a Érase una vez… la aventura y la magia del circo · diel, josé luis pradera, chus lampreave,...

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ntes que el cine, fue el te- atro. Y mucho antes de que existieran las obras de autores como Sófocles y Eu- rípides, ya los volatineros, artis- tas con habilidades especiales, domadores de animales y, en general, cualquier número pin- toresco, despertaban la admira- ción del público. Incluso en la Antigua Roma, cuando las obras dramáticas se habían convertido en elemento agluti- nador de la sociedad, funámbu- los y otros fenómenos eran ca- paces de robar audiencia al tea- tro. Incluso de atraer la aten- ción del emperador Marco Au- relio. Cuentan las crónicas que un día que el principal gobernan- te del Mundo Latino paseaba por las calles, después de haber despedazado a tres esclavos y contemplado cómo uno de sus leones se exhibía a costa de sus enemigos, un número mucho más pequeño llamó su aten- ción. Un niño bailaba sobre una cuerda. Brincaba sobre ella admirando a Marco Aurelio. Pero de pronto se cayó. Y el em- perador, conmovido, ordenó que, de ahí en adelante, bajo la maroma se colocaran colcho- netas protectoras. Fue una víctima, una de las muchas que ha habido en un mundo donde la habilidad se une al peligro. La anécdota la recoge el cineasta y escritor Jai- me de Armiñán (Madrid, 1927) en su Biografía del circo, un libro con el que debutó en la escritura en el año 1958 y que ahora recupera la editorial Pe- pitas de Calabaza. Se trata de una nueva edición del libro, hasta ahora casi inencontrable, con ilustraciones del pintor Juan Ignacio Cárdenas y de la Vainica Doble Carmen Santon- ja, además de Ramiro Tapia, Jo- sé R. Alonso Castrillo, Eduardo Santonja, José E. Paredes Jar- diel, José Luis Pradera, Chus Lampreave, Elena Santonja, Leo Anchóriz y Arcadio Blasco. Sus dibujos completan un rela- to en el que Armiñán repasa to- do aquello que ha convertido al circo en el mayor espectáculo del mundo. Comenzando por la música. Con sus tempos y sus ritmos, re- cuerda el autor, en esa “Sinfo- nía” inicial “está encerrado el circo entero. Sus años de histo- ria. El polvo de los caminos. El sudor. El peligro. La fuerza, el equilibrio y la risa”. Y con esa melodía Armiñán comienza un relato en que cada capítulo es un número de un espectáculo “tan antiguo como el mundo” y uno de los ingredientes que lo han convertido en lo que es hoy. El circo, reflexiona Armiñán, “quizá tuviera su origen en los asirios, que visitaban lejanas tie- rras. O en las populosas ciuda- des de la India. O en Egipto”. Esos ecos primitivos resuenan en cada capítulo. Pero Armi- ñán prefiere fijarse en “la vida del circo” desde que éste fue “entrañable compañero de nuestros abuelos: allá por el si- glo XVIII, cerca de las pelucas empolvadas, rozando las levitas románticas”. Entonces, asegu- ra, “casi en el siglo XIX”, es cuando surge “el circo moder- no”. Cuando la sociedad apren- dió a admirar “la fuerza y la des- treza” que son la sangre del cir- co. Fueron aquellos los años de figuras como Philip Astley, el le- gendario padre del circo mo- derno. Nacido en Inglaterra en 1742, en Newcastle-under- Lyme, cuando era apenas un adolescente se alistó en la caba- llería del Regimiento de Drago- nes para luchar en los campos de batalla de Europa. A la vuel- ta, creó en Londres una escuela de caballería que, años más tar- de, en 1768, se convertiría en El Cascarón del Medio Penique. Allí presentó sus primeros nú- meros de equitación, simples desfiles y exhibiciones que no eran nuevos en Londres, pero que por su perfección destaca- ron hasta auparlo a la fama. Con el tiempo, el espectáculo se completó con sombras chi- nescas, acróbatas y pirámides humanas. “Y por primera vez en la historia del circo, un clown hacía reír al público con chistes de relleno, entre número y nú- mero”, apunta Armiñán. El for- mato actual de las funciones de circo, con su combinación de música, números con animales, acróbatas y payasos, es herede- ro de aquel anfiteatro. Desde entonces, el conjunto de las artes escénicas –música, danza y teatro– conviven en el circo, por el que han pasado fi- guras como Andrew Ducrow, nacido también en Inglaterra, en 1793, y “creador genial de números de caballos”. Algunos en la misma pista de Astley, co- mo El correo de San Petersburgo, en el que cabalgaba de pie so- bre dos caballos al galope mien- tras cuatro animales en libertad giraban alrededor de ellos. Y mientras Astley y Ducrow reinaban en Alemania, en Francia triunfaba la familia Franconi con números tam- bién de equitación en los que Laurent sostenía a su hermano Henry sobre los hombros y a su mujer y a su cuñada por la cin- tura. Junto al director Dejean, los Franconi hicieron madurar al circo moderno, que cruzó fronteras hasta Alemania y los países del norte de Europa, bri- lló en Rusia y floreció en Esta- dos Unidos, donde lo caravana circense se transformó en el greatest show on Earth”, recuer- da el autor. En España, el nombre de Pri- ce estuvo desde muy pronto unido al espectáculo del circo, que se mezclaba con el teatro y que fue capaz de atraer a toda la buena sociedad. Y desde Bilbao, artistas como los Hermanos Ca- pe o el clown Chocolat han he- cho grande el nombre del circo. Los primeros, un cuarteto que unió sus iniciales para formar su nombre sobre los escenarios, triunfaron con sus chistes rápi- dos y directos. Chocolat, un cu- bano que vagaba por los mue- lles de Bilbao cuando lo descu- brió Tony Grice, se convirtió junto a Footit en la pareja que transformó el número de los pa- yasos en Francia. Sus nombres son sólo algunas de las piezas que componen la historia del circo, que aparece pavimentada con leyendas co- mo Emile Gravelet, más conoci- do como Monsieur Blondin. Hi- jo de un oficial de Napoleón, su nombre pasó a la historia cuan- do, a los 35 años, hizo “lo que parecía imposible”: cruzó, con obstáculos, las cataratas del Niá- gara. También el Sena y el Tá- mesis fueron conquistados por su equilibrio, pero al llegar al madrileño parque del Retiro, encontró cortada la maroma. Pese a ello, Blondin no cayó, ni en el Retiro ni en su carrera. Murió de diabetes a los 73 años. Otros no tuvieron tanta suerte. Porque la historia del circo, tan unida al riesgo y a la demostra- ción de habilidades, también tiene su lista de mártires. Algu- nos, como los hermanos Bron- nets, sucumbieron a la pulmo- nía, consecuencia del número cómico la Entrada del agua que les dio la fama. Otros cayeron cuando intentaban ir donde na- die había llegado antes, inten- tando dobles y triples saltos mortales. Armiñán recuerda sus nom- bres en un libro que es la histo- ria de un espectáculo que de Europa dio el salto a todos los continentes. Pero también la de un niño que, confiesa, soñó con ser domador de focas. Mucho antes de sus éxitos en el cine y en la televisión con títulos como la serie Juncal y las películas Mi querida señorita y El nido, repre- sentantes españolas en los Ós- car de 1972 y 1981, Armiñán rindió su particular homenaje al mundo del circo. Con el im- pulso de Aránzazu Riosalido, la obra vuelve ahora a ver la luz. Beatriz Rucabado A Érase una vez… la aventura y la magia del circo 6 Bilbao El cineasta y escritor Jaime de Armiñán repasa la ‘Biografía’ del ‘mayor espectáculo del mundo’ en un libro que fue su debut literario en 1958 y que vuelve a ver la luz tras años en que era casi imposible de encontrar

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ntes que el cine, fue el te-atro. Y mucho antes deque existieran las obras

de autores como Sófocles y Eu-rípides, ya los volatineros, artis-tas con habilidades especiales,domadores de animales y, engeneral, cualquier número pin-toresco, despertaban la admira-ción del público. Incluso en laAntigua Roma, cuando lasobras dramáticas se habíanconvertido en elemento agluti-nador de la sociedad, funámbu-los y otros fenómenos eran ca-paces de robar audiencia al tea-tro. Incluso de atraer la aten-ción del emperador Marco Au-relio.

Cuentan las crónicas que undía que el principal gobernan-te del Mundo Latino paseabapor las calles, después de haberdespedazado a tres esclavos ycontemplado cómo uno de susleones se exhibía a costa de susenemigos, un número muchomás pequeño llamó su aten-ción. Un niño bailaba sobreuna cuerda. Brincaba sobre ellaadmirando a Marco Aurelio.Pero de pronto se cayó. Y el em-perador, conmovido, ordenóque, de ahí en adelante, bajo lamaroma se colocaran colcho-netas protectoras.

Fue una víctima, una de lasmuchas que ha habido en unmundo donde la habilidad seune al peligro. La anécdota larecoge el cineasta y escritor Jai-me de Armiñán (Madrid,1927) en su Biografía del circo,un libro con el que debutó en laescritura en el año 1958 y queahora recupera la editorial Pe-pitas de Calabaza. Se trata deuna nueva edición del libro,hasta ahora casi inencontrable,con ilustraciones del pintorJuan Ignacio Cárdenas y de laVainica Doble Carmen Santon-ja, además de Ramiro Tapia, Jo-sé R. Alonso Castrillo, EduardoSantonja, José E. Paredes Jar-diel, José Luis Pradera, ChusLampreave, Elena Santonja,Leo Anchóriz y Arcadio Blasco.Sus dibujos completan un rela-to en el que Armiñán repasa to-do aquello que ha convertido alcirco en el mayor espectáculodel mundo.

Comenzando por la música.Con sus tempos y sus ritmos, re-cuerda el autor, en esa “Sinfo-nía” inicial “está encerrado elcirco entero. Sus años de histo-ria. El polvo de los caminos. Elsudor. El peligro. La fuerza, elequilibrio y la risa”. Y con esamelodía Armiñán comienza unrelato en que cada capítulo esun número de un espectáculo“tan antiguo como el mundo” yuno de los ingredientes que lohan convertido en lo que eshoy.

El circo, reflexiona Armiñán,“quizá tuviera su origen en losasirios, que visitaban lejanas tie-rras. O en las populosas ciuda-des de la India. O en Egipto”.Esos ecos primitivos resuenanen cada capítulo. Pero Armi-ñán prefiere fijarse en “la vidadel circo” desde que éste fue“entrañable compañero denuestros abuelos: allá por el si-glo XVIII, cerca de las pelucasempolvadas, rozando las levitasrománticas”. Entonces, asegu-ra, “casi en el siglo XIX”, escuando surge “el circo moder-

no”. Cuando la sociedad apren-dió a admirar “la fuerza y la des-treza” que son la sangre del cir-co.

Fueron aquellos los años defiguras como Philip Astley, el le-gendario padre del circo mo-derno. Nacido en Inglaterra en1742, en Newcastle-under-Lyme, cuando era apenas unadolescente se alistó en la caba-llería del Regimiento de Drago-nes para luchar en los camposde batalla de Europa. A la vuel-ta, creó en Londres una escuelade caballería que, años más tar-de, en 1768, se convertiría en ElCascarón del Medio Penique.Allí presentó sus primeros nú-meros de equitación, simplesdesfiles y exhibiciones que noeran nuevos en Londres, peroque por su perfección destaca-ron hasta auparlo a la fama.

Con el tiempo, el espectáculose completó con sombras chi-nescas, acróbatas y pirámideshumanas. “Y por primera vezen la historia del circo, un clownhacía reír al público con chistesde relleno, entre número y nú-mero”, apunta Armiñán. El for-mato actual de las funciones decirco, con su combinación demúsica, números con animales,acróbatas y payasos, es herede-ro de aquel anfiteatro.

Desde entonces, el conjuntode las artes escénicas –música,danza y teatro– conviven en elcirco, por el que han pasado fi-guras como Andrew Ducrow,nacido también en Inglaterra,en 1793, y “creador genial denúmeros de caballos”. Algunosen la misma pista de Astley, co-mo El correo de San Petersburgo,en el que cabalgaba de pie so-bre dos caballos al galope mien-tras cuatro animales en libertadgiraban alrededor de ellos.

Y mientras Astley y Ducrowreinaban en Alemania, enFrancia triunfaba la familiaFranconi con números tam-bién de equitación en los queLaurent sostenía a su hermanoHenry sobre los hombros y a sumujer y a su cuñada por la cin-tura. Junto al director Dejean,los Franconi hicieron maduraral circo moderno, que cruzófronteras hasta Alemania y los

países del norte de Europa, bri-lló en Rusia y floreció en Esta-dos Unidos, donde lo caravanacircense se transformó en el“greatest show on Earth”, recuer-da el autor.

En España, el nombre de Pri-ce estuvo desde muy prontounido al espectáculo del circo,que se mezclaba con el teatro yque fue capaz de atraer a toda labuena sociedad. Y desde Bilbao,artistas como los Hermanos Ca-pe o el clown Chocolat han he-cho grande el nombre del circo.Los primeros, un cuarteto queunió sus iniciales para formarsu nombre sobre los escenarios,triunfaron con sus chistes rápi-dos y directos. Chocolat, un cu-bano que vagaba por los mue-lles de Bilbao cuando lo descu-brió Tony Grice, se convirtiójunto a Footit en la pareja quetransformó el número de los pa-yasos en Francia.

Sus nombres son sólo algunasde las piezas que componen lahistoria del circo, que aparecepavimentada con leyendas co-mo Emile Gravelet, más conoci-do como Monsieur Blondin. Hi-jo de un oficial de Napoleón, sunombre pasó a la historia cuan-do, a los 35 años, hizo “lo queparecía imposible”: cruzó, conobstáculos, las cataratas del Niá-gara. También el Sena y el Tá-mesis fueron conquistados porsu equilibrio, pero al llegar almadrileño parque del Retiro,encontró cortada la maroma.

Pese a ello, Blondin no cayó,ni en el Retiro ni en su carrera.Murió de diabetes a los 73 años.Otros no tuvieron tanta suerte.Porque la historia del circo, tanunida al riesgo y a la demostra-ción de habilidades, tambiéntiene su lista de mártires. Algu-nos, como los hermanos Bron-nets, sucumbieron a la pulmo-nía, consecuencia del númerocómico la Entrada del agua queles dio la fama. Otros cayeroncuando intentaban ir donde na-die había llegado antes, inten-tando dobles y triples saltosmortales.

Armiñán recuerda sus nom-bres en un libro que es la histo-ria de un espectáculo que deEuropa dio el salto a todos loscontinentes. Pero también la deun niño que, confiesa, soñó conser domador de focas. Muchoantes de sus éxitos en el cine yen la televisión con títulos comola serie Juncal y las películas Miquerida señorita y El nido, repre-sentantes españolas en los Ós-car de 1972 y 1981, Armiñánrindió su particular homenajeal mundo del circo. Con el im-pulso de Aránzazu Riosalido, laobra vuelve ahora a ver la luz.

Beatriz Rucabado

A Érase una vez… la aventura yla magia del circo

6 B i lbao

El cineasta y escritor Jaime de Armiñán repasa la ‘Biografía’ del ‘mayor espectáculodel mundo’ en un libro que fue su debut literario en 1958 y que vuelve a ver la luz

tras años en que era casi imposible de encontrar