argentina 1955-2005 (del campo)

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  • Hugo del Campo

    Argentina. 1955-2005.

    Como el ave Fnix

    ClienteNuevo sello

  • 2

    EL AUTOR

    Hugo del Campo naci en Buenos Aires en 1941. Estudi historia en la

    Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad Nacional de Buenos

    Aires. Ense en esa facultad y en las Universidades Nacionales de

    Lomas de Zamora, del Sur y de La Pampa entre 1966 y 1975. Encarcelado

    por penetracin ideolgica en esa ltima fecha, reanud su

    actividad docente desde 1983 en las universidades de Paris IV

    Sorbonne y Marne-la-Valle (Francia).

    Public Los anarquistas (CEAL, 1971); Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un vnculo perdurable (Clacso, 1983; 2 edicin Siglo XXI, 2005); El sindicalismo revolucionario (seleccin de textos) (CEAL, 1985); Sindicatos, partidos obreros y Estado en la Argentina pre-

    peronista en Waldo Ansaldi y Jos Luis Moreno (comp.) Estado y sociedad en el pensamiento nacional (Cntaro, 1989; 2 ed. 1996) y artculos en Polmica, Documentos de Polmica, Historia del movimiento obrero, Historia de Amrica en el siglo XX, Cuadernos del Sur y el Anuario de estudios histrico-sociales de la Universidad de Tandil.

  • 3

    NOTA PRELIMINAR

    Luis Alberto Romero

    Hacia 2006 le encargu a Hugo del Campo la preparacin de un volumen

    sobre la historia argentina en la segunda mitad del siglo XX, destinada

    a una coleccin de alta divulgacin, que dirijo. Hugo concluy su tarea

    poco antes de fallecer. Para poder completar el volumen debamos

    todava resolver con l una serie de cuestiones y de ajustes. Sabamos

    que, aunque eran cuestiones menores, no sera fcil llegar a un

    acuerdo, pues Hugo defenda con firmeza sus puntos de vista. Por eso

    decidimos que, sin su participacin y autorizacin, no sera apropiado

    publicarlo. Sus amigos, y particularmente Mara Dolores Bjar, queremos

    que su texto, muy valioso, sea conocido.

  • 4

    DILOGO CON HUGO AL CALOR DE ESTE LIBRO

    Mara Dolores Bjar

    Hugo del Campo pens y escribi este libro en tres sitios: en Vejer de

    la Frontera, a un paso de frica, en Buenos Aires y, bsicamente, en

    Pars. Por esos azares que atraviesan la historia, la propuesta lleg

    casi con su jubilacin y Hugo se sumergi, serena y apasionadamente, en

    el pasado reciente de la Argentina. Acept comprarse una notebook.

    Hasta ese momento, en cada encuentro me aseguraba: jams dejar mis

    cuadernos, mi lapicera fuente, mi mquina de escribir pero, como le

    anticip, acab no pudiendo prescindir de la misma.

    Traslad una gran cantidad de libros a su departamento parisino y

    consult con gusto la prensa va internet. Casi nunca me coment sus

    notas e impresiones sobre el pasado ms remoto. Slo lo hizo cuando me

    anunci el inicio de su tarea en enero de 2007 con un comentario que

    deseo compartir: Estoy tratando de explicar que en 1955 democracia significaba proscripcin de la mayora; nacionalismo, anti liberalismo; liberalismo, antiperonismo (lo que no implica que los nacionalistas fueran peronistas...) Para aclarar esos galimatas me invent un lector

    extranjero -o demasiado joven- al que me dirijo cada vez que una

    palabra no significa lo mismo en la Argentina y en el resto del mundo.

    As, por ejemplo, le explico que para los militares argentinos

    comunista es lo que en pases menos advertidos se llama progresista, lo que me permite contar -que no explicar- que fue el comunista Frondizi el que prohibi el PC (que, por otra parte, lo haba votado) Y a medida

    que me interno en esos laberintos me dan ganas de cambiar el enfoque y

    el ttulo del libro en el sentido del asunto, por ejemplo: Una historia surrealista de la Argentina.

    Sus correos comenzaron a llegar con frecuencia a medida que cotejaba

    evaluaciones y especialmente apuntaba datos cuantitativos sobre el

  • 5

    gobierno de Nstor Kirchner.

    Hugo nunca fue peronista ni antiperonista. Siempre se posicion en el

    campo de la izquierda. Nuestra nica discusin fue en Pars cuando lo

    visit en el 2008, poco antes de su muerte: a partir de mi comentario

    escptico sobre la revolucin bolchevique, sus ojos se entrecerraron y

    su voz se tens para golpearme con un: te ests volviendo una posmoderna?

    El gobierno de Nstor Kirchner lo sorprendi en relacin con lo que su

    recopilacin de nmeros mostraba respecto a los avances en materia

    social y econmica. Al mismo tiempo, observaba con lucidez las

    limitaciones de un proceso en el que como a fines del siglo XIX

    seguimos dependiendo de los ciclos del capitalismo mundial.

    Por fin empez a sentirse reparado por sus cinco aos de crcel donde

    estuvo, luego de haber sido secuestrado, por haber propuesto en la

    Universidad de Baha Blanca en 1974 un programa de Historia

    Contempornea que un juez de la dictadura militar calific como

    subversivo. En todas sus manifestaciones Hugo fue medido,

    equilibrado. Pero la puesta en marcha de los juicios a los responsables

    del terrorismo de Estado le produjeron una gran sorpresa ya no lo

    esperaba y un enorme reconocimiento de la decisin de Nstor Kirchner.

    As como no fue peronista tampoco fue kirchnerista, pero en mayo del

    2008 cuando los representantes de los grupos rurales se reunieron en

    Rosario en una enorme movilizacin para rechazar el aumento de las

    retenciones, cuando ambos leamos los diarios desde su PC en Pars,

    Hugo exclam: tanto tiempo estudiando historia argentina y recin en

    este momento empiezo a entender el golpe del 55, ahora s que no

    hubiera estado entre quienes lo celebraron, si no entre quienes

    tuvieron bronca y dolor.

    Cuando lo dej en Pars a fines de mayo, le restaban las ltimas

    correcciones. Hugo se fue a Vejer para concluir el trabajo y en julio

    de 2008 le puso punto final. Su muerte impidi que este libro integrara

  • 6

    la coleccin para la que fue pensado. Nuestra iniciativa de hacerlo

    circular en la web har posible que alumnos, docentes, lectores en

    general, puedan sumergirse en un texto comprometido, lcido, escrito al

    calor de los hechos. Hugo no dud en debatir consigo mismo y cuando

    evalu que fuentes histricas confiables le exigan extraer

    conclusiones distintas a sus creencias acept ser fiel a su labor como

    historiador.

  • 7

    INDICE Prlogo Introduccin I. El descenso a los infiernos

    Qu hacer con el peronismo? Gobiernos bajo tutela Botas s, votos no Peronistas contra peronistas El Estado terrorista

    II. Una difcil reconstruccin

    Democracia con hiperinflacin Peronismo de mercado Cacerolazos y puebladas La caja de sorpresas

    Eplogo Anexos Abreviaturas Presidencias Cronologa Bibliografa

  • 8

    PRLOGO

    En 1955, yo tena catorce aos y empezaba a interesarme por la

    poltica. En mi casa eran antiperonistas, y cuando hablaban de poltica

    en el comedor que daba a la calle, me mandaban a la vereda para vigilar

    que nadie escuchara. En el colegio, los chicos de la Accin Catlica

    llevaban en la solapa una cruz con la V de la victoria, smbolo de

    Cristo Rey. Un da, mi hermano me mostr con mucho sigilo una hoja de

    papel doblada en mltiples pliegues para que no abultara en el

    bolsillo: era un peridico radical, el primero que yo vea. De pronto,

    en los ltimos meses del gobierno peronista, una apertura permiti el

    acceso de dirigentes opositores a la radio: conoc entonces las voces

    de Frondizi y otros. Poco despus, empec a leer Propsitos.

    Desde entonces, mi vida fue ms o menos arrastrada por los vaivenes de

    la poltica argentina hasta que, en 1975, mis clases de Historia

    Contempornea en la Universidad Nacional del Sur me llevaron a la

    crcel. Al salir, seis aos despus, me radiqu en Europa. Desde 1983

    volv todos los aos al pas, tratando de mantenerme al tanto de lo

    que ocurra.

    Es por eso que, cuando me propusieron la preparacin de este libro, lo

    acept sin demasiada vacilacin. Ms que el desafo intelectual de

    intentar sintetizar en tan pocas pginas un perodo tan complejo, lo

    que me atraa era la posibilidad de reconstruir el marco poltico en el

    que se desarroll mi propia vida, una especie de confrontacin entre mi

    memoria y la bibliografa, entre el hecho vivido,, por un lado, y visto

    con cincuenta aos de perspectiva, por otro.

    El proyecto tambin me interes por su carcter en gran medida

    pedaggico. Desde que empec a trabajar como maestro, a los dieciocho

    aos, nunca dej de ensear. En el nivel primario, secundario,

    universitario, incluso en la crcel daba cursos a mis compaeros cuando

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    era posible A travs de estas pginas intentar continuar con esa

    labor docente de toda la vida.

    De modo que esos son los dos objetivos de este libro: reconstruir las

    condiciones polticas en que se desarroll la vida de un argentino en

    la segunda mitad del siglo XX y tratar de explicar su evolucin.

    Ms habituado a dar clases que a escribir, algo me faltar en este

    recorrido: las preguntas de los estudiantes, sus comentarios, el

    dilogo Sin embargo, creo que toda lectura es, en realidad, un

    dilogo imaginario entre el lector y el autor y espero que el que se

    entable a partir de estas lneas sea fructfero.

    Agradezco los comentarios de Luis Alberto Romero, que me ayudaron a

    tratar de mejorar este texto.

    Vejer de la Frontera, septiembre de 2007

  • 10

    INTRODUCCIN

    La poca que estudia este libro incluye los aos ms agitados y

    violentos de la historia argentina reciente, de 1955 a 1983, y la

    difcil reconstruccin que se inicia desde entonces. Pese a profundas

    recadas, como la que tuvo lugar en 2001 y 2002, pareciera que el pas

    renace de sus cenizas como el ave Fnix.

    Cuesta abajo

    En los veintiocho aos del primer periodo se suceden diecisis

    presidentes: siete constitucionales y nueve de facto. Los gobiernos elegidos por votacin duran, en total, once aos; los gobiernos

    militares, diecisiete. Slo uno de esos mandatarios (Jorge Rafael

    Videla) permaneci ms de cuatro aos en su puesto. Ningn presidente

    civil termin su mandato constitucional; tres fueron derrocados por

    golpes de estado militares.

    Estos datos escuetos ilustran tres de las principales caractersticas

    del periodo: la fuerte inestabilidad poltica, la alternancia de

    gobiernos civiles elegidos y dictaduras militares y el predominio de

    los gobiernos de facto.

    Un sistema corporativo

    En la primera parte de este libro explicaremos el desarrollo de ese

    proceso. Pero hay un aspecto esencial que es preferible sealar ya

    desde el comienzo: la incapacidad del sistema poltico argentino para

    integrar al peronismo entre 1955 y 1973.

    La experiencia del gobierno peronista (1946-1955) haba dividido al

    pas en dos campos inconciliables. Los sectores ms pobres y numerosos

    de la poblacin recordaban al gobierno peronista como el nico que se

  • 11

    haba interesado realmente por sus problemas y que haba mejorado de

    manera sustancial sus condiciones de vida. El retorno de Pern al pas

    y al gobierno era entonces su mxima aspiracin, vivida muchas veces en

    forma dramtica (La vida por Pern).

    En cambio, para otros sectores de la sociedad argentina (de clase alta

    y media en especial) el gobierno peronista haba sido una dictadura

    personalista que reprimi toda forma de oposicin y utiliz el

    monopolio de los medios de comunicacin en manos del estado para

    abrumar a la sociedad con una propaganda masiva. El apoyo popular de

    que gozaba el peronismo era considerado producto de esa demagogia

    desenfrenada y se traduca, segn estos sectores, en un culto a la

    personalidad, incompatible con los valores republicanos.

    Para la mayora de los empresarios, en particular, el peronismo

    significaba altos salarios obtenidos por los poderosos sindicatos con

    el apoyo del gobierno, que limitaban sus beneficios y aumentaban los

    costes de produccin, y que hacan sus productos poco competitivos en

    los mercados exteriores. Dentro de la fbrica o el taller, el poder de

    las comisiones internas y de los delegados desafiaba la autoridad de la

    gerencia sobre la organizacin del trabajo y sus ritmos, y esa

    indisciplina segn esos empresarios- no permita desarrollar la

    racionalizacin ni la productividad. Por todos los medios haba que

    evitar, entonces, el retorno del peronismo, y el medio ms efectivo era

    el poder militar: minoritario en la sociedad, el antiperonismo haba

    llegado a predominar en las fuerzas armadas desde 1955.

    Esta posicin se impuso con la autodenominada revolucin

    libertadora, y se dio entonces la paradoja de que, para defender a la

    democracia contra la dictadura de la mayora, el peronismo fue proscripto.

    Borrado del sistema poltico, volvi entonces a sus orgenes y se

    refugi en las organizaciones sindicales. Importantes en aquella poca

    debido al nmero de sus afiliados, sus recursos financieros y su

  • 12

    capacidad de presin y de movilizacin, stas se convirtieron as en la

    columna vertebral del peronismo y uno de los actores principales del sistema poltico. Podan ser la principal base de sustentacin de un

    gobierno, como el de Isabel Pern, o contribuir decisivamente a

    voltearlo, como ocurri con el de Arturo Illia. Las organizaciones

    sindicales eran los interlocutores obligados de las asociaciones

    patronales y de cualquier gobierno, civil o militar. Adems, a partir

    de los sindicatos se constituy una poderosa burocracia con intereses

    propios, algunos de cuyos miembros llegaron a figurar entre los

    principales actores de la poltica nacional (Augusto Timoteo Vandor,

    por ejemplo).

    Frente a estas poderosas corporaciones, los sectores econmica y

    socialmente dominantes recurrieron, para imponer sus intereses, a la

    alianza con otra corporacin, a la que los unan mltiples

    vinculaciones: las fuerzas armadas. stas se convirtieron as en el

    otro actor fundamental del sistema poltico. Cada vez que un gobierno

    apoyado por los sindicatos amenazaba o no defenda en forma eficaz-

    los intereses de las clases dominantes, las fuerzas armadas lo deponan

    (Juan Domingo Pern en 1955, Isabel Pern en 1976). Los gobiernos

    civiles que no eran capaces de impedir el triunfo real o potencial-

    del peronismo, tambin fueron depuestos (Arturo Frondizi en 1962;

    Arturo Illia en 1966). Pero cuando llegaba el momento de las elecciones

    eran los candidatos apoyados directa o indirectamente por el peronismo

    los que se imponan: Arturo Frondizi en 1958, Hctor Cmpora y Juan

    Domingo Pern en 1973. Sobre esta dialctica se teje la trama poltica

    del periodo.

    A lo largo de estos aos, los sectores econmicamente dominantes no

    pudieron organizar una fuerza poltica capaz de batir al peronismo en

    las urnas; entonces, defendan sus intereses directamente, a travs de

    sus organizaciones corporativas, o indirectamente, a travs de su

    alianza con gobiernos militares. Slo stos permitan aplicar polticas

    econmicas impopulares que favorecan al gran capital nacional y

  • 13

    extranjero y limitaban las conquistas alcanzadas por los trabajadores.

    La Iglesia es la otra corporacin que, en defensa de sus propios

    intereses, sola acompaar a esos gobiernos militares, y poda

    desempear un papel poltico decisivo, como ocurri con la cada de

    Pern en 1955.

    En este sistema, dominado por las corporaciones, los partidos polticos

    slo tenan un papel secundario: prcticamente se limitaban a encauzar

    los votos -en unas elecciones viciadas, hasta 1973, por la proscripcin

    del peronismo-, y a animar las instituciones representativas en los

    breves periodos de vigencia de la constitucin.

    Frente a esta reiterada alternancia de gobiernos civiles dbiles y

    dictaduras militares, ningn proyecto reformista pareca viable. Ante

    ese callejn sin salida, eran cada vez ms los que pensaban que slo la

    violencia revolucionaria poda enfrentar a la violencia represiva y

    cambiar una sociedad injusta.

    Una espiral de violencia

    Desde 1955 se produjo, entonces, un incremento permanente de la

    violencia poltica que, aunque no era nueva en la Argentina, alcanz

    niveles inusitados. En junio de ese ao, el bombardeo de la Casa Rosada

    (y de la Plaza de Mayo en horas de afluencia) por parte de aviones de

    la marina fue el procedimiento elegido para desalojar al presidente

    del poder y dej un saldo de trescientos muertos civiles. Esa misma

    noche fueron saqueadas e incendiadas la Curia metropolitana y varias

    iglesias del centro de Buenos Aires, sin que la polica hiciera nada

    por impedirlo.

    Al ao siguiente, el fusilamiento del general Valle y de otros

    militares peronistas que preparaban una sublevacin reintrodujo una

    prctica en desuso desde mediados del siglo XIX. Al mismo tiempo, los

    fusilamientos clandestinos, en los basurales de Jos Len Surez, de

  • 14

    civiles comprometidos o no- con el alzamiento, constituyeron una

    primera manifestacin de terrorismo estatal. Bombas artesanales y

    sabotajes fueron la respuesta de la resistencia peronista.

    Desde 1966 se estableci una dictadura militar que reprimi a

    trabajadores, estudiantes, intelectuales y que provoc estallidos de

    protesta, como el cordobazo y el rosariazo.

    En ese contexto de violencia represiva, comenzaron a aparecer los

    grupos guerrilleros. En 1959 los Uturuncos inauguraron el primer esbozo

    de guerrilla rural en Tucumn. El secuestro y la ejecucin -o

    asesinato- de Aramburu segn el punto de vista- seal la aparicin

    pblica de Montoneros en 1970. Poco despus, el Partido Revolucionario

    de los Trabajadores (PRT) cre su brazo armado, el Ejrcito

    Revolucionario del Pueblo (ERP).

    Despus de la ejecucin del simblico Aramburu, los militantes de

    origen peronista eliminaron figuras claves de la burocracia sindical:

    Augusto T. Vandor, Jos Alonso, Jos Ignacio Rucci Por su parte, el

    ERP intent crear un foco revolucionario en los montes tucumanos,

    atac cuarteles y asesin tambin a decenas de jefes militares.

    En este contexto, el enfrentamiento entre distintas vertientes del

    peronismo (la llamada tendencia revolucionaria y la burocracia

    sindical) se tradujo en la masacre de Ezeiza, en el momento del arribo

    de Pern al pas. Ms tarde, en el ministerio de Bienestar Social a

    cargo de Jos Lpez Rega, se organiz la Triple A, que en los aos

    siguientes asesinar a centenares de dirigentes de izquierda,

    especialmente peronistas.

    La ideologa militar, centrada hasta entonces en la doctrina de la

    seguridad nacional y las fronteras ideolgicas segn la cual el

    enemigo era el comunismo y su probable antesala, el peronismo- encontr

    en esa violencia generalizada el pretexto para evolucionar hacia la

    contra-insurgencia, articulada a partir de la idea de un enemigo mucho

    ms peligroso y omnipresente: la denominada subversin. Por ella se

  • 15

    entenda cualquier tipo de cuestionamiento al orden econmico, social o

    poltico existentes; cualquier tipo de organizacin popular o de

    pensamiento crtico. As concebida, la subversin pareca infiltrada en toda la sociedad y se entenda que slo poda ser eliminada con una

    operacin de gran envergadura. Segn este discurso, la civilizacin occidental y cristiana slo poda ser salvada a costa de un genocidio.

    Desde 1975, las fuerzas armadas pusieron en prctica esa ideologa:

    adems de liquidar a los grupos armados y sus organizaciones de

    superficie, asesinaron a dirigentes sindicales combativos, delegados de

    fbricas, organizadores barriales, militantes estudiantiles,

    intelectuales crticos, artistas y sacerdotes comprometidos, abogados

    defensores de presos polticos Miles de desaparecidos, presos

    polticos, exiliados: era, para los militares, el Proceso de

    reorganizacin nacional, la llamada guerra suciacontra la

    subversin; para sus vctimas y para gran parte de la sociedad argentina, era una forma de terrorismo de estado.

    Aplicada en forma masiva, esta represin generalizada contribuy a

    silenciar toda posible reaccin de la sociedad, con muy pocas

    excepciones. Al principio, slo las Madres de Plaza de Mayo se

    atrevieron a testimoniar su dolor e indignacin, acompaadas despus

    por los otros organismos defensores de los derechos humanos. Esta

    paralizacin de la sociedad permiti la ejecucin de una poltica

    econmica igualmente drstica, que destruy sectores enteros de la

    economa argentina y alter sustancialmente la estructura social.

    Porque all estaban para estos militares y sus aliados- las races de

    la subversin.

    Finalmente, ante la creciente impopularidad y el aislamiento

    internacional de la dictadura, el rgimen intent un manotazo de

    ahogado para perpetuarse: la guerra de Malvinas. Tras el fracaso,

    totalmente desacreditado, el gobierno militar debi finalmente

    retirarse, dejando un pas econmica y socialmente devastado.

  • 16

    Remontando la cuesta

    El periodo que se inicia entonces contrasta fuertemente con el

    anterior. Todos los gobiernos que se suceden son constitucionales; casi

    todos terminan su mandato: aunque Ral Alfonsn debe anticipar la

    entrega del gobierno, slo Fernando De la Ra se ve obligado a

    renunciar, ante la presin de la calle. No hay golpes de estado ni

    dictaduras militares. Dos gobiernos entregan el poder a un sucesor del

    partido rival, cosa que no ocurra desde 1916. La corporacin sindical

    y la militar pierden su protagonismo; la Iglesia es la nica que

    conserva intacta su influencia, junto con los lobbies empresarios. Los partidos polticos recuperan las funciones que les atribua la

    tradicin liberal, encauzando la participacin de la ciudadana en el

    gobierno, y el sistema democrtico es revalorizado por la sociedad como

    base fundamental de la convivencia.

    La represin estatal no es sistemtica, aunque las protestas de

    diciembre de 2001 se saldan con treinta y dos muertos. La nica accin

    de un grupo armado es el ataque al cuartel de La Tablada, en 1989.

    Parece que, por primera vez desde 1930, funcionara realmente el sistema

    democrtico-liberal. Claro que la instalacin de ese sistema no fue

    fcil. Despus de tantos aos de proscripcin y dictaduras, con

    experiencias democrticas tan breves, se trataba de reinventar un

    sistema poltico que prcticamente no haba existido en la Argentina

    durante los ltimos cincuenta aos. se fue el gran logro del gobierno

    de Alfonsn.

    No pudo resolver, en cambio, la situacin econmica: la gigantesca

    deuda externa heredada del poceso no hizo ms que aumentar durante

    las dcadas siguientes y se convirti en el principal obstculo que

    impeda el crecimiento de la economa. La inflacin crnica y elevada

    desemboc en picos hiperinflacionarios en 1989 y 1990: slo Carlos

    Menem y Domingo Cavallo lograron controlarla.

  • 17

    La cuadratura del crculo

    El repliegue de las fuerzas armadas y su desaparicin de la escena

    poltica dej al gran capital nacional y extranjero sin su partido preferido. Pronto encontrar, sin embargo, un reemplazante, con la

    ventaja adicional de que ste es capaz de ganar las elecciones puesto

    que lleva la etiqueta peronista. En el periodo anterior, haban sido principalmente las dictaduras militares las que impusieron la

    ortodoxia liberal, la preferida del establishment, a travs de ministros como lvaro Alsogaray y Jos Alfredo Martnez de Hoz. En este

    periodo, en cambio, las polticas neoliberales se concentraron sobre

    todo en el gobierno constitucional de Carlos Menem.

    Estas polticas estaban por entonces de moda en el Primer Mundo (Ronald

    Reagan en los Estados Unidos; Margaret Thatcher en Gran Bretaa) y eran

    predicadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Menem fue su

    mejor alumno.

    Se trataba de achicar el estado mediante la privatizacin de sus empresas y el abandono de muchas de sus funciones; de desreglamentar la economa, dejando actuar a las leyes del mercado; de eliminar la

    proteccin de la industria nacional abriendo la puerta a las

    importaciones. Lo que permiti a Menem aplicar estas polticas

    conservando la mayora electoral fue sobre todo el xito de su ministro

    de economa, Domingo F. Cavallo, contra el principal enemigo de los

    argentinos en ese momento: la inflacin. La convertibilidad (paridad 1 peso- 1 dlar) permiti controlarla o, al menos, dejarla en estado

    latente. Teniendo en cuenta la hiperinflacin con que termin el

    gobierno de Alfonsn y empez el gobierno de Menem, eso signific un

    respiro para todos.

    Pero las consecuencias negativas de esas polticas no tardaron en

    manifestarse. El peso, sobrevaluado, que dificultaba las exportaciones

    y estimulaba las importaciones, perjudicaba a muchos sectores y

  • 18

    aumentaba el dficit de la balanza comercial. Una vez privatizada la

    mayora de las empresas estatales, las divisas que entraban para

    pagarlas y que compensaban en parte ese dficit iban disminuyendo. La

    concentracin y centralizacin del capital en manos de grandes grupos

    argentinos y extranjeros, as como la importacin masiva de bienes de

    consumo manufacturados producan la desaparicin de gran nmero de

    pequeas y medianas empresas nacionales. La utilizacin de nuevas

    tecnologas en las grandes empresas multinacionales reduca la

    necesidad de mano de obra y la denominada racionalizacin de las

    empresas estatales y privatizadas se traduca en despidos masivos. Todo

    esto provocaba un rpido incremento de la desocupacin, que alcanzara

    a ms del 18 por ciento de la poblacin activa en 1996.

    Lejos del primer mundo prometido, el pas se iba acercando rpidamente al tercero, con un aumento de la exclusin y la pobreza en los sectores

    sociales y geogrficos que quedaban al margen de la modernizacin. En

    este contexto, la Alianza formada por la Unin Cvica Radical (UCR) y

    el Frente Pas Solidario (Frepaso) centr su campaa en la denuncia de

    la corrupcin del gobierno menemista, pero muchos de los votos que

    recibi traducan el descontento de amplios sectores ante las

    consecuencias sociales del modelo neoliberal. La insistencia del

    gobierno de De la Ra en mantener y ampliar las polticas de ajuste agravaron an ms la situacin social, y el corralito ideado por

    Cavallo para salvar a los bancos fue vivido por muchos de los pequeos

    ahorristas afectados como una expropiacin de sus depsitos. Entonces,

    se produjo el estallido. Cacerolazos y saqueos de supermercados

    obligaron a De la Ra a renunciar y desembocaron en un peligroso vaco

    de poder y el descrdito del conjunto de la clase poltica: que se

    vayan todos.

    En ese marco tuvo lugar la declaracin del default, es decir, la cesacin del pago de la deuda externa, y el pas qued afuera de los

    circuitos financieros internacionales. 2001 fue el ao en que la crisis

    econmica y social toc fondo. El abandono de la convertibilidad, con

  • 19

    una fuerte devaluacin, precedida por una gigantesca fuga de capitales,

    implic una colosal transferencia de riqueza que profundiz el abismo

    entre los sectores privilegiados y los desfavorecidos.

    Impunidad o justicia

    Otro factor que hara peligrar la estabilidad del nuevo sistema fue una

    herencia de la ltima dictadura militar, que atraves todo el periodo

    democrtico. La cuestin que se planteaba era qu hacer con los

    crmenes cometidos durante el proceso.

    Para la casi totalidad de los militares ya sea porque participaron en

    el terrorismo de estado o, en el caso de los ms jvenes, por espritu

    de cuerpo- el problema no era tal: aunque sucia, haba sido una

    guerra, la haban ganado, y un ejrcito vencedor no tiene que rendir

    cuentas a nadie. La mayor parte de la derecha comparta este punto de

    vista o consideraba, al menos, que era un tema superado y que agitarlo

    impeda mirar hacia delante.

    Para los familiares y amigos de los desaparecidos, para quienes fueron

    torturados o pasaron aos en la crcel o, en general, para los que

    vean el asunto desde un punto de vista tico, se trataba en cambio de

    una cuestin de justicia. La reconstruccin de una convivencia

    democrtica no poda basarse en la impunidad; los organismos defensores

    de los derechos humanos y los partidos de izquierda compartan esta

    posicin.

    En este marco, Ral Alfonsn hizo de la investigacin sobre las

    violaciones de los derechos humanos y el juicio a los culpables uno de

    los temas claves de su campaa electoral. Una vez en el gobierno,

    promovi la formacin de la Comisin Nacional sobre Desaparicin de

    Personas (Conadep) y el juicio a los miembros de las juntas militares

    que haban gobernado durante el proceso. Eso produjo agitacin y un

  • 20

    estado deliberativo en las fuerzas armadas, que se tradujeron en las

    rebeliones militares de la Semana Santa de 1987, de Monte Caseros y

    Villa Martelli en 1988; aparecieron entonces los denominados

    carapintadas. Ante la amenaza que estos movimientos representaban

    para la estabilidad del sistema democrtico, el gobierno cedi a las

    presiones y dict las leyes de Punto Final y Obediencia Debida,

    interrumpiendo los juicios.

    Sin mayores escrpulos ticos, Carlos Menem fue ms lejos, decretando

    el indulto de los militares condenados por violacin de los derechos

    humanos o por rebelin despus de 1983. Con estas medidas, pareca que

    la impunidad haba triunfado.

    Slo durante el gobierno de Nstor Kirchner se anularon las leyes de

    impunidad y el indulto, y se reanudaron los juicios. Pero el secuestro

    de Jorge Julio Lpez, testigo en uno de esos procesos, muestra la

    capacidad de accin que conservan todava algunos grupos remanentes y

    su decisin de impedir que se haga justicia.

    La caja de sorpresas

    Luego de cuatro elecciones presidenciales en las que se destacaba una

    clara mayora (Alfonsn, Menem durante dos periodos, De la Ra), la

    crisis poltica de 2001 y 2002 produjo la fragmentacin de los grandes

    partidos tradicionales y la dispersin del electorado. En las

    elecciones de 2003, tres candidatos se presentaron con la apelacin

    peronista; otros tres eran radicales o ex radicales. El candidato

    ms votado, Carlos Menem, no recibi ms que un 24 por ciento de los

    votos. Como no se present a la segunda vuelta, asumi la presidencia

    el candidato que le segua en nmero de votos, el poco conocido Nstor

    Kirchner, quien haba obtenido un 22 por ciento.

    Los primeros actos del presidente fueron tan inesperados como su

    eleccin: pase a retiro de las cpulas militares, depuracin de la

  • 21

    Corte Suprema menemista, anulacin de las leyes de impunidad y

    reanudacin de los juicios. Ya pocos esperaban, despus de veinte aos,

    que se hiciera justicia.

    Finalmente, otra sorpresa, cuyo responsable no fue nicamente Kirchner,

    sino tambin el ministro de economa nombrado por Eduardo Duhalde

    durante su breve presidencia, y mantenido por su sucesor: Roberto

    Lavagna. El ao 2004 cerr con supervit en las cuentas nacionales!

    Esto se deba al auge de las exportaciones, consecuencia de la fuerte

    demanda y de los buenos precios de los cereales y el petrleo en el

    mercado mundial, e impulsadas por la devaluacin y el mantenimiento de

    un tipo de cambio favorable. El estado, por su parte, particip de esos

    ingresos a travs de las retenciones, y es as como el habitual dficit

    presupuestario se transform en excedente. Esto permiti que el estado

    volviera a invertir (Plan Nacional de Obras Pblicas, Plan Federal de

    Construccin de Viviendas), contribuyendo as a la reactivacin de la

    economa.

    Desde el ao anterior se haba recuperado una tasa considerable de

    crecimiento econmico, aumentando tambin los ingresos fiscales a

    travs de los impuestos internos. Esto permiti al gobierno pagar sus

    deudas al FMI, liberndose as de su molesta tutela, y canjear la deuda

    externa privada en condiciones favorables. Asimismo, la disminucin de

    la desocupacin permiti a los trabajadores mejorar sus salarios de

    convenio, mientras que el gobierno aument el salario mnimo y el monto

    de las jubilaciones, apoyando as la recuperacin del mercado interno.

    Claro que queda pendiente, todava, la deuda social. Aunque en disminucin, el nmero de pobres e indigentes, consecuencia en gran

    medida de la perduracin del trabajo en negro y de los bajos salarios,

    contina siendo inaceptable.

    Pero, como en 1973 y en 1983, en 2003 la esperanza renace. Slo el

    tiempo dir si sus fundamentos son ms slidos que entonces.

  • 22

    I. EL DESCENSO A LOS

    INFIERNOS

  • 23

    Con la cada del peronismo comienza un proceso de deterioro poltico y

    social que culminar con el bao de sangre de 1975 a 1983; de ah el

    ttulo de esta primera parte.

    Por cierto, la Argentina de 1955 distaba de ser un paraso. La

    concentracin del poder en manos de Pern volva ficticias las formas

    constitucionales: tanto el parlamento como la justicia estaban

    totalmente subordinados al Poder Ejecutivo. Las libertades individuales

    estaban limitadas, legalmente, por la vigencia del estado de guerra interno, pero sobre todo, de hecho, por la accin intimidatoria de la polica. Casi toda la prensa escrita estaba en manos del estado o de

    personajes cercanos al rgimen: clausurada La Vanguardia, expropiada La Prensa, el nico diario no oficialista, La Nacin, dependa de la asignacin de cuotas de papel cada vez ms mezquinas. El estado

    controlaba tambin todas las radios y la televisin: la oposicin no

    tena acceso a ellas.

    La Confederacin General del Trabajo (CGT), utilizada para controlar el

    movimiento obrero desde arriba, se haba convertido en una correa de

    transmisin de las decisiones presidenciales. La razn de mi vida, de Eva Pern, era libro de lectura obligatorio en las escuelas primarias;

    en las secundarias, se aprenda la Doctrina Nacional. La figura de desacato al presidente permita encarcelar a una persona por sus

    expresiones. En 1954, la asociacin de abogados radicales censaba

    seiscientos ochenta y dos presos polticos y gremiales. Era, en suma,

    la dictadura, la segunda tirana de la que hablaba la oposicin (comparndola con la de Rosas), o aun el rgimen nazi-peronista, mala copia del fascismo europeo, como tambin se lo denominaba.

    La violencia verbal no era rara en los discursos de Pern, y a veces

    era seguida por la violencia fsica de sus partidarios. Por ejemplo, el

    15 de abril de 1953, ante el estallido de dos bombas en un acto en la

    Plaza de Mayo, Pern desde los balcones de la Casa Rosada- amenaz con

    andar con el alambre de fardo en el bolsillo e incit a dar

  • 24

    lea. Esa noche ardieron la Casa Radical, la Casa del Pueblo,

    socialista, y el Jockey Club. La polica detuvo a centenares de

    sospechosos de participar en el atentado terrorista, entre ellos

    Ricardo Balbn y Victoria Ocampo.

    Sin embargo, para la mayora de la poblacin segn se manifestaba en

    elecciones peridicas y limpias- nada de eso tena importancia.

    Totalmente identificada con el gobierno del pueblo, no slo no sufra esas restricciones sino que justificaba su aplicacin a los contreras. En las elecciones de 1954 el peronismo obtuvo el 62 por ciento de los

    votos.

    En esos aos, la Argentina era un pas prspero, el ms rico de Amrica

    Latina y uno de los ms industrializados. Su sociedad era ms homognea

    y menos polarizada que la de casi todos sus vecinos, de los que la

    distinguan tambin los niveles alcanzados en salud y educacin. Tena

    la legislacin social ms avanzada de la regin y una de las ms

    avanzadas del mundo. La desocupacin casi no exista, el trabajo en

    negro tampoco, y la mayora de los trabajadores tenan salarios que les

    permitan vivir dignamente. Todos tenan acceso a la educacin

    primaria, secundaria y, cada vez ms, universitaria. Las obras sociales

    de los sindicatos y los hospitales pblicos aseguraban servicios

    mdicos de calidad al alcance de todos. Las comisiones internas y el

    apoyo de los organismos oficiales garantizaban el respeto del

    trabajador en sus lugares de trabajo y apuntalaban su sentimiento de

    dignidad. Todo esto se deba en gran medida a las polticas de Pern y

    explica el apoyo de los obreros y sectores populares a su gobierno.

    Mientras tanto, en la Seccin Especial de la Polica Federal y en las

    comisaras se continuaba practicando la tortura, como era habitual

    desde 1930. Sin embargo, despus de su cada, Pern pudo afirmar que

    durante sus nueve aos de gobierno slo hubo un desaparecido: el Dr.

    Juan Ingalinella, militante comunista de Rosario, vctima de la tortura

    policial en 1955. Aunque podran citarse otros casos, lo cierto es que

  • 25

    el rgimen peronista no practic el asesinato de opositores, que se

    generalizara veinte aos despus.

    Qu hacer con el peronismo?

    Desde 1952, el gobierno peronista enfrent crecientes dificultades. En

    un contexto econmico que empezaba a serle desfavorable, se notaba la

    escasa competitividad de una industria protegida y subsidiada, incapaz

    de exportar. La produccin agropecuaria, desalentada por una poltica

    de moneda fuerte y por la relacin de precios internos, se estancaba.

    Faltaban as las divisas necesarias para pagar las importaciones de

    materias primas, combustible y maquinarias indispensables para la

    industria. Los equipos se volvan obsoletos y, junto con el deterioro

    de los servicios (electricidad, transporte), reducan la productividad.

    A falta de capitales que permitieran aumentarla introduciendo

    innovaciones tcnicas, se puso el acento en la disciplina laboral

    reclamada por los patrones (ausentismo, poder de los delegados en el

    taller o la planta), lo que fue sentido por muchos trabajadores como

    una restriccin a sus conquistas. Para contener la inflacin, se

    tomaron medidas tendientes a reducir el consumo (eliminacin de

    subsidios, liberacin de alquileres) y se congelaron los convenios

    colectivos por dos aos. No era lo que sus partidarios esperaban del

    gobierno.

    Una ley de radicacin de capitales favoreci las inversiones

    extranjeras y se negoci un contrato petrolero con una filial de la

    Standard Oil. Las relaciones con los Estados Unidos mejoraron

    considerablemente con el apoyo del gobierno argentino a las

    intervenciones norteamericanas en Corea y en Guatemala. Todo esto fue

    visto como un retroceso por los sectores nacionalistas dentro y fuera

    del peronismo.

    Finalmente, en 1954, el gobierno peronista entr en conflicto con la

  • 26

    Iglesia, que lo haba apoyado hasta entonces. La Fundacin Eva Pern

    competa con las tradicionales instituciones catlicas de beneficencia;

    la Unin de Estudiantes Secundarios (UES) con sus organismos de

    encuadramiento de la juventud (Accin Catlica); la fundacin del

    Partido Demcrata Cristiano fue vista por Pern como un intento de

    competencia poltica. Poco dispuesto a escuchar las crticas, que

    comenzaban a manifestarse en los medios catlicos, el gobierno

    respondi con una serie de medidas que desafiaban la influencia de la

    Iglesia en cuestiones claves: supresin de la enseanza obligatoria de

    la religin en las escuelas pblicas, autorizacin del divorcio

    vincular, reapertura de los prostbulos. Finalmente, un proyecto de

    reforma constitucional prevea la separacin de la Iglesia y el estado.

    La Iglesia respondi movilizando todos sus recursos: a la campaa de

    los medios de comunicacin oficialistas respondan los curas desde el

    plpito y los laicos en la calle. Adems de movilizar sus propias

    fuerzas buena parte de las clases medias-, sirvi de aglutinante de

    toda la oposicin (como pudo verse en la procesin de Corpus Christi el

    8 de junio de 1955, en la que participaron, por ejemplo, socialistas y

    comunistas). Los partidos opositores no respondieron en forma favorable

    a la propuesta de pacificacin lanzada entonces por Pern y esperaban activa o pasivamente- el derrocamiento de su gobierno.

    Pern advirti entonces la debilidad de sus apoyos. El Partido

    Peronista (PP), edificado sobre la obsecuencia y la adulacin, cuyos

    miembros parecan ms empleados pblicos que militantes, se mostr

    incapaz de mover un dedo para defender al gobierno en dificultades. La

    CGT, tambin burocratizada, aunque el 31 de agosto de ese mismo ao

    reuni una multitud para rechazar el retiro de Pern, ante la

    inminencia del golpe no insisti en su ofrecimiento de reservistas

    voluntarios al ministro de ejrcito para hacerle frente. En cuanto al

    temido reparto de armas a los obreros con que se haba amenazado alguna

    vez, nadie parece haber pensado en ello.

  • 27

    De modo que el destino del gobierno peronista estaba en manos de las

    fuerzas armadas. stas, que lo haban apoyado desde 1946, fueron

    pasando progresivamente a la oposicin: relacionadas familiar y

    socialmente con las clases altas y medias antiperonistas, desconfiadas

    del papel central asignado a la CGT en el rgimen, hostiles a la

    peronizacin del ejrcito, algunos militares ya haban intentado un golpe en 1951. Tres aos despus, el conflicto del gobierno con la

    Iglesia empuj a muchos militares catlicos a tomar partido contra el

    peronismo.

    Deben ser los gorilas

    Era el estribillo de una cancioncita de moda: Deben ser los gorilas,

    deben ser, que andarn por ah Cuando empezaron a circular los

    rumores sobre conspiraciones militares, el humor popular estableci la

    relacin: el viejo e inofensivo contrera se convirti en el peligroso gorila. stos, relativamente dispersos en el ejrcito, estaban mucho ms cohesionados y dominantes en la marina. Tambin se organizaron

    comandos civiles armados dispuestos a secundarlos, con la participacin de militantes de los partidos polticos autodenominados

    democrticos (radicales, conservadores, socialistas, demcratas

    progresistas, demcratas cristianos) y de grupos nacionalistas.

    Varias conspiraciones estaban en marcha en el ejrcito y la marina

    cuando el violento discurso de Pern del 31 de agosto en el que

    anunci que por cada uno de sus partidarios caeran cinco de sus

    enemigos- pareci marcar el fin de la pacificacin. La propuesta de la CGT, que ofreci al ministro de ejrcito su colaboracin para combatir

    a los conspiradores, despert el fantasma de las milicias obreras, algo

    muy temido por los militares porque supona el peligro de la guerra

    civil.

    En esas circunstancias, el 16 de septiembre de 1955, el general Eduardo

    A. Lonardi proclam en Crdoba la revolucin libertadora, mientras

  • 28

    el contralmirante Isaac F. Rojas asuma el mando de la flota de mar en

    marcha hacia el Ro de la Plata. Aunque la mayor parte del ejrcito no

    participaba en el levantamiento, tampoco mostraba demasiada disposicin

    a combatir a los insurrectos. El 20 de septiembre, luego de delegar el

    mando en una junta militar, Pern se refugi en la embajada de Paraguay

    (Ay, pobre Paraguay, coreaban los manifestantes).

    Terminaba as una de las experiencias polticas ms importantes para

    los argentinos en el siglo XX. La dcada peronista haba transformado

    el pas econmica, social y polticamente y dejaba un recuerdo que con

    los aos se mostrara indeleble. Pero eso no se saba en aquellos das,

    de ah que el principal problema que se planteaba a los llamados

    libertadores era qu hacer con el peronismo.

    Ni vencedores ni vencidos

    En principio, segn la visin antiperonista de la realidad, el problema

    no pareca tan grave. Si se consideraba que la dictadura peronista se haba basado en la represin de los opositores, el reparto de ddivas y

    prebendas entre sus partidarios y el monopolio de los medios de

    comunicacin, era lgico pensar que, al perder el uso de esos

    instrumentos, el peronismo se desbandara rpidamente. Esto slo

    result cierto en el caso del partido, pero no en el de los sindicatos

    ni los barrios populares, donde permaneci slidamente implantado.

    Dos posiciones se delinearon entonces en las fuerzas armadas:

    nacionalistas y liberales. Antes de seguir, apuntemos que muchas

    palabras adquieren en la poca un significado que no es el mismo que

    tienen en la actualidad, ni en el resto del mundo hispanohablante ni en

    idiomas extranjeros. Ya hemos dicho que democracia fue, en este

    contexto, proscripcin de la mayora. Nacionalismo significaba

    entonces, en trminos generales, anti-liberalismo. Y liberalismo no

    era lo mismo que en Europa ni en los Estados Unidos, sino que aqu se

    traduca como anti-peronismo. Claro que esto no significa que todos los

  • 29

    nacionalistas fueran peronistas; Lonardi y el grupo que lo rodeaba son ejemplo de lo contrario. Es que la ideologa nacionalista inclua otros aspectos: por ejemplo, la reivindicacin de la raigambre hispnica como

    matriz esencial de la nacionalidad y del catolicismo como elemento

    fundamental de su esencia. Por eso, cuando Pern se enfrent con la

    Iglesia, muchos de los que haban apoyado su ascenso al poder desde

    1943 y su gobierno hasta 1954 pasaron a la oposicin.

    Para los nacionalistas, el peronismo tena el mrito de haber inculcado a sus seguidores, durante diez aos, una ideologa humanista y cristiana (es decir, bsicamente anticomunista) y de constituir as una barrera que impeda la difusin del comunismo en los medios obreros. El

    estado semi-corporativo que haba establecido en el que sindicatos,

    organizaciones patronales, fuerzas armadas, Iglesia (hasta la ruptura)

    sustituan de hecho a los partidos como actores polticos principales-

    no estaba muy lejos del que algunos de estos sectores nacionalistas consideraban ideal. Aseguraba el orden, la autoridad, la cohesin

    social, la unidad de la nacin todo lo contrario del estado liberal

    al que adhera, en cambio, una buena parte de la opinin catlica.

    Lo nico que molestaba en este cuadro era Pern: personalista e

    imprevisible. Se trataba, entonces, de constituir una suerte de

    peronismo sin Pern, lo que implicaba mantener en pie tanto al PP como

    a la CGT para permitir luego su cooptacin. Esta tendencia planteaba

    entonces el lema Ni vencedores ni vencidos, que retomaba el de

    Justo Jos de Urquiza despus de la batalla de Caseros, en 1852.

    Pero este proyecto se enfrentaba a varias dificultades. Por empezar,

    desde el exilio, Pern defendera su liderazgo nico con uas y

    dientes. En segundo lugar, los nacionalistas no disponan de ninguna figura capaz de reemplazarlo. Finalmente, los peronistas no aceptaban

    otro lder (Pern s, otro no). El nico partido poltico afn a

    estos grupos nacionalistas catlicos, que se organiz en esos das, fue

    la Unin Federal (UF).

  • 30

    Los liberales pensaban que la cooptacin de las organizaciones peronistas no era posible y que, para que pudiera funcionar un sistema

    democrtico-liberal, era preciso eliminar por completo al peronismo, no

    slo de las instituciones y de la competencia electoral, sino incluso

    de la memoria de los argentinos.

    Esta era la posicin predominante en la marina y en una parte del

    ejrcito; ellos eran los verdaderos gorilas. Contaban, adems, con el apoyo de los partidos polticos democrticos: la Unin Cvica

    Radical (UCR), el Partido Demcrata (PD), el Partido Demcrata

    Progresista (PDP), el Partido Socialista (PS) y el recientemente creado

    Partido Demcrata Cristiano (PDC). Su lema: Mayo, Caseros, Revolucin

    Libertadora.

    El 23 de septiembre de 1955, Lonardi asumi la presidencia ante una

    multitud comparable a las que sola reunir Pern en la Plaza de Mayo,

    pero de distinta composicin social y que esta vez gritaba

    libertad. Rodeado de nacionalistas catlicos (como su asesor

    Clemente Villada Achval), form su gobierno con ministros de las dos

    tendencias (Mario Amadeo, nacionalista, en el Ministerio de Relaciones Exteriores; Eduardo Busso, liberal, en el Ministerio del Interior) y no tom ninguna medida contra el PP ni contra la CGT. Por ello, fue blanco

    de las crticas de los sectores liberales y de los partidos democrticos, que haban aceptado colaborar con el gobierno

    integrando una Junta Consultiva presidida por el contraalmirante Rojas.

    Finalmente, cuando Lonardi intent reforzar el ala nacionalista de su gabinete con el nombramiento de un ministro de esa tendencia, los

    miembros de la Junta Consultiva renunciaron (Rojas s, nazis no,

    coreaban sus partidarios) y el 13 de noviembre el presidente fue

    obligado a dimitir. El general Pedro Eugenio Aramburu, jefe del ala

    liberal, asumi la presidencia en su reemplazo, y Rojas continu ejerciendo la vicepresidencia, fortalecido por la nueva situacin.

    La Junta Consultiva se reconstituy, eliminando a los representantes de

  • 31

    la UF que no se haban solidarizado con los dems y reemplazndolos por

    miembros del PDC. El intento nacionalista haba fracasado, llegaba la hora de la desperonizacin.

    La desperonizacin

    El modelo era la desnazificacin de Alemania despus de la Segunda Guerra Mundial: se trataba de eliminar totalmente el peronismo de la

    poltica y aun de la cabeza de los argentinos. La identidad poltica

    peronista deba disolverse y sus partidarios seran absorbidos por los

    partidos democrticos, que expresaran las distintas corrientes de

    opinin y competiran libremente por el gobierno en un sistema en el

    que la mayora respetara los derechos y libertades de las minoras.

    Para este lavado de cerebros, el gobierno contaba con la casi totalidad de los medios de comunicacin (radios, televisin, diarios, revistas)

    que permanecan en manos del estado. En la enseanza secundaria, una

    nueva asignatura, Educacin democrtica, reemplaz a la que haba difundido la propaganda peronista con el nombre de Cultura ciudadana. La propaganda antiperonista no fue menos masiva que la del rgimen depuesto, pero su xito fue menor.

    Esta vez, la CGT reaccion, proclamando un paro general por tiempo

    indeterminado. Pero ya era tarde: la central fue intervenida y sus

    principales dirigentes detenidos e inhabilitados; lo mismo se hizo con

    los sindicatos ms importantes. Las dos ramas del PP (masculina y

    femenina) fueron disueltas, y quienes haban desempeado cargos

    pblicos durante el rgimen depuesto fueron inhabilitados. Se prohibi todo tipo de propaganda peronista, incluyendo los smbolos del partido

    y los nombres de sus lderes histricos; para evitar mencionar a los

    innombrables, la prensa hablaba, por ejemplo, de la segunda esposa

    del tirano prfugo. El cadver embalsamado de Evita fue secuestrado y

  • 32

    escondido en Europa, como para anular su poder simblico.

    Una junta de recuperacin patrimonial investig las cuentas y los

    bienes de los funcionarios peronistas y muchos fueron encausados por

    enriquecimiento ilcito. Los vestidos haute-couture y las joyas de Evita fueron exhibidos como prueba del lujo que haba rodeado a la

    abanderada de los humildes. Incluso las relaciones de Pern con una adolescente de la UES se hicieron pblicas. Sin embargo, nada de eso

    impresionaba a los destinatarios de esa propaganda, que respondan:

    Puto y ladrn, lo queremos a Pern.

    De pronto, la comedia se transform en drama: un grupo de oficiales

    retirados, suboficiales y civiles, dirigidos por el general Juan Jos

    Valle, intent organizar un levantamiento. El 9 de junio de 1956,

    veintisiete presuntos implicados fueron fusilados: los militares (entre

    ellos, el general Valle), despus de juicios sumarios, en

    establecimientos castrenses; los civiles, en forma clandestina, en los

    basurales de Jos Len Surez, inaugurando la prctica del terrorismo

    de estado. Haca casi un siglo que no se aplicaba en Argentina la pena

    de muerte por razones polticas (con la excepcin del anarquista

    Severino Di Giovanni), pero estos fusilamientos slo fueron recibidos

    con horror por los peronistas, que, desde entonces, llamaron

    fusiladora a la revolucin. En cambio, casi todos los

    democrticos coincidieron con la aprobacin de Amrico Ghioldi:

    Se acab la leche de la clemencia. Poco despus, caos (bombas artesanales) y sabotajes revelaban la actividad de una resistencia

    peronista. Catorce aos ms tarde, los fusilamientos de 1956 fueron uno

    de los cargos presentados por Montoneros para justificar la ejecucin de Aramburu.

    En marzo de 1957, se fug del penal de Ro Gallegos un grupo de presos

    polticos entre los que se contaban Hctor J. Cmpora (ex presidente de

    la Cmara de Diputados), Jos Espejo (ex secretario general de la CGT),

    Guillermo Patricio Kelly (dirigente de la Alianza Libertadora

  • 33

    Nacionalista), el empresario Jorge Antonio y el futuro inspirador del

    peronismo revolucionario, John William Cooke. Para otros cientos de

    peronistas, la libertadora signific aos de prisin y de

    persecusiones.

    Volver al campo

    En cuanto a la situacin econmica, Lonardi haba encargado a Ral

    Prebisch, prestigioso secretario general de la Comisin Econmica para

    Amrica Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas, un estudio, del que

    pronto present un informe preliminar. Este sealaba, como principal problema, el cuello de botella del sector externo: el valor de las

    exportaciones era insuficiente para adquirir los insumos necesarios

    para la industria. La culpa se atribua al rgimen depuesto, que haba desalentado la produccin agropecuaria utilizando las divisas generadas

    por las exportaciones para financiar al sector industrial; dilapidado

    las reservas de oro y divisas en la repatriacin de la deuda externa y

    las nacionalizaciones y favorecido a la industria liviana a expensas de

    la produccin de energa y de la industria pesada. El otro problema que

    este informe detectaba era la inflacin, consecuencia de la poltica

    monetaria y salarial expansiva, el dficit fiscal y la emisin para

    cubrirlo.

    Las propuestas incluan entonces una serie de medidas para estimular la

    produccin agropecuaria y las exportaciones tradicionales; otras,

    destinadas a reducir el gasto pblico (racionalizacin de la

    administracin, privatizacin de empresas pblicas, eliminacin de

    subsidios). Recomendaba tambin recurrir al capital extranjero, en

    forma de inversiones directas o de crditos, y reducir la intervencin

    del estado en la economa y las excesivas reglamentaciones que pesaban

    sobre esa actividad.

    Algunas de estas recomendaciones fueron puestas en prctica:

    devaluacin del peso; unificacin del tipo de cambio y fluctuacin en

  • 34

    un mercado libre; adhesin al FMI y al Banco Mundial. Las medidas

    favorables al agro (tipo de cambio elevado, escasa imposicin a las

    exportaciones) eran criticadas por los sectores industrialistas, que

    acusaban al gobierno de pretender retornar a una economa agro-

    exportadora (las caricaturas de la poca representaban a Aramburu como

    una vaca). Pero no hubo una poltica econmica coherente ni continuada:

    en tres aos se sucedieron cuatro ministros de economa.

    En cambio, s se avanz decididamente en la recuperacin de la

    disciplina laboral. Con la disolucin de las comisiones internas y con el apoyo del estado, patrones y gerentes pudieron afirmar su autoridad

    en los lugares de trabajo y racionalizar los procesos productivos, aumentando la intensidad del trabajo y despidiendo personal. Esos

    despidos solan ser selectivos y afectaban a los delegados ms activos,

    considerados como obstculos a la productividad, en un clima de

    revancha patronal. La suspensin de los convenios colectivos, por su

    parte, signific una cada del salario real que disminua el coste del

    trabajo. Multitud de huelgas se convocaban para protestar contra este

    deterioro pero, con los sindicatos intervenidos y el apoyo del estado a

    los patrones, pocas tenan xito. Todo eso reforz la identificacin de

    la clase obrera con el peronismo: los hechos eran ms elocuentes que la

    propaganda oficial.

    En septiembre de 1957, se intent la normalizacin de la CGT, pero el

    Congreso normalizador mostr una profunda divisin del movimiento

    obrero, paralela a la que atravesaba al conjunto de la sociedad. Por un

    lado, los 32 gremios democrticos, antiperonistas, recuperados muchos de ellos por sus antiguos dirigentes socialistas; por otro, las 62 organizaciones peronistas, que incluan a los sindicatos ms importantes. Inhabilitados los antiguos dirigentes y poco preparados

    para gestionar una situacin tan conflictiva con el gobierno- una nueva

    capa de sindicalistas comenzaba a emerger: sus figuras ms

    representativas seran Jos Alonso de la Asociacin Obrera Textil (AOT)

    y Augusto T. Vandor de la Unin Obrera Metalrgica (UOM).

  • 35

    En ese contexto, aumentaron las tensiones dentro de las fuerzas armadas

    alrededor de la fijacin de un cronograma para la salida electoral. La

    enigmtica frase de Aramburu, Ni un minuto antes ni uno despus, ya

    no bastaba. La marina y los sectores ms gorilas del ejrcito no queran llamar a elecciones antes de terminar la desperonizacin, eran denominados quedantistas. La mayora del ejrcito, temiendo las divisiones internas que produca la permanencia en el poder, prefera

    hacerlo cuanto antes. Pero: a quin se le entregara el poder?

    Para algunos, slo deba entregarse el poder a un partido poltico que

    se identificara con la revolucin libertadora: eran los

    continuistas; otros pensaban que deba entregarse a quienquiera ganara las elecciones y que el ejrcito deba retirarse del terreno poltico:

    eran los profesionalistas. El debate no era abstracto, porque se refera a los partidos que podan obtener realmente la mayora

    electoral: las dos fracciones en que se haba dividido la UCR: la UCR

    del Pueblo (UCRP), prxima al gobierno, y la UCR Intransigente (UCRI),

    que se opona a su poltica econmica y a la desperonizacin. Tambin se haban dividido los conservadores en un Partido Demcrata Nacional

    (PDN), antiperonista, y un Partido Conservador Popular (PCP, Vicente

    Solano Lima) prximo al peronismo. El PS se escindi en un PS

    Democrtico (PSD, antiperonista, Amrico Ghioldi) y un PS Argentino

    (PSA, Alfredo Palacios, que trataba de recuperar la confianza de los

    trabajadores).

    En este contexto, para saber a qu atenerse en cuanto al peso relativo

    de estas fuerzas polticas, el gobierno de facto decidi convocar a elecciones para reunir una convencin constituyente, antes de las

    elecciones presidenciales.

    El recuento globular

    La reunin de una convencin no era, en realidad, indispensable. El

    gobierno haba derogado por decreto la constitucin de 1949 y pocos

  • 36

    pensaban introducir modificaciones sustanciales a la de 1853. Pero la

    eleccin de julio de 1957 sirvi para despejar las incgnitas en cuanto

    al panorama poltico real, por eso se habl de un recuento globular. Para que fuera ms preciso (y para aumentar la representacin de los

    pequeos partidos) se estableci un sistema de representacin

    proporcional. No hubo grandes sorpresas: el peronismo, pese a no

    disponer de ninguna estructura organizativa ni de medios de difusin,

    obtuvo ms de dos millones de votos en blanco, el 24 por ciento del

    padrn electoral. Si a ello se le suman casi un milln de abstenciones

    lo que, por cierto, es discutible- llegara al 35 por ciento. Segua

    siendo, pues, la primera minora.

    Los dos partidos radicales obtenan porcentajes ms o menos similares

    (UCRP 24 por ciento, UCRI 21 por ciento) y el 30 por ciento restante se

    divida entre los otros partidos democrticos (18% del padrn), el

    partido comunista (PC), la UF, y una treintena de pequeos partidos.

    La convencin constituyente no lleg a funcionar mucho tiempo: al

    retirarse los convencionales de la UCRI que no reconocan su

    legitimidad-, y luego los sabattinistas y conservadores, qued sin

    qurum para sesionar. La actividad poltica se concentr entonces en la

    preparacin de las elecciones presidenciales, convocadas para el 24 de

    febrero de 1958.

    El recuento haba demostrado que ningn partido alcanzaba, en forma aislada, una mayora suficiente. Las alianzas polticas que Yrigoyen

    haba bautizado contubernio- recordaban demasiado a las de la dcada infame, igualmente condenada por peronistas y radicales. Ambas fracciones de la UCR eran dirigidas por miembros de la tendencia

    denominada intransigente, particularmente hostil a las alianzas extra-partidarias. No haba muchas alternativas: ganara las presidenciales

    quien obtuviera el voto peronista. Tampoco en esto haba muchas

    posibilidades: el nico candidato que poda pretenderlo era Frondizi.

    Lder del Movimiento de Intransigencia y Renovacin y presidente del

  • 37

    comit nacional de la UCR desde 1954, Frondizi haba dirigido la

    oposicin al peronismo, bsicamente en el mbito parlamentario. Joven y

    brillante intelectual, representaba la tradicin ms progresista del

    radicalismo (el programa de Avellaneda de 1945), cuyas ideas y estilo

    haba modernizado considerablemente.

    Pero todo esto despertaba tambin reacciones contrarias, no slo del

    sector unionista, minoritario en el partido, sino tambin entre los sabattinistas e incluso dentro de su propia tendencia, por ejemplo,

    Ricardo Balbn en la provincia de Buenos Aires. La proclamacin de su

    candidatura presidencial por la convencin nacional en noviembre de

    1956 precipit la divisin. Desde entonces, las dos UCR se fueron

    diferenciando, principalmente, debido a sus posiciones frente al

    gobierno. Mientras la UCRP, dirigida por Balbn, apoyaba en trminos

    generales la poltica liberal (el ministro del Interior perteneca a este partido), la UCRI adoptaba progresivamente actitudes cada vez ms

    crticas frente a la poltica econmica y la proscripcin del

    peronismo. Eso le permitira acercarse a los dirigentes peronistas y

    facilitara el camino de la negociacin.

    En esa negociacin, tanto Frondizi como Pern tenan algo que ofrecer y

    algo que ganar. Pern poda ofrecer dos millones de votos; Frondizi, la

    posibilidad de llegar al gobierno en las condiciones impuestas por la

    libertadora. Pagara esos votos prestados con la legalizacin del partido y la devolucin de los sindicatos. El pacto, negociado por

    Rogelio Frigerio y John W. Cooke y mantenido secreto, permiti el

    triunfo de Frondizi pero se convirti, tambin, en el principal

    problema que debi enfrentar su gobierno.

    Los vencedores vencidos

    Es el ttulo de un libro sobre la revolucin libertadora que

    expresa cabalmente el sentimiento de sus partidarios ante el triunfo de

    Frondizi, que era tambin el triunfo de Pern. El fracaso de estos

  • 38

    libertadores en su objetivo principal eliminar el peronismo- determinara en gran medida la evolucin poltica de las dcadas

    siguientes.

    Algo parecido haba ocurrido en 1930. El ejrcito, dirigido por el

    general Jos F. Uriburu, haba intentado entonces eliminar la supuesta

    demagogia yrigoyenista, sustituyendo el sistema democrtico-liberal por un sistema corporativo. Al fracasar, debi ceder el poder a los

    partidos liberales conservadores, que slo pudieron evitar el retorno

    de la demagogia recurriendo al fraude patritico durante todo el decenio.

    Slo el rgimen militar de 1943 a 1946 haba logrado introducir cambios

    duraderos en el sistema poltico y asegurar su continuidad mediante el

    triunfo electoral. Pero el artfice de ese xito haba sido Pern, y no

    haba ningn Pern entre los libertadores.

  • 39

    Gobiernos bajo tutela

    Desde 1930, los militares argentinos se sentan obligados a salvar a la patria cada diez aos aproximadamente (1930, 1943, 1955, 1966, 1976). Ante una crisis poltica, consideraban que haba llegado la hora de la espada, nica que poda cortar el nudo gordiano, y tomaban el poder, sin encontrar demasiada resistencia y con el apoyo de los sectores

    civiles ms o menos amplios que solan pedir su intervencin. Pero,

    hasta 1966, siempre haban considerado esta toma del poder como una

    situacin transitoria y, dos o tres aos despus, restablecan el

    sistema constitucional.

    Claro que, para que la revolucin no hubiera sido en vano, todas

    trataban de dejar un heredero, consustanciado con el proyecto militar y

    dispuesto a continuarlo. Los nicos que lo lograron plenamente fueron

    quienes gobernaron entre 1943 y 1946. Pern se presentaba como el

    continuador de la revolucin del 4 de junio, y ese fue el argumento principal que llev a la mayora de los militares de la poca a apoyar

    su candidatura y, luego, su gobierno, y que dej a los sectores anti-

    peronistas de las fuerzas armadas en minora hasta 1955.

    La revolucin libertadora no tuvo la misma suerte: su heredera

    legtima, la UCRP, a pesar de contar con el apoyo del gobierno, fue

    derrotada por el pacto Pern-Frondizi. Los militares se retiraron del

    poder con amargura y, a partir de entonces, el sndrome se transform

    en una enfermedad permanente. Autoproclamados custodios de la libertad, la democracia y la civilizacin occidental y cristiana (es decir, del antiperonismo y el anticomunismo), se impusieron el deber de vigilar

    constante y atentamente a los gobiernos elegidos para que no atentaran

    contra esos principios fundamentales, y de intervenir cuando tomaran un

    rumbo que crean equivocado. Es lo que Alain Rouqui llam golpe de

    estado permanente.

    Elegido por ms de cuatro millones de votos (contra los dos millones y

    medio obtenidos por Balbn), Frondizi era mirado con especial

  • 40

    desconfianza por los militares. Era un intelectual es decir, alguien

    retorcido y capaz de embrollar con su dialctica-, que haba firmado un

    pacto con el diablo (a quien deba al menos la mitad de sus votos) y, para colmo, disimulaba sus ideas comunistas,, ya que haba sido secretario de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (Para el

    lector extranjero o demasiado joven, habra que recordar que, en el

    lenguaje de los militares argentinos, comunista era lo que en pases menos advertidos se llamaba progresista, es decir, la ideologa ms nociva y peligrosa.que se poda portar)

    Porque, al mirar ms all de las fronteras del pas, esos militares

    haban descubierto que el peronismo poda ser la antesala de otra

    amenaza ms general: el comunismo. As, cuando las elecciones

    provinciales de Mendoza, en marzo de 1959, mostraron un fuerte

    incremento de votos por el PC (que duplic los recibidos el ao

    anterior), cundi una ola de pnico entre los militares macartistas: el

    tan temido trasvase del peronismo al comunismo se estaba realizando. Un

    mes despus, Frondizi fue obligado a prohibir toda actividad del PC y

    de sus organizaciones afines -que haban apoyado su candidatura-,

    clausurando sus locales y publicaciones. Con eso, por cierto, no

    bastaba: se sostena que el comunismo era experto en todo tipo de

    infiltraciones, por lo cual era preciso redoblar la vigilancia para que

    el sospechoso presidente no precipitara al pas en un abismo.

    Las traiciones de Frondizi

    Los comunistas no seran los nicos en sentirse traicionados por

    Frondizi. ste haba introducido tambin en la Argentina las ideas

    desarrollistas, en boga por entonces en Amrica Latina y el Tercer Mundo, divulgadas en especial por un difundido libro del economista

    norteamericano Walt Whitman Rostow, Las etapas del desarrollo econmico. Despus de analizar el proceso que haba llevado a su situacin actual a los pases desarrollados, Rostow conclua que los

  • 41

    subdesarrollados deban seguir el mismo camino: a partir de un determinado momento (el take-off o despegue) la produccin industrial superara a la agropecuaria; sta aumentara su productividad

    permitiendo el traspaso de mano de obra al sector secundario; la

    industria pesada completara la estructura productiva y el pas ira

    sustituyendo sus exportaciones de materias primas y alimentos por

    manufacturas de mayor valor agregado, reduciendo los efectos del

    deterioro de los trminos del intercambio y su dependencia de los

    pases centrales. Se iniciara as un periodo de crecimiento autosustentado que lo llevara al desarrollo. .

    Pero, mientras que ese proceso haba sido espontneo en el siglo XIX, a

    mediados del XX era preciso provocarlo, lo cual implicaba una voluntad

    poltica. Para producir el take-off se necesitaba una inversin masiva de capitales que, dada la escasez del capital privado en los pases

    subdesarrollados, slo poda provenir del estado y de la inversin extranjera. El primero realizara las inversiones menos rentables a

    corto plazo (infraestructuras, energa, industria pesada), atrayendo al

    capital extranjero para las ms rentables y dinmicas (como la

    industria del automvil). Una reforma agraria permitira modernizar la

    agricultura y ampliar el mercado interno.

    Fue a partir de estas ideas que Frondizi haba criticado la poltica

    econmica de la revolucin libertadora. Segn Frondizi, esta

    poltica, favorable al sector agropecuario, pretenda un imposible

    retorno a la Argentina agroexportadora anterior a 1930 y negaba la

    importancia adquirida desde entonces por la industria. Adems, iba

    acompaada por un deterioro del salario real y de la participacin de

    los asalariados en el ingreso nacional (que, efectivamente, durante la

    libertadora haba pasado del 50 al 45 por ciento)

    Para combatirla, Frondizi llamaba a la formacin de un frente nacional y popular, integrado por los sectores progresistas de la burguesa nacional, la clase obrera y los sectores populares. En este sentido,

  • 42

    coincida con la propuesta del PC, lo cual le gan el apoyo inicial de

    ste. La prestigiosa revista Qu sucedi en 7 das, dirigida por Rogelio Frigerio, difunda estas ideas en los medios juveniles y de

    izquierda.

    Para completar la marcha hacia una economa industrial integrada segn esta propuesta- la Argentina deba desarrollar fundamentalmente las

    industrias bsicas (siderurgia, qumicas, cemento), las que elaboraban

    bienes de produccin (maquinaria, tractores) y de consumo duraderos

    (automviles, camiones). Una parte de las divisas necesarias para

    equipar esas industrias podra obtenerse del autoabastecimiento en

    petrleo, que representaba alrededor de un 20 por ciento del valor de

    las importaciones. Otra, del capital extranjero, cuya inversin en

    Amrica Latina era impulsada en los Estados Unidos por la Alianza para el Progreso de John F. Kennedy. El estado completara la red vial, permitiendo as la integracin del territorio, y producira tambin la

    energa elctrica necesaria. Era el programa que segua Brasil desde

    1956 (impulsado por Juscelino Kubitschek) y que, aplicado en forma

    coherente y continuada, tendra all un xito considerable.

    Pero lo que ms contribuy a la popularidad de Frondizi fue su posicin

    sobre el petrleo. La importacin de combustible pesaba cada vez ms en

    la balanza comercial. Ese fue uno de los motivos que llev a Pern a

    negociar un contrato con la Standard Oil para que sta lo produjera en

    el pas. Pero esto chocaba con un tab de la poltica argentina: el que

    reservaba el monopolio de todas las etapas de la actividad petrolera a

    Yacimienos Petrolferos Fiscales (YPF). Frondizi fue uno de los ms

    agudos crticos de ese contrato y escribi un libro, Petrleo y poltica, sobre el poder de las grandes empresas petroleras, la amenaza que representaban las concesiones para la independencia econmica y la

    soberana nacional y la necesidad de mantener el monopolio de YPF. Fue

    sobre todo este discurso anti-imperialista el que le vali el apoyo de

    la mayor parte de la izquierda argentina, as como de los grupos

    nacionalistas.

  • 43

    Cul no sera la sorpresa de esos sectores y tambin la del propio

    partido del presidente cuando, en julio de 1958, se supo que el

    gobierno haba firmado una serie de contratos (que ste llamaba

    locacin de obras y la oposicin, concesiones) con varias empresas norteamericanas, sin que mediara ninguna discusin pblica ni

    parlamentaria. Frondizi presentaba los contratos como el comienzo de la

    batalla del petrleo, que llevara al autoabastecimiento; distingua entre nacionalismo de medios y de fines, entre la teora y la prctica, etctera. Para los que haban apoyado sus posiciones anteriores fue una

    simple traicin a sus compromisos electorales. Los partidos opositores

    declararon que no reconoceran la legitimidad de esos contratos y el

    vicepresidente Alejandro Gmez, que se opona a este giro, por lo cual

    era acusado de conspiracin, renunci.

    Entre la estabilizacin y el desarrollo

    El programa desarrollista pronto tuvo que ceder la prioridad a

    preocupaciones ms inmediatas: a fines de 1958, la inflacin alcanzaba

    un 68 por ciento. Reflejaba, en parte, el aumento salarial del 60 por

    ciento, con el que Frondizi comenz a pagar su deuda al sindicalismo

    peronista y que los empresarios rpidamente trasladaron a los precios.

    Pero tambin se deba al financiamiento del dficit fiscal mediante la

    emisin. El gobierno lanz entonces un plan de estabilizacin bastante

    ortodoxo: mercado de cambios nico y libre, con devaluacin del peso;

    reduccin del gasto pblico (limitacin de salarios y congelamiento de

    vacantes para el personal del estado; suspensin de inversiones

    estatales; aumento de tarifas de los servicios pblicos) Eso no

    impidi que la inflacin siguiera subiendo ( alcanz el 129 por ciento

    en 1959) y que el gobierno recurriera, en junio de ese ao, a quien

    deca tener la frmula mgica para frenarla: el capitn-ingeniero

    lvaro Alsogaray, conocido por su ortodoxia liberal, en las antpodas

    de las teoras desarrollistas. Hermano de un prestigioso general y muy

  • 44

    popular entre los militares y las corporaciones empresarias -aunque

    considerado poco serio por sus colegas-, Alsogaray continu en la misma

    lnea y logr una cierta estabilidad, financiada en gran parte por el

    crdito externo (FMI). Aunque presentada como provisoria (por medio de

    una frase que se hizo famosa: hay que pasar el invierno), esta

    poltica desemboc en una recesin que contrastaba demasiado con el

    desarrollo prometido y aument la decepcin de quienes haban votado un

    proyecto distinto.

    Otras medidas, ms acordes con la perspectiva desarrollista, estaban

    contenidas en la nueva ley de radicacin de capitales, que ampliaba las

    ventajas concedidas al capital extranjero por la ley dictada a fines

    del peronismo, en especial en cuanto a remisin de beneficios y

    repatriacin de capitales. Los contratos petroleros haban sido muy

    bien recibidos en el exterior y comenzaban a cambiar la imagen de una

    Argentina hostil al capital extranjero. Las inversiones

    norteamericanas, as como las europeas (francesas, italianas,

    alemanas), aumentaron en forma explosiva: de 20 millones de dlares en

    1957 pasaron a 248 millones dos aos despus, y a 348 millones en 1961.

    La mayor parte de estas inversiones se realiz en el sector de las

    industrias qumicas (particularmente petroqumicas) y, sobre todo, del

    automvil, cuya produccin se triplic en tres aos. Mientras tanto, el

    estado invirti en la siderurgia (Somisa), la electricidad (Segba), la

    red vial (que, a su vez, estimulaba la produccin de cemento). Tambin

    se logr el autoabastecimiento de petrleo, y en 1960 y 1961 el

    crecimiento del producto bruto interno (PBI) alcanz un promedio del 8

    por ciento, comparable al de los primeros aos del peronismo.

    En cambio, no se solucion el problema de la balanza comercial. El

    crecimiento de la produccin industrial, si bien permiti sustituir

    ciertas importaciones (bienes de consumo), aument otras (materias

    primas, equipos); el denominado coste argentino no permita a las

    nuevas industrias competir en los mercados externos, de modo que las

  • 45

    exportaciones siguieron siendo las tradicionales, poco estimuladas por

    las polticas desarrollistas. El dficit de la balanza de pagos se

    financiaba con prstamos del FMI, el Eximbank y la banca privada

    extranjera. La independencia econmica que, segn las teoras

    desarrollistas, estara al final del camino, tardaba en vislumbrarse.

    Un presidente criptocomunista

    Quizs para compensar esas desilusiones, Frondizi trat de cumplir, al

    menos, con otra de sus promesas electorales: una poltica exterior

    independiente. La ocasin de demostrarla se present con la cuestin de

    Cuba. Desde que Fidel Castro proclam el carcter marxista-leninista de

    su revolucin, los Estados Unidos iniciaron una campaa para aislar a

    Cuba y expulsarla de la Organizacin de Estados Americanos (OEA).

    Frondizi reiter entonces los tradicionales principios de la poltica

    exterior argentina: autodeterminacin de los pueblos y no intervencin.

    La eleccin de Alfredo Palacios como senador por la Capital Federal en

    febrero de 1961, con el voto de casi toda la izquierda y buena parte

    del peronismo, despus de una campaa basada en la defensa de la

    revolucin cubana, mostraba que el tema era movilizador y daba rditos

    electorales. Poco despus, Frondizi se entrevistaba en secreto con el

    ministro de Industria cubano, Ernesto Che Guevara, quien asista a

    una conferencia interamericana en Montevideo. Finalmente, en la reunin

    de cancilleres de Punta del Este, en 1962, la Argentina se abstuvo en

    la votacin de las sanciones propuestas contra Cuba. Los militares

    descubrieron entonces algo que ya sospechaban: Frondizi era cripto-

    comunista. Al poco tiempo, el gobierno argentino era obligado a

    romper relaciones con La Habana.

    La ltima supuesta traicin de Frondizi se vincula a la enseanza: la

    UCR haba favorecido el triunfo de la Reforma Universitaria de 1918,

    que postulaba, entre otras cosas, el monopolio del otorgamiento de

    ttulos habilitantes por las universidades estatales. Para ganarse la

  • 46

    buena voluntad de la Iglesia y de los sectores catlicos, el gobierno

    de Frondizi reconoci ese derecho a las universidades privadas (en

    aquel momento casi todas catlicas). Eso desencaden la lucha entre los

    partidarios de la enseanza laica y los de la enseanza denominada

    libre, que compitieron entre s en enormes manifestaciones.

    Pero, en realidad, no eran estos problemas los que ms ocupaban la

    atencin de Frondizi. Su principal preocupacin era la supervivencia de

    su gobierno, que deba transitar por un estrecho sendero entre las

    presiones del peronismo y las de los militares.

    En la cuerda floja

    Efectivamente, si era posible traicionar a comunistas, desarrollistas,

    anti-imperialistas y reformistas sin mayores consecuencias, no era

    posible hacer lo mismo con el peronismo. Cada decisin que Frondizi

    tomaba para cumplir con sus compromisos con el peronismo implicaba un

    choque con los militares. Mantener el equilibrio sobre esa cuerda floja

    obligaba a toda clase de contorsiones y malabarismos, que parecan

    confirmar la reputacin de maniobrero inescrupuloso del presidente

    maquiavlico.

    Los compromisos de Frondizi con el peronismo eran fundamentalmente dos:

    la devolucin de los sindicatos intervenidos a sus dirigentes y la

    legalizacin del partido. Por empezar, dict una amnista poltica y

    sindical, que pona fin a las inhabilitaciones de dirigentes. Luego,

    una Ley de Asociaciones Profesionales similar a la que haba regido

    durante el peronismo, que reconoca un sindicato nico por rama,

    estableca la retencin de las aportaciones a los sindicatos por los

    empleadores y aseguraba a las organizaciones sindicales el control de

    las obras sociales, una de las fuentes principales de sus finanzas.

    Adems, fueron levntandose las intervenciones, lo que permiti la

  • 47

    normalizacin de esas organizaciones.

    Toda esta poltica era denunciada por la oposicin y sobre todo por

    las 32 organizaciones- que vean en ella una entrega de los sindicatos

    a los dirigentes peronistas. Desde 1955, los sindicalistas denominados

    libres (socialistas y radicales) intentaron recuperar las

    organizaciones que antes del peronismo haban estado en sus manos.

    Algunos, con el apoyo de comandos cvicos, ocuparon los locales sindicales, mientras que otros colaboraban con los interventores

    militares como asesores. No obstante, cuando se llevaron a cabo las

    elecciones, slo en muy pocas organizaciones estos sindicalistas

    lograron legitimar sus posiciones por medio del voto. En la mayora de

    los sindicatos en especial en los ms grandes- triunfaban los

    candidatos peronistas. No eran, en general, los viejos dirigentes,

    anteriores al 55, sino una nueva generacin formada en los forcejeos

    con la libertadora, como el nuevo secretario general de la UOM,

    Augusto T. Vandor, que diriga tambin las 62 organizaciones

    peronistas.

    En cuanto a la CGT, que Aramburu haba puesto en manos de una comisin

    administrativa provisoria integrada por miembros de las 32

    organizaciones, fue intervenida hasta 1962 y entregada entonces a la

    Comisin de los 20, formada por mitades por miembros de las 62 y por

    independientes, que convoc el Congreso que deba concretar su

    normalizacin.

    Esto no era visto con buenos ojos por los militares quienes, sin

    embargo, tuvieron que aceptar que la intervencin de los sindicatos no

    poda ser permanente y que no era posible forzar la eleccin de los

    afiliados. El proceso de normalizacin sindical fue acompaado por un

    incremento de las huelgas, a travs de las cuales los asalariados

    trataban de recuperar un poder adquisitivo devorado por la inflacin.

    El aumento otorgado por Frondizi al tomar el gobierno pronto se esfum,

    y la prrroga por un ao de los convenios colectivos signific un

  • 48

    congelamiento de los salarios en momentos de fuerte inflacin. La

    perdida de poder adquisitivo hizo que la participacin de los salarios

    en la renta nacional bajara del 45 al 38 por ciento.

    Los conflictos fueron volvindose ms duros. Frente a las huelgas

    ferroviarias de 1958 y 1961, el gobierno recurri a la movilizacin, es decir, a la colocacin de los huelguistas bajo jurisdiccin militar. La

    ocupacin del frigorfico municipal Lisandro de la Torre contra su

    privatizacin fue severamente reprimida (dos mil soldados, cuatro

    tanques, noventa y cinco detenidos, cinco mil cesantes), lo mismo que

    la huelga general de solidaridad que la acompa, con sindicatos

    intervenidos y dirigentes detenidos. La represin fue respondida por

    actos de sabotaje y atentados con bombas de la resistencia peronista.

    Ante esta situacin, el gobierno estableci el plan Conintes (Conmocin

    interior del estado), que extenda la jurisdiccin militar a los actos

    terroristas. Cientos de militantes sindicales y polticos fueron

    detenidos y muchos de ellos condenados por tribunales militares. Desde

    el punto de vista sindical, la integracin propuesta por el desarrollismo haba fracasado totalmente.

    Desde el punto de vista poltico, esa integracin no marchaba mejor. Frondizi haba derogado los decretos de la libertadora que

    prohiban la propaganda peronista, lo que permiti la formacin de

    partidos neo-peronistas a nivel provincial. Pero cuando algunos de

    ellos incluyeron a Pern entre sus candidatos, Frondizi tuvo que

    vetarlo. En junio de 1959, Pern dio a publicidad el pacto entre ambos,

    provocando un escndalo que estuvo a punto de precipitar la cada del

    gobierno. Ante el incumplimiento de ese pacto, Pern anunci el retorno

    al voto en blanco. La integracin poltica haba durado menos que la sindical.

    Todas estas medidas, insuficientes para Pern y sus partidarios,

    parecan excesivas a los militares, que seguan vigilando. Fueron

    atribuidas en gran parte a la influencia nefasta de Rogelio Frigerio, a

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    quien consideraban a pesar de su modesto cargo de secretario de

    Relaciones Econmico-Sociales de la presidencia- la verdadera eminencia

    gris del gobierno y el principal responsable de la infiltracin marxista en el mismo. No cejaron en sus crticas y planteos hasta conseguir su alejamiento.

    Por cierto que fueron tambin presiones militares las que provocaron la

    prohibicin del PC, la ruptura de relaciones con Cuba, el Plan

    Conintes, el veto de candidatos peronistas. Se cuentan no menos de

    treinta y cuatro planteos militares a los que el gobierno debi ceder (hay que dejarlo llegar, pero con la lengua afuera era la consigna

    atribuida a Aramburu). La amenaza de un golpe de estado era permanente

    y volva ms convincentes las sugerencias del ejrcito. Desde agosto de

    1959, ste tena un hombre fuerte, el general Carlos Severo To

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