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--.---AGOSTO 8 D.E 1897. NuM. 4.

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2 REVISTA . DE CAYO HUESO.

AGOSTO 8 DE 1897.

SU::MARIO.

MAXIMO GOMEZ: D. V. TcJcra. - INTIMA: Dulce Maria Bor1•cro. -A KERCEDES ECHEVERRIA : B. Byr11c. -INTEIUOlt DE "SAN CAltLOS." - RUINAS DE ROMA: Dr. Armona. · i: RstcbaI¡ Borrcro Rchev'crría.-ESFANA Y FILIPINAS: F. G. Carii­z a rcs. - FRISIONEROS DE GUERRA: C. Rcvilla. -DULCE MARIA BORRERO: Federico Uhrbael¡. -GOBELINO: Francisco García Cisneros. - DE CU· BALIBRE.

mÁX1mo GÓmez.

EN Mayo de 1885 llegaba yo ;Í Nueva York, procedente de la Habana, y mi

primer empeño fné avistarme con el Gene­ral Máximo Gómez, ¡\ . quien no conocía personalmente y á quien debía entregar el último adiós que para él me había dado en su lecho de muerte José Antonio Corti­na, seis me!'¡es antes. Nuestro común ami­go el coronel José Miguel P1írrag<i preparó en su ·propia casa la entrevista, y allí tuve el gusto éle estrechar por vez primera esa mano qtle los separatistas besamos men­talmente, como que á ella vamos debiendo la patria _que anhelamos.

La entrevista fué sol<"mne: habl,ímos mucho del brillante joven cuya bi·usca des­aparición nos tenía consternados todavía y con quien el General había contado en los planes de guerra que tonces combi­naba. Y allí pude sorprender una de las principales y más bellas cualidades de Mnximo Gómez: su gran sensibilidad. Me pidió que le refiriera la muerte de Cortina, y apenas entré en la relacióü de aquella larga y dolorosísima agonía, de los golpes tremendos que la naturaleza tuvo que des­cargar para abatir aquel robusto roble, ví que los ojillos del General, clavados en mí, se humedecieron, y sin que el rostro per­diera su impasibilidad granítica, dos hilos de llanto lo surcaron. ¡Qué efecto, el de aquellas lágrimas corriendo sobre uua tez curtida por el sol de las batallas!

El General me convidó Íl almorzar y me

llevó á una fondita americana del P ark Row, muy limpia y sobre todo muy barata: el gasto allí se contaba por centavos.-E,,­tamos pobres-díjome sonriendo. Y era verdad: pobre estaba y como pobre vivía, aunque por su mano pasaban los dineros de la Revolución.

¿Qné impresión me produjo Máximo Gó­mez?- Voy ú tratar de definirla. En los primf.l ro.~ momentos, me costó trab,tjo con­vencerme de que tenía 1lelante un militar, y un militar famoso. Ningún esfuerzo en cambi,, me habría costado imaginar qne era un veguero ó un sitiero de Cnba, veni­do no sé ,1 qné á las m-írgenes del Hudsou. La naturalidad del porte, la seucillez del traje, la contención de las maneras, cierto aire campesino debido tal vez á su llane,1,\ unida á la color tostada de la piel, todo distaba gr.mdemeute del tipo, arrogante hm;ta la ridiculez, Lld mi itar español, tan conocido dé uosotros. Pero, 1í poco de ti­jarme en su rostro y en sn modo de ser y de expresarse, iba yo observando en é l la asociaci6n perfecta ele dos hombres distin­tos: úno, que pudiéramos llannr civil, com­puesto de cualidades sólidas aunqne no brillantes: la sen,-at,,z, la rectitud, la bon­dad, la sensibihdttd, la modestia; y ótro, severo, rudo, autoritario, segnramente el militar. Otrnndo el primer ho1abre domi­na, tenem, ,s el Máximo Góme,,, bonachón y complaciente, amantísimo padre de fami­lia; que escribe cartas qrLe deleitan por 11\ cordura de las idea:-:, la delica, leza de lo::; sentimientos y la llaneza del estilo; que sabe sonreir y hasta llOl'ar; probo y sobrio hasta la austeridad, generoso y humano hasta d sacrificio de sí mismo en pro del bieu ajeno, en aras de los bellos ideales, y agradecido hasta el- punto de legar á sus hijos sus deudas de corazó:1, para que si­gan pag,inclolas 11 los hij.os de sus benefac­tores. Este es el hombrcl verdadero, el na­tural. Cuando le toca dominar al ótro, al militar, b transformación es súbita. Como en el terreno de la fuerza hay que se1· fuer­te, M;iximo Gómez, con el poder de su vo­luntad, hace q11e el hombre modesto y sen-

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REVIS'l'A DE CAYO H UESO. 3

sible se repliegue y cech el puesto al in­flexible y autoritario. Entonces la frente se alza, los pardos ojillos se ;;ecan y bmmn chispns, los músculos se recogen como para, snlt,tr, los bbios se contraen bajo el bigote espeso y de ellos parte b voz breve, la vo:r.

clnm, tlespótica é irresistible, lit voz de mando, la voz del G ~1~ernl. ¡Ay del sulml­tem o, del- audaz que la desoi ga! L a disci­plina, hecha carne y hueso, lo agana por el cnello y ·lo dobla lrnsta qnebrn rlo.

Cuanto al hombre qne llam é civ il, es curioso observar la personalid1td u11 tim to literar ia qne le presta su ,-;ola s_inceridacl. Máximo G ómez no ha tenido preparación para oscribir; sn educación escobr, · según co1Jf1esa él mismo, apenas pitsÓ de lit ins­tnwción primaria. _Y i:iin embargo el Ge­nernl , qne escribe eou bastante complacen­cia, se h,we leer siempre con g 11sto y ií ra­tos con ad miración. D e mí sé tl ecir qne me atmen sns escrito:-;, porqne en Jllo,i veo in variablemente, 1i través de la poco a til­datla pero sencilb frase, la imagen serena de un hombre lm ellL1, justo, veraz, afectuo­so y a.lgo soñador. Como siente noble y hondamente, por la mern sinceridad ele la expresión llega á, menudo á la elocuencia.

Pern el aspeeto principrtl el e l\I.í ximo Gómez 88 el milita r. Ese homl>re, tan bien dotado para la vida Ílltima del hoga l', para el ejercicio modesto de la ciudadanía y prt­m el comercio cariiioso y honrado tle los homlfre,;, es - ¿qniéu lo creyernr - nn mil i­tar de pri mer orcleu. Su intel igencia posee en alto grndo ,a penetración _y la akt ucia , la prn visióu y la in veución , as í cow o su. cora1.úu con t iene en g rado heroico b en te­reza y el valor, la fe y el entusiasmo, la coustaucia y la pacieucia: facultades -­aquéllas y éstas - indisponsaLles p ani di­rigirse y vencer en las lnclms de impor­taucia.

l-'o<lría a.firmarse que l\Líximo Góm e:r. es el milit;1.r rnús capaz que ha tlado la , Amé­rica latina. Sin detenerno<; en los incou ­taLles genernlillos qne han revuelto y re­vuelven las repúblicas latino-americanas, y remontándouos ,í los grandes días de _las

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guerras de independencia que ést::ts sostu­vie1:on, cmtudo los hombres supieron levttu­tar::;e á la altura ele sus empeños heroicos, ei-; iucuestiouable qne n inguno ele aquellos couflictos tuvo, ni remotiimente, las pro-. porciones colosales ele la actual g uerra cn­baua; y es por lo menos dudoso si B olívar, <'> San 1'IMtíu, cí Sncre, hubieriL cada u no do e llos podido vencer cnn su solo talen to militar ,í la España ele hoy, ú esta E spaña qne en el ten-i torio asaz rellncidó de unit isla ha dejado caer la. enorme masa tle doscientos mil suldados, apoyados por mm esc 11 1ulrn ele cinc-nenta bn,p rns, provistos del armamento más temible, mandados por sus cnarenta mejores genera.les y atendidos én sns 11 ecesiclacles diarias con la rapidez q ne pe rmiten el vapor y la electricidad . P ues bien, l\faximo Gómez, como todo el mundo sabe, ha resistido él solo, corno cabeza, la trenw nda acomet ida ele esa mole, la ha divi­dido, la ha d ispersado, se ha movido por en­trn sus frngmentos con la soltum d i,) un delf ín por entr-e escollos, burliinclose del cleca,ntaclo maüsser, riéndose de los batallones infini­tos y s11s retumbantes nombres, moHndose ele los hinchados generales, rompiendo tro­chas como· si fueran ele papel, desapare­ciendo de sú bito y por largos espacios pa­ra u rdi r en el misterio tin p lan, aparecien­do bt'uscarnente y as'ombrauclo a l mundo cou invas ioues t emerarias; y así, con su lrnbilidacl p1tsm0Ra, con sn prndencia igual á, la ele los grandes capitanes, con unos cuantos pu fiados ele valien-tes, que sumados apenas si pasan ele la décima parte del ejército cout rario, y á pesar ele oponer _la caballerosidad :i la vile,rn enemiga, el per­dón ii la crnelelacl y el ha_lago i:t l t eno_r, ha sabido tm er á esa d nra y a ltanera Españ a al trance mor tal en qirn se encuentra: a1T1Ü­nada, hnmillada, enloquecida, prorrnrnpien ­do aú11 en hmvatas para enardecerse, pero bajando eu segnitla el tono para implorai· misericordia, ofreciendo al rehelde lo . q ne nnnc:t sonó pocler conceder :í. los leales. _S i el qne esto hace no os nn go 11io militar, qne baj e D ios y lo diga.

No es l\Líximo Gómez si n embargo un

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---~--- ~~-- -- - -4 R"EVISTA DE CAYO HUESO.

general aparatoso, de la escuela de aqu~­llos del comienzo del siglo, que se co,mpo­nían trajes historiados, prouunciaban' aren­gas declamatorias y preparaban golpes tea­trales, sednciclos por el ejemplo ele aquel° gran romántico que se llamó Napoleón. Nuestro General per~enece más bien ii la escuela silenciosa de los Moltke, cuya mo­destia es terrible, pues no dejan oir su voz sino en el estallido de sus hecho.,; formida­bles.

Todo pt1,rece indicar que la obra de re ­dención toca ti sn término. Preciso es, pues, que mantengamos, que e.:rngeremos nuestra devoción al J efe insigne. Q1ie no haya una voz, una sola, ni en el ejército activo ni en las masas auxilia.res ele la emi­gración, que se alce en frente de ia suya; p rtra _que mañana, cuando le atribuyamos agrnclecidos la gloria del triunfo, pueda él decirnos:-Oubanos, la gloria es de todos: vosotros; me habéis claclo aquello sin lo cual no vence ningún jefe: la decidida y unánime obediencia militar.

.-~

Drnao VICENTE TE.rmu.

• ➔+<•

Íf'l TI ffiA.

PA.RA. =-DE F.[_

Vol verás á la tierra generosa Que fe<mndó tus n obles esperanz.as, Hin llevar un ensueño en la cabeza Ni un destello de luz dentro del alma.

Yá descendió á tu e3 pÍritu la sombra D onde agoniza el astro de la dícha, Y hace yá tiempo que murió en tus labios El fulgor de la última sonrisa!

Ningún placer en el presente bm;cas Solo amarguras del mañana aguardas, Y tus ojos, de todo lo que han visto; Llevan solo el recu-erdo de las lágrimas!

Llevas también, como marchitas rosas Que la fragancia y el calor perdieron, Tus quimeras de gloria y de grandeza, Tu fe, tus ideales y t us sueños!

I),filcE l\f,1níA Bol\lrnno.

A MERCEDES ECHEVERRIA.

(En su album.)

Cual cansado perexr ino me detengo Pn el camino al verte cerca de m í: ¿versos qu ier P.A'l- Imagino que habrán de ser parn tí.

P or contem plar á u na r osri la volnl>le mariposa se detiene con placer, y yo por Lí, niña hermosa, bi eu me puedo detener .

Me detengo, y te bendigo, por11ue soy un buen allligo de la hermosa juventud, y, sob!"e todo, testigo d e tu angélica virtud.

Trig ueñita encant:.tdor,t de voz ac,1riciador,i como un verso musical , quien tus grncias atesora no tendrá nunca rival.

E res como una az11cena que alió. en la floresta amena su arotlla esparce en r edor : toda niña, siendo buena, es la iuiagen de una flor·.

Por lo . tierna y delic.1da untt inefable caricia me parece tu mirada, casta corno una novicia en su lecho arrodillada !

En mi vida de poeta tn wemoria celestial seriÍ. corno una violeta, embalsn,mando secn,ta las páginas de un misal.

La escalera de los años has comenzado á subir, j quiera Dios qne en SU3 peldaños no encuentres los desengaños que á mí me han hecho sufrir!

Dim& adiós, porque no qui ero por más tiempo en el sendero detenerme á descansar, y piensa en este viajern cuanJo vayas á r ezar .. .. . .

B . BrnNE . Julio 17, 18!)7.

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- --------------- -- \_ REVISTA DE CAYO H UESO. 5

INTERIOR D"E "SAN CARLOS": TEATRO.

Buscaríase en vano local alguno que evo­

case tanta¡; memorias y tan grntas _al patrio­

tismo cubano, como el Teatro S.rn Carlos de

Key ·west. Pocos l11cirá11 tanto, con sus

galerím; y sus hileras de palcos -laterales,

S ll amplia platea y sn proscenio vistoso al

fondo

Aparece éste dispuesto para una festividad

de la patria . En e.J cPntro, percíbese en efi­

gie veraz, las tres personificaciooefl de nues­

tra Revolución laborante, militante y trinn­

fante: Ccírlos l"Ianuel de Cé.,pedes - que dá

nombre ef plendente á esta , Casa de los cu/Ja-

110.~; José Martí, que vivió, sufrió y murió por

redimirnos del pecado español; Salv,idor Cis­

neros, venerando Presidente actual de la R e­

pública. A la derecha, fa me; a presidencial,

que ocupn. el Agente Snbdelegndo, orn ada

con la bandera nacional. A la izquierda, la

r

his tó1·ica tribuna en qne h a resonado toda

voz devota de Cub11 Libre, con vibracion€s

que recogen y refnerza.n siempre los ú lt imos

en subir á ella.

¡ Cuántas veces desde ese pináculo se ha

arrullado con los coucentos mejores á la pa­

tria ausente, tanto más amada cuanto es más

infeliz ! ¡ Cuán tas se ha fulminado la vit"il pro­

testa contra los c1 ímenes horrendos, inexpia­

bles, por la mn,ldita E spaña perpeLrados ! Y

¡cuántas, también, se l1a renovado el j urnmen ­

to solemnísimo, irrevocable, de arroj ar esta

vez y por siempre de nnestra tier ra á sus

opresores demoníacos, ó reducirla á simple

p unto geográfico!

Ah! P or mucho y para mucho ha de mirar­

se siempre al glorioso &an Carloi de Cayo

Hueso, co mo un templo bendito en que arde

perenne el fuego santo del patriot ismo cuba no!

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--- -=-~ G REVIS'fA DE CAYO HUESO.

~ VIj'í .A.S OE ~Oro.A..

(l'ÁGINAS DE UN LIBRO DE VIAJES.)

Rüllf,7 n~ es sola.ment_e, h grnn metrópoli cnstrnna, es tambien 1111 vasto museo

y una inmensa tumba de pasadas glorias. Es el_ centro ele la historia y ele la humaiii­clad. Cubierta de ruinns y ele soledad rodeada, se nos aparece como el grande i;

imponente símbolo del dolor. Roma es el refugio ele los corazones he­

ridos, de las desventuras sin esperanzas, de los espíritus sin sosiego. Cuando Goothe, el autor inmortal de 1Verlher, visitó á Ro­ma y recibió en medio de sus rninas el bautismo de la antigiieclad, escribíit ií nn amigo: "Ahora c1ue estoy aqní, mi rneute se ha tranquilizado, mi espíritn ha hallado el sosiego, y espero que sed, parn siempre."

En Roma se entregn, el alma ii la triste­za de las.cosas que tienen lágrimas, sogúu la expresión de Virgilio: Sunt lacríll/,re r enun.

Los palacios, Jas ,_ruinas, el silencio de los huertos solitarios, - los autignos restos aún en pié entre los pinos y los cipreses, las viñas que cubren coú sus flotantes ro­pajes las columnas medio clerrnidas, laR hojas de yedra qne entapizan uu arco rui­noso ó. la piedrn de un sepulcro, tOLlo l11~va un sello de profunda melancol ía, ele sin ignal tristt~zn , secreto encanto de esa .-1.fli­gida de lu.s nacione8, y del que jamús se cansa el alma que á su poesía se entrega: atractivo misterioso que nos li,ra ii la cin-' o .

clacl sag1;atla como ,í un ser querido, y nos hace doloroso el momento de la partida.

".l\'Ie alejo con dolor de esta cilHlacl ama­da ..... " escribía yií, en el siglo IV, un poeta de la Galia. ¿Quién no ha experimentado al salir ele la ciudad santa, esa ' tristeza de la despedida? .

El carácter grandioso y la majestad tris­te ele la campiña romana, la bellnza ele sus

- horizontes, el esplendor <le su cielo, los imponentes restos del Coliseo, las líneas de los acueductos qtrn se levantan aun en la soledad del ag1·0 ro11tano, los cipreses del Monte Mario, los bueyes de iumensas astas y profundo mugir, que veis acostados eu el

polvo del Forum ó arrastram1o grandes ca­rretas de heno, un mendigo harapiento que baja las gradas del Capitolio, un pastorci­llo sentado sobre una ruina, que fué tal ve;,: una di vinidacl ele los Césares, el aldea­no de la montaña ó la romana del Traste­vere qne arrodillados veis delante de la Maclona debajo de la peqnefia lnz agitada por la brisa, toda esa poesía familiar ele Roma, tod0s esos det1tlles vistos á la dora­da luz del modio (lía ó al rnjo y vaporoso esplemlor ele la tanle, son otros tantos cuadros qne se graban parn siempre en la memoria del viajero.

Roma es un objeto tan vnsto y grnnclio­so, que difícilmente puede el alma abarcarlo por entero. Los poetas, los artistas, los peregrinos, huéspedes ilustres 'Ú oscuros de esa reina de las cindades, todos pne:lou ver, cornprendt~l' y sentir, según su índole particnbr, aquel nn'iltipfe atrncti vo.

Su eterna belleza. se revebrú siemprn :í. cada uuo bajo Llistintos aspectos y iLpreci1t­ciones cliversas. "¡0 hombre! - exclamó Lord Byron al ver desfilar ií snH piés, des-­ele lo alto del Capitolio, voi11te ; ig los de la historia. - ¡ O hombre! iulmirn, triunfa, desprecia, ríe, llorn, aquí hay materia p,u·a todo." Pam trnclut ir las impresiones que les causan ht majestad ele las rninas, la .so­ledad, el sile11cio, la tristeza snblime de esa tierra compuesta del poi vo tle los pueblos y ele los despojos de los imperios, algunos tiscritores croen que deben ante todo inflar su frase ft manera de glouo a.ereostiítico ó azotarla con fuerza, cnal sonante· trompa. No hay, en efecto, matt1ria qne mejor se preste á las declamacione8 hnecns y al pom­poso arreglo de los períodos.

Trataré de rbr aquí una de mis impre­siones persomdes · sobre ese a!:'uato tau fecnuclo eu lecciones y . contrastes, extraiw ·_ conjunto de lo g rnnclioso y de lo vnlgar, de · lo sublime y de lo grotesco, en que la glo­ria y la miseria se tocan, en qne el desen­canto apag,t á veces el eutusiasmo, como un soplo apaga la luz. ¡Oh vanidad de h gloria! Entre los restos clel Fonu11., que con tanta elocuencia habb.u de la g rnmle-

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REVISTA DE CAYff HUES"O. 7

za de la antigua Roma, veis, hoy en día, deslizarse una Roma harapienta, mendiga y calenturienta: é ¡ironía de las cnsas! el viajero que en las horas calni•osas del estío vaga por las soledades de esas inmensas ruinas, no percibe mús sonido qntl el fü,tri­dente chil'l'ido de la cigarra que parece decir: "El mundo romano no existe yá; pe­ro siempre hay cigarras."

Un día que quise tener el placer orgn­lloso de hollar bajo mis piés la Rocci 'l'ar­peia, de la que se ven 11ún fragmentos del lado de la plaza de la Conso :azione, foí á

tocar á una pequeña puerta medio oculta entre las ruinas, y en la qne había leido ei!tas dos palabras: Roca 'l'arpeia.

Una anciana vino á abrir, y medió paso sin abandonar su labor de calceta, cerró la pnerta y caminó delante de mí; al cabo de algnuos pasos detúvo,;e. '·(Juesta é la Roca 'l'urpeia", dijo. Est,,bamos en medio de un plantío de lechugas. La miré, y se me ocun·ió pensar en alta vuz: "¿Uómo, en mediu de estas 1eehugas precipitaron ,Í

Manlio?" .... "Varo mío -respondió la anciana, mien­

tms con una de las agujas de su calceta se rascaba vivamente la cabeza -caro mío, non so

Y exclamé al oírla: "Ahí teneis á Roma."

Dn. J. R. DE AHMONA.

--~

'?

To<lo murió en mi seuo; la esper.mza, Lit ilusi6n y la fe perdidas veo;

Solo á morir no alcanza Ávido de torturn mi deseo !

EF-'l'EBAN Bo1rnEno EcHE.VERRÍA.

•>+<• * Saludamos gozosos la reaparición de

Lo República C-ubana, prestigioso <'>rgano bilingüe, franco hispano, de la emigración putl'iota fln París.

* Próximamente tendremos la nueva tirada de nuestro primer número á la dis­posición de los que lo han solicitado y solicitaren.

ESP.Ai{.A Y FILI.IPir,l.AS.

l.

' ·C,rnn flo el conquistador no civiliza siquiera al conquista­do, su dominación no pasa de ser no hecho de fuerza, má:, ó menos duradero en virtud de circunstancias fortuita,s, pero que nunrn pnede llrgar á constituir derecbo."

P. de la Escosura.

CON mny contadas excepciones, es el español en Filipinas lo que ha sido en

Cuba y lo que Sflr,í siempre en sus colonias: un sér qne se considera supei-iot· en todo al hijo del país, al cual mira de ordinario con de,;precio, y no pocas Yeces con uu odio tan infnn<ln.do como mezquino.

Apesar de ser dicho Archipiéhgo una colonia de España, los españoles están re­presentados en él por una minoría casi in­siguificante. Y no puede ser de otra ma­nera. El cesante que está cansado de dar pal'\eos por la acera del "Café Inglés", el bolsista arruinado que ha oido hablar de las ri<1nezas que atesoran las colonias espa­ñolas, el comerciante que se ha declarado en bancarrota, esos son los que en Madrid al fiu consiguen un padrino en el Ministe­rio de Ultramar, y se van en busca de fortuna á la más lejana de las colonias de España. No saben siquiera cuál es el .sitio geogr.í.fico de Filipinas, apenas si han oido hablar do Manila, Cebú, Bulacán y alguna que otm provincia del Archipiélago, todos ignoran las razas que lo pueblan; pero ello les importa poco, pues van seguros de que ese viaje les dará dinero, y, por consiguien­te, representación social en la Metrópoli,

Allí está España representada - aparte del elemento militar - solamente por sus empleados, es decir, por ayes de rapiña. Cobrando lo que deben y lo que no deben cobrar, adquiriendo lo que no les pertene­ce y marchiíndose de aquellas tierras sin pagar sus deudas, es como han vivido has­ta ahora casi todos ellos, y así muchos pu­dieron formar grandes capitales en seis ú ocho años, Bueno es capitalizar, y de de-

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recho es qne lo ganado lwnrndamente se gaste donde á cada cual le veng,i bien; pero, por desgracia parn aqnel país, en él no h:tu adqnirido el dinero rle e,-.e modo el novénta y u neve por ciento de los hijos de la Iberia.

Salen de lVIad1·id sin uua peseta, y como el Estado no le8 paga sino el pasaje del va­por, los m(1s de ellos empreuden el viaje <le lVfatlrid á Barcdona, gracias á algt'íu prés­hrnn güe reciben á cuenta de su nuevo e111pleo.· En dicho pnerto los 'rccoJe el tmsatláutico y los lleva it Manila, ri donde 11,•gan sin rrnís ajnar qne una peque11a ma­leta, p tffO con unas g,trras capaces ele des­pedazar lrnsta ú los mausl)S carabaos de aquella tie r~·a.

Como i,;or~ empleados del Gobierno, en­cuentran bien pronto algún mt•stizo rico qne tiene que facilitarles din ero para sus gastos de instalación: de es<➔ modo adqnie­ren sumfls cousiderablos, y comiernm parn ellos la época más venturosa de sn exis­tencia.

R eemplnzan en segnida su trnjc de lana por algunos de dril blanco, á la nsauza <le! país, alquilan una vivienda confortable, se permiteu el lujo de comprar UH coche cou sus correspondientes c,Lbi.Lllos, y :se hacen servir poi' tres ó cuatro criados. Y toJo eso sin m11s garantía que su nombramiento de Oficial cuarto ó quinto de I·facie11da, que representa un sueldo de seseuta 1Í.

ochenta pesos. Es verdaderamente iuexplicable cómo el

actual administrador de Hacieucila eu Bu­lacán - y de este modo los dem,ís - que tiene un sueldo mensual que no llega á -cien pesos y que tomó pose:siém de su des­tino sin m,is capital que treinta centavos, se encontraba al mes de residencia en el Archipiélago con una casa montada á todo lujo y cuyos gastos no bajarían de doscien­tos pesos al mes, y - lo que es más, asmn­broso todavía - a pesar ·de todas esas como­didades incompatibles con su mezquino sueldo, aún tiene dinero para guardar y para remitir :i su familia cien pesos men­süales y algunos valiosos regalos. - ¡Oh milagros de la Madre P atria! Y después

habní quien no crea en la multiplicación d11 los panes y pec1➔s de que habla la Bi­blia . . . . Qne vaya e;;e incrérlul9 á Manila, y ver:i c,1mo se multip ic:w allí los pesos m1➔jicauos.

Es bie11 eu1·i"s:t la vi1l:t qnA los peninsu­l:ires h,icen eu la Capital de Filipinas. ¡Cnánta cursilería! Cuántas pretensiones y ridiculeces! Cuánto orgu.llo y vanidad!!

Queriendo recordar á h\ aristocracia ma­drileña, las españulas de ~fanila se ,forjan la idea de que el paseo del Malecón es el de la Castellana, y ellas las .elegantes da­mas que lnceu su,; enmmtos por las calles de Madrid. ' Pintadas, empolvadas, llenas de mil atavíos- vengan ó no bien; cambian­do salndos de reina¡;¡, eoncediendo alguna que otra sonrisa como honroso galardón, y llevando eucima toda una perfumería, se olvidan de sus tiempoR de escasez y viveu eu un carnaval pernnne.

Pen ,, qué desengañ,, cmvi,c,\q , ~~ las ve de cerca! Bajo aq11ella espesi:\ ict~pit de pintura y poi vtH do, anoz, se encue1'ttra el ajado cutis de la salchichera ó agnadora madrileña; en sus conversaciones se retrata la mujer sin iustrnccióu de la clase baja de España, y ¡Dios nos libre de oil'ias -:en Rus momontos de desesperacióu! porque enton­ces repiten una por un::t las grnserías que aprendieron en su ni11ez y que no olvidanín apesar de sus .trajes de seda y de los magníficos guantes de cabritilla. (Porque, aunque se ahoguen de calor, no sueltan el abrigo ni los guantes.) - Y conste, que, como en todo, hay sus excepciones; pero

. son bien raras. Y ellos? Llevan una vida de pereza in­

concebible. Apenas si leen el Dinr io de Manilci; uo escriben más que lo indispen­sable, y pasan la mayor parte del día y de la noche en el café ó en el casino, recosta­dos en cómodas butacas de mimbre, con los piés al aire, y saboreando algún rico tabaco filipino ó jugando á co!:.ta de algtín desgmcia.do mestizo.

Ch11,rlan muchísimo, pero, oh horror! ha­blan de los últimos figurines, de chismes y cuentos de vecindad, de las couqnistas

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SEIS G RAOIAS. \ En el grupo divino qnP á la REVISTA encanta hoy, i\farí~ Rorlríguez ocupa el

centro, como Pr-ei'ii<leuta del club GoNZALO -DE QuESADA. A su derecha fulgura Alejrrndrina San Martín, que es Secretaria; y á su izquierda

Carmen Echemsndía, que es Tesorera. Los otros tres primores son vocalfl.~: en el centro está Mercedes Echeverría, con Belén -

Gar!lía á fo izquierda, y Lucre<·ia Rivas á la derecha. A sus nidos virginales, repite con Safo la REVISTA respetuosa :

Henreux qiti pres de tni, Pour toi seule suupil'e !

L_ ___ -t-~@~~ .........-,., <i)t~ + ~¡~ ... ,~~i~ +-· ~i~ -~@r--,,---.--,_ GJ+E•r::::~("--t-1 ---- -~

runoro'llts qne han h(;)cho y de la¡.; qne pien­san reali,mr. Ningún asunto serio les preo­cupa, y si se acuerdan ele la guerra, es porq11e tienen que Lacei· guardias ó porque clesde sns casas <le di versi<Ín escuchan el tiroteo de hs avanzarlas inRnrrectas. No pueden arnlar á pié porque el calor IPs so­foca clemasiado; a,;Í es que hac~n todos los negocios en su coche ó en algnno de los muchos ele plaza qne lrny allí, y cuyo al­quiler suelen no pagar muy ;Í me.nudo.

Asiduos concurrente;; á la calle ele la Escolta y al pasflo ele Magallanes, se an­dan por todm, lados como dneños sobera­nos del país. No hay fie., ta ni tertulia en donde el c~stila no se presente con aires de señor. Todo parece sonreirles y,í; y los qne dos meses ante,; eran en Madrid espec­tros ambulan tes, se han con vertido ytí en fieros dominadores.

Y, cómo tratan tí sus criados! La servi­dumbre doméstica en Filipinas es m,1s ho-

rrible aún que la de los tiempos de la anti­gua Roma. Con la mayor frecuencia, por nn simple capricho, la emprenden á palos con sus criados, y no se dan por satisfe­clrns hasta dejarlos exánimes en tierra.

Es cierto que uno de los capitanes ge­nerales iltil Archipiélago, Sr. Alarninos, pro­hibió hace mucho tiempo á clérigos y se- . gin.res h 1cer uso del bejuco para castign.r á los criados; pero ai salir ele Manila aquella mra avi8, se fué con él la prohibiuión; y hoy se ven escenas ca¡mces de inspirar lás­tima á un corazón ele piedra. Y no se di­ga qne los tagalos estiman miis al dueño que les dá mal trato : que hoy nadie cree esas . cosas ni puede creerlas quien ha­ya vivido algunas horas en aquellas tierras.

L<ls españoles del Archipiélago ni culti­van los campos ni se dedican al Comercio. ¿Qué sería de Manila sin la laboriosa colo­nia extranjera que hay en élla? Porque Es­paña no ha sabido mandar á sus colonias

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REVISTA DE CAYO HUESO.

sino hombres sedientos de riqueza y dis­puestos á esquilmar á los hijos del país.

In dolc-issúno f arni:ente pasan allí la virla esos conquistadores con su traje blanco y recibiendo el fresco que le dan los pankás que mueven sus esclavos. ¡Y aún hablan mal de los que soportaron tantas iniquida,des y ti enen el va lor <le decir que esos chan­gos [l ] se 1:<ublevan porque se les ha tole­rado demasiado! Amante, como todos, del suelo en que nació, el tagalo tiene que ver co1J honda pena la dominación española, y luchar por su perdida libertad. Se levanta en a rmas contra su Metrópoli, · porque no puede resistir por más tiempo el abyecto estado en que se halla, po1\¡ue no quiere ser tiranizado más por quienes ni siquiera saben represeutar la ci vilizaciúu qne pre­dican, porque - al igual de los cnba~os y á semejanza de los cretenses - prefioreu • la muerte en los campos de batalla á un ex­terminio lento y humillaute.

España dice que ha civilizado aqn!')lla colonia, y desde los tiempos en que la con­quistó Legazpi, no ha hecho nada en pró ele su civilización. Ni ha mejorado sn,; condiciones políticas y sociales ni yü,to en sus colonos sino elementos de explotación para quienes no hay miís ley que la om11í­moda voluntad de sus dueños, ni m,is euse­üanza que el bejuco qne lo,; envilece y mrita.

* * * 'fal vez se me acuse de poco imparcial

en mis ideas, y haya algún mal intenciona­do qne· vea en estas lineas un rencor ocul­to y que nunca m,ís que hoy estaría bien jnstificaclo. Al que tal cosá piense, que lea hasta el final estas impres·iunes mías. Ellas sólo son un bosquejo ele lo mucho que po­dría decirse, pero bastan para formar un juicio exacto ele la manera como ERpaüa ha entendido siempre lrt civiliz,wión ele sus colonias.

F . G. CAÑIZARES. Paris.

. [l_J Monos. - Nombre con que algunos pe­nod1stas españ9les han des ignado á los ta­galos.

UN político esrañol, el ::,l'. Sil vela, eritien­de, y así lo h!t expresado, que sr el pro·

blema de Cuba supone para España en estos momentos la conquista de un pueblo por otro, entonces es insoluble, y hay qne "procederá su liquidación". Hubiera el Jefe de los con­servadores hostiles á Cánovas oiuitido la con­dicional, si previamente consulta al Gober­nador de la Isla. ¿Por qué retira éste de los campos á los agricultores pacíficos, y los co­loca bajo la estricta vigilancia de las autori­dades españolas? ¿Por qué _cuando se les corniiente salir de las ciudades parn procurar­H8 alg,~_nos medios de vida, van rodeados de soldados y sometidos á rigurosa custodia? . .. Ali.! es que son prisioneros en concepto de sosp~chosos y como á tales se les trata. Pues si los unos combaten con las armas Lí"nacio­nalidad española, y los otros conspiran con- . tra ella en el extmnjero, y los qne ni un:1 ni otra cos::t hacen, inspiran tan poca confianza. al Gobierno Lle España, ¿cuál es el elemento del pueblo cubano que toma parte á favor de aquel en la actual coutienda?

Existe en la Isla de Uuba una rara unani­midad contra España . Brronocerlo así, y proclamai'lo, sería sentar yá la base para la resolucion dcfiniti va del proble~a. Aparen­tar dudarlo para justificar cierta conducta, es mal ea mino; porque los hechos bor sí ciis · mos se iwpdú,m; y no l1ay términos hábiles para sojuzgará un pueblo entero qÚe a~sía su independencia, cuando tiene de su parte la ilistancia, el clima, el apoyo moral de los pueblos extrnnjeros y la pericia de rms habi­tantes, habituados á la lucha por obra de las guerras que han sostrnido; con máR, b

razón y la justicia, cuyo valor 11adie es capaz de aquilatar. Esfuércese en buen hora Espa• ña en prolongar la contienda; con éllo solo logrará asegnra,r sn propia ruina, que al ca­

. bo no ha de obtener éxito, aun cuau'1o se de-dique á tratar fÍ los habitantes todos de Cuba como á prisiuneros de gwm·,,,. ¡Bello fruto que la háúil metrópt>li recoje después de cuatro siglo3 de dominación!

c. REVILLA .

lVIé.l'ico, Julio 1897.

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H u1u ÑA y m e. lanrólica , con el alm1 llena J e tristez:1s incurables y abrumad.ores

tedws, aislarl a f> n un meuio hostil y refrac­brio por completo al menor desenvolvimien • to artístico, y sin mns estímulos que la pode­rosa sngcstión de su propio espíritu , se ini­,·ia el desarrollo de lns brillantes facultades d e esta niña i ncompara­ble, para quien la pale-ta no guarda secretos ui ticnr, la lira cuerclas inharu1ónicas.

Herma r.a <le J uairn, lu i(leal infor~un arla 1i quien pl'C,senló J L1ldm clol C,u1al y ron sagTÚ la A ni érica Lati 11 a,; la que viviera vii.l a d e trinnfos y mnrient de . nns t:ilgias en l a expu · :,, triaciún, hay ent re am- J

has grnu sem e:jauza de ap lit11des, si bien en RUS tempeianH·ntos y cualid ades aním ica,;, eir.isteu menos puntos de con tuelo de lo q ue á primera vista se creyem ·

En las esLrofo:; de la m nerb, las 11ui s cruen­tas rJ.marguntH, esas aiuurgnras q ue, como Ut·gras arl,,lfas sülo florecen en el hu e1to es­rng-id!J (le los grnnde.; Ctlruz mes, ap;ire,·en ve­ladas por un tiute de a tr ayente melancolía, 1,or suavescolornciones de l11z de alba, irrn­Jintla de un al111¡t w da (ln 'zur.1, para dura r lus tristez;.1,s de -s us corvlas.

Eu los ve1· so;:¡ ll e la nueva n iña-musa, se infl ,t­ma ÍI veces uu de,;td lo fu gi tivo de ironía:; in- . comprensibles, e1n boz1ulo en la serenidad de la rima, ÍI manera ile esos fuip ce., r elá mpago s, 411e eu h azul d iafa 11 id:1d ele 1:1s noch es esti­v,tl ed, encantan y setl ncen, produciendo al mismo ti empo 11u 11 sie nsaciiin rara, _ d e intl e fi­nib!1J malestar, de vagos tem ores á cosas q ne jamtis hn n de venir.

Bellas y sugestivas, satu radas d el doloroso sedimento que, como r ocío de lágrimais en nn manojo de rosas blancas, vivifica ltt obra de

los espíritus s uperio res, las r imas de esta niña, se DH' autoj_an ejército de pálidas novicias, en cuyos r ostros (le mezcla íi la expresión ser,ifi • ca, un algo cruel é indeciso, vago d eseo de a rrnjarse íi la ola mundana que llega hasta sus plantas intactas, misteri,,sa tortura que altera la pu reza de sus sem;llautes de vír­g<'n es.

Sn musa debe ser una muerta : yo me la figuro vestida todá de blanco, en un ataúd también blanco y r epo­san J o sn her mosa ca­beza solire fl ores d e nieve, lirios y nar dos; uoa ,murrta in~qnfor­me, son r ie¡jte; pe'ro· con una sonr i_sa que· encu- · bre un reproche. Y me· la figuro así, porque así aparece en todas sus r imas la que debe ser inspir a fora ·de ellas porqué esa visión surge en casi ' todos sus poe­mas, porque ella :_

''Cuantas veces, sintiendo en la frente LL ]Jres ióu el e sus manos hebdas, ha be., aclo sns labios de nieve y Ita limado minrndo s us lágrimas. "

Porq Lle solo e.,;peru :

" . . ... .. . . . .. . ... llora ndo en ,;iJeucio y evocando sus tierntts miradas, á qm, cie1Te ,füs ojos e l s ueño en qne duer me por siempre ,m alma. " .

Y porq ue en otra de sus rimas, en un mo­meuto de t,·istísim a inspiración, exclama:

' ·Yo ví también ·en sus pupilas negTas la luz de las antorchas reflejada, y aq uel fu lgor ext l'año d e sus ojos rn tl pareció en la sombra nna esperanza. "

Adolecen los versos de la niña artista d e ciPrta im1r cisión, de vacilacio,11 es inexplica• b les, de cier ta timidez que la cohiben, impi­diéndole abordar de lleno la rima; á élla, q ue tiene condiciones pam volar con las ág uilas; pa ra elevarse ú todas las cimas ; que á la edad

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12 REVISTA DE CAYO HUESO.

de once años ha sabido forjar estrofas como la siguiente:

"Ven, que quiero confiarte todo lo tierno, lo sombrío y lo triste que mi alma encierra, ' uecesito que sepas que me hacei, falta, que me hace mucho daño tu iudiferencia."

O trozos de medallas como éstos:

"Blanca, como apareces á mis ojos á través de la niebla <le mis lág1·imas, semejas una estrnlla que se abre tras nn girón de trasparente gasa." . . .. . ...... ....... . .. "Ese grupo de flores delicadas · que sostienen tus m,tDos de"il,l itba~tí·o, bajo un rayo de sol se hau entreubieHo cual las quimeras de tus quince años."

Pe!'o donde se rnanifiestuD co0 más vigor l:is siDgnlares facult:.1dei:; urtístic,1s de esta niña; donde sin temor alguno <leurnesh-a t.o­do lo que vale y todo lo que ha de ser; don Je se lanza sin vacilar, llena de seguridad en sí misma por la difícil senda que conduce á la anhelada plataforma del arte, que escabrá sin duda, es en la pintnra.

Sus lienzos y porcelanas son yá admirad<>s. Lo que hay de temeroso y v,igo en sos

versos, lo que· en la ' rima solo se insiuúa dé­bilmente, esbozándose apenas, es en sus; cna­dros euérgico y lleno de viriliLlad. Nútas~ 1-,11

sus telas como un desbordamiento de vit'la artística exprnsado por la pureza.de las líneas

terciopelos, la espresión animada de los sem­blantes, todo seduce y admira.

¡Y cuántos otros lienzos que también ad­miran y seducen!

Yo auguro á la .niña ar_tista, lo qne yá albo­rea en su frente· ·de, , escogida, lo que en no lejano día ha de uic~nzar en toda su plenitud, . si su consagración al arte es completa; si. persiste fln su afán de lleg:Lr á la meta,. auu ' á costa de las heridas incurables qne desga-· rran el alma en la jornilda; si permanece im­pasible y desdeños!i á las secluéciones de lo grotesco que solo inspiran ,isco á los espÍl'i: tus elendos; si Jesoye los ladridos de la jau, , ría de critrquíllós ·que, impulsados por Ies . rastrerias de la envidia, traté'n d<'l merinarl~ · su cmiecha de gloria; si ali,ne nta sni/ ~ueñps con la smgre de su pr0piq_ ideal¡ si aniq1;1ila implacable las plantas nocivas que dificultan la -hermosa floresciencia rle. sn inspiración; si permanece extmña al asedio de las pasio1ies • vulgareR; si aislada con su aspiración, consa­grn sus soberbias aptitud_es á la consecqciún del fin más era harmonía con sn alm,t gr.1nJ,e, ¡la glori,i!

FEDERICO UmrnA<;m . . Julio, 1897. ' \ •f

'·~ . •'

COBEll'If{O.

Dulce Maria.¡Borrero.

Y la tonalidad del colol'ido. Los pi11c¡o)es, Cuando muy niña, t.eqf;:i. ,los ojos grandes, sumisos y doblega t'los á los tllfmores C'.tpri-' , negros, 'invesligap.1;n;~~• ~) ;Cutis mor_eno, la chos de la artista, esfum,m á veces <:on tal boca roja como una granflo1:, y p()r sus hom­suavidad los perfiles de una · figuri ú las leJa- bros est,rechos de púb,e.r Cl¼Í ,t re(lia y oscura nías de un poniente desvanecido; co1110 re- ]a cabellera: ·siemprfl escuchabtt, aprendiendo cortan con sevei·1dacl y acri.tnd las .. faecio;10s el mundo en las doctrin:1s de sus .. mayµres, en angulosas de una cabeza de estudio ú dct'ra- un rincón salvaje, de ~na: Yegetaciqn,:podero- . man torrentes de luz en un puñado de rosas sa, como revebdora de b.f1ie1·z·-t vital..dl:ll t"ó- , nuevas. pico que <lá más verJ~ á las hój ,ts x :m,.ís.san .. ·

Hay una porcelana delicadísima: por nna gre á las venas. griideria de mármol blanco, de una l>)anenra , En su corta edad, su~ actos revelaban el innrnculuda, bajan dos figuras .del Buen Tieni~ inconf01'llle hastío del más allií, nn se.inmuta­po, una duquesa y un clrnmb~lán, el brazo de ba ante los misterios de lo desconocido; qui­

.él rodea la cintum de ella, mi~ntms s1i; "Jjtis, mérica, al admir 1r los cuad1·os raros de Puvis donde arde una lbma de g,t!antería, escµdri de (.Jhavannes, soñaba con una flora inhuma­ñan una sum·isa <le suave ironía que enarca na de pistih:is formados con rayos de sol y co­los labios de la dama. Todo en este f•uad1'.o . rol~s embrionarias, y en su heredada neuro­es sutil, bello, delicado: la c-:irrecciim ·del _di- sis, -sus e~_sueños en aquella tarrnza á cnyo · bujo, la flexibilidad de las líne,is, el colorido , pié el río salmodiaba_ su eterna nota, impuls dei;cendente ~n gradacio_nt>s , de los rasos y saba su espÍl'itu á vagar por esas regiones

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REVISTA DE CAYO HUESO. 13

misteriosas donrle bn solo viven las almas de lo~ escogidos.

Tuv0 el t emph en su h .:>g-w, :iprend iíi la fi­los ,fí :t en la seven edn c, tción q:rn recib ió, y I\Omo p·itrimonio, encontr0 rhisde b:en niñ :.t el Arte y b B.~11 •z1 , dioses á cny()scultos rin­diú su alrrn en tm ornda de esquisiti s mo .

D0spués, allá al prineipio de un año terri­blemente feliz, por lus altas lon1ris del legen­dario Oriente, brilló la id ~a r evolucionaria, Iris filas crecían _y el machete altivo trazó en el aire sn curva de muerte. l\'Ii alma de con­vencido, mis odios santos hacia el enemigo de mi Patria, se revela.ron, y salí. . ...

Hoy, en una publicación encuentro la dul­ce firma de la niña d e ayer bajo encantado ­ras estrofas, y completo la idea q ·ie form é cuando en su casa el e infancia, c:1sa mitad granja, mitad cáted t·a, Lt veía seriec ita, ergui­da, con una precocidad enfermiza, in ::lag:1udo en la cieuci,1 rlonde el clesí'reimiento la apre­sara, reverenciando más que á las imágenes de los templos h s orfebrerías de las moJdu­ras y los nnti<-es de las vidrieras.

Recllerdo una mañana VArnal, t.oda sol, un ~ol que blanqueaba la t.ortuósa carretera.; la b1isa entraba en el t emplo abierto, la multi­tud oraba, roncaba el órgano y el tintineo de la c'.tmp:inilla obligaba á los fieles á hundir sus c!Lbezas como si un viento mistral de de-

. voción las segara, y ella, der echa la frente, miraba fij a y sin temo1· la custodia de mil lu­ces subir gloriosa soi.H"H la cabez.t d el anciano sacerdote .... !

* ·X· * Artista de alma: sus comienzos en la pin tu­

ra fueron triunfos, eHa vé el color más fino entre los mái:l fuertes tou"os, ti enen sus tablas cierto esquisitismu como si presintiera un al­go más refinado que el medio donde creció, sabe admirar la s ugestión de Gerorne, la can­<lidez ele B onn:1.t, e l color de Bouguerean, el lápiz de Doré y la corrección marmórea d e Alma Tadema.

Muerta su hermana J nana, esl)íritu subli­me, Dulce Maria ha recogido la herencia, los prim ero1:1 vers:i·s que dá al público son de un amargo si111bol is nw, de un triste fondo y de una puridad en la forma: Yu la ví muel'ta .. .. .

· es una evocación de aquella noche negra y eterna, cuando la h ermana más blanca que

las azuce nas y rosas frescas qufl coronaban sus siene;; dor1uÍ;1 toda fbr en el rduciente fé.ret.ro d1e clavo,; de oro .v plu.ta, cuando en hombros se la llevarnn á su led10 de t:erra, D .,le8 :Vforiasiutió corno d P- ;;u pecho le arran­c.1b,tn ;i ]g·o de sn ser, y clesé!e entoncas vive en la t1'.ist eza tranquil a del que ha sufrido m nchu!

En el pedazo ,Je tiP1Ta que el Atlántico ba­ña, bastión Íül'midable del cnbauo que espera ]a hora de reil enc ión, vive la artista niña, ele ojos negros, g ra 11cles y ser enos, de cuti1:1 more­no como mórbida r osa d e carne, sintiendo en RUS ensu¡;ños de visionaria co mo su alma vue­la por regiones desconoeiJus donde el Arte vive en J.¡ rim a con Pan! Ve1faine, en el liP-n • zo con Pisa1rnso y RibP.ra, y t n la estatua con Uarav.1gJio y el cabailero Aspino . . .. . . !

Fu.rncrsco G Anc1A C1sNEmJs.

New Y01k:, 1897.

--+•~➔>-<i>-E+---

ERRATAS IffiPORTA~T.ES .

En nuestro uúmero anterior, al imprimir el himno intitulad o "La Is!a J;'eliz", de nues­tro c¡ueriJo co mpañero .Sr. D. V. Tejera, se deslizaron tres erratas que alteran los con­ceptos y que es preciso rectificar. lo cual ha­c2mo,; gustosos.

D ond e dice:

Las g·,trras d e las furias Que aborte en la manigua,

léase :

Las garras de la,; fnri:1s Que aborte la manigua.

Donde dice:

Y en posesión segura Del s·uelo de sí mismo,

léase :

Y e n posesión segura Del suelo y de sí mismo.

Y dcndfl dice :

Anímase fll fecundo '.l'mbajo pensadm·,

léase:

A uímase el fecundo Trabajo salYador.