la fabricacin nacionalista en la revista hermes · 2014-06-06 · isbn: 978‐84‐9860‐636‐2 1...

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LA INVENCIÓN NACIONAL EN LA REVISTA HERMES. 1917-1922 César Rina Simón Universidad de Navarra Sirva de introducción la matización de conceptos historiográficos utilizados, tales como «invención de la tradición» o «comunidades imaginadas» 1 . Después de unas décadas de supremacía de estas interpretaciones constructivistas en la manera de interpretar los fenómenos nacionalistas, hay que destacar el amplio debate que generaron –y aún generan- en el entorno de las Ciencias Sociales. De este modo, si utilizamos esta serie de términos lo hacemos conscientes de las matizaciones expuestas y de sus propias limitaciones como marcadores de la realidad histórica. Por «invención de la tradición» entendemos los procesos de construcción, recopilación e identificación de una serie de hitos nacionales que, en un segundo término, será utilizados para hacer partícipe a la comunidad de una identidad perfilada. No es un trabajo de laboratorio, ni fruto de un discurso homogéneo, sino más bien, el resultado de la heterogeneidad de autores y posturas. Del propio debate surge la afirmación nacional, que en cualquier caso está en constante cambio y adaptación a la coyuntura histórica 2 . Si bien, utilizamos los conceptos de «invención», «construcción» o «imaginación» en tanto que consideramos los procesos nacionales fruto de un proceso narrativo o discursivo nuevo, rechazando los componentes más esencialistas del 1 ANDERSON, B.: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo, México, FCE, 2006; HOBSBAWM, E. H.: Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 2000; RANGER, T. y HOBSBAWM, E. (eds.): La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002. 2 ARCHILES CARDONA, F.: «¿Quién necesita la nación débil? La débil nacionalización española y los historiadores», en FORCADELL, C.; PASAMAR, G.; PEIRÓ, I.; SABIO, A. y VALLS, R. (eds.): Usos públicos de la historia y políticas de la memoria, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004, p. 200: «Hay que subrayar que los procesos de construcción de la nación, y su misma naturaleza, están siempre caracterizados por el conflicto, la multiplicidad y la contradicción». ISBN: 978‐84‐9860‐636‐2 1

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LA INVENCIÓN NACIONAL EN LA REVISTA HERMES. 1917-1922

César Rina Simón

Universidad de Navarra

Sirva de introducción la matización de conceptos historiográficos utilizados,

tales como «invención de la tradición» o «comunidades imaginadas»1. Después de unas

décadas de supremacía de estas interpretaciones constructivistas en la manera de

interpretar los fenómenos nacionalistas, hay que destacar el amplio debate que

generaron –y aún generan- en el entorno de las Ciencias Sociales. De este modo, si

utilizamos esta serie de términos lo hacemos conscientes de las matizaciones expuestas

y de sus propias limitaciones como marcadores de la realidad histórica.

Por «invención de la tradición» entendemos los procesos de construcción,

recopilación e identificación de una serie de hitos nacionales que, en un segundo

término, será utilizados para hacer partícipe a la comunidad de una identidad perfilada.

No es un trabajo de laboratorio, ni fruto de un discurso homogéneo, sino más bien, el

resultado de la heterogeneidad de autores y posturas. Del propio debate surge la

afirmación nacional, que en cualquier caso está en constante cambio y adaptación a la

coyuntura histórica2.

Si bien, utilizamos los conceptos de «invención», «construcción» o

«imaginación» en tanto que consideramos los procesos nacionales fruto de un proceso

narrativo o discursivo nuevo, rechazando los componentes más esencialistas del 1 ANDERSON, B.: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo, México, FCE, 2006; HOBSBAWM, E. H.: Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 2000; RANGER, T. y HOBSBAWM, E. (eds.): La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002. 2 ARCHILES CARDONA, F.: «¿Quién necesita la nación débil? La débil nacionalización española y los historiadores», en FORCADELL, C.; PASAMAR, G.; PEIRÓ, I.; SABIO, A. y VALLS, R. (eds.): Usos públicos de la historia y políticas de la memoria, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004, p. 200: «Hay que subrayar que los procesos de construcción de la nación, y su misma naturaleza, están siempre caracterizados por el conflicto, la multiplicidad y la contradicción».

ISBN: 978‐84‐9860‐636‐2 

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acercamiento empírico al fenómeno nacional. El siguiente artículo es un estudio de

historia de la historiografía más que una reflexión identitaria. Recogemos discursos

heterogéneos, en muchos casos enfrentados, de nacionalistas vascos, españolistas y

regionalistas en torno a la historia. El interés común en destacar la excepcionalidad de

lo vasco –sin entrar en disquisiciones políticas- fue fundamental para el desarrollo de las

ideas nacionalistas y para la «invención de la tradición».

El análisis de la bilbaína Revista Hermes (1917-1922)3 se presenta como un

excelente medio para comprender la magnitud de los cambios en la ciudad tras la I

Guerra Mundial, la dimensión intelectual de los vascos y sus relaciones con España, el

crecimiento exponencial de la burguesía siderometalúrgica y el avance del nacionalismo

vasco en los procesos electorales y su concreción heterogénea en las masas.

El gran logro del nacionalismo fue crear una cosmogonía que aglutinó a los

descontentos con el desequilibrado desarrollo nacional, y se convirtió en la única

alternativa al turnismo político. La Revista Hermes tuvo un papel destacado en la

singularización de historias, tradiciones y lugares de memoria que eclosionaron en un

movimiento de masas. Su director, Jesús de Sarría, pretendía crear una alternativa

cultural vasca apoyada en el renacimiento económico bilbaíno4. Tampoco debemos

olvidar que la publicación tuvo un carácter elitista, lo que la convirtió en la base teórica

de las diferentes concreciones del nacionalismo, más que en un arma de propaganda

popular.

3 Revista Hermes (RH), Intro. Juan Pablo FUSI, Bilbao, reed. Idat Ekintza, 1988. 4 Jesús de Sarría, en 1916, entró en el Ateneo nacionalista de Bilbao, y al año siguiente se afilió a la Comunión, grupo moderado escindido del PNV. Asumió la sacralización de Sabino Arana y el concepto de nación, aunque siempre desde postulados políticos heterodoxos. Publicó panfletos ideológicos dirigidos a las masas: «Ideología del Nacionalismo Vasco», «Autonomía Nacional y Democracia», «Gobierno propio vasco y unidad de gobierno», «Oligarcas y ciudadanos», «Vibraciones de la patria» y «La Patria»; aunque su obra clave, publicada en otoño de 1919, es «Autonomía nacional y democracia», con guiños al regeneracionismo de Costa. Fomentó un nacionalismo moderando, europeo y modernista. Vid.: SAN SEBASTIÁN, K.: Jesús de Sarría: Nacionalismo y heterodoxia, Bilbao, Alberdi Algitardaria, 1985.

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Para inventar la tradición, las élites regionales se valieron de la historia, maestra

de vida, y lograron articular un pasado común y glorioso que colocó a la nación en una

línea ininterrumpida proyectada hacia el futuro. Los autores, positivistas divulgadores e

historicistas, utilizaron el pasado para articular una explicación que reforzara las raíces

de la sociedad y, sobre todo, destacaron el cosmopolitismo de la pujante burguesía

vasca frente al inmovilismo de las instituciones centrales. La excepcionalidad

intelectual y artística de los vascos se utilizará como argumento legítimo de la

reivindicación autonomista.

Las nuevas naciones eran artificios culturales, intrínsecos a la historia occidental

de la modernidad. Hay múltiples definiciones y matices del concepto nación, tantas

como historiadores han tratado de explicar este fenómeno5. Benedict Anderson sostiene

que la nación es una invención de una comunidad política imaginada, inherentemente

limitada y soberana. Imaginada porque une a individuos que se ignoran y albergan la

esperanza de compartir un sistema común de valores, tradiciones, lenguaje, etc. Y no

hay mejor medio para la imaginación que la prensa, homogeneizadora de realidad6.

Tiempo de construcción

Ante el agotamiento político, tras la crisis de 1917, la burguesía industrial sintió

la responsabilidad de reformar el país, tanto en términos económicos como políticos y

culturales. El catalanismo se vio reforzado por su crítica a la reforma fiscal de Santiago

Alba, que trataba de hacer partícipe al Estado de la bonanza comercial por medio de la

intensificación impositiva. Esta oposición estuvo encabezada por Cambó, líder de la

5 Vid: ÁLVAREZ JUNCO, J.; BERAMENDI, J. y REQUEJO, F.: El nombre de la cosa. Debate sobre el término nación y otros conceptos relacionados, Madrid, Centro de Estudios políticos y constitucionales, 2005. 6 ÁLVAREZ JUNCO, J.: Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, Madrid, Taurus, 2005, pp. 593-594: «fue una invención de la tradición, semejante a la llevada a cabo por los nacionalismo estatales, siempre que el término invención no se tome en sentido literal, como si las lenguas y culturas no castellanas no hubiesen existido previamente en la península».

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Lliga, que no limitó su marco de actuación sólo a Cataluña. Acudió a Bilbao en enero

de 1917 con el ánimo de impulsar el frente contra Alba desde las esferas del

nacionalismo moderado vasco7. Se culpó de la crisis económica al intento del Estado de

controlar la economía de los individuos libres, en lugar de evaluar el descenso de la

demanda de los beligerantes en la I Guerra Mundial. La victoria electoral –en 1917 tenía

delegaciones la Lliga en 39 provincias- se fraguó por el mensaje crítico contra el

parlamentarismo ineficaz y la defensa de la regeneración periférica. Su expansión

tampoco incomodó a la burguesía conservadora, ya que aislaba a los nacionalistas de

izquierda y a los republicanos.

Con la visita de Cambó, el movimiento vasco evolucionó, replanteándose el paso

a la actividad política y absorbiendo a la alta burguesía y a los heterogéneos grupos

regionalistas. El marco de fondo era el fenómeno identitario, populista y ruralizante, que

se transformó en la vía de reivindicación de la élite industrial bilbaína. El nacionalismo

vasco abandonó sus orígenes tradicionalistas-carlistas para convertirse en alternativa

posible.

La Gran Guerra fue un golpe de suerte para la economía nacional, también para

la bilbaína8. La neutralidad española generó grandes beneficios comerciales,

acompañados de una espectacular alza de precios. España se convirtió en proveedora

mundial de materias primas y en una tierra propicia para la inversión extranjera. La

prosperidad sirvió para generar rápidos capitales, más que para una expansión sólida. La

ciudad vizcaína entró en un proceso de modernización, a la vez que atrajo un potente

movimiento migratorio desestabilizador9. La Revista Hermes es fruto de esta bonanza

7 MAINER, J. C.: Regionalismo, burguesía y cultura. Los casos de Revista de Aragón (1900-1905) y Hermes (1917-1922), Barcelona, A. Redondo, 1974. 8 SÁNCHEZ MARROYO, F.: La España del siglo XX. Economía, demografía y sociedad, Madrid, Istmo, 2003, pp. 50 y ss. 9 En ESCALANTE GARAY, P.: Hermes, revista del País Vasco, Bilbao, Caja de ahorros vizcaína, 1989, p. 30, se recogen las cifras demográficas de Bilbao. Pasó de tener 60.000 habitantes en 1877, a 100.000

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económica, y su trágico final responde a la desaceleración y consiguiente crisis de la

siderurgia vasca. La riqueza industrial y el capital estaban alterando la estructura social

tradicional. La batalla contra el proteccionismo no era más que otro motivo para

defender el tradicionalismo, la endogamia.

No había una idea clara ni común de lo que significaba el pueblo vasco, sólo un

conjunto de elucubraciones contradictorias: providencialismo vasco frente a exotismo

británico; Maeztu, Baroja y Unamuno frente al PNV y los nacionalistas heterodoxos;

arquitectura popular frente a modernismo. En Hermes, no todos los colaboradores

elogian a Bilbao. El futbolista del Athletic, Ramón de Belausteguigoitia, criticaba a la

ciudad por su cerrazón de mente, su falta de vigor y por sus carencias intelectuales.

Joaquín Adán, por su parte, defendía que Bilbao no necesitaba tradiciones de «tamboril,

coro y hoguera».

El ideario ortodoxo nacionalista funcionó como partido-comunidad, en torno al

PNV y otras formaciones sociales, como los batzokis, las emakume, los medigoizales,

etc. En 1917, la Juventud Vasca era la asociación más numerosa de Bilbao. Entre 1917

y 1919, como sucede con otras formaciones políticas regionalistas, se produjo el salto

del PNV a las instituciones. En las elecciones a la Diputación de 1917, logró vencer en

Vizcaya, y se implantó en Guipúzcoa como alternativa de gobierno. En las elecciones

generales del año siguiente, el PNV logró siete diputados a Cortes y en 1919 venció en

todos los municipios de Vizcaya y consiguió un diputado por Guipúzcoa y otro por

Navarra10. En estos dos últimos años, la Revista Hermes tuvo un papel fundamental

como altavoz de las ideas nacionalistas. A partir de 1919, las fuerzas autonomistas

en 1920, sumando en la Ría 252.000, hacinados en suburbios o expandidos por el ensanche. Unamuno esgrimía que «si Bilbao nos obliga a admirarlo, no incurramos en la vulgaridad superficial de hacerlo nuevamente por el podio material que nos muestra. Admirémoslo aún más por la fuerza moral que nos oculta». MAINER, J. C.: Regionalismo, burguesía y cultura… op. cit., p. 159. 10 PABLO, S. de; MEES, L. y RODRÍGUEZ RANZ, J. A.: El péndulo patriótico. Historia del Partido Nacionalista Vasco, Barcelona, Crítica, 1999.

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descendieron drásticamente por el auge del socialismo y la Liga monárquica. El

nacionalismo se fragmentó entonces entre el sector moderado federalista de Arantzadi

(Comunidad Nacionalista Vasca) y otro radical independentista, liderado por

Gallastegui y las asociaciones juveniles.

El historicismo y la invención de la tradición

El individuo es un ser social, requiere de una integración en una colectividad

para superar el abismo de su propia existencia. Esta vindicación tiene mucho de

emocional, de sentimiento forjado a través de una fabricación histórica y cultural. La

nación es, en la Modernidad, el grado máximo de grupo social, y su fuerza radica en una

identidad subjetiva basada en la cultura «imaginada». De la nación surge la comunidad

política, para poner en práctica las teorías forjadas en los ambientes culturales. La

pertenencia a una nación no es cuantificable ni demostrable. Es lo suficientemente

abstracta como para que sólo dependa de uno mismo. La nación es una elección de

derechos, libertades, recuerdos e ilusiones. Y todo ello depende de una creencia

emocional, de una fe en una comunidad humana a la que el individuo se conecta desde

sus raíces.

Toda nación requiere de una historia que la justifique y la coloque en el pasado.

También de memorias individuales que fomenten las subjetividades ciudadanas. Las

conmemoraciones, las fiestas, las esculturas o los mitos, son utilizados para promover

una emotividad que vincula –imaginariamente- a los compatriotas. La nueva nación

implica una nueva forma de memoria, quemando viejas obras y creando nuevas. Se

recurre a la imaginación ante la ausencia de huellas temporales. Memoria colectiva e

identidad son sinónimos en este proceso.

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Ante la aparente ausencia de estudios históricos en Hermes, podemos observar

que el resto de disciplinas se apoyan en la historia para justificar sus propuestas. Clío es

el baúl de las ciencias humanas. Cuando los autores trabajan la filosofía, la economía y

la política, recurren irremediablemente al pasado. El historicismo alemán había dejado

una gran impronta en la cultura europea y consiguió introducirse en todas las esferas de

la intelectualidad, convirtiéndose el pasado en la razón del presente y del futuro.

Las élites culturales vascas reorientaron las construcciones del pasado para

adaptarse al discurso autonomista. Se fijaron hitos y marcas de memoria, comunes a

toda la nación, que construyeron la simbología de la comunidad. Se orientó la educación

primaria hacia los intereses identitarios y se valieron de un despliegue de nuevos medios

de comunicación: fotografías, libros, museos, revistas, etc.

Desde finales del siglo XIX, el historiador regionalista se centró en la memoria

local, destinada a recordar acontecimientos pretéritos mitificados, que representaba y

ejemplarizaba los valores nacionales. El pasado se convirtió en la justificación de un

movimiento espoleado por héroes omnipresentes. Sabino Arana aprovechó un sustrato

cultural favorable para crear una doctrina que, pese a la heterogeneidad de sus

posiciones, dio impulso al ideario dominante en la sociedad bilbaína, lo que no implica

el fracaso de la construcción nacional española11. El origen geográfico del

nacionalismo, pese a su impronta rural, estuvo en Bilbao y la ría donde la migración

puso en peligro las antiguas tradiciones.

Apuntaba el maestro Lucien Febvre que el historiador elige e interpreta sus

temas condicionado por su propia imagen del presente. La actual preocupación que

suscitan los temas regionales y la crónica de los regionalismo históricos viene a

11 MOLINA APARICIO, F.: «La nación en su periferia étnica. La memoria de la Guerra de la Independencia en el País Vasco (1868-1898)», en Sombras de mayo. Mitos y memorias de la Guerra de la Independencia en España, Madrid, Casa Velázquez, 2007, pp. 237-263, analiza la fuerte implantación del ideario nacional en las provincias vascas.

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convertirse en la más clara ilustración de cómo la historia puede ser ideología y, en

cualquier caso, síntoma de la vitalidad de un problema12.

La literatura bilbaína adoptó el historicismo para justificar, o bien el vizcainismo

españolista, o el nacionalismo racial de tintes mitológicos. La cultura vasca se dividió

en dos frentes que utilizaron Hermes como tribuna de enfrentamiento. Por un lado, la

élite intelectual vasca, afincada en Madrid o relacionada con sus publicaciones,

abordaba en castellano sus creaciones –Baroja, Unamuno, Maeztu, etc.- En contra, se

perfiló una literatura en euskera, de poesías populares, mitos fundacionales y

adaptaciones históricas a las necesidades discursivas –Sarría, Landeta y

Belausteguigoitia-13. En último término, la revista supuso una llamada de atención al

horizonte intelectual madrileño de la existencia de otros núcleos culturales que

proliferaban a la par del desarrollo económico e industrial de sus ciudades.

La construcción nacional en la Revista Hermes

La Revista Hermes fue un proyecto nacionalista, burgués y cultural; la

consecuencia del enriquecimiento de Bilbao durante la Gran Guerra, que muchos

compararon con la Atenas Clásica14. La publicación fue presentada como «tribuna de

convivencia respetuosa para la afirmación y defensa de nuestros valores, tradiciones e

intereses». Sarría la describió como escuela de civismo y solidaridad entre los vascos y

el bagaje cultural de la raza. Esto le lleva a Juan Pablo Fusi a valorar su proyecto

12 La historia es utilizada por las élites para asentar su modelo. FONTANA, J.: La historia de los hombres: el siglo XX, Barcelona, Crítica, 2002, p. 9: «En las universidades británicas la enseñanza estaba pensada para reforzar el consenso en torno a los valores morales y sociales dominantes. La gran mayoría de los profesores compartían un esquema interpretativo único, que se transmitía a los estudiantes como verdadero, adecuado y razonable, destinado a exaltar los valores de la ciudadanía responsable». 13 Un hito de la construcción nacionalista fue la creación en 1919 en Bilbao de la Academia de la Lengua Vasca – Euskaltzaindia- que editó la revista Euskera hasta 1936 y sentó las bases de una lengua que sirviese como vehículo de expresión y de simbolización de todos los vascos. 14 ESCALANTE GARAY, P.: Hermes… op. cit., p. 4.

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conciliador, obviando que el peso principal recae en los ideólogos nacionalistas15. La

financiación corrió a cargo de las familias industriales Sota y Aznar y su espíritu era

autonomista. Ramón de la Sota, amigo y colaborador del director, y Eduardo Landeta

reafirmaron la defensa ideológica del problema identitario. Recogió publicaciones de

vertientes políticas diferenciadas, aunque decantándose claramente por las doctrinas de

Sarría16.

La revista bilbaína sirvió para publicitar las nuevas concepciones nacionalistas,

especialmente en la segunda etapa. Los veinte primeros números –de enero de 1917 a

julio de 1918-, de una gran heterogeneidad artística y calidad literaria, poco tienen que

ver con la fase intermedia –de agosto de 1918 a enero de 1921, en la que se produce el

giro exclusivista hacia el nacionalismo y la revista se convierte en un medio de

propaganda de los logros políticos vascos. En la última etapa –enero de 1921 a junio de

1922-, Sarría intentó devolver el esplendor y la repercusión internacional perdida con la

colaboración de Maeztu.

En Hermes se constata la importancia que estaban adquiriendo disciplinas como

la prehistoria, la arqueología o la etnología, a la hora de definir sociedades y naciones.17

Se elogia la proliferación de muesos arqueológicos y etnográficos, en especial el

bilbaíno, por representar y mantener viva la memoria de la cultura vasca.18 El interés

15 FUSI, J. P.: «Introducción», RH, pp. 3-4: «Una revista que publicó escritos inéditos de Unamuno (por ejemplo, parte de “El Cristo de Velázquez”), Ortega (“Sobre el localismo”), Baroja (la novela corta “El capitán Mala Sombra”), Maeztu, Juan Ramón Jiménez, Basterra y Moreno Villa; que se ocupó tempranísimamente de Tagore y Ezra Pound, del que publicó varios artículos originales (...); una revista de esas características tuvo que ser –y fue realmente- una positiva contribución a la vida intelectual española y local de los años cruciales, desde todo punto, que siguieron a la primera Guerra Mundial. Hermes rechazaba de plano una versión folklorista y parroquial de la cultura vasca; a lo que aspiraba era, precisamente, a vincular ésta con las formas más sofisticadas y vanguardistas del pensamiento moderno; esto es, a subrayar la modernidad del arte y la intelectualidad de los vascos». 16 Los números de la RH 51 y 52 estaban dedicados a la figura de Sabino Arana: «Mesías de la palabra, redentor de los pecados nacionales de los vascos, maestro, estás vivo en nuestras almas». 17 «Hombres, hechos, intereses ideas», RH, n. 67, 1921. Presentación de la obra de Eugeniusz Frankowski. 18 «Hombres, hechos, intereses e ideas», RH, n. 72, 1921. Encontramos la inauguración del Museo Arqueológico de Bilbao en 1921 –criticado por mirar al pasado en lugar de lanzar al pueblo vasco hacia el futuro- y la buena acogida que tuvieron los cursos de prehistoria en Madrid.

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nacionalista por el pasado se centra en la búsqueda de lo misterioso, de los orígenes

perdidos que vinculen el presente a una dinámica atemporal. Rastrear a los ancestros

más lejanos fue recurrente, en tanto que la característica principal de la cultura vasca era

su origen bíblico y primigenio. Además, el darwinismo social fue un común

denominador de la mayoría de los círculos intelectuales de la época. Pocos ponían en

duda la existencia de razas, y la necesidad de que las evolucionadas apadrinaran a las

«salvajes». La influencia antropológica y el desarrollo de estudios anatómicos fueron

utilizados para crear una raza baska, sobre todo, por el especialista Arturo Campión19.

La Edad Media fue el otro tema recurrente para la historiografía nacionalista y

occidental. La revista recupera la música de Alfonso X20, o exalta la figura de

Carlomagno y la escuela palatina en su recuperación de la tradición romana olvidada21.

Pero destacan especialmente los estudios medievales que sustentan la formulación

ideológica nacionalista. Parten de los núcleos libres de Álava, Guipúzcoa, Vizcaya y

Navarra, absorbidos de manera ilícita por Castilla.

En los temas político-nacionales y artísticos es donde la historia encuentra su

máxima expresión. Las ideas nacionalistas creadas por Sabino Arana, aprovechándose

de un sustrato etnográfico abundante, tenían sentido dentro de una injusticia histórica.

La cultura vasca había sido violada. Era una historia aún por escribir, que requería de un

conjunto de eruditos locales con el ánimo y el tiempo para entrar en los archivos a

reconocer un pasado próspero e independiente. En definitiva, la Historia era un

instrumento necesario para crear un pasado que propiciara una mentalidad política. El

pasado sirvió para generar actitudes combativas22. La muerte de Pérez Galdós, recogida

19 CAMPIÓN, A.: «La raza baska, es fea o hermosa», RH, n. 39 y 40, 1919. 20 «Hombres hechos, intereses, ideas», RH, n. 57, 1920. Trabajo de Eduardo M. Torner. 21 «Hombres, hechos, intereses, ideas», RH, n. 40, 1919. 22 Un ejemplo en MORADIELLOS, E.: Las persistencias del pasado, Cáceres, UEX, 2002, p. 15: «Yo no soy un asesino. He matado por necesidad histórica, por responsabilidad ante el le pueblo vasco, que es magnífico, que tiene una magnífica cultura, que habla una de las lenguas más antiguas de Europa, que

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en las noticias de Hermes, es un caso representativo23. En lugar de ensalzar su obra, la

línea editorial trata de indagar la posible genealogía vasca del novelista.

El arte, la poesía y el teatro, al igual que la Historia, son vehículos válidos y

recomendables para extender la sensibilidad nacionalista24. Los análisis artísticos tienen

dos finalidades: por un lado, ilustrar de la riqueza monumental del pueblo vasco,

convirtiéndose los estudios, en muchos casos, en registros numéricos; por otro, dotar de

un pasado común y latente a la sociedad vasca. Es más fácil identificarse con elementos

visibles que con ideas abstractas. Por ejemplo, se recoge con especial atención el

hallazgo de José Miguel de Barandiarán en la Cueva de Cortézubi25.

Para explicar el atraso de la economía española también se recurrió a la

historia26. Se apeló a grandes pensadores como Adam Smith, Kant, la renovación

histórica de Niebuhr, Momsemn y Ranke, la aplicación en el derecho de Savigny, etc.

También hay grandes olvidos interesados. El carlismo, rechazado por la sociedad

bilbaína liberal de comienzos de siglo, supone un tabú en el que los ideólogos vascos no

pueden caer si no quieren ver deslegitimado su discurso.

La sección «Hombres, hechos, intereses, ideas», a modo de periódico mensual,

suponía una fuente de información de la repercusión de las noticias mundiales en la

prensa española. Conocer cuáles fueron los acontecimientos más representativos de la

época nos permite la comprensión de las repercusiones que generaron. En Hermes

podemos hacer una lectura global del momento, con atención especial al final de la

Gran Guerra, la formación de la Sociedad de Naciones, la interpretación del

nunca fue vencido por los romanos, ni por los visigodos, ni por los árabes. Un pueblo muy distinto al de los españoles. Los vascos estábamos aquí antes que nadie». Entrevista al terrorista Cándido Azpiazu, El País, 14-08-2001. 23 «Hombres, hechos, intereses e ideas», RH, n. 55, 1920. 24 «Libe. Melodrama Histórico», RH, n. 49, 1919. 25 «Hombres, hechos, intereses, ideas», RH, n. 9-10, 1917. 26 OLASCOAGA, R. de: «Políticos y economistas», RH, n. 9-10, 1917.

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nacionalismo wilsoniano, la Revolución Rusa, la recuperación económica, el conflicto

nacionalista irlandés y canadiense, etc.

En esta plataforma vizcaína se producen los primeros choques interpretativos de

la historia. Estaban surgiendo los mitos del nacionalismo vasco, como las batallas de

Arrigorriaga y Murguía. El vasquista Eduardo de Landeta escribe: «El pasado se fue, y

allá quedan en el polvo generaciones, imperios, grandezas y desastres, cuyo espíritu

evoca a su antojo la historia reconstruyendo su encadenamiento filosófico, para lección

de los presentes y de los futuros»27. Lo que estos autores intentan, en un primer

momento, es reivindicar la personalidad marcada de Euskadi. Lo hacen mediante el

bizkaitarrismo, que se podría definir como el alma de la nación vasca y su propuesta

para articularse en un estado federado.

Como contrapartida, los trabajos históricos procastellanos intentan demostrar la

participación de hombres vascos en la formación y grandeza del Imperio español.28

José María Salaverría ensalzaba la participación de marineros y conquistadores del

cantábrico en la conquista americana29. Del mismo autor es «El Cid como precursor de

los conquistadores de América»30. Conecta la actuación del Cid con la de Cortés y

Pizarro, pues el Campeador dotó de un icono de perfección, masculinidad y valentía a

las generaciones futuras. Pero la interpretación va más allá si aceptamos que Salaverría

trataba de establecer una línea de continuidad entre la Reconquista y la conquista

americana. Los vascongados destacaron como pilotos, cartógrafos, soldados y

pobladores. Nombres como Andagoya, Zamudio, Irala, Elcano, Urdaneta y Legazpi

27 Aún pervive el debate de cómo llamar al territorio.: Vizcaya, Bizcaitarra, Euzkadi, vasco, etc. Sabino Arana en RH, n. 49, (1919) establece en el artículo «Formación de un nombre para el pueblo vasco» los nombres. Esto evidencia la invención del lenguaje. Euzko es la raza vasca. El vasco es euskeldun. El pueblo vasco es Euzkeleria. 28 BALPARDA, G.: RH, n. 9-10, 1917, a la hora de interpretar la cultura vizcaína como un fenómeno español, recurrió a ensalzar la labor de los vascos en la Reconquista, la conquista de América y las campañas imperiales en Flandes e Italia. 29 SALAVERRÍA, J. M.: «Los exploradores vascos», RH, n. 6, 1917. 30 Ibid.

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contribuyeron a formar una imagen trabajadora y fuerte del espíritu común. Esta misma

conexión histórica se realiza a niveles más teóricos, como en el caso de Rousseau y el

carácter vasco31. Otro ejemplo lo tenemos en el artículo de Jesús Alfau titulado «Los

vascos en el far west», donde ensalza los valores raciales vascos en Norteamérica frente

al «italiano compulsivo, griego charlatán, turco ligero, eslavo humilde, germano tozudo,

sajón frío y calculista, francés sagaz, chino malicioso y japonés asimilativo»32.

Tras la cena de presentación de Hermes en el Palace, acogida con entusiasmo en

los círculos intelectuales de la capital, Ortega y Gasset publica una reflexión sobre el

nacionalismo33. Incide en que el problema de España es su decadencia histórica, no en

términos historiográficos, sino más bien por el fracaso de la forja de una conciencia

colectiva positiva. Ortega recurre al vocabulario médico propio del Regeneracionismo

para diagnosticar que el problema del país es la depresión de la vitalidad del pueblo, la

anemia y el fracaso de Madrid como modelo centralista.

Los escritores más combativos concentran y radicalizan sus críticas contra

España y sus representantes: Cánovas, Gil Robles, Vázquez de Mella, Antonio Maura,

etc. Se incide en el principio de Wilson de la libertad de los pueblos para constituirse en

naciones y se ensalza la raza, la lengua, la cultura y el folclore. Para argumentar la

crítica, los autores recurren a la historia, a un pasado en el que los fueros aseguraban la

independencia respecto a Castilla34. Guipúzcoa, libre e independiente, se unió a Castilla

el 8 de octubre de 1200, con la condición de salvar sus fueros. Álava lo hizo el 2 de

abril de 1332. Navarra, con previa capitulación, lo hizo el 24 de julio de 1521. Por su

parte, el señorío de Vizcaya recayó por herencia indirectamente en el rey don Juan en

1371. La historia nacionalista trataba de demostrar que las uniones eran dinásticas, en

31 ELORRIETA Y ARTAZA, T.: «Juan Jacobo Rousseau y el carácter vasco», RH, n. 6, 1917. 32 ALFAU, J.: «Los vascos en el far west», RH, n. 9-10, 1917. 33 ORTEGA Y GASSET, J.: «Sobre el localismo», RH, n. 7, 1917. 34 LANDETA, E.: «Al margen del problema nacionalista vasco», RH, n. 19, 1918.

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ningún caso territoriales. La fórmula justa de los monarcas sería, por lo tanto, la de citar

todas las tierras independientes que poseen.

Desde agosto de 1918, hasta enero de 1921, la política dominó la producción

literaria de Hermes. En sentido estricto, la filiación bizkaitarra de intelectuales como

Eduardo de Landeta y Sarría fomentó la colaboración con el PNV. En esta línea, el

darwinismo social y la conciencia de raza fomentaron también la unidad nacionalista.

Trabajos como el estudio de la postura y el rostro, de Telesforo de Aranzadi, concluían

en la necesidad de una presentación robusta como fiel reflejo de la raza35.

El tema dominante de esta etapa intermedia, en la que Hermes se publica

quincenalmente, es el Primer Congreso de Estudios Vascos celebrado en Oñate36. Si

bien predominan los comentarios políticos y las referencias a la unidad lingüística, la

historia ocupa un lugar ejemplar en el Congreso. Se recoge el resumen de cada ponencia

y de cuarenta y dos trabajos, doce tienen algún tipo de conexión con la construcción

discursiva de la nación.

Por ejemplo, Carmelo de Etxegaray estudia la economía medieval del País

Vasco, incidiendo en la eficaz articulación de los fueros y el carácter burgués y

antiaristocrático vasco. La antropología racial tiene a su máximo representante en

Enrique de Eguren, que maneja el concepto de raza en función del cerebro y el rostro.

Habría, según él, cuatro razas: dolicocéfalos, braquicéfalos, mesocéfalos y vascos.

Teófilo de Guiard, por su parte, estudió el importante papel de la marina vizcaína en el

siglo XIII. Como podemos observar, todos los trabajos tienen un trasfondo político

evidente: ensalzar la diferenciación vasca y su capacidad de autogestión37.

35 ARANZADI, T. de: «Nuestra postura y el ideal ajeno», RH, n. 20, 1918. 36 RH, n. 24, 1918. 37 Ángel de Apraiz estudia la historia de la arquitectura; Felix L. del Vallado, la arqueología cristiana; Telesforo de Aranzadi, la etnografía; Juan de Allende Salazar, la bibliografía vasca; Juan Carlos Guerra, la genealogía y la heráldica; las guerras inútiles en defensa de España estudiadas por Gregorio Balparda;

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Dejando a un lado el Congreso de Estudios vascos, también hay que destacar las

disputas en torno al nacionalismo vasco, sus formas, sus méritos y sus bondades. Son

características la heterodoxia y heterogeneidad de sus escritores y, como venimos

apuntando, la historia actúa como hilo conductor a la hora de proponer supuestos

ideológicos. En la confrontación ideológica, la historia era un arma intelectual.

Jesús de Sarría destacaba el nacionalismo castellano como lo que le sirvió para

su independencia del Reino León; de idéntica forma el pueblo vasco tendría la misma

legitimidad histórica. El autor conoce la obra de Menéndez Pidal y la Historia medieval

de la Península Ibérica. En resumen, si la historia peninsular se basó en la lucha

identitaria, las naciones en el albor del siglo XX tendrían derecho a rebelarse contra la

Castilla imperial y centrípeta38.

La respuesta vino de manos de Miguel de Unamuno. El enorme prestigio del

profesor salmantino le permitía publicar en la revista nacionalista, aunque con grandes

discrepancias ideológicas. Unamuno utilizó la teoría del pueblo vasco como una

invención aprovechada y reciente. La historia de esta nacionalidad es, por lo tanto,

actual, ya que sus grandes personajes –Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, Garay,

Irala, Legazpi, Oquendo o Zumalacárregui- no actuaron en nombre de lo vasco, sino de

lo español. Si estos grandes hombres contribuyeron a la expansión cultural, Unamuno

critica el cierre de los influjos culturales foráneos. «Los héroes locales sólo sirven para

que se inmortalicen en la Historia», afirmaba. Recurre también al concepto de felicidad

para perseverar en la inutilidad de las falsas leyendas locales. «La guerra civil que

plantean los nacionalistas es un intento de salir del tedio»39. También estamos ante una

exposición de la filosofía unamuniana: luchar consigo mismo y contra sí, nunca por

la historia eclesiástica, por Eugenio de Hurtos y el Padre Lizarralde; la prehistoria cientifista, de José Miguel de Barandiarán, etc. 38 SARRÍA, J. de: «Mirada universal al nacionalismo», RH, n. 25, 1918. 39 UNAMUNO, M. de: «El pueblo vasco en la historia», RH, n. 27, 1918.

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ideas o naciones inventadas. «Desgraciado del hombre que no ha conocido la guerra

intestina dentro de sí». Pero la crítica del pensador vasco va más allá cuando reconoce

el trasfondo histórico del conflicto entre Irlanda e Inglaterra, dejando el caso vasco en

una mera casuística, un claro intento de aprovechar los beneficios económicos de la

guerra.

La respuesta a Unamuno la firmaron Eleizalde y Landeta e intentaron legitimar

las demandas nacionalistas en función de la tradición, la cultura y las instituciones

forales propias del País Vasco. A su vez, era necesario entramar un proyecto de futuro

que convirtiera el bizkaitarrismo en una realidad viable. En este punto se evidencian las

heterodoxias y diferencias dentro de los grupos nacionalistas. En términos generales,

tanto Sarría como Landeta tomaron posturas moderadas de colaboracionismo para ir

logrando, paso a paso, una autonomía que engendrara en la sociedad un ideal

nacionalista40.

En su contra, las posturas más radicales –aranistas y juventudes nacionalistas-

buscaban el enfrentamiento directo con el gobierno de Madrid, restando credibilidad y

apoyos, según los escritores de Hermes, a la causa nacionalista. Landeta entendía que

los vascos perdieron su autonomía en el mismo momento que renunciaron a su alma.

Las reformas forales a lo largo de la historia -1552, 1556 firmada bajo el árbol de

Guernica, símbolo decimonónico del tradicionalismo- evidencian que el espíritu

emprendedor y combativo de los vascos y sus fueros se desvaneció ante el poderío

castellano. El bizkaitarrismo era, en definitiva, el espíritu del pueblo resucitado.

El nacionalismo vasco encontró esperanzas de expansión en los principios

ideológicos del Presidente Wilson, que partían de la libertad de los pueblos para

constituirse en naciones independientes. José Vilallonga Ybarra41 y el principal

40 ELEIZALDE, L. de y LANDETA, E.: «Autonomía nacional y democracia», RH, n. 28, 1918. 41 VILLALONGA YBARRA, J.: «La sociedad de Naciones», RH, n. 28, 1918.

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intelectual nacionalista de Hermes, Ramón de Belausteguigoitia42, trataron de crear un

hilo conductor que guiara al pueblo vasco a la autoafirmación de su independencia. Para

ello recurren a dos argumentos aparentemente contradictorios. Por un lado, se ensalza el

carácter británico de los vascos, en tanto que han desarrollado una industria que les ha

permitido encabezar el desarrollo económico en la Gran Guerra, lo cual les separaba

cada vez más de la tradicional y agrícola Castilla. El otro argumento es el aldeanismo, la

cultura popular, el espíritu tradicional rural, conservado durante siglos y articulado a

finales del siglo XIX en una idea común que les diferenciaba del resto de España, tanto

por la lengua como por la idiosincrasia.

Otra de las elaboraciones intelectuales desarrolladas por la historia es el intento

de analizar el papel de los vascos en los grandes procesos históricos, con la finalidad de

diferenciar su actitud de la de los españoles. Un buen ejemplo es el trabajo de

Belausteguigoitia «El País Vasco en el período de la Revolución francesa»43. Estamos

ante un intento de sistematizar la totalidad del contexto revolucionario en la sociedad

vasca, estableciendo paralelismos en torno a la relevancia burguesa y al combate

ideológico.

El primer objetivo del autor es desechar el mito del vasco rural, conservador e

incluso tradicionalista. Recurre a una historia que, como reconoce, aún no está escrita,

ni ha dejado rastro en el tiempo debido a una «edad oscura», en la que los vascos

olvidaron escribir en su lengua. Esta dejadez provocó, según Belausteguigoitia, la

represión castellana que propició el abandono de la lucha nacional. Tras un análisis de

la figura del rey ilustrado como gobernante débil, en tanto que estaba obligado a

establecer dogmas religiosos sobre su institución, el autor reconoce la existencia de

ilustrados en el País Vasco, aunque muy minoritarios. 42 BELAUSTEGUIGOITIA, R. de: «La hegemonía anglosajona y nosotros II», RH, n. 29, 1918. 43 BELAUSTEGUIGOITIA, R. de: «El País Vasco en el periodo de la Revolución Francesa», RH, n. 41-44-47, 1919.

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Aceptaba la influencia cultural castellana y francesa de los siglos XVI y XVII.

Pero, al contrario del florecimiento intelectual francés en el siglo XVIII, con figuras

como Rousseau y Voltaire, en España venció la intransigencia inquisitorial y el rechazo

a la ciencia europea en desarrollo. Estos avances científicos e intelectuales llevaron a

Francia a la Revolución, y a España al retraso. La defensa de la Monarquía Hispánica

trajo muchas bajas vascas, como recuerda Belausteguigoitia. El estado se aprovechó de

la voluntad activa y militante de personajes como San Ignacio de Loyola. Haciendo un

recorrido histórico de las personalidades castellanas y vascongadas, el autor enfrenta la

bondad vasca contra la decadencia castellana. Pese a ello, el espíritu de Castilla triunfó

en la Península Ibérica.

Otro tema que aborda es la importancia de la educación en el desarrollo

ideológico y filosófico de un pueblo. Indagando en la Historia, se pueden encontrar

evidencias de que el bienestar francés del siglo XVIII era comparable a la riqueza y

europeización vasca, favorecido este acercamiento por la vía de comunicación de los

Pirineos. ¿Por qué fueron derrotadas Guipúzcoa y Navarra con tal celeridad por los

ejércitos de la Convención? Por la aceptación de estos territorios de la Ilustración y el

proyecto de establecer el País Vasco como una república autónoma del Gobierno

francés. En este contexto, la única oposición fue la ejercida por la Iglesia.

El tema más recurrente para la historiografía nacionalista es el estudio de

Vizcaya como república medieval libre y burguesa, la posterior unión dinástica con

Castilla -causada por la avidez señorial centralista- y el proceso de aristocratización y

mestizaje cultural. El nacionalismo vasco trataba de ensalzar los antecedentes

nacionalistas para construir una ideología que estuviese asentada en el colchón del

pasado. Con estos fines se creó el apartado de «Glorias Patrias», para ensalzar a

aquellos hombres que dotaron de una personalidad diferenciada a los vascos.

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Sabino Arana tomó como punto de partida el idílico mito del pueblo vasco

regido por sus propias leyes, exenciones y privilegios. Intentaba desmontar la supuesta

unión pactada con Castilla a través de referencias históricas, las cuales no cuentan con

una cita bibliográfica ni documental. Guipúzcoa y Alava nunca se unieron a Alfonso

VIII y IX, sino que estos monarcas también lo eran de estos territorios. Los reinos eran

independientes, pero a la cabeza estaba momentáneamente el mismo monarca. Apoyaba

esta argumentación en el Imperio de Carlos V, que no era España, sino un

conglomerado de jurisdicciones en el que transitoriamente el reinado recaía en una

misma persona. Navarra siempre fue un reino independiente hasta la conquista en 1512

por Fernando V de Aragón. Éste juró respeto a sus fueros, que descasaban en el

gobierno propio, las cortes y el poder legislativo. El caso de Vizcaya era diferente, ya

que estaba delimitada en un señorío con un gobierno de poder judicial y militar

restringido. Según Arana, nunca Vizcaya se unió a Castilla, sino que el poderío del

principal reino peninsular acabó por aglutinar ilegítimamente el territorio44.

Cuanto menos, esta visión histórica de Arana generó una profunda revisión

histórica que permitió el mayor conocimiento de la historia de España –sobre todo en la

época medieval- ya que los historiadores estuvieron obligados a contrarrestar teorías

con el manejo de nueva documentación.

A comienzos de 1920, Hermes alcanzaba el número 55, y se producía una

transición o moderación del mensaje nacionalista. La primera muestra fue el artículo de

Eduardo Landeta, donde articula una crítica al PNV por su fracaso electoral45. Ante la

decadencia política del nacionalismo, la publicación retoma sus planes originarios: crear

un floreciente ambiente cultural en torno a Bilbao y servir como puente del pensamiento

europeo, para demostrar, de esta manera, la europeización de lo vasco.

44 ARANA, S.: «El Partido Carlista y los fueros vasco-navarros», RH, n. 49, 1919. 45 LANDETA, E.: «El bizkaitarrismo frente a las realidades del momento actual», RH, n. 55, 1920.

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Si la importancia del origen histórico del pueblo vasco era fundamental, también

cabría destacar el análisis epistemológico que permitió demostrar esta diferenciación.

Arturo Campión, por ejemplo, utiliza la Geografía de Estrabón en busca de términos

que documenten las diferentes raíces de los pueblos peninsulares. Si bien acepta el alto

grado de mestizaje con fenicios, griegos y romanos, defiende el origen celta de los

pueblos del norte y la utilización milenaria de la lengua propia de los baskones46.

A partir de junio de 1920, la transformación de Hermes ya se ha completado y el

arte, la literatura y la reflexión filosófica han sustituido por completo a las referencias

nacionalistas. Desaparece el objetivo de ensalzar las letras vascas, para más bien

explotar la conexión de la cultura bilbaína con los círculos intelectuales occidentales.

Esto no significa que no siga habiendo referencias al nacionalismo, ni que se deje de

exaltar, por ejemplo, la figura de Sabino Arana47. Sin embargo, el divorcio entre

Hermes y el nacionalismo institucional fue constatable hasta el punto que la revista no

ofreció cobertura importante al Congreso de Estudios Vascos de Pamplona de 1920,

recogiendo sólo un resumen de las ponencias. Además, se exponen las críticas de Arturo

Campión a la ausencia del arte y la historia, pues el encuentro quedó eclipsado por la

educación lingüística y los problemas socio-económicos del nacionalismo.

En primer lugar hay que destacar un cambio de orientación de los estudios

medievales hacia la prehistoria. La causa radica en que el nacionalismo vasco ya no

trata de argumentar su pasado histórico independiente y la ilegítima anexión a Castilla,

sino que lo fundamental en los nuevos tiempos es buscar los orígenes más remotos del

pueblo vasco. En «Antropología prehistórica de la Península Ibérica», de A. Del

46 CAMPIÓN, A.: «Sobre el significado de los vocablos Iberia e ibero en la Geografía de Estrabón», RH, n. 58, 1920. 47 «Hombres, hechos, intereses, ideas», RH, n. 65, 1920.

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Castillo de Yurrita48 -firmado en Londres y recogido a través de correo postal-, se

aborda la evolución del ser humano a raíz de importantes hallazgos fósiles que estaban

permitiendo formar un complejo árbol genealógico. El autor parte del Paleolítico

Inferior y llega hasta la Era de los Metales, explicando una cadena evolutiva que se

encontraba en plena transformación a raíz de los avances de la arqueología prehistórica.

Es evidente la multiplicidad de teorías prehistóricas que circulan en una disciplina aún

por desvelar. Incluso se relacionan las pinturas cántabras con la raza negroide que

tendría su origen en el norte de África.

El pueblo vasco tendría su origen en la raza que llegó al norte de la Península en

torno al 2.500 a. C., en plena Edad del Bronce, distinguida por su cráneo mesocéfalo y

aplastado, la mandíbula inferior estrecha, los pómulos puntiagudos y el rostro de

aspecto triangular, son rasgos vascos muy marcados. Se cita al profesor asentado en

Barcelona T. de Aranzadi, cuando afirma que el vasco es un «caso maravilloso de

conservación antropológica y lingüística». No comparte el intento de Schulten de ligar a

los vascos con los ligures partiendo de semejanzas lingüísticas. También se rechazan las

teorías de Humboldt, que trató de emparentar a los vascos, a los íberos y a los bereberes,

idea que el autor critica porque ve clara la ascendencia europea de los vascos. La

complejidad de estas relaciones crea una maraña de pueblos y razas irreconocibles en la

Península Ibérica, pero que dominan el debate historiográfico en busca de los ancestros

más remotos.

48 DEL CASTILLO DE YURRITIA, A.: «Antropología prehistórica de la Península Ibérica», RH, n. 61, 1920.

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Conclusiones

Diferentes acontecimientos transformaron radicalmente la percepción del mundo

entre 1917 y 1922. La sociedad bilbaína se tuvo que enfrentar a un fenómeno de pérdida

de identidad que, a su vez, le estaba generando notables beneficios materiales. La

respuesta a esta dicotomía la encontró el floreciente nacionalismo, que de la mano de

Sarría y Hermes se apoyaron en la épica lingüística y folclórica aranista para aglutinar

en las ciudades a los diferentes grupos sociales en un proyecto común.

Además, en una coyuntura cambiante, se hizo más que nunca necesaria la

articulación de un discurso histórico que fabricase, como ha explicado Hobsbawm, una

tradición que contrarrestase el anonimato y la pérdida de identidad de las sociedades

industriales. La línea editorial de Hermes, en cambio, necesitaba argumentar su

ideología política en un pasado idílico, en el que las provincias vascas y Navarra

gozaron de independencia, hasta que la opresión castellana las absorbió ilícitamente.

Este mensaje político requería de un entramado histórico que hiciese creíble la

narración, a la vez que impulsara el descontento sentimentalista con el centralismo. De

esta manera, la historia se convirtió, en las páginas de la publicación, en el argumento

de mayor peso a la hora de postular el programa nacionalista vasco. El pasado era el

argumento de autoridad más fuerte en un contexto de cambios acelerados por el

crecimiento económico, las migraciones y la pérdida de identidad tradicional.

El objeto de la historia evidencia sus usos propagandístico-ideológicos, ya que

se centra en los estudios que permiten constatar las teorías míticas neonatas. En primer

lugar, era necesario retrotraer a tiempos inmemoriales la ascendencia del pueblo vasco e

incidir en su resistencia heroica a la romanización. Como podemos comprobar, uno de

los grandes miedos de la historiografía nacionalista es la de carecer de enemigos, ya que

su identidad se articula en términos de negación al prójimo.

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Con evidentes reminiscencias románticas decimonónicas, los autores

nacionalistas rescataron el pasado medieval para demostrar la ilegitimidad de Castilla,

más evidente en Vizcaya y Navarra, a la hora de aglutinar el territorio. La principal

crítica se dirigió al proceso por el cual las uniones dinásticas se convirtieron en naciones

modernas. Aunque también se recuerda el pasado más reciente para ensalzar la figura de

Sabino Arana e impulsar, a través del estudio histórico, el movimiento nacionalista que

estaba calando en los diferentes sectores de la sociedad.

En definitiva, los historiadores que colaboran en Hermes tratan de rastrear las

hazañas y proezas de notables vascos que con su amalgama de valores contribuyeron a

ensalzar la raza vasca, término muy recurrente dentro del paradigma del darwinismo

social. Así, en la Reconquista, la Conquista americana y las guerras imperiales

modernas, la historiografía nacionalista encontró los argumentos necesarios que

permitieron valorar al vasco en un peldaño superior o, al menos, diferenciarlo del resto

de la península. Además, la abundancia de estudios artísticos se debe al intento, por un

lado, de rescatar un pasado común que cree vínculos imaginados entre los ciudadanos y,

por otro, mostrar con imágenes el poder creativo de los vascos.