado que la existencia de términos para demandar a la administración se justifica por la necesidad de dar seguridad jurídica y estabilidad a los actos administrativos, a fin de evitar una incertidumbre continua en el desenvolvimiento de la actividad de la administración, pues de lo contrario se afectaría el principio constitucional de la seguridad jurídica, que constituye una de las bases principales de sustentación de nuestro ordenamiento, cuya tutela innegable compete a los jueces, CSJN, Gypobras SA, 1995, Fallos, 318:441. La Corte agrega que los plazos de caducidad constituyen una prerrogativa procesal propia de la administración pública, consecuencia del denominado “régimen exorbitante del derecho privado” que impera en la relación ius administrativa, CSJN, Serra, Fernando Horacio y otro c. MCBA, 1993, Fallos, 316:2454. En contra, sosteniendo que el sistema no viene impuesto por el principio de división de poderes, sino más bien, todo lo contrario, BIANCHI, Alberto B., “¿Tiene fundamentos constitucionales el agotamiento de la instancia administrativa?,” LL, 1995-A, 397. Además, si no hay plazo para demandar la inconstitucionalidad de una ley y ello no produce per se inseguridad jurídica, no se alcanza a comprender por qué deben los actos del Poder Ejecutivo gozar de un estatus preferencial frente a la ley, MAIRAL, Control judicial..., op. cit., p. 384.

128 GORDILLO ha señalado el error de concebir al interés público como un ente abstracto, como una estela de bienestar que se esparce insensiblemente entre el pueblo; como una noción mágica que implica todo lo bueno y mejor y a la cual deben doblegarse las pretensiones jurídicas de los particulares. Además, demostró que el interés público no es el interés de la administración. Concluye, en posición que compartimos, que sólo hay interés público cuando de entre una mayoría de individuos, cada uno puede escindir del mismo su interés individual: El “interés público” en que cada individuo no pueda encontrar e identificar su porción concreta de interés individual es una simple falacia, GORDILLO, Agustín, “Reestructuración del concepto y régimen jurídico de los servicios públicos,” LL, 106-1187, año 1962, reproducido en LL, Páginas de Ayer, 2004-10, 29. No obstante, la doctrina de la PTN sobre el punto conlleva serios riesgos: “No se debe justificar la lesión de los derechos de los particulares con la sola invocación de los intereses de la comunidad; pero tampoco se pueden perturbar los objetivos del Estado, que deben ser los del conjunto de la sociedad, por un excesivo rigorismo interpretativo en el alcance de las garantías individuales (conf. Dict. 164-82; 202-48),” Dictámenes, 217-115, el destacado no está en el original. Por nuestra parte, hemos analizado la cuestión de la determinación del interés público en “Jueces, interés público y Cuota Hilton,” La Ley Actualidad, del 21-26/X/2004, pp. 1 y 3, también publicado en El Dial (elDial.com), news letter nro. 1834 y en “El interés (del) público en el Régimen Federal de pesca,” ResPublica Argentina (Ediciones Rap), nro. 2006-1, p. 77 y ss.

129 MAIRAL, Hector A., Las raíces legales de la corrupción, Cuadernos ResPublica Argentina, Buenos Aires, Ediciones Rap, 2006, punto 2.6., en prensa.

130 Además, las razones de seguridad jurídica que se invocan para defender el sistema general de caducidad pueden ser valederas en Francia, donde los efectos de la sentencia anulatoria se extienden erga omnes, ya que sería injusto que los beneficiarios del acto impugnado por ilegítimo continuaran durante años en la incertidumbre acerca de la validez y estabilidad de tales beneficios, pero no tienen igual peso en el régimen argentino en el que rige el efecto relativo de la cosa juzgada, MAIRAL, Control judicial…, op. cit., p. 383 y del mismo autor, “Los plazos de caducidad…,” op. cit., p. 882 y ss.

131 BIANCHI ha efectuado una importantísima observación sobre esta cuestión: Afirma que el examen del derecho comparado revela que el legislador argentino optó, entre las varias soluciones allí disponibles, por la más restrictiva para el acceso a la jurisdicción, esto es, la que exige primero agotar la vía administrativa para someter luego la demanda a un plazo de caducidad, todo con carácter general, BIANCHI, “Entre el agotamiento de la instancia…,” op. cit., p. 868.

132 Nunca debe olvidarse que el art. 76 del decreto 1759/72 (t.o. 1991) establece que: “Si a los efectos de articular un recurso administrativo, la parte interesada necesitare tomar vista de las actuaciones, quedará suspendido el plazo para recurrir durante el tiempo que se le conceda al efecto, en base a lo dispuesto por el artículo 1º, inc. e), apartados 4º y 5º, de la Ley de Procedimientos Administrativos. La mera presentación de un pedido de vista, suspende el curso de los plazos, sin perjuicio de la suspensión que cause el otorgamiento de la vista. En igual forma a lo estipulado en el párrafo anterior suspenderán los plazos previstos en el artículo 25 de la Ley de Procedimientos Administrativos.”

Page 22: La impugnación de actos administrativos en el ...revista1.tce.mg.gov.br/Content/Upload/Materia/1088.pdf · esta delegación, creo que podemos trazar algunas líneas rectoras que

REVISTA DO TRIBUNAL DE CONTAS DO ESTADO DE MINAS GERAISoutubro | novembro | dezembro 2010 | v. 77 — n. 4 — ano XXVIII

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evaluar de oficio in limine litis la concurrencia de los requisitos de habilitación de la instancia y en caso

de no encontrarse cumplidos, se ve impedido de darle curso a la demanda.133

A modo de epílogo, quiero recordar, una vez más, las sabias palabras de BosCh, quien afirmaba que la “buena vía” en esta materia debe tener como punto de partida la Constitución nacional — más que las construcciones propias de otros sistemas jurídicos — y de allí deben arrancar todos los estudios sobre el tema del control judicial de la actividad administrativa que se realicen en la Argentina.134 Ojalá el eco de sus palabras sea escuchado por el legislador.135

Referências

Mairal, Héctor A. Algunas reflexiones sobre la utilización del derecho extranjero en el derecho público argentino. In: AA.VV. Estudios de Derecho Administrativo II. Buenos Aires: Ciencias de la Administración, 1992.

Gordillo, Agustín. La defensa del usurario y del administrado. In: _______Tratado de derecho administrativo. 8. ed. Buenos Aires: FDA, 2006. t. 2.

Gordillo, Agustín. El acto administrativo. In:_______Tratado de derecho administrativo. 6. ed. Buenos Aires: FDA, 2003. t. 3.

133 La irrazonabilidad de este sistema legal, que impone al juez sustituir la voluntad de una de las partes del proceso, surge palmaria de la lectura de los argumentos expuestos en precedentes de la propia Corte Suprema, donde se destacó que la evaluación de oficio de los requisitos de admisibilidad viola el derecho de defensa, la igualdad de las partes en el proceso y el principio procesal de congruencia, ver CSJN, Cohen, Rafael c. Instituto Nacional de Cinematografía, 1990, Fallos, 313:228 y Construcciones Taddía SA. C. Estado Nacional (Ministerio de Educación y Justicia), 1992, Fallos, 315:2217. No obstante, en los autos Resch, Héctor Juan c. Ministerio del Interior — Policía Federal Argentina, 2004, Fallos, 327, a través de un obiter dictum, la Corte ha sentado las bases para volver a la doctrina acuñada por dicho tribunal en Cohen, al respecto ampliar en Diana, “¿Otra vez el enigma…,” LL, 2006-A, 60.

134 BOSCH, Jorge Tristán, “Lo contenciosoadministrativo y la Constitución Nacional,” LL, 81: 842.

135 A quien cada uno de nosotros, desde su lugar, debe ayudar a actuar con mesura, ver BIANCHI, Alberto B., “La Cámara de Diputados no es un club privado,” LL, del 5/6/2006, p. 1.