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^ ^3 '' ^ -^ `^ > `^ = MIIVISTERtO DE AGRICULTURA _^nwmmuuunmuumuuuumuunmmuiumunuumummmmunlmmuuunuuummmmnuuummumunum^ = SECCION DE PLIBLICACIONES, PRENSA Y PROPAGANDA ^ ^^^^i^iii^i^,i^ii^^^iirii,i^iiiiii^iiii^ii^ii^^^i^ii^iiiii^i^^ii^i^ii^ii^riiiiii^^^i^i,^iiiiiiii^^^ii^^iiiliiiiii^iiii^ii^i^,iiiiiiiii^iiiii^iY^^ii^^^i^^ii^,ii,iii^.^^ii^i„ii =^IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIilllllllllilllllllllllllllllllt' _'llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllilllllllllllllll IIIIIIIIIIiIIIIIIIIIIIIIIIIIIiIIiIIIIItllllll111111111111'_- - HOJAS. DI.VUL^ADORAS = AÑO XXXIV A B R I L, 1 9 4 2 2.° SERIE. N.° 15 Los bosques a través de la Historia nacional Por ^^ ícTOx \^L`` vL 5or.:^. Ingeniero de Montes. l^ejuvenézcase el l^ector ^cuanto pueda, porque vamos a lras- ladarlo a una épo^ca en que ni aun dejando vo:ar la iantasía por los más reniataa recuerdos de su ^infancia podrá encontrar áño- rauza alguna. ^ En alas de la quimera le llevaremos nada menos que hasta cl pcríodo hullei-o, no sin aconsejarle quc busque ropa ligerita y se provea de un buen impermeable, ya que en aduellos tiempo^s rcinaba en el planeta una temperatura tuás que tropicat, unida a una hume^dad con^o^ para qtie no existieran otra cosa que^ se- res reutnáticos, y es inútil que pretenda atrapar un vehíctdo de má^ilna rapidez para huir de tan ^ofocante clima, porque el ca- lor y la huinedad son iguales en tadas '.as latitudes: desde las regiones ecuatoriales hasta la glacial peníusula de Me^lville; del Spitzberg al misn^o centro de 1\frica. Pero a cambio de e^a tenipcratura, i qtlé hertuoso espc^tá^c-ulo va a contemplar! Todo el glolto se le ofrece cubierto de una fron- dosa y exttberante vegetación, que se e^tiende ininterrumpida de polo a p^olo. Cttal^quier lugar en qne fije la ^nirada presenta a sus absortas pupilas un verdor continuo, en <lue se nlezclau hclechos inluensos, a cuyo lado los n^ás gigantescos de ho5^ son = simples pigmeos ; lepidodendro^, ^con fttstes de treinta = nietros y hojas cu^^a longitucl excede de^ cincuenta ° centímetros ; sigilarias de porte e^traordinario, y en = unlluulullumululluluulunuluuullnuunluullnuululnunlnlulnlulllullllfllllnllnnlllulullll^: Estas HoJns se remiten gratia a yuien las pida a la Sección de Publicaciones, Prensa y Propaganda, del Ministerio de Agricultura.

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Page 1: i^iii^i^,i^ii^^^iirii,i^iiiiii^iiii^ii^ii^^^i^ii^iiiii^i ...€¦ · sola flor aparece entre el follaje, ni el menor fruto comestible pende ... ^ Para qué ojos, para qué pensamientos

^ ^3 '' ^ -^ `^ >`^

= MIIVISTERtO DE AGRICULTURA

_^nwmmuuunmuumuuuumuunmmuiumunuumummmmunlmmuuunuuummmmnuuummumunum^

= SECCION DE PLIBLICACIONES, PRENSA Y PROPAGANDA^ ^^^^i^iii^i^,i^ii^^^iirii,i^iiiiii^iiii^ii^ii^^^i^ii^iiiii^i^^ii^i^ii^ii^riiiiii^^^i^i,^iiiiiiii^^^ii^^iiiliiiiii^iiii^ii^i^,iiiiiiiii^iiiii^iY^^ii^^^i^^ii^,ii,iii^.^^ii^i„ii

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_'llllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllilllllllllllllll IIIIIIIIIIiIIIIIIIIIIIIIIIIIIiIIiIIIIItllllll111111111111'_-

- HOJAS. DI.VUL^ADORAS= AÑO XXXIV A B R I L, 1 9 4 2 2.° SERIE. N.° 15

Los bosques a través de la Historia nacionalPor ^^ ícTOx \^L`` vL 5or.:^.

Ingeniero de Montes.

l^ejuvenézcase el l^ector ^cuanto pueda, porque vamos a lras-

ladarlo a una épo^ca en que ni aun dejando vo:ar la iantasía por

los más reniataa recuerdos de su ^infancia podrá encontrar áño-

rauza alguna. ^

En alas de la quimera le llevaremos nada menos que hasta

cl pcríodo hullei-o, no sin aconsejarle quc busque ropa ligerita y

se provea de un buen impermeable, ya que en aduellos tiempo^s

rcinaba en el planeta una temperatura tuás que tropicat, unida

a una hume^dad con^o^ para qtie no existieran otra cosa que^ se-

res reutnáticos, y es inútil que pretenda atrapar un vehíctdo de

má^ilna rapidez para huir de tan ^ofocante clima, porque el ca-

lor y la huinedad son iguales en tadas '.as latitudes: desde las

regiones ecuatoriales hasta la glacial peníusula de Me^lville; del

Spitzberg al misn^o centro de 1\frica.

Pero a cambio de e^a tenipcratura, i qtlé hertuoso espc^tá^c-ulo

va a contemplar! Todo el glolto se le ofrece cubierto de una fron-

dosa y exttberante vegetación, que se e^tiende ininterrumpida

de polo a p^olo. Cttal^quier lugar en qne fije la ^nirada presenta

a sus absortas pupilas un verdor continuo, en <lue se nlezclau

hclechos inluensos, a cuyo lado los n^ás gigantescos de ho5^ son =

simples pigmeos ; lepidodendro^, ^con fttstes de treinta =

nietros y hojas cu^^a longitucl excede de^ cincuenta °

centímetros ; sigilarias de porte e^traordinario, y en =

unlluulullumululluluulunuluuullnuunluullnuululnunlnlulnlulllullllfllllnllnnlllulullll^:

Estas HoJns se remiten gratia a yuien las pida a la Sección dePublicaciones, Prensa y Propaganda, del Ministerio de Agricultura.

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el interior de •tan emnarañados bosques, infinidad de plantas parásitas

suspendidas de los colosales troncos, formando abigarrados manojos y

tupidas guirnaldas, igual que las lianas ,de nuestra fronda tropical.

Cierto que esta vegetación fatiga con su monotonía, pues ni una

sola flor aparece entre el follaje, ni el menor fruto comestible pende

de las gruesas ramas, cosa por otra par±e innecesaria, ya que no existe

todavía ningún animal terrestre y sólo los mares cuentan con numero-

sos habitantes. Unicamente el reino vegetal ocupa una tierra en que

han de aparecer más tarde seres de respiración aérea, y tan sólo algu-

nos insectos alados animan los aires haciendo zigzaguar en ellos sus

diapreado^s coloreŝ .

^ Para qué ojos, para qué pensamientos o para qué necesidades cre-

cen estas selvas solítarias? ^Qué seres misteriosos contemplan tales ma-

ravillas? Enigma, ante el cual batalla nuestra ciencia, que inútilmente

indaga en el arcano.

Pero abandonemos esta época que puede calificarse como la del pa-

raíso terrenal cíe los árboles, ya que ningím ser ra'cional atenta contra

su irrtegridad, y trasladéznonos de nuevo a siglos muy posteriores, cuan-

do España ha visto pisado su suelo por los iberos, la raza indo-escita

de nómadas pastores y guerreros que del léjano Oriente llega en su ca-

minar hasta el extremo de Occidente.

Estos iberos, ho^rnbr^es !diel río, ven turbada su pacífica posesión por

la aparición de los celtas, ^Ca^rabr^es de los Uosqat.es. Entáblase una lucha

que acaba en alianza, engendrándose así los celtíberos, que no tardan

en ver invadido el país por fenicios, griegos, cartagineses y romanos.

En años tan pretéritos, una ardilla, al decir de Estrabón, pttede r^-

correr la Península de Norte a Sur saltando de árbol en árbol; Ga-

licia, segím testimonio de Orosio, es una selva virgen donde el hombre

casi se ve imposibilitado de penetrar a causa de su frondosidad; la bella

y luminosa bahía algecireña es cantada en hexámetros por el geógra-

fo poeta Rufo Festo Avieno, que en su obra "Descriptio orbis terrae"

encuentra acentos de encendida inspiración al glosar la magnificencia

de sus pinos altivos ; Apiano, el ilustre historiador ^griego y abogado

del Tribunal dé los Césares, comenta la exuberancia de los olivares que ^

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-3-

invaden Castilla, trepando audaces hasta las cumbres de las sierras;

Sidonio Apolinar, el fácil y elegante poeta latino, hahla de la enorme

existencia maderera, tanto de la )3spaita Ultcrior como de la Citerior;

Plinio, el sabio naturalista contemporáneo de Nerón, glosa la resina que

en ]a Península se recoge en can ^idacíes inverosímiles, tiene frases ad-

mirativas para los plátanos, cuya profusión admira, y alaba los olivos,

que parecen propagarse por doquier. ^

I?llo prueba que el manto forestal que recubre el ibérico suclo es tan

tupicl^^ como variado en especies, no obstante haberse entrado ya a saco

por las selvas, talando despiadadamente para atender a la explotación

de las minas, cuya riqueza tienta la codicia de todos los invasore^s.

Continúan sucediéndose las centurias. ^1 viejo solar hispano vese

hollado por las bárbaras hordas cíe suevos, vándalos y alanos, que lo

recorren asolando, saqueando e incendiando cuanto se opone a su paso.

Ante la cabalgata infernal ^le aquellas huestes sanguinarias todo pare-

ce aniquilado. Las vírgenes son inmoladas, asesinados los pequeñuelos,

degollados los hombres. Corre torrencial la hirviente sangre, y tras el

frenético galopar de ]os caballos, queda, subiendo hacia los cielos, la

estela flamígera de los bosques ibéricos, que elevan las retorcidas len-

guas de una roja llama, que parece gemir como si fuera el postrer sus-

piro de una íronda que se ofrece en holocausto; pero no abstante la

merma sufrida por la riqueza forestal, aun quedan bosques y horques

bastantes para llenar cíe verdor considerables extensiones de las pro-

vinĉ ias todas.

Como si Lspaña estuviera predc^stinada a un eterno guerrear, con-

tinúan las invasiones y las ]uchas. Son primero los visigodos, luego los

árabes, después la Reconquista. Cada una cíe las facetas de nuestra his-

toria corresponde a otra importante en la merma del tapiz forestaí. Las

selvas vanse convirtiendo en páramos ; los bosques truécanse en antor-

chas colosales ; los montes transfórmanse en pelacía^ alturas, que en su

tétrica hosquedad semejan enormes calaveras térrcas.

"1'an repetidas gestas, y más en especial la epopéyica de la expulsión

musulmana, son heroicas páginas que destacan fulgurantes entre las más

bizarras dc la mundial Historia, por lo glorioso de los hechos que en ellas

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se repiten ; pero, desgraciadamente, la guerra es aliada inseparable de

la destrucción, y nada tiene de extraño que lo mismo los paladines de

la Cruz que los caballeros de la Media Luna reduzcan a cenizas milla-

res y millares de fwstes, centenares y centenares dé bosques que se opo-

nen a su pasó triunfal o constituyen fáciles reductos donde se defiende•

tenaz el odiado enemigo.

Esto ha servido de pretexto para que algtmos escritores maldijeran

cra Reconquista con atrabiliario acento, llegándose por alguno hasta afir-

mar que "delante de los esforzados varones cristianos (a los que cali-

fica de salvajes) iba el hacha y la tea, y detrás, las ovejas y los cuer--

vos; que para ellos la tierra, semejante a las nobles cautivas, no se en-

tregaba sino después de muerta, y que de este modo, a fuerza de triun-

fos demoledores, acabó por prevalecer en la Península el tipo pasto-

ril, que asentaba la Patria futura sobre cimientos de pobreza, desorden,

violencia e iniquidad."

Frases ^Completámente injustas, pues como dijo un ilustre cronista,

cuyo escrito transcribimos : A despecho de asolamientos, invasiones,

guerras y otros fieros males, la fronda perduraba todavía pujante y vi-

gorosa en la España del Cid.

Si resucitara hoy el adalid de la barba vellida, para matar del susto

a los que anhel^ln contemplar enterrada y olvidada toda la gloria nacio-

nal, y recorriera otra vez los sitios por donde cabalgó en vida, no re-

conocéría aquellas tierras qué se ensanchaban ante su caballo.

En la sierra de Miedes, una de las que separan las cuencas del Due-

ro y el Tajo, había, según el cantor de sus andanzas, una selva ^n^amv^

ldasa ,e grrnvude. Hoy no hallaría Ruy Díaz más que heladas en invierno

y tabardillos pintados en verano.

El robredo de Corpes, donde los menguados infantes de Carrión

afrentaron a las que luego, perdidas para su tálamo y su codicia, habían

de ser princesas soberanas en Navarra y I3arcelona, era en su tiempo

otra selva ^ gigantesca, en la cual las ramas subían hasta las nwl^es,

y actualmente, como dice Menéndez Pidal en su estudio del antiguo

poema, "no es más que tm páramo donde el arado' desentierra algún

grueso tocón, único resto del viejo arbolado."

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Y si dejamos que las décadas prosigan hasta trauscurrir más de

doscientos cincuenta años cle la muerte de tan alentado e invicto ea-

ballero, y entramos en el reinado de aquel gran monarca que en vida fué

Alfonso XI y por sus virtudes pasó a la posteridad con el dictado de

el lzasticieu-o, hétenoe frente a ese libro que se llama de `'la Montería",

el cual no es otra cosa que una relación de montes abundantes cíe caza,

relación que llena de asombro a cuantos, conocedores de: los parajes en

ella descritos, sólo puaden encontrar en los días que corremos yermos

estériles, campos de soledad, eriales infecundos.

z Cómo puecle imaginar persona alguna elue en tierras cla Salaman-

ca existan osos ? '

Pucs en ese tratado cle ^Iontería se consignan hasta i^ sierras en que

tales plantígraclos habitaban durante todo el año.

r(^uién juzgará verídico que por el conquense lugar de Moya, po=

blado únicamente de raquíticas mat^,^, hallaran cobijo ntnnerosas ma-

nadas de venados?... Pues en el libro clel monarca augusto figura la enu-

meración de los predios en que esas reses pastaban lil^rementc•.

,^ Hallárase alguien que no sonría ante la afirmación cle que cn cam-

pos abulenses podría tener el desagradable cncue^;ntro cle topar súbita-

mente con jabalíes y osos ?... Pues en el repetido. volumen quedan men-

cionadas hasta z^} frondas abundantes en tales animales... Y así sucesi-

vamente se ^catalogan los montes de I3urgos, Segovia, Badajoz, Ma-

drid, etc., todos poblados de esa caza, probando de manera feha^ciente

la enorme densidad de su arbolado, ya que a no ocupar éste dilatadas

superficies, tales animales no e:ncontrarían ni alimentos ni refugio.

Pero todavía hay más. En esos días azarosos y terribles del gue-

rrear contra la morisma, los monarca^, al apearse de sus bridones de

guerra para gozar de un pequeño descanso, no olvidan que los bosques

son fertilidad, riqueza y belleza, y así, dictan disposiciones como la si-

guiente, promulgada por Alíonso X en el año i256: "Si alguno fuera

fallado faciendo caminada o encendiendo los montes o fa,ciendo forno

de pez, echenle en el fuego o faganle redimir por cuanto aver pudieren",

real mandato que si los timoratos pueden tachar de cruel, nadie podrá

juzgar de tibio en lo que al punto de vista forestal se relfiere, y que es

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digno de ponerse en parangcín con lo que figura en el título 2° del li-

bro 8.° del Fuero Juzgo, donde se encuentPa que :"Si algun ome, en-

ciende monte ajeno o árboles de cual manera quier, préndalo el juez

e fagal dar cien azotes e faga enmienda de ]o que quemó", todo ello

realmente pálido ante la disposición de Don Pedro I imponiendo pena

de muerte a los taladores de árboles, y así e,numeraríamos diversas le-

yes que en ningún otro país han sido igualadas, todo lo cua^l puede re-

sumirsG diciendo que el bé"lico roman^ce de nuestra Reconquista, si bien

supone una pérdida cuantiosa en riqueza forestal, no es él principal de-

terminante del asolamiento hispano, pues ilos e^jércitos cristianos jamás

se emplearon, al igual que en otras naciones, para destruir los bos-

qtres, como, por ejemplo, en el Karst de Yugoeslavia, donde las selvas

que separaban este pueblo de la antigua frontera otomana fueron arra-

sadas con el fin de vigilar las invasiones;turcas, y que aun en tan equi-

vócado supuesto, nunca podrán calificarse de salvajes, ni merecerán el

menor dicterio, unos paladines que a botes de lanza y entre proezas sin

par, pergeñaron el poema de más encendido espíritu racial que conoce

la Historia.,

GRAFICAS UCUINA - MELENDEZ VALDES, 7- MADRID

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_^lunmmuuunnnwmummmuuunnummuunulmmmuuumummnnuumummmuuunmuummmmuunw

MINISTERIO DE AGRICULTURA =SECCION DE PUBLICACIONES, PRENSA Y PROPAGANDA °_

nmumnuummmuuuuumuuumunuuuuwwuuwwwuwunununmuuunnumummmumunuumnumm^^numwum °nnnu =

HOJAS DIVUL^A_D_ORAS °AÑO XXXIV i J U L I O, 1 9 4 2• I 2.° SERIE. N.° 28 =_

=^IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIl01111111111111111II11Y

^uunulumunununululnlauluunnnuunuluuulunulnlnnulunuununuununnnlulmunumlummunluunu^

Los bosques a través de la Historia nacional ^'^ =Por VícTOx \^I ^ nE Sttl.n.

In£eniero de Montxs.

l^atamos en pre^sencia cic la Ca^tólica Ataj^es^tad del rey I^e-

lipe IL Serntado en su pétrea silla del bosque I.a 3lerrería, el

augus^to mon<•trea contempla silenoi^so cómo vase elcvanido ]en-

tamente el 1^2^onasterio qtte ha d^^e ^rem^emorar a las futura^s gene-

raciones la gran vi^ctoria de San Quintín.

Po^r su cerebro pasa, sin duda, e1 estttdio <le. los múltiples

problemas que plantea tan gigantesca construcción. I:s necesa-

rio ord^^uar nuevas cortas en los montes de Cuenca, \^alsaín ^^

Avila ; precí^ase activar en Milán la fund^ición de <^statua^^ ; ha^^

que eYtraer más jaspes en I3urgo de Osma ; Toledr^ no remi^te

com ]a celeritlad d^ebida las cruces, naveta^s, canalelabros y lám-

para^s que ti^e^u^^e en^cargad^as; faltan las verjas y antep^e^ch<,s de

bronce que 7.aragoza suminis^trará ; pero el pet^tsamiento d^el re^-

insigme no olvida nunca, ni aun en este in^tan.te, los otros grail-

des problemas del Esta^da, y por ello med'ita una Provi^sión dñ-

ri^ri^da al corregidor de la ciu^da^d d^e Plasencia para pon^er rerne-

dio al vni<Inilamien^to d^e los bosques na^cionales, ta^n sujetus a

toda clais^e ^d^e a^taques ^- d^epreda^ci^o^ncs que han lbegado a p^e^^ndér

en forma alarmante su antigua feracidad.

Tal Provisión es un reflejo fidelísimo c1e su es^ta-

^1^, como puede comprobarse por la s^iguiente tram^s-

(I) Véase la Ho^n DlvuLCnnortn núm. 15, de I ()Q2.

IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII IIISIIIIII III IIlIII Illillllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll^Estas FIOJAS se remiten gratis a quien las pida a la Sección deFublicaciones, Prensa y Propaganda, del Mini^terio de Agricultura.

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cripción de tuio de sus párrafas :"I?n ]a mayar parte de c,tos

Reinos y lugares de ellos, los mantes antiguos están desmonta-

rios, y- talad'os y rozados, y saca•dos d^e cuajo, y t'.^e nuevo :-om

mu}' pocos ]os que se han plantado, ni los árbole^s, ni pla^nitas que

s^e han puesto en las riberas y otros lugares públicos cowcejiles y

de otros heredamientos particulares ; y que la tie^rra en la mayor plrte

de estos Reinos está yerm^, rasa y sin árboles ninguiios ; que la leña

ti• madera han venido a faltar de manera que ya en inuchas partes no

se puede vivir; y que no poniendo en esto remedio, siendo como c^s tan

princip^ll sustentamieuto para la cría y alivio de los ganados, y al vivir

de los hornbres, vendría a ser el daño y perjuicio intolerable."

Si a^uel monarca excel,o levantara la cabeza y se cliera una vuelte-

cita por sus antiguas provincias, sería digua de leerse la Real Carta

que dirigiría a todos los corregidores, síndicos, regidores, corcheteo

y alguaciles de los posteriores Municipíos, porque los bosques de su

época eran un mode;lo de ŝonser-vación, florecimiento y lozaiiía, coin-

parados con la minúscula muestra que de la hispan^i riqueza forestal

nos resta actualmente... Con razón ha dicho un gran cronista que el

concejal e^s el enemigo público iiíunero uno de las reservas arbórens.

Y para que se aprenda bien, ya que la juzgamos como leoción pru-

cientísima y sabia manera cle gobernar, vamos a citar el encargo que

diá a D. Diego de Covarrubias, ai nombrarle presidente del Conse^jo de

Castilla, aquel hombre que arrancó de manos otomanas el cetro de los ma-

res: "Una cosa deseo ver acabada de tratar-dijo el gran Felipe-, y es

lo que taca a la conservación de los montes y aumento de^ ellos, que es

mucho menester y creo que andan muy al cabo. Temo que los quei vi-

nieren después de nosotros han de te^ner mucha queja cíe que se los

dejemos consurnidos; plegue a Dios que no lo veamos en nuestros días."

Nos parece inútil deeir que pasan los afios, y con ellos transcurren

las talas, los ineendios y demás manifestaciones de una dendrofobia

cada vez tnás iracunda y recalcitrante.

)3 I afán inmoderado de roturaciones, el escaso valor dol producto

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-3-

madera, y sohre tudo los incendios producidos para aumentar los pasti-

za'.es, unidos a los privilegios cie ]a Afesta, en que se la autoriza para cor-

tar árboles pequetios... qnc se cambiau ^n grancles, dan vicla a ttn furor

clrstructivo qtte va trocando los tuás froncí^sos p:iisajcs en lítgares hos-

cos, inhospitalarios e itnprodttctivos. Ello ftterza a Felipe IV a dictar

unas Orcíenanzas en las que se clispone sean multados con diez ducacíos

los que hicieran algítn datio al arbolado, y si esto se realizara con malicia,

se casti^rara al autor con la cárcel, poniéndose el hecho en conocimiento

del propio tnonarca.

En este n^ismo reinaclo, Pérez cle Bustatn•tntc escribe uuas tnal;ní-

ficas Instrttcciones, en las cualrs se da la óiguiente, entre otras aclmira-

bles lecciones: "i`u puede haber lugar bueno sin montes, y en el plantar

se ha de poner gran cuiclado para quc prendan, porque tan ma.lo cs de-

jar de plantar como plantar mal, pues se piercle el tiempo, }• las platttas

v el sitio no dan fruto."

Bueno será consignar cíue por aquel siglo ^vrt, si bien }'a no puecle

decirse de los castellanos campos ]o que el pastor IVTingo contesta al es-

cudero cuando éste, al hablar cíe Pascuala, le reprocha el no tener nada

que ofrccE^!rla:

I' frtttas ^ít tttiil ^rt^aanercas

te daré ^le cstas ^no^ntañas:

ntiieces, bellotos, casta^ua,r,

ttt^tntt ^cntzas, frriscos y f^c'rtrs.

Porque atmque los nogales cayeron hericlos por el hacha, los robles se-

culares clesaparecieron y los castaitos fueron •saCtudamente clestruídos, to-

davía existeu bosques imp^uetrables en ^^'enta de Baños, y puede irse

desde Castrojcriz a Portugal sin salir de una espesa íronda.

Canrtinúan sie-trdo ]etra muerta las disposiciones que en d^efensa de los

árboles dan los reyes qtte se van sucediendo, y él descenso forestal alcan-

za tales proporciones, que Guillcnno Bow•]es, el famoso naturalista in-

I:v

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glés venido a nuestra Patria en el siglo xviii por invitación de D. An-

tonio de Ulloa, escribe en su I^ntradu.c^c7ó;n a la Hi,starid Natur^al y a ila

Geo^rafía físicQ Ide Espa.y^a párrafos tan tristemente sabrosos como éste:

"No se púede considerar sin lástima la escasez de árboles que hay en

Espana y lo árido que se presenta su terreno en la mayor parte de sus

provincias interiores. Muchos atribuydn esta falta a la sequedad, y bus-

can razones o pretextos para explicar el ma1', sin querer buscar las cau-

sas. En Castilla ]a ^'ieja llega el desvarío hasta de^cir que son perjudicia-

les los árboles porque ahrigan ]os pájaros, disparate que mueve a risa

y no merece respuesta. Las verdaderas CHUSaS son la miseria y la igno-

rancia."

Y así, entre los incencíios, debidos en una gran tninoría a causas for-

tuitas, q en su casi totalida<í a las intencionadas ; un pastoreo abusivo,

un empleo más que abusivo deil hacha, una total incultura selvícola y

un cerrilismo en las clases cíirectoras, que cíe no haber sido criminal

habría lindado con la más para^disíaca de las estupideces, se llega a lo

que el genial polígrafo, honra de la Patria y gloria del mundo, llama-

de D. Marceliuo Menéndez y Pelayo, denominó i,nnue^raso latro,ci.nio, y por

nuestra parte calificamos de ^l^ue^ns^a tragc^di^a. farestal.

Las palabras más cursis y retumbantes cíe11 lenguaje liberal, los tír

picos más vulgares del manido léxico democrático, arroparcm amarosa-

mente ^con su lenguaje hipócrita <le falso patriotismo }' amor a los hu-

mildes los preceptos de una ley desamortizadora que, entre otras cosas,

disponía: que parte de las tierras serían destinadas a las familias pobres

y cíe los defensores de la Patria, cosa que no se cumplicí, y... i sarcástica

ironía !, que la venta cie bienes se realizaría en libre concurren^cia... Una

libre concurrencia a la que,^ naturalmente, sólo podían asistir los que go-

zaran de pingiie caudal, ya que los humildes nunca se há sabido que

cuenten con medios lk^ra aclquirir propiada<ies, por módico qu^ s?a su

prccio.

A ochenta y seis tnil fincas rústicas ascendían por aquel entonces

lo, bienes comunales, y a tma cifra que ignoramos, pero de^3e luego

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crecidísima, las poseícías por la Ig'esia. Millones de fustes se elevaban en

esa enorme canticla^l de predios ; centenares y ccntenares de viejos y nt:ig-

níficos árboles extendíau sus fi•u^ncíosas copas por tau dilatada superli^-

cie; millares y tnillares ^de arbustos protegían el suelo de aquellcm e^^-

te:^sos parajes; pues bien, toda esa riquez<r viva, quc^ bien dirigicía v ad-

ministrada podía producir anualmentc una renta extraordinaria, se en-

ajenó en una subasta vergonzosa, a la cual conctn•rían, en repugnantc

rebatiña, turbios manejos políticas, sórdidas codicias, avarientas rapá-

cidades, iiaus•eabundo^s latro^:inios, execrables ambiciones ; aquéllo, más

que una públi^ca licitacicín, era un despojo envuelto en fórmulas Iegale^,

cloncle nianos que, si no eran judaicas, merecerían serlo, arraivcaban a la

1'a^tria jiroucs d'^e su verd^e manto, en una cinica y clie^saprensiva compe-

Ic nci<:,

l^n tal rapifia, quc, con^u acertadanteutc ;c dice en un i;iiurnte del

Cue^rpo Naciunal de Ingciiieros de ^Iontes, cay^, sobre éstos cu:no pudo

haber caído tui ejército destructor, desaparecieron para siempre, 1 cuatro

milloncs cíe hectáreas !, y con ellas 11 quince millones cle pesetas !!, todo

con el pretexto de enjugar una Deuda que aumentó, en vcz de clismi-

nuir, y ejecutar diversas obras públicas... que no se realizaron.

Cttanto hicieron Atila y sus huestes hunas, Genserico y sus hordas de

váudalos, Radagaso y sus bárharas mesnadas, Hermcucrico y sus suevos

inKlomables, Almanzor y sus agarenas tropas ; cuanto deshi^cieron los

iconoclastas en el siglo v'iir..., sun niinucias, co^irrp^iradas con el arra-

samiento causado en la Peníusula por eua llesa^nurtización, cuyu verda-

clero nombre es D^esfo.rest.acióoa, y que ]os leictores nos perdouen el barba-

rismo en áracia a lo cierto de su fuerz t expresiva.

h.n ]os días que Alemánia, Francia y Austria hacían ubjeto a sus

niontes de un buen tratamiento ^selví^cola, explotándolos cieutíEicamente,

los estacíistas hisp^^nos, despreciando au absoluto la ciencia dasi>nómica

(quc if;norahan por completo) v los ^nás elemeutales priucipios de inte-

rés s ŝ^ci.il, entr aaran alc^l,rrc:n^entc a la codicia particular los restoa n^i-

serables de nuestro gran acervu forestal, y así, en tanto Alernania posee

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bellos y dilatados bosquos que la musa popular supo poblar de leyendas

poéticas; Francia ofrece, entre otras.frondas, la pródiga magnificencia de

stw Landas, creación admirable de la forestal ingeniería, y Austria cuenta

con la evocadora y sugestiva atracción de sus selvas tirolesas, España

puede brindar la tétrica cah^icie de sus dieciocho millones de hectáreas

desnudas de toda vegetación, diecicx^ho millones cte hectáreas donde se

engendra el torrénte que corre devastador, nace el alud que va dejandu

la muerte tras su paso, son el origen del atarquinamiento de los pantanos

y con su pelada osamenta cunstituyen el baldón ignominioso de un pue-

blo ^civilizado que no supo borrar las huellas de una barbarie destructora.

C$AFICA9 L'GUINA - MELBNDEZ VALDES, 7• MADRI/)

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^!rlxunnnnnnminrnnulnxuuwlulnnnuxlmm^nnulxlxlxxuunu Ixlnnluxnxnnxluxxuxxumnunuulmxx^^

_= MINISTERIO DE AGRICULTURA -__= SECCION DE PUBLICACIONES, PRENSA Y PROPAGANDA _

= IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIINIINIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIHIIIIIIIINIIIt1U11111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111i1111111111 ^

= H_OJAS DIVULGADORAS =_ AÑO XXXIV ^ SEPTIEMBRE, 1942 I 2.° SERIE. N.°66 =- ^ -^5111111111111111IIIIIIIIIiIIIiIIIIIIIIIIIIIIIIIIIiIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIJIIIIIIIIIiIIIIIIIIIIIIiIi11I11111111111111111111111111111(Iillilllllllllllllllñ:

^_VIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIrIIIIIIIiIIIIIIIIIIIIIIiIIIII111IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIiIIIIIIIIIIIIIM

Los bosques a través de la Historia nacional ^'^ruFt ^' í czox .1L^xí ^ v^. Sol_:^,

Ingeniero de Montes.

; I'sto ^•a qi^^^ c'^tctal... Ta1 cra cl alegre gri^to de gucrra }'

vict^ln:a Il^e aquello ŝ ^x^s, tu:núsclil^^^ ^^,squerc^s, que^d^ejaron en^-

tre la; esptnnas del Cannábr;ko la estela d^c una audacia que es

a.^^nbr^^ dc los ^tienipos presen^ti^ }' scrá a^l^ln^iracióil ^de los ve^-

ni^l^^ros.

; F,stl,^ ^^a que c11,ICta^!..., po^día^li e^r],i^ii^ar altro^rozadanle^ite

nt^cstros detnll^rlírobos, a1 cc^nteiYiplar rl^^l stts propio^s ojos ^ótn^

iba^n d^e^scuaiát^^lase las escasas selvas todavía subsistent^s.

^\quello ^^ra ma^nífico. 1ĉn los ítl4in^os seten^t.a arios ^se ^ha-

^

= c^^n ri l^hrr alhedrío n^acional, ^lue ha^ ^d^eci<litl^^, romo dice un^ __

= n^^taLlc ^runi;ta, qu^ los españole, v^^caml^s ^n ^l árbul un ^duro ^

_ n t^ii i•n^•nii;;o, ^• en cualqui^era de los clo; ca^sos, ^ios apresure- ^

!,í;tn prr^lido ^?.Sz6.io3 hectáreas de pinarx5, robledale^s y haya-les. Como s^ílo restaban ya atros dos millone.s• y med^io escasos

de mont^s altos públicos poblados, en l^^co más d^e c^:^ez lustrospo^lía qu^^l'ar España completamet^tc^ arra:^acla. E1 ritm^a ^dcstrtrc-

= tor nu c•^taba mal. Hasta los d^e^sccan^tc^^n^tu> ;onreí^in. gozos^os, y

^ e^^o que eu^^ ocasion^es se rttrasab^a ^stt a^celera^civn, porqtrr albttnos^ ^ . .__ nii^tiis^tros, empcña^dos e^n^ lleva.r la tiuntraria al pa^^^, itnag^nabaii= pre^uhues^t^os e^araord^^irnarios d^c réh^obiacicín, cotno los pro}-e^c-

^ tadus Ix^r ^^]ba en Tgr6, Abilio Cald^eróli ^e^n 1grc^, Gi^e^rva ^ei^

= t^^^t y Frimo de IZ:v^era e^n^ 1^26; pe^ro, naturalmente, ta^les pla-

= nc^^ irnrasaban ro^tuindanrent^e. No sc p^uecl^^ jugar itnpuneine^rnt^e

^ ñcaV 'nns a eog^r un ha^cha ; nt e^s tan^p^co ^ ^le btten^ g^lk^er- ---^ ^c^,. .. -

(1) Véanse las I^II^:^s U1^I^LI;.vlot<_^^ Ilií^it ‚ . i^ y z^, ^c =t9^• =

IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIlIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIrIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIi,Estas Ho1ns se remiten gratis a quien las pida a la Sección dePublicaciones, Prensa y Propaganda, del Ministerio de Agricultura

1 ; 1.

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nante privarnos d^el atra^^^ute ^^ bellísimo cspectáculo cie las padas y tala^

cruel^es, que pued^en proporcio:narnos ^e] alici^ente ^d^^e srrnos fáq^l adquiri^r

un bastóu a prerio tn^yd^ico, o caartar la ^hermosu^ra d^e la polvorienta estepacastellana...

Casi habíatnos va con^eguido un ideal. De aquella nación quc, como

tlueda ntencionado, l^odía recorrer tatalniente una ardilla saltando de

rania en rama, tluedaba... ]o que constituía la portada de la revista Es-fi^r.ñ.a Fo^rest^aZ, o sea, dos pinos viejos, nudosos y maltratacíos vegetandoc+n lo n^ás escarpado de un ingente picacho, contenlplando con tristeza

infinita la soledad angustiosa cíe tuios secos páramos. L^a casi tótalidad de

la Península podía resumirse variaudo ligeraniente los sentidos versos ^letu1 vate insigne :

(^ri ll^^nu^o ^•i^. sil^•^^t.ci^a au^‚̂ ^i.^sto

qirt^ a. lo hej^os ^mc ^di^^rnt^r^

siric Jt^oqcr^r, li,o^rta^br•c, irtti rtta^f^a ;

sez^E^ro, ^^^^tr^z^^^ 1' n^d^^istn.

I^esde lttego, iiatíatnos en P:uropa c1 record ntara^-illvso de poseer el

míninio de madera, pues ^n tauto^ l'ortu^al coutaba con ntetro eítbico ^^

medio por año y ltabitante, I?spaña no padía suministrar a sus ntoracío-

res ntás que cien decímetros... i i iVteuos aíin due Turquía, quc^ en eso de

destruir selvas es nación maestra, }• que, sin etnLargo, disprnlía todavía

de ciento diecinueve decínietros por otontano viviente !!

Cierto que en ocasiones la Naturaleza, que nunca se da cueuta de nada,

comc^ltía la torpeza de uo pensar al igual nuestro, y se quejaba atnargan^en-

te de esos atentaclos eontra su integricíací, conti•irtiendo los inofensivos y

mansos arroyos c n pavorosos }- arrolladores torrentes, los cuales produ-

cían qspantosas imtndaciones, .causaban la n^uerte de hotnbres y reses y

est^erilizaban fértiles ^- bien labradas catnpirias, dejándolas cubiertas de

espesos fangos.

J3ntonces lcs 1>eriódicos publicaban detenidas informaciunes a grandes

titulares, detallando lo trágico de las cat^ístrofes. F_n las plácidas retmio-

»es de casinos y cafés, el pesimista re^lataba con negras tinta5 la heca-

tombe, que cada couterhtlio ^comentaha a su modo. Así el eomerciante

aprovechaba gustoso e^l motuento para recontendar la adquisición dc unosimpenneables que acabab_t de recibir ; el farmacéutico insinuaba la pre-

cisión de derfenderse del reuma empleanclo un específico que pocíía ltallarse

en stt establecitniento ; el de seguros ponía cle relieve la necesidad cie

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precavPrsc contra semejantes infortunios, suscribienclu eu la ca^t por él

representada la correspondiente póliza, y el optimista de turno encendía

flemáticamente un cigarrillo, exclamando al tiempo de ver riz<irse las vo-

lu^ta.s cle hurno en elegantes curvas :"1 Bah !, más se perd^ib en Cuba".

Justo es recordar que allá en e^l Parlamento se erguía solenme el Inás

canoro de sus ntiseñores, y entre trémolos, picados, fermatas y agudosprodigiosos, entonaba un aria sobre el árbol y sus beneficios y la nece-

sidad de propagarlo como remedio único y efica-r. contra semejantes de-sastres.

Tan arrebatada canción despertaba el entusiasmo de los tenores de

segunda categoría, y pocu a poco iban levantándose ‚le sus escaños cii-

pntad05 y diputaclus, que lanzabin al airc romanzas, cavatinas y raccou-

tos prodigiuóos en alabanza clel rey de los ^^etgetales. Clamorosas ovacio-

nes seguían a cada pieza oratoria, y entonces el Congreso en ple^io, y

sin cliscrelk•tncias de partidos pulíticos, tras ^I^esc-ul»^ir que la relpoblacióit

forestal c^ra uno de los problemas que en el paí, nece,sitaba solución más

urgente, ,tcordaba redactar un pro}^ecto cle^ Ley conducente a su reali-

zación.

Pues bien ;? saben los lectores cómo se traducía todo ese lírico arra^

bato en el 1.'resupucsto:'... En la ahsurda cifra de I.ii6.ooo pe^setas anua-

les. Algo verdaderamente jocoso, pues calculando que, de los i8 millo-

nes de hectáreas clesnuclas, tínicamente io sean susceptibl^s de rergenera-

ción arbórea, v en el supuesto de que los gastos sean mínimos y se elevcn

tan sólo a^oo pesetas por cíicha unida^l superficial, para repoblar esos

lo millones se precisarían más <le MIL SEISCILNTOS AÑOS... A

nuestro juicio, no u.Yiste n^tda más disparatadamente iiiverosímil ni que

ponga más de relieve el cretinismo de tmos gobernantes.

Si algún ministro consciente y documebitado intentaba seriamente la

regeneración ^elvática, sus planes eran acogidu, Kon san^rientas y acera-

das burlas.

; Cuándo serán bosques los eriales?... ^A quién aprovechará eso? Así

contestaban los enemigos de la empresa restauradora... Y estas palabras

contenían el secreto de la política imperante. Los que de tal modo hablaban

c.reíal^ que Espe.ña iba a desaparecer, y que los nietos de sus nietos no na-

cerían nunca, y si nacían, no eran dignos de la previsión de sus antepasa-

dos. Comu el personaje de la sátira latina, pensaban que "el porvenir era

puco más laI"go que la manta que leu cubría", y conste que lo dicho

no son apasionadas frases nuestras, sino sólidos razonamientos de Or-tega Munilla, el que fué gran maestro de periodistas, e^l cual agregaba :

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"Cttaud^> lo; e5paiioles venideros recuenten t^l haber quc les dejó la ar-

tual generación, tendrán derecho a consi<le^rat-se ^incluseros... ^'ivir un^ti

horas lo mejur pasible, y pagar las alegrías de un instante con el hambre

de los ftrturo^s. Este es el régimen en que perseveramos."

Dál>ase eL cas^^, que al^úu lector creerá festivo comentario, y que, sinembargo, ^^ra y ^es sang^ri^uta realidad, que la niadera^ en Cuenca, por suslímites ^con Guadalajara, uo^ llegaba al ^uerc^ado madrileño sino al año

y medio <le su corta, por ialta de vías de saca forestales, cuando tm fe-

rrocarril para transportarla en noventa y seis l^oras podía costar tan sólocuatro millones de pese^tas, ^- la l^roclucci6n total maderera de. la provín-

cia conquense ascendía a más de t^ millones de pesetas anuales.Inírtilmcute el Cuerpo ?^racional <le Ingenieros de ^lZontes en^prendía

camlkvias ^- realizal^a trabajc^.^ en pro cle la restauración arhórea, expo-

nienclu peusamientos tan acertados como cstos :"I_a couquista <le media

Espatia es el l^r^igrama que mtestra ,^lsociación s^ atreve á formular y plan-

tear ante el país y su Gobierno. l.a ohra dc la rehobla^ción apoi-tará brazos,

industria, riqueza y mejoramiento del clima y de la vida a regiones hoy in-

hóspitas por la rud^ra del medio y la falta cle eleinentos para la vida. Nu^es-

tra Patria es un solar abandonad^ en sn mitad y hay yue reedificarlo y lx>-

nerlo eu condiciones de vida."

Las voces clel Cucrpo se herclían, uo en el clesierto, sino en all;a peor:

la indiferencia, la incon^hreusibn, la alntlia .- el desdén uaeional.

Y llegú ]á Reptíblica. ^- c<m ella la <^^dcn^z' dc oro cle la alegre de:nclrofobia

nacional. L^na tnrha heterogénea, compuesta cle merodeadores, maleantes,

ladr^nztielos ^• to^la clase cle individuos cle la peor calaña, e^^ compliciciad

con arril^istas ^lc la más eucopeta^ía alcurnia comttnistoide y atttoriclades

analtal^etas, Lur<lea^loras clel Código penal, arremetió cqntra los montes al

grifio, ^no ya^ d^e^ ^ Esto^ v^ q^tie clcut'^a!, ^s^^ino d^e ^ Esto vcn qu^e cl^a^•t^^siryrun!, e^i

e,l snpttest^i cle que ali^za.tí^sza^i^ct sea el snperlativo de chitit^^a.

r^quellu cra una verdadera I^epúl>lica. I^ stos, con el pretezt^^ a^c c^ue ca-

recían ^le tralr.tjo ^• no podían dar a sus l^equeñuelos un ped<tro de pan;

los otros, r^^n la afirma^ión cle clue la tierra c^ra tlel pueblo; los de aquí, sos-

tenicn<lo el princihio de que, lyertenecieudo al \^7uuicipin, los montes pítbli-

c^s clehían ser apro^•echzclos l^or los vecinos ; los cle all<í, opinando que ]os

rírbole^ n^^ ^,c crial^an para el ndioso bttrgués ni el infame ^capitalista, y

todos l^rn;,tndo que lo que hay cn España es de los españoles... }• más si

éstos eran rcpublicanos, cerraron denodacían^ente contra las masas artx^-

reas en t^^rma tal, que a stt pasu, c^^ino al de^ Atila, n^^ quedal,a ni l^i hiertkt.

I?su ^í, tc^d^^s lc^s partidos, clesci^c la F. A. I. a la C. N. T., v^le lus ra-

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^clicales socialistaá a]os devotos de 5talin, tenían en su programa, como uno

^rle los pu^rios funda^neutales a realizar, cl de la regoblación forestal ; y,

claro, lo que cllo^, pensaban :"Pepoblar es volver a poblar, y, por conse-

‚uencia, hara cumplir con nuestras i<leas }^ cubrir de nuevo los niontes, lo

1>rimero que se necesita es clespoblarlos", y ahí tienen 1.os ]ectores una mo-

claliclad coinf>letamente inédita en uiateria de selvicnlttua, en la cual se

l^rneba que la tala es el punto básico y fizndamental cle toda z^epoblación.

Para dar una iciea cíel arrasainiento causado hor esa I,rniz,gost^, citarc-

zrzvs un hecho, entz^e los centcnares clue podían^os enumerar. Se^, trata

rle un nzonte público cle _^lgeciras, y antes de hac-er un solo conieutario,

tranr;crihircuws a uucstros lc^ctores lc^ ^lue sobre el caso escrihi^í ttn perió-

^lico anarqui^.,ta cíe la región :"F_n la comarca clel Can^po cle Uibraltar los

irahajadores ^lel ratnho, que en su iuinensa nlayoría s^e eucueniran ez7 l^iru

ten-zoso p^^r ]a desor^anización de la sucieclad capit^tlista, se cle^^lican, uni-

<7cys, a hacer carbón, para así poder ir tiraudo eu su vivir tniserable: Al

^t^iecto, se internan en w^os montes clel Iatado y los liinpian en sns h^rtes

areñosas, por faldas, arroyos y cañadas. Limpian el inonte nuevo, cortan cl

^^iejo y rorau el bajo, aportándoles estc trahajo de limpieza (gratuit>1 1>ara

el Estado) la escasa lriia clue nc^eesitan p^ira hac^er l^equeñus hurnc^s que,

,il cabo cle 1^» ^^einte^ r^ veinticincu clías cle cocluir,i, 1>ueden vin<ler a l^

tamhién sniri^lu^ arricrus qtie van al inonte para trasladarlos, hcchos car-

hbn, a la ciu^la<l. I?.n ^^ste trahajo, sucio y hesacl^^, está ^e] l^an, tan negro

cntno cl trabaj^i. <le estc,^ ^^^hrer^^s laboric^s^s, el h•in ^le ell^s. clc sns inujeMre!^

,^ ^le sus l^ijos,^.

Bcieno ; l^u^•s l^or esta acción tan u^erituria detttvi^eroii ^}6 carbuueros, v.

rlaro, el herió^li^cn protestaba indignado contra tal arhih•ariedad, constituti-

^ a<1eM uu hrutal atr^^pello, ^- justo es rec^mncer <^ue el papeliichc^ tenía ra-

z^ín. ; Dctencr a nnos li^^nraclo^ canilx^;in^^s clue li-nr/^icr^n ‚̂ ^^^^nt^rit^c^^n^^cf^t^• al F;-

tado stzs Preclios'... _ í^`o era lógico condecorarles con la Crnz cícl ^Iérito

l^i^rc^stal?... ]^']á^ime trniencl^r c_n cuenta qtte 1a linzl^ieza la ejelcularo^n tan

n la perfección... ctue allá no quedó ni un solo árbol.

Porque, oigan ahora la verdad : Fl predio en cuestióu era el deuoiui-

nacl^ "Las Corzas", qt^c cn cl azio t.g3i tenía 2^.^t ^3 ;ilcorncxlu^s v q_z:zo

.írb<>les ^^lt otras ^e^species, en las que pre<íominaban e] c^ueji^o ^• el acc^bu-

che. Pues bi^en, en ^el atlo 193^, ^^e^n <ll^cho monte no ^existían más que 1^ ár-

holes, es <l^^cir, que los pobrecito^s rarboneros no cortaran más qu^ ]a

fri^nl^era cle 3.}.oa8 :írbnles... Una limpi^eza total, perfecha, complc^ta ^-...

; i i defini^tiva ! ! ! -

La fitria arboricida llenú hasta tal hunto que el ^blo^ririuy F'ust, en u^t

^^I

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ecíitorial correspondiente a septiembret de r^33, decía, tras calificar d^e agrio,

vengativo e incompetente al presidente de la República, que cníentras la

riqueza forestal dH España se desvanecía en 17t1I110, lo^s guardias de asalto

sólo intervenían para proteger a los agitadores.Como para muestra lrasta un botón, y lo rela,tado vale por una botona-

dura completa, finalizamos con estas palabras que figurai7 en el folleto edi-tado por la Diputación de Pontevedra, al d^cidir repol^lar los montes pro-

vinciales :"Son varias las causas que han motivado este estado de im-

productibilidad de tantos miles de hectáreas. Ouizá la más fundamental, la

ausencia de tma a^eción efectiva de autoridad. Pero no es tan interesanteexponerlas como buscar el remedio a tan7año n7a1. Porque del problema

del arbolado puede asegurarse que está todo por hace^r."Cesen ya para siempre las frases pulidas, los períodos oratorios encen-

didos, las palabras elocuentes, los artículos ^eruditos... Ceseni ya de trabajar

la pluma, la lengua y el cerebro, y camiencen a actuar las palas y los pi-^

cos ; en una palabra, PLANTEl^iOS Y SEMBREMOS ARBOLES ^'ARBOLES SIN AÑADIR UNA LETRA MAS, y así habremos pue;-

to ]os cimientos de una obra nacional urgentísima y de máximos rendi-

mientos.

Gráficas Uguina. Meléndez Valdés, 7