sade marques de - historia secreta de isabel de baviera reina de francia

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  • 8/8/2019 SADE MARQUES de - Historia Secreta de Isabel de Baviera Reina de Francia

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    Marqus de SadeHistoria secreta de Isabel de Baviera, Reina de Francia

    Marqus de SadeHISTORIA SECRETA DE

    ISABEL DE BAVIERA, REINA DE FRANCIA

    PREFACIO DEL AUTORque es esencial leer para la comprensin de la obra

    Ya sea por ignorancia o por falta de nimo, ninguno de los autores que

    escribieron la historia del reinado de Carlos VI colocaron a su mujer, Isabel

    de Baviera, en el indiscutible lugar que le corresponda; sin duda pocos

    reinados ofrecan tanto inters, en pocos se cometieron tantos crmenes, y

    como si se hubiesen empeado en disfrazar las verdaderas razones de la

    emocin que inspira y las verdaderas causas de las iniquidades que lo

    mancillan, contaron sin profundizar, recopilaron sin verificar, y hemos

    continuado leyendo en los historiadores modernos simplemente lo que nos

    dijeron los antiguos.

    Sin embargo, si todas las ciencias se extienden por el estudio, si los

    nuevos descubrimientos slo se consiguen a fuerza de bsquedas, por qu

    la historia no podra esperar de igual modo ventajosas mejoras en elconocimiento de estos hechos, que nicamente seran como en otra parte el

    fruto de nuevos estudios?

    Se nos dice que los autores contemporneos son siempre los que deben

    tener los derechos mas firmemente establecidos a nuestra credulidad: vieron,

    entonces debemos creerles. Sin duda se objetar que la opinin que

    sostenemos es paradjica, y sta es que precisamente porque vieron son

    menos dignos de fe, y que cuanto les establece tal reputacin a los ojos del

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    vulgo es justamente lo que se la quita a los nuestros. Los que sostienen lo que

    refutamos no se han detenido nunca a reflexionar que ningn historiador se

    equivoca con tan frecuencia como los que pretenden haber visto, no se trata

    en absoluto de que tengan mejores razones para disfrazarnos la verdad de loshechos que escriben: pues si tienen que pintar unas virtudes trazndolas bajo

    los reinados que las hicieron pacer, se les tacha de aduladores; si son crmenes

    lo que tienen que revelarnos los historiadores, se atrevern a hacerlo bajo los

    prncipes que los cometieron?

    As pues, para contar bien una cosa, es esencial no haberla vivido?

    No es eso exactamente lo que decimos, lejos de ello: certificamos

    nicamente que para escribir historia es necesario que no exista ninguna

    pasin, ninguna preferencia, ningn resentimiento, lo que es imposible evitar

    cuando a uno le afecta el acontecimiento. Creemos simplemente poder

    asegurar que para describir bien este acontecimiento o al menos para relatarlo

    justamente, es preciso estar algo lejos de l, es decir, a la distancia suficiente

    para estar a salvo de todas las mentiras con las que pueden rodearle la

    esperanza o el terror, las ganas de complacer o el terror de perjudicar; el autor

    que escribe la historia del reinado en que ha vivido, no se priva de cuanto la

    verosimilitud o las probabilidades pueden establecer como bases a su relato, y

    de todas las fuentes que puede agotar en los materiales que la prudencia le

    arrebata y que solo llegan a l cuando se han destruido los motivos que se los

    haban substrado antes?

    No hay nada paradjico, pues, en sostener que la historia de un siglo se

    escribir siempre mucho mas fielmente durante el siglo siguiente a los hechos

    que se relatan que no en el mismo en que sucedieron.

    Otra verdad de las ms constantes es sta: el mismo grado de calor y de

    imaginacin que se precisa para componer una novela, se necesita igualmente

    de calma y sangre fra para escribir historia; la obligacin de los escritores,

    que tratan uno u otro de estos gneros, es por otra parte tan diferente! El

    novelista tiene que pintar a los hombres como deberan ser; es tal como

    fueron como debe presentrnoslos el historiador: al primero, con todos losrigores, se le dispensa que invente crmenes; es preciso que el segundo nos

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    describa los que caracterizan a sus personajes: el historiador tiene que decir y

    no crear nada, mientras que el novelista puede si quiere decir nicamente lo

    que ha creado.

    De esta diferencia muy cierta pace la que debe existir en los motivos que les

    impulsan a escribir al uno y al otro; pues esta admitida distincin necesita,

    como se ve, tanta pasin, tanta energa en el que nicamente escribe lo que le

    dicta su imaginacin, como estudio y reflexin en el que slo nos transmite

    acontecimientos conocidos; mas, es preciso que en primer lugar conozca bien

    esos acontecimientos que quiere pintar, es necesario que utilice todos los

    medios de que disponga para profundizar en ellos, para analizarlos, incluso

    para hacerlos derivar unos de otros, cuando las verosimilitudes de ms fuerzale obligan a establecer relaciones, que no le proporcionan sino a medias, o con

    frecuencia de ninguna manera, sus bsquedas, incluso las ms extensas.

    Pero aqu tenemos la novela, dirn entonces esos a los que nuestro sistema

    no persuade. En absoluto, pues solo con las verosimilitudes el historiador une

    el hilo que encuentra roto, y solo con la imaginacin el novelista anuda el

    suyo. Ahora bien, quien dicta las verosimilitudes no es de ninguna manera el

    fruto de la imaginacin; el trabajo al que el escritor se abandona es entonces el

    resultado, no del extravi del espritu, sino de su precisin, y esta diferencia es

    enorme.

    No tememos repetir que es preciso que los hechos de la historia se

    purifiquen en la noche de los tiempos; si ven la luz en la poca en que

    sucedieron no sern nunca fieles; el que escribe la historia de un siglo en el

    mismo siglo en que sucedieron los acontecimientos que explica, tiene ne-

    cesariamente, las virtudes o los vicios de su siglo, y entonces nos relate la

    propia historia de su corazn en lugar de la de sus hroes; pinta a estos como el

    querra que fuesen, o como teme que no sean, y se establece necesariamente

    una parcialidad. Todo cuanto se escribe a la mayor distancia posible tiene ms

    crdito y certeza: enfriados por el hielo de los siglos, los hechos adquieren

    entonces esa madurez, esa sabidura que es nicamente el fruto de la vejez:

    vemos hoy las ignominias, los crmenes, a los Tiberios y a los Nerones con los

    mismos ojos como nos los transmitieron aquellos a quienes motivos

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    particulares obligaban a describirlos bajo los ms negros tintes? Tcito ante su

    elevacin a Vespasiano estaba muy seguro de halagarle poniendo sus virtudes

    en oposicin con las atrocidades de los que acababan de reinar; pareca decir a

    su protector: eres mucho ms importante que tus predecesores; y no era paraque el contraste fuese aun ms perfecto que les ennegreca de tal manera?

    Suetonio para cometer las mismas faltas tuvo ms o menos las mismas

    razones. Y los excelsos hechos de los Alejandros, de los Tamerlanes, de los

    Carlos XII, incluso ese siglo ms cercano, ese siglo augusto de Luis XIV, nos

    deslumbra hoy todo eso como entonces...? Qu diferencia!

    Pero se dir un da lo mismo de nosotros...? No, porque lo que nosotros

    reprochamos a esos historiadores es haber visto como lo hicieron, slo porque

    estaban demasiado cerca de los tiempos de los que escriban la historia,

    mientras que nosotros revelamos nicamente los hechos que hemos

    descubierto, porque los que vivan entonces no los haban visto ni quiz haban

    podido verlos.

    El siglo escribe, la posteridad juzga, y si quiere escribir todava, es mucho

    ms sincera que el contemporneo. Pues, desligada de toda clase de inters,

    pesa los hechos en la balanza de la verdad, y el otro nos los transmite en la de

    sus pasiones...

    Pero vayamos a lo que nos interesa; ya es hora de ello. La historia del

    reinado del Carlos VI, uno de los ms interesantes de nuestra historia, es

    tambin uno de los ms descuidados; nada se ve en l, nada se aclara, no se

    revela ninguna cause, se mueven cantidad de resortes, sin que nadie se tome la

    molestia de hacernos fijar los ojos en la mano que los mova. Este descuido, sise le quiere prestar atencin, acerca de tal manera a la fbula este reinado

    extraordinario, que pierde por completo el sublime inters que tendra que

    inspirar. Mil invectivas se lanzan contra la reina Isabel sin que apenas se

    molesten en decirnos por qu ttulo esta mujer sorprendente poda merecerlas.

    Lo poco que se conoca de ella haca que la mirasen incluso como un personaje

    episdico, y esto, en una historia en la que nicamente ella desempea el

    primer papel: se contentan con insultarla, con tratarla a la vez de malvada, deincestuosa, de inmoral, de adltera, de madrastra, de vengadora, de

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    envenenadora, de infanticida, etc., casi sin indicios y sin pruebas. Se ve que los

    que escribieron sobre este reinado, siguindose como los corderos conducidos

    por el morueco, dijeron cuanto les haban dicho los otros, y escribieron cuanto

    haban copiado escrupulosamente en las memorias infieles o insuficientes deeste siglo; y como los principales materiales de esta historia les faltaban, como

    los antiguos no haban podido consultar unas piezas que se les escondan con

    sumo cuidado, y como los modernos no las buscaban en absoluto, porque

    encontraban mucho mas simple transcribir que no compulsar, no tenemos de

    ere reino tan singular sino dbiles copias calcadas sobre informar originales.

    Desde este momento, se crey que todo estaba dicho, mientras que la verdad,

    es decir la cualidad ms esencial de la historia, no haba sido ni abordada. Erapreciso, pues alcanzarla, esa verdad temible; ms a fondo que los que lo

    probaron en primer lugar, nos cremos en condiciones de hacerlo, porque

    tenamos bajo nuestros ojos lo que les faltaba a los otros para conseguir el fin

    deseado. El azar y algunos viajes literarios nos proporcionaron estos medios,

    uno de cuyos principales se encontraba en el interrogatorio de Bois-Bourdon,

    favorito de Isabel y quien, condenado a muerte por Carlos VI, revel en los

    tormentos del cuestionario toda la participacin de Isabel en los crmenes deeste reinado. Ese documento esencial, as como el testamento del duque de

    Bourgogne muerto en Montereau, se deposit en los Cartujos de Dijon en cuya

    iglesia, la casa de Bourgogne, tena su sepultura; fue all donde recogimos todo

    cuanto necesitbamos de esos documentos importantes, que la imbcil barbarie

    de los vndalos del siglo XVIII lacer como los mrmoles de esas antiguas tum-

    bas cuyos fragmentos al menos se conservan an en el museo de Dijon; pero los

    pergaminos fueron quemados.

    Con respecto a otros documentos autnticos que sirven de apoyo a los

    relatos de este reinado, extrados de fuentes tambin puras, tenemos cuidado de

    indicarlos a medida que los empleamos.

    A las ganas que tenamos de descubrir la verdad donde quiera que se

    escondiese, se uni, lo confesamos, un deseo mucho ms delicado an, el de

    disculpar, si era posible, a una mujer tan interesante como Isabel, tanto por las

    gracias de su persona, como por la fuerza de su espritu y la majestad de sus

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    ttulos; de disculparla, decimos, si eso poda hacerse, de los reproches

    vergonzosos con que se la cargaba, y de no encontrar crmenes sino en sus

    delatores. Esta penosa tarea era gloriosa sin duda, y sobre todo si el xito

    hubiese coronado nuestros esfuerzos; pero demasiado clarividentes por laspruebas sin numero que adquiramos todos los das, no nos ha quedado sino

    compadecer a Isabel y decir la verdad; ahora bien, esa verdad es tal que se

    puede afirmar con razn que no corri ni una sola gota de sangre, en este

    terrible reinado, que no hubiese sido derramada por ella; que no se cometi un

    solo crimen del que ella no fuese la causa o el objeto.

    nicamente los historiadores son pues los culpables de habernos disfrazado

    la mano que mova los resortes que vean moverse, sin aclarar como acabamosde decir el verdadero agente de su direccin. Ahora bien, este agente supremo

    era Isabel, y las pruebas que damos de este aserto se encuentran en los

    documentos que citamos y en algunas probabilidades indispensablemente

    nacidas de la reunin de los hechos, a veces interrumpidos en estos docu-

    mentos, pero que restablecen en seguida las luces de una sana critica y de una

    discreta verosimilitud: pues sabemos que lo verdadero no es siempre verosmil;

    pero es muy raro que lo verosmil no sea verdadero, o al menos no esterevestido de todas las propiedades de lo verdadero. Se puede pues emplearlo en

    defecto de lo verdadero, pero con prudencia entonces, ya lo sabemos, y la

    nuestra es tal sobre ere punto que no la hemos usado nunca sino en el taro en

    que era absolutamente imposible que la cosa pudiera ser de otra manera,

    porque la que la haba precedido estaba en una direccin, que era

    absolutamente preciso que la que derivaba de esta primera tuviese una

    tendencia inevitablemente anloga.

    Ay! Cuntas verdades mucho ms esenciales para la felicidad de la vida slo

    cuentan con la verosimilitud! Ahora bien, si la verosimilitud, en defecto de

    ttulos, puede captar nuestro asentimiento en lo que la vida tiene de ms serio,

    por qu no tendra los mismos derechos cuando se trata de sucesos

    nicamente tiles para nuestra instruccin?

    Muchas dificultades cubran nuestro trabajo; una de las mas penosas, sin

    duda, era la de encontrarnos perpetuamente entre el terror de decir demasiado

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    o el de no decir bastante. Necesariamente hubisemos perecido contra los

    escollos, sin el extremo deseo de vencerlo todo, para que otros compartiesen la

    sorpresa indecible que sentamos, al descubrir tramas tan bien urdidas, y a su

    lado, la increble apata de aquellos que ni se haban dignado a darse cuenta deello... Cmo se atreven a escribir la historia con esta imperdonable

    negligencia?1Cmo puede ser uno tan poco celoso de su propia reputacin?

    Cmo no se teme ms la vergenza de engaar a los otros?

    Haba algo ms lamentable, por ejemplo, que no continuar

    consecutivamente la intriga de la reina con el duque de Bourgogne, desde el

    momento en que se rompen los lazos que la encadenaban al duque de Orlans?

    Qu!, seores recopiladores1, nos ofrecis, cien pginas despus, Isabel como lams ardiente amiga del duque de Bourgogne, desde que perdi al de Orlans.

    Y no os atrevis a decir ni los motivos que eran la continuacin de esta nueva

    unin ni los que la establecieron? A falta de ser guiado por vosotros, es preciso

    que el esforzado lector se empee en gran manera para aclarar las verdades

    que no habis tenido la valenta de decide, dictadas sin embargo, por el buen

    sentido, demostradas por la verosimilitud, y que no tenan incluso necesidad

    para convencer de las pruebas que aportamos... Y llamis a esto escribirhistoria...?

    Este gnero literario tan sagrado, porque a partir de l la posteridad juzga y

    se conduce, os atrevis a escribirlo con esta inconcebible pereza...? Una

    conducta tal, confesmoslo, deshonra de igual modo al escritor que se la

    permite, como perjudica al lector lo suficientemente bueno como para abrir sus

    libros con la intencin de creer y que, engaado muy pronto, no los ha ledo

    sino para extraviarse.

    Antes de terminar esta digresin, quiz debemos dar algunas excusas, por

    haber empleado a veces la fisonoma de la novela en la verdadera narracin, sin

    duda alguna de los hechos que van a leer; y esto, unido a los nuevos detalles de

    esta narracin, no dejar de merecernos la acusacin de novelista, por los que

    sin querer creer nunca cuanto dijeron nuestros padres, tratan de fantasas todo1

    1Monstrelet, Mzerai, el abad de Choisy, Le Laboureur, la seorita de Lussan, Villaret, etc., todos

    cometieron la misma falta.

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    lo que aaden los hijos de esos padres..., de esos padres con frecuencia

    demasiado crdulos.

    Vamos a responder a estos dos reproches y de esta manera nos evitaremos

    volver sobre el asunto, si la acusacin tena lugar.

    Nada puede ser tratado de fabuloso en la historia que presentamos hoy,

    puesto que es por medio de pruebas autnticas que mostramos los hechos

    nuevos, de los que nadie nos haba hablado an.

    Con respecto al giro novelesco empleado a veces, si nos lo hemos permitido,

    es porque, en una historia tan singular como esta, hemos credo que un sabio y

    acertado empleo de la forma de la novela slo poda aadir inters al que lospersonajes de este drama sangriento inspiran y que colocndoles en escena en

    una lnea ms cercana a nosotros, y poniendo sobre todo su dialogo en accin

    mejor que en relato, todo cuanto dicen resultara mucho ms conmovedor. Si a

    veces nos hemos permitido, pues esta licencia, se nos conceder que no hemos

    abusado de ella, porque sabemos muy bien que un uso demasiado frecuente de

    esta manera de escribir la historia perjudicara infaliblemente su dignidad. Era

    preciso conocer a Isabel, y ciertamente, se la conoce mejor cuando se la hace

    hablar que cuando se describe framente lo que ella dijo.

    Con respecto a las arengas y discursos, cules son los escritores tanto

    antiguos como modernos, que no las han compuesto cuando sus personajes no

    las pronunciaban? Cuanta fuerza prestan a la verdad de los hechos!, y quien no

    prefiere or decir a Enrique IV: Franceses, seguid esta ensea, la veris siempre

    en los campos de la gloria, que no el relato que hubiese podido hacer el mejor

    historiador asegurndonos que este buen rey haba dicho que era preciso seguirsu ensea para llegar a los campos de la gloria

    2.

    En general, pintamos para interesar, y no contamos, o si nos vemos obligados

    a contar, que sea siempre pintando. Quiz debemos decir an unas palabras

    sobre la necesidad con que nos hemos encontrado con suma frecuencia de

    2Nunca -dijo Mably- habr una historia que sea a la vez instructiva y agradable sin arengas. Trate

    de suprimirla en Tucdides, y se encontrar con una historia sin almaManeradeescribir la historia,p.

    146.

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    enlazar la historia de Francia en la de nuestra herona, pero no estaba Isabel

    demasiado ntimamente ligada a los acontecimientos de su pueblo, para que no

    fuese imposible ocuparse de ella, sin hablar, al menos al mismo tiempo, del

    siglo en que viva? Este escollo era inevitable, y estamos lejos de temer que lahistoria de una reina de Francia pueda enfriarse detallando los acontecimientos

    de un reinado en el que ella particip de una forma tan intensa.

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    HISTORIA SECRETA DEISABEL DE BAVIERA, REINA DE FRANCIA

    En la que se encuentran hechos extraos, desconocidos, o que

    permanecieron en el olvido hasta el presente, y cuidadosamente

    extrados de manuscritos autnticos, alemanes, ingleses y

    latinos.

    Buscar la verdad a travs de las tinieblas en que se esconde.

    MABLY.

    INTRODUCCIN

    Carlos V, al subir al trono, encuentra a Francia sumida en el decaimiento y enla desolacin; y, casi sin salir de su palacio, este monarca, justamente llamado

    El Sabio, pone remedio a todo gracias a la feliz eleccin de sus ministros y de

    sus generales. Era posible que Francia no triunfase, en efecto, cuando

    Duguesclin conduca sus guerreros al combate? Slo el destello de ese gran

    hombre pone en fuga a los perpetuos enemigos de nuestro feliz pas, que,

    creyndose siempre hechos para vencer, no saben ni salvaguardarse del valor

    de un pueblo, menos orgulloso quiz, pero con tantas razones de serlo, por lomenos, por igual.

    Francia perdi bajo el reinado del rey Juan todo cuanto Felipe-Augusto

    conquist a los ingleses: Carlos V lo recupera valindose de su poltica y de la

    fuerza de sus armas. Mientras trabaja para 1a gloria del estado, Carlos no

    descuida nada que pueda aumentar la de las letras; un gabinete de novecientos

    volmenes se convierte en la tuna de esta magnifica biblioteca que hace hoy la

    felicidad de los sabios y causa la admiracin de Europa. Por otra parte,

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    disminuye los impuestos, mejora las finanzas; se encontraron diecisiete millones

    en sus arcas. Esta suma, sorprendente para el siglo en que se economiza, solo es

    el fruto del fomento que este buen prncipe dio a la agricultura y de la actividad

    que imprimi al comercio, verdaderas riquezas de un estado que, encontrandoentonces todos sus recursos en su seno, no teme ya ni a las desgracias de la

    guerra que los absorben o los disminuyen, ni a las plagas del cielo que los

    agotan o desnaturalizan. A Carlos le gustan los consejos, y no escucha en

    absoluto a sus cortesanos. Esos engaan, aquellos dirigen los perfumes de la

    adulacin, obscurecen la luz de la razn, y el individuo que la suerte coloca en

    un trono tiene que preferir siempre, si es sabio, la llama que ilumina al incienso

    que embriaga.Un da el chambeln La Rivire alaba al rey por la felicidad de su reinado.

    Amigo mo -responde Carlos-, slo con la certeza de haber logrado la de mi

    pueblo podr creer en la ma.

    Hace algo ms que lograr la felicidad de ese pueblo, nico objeto de sus

    solicitudes; sabe colocarlo de nuevo en su lugar, hacerle mantener el rango que

    tiene que ocupar en Europa, ya sea liberando a sus provincias del yugo de

    Inglaterra, ya sea fomentando una marina bastante formidable para que sus

    fuerzas del mar puedan estar en armona con las que le ennoblecen en el

    continente.

    Por que el cielo no colma a un prncipe tal de todos los favores que tendran

    que estarle reservados y por que no deja su trono a un hijo que, sin tener las

    virtudes de su padre, tenga al menos la fuerza de llevar por s mismo las riendas

    de un gobierno? Cmo tiene que sufrir el que se encuentra abandonado a un

    nio, al que es preciso asociar regentes y maestros!

    Carlos VI tiene apenas doce aos cuando pierde al autor de sus das que, sin

    poder infringir ni las leyes del estado ni las de la progenitura, deja la regencia al

    duque de Anjou, el ms ambicioso y el mas prdigo de los hombres, por los

    cuales es detestado a la vez por sus vejaciones y despreciado por su

    inconstancia. Se trata de disminuir su autoridad, Carlos lo sabe, y quiere en

    consecuencia que su hijo sea inmediatamente consagrado en Reims y que stegobierne despus en su propio nombre, ayudado nicamente por los consejos

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    del regente, a quien asistirn el duque de Bourgogne como tutor, los de

    Bousbon y de Berri, el primero como encargado de la educacin, el segundo en

    su cualidad de superintendente de los palacios.

    Tras tomar estas disposiciones, Carlos al ver que se acercan sus ltimos

    instantes se rodea de estos guas tan preciosos a los que abandona el cuidado

    de su hijo.

    Sois los tos del nio que va a subir al trono que le dejo -dice a estos

    prncipes reunidos en torno de su lecho fnebre-, os confo la felicidad de

    Francia y la suerte de mi hijo. Decidle sin cesar que este doble inters se resume

    en uno, y que solo en la felicidad de su nacin puede un da encontrar la suya.

    No es nicamente por si mismos por lo que el cielo coloca a los reyes por

    encima de los hombres; les coloca en ese altura con el fin de que juzguen mejor

    lo que puede ser mas til a su pas; el Dios que los eleva as quiere que sean su

    imagen sobre la tierra, y slo con estas condiciones les acercara a s un da.

    Nunca el pueblo se subleva contra el soberano al que ve ocupado en la tarea de

    hacerle feliz. Y esa felicidad es tan fcil conseguirla! Decid a Carlos que no

    deponga la espada que sirve para la defensa, pero que su mano no se sirva de

    ella nunca para unas conquistas con frecuencia fatales y siempre intiles. Una

    victoria es una plaga cuando la sangre que cuesta no se derrama por la felicidad

    del pueblo: solo se convierte en un triunfo cuando contribuye a ella. Esos son

    los nicos laureles que permito a mi hijo: adornad su frente con roble, cuando

    no podis ceirlo con estos. Dejando a su lado unos principios tan razonables,

    desciendo a la tumba lleno de esperanza: haced que mi sombra no venga un da

    a reprocharlos que hayis justificado mal mi confianza. Son espantosos los

    reproches del ser que ya no existe, y por hirientes que fuesen los remor-

    dimientos que os haran nacer no me vengaran sino a medias.

    Estas fueron las ltimas palabras de un prncipe sabio; eran terribles sin

    duda, pero tenan que apagar las pasiones de los que no haban hecho otra

    cosa que escucharlas?

    Apenas Carlos V cierra los ojos el duque de Anjou siente hasta que punto se

    convierte para el en importante el aprovecharse de una autoridad que limitantan sabiamente las ltimas voluntades del difunto rey; se apodera del tesoro; no

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    contento con dejar subsistir los impuestos, los aumenta, se convierte por esta

    culpable conducta en la inevitable causa de las sediciones populares de las que

    veremos en seguida las consecuencias.

    Berri, colega del de Anjou, tiene todos los defectos de su hermano, y quiz

    hubiesen producido los mismos efectos, si no hubiesen estado paralizados por

    una estpida indolencia, o si hubiesen estado sostenidos por ms poder.

    El duque de Bourgogne tiene grandes cualidades: afable, magnfico, liberal; si

    ulcera los corazones en secreto, los seduce por lo menos en pblico.

    Bourbon es mejor quiz; pero su debilidad y su moderacin perjudican a sus

    virtudes. El orgullo est permitido a los talentos; los educa y los nutre.El regente, mucho menos ocupado de los cuidados del estado que del deseo

    de reinar en Npoles donde la reina Juana le llama, slo ve en el poder que

    adquiere en Francia otro medio para la consecucin de sus proyectos. Al precio

    de los tesoros robados a su nacin quiere conquistar otra; y al augusto pupilo

    que se le confi prefiere despojarle que instruirlo.

    Funestos efectos de la ambicin, destruiris, pues, siempre las virtudes?

    Es muy raro que un precipicio se abra a los pies de un pueblo, sin que este se

    de cuenta de ello. A1 descubrirlo Pars, se atreve a permitirse excesos de todo

    genero, que no reprime una autoridad que se encuentra demasiado dividida

    para no haber perdido su fuerza. Se convocan unos Estados generales que

    siguiendo la costumbre, slo sirven para preparar nuevas desgracias y para

    cimentar las viejas.

    Una parte de los cuidados que tom Carlos V para restablecer a Francia esprecisamente lo que precipita su subversin.

    Carlos gastaba a lo ms un milln doscientos mil francos para el

    sostenimiento de su casa: el regente precisa seis millones para el sostenimiento

    de la de un nio al que se permite que le falten las primeras necesidades de la

    vida. Si el pueblo, como acabamos de decir, se agita ante el aspecto de tantos

    desrdenes, los soldados se revolucionan en igual manera: privados de su

    sueldo, asolan los campos, la insubordinacin se convierte en general; por unapoltica odiosa, cansado de reprimir en vano los abusos, se prefiere destruir que

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    calmar a los que reclaman, y estos bravos guerreros, esos valerosos

    compaeros de Duguesclin son licenciados para castigarles por haberse

    atrevido a quejarse. Tenan que, por unas faltas tan burdas, privarse de una

    fuerza tan til al esplendor de un estado, y a la que puede llamarse su alma,puesto que sostiene a todos los miembros?

    Al fin se coron a Carlos VI el 13 de noviembre de 1380, con toda la

    magnificencia posible en un siglo en el que quien sostiene las riendas se ocupa

    mucho ms de sus propios intereses que de la gloria de su pupilo. Pero el fuego

    de la sedicin empezaba a encenderse, por ello no se atreven a atravesar la

    ciudad al regreso de la ceremonia; al darse cuenta de que le temen, el pueblo se

    irrita aun ms; con un zapatero remendn por jefe y por orador, se dirige entropel al palacio, y pide a grandes gritos la abolicin de los impuestos. El

    canciller y el duque de Bourgogne calman los espritus durante veinticuatro

    horas, al cabo de las cuales se levantan con ms energa. El rey cede, se derogan

    los impuestos; pero la insolencia crece donde la fuerza se debilita; se pide la

    expulsin de los judos, la ruina de los financieros, y se saquean sus casas

    mientras esperan. Desde este momento el estado est a punto de disolverse; se

    convoca una nueva sesin de Estados generales, y nuevas perturbaciones son lacontinuacin de la misma. El pueblo se rene por la noche; la sombra favorece

    al crimen; se cometeran muchos menos, si la antorcha del da no se apagase

    nunca.

    Pero como los que componen estas asambleas slo se dicen enemigos de los

    abusos cuando estos no les sirven ya, nada mejora, y todo se envenena. El

    duque de Bretagne se aprovecha de estas perturbaciones para llamar a los

    ingleses, y cuando aparecen, ya no sabe como recibirles. Al fin, se ala con ellos;

    pero el honor habla todava en el corazn de sus vasallos; todos declaran al

    duque que sus armas se volvern contra l mismo si quiere arrastrarlos consigo

    en este tratado vergonzoso. Esta noble resolucin devuelve a Francia un vasallo

    infiel: el duque promete servir a su patria contra los ingleses, promete ir a Pars

    para rendir homenaje al nuevo soberano; pero por una indigna traicin, tan

    pronto como acaba de hacer estas promesas el prfido bretn jura a los ingleses

    que nunca se aliar a Francia cuando estas dos naciones estarn en guerra.

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    Poltica demasiado peligrosa de los soberanos. Sern, pues, siempre los

    pueblos vuestras victimas?

    Reina entonces un gran parecido entre Francia e Inglaterra; estos dos reinos

    igualmente gobernados por nios son igualmente presa de las concusiones de

    los tos que dirigen su juventud. En Francia, el de Anjou lo sacrifica todo al

    deseo de ser rey de Npoles; la ambicin de reinar en Espaa convierte al

    duque de Lancaster en culpable de los mismos errores en Inglaterra, y la

    desgracia de uno y otro pueblo es el resultado de estas pretensiones extran-

    jeras.

    Sin embargo, los impuestos se restablecen; temblando se realiza la

    proclamacin.

    La irritacin de los Parisienses se redobla a medida que comprenden que se

    les teme; destrozaron a los primeros exactores; gritan e incitan a las armas, se

    invoca la libertad, se tienden las cadenas, a los que quieren hacer pagar, se les

    persigue hasta el interior de los templos donde se refugian. Se apoderan del

    Palacio Municipal y de todas las armas que encuentran en l, y envalentonados

    con estos socorros, los revoltosos inundan las calles, robando y asolndolo todo

    bajo el vano pretexto de que slo quieren mal a aquellos de los que tienen que

    quejarse. El desorden llega a su cspide; ningn ciudadano est seguro; no hay

    asilo en ninguna parte; las casas se derriban; se abren las crceles, los

    malhechores que se escapan de ellas van a aumentar la turba impa de estos

    descontentos desenfrenados. Corre la sangre y el pretexto del bien es, como en

    todas las revoluciones, la causa inmediata del mal.

    Al fin los oficiales municipales arman a diez mil hombres en la capital; todoslos partidos van a mezclarse para estrangularse indistintamente.

    Pero la autoridad se despierta. El rey, que por aquel entonces estaba en

    Rouen, se dirige a Pars; esta ciudad rebelde va a sufrir la pena que merece, y

    sin la gracia pedida para el pueblo por los buenos ciudadanos, la destruccin de

    Pars era inevitable. Se acuerda una amnista; de ella se excepta nicamente a

    los instigadores de las perturbaciones; pero el pueblo quiere entera gracia; esta

    dispuesto a volver a empezar si se mantienen estas excepciones; se ven

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    obligados a mandar ahogar secretamente a los culpables. Estos son los

    productos de la debilidad del Prncipe y de la srdida avaricia de los que le

    gobiernan.

    El rey consiente en regresar, si Pars abandona esa apariencia de imposicin

    que le sienta tan mal. Esta proposicin enciende de nuevo las antorchas de la

    discordia; el patbulo castigar a quienes la aceptarn. El regente furioso inunda

    de tropas los alrededores de la capital... tiembla al fin, pero el de Anjou, que slo

    desea dinero, no quiere renovar la amnista sino recibe cien mil escudos3, y

    uniendo esta suma a todas las que hurt o exigi de todas partes, se dirige a

    Npoles que le llama, vuela hacia all inundado por la sangre que acaba de

    verter para la ejecucin de sus proyectos.

    Le remplaza el duque de Bourgogne. Ocupado por una guerra en Flandes,

    antes de regresar, hace todo lo posible para asegurarse de la tranquilidad de los

    habitantes de Pars; pero stos prometindolo todo y no poseyendo nada, se

    aprovechan por el contrario de la ausencia del prncipe y de las tropas, quieren

    saquear las casas reales, y lo hubiesen hecho sin las razonables exhortaciones

    de un llamado Flamand que consigue convencerles y les calma.

    Esta tranquilidad slo es aparente; los mayores preparativos de guerra se

    realizan en Pars; se trata nada menos que de renovar all los desordenes de la

    Jacquerie. Slo se espera la salida de la campaa de Flandes. Artevelde vence en

    Rosebeck, los prodigios del joven rey, con cuarenta mil enemigos en el campo

    de batalla, valen a la monarqua unos laureles que estn muy lejos de complacer

    a los descontentos. Ms patriotismo donde habla el inters personal; y el

    sedicioso, sin pudor, slo se consuela de la obligacin en que se encuentra de

    renunciar a sus proyectos, contando con burla todo lo que puede marchitar los

    triunfos de Rosebeck. Las matanzas de los habitantes enterrados bajo las

    cenizas de Courtrai se atribuyen en seguida, no sin causa, al regente que quiere

    someter a esta ciudad infortunada; desde este momento se unen a aquellos

    cuyas lgrimas se derraman sobre estos horrores. Pero si su descontento contra

    el duque de Bourgogne aumenta en la medida de sus equivocaciones, el que las

    cometi y que proyecta otras, no puede sino mostrar ms rigor con ms fuerza

    3 Es decir, un milln de nuestra moneda actual.

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    contra las personas que quieren castigarle y a la vez enterarle. Sus

    procedimientos lo prueban y el Parisiense inquieto sale de los muros de su

    ciudad en nmero de veinticinco mil hombres armados, que guarnecen al

    instante la colina de Montmartre y la llanura de Saint-Denis por donde tiene queentrar el rey. Unos diputados se adelantan con respeto hacia l, cuando le

    divisan, asegurndole que las fuerzas desplegadas por los Parisienses ante sus

    ojos no tienen otro objeto que demostrar al rey que pueden servirle, si su

    majestad les llama. Carlos parece satisfecho; pero oponiendo con dignidad el

    justo orgullo de un monarca a la noble poltica de su pueblo, entra en su capital

    como vencedor de una ciudad conquistada. Las barreras levantadas por los

    facciosos se destruyen, y las tropas se albergan en casa de los burgueses. Losduques de Bourgogne y de Berri recorren al da siguiente las calles, a la cabeza

    de los vencedores de Rosebeck; se llevan todas las armas al Louvre, y los que

    las mandaron guitar son ejecutados inmediatamente; muchos de entre ellos se

    dan muerte para escapar a la espada de los verdugos.

    La universidad y la duquesa de Orlans al fin aplacan al rey; pero el duque de

    Bourgogne se encuentra muy lejos de compartir esta piedad, sus intereses no se

    lo permiten; y como los bienes de las victimas van a parar a sus manos lossuplicios se prolongan con crueldad.

    El abogado general Jean Desmarets, cuyas altas virtudes ilustraron tres

    reinos, tiene que morir bajo un prncipe que no conoce ninguna. Acabado por

    los aos y las enfermedades, no habiendo cometido otra equivocacin que la de

    disgustar a quienes quieren el mal, le arrastran al patbulo, hecho mejor para

    quien le condena. Apenas se le ve all, le gritan que implore gracia: nicamente

    la suplico para mil verdugos, responde este gran hombre. Cae su cabeza, sus

    virtudes permanecen, y su alma vuela al cielo.

    Y t, magistrado de nuestros das cuyo nombre est grabado en el templo de

    la memoria, ilustre como Desmarets, as como l tenas que perecer y dejar

    unos recuerdos grabados con tu sangre en el alma de los franceses...

    Esta primera iniquidad se convierte en la seal de las que deshonran el

    reinado de Carlos VI.

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    Apenas expire Desmarets cuando el canciller de Orgemont que representa al

    monarca sentado en un trono delante de la ejecucin piensa que todos los

    culpables no han sido castigados y que quedan an muchos ejemplos por dar.

    El rey aprueba ese cruel consejo: al mismo instante todo se aplaca a los pies delsoberano; las mujeres gritan misericordia. El rey se deja conmover y, segn

    los consejos del duque de Bourgogne quien de hecho prefiere el dinero a la

    sangre, Carlos concede la vide a los culpables, por medio de una multa mas

    fuerte que la mitad de Bus bienes. Sin embargo, no se lo queda todo el duque de

    Bourgogne, el de Berri participa tambin; las tropas piden su parte, pero se es

    sordo a esta justa reclamacin, y lo que es la subsistencia de las personas

    honestas solo sirve pare alimentar la avaricia y la rapacidad de los expoliadoresde Francia. Se restablecen los impuestos y al pueblo ya no le quedan sino las

    lgrimas.

    La guerra recomienza en Flandes; el duque de Bretagne, que hasta entonces

    slo ha proporcionado dbiles recursos, aparece esta vez en persona; se

    sospecha de l, y su conducta prueba su falsedad. El bretn es ingls, se ve

    claramente, pero el buen Carlos tiene miedo de equivocarse; la franqueza est

    tan lejos de la artimaa que ni siquiera la concibe: y Carlos se conduce con estetraidor como si le fuese incluso imposible sospechar que lo era.

    El conde de Flandes muere; y este acontecimiento lleva a su colmo la

    grandeza del duque de Bourgogne, heredero natural de este prncipe.

    Pero sin que se pueda aclarar la causa, el Languedoc, la Auvergne y el Poitou

    se sublevan; los campesinos de all asesinan por todas partes a los nobles y

    ricos. El espritu de vrtigo de la capital acaba de apoderarse de las provincial;

    el duque de Berri que manda en Languedoc ajusticia a los sediciosos, y la

    sangre del culpable borra, si eso es posible, al del inocente.

    Por otra parte, al atravesar las provincial de Paso hacia Bus nuevos estados,

    el duque de Anjou, apoyado por el papa, robe y asola todo cuanto cae bajo su

    mano; parece que este embustero insolente quiere hacer pagar a los franceses

    la felicidad de perderle. Pero esos bienes mal adquiridos no le llevan al triunfo;

    pierde la mitad en su paso por el Apenino, emplea el resto en el sostenimientode la guerra contra Carlos de la Paix, su competidor en el trono de Npoles;

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    desprovisto de recursos, enva al marqus de Craon, que le haba seguido, a

    solicitar nuevos socorros a su mujer la duquesa, reina de Sicilia. Pero lejos de

    llevar a su seor esos subsidios preciosos, el marqus los disipa con las

    cortesanas de Venecia. Arruinado el de Anjou muere a causa de sus heridas yan ms de vergenza y de tristeza. Aquellos que se encontraban asociados a su

    fortuna regresan a Francia, mendigando pobres socorros, que atendiendo a las

    faltas de su seor, se les niegan con demasiada frecuencia.

    Craon, que se enriqueci con los robos hechos al duque de Anjou, tiene la

    audacia de reaparecer en la corte con un equipaje de los ms suntuosos. Berri le

    reprocha la muerte de su hermano, y da las rdenes necesarias para detenerle;

    Craon se escapa... Ojal el cielo hubiese querido evitar a ese hombre los nuevoscrmenes con los que tenia que ensuciar an las pginas de nuestra historia!

    Los crmenes se suceden: Carlos le Mauvais forma el designio de envenenar

    al rey y a todos los prncipes de su sangre. El complot se descubre, los

    cmplices son descuartizados. Poco despus se enciende gran enemistad entre

    la corte de Francia y la de Inglaterra, uno de cuyos principales motivos es el

    matrimonio que acaba de contraer Margarita de Hainaut con el conde de

    Nevers, hijo del duque de Bourgogne, a la que pretende el duque de Lancaster;

    se escribe; se injuria; las discusiones particulares animan las querellas generales

    y los pueblos completamente extraos a los enredos terminan siempre por

    sostener con su sangre y su fortuna unas divisiones que les son indiferentes y

    en y en las que no entienden nada.

    Tal era la situacin de Francia cuando sta sinti la necesidad de casar a su

    rey.

    Oh t que la suerte llamaba en sostn de un trono ya tambaleante, tenas,

    pues, que precipitar su cada? Pero seducida, o mejor corrompida por los

    ejemplos que lo ponan delante de los ojos, no tienes algn derecho a la

    indulgencia de la posteridad? Ah, sin duda, si nos hubieses ofrecido al menos

    algunas virtudes! pero en vano se las desea; se buscan sin xito; en ti slo se

    encuentran desrdenes; y con franqueza vamos a probar tristes verdades

    demasiado tiempo desconocidas por nosotros, pero que es preciso descubrir alfin para la instruccin general y para establecer mejor en nuestros corazones la

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    adhesin y el respeto inviolables que debemos sin cesar a aquellas de nuestras

    soberanas verdaderamente dignas de nuestro incienso de nuestros homenajes.

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    Isabel tena cerca de diecisis aos, y el rey tena diecisiete, cuando los tos

    del joven monarca pensaron en este matrimonio.

    Con las gracias y los encantos ordinarios de su edad, reinaba sin embargo, en

    los rasgos de Isabel una especie de altivez poco comn a diecisis aos. En sus

    ojos, muy grandes y muy negros, se lea ms orgullo que esa sensibilidad tan

    dulce y tan atractiva en las miradas ingenuas de una joven. Su talle anunciaba

    elevacin y flexibilidad, sus gestos eran pronunciados, su porte atrevido, su voz

    un poco dura, su forma de hablar breve. Mucha arrogancia en el carcter,

    ningn rastro de esta tierna humanidad, patrimonio de las almas bellas, que

    acercando a los sbditos al trono, los consuela de esa distancia penosa donde la

    suerte les hizo nacer. Ya despreocupacin por la moral y por la religin que lasostiene; una insuperable aversin por todo cuanto contrariaba sus gustos;

    inflexibilidad en su humor; arrebato en los placeres; una peligrosa inclinacin a

    la venganza, encontrando fcilmente errores en lo que la rodeaba; tan pronta

    para sospechar como para castigar, para producir males como para mirarlos

    cara a cara con sangre fra; probando con ciertos rasgos que cuando el amor

    inflamara su corazn, slo se abandonara a sus arrebatos y nicamente vera

    en l un fin til. A la vez avara y prdiga, desendolo todo, invadindolo todo,sin conocer el precio de nada, slo queriendo verdaderamente a s misma,

    sacrificando todos los intereses, incluso los del estado, al suyo propio; halagada

    por el rango donde la suerte la colocaba, no para hacer all el bien, sino para

    encontrar la impunidad del mal; poseyendo, en fin, todos los vicios, sin

    manifestar ninguna virtud.

    As era la hija del duque de Baviera, as era aquella a quien la mano de Dios

    colocaba en el trono de Francia, porque sin duda haba hombres que castigar.

    Antes de que Isabel partiese de la corte de su padre, unos pintores fueron

    enviados all para llevar al rey retratos de esta princesa, y en el terror de que no

    gustase, se exigi que entrase en Francia bajo el disfraz de una peregrina! Uni

    a este el de la virtud; pero slo era por un momento.

    El efecto que produjeron los retratos en el corazn del rey fue tan vivo como

    pronto. Ardi en deseos de poseerla desde que vio por primera vez su imagen:no tomara, deca, alimento ni dormira, mientras esa hermosa joven no

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    estuviese en su poder. Esto hizo que la duquesa de Brabante dijese al duque de

    Bourgogne: Asegurad a vuestro sobrino que curaremos muy pronto su

    enfermedad.

    Efectivamente, se suprimieron todos los preparativos de este himeneo

    que tena que celebrarse, en principio, en Arras, y al da siguiente de la llegada

    de la princesa, los dos esposos se dirigieron a la catedral de Amiens donde se

    realiz la ceremonia. La reina fue conducida all en un carro cubierto con tela

    de oro, pues los carruajes con imperiales no se conocan an.

    Algunos acontecimientos desagradables turbaron las fiestas de un himeneo

    que no tena que ser feliz, como si estuviese escrito en el libro del destino que

    siempre una desgracia nos advierte otra. Los flamencos se armaban contra

    Francia; fue preciso dejar los torneos por unos combates reales, y los dardos de

    Belona remplazaron a las flechas del Amor.

    Los lazos que Carlos acababa de contraer no haban enfriado en absoluto en

    su corazn el gusto que senta por las arenas.

    Se decidi, pues en un consejo extraordinario que se emprendera algo

    sorprendente para esta campaa en principio dirigida contra Inglaterra. Perocuando las consecuencias revelaron mejor las intenciones del duque de

    Bourgogne, se record con sorpresa que las primeras proposiciones de esta

    guerra haban silo hechas por l.

    Los preparativos se hicieron, pues. Se necesit dinero; no se poda contar ya

    con las economas de Carlos V, el de Anjou lo haba desvalijado todo. Se

    establecieron impuestos, se crearon prstamos forzosos, que no reportaban

    ningn inters al que prestaba. Todos esos recursos disgustaron, tenan muypoca gracia al empezar un nuevo reinado.

    Los ingleses, aterrados por estos preparativos, pusieron trescientos mil

    hombres en pie de guerra, y sin duda hubisemos triunfado sobre estas fuerzas

    s, como sucede con demasiada frecuencia en parecidas circunstancias, los

    intereses particulares no hubiesen perjudicado al inters general.

    Durante ese tiempo, los habitantes de Gante tenan el proyecto de incendiar

    nuestra flota en el puerto de l'cluse y aunque esa conspiracin fracas,

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    proporcion al duque de Bourgogne la idea de dejar para el ao prximo las

    empresas contra Inglaterra, para la ejecucin de las cuales haba recibido ya

    sumas muy considerables.

    Sin embargo, era preciso emplear, al menos, a la armada; se la dirigi contra

    aquellos que proyectaron arruinar nuestra flota, y la cuestin qued aqu.

    Desde este momento, cada uno interpret a su modo los designios del duque

    de Bourgogne; se atrevieron incluso a acusarle de haber recibido dinero de los

    ingleses para mantenerse en calma; ste iba a parar a sus arcas as con las

    sumas dadas para emprender la contienda, y las recibidas para no hacer nada.

    Ese fue el espritu que Isabel encontr establecido en la corte de Franciacuando apareci en ella. Es muy sorprendente que ese geniecillo malvado se

    apoderase de ella a juzgar por las disposiciones que acabamos de observar en

    su carcter?

    Entre los seores que, desde la llegada de esta joven princesa, se apresuraron

    a rendirle homenaje, uno, fue ms particularmente distinguido por ella; se

    llamaba Bois-Bourdon. Joven y gallardo, lleno de gracias; con una facilidad

    maravillosa para todos los ejercicios fsicos, mrito cierto en un siglo decaballera; muchsima agilidad a ingenio, y sobre todo ese algo que logra el

    triunfo en las cortes. Un hombre as tena que complacer a una mujer

    naturalmente inclinada al amor, y mucho ms preocupada por los cuidados de

    la coquetera que por los de su reputacin. Las notes proporcionadas por este

    gentilhombre4nos den a conocer que el ardiente amor que se atrevi a

    testimoniar a su soberana no tard en ser correspondido.

    Apenas se form esta unin Isabel se aprovech de ella para instruirse. Bois-Bourdon la puso muy pronto al corriente de los acontecimientos de los que le

    era absolutamente esencial apoderarse, si no quera convertirse en su victima.

    -Es preciso participar en los desrdenes de la corte de Carlos VI, seora -dijo

    este favorito-, si no se quiere ser arrastrado por ellos. Al no poder poner diques

    al torrente, es necesario abandonarse a su corriente; ella resbalar para usted

    sobre una arena de oro, si tiene, como esas gentes, la destreza y la audacia

    4 Consultar el prefacio de esta obra

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    necesarias para volverla a su favor. Slo se triunfa al lado de un joven prncipe,

    sin experiencia y conducido por hbiles intrigantes, convirtindose en un

    intrigante como ellos: si no les imita la temern, y a partir de este momento la

    perdern: les encadenar parecindose a ellos. Estara mal, lo s, abrirse unomismo el camino; pero cuando est abierto, sera peligroso no seguirlo.

    -Noble seor -respondi la reina-, vos me guiaris; me siento fuerte a vuestro

    lado. Presiento que las acciones, cuyo mal paliis a mis ojos, me alarmarn

    quiz alguna vez; pero como me lo hacis observar muy acertadamente, existen

    circunstancias en que es preferible ser sacrificador que vctima; y si mi

    conciencia me atormenta, al recordarme mi corazn que obro por vos, se

    calmarn muy pronto mis alarmas.

    Qu peligrosa es la delicadeza que sabe colorear de este modo el crimen!

    -El rey -prosigui Isabel- es el mejor hombre del mundo, le estimo y le

    reverencio; pero su cabeza es muy dbil, y yo siento en la ma una energa que

    se avendra mal con la debilidad de la suya.

    No he venido a esa corte para arrastrarme; mis aspiraciones mucho

    mayores me hacen concebir la noble ambicin de querer disponerlo todo aqu.Los tos del rey me presentan grandes obstculos; con razn me lo hacis notar:

    y bien, les alejaremos, si se hacen temer. El duque de Touraine, hermano de

    Carlos5joven y lleno de ardor, secundar nuestros designios, estoy segura; es

    preciso que le haga mo.

    -Qu rival me hacis temer, seora! -dijo Bois-Bourdon alarmado.

    -Amigo mo -respondi la reina- os he probado mi amor; pero no esperis

    ligarme a vos, como podrais exigirlo de una mujer ordinaria. El amor es a mis

    ojos una debilidad que en m ceder siempre ante el inters y la ambicin;

    nicas inclinaciones que tenis que alimentar en mi corazn. Si nuevas

    relaciones ponen en juego estos dos mviles de mi alma, las tomar, no lo

    dudis en absoluto, pero sin dejar jams de ser vuestra; vuestra fortuna no ser

    por ello sino ms rpida, y mis gozos ms completos. Todos, decs, roban en

    esta corte, me doy cuenta de ello; se permiten en ella las ms vergonzosas

    5 Despus duque de Orlans.

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    depredaciones: el de Anjou acaba de agotar todas las economas de Carlos V;

    Bourgogne y Berri le remplazan; cada cual no se ocupa sino de s mismo; por

    qu, pues no hacer lo mismo? Si en vos yo hubiese encontrado virtudes, quiz

    las hubiese adoptado: he encontrado lo contrario... y bien!, os lo repito, Bois-Bourdon, vos me guiaris. Soy muy joven vos tenis la experiencia necesaria

    para darme buenos consejos, los seguir mientras estn de acuerdo con mis

    ideas, los rechazar cuando las contraren.

    Bois-Bourdon se deja caer a los pies de su soberana, protesta de su fidelidad;

    jura el secreto ms inviolable, y el crimen, con sus manos repugnantes, acaba

    de anudar los lazos sublevantes de esta funesta asociacin.

    En los preparativos del segundo armamento proyectado contra Inglaterra, el

    condestable de Clisson imagin una villa que tena que transportarse con los

    buques de desembarco; esta fortaleza era capaz de alojar a una armada entera y

    tena que servir como fortn, al posarse en la playa enemiga. Nada igualaba por

    otra parte al lujo y a la magnificencia de los buques destinados a esta

    expedicin.

    La manera de pensar general era entonces que el duque de Bourgogne, muy

    unido al partido ingls, conseguira hacer fracasar todava esta segunda

    empresa. Efectivamente, no tuvo lugar; pero las sospechas se disiparon, y slo

    se critic la lentitud con que el duque de Berri se haba dirigido al puerto de

    l'cluse, punto de reunin y de partida; esta subversin de ideas no se debi a

    otro sino al duque de Bourgogne, en su deseo de disimular mejor.

    Durante la ausencia de la corte, que acababa de partir en direccin a Flandes,

    el duque de Touraine, hermano del rey se qued en Pars.Joven, impetuoso y fervoroso, no fue sin emocin que se encontr a solas

    con Isabel, por as decirlo, quien, por su parte, crey que tena que aprovechar

    esta circunstancia para introducir en sus intereses a un hombre tan necesario

    para los proyectos que haba concebido ya, a pesar de su juventud, y de los que

    hemos visto que haba hecho partcipe incluso a Bois-Bourdon. Pero con la

    intencin de conservarles a ambos, crey que tena que dar cuenta a ste de los

    progresos muy reales que haba conseguido.

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    -Querido amigo -le dijo en consecuencia- os acordis de todo cuanto os dije a

    propsito de mi cuado; le particip la necesidad que tena de l; le testimoni

    el placer que sentira encadenndole a mi carro: lo he conseguido, Bourdon6,

    Touraine lo puede todo sobre mi esposo; quiero conseguir todo el poder posiblesobre Touraine. Sabed plegaros a las circunstancias, amigo mo: no querr al

    duque sino lo necesario para nuestros comunes intereses: no es en absoluto una

    infidelidad que yo hago, es una obra maestra de intriga y de combinaciones. Sed

    siempre discreto, no os esconder nada; vos seris til a mis proyectos; yo

    servir a los vuestros, y nos encontraremos cuantas veces la ambicin, el amor

    o el inters nos renan.

    Nuevos juramentos de fidelidad por parte del favorito; y 1 a intriga se anudcon el duque.

    -Vos no estis en el lugar que os corresponde, mi querido hermano -dijo un

    da Isabel al seor de Touraine-; Carlos es incapaz de reinar; debera

    corresponderos el trono; obremos de comn acuerdo al menos para ilustrarle, si

    no podemos conseguir colocar en el trono al nico hombre que est hecho para

    sentarse en l.

    -Mi ambicin iguala a la vuestra, seora -respondi el duque-, y veo con

    tristeza que unos hombres desaprensivos y perversos se apoderan a la vez del

    espritu del monarca y de la fortuna de sus pueblos. Por dos veces ya el duque

    de Bourgogne ha hecho fracasar unas resoluciones cuyo triunfo poda ser muy

    glorioso para Francia, y cuya inejecucin empobrece el pueblo y slo le

    enriquece a l. Es preciso, o obstaculizar parecidos desmanes, seora, o

    apoderarnos del provecho. Unamos nuestros intereses como nuestros

    corazones y sea lo que sea lo que pudiera costar, que todo se inmole a nuestras

    pasiones: no existen ya, en este siglo de intriga y de debilidad, otros medios con

    que triunfar.

    Este fue el segundo pacto que asegur las desgracias de Francia; ste fue el

    origen de esas turbaciones horribles que tenemos que pintar... De qu plagas

    en efecto tiene que estar amenazada una nacin que slo ve en sus sostenes y

    en sus dueos a unos expoliadores y a unos trapaceros!6 As le llamaba con frecuencia, por amistad y porque era ms corto.

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    Una nueva prueba de la rapacidad del duque de Bourgogne se present con

    la muerte singular del rey de Navarra, a cuyos bienes aspiraba y de los que

    supo apoderarse en detrimento de los herederos de este prncipe.

    Una tercera expedicin contra Inglaterra se puso an sobre el tapete. El

    tiempo era propicio: la debilidad del gobierno ingls, que no tena por aquel

    entonces que oponer sino un joven monarca sin crdito, sin fuerzas y

    gobernado como Carlos por unos parientes que le arruinaban y le opriman

    deshonrndole; todo concurra, se ve bien claro, al triunfo del proyecto

    concebido, y Ricardo II, en el trono de Gran Bretaa, pareca garantizar los

    triunfos de Carlos VI en el de Francia.

    Pero demasiados intereses tenan que hacer fracasar todava esta nueva

    empresa que, como las precedentes, no lleg a realizarse. Se pretendi que el

    duque de Bretagne era esta vez la causa y, ciertamente, todas las pruebas

    anteriores de su infidelidad bastaban esta vez para legitimar las sospechas. Fue

    imposible dudar de su amistad con los ingleses; pero por otra parte poda

    saberse hasta qu punto el duque de Bourgogne participaba en esta amistad?

    Sabemos lo que pensaban Isabel y Touraine: en qu manos se encontraba,

    pues el infortunado Carlos y su desgraciada nacin?

    Pero derramemos un poco de luz sobre los motivos del bretn; ser el medio

    para aclarar muchos otros hechos.

    El mayor de los hijos de Carlos de Blois estaba por aquel entonces prisionero

    de los ingleses. El duque de Bretagne, su padre, se haba propuesto procurarle

    la libertad, y rehus hacerlo cuando se le requiri que mantuviese su palabra. El

    condestable de Clisson se sinti atrado por este joven prncipe, y quiso quedesposase una de sus hijas: el duque acept. Slo quedaba por obtener la

    libertad del joven prisionero: el condestable se dirigi al duque de Irlanda que

    haca todo cuanto quera de Ricardo. Obtuvo lo que deseaba; pero el duque de

    Bretagne furioso al ver que Clisson obtena algo que l haba prometido y en lo

    que no quera mezclarse ya, jur odio eterno al condestable, y el primer rasgo

    de este odio nos parece demasiado interesante para suprimirlo. La manera

    sorprendente con que desvela otros acontecimientos necesarios a nuestro tema,nos impone por otra parte el deber de contarlo, por poco conocido que sea.

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    El duque de Bretagne invitando un da a visitar al condestable su castillo de

    l'Hermine bajo el pretexto de recibir sus consejos en lo referente a la parte de

    las fortificaciones, en las que Clisson estaba muy instruido, le hizo penetrar en

    las torres del castillo. En la puerta de una de estas torres, el condestable, antesde entrar, realiz algunas ceremonial acostumbradas; pero obligndole el duque

    a entrar, Clisson obedeci. Apenas pas que, a una seal del duque, las puertas

    se cerraron al instante y el condestable fue cargado de cadenas. En el acto,

    Bavalan, que mandaba en esta fortaleza, acude a recibir las rdenes de su seor

    y recibe la de coser al condestable en un saco y echarlo al ro. Su orden es

    brbara, monseor -responde Bavalan-; pero tengo que obedecerle, es mi

    deber. Desde el amanecer, el duque impaciente manda llamar al oficial parasaber las consecuencias de la ejecucin de sus rdenes. Monseor, estn

    cumplidas o, responde Bavalan. Desgraciado, qu has hecho? No

    reconociste el principio que las dictaba? Lo reconoc, mi seor; y por eso el

    condestable est lleno de vida. Ah!, amigo mo, lo debo la ma, abrzame,

    Bavalan, y cuenta con mi eterna proteccin; lo debo a la vez el honor y la vida. 7

    Pero as es el desarrollo del corazn humano: el crimen se concibe en eldelirio de las pasiones; el remordimiento lo castiga o lo previene; al regresar

    toma muy pronto funestos derechos que la virtud no puede aniquilar.

    Carlos de Blois, en un principio muy satisfecho por haber conservado la vida

    al condestable, no quiso soltarle sin un fuerte rescate. Clisson se quej al rey

    quien, para vengar a su condestable, quiso llevar inmediatamente la guerra a

    Bretagne; pero el duque de Bourgogne, que comparta demasiado bien con

    Carlos de Blois los sentimientos de ste con respecto a Inglaterra, supo

    hbilmente desbaratar este proyecto y se contentaron con obligar al duque de

    Bretagne a devolver el dinero que haba recibido del condestable y el de sus

    dignidades que haba guardado como fianza. Carlos, por toda respuesta, abre

    sus ciudades a los ingleses aunque los expulsa despus en seguida, presentando

    sus excusas al rey y fingiendo reconciliarse con el condestable, contra el que sin

    embargo, no cesa de alimentar grmenes de odio, y todo esto debido a una

    7 De aqu Voltaire sac el tema para su Adelaida de Guesclin.

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    consecuencia de este carcter verstil y dbil que, como acabamos de ver, le

    obligue a pasar del insulto al remordimiento, y del remordimiento a la bajeza;

    carcter que es tan desagradable encontrar como pintar. Ese es el rasgo que

    hemos considerado necesario citar para aclarar la tortuosa conducta del duquede Bretagne.

    En una palabra, as se disipaba todo el dinero del reino: se realizaban sin

    cesar pequeas expediciones, nulas para la gloria del estado, y nicamente

    tiles a aquellos que conseguan dinero a travs de ellas.

    El rey acababa de cumplir veintin aos cuando se convoc una asamblea de

    los prncipes de sangre real y de numerosos prelados, en la que, exponiendo

    claramente todo el peligro de las depredaciones de los tos de su majestad, se

    decidi que Carlos tena que reinar por fin por s mismo. El cardenal de Lan

    apoy resueltamente esta decisin, con la que los duques de Bourgogne y de

    Berri, que no la esperaban, se irritaron vivamente. Entonces el rey volvindose

    hacia sus tos les dio las gracias y les dijo que se atena al consejo que reciba.

    Al da siguiente, el cardenal fue envenenado.

    Eso es lo que se arriesgaba en estos siglos de minoridad, en qua la anarqua

    qua alimentaba al egosmo le converta necesariamente en el enemigo capital

    del que contrariando sus intereses los suyos no podan abarcar sus mires. El fin

    trgico del cardenal caus macho ruido; pero fue fcil descubrir de donde

    provena el golpe; lo fue igualmente aclarar la participacin qua Isabel haba

    tenido en la deliberacin qua empujaba al rey a abandonar la tutela de sus tos.

    Estaba claro qua la convocatoria de esta asamblea y la deliberacin que se

    decidi en ella no era ms qua el efecto de las intrigas de Isabel con el duque de

    Touraine: ambos al querer conducir al rey a su gusto tenan el nico fin de

    alejar de l cuanto estorbaba esta intencin.

    Estos intrigantes han robado ya bastante -deca Isabel al duque de

    Touraine-; ahora nos toca a nosotros... Y slo tena diecinueve aos cuando

    esta mujer audaz se atreva a hablar as!

    Todo cambi en la corte desde el momento en que los tos paternos del rey

    se retiraron; el duque de Bourbon, to materno, y el duque de Touraine, que

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    desde ahora llamaremos siempre el duque Luis de Orlans, fueron los nicos

    que permanecieron al lado del monarca. Los cortesanos cambiaron igualmente;

    todos aquellos que haban adulado a la antigua corte desaparecieron. Fueron

    remplazados por los del momento entre los que Bois-Bourdon supo guardar surango.

    Luis ignoraba la participacin de este joven caballero en los favores de la

    reina; pero nosotros sabemos que Isabel no ocultaba en absoluto a Bois-

    Bourdon que su cuado era su amante: se convirti, pues en el confidente de su

    manceba sin serlo de su rival. Slo en las cortes corrompidas se observan

    semejantes singularidades; las del siglo XVIII podran proporcionar algunos

    ejemplos.

    Era el marqus de Craon el que posea toda la confianza del joven de Orlans.

    Lo que haba hecho al duque de Anjou le converta en digno de este puesto...?

    Pero son buenas costumbres lo que desean los prncipes en los confidentes de

    sus errores?

    Los otros cortesanos qua empezaron a mostrarse entonces fueron Montiagu,

    Vilaines, Mercier, La Rivire, etctera, estaban apoyados por el condestable qua

    acababa de recuperar su crdito a causa de la cada del duque de Bourgogne,

    siempre unido a Carlos de Blois, irreconciliable enemigo de Clisson.

    Se form un consejo de estado compuesto por dos mariscales de Francia, por

    nueve miembros ms y por el condestable. Armant de Corbie, primer

    presidente, fue hecho canciller en lugar de Pedro Degiac que muri aquel ao.

    El cuidado de la polica de Pars fue confiado al preboste de la ciudad, y se

    efectuaron muchos cambios en la capital, por aquel entonces repleta debribones subalternos que no hacan otra cosa sino imitar a sus jefes, y que slo

    por esto merecan la expulsin. Ellos y los mendigos, viles deshechos de la

    sociedad, vivan en un barrio privilegiado llamado la corte de los milagros, por

    la facilidad que tenan estos bandidos en hacer desaparecer a su gusto las llagas

    que slo presentaban a miradas del pblico para interesarle.

    Si la verdadera sabidura hubiese presidido todos estos cambios, sin duda

    tena que ser la paz el resultado de ello; sin embargo, en apariencia empezaron

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    a trabajar por la consecucin de la misma. Pero si Francia se encontraba

    desembarazada de los partidarios de Inglaterra, los que les remplazaban no

    eran amigos menos clidos de esta nacin contra la que slo se trataba de

    declarar la guerra para conseguir dinero de los ingleses que la teman y de losfranceses que no la queran.

    El duque de Bourgogne prob la eficacia de este doble monopolio; en la

    nueva corte muchos iban a convertirse en sus imitadores.

    Algunos xitos, sin embargo, coronaron estas ltimas negociaciones, en las

    que Ricardo II tena por lo menos tanto inters como Carlos VI y a mediados del

    ao siguiente se consolid el proyecto. Las hostilidades se suspendieron.

    Pero la actividad del joven rey no se acomodaba a estas demoras y fueron

    precisas unas fiestas que le disipasen: esta ocupacin corresponda a la reina,

    iba muy bien con sus gustos.

    La ceremonia del grado militar conferido al hijo del duque de Anjou, se

    convirti en el motivo de un torneo en el que Carlos apareci, llevando como

    emblema un sol de oro; el hijo del duque de Bourgogne llevaba uno de plata.

    Los caballeros entraron en la liza conducidos por las mujeres msdistinguidas. Cuando los combatientes estuvieron en la entrada del campo, las

    damas que les haban acompaado les dieron un beso y se separaron de ellos,

    exhortndoles para que mereciesen el favor que les otorgaban... Feliz siglo en

    que al abrazar el amor al honor, comunicaba a este segundo sentimiento todo el

    calor del primero!

    Las damas iban a colocarse despus en los estrados que rodeaban la liza; se

    convertan en jueces del campo, y concedan el premio al vencedor.

    Todo se desarroll satisfactoriamente durante este torneo; pero unas

    acciones hijas de la ltima indecencia mancillaron el baile que sigui; no se

    respet all ni el pudor de las mujeres ni la virtud de las doncellas. Estos

    excesos hicieron murmurar. La reina y el duque de Orlans, lejos de reprimir

    estos desrdenes, se vieron acusados de haberse prestado a ellos: si sus

    acciones siguientes lo hacen creer, se tienen que perdonar las sospechas de

    aquellos que les acusaron de stas.

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    Un servicio solemne en Saint-Denis, en honor del condestable Duguesclin,

    calm un poco los espritus: es agradable ver a la virtud extender un imperio.

    Clisson, compaero de armas de este guerrero famoso, dirigi la ceremonia

    cuyo esplendor fue digno del que se celebraba la gloriosa memoria.

    Por aquel entonces el duque de Orlans despos a Valentina de Miln, hija

    de Galas de Visconti y de Isabel de Francia, hermana de Carlos V. Era por

    consiguiente prima hermana del duque de Orlans, cuyos sentimientos, como se

    ve, se quedaban en familia, puesto que tena a su prima por esposa y a su

    cuada por amante. La escisin de la iglesia, dirigida entonces por dos

    pontfices, disculpaba la despreocupacin con que eran vistos tales desrdenes.,

    que una armona ms perfecta no hubiera seguramente tolerado. Estematrimonio no alter en absoluto la secreta unin de Isabel y del contrayente;

    quizs incluso, segn los planes misteriosamente concebidos por estos dos

    amantes convena mucho ms a sus proyectos: la continuacin nos lo explicar.

    Este himeneo excit vivamente los celos del duque de Bourgogne; fue la

    primera fuente de la divisin de estas dos poderosas cases, cuyos odios fueron

    tan funestos pare Francia.

    Corno quiera que fuese, este acontecimiento dio lugar a nuevas fiestas y por

    este tiempo se preocuparon de la entrada de la reina en la capital de su reino.

    Esta ceremonia concerniente a la historia de esta princesa es por otra parte

    demasiado propicia pare dar a conocer el lujo y la magnificencia de este siglo

    pare que nos permitiramos suprimir sus detalles copiados por entero de los

    mismos textos de los historiadores ms acreditados.

    Tuvo lugar el 24 de agosto de 1389 en la poca en que la reina se acercabaa los veinte aos. Toda la corte se dirigi a Saint-Denis donde se dispuso el

    orden que tena que observarse. Doscientos burgueses vestidos con trajes mitad

    rojos y mitad verdes recibieron a Isabel ms a11 de las puertas. Entr en litera

    descubierta escoltada por los duques de Bourgogne, de Berri, de Bourbon y de

    Orlans, de Pedro, hermano del rey de Navarra y del conde de Estrevant. Las

    duquesas de Berri y de Orlans seguan la litera, montadas en palafrenes cuyas

    riendas eran sostenidas por prncipes. Las otras princesas, como la reina Blanca,la duquesa de Bourgogne, la condesa de Nevers, su nuera, la duquesa viuda de

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    Orlans, la duquesa de Bar, iban en literas descubiertas, acompaadas por

    prncipes de sangre real y por los ms grandes seores que escoltaban los lados

    de cada carruaje. Las damas de su squito iban en carros cubiertos o a caballo,

    rodeadas y seguidas de escuderos y de caballeros.

    A la entrada de la ciudad, la reina se encontr con un cielo estrellado donde

    cndidos nios vestidos de ngeles recitaban cnticos. La Santa Virgen apareca

    en medio sosteniendo entre sus brazos "a su pequeo, el que se diverta por su

    parte, con un pequeo molinete hecho con una gruesa nuez." Se haba revestido

    la fuente de Saint-Denis con una tela sembrada de flores de lis de oro. Unas

    jvenes extremadamente arregladas cantaban melodiosamente y presentaban a

    los paseantes "clarete, hipocrs y pimiento" en unos jarros de oro y de plata.

    En un estrado levantado delante de la Trinidad, unos caballeros franceses,

    ingleses y sarracenos representaban un combate llamado "el torneo del rey

    Saladino".

    En la segunda puerta de Saint-Denis, se vea en un cielo sembrado de

    estrellas, "Dios en su majestad y, a su lado, nios del coro cantaban muy

    dulcemente en forma de ngeles".

    Cuando la reina pas bajo la puerta, dos de estos nios se separaron y

    fueron a colocarle sobre la cabeza una corona enriquecida con perlas y

    pedrera; cantando estos cuatro versos:

    Seora nacida entre flores de lis

    Reina, sois del paraso?Desde Francia y de todo el pas

    Nos vamos a paraso.

    Ms lejos estaba una sala de concierto.

    Isabel que vea con tanta satisfaccin como sorpresa estas maravillas del

    tiempo, se detuvo algo ms todava a considerar el nuevo espectculo que el

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    tribunal de Pars ofreci a sus ojos: era una fortaleza de madera, en cuyas

    almenas se encontraban hombres de armas en faccin. Sobre el castillo apareca

    un lecho dispuesto donde yaca Madame Sainte Anne": era, decan, el smbolo

    del lecho de la justicia; el decorador tena prevista sin dude la divina posteridadde la Santa; a cierta distancia haban imaginado un bosque de donde se vio salir

    corriendo a un ciervo blanco que se dirigi al lecho de la justicia, un len y un

    guila, que salieron del mismo bosque, fueron a atacarle: en ese mismo instante

    dote doncellas con la espada en la mano se dispusieron a defender el lecho de

    la justicia y al ciervo. Carlos haba adoptado por emblema la figura de este

    animal. Un hombre escondido diriga con la ayuda de un resorte los

    movimientos del ciervo, que cogi una espada con la que agitaba el aire; parecaamenazador y miraba a todas partes con los ojos inflamados.

    A eso se limitaba la destreza de los maquinistas de este siglo.

    La reina se dispona a entrar en el "Pont au Change", cuando un acrbata

    descendi con rapidez por una cuerda tendida desde lo alto de las torres de

    Notre-Dame hasta el puente. Como ya era tarde, sostena en cada mano una

    antorcha encendida.

    El rey tuvo la curiosidad de asistir a todos esos espectculos, y mont a ere

    efecto en la grupa del caballo de Savoisi, uno de sus chambelanes,

    arriesgndose a ser golpeado y expulsado por los agentes de la polica. Esta

    aventura fue el tema de las bromas de la noche.

    El obispo de Pars recibi a la reina a la entrada de la catedral; sta realiz

    sus ofrendas que consistan en cuatro piezas de tela de oro, a las que aadi la

    corona que haba recibido al entrar; en seguida le pusieron otra.Al da siguiente tuvo lugar la ceremonia de la coronacin en la capilla santa

    del palacio. Isabel se dirigi a la iglesia, con la corona en la cabeza y los cabellos

    flotando. Toda la corte comi en el gran saln del palacio.

    Durante el festn, se represent ante los convidados el sitio de Troya; se

    llamaban entremeses a esa clase de representaciones. Los centros de orfebrera

    adornados con figuras con los que adornamos nuestras mesas nos recuerdan

    estos usos antiguos, reducidos a proporciones ms agradables y menos

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    embarazosas. Los das siguientes transcurrieron entre bailes y torneos

    precedidos y seguidos de festines esplndidos. Al final de una comida que el rey

    ofreca a las damas en el saln del palacio, entraron dos jvenes seores,

    armados completamente; les divirtieron con un combate en el que numerososcaballeros tomaron parte, unindose a los dos campeones.

    Cuarenta de los principales burgueses encargados de traer al monarca los

    presentes de la ciudad, fueron a ofrecerle en el palacio Saint-Paul, cuatro

    recipientes, seis palanganas y seis platos de oro; Carlos los recibi y les dijo:

    "Muchas gracias, buenas gentes, son hermosos y valiosos."

    Los presentes destinados a la reina, llevados hasta la habitacin de esta

    princesa por dos hombres disfrazados, uno de oso, el otro de unicornio, eran

    una nave de oro, dos frascos grandes, dos platillos de servir la gragea, dos

    saleros, seis recipientes, seis palanganas del mismo metal y dos platillos de

    plata. Dos hombres ennegrecidos y disfrazados de moros trajeron la vajilla,

    igualmente presentada a la duquesa de Orlans; estos presentes costaron a la

    ciudad sesenta mil coronas de oro.

    Los Parisienses conservaban la esperanza de obtener por medio de estas

    demostraciones de celo algunas disminuciones de impuestos; pero sus

    esperanzas se desvanecieron con la partida de la corte. Los impuestos se

    aumentaron; un cambio de moneda acrecent su descontento; el curso del

    dinero antiguo se prohibi bajo pena de muerte; y como estos cambios abarcan

    hasta las monedas de menor valor, llamadas petits blancs, el pueblo sufri

    mucho y se quej ms an.

    Apenas estas importantes ocupaciones estuvieron terminadas el rey partihacia Avignon con el deseo de ver al papa Urbano que por aquel entonces

    habitaba all. Deseoso de volar con sus propias alas, no quiso permitir de

    ninguna manera que sus tos le acompaasen en su viaje que proyectaba al

    mismo tiempo por sus provincial meridionales, por miedo de que perjudicasen

    las intenciones que haba concebido y de las que una de las principales era

    verificar cuales podan ser en Languedoc los motivos de las quejas levantadas

    contra el duque de Berri que entonces mandaba all y que haba ocasionadoBelisac, secretario del duque. Ms de cuarenta mil familias desoladas huyeron

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    de esta provincia pare refugiarse en Espaa, a donde llevaron su bienestar y su

    industria... Haba llegado el momento de remediar tales abusos. Belisac

    torturado confes unos delitos, tales, que le merecan la ltima pena. Este

    secretario, en esta desgraciada circunstancia, no tuvo otra ocurrencia mejorpare escapar al peligro que le amenazaba que la de tentar a la reina, que haba

    acompaado al rey, ofrecindole una suma inmensa.

    Con una mujer como Isabel el medio era infalible; hubiese vendido Francia

    entera por la mitad de lo que le ofrecan. Desde este momento, se las apa con

    el duque de Berri, quien pare agradecerle su intervencin, le remiti por su

    parte sumas por lo menos tan elevadas como las dadas por Belisac. Se convino

    desde entonces en este pequeo comit que Belisac hara unas declaracionesfalsas y totalmente opuestas a las depredaciones de que se le acusaba, pero

    como el rey quera que sirviese de ejemplo, puesto que se pona al abrigo de los

    crmenes que le eran imputados legtimamente, era preciso al menos

    encontrarle otros; se decidi que le acusaran de atesmo; lo que, en estos

    tiempos de tinieblas y de supersticin, le conducira igualmente al patbulo, sin

    embargo, con muchos ms medios con que obtener gratis, puesto que slo

    dependa ya de la justicia eclesistica, de cuyas manos era casi seguro sacarlepor el inmenso crdito que tena el duque de Berri con el papa. Pero de esta

    manera se le perdi ms fcilmente; el rey, furioso por un subterfugio que iba a

    devolver a la sociedad a mi culpable del que era tan necesario liberarla,

    obstaculiz todos estos medios escapatorios y Belisac fue condenado a la

    hoguera. Al subir al cadalso, quiso retractarse del crimen de atesmo por el que

    se encendan las hogueras, y confesar el de peculado, el nico que pudo

    imputrsele y del que crea firmemente que le salvara Isabel, ante el terror deverse comprometida por las confesiones que poda hacer. Pero la reina tan hbil

    como el hombre que poda perderla emple todo su crdito pare apresurar el

    juicio, y el desgraciado Belisac tuvo que pagar a la vez, con la muerte ms cruel,

    su desacertada seduccin y el crimen que la haba motivado.

    Estos eran los comienzos de Isabel; eso era lo que ejecutaba en la feliz edad

    en que la naturaleza parece colocar slo en nuestras almas el candor y la

    afabilidad.

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  • 8/8/2019 SADE MARQUES de - Historia Secreta de Isabel de Baviera Reina de Francia

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    Se sorprendern por lo que sigui?

    El condestable de Clisson haba influido prodigiosamente tanto en la

    revelacin de las conclusiones del duque de Berri como en el proceso de

    Belisac: Isabel que no lo ignoraba, desde este momento empez a odiarle. Pudo

    querer la pronta ejecucin del secretario, mientras tema sus confesiones; pero

    desde que Belisac la pag bien, ya no haba deseado su muerte, y tena que

    odiar, pues, al que la pona a la vez en la imposibilidad de recibir ya nada ms

    de su cmplice y que le haca temer sus indiscreciones, as fue que no perdon

    jams al condestable. El duque de Berri comparta este resentimiento: ser

    necesario acordarse de esta particularidad, cuando se ver que Clisson se

    convierte en la victima de estos odios, cuyos grmenes se encontraban tambinen el alma del duque de Bretagne que, como se vio, se haba vengado ya del

    condestable, enemigo capital de los ingleses que protega tanto Carlos de Blois.

    Las declaraciones de Bois-Bourdon a las que nos vemos obligados a recurrir

    con frecuencia, pare establecer la verdad de los hechos que contamos8

    desmienten formalmente aqu a los historiadores que nos dicen que la reina no

    realiz el viaje por el Languedoc; las pruebas que dan de ello consisten en una

    pretendida apuesta hecha entre el rey y el duque de Orlans cuyo fin era saber

    quien ale los dos llegara ms pronto de Montpellier a Pars, tiara reunirse con

    sus mujeres; la apuesta pudo existir, pero el rey no poda tener por motivo el

    deseo de ver a su mujer, puesto que no se haba separado de ella. Cuando

    parecidos errores esparcen tanta oscuridad sobre las verdades histricas,

    cmo puede permitrseles?

    Isabel que acababa de sentir hasta qu punto la presencia del rey la

    molestaba para exacciones parecidas a la que haba hecho, con el fin de

    encontrarse ms a gusto, y sobre todo mucho menos observada, proyect alejar

    a su esposo incitndole a emprender algunas empresas lejanas que le

    permitiesen reinar sola por completo.

    -Seor -le dijo un da- vuestro gusto y vuestro talento para las armas

    languidecen en una imperdonable ociosidad; vuestros generales y vuestros

    soldados se enervan en el seno de la indolencia, y yo veo desde aqu que la8Primer legajo de su proceso, folio 18.

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    blandura borra con sus dedos flexibles las pginas de la historia de un reino

    que vos podrais hacer ms glorioso. Si el ms hermoso y el ms noble de los

    proyectos fracas con san Luis, vuestra majestad conoce las causas: ms

    ocupados de su ambicin y del deseo de conseguir reinos, los hroes de lascruzadas sacrificaron a una gloria muy culpable la de la religin; os

    corresponde reparar esta falta, Seor. Todos vuestros guerreros arden en

    deseos de seguiros en una expedicin tan piadosa. Volad a su cabeza a liberar el

    sepulcro del Redentor de los hombres; apresuraos a arrancar de las manos de

    estos infieles, cuya sola presencia mancilla este monumento sagrado de la ms

    respetable de las religiones. El cielo bendecir la empresa, y estos laureles que

    por mi voz os invita a coger, formarn la corona celestial que depositaris unda a los pies del trono de Dios. Me quedar gobernando vuestro reino, y mis

    cuidados se partirn entre los que me impondrn los deberes que me habris

    confiado, y las ardientes plegarias que dirigir cada da al cielo para el xito de

    una conquista tan digna de vuestro coraje y de vuestras virtudes.

    Isabel conoca bastante el espritu supersticioso de su esposo para esperarlo

    todo de esta efervescencia.

    -Oh, s, s! -respondi el rey con entusiasmo- s, querida esposa, soy digno de

    reparar las faltas de mis antepasados; vuestra voz celeste acaba de producir en

    m la misma impresin que sinti Moiss en el monte de Horeb al recibir de

    Dios, que se le apareci en la zarza ardiendo, la orden de liberar a sus hermanos

    del yugo vergonzoso del Faran.

    Carlos lleno de ardor lo dispuso todo; y esta nueva extravagancia iba a

    ejecutarse, si no se hubiese observado en el consejo muy razonablemente que

    era preferible trabajar en la reunin de la iglesia, por aquel entonces dividida

    por un cisma, que partir a la conquista de un sepulcro.

    Las resoluciones cambiaron; pero Carlos quiso al menos dirigirse a Italia para

    obligar a los romanos a someterse a la obediencia del papa Clemente.

    En cuanto a Isabel, se consol al ver fracasar sus primeros planes: en primer

    lugar por la substraccin de las sumas ya retiradas para la expedicin de

    Palestina, que prometi al rey guardar en el caso de que el proyecto se

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    renovase; despus por las que, mucho ms considerables que las primeras,

    recibi del papa para fortalecer las nuevas resoluciones que el rey acababa de

    adoptar.

    Una vez decidida la guerra de Italia, se levant el cuadro de las tropas

    destinadas a pasar los montes. El rey tena que conducir cuatro mil lanzas; los

    duques de Bourgogne y de Berri dos mil lanzas cada uno; el