angosta, desde las realidades del desarraigo

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cap 1 1.1 Desarraigo y pobreza en la realidad de Angosta Cuando el ser humano descuida su propia vida y deja de lado las leyes humanas e incluso las divinas al desplegar su superioridad ante el mundo termina volviéndose el monstruo más grande contra sí mismo, por esta razón entre mayor evolución técnica y política existe parece que el ser humano se sumerge con más velocidad en un abismo mísero frente a su condición humana. El mundo que rodea al ser humano divaga entre los hechizos de un televisor, una radio o un discurso desbordado de adjetivos y carente de acciones y provoca entonces el olvido de la historia, del espacio, del tiempo y finalmente del hombre mismo. A propósito de lo anterior Heidegger nos recuerda un verso de Peter Hebel que dice: «Somos plantas - nos guste o no admitirlo - que deben salir con las raíces de la tierra para poder florecer en el éter y dar fruto.» (Obras, ed. Altwegg, III, 314). Este verso contiene un problema que el ser humano por su pobreza ha lanzado al olvido, un problema que no sólo pertenece a la condición alemana de Heidegger puesto que bien lo reconoce el filósofo “la pérdida de arraigo procede del espíritu de la época en la que a todos nos ha tocado nacer”. (Heidegger, 1994)

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Angosta la novela de Faciolince, analizada desde la visión heideggeriana del desarraigo y el olvido.

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cap 1

1.1 Desarraigo y pobreza en la realidad de Angosta

Cuando el ser humano descuida su propia vida y deja de lado las leyes humanas e incluso las divinas al desplegar su superioridad ante el mundo termina volvindose el monstruo ms grande contra s mismo, por esta razn entre mayor evolucin tcnica y poltica existe parece que el ser humano se sumerge con ms velocidad en un abismo msero frente a su condicin humana. El mundo que rodea al ser humano divaga entre los hechizos de un televisor, una radio o un discurso desbordado de adjetivos y carente de acciones y provoca entonces el olvido de la historia, del espacio, del tiempo y finalmente del hombre mismo.

A propsito de lo anterior Heidegger nos recuerda un verso de Peter Hebel que dice: Somos plantas - nos guste o no admitirlo - que deben salir con las races de la tierra para poder florecer en el ter y dar fruto. (Obras, ed. Altwegg, III, 314). Este verso contiene un problema que el ser humano por su pobreza ha lanzado al olvido, un problema que no slo pertenece a la condicin alemana de Heidegger puesto que bien lo reconoce el filsofo la prdida de arraigo procede del espritu de la poca en la que a todos nos ha tocado nacer. (Heidegger, 1994)

Somos plantas, esa primera afirmacin dada por el poeta nos ilumina frente al pertenecer a un lugar, ser plantas implica venir de la tierra, pero no de cualquier tierra sino de una tierra especfica, cada tierra da plantas distintas, con caractersticas singulares proporcionadas no slo por la semilla sino por los mismos nutrientes que componen el espacio. Ser plantas significa que alguien sembr y reg para que pudiera germinar la semilla y ese lugar terrenal del cul proviene no fue accidental sino que se convirti en una extensin viva de su propio cuerpo y carcter, ya que la planta segn el terreno tiene espinas o bellas flores, tiene colores siempre vivos o que divergen y su uso vara tambin por el lugar donde se haya echado races.

Asimismo, se significa nuestra propia vida puesto que el suelo representa nuestros rasgos como seres histricos y construye el carcter que poseemos como individuos cargados por la condicin existencial que nos alberga. El suelo de cada ser humano es la tierra natal y cercana en la cual se florece y a su vez se pierden las hojas; la necesidad de reconocerlo no tiene que ver con nacionalismos y sentidos ideolgicos sino con algo que va ms all de una identidad o pertenencia, reconocer el suelo y ser conscientes de que somos plantas surgidas de ste permite al ser humano hablar de su historia y poder transformarla, ser consciente del tiempo que corre en la tierra y sobre todo ser consciente del tiempo que puede llegar a devorar a dicha tierra.

Ahora bien, el poeta nos dice somos plantas que deben salir con las races de la tierra, puesto que para que una planta pueda llegar a sobrevivir necesita echar races firmes y profundas en la tierra, a travs de la raz la planta se alimenta y surge la fuerza para crear el fruto y dar una nueva semilla. La raz requiere estar bien prendida a la tierra debido a que all reside el corazn de la planta, por lo tanto una semilla frgil o en tierras malas jams podr echar races y surgir como planta, sino que ser absorbida por la maleza que crece entre la piedra. Asimismo, el ser humano requiere fortalecer su raz y buscar un buen terreno para lanzar sus semillas y mantener el arraigo de su propia existencia; ya que Qu nos podra recordar en este mundo maquinizado que todava somos frgiles y propensos a la muerte si no es nuestro propio nacimiento? echar races y olvidarse de estas ocasiona que el ser humano vaya olvidando su propia condicin finita puesto que el acelere y el ruido le impiden pensar en ello, por esto la raz no es solo saber que se nace en un lugar sino sobre todo reconocer que se nace y por ende se muere, la raz profunda en la tierra es la vida desde la profundidad del inicio de su existencia.

Finalmente, podemos preguntarnos frente a ese verso que usa Heidegger qu implica echar races adems del reconocimiento existencial? segn el poeta echar races es poder florecer en el ter y dar fruto, lo cual est ligado con el hecho de reconocer que aunque la superioridad humana haya llegado a cambiar incluso el entorno natural con formas urbanas inimaginables en algn tiempo y la poca actual genere seres humanos pobres de pensamiento existe la posibilidad de volcar la mirada hacia la tierra y a travs de la creacin llegar al reconocimiento del misterio que transforma nuestra relacin con el mundo, un misterio espiritual que cuando se reconoce permite que el ser humano pueda crear de una manera distinta, le permite residir en la tierra con serenidad y poner su existencia alerta frente a las amenazas que desencadenan el olvido ya que para que florezca verdaderamente alegre y saludable la obra humana, el hombre debe poderse elevar desde la profundidad de la tierra natal al ter. ter significa aqu: el aire libre del cielo alto, la abierta regin del espritu. (Heidegger, 1994)

Ahora bien, intentando explorar el concepto de desarraigo desde las reflexiones heideggerianas en Angosta (2003) quisiramos plantear que esta pobreza humana corresponde a la relacin que ha tenido el entorno con el individuo, ya que tanto la reparticin espacial como las polticas aplicadas en el espacio han afectado a que cada uno de los habitantes y los han llevado a perder la gracia para aceptar su nacimiento y su muerte.

La novela nos ofrece una problemtica central,

Los angosteos, al no sentir su ciudad como un refugio seguro, padecen una especie de desarraigo, o exilio interior, y no han podido asumir con tranquilidad pasividad y con sereno espritu imitativo el viejo tpico del sereno elogio a la propia tierra. (Abad, 2003: 29)

Lo anterior, no confiere una reflexin superflua sobre la pertenencia de la nacin o de la regin, es ms bien un deseo profundo de pertenecer; ya que en Angosta el suelo que se pisa, el terruo, es tan desechable y desdeable como la misma vida. El habitante de Angosta carece del espritu humano que le permite reconocer la afirmacin del poeta somos plantas, puesto que su lugar en el mundo hace parte de un sometimiento que lo ha obligado a ser de una tierra que lo margina y le impide pensar sobre esta. Los habitantes de Angosta al verse envueltos en una reparticin poltica que est dada bajo la lgica del apartamiento de tres Sektores sociales han renunciado a sentarse y tener arraigo y se han ido deslizando por entre la vida sin el pensar meditativo que les permite un nuevo proyecto.

As, el espacio se contempla con negligencia, sin ningn tipo de vnculo, la falta de identidad por el lugar y el desarraigo provoca que a pesar de que estos habitantes vivan en un lugar nico y privilegiado, no se den cuenta, ni lo cuiden (Abad: 2003, 14) y por tal motivo se ocasiona una toponegligencia frente a las calles, estructuras, zonas de ocio e incluso el mismo espacio domstico, ya que aunque cada una de las experiencias con estos lugares haga parte de un sometimiento que debera ocasionar repudio, desprecio, topofobia, estos espacios son vistos con total indiferencia; y ante las sensaciones angosteas el lugar se vuelve entonces una experiencia pasajera y desdeable que no cala en su historia y mucho menos en su memoria. (Tuan, 2007)

Igualmente ha ocurrido con la vida, el angosteo siente desarraigo de la tierra natal por las duras polticas de exclusin que est sometido a padecer, pero a su vez esto ha incidido en que el desarraigo se cale tanto que incluso ha florecido en su propia humanidad. Por esta razn el individuo de Angosta se ha reusado al pensar meditativo sobre s mismo y sobre el otro ya que la falta de pensamiento es un husped inquietante que en el mundo de hoy entra y sale de todas partes (Heidegger, 1994) y que es facilitado por el acelere constante de la ciudad, generando personas condicionadas a la impaciencia y carentes del tiempo y la serenidad que requiere un pensamiento contemplativo. En consecuencia, un muerto ms o uno menos no representan nada en una ciudad donde cada da muere alguien por razones que hace rato se confundieron entre el resentimiento, el dinero y el humo de la noche. Pensar en la muerte es una tarea inservible y que desperdicia el tiempo valioso que ahora se suma como dinero, ya que hoy en da se toma noticia de todo por el camino ms rpido y econmico y se olvida en el mismo instante con la misma rapidez. (Heidegger, 1994) El desarraigo por lo tanto impide que el ser humano se d cuenta que la vida es azarosa en el devenir de cada da de la ciudad, la vida es azarosa y muy amarga, porque es todo el tiempo salpicada de muerte. (Abad, 2003: 199)

En este sentido, tampoco existe un vnculo con la voluntad verdadera de vivir, ya que al igual que ocurre con el espacio el sentido de la vida tambin se contempla con una radical negligencia, no se trata de vivir sino de sobrevivir exclusivamente desde la individualidad porque la vida ajena no posee un verdadero valor, el amor por el otro se traza slo desde relaciones que se basan en lo corpreo y se acaban con el tedio o con la incapacidad de sentir. Los mltiples ejemplos de esto nos lo dan la aventuras de Lince el eterno enamorado de todas y ninguna, o la actitud temerosa del profesor Dan quien prefiri el amor por los nmeros a volver a caer en el sufrimiento del amor por una mujer.

La vida y el espacio se manifiestan entonces para el colectivo de Angosta como una cuestin de tener hoy y carecer maana. Por este motivo encontramos entre los dilogos de la obra que el angosteo nos inicia en una problemtica contundente: no soy de aqu y ni siquiera soy de m mismo, es tan indiferente el topos como lo es el carcter; el amor por la tierra se ha perdido entre la desesperanza, el fin del pensar y la falta de fondo. Esto ha ido en compaa de la carencia de amor por la vida la cual es insoportable porque solo se comprende la existencia como dolor y sufrimiento, sufrimiento y dolor y nada ms. (Abad, 2003: 156)

Nos dice Heidegger:

el hombre, en el fondo de su esencia, posee la capacidad de pensar, espritu y entendimiento, y est destinado y determinado a pensar. Solamente aquello que poseemos con conocimiento o sin l podemos tambin perderlo o, como se dice, desembarazarnos de ello. (Heidegger, 1994)

El pensar como facultad y gracia humana deriva la posibilidad de crear y despertar ante el mundo bajo la contemplacin, cuando el hombre renuncia a su propia esencia de pensar y huye de esta entonces el desarraigo lo acoge fuertemente y la miseria humana comienza a deambular entre espacios desconocidos y tiempos inteligibles, el ser humano pierde sus nociones bsicas de temporalidad y espacialidad y as se va enredando entre la mundanidad que poco a poco se aleja de la conciencia de s mismo y lo lanza a un estado indigente.

Asimismo, la carencia del pensamiento contemplativo que est dada dentro del desarraigo conlleva a la falta de capacidad de escucha y a enredarse en el ente sin poder llegar a su verdadera esencia. Por este motivo, el desarraigo es un estado en el cual el ser ha perdido su propia esencia, y no es consciente de lo que lo constituye ni del tiempo que lo absorbe, vive sin ser consciente de su mortalidad porque diariamente niega que al lado de la vida y la vitalidad, est la muerte; y, se niega adems, a contemplar y reflexionar sobre el correr de los relojes. El desarraigo aparece entonces como el estar sin fondo, el no echar races, donde el humano poco a poco ha terminado por deshumanizarse y la memoria que se borra en la cada ha llegado a borrar incluso su condicin humana y su naturaleza reflexiva.

Ahora bien, el desarraigo en Angosta (2003) se puede analizar como un fenmeno que ha entrado en el sujeto a causa del entorno en el que habita, debido a que el individuo ha consolidado dentro del discurso sobre su propia identidad que es un lugar especfico, pero por fuera de este lugar, en otro espacio, l ya no es nada. Es decir, dentro de Angosta, se acept y consolid como nica y mejor decisin la poltica de apartamiento; con la cual, no slo la discriminacin y la desigualdad social acabaron por completo con el planteamiento de la modernidad que sostuvo: todos los hombres nacen libres e iguales, sino que, adems, sta radical poltica consigui que el sujeto fuera predeterminado por el lugar que le fue impuesto y a pesar de sus distintos pensamientos en contra del apartamiento el miedo a morir silenci las voces de los habitantes angosteos.

Esto ltimo se debe a que la palabra en Angosta cobra vidas y quien se atreve a usarla paga un precio muy alto, porque como lo plantea Andrs Zuleta es como si esta ciudad estuviera maldita. [] desde que las personas tienen que pedir permiso para poderse mover (Abad, 2003:108) y para poder hablar porque el que habla se enfrenta a caer en El Salto de los desesperados, aquella bella cada que se convirti en una cloaca repugnante, en la que ya ni los suicidas quisieron tirarse (Abad, 2003:255) pero que los asesinos ms poderosos convirtieron en su lugar favorito para deshacerse de aquellos capaces de criticar las polticas de apartamiento.

En Angosta se impone un pensamiento en el que se afirma: La separacin es la nica solucin. (Abad, 2003: 29) Una idea que a pesar de lo rstica y absurda que suena para algunos, trae la tranquilidad y la felicidad para el colectivo de Tierra Fra; e incluso, para las vctimas de Tierra Caliente. El habitante de Angosta no es un hombre o una mujer, un trabajador o un mendigo, ni siquiera es una partcula que permanece en el tiempo, el habitante es un calentano, un tibio o alguien de Paraso. La distincin de clases a causa de la cruda sectorizacin, impuesta para los angosteos, es un espejo de la desigualdad de la realidad, pertenecer a ciertos lugares de la ciudad ocasiona que el agente urbano sea bien o mal visto. No se es una esencia pura, un nombre, un apellido, un querer ser o un modo de ser en el mundo, se es un lugar, as este lugar se constituya a partir de una apariencia que en cualquier momento puede derrumbarse y arrasar con la vida que les ha sido prestada por las decisiones de unos pocos.

El problema de desarraigo, en este sentido, est dado porque la pertenencia al espacio es slo superficial, debido a que para los angosteos ser plantas y echar races se convirti en una realidad impuesta; ya que las decisiones acerca del espacio, la ideologa, la intimidad, son tomadas por los ms poderosos, los cuales resultan ser unos cuantos en comparacin con los muchos que son afectados por el apartamiento, ellos impusieron para muchos dnde nacer y a qu clase social pertenecer; por tal motivo los habitantes de la ciudad ficticia estn condenados a aborrecer el terruo, all nada florece y lo que intenta escapar de esta mala tierra es siempre lanzado al abismo mortal.

Los angosteos se aferran cada vez ms al desarraigo puesto que deambulan por espacios del no lugar en los cuales el pensar no interviene; estos espacios propios del acelere cotidiano aparecen no para crear un conocimiento de s ni una relacin a travs del lenguaje entre individuo y lugar, sino que surgen como lugares que crean soledad y apartamiento y que impiden la eventual construccin de una historia. El no lugar aparece en aquellos espacios por los que se transita diariamente pero que no dejan una marca fuerte dentro de la construccin del sujeto; los avisos de sintase vigilado, sus movimientos estn siendo registrados (Abad, 2003: 184) brotan de las pareces y de los muros de apartamiento sin ser percibidos, porque que justamente el no lugar es el espacio del sujeto que vive en la urgencia y la confusin tal como se mantienen los personajes que transitan por las calles angosteas las cuales resultan tan ajenas a ellos mismos, tan impropias a su historia colectiva y a sus vidas que los han hecho ciegos que creen ver. (Auge, 1992: 107)

En tierra caliente, por ejemplo, los habitantes ven derruidas sus ilusiones de libertad, de poder ser, porque el lugar es un espacio violento, pobre, sin oportunidades y tambin sin alma, con las tripas podridas y sin ninguna brizna de compasin humana. (Abad, 2003: 274); all el espacio a devorado las ilusiones de los nios que a medida que van creciendo se encuentran cada vez mas de frente con una realidad imposible de sobrepasar, no existe ni la ms pequea brizna de esperanza y el nico recurso que queda para establecer el arraigo es compartir el odio y el miedo con el otro. El espacio es entonces, la condena del pobre y la crcel de cristal del rico, es la palabra obstruida cuando est a punto de salir.

La consecuencia ms profunda est relacionada con el problema que plantea Heidegger sobre la huda del pensamiento que ha llevado al ser humano al desarraigo, ya que la memoria del pasado o la conciencia del presente del otro se ha silenciado por las imposiciones ideolgicas coercitivas; ocasionando que no se haga dignamente parte de un lugar en el mundo, ni de una realidad especifica, sino que todo quede a la deriva, se puede ser de aquel lugar o de cualquiera porque en el desarraigo la vida es solo un intento de recorrer un instante del tiempo, un instante ligero que no va acompaado de la reflexin del reconocimiento de s ni de la alteridad; Auge (2000: 108) en su estudio acerca de los lugares y los no lugares nos muestra cmo justamente el desarraigo es generado por ese continuo bombardeo de historias del da a da como si nos encontrramos justamente viviendo lo de hoy y se dejara de lado por completo la trascendencia de un pasado o del futuro, pareciera que la vida entera fuera agotada a solo el instante de las interminables noticias del presente y no existiera ningn lugar ya para narrar desde otra perspectiva temporal.

Ahora bien, es posible llegar a encontrar que los de T.F. se sienten resguardados y protegidos de la violencia que enorgullece a los de T.C., con las polticas coercitivas de Angosta; puesto que en el territorio calentano sus habitantes son dueos de su terreno violento, sanguinario, contagiado por el vicio y la pobreza. Tierra Caliente es un lugar casi impenetrable por los de fuera, los extraos; all en ocasiones ni las fuerzas de seguridad pueden bajar, y mucho menos detenerlos; o bueno, eso ocurre mientras pasa el da, porque en la noche las cosas son diferentes, ya que si la Sekur, el ejrcito de defensa de la poltica de apartamiento, planea debidamente y entra en la oscuridad puede acabar con la vida de cuantos quiera, como si nada; al da siguiente slo saldr un aviso en el peridico reportando las grandes hazaas del ejrcito de Angosta que incursion a Tierra Caliente a dar un golpe a los terroristas que planeaban atacar contra los habitantes de Tierra Fra. En este sentido, nadie es dueo de ningn territorio ni tampoco indispensable para ningn lugar, el abismo al que han conducido las polticas de Angosta a sus habitantes expresa en sus acciones que se vive mientras se es til para el estado o mientras te mantienes en el anonimato, cuando empiezas a ser la piedra en el zapato tu vida es diluida como espuma de mar. Con la violencia el fin de la narracin, el abismo, el desarraigo y de all la deshumanizacin.

Asimismo, podemos ver que el personaje que se encuentra planteado en esta novela es un sujeto caracterizado por el vejamen y la profunda bajeza de las problemtica por las cuales tiene que pasar, l no tiene arraigo y vive cayendo de forma constante. Angosta (2003) es el caldo de cultivo del sujeto que se inclina por el deseo de ser otro; as, como los cientos de Andrs, quien que representa al individuo que tropieza con las realidades propias del mundo; de Lince, el sujeto que no puede amar y ser amado; de la mujer ms triste de Angosta, quien se mantiene viva exclusivamente por la rabia, de Candela, la joven que tiene como nica salvacin para no morir un golpe de suerte, o del matemtico que el nico problema que no pudo resolver en su vida fue el del amor; todos ellos y muchos ms hacen parte del conjunto de seres que han venido cayendo en el desarraigo intrascendente y falto de vitalidad.

Angosta (2003) hace parte de una representacin simblica que juega con la realidad del lector puesto que constantemente la obra se sale de la inverosimilitud y llega incluso a parecer ms una profeca de lo que ocurrir al cerrar el libro, o de lo que est ocurriendo mientras se est leyendo. As, su importancia cae en lo que Benjamin nos muestra como la gracia de la novela: la capacidad de calentar el espritu y la vida del lector. Angosta (2003), nos revela las soledades de otros personajes que acompaan el momento de lectura solitaria del lector, su contenido atiende a una forma necesaria para aplacar la sensacin de vaciedad, esa que se oculta en tertulias interminables que no terminan en nada y que adems chapotean entre todas las aguas y ninguna. La obra en su narracin consagra la necesidad explicita de mantener viva la literatura ya que el silencio ntimo de la novela puede conducirnos tambin a que el silencio interno se rompa y tal vez resurjan las experiencias para contar y los odios para escuchar.

Jacobo Lince en sus reflexiones acerca de sus compaeros y amigos expresa una idea capaz de encerrar la sensacin del vaco que deviene no solo con el fin de la narracin sino que como lo veremos posteriormente est implcita en nuestra condicin existente: yo me he dado cuenta de que todos aqu somos unas islas o un archipilago, para ser exactos, una manada de solitarios dispersos y delimitados por un pequeo espacio. (Abad, 2003:102) y justamente es ese solitarios la pauta para llenar el vaco de la vida y el miedo a la muerte con grandes cantidades de voces incapaces de colmar siquiera el minsculo ojo de una aguja. Los sonidos que se agrupan solo incorporan al sujeto en un enredamiento que lo aleja de s mismo y del otro, por eso somos como archipilagos, incapaces de agruparnos ni siquiera con nuestra propia esencia; la falta de una voz extensa que prometa lucidez[footnoteRef:1], el desarraigo y la cada constante son obstculos para tener la cercana con el mundo o la tierra[footnoteRef:2] misma. [1: La lucidez es un concepto fundamental a lo largo de este estudio ya que representa una forma de redescubrir el mundo y al ser humano, es adems una forma de contrarrestar la penuria y de realzar la memoria, la narracin y el arraigo. La lucidez es el grado mas alto que alcanzan las palabras y con esta viene el develamiento no solo del mundo sino tambin del ser a travs del habla.] [2: Los conceptos de mundo y tierra aparecen en Heidegger como dos formas distintas, as pues el filsofo describe el mundo como el lugar que recopila la memoria histrica de la humanidad mientras que la tierra resulta ser el lugar que da refugio y sobre la cual se levanta el mundo. (Heidegger, 2009: 86)]

La Serenidad para con las cosas y la apertura al misterio nos abren la perspectiva hacia un nuevo arraigo. (Heidegger, 1994)

1.2 El abismo en los tiempos de penuria angosteos.

La filosofa de Heidegger nos presenta una nueva forma de comprender el mundo a partir de la superacin de la metafsica y del giro para una nueva comprensin y aprehensin del lenguaje; as pues es posible hallar que el filsofo hace un estudio del concepto tiempos de penuria el cual que hace parte de un pequeo ensayo sobre algunos de los poemas de Hlderlin y adems aparece como un tema de reflexin constante en gran parte de su filosofa. Por lo anterior, el concepto tiempos de penuria recae con gran importancia dentro de este escrito puesto que este estado que se cruza con el vaco de Benjamin es el punto central del problema de la realidad de Angosta (2003) y a su vez de la realidad que sale de lo ficticio y toca una realidad comn en el sujeto que habita el mundo. Los tiempos de penuria hacen parte de una realidad corroda por la deshumanizacin y la falta de aprensin de la vida y la muerte.

El trmino proviene de un anlisis que hace Heidegger a la elega Pan y vino de Hlderlin, en la cual el poeta se pregunta y para qu poetas en tiempos de penuria? As, Heidegger en medio del estudio que realiza a esta frase nos define los tiempos de penuria como la poca de la extincin de los dioses: Cristo, Hrcules, Dionisos. Esta huida de los dioses produce el tiempo de la falta de fondo para el hombre debido a que ya no tiene un elemento comn que lo rena para confirmar una propia historia y una propia tradicin, ahora lo que lo une al otro es el aliento indiferente hacia el propio ser; los humanos nos abandonamos al olvido y fuimos arrojados al abismo de la falta de arraigo e identidad. (Heidegger, 1996: 243)

El momento de los tiempos de penuria en los cuales se encuentra la humanidad, el Dasein, provoca una cada fuerte de la cual las posibilidades para salir de all son imprecisas y a su vez complejas: largo es el tiempo, porque hasta el terror tomado por s mismo como un motivo de cambio, no logra nada mientras no se produzca un cambio entre los mortales. (Heidegger: 1996: 250) La cada es un estado tan connatural a la existencia que superar este movimiento y hallar un fondo, una esencia, requiere un verdadero momento de lucidez que permita ver y hablar sobre lo que siempre ha estado all pero que no se hemos querido experimentar, quizs una luz se abra ms adelante, la palabra, la poesa: memoria y narracin.

Heidegger nos dice Ese tiempo indigente ni siquiera experimenta su propia carencia (1996: 243) lo cual genera que el ser humano indigente en este tiempo, camine sin rumbo y no pueda alcanzar el fondo necesario para encontrar el arraigo, la noche cae en los tiempos de penuria y all el ser humano ha perdido su propia esencia y el olvido del ser lo ha llevado a una fase donde ni siquiera es consciente de la pobreza que ha trado consigo la cada, ya que sta es tan connatural a lo mundano que ninguno de los seres humanos se encuentra incorrupto por este letargo de la humanidad; el estado sonmbulo ha hecho imperceptible la historia y ha iniciado un empobrecimiento del lenguaje, ahora le memoria sumida en lo profundo del abismo no logra que los seres humanos la rescaten puesto que para volver a ella es necesario disponer de nuevo el mundo y la tierra para la morada de los dioses, del ser, el lenguaje y la historia.(Heidegger, 1996: 243)

Ahora la pregunta acerca de lo que habita en la penuria nos convoca a la incertidumbre porque el olvido del ser se ha manifestado en la humanidad con el desconocimiento del amor, la muerte y el dolor, el misterio del sufrimiento permanece velado. (Heidegger, 1996: 246) Plantea Heidegger, los sentimientos que proyectan la lucidez han sido opacados en medio de la pobreza, de la constante habladura[footnoteRef:3], las palabras no tocan las entraas de los que deambulan y respiran, la vida pierde su presencia luminosa de experiencia, ahora es slo sobrevivir y negar la vida misma, el reconocimiento de la muerte o del dolor son imposibles, ya que su aprehensin requiere una lucidez inalcanzable para quienes caen pero no asumen el fondo. [3: Las habladuras segn Heidegger no es necesariamente una condicin negativa sino ms bien natural a la cotidianidad del mundo, estas son una manifestacin del desarraigo del cual no logra desprenderse el Dasein. ]

Ahora el problema es qu es del mundo si no aceptamos la muerte? No slo la de s sino la del prximo, la de aquel que me permite en vida la experiencia de lo que es morir? Amor, dolor y muerte; cun lejanos nos encontramos los seres humanos de la vida misma si camos en el temor de amar, sentir y morir, nos enredamos en nosotros mismos y lo ms simple, lo ms cercano y evidente, que se encuentra en cada acto de la vida misma ha sido enviado a un ocultamiento que parece imposible de volver a ser de este mundo. Sin embargo, un vestigio de la memoria queda en aquellos que tal vez mas adelante nos conduzcan a reconocer nuestra condicin humana. (Heidegger, 1959: 22)

En este sentido, salir de los tiempos en penuria requiere un camino, una va de la lucidez mstica, proftica o capaz de rememorar, una nueva luz que trastoque a la humanidad y la prepare para un nuevo tiempo ya que el ocultamiento da a da es ms profundo, el vaco se hace cada vez mas cotidiano e indulgente y escuchar rapsodas profticos parece ms un juego de la imaginacin que no permite saber si es realidad o fantasa; es necesario entonces, un atisbo de divinidad, un daimon, un poeta que d el fruto de lo convergente y lo divergente, de la ley de los signos de los dioses y la voz del pueblo. (Heidegger: 2006, 122) esa composicin mstica entrega a la humanidad momentos de lucidez, reconocimiento de s, cercana con el ser y por tanto aparta por un instante trascendental de la mundanidad al individuo que se qued en el olvido de s.

En Ser y tiempo (2009) Heidegger nos recuerda que el estado de la cada no quiere decir un momento menos puro o menos alto a nivel ntico, la cada es ms bien un estado propio del estar en dentro del mundo, hace parte del sumergimiento en la cotidianidad donde la habladura, la curiosidad y la ambigedad que se apoderan del Dasein impiden que se toque fondo, ya que se est en todas partes y ninguna. (2009: 198) Ese absorberse en el mundo genera la falta de reconocimiento de los tres conceptos mencionados anteriormente amor, muerte y dolor, ya que ese estar en el mundo resulta una presuncin en la que la vida plena y autntica procura al Dasein una tranquilizacin para la cual todo est en perfecto orden y todas las puertas estn abiertas. (2009: 198) el existir en el mundo que se mueve en esta cada resulta alienado por un estado tranquilizador que lo envuelve, lo tienta y lo encanta y que a su vez le impide reconocerse a s mismo en su verdadera esencia. As, dolor, muerte y amor se confunden en medio del inquietante movimiento de la cada, en el enredo de la curiosidad que intenta conocerlo todo pero a la vez no llega a comprender nada, es ver tan slo por ver, (Heidegger, 2009; 190) sin dejarse atrapar por nada, sin poder dedicarse al instante contemplativo y de meditacin; la distraccin contagia la existencia y por este motivo la cotidianidad se goza en la cada a travs del constante e imparable movimiento, el cambio uno tras de otro enceguece los ojos que no alcanzan a retener nada pero que lo quieren ver, probar y sentir todo en su estar como torbellino.

Por otro lado, los problemas que representa el sumergirse en la cada de la ambigedad nos refleja una fuerte problemtica que resignifica lo que en Benjamn mostrbamos como el fin de historias por contar, en este caso es el lenguaje el que se haya tan pobre que slo es comprendido como una va de difusin y repeticin de lo dicho, por lo cual el lenguaje en su ausencia de comprensin autntica pierde posibilidad de encontrar arraigo y proporcionarlo a los escuchas; el lenguaje se convierte en el hablar imparable as no exista nada por decir incluso as no se conozca de lo que se habla y esto implica que la rpida, creciente, general desecacin del lenguaje no corroe solamente la responsabilidad esttica y moral de todo uso del lenguaje. Esta proviene de una amenaza a la esencia del hombre. (Heidegger, 1959 p. 13) es decir, cuando olvidamos que el lenguaje es advenimiento iluminador velador del ser mismo. (1959: 22) Entonces nos alejamos ms del fondo, del arraigo, el retorno de los dioses se hace ms difcil puesto que el lenguaje se vuelve incapaz de habitar al ser, as la humanidad en la conmocin eterna de ver sin ver, buscar sin encontrar y hablar sin comprender se sumerge en esa cada mvil que le imposibilita redescubrir su esencia a travs de la palabra.

Por lo anterior, al comparar esa cada de la humanidad heideggeriana con el vaco de Benjamin, podemos encontrar como elemento comn las distorsiones que trae consigo el olvido en ambos casos, porque como lo habamos mencionado anteriormente la preocupacin benjaminiana se produce en tanto se olvidan las historias debido a que se ha extinguido el arte de contar; y, a su vez, en Heidegger, nos olvidamos de nosotros mismos debido a que la palabra de los dioses se ha evaporado y la humanidad ha entrado en la poca de la indigencia, la falta de conciencia; en ambos casos, slo el narrador en Benjamin o el poeta en Heidegger son los nicos capaces de sacarnos del abismo y de retornar la memoria a la conciencia de la humanidad.

Quisiramos aadir a esto que a pesar de las verstiles caractersticas de poeta y narrador hemos de considerar a lo largo de este estudio que cualquier manifestacin esttica que haga un ejercicio digno para la recuperacin de la identidad a travs de la reactivacin de la memoria y el uso de la imaginacin, es tambin capaz de posibilitar el modo preciso para empezar a salir del abismo, ya que las formas de develar el ser del universo atienden realmente es a la lucidez con la que se muestre, el lenguaje plstico o visual, aunque carezca de palabras puede tambin llegar a reformular la cada y mostrar en sus pinceladas o a travs de un cincel una realidad que intenta ser ocultada por los que pertenecemos a las mayoras, el arte por tanto contiene el espritu de la cultura y de la humanidad.

El espacio del abismo es este mundo que se ha contagiado con la falta de fundamento para validar la existencia de la humanidad y de s mismo. El agente que habita el tiempo y el espacio de penuria se enfrenta a la oscuridad ms espesa hasta hoy, es incluso ciego, sordo e insensible a su propio momento, aquel hombre se encuentra en lo que Heidegger llam un estado de indigencia, puesto que no es consciente de su propia realidad. Esto va ms all de una actitud pesimista y de darse por vencido, el individuo ni siquiera est en discusin con la vida, la muerte, o el entorno que le toc, este individuo cae indiferente a su propia cada. l es quien encontramos acompaado de escoltas gastando no slo el dinero de todos sino la dignidad tambin, es la rata enorme gris que se come los pichones de trtolas, el barquero que no garantiza un regreso a quien pasa al otro lado, la joven que vive encerrada en una caja de cristal y que ve la pobreza como una aventura para un fin de semana, el drogo que mata por una bicha, o el individuo de cualquier gnero, clase o raza, que ha perdido la memoria y nunca se ha preocupado por ir a construir su propia historia y salir del abismo que ha llevado a varias generaciones a la repeticin, al tiempo circular.

Por consiguiente, como hemos visto es posible hallar dentro del estudio heideggeriano, una preocupacin por la falta de arraigo, la prdida de la memoria y el desuso de la palabra que se hace presente en la ausencia de la identidad del individuo. Tanto el desarraigo como el abismo que lo ha ocasionado expresan entonces, el destino al cual nosotros mismos nos hemos dirigido, un lugar por el cual hemos lanzado al mundo mismo de manera inconsciente e indiferente. Estos sitios que no tienen fundamento requieren un personaje, una actitud, un momento, que pueda generar el desocultamiento de la conciencia, el amor, la memoria, la vida y la muerte para poder validar y dignificar la existencia de los seres que habitamos este mundo.

Tanto el abismo como el desarraigo son expresados en la realidad de los angosteos puesto que tienen entre ellos algo en comn: la ambigedad y la indiferencia mortal que ha carcomido poco a poco su libertad, ya que ni siquiera la vida es de la naturaleza o de cada individuo. En Angosta son los siete sabios quienes deciden quin vive o muere hoy, los hombres han manipulado una poltica que se us en un inicio de manera provisional y la convirtieron en una prctica permanente, una prctica que distingue clases sociales y pisos trmicos, pero que no distingue el desarraigo y la miserable existencia de cada uno de los sujetos que conforman el lugar. Debido a los hilos que van halando los siete sabios, y, la soledad y la hostilidad comn del entorno para el habitante de Angosta su vida cada da va en mayor detrimento, su vida se fue volviendo cada vez mas asfixiante hasta hacerle cultivar delirios de suicidio y una permanente sensacin de desastre. (Abad, 2003: 43), la disonancia de sus vidas es consumada por un despertar en compaa de las decenas de noticias sobre muerte y terror y tras stas un gol, una reina y al final el olvido; as las pobres marionetas ni siquiera logran reconocer sus propias realidades.

Ahora bien, en Angosta la consigna sobre el espacio que muestra que el apartamiento es la nica solucin ha incurrido en que lo pblico se vaya volviendo poco a poco formas de un paisaje de muerte por el que vagan los indiferentes y se cuestionan los desesperanzados. El Salto, all la boca del infierno un lugar mstico que con la corrosin del tiempo y la expansin del pueblo se fue convirtiendo poco a poco en el botadero de cadveres que salen cada da de las calles bomba de Angosta, en El Salto las personas iban a morir por amor hace unos aos, pero ahora las personas van a morir por la falta de amor de una ciudad que respira rabia y resentimiento, El Salto es el fin de la historia porque desde que ste existe quien se atreve a hablar de l es silenciado con un boommmmm o con tormentosas torturas ms sonoras pero que acaban en lo mismo.

El Salto es la expresin ms marcada del desencanto cronotpico[footnoteRef:4], puesto que en el fondo de sus putrefactas aguas se encuentran los cientos de desaparecidos a causa de la poltica de apartamiento y sus amarillas y mal olientes aguas salpican la pobreza y miseria de Angosta. Hacer alusin a este espacio implica reconocer un paso de la topofilia[footnoteRef:5] a la topofobia (Yi fu Tuan, 2007: 14), como el dicho popular del amor al odio, ya que segn cuenta el historiador alemn que escribi Angosta, El Salto era un lugar de gran atractivo turstico y una fuente pura de inspiracin para poetas, escritores y hasta suicidas, sus aguas eran cristalinas y burbujeantes, estas desembocaban en El Salto tras atravesar toda Angosta y aunque no se saba a dnde volvan a salir estas aguas lo que si se saba es que era el sitio representativo de la historia angostea, sin embargo, El Salto fue deteriorndose y perdindolo todo como le pas a las personas de Angosta quienes a medida que perdan la dignidad vean a su vez mas amarillentas y espesas las aguas de El Salto, actualmente solo viven all los ms desamparados y El Salto pas de ser un sitio de orgullo a ser un espacio de miedo y de miseria. (Abad: 2003, 255) [4: este concepto resulta fundamental a lo largo de este estudio ya que es entendido como una unidad entre el espacio y el tiempo y segn los estudios de Bajtin refleja una cuarta dimensin que resurge de forma evidente en la literatura, que est marcado por una dependencia entre el concepto de espacialidad y de temporalidad. En este caso El Salto y la ciudad de Angosta en general, son un constructo del cronotopos puesto que para comprender su totalidad es necesario analizarlos bajo estas dos entidades unidas.] [5: Segn los estudios sobre experiencia de ciudad la topofilia es reconocida como el vnculo positivo entre las personas y un espacio.]

As pues, El Salto se fue convirtiendo en el cementerio clandestino de Angosta, el sitio donde se entierran sin testigos las peores vergenzas de la ciudad. (Abad: 2003, 255) y donde el valor por el espacio se volvi tan desdeable como el valor por la vida, junto con la turbulenta cada de agua se fue abajo tambin la voluntad de vivir del pueblo Angosta, la historia de El Salto ya nadie la recuerda, tal vez muchos ni siquiera la conocen porque nadie musita palabra alguna sobre el pasado o sobre el futuro, slo existe una descarga instantnea de desenfreno constante que no es ni amor ni odio, es solo miedo, miedo a vivir, a morir, a ser lanzado por El Salto, a tener conciencia.

Andrs Zuleta, nuestro glorioso, inseguro y anti heroico personaje construy en sus ltimos momentos su ltima gran pasin justamente refirindose a su experiencia tpica con El Salto:

hay un muerto flotando en este ro /y / Esta es la hora en que los grandes smbolos /huyen despavoridos: mira el agua/ hay otro muerto ms flotando aqu / Alguien corre gritando un nombre en llamas/ que sube a tientas y aletea y cae/ dando vueltas e iluminaba la noche / hay otro muerto ms flotando aqu / Caudaloso de cuerpos pasa el ro / almas amoratadas hasta el hueso / vituperadas hasta el desperdicio/ Hay otro muerto ms flotando aqu /Duerme flotacin plida desciende / a descansar: la luna jorobada llena el aire de plata leporina / Tomados de la mano van los muertos / caminando en silencio sobre el agua. (Abad: 2003,309)

Y para qu poetas en tiempos de penuria? tal vez la huida de los dioses pueda ser de nuevo comprendida por el poeta, el contemplador, all Andrs en su construccin nos habla de la hora en que los grandes smbolos huyen despavoridos, justo all mirando El Salto el cronotopos donde se significa la cada, el estar arrojados, all la corriente siempre fluye y la garganta nunca se cansa de tragar, no existe fondo, nadie ha recuperado jams nada o a nadie que se haya o que haya sido lanzado all, es el abismo pleno, y en su rededor los sin arraigo, slo un joven e ingenuo muchacho con tentativas de poeta se ha dejado seducir por su agua espumosa y marrn, ese joven ha detenido un momento el tiempo y se ha dejado llevar por la comprensin, la escucha, la verdad, el dolor, la vida y la muerte que profesa El Salto, en su cada, al fondo, cientos, miles de angosteos que no dijeron nada y que ya jams podrn decir algo. El Salto equivale a la desgracia actual de Angosta ya que la violencia movi lo permanente, modific el carcter y lanz al miedo a sus habitantes. La violencia que se representa en el espacio de El Salto en vez de producir reaccin o acogida gener fue una ganas de no hablar de ella aterradoras; incluso, aunque la muerte se presente esta noche en la puerta.

Porque aunque las voces de la vida que cantan en torno al amor, la angustia, el lenguaje hayan sido acalladas, algunos en medio de las sombras an se envuelven en la melancola que dej la muerte, ellos, los elegidos, los tocados por las sensaciones, los que se arriesgan a sentir, contienen el jarro sagrado en su manera de plasmar la experiencia de ser seres humanos, la transicin entre la vida y la muerte. Ellos acogen la penuria como la poca de mayor clarividencia, all la inspiracin tal vez no vuelva al ser y aleje a algunos del olvido, de la indigencia, la noche en penumbras, la repeticin absurda.

Los nicos que se pueden exceptuar de la aprobacin de la idea del apartamiento, son aquellos que como Andrs Zuleta encuentran que no hay un sentido en el fondo de la idea, ni en el verso; o aquellos que pertenecen a la fundacin H y arriesgan su vida por rescatar al pueblo angosteo de la cada en la que sus polticas lo han arrojado. El resto de personajes, e incluso los mismos hroes, o ms bien antihroes vistos desde la concepcin bajtiniana, en cierto modo se sienten connaturales a su entorno de desigualdad, exclusin y precariedad, ellos han sido sumergidos en el abismo viven en esa poca de la noche del mundo que es el tiempo de penuria, porque, efectivamente, cada vez se torna ms indigente, (Heidegger; 1996, 248) ms indiferentes, ms negadores de su propia condicin. Slo unos pocos andariegos de la ciudad se detienen a la contemplacin y al asombro, el resto van pasando Check points de un lado a otro, van corriendo para huir o para alcanzar y hablan y hablan, parlotean desentendidos del verdadero problema, enredados en s mismos sin comprenderse ellos y menos comprender al otro; tanta charla tanto ir de un lado a otro son la forma de no afrontar la muerte misma para eso el xtasis por los sueos de bazuco al que acuden los jvenes se convierte en algo distintivo que consagra el ocultamiento del dolor generado por la poltica de la ciudad.

Las grandes edificaciones y los espacios inertes hicieron que el sujeto se sintiera tan muerto como los muros de la selva de cemento. Por esto, la droga que espera ansiosa en la oscuridad de una esquina ser esnifada, inyectada, fumada o degustada junto con el ruido que quiere idiotizar es lo que acogen las vctimas del tedio, un ruido y un plon alucinante que entre baquetas y gritos te dice no te desanimes mtate. (Mutantex, Letra de la banda sonora de la pelcula Rodrigo D. Del director Vctor Gaviria) o que te grita en los suburbios al lado de El Salto bailemos mientras nos matan. (Abad, 2003: 198) Porque lo nico que no puede faltar en el cronotopos angosteos es la sobrecarga el ruido y el movimiento, ese es el caer cotidiano, el arrojo, el vaco, ya qu vamos a contar si tantas palabras, tanto ruido, tanta rabia han acallado la contemplacin y adems de eso han aniquilado la posicin del oyente, y sin quien escuche es imposible poeta o narrador.

Teniendo en cuenta entonces la problemtica en la que estn inmersos los de Tierra Fra, Caliente y Templada, es pertinente que nos preguntemos Qu ha pasado all con la memoria? Es posible construir en medio del desarraigo de los angosteos identidad? Ser que esta historia, al parecer tan verosmil, nos puede conectar con algo que es mucho ms propio de nuestra historia como lectores? Ser tambin que se ha borrado esa conexin de nuestra memoria a pesar de tenerla de frente en la literatura? Pues bien, segn los planteamientos hechos podemos afirmar la conexin de Angosta con la realidad colombiana, en ambos lugares el abismo est tan extendido que ya ni siquiera somos conscientes de la cada. Escuchar acerca de muerte y violencia hace parte del cotidiano, despertamos en medio de bombas, secuestros y asesinatos que se cubren unos tras otros y que hacen cada vez ms utpica la nocin de dignidad o condicin humana; el olvido se hace ms profundo y la indigencia del hombre en este mundo se vuelve ms constante y perecedera para su existencia.

Cuando Candela observa El Salto en silencio sin tener nada que decir sobre el nico que intent contar algo sobre la memoria de El Salto y sobre sus nuevos usos el temor acalla sus sollozos y por dentro le dijo adis a uno de los cuerpos que estaban all sepultados, lavado por el agua y borrado por el tiempo. (Abad, 2003: 370) El Salto, cuya cada posee una garganta, la boca del infierno, la cual todo lo traga pero que de ella nada vuelve a salir. El Salto es la experiencia de la topofobia que hace parte de la cotidianidad angostea ya que las casitas que se van haciendo a su alrededor y que fueron creciendo y expandindose son las casitas de los tiempos en penuria en los cuales las habladuras recaen al espacio pblico, el gobernante en medio de sus ansias de poder y de validar sus actos acude a lanzar cientos de palabras para justificarse as no comprenda nada de lo que est diciendo as no conozca el dolor, ni la muerte ni el amor que tanto menciona en su discurso y que a su vez tan distante ve de su realidad, ahora las palabras son solo recursos ya nunca ms son formas de comprender la vida, la tierra, el mundo ahogar las palabras son ordenes para arrojar otro cuerpo al salto.