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VOVELLE, Michel. La Caída de la Monarquía 1787-1792. Barcelona: Ariel, 1979.
Rubens Vanderlan Oliveira Santos
A las vísperas del mundo de la “Ilustración”, al escribir la Scienza Nuova, el filósofo
napolitano Giambattista Vico no sabía que estaba legando a la historia un importante aporte
interpretativo. La idea de que la oposición entre clases es el motor de las transformaciones
históricas salió de Vico y, posteriormente, se enredó en las diversas explicaciones sobre los
fenómenos de transición social. Ya sea por la oposición entre aristócratas y burgueses o en
el conflicto entre los burgueses y los proletarios, los “bestioni” y “eroi” de Vico fueron
llevados lo más lejos de la historia romana1. Para el caso de la Revolución Francesa el
vínculo con Vico se da de forma directa, ya que, no sólo la dialéctica ha sido la base
explicativa de este fenómeno, sino también que uno de los primeros trabajos acerca de esta
Revolución ha sido escrito por nadie más que Jules Michelet, traductor de la Scienza Nuova
al idioma franco. Posteriormente en el siglo XX, de forma indirecta, para ser más preciso, a
través del materialismo histórico, la Revolución Francesa siguió siendo interpretada por
este juego de oposiciones. Casi que por automacia, el 14 de julio de 1789 pasó a ser
concebido por los historiadores como el cenit de las contradicciones de Antiguo Régimen,
el evento de la ruptura de un mundo tradicional.
A partir de lo que fue dicho, para señalar como la Revolución Francesa fue traducida a
través del antagonismo y de la ruptura, reseñaré el texto del conocido historiador francés
Michel Vovelle, especialista en la historia del siglo XVII y XVIII y el autor de una gran
cantidad de estudios acerca de la Francia del siglo XVIII. Para ser más incisivo, abordaré
algunos elementos presentes en el primer y segundo capítulo de su libro La Caída de la
Monarquía, 1787-1792, donde su interpretación basada en el materialismo histórico
dialectico queda bien plasmado.
En el primer capítulo, El Antiguo Régimen, Vovelle intenta aclarar sobre las condiciones en
que se encontraba Francia a las vísperas de la Revolución Francesa y cuales fueron
elementos que permitieron que este fenómeno ocurriera. Su explicación es realizada sobre
1 Ver, MOMIGLIANO, Arnaldo. Ensayos de Historiografía Antigua y Moderna. México: FCE, 1993.
los tres elementos que él cree ser constitutivos del Antiguo Régimen, lo económico, lo
social y lo político, siempre señalando las especificidades del norte y del sur del territorio
francés.
En lo que toca a la estructura económica, el autor nos informa que en siglo XVIII, en
Francia, aunque ya amenazada, la feudalidad o el sistema señorial todavía seguían vigentes,
constituyéndose de los tributos y de los censos. Para el autor la realidad del régimen feudal
francés no fue monolítica, era posible encontrar una marcada distinción entre el sur y el
norte de Francia. La primera región se caracterizaba por un régimen señorial más débil,
mientras que la zona centro septentrional era marcada por relaciones señoriales más
onerosas al campesinado. Igualmente que, el arredramiento y la aparcería significaban
formas de tributo y relaciones de pose de la tierra variables en estas regiones. Independiente
de las especificidades regionales, para Vovelle, en el siglo XVIII el comportamiento y la
economía todavía eran marcadas por el feudalismo, incluso los burgueses casi siempre
buscaban adquirir bienes de raíces para convertirse en rentistas.
Acerca de los aspectos sociales, el autor parte del presupuesto de que la coyuntura del siglo
XVIII en Francia era bastante inestable. Se caracterizaba por el enfrentamiento entre una
estructura antigua (sociedad de órdenes) y la sociedad de clases (sociedad capitalista). Para
explicar esta situación Vovelle examina los tres órdenes que sostenían el sistema feudal
francés. En el caso de la nobleza el autor asevera que este era el único de los
compartimientos sociales que poseía las características de orden y clase al mismo tiempo.
Dividía entre la nobleza antigua y la nobleza parlamentaria, de formación reciente y más
abierta a hacer inversiones capitalistas, el siglo XVIII será testigo de las contradicciones en
torno a este orden. Según este historiador, el crecimiento en el número de nobles de cloche,
que representaban un grupo de presión interno, llevó a que se creara una medida de
cristalización de la nobleza. Esta señal de contradicciones internas, fue uno de los
elementos que favorecieron el enfrentamiento de clase. La situación en el universo
religioso tampoco fue amena, las diferencias entre el clero regular y el secular, así como las
diferencias jerárquicas en el seno del segundo grupo, generó una serie de mal estar. La
crisis entre el bajo y alto clero es, para Vovelle, la muestra de que la sociedad de órdenes
estaba en crisis. Por último, en lo que toca al tercer estado, el autor asevera que este era un
grupo heterogéneo y que sus delimitaciones imprecisas sólo pueden ser entendidas en
términos de clases. En suma, en lo que concierne al campo social el autor concluye que esta
situación no significó la sustitución de una sociedad de órdenes por una sociedad de clases,
sino que en este momento hubo un rompimiento del equilibrio en la forma colectiva de la
estructuración social.
El último elemento integrador del Antiguo Régimen analizado por Vovelle es el
absolutismo. En líneas generales, es posible decir que para el autor el absolutismo fue
atrapado en su propio juego. La venta de cargos públicos llevó a la formación de un sector
intermediario dentro de la propia estructura del Estado, expresa por la corte parlamentaria.
El Estado fue blanco de una progresiva ocupación y se convirtió en un instrumento al
servicio de los intereses de clase y la defensa victoriosa de los grupos intermediarios (léase
nobles con inclinación burguesa).
En el apartado Tensiones y Mutaciones, Vovelle voltea su mirada para el aspecto ideológico
de la Revolución Francesa. Según él la crisis del sistema feudal sólo se tornó relevante
cuando los franceses encontraron en la “Ilustración” su horizonte de expectativas. Eso
significó el cambio en la sensibilidad colectiva. Pero esto no explica todo, en el siglo XVIII
Francia pasó por significativas transformaciones. Este fue el momento en que en las
ciudades, en especial aquellas de la franja atlántica, el capitalismo comercial empiezo a
poner en riesgo el mundo corporativo de los artesano y la burguesía comercial dio señales
de cambio de mentalidad, rechazado la seguridad de las rentas del suelo y buscando formas
de inversión del capital. En el campo, el arredramiento dio origen a un campesinado
diferenciado, jerarquizado y contestatario de las relaciones señoriales. El aburguesamiento
social, ya sea en el campo o en las ciudades, fue determinante. Partiendo hacia el ámbito
menos privilegiado, el autor señala que el crecimiento demográfico, la baja en la calidad de
vida, el alta de los precios y de las rentas creó condiciones favorables al aparecimiento de
una clase heterogénea y desfavorecida.
Para Finalizar, queda claro que los capítulos aquí analizados proponen que la Revolución
Francesa fue un fenómeno resultante de las contradicciones presentes en el Antiguo
Régimen, en la segunda mitad de siglo XVIII, y del aparecimiento de los “bestioni” del
capitalismo comercial en la estructura del mismo sistema. La sociedad corporativa y de
órdenes se iba transformando por el dialectico movimiento histórico.