cuentos del padre mamerto menapace

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  • 7/26/2019 Cuentos Del Padre Mamerto Menapace

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    Cuentos del padre Mamerto MenapaceCuentos del padre Mamerto MenapaceMamerto Menapace

    Seleccin de cuentos

    http://www.buenasnuevas.com/recursos/cuentos.htm

    El relojero

    La oracin en nuestra vida, qu lugar le damos.por Mamerto Menapace, publicado en Cuentos Rodados,Editorial Patria Grande

    De esto hace mucho tiempo. poca en la que todava todooficio era un arte y una herencia. El hijo aprenda de su

    padre, lo que ste haba sabido por su abuelo. El trabajoheredado terminaba por dar un apellido a la familia.Existan as los Herrero, los Barrero, la familia de Tejedor,etctera.Bueno, en aquella poca y en un pueblito perdido en lamontaa, pasaba ms o menos lo mismo que suceda entodas las otras poblaciones. Las necesidades de la gente

    eran satisfechas por las diferentes familias que con susoficios heredados se preocupaban de solucionar todos losproblemas. Cada da, el aguatero con su familia traa desdeel ro cercano toda el agua que el pueblito necesitaba. Elcantero haca lo mismo con respecto a las piedras y lajasnecesarias para la construccin o reparacin de lasviviendas. El panadero se ocupaba con los suyos de amasar

    la harina y hornear el pan que se consumira. Y as pasaba

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    con el carnicero, el zapatero, el relojero. Cada uno se sentatil y necesario al aportar lo suyo a las necesidadescomunes. Nadie se senta ms que los otros, porque todos

    eran necesarios.Pero un da algo vino a turbar la tranquila vida de lospobladores de aquella aldea perdida en la montaa. En unamanecer se sinti a lo lejos el clarn del heraldo que hacade postilln o correo. El retumbo de los cascos de caballo sefue acercando y finalmente se lo vio doblar la calle quedaba entrada al pueblito: un caballo sudoroso que fue

    frenado justo delante de la puerta de la casa del relojero. Elheraldo le entreg un grueso sobre que traa noticias de lacapital. Toda la gente se mantuvo a la expectativa a lapuerta de sus casas a fin de conocer la importante noticiaque seguramente se sabra de un momento al otro.Y as fue efectivamente. Pronto corri por todo el pueblo la

    voz de que desde la capital lo llamaban al relojero para quese hiciera cargo de una enorme herencia que un pariente lehaba legado. Toda la poblacin qued consternada. Elpueblito se quedara sin relojero. Todos se sintieronturbados frente a la idea de que desde aquel da, algofaltara al irse quien se ocupaba de atender los relojes conlos que podan conocer la hora exacta.

    Al da siguiente una pesada carreta cargada con todas laspertenencias de la familia, cruzaba lentamente el poblado,alejndose quizs para siempre rumbo a la ciudad capital.En ella se marchaba el relojero con toda su gente: el viejoabuelo y los hijos pequeos. Nadie quedaba en el lugar quepudiera entender de relojes.La gente se sinti hurfana, y comenz a mirar

    ansiosamente y a cada rato el reloj de la torre de la Iglesia.

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    Otro tanto haca cada uno con su propio reloj de bolsillo.Con el pasar de los das el sentimiento comenz a cambiar.El relojero se haba ido y nada haba cambiado. Todo segua

    en plena normalidad. El aparato de la torre y los de cadauno segua rtmicamente funcionando y dando la hora sincontratiempo alguno.-Caramba!- se deca la gente. Nos hemos asustado de gusto.Despus de todo, el relojero no era una personaindispensable entre nosotros. Se ha marchado y todo sigueen orden y bien como cuando l estaba aqu. Otra cosa muy

    distinta hubiera sido sin el panadero. No haba porqupreocuparse. Bien se poda vivir sin el ausente.Y los das fueron pasando, hacindose meses. De pronto aalguien se le cay el reloj, y aunque al sacudirlo comenz afuncionar, desde ese da su manera de sealar la hora ya noera de fiar. Adelantaba o atrasaba sin motivo aparente. Fue

    intil sacudirlo o darle cuerda. La cosa no pareca tenersolucin. De manera que el propietario del aparato decidiguardarlo en su mesita de luz, y bien pronto lo olvid al iramontonando sobre l otras cosas que tambin iban a paraal mismo lugar de descanso.Y lo que le pas a esta persona, le fue sucediendo ms omenos al resto de los pobladores. En pocos aos todos los

    relojes, por una causa o por otra, dejaron de funcionarnormalmente, y con ello ya no fueron de fiar. Recinentonces se comenz a notar la ausencia del relojero. Peroera intil lamentarlo. Ya n estaba, y esto suceda desde hacavarios aos. Por ello cada uno guard su reloj en el cajn dela mesa de luz, y poco a poco lo fue olvidando yarrinconando.

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    Digo mal al decir que todos hacan esto. Porque huboalguien que obr de una manera extraa. Su reloj tambinse descompuso. Dej de marcar la hora correcta, y ya fue

    poco menos que intil. Pero esta persona tena cario poraquel objeto que recibiera de sus antepasados, y que loacompaara cada da con sus exigencias de darle cuerdapor la noche, y de marcarle el ritmo de las horas durante lajornada. Por ello no lo abandon al olvido de las cosasintiles. Cierto: no le serva de gran cosa. Pero lo mismo,cada noche, antes de acostarse cumpla con el rito de sacar

    el reloj del cajn, para darle fielmente cuerda a fin de que semantuviera funcionando. Le correga la hora ms o menosintuitivamente recordando las ltimas campanadas del relojde la iglesia. Luego lo volva a guardar hasta la nochesiguiente en que repeta religiosamente el gesto.Un buen da, la poblacin fue nuevamente sacudida por

    una noticia. Retornaba el relojero! Se arm un enormerevuelo. Cada uno comenz a buscar ansiosamente entresus cosas olvidadas el reloj abandonado por intil a fin dehacerlo llegar lo antes posible al que podra arreglrselo. Enesta bsqueda aparecieron cartas no contestadas, facturasno pagadas, junto al reloj ya medio oxidado.Fue intil. Los viejos engranajes tanto tiempo olvidados,

    estaban trabados por el xido y el aceite endurecido.Apenas puestos en funcionamiento, comenzaron adescomponerse nuevamente: a uno se le quebraba lacuerda, a otro se le rompa un eje, al de ms all se le partaun engranaje. No haba compostura posible para objetostanto tiempo detenidos. Se haban definitiva eirremediablemente deteriorado.

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    Hacia el final del cuento se compara la oracin con laactitud de la persona que haba mantenido funcionando sureloj, por qu?

    Releer el ltimo prrafo del cuento, compartir lascaractersticas de la oracin que all se mencionan, qupensamos? cul es nuestra experiencia?Qu lugar ocupa la oracin en nuestra vida?Compartir cmo oramos, de qu manera, cundo...Compromiso para la vidaSintetizar en una frase el mensaje del cuento para nuestra

    vida.Para terminar: la oracin en comnLeer entre todos la oracin y luego poner en comn lasintenciones de cada uno.Terminar con una cancin.

    Fidelidad y esperaPadre Bueno, ensanos a orar.Necesitamos fuerzaspara caminar en la esperanza.Necesitamos fuerzaspara vivir en la fidelidad.T nos escuchas siempre

    aydanos a escuchar tu voz.- Que as sea -

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    Nuestro loroLa libertad y sus riesgos

    por Mamerto Menapace, publicado en La sal de la tierra,Editorial Patria Grande

    En casa tenamos un loro.Pero un loro autntico. No una cotorra. Ni siquiera se lohubiera podido confundir con uno de esos loros chicos, quecomen girasol y que en norte llaman calancates. El nuestro

    era un loro grande, nacido en el norte.Lo haban trado de pichn y se haba criado con nosotros,compartiendo nuestra vida de cada da, nuestrosentusiasmos y nuestras discusiones. Y fue as comoaprendi a gritar muchas cosas.Se llamaba Pastor. Es cierto que ese nombre se lo habamos

    impuesto. Pero l lo haba aceptado. Cuando tena hambre,por ejemplo, y quera suscitar nuestra compasin, repeta entono triste:-Pobrecito Pastor! La papa para Pastor, pobrecito Pastor! -Y agarraba con una de sus patitas el pedazo de pan familiar.Aferrndose con la otra de donde estaba apoyado, lo comacon gesto humano. Con gesto de familia.

    Cuando senta torear los perros, gritaba: "Fuera, fuera!", ycomparta nuestras euforias gritando: "Viva Boca!" cuandoescuchaba los partidos por radio. Adems repeta lasrdenes que se daban a los chicos, y as nos mandabaencerrar los terneros, traer agua; o simplemente nosllamaba por nuestro nombre.En casa lo tenamos por uno ms de la familia. Habiendo

    compartido casi la totalidad de su vida conciente con

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    nosotros, pensbamos que todos sus ideales se identificabancon los nuestros. Lo creamos un loro domesticado. Letenamos tanta confianza que le habamos otorgado plena

    libertad.Porque tienen que saber que tenamos otros pjaros: trescardenales copete rojo y una urraca de monte. Tuvimostordos y boyeros de esos que hacen su nido como una largamedia colgada de las ramas de un algarrobo. En fin, unavariedad de otros pjaros salvajes. Pero a todos los tenamosen cerrados en sus jaulas. De ellos nos interesaban sus

    trinos y sus colores; pero sabamos que no deseabancompartir nuestra vida. No estaban integrados.En cambio nuestro loro, no. Se suba a nuestros mismosrboles y gateaba las mismas ramas que nosotros, loschicos. Nuestro parral era tambin suyo. Y los das de lluviao fro comparta la tibieza de nuestra cocina.

    Para saber dnde estaba, bastaba con gritar fuerte:-Pastor!- y l, desde su rama o su rincn contestaba:-Eu!Con pico y patas descenda hasta uno para tomar su pedazode pan familiar.Eso s. Tena sus agresividades. Cmo no! Y tambin susantipatas. Eso era lgico. A todos en casa nos pasaba ms o

    menos lo mismo.Pero no. Seguramente no fue se el motivo de su inslitaactitud aquella tarde de otoo.S. Era otoo. Lo recuerdo bien. Como una cicatriz de miinfancia. Era otoo porque aquella tarde casi todos losmayores estaban juntando algodn en el campo. Papestaba en el pueblo. Algunos estbamos en la escuela, y slo

    quedaba en casa mam y uno o dos de los ms chicos.

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    Habrn sido las tres o cuatro de la tarde. Cada uno estabaen lo suyo, y todo pareca estar en paz.Viniendo desde el sur, una bandada de loros salvajes

    emigraba hacia el norte; hacia las selvas, las Cataratas, elParaguay. Su vuelo nervioso era apuntado por esos gritoscaractersticos del loro en vuelo:-Creo, creo, creo!- y la bandada pas sobre mi casa.Qu le pas a nuestro loro? Habr estado triste,disconforme? Se habr sentido oprimido o alienado?Puedo asegurarles que en casa no le faltaba nada y pap era

    exigente en que no se maltratara a ningn animal; menos alloro familiar por el cual senta afecto especial.No. Estoy seguro de que no. No fue por ninguno de esosmotivos. No fue para liberarse de algo. Fue simplementeporque sinti que algo se liberaba en l. Sacudido por esegrito ancestral de su raza en vuelo, tambin en l surgi la

    necesidad imperiosa de afirmar su fe en aquellas realidadesprimordiales que constituyen la esencia de todos los loros.Y agitando sus alas torpes, no adiestradas para el vuelo,lanz tambin l ese grito que le dorma dentro:-Creo, creo, creo! - y se larg a volar.Fue slo un gesto. Una manera de concretizar su profundafe en las selvas, en las cataratas, en yerbales y naranjales que

    l nunca viera, y que nunca seran plenamente suyos.La bandada se perdi pronto sobre los chaares, arreandohacia el norte su profesin de fe.Nuestro loro no pudo seguirla. A las pocas cuadras perdialtura y aterriz. No estaba adiestrado para el vuelo largo.En nuestra familia nadie tena esas oportunidades, y a lmismo nunca se haba presentado la necesidad de

    ensayarlas.

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    Esa noche, al reencontrarnos todos nuevamente reunidos enfamilia, notamos la ausencia de Pastor. En su media lengua,mi hermanito menor dio a entender que el loro se haba

    volado hacia el norte. Alguien crey recordar que,efectivamente, a media tarde una bandada de loros habasobrevolado el algodonal.Todos lamentados sinceramente que nuestro loro se hubierapodido ir con ellos. Y a todos nos sobrecogi el temor porlos peligros que acecharan a Pastor, ya que sabamos queera imposible que hubiera podido seguir el ritmo de la

    bandada. Cado a mitad de vuelo, quizs no habra un rbolcerca; as estara en pleno campo bajo el peligro de loszorros o de los gatos. Una de mis hermanas - la mssensible - se larg a llorar.Con todo, creo que se exageraron un poco los peligros.Probablemente lo que nos preocupaba no era tanto las

    dificultades que encontrara nuestro loro en su nuevasituacin, cuando el haberlo perdido. Sobre todo nosmortificaba que ya no fuera nuestro loro.De hecho, Pastor haba cado a unas pocas cuadras entre elalgodonal. Dos o tres das despus lo encontramos. Pobre!,daba lstima. Estaba muerto de hambre. Y lo descubrimosjustamente porque al pasar cerca de l, se puso a gritar esa

    serie de frases familiares que haba aprendido entrenosotros. Sus vivas! y sus fuera! Fue as como descubrimossu paradero.Todos nos alegramos de haberlo reencontrado. Y todosestuvimos de acuerdo en que haba que cortarle las plumasde sus alas para que no volviera a repetir la experiencia.Hasta mi hermana - la ms sensible! - estuvo de acuerdo

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    tambin. Porque Pastor nunca podra seguir a las bandadas.Por tanto haba que impedirle nuevas experiencias.Hoy, al pensar en aquella decisin de mi familia, me

    pregunto: "Fue un autntico y sincero cario por Pastor loque nos llev a cortarle las alas para evitarle problemas?".Tal vez hubiera sido mejor darle mayores oportunidades devuelos controlados, para que realmente estuvieracapacitado. No s. Por ejemplo, se lo podra haber llevadolejos, dejndolo luego un poco solo, para obligarlo a volarpor su cuenta hasta nosotros. As, a la vez que ensayaba el

    vuelo largo, aprendera a tomar nuestra casa como punto dereferencia y lograra realizar el vuelo de retorno.Pero tengo que reconocer que fuimos egostas. Preferimos lasolucin fcil. Pastor fue humillado y perdi las hermosasplumas de colores de la punta de sus alas.Pienso que tambin dramatizamos algo que no era para

    tanto. Qu es lo que en el fondo haba hecho Pastor?Seguramente, su gesto no fue un signo de protesta contranuestro estilo de vida familiar. No fue un querer irse porqueestuviera en desacuerdo, o como un decirnos que todos susgestos anteriores haban sido un simple formulismo hechosin conviccin; como si nunca hubiera compartidoautnticamente lo nuestro.

    Simplemente haba sentido de repente ese grito quedespertaba en Pastor una fidelidad que nunca haba sentidoantes entre nosotros. Era la profesin de fe de su raza envuelo. Y Pastor, sacudido por ese grito de su raza, habarealizado un gesto sin pensar siquiera en las consecuencias,y menos que con ello pudiera ofender nuestra incapacidadde volar.

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    Se haba equivocado. De acuerdo. Pero a quin en casa nole haba pasado alguna vez algo parecido, no se habaequivocado al escuchar un grito nuevo?

    -Habra podido consultar - se me dir. Pero a quin? Cadauno estaba enteramente ocupado en lo suyo y ni siquierahubiera podido comprender su intimidad intransferible deloro.Nosotros sacamos demasiadas conclusiones. La verdad: letuvimos miedo al futuro. Y olvidamos sus diez mil gestosbuenos, profundos, con sentido autntico, por uno que le

    fracas y que haba hecho sin consultar.Qu ridculo fuiste, Pastor, durante un tiempo, caminandopasito a paso por los patios, intentando vuelos queirremediablemente terminaban en tumbos, con tus alasamputadas! Para alcanzar las ramas que antes eran lasmetas de sus volidos, ahora tenas que gatear el tronco con

    pico y patas como una comadreja. Realmente, Pastor, tehicimos sufrir una gran humillacin.Pero, cremelo: lo pensbamos justificado. Porque con elloasegurbamos tu permanencia definitiva entre nosotros.Nosotros, te hubiramos extraado tanto! Con esa decisinde cortarte las plumas y no permitirte el vuelo largo,nosotros nos comprometamos con vos, con tu futuro, con

    tu seguridad.Pero nuestra familia no era duea del futuro. Ni del tuyo, nidel de ella misma. El futuro es slo de Dios. Es tan delicadocomprender a los dems definitivamente mediante nuestrasdecisiones arbitrarias y poco generosas!Unos cuantas aos despus nuestra familia tuvo queemigrar. Tuvo que dejar ese campo familiar, ese rancho con

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    tantos recuerdos y esos rboles que vos y yo gatebamosrama a rama. Y nos fuimos a vivir al pueblo.No. No fue fcil acostumbrarse. Tampoco para nosotros.

    Cremelo. El terreno era pequeo. La casa de material, conpisos de cemento. No haba rboles. Al principio ni siquieratenamos un parral.Pero si a mi familia se la haca difcil amoldarse, a vos se tehizo imposible.No hubo santo. No tenas espacio vital. Comenzaste aponerte triste. Ya no hablabas. Perdas el color de tus

    plumas. Andabas todo el da hurao. Y lo que es peor:molestabas en todas partes porque no lograbas ubicarte vosmismo.Las visitas, que all en el campo dejabas admiradas, ahorapreguntaban para qu te tenamos. Y entre esas visitas, nofalt quien te codiciara. En su casa tena un lindo bananal.

    Y fue as noms: te vendimos. Siento una profundavergenza al tener que confesarlo. Pero te vendimos.Quinientos pesos viejos. Casi como para decir que carecasde valor. Como quien se saca de encima un estorbo.La ltima vez que te vi estabas encaramado entre las hojasdel bananal. No diste seales de reconocerme.Y sin embargo yo quiero creer que no nos guards rencor.

    Necesito creerlo. Para que en m no muera lo mejor de vos.Nota: Este cuento no es un cuento. Es un sucedido. Esestrictamente histrico hasta en sus detalles. Por ello puedeser una parbola.

    Gua de Trabajo Pastoral por Marcelo A. MuraCuento Nuestro Loro, de Mamerto Menapace.

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    LecturaRealizar la lectura del cuento en grupo. Es importante quetodos los presentes tengan una copia del texto. Se pueden ir

    turnando dos o tres personas para leer el cuento en voz alta.Rumiando el relatoAl terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye elrelato en forma oral (se lo vuelve a contar).Qu sucede en el relato?Podemos reconocer partes en el relato? Describir losucedido en cada una.

    Qu proceso fue viviendo el loro?Cmo reaccion la familia?Qu reflexiona el autor, tiempo despus de transcurridotodo esto, al mirar para atrs?Elegir una frase del texto (releerlo rpido para ubicarla) quems le haya llegado/impactado a cada uno y compartirla en

    voz alta.Descubriendo el mensajeEl cuento nos habla de la libertad y de sus riesgos. Permitevarias interpretaciones. Mamerto nos dice que puede serparbola que nos puede hablar de nuestra propia vida, alverla reflejada en el relato.Mirando desde la perspectiva del loro

    Somos fieles a nuestra vocacin, nuestro llamado interior?(aunque implique riesgos)Qu cosas me impiden desarrollar todos mis dones ypotencialidades? Cmo superarlas?Mirando desde la perspectiva de la familiaCmo actuamos frente a la libertad de los dems?Cortamos alas o enseamos a volar?

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    Comparar como acta Dios con nosotros y cmoactuamos con los dems.Compromiso para la vida

    Sintetizar en una frase el mensaje del cuento para nuestravida.Para terminar: la oracin en comnLeer entre todos la oracin y luego poner en comn lasintenciones de cada uno.Terminar con una cancin.

    Crecer en libertadPadre Bueno, ensanos a orar.ensame a descubrirmis dones, mis posibilidades,mi vocacinMustrame el camino,

    ensame a ser libre,para hacer lo que debo hacerAsumiendo los riesgos,para crecerAydame a ser fiela tu llamado en mi interior.- Que as sea -

    Los dos burritos

    La libertad y las relaciones con los dems

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    por Mamerto Menapace, publicado en Cuentos Rodados,Editorial Patria Grande

    rase una vez una madre - as comienza esta historiaencontrada en un viejo libro de vida de monjes, y escrita enlos primeros siglos de la Iglesia -. rase una vez una madre- digo - que estaba muy apesadumbrada, porque sus doshijos se haban desviado del camino en que ella los habaeducado. Mal aconsejados por sus maestros de retrica,haban abandonado la fe catlica adhirindose a la hereja, y

    adems se estaban entregando a un vida licenciosadesbarrancndose cada da ms por la pendiente del vicio.

    Y bien. Esta madre fue un da a desahogar su congoja conun santo eremita que viva en el desierto de la Tebaida. Eraeste un santo monje, de los de antes, que se haba ido al

    desierto a fin de estar en la presencia de Dios purificando sucorazn con el ayuno y la oracin. A l acudan cuantos sesentan atormentados por la vida o los demonios difciles deexpulsar.Fue as que esta madre de nuestra historia se encontr conel santo monje en su ermita, y le abri el corazncontndole toda su congoja. Su esposo haba muerto

    cuando sus hijos eran an pequeos, y ella haba tenido quededicar toda la vida a su cuidado. Haba puesto todo suempeo en recordarles permanentemente la figura delpadre ausente, a fin de que los pequeos tuvieran unaimagen que imitar y una motivacin para seguir su ejemplo.Pero , hete aqu, que ahora, ya adolescentes, se habandejado influir por las doctrinas de maestros que no seguan

    el buen camino y enseaban a no seguirlo. Y ella senta que

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    todo el esfuerzo de su vida se estaba inutilizando. Quhacer? Retirar a sus hijos de la escuela, era exponerlos a quesuspendidos sus estudios, terminaran por sumergirse an

    ms en los vicios por dedicarse al ocio y vagancia del teatroal circo.Lo peor de la situacin era que ella misma ya no saba quactitud tomar respecto a sus convicciones religiosas ypersonales. Porque si stas no haban servido paramantener a sus propios hijos en la buena senda, quizfueran indicio de que estaba equivocada tambin ella. En

    fin, al dolor se sumaba la dura y el desconcierto nosabiendo qu sentido podra tener ya el continuar siendofiel al recuerdo de su esposo difunto.Todo esto y muchas otras cosas cont la mujer al santoeremita, que la escuch en silencio y con cario. Cuandotermin su exposicin, el monje continu en silencio

    mirndola. Finalmente se levant de su asiento y la invit aque juntos se acercaran a la ventana. Daba esta hacia lafalda de la colina donde solamente se vea un arbusto, yatada a su tronco una burra con sus dos burritos mellizos.-Qu ves? - le pregunt a la mujer quien respondi:-Veo una burra atada al tronco del arbusto y a sus dosburritos que retozan a su alrededor sueltos. A veces vienen

    y maman un poquito, y luego se alejan corriendo por detrsde la colina donde parecen perderse, para aparecerenseguida cerca de su burra madre. Y esto lo han venidohaciendo desde que llegu aqu. Los miraba sin vermientras te hablaba.-Has visto bien - le respondi el ermitao-. Aprende de laburra. Ella permanece atada y tranquila. Deja que sus

    burritos retocen y se vayan. Pero su presencia all es un

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    continuo punto de referencia para ellos, quepermanentemente retornan a su lado. Si ella se desatarapara querer seguirlos, probablemente se perderan los tres

    en el desierto. Tu fidelidad es el mejor mtodo para que tushijos puedan reencontrar el buen camino cuando se dencuenta de que estn extraviados.S fiel y conservars tu paz, aun en la soledad y el dolor.Diciendo esto la bendijo, y la mujer retorn a su casa con lapaz en su corazn adolorido.

    Gua de Trabajo Pastoral por Marcelo A. MuraCuento Los dos burritos, de Mamerto Menapace.

    LecturaRealizar la lectura del cuento en grupo. Es importante quetodos los presentes tengan una copia del texto. Se pueden ir

    turnando dos o tres personas para leer el cuento en voz alta.Rumiando el relatoAl terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye elrelato en forma oral (se lo vuelve a contar).Qu sucede en el relato?Cul era la preocupacin de esta madre, protagonista delrelato?

    A quin acude a pedir consejo? Cmo son las actitudesdel monje hacia ella?Qu le hace ver el monje para ayudarla en su problema?Cul es su consejo?Descubriendo el mensajeEl cuento nos habla de la libertad y de la relacin con losdems. Se puede trabajar desde varias interpretaciones, te

    proponemos dos miradas.

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    Mirando desde la perspectiva de la madreQu situacin le preocupaba?Has experimentado una situacin semejante con algn ser

    querido?El consejo del monje es permanecer fiel a sus convicciones,es fcil esto? cmo lograrlo? cmo seguir siendo fiel alproyecto que Dios nos muestra? cmo ser apoyo, punto dereferencia, "refugio" para los dems?Mirando desde la perspectiva del monjeTe han consultado alguna vez sobre una situacin

    semejante?Observa las actitudes del monje,escuchamedita (hace silencio interior)mira a la mujer (se compenetra en su problema)la aconseja con palabras sencillas (una comparacin

    lenguaje que parte de la vida y al alcance de todos, comoJess)Comparalas con tu vida, qu aprendes?Compromiso para la vidaSintetizar en una frase el mensaje del cuento para nuestravida.Para terminar: la oracin en comn

    Leer entre todos la oracin y luego poner en comn lasintenciones de cada uno.Terminar con una cancin.

    Ser fiel, para servir a los demsPadre Bueno,aydanos a ser fiel.

    Nos has llamado

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    y nos has mostrado un camino.Para cada uno tienes una misin(o muchas a lo largo de la vida)

    Aydanos a ser fuertes,perseverantes,fielespara ser apoyo,descanso,manantial de agua fresca,para todos los que nos rodean.

    - Que as sea

    Los dos parasoslas personas que nos han hecho crecer en la vidapor Mamerto Menapace, publicado en La sal de la tierra,Editorial Patria Grande

    En el patio de tierra de mi casa haba dos grandes parasos.

    De chico nunca me pregunt si ellos tambin habrannacido, crecido, o sido trasplantados.Simplemente estaban all, en el patio, como estaban el cielolas estrellas, la caada en el campo, y el arroyo all dentrodel monte. Formaban parte de ese mundo preexistente, deese mundo viejo con capacidad de acogida que unoempezaba a descubrir con asombro.

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    Eran lo ms cercano de ese mundo porque estaban allnoms, en el medio del patio, con su ancho ramerocubrindolo todo y llenando de sombra toda la geografa de

    nuestros primeros gateos sobre la tierra.Ellos nos ayudaron a ponernos de pie, ofrecindonos elrugoso apoyo de su fuerte tronco sin espinas. Encaramadosa sus ramas miramos por primera vez con miedo y conasombro la tierra all abajo, y un horizonte ms amplioalrededor.Los pjaros ms familiares, fue all donde los descubrimos.

    En cambio los otros, los que anidaban en la leyenda y en elmisterio de los montes, los fuimos descubriendo muchodespus, cuando aprendimos a cambiar de geografa y aalejarnos de la sombra del rancho.Fue en ellos donde aprendimos que la primavera florece.Para setiembre el perfume de los parasos llenaba los patios

    y el viento del este meta su aroma hasta dentro del rancho.No perfumaban tan fuerte como los naranjos, pero superfume era ms parejo. Pareca como que abarcara msancho. A veces, un golpe de aire nos traa su aroma hastams all de los corrales.Tambin nos ensearon cmo el otoo despoja lasrealidades y las prepara para cuartear el invierno.

    Concentrando su savia por dentro en espera de nuevasprimaveras, amarilleaban su follaje y el viento amontonabay desamontonaba las hojas que ellos iban entregando.En otoo no se esperaba la tarde del sbado para barrer lospatios. Se los limpiaba en cada amanecer.Cuntas cosas nos ensearon los dos viejos parasos, nadams que con callarse!

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    Fue apoyados en sus troncos, con la cara escondida con elbrazo, donde puchereamos nuestros primeros llorosdespus de las palizas. All, en silencio, escuchaban el

    apagarse de nuestros suspiros entrecortados por palabrasincoherentes que puntuaban nuestras primeras reflexionesinternas de nios castigados. Y en el silencio de sus arrugas,guardaron junto con nuestros lagrimones esas primerasexperiencias nuestras sobre la justicia, la culpa, el castigo yla autoridad.Y luego, cansados de una reflexin que nos quedaba grande

    y agotada nuestra gana de llorar, nos alejbamos de sustroncos y reingresbamos a la euforia de nuestros juegos yde nuestras peleas.Cuando jugbamos a la mancha, transformaban su quietuden la piedra del "pido" que nos converta en invulnerables.Y en el juego de la escondida escuchaban recitar contra su

    tronco la cuenta que iba disminuyendo el tiempo paraubicar un escondite. Y luego eran la meta que era precisoalcanzar antes que el otro, para no quedar descalificado.Ellos participaron de todos nuestros juegos y fueron losconfidentes de todos nuestros momentos importantes.Escondidos detrs de sus troncos, nuestra timidez y vivezade chicos de campo espiaba a las visitas de forasteros,

    mientras escuchbamos nuevas palabras, otra manera depronunciarlas y nuevos tonos de voz, que luego seconvertan en material de imitacin y de mmica para lascomedias infantiles en que remedbamos a las visitas. Asfue como aprend la palabra "etctera", que me caus unaprofunda hilaridad, y que al repetirla luego a cadamomento y para cualquier cosa, nos haca rer a todos en la

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    familia. En mi familia siempre producan hilaridad laspalabras esdrjulas.Al llegar la noche, todo nuestro mundo amigo se

    atrincheraba alrededor de los parasos. El farol que secolgaba de una de sus ramas creaba una pequea geografade luz que era todo lo que nos perteneca en este mundo.Ms all estaba el reino de la noche desde donde nos venanlos gemidos de las ranas sorprendidas pro las culebras; yhacia donde los perros hacan rpidas salidas para defendernuestro reino sitiado. Desde la noche saba llegar hasta

    nuestro puerto de luz algn forastero o algn amigonufrago de las sombras que haba logrado ubicar el faro denuestra lmpara suspendidas de las ramas de los parasos.Desde lo ms hondo de la noche remaban hacia la lmparamiles de insectos: las lucirnagas describan amplioscrculos de luz alrededor de los parasos, y a veces volvan a

    hundirse en la inmensidad sideral de la noche comopequeos cometas de nuestro pequeo sistema solar. Otrasveces, encandiladas por la luz del farol, terminaban ennuestras manos llenndolas de todo eso misterioso quebrilla en las noches.Cuando me vine hacia el sur, la imagen de los parasos vinoconmigo, y conmigo fue creciendo al ritmo de mi propio

    crecimiento. Los vea simplemente como parte de mi propiahistoria.Al volver luego de unos aos, me impresion vernuevamente a mis dos viejos parasos familiares. S. Eranlos mismos: ocupaban el mismo sitio; los aseguraban lasmismas races y los identificaba por las mismas arrugas desus troncos amigos.

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    Y sin embargo me parecieron ms pequeos. Cierto: lacabellera de sus copas haba raleado, y tal vez sus ramas yano fueran tan flexibles. Pero fundamentalmente haban

    quedado iguales; idnticos. No fue por haber cambiado porlo que me resultaron ms pequeos. Yo dira que fue mirelacin con ellos lo que haba crecido, lo que me daba deellos una visin distinta.Quiz no es que los viera ms pequeos; sino que ya no meparecan tan altos, ni tan ancha su sombra, ni tan difciles desubir, ni tan imprescindibles dentro de la geografa del

    mundo que me tocaba habitar. Mientras tanto, yo ya habaconocido otros rboles grandes, importantes, tiles oamigos, y a lo mejor haba adornado inconscientemente conesas dimensiones prestadas a mis dos viejos parasosfamiliares.Ahora, al verlos en su realidad concreta, desmitizados de

    mis adornos fantasiosos, comenc a darme cuenta de susautnticos lmites, de la dimensin concreta de sus ramas.Podra decir que casi aflor a mi conciencia undescubrimiento:"Mis dos viejos parasos tambin tenan su historia."Historia personal, intransferible. Su existencia no era slorelacin conmigo. Tambin ellos haban nacido en alguna

    parte, haban tenido su historia de crecimiento, para luegoser trasplantados juntos y compartir la historia de unmismo patio. El estar all, el compartir su vida con nosotros,su sombra y el ciclo de sus otoos y primaveras, era elresultado de decisiones que bien hubieran podido serdistintas, y con ello totalmente otra mi propia historia y migeografa personal.

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    Me di cuenta de la tremenda responsabilidad de susdecisiones; cosa que ningn otro rbol haba tenido, nijams podra tener en mi vida.

    Y pienso que, si hoy todo rbol es mi amigo, esto se debe ala calidez de amigo que supe encontrar all en miemplumar, en aquellos dos parasos familiares. Ellos dierona mis ojos, a mi corazn y a mis manos, esa imagenprimordial que tratara de buscar en cada rbol luego en mivida.Insisto. Esto lo empec a ver y a comprender cuando

    desmitic a mis dos viejos parasos de todo lo que no eraautnticamente suyo. Cuando comprend que tambin ellostenan unas dimensiones concretas y relativamentepequeas; cuando les descubr sus carencias y cuando supeque su existencia almacenaba, como la ma una cadena dedecisiones personales, y no un mero sucederse de

    preexistencias sin historia. Cuando me di cuenta de quetenan menos dimensiones de las que yo me imaginaba, yms mritos de los que yo supona.Hoy aquel patio familiar existe slo en mi recuerdo. Los dosparasos han dejado en pie dos grandes huecos de luz.Buscando sus copas mis ojos miran para arriba y seencuentran con el cielo.

    No han muerto. Y pienso que no morirn nunca, porquerama a rama se van quemando en el fogn familiar, y decada astilla que se ha vuelto ceniza se ha liberado la tibiezaque calienta nuestros inviernos. Y sus troncos rugosos sehan vuelto tablas de la mesa familiar que nos seguirreuniendo a los hermanos distantes para compartir el pan.

    Gua de Trabajo Pastoral por Marcelo A. Mura

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    Cuento Los dos parasos, de Mamerto Menapace.

    Lectura

    Realizar la lectura del cuento en grupo. Es importante quetodos los presentes tengan una copia del texto. Se pueden irturnando dos o tres personas para leer el cuento en voz alta.Rumiando el relatoAl terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye elrelato en forma oral (se lo vuelve a contar).Qu se describe en el relato?

    Qu recuerdos se entrelazan en el relato?Qu cambio experiment el autor, en relacin a estos dosrboles?Qu descubri?Qu reflexiona el autor, contemplando esta historia, partede su vida?

    Elegir una frase del texto (releerlo rpido para ubicarla) quems le haya llegado/impactado a cada uno y compartirla envoz alta.Descubriendo el mensajeEl cuento nos puede ayudar a reflexionar sobre las personasque nos han ayudado a crecer en la vida.Puedes recordar, como lo hace el autor con sus parasos,

    personas que te hayan "marcado" en tu vida personal?Intenta recordar una o dos Recorre en tu memoria lassituaciones compartidas Recuerda los valores que te hanenseado, las experiencias que te han transmitidoCompartir estas historias.El autor aprende a valorar ms a sus dos parasos, cuandol mismo cambia, crece, madura, y aprende a reconocer a

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    los dos rboles en lo que verdaderamente son y no en laimagen que l se haba hecho de ellos.Cmo puedes relacionar con tu vida ese aprendizaje?

    Y con las personas que te han "marcado" en tu vida?Compromiso para la vidaSintetizar en una frase el mensaje que has descubierto en elcuento para tu vida. Compartirlo con los dems.Para terminar: la oracin en comnLeer entre todos la oracin y luego poner en comn lasintenciones de cada uno.

    Terminar con una cancin.

    Gracias por tantas personasSeor,gracias por tantas personasque has puesto en mi camino.

    Gracias por su presenciaque me ha permitido crecer.Gracias por sus enseanzas,que me han ayudado a vivir.Gracias por su recuerdo,que me devuelve la tibieza de su abrazoy me susurra al corazn

    que cada uno de ellosfue un pequeo espejode tu gran amor.- Que as sea

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    Los anteojos de Dios

    Capacidad de juzgar a los dems, le compete slo a Diospor Mamerto Menapace, publicado en Cuentos Rodados,Editorial Patria Grande

    El cuento trata de un difunto. Anima bendita camino delcielo donde esperaba encontrarse con Tata Dios para eljuicio sin trampas y a verdad desnuda. Y no era para menos,

    porque en la conciencia a ms de llevar muchas cosasnegras, tena muy pocas positivas que hacer valer. Buscabaansiosamente aquellos recuerdos de buenas acciones quehaba hecho en sus largos aos de usurero. Habaencontrado en los bolsillos del alma unos pocos recibos"Que Dios se lo pague", medio arrugados y amarillentos por

    lo viejo. Fuera de eso, bien poca ms. Perteneca a losladrones de levita y galera, de quienes coment un poeta:"No dijo malas palabras, ni realiz cosas buenas".Parece que en el cielo las primeras se perdonan y lassegundas se exigen. Todo esto ahora lo vea clarito. Pero yaera tarde. La cercana del juicio de Tata Dios lo tena a muymal traer.

    Se acerc despacito a la entrada principal, y se extraomucho al ver que all no haba que hacer cola. O bien nohaba demasiados clientes o quiz los trmites se realizabansin complicaciones.Qued realmente desconcertado cuando se percat no slode que no se haca cola sino que las puertas estaban abiertasde par en par, y adems no haba nadie para vigilarlas.

    Golpe las manos y grit el Ave Mara Pursima. Pero nadie

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    le respondi. Mir hacia adentro, y qued maravillado de lacantidad de cosas lindas que se distinguan. Pero no vio aninguno. Ni ngel, ni santo, ni nada que se le pareciera. Se

    anim un poco ms y la curiosidad lo llev a cruzar elumbral de las puertas celestiales. Y nada. Se encontrperfectamente dentro del paraso sin que nadie se loimpidiera.-Caramba se dijo parece que aqu deber ser todosgente muy honrada! Mir que dejar todo abierto y singuardia que vigile!

    Poco a poco fue perdiendo el miedo, y fascinado por lo quevea se fue adentrando por los patios de la Gloria.Realmente una preciosura. Era para pasarse all unaeternidad mirando, porque a cada momento uno descubrarealidades asombrosas y bellas.De patio en patio, de jardn en jardn y de sala en sala se fue

    internando en las mansiones celestiales, hasta quedesemboc en lo que tendra que ser la oficina de Tata Dios.Por supuesto, estaba abierta tambin ella de par en par.Titube un poquito antes de entrar. Pero en el cielo todotermina por inspirar confianza. As que penetr en la salaocupada en su centro por el escritorio de Tata Dios. Y sobreel escritorio estaban sus anteojos. Nuestro amigo no pudo

    resistir la tentacin santa tentacin al fin de echar unamiradita hacia la tierra con los anteojos de Tata Dios. Y fueponrselos y caer en xtasis. Que maravilla! Se vea todoclarito y patente. Con esos anteojos se lograba ver larealidad profunda de todo y de todos sin la menordificultad. Pudo mirar profundo de las intenciones de lospolticos, las autnticas razones de los economistas, las

    tentaciones de los hombres de Iglesia, los sufrimientos de

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    las dos terceras partes de la humanidad. Todo estabapatente a los anteojos de dios, como afirma la Biblia.Entonces se le ocurri una idea. Tratara de ubicar a su socio

    de la financiera para observarlo desde esta situacinprivilegiada. No le resulto difcil conseguirlo. Pero lo agarren un mal momento. En ese preciso instante su colega estaestafando a una pobre mujer viuda mediante un crditobochornoso que terminara de hundirla en la miseria porscula seculorum. (En el cielo todava se entiende latn). Y alver con meridiana claridad la cochinada que su socio estaba

    por realizar, le subi al corazn un profundo deseo dejusticia. Nunca le haba pasado en la tierra. Pero, claro,ahora estaba en el cielo. Fue tan ardiente este deseo de hacerjusticia, que sin pensar en otra cosa, busc a tientas debajode la mesa del banquito de Tata Dios, y revolendolo porsobre su cabeza lo lanz a la tierra con una tremenda

    puntera. Con semejante teleobjetivo el tiro fue certero. Elbanquito le peg un formidable golpe a su socio,tumbndolo all mismo.En ese momento se sinti en el cielo una gran algaraba. EraTata Dios que retornaba con sus angelitos, sus santasvrgenes, confesores y mrtires, luego de un da de picnicrealizado en los collados eternos. La alegra de todos se

    expresaba hasta por los poros del alma, haciendo unabatahola celestial.Nuestro amigo se sobresalto. Como era pura alma, el almano se le fue a los pies, sino que se trat de esconder detrsdel armario de las indulgencias. Pero ustedes comprendersque la cosa no le sirvi de nada. Porque a los ojos de Diostodo est patente. As que fue no ms entrar y llamarlo a su

    presencia. Pero Dios no estaba irritado. Gozaba de muy

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    buen humor, como siempre. Simplemente le pregunt questaba haciendo.La pobre alma trat de explicar balbuceando que haba

    entrado a la gloria, porque estando la puerta abierta nadiela haba respondido y el quera pedir permiso, pero nosaba a quin.-No, no le dijo Tata Dios no te pregunto eso. Todo estmuy bien. Lo que te pregunto es lo que hiciste con mibanquito donde apoyo los pies.Reconfortado por la misericordiosa manera de ser de Tata

    Dios, el pobre tipo fue animado y le cont que habaentrado en su despacho, haba visto el escritorio y encimalos anteojos, y que no haba resistido la tentacin decolocrselos para echarle una miradita al mundo. Que lepeda perdn por el atrevimiento.-No, no volvi a decirle Tata Dios Todo eso est muy

    bien. No hay nada que perdona. Mi deseo profundo es quetodos los hombres fueran capaces de mirar el mundo comoyo lo veo. En eso no hay pecado. Pero hiciste algo ms. Qupas con mi banquito donde apoyo los pies?Ahora s el nima bendita se encontr animada del todo. Lecont a Tata Dios en forma apasionada que haba estadoobservando a su socio justamente cuando cometa una

    tremenda injusticia y que le haba subido al alma un grandeseo de justicia, y que sin pensar en nada habamanoteado el banquito y se lo haba arrojado por el lomo.-Ah, no! volvi a decirle Tata Dios. Ah te equivocaste.No te diste cuenta de que si bien te haba puesto misanteojos, te faltaba tener mi corazn. Imaginate que si yocada vez que veo una injusticia en la tierra me decidiera a

    tirarles un banquito, no alcanzaran los carpinteros de todo

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    el universo para abastecerme de proyectiles. No mhijo. No.Hay que tener mucho cuidado con ponerse mis anteojos, sino se est bien seguro de tener tambin mi corazn. Slo

    tiene derecho a juzgar, el que tiene el poder de salvar.-Volvete ahora a la tierra. Y en penitencia, durante cincoaos rez todo los das esta jaculatoria: "Jess, manso yhumilde de corazn dame un corazn semejante al tuyo".Y el hombre se despert todo transpirado, observando porla ventana entreabierta que el sol ya haba salido y queafuera cantaban los pajaritos.

    Hay historias que parecen sueos. Y sueos que podrancambiar la historia.

    Gua de Trabajo Pastoral por Marcelo A. MuraCuento Los anteojos de Dios, de Mamerto Menapace.

    LecturaRealizar la lectura del cuento en grupo. Es importante quetodos los presentes tengan una copia del texto. Se pueden irturnando dos o tres personas para leer el cuento en voz alta.Rumiando el relatoAl terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye elrelato en forma oral (se lo vuelve a contar).

    Qu sucede en el relato?Cmo haba sido la vida del protagonista del cuento?Qu le llama la atencin al llegar al Cielo?Qu encuentra en la oficina de Dios? Para qu lo usa?Cmo reacciona al contemplar el mundo con los "anteojos"de Dios?Qu le dice Dios al encontrarlo?

    Descubriendo el mensaje

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    nos tratas a todos.- Que as sea -

    El candil de la nonaNuestras races, las cosas que se transforman en signos en la

    vidapor Mamerto Menapace, publicado en La sal de la tierra,Editorial Patria Grande

    Ha quedado en mi recuerdo como uno de esos objetos sinedad.

    Como si a fuerza de estar y de alumbrar, hubiera logradovencer el tiempo y permanecer.Era una lmpara antigua de bronce. Tampoco podraafirmar, al revivirla hoy en mi recuerdo, si lo que laadornaba eran dibujos o simplemente arrugas con las que lavida y los acontecimientos haban ido ganndole un rostro.Tena ese noble color del bronce, y la capacidad de

    alumbrar en silencio.Era una lmpara con pie. Cuando se la encenda, se lacolocaba siempre en el centro de la mesa familiar. De ahque su recuerdo lo tengo acollarado a las noches deinvierno. Porque en verano vivamos a la intemperie, yentonces no se usaba la lmpara, sino un farol que secolgaba de las ramas del rbol del patio.

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    Pero la lmpara de bronce tena esa rara cualidad de crear laintimidad. Objeto quedado, de entre miles de objetos idos,la vieja lmpara de bronce pareca haber asumido en lo ms

    ntimo de s su propia soledad, y quiz fuera de all dedonde sacara esa misteriosa fuerza para crear la comunin.Cuando entrada la noche se encenda la lmpara, parecaque su luz quieta hiciera crecer a su alrededor el silencio, yno s qu misterio viejo. Mirando su llamita, los niosdilatbamos las pupilas, y quietos de cuerpo y alma,rembamos tiempo adentro. Hacia esa poca legendaria en

    que grandes vapores llenos de inmigrantes avanzaban porel mar hacia nosotros. En uno de ellos haba venido adesembarcar en nuestra mesa aquella lmpara.Entre nosotros su luz creaba esa misteriosa realidad dehacernos sentir con races, viniendo de un tiempo viejo.Sabamos que en otros tiempos su luz haba alumbrado

    fiestas bulliciosas; que en ocasiones haba creado la sombraprecisa para ocultar una mirada furtiva; y que su llamahaba mantenido la luz necesaria para alimentar lasconfidencias.En aquellos tiempos viejos, quiz haba sido en las nochesde la llanura la nica respuesta de luz en leguas a laredonda, para el dilogo de nuestros abuelos con las

    estrellas.No la sentamos vieja. Porque intuamos que habasuperado el tiempo. De la misma manera no nos atrevamosa llamar vieja a una fruta madura. Madura de alumbrar,haba terminado por asumir la vida en s misma. Uno sabaque esa madurez de vida era el combustible que le permitaseguir alumbrando quieto.

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    Porque tena una rara manera de alumbrar sin hacer ruido:tena una luz mansa.Apareca entre nosotros a eso de la oracin; y su presencia

    en la mesa familiar converta en liturgia esos ritosprimordiales de partir en cada plato la polenta humeante yel guiso oscuro y fuerte.Cuando luego de unos aos de ausencia volv a mi familia,la vieja lmpara ya no estaba all con su color bronce y suluz mansa. Pero su ausencia segua creando ese hueco desilencio familiar.

    El candil de la nona fue en mi vida uno de esos objetosvivientes que me ensearon que los humanos tambintenemos races.

    Gua de Trabajo Pastoral por Marcelo A. MuraCuento El candil de la nona, de Mamerto Menapace.

    LecturaRealizar la lectura del cuento en grupo. Es importante quetodos los presentes tengan una copia del texto. Se pueden irturnando dos o tres personas para leer el cuento en voz alta.Rumiando el relatoAl terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye el

    relato en forma oral (se lo vuelve a contar).El relato est armado sobre un objeto, cul era este objeto?Por qu era significativo para el autorQu recuerdos evoca esta lmpara de la abuela?Qu descubre el autor, evocando este recuerdo, parte de suvida?

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    Elegir una frase del texto (releerlo rpido para ubicarla) quems le haya llegado/impactado a cada uno y compartirla envoz alta.

    Descubriendo el mensajeEl cuento nos habla de nuestras races y de las cosas que setransforman en signo en nuestra vida.Tienes algn objeto que guardes con especial carioporque evoca algn significado importante en tu vida?Compartirlo con los integrantes del grupo.El candil, la lmpara, comparten su luz que nos ayuda a ver

    con ms claridad las cosasen tu vida qu te ayuda a ver mejor las cosas?Hay objetos, situaciones, personas que nos hablan msall de lo que son, porque nos hablan al corazn, con unlenguaje "sacramental". Ver la vida con una miradasacramental permite que la realidad se transforme y veamos

    nuevas dimensiones de la vida. La fe tiene mucho de esta"mirada sacramental". Qu piensas de esto? Relacionar elcuento con la vida de fe de cada uno de nosotros. Qupodemos aprender?Compromiso para la vidaSintetizar en una frase el mensaje que has descubierto en elcuento para tu vida. Compartirlo con los dems.

    Para terminar: la oracin en comnLeer entre todos la oracin y luego poner en comn lasintenciones de cada uno.Terminar con una cancin.

    Ver ms all de las cosasSeor,

    aydanos a cambiar nuestra mirada,

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    a descubrir lo profundoque se escondeen lo cotidiano de la vida diaria.

    T pasas cerca,caminas la vida al lado nuestro.Danos una miradaque nos descubra tu presencia,para aprender a rumiar la viday a saborear la existencia.- Que as sea -

    Sorgo y chamicoLo bueno y lo malo que tenemos, uno, los dems, el mundopor Mamerto Menapace, publicado en La sal de la tierra,Editorial Patria Grande

    El sorgo estaba chico. Tal vez a no ms de una cuarta dealtura. Y el verano haba exagerado la sequa con varios das

    de viento norte.A la hora de la siesta era casi preferible no mirar el sorgal.Su aspecto era ms vale desalentados. Chamuscado comoestaba por el calor y el viento norte, el pequeo sorgalmostraba el sufrimiento de la sequa.Slo el chamico pareca gozar de privilegio. Aunque miradobien y de cerca, tambin l mostraba los efectos de la sequa.

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    Lo malo era que haba mucho chamico. Y para el sorguitoeso representaba un doble peligro.Un peligro presente, ya que el chamico - nacido antes que el

    sorgo - lo aventajaba en vigor y le quitaba gran parte de lapoca humedad que tena esa tierra resecada por el sol delverano que empezaba recin. Y adems era un peligrofuturo. Sorgo y chamico semillaran juntos. Y juntosterminaran en los silos, y juntos pasaran a la molida. Ydicen que la semilla de chamico es venenosa. Que haceabortar a las preadas. Y era una pena que el fruto de ese

    sorgal destinado a alimentar a los dems, estuvieraenvenenado por el fruto abortivo del chamico.Haba que tomar una decisin. Me llamaron para que vierael sorgal. A esa hora el sol ya apretaba, y el viento norte sedejaba sentir.Me dio pena el sorgo! Haba algo de tristeza en sus hojas,

    un cierto cansancio y ganas de no seguir aguantando ms.El chamico apareca potente, con sus hojas anchas yredondas, junto a las hojas afiladas de las plantitas delsorgal.Una solucin pareca imponerse. La de los manuales. Unafumigacin con herbicida, si fuera posible esa misma tarde.Fumigacin area era, o pareca ser, lo ms seguro, lo ms

    rpido. Al no estar todava protegido por el sorgo, elchamico presentaba toda su superficie a la fumigacin y elefecto del herbicida ofreca la seguridad de realizarse sobrela maleza. Tomndolo de tardecita, con viento quieto y algode roco, el herbicida quedara sobre las hojas. A la maanasiguiente, con el apretar del sol, el castigo del venenoactuara con todos sus efectos.

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    S. Todo eso estaba bien, pensando en la manera de frenar oeliminar el chamico. Pero y el sorguito?Estaba el sorguito justo en ese momento de su crecimiento

    en que abiertas sus hojas, ofrece el follaje al aire y a la luzmostrando su cogollo central, esa zona donde se genera lavida. El herbicida entrara tambin all y seguramente harasu efecto.Era un psimo momento para fumigarlo. Ni demasiadochico, ni demasiado grande. Y adems sufrido por la duraexperiencia de una sequa que lo vena maltratando casi

    desde su madrugar.El peligro estaba en que el sorguito no aguantara lasacudida de la fumigacin. Tal vez terminara por secarsedefinitivamente. Y aunque quiz no se llegara a eso, eraseguro que el tratamiento frenara su desarrollo y que elrinde del sorgal perdera un gran porcentaje en el momento

    de la desgranada.La decisin, ustedes comprendern, no poda tomarlabasndome en la bronca al chamico. Tena que tomarla poramor al sorgal. En definitiva, ustedes estarn de acuerdo: loque importaba en aquel campo no era la no existencia delchamico, sino la abundancia del sorgo.Y el sorgo aquel aquella tarde no se fumig. Tal vez no

    fuera una decisin de ingeniero; era simplemente unmanejo de chacarero. De hombre con amor por su campo.Pero pienso que hubo tambin detrs otro motivo. Aquelviento norte no poda durar eternamente. Los aos pasadosen el campo me decan que todo viento norte carga agua, yque al final explota en una tormenta que casi siempretermina en lluvia.

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    Haba que tener fe en el cielo, que era quien podamandarnos la lluvia.Luego de la tormenta, y con el campo regado por ese llanto

    de las nubes, era probable que se pudieran tomar pequeasdecisiones para acompaar el crecimiento. Tal vez entrar aazada, o aporcar los surcos. Tal vez una fumigacinterrestre.En todo caso cosas que exigiran ms tiempo, msdedicacin, y bastante ms esfuerzo. Cosas de las que sloes capaz un chacarero. Porque l se queda comprometido

    con el campo. Mientras que el ingeniero prefiere lassoluciones rpidas, ya que luego de tomadas, se va y tal vezslo vuelve para la cosecha.Para l el resultado se convierte en dato. Para el chacarero,en grano.A veces pienso que en m vida he tenido dos grandes

    suertes.La primera es haber nacido en el campo y con eso haberconseguido un profundo cario por la tierra y lossembrados. Como a mi tata le faltaba una pierna, siempre lotuvimos en casa y de chiquitos nos hablaba y nos contabamuchas cosas cuando trabajbamos al lado suyo. Mi tata fueun gran hombre.

    La segunda suerte que tuve fue que el primer ingeniero conel que me inici era tambin un gran hombre. Recorriendolos sembrados, muchas veces me hablaba de sus hijos, de lacooperativa que organizaba en su barrio, y de su amor porlos hombres. Fue un gran ingeniero: tena corazn dechacarero.

    Gua de Trabajo Pastoral por Marcelo A. Mura

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    Cuento Sorgo y Chamico, de Mamerto Menapace.

    Lectura

    Realizar la lectura del cuento en grupo. Es importante quetodos los presentes tengan una copia del texto. Se pueden irturnando dos o tres personas para leer el cuento en voz alta.Rumiando el relatoAl terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye elrelato en forma oral (se lo vuelve a contar).Qu suceda en el campo sembrado con sorgo?

    Qu dificultades haba sufrido el sorgal? Cmo estaba sucrecimiento entonces?Qu era el chamico? Cul era su peligro?Qu alternativa se plantea para salvar la cosecha o parte deella? Qu inconvenientes tena esta solucin?Qu hace finalmente el chacarero (hombre de campo)?

    Elegir una frase del texto (releerlo rpido para ubicarla) quems le haya llegado/impactado a cada uno y compartirla envoz alta.Descubriendo el mensajeEl cuento nos habla de lo bueno y lo malo, quefrecuentemente est mezclado, en el mundo, en laspersonas, en uno mismo. Muchas veces en nuestra vida

    enfrentamos disyuntivas como la de este cuento.Puedes relacionar la situacin planteada en el cuento conalguna experiencia de tu vida personal?Todos tenemos sorgo y chamico en nuestro propiosembrado (corazn) cmo hacer para que se desarrollems lo bueno que tenemos?Es interesante reflexionar sobre las caractersticas del pensar

    y obrar que el autor seala sobre el chacarero y el ingeniero.

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    Aplcalas a tu vida cmo actus frente a circunstanciassemejantes a este relato?Qu aprendes para tu vida? Cmo puedes aplicar el

    mensaje del cuento?Compromiso para la vidaSintetizar en una frase el mensaje que has descubierto en elcuento para tu vida. Compartirlo con los dems.Para terminar: la oracin en comnLeer entre todos la oracin y luego poner en comn lasintenciones de cada uno.

    Terminar con una cancin.

    Lo bueno y lo maloSeor,en mi vida encuentrotrigo y maleza,

    cosas buenas y malas,actitudes generosasy otras que hay que cambiar.Aydame a discerniry aprender a hacer crecer lo buenoy tener paciencia paralo que debo cambiar.

    Dame un corazn sencillopara descubrir en mi vida,en la de los demsy en el mundo,todo lo bueno que hay.- Que as sea

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    Los tres deseosLa relacin de pareja, el dilogo, la convivencia y lapacienciapor Mamerto Menapace, publicado en Cuentos Rodados,Editorial Patria Grande

    Este es un cuento viejo. Lo he escuchado mucha veces y dedistintas manera. Pertenece a aquello que han rodao muchoy que vienen muy golpeados. Dira que no slo lo hesentido contar en forma de cuento, sino que a veces en mivida de cura lo he tenido que escuchar como historia. Claroque son muchas variantes, segn los casos.

    rase una noche de invierno. Y en ella una pareja quehabitaba un rancho fro, por el que se colaba el vientopampero haciendo parpadear el candil de sebo que loalumbraba. Don Ciriaco y la Nemesia, su mujer,aparentemente ya no tenan nada que decirse. Haca aaresque vivan juntos, y los hijos emplumados haban dejado elrancho buscando otros horizontes donde anidar. La

    ancianidad se les iba acercando despacio como para quetuvieran todo el tiempo de sentirle los pasos cansados.Se encontraban uno frente al otro, simplemente porque elbraserito improvisado con una lata, estaba entre ellos. Susmiradas clavadas en los carbones incandescentes que de vezen cuando chisporroteaban, buscaban mirar realidades muylejanas. El dilogo ya pareca intil. Se haba desdoblado en

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    dos monlogos interiores en el que cada uno soliloquiabacon sus propios recuerdos.-Velay con mi triste suerte!; se deca Ciricaco -. Haber

    renunciado a tantas cosas por atarme a la Nemesia. Yo eratropero libre. Slo los caminos eran mi querencia. Anidabaal sereno, y entre el montado y el carguero reparta micuerpo y mis cosas en mi libre andar de pago en pago. Peroun da me embretaron los ojos de la Nemesia, y me dejpialar de parado noms. Me aquerenci en este trozo detierra, y aqu levant este ranchito lleno de sueos, que

    ahora de apoco va despajando el pampero, yo que podrahaber llegado a tener tropilla de un pelo con madrina ycencerro. Yo, que habra podido conocer mundo, aqu estoy,estaqueado entre dos horcones por haber credo que laNemesia me iba a hacer feliz. Quiz la pobre no pudo darms. Pero lo mismo. Aqu estoy y es esta mi triste suerte.

    Tambin la Nemesia tena sus recuerdos para rumiar. Ellahaba sido la flor del pago. Cuntas veces los troperos alpasar haban detenido adrede sus fletes delante del rancho,con cualquier excusa, por el simple deseo de recibir de susmanos el mate cordial y prometedor. Si recordaba patenteaquella tarde en que l, mozo guapo, con montado ycarguero de tiro, haba pedido humildemente permiso para

    desensillar en cualquier parte, mientras con la mirada decabien a las claras, cual era el patio donde quera hacer pie.Tantas cosas haba ella soado aquella noche. Sus ilusionesle haban prometido un futuro feliz, con horizontesinfinitamente ms amplios que los de aquel rancho queterminaba con la mirada entre los cardos y el pajonal. Lovio libre, y se imagin que sera el creador de la libertad. Lo

    vio fuerte, y lo so el distribuidor de la firmeza y la

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    seguridad. No estaba segura de haberse equivocado. Perosenta pena que no le haba podido llenar sus sueos.Y as estaban los dos, en sus soliloquios, deseando

    imposibles y desperdiciando oportunidades. Pidiendo aDios en el secreto de sus corazones todo aquello que creanpodra llenar sus anhelos y curar sus frustraciones.Y Dios los estaba escuchando. Como escucha todo lo quepasa por dentro del corazn de cada uno de nosotros,aunque no nos animemos a sacarlo hecho splica y palabra.Y Tata Dios en su bondad quiso hacerles dar un paso hacia

    delante. Eligi a uno de sus mejores chasquis. Mand alngel Gabriel que fuera de un volido a llevarles supropuesta.Impresionante el refucilo! A pesar de lo serenito de aquellanoche de pampero fro en que las estrellas brillaban comonunca, el rancho fue sacudido por el trueno, y un

    relmpago lo llen de luz. La Nemesia se santigu, como enun conjuro, mientras que Ciriaco levant instintivamente elbrazo izquierdo a la altura de la cara, como si en l tuvieraenrollado el poncho.-Nmbrese a Dios! La paz con ustedes! No tengan miedo!&endash; dijo Gabriel con tono tranquilo, como parainfundirles confianza.

    No podan creer lo que sus ojos vean a pesar delencandilamiento. En su mismo rancho, una ngel del cielohaba aparecido, y les hablaba. Si pareca un sueo. Pero no.Ah estaba, todo resplandeciente, hecho un temblor de luz,trayndoles un mensaje del mismo Tata Dios para ellos dos.-Nmbrese a Dios! La paz est con ustedes! &endash;volvi a repetir el arcngel San Gabriel -. Vengo de parte de

    Tata Dios para anunciarles que El ha escuchado lo que

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    ustedes piensan ,desean y andan dicindose en su corazn.Y ahora les manda el siguiente recado: tres deseos se les vana cumplir. Los primeros que ustedes pidan. Usted, doa

    Nemesia, tiene derecho a pedir individualmente un deseo.El primero que pida en voz alta se le va a cumplir en el acto.Lo mismo para usted, don Ciriaco. Lo primero que se leocurra en voz alta ser cumplido en el acto. Pinselo biencada uno. Porque ms luego, tendrn todava laoportunidad de un tercer deseo. Pero para que ste serealice tendrn que ponerse de acuerdo los dos y pedirlo en

    forma conjunta. Ya saben: pinsenlo bien, y que Dios estcon ustedes.Dichas estas palabras el ngel desapareci como habavenido, en medio de un refucilo de luces y temblor deplumas.Imagnense cmo habrn quedado los dos esposos con

    semejante sorpresa. No poda hacerse a la idea. Pero al finaltomaron conciencia de que la cosa era cierta. La primera enreaccionar fue la Nemesia. Como fuera de s por la emocin,se levant de un salto y tomando el banquito donde estabasentada lo dio vueltas dando la espalda a su esposo,mientras le deca:- Por favor Ciriaco, no me digas nada, no me hables!

    Djame pensar a solar lo que tendr que pedir. Y luegoexclam para s: Ay, mi diosito lindo! Quien lo hubieraimaginado! Podr al fin cumplir mis sueos. Esos que elCiriaco nunca pudo darme -.Y extasiada consigo misma comenz a pasar a todavelocidad la pelcula de sus sueos, sus deseo y susambiciones personales. Pens en pedir de nuevo la

    juventud, la belleza, las oportunidades. Luego se imagin

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    que todo eso era poco. Pedira plata, salud, larga vida.Tampoco as quedaba satisfecha del todo. Debera pediradems amistades, un palacio, vestidos, cantidad de

    sirvientes, y la oportunidad de hacer fiestas todas lassemanas.Mientras la Nemesia continuaba su soliloquio fantasioso, elCiriaco haca ms o menos lo mismo. Dando vueltas lacabeza de vaca que le serva de asiento, comenz agolpearse despacito las botas con la lonja de su rebenque,mientras soltaba la tropilla de ambiciones por los campos

    de su imaginacin. Ya se vea al trotecito del redomnhaciendo punta a su tropilla de un pelo, con madrina zainay cencerro cantor. La estancia que pensaba pedir no tendralmites, y la hacienda que la poblara no necesitara sercontada. Hasta donde diera la vista, campo y cielo, todosera de don Ciriaco.

    En estos y otros pensamientos estaban ambos, mientras lanoche segua su curso y el pampero enfriaba cada vez msel interior del rancho. Entumecida por la inmovilidad y latemperatura exterior, la Nemesia volvi a la realidadbuscando con los ojos el brasero. Se dio vuelta y volvi aestirar sus manos sobre l para calentarse un poco. Y cayen la trampa. Al ver aquellas brasas rojas y sobre ellas la

    parrillita, no va y se le cruza el maldito con una tentacinhacindole imaginar un chorizo chirriando sobre loscarbones encendidos. Imaginarlo y desearlo es casi lomismo. Lo peor fue que lo expres en voz alta:-Qu hermosas brasas! Cmo me gustara tener aqu sobrela parrillita un chorizo de dos cuartas de largo asndose!Para qu lo habr dicho! Aunque ni se le haba pasado por

    la mente que este sera su pedido, de hecho lo fue. Decirlo y

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    suceder fue lo mismo. Porque en ese preciso instante unhermoso chorizo aparecido milagrosamente goteando grasaen el centro del brasero, sobre la parrillita.

    Nemesia peg un grito. Pero ya era tarde. Su pedido estabarealizado. Se qued atnita mirando el fuego y sintiendo elcrepitar de las gotitas de grasa al caer sobre las brasas,mientras un humo apetitosos comenzaba a llenar el rancho.Ciriaco, que casi ni haba escuchado a su mujer, volva larealidad con su grito. Fue ver, y darse cuenta de losucedido. Y como era hombre de genio arrebatado y de

    palabra rpida, tambin l cay en la trampa que parecapensada por el mismo Mandinga. Se levant de un salto ydirigindose a su mujer la apostrof:-Pero mujer! Tenas que ser siempre la misma. Mir lo quehas hecho. Venir a gastar la gran oportunidad de tu vidapidiendo solamente un miserable chorizo. Si sera como

    para sacarte zumbando ahora mismo del rancho. Tenas queser vos, siempre la misma arrebatada, incapaz de pensarcon la cabeza antes de meter la pata. Cmo me gustara queeste chorizo se te pegar en la nariz y no te lo pudieras sacar!Para qu lo habr dicho! Porque el hombre no imagin queal decir aquello estaba expresando en voz alta su primerdeseo. De esto solo se percat cuando ante sus ojos

    asombrados vio cmo el chorizo pegaba un brinco desde elbrasero para ir a colgarse de la punta de la nariz deNemesia. Imagnense el grito de dolor y de rabia de lamujer al sentir que su nariz arda por la quemadura, lomismo que sus dedos al querer sacrselo.La escena que sigui no es para describir, sino paraimaginar. Porque ahora le toc el turno a la Nemesia, que

    arremeti con todo lo peor de su abundante vocabulario

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    para hacerle sentir al Ciriaco la enormidad de lo queacababa de realizar. Porque no slo haba malgastadotambin l su oportunidad, sino que lo haba hecho

    provocndole semejante estropicio a ella.Todo fue intil para calmarla. El Ciriaco se arrodill,suplic, llor, prometi, quiso hacer que la Nemesia secalmara para reflexionar. Pero nada. Y no ea para menos.Gritaba pidiendo que se llamara inmediatamente al ngelpara que en forma conjunta le pidieran que se pudiera sacarde su nariz ese maldito chorizo que la estaba martirizando.

    Ciriaco sinti que el mundo se le vena abajo. Acababan dedesperdiciar ambos su oportunidad personal, y ahora veacon angustia que tendran que malgastar tambin la terceraposibilidad de ser felices, simplemente tratando de arreglarel desastre que haban provocado. Pero no le quedaba otraalternativa que ceder. Y con pena cedi.

    El ngel fue llamado. Apareci en el pobre ranchollenndolo nuevamente de luz. Escuch con bondad lasplica compungida del hombre en favor de su mujer, ysimplemente dijo:-Hgase como ustedes han deseado!En aquel mismo instante todo volvi a estar como alprincipio. Solamente que a la pobre Nemesia le qued

    ardiendo la nariz, y por todo el rancho los cuzcos y perrosgrandes andaban husmeando en busca del chorizodesaparecido.A veces se me ocurre pensar que el cuento podra haberterminado diferente, si lo hubiera podido inventar yo. Me loimaginara al Ciriaco tomndolo de las manas a la Nemesia,y mirndola profundamente a los ojos, le dira:

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    -Al fin tengo la oportunidad de cumplir tus sueos.Quisiera saber cules son tus esperanzas y anhelos, porquedeseo gastar esta gran oportunidad de mi vida, en tu favor.

    Emocionada la Nemesia le respondera ms o menos de lamisma manera. Gastara su oportunidad pidiendo que secumplieran los sueos de Ciriaco.Y todava les quedara la tercera posibilidad conjunto.Sugiero que la piensen ustedes mismos. Porque este cuentotiene que completarlos cada uno segn el momento delcuento en que est.

    Gua de Trabajo Pastoral por Marcelo A. MuraCuento Los tres deseos, de Mamerto Menapace.

    LecturaRealizar la lectura del cuento en grupo. Es importante que

    todos los presentes tengan una copia del texto. Se pueden irturnando dos o tres personas para leer el cuento en voz alta.Rumiando el relatoAl terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye elrelato en forma oral (se lo vuelve a contar).Qu sucede en el relato?Quines son los protagonistas?

    Quin se acerca y para qu?Cmo reacciona cada uno de los esposos?Qu sucede con los deseos?Cmo termina la historia?Descubriendo el mensajeEste cuento nos hace pensar en muchas cosas: la relacin depareja, el dilogo y la convivencia, la capacidad de buscar

    consensos, la paciencia por el otro

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    El cuento te recuerda o evoca alguna situacin que hayasvivido? Cul? Compartirla con otros.Cmo podras caracterizar las reacciones de los esposos?

    Comparalas con las tuyas propias.Te identificas con alguna parte del cuento? Con cul y porqu?Qu actitudes crees que le faltaron a los esposos? Qudificultades existen para vivir esas actitudes en la vidacotidiana?Qu mensaje nos deja el cuento?

    Cmo debemos actuar en consecuencia?Compromiso para la vidaSintetizar en una frase el mensaje del cuento para nuestravida.Para terminar: la oracin en comnLeer entre todos la oracin y luego poner en comn las

    intenciones de cada uno.Terminar con una cancin.

    Primero los otrosPrimero los otros,los que me rodean,los que me acompaan,

    los que conozco y amoy tambin aquellos que no conozco.Buen amigo Jesst nos enseasteque lo primero en la vidason los demsporque el que da su vida

    por los otros

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    vive verdaderamente el amor.Aydame a pensarprimero en los dems.

    - Que as sea -

    Lo inmediato y la nocheCapacidad de ver, de hacer silencio, de buscarpor Mamerto Menapace, publicado en La sal de la tierra,Editorial Patria Grande

    Este es un cuento viejo. Lo he escuchado mucha veces y dedistintas manera. Pertenece a aquello que han rodao muchoy que vienen muy golpeados. Dira que no slo lo hesentido contar en forma de cuento, sino que a veces en mivida de cura lo he tenido que escuchar como historia. Claroque son muchas variantes, segn los casos.rase una noche de invierno. Y en ella una pareja que

    habitaba un rancho fro, por el que se colaba el vientopampero haciendo parpadear el candil de sebo que loalumbraba. Don Ciriaco y la Nemesia, su mujer,aparentemente ya no tenan nada que decirse. Haca aaresque vivan juntos, y los hijos emplumados haban dejado elrancho buscando otros horizontes donde anidar. Laancianidad se les iba acercando despacio como para que

    tuvieran todo el tiempo de sentirle los pasos cansados.

  • 7/26/2019 Cuentos Del Padre Mamerto Menapace

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    Se encontraban uno frente al otro, simplemente porque elbraserito improvisado con una lata, estaba entre ellos. Susmiradas clavadas en los carbones incandescentes que de vez

    en cuando chisporroteaban, buscaban mirar realidades muylejanas. El dilogo ya pareca intil. Se haba desdoblado endos monlogos interiores en el que cada uno soliloquiabacon sus propios recuerdos.-Velay con mi triste suerte! - se deca Ciricaco -. Haberrenunciado a tantas cosas por atarme a la Nemesia. Yo eratropero libre. Slo los caminos eran mi querencia. Anidaba

    al sereno, y entre el montado y el carguero reparta micuerpo y mis cosas en mi libre andar de pago en pago. Peroun da me embretaron los ojos de la Nemesia, y me dejpialar de parado noms. Me aquerenci en este trozo detierra, y aqu levant este ranchito lleno de sueos, queahora de apoco va despajando el pampero, yo que podra

    haber llegado a tener tropilla de un pelo con madrina ycencerro. Yo, que habra podido conocer mundo, aqu estoy,estaqueado entre dos horcones por haber credo que laNemesia me iba a hacer feliz. Quiz la pobre no pudo darms. Pero lo mismo. Aqu estoy y es esta mi triste suerte.Tambin la Nemesia tena sus recuerdos para rumiar. Ellahaba sido la flor del pago. Cuntas veces los troperos al

    pasar haban detenido adrede sus fletes delante del rancho,con cualquier excusa, por el simple deseo de recibir de susmanos el mate cordial y prometedor. Si recordaba patenteaquella tarde en que l, mozo guapo, con montado ycarguero de tiro, haba pedido humildemente permiso paradesensillar en cualquier parte, mientras con la mirada decabien a las claras, cual era el patio donde quera hacer pie.

    Tantas cosas haba ella soado aquella noche. Sus ilusiones

  • 7/26/2019 Cuentos Del Padre Mamerto Menapace

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    le haban prometido un futuro feliz, con horizontesinfinitamente ms amplios que los de aquel rancho queterminaba con la mirada entre los cardos y el pajonal. Lo

    vio libre, y se imagin que sera el creador de la libertad. Lovio fuerte, y lo so el distribuidor de la firmeza y laseguridad. No estaba segura de haberse equivocado. Perosenta pena que no le haba podido llenar sus sueos.Y as estaban los dos, en sus soliloquios, deseandoimposibles y desperdiciando oportunidades. Pidiendo aDios en el secreto de sus corazones todo aquello que crean

    podra llenar sus anhelos y curar sus frustraciones.Y Dios los estaba escuchando. Como escucha todo lo quepasa por dentro del corazn de cada uno de nosotros,aunque no nos animemos a sacarlo hecho splica y palabra.Y Tata Dios en su bondad quiso hacerles dar un paso haciadelante. Eligi a uno de sus mejores chasquis. Mand al

    ngel Gabriel que fuera de un volido a llevarles supropuesta.Impresionante el refucilo! A pesar de lo serenito de aquellanoche de pampero fro en que las estrellas brillaban comonunca, el rancho fue sacudido por el trueno, y unrelmpago lo llen de luz. La Nemesia se santigu, como enun conjuro, mientras que Ciriaco levant instintivamente el

    brazo izquierdo a la altura de la cara, como si en l tuvieraenrollado el poncho.-Nmbrese a Dios! La paz con ustedes! No tengan miedo!- dijo Gabriel con tono tranquilo, como para infundirlesconfianza.No podan creer lo que sus ojos vean a pesar delencandilamiento. En su mismo rancho, una ngel del cielo

    haba aparecido, y les hablaba. Si pareca un sueo. Pero no.

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    Ah estaba, todo resplandeciente, hecho un temblor de luz,trayndoles un mensaje del mismo Tata Dios para ellos dos.-Nmbrese a Dios! La paz est con ustedes! - volvi a

    repetir el arcngel San Gabriel -. Vengo de parte de TataDios para anunciarles que El ha escuchado lo que ustedespiensan ,desean y andan dicindose en su corazn. Y ahorales manda el siguiente recado: tres deseos se les van acumplir. Los primeros que ustedes pidan. Usted, doaNemesia, tiene derecho a pedir individualmente un deseo.El primero que pida en voz alta se le va a cumplir en el acto.

    Lo mismo para usted, don Ciriaco. Lo primero que se leocurra en voz alta ser cumplido en el acto. Pinselo biencada uno. Porque ms luego, tendrn todava laoportunidad de un tercer deseo. Pero para que ste serealice tendrn que ponerse de acuerdo los dos y pedirlo enforma conjunta. Ya saben: pinsenlo bien, y que Dios est

    con ustedes.Dichas estas palabras el ngel desapareci como habavenido, en medio de un refucilo de luces y temblor deplumas.Imagnense cmo habrn quedado los dos esposos consemejante sorpresa. No poda hacerse a la idea. Pero al finaltomaron conciencia de que la cosa era cierta. La primera en

    reaccionar fue la Nemesia. Como fuera de s por la emocin,se levant de un salto y tomando el banquito donde estabasentada lo dio vueltas dando la espalda a su esposo,mientras le deca:- Por favor Ciriaco, no me digas nada, no me hables!Dejame pensar a solar lo que tendr que pedir. - Y luegoexclam para s: Ay, mi diosito lindo! Quien lo hubiera

  • 7/26/2019 Cuentos Del Padre Mamerto Menapace

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    imaginado! Podr al fin cumplir mis sueos. Esos que elCiriaco nunca pudo darme -.Y extasiada consigo misma comenz a pasar a toda

    velocidad la pelcula de sus sueos, sus deseo y susambiciones personales. Pens en pedir de nuevo lajuventud, la belleza, las oportunidades. Luego se imaginque todo eso era poco. Pedira plata, salud, larga vida.Tampoco as quedaba satisfecha del todo. Debera pediradems amistades, un palacio, vestidos, cantidad desirvientes, y la oportunidad de hacer fiestas todas las

    semanas.Mientras la Nemesia continuaba su soliloquio fantasioso, elCiriaco haca ms o menos lo mismo. Dando vueltas lacabeza de vaca que le serva de asiento, comenz agolpearse despacito las botas con la lonja de su rebenque,mientras soltaba la tropilla de ambiciones por los campos

    de su imaginacin. Ya se vea al trotecito del redomnhaciendo punta a su tropilla de un pelo, con madrina zainay cencerro cantor. La estancia que pensaba pedir no tendralmites, y la hacienda que la poblara no necesitara sercontada. Hasta donde diera la vista, campo y cielo, todosera de don Ciriaco.En estos y otros pensamientos estaban ambos, mientras la

    noche segua su curso y el pampero enfriaba cada vez msel interior del rancho. Entumecida por la inmovilidad y latemperatura exterior, la Nemesia volvi a la realidadbuscando con los ojos el brasero. Se dio vuelta y volvi aestirar sus manos sobre l para calentarse un poco. Y cayen la trampa. Al ver aquellas brasas rojas y sobre ellas laparrillita, no va y se le cruza el maldito con una tentacin

    hacindole imaginar un chorizo chirriando sobre los

  • 7/26/2019 Cuentos Del Padre Mamerto Menapace

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    carbones encendidos. Imaginarlo y desearlo es casi lomismo. Lo peor fue que lo expres en voz alta:-Qu hermosas brasas! Cmo me gustara tener aqu sobre

    la parrillita un chorizo de dos cuartas de largo asndose!Para qu lo habr dicho! Aunque ni se le haba pasado porla mente que este sera su pedido, de hecho lo fue. Decirlo ysuceder fue lo mismo. Porque en ese preciso instante unhermoso chorizo aparecido milagrosamente goteando grasaen el centro del brasero, sobre la parrillita.Nemesia peg un grito. Pero ya era tarde. Su pedido estaba

    realizado. Se qued atnita mirando el fuego y sintiendo elcrepitar de las gotitas de grasa al caer sobre las brasas,mientras un humo apetitosos comenzaba a llenar el rancho.Ciriaco, que casi ni haba escuchado a su mujer, volva larealidad con su grito. Fue ver, y darse cuenta de losucedido. Y como era hombre de genio arrebatado y de

    palabra rpida, tambin l cay en la trampa que parecapensada por el mismo Mandinga. Se levant de un salto ydirigindose a su mujer la apostrof:-Pero mujer! Tenas que ser siempre la misma. Mir lo quehas hecho. Venir a gastar la gran oportunidad de tu vidapidiendo solamente un miserable chorizo. Si sera comopara sacarte zumbando ahora mismo del rancho. Tenas que

    ser vos, siempre la misma arrebatada, incapaz de pensarcon la cabeza antes de meter la pata. Cmo me gustara queeste chorizo se te pegar en la nariz y no te lo pudieras sacar!Para qu lo habr dicho! Porque el hombre no imagin queal decir aquello estaba expresando en voz alta su primerdeseo. De esto solo se percat cuando ante sus ojosasombrados vio cmo el chorizo pegaba un brinco desde el

    brasero para ir a colgarse de la punta de la nariz de

  • 7/26/2019 Cuentos Del Padre Mamerto Menapace

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    Nemesia. Imagnense el grito de dolor y de rabia de lamujer al sentir que su nariz arda por la quemadura, lomismo que sus dedos al querer sacrselo.

    La escena que sigui no es para describir, sino paraimaginar. Porque ahora le toc el turno a la Nemesia, quearremeti con todo lo peor de su abundante vocabulariopara hacerle sentir al Ciriaco la enormidad de lo queacababa de realizar. Porque no slo haba malgastadotambin l su oportunidad, sino que lo haba hechoprovocndole semejante estropicio a ella.

    Todo fue intil para calmarla. El Ciriaco se arrodill,suplic, llor, prometi, quiso hacer que la Nemesia secalmara para reflexionar. Pero nada. Y no ea para menos.Gritaba pidiendo que se llamara inmediatamente al ngelpara que en forma conjunta le pidieran que se pudiera sacarde su nariz ese maldito chorizo que la estaba martirizando.

    Ciriaco sinti que el mundo se le vena abajo. Acababan dedesperdiciar ambos su oportunidad personal, y ahora veacon angustia que tendran que malgastar tambin la terceraposibilidad de ser felices, simplemente tratando de arreglarel desastre que haban provocado. Pero no le quedaba otraalternativa que ceder. Y con pena cedi.El ngel fue llamado. Apareci en el pobre rancho

    llenndolo nuevamente de luz. Escuch con bondad lasplica compungida del hombre en favor de su mujer, ysimplemente dijo:-Hgase como ustedes han deseado!En aquel mismo instante todo volvi a estar como alprincipio. Solamente que a la pobre Nemesia le quedardiendo la nariz, y por todo el rancho los cuzcos y perros

  • 7/26/2019 Cuentos Del Padre Mamerto Menapace

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    grandes andaban husmeando en busca del chorizodesaparecido.A veces se me ocurre pensar que el cuento podra haber

    terminado diferente, si lo hubiera podido inventar yo. Me loimaginara al Ciriaco tomndolo de las manas a la Nemesia,y mirndola profundamente a los ojos, le dira:-Al fin tengo la oportunidad de cumplir tus sueos.Quisiera saber cules son tus esperanzas y anhelos, porquedeseo gastar esta gran oportunidad de mi vida, en tu favor.Emocionada la Nemesia le respondera ms o menos de la

    misma manera. Gastara su oportunidad pidiendo que secumplieran los sueos de Ciricaco.Y todava les quedara la tercera posibilidad conjunto.Sugiero que la piensen ustedes mismos. Porque este cuentotiene que completarlos cada uno segn el momento delcuento en que est.

    Gua de Trabajo Pastoral por Marcelo A. MuraCuento Lo inmediato y la noche, de Mamerto Menapace.

    LecturaRealizar la lectura del cuento en grupo. Es importante quetodos los presentes tengan una copia del texto. Se pueden ir

    turnando dos o tres personas para leer el cuento en voz alta.Rumiando el relatoAl terminar la lectura entre todo el grupo se reconstruye elrelato en forma oral (se lo vuelve a contar).De qu nos habla el autor en el cuento?Por qu habla de la jaula de la luz?Qu nos dice de la noche y las estrellas?

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    Elegir una frase del texto (releerlo rpido para ubicarla) quems le haya llegado/impactado a cada uno y compartirla envoz alta.

    Descubriendo el mensajeEl cuento nos habla de la luz y de la noche. Estamosacostumbrados a adjudicar significados positivos a la luz,pero Mamerto nos sorprende descubrindonos un aspectomenos considerado, el deslumbramiento, o exceso de luzque nos puede quitar la capacidad de ver, de hacer silencio,de buscar La noche, figura de la oscuridad interior y de la

    apertura a lo nuevo, se presenta como espacio creativo yfecundo, momento de gestacin de utopas, que engendra ynos recuerda nuestra capacidad de volar y trascender..

    En tu vida, qu cosas te causan este deslumbramiento de loinmediato que dificulta percibir las cosas importantes o

    destierran de nosotros la capacidad de volar?Hay estrellas en tu vida que orienten tus sueos, tusutopas, que amplen el horizonte de lo cotidiano? Eres fiela esas utopas que el Seor va poniendo en tu camino?La oscuridad nos da la oportunidad del silencio y noscapacita para la bsqueda, cmo vives esto en tu vida?Tienes momentos de silencio, te regalas espacios de

    bsqueda?Qu aprendes del cuento para tu vida? Cmo puedesaplicar el mensaje del cuento?Compromiso para la vidaSintetizar en una frase el mensaje que has descubierto en elcuento para tu vida. Compartirlo con los dems.Para terminar: la oracin en comn

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    Leer entre todos la oracin y luego poner en comn lasintenciones de cada uno.Terminar con una cancin.

    Silencio, noche y renunciaSeor,ensame a hacer silencio,a callar en el interior.Abre mis odosa la escucha profunda

    para conocer tu voz.Seor,anmame a hacer noche,a cerrar los ojospara abrir el corazn.Descubreme tu mirada

    ensame a buscar ms all.Seor,mustrame el camino de la renuncia,que callepara que tu hables,que no vea,para que tu me me hagas mirar

    (con tu mirada)que me despojepara comenzar a buscar de nuevo.Libera en m, Seor de la Vida,la fecundidad del silencio,de la noche y la renuncia,para aprender,

    para descubrir,

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    para recuperar ideales y sueos,para vivir la utopa del Evangelio- Que as sea, Seor -

    La novia y la novicia

    Libertad, decisiones importantes en la vida, opcin porJesspor Mamerto Menapace, publicado en Cuentos Rodados,Editorial Patria Grande

    Diez pretendientes tuvo Ruperta. Bueno, claro, no

    simultneamente los diez. Pero siempre se dio el lujo dedecirles que no. Cuando alguno se pona ms insistente, ybuscaba oportunidad de entrar en su vida, decididamentecortaba con una negativa que lo alejaba sin explicaciones.Cuando dijo el primer no, tena clara conciencia de que anle quedaban al menos nueve s como posibles. Y como erajoven y bonita, la seduca la idea de vivir de los posibles.

    Por ello el decir un no, la gratificaba asegurndola en suposicin un tanto romntica de estar disponible para no squ futuro.Pero era evidente que con decir simplemente que no, elfuturo no se construa. Cada negativa la dejaba exactamentedonde estaba, y cada vez un poco ms cerrada sobre smisma. A medida que creca el nmero de sus no, se iban

    acortando proporcionalmente las posibilidades de sus s.

  • 7/26/2019 Cuentos Del Padre Mamerto Menapace

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    Y pasaron los aos. Cuando peg la curva de los treinta ycinco, se dio cuenta de que su actitud conduca a nada.Apag sus humos, reflexion sobre su vida, y se abri a los

    dems. Y aunque humanamente tuvo que renunciar amuchas de sus expectativas, por ltimo coraji una de lasposibilidades y comenz su primer noviazgo a fondo. Lodefendi con uas y dientes, sobre todo de s misma y desus ilusiones un tanto adolescentes. Y finalmente se diocuenta de que vala la pena decir un s a la vida y al amor.La maana que se casaron; porque se casaron de maana;

    unas cuantas amigas la acompaaron en su ceremonia.Todas se emocionaron felicitndola por el paso que daba.Quiz las amigas no se daban cuenta que Ruperta al deciren esa maana su s, englobaba en l todos los no a lasfuturas posibilidades que se le pudieran presentar. Porqueaquella aceptacin inclua definitivamente la renuncia a

    todos los otros hombres que pudiera presentrsele en suvida. Pero eran personas realistas. Por ello se alegraronsinceramente por su eleccin. Saban que slo a travs del s,ella se pona en marcha hacia el futuro, hacia la vida. Nadiese preocupaba de las renuncias encerradas en aquellaeleccin.La sobrina de Ruperta tena diecisiete aos. Llena de vida y

    con todo el futuro que le sonrea a travs