UN SECRETO PREHISPÁNICO
UN SECRETO PREHISPÁNICO
UN SECRETO PREHISPÁNICO
Ricardo Nolasco Carteño
Dedicado a totahuan, tocolhuan yhuan tiacahme
UN SECRETO PREHISPÁNICO
UN SECRETO PREHISPÁNICO
© 2008 Ricardo Nolasco Carteño
UN SECRETO PREHISPÁNICO
UN SECRETO PREHISPÁNICO
Han transcurrido tres años desde que cambié mi forma de ver el pasado y el presente de México
a raíz de mi viaje a ese sitio solitario donde me enteré de un conocimiento antiguo y vedado. Me tocó
vivir esa experiencia en un población ubicada aproximadamente a cuatro horas de la capital, y me hizo
comprender que a pesar de las apariencias, los pueblos no son réplica uno del otro. Nuestro país
encierra grandes secretos que desaparecen con el paso de los años, al tiempo que muere su último
portador. Puede tratarse de un conocimiento resguardado por toda una comunidad o bien por sólo un
individuo; en todo caso, el recelo hacia el exterior impide que esa sabiduría salga a la luz.
En un inicio llegué a ese lugar tan aislado a invitación de mi amigo Carlos, quien me habló de
una leyenda acerca de un “castillo” construido por un revolucionario en la cima de aquel cerro, donde,
según se decía, habría recipientes de oro y un sinnúmero de objectos antiguos. Ninguna de mis
anteriores experiencias me había preparado, o hecho pensar siquiera lo que me tocó ver en ese viaje al
sur del Estado de México.
Me decidí a visitar a mi amigo esa semana en el verano de 1999. Estuve preparando lo necesario
para ese viaje. Aparte de un par de mudas de ropa, agregué sólo un sombrero, mi libreta de campo y
una grabadora de reportero. No llevé cámara porque la mía estaba en reparación.
El viaje fue incómodo pero pintoresco en un autobús de segunda. Me tocó ver el volcán
Xinantécatl y luego el paso al clima cálido. Recuerdo lo extraño que me sonaban los nombres de
algunos de aquellas poblaciones que atravesamos tales como El Coquillo, Martín Sanchez y algunos
otros.
Llegué a San Pedro, el pueblo de mi amigo, poco después de las 10 de la mañana. Con libreta
de campo en mano, bajé del camión frente a la iglesia, hermosa construcción del siglo XVIII.
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—¡Qué gusto de verte José! ¡No te malpasas eh, se ve que has subido unos kilitos! —me dijo mi
amigo—. Te presento a mi tío Eleazer, nos va a ayudar a buscar el mentado castillo.
—Mucho gusto, don Eleazer. José Juárez, a sus órdenes —y al momento extendí mi mano para
saludarlo.
—¿Qué tal José? Mi sobrino me habló de que quieres subir al cerro. Yo lo conozco bien porque
desde chamaquillo voy por allá por leña y por mis animales —aseguró don Eleazer—. Acompáñenme
vamos aquí con mi primo Audón, a su puesto a comernos unos tacos de barbacoa. Debes traer hambre
porque el viaje es largo.
Les platiqué brevemente sobre por qué me gustaba mi carrera de antropología y al poco rato nos
dispusimos a continuar. Caminamos con rumbo al poniente, por una subida rumbo al cerro del
momoxtle. Recuerdo que el sol se dejó sentir desde temprano, pues al inicio mismo del trayecto el calor
se reflejaba en el suelo pegando de lleno en la cara. La humedad que había dejado el día anterior no
disminuye en nada la temperatura después de las 10 de la mañana. A lo largo del camino que tomamos
se veían unas pocas casas.
—Yo me despido muchachos tengo que ir al rato al municipio, voy a pasar por mi esposa.
Entonces nos vemos mañana Carlos, vienen por mí para que los acompañe a subir al cerro.
Nos despedimos con la promesa de vernos temprano al día siguiente. Don Eleazer se dirigió por
una milpa en declive hacia una casa pintoresca de adobe con tejado. Nosotros seguimos subiendo por
el mismo sendero mientras platicábamos sobre lo que había sido nuestra vida en el último año.
Recuerdo cómo me impresionó el paisaje verde a través de aquel sendero recién abierto al paso de
vehículos. Ese sitio aislado me hizo recordar la conexión que tiene la humanidad con la naturaleza,
pero que con la vida moderna se nos olvida.
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Hubo subidas, bajadas y además de grandes curvas, y al fin llegamos a una vereda angosta
pedregosa rodeada de yerba que nos condujo a nuestro destino, no sin antes pasar por un riachuelo. La
casa de Carlos está localizada en terreno empinado. Una vez ahí, me presentó a su mamá, doña María y
a su papá don Nicolás, ambos muy amables y de carácter alegre. También conocí a Rosa, Luisa y Julio,
hermanos de Carlos.
—¡Pásale muchacho! Cómete unos tacos de xoales y unos frijolitos —me indicó don Nicolás
señalando la puerta de la cocina de donde había salido a recibirme doña María, quién regresó ahí a
seguir preparando las tortillas, frijoles y unos xoales.
—No nos desaires. —insistió mi anfitriona.
Rápidamente me convencieron porque tenía ganas de probar esa comida de apariencia
deliciosa. Así es que nos sentamos en el lugar usando el moledor como mesa, mientras doña María
continuaba atizando el fuego y haciendo tortillas. La comida sabía muy rica, y la disfruté más porque la
degusté entre bromas y preguntas de toda la familia.
Por la tarde fuimos a la huerta y pasamos por un apantli —o canal— hecho de cemento con fin
de regar las plantas en tiempo de secas. Por el camino aproveché para saber más de la vida de la vida de
una casa por esos rumbos.
—Oiga don Nicolás, me comentaba Carlos que ustedes casi no van al pueblo. ¿Cómo le hacen
para que no les falte nada? —empecé a indagar.
—Nomás imagínate, agua la traemos en manguera desde la loma de allá atrás, tenemos frijoles,
maíz para las tortillas, quelites, las gallinas para comer huevos de vez en cuando, y bueno, también
sembramos café para tomárnoslo. Procuramos traer del pueblos cosas como sopa, azúcar o pan, los
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domingos que vamos a la iglesia.
Pude darme cuenta de lo bonito que es vivir sin la presión del reloj, y al mismo tiempo los
desafíos de vivir lejos de la escuela y de las clínicas.
Por la noche me asignaron un cuarto para dormir. Al otro día nos levantamos algunos minutos
después de las 6 de la mañana para alimentar a los animales. Empezamos por darle maíz a las gallinas,
el burro y a los conejos; después fuimos a darles tortillas a los perros.
Una vez que alimentamos a los animales, nos fuimos a desayunar —por las montañas, antes del
almuerzos se acostumbra tomar café solo, o, en caso de que haya todavía, se acompaña con una pieza
de pan—. Al terminar nos dispusimos a ir por don Eleazer tomando otra vez el camino por el que
habíamos llegado. Nos recibió con alegría y nos invitó otro café; también nos pidió ayuda para
acomodar unos costales de abono e inmediatamente después regresamos con rumbo al cerro. Como se
tiene que pasar por la huerta ubicada al costado de la casa de Carlos, entramos rápidamente a dejar
algunas cosas que lleva don Eleazer para don Nicolás, su cuñado. Doña María nos invitó a almorzar y
tenía ya listos unos tacos para el camino.
Enseguida nos encaminamos hacia la barranca. Tardamos unos siete minutos en cruzar la huerta,
donde nos cortamos una papaya y unos mangos. Llegamos al río crecido y tuvimos que cruzarlo por
medio de un puente colgante para poder alcanzar el pie del cerro y empezar a subir. De repente se
escucharon a lo lejos los ladridos de unos perros.
Después ver un venado corriendo cerca, continuamos el ascenso, que fue como un
martirio para mí porque en verdad la pendiente del cerro era muy pronunciada y las piedras de las
veredas eran quebradizas, condiciones que ocasionarion que me resbalara y cayera en más de una vez.
Arribamos a un lugar con unas grandes rocas de más de 6 metros de altura. Pasamos una barranca muy
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honda a traves de un estrecho puente natural hecho de una roca larga que cruzaba de un lado a otro. Yo
me sentía con ganas de regresarme, pero mis amigos me dijeron que ya faltaba poco para llegar.
Después de cerca de dos horas llegamos a un terreno plano con abundantes árboles. Al
fin habíamos llegado. Enfrente de mí ví una construccion rectangular con escalinatas. Se trataba de una
construcción prehispánica. La construcción tenía perforaciones que se adentraban en ella porque ha
habido personas que habían buscado un tesoro.
Nos sentamos a descansar sobre la pirámide y nos comimos los tacos acompañados de
unos jumiles que mis amigos habían encontrado cerca de ahí.
Ví que alrededor había restos de lo que fueron habitaciones y un poco más lejos otras
edificios ceremoniales circulares.
—¿Qué crees José? Que en esta zona dicen algunas personas que se han visto luces por
las noches, dicen que o son brujas o son ovnis —me dijo Carlos.
—También puede tratarse de un tesoro o de una mina, porque dicen que donde hay minas se ve
lumbre —aseguró don Eleazer.
No tomé mucho en cuenta los comentarios de Carlos y su tío, porque casi en todos los pueblos
existe el cuento de las bolas de fuego. Sin embargo, como me sentía muy emocionado por lo que había
visto. Así pues, después de comer iniciamos nuestro descenso, pero esta vez por el lado contrario del
cerro para llegar a San Miguel, donde se celebraban unos bautizos y mi guía había sido invitado.
En el trayecto de regreso noté una piedra de unos tres metros con signos grabados en la
superficie; uno era de una cruz sobre un triángulo, otro tenía la forma de un ave, uno más con la forma
de cruces con más cruces en sus brazos, y unos 30 símbolos más.
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Continuaba muy sorprendido y pensando en eso mientras seguíamos bajando el cerro. Recién
habíamos pasado una barranca cuando, limpiándome el sudor, me quité el sombrero y por descuido me
arañé con una rama.
—¡No toques ese árbol! —gritó don Eleazer en tono agitado y algo fuerte —. Sacude tu mano y
también abre y cierra los dedos —agregó.
Al instante me percaté de que el árbol con que me había arañado tenía atadas en sus ramas,
numerosas bolsas de plástico con algún contenido mientras que en el tronco también tenía otra bolsa.
—Un amigo de San Miguel me dijo una vez que algunos de sus paisanos hacen “maldades” por
medio de esos recipientes de las ramas. ¿Ves la que se encuentra en el tronco? Es para que la víctima
reciba un mal mayor, y es posible que ya hasta esté muerta. Por esta razón no es bueno tocar el árbol ya
que el mal puede pasar a uno —comentó el tío de Carlos.
Para ser sincero, para esos instantes ya sentía miedo, sobre todo por lo propicio del ambiente
dado que la visión era difícil por la presencia de una neblina densa que sólo dejaba ver a unos pocos
metros a la redonda. De repente comenzaron a caer gruesas gotas de agua.
—¡Vamos con mi padrino don Pedro Cruz para atajarnos del agua! —nos gritó don Eleazer,
mientras caminábamos apresurados, al tiempo que nos daba unas capas de plásticos para cubrirnos.
—¿Eso queda muy lejos? —les pregunté preocupado.
—Como a cinco minutos por la vereda —respondió rápidamente don Eleazer.
Tomamos esa opción y después de bajar por una vereda unos diez minutos, llegamos al sitio al
que nos dirigíamos; ahí nos recibieron unos perros flacos con ladridos indicándonos que nuestra
presencia no era bienvenida. Eso motivó que un señor de edad avanzada se asomara a la puerta.
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—Pásenle —gritó el anciano— tomando un viejo trozo de naylon con el que se cubrió y un palo
para espantar a los perros.
Nos hizo pasar al corredor de la casa ofreciéndonos de inmediato unas sillas de madera.
—¡Qué aguacero se soltó! —exclamó Carlos.
—¡Sí que se soltó fuerte, eh! Ya es la temporada —contestó don Pedro—. Dejen aquí en el
corredor sus capas para que se escurran. ¿Cómo estás ahijado? ¿Qué andan haciendo por aquí?
—Bien padrino, gracias —respondió don Eleazer después de dejar su capa colgada y
acercándose al anciano para besarle la mano—. Pues aquí acompañando a estos muchachos. ¿Y usted
cómo ha estado padrino?
—¿Qué me dices, que andan haciendo por aquí?
—Ando acompañando a estos muchachos. Sí se acuerda de mi sobrino Carlos ¿verdad?
—No me acuerdo bien de él —aseguró, mirando fijamente a mi amigo—. Tu papá es Nicolás
¿verdad? Te pareces mucho a él.
—Sí don Pedro, mi papá es Nicolás Campuzano.
—¿Y tú, quién es tu papá? —me preguntó, posando su mirada en mí.
—No don Pedro, yo no soy de aquí, sólo vengo de visita, yo soy de por allá por Xoquitzinco.
Me llamo José Juárez, para servirle —contesté rápidamente, extendiendo mi mano para saludarlo.
—José vino a visitar a mi sobrino, quería ver si es cierto que existe ese famoso “castillo” —le
aclaró don Eleazer a su padrino.
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—¡Ah, que joven! —exclamó, al instante que una sonrisa se dibujaba en su rostro—. He
escuchado que algunas personas han ido a buscar ese lugar, unos quieren hallar el oro, otros nomás por
ver como es —dijo el anciano que aparentaba tener más de 70 años.
—Pero lo bueno que si no encontramos un castillo, al menos hallamos lo que fue un adoratorio
de los antepasados —agregué, sacando de mi mochila un fragmento de vasija trípode que habíamos
hallado cerca de aquel lugar.
—Te refieres al sitio que está cerca de la cofradía ¿verdad? —preguntó don Pedro.
—Sí don Pedro, ya sabe que ahí de por sí hay muñequitos y cachos de barro —confirmó don
Eleazer.
—Para mí, ver esa zona valió la pena la cansada y la mojada —exclamé, sorprendido de que ya
todos supieran de la existencia de ese adoratorio.
—Pásenle a la cocina muchachos, échense un taco —nos invitó don Pedro, al mismo tiempo
que se dirigía a la cocina.
—Buenas tardes —saludamos todos a la mujer de pelo canoso que se encontraba frente al
tlecuitl y su metate haciendo tortillas.
—Buenas tardes —nos contestó amablemente.
Después, ellos continuaron platicando mientras afuera la lluvia y los truenos continuaban. Yo
empecé a poner atención en la construcción de adobe. A la derecha, por la puerta se veía el corredor;
había en el muchas plantas y se alcanzaba a ver también un árbol de limón. La habitación donde
estábamos era alta con techo de teja, pero lo curioso era que todas las puertas eran bajas, de
aproximadamente 1.60 m. Todos los utensilios eran de barro y las tortillas que preparaba doña Luisa
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eran de nixtamal molido en el metate.
Las paredes de la cocina estaban completamente ahumadas y tenían algunas perforaciones para
dejar escapar el humo, el techo y los morillos que sostenían las tejas estaban también completamente
negros. Me sentía con la impresión de haber regresado en el tiempo porque ahí nada recordaba el
presente, no había luz eléctrica y al menos a un par de kilómetros no había otra casa. Doña Luisa nos
empezó a servir carne de conejo en chile rojo acompañado de frijoles en cazuelas de barro, sobre una
mesa de madera. Don Pedro salió de la habitación hacia el corredor y pronto regresó con un jarro de
pulque para acompañar la comida que estábamos degustando.
Pronto don Eleazer y don Pedro se sirvieron otro jarro de pulque, luego otro más y al poco
tiempo se encontraban platicando animadamente sobre algunos pleitos de tierras entre los vecinos de
San Miguel y San Pedro. Alcancé a escuchar a don Pedro decir que él tenía guardados unos
documentos antiguos donde se probaba que a San Miguel le cabía la razón y que se los iba a mostrar,
razón por la cual puse más atención en su plática. Por un instante pensé que se trataría de algunas
escrituras de décadas atrás, pero lo que vi después aún me llena de asombro.
Don Pedro se levantó de la mesa.
—Acompáñame —le dijo a don Eleazer.
—Vamos a ver de que se trata —le pedí a Carlos.
En unos segundos los alcanzamos. Pasamos el corredor, bajito también, por donde era posible
ver, a lo lejos, decenas de cerros y cañadas. Entramos en un cuarto oscuro y don Pedro sacó una vela de
atrás de la puerta y la encendió. Pudimos ver dos mesas pequeña de madera, de aspecto antiguo y
encima de ellas había una escopeta, un recipiente con semilla de maíz y varias bolsas de plástico. Al
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fondo había otra puerta de madera asegurada con dos candados ya bastante viejos cubiertos de óxido.
—Espérenme —comentó abriendo con esfuerzo la puerta mientras se oía un un rechinido; se
metió a otra habitación donde se escuchaban ruidos de que arrastraba algo pesado. Transcurridos un par
de minutos regresó don Pedro con unas llaves.
—Sostenme la vela —le pidió a don Eleazer.
Se acercó al baul con tres candados. Los fue quitando con toda calma y una vez abierto sacó de
él un paquete de papeles enrollados, de apariencia café.
—Este es el tesoro de un pueblo, un pueblo vencido y humillado, pero también son las llaves de
su liberación. La liberación del pueblo de mi color —nos dijo con voz seria.
Apresurándome encendí la grabadora de reportero que llevaba en mi mochila.
—Sé que esto que les voy a contar es muy difícil de creer, sé que van a pensar que son cosas
que estoy inventando o tal vez van a decir que estoy borracho, pero no. Tú Eleazer ya habrás escuchado
por boca de los de San Miguel que algunas veces he terminado discutiendo por asuntos de tierras y
mencionando unos papeles. Tal vez hasta hayas escuchado que hace como 30 años le enseñe papeles
que hablan de estas tierras al difunto Pablo Arellano. Algunos me han pedido que se los enseñe pero yo
siempre les digo que los perdí.
“Lo que pasa es que yo recibí una orden allá cuando tenía diez años. Una orden que a su vez
había recibido quien a su vez esto, que fue mi abuelo Nicolás. Lo que les estoy diciendo se trata de un
secreto, de una carga pesada para quien los poseé, porque lo que yo aprendí sólo se lo puedo enseñar a
una sola persona, porque así ha sido mandado desde hace ya muchos, muchos años. Esto de lo que les
hablo es la sabiduría y todos los conocimientos para leer y escribir como lo hacían los que ahora llaman
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aztecas, matlazincas, totonacas, mixtecas, zapotecas y otras culturas de antes. Yo sé que hay todavía
mucha gente en México que habla otras lenguas; gente de Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Oaxaca,
Chihuachua, Chiapas y otros lugares. Ellos son los descendientes directos de los que dejaron a mi linaje
en custodia de estos conocimientos, estos documentos. Pero ellos ya no saben que existen estos papeles
y los que les quedaron ya no los saben leer, porque los conquistadores españoles se encargaron de
borrar todo el conocimiento anterior.
“Por eso mataron a los sabios de esos pueblos, para que se perdiera su conocimiento, para que
sólo quedaran los macehuales, la gente del pueblo. Ahora los que se llaman científicos de las escuelas
dicen que nuestros antepasados no sabían escribir, que sólo dibujaban. Eso lo dicen porque hace siglos
que ya nadie conoce como leerlos. Sólo mi linaje, que es el que custodia este conocimiento lo sabe.
Pero la verdad, yo no sé cómo se dicen científicos, que también quiere decir sabios, si dicen que antes
no había escritura. Entonces ¿cómo se guardaban los registros de las fechas, la historia? ¿Cómo se
enseñaba a los jóvenes a construir y diseñar las casas , los templos, las ciudades?
“Ustedes muchachos que ya han de ver ido a la escuela, a la mejor hayan leído un libro sobre
las posesiones de doña Isabel Moctezuma, hija del penúltimo tlatoani mexica, en donde se menciona
que un indio de más de 80 años de edad, originario de lo que ahora es el Estado de México, les contó a
los españoles lo que sabía de los tlatoque mexica, me parece que contó eso para probar en un pleito que
una hija del que le dicen ahora Moctezuma era dueña de unos propiedades. Él habló de lo que había
pasado en 1300 y les habló de hechos y de personas; que fulano hizo esto, que su hija se casó con este
otro, que su capitán de guerra hizo aquello y así contó más cosas. ¿Ustedes creen que si no hubieran
tenido escritura, esos hechos se recordarían? A los hijos de los tlatoque se les enseñaba parte de este
conocimiento, es por eso que varios de los cronistas indígenas que vivieron después de la conquista
escribieron también sobre historias antiguas para pelear sus tierras. Esto lo sé yo porque cada uno de
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los que hemos sido custodios de estos conocimientos también escribimos papeles de algunas cosas
importantes que vemos en el tiempo en que vivimos”.
Don Pedro calló por unos instantes, buscó entre los papeles, sacó tres de ellos, los acercó a la
luz de la vela que había sido fijada a una mesa y empezó a contarnos:
“ 'En 1499 nació Tliltlapaltecuhtzin, quien fue quien recibió esta misión de parte de
Cuauhtémotzin. Fue bautizado en 1522 como don Miguel Altamirano Tliltlapaltecuhtzin. En 1590 su
nieto Bernardino Axayacatzin, de diez años de edad empezó a aprender de él, la sabiduría antigua. En
1605 murió Tliltlapaltecuhtzin. A su vez don Bernardino Axayacatzin poseyó el conocimiento y lo
trasmitió a su nieto Joseph de la Cruz que había nacido en 1660; quien estuvo aprendiendo el
conocimiento hasta que al cumplir los 10 años murió su abuelo. Don Joseph quedó a cargo de los
documentos y la sabiduría; murió a los 98 años, en 1758, pero antes, en 1748 había empezado a
enseñarle a don Pedro de Santa María, nieto suyo, nacido a su vez en 1738. Este pedro de Santa María
vivió hasta 1842, y enseñó a su nieto Nicolás de la Cruz desde 1828, año en que cumplió los diez años'
”.
En ese momento don Pedro tomó aire, volteó hacia nosotros y nos dijo “este Nicolás de la Cruz
fue mi abuelo, y vivió 103 años. Él me enseñó desde 1910, cuando estaba la revolución. Ahora yo
tengo todos los papeles y yo los sé leer, los tengo en cajas especiales, y a estas cajas les tengo que untar
el líquido que sale de unas hierbas y frutas, para que no se maltraten. Yo ahorita tengo 100 años. Yo le
robé un años al otro siglo y he escuchado personas y maestros hablar acerca de muchas que son
mentiras. Los padrecitos que llegaron después de consumada la conquista, dijeron cosas muy feas de
nosotros los verdaderos de estas tierras porque pensaron que lo que nosotros creíamos era malo. Pero
eso no es cierto, eso lo inventaron también porque después que ellos llegaron murió casi toda la gente
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nativa, quedaron muy pocos. Se sintieron culpables y pensaron que sus nietos y demás sucesores les
reclamarían eso. Por esa razón y por algunas otras, inventaron que los de antes mataban gente para sus
dioses, pero eso nunca pasó. Hay símbolos en su escritura y en sus calendarios que se refieren a la
muerte, pero el sentido que ellos le daban es diferente, no se refería a la muerte de personas”.
Tomó otro papel, lo extendió y comenzó a hablar: “Cuauhtémoc predijo todos esto y por eso
prefirió morir. Él sabía que su pueblo iba a terminarse, que los de su color y su porte iban a ser
humillados a partir de la derrota frente a los españoles. Su color, sus facciones, su cultura, su
arquitectura, todo iba a ser derrumbado”.
“Fíjense muchachos, ustedes que están aquí oyendo esto que les platico, todavía hoy en 1999
sigue siendo verdad lo que él predijo. Pero yo estoy aquí todavía, arrinconado en este monte, con mi
esposa; nuestro linaje no se ha mezclado el blanco, con el que tiene el color iztac, como les nombramos
nosotros desde el principio. Yo estoy aquí, y se está desvaneciendo la última profecía del Águila que
desciende atacando, de Cuauhtémoc, quien un día antes de ser ahorcado, mandó traer un antepasado
mío para que escribiera esto: 'llegará el día en que todo esto que ahora se derrumba , renacerá, como el
sol que sale de oriente, así regresará, volverá a elevarse el Anáhuac, el vida termina, mis ojos no
volverán a abrirse y una gran pena me embarga. Tú que has venido a verme. Tú que custodias, que
guardas, que defiendes nuestra forma de vida, nuestras creencias, escribe con las líneas negras y rojas,
esto que te digo, no dejes que se pierda, porque es la única esperanza que nos queda de recuperar
nuestra grandeza. Ahora te digo lo que todos los tlatoque saben, que volveremos a reinar y venceremos
a estos que tienen el color del pitzol, y nuestra sangre volverá a sentirse orgullosa. Pero ahora, tú
Tliltlapaltecuhtli, cuida con tu vida nuestro más grande tesoro. Estos ladrones se llevan el oro, y me han
preguntado y torturado por nuestra más grande posesión sin saber que se trata de nuestro conocimiento,
de nuestra sabiduría.
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“ 'Ya está oscureciendo, ya el sol se oculta tras los montes. El futuro de nuestra gente también se dirige
hacia una región sin luz. Mañana antes de que el sol salga ya no estaré en este mundo. Les esperan días
que serán insufribles para ustedes, para sus hijos, sus nietos, y muchos que vienen después de ellos. Los
invasores que nos han derrotado, no respetan nada. Nuestra vida, nuestras costumbres, casas, dioses,
ellos las van a romper. Estos esclavos del oro, que no conocen siquiera la ciencia del tiempo, ellos
echarán a la tierra todo lo que consiguieron nuestros hermanos mayores, nuestros abuelos, nuestros
pueblos. Todo lo que nos heredaron los Teotihuacanos, los Toltecas lo destruirán. El mundo que
conocemos se ha formado desde hace más de doce cuatrocentenas de nuestra cuenta del tiempo. Ahora
nos ha tocado ver como todo se derrumba. Te encargo a ti, Tliltlapaltecuhtli, guardián, a tu familia, que
ha sido elegido entre los otros custodios de nuestros vecinos: los texcocanos, los matlazincas, los
cholultecas, los chichimecas, los canules de la tierra de Xoconoxco, que cuides nuestro más preciado
tesoro. Ya se han reunido todos en consejo y acordaron que tu linaje tendrá que padecer para salvar
nuestros conocimientos ahora que nuestros dioses nos han abandonado, que ya no nos respondieron, se
quedaron en silencio, ya que ahora termina nuestro. Ya la cihuapilli Cihuatenecahuytl dijo su augurio,
ya leyó el tiempo, ha visto lo que pasará. Moriremos como sabandijas, nuestra vida valdrá menos que la
de un animal; ya no podremos salvar nuestro mundo con el fuego nuevo. Ella ha dicho que nuestros
descendientes se mancharán con el color de su piel, esa mancha, será nuestra peor enemiga; los que
nazcan con la marca ayudarán a humillar a su hermano que se parezca a nosotros, a los del color de la
tierra, a los de nuestra forma de la cara, a nuestra lengua, a nuestro porte. Ya andan diciendo que
comemos a nuestros niños, que los matamos como ofrenda a nuestros dioses, que matamos a los de los
otros pueblos para la honra de Huitzilopochtli. Dicen que a los invasores los vemos como dioses
porque al principio los tratamos como teuctlis de guerra. Esas mentiras son las que conocerán nuestros
hijos y nietos y todos los que vengan después de ellos; pensarán que fuimos torpes y que no tuvimos
respeto por la vida de nuestros hermanos. Para eso destruyen nuestros papeles, nuestras cuentas de los
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días, nuestros templos y para eso han matado ya a casi todos los sabios, sólo dejarán a los macehuales;
todo el conocimiento se perderá. Dirán mentiras de nosotros y serán tenidas por verdades. Tendrá que
pasar 400 años y diez veintenas de nuestra cuenta del tiempo para que la luz surja otra vez. Para que los
que tienen el color de piel de los teotihuacanos, de los toltecas, de los del Anáhuac, de los de Cholollan,
de los de Matlatzinco, de los de Xoconoxco, puedan recuperar estos conocimientos que ahora se te
encomiendan. Para que estos que ahora llegan y nos roban, y nos manchan con su color, puedan ser
derrotados y nuestro color y porte pueda nuevamente gobernar lo que hasta hace dos años fue nuestro.
Ahora Tliltlapaltecuhtli, guerrero, guardián, es tiempo de que te marches, porque ha oscurecido. Vete
hacia matlatzinco, que allá encontrarás ayuda. Dejemos que el tiempo avance y la oscuridad cubra
totalmente esta tierra que mientras fue nuestra estuvo llena de luz y de cantos alegres del cenzontle y
del colorido quetzal y del verde precioso de sus montes' ”.
Don Pedro dejó el papel y nos miró. Continuó:
“De ahí partió Tliltlapaltecuhtzin hacia el Xinantécatl donde se ocultó con ayuda de los
pobladores, y de ahí en adelante, nuestra familia se ha ocultado en los montes del sur del Estado”.
Tomó otro papel y lo empezó a leer:
“ 'Mi corazón está lleno de tristeza, ahora voy caminando por la noches, solo, entre las milpas
camino sin compañia y escucho los grillos y el ruido de del viento de la noche. En lo alto brillan las
estrellas y la luz de la luna me alumbra. Avanza el tiempo y mis pies están cansados, llevo sobre mis
espaldas un peso muy grande, más no puedo ser débil, tengo que seguir. En las casas que me han
ayudado, en las que me he escondido, en las que me han dado alojamiento, me han contado lo que van
haciendo los invasores; ya les han tirado los templos, han venido a abusar de las hijas de mis
huéspedes. Se llevan la comida y los han golpeado. Algunos les han puesto una marca quemándoles la
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cara con ujn signo de su escritura. A otros los envían lejos a trabajar para hacer casas para sus dioses' ”.
Don Pedro hizo una pausa y comenzó a hablarnos:
“Muchachos lo que este papel dice no había sido leído nunca a nadie fuera de mi linaje. He
mostrado dos escritos que hablan de esta tierra donde está San Miguel y San Pedro, pero ni éste, ni
ninguno de los otros los he mostrado. Uno de estos dice donde están ocultos dos baúles más con los
escritos que contienen parte de la sabiduría de la historia, de la arquitectura, del arte de la pluma, de las
leyes que existieron antes; se entregaron a mi linaje allá por 1522; las trajeron de todo el país, las
recolectaron los sobrevivientes que conocían el linaje elegido.
“El tiempo a mí se me termina, ya siento que me faltan las fuerzas, y que todo el esfuerzo
realizado por mis antepasados ha sido inútil porque al nieto al que corresponde tener la custodia del
conocimiento le pude enseñar sólo dos años. Ahora él tendrá cerca de 21 años. Mi nieto se llama como
yo, Pedro, y se fue a estudiar a la ciudad de México porque sus papás eso quisieron. El aún no sabe leer
completamente los documentos. Si yo muero no habrá nadie que pueda hacerlo y todo el tesoro que se
encomendó a mi linaje va a perderse porque no habrá quien le dé el cuidado que debe. Él, que pertence
al linaje que hemos cuidado para que nuestra sangre, nuestra raza, permanezca sin contaminación de
los invasores, ha sido contaminado en su pensamiento por la televisión. La culpa es de sus padres que
se fueron a vivir a San Miguel, porque cuando iba a visitarlos alcanzaba a ver ese aparato. Eso lo
maleó. Aunque su sangre lo delata, lo llama, porque lo humillan por su físico. Porque en este tiempo
todos quieren parecerse a los americanos. Todos quisieran ser güeros y tener otro color de piel. Por eso
creo que mi nieto pronto regresará, para continuar nuestra tarea, y tal vez en él se cumpla la profecía de
volver a hacer gobernar a los pueblos que ahora llaman indios; para que se les dé el lugar que les
corresponde a lo que ellos consiguieron, para volver a construir templos como los de ese entonces, para
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volver a calcular el tiempo como ellos lo hacían, para volver a respetar nuestra apariencia morena. Una
vez que esto suceda, estaremos en posibilidad de crear nuevamente un camino que sea nuestro, un
camino diferente al que nos marcaron los invasores. Podremos entonces competir con otros países y
dejaremos de ir a humillarnos a otros lugares para ganar el pan de nuestros hijios”.
Se quedó pensativo por unos segundos y agregó: “Bueno, es mejor que vayamos a la cocina,
nos está hablando mi mujer. Adelántense, ahorita los alcanzo”.
Nos adelantamos mientras él metía nuevamente los documentos al baúl. Yo no podía pensar en
otra cosa más que en lo que acababa de escuchar de la boca de don Pedro. Entramos en la cocina,
donde ya estaban unas velas prendidas porque ya había oscurecido. Doña Luisa nos ofreció atole en
unos jarros de barro. Todo estaba en silencio y se podía escuchar el canto de los grillos y el goteo del
agua.
Regresó don Pedro y se sentó a la mesa. Su esposa salió por el pasillo. Nuestro anfitrión empezó
a hablar nuevamente.
—Me siento triste, porque a lo largo de mi vida he visto muchas injusticias. He ido a trabajar en
la ciudad y ahí me he enterado de cosas desagradables . Yo nací con el siglo pasado, como les dije hace
un rato. Soy de 1899. Mi abuelo, quien me enseñó la sabiduría de mi pueblo, conoció en su juventud a
don Benito Juárez, también de nuestra raza. En 1913 fue a visitar a don Emiliano Zapata allá en
Anenecuilco. De ellos me habló con gran respeto, pero dijo que aunque tenían la sangre nuestra, su
forma de ver el mundo se las había enseñado la sociedad de los invasores. A ellos imitaban en su
vestimenta y pensaban en parte como ellos. Pero también me dijo que ellos no tuvieron la culpa de ser
así, porque la forma de pensar de los indios de ahora, descendientes de los antiguos pueblos, sólo
conservaron el conocimiento de los macehuales, porque los invasores mataron a todos los que tenían la
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sabiduría mayor. Por eso aunque ahora esos pueblos tengan su propia lengua no saben leer su escritura.
Eso me fue dado en custodia a mí, y a mis ancestros, en espera de poder regresar al gobierno antiguo,
sin mancha de la forma de pensar de los invasores. A nuestro linaje se nos encargó restituir el
conocimiento”.
Se hizo un silencio, doña Luisa comentó que ya era tarde y que había acomodado unas camas
para que nos quedáramos a dormir. Así lo hicimos, dirigiéndonos a un cuarto pequeño con bases de
camas cubiertas con petates. Don Pedro nos trajo una cobija a cada quien. En esa pequeña habitación se
escuchaban el sonido de un río cercano, unas cigarras, y de manera intensa unos grillos. Se oía también
por ratos el ladrido de unos perros.
Don Eleazer cayó rendido rápidamente, mientras yo quise expresarle a Carlos lo emocionado
que me sentía por lo que habíamos visto.
—¡Oye nunca me hubiera imaginado que iba a escuchar lo que nos dijo don Pedro! ¡Imagínate
todo el conocimiento que está resguardando! —le comenté emocionado a Carlos.
—Pues la verdad yo no conozco demasiado de historia. No sé bien a qué se refiere con eso de
los códices —contestó—. Creo que no me había puesto a pensar sobre lo que había pasado después de
que llegaron los españoles. Lo único que me acuerdo de historia es que dicen que le quemaron los pies
a Cuauhtémoc, pero nada más.
—Mira, después que llegaron los españoles, murió más del 60% de la población nativa, por
varias razones. Una de ellas fue que los europeos traían enfermedades para los que los indios no tenían
defensas inmunológicas; otra fue la cantidad de nativos que murieron en la guerra de conquista y otra
más es que los mandaban a trabajar lejos de sus casas en las construcciones de iglesias y en minas
después que las descubrieron.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
—Pero si dicen que también los antepasados hacían sacrificios ¿no? —me recordó.
—Sí, eso dice la historia, pero ves lo que nos contaba don Pedro, que son sólo mentiras que se
inventaron para exculpar a religiosos y conquistadores que se solapaban entre ellos —le comenté—. La
verdad Carlos, esa sabiduría que tiene don Pedro pudiera cambiar toda la historia de nuestro país,
porque como nos contaba, la historia actual la elaboraron los vencedores con lo que más le convenía.
—Para serte sincero José, a mí no me parece tan importante, a la mejor lo será para un
arqueólogo o para un especialista, porque a la gente como nosotros creo que nos daría igual saber lo
que dicen esos códices o no saberlo.
—De alguna forma tienes razón, porque si de alguna manera se diera a conocer el contenido, y
sólo le interesara a los especialistas, entonces no pasaría nada. Pero por el contrario, si se difunde
adecuadamente las cosas serían diferentes.
Platicamos por unos cinco minutos más esa noche fresca, en la que por cierto no faltaron los
molestos jejenes y mosquitos que no lo dejan descansar a uno. Después por causa del cansancio caí en
un sueño profundo. Recuerdo que esa noche tuve un sueño muy extraño en el cual unos guerreros
aztecas luchaban contra hombres que montaban caballos. Al final uno de los guerreros se dirigían a mí
con las palabras que don Pedro nos había leído.
Al otro día nos levantamos cuando empezaba a clarear, antes de que el sol saliera; el olor a
tierra me atraía lo mismo que las hojas de las árboles cubiertas de agua. Al otro lado de la barranca, en
una montaña próxima se veía la vegetación mojada sobre la que flotaba neblina. El ruido de la corriente
de agua cercana persistía. Para esos momentos doña Luisa ya había preparado el café y algunas
tortillas, invitándonos amablemente a desayunar.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
Una hora después nos despedíamos de don Pedro y doña Luisa dándoles gracias por todas las
atenciones. Mi amigo y yo comenzamos a caminar mientras don Eleazer se quedó platicando un par de
minutos con nuestro anfitrión. Éste último gritó: “muchachos, vengan tantito”, y regresamos a donde
estaban.
—Anoche les comenté que tengo un nieto que se fue para la ciudad de México —nos recordó
don Pedro— se llama Pedro Cruz Camacho. Quería pedirles de favor que si alguien de ustedes puede ir
a ver a mi muchacho para darle un recado. Díganle por favor que ya estoy muy grande y siento que ya
me quedan pocas fuerzas.
—Si usted me da la dirección yo puedo ir a buscarlo para decirle su recado —le expliqué.
—No tengo la dirección exacta, sólo recuerdo que vive cerca de la universidad, al final de una
calle muy larga, a la entrada de un callejón, en una casa de tres pisos.
Por los datos que don Pedro me indicaba me di cuenta de que podría tratarse de una dirección
cercana al lugar donde rento, por lo que se lo hice saber:
—No se preocupe don Pedro, haré todo lo posible por tratar de localizarlo esta semana. Creo
saber más o menos cuál es el rumbo por donde vive. De todos modos si no lo encuentro ese día lo
seguiré buscando hasta encontrarlo para darle su mensaje —le aseguré—. Nos vemos don Pedro.
—Muchas gracias por todo don Pedro —se despidió dando la mano a los ancianos— gracias
doña Luisa.
—Ya me voy padrino a ver si puedo venir pronto a saludarlos nuevamente —dijo don Eleazer al
tiempo que le besaba la mano—. Ya me voy madrina —se despidió de doña Luisa con el mismo gesto
de respeto.
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—Ándale hijo a ver cuando vienes. Salúdame a Lupe —contestó la anciana—. Que les vaya
bien. Váyanse con cuidado.
Comenzamos a caminar platicando sobre lo que nos había mostrado don Pedro, sin embargo,
pronto el tema cambió hacia los bautizos que se celebraban en San Miguel y, así, después de cerca de
una hora y media llegamos a ese pueblo, donde nos invitaron al “recalentado” de los bautizos del día
anterior. Nos sentaron en unas vigas que hacían las veces de sillas donde nos sirvieron arroz, mole
verde y tamales. Don Eleazer empezó a conversar con algunos de sus amigos mientras tomaba cerveza
y escuché que comentaba que venía de la casa de don Pedro Cruz y continuó platicando.
Más tarde un amigo de don Eleazer nos llevó de regreso en su camioneta a San Pedro. Como era
ya cerca de la una de la tarde, nos dirigimos apresuradamente a la casa de Carlos por mis cosas. Por el
camino me despedí de don Eleazer, dándole las gracias por la ayuda.
— Para la próxima que vengas ya sabes que cuentas conmigo si necesitas un guía —se ofreció
amablemente.
—Gracias don Eleazer, a la mejor vengo pronto. Ya sabe por eso del recado que le voy a dar al
nieto de su padrino —a ver si nos puede acompañar de nuevo.
Casi corriendo continuamos rumbo a la casa de Carlos, donde doña María nos ofreció de comer
al vernos llegar, sin embargo, como ya era bastante tarde, tuve que negarme. Sólo tomé mis cosas y me
despedí de los papás de Carlos y de sus hermanos.
—Gracias, la verdad estuve muy a gusto —les aseguré—, creo que voy a regresar algo pronto
porque quedé de darle una razón a don Pedro, el señor que visitamos ayer.
—Bueno, José pues aquí te esperamos con mucho gusto —exclamó don Nicolás—. ¡Que te
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vaya bien!
Inmediatamente tomamos el camino de regreso para poder alcanzar el camión de las 5 de
regreso a la ciudad de México. Llegamos al pueblo cerca de la hora indicada, y sólo esperé el camión
unos cuantos minutos hasta que llegó. Tomé mi mochila y me despedí de Carlos:
El trayecto de regreso se me hizo triste, el tono de la tierra bajo el sol del atardecer le daba una
apariencia rojiza, las personas que estaban fuera de sus casas disfrutando de la tranquilidad del
domingo me hicieron sentir nostalgia. Pasé por Toluca cuando la tarde estaba pardeando, todavía pude
ver lo bonito que es el paseo Tollocan con sus árboles a los costados. La capital del estado de México
luce muy próspera en esta zona industrial.
El jueves por la mañana me hice un tiempo para ir a cumplir el cometido que me había
encargado don Pedro y con esa intención me dirigí a la dirección que me había indicado. En la esquina
de la casa de tres pisos se acostumbraban reunir un grupo de personas que hablan una lengua indígena y
que muy frecuentemente estaban en estado de ebriedad. Me acerqué a la casa a tocar el timbre pero
nadie salió. Toqué el portón utilizando una moneda, y en esta ocasión salió un señor muy amable.
—Buenos días. ¿No se encontrará el joven Pedro Cruz? —le pregunté.
—A ver déjame ir a tocarle a su cuarto —contestó al tiempo que se metía y subía unas escaleras.
Después de un par de minutos regresó—. No está, ya le estuve tocando y no contesta. Él siempre sale
temprano para la facultad —me dijo el casero—, si quieres venir en la tarde a buscarlo y si no mejor
vente mañana porque luego ya llega noche.
—Sí está bien —le contesté— mejor vengo mañana a ver si tengo mejor suerte.
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Me regresé hacia la casa a desayunar. Como había pedido el día en el trabajo me fui al centro de
la ciudad a comprarme unos libros. Me dirigí a la calle de Donceles a buscar el libro llamado La Nueva
Racionalidad, de Sergio Vilar,1 pero después de buscarlo por un rato y no encontrarlo opté por otro
llamado El fin de la Edad Moderna, de John Lukacs.2 Como ya pasaba del medio día, caminé hacia el
Zócalo porque ese lugar me da tranquilidad. Ahí compré unos tacos en los puestos que se ponen a un
costado de la catedral.
Al día siguiente, muy de mañana, fui a la casa de tres pisos. Nuevamente salió el dueño de la
casa y enseguida fue a tocarle a la puerta de José. Después de un rato regresó.
—¡Huy amigo! Si que tienes mala suerte, otra vez se fue temprano o no llegó, porque creo que
está en un proyecto de investigación en un instituto y a veces tiene que hacer guardia.
—¡No me diga! —contesté contrariado —. ¿No sabe en qué facultad está?
—Mira no sé bien, pero si vienes mañana y no lo encuentras, yo de todos modos les pregunto
para que te diga. O si no mejor vienes al rato, porque si ayer no llegó, entonces hoy tiene que llegar
temprano. Pero no estoy seguro de que no haya llegado.
El sábado como a las 10 de la mañana pasé a ver si encontraba a Pedro en su casa pero no fue
así. El casero me indicó donde estudiaba y hacia allá me dirigí. Una vez ahí empecé a preguntar por él.
Después de andar por el edificio de su escuela por fin me dieron razón de él; se encontraba en la
biblioteca.
A esa hora había pocos usuarios en la biblioteca por lo que no me fue difícil localizarlo. Me
acerqué al lugar en donde estaba. Era un jóven de apariencia alegre y de tez morena oscura.
1 VILAR, Sergio, La nueva racionalidad, Barcelona, Ed. Kairós, 1997.2 LUCKAKS, John, El fin de la edad moderna, México, Ed. Novaro, 1975.
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—Buenos días ¿Pedro Cruz Camacho? —le pregunté sentándome a un lado de él.
—Sí, ¿con quién tengo el gusto? —me contestó con gesto desconcertado.
—Qué tal, me llamo José Juárez. Vengo de parte de don Pedro Cruz.
—Mucho gusto. ¿En qué te puedo ayudar? ¿Está bien mi abuelo? ¿Le pasó algo? —me contestó
con gesto de preocupación.
—No, no es eso. No te preocupes —lo tranquilicé—. Lo que pasa es que hace ocho días fui a
San Pedro a visitar a un amigo y llegamos a la casa de tu abuelo por casualidad, porque subimos al
cerro y allá nos atajamos de la lluvia.
—Menos mal, por un segundo creí que algo le había pasado. Si quieres vamos allá afuera a
platicar —exclamó y al instante juntó sus cosas y depositó los libros en un estante—. Oye ¿y cómo está
mi abuelo? Hace casi más de un año que no lo veo —me preguntó.
—Bien, yo lo vi sano, aunque quizás algo cansado.
—Oye, ¿y tú tienes familia allá en San Pedro? —inquirió don Nicolás.
—No, en realidad, como te contaba hace un rato, fui a visitar a un amigo mío que se llama
Carlos Campuzano, allá en tu pueblo, no sé si lo conozcas.
—Ah, sí, el que vive por el cerro ¿no? Es hijo de don Nicolás Campuzano.
—Sí, exactamente. Él trabajó conmigo allá en una librería que está por el centro y siempre me
invitaba a ir a su pueblo. Por eso fui la semana pasada, para conocer San Pedro y para buscar un
mentado “castillo” que dizque construyó un revolucionario.
—Ah sí, hay una leyenda que cuenta eso, pero creo que son puros cuentos.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
—Así debe ser, nosotros sólo encontramos algunas vasijas prehispánicas por ahí donde le dicen
la cofradía.
—De por sí por esta zona hay material antiguo, quizá fue un lugar ceremonial —me comentó en
tono seguro.
—Bueno pues para no hacerte el cuento largo, tu abuelo nos habló de algunas cosas sobre el
conocimiento que el es depositario.
—Acompáñame —me dijo, tomando un semblante serio y levantándose —vamos al bosque de
Tlalpan, en ocasiones voy allá porque me da tranquilidad que necesito para reflexionar.
Salimos de la universidad y tomamos el transporte que nos llevaba hacia el lugar que Pedro me
había indicado. Con el alma en hilo por la forma en que conducía el chofer, llegamos en unos 20
minutos al punto más cercano del bosque del Tlalpan. Bajamos en un mercado de artesanías de madera
y caminamos por una avenida amplia en la que se veían hermosas casas de gente adinerada. Una vez
dentro del parque, tomamos un camino de subida y entramos a un lugar tan poblado de árboles que le
hace a uno olvidar que se está dentro de la ciudad de México. Los dos íbamos en silencio.
Después de caminar aproximadamente quince minutos llegamos a un lugar en lo alto de un
monte, donde había más personas ejercitándose. Nos sentamos en una barda desde donde se miraba el
sur de la ciudad cubierta por una capa de contaminación. A pesar del smog se podía ver a lo lejos una
iglesia de diseño vanguardista y más hacia el norte destacaba de entre otros edificios, el World Trade
Center.
Empezamos a platicar:
—Mira José. Así me dijiste que te llamas ¿verdad?
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—Sí, José Juarez, a tus órdenes.
—Bien, mira la verdad, yo estoy algo confundido. Al principio me gustó la ciudad, sus
edificios, el movimiento, tú sabes. Tú tampoco eres de aquí ¿o sí?
—No, también soy del Estado de México. Mi pueblo está como a dos horas de la ciudad.
—Bueno, entonces tú has de saber de lo que te estoy platicando. A mí me atrajo la ciudad
porque es diferente a mi pueblo. Allá todo permanece igual, además de que está muy alejado y
abandonado. Pero ahora después de conocer más el ambiente citadino ya no me gusta tanto, tú sabes, la
contaminación, el tráfico, el sobrepoblamiento, bueno y más cosas.
—Sí eso es cierto. Es más padre vivir en el campo, lo único malo es que no hay tantas formas
de mantenerse. Probablemente en lo que se parecen la ciudad y la provincia es en la corrupción —le
contesté.
—Creo que ese problema en parte es un tipo de violencia circular, ya que inicia porque nos
vemos como enemigos entre los que detentan el poder económico y la gran masa de mexicanos. Al ver
que nada se puede hacer contra el sistema, algunos toman lo que pueden, sin importarles nada ni nadie.
De alguna forma tiene que ver con el problema del sometimiento que sufrió nuestro país en el pasado.
Sobre todo, como te digo, es debido a que quienes detentan el poder económico ven al pueblo
mexicano como antagonista, como a un sujeto digno de ser explotado. Ellos tienen los medios de
comunicación que les ayudan a perpetuar las cosas como están. Creo que si llegara alguien con la idea
de unificar ambos sectores las cosas cambiarían.
—¿A qué te refieres? —le pregunté desconcertado.
—Lo que quiero decir es que desde niños nos enseñan que sólo los que se parecen a los
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europeos, los del sector de la población más acomodado son los que se les permite salir en la tele, son
los que moldean la imagen de nuestra sociedad. Todos los otros, los de piel morena, a ellos los llaman
“indios”, “paisanos” o “nacos”.
“Date cuenta, desde que va uno en la primaria, o desde antes, ponen de reina de la belleza, de la
Independencia, o de cualquier otro evento a la chica que tiene más rasgos europeos. Eso es una
colonización, o un autosometimiento, como dice Enrique Dussel. Pero bueno, esa sujeción no empezó
sola. Creo que es como te platicó mi abuelo Pedro, los españoles inventaron una serie de mentiras para
que en el futuro se viera a los antiguos habitantes de estas tierras como unos bárbaros con dioses
crueles. Todo esto que se dice es mentira. La razón te la dijo también mi abuelo, los españoles dos
lugares donde surgió la civilización: Mesoamérica y los Andes. Los españoles inventaron todos esos
cuentos para evitar la 'leyenda negra', que al final de cuenta no pudieron evitar”.
Sin contestarle, por unos minutos me limité a escucharlo. En mi interior me daba cuenta de que
él había racionalizado todos esos hechos que a mucha gente le saltan a la vista. Después de meditar un
poco le dije:
—Mira, antes de continuar, quisiera platicarte que poca gente se percata de ello, pues yo he
platicado sobre este tema con algunos compañeros y sin embargo dicen que es mi imaginación, que la
discriminación no existe en México. Por eso me siento contento de haber conocido a tu familia. Creeme
que es algo que no me hubiera imaginado ni en sueños. Yo siempre he hablado de esto y creo que se
debe a la realidad de cada persona, si uno es diferente a los demás es como llegas a comprender que sí
existe la discriminación en nuestra sociedad. Me pongo a tu disposición; si en algo te puedo ayudar ya
sabes que cuentas conmigo.
—Gracias José. Mira, aunque mi abuelo habla de un retorno de una antigua civilización yo
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considero que eso es imposible, pero creo que sí se puede aspirar a una revaloración de los logros
culturales e incluso sería posible retomar aspectos como la herbolaria, la escultura, el lenguaje y sobre
todo, la revaloración de sus rasgos físicos —agregó—, te insisto sobre este punto porque como ves yo
poseo los rasgos inidígenas y recuerdo que en varias ocasiones he recibido y he escuchado que se
discrimina. Incluso te puedo decir que a mí me han discriminado más de una ocasión.
“Por eso deberíamos replantear estos hechos de manera seria ya que es injusto que una persona
sea objeto de burla porque su lengua madre no es el español. Por el contrario eso debe ser motivo de
respeto. Es necesario que se le dé su justo valor a la vida del campo, a la vida de los pueblos y a las
comunidades indias porque son herederos de algunos elementos de las culturas prehispánicas”.
“Ahora, creo que la clave radica en que quienes independizaron a México eran personas de
cultura europea y continuaron relegando al indio a la pobreza y al olvido. ¿Qué te puedo decir de los
dirigentes actuales? Ellos no contemplan ni por un momento retomar elementos prehispánicos, por el
contrario, buscan la solución de los problemas del país en tradiciones extranjeras. No quiero decir que
esto sea malo, además con la globalización las comunidades indias se ven obligadas integrarse al
México 'moderno'”.
—Oye Pedro, creo que nuestra sociedad aparte de todo lo que hemos comentado pasa por un
momento de crisis o de descomposición, lo que se refleja en la corrupción.
—Así lo creo también. Me parece que todo comenzó cuando las familias quedaron
desmembradas allá en la Conquista, sin mencionar que las culturas mesoamericanas fueron destruidas.
La cultura de nuestros antepasados tuvo que reconstituirse. Es un tema bien complicado. Además en la
actualidad si continuamos buscando el famoso sueño americano, lo que conseguiremos ampliar son el
pandillerismo, la drogadicción y el individualismo. Más bien deberíamos retomar la vida comunitaria
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que ha permitido a los pueblos sobrevivir a todos los obstáculos que se les han presentado. Se debiera
reconsiderar la influencia de las personas de avanzada edad sobre la educación. También habría que
encauzar la fuerza juvenil hacia tareas comunitarias y de desarrollo.
—Oye, pero ¿no crees que eso nos llevaría a un estado fascista o semi fascista? —le pregunté.
—No, porque te comento que esa política se aplicaría a nivel pueblo, no implantada desde el
nivel federal. Desde la perspectiva del jefe de comunidad se puede tener acceso a las necesidades
individuales y no se consideraría a las personas como un número más.
“Regresando a los rasgos físicos, no me imagino que los indios puedan parecerse al estereotipo
de 'charro' como tampoco podría parecerse a un vikingo. Creo que ese sería un desafío para los
dirigentes: modificar la imagen que tiene de sí mismo el mexicano, la que se ha formado a partir de la
independencia. Lo mejor sería dar forjar una visión positiva de los rasgos físicos indígenas ya que
muchas personas de los pueblos del centro y del sur de México tienen esa apariencia.
“Traigo en mi mochila el libro Black Like Me, de un autor americano. Busco un fragmento. —
me indico al tiempo que sacó un libro tamaño bolsillo y buscaba la página—. Mira este es, lee esta
parte, se relaciona con esto que estamos comentando”.
Tomó el libro y comenzó a leer. Se trataba de una plática entre un hombre afroamericano y un
escritor de raza blanca disfrazado de afroamericano para investigar el racismo en carne propia:
[...]
“considere a los negros de color oscuro, como usted sr. Griffin y yo —continuó—, para
los nuestros somos unos viejos Tíos Tom. No importa cuanta educación o moral
tengamos. No, usted tendría que ser casi un mulato, un Valentino. Entonces ya los otros
UN SECRETO PREHISPÁNICO
negros lo tomarían en cuenta a usted, porque ya tendría clase. ¿No es una lástima que
esa sea nuestra persona ideal, nuestro héroe?[...]El blanco utiliza su conocimiento para
adular a algunos de nosotros, para decirnos que estamos por encima de los nuestros, no
como el resto de los negros [...] 3
—¿Qué te parece José, te suena conocido?
—Oye, tienes razón Pedro, aunque me parece que eso del héroe o ideal de personas se presenta
más visiblemente en los Estados Unidos. Aquí en México la diferencia radica en que allá la situación
es, o era, más clara porque la raza blanca es una mayoría separada. Aquí la percepción de raza es más
ambigua, por ejemplo puede ser algo moreno, o tal vez tener un hermano güero. Por eso en Estados
Unidos los activistas de raza negra han podido conseguir eso de la acción afirmativa y por eso tienen
sus programas de televisión con personas de raza negra.
—Bueno, te diré que sigue vigente en la televisión, revistas y el cine la relación de lo mulato
con lo “atractivo”. Eso orilla a algunas personas a tratar de parecerse a los blancos como lo hizo el
cantante Michael Jackson. Pero tienes razón en lo de la acción afirmativa. Según lo que he leído, en
Estados Unidos las compañías tienen que emplear obligatoriamente a personas afroamericanas y otras
minorías. Checa este fragmento —me indicó mientras tomaba el libro otra vez.
—Creo que esta situación de discriminación tan abierta basada en la apariencia física
también se presenta en México, pero sólo en algunos sectores de la economía como en los medios de
comunicación visuales, o en los empleos que requieren atención al cliente. En otros sectores la
situación no es tan clara o no tan aparente. Por eso nadie pelea porque se erradique.
—Oye Pedro, ahora que platicamos sobre eso, me surge la pregunta de cuál será la intención de
3 GRIFFIN, John H., Black Like Me, Estados Unidos, Signet, 1961, pp. 35-36.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
los medios visuales al negar la participación a las personas con rasgos físicos indios que representan el
nivel mayoritario de la población mexicana. ¿Cuál es esa motivación que nadie dice? Cierto es que la
publicidad está dirigida al sector medio de la población mexicana que aspira a ascender e imitar las
formas de vida de la clase alta, por cierto, estos últimos de rasgos físicos y culturales
predominantemente europeos. ¿Por qué si la mayoría de la población se ve excluída de ese medio no
hace nada por buscar un trato más igualitario?
—José, además de lo que comentas, que desde hace varias generaciones los niños ven la
televisión y eso modifica su percepción de la realidad. Quiero decir que los niños pasan más de 4 horas
al día viendo esa programación, sin contar que muchas mamás ven junto con sus hijos las famosas
comedias, y todo eso significa ver violencia y engaños de pareja, además de que los autores son de
apariencia física europea. Eso de alguna forma refuerza el autosometimiento.
—Y luego se refuerza lo que nos enseñaron en las escuelas, se nos repite la forma en que
debemos ver al mexicano, nuestros héroes, nuestros símbolos.
La plática continuó por unos pocos minutos más. Hablamos sobre sus planes, sobre la situación
actual y sobre algunos otros temas y a eso de las 2 de la tarde salimos del parque.
—Oye, pues ya hace hambre. Ya vámonos ¿no? Yo me voy para el metro C.U. ¿y tú?
—De hecho también voy para tu rumbo. Vivo como a siete cuadras de donde rentas —le
comenté a Carlos.
—Bueno, mira entonces, que te parece si pasamos de rápido ahí donde rento para que te preste
unos libros que me gustaría que leyeras. De hecho cuando he ido a mi pueblo le he llevado algunos
libros a mi abuelo también, porque creo que el conocimiento nos puede ayudar.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
Tomamos el camino de regreso para abordar una “pesera” que nos llevaría de regreso hasta
nuestra colonia. Nos fuimos en silencio y caminamos esa calle larga que sale del metro C.U. Después
de 15 minutos de caminar llegamos al domicilio de Pedro. Su habitación era pequeña. En las paredes
había 3 cuadros de glifos prehispánicos, sobre unas tablas colocadas arriba de unos tabiques tenía gran
cantidad de libros; tomó cuatro de ellos y me los dio.
—Leélos —me pidio Pedro—, de esa forma podrás comprender mejor el problema del que
hablamos hoy.
—Está bien Pedro, voy a tratar de leer dos por semana. Entonces, te los regreso en un mes más
o menos. También te dejo este que traigo, lo compré apenas allá en los libros usados que venden en
Donceles. Es de un autor francés llamado Serge Latouche. El título es El planeta de los Náufragos.4
Está muy bueno.
Al llegar al departamento en donde vivo me preparé unos sandwiches y comí un poco de pollo
rostizado, acompañado de un café. Saque los libros que me prestó mi amigo: El encubrimiento del del
indio, de Enrique Dussel;5 Wa si' Chu. El genocidio de los primeros norteamericanos, de Bruce E.
Johanssen;6 Genealogía del racismo de Michel Foucault7 y otro de Francisco Gómez de Cervantes,
titulado La vida económica y social de la Nueva España al finalizar el siglo XVI.8
Me recosté en mi cama y comencé a leer el libro de Dussel. Al otro día en la mañana me di un
tiempo para capturar en la computadora un fragmento del libro que estaba leyendo:
4 LATOUCHE, Serge, El planeta de los náufragos. Un ensayo sobre el posdesarrollo, España, Acento Ed., 1993.5 DUSSEL, Enrique, El encubrimiento del indio. Hacia el origen del mito de la modernidad, México, Ed. Siglo XXI,
1994.6 JOHANSSEN, Bruce E., Wa si´chu. El genocidio de los primeros norteamericanos, México, Fondo de Cultura
Económica, 1982.7 FOUCAULT, Michel, Genealogía del racismo, Madrid, La Piqueta Ed., 1992.8 GOMEZ DE CERVANTES, Francisco, La vida económica y social en la Nueva España al finalizar el siglo XVI,
México, Porrúa Ed., 1944.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
[...]
Hablar de “encuentro” es un eufemismo [...] porquue oculta la violencia y la destrucción
del mundo del Otro, y de la cultura. Fue un “choque” y un “choque”devastador,
genocida, absolutamente destructor del mundo indígena. Nacerá, a pesar de todo, una
nueva cultura [...] pero dicha cultura sintética, híbrida, cuyo sujeto será de raza mestiza,
lejos de ser fruto de una alianza o un proceso cultural de síntesis, será el efecto de una
dominación o de un trauma originario. Es necesario tener memoria de la víctima
inocente (la mujer india, el varón dominado, la cultura autóctona) para poder afirmar de
manera liberadora al mestizo [...] 9
De este libro, me llamó la atención también la idea sobre que la riqueza de Occidente está
construida sobre la sangre y la vida de millones de indígenas, y explica que una mina por sí sola no
puede producir riqueza, se necesita de brazos que la hagan producir riqueza, ésta a su vez se convierte
en lingotes de oro y plata, pero a cambio, los trabajadores de las minas tuvieron que dar su vida a causa
de las condiciones en que se les obligaba a laborar.
Esa semana me dediqué a leer los libros que me había prestado Pedro. Otro fragmento que
capturé en la computadora y que tuvo gran repercusión en mí fue el libro de Francisco Gómez de
Cervantes, quien vivió en el siglo XVI.
El viernes por la tarde vi a Pedro en la biblioteca central de la Universidad y le comenté qué
pensaba acerca de lo que había estado leyendo.
—Oye, me gustaría sintetizar todo lo que hemos venido platicando para elaborar un ensayo o
qué se yo. Tú sabes, para que no sólo quede en una plática sino que se refleje en algo. Primero que
9 DUSSEL, Enrique, El encubrimiento... op. cit. p. 75.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
todo, quisiera hablar de cómo se ha forjado esta sociedad —le comenté a Pedro, sacando de inmediato
una libreta para apuntar.
—Me parece bien. Entonces, para ir de manera secuencial, creo que debiera comenzar con la
mención de lo que dice Michel Foucault, de que una de las formas en que la sociedad puede formarse
es por el sometimiento de un grupo a otro. Es decir, un pueblo vive tranquilo, trabaja, convive, celebra;
pero de repente aparece otro grupo de personas que envidian sus tierras, sus mujeres, sus posesiones y
los quieren convertir en esclavos. Imagina, entran los belicosos a tratar de conseguir lo que quieren; los
otros, se defienden, miden sus fuerzas, luchan, algunos mueren. Hay violencia y por último, después de
varios días, meses o años, llega la batalla final. Habrá un vencedor y un vencido. Ahí es el inicio de una
sociedad. Esa desigualdad establecida en el encuentro último será continuado por la política. Es decir
se instaura no para borrar la desiguadad, sino para perpetuarla. Imagina a los españoles diciendo “ya
terminó la guerra, ahora vamos a vivir en paz, todos trabajaremos hombro a hombro para salir
adelante”. No, no hay que ser ilusos. La política se instaura para perpetuar la situación de dominio. Por
eso Foucault invierte la aseveración de Clausewitz “la política es la guerra continuada por otros
medios”.
—Así es, ese fue el inicio de nuestra sociedad, y el de la mayoría de las sociedades de
Latinoamérica. Ahí es donde vemos el inicio del mestizo, en la violación de las indias. Ahí perecen las
grandes culturas mesoamericanas y su conocimiento conseguido a través de miles de años. Podría
resumirse este inicio como “el genocidio y el aniquilamiento cultural” por la muerte de más del 70% de
la población indígena ¿no? Podríamos agregar el periodo de construcción de iglesias, donde por cierto,
también murieron miles de indios; se presentó también la propagación de epidemias. Pero antes de
continuar quisiera mencionar la nota que tomé del libro que me prestaste, El genocidio de los primeros
Norteamericanos: “la táctica del FBI [...] era muy antigua: quitarle a la gente sus sentimientos
UN SECRETO PREHISPÁNICO
humanitarios como un pretexto para practicar la violencia contra aquellos a quienes llamaban
enemigos; o sea envilecer a la víctima antes del acto”.10
—Eso se relaciona con lo que hicieron los primeros españoles —dijo Pedro— al hacer ver a los
indios como asesinos por placer, por los sacrificios, con eso les quitas toda huella de humanidad, eso
genera un sentimiento de rechazo y condenación a sus supuestas “costumbres”, pensamiento que llega
hasta el presente. Cuando vemos que a los antiguos eran tan malos, no sientes compasión por todo lo
que les pasó. Creo que su táctica fucionó muy bien.
—Sólo para complementar tengo otra cita relacionada de ese mismo libro: “ 'Ellos son una
nación conquistada' dijo 'y cuando has sido conquistado, la gente que lo conquistó le dicta el futuro. Si
soy parte de una nación conquistada, tengo que someterme a la autoridad. 'El FBI debe funcionar como
una fuerza policiaca colonial' ”.11 El comentario fue dirigido a una reservación de indios en Estados
Unidos, pero de igual forma se puede aplicar a los indios de México. Ahora ¿cuál sería la siguiente
etapa?
—Creo que debemos anotar lo que pasó en los 300 años de colonia. Pero sobre eso creo que tú
sabes más que yo.
—A ver, creo que empezaríamos porque los conquistadores se avorazaron por las tierras más
productivas y las solicitaron en mercedes. Aquí es donde propiamente la construcción de iglesias, la
evangelización, la inserción de la idea de demonización de las sociedades precolombinas, el trabajo en
las minas, los repartimientos forzosos de indios. En este periodo los indios pierden todo respeto por sus
autoridades al convertirse esos rangos en puestos elegibles. En el segundo siglo de dominación, se
presenta la pérdida de tierras de los pueblos y de los “principales” de los pueblos. Van perdiendo
10 JOHANSSEN, Bruce E, El genocidio … op. cit., p. 50.11 Ibíd.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
terrenos y tienen que emigrar a las haciendas y ciudades para evadir los tributos. Así transcurre el
tiempo separando cada vez mñas la inmensa mayoría de indios analfabetas y pobres y un sector rico
compuesto por descendientes de españoles.
—Bien, a continuación sería bueno anotar que el siglo XIX sorprende con la noticia de que
España había sido conquistada por los franceses. Y aquí, después de 300 años de dominio, el sector
dominante de ascendencia hispana consigue liberarse de la metrópoli, pero desafortunadamente se
sigue verificando la situación de que la política es la guerra continuada por otros medios. La situación
se perpetúa. El indio continuará como vencido y el español como vencedor. No se toma en cuenta su
forma de vida. Se quiere que se convierta al pensamiento europeo, se quiere formar un México que sea
como Estado Unidos o como un país europeo. ¿Qué inconsciencia no? —me indicó Pedro.
—Sí hombre, que mala fortuna de los mexicanos. Aparecen los conservadores queriendo
regresar al pasado, y del otro lado los liberales quitándoles a los pueblos el derecho a ser una
corporación y los mandan hacia las garras de los hacendados quienes los despojan de todo. Oye pero si
te das cuenta, encaja perfectamente con los comentarios que saqué de El genocidio de los primeros
norteamericanos, ellos están en los suyo, desacreditar al indio, quitarle tierras y además mantenerlo en
la ignorancia y pobreza —agregué.
—Exactamente, y después viene Porfirio Díaz, quien acrecienta la desiguadad ya basado en
ideas “científicas”, lo que lleva a México en el siglo XX a la revolución.
—Aquí debemos marcar otra etapa, porque después de eso, ya es la modernidad en México.
Aquí ya aparece la idea de charro mexicano, aunque para este periodo todavía la mayoría de mexicanos
—cerca del 80%— hablen un idioma indígena ya sea como lengua única o bien aparte del español. Con
la introducció de los medios de comunicación masiva se empieza a formar con más fuerza la idea de un
UN SECRETO PREHISPÁNICO
México blanco. Ahí aparecen todos los actores nativos de nuestro país pero con preponderancia de
rasgos físicos europeos. Ahí tenemos a un Jorge Negrete, un Luis Aguilar, etc. Porque no me digas que
alguno de ellos tiene la apariencia de ser indio ¿o sí Pedro?
—Para nada, aunque algunas veces sale alguno de ellos en personaje de indio. Un ejemplo muy
conocido es cuando Pedro Infante caracterizó a un indio de nombre Tizoc.
—También, ahí tienes la película “Angelitos negros”, en donde el tema principal es la
discriminación pero enfocado hacia lo afroamericano.
—Tienes razón José, eso prueba que no se tiene conciencia de que en México hay diferencias
raciales y discriminación, como que sólo se cree que se da en contra de los negros o de los judíos.
—Bueno Pedro, entonces, para resumir, entonces nombramos a todos esos artistas como el
comienzo de la formacióndel mexicano mestizo blanco como ideal del mexicano en la imaginería del
pueblo, el equivalente del héroe que se menciona en el libro de Griffin. Y eso nos lleva derechito a la
situación actual. En todos los progamas de los canales mexicanos, sean estatales, nacionales, etc. Hasta
los canales 11 y 22 que se supone que son los culturales, no se salvan, siempre ponen de conductores a
personas mestizas con preponderancia de fenotipo europeo. No sé cuál sea la razón de que no quieran
que salgan “indios puros” .
—De acuerdo José y para resumir la situación actual, podemos decir que los mexicanos tiene
como ideal de belleza el fenotipo europeo. Eso lo demuestran en concurso de belleza, en su forma de
expresarse en sus hogares. En la forma en que se perciben los jóvenes.
—Sería bueno también que retomar lo que comentábamos de que el rumbo que sigue nuestro
país no es propio, sino que es una imitación del mundo desarrollado occidental. Pero hay que remarcar
UN SECRETO PREHISPÁNICO
que en el discurso que maneja occidente hay falsedad, a diario escuchamos o vemos en los medios que
incita a su auditorio a tomar cerveza ligada al deporte; o que le dice “fuma esta marca y serás valiente
como un vaquero”. Lo que nos indica que la mentira es permitida en occidente.
Habían pasado ya más de dos horas por lo que decidimos dar por terminado esa especie de
borrador acordando después aumentar y afinar ese trabajo. Caminamos hacia la avenida para tomar
nuestro microbús.
—Bueno José, pues creo que ha sido una excelente idea ese resumen, a verdad yo con todo el
trabajo de la escuela no me había dado tiempo de darle forma por escrito, sólo tengo diseminados por
aquí y por allí todas mis anotaciones de los libros —dijo Pedro, cuando a lo lejos vio que se
aproximaba su microbús—. Nos vemos José me iría en la pesera que tú te vas pero la verdad me deja
como a 10 cuadras de donde vivo, y ahorita tengo que llegar a hacer un trabajo. Nos vemos.
—Sí Pedro, nos vemos pronto, el fin de semana siguiente voy a ver a tu abuelo. ¿Quieres que le
comente algo especial?
—Sólo dile que le mando un saludo. Gracias. Nos vemos.
Pedro subió a su transporte y me quedé otros cinco minutos esperando el mío. Eran ya casi las 8
de la noche cuando llegué al departamento.
Todo el resto de la semana me daba un tiempo después de salir del trabajo y de la escuela para
leer los libros que me había prestado Pedro y también capturaba las citas que me parecían más
interesantes.
Con la intención de visitar a don Pedro, el siguiente sábado por la mañana me trasladé a la
UN SECRETO PREHISPÁNICO
tereminal de occidente. Por mala fortuna no había camión de las 6 de la mañana y no tuve otra
alternativa que esperar el siguiente que salía a las 8. Antes de abordar le marqué a mi amigo para que
no me esperaba a la hora en que habíamos acordado, sino a las 12 del día.
A decir verdad, ese no fue mi día porque después de pasar por Toluca, unos kilómetros adelante,
en un lugar que es conocido como “la puerta” el camión se descompuso. El conductor le pidió a uno de
los camiones que iba para la terminal que avisara, sin embargo, demoramos cerca de una hora
aguardando a que nos subieran a otro vehículo. Eran ya cerca de las 11:30 cuando llegó, yo ya estaba
desesperado porque me estaban esperando en San Pedro.
El recorrido se me hizo eterno por la desesperación. Por fin cerca de la 1 de la tarde llegué a mi
destino. Carlos me estaba esperando ya.
—¿Qué pasó José?¿Se descompuso el camión?
—Así es José ¿cómo supiste? —pregunté intrigado.
—No es tan raro que se descompongan estos camiones. Pero no importa, no es tan tarde. Ya que
es más de la una, de una vez hay que esperar a mi papá que vino por azúcar y jabón entre otras cosas y
no tarda en irse para la casa, debe andar por ahí platicando.
Esperamos un rato en la tienda del centro donde nos compramos un refresco. Después de cerca
de 40 minutos pasó don Nicolás con varias bolsas.
—¿Cómo estás José?¿Qué pasó, se descompuso el camión?
—Sí don Nicolás. Le digo a Carlos que por ahí por donde le dicen La Puerta ya no quiso
caminar, tuvimos que esperar a que mandaran otro de la terminal. Y por cierto mandaron uno de esos
camiones urbanos.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
—Bueno, lo bueno que ya estás aquí adelante dejé mi burro.
Empezamos a caminar por la parte de carretera que nos llevaba al camino, mientras que don
Nicolás montó en su burro. Para cuando llegamos a la casa de mi amigo eran ya cerca de las 3 de la
tarde.
—¿Qué tal José? Qué bueno que viniste de nuevo. ¿Cómo has estado? —comentó la mamá de
mi amigo.
—Bien doña María, sí ya ando de nuevo por estos rumbos. Quedé con don Pedro Cruz de
regresar a darle una razón de un nieto que tiene allá en el Distrito —le contesté.
—Algo nos había dicho Carlos, pero se te hizo tarde ¿no? Pensé que ibas a llegar temprano.
—Sí doña María, de hecho pensaba llegar como a las 11 y ya ve ya son las 3 de la tarde. Todo
porque desde allá desde el D.F. No salió el camión de las 6 y luego el camión que agarré se
descompuso allá por Toluca.
—¡Válgame Dios! —exclamó la mamá de Carlos—. Sí que tuviste mala suerte. ¿Van a subir
ahorita hasta la casa de don Pedro?
—Sí má, yo voy a ir con él —contestó Carlos—, pero ahora nos vamos a ir por otro camino que
está más empinado pero es más corto; para llegar un poco más rápido.
—Bueno, pero antes de irse, almuércense unas tortitas de plátano en chile rojo —dijo al tiempo
que nos servía en unas cazuelas de barro.
—¿Ustedes cómo han estado?— les pregunté.
—Bien José, gracias a Dios todos bien de salud.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
Después de una breve plática y de comer rápidamente, salimos hacia nuestro rumbo del cerro.
Comenzamos el ascenso, esta vez por un camino diferente que era más corto según había comentado
mi guía. La pendiente que tomamos estaba muy empinada y en algunas partes era algo peligrosa porque
las piedras se deshacían con mi peso. En ocasiones prácticamente tuvimos que saltar de una piedra a
otra para poder continuar.
—A ver si nos toca ver un venado otra vez —le dije a mi amigo.
—Ojalá José.
—Oye ¿y aquí nadie caza a los venados?
—Sí, de hecho siempre que viene uno a cazar se junta uno con otras personas del pueblo. Unos
son los “arriadores”, quienes se dispersan en un gran círculo para abarcar la mayor cantidad posible de
territorio. Ellos van haciendo ruido con las palmas, gritando y con todo lo que pueden, mientras
avanzan hacia el centro del círculo, donde se encuentran los “esperadores”. Así al final de cierto
tiempo, los animales que están dentro de esa circunferencia van siendo acorralados por los esperadores
quienes aguardan el momento propicio para cazarlos —explicó Carlos.
Me percaté que se asemeja a la forma en que los matlazincas cazaban a algunos animales,
haciendo que se juntaran en algún lugar.
—¿Sí viste al nieto de don Pedro? —preguntó mi amigo.
—Sí, ya lo ví —contesté.
—Medio me acuerdo de él porque un par de veces han bajado a la huerta, pero de eso ya tiene
un buen de años, más o menos unos diez.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
Platicamos poco porque como estaba bastante pesada la subida, me faltaba el aire para
conversar. Después de cerca de dos horas llegamos a la casa de don Pedro; eran ya casi las 5 de la
tarde:
—¡Buenas tardes don Pedro! —gritamos—. Buenas tardes.
Después de un par de minutos don Pedro apareció de atrás de su casa acompañado de dos perros
y nos saludó.
—Pásenle muchachos —nos indicó abriendo la tranca—. ¿Qué me cuentan? ¿Ya vieron a mi
muchacho?
—Sí ya pude platicar con él. Lo manda a saludar don Pedro —le contesté.
—Muy bien José, ahorita me platicas más, acompáñenme aquí atrás, voy a traer algo de leña.
—Pues sólo lo he visto un par de ocasiones —le dije mientras caminábamos—. Hemos
platicado del tema que usted nos comentaba ese día, sobre todo de la discriminación. Hicimos unos
apuntes sobre eso y también me comentó de algunos de sus planes.
—Qué bueno que por lo menos le siga interesando eso; yo sólo he sabido de él porque cuando
he visto a su papá me ha mandado saludos y algunos libros.
—Sí mire, de hecho a mí también me prestó unos libros. Ahorita en el camión me vine leyendo
uno. Mire – al momento que le mostraba el libro El encubrimiento del indio, de Enrique Dussel.
—Mira, si quieres déjalo aquí debajo de este árbol junto con tu mochila para que no vayas
cargando.
—Sí don Pedro, ahorita paso por mis cosas.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
—¿Cómo lo viste? ¿Se ve alegre o triste? ¿No ha bajado de peso?
—Pues yo lo veo alegre, animado. Siempre anda movido con lo de su escuela. Usted sabe, eso
también requiere tiempo.
—¿No te habló acerca de si va a venir pronto?
—No don Pedro, no me dijo nada sobre eso. Pero sí lo mandó a saludar. Dice que lo extraña.
—Yo también extraño a mi muchacho.
En ese momento se le nublaron los ojos mientras que se agachaba para recoger leña. A pesar de
su edad don Pedro estaba bastante ágil para caminar y para hacer todos esos movimientos.
—Déjenos la leña. Nosotros nos llevamos esa y esa que está aquí don Pedro —le pidió Carlos.
—Está bien muchachos, gracias —contestó.
—¿Cómo está tu tío, Carlos? —le preguntó don Pedro a mi amigo.
—Bien, don Pedro —respondió—. Ayer lo ví, estaba echándole remedio a sus plantas. De hecho
quedamos con él de pasar a traerlo pero se le hizo tarde a José y por eso es que venimos llegando a
estas horas, por eso también ya no pasamos por mi tío.
Regresamos rápidamente a la casa, mientras platicaban sobre don Eleazer.
—Pásenle muchachos —nos indicó don Pedro—. Luisa, mira quienes están aquí —le dijo a su
esposa.
—Buenas tardes muchachos. ¿Qué milagro que andan por aquí? —exclamó doña Luisa,
mientras se dirigía a la cocina.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
—Buenas tardes doña Luisa —respondí al saludo —. Había quedado con don Pedro que
regresaría después de ver a su nieto.
—Cómanse un taco muchachos —nos invitó don Pedro.
Nos dirigimos a la cocina y don Pedro fue hacia el cuarto en que nos había enseñado los
documentos la primera vez. De ahí sacó dos libros, uno era de Bernardino de Sahagún y el otro de
Sergei Gruzinski; nos los dio y comenzó a hablar:
—Ya que me comentabas que le estás ayudando a mi nieto a hacer un resumen de este tema, si
quieres puedes escribir esto de lo que te voy a hablar. Me perdonarás que no pueda enseñarte los
papeles de mis antepasados, pero es una obligación muy grande el custodiar ese conocimiento, así es
que me basaré en lo que dicen algunos libros que cualquier persona puede ver.
—Muchas gracias don Pedro, no se preocupe, yo lo entiendo. Al contrario le agradezco el
habernos confiado ese secreto. Y, sí, sí me gustaría tomar nota de lo que nos va a hablar y, además
quiero grabarlo también.
—Sí José, no hay problema. Bueno, pues hace unos años leí este libro —pidiéndome el de
Sahagún— que es uno de esos que les dicen cronistas. No entiendo como le pueden dar tanto crédito
sobre las creencias antiguas, si el en su libro habla de indios panaderos, de indios artesanos del hierro;
eso no existía antes de que los españoles llegaran, tuvo que pasar un tiempo razonable para que se
propagaran esos oficios. Eso nos indica que cuando escribió ya habían destruído el conocimiento
anterior, que estaban empezando a forjar una visión del pasado que ellos querían. Se supone que él se
“enteró” de las costumbres antiguas por medio de informantes o sabios indígenas, pero quisiera que, si
tienes la posibilidad, compares lo complejo de los códices de Oaxaca contra los que describen la
conquista de México, las pinturas del códice Florentino de los supuestos informantes indígenas en que
UN SECRETO PREHISPÁNICO
se representan las costumbres antiguas. ¡Por favor! No hay ni el menor punto de comparación. Los
dibujos de los informantes utilizan casi totalmente una perspectiva occidental. Como ejemplo les
muestro lo que dice el códice Florentino con dibujos y que supuestamente fue “traducido” para
Bernardino de Sahagún, aunque al final de este fragmento del libro primero asienta que lo escribió en
1570, o sea 49 años después de consumada la conquista. Miren:
[...] Al segundo mes llamaban tlacaxipehualiztli. En el primer día de este mes hacían una
fiesta a honra del dios llamado Totec, y por otro nombre se llamaba Xipe, donde mataban
y desollaban muchos cautivos. A los cautivos que mataban arrancábanles los cabellos de
la coronilla y guardábanlos los mismos amos, como reliquias; esto hacían en el calpul
delante el fuego. Cuando llevaban los señores de los cautivos a sus esclavos al templo
donde los habían de matar, llevábanlos por los cabellos; y cuando los subían por las
gradas del cu algunos cautivos desmayaban, y sus dueños los subían arrasatrando por los
cabellos hasta el tajón donde habían de morir [...]12
“¿Te das cuenta?, según el informante o “sabio” dice que el que iba a sacrificar subía
arrastrando por los escalones del templo a su víctima. Te da detalles para que aparente que está
narrando un hecho real. No te voy a decir si esto es posible o no, sólo te pido que tú mismo consideres
si crees que por los escalones de las pirámides del Sol en Teotihuacán, de Calixtlahuaca o de
Teotenango es posible subir jalando algo de 70 u 80 kg. Más aún si éste opone resistencia. Salta a la
vista que es algo inventado para difamar porque eran sitios ceremoniales y los escalones no estaban
hechos para que la gente subiera y bajara cotidianamente porque son demasiado estrechos. Todo es
cuestión de que hagamos a un lado lo que nos enseñaron desde niños y todo cae por su propio peso —
dijo don Pedro nuevamente algo alterado—. Perdón por enojarme muchachos, es que no puedo sufrir
12 SAHAGUN, Fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa Ed., 1992, p.78.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
todas esas mentiras sobre mi pueblo”.
“La realidad de esos datos, como te dije antes, no puedo mostrártela, sin embargo, los códices
de Oaxaca que te mencionaba, hablan del origen del hombre, que sale de un árbol, eso se apega más a
la realidad de sus creencias”.
“Les quiero comentar más de este engaño. Por ejemplo hay otra parte del libro que dice
'Vosotros, los habitantes de esta Nueva España que sois los mexicanos, tlaxcaltecas y los que habitáis
en la tierra de Mechuacán, y todos los demás de estas Indias Occidentales, sabed: Que todos habéis
vivido en grandes tinieblas de infidelidad e idolatría en que os dejaron vuestros antepasados, como está
claro por vuestras escrituras, y pinturas y ritos idolátricos en que habéis vivido'.13 Dice que lo vio en las
pinturas, las cuales, no obstante, fueron elaboradas por indios hispanizados y catequizados, a quienes se
les enseñó la técnica europea de perspectiva en el dibujo, porque el no vio los documentos
prehispánicos”.
“Y más adelante: 'La verdadera lumbre para conocer al verdadero Dios, y a los dioses falsos y
engañosos consiste en la inteligencia de la Divina Escritura la cual posee como un preciosísimo tesoro
muy claro y muy puro la Iglesia Católica al cual todos los que se quieren salvar son obligados a dar
todo crédito, por ser verdades reveladas y procedentes de la eterna verdad que es Dios'.14 Siempre que
una sociedad se cree con la obligación de extender la 'verdad' acaba peleando con otras sociedades para
convencerlas y en su caso someterlas. Ahí tienes el caso de varios países occidentales de la actualidad,
que propagan sus 'derechos humanos', su 'democracia', aunque la gente de África, Asia o Cuba o gran
parte de Latinoamérica por ejemplo, se mueran de hambre. Es decir, esas sociedades sólo son capaces
de ver los defectos de las otras, y les harán la guerra hasta convencer a los otros de que están en un
13 Ibíd. p. 52.14 Ibíd. p. 58.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
error. Ahora imagínate este caso trasladado a lo que platicamos y exacerbado por el ansia de ocultar el
crimen perpetrado y despojar a las víctimas de sus tierras, con el contubernio de todos los sectores de la
sociedad vencedora.
“Otra cita más: 'Por vuestra misma relación sabemos que los antiguos mexicanos adoraron y
tuvieron por dios a un hombre llamado Huitzilopochtli, nigromántico, amigo de los diablos, enemigo
de los hombres [...] a este tan pésimo hombre hacían fiesta cada año ... y en cada fiesta mataban por su
honra y delante de su imagen y en su capilla muchos hombres'.15 Es decir, les afirma a los indios que
ellos mismos le dijeron la causa de que los acusa, aunque ellos no pudieran hablar libremente, por la
Inquisición. Toma en cuenta que en la visión de Bernardino, todo lo que tiene que ver con la religión
antigua era 'de los diablos'. No sé hasta qué punto pueda afectar su punto de vista el hecho de que el
enseñó en el colegio de Indios de Tlatelolco”.
—¿Usted cree que haya escrito su obra con mala intención?
“No sé si Bernardino tuvo mala intención. Posiblemente no. Pero mira, para esclarecer tu
pregunta, y ya que hablamos de la Inquisición, en este libro de Serge Gruzinski —comentaba al
momento que me pedía el otro libro que nos había traído— te muestra la crueldad con que actuaron los
españoles apoyados en la Inquisición en contra de lo que por alguna razón no quisieron abandonar sus
ritos anteriores. Lo aplicaron a don Carlos Moctezuma Ometochtzin dirigente de Texcoco, al oriente de
la ciudad de México a quien quemaron en 1535 en la hoguera por no abandonar los ritos antiguos. Creo
que aquí está la clave de todas las mentiras que se inventaron en contra de nuestros antepasados y que
se siguen enseñando en las escuelas de nuestro país y en el extranjero. La Inquisición tenía jurisdicción
sobre los indígenas hasta antes de 1535. Yo sólo quisiera que reflexionaran. La Inquisición que
quemaba a quienes leían libros no autorizados por la Iglesia, ¿no sería capaz de inventar cosas en
15 Ibíd. p. 60.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
contra de personas de quienes pensaban que adoraban al diablo?
“Eso nos muestra que la mayoría de los conquistadores quería a los indios como fuerza de
trabajo y querían sus tierras, y a la Inquisición le tocó la tarea de inventar cosas sobre la religión
antigua para justificarlos, porque aunque se le nombraba 'santa', en realidad era controlada por personas
que muchas veces anteponían su ambición a lo demás. Además te puedo decir que estamos hablando de
algo que pasó en el siglo XVI. Los europeos de ese tiempo pensaban muy diferente a nosotros en varios
aspectos, por ejemplo, creían en fantasmas, en apariciones del diablo, etc. La ciencia no existía tal
como la conocemos ahora.
—Tiene razón don Pedro, en la escuela nos dejaron leer a Fray Benito de Feijoo, quien escribió
por allá por la segunda mitad del siglo XVIII, y mucho de lo que menciona en su libro Teatro crítico
universal16 es completamente ajeno a lo que pensamos hoy en día. Por ejemplo habla de que los
doctores de ese entonces basaban parte de su práctica en sangrados con sanguijuelas y purgas.
—Muy bien José, entonces, no olvides anotar que gran parte de lo que se dijo de los ritos
prehispánicos cuando provino de sacerdotes de la religión antigua, ten por seguro que se obtuvo
mediante tortura. Para que te hagas una mejor idea de esto, volvamos al tiempo inmediatamente
posterior a la consumación de la conquista; sólo imagina, el 13 de agosto de 1521 vencieron a los
aztecas después de un prolongado sitio a la ciudad de Tenochtitlán. A las pocas semanas Cortés
emprende la conquista del sureste, ahora contando también con lo que quedaba del ejército mexica. Sin
embargo, deja a los indios edificando las casas e iglesias para los españoles. Para esos años los
españoles no veían jerarquías entre los indios salvo a los tlatoques de la Triple Alianza (México—
Texcoco—Tacuba) quienes sí fueron considerados como legítima nobleza; todos los demás que habían
sobrevivido a la guerra y a las epidemias fueron ocupados para la construcción de la nueva ciudad. En
16 FEIJOO, Fray Benito, Teatro crítico universal, Madrid, Espasa-Calpe, 1958.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
plena conquista o a lo largo de los meses que siguieron fueron asesinados los sacerdotes por
considerárseles seres satánicos.
“Hagamos cuentas: los estudiosos afirman que en toda la Nueva España había de 10 a 20
millones de habitantes y para 1550 quedaban cerca de dos millones, lo que quiere decir que sobrevivían
el 10 o el 20 por ciento. Además en la guerra de conquista, cuando Pedro de Alvarado hizo la matanza
en el templo mayor se ejemplifica hacia quienes se dirigía la matanza, hacia el sector superior de la
sociedad nativa. En resumen los encargados de la religión india, no sobrevivieron más allá de los
primeros meses, lo que quiere decir que no hablaron ya ni siquiera con los evangelizadores
franciscanos quienes llegaron a fines de 1523. La Inquisición tuvo métodos muy 'efectivos' para
obtener 'verdades' con los indios que de alguna forma heredaron los cargos, o bien a quienes por
conocimiento de las tradiciones trataron de continuar con sus ritos. Pero además, te hago una pregunta
que es crucial para entender lo que escribió Sahagún sobre la religión prehispánica: ¿Quién de los
españoles sería capaz de 'traducir' o por lo menos entender a cabalidad el complejo sistema de creencias
de mis antepasados, cuando todavía había sacerdotes de la religión prehispánica, a los pocos meses de
consumada la conquista?
—Tal vez Jerónimo de Aguilar, quien estuvo preso entre los indios antes de la llegada de Cortés,
o tal vez la Malinche ¿no? —contesté.
—Jerónimo de Aguilar aprendió otra lengua indígena pero fue la Maya. Por otro lado, la
Malinche, fue otorgada como esposa a uno de los soldados conquistadores, y no me parece que la
hayan llamado para interrogar a cuanto sacerdote indígena llegó con los inquisidores. Además, creo que
ella no pudo haber tenido el conocimiento para traducir con precisión dos aspectos importantes de ese
tema: la complejidad de las creencias religiosas y a su vez los términos teológicos hispanos. Sólo te
UN SECRETO PREHISPÁNICO
pido que imagines a una persona común como cualquiera de nosotros hablando de teología cristiana.
Entenderemos una gran parte, pero hay demasiados términos que son difíciles de entender, incluso de
escribir, y te estoy hablando de ahora que ya la Biblia está en español, antes estaba en latín; en ese caso
sí que se compararía con lo que sucedió en ese tiempo porque el común del pueblo no conocía a fondo
la religión, sólo era saber popular.
“Recuerda también que más tarde, alrededor de 1535 se creó el colegio de Tlatelolco. Desde
esta perspectiva, los conceptos de un dios llamado youal ehecatl, ipalnemouani o tloque nahuaque se
nos presentan como lo que son en realidad, un invento de los estudiantes y profesores de Tlatelolco que
relacionan a Tezcatlipoca con el dios de los españoles”.
Para esos momentos ya habíamos terminado de comer y don Pedro nos invitó a salir al corredor
a seguir platicando. Nos sentamos sobre la barda para continuar con nuestra charla desde ee lugar que
tiene una vista tan espectacular hacia el sur del Estado de México. Rodeados de montes y de árboles,
una sensación de paz interior me invadió. Don Pedro siguió platicándonos:
“Les comentaba muchachos, que sobre esos hechos se puede decir que después de muertos los
sacerdotes de la religión indígena, tal vez en los primeros meses después de 1521, personajes como fray
Bartolomé de las Casas y el primer virrey de la Nueva España, fray Juan de Zumárraga, destruyeron la
mayoría de los libros de nuestros antepasados antes de 1530, por lo tanto no había quien le diera
información certera a fray Bernardino. No tomes pues en cuenta todo lo que está escrito en el libro de
Bernardino, eso lo tomó de los enemigos de los mexicas, por ejemplo de la gente de Tepeaca, que
fueron sometidos por ellos”.
—Perdón que lo interrumpa don Pedro, como le comenté que estoy escribiendo y grabando lo
que me dice, creo que aquí voy a resumir la parte inicial de la conquista como la exitosa
UN SECRETO PREHISPÁNICO
deshumanización de la cultura sometida, perpetrada por los españoles y divulgada por los religiosos —
les dije mientras escribía—. Me refiero como deshumanización al hecho de hacerlos aparecer como una
sociedad cruel. No somos capaces de ver esta mentira tan aparente porque la historia que se enseña en
la escuela nos dice algo diferente, pero basta observar de qué forma actuaron los religiosos ante la
muerte de los indios en las construcciones españolas, lo mismo que en las minas, y también frente al
despojo de las tierras de los nativos para darse cuenta de que todo fue posible en aras de conseguir
poder y riqueza a costa de la conquista. Esto es complicidad sea porque callaron ante los hechos, o
porque sus voces fueron inaudibles para las altas esferas del poder civil y eclesiástico que por cierto,
para esa época era uno solo. Además me gustaría resaltar como tema central que en la forma de
proceder de los españoles estaba permitido el engaño cuando de guerra se trataba. Es más, todavía
existe el dicho que reza de la siguiente manera “en la guerra y en el amor todo se vale”. Y sobre todo,
ellos querían las tierras, por supuesto que no iban a decir “destruí una civilización en su apogeo, fuimos
culpables”. Eso no lo dirán ni los ingleses, ni los españoles, ni los franceses. Por el contrario lo que
dijeron los españoles fue: “cristianicé —entiéndase civilicé— a una cultura diabólica —o primitiva—
que no respetaba la vida humana”.
—Así es José, como les decía antes no es posible que los especialistas crean en esa sarta de
cosas espantosas que se dice de los aztecas y de todas las culturas mesoamericanas basados sobre todo
en Sahagún. Te voy a mencionar nadamás otro aspecto que demuestra la falsedad de los datos
asentados en su obra. Eso no quiere decir que todo lo que él escribió sea falso, por el contrario, para
que una mentira tenga lo oportunidad de ser tenida por verdad debe ser veraz en parte también.
“Te comentaba antes, que sólo quedó un 20 por ciento del total de la población indígena
después de unos 30 años de la conquista. Hagamos una suposición. Imagina un caso hipotético. Supón
que estamos en 1920 y que en este año la ciudad de Tenancingo, que tiene aproximadamente 100 mil
UN SECRETO PREHISPÁNICO
habitantes, es conquistada por un país lejano de diferente cultura para quitarles su tierras, sus casas, sus
mujeres y aprovecharse de su fuerza de trabajo. Supongamos también que, como en el pasado, los
sacerdotes poseen el conocimiento de su Dios en la Biblia escrita en latín. Ahora, llegan los invasores,
quienes tienen más tecnología y los atacan con armas biológicas. Después de un año queda la mitad de
habitantes. Destruyen las iglesias y eliminan a los sacerdotes. A las personas que quieren continuar sus
creencias los asesinan. Los conquistadores eliminan todo el conocimiento anterior porque lo consideran
pagano. Para 1925 los niños que tienen cerca de 10 años de edad, llevan al menos cuatro años en la
educación que les trajeron los invasores, quienes les piden que denuncien si sus padres continuan con la
creencia antigua o si tienen alguna Biblia. Para 1930 no existe ya ninguna Biblia conocida, los
ingenieros, los arquitectos, químicos y todos los demás oficios y profesiones han desaparecido, los
sobrevivientes son enviados a las minas de oro y plata, de donde muchos no regresan debido a las
condiciones infrahumanas. Llega 1935, los hijos de los antiguos gobernantes han sido instruidos en la
nueva fe y aborrecen la antigua. La mayoría de la población es jóven. Los ancianos son pocos. Ahora,
de la población original, ya sólo quedan cerca de 15 mil personas, casi todos de origen humilde. Ahora
ya nadie de los jóvenes de entre 15 y 20 años de edad, conoce a fondo la religión antigua, porque han
sido instruidos en la nueva desde que tenían 5 años de edad. Ahora los conquistadores tienen el camino
listo para diseñar el pasado que les plazca. Ahora ya les comentan a los niños que sus abuelos comían
cane humana, les enseñan que cuando decían en sus ritos 'este es mi cuerpo y mi sangre' era porque en
realidad se comían a sus semejantes. Con el tiempo ya nadie indagará. Para completar la imagen
mental, tienes que imaginar que lo mismo ha sucedido a todas las poblaciones de la región.
“Además, si reflexionas sobre la forma en que se relaciona la cultura del conquistador español
con respecto a la muerte, te darás cuenta de que se encuentra más cercana a la descripción que ellos
hacen de los supuestos sacrificios de los aztecas. No sé si te haya tocado presenciar cuando sacrifican
UN SECRETO PREHISPÁNICO
una res para vender su carne. Te puedo decir que es de verdad impresionante porque los animales
cuando siente la inminencia de su muerte. Después de darles muerte, el proceso que sigue es muy
desagradable, y no te lo voy a narrar para evitarte un sentimiento de aversión, sólo te puedo decir que al
final llega a nosotros como productos separados. Eso sí que está cerca de lo que describen de los
sacrificios.
“Los antiguos no tenían animales grandes excepto los venados, por lo tanto no se consumían tan
seguido y no tenían la experiencia de la muerte tan meticulosamente descrita en los supuestos
sacrificios. En cambio los que escribieron las crónicas sí estaban en contacto con el sacrificio de ovejas,
cabras y reses. A todo esto agrégale también el rito que tienen los españoles de sacrificar por placer en
sus fiestas taurinas y verás quienes estaban más cerca de esos ritos sangrientos. Bueno, por no
mencionar también la forma en que 'respetan' a las bestias de carga.
“Esa es la razón de que se hayan inventado mentiras de nuestro pasado; ahora en la actualidad
cuando se estudia a los antiguos mexicanos y se ve que hacían miles de sacrificios, se piensa: 'qué
bueno que llegaron los españoles. Ellos terminaron con toda esa inhumanidad'. ¿Ves? Esa es la razón.
Porque aunque pudieras pensar que tal vez el mundo del indio seía mejor sin la llegada de los
españoles, cuando piensas en los sacrificios ya no te parece que haya sido tan mala su influencia en
tanto que eliminaron esa cultura 'malvada'.
“Hay otro autor de nombre Bernal Díaz, que escribió cuando ya tenía cerca de 80 años, y a él le
tocó vivir la conquista cuando tenía veinti tantos años, es difícil que recordara tantos detalles de una
cultura de la cual no conocía siquiera su lenguaje. Además hay que recordar que lo hizo con la finalidad
de pedir tierras al rey por eso quería quedar bien con él”.
Para esa hora ya había oscurecido, y el canto de los grillos acompañaba nuestra voz. En esos
UN SECRETO PREHISPÁNICO
instantes salió doña Luisa con un candil. Recuerdo que esa noche no llovió, incluso la luna se asomó
por varias horas rodeada de nubes. Se escuchaba a lo lejos el sonido de una corriente de agua.
—Yá vénganse a tomar un café muchachos —nos indicó.
—Gracias doña Luisa —contestamos mientras nos dirigíamos a la cocina.
—Esto de lo que estuvimos platicando el día de hoy complementa lo que habíamos comentado
con su nieto —le expliqué a don Pedro.
—¡Qué bueno que a ustedes también les interese este tema! Las cosas serían diferentes si los
mexicanos analizaran mejor la situación de este país —exclamó en tono alegre— vénganse a la cocina,
vamos a tomar un café.
Tomamos nuestro café y nos fuimos a dormir porque me sentía nuevamente fatigado por la
caminata. Comentamos pocas cosas con Carlos ya que se durmió al poco rato de acostarse. Durante la
noche, el rebuznido del burro y el ladrido de los perros me despertaron varias veces.
Al otro día por la mañana cuando apenas empezaba a clarear se levantó don Pedro para ir a
quitar hierba de su milpa, y nosotros hicimos lo mismo con la intención de ayudarle.
—Buenos días don Pedro —saludó Carlos.
—Buenos días muchachos. ¿Qué tal durmieron?
—Bien don Pedro —le dije— de repente me despertaba por el ruido de los animales.
—Así me pasaba a mí cuando me fui para el Distrito —comentó mi amigo— al principio no
podía dormir por el ruido de los coches. Todo es cuestión de acostumbrarse.
Así continuamos platicando hasta llegar a su milpa que estaba como a cien metros de la casa.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
Después desyerbamos con azadón hasta aproximadamente hasta el medio día. El sol quemaba de
manera inclemente cuando regresamos a la casa a almorzar.
Nos sentamos en el corredor y comenzó a hablarnos: “Bien, pues me gustaría hablar
nuevamente del tema que tratamos ayer. Si quieres apuntar está bien. Te voy a decir que no me parecen
muchas cosas que pasan en a actualidad, por ejemplo, yo me fijaba en la televisión de mi hijo que vive
allá en San Miguel, todos los que salen ahí son güeros o aunque tienen la piel algo morena, tienen los
rasgos de los que sometieron a los habitantes originarios de México. En una ocasión me llamó la
atención algo así como un concurso de belleza de todo México. Todas las concursantes eran de
facciones europeas, o bien de piel blanca, no había ninguna con el porte de mi raza. ¿Eso te parece
justo? ¿Qué acaso sólo los descendientes de los conquistadores son bonitos? Eso está mal. Aunque te
diré que todo eso viene desde hace mucho tiempo. Ahí está el caso del cantante Pedro Infante y de casi
todos los que salen en las películas. No lo critico como persona, sino porque quienes lo ponen como
una persona importante se fijan en él porque se parece a los españoles. ¿A poco en ese tiempo no había
cantantes buenos de piel morena? Ahora, él pudo haber sido de un pueblo, ser pobre; eso no lo niego,
pero lo que no me gusta es que ignoren a los morenos y de rasgos de lo que ellos llaman indios.
“Cuando he ido al pueblo, cuando celebran la entrada de la primavera, eligen una reina, y lo
mismo que en la televisión, eligen a la que tiene ojos verdes, más blanca y nunca se fijan en las
morenitas de rasgos indígenas. Eso significa que desde la casa de cada quien se enseña que sólo los
rasgos de los que trajeron los españoles son bonitos, los otros son, como dicen ahora, 'nacos', indios,
macuarros. Eso está muy mal.
“En el inicio del cine en México se presentó a mujeres blancas, al charro con su sombrero de ala
ancha, es decir, al hacendado, al ranchero descendiente de los españoles y es lo mismo en todas épocas
UN SECRETO PREHISPÁNICO
del cine. Y en la televisión casi verás sólo güeros, blancos, algunos morenos claros de rasgos 'finos' o
sea de europeo. Cuando quieren sacar una telenovela de una india ponen a una muchacha o señora
blanca de trenzas y un acento ya más que repetido que te puedo ejemplificar con la famosa 'india
María'. Esa es la imagen del indio que presentan, alguien que da risa. Con su traje indígena, su acento,
su desconocimiento de las cosas modernas. De ahí deriva el 'naco' que no sabe vestirse, no sabe hablar'
”.
—Sí don Pedro —le comenté—, ya hemos tratado ese tema con su nieto, de hecho ya lo
anotamos en el resumen que le había comentado.
“Mira, creéme que si la gente supiera, trataría de evitar ese tipo de expresiones ya que en el
pasado de la mayoría de mexicanos está un indio, y muchos de los que se ríen de los 'nacos' o de los
'indios', tienen igualmente rasgos indígenas, pero como son un poco más blancos, se sienten superiores.
“Sobre este punto me gustaría que anotaras también que ese intento por ser algo que no somos
ni seremos, es lo que nos lleva al fracaso. Tú que también eres de un pueblo, a ti te debe ser extraño el
comer con tantos cubiertos cuando vas a un lugar de lujo. Tal vez a ti se te facilite más comerte un
tamal. Eso es lo malo, que el sector dominante quieren que usemos trajes, que comamos como los
europeos, que tengamos navidad como ellos y que dejemos de lado lo que somos. Siempre estaremos
imitando, nunca seremos mejores que los europeos en modales para comer, por ejemplo, por que ellos
establecen el paso, siempre estaremos imitando”.
—Entonces don Pedro ¿usted cree que el indio debe guardar rencor contra los que ahora
dententan el poder en México, por ser descendientes de los que destruyeron la antigua civilización? ¿O
cree que es mejor perdonar?
—Creo que se debe perdonar, no creo que se deba guardar rencor. No se trata ni lejanamente de
UN SECRETO PREHISPÁNICO
venganza, sólo se trata de que se reconozca que tenemos derechos iguales a los demás mexicanos. Hay
que reconocer que los indios no han tenido ningún valor para la cultura dominante desde que llegaron
los españoles. Incluso al principio se les trató como animales. La Independencia no fue otra cosa que la
liberación de los europeos nacidos América y todo el sistema de dominación sobre los indios continuó.
¿Y qué crees? Que continúa, aunque parezca que nadie se percata de ello. De igual forma te recuerdo la
dominación de las masas a manos de los medios de comunicación que desde su inicio han querido
presentar al mundo una imagen “blanca” de México. Esto quiere decir que les dan vergüenza los rostros
nativos, su estatura, su pelo, etc. Honestamente a mí como descendiente de los nativos derrotados me
gustaría que esta situación cambiara, aunque es difícil porque la televisión y el cine lo refuerzan día a
día.
“Ahora, la gran injusticia, porque bueno, tú sabes que la vida no es justa, después de 180 años
de la conquista, para fines de 1600 e inicios de 1700, por ejemplo, Leibnitz en Alemania estaba
escribiendo cosas que en parte son consideradas como verdades por la ciencia actual. Lo que quiero
decir con esto es que si los alemanes sin ser considerados creadores de una civilización descubrieron
eso, ahora imagina qué habrían conseguido los constructores de Teotihuacán, Yaxchilán, Chichén Itzá y
toda Mesoamérica que sí crearon una civilización, si no se hubiera destruido esas culturas y su
conocimiento.
—Oiga don Pedro ¿ha oído hablar de los judíos? Creo que a ellos les pasó algo similar que a los
indios de América ¿no cree usted?
—Mira, según sé, los judíos fueron perseguidos por cerca de 10 años en la segunda guerra
mundial. Fueron asesinados 5 ó 6 millones de ellos en esa época, sin embargo, pudieron ver terminada
esa pesadilla en 1945. No sucedió igual con mis ancestros, a ellos los vencieron en 1521, pero llegó
UN SECRETO PREHISPÁNICO
1600, 1700, 1800, 1900 y por último llega el año 2000 y continúan en la misma situación. Si lo ves
desde esa perspectiva los judíos tuvieron mejor suerte que los indios, ya que su suplicio duró 10 ó 12
años, sin embargo, el de los nativos de América ¿cuándo terminará? ¿Tendrá final algún día?
—Oiga, pero el pueblo judío tiene más de 2000 años y ha sobrevivido a todo: a guerras, a
conquistas, etc.
—Sí, tienes razón José. Es un caso en el que se demuestra que en toda la historia de la
humanidad ha existido la injusticia.
—Oiga don Pedro, no sé si usted pueda contestarme, pero quisiera saber algo más sobre su
linaje.
—Bien José, pues mira, no puedo contarte más que lo que les dije el otro día, cuando vinieron
con mi ahijado Eleazer. Mi linaje fue elegido en un consejo que se hizo allá en la época cuando
llegaron los españoles y estábamos en guerra contra ellos, cuando se dieron cuenta de que la derrota se
aproximaba. Desde ahí se acordó que un linaje longevo tendría que custodiar el conocimiento. Pero
sólo una persona puede conocer el secreto. Quiero decir, que también mi esposa sabe que yo custodio
algo valioso, pero ella no poseé el conocimiento. Ella tiene diez años menos que yo. Como les
comenté, desde 1500 hasta el día de hoy sólo ha habido seis custodios. Yo soy el sexto. A Pedro mi
nieto le tocaba ser el séptimo. Cada custodio tiene la instrucción de elegir a uno de sus nietos para
sucesor en su tarea. Ya les había comentado el otro día quienes habían sido los custodios, pero se los
voy a decir. Ahora verás, el primer custodio fue Tliltlapaltecuhtli de 1522 a 1605. Después fue su
niento Bernardino Axayacatzin de 1605 a 1680. Lo sucedió de 1680 a 1758 don Joseph de la Cruz, su
nieto. Ya después le tocó a Pedro de Santa María, de 1758 a 1842. Ya después viene mi abuelo don
Nicolás de la Cruz, quien vivió de 1818 a 1921. Permítanme muchachos voy a buscar un libro de un
UN SECRETO PREHISPÁNICO
licenciado que vivió allá en la época de la Revolución, de nombre Wistano Luis Orozco —y se dirigió a
su cuarto. Nos leyó un fragmento muy emotivo sobre la conquista:[...]Cuando el quinto sol de los
Mexica se hundió para siempre, “entre nubes rojas como sangre”, rodaron por
el polvo todos los derechos, todas las instituciones y todas las grandezas del
pueblo de Cuauhtémoc.
Desde el día siguiente los dioses del Anáhuac no volvieron a ser obsequiadoscon verdes quetzalli, ni las teoxihuitl brillantes adornaron ya sus garganta.
Los príncipes de la antigua raza, caídos bajo el castellano látigo, no usaron máslos tlilmati de vistosas plumas; ni las hermosas aztecas pudieron engalanarsu cuello con sartas de tlapelteoxihuitl.
Todas las industrias del pueblo vencido cayeron desmenuzadas al entronizarseel poder de los conquistadores.
La ciencia que en otro tiempo se impartiera en el Calmecac a la escogidajuventud, quedó inscrita bajo el rubro de hechicerías, dignas del sacro fuegode la inquisición.
Religión, leyes, ciencias, literatura, costumbres, industria, propiedad,dignidades, ejército, sacerdocio... todo cayó para siempre en las tinieblaseternas.
El nuevo orden de cosas hacía inútiles las mil industrias que habían enriquecidoal pueblo de Anáhuac; las minas pasaron a manos de los vencedores, y elmismo comercio de los vencidos quedó herido de muerte.
A lo menos el cultivo de la tierra podría ser un refugio para la actividad delpueblo conquistado. Privado de todos sus derechos políticos, podríaconservar en el recinto del hogar las tradiciones de sus mayores, y hacer delterruño fecundado por su trabajo el lazo de unión entre el presente y elpasado y el porvenir, y al legar a sus postreros la fecunda heredad, legarlestambién el recuerdo de la antigua patria y de la libertad ausente.
Pero el fiero castellano, que había despojado de todo al pueblo vencido, ledespojó también de la tierra, consumando con esto el más inmoral y el másinfame de todos los pillajes.
Cuando se reflexiona sobre la anulación que hizo el conquistador de todos los
UN SECRETO PREHISPÁNICO
derechos establecidos sobre la propiedad de la tierra, y el universaldespojo verificado de un solo golpe, retrocede espantada la imaginación antelas terribles consecuencias que para las razas vencidas tuvieron aquellosactos.
Es cierto, sin embargo, que de esta gran crimen social nació el derecho depropiedad, tal como lo tenemos hoy.
Este despojo ha tenido trascendencias enormes.
La pérdida de la religión, del idioma, de la libertad, las costumbres y lasinstituciones, no influyeron tanto como la pérdida de la propiedad parahundir a los pueblos vencidos en la cruel degradación en quecayeron bajo el yugo letal de la orgullosa e ignorante Castilla.
El hombre que carece hasta de un cobertizo donde llorar a solas susdesventuras, tiene que perder al fin la dignidad humana, por más que leprediquen el Evangelio, y las más bellas teorías de la virtud.
Tal fue la condición a que fatalmente se vio condenado el pueblo mexicano bajo
las cadenas españolas. Y las leyes reales que se empeñaban en hacer
respetar la propiedad de los indígenas, no fueron sino una burla añadida a la
ironía de sus destinos17 [...]
—¿Qué les parece muchachos? ¿No creen que tiene razón?
—Sí don Pedro, es muy fuerte lo que dice el autor —dijo mi amigo Carlos.
—También estoy de acuerdo, es duro lo que dice, y antes de esa página dice también que el
tiempo encubre todos los atropellos y la propiedad que es considerada como sagrada está bañada en
sangre. Miren aquí en la página 88.
—Ese señor Wistano tiene una forma muy clara de expresar las cosas, como les dije antes, a él
también le tocó vivir la Revolución, y además presenció las causas que la originaron.
17 Orozco, Wistano Luis, El ejido de los pueblos, México, Ed. El caballito, 1975, p. 87.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
—Oiga don Pedro, ahorita que estamos leyendo a este licenciado Wistano Orozco, lo estaba
contrastando con el de un autor norteamericano, de apellido Jennings. Su novela sobre la cultura azteca.
—Creo que he escuchado hablar de él, pero la verdad no me interesa demasiado leer su libro o
sus libros porque sólo habla desde su imaginación, no tiene bases para afirmar todo lo que dice. Para
eso, a la mejor nosotros como mexicanos tenemos más elementos para hablar de su cultura antigua, que
él de la nuestra. Cuando llegaron los colonos ingleses a las tierras norteamericanas fueron ayudados por
los indios, y ellos a su vez pagaron esa generosidad, despojándolos y aniquilándolos. Es lo que escribió
Wistano, sobre la legitimación del robo: lo que se obtuvo como botín ahora se considera propiedad
legítima y como tal es defendida por la ley. Otra de las cosas que podríamos decir en una novela de los
norteamericanos es que a pesar de todos sus discursos sobre la igualdad, conservaron la esclavitud
hasta alrededor de 1867. Y qué decir de los franceses que ayudaron a los norteamericanos a
independizarse en 1776 y también redactaron los derechos universales del hombre, sin embargo para
1863 estaba invadiendo nuestro país e instaurando a Maximiliano.
—Tiene usted razón don Pedro —le dije mientras escuchaba atento lo que decía, con gesto serio
pues para esos momentos se encontraba un tanto ofuscado.
—Perdón por gritar muchachos, pero comprenderán que yo al igual que los 10 millones de
indios que habitamos en México, no podemos contentarnos con la situación y discursos que se
manejan en la actualidad. Eso del día de la raza y de que se celebra la llegada de Cristóbal Colón a mí
como indio no me complace en lo más mínimo. Es cierto, entiendo que es pasado, sin embargo eso
afecta al presente. No hay que guardar rencor, pero debemos luchar por el sitio que nos corresponde.
Dado que se me hacía tarde, quise redondear la plática comentando sobre algo que tenía duda:
—Oiga don Pedro ¿a usted no le gustaría que la gente se diera cuenta de que los han engañado
UN SECRETO PREHISPÁNICO
con todas las mentiras sobre las culturas indígenas antiguas que son nuestros ancestros?
—Te voy a decir algo José, creo que tarde o temprano la verdad se tiene que saber, sin embargo,
no me parece que vaya a ser pronto, porque ahora la gente está muy ocupada en otras cosas como en
imitar a los gringos, en escuchar música extranjera en ver televisión, en ver juegos de futbol, o juegos
olímpicos. Ahora a casi nadie la interesa ese tema, y los que se interesan no cuestionan lo que se ha
venido diciendo desde la conquista: la versión del vencedor. Mi intención no es divulgar los
conocimientos antiguos, porque hay gente interesada en desacreditar la verdad, y lo que pasaría es que
tomarían por falsificaciones y harían pensar que es un timo. No tengo necesidad de que el
conocimiento antiguo sea sometido a juicio. Sería como una segunda derrota.
—Muy bien don Pedro, esto que usted nos ha platicado me ayuda bastante con el trabajo que
realizamos junto con su nieto. Le agradezco de verdad la confianza que nos ha brindado —comenté,
extendiéndole la mano—. Creo que ya es hora de que nos vayamos para que pueda regresar a la ciudad
de México.
—Estoy para servirles muchachos. Regresen cuando quieran, me doy cuenta que les interesa lo
que platicamos —respondió don Pedro—. Me saludas a tu tío, Carlos.
—Gracias don Pedro. Nos vemos.
—Me saludas a mi muchacho ahora que lo veas José. Váyanse con cuidado.
—Se portan bien hijos—comentó doña Luisa, que en ese momento salió hacia donde
platicábamos—. A ver cuando vienen de nuevo.
—Muchas gracias don Pedro, aquí nos vemos pronto. Que esté muy bien doña Luisa.
Partimos con rumbo a la casa de Carlos para despedirme de don Nicolás y su esposa. Llegamos
UN SECRETO PREHISPÁNICO
a la casa de Carlos aproximadamente a las 2 de la tarde. Como en todas las ocasiones anteriores, me
invitaron a comer y como siempre la comida era muy sabrosa sopeada con tortillas recién salidas del
comal.
Me despedí de toda la familia y Carlos me acompañó hasta la brecha a tomar el camión de
regreso al Distrito Federal. Todo el camino fui leyendo el libro que me había prestado Pedro.
El martes por la tarde fui a buscar al nieto de don Pedro. Le platiqué sobre la visita a su pueblo.
Nuevamente me comenzó a hablar del tema que nos interesaba para continuar con nuestro resumen:
—Oye estuve juntando unas citas que como te dije el otro día, tengo por ahí guardadas y
empolvadas —me comentó emocionado.
—Oye que bueno Pedro, porque si no se da uno tiempo para ordenar, luego se olvidan las cosas
y se pierden. Pero antes de continuar me gustaría que cerráramos el tema que me platicó tu abuelo —le
dije con la intención de no dejar pendiente el tema—, el de la invención del mito de los sacrificios
humanos con el ánimo de deshumanizar en nuestra imaginería al indio mesoamericano y poder
consumar el robo y el genocidio con el beneficio de propios y extraños.
—Bueno, a este respecto no debemos pasar por alto que Sahagún, como algunos otros
sacerdotes de su tiempo fue un religioso muy docto —asentó Pedro—, sin embargo, los eruditos de esa
época en ocasiones creían todo cuanto les decían, sobre todo en lo referente a culturas no cristianas.
—Es cierto, sobre este punto le comentaba a tu abuelo sobre Benito de Feijoo y Montenegro,
que vivió a finales del siglo XVII —tomé mi mochila y extraje el libro—. Anotemos esta parte:
[...]¿Qué deformidades no ejecutarían unos pueblos de Etiopía, que, según Eliano, tenían
UN SECRETO PREHISPÁNICO
por rey a un perro [...] Son muchas las regiones donde se alimentan de carne
humana y andan a caza de hombres como fieras. En el palacio del rey Macoco [...] junto
a Congo, se matan diariamente, a lo que afirma Tomás Cornelio, doscientos hombres,
entre delincuentes y esclavos de tributo para plato del rey y de sus domésticos [...] Los
yagos [...] en la África, no sólo se alimentan de prisioneros que hacen en la guerra, más
también de los que entre ellos mueren naturalmente [...]18
—Esto es casi lo mismo que lo que dicen de los indios de América —le dije a Pedro— ¿no?
Suena casi exactamente igual.
—Exacto, sólo porque alguien lo dijo, se convierte en verdad, ahora trasládalo a las tierras
americanas, adiciona el deseo de exculpar la destrucción de la cultura india, y tendrás el motivo:
justificar el robo. Ahora te voy a citar un fragmento de la carta de relación que envió Hernán Cortés a
los reyes de España desde Veracruz en 1519, creo que este es el origen del mito de los sacrificios
ceremoniales, la mentira inventada por Cortés:
[...] La gente desta tierra que habita desde la isla de Cozumel y punta de Yucatán hasta
donde nosotros estamos [...] los mantenimientos que tienen es maíz y algunos cuyes,
como los de las otras islas, y potu yuca así como lo que comen en la isla de Cuba [...]
tienen sus mezquitas y adoratorios y sus andenes, todo a la redonda muy ancho, y allí
tienen sus ídolos que adoran [...] todas las veces que algo quieren pedir a sus ídolos, para
que más aceptación tenga toman muchas niñas y niños y aun hombres y mujeres de
mayor edad, y en presencia de aquellos ídolos los abren vivos por los pechos y les sacan
el corazón y las entrañas, y queman las dichas entrañas y corazones delante de los
ídolos, ofreciéndoles en sacrificio aquel humo. [...]no hay año en que no maten y
18 FEIJOO, Fray Benito, Teatro … op. cit. , pp. 96-97.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
sacrifiquen cincuenta ánimas en cada mezquita [por lo que ]hasta en lo que ahora hemos
descubierto y visto, no maten y sacrifiquen desta manera tres o cuatro mil ánimas[...]19
—Imagínate a Cortés hablando de su religión santa al momento que mataba gente. Pero al fin,
se nota la intención de sus mentiras: obtener el beneplácito por parte de los reyes de Castilla.
—Oye, y después de esto, ahora todo el mundo lo toma como cierto ¿verdad? Porque además,
para complementar, casi una década después de la Conquista, hicieron que los indios castellanizados
dibujaran esto con elementos de su propia escritura, mezclado con dibujo europeo. Esa fue la
consumación de la mentira. Además en el relato de Cortés se mezcla la verdad con la calumnia para
hacerla verosímil. Lo que no nos llegó hasta el presente fueron las versiones verdaderas del vencido,
como dijera Miguel León Portilla. Esa visión fue sistemáticamente silenciada, puesto que los indios
habían sido enviados a construír iglesias y casas y allí morían.
—Hay que recordar que los primeros evangelizadores franciscanos llegaron casi tres años
después de consumada la conquista. Y los indios nobles que quedaron estaban más ocupados en quedar
bien con el poder español que en protestar.
—Otro punto más a favor de que los supuestos sacrificios fueron sólo mentira, es que entre los
especialistas americanos, mexicanos o latinoamericanos, puedes escuchar sobre las difusiones de
elementos culturales, más cuando se trata de reafirmar algo que vagamente se comprobó al inicio,
como lo de los sacrificios. Para ser más claro sobre este concepto me referiré al uso de la pólvora y de a
domesticación del caballo; todo se trasmitió en Asia, Europa y África, porque existió contacto entre
esas culturas; por eso se explica que compartieran algunos logros culturales. De igual forma los
19 CORTÉS, Hernán, Cartas de relación de la conquista de México, Madrid, Espasa-Calpe, pp. 29-30.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
arqueólogos fácilmente pueden aventurar que el sacrificio estuvo presente en todas las sociedades
americanas, por el contacto cultural. Sin embargo, en el texto de las cartas de relación de Cortés que
acabamos de leer, él afirma que los indios de las islas comían cosas similares que los indios de
Cozumel, pero hay una diferencia muy grande en otro aspecto: en las islas no había sacrificios. ¿No te
parece eso por lo menos sospechoso?
“Sobre este tema de las influencias culturales te pongo otro ejemplo. Se afirma que entre los
aztecas y en toda Mesoamérica hacian miles de sacrificios humanos al año, pero no hay evidencia
arqueológica. Quiero decir, de los sacrificios 'ceremoniales'. Porque si tomas como sacrificios las
víctimas de guerra eso ya es otra cosa. Cierto que no eran una cultura perfecta. Pero regresando a las
influencias culturales, tomemos en cuenta que los aztecas estaban emparentados con las culturas de
Norteamérica, ya que su tronco lingüístico Utoazteca. Este grupo a su vez compartía rasgos culturales
con los otors grupos como los Sioux, los Iroqueses, etc. Para que quede claro qué cultura estaba más en
conflicto con la 'naturaleza', la 'humanidad', o la 'normalidad', leamos un fragmento de lo que contestó
en 1854 el jefe de los indios de Seattle, como respuesta a la petición de compra de sus tierras, que le
hizo el presidente de los Estados Unidos”:
Enseñen a sus hijos lo que los nuestros ya saben: que la tierra es nuestra madre. Lo que
la tierra padezca será padecido por sus hijos. Cuando los hombres escupen al suelo se
escupen ellos mismos [...]El hombre no teje el destino de la vida. El hombre es sólo una
hebra en ese tejido. Lo que haga en el tejido se lo hace a sí mismo. [...]20
—¿Te das cuenta? La cultura americana nativa, que compartía rasgos culturales con los otros
pueblos, habla de la madre tierra, como los andinos hablan también de la Pachamama, la madre tierra,
20 “Carta del jefe piel roja de Seattle, como respuesta a la petición de compra de sus tierras, que le hizo el presidente de los Estados Unidos en 1854” en Español I, Gobierno del Estado de México, 1988, pp.200-202.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
lo mismo que dijo Zapata de la tierra madre. ¿Te parece que esa matriz cultural sea la que asesinaba a
miles de niños al año para satisfacer el hado insaciable y seguir renovando un mentado “fuego nuevo”?
Esas, con todo respeto, son patrañas. Y ahora, en concordancia con lo que decía el texto del jefe de los
indios de Seattle acerca de los invasores europeos. ¿Sabes cuántos niños mueren al día en todo el
mundo debido a este sistema capitalista, cifra que no parece importarle a las grandes transnacionales y
gobiernos “democráticos”?
—Sí, tengo el dato aquí en el libro de Sergei Latouche —dije sacando y buscando la referencia
—. Aquí está “... cada día, 40,000 niños mueren de miseria. Cualesquiera que sean las imágenes que
tomemos para dramatizar la cosa —un Auschwitz cada tres meses o un niño que muere cada dos
segundos—, es en sí misma vergonzosa y monstruosa”.
—Y lo peor es que nuestro país que ha adoptado la cultura del “cara pálida”, del anglosajón. No
respeta la naturaleza.
—Y cada día avanza a occidentalización de nuestros países latinoamericanos.
—Creo que con lo anterior queda más que claro el hecho de que sólo se trata de una invención
para desacreditar al vencido y justificar al vencedor. Sin embargo, por la situación actual de dominio de
quien elabora la historia es difícil que eso se acepte, aunque sea tan claro. Ya sabes, “la política es la
guerra continuada por otros medios”.
—Pero en todo caso, para nuestros fines con eso completamos la información referente a ese
punto. Ahora regresemos a lo de las cifras —le comenté a Pedro.
—En la hemeroteca encontré este artículo sobre el pintor Diego Rivera, en el periódico
Excélsior del 16 de mayo de 1933, en un artículo llamado “La estética de Diego Rivera”:
UN SECRETO PREHISPÁNICO
[...]Diego Rivera, nos decía cierta persona que lo conoce, tiene el despecho de los feos y
los mestizos que no están conformes con la raza a la que pertenecen y quisieran ser
rubios y de ojos azules y nacieron de color broncíneo y mirada oblicua. Quisieran ser
gallardos como un atleta griego y la madre naturaleza les dio ancha barriga y piernas
torcidas. Quisieran ser distinguidos en sus modales y pensamiento y un hado adverso les
condenó a una vulgaridad de relincho [...]21
—¿Qué te parece?
—Oye, ¡que duros comentarios! ¡Y qué racistas! —exclamé al escuchar la cita.
—Pero creo que ciertamente refleja el pensamiento de una parte de la población mexicana.
Pensamientos similares son los que trajeron los españoles y que dividen hoy a nuestros pueblo, quienes
se avergüenzan de su color y admiran al de los blancos.
—Ahora un comentario de una extranjera que vivía en nuestro país, en este libro, Un enclave
cultural. Poder y etnicidad en el contexto de una escuela norteamericana en México:
[...] una profesora norteamericana que ha trabajado desde los 30 años comenta:
'vivíamos en un mundo propio [...] recuerdo que asistí a una junta de profesores de
primaria mexicanos después de nuestra incorporación al programa de la S.E.P., y qué
ingenuamente sorprendida quedé al ver esa gente [...] lo primero que pensé fue que todas
las maestras parecían sirvientas'. 22
—Ese comentario lo he escuchado también en boca de mexicanos, que las morenas parecen
sirvientas o tortilleras, etc. —le hice saber a Pedro.
21 “La estética de Diego Rivera” en Excélsior, México, D. F., Martes 16 de mayo de 1933, año XVII, tomo III, Primera Sección, p. 5.
22 SCANION, Arlette Patricia, Un enclave cultural. Poder y etnicidad en el contexto de una escuela norteamericana en México, México, CIESAS, 1984, p. 44.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
—Eso sí que es de preocupar. Ahora me gustaría mostrarte este fragmento del poema llamado
El Indio, de Pablo Neruda,23 que se relaciona con lo que platicamos:
[El Indio...] con tantos hilos de oro en el museo,con tanta ropita en la historiay aquí va el pobre y vieneya sin voz y sin trigo y sin zapatos.Vamos, ¡vive!Yo te exijo que dejes de ser piedra,que dejes de ser río,pluma de pájaro que ya no existe,que voló con los años.Ahora, vamos, quítate la polvorientamáscara que confunde tu viejo corazón con los caminos,con los muros que ya cayeron.Ponte los pantalones y ¡vamos!Yo sé de que se trata y no hay destino, no hay más camino que el que nos haremosa pura sangre, a mano, y no es hacia abajo ni hacia atrás la vida,no hay carretera en el silencio,no tienes, no tenemos nada que recordar.Para que no te pierdasno te mires tanto el polvo.El mundo fue creciendo desde entonces,desde que te mataron, y ahora hay sitio para que te retrates resurrecto.Ay, si solamente no hubieras nunca sidoqué limpios andaríamos viéndoteperder, perderlo todo cada día,perder el reino, perder los pies, perder a cada rato,y quedarte solo con tu mortaja, andando,bajo la lluvia y sin comer.Ahoratodos golpean, todos menos tú,todos piden, hacen cuentas en sus libretas,se enojan mucho, gritan o no aguantan,no aguantan más, eso se sabe, y tú, sin patria, con tu gallinita esperando que por fin te la compren
23 Huellas de dolor y desesperanza. Antología poética de Neruda, Guillén y León Felipe, México, Editores Mexicanos Unidos, 1952, pp. 45-47.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
para volver a donde ya no vives,para soñar ya ni siquiera sueños24 [...]
Después de leer ese poema, tomamos el camino de regreso. Pasamos por la casa de Pedro, en
donde guardo unos libros que llevaba y las fichas bibliográficas de las citas que habíamos utilizado.
Sacamos unas tortas que habíamos comprado en el camino y las empezamos a degustar y para
distraernos encendió un pequeño y viejo televisor que tenía. Como ya en algunas ocasiones habíamos
platicado, nos percatamos en ese momento también, que sólo de apariencia “europea” aparecen en los
programas. Pedro hizo un comentario sobre eso.
—Yo no sé qué pasa, en serio, sólo ves en la tele gente con apariencia caucásica, en noticieros,
programas, novelas. ¿Qué pensarán? ¡Que nuestro físico no vale nada! ¡Que no tenemos el valor para
luchar para que dejen actuar a gente de nuestra apariencia! Yo no encuentro la razón, todos somos
iguales; unos labios más gruesos, unos pómulos salientes u ojos rasgados, una forma de la cara distinta
no los hace a ellos más inteligentes, ni a nosotros menos. A mí en serio me molesta ver eso, que nadie
haga ni diga nada. Los legisladores que habían de equidad, eso no es cierto. ¿Por qué no hacen algo?
Aunque a decir verdad, como dice un dicho, no creo que el gato le vaya a decir algún día al ratón que
ya no lo va a molestar. Nosotros los afectados deberíamos de hacer algo.
“Yo no sé si agún día alguien va a hacer algo. No inventes, en revistas, en la tele, en el cine, en
la imagen que quieren dar las grandes empresas, eso no hace mas que recordar la tesis de que 'la
política es la guerra continuada por otros medios'. La situación que se instauró entre los grupos
contendientes a partir de la batalla final es la que se refleja hoy. La Europa vencedora hace valer ese
estatus. Ellos son etnocéntricos, sólo su modelo de desarrollo, sólo su religión, su democracia, su falso
liberalismo. Promueven sus derechos humanos, después del enriquecimiento inicial, después de ocupar
24 Huellas de dolor y desesperanza. Antología poética de Neruda, Guillén y León Felipe, México, Editores Mexicanos Unidos, 1952, pp. 45-47.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
los territorios de los indios y marginarlos, y ahora quieren que todos respeten esos derechos. Ahora, ya
no más genocidios, ahora todos tienen que ser democráticos. Esto es la ley del más fuerte.
“Bueno, pero eso es sólo hablando a nivel macro, a nivel país, porque a nivel familiar, yo he
escuchado a muchas madres comentar '¡Qué niño tan bonito! Está blanquito. Esta chinito, etc.' Y
cuando nace morenito, dicen que está feito. Eso ya es autodenigrarse, porque entre más rasgos
caucásicos tiene una persona más fina es. Y tú sabes, la abrumadora mayoría de los mexicanos somos
mestizos.
—Oye Pedro, antes de que se me pase, para redondear este resumen me gustaría elaborar 4
oraciones en que se sinteticen todo lo que hemos venido analizando:
1. Las culturas indias estaban en armonía con la naturaleza, pero los conquistadores
inventaron mentiras para justificar a destrucción de culturas en pleno apogeo.
2. Los medios de comunicación refuerzan el desprecio a los rasgos físicos indios.
3. Desde el ambiente familiar se transmite la idea del indio actual como persona inferior.
4. Todos contribuimos a que la situación continúe porque siempre estamos tratando de
imitar costumbres extranjeras, queremos ser fisícamente y culturalmente como ellos.
También hay que tomar en cuenta que los españoles, portugueses, franceses o ingleses, a
grandes rasgos aplicaron la misma técnica de desprestigio al indio en todo el continente, para
poder apoderarse de sus tierras.
—Así es José, y eso a mí me llena de desesperación. Ver a diario cómo todo sigue igual, sin que
haya nadie interesado en cambiar las cosas. Por eso a diferencia de mi abuelo, a mí si me interesa con
ese engaño, dando a conocer a todos lo que sucede en la realidad y las bases en que se fundamentan.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
Porque actualmente el intento por crear la imagen al exterior y al interior de un México blanco o
español, nos indica que no se ha tratado realmente de encontrar la verdad, sino que sólo se continúa lo
que dejaron “los conquistadores”.
Después de esa charla nos despedimos y me dirigí a mi casa para revisar el resumen que
habíamos hecho. Las frases del poema que había dicho Pedro me hicieron reflexionar e hice algunas
anotaciones en la computadora; lo relacioné con el retorno de la vida comunitaria, de la reconstitución
de la cultura india, de su redención. Porque hasta ahora todo ha sido vejación, burla, por la apariencia y
por el acento. Esa invitación a convertirse en el Ave Fénix y resucitar después de su aniquilación hace
ya medio milenio, es emocionante. Dejar de pensar en lo etéreo, en el más allá y luchar por tomar su
lugar en la tierra sobre en la que alguna vez se enseñoreó, eso fue un buen pensamiento de Neruda.
Digitalicé algunas imágenes que había recopilado para ejemplificar lo que en varias ocasiones
platicamos con don Pedro y su nieto, respecto al fenotipo, o apariencia física del indio o del mestizo
que tiene predominancia de esos rasgos. Me percaté que el rostro real de Juárez no se parecía mucho al
de las pinturas, dibujos y esculturas que hay de él, ya que casi siempre tratan de darle una apariencia
más caucásica. También reflexioné que es poco probable que personas con la apariencia de indio
puedan ser contratados como conductores de televisión, dado que en ese sector se da preferencia a
personas de apariencia caucásica.
Después de dos semanas, tiempo que me llevó resumir los libros que me prestó Pedro, fui a
buscarlo el sábado por la mañana a su escuela pero no lo encontré, por lo que fui a buscarlo a donde
vivía. Salió el dueño de la casa:
—¿Qué paso amigo, buscas a Pedro?
—Sí señor, ¿no sabe si se encontrará? Fui a buscarlo a su escuela pero no lo encontré.
UN SECRETO PREHISPÁNICO
—Se fué desde ayer, creo que le hablaron de su pueblo, porque parece que estaba muy enfermo
un familiar suyo, creo que su abuelo Pedro.
Regresé a la casa donde vivo y tomé dinero para trasladarme al pueblo de mi amigo. De
inmediato me dirigí a la terminal de Observatorio por metro y tomé el autobús de las 3 de la tarde.
Antes de abordar hablé con mi amigo Carlos para que me esperara en el centro del pueblo. El camino
de ida me pareció muy triste al saber el estado de salud de don Pedro. Cuando pasé por Toluca eran
apenas las 4 de la tarde, pero llegué a San Pedro ya como a las 6 y el paisaje lucía con un tono rojizo lo
que aumentaba mi melancolía.
—¿Qué pasó Carlos? ¿Qué has sabido de la familia de Pedro?
—Lo que he escuchado es que hace como quince días fueron a buscar a su abuelo los de San
Miguel por lo de unos papeles de tierra pero él no les dio nada. Como regresaron varias veces se fue
una semana para Morelos con unos familiares. Regresó hace unos ocho días pero apenas creo que se
puso enfermo.
—No me digas Carlos, ¡qué mala suerte! Y lo malo que ya está grande y ya se ve cansado.
—Sí, ¿no ves que nos dijo la otra vez que ya tenía cerca de cien años? Vamos a verlo a su casa.
—Sí Carlos, vamos rápido a ver cómo está.
Mi anfitrión tomó un morral con una lámpara de minero y nos dispusimos a subir al cerro lo
más rápido que nos era posible. Cuando llegamos a la casa de don Pedro, el doctor del pueblo iba
saliendo acompañado de un joven.
—¿Cómo está don Pedro, doctor?
UN SECRETO PREHISPÁNICO
—Está muy enfermo, ya está muy grande. Hasta luego muchachos, el camino es largo y ya es
muy tarde. Nos vemos.
Entramos a la habitación de don Pedro, quien se encontraba con su esposa y otros familiares
más. Escuché que le decía: “Luisa, ya me voy; ya te voy a dejar. Siento tanto que tener que dejarte por
siempre. Luisa, te acuerdas cuando nos conocimos; todo ha pasado tan rápido. ¿Recuerdas esa canción
que dice: 'adiós mi linda esposa, ilusión de tantos días, adiós mujer hermosa'? Luisa, es tiempo de que
nos separemos. Pedro, te encargo que no olvides tu obligación'”. Doña Luisa se arrodilló, tomó la
mano de don Pedro y se puso a llorar.
En esos momento don Pedro empezó a respirar más rápido y de pronto todo quedó en silencio.
Había fallecido. No pude evitar sentir una tristeza tan honda que empecé a llorar. Salí al patio y me
puse a contemplar el cielo que estaba cubierto de nubes. De repente comenzó a llover fuertemente y de
inmediato regresé al corredor. La lluvia hacía más triste el momento. Afuera se escuchaba el ruido del
agua y adentro llanto de tristeza.
Mientras los familiares iniciaron a arreglar la casa para el sepelio, unas señoras empezaron a
rezar el rosario. Sus voces se confundían con el ruido del agua y el llanto. Me sentía aturdido mientras
acompañábamos los rezos. Poco después nos despedimos de la familia.
Hice lo imposible por regresar a la ciudad de México muy de mañana el día siguiente. Para
nuestra fortuna dejó de llover antes de que emprendiéramos el regreso. Con la luz de la lámpara
logramos llegar a la casa de Carlos. Todo el camino iba pensando en lo que iba a pasar ahora que había
fallecido don Pedro Cruz. ¿Qué sería ahora de esa última esperanza del retorno del conocimiento
mesoamericano? ¿Habría todavía la posibilidad de que su nieto pudiera continuar con esa pesada tarea?
Pensar que todo el conocimiento de ese señor se hubiera perdido me hacia lamentar y
UN SECRETO PREHISPÁNICO
reflexionar sobre qué hubiera pasado si él hubiera tomado la decisión de dar a conocer su sabiduría.
Aunque luego pensaba que era como derrotarse nuevamente, como dijo él mismo, eso hubiera sido
como una rendición más de la raza india, representada en mi imaginación por Cuauhtémoc, pues la
clase dirigente del país es heredera del conquistador, según la visión de don Pedro. Claro, aunque él no
quería decir que todos los mexicanos somos hijos del conquistador, no. Él me dijo una vez que casi
sólo los dirigentes los veía como adversarios en tanto continuadores y perpetuadores de la situación de
sometimiento hacia lo indígena, pero que el resto de los mexicanos nos hacíamos cómplices por
ignorancia y por engaño.
A pesar del cansancio no pude dormir hasta ya entrada la madrugada. Le había pedido a mis
anfitriones me despertaran a las 5 de la madrugada para poder tomar el camión de las 6. Así lo hicieron
y llegué al Distrito Federal a tiempo.
Los días siguientes siguientes fueron muy tristes para mí al recordar el deceso de don Pedro. Un
sentimiento de angustia me invadía desde el inicio del día, al sentirme atado de manos por no poder
hacer nada respecto a sus planes.
A los dos días fui a buscar a Pedro, pero aun no había llegado. Dejé pasar una semana para
esperar que ya hubiera llegado. Por fin el lunes de la siguiente semana me dijo el casero que ya había
vuelto Pedro de su casa, pero sólo para llevarse la mayoría de sus cosas. El señor regresó al interior y al
salir me dio un sobre. Me despedí y comencé a caminar al tiempo que sacaba el papel que tenía el
siguiente mensaje:
“Qué tal José, ya hablé con mi abuelita Luisa. Ella me entregó una carta que mi abuelo me
escribió antes de morir. En ella me explica que aunque no alcanzó a enseñarme todos los secretos de la
escritura antigua, con lo que aprendí puedo completar los conocimientos que están diseminados en
UN SECRETO PREHISPÁNICO
unos documentos. Voy a juntar dinero y espero que en unos cuatro o cinco años pueda regresar. Ahora
me voy a Estados Unidos con el alma destrozada por la muerte de mi abuelo. Siento haberle fallado,
eso es lo que más me duele. De todos modos el estar lejos de todo me ayudará a superar el dolor.
Regresaré cuando tenga los medios económicos para cumplir mi cometido”.
Se ha cumplido ya el tiempo sin que tenga noticia de Pedro. Estoy aguardando que regrese pues
también quisiera que las cosas fueran más justas para el semblante indio originario de estas tierras y
que se limpiara la reputación de su antigua sociedad y religión; aunque solamente de pensar que está
sólo contra el mundo, me llena de incertidumbre. Me pregunto: ¿Surgirán personas dispuestas a
ayudarle en su cometido? ¿O quizás será una lucha solitaria e infructuosa? Tal vez con la ayuda de
personas honestas, México se transforme, como un gigante dormido que poco a poco va despertando, y
se libere al fin de ese trauma de la conquista y con esto supere su desprecio hacia lo indio que se
encuentra dentro de la mayoría de los mexicanos y ese sentimiento de impotencia por la derrota
originaria de nuestros ancestros. Tal vez por fin México pueda tomar el lugar que le corresponde de
acuerdo a su potencial humano y natural, y sus habitantes dejen de verse como antagonistas.
A pesar de todo, espero que el destino pague la deuda que tiene con esos pueblos vencidos de
Mesoamérica, que fueron casi exterminados, cuyos descendientes son ignorados y menospreciados en
la actualidad. Además casi todos los mexicanos tenemos sangre indígena. Liberarnos de la
discriminación sería una derrota al conquistador quien sometió incluso nuestra forma de ver el mundo.
Ahora sólo queda esperar. Confío en la profecía del último tlatoani.