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Reflexiones tras Copenhague: un enfoque sindical para una decisión europea Llorenç Serrano i Giménez Secretario confederal de Medio Ambiente de CCOO A estas alturas ya son muchas las valoraciones hechas sobre lo acaecido en la Conferencia de Naciones unidas sobre Cambio Climático. También sobre las razones que no permitieron llegar a un acuerdo global, ambi- cioso y vinculante que era el objetivo europeo y de la Confederación Sindical Internacional. Sobre los motivos y consecuencias de la evidente pérdida de liderazgo de la Unión Europea en las negociaciones sobre el clima, poco puedo añadir sobre lo ya dicho en múltiples análisis y creo que lo fundamental es ver qué propuestas y estrategias deben desarrollarse en el futuro. Sin embargo, sí creo que debo aprovechar la ocasión para explicar cual ha sido la posición sindical en la COP15. EL SINDICALISMO INTERNACIONAL ANTE LOS ACUERDOS CLIMÁTICOS Las altas expectativas depositadas en la cumbre de Copenhague comportaron un alto grado de asistencia y de trabajo previo de muchas orga- nizaciones sindicales de todo el mundo. Ello ha sido provocado por el gran nivel del trabajo desarrollado en los últimos arios por la Con- federación Sindical Internacional —CSI—. En el pasado no nos fue posible tener una posición común y en Copenhague hemos defendido con fuerza objetivos compartidos ante los distintos estados y en el plenario de la Conferencia. Para valorar la importancia de este cambio baste re- cordar cómo algunas organizaciones sindicales de países desarrollados negaban, no hace tanto, el calentamiento, sus causas antropogenicas y, en todo caso, la utilidad o conveniencia de polí- ticas de mitigación que afectasen a los procesos productivos. Este acuerdo sindical ha sido posible por basarse en cuatro puntos fuertes. En primer lugar, com- partir una visión de desarrollo sostenible basada en las ideas fuerza de empleos y economía ver- de, que apoyándose en el informe político de PNUMA ha ganado espacio y credibilidad, so- bre todo entre los sindicatos de los países emer- gentes y en vías de desarrollo. En segundo lugar, la aceptación de los diagnós- ticos y recomendaciones del Panel Internacional para el Cambio Climático (IPCC). 10 Klifiteilelh 90 Mario 2010

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Reflexiones tras Copenhague:un enfoque sindicalpara una decisión europea

Llorenç Serrano i GiménezSecretario confederal de Medio Ambiente de CCOO

A estas alturas ya son muchas las valoraciones hechas sobre lo acaecidoen la Conferencia de Naciones unidas sobre Cambio Climático. Tambiénsobre las razones que no permitieron llegar a un acuerdo global, ambi-cioso y vinculante que era el objetivo europeo y de la ConfederaciónSindical Internacional.

Sobre los motivos y consecuencias de la evidente pérdida de liderazgode la Unión Europea en las negociaciones sobre el clima, poco puedoañadir sobre lo ya dicho en múltiples análisis y creo que lo fundamentales ver qué propuestas y estrategias deben desarrollarse en el futuro. Sinembargo, sí creo que debo aprovechar la ocasión para explicar cual hasido la posición sindical en la COP15.

EL SINDICALISMO INTERNACIONALANTE LOS ACUERDOS CLIMÁTICOS

Las altas expectativas depositadas en la cumbrede Copenhague comportaron un alto grado deasistencia y de trabajo previo de muchas orga-nizaciones sindicales de todo el mundo. Elloha sido provocado por el gran nivel del trabajodesarrollado en los últimos arios por la Con-federación Sindical Internacional —CSI—. En elpasado no nos fue posible tener una posicióncomún y en Copenhague hemos defendido confuerza objetivos compartidos ante los distintosestados y en el plenario de la Conferencia. Paravalorar la importancia de este cambio baste re-cordar cómo algunas organizaciones sindicalesde países desarrollados negaban, no hace tanto,

el calentamiento, sus causas antropogenicas y,en todo caso, la utilidad o conveniencia de polí-ticas de mitigación que afectasen a los procesosproductivos.

Este acuerdo sindical ha sido posible por basarseen cuatro puntos fuertes. En primer lugar, com-partir una visión de desarrollo sostenible basadaen las ideas fuerza de empleos y economía ver-de, que apoyándose en el informe político dePNUMA ha ganado espacio y credibilidad, so-bre todo entre los sindicatos de los países emer-gentes y en vías de desarrollo.

En segundo lugar, la aceptación de los diagnós-ticos y recomendaciones del Panel Internacionalpara el Cambio Climático (IPCC).

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Algunas organizacionessindicales de países

desarrollados negaban,no hace tanto, el

calentamiento, sus causasantropogénicas y la

utilidad o conveniencia depolíticas de mitigación que

afectasen a los procesosproductivos. Foto Rafael G.

Dobarganes.

Llorenç Serrano i Giménez

En tercer lugar —quizá el más importante— , elconvencimiento de que un acuerdo global yvinculante es la mejor salvaguarda para las ten-taciones proteccionistas y para el dumping —quesi es ambiental, también lo es social—. Éste es elfundamental punto de encuentro entre los sin-dicatos del norte y del sur.

En cuarto lugar, el objetivo de un compromisoambicioso de financiación del "desarrollo limpio"y de la adaptación para los países en desarrollo.

Y por último, pero fundamental, un objetivo pro-pio —aunque cuente con la comprensión y apoyodel resto de la sociedad civil— como es el princi-pio de "transición justa" aplicado a todas las po-líticas y medidas que se deben emprender paracontener y adaptarnos al calentamiento global.

Estoy convencido de que el consenso conse-guido se mantendrá, y que el próximo congre-so de la CSI en el próximo mes de junio reafir-mará estos objetivos para la próxima COP Sinembargo, es obvio que el resultado de Copen-hague no ayudará a que así sea. La ausencia deun acuerdo vinculante volverá a dar argumen-tos a los que, en defensa de intereses legítimos,ven con temor políticas de mitigación ambicio-sas y proponen como forma de compensarlaspolíticas arancelarias que pondrían en riesgo elsistema de comercio mundial. Éste es el debateque puede romper la cohesión sindical expre-sada en Copenhague.

LAS INCÓGNITAS SOBRE LOSMECANISMOS Y PARTICIPACIÓNEN LAS CONFERENCIAS DEL CLIMA

Señalado esto, de Copenhague nos trajimos otrasincertidumbres, aparte de las fundamentales so-

bre los objetivos voluntarios y la posibilidad derecuperar la senda de Bali en México 2010.

La primera preocupación, la descarada impugna-ción del mecanismo de Conferencia de NacionesUnidas para abordar las negociaciones sobre elclima. Es cierto que el requisito de la unanimi-dad para un acuerdo, y la propia mecánica delas sesiones facilitan entorpecer las negociaciones—cosa que no tendría ninguna importancia si lopracticasen pequeños países, pero no fue el caso—.Ello provoca que no se avance en los trabajosprevios hasta que se tiene la sensación de estaral borde del abismo —y en esta ocasión el vértigono fue un acicate para el acuerdo, sino para unasalida al margen de la conferencia—. También escierto que hay una confusión entre el papel delSecretariado de Naciones Unidas para la Confe-rencia, la función del país organizador y los lide-razgos que informalmente se reconocen. Inclusoestoy de acuerdo en que el trabajo maratonianocon horarios irracionales no son la mejor formade afrontar negociaciones tan delicadas Ahorabien, todas estas cuestiones que habrá que mejo-rar, no son las que impiden el acuerdo deseado.Si no hubo un acuerdo vinculante en Copenha-gue es porque entre las altas y diversas expectati-vas que allí confluyeron y lo que se puso encimade la mesa no había casación posible. Con obje-tivos más ambiciosos y posiciones más generosasde los países ricos y grandes emisores, el acuerdohubiese sido posible y el farragoso mecanismo deeste tipo de conferencia no hubiese sido siquieramencionado.

Creo que estamos en grave riesgo de que sehurte a la Conferencia de Naciones Unidas supapel, y que en futuras COP ésta sea la pantallaque disimule una nueva forma de negociaciónentre los "grandes". Si ello es así, auguro queserá a costa de la ambición en los objetivos y

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dejando un rastro de desconfianza y rechazoque ya afloró en Copenhague. Quizá el pro-tocolo de Kyoto ha sido un espejismo que he-mos sobrevalorado, dado que —por distintascausas y mecanismos— no comprometió a losgrandes emisores. Ahora que éstos han pasadoa un primer plano, parece difícil mantener laesperanza de que las conferencias sobre cam-bio climático respondan políticamente a lasrecomendaciones de la comunidad científica.El gran problema es la falta de tiempo para to-mar las decisiones inaplazables que este nuevoequilibrio pospone.

Y dentro de esta preocupación por el mante-nimiento del carácter de las próximas confe-rencias, está la incertidumbre sobre cuál seráel papel de la sociedad civil. En mi opinión, loocurrido en Copenhague no fue una cuestiónde mala organización. En las colas y en el in-terior del Bella Center lo que percibimos fueque molestábamos. Aparte de la represión demanifestaciones y otros actos paralelos, se tratade que se vetó la entrada a miles de personasacreditadas con meses de antelación. Y se tratade varias declaraciones en que se ridiculizabael papel de los observadores cómo si se tratasede "turistas de conferencia". Yo puedo enten-der que se fije un límite de observadores, quese asigne un número de ellos a las organiza-ciones con carácter previo a la inscripción —esmuy difícil medir la representatividad de estaspara asignar los puestos, pero un criterio seríael seguimiento histórico con algún factor quecompensara la evidente preponderancia de lospaíses desarrollados—. Nosotros mismos nece-sitamos que se establezca y garantice qué ac-tos se podrán organizar en la convención, quese nos diga a qué sesiones pueden asistir losobservadores y, cuáles no. Creo que la confe-rencia debe ser lo más abierta posible a los ob-servadores. Y creo que si se pide contención alas delegaciones de la sociedad civil, lo mismodebe hacerse con las gubernamentales. Perotodas estas consideraciones deben servir parareforzar la participación de la sociedad civil, nopara excluirla con argumentos de operatividadque esconden la incomodidad de los gobiernosante el escrutinio público de sus actos.

En mi opinión, los mejores aliados de NacionesUnidas en las conferencias son las personas queasisten como observadores. Sin éstos, la verdadcientífica y la preocupación social pierden pesoen las cabezas de los negociadores, constreñidospor otros intereses que no necesitan estar repre-sentados ahí para hacerse evidentes. Creo que sise pierde o diluye la presencia de observadoresde la sociedad civil se perderá visión, ambicióny generosidad en las conferencias. La cuestiónno es que sin nosotros sea más fácil presentarcomo avances lo que en mi opinión ha sido unfracaso, sino que la posibilidad de llegar a losacuerdos necesarios será aún más remota.

El acuerdosindical paraCopenhague

ha sido posiblepor basarse,entre otrospuntos fuertes,en compartiruna visiónde desarrollososteniblebasada en lasideas fuerzade empleos yeconomía verde.Foto: RobertoAnguita.

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Llorenç Serrano i Giménez

También esfundamental elacuerdo sobreel objetivo de

un compromisoambicioso de

financiacióndel "desarrollolimpio" y de la

adaptación paralos paises en

desarrollo. Foto:Álvaro López

¿ANTE LA PARÁLISIS,QUÉ DEBE HACER EUROPA?

Pero, si alguna cuestión me quedó clara a lavuelta de Copenhague, es la necesidad de queEuropa se dote de una estrategia de desarrollopropia que sea más que una baza en las nego-ciaciones sobre el clima.

Europa debe negociar mejor. Cuesta entendercómo no consigue posiciones comunes conlos países más vulnerables al cambio climáticocuando está dispuesta a hacer mayores esfuer-zos de reducción de emisiones y de financiaciónque otros. Es evidente que la multiplicidad devoces que hablan en nombre de Europa no ayu-da a que se la tenga en cuenta por su peso real.Que parece que pusimos todas las expectativasen el liderazgo del presidente Obama sin cali-brar lo que esto suponía. Pero más relevante detodo esto es que en el futuro, por los esfuerzos

hechos y por los ya comprometidos, las emisio-nes europeas serán una fracción relativamentepequeñas de las totales, y que por tanto el in-centivo de reducir nuestras emisiones como aci-cate para que otros hagan lo mismo, será cadavez menos relevante. En la práctica esto ha sidoasí en Copenhague, donde la oferta europea dereducir nuestras emisiones en un 30% por cien-to en el ario 2020, en lugar del 20% por ciento,en el supuesto de un buen acuerdo, no ha servi-do para llegar a éste.

La posición europea tiene mucho de responsa-bilidad pasada —hemos sido cuna de la revolu-ción industrial y por consiguiente de la mayoríade los gases de efecto invernadero que campanpor la atmósfera— y también de responsabilidadcon el futuro, de acuerdo. De aquí a que parez-ca que queremos dar lecciones al mundo sólohay un paso y creo que muchos en el mundolo perciben así. Nuestra disposición al esfuerzo

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en reducción de emisiones no ha conmovidoa nadie más en el mundo, mientras en Europabuena parte de la sociedad, los poderes y losintereses estiman que estábamos dispuestos a irdemasiado lejos. La posición europea —que, metemo, sigue siendo la misma para el futuro— noes sólida. Y conforme disminuya el peso relativode nuestras emisiones, todavía lo será menos.

Con el resultado de Copenhague, conocidos yalos objetivos voluntarios que no han ido másallá de lo que se anunció con carácter previo ala Cumbre, con las crecientes dificultades en elCongreso de los Estados Unidos para la aproba-ción de la ley de cambio climático, con el des-conocimiento de quien sustituirá a Ivo de Boer,con el anuncio de China que no habrá acuerdosobre, clima en 2010... Con todas estas noticiasque no puedo considerar positivas, es difícil es-perar grandes avances en la COP16 de México.Por lo tanto, creo que podemos convenir queEuropa deberá renovar la Estrategia de Lisboasin que existan cambios relevantes en los conte-nidos de los acuerdos sobre cambio climático.

POR UNA ESTRATEGIA EUROPEA HACIAUNA ECONOMÍA BAJA EN CARBONO

Toda mi argumentación siguiente debe enten-derse en clave europea, aunque también espa-ñola y para cualquier espacio social o territorialque la considere aprovechable. Pero creo que elmayor obstáculo para desarrollar las políticaspúblicas hoy necesarias están en el ámbito y laescala europeos.

En primer lugar, Europa, impulsora del proto-colo de Kyoto, cumplidora de sus compromisos

y con objetivos de reducción para 2020 por en-cima de los de nuestros socios y competidores,tiene a buena parte de su industria y sociedadpreocupada y angustiada porque piensa que esoscompromisos menguan nuestra competitividady, en consecuencia, nuestro bienestar futuro.

Cómo consecuencia, Europa no se planteaobjetivos de reducción de emisiones mayores—aunque estaría en condiciones de hacerlo— silos otros países —desarrollados y emergentes- nolo hacen asimismo. El mensaje implícito peropoderoso que estamos trasladando a la sociedadeuropea es que nuestros objetivos son el fruto deun compromiso entre responsabilidad ambien-tal y competitividad. Quienes albergan temoresrazonables sobre cómo les pueden afectar esosobjetivos, desarrollarán —en tiempos de crisis,aún más— estrategias para posponerlos. No he-mos sido capaces de hacer visible que esos ob-jetivos nos convienen. No seremos capaces dehacerlo mientras los condicionemos a lo quehagan los demás. En este sentido, la propues-ta de negociación que parecía bien encaminadaantes de Copenhague, se ha demostrado nega-tiva para la asunción en Europa de objetivos dereducción ambiciosos.

Creo que Europa debe hacer una valoración so-bre qué ha supuesto el cumplimiento del Proto-colo de Kyoto en términos de tejido productivoy competitividad. Yo pienso que Kyoto ha sidoun factor positivo para Europa, que nos ha en-seriado el camino para ser menos dependientesde los combustibles fósiles que importamos,que nos ha hecho ser más eficaces y eficientesen el uso de la energía y que nos ha llevado a serlíderes en sectores industriales nuevos aún pordesarrollar plenamente.

Kyoto ha sido un factor positivo para Europa, que nos ha enseñado el

camino para ser menos dependientes de los combustibles fósiles que

importamos, que nos ha hecho ser más eficaces y eficientes en el uso de la

energía y que nos ha llevado a ser líderes en sectores industriales nuevos

aún por desarrollar plenamente

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Es en la revisión de la Estrategia Europea donde debe hacerse la granapuesta por la economía baja en carbono, por el cambio de modeloproductivo hacia la sostenibilidad. Debe ser en el camino europeo por lacalidad del empleo y el bienestar, donde debemos inscribir el cambio a unaeconomía baja en carbono y objetivos de reducción de emisiones mäs alláde lo comprometido hasta ahora

Es éste el ario en que Europa debe rehacer suestrategia, el objetivo seguirá siendo el de unaeconomía intensiva en conocimiento y de unamayor sostenibilidad ambiental, para ser "laeconomía más competitiva del mundo". La ac-tual Estrategia de Lisboa no ha alcanzado susobjetivos y es opinión ampliamente compartidaque ha sido debido a la multiplicidad de obje-tivos y a la falta de instrumentos comunitariospara alcanzarlos.

Lo que nos hace falta, no es tanto una simplifi-cación de los objetivos a conseguir en los dis-tintos campos: formación, investigación, infra-estructuras, sostenibilidad ambiental, etc., quea veces parecen incluso contradictorios y sinjerarquía entre ellos, como adoptar una visiónque los comprenda y señale una dirección claraen la que movernos.

Evidentemente, estoy señalando una economíabaja en carbono como el horizonte deseable, nosólo en términos ambientales y para mitigar elcalentamiento global, sino cómo estrategia paragarantizar la actividad económica y el bienestaren Europa. Creo que Europa debe dejar de ac-tuar como locomotora de los acuerdos interna-cionales de cambio climático —de hecho ya noshan dejado fuera de este lugar- para pasar a de-sarrollar una función ejemplarizante. Lo impor-tante ya no será cuantas emisiones reducimos acambio de la reducción de otros, sino demostrarcuan eficaces y competitivos podemos ser redu-ciendo emisiones.

Por tanto, Europa debería fijarse objetivos pro-pios de reducción de emisiones no condicio-

nados a lo que hacen los demás, y, puesto queestábamos dispuestos a hacerlo, llegar hasta unareducción del 30%, que además nos situaría enla banda baja de las recomendaciones de 1PCCpara los países desarrollados.

Este objetivo tiene la ventaja de estar ya estu-diado y preparadas las modificaciones de obje-tivos que suponen para cada Estado miembro.Sin embargo, quiero resaltar cómo este objetivoque nos remite a los acuerdos internacionalesde cambio climático, forma parte de una visióndonde éstos son un elemento importante a teneren cuenta, pero no el fundamento de nuestravisión. Es en la revisión de la estrategia europeadonde debe hacerse la gran apuesta por la eco-nomía baja en carbono, por el cambio de mode-lo productivo hacia la sostenibilidad. Debe seren el camino europeo por la calidad del empleoy el bienestar donde debemos inscribir el cam-bio a una economía baja en carbono y objetivosde reducción de emisiones más allá de lo com-prometido hasta ahora.

Europa necesita reforzarse, institucionalmente,pero sobre todo necesita desarrollar el sentidode pertenencia de la ciudadanía que la confor-ma. Una estrategia europea encaminada con cla-ridad a la economía baja en carbono supone ynecesita de políticas comunes y dirigidas desdela Comisión que devuelvan sentido a la Unión,debe desarrollarse un sentimiento de proyectocompartido entre toda la ciudadanía europea yeste reto puede ser una poderosa palanca parahacerlo. Sólo será posible aunar esfuerzos si so-mos capaces de señalar objetivos de bienestar ycohesión social para los cuales el cambio hacia

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la economía ambientalmente sostenible puedeser el medio y la garantía. El atractivo de Euro-pa para los países que hemos ingresado despuésde su fundación —hoy ya la mayoría— ha sidoun modelo de economía social de mercado quedebemos revisar, no en sus contenidos sociales,sino en nuestras formas de producción y consu-mo, para garantizar la continuidad de nuestracapacidad de competir sin hacerlo a costa denuestros derechos. La ciudadanía europea en-tenderá y apoyará los esfuerzos así explicados yno si se explican con las reservas y temores queimplica no atrevemos a reducir nuestras emisio-nes si otros no lo hacen.

A este planteamiento se objeta el argumentode que incorporar la sostenibilidad a la activi-dad económica supone un sobrecosto que nose puede asumir sin incurrir en una pérdidade competitividad. Este enfoque ignora las ex-ternalidades negativas de nuestros modos deproducción —costos que se transfieren no sóloa generaciones futuras sino al conjunto de lasociedad, que debe hacerse cargo de muchasde sus consecuencias negativas— y no tiene encuenta las oportunidades del cambio hacia unaeconomía ambientalmente sostenible. De he-

cho, es una argumentación destinada a man-tener las inercias e intereses actuales, obviandoque el tejido productivo está permanentementereestructurándose y renovándose.

En realidad, el supuesto mayor coste ambientalque soporta la producción de bienes y serviciosen Europa poco tiene que ver con la pérdida depeso relativo de nuestra industria a nivel globalni con la deslocalización de centros de produc-ción. En la mayoría de los casos, ello tiene quever más con fenómenos que no podemos cam-biar, como la cercanía a mercados emergentes ya fuentes de materias primas o que existen hacearios sin que hayamos hecho nada relevante porcambiarlos, como han sido los menores costes yausencia de derechos laborales.

Creo que, descartados los factores más relevan-tes que he enumerado, el desarrollo de activi-dades y sectores más sostenibles ha compensa-do con creces la posible pérdida de actividad yempleo que se haya dado por la exigencia demayor rigor ambiental. Y creo que se ha dado enactividad empresarial de futuro aunque tambiénha sido significativo el desarrollo de serviciospúblicos asociados a una mayor sostenibilidad.

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Objetivosambiciosos enel transporte,en minimizacióny gestiónde residuosurbanos yganaderos, etc.,se alcanzarán sise cuenta con elesfuerzo de lasadministracionesregionales,locales y con lasociedad civil.Foto: RobertoAnguita.

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Por ejemplo, la pérdida de empleo en un sectortan tradicional como el carbón —que está efi elorigen de la propia Unión Europea— tiene másque ver con los precios del carbón de importa-ción y por su sustitución por otros combusti-bles fósiles que con las políticas de reducciónde emisiones. Por supuesto, éstas le afectarán enel futuro, pero mucho menos que los cambiosdel último cuarto del siglo pasado en que aúnno existían y cuando eran incipientes otras me-didas ambientales de preservación del entornoinmediato.

Podemos esquematizar un circulo virtuoso se-gún el cual los cambios en el sistema productivose han producido siempre buscando un incre-mento de la productividad que se consigue sus-tituyendo trabajo por capital. Ello ha sido a lavez consecuencia y causa del incremento de loscostes salariales, comprendidos los directos y losindirectos. Ello ha tenido como consecuenciauna necesidad de mayor capacitación de la gen-te trabajadora y el incremento de los empleosde mayor calidad. Hasta aquí la evolución tipode las economías y sociedades de nuestro que elproceso de globalización ha distorsionado.

Así, ha aparecido gran cantidad de mano deobra con capacitación parecida a la europea ymucho menos costosa. También el aumento deproductividad por encima de la demanda demercado —especialmente cuando han apareci-do nuevos proveedores— ha truncado la espiralque vincula mayor productividad con mejorescondiciones de trabajo. Y también sabemos que—y España es buen ejemplo de ello—, puedencoexistir en un mismo espacio actividades dealto valor con otras basadas en empleo de pocacalidad en razón de su poca aportación a la ca-dena de valor. Todo ello ha sido facilitado por el

desarrollo de las tecnologías de la informacióny cambios en los mercados financieros y de pro-ductos.

Ante ello, la respuesta europea no puede ser in-crementar la dualización social presionando a labaja las condiciones de bienestar y trabajo de lamayoría de la población activa. Debemos man-tener el grueso de nuestro tejido productivo,pero también poner en pie nuevas actividades,altas en conocimiento e intensivas en capital.Debemos compensar, no tanto la pérdida relati-va del peso de nuestra industria en el escenarioglobal, que me parece inevitable, como la pér-dida de empleos en los sectores tradicionales,que serán en su mayor parte consecuencia deincrementos de productividad y no tanto de lasexigencias ambientales.

Pero además, esto será insuficiente. Así como sus-tituimos trabajo intensivo por capital y conoci-miento, debemos empezar a sustituir también losmateriales. Por consciencia de los límites plane-tarios, porque el precio de éstos ya ha dejado deser marginal, por lo insostenible de un consumobasado en el uso y desecho —incluso e la adqui-sición y el no uso. Economía desmaterializada yeconomía baja en carbono son sinónimas. Y elloconllevará un incremento del valor del serviciopor encima de de producción, sin que supongarenunciar a la actividad industrial, por supuesto.

Éste me parece el único camino para que Eu-ropa mantenga lo que hoy son característicassociales propias, y la forma de ofrecer al mundoun modelo universalizable de bienestar.

¿Es el camino hacia una economía baja en car-bono, con objetivos de reducción de emisionesambiciosos, un salto sin red? Creo que no, la

111Europa debe decidir si se esfuerza en mantener la ventaja que hoy tiene osi, por parálisis, la regala. Lo que está en juego es el liderazgo futuro en lamayor reconversión industrial por dimensión y profundidad que haya visel mundo

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Los paises en desarrollo, en su mayoría, están desplegando JIPIde economía verde -fundamentalmente energías renovables- másambiciosos incluso que los europeos. Foto: Roberto Anguita.

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mayor parte del esfuerzo hasta 2020 podríamoshacerlo en los sectores no sujetos a competen-cia exterior: el sector energético —sobre todo enahorro y eficiencia— y en los sectores difusos.Podemos hacerlo sin mengua de nuestra compe-titividad. Objetivos ambiciosos en el transporte,en minimización y gestión de residuos urbanosy ganaderos, etc. se alcanzarán si se cuenta conel esfuerzo de las administraciones regionales,locales y con la sociedad civil.

Otro argumento recurrente es que no es ahorael momento para el cambio productivo. Es unaderivada de toda la visión que considera queeste conlleva una pérdida de competitividad yque la ambientalización productiva es un capri-cho de sociedad opulenta.

Sin embargo, en el origen de la crisis están losenormes excedentes de liquidez —que había quecolocar en algún sitio, aunque no fuese un pres-tatario solvente— generados por un modelo deglobalización que trata los recursos naturalescomo infinitos y que aprovecha las desigual-dades sociales para aumentar sus beneficios.La crisis empezó a tomar cuerpo cuando el pe-tróleo se acercaba a los cien dólares el barril.Bajó el crecimiento y con ello la posibilidad dedevolver los créditos temerarios. Desvincularnuestra economía de los combustibles fósileses urgente, necesario y la receta para evitar unapronta recaída.

TRANSICIÓN JUSTA EN EL CAMBIO

Un cambio productivo como el descrito gene-ra oportunidades y riesgos, las oportunidadesson para los primeros en llegar. Europa no debeconfundirse con la actitud de Estados Unidos,China y los demás países emergentes en las ne-gociaciones del clima. Posponiendo objetivosvinculantes y contrastables no están negandoque deban producirse reducciones de emisionesimportantes. Estos países están ganando tiempoporque, por razones distintas, consideran quesus economías no están preparadas para acome-ter la reducción y contención de emisiones queles correspondería sin sacrificar sus expectati-

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Llorenç Serrano i Giménez

vas. Pero al tiempo que lo hacen, en su mayoríaestán desplegando planes de economía verde—fundamentalmente energías renovables- másambiciosos incluso que los europeos. Quieredecir que llegará el momento en que se consi-derarán capacitados para liderar sectores en losque ahora la primacía es europea y lo es porlos compromisos derivados del protocolo deKyoto. Europa debe decidir si se esfuerza enmantener esta ventaja que hoy tiene o si, porparálisis, la regala. Lo que está en juego es elliderazgo futuro en la mayor reconversión in-dustrial por dimensión y profundidad que hayavisto el mundo.

Por tanto, debemos optar por el cambio pro-ductivo, hacia una economía baja en carbono,desde una perspectiva y compromisos europeosy debemos inscribir este cambio en el objetivode mantener la cohesión y bienestar social eu-ropeos y como meta compartida que refuercela identidad europea. La mejor manera de ha-cer visible esta apuesta es señalar objetivos dereducción de emisiones ambiciosos y no con-dicionados. Ello, junto con la necesaria solida-ridad con la financiación del desarrollo limpio yla adaptación de los países más vulnerables, de-bería permitir a Europa recuperar protagonismoen la conferencias del clima o —más importan-te— señalar el camino a seguir para el conjuntode economías.

Ahora bien, cualquier cambio genera vulnera-bilidad, la gente trabajadora puede quedar ex-puesta a consecuencias negativas. Por eso, lossindicatos hemos puesto en pie el concepto deTransición Justa. En los compromisos para elclima, pero también en la revisión de la Estrate-gia de la Unión, Transición Justa debe recogersecómo visión y compromiso.

Transición Justa no es sólo protección ante lareconversión productiva, por supuesto estamoshablado de protección social, pero también debeneficiamos de las oportunidades, de generarnuevos empleos verdes, sostenibles y de cali-dad, de "enverdecer" los actuales sin renunciara ningún sector de actividad económica. Toda

la sociedad europea debemos beneficiarnos dela apuesta por el conocimiento que debemoshacer; los trabajadores y trabajadoras europeosdebemos tener la oportunidad de adquirir lasnuevas capacidades necesarias para mantenernuestras expectativas de trabajar.

Ello exige de la revisión de la Estrategia Europeaun amplio abanico de políticas fiscales, norma-tivas, de formación e industriales de dimensióneuropea. Instrumentos y capacidades que resi-dan en el gobierno de la Unión y no en sólo enlos Estados miembros.

Políticas europeas, porque necesitamos de la de-manda de todo nuestro mercado —el mayor delmundo— para las curvas de aprendizaje de lasnuevas tecnologías y materiales, porque todoslos países deben sostener solidariamente estamaduración de los sectores con futuro —el casomás relevante es el de las energías renovables—y porque debe garantizarse que los beneficiosdel cambio se extienden a toda la Unión. Tam-bién porque algunas de las medidas a tomar, entransporte, en pautas de comercialización enfiscalidad, no pueden convenirse en elementossobre los que distintos Estados miembros o re-giones busquen diferenciarse a la baja con unavisión a corto plazo.

Políticas europeas que cuenten con la partici-pación y compromiso de la sociedad civil, deempresas y trabajadores, de administracioneslocales y regionales, que superen la distanciaentre ciudadanía y el complejo gobierno de laUnión.

Políticas europeas porque necesitamos reforzar-nos internamente, para actuar con una sola vozque nos represente a todos y tenga capacidadde negociación, porque necesitamos objetivoscomunes para reforzar los lazos de ciudadaníaeuropea, y políticas europeas al fin, porque di-fícilmente tendremos acuerdos ambiciosos vin-culantes y verificables en el inmediato futuro,pero esto no puede ser pretexto para dimitirde nuestra responsabilidad ni para posponer elcambio deseable. +

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