crisis del estado y lucha contra el terrorismo en yemen · el cúmulo de las dificultades...
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ISSN 1853-1873 [email protected] www.geic.com.ar
La crisis del Estado y la Guerra
contra el Terrorismo en Yemen
Lic. Joaquín Coniglio
Medio Oriente Ampliado Ensayo
06 de diciembre de 2010
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La crisis del Estado y la Guerra contra el Terrorismo en
Yemen
Por Joaquín Coniglio1
Categorizado como uno de los Estados más vulnerables del mundo, Yemen
reúne altos índices de corrupción, nepotismo y un gobierno políticamente
deslegitimado, que debe hacer frente a los rebeldes Houthis zaidíes2 de la región de
Sa’ada (en el norte del país) y a un movimiento secesionista en el sur, y que ha
perdido el control de diversas porciones de su territorio, favoreciendo el resurgimiento
y fortalecimiento de antiguas estructuras tribales, así como también el asentamiento de
grupos terroristas.
A esta delicada situación política se suman los lamentables indicadores
económicos que señala Marisa Porges (2010) y lo sitúan como el más pobre de los
países árabes, con una tasa de desempleo de alrededor del 40% y una dependencia
extrema de los ingresos provenientes de las rentas petroleras, que aportan el 70% del
presupuesto estatal. El extenso grado de analfabetismo de su población, la ausencia de
una política tendiente a la diversificación de su economía en vistas de que sus reservas
de hidrocarburos se extinguirán en los próximos diez años, y las estimaciones que
indican que en el año 2025 Sana’a se convertirá en la primera capital del mundo en
quedarse sin agua, sólo suman una cuota de preocupación a la alarmante situación
que vive el país. (Porges, 2010)
El cúmulo de las dificultades enfrentadas a nivel político, económico y social,
han valido a Yemen la ubicación en el puesto número 15 del ranking de Estados
Fallidos publicado por la revista Foreign Policy y el centro de estudios The Fund for
Peace, quienes anualmente elaboran este informe en base a indicadores sociales
relativos a presiones demográficas, crisis humanitarias provocadas por la presencia de
refugiados o desplazados, y enfrentamientos intergrupales; variables e indicadores de
índole económica tales como desarrollo desigual entre grupos, crecimiento de
economías informales, nivel de endeudamiento, niveles de pobreza; e indicadores de
carácter político como nivel de corrupción de la elite, nivel de confianza en las
1 El autor es Licenciado en Relaciones Internacionales (UES21). 2 El Zaidismo (en árabe az-zaidiyya) es una de las escuelas religiosas del Islam Shií, que reconoce a Zaid ibn ‘Ali, nieto de Hussein ibn ‘Ali, nieto del Profeta Muhammad, como el quinto y último Imam. Los Zaidíes son numerosos en Arabia Saudí y Yemen, donde constituyen alrededor del 40% de la población.
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instituciones y procesos estatales y grado de fragmentación de las elites en torno a
líneas comunales, entre otros. (The Fund for Peace, 2010)
Dentro de la extensa lista de problemas enfrentados por el gobierno del
presidente Ali Abdullah Saleh, quien accedió al poder en Yemen del Norte en 1978 y
logró mantenerse a la cabeza del gobierno luego de la unificación, la rebelión Houthi
en la región de Sa’ada y el crecimiento del movimiento secesionista en el sur, ocupan
un lugar destacado. Los Houthis, constituyen un grupo rebelde que tomó su nombre
del Sheij Hussein Badreddin al-Houthi, líder religioso de la comunidad shií zaidí con
fuerte arraigo en el norte de Yemen que inició un movimiento de protesta en contra
del alineamiento con los Estados Unidos en la Guerra contra el Terrorismo. Al-Houthi
fue asesinado en los enfrentamientos entre los rebeldes y el gobierno de Sana’a en el
año 2004, pero sus seguidores han continuado la lucha hasta el día de hoy,
intensificando su magnitud y alcances.
En rigor de verdad, los orígenes del levantamiento Houthi en contra de Saleh
van mucho más allá del discurso antiestadounidense y se encuentran en la búsqueda
del reconocimiento de la comunidad zaidí como un actor político, económico y cultural
en el Yemen actual. Los shiíes zaidíes del clan Banu Hashim fundaron el Imanato de
Yemen a fines del siglo IX y mantuvieron el poder hasta que la revolución de 1962
derrocó al Imán Muhammad al-Badr; desde entonces, el gobierno se esforzó por
debilitar a los zaidíes e impedir el resurgimiento del poder hashemí. Sin embargo, la
incapacidad de Saleh para aplacar el levantamiento ha debilitado al gobierno y
alentado a los habitantes de las provincias del sur a intensificar sus reclamos y sus
acciones en contra del régimen de Sana’a, a la vez que ha dejado en claro las
aspiraciones del presidente Saleh de conservar el poder en sus manos y mantener
relegados política, económica y socialmente a los shiíes zaidíes.
Por otra parte, las protestas masivas que pugnan por la secesión de las
provincias del sur de Yemen, encuentran sus orígenes en el deterioro continuo de las
condiciones económicas y la marginación política y social de la población local en favor
de los aliados de Saleh que llegaron a la región durante la guerra civil de 1994, en la
que el actual presidente derrotó a sus opositores socialistas de Yemen del Sur. Las
protestas masivas en el sur comenzaron en 2007, cuando se evidenció que las
promesas de reforma política de Saleh no tendrían lugar. El gobierno reprimió
duramente a los manifestantes, pero al igual que en Sa’ada, su incapacidad para
imponerse le hizo perder el control de parte del territorio, favoreciendo el
asentamiento de grupos terroristas ligados a al-Qaeda.
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La amenaza terrorista
Las múltiples problemáticas que signan el presente de Yemen lo convierten en
un caso que requiere la atención de la comunidad internacional. Sin embargo, el
ingreso del país a la agenda internacional no llegó de la mano de los estudios de la
temática del desarrollo, ni de la lucha por garantizar los derechos de las minorías e
impedir las matanzas y desplazamientos producidos por conflictos internos, sino que lo
hizo a través de los analistas de seguridad y los expertos en contraterrorismo
estadounidenses luego de que en la Navidad de 2009 el nigeriano Omar Faruk
Abdalmutalleb, entrenado por Al-Qaeda en Yemen, intentara hacer explotar un avión
de Northwest Airlines con destino a Detroit.
El intento de atentado, puso de manifiesto la amenaza para la seguridad
proveniente de Yemen, donde Estados Unidos creía haber neutralizado a Al-Qaeda
siete años antes, al asesinar a Abu ‘Ali al-Harithi, líder de la organización sospechado
de haber estado detrás del atentado al USS Cole en Adén, en el año 2000. Así, los
sucesos de diciembre de 2009 resaltaron el peligro del resurgimiento de Al-Qaeda en el
país, donde la prédica antiestadounidense del clérigo Anwar al-Awlaqi preocupaba a
Washington y en el cual en enero de ese mismo año los partidarios saudíes de la
organización se unieron a sus pares yemeníes para formar Al-Qaeda en la Península
Arábiga (AQPA), aprovechando la alianza con tribus locales y la falta de control del
gobierno de Sana’a sobre vastas áreas del territorio nacional.
De este modo, quedaba también en evidencia la vinculación intrínseca entre la
naturaleza de la amenaza terrorista proveniente de Yemen y la crisis de un Estado
afectado por la deslegitimación de su régimen político, su pobre desempeño
económico, la segregación en términos religiosos y culturales, la marginación de
amplios colectivos sociales y la presencia de movimientos rebeldes, secesionistas y
tribales que rivalizan con la autoridad central por el control del territorio. En este
escenario, el resurgimiento de Al-Qaeda fue interpretado por el gobierno yemení como
un mal menor, más aún si consideramos que en muchas oportunidades Saleh utilizó a
los movimientos islamistas y yihadistas para contener o derrotar a sus opositores, y
puede haber interpretado en esta oportunidad que el resurgimiento de Al-Qaeda en su
territorio podría ser funcional a las necesidades del régimen.
La larga historia que asocia a Yemen con el extremismo y el terrorismo, que
tuvo sus comienzos con la participación de miles de yemeníes en la yihad contra los
ocupantes soviéticos en Afganistán y que se ha expresado a través de la fuerte
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militancia yemení en Al-Qaeda, los ataques a la embajada estadounidense en Sana’a,
el atentado contra el USS Cole, la tentativa de asesinato del embajador británico en
Yemen y el intento de atentado de diciembre de 2009, resurgió una vez más en la
prensa internacional a fines de octubre de este año, cuando dos paquetes con
explosivos procedentes de Yemen, y dirigidos a instituciones judías de Chicago, fueron
hallados en aeropuertos de Londres y Dubai.
El descubrimiento de los paquetes explosivos puso en alerta máxima a la
comunidad judía de Chicago, interrumpió los debates en torno a las elecciones
parlamentarias estadounidenses y despertó alarmas en los sistemas de seguridad de
todo el mundo, pero sin lugar a dudas sus mayores implicancias serán las que se
puedan generar en torno al debate acerca de cuáles son las herramientas que debería
utilizar Estados Unidos para enfrentar la amenaza terrorista proveniente de Yemen, y
en líneas más generales, cuál es la utilidad del actual enfoque contraterrorista.
Dilemas y opciones en la política estadounidense
Después de más de nueve años de “Guerra contra el Terrorismo”, que
condujeron a la ocupación militar de Afganistán e Irak, a la profundización del
involucramiento estadounidense en Pakistán y en todos los focos de conflicto del Medio
Oriente, a la violación de derechos humanos fundamentales y a la matanza de miles de
civiles inocentes en enfrentamientos y bombardeos que tenían como objetivo
declarado alcanzar a líderes terroristas y destruir sus refugios, el crecimiento del
antiamericanismo en el mundo árabe, la persistencia de la amenaza terrorista, el
crecimiento de grupos extremistas, y la capacidad demostrada por estas
organizaciones para mutar y relocalizarse, han puesto de manifiesto las debilidades de
la estrategia militarista ensayada por el neoconservadurismo de la Administración
Bush, que el gobierno de Obama no ha sabido corregir.
Los bombardeos estadounidenses a los sitios en los que se suponía que podría
ocultarse Anwar al-Awlaqi, a mediados de diciembre de 2009, no impidieron el intento
de atentado de Navidad, así como tampoco el asesinato de al-Harithi en 2002 impidió
el resurgimiento de Al-Qaeda en Yemen. La discusión en septiembre de 2009, en torno
a la propuesta de un nuevo paquete de ayuda militar de Washington a Yemen, que
sumaría 1,2 mil millones de dólares estadounidenses en el plazo de seis años, se
inscribe en la misma línea militarista de respuestas destinadas al fracaso.
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Con una fuerte voluntad por mantener el poder concentrado en sus propias
manos y afectado por serios problemas políticos y económicos internos, el presidente
Saleh, tiene una larga lista de desafíos que afectan a sus intereses de manera más
contundente que el accionar de Al-Qaeda en la Península Arábiga. El debilitado
gobierno de Saleh, que ha respondido siempre a las reivindicaciones sociales, políticas,
económicas y culturales internas por medio de las armas, no dudará en utilizar la
ayuda militar de Washington para acallar los reclamos del movimiento Houthi y de los
secesionistas del sur.
El énfasis en acciones directas de contraterrorismo y la persistencia de un
enfoque que entiende a la Guerra contra el Terrorismo en términos eminentemente
militares, no puede más que resultar contraproducente. Los bombardeos, asesinatos
selectivos, paquetes de ayuda militar y ocupaciones directas, no sólo se han mostrado
ineficientes, sino que también han contribuido a un incremento del radicalismo y del
antiamericanismo, engrosando las filas de las agrupaciones terroristas en lugar de
menguarlas.
Una respuesta adecuada a las amenazas para la seguridad internacional
proveniente de Yemen no podrá dejar de lado la necesidad de trabajar fuertemente
sobre las condiciones que permiten, e incluso incentivan, el desarrollo de agrupaciones
extremistas en el país. En este sentido, es fundamental que la ayuda externa se
oriente al desarrollo, a disminuir las brechas intercomunales internas, a generar
empleo, mejorar el acceso a la educación y diversificar la economía nacional. La
comunidad internacional debería alentar a Saleh a tomar medidas que ayuden a
recuperar la legitimidad de las instituciones del Estado, luchando contra la corrupción y
avanzando en la agenda de reformas prevista a mediados de la década, lo cual
permitiría la plena inclusión política, económica y social de todos los ciudadanos.
Otro elemento indispensable en la búsqueda de una solución de largo plazo
para la crisis de Yemen, requiere el involucramiento activo y la colaboración de los
países de la región. El ingreso de Yemen en el Consejo de Cooperación del Golfo sería
un paso en la dirección correcta, aunque si no se obtiene el compromiso de Arabia
Saudí para dejar de intervenir en el conflicto con los Houthis a favor de Saleh, el
ingreso de Sana’a a la organización será incapaz de proveer mayor estabilidad.
En suma, la Administración Obama tiene las distintas opciones sobre el tablero,
deberemos ver si es capaz de articular una salida comprensiva a la crisis de Yemen y
los peligros que de ella se derivan o si, por el contrario, la simplificación del enemigo y
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la incomprensión de la naturaleza de la amenaza continuarán determinando respuestas
inadecuadas.
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