el hundimiento del titanic - enzensberger

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El hundimiento del Titanic es un magistral poema épico –una hazaña desacostumbrada en estos tiempos– en torno a una historia que, aunque conocida, no ha perdido un ápice de su tensión dramática. En efecto, el enorme transatlántico, gigantesca maravilla del mundo que naufragó una gélida mañana del año 1912, no fue sólo un buque, sino también un mito: la encarnación del progreso tal como se entendió en el siglo XIX, un concepto cuya vigencia ha sufrido un serio revés tras los avatares de la historia reciente. A lo largo de treinta y tres cantos, en este poema –explícitamente inspirado en La Divina Comedia de Dante, escritor que retorna a menudo entre los fantasmas evocados por Enzensberger– se efectúa una soberbia recreación de la catástrofe. Los alaridos de los náufragos, las rememoraciones nostálgicas de los muertos, los inarticulados mensajes de los supervivientes; pero también fragmentos de telegramas, las últimas informaciones meteorológicas, las desesperadas peticiones de auxilio. Asimismo, las minuciosas descripciones de los menús de a bordo, la arquitectura del buque, la decoración y las pinturas kitsch de sus salones, las inoportunas alegorías de la Paz y del Progreso. Y todo ello embalsamado en el gran vacío del agua. Pero no sólo se trata de este hundimiento registrado en los documentos de la Historia: como fantasma, el Titanic sigue navegando. Su actualidad está probada por la puntualidad con que su destino sigue reflejándose en películas, fantasías y pesadillas. El poema trata también de este Titanic imaginario, de este «naufragio mental». La redacción de este libro se inició en Cuba en 1969, se elaboró durante casi diez años y se abandonó y reemprendió varias veces a lo largo de este tiempo. Elogio de la provisionalidad y de la duda, este poema refleja asimismo la crisis del militante marxista que ha perdido las ilusiones; no se adopta una «posición correcta», la justicia de la poesía no es de este orden: en caso de duda, está de parte de quienes sucumbieron en el naufragio. «Una de las más patéticas y hermosas metáforas del siglo XX. Una obra de magistral coherencia» (Juan Carlos Suñén, El País).

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EL HUNDIMIENTO DEL TITANIC

Comedia

HANS MAGNUS ENZENSBERGER

Editorial Anagrama, Barcelona, 1986Traducido por Heberto Padilla con la colaboracin de Hans Magnus Enzensberger y Michael Faber-Kaiser

Ttulo original:Der Untergang der TitanicSuhrkamp Vetlag, Frankfurt/Main, 1978

A Gastn

CANTO PRIMERO

Hay alguien que escucha muy cerca de aqu, espera, retiene el aliento.Dice: Es mi voz la que habla.

Nunca ms, dice l,va a estar todo tan tranquilo,tan seco y clido como ahora.

Se escucha a s mismo en su cabeza burbujeante.Dice: No hay nadie ms

aqu. Esta tiene que ser mi voz.Espero, retengo el aliento, escucho. El rumor distante

en mis odos, antenade carnes suaves, no significa nada.Es tan slo el latido

de la sangre en las venas.He esperado mucho tiempo con el aliento retenido.

Rumor blanco en los auriculares de mi mquina del tiempo.Sordo zumbido csmico.

Ni un sonido, ninguna llamada de auxilio. La radio permanece muda.O ste es el fin,

me digo, o es queni siquiera hemos comenzado.Aqu, s! Ahora!

Se oye un rasguido, un crujir, algoque se desgarra. Aqu est. Una ua heladaque araa la puerta y se queda quieta.

Algo cruje.Un lienzo largo e interminable, una inmaculada tela blanca

que se desgarra, lentamente al principioy luego ms y ms de prisa,se rasga en dos pedazos con un silbido.

Esto es el principio.Escuchad! No lo os?Agarraos bien!

Y regresa el silencio.Slo se oye un sutil tintineo en los aparadores,

el temblor del cristal, ms y ms tenue hasta desaparecer.

Quieres decir que eso fue todo?S. Todo pas.

Eso fue slo el principio.El principio del fin es siempre discreto.

A bordo son ahoralas once cuarenta. Hay una grietade doscientos metros

en el casco de acero,bajo la lnea de flotacin,abierta por un cuchillo gigantesco.

El agua corre hacia las escotillas.Emergiendo treinta metros,

el iceberg pasa silencioso,se desliza junto al barco resplandeciente,y se pierde en la oscuridad.

CANTO II

Fue muy ligero el golpe. Primer mensaje por radio:Hora 00:15. Mayday. Llamada general. Posicin 41 64Norte 50o 14 Oeste. Realmente fabuloso, este Marconi!Un tic tac en la cabeza, en el auricular, inalmbrico, y no obstante lejano, muy lejano, a ms de medio siglo!Ni sirenas ni campanas de alarma, simplemente unos golpes discretos contra la puerta de la cabina, tosecillas en el saln de fumar. Sobre el puente D, mientras abajo el agua sube, el steward ata los cordones de las botas a un viejo caballero quejumbroso vinculado a las mquinas herramienta y a la industria metalrgica.Damas mas, coraje! Que no os consuma la fatiga!Al galope!, exclama el seor McCawley, profesor de gimnasia, atravesando el gimnasio artesonado, impecable como siempre con su traje de franela.Dromedarios mecnicos oscilan mudos y cadenciosos.Nadie sospecha que este hombre infatigable padece de una lcera de estmago,que no sabe nadar, que tiene miedo. John Jacob Astor, por su parte, hunde su lima de uas en un salvavidas para mostrar a su esposa (de soltera Connaught) lo que contiene (probablemente corcho) mientras penetra el agua a chorros en la bodega de proa y su helado turbin gorgotea entre las sacas del correo, se filtra en los paoles. Los msicos, de uniforme inmaculado, interpretan Wigl Wagl Wak my monkey, un popurr de The Dollar Princess.Todos al Metropol. La loca alegra del loco Berln.Solamente all abajo, all donde como siempre se comprende primero, agarran a toda prisa los bebs, petates y edredones rojos. La chusmadel entrepuente no habla ingls ni alemn, pero hay algoque no requiere explicacin:que a la primera clase le toca el primer turnoy que nunca hay botellas de leche suficientes,ni zapatos ni botes salvavidas para todos.

Apocalipsis. Escuela umbra, hacia 1490

No es joven ya, suspira, saca un gran lienzo, medita, discute tenaz y largamente con el cliente, un carmelita avaro llegado de los Abruzzos.Prior o superior. Ya comienza el invierno.Crujen las articulaciones de sus dedos, crujen las ramasen la chimenea. Suspirando imprimar el lienzo,lo dejar secar, y lo imprimar de nuevo,bosqueja de prisa sus figurasen cartoncitos, simples esbozos que destacacon blanco de plomo.Vacila, tritura los colores, los deja unas semanas.Y un buen da, tal vez el mircoles de Ceniza o el da de la Candelaria, al despuntar el alba, moja el pincel en sombra calcinada: har un cuadro sombro. Por dnde comenzar cuando se quiere pintar el fin del mundo?Conflagraciones, islas a la deriva, relmpagos y torres y almenas y pinculos cayendo con tanta lentitud. Cuestiones tcnicas, problemas de composicin.Destruir todo un mundo es difcil tarea.Muy arduos de pintar son los sonidos, por ejemplo,el de la cortina rasgada en el templo,el mugir de las bestias, el trueno; pues tododebe desgarrarse o ser desgarrado,todo menos el lienzo. Y no puede haber dudassobre el plazo de entrega: a ms tardar para Todos los Santos.Es necesario que, al fondo, el mar impetuoso una y mil vecessea matizado con verdes destellos espumosos,atravesado por mstilesy los barcos hundindose verticalmente, naufragios, mientras afuera, en pleno mes de julio, ni un perrocruzar la plaza polvorienta.El pintor se ha quedado solo en la ciudad,sin mujeres, sin discpulos ni sirvientes.Parece fatigado, quin lo hubiera credo,mortalmente fatigado. Todo es ocre, sin sombra,todo petrificado, fijo en una suerte deeternidad maligna; salvo el cuadro, que vaadquiriendo forma, que se va ensombreciendo poco a poco,que se inunda de sombra, gris acero, gris lvido,gris tierra, violeta plido,caput mortuum; que se llena de diablos, de jinetes, de masacres, hasta que el fin del mundo quede culminado.Y el pintor,por un instante reanimado,absurdamente alegre como un nio,como si le hubiesen regalado la vida,invita esa misma tardea mujeres y nios, amigos y enemigos,a disfrutar de su vino, sus trufas frescas y sus becadas,mientras desde fuera llega el rumor de la primera lluvia del otoo.

CANTO III

Recuerdo La Habana, las paredes desconchadas,la insistente fetidez ahogando el puerto,mientras el pasado se marchitaba voluptuosamente,y la escasez roa da y nocheel aorado Plan de los Diez Aos,y yo trabajaba en El hundimiento del Titanic.No haba zapatos, ni juguetes, ni bombillas, ni un solo momento de calma jams, los rumores eran como moscardones.Recuerdo que entonces todos pensbamos:Maana todo ser mejor, y si no maana, entonces pasado maana. Bueno, tal vez no mucho mejor en realidad, pero al menos diferente. S, todo ser bastante diferente.Una sensacin maravillosa. Cmo la recuerdo!

Escribo estas frases en Berln, y al igual que Berln huelo a viejos cartuchos vacos, a Europa del Este, a sulfuro, a desinfectante.Vuelve el fro poco a poco, y poco a poco leo las ordenanzas.All lejos, detrs de innumerables cines,se alza, inadvertido, el Muro,y ms all, distantes y aislados, hay otros cines.Veo a extranjeros con zapatos recin estrenados desertando solitarios por la nieve.Tengo fro. Recuerdo es difcil creerlo,apenas han transcurrido diez aoslos extraamente esperanzados das de la euforia.

En aquel entonces nadie pensaba en el fin,ni siquiera en Berln, que haca tiempo que habasobrevivido a su propio fin. La isla de Cubano vacilaba bajo nuestros pies. Nos parecaque algo estaba prximo, algo que inventaramos.Ignorbamos que haca tiempo que la fiestahaba terminado, y que todo lo demsera asunto de los directores del Banco Mundialy de los camaradas de la Seguridad del Estado,exactamente como en mi pas y en cualquier otra parte.

Buscbamos algo, algo habamos dejado atrsen la isla tropical, donde la hierba crecahasta cubrir la chatarra de los Cadillac. Se habaagotado el ron, los pltanos se haban desvanecido,pero buscbamos algo ms es difcil especificarqu era realmente y no acabbamos de encontrarloen este diminuto Nuevo Mundoque discute vidamente sobre azcar,sobre la liberacin, y sobre un futuro abundanteen bombillas, vacas lecheras y maquinaria por estrenar.

En las calles de La Habana, las mulatas me sonrean con sus fusiles automticos al hombro. Me sonrean a m y a algn otro, mientras yo trabajaba y trabajaba en El hundimiento del Titanic.No poda dormir en las noches calurosas.No era joven qu quiere decir joven?Viva junto al mar pero tena casi diez aos menos y estaba plido de anhelos.Probablemente ocurri en junio, no,en abril, poco antes de Semana Santa;pasebamos por la Rampadespus de medianoche, Mara Alexandrovname mir con ojos encendidos de clera,Heberto Padilla estaba fumando, todava no lo haban encarcelado.Pero hoy ya nadie le recuerda, porque est perdido, un amigo, un hombre perdido, y algn desertor alemn estall en una risa deforme, y tambin acab en prisin, pero eso fue despus, y ahora est aqu otra vez, de nuevo en su pas, embriagado y haciendo investigaciones de inters nacional. Resulta raro que yo lo recuerde todava, s, es poco lo que he olvidado.

Charlbamos en una jerga hbridade espaol, alemn y ruso,acerca de la terrible zafraazucarera de los Diez Milloneshoy ya nadie la menciona, desde luego.Maldito azcar! Vine aqu de turista!, aull el desertor y despus cit a Horkheimer,nada menos que a Horkheimer en La Habana!Tambin hablamos de Stalin, y de Dante,no puedo imaginarme por qu,ni qu relacin guarda Dante con el azcar.

Y mir hacia fuera distrado sobre el muelle del Caribe, y all vi, mucho ms grande y ms blanco que todas las cosas blancas, muy lejos yo era el nico que lo vea all en la oscura baha, en la noche sin nubes y en un mar negro y liso como un espejovi el iceberg, alto, fro, como una helada Fata Morgana,deslizndose hacia m, lento, inexorable y blanco.

Declaracin de prdidas

Perder el pelo, perder la calma,me explico?, perder el tiempo,librar una batalla perdida,perder peso y esplendor, perdn, no importa,perder puntos, djame terminar de una vez,perder la sangre, perder al padre y a la madre,perder el corazn, hace tiempo perdidoen Heidelberg, y ahora otra vez,sin parpadear, el encanto de lanovedad, olvdalo, perder losderechos civiles, me doy cuenta,perder la cabeza, por favor,si no puede evitarse,perder el Paraso Perdido, y qu ms,el empleo, al Hijo Prdigo,perder la cara, que le vaya bien,dos Guerras Mundiales, una muela,tres kilos de sobrepeso,perder, perder, y volver a perder, hastalas ilusiones perdidas hace tanto tiempo,y qu, no desperdiciemos una palabra msen la tarea perdida del amor, digo que no,perder de vista la vista perdida,la virginidad, qu lstima, las llaves,qu lstima, perderse en la multitud,perderse en las ideas, djame terminar,perder la mente, el ltimo cntimo,no importa, termino en un momento,las causas perdidas, toda sensacin de bochorno,todo, golpe a golpe,ay!, hasta el hilo del relato, el carnet de conducir, las ganas.

CANTO IV

Aqullos s eran buenos tiempos! Crea en cada palabra que escriba, y escriba El hundimiento del Titanic.Era un buen poema.Recuerdo exactamentecmo comenzaba, con un sonido.Se oye un rasgueo, escrib,que se detiene. Silencio. No, no era as. Un sutil tintineo,el tintineo de la cubertera de plata.S, era as cmo empezaba, creo.Ms o menos. Y as sucesivamente.Cito de memoria.He olvidado el resto.

Qu agradable sensacin la de ser ingenuo! No quera convencerme de que la fiesta tropical haba terminado.(Qu quieres significar con fiesta? Era el apuro, no finjas, el apuro y la necesidad.)Ahora, pocos aos despus,todo funciona ya,hay zapatos para todos,suficientes bombillas y desempleados,nuevas maquinarias y reglamentos.Siento fro en los huesos, un anacronismo dentro de un anacronismo.

Me llega el olor del carbn quemndose.All donde Europa es ms sucia, all vivo bajo estatuas de hierrode los Hohenzoller, que se pudren lentamente,y miembros del Comit Central,en amarga y angustiosa miseria nacional,y recuerdo, y reno todasmis remembranzas. No te preocupes,sola decirme a m mismo, no es ms que un espejismo,en realidad la isla de Cubano vacila bajo nuestros pies.

Y tena razn yo entonces,porque en aquella poca nada zozobrabaexcepto mi poemaacerca del hundimiento del Titanic.Era un poema escrito a lpiz en una libreta forrada de negro, no tena copia, porque en toda la isla de Cubano haba en aquella poca una sola hoja de papel carbn. Te gusta?, le pregunt a Mara Alexandrovna, y entonces lo met en un sobre comercial.Parti del puerto de La Habana en una saca postal hacia Pars y nunca ms apareci.

Todos conocemos el resto de la historia.Afuera est nevando. A vecestrato de retomar el hilo, y a veces,como ahora por ejemplo, creo haberlo encontrado.Tiro de l. El velo se rasga en doscon un sonido silbante, y en la ancha luz del dalos reconozco a todos: a las mulatas,al capitn de barba blanca,a Dante (1265-1321), a Jerome el fogonero(se ignora su nombre de pila) (1888? -1912),al Viejo Maestro de Umbracon las uas manchadas de pintura, nacido en tal ao y muerto en tal otro,Mara Alexandrovna (1943- ) ...

Todos ellos, losque murieron congelados, los que se ahogaron,1217 en total, o 1500,segn otros. Seguid discutiendo,carcomas! Seguid discutiendo, gusanos!Yo s los conoca a todos,hasta a los cinco chinos, aplastadoscomo sacos de harina contra el entabladodel bote salvavidas. Creo conocerlos,pienso que viven todava,pero no estoy dispuesto a jurarlo.

De modo que estoy sentado aqu, metido en frazadas, mientras afuera nieva. Y me divierto con el final, el hundimiento del Titanic.No hay nada mejor que hacer.Como un Dios, dispongo de tiempo.No tengo nada que perder. Me ocupodel men, de los radiogramas, de los ahogados.Los recopilo, los rescatode las negras aguas heladas del pasado.

Restos, frases rotas,cajas de fruta vacas, grandes sobres comercialescolor cuero, empapados y manchados de agua salada,recojo versos de las olas,de las oscuras y clidas olasdel Caribe, infestado de tiburones,de versos desmembrados, de salvavidasy souvenirs en torbellino.

CANTO V

Tomad lo que os han quitado,tomad a la fuerza lo que siempre ha sido vuestro,grit, congelndose en su ajustada chaqueta,su pelo ondeando bajo el pescante,soy uno de vosotros, grit,qu esperis? Este es el momento,echad abajo las barandas,tirad a esos degenerados por la bordacon todos sus bales, perros, lacayos,mujeres, y hasta nios,usad la fuerza bruta, los cuchillos, las manos.Y les mostr el cuchillo, y les mostr las manos desnudas.

Pero los pasajeros del entrepuente, emigrantes, todos a oscuras, se quitaron las gorras y lo escucharon en silencio.

Cundo tomaris la venganza, si no ahora? O es que no podis soportar ver sangre?Y la sangre de vuestros hijos?Y la vuestra? Y se ara la cara, y se cort las manos, y les mostr la sangre.

Pero los pasajeros de entrepuente lo escuchaban inmviles.No porque l no hablara lituano(no lo hablaba), ni porque estuvieran ebrios(haca tiempo que haban vaciadosus anticuadas botellas envueltas en toscos pauelos), ni porque estuvieran hambrientos (aunque estaban hambrientos):

Era otra cosa. Algo difcil de explicar.Entendan bienlo que l deca, pero no loentendan a l. Sus frasesno eran las frases de ellos. Golpeadospor otros miedos y otras esperanzas,aguardaban all pacientementecon sus bolsos, sus rosarios,sus raquticos hijos, recostadosen las barandas, dejaronpasar a otros, prestndole atencinrespetuosamente,y esperaron hasta que se ahogaron.

CANTO VI

Inmvil, observo este cuarto desnudo, en Alemania, el alto cielo raso, antao blanco, el holln que cae sobre la mesa en flecos diminutos; y mientras la ciudad que me rodea oscurece de prisa, yo me entretengo en recrear un texto que tal vez no existi. Restauro mis imgenes, yo soy mi propio falsificador.Y me pregunto la forma que tendra el saln de fumar a bordo del Titanic, si las mesas de juego tenan taraceas o estaban cubiertas de pao verde.Cmo era en realidad?Cmo era en mi poema? Estaba en mi poema?Y aquel hombre delgado, distrado, aquel ser excitado deambulando por La Habana, presa de discusiones y metforas y aventuras de amor interminables? Era realmente yo?No podra jurarlo. Y dentro de diez aos no podr jurarque estas mismas palabras sean las mas, escritasen el lugar ms oscuro de Europa, en Berln, diez aos atrs;es decir, hoy, para apartar mi mente de las noticias de la noche,de los innumerables minutos sin fin que nos esperany que se extienden hasta el infinito, a medida que avanza no se sabe qu fin.Dos grados bajo cero, en la ventana todo est negro, hasta la nieve. Me invade, no s por qu razn, una gran calma.Miro hacia fuera como un Dios. No hay iceberg a la vista.

El iceberg

El iceberg avanza hacia nosotros inexorablemente.Vedlo cmo se suelta del frente del glaciar, de los pies del glaciar.S, es blanco,se mueve,s, es ms grandeque todo cuanto avanzaen el mar,en el aireo la tierra.

Sueos mortales que una larga caravana de icebergs atraviesa.A doscientos cincuenta pies de altura sobre el nivel del mar, destellan sus colores que son maravillosos y totalmente difanos.Como si fuese un sol multiplicadosobre las celosas de cientos de palacios.

Mejor es no pensar en lo que pesa un iceberg.Cuantos lo han visto no olvidarn jams tal espectculo aunque vivan cien aos.

Ese espectculo aguza la imaginacin pero llena el coraznde un sentimiento de involuntario horror.

El iceberg carece de futuro.Flota a la deriva.No podemos hacer uso de l.Existe, sin duda.No tiene valor.La confortabilidad no es su fuerte.Es mayor que nosotros.Siempre y nicamente vemos su cima.

Es efmero.No se preocupa.Nunca progresa, pero cuando, parecido a una inmensa mesa de mrmol blanco, veteado de azules,se mueve de improviso y quiebra lo profundo, todo el mar se estremece.

En nada nos concierne, sigue su ruta monocorde, no necesita nada, no se reproduce, y se derrite.No deja huellas.Se disipa perfectamente.S, esa es la palabra: perfectamente.

CANTO VII

Prosiguiendo nuestra visita, entraremos ahora en el saln de las palmeras, que se utiliza para los bailes ntimos. La exquisita decoracin mural fue especialmente hecha para el Titanic por un notable pintor de saln, al estilo oriental.

Dinner First Class14 de abril de 1912Caviar BelugaHors dreuvres varisTourtle Soup

La puerta que ven conduce al bao turco,cuidado con la escalera, donde en cualquier momento disfrutarn de masajes teraputicos y curas termales, bajo control mdico; por favor, observen la columna roja de mrmol de Carrara.

Consomm TapiocaLobster American StyleBaked Salmon with Horseradish SauceCurried ChickenAlmond Rice Tropical Fruti

Las dos ninfas de bronce a la entrada del Gran Foyer estn esculpidas en clsico estilo Renacimiento.Una representa la Paz, la otra el Progreso.Seoras y seores, me complace anunciarles que la cena est servida.

La ltima Cena. Escuela veneciana, sigo XVI

I

Al terminar mi ltima Cena, trece metros por cinco y medio, monstruosa tarea, pero bastante bien pagada, surgieron las preguntas de siempre:Qu significan todos estos extranjeros con sus alabardas? Visten como herejes, o como alemanes.Le parece normal pintar a san Lucascon un palillo de dientes en la mano?Quin le meti en la cabeza la idea de sentar moros, borrachos y payasos a la mesa de Nuestro Seor?Hemos de soportar a un perro olfateando, a un enano con una cotorra y a un mameluco sangrando por la nariz?Seores mos, dije, he inventado todo esto para mi propio placer.Pero los siete jueces de la Santa Inquisicin, dejando ondear al viento sus tnicas de seda roja, murmuraron: No nos convence.

II

S, he pintado cuadros mejores, pero ese cielo muestra colores que no encontraris en ningn cielo que no haya sido pintado por m; me complacen estos cocineroscon sus largos cuchillos de carnicero,y estos hombres vestidos con capuchasadornadas de piel, con penachosde plumas de garza,con turbantes tachonados de diademasy perlas; y qu decirde la gente embozadasubida a los techos ms distantesde mis palacios de fachada de alabastro,recostadas en los parapetos a una altura de vrtigo.No s lo que buscan. Pero no os miran a vosotros,ni tampoco a los santos.

III

Os lo he dicho una y otra vez:No hay arte sin placer.Esto es cierto hasta en las interminables crucifixiones, los diluvios y las matanzas de inocentes que me peds que ejecute, no puedo imaginar por qu.De modo que cuando los suspiros de los crticos,las sutilezas de los inquisidoresy las pesquisas de los escribasfueron demasiado para m,rebautic mi ltima Cenay decid llamarlaUna cena en casa del Seor Levi.

IV

Espera y vers quin tiene la ltima palabra.Toma mi Santa Ana con la Virgen y el Nio, por ejemplo. No es un tema muy divertido.Pero debajo del trono,en el piso de mrmol bellamente decoradode un rosado arenoso, negro y malaquita,coloqu, a modo de gracia redentora,una tortuga de ojos vidriosos,patas elegantes y un escudode carey casi translcido.Maravillosa idea.Resplandeca bajo el sol como una enorme peineta de concha perfectamente arqueada, color topacio.

V

Pero en cuanto la vi arrastrndose, pens en mis enemigos.Los galeristas balbuceando, los profesores de arte silbando, y los pedantes eructando.Antes de que los parsitos tuvieran oportunidadde explicrmela,tom mi pincely sepult a mi criaturabajo unas discretas losasde mrmol negro, verde y rosado.Santa Ana no es mi obra ms famosa, pero tal vez sea la mejor.Nadie ms que yo sabe por qu.

CANTO VIII

Agua salada en una cancha de tenispuede ser una terrible molestia;sin embargo, mojarse los piesno significa que se aproxime el fin del mundo.Como suicidas en busca de coartada, la gente est vida de que llegue el final, y as pierden el control y los nervios.En realidad, a nadie le gusta ahogarse, y menos a dos grados por debajo del punto de congelacin.Si a la hora de peligro, el juiciodel pasajero no es tan mesurado como uno quisiera,no importa! Despus de todo, aqu estoy yo temblando en esta nave que Dios ha abandonado, aunque es cierto que viajo en Primera Clase, saboreando un oporto de exquisita cosecha.

Presumamos por un momentoque el Titanic est a punto de hundirse,aunque yo, ingeniero, poco dado a la fantasa,sostengo que tal desenlace es bastante improbable. Entonces?No hay que preocuparse mucho. Las estadsticas indicanque en un momento dado pueden zozobrar una docenade barcos sin que a nadie le importe, porque susnombres son Rosalind II o Bellavistay no Titanic. No hay que olvidar que,en este instante, surcan los siete maresmillares de naves que llegarn puntualmente a puerto,aunque nosotros nos ahoguemos.

Adems, toda innovacin conlleva una catstrofe: nuevas herramientas, nuevas teoras, nuevas emociones; eso es lo que se llama evolucin.Y as, aunque en nuestra discusin imaginemos que todos los barcos se han de hundir el mismo da, en tal caso lo nico que tenemos que hacer es presentar algo nuevo: enormes planeadores en los cielos, ballenas amaestradas, o nubes de hierro.De lo contrario, llevar vidas estticas.Hace tiempo que los rboles lo practican con xito. Y en caso que no surjan ideas, peor para nosotros. Despus de todo, ya se han extinguido otras formas de vida, yo dira que en beneficio nuestro.Dnde estaramos ahora s los reptiles alados y los dinosaurios no se hubieran topado con algunas complicaciones? Me comprende?

De todo lo cual concluyo que no tiene sentido un punto de vista demasiado estrechosobre cualquier acontecimiento que nos concierna, por ejemplo, nuestra muerte. Claro que lo que estoy diciendo, como ingeniero e inveterado bebedor de vino oporto, no revela nada totalmente nuevo, de ah que est a punto de hundirme.

CANTO IX

Todos esos extranjeros que posaban ante los fotgrafos en los caaverales de azcar de Oriente, sus machetes en alto, el pelo pegajoso, y camisas de mezclillaendurecidas por el sudor y la melaza: qu gente tan superflua!En las entraas de La Habana la miseria ancestral continuaba su tarea de putrefaccin, la ciudad heda a orina vieja y vieja servidumbre, los grifos se secaban por la tarde, la llama del gas se apagaba en el fogn, las paredes se desmoronaban, no haba leche fresca, y por la noche el pueblo haca paciente cola para comer pizza.Pero en el Hotel Nacional, en los salones frente al mar,donde hace mucho tiempo solan cenar los gangsters, los senadores,con emplumadas reinas del stripteasesentadas en sus adiposos muslos y regateando una propina,deambulan ahora un puado de trasnochadostrotskistas de Pars, que se sientendulcemente subversivos, tirndose unos a otros bolitasde pan y citas de Engels y Freud.

Cena 14 de abril de 1969(Ao del Guerrillero Heroico)Cctel de langostinosConsom TapiocaLomo a la parrillaEnsalada de berroHelados

Ms tarde emergan en cubierta, en blanco y negro, unos cuantos jugadores vestidos de etiqueta, y damas en largos vestidos con perlas, ante mirones en albornoz que lanzaban trozos de hielo al descuido, poco antes de medianoche, en una pelcula de Hollywood.Era cerca de medianoche, el aire estaba hmedo y clido.Nios semidesnudos invadan el destartalado cine en la Calzada de San Miguel, riendo y trepndose en las butacas sucias. La imagen era sombra y borrosa, el sonido era rayado: una copia malsima.En el blanco entablado de cubierta, Barbara Stanwycksaltaba de un lado a otro con Clifton Webb, las imgenes danzaban,y de pronto, como siempre, de la necesidad surgi el caos.No olvides el revlver, querido, piensa en tus esmeraldas, en los sandwiches, en tu manuscrito. Y t, lleva la Biblia, y tu pequeo cerdito de hojalata que toca Maxixe cada vez que le tuerces el rabo, tu pequeo cerdito de hojalata de colores, que no se te olvide!

Delegaciones. Mulatas. Comandantes. En el comedor los hambrientos poetas de Paraguay siguen discutiendo con los trotskistas en una nube de tabaco.En las escaleras de incendios, los jvenes delatores que tararean suaves rumbas y los checos con sus relojes y sus negocios sucios.

Incluso antes que el miedo, te golpea el ruido como un puo. El odo agredido no puede asimilarlo. Son tus pies los que te advierten:El casco rechina, un vapor estruendoso sale de las chimeneas.Las calderas se apagan, las mamparas caen, los motores se detienen. Ahora todo est quieto, sbitamente quieto. Una sensacin de modorra, como si uno hubiera despertado de una pesadilla a las cuatro de la madrugada en la habitacin del hotel, y escuchara atento. No hay seales de vida.Hasta el frigorfico est en silencio. Con gusto acogeramos ahora cualquier sonido, un chasquido de la caldera, un ladrn, un registro de la polica...Nunca volver todo a estar tan seco y quieto como ahora.

Razones de seguridad

Trato de quitarle la tapa, lgicamente, la tapa de mi caja privada.En modo alguno es un atad, es simplemente un paquete, una cabina, en una palabra, una caja.

Sabis a lo que me refierocuando digo caja, vamos,no os hagis el tonto,a lo que me refieroes a una caja como otra cualquiera,tan oscura como la vuestra.

Desde luego que quiero salir,y por ello golpeoy martilleo la tapa,grito Ms luz, jadeando,lgicamente, golpeando la escotilla. Bien.Por razones de seguridad,mi caja de zapatos tiene una tapa,una tapa bastante pesada, por cierto,por razones de seguridadya que se tratade un recipiente, un Arcade la Alianza, una caja fuerte.No logro salir.

Para nuestra liberacin hara falta, lgicamente, una accin conjunta.Pero por razones de seguridad estoy solo en esta caja, en esta caja ma.A cada cual lo suyo! De ah que para poder escapar de mi propia caja mediante una accin conjunta, lgicamente, tendra que estar fuera de ella, y esto se aplica, lgicamente, a todos nosotros.

De modo que me rompo la espalda contra la tapa. Ahora!Una rendija! Ay!Maravilloso! Afuera, el campo cubierto de latas, envases, o simples cajas, contra un fondo de encrestadas olas surcadas por magnficos bales, nubes a una enorme distancia,y mucho, mucho aire fresco!

Djenme salir!, segu gritando, bajito, contra el sentido comn, con la lengua pastosa, cubierto de sudor. Persignarse: imposible.Hablar por seas: no, no tengo manos. Cerrar el puo: ni hablar.

Y por ello grito: Expresomis pesares, ay de m,estos pesares mos,mientras con un golpe secola tapa, por razones de seguridad,se vuelve a cerrarsobre mi cabeza.

CANTO X

De modo que sta es la mesa a la que se sentaron.Desde fuera puedes ver, a travs del ojo de buey, en el saln de fumar, a B., un emigrante de Rusia que, gesticulando, envuelto en la niebla azul del humo exquisito de tabacos habanos, marca Partags, torcidos a mano, perfectamente feliz y abstrado, en la mesa verde, sin prestar atencin a icebergs, diluvios o naufragios, predica la revolucinatareado en la predicacin del evangelio de la revolucin a un pequeo grupo de barberos, jugadores y telegrafistas. Uno lo ve, pero no puede or lo que dice.El grueso cristal convexo del ojo de buey,que refleja el bronce de los herrajes,est hecho a prueba de ruidos. Palabras inaudibles;uno sabe lo que se proponen,y que este hombre tiene razn, aunque sea muy tarde para tener razn en algo.

Sin embargo, en la prxima mesa puedes ver a otro caballero, encolerizado, molesto.Es el dueo de una fbrica textil de Manchester que considerarepugnante toda esta tontera, est indignado,y en tono severo exponelas ventajas de la disciplina ms estrictay las bendiciones de la autoridad, que,segn sostiene con bigote trmulo, a bordo de un barcoha de ser absoluta y firme.T, desde luego, no puedes estaral tanto de esta discusin, porque no puedes orla.Pero fjate cmo los jugadores y los telegrafistas mueven la cabeza,como si asistieran a un partido de tenis!

A todos les gustara ser rescatados, a todos, incluyndote a ti. Pero,no es esto pedirle demasiado a una idea?El juego terminar con empate.Nadie ha notado a estos dos caballerosen uno de los botes salvavidas, nadie ha vuelto a orhablar de ellos jams.Slo su mesa flota por ah todava, una mesa vaca en el Atlntico.

El aplazamiento

Observando la famosa erupcin del Helgafell, un volcn en la isla de Heimaey,transmitida en directo por una docena de cadenas de TV, vi a un anciano en tirantes salpicado de azufre y sulfuro, que, haciendo caso omiso de la tormenta, el calor, los cables de TV, las cenizas y los espectadores (incluyndome a m, agachado en mi alfombra ante la lvida pantalla), sostena una manguera de jardn, delgada pero claramente visible, apuntando hacia la rugiente lava.Se le sumaron vecinos, nios, bomberos, todos apuntando ms y ms mangueras a la enfurecida lava que avanzaba, hasta transformarla en un muro cada vez ms alto, duro, fro y hmedo, color ceniza, aplazando as, acaso no para siempre, pero al menos por ahora, la Decadencia de Occidente, razn por la cual los habitantes de Heimaey, cerca de Islandia, a menos que hayan muerto todos desde entonces, continan viviendo en sus limpias casas multicolores de madera, sin que los molesten las cmaras, regando tranquilamente sus lechugas que, gracias a la lava, han crecido simplemente enormes, y, al menos por ahora, no muestran seales del inminente desastre.

CANTO XI

Djennos salirNos estamos asfixiandoNuestro furgn de ganado se estremeceNuestro armario se tambaleaNuestro atad gorgoteaLuchamos en las escalerasGolpeamos los panelesForzamos las puertasDjennos salirSomos muchos aquCada vez somos msluchandopor una pulgada de espacio por un tablnEstamos demasiado hacinados para quitarnos los piojos para cuidarnos o pelearnos El carterista no puede levantar su mano delgada ni el asesino la daga Nos asfixiamos unos a otros Nuestra furia encerrada nos levanta la piel y expiraDe pronto somos terriblemente muchos Aplastamos como masa blanda a los que ya han sido atropellados Un pudn de pnico apestando a miedo agrio y ratonilNos hinchamos y hundimos flccidos y suaves

CANTO XII

De ahora en adelante todo marchar segn lo planeado.El casco de hierro ya no palpita, las mquinas permanecen quietas, el fuego se ha apagado hace tiempo.Qu ocurre? Por qu no avanzamos? Escucha!Alguien murmura en cubierta, rezando sus rosarios.El mar es un cristal, negro, liso. Noche sin luna.Por favor, no os preocupis. Nada se ha roto a bordo, ni un vaso, ni una copa de champn. Todos esperan en pequeos grupos, sin hablar, inquietos, obedientes, con abrigos de piel, batas y monos.Los cables se enrollan, se les quitan los toldos a los botes, se bajan los pescantes. Los pasajeros parecen ligeramente drogados. Este msico, por ejemplo, arrastra un violoncello por la interminable cubierta, araando y desgarrando los tablones, y uno comienza a pensar: Deben de ser alucinaciones.Mira, han disparado un cohete de seales!Pero no es ms que un dbil silbido, una llama azulada que surca el cielo y se refleja en rostros vacos.Silenciosos, ascensoristas, masajistas y panaderos se alinean en cubierta.

A bordo del California, un barcucho decrpito, a doce millas de distancia, el telegrafista se vuelve en su litera y se queda dormido.Atencin! Las mujeres y los nios primero! Por qu ser? Respuesta: We are prepared to go down like gentlemen.Ya veo. Detrs quedan mil seiscientos. Una calma increble reina a bordo. Les habla el capitn. Son ahora las dos en punto, y ordeno: Slvese quien pueda. Msica, maestro!El director de la orquesta levanta su batuta para interpretar la ltima pieza.

CANTO XIV

No es como una matanza, ni como una bomba; no hay sangre, nadie es mutilado; es simplemente una inundacin, un aumento gradual por doquier. La humedad se filtra.Se forman diminutas perlas, regueros.Lo que ocurre es que se te humedecen las suelas,los puos de las camisas se te empapan, el cuello se tornapegajoso en la nuca, se te empaan las gafas;las cajas fuertes exudan, y se han manchadolas rosetas de yeso en el techo. Lo que ocurre es

que todo huele a su olor sin olor,que gotea, se derrama, chorrea, se vierte;no alternativamente, sino todo a la vez,ciegamente, coincidentemente, promiscuamente,humedeciendo el bizcocho, el sombrero de pao, los calzoncillos,lamiendo sudorosamente las llantas de las sillas de rueda,estancando el salobre en los urinarios, filtrndosehacia los hornos; y ah est otra vez,horizontal, hmeda, oscura, callada, inmvil, simplementeelevndose, lentamente, lentamente levantando pequeos objetos,objetos de valor, botellas llenas de lquidos nauseabundos,llevndoselas descuidadamente hasta que se vacan,cosas de goma, cosas rotas y muertas; y esto contina

hasta que t mismo lo sientes en el esternn, obstruyendo urgentemente, salobremente, pacientemente, algo fro y pacfico que te sube, llegndote primero a las rodillas, luego a las caderas, a los pezones, a las clavculas; hasta que te toca el cuello, hasta que lo bebes, hasta que sientes el agua sedienta buscndote la entraa, la trquea, el tero,la boca; y sabes entonces lo que se propone: se propone llenarlo todo, tragar y que la traguen.

CANTO XV

A la hora de la sobremesa le dijimos si no le molestaba la solemnidad negra como la tinta, de sus metforas, que tales significados y significantes ya no se llevaban, que la moda era inexorable, tambin en el arte, y que los excesos eran excesos. Tampoco comprendamos qu tena que ver Cuba en todo ello, Cuba era una idea fija.Y qu quieres decir literalmente con tus historias sobre la pintura, sobre Gordon Pym, Bakunin y Dante?

Sois vosotros, grit y se puso a lanzar trozos de pan y carne, quienes lo recogis, lo amalgamis y lo desmenuzis todo con vuestros cuchillos de trinchar; yo ciertamente no, continu irritado, yo me embrollo, balbuceo, hablo a trompicones, mezclo, contamino, pero os lo juro:Este barco es un barco! ahora se mostraba ms exasperado y la lona rajada en dos esta parte casi la cant simboliza una lona rajada en dos, ni ms ni menos,me entendis? Os digo que yo soy como este lienzo,que se tensa hasta no poder ms. Y arrebat el mantel de la mesa.

Tonteras, respondimos, puro galimatas. Una locura!Pero se puso de pie de un salto. No discuto, dijo bajito, enseo. Se puso de pie y se dispona a marcharse.Tuvimos la idea de apualarlo por la espalda con nuestros cuchillos de pan,tan airados estbamos. Pero al llegar a la puerta se volvi y empez otra vez: Olvidis (dijo en su forma ms desdeosa) que tambin yo he comido carne humana, como vosotros y Gordon Pym!He escuchado los estertores del viejo anarquista sobre la sucia almohada en la habitacin contigua,mientras yo abrazaba a su esposa, sonriente.Precisamente vosotros no podis burlaros de m. Adems (no acababa de irse), qu poda hacer yo?Creis que he sido yo el que invent este cuentodel barco que se hunde, que es un barco y a la vez no lo es?El loco que se cree Dante es Dante.Siempre hay un pasajero a bordo con este nombre.Las metforas no existen. No sabis de lo que estis hablando.

Mera confusin, gritamos confundidos. Esto no es un poema,es un embrollo. Al fin se march. Se fue,y nos miramos y miramos nuestros cuchillos de fruta,y nos preguntamos si puede haber metforascon tanto filo. Entonces seguimos comiendo peras y albaricoques.

CANTO XVI

El naufragio del Titanic consta en acta.Es tema para poetas.Libre de impuestos al cien por cien.Es otra prueba de que las enseanzas de Vladimir Illich Lenin son correctas.Lo exhibirn por televisin despus de los deportes.Es valiossimo.Es inevitable.Es mejor que nada.Hace fiesta el lunes.Es ecolgico.Muestra la va hacia un futuro mejor.Es Arte.Crea nuevos empleos.Comienza a alterar los nervios.Est legalmente registrado.Tiene slida base en la clase obrera.Llega justo a tiempo.Funciona.Es uno de esos espectculos cuya belleza deja sin aliento.Es algo que debera hacer meditar a los responsables.Ya no es lo que fue.

CANTO XVII

Nos hundimos sin hacer ruido. Como en una baera el agua est quieta en los alumbrados salones de palmeras, en las canchas de tenis, en los vestbulos reflejados en los espejos. Transcurren minutos oscuros que cuajan como gelatina.No hay rias, ni disputas. Dilogos a media voz.Usted primero, seor. Saludos a los nios.Cudese del catarro. En los botes se oye el crujir de los cablesy se ven sobre el remo fosforescentes gotas de aguaque como a cmara lenta del mar emergen y al mar vuelven.Slo cuando se acerque el fin la proa oscura levantada perpendicularmente desde la profundidad cual absurda torre, apagada la ltima luz, nadie pregunta la hora entonces un sonido jams odo quebrar la calma de cristal:Fue un estruendo, o ms bien un chacoloteo, un fragor o ms bien una sucesin de golpes, como si desde una bveda enorme se precipitaran toneladas de cosas pesadas desde lo alto, agolpndose en los escalones y arrastrndolo todo en su cada. Fue un ruido jams escuchado y que nadie quiere volver a or en su vida.A partir de este momento, ya el barco no exista.Despus slo se oyeron los gritos.

Magro consuelo

La lucha del hombre contra el hombre, segn fuentes fidedignas cercanas al Ministerio del Interior, ser nacionalizada en su momento, hasta la ltima gota de sangre.Saludos de Thomas Hobbes.

Una guerra civil librada con armas desiguales: la declaracin de impuestos de un hombre es la cadena de la bicicleta de otro. Envenenadores e incendiarios debern organizar un sindicato para proteger su puesto de trabajo.

Nuestro servicio carcelario es abiertamente liberal.Ofrecen El Sistema de Ayuda Mutua en el Mundo Natural, de Kropotkin, encuadernado en plstico negro, lavable, como un manual de estudios.Magro consuelo.

Para desaliento nuestro, nos hemos enterado deque no existe la justicia, y ms an,para nuestro mucho mayor desaliento,fuentes informadas rebosantes de placernos han comunicadoque nada remotamente parecidopuede o debe existir, ni existir jams.

Todava no est clarodnde reside la culpa. En el pecado original?En la gentica? En los cuidados a los recin nacidos? La falta de educacin sentimental?El capitalismo? Una dieta poco saludable?El diablo? El machismo?

Averiguarlo sera bueno, sera un blsamo en las heridas de la Razn. Lamentablemente, no podemos abstenernos de violentarnos, de crucificarnos unos a otros en el cruce ms prximo y de engullir despus los despojos.

Estamos molestos, pero no sorprendidos por nuestras diarias atrocidades.Lo que nos anonada es la tcita ayuda, la generosidad infundada y la dulzura angelical.

Es hora ya, por lo tanto,de exaltar con verbo encendidoal camarero que escucha horas enteraslos lamentos del hombre impotente;la misericordia del representante de galletasque rompe a ltima horala orden de ejecucin;

a la beata que ocultainesperadamente al desertor que llama a su puerta; y al secuestrador, sbitamente fatigado, que renuncia a su enmaraada tarea con una dbil sonrisa de complacencia.

Dejamos el peridico encogiendo los hombros,llenos de alegra, la alegraque sentimos cuando termina la pelcula,se encienden las luces en la sala de cine, afuera la lluvia ha cesado, y anhelamos dar una calada al cigarrillo.

CANTO XVIII

Con lo cual, dijo la blanca voz, remaron a toda prisa, alejndose del punto impenetrable donde haba desaparecido el Titanic, pero no pudieron escapar de los gritos.Cada una de estas voces era clara y diferente de la otra: el estridente alarido de terror diferente del ronco lamento,el chillido suplicante, distinto del gemido estrangulado,y as sucesivamente, y no eran pocos los gritos,sino miles de ellos, el mar estaba en calma,haba un arrullo en el aire, y las voces, prosigui la voz,llegaban lejos y eran muy ntidas, de ahque en el bote algunos dijeran, regresemos,tenemos espacio, de ninguna manera,se llenara el bote y lo haran zozobrar,dijeron otros, y nos ahogaramos todos,y as continuaron discutiendo y remando, hastaque despus de una larga hora, dijo la voztajantemente, las voces disminuyeron, y slose oa aqu y all una dbil y solitaria tos,un chillido animal apenas audible,hundindose simplemente en la oscuridad total.

Nuevos motivos por los que los poetas mienten

Porque el instante en que la palabra feliz se pronunciano es nunca el instante de la felicidad.Porque los labios del sediento no hablan de sed.Porque por boca de la clase obrera nunca oiris la palabra clase obrera.Porque el desesperado no tiene ganas de decir estoy desesperado.Porque orgasmo y Orgasmo son incompatibles.Porque el moribundo, en lugar de decir,me estoy muriendono emite ms que un ruido sordoque nos resulta incomprensible.Porque los vivosson los que rompen el tmpano de los muertos con sus terribles noticias.Porque las palabras acuden siempre demasiado tarde o demasiado pronto.Porque de hecho es otro, siempre otro, el que habla,y porque aqul de quien se habla calla.

CANTO XIX

Haba un hombre en el mar, flotandoen un tabln, en una mesa,no, no era una mesa, era una puerta,a la que se aferraba, bamboleadoarriba y abajo, de vez en cuandoalgo helado le inundaba el rostro,sin devorarlo. No vea nada,nadie le vea los ojos, porque tena la carapegada al tabln, era un hombre pequeo,aplastado, como si una enorme manolo hubiese clavado a la puerta.Slo los muertos se ven tan pequeos. Algunosque pasaban cerca en un bote lo llamaron,pero l no respondi. Debe de estar muerto,dijeron algunos, pero hubo quienes le quisieron ayudar.Otra vez la vieja disputa. Remaron hasta dejarlo atrs,discutieron otra vez, y regresaron.Lo subieron a bordo zafndole los nudoscon que se haba crucificado a s mismoa los goznes de la puerta. Es un nio!,exclam alguien, volvindolo boca arriba, y empezarona frotarle las manos. Era un japons.Abri los ojos, habl en su lengua nativa,y a los pocos minutos se puso en pie de un salto,alz los brazos, brincando, moviendo los pies,y en seguida tom los remos y rem hasta el amanecer,golpe a golpe, charlando alegrementetodo el tiempo. No estaba muertoni era el Mesas,y nadie entenda lo que deca.

Cablegramas del 15 de abril de 1912

La guerra en Trpoli. Disensiones en el seno de la socialdemocracia. VII Congreso Internacional sobre la tuberculosis.Tibet englutido por China. Huelgas en Dortmund.Nueva York. Intereses del 3 3/8 sobre prstamos. Dlares USA en la bolsa de Berln a 95 1/8. Crudo ligero en Londres a 39/3.Pars. Segn un boletn emitido por los aeronautas, el dirigible Fantasque ha sido alcanzado por una tempestad y empujado hacia alta mar.Berln, En la mocin de apoyo al proyecto de Ley de Armamentos se estipula que tiene que ser facilitado el paso de la paz a la guerra.En qu medida la poblacin ser llamada a asegurar el incremento de su disponibilidad, se deduce de las tablas estadsticas que aqu se acompaan.Se solicita hombre activo dispuesto a independizarse, sin capital inicial y a progresar rpidamente. No se requiere ningn tipo de preparacin.Noticias martimas. Llega el buque York a Naples, el Zieten a Bremerhaven, el Reine Louise a Amberes, el Blowa Aden, el Rey Alberto a Gnova, el Princesa Alicia a Colombo, el Germnicas a La Habana. El Prinz EitelFriedrich a Hamburgo.Bien arropados en nuestros lechos clidos, permanecemos impasibles en tanto afuera tiemblan las criaturas enraizadas en la tierra y la prfida escarcha de abril aniquila cruelmente la delicada trama de los capullos demasiado precoces. Por Robert Schwerdtferger (Munich). Berln. Fuentes coloniales dignas de crdito aseguran que el duque Federico de Mecklemburgo ha sido confirmado definitivamente como gobernador de Togo. El Dr. Schnee sustituir al barn de Rechen- berg en el frica oriental alemana.Teatro. Augsburgo: La casta Susana. Basilea: Los pilares de la comunidad.Bremen: Sueo de valses. Dusseldorf: Casa de muecas. Frankfurt: El avispado. Friburgo: La nia de chocolate. Colonia: Europa celebra.Berln. Hoy la bolsa abri bajo base firme. Se han seguido con inters las noticias procedentes de Nueva York y del mercado siderometalrgico y de laminados de la Alta Silesia.Munich. Por el momento las relaciones entre Baviera y el Reich parecen ser satisfactorias.Pars. Los representantes del consorcio de las seis grandes potencias han decidido cancelar los prstamos mensuales al gobierno chino. Wiesbaden. Despus de dos semanas de paro, la huelga de electricistas y fontaneros termin hoy. Se ha concedido a los oficiales un aumento de sueldo de tres cntimos la hora.Predicciones meteorolgicas del instituto geofsico de Frankfurt, Main. Un rea extensa de alta presin se ha establecido sobre Europa Central, as que para maana se prev buen tiempo y altas temperaturas.Deutsche Bank 225.50, Daimler Motoren 244.00, Siemens & Halske 241.90, AEG 262.00, Hochst, 575.00.Est anmico? Use las sales de bao Patermann y obtendr bellas y sonrosadas mejillas.Frankfurt. El agregado comercial alemn en Calcuta llama la atencin sobre las interesantes oportunidades que se ofrecen a la industria automovilstica en las Indias Britnicas.Nueva York. Un comunicado de Reuter confirm esta maana que todos los pasajeros del Titanic abordaron las lanchas salvavidas con la mar en calma.

CANTO XX

El ocho de mayo dio mucho que hablar cuando al Titanic se lo trag el mar.Shine se apellidaba aquel fogonero que alimentaba la caldera con esmero.Estaba comiendo un plato bien condimentado, pero ya el agua el plato se ha llevado.Capitn, dijo, estaba comiendo un plato bien condimentado, pero ya el agua el plato se ha llevado.Dice el capitn: Acaso la temes?Recuerda, Shine, cunto me debes!Shine, sintate sobre tu culo negro,que pondr en marcha la bomba desde cero.Shine vuelve abajo y ve la negra humareda mas al ombligo el agua ya le llega.Capitn, dice, veo la humareda mas al ombligo el agua ya me llega.Dice el capitn: Acaso la temes?Recuerda cunto me debes!Shine, sintate sobre tu culo negro,que pondr en marcha la bomba; desde cero.Shine vuelve abajo y trabaja sin resuello, mas el agua ya le alcanza el cuello.Capitn, dice, trabajo sin resuello, mas el agua ya me alcanza el cuello.Dice el capitn: Acaso la temes?Recuerda cunto me debes!Shine, sintate sobre tu culo negro,que pondr en marcha la bomba desde cero.Capitn, t nunca dices mentira, pero ahora ests jugando con mi vida.Shine se quita la camisa sin hablar, arroja la camisa y se lanza, al mar.Grita el capitn: Shine, no me dejes solo, vuelve, cuanto poseo, te lo doy todo.Capitn, dice Shine, si tienes cojones, arroja la camisa y lnzate a los tiburones.En la cubierta, la hija del capitn, de repente, sin dudarlo de sus sostenes se desprende.Shine, querido Shine, grita sin resuello, la manita sobre el sexo, las bragas al cuello.Shine, querido Shine, contigo huyo, mi blanco sexo ser todo tuyo.Shine responde: Tu ofrecimiento debo rechazar, a casa quiero ir, rpido debo nadar.Shine sigue nadando, raudo como una anguila, sigue nadando y una ballena ahora esquiva.Dice la ballena: Vaya, nadas alegremente, pero si te pesco, te trago inmediatamente.Dice Shine: Calla, ballena, te pondr de hinojos, y ya haba desaparecido en un abrir y cerrar de ojos. En Washington estall como una verdadera bomba la noticia de que al Titanic se lo haba tragado una ola. Sentado en un rincn, Shine pidi otra ronda. Escuchaba el barullo y durmi su mona.

CANTO XXI

Despus, como siempre, todo el mundo lo haba visto venir,excepto nosotros, los muertos. Despus abundaronlos presagios, los rumores y las versiones cinematogrficas.Alguien mencion las carreras de perroscelebradas en la cubierta C, deporte bastante raropara un barco; haban preparado liebres metlicascon pintura brillante, movidas por un ingenioso mecanismo,para incitar a los galgos a realizar esfuerzos ilcitos;se cuenta que muchos pasajeros menesterosos perdieronsus ltimas guineas en este montono pasatiempo. Y qu decirde la grieta en la campana del barco, y del hechode que se haba tornado agrio el burdeos Chteau Larose del 88utilizado en el bautismo del barco; la conducta misteriosade las ratas en Queenstown, ltima escala del viaje;y el silenciado caso de la furia sanguinariaen la capilla del barco. Ominosos accidentes,vicios innombrables; pero por qu hemos de cargarcon la culpa? Cmo sospechar que se daban latigazosa las duquesas debajo de las mesas de juego? Que las niasmenores de edad pedan auxilio por los conductosde ventilacin y que en los baos turcos haba hermafroditasmostrando sus orificios? Ahora, retrospectivamente,todo el mundo alega haber odo el sonido de un rgano,sin que lo tocaran manos humanas, y que pas la nocheemitiendo profanas tonadas, como ltima advertenciaa todos nosotros.Divina Nmesis Fcil decirlo una vez ocurrido!Las penltimas palabras de un grave caballero poco antes de hacernos a la mar:Ni Dios mismo podra hundir este barco! Bueno, no lo omos. Estamos muertos. Nada sabamos.

Mantengamos la calma!

A veces no es frecuente cazando liebres en la nieve invernalo al amanecer, poco antes de Semana Santa,al asomarte por la ventanilla del coche-cama,vers en el techo de un granero abandonado,sobre una tonga de carbn, o en un mirador al otro lado del valle,a un pequeo grupo de personas vestidas de negro,que esperan inmviles y en silencio el fin del mundo,bajo la direccin de un profeta con gafas de nquely la nariz hinchada. Mientras nosotrosseguimos ocupndonos de nuestra cotidianeidadbajo la idea de que las inundaciones son cosas antediluvianas,o acaso un complicado chiste prctico, en tanto ellos,instalados en sus respectivas torres de viga, sabenexactamente el cundo de las cosas. Devolvierona tiempo los coches alquilados, vaciaronlos refrigeradores y prepararon el alma. Tenue esel sonido de sus voces que el viento impulsapor la autopista hasta la sombreada caadaque se apresta para la urbanizacin: Cerca, ms cerca.oh Dios, de ti. A la larga, ser inevitableque primero uno y luego otro consulten sus relojesy se sorprendan; el brazo del profeta, alzadoen admonicin, se dormir;y cuando salga el plido sol,y los trenes pasen, y se encienda el carbn,y se derrita la nieve y las liebres terminen en el horno,primero uno y despus otro bajarn lentamentey se nos unirn en las bajas regiones de lo cotidiano,enfrentando las mofas de los lugares comunes,comprando cepillos de dientes, reabriendo sus cuentasbancarias y entusiasmndose por las fiestas ineludibles.Hasta el mismo profeta, desafiado por las clusulasy con ropas sucias, tendr que hacer concesiones, insistiendo, sin embargo, en lo esencial.Puede que su voz se raje, pero no le falla.Poco importan las apariencias. Qu son semanas, o siglos incluso, comparados con la eternidad?El, por su parte, no se sorprenderpor el Da de la Especulacin. Te lo dije, murmurar.Las cosas no podan seguir como iban. De ah que aun ahora, instalado sobre su granero y emitiendo graznidos de cuervo, pensar que el fin del mundo, aunque sin puntualidad, siempre ser una especie de tranquilidad, un dulce consuelo para perspectivas inspidas, como la prdida del cabello, o mojarse los pies.

CANTO XXII

Lejos en el golfo, all en la aterciopelada oscuridad, vi los reflectores de un destructor escudriando.Nevaba en mi cabeza. La Habana Viejajadeaba en busca de aliento, se desangraba vergonzosamente.Las noches eran suaves. Era la poca en queyo deambulaba por los cines de los suburbios,por las posadas repletas, por los bares de la antigua mafiacon sus mostradores vacos. Oa el murmullo de los amantesentre los arbustos resecos del cementerio.En lugar de escribir sobre la zafra azucarera y el socialismo en una isla, como lo hara un buen camarada, pescaba en las negras aguas, imparcialmente y medio siglo despus del hecho, a los muertos y a los supervivientes, que haca tiempo que tambin haban muerto. Los miraba a los ojos, y los reconoca a todos: Gordon Pym, Jerome el fogonero, que nunca pronunci una palabra, Miss Taussig, Guggenheim (cobre y estao), Engels (textiles), Ilmari Alhomaki, Dante yo tena fro y miedo, pero los reconoc por sus uas, secretos, sombreros, deseos, distingua sus gritos de terror en la noche tropical, distingua bajo la luna lo que apretaban en sus puos crispados: rosas artificiales, llaves de hierro colado, papeles en blanco. De espaldas al futuro estudi las estadsticas y los planos de los pisos, y todo confirmaba lo que ya saba: que estamos todos en el mismo bote. Pero el pobre ser el primero en ahogarse.

1. a Clase2.a ClaseEntre-puenteTripulacinTotalEmbarcados3252851.3168852.201Rescatados203118499212711Desaparecidos1221678176731.490

Al principio no era ms que un pequeo sonido, un sonido rasgado bastante fcil de describir.Pero yo no saba adonde nos conducira. Imperceptiblemente, Berln quedaba sepultado en la nieve, aislado. Suavemente, el mar grasiento, contorneando el Malecn.

Modelo para una teora del conocimiento

Aqu tienes una caja, una caja grande con una etiqueta que dice caja.brela,y dentro encontrars una caja,con una etiqueta que dicecaja dentro de una caja cuya etiqueta diceMira adentro(de esta caja,no de la otra)y encontrars una cajacon una etiqueta que dice...y as sucesivamente,y si sigues as,encontrarstras esfuerzos infinitosuna caja infinitesimalcon una etiquetatan diminuta,que lo que dicese disuelve ante tus ojos.Es una caja que slo existe en tu imaginacin.Una cajaperfectamente vaca.

CANTO XXIII

Contradicciones!, grit. Discrepancias, dudas!El nmero de bajas, por ejemplo: 1635?1715? 1490? Se haba abierto paso hasta el frente, y haba tomado el micrfono para formular su pregunta:Seoras y seores, distinguido pblico, dnde colocaremos nuestra fe? Se trataba de un poeta musculoso, que, empujando a un lado a los dems, poetas tambin ms o menos, grit: Oh, empirismo! Estoy perdiendo la razn! Eterna discordia de los expertos!Ay de los especialistas! Bibligrafos, qu lstima me dais, os hundiris tambin, pero nadie se dignar en haceros objeto de estudio!Y os hundiris sin gloria, amn! Tonteras, grit otrodel grupo. Creedme, grit y tir del cable hastaque su colega solt el micrfono: Todos ellos slo creanlo que al da siguiente leyeron en los peridicos; despus, nadie,ni siquiera testigos y vctimas, creanlo que vieron sus ojos, y, de acuerdo con ellos,decimos: Debe de haber sido como en el cine.Luego ocup el estrado un colectivo de poetas,cogidos de los brazos, gesticulando y coreando a una voz:Bienvenidos seis, rumores, bienvenidas leyendasy hasta mentiras, mientras ms locas mejor. Silencioen la sala. Un aplauso para Edward J. Smith,nuestro capitn de barba blanca, treinta y ocho aos de servicio,quien, desoyendo los radiomensajes,corrompido por codiciosos armadores y vidode implantar rcords, se abalanz a toda velocidadcontra el iceberg. Ahora, antes de colocarseel can del revlver en la boca, grita: Be British.Bravo! Despus de todo, qu clase de poeta es aqul que no es capaz de tragarse la sopa salada,lamer las gotas que se derraman de la sala de calderas, que no sienta en los mismos huesos el sudor fro del pnico, la viscosa llovizna de la historia?En verdad, en verdad os digo: Silencio en la sala.Tres vivas a la Condesa Rothes en camisn de noche,bruja, sufragista, lesbiana depravada,que se aduea de un bote salvavidasy proclama el matriarcado! Vivas a los oficialesque se tambalean borrachos por la pasarela, disparandosus armas contra la chusma del entrepuente: Judos,camelleros y polacos! Debemos darle una leccin!Un tropel de fogoneros con caras tiznadas es obligado a regresar al fondo de la sala de mquinas donde el agua negra ya alcanza la rodilla, mientras a menos de cuatro millas de all, recostado en la barandade su podrido barcucho, con los motores parados, el capitn Lord manda retirarse al telegrafista para poder disfrutar a solas de las seales de auxilio y de los gritos de los ahogados, sin que ningn mensaje le moleste.Viva, mis queridos amigos! Siempre hay alguien que se limita a mirar impasiblemente para formarse una opinin equilibrada con ese conocido gesto de la comisura de los labios.Los poetas bramaban, exigan, concedan: un grupo totalmente descontrolado.Detenedlo!, gritaron, detened al millonario disfrazadode mujer, con turbante y velo, que estentrando en el ltimo bote salvavidas antes de que el barcose haga pedazos! Cerca, ms cerca, oh Dios, de quin?,toca la orquesta; no, Ragtime, Un ltimo cigarrillo,y todo queda dicho y hecho, no, Seor de misericordiay compasin, nada de eso toca,ya la banda no existe,no haba sonido, no se oa una palabra,ya no quedaba quien gritara tres vivas, tres vivas, seoras y seores, para ustedes, para los poetas, para todos nosotros.

Estableciendo la identidad

Este no es Dante.Esta es una fotografa de Dante.Este es un filme en que acta un actor que pretende ser Dante. Este es un filme en el cual Dante hace el papel de Dante.Este es un hombre que suea con Dante.Este es un hombre llamado Dante, pero que no es Dante.Este es un hombre imitador de Dante.Este es un hombre que se hace pasar por Dante.Este es un hombre que suea que es Dante.Este es un hombre que es la estampa misma de Dante.Esta es una figura de cera de Dante.Este es un doble, un gemelo de Dante.Este es un hombre que se cree Dante.Este es un hombre a quien todo el mundo, excepto l, toma por Dante.Este es un hombre al que nadie, excepto Dante, considera Dante. Este es Dante.

CANTO XXIV

El segundo da del viaje los del turno de la maana encontraron tiendas de campaa en la cubierta.De dnde han salido? Quin las coloc?Qu hace esta gente aqu? Rostros cetrinos, expresiones ocre oscuro. Algunos llegan a decir que se haban embadurnado como salvajes.Marineros con hachas lograron ahuyentarlos,pero por la noche regresaron en nmero todava mayor.Un olor a carnero sala de las escotillas,humo blanco de los fuegos de carbn, cenizas cubrantodo el lugar. Las mujeres aparecieron acicaladas,vestidas de trapos deslumbrantes con brazaletes de oroy lentejuelas en el pecho. Bribonzuelos desnudostrepaban por las barandas y los parapetos. Ancianoscon pantalones anchos y grandes turbantes estaban sentadosen silencio en torno a sus narguilsdetrs de la cabina del telgrafo, portando sus sables,o ms bien dagas de plata y cimitarras. En la cubiertade sol, entre los botes, tomaban el frescodamas vestidas de blanco con velos, y caballeroscon chilabas. Y entonces, de repente,sonaron los cmbalos. Qu significa esto?Cmbalos, dije. Aqu en medio del Atlntico, no muy lejos de los bancos de la Gran Terranova, haba cmbalos.

El sobrecargo no alcanzaba a explicar estas extraordinarias escenas. Pero aqu estoy yo para informarles, grit Salomn P., el artista pintor. Yo las reconozco! Estos son los nmadas que yo pint, han surgido de las paredesdel Saln de las Palmas. Las imgenes se han desbordado. Es que bebo demasiado:Fijaos cmo me tiembla la mano. Pero los nmadas me gritan: Mi imagen es mi propio ser!Nunca ms volver a pintar. No se vuelvan, seoras y seores. Tengo miedo de sus cuchillos. S, dijo John Jacob Astor, tambin yo las veo. Luego invadieron todo el barco, encendiendo antorchas. Sus gritos eran incomprensibles. Traan sus camellos, cuyas sombras vacilantesempaaban el brillo de las piezas de bronce.Y entonces, la maana del catorce de abril,se desvanecieron todas a un tiempo, dejando atrsno ms que un olor a desierto y el estircol de sus bestias.

El Rapto de Suleika. Escuela holandesa, fnes del siglo XIX

Un hombre pequeo, gris y encorvado, con un vaso en la mano, se inclina poco antes de Semana Santa sobre la baranda de hierro de su casa en Prinsengracht, de espaldas a la calle, como si sta fuera un ocano. El aliento de ginebra flota sobre la escalera tambin pequea, gris y encorvada.Bebe ms de lo que conviene a un pintor; y entre sorbo y sorbo, mirando de soslayo y haciendo chistes sobre su propia edad, Salomon Pollock le cuenta a una joven musulmana, sin cuyos ojos entornados no puede vivir, todo lo relacionado con su cuadro, al cual, borracho o no, no le quita la vista.

A la izquierda, dice, vers El Rapto de Suleika.Aqu, detrs del alto muro, en el jardn,bajo palmeras y mimosas, junto a la fuente,donde lirios enormes despiden su aroma; blanca,inocente, embriagante, lasciva (es increble cmohan crecido estas flores), aqu, belleza ma,se recuesta la hija del sultn, engalanada de perlasy dtiles, adornos propios de la lujuria y la magnificencia.La oscura mano de un eunuco mueve un abanico Hasta que,al fin, polvoriento y errante,se le presenta un porteadorque se identifica como prncipepor su talismn de verde jaspey su halcn amaestrado que le acompaa.

Los Viejos Maestros... creme, no existen.Si lo sabr yo! Durante treinta aos he sido de aqullos que todo lo saben hacer: mitad alquimista y mitad ebanista.Nadie me superaba como restaurador.El mundo es testigo de mi meticulosidady mis cuidados, a base de resina, cera y saliva,en Parasos Perdidos, Vrgenes, Naufragios, Juicios Finales,persas, flamencos y florentinos,recuperando cosas que nunca existieroncon mi lanceta, mi esponja y mi esptula:fiel falsificador, cuyo pan de cada daera el pasado, un pasado hecho por m mismo,la nia de mis ojos, lo mejor que se puede esperar.Ah est, a la vista de todos, expuesta en el Rijksmuseum, un fraude sublime y conmovedor, una maravilla del mundo, piadosa chapucera.

Aqu, en el centro, est La Fiesta del Beduino.Noche de desierto, resplandeciente de lanzas y escopetas y del oropelde bailarinas orientales, sus aretes de oro tintineando al comps de tambores y cmbalos.El jinete sobre el pinto corcelbajo la luz de las antorchases el hijo del emir. La mujer que trae en sus brazoses su presa, semidesnuda, medio envuelta en muselinas.Cuentan que los dientes de ella centellean como granizos,que sus labios son ms rojos que la cornalina,que su aroma es el del aloe, del mbar, del nardoy la canela. Eso es lo que cuentan.Los caballos relinchan, y se realiza la boda en medio de los gritos de los guerreros.

Con ojos vendados, palpando la madera de los marcos, tanteando el barniz, araando las grietas del lienzo con mis dedos de rayos X: yo era infalible.Cuando al fin veas la pieza,limpia, rejuvenecida, remendada, resplandecientetras frotarla, enmasillarla, retocarla, ngel mo, con estas manos encontrars en una esquina un diminuto cuadrado sin retocar, que exhibe la inmundicia de los siglos,la confusin, el siempre imperfecto remordimiento de la posteridad, que no conoce redencin.Sola yo pasar horas y horas reflexionando sobre este oscuro remanente, que me delata a m y a mis manipulaciones.

Y finalmente, a la derecha, est La Venganza. Observa las largas sombras de los jinetes a la luz de la maana, y el pabelln del gran visir que se destaca contra las almenas de la ciudad. Contempla los buitres que vuelan en lo alto, las ratas almizcleras en los matorrales, y los camellos rumiando serenamente a la orilla del camino. Contempla al verdugo con un turbante negro, envainando la espada, y ms all la cabeza cortada en la empalizada. La ves?No ves al sultn en su palanqun, distrado, sonriente, abriendo confiado el libro envenenado?

Fue as como abandon el arte de la simulacin y resolv pintar yo mismo. Sabes lo que significa pintar uno por su cuenta? A veces no me conozco a m mismo. Soy de pacotilla.Me tiembla la mano. No es la ginebra.No es la fama. Es la historia con su interminable farsa y doblez.Ella me inventa a m, y yo a ella.Es una eterna contienda. As es.Yo, Salomon Pollock, decorando las paredes con un Oriente inventado de la nada.Un pintor de saln. S, mi odalisca,espero que ahora te percates de la elocuencia de mis mentiras. La verdad, esa ventana oscura all en un rincn, la verdad es muda.

CANTO XXV

El ltimo bote, letra C, tipo Engelhardt, es arriado por estribor; hora exacta: una y cuarenta y siete; tripulacin: seis hombres.

El segundo timonel G. T. Rowe lleva el mando, le acompaan el despensero Pearce, Weikman el barbero y tres fogoneros.Pasajeros: Gordon Pym (fantasma),J. B. Ismay, Esq., K.B.E., F.R.G.S., armador del S.S. Titanic, presidente de la White Star Line of Amrica, Inc., cobarde, ojos como bolas de mrmol, gomina en el pelo.El resto: mujeres y nios.Total de pasajeros: 35, incidentes: ninguno.

Slo al amanecer,cuando los icebergs emergieronrosados contra el horizonte,slo cuando se crea,en vista del inminente salvamento,que el fuego del sol pareca reflejarseen los ventanalesde un centenar de palacios,en el hmedo fondo del boteun puado de traposcobr vida bajo los piesde treinta y cinco navegantes.Algo comenz a moverse, algo andrajoso que chorreaba en una lona sucia, despert y comenz a hablar.Cinco extraos surgieron a la luz, cinco chinos desconocidos.

Sin nombres, sin un centavo, sin documentos, sin hablar una palabra de ingls: nadie ha podido saber hasta el da de hoy cmo haban logrado subir a bordo del Titanic, cmo y cundo entraron en el bote, y qu ha sido de ellos.

Instituto de investigaciones

Oh, profetas de espaldas al mar, de espaldas al presente, oh, hechiceros que observis plcidamente el futuro, oh, chamanes eternamente recostados en la borda,basta hojear un libro de bolsillo para descubrir vuestros misterios!

Leyendo huesos, estrellas, ruinas, entraas,para beneficio pblico, todo lo que ha sidoy todo lo que ser, oh, ciencia!,bendita seas t y los rayos de luz que nos ofreces,mitad alarde y mitad estadsticas: tasasde mortalidad, lmites de suministro de fondos,la creciente entropa...

Adelante! Todas esas iluminaciones del color del azufre son mejores que nada, nos mantienen felices en las noches sofocantes del verano: impresos sacados de la computadora, muestreos, excavaciones, confidencias basadas en el mtodo de Delfos... bravo!

Bendito sea lo provisional!Por el momento queda bastante agua fresca,la piel respira an expectante,se crispa tu piel, mi piel, incluso la vuestra,nigromantes leosos, respirad an,pese a la cuestin de la ctedra titular,a las notas y las pirmides de empleo,por ahora el final (una interminable catstrofe natural,finamente repartida) no es an definitiva,vaya consuelo!

De ah, mis queridos cmplices, que,en tanto se pronostican icebergs frente a Terranovay tormentas de verano en los cielos sulfreosde Europa Central, es mejor que abandonisvuestros institutos durante el fin de semana. Correda salvar la vida, o un pedazo de ella, algo interino,sea cual fuere su significado, hasta el lunes;incluso en el caso de que esta forma de actuarno resulte convenientecomo base de vuestras predicciones.

Oh, amigos siempre sedientos de sabidura, qu lstima me dais, descansando en vuestras dachas, en vuestras cabaas irlandesas, o en la isla de Korcula, de espaldas al mar,apagando plcidamente vuestros cerebros.Adelante, y que vuestra antorcha nunca se apague durante el juego de ping-pong! Os bendigo.

CANTO XXVI

178. Exterior. Mar abierto.La escena es una rplica del famoso cuadro de Scott en la Royal Academy de Londres (Maqueta). Ancha extensin azul de agua. Plano amplio.Un crculo de icebergs en colores brillantes.Detrs, despunta el sol.Msica.Plano medio.El mar, visto desde un iceberg.Proyeccin de fondo.A lo lejos aparece una pequea flota de botes salvavidas (maquetas).Zoom lento de cmara.Narrador (voz en off):El quince de abril de 1912era un precioso da de primavera.Corte. Plano medio.Un salvavidas con pasajeros.Cmara al nivel del mar.Giro hacia arriba. Panormica vertical. Narrador (voz en off):Han llegado las primeras gaviotas de los Grandes Bancos de Terranova! Mensajeras de la salvacin, de la vida!Sube el volumen de la msica (violines). Oscurecimiento gradual.Letrero en la pantalla cada vez ms oscura: FIN.

CANTO XXVII

De hecho, nada ha ocurrido.No hubo tal hundimiento del Titanic.Era slo una pelcula, un presagio, una alucinacin.De hecho siguen jugando a las cartas,y si no a las cartas, al backgammon; las cajas de tabacosdel saln de fumar, productos de artesana made in Cuba,siguen cubiertas de radiantes medallas de oro; Paz y Progresoflotan para siempre sobre la entrada del saln de recreo,pesadas y alegricas, en bronce;los ricos siguen siendo ricos, y los comandantes,comandantes; en el bao turco la seora Maud Slocombe,la primera masajista del mundo en un barco, prosigue su tareaactivamente. Hay candelabros por doquier,cortinas de terciopelo, palmas, espejos,Luis XV, Luis XVI: para enfermar a cualquiera.Desde luego, hoy en da la tripulacin disfruta de trece pagas y televisin en color en los camarotes; el sobrecargo es turco; la enfermera est graduada en psicologa; por lo dems, nada ha cambiado. Los mens son todava demasiado largos. En la cubierta F, es cierto, hay ahora una sauna finlandesa, donde suda el Comit Central, tomando el t con sacarina en lugar de azcar; los glacilogos han trado su microcomputadora para el simposio de climatologa, que funcionacomo simulador de icebergs para los prximos doscientos cincuenta aos.Las boutiques, como siempre, hacen su agosto, vendiendo ceniceros Titanic y camisetas Titanic, en el cine exhiben la pelcula Una noche para recordar, y el final feliz es simple rutina, como los asaltos a los bancos, como los debates sobre el aumento de pensiones, y sobre el socialismo en un barco.De vez en cuando se produce una huelga puntualmente secundada, en que el camarero deja caer el cubo para el champn y el pianista no completa la Fantasa en Do Menor.Entonces incluso los gangsters y editores estn desconcertados, los pintores de saln no se divierten, los agregados militares piden la cuenta; todo es diversin y emociones.As piensa la puta juiciosa terminar el mundo,con los vtores de hombres ingeniosos que se toman todo a broma.Tambin los poetas deambulanpor el Caf Astor, sirvindose Cubalibres envasos de plstico. Parecen ligeramente mareadosy recuerdan con todo rigora los pasajeros del entrepuente, a los chicanos,a los esquimales, y a los palestinos. El falso poetada el visto bueno al poeta mediocre; el poeta mediocrehace un guio al verdadero; entonces cada uno de ellosse retira a su camarote, se recuesta en su hamacay escribe, como si nada hubiera ocurrido, en el papel seco:De hecho, nada ha ocurrido.

Departamento de filosofa

No hay duda de que somos inteligentes. Pero lejos de cambiar la faz del mundo, en escena seguimos sacndonos conejos del cerebro, y palomas blancas, bandadas de palomas que invariablemente se cagan en los libros.No hay que ser un Hegel para darse cuenta de que la Razn es a la vez razn y no razn; basta con mirarse en el espejo de bolsillo.Te vers vistiendo una capa azuladornada con estrellas plateadas y una capucha.Celebramos el Congreso hegeliano en el stanodonde estn sepultados nuestros colegas,desempacamos nuestras bolas de cristal y nuestros horscopos.y ponemos manos a la obra; mostramos nuestros peritajesy agitamos nuestro pndulo y nuestros informesde investigaciones. Hacemos girar las mesas, preguntamos:cun real es lo real? Hegel sonremalicioso. Le pintamos un bigote.Ahora se parece a Stalin. El congreso se divierte, baila sobre el volcn. Los guardias montan guardia afuera. Nuestra psique hace serenas declaraciones sobre el caso,y coincidimos en que en lo profundo de cualquier polizonte habita un ngel custodio y dentro de ste un polizonte Abracadabra!Como un pauelo enorme, desdoblamos nuestras teoras.Los hombres de la gabardina aguardan modestamente frente al refugio a prueba de motines del seminario.Fuman, casi nunca utilizan sus armas, vigilan nuestra nmina universitaria, y nuestras flores artificiales y el excremento de palomas blancas que inunda el lugar.

CANTO XXVIII

Observando por la tronera desde el sexto piso del hotel, veo a los asiticosen la estacin de Kazn con sus mujeres encintas, en la estacin de Omsk envueltos en mantas, acampados en la estacin de Haydarpasa, la helada cellisca golpea las ventanas, oigo la campana del barco,veo toda La Habana a mis pies, reluciente en la noche tropical,los desempleados se abren paso para salir de los ascensores,arremolinndose bajo la luz azulosa de emergenciaen los pasillos, ante mis ojos vidriosos todo es borroso,el noruego, delirando porque ha comido betn de zapatos,agachado junto a los controles, parlotea y desaparece,mis ojos estn inflamados, vagamente veo a los rabesall afuera en el vivac, buscando mujeres,sin afeitar, encendiendo el fuego con peridicos viejos,inmersos en el humo, al final de una estera larga y gastada,donde en cuclillas los ltimos tunantesde alguna remota revolucin, rodeados de buscavidasy detectives del hotel, comen con las manoscarne de asno cruda, toso, el humo me anega los ojos,me tambaleo, se me llena la cabeza de msica, escuchoa un violinista loco telefoneando al capitn, Tierra!, le grita,Tierra a la vista! El fin del mundo! Hielo a la vista,azcar, nieve, herona, y yo, temblando de fatiga y humedad,de pie junto al hacha contra incendios bajo la luz de la noche,junto al extintor en la escalera del hotel,seis pisos sobre el Caribe, y me gustara saberquines son esos seores con medallas, barbas, jeringas,todos esos matones que desde la puertatiran sus sombreros en mi cama,soledad salmodio, soledad, inmundicia y soledad,el telgrafo no para de repiquetear, toso, todos estos ectoplasmas, esos nmadas, esos borrachos, que se hunden antes que yo, conmigo, despus de m, todos ellos telefonean entre sen mis sesenta y cuatro mil toneladas de aforo craneal.

CANTO XXIX

De qu hablbamos? Ah, s, del final!Hubo una poca en que nosotros todava creamos en l (A qu te refieres con nosotros?), como si algo alguna vez zozobrara, desapareciera para siempre sin una sombra,fuera abolido de una vez y por todas, sin dejar las huellas de rigor,(las famosas reliquias del pasado).

Curiosa confianza!Creamos en cierto tipo de final entonces(A qu te refieres por entonces? A 1912? A 1917?Al 45? Al 68?)y por ende en cierto tipo de comienzo.A estas alturas, hemos llegado a percatarnos de que la cena prosigue.

Roast Turkey, Cranberry SauceBoiled RicePrime Roast BeefBaked Potatoes with CreamWatercress SaladChampagne Jelly Coconut SandwichViennese Ice CakeAssorted Nuts Fresh FruitCheese BiscuitsCoffee

Ni siquiera los ochocientos huacales de nueces con cscara, los cinco pianos, las treinta cajasde raquetas de tenis y palos de golf para el Sr. Spaulding,vistos por ltima vez a los 42 grados 3 minutos Nortey 49 grados 9 minutos Oeste,se han perdido para siempre:aqu estn, ante nuestros ojos, surgiendo otra vez(A qu te refieres por aqu?), 65 aos despus del suceso.

Mensajes en botellas, y no hay fin en el final!Cordiales saludos, garabateadoen una caja de cartn antes de ahogarnos,mens rescatados en alta mar,tarjetas postales, el papel mojado,la tinta borrosa por el vino, las lgrimas, el agua salada,seales de vida difciles de descifrar, difciles de eliminar...

Sin contar con los informes finalesde las Comisiones encargadas del caso,las opiniones expertas, los panfletos y las memorias,y los protocolos del proceso ante el tribunal martimo,veinticinco mil pginasque nadie ha ledo...

Reliquias, souvenirs para los aficionados a los desastres, pasto para los coleccionistas que acechan en las subastas y olfatean las buhardillas.El men de aquella noche de abrilha sido impreso en facsmil,y todos los meses sale un nuevo nmerodel Titanic Commutator, rgano oficialde la Sociedad para la Investigacin de la Catstrofe.

Planes para sacar a flote el barco naufragadopor medio de buzos, mediante balones de gas o submarinos,la maqueta original del Titanic,plstica, lavable, de un metro de largo,derechos registrados por Entex Industries, Inc., $ 29.80 pagados por giro postala Edward Kamuda, 285 Oak Street, Indian Orchard, Mass. En caso de no satisfacer, se garantiza la devolucin.Es cierto que la reproduccin de un bote salvavidas no salva a nadie, la diferenciaentre un chaleco salvavidas y la palabra chaleco salvavidas es como la diferencia entre sobrevivir y morir.

Pero, de todos modos, la cena se celebra, contina el texto, las gaviotas siguen al barco hasta el mismo final.Dejemos por fin de contar con el fin! Despus de todo, quin cuenta con que tiene los das contados?

Siempre queda algo...botellas, tablones, sillas de cubierta, muletas,mstiles astillados:restos arrojados por las aguas,un vrtice de palabras,cantos, mentiras, reliquias:destrozos, todobailando y tambalendose como un corcho detrs de nosotros en el agua.

La Huida a Egipto. Escuela flamenca, 1521

Veo al nio que juega entre el maz y no ve al oso.El oso abraza o asalta a un campesino.Ve al campesino,pero no el cuchilloque tiene clavado en la espalda,es decir, en la espalda del oso.

All en la montaa estn los restos de un hombre sometido a la rueda; pero el trovador que pasa no los ve.En cuanto a las dos legionesque avanzan una sobre otrapor la alumbrada praderame ciega el brillo de sus lanzas,ninguna ve al gaviln dando vueltas sobre sus cabezas,observndolos con ojo fro.

Distingo en primer plano los hilos de moho que cuelgan de la viga del techo, y en la distanciapercibo al mensajero galopando.Debe de haber surgido de una caada.Nunca llegar a sabercmo es esta caada por dentro;pero la imagino hmeda,muy hmeda, y llena de sombras.

En el centro del cuadro, me ignoran los cisnes en el lago.Veo el templo al borde del abismo, el negro elefante(qu extrao es ver un elefante negro en campo abierto!) y las estatuas, que observan desde sus ojos blancos al cazador en el bosque, al barquero y la conflagracin.Cunto silencio hay en todo esto!

A lo lejos, en las encumbradas torresde raros alfizares,veo parpadear a las lechuzas. Oh, s,puedo ver bien todas estas cosas,pero cmo distingo lo importantede lo que no lo es? Cmo puedo adivinarlo?Aqu todo parece evidente, igualmente claro, necesario e impenetrable.

Desde mi profundidad, perdido en mis propias inquietudes,al igual que esas lejanas ciudades all,y como esas otras ciudades, ms azules any ms distantes, que se disuelvenentre otras visiones,otras nubes, legiones y monstruos,contino viviendo. Me marcho.Todo esto lo he visto, pero no puedo ver el pual clavado en mi espalda.

CANTO XXX

Todava estamos vivos, dijo uno de nosotros, sentado en la penumbra:No nos la darn con queso.

Despus de estas palabras hubo un largo silencio.

En el rincn ms distante de la habitacin alguien tosi. Era invierno, era en Europa Central, era una de esas tardesen que los supervivientes, lenta y cautelosamente,comienzan a percatarsede que son supervivientesque aparecen en las desiertas estacionesde trenes, en las carboneras,en los tabernculos y en otros sitios.

Eran abiertas las maletas amarradas con sogas, repletas de souvenirs.Alguien encontr unas tazas de aluminio, unos cuantos paales sucios, algunos fsforos, residuos de las galletas del barco envueltas en una tela, pizcas de tabaco.Afuera an haba una tenue luz en el cielo.

De una manera extraa, la mayor parte de todo lo que haba existido antes haba desaparecido sin dejar rastro, como una piedra en el agua.

Un olor a humedad, como si alguien hubiera estado planchando sbanas, se esparca por la habitacin.Era el plido aliento de una chica parada de espaldas a la ventana, robndonos el ltimo vestigio de luz.

Ahora que han desaparecido los helicpteros y que nada est ardiendo o aullando, ahora que lo peor ha quedado atrs y nada nos importa ya, todo puede comenzar de nuevo.

Juramentos en lenguas extraas,turbios y confusos murmullos en el ambiente.

Ante todo debemos desinfectar, sanar, curar, y cavar tumbas.Entonces podremos pensar en la venganza, y despus de la venganza, en la repeticin.

La estufa echaba humo. En la mesa grande en el centro de la habitacin haba algo extendido, tal vez un montn de abrigos enrollados o una tonga de toldos, sacos de arena o pacas de papel manila.Nadie se molest en mirarlo.

Hemos estado aos jugando con las aflicciones por venir.Riesgo residual, solamos decir,filtraciones, les llambamos, mximo riesgo calculable. Jess!, decamos. Qu tiempos aquellos!

Entonces se intercambiaban dos agujas por una pequea pastilla de jabn.Un gato huesudo olfateaba una grieta en la pared.Se cambiaban los vendajes.

Uno de los desertorestena las glndulas inflamadasy le quedaba un tenue resplandor blancuzcoen los ojos, tras sus gruesas gafas,como si se hubiera ahogado.

Todo lo que hicimos estaba mal hecho.De ah que todo lo que pensramos estuviese mal. Yo estaba all!No trates de consolarme, nunca!Puedo dar testimonio. Mira,aqu estn mis cicatrices, por si lo dudas.Las cicatrices son mis pruebas.Y nos mostr el brazo, mordido por dientes desconocidos.

Frente a la puertase haba formado un charco grande, y todo el que entraba dejaba una huella.

Despus de todo, habra sido mejor luchar. S, pero cundo?y cmo? Qu quieres decir con oportunamente? Hubo algn momento oportuno? No tuvimos alternativa.Ahora somos pobres, y existe la calma.

Se haban gritado uno a otro.Se haban mirado. Uno, que tena un turbante, se alej de nosotros,encogiendo los hombros. El fogonero,con su voz cautelosa, pronunci la ltima palabra.

Comenz a nevar fuerte afuera.El viejo piso de mosaicos se haba rajado haca tiempo.Alrededor de nuestros zapatos comenzaron a formarse lodazales.Un anciano vistiendo un abrigo de marta comenz a orar tiernamente.

Una libra de trufas Prigord, enjuagadas en agua fra, cepilladas, peladas con sumo cuidado, cortadas en rebanadas ms finas que la hoja de un cuchillo, baadas en mantequilla clara y pasadas por el fuego, para servirlas con una pizca de pechuga de faisn... no puedo recordar la salsa que lleva.

No le hicimos caso, dejamos que hablara.Alguien finalmente dijo: Est bien.Comencemos.

Nadie se movi.Un sonido, de la estufa tal vez, un chillido, el zumbido de algo hirviendo, atraves la oscura estancia.

CANTO XXXI

El Saln Berln se est llenando de humo, de supervivientes.Ms y ms de ellos, enmudecidosy sin aliento, golpeabanlas puertas o abran las ventanas a empujones,saltaban adentro, se sacudan la nievedel pelo, y se acomodabanen torno a la chimenea.

El fogonero alz su lmpara de carburo y en las paredes mostr las marcas de anteriores inundaciones, lneas oscuras, a la altura de las rodillas, a la altura de la cintura, a la altura de las cejas, bajo la luz silbante.

Lo peor ya pas!Clamores, susurros, suspiros de jbilo y de angustia.Lo peor no termina nunca!Avantnousle dluge!Agarraos bien!Hubo un estallido de coros, un remolino, un vadear, un hablar en otras lenguas, la habitacin se tambaleaba.

Los supervivientes desvariaban infatigables acerca de sus supervivencias, hasta que se cansaron.

Entonces nada ocurri durante un rato.Nadie encendi la luz, aunque haba oscurecido.La nieve fuera de la ventanase amontonaba ms y ms alta. Aquella nocheno iba a tener un final fcil.

El matn trajo el ten un cubo. Quedaba incluso azcar.Una quietud flotabasobre los ciegos rincones de la habitacin, que pareca envejecer rpidamente.

Algunos se sentaban en crculo, sobre valijas de correo, recitaban frases que saban de memoria, y hablaban de un muerto.

Est mejor muerto.Ahora nosotros, los afligidos, sus adversarios y sus mujeres, podemos al fin eliminar lo que no nos guste de estos famosos cantos.

Podemos borrar.Sin nosotros, l no es nada.Son nuestras voces las que salen de su escondite de muerto, y podemos hacer con l lo que nos venga en gana.

Recuerdan cmo se sentaba desnudo, cmo gema, cmo alegaba, agitando los brazos, que no poda continuar, que se haba roto el hilo?No serva, era como un cadver sacado del mar,poco nos importaronsus chillidos. No se aplacaban,a pesar de que la baerahaca rato que se haba desbordado.

Despilfarrador, pedante, traficante de misterios! Vieja bestia de rapia! Tacao y renegado de sangre fra! Es cierto que hubo una poca en que alimentbamos a este poderoso charlatn, que lo mimbamos, le dbamos calor, ramos sus alcahuetes en antojos y caprichos; pero odibamos su avaricioso corazn de saurio, su piel de cueros con hedor a levadura, a moho y a cieno...

En la tortuosa habitacin llena de murmuracionesde las viudas, de las mujeres, de los adversarios, haba algo confuso tendido en la mesa, siniestro, como un enorme pan.

De vez en cuando, como en una sala de espera, alguien iba y vena, sin siquiera mover la cabeza.

Excseme; yo, por ejemplo,estoy aqu para decir, de una vez y por todas,que l no era ms que un fraude,que nunca haba estado en La Habana,y adems, que en Cuba no hay icebergs.Todo ello no es ms que un fraude, pura invencin.

Nadie conoca al orador. Eraun seor con sombrero, pequeo y regordete,que responda al nombre de K., o algo parecido, que haba estado en el negocio de galletera, vendiendo cargamentos completos de tostadas y bizcochos.

El viejo matn que se paseaba escuchndonos, se detuvo bruscamente, y metiendo los pulgares en su gastado dormn rojo galoneado en oro, anunci solemnemente:Quien roba a ladrn tiene cien aos de perdn.

Est bien, est bien! Algunos de nosotros remos, aunque no estbamos para chistes.Perdn? Nunca! El verdadero profeta, santurrn como siempre, entornando los ojos, tom vidamente la palabra.Yo soy el verdadero poeta! Yo!(Nada menos que l! Ese fracasado!)Yo soy el verdadero profeta, cuidado!

Se hundi en una especie de envidia, celos, temor.Se saba que morira prontoal leerlo en sus ojos color perla de drogado.Se atasc en su discurso, se atragant, y el fogonero lo golpe en la espalda.

Una mujer apareci con un vestido anticuado, una rusa, a juzgar por su nombre.Lloraba. Uno de nosotros le tendi la mano y la ayud a pasar por encima del tabln que haba frente a la puerta. Bajo los pies el agua fangosa borboteaba.Era muy joven, la ms sagaz de las viudas, y sus ojos resplandecan como cerezas hmedas.

No, no estoy equivocado.l era un fsil, un monstruoflccido y lloroso,parecido a una de esas ballenasa las que exhibanen las ferias rurales, en una carpacon tufo de antispticos y podredumbre.Yo lo amaba. Yo le ech el mal de ojo.Le di por muertoy con el silencio mat su memoria.

Ahora que tenemos nuestra paz,qu vamos a hacer?No es agradable y bello sentarse aqu junto al arroyuelo?No. Sera mejor marcharnos?No. Continuar como estamos?Eso nunca.

El desertor que desde el principio haba querido que le impidiramos hablar gema en su sueo.La mujer que era su enemigay la que era su amigase abrazaban, se aseaban, reposaban.El gato todava estaba all.

Algunos estaban mareados. Otros lloraban y hacan el amor en la oscuridad.A veces comamos. Muchos se cansaban. Nos sujetbamos bien. Amigo o enemigo, todo era igual ahora.Nadie preguntaba la hora.

Era una noche hermosa,como las que slo el trpico puede brindar.Descansbamos en nuestras hamacas y cerrbamos los ojos.El agua nos mojaba los tobillos.

ramos los que quedbamos, continuamos respirando.Habamos llegado aqu por casualidad. Todos corramos la misma suerte.

CANTO XXXII

Ms tarde, cuando el inmenso cuarto se oscureci del todo, nadie quedexcepto el muerto y una desconocida.

Amiga y enemiga se confundieron en otra persona.

Y la desconocida, escuchando su aliento apacible, se inclin sobre l entre las sombras y, cerrando su boca con un beso, se lo llev muy lejos con su nica boca.

CANTO XXXII

Calado hasta los huesos, diviso gentes con bales chorreantes.Los veo, de pie sobre un plano inclinado, recostados al viento. Bajo una lluvia oblicua, borrosos, al borde del abismo.No, no es un sexto sentido. Es el tiempo,el mal tiempo el que los empalidece. Les advierto,les grito, por ejemplo,seoras y seores, andis por mal camino, estis al borde del abismo.Pero slo me otorgan una dbil sonrisa y responden altivos: Gracias, lo sabemos.

Me pregunto si se trata de unas cuantas docenas de personas,o est all todo el gnero humano, sobre un barco decrpito, digno de la chatarra, dedicado tan slo a una causa, el naufragio?Lo ignoro. Yo chorreo y escucho. Es difcildecir quines son estas gentes asidas a un bal,a un talismn de color puerro, a un dinosaurio, a una corona de laurel.

Les oigo rer y les grito palabras incomprensibles.Aquel desconocido con la cabeza envuelta en peridicos mojados supongo que sea K, un viajante vendedor de galletas; de aquel barbudo no tengo la ms ligera idea; el hombre del pincel se llama Salomn P, la dama que estornuda sin cesar es de seguro Marylin Monroe;pero e