patiño, roxana- los intelectuales

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  • CURSO DE PS-GRADUAOEM LITERATURAS ESPANHOLA E HISPANO-AMERICANA

    UNIVERSIDADE DE SO PAULO

    CUADERNOS DER E C I E N V E N I D O

    Roxana Patio

    Intelectuales en transicin.Las revistas culturales argentinas (1981-1987)

  • CUADERNOS DE RECIENVENIDO/4

    Publicao do Curso de Ps-Graduao

    em Literaturas Espanhola e Hispano-Americana

    Editor: Jorge Schwartz

    Assistente Editorial: Gnese Andrade

    Universidade de So Paulo

    Faculdade de Filosofia, Letras e Cincias Humanas

    Departamento de Letras Modernas

    S562Patio, Roxana

    Intelectuales en transicin: las revistasculturales argentinas (1981-1987)/ RoxanaPatio. So Paulo: Depto. de Letras Modernas/FFLCH/USP, 1997. (Cuadernos de Recien-venido, 4).

    1. Literatura Hispano-Americana 2. Ensaioargentino 3. Revistas culturais 4. Cultura ePoltica I. Ttulo II. Srie.

    ISSN: 1413-8255CDD (20.ed.) 869.99304

    Catalogao: SBD/ FFLCH

    Copyright 1997 da autora. Direitos de publicao da Universidade de So Paulo.junho/ 1997

  • NOTA EDITORIAL

    ps sete anos de pesquisa e docncia na Universidade de Maryland,College Park, Roxana Patio volta em carter definitivo para Crdoba,

    Argentina, fazendo uma espcie de parada tcnica na USP para ministrarum curso de ps-graduao sobre revistas culturais latino-americanas dosculo XX. Sua presena empreendedora significa o enriquecimento de umade nossas linhas de pesquisa mais relevantes, dedicada justamente anlisedesse veculo cultural. Neste sentido, encontram-se j em andamento trabalhossobre colees especficas como a revista cubana Orgenes, outros que visama desenhar um perfil comparatista Argentina/Brasil (Punto de Vista e NovosEstudos Cebrap). Tambm estamos recuperando do esquecimento a raraRevista Americana, primeira publicao brasileira de carter integrativo latino-americanista das primeiras dcadas do sculo. J contamos com um trabalhoacabado sobre revistas peruanas de vanguarda e proximamente daremosincio a uma pesquisa sobre a fundamental Revista de Avance cubana.Acreditamos que o livro hoje no prelo sobre revistas culturais argentinas dadcada de oitenta, de autoria de Roxana Patio, e do qual este texto que hojeapresentamos uma antecipao, passar a significar uma referncia decisivapara quantos se interessem pelo gnero.

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    Intelectuales en transicin. Las revistas culturalesargentinas (1981 - 1987)

    principios de los aos ochenta comienzan a perfilarse en Argentina lascondiciones hacia una apertura democrtica desde el inicio de la

    dictadura militar en marzo de 1976. El fracaso del plan econmico de corteliberal con el consecuente deterioro y descontento social rompe elconsenso inicial que las fuerzas econmicas tenan con el rgimen; elresquebrajamiento dentro de las propias Fuerzas Armadas se hace evidenteen el abrupto recambio presidencial del Gral. Viola por el Gral. Galtieri endiciembre de 1981; la creciente presin de distintos movimientos sociales,particularmente el de Derechos Humanos, canaliz las operaciones polticasque estaban obturadas en su escenario especfico. Pero fue el colapsoproducido por la derrota de la guerra de Malvinas en junio de 1982 el quefuncion como detonante de la apertura de un perodo de transicin haciala democracia que acabar con siete aos de dictadura militar. Desde elpunto de vista formal, dicho perodo culminara en diciembre de 1983 conla asuncin del gobierno democrtico de Ral Alfonsn abriendo un procesode consolidacin democrtica; sin embargo, dado las particularidades delcaso argentino, no resultara arbitrario tomar el concepto de transicin enun sentido ms amplio ya que los problemas propios de toda transicin semanifiestan en toda su complejidad recin a partir de 1983.1

    Se trata no slo de un campo poltico en transicin. El entramado socialcompleto debe pasar en esos aos por un proceso de transformacin de una

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    1 Sobre las transiciones democrticas, vase: Guillermo O Donnell, Phillippe Schmitter y Laurence Whitehead(Comps.), Transiciones desde un gobierno autoritario, 4 vols., Buenos Aires, Paids, 1988. Para el caso argentino,vase: Jos Nun y Juan Carlos Portantiero (Comps.), Ensayos sobre la transicin democrtica argentina,Buenos Aires, Puntosur, 1987; Oscar Oszlak (Comp.), Proceso, crisis y transicin democrtica, BuenosAires, CEAL, 1984; Alain Rouqui y Jorge Schvarzer, Cmo renacen las democracias?, Buenos Aires, 1985.

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    fuerte matriz autoritaria cuyo origen no data de la ltima dictadura militarsino que se remonta al menos a la primera ruptura del orden constitucionalen 1930, y que tiene en los siguientes cincuenta aos sucesivas modulacionesy reforzamientos. Esta matriz es la base de conformacin de una cultura polticaautoritaria que posee, a principios de los ochenta, una doble fuente deinterpelacin: por un lado los regmenes militares y, por el otro, configuracionespoltico-culturales provenientes tanto de sectores del peronismo como de laizquierda. En el mbito de la vida social, la democratizacin abre una instanciade cambio hacia una nueva cultura poltica que debe, al tiempo que reconstruiruna esfera pblica obturada por aos de censura y represin, luchar por laerradicacin de los patrones autoritarios internalizados hasta en losmicrocontextos de la vida cotidiana.2

    La profunda reforma de las relaciones entre cultura y poltica que seproduce por esos aos forma parte de este mismo proceso. Luego de una largahegemona de la cultura poltica de izquierda en el campo intelectual quearranca a mediados de los cincuenta y se prolonga hasta principios de losochenta , se plantea un conjunto de cuestionamientos a sus contenidos queprovienen del mismo sector de la izquierda. El nuevo escenario no es ya unespacio hegemonizado por el autoritarismo pero, al mismo tiempo, tampoco esun espacio frente al cual los intelectuales que provenan del peronismo y laizquierda pudieran seguir desplegando, sin una reflexin crtica previa, el mismofundamento revolucionario que haba legitimado las prcticas culturales durantelos sesenta y setenta.3 La configuracin de una nueva cultura polticademocratizante replantea entonces las relaciones entre el intelectual y la polticaal tiempo que redefine sus funciones. La recolocacin de estos intelectuales ylos escritores respecto de una nueva cultura poltica democrtica ser uno delos principales ejes del cambio cultural del momento, ya que la reestructuracintotal o parcial de sus tradiciones ideolgico-polticas genera una crisis de losparadigmas esttico-culturales hegemnicos y una redefinicin de la idea decultura, de sus relaciones con la poltica, del lugar y la funcin del intelectual.Dedicaremos este estudio a analizar los debates y posiciones en torno a laredefinicin de la identidad y funcin intelectual a travs de un recorrido poralgunas de las revistas culturales del perodo.

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    2 Guillermo O Donnell, Democracia en Argentina: micro y macro, en Oszlak, op. cit., pp. 13-30.3 Sobre las relaciones entre cultura y poltica en ese perodo, vase: Oscar Tern, Nuestros aos sesentas,

    Buenos Aires, Puntosur, 1991; Silvia Silgal, Intelectuales y poder en la dcada del sesenta, Buenos Aires,Puntosur, 1991.

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    El periodismo cultural y literario ofrece una inmejorable posibilidad devisualizar ese lugar (ideolgico, esttico) que ocuparon los escritores y artistasargentinos en el momento mismo de la redefinicin de su identidad. Se entronca,por otra parte, con una rica tradicin de la cultura argentina que expuso susprincipales ncleos de debate en revistas y suplementos literarios. De all lafuerte configuracin que dispone a los escritores en torno a los circuitos sibien restringidos que las revistas disean ntidamente en el campo,concentrndose alrededor de ideologas culturales y estticas fuertementeexcluyentes desde las cuales se definen posiciones, se entablan polmicas o seinterviene en debates.

    En el marco general de la crisis del marxismo y de la revalorizacin delos regmenes democrticos (especialmente en Amrica Latina), esta recolocacinse efecta en los principales sectores intelectuales de la izquierda y del peronismo de los ms combativos a los ms moderados a lo largo de los ochenta, sibien no en el mismo momento: de all las polmicas, de all tambin losdesplazamientos. Los debates que en la izquierda empiezan a fines de los setentaen el exilio, se instalan en Argentina en plena transicin y se concretan enforma sustancial durante el perodo posterior, entre 1984 y 1987. Por otraparte, si bien algunos intelectuales aislados y no orgnicos reflexionabansobre el tema, en el peronismo este proceso permanece paralizado en lostrminos en los que los dejan las consignas del 73 ao del inicio del tercergobierno peronista que cae con el golpe de estado del 76 , debindose esperarhasta la crisis del Justicialismo (con la derrota de 1983) y el inicio de larenovacin peronista para que esta problemtica entre en la reflexin de susintelectuales. La densidad de esta problemtica disminuye en otros gruposintelectuales y literarios ms vinculados a las vanguardias estticas y tieneregistros de superficie en la zona del campo vinculada a la tradicin liberal.

    Dentro de esta heterognea densidad puede afirmarse, sin embargo, quelos escritores que se plantearon cmo reconstruir la cultura argentina debieronpensarla articuladamente con la produccin de una nueva cultura poltica.Asimismo, pensar el lugar de la cultura en la particular conformacin de laesfera pblica de la transicin implicaba precisar el lugar de los agentes delcampo intelectual respecto de su propio campo y del poltico.

    Autocrtica, reforma y bsqueda de una nueva funcin intelectualEl principal movimiento del inicio de la transicin lo realiz un importante

    sector de la izquierda intelectual de los sesenta y setenta que, partidos por el

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    exilio, describen sin embargo una trayectoria ideolgica similar. Ya sea paraaquellos marxistas gramscianos que confluyeron en el exilio mexicano en larevista Controversia (1979-1981) pero cuyo origen se remonta a Pasado yPresente (Crdoba, 1963-1965), como para los marxistas cuya trayectoriaideolgica puede registrarse desde su participacin en Los Libros (1969-1976)hasta Punto de Vista (1978-contina), la reconsideracin crtica de la tradicinmarxista implica definitivamente una condicin indispensable para elaboraruna nueva agenda cultural. Obviamente, la censura y las condiciones represivaspara el anlisis crtico retrasaron en el pas un debate que en el exilio se tornimpostergable, de all que Controversia, desde Mxico, comience abiertamenteeste anlisis desde su primer nmero de 1979 albergando dentro de l aintelectuales provenientes de la izquierda y del peronismo revolucionario. Esemismo debate es retomado poco despus en el pas por un conjunto de revistasque conforman el entramado de la disidencia cultural al rgimen: Punto deVista, Nova Arte (1978-1980), Brecha, El Ornitorrinco (1977-1987), El Porteo(1982-1992), entre las principales. Estas revistas funcionan como instanciasde recomposicin del discurso de las revistas de los aos 60-70, etapa de altadensidad del discurso intelectual y crtico de la cultura argentina, que se quiebraentre 1975 y 1976.

    Para la revista Controversia4 el reconocimiento de la derrota se convierteen el punto de partida para toda reflexin poltica y cultural; la recomposicinpasa por la autocrtica no slo del accionar sino de los instrumentos tericosque sostuvieron ese accionar. Podra decirse que se est ante un doble pasaje:en el momento en que la izquierda sufre una crisis de los modelos de transicinal socialismo, los intelectuales argentinos provenientes de esa matriz ideolgicadeben pensar los modos de transicin de un rgimen dictatorial a unodemocrtico. Este doble movimiento es el que genera los principales temas delos catorce nmeros de la revista: la crisis del marxismo, el anlisis de laizquierda argentina y latinoamericana, la problemtica del peronismo, laredefinicin del intelectual frente a la democracia, el exilio y la literatura, entrelos principales. Estos son los tpicos compartidos con la mayora de laintelectualidad latinoamericana, as como lo fue el socialismo desde la revolucincubana hasta mediados de los 70. Pero son temas frente a los cuales, an en

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    4 La revista Controversia para el anlisis de la realidad argentina edit catorce nmeros entre 1979 y 1981en la ciudad de Mxico. Director: Jorge Tula; Consejo de redaccin: Jos Aric, Carlos Abalo, Sergio Bufano,Rubn S. Caletti, Nicols Casullo, Ricardo Nudelman, Juan Carlos Portantiero, Hctor Schmcler, OscarTern.

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    una instancia autocrtica, la izquierda tiene que hacer una torsin, unmovimiento poco plstico: acceder a pensar la democracia como horizontelegitimable no es una tarea fcil para un pensamiento que progresivamentehaba venido impugnndola. Es, en verdad, un problema a resolver.5

    En este clima de ideas que abarca el anlisis crtico de paradigmasde pensamiento, las discusiones sobre una nueva forma de relacionar culturay poltica, y la elaboracin intelectual de una nueva cultura polticademocrtica , se encuentran los escritores de Controversia cuandocomienzan su debate sobre la situacin de la literatura argentina y sucolocacin dentro de ella. El nfasis mayor est, obviamente, en el tema delexilio. La revista dedica un dossier al tema Literatura y exilio, recogiendolas polmicas que por el momento se estaban entablando en el pas y elexterior entre escritores y crticos literarios.6

    Controversia dej de publicarse en abril de 1981 porque no pudieronconciliarse las lneas internas de la revista: peronistas y socialistas, comenzadala transicin, comenzaron tambin a alinearse en lados opuestos. Exactamenteen ese momento en Argentina se atisbaban los primeros intentos de debatesobre estos aspectos profusamente discutidos en la revista desde 1979. Lamayora de sus integrantes retorn al pas al promediar la democratizacin yse integraron, como veremos despus, a la zona del campo que estaba realizandoun movimiento semejante. Pero para ese entonces el proceso de reformaintelectual estaba realizado en sus aspectos nucleares: los paradigmas delmarxismo y del nacionalismo populista que alimentaron a los escritores dela izquierda y el peronismo en las dos dcadas anteriores ya no existanpara ellos como horizontes desde los cuales pensar una reconstruccin de lacultura. Si Controversia es la revista que inicia y tematiza ms fuertementeesta reforma cultural en los primeros aos de la dcada, Punto de Vista ser laque, sin hacer de esta revisin un tpico, despliega en sus lecturas de lapoltica, la historia, la literatura las consecuencias que tal revisin supone.

    Punto de Vista es la nica revista que atraviesa todo el perodo queestudiamos, y es la que con mayor coherencia y continuidad enfrent durantela dictadura el desafo de generar un discurso disidente. En ese lugar de loscomienzos la revista no estuvo sola. Comparti el mbito de la resistencia y elconfinamiento con una serie de revistas que forman el entramado de la oposicin....................................................................................................

    5 Vase el suplemento especial en el nmero 9-10, diciembre de 1980: La democracia como problema. Setrata de diecisiete trabajos escritos por sus principales colaboradores en ocasin del aniversario de la revista.Aniversario que coincide con los primeros indicios de apertura poltica en Argentina.

    6 Controversia, 11-12, 1981.

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    cultural al rgimen: Nova Arte-Ulises, Brecha, El Ornitorrinco, Crear (1980-1984), entre las principales.

    El derecho al punto de vista era tambin el reclamo por la afirmacinde un punto de referencia intelectual al que fuera posible seguir apelandodurante aquellos aos inciertos. Los doce primeros nmeros hasta 1981 pueden pensarse a partir de una estrategia, por la cual, segn su directoraBeatriz Sarlo, esos textos eran ms de lo que decan. Punto de Vista consiguimantener los puentes de un campo intelectual fisurado porque tena unsostenido contacto con los debates externos al mismo tiempo que dinamizabael quietismo local. Sintoniz ambas zonas en un momento en el que cada vezms belicosamente se hablaba de una cultura nacional producida en Argentinay una cultura del exilio, y esto permiti que vastas zonas del campo se hicierancargo del elenco de propuestas de la revista, y la colocaran en un lugar centralen el momento de la apertura democrtica. De este modo, al producirse elaflojamiento progresivo de la censura a principios de 1981, la revista estuvo encondiciones de expandir su mbito de circulacin en el campo cultural argentinoy al mismo tiempo incorporar colaboradores que provenan del exilio con suagenda de problemticas.7

    Ms que una intervencin temtica, la apuesta de Punto de Vista sededica a poner en circulacin otros discursos desde la crtica cultural y lateora literaria hasta la reflexin sociolgica y la historia cultural que en smismos implican una opcin intelectual refractaria a los discursos autoritarios,no slo polticos sino propiamente culturales. Se torna posible tener unaintervencin poltica progresista y de resistencia en la esfera pblica desdeeste tipo de discursos, no fuera de ellos.

    El ao 1981 marca el fin de una primera etapa de la revista coincidentecon el momento de aflojamiento de la censura y el inicio de una segundaque se abre con el nmero 12 de julio-octubre de 1981, en el que por primeravez se publica un editorial. El anacronismo sirve para verificar la imposibilidadde haber arrancado con l en el nmero 1. A la declaracin de principios ypropsitos se le suma la constitucin de un Consejo de Direccin (CarlosAltamirano, Mara Teresa Gramuglio, Ricardo Piglia, Beatriz Sarlo, Hugo Vezzetti)y un cambio de Direccin: de Jorge Sevilla a Beatriz Sarlo; intelectuales todosvinculados a la revista desde el primer momento, lo hacen ahora de una maneraformalizada. Una manera de refrendar un nosotros que se haba ido

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    7 Vase la breve sntesis de la trayectoria de la revista por esos aos en el editorial Punto de Vista. Dcimoao, en Punto de Vista, 30, 1987, p. 1.

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    constituyendo nmero a nmero y que exista ya en otras actividades yparcialmente en Los Libros, la revista que como ya se indic precedi aPunto de Vista.

    El otro aspecto importante del editorial es la expresa inscripcin de larevista en un horizonte ideolgico-cultural: Existe una tradicin argentinaque los que hacemos Punto de Vista reconocemos: una lnea crtica, de reflexinsocial, cultural y poltica que pasa por la generacin del 37, por Jos Hernndez,por Martnez Estrada, por FORJA, por el grupo Contorno. Descubrimos all nouna problemtica identidad de contenidos, sino ms bien una cualidadintelectual y moral. Todos estos gestos inaugurales en un nmero 12, estnindicando una suerte de pasado en limpio que sirve para encolumnar susartculos en el marco de esa tradicin as enunciada. Provee una lecturasistmica de la revista al mismo tiempo que da la clave para interpretar lo queseguir.

    Fuertemente vinculada a la empresa iniciada por Contorno8 en supropsito de revisin de la cultura argentina, la revista lleva adelante dosimportantes operaciones: una puesta al da de la crtica y, paralelamente, unaredefinicin de las lneas de la tradicin literaria argentina. La primera operacinrepresenta un avance y revisin crtica respecto de los instrumentos tericosque dominaron durante la dcada pasada: el estructuralismo lingstico, literarioy antropolgico, el psicoanlisis lacaniano, la lectura althusseriana de la teorasocial, etc.9 Muy tempranamente en la revista se pone de manifiesto la intencinde buscar alternativas en nuevas lecturas o relecturas de la historia de lasideas, la teora poltica, la sociologa de la cultura y la crtica literaria. Labsqueda se encamina hacia teoras principalmente no reductivistas, quemantengan la amplitud suficiente para posibilitar cruces inditos perosignificativos, con conceptos que puedan ser tericamente estimulantes msque encasillantes. La revista postula expresamente esta alternativa cuandointroduce en Argentina a dos crticos ingleses: Raymond Williams y RichardHoggart.10

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    8 Beatriz Sarlo, Los dos ojos de Contorno, en Punto de Vista, 13, 1981, pp. 3-6.9 Estos paradigmas formaron el conjunto terico que prevaleci en la revista Los Libros, tambin una

    publicacin por donde pas la modernizacin crtica en los 70. Sobre ambas revistas como lugares demodernizacin, vase John King, Las revistas culturales de la dictadura a la democracia: el caso de Punto deVista, en Karl Kohut y Andrea Pagni (Eds.), Literatura argentina hoy, Frankfurt, Vervuet, 1993, pp. 87-89.

    10 Beatriz Sarlo, Raymond Williams y Richard Hoggart: sobre cultura y sociedad, en Punto de Vista, 6,1979, pp. 9-10; Carlos Altamirano, Raymond Williams: proposiciones para una teora social de la cultura, enPunto de Vista, 11, 1981, pp. 29-33.

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    Williams provey a los miembros de Punto de Vista una parte importantedel cmo leer, sobre todo, zonas de la cultura argentina marginadas odemonizadas por el anlisis de la izquierda. Los ejemplos ms ntidos de estopueden encontrarse en los artculos sobre el grupo Sur compilados en undossier de 1983. La revista de Victoria Ocampo leda ahora desde Williamspermite analizar los modos de surgimiento de un grupo cultural,11 o su particularinflexin en un compuesto ideolgico denso compartido con otras zonas delcampo: el americanismo.12

    La operacin de puesta al da de la crtica, de la cual hemos dado slo unejemplo, tal vez el ms fuerte, se completa en el mbito de la sociologa de lacultura con Pierre Bourdieu. Si bien las teoras de Bourdieu circulaban enArgentina en los aos previos al golpe militar a travs de escasas y recortadastraducciones, stas se encontraban dentro de la rbita de su primera etapa,fuertemente estructuralista y reproductivista y, cuando el autor avanza haciala elaboracin de una sociologa de los intelectuales y la cultura, las condicionesde la censura impuesta despus del 76 no fueron las ms propicias para sudifusin. Cuando Punto de Vista recupera a Bourdieu en 1980 el nfasis en suteora est colocado en otra parte. El artculo reproducido apunta ms bien afocalizar la importancia del orden simblico dentro del anlisis social.13 Susestudios de sociologa de la cultura estn presentes en Punto de Vista mscomo sustrato terico en numerosos artculos sobre cultura y literatura quecomo exposicin directa de su pensamiento. Trminos como campo intelectual,bienes simblicos, etc., se vuelven un lugar comn del lenguaje crtico, queno necesitan una referencia bibliogrfica porque ya estn incorporados al modode aludir a ciertos fenmenos especficos del anlisis cultural o literario. Noobstante, la transcripcin de textos de Bourdieu en la revista cumpli no slocon la misin divulgadora; tuvo tambin la funcin de operar como uno de losdiscursos intersticiales que, durante la dictadura de los discursos centrales,permitan hablar del poder, colocar el foco en el anlisis de los poderes simblicosy desmontarlos. Raymond Williams y Pierre Bourdieu, entonces, como dosnuevos faros continuando con la terminologa del segundo para losredactores de Punto de Vista, como horizonte o incitacin terica a estos autoresy no como una doxa a aplicar. Comparten con ellos la misma relacin tensionada

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    11 Dossier: la revista Sur: Mara Teresa Gramuglio, Sur: constitucin del grupo y proyecto cultural, enPunto de Vista, 17, 1983, pp. 7-12.

    12 Beatriz Sarlo, La perspectiva americana en los primeros aos de Sur, en Punto de Vista, 17, 1983,pp. 10-12.

    13 Pierre Bourdieu, Los bienes simblicos, la produccin de un valor, en Punto de Vista, 8, 1980, pp. 19-23.

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    con el marxismo y una semejante intencin de trabajar sobre la materialidadde sus propios fenmenos culturales.

    La segunda operacin que realiza la revista es la redefinicin de las lneasde la tradicin literaria argentina. Si sus integrantes se haban propuesto unatarea de renovacin del pensamiento crtico (en sus inflexiones polticas,culturales y especficamente literarias) que les permitiera revisar los lineamientosanteriores, su consecuencia es un nuevo sistema interpretativo basado en unarelacin diferente entre poltica, ideologa y literatura.

    No hay ncleo importante de la literatura argentina que quede fuera dela relectura de Punto de Vista: Sarmiento y Facundo, Jos Hernndez y MartnFierro, la generacin del 80, el nacionalismo cultural del 900, Borges y laVanguardia, Sur, Martnez Estrada y Contorno. Con el correr de los nmeros,la revista va armando un entramado que, desplegado hoy para su estudio,muestra un constante sistema de remisiones, de vasos comunicantes entresus artculos, una misma agenda de preocupaciones que se suspenden en unoy se retoman en otro. Existe en los ensayos de los primeros aos una indagacinsobre la tradicin cultural argentina hecha a partir de la fractura producidapor obras que operaron como revulsivo en la literatura. Este anlisis tiene supunto de mayor inflexin en el Martn Fierro y se extiende a toda su crticaposterior, hasta Martnez Estrada.14

    As como durante 1980 la revista iniciar una relectura de la obra deSarmiento que en los siguientes aos se acrecentar en todo el campo, desde1981 y hasta fines de 1983 los artculos que venan conformando la revisinde la literatura argentina se concentrarn en Borges y en la revista Sur.15 Conellos, la revista avanza sobre zonas que el sistema de lecturas dominante en laizquierda intelectual del campo durante las dcadas pasadas no permitanabarcar. Podra decirse que, en un gesto de continuidad de la lnea crtica quehaba reclamado, Punto de Vista completa aquello que Contorno no habapodido leer; revisa y reordena lo que un nuevo paradigma de lectura posibilitauna vez reprocesadas claves poltico-ideolgicas que operaron como barreraspara la ampliacin de la mirada crtica en las dcadas anteriores. Hay una

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    14 Washington Victorini (seud. de Carlos Altamirano), Martnez Estrada: de la crtica a Martn Fierro alensayo sobre el ser nacional, en Punto de Vista, 4, 1978, pp. 3-6; Mara Teresa Gramuglio, Continuidadentre la Ida y la Vuelta de Martn Fierro, en Punto de Vista, 7, 1979, pp. 3-7; Beatriz Sarlo, Razones de laafliccin y el desorden en Martn Fierro, en Punto de Vista, 7, 1979, pp. 7-9.

    15 Vase: Ricardo Piglia, Notas sobre Facundo, en Punto de Vista, 8, 1980, pp. 15-18; Carlos Altamiranoy Beatriz Sarlo, Identidad, linaje y mrito de Sarmiento, en Punto de Vista, 10, 1980, pp. 14-19; BeatrizSarlo, Sobre la vanguardia, Borges y el criollismo, en Punto de Vista, 11, 1982, pp. 3-8; Dossier: La revistaSur, en Punto de Vista, 17, 1983.

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    hiperconciencia de este proceso en los redactores de la revista: todo su sistemade seleccin temtica est al servicio de esta operacin.

    Los estudios de literatura, sin embargo, dejarn paso en los nmeros delperodo transicional (82-83) a una ampliacin del espacio de artculos sobre larelacin del intelectual con la poltica, especialmente en su relacin con elproceso democratizador. Cuando se produce la primera nota sobre la coyunturanacional en ocasin de la derrota de Malvinas, Carlos Altamirano en nombredel Consejo de Redaccin sostiene que pensar en la cuestin nacional estligado actualmente a la cuestin democrtica de modo que ninguna puederesolverse verdaderamente sin la otra.16 El autor utiliza la coyuntura deMalvinas para hacer un anlisis del ltimo perodo de la dictadura militar y delas posturas de la oposicin. El artculo opera adems como toma de posicinintelectual colectiva respecto de la situacin poltica.

    Precisamente este nmero post-Malvinas es el que inicia una serie deartculos que, desde la historia o la teora poltica, rondan la cuestindemocrtica como un tpico que es necesario re-crear en todos los discursos.La apertura democrtica ser tambin el tema de dos editoriales de 1983. Elprimero, preelectoral, ubica a Punto de Vista advirtiendo desde el campointelectual la necesidad de transformar la cultura poltica argentina ydemocratizarla. En un gesto similar al que hace Controversia, la revistaabandona la idea instrumental de la democracia: Hoy, en la Argentina, lademocratizacin es una meta. Tiene conciencia de que el cambio implica paraellos una operacin intelectual que deber hacerse a travs de la discusin y eldebate de ideas, pero que exigir una democratizacin de los modos en muchoscasos intolerantes con los cuales hasta hace no demasiado la izquierdaintelectual condujo sus controversias:

    Las alternativas polticas que se avecinan traern la discusin y lacontroversia dentro de este campo (intelectual); ellas son necesarias y slo unavisin beata de la democracia puede temerlas. Sin embargo, sera olvidar laexperiencia de esta dcada (porque en nuestra memoria debe estar presentetoda la dcada), si cada posicin intelectual se convierte en una mquina deguerra intolerante, dispuesta a que suenen nada ms que sus argumentos y ademonizar toda diferencia.17

    En el segundo editorial, posterior a las elecciones, la reconstruccin dela cultura argentina en clave democrtica es tomada como una tarea prioritaria

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    16 Carlos Altamirano, Lecciones de una guerra, en Punto de Vista, 15, 1982, p. 5.17 Editorial, en Punto de Vista, 17, 1983, p. 1.

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    para los escritores de Punto de Vista. En otro aspecto que tambin la acerca aControversia, la revista plantea que tal reconstruccin es posible slo a travsdel anlisis crtico y autocrtico del pasado inmediato, condicin indispensablepara la produccin de una izquierda que no sucumba a la doble y deformantetensin hacia el populismo y el dogmatismo.18

    En ese sentido, una de las principales tareas de la revista consiste enretomar algunos tpicos hegemonizados por el populismo en el campo de lacultura, generar una crtica que desafe las definiciones dogmticas y proponernuevas posibilidades de interpretacin. Un ejemplo muy claro de esto es suintervencin en torno al tema de las culturas populares que ocupa el editorialy varios artculos del nmero 18 dedicados a cultura nacional y culturapopular.19 El desplazamiento ideolgico al postmarxismo y el cruzamientocon otras zonas del pensamiento contemporneo genera un reacomodamientoconceptual de un ncleo fuerte de la cultura de izquierda. Se desestima lopopular como categora inmutable y homognea, as como tambin su perenneoposicin con la llamada cultura de elite; ambas son variables en permanenteestado de recomposicin, y compuestas por una cantidad de elementosheterogneos y contradictorios presentes en ambos niveles.

    Al abordar el tema de la cultura en los sectores populares, Punto deVista est disputando la iniciativa de rescatar la perseverancia de un debate;busca desbloquearlo del lugar donde lo dej el peronismo (que fue el que fijuna definicin de la cultura nacional, popular, o nacional-popular) y plantearloa la luz de otras claves de discusin. Ninguna de las publicaciones de entoncesrecoge la propuesta y habr que esperar hasta los prximos aos para querecomience el debate.

    El perodo que se abre en los aos de la democratizacin, de 1983 enadelante, produce una redistribucin del esquema de fuerzas dentro del campointelectual, particularmente dentro de la izquierda. La crisis de los presupuestosideolgicos que se haba tematizado en el exilio o problematizado a travs deotras estrategias en el pas, se vuelve objeto expreso de reflexin para unafraccin de la izquierda representada por los miembros de Punto de Vista y losintegrantes de Controversia que, de regreso del exilio, forman en 1984 el Clubde Cultura Socialista.20 Desde ese foco se plantea una revisin intelectual de la

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    18 Editorial, en Punto de Vista, 19, 1983, p. 3.19 Vase Materiales de discusin: Cultura nacional y cultura popular: Beatriz Sarlo, La perseverancia de

    un debate; PEHESA, La cultura de los sectores populares; Carlos Altamirano, Algunas notas sobre nuestracultura, en Punto de Vista, 18, 1983.

    20 Vase Club de Cultura Socialista. Declaracin de principios, en Punto de Vista, 22, 1984, p. 40.

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    izquierda que produzca un pensamiento socialista renovado, cercano alparadigma democrtico, para ponerlo al servicio de una operacin culturalque piense el cambio poltico de un modo diferente, acorde a las claves que laexperiencia contempornea ha dado sobre la problemtica social. De all quePunto de Vista cambie su estrategia: si en la etapa anterior haba ponderadolos anlisis culturales como modo de entrada a la problemtica de lademocratizacin, en esta etapa avanza hacia una intervencin temtica, casiautobiogrfica, como se dir en uno de sus artculos. La revisin de la culturade izquierda ser el principal cometido de la revista que, artculo a artculo, y ala manera de un movimiento de pinzas, va rediseando su lugar en el campo.

    Entre 1984 y 1986 se alternan dos tipos de artculos: los histricos y losanalticos. Los primeros estn destinados a buscar en el pasado las claves delas posiciones actuales, una suerte de relectura del haz de presupuestosideolgicos y culturales que el campo intelectual hegemonizado por la izquierdaadopt como propios; se trata, entonces, de redefinir ese sentido comn y laapelacin a la historia es el nico recurso para marcar el contraste. Estosartculos operan como sustrato para la redefinicin del intelectual y de la culturaque los miembros de Punto de Vista efectan durante 1984 y 1986.21 Lossegundos, por su parte, constituyen un conjunto de artculos de naturalezams analtica y especulativa que proporcionan y discuten algunos fundamentosque operen como alternativa terica a la crisis de la izquierda y avancen haciaformas de compatibilizacin entre socialismo y democracia.22 La revistacontinuar trabajando sobre estas lneas en los aos sucesivos pero puedeafirmarse que, al finalizar 1986, el grueso de reflexiones referidas a la crisis delmarxismo, la revisin de la cultura de izquierda, la identidad y la funcin delos intelectuales, y la reformulacin de la tradicin cultural argentina, estabarealizado en sus aspectos ms definitorios.

    A igual distancia del discurso de dos fracciones intelectuales: la quepostula la permanencia dentro de los paradigmas inmodificados de la izquierda

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    21 Vase principalmente: Beatriz Sarlo, La izquierda ante la cultura: del dogmatismo al populismo, enPunto de Vista, 20, 1984; Una alucinacin dispersa en agona, en Punto de Vista, 21, 1984; Intelectuales:Escisin o mimesis?, en Punto de Vista, 25, 1985; Carlos Altamirano, Imgenes de la izquierda, en Puntode Vista, 21, 1984; Jos Aric, Orgenes del comunismo: para construir una historia no sacra, en Punto deVista, 21, 1984; La produccin de un marxismo americano, en Punto de Vista, 25, 1985.

    22 Vase principalmente: Pietro Ingrao, Contra la reduccin de la poltica a la guerra, en Punto de Vista,20, 1984, pp. 12-18; Jos Nun, La rebelin del coro, en Punto de Vista, 20, 1984, pp. 6-11, y Democracia ySocialismo: etapas o niveles?, en Punto de Vista, 22, 1984, pp. 24-26; Juan Carlos Portantiero, Socialismoy democracia. Una relacin difcil, en Punto de Vista, 20, 1984, pp. 1-5; Emilio de Ipola y Juan CarlosPortantiero, Crisis social y pacto democrtico, en Punto de Vista, 21, 1984, pp. 13-20; Fernando HenriqueCardoso, La democracia en Amrica Latina, en Punto de Vista, 23, 1985, pp. 1-8.

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    y la que identifica democracia con moderatismo, el discurso de Punto deVista definir su identidad como un espacio de tensin ineliminable entre ladimensin cultural y la dimensin poltica:

    Se tratara, entonces, de pensar al intelectual como sujeto atravesadopor esa tensin y no como subordinado a las legalidades de una u otra instancia,listo para sacrificar en una de ellas lo que defendera en la otra.23

    El ocaso del intelectual revolucionario Avanzado ya el proceso de democratizacin las posiciones en la izquierda

    del campo cultural argentino comienzan a polarizarse. Si bien la legitimidadalcanzada por Punto de Vista era visiblemente importante al promediar lademocratizacin, su recolocacin produce una tensin en otros sectores de laizquierda del campo intelectual argentino que no estaban realizando las mismasoperaciones. Algunas de esas posiciones pueden rastrearse en un conjunto derevistas que surgieron a partir de la instauracin democrtica y que se ubicanpolmicamente en torno a Punto de Vista y su entorno. Se trata de publicacionesde corta vida pero de concentracin significativa. Pi de Pgina (1983-1985),Mascar (1984-1986), Praxis (1983-1986) y La Bizca (1985-1986) componenuna zona generacionalmente ms joven que la de Punto de Vista. Estas revistaspermiten reproducir la lnea que, arrancando de aquel tronco comn de lasrevistas de la disidencia cultural a la dictadura, se ubica en el perodo de lademocratizacin dentro de las consignas de la izquierda marxista. Enconsecuencia, la tensin con el otro sector de la izquierda, cuyo faro principales Punto de Vista, se ir acrecentando hasta llegar a su pico entre 1985 y1986.

    Pi de Pgina es una revista cuya breve vida permite, sin embargo,bosquejar esta lnea. Definida como revista de literatura, su ttulo ademsseala el lugar poltico que reivindicaban las revistas culturales durante ladictadura.24 La revista, en pleno proceso de transicin, est ubicada en elconjunto de publicaciones literarias y culturales que se pronunciaronexplcitamente por el proceso democratizador. En el editorial del nmero 2 fijasu posicin en relacin a l: la democratizacin en el campo intelectual implicaretomar el debate en torno a nuestra identidad cultural; una identidad quedebe asumir aquel reclamo por una opcin nacional y popular que dej trunco

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    23 Beatriz Sarlo, Intelectuales: Escisin o mimesis?, p. 6.24 Pi de Pgina public tres nmeros entre 1983 y 1985. Director: Alberto Castro; Secretario de Redaccin:

    Lucas Rubinich.

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    el proyecto autoritario pero cuyos trminos, sin embargo, deben ser revisadoscrticamente a la luz de un anlisis que no homologue dimensiones en s mismascomplejas y que, adems, el poder cultural ha tergiversado.

    Este nmero presenta, a pesar de algunos matices, una imagen todavacompacta del frente de disidencia cultural. Desde el punto de vista literario, larevista reserva un lugar central para Juan Jos Saer contribuyendo con estoal proceso de reubicacin del escritor que desde estos aos se inicia en elcampo del periodismo cultural.25 Al mismo tiempo, marca su distanciamientocon la lnea realista y comercial que representa Jorge Ass, en un artculoque se suma a la frontal reaccin que tuvo el campo literario y crtico frente albestsellerismo de los libros de Ass y al despliegue de mercado que rode acada lanzamiento. El artculo de Rodolfo Fogwill, Ass y los buenos servicios,es un agudo anlisis del comportamiento de la crtica en el periodismo culturalfrente a los dictados del marketing.

    El nmero 3 de Pi de Pgina se publica un ao y medio despus (verano84/ 85). Durante ese lapso se han producido los principales movimientos derecolocacin: Punto de Vista ya ha publicado, como hemos visto, sus artculosnucleares en torno a la redefinicin de la izquierda intelectual; por su parte,este nuevo nmero dar cuenta del distanciamiento ideolgico que talrecolocacin produjo en sus miembros, hasta no hace mucho tiempo vinculadosa esos hermanos mayores como los llam Lucas Rubinich Secretario deRedaccin de Pi de Pgina hasta el nmero 2 en un artculo publicado enPunto de Vista.26 La revista abre el fuego desde su primera nota que, firmadapor su director, tiene las caractersticas textuales y grficas de un editorial:Los nuevos demcratas (o el crculo de tiza del discurso liberal). Se trata deun extenso artculo de fuerte tono polmico dirigido en contra de los nuevosdemcratas postmarxistas, de esta nueva izquierda, esta vanguardia de laintelectualidad progre, nuestros nuevos demcratas radicalizados que aceptael mandato despolitizador (mientras hace poltica) y se refugia (pretende hacerlo)en la zona sagrada del campo intelectual. Para Pi de Pgina este discurso,que proviene del liberalismo de izquierda, completa el crculo del discursoliberal de la derecha y por eso mismo debe ser cuestionado.

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    25 Vase la extensa entrevista de Mnica Tamborenea y Sergio Racuzzi, Saer: poder decirlo todo, en Pide Pgina, 2, 1983, pp. 3-7, y la crtica bibliogrfica de Jorge Panessi, Cicatrices de Juan Jos Saer: elpeligroso juego de la literatura, en Pi de Pgina, 2, 1983, pp. 28-9.

    26 Lucas Rubinich, Retrato de una generacin ausente, en Punto de Vista, 23, 1985. El autor presentaun panorama altamente pesimista de esta nueva generacin que vio quebrado su proceso de constitucindurante los aos de la dictadura y que se ve opacada e imposibilitada de distanciarse de la generacin de losintelectuales de los 60-70. Esta postura gener rplicas que la misma revista reprodujo.

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    La renuncia a la concepcin marxista de la historia es percibida como larenuncia a toda forma de historicidad en la reflexin intelectual; el abandono delas certezas movilizadoras de una verdad histrica es percibida como laabjuracin de los ideales revolucionarios y el traspaso oportunista a las ideologasms reaccionarias. Esto es lo que condiciona una concepcin de la historia y dela cultura cuyo sujeto ya no puede visualizarse y cuyo objeto ya no puedeenunciarse con claridad. La funcin del intelectual, por tanto, no es msesclarecedora y su perplejidad ante la historia denuncia la prdida o elabandono de su funcin social como sujeto portador de una verdad revelada:

    Pero cmo es posible que los intelectuales, presuntos poseedores de losinstrumentos crticos necesarios para revelar los procesos sociales en su realidadprofunda, se manifiesten perplejos? Desde dnde se enuncia este discurso queapela al sinsentido y postula a la historia como hermtica?

    En segundo lugar, este viraje ideolgico es el que, para Castro, le permitea Punto de Vista la valorizacin de Borges y de su magisterio, as como tambinsu obsesin por el Facundo se relaciona con este nuevo programa de lacivilizacin contra la barbarie. En tercer lugar, el ataque se dirige a las ideasde Portantiero, Aric, Tern y Altamirano sobre la crisis del marxismo expuestasen Punto de Vista. Para Castro no existe tal crisis terica y sus mltiplesaplicaciones prcticas estn a la vista en todo el mundo. Por lo dems, elsupuesto pensamiento postmarxista se reduce a un intento ms de laintelectualidad dependiente argentina de estar al da, o a la moda divulgandola (no probada) crisis del marxismo, escrita en clave liberal.

    Pi de Pgina adopta, como puede comprobarse, la otra punta de laproblemtica que estudiamos y se hace cargo de la postura que Punto de Vistacritica. Castro define la estrategia de los postmarxistas: El ajuste de cuentasadquiere un tono polmico: la izquierda preexistente debe ser recusada enbloque, acentuando el contraste con la nueva fuerza emergente. Para el autor,se trata ms bien de una sola izquierda, la que mantiene los postulados delmarxismo, mientras que la otra, la postmarxista, slo mantiene en la izquierdauna inscripcin imaginaria ya que podra definirse mejor como progresismoliberal.

    Pi de Pgina publica su ltimo nmero a principios de 1985. Otra revistaretomar esta lnea y la continuar: La Bizca.27 El nombre apunta a una metfora

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    27 La Bizca. Revista de Crtica Cultural, est dirigida por un colectivo conformado por Maite Alvarado,Gustavo Aprea, Roberto Ben, Alberto Castro, Alicia Garca Tun, Laura Mango, Carlos Mangone, ArianaVacchieri, Nora Viater, Graciela Villanueva y Jorge Warley.

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    visual cuyo referente inmediato es Punto de Vista, considerada como una visindistorsionada de las cosas que slo una mirada estrbica podra volver a suimagen normal. Entre los textos ms polmicos puede destacarse el artculode Carlos Mangone: El santo oficio de los intelectuales cuyo tema principales el cambio ideolgico de los intelectuales de izquierda de los 70. El autorreivindica la vigencia de las posiciones marxistas-leninistas frente a lo que lconsidera la renuncia de las posiciones revolucionarias en funcin de unacontinuidad democrtico-burguesa cuya sola utopa es la consecucin delconsenso. Precisamente, la cada de la utopa revolucionaria es para Mangoneel signo de defeccin de este conjunto de intelectuales que ahora propone unautopa posible, eficaz, pragmtica, en la que los intelectuales abandonaranantiguas ambiciones prometeicas... Hay algo ms tramposo que apostar auna utopa realista?.28 Mangone detecta en estos cambios un viraje de la funcinde los intelectuales durante el proceso de democratizacin: se trata de unintelectual vaivn, que abandona sus antiguas posiciones y acomoda supensamiento a las circunstancias plegndose al mal menor.

    En el tercer y ltimo nmero, La Bizca contina haciendo de este temael centro de su ataque. Por dnde empezar es el ttulo de un extenso editorialen donde se explicitan las propias posiciones frente al tema de la recolocacinde los intelectuales. Para una concepcin que reivindica los paradigmas delmarxismo-leninismo, la poltica es pensada como confrontacin y lucha por elpoder, y concebirla en otros trminos (el pluralismo, la armona democratizantey los diferentes pactos y contratos que puedan suscribirse sobre la base deesta lgica) es tener slo una visin formal de la poltica. La idea de cultura esconsecuente con esta visin, ya que slo puede entenderse en relacin a ladinmica poltica: toda dinmica cultural deviene necesariamente en luchacultural, poltica.29 De all proviene el lema de la revista, todo es polticacultural y, en esa dimensin, los instrumentos de anlisis del marxismo nohan perdido vigencia y constituyen la nica forma de enfrentar verdaderamentelas relaciones entre cultura y poltica desde la izquierda.

    La Bizca propone crear un espacio alternativo pero no marginal, unfrente que, remediando el retroceso de gran parte de la izquierda ante elhegemnico discurso de la democracia, le oponga un programa mnimo. Esteprograma, en lo cultural, tiene una agenda nutrida e incluye:

    (E)l rescate... de prcticas culturales, sociales y polticas alternativas...retomar la fuerte tradicin nacional e internacional de estudio de los medios de

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    28 Carlos Mangone, El santo oficio de los intelectuales, en La Bizca, 2, 1985, p. 5.29 Editorial. Por dnde empezar, en La Bizca, 2, 1986, pp. 3-4.

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    comunicacin de masas como agentes de control social y de conformacin de laopinin y la conducta de la poblacin; la no aceptacin de las definicionescorrientes de culturas que, en funcin de una autonoma relativa y especfica,pretenden escamotear la cuestin del poder y de la propiedad; el debate de lateora marxista; la inscripcin de todos los ejes problemticos planteados enuna perspectiva socialista.30

    Aunque este fue el ltimo nmero de La Bizca, ese elenco de temas es

    sin embargo representativo de la agenda de cuestiones centrales de la zona delcampo cultural que estamos estudiando que, en este caso, no est hegemonizadopor una sola revista como sucede con Punto de Vista en la otra fraccin sino por una serie de breves publicaciones simultneas o sucesivas. Con algunosmatices o diferencia de nfasis, estos temas culturales y los instrumentostericos para su anlisis estn presentes en todas ellas, como Mascar y Praxis.Pero ninguna dirigi su ataque tan directamente contra Punto de Vista comoLa Bizca. Esta representa el punto de mxima tensin de las revistas de laizquierda marxista con respecto a la primera. Sin embargo, ni siquiera en esainstancia hubo por parte de Punto de Vista un reconocimiento como interlocutor.En una encuesta a las revistas hecha por el suplemento cultural de TiempoArgentino sobre Democracia y Cultura, la pregunta convocante indaga estaincomunicacin: Por qu, fuera de ciertas expresiones marginales, no haypolmica en el campo de la cultura ni con la cultura que est en el poder?. Larespuesta que ofrece cada una de ellas puede pensarse como respuesta alproblema de la legitimidad cultural, la validacin de los interlocutores y de lostemas que circulan en el campo. La Bizca sostiene que no hay debate porqueest fuera del centro lo que fue central: la poltica; la despolitizacin del campointelectual es un dato que la revista retiene para explicar por qu ese replieguequita del centro ciertos temas as como a los agentes que los propulsan. Frentea esto sostiene La Bizca en su respuesta queda preguntarse cules sonlos requisitos para participar en las polmicas permitidas y ser reconocidocomo un interlocutor legtimo. El no acatamiento a las reglas, puede llevar aque un trmino de la polmica no conteste. Esto es exactamente lo que lesucede a La Bizca con Punto de Vista: interpela agresivamente sobre temascuyo procesamiento ha sufrido en la revista de Sarlo el desplazamiento de losdiscursos culturales hacia otra forma de intervencin poltica que la que proponela primera. El cambio ideolgico ha producido una redistribucin de los temasculturales y de su distancia respecto de lo poltico que, aun dentro del campo

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    30 Editorial. Por dnde empezar, en La Bizca, 2, 1986, p. 4.

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    de la izquierda, no permite ni siquiera las mnimas aproximaciones polmicas.Para La Bizca este cambio impide incluso armar una agenda mnima:

    (C)mo discutir la organicidad del intelectual, su relacin con el poder

    poltico si la sociedad no puede polemizar sobre aquellas cuestionesfundamentales y una gran parte de los intelectuales siguen hablando,frvolamente, de transicin a la democracia, congelando, entre otros, debatescentrales como la circulacin democrtica de los bienes culturales, la propiedaddel manejo de la informacin o el presupuesto fondomonetarista de educacin.Si no discutimos esto, lo dems, por ahora, es pura chchara.31

    En la encuesta, la posicin de La Bizca en relacin a este punto escompartida por Pi de Pgina, Mascar, El Ornitorrinco, Nudos y La Danza delRatn. Este frente de revistas se perfila an ms consolidado a lo largo de1986. En el nmero 3 de La Bizca se publica el resultado de una mesa redondade revistas culturales sobre el tema: El intelectual y la poltica. Las revistasque componen la convocatoria: El Ornitorrinco, Mascar, Cuadernos de Cultura,La Bizca, Praxis, Contraprensa, Crisis, El Molino de Pimienta, El Despertadory Pi de Pgina, comparten un espectro poltico ms o menos comn y elaboranun documento conjunto que resume las consignas de la izquierda marxista.32

    Se publica, adems, la intervencin de La Bizca en la que, reproduciendo susconsignas anteriores, seala dos consecuencias de la actual relacinpredominante de los intelectuales con la poltica: la despolitizacin de la tareaintelectual y, al mismo tiempo, la desintelectualizacin de la poltica. Envirtud de la primera, los intelectuales se repliegan progresivamente en susinstituciones y espacios especficos (academia, institutos, creacin) al tiempoque se produce una autonomizacin de los discursos intelectuales en relacina la dimensin poltica. La segunda consecuencia, genera una reflexinintelectual que justifica con instrumentos tericos provenientes del pragmatismoconformista una utopa de lo posible. As, el discurso del posibilismo que sesostiene desde el gobierno y sus zonas cercanas, frena todo intento de anlisiscrtico y oposicin consistente en pos de la generacin de un consenso queslo se logra descalificando a esa oposicin como instancia de interlocucin,ya sea por su dogmatismo, su intolerancia o su vetustez ideolgica.

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    31 Carlos Mangone, Los declogos de nuestra democracia, en Democracia y Cultura, Tiempo Argentino,5-1-86.

    32 Declaracin de las revistas participantes en el I Encuentro de Revistas Culturales, en La Bizca, 3,1986, p. 5. Se trata del tpico documento consensuado entre las partes en donde se fijan posiciones polticas(en el plano nacional e internacional), econmicas, sociales y culturales del grupo convocante.

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    Consecuente con este planteo, la funcin del intelectual contina siendocaracterizada en los trminos del discurso del intelectual revolucionario.

    Si se tiene en cuenta la superioridad numrica de las revistas quepertenecen orgnicamente o no a la izquierda marxista podra afirmarse quehay una supremaca de esta constelacin y de sus postulados en el campointelectual. Sin embargo, puede inferirse lo contrario. La crisis del marxismodentro del campo cultural argentino y su corroboracin por parte de intelectualescon una alta legitimidad dentro de la izquierda del mismo, es un dato clave a lahora de evaluar el peso real del marxismo como sustentador de ideologasculturales en el perodo de la democratizacin. Ana Boschetti, estudiando LesTemps Modernes y el campo de las revistas culturales que la rodearon durantela postguerra, sostiene que si bien es decisivo el impacto de la poltica en elcampo cultural, la posicin hegemnica la asume quien ms capital intelectualhaya acumulado y legitimado.33 En otras palabras, la legitimidad poltica no essuficiente para legitimar una operacin intelectual, se necesita una articulacinde ambas para avanzar a una posicin central.

    Precisamente, la legitimidad intelectual que ha acumulado y consolidadoPunto de Vista unida a la legitimidad poltica conseguida a travs de su actituddisidente durante los largos aos de la dictadura, ms la valorizacin del sistemademocrtico en detrimento de los paradigmas revolucionarios del perodo de latransicin, le permite sostener su viraje poltico y, al mismo tiempo, generarnuevas operaciones culturales. La articulacin de un capital intelectualconsolidado ms una recolocacin poltica cercana a las formas de un socialismodemocrtico cuando el sistema democrtico se encuentra en la cspide desu valorizacin produce la legitimidad de Punto de Vista, a pesar de que enla operacin que postule tenga mltiples adversarios. Un signo de su hegemonaen el campo de las revistas es que la mayora de las publicaciones que estamosanalizando tienen una relacin unilateral con Punto de Vista, esto es, escribeneditoriales, artculos, citas alusivas al pie de pgina, etc., sin recibir unarespuesta directa. Cuando una revista elige cundo, con quin y sobre qupolemizar, est ocupando un lugar central, porque est estableciendo cules

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    33 Sostiene Boschetti: En este movimiento de reestructuracin del campo de las revistas, un principioexterno es decisivo, la situacin poltica. La presin de la poltica sobre la cultura se manifiesta ya sea imponiendoun compromiso a los intelectuales, u orientando sus elecciones... Pero la jerarqua interna del campo intelectualtiene su propio peso, como lo indica el hecho de que la posicin hegemnica no es ocupada por los intelectualesdel P.C., la formacin poltica ms fuerte, sino por TM [Les Temps Modernes], que conjugan el compromiso conel mayor capital intelectual. Ana Boschetti, Sartre y Les Temps Modernes, Buenos Aires, Nueva Visin,1990, p. 146.

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    son los debates y los interlocutores legtimos. Y esto es lo que se infiere de larespuesta de Punto de Vista a la encuesta de Tiempo Argentino, firmada porBeatriz Sarlo:

    Me parece, tambin, que es legtimo no elegir todas las discusiones quese nos proponen: hay posiciones que merecen respeto pero no trabajo; posicionesque pueden considerarse poco significativas o incapaces de desencadenar unproceso productor de nuevas ideas. Simplemente, uno no est de acuerdo, locual no quiere decir que sea impostergable decirlo por escrito. Elegir el momentoy el objeto de la polmica es un derecho tan respetable como el del disenso.34

    Otra revista que, sin establecer la frontalidad de las dos anteriores, semantiene dentro de la misma lnea es Mascar.35 Se trata de una publicacinms centrada en la literatura que, tomando como emblema el ttulo de la novelade Haroldo Conti, se inscribe en una lnea de la izquierda cuyos referentes son,coherentemente, Juan Gelman, Osvaldo Bayer, Rodolfo Walsh y el mismo Conti.El nmero 4 de diciembre de 1985 en pleno pico de la polmica que venimosreseando la revista publica una separata de poemas inditos de Gelman yun reportaje a Bayer en donde el autor advierte un gran retroceso en losintelectuales tanto de los que se quedaron en el pas como muchos de los quevolvieron del exilio. Fustiga principalmente a estos ltimos, en especial a losque viraron hacia posiciones socialdemcratas.36

    De todas estas revistas, Praxis es la que intenta hacer un movimientodiferente: plantea la autocrtica de los intelectuales pero desde el ms ortodoxopensamiento marxista-leninista, no fuera de l.37 No es una revista cultural defiliacin marxista, sino una revista del pensamiento marxista que se presentacomo un rgano independiente destinado a la lucha ideolgica cuyo objetivoes la formacin de un bloque intelectual revolucionario. La revista tiene laapariencia de la tpica publicacin doctrinaria, sus artculos estn organizadossegn los parmetros clsicos del anlisis marxista y conserva toda su retrica.La organicidad de estos estudios hace presumir una adscripcin absoluta alpensamiento del marxismo ortodoxo; sin embargo, es la nica de las revistasque desde esta posicin plantea la necesidad de una revisin crtica.

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    34 Beatriz Sarlo, La nueva ola del debate solapado, en Democracia y Cultura, Tiempo Argentino, 5-1-86,p. 5.

    35 Mascar. Revista de Literatura. Director: Ricardo Mario; Consejo de Direccin: Leonor Garca Hernando,Susana Silvestre, Juano Villafae, Sergio Mauricio.

    36 Osvaldo Bayer, en Mascar, 4, 1985, p. 40.37 Praxis. Estudios, Debates, Documentos. Consejo de Redaccin: Laura Rossi, Gabriel Rot y Horacio

    Tarcus.

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    En la Presentacin del nmero 1, la revista llama a los intelectuales delas diversas reas a plantear problemticamente la relacin entre susrespectivas disciplinas y el marxismo.38 En el anlisis que abre este nmero,Praxis diferencia dos actitudes en la izquierda intelectual: una revisionista yotra dogmtica; la primera considera al marxismo como una va agotadapara el anlisis cientfico, mientras la segunda se aferra a sus consignas deuna manera errnea ya que despoja de problematicidad y anula lascontradicciones de cada coyuntura histrica, leyndola a la luz de una teoraesttica y aplicable para todo, lo cual contradice el propio pensamiento marxista.Praxis se presentar como una posicin superadora de estas dos instancias,reivindicando la vigencia del marxismo pero, al mismo tiempo, postulando unrelevo crtico de todo el resabio dogmtico que la teora ha acarreado desde elstalinismo.39

    En 1986, luego de diez aos de interrupcin, reaparece Crisis.40 La revistalleg a ser un smbolo de la cultura de los setenta, y fue una de las pocasrevistas culturales que alcanz niveles de circulacin notoriamente ms extensosque la generalidad de estas publicaciones, llegando incluso a una significativarepercusin en otros pases de Amrica Latina. Crisis capt el aire de la poca,y su desafo diez aos despus consista precisamente en lograr nuevamenteesa sintona.

    El nmero 41 (estableciendo la continuidad con la primera poca) tienecomo tema de fondo Las izquierdas en Amrica Latina. Utopa, crisis ytransformacin. A tres aos de la democratizacin, la revista responde a unaproblemtica ya instalada y definida en el campo con un conjunto de artculosentre los que se destacan los de David Vias, Len Rozitchner y Juan JosSebreli. Vias propone la construccin de un umbral a partir del cual puedaesbozarse un proyecto, una utopa poltica que no se conforme con losconsiderables (pero estrechos) lmites que dibuja la socialdemocracia local.Pero este umbral se define en Vias ms por la negativa que por una instanciapropositiva.41

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    38 Presentacin, en Praxis, 1, 1983. La revista tiene las siguientes secciones: El intelectual y la revolucin,Los marxistas, El socialismo real, Socialismo y libertad, La realidad argentina.

    39 Vase Editorial. Las tareas del marxismo hoy, en Praxis, 1, 1983, pp. 4-50.40 Crisis public cuarenta nmeros entre 1973 y 1976. Durante los primeros meses de la dictadura militar

    la revista debi cerrar frente a las amenazas y la censura. El equipo de Crisis (segunda poca) es, DirectorEjecutivo: Federico Vogelius; Director Periodstico: Vicente Zito Lema; Asesores Editoriales: Osvaldo Soriano yEduardo Galeano. Entre los corresponsales extranjeros se encuentran: Osvaldo Bayer (Alemania), Toms EloyMartnez (Washington), Rodolfo Terragno (Londres), Miguel Bonaso (Mxico).

    41 David Vias, Los intelectuales y las revoluciones, en Crisis, 41, 1986.

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    El texto de Rozitchner es agudamente autocrtico. El espejo tan temidointenta advertir sobre una nueva trampa en la que la izquierda puede volvera caer: poner el error y la muerte fuera de uno porque no hay verificacininterior del fracaso exterior. El autor considera a esto la piedra de toque pararealizar una autocrtica que no se quede en la liviandad del reconocimiento deerrores tcticos, sino que exija de los intelectuales una introspeccin queanalice los procesos por los cuales se llega a profundas inadecuaciones entrelas ideas que procesan y la realidad material. Cmo restablecer la coherencialuego de semejante desajuste? parece ser la pregunta de fondo de Rozitchner.En primer lugar, en el caso de que tal restablecimiento pueda ser posible no loser efectivamente si se cae de nuevo en la trampa de generar con la mismasoberbia nuevas verdades a seguir. Para el autor, si no se toma una concienciaprofunda de las consecuencias que trajo/trae la elaboracin y afirmacin deuna idea de la poltica, no puede dimensionarse el error de volver a caer enotras versiones tan contundentes como irresponsables. El resultado actualpara los intelectuales es la prdida del reconocimiento de la validez de sudiscurso y de su funcin social.

    La continuidad de Crisis llega hasta julio de 1987 en que, luego de lamuerte de su editor Federico Vogelius, los integrantes del equipo de redaccinsostienen una relacin conflictiva con sus herederos debido al endurecimientode las posiciones de la revista sobre las leyes de Punto Final, la visita delPapa, y otros aspectos de la poltica nacional. Se produce entonces una fracturaentre los editores de Crisis que, manteniendo el nombre, continan con larevista, y sus ex- integrantes que comienzan un nuevo proyecto editorial: Finde Siglo. Si bien ambas exceden el perodo estudiado, queremos dejar registradoque en los momentos iniciales de la segunda poca de Crisis, sta se articula ala problemtica de la transicin. Para la revista que tuvo entre sus principalescolaboradores a Walsh, Conti y Urondo, esta revisin era particularmente difcildiez aos despus, con la derrota y la muerte atrs. Tal vez no haya otroejemplo ms claro que la aparicin de la segunda poca de Crisis para demostrarla imposibilidad de reproducir un clima intelectual como el de los setenta. Peroesta dificultad no es privativa de Crisis. Lo es tambin de todo ese conjunto derevistas que comparten la concepcin del intelectual revolucionario, con mayoro menor grado de organicidad, en un momento en que, en el marco de unacrisis mundial, la revolucin ha desaparecido como modelo de sociedad. Conla excepcin de Crisis que arranca ms tardamente y avanza hacia aosposteriores a los lmites de este trabajo, las dems revistas desaparecen luegode pocos nmeros. Son, tal vez, las ltimas estribaciones de una idea deintelectual que no volvi a encontrar las brjulas del horizonte utpico.

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    Gritos y susurros: de El Porteo a Sitio En este ltimo punto de un recorrido inconcluso (que incluira las

    recolocaciones desde la lnea nacional-popular representada por los intelectualesperonistas y las nuevas expresiones de la vanguardia), quisiramos detenernosen el contraste y al mismo tiempo el vnculo entre dos sectores muyalejados entre s: el de los intelectuales y periodistas que se insertan durante elauge de la apertura democrtica en publicaciones destinadas a un mbitoamplio de circulacin, y el de los literatti que, concientes de la necesidad desu inscripcin en un campo en plena reconfiguracin, lanzan una revista quean desde su circulacin restringida no se desentiende sino que ms bieninterpela las problemticas y los discursos del primero.

    El Porteo (1982-1992) es una publicacin dirigida a zonas ms vastasdel campo cultural, inclusive externas a l. Podramos ver en ella la tpicarevista cultural de un perodo de apertura poltica comparada con aqullasque debieron lidiar con la censura extrema de la dictadura. Por su origen,debera estar confinada a un pequeo crculo intelectual pero, articulada almomento de transicin democrtica, toma la agenda predominante del momentoy la amplifica, poniendo en circulacin todos los temas que estaban siendotrabajados en un campo intelectual ms restringido, o desde otras publicacionesajenas a la cultura pero que sirvieron durante la dictadura como plataformade estos discursos, tal el caso de la revista Humor. El Porteo elige ubicarsecomo una revista no partidaria, realizada por una cooperativa de periodistasindependientes, vinculada al progresismo democrtico y a los movimientos dederechos humanos. Podra ubicarse en el entramado de la disidencia intelectualde izquierda porque, si bien no hay una manifestacin expresa, la mayora desus colaboradores, as como muchos de sus temas y entrevistados, se vinculana esta zona del campo o dialogan con ella. La cuestin de la redefinicin delintelectual de izquierda frente a la dimensin democrtica est presente encasi todas las notas y reportajes.42 La revista registra, asimismo, la aparicinde todos los movimientos e iniciativas de artistas que impulsaban activamentela apertura democrtica y despliega una heterogeneidad de artculos que vandesde zonas como los derechos humanos o la poltica nacional hasta la situacinde las culturas indgenas marginadas. Dentro del mbito especficamentecultural, El Porteo recoge las declaraciones, artculos y entrevistas del conjunto

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    42 Como ejemplos, vase: Mnica Flores Correa (Comp.), Democracia: el desorden que se va a armar, enEl Porteo, 19, 1983; Diciembre porteo [Entrevista a Oscar Landi], en El Porteo, 13, 1983; David Vias:Los generales son como una nube que nos agarra el pescuezo [Entrevista de Antonio Marimn], en ElPorteo, 16, 1983.

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    de escritores e intelectuales que regresan del exilio, y en ese sentido podradecirse que se convierte en el escenario de un discurso que circularampliamente en el perodo. La revista tematiza los problemas y tensiones en lareconstruccin de un campo cultural.

    En las antpodas de El Porteo y del discurso que amplifica, se encuentraSitio, que public siete nmeros entre 1981 y 1987. Al grupo nuclear de larevista: Ramn Alcalde, Eduardo Gruner, Luis Gusmn, Jorge Jinkis, MarioLevin, Luis Thonis, se le agrega un entorno de colaboradores cercanos comoOsvaldo y Lenidas Lamborghini, Nstor Perlongher, Enrique Pezzoni, SilviaMolloy, Beatriz Castillo, Luis Chitarroni, entre los ms frecuentes. Sitio proyectaen la dcada del 80 las incitaciones desplegadas por la revista Literal (1973-1977), dirigida por Germn Garca, Osvaldo Lamborghini y Luis Gusmn. Esposible encontrar en las pginas de esta ambiciosa publicacin los ecos de esaflexin literal que hila los discursos discordantes que caracterizarn al grupode escritores de la revista: Osvaldo y Lenidas Lamborghini, Arturo Carrera,Nstor Perlongher. Desde el ensayo a la poesa, una voluntad de cruce detextualidades residuales, coloquiales y eruditas, un trabajo incesante con lossignificantes, recorre este discurso neobarroco/neobarroso (como lo definirPerlongher) que invade y corrompe los discursos consolidados, sociales oliterarios.

    Ms restringida an que las anteriores revistas, pero con unacondensacin muy alta de los literatti del campo intelectual, Sitio pareciera,a primera vista, resistirse a una inclusin en donde se analicen los cambios dela funcin intelectual. En primer lugar, porque la teora de la escritura quecomparten sus redactores no propone otra instancia de praxis que no sea lapropiamente discursiva, y en segundo lugar, porque la revista se diferencia delas anteriores por su resistencia a actuar como cuerpo. La homogeneidad deun discurso colectivo est excluida de su mira: la misma declaracin deprincipios que constituye el Editorial es reemplazada por un Entredichos(tres artculos firmados por Gusmn, Jinkis y Gruner), es decir, un entramadode textos individuales de los responsables de la revista que evita un autorcolectivo. Sin embargo, la explicacin de la razn de ser de la revista llevaimplcita una definicin, una ubicacin, dentro de un campo que estreformndose.

    El lugar de Sitio, es ms bien ese no lugar que en el discurso no se posasobre ninguna certeza, ya que la certidumbre es una moneda tranquilizadoraque intercambia palabras por sentido: la moneda de lo comunicable hace ala literatura esclava de las intenciones, prctica escatolgica, donadora decertidumbres... El lugar de lo literario... es el de la interrogacin. Que no podra

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    coincidir ni con la plena certidumbre ni con la Nada, sino que sobrelleva en elacoso insistente de esos dos antagonistas, en permanente estado de sitio,afirma Eduardo Gruner.43 Se trata de una escritura intersticial, sinuosa, queno se apoya en los lugares autorizados de los discursos centrales ni en los quese oponen a ellos cuando su condicin es la ilusin realista de lorepresentacional. Un lugar mltiple, no unvoco, donde las diferentes vocespuedan entre-cruzarse, tensionarse, contradecirse. Para Sitio, el lugar de laoposicin no es igual al de las dems revistas: es un lugar discursivo. Laoposicin est en la diferencia, en salir de la trampa que opone, a la manera deun binarismo estructuralista, discursos oficiales y disidentes en sus contenidos.Ambas son formas mimticas de una misma actitud y la nica salida posible aesta dialctica cristalizada es el desvo, el descentramiento que no proponeoposiciones externas a la escritura misma. El lugar de la diferencia es la lengua.Pero cmo lograrlo?, se pregunta Jinkis, ante todo, no haciendo de Sitio unsitio nico.

    Definimos entonces una operacin a contrapelo de las anteriores, quedesestima por engaosa toda poltica de la cultura y deposita en la palabra laposibilidad de una poltica: nos parece posible sostener en la palabra unapoltica consecuente que me permita no combatir, sino interpretar ese universode lenguaje, sostiene Jorge Jinkis, en el mismo Entredicho. Claro que paraesto es necesario una reforma en la funcin intelectual ya que, segn estalnea de pensamiento que describe Jinkis, es siniestra la funcin intelectualque se propone la enunciacin de una poltica literaria, parapetada en unrealismo tanto de derecha que pasa el trapo a la moral sobre las razonesdel orden como de izquierda cuya ideologa se agota en el gesto progresistaque evita pagar el precio de las verdades que anuncia.44

    Significativamente, esta revista, en su primer artculo, necesitareactualizar los cambios de la funcin intelectual desde los 60-70 hasta elmomento:

    La expresin intelectual comprometido contribuy al xito de un trminoantagnico cuando la difusin de las ciencias llamadas sociales descubre parael conformismo escondites ms recnditos e insidiosos que la mala fe. Elcompromiso que haba sucedido al nihilismo se vio desplazado por una pasinde la modernidad, la indiferencia... Si a esto unimos el sentimiento exacerbadodel carcter asocial de la democracia entenderemos la desvalorizacin crecientede cualquier empresa colectiva y el abandono de la funcin que se crea

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    43 Eduardo Gruner, Entredichos, en Sitio, 1, 1981, p. 6.44 Jorge Jinkis, Entredichos, en Sitio, 1, 1981, p. 4.

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    trascendente del intelectual: cuando no busca refugio en la fantasa de ser portavozde un sector, se inclinar decisivamente hacia una modalidad artesanal. La crisisdel intelectual como intelligentzia es la crisis del concepto humanista de libertad.45

    (El nfasis es nuestro)

    Sitio deja claro desde el inicio que la prctica literaria es no slo especficasino irreductible a cualquier otra. Hay sobre la base de esta afirmacin unateora de la escritura que ve en ella su propio horizonte y que reclama suslmites.46 Sin embargo, un hecho extraliterario alterar los previstos senderosdiscursivos de la revista: la guerra de Malvinas. El nmero 2 de Sitio estabalisto para su publicacin en el momento en que se produce la toma de las islasen el mes de abril de 1982, pero no pudo publicarse hasta noviembre de eseao. Si bien la mayora de las revistas culturales incluy su anlisis de lasituacin, Sitio, a contrapelo de sus mismos postulados, introdujo fuertescambios en la forma y en el contenido de sus discursos. Por empezar, unificen un nosotros la voz diversificada del Entredichos.47 Si la literatura noconvocaba ese nosotros, s lo haca la poltica y la reubicacin que sta leexiga a los integrantes de la revista:

    Qu cambio de sentido le cabra a la literatura de un pas que para nuestramemoria histrica, para nuestra corporalidad, para nuestro estar en el mundo,fue espectador neutral de todas las guerras que durante este siglo alteraronsustancialmente la estructura material y cultural de la humanidad? Para nosotros,las guerras haban sido, fundamentalmente, testimonios orales o hechos literarios.Ahora nosotros, en guerra, pasbamos a ser un hecho del que la literatura tendraque dar cuenta. La guerra imaginbamos nos dejara en relaciones socialesnuevas (por momentos las suponamos fundamentales, inaugurales), y nospreguntbamos qu funcin dentro de ellas nos tocara cumplir. Materia nuevaclamando por formas nuevas; nosotros no seramos los mismos, habra otros

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    45 Ibid., p. 5.46 Eduardo Gruner, desde su texto de Entredichos, sostiene:

    Se cree hacerle un favor a la literatura (o es a los literatos?) cuando se invoca su utilidad social,cuando se convoca en su auxilio a las ideologas, cuando se provoca su inclusin en algunas de lasconsabidas prcticas comunitarias. Pero, no es ella misma lo negativo si no la negacin de todautilidad, la apora de lo ideolgico... la interpelacin de cualquier prctica en tanto los sujetos que soportanuna prctica se definen porque hablan?

    Es fcil por ese sesgo la precipitacin en el imaginario del arte por el arte, reverso ideolgico de loideolgico. No conozco sino una manera, ella misma quiz paradjica, de resolver esta paradoja: renunciara salir de la contradiccin, instalarse en ella como quien se sienta a meditar en una cuerda floja... en elalejamiento de cualquier ilusin de conformidad con un saber de lo real, en el rechazo de toda esclavitudpero tambin de un ejercicio del poder... del poder decir. Eduardo Gruner, Entredichos, p. 6.47 El Entredichos est firmado por R. Alcalde, H. Grisafi, E. Gruner, L. Gusmn, J. Jinkis y H. Savino. Se

    titula: Las Malvinas argentinas. Del trabajo a la guerra y de la guerra al trabajo. Argentinos a recomponer!.

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    lectores, otras conciencias, otro acceso a ellas; otros objetivos; quizs una nuevaeficacia? Ciertamente, un nuevo deber ser.

    Estos celajes se desvanecieron, como tantos otros... Se justifica publicarahora algo escrito en una coyuntura tan distinta? Hemos vacilado largamente.Dos razones nos decidieron: la impotencia en que nos debatimos todava paraimaginar qu y cmo escribiremos cuando hayamos terminado de asumir lo queel pas vivi durante setenta y cuatro das oniroides; y el haber cado en lacuenta de que por el momento es el nico modo que tenemos de negarnos aolvidar. Que es lo que se nos sugiere, se nos suplica, se nos intenta imponer portodos los medios.48

    Esta torsin de la revista hacia un tipo de discurso que haba condenadojustamente en el nmero anterior, provoca la reaccin de uno de suscolaboradores ms estrechos, Nstor Perlongher, que desde su lugar deresidencia en Brasil enva un artculo que satiriza todo el texto editorial porpatriotero y didactista, y advierte:

    La desalada guerra nos ha cambiado el Sitio de lugar? Lo ha acercadoa unas islas? Anclado en aguas territoriales? De tan glaceada en primavera sudamericanista, anticolonialista, unin nacional , la Musa acaba Cojaen un glaciar. No hay que afligirse: para enderezarse, guarda el consuelo deunos derechos.49

    La respuesta del grupo se incluye a continuacin en dos notas de Jinkis

    y Alcalde que sirven no slo para resituar a la revista dentro de una nuevacoyuntura poltica sino tambin para redefinirse en su funcin intelectual.Para Jinkis, por ejemplo, Si la revista ha cambiado de lugar, esto slo significaque ha hablado... all donde esperabas su silencio. Pero no se ha dado vuelta,Perlongher, aunque haya que darla vuelta para leer. Texto tpico de unapolmica, el de Jinkis aborda tambin la responsabilidad de manifestar contraquin se escribi aquel Entredicho: contra la modalidad del izquierdismoideolgico, que reduca la guerra, como lo hacs vos, a un recurso para convertira los esclavos en soldados. Si Perlongher ubica a los escritores de Sitioencerrados en las fronteras de un patriotismo ilusionado, que terminanhaciendo el juego a la dictadura militar, estos a su vez, ejemplifican en laposicin del primero, residente en Brasil, un lugar donde el alma del liberalismoprogre ha encontrado en estos ltimos aos el clima tibio en el que puedenflorecer sus manifestaciones expresivas. Es tambin, otra poltica.50

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    48 Jinkis, Entredichos, p. 4.49 Nstor Perlongher, La ilusin de unas islas, en Sitio, 3, p. 48.50 Jorge Jinkis, A la tibia musa de un vate desencantado, en Sitio, 3, pp. 49-51.

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    Aquel nosotros que hasta no haca mucho una a exiliados y residentesen el pas en torno a una esttica comn, se quiebra a partir de la interpretacinque ambos sectores tienen de la guerra de Malvinas y de la posicin que cadasector toma con respecto al conflicto. Simultneamente, e intensificando loanterior, est circulando la polmica sobre el exilio, al punto que desde elpas comienza a ser identificable un discurso del exilio, como lo califican enSitio. Podra decirse que ambas polmicas se sobreimprimen y generan unatensin que provoca una salida de los propsitos originarios de la revista.

    El extenso artculo de Ramn Alcalde, Ilusiones de isleo, abarca todosestos tpicos, en una respuesta que tiene a Perlongher como destinatarioinmediato pero que apunta, mediatamente, a la globalidad de los escritoresargentinos exiliados y a su incapacidad para procesar la experiencia argentinade los ltimos aos y en particular la de Malvinas. Esto y no nuestracomn pertenencia a parroquiales vicisitudes literarias es lo que producela tensin, la dislocacin de un bloque literario e intelectual:

    Es verdad. Cambiamos. En parte, nos cambiaron; pero, mucho ms,quisimos cambiar o dejarnos cambiar. Si no lo hacamos, nos quedbamos solos.Solos de quienes nos interesan. De lectores reales o imaginados. Solos, en esamonserga del exilio interior, de la catacumba, novedossima argucia, que nodefine nunca el lugar de la expulsin (o del irse a baraja); una especie de jubilacinreversible, de la que afloraremos algn da... Y mucho mejor legitimados pornuestro martirologio que los mersas eyectados hacia los Pontos no tan brumososde Pars, Barcelona, Ro de Janeiro, M.I.T., Mxico D.F. ...

    (Perlongher) No vivi nuestras ilusiones. Tampoco el odio, la humillacin,el dolor reales que vivimos los de Sitio. Mantngase en su nsula, Perlongher,con su ilusin extraterritorial, pero acepte, aunque ms no sea como hiptesis,que podamos haber cambiado, y no por mala fe.51

    Hemos mencionado recin la alusin negativa que los escritores de Sitiohacen al discurso del exilio. Ramn Alcalde ubica el artculo de Perlonghercomo una modalidad de ese discurso obsoleto como lo es todo discurso deexilio que no se haga cargo de la novedad introducida por Malvinas en lasrelaciones sociales internas e internacionales. Aunque sea difcil percibirlo desdelos recaladeros prestigiosos de la Dispora. Para el autor, es atributo de estediscurso una negacin a elaborar todo cambio producido en el pas durante elperodo del exilio, y una inclinacin al anlisis de la propia experienciacristalizado de all su obsolescencia en la coyuntura que determin elexilio. Como ilustracin de lo que sostiene, Alcalde dedica una columna de su

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    51 Jorge Jinkis, A la tibia musa de un vate desencantado, pp. 53-55.

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    artculo a la proliferacin de los reportajes a exiliados que retornan o visitan elpas (generalmente publicados en los suplementos literarios y en revistas comoHumor o El Porteo) en donde destaca como hecho significativo que ningunode ellos haga una sola mencin a Malvinas en sus anlisis de la situacinnacional. Y para Alcalde, todos los cambios que se estn efectuando entretodos, el ms fundamental: el de la democratizacin precaria, condicionada,incierta son efectos de una nueva estructura de problemas y relacionesgenerada a partir de Malvinas:

    Dentro de esta estructura reformulada, la Literatura tiene que moverse.O para no hacer metonimias, los que en ella de alguna manera, de muy distintasmaneras, estamos. Su curso, por supuesto no es determinable, ni mucho menosexigible, desde ninguna esttica. Cada cual elegir tiene que reelegir paraquin, en dnde, cmo, sobre qu escribe. Cuidndonos todos de no girar en elvaco. De no encontrarnos otra vez frente a la sorpresa que a algunos los lleva la expatriacin, exiliar o no, a los otros a la permanencia impotente frente auna guerra terminada casi antes de empezar, de la cual la literatura, convidadode piedra, slo puede hacerse cargo postumamente. Sero uenientibus, ossa,para los que llegan tarde, los huesos. (Buenos Aires, 1 set. 1983)52

    No obstante, Sitio no pierde ni modifica su proyecto literario inicial y suintromisin en la problemtica de la recolocacin intelectual se da a travs deun Anexo: Del Exilio. De todo el espectro de la fraccin intelectual queestudiamos, este heterogneo sector que une trayectorias individuales muymarcadas como las de Ramn Alcalde o Luis Gusmn no se identificacomo cuerpo salvo cuando tiene que dar cuenta de su redefinicin de la funcinintelectual.

    Hemos tratado de delinear los relieves de una topografa intelectual enpleno proceso de transformacin que en los aos siguientes continuarmodificndose. Seguimos el itinerario de un discurso de resistencia que, alavanzar el perodo de la democratizacin, no pudo sosten