teoria, historia y critica de la antropología cognitiva reynoso

72
TEORIA, HISTORIA V CRITICA DE LA ANTROPOLOGIA COGNITIVA e·· · ..·"~).'···· .. \Yl~' ~ , ... '"'*'_0.,;.

Upload: fransheska-pewuengen

Post on 02-Jun-2015

1.544 views

Category:

Documents


23 download

TRANSCRIPT

TEORIA, HISTORIA V CRITICADE LA

ANTROPOLOGIA COGNITIVA

e··

· ..·"~).'····.. \Yl~'

~, ...

'"'*'_0.,;.

Presentacion, Alberto Rex Gonzalez 7

Introducci6n 13

Primera edici6n: Oetubre de 1986Dibujo de la portada: Bertha de Bihar, fragmento sobre motivo

preeolombino argentino "La bailarina"Diagramaci6n de la portada: Jose Luis Carmona

1. Desarrollo te6rico de la antropologia cognitiva 21

1. Fase formativa 212. Fase chisica 303. Fase de ampliaci6n y formalizaci6n 394. Fase de tecnificaci6n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 485. Fase lingliistica 566. Fase simb6lica 657. Fase estadistica e intercultural 71

II. Definiciones etnosemanticas 81

a. Analisis componencial 81b. Arboles 85c. Conjunto contrastante 136d. Dominio ~8e. Paradigmas 89f. Segregados y lexemas 92g. Taxonomias 9'3

© Ediciones BusquedaCasilla de Correo 88, Sue. 331433 • Buenos Aires· Argentina

III. Diagramas 101

1) Paradigmas 1012) Arboles 1043) Taxonomias 1054) Relaciones semanticas (I) 1055) Relaciones semanticas (II) 107

IV. Critica antropol6gica del cognitivismo 109

V. Bibliografia basica de antropologia cognitiva 131La antropologia no ha tenido en gran parte de Sud-

america ni en Argentina mayor desarrollo teorico. Peroes necesario tener en cuenta que el periodo de gran im-pulso universal de la teoria antropologica ha ocurridorecien el ultimo medio siglo y que, tal como sucede conotros aspectos de la cultura, cualquier manifestacion sedifunde tardiamente entre nosotros. Mas aun en discipli-nas cuya practica dentro del campo academico ha sidolimitada.

Sin embargo, en nuestro pais, algunas ramas de lahoy multifacetica antropologia, se cultivaron desde epocatemprana; tal es el caso de la arqueologia. Su marco teo-rico. el evolucionismo, rebasaba los limites de las cienciasnaturales, dentro de las que se habia inspirado, y alcanz6a otras disciplinas, tocando a la filosofia misma. El evo-lucionismo cultural fue a fines del siglo pasado la teoriaque dentro del marco positivista rigio el pensamiento dediversas ramas cientificas, y quiza su mayor influenciaentre nosotros fue la que se ejercio en el campo de laarqueologia. Los comienzos de esta disciplina pueden si-tuarse hacia 1880 con la aparici6n de la obra de Floren-tino Ameghino. Este fue por su formaci6n un naturalistaespecializado en paleontologia y es en esta rama del saberdonde han quedado sus logros mas importantes.

Ameghino fue un ap6stol del evolucionismo, quiza maslamarckiano que darwinista; eu pensamiento filos6fico es

do fit!? positivista y su interes en la arqueologiafinca enPlUvoluntad de probar la evolucion y antigiiedad del hom-bre y la cultura en Sudamerica, especialmente en Patago-nia y en las pampas, aunque tambien hizo trahajos decampana en sitios prehistoricos clasicos eUropeos como elde CheIles. Otros investigadores argentinos contempora-neos suyos adhirieron implicita 0 explicitamente al evo-lucionismo y profesaron manifiestamente su admiracionPOl" Ameghino, lider de esa posicion. Entre eIlos cabe men-cionar los nombres de Felix Outes y Juan B. AmbroseUi.

Pero hay otras figuras en las ciencias .del hombre delos comienzos de siglo, en las que dominan las ideas delpositivismo evolucionista; entre eIlas Jose Ingenieros,quien cultiva la sociologia y la antropologia forense, sien-do el fundador de la catedra respectiva en Ia Universi-dad de Buenos Aires; R. Senet y C. O. Bunge esbin den-iro de la misma linea de pensamiento cientifico y fUoso-fico.

Al producirse la critica del evolucionismo cultural,en las primeras decadas del siglo, y al desaparecer losesquemas propuestos POl" este, surgen diferentes modali-dades de pensamiento, cuyo unico vinculo entre sies, pro-bablemente, el r~chazo del evolucionismo clasico.En In-glaterra se crea el funcionalismo y en los E;stados UnidosnaCe el particularismo historico de Boas y su influyenteescuela, mientras que en Alemania y Austria comienza elfranco dominie de Ia escuela de los ciclos y circulos cuI-.turales, liderada POI' elPadre Schmidt, con rakes confe-sionales y en el idea:Iismo post-kantiano,

Esta escuela es la que va a ejercer una influenciadecisiva en el pensamiento antropo16gico de la Argentina.Nos lleg6 tardiamente, como nos Degan todas Ias corrien-tes culturales emanadas desde los gran des centros. Sudifusi6n entre nosotros ocurre hacia los ailos '30,cnandoesta escuela ya habia comenzado su completa declinaci6n,en el Viejo Mundo. En el resto de America Ia escuelahist6rico-culturalcareci6 POI' completo de influencia, per-

maneciendo casi desconocida. En Ia Argentina, sepro-pagoporia influencia carismatica de Jose ImbeUoni,deoxigen Italiano y perofesor de la Universidad de BuenosAires. La escuela hisMrico-cuItural 0 escuelade Viena,llen6el vado producido con Iadesapariciondel evolu-cionismo.

No deja de ser un hecho curioso que investigadoresque siguieronapegados en cierta medida a las ideas evo-lucionistas ameghinianas, politicamente liberales (Vigna-ti, Serrano, Marquez Miranda), no se manifestaron nunca·en contra de laescuela hist6rico-cultural. Es mas, algu-nos de ellos expresaron su ahierto entusiasmo ante Iaaparici6n del libro de Graebner, en abierta contradicci6ncon las ideas que representaba esa escuela y can Ia po-sici6ndemocratica-liberal de esos investigadores.

Durante un largo lapso de tiempo el dominio de, laescuela historico-cultural en la Argentina, a traves deIa catedra y de institutos de Ia Universidad de BuenosAires, fue completo. Su vocero principal. Marcelo Bor-mida, Ia llamo "EscueIa de Buenos Aires". aunQue algu-nos de sus representantes actuaban en universidades delinterior.

Solo se dieron escasas variantes teoricas, esporadicas.Asi, Raul Cortazar se acerco en sus estudios folk16ricos,al funcionalismo, mientras que otros dentro de Ia mismadiscip1i1'la. como Carlos Vega, permanecieron dentro delacorriente imbelloniana .

EI predominio de Ia escuela hist6rico-cuiturl!l1en elpais se deMo en gran medidaal netoapoyo que reei'bi6POI' su enf0que ideolOgico, ·confesional y racista, ide losdistintos gobiernos de corte totalitario que 'tllVO Ia n:Rciony que culminar(mcon el proceso m.!iHtarde 1971)-1~88.

La infIuencia de -esta teoria enal pensamiento antro-po16gico foe tal, queaunen epocas en :que ya la'S escuelasy tendencias te6ricas se haMan diversificado en todo elmundo cientifico, 10s program as deestudio de nuestrosdepartamento'S de antropologia, sobre todo en Ia Univer-

aldad de Buenos Aires; dedicaban la' mayor parte de sueontenido al estudio de la escuela de Viena y a sus di-ferentes representantes. Aun con la gran difusi6n -uni-versal alcanzada por el estrueturalismo, este no figurabaen los programas corrientes de estudio de las ciencias an-tropol6gicas de los afios '60, pese a que investigadorescomo Eliseo Ver6n y Jose SazhOn publicaban trabajossobre teoria estructuralista. En esta misma epoca, enuniversidades del interior (C6rdoba, Rosario, La Plata),las catedras de antropologia utilizaban obras de GordonChilde, e incluian en sus programas enfoques del mate-rialismo hist6rico 0 diah~ctico.

Con el advenimiento del gobierno militar de 1976,sobreviene el periodo de auge de la fenomenologia, quehabia hecho su presentacion en el anterior gobierno defacto, concentrada ahora en un centro patrocinado econ6-micamente por el Consejo Nacional de Investi14acionesCientificas y Tecnicas. Muchos de los investigadores noenrolados en esa corriente debieron exiliarse, y muchosdelos entonces j6venes antrop610gos figuraronen las lis-tas dedesaparecidos.

Hoy la teoria antropo16gica se ha diversificado enmultiples corrientes. La critic a definitiva al enfoque fe-nomeno16gico e hist6rico-cultural es lapidaria y su reem-plaza por las corrientes renovadoras un hecho indudable.

Entre los j6venesprofundamente interesados en lasnuevas corrientes te6ricas se encuentra Carlos Reynoso.quien durante esos diffciles afios de oscurantismo se man-tu'Vo al margen de la "ciencia oficial", nutriendo sus co-nocimientos en distintas escuelas y profundizando silen-cibsamente su saber. Este acucioso analisis de la antrb-pologia cognitiva es una' buena prueba de ello.

En la actualidad para los j6venes -y viejos- inte-resados en las teorias antropologicas, en nuestro pais yen Sudamerica en general, es dificil acceder a una copio-sa bibliografia, que cada dia se enriquece mas. Por otrolado, la multiplicidad y las variantes de cada una de las

escuelas del moderno pensamiento antropo16gieo, quedandesfiguradas por la falsa uniformidad con que se presenw

tan esas corrientes en los manuales en boga. ReynoRonos brinda en este trabajo una agrupaci6n sistem{1ticlty analitica de un dominio de la antropologfa cultural quono corre por los canales de un enfoque uniforme y cuyasvariantes son dificiles de aprehender para el no especia-lizado. Esta sistematizaci6n queel hace de la antropo-logia cognitiva nos habla claramente de su dominio deltema, y servira, sin duda, para el mejor conocimiento yla apertura critica de las corrientes mas importantes queexisten en el pensamiento antropol6gico contemporaneo.

No tenemos duda de la gran ayuda que este trabajoy los que pronto Ie seguiran han de prestar a la joveny entusiasta generacion que cultiva las cada vez mas des-bordantes ciencias del hombre.

Por diversas ra.·ZQnes,1a antropologfa cognitiva noha sido reseiiada adecuadamente ni desde su interior, nieotr» parte de la er6nica general de 1a teoria antropolo-gica, ni como complemento de una aproximacion critica.La easi totalidad de la bibliografia de orden hist6ricooscila entre l(i)apenas aeeptable y 10 decepcionante: elresumen de Colby (1966), por Ulil lado, apareee demasia-do,ID(i)tivadopar el interes personal de su autor por 108aspectos semanticos mas pmamente linguistieos, y porel otro abre la puerta a un cumulo indiscriminado dehipOtesis,muy poceas.de las cuales son, en rigor, cogniti-vistas. La cronica de s,turtevant (1964), que al igualQluela de Colbyproeede por amontonamiento,.padece, enpalabras de Roger Keesing (1966), "una fuerte indiges-tion programatica", sostiene una vision idealizada de 108logros cognitivistas, incluye un pOircentaje inadmisiblede errores conceptuales y, por su fecha temprana, soloataii.e a 10s:momentos iniciales €Ie 1a doctrina, previos alrele:vogeneracional que se eompletaria al caducar la de-cada. La. form.alizaci~nd.eWerner y Fenton (1973), porau parte, fie s610no historiza cab:aJmenteal cognitivis-roo, sino que tiende a presentar una caregorizaci6n ati-pica, considerablemente distinta de la de sa ortodoxia,y que no· es tampocQ 1a.<quegozaria despues de mayor

predicamento. La monografia de Colby,··Fernandez yKronenfeld (1981), a su turno, no pasa de ser una enu-meraci6n interesada en festejar a estos como los lideresde una convergencia teorica importantisima, pero cuyamisma realidad (como se vera) puede ponerse en tela de'juicio. Ni que hablar de las historias sinteticas de laetnosemantica, elaboradas desde fuera de ella 0 en unplano critico; cuando no estan sesgadas hasta la incom-prensi6n, como la de Geertz, la de Sahlins 0 la de Service,suelen despachar el expediente en un par 0 dos de pagi-nas, en las que las pretensiones desmedidas de CharlesFrake medran en convulso contubernio con los cuidado-sos razonamientos de Paul Kay, y asi POl" el estilo. Enpr61ogos, conferencias y cursillos, POl" imposici6n de labrevedad, las caracterizaciones del cognitivismo suelenser .todavia mas caricaturales: Gladwin y Sturtevant, POl"

ejemplo, han llegado a decir que dicha estrategia es "si-milar" al analisis estructural de Levi-Strauss (1962 :72),mientras que una estudiosa chilena, hace un par de ailos,deja flotando en Buenos Aires la sensaci6nde que el ana-lisis componencial y la antropologia simb6lica obedecjana parecidas inquietudes del espiritu.

Unanimemente, las resefias compactan tres decadasdeuna aventura ideologica y epistemo16gica fascinante; enun caosvirgen de toda organizaci6n anat6mica y de todataxonomia, privado de un poder explicativo capaz de darcuenta tanto del particularismo idiogrMico de Gode-nough como del comparativismo nomotetico de Brown,Berlin y Raven, de la pasi6ndescriptivista de Conklincomo de la frialdad deductiva de Stefflre. Al contrariode 10 que ocurre con la antropologia simb6lica, puede de-cirse que la antropologia cognitiva si existecomo conjun-to 0 escuela mas 0 menos unitaria. De· ello no ha de in-ferirse suuniformidad: entre lasexplicacionesde Conklinsobre las monedas y la exposici6n de Geoghegan sobrelos procesos informacionales en la cultura hay un uni-

v~rso de diferencia,aunque el fundamento te6rico supon-ga ser el mismo.

Lo concreto es que, desde su fundaci6n en 1956, laantropologia cognitiva no ha cesado de enriquecerse y di-versificarse; exponerla hoy en los mismos terminos en quefuera concebida POl" sus pioneros constituye unainexac-titud ,y un anacronismo. En 1967, como es sabido, elcognitivismo sufri6 una crisis radical, emergente de supro pia expansion y de sus propias percataciones. Fueentonces que algunos prefirieron abandonarlo, adoptan-do banderias semejantes, escogidas entre la rica panopliadel idealismo: Colby, Buchler y Selby se trasladaron prag-maticamente al terreno de la antropologia simb6lica bajoel patrocinio de Fernandez; Gerald Barreman borr6 SUSlejanas conexiones etnosemtmticas afincandose en el inte-raccionismo simb61ico de Garfinkel y Castaneda, y DellHymes se precipit6 en la dialectica critica de Stanley Dia-mond y Bob Scholte. La mayoria, sin embargo, se qued6para reformular su doctrina, segtm metodos y paradig-mas a veces muy distintos entre S1.

Result6 asi que, mientrasWerner, Perchonock yFenton optaron POl" mejorar Y reciclar la teorizaci6n ini-cial, otros, como Kay, Keesing y Geoghegan, trocaron lascategorias arcaicas heredadas del distribucionalismo POl"conceptos de naturaleza matematica, sistemica y compu-tacional; otros mas, como Lounsbury y Burling, ahonda-ron en el discurso lingiiistico, adoptando 108 novedososcriterios aportados POl" Chomsky y los transforml:\,cionalis-tas ; otros, como Kronenfeld, Basso y Rice intentaron suer-te con el simbolismo, yendo hacia el 0 dej andale entrarcomo objeto, aflojando 0 ajustando alternativamente elimpulso formal, pero permaneciendo fieles al programade Goodenough; y finalmente otros, como Berlin, Boyd,Brown, Burton, Kirk, Kay, Romney y Witkowski, desem-bocaron; como en un conjunto levistraussiano de trans-form;1ciones, en una teoria exactamente inversa a la que

habia definido e1 dogma. fundaciona1, aunque todavia reo-conocib1e como cognitivista.

Cada grupo de opciones, POl'poco que se 10quiera dis-tinguir y aunque se niegue la. c:isis a~t~dic!ll~"present~un paquete perfectamente deflmdo e IdlOmatIco de .me-todos, problemas y esbozos te6ricos de un profund.o. l1:te...res antropo16gico. La prospecci6n del corpus cogmtIVlstapermite reconocer en el cierto numero de fracturas, quedeterminan segun creemos, siete "bloques" 0 "fases", va-riables en duanto a sus supuestos previos, a sus esquemaste6ricos a sus tecnieas y a sus metodos. Ni uno solo, delmillar de trabajos etnocientifieos que hemos analizado 0entrevisto, deja de caer naturalmente en uno u otro delos siete enfoques discernidos.

En la secci6n que sigue (1), se desarrolla la histo:iainterna del cognitivismo en cada una de sus tenden~Iasy se caracterizan los parametros epistemo16gico~ ~ue Jus-tifican una distinci6n en "tases" s610muy esporadlcamen-te solapadas. Las "fases"" que hemos detinido (y .quebien podrian ser otras,. de' distinta cuali?ad he~r~stIca)pretenden mostrar otras tantas alternatlvas teo~~cas ala mano, y no meramente las etapas de una suceslo~ ques610 seria inequivoca hasta la temprana metamorfosls dela etnosemantiea inieial en "etnociencia".

Los conceptos singulares basicos del cognitivismo(anaJisis componencial, arboles, conjuntos contrastan~es,dominio, paradigma, segregados, ~exemas, taxo?,omla)han sido detallados aparte (II), cUldando de no mterfe-rir en la eomprensi6n: de las fases en los que aparece~y exponh~ndoles en su prepia dinamiea, de la que podradeducirse su utilidad, su vigencia 0 su abandone'.

La ilustraci6n graficada de las categorias etn~cien-tifica,s (III) busca clarifiear didact~c~mente su.artlcula-cion, y ya no demostrar (como es ~~~n~oen ~a hteraturatecniea) su adecuaci6n para el anallSlS de este.o aquelcontexte exotico; en otras palabras, se pretenae hacertransparente el mecanismo analitico' propio de cada una

y no osctirecerlo mediante sti apHcaci6n a tin fen6menoque sl610adquiere sentido en virtud de su diferencia.

En el apartado siguiente (IV), hemos elicitado las~riticas antr?P?16gicas y lingiiisticas del cognitivismo queJuzgamos mas Justas y esclarecedoras, algunas de las cua-les son poco conocidas y dificilmente accesibles al ladode su ponderaci6n, de las respuestas que mereci~ron y denuestros propios aportes en el plano epistemologico.

El ultimo acapite (V) concierne POl' fin a la biblio-grafia basica sobre el cognitivismo, expurgada esta vezde la multitud de referencias a estudios particularistassin interes te6rico concreto, que hace imposible recorrerlos acervos bibliograficos tradicionales como una guia delectura para el tema que se trata.

En algun momento hubo que optar entre limitarnosa pres ental' un cognitivismo "restringido" 0 atrevernosa mostrar el panorama de un cognitivismo multiple y di-versificado, sin motivos nucleares constantes. Han habi-do, en efecto, diversas "antropologias cognitivas", aludi-das bajo diferentes r6tulos en las cr6nicas reflexivas dela disciplina, y la etnosemantica es s610 una de ellas, sibien con mucho la mas importante. Incluso podria decir-se que de todas las corrientes antropologicas que hacenexpresa referencia a procesos mentales, la etnosemantieaes la menos "cognitiva" de todas, pOI' cuanto no se ocupade la cognicion en si, sino (con un claro resabio conduc-tista y empirista) del comportamiento verbal en el queaqueIIa, hipoteticamente, se manifestaria. Para decirlode otro modo, las tecnicas y los metodos de la etnoseman-tica se originan no en una psicologia del conocimiento,sino, como es publico y notorio, en la lingiiistica estruc-tural de Zellig Harris, incorporando tambien ideas deBloomfield y de Jakobson; el predicado de la "realidadpsicol6gica" del modelo organizacional revelado POl' elanaJisis de componentes semicos, seda un afiadido pos-terior, compartido POl' s6lo un pufiado de estudiosos y

carente de una teorlzaci6n concomitante sobre 10s Pl'oce-·80S mentales.

Ahora bien, Cleciamos que la etnocieneia no ha sido,en rigor, la unica antropologia susceptible de ser llamada"cognitiva". Despues de la publicaci6n de las primerasobras de Mary Douglas sobre poluci6n y tabu y de lasespeculaciones iniciales de Leach en el mismo sentido,surgi6 en Iglaterra toda una pleyade de investigadoresque se abismaron a indagar sistemas clasificatorios etno-graficos con total independencia de los estudios .norte-americanos sobre la misma problematica; entre estos au-tores, comprometidos mas bien con asuntos de ordensim-bolista, con fuertes toques de estructuralismo a la Leach-Douglas, sobresalen Stanley Tambiah (1968, 1969) yRalph Bulmer (1967).

TambHin en Inglaterra, hacia 1967, Robin Hortonreplantea el tema de la "mentalidad primitiva" y de sudiferencia 0 similitud con el pensamiento cientifico 0 conla actividad mental cotidiana del hombre de Occidente,originandose otro circulo de debate en el que los interlo-cutores mas productivos parecen ser Hallpike, MerrileeSalmon y David Cooper, y en el queel discurso se focalizade nuevo en estructuras y modalidades cognitivas.

La IPsicologia Cognitiva de Neisser, Lindsay y Nor-man tambi€m ha generado una serie continua de estudiosantropo16gicos, preocupados tanto por los aspectos cog-nitivos de la simbolizaci6n (Sperber, 1979; Klein, 1983;Ohnuki-Tierney, 1981) como por la incidencia de la cul-tura en la percepci6n y en la memoria (Cole, Gay y Glick,1968; Cole, Frankel y Sharp, 1971; Segall, CampbellyHerskovits, 1966; Gay y Cole, 1967, 1972).

Tanto los estudios etnotaxon6micos, como los que seocupan del "pensamiento salvaje" y los que abordan larelaci6n entre cognici6n y cultura, merecerian ser carac-terizados como representativos de otras tantas antropo-logias cognitivas; de hecho, Maria Jesus Bux6 usurp6,repetidamente, esa denominaci6n generica en beneficio de

Sperber (Cf. Buxo, 1978, 1983). Aqui hemos optado poruna acepci6n mas restringida, reconociendo como antro-pol?g~a.cognitiva a la variante te6rica y metodo16gica quese mlCIa con los aportes reactivos de Goodenough en laUniversidad de Yale (Goodenough, 1955, 1956) y que seprolonga hasta laB modernas investigaciones de Geoghe-gan, Randall, Brown y Witkowski sin soluci6n de conti-nuidad, a despecho de la total inversi6n del paradigma.

Nuestro propio sesgo, materialista y sistemico porel momento, torn aria absurdo cualquier reclamo de obje-tividad por nuestra parte. Cabe aclarar que en la actua-lidad, despues de haber confiado mesuradamente en el yde haberlo sometido a prueba en trabajos especificos (conresultados mas bien negativos), tendemos a relativizar elenfoque cognitivista, sin dejar de recoI1ocer su merito ysus titulos como uno de los intentos rrtas enjundiosos yapasionantes de formalizaci6n antropo16gica.

I. DESARROLLOTEORICODE LA ANTROPOLOGIACOGNITIVA

1. Fase formativa

Es una paradoja que una cortiente establecida pararevolucionar la cota de detalle y perfeccion del trabajoetnografico, no haga mas, a fin de cuentas, que resucitarunos cuantos metodos y tecnicas que en su momento pa-saron sin pena ni gloria. Tanto el analisis componencialde Goodenough como el anaJisis transformacional deLounsbury, tienen sus precedentes incontrovertibles enel estudio de Kroeber sobre los componentes universalesde los terminos de parentesco (1909) y en las reglas 10-gicas generativas estatuidas por Sol Tax a prop6sito delos sistemas Crow y Omaha (1937), respectivamente. Losensayos pioneros de Kroeber y de Tax, por afiadidura, tie-nen el merito de ser no ya aplicaciones antropo16gicas derecursos lingiiisticos preexistentes, como es habitual de un

.tiempo a esta parte, sino invenciones de metodos lingiiis-ticos realizadas en el seno de la antropologia con muchosafios de anticipaci6n a su reinvenci6n bajo las figuras delanalisis componencial de Zellig Harris (ca. 1944) y de lalingiiistica generativa transformacional de Noam Choms-ky (ca. 1956). No se trata, empero, de un circulo delatrocinios, ni de una acumulaci6n de injusticias: cuandoKroeber y Tax produjeron sus invenciones, no existia unaclara demanda antropo16gica de sus contenidos concep-tuales. Cuando Harris desarrolla el analisis componen-

cial (que luego Ie seria arrebatado por susejecutantesmas excelsos, los antrop610gos cognitivistas) no tiene encuenta ni conoce el estudio de Kroeber; y mucho menostiene Chomsky idea alguna de la existencia de Sol Tax.En la decada que va de un acontecimiento al otro, tantola antropologia dominada por los comparativistas, comola lingiHstica liderada por los estructuralistas, constitu-yen los campos propicios para sus respectivas expansio-nes.

El iniciador del amilisis componencial en etnografia,que se derivara con el tiempo en la instauracion de la an-tropologia cognitiva como corriente, fue sin duda WardGoodenough. Su proposito inicial fue el de reconstituirel estudio comparativo del parentesco sobre una base masfirme que hi aceptada hasta entonces por los comparati-vistas eelecticos. Aunque Goodenough acept6 en princi-pio la tipologia de Murdock, rechazo los metodos estadis-ticos y las pretensiones de los antropologos de Yale deestablecer correlaeiones entre la terminologia, la organi-zaci6n social y demas faetores culturales, retirandose auna dimension que (con Kroeber) reconocia eminente-mente "psicologica" mas que sociologica, adoptando (conBoas) una perspectiva mas particularista que generaliza-dora y eifiendose a la esfera de significaci ones estrictasque Gottlob Frege caraeterizara como la "denotaeion" delos terminos (Goodenough, 1956, 1967).

Goodenough se colocaba asi al frente de una nuevapropuesta, Ia nueva etnografia 0 etnosemantica que, ati-picamente, comenzaba su etapa programatica y experi-mental con renuneiamientos mas que con reivindicacionesterritoriales y con especificaciones mas que con genera-lidades. _ . !

Quiza la contribuci6n mas ilustrativa de las inquie-tudes inieiales de Goodenough sea su critica a los tiposde reglas de residencia comunmente aceptadas por losetn610gos. No deja tampoco de ser un indicio importanteel que su maestro Murdock, fundador y representante ar-

quetipico de la escuela comparativista de Yale, y DavidSchneider, inminente patriarca de la antropologia sim-b6lica norteamericana, fueran quienes aportaran, en ae·titud expectante, las "criticas constructivas" previas a In.publicacion de ese articulo seminal de 1956. En el mis-mo, Goodenough constata su sorpresa ante la discrepan-cia entre los censos de reglas de residencia realizados porel y por John Fischer entre los Truk, a tres afios de dis-tancia uno del otro. "Si pocos conceptos etn016gicos hansido definidos con mas precision que los atinentes a laresidencia: l c6mo es posible que estemos en desacuer-do? ( ... ) Deberiamos, por cierto, desarrollar metodos querivalicen en sofisticacion con los ya establecidos, paradeterminar empiricamente los tipos de familia y de or-ganizaciones de parentesco. Mientras estos conceptos ymetodos nos esten faltando, estaremos enfrentados a unserio desafio." (1956:24).

En ese mismo trabajo, Goodenough llega a concIu-siones aun mas elaras y terminantes: las definiciones ti-pologicas a priori, por prolijas que sean, son absoluta-mente inservibles en la practica; la obligaci6n del antro-p610go es realizar una descripci6n en terminos que seancongruentes tanto con el fen6meno analiza do como conIas conceptualizaciones nativas. La etnografia no deberiaser entonces una tecnica subordinada, utilizada por Iaetnologia te6rica para recabar datos, sino un fin cienti-fico en si rnisma (1956 :37).

Estas puntualizaciones, aunque plausibles, no impre-sionaron a todos los antrop610gos por igual; el propioFischer, responsable en parte de la estupefacci6n ilumi-nadora de Goodenough, respondi6 con una tipologia dereglas de residencia totalmente a priori que daba facHcuenta de todas las anomalias anotadas por este entrelos Truk. Pareceria posible, en eonsecuencia, perfeccio-nar las herramientas tradicionales, sin que fuera necoSR-rio cambiar radicalrnente de estrategias, y sin tener quoarrojar por 'Ia b<>rdatodos y cadauno de los datos pa-

cientemente reunidos en el primer siglo de vida de ladisci plina.

De todos modos, pocas semanas despues de publicadosu articulo (yen rigor, dos afios antes de que Fischertuviese siquiera oportunidad de reaccionar), Goodenoughhabia encontrado, extrapolado, adaptado y puesto a pun-to el metodo que neeesitaba (el analisis componencial) yla justificadon epistemologica para trocar el falso obje-tivismo del antropologo porIa subjetividad, mas confia-ble, del informante: el enfoque emic de Kenneth Pike. Elmismo habia probado ya el poderorganizativo del anali-sis componencial en 1951, mientras que el emicismo dePike 'habia surgido oportunamente en 1954, resucitandoen realidad una vieja concepcion de Sapir. La proclamade Pike en favor de la emicidad, segun hoy sabemos, notiene demasiado sustento logico como garantfa de sentidoen la descripcion de una cultura, ya que presupone, con-tra toda evidencia, que los conocimientos pertinentes nosolo son verbalizables, sino que se encuentran en la con-ciencia irimediata de los informantes. El aspecto mas con-tradictorio entre la propuesta de Pike y el proyecto etno-semantico, empero, solo se dejaria vel' sobre la marcha:aquel aducia en apoyo de los estudios emic su capacidadde comprension de las totalidades culturales, no como par-tes separadas, sino como sintesis compactas (Pike, 1976:239) ; es bien sabido que la etnoeiencia no ha dado jamasese paso erftico hacia la sintesis que en el programa dePike aparece como tan sencillo de cumplimentar.

Es fundamental considerar las inspiraciones teoricasde Goodenough a la luz de su dinamica ulterior. de sudestino. En primer lugar, el analisis componencial habiasido, desde hacia muchos afios. el instrumento predilectode la lingiHstica estructural descriptiva de la linea deBloomfield y de Harris y, en menos medida, de la de.Takobson, que hacia posible la expansion de los principiosdoctrinarios de todos elIos desde la fonologia hasta lasemantica. Justo cuando Goodenough recupera esa tecni-

·-T --------------------," " I

';,1;/,1

,:~:. • ca para fuadar una etnografia rev.luci.uaria y ",lis ri-, gurosa, Chomsky -aparece en el horizonte, revelando im~

plaeablemente el caracter retardatario y 1a cientificidadfieticia del estrueturalismo lingiHstieo. A pesar de queHymes pretende que este estructuralismo no sucumbio POl'completo alataque de la nueva escuela generativa trans-formacional (1964 :24-25), 10 cierto es que no se conoceen la historia reciente de lasciencias, una refutaeion masacabada que la de Chomsky ni una retrace ion mas osten-sible que la sufridapor la lingiHstica estructural.

El analisis formal de la cultura, a modo de gramati-ca, 86108e refiere alas eomportamientos "apropiados", 0sea a 10 que se denomina "competencia", pero es incapazde abordar la actuacion real, el proeeso concreto de loscomportamientos, lingiHsticos 0 de cualquierotro orden.E8tO se debe a que el modelo lingiHstico en el que 8e ori-gina la etnosemantiea corresponde a los 8upuestos de 1aantigua escuela estructuralista, cuya preoeupaeion den-tifiea remitia al paradigma del empirismo mas radical,de corte conduetista, interesado exclusivamente en la ade-cuacion descriptiva. La gramatica generativa transfor-macional pone de manifiesto no solo la estrechez de cefiirel analisis a un momento descriptivo, sino el heeho de queeste momento mismo es una imposibilidad logica y pra.c-tica, puesto que ninguna lista y ninguna tabla compo-nencial puede incorporar la variedad infinita de los com-portamientos apropiados en tal 0 cual dominio. Una cosaes organizar esquematicamente el conocimiento 0 las creen-eiasy otra, muy distinta, conoeer los mecanismos que de-finen las aetuaciones eoncretas (Brukman, 19'69).

Cuando la flamante antropologia cognitiva tomo co-nocimiento de 10 acaecido a la tendencia lingiiistica en laQue habia abrevado, solo Ie quedaron dos alternativas:disimularlo todo, 0 buscar una solucion de emergencia.Laprimera fue la eleccion de Goodenough; la segunda,la de Floyd Lounsbury. Aquel se resign6 a la similituddel "dominio" etnosemantico con la del vapuleado "cor-

pus" de los estructuralistas y al papel puramente des-criptivo que Ie estaba reservado a sus metodos ; Louns-bury, marcando una tendencia interna de la antropologiacognitiva que nunca fue demasiado popular, se apresuroa convertir los hechos lexemicos constatados en "reglas"para la confeccion de lexemas, y en postular "estructurasprofundas" a partir de "estructuras de superficie" inme-diatamente perceptibles. Ni siquiera con esas concesioneslogro conseguir la anuencia de Chomsky, quien por 10menos hasta 1967 se opuso a la utilizacion de esos ter-minos en el contexto de un analisis semantico.

Por alguna razon oculta, esa dicotomia radical inau-gurada por Lounsbury en la concepcion de 10 que deberiaserel analisis cognitivo nunca fue subrayada suficiente-mente. Existe, si, un articulo de Allan Coult donde esecontraste aparece muy bien caracterizado (Coult, 1967:46) ; pero se trata de una contribucion editada en Ingla-terra fuera del circuito critico de la lectura etnosemanti-ca, q~e en ese entonces se centraba en el American An-thropologist; y su tono es tan poco parsimonioso que es.dificil que haya sido tornado en serio.

Ademas, la perdida del paradigma linguistico secomplement6 con la defeccion de Kenneth Pike, quientraicion6 el espiritu de la etnosemantica a la manera deGoodenough cuando se dedic6 a perseguir, en 1960, losanalogos sociol:6gicos concretos de los terminos linguis-ticos.

De todos modos, a fines de 1956 la antropologia cog-nitiva es un hecho consumado e irreversible, aunque esdudoso que tuviera plena conciencia de sf antes de 1958.En un mismo numero de la revista Language, Goodenoughy Lounsbury habian publicado sus proclamas fundaciona-les; muy pronto se les unieron Conklin, Wallace y Frake,quienes se hallaban profundizando una veta similar (Cf.Goodenough, 1956; Lounsbury, 1956; Frake, 1961; Wa-llace, 1962; Conklin, 1955, 1961, 1962).

En estos momentos inaugurales, el caso de HaroldConklin es de especial interes. Sus primeros articuloAetnosemanticos, que son inc1uso anteriores a los de Goo-denough, contienen ya todos los elementos necesarios pa-ra formalizar una interpretacion de ciertos aspectos cul-turales segun el sesgo tipico del analisis componencial, 10que induce a sospechar queeste paso por un periodo delatencia y premaduracion -tal vez en las aulas universi-tarias de Yale y de Columbia- antes de quedar registradopar escrito. Aun en estudios alga posteriores, Conklin nosuele utilizar a Goodenough como fuente, apoyandose masbien en los ensayos de semantica de Lenneberg, Osgoody Hjelmslev. En El Pensamiento Salvaje, de Levi-Strauss,publicado en 1962, que comienza exponiendo datos y re-ferencias que retrospectivamente se reconocen como cog-nitivistas, son mencionados Conklin y Frake, pero no hayuna sola palabra sobre el programa de Goodenough, so-bre Lounsbury 0 sobre Wallace.

Lo mas sefialable en Conklin, aparte de sus .pacientesrecopilaciones y de sus alborozados hallazgos cuantitativos(j 461 c1ases zoologicas entre los Hanunoo!), es su retor-no inconfesado e inadvertido alas hipotesis de Sapir yWhorf, cuyo aire de familia con las ideas subyacentes alcognitivismo representaria siempre cierta incomodidadparaeste. Aunque la capacidad de discriminacion cro-matica pudiera ser la misma en todas las poblaciones hu-manas, el hecho de que los diferentes lenguajes clasifiquenlos colores de distintas maneras lleva a Conklin a presu-mir que la estructura de un conjunto lexico podria afec-tar a la misma percepcion. Con el fundamento de su pro-pio trabajo de campo y con amplias referencias a las in-vestigaciones previas de Lenneberg y Lounsbury, Con-klin establece que solo el analisis intracultural de eSOHconjuntos lexicos y de sus correlatos puede proporcionarla clave para su comprension. Mientras que el abordoetnosemantico del dominio favorito de Goodenougoh (01parente$co) fue perdiendo popularidad con el corror dol

tiempo y suscitando critica8 cada vez mas virulentas enel resto de la antropologia, 108 temas escogidos por Con-klin (taxonomias naturales, c1asificaci6n croll11ttica) si-gnen verlebrando las investigaciones cognitivistas con-temporaneas (Cf. Berlin, 1972, 1967; Berlin, Breedlovey Raven, 1974; Berlin y Kay, 1969; Hunn, 1978, 1982;Perchonok y Werner, 1969; Witkowski y Brown, 1977).

Mientras que Goodenough, Wallace y Frake enfatizanlos correlatos psico16gicos inferidos a partir del lengua-je, Floyd Lounsbury prefiere indagar 108' correlatos 80-cio16gicos. Ya desde un principio, como hemos visto, SUenfoque es marcadamente idiosincratico: parael, el obje-

. tivo del analisis es descubrir la estructura del comporta-miento no Iingiiistico (Lounsbury, 1956 :189) ; su marcode referencia te6rico, asimismo, supo apartarse del estruc-turalismo conductista con un agudo senti do de la oportu-nidad. Es tambien significativo que Lounsbury hayacaido en la cuenta, muy tempranamente, de las dificul-tades que terminarian acarreando a la antropologia cog-nitiva su conocido desprestigio: "En ciertas areas dellexicon -escribe- las estructuras semanticas puedenllegar a ser tan complejas que es imposible 0 poco pro-vechosa una estrategia deeste tipo, en la cual las prin-cipales herramientas son la 16gica de clases aristotelicayla prueba pragnuitica del 'igual 0 diferente'. Quizatengamos que abandonar la dicotomia aristoteHca entre'A' y 'no A', asi como la clara distinci6n entre rasgos'esenciales' y 'accidentales'." (1956:194). Preeisamentepor no haber llevado a termino el proyeeto de Lounsbury,la antropologiacognitiva entrada en crisis once aflosdespues a causa del redescubrimiento, en un principiominimizado, de relaciones sema.nticas irreductibles a la16gica de clases (Cf. Casagrande y Hale, 1967; Percho-nock y Werner, 1969; Colby, Fernandez y Kronenfeld,1981 :428-430).

Goodenough, 'que, en general, nunea habla de "An-tropologfa Cognitiva" sino mas bien de "AnaHsis Compo-

nencial" reCOl1l00een Lounsbury (que jamas ha practi., ." - - - -.cado en rigor ese tip<) de analisis) a un estudlOSOcuyosmetodos 10 llevaron por caminos distintos, pero comple-mentarios. El papel de Goodenough como te6rico y pon·tifice de la etnosemantica se va desdibujando inmediata-mente despues de sentadas sus ideas basicas, que puedensintetizarse: a) en el proyecto de una etnografia emicrigurosa y formal; b) en la restricci6n del anaJisis alambito de las denotaciones de una serie de terminos; c)en la renuncia a la comprension de las estructuras socia-les y de cualquier otra realidad material; y, d) en la apli-cacion especifica del analisis componencial comQ herra-mienta sUPrema del metodo y casi se diria que como fi-nalidad .

No hay en Goodenough mucha mas tooria que la queaqui se r(lsume, y desde un inicio el campo de 13: antro-pologia cognitiva.queda sembrado con las paradoJas que,sumadas alas descubiertas por Lounsbury, acabarian aca-rreando su colapoo: la seleeeion de dominios estructura-dos como ;para producir solo cuadros eomponeneial~s el(l-gantes y simetricos, eon olvido de todos 108 demas aspec-tos de Ia cuItura; el aislamiento anaHtieo y c()Rcept.uaientre los diVel'\$OBdominioo; la necesidad de pre.definirlos dominios mismos segun criterios todavia etic, comolos de "parentesco", "color" 0 "enfermedad"; el encogi-miento de la significacion a la esfern de las denotacionesfijas, etcetera.

Aunque fue Goodenough el que delineo las etapasdel metodo, tuvo que ser Frake quien insistiera mas vigo-rosamente en el heeho de que el anatisis componencial erael camino de acceso hacia la'·realid.ad psicol6gica" de losnativos y el que earacterlzara mas 0 menos axiomatica-mente las categorias analiticas del cognitivismo: "domi-nio", "segregado" , "conjunto contrastante","paradigma","taxonomia".El afinamiento de todas astas categorias yel descubrimiento de las dificultades involueradas poreste aeceso habrfan de ser sobrellevados por Alfred Wa-

Una vez formulado el paradigma, los metodos y lastecnicas, la antropologia cognitiva, ya perfectamente de-limitada como escuela opuesta a la tradici6n comparati-vista y aun a la intencionalidad etno16gica, se transform6en "etnociencia" (Werner y Fenton, 1973 :537-538; Leaf,1981 :297; Wallace y Atkins, 1960). El punto de articu-laci6n de estas transformaciones de caracter expansivoradica en la afirmaci6n de la "realidad psico16gica" delos modelos elicitados, un aserto que si bien esta impllcitoo sefialado en las contribuciones originarias, adquiere suaxiomatizaci6n y sus tecnicas validativas especificas enlos trabajos incluidos en nuestro cuadro como formandoparte de esta fase. Ese aserto, con ser polemico, compor-ta un corolarioque todavia Jo es mas: si los criterios com-ponenciales reflejan directamente la realidad psico16gica,bastara reunir un numero suficiente de descripciones,aprehenderlas y seguir su curso para poder comportarsecomo 0 pasar por un nativo. El postulado de la realidadpsico16gica, sin que nadie loadvierta, se transforma en-tonces sutilmente: la descripci6n de 10 que los nativoshacen verbalmente deviene prescripci6n de 10 que hayque hacer mentalmente para ser nativo; en otras pala-bras, la descripci6n de una realidad se convierte en elestatuto de las reglas que la rigen. De alli que el cogni-tivismo imaginara que sus cuadros descriptivos, al serregulares y formales, tenian ya todos los atributos pro-pios de las predicciones.

Goodenough mismo, al practicar un deslizamiento

imperceptible entrela invenCi6n de un metodo para ana-lizar la cultura y la redefinici6n de la cultura como laresultante de la aplicaci6n de ese metodo, habia dado piepara la materializaci6n de esta fase expansiva, que sedesarrolla a fuerza de polemicas. "La cultura de unasociedad -dice- consiste en 10 que uno debe saber 0creer para operar de una manera aceptable para susmiembros." Ya en su celebre articulo fundacional, Goo-denough asegura repetidamente que el prop6sito del ana-lisis componencial de los terminos de parentesco es el deproporcionar definiciones psico16gicamente reales. Afir-ma, por ejemplo, que la gente "tiene ciertos criterios enla mente por los cuales juzga que A es 0 no es el primode B" (1956 :195), alude a su propio metodo como un me-dio para aprender acerca de los "procesos cognitivos hu-manos" (p. 198) y discute los "conceptos que existen enel mundo cognitivo de los Truk" (p. 213).

Pero el impulsor primordial de esta ideologia en for-ma masiva es Charles Frake quien, a este respecto, se hamostrado siempre mas ambicioso y mas rotundo, rom-piendo mas de una vez la regIa de parsimonia que habiasido el leit-motiv de los nuevos metodos. "Debemos pe-netrar -dice Frake- en las cabezas de nuestros suje-tos." (1964 :133). Y, a tal efeeto, proporciona lineamien-tos para alcanzar el desideratum del trabajo de campoetnocientifico. Algunas afirmaciones de Frake, quiza elinvestigador mas militante de la escuela, han devenidocitas clasicas en las cr6nicas del cognitivismo. "La etno-grafia -expresa Frake- es una disciplina que pretendedar cuenta del comportamiento de un pueblo mediante ladescripci6n del conocimiento socialmente adquirido y com-partido, 0 sea la cultura, el que permite a los miembrosde una sociedad aetuar de manera que los suyos juzganapropiadas ( ... ) 8i buscamos dar cuenta del comporta-miento relacionandolo con las condiciones bajo las cualesnormal mente ocurre, requeriremos procedimientos paradescubrir a que presta atenci6n la gente, cua.! es la inior-

IInee en 10 que se reconoce como la metamorfosis de laetnosemantica en etnociencia 0 en etnoepistemologia. Yadesde principios de los afios '70, y con la excepci6n dealgunas visiones retrospectivas y de algunas citas nos-h1Jgicas, la figura de Goodenough desaparece paulatina-mente de la escena y del discurso antropol6gico.

maci6n que aHa procesa, y cuando alcanza decisiones· con-ducentea a actitudes culturalmente apropiadas. Penetraren Ill.cabeza de nuestros sujetos no es una hazafia impo-sible; nuestros sujetos mismos Ia realizan cuando apren-den su cultura y se convierten en 'actores nativos'. Ellosno p~seen .avenidas misteriosas de percepcion que no es-ten dlspombles para nosotros como investigadores." (Fra-ke, 1964: 132-133). La logica de estas evaluaciones nopa::ece muy l~mpia:. equiparar las posibilidades de aprendi-zaJe de un mvestIgador (que, a: fin de cuentas es unextrafio) con las de los avezados porta:dores de ~na cul-tura: es, mas 0 menos, como decir que aprender chino estan f~bulosamente sencillo, que hasta los nifios. chinos dedos anos de edad son capaces de hacerlo.. Al margen de aSlueHas pretensiones, oportunamenteJuzgadas como exceSlvas por algunos de los mismos cog-nitivistas (Burling, 1964 :25-26; Hammel 1964' Lounsbu-ry, 1964), 10 cierto es que Frake institu;'6 el p~ograma ylas categorias publicas de, por 10 menos, una parte delp;oc.edimien,~o etnocientffico de trabajo. Sus conceptostecmcos de preguntas encadenadas" "preguntas recfpro-ca" "·t '. Ib d '.s y ca egor,ras es a ona· as", por eJemplo, fueron apli-cados y abstraldos de sus analisis de las practicas Suba-nu~ de fabricaci6n d~ cerveza, donde tamblen se planteansucmtamente y con mdependencia de las observacionesde ~oUl:sbu:r:s los problemas emergentes de las relacionessemantlCas lrregulares y no taxon6micas.

Frake aduce que al presentar una pregunta (verbi-gracia, ";,que dase de arbol es este ?") el informantenativo busca restringir la respuesta co~ arreglo a unconjunto determinado de posibilidades categoriales (eneste caso, "nombres de arbol"), de modo tal que la selec-cion de una replica en particular acarrea informaci6nsi.gnificante. para el interrogado. Una descripci6n orga-mzada !l1€dumte 'preg~ntas encadenadas y sus respuestasresp~ctI~as,. ~s s~.multaneamente un programa para des-cubrI:[, .slgmflCaClO116S,que puede ser replica do y puesto

a prueba por el lector destinatario del informo, Ai on-contrarse con respuestas que pueden serlo tambi6n conrespecto a otras preguntas, se produce un eslabonamion-to adicional (interlinkage) que· puede ser un punio dopartida para el trazado de amplias taxonomias y de di-versas formas de organizaci6n conceptual y empfrica.

Ftake es sensible al problema del uso cultural y dola practica activa de la categorizaci6n, asf como alasrelaciones de partonomfa, de derivaci6n y a todo tipo deestructuraciones dinamicas; por ell0 indaga, entre otrascosas, el origen atribuido alas entidades relevadas, suparticipacion como ingredientes en agregaciones comple-jas y sus posibilidades de desarticulaci6n, yendo mas aHade las contexturas puramente taxon6micas. En esa etapade instauraci6n de una preceptiva para el trabajo decampo cognitivista, la propuesta de Frake se consider6un avance significativo, aunque era ostensible que con-fund fa la mera lexicalizaci6n de una entidad con su re-levanciano s610 cognoscitiva, sino, en ultimo analisis,cultural. Pocos afios despues, la exploraci6n exhaustivade las taxonomfas folk y la creaci6n de herramientas talescomo los tests de saliencia (Berlin, Boster y O'Neil,1981), Jos algoritmos factoriah3s de predictibilidad (Jo-chim, 1976 :23), las medidas de preeminencia de taxones(Hays, 1974) y las signaturas ,de actividad (Hunn, 1972),acabarfan relegando los criterios de Frake al nivel de lasoperaciones .preliminares.

EI conocido survey de Stephen Tyler compendia, al-go mas tarde, los principios que rigen la nueva orienta-cion psicologista de la etnosemantica: "La antropologfacognitiva constituye una novedosa perspectiva te6rica,abocada a descubrir c6mo organizan y utilizan su culturalos diferentes pueblos. No constituye tanto una busquedade alguna unidad generalizada en el analisis del compor-tamiento','como un intento de comprender los pr'inC'i.:p'ioHorganizativo8 subya,centes al comportamiento. Se da porsentado que cada pueblo posee un sistema unico para P01'-

cibir y organizar 10s fen6menM materiales: cosas, even-tos, comportamiento y emociones. El objeto de estudio noson estos fen6menos materiales, sino la forma en que es-tan organizados en la mente del hombre." (Tyler, 1969 :3).

En esta fase, mas alIa de la cuesti6n especifica dela realidad psico16gica de los modelos desvelados, se abrenpara la etnociencia dos areas ineditas de problematicidad:una de ellas es la de su propia trasmutaci6n en una espe-cie de psicologia pura, desligada en cierta forma de lasmaterialidades que siempre fueron pertinentes para laantropologia; la otra es la com-partici6n de los c6digosque se postulan como vigentesy actuantes en el seno decada cultura. La primera quiza puede zanjarse como unamera circunstancia de caracterizaci6n disciplinaria quereviste en si poco interes; pero el dilema de la com-partici6n de los c6digos es en cambio una indefinici6nepistemo16gica fundamental. Al igual que la existenciade una personalidad modal, la de un c6digo cognoscitivouniforme es una proposici6n que debiera estar abiertaa la contrastaci6n empirica. Si se conciben los c6digos 0principios organizativos como fen6menos psiquicos pre-sentes "en la mente de las personas" que pueden variaI'de un individuo a otro, deberia esperarse de los inves-tigadores el uso de tecnicas de muestreo estadistico ca-paces de dar cuenta de esa variedad. El rechazo de lasestrategias cuantitativas POl' parte de Goodenough, comoactitud reactiva frente al comparativismo absoluto de laescllela de Yale, fue sin embargo definitorio: hasta eladvenimiento de 10que hemos caracterizado como su ulti-ma fase, doude se adopta nuevamente un cariz estadis-tico e intercultural, el unico estudio cognitivista de ciertamonta que hace uso de recursos de cuantificaci6n es el deRomney y D'Andrade (1964). Mientras tanto, la etno-ciencia en su conjunto puede cansiderarse, al decir deMarvin Harris, como una contradictoria "psicologia so-cial,carente de base estadistica" (1978 :506).

Puede ahora redefinirse la antropologia cognitiva

clasica como un conjunto de contribuclones anaHtlcaR 110s6lo tendiente a la descripci6n de modelos, reg-las y c6di-gos, sino tambien y primordialmente comprometido a 80-lucianar el dilema de la realidad psico16gica y a COITO-borar contra viento y marea la generalidad de los cons-tructos que descubre. Esta dialectica es la que Ie imponc,precisamente, su caracter polemico y su interes te6rico.

Los estudios de Tyler y de Wallace, que vertebranel periodo resolutivo de esta fase, aportan proyectos desoluci6n marcadamente discrepantes. "Es muy improba-ble -afirma Tyler- que los miembros de una culturavean a esta como un tipo de fen6meno unitario. Cadamiembro bien puede tener un modelo unico y unitario desu cultura, pero no es necesariamente conocedor de todoslos modelos unitarios de los demas mieIhbros de su socie-dad. El puede estar conciente de algunos de estos mo-delos y utilizarlos ocasionalmente, pero es s610 el antro-p610go quien trasciende POl' completo estos modelos par-ticulares y construye un solo modelo unificado. Esta or-ganizaci6n cognosciti'va existe unicamente en la mente delantrop61ogo. Sin embargo, en la medida en que generaramodelos conceptuales utilizados porIa gente de una cul-tura en particular, este es un modelo de sus sistemas cog-noscitivos." (Tyler, 1969 :5).

A men os que Tyler pretenda significar algo distintode 10 que dice, el investigador debe comenzar elicitandolos modelos de una muestra representativa 0 de la tota-lidad de ·los individuos de un grupo, con 1a finalidad deagotar la variabilidad cognoscitiva que pueda coexistiren su interior. Habiendo completado esta tarea, debe pro-ceder POl' medio de un proceso de deducci6n, abstracci6n,generalizaci6n 0 sintesis no especificado a derivar 0 cons-truir un supermodelo hipotetico que existiria s610 en sumente, pero que posee, misteriosamente, la capacidad degeneral', en reversa, todos los modelos concretos y realea.N6tese que Tyler esta aboliendo nada menos que el pa-radigma emic fijado POl' Goodenough como criterio de

val1doz, y pr~suponlendo POl' un lado la sumatlvidadycomplement~rledad de losc6digos individuales, y pOl' elotro la reahdad cultural del superconstructo hipotetico.

Como han sefialado Kaplan y Manners (1981 :279),algunos etn6grafos parecen pasar POl' alto el hecho deque existe una brecha 16gica entre el hacer proposicionesace rea de las propiedades formales de los c6digos y hacerproposiciones empiricas sobre 10 que realmente esta pa-sando dentro de la mente humana; y si se percatan deesta brecha, tienden a considerarla tan pequefia comopara poder salvarla con relativa facilidad. Es bastantepenoso y nohabla muy bien de la presunta finura de suanaJisis, que el espiritu de secta haga decir a Frake y aBrown que ellos "no entienden" en que consiste la dife-rencia entre la "realidad psico16gica" y la "realidad es-tructural", entre 10 que se supone que sucede en la mentey 10 que muestra un modelo que mal 0 bien funciona(1964 :236): lnoes esta, acaso, la falacia conductista?

En esta tesitura, las propuestas alternativamente pre-sentadas POl' Wallace han sido significativamente ines-tables y contradictorias. En cierta ocasi6n, Wallace ex-pres6 un punto de vista que crea serias dudas en cuantoa la posibilidad de desentrafiar la realidad psicol6gica apartir del analisis formal de las manifestaciones linguis-ticas: "AI igual que un etn6grafo puede inventar un mo-delo taxon6micopara predecir satisfactoriamente la formaen que un hablante se refiere a sus parientes sin descri-bir c6mo los considera este, tambien es posible que dosmie:r;nbros ?-e,la misma sociedad puedan tener un compor-ta~mento SImIlar 0 complementario, sin que compartan elmlsmo modelo cognoscitivo." (Wallace, 1962 :356). Dejan-do de lado que esa "predicci6n" sea en realidad una "retro-dicci6n" extraida de un conjunto lexico cerra do no de-ductivamente expandible, 10 concreto es que Wall~ce asu-mi6. posturas diferentes en cada uno de sus escritos. Enuno de ellos, dedicado POl' entero al problema de la reali-dad psicol6gica, lleg6 a afirmar POl' ejemplo que "la va-

lidez de una hip6tesis sobre el mundo cop:nitlvo do In"nativos puede ser comprobada empiricamente" y quo "'se deja de postular la realidad psico16gica y In nnturl\-leza cognitiva de los analisis estos de.iarian de inmeclll\tode ser analisis semanticos (1964 :220-230). Wallaco pro-tende, entonces, solucionar el dHema central aplicanc10procedimientos adicionales de validaci6n. A todo eRto, Inraz6n porIa cual el mismo entiende que los modeloR ell-citables son de hecho "cognitivos" radica en el caractcrlatente e inconciente de su proceso de producci6n, ques'e suscita en una esfera psico16gica profunda. De hecho,el informante "no puede proporcionarnos afirmacioneRverbales claras y correctas sobre sus propias reglas deprocedimiento semantico" (p. 231). Una de las solucio-nes ad hoc propuestas POl' Wallace (y todas son maR 0menos del mismo talante) consiste en requerir al hablanteQue haga manifiestos los procedimientos que utiliza, a finde poder descubrir las operaciones l6gicas que e.iecuta(p, 236), La contradicci6n es alarmante y absoluta: des-pues de definir la naturaleza cognitiva de la verbalizaci6nen base a su origen subliminal (es decir, psico16gico POl'antonomasia), se pretende llegar a la realidad psico16gicasolicitando al informante una descripci6n verbalizada yconciente de 10 que ocurre en 10 mas abismal de su in-conciencia.

En esta fase queda tambien sin resolver el enigmade la articulaci6n entre: a) la parte del comportamientoque es verbalizable' en un lexico ordenado; b) la relaci6njerarquica, en terminos de importancia cultural, entrelos dominios densamente conceptualizados y los que sonobjeto de una cobertura verbal muy pobre; c) las con-ductas manifiestas y, d) 10 que los cognitivistas llamanla cultura en S1. De realizarse una prospecci6n fina en-tre las opiniones vigentes en esta epoca, no es seguroque puedan recabarse ponencias demasiado 'distantes deaquello que se conoce como la "hip6tesis de Sapir- Whorf",a la ,que todos los cognitivistas, sin excepci6n, se oponen,

lunQuo mas no sea nominalmente (Cf. Lounsbury, 1982;KtlUldnR', 1979; Kay y Kempton, 1984; Hymes, 1964).

En ostas instancias. en el medio de esta crisis de(~rlldmiento, las mas con~luyentes contradiceiones 16gicasfuoron toleradas sin el menor asomo de escandalo. donI'oforoncia a la dicotomia emic-efic, por ejemplo, Kessen(1l)G4 :236) era capaz de afirmar, primero, la posibilidadde construir metodos a priori (efic y comparativos) paradar cuenta del comportamiento en cada cultura y deconcluir, tres renglones mas adelante, que las estructu-ras internas de las distintas sociedades son inconmensu-rabIes y que es "demasiado ambicioso" pretender supe-rar la tension entre el comparativismo y la descripd6nindividual.

Las cr6nicas internas de esta etapa del eognitivismo(Mary Black, 1973; Benjamin Colby, 1963, 1966; OswaldWerner, 1972), al presuponer la eompatibilidad de laseategorias instrumentadas POl' los diversos autores ads-eriptos al movimiento, no haeen mas que llevar las ineer-tidumbres del metodo a un nivel de eatastrofe. Claroesta, la falta de perspectiva ocult6 POl' aquel entoncestodo este proceso de deterioro, que recien se intentarianeutralizar en la fase siguiente mediante una drasticapurga conceptual. Una de las ideas mas desafortunadasfue la de confiar a Sturtevant (1964) la redacci6n de lacronica que representaba la voz de la ortodoxia; su po-pularisimo survey, que es tambien el mas detallado y pe-dagogico, refleja sin saberlo casi todas las tensiones eincerlidumbres imperantes en la escuela. Sturtevant noera, evidentemente, el te6rico rigurosQ que esa dificil em-presa necesitaba; como resultado, la resefia de la apli-caci6n de un metodo que se supone exigente parece hoyen dia un catalogo de gruesas falacias, una apoteosis delsofisma. De hecho, muchas de las definiciones etnoseman-ticas incluidas POI' Sturtevant carecen de la menor comple-mentariedad como se vera mas adelante; otras veces,Sturtevant prodiga definiciones absurdas, como cuando

afirma que "todos los conjuntos contrastantm1 lion pnrn-digmaticos" (p. 108), cuando caracteriza el an{tliHIH(~orn-ponencial como "el analisis de un paradigma" (p. IOn),o cuando no reconoce la ambigiiedad de la noci6n <11\ "1'1(1-

gregado": en nuestro glosario hemos descripto conjullf,oHcontrastantes maximamente redundantes (que no son plt-radigmas sino mas bien "arboles"), hemos ilustrado an{t-lisis componenciales no paradigmaticos, afinado el con-cepto de "taxonomia", y testimoniado el abandono (10

los inutiles "segregados·' POl' parte de los etnocientificos.La fase de marras esta signada indudablemente POl'

la paradoja y por la radical circularidad de los discursos.EI aparato tecnico, desplegado con generosidad aqui yalla, no alcanza para disimular ni siquiera la punta delas incongruencias y, se diria, que sirve mas bien a losefectos de magnifiearlas. Las etapas sucesivas recorri-das porIa antropoIogia cognitiva pueden comprendersemejor si se las entiende como replanteamientos tendien-tes a superar esta circunstancia y a deshacer el nudode la confusi6n.,

3. Fase de ampliaci6n y formalizaci6n

Esta fase se caracteriza POI' un distanciamiento res-pecto de Ia vieja concepci6n de la etnociencia que consi-deraba el trabajo descriptivo como un fin en si mismo, yPOI' una fuerte propensi6n a colocar el aparato anaHticoal servicio de problematicas te6ricas mas amplias. Toda-via no hay aqu!, en raz6n de la falta de control que su-pone un tratamiento puramente verbal, en contraste conIa continuidad deductiva que exige un procesamiento com-putadorizado, una axiomatizaci6n compIeta y encadena-da y, mucho menos, a pesar de ciertos reclamos en esosenti do, una verdadera formulaci6n tearica. Lo que Rfse encuentra a 10 largo de esta fase es: a) una definki6nmas fin a de los conceptos tradicionales (paradigma, r-on-junto contrastante, taxonomia, arbol, dimensi6n eompo-

nencial, relaci6n semantica), expresada casi siempre enla jergoa de la teoria de conjuntos; b) una actitud menoscrispada y mas tolerante acerca de la proveniencia emicde las categorias; c) una marcada merma en las exigen-cias y en la ilusi6n de alcanzar la realidad psicol6gica.

Si se considera que entre los mandamientos funda-cionales de la etnociencia fig-uraba la concentracii6n delestudio en dominios perfectamente acotados y la restric-ci6n de los analisis alas relaciones semanticas mas es-tructuradas, capaces de producir los modelos mas elegan-tes y econ6micos, se podra apreciar en que medida Ia fasese convierte mas en un replanteamiento que en un de-sarrollo ortodoxo. De hecho, podemos distinguir en suinterior una tendencia centripeta hacia un mayor rigoretnocientifico, cuyo paradigma podria ser el comentariode Kay (1966) a los postulados excesivamente lingiiisti-cos de Colby, y una tendencia centrifuga, disolvente, quese intuve sobre todo en las contribuciones de Casagrande,Hale, Werner, Perchonock y Tenton. en las que, al ladode una formalizaci6n de orden algehraico de las catego-rias mas entrafiahles, se insinuan horizontes cognitivosdificiles 0 imposibles de reducir formalmente. Por todaspartes, los desenvolvimientos productivos van siendo com-plementados con una clara conciencia de los problemasque ellos mismos suscitan; la etnociencia deja de ser lallave magica de Frake 0 de Sturtevant, capaz de instau-rar el reinado de la certidumbre y, se convierte, con unaautocrltica saludable, en un mecanismo de formulaci6nde problemas antropol6gicos no siempre soluhles en 10inmediato.

A partir, precisamente. del articulo mas programa-tico de Charles Frake (1964), Ios cognitivistas estahanpersuadidos de que las relaciones semanticas que en else sugerian -y que no eran estrictamente taxon6micasni paradigmatiGas- podian ser estudiadas todas con elmismo rigor. Se esperaba que la etnociencia llegaria areducir, sistematicamente, tanto las partonomias como

j',;'.'......•.•.........'." .,,~;

las relaciones de suceSlOn; tanto las secuencias do pro-ducci6n de acontecimientos como las correspondonciftAentre insumos y productos culturales. Las autentir-ns ta-xonomias folk que deslumbraron a los primeros etnoAO-manticos y los analisis componenciales del parentesco noofrecian mayores inconvenientes; existian, induso, :for-malismos matematicos 0 cuasi-matematicos, como los pro-vistos por Werner y Fenton, para representar todas, 0casi todas, las estructuras cognitivas involucradas y susarticulaciones 16gicas internas de transitividad, reflexi-vidad. impIicaci6n, simetria" conmutaci6n, etc. Pero cuan-do Casagrande y Hale (y, tras ellos, Perchonock y Wer-ner) aceptaron el desafio de Frake y quisieron investigarotros tipos de estructuras conceptuales, el edificio te6ricode la doctrina demostr6 a los cuatro vientos su extremaprecariedad y, aunque no se 10 haya expresado nunca, 10cierto es que entre las filas del cognitivismo cundi6 eldesencanto.

De la noche a la mafiana, la circunscripci6n de lasaplicaciones etnocientificas a los dominios mas fuertemen-te estructurados se mostr6 como una restricci6n excesiva,como una focaIizaci6n en ambitos que se revelaron desubito como extensionalmente infimos con respecto a unatotalidad compleja e irreductihle. EI fragmento de cul-tura que podia ser componencialmente relevado era deuna mezquindad y de una pequefiez aterradora en rela-ci6n con su totalidad. Result6 que, a :fin de cuentas, Be-rreman tenia raz·6n: el analisis componencial era rigurosoy contrastable, pero no dejaha de ser trivial. Y si hientodos los precursores ya haMan hecho expresa la adver-tencia, un tanto farisaica, de que (lalgunos domini os cul-turales se encuentran mejor estructurados aue otros".ninguno de ellos habia avisado que mas alIa de los poeOAasuntos d6cHes al tratamiento taxon6mico, se ensefioreabael caos.

En definitiva, el cognitivista bisofio pareda libre doplantear cualquh~r cosa 0 de poner en primer plano nl

fUlpecto de la cultura quese Ie ocurriera, sin tener a la puede verse que, al principio, se presentan rolaeionel'1 Ul-mana criterios para diferenciar los resultados de interes gicas propias de los diccionarios, pasibles do SOl' OXpr(l-de las afirmaciones irrelevantes: ;,acaso no habia casi sadas en l6gica formal; pero, a medida Que se ItVRn~lt,un libro entero -muy celebrado- sobre nombres de lena. . las correspondencias pasan a ser menos deducibleR .Y m{lI'Ientre los Tzeltal, 0 un articulo -modelo en su genero- enciclopedicas y experienciales. Esta es una situaci6n muysobre como pedir un trago en Subanum? Es, a prop6sito diffcil de describir formalmente; el dilculo predietivode esta coyuntura, que abarc6 desde 1967 hasta fines de tiende aqui a fallar, toda vez que las respuestas incluyenla decada y endonde los problemas mayores de la sig- mayor diversidad y heterogeneidad de conocimientos.nificacion quieren ser resueltos a fuerza de ejemplos cada Como complicacion adicional,Werner y Perchonockvez m:is exoticos, estrechos y bizantinos, cuando los mas comienzan a advertir, en 1969, que los metodos etnocien-veteranos de la escuela se Haman a silencio y cuando el tlficos de trabajo de campo, consistentes en entrenar alingles Kuper se permite hablar, sin ser refutado, del informante para que formule preguntas relevantes pri-"estrepitoso fracaso" de la empresa etnocientifica (Kuper, mero v enuncie sus respuestas despues, no eran todo 101972 :219). satisfaetorios oue se pretendia. "Es dificil para los in-

Las "nuevas relaciones semanticas", presentes POl' formantes for~ular preguntas sobre una base sistematicatodas partes en el universo etnografico, no conduefan a -expresan- Y las que elicitamos probaron ser de poconinguna formalizacion de tipo matematico y no se rela- interes (1939 :230). En la busqueda de soluciones a loscionaban ellas mismas con ningun cuerpo te6rico prees- interrog-antes oue se plantearon v en las qUE' se ensavarontablecido. Ni siquiera los lingtiistas, a quienes se les metodos de ordenamiento de tar.ietas y de trazado de ar-habia sustraido la idea del anaJisis componencial, pare- boles (en realidad, diagramas binarios de conmutaci6n",dan haber pensado jamas en ellas. No existlan tampoco en la terminolog-fa de Kay) por parte de 108 informantes,referentes inmediatos para ese tipo de relaciones en la corroboraron o'ue estos ~tilizaban distintog criterios ta-tradicion epistemologica occidental, como 10 pudo haber xonomicos en los niveles menos inclusivos de las clasifi-sido la taxonomia linneana con respeeto a los dominios caciones, aunque reconocfan como correetas las variantescomponencialmente reductibles. Algunas de las relacio- ofrecidas POl' los otros. Lo mas importante, sin embargo,nes, POl' afiadidura, parecian ser culturalmente especffi- no radicaba en estas discrepancias. minimizadas POl' Hv-cas y a nadie se Ie cruz6 por la cabeza, en ese entonces, mes en su respuesta alas sospechas de Burling (1964),recurrir a formalizaciones matematicas potencialmente sino en que Werner y Perchonock debieron reconocer queutiles, como la taxonomia numerica 0 la teorfa de los con- el universo aborigen albergaha muchas mas cosas que lagjuntos politeticos. que pueden encontrarse en las relaciones taxon6micas, v

A todo esto, Casagrande y Hale (1967), trabajando aue la simetrfa en la articulaci6n conceptual de un domi-con categorias relacionales Papago, ampliaron la lista de nio no guardaba proporci6n alguna con su relevanciapropiedades semanticas de Frake a trece tipos; Roy D'An- cultural. Tuvieron que admitir, en efecto, que en el es-drade, en un manuscrito de 1974, agreg6 algunos crite- fuerzo por formalizar los constructos taxonomicos, larios mas, en tanto que Werner y Fenton redactaron una etnosemfmtica habia dejado escapar informacion organ i-tabla algo distinta. Hemos inc1uido dos versiones de es- zada,de maneras menos rigurosas, maneras estas que re-taB tablas como complemento. En la primera de ellas l~' querian a su vez metodos de elicitaci6n mucho menOA

____.._ 4.2 _ ~ I__~. 4_8_~

illUSllllj ··-ellslltilrullclltlllullrlllallldlllolllslll,IIIcllla·s·i·s·e-dlllin·,-a-q·u·e·"""ell!sp"o"n'!'!!t'!'!!a'!'!!n'!'!!e""o"'s"',, ••••..•E.•..•.n~s-in-_---"

tesis, los auto res terminaron utilizando metod os antropo- ~~..16gicos tradicionales, casi sin marca te6rica, y clamandopor un reexamen de las implicancias epistemo16gicas dela etnociencia: "Estamos sugiriendo -dij eron- que lapreocupaci6n por 10 metodoMgico, que ha side tan predo-minante en la etnociencia, se ha mantenido a expensas deuna teorfa imaginativa." (1969 :238).

Existen docenas de problemas complementarios, la ma-yorfa de los cuales, curiosamente, se han 'hecho manifies-tos no en virtud de la crftica extrapartidaria sino comoconsecuencia de los impulsos programaticos originarios.A decir verdad, ha sido un iletrado Papago y no MarvinHarris el que produjo la crisis mas honda de la historiacognitivista. Entre tanta desilusi6n, casi se dej6 de se-fialar que las relaciones semanticas trafdas a la luz porlos Papago y los Navajo no podfan ser siquiera tabuladasni enumeradas exhaustivamente; los mismos limites delas relaciones posibles son absolutamente ambiguos y po-drfan incluir criterios tan contrapuestos como los detangibilidad, tamafio, forma, valor, sexo 0 animicidad.Tampoco· existen indicadores formales que se activencuando se completa el amilisis de un dominio, y nunca sesabe cuanta ni que tipo de informaci6n queda sin elicitar;la tinica gufa, no del todo segura, es la perdida de pro-ductividad de las sucesivas indagaciones. Tambien cabeconjeturar que algunas orientaciones limftrofes -la teo-rfa de los campos semanticos de Trier, por ejemplo, 0 lasemantica generativa de McCawley- habrfan podido sermas titHes que el amllisis componencial y toda su cohortede conceptos contingentes. Pero en desarrollos teoreticosyuxtaponer es palabra prohibida: mejorar la antropolo-gia cognitiva que conocemos implica, tal vez,. volver aconstruirla desde el principio.

El conjunto de las relaciones semanticas que se fue-ron descubriendo, y que no terminaban de ramificarse, pa-rece privar a la version mas generalizada de 12 etnociencia

de las relaciones c1aras que se multiplicaban en loa oatu-dios mas tempranos. En opini6n de Colby, Fernandoz yKronenfeld (1981 :430), la debilidad de la etnocienclaradica en que, a despecho de su tecnologfa demoHtrntlvay de su sofisticacion metodo16gica, ella permaneci6 Biorn-pre aferrada a los marcos te6ricos descriptivos de la nn-tropologfa de Boas y de la lingiifstica de Bloomfield.

Quiza Ja incertidumbre esencial de la propuesta cog-nitiva se ejemplifique todavia mejor con la rememoraci6nde sus virajes.En su respuesta alas objeciones de Ha-rris, Goodenough admiti6 que en una cultura "no hay dospersonas que la definan con los mismos criterios, y (que)el grado de variabilidad aceptado en la conducta ( ... )difiere segun los temas y las situaciones" (1970 :99). Esdigno de hacer notar que esa irreductible diversidad in-tracultural que amenaza con hacer saltar en pedazos elesquema analitico, no se somete, aqui, a una cuantifica-ci6n que la precise ni se formaliza con arreglo a los ca-nones de equilibrio del cognitivismo, 10que determina unanotoria asimetria en el nuevo planteo de Goodenough en-tre las exigencias impuestas al analisis componencial ensi y las que se imponen a sus procedimientos de valida-ci6n. En sintesis, se sabe que el esquema descubierto porel analisis componencial es de vigencia incierta denttode su cultura, pero se prefiere echar tierra sobre estaconstataci6n, en lugar de indagar que consecuencia invo-lucra.

Lo mismo vale para el inesperado permiso que Goo-denough concede al etn6grafo para que formule un con-junto de criterios que determinen el modelo "principal"entre varios alternativos y para que identifique a 108individuos reputados como "autoridades" (1970 :100-101).Aquello rompe con las reglas del juego de la estrategiaemic estipulada por Goodenough en su momento, mien-tras que esto constituye a todas luces una presurosa so-luci6n de compromiso. Mas adelante, Goodenough no va-cHa en cambiar su programa originario de 1956, croicn

yetnogrMicamente purista, POI' una postura ec1ecticaque deja a la preceptiva etnocientifica como con un grue-so remiendo epistemo16gico:

"La descripci6n emie (es decir, la que se expresaen conceptos y categorias nativas) requiere de 10 etie(los conceptos y categorias del antrop6logo), y al tra-tar de hacer descripciones emie las sumamos a nUes-tros recursos conceptuales etie para descripcionessubsiguientes. Es a traves de los conceptos etie comohacemos comparaciones; y es POl' medio de su siste-matizaci6n como contribuimos al desarrollo de unaeieneia general de la eultura. Es POI' todo esto quecoincido con Harris acerca de la importancia funda-mental del enfoque etie." (1970: 112; el subrayadoes nuestro.)

El cognitivismo de los pioneros, que ensalzaba laetnografia particularista como fin en si misma, que pro hi-bia comparar y que exigia describir la cultura desde losojos del aborigen, llevaba en su seno, POI' 10 visto, algomas que el germen de su propia destrucci6n. La contes-taci6n de Werner y Fenton a los cuestionamientos en tor-no de la generalidad intracultural de los modelos, a pesarde su envoltura formal, es aun menos elegante y menospersuasiva:

"El conocimiento de los informantes varia consu inteligencia, con su interes, con su oportunidad ycon el hecho de la division social del trabajo. Ninguninformante posee un conocimiento total de su cultu-ra. Una descripci6n plena, que se aproxime a unadescripcion "completa", sera un cuadro compuesto dela competencia cultural de muchos informantes. Talcuadro complejo solo puede concebirse como el regis-tro supraindividual de un inform ante nativo ideal yomnisciente." (1973 :540).

La referencia ambigua a los "muchos" informantesy el constructo arbitrario e inesperado del nativo "omnis-

ciente" (una fantasia conceptual, mitad inductiva, mitadhipotetica, un "tipo ideal" que no tiene nada que haceren una doctrina empirista) dejan un cierto sabol' de in-congruencia, de intuitividad y de incompletitud. Algoest a fallando en la nueva etnografia.

Se ha dicho del proyecto cognitivista de formaliza-ci6n que era pedante, enrevesado y esoterico; en realidad,al abordar el tema de las significaciones, los antrop6logosestaban suscitando problemas que ni los lingiiistas ni losepistemologos habian madurado previamente, pero que,de buenas a primeras, demostraron ser fundamentales.Es cierto que el nuevo universo de dilemas era demasiadosutil y demasiado extenso como para dejarse manipularcon virtuosismo. Pero al abrir el camino hacia el, loscognitivistas despertaron en toda la disciplina una capa-cidad critica de planteamiento que no se sospechabaposeer.

Los etnocientificos encuadrados POI' nosotros en estafase reconocen que no todo anda muy bien, pero siguenen la brecha con extraordinaria tenacidad. Despues detodo, ellos mismos fueron los heraldos de su propia crisisy los primeros en cuestionar casi todo 10 actuado y, a pe-sar de las rupturas enunciadas, constituyen todavia elbloque mas "puro". La salida del laberinto, pOl' otraparte, no puede estar muy lejos; un primer paso haciaella se materializara, en algunas de las fases siguientes,con un calla do ahandono de las pautas emie de organiza-cion de los datos, que preserva, sin embargo, la plenitudemie en la proveniencia de los insumos.

Para los muchos que siguen apegados a la tradi-ClOn de la linea Goodenough-Frake, con las enmiendasdel caso, las cosas son un tanto mas dificiles, pero seatemperan con s6lo admitir que la antropologia cognitivano es tanto una panacea milagrosa como la estipulaci6nexplicita de un marco de referencia que bien podriaserotro. Es verdad que las dudas son ahora incomparable-mente mas que en 1956; pero tambien es cierto que los

4. Fase de tecnificaci6n

Esta fase se diferencia netamente de la anterior, enla medida en que no resulta de una profundizaci6n en laproblematica cognitivista tradicional en terminos de ~naformalizaci6n l6gica 0 matematica de los conceptos, smoque mas bien emerge de la aplicaci6n de principios si~-temicos y computacionales en el nivel de la tecnologlaaplicada a metodos que no siempre son ce~radamente ~tno"cientificos. Seria err6neo pensar que el lmpulso hacla lamatematicidad se manifiesta sin causa, "naturalmente"o como fruto de la propia iniciativa soberana de los etno-semanticos. En rigor toda la antropologia axiomatizante,. . .de los ano '70 se contagi6 de una tendencia competltIva,casi agonistica, para llegar a una formalizaci6n minim~,prerrequisito para ingresar y tratar datos en una ma-quina 0, mejor aun, condici6n necesaria para emularla;

Si bien la etnociencia descoll6 en los tres usos clasicosde los computadores (que comportan utilizar la maquinacomo archivo de datos, como dispositivo de calculo y co-mo generador 0 emulador transform~:ion~l!, es~a ins-tancia nada dice acerca de la perfecclOn loglca m de laprofundidad conceptual de los raz~n~mientos c~gnitivis-tas, que siguieron estando al serVlClO de .premls~s ~c~-sionalmente discutibles, como la de la reahdad pSlCologl-ca (p. ej. Sanday, 1968). Por el contrario, la contribuci6nde Geoghegan (1971) que puede concebirse como un desa-rrollo concentrado de los criterios algebraicos ya presen-tes en la sintesis de Werner y Fenton, constituye segura-mente elproyecto formal mas riguroso, deductivo y ex-pUcito de toda la escuela. Mas alla de los metodospara-digmaticos y taxon6micos enunciados en su momenta enel cOl1entario de Kay a la etnosemantica de Colby, que

Be preseniancomo hechos consumados y que, frecuente-mente, llegan a ser contraintuitivos por la presencia dediscontinuidades en los razonamientos, Geoghegan pro-pone mecanismos definidos para expresar, a partir de"primitivos" intuitivamente transparentes y de axiom asgraduales y plausibles, las relaciones entre los distintosdominiossemanticos. Los procedimientos de recodifica-.ci6n propuestos permiten asi que la estructura formal 0"regIa ordenada" de un dominio opere como un item ce-rrado en la estruetura de otro conjunto semantico referi-do a un nivel diferente de la realidad, considerando lasalternativas culturales como sucesivos procesamientos deinformaciones y las conductas emergentes como "salidas"o "productos" de ese proceso.

El ensayo de Geoghegan, que pretende poner frentea frente las categorias desarrolladas por la moderna psi-cologia cognitiva y los problemas suscitados por la etno-grafia, difiere de las axiomatizaciones previas ensaya-das por la etnociencia en el hecho de que no se limitaa prescribir la contextura formal de un conjunto de con-ceptos relacionales aislados, sino que produce un discursocontinuo que quiza siga siendo, a despecho de su breve-dad, la unica teoria digna de ese nombre jamas producidaen el seno del cognitivismo.

Roger Keesing, de cuya actitud critica frente a laetnociencia no cabe dudar, ha realizado una comprobaci6nen regIa de los supuestos de Geoghegan, que configuratambien una extensi6n implicita de su abarcatividad.Mientras que Geoghegan expresamente propone su estruc-tura formal como interpretaci6n de aetos clasificatoriosque ocurren "en la cabeza" de los aetores individuales,Keesing emplea sus teoremas para explicar contingenciasconcretas y hechos sociales.

En la misma compilad6n de 'Paul Kay en la quoaparecen sucesivamente los trabajos de Gcoghegnn yKeesing, otros cognitivistas, Stefilre, HeidI y McCh.t1'/m,describen cierto numero de procedimientos compULHd()~

hales pata producir forinas lingiiisticas cUyos iniembrosson gramatical 0 semanticamente similares, y a partirde las cuales pueden descubrirse las unidades basicas deun "diccionario de comportamientos", concebible comouna descripcion de las estructuras de sentido, creencia ynormatividad imperantes en una comunidad lingiiistica.Para definir sus clases y obtener las respectivas matrices,los autores se han servido del lenguaje de computacionMAD, compilando sus programas en una maquina IBM.

Con las monografias de Naomi Quinn, la antropolo-gia cognitiva ha afianzado sus vinculos con la sistemi-ca, por 10 menos en 10 que hace a sus tecnicas auxiliares.Es de hacer notar que, en principio. la etnociencia se pre-sentaba como un paradigma radicalmente antisistemico,en razon de su enfasis en el analisis idiosincratico de "do-minios" clausurados, cerrados sobre si mismos, y de laausencia de un tratamiento sintetico de la cultura entanto supersistema. Con la reciente apelacion alas tec-nicas habituales de la sistemica general y con su adopcionde un discurso de sesgo etic, la fase en cuestion producesu propia ruptura epistemo16gica con los dogmas funda-cionales, recuperando no obstante el dictum de Pike re-ferente al estudio de las totalidades,

En su trabajo de 1976, Naomi Quinn describe elsistema cultural de los Mfantse como centrado en ciertasformulas recurrentes, expresables en algoritmos extra-polados de la Teoria de la Decision (una tecnica de opti-mizacion desarrollada en Investigacion Operativa); deacuerdo con Quinn, esas formulas se aplican a una pe-quefia cantidad, formalmente acotada, de informacionculturalmente relevante, produciendo el perfil de las con-duetas admisibles. Anotemos, incidentalmente, que des-de que Read, Mazury Bagnato cuestionaron la Teoriade los Juegos (variante de la Teoria de la Decision) apli-cada por Davenport y por Barth a la etnografia, y desdeque Kahneman, Tversky y Allais demolieronla Teoriade Is. Decision hasta sus cimientos, los especialistas en

sistemlca tienden a considerar este tipo de hip6tesis M-mo sufriendo una insanable crisis (Cf. Read, 1970; Ma-zur, 1967; Bagnato, 1974; Kahneman y Tversky 1979;Allais, 1979; Bunge, 1985 :109-121). '

En un trabajo pionero de 1968, Peggy Sanday estim6que la identificacion practicada habitualmente entre loscriterios de discriminaci'on puestos de manifiesto por elanalisis componencial y el plano de la realidad psicologica,presenta un punto de vista estatico del comportamiento.Anticipandose a Geoghegan, la autora prop one dinamizarese modelo, en base a categorfas tomadas de la psicologiacognitiva, cuyo campo teorico resume en forma admira-ble como organizado en torno de tres tendencias.:

a) La estrategia neoconductista, li:mitada por su vi-sion de los procesos mentales setun elparadigmade la "caja negra" a observar simples correla-ciones entre estimulos y respuestas.

b) La estrategia cognitivista strictu sensu, identifi-cada con la Teoria de la Gestalt y replanteadaluego por Constance Scheerer.

c) La estrategia informacional, que en alguna me-dida retoma el postulado de la caja negra al plan-tear que "el sistema nervioso central opera comoun sistema de procesamiento de informacion"(Newell y Simon, 19'64:1).

Escogiendo esta tercera variante, Sanday se sirvedel concepto informacional de "estructura cognitiva" pa-ra hacer referencia al formato en que los terminos deparentesco se almacenan en la memoria, y de la noci6nde "proceso cognitivo" para referirse alas maneras enque dichos terminos son usados y puestos en interrela-cion. Siendo la estructura cognitiva tal como ella Ill.define un conjunto de unidades elementales plenamenteequiparables alas dimensiones at6micas descubiertaa porel analisis componencial y, siendo los procesos cognitlvol

un conjunto de operadores elementales y de reglas de de-cisi6n, el modele resultante es de tipo generativo y separece mucho mas al de Lounsbury, al que eUa no cita,que al de Goodenough 0 al de Romney y D'Andrade, a losque ella reivindica.

Existe una marcada semejanza entre este trabajoexcepcional de Sanday, muy pocas veces mencionado en laliteratura etnocientifica y los esquemas dinamicos de psi-cologia cognitiva, de lingliistica transformacional y de ci-bernetica que se sirve ya no de la Teoria de la Informaci6n(tambien en crisis), sino de la mas promisoria Teoria deAut6matas.

Los estudios de Robert Randall, por su parte, descri-ben los procedimientos de pesca vigentes en una etniaen funci6n de estructuras formales de ponderaci6n demedios y fines; estas practicas conforman una etno-16gicasusceptible de expresarse mediante arboles de decisi6n ydiagramas de flujo. Uno de los razonamientos de Ran-dall resultara familiar para quienes trabajan en com-putaci6n sobre la base de lenguajes de Job Control, DSL,CLI u otras convenciones de comando similares; Randallha ofrecido una elaboraci6n sistematica del contraste en-tre las opciones "nulas", "vadas" 0 "no marcadas", queno requieren razones culturales especificas para su elec-ci6n, y las opciones "especiales" 0 "marcadas", que re-presentan un override 0 relaci6n de reemplazo prevalentesobre las anteriores y que se eligen s'610en situacionesconcretas. La idea de una categoria no marcada es iso-morfa y l6gicamente equivalente a la noci6n computacio-nal de "opci6n asumida en caso de omisi6n de parametro"(default option), que se debe imaginar como operacional-mente activa a menos que el usuario de la maquina es-pecifique otro valor. MD_SaHa de los escasos valoresliterarios del empefio de Randall, su intuici6n de esa ana-logia resulta oportuna y esclarecedora, y se erige comoprueba de una utilizaci6n cognitivista de los recursostecno16gicos que trasciende la concepci6n clasica de la

Maquina como calculadora 0 como soporte paAivo do ml-riadas de datos.

La conversi6n de criterios culturalmente cRpeefl'!eolla componentes ya conocidos del raciocinio sistemieo g'O~

neralizado, la propuesta de modelos unicos para el trntn-miento comprehensivo y comparativo de variables y IIItraduccion de lexemas idiomaticos a categorias l6gicaApropias del discurso tecnico y cientifico, estan delinean-do algo mas que la simple ruptura con el emicismo deque hablaramos antes. POl' de pronto, y en esta mismafase de expansion del cognitivismo, se esta logrando acce-del' a niveles de universalidad que exceden con muchoel plano de la "microantropologia" en el que Colby, Fer-nandez y Kronenfeld imaginaban que tendria lugar laconvergencia entre esta estrategia y la antropologia sim-bolica. Inversamente, creemos que corresponde postularuna "macroantropologia", facultada por el desarrollo tec-nologico, en la que la idea cognitivista de la cultura con-verge con la metodologia y la tematica de las demas cien-,cias sociales contemporaneas.

Estos hechos constituyen una confirmaci6n rotundade 10que dijeramos (sin fundamentarlo entonces mas quebibliograficamente) en nuestro trabajo sobre "Modeloscognitivistas en etnomusicologia" (1985):

"Incluso quienes inicialmente fueron cognitivis-tas emic puros, al profundizar en el tratamie~to com-putadorizado de datos etnograficos, tuvieron queadmitir que la eticidad era no solo el fundamento dela delimitacion del dato, sino el trayeeto obligado dela formalizacion del conocimiento. Hasta tanto noaparezca la maquina metafisica, capaz de almacenardirectamente intuiciones y contenidos de conciencia.el unico dato computable (yen ultimo analisis, elunico susceptible de ser axiomatizado) es el dato etic.El universe emic, tal como esta antes de ser pasadopor una teoria etic que 10abstraiga como problema, no

es ni siquiera pasible de ser referenciado con preci-sMn en el lenguaje que los cientificos utilizan paracomprender el mundo y para comunicarse entre si."

No se trata de un deseo ideologizado, sino de unaconstataci6n: la etnociencia de vanguardia, tanto en suversi6n aritmetico- computacional como en su fase com-parativista, ya no es emic, ni ~ncogidamente etno~rafic.a,ni cualitativa; POI' el contrano, tuvo que devemr et'W,etno16gica y cuantificadora, y hasta tuvo que aventurarseen un espacio epistemo16gico cuya naturaleza invoca latrans disciplinariedad.

Hace ya veinte afios, Roger Keesing sefialaba queel enorme enfasis en el rigor descriptivo por parte de lasemantica etnografica habfa restringido la relevancia delos datos analizarlos y bloqueado la comunicaci6n de loscognitivistas con los antrop610gos involucrados en otrasareas. "Hemos investigado -decia Keesing- s610 esosdatos restrictos y·a menudo insustanciales que nos permi-ten lucir los elevados standards metodo16gicos que hemoscreado' y nuestros colegas se han mostrado comprensi-blemente desinteresados. Existe una notoria necesidad deempujar los presupuestos de la obra pionera de Goode-nough hacia campos de un interes antropo16gico mas cen-tral y hacia problematicas te6ricas mas importantes."(Keesing, 1966 :23).

El propio Keesing, ampliando el modele de Geoghe-gan hasta abarcar las conductas concretas, ha dado cum-pliiniento a sus compromisos p~ogramaticos: ~os. ;>trosestudiosos mencionados a prop6slto de la dehmltaclOn deesta fase estan haciendo 10 suyo. Pero no todo es auspi-cioso. Sin duda alguna, se esta avecinando un periodo,articulado en los goznes del nexo generacional, en el quela rigurosidad de los enunciados y la contrastabilidad delas hip6tesis se realizan a expensas de la inteligibilidadde 10 que se dice. Una generaci6n atras, la propuestacognitivista ortodoxa (que ahora nos resulta de una s,e~-cillez ascetica) coincidia con el limite de 10 antropologl-

--:-------;------:-----,---:-;------~- •••••• - ••••••• -- ••••••• ¢¢¢A __ (¥••"••••i$._,

camente comprensible; hoy esa frontera aparece trazadamucho mas aHa, perode todos modos no han de ser mu-chos "los profesionales capaces de seguir el discurRo doGeoghegan 0 de sacar el jugo a las matrices de Stefflro.Nose trata de que sea siempre, en el fondo, un discursopueril y artificioso el que exija ser descifrado, como 8U-pone Goult; no se trata tampoco de una problematica deinhumanidad 0 de insensibilidad estiHstica, como sugiercBerreman, sino mas bien de una cota de genuina difi-cultad conceptual que se esta alcanzando cada vez masfrecuentemente. La antropologfa, en su transformaci6nen ciencia, se ha vuelto opaca a la lectura intuitiva y ala aproximaci6n estetica.

Es casualmente un antiguo cognitivista, AHan Goult(1968), quien llama la atenci6n sobre los abusos forma-les y sobre la posible metamorfosis de los medios tecnicosen finalidades en sf mismas. Goult afirma que es sufi-ciente cubrir cierto numero de paginas con notacionesoscuras y con f'6rmulas matematicas para lograr su pu-blicaci6n en una revista prestigiosa. A este respecto,menciona el caso del analisis matematico realizado porHammel (1965) sobre terminologia comanche de paren-tesco, un area que a su juicio podria abordarse facil~en-te en ingles vulgar, y critic a luego el enrevesado sIste-ma notacional de Romney (1965), utilizado tambien POI'Hammel y POl' Kay, el que no hace mas que complicar(Lounsbury mediante) un metodo muy simple idea do pOl'Sol Tax en 1937. Lo mismo vale, segun Goult, para elprograma de simulaci6n escrito POl' Gilbert y Hamml:!lpara analizar casamientos entre primos cruzados em-pleando la tecnica de Montecarlo: de hecho, podria haborsido reemplazado ventajosamente POl' diez minutos detrabajo usando lapiz y papel.

"No hay ningun sentido en esto, excepto el do-mostrar la versatilidad de uno al hacer las cosas dela manera mas dura, obscureciendo ciertas dificulta·des ( ... ) La mayor parte de la gente que en la ac·

tuaUdad practica el analisis componencial, parece es-tar mas atareada· en posar como genios matematicosque en analizar los sistemas de parentesco." (Coult,1966 :1482).

Mas aUa de la particular animadversi6n que podriafluacitar en Coult el vapuleado Hammel, 10 cierto es quecata reciente fase del cognitivism() cuenta ya con suspropulsores, con sus villanos y con sus justicieros.

5. Fase lingUistics

Esta manifestaci6n de la antropologia cognitiva ma-dura en la que adquieren el mayor relieve las diversasvariantes del analisis semantico, materializa un ciertodistanciamiento no siempre voluntario de los interesespuramente antropol6gicos, concomitante a un sonoro enfa-sis en cuestiones de orden lingiiistico, 0 en aplicaciones,a veces mecanicas, de principios lingUisticos a problema-ticas antropol6gicas.

En lineas generales, la influencia de la teorizaci6nlingUistica sobre la etnociencia se ha manifestado por 10menos a 10 largo de tres frentes, y a partir de otros tantosorigenes:

1) La ya mencionada hip6tesis de Sapir-Whorf, quepostula el principio del relativismo lingliistico, ha jugadocierto rol tanto en el particularismo inicial de Goodenough,como en la formulaci6n del paradigma emic por parte deKenneth Pike, del cual se nutren las primeras fases dela etnosemantica. Recordemos que Sapir fue mentor ymaestro de Whorf tanto como discipulo direeto de Boas,y que el concepto de la categorizaci6n emic fue insinuadooriginariamente por el. La hip6tesis de Sapir-Whorf, queen esencia afirma que la concepci6n del mundo esta re-lacionada con y depende de las categorias semanticas 0de las posibilidades articulatorias de cada lengua (masque del lenguaje en sO, esta mas 0 menos subyacenteen la exigencia etnocientifica de exponer cada dominio

cultural "en sus propios terminos". Ahora bien, el hechoes que la idea del relativismo lingUfstico ha Rino ob,fetode las criticas mas virulentas e implacahles quo caht'l imn~ginar (Cf. Max Black, 19616:239-251, 1982 :53-60: J,onnfl-berg, 1953; Feuer, 1953); al cognitivismo no 10 quotl6otra salida, entonces, que la de disimular su simpatfnhacia ella. Hay que subrayar que, cuando mucho, lOAetnocientfficos se limitan a "marcar diferencias" entresus posturas respectivas y la implicada en la hip6tesisde Sapir-Whorf, dejando siempre latente cierto margen deplausibilidad en beneficio de ella. De esta manera, Kee-sing, por ejemplo, afirma que "se ha exagerado" la di-versidad de los mundos conceptuales propios de las cul-turas extraflas (Keesing, 1972, 1974, 1979 :15), pero noparece ver inconveniente alguno en el acto de marcaci6nde esa diversidad. Lounsbury, por su parte (1982 :15y ss.) distingue entre un "relativismo extremo" al queimpugna y un "relativismo limitado" por el que aboga.Kay y Kempton (1984), por ultimo, sobreestiman la di-ficultad de establecer 10 que Sapir y Whorf dijeron real-mente, sosteniendo que, sea 10 que fuere, aIg-unos estu-dios comparativos ulteriores tienden a confirmarlo entanto que otros tienden a ponerlo en duda. Hasta el adve-nimiento de la fase comparativista, en ning-una parte seencuentra mas que una demarcaci6n de diferencias cuan-titativas entre la vapuleada hip6tesis y el procecto etno-semantico.

2) La lingUistica estructuralista del tipo Hamado"funcional", establecida primero en torno a Bloomfieldy enriquecida luego con el aporte de Jakobson, proporcio-no con su concepto de los "rasgos distintivos" presentesenel fonema el impulso y la inspiracMn para buscar com-ponentes atomicos similares en el lexema (vale decir, enel plano semantico), 10 que hubria de ser sobrellevadopor 'el maestro de Chomsky, Zellig Harris. Tanto astocomo Bloomfield coincidieron en el establecimiento deun paradigma fisicalista y conductista, que es el que haec

eclosi6n en el distrihucionalismo, una metodologia queanaliza el lenguaje como manifestaci6n objetiva, suscep-tible de ser abordada con total prescindencia de hipotesisacerca de la mente y del pensamiento. EI modelo con-ductista tiene como corolario su propio descriptivismo;no hay en el intento de comprension ni de explicacion,puesto que los aspectos procesuales previos a la exterio-rizacion de 10 analizable, han sido encerrados por prin-cipio en 10 que en epistemologia se denomina una "cajanegra". La historia de las influencias mutuas ~ntre laidea del analisis componencial, que explota la Idea delos componentes minim os y de los rasgos distintivos, yel modelo conductista, que exige atenerse a la descrip-cion es extraordinariamente compleja, y se desarrollaen ~umerosos pIanos. El paradigma descriptivo figuratambi€n contradictoriamente con el postulado de la "rea-lidad pSfco16gica", entre las premisas de la etnografia deGoodenough. N6tese, en todo caso, que la "realidad psi-co16gica", no obstante ser una cat egoria opuesta a la .doc-trina fundamental del conductismo, pertenece ella mIsmaal modelo de la caja negra, por cuanto sus aspectos pro-cesuales no han sido convertidos formalmente en pro-blema.

3) Por ultimo, la lingUistica generativa transform~:..cional viene no tanto a marcar un giro en la trayectormglobal de la etnociencia, como a proporcionar su funda-mento te6rico a la facci6n interna liderada por Lounsbu-ry. Ya en sus escritos mas tempranos, este se mostr6ansioso por borrar las connotaciones distribucionalistasy estructurales invocadas por el analisis compone:r:cial,como para dar la impresi6n de un cambio de paradIgmaen favor de la propuesta de Chomsky. Lounsbury desa-rro1I6, a partir de 1961, un nuevo metodo ~ormal, paradescribir relaciones entre las distintas termmologms deparentesco, utilizando "reglae de reescritura" que. desta-caban las equivalencias entre los terminos de un SIstema,permitiendo arribar a "tipos focales" Q "nucleQs" y esta-

bleciendo'ingeniosas secuencias paralelas de transforma-ci6n de los status heredados, asi como de otras circuns-tancias socio16gicas. Las "reglas de expansion", fijadaRpor Lounsbury como contrapuestas a las de reescritura,especifican como la red universal de relaciones de paren-tesco c01apsa en cada sistema concreto hasta que solopermanecen los nucleos regulares de la terminologia. Sumetodo, altamente especializado y complejo (como suelenser los que pretenden "siinplificar" el campo, lIegandohasta las estructuras fundamentales), no se populariz6jamas entre los cognitivistas ni alcanz6 a imponerse co-mo opcion alternativa de los estudios componenciales, apesar de que era publico y notorio que la escuela lingUis-tica donde este se habia pergefiado no disfrutaba ya desu antiguo credito. Por otra parte, los etnosemanticosdudaron siempre, y con raz6n, de que las reglas de rees-critura pudieran aplicarse a otros dominios mas alIa delparentesco.

8i la actitud de Lounsbury frente al analisis compo-nencial es plenamente critica ya desde un principio, ellose debe a que e1 ha sido uno de los pocos antrop6logosde Yale que tiene perfecta conciencia de las limitacionesdel metodo estl'ucturalista en lingiHstica. No sabe cuales la razon por la que Goodenough se neg6 a p1antearseun cambio de paradigma; nosotros barruntamos que nodebe tratarse de una raz6n cientifica: despues de todo,Chomsky es el autor de The responsability of intellec-tuals (1967), American power and the new mandarin,q(1968), Political prospects for the seventies (1968), Themenace of liberal scholarship (1969), Intellectua'zs andthe war lords (1969), Nationalism and conflict in PaZNI-tine (1969), The welfare/warfare intellectuals (1969),Some tasles for the left (1969), Notes on anarchiJi'Yn(1970) y Rosa Luxemburg (1970), entre otros cuestionlt-mientos del establishment, mientras que Goodenoup;h hitsido capaz de citar como uno de los posibles campoli delactividad de los antropologos, la provision de un lIorvtc{u

de informacion etnografico para ayudar al .ejercito delOB Estados Unidos a enfrentarse con la guerra· de gue-rrillas (1962:175).

En 10 te6rico, la diferencia entre Lounsbury y losanalistas componeneiales que siguieron fieles a Goode-nough radica no tanto en un concepto opuesto de seman-tieidad, sino en el lugar y en la entidad en la que secoloca el nucleo de la significaci6n, y en la extensi6n quese otorga a esta de alli en mas. El analisis componencialpresupone que un lexema esta formado POl' cierto nume-1'0de rasgos at6micos 0 "componentes", que en cierta for-ma sedan universales. POl' ejemplo, el lexema "hombre"serfa la resultante componencial 0 producto de 10s com-ponentes Humano, Va~6n y Adulto, que, lexicalizados 0no, son culturalmente invariantes. Para Lounsbury, s6lolos nucleos abstractos y profundos de las manifestaeionesverbales ofrecen ciertas pruebas de universalidad; lasexpresiones superficiales, que se obtienen a partir deaquellos mediante la aplicaei6n de reglas de transform a-cion, estan ligadas a ciertas restricciones dependientes delcontexto, restricciones que tienen casi siempre un fuertecorrelato socio16gico. Como 10 ve Lounsbury, el procesosemantico involucrado en el analisis componencial serfalinealmente sumativo, como sila definici6n de cada com-ponente lexemico fuera invariable en todos los contextosen que aparece (1982 :42-48).

Las diferencias entre la determinacion de formasnucleares y el desarrollo de reglas para su transforma-ci6n,por un 1ado, y 1a descripci6n de rasgos exterioresy manifiestos, POl' e1 otro, aparecen muy elocuentementereflejadas en la opositividad que media entre e1 analisistransformacional y el analisis componencial de cualquierdominio. El analisis componencial sostiene argumentosque son esencialmente descriptivos y que no sirven parareducir la comp1ejidad de los sistemas a analizarse. Elana-tiaia transformaciona1, POl' e1 contrario, apunta a1coraz6n de los sistemas, produciendo reg1as simples capa-

ces de general' todo el material que encuentra 01 anal1stade componentes, ademas del que podrfa llegar a encon~trar. El analisis componencial es an~Uogo a la dCMcrlp-cion morfo16gica de un organismo; el transformaciollnl,equivale a su descripci6n ontogenetica. Aquel dCHcriboestados finales, de extraordinaria complejidad; este dc-muestra que los estados complejos no son mas que 01resultado de la aplicacion repetitiva 0 recursiva de cier-tas reglas sobre nucleos muy simples. Un anaJisis com-ponencial esta en la misma escala que el fenomeno quetoma POl' objeto, POl' 10 que resulta en un modelo meca-nico; un analisis transformacional esta en una escala dis-tinta que la del fen6meno, POl' 10 que conforma un mo-delo estadfstico (Wiener, 1985 :55-70).

Mridula Durbin (1970) especulo sobre la aplicaci6ndel modelo generativo transformacional a la etnologia dela religion, reali.zando una ejemplificaci6n extendida conel caso del jainismo. En primera apariencia, su aportees mas 0 menos plausible, aunque refleja en demasia elinflujo del analisis formal desarrollado POl' Buchler ySelby (1968) y aunque el modelo ni produce toda lasestructuras de superficie pertinentes, ni es potencialmen-te infinito en cuanto a sus posibilidades productivas.

Cada vez que los nombres de Lounsbury, Epling,Burling 0 Durbin aparecen en el epigrafe, puede pre-decirse, no excluyentemente, un enfoque de fondo choms-kyano. POl' el contrario, siempre que A. Kimball Romneyaparece como autor 0 corresponsable de una investiga-cion, ya sea asociado con Brent Berlin (1964), con Epling(1957) 0 con D'Andrade (1964), puede advertirse que eldiscurso se inclina vigorosamente hacia la categorizaci6npropia de la lingiiistica mas "distribucional" de la co-rriente estructuralista, 10 cual explica la presencia deuna terminologia tipica del descriptivismo de Bloomfieldo Harris al lado de los tradicionales criterios de la otno-semantica. De hecho, las publicaciones de Romney abun-dan en conceptos tales como el de "alosema", incurren

en el tratamiento de 10s domirtios semanticosenterminosde "corpus" exhaustivos y en determinaciones sobre lanaturaleza de las "distribuciones" elicitables en el espa-cio de esos dominios. Todo ello ilustra un tradicionalismolingiiistico estructuralista que el conjunto de 10s etnocien-tificos se esforz6 en superar despues de las energicasimpugnaciones de Chomsky y de la propaganda genera-tiva de Lounsbury en el interior de la escuela.

Sin embargo, las importantes observaciones de Wa-llace y Atkins a prop6sito de los aspectos cognitivos 0"psico16gicos" del analisis componencial, parecen haberhecho mella en el pensamiento de RomneY, segun 10 ates-tigua su preocupaci6n por dicho respecto en su estudiode los terminos ingleses de parentesco (Romney y D'An-drade, 1964). La aparici6n intempestiva de Romney enla fase estadistica e intercultural que nosotros hemos dis-crimina do en la masa del aporte cognitivista refleja, asu turno, otra inclinaci6n conservadora del autor, estavez en el sentido de un retorno a los principios carac-teristicos de la escuela comparativista murdockiana, enla que hemos visto el punto de arranque de las propuestasfundacionales de Goodenough (Cf. Romney, Shepard yNerlove, 1972). Y esto ocurre mas alla de la aparenteafinidad de Romney por el uso de programas computa-dorizados (10 cual, de ser decisivo, justificaria su inclu-si6n enotra fase) , ya qlle tanto el programa FortranBi- Med como el Verimax han sido frecuentemente uti-lizados por los disclpulos de Murdock en sus .tabulacionesfactoriales.

En este punto, hemos caracterizadoparcialmenteesta orientaci6n del cognitivismocomo conformada poruna varianteprogresiva y racionalista, ejemplificada porLounsbury, y por otra conservativa y empirista, cuyoarquetipo es sin duda Romney. En una postura interme-dla, uno de los trabajos que vertebran esta fase es elcompacto survelyde Benjamin Colby (1966), donde seestablece claramente que la significaci6n del am'ilisis com-

ponencial es lingiiistica mas que antropo16gica, y radicamas en la delineaci6n y clarificaci6n de problemas Homan-ticos que' en 10 que pueda revelar' sobre la realidad pHi-co16gica. Signado por esta tendencia, el resumen de Colhyaporta relativamente poco como cr6nica de 10 actuadopor la antropologia cognitiva en su primera decada, aun-que sirve como elemento de prueha de las preocupacioncKpersonales del autorpor los significados connotativos ypor la expresi6n simb6lica, que habrian de hacer eclosi6nquince alios mas tarde (Cf. Colby y Colby, 1981). For-zado por su carino hacia las facetas afectivas del len-guaje, Colby acepta como parte integrante de la etno-ciencia la tecnica del diferencial semantico ideada porOsgood, a despecho de su aspero rechazo por Sturtevanty Frake (1964 :238-239), portavoz de la ortodoxia.

El artifice maximo de toda esta fase es, finalmente,el desconcertante Dell Hymes. Profundo conocedor de lalingiiistica y expositor de una envidiable fluidez, Hymesmanifest6 siempre una cierta inestabilidad ideo16gica yuna originalidad muy por debajo de su erudici6n. Sutrayectoria, a caballo entre dos mundos, es azarosa yoscilante: en 1962 fund6 la "Etnografia del habla" (con-trapartida de la etnografia de la lengua), de la que pos-teriormente pareci6 desentenderse; en 1964, mientrasinaguraba la "Etnografia de la comurticaci6n", contest6alas criticas de Burling en un tono totalmente ortodoxo,digno de Frake, sacando la car a por un cognitivismo enel que militaba s610 tangencialmente y al que supo cues-tionar como si 10 viese desde fuera (1971 :141) ; al anosiguiente, auspici6 una compilaci6n sobre el uso de com-putadoras en antropologia, anticipandose alas elabora-ciones de Sanday, Geoghegan y Keesing; en 1971, juntocon Ardener y 10s sociolingtiistas, trat6 de consolidar 01status de los estudios del lenguaje entre los antrop610g0Rsociales ingleses; y poco despues, aliado a viejos fono-men610gos y a 10s interaccionistas simb6licos, proplcl6el manifiesto en favor de una disciplina critica, ]l(J'in'lum·

ting Anthropology (1972), en terminos que 10 p<>neua1borde del irracionalismo y que 10 enredaron en una desa-gradable polemica con Kaplan.. En antropologia se ha exagerado un poco la influen-

CIa de l!ymes en el giro semantico protagonizado POl' suaborrecldo Chomsk,y, que fuera mas bien merito de losargumentos lingiiisticos de Katz y Fodor. La "Etnogra-fia del habla" propuesta POl' Hymes en 1962 materia-liza el paso desde una dimensi6n puramente 'semantica(exp~orad~ , tradicion~l~ente POl'.elcognitivismo) haciala dlme~slOn pragmatlca del proceso semi6tico global.V.a~~declr que, si ~a etnosemantica se ocupaba, POl' defi-mClOn, de la relaCI6n de los signos lingiiisticos con susreferentes, la nuevasubdisciplina fundada POl' Hymespasah~ a ocuparse de la relaci6n de los signos con susU~?arlOS; no hay en. este movimiento tanto una amplia-CIOncomo un camblO de foco como una traslaci6n delpunto de mira con el fin de iograr una angulaci6n di-ferente.

Siguiendo a Jakobson, Hymes elabora un modelo queincorpora en una toUtlidad los componentes y las fun-dones propias del acto comunicativo: el emisor, el re-ceptor, la forma del mensaj e, el canal, el c6digo, el temay la situaci6n, POl' un lado y las funciones expresiva di-rectiva 0 intencional, poetica, contractual metalin~tiis-tica, referencial y contextual POl' el otro. 'Este esquemainidal, quiza demasiado ambicioso en contraste con susmedios formales, es posteriormente reelaborado por Hy-mes y Gumperz, enfatizando el caracter procesual e in-teractivo del acontecimiento lingiiisticoen su ambito so-dal; esta reformulaci6n, similar a la anterior aunquemas detallada, se conocia bajo el nombre un tanto pom-poso de "Etnografia de la comunicaci6n" (1972), difun-diendose luego bajo mil variantes. El estilo de Hymesse caracteriza, desde un principio, POl' au incontenibleprogramaticidad y por el espacio que concede a la ejem-

l>lificaci6n discursiva, en detrimento del modelo y de 1ndeducci6n.

Profundamente comprometido con la causa del estruc-turalismo distribucionalista y con todas las variantes delfuncionalismo, Hymes tendii6 siempre a minimizar de unmodo u otro el rol de la lingiiistica chomskyana. Le gUB-tab a pres ental' la rebeli6n "generativa" como una pugnamas bien "generacional", y consideraba que el panoramate6rico era mucho mas variado y multiforme que 10 quesugeria una simple opci6n dicot6mica entre chomskyanosy bloomfieldianos. A la luz de su defensa de la etnose-mantica con motivo de la impugnaci6n de Burling, puededecirse que su postura es eminentemente reaccionaria: noalcanz6 a apreciar la abrumadora superioridad formal dela nueva lingiiistica, y no pens6 que el cognitivismo hu-biera debido replantearse ante el colapso de su paradigma.

La inmensa producci6n de Hymes, que abri6 la puer-ta alternativamente a la sociolingiiistica, a la psicolin-g1ii~stica,a la lingiiistica antropo16gica y a todo un cumulode variantes disciplinarias mestizas demasiado sutilmen-te diversificadas, se fue alejando, con el correr del tiem-po, del nucleo de intereses centrales del cognitivismo.Pr6digo en articulos te6ricos enumerativos, redundantes,que dejan una triste sensacion de deja VU, Hymes hadejado, aparentemente, de ser cognitivisUt; es dificildeterminar hasta que punto 10 fue alguna vez.

6. Fase simb6lica

Lo que Colby, Fernandez y Kronenfeld caracterizancomo una convergencia global de las estrategias cogniti-vistas y simb6licas en el terreno de una "microantropo-logia" unificada (1981 :440), pareciera no ser mas queuna coincidencia parcial que. involucra solo a una parteinfima de los etnocientificosy a un fragmento minusculode los simbolistas. En rigQr, la "fase simb6lica" de laantropologia cognitiva es coetanea de tendencias intorna.

nada proclives it la ten:uitica del slmbolo; si se quisiera,podria postularse tambien, con la misma legitimidad, la"convergencia" de los estudios etnocientificos con la sis-temica computadorizada (Cf. Geoghegan, 1971; Coult yRandolph, 1965; Becker, 1973; Kronenfeld, 1979; San-day, 1968), con el evolucionismo (Cf. Berlin y Kay, 1969;Brown, 1977, 1979) 0 con el comparativismo murdockia-no (Romney, Shepard y Nerlove, 1972; Witkowski yBrown, 1977, 1978; Brown y Witkowski, 1979,-; Berlin,Breedlove y Raven, 1973).

Por otra parte, los estudios inscriptos en la antro-pologia simb6lica que se ocupan de aspectos cognitivosy psico16gicos, no constituye sino una de las (tambien)siete variedades que hemos discriminado dentro de esacorriente. Afiadase a esto que los factores cognitivos queillteresan a los simbolistas contemporaneos no tienen ma-yormente que ver con las propiedades taxoll'6micas y se-manticas que ha venido indagando la etnociencia, sinoque estan relacionados con los contenidos tematicos deuna psicologia cognitiva de limitesdifusos, pero queexiste con total independencia de la antropologia corres-pondiente: el funcionamiento cerebral, la oposici6n de losprocesosy codificaciones binarias y ana16gicas, el calcu-10 de predicados, la inteligencia artificial, 10s espaciosconceptuales, Ia asimilaci6n del cerebro con 10s aut6ma-tas 16gicos, etcetera. Esta claro .entonces. que no ha ha-bido ni hay tal cosa como una "convergencia" entre laantropologia cognitiva y la simb6lica, y que carece desentido postularla sobre la base del numero y la reI evan-cia de los estudios inscriptos doctrinariamente en la pri-mera que se ocupan de tematicas propias de la segunda.

Tanto Colby como Kronenfeld, 10s cognitivistas dela tripla, no s610 dan cuenta de la confluencia como unproceso dado exteriormente, sino que mediante alusionesinequivocas a sus respectivas trayectorias parecieran re-clamar el liderazgo de ese movimiento te6rico de con-ciliaci6n. Creemos que la propuesta en si de una conver-

genda tiene supropia explicaci6n, y que esta OH pltlotlcu~larmente significativa po~ poco que se atienda It qUl(lIlUHson los que la han enunciado y alas razones que linn 1,0-nido para hacerlo. Benjamin Colby fue siempre una 1'1-gura un tanto marginal dentro de la antropologia cov;·nitiva, a la que el entendi6 en Mrminosde una "semiin-tica etnogrMica" constituida tambien por todo un con-junto de estudios y subdiscipIinas cuya relaci6n con Inetnociencia, de querer establecerla, seda sumamente tor-tuosa: la teoria de la kaducci6n de Nida, la semanticagenerativa de Katz y Fodor, la tecnica del diferencial sc-malltico de. Osgood, el concepto de "hipersemantizaci6n"de WeinreiGh, la sememica de Lamb. Ajeno a la id~fI.decongruencia epistemo16gica y de dive~sidadparadigma-tiea, Colby estaria sugiriendo tanto en 10 etnogrMico co-mo en 10 lingtiistico, tanto en su semantica cosmopolitacomo en suproyectode convergencia, el caractersuma-tivo y complementario de todas las teorias con ciertoaire de familia que se Ie cruzan por la mente. En pato-logia epistemo16gica, esa enfermedad del razonamientoque postula el libre traiico de eonceptos desarraigadosde pn marco te6rico a otro, se sueIe diagnosticar como"eclecticismo", y existe consenso en cuanto a que eS despma gravedad.

Por afiadidura, el sesgo particular de los conocimien~tos de Colby ha impresoal articulo eonjunto una ideasingularmente desaetualizada de. 10 que en realidad es Iapostura de laestrategia generativa transformacional fren-te alas euestiones semanticas: "el rol de la semanticaen la lingtiistica transformacional -afirma el estudioeoleetivo~ nunea ha sido demasiado claro" (1981 :430).Esto ehoca de frente con las modificaciones te6rieas ex-perimentadas por esa corriente a partir de 1964, en Iasque se ineorpora un autentico diecionario (semantico)al eomponente sintactieo mas profundo, y con la revisi6ngeneral del transformismo oeurridadesde' 19'67, en lu quose propugnaprescindir de dertos conceptos capitaloH y

borrar ladistintividad entre "profundidad" y "flU 1'."cie" y entre los niveles de sintaxis y significn('itJlI ({}J';Sanchez de Zavala, 1974). Hoy en dia, en cuulquh'r htetado elemental de semantica puede apreciarse (-I J,lI'Iu"de integraci6n entre la problematica de ese phl/lO .In ••miosis y la perspectiva transformacional (Cr. ('J11I"••1.980 :355-367; Le.ech, 1985 :433-434). Lo conerdo "11 'f•••...tanto Colby como Lounsbury, tanto D'Andrade ('011111 I ,~mes, han retenido de la escuela generativa III 11111111"del Chomsky petardista y antisemantico que plldo •••verdad en 1957.

Por 10 demas, Colby (1966) deplor6 frecUt'III"lIwu"la restricci6n del cognitivismo ortodoxo a 108 wlI"IllI"denotativosdel significado y el olvido de la d i II 11'II.liI...afeetiva de los fen6menos lingiiisticos. En !o l'ol'm.l.Colby result6 incapaz de entregar a la antropolog'ill l'n•.~nitiva un solo concepto novedoso, que estuviera 1'111'1111',"".'en su discrepancia, pero que fuera compatible ('011 leiintereses te6ricos de esa corriente. Al cabo, 10 mil" In'"resante de su contribuci6n personal a la etnociendll via ser el comentario que a prop6sito de su surV/:/I it.biera Paul Kay (1966), obligado a imponer cierLo lIt'I\tIal farrago amorfo y heterogeneO que Colby comlilll1".-,reselia, que Sweet condenaba por su escolasticis1no ,v, •• :Chafe cuestionaba por su indistinci6n.

Recien a comienzos de los alios '70, Colby dOMc'uh, ,su vocaci6n genuina y el campo tematico en el qUtI Jlu4 ~.desarrollarse de manera creativa: el de la meta.j'orn "fuerza organizadora del conocimiento, aprehendicln .1 .b6lica y literariamentea partir del mito 0 del reslconcebido co:mo texto. Su concepci6n de la labor anpo16gica es entonces de indole "humanista", intcl'}lI'IlIva, y se situa en las antipodas del seco cientificismo ,I.etnosemimtica. A fin de cuentas, result6 ser quo 11111no era un etnocientifico cabal, sino mas bien un lIltn ..Usta del tipo que hemos Hamado "ret6rico", qUll haequivocado la escuela en la que podia ejercer su mUlL'

mente la metMora es el pu~to ,0:1,flat de Colby con James Fel'ba~\l JO'llllnomfnalismo" y el mas emin ent~e II,i~11

••• In otro estudio (Reynoso, 19~5) \;ez'll':i. 1t.f1foque expresivo" de la ant~o4 df;~i,I,~1

htnt10 on cuenta los antecedent~s ~I il~(J;'"nnrm<lmente el "contexto de ~e~~Og~III~~1

Ie'" Ptlfl'lonal que define y otor~a ~e yid.}t.ttlilllC do una convergencia entre df\. \~Ub'lilill

t 'd . 'll:\~azo,p'IAn It\Un 'em 0 dIvergentes. Procl,ttrtt_' I'I~II"tflll Ant.oriores de conciliaci6n ens~ya.~ p~(l"",v tin 01 ter.reno del mito (1968) »,~sf~a~

I" ,I tiel RentIdo (1976) ,Colby pr~te~ irJ., oornftivismo detras de su intel'~s JO ij~\'ora, (\1 cual, en ~az6n de .su dilt].eI:l~ U~/,flllqlonal. florece meJor al abrIgo del Si~~"~ lt1~twa de la cognici6n. IbO)1 !o cO y 1o I.te proceso, David KronenfelCi, t:I hJl~, ann Hoffmann y con Read uno cle t~' jlp~1e~

It 1••. ntro~o}o:-ria m~tematica ant~fl ~~~eie~~~,,\II coa-mtIvIsmo, Juega un papel C ~ Ila1ft~~

II .in duda el quien se ha encarg~d~ .Sl(llp, ~'IJlei del lt~lculo colectivo referel\te~ ~~efBf~~,~.omputaClonales de ambas antl::'-l>ll 1'8, rt'\'~J, 1. lIubestimaci6n de las tratativ~s ~h~i~zl,ef'~~~1rnovldlts por Buchler y por Selh-:v ~ lje \rt~\;YI

. iF.olOnga~i6n inercial de las critic~ ~U110 ~lof\\\VIIr" el mIsmo Kronenfeld, a ral2; d~~ (:ir j ~J

• ambos en el maneio de los m~-t0t:l 19'1s \t'YIn (Kronenfeld, 1972). La lect.or \:; I p' t~e\}J_.'1 dHtacados de la fase matemat:;ic: $61,18 e(~ \r~

MUI.tra, en efecto, que es en el aye:t i,ul e ~.parente objetividad de los metC7d~ 'irlloP:e \~~

d, lam diatribas alcanza la cullt1iI\. ~. rU 6~ I~. 0, La ecuaci6n critica y la tensio:(l ~ :~;\~dolt\. ' s"do caao una constante en los ~:SO~edllal!?\~~~1oolm.lo: en tanto arquetiposdel e\.J" ,~

IJ

horrar ladistintividad entre "profundidad" y "superfi-cie" y entre los niveles de sintaxis y significaci6n (Gf.Sanchez de Zavala, 1974). Hoy en dia, en cualquier tra-tado elemental de semantica puede apreciarse el gradode integraci6n entre la problematica de ese plano de se-miosis y la perspectiva transformacional (Cf. Lyons,1980 :355-367; Leech, 1985 :433-434). Lo concreto es quetanto Colby como Lounsbury, tanto D'Andrade como Hy-mes, han retenido de la escuela generativa la imagendel Chomsky petardista y antisemantico que pudo serverdad en 1957. .

POl' 10 demas, Colby (1966) deploreS frecuentementela restricci6n del cognitivismo Qrtodoxo a los espaciosdenotativos del significado y el olvido de la dimensionafectiva de los fen6menos lingiiisticos. En 10 formalColby result6 incapaz de entregar a Ia antropologia COg~nitiva un solo concepto novedoso, que estuviera enraizadoen su discrepancia, pero que fuera compatible con losintereses teoricos d.e esa corriente. Al cabo, 10 mas inte-resante de su contrlbuci6n personal a la etnociencia vienea. ser el comentario que a prop6sito de su surveyescri-blera Paul Kay (1966), obligado a imponer cierto ordenal farrago amodo y heterogeneO que Colby considerabareselia, que Sweet condenaba POI' su escolasticismo y queChafe cuestionaba POI' su indistinci6n.

Recien a comienzos de los alios '70, Colby descubri6su. vocaci6n genuina y el campo tematico en el que podiadesarrollarse de manera creativa :el de la metafora comofuerza organizadora del conocimiento, aprehendidasim-hOlica y literariamente a partir del rnito 0 .del relataconcebido como texto. Su concepci6:n de la labor antro-pol6gica es entonces de indole "humanista", interpretati-va, yse situa en Ias antipodas del seco cientificismo de laetnosemantica. A fin de cuentas, result6 ser que Colbyno era un etnocientifico cabal, sino mas bien un simbo-list~ del tipo que hemos Hamado "ret6rico", que habiaeqUlvocado la escuela en la que podia ejercer su militan-

cia. Rrecisamente la metafora es el punto de In convor-gencia personal de Colby con James Fernande,.;, 01 Invon-tor del "pronominalismo" y el mas eminente eRpocIHllll{:n.de 10 que en otroestudio (Reynoso, 1985) disting-ulmoflcomo el "enfoque expresivo" de la antropologia Rlmh6-lica. Teniendo en cuenta los antecedentes de amboH, R(l

clarifica enormemente el "contexto de descubrimiento".la ecuaci6n personal que define y otorga raz6n de Rerala hip6tesisde una convergencia entre dos paradigmaRque sehan mantenido divergentes. Proclamando superarlos intentos anteriores de conciliaci6n ensayados POl'Buch-ler y Selby en el terreno del mito (1968) y POl' Basso ySelby en el del sentido (1976) ,Colby pretende arrastrara todo el cognitivismo detras de su interes subjetivo POl'la metafora, el cual, en rawn de su dimensi6n afectivay extensional, florece mejor al abrigo del simbolismo quea la sombra de lacognici6n.

En todo este proceso, David Kronenfeld, quien fue conBallonoff, con Hoffmann y con Read uno de los popes ma-ximos de la antropologia matematica antes de su conver-si6n plena al cognitivismo, juega un papel casi marginal,aunque es sin duda el quien se ha encargado de redactar10s parrafos del articulo colectivo referentes alas expe-riencias computacionales de ambas antropo10gias. Sinembargo, la subestimaci6n de las tratativas de paz entreellas promovidas pOI' Buchler y POl' Selby, puede versecomo una prolongaci6n inercial de las criticas que contraellos dirigiera el mismo Kronenfeld, a raiz de la presuntatorpeza de ambos en el maneio de los metodos escalaresde Guttman (Kronenfeld, 1972). La lectura de los ar-ticulos mas destacados de la fase matematica de la etno-denCia, muestra, en efecto, que as en el area inauguradaporIa aparente objetividad de 10s metodos, donde 1aviolencia de las diatribas a1canza la cu1minaci6n de auparoxismo. La ecuaci6n critica y 1a tensi6n metodo16R'icnson en todo caso una constante en los··usos dialectico8de la etnociencia: en tanto arquetipos del error, Eplina'

(1961) es a Burling (1963) 10 que Hammelesa Coult (1968)y 10 que Buchler y Selby son al propioKronenfeld,'

Ha.y otro a.rgumento fundamental para nega.r la su-sodicha .convergencia., y es el que a.ta.fie a la falta depertinenCia. del calificativo "cognitivista" a proposito deuna. corriente teorica. que se atuvo maS alas ca.tegoriasde· la liiur,iiistica que a las de la psicologia. del co:ilOci-miento, EI hecho· de que fuera precisamentela psico-logia c().Qniti1Ja la especialidad que aportara a.·ciertis fa.sesde la antropologia simh6lica sus coriceptos y sus meto-dos. ha influido. sin duda alguna, en el postulado erroModela asimilaci:on entre esa psicologia' y una modalidadde teorizacion antropologica (el "cognitivismo") que ja-mas fue merecedora de su nombre. POl' otra parte, elargumentode aue en laepoca de Buchler, Basso Y Selby"no estaban dadas las condiciones" Clue se darian ahorapara intentar esa conciliaci6n: resulta desca.radamenteespecioso ;en ese lapso, nada ha cambiado en ladefini-cion de 10 simbolico ni de 10 cognoscitivo, asi como tam-poco se hamodificado la orientaci6n basica de ambosproyectos, que siguen siendo humanista el uno, forma-lista el otro.

En sintesis, la "fase simb6Iica;' de lit a.ntropologiacognitiva puede caracterizarse cuantitativamente' comoel movimierito menDS significativo de todos 1013 que pl1eden

, discernirse en su interior, y tematicamente 'como la a.pro-piacion de asuntos tlpicos' del simbolismo en terminosmas 0 menDs representativos de la' etnosem:intica. LarelaCion entre ambas corrientes antropologicas ert tantotales sigue siendo, a despechode 1013 buenos ofidos deColby, Fernandez if Kronenfeld. furidamentalmente opo:'sitlva. como 10 d:t a entender toda una amp1ia fa:;a decuestionamientos que, arrancandode la crltica cl:isica deDavid Schneider (1965), se extiende sin disconti:riuidadeshasta el terminimte ataque de Clifford Geertz (1973 :11-13) 0 'basta la agresiva caracterizaci6n de Marshall Sah-lins (1980 :138). Como mucho, la aceptaci6n de un con-

cepto etic tan' connotativamente sobredetermlnll11o comoel de "simbolo" y la reivindicaci6n de los signi fiend 0/'1 tt f'(JI~*tivos por parte de algunos etnocientificos. puede Intnr-pretarse mejor como una rebeli6n parcial contra ('inl'l.m'lpredicados extremistas de Goodenough que como un 1'(1-

planteD subversivo, capaz de transformar a la antropo-logia cognitiva desde su raiz.

Esta variante del cognitivismo, perfectamente deli-neada y en absoluto ambigua como programa de investi-gaci6n, constituye de alguna manera un renunciamientoa 1013 postulados basicos. de Goodenough, 1013 cuales, toda-via bajo la ferula de las tradiciones de Yale, se manifes-taron como reacci6n explicita contra 1013 abusos y lasincertidumbres de la Antropologia Comparativa. En ciertosentido, la extension intercultural de la propuesta cog-nitivista se instituye como un replanteo de la etnocienciamisma, toda vez que esta, desde sus origenes, venia pos-tulando la necesidad de restringir la indagaci6n antro-pol6gica a una dimension intracultural: por eso siemprese hablo de "Nueva Etnografia" y no de "Nueva Etno-logia".

Tambien podria interpretarse este viraje como' unreconocimiento de la raz6n y de la influencia crecientesde quienes habian sido 1013 enemigos arquetipicos del cog-nitivismo: 1013 materialistas eclecticos apifiados en tornoal discipulado de Murdock, capitaneados hoy por RonaldCohen y Raoul Naroll, entre 1013 cuales se cuentan AndreKobben, Raymond Boudon, Harold Driver, Terrence Tat-je, Robert Textor, Douglas White y Melvin Ember. Eneste acto te6rico, cuyo antecedente inmediato es la in-clusion de las formalizaciones cognitivistas de Werner yFenton en la Summa murdockiana constituida por lttcompilaci6n de Naroll y Cohen (1970, edit. 1973), lEt un-tropologia cognitiva devuelve a la escuela comparatlvil'ltn

un cUnlulo' de princlplos de validaci6n de cdterios cate-goriales y una escala de trabajo que esta ultima debetodavfa asimilar, y mas alIa de toda controversia, aportaa una disciplina escindida la esperanza de una unificaci6nlatente.

Esta metamorfosis tiene que interpretarse como emer-gente de dos situaciones. La primera puede identificarsecon el fracaso relativo y el descredito de la estrategiaemic, puestos de manifiesto en la polemica entre Goode-nough, Kay y Berlin por un lado y Marvin Harris porel otro, y en la que acabaron terciando Pelto, Kaplan yManners en favor de este ultimo (Cf.Goodenough, 1970;Kay, 1970; Berlin, 1970; Harris, 1975, 1978; Pelto, 1970;Kaplan y Manners, 1979). Mientras que la antropologfade inclinaci6n etic continuaba profundizando en su dolo-roso perfeccionamiento epistemol6gico, los partidarios delenfoque emic no hicieron otra cosa que insistir en suspremisas empiristas, agradables al sentido comun y su-perficialmente plausibles, pero 16gicamente circulares, es-teriles, ingenuas, paralizantes y tendientes a la instaura-ci6n de la subjetividad como paradigma. Cabe aelararque su. aludido fracaso debe elltenderse segun los canonesde un mfnimo positivismo, ya que el emicismo result6 li-teralmente abolido en todas las estrategias mas 0 menosformales y "cientfficas" (permaneciendo como proveedorpasivo de insumos), sin perjuicio de su proliferaci6n yvigencia en la Hnea "humanista" de la antropologia. Re-sumiendo: desde 1969, con la publi~aci6n del estudio mo-delico de Berlin y Kay en simultaneidad con el desarrollode la polemica emic-etic, la etnociencia abandona parasiempre el emicismo, 0 deja de ser etnociencia.

De acuerdo con la nueva preceptiva de los cientifi-ciStas, las cotas de rigor inauguradas por el cognitivismono eran suficientes para compensar sus propias contra-dicciones (Ia falta de una .elicitaci6n estadfsticamenteconfirmada, el caracter intuitivo de muchas de sus ca-tegorias, la ausencia de un encadenamiento sistematico

entre los' dominiosanalizados,. la existencia de relacionessemanticas no formalizables), ni para neutralizar In traMdici6n exclusivamente etic de la epistemologia conRtituldlt.

La segu,nda situaci6n se refiere a la influencia nrro~lladora de la escuela comparativista en los EstadoR Uni-dos, que acab6 desplazando a los etn,Osemanticos de lORcjrculos de poder universitario,y qu,e supo establecer unaserie de razonamientos y metodos matematicos muchomas coherente, completa e interconectada que la presen-tada porestos. Acaso este episodio refleje tambien eltriunfo provisional pe los algoritmos estadfsticos sobrelas posibilidades del algebra cualitativa como herramien-tas auxiliares de las ciencias sociales. Sea como fuere, estacircunstancia determin6 una especie de contagio unidirec-cional, en el que los procedimientos comparativos pene-traron hondamente en el discurso cognitivista, modifican-do su naturaleza y su contextura ideol6gica.

Todo esto puede ejemplificarse con la adopci6n porparte del propio Goodenough (1963), de Buchler (1964,1966; Buchler y Selby, 19'68) y de Berlin y Kay (1969),de un instrumento que no s610 es esencialmente compara-tivo, sino que ha servido de fundamentaci6n a una es-trategia evolucionista unilineal revivificada: la escala deGuttman. Mas aun, la refutaci6n de los escarceos deBuchler con los metod os escalares por parte de Kronen-feld (1972), puede haber servido para que los etnoseman •.ticos tomaran conciencia de que algo andaba mal en susapIicaciones especfficas y para que adoptaran una acti-tud de subordinaci6n respe~to a una antropologia "ma-tematica" que ahora los englobaba.

Los principios heuristicos posibilitados por los me-todos escalaresdesembocan por sf mismos en proposicio-nes que no s610 consolidan la empresa comparativa, sinoque hasta sugieren etapas de desarrollo cultural (Cf. Car-neiro, 1962). Todas las propuestas cognitivistas incluidl\lIlen esta fase hacen uso de criterios uniformes de sucoAi6ninspirados POl' la metodologfa escalar.

Berlin y Kay (1969), plenamente convertidos a unaestrategia cuyo talante puede inferirse del titulo de sucontribuci6n principal ("Basic color terms: thet"r univer-sality and evolution"), proponen que la· distinci6n term i-nol6gica de 1013 colores a 10 largo de la historia culturalBe ha ido desenvolviendo segun una secuencia unica yacumulativa. Si bien el texto de Berlin y Kay, que sebasa en la comparaci6n de alrededor de un centenar delenguas, se ha convertido en todo un dasieo de la litera-tura eognitivista, hay que haeer notal' que, mirandolobien, todos y cada uno de 1013 apotegmas y principios deGoodenough aparecen en el subvertidos.

POI' empezar, este estudio es quiza la mejor eonfu-taci6n del relativismo lingiiistico en general y de la hi;.p6tesis de Sapir-Whorf en particular, realizada en uncampo que estas tendencias siempre consideraron comoel propio. Como dice retrospectivamente Kay quince afiosmas tarde (Kay y Kempton, 1984 :66), "1013 estudios ante-riores a 1969 tendian a dar sustento" alas posturasrelativistas, en tanto que 1013 posteriores a esa fecha "tien-den a desacreditarlas".

Berlin y Kay argumentan que hay once puntos fo-cales psicol6gicay fisicamente definibles en el s6lido 0continuum cromatico, y que existe una jerarquia naturalentre POI' 10 menDs seis de estas areas focales, que de-termina su lexicalizaci6n en cada lengua. De esta ma-nera, todas las lenguas que presenten 13610 dos terminoshasicos para 1013 colores, disponen de lexemas cuyo puntofocal se halla en la zona del negro y del blanco (y no,POI' ejemplo, en la del violeta 0 en la del amarillo) ; laslenguas que disponen de tres lexemas agregan invaria-blemente elrojo; las de cuatro lexemas, el verde 0 elamarillo; las de cinco, el verde ademas del amarillo; lasde seis el azul, y, las de mayor numero el purpura, elrosa, el naranja y el gris. Formalmente, Berlin y Kayexponen esta secuencia mediante una relaci6n que llamande "universalidad condicionaF', que se explicita diciendo

que si una ·lengua posee el termino u1j", tambUm hn deposeer el termino "x", y mediante una hip6tORiR"(wotu-tiva", en la que el orden de la acumulaci6n de lOAUn'minoRrepresenta una sucesi6n fija de etapas hist6ricaR. Rnb'olineas aparece tambien la hip6tesis de que incluHo lOAnifios aprenden la denotaci6n de 1013 terminos de coloro/'\en un orden que refleja la misma jerarquia natural. T(i-mese debida nota de 10 que aqui importa, y que es, comohemos dicho, la ruptura del paradigma en beneficio doun evolucionismo rigurosamente lineal, y en el que tam-bien se da aquello de que "la ontogenia recapitula lafilogenia".

Al reYes de 10 que sucedia en el esquema de Goode-nough, en el campo semantico ordenado POl' Berlin yKay, la semantica de un dominio deja de ser arbitraria,y dentro de ciertos limites, comienza a mostrarse comopredecible. Los autores se encargan de enfatizar queexisten nada menos que 2.048 combinaciones posibles deonce categorias elementales, pero que en sus datos apa,..recen s610 22 tipos: el campo, en consecuencia puedeconsiderarse ordenado. '

Exactamente en la misma linea de indagad6n, Ce-cil Brown determin6 que la aparici6n en las diversaslenguas de 1013 terminos que designan las formas bo-tanicas siguen tambien un ritmo evolutivo, de acuerdocon la serie "arbol", "hierba", "parra", "mata" y "pas-tos" (Brown, 1977) ; ulteriormente, comprob6 que 10 mis-mo sucedia con las formas globales de discriminaci6nde categorias zool6gicas, que se disponfan en tres etapasdiscernibles: pez-pajaro-serpiente insectos-gusanos y ma-, ,mlferos (Brown, 1979).

El area de estudios atinente a 1013 modelos etnogra-ficos de clasificaci6n, que crece en progresi6n geometricadesde principios de la decada del '70, configura un terri-torio sembrado de dudas y de incertidumbres de tipifi-caci6n l6gica, POI' cuanto las categorias emic tienden Hperder su entidad cuando se las inserta, quiza POI' prime-

ra vez en su existencia, en un marco exhaustivo y orde-nado que responde clai-amente a un imperativo eticdecompletitud y de ordenamiento. En otros terminos, enlos estudios sobre modelos folk de elasificacion, los es-quemas clasifieatorios reales de los distintos pueblos tien-den a confundirse eon los que el analista fabrica en basea distinciones que el mismo suscita en sus informantes apartir de sus interrogatorios. Solo una profundizaei6nadicional podra garantizar que una taxonomia folk nosea un eonstructocontingente a la actividad mayeuticadel etn6grafo: hay que garantizar que las distincioneselicitadas sean de uso concreto en la vida cotidiana, 0disponer de un meta-metodo capaz de confirmar que lasdistincionesque se solicitan pertenezcan ya de antemarioal universo estilistieo y eategorial de diseriminaciones quees propio del pensar aborigen. .

Las teorias sobre modelos de elasificaci6n vigentesen el mundo etnografico utilizan, sin demasiado enfasisen su distintividad, dos esquemas diferentes. Esta espe-cificaci6n que hacemos no atafie a la diferencia, aducidamuchas veces, entre domini os "estructurables" y "no es-tructurables", ni al problema de los contextos ordenadossegun relaciones semanticas atipicas, sino mas bien a la16giea basica que subyace a la dinamica del acto de cla-sificar. EI primer esquema es el modelo taxon6mieo je-rarquico, que se acerea a los dominios biol6gicos comoeonjuntos de clases dispuestos a varios niveles y consti-tuidos eon arreglo al principio de inclusi6n. Este modelodebe su forma a una analogia con el sistema de Linneoy su formalizacion a la teoria clasica de conjuntos (Gregg,1954; Kay, 1971). La nocion de "contraste direeto", ex-trapolada del metodo de la lingiiistiea estrueturalista, eseseneial, en este easo, para la distineion de las elases;una taxonomia folk de este tipo se genera mediante pre-guntas del tipo "l Cuales son los nombres de todas laselases de X que hay en Y?" (Metzger y Williams, 196 :39).El otro model0, que Eugene Hunn llama "de nucleo na-

.tural", articula 10s dominios bio16gicos folk como 81 ostu-vieran compuestos de un nueleo de clases generico ypolitetieo, rodeado de eoriceptos especificos y monot6ticoHen una posicion periferica. El primer modelo es m{tHblonun esquema teorico deductivo, en el que se impone a unnrealidad en principio amorfa una serie de eonceptos ho-mogeneosy monoteticos derivados de decisiones l6gicas;el segundo, en el que se practica un reconocimiento deun "aire de familia" en un objeto real, parece mas ap'topara el "ra,zonamiento motivado" que organiza los seg-mentos de la vida pnlctica. Existiria un tercer tipo demodelos, basados en el concepto de "rango taxonomico"(Berlin, 1973 :260; Berlin, 1976 :381-383), que permitiriacoordinar los nucleos politeticos de la elasificacion folkcon la jerarquizacion taxonomica de los academicos, in-terpretando a aquellos nucleos como equivalentes a otrostantos rangos taxonomicos especificos 0 "particiones ge-nericas". Hunn (1982 :835-836) ha demostrado con cla-ridad la impropiedad logica de esta propuesta mediadoranaeida de las neeesidades teoricas de Berlin, aunque ea-bria haeerle a el mismo unos euantos reparos por habersetragado ~l mito del caracter monotetico de las clasifiea-ciones de tipo linneano.

Los estudios de etnobiologIa pueden ser descriptos,de acuerdo con Hays (1974:100-110) y Hunn (1982':839),como "pre-etnocientificos" por un lado y "etnocientificos"por el otro. La etnobiologia pre-etnocientifica tenia porobjeto tan solo el valor practico, utilitario, de las distin-ciones nativas; la formulacion etnobiologica tipica de esteperiodo eonsistia en una lista de especies identificadassegun la nomenclatura cientifica, que se suponian cono-cidas por los miembros de una determinada eultura, yque se complementaban con observaciones circunstancia-les sobre el usa nativo de eada distincion: Aunque en esosaportes subyace una rica eantidad de datos, que seria ra-levante, en potencia, para 'toda una variedad de prop6-sitos teoreticos, la mayor parte de esos estudios caroce do

Una focalizaci6n teonca· precisa y··se ha mostrado esterilencuanto a su extension comparativa. La etnobiologiaetnocientifica, por contraste, se focaliza en la tarea dedefinir IDS principios operantes en la clasificaci6n y de-nominacion nativa de las especies, con ocasionales incur-siones en el estudio de su valor practico (Cf. Dougherty,1978; Brown, 1977, 1979; Berlin, Breedlove, Laughlin yRaven, 1973).

Lo que choca especialmente a Hunn es que la signi-ficaci6n instrumental de .los taxones deslindados por 10setnocientificos se asienta sobre un trabajo poco sistema-tico,plagado de categorias ad hoc. Dentro del panoramade los estudios etnocientificos comparativos, que Fowlerengloba bajo el r6tulo de "etnoecologia", la postura deEugene Hunn se destaca por la atenci6n que presta ala significaci6n practica y al aspecto instrumental de lossistemas de conocimiento, y por su negativa a analizarsu objeto como si este fuera mero reflejo de un procesocognitivo de comprensi6n del mundo, sin mayor aplica-ci6n en el universo de la praxis. Adoptando para accedera Iavida practica un enfoque adaptativo, evolucionista,tambien Hunn rompe, a su debido momento, con la ma-yor parte de las prescripciones ortodoxas.

Con la caceria de universales iniciada por Berliny Kay (seguidos de cerca por Brown y Witkowski), conla preocupaci6n de Hunn por la realidad material, conel esbozode Conklin de una teoria general de los dominios.(1973 :938-939), con las indagaciones de Kronenfeld so-bre taxonomia numerica (1985) y con el reencuentro deotros muchos con las premisas dei evolucionismo,el estre-cho enfoque de la etnosemantica materializa su conver-gencia con la etnologia de cufio murdockiano. Casi sediria que esta, perfeccionada ahora por el aporteetno-cientifico en el terreno de ladefinici6n de sus insumos,es la protagonista oculta y latente de nuestra resefia, Iaque enalgun momento sufri6 un interregno, surcado I>0rima-genesde pesadilla (la realidad psico16gica,el emicis-

mo,la inconmensurahilidad de las categodas), interreg-no que se dio en Hamar Antropologia Cognitiva. Sea comoiuere, 10 concreto es que la vieja escuela fundada POl'Goodenough, particularista· y antihist6rica, ha complota-do ya el circulo de su inversion.

a) Amilisis componencial

Segun la ortodoxia cognitivista explicitada y mal in:-terpretada en el resumen de Sturtevant (1964 :109-110),un analisis componencial es el analisis de un paradigmaen terminos de los rasgos que 10 definen, es decir, de lasl'dimensiones de contraste" 0 "atributos criteriales" delos segregados de un conjunto. EI proposito de este tipode anaJisis es el de descubrir las reglas utilizadas por elnativo para distinguir, calificar y clasificar nuevos es-pecimenes de una categoria a partir de una serie de al-ternativas contrastantes (Frake, 1962:83). EI procedi-miento consiste en determinar los rasgos minimos de sig;.nificado que diferencian a los segregados de un conjunto.Cada rasgo posee dos 0 mas valores contrastantes, llama-dos "componentes" 0 llatributos". Cada segregado se de-fine entonces en base a la presencia 0 irrelevancia de cadacomponente: en otras palabras, puede decirse que un con-junto de componentes definen un segregado. Normal-mente, se asume que el numero de definiciones componen-ciales ha de ser menor que el numero de segregados quedefinen.

Existe cierta incertidumbre en cuanto a la definicionprecisa del analisis componencial, llamado tambien "com-posicional" en lingiiistica 0 sencillamente "formal" en

antropologia. Por un Iado, el terlllino atane a Ia' genera-lidad de Ia formalizaci6n cognitivista, y hasta al nombrede Ia escuela; POl' el otro, y mas axiomaticamente, es untipo de analisis atinente a ciertas estructuras formalesde ordenaci6n (los paradigmas, las taxonomias y los ar-boles) 0 a sus elementos terminales (los lexemas), en elque se considera tambien la dimensi6n del significado.Esta especificidad se introduce recien en la que hemosdesignado como "fase de ampliaci6n y formalizaci6n" dela etnosemantica, a instancias de Kay (1966) y Wernery Fenton (1973). A partir de estas precisiones, es po-sible ahora redefinir el analisis componencial como unp'roceso analitico en el que el investigador bllsca deter-minar prhnero las dimensiones de significado subyacen-tes a1 dominio, para despues "mapear" los valores de esasdimensiones (los rasgos de significaci6n) en el conjuntode los lexemas. Este proceso de mapeado no debe con-fundirse con form as caracteristicas de organizaci6n talescomo las taxonomias, los arboles y los paradigmas; enrigor, un analisis componencial puede inc1uir 0 hacerreferencia a estas estrueturas, 0 basarse en relacionessemanticas de otro tipo (comopartonomias 0 secuenciasde producci6n), 0 limitarse a deslindar las estructurascomponenciales de lexemas aislados. T'ampoco es relevan-te para la definici6n rigurosa del analisis componencialque se identifique 10 que mediante e1 se descubre con re-glas y distinciones operadas verdaderamente POl' el nativoo POl' el usuario de los lexemas,

El analisis componencial puede llevarse a cabo cono sin la ayuda de una grilla etic a priori. Todos los estu-dios componenciales de parentesco conocidos, POl' ejem-plo, uti1izan esa grilla, generalmente sin cuestionarse sulegitimidad; entre las contribuciones que no la uti1izan,podemos mencionar los analisis de los pronominales Ha-nun60 y Tzeltal(Conklin, 1962; Berlin, 19(3) y la inves-tigaci6n de Frake (1961) sobre los terminos Subanumpara designar las enfermedades,

Se hit desarrollado una densa preceptivl\ en cunnMa la forma correcta de llevar a buen puerto 01 un(lllAiAcomponencial de un dominio dado; las prescripcionm~ dolos distintos autores no siempre coinciden en sus Un'minot!ni resultan 16gicamente compatibles (Cf. Goodcnoug-l1,1967 :1205; Wallace y Atkins, 1960 :60). Existe cierta coin-cidencia, POl' el contrario, en restringir el analisis com-ponencial al campo denotativo de la significaci6n, dejan-do de lado los universos referidos POl' connotaci6n, quese abandonan al arbitrio de tecnicas tales como el "dife-reucial semantico" de Osgood 0 las "tablas semanticas"de Schensul, que pertenecen mas a la practica de la psi-colingiHstica que a la de la antropologia cognitiva.

Hasta este punto, el analisis componential hace emer-gel' un area de problematicidad adicional en 10 que res-pecta al deslinde formal de la denotaci6n de los terminos,pOl' contraste con otras modalidades del sig~ifi~~do .. F'ehan propuesto varias docenas de modos de la slgmflCaclOn,y aunque la denotaci6n constituye sin lugar a dudas elnucleo y el fundamento del senti do, no existe una marcaformal que la delimite. Dentro de la esfera ya de pOl' siconfusa y-nebulosa de la significaci6n en general, la deno-taci6n carece en otras palabras, de una estructura axio·matica inambigua; para Geach, "una moneda tan maniday desfigurada" como la denotaci6n, "deberia ser retiradasin mas tramite de la circulacion filos6fica" (1962 :55),

POl' denotaci6n de un lexema se entiende, en general,la relaci6n existente entre dicha entidad conceptual ypersonas, cosas, lugares, propiedades, procesos y activi-dades exteriores al sistema lingiiistico, siendo e8ta unarelaci6n que se establece independientemente de las oca-siones concretas de su enunciado. Es preciso subrayar queno esta para nada claro, en el estado actual de la seman-tica te6rica, que exista un modo uniforme de tratar Indenotaci6n, y que hasta resulta vano especular a~erca dela posibilidad de construir algo mas que un conJunto doiJndicaciones ad hoc sobre la denotaci6n de los 1eXOmo.K

(Ci. 1.yons, 1980 :196-204; Leech, 1985 :28..31; Ogden YRichards, 1984:201-222).

El anaJisis componencial se funda en la hip6tesis deque el sentido de todo lexema puede analizarse en hasea un conjunto de componentes 0 rasgos semanticos (cuyo"producto" integra su denotacion), algunos de los cualeshan de ser comunes a distintos lexemas del dominio. Seentiende que, de alguna manera, los rasgos semanticosserian como conceptos at6micos 0 atom os de significado,en tanto que el sentido de los lexemas (que equivale alsentido cotidiano y acritico de la significacion) vendriaa ser de orden molecular. Hay quien dice que los com-ponentes at6micos del sentido, esten 0 no lexicalizados,son universales,aunque distintas lenguas lexicalicen dis-tintos componentes y. aunque los comhinen de diferentes[ormas.

En realidad, la conexi6n entre el analisis componen-cial (surgido en America m.as bien en apoyo de ciertorelativismo) y la idea ulterior de la universalidad de loscomponentes es bastante compleja y ostenta una historiamuy enrevesada. Puede decirse que, en su variante masradical, la hip6tesis presenta una conjunci6n de tres afir-maciones:

1) Existe un conjunto finito y enumerable de com-ponentes semanticos, que son universales y quese encuentran lexicalizados en todas las lenguas.

2) Los principios form ales mediante los que secom-binan los componentes de sentido para generarlos significados de "superficie" de los lexemas sontambien universales, y hasta prohablemente in-natos.

3) El significado de todos los lexemas de todas laslenguas puededescomponerse sin residuos en com-binaciones variables de componentes homogeneosde sentido.

Ningulllillgiiista de importancia ha sido ni es parti-dario del universalismo radical, aunque se reconoce la con'"veniencia de adoptar una posici6n moderada, pero activa,como la que se propugna en el estudio de Berlin y Kaysohre las terminologias cromaticas (1969). 'Por otra par-te, debe tenerse en cuenta que aun una hip6tesis extremade universalismo componencial, dejaria espacio para lapropuesta de un relativismo absoluto en cuanto alas for-mas de organizacion de los lexemas en estructuras deun nivel superior de tipificaci6n.

, Recientemente, Geoffrey Leech ha ideado un tipoformal de enfoque, el analisis predicativo, que comple-menta y expande dinamicamente las posibilidades delanalisis componencial, dando cuenta de muchas de las re-laciones semanticas no taxon6micas que la etnocienciamoderna presenta como problematicas (Cf. Lyons, 1985:166-199, 299-328).

b) Arboles

En oposici6n polar a los sistemas de definicion de ras-gos minimamente redundante 0 paradigmas, resultantesde la aplicacion simultanea de distinciones componencia-les, existe una estructurade maxima redundancia en elque ningun par de entidades contrasta sobre mas de unadimension. Este sistema puede ser llama do arbol.

Para representar graficamente un arbol se requiereun diagrama de conmutacion 0 clave (key), apto parareflejar una estructura semantica ramificada. En estaestructura, similar a la de los diagramas en arbol de losprocesos estocasticos, el primer nodo indica Ia ra£z 0 do-minio, mientras que los nodos subsiguientes, hacia ahajo,representan la seleccion de un solo rasgo (0 atributo) apartir de una dimensi,6n determinada.

Una vez mas, existe cierta ambigiiedad en la elecci6ndel termino "arbol" tanto para designar a esta estructuraparticular de l'ElIaciouessemanticas como para hacer re-

terencla a gr,£1,fosconexos conmut,£1,tivos(optic,£1,mentesi-mllares) utilizados. para representar paradigmas 0 taxo-nomias. En general, los paradigmas no suelen ilustrarsemediante diagramas en arhol, aunque es logicamente po-sible hacerlo.

Un arhol perfecto, que puede incluir 0 no una taxo-nomia, se representa por medio de un diagrama arboladoen el cuaI, para cada dimensi6n, existe un unico nodo so-bre el cual se aplica. Puede verse un ejemplo idealizadod.e ~rbol perfecto en nuestro diagrama NQ2; el dibujoslgmente, rotulado como taxonomia, es tambien un arbolperfecto en el que 1,£1,relacion taxon6mica esta provistapor 1,£1,existencia de un lexema diferenciado para cada no-do. Los paradigmasy los arboles son logicamente incom-patibles, aunque eualquiera de elIos puede ocurrir en unataxonomia (Cf. Lounsbury, 1964; Kay, 1966 :22).

c) Conjuntocontrastante

La nocion de conjunto contrastante fue en un princi-pio bastante clara, aunque intuitiva: se define como "con-junto contrastante a los miembros de una categoria que,por de pronto, comparten un nombre generico y una seriemas 0 menos definida de atributos". La alusion a un"contraste" se refiere a 1,£1,pertinencia situacional de 1,£1,?istincion, y marca la diferencia entre este tipo de con-Juntos y los definidos por el principio de exclusi6n decIases en logica formal. En otras palabras, adscribir unsegregado 0 cosa a un conjunto contrastante, equivale arealizar 1,£1,operacion logica de referir un objeto a unaclase diferenciada, siempre que esta referencia se ma-terialice en un contexto pertinente. Como dice Frake, ",£1,1describir las reglas para clasificar las hamburguesas de-~o decir algo acerca de los ''hot dogs', mientrasque p~edo19norar a los arco-iris. Dos categorias contrastan solocuando 1,£1,diferencia entre ellas es significativa en 1,£1,definici6n de suuso" (Frake, 1962 :79).

En terminos de inc:lusi6ri, los conjuntos contrastan-tes son todas aquellas entidades intermedias entre 10e do-minios, que son las mas abarcativas, y los .~el]r'e{l(tdoR, queson las clases terminales. Un segregado inserto on unataxonomia 0 en un paradigma, puede operar como con-juntocontrastante en otra organizaci6n de los mismoA 0de otros lexemas.

No hay que hacer mucho caso de 1,£1,exigencia orto-doxa en torno a que los conjuntos contrastantes debenestar lexicalizados 0 rotulados; 1,£1,mayor parte de 10s es-tudios disponibles sobre taxonomias folk han tenido quehaberselas con subconjuntos innominados que poseen unrico contenido informacional y enorme saliencia psi coM-gica (Cf. Berlin, Breedlove y Raven, 1968). Tambienpuede admitirse como logicamente correcto definir el do-minio como el conjunto contrastante mas inclusivo, y elsegregado como el conjunto contrastante terminal de unataxonomia, indivisible en clases adicionales. N6tese que,de todos modos, los segregados pueden existir en nivelesrelativamente altos, de manera que su definicion se con-fundiria con 1,£1,de conjui1to contrastante. Lo que dife-renciaa estos de los segregados, es quelos conjuntos con-trastantes son siempre clases, mientras que los segrega-dos no 10 son necesariamente.

Al igual que sucedio otras veces, a 1,£1,posible trivia-lfdad de las discriminaciones cognitivistas se sumo enesta ocasi6nel desorden conceptual emergente de ciertaselucubraciones de Sturtevant, que potenciaban contradic-dones latentes en los textos fundacionales de Goodenough,Lounsbury Y Conklin: "La· diferencia entre un paradigmay un conjunto contraste -decia Sturtevant- no siempreM sido reconocida en Ia labor cognitivista" (1964 :108).Estas sutilezas puristas, sin embargo, que hasta presCin-den de aclarar cuando es que no ha. sido "siempre", apa-recen enmarcadas por errores· de nota, como 10 son euaserto de que "todos los conjuntos contrastantes son pa-radigmaticos" y la circunscripci6n del analisis compo-

nencfaJ a laini:lagaci6n de paradigmas. No es aventurado8uponer que fueron inexactitudes de la misma especielas que obligaron a la antropologia cognitiva a prescindirde esta y de muchas otras categorias analiticas. Los con-juntos contrastantes -como los segregados -han desa-parecido silenciosamente de la bibliografia etnosemanticade veinte alios a esta parte.

Este termino se refiere al correlato etnografico de.la noci6n lingiHstica de conjunto lexico y de la idea, enalguna medida psicol6gica, de campo semantico. Dichodeaha manera, un dominio dado (sea el parentesco, el es-pectro cromatico 0 las enfermedades) esta generalmentecubierto por un conjunto de lexemas (lexical set), queexternalizan un campo semimtico que puede postularsepres~nte, segun la ortodoxia, "en la mente" de los nativoso de quienes se trate. La necesidad de determinar de unamanera no arbitraria los limites de las categorias mas in-clusivas y de los sistemas de c1asificaci6n a ser analizadoses ideal mente satisfecha, en etnosemantica, recurriendo acriterios emic y alas razones propias de cada cultura.Han habido excepciones, naturalmente: los analisis dela terminologia yanki de parentesco practicados por Goo-denough, por ejemplo, han sido cuestionados por Schnei-der, quien entendia que aquel habia definido intuitiva-mente y a priori el dominio cubierto por el conjuntolexemico correspondiente. Conklin (1964) ya habia ad-vertido que el dominio del "parentesco" no siempre seconstruye 0 se delimita de la misma forma, y que dosculturas cualesquiera diferiran en la manera en que cla-sifican la experiencia.

En ciertas oportunidades, el enfasis en el recabamien-to estrictamente emic del termino mas inclusivo (headterm) ha empujado todo el analisis hacia el relativismoextremo de la hip6tesis de Sapir-Wohrf, cuando no mu-

clio mas alIa. Muchas cuIturas africanaA, ponA'amoapar caso, carecen de un lexema que identi:fiquo 01 doml-nio "musica" en general: de allf que si se pretcndo <1ettlr-minar el conjunto contrastante que 10 cubre en bltFW f\una grill a puramente emio, tendremos que un an(tllHII'Icomponencialde la musica de ciertas etnias del Af'l'kaviene a ser 16gicamente imposible. Las solucioneR a Inaporia de la falta de concordancia intercultural de 101'1dominios han oscilado desde la imposici6n forzada douna grilla etic intrusiva por parte de J. C. Faris, haRtala 'proposici6n de "categorias reales pero innominadaR"por Berlin, Breedlove y Raven (1968). Estas dificuIta-des, radicales como 10 son, no excluyen del todo la ventajade poner entre parentesis la idea occidental de la uni-versalidad de los dominios; fue una actitud critica deeste talante la que permiti6a Frake (1964) eludir elerror de clasificar unanimemente como "sobrenaturales"a los diversos seres que pueblan la religi6n Subanum ydemostrar asi lanecesidad de una nomenclatura diferente.

e) Paradigmas

En la terminologia antigua, un paradigma es unconjunto de segregados que puede particionarse en basea rasgos de significaci6n ;constituye, en otras palabtas,unconjunto tal que algunos de sus miembros compartenrasgos no compartidos por otros segregados del mismoconjunto (Gf. Conkklin, 1962 :132; Goodenough, 1956:197,202'; Lounsbury, 1960 :127; Sturtevant, 1964 :108).Esta definid6n cIasica, de alucinante ambigiiedad, en laque "el mismo conjunto" parece ocurrir en dos sentidos16gicos distintos, y en la que tanto 10 de "algunos" como10 de "otros" hacen referencia a condiciones que no Ronarquetfpicas, ni necesarias, ni suficientes, fue totalmentoreplanteada en la fase de formalizaci6n (Cf. Kay, 1966;Werner y Fenton, 1973 :544~547).

Desde entonces, el paradigma se ha convertido on

11 estructura analitica mas simple y, elegante, consonan-te con una teoriapsicoI6gica de aplicaci6n simultanea 'dedimensiones. Para definir esta nod6n, debe considerarseprimero un conjunto de cosas al que podamos llamar "re-sultados minimos de clasificaci6n". Si se selecciona unrasgo cualquiera de cada dimensi6n semantica y se tomala intersecci6n de todos los rasgos seleccionados, se obtie-ne uno de esos conjuntos. POl' ejemplo, con dos dimen-siones binarias A y B, el conjunto de los resultados mi-nimos seria aIM, alb2, a2bl y a2b2; la organizaci6ncompuesta por objetos con esa estructura, constituiriaun paradigma.

La estructura semantica de un dominio dado puedecaracterizarse mediante un paradigma perfecto si y s6losi cada definici6n componencial corresponde a ununicoresultado minimo de clasificaci6n y viceversa. Una con-secuencia llamativa de esta definici6n es que, en, un pa-radigma perfecto, para cada par de rasgos (aI, a2) enuna dimension dada A, existe un par de lexemas en eldominio cuyas definiciones componenciales son identicas,excepto en 10que respecta a ese par de rasgos. Estos con-ceptos podran comprenderse mas claramente con el auxi-lio de los diagramas ilustrativos de un paradigma pro-nominal ligeramente idealizado (Fig. 1, a, by). A finde facilitar la representacion del paradigma pOl' medio deun cubo, hemos "neutralizado" la dimensi6n correspon-diente al sexo. La neutralizaci6nde dimensiones compo-nenciales es una operaci6n analitica frecuente que se uti-liza tanto a los fines didacticos como con el proposito,menos inocerite, de transformar paradigmas imperfectosen paradigmas perfectos. De haber incluido 0 "activado"Ia dimensi6n del sexo, se habria podido representar engo-rrosamente el mismo paradigma mediante un hipercuboo "tesseract", pero el cuadro Ie ya no seria ilustrat~vo deun espacio semantico ortogonal. De hecho, no eXlste laposibilidad de acotar monolexemicamente el seXQ en el

caso de los pronombres de primera y segunda personadel singular, en 10 que al espanol concierne.

Los paradigmas perfectos poseen redundancia coro,10 cual implica que un cambio operado en un solo l'M$lOde la definici6n componencial resultara en la definiei6ncomponencial de otro lexema del mismo dominio. JiJRto A<Jcomprende de inmediato observando nuestro diagramaen cubo: modificar un atributo a 10 largo de una dimen-si6n, ocasiona "cruzar" el cuba POl' una arista hacia lapared que representa el valor contrario. Un ejemplo adu-cido POl' Goodenough puede ser elocuente, aunque esteautor no se expresa en terminos de paradigmas: El lexe-ma "tfa" puede hacer referencia a la hermana de la ma-dre, a la hermana del padre, a la esposa del hermano dela madre 0 a la esposa del hermano del padre; en todocaso, sera un pariente de Ego que es simultaneamente (I)de sexo femenino, (II) ubicada ados grados de distanciagenea16gica, (III) no lineal, (IV) de la generaci6n ma-yor 0 "senior" y (V) no conectada por lazo marital enotra generaci6n que no sea Ia mencionada. De esta mane-ra, 10s diferentes denotata disyuntivos han sido integra-dos en una organizaci6n conjuntiva, constituyendo unaclase unitaria que puede describirse como el productocartesiano de la combinaci6n de los distintos atributos.Si el dominio es reductible a un paradigm a perfecto, secumplira Ia condici6n establecida al comienzo de estepa-ragrafo; en efecto, si se varia Ia dimension (I) se obtiene"tio", si se modifica (II) se tiene "tia abueIa", si seaItera (III) "abuela", "sobrina" si secambia (IV), y "Uade Ia esposa" 0 "tia del marido" si se transforma (V).En rigor, el paradigma completo de la terminologia deparentesco no es perfecto, yaque no existen lexemusalternativos para todos los terminos en Ia variedad sis-tematica considerada (Goodenough, 1967).

Los paradigmas perfectos son empiricamente ra1'08.Como hace notar Kay (1966 :21-22), los sistemas de Afm-bolos que evolucionan "naturalmente", a diferencia de lOll

concientemente inventados, muestran par 10 general unacierta cantidadde redundancia. La representaci6n de do-minios hajo la forma de paradigmas simetricos, perfectosu ortogonales, que se pueden lograr omitiendo las rela-ciones taxon6micas 0 neutralizando estrategicamente lasdimensiones, constituye un desideratum, y se ha conver-tido en algo asi como un ejercicio de estilo cognitivista.

f) Segregados y lexemas

Un lexema nombra (0 es el nombre de) un segre-gadoo '!cosa", singular 0 colectiva; simetricamente, unsegregado es una categoria de cosas referenciada me-diante un lexema. Los lexemas constituyen a su vez"etiquetas"o "r6tulos" (labels), unitarios 0 complejos,que se aplican a los distintos segregados (0 a los conjun-tos contrastantes), y cuya jerarquia gramatical es varia-ble: un lexema puede consistir tanto en un morfema co-moen una palahra 0 incluso una frase. Lo que la definees ser "una forma de significacion (0 sea, un significan-te) cuyo sentido no puede ser inferido del mero conoci-niiento del lenguaj e" (Conklin, 1962: 121) .

Barriendo los repositorios y los relevamientoscog'-ni"tivistas, se observa en seguida que existen considerablesdiferencias de una lengua a otra en cuanto al grado deindependencia 0 de interdependencia entre las propieda-des morfol6gicas, sintacticas y semanticas de los lexemaselicitados. La exigencia que se encuentra aqui y aHa devertebrar las organizaciones en base s610·a terminos mo-nolexemicamente definidos pareciera ser un poco arbi-ti·aria. Por otra parte, cabe distinguir, muy elemental-mente, entre lexemas simples (compuestos por temas mor-fol6gicamente inanalizables, como "humano"), lexemascomplejos (como "humanidad") y lexemas compuestos(como "pajaro carpintero"). 0 para mejor ejemplo,"flauta", "flautista" y "flauta de pan", respectivamente.

Dado que la existencia de lexemas en los distintQs

nlveles y nodosdeterminan qUe una estructur'/.\ I'llmu\ntloAsea 0 no una taxonomia, la discriminaci6n entro 10M Ion·mas y las descripciones i.ndirectas, perifrasis y otl'O" U-pos de caracterizaciones es absolutamente pl'obloll1(tLlt'",Desde un punto de vista riguroso, al no habet" ninv;ulludefinicion formal que permita discernir entre un lOXOJl\lly una explicaci6n del sentido 0 contenido de un SCg'n\~gado, el mismo analisis componencial y todos sus dcri~vados se. manifiestan como empresas 16gicamente incier-tas e intuitivas.

Mientras que la reproducci6n textual de los lexemuHy organizaciones nativas se transforma a veces en unjuego erudito sin significaci6n eticalguna, en la traduc-ci6n literal de las entidades se suscita tambien un tropelde aporias, por cuanto se esta introduciendo una instan-cia etimologica que puede 0 no venir semimtica 0 cultu-ralmente al caso. Pongamos un ejemplo trivial: cuandoHugo Zemp traduce el lexema 'Are'Are "rapi-au" como"intervalo equiheptafonico de segunda" (1978:46), estli.haciendo referencia a una caracterizacion etic y cientifi-ca que no se corresponde con ninguna intencionalidad ycon ningun sentido. Por de pronto, la preceptiva cogni-tivista no especifica que actitud tomar en estos casos.

Complementariamente, la nocion de segregado des-pliega el mismo genero de incertidumbre al poderse apli-car indistintamente a los diversos niveles de referencia-cion: tanto los "animales", como los "felinos", como los"tigres" constituyen segregados. Por algo es que la etno~semantica abandon6 hace tiempo este concepto; 10s lexe-mas, sin embargo, todavia sohreviven, aunque circunda,.dos de indeterminaci6n.

g) Taxonomias

Un dominio lexico puede analizarse con 0 sin refe ..rencia alas dimensiones de significaci6n que Ie son sub..yacentes. En el caso de que no se haga referencia a dl..

chas dimensiones, el anaJisis semantico no eEl, en rigor,un amUisis componencial. El principal concepto que seutiliza para representar "algo acerca del esquema formalde significados subyacentes" a un dominio dado es el deincl~tsi6n de referencia. Cuando un dominio 'lexico seorganiza de acuerdo con el principio de inclusion de re-ferencia, la estructura analitica resultante es una taxono-mia (Kay, 1966 :21-22).

En terminologia clasiea, los segregados de diferentesconjuntos contrastantes pueden ser relacionados por in-clusion, constituyendo un sistema analitico llama do taxo-nomia. Con esta definidon no se requiere que la taxono-mia tenga un iniciador unico, es decir, un segregado queincluya a todos los demas segregados del sistema' se re-. ,qUlere, eso si, que el segregado del nivel mas inclusivoconstituya un conjunto contrastante demostrable (Frake,1962), aunque no este lexicalizado (Berlin, Breedlove yRaven, 1968). . .

Cuando existen numerosos niveles de inclusion, comoes el casu de las plantas entre los Hanunoo, de las papasentre los Aymara 0 de las enfermedades entre los Su-banum, se dice que se esta en presencia de una taxonomiaprofunda. En los sistemas formales altamente particio-nados, como el de estas taxonomias expandidas en pro-fundidad, el numero de superordinados con respecto alde los subordinados mantiene una distribucion estadisticabastante estable (Ia llamada "distribuci6n de Willis")que es independiente del objeto clasificado y de qUie~realice. la clasificacion. Wallace (1961) afirma que encualqmer cultura, en razon del "principio de maxima or-ganizaci6n" complementario al coeficiente de Willis lastaxonomias folk no pueden contener mas de 64 (0 ~ven-tualmente 26) entidades, y que en consecuencia no serequeriran mas que seis dimensiones binarias relaciona-das ortogonalmente como producto cartesiano para darcuenta de todos los terminos.

Colby (1966 :15) parece no entender muy bien el

caracter y el poder de inclusion de esas entidt\dc~, dadoque confunde los niveles extensionales articulutoriol'l delcontraste con los pIanos taxon6micos de integrucl6n. l£nesta cuesti6n, el cognitivismo ha sabido suscitar unu pro-blematica de extraordinario interes: no cabe dudu quoen el principio organizativo postulado por Wallace I,I(Jesconde una peculiaridad universal, de esas que resultantan caras a los levistraussianos. De hecho, parece existiruna limitaci6n al numero de dimensiones taxon6micas queIa mente humana puede manejar c6modamente en un con-texto de comunicaci6n social. Se ha sugerido que tal nu-mero fluctua entre seis y siete. En el estudio de las ta-xonomias folk de Berlin, Breedlove y Raven (1974:240),se sostiene que "hay por 10 menos cinco, quiza seis, cate-gorias etnobiol6gicas que parecen ser muy generales, sies que no universales, en la ciencia biologica folk. ( ... )Las cinco categorias etnobiologicas se arreglan en formajerarquiea, y las caracteristicas asignadas a cada estratoson mutuamente excluyentes". Una sugerencia muy im-portante, correlativa al fenomeno de la estratificacion ta-xonomica, se basa en la observacion de Levi-Strauss en elsentido de que "la cifra de dos mil pareceria corresponderbien, como orden de magnitud, a una suerte de umbral enla vecindad del cual se situan la capacidad de la memoriay el poder de definicion de las etnozoologias 0 etnobotani-cas fundadas en Ia tradici6n oral" (Cf. "EI pensamientosalvaje", pp. 224-225). Ira Buchler y Henry Selby han de·mostrado que Ia cifra 2047 seria el numero de elementos,clases 0 caracteristicas terminales que se encontrarian enU.na taxonoinia compuesta de once niveles con una parti-cion binaria sistematica (1968 :305-309). Si bien estas ci-fras y otras muchas se prestan muy bien para intentar unanumerologia espuria y conjetural, 10 cierto es que el li-mite de siete niveles de integracion y una diferenciaci6nextensional correspondiente alas sucesivas potencias bi-narias, definen con cierta adecuacion (y quiza hastatautol6gicamente) todas las modalidades de organizac16n

taxon6mica.Todo esto 10 saben muy bien, aunque intui-tivamente, los analistas de sistemas que disenan basesde datos de estructuras jerarquicas. .

Desde el punto de vista formal, 10 que distingue auna taxonomfa es el principio de inclusion de referencia;a los efectos taxonomicos, es irrelevante que se conozcano no los rasgos que definen a los lexemas involucrados.Una caracterfstica de todas las taxonomfas es que, comocorolario del principio de inclusion de referencia, contie-nen niveles de contraste. Y unprob1ema relacionado conesta nocion, no debidamente apreciado en la literaturacognitivista, es el siguiente: en el caso de aquellas ta-xonomfas en las que no se conozcan los rasgos definitoriosde los lexemas, no existe un procedimiento formal esta-blecido para asignar niveles de contraste a todos los lexe,.mas solo sobre la base de lasinclusiones de referencia.

De todos modos, las taxonomfas posibilitan la regu-lacion del monto de informacion comunicada acerca deun objeto en una situacion dada, y proporcionan un or-denamiento jer:irquico de categorfas a traves del cualpueden operar eficientemente los "programas" mentalesque clasifican, ordenan y recupe:mm informacion cultu-ralmente relevante.

En algunos (aunque no en· todos) los estudios etno-semanticos de domini os lexicos, la significacion de cadalexema puede referirse a un conjunto finito de dim en-siones semanticas, cada una de las cuales contienen unnumero tambien finito de valores, rasgos 0 componentes.Cuando las dimensiones se aplican simultaneamente, seobtiene un paradigma; cuando se desarrollan secuencial-

. mente, se tiene un arbol. Un paradigma muestra, formal-mente, la estructura de un solo nivel de una taxonomfa;un campo. lexemico cualquiera puede ser visto, entonces,como una alternancia de niveles taxonomicos con para-digmas, 0 como un apilamiento en e1 que cada nivel estaeatructurado semanticamente por un paradigma. La no-

ciOn det::txonomfa y la de inclusion de conjunto do com·ponentes semanticQs son, en consecuencia, liIin6nimaH.

Las taxonomfas ylos paradigmas son relativamontoindependientes entre sf. Lasprimeras parecen expliear Inubicacion de los lexemas en un campo 0 espacio semun-tico multidimensional complejo, .que estadeterminado ellultima instancia por rasgos semanticos 0 componenteH.Muchos autores(por ejemplo Werner, 1967, y Sturtevant,1964) han confundido las taxonomfas con los paradigmasasimetricos, que son en realidad facilmente convertiblesentre sf; Sturtevant, en particular, concibe el analisiscomponencial como un artificio disefiado en exclusiva pa-ra indagar paradigmas :nuestra graficaci6n inicial de losdiagramas taxonomicos (Fig. 3) exhibe una taxonomiaarbolada no paradigmatica componencialmente analiza-ble. Lo que aquf sucede es que tanto Werner (196'1) co-mo Sturtevant confunden el nivel de tipificacion que co-rresponde a arboles, paradigmas y taxonomias, que sonformas 0 estructuras, con el propio del' analisis compo-nencial, que atane a contenidos 0 rasgos de las entidadesque conformen esas estructuras.

Werner y Fenton (1973 :549-5(1) hart definido u,nataxonomfa cuasi formalmentede esta manera; .

1) Una taxortomfa es una relacion de la forma aTb;donde "T" es la relacion taxonomica; en lenguajenatural, se diria "a es una clas~ de b". "todos 10sb son a", etcetera. '

2) Si el universe (dominio) "U" es el conjunto detodos los nodos de la taxonomfa, y si "T" es larelacion taxon6mica, la taxonomfaes un subcon.:.junto del productocartes.iano "UxU".

3) El subconjunto de"UxU" que se trate,para cua-lificar como taxonomfa, debe cumplir las siguian-tes condiciones:

a) 'laTaH no es miembro de 1a taxonomfa: untaxon no puede ser superordinado de si mis,.mo: una taxonomia es irreflexiva.

b) S.i "aTb" es parte de la taxonomia, entoncesno puede serlo "bTa"; es decir, un taxl6n nopuede ser simultaneamente subordinado y su-perordinado: una taxonomia es jerarquica-mente asimetrica.

c) Si "aTb" y "bTc" estan incluidos en la taxo-nomia, luego "aTe" tambi€m es miembro deella. Esta es la condicion de transitividad. 'qUIZa la caracteristica formal de mas largoa!cance de lastaxonomias.

d) Una relacion irreflexiva, asimetrica y transi-tiva determina un orden parcial. EI ordenparcial y la transitividad determinan una je-rarquia.

Una definicion taxon6mica es 1a disyunci6n de unconjunto de definiciones y una enumeraci6n; la prmlOnclade una definicion paradigmatica elimina la necesidud COIl-nitiva de una definici6n extensional y pormenorlutdu, Ya veces tam bien viceversa.

Si bien la version americana del analisis componcn-cial fue sobrellevada mayoritariamente por antrop610gol\l,y recien algo despues se plegaron los lingtiistas comoLamb (1964), Katz y Fodor (1963), Nida (1964, 1975),Weinreich (1963, 1966) y Chafe (1971), la investigaci6nde las estructuras jerarquicas del lenguaje se desenvolvi6en lineas disciplinarias paralelas, con pocas ocasiones decontacto y con aun menos conexiones con los analisislogico-filos6ficos de los principios clasificatorios.

Fuera de la antropologia, la relaci6w de inclusi6n 0subordinaci6n se denomina mas bien "hiponimia", la su-perordinacion ha dado en llamarse "hiperonimia", y lacolocaci6n bajo un mismo hiperonimo de cabecera, "co-hiponimia".

Mientras que por un lado las taxonomias folk, con-tra 10 que sucede en las modernas clasificaciones cien-tificas, suelen no agotar objetivamente sus dominios nia!canzar el mismo grado de especificidad en todas suszonas, por el otro tenemos el hecho de que las relaeioneslogicas propias de las jerarquias mas formalizadas pre-sentan algunos inconvenientes basicos de tipificaci6n, so-bre todo alrededor de 10 que se conoce como "vados ma-triciales" (matrix gaps), que revelan la asimetria y laarbitrariedad de muchas estructuras conceptuales.

Ademas, tanto las taxonomias folk como las eienti-ficas contrastan con las clasificaciones politeticas puestasde manifiesto en los ordenamientos logrados mediante ta-xonomias numericas (Kronenfeld, 1985; Needham, 1975)y con las predicaciones dina-micas que no se atienen. a Inlogica declases aristotelica. (Leech,.1985,:3l3-324).

La transitividad de la relaci6n taxonomica tiene im-plicaciones importantes. Los nodos de una taxonomia sontotalmente conexos a partir de su origen· la contexturaformal transitiva de una taxonomia afect~ a la naturale-za de los elementos clasificados, en 10 que hace a sudefinicion. Se ha comprobado que, empiricamente, cier-tos nodos suscitan mas acuerdo que otros entre los miem-bros de una cultura, existiendo discrepancias a veces no-torias en los niveles intermedios de la clasificaeion· elque algU!lOSi~formantes, por su especializacion, pos'eantaxonomIas mas profundas y mas ricas, con mas nivelesque las de otros, no interfiere de hecho con el procesocomunicacional: siempre habra un .camino desde el nodomas especifico. al nodo mas general (por ejemplo, de "elgato es'unf~lmo'~a "el gato es'un animal"). Vista asi,una taxonomIa sepresenta como una maquinacultural dededucci6n.

c) Representacion ortogonal (claAc-producto) cIolpar~digma anterior.

IJl I L5

L2 La

L3 L7-

L4 L8Dominio:

Pronombres;compuesto PQr ocho lexemas (Ll.L8). d) Idem del paradigma de terminos de parentescobasicos.

Dimensiones ,

A = Inclusion minima (al) / maxima' (a2).B = Hablante.incluido(bl). Lexcluido .(b2).C = OYE!nteine!uido (cl) / exeluido (c2).

.... "

"_.'.'"

el

al a2

Definiciones componenciales:

Ll: Nosott:os (l) l.. tu y yoL2: YoL3: TtlL4: ElL5: NosotrosL6: NosotrosL7: VosotrosL8: Enos

alb'lclalblc2

',alb2~l'" alb2d~' ..

,(3) - Todos a2blcl(~) '..:.'siiiti ·····a2blc2

a2b2cla2b2c2

abuelo abuela tio tia

padre madre

EGO hermano hetmana primo prima

hijo hijasobrino sabrina

niem nieta

Dimensiones :

Sexo del pariente (A): masculino (al), femenino(a2).

~Q.nei:la'ci'6h(B).:dos por encima de ego (bl), una porencima de ego (b2), generaci6ndeego (b3), una pordebajo de ego (b4), dos por debajo de ego (b5).

Linealidad (0): lineal (cl), co-lineal (c2), ab-lineal (c3).

Abuelo:Abuela:Padre:Madre:HijoHijaNietoNieta

alblcla2blc1alb2cla2b2clalb4cla2b4clalb5cla2h5cl

Tio : alblc2 / alb2c2Tia : a2blc2 / a2b2c2Hermano: alb3c2Hermana: a2b3c2Sobrino alb4c2 / alb5c2Sobrina : a2b4c2/ a2b5c2Primo :alb3c3Prima : a2b3c3

4) ,ReJaciones sC?Rl8~t,icas (I) 1

1. RelacJQn~ses.t~echas(Item / item)SemejanzaIdentidad de referenda X e Y se r.efieren al mismo

objeto.EquivalenCia .•......• X equivale a Y.

1 Basado en Frake(1964), modificadopor Colby, Femandez .,Kronenfeld (1980).

X es el contrario de Y.X es el reciproco de Y.X contrasta con Y.

II. Relaciones de rango medio (Item / conjunto)Parcialidad

Parte/todo .Analogia .ContingenciaCo-ocurrencia .

Co-variancia .Ocasion .Secuencia temporal .Gradacion .Disposicionespacial ."

X es miembro de la clase Y.X es una clase de Y.X es una parte de Y.X es a Y como Z a W.

X e Y ocurren juntos en elcontexto Z.Q varia con Y en contexto Z.X acarrea Y.X precede 0 sigue a Y.X ocupa un grado entre Y y Z.X es contiguo, 0 esta orientadoespacialmente respecto a Y.

III. Relaciones de amplio rango (Item / experiencia)

Acd6n caracteristica . La acci6n X es caracteristicade Y.X se usa para Y.X es la ubicaci6n usual de Y.X es el origen de Y.X es el proposito de Y.X vale Y para Z.X permite Y.Xparticipa en Y.X es el,pl,"Qpietario de Y.X tiene el poder de Y.X usualmente se valorizacomo Y. .

Uso instrumental .Ubicaci6n I .Fuente, origen .Objetivo, prop6sito .Valor .Habilitacion .Participaci6ni

•••••••• ,

Pertenencia , ' .Potencialidad .Evaluaci6n .

Nombre Relaci6n PJjom.ploInclusi6n XesunY Le6n: animnlde clase X es una clase de Y(Taxonomia) Todos los X son YEspacial X es parte de Y Calle: ciudad

X esta encima de YX esta debajo de YX esta proximo a YX conecta a Y y ZX esta entre Y y ZX pasa a traves de Y Sangre: coraz6nX se encuentra en Y Grasa: cuerpo

Atributiva X es Y Pasto: verdeX tiene Y Vaca: lecheX hace Y Abejas: miel

Evaluaci6n X es Y Miel: buenaatributiva X es para Y Martillo: golpearFunci6n X se utiliza para YOperaci6n X es 10 que es Y A,gua: beberComparaci6n X se parece a Y Mosca: ~beja

X no es como YEjempli- X esta ejemplificadoficad6n por Y Acidez: lim6n

X es un e.iemplo de Y Limon: acidezProveniencia X viene de Y Lana: oveja

X se hace de Y Queso: lecheX se saca de Y Oro: montana

Contingencia Si X entonces Y Hambre: comerGradaci6n X precede a Y Sabado: domingo

X sigue a Y Domingo: 'sabadoX es casi Y Amarillo: blanco

Sinonimia X significa Y Comando: ordenAntonimia X es 10 opuesto de Y Claro: oscuro

2 Basado en Gasagraillde y Hale (1967), modificado 'flor WllflWl'y Fenton (1969, edit. 1973).

IV.. ·CRITICA ANTRQPOLOGICADEL COGNIIIVISMO

Cuando se hace referencia al estado de salud de laantropologia cognitiva, ocuando se solicita un juicio devalor sobre ella, es habitual que se carguen las tintas,que .se prodiguen adjetivos poco ortodoxos y que se pier-da la compostura.Daria la impresi6n de que al apro-piarse de recursos aparentemente sofisticados y axioma-ticos, disefiados para que contrastaran con los de lasotras alternativas y para relegar a estas al.estatuto deuna .pre-etnografia, la etnosemantica se hubiera trans-formado en un punto de referencia irritativo para granparte de 10s no conversos.

Las criticas que Ie apuntan suelen estar cargadasCOIl un plus de ironia, como si la altivez y la desmesuradel proyectofueran excusa suficiente para enardecersecon su fraca.so. Aun habiendo· militado en ella, GeraldBerreman se permiti6 metamorfosear la distinci6n dog-matiea de los cognitivistas entre los anaIisis emic y eticen una dicotoIllia zumbona.entre un pensamiento anemicy otro emetic (Berrerrian, 1966), ensa.rza.dosambos en latrivialida.d. Lo nota.ble es que esta ocurrencia no fue ma-yormente mal vista., aunque todavia. fa.ltaban unos pocostnesespara la.bancarrota de la doctrina.; pOr el contrario,pa.so a engrosarel anecdotario de mantras ocurrente dela discipIina, junto con el feliz "marxismo Zen" de Murphy,el "mito del noble a.ntrop610go"de Gordon y el culteranod.e "LeLeyi et Ie Strauss" de Edmonson.

Pero cuando la i~onla se trueca ~n enojo, se pier'deel equilibrio critico, y el fondo, de. verdad se .dilapida enuna replica ideologizada. Observese, POI' ejemplo, el tonode este juicio de Elman Service:

"Los analistas componenciales se limitan a apli-car un metodo simple a ciertos aspectos menores dela cultura, que son principalmente lingiiisticos: noexplican absolutamente nada. Incluso cuando afir-man haber descubierto algunas formas de 'conoci-miento' inconciente, son meramente descriptivas,no exponenciales .. Hasta aqui, no hay dano, salvoen que ocupan tiempo y espacio. ( ... ) Tampoco hanproducido ningun beneficia especial. Pocosantro;.pologos est{mpersuadidos de que Levi-Strauss 0 lospartidarios del anaJisiscomponencial nos hayan en;.senado algo acerea de la inteligencia del hombre."(Service, 1973 :26)

En elmomento en que Service anade que"el idealis-mo mentalista ha importunado alas ciencias. socialesdesde sus comienzos", que su esterilidad es absoluta, queno ha producido nada y que representa un "gran peligro"intele.ctual, echa porIa borda el hecho de que el analisiscomponencial es en realidad un metodo simple, que posi-tivamente se aplica a aspectos culturales menores (Be-rreman, Kaplan, Harris y Manners dicen triviales), queno es explicativo sino asceticamente descriptivo yque10 que puede decir acerca' de la inteligencia es a fin decuentas tautologico, como el mismo Service deduce. masadelante. Lo unico que. en el argumento crispado de Ser~vice no es opinion 0 criterio de autoridad, d,esg-raciada-mente para su perspectiva, no solo no invalida al cog..nitivismo sino que se encuentra palmariamente estipuladoen las pautas programaticas de este: elanalisis compo-nencial es un recurso que se aprecia par su economia (nQPOl' su intrincad6n) y que se aplica a aspectos 0 cOrPusrestringidos y estructurados, para sistematizar una des-

cripci6n que se prohibe a si misma deducir. Serv1ell tlont)raz6n, POI' cierto, pero solo en la medida en quo 01 coRni-tivismo acepte cambial' su programa POl' el de 61.

De nada serviria, empero, presentar a la antropolo-gia cognitiva como un campoteorico libre de dilemul-! 0

en el que los cuestionamientos puedan minimizarse siem-pre. La etnociencia, siempre rechazada POl' las estrate-gias materialistas, entro en crisis hace unos veinte anos;peru 10 hizo POl' si sola, mucho mas POl' su propio aper-cibimiento de las contradicciones desatadas pOl' su dis-curso que POI' obra de una critica no siempre certera,poco sutil y frecuentemente sesgada en 10 ideologico. Conla ostensible excepcion de Marvin Harris (y quiza ex-ceptuando tambien a David Schneider, aunque en unplano menos publico y mas hermetico) la antropologiacognitiva carecio de interlocutores dignos: tanto, que encierto momento hasta imagino una critica que suplantaraa la que Ie estaba haciendo falta.

Los cuestionamientos inventados POI' Werner (1973:538) al solo efecto de demolerlos son, POI' supuesto, ba-ladies e improcedentes: la etnociencia -se Ie hace decira los pretendidos contrincantes-,- no trata los asuntos enque estan interesados los demas, no 10 explica todo, y sededica POI' anadidura a elicitar el conocimiento, 10 cuales anticientifico. Estas culpas imaginarias, aventadasluego con virtuosismo, nos recuerdan la estratagema deCiappeHetto, en el Decameron, que logra hacerse canon i-zar confesando pecados que no eran tales. Lo objetabledel cognitivismo obviamente no pasa POI' ahi. Tampocopasa, en 10 esencial, POI' donde 10 cree Clifford Geertz,quien a despecho de su coincidencia con aquel en un pa-radigma mentalista fue el que elaboro los epigramas masagresivos:

"Diversamente Hamada etnociencia, analisis com-ponencial 0 antropologia cognitiva (una fluctuaci6nterminologica que revela ya una profunda incerti-dumbre), esta escuela de pensamiento sostiene que

la cultura se compone de estructuras psico16gicas pol'medio de las cuales los individuos 0 gruposorientansu conducta. ( ... ) De esta concepcion de 10 que esla cultura se sigue un punto de vista acerca de 10que debe ser su descripcion: la escritura de reglassistematicas, un algoritmo etnograiico que, de serseguido, haria posible operar, pasar (apariencia fi-sica aparte) POl'un nativo. De tal modo, el extremasubjetivisrrio aparece maridado con el extremo for-malismo, con el resultado esperado: una explosionde debate acerca de cual analisis en particular (elcual viene bajo la forma de taxonomias, paradig-mas, tablas, arboles y otras ingenuidades) refleja10que los nativos "realmente" piensan, 0 cual es unamera simulacion ingeniosa, J,ogicamente equivalenteaunque sustancialmente distinta, de esos pensamien--tos. ( ... ) La falacia cognitivista ( ... ) es tan des-tructiva de un uso efectivo del concepto de culturacomo 10son las falacias idealistas y conduetistas dela que es una correccion fallida. Quiza, como suserrores son mas sofisticados y sus distorsiones massutiles, 10 sea todavia mucho mas." (Geertz, 1973:11-13)

POl' contraste, e1 cuestlonamlento de Dnvid ::-khnoidm'se dibuja como harto mas profundo; POl' de J)l'ouLo hltsido considerablemente mas seminal, puesto que till <lo-bate sirvio para congregar un nueleo de estudioHOH('II

torno de 10 que despues seria la version norteamcrieullude la Antropologia Simbolica. Considerando el an[tliKiKcomponencial de Goodenough sobre la terminologia yankide parentesco (Goodenough, 1965), Schneider subrayacon acierto que a medida que uno se aleja de Ego, cncualquier direccion, las cosas se van tornando cada vC;t,mas ambiguas y nebulosas. La constataci6n mas impor-tante emergente de esta vaguedad progresiva es que noexiste un limite categorico, formal y univoco del domi-nio mismo involucra do pOl' el concepto de "parentesco":esto se ve mas claramente toda vez que la cultura impli-cada es precisamente la propia. Para decirlo de otra ma-nera, la decision acerca de si una persona en particulares 0 no pariente no puede tomarse, en el contexto anali-tico de Goodenough, en base a un juicio categ6rico.

En este punto, la objecion central suscitada pOl'Schneider coincide casi con el contenido de la critica in-tern a realizada POl' Burling. POl' otra parte, Schneiderobjeta la identificacion a priori del dominio semanticocon el analitico que sutilmente desliza Goodenough, ydelata la inconsecuencia de los procedimientos del cog-nitivista, que utiliza para redondear su esquema tantodatos escolastica y met6dicamente recabados como intui-ciones "occidentales" bastante oscuras.

En sintesis, el exam en de Schneider pone en tela dejuicio tres aspectos: la indefinicion del "corpus" 0 domi-nio en cuanto a su abarcatividad, la interposici6n de unagrilla etic entre el dato y el observador, y el fracaso delanaJisis cuando la cultura-objeto es la propia y cabela posibilidad de una inspeccion sin mediaciones.

"Este aspecto es fundamental. Cuando Goode-nough nos proporciona un analisis componencial do10s terminos Truk de parentesco, el mismo ha rcco-

Esta claro que la critica de Geertz simplemente con-trap one autoritariamente una concepcion a otra, sin ha-cer evidente el beneficio de abandonar el formalismo cog-nitivista en favor de un discurso como el suyo, el cual(axiomatizaciones aparte) es ideologicamente afin, y queencima carece de unmomento de validacion autoim-puesto. Acaso convenga llamar la atencion sobre elhecho de que tanto Geeltz como Service, en el extremoopuesto del espectro, coinciden en asomarse a la aven-tura etnocientlfica como si esta constituyese el peligrosupremo de la antropologia, y como si ellos, a su turno,no fuesen infinitamente mas peligrosos: Geertz, paraquicnes profesan la ciencia; y Service, para quienes mi-litun en el marxismo.

lectado el material, el n:1iSn:16 10 ha anaHzado, y eElprobable que el sea tambien la unica persona querealmente tiene cierto dominio sobre los datosba-sicos. Dado que practicamente ninguno de sus lec-tores conoce Truk como 10 conoce Goodenough, unade las bases principales para la evaluaci6n de unanalisis deja de estar disponible para ellos. ( ... ) Eltrabajo en cuesti6n (en cambio) constituye el mejorsitio para observar que es 10 que el analisis compo-nencial puede hacer y c6mo 10 haee, puesto que tratacon datos que conocemos bien, obtenidos de una fuen-te en. la que hay mas si los necesitamos, y dondelos mlsmos estan en un lenguaje que todos maneja-mos con suficiente fluidez." (Schneider, 1964:288-289)

Aqui tanto el simbolista Schneider como el etnose-mantico arrepentido Robbins Burling han logrado tocarel nervio: el analiza do no reconoce su propio pensamien-to en el esquema conceptual que el cognitivista desplie-ga para representarlo, pese a que ambos comparten nadamenos que sus respectivas culturas. El alardeado emicis-mo no pasa de ser color local,y todo 10 que se veniadiciendo sobre la "realidad psico16gica", desde Frake yWallace hasta Goodenough y Werner, parece quedarabolido 0 en suspenso POI'obra de una sola comprobaci6n.Tengase en cuentaque el discurso etnosemantico sobrela pertinencia del analisis apela exclusivamente al "puntode vista del nativo" como criterio de validaci6n, y que laconceptualizaci6n cognitivista sobre las diferencias entrela imagen cultural conciente y los sustratos de la acti-vidad mental no accesibles a la conciencia es a todas lu-ces tangencial, ambigua y fragmentaria (Cf. Wallace,1966; Werner y Fenton, 1973 :538-541; Conklin, 1964:25-2:6) .

Dell ;Hymes, poniendo lado a lado las alternativasdel estructuralismoy de la etnociencia, pretendi6 alguna've;!:testimonial', contrastivamente, "las graves dificulta-

des de la interpretaci6n de 10 cognitivo" cuanuo 01 un1cocriterio de validez es elecci6n del investigador (HymoN,1964:16). Aludia con ell0 alas prestidigitacionOl-l inllll4lc~tuales de Levi-Strauss. Pero si, en virtud del umieil4lll11absoluto que los cognitivistas propugnan, el unieo nllLlIlLlI"tial de verdad es el juicio del nativo, hay que anoia/' quopOl' 10 menos dos autorizados "nativos" norteamericHnol4(uno de ellos simpatizante de la causa y favorablcmcnLepredispuesto) han negado que la imagen que aparedareflejada en el analisis componencial fuera la suya.

En otras palabras, si esta analitica se muestra milsque dudosa en su reproducci6n de la realidad psico16gicade 10 perfectamente conocido, exist en poderosas razonespara presumir que no se trata de una herramienta ade-cuada para la representaci6n de 10 eitrano. La afici6nexotista de los etnocientificos, a su vez, ha desatado untropel de paradojas: si bien el dictamen final de validezpodria llegar a ser, idealmente, emic, 10 cierto es que,como sugeria Schneider en el caso de los Truk, toda laeHcitaci6n, las manipulaciones, los acomodamientos y laselecci6n final de los datos referidos corre POl' cuentapersonal del analista, quien, en tanto occidental, es elunico que verdaderamente conoce la cultura de la quehabla. La adecuaci6n de los procedimientos analiticos entanto tales, s6lo podra ser juzgada externamente POI'parte de un critico ajeno a la totalidad real, en funci6nde los datos que aquel incluya; asi, todo cuestionamientocorre el riesgo de. ser respondido mediante refutacionesconstruidas sobre circunstancias que el etnocientifico omi-te, pero que puede desenfundar en el momento oportuno.De hecho, la polemica se ha desarrollado siempre de estamanera.

Es a 10 largo de debates articulados de esta guisaque se pone de manifiesto un rasgo insospechado de Inetnociencia, una aptitud de autotransformaci6n, enmasen-ramiento y disimulo que podriamos denominar, tipo16gi-camente, "sindrome de la Secta Moon". Dicho sindrorno

sa hace evidente en la indefinici6n epistemo16gica de sUSpropuestas, asi como en el manejo conciente y estrate-Sico de las incertidumbres resultantes. Como 10 muestranIs. inconvincente caracterizaci6n de la doctrina y la es-peciosa defensa de los fueros etnocientificospor partede Catherine Fowler (1979 :215-218), la antropologia cog-nitiva es capaz de ofrecerse al mercado como 10 que noes: como una tecnica, 0 a 10 sumo como un metodo, adap-table 0 complementaria a cualquier enfoque te6rico, sinconsecuencia alguna de orden ideol6gico. Asi como laSecta Moon (0 la meditacion trascendental, 10 mismo da)finge adaptarse alas exigencias de las religiones mayoresy .de los sistemas morales establecidos, he aqui que depronto, en la sesgada panoramica de Fowler, de .Lelandy de Johnson (Fowler y Leland, 1967; Johnson, 1974),la etnociencia ha devenido una "etnoecologia"· comprome-tida con la existencia material, imbricadarrtisteriosarrten-te con un programa general que es menos abarcativo queelde ella, desligada por completo de los tediosos analisiscognitivistas del parentesco y sin nada que Ver con elprograma revolucionario de la nueva etnografia, que pro-clamaban la captura de la "realidad psico16gica" ylaambicion de "pasar por un nativo".

Quiza cuando la antropologia cognitiva sea solo unrecuerdo erudito, la critica de Burling permanezca todavia.como un paradigma del dialogo posible en el interior deuna disciplina. Si no 10 habiamos mencionado entre losinterlocutores mas rescatables de los que se enfrentaronal cognitivismo, se debe a que en rigor fue un etnose-mimtico en toda la regIa: en 1962 public6 un analisiscomponencial modelico de la terminologia Njamal de pa-rentesco, mejorando la descripcion realizada por Eplingel ano anterior y contraponiendo convincentemente el cri-terio de saliencia cognitiva al de economia analitica; en1963, inspirimdose en los planteos de Lounsbury, modi-fic6 los procedimientos usuales de investigadon a prop6-aito de las terminologias garo y birmana en sendos es-

tudiosque perseguian la delimitaci6n de lOA lexflmall"nucleares"y las modalidades de derivaci6n. LaM (~rftJcallesenciales de Burling (1964), reunidas bajo un opfllrnl'tlque resume una famosa querella lingiiistica, se oeupnn dtluna compacta multitud de problemas inherentcA al nnh-lisis componencial; el mas celebre (aunque a nuos1;ro .iul-cio no precisamente el mas sustancioso) es el quo so 1'0-fiere al numero de "soluciones" posibles en la comhinn-toria de rasgos atomicos que definen la oposicion do lOAlexemas a 10 largo de un paradigma. Considerando s610cuatro items, Burling encuentra que el numero de sol\1-dones componenciales es de 124, y que con cinco 0 maselementos basicoslas posibilidades combinatorias lleganrapidamente a ser astronomicas.

La impugniwi6n de Hymes. cortes y ceremoniosa, nofue del todo satisfactoria: el unieo criterio valido (vuel-ve a deeir Hymes) radica en las preguntas que los miem-bros de las diferentes culturas se hacen a I'll mismos alcategorizar su experiencia, y no tienen mucho que vercon las caracteristicas formales de sorting de los rasgossemanticos considerados. Los mejores etnosemanticos-:....asegura Hymes, callan do el nombre de los peores-no responden al retrato de Burling, y jamas han con-fundido las posibilidades combinatorias abstractas conla realidad etnografica. La contestacion de Hymes olvi-da poner en claro, POl' desgracia, cuales son las modali-dades de mapeo de 10 concreto sobre 10 abstracto descu-biertas par los cognitivistas, y pone a un costado el meollodel cuestionamiento de Burling: no solo existen multiplesposibilidades matematicas de combinacion de· rasgos se-manticos en un dominio dado, sino que de hechoexistenmultiples analisis componenciales discrepantes e incon-mensurables sobre la estructura de los mismos camposde significaci6n.

Lo sucedido con los analisis componenciales despu6Ade los descuhrimientos de Casagrande y Hale (1967) yde Werner y Perchonock (1969), ha restituido a Burlinsr

au cuota de r~z6n, mas a11ade queeste se disculpara edu-cadamente de slis "imprecisiones" en su ulterior replicaalas reacciones de Hymes y de Frake. Los "componentesno binarios" hallados POl' Burling se transformaron alaIarga en Ias "relaciones semanticas" singularizadas POl'Ios informantes ,Papago y Navajo consultados POI' aque-110s estudiosos, quienesdestacaron Ia existencia (y Iarelevancia) de distinciones y conocimientos enciclopedi-cos no reducibles a paradigmas 0 a taxonomias.

Las observaciones matematicas de Burling apunta-ban directamente a los dogmas cognitivistas tipicos de 10que hemos definido como la primera fase de esta co-rriente; el cuestionamiento de la "realidad psico16gica".en cambio, incorporado en el mismo trabajo, ponia encrisis a la fase e~plicitamente etnocientffica.

"El exito de una predicci6n -expresaba Bur-ling- no demuestra que el hablante utilice el mismoesquema. Hay una enorme diferencia entre un ana~lisis que es adecuado para determinar el termino autilizarse para denotar un obieto y otro que repre-senta la manera en que la gente construye su mundo.( ... ) La ventaja del analisis componencial respectode las tesis de Whorf radica en que este sebasabaunicamente en el lenguaje, mientras que aquel esta-blece una relaci6n entre el Iengua:ie y eventos deimundo no lingiiistico. Pero ho puedo observar nin-guna ventaja en cuanto a ganar una comprensi6n dela cognicion en si." .

Nl6tese que Burling deja en pie la ilusi6nde la et-nosemantica acerca de la efectiva capacidad de sus' meto:'dos para producir una predicci6n. Alguienha dicho quetal predicci6n seda mas bien una "retrodicci6n", un pro:'cedimiento cuando mucho corroborativo. En realidad el(H/,trnd componencial supone todavla menos oue eso. POI'cuanto se trata no de un mecanismo de explicaci6n sino,como 10 ha establecido el propio Goodenough, de un me-

todo puramente descriptivo' que no deja espncio para ellibre encadenamiento 16gico (Goodenoug-h. HHl7: Walla-ce,1964 :232). POI' otra parte, de entre todoA lOAClllt;udlo-sos de la "realidad psicoI6gica", s610 Peggy RnlHln,V: porsu oportuna profundizaci6n en la metateoria do lOAtrlOtltl-10s de la psicologia cognitiva,supo que el esquemn fl~razonamiento utilizado en etnociencia jamas se alejo dn-masiado del planteD de la "caja negra", heredado direr.-tamente del conductismo (Sanday, 1968 :509). En otroorden de dilemas, hay que enfatizar que tanto Frake co-mo Hymes eluden las observaciones de Burling: el pri-mero s610 postula que "10 importante es realizar propo-siciones contra stables contra la conducta real" para poderhablar de la realidad psicol6gica, y el segundo vuelve aponeI' sobre el tapete la opini6n del nativo.

La reacci6n de Burling fue amable pero fulminante:la eliminaci6n de las alternativas combinatorias es unaestratagema que ni cumplimenta las promesas radicalesdelmetodo ni nos dice nada sobre la esencia de la cog-nici6n:

"Cuando Frake nos dice que el unico criteriopara establecer la 'realidad psico16gica' consiste encontrastar las proposiciones verbales contra la con-ducta, yo quedo anonadado: si la cognici6n es en-teramente reducible a la conducta. no veo c6mo pue-de ser posible investigar la relaci6n entre la coriduc.ta y la cognici6n. ~No es esta la falacia whorfiana?Cuando Hymes me acusa de. escepticismo acerca de'Ia mayor parte de la antropologia, en 10 que se re-:fiere a los valores, orientaciones, actitudes, creenciaAo cualquier otra noci6n que imp uta la presencia dealgo dentro de la gente', el esta en 10 cierto. SOYenteramente esceptico respecto de la posibiIidad demeterse 'dentro de la gente' porIa via de su con-ducta." (Burling, 1964 :120-121)

La confusion de. niveles que se pone de manifiestoen la postura de Frake esta demostrarido la falta do

nociones c1a.ras sobre el problema de los tipos logicos ysobre la naturaleza 'de los metalenguajes en el ideariocogm:itivista iortodoxo. Asi, ante Ia carencia, de unaconceptualizacion rigurosa y profunda que vincule enIa doctrina etnosemantica las esferas del pensamiento,el conocimiento, el lenguaje y la conducta, y que tornetr~msparentes las relaciones epistemologicas que se es-tablecen entre el sujeto y el objeto en la singularidadde una estrategia emic, Burling termina coincidiendocon Service en la idea de que el razonamiento basicoque vincula la conducta con la psiquis es, en su expre-sion cognitivista, un razonamiento circular. Es verdadque en el caso de Service las objeciones apuntaban nosolo a la etnociencia en particular, sino a la generali-dad de 10 que se caracteriza como "idealismo mentalis-ta", pero ese no es el punto; cuando advertimos quetam bien Geertz, cualquiera sea el valor intrinseco de sucritica, coincide en su escepticismo sobre las reclama-ciones cognitivistas de pbder acceder a hi subjetividaddel otro, 10 que llega a importar es precisamente esaunanimidad tematica del consenso cuestionador, que escapaz de tra.scender las mas fuertes discrepancias ideo-16gicas.

He aqui, por fin, Ia sentencia culminante, jamascontestada, que sintetiza la postura de Burling, ,expre-sada en terminos que resultaria dificil no suscribir y noadmirar:

"Cuando Goodenough sugiere una intrincada dis-tinci6n entre 'lineal', 'ablineal' y 'colineal' para ayu-

.dar a acomodar los terminos american os de paren-tesco, no estoy persuadido que refleje el sistemaeognitivo de nadie, sino que esm proponiendo me-ramente un esquema que funciona.Cuando Frakedice que un sintoma Subanum puede derivar en 23enfermedades simples (no 'alrededor de 23' 0 'masde 20', sino exactamente '23'), sospecho que esta im-poniendo una precisi6nespuria. No tengo idea en

cnan1;as 'unidades de sentido pueda dORI:\rt'ollarseuna 'pustula' en ingles, y dudo inclu80 quo flRto m\-rneropueda ser medido mediante una elfrn sh:mtft-cativa. ( ... ) Cuarido Conklin nos dice quo 101'1 valo-res monetarios pueden dividirse basicamento en 'bl-lletes' y 'rnonedas', ( ... ) dudo que haya sido ncce-sario montartodo el aparato del analisis para lleg-ara esa conclusion. Los que proponen el analisis compo-nencial han prometido muchas cosas que poder distin-guir entre monedas y billetes.:' (Burling, 1964 :121)

Puede que Burling no haya refutado acabadamentea la antropologia cognitiva ni mucho menos, pero nocahe duda que su ponencia representa unhito en el diu- .logo disciplinario en virtud de su coherencia,su aper-tura y su sentiao de la oportunidad·. A partir de el, masque a partir de las ironias de Berreman, la critica delcognitivismo afin6 susarmas dialecticas, forzando a 108etnosemanticos a pensar en terminos de problemas noplanteados en su debido momento y a afinar hasta suslimites las posibilidades, de sus metod os. Mas alla de quela antropologia cognitivahaya terminado arrojando latoalla y cambiado de asuntos a mediados de los auos '70,tenemos que insistir en la ejemplaridad de la poMmica.en la nitidez de sus terminos y en el hecho de que 108enigffias quesurgieron asu abrigo fueron y son todaviarepresentativos de la problematica basica de nuestraci¢ncia en el proceso de convertirse verdaderamente ental.

Uno de los puntos mas atacados durante el desarro-I1oq.e las co:ptroversias fue el dela rnezquindad tematicade la etnociencia. ,Por alguna raz6n, el, cognitivismo seaplico ,'casi siempre asectores restringidos, inc1uso po-dria decirse triviales, de Ia vida cultural, y no a la cuI-tura en su conJunto 0 a un fragmento significativo deella. Cuando se tratan numerosas variables con un crl-terio sistematico, la resultante sera necesariamente mA.intrincada qur- Ia de un aborde coloquial e impresiont.tA,

porexigir al destinatario un esfuerzo 16gico adicional ypor poner en juego conceptos qUe, al ser 16gicamentes6lidos, son semanticamente pobres. Si consideramos to~das las variantes posibles de principios conceptuales, dereglas cognitivas y de categorias que pueden hacer suaparici6n en una estructura social 0 en un proceso cul-tftral a largo plazo, una descripci6n etnog-raiica que uti-lice las tecnicas formales del cognitivismo insumiria,segun admite Sturtevant (1964 :123), "varios miles depaginas".En este punto, ya no se sabe si la etnoseman-tica se plantea describir 0 explicar las culturas,. 0 demos-trar, sistematicamente, 10 inexplicables 0 10 indescripti-blesque son. La solud6n no esta en amputar tematicaso territorios de investigaci6n msos 0 menos conexos conlos asuntos centrales (10 que a su vez no puede ser des-lindado por una decisi6n etic del investigador), va quede este modo el modelo, por el mismo hecho de ser· sis-tematico y articulado, no funcionaria en absoluto; ycomo bien dicen Kaplan v Manners, "un esauema con-ceptual 0 programa de investigaci6n que nos llevea per-seguir procedimientos v metas impracticables e indemos.,.trables tiene, ipso .facto, algunos defectos importantes"0981 :308-'309).

Imaginamos que la autorrestriCci6n tematica del cog-nitivismo ha sido el corolario de la explosi6n combinato-ria que aguardaba a sus exposiciones por poco que qui-sieran expandirse. La perspectiva microsc6pica en basea la cual se habfan estructurado los metodos (refleio in-vertido de los procedimientos murdockianos) impedia enprincipio toda generalizaci6n: la etnosemantica -----estaha sido su virtud y su culpa- es s610 ciencia de 10Jimi-tado.Es por ello que Herreman, aludiendo los presuntoslogros de aquella, enumerados por Frake (1964:143),concluye que ninguna descripci6n cognitivista, sean cua-les fueren sus meritos, puede considerarse importante enS1 misma. .Esta circunstancia -----dice- "nos recuerda laadvertencia de Mills en el sentido de qu muchos cienti'-

ficos sociales hanIIegado al punto en 01 quo, (.11 In 111'""queda de algo que sea verificable y flog-uro, fll\MfUl noralto 10 que es importante; mas aun, muchofl Imll l.t·nllft~jado tanto alrededor de 10 que es trivial, <jIW ('OllHIl1,lWIIque parezca importante; 0 10 que es peor, In I:I'iVIHlIdlldy la importancia han llegado a ser indistin.l!uib1<'K ('HHlletose las inserta en los moldes del analisis formal" (Hol'n'-man, 1966 :351).

Lo cierto es que como proponente de una nueva OK-pecie de sistema taxon6mico para el anaJisis de todo.'! lORproblemas culturales, el ana1isis componencial ha propor-cionado muy poco a la constituci6n de un marco te6ricogeneral. Muchos analistas parecen creer que una descrip-ci6n adecuada de un punado de domini os semfmticos esuna finalidad utH en SI misma, cuando no un logro tras-cendental. Por ello es oue han vuelto a transitar, sin quP1a demanda antropo16gica 10 iustificase, los caminos con-ducentes a la formalizaci6n de 10 va formalizado. comoes el caso patente de las terminolog1as de parentesco.El setenta por ciento de las contribuciones cognitivistasversa sobre ellas. El hecho es oue el parentesco. comoproblema te6rico, vao estaba considerablemente enfoaroina-do V resuelto antes de la irrupci6n de la etnociencia: unose preR:unta, entonces, iunto con Kuper, que es 10 oue haag-regado el enfoque etnosemantico a 10 que va se sahfaDor obra de Radcliffe-Brown. de Eggan 0 de Sol Tax.La aportaci6n cogniti.vista a esta esfera del conocimientoha sido puesta en tela de iuicio. como heroos visto. parBurling a prop6sito de EplinR: v por Schneider a propti-slto de Goodenoug-h, v tambien fue obietada amn1iamentoPOl' McKinlev v POl' Kuper. Las inacabahles descrincio-nes etnocientificas de este asunto, dice BRte l~ltimo, "nisiquiera eran definitivas, puestoque podian hacerse va-rios anlUisis diferentes de un unico sistema. Y sobre todoten ran la pedante mala' voluntad de no ir ID8R all{i de 11-mitados dominios semanticos" (Kuper, 1972 :218-220), EI

materialista PerUi Pelto rubrica todas. estas criticascasien los mismos terminos cuando expresa:

"Muchos de los trabajos de los analistas compo-nenciales son contribuciones programaticas sobre losnuevas metodos de investigacion, y proporcionansolo descripciones parciales de dominios semimticosharto limitados. Aceptando que el trabajo de cam-po ha sidQ realizado muy cuidadosamente, y que10s resultados son cabales, cabe preguntarse que usote6rico puede hacer otro antropalogo,. POl' ejemplo,de las descripciones de la madera combustible entrelos Tzeltal 0 de los ingredientes para hacer cervezaentre los Subanum." (Pelto, 1970 :68-76) . .

mos confeccionados para solucionarlos, POl' In presendade discontinuidade~ deductivas y de aspectos intuit1vo8en sus razonamientos, porIa confusion entre 11\1'1 pro ..piedades formales de sus modelos con las caractorfMU-cas estructurales de la realidad, porIa indigesta propoll-sion a la programaticidad en detrimento de los cstudiOfIbien disenados, porIa trivialidad tematica de sus emlU-yos clasicos, porIa faIta de una teoria para la compa-racion de analisis diferentes de un mismo fenomeno ypara la interrelacion sistematica de los analisis de 1'0-nomenos distintos, y pOI' una multitud de diversas cir-cunstancias de orden mas bien tecnico a las que yahicimos referencia. Es perfectamente probable que eJmarco teorico mentalista y la inexistencia de una tra-dicion epistemologica cientifica que contempJe el casode la emicidad, tuvieran su parte de responsabilidad eneste fracaso; pero, en ultimo analisis, este asunto ataneal "contexto de descubrimiento" y no alas justificacio-nes te6ricas en si mismas. Esto es 10 unico que no pa-rece del todo claro en Harris, independientemente dequ~ ,su criti.ca sea la mas extensa, la mas rigurosa yqUlza la meJor.

No puede pedirsele a Harris simpatia hacia una.corriente que se ubica ideol6gicamente en sus antipo-das: y que en el tiempo de su apogeo hizo gala de pedan-term y usa de su poder. Harris es extraordinariamenteduro para con el cognitivismo, y sus observaciones nodejan el menor resquicio para que este se plantee Japosibilidad de una mejora 0 de una correcci6n' la cr1-~ica es, en una palabra, destructiva, y al cogn{tivismo,ll~capaz de responderla sobre un fundamento cientifico,solo Ie queda hacer caso omiso de ella 0 reducir el tcxtode Harris a discurso politico.

EI patriarca del materialismo cultural (a quien hoyen dia es de buen tono cuestionar POI' su brutalidnd)ha atacado a la etnosemantica a 10 largo de varios fron-tes, recuperando y confirmando las aseveraciono!l do

Si POl' un lado es injusto hacer extensivos estosjuicios a los practicaptes de enfoques de avanzada: co-mo Geoghegan, 0 a los comparativistas,· como BerlIn yKay, POI' el otro seria ridiculo sindicar como merito as-pecffico de la etnociencia el grado de desarrollo de lasmatematicas, de la sistemica 0 de la teoria evolucionistaque esos intentos toman como punto de partida, arran-caridolos de una orientacion cientifica ala que el 'pri-mer cognitivismo se opuso con todas sus fuerzas.

Tenemos que coincidir con Pelto cuando afirma aUe1acritica mas exhaustivade la nueva etnografia ha~tala fecha es la presentada POI'Marvin Harris (1968, 1975,1978). De una lectura presurosa de este podria infe-drse esquematicamente que el proyecto cognitivista fra-caso porque ..su punto de partida era una concepcionidealista, mentalista y emit de la cultura. Para poderaprovechar 10 que Harris dice en esta y otrasocasiones,habra que poneI' un poco entre parentesis los arrebatosy 108 excesos que se derivan de un sesgo asumido conentusiasmo, porque las cosas no han sido tan asi. Ellplanteo etnosemantico entra en crisis porIa debilidadde BUB fundamentos epistemologicos, porIa falta de pro·-porci6n entre 108 problemas planteados y 10s mecanis;.

------..------...,-------------~Iaerreman,Keesing .y Sweet sobre su trivialidad, y deBurling y Wallace sobre su indeterminaci6n (Cf. Ra-rris, 1978 :491-523). La mayor parte de la argumenta-d6h de Harris gira en torno de la improcedencia deuna epistemologia construida sobre un criterio emic; apesar de su interes, como el problema excede al merohecho del enfrentamiento entre el materialismo cultu-ral y la antropologia cognitiva, no vamos a reproduciraqui esa polemica, que es mas bien casi un mon6logo.Ademas, como sucedia con Service, el meollo de la pos-tura de Harris es inespecifico en cuanto al paradigmacuestiona do, y se presta tanto para· atacar a Goodenoughcomo para cuestionar a Kroeber 0 a Levi-Strauss.

Rescataremos, sin embargo, 10 que para nosotros esmas significativo, para potenciarlo y clarificarlo en susentido epistemo16gico profundo. Nos referimos a laausencia de una validaci6n estadistica en los modelosmecanicos que la etnosemantica presenta como repre-sentativos y arquetipicos de culturas enteras. Harrisilustra esa situaci6n en estos terminos:

"Es notable la poca atenci6n que Ia etnoseman-tica ha prestado al problema de la generalidad y delos contrastes en terminos de personas concretas, es-pecialmente si se considera la importancia que lastecnicas estadisticas de tratamiento de datos han lle-gado a adquirir en las operaciones de la psicoIogiasocial contemporanea. De hecho, buena parte de laNueva Etnografia no es mas que psicologia social des-pojada de su base estadistica. Por 10 menos un et-nosemantico (Goodenough) parece haberse contenta-do con los datos obtenidos de un s6lo informante.Aunque Conklin (1955) asegura haber obtenidorespuestas de nombres de color de 'un gran numerode informantes', no especifica la relaci6n entre lasrespuestas individuales y la cuadruple clasificaci6nsobre 10.que dice que hay 'acuerdo unanime', a pesardelheeho .de que junto a ese acuerdo existen 'cien-

tos' d.e categoriasd.e colores espeelficoa, mucha.1'!delas cuales se solapan y se imbrican. Charlea li'ralto(1961) afirma que los informantes 'rara voz dial!fO-pan' en las descripciones verbales que haccn u unuenfermedad diferente de las otras. A nosotfoH 1101:1pareeeria importante saber exactamente que quicrodecir 'rara vez' en un campo en el que los conoeimicn-tos no suelen estar uniformemente distribuidos; po-dria esperarse que esa 'rara' discrepancia fuera fro-cuente discrepancia, por 10 menos a traves de ciertascategorias de sexo y edad." (Harris, 1978 :506, re-sumido)

La petici6n de· una noticia acerca de la generalidado de la variabilidad interna de una taxonomia 0 de unparadigma, no tiene nada de capricho distractivo ni deexigencia escolastica, habida cuenta que la etnociencia,al no ser habitualmente comparativa, no nos deja saberque es 10 que tiene de particular y de distintivo una or-ganizaci6n lexemica cualquiera, aparte del exotismo desus nombres 0 de la densidad de su detalle. Saber c6mose tejen variaciones alrededor de un modelo es una formade ponerlo en una tesitura dinamica, una manera de ha-cerlo funcionar y de tornarlo genuinamente inteligible,facilitando al mismo tiempo su comparaci6n.

Cum grano salis, podria haber alguna senal de acti-tud neuIl6tica en el rechazo cognitivista de una compro-baci6n estadistica que ratifique los modelos que presentacomo generalizados a nivel intracultural; recuerdese quela nueva etnografia arranca como desprendimiento trau-matico de la escuela murdockiana de Yale, en la que lasestadisticas constituian el alfa y el omega del conoei-miento. A diferencia de Harris, 10 que nos llama la aten-cion no es el contraste entre la vague dad cuantitativade los cognitivistas y los recursos de los que dispone unapresunta psicologia social, sino la contradicci6n entre Inprolijidad y formalidad de las descripciones etnoseman-ticas y la torpeza suprema del olvido 0 del encubrimiento

-----~~--- ..,.....~===----~W7"""'"iij~,~~.~.~---...-"_.~._,...~~~. J1de su consenso y de sus variaciones dentro de una cul-:~tura. Sucede como si, neur6ticamente, se hubiera abolidola generalizaci6n entre los datos de distintas sociedades,s610 para volvel' a instaurar arbitrariamente esa gene-ralizaci6n (Dios sabe pOl' que) en el interior de cada unade ellas.

Estas ambigiiedades epistemol6gicas son perfectamen-te comunes en la antropologia cognitiva. Cuando Hymes,Goodenough, Conklin 0 Frake recurren a la aprobaci6ndel nativo como regIa para medir la acuidad de una "pre-dicci6n" hecha POl' el etn6grafo, olvidan investigar lavariabilidad estadistica de esa capacidad de anuencia: enotras palabras, prescinden de indagar la diferenciaci6ncultural y/0 lingiiistica de la tolerancia a los errores yde la redundancia del c6digo, asi como las condicionescontextuales y personales en las que la aprobaci6n delnativo se materializa. La predicci6n componencial que-da entonces como cosa concreta y como sabiduria adqui-rida, mientras que la sensibilidad cdtica y la competenciapara superar el "ruido" en la interacci6n del informantey el etn6grafo perduran como abstracci6n que puede 0no problematizarse.

Los principales problemas de la antropologia cog~i-tiva, y los unicos que aqui nos interesan, son los .de Ill-dole epistemo16gica. En este sentido, cabe conclUlr q:uelos etnocientificos han dejado la mayoria de los cuestlO-namientos que se les han hecho en estado de irresoluci6n.Hymes crey6 confutar a Burling cuando diferenci6 eI!-trelas posibilidades combinatorias abstractas y las. cornbma-ciones etnograficamente elicitables; pero este mlsmo aser-to esconde oscuros sofismas. La explosi6n combinatoriade Burling determina un continuum de posibilidades delque lacultura extrae, ciertamente, una cantidad muy pe-quefia, que es la que el analisis ~omponencial a~n:a;enay muestra. Poro hay que advertlr que el ~og:lltIvlsmoen ningun momento expuso un· modelo predICtlvo de lacombinatoria, que debe ser refrendada siempre palabra

por pa1abra POl' un inform ante que para e1 lector OR unfantasma.

Dado que no existe relaci6n aparente entre lml "ti-pas" combinatorios propios de los diferentes dominiofjo de los diferentes niveles del mismo dominio, ni nadaparecido a un modo de clasificar que sea culturalmenteidiosincratico, ni ninguna relaci6n axiomatizada (asi Headescriptivamente) entre los diversos modos de clasificary lexicalizar, hay que preguntarse que es 10 que verda-deramente revela el cognitivismo. Con el la antropologiaen general, sin duda, ha experimentado un marcado pro-greso y ha alcanzado una nueva cota. Pero la preguntasigue en pie.

V. BIBLIOGRAFJA BASICADE ANTROPOlOGIA COGNITIVA I

Arnderson, Eugene, Sacred jish, Man, vol. 4, pags. 4-:V3-449,1969.Basso, K!eith, Wise words oj the western apache, en K. Basso y H.

Selby teds.), "Meaning in anthropology", Albuquerque, Uni-versity of New Mexico Press, pags. 9.3-129, 1976.

Basso, Keith y Selby, Henry 0., Meaning in anthropology, Albu-querque, University of New Mexico J'ress, 1976.

Beaugrande, Robert y iColby, Benjamin, Narrative models of ac-tion and interaction, Cognitive Science, vol. 3, pags. 43-66,1979.

Becker, Josep, A model jor the encoding oj experiential injorma-tion, em: R. C. Schanck y K. M. Colby (eds.), ",Computer mo-dels of thought and language, San Francisco, Freeman, pags.'3,96-446, 1973.

Bendix, E. H., Componential analysis oj general ,vocabulary: thesemantic structure oj a set oj verbs in English Hindi and Jo,-panese, Indiana University Research Center in Anthropology,Folklore, and Linguistics, ,Publication 41, 196,6.

Berlin, Brent, A possibly paradigmatic structure jor Tzeltal prono-minals, Anthropological Linguistics, vol. 5, N9 2, pags. 1-5, 1963.

- The concept oj rank in ethnogiological classijication, AmericanEthnologist, vol. 3,pags. 381-399, 1967.

- A universalistic-evolutionary approach to ethnographic seman-tics, en: Ann Fischer (ed.), "'Current directions in anthropo-logy", Bulletin of the American Anthropologkal Association,vol. 3, NQ3,2~ parte,pags. 3-18, 1970.

- Speculations on the growth oj ethnobotanical nomenclat'Ure,Language in Society, vol. 1, pags. 51-86, 1972.

- Folk systematics in relation to biological classijication and no-menclature, Annual Review of E.cology and Systematics, vol. 4,pags. 2,59-2'71,1973.

1 Invitamos a tener en cuenta que en Europa y Nor!;oulll(!I'!msuele citarse la bibliografia COn fecha y paginas inmo,]in!;l\llllHIL,;despues del autor.

The concept oj rank in ethnobiological classification: Some evi.dence from Aguar'Una folk' botany, American Ethnologist, vol.3, pags. 381~399, 1976.

Berlin, Brent; Boster, James y O'Neill, John, The perceptual basesof ethno biological classification: evidence from Aguaruna Ji-varo ornithology, Journal of Ethnobiology, vol. 1, pags. 95-11)8, 1981.

Berlin, Brent; Breedlove, Dennis; Laughlin, Robert, y Raven, Peter,Cultural significance and lexical retention in Tzeltal-Tzotzilethnobotany, en: Edmonson, Monroe (ed.), "Meaning in ma-yan lamguages", La Haya, Mouton, pags. 143-164,. 1973.

Berlim, Brent; Bre~dlo'Ve, Dennis, y Raven, Peter, Covert categoriesand folk taxonomies, American Anthropologist, vol. 70, pags.2;90.9, 1968.

- Principles of Tzeltal plant classification: An ~'ntroduetion tothe botanical ethnography of a mayan-speq.,king p.eople ofHighland Chiapas, Nue'Va York, Academic !Press, 1974.

Berlin, Brent, y Kay, Paul, Basic color terms: Their universalityand evolution, Berkeley, University of 'California Pres's, '1969.

Berlin, Brent, y EjmballRomney, Descriptive semantics of Tzeltalnumeral classifiers, en: A. K. Romney y R. G. D'Andrade(eds.), "Tramscultural studies in cognition", Amerkan Anthro-pologist, vol. 66, pt. 2, pags. 79-98, 1964.

Berreman, Gerald, Anemic and emetic analysis in social anthropo-logy, American Anthropologist, vol. 68, p,ags. 346-354, 1966.

Black, Mary, Belief systems, en: John Honigmann (ed.), "Hand-book of social and cultural anthropology", Chicago, Rl'lnd MeNally, pags. 509-578, 197.3.

Boyd, John Paul, The algebra of group kinf$hip" Journal of Mathe-matical "Psychology, vol. 6, ,pags.. 139-167, 1969.

- COfi1,ponentialanalysis and the substitution property, en: PaulKay (ed.), Explorations in mathematical anthropology, Cam-bridge, MilT Press, pags. 50-59, 1971.

Brown, Cecil, Folk botanical life-forms: Their universality andgrowth, American Anthropologist, vol. 79, pags. 317-342, 1977.

- Lexical universals and the human language faculty, en: M.Saville-Troike (ed.) , "Georgetown University Round Table onLanguages and Linguistics 1977", Washington, pags. 75-,91,1977a.

- Folk zoological life-forms: Their universality and g1'owth,Aimed-can Anthropologist, :vol. 81, pags. 791-816, 1979.

- Growth and development of folk botanical life-forms in themfXyan language family, American Ethnologist, vol. 6, pags.366-885, 1979a.

BroWn, Cecil, yo Witkowski, Sta;n~ey, Language u:l1f!I!~':'H(JIH,t'l~: Dlt.vid Levinson et al., "E,xplammg human behavlOr , NllW lfltVUII,HR RF Press, 1979.

Brukmam, J., On the new ethnography, en: Stephon 'ry]Ol' (od.t,"Concepts and assumptions in contemporary ItIlLhro[lolol'.Y,University of GeOrgia Press, 1969.

Buchler, Ira, y Selby, Henry, A formal study of myth, AusLlII: (;1'11-ter for Intercultural Studies in Folklore and Oral JhKLot'y,Ethmograph 1, 1968.

Burling, Robbins, A structura;l restatement of Njamal kinship te'nn:i-no logy, Man, vol. 6,2, pags. 122-124, 1962.

- Guro kinship terms and the analysis of meaning, Ethnology,vol. 2, NQ 1, pags. 70-85, 1963.

_ Cognition and componential If'nalysis: God:s truth or locus liO-

cus?, American AnthropologIst, vol. 66, pags. 20-28, 1964.Burton, Michael,y Lorraine, Kirk, Meaning. and conte.xt: A st1!dy of

contextual shifts in meaning of Massa~ persomahty descMptorB,AimericanEthnologist, vol. 4, pags. 734-761, 1977.

Carroll, John, y Casagrande, Joseph, La funci6n de las. clasificacio-nes de la lengua en la conducta, en ;<\lfred G~ Sm~t~, (comp.),"IComunicacion y cultura", Buenos AIres, Nueva VISIOn,vol. 3,pags. 141-163 (orig. 1966), 1977.

Casagrande Joseph y Hale Kenneth, Semantic relations in Papago, , , d) "L' . Itfolk definitions, en: Dell Hymes (e ., anguage 1TIcu ure

and society", Nueva York, Har,per and Row, 1967.Colby, Benjamin, Folk science studies, EI Palacio, vol. 4, pags. 5-14,

19,63.- Ethnographic semantics: A preliminary survey, Current An-

thropology, vol. 7, NQ 1, febrero, pags. 3'-32, 1966.- A partial grammar 0'/ eskimo folktales, American Anthropolo-

gist, vol. 75, pags. 645-662',1973.- Culture grammars, Science, vol. 187,pags. 913-919, 19'1,5.

Golby, Benjamin, yColby, 'Lor·e, The daykeeper: TheU[e an.d discour-ses of an Ixil diviner, Cambridge, Harvard Un1Versity ;Press,19,81.

Colby Benjamin; Fernandez, James, y Kronenfeld, Darvid, 1'0W(L1'll:z convergence of cognitive and symbolic anthropology, AmeTl.ca:n :Ethnologist, vol. 8, NQ3, agosto, pags. 422.•450, 1981.

Conklin, Harold, Hanun60 color, categories, Southewestern .Jourl1l11of Anthropology, vol. 11, pags. 3-39-344, 1955.The study 0/ shifting culturq,tion, Current AnthropoloA'Y, vol.2, pags. 27-61, 1961.

- Lexicographical treatment of folk taxonomies, InternationalJournal of American Linguistics, vol. 28, ~l!l.gs. 11'9-141, 196:2.

- Ethnor;enea.l0gical method, en: Ward Goodenough (ed.), "Ex-ploratIOns mcultural anthropology", Nueva York M,cGraw-Hill, 1964. '

- Comentario de Basic color terms: Their un~versality and Evo-lution, de Berlin y Kay, American Anthropologist vol. 75 pags.931-942, 1973. ' ,

Coult, Allan, Lineage solidarity, transformational analysis and themeaning of kinship terminologies, Man, vol. 2, NQ. 1, marzo,pags. 26-47, 1967.

--" A simplified method for the transformational analysis of kin-ships terms, American Anthropologist, vol. 68 pags. 1476-148319,66. "

- Use and a,buse of computers in anthropology, en "Calcul etf~rmalisation dans les sciences de l'homme", Paris, CNRS,pags. 21-29, 1968.

Coult, Allan, y Randolph, Richard, Computer methods for analyzinggenealogical space, American Anthropologist, vol. 67, pags. 21-29, 1965.

D'And.rade, Ro:y'Goodwin, Trait psychology and componential analy-8~8. AmerIcan Anthropologist, vol. 67, NQ5, pags.2~15-228196:5. '

- ProoerJJy-resfor .pre.dicting kinship terminologies from featuresof 80ctal organtzatton, en: P. Kay (ed.), Op. cit. paQ's 60-751971. ' ,,' .

- A propositional analysis of U. S. American beliefs about illnessen: Basso y Selby (eds.), Op. cit.,pags. 1:5,5-180,1976. '

Dougherty, Janet, Salience and relativity in classification Ameri-can Ethnologist, vol. 5, pags.66-80, 1978. '

Durbin, Mridula, The transfor1national models of linguistics and itsiv;plications. for an ethnology, of religion: A oase study of Jai-ntms, Amenc3m AnthropologIst, vol. 72, pags.334-342, 1974.

Epling', P., A note on Njamal kin-term usage Man vol. 61 ,nags 152-1:59, 1961. ' , , " . .

Fischer, John, The classification of residence in censuses American, Anthropologist, vol. 60, pags. 508-517, 1958. '

Fowler, Cat~e~ne; Etnoecologia. en: Donald Hardesty, "Antropolo-~~79~CologlCa', Barcelona, Bellaterra, pags. 2'15-238 (orig. 1977),

Fowler, patherine, y Leland, J., Some northern paiute native cate-gONeB, Ethnology, vol. 6, pags. 381-404, 1967.

Frake, Charle's;The diagnosis of diseaBe arnonu th. S7tbfJ'ltwm 01Mindanao, American Anthropologist, vol. 6,3, pllf,tll. 11-8,2. 1961.

_ The ethnographic study of cognitive BysternB,on: 'r. Oh\dwlny W.C. Sturtevant (eds.), "Anthropology and h'umll-n btlhlL.'\liar", Washington, Anthropological Society, 19l12.

_ Notes on queries in ethnography, American Anthro{lo!oK"Mt.vol. 66, pags. 132-145, 1964.

_ A structural description of Subanum 'religious' bohu'u·io'r,un:W.Goodenough (ed.), OP. cit.,pags. 111-129, 1964a.

French, David, An exploration o/Wasco ethnoscience, Yearbook orthe American Philosophi:calSociety, pags.,224-226, 1956.

_ The relationship of anthropology to studies in perception andcognition, en: S. Koch (ed.), "Psychology: A study of a sci(1n-ce", Nueva York, McGraw~Hi11, pags. 388-428, 19,63.

Geoghegan, William, Information processin.q systems in culture, en:P. Kay (ed.) ,OiP. cit., pags. 3-35, 1971.

_ Natural information processing rules: Formal theory and ap-plications to ethnography, Berkeley, University of CaliforniaPress, 1973.

Gladwin, Hugh, Semantics, schemata and kinship, trabajopresen-tado en la Mathematical Social Science Board Conference onFormal Analys,is of Kinship, Riverside, 1972.

Gladwin, Thomas, y Sturtevant, William (eds.), Anthropology andhurnan behavior, Washington, Anthropological Society, 1962.

Goodenough, Ward, Property, kin, and community on Truk, YaleUniversity Publications in Anthropology, NQ 46, 19,51.

_ Componential analysis and the study of meaning, Language,vol. 32, pa.gs. 195-216, 1956.

_ Residence rules, Southwestern Journal of Anthropology, vol.12,pags. 22-37, 1956a.

_ Some applications of Guttrnan scaling to ethnography and oul·ture theory, Southwestern Journal of Anthropology, vol. 19,pags. 235-250, 1963.Yankee kinship terminology: A problem in componential analy-sis, American Anthropologist, vol. 67, NQ :5, ,pt. 2, 1965.Componential analysis, Science, vol. 156, N9 3779, pags. 1208-1209, 1967.

_ Description and c01nparison in cultural anthropology, Chieaa'o,Aldine, 1970.

Gregg; John, The language of taxonomy. An application of 81/mbo-lic logic to the study of classificatory systems, Nuev9, York,Columbia University Press, 19M.

Hammel, E. A. (ed.), Forrnal sernantic analysis, American Anthro.:pologist, vol. 67, NQ 5, 1965.

Hammer, Muriel, Some eommentson formal atii:Uysisof {jrammati.. cal dnd c semantic systems, Ameri<;an Anthropologist, 'Vol. 68,

lPags. ,3162-373,1966.

:H:ays, Terenrce,Mauna: Explorations in Ndumba ethnobotany, tesisde doctorado, Seattle, Universidad de Washington, 1974.

- Utilitarianladaptationist explanations of folk biol(}lgicalclassi-fication:. Some cautionary notes, Journal of Ethnobiology, vol.2, pags. 89-94, 1982.

Hunn, Eugene, A measure of the degree of correspondence of folkto scientific biological classification, American Ethnologist, vol.2; p:igs.309-32'7, 1975.

- Cognitive processes in folk ornithology: The identification ofgulls, Working Paper Nt? 42, Berkeley, University of Califor-nia, Language-Behavior Research Laboratory, 1975a.

- Toward a perceptual model of fokl biological classification,AmericanEthnologist,vol. 3, pa,gs. 508-524, 1976.Tzeltal folk zoology: The classification of discontinuities in na-ture, Nueva York, Academic Press, 1977 (ed. 1978).The utilitarian factor in folk biological classification, AmericanAnthropologist, vol. 84, pags. 830-847, 1982.

Hymes, Dell, Linguistic aspects of cross-cultural personality study,. en: Bert Kaplan (ed.), "Studying personality ,cross-culturally"',

E,vanston, Row, Peterson, 1961.- ~cJomentario al articulo de Burling, Cognition dnd componential

analysis: God's truth or hocus-pocus?, American Anthropolo-gist, vol. 66, pags. 116-119, 1964.

- Directions in (ethno-) linguistic theory, American Anthropolo-gist, vol. 66, Nt? 3, pt. 2, pags. 6-56, 1964a.

- The use of computers in anthropology, La lIaya, Mouton, 1965.- La sociolin{jiiistica 1i la etnogr(/)fia del habla, en: Edwin Arde-

fier (comp.), "Antropologia social y lenguaje", Buenos Aires,IPaid6s, pags. 115-151 (orig.1971),1976.

Hymes,_ DelI"y Gumperz, J. (eds.), Directions in sociolinguistics.The ethnography of communication, Nueva York, Holt, Rine-hart and Winston, 1972.

Jochim, M._A., Hunter-gatherer subsistence and settlement: A pre-dictivemodel, Nueva York, Academic Press, 1976.

.Jehnson, A., Ethnoecology and planting practices in a Swidden agri-cultural system, American Ethnologist, vol. 1, [Jags. 87-101,1974. '''' I

-Kat, }'Iaul, comerltario del articulo de Colby Ethnographic semantics,Current Anthropology, vol. 7, pag. 21, 1966.

- (ed.),Explorations in mathematical anthrol,oloUlI. Cambrfdro,M~TPress, 1971.

- Some theoretical implications of ethnographio Htlmnm.tA(!/f, In:Ann FiScher I (ed.), Op. cit., pags. 19.31, 1970.

Kay, .Paul, y Kempton, Willett, What is the Sapir-Whorl 11'/1/)(/'''(1.sis?, American kti'bhropologist, vol. 86, pags. 65-79, If)H4.

Keesing, Roger, comentario del articulo de 'Colby Ethnofl'raplt.'lo11/1_mantics, Current Anthropology, vol. 7, pag.2,2, 1966.

- Formalization and the construction of ethnographies, en: :PnulKay (ed.), Op. cit.,pags,. 36-49, 1971.

- Paradigms lost: The new anthropology and the new lingU'isUoH,Southwestern Journal of Anthro;pology, vol. 28, pags. 299-3Jl2,1972.

- Theories of culture, en: B. Siegel et al. (eds.), Annual Reviewof Anthropology, Palo Alto, Annual Reviews IPress, 1974.

- Linguistic knowledge and cultural knowledge: Some doubts andspeculations, American Anthropologist, vol. 81, pags. 14-36,1979.

Kroebel', Alfred, Classificatory systems of relationship', Journal of. the Royal Anthropological Institute, vol. 39, 'pags.77-84, 1909.Kronenfeld, .David, Fanti kinship: The structure of terminology and

behavior, American Anthropologist, vol. 7;5,pags. 1577-1595,197,3.

- Sibling typology: Beyond Nerlove and Romney, American Eth-nologist, vol. 1, ,pags. 489-506, 1974.

- Guttman scaling: Problems of conceptual domain, unidimensio.nality, arid historical inference, Man, vol. 7, Nt? 2, junio, pag,s.255-276, 1972.

- Information processing and cognitive structure, trabajo pre.sel1tadoen Iii Conference of Gognitive Anthropology, Riverside,17 al20 de mayo, 1979.

- Particularistic or universalistic analyses of Fanti-Kin termino-logy: The alternative. fJoals of terminological analysis, Man,n. s., vol. 1,5, ,pags. 1,51-169, 1980.

-,-. Numerical taxonomy: Old techniques .and new assumptions, Cu-rrent Anthropology, vol. 26, Nt? 1, pags. 21-41, 1985.

Leech, Geoffrey, Semantica, Madrid, Alia.nza, 2lJ.ediei6tJ. (orig. 1974,2lJ.edic. 1981), 1985.

Lenneberg, Eric, y Roberts, John, The language of experience: Astudy in methodology, Memoir 13 of the International Journalof American Linguistics, Bloomington, 1956.

Lounsbury, Floyd, Asemdntic analysis of the Pawnee kinship usan'.Language, vol. 32,pags. 158-194, 1956.

_ The structural analysii of kinship semantics; Preprint of Pa-pers for the Ninth International Congress of Linguistics, Cam-bridge, MITPress, pags. 583-588, 1962.

- Another view of Trobriand kinship catego>ries, American An-thropologist, vol. 67, N9 5,pags. 142-1815,1965.

- Lenguaje y cultura, en: Sidney Hooll: (comp.), "Lenguaje yfilosofia", Mexico, Fondo de Cultura .Econ6mica, pags. 15-52(orig. 19'69), 1982'.

Lyons, John, Semantica, Barcelona, Teide (Qrig. 1977), 1980.Manning, P. K., y Fabrega (Jr.), Horacio, Fieldwork and the "New

. Ethnography"; Man, vol. 11, .pags.39-5·2, 1976.McKinley, Robert, A critique of the reflectionist theory of kinship

terminology: T,he Crow-Omaha case, Man, 'Vol. 6, ,pags.228-247, 1971.

Metzger, Duane, y Williams, Gerald, A formal ethnographic anali-sys of Tenejapa Ladino weddings, American Anthropologist,vol. 6,5,pags. 1076-1101, 196,3.

_ Tenejapa medicine: The curer, SouthwesteTl1 Journal of An-thropology, vol. 19, pags. 216~234, 196,3a.

-'- Procedures and results in the study of native categories: TZ6l-zal firewood, American Anthropologist, 'Vol. 68, pags. '389-407,1966.

Perchonock, Norma, y Werner , Navaho s.'J!stems of classification:Some implications for ethnoscience, Ethnology, vol. 8, ,pags.22,9-242, 1969.

Pike, Kenneth; Puntos de vista eticos 11 emicos para la descripci6nde la conducta, en: Alfred G. Smith (comp.), Op. cit., vol. 1,pags. 2313-248, 1976.

Quinn, Naomi, A natural system used in Mfantse litigation settle-ment, American Ethnologist, vol. 3,pags. 331-3,51, 1976.

_ Do Mfantse fish sellers estimate probabilities in their heads?,American Ethnologist, vol. 5, 'pags. 206~.226,1978.

Randall, Robert, How tall is a taxonomic tree: Some evidence fordwarfism, American Ethnologist, vol. ;3, pags~543-5,53, 1976.

.Reynoso, Carlos, Modelos cognitivistas en etnomusicologia, trabajoprese:ntado en las Segundas.J ornadas de Musicologia, BuenosAires, 2' al 5 de octubre, 1985.

_ Paradigmas y estrategias en antropologia simb6lica, 'presenta-do"en el Taller de Discusi6n de Trabajos de Investigaci6nenAntropologia,-Buenos Aires, Instituto N3icional de Antropolo-gia, 1986, (1985a).

Rice, Elizabeth, On' 'cultural schemata, American Ethnologist, vol.7, pags. 152-171, 1980.

. RomrieY',Jay, The formal analysis of kinship: 1. a" n''I'al ana.ZuHllmainframe, Annual Meeting of the American knthro.polorlollAssociation, Chicago, 1957.

Romney, A. Kimball, y D'Andrade, Roy Goodwin, Cogn'lt-i'/Jll(1,1I1Jtltlf,1Iof english kin terms, American Anthropologist, vol. no, NQ n,pt. 2; ,pags. 146-170, 1964.

Romney, A. Kimball, y Epling, P. J., A simplified model of J(rWitl'frlkinship, American Anthropologist, vol. 60, pags. 59-74, llJl'IA.

Romney,A. Kimball.; Shepard, Roger, y Nerlove, Sara (eds.), Mul-" tidimensional scaling: Theory and applications in the beha1!'l:o-

ral sciences, 2 vols., Nueva York, Seminar Press, 1972.Sanday, ,Peg1g'y,The "Psychological Reality" of American-English

Kinship Terms: An information-processing approach, Ameri-Can Anthropologist, vol. 70, pags.509-523, 1968.

Schank, ROg1er,y Abelson, Robert, An inquiry into human know-ledge structures, Hillsdale, Erlhaum, 1977.

Schneider, David Murray, American kin terms and terms for kins-men: A critique of Goodenough's componential analysis of Yan-

" kee kinship terminolo,qy, American Anthropologist, vol. 67, NQ5, pt. 2, ,pags. 288-308, 1965.

Spradley, J. ,P. (ed.), Culture and cognition, San Francisco, Lon-dres y Toronto, Chandler, 1972.

Stefflr~,. yolney; Reich, Pe!er, y McClaran-Stefflre,Ma~lys, Someelwthng and computatwnal procedures for descriptwe seman-tics, en: P. Kay (ed.), OP. cit., pags. 79-116, 1971.

Sturtevant, William, SfJudies in ethnoscience American Anthropolo-gist, vol. 66, NC?3, pags. 99-131, 1964.'

Tax, Sol, Some problems of social organization, en: Fred ,-Egoga,n(ed.), "Social organiz.ation of the North American tribes"Chicago, University of Chicago Press, 19'37. '

- The ~ocial organization of Fox indians, en,P. Eggan (ed.),, OP. Clt., 1937a.

Tyler, Stephen, Cognitive anthropology, Nueva York, Holt, Rine-hart and Winston, 1969.

Wallace, Anthony F . .c., On being just complicated enough, !PrOMO-dings of the National Academy of Sciences, vol. 47; pags. 4,1S8-464, 1961.

- Culture and cognition, Science, vol. 13>5,p8lgs. 3,5.1-357,1962.- The problem of the psychological 'validity .of componential ana-

lyses, AJmedcan Anthropologist, vol. 68, epags. 2!29-248, 1966.Wallace; Anthony F. C., y Atkins, John, The meaning of kin.Mop

lerms, American Anthropologist, vol. 6'2, pags. 5,8-80, 1960.

Werner, Oswald, S~ma1itids of Navaho medical terms, InternationalJournal of Ame:t:ieanLinguistics, vol. 31, pags. 1.17, 1965.

- Ethnoscience and praf1matics, Anthropological Linguistics, vol.8, NQ 8, pags. 42-65, 1966.

-Systematized lexicography or ethnoscience: The use of compu-ter-made concordances, American Behavioral Scientist vol 10pags.5c8, 1967. ' . ,

- E}hnoscience 19'7'2, Annual Review of Anthropology, vol. 1,pags.271-308, 1972'.

- The 8ynthe~ic i'l}formant model on the simulation of large lexi.cal/semantw fwlds, en: Marvin Loflin y James Silverberg(eds); "Discourse and inference in cognitive anthro:pology",La Haya, Mouton, pags. 45-82, 1978.

Werner, Oswald, y Fenton, Joann, Method and theory in ethnoscien-ce orethnoepistemology, en: Raoul NarolI y Ronald Cohen,(eds.), "A handbook of method in cultural anthropology Gar-deIlICity, Natural History Press, 1970 (edit. 197.3,), pag~. 537-1580,1973.

Werner, Oswald; Frank, Jeanett, y Begishe, K. Y., A programmedguide to Navajo transcription, Evanston, Northwestern Uni-versity iP:ress, 2:).edici6n, 19'67.

Wexler, Kenneth, y Romney, A. Kimball, Individual variations incognit~v'e structures, en: Romney, Shepard y Nerlove (eds:)OP. dt:, pags .. 73-92, 1972. '

Williams, Gerald, Linguistic reflection of cultural systems Anthro-. pological Linguistics, vol. 8, Nt? 8, ,:p,ags.13-21, 196'6. '

Witkowski, Stanley, y Brown, Cecil, An explanation of color nomen-clature universals, American Anthropologist, vol. 79, pags. 50.57, 1977.

- Mesoamerican: A proposed language phylum, American An.thrQPQlogist, vol. 80, pag,s. 942-944, 1978.

- Lexical universals, Annual Review of Anthropologist, voL 7,pags: 427-451, 1978a.

AlIais, M., The -foundations of a positive theory of choice involvingrisk and a criticism of the postulates of the american school,en: M. AlIais y O. Hagen (Icomp.), "Expected utility hypothe-ses and the AlIaispa,radox", Dordrecht y Boston, Reidel, pags.27-45, 1979.

Bagnato, Robert; A reinterpretation of Davenport'8 Q(JJrII, th.o'rllanalysis: Brief communication, American An bhrolloloil"t, vol.76,pags. 6,5-66, 1974.

Black, Max, Modelos y metaforas, Madrid, Tecnos, 1960.- Algunas dificultades con el whorfismo, en: Sidney Iloolt (uti.) I

Op. cit., pags.5'3-60, 1982.Bulmer, Ralph, Why is the cassowary not a bird? A probl/nn oj'

'zoological taxonomy among the Karam of the New G'winol£Highlands, Man, vol. 2, Nt? 1, mamo, pags. 5-25, 1967.

Bunge, Mario, Seudociencia e ideologia; Madrid, Alianza, 1985.Bux6 Rey, Maria Jesus, Introducci6n, en: Dan Sperber, "EI simbo-

lismo en general", Barcelona, Anthropos-Editorial del Hom-bre, 1978.

- Antropologia lingiiistica, Barcelona, Anthropos-Editorial delHom.bre, 1983.

Carneiro, Robert, Scale analysis as an instrument for the study ofculture evolution, Southwestern Journal of Anthropology, vol.18, pag,s. 149-169, 1962.

Chafe, W. L., Meaning and the structure of language, Ohicago,University of 'Chicago Press. (Traducci6n espanola: Signifi-cado y estructura de la lengua, Barcelon;a, Planeta, 1976.) I

1971.

Cole, Michael; Frankel, F., y Shar,p, D. W., The development offree recall learning in children, Developmental :psychology,. vol.4, pags. 109-123, 1971.

Cole, Michael, y Gay, John, Culture and memory, American Anthro.pologist, vol. 74, pags. 1066-1084, 1972.

Cole, Michael; Gay, John, y Glick, J. J., Some experimental studiesof Kpelle cuantitative behavior, Psy'chocronomic MonographSupplements, vol. 2', Nt? 10, :pags. 173-190, 1968.

Feuer, L. S., Sociological aspects of the relations between languageand philosophy, Philosophy of Science, vol. 20, pags. 85-100,19'5;3.

Gay, John, y Cole, Michael, The new mathematics and tlte old cul.ture, Nueva York, Holt, Rinehart and Winst~lll, 1967.

Geertz, Clifford, The interpretation of cultures, Nueva York, :6uslcBooks, 1973. . I

Harris, Marvin, Why a perfect knowledge of all the rules that on.must know in order to act like a native cannot lead to a know-ledge of how natives act, Journal of Anthropological Rcsol\J'(~h,vol. 30, pags. 242-251, 1975.

- kl dosarrolto de la tearta IirvtropoiJgtca, Madrid, Siglo :X~1(orig. 1968), 1978.

Hymes, Dell (ed.) ,Reinventing Anthropology, Nueva York, RandomHouse, 1972.

Kahneman, D., y Tversky, Amos, Prospect theory: Analysis anddecision under risk, Econometrica, vol. 47, pags. 263-2~1,1979.

Kaplan, Da'Vid,y Manners, Robert, Introducci6n critica a ·la teoriaarvtropo16gica,Mexico, Nueva Imagen,2lJ. edici6n (orig. 1972),19181.

Katz, J. J., y Fodor,J. A., The structure of a semantic theoryJ,Lan~guage, vol. 39,pags. 170-210, 1963.

Klein, Sheldon, Analogy and mysticism and t~e structure of culture,Gurrent Anthropology, vol. 24, NQ 2, pags. 151-180',1983.

Kuper ..Adam, Antropologia y antrop6logos. La escuela britanica1922-1972, Barcelona, Ana,grama (sin fecha), 19'72'.

Lamb, S. M., The sememic approach to structural semantics, Ame-rican~nthropologist, vol. 66, p,ags; 57-78, 1964.

Leaf, Murray, Unw, hist6ria da antropologi.a, Sao Paulo,Zahar-EIDUSP (orig. 1979), 1981.

Lenneberg,E., Cognition in ethnolinguistics, Language, vol. 29, pa-gi!llas463-471, 195,3.

Mazur, Allan, Game theory and Pathan segmentary opposition, Man,vol. 2, NQ3, pags. 465-466,1967.

Naroll,Raoul, y ICohen,Ronald (eds.), A handbook of method incultural anthropology, Garden City, Natural History Press '(re•.dactado en 19'69,fecha de ed1ci6n ind1cada 1970, ,pubHcadoen

.1973),1973.Newell, Allen, y Simon, Herbert, Information processing systems,

Carnegie Institute of Technology,Working Paper 76, 1964.Nida,E. A., Towards a science of translating, Leiden, Brill, 1964•

.- Exploring semantic structures, Munich, Fink, 1975.Ogden, C. K., y Richards, I. A., El significado del significado, Bar-

celona, P,aid6s"1984.O.hnuki-Tierney, Emiko, Phases in human perception/conception!

symbolization processes: Cognitive anthropology and symbohcclassification, A:mericanEthnologist, vol. 8, NQ '3, .pags. 451-460, 1981.

Pelto, IPertti, Anthropological research, Nueva York, :B:arper&Row,. 1970.

:ae.d,Dwliht, y Read, Catherine, A critique of Davenport's game~h.o'1'1l analysis, American Anthropologist, vol. 72, pags. 351-85~, 1970.

.Sahlins, Marshall, Au coeur des. socUtes. Batson utilitatre et raisonculturelle, Paris; Galimard (od-g. 1976), 1980.

Sanchez de:Zavala, Victor ~comp.), Sern;antic,!,y sintaxis en la lin.guistica .transformatorta / 1, MadrId, Ahanza, 1974.

Segall M H.' Campbell, D. T., y Herskovits, M. J., The influenoeot c:Ult;u;eon visual perception, Indianapolis, Bobbs-Merril,1966.

Service, Elman, Evoluci6n y cultura, Mexico, iPax, 1973.Sperber Dan I~a pensee symbolique est-elle pre-rationelle?, en: Mi-

, , . 'L f t' b l' "chel Izard y Pierre Smith (-ads.),' a one IOn sym 0 Ique ,Paris, Gallimard, pags. 17-42, 1979.

Tambiah, Stanley, The magical power of words, Man, n. s., vol. 3,,pags. 175-206,1968.

_ Animals are good to think and good to prohibit, Ethnology, vol.8, pags. 42,3-459,1969.

Weinreich, Uriel, On the semantic structure of langua[Je, en: J.Greenberg (ed.), Universals of language, CambrIdge, MITPres's, 19,6,3.

- Explorations in semantic theory, en: T. A. Sebeok (~d.), Cu-rrent trends in linguistics, La Haya, Mouton, vol. 3, pags. ,395-477, 1966.