poema antológico
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Trabajo de castellano, en el cual creamos un poema através de versos de otros poemas.TRANSCRIPT
POEMA ANTOLÓGICO
08/05/2013 Sandra Sanmartin Laura PeriS
Sandra Sanmartin y Laura Peris 4t ESO B
1
POEMA – Muerte incorpórea (pág. 2)
BIBLIOGRAFÍA (pág.3)
Sandra Sanmartin y Laura Peris 4t ESO B
2
Lloraba en mis brazos vestida de negro.
Lóbrega su estrella, le alumbra el sendero
y tuve hambre de espacio y sed de cielo…
Estoy solo, en el patio silencioso,
no adivino el motivo. El tiempo avanza.
Arde dentro de mí mismo.
Perdido por la selva de niebla de ensueño
alma con alma, atravesando cuerpos,
crucé ciudades y admiré paisajes.
Quien me volviera esa noche
profundizando inútilmente el infinito
visiones tan extrañas y otras que habré olvidado.
Luz negra, luz divina, luz que alegra
iluminan de pronto con fugaz brillo
mi existencia. Tu existencia.
Sandra Sanmartin y Laura Peris 4t ESO B
3
POESÍA DE RICARDO GIL:
SUPERSTICIÓN
Desierto está el jardín. De su tardanza
no adivino el motivo. El tiempo avanza.
Duda cruel, no turbes mi reposo;
empieza a vacilar mi confianza,
el miedo me hace ser supersticioso.
Como asustado el pensamiento vuela.
Si aparece, al llegar, en la cancela,
será que es fiel; si acude a nuestra cita
por el postigo..., entonces no recela
mi amor en vano. ¡Dios no lo permita!
Huye, duda; del alma te destierro.
Por la cancela del dorado hierro
vendrá...Pero, Señor, ¿qué la detiene?...
Sus pasos oigo ya. ¡Los ojos cierro,
que no quiero saber por dónde viene.
POESÍA DE AGUSTIN DE FOX: ( 1940)
CUI-PING-SING
Escucha… ¿En qué otro mundo de cerezas raras
oí tu voz? ¿En qué planeta lento de bronces y de nieve, vi tus ojos
hace un millón de siglos? ¿Dónde estabas? Fuiste agua hace mil años.
Yo era raíz de rosa, y me regabas… Fuiste campana de Pagoda, yo era
nervio del ojo que miró a tu bronce. Nos hemos perseguido
alma con alma, atravesando cuerpos peregrinos de venas y latidos,
por pieles de animales, por estambres, escamas, esqueletos cortezas;
por mil cuerpos y sangres diferentes, alma con alma, cincelando torres
de espíritu con lágrima y sonrisa…
Sandra Sanmartin y Laura Peris 4t ESO B
4
Tú fuiste, Cui-Ping-Sing, todo lo claro, el cisne o la ceniza.
Yo fui todo lo oscuro, la raíz, la tortuga.
Tus pechos son dos nidos calientes,
tejidos en la rama de un almendro…
POESÍA DE FRANCISCO VILLAESPESA: (1936)
POR TIERRAS DE SOL Y SANGRE I
Buscando en la inquietud de los viajes consuelo a este dolor que me domina
crucé ciudades y admiré paisajes en un vuelo fugaz de golondrina.
Y sus ojos oscuros y febriles,
siempre a mi lado, contemplaron fieles mis nostalgias en los ferrocarriles
y mis noches de insomnio en los hoteles.
Siempre en mis ojos con amor clavados me hablaban de otros mundos ignorados
dando a las cosas su melancolía....
La tierra fue como una tumba abierta y, ¡cómo no!, si el alma la vela
a través de los ojos de una muerta.
POESÍA DE JOSÉ ENRIQUE RODÓ: (1905)
CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
Sandra Sanmartin y Laura Peris 4t ESO B
5
El dueño fuí de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopollita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinitas.
Yo supe de dolor desde mi infancia,
mi juventud... ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan la fragancia...
una fragancia de melancolía...
Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fué porque Dios es bueno.
En mi jardín se vió una estatua bella;
se juzgó de mármol y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
Y tímida, ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía...
Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de "te adoro", de "¡ay!" y de suspiro.
Y entonces era en la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de notas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas.
Con aire tal y con ardor tan vivo,
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que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.
Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa varleniana,
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;
todo ansia, todo ardor, sensación pura
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia y sin literatura...:
Si hay un alma sincera, ésa es la mía.
La torre de marmil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.
Como la esponja que la sal satura
en el jugo del mar, fué el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.
Mas, por la gracia de Dios, en mi conciencia
el Bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melificó toda acritud el Arte.
POESÍA DE VALLE INCLÁN: (1918)
ROSA EN LLAMAS
Ráfagas de ocaso, dunas escampadas.
La luz y la sombra gladiando en el monte:
tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.
La culebra de un sendero tenebroso,
la sombra lejana de uno que camina,
en medio del yermo el perro rabioso,
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terrible el gañido de su sed canina.
¡Venteaban los canes de la duna ascética
la sombra sombría del que va sin bienes,
alma en combate, la expresión frenética,
un ramo de venas saltante en las sienes!
Lóbrega su estrella le alumbra el sendero
con un torbellino de acciones y ciencias:
las torvas blasfemias por pan justiciero,
y las utopías de nuevas conciencias.
Ráfagas de ocaso, dunas escampadas,
la luz y la sombra gladiando en el monte:
mítica tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.
POESÍA DE RUBÉN DARÍO: (1905)
CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.
Yo supe del dolor desde mi infancia,
mi Juventud... ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan su fragancia,
una fragancia de melancolía...
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Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.
En mi jardín se vio una estatua bella;
se juzgó mármol y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía...
Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de «te adoro», de «¡ay!» y de suspiro.
Y entonces era en la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de notas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas,
con aire tal y con ardor tan vivo,
que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.
Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa verleniana,
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;
todo ansia, todo ardor, sensación pura
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia y sin literatura...
si hay un alma sincera, esa es la mía.
La torre de marfil tentó mi anhelo;
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quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.
Como la esponja que la sal satura
en el jugo del mar, fue el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.
Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia
el Bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melificó toda acritud el Arte.
Mi intelecto libré de pensar bajo,
bañó el agua castalia el alma mía,
peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía.
¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino!
Bosque ideal que lo real complica,
allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela;
mientras abajo el sátiro fornica,
ebria de azul deslíe Filomela.
Perla de ensueño y música amorosa
en la cúpula en flor del laurel verde,
Hipsipila sutil liba en la rosa,
y la boca del fauno el pezón muerde.
Allí va el dios en celo tras la hembra,
y la caña de Pan se alza del lodo;
la eterna Vida sus semillas siembra,
y brota la armonía del gran Todo.
El alma que entra allí debe ir desnuda,
temblando de deseo y de fiebre santa,
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sobre cardo heridor y espina aguda:
así sueña, así vibra y así canta.
Vida, luz y verdad, tal triple llama
produce la interior llama infinita;
El Arte puro como Cristo exclama:
Ego sum lux et veritas et vita!
Y la vida es misterio; la luz ciega
y la verdad inaccesible asombra;
la adusta perfección jamás se entrega,
Y el secreto Ideal duerme en la sombra.
POESÍA DE ANTONIO MACHADO:
EL LIMONERO LÁNGUIDO
El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta,
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro...
Es una tarde clara,
casi de primavera,
tibia tarde de marzo
que el hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.
En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia,
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.
Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
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y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.
Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...
Sí, te conozco tarde alegre y clara,
casi de primavera.
POESÍA DE RICARDO JAIMES FREYRE:
LOS ANTEPASADOS
Hijo soy de mi raza; corre en mis venas sangre de Los soberbios conquistadores. Alzaron mis abuelos torres y
almenas; celebraron su gloria Los trovadores.
En esa sangre hay ondas rojas y azules; es de un solar mi
escudo lustre y decoro. (En cambo de sinople, faja de gules engolada de fieros dragantes de oro).
Despiertan en mi mente, con Los halagos de su tosca
hidalguía, Los cronicones, brumosos atavismos, recuerdos vagos y un tropel de confusas evocaciones.
Me iluminan de pronto, con fugaz brillo, relámpagos que quiero fijar, en vano... En que lid, en que claustros, en que
castillo espada, cruz o lira tuve en mi mano. . . ?
POESÍA DE RUBÉN DARIO :
ALABA LOS OJOS NEGROS DE JULIA
¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
vio la manzana del jardín: con labios
rojos probó su miel; con labios rojos
que saben hoy más ciencia que los sabios.
Venus tuvo el azur en sus pupilas,
pero su hijo no. Negros y fieros,
encienden a las tórtolas tranquilas
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los dos ojos de Eros.
Los ojos de las reinas fabulosas,
de las reinas magníficas y fuertes,
tenían las pupilas tenebrosas
que daban los amores y las muertes.
Pentesilea, reina de amazonas;
Judith, espada y fuerza de Betulia;
Cleopatra, encantadora de coronas,
la luz tuvieron de tus ojos, Julia.
La negra, que es más luz que la luz blanca
del sol, y las azules de los cielos.
Luz que el más rojo resplandor arranca
al diamante terrible de los celos.
Luz negra, luz divina, luz que alegra
la luz meridional, luz de las niñas,
de las grandes ojeras, ¡oh luz negra
que hace cantar a Pan bajo las viñas!
POESÍA DE LEOPOLDO LUGONES:
BAJO LA BLANCA SOLEDAD
Bajo la calma del sueño, Calma lunar de luminosa seda,
La noche Como si fuera
El blanco cuerpo del silencio, Dulcemente en la inmensidad se acuesta…
Y desata Su cabellera,
En prodigioso follaje De alamedas.
Nada vive sino el ojo Del reloj en la torre tétrica,
Profundizando inútilmente el infinito Como un agujero abierto en la arena.
El infinito,
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Rodado por las ruedas De los relojes,
Como un carro que nunca llega.
La luna cava un blanco abismo De quietud, en cuya cuenca
Las cosas son cadáveres y las sombras viven como ideas, y uno se pasma de lo próxima
Que está la muerte en la blancura aquella. De lo bello que es el mundo
Poseído por la antigüedad de la luna llena. y el ansia tristísima de ser amado, En el corazón doloroso tiembla.
Hay una ciudad en el aire, Una ciudad casi invisible suspensa,
Cuyos vagos perfiles Sobre la clara noche transparentan.
Como las rayas de agua en un pliego, Su cristalización poliédrica.
Una ciudad tan lejana, Que angustia con su absurda presencia.
¿Es una ciudad o un buque En el que fuésemos abandonando la tierra.
Callados y felices, y con tal pureza,
Que sólo nuestras almas En la blancura plenilunar vivieran?…
Y de pronto cruza un vago Estremecimiento por la luz serena.
Las líneas se desvanecen, La inmensidad cámbiase en blanca piedra,
y sólo permanece en la noche aciaga La certidumbre de tu ausencia.
POESÍA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ:
CÁLLATE, POR DIOS, QUE TÚ...
¡Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo!
¡Deja: que abran todos mis
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sueños y todos mis lirios!
Mi corazón oye bien
la letra de tu cariño...
El agua lo va temblando,
entre las flores del río;
lo va soñando la niebla,
lo están cantando los pinos
-y la luna rosa- y el
corazón de tu molino...
¡No apagues, por Dios, la llama
que arde dentro de mí mismo!
¡Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo!
POESÍA DE ENRIQUE LARRETA
LAS BOLITAS
Y, entre todas, aquélla, la del buque anegado.
Submarino fantasma. Yo veía un terrible
pulpo que caminaba con lentitud horrible
sobre los esqueletos y el tesoro volcado.
Visiones tan extrañas y otras que habré olvidado,
más allá de lo que es imposible o posible,
formaban ante mí, dentro de su irrisible
gota, las esferillas de vidrio iluminado.
Linterna de otro mundo que nos sigue un momento.
La infancia es todavía prevalecer divino.
¡Ah! Poder perpetuar sin fin su azoramiento,
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sus alucinaciones. ¡Oh fresco torbellino
de las hadas silvestres! ¡Oh lumbre de Aladino!
¡Oh nave de Simbad! ¡Oh mi tapiz de viento!
POESÍA DE SALVADOR DÍAZ MIRÓN
DESEOS
Yo quisiera salvar esa distancia
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mística y pura que tu ser despide.
Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
yo quisiera en el cielo de tus brazos
beber la gloria que en los labios tienes.
Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte,
para poder, como lo sueño a solas,
¡a un mismo tiempo por doquier besarte!
Yo quisiera ser lino y en tu lecho,
allá en la sombra, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
¡y morir de placer al comprimirte!
¡Oh, yo quisiera mucho más! ¡Quisiera
llevarte en mí como la nube al fuego,
mas no como la nube en su carrera
para estallar y separarse luego!
Yo quisiera en mí mismo confundirte,
confundirte en mí mismo y entrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
¡convertirte en perfume y aspirarte!
¡Aspirarte en un soplo como esencia,
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y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos!
¡Aspirarte en un soplo del ambiente,
y así verte sobre mi vida en calma,
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el éter del azul de tu alma!
Aspirarte, mujer... De ti llamarme,
y en ciego, y sordo, y mudo constituirme,
y en ciego, y sordo, y mudo consagrarme
al deleite supremo de sentirte
¡y a la dicha suprema de adorarte!
POESÍA DE MANUEL REINA MONTILLA
POESÍA DE MAURICIO BACARISSE