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Documento del Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial Asociado a la Fundação Armando Alvares Penteado - 2006 Democracia 6: Sembrando el Petróleo Petróleo y Democracia en Venezuela Norman Gall Parte 1: ¿Por qué Chávez? Venezuela sirve como una advertencia para el resto de América Latina sobre los costos de la degradación y del fracaso de las instituciones públicas. La historia de Venezuela muestra el impacto de la oleada de los ingresos petroleros sobre instituciones débiles, agra- vado por dramáticas transformaciones demográficas. Este impacto sentido antes de la llegada al poder en 1998 del Presidente Hugo Chávez y su “Revolución Bolivariana”, llevado por este a nuevos niveles de des- orden. Venezuela inspira tristeza, miedo e indignación frente a lo que este desorden pueda traer. El Teniente Coronel Hugo Chávez fue líder de una revuelta militar fracasada en 1992. Fue elegido presi- dente en 1998 al movilizar el resentimiento general con el fracaso del sistema político para lidiar con el deterioro de las condiciones de vida desde el inicio de la década de 80, algo que afectaba especialmente a los pobres: altas tasas de inflación, bajas de los salarios reales, violencia y criminalidad crecientes, y deterio- ro de los servicios públicos básicos, administrados por una burocracia estatal abultada, corrupta e ineficien- te. Otros países latinoamericanos enfrentan los mis- mos problemas, pero siguen el camino de la continui- dad democrática y la reforma mientras Chávez inten- ta reavivar formas arcaicas del populismo y dictadura militar. En elecciones recientes, chilenos, peruanos, Revolución Bolivariana, al pie de las Torres del Silencio, Caracas, 2005 - Norman Gall Norman Gall es director ejecutivo del Instituto Fernand Braudel y editor de los Braudel Papers. Este artículo retoma una serie de ensayos publicados en 1973, durante sus seis años de residencia en Venezuela, como American Universities Field Staff Reports. Esos ensayos pueden ser leídos en www.normangall.com

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Documento del Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial Asociado a la Fundação Armando Alvares Penteado - 2006

Democracia 6: Sembrando el Petróleo

Petróleo y Democracia en Venezuela

Norman Gall

Parte 1: ¿Por qué Chávez?

Venezuela sirve como una advertencia para el resto de América Latina sobre los costos de la degradación y del fracaso de las instituciones públicas. La historia de Venezuela muestra el impacto de la oleada de los ingresos petroleros sobre instituciones débiles, agra-vado por dramáticas transformaciones demográficas. Este impacto sentido antes de la llegada al poder en 1998 del Presidente Hugo Chávez y su “Revolución Bolivariana”, llevado por este a nuevos niveles de des-orden. Venezuela inspira tristeza, miedo e indignación frente a lo que este desorden pueda traer.

El Teniente Coronel Hugo Chávez fue líder de una revuelta militar fracasada en 1992. Fue elegido presi-dente en 1998 al movilizar el resentimiento general con el fracaso del sistema político para lidiar con el deterioro de las condiciones de vida desde el inicio

de la década de 80, algo que afectaba especialmente a los pobres: altas tasas de inflación, bajas de los salarios reales, violencia y criminalidad crecientes, y deterio-ro de los servicios públicos básicos, administrados por una burocracia estatal abultada, corrupta e ineficien-te.

Otros países latinoamericanos enfrentan los mis-mos problemas, pero siguen el camino de la continui-dad democrática y la reforma mientras Chávez inten-ta reavivar formas arcaicas del populismo y dictadura militar. En elecciones recientes, chilenos, peruanos,

Revolución Bolivariana, al pie de las Torres del Silencio, Caracas, 2005 - Norman Gall

Norman Gall es director ejecutivo del Instituto Fernand Braudel y editor de los Braudel Papers. Este artículo retoma una serie de ensayos publicados en 1973, durante sus seis años de residencia en Venezuela, como American Universities Field Staff Reports. Esos ensayos pueden ser leídos en www.normangall.com

2 BRAUDEL PAPERS

Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial

Asociado a la Fundação Armando Alvares Penteado (FAAP)

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Tel.: 11 3824-9633e-mail: [email protected]

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Copyright 2006 Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial

colombianos y mexicanos han respon-dido a la amenaza de un mayor desor-den reafirmando su vocación hacia la estabilidad democrática como la base del progreso, contradiciendo quienes afirman que una ola de populismo de izquierda estaría expandiéndose por América Latina.

Chávez es un personaje cada vez más aislado en América Latina, a pesar de su talento para aparecer en los me-dios y sus contribuciones en petróleo y dinero a sus potenciales aliados en otros países. El apoyo a sus candidatos favoritos en las recientes elecciones de Perú y México contribuyó al fracaso de los mismos. Con las noticias sobre la enfermedad de Fidel Castro, pare-ce ser que Chávez se quedará aún más aislado, si es que son verdaderos los re-latos sobre su tensa relación con Raúl Castro, hermano de Fidel y ahora presidente provi-sional de Cuba. El periódico El Nacio-nal de Caracas in-formó que Chávez había convencido a Castro de viajar a Córdoba, Argentina para una reunión de cúpula del Mer-cosur, la unión aduanera sudamerica-na, una semana antes de que el líder cubano fuera hospitalizado con des-angre intestinal. En Córdoba, Castro discursó durante tres horas y visitó el lugar de nacimiento del Che Guevara. Después, Chávez lo condujo perso-nalmente por Córdoba en un antiguo Cadillac presidencial que perteneció al dictador argentino Juan Domingo Pe-rón (1946-55).

El principal tema de este ensayo, dividido en dos números de Braudel Papers, es el desorden que aflige a Ve-nezuela y su relación con el petróleo y la democracia. El primer número exa-mina el origen del desorden y el papel del petróleo y de la democracia en la modernización de Venezuela. El se-gundo número analiza el desempeño institucional de la “Revolución Boli-

variana”, desde la llegada al poder de Hugo Chávez como un líder arcaico y exótico y las perspectivas en Venezuela con y sin Chávez.

1. Introducción y panorama general

Bajo la “Revolución Bolivariana”, el desorden empeoró en los ocho años con Chávez en el poder. La vieja oligarquía fue desplazada por un nuevo grupo de favoritos serviles. La administración pú-blica y las finanzas estatales están ahora más caóticas. La desorganización y la falta de inversión en la industria petrolera na-cionalizada están llevando a la caída de la producción. La infraestructura está colap-sando. El número de asesinatos se triplicó en la última década. Venezuela tiene hoy

la más alta tasa de asesinatos por arma de fuego por 100,000 habitantes, rebasando a Brasil, entre 57 paí-ses estudiados por la UNESCO en 2005. El alto flujo de recur-sos petroleros gene-ró más confusión en las finanzas públicas bajo el control arbi-

trario de Chávez. El gobierno ignora la necesidad de inversiones cruciales para operar una sociedad compleja. Los pro-cesos democráticos se han desgastado en la medida en que las instituciones públi-cas - el ejército, la Asamblea Nacional, el poder judicial, el gasto gubernamental y las autoridades electas - están bajo el con-trol personal de Chávez. Sin embargo, el abstencionismo de 75% en las elecciones para el Poder Legislativo en diciembre de 2005 deterioró la legitimidad del go-bierno de Chávez quien busca renovar su mandato popular en la elección presiden-cial de diciembre de 2006.

El torrente de recursos públicos prove-nientes del petróleo le permitió a Chávez en años recientes distribuir dinero a través de programas sociales para los pobres, con la asesoría de especialistas cubanos, espe-cialmente en el aparato de seguridad del Estado y en ministerios clave, a cambio

Consejo director: Rubens Ricupero (Presidente), Antônio Carlos Pereira (Vice-Presidente), Alexander Bialer, Antônio Corrêa de Lacerda, Cláudia Costin, Claudio de Moura Castro, Eduardo Suplicy, Eliana Cardoso, Felícia Madeira, Francisco Gros, Geraldo Coen, Getúlio Pereira Carvalho, Hilton Casas de Almeida, John Schulz, José Cecchin, Marcelo Basílio de S. Marinho, Marcos Magalhães, Paulo Renato de Sousa, Roberto Macedo, Sérgio Amaral y Viveka Kaitila.

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Braudel Papers es una publicación del Instituto Fernand Braudel de Economía

Mundial

Editor: Norman GallEditor Asistente: Nilson Oliveira

El petróleo generó la esperanza que

fue invertida em la democracia.

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del envíos de 98,000 barriles diarios (BD) de petróleo a Cuba. Los especia-listas cubanos están reorganizando el sistema de identificación personal. La creciente influencia cubana ha llevado a algunos venezolanos a referirse a una futura “Cubazuela”. Sin embargo, el control del poder por parte de Chávez está amenazado por el aumento del desorden y por la incapacidad de su gobierno para ofrecer bienes públicos básicos. De hecho, el desorden se pue-de constituir en el legado duradero de Chávez, reflejando los fracasos de gobiernos anteriores y del suyo. Este desorden es una diferencia nítida con el modelo cubano, que obedece a un orden, y lo aproxima al que prevalece en Nigeria, el más elocuente modelo mundial de un estado petrolero fraca-sado.

El apoyo a Chávez se alimenta del resentimiento de la marginalidad que se percibe en la historia venezolana. La antropóloga Patricia Márquez ha indicado que los pobres apoyan a Chávez porque es “uno de ellos”: un militar moreno del pueblo de Sabane-ta de Barinas, donde los cerros del sur de los Andes se inclinan hacia los in-mensos llanos que forman la violenta frontera con Colombia. El perfil zam-bo de Chávez, hijo de profesores ru-rales que fueron activistas del partido social cristiano COPEI, es producto de la mezcla racial de indios y negros, común entre los venezolanos. Chávez conquistó la simpatía del pueblo con su pasión por el béisbol, su elocuencia segura, sus provocaciones e insultos hacia los ricos y poderosos, sus pre-tensiones geopolíticas, sus protestas simbólicas y sus actos de solidaridad con los pobres, sus caros subsidios y programas sociales. Todo esto puede haber compensado temporalmente el impacto político de la desorganiza-ción de una economía y una sociedad inundadas de recursos petroleros que no puede administrar o invertir ra-cionalmente? La cuestión subyacente es la marginalidad que Chávez busca movilizar para conseguir sus metas políticas.

Tanto los privilegios tradicionales como las libertades básicas fueron menguados. Aun cuando el consu-mo de los venezolanos está en auge, financiado por los altos precios del pe-tróleo, la oposición política ha senti-do miedo e impotencia. La sensación de impotencia proviene del fracaso al intentar expulsar a Chávez a pe-sar de las marchas masivas, un breve golpe de estado, una huelga general de dos meses que causó daños a la industria petrolera y un referendo re-vocatorio en agosto de 2004, ganado por Chávez. “Cualquiera que quiera un referendo revocatorio para votar contra Chávez”, Chávez amenazaba por televisión, “tendrá que firmar su nombre y dejar su número de la cé-dula de identidad y huellas digitales”. Sin embargo, 3,5 millones de perso-nas firmaron peticiones solicitando el referendo, basándose en una dis-posición de la Constitución de 1999 promovida por el mismo Chávez. Sus nombres fueron guardados en una base de datos conocida como La Lis-ta Maisanta, utilizada para despedir y excluir a miles de los empleos y con-tratos gubernamentales y para negar-les la emisión de pasaportes e inclusi-ve de documentos oficiales tales como recibos de pago de impuestos. Perso-nas de edad, dueños de puestos de ga-solina por 30 años, recibieron cartas de Petróleos de Venezuela (PDVSA), la compañía petrolera estatal, suspen-diéndoles el abastecimiento.

Maniobrando con las animosi-dades residuales, Chávez aprovecha la brecha creada por el apartheid de facto presente en Caracas. Existe la ciudad de las comunidades pobres, que vive en terrenos invadidos, cuyo desarrollo se estancó en la generación anterior. Existe otra ciudad de los ri-cos y de la clase media, con centros comerciales nuevos, torres de oficinas con un diseño arquitectónico espec-tacular y mansiones desplegando una vulgaridad pretensiosa y agresiva en las colinas que rodean la ciudad. Los favoritos actuales y los nuevos astros de la “Revolución Bolivariana” están

mudándose a mansiones y penthouses propios.

Chávez aún habla de “sembrar el petróleo” con inversiones estratégi-cas que garanticen la seguridad eco-nómica futura. Todos los presidentes venezolanos han prometido “sembrar el petróleo”, desde que Arturo Uslar Pietri, escritor y político conservador, acuñó la frase en 1936. A pesar de su retórica revolucionaria y de debilitar las instituciones democráticas, la “Re-volución Bolivariana”, promoviendo un “socialismo para el Siglo XXI” va-gamente definido, parece sólo agravar el desperdicio colosal de los ingresos petroleros, la desorganización y el fra-caso de las inversiones que han em-pobrecido al pueblo venezolano en las últimas décadas.

¿Por qué este desperdicio y este em-pobrecimiento? La concentración de los ingresos petroleros en el Estado, distribuidos con criterios políticos, privaron a Venezuela de la oportuni-dad de crear mecanismos de mercado e instituciones que guiaran la activi-dad económica, a partir de los cuales se podrían desarrollar la confianza, la cooperación y la competencia, bajo un sistema basado en reglas. En una serie de encuestas de opinión condu-cidas entre 1989 y 2006 por Alfredo Keller & Asociados, tres cuartos de los venezolanos dijeron que Venezue-la es uno de los países más ricos del mundo, que el papel del gobierno es distribuir esa riqueza de una forma justa, que no se habían recibido los beneficios de esa riqueza, que la cul-pa era de los gobiernos anteriores que “seremos ricos de nuevo si se elimina la corrupción”.

El petróleo parecía darle poderes mágicos al Estado para transformar a la nación. “El Estado es un hechicero magnánimo”, dijo José Ignacio Ca-brujas, un famoso escritor de guiones de telenovela, a la Comisión Presi-dencial para la Reforma del Estado en 1984, cuando Venezuela sumergió en su más reciente ciclo de empobreci-miento y crisis política, después que la bonanza de los años setenta acabó con

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el colapso de los precios internaciona-les del petróleo. En El Estado Mágico (2002), el historiador y antropólogo Fernando Coronil observó:

En las batallas públicas [entre acto-res políticos] tanto como en sus fantasías privadas, el Estado llegó a ser la poderosa sede de la representación de las ilusiones y de la ilusión de la representación, un teatro mágico donde los símbolos de la vida civilizada -historia metropolitana, mercancías, instituciones, siderúrgicas, autopistas, Constituciones - se transfor-maban en iconos potentes que se podían comprar o copiar. En tanto teatro má-gico, el Estado se convirtió en un lugar dotado del poder alquímico de transmu-tarla riqueza líquida en vida civilizada. En este Estado mágico, los protagonistas se dejaron seducir fácilmente por el en-canto de su propia actuación y pasaron a encarnar los poderes de/Estado como si se fueran propios.

El petróleo generó la esperanza que fue invertida en la democracia como vehículo de transformación. El vín-culo entre el petróleo y la democracia comenzó con las presiones populistas que surgieron al final de la larga dicta-dura de Juan Vicente Gómez (1908-1935), un caudillo andino tradicional que había otorgado generosas conce-siones a las compañías petroleras ex-tranjeras cuando la industria comen-zó a operar en Venezuela hace casi un siglo. De la que comenzó como una revuelta estudiantil fracasada contra Gómez en 1928, surgió una genera-ción de líderes que formó una nueva democracia a mediados del siglo XX que, en las décadas de 1960 y 1970, fue la envidia de otras repúblicas lati-noamericanas, la mayoría de las cuales padecía regímenes militares.

Esa nueva democracia, que duró cuatro décadas, fue desmontada gra-dualmente debido a la desorganiza-ción ya la corrupción generadas por el torrente de dinero que entraba a Venezuela durante la bonanza petro-lera de los años setenta. El curso de la democracia en Venezuela puede

ser dividido en cuatro fases: (1) con-solidación (1959-1973), cuando los gobiernos de los presidentes Rómu-lo Bentancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera superaron rebeliones militares y la insurrección de una guerrilla cas-trista para iniciar la implementación de reformas sociales; (2) la bonanza petrolera (1974- 1982), que llevó a la extravagancia y a la corrupción; (3) la caída del sistema bipartidista (1983-1998), que comenzó con una fuerte devaluación monetaria y un colapso en el precio del petróleo, terminando con la elección de Chávez; y (4) la era Chávez, caracterizada por el comando de un solo hombre, la militarización y la restricción de los derechos básicos.

2. El hombre marginal

La sociedad venezolana ha sido his-tóricamente impactada por las fuerzas dispersas y volátiles de sus márgenes. “La Revolución Bolivariana” es una renovación del conflicto social que ge-neró la Guerra de Independencia y las guerras civiles del siglo XIX. Laureano Vallenilla Lanz, el distinguido inte-lectual y diplomático de la dictadura de Gómez, argumentó: “Todos esos movimientos eran simplemente una continuación del mismo conflicto iniciado en 1810, ¡e inclusive antes!”,

accionando “impulsos igualitarios y demandas económicas confusas”.

La marginalidad histórica de la ma-yoría de los venezolanos - ajena a for-mas estables de organización social - impidió un buen uso de las bonanzas financieras en las ocho décadas que siguieron al descubrimiento de enor-mes depósitos de petróleo en 1922. El concepto de marginalidad fue uno de los favoritos de los estudiosos de las ciencias sociales en la década de 70. Esencialmente, es una categoría de vida al margen de la sociedad organi-zada que mantiene una relación ines-table con el poder central. El intenso crecimiento demográfico desde 1920 y la urbanización de la población de Venezuela se combinaron para acercar el problema de la marginalidad a los centros de poder.

Muchos historiadores piensan que la Guerra de Independencia en Vene-zuela fue una guerra civil, un salvaje conflicto social y racial. En aquellos años, sociedades agrícolas en toda América temblaban con las olas de miedo generadas por la sangrienta revuelta esclava en Haití, influencia-da por la Revolución Francesa. Los grupos de negros marginados, de mu-latos, zambos e indígenas, resentidos con las élites blancas, en un principio lucharon al lado de España. Después de la muerte en el campo de batalla

Chávez y Lula en Recife, 2005 - Agência Estado.

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de su líder, el cruel general español José Tomás Boves, se convirtieron a la causa independentista de Simón Bolívar. En 1817 el general español Pablo Morillo describió sus tácticas de guerrilla y su resistencia a lomo de caballo en una carta a su rey:

... su equipaje no les estorba, pues se visten con pieles y no se preocupan por raciones, ya que son sanos y robustos por comer carne [de/ganado local]. A pesar de todos sus esfuerzos, nuestros solda-dos no pueden evadir sus movimientos rápidos y ágiles. Los llaneros saltan a caballo al río, con las sillas de mon-tar sobre sus cabezas y las lanzas entre los dientes, cruzando 2, 000o 3, 000 caballos en quince minutos, sin miedo de ahogarse o de perder sus armas o ropa, como si estuvie-ran marchando sobre un puente an-cho. Nuestras columnas los persiguen en marchas dolorosas, perdiendo muchos soldados que se enferman en el terreno pantanoso. Concientes de nuestras pérdidas, y del agotamiento y la inutilidad de nuestros caballos, que no pueden descansar, ellos nos atacan o esperan para emboscarnos.

Simón Bolívar, hoy venerado por los venezolanos como el Libertador de América del Sur, le preguntó a uno de los líderes por qué servía en el ejército imperial. “Codicia”, respondió Negro Primero. “Vi que todo mundo iba a la guerra sin camisa y regresaba con un bello uniforme y con dinero en el bolsillo. Así es que yo también quería ir y buscar mi fortuna”. Después de mucha destrucción, violaciones y ma-sacres de civiles por parte de los ejérci-tos saqueadores, Bolívar escribió con ironía y perplejidad en 1815 que “gra-cias a un evento singular los mismos hombres libres y esclavos que contri-buyeron tanto, aunque forzados, al triunfo de los imperialistas [ahora] se han cambiado al partido indepen-dentista, que no les ha ofrecido la li-bertad absoluta, como lo hicieron las guerrillas españolas. Los actuales de-fensores de la independencia son los

mismos se-guidores de

Boves, ahora unidos a los

criollos blan-cos”. En 1826 Bolívar escribió en

un momento de desesperación frente al fracaso de su proyecto guerrero de unificación de los actuales territorios de Venezuela, Colombia y Ecuador en una sola nación, Gran Colombia:

Somos los viles hijos de los españoles predadores que vinieron a América a sangrarla y a procrear con sus víctimas. Después los hijos ilegítimos de esas unio-nes se unieron a los hijos de los esclavos traídos de África. Con tanta mezcla ra-cialy con ese histórico moral, ¿podemos darnos el lujo de colocar las leyes antes que los líderes y los principios antes que los hombres?

Junto al culto formal a Bolívar en Venezuela, florece el culto pagano a Maria Lionza, una mezcla de elemen-tos africanos e indígenas, glorificada por una estatua de la diosa de la ferti-lidad con el pecho desnudo montada en un tapir gigante, sosteniendo en el aire el hueso de una pelvis femenina. La estatua fue erigida por el dictador Marcos Pérez Jiménez en los años cin-cuenta, en la autopista central que divide el estrecho valle de Caracas.

El culto ha aumentado desde la crisis económica de los años ochenta.

Durante una conferencia en el Ins-tituto de Bellas Artes de Caracas en la noche del 11 de octubre de 1911, Vallenilla Lanz describió el primitivo estado de su país como “una repúbli-ca sin ciudadanos”. En términos de estructura familiar, comercio, tenen-cia de la tierra y legitimidad de sus gobiernos, Venezuela fue una sociedad de facto la mayor parte de su historia.

Fue una província marginal de un imperio español más interesado en el oro y la plata de México y

Perú. La frágil estructura social de su era colonial fue corroída, casi desde el principio, por revueltas y fugas de es-clavos y por el contrabando comercial que minaba el monopolio imperial español. Durante el siglo XVIII, pro-liferaron las comunidades de esclavos fugitivos (cumbes). El antropólogo Miguel Acosta Saignes descubrió que “los cimarrones frecuentemente ser-vían como intermediarios en el con-trabando. Ésta fue una de las formas que encontraron para mantenerse en los pueblos que fundaron en lugares inaccesibles”. Los negros fugitivos y los pardos también se desparramaron por los llanos del sur, donde forma-ban grupos errantes de vaqueros y ji-netes que se convertirían en las feroces caballerías de la Guerra de Indepen-dencia, primero bajo la bandera impe-rialista de Boyes y después en el mo-vimiento de Independencia liderado por Bolívar. En este sentido, el impe-rio español en América fue destruido por movimientos que se desarrollaban en sus márgenes.

Aunque en décadas recientes al-canzó proporciones espectaculares, la marginalidad urbana en Venezuela es muy antigua. Hacia el final del siglo XVIII, en el auge del boom del cacao que antecedió a la Guerra de Indepen-dencia, miles de pardos y blancos li-bertos convergieron en Caracas, cons-truyendo residencias improvisadas en las afueras de la ciudad. El cronista francés François Depons apunta que había más negros libertos en Caracas

Maria Lionza

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que en cualquier otra parte del Ca-ribe. La población de Caracas creció rápidamente, de 18.000 en 1772 a 40.000 en 1800, gracias al influjo de personas de color sin status claro en la sociedad colonial. De acuerdo con Acosta Saignes:

En el siglo XVIII vemos a la ciudad crecer por diversas razones. La periferia es habitada principalmente por pardos. Pero los negros libertos, los indígenas y los blancos pobres también se establecen ahí. El número de moradas crece constantemente. Apa-recen muchos mendigos. [Los pobres y viudos] presionan constantemente al Consejo de la Ciudad para obtener terre-nos o exenciones fiscales. Se formaron grandes grupos de familias en la región central, formados por amos, sirvientes y agregados, y con más pa-rientes y agregados en la peri-feria. Los oficios artesanos ya no son practicados apenas por blancos pobres, sino también por esclavos. El mercado está compuesto por una población mezclada con derechos des-iguales en una sociedad de castas. Aumentan los impues-tos; se organizan rebeliones de indios, negros y blancos. Es un siglo de extraordinario dina-mismo.

El trauma de las Guerras de Independencia, resucita-do cuatro décadas después en la te-rrible Guerra Federal entre pandillas regionales y jefes locales por el control del incipiente aparato de Estado, le imprimió a las altas esferas de la socie-dad venezolana un sentimiento de fra-caso, miedo y agotamiento que duró hasta bien entrado el siglo XX. En 1876, una década después de la Gue-rra Federal, el presidente del Con-greso, Antonio Leocadio Guzmán, respondió al mensaje publicado por su hijo, el dictador Antonio Guzmán Blanco: “Yo no sé, Señor, por qué us-

ted se proclama el Restaurador. Uno restaura algo que existió previamente, ¿pero cuándo realmente existió la Re-pública de Venezuela?”

La ascensión del EstadoHasta que fue descubierto el petró-

leo al inicio del siglo XX, la sociedad venezolana era atrasada y dispersa. La infraestructura era tan pobre que, para llegar a Caracas desde el estado andino de Mérida, hoy a 680 kms. por autopista, el viajero tenía que to-

mar un tren a la orilla del Lago Mara-caibo para embarcar en un pequeño barco hacia la ciudad de Maracaibo. Alí, abordaba un barco de vapor hasta la isla holandesa de Curasao, donde tomaría otro barco al puerto de La Guaira, desde el cual debía subir con mulas por un sendero primitivo hasta Caracas. Algunas de estas dificultades logísticas fueron superadas en 1928, cuando fue concluída la carretera transandina, que conecta Caracas con el estado de Táchira en la frontera con Colombia, y que Juan Vicente Gómez

ordenó construir para facilitar los mo-vimientos de tropas necesarios para derrotar las revueltas en las provincias. En 1928 Venezuela sólo tenía dos universidades, con menos de 2,000 estudiantes, y un puñado de escuelas secundarias. Del pequeño núcleo de estudiantes de la Universidad Central de Caracas surgirían los líderes de los partidos venezolanos modernos.

Durante el siglo XX hubo una apa-rente consolidación de la sociedad venezolana. Su antigua dispersión po-

lítica, demográfica y econó-mica quedó bajo control del centro, gracias a los recursos resultantes de la producción petrolera, que financiaron la consolidación retrasada del Estado nacional. El dictador ya era uno de los hombres más ricos de América del Sur. Compartió su rique-za con familiares y amigos, otorgando concesiones pe-troleras a sus protegidos, que con enormes ganancias las vendían a compañías extranjeras. En 1913 Shell compró dos grandes conce-siones que H.W.A. Deter-ding, el patriarca de la Shell, llamó “nuestro negocio más colosal”. En 1922, Shell per-foró un pozo exploratorio en las orillas del Lago Ma-racaibo - Los Barrosos No. 2 -, que arrojaba furiosamente 100,000 barriles diarios. Ve-nezuela pronto se volvió el

principal exportador mundial de pe-tróleo. Los abogados de tres compa-ñías americanas elaboraron un esbozo de un código para el sector petrolero (1922), previendo bajos impuestos y regalías, exenciones para las tarifas de importación, el fin de los límites de tamaño para las áreas mantenidas por una compañía y la disminución de la presión para explotar las concesiones con rapidez.

En la década anterior a la muerte de Gómez en 1935, el valor real de la recaudación por la explotación del

Sacerdotisa del culto a Maria Lionza, Yaracuy, 1969 - Norman Gall

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petróleo se quintuplicó. Los recursos petroleros fortalecieron a posición de Gómez para someter a los caudillos lo-cales y permitir centralizar el poder. El dictador formó un ejército nacional y un sistema de caminos que comenzó a integrar a las regiones dispersas y poco pobladas. Creó una nueva burocracia estatal, colocando a sus amigos a la ca-beza, valiéndose del padrinazgo para neutralizar rivales potenciales. Sus enemigos fueron sometidos al exilio, la prisión o la muerte. Fernando Co-ronil observó que “su régimen logró la unificación política y administrativa de la nación y su primer período de estabilidad política desde la indepen-dencia en 1821”.

Con el petróleo, el proceso de ur-banización aceleró. A lo largo del siglo XX, la población rural se mantuvo en aproximadamente 3 millones. La to-talidad de la expansión demográfica fue absorbida por los pueblos y ciu-dades, que recibían a la población ru-ral pobre y se fue creando una nueva clase media dependiente del Estado. La población de Caracas más que se duplicó entre 1920 y 1936 y lo hizo otra vez entre 1936 y 1950. Después se triplicó entre 1950 y 1971. Los ma-yores flujos migratorios siguieron a los mayores cambios políticos: la muerte de Gómez en 1935 y el golpe militar de 1945, llamado la “Revolución de Octubre”, que llevó al poder al par-tido populista Acción Democrática (AD), y la caída en 1958 de la dic-tadura de Pérez Jiménez. Como en el resto de América Latina, el proce-so de urbanización alcanzó su mayor intensidad durante los años cuarenta. Durante todo el período entre 1941 a 1961, la tasa de crecimiento anual de población de Caracas fue de más de 7% en promedio, más alta que la de cualquier otra capital de América Latina.

Después de la muerte de Gómez, hubo una ola de saqueos y disturbios populares. Los inmigrantes poblaron las colinas que rodean el estrecho valle de Caracas. Pero la mudanza más crí-tica fue la agresiva clase media que lle-

gó para dominar el arena política con demandas por una siempre creciente participación de la riqueza petrolera distribuida por el Estado, creando un marco para la fundación de la peculiar democracia venezolana.

Las siete décadas que siguieron a la dictadura de Gómez - con la excep-ción de la década del régimen militar (1948-1958) - no sólo fueron años de un creciente populismo político y na-cionalismo económico. También ocu-rrió una invasión de las ciudades por parte de la población rural, a una de las más altas tasas de urbanización del mundo, lo que exacerbó los efectos de la explosión demográfica. Ambos fenómenos aumentaron enormemen-te los costos fijos del desarrollo eco-nómico y de la estabilidad política, mientras la productividad del sector no petrolero de la economía vene-zolana permanecía bajo. De acuerdo con Ricardo Hausmann, ex-ministro de planeación y actualmente profesor de economía en Harvard, la produc-tividad de la mano de obra en Vene-zuela cayó 36% entre 1978 y 2004, siendo que 16% de la caída tuvo lugar en los primeros seis años del mandato de Chávez. En esos años, la produc-tividad aumentó 51% en los Estados Unidos, 98% en Chile, 179% en Tai-landia y 585% en China. Solamente Liberia, Congo, Nicaragua, Georgia y Costa de Marfil, que han sufrido gue-rras civiles, tienen un desempeño en su productividad peor que el de Vene-zuela. La mayoría de los venezolanos no parece percibir el vínculo histórico entre la libertad y la productividad en la evolución de las sociedades moder-nas.

Pobreza y desorganizaciónLos problemas históricos de Ve-

nezuela en relación a la pobreza y la desorganización fueron definidos en 1957 por el distinguido economista brasileño Celso Furtado, quien en su juventud fue representante en Cara-cas de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Uni-das (CEPAL), justo antes que Pérez

Jiménez fuera depuesto. Furtado así lo analizó:

Venezuela tiene el mayor producto per capita de todas las economías sub-desarrolladas del mundo. Su producto interno bruto per capita en 1956 era aproximadamente $800, un nivel simi-lar al promedio de los países industria-lizados de Europa Occidental. Inclu-sive midiendo el producto en términos del gasto interno - excluyendo por lo tanto el superávit comercial -se llega a $650 per capita, lo cual es comparable a países altamente desarrollados como Alemania Occidental y corresponde al doble del promedio de América Latina. Sin embargo, Venezuela presenta todas las características estructurales de una economía subdesarrollada. Estas carac-terísticas de la economía venezolana es-tán mucho más acentuadas que en otros países latinoamericanos con niveles mu-cho menores de ingreso per capita. Tales características comprenden la estructura de producción y de ocupación de la fuer-za de trabajo; las enormes disparidades en la productividad de los diferentes sectores económicos; la distribución des-igual del ingreso entre las áreas urbanas y las áreas rurales y entre grupos sociales de una misma zona; los bajos patrones de consumo de la gran mayoría de la población y las altas tasas de analfabe-tismo, etc.

En 1900 Venezuela tenía una po-blación de sólo 2.4 millones de per-sonas, 85% de las cuales eran cam-pesinos o trabajadores rurales. Un siglo después, la población creció más de diez veces, pasando para 27 millones, siendo que 90% de los ve-nezolanos viven en pueblos y ciuda-des. Hasta hace poco tiempo, el pe-tróleo y la democracia aminoraron los efectos de la desorganización en la sociedad. Sin embargo, la intensa presión popular y la decreciente fuer-za económica de la industria petrole-ra aumentaron los efectos. Mientras los ingresos petroleros crecieron más rápido que la población, el sistema político pudo administrar y absorber

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esta notable transformación demo-gráfica. Las exportaciones petroleras crecieron 5.5% al año entre 1930 y 1972, aun cuando el crecimiento de la población era extremamente alto, a una tasa de 3%. Durante la bonanza de los años setenta, las exportaciones petroleras de Venezuela más que du-plicaron, en valores constantes, entre 1972 y 1980, pero cayeron a los ni-veles de 1972 en 1988, hundiendo al sistema político en una crisis. El in-greso per capita, medido en dólares constantes, cayó 20% entre 1957, el último año de la dictadura de Pérez Jiménez, y 1989, el año del Caraca-zo, la revuelta que marcó el comien-zo del fin de 40 años de dominio de los dos principales partidos políticos, AD y COPEI, llevando al ascenso de Hugo Chávez.

Un amplio estudio sobre pobre-za elaborado por investigadores de la Universidad Católica Andrés Bello apunta como causa de la deteriora de las condiciones de vida a la fal-ta de crecimiento económico: “En 2002, casi 70% de la población vivía en condiciones de pobreza y 29% en condiciones de pobreza extrema. En 1978 los que vivían en condiciones de pobreza eran 17% y los que vivían en condiciones de pobreza extrema eran apenas 6%. De cada 10 traba-jadores [en 2004], cinco trabajaban en la economía informal, dos estaban desempleados, uno era trabajador del sector público y dos estaban en el sector privado. ...Al lidiar con la po-breza, el problema no es la cultura de los pobres, sino la cultura de la socie-dad que genera la pobreza.”

Los derrumbes son un signo de la intensa presión demográfica sobre los recursos naturales y económicos de Caracas. En la medida en que la densidad de la población se multi-plica en el estrecho valle de Cara-cas, más aguas negras corren por las 50 quebradas que cortan los cerros cubiertos de ranchos. En la época de lluvias, entre mayo y septiembre, bajan violentamente por las quebra-das flujos repentinos de agua lodosa,

llegando peligrosamente cerca de los ranchos apretados en los barrancos. Las cabezas de niños pequeños apa-recen en las ventanas de madera o tela. As veces ellos se aventuran por pasarelas antiguas que atraviesan los desfiladeros para ver los torbellinos de agua que llevan periódicos viejos, latas y excremento humano deposita-dos en las quebradas. Las lluvias gol-pean ruidosamente los techos planos hechos de metal corrugado, asenta-dos con piedras y llantas y pedazos de mobiliario de desecho para evitar que el viento se los lleve. Sin embar-go, las aguas trabajan de una forma más sutil y destructiva por debajo de la tierra. Corrientes subterráneas debilitan los cimientos de algunos de los monumentales proyectos de construcción que datan de las déca-das de la prosperidad petrolera: au-topistas, túneles, represas, estadios y edificios de oficinas, así como los su-perbloques 23 de Enero, las 51 torres de color pastel que forman el gran conjunto de vivienda pública que se yergue en las colinas del distrito pro-letario de Catia, que domina el ho-rizonte occidental de Caracas, como templos monumentales profanados con cicatrices y manchas vigilando la extensión de ranchos que cubren los cerros.

Los ranchos cercaron la ciuda-de y, a la fuerza, se abrieron camino en la misma, pavimentada de obras públicas, y en los presupuestos gu-bernamentales a cada oportunidad política. La destrucción de la vegeta-ción de los cerros para la construc-ción de ranchos aumentó la violencia y la rapidez de la erosión, causando derrumbes hacia las autopistas y la consecuente evacuación de cientos de familias de los superbloques. Cuan-do llueve en estos cerros, la tierra se convierte en una esponja empapada y distendida, llena de agua. El peligro surge cuando el subsuelo comienza a secar después de tres o cuatro días sin lluvia, cuando el agua empieza a salir de la esponja y comienzan a apare-cer grandes grietas en las colinas. Las

grietas son prueba de que las colinas y los ranchos se han vuelto peligrosa-mente inestables y pueden colapsar. Cada nuevo conjunto de ranchos ha sido construido en laderas cada vez más peligrosas a lo largo de la cordi-llera costera que lleva hacia el norte, rumbo al mar Caribe.

3. Petróleo y democracia

El General Gómez tuvo más de 90 hijos naturales, gobernó lo que era entonces un país vasto y primitivo con mano de hierro, y murió en su cama a los 78 años. Aunque los dos presidentes que le sucedieron también eran generales andinos, en la década siguiente (1935- 1945) se observó una tendencia liberalizadora tanto en términos políticos como en términos de gasto social. Esta evolución rela-tivamente pacífica fue interrumpida por la “Revolución de Octubre” de 1945, en la cual un grupo de jóvenes oficiales del ejército se juntó al partido populista Acción Democrática (AD) para deponer al régimen liberal del General Isaías Medina Angarita. La transformación política de 1945 fue un rompimiento convulsivo con el pasado, que instaló un régimen pro-visional a cargo de AD que llevó ala radicalización del nacionalismo ve-nezolano en relación a las compañías petroleras - inaugurando el principio “50- 50”, de igualdad en la repartición de las ganancias de la industria entre el gobierno y los intereses extranje-ros, y que utilizó los nuevos ingresos petroleros para financiar programas sociales. El breve trienio (1945-48) liderado por AD fue un preludio para la democracia y aceleró la expansión del Estado y del empleo gubernamen-tal, garantizó el sufragio universal e incrementó el gasto social. El Coronel Marcos Pérez Jiménez dio otro golpe en 1948, expulsando al gobierno de AD encabezado por el Presidente Ró-mulo Gallegos, un novelista que había sido elegido apenas siete meses antes. Operando por cuatro años en los bas-

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tidores, Pérez Jiménez asumió poderes dictatoriales totales durante el perío-do entre las fraudulentas elecciones presidenciales de diciembre de 1952 y diciembre de 1957.

El evento más crítico en la conso-lidación de la democracia electoral en Venezuela fue el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. Los gastos con la salud, educación, agua y saneamien-to, vivienda, recreación y relaciones laborales crecieron de 5% del gas-to público total bajo el gobierno de Gómez para un promedio de 28% de presupuestos mucho mayores bajo los gobiernos democráticos que go-bernaron de 1958 a 1973. Este gasto social, y los empleos que generó bajo el padrinazgo de partidos, suavizó el impacto sobre la marginalidad urbana mientras que los ingresos petroleros continuaran creciendo. Aunque el pe-ríodo de gobierno militar entre 1948 y 1958 no trajo grandes iniciativas ni en la política social ni en las relacio-nes de Venezuela con las compañías petroleras, la era democrática que co-menzó en 1958 continuó generando una diplomacia petrolera nacionalista y programas sociales ambiciosos en las áreas de salud, educación, vivienda y reforma agraria. Estos programas fue-ron financiados con ingresos petro-leros que a su vez, generaron nuevas presiones para extraer más dinero de la industria petrolera.

La sobrepoblación de las ciudades venezolanas y la despoblación del campo fueron aún más estimuladas por demagogia del Gobierno Provi-sional encabezado por el Almirante Wolfgang Larrazábal, candidato presi-dencial en las elecciones de 1958, que decretó un Plan de Emergencia por el cual los campesinos podrían mudarse a las ciudades, construir casas y ganar un sueldo por trabajar en obras pú-blicas reales o ficticias. Todas las res-tricciones a los asentamientos urbanos fueron suspendidas, y las afueras de la mayoría de las ciudades venezolanas se llenaron rápidamente de nuevos ranchos. De hecho, la clase alta de

Caracas apoyó el Plan de Emergencia como un mecanismo para reducir las tensiones sociales generadas por las migraciones en masa a Caracas duran-te un período de confusión política. El número de los pobladores de los ranchos en Caracas se duplicó entre 1959 y 1966. En un estudio sobre es-tos asentamientos, Talton F. Ray escri-bió, sobre el período posterior a 1958, que “el movimiento de campesinos hacia las ciudades, que hasta enton-ces había sido substancial de acuerdo a cualquier estándar, de repente tomó proporciones tremendas. La tenden-cia estaba tan solidificada que hoy

petrolera en gran escala. Esta tentativa de diversificación ha incluido grandes inversiones, principalmente en tres áreas: (1) infraestructura moderna, tal como autopistas, puentes, acueductos y represas para irrigación y generación de energía; recuperación de la deca-dente economía agrícola; (2) creación de nuevas industrias, tales como la petroquímica y la del acero, así como la expansión de las manufacturas tra-dicionales a través de la sustitución de importaciones; (3) la ampliación de las aptitudes de los venezolanos a través de programas sociales como la reforma agraria y la expansión de las

Panorama de Catia, 2006 - Iatã Cannabrava.

más barrios identifican su origen en los primeros 24 meses subsecuentes a la revolución [de 1958] que en cual-quier otro período.”

“Sembrar el petróleo”La frase “sembrar el petróleo” se re-

fería originalmente a un programa de desarrollo agrícola. Pero ha pasado a referirse - en las tumultuosas décadas de acelerada urbanización en Venezue-la - a la diversificación y disminución de la dependencia económica total del petróleo, el producto que por sí mis-mo generó casi la mitad del dinero de-positado en el Banco Central de Vene-zuela en 1922 comenzó la producción

instalaciones educativas y de salud.Pero el aumento de los ingresos pe-

troleros llevó a la sobre valorización de la moneda, lo cual desestimuló la producción en áreas que competían con las importaciones, igual hoy que en 1952, cuando la revista The Econo-mist informó:

En años recientes, la producción ha caído en varios ramos de la economía. Así, entre 1947y 1951, la producción de mantequilla, galletas, cigarros, le-che enlatada y jabón cayó, y la indus-tria textil, aun cuando es protegida y recibe una amplia proporción de las inversiones estatales, cayó 50%. Estas

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retracciones deben ser analizadas en contraposición al contexto de expansión general de la economía, cuyo volumen en mucho las rebasa. Su importancia no debe ser exagerada. Sin embargo, sirve para mostrar que la mera aplicación de la ayuda gubernamental, aunque gene-rosa, no es suficiente para asegurar un desarrollo rápido y universal de la in-dustria y de la agricultura en circuns-tancias de esa clase. ...Por un lado, [la industria venezolana] está motivada por la intensa actividad actual en las áreas de construcción y transporte y por las demandas de consumo de una pobla-ción cuyos estándares de vida se están elevando rápidamente, aunque a partir de una base muy baja; por otro lado, está agudamente restringida por la falta de materia prima, industria pesada y mano de obra capacitada. La falta de equilibrio en su estructura claramente surge del hecho de que del incremento de Bs.96 millones (a precios de 1947) en el volumen de la producción industrial entre 1945y 1949, 567 millones corres-pondían a la producción de cerveza.

La “siembra del petróleo” efecti-vamente comenzó con la dictadura de Pérez Jiménez. Estos fueron años extraordinarios para la economía ve-nezolana, tal vez únicos hasta aquel momento en la historia económica moderna. Entre 1950 y 1958 el valor de las exportaciones petroleras se du-plicó. El consumo personal se duplicó entre 1951 y 1957 - a una tasa anual bruta de 11%, o 7% per capita. En-tre 1948 y 1957 la industria petrolera generó $7.000 millones en recursos públicos, de acuerdo con la CEPAL una suma “más grande que todos los ingresos públicos desde la coloniza-ción del país por España”. La prospe-ridad no sólo atrajo inmigrantes de las zonas rurales, sino también europeos, principalmente de Italia, Portugal y España.

El consumo privado pudo aumen-tar tanto porque los ingresos petrole-ros del gobierno pasaron por una se-rie de saltos cuánticos. Sin embargo, Venezuela comenzó a presentar sín-

tomas de indigestión económica. Las inyecciones de ingresos petroleros co-menzaron a derramarse en inversiones especulativas en lugar de inversiones productivas. Conforme describió la CEPAL en 1960, “los ingresos fueron desperdiciados porque el precio de los contratos del gobierno eran los más elevados debido al exceso de lucro y a irregularidades administrativas; las técnicas de construcción eran en ge-neral extravagantes, y los costos eran incrementados por proyectos acele-rados... El gasto gubernamental en obras de desarrollo era destinado prin-cipalmente a la construcción de auto-pistas, edificios de oficinas, hoteles, edificios residenciales y monumentos. Casi todo este gasto era vertido en las áreas de por sí más desarrolladas. El

petróleo era ‘sembrado’, pero la semi-lla no era esparcida en todas partes, ni de forma prudente.”

Con los enormes incrementos en los ingresos petroleros, el ambi-cioso programa gubernamental de construcción de caminos se aceleró dramáticamente. Los gastos para la construcción de autopistas y puen-tes aumentaron seis veces de 1948 a 1949, poniendo en marcha el progra-ma de inversión en obras públicas más importante y aparatoso de Venezuela. De 1938 a 1970, la red de carreteras transitables todo el año se multiplicó en 13 veces, con la extensión de carre-teras pavimentadas duplicándose en la década de los 60. Sin embargo, el Banco Mundial apuntó en 1959 que “el costo de la construcción de cami-nos en Venezuela es extremamente

alto. Las deficiencias administrativas contribuyen significativamente para aumentar estos costos. La cantidad de mano de obra utilizada en la cons-trucción de carreteras en Venezuela es muy grande, a pesar de que las técni-cas utilizadas son capital-intensivas”. Infelizmente, como veremos más adelante en este ensayo, gran parte de la infraestructura construida en esos años de boom deterioró por falta de mantenimiento.

Casi la mitad de los ingresos priva-dos de la nación fue recibida en 1957 por habitantes de la ciudad de Cara-cas, a pesar de que sólo un sexto de la población vivía ahí. Sin embargo, la población de Caracas, tanto ricos como pobres, fue la que repentina-mente se levantó contra la dictadura de Pérez Jiménez, provocando la huí-da del dictador al exilio la madrugada del 23 de enero de 1958.

¿Por qué? La principal fuente de la riqueza reciente de las clases altas y de las personas cercanas al gobierno era la especulación inmobiliaria y la industria de la construcción. El valor generado por la construcción se du-plicó entre 1951 y 1957. La burbuja se reventó después de que el gobierno y sus agencias autónomas generaron una deuda pública de cerca de $1.500 millones en papeles de corto plazo, revelando los estrechos lazos entre los funcionarios públicos, la industria de la construcción y los proveedores de material de construcción.

El régimen de Pérez Jiménez recibió cerca de $700 millones (aproximada-mente $5 mil millones en dólares de 2006) de las compañías petroleras entre 1956y1 957 por otorgar nuevas concesiones territoriales. Pero miste-riosamente comenzó a dejar de hon-rar sus deudas de corto plazo en 1957. Esta falta de pago nunca ha sido in-vestigada ni explicada de forma satis-factoria. Parece que tanto dinero en-tró a los cofres públicos en esos años, con tantos proyectos iniciados y tanto contratos firmados, con frecuencia por agencias autónomas, que el go-bierno simplemente perdió la cuenta

“Hundiéndonos en el excremento del

diablo.”

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de sus compromisos. Esta experiencia se repitió durante la bonanza petrole-ra de la década 70 bajo el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez y tam-bién parece estar sucediendo en el ac-tual boom petrolero de la “Revolución Bolivariana” de Hugo Chávez. En El Estado Mágico, Coronil explica: “Pé-rez Jiménez trataba a sus aliados loca-les no como socios en la elaboración de políticas sino como colaboradores sumisos. Sus políticas no eran discu-tidas, no eran negociadas ni requerían concesiones. Pérez Jiménez pretendía gobernar solo,” como está haciendo Chávez cinco décadas después.

Cuando el gobierno dejó de pagar, el globo empezó a desinflarse. El eno-jo y el temor generados entre los ricos fue suficiente para provocar que al-gunos de ellos empezaran a conspirar contra el dictador a finales de 1957. La crisis económica se transformó en un conflicto político pleno y en una insurrección después del fraudulento plebiscito para la reelección en di-ciembre de 1957. La base de la Fuerza Aérea de Maracay se rebeló sin éxito ello de enero de 1958. Este signo de inconformidad por parte de los mili-tares estimuló demostraciones en las calles, en las cuales el Partido Comu-nista de Venezuela jugó un papel clave bajo la bandera de la Junta Patriótica, apoyado por empresarios. Tres sema-nas después el dictador huyó debido a un levantamiento general encabezado por una rebelión militar y una huelga general.

Tanto en la democracia como en la dictadura, los beneficios de largo pla-zo de las grandes inversiones públi-cas han sido modestos. Mientras que los sucesivos mensajes presidenciales y los planes cuatrienales de gobier-no han sido muy autocomplacientes en relación al programa “sembrar el petróleo”, la literatura política y aca-démica está llena de acusaciones de desperdicio y extravagancia. En su es-tudio Petroleum in Venezuela, Edwin Lieuwen escribió en 1953: “En nin-gún otro punto la historia es tan negra como en la inversión gubernamental

de los abundantes ingresos petroleros. A pesar de la tremenda riqueza fiscal generada, el programa de ‘sembrar el petróleo’ ha conseguido sorpren-dentemente poco”. De acuerdo con Juan Pablo Pérez Alfonzo, dos veces ministro de petróleo y el principal ar-quitecto tanto de la OPEP como de las políticas petroleras nacionalistas de Venezuela, “existe una capacidad relativamente fija para emplear de una forma útil el nuevo capital. Cuando esta capacidad es excedida, el creci-miento económico deja de corres-ponder a mayores montos de capital empleado.” Pérez Alfonzo se volvió un crítico riguroso del despilfarro de los ingresos petroleros, por parte tanto de Pérez Jiménez como de los gobier-nos democráticos. Desde la caída de Pérez Jiménez, el gasto público anual aumentó ocho veces en valores cons-tantes en las tres décadas siguientes. Hacia el fin de su vida, denunciando el festival de desperdicio y corrupción generado por la bonanza petrolera de los años setenta, Pérez Alfonzo publi-có un libro llamado Hundiéndonos en el excremento del diablo. En su honor, recientemente apareció en internet un blog de la oposición llamado The Devil´s Excrement.

Después de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez en 1958, el progra-ma “sembrar el petróleo” fue expan-dido para efectuar grandes inversiones sociales en educación, salud y reforma agraria. Pero la expansión efectiva de la escuela primaria fue perjudicada por métodos anticuados de enseñan-za y por una tasa de deserción alta, mientras que la educación secundaria y la universitaria sufrieron paralizacio-nes en repetidas ocasiones durante la década pasada debido a convulsiones políticas. Un informe publicado por el Ministerio de Educación en 1968 señala que casi la mitad de los niños que entran a la escuela “desertan en el primero o en el segundo grado al en-contrarse en clases con 50 o más estu-diantes, con maestros que en muchos casos no tienen experiencia y con un alumnado problemático”.

La porosidad de estos programas sociales de desarrollo, y su perver-sión para adaptarlos a la estructura social preexistente, puede ser ilus-trada por la inversión en Venezue-la de más de $2.000 millones ($14 mil millones en dólares de 2006) en la reforma agraria en el período de 1960 a 1971. En una evaluación del programa en 1971, el director ante-rior del Instituto Agrario Nacional (IAN) relató que, de 162.000 par-celas de tierra supuestamente otor-gadas a campesinos “beneficiarios” durante los 12 años previos, apenas 95.320 todavía estaban ocupadas por los que de hecho trabajaban la tierra. De los campesinos res-tantes, 80% nunca había recibido los títulos de propiedad o estaban asentados ilegalmente en las tierras cedidas previamente a otros campe-sinos.

En una incisiva serie de artículos publicada en el periódico El Na-cional y llamada “La Cosecha del Fracaso”, el veterano reportero in-vestigativo Germán Carías trazó un panorama detallado de cómo la re-forma agraria había desperdiciado cuantiosas inversiones públicas. El costo total de la reforma para cada una de las 95.000 familias cam-pesinas que todavía ocupaban las parcelas de tierra de la reforma era en promedio más de $20.000 du-rante el período de 12 años, pero el programa no había alcanzado sus objetivos básicos de mejorarla productividad y el bienestar de la población campesina y de reducir la migración a las ciudades. Ape-nas 20% de estos campesinos reci-bía crédito con orientación técni-ca y, de acuerdo con Carías, varios de los 1.500 asentamientos habían sido abandonados, “llenos de casas muertas, con las parcelas cubiertas de hierba mala y con los típicos ce-menterios de materiales y maquina-ria”. En La Monta, el asentamiento de la reforma agraria en el Valle de Aragua donde los presidentes John Kennedy y Rómulo Betancourt en-

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tregaron los primeros títulos de pro-piedad a los campesinos en 1961, la mayoría de los “beneficiarios” abandonó sus parcelas cuando se descubrió dos años después que la tierra era altamente salina. Uno de los campesinos que permaneció le dijo a Carías: “Esta es una opera-ción sospechosa. Lo que se ve son negocios y comisiones por todos lados. Inclusive hubo incrementos inexplicados en los costos de cons-trucción de las casas de la reforma agraria, calculando originalmente en Bs.5,500 para después subir a Bs.20.000 por casa. También hubo negocios sospechosos en la cons-trucción de la iglesia.”

Los beneficios económicos de la reforma agraria fueron transferi-dos paulatinamente de los campe-sinos a los grandes terratenientes y a los funcionarios del IAN. Los terratenientes recibieron indemni-zaciones extravagantes por las ha-ciendas expropiadas, “permitiendo a los propietarios de tierras impro-ductivas y a sus abogados enrique-cerse con la reforma agraria”, relata Carías. También comentó “las des-caradas comisiones por las ventas y los bonos pagados por empresas proveedoras de insumos agrícolas a los técnicos del TAN que ven-den maquinaria y fertilizantes a las cooperativas de campesinos, inclu-sive con casos de funcionarios pú-blicos que ganaban comisiones de 10a 20 por ciento”. Carías escribe sobre Las Majaguas, el gran centro de la reforma agraria en el estado de Portuguesa, donde $100 millo-nes “fueron gastados para construir una represa y canales de irrigación - anuncios del gobierno lo llamaban ‘el más grande sistema de irrigación de América Latina’ - así como para la infraestructura del asentamien-to en sí. Hoy la mayor parte de los canales está tapada. Los campesinos están perdiendo sus cosechas y, pa-radójicamente, el ganado está mu-riendo con la sequía del verano por falta de agua. La inmensa represa es

cuidada por docenas de funciona-rios del IAN, pero los únicos que la usan son los deportistas de Caracas o Valencia que vienen de paseo el domingo y la utilizan para practicar el ski acuático”.

Bonanza y colapso políticoEl colapso de la infraestructura y

el resurgimiento de la marginalidad son los efectos más visibles del desper-dicio, la negligencia y la corrupción que florecieron en décadas recientes, deteriorando las perspectivas de pros-peridad sin límites, de una “Venezuela saudita” mantenida por los altos pre-cios del petróleo. De hecho, la primera administración del presidente Carlos Andrés Pérez (1974-1979) recaudó más ingresos que el total de todos los gobiernos desde 1917. Según Terry Lynn Karl de la Universidad de Stan-ford: “El boom expandió la jurisdic-ción del Estado y debilitó su ya frágil autoridad. Mientras el boom asignaba nuevos papeles y responsabilidades al Estado, minó cualquier eficacia que hubiera alcanzado previamente, así como la legitimidad de una demo-cracia pactada. Aunque no fue com-prendido en su tiempo, la respuesta al boom de 1973 puso en marcha la des-estabilización gradual del sistema po-lítico, que explotó con consecuencias desastrosas casi dos décadas después,

en 1992”, con la tentativa de golpe de Chávez contra la segunda administra-ción de Pérez (1989-1993), aceleran-do la disolución del sistema político de partidos. Después del colapso de los precios mundiales del petróleo y de la devaluación monetaria que con-mocionó al país, la Comisión Presi-dencial para la Reforma del Estado (COPRE) presentó su informe al pre-sidente Jaime Lusinchi en 1986, seña-lando la partidocracia como uno de los principales problemas de Venezuela. Por partidocracia se entiende gobierno por decisiones de partido muy centra-lizadas, impidiendo una competencia abierta, basada en reglas claras, por las candidaturas al Poder Legislativo y por nombramientos administrativos. Los partidos también presentaban sus listas de candidatos para disputar el control de organizaciones profesio-nales, cívicas y de clase, tales como asociaciones de ingenieros, abogados, médicos, contadores, profesores, em-pleados públicos y estudiantes, tanto de universidades como de preparato-rias, así como en sindicatos obreros y campesinos y hasta concursos de be-lleza. “Los partidos en Venezuela tie-nen una preocupación por el control de las organizaciones sociales que raya en la obsesión”, observó Michael Co-ppedge, un científico político.

En AD, que gobernó Venezuela

Una quebrada, Catia (Caracas), 2005 - Norman Gall.

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durante la mayor parte del período democrático más reciente hasta el im-peachment de Pérez en 1993, un Co-mité Ejecutivo Nacional (CEN) for-mado por 20030 miembros escogió a todos los candidatos al Congreso y a la mayoría de los consejos municipa-les, a partir de listas presentadas por organizaciones locales, haciéndolos dependientes de los favores del CEN. Los nombres de los candidatos no aparecían en las boletas, dando a los votantes la opción de escoger entre partidos, sin identidades individuales. Los vínculos entre los legisladores in-dividuales y los votantes eran muy te-nues. El presidente nombraba a todos los gobernadores estatales hasta que las reformas introdujeron la elección directa de los gobernadores en 1993.

La intensa vida interna de la parti-docracia separó a la clase política del resto de la población. Moisés Naim, ex-ministro de gabinete en Venezue-la que ahora edita la revista Foreign Policy en Washington, describió “una estructura predatoria de grupos vin-culados al estado que con el pasar del tiempo ha restringido enormemente su capacidad de formulación autóno-ma y de implementación de políticas públicas”. Karl describió la amplia insatisfacción en 1973 en vísperas del aumento repentino del precio del pe-tróleo que siguió a la Guerra de Yom Kippur en el Medio Oriente:

Los partidos estaban excesivamente centralizados y fuera de alcance; la re-presentación era inadecuada; y la pres-tación de cuentas no existía excepto en los períodos electorales. El Estado era ineficiente y plagado de favoritismos. La economía estaba severamente fue-ra de balance y sesgada a favor de los consumidores ricos, altamente concen-trada y caracterizada por el más alto coeficiente de importación, la más baja productividad y la más baja utilización de la capacidad industrial en el conti-nente. Las estadísticas de equidad eran abismales. Un cuarto de la población estaba desempleada o subempleada, mientras la mitad no tenía drenaje ni

agua corriente. El ingreso promedio del20 % más pobre era más bajo que en Colombia, Argentina, México o Brasil. En comparación con otros 55 países de ingreso medio incluidos en un ranking del Banco Mundial, aunque Venezuela aparecía en el quinto lugar en términos del PIB per capita, era el 17° país en expectativa de vida, el 220 en mortalidad infantil y el 40° en el nivel de calorías ingeridas por sus ha-bitantes. La intranquilidad en relación al futuro era común.

En este clima, el presidente Carlos Andrés Pérez generó grandes esperan-zas cuando llegó al poder en 1974, después de una victoria por una ma-yoría electoral masiva, justamente cuando comenzó la bonanza del pe-

tróleo. Prometió usar el dinero para crear la Gran Venezuela, nacionalizan-do la industria petrolera e invirtiendo en dos nuevas plantas para aumentar en siete veces la capacidad siderúrgi-ca y para cuadruplicar la capacidad hidroeléctrica con la ampliación de la enorme Represa del Guri. Otras inversiones ambiciosas fueron hechas en los sectores petroquímico, níquel, cemento, papel y celulosa, ensambla-je de pequeñas aeronaves y en la ex-plotación de un depósito de bauxita recién descubierto y en la producción de aluminio.

Como lo haría Chávez tres décadas después, Pérez expandió sus poderes para concentrar virtualmente todas las decisiones importantes en sus ma-nos, gobernando por decreto durante su primer año de mandato, con una

falta absoluta de debate sobre su es-trategia de desarrollo, e ignorando la amenaza de la inflación y la falta de mano de obra calificada para llevar a cabo todos los proyectos al mismo tiempo y a una velocidad desmedi-da. En 1978 Venezuela acumuló un enorme déficit en cuenta corriente (10% del PIB) en el ápice de la bo-nanza petrolera. Tanto Chávez como Pérez emascularon los poderes de supervisión del Banco Central y del Ministerio de Finanzas sobre el gas-to, generando caos en las finanzas públicas. Así el temor a la inflación se volvió una preocupación pública, tal como sucede ahora con Chávez con la entrada de una nueva ola de recursos petroleros al sistema finan-ciero. Tal como Pérez anteriormen-te, Chávez desvió ingresos petroleros fuera del presupuesto hacia un fondo especial de desarrollo bajo su control personal. Tanto Chávez como Pérez patrocinaron grandes expansiones de empresas estatales. Ambos decretaron cuantiosos incrementos en el núme-ro de empleados públicos y en los salarios de la economía venezolana. Pérez duplicó el número de empleos administrativos en el gobierno nacio-nal y triplicó el gasto con personal. En aquel entonces, así como ahora, la corrupción llegó ser un asunto de mayor importancia en la política.

El actual více-presidente José Vi-cente Rangel, principal operador político de Chávez, era un luchador contra la corrupción cuando, décadas antes, era vocero del movimiento de guerrilla comunista y candidato de izquierda a la presidencia. Ahora es blanco de acusaciones de corrupción. Rangel me dijo, a finales de 2005, que “la corrupción continúa a pesar de los cambios en el gobierno. La antigua corrupción se reproduce en la nueva corrupción. La corrupción es nuestro peor enemigo, después de Bush”. En 1978, conforme los escán-dalos aumentaban en la medida en que se aproximaban las nuevas elec-ciones, el presidente de Acción De-mocrática, Gonzalo Barrios, observó

“Los bancos cayeron como una casa de

cartas.”

Continúa en la página 16

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utilizando una excavadora, para encontrar los cuerpos de ocho de las doce personas que ocu-paban el rancho de dos cuartos de ladrillos huecos. Los cuer-pos de dos mujeres y seis ni-ños fueron encontrados entre las ruinas, con la televisión, el mobiliario y refrigerador, jun-to con otros artefactos ente-

rrados, como LPs, la cabeza de una muñeca, botellas de cer-veza, el cuaderno de compo-siciones de un niño y algunos cosméticos. Las dos mujeres eran Isabel Soteldo, 28 años de edad, madre de tres de los ni-ños muertos, que ganaba $22 por semana de siete días como cocinera en un restaurante, y Sofía Soteldo, 21 años, que ha-cía la limpieza en el edificio de la Asociación de Maestros en el centro de Caracas.

Uno de los tres sobrevi-

Esta es una historia anti-gua. La cuento ahora porque me emocionó mucho y porque ilustra la persistente marginali-dad en la que viven la mayoría de los venezolanos. A las 3:20 a.m. del 28 de septiembre de 1969, ocho miembros de la fa-milia Soteldo-Sequera, bene-ficiarios de la reforma agraria que habían emigrado a Caracas, fueron en-terrados vivos por un derrumbe en el barrio Presidente Isaías Me-dina Angarita, nom-bre del general de-puesto por el golpe de 1945 liderado por Pérez Jiménez y el partido Acción Demo-crática.

El sitio del Barrio Medina Angarita era un depósito de ba-sura a cielo abierto, primero para basura común y después para la tierra excava-da durante la construcción de los superbloques 23 de Enero. El rancho donde la mayor parte de la familia Soteldo-Sequera fue enterrada bajo toneladas de tierra estaba a la orilla del Barrio Medina Angarita, don-de inmigrantes recién llegados del campo plantaron conucos de maíz y frijoles en los cerros cercanos a los ranchos. Bom-beros y soldados tuvieron que excavar tres días y tres noches,

vientes del derrumbe fue Flor Maria Soteldo, 52 años, una campesina de cabellos grisá-ceos y complexión mestiza, madre de tres de las víctimas y abuela de las otras cinco. Hasta la noche del derrumbe, la historia de la familia Sotel-do Sequera era similar a la de mucha gente del campo

que migraban a Ca-racas. Estaba entre las 160,000 familias campesinas “bene-ficiadas” por la re-forma agraria, tres quintos de las cua-les abandonaron sus parcelas de tierra debido a un apoyo financiero y técnico inadecuado y a la se-ducción de las ciuda-des.

Flor Soteldo me contó esta historia:

Después de que Sequero, mi primer marido, murió, fui a vivir con Julián Sánchez. Hace diez años él nos tra-jo de Yaracuy al estado de Portuguesa, en los llanos, porque oyó que la reforma agraria estaba dando tierras ahí. Plantamos arroz y maíz en Portuguesa, pero nuestra cosechase inundó. Termina-mos debiendo casi $1,000 al Banco Agrícola por présta-mos. Entonces abandonamos

Avalancha: una mirada al pasado

Barrio Medina Angarita, Caracas, 1969 - Norman Gall

BRAUDEL PAPERS 15

chino.’ El cochino gritó toda la noche. Yo estuve despier-ta hasta muy tarde. Israel, mi hijo de 15 años, se había ido a ver una pelea y aún no había regresado. Israel final-mente llegó a las 12:30 a.m. Entonces salí y fui al grifo pú-blico atrás de la escalera de cemento al lado de los ran-chos. Llené nuestras latas de gasolina de agua para el día siguiente. Regresé a la casa y me desvestí para meterme a la cama. Poco después, cuan-do mis hijas habían apagado la luz, oí que el cochino es-taba gritando de nuevo, esta vez desesperadamente, como si quisiera escapar del corral, mientras oímos un ruido en la colina. Algo extraño está sucediendo, Sofia, le dije a mi hija. Sofia prendió la luz y fue a la ventana. ‘¡Mamá, por Dios, la colina se está cayen-do sobre nuestras cabezas! , gritó. Corrimos hacia afuera, intentando escapar. Entonces Isabel gritó: ‘¡Tenemos que salvar a los niños! Sofia me pasó a Ana Irene, su hija, y regresó al rancho para bus-car a los otros niños. José, mi hijo de 13 años, me siguió a la puerta. Después sentí que el cerro se venía abajo de una vez. Comencé a correr, a medio vestir y sin zapatos y con la niñita en mis brazos. Me caí y me torcí una pierna, apenas puedo caminar. Seguí corriendo, cargando a la niñi-ta, sabiendo que mi hijo José estaba escapando a mi lado.

nuestro pedazo de tierra. Mis dos hijas ya se habían ido a Caracas a trabajar como em-pleadas domésticas. Sofía se fue a vivir con un taxista lla-mado Gilberto Acosta y tuvo dos hijos con él. Pero hace dos años un policia de trán-sito, que intentaba asaltar a uno de sus pasajeros lo mató. Después de la muerte de Gil-berto, Sofía fue a trabajar como empleada de limpieza. Mandó por mí, para venir a vivir a Caracas y cuidar a sus hijos. Isabel, mi otra hija, se había ido a vivir con un hom-bre con quien tuvo tres hijos. Cuando este hombre la aban-donó, ella y sus hijos vinieron a vivir con nosotros también. Mis dos hijas aprendieron a leer en la escuela nocturna cuando llegaron a Caracas. Cuando murieron, Sofía esta-ba en cuarto año e Isabel en tercero.

Vivimos en ese rancho tres años. Mi esposo, Julián Sánchez, no estaba en casa aquella noche. Había encon-trado trabajo como guachi-mán [vigía] y estaba traba-jando esa noche. Así, sólo estábamos 11 en el rancho. Notamos al anochecer que el cochino que teníamos en el patio estaba muy inquie-to. Cuando fui a la ventana para ver qué estaba pasan-do vi que el pasto se estaba moviendo. Se lo dije a mis hijas, y Sofia respondió: ‘De-bemos tener cuidado. Pueden ser ladrones acechando al co-

No me di cuenta de lo que había sucedido hasta después de varios minutos, cuando me senté en la escalera entre los ranchos, escondiendo la cabe-za en mi camisón, mientras la gente a mi alrededor gritaba.

En el lugar donde la fami-lia Soteldo-Sequera fue en-terrada viva en el Barrio Me-dina Angarita hubo una cruz durante dos años. Después, al inicio de 1972, quitaron la cruz y construyeron un ran-cho en su lugar. El rancho fue construido en una pendien-te de 45 grados. Sus pare-des fueron hechas de restos de madera y lata corrugada con hoyos tapados por peda-zos de papel. Adentro había una mesa hecha de cajas de madera y una silla de plásti-co rota sobre el piso de tie-rra. La electricidad y el agua entubada fueron instaladas seis meses antes. “Somos del Oriente, de Cantaura, en el estado de Anzoátegui, donde plantábamos maíz en nuestro propio conuco,” dijo la joven que estaba viviendo donde estaba la cruz. “Ya no hay nada en Anzoátegui: ni traba-jo; ni nada. Vinimos a Cara-cas hace nueve meses y vivi-mos por dos semanas con un primo. Construimos nuestro rancho aquí porque nos can-samos de buscar un lugar. Sa-bemos que aquí es peligroso y que algunas personas han muerto. Tal vez el gobierno nos dé una buena casa.”

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con ironía: “En Venezuela, los servi-dores públicos roban porque no tie-nen razones para no robar”.

“Dónde están los reales?” era el gri-to de la oposición en las elecciones de 1978, en las cuales AD perdió tanto la presidencia como su mayoría en el Congreso. Ahí vino el crash. Entre 1981 y 1986, los ingresos petroleros de Venezuela cayeron cerca de 60%. En 1983 una fuerte devaluación mo-netaria, conocida como Viernes Ne-gro, provocó pánico. Para entonces el sistema bancario venezolano cami-naba hacia el colapso. Los problemas ganaron ímpetu durante la década de 90. Quebraron 58 bancos, cayen-do en manos del gobierno, así como cientos de compañías fuera del sector financiero vinculadas a esas institucio-nes. Para 1995 el costo acumulado de los rescates llegó a 11% del PIB, dedi-cados principalmente a la recapitaliza-ción de los bancos quebrados.

Ruth de Kirov, president del Banco Central en aquella época, escribió más tarde que los bancos cayeron “como una casa de naipes” construida a partir de fraudes y robos, producto de una cultura de negocios que formó par-te de la cultura política, una especie de oligarquía político-financiera. El sector bancario estaba altamente con-centrado, con 63% de los depósitos en siete bancos. Los rescates ya eran endémicos en el sistema financiero. Entre 1961 y 1963, en otra época de caída de los precios del petróleo, el gobierno gastó sumas equivalentes a 28% del PIB para salvar los bancos. Los rescates financieros se repetie-ron en 1978, entre 1981 y 1983 y de nuevo en 1985. “Los bancos lucraron al recibir depósitos del gobierno, al pagar bajas tasas de interés, si es que pagaban intereses, y después al pres-tarle ese mismo dinero al gobierno y a sus empresas, agencias autónomas, proveedores y contratistas”, escribió Krivoy. “Por su parte, el gobierno dependía de los bancos para obtener préstamos rápidos y no tenía ningún incentivo para endurecer la regula-ción bancaria.” Cuando el Banco de

Comercio, custodio de cuantiosos depósitos por parte de 36 agencias estatales, quebró en 1985, los audi-tores descubrieron que 70% de sus préstamos no saldados favorecieron a unas 300 empresas controladas por los propietarios del banco. Empleados públicos que otorgaban fondos del gobierno a bancos privilegiados eran sobornados con 2% a 5% de los mon-tos depositados.

La fragilidad de la partidocracia venezolana quedó clara después del Caracazo, el levantamiento contra el plan de austeridad impuesto por el presidente Carlos Andrés Pérez poco después de asumir la presidencia por segunda vez en febrero de 1989. El gobierno comenzó a pedir préstamos voluminosos durante el boom petrole-ro de los años setenta, una extravagan-cia que se está repitiendo actualmente con la “Revolución Bolivariana”, a pe-sar de que Chávez le está entregando petróleo y dinero a sus aliados poten-ciales. El gobierno continuó solicitan-do préstamos a pesar de que las expor-taciones petroleras perdieron casi dos tercios de su valor real entre 1980 y 1986. En las dos décadas que siguie-ron a 1977, el valor en dólares del gas-to público más el servicio de la deuda fue mayor que los ingresos petroleros. Mientras Venezuela consumía más y más importaciones, el caos reinaba en los puertos, los aeropuertos y en el sis-tema interno de transportes. Grandes proyectos como las plantas de carbón y acero de Zulia, la expansión de la represa del Guri y la construcción del metro de Caracas fueron paralizados. Entre 1978 y 1988, la deuda extranje-ra se cuadruplicó, llegando a $33 mil millones. Las finanzas públicas eran tan confusas que el gobierno no sabía cuánto debía ni a quién.

Después que su partido perdiera las elecciones de 1978, el comité de ética de AD acusó a Pérez de corrupción, tratando de expulsarlo del partido. Sin embargo, retomó el control de AD a finales de los años ochenta. Pé-rez juró como presidente para un se-gundo mandato en 1989, después de

prometer, en su campaña electoral, el regreso a los buenos tiempos. Pero se encontró una economía en estado de colapso. La inflación había explotado, rompiendo la tentativa de control de precios al dar origen al mercado ne-gro, a una crisis de escasez y al racio-namiento. El Banco Mundial estimó que para 1987 la fuga de capitales de Venezuela superaba a la deuda públi-ca en 40%. Después, los venezolanos mandaron aún más dinero al exte-rior. Los salarios reales cayeron a los niveles de 1973. El número de hoga-res viviendo en la pobreza creció diez veces en relación a 1981. En medio de esta crisis Pérez anunció repenti-namente El Gran Viraje, un paquete de medidas de austeridad y de merca-do bautizadas como el paquetazo que incluían negociaciones con el Fon-do Monetario Internacional, fin del control de precios y de la protección contra las importaciones, aumento de las tasas de interés y de los precios de los servicios, abolición de las tasas de cambio preferenciales así como de la corrupta agencia de cambio. Lo más delicado de todo, aumentó en 100% de los precios subsidiados de la gasoli-na, que se hallaban entre los más bajos del mundo.

Paquetazo y CaracazoEl paquetazo rápidamente pro-

vocó el Caracazo del 27 y 28 de febrero de 1989. El aumento en 100% de los precios de la gasolina llevó a los dueños de autobuses y camionetas a duplicar sus precios, violando el control de precios y empobreciendo aún más a millo-nes de personas que dependían del transporte público. Por todo el país surgieron protestas espontáneas, provocando tumultos y saqueos en masa, desde tiendas de abarrotes hasta lujosos centros comerciales. Más de mil tiendas fueron incen-diadas y saqueadas solamente en Caracas. El gobierno recuperó el control sólo después de suspender la garantías constitucionales, decre-tando el estado de sitio y arrestan-

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do a miles de personas. Las tropas ocuparon las calles y mataron a por lo menos 400 personas. Fue descu-bierta una fosa común con 68 per-sonas enterradas secretamente en bolsas de basura de plástico, lo que generó la sospecha de que más de 400 habrían muerto.

Al extenderse por cinco días, fue la revuelta contra medidas de aus-teridad más grande y más violenta-mente reprimida en la historia de América Latina. El Caracazo creó las condiciones para la fallida re-vuelta militar de febrero de 1992, que le daría fama al teniente-coro-nel Hugo Chávez.

A lo largo de los años noventa, Venezuela se balanceaba entre una crisis y otra. En agosto de 1992, fueron decretadas otras medidas de estabilización: despido de mu-chos funcionarios públicos, con-gelamiento de los salarios de los demás, privatización de empresas estatales y creación de nuevos im-puestos. Tres meses después, el 27 de noviembre de 1992, otra revuel-ta militar intentó expulsar a Pérez, esta vez involucrando a miembros del alto mando, muchas más tro-pas y muchas más víctimas. Nue-vos cargos de corrupción surgieron contra Pérez y su amante. Seis me-ses después, en mayo de 1993, la Corte Suprema acusó a Pérez por supuestamente desviar $17 millo-nes, usando fondos presidencia-les secretos para pagarle servicios de seguridad a Violeta Chamorro, viuda de un editor periodístico asesinado en su campaña para las elecciones presidenciales contra los sandinistas de Nicaragua. El Sena-do lo declaró culpado de las acusa-ciones, removiéndolo del cargo.

En 1994 la crisis bancaria, en gestación hacía muchos años, al-canzó su clímax con la quiebra del Banco Latino, que pertenecía a Pe-dro Tinoco, amigo de Pérez y de otros presidentes, de que los había sido ministro de finanzas y presi-dente del Banco Central. Para ese

entonces, el sistema de dos par-tidos que gobernaba Venezuela desde 1958 estaba en proceso de disolución. En 1993 Rafael Cal-dera, vanidoso y omnisciente ex-presidente (1969- 74), abandonó el partido socialcristiano COPEI, que había fundado medio siglo antes, para ser una vez más candi-dato a la presidencia, con 78 años de edad, atacando los esfuerzos de estabilización de Pérez y venciendo a Andrés Velázquez de la Causa R - un grupo de disidentes del Par-tido Comunista - por un pequeño margen. Meses después, en pro de

la “pacificación”, Caldera liberó a Chávez de la prisión, donde había estado desde la revuelta de febrero de 1992, permitiéndole seguir su carrera política. En 1996, mientras la inflación llegó a 103%, Caldera anunció su propio plan de estabi-lización, guiado por los principios del FMI. Después de instar a la abstención masiva, Chávez ganó la presidencia en diciembre de 1998 con 56% de los votos como can-didato de la coalición de izquierda Polo Patriótico, prometiendo lu-char contra la corrupción y convo-car a una Asamblea Constituyente para “volver a fundar la república”.

Siete elecciones y plebiscitos fue-ron organizados en tres años, con altos niveles de abstencionismo, llegando a 76% de los votantes en diciembre de 2000. En medio de la gran indiferencia de un electo-rado cansado, Venezuela recibió una “Constitución Bolivariana”. Chávez astutamente manipuló el proceso para concentrar casi todos los niveles de poder en sus manos. Luego, la economía petrolera de Venezuela comenzó a desmoronar-se, aún cuando los precios mundia-les del petróleo despuntaban.

Hugo Chávez se volvió un pre-sidente excepcionalmente poderoso en el vacío político creado por el empobrecimiento masivo y por el proceso de decadencia y descrédi-to de los grandes partidos. Chávez puede ser un personaje arcaico y exótico, pero hasta ahora aquellos que lo subestimaron han perdido. Muchos han tratado de analizar las complejidades de su personalidad desfachatada, gregaria, seductora, workaholic, sin darle la atención necesaria a su perspicacia y a su te-nacidad.

Elizabeth Burgos lo describió como “artefacto genuino del ba-rroco caribeño”, que recuerda a los dictadores del pasado, con camu-flaje de “su vacuidad ideológica, disimulada detrás de su teatrali-dad mediática que siembra alarma entre sus opositores y que los lleva a actuar en el terreno lo que él les traza, impidiéndoles forjar una es-trategia propia”.

“La llegada al poder de Chávez fue el marco de la remoción de la elite política que gobernó Venezue-la durante medio siglo,” dijo Teo-doro Petkoff, un líder de la guerri-lla comunista de los años sesenta que asumió el cargo de ministro de planificación en los años noventa y es ahora el estratega del principal candidato de oposición en la elec-ción presidencial prevista para el 3 de diciembre, Manuel Rosales, go-bernador de Zulia, el principal es-

Reuters.

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tado productor de petróleo. “Con Chávez entramos a una nueva fase de nuestra historia, aunque creo que no estuvo a la altura del desa-fío que se le presentó. Llenó un va-cío creado en Venezuela. Tal vez su principal logro es haber colocado el desastre social de Venezuela en el centro de las atenciones. Para-dójicamente, también es su mayor derrota porque no supo como so-breponerse a este desastre. Su retó-rica le permitió mantener un lazo con los pobres, a quienes les dio un sentido de identidad, que man-tiene vivo este lazo. Los verdaderos temas centrales de la elección son: la terrible expansión del crimen, el fracaso de la política habitacional, el fracaso de la lucha contra la po-breza, así como el carácter autocrá-tico de este gobierno.”

Junto con otros observadores de la política venezolana, Petkoff advierte contra el riesgo de subes-

timar a Chávez. Él provoca y po-lariza con sus palabras y acciones. Pero también es capaz de replegar-se tácticamente. Así hizo cuando se rindió en el levantamiento mi-litar que fracasó en 1992. Así hizo en la revuelta popular de abril de 2002, que lo separó del poder por dos días, cuando los jefes del ejér-cito rechazaron su orden de dispa-rar a los manifestantes. “Chávez no es el Che Guevara ni Salvador Allende”, observa Petkoff. “No es un hombre que se inmole a sí mismo en nombre de la historia. El diría que mientras hay vida hay esperanza. Estaba en lo correcto al rendirse en 1992, pero sus ca-maradas lo tacharon de cobarde y lo culparon por la derrota. Hoy en día todo el poder está sus ma-nos. Es desconfiado. No consulta a muchas personas. Chávez nombra y depone a los ministros de su ga-binete en su programa semanal de

televisión. No tiene tiempo para los mediocres líderes del partido que creó, el Movimiento Quinta República (MVR). El miedo y la adulación rodean al ‘Yo Supremo’. La virtual inexistencia de cualquier control institucional sobre sus po-deres da lugar al grado máximo de incompetencia en el ejercicio de las funciones públicas, desde la co-rrupción sin control hasta la arbi-trariedad rampante en la adminis-tración pública.”

Hasta ahora, Chávez ha cuidado de la formalidades democráticas, ya que Venezuela fue la república latinoamericana que más apoyaba el régimen democrático según las encuestas conducidas durante la década pasada por Latinobaróme-tro, una agencia chilena de encues-tas. Chávez usó la “táctica del sa-lami”, una rebanada por vez, para reducir el poder de sus enemigos. La oposición no tiene un progra-

Bolívar en el Carnaval de Rio de Janeiro, 2006 - Agência Estado.

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ma alternativo ni tampoco contac-to con los pobres que son la base política de Chávez. Los activistas de la oposición se comunican entre ellos escribiendo y leyendo cartas en cadena y blogs en la internet, algunos histéricos y otros más so-fisticados. Frente a la amenaza de otra ola de abstención masiva en la elección presidencial prevista para el 3 de diciembre, Chávez ya avisó que convocaría a un plebiscito que le permitiría quedarse en la presi-dencia hasta 2031.

Chávez y Bolívar¿Qué es la “Revolución Boli-

variana”? ¿Es una revolución o un representación del pasado? ¿Y qué de Bolívar? Simón Bolívar (1783-1830) fue un aristócrata culto na-cido en Caracas que viajaba por Europa y Estados Unidos cuando joven, en los tiempos de las revo-luciones francesa y napoleónica. Imbuido de los ideales de liber-tad y justicia social de los filósofos ilustrados del Siglo XVIII, lleva-ba consigo tratados de Rousseau y Montesquieu mientras comandaba ejércitos andrajosos para liberar a las actuales repúblicas andinas del dominio colonial español. Era un líder brillante, un táctico astuto y duro, elocuente en sus discursos y en sus escritos, con enorme energía y persistencia en la conducción de sus ejércitos sobre terrenos acci-dentados desde la costa del Caribe para ganar la independencia de los países que hoy son las repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecua-dor, Perú y Bolivia. Bolívar sería vencido, en última instancia, por las élites locales. Uno de los libros favoritos de Chávez es El General en su laberinto de Gabriel García Márquez, que cuenta de la lenta y melancólica jornada de Bolívar por el valle del río Magdalena en 1830, después de su derrota polí-tica, para morir de tuberculosis en Santa Marta, en la costa atlántica de Colombia. García Márquez cita

las famosas últimas palabras del Libertador: “La América es ingo-bernable para nosotros. El que sir-ve una revolución ara en el mar.... Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos los colores y razas”. Hoy Chávez y muchos de sus seguidores están tratando de probar que Bolívar tenía razón.

En un estudio clásico, El culto a Bolívar (1969), el historiador Ger-mán Carrera Damas describió el culto a Bolívar como “una segun-da religión” para los venezolanos, “fórmula mágica para explicarlo todo: el fracaso de los ‘libertadores’ a la hora de construir la nueva so-ciedad prometida; la libertad con sordina cuando no pura y simple-mente trocada en mal disimulada dictadura; los vicios, la torpeza, la ineficacia, la ceguedad y demás atributos de una o otra adminis-tración... Así se forjó una palanca eficiente para activar la ideología popular, de acuerdo con propósitos e intereses la mayoría de las veces anti-populares: el culto a Bolívar al servicio de las fuerzas dominantes de la sociedad venezolana”.

El culto a Bolívar engloba varios aspectos del cotidiano venezola-no. Casi todos los pueblos tienen una Plaza Bolívar. Chávez cam-bió el nombre del país para Re-pública Bolivariana de Venezuela, con su Constitución Bolivariana creada por la Revolución Boliva-riana. El bolívar es la unidad mo-netaria, cotizada oficialmente a US$1=Bs.2.150. Al mismo tiem-po en que la oferta monetaria y el gasto gubernamental aumentan descontroladamente, el gobierno prepara una reforma monetaria, por la cual se retirarán tres ceros ala moneda y se le renombrará bo-livariano. China está construyen-do un satélite de comunicaciones para Venezuela que, por supuesto, será llamado Bolívar. “Una de las principales tareas de los embaja-

dores venezolanos en el exterior es dedicar estatuas de Bolívar en otros países”, dijo un diplomático veterano. Circulan historias de que Chávez era tan devoto de Bolívar que dejaba una silla vacía en algu-nas reuniones, diciendo que el es-píritu del Libertador se sentaría ahí para guiar las deliberaciones.

Chávez se ve a sí mismo como el líder del culto a Bolívar, invo-cando la resurrección del Liber-tador, prometiendo acabar con la corrupción y democratizar el uso de los recursos petroleros, promo-viendo el sueño de un país sin gen-te pobre. Su dedicación produjo algunos gestos exóticos, como la presentación de una réplica de la espada de Bolívar como un regalo ceremonial a Robert Mugabe, dic-tador de Zimbabwe, en una visita de estado a Caracas. Para promover el prestigio internacional del Liber-tador, Chávez ordenó que PDVSA gastara alrededor de $450.000 para pagar un conjunto de carros alegó-ricos que ganó el premio en el des-file de carnaval en Río de Janeiro, llevando una efigie de 12 metros de altura de Bolívar en un enorme carro. La prensa venezolana repor-tó que 500 seguidores de Chávez viajaron a Río, a expensas del go-bierno, para ver el carnaval de Río. El periódico O Estado de S. Paulo observa en sus páginas editoriales:

Aquellos que se encontraban en el palco comprado por el gobierno ve-nezolano y el pueblo venezolano no hicieron menos que impresionarse al ver el inmenso muñeco de Simón Bolívar, con 12 metros de altura, lle-vando un corazón con luces rojas re-lampagueando en su mano derecha. Miles de “militantes “de la Unidos de Vila Isabel levantaron con eufo-ria banderas venezolanas, aunque muchos de ellos, entrevistados para la televisión, mostraran que no tenían la menor idea del lenguaje, el país o la identidad del muñeco gigante ves-tido de militar que era transportado

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en uno de los carros alegóricos de la escuela de samba. Sólo sabían que el coronel Chávez le había dado mucho dinero a la escuela para organizar el hermoso desfile.

Dictadores venezolanos anterio-res - Antonio Guzmán Blanco en las décadas de 1870 y 1880, Gó-mez y Pérez Jiménez - creían ser la encarnación del espíritu de Bolívar. Chávez no fue tan lejos como para reivindicar ser la reencarnación de Bolívar, pero ha señalado una cier-ta semejanza, afirmando que los dos eran zambos. “Bolívar no era blanco”, anunció Chávez después del triunfo de la Vila Isabel en el carnaval de Río. “Bolívar nació en-tre los negros, era más negro que blanco. No tenía ojos verdes. Bo-lívar era zambo.” A diferencia de Chávez, Bolívar era admirador de Estados Unidos, pero en otros as-

pectos sus objetivos geopolíticos son básicamente los mismos. Al final de su excelente biografía de Bolívar, John Lynch apunta:

El culto tradicional a Bolívar ha sido usado como una ideología con-veniente por los dictadores milita-res, culminando en los regímenes de Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras. Ellos habían respetado más o menos el pensamiento bási-co del Libertador, aún cuando mal interpretaron su significado. Pero la nueva herejía, lejos de mantener la continuidad con las ideas consti-tucionales de Bolívar, como se afir-maba, inventó un nuevo atributo, el Bolívar populista, y en el caso de Cuba le dio una nueva identidad, el Bolívar socialista. Explotando la tendencia autoritaria, que cierta-mente existía en el pensamiento y en las acciones de Bolívar, regímenes

en Cuba y Venezuela reivindican al Libertador como patrono de sus po-líticas, distorsionando sus ideas en el proceso. Entonces el Bolívar de la libertad y la igualdad fue apropiado por un régimen marxista, que no tie-ne en muy alta estima a la libertad ni a la igualdad pero que necesita un substituto para el fracasado modelo soviético. Y en Venezuela un régimen populista del siglo XXI, buscando le-gitimidad política, es atraído hacia Bolívar como hacia un imán, otra víctima del embrujo. ¿Quién puede decir que será el último?

¡Pobre Bolívar!

El autor agradece la assistencia de investigación de Jimmy Brandon Ne-ves de Ávila.

Traducción: Alejandra Meraz Velasco.

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