memorias del subsuelo

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Memorias del subsuelo, también conocida en español como Apuntes del subsuelo, es una novela del autor ruso Fiódor Mijáilovich Dostoyevski. Fue publicada en 1864 y es considerada una de las obras clave en la literatura rusa

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Pehun Editores, 2001 )1 (FEDOR DOSTOIEVSKI POBRES GENTES Pobres GentesFedor DostoievskiFEDOR DOSTOIEVSKIPOBRES GENTES) ( Pehun Editores, 2001No, seor, no quiero nada con esos urdidores de cuentos! En vez de escribir algo til, agradable, consolador, se complacen en rebuscar las ms peque- as menudencias de este mundo, para esparcirlas por ah. Yo, sencillamente, les prohibira coger la pluma. Porque vea usted: resulta que lee uno...; luego, sin querer, se pone a pensar en que ha ledo..., y al final es... que se le llena a uno la cabeza de disparates. As que lo dicho: yo, sencillamente, les prohibira escribir, de un modo terminante y categrico, prohibido en absoluto!(PRNCIPE V.F. ODOYEVSKII)8 de abrilMi estimada Var vara Aleksiyevna: Ayer me sent feliz, extraordinariamente feliz, como no es posible serlo ms! Con- que, por lo menos una vez en la vida usted, tan terca, me ha hecho caso! Al despertarme, ya oscurecido, a eso de las ocho (ya sabe usted, amiga ma, que, terminado mi trabajo en la ofici- na, de vuelta a casa, me gusta echar una siestecita de una a dos horas), encend la luz, y ya haba colocado bien mis papeles y slo me faltaba aguzar mi pluma, cuando, de pronto, se me ocu- rre alzar, la vista, y he aqu que..., lo que le digo, que me empieza a dar saltos el corazn! Ya habr usted adivinado lo que ocurra!Pues que un piquito del visillo de su ventana estaba levantado y prendido en una maceta de balsamina, exactamente como yo otras veces hube de indicarle. As que me pareci como si con- templara su adorado rostro asomado un instante a la ventana y que tambin usted me miraba desde su gabinetito, que usted tambin pensaba en m. Y cunta pena me dio el no poder dis- tinguir bien su encantador semblante! !Hubo un tiempo en que tambin yo tena buena vista, hija ma! Los aos no proporcio- nan ningn contento, amor mo! Ahora suele ocurrirme que me baila todo delante de los ojos! En cuanto trabajo un poquitn de noche, en cuanto escribo un ratito, ya amanezco al da siguiente con los ojos ribeteados y lacrimosos, hasta el punto de darme vergenza que me vea nadie. Pero en espritu vea yo muy bien, hija ma, su amable y afectuosa sonrisa, y, en mi corazn experi- mentaba sensacin idntica que en aquel tiempo, cuando la bes aquella vez, Vrinka. Lo recuerda usted an? Sabe usted que me parece verla en este instante amenazndome con el dedo?Ser verdad, mala? La primera vez que vuelva a escribirme, me lo ha de decir sin remisin y con detalles.Bueno, vamos a ver: qu piensa usted de nuestra idea, me refiero al visillo de su ventana, Vrinka? Magnfica, no es verdad? Cuando yo me siente para escribir, o me acueste, o me levante, siempre podr saber as si usted me lleva todava en el pensamiento y se acuerda de m, y tambin si est usted bien y alegre. Si deja caer el visillo, querr decir: Buenas noches, Makar Aleksiyevich; ya es hora de irse a la cama!. Si lo vuelve a levantar, ser para decir: Buenos das, Makar Aleksiyevich! Cmo pas la noche, y que tal se encuentra de salud Makar Aleksiyevich? Yo, gracias a Dios, estoy muy bien y muy contenta!.Ya ve usted, amiguita, qu delicada resulta la idea. De este modo no necesitamos escribirnos! Verdad que est muy bien pensado? Pues he sido yo el inventor de esta idea tan sutil! Y ahora, Varvara Aleksiyevna, dir usted todava que no tengo imaginacin? Tengo que decirle an nena, que la noche ltima la he pasa- do en un sueo, muy bien, contra lo que me esperaba, por lo que tambin yo estoy ahora muy contento, sobre todo teniendo en cuenta que, por lo general, en una habitacin nueva, por la falta de costumbre, no se suele coger el sueo; por lo visto, no siem- pre pasan las cosas como habran de pasar. Al levantarme hoy me senta enteramente... tan, vamos, tan ligero de cuerpo y de espritu.... tan alegre y despreocupado. Es que hoy tambin ha hecho una maana...! Abr la ventana, y entr por ella el sol a raudales, rompieron a cantar los pjaros, impregnse el aire de aromas de primavera, y toda la Naturaleza revivi...; bueno, tam- bin todo lo dems estaba como es debido, exactamente como debe estar cuando es primavera. Con decirle a usted que yo me puse a soar tambin un poquitn, claro que pensando slo en usted, Vrinka! La comparaba mentalmente con un angelito del cielo, creado tan perfecto para alegra de los hombres y orna- mento de la Naturaleza. Y pensaba tambin que nosotros, Vrinka, nosotros, los hombres, que pasamos la vida entre an- gustias y sobresaltos, podamos envidiar, por su despreocupada e inocente alegra, a los pajarillos del cielo..., y algo ms tam- bin, todo por este estilo, me parece. Quiero decir, que slo haca esas comparaciones remotas! Tengo aqu, Vrinka, un li- brito en el que se habla de esas cosas, y todo se describe muy al pormenor. Digo esto para que se vea que, aunque siempre dis- crepan las opiniones, ahora que es primavera, se le ocurren a uno exactamente ideas iguales de placenteras y espirituales y fantsticas e idnticos ensueos de ternura. Por eso precisamen- te he escrito yo todo lo que antecede. Aunque en su mayor parte lo he sacado todo del librito que le digo. En l expresa el autor el mismo deseo que yo, slo que en verso:Oh, quin fuera un ave, un ave de rapia!Luego vienen tambin otros pensamientos distintos, pero...le hago gracia de ellos! Pero dgame, Varvara Aleksiyevna:adnde iba usted esta maana? An no haba salido para la oficina, cuando ya atravesaba usted, tan pizpireta, el portal, y como un pajarillo de primavera haba dejado su nidito. Y cmo se me alegr el corazn al verla! Ah Vrinka! No se aflija usted! Las lgrimas no quitan las penas, crame a m, que harto lo s, y por experiencia propia. Ahora lleva usted una vida muy alegre y distrada, y tambin est mejor de salud. Bueno... pero a todo esto, qu hace su Fiodora? Ah, y qu buena es la pobre! Usted debera escribrmelo todo con todos sus detalles, Vrinka, cmo se lleva usted con ella y si est usted contenta del todo! Fiodora es a veces algo gruona, pero usted no se lo debe tomar en cuen- ta, Vrinka! Dios sea con ella! A pesar de todo, es un alma de Dios!Ya le escrib a usted hablndole de nuestra Teresa: es tam- bin una criatura buena y fiel. Cunto me han dado que hacer nuestras cartitas! Cmo hacerlas llegar a su destino? Hasta que quiso Dios que viniera Teresa, como enviada propiamente por l. Es una chica buenaza, modesta y de buen genio. Pero nues- tra patrona muestra carecer de toda piedad al esquimarla como lo hace. La pobre chica no puede con tanto trabajo.Pero en qu estoy pensando, Varvara Aleksiyevna! Toda- va no le he dicho que vivo ahora en compaa! Antes viva yo en soledad completa, bien lo sabe usted, con una paz y silencio que cuando volaba una mosca se la senta. Mientras que aho- ra..., todo es barullo, algazara y estruendo en torno mo! Pero usted no puede formarse la ms remota idea de lo que es esto. Imagnese usted un corredor interminable, muy oscuro y muy sucio, con muchas puertas, una al lado de otra. Y detrs de cada puerta hay su correspondiente habitacin, nmero tantos, y en cada una de esas habitaciones viven juntas dos o tres personas, que entre todas pagan el alquiler. En cuanto a orden, no se le ocurra pedirlo; esto es el arca de No! A pesar de todo los inqui- linos son buena gente, en mi concepto, y educados y hasta cul- tos, s, seor tenemos aqu, entre otros, cierto empleado... que es un hombre muy ledo: le habla a usted de Homero y de otros muchos escritores, y le habla, en una palabra, de todo...; nada,que es un hombre de talento! Tenemos tambin dos ex oficiales que se pasan la vida jugando a las cartas. Y, adems, un marino, que da lecciones de ingls. Aguarde un poco, que voy a contarle algo de risa: en mi prxima carta le describir en estilo satrico a toda esta gente, pintndole a usted con todos sus detalles el modo como viven!Nuestra patrona es una vieja muy pequeita y muy sucia, que anda todo el da por la casa en chancletas y envuelta en una bata de dormir, y est constantemente insultando a la pobre Teresa. Yo vivo en la cocina, o, mejor dicho..., ya se lo figurar usted: contiguo a la cocina hay un cuarto (debo decirle a usted que la tal cocina est muy limpia y es muy clara), un cuartito muy chico, un rinconcito muy discreto..., o mejor dicho, que lo ser; la cocina es grande y tiene tres ventanas, y paralelo al tabi- que me han colocado un biombo, de modo que resulta as un cuartito, un nmero supernumerario, como suele decirse. Todo muy espacioso y cmodo, y tengo hasta una ventana, y lo princi- pal, que.... como le digo, todo est muy bien y muy confortable. Este es mi rinconcito. Pero no vaya usted a imaginarse, hija ma, que yo lo diga con segunda intencin, porque, al fin y al cabo,esto no es ms que una cocina! Es decir, hablando con exacti- tud, yo vivo en la misma cocina, slo que con un biombo por medio, pero esto no significa nada. Yo me encuentro aqu muy contento y a gusto, en completa modestia y placidez!He colocado en este rinconcito mi cama, una mesa, una c- moda, dos sillas, s, seor, un par nada menos, y he colgado de la pared una imagen piadosa. Cierto que hay habitaciones mejores, y hasta mucho mejores, pero lo importante en este mundo es lacomodidad; slo por esto vivo yo aqu, porque me encuentro as ms cmodo..., no vaya usted a pensar que lo hago por otra ra- zn. Su ventanita cae enfrente de mi cuarto, por encima del ves- tbulo, y el vestbulo es tambin muy pequeito, de modo que se la ve a usted ir y venir con toda claridad..., con lo que siempre estoy, pobre de m, ms acompaado, y tambin me resulta ms barata esta combinacin. En esta casa, el cuarto ms pequeo cuesta, incluyendo la comida, treinta y cinco rublos al mes. Y eso no lo podra soportar mi bolsa! Pero mi rinconcito me viene a salir slo por siete rublos, y por la comida pago cinco, mientras que antes vena a costarme todo, en nmeros redondos, treinta rublos, para pagar los cuales tena que renunciar a muchas co- sas: no poda, por ejemplo, tomar t siempre, y ahora, en cam- bio, me sobra dinero para azcar. As como se lo digo a usted: no puede usted figurarse la vergenza que uno pasa cuando no pue- de tomar t, Vrinka. En esta casa slo viven personas que cuen- tan con ingresos seguros, y eso hace sentirse importante un poco. Y para que lo sepa, slo porque el otro toma t, slo por el qu dirn, tiene uno que tomarlo, Vrinka; porque aqu eso forma parte del buen tono. Si as no fuera, a m me dara exactamente igual, que no soy hombre que conceda mucha importancia a los placeres.Hay que contar, adems con que se necesita llevar algn dinero en el bolsillo, pues siempre hace falta alguna cosa; ponga- mos, por ejemplo, un par de botas, un corte de tela para un traje, y teniendo esto en cuenta, qu le queda a uno libre? As que a m se me va todo el sueldo. Aunque no me quejo de que as sea, sino que, por el contrario, estoy muy contento. A m me basta con lo que tengo. Muchos aos hace ya que me hasta! Bien es verdad que de cuando en cuando tenemos alguna que otra grati- ficacin...Bueno, ngel mo, quede usted con Dios por hoy. Me he comprado un par de plumas, dos tiestos, uno de balsamina y otro de geranio... baratitos. Le gusta a usted por ventura el reseda? Pues bastar que me lo diga por carta para que en segui- da est aqu el reseda. Pero escrbame sin omitir detalle, no? Por lo dems, no creo, que deba servirle de disgusto... nada de lo que haga ni el que me haya conseguido un cuarto tan agradable. Slo lo he hecho por la comodidad, nicamente me he dejado guiar en esto por la consideracin de encontrarlo tan conforta- ble... Pero debo confesarle tambin, hija ma, que he ahorrado algn dinero y puesto aparte alguna cantidad; oh, s; poseo ya mis ahorrillos! No piense usted que soy tan pacato y tmido que una mosca pudiera derribarme con sus alas. No, hija ma, no soy tan poca cosa y tengo precisamente ese carcter que debe tener el hombre que tiene la conciencia tranquila y esa entereza que comunica el sentimiento del propio decoro. Pero adis, ngel mo. Ya he llenado dos carillas enteras y es la hora justa de ir a la oficina. Beso su mano, Vrinka, y quedo como su seguro servi- dor y fiel amigo.Makar DievushkinPost Scriptum: Perdone, vuelvo a rogarle que me escriba extensa- mente, ngel mo. Le envo adjunto un cucurucho de dulces, Vrinka; que los saboree con felicidad y, por Dios, no se preocu- pe de m y no me mire con malos ojos. Y esta vez de veras, adis, hija ma.8 de abrilMi estimado Makar Aleksiyevich: Sabe usted que va a haber que retirarle a usted la amistad? Le juro, mi buen Makar Aleksiyevich, que a m me cuesta mucho trabajo el aceptar sus obsequios. S lo que le cuestan y la brecha que abren en su bol- sa, a cuntas privaciones le obligan y cmo tiene usted, queescatimarse lo necesario. Cuntas veces no le habr dicho que a m no me hace falta nada, absolutamente nada, y que no est en mi mano el corresponder debidamente a las atenciones con que usted me abruma? La balsamina, todava pase, pero a qu vie- ne tambin el geranio? Es qu basta que yo suelte una palabra impremeditada, como, por ejemplo, que me gustan los geranios, para que usted vaya en seguida a comprarme un tiesto? En- cuentra usted algo caro? Qu maravillosas son las flores! Qu brillo tan rojo tienen y cuntas son! Pero dgame usted hombre:dnde ha podido usted encontrar un ejemplar tan hermoso? He colocado la maceta en el alfizar de la ventana, en el sitio ms visible. En el banquito que hay al pie de la ventana pondr tam- bin otras flores, pero deje usted que me haga rica! Fiodora no acaba de hablar de nuestro cuartito, que es ahora un verdadero paraso, de limpio y claro y acogedor. Pero a qu vena tambin eso de los dulces?Adems, inmediatamente deduje de la lectura de su carta que haba algo de por medio, no del todo bien; la primavera, los aromas, el canturriar de los pajaritos..., nada, que pens: a qu va a endilgarme una poesa? Porque, a decir verdad, slo falta- ban versos en su carta, Makar Aleksiyevich. Los sentimientos que en ella expresa son muy tiernos, y las ideas teidas de rosa...,todo como es debido! En lo del visillo no tuve yo parte. Ese piquito que dice debi de quedarse prendido de una rama al tras- ladar yo las macetas.Y eso es todo!Ah, Makar Aleksiyevich! a qu me habla usted y me hace la cuenta de sus ingresos y sus gastos para tranquilizarme y ha- cerme creer que todo lo que usted gasta lo gasta por su gusto? Lo que es a m no me puede usted engaar. Yo s muy bien que usted se priva por m de lo ms necesario. Quiere decirme con toda claridad por qu se le ha ocurrido a usted alquilar ese cuar- to? Ah lo molestan y distraen a usted; el cuarto es, como si yo lo viera, demasiado chico, incmodo y feo. Usted gusta del silencio y de la soledad, pero... ah en esa casa, qu vida va a llevar usted? Y con arreglo a su sueldo poda usted procurarse una habitacin mucho mejor. Dice Fiodora que usted antes viva incomparable- mente mejor que hoy da. Ha pasado usted realmente toda su vida as siempre solo, siempre con privaciones, sin disfrutar de nada, sin escuchar una palabra amiga; siempre en su cuchitril al- quilado, entre gente extraa? Ah, amigo mo, si viera usted cmo le compadezco! Pero por lo menos, cuide usted de su salud, Mkar Aleksiyevich. Dice usted que no anda muy bien de los ojos...,pues no escriba usted con luz artificial! Por qu y qu es lo que usted escribe? Sin necesidad de eso, ya sus superiores deben cono- cer el celo que usted se toma por el servicio.Se lo vuelvo a suplicar a usted, no gaste tanto dinero en m. Ya s que usted me quiere, pero usted no es rico... Hoy estaba yo de tan buen humor como usted al despertarme. Si viera qu contenta estaba! Slo sal de casa para comprar seda y enseguida me puse a trabajar. Y toda la maana y toda la tarde he estado tan contenta! Pero ahora..., otra vez vuelven las ideas impre- cisas y tristes a atormentarme el corazn.Dios mo, qu ser de m, cul ser mi destinos Lo peor es que no sabe una nada, nada absolutamente de lo que le tiene reservado la suerte, que no dispone del porvenir y ni remota- mente puede adivinar lo que ha de ser de una! Esta considera- cin me produce tanto dolor y tanta pena, que slo con pensarlo quiere saltrseme el corazn. Toda mi vida he de quejarme con lgrimas en los ojos de las criaturas que labraron mi desgracia.Qu seres tan horribles!Est oscureciendo. Es hora de abocarme de nuevo a la ta- rea. de buena gana le escribira a usted ms, pero por esta vez no puede ser; el trabajo tiene que estar acabado para fecha fija. As que tengo que aligerar. Claro que siempre una gusta recibir car- tas; de lo contrario, se aburre una tanto! Pero Por qu no vieneusted a visitarnos personalmente? Quiere decirme por qu, Makar Aleksiyevich? Vivimos tan cerca, y usted debe de tener tanto tiempo libre!As que.... nada, qu tiene que hacernos una visita! He vis- to hoy a su Teresa. Parece muy delicada de salud. Me dio tanta lstima de ella, que le di veinte kopecs.S, es verdad, casi se me haba olvidado; escrbame usted, lo ms detalladamente posible..., qu clase de vida hace, qu pasa en torno suyo... todo! Qu clase de individuos son los que ah viven y si se llevan ustedes bien con ellos. Yo quisiera saberlo todo. As que no se le olvide a usted escribirme todo, con toda clase de detalles. Hoy no dejar engancharse involuntariamente el pico del visillo. Vyase a acostar ms temprano. Anoche vi luz en su cuarto alrededor de la medianoche. Y ahora, quede usted con Dios.Hoy ha vuelto todo de nuevo: pena, sobresalto y tedio. Ha sido un dita! Pero, en fin, quede usted con Dios!Suya,Varvara Dobroselov8 de abrilMi estimadsima Varvara Aleksiyevna: S hija ma; debe de ha- ber sido un da como a menudo nos depara la suerte. Se ha divertido usted a costa ma, pobre viejo, Varvara Aleksiyevna!Aunque despus de todo, soy yo quien tiene la culpa, yo y nadie ms que yo! Quin me manda a m, a mi edad, con el pelo que me queda en la cabeza, meterme en aventuras?... Y, sin embar- go, es menester que se lo confiese, hija ma; el hombre es a veces una cosa rara, pero, que muy rara. Oh Dios santo! Qu es lo que a veces no se propasa uno a decir? Pero y las consecuencias ltimas? S, pese a lo que luego pueda ocurrir, por lo pronto suelta uno tales desatinos, Qu Dios nos libre y nos guarde! S, hija ma, yo no me enfado en modo alguno; pero me resulta, sin embargo, muy desagradable reflexionar ahora en todas esas co- sas que con tanta despreocupacin y tan poco juicio le escrib a usted... Y hasta la oficina he ido lleno de arrogancia y presun- cin; fulgan tales luces en mis ojos, llevaba tal fiesta en el alma, y todo esto sin el menor motivo... Me senta tan feliz! Ansioso de desplegar actividad, me puse al trabajo entre mis papeles...;y en qu par al fin todo ello? Pues en que, al mirar a mi alrede- dor, todo lo volv a encontrar como antes..., gris e inspido. Por todas partes las mismas manchas de tinta, las mismas mesas y los mismos papeles, e incluso yo mismo me haba quedado como era antes, exactamente igual... Qu motivo haba habido, pues, para cabalgar en el Pegaso? Y de dnde poda todo aquello? Sencillamente de que el sol haba sonredo por entre las nubes, y el cielo tease de un color ms claro. Acaso se deba todo, slo a eso? Y qu tienen que ver los aromas primaverales cuando mira uno a un patio en el que se puede encontrar toda la basura del mundo? Verdaderamente, todas esas cosas me las he debido yo de imaginar de puro estpido. Pero sucede a veces que el hombre se pierde en sus propios sentimientos y otea la lejana y profiere disparates. Lo que slo es efecto de una estpida calen- tura, en la que tiene su parte el corazn. No volv luego a casa como los dems mortales, sino que me escurr en ella; la cabeza me dola. Me suele suceder as. Y es que debo de haber cogido fro a la espalda. Me haba estado alegrando exactamente igual que un burro viejo con la llegada de la primavera, y me ech a la calle con una capita muy fina! Tambin esto! Pero tocante a mis sentimientos se equivoca usted, amor mo. Ha tomado usted en un sentido totalmente distinto mis palabras. Se trata nicamente de una inclinacin paternal, Vrinka, pues yo vengo a ocupar, en la triste orfandad en que se encuentra, el puesto de un padre, se lo digo con toda mi alma y con un corazn puro. Pero sea comofuere, despus de todo, soy algo pariente suyo, aunque muy remo- to, acaso como dice el refrn: la ltima palabra del credo, pero al fin y al cabo, un pariente suyo, y ahora hasta puedo aadir que su mejor pariente y su nico protector. Porque aqu, donde pareca lo ms natural que encontrase usted ayuda y proteccin, tan slo encuentra traicin y desvo. Pero tocante a los versos, debo decir- le a usted, hija ma, que no me est a mi bien, a mis aos, ponerme a rimar coplas. Las poesas son disparates! Hoy castigan a los chicos en las escuelas cuando los cogen haciendo versos. Conque vea usted, amor mo, lo que es la poesa!A qu viene todo eso que me dice usted en su carta de comodidad, descanso y no s cuntas cosas ms, Var vara Aleksiyevna? Yo no soy exigente, hija ma, no he vivido jams mejor de lo que hoy vivo; por qu habra ahora de echarme a perder? No me falta algo para llevarme a la boca, estoy bien de ropa y calzado..., qu ms se puede desear? No nos est bien meternos Dios sabe en qu aventuras! Yo no soy de noble lina- je! Mi padre no era ningn aristcrata, y mantena a toda su fa- milia con un sueldo tan modesto como el mo. Yo no estoy mal acostumbrado. Por lo dems, si he de decirle a usted la verdad completa, es cierto que estaba mucho mejor en mi anterior alo- jamiento. Disfrutaba all de ms libertad e independencia, es verdad, hija ma. Desde luego que tambin mi actual vivienda resulta buena y hasta en cierto sentido tiene sus ventajas; se pasa aqu la vida ms alegre, si se quiere, y hay ms cambio y distraccin. No niego que as es; slo que a m, a pesar de todo, me da pena haber dejado mi habitacin antigua. As somos no- sotros, los viejos; es decir, los que ya empezamos a ser viejos. Miramos las cosas viejas a que ya estamos acostumbrados casi como si fueran de la familia. Aquel cuarto era, ya lo sabe usted, pequeo pero bonito. Yo tena una habitacin para mi solo. Las paredes eran..., pero, ay, a qu hablar de eso! Las paredes eran como todas las paredes del mundo, pero no se trata de las pare- des, sino de los recuerdos que en m despiertan y me ponen tris- te... Verdaderamente, tales recuerdos me afligen; pero, no obs- tante, me resultan como si me alegrasen, como si pensara ya con placer en todas las cosas de antao. Incluso lo desagradable, aquello de que a veces me quejaba, hasta eso mismo aparece ahora en mis recuerdos como purificado de todo lo malo, y ya slo lo veo con el espritu como algo familiar y bueno. Tanto mi patrona, la buena viejecita, como yo, llevbamos all una vida muy tranquila, Vrinka. S, hasta en la pobre vieja pienso yo ahora con tristeza. Era una buena mujer y no me cobraba caro por el cuartito. Estaba siempre haciendo colchas con telas vie- jas, que cortaba en tiras estrechas, y empleaba en su labor unas agujas enormes. Esta era la nica ocupacin. La luz la utilizba- mos los dos en comn, por lo que trabajbamos ambos por la noche en la misma mesa. Viva con ella una sobrina, Mascha, y todava recuerdo lo pequea que era... Ahora tendr sus trece aos, toda una mujercita ya. Y era tan desgarbado, tan indolen- te, que nos haca rer. De suerte que formbamos un tro, y en las largas veladas de invierno nos sentbamos los tres en torno a la mesa redonda, nos tombamos nuestro t, y luego volvamos a reanudar nuestro trabajo. A menudo, la vieja se pona a contar- nos historias, con el fin de que no se aburriera Mascha, y tam- bin para ilustrarla un poco. Y qu cuentos nos contaba la vieja! No slo poda orlos un nio, sino tambin, s, seor, hasta un hombre adulto y razonable... Y cmo nos los contaba! Yo mis- mo muchas veces, al darle una chupada a mi pipa, me quedaba escuchndola con la mayor atencin y me olvidaba por comple- to de mi trabajo. Pero la chica, nuestra pequea, se pona muy pensativa, apoyaba su rosada mejilla en la mano, abra la boquita y se pona a escuchar a la viejecita abriendo tamaos ojos; y cuando el cuento era de miedo, entonces se iba acercando cada vez ms a la vieja, muy despacito, hasta pegrsela a las faldas, toda asustada. Pero para nosotros era muy divertido mirar a lamuchacha, de suerte que, con unas cosas y con otras, nos est- bamos las horas de ocio sentados a la mesa y no nos dbamos cuenta de cmo se iba el tiempo, y nos olvidbamos por comple- to de que afuera estaba nevando.S, era aquella una buena vida, Vrinka, y dicen que la he- mos hecho en comn por espacio de casi veinte aos... Pero a qu hablar de eso! A usted quiz no le agraden estas historias, y a m me pesan an estos recuerdos..., especialmente en esta hora del crepsculo. Teresa est armando ah ruido con los cacho- rros..., y a m me duele la cabeza y tambin un poquito la espal- da, y se me ocurren unos pensamientos tan raros, que parecen dolerme tambin; estoy muy triste, Vrinka!Qu me dice usted de visitas, hija ma? Cmo puedo yo ir a su casa? Qu dira la gente si hiciera tal? Tendra yo que cru- zar el portal y no dejaran de verme y de curiosear... y menudo revuelo se armara y menudas historias forjaran las comadres, alterando completamente las cosas!... No; mejor ser que la vea yo maana, a la hora de la misa de la tarde; esto ser ms discre- to, y para ambos ms inofensivo. No se enoje usted por haberle escrito una carta semejante. Al repasarla ahora veo bien las in- coherencias de su texto. Soy un viejo y sin ilustracin, Vrinka; de joven no termin de estudiar, y a la edad que tengo sera una locura empearse en volver a empezar los estudios. Debo confe- sarle, desde luego, hija ma, que yo no soy ningn camalen, y sin necesidad de indicaciones ajenas ni de observaciones inten- cionadas, s muy bien que, cuando me da por sentirme bromis- ta, no hago ms que soltar despropsitos... La vi a usted hoy en la ventana, la vi cuando dejaba caer el visillo. Y adis, finalmen- te, Varvara Aleksiyevna.Su amigo, que desea serlo sin el menor inters,Makar Dievuschkin Post Scriptum: No volver a escribir stiras de nadie. Soy ya lo bastante viejo para permitirme bromas con el solo fin de pasar el tiempo. Si as lo hiciese, dara motivo para que los dems se riesen de m, pues podran aplicarme el refrn que dice: Quin a otro cava una zanja... en ella cae!.9 de abrilMakar Aleksiyevich: No se avergenza usted, amigo y protec- tor mo, de dar cabida en su cerebro a tales ideas? De verdad se considera ofendido? Ah, suelo ser tan irreflexivo en mis apre- ciaciones! Pero conste que esta vez ni siquiera pens que usted pudiese tomar como una burla el tonito con que me expresaba. Tenga usted la seguridad de que jams me propasara a hacer chistes con su edad ni con su carcter. Todo eso se lo escriba yo,cmo decirlo?..., pues nicamente llevada de mi buen humor, de mi aturdimiento o, mejor dicho, debido al tedio que me ro- deaba, un tedio horrible... Qu es lo que no hacemos a veces por sacudirnos el aburrimiento? Adems, que yo crea que usted mismo en su carta se expresaba con cierto buen humor... Pero ahora me preocupa mucho pensar que usted est enojado con- migo. No, mi leal amigo y protector; se engaa usted si me tilda de insensible e ingrata. Yo s cuanto usted ha hecho por mi, cmo me ha defendido del tedio y la persecucin de hombres execrables, y s estimarlo en su verdadero valor. Eternamente pedir a Dios por usted, y si hasta l llegan mis oraciones y se digna escucharlas ha de ser usted enteramente dichoso.Me siento hoy muy mal. Escalofros y fiebre alternados no me dejan en paz un instante. Fiodora est muy asustada. Por lo dems, carece de todo fundamento lo que usted escribe a prop- sito de su visita y de sus temores... Qu importa la gente? Us- ted es nuestro amigo y basta!Quede usted con Dios, Makar Aleksiyevich. No tengo msque escribirle ni tampoco podra; me siento verdaderamente muy mal. Una vez ms le ruego no se enoje conmigo y tenga la segu- ridad de mi respeto y afecto inalterables.Su devota y agradecida,Varvara Dobroselov12 de abrilMi estimada Varvara Aleksiyevna: Qu le ocurre ahora? Me asusta usted, hijita! En todas mis cartas le recomiendo siempre bien, que no salga a la calle cuando haga mal, tiempo, que tenga mucha precaucin... pero usted, ngel mo, no hace caso de mis advertencias! Tan delicada como una pajita, harto lo s. Basta con que sople un pozo de viento para que en seguida se me ponga enferma. Razn por la cual debe usted cuidar ms de su persona, procurar no exponerse a los peligros, aunque slo sea por no dar a quienes la queremos motivos de inquietud, dolor y sobresalto.En su penltima carta expresaba usted, el deseo de conocer ms detalladamente mi clase de vida y todo cuanto me rodea y concierne. Con mucho gusto voy a satisfacer, ese deseo suyo. Empezar, por el principio, hija ma, que as habr ms orden en el relato. As, pues, en primer lugar, las escaleras de nuestra casa son bastante medianas; la escalera principal est todava en buen estado, si usted quiere: limpia, clara, ancha, toda de hierro fun- dido y con el pasamanos de una madera que reluce como caoba. En cambio, la escalera interior es de tal ndole la pobre, que preferira no hablar de ella: hmeda, con los peldaos desgasta- dos y las paredes tan sucias, que al apoyarse, uno en ella se le quedan pegadas las manos. En cada tramo de la escalera hay cofres, sillas y armarios viejos, todos deteriorados, ropa puesta a secar, los cristales de las ventanas rotos; tropieza uno, si se des- cuida, con los cubos de la basura, llenos de toda la inmundicia imaginable, con cortezas y desperdicios, cscaras de huevos y restos de comida; todo lo cual echa un olor horrible.La situacin de mi cuarto ya se la he descrito; resulta no se puede decir otra cosa realmente cmoda, es verdad, pero tam- bin se respira en l un aire algo hmedo; es decir, no quiero yo dar a entender que huela mal en las habitaciones, pero que echan un olor a podrido, si me puedo expresar as, un olor penetrante y empalagoso a moho o algo por el estilo... La primera impresin no es por lo menos agradable; pero esto no quiere decir nada; pues a los dos minutos de estar en la casa ya no se nota el referi- do olor y al cabo empieza uno ya a oler tambin y le huelen las ropas y las manos y todo huele a lo mismo..., de suerte que acaba uno por acostumbrarse. Pero entre nosotros no se logran las fra- gancias de las oropndolas. El marino ya lleva compradas cinco, pero est visto que no pueden vivir en este ambiente, y no pue- de hacerse nada para evitarlo. La cocina es grande, espaciosa y clara. Por las maanas se pone algo nebulosa, cuando asan carne o pescado en ella, y entonces huele a humo y a grasa, pues siem- pre se vierte algo, por lo que tambin el suelo est algo hmedo; pero en cambio por la tarde se est en nuestra cocina como en el paraso. En la cocina suelen tender ropa a secar en unas cuerdas, y como mi cuartito no est lejos de all, pues, est pegado casi con la cocina, suele molestarme a veces ese olorcillo de la comi- da. Pero esto no tiene ninguna importancia; en cuanto lleve vi- viendo aqu un poco ms de tiempo ya me acostumbrar.En cuanto amanece ya empieza entre nosotros la vida, Vrinka; ya est todo el mundo levantndose y armando ruido y dando golpes, hasta que poco a poco se van levantando todos; los unos para irse a la oficina o a otro sitio, otros por gusto y entonces dan comienzo las libaciones de t. Los samovares son casi todos propiedad de la patrona, pero todos ellos no pasan de unos cuantos, por lo que tenemos que conformarnos y aguardar que nos toque la vez; al que se sale de la fila antes que le toquecon su vaso, se le amonesta y muy enrgicamente. As me ocurri a m una vez, el primer da que amanec en la casa... pero de eso haba mucho que hablar! En aquella ocasin me hice yo amigo de todos. Con el primero que trab amistad fue con el marino, el cual es un hombre de corazn abierto y me ha contado toda su historia, dicindome que tiene padres y una hermana, casada en Tula con un asesor, y cmo ha vivido mucho tiempo en Cronstadt. Tambin se me ofreci muy atentamente para lo que pudiera necesitar de l, y por lo tanto, me invit a acompaarle en el t de la tarde. Yo fui a buscarle a esa hora..., y lo encontr en la misma habitacin, que entre nosotros hace las veces de garito. El me obsequi con t, y luego me inst para que tomase tambin parte en sus juegos. Sera que nicamente queran rerse de m o que se proponan otra cosa? Lo cierto es que estuvieron jugando toda la noche y que al entrar yo ya estaban liados con las cartas. Por todas partes se vean naipes, y haba en el cuarto una humareda que, con toda verdad, le ardan a uno los ojos. Claro que yo no quera jugar, y al manifestarlo as, salieron diciendo que ya se vea que yo era un filsofo. Con esto, ya nadie volvi a fijarse en m ni a cambiar conmigo una sola palabra en todo el tiempo, pero, no obstante, si he de decir la verdad, yo me senta all muy a gusto. Ahora ya no aparezco nunca por all, pues entre esa gente no hay ms que azar, puro azar. Pero por las noches suelo reunirme con el empleado, que, dicho sea de paso, es tambin algo literato. Y en su habitacin es todo muy distinto, pues reinan en ella la modestia, la inocencia y el decoro: una vida de austeridad la de nuestro hombre.Pero, Vrinka, quisiera confiarle a usted, entre parntesis, una cosa, y es que nuestra patrona es una ta muy mala, una verdadera bruja. Usted conoce a Teresa... de modo que puede juzgar...; qu es lo que le pasa a la pobre chica? Est flaca como una tsica, como una gallina pelada. Y adems, slo tiene la pa- trona dos criados: la susodicha Teresa y Faldoni. Si he de decir la verdad, no s a punto fijo cmo se llama este ltimo, y pudiera ser que tuviera otro nombre; pero sea como fuere, el caso es que acude cuando lo llaman as, y sa es la razn de que Faldoni lo llame todo el mundo. Es pelirrojo y parece un fins o un grobiano de ojos bizcos con una narizota enorme; se pasa la vida insul- tando a Teresa. Debo declarar, desde luego, que la vida aqu no es tal que se la pueda calificar precisamente de buena... Por ejem- plo, eso de que todo el mundo se recoja y se acueste a la misma hora..., ni por asomo reza con esta casa. Siempre hay en ella alguien despierto y jugando, sea la hora que fuere, y a veces su- ceden tambin cosas que slo imaginarlas se avergenza uno. Yo estoy aclimatado y poco me asusto, pero me maravilla el que incluso matrimonios como Dios manda puedan vivir en esta su- cursal de Sodoma. Tenemos aqu en una de las habitaciones, pero no formando serie con los dems nmeros, sino al otro lado, en un cuartucho que hace rincn; es decir, algo ms all, una pobre familia que da lstima. Qu gente tan callada! Nunca se los oye. Y viven todos juntos en el mismo cuarto, sin ms separacin que un pequeo biombo. El padre, segn parece, es un empleado cesante..., que har unos siete aos perdi el desti- no no se sabe por qu. Se apellida Gorschkov. Es un hombreci- llo bajito y canoso, que va vestido con ropas viejas ya deteriora- das, hasta el punto que da pena mirarlo... Va mucho peor vesti- do que yo! Es un sujeto pusilnime, enfermizo...: suelo encon- trrmelo en el pasillo. Le estn siempre temblando las rodillas y tambin le tiembla la cabeza por efecto de alguna enfermedad o quin sabe por qu otra razn. Es la mar de tmido y le teme a todo el mundo, y se aparta a un lado, todo miedoso, y se escurre a lo largo de la pared en cuanto se tropieza con alguien. Yo tam- bin soy algo tmido, pero no tengo comparacin con l. Su fa- milia se compone de la mujer y tres hijos. El mayor es el vivo retrato, en todo, del padre, y tiene tambin el aspecto enfermizo. La mujer no debe de haber sido fea, pues todava est de buena apariencia..., pero va tan mal vestida, con ropas de desecho...,tan viejas! Segn he odo decir le deben el mes a la patrona; sta, por lo menos, no los trata muy bien. Tambin me susurra que Gorschkov ha debido de cometer algn acto feo para que lo despidieran de la oficina... Lo que se ignora es si hay de por medio algn proceso o cosa por el estilo, quiz una denuncia o un expediente. De lo que no puede dudarse es de que estn en la miseria, pero en la miseria ms horrible! Jams se oye ruido al- guno en su cuarto, como si all no viviese nadie. Ni siquiera se les oye a los chicos. Nunca se da el caso de que alboroten o jueguen..., y no hay peor seal que sa. Una tarde yo pas por delante de la puerta reinaba en aquel instante en la casa un inusitado silencio y pude percibir un sollozar apagado, seguido de un murmullo, y luego ms sollozos, exactamente como si all dentro estuviera llorando alguien, pero con tal tristeza y deses- peranza, que a m se me quiso saltar el corazn.., y estuve hasta la madrugada sin poder apartar de mi pensamiento a esas pobres criaturas, y tard mucho en conciliar el sueo.Ya se lo he descrito todo a usted, segn mi manera de enten- der. Hoy me he pasado todo el da pensando en usted. No tome a mal, Vrinka, esto que le digo; yo no ando con retrica. Yo me abandono al correr de la pluma y pongo lo que se me ocurre, con el fin de procurarle alguna distraccin, con el nico objeto de alegrarla un poquito. Si yo fuera hombre de letras, sera muy distinto; pero ahora ya..., qu diablos s yo? Mis padres no se gastaron mucho en educarme.Su eterno y fiel amigo,Makar Dievuschkin pobre se va a pique! Tambin me he enterado casualmente, de que Anna Fiodrovna anda por todas partes preguntando por m y que, naturalmente, quiere averiguarlo todo! No se cansar ja- ms de perseguirme. Segn parece, ha dicho que todo me lo perdona. Que ha olvidado todo lo pasado y que quiere hacerme una visita! Refirindose a usted, dice por ah que no es usted pariente cercano mo, que mi parienta ms cercana y nica es ella, y que usted no tiene ningn derecho a inmuiscuirse en nues- tros asuntos. Que es una vergenza para m dejarme mantener por usted y vivir a su costa... Dice que ya no me acuerdo del pan que ella nos dio a mi madre y a m para evitar que nos murise- mos de hambre; que nos mantuvo y cuid de nosostras, y que por espacio de dos aos y medio casi, slo le proporcionamos sinsabores, y que adems de todo eso nos pag tambin una deuda antigua. Si la pobre mam supiese el dao que me ha hecho! Pero a Dios no se le oculta nada!...Ha dicho tambin que slo por pura estupidez no he sabido asegurarme la felicidad que ella me puso al alcance de la mano, y que no es culpa suya que yo no supiera o no quisiera... pescar un buen marido. Dice que el seor Bukov est en todo su dere- cho, que verdaderamente no todas las mujeres pueden casar- se..., y qu s yo cuntas sandeces ms! Llevo ya dos horas es- cribiendo esta carta. Yo crea que esa mujer habra reconocido sus culpas y la injusticia que cometi conmigo.No se preocupe por mi estado; yo no estoy enferma. Sucede que ayer me enfri un poco en el cementerio de Volkov, cuando fui a or la misa de rquiem por mi madre.20 de mayo25 de abrilMi estimado Makar Aleksiyevich: Hoy me he encontrado a mi prima Sascha Qu encuentro ms desagradable! Tambin esa Mi querida Vrinka: Le envo un par de racimos de uvas, pues son muy buenas para los convalecientes... Tambin deseaba us- ted un ramo de rosas, y tengo mucho gusto en envirselo. Por loque se refiere a los libros, no me es posible de momento enviarle ninguno. Pero he odo decir que uno de los huspedes de la casa tiene uno muy bueno; aseguran que se trata de un libro excelen- te, aunque yo no lo he ledo, me lo han ponderado mucho. Es usted tan caprichosa en esa materia, que resulta difcil atinar con su gusto...Yo me encuentro ahora muy bien. Est usted tranquila so- bre el particular. Eso que Fiodora le ha contado esta vez no es enteramente cierto, y debe usted decirle que no est bien que mienta tanto. No es exacto que yo haya vendido la casaca del uniforme nuevo, ni siquiera se me ha pasado por la cabeza; por qu iba a venderla? No hace mucho o decir que me iban a asig- nar una gratificacin de cuarenta rublos, y siendo esto as, por qu haba de desprenderme de la casaca?Tenga usted paciencia hija ma, y ya ver como nos va son- rer la vida, pero para eso es preciso, ante todo, que usted disfru- te de buena salud; el que est tan delicada es lo que ms me aflige. Quin le ha dicho que yo estoy ms delgado? Yo estoy perfectamente bien de salud y contento, y he engordado tanto, que me da vergenza. Quede usted con Dios.Makar DievuschkinPost Scriptum: Cmo quiere usted, que yo frecuente su casa? A favor de la oscuridad de la noche? Pero eso ser cuando vuelvan las noches, pues ahora, en esta poca del ao, no las hay. Pero yo no me apart de su lado un instante mientras estuvo enferma, en tanto la fiebre la tena postrada, sin conocimiento. Mas despus suspend mis visitas por que la gente curiosa empez a fisgone- ar. As que tenga un poco de paciencia, y aguarde a estar com- pletamente restablecida, y entonces no nos faltar donde vernos fuera de su casa. 1 de junioMakar Aleksiyevich! Quisiera poder hacer algo para expresarle a usted mi gratitud por sus desvelos y por el sacrificio que por m se impone; as que he decidido sacar de mi cmoda ese viejo cuaderno que adjunto le envo.Me ha manifestado usted tantas veces deseos de conocer mi pasado y tanto me ha rogado que le hablase de mi madre, de Pokrovskii, de mi estancia en casa de Anna Fiodorovna, y le refiriese mis recientes desdichas, y con tanta vehemencia ex- presaba usted el deseo de leer este cuaderno, a cuyas pginas he confiado parte de mi vida, que creo proporcionarle a usted una alegra envindoselo. A m, en cambio, me ha dado mucha pena a partir del momento que escrib la ltima lnea, me he vuelto sentir dos veces ms vieja. Todas esas notas las he ido escribien- do en pocas distintas. Qu siga usted bien, Makar Aleksiyevich! A m por las noches me atormentan los insomnios... Qu con- valecencia tan aburrida!V. D.Tena yo catorce aos cuando muri mi padre. Fue mi infan- cia la poca ms feliz de mi vida. Yo era un poco salvaje, pues no haca otra cosa que corretear, por el campo y el bosque, o donde se me antojaba, porque nadie se preocupaba de m. Mi padre estaba siempre ocupado y mi madre tena harto que hacer con las faenas de la casa. No me mandaban a la escuela..., de lo que me alegraba no poco.Crea yo que siempre haba de ser igualmente feliz, aunque pasramos la vida entera en el campo. Tendra yo apenas doce aos cuando nos trasladamos a San Petersburgo, cmo lloraba yo al tener que abandonar todo cuanto amaba! An recuerdo cmo me abrazaba a mi padre con lgrimas en los ojos! Deca mimadre que era necesario partir, que as lo reclamaban las cir- cunstancias. As que nos trasladamos a San Petersburgo, donde residan algunos individuos que le deban dinero a pap..., el cual quera solventar por s mismo sus asuntos. Llegamos a San Petersburgo en el otoo.Al llegar a la ciudad nos encontramos, con lluvia, y mucho fro, amn de muchos seres desconocidos que tenan todos ellos una traza hostil y malhumorada. Cunto ajetreo nos cost el tener, por fin, una casa arreglada!En torno a la casa slo haba pena y un tedio insoportable. En la ciudad no tenamos parientes ni conocidos. Venan, sin embargo, personas que tenan que tratar con mi padre de nego- cios. Y cuando aqullos se iban, mi padre se quedaba siempre triste y de mal talante.A los tres meses de nuestra llegada a San Petersburgo, me pusieron en una pensin. Era todo tan seco, tan despegado, tan hostil y tan poco atrayente!Las profesoras regaaban, las compaeras hacan burlas. Todo deba hacerse a horas determinadas y con toda puntuali- dad. Ni dormir siquiera poda. Cuntas noches largas y tediosas me las pas en vela, llorando hasta el amanecer! Por las tardes cuando las otras nias estaban estudiando, yo me quedaba muy tranquila, con el libro delante; pero mi pensamiento volaba ha- cia mi casa, me acordaba de mis padres y de mi vieja nodriza y de sus cuentos. Y segua pensando, hasta que la nostalgia me haca llorar; pero la leccin no me entraba en la cabeza.Yo hice los mayores esfuerzos para aprenderme bien las lec- ciones, con el fin de darle una alegra a mi padre. Vea yo que l se desviva por m, no obstante las preocupaciones, cada vez ms graves, que lo atormentaban. Da a da se volva ms triste. Nada le sala bien, todo se le frustraba, y las deudas iban aumen- tando de un modo espantoso.Mi madre no se atreva a llorar, ni siquiera a dejar escapar una palabra de queja, pues con eso irritaba ms an a mi padre. Cuando, yo volva de la pensin, slo encontraba en casa caras tristes. Venan luego las quejas y los reproches. En resumen: que yo tena la culpa de todo; de todos sus fracasos, de toda su des- dicha; las nicas responsables ramos mam y yo.Pero mi padre no proceda as porque no nos quisiera, pues, al contrario, nos tena un cario desmedido. Eran los desenga- os y los fracasos los que le haban agriado el carcter; se haba vuelto ahora desconfiado, hasta rayar en la desesperacin. Has- ta que un da cogi un enfriamiento y muri. Pero apenas hubo muerto mi padre, se presentaron los acreedores a bandadas en nuestra casa. Nosotras les entregamos cuanto tenamos.Entonces fue cuando por primera vez fue a visitarnos Anna Fiodorovna. Se hizo pasar por una propietaria y nos asegur ser nuestra pariente cercana. Mam deca que s era cierto que esta- ba emparentado con nosotros, pero que tal parentesco era muy lejano.Despus, tras muchos prembulos y observaciones, nos hizo ver con toda claridad lo desesperado de nuestra situacin por falta de recursos, de proteccin y amparo, nos inst a compartir con ella su techo, segn deca. Mi madre le dio las gracias por su ofrecimiento; pero durante mucho tiempo no se decidi a acep- tar, hasta que vio que nos nos quedaba otro remedio.Era una fra maana de otoo cuando nos trasladamos. Mam lloraba. Y yo estaba muy triste. Eran unos tiempos difci- les.La casa tena cinco cuartos habitables. Anna ocupa tres de ellos en unin de mi prima Sascha, a la cual, como a una pobre hurfana, haba recogido y criado. En la cuarta habitacin nos instalamos nosotras, y en la quinta, que estaba contigua a la nues- tra se alojaba un pobre estudiante, Pokrovskii, el nico que pa- gaba alquiler por la vivienda.Anna Fiodrovna viva muy bien, mucho mejor de lo quehabra parecido posible; pero las fuentes de sus ingresos eran tan enigmticas como sus ocupaciones. Y, sin embargo, siempre te- na algo que hacer, siempre sala y entraba en la casa muchas veces al da. A toda hora vena gente a visitarla y siempre para hablarle de negocios. Mam sola retirarse a nuestro cuarto en cuanto sonaba la campanilla. Esto enojaba mucho a Anna y con- tinuamente estaba reprochndole a mam que ramos muy or- gullosas. De pap estaba continuamente diciendo horrores; no poda vivir sin criticarlo.Transcurran los das. Con el tiempo se fue apaciguando Anna Fiodrovna al ver su ilimitada superioridad sobre nosotras y que no tena nada que temer. Por lo dems, nunca nosotras le haba- mos llevado la contraria. Pokrovskii le enseaba a Sascha fran- cs, alemn, historia y geografa; es decir, todas las ciencias, como sola decir Anna, y a cambio de ello le perdonaban el pago de la habitacin y la pensin.Sascha era una chica muy lista y andaba por los trece aos; pero era ordinaria y vehemente hasta lo repulsivo. Ultimamente hubo de decirle Anna Fiodrovna a mam que sera bueno que yo tambin asistiera a clases con ella, toda vez que en el colegio no haba llegado a terminar el curso. A mam, naturalmente, le alegr mucho la proposicin; de suerte que Pokrovskii nos estu- vo dando lecciones a las dos por espacio de un ao entero.Con el tiempo le fui conociendo ms a fondo. Era el hombre ms honrado y ms bueno del mundo, el mejor de los hombres que yo hasta entonces conociera. Mam le apreciaba tambin mucho.De cuando en cuando se presentaba en nuestra casa un hom- brecillo pequeo, mal vestido y sucio, con el pelo canoso, des- maado y torpe en sus movimientos. Siempre que vena a visi- tarnos se quedaba muy plantado detrs de la mampara de crista- les y no se atreva a entrar de una vez. Cuando por pura casuali- dad salamos al pasillo Sascha o yo y lo veamos parado detrs de la puerta, empezaba a hacer visajes para llamarnos la aten- cin; nosotras le dbamos a entender que poda pasar, abra muy despacio la mampara, despus de lo cual se frotaba las manos y se diriga en puntillas al cuarto de Pokrovskii. Aquel viejito era su padre.Ms adelante tuve ocasin de saber la historia del pobre anciano. Haba sido empleado no s dnde, pero por falta de capacidad no logr pasar de un puesto subalterno. Al morir su primera mujer la madre de Pokrovskii, se volvi a casar con una campesina. Desde aquel punto ya no hubo paz ni tranquili- dad en la casa; la nueva consorte se puso los pantalones. Pokrovskii a la sazn tena diez aos. El propietario Bukov, que haba conocido al padre, se constituy en el protector del chico y lo puso en el colegio. Su inters en el muchacho radicaba en el hecho de haber conocido a la madre cuando era doncella de Anna Fiodrovna, y por su mediacin contrajo matrimonio con el empleado Pokrovskii. El seor Bukov, le regal a la novia una dote de cinco mil rublos. Por cierto que hasta hoy es un enigma adnde ira a parar todo ese dinero. Al cuarto ao de casada pas la pobre a mejor vida.De la escuela pas Pokrovskii a un gimnasio, y de all a la Universidad. El seor Bukov, que haca frecuentes viajes a San Petersburgo, no lo abandon all, sino que sigui protegindolo. Desgraciadamente, por lo delicado de su salud, no pudo prose- guir sus estudios, y entonces fue cuando el seor Bukov se lo present personalmente a Anna Fiodrovna y le busc coloca- cin en su casa para que, a cambio de la habitacin y la comida, le ensease a Sascha todas las ciencias.Pero Pokrovskii, padre, para consolar su dolor por la mala vida que le daba su segunda mujer, se entreg a la bebida, hasta el punto de estar casi siempre borracho. No era todava muy viejo, pero por efecto de la bebida, se vea muy avejentado.El nico resto de sentimientos nobles que aquel hombre ate-soraba era el cario sin lmites que le tena a su hijo. Todas las semanas iba dos veces a verlo. No se atreva a visitarlo con ms frecuencia, porque el hijo no poda aguantar aquellas visitas pa- ternales. Tal desprecio hacia su padre era, sin duda alguna, el mayor defecto del estudiante. Aunque tambin es cierto que a veces el viejo resultaba sumamente antiptico.Cuando iba a verlo, pareca siempre decado, agobiado, pre- ocupado y hasta afligido..., probablemente cmo el hijo lo aco- gera. Por lo general, tardaba mucho rato en decidirse entrar. Y luego que yo lo tranquilizaba, se resolva, a abrir muy despacio la puerta del cuarto de su Ptinka.Cuando vea que el hijo responda a su saludo con un gesto, entonces, penetraba ya resueltamente en la habitacin, se quita- ba la capa y el sombrero, colgndolos en un clavo. Luego se sen- taba con mucho cuidado sobre una silla sin apartar la mirada de su hijo, siguiendo todos sus movimientos. Y si el hijo se dignaba a sentarse a conversar con l, le contestaba en un tono humilde, esforzndose siempre por elegir las expresiones ms adecuadas.Poco a poco fue consiguiendo el hijo, con sus admoniciones y afectuosas reprimendas, apartar al padre de sus malas costum- bres, y cuando el viejo se le presentaba tres veces seguidas sere- no, le daba a la cuarta veinticinco o cincuenta kopecs, si no ms. A veces le compraba ropa. Tambin nos pasaba a ver a Sascha y a m, trayndonos tortas de especias o manzanas, y nos hablaba de su hijo. A mam le era muy simptico el viejito. A Anna Fiodrovna le tena odio, aunque delante de ella se mostraba ms humilde que la hierba y ms tranquilo que el agua.No tard yo en dejar de asistir a las lecciones. Pokrovskii me segua considerando como una chiquilla mal educada; lo mismo que a Sascha eso me ofenda mucho, pues era verdad que yo haba hecho todo lo posible por rectificar mi conducta anterior. Pero intilmente; l no saba apreciar. Y eso era lo que ms me hera el amor propio y me irritaba. No s adnde me hubiera conducido este estado de cosas de no haber venido un incidente casual, que fue lo siguiente:Una tarde, estando mam sentada junto a Anna Fiodrovna, me deslic a hurtadillas en el cuarto de Pokrovskii. Saba que l no estaba en casa. Era la primera vez que lo haca, aunque ya llevamos ms de un ao viviendo pared por medio. El corazn me palpitaba tan fuerte, cual si se me fuera a salir. La habitacin no poda ser ms sencilla. Sobre la mesa y las sillas haba papeles y hojas escritas. Por todas partes libros y papeles! Con qu en- vidia contemplaba yo un estante lleno de libros hasta el punto de que pareca ir a desplomarse bajo tanto peso!... Lo cierto es que me encamin muy resuelta al estante, y sin vacilar, cog el primer libro que se me vino a las manos.Pero cual fue mi decepcin cuando ya estaba en mi cuarto, abr aquel libro hurtado, estaba escrito en latn. Cuando me dis- pona a ponerlo de nuevo en su sitio, escuch que se abra y cerraba la mampara del corredor, el rumor de pisadas sonaba cada vez ms cerca; yo pona todo mi empeo en colocar el libro en su sitio, cuando el estante se quebr.Debo advertir que l no poda tolerar que nadie anduviese en sus cosas. Se pueden imaginar, cul sera su indignacin al ver rodando por el suelo todos sus libros, grandes y pequeos, confundidos unos con otros. Estoy prdida! Soy torpe como una chica de diez aos, soy una idiota!Pokrovskii se encoleriz tremendamente.Slo esto faltaba! exclam iracundo. No le da a usted vergenza, seorita? No tendr usted nunca juicio?A todo esto, se haba puesto a recoger los libros. Yo tambin me inclin para ayudarle, pero l me lo prohibi.No hace falta, no hace falta; djelo! Mejor hara usted no metindose donde no la llaman!Mi silenciosa, intencin de ayudarle, que delataba acaso la conciencia de mi culpa, pareci, no obstante, amansarlo un poco.Das despus cay mam gravemente enferma. A la tercera noche aument la fiebre y empez a delirar. Yo llevaba ya una noche sin dormir, y estaba sentada junto a su cama para darle de beber y administrarle los medicamentos a las horas indicadas por el mdico. La habitacin estaba a oscuras; se haba apagado la lamparilla. Me levant tambalandome de la silla y lanc un leve grito; en el mismo instante se abri la puerta y Pokrovskii entr en la habitacin.Slo recuerdo ahora que me despert en sus brazos. El me acomod en una silla, y me dio de beber; me hizo unas pregun- tas con aire preocupado:Est usted enferma seorita? Tiene usted fiebre?, acus- tese y duerma. Yo la despertar de aqu a dos horas.El agotamiento haba dado cuenta de mis energas. Los ojos se me cerraban de puro dbil. As, que me acost, con el prop- sito de no dormir ms de media hora. Pokrovskii me despert justamente a la hora de darle a mam la medicina.A partir de l me asaltan recuerdos tristes y graves, y empie- za la historia de mis das nublados. Quizs por esto me parece como si mi pluma empezara a resbalar ms reacia, cual si empe- zase a sentirse cansada y no quisiese llevar ms adelante el rela- to. Por eso he contado con tanta minuciosidad y con tanto amor todos los pormenores de cuanto hubo de acaecerme en aquellos das felices de mi vida. Qu breves fueron aquellos das! En seguida vinieron las penas, penas hondas, y slo Dios sabe cundo mis tristezas podrn ya tener fin.Mi desdicha empez con la enfer medad y muerte dePokrovskii.Habran transcurrido dos meses de su cumpleaos, cuando cay enfermo. En aquellos dos meses se haba desvivido el po- bre por buscarse una colocacin que pudiera asegurarle la exis- tencia, pues hasta entonces no tena ninguna. Como todos los tuberculosos, se haca la ilusin de que iba a vivir mucho, ilu- sin que no lo abandon hasta el ltimo instante. Y siempre volva a casa cansado, mojado por la lluvia, hasta que finalmen- te hizo tales progresos su enfermedad, que tuvo que quedarse en cama para no levantarse ms... Muri en las postrimeras del otoo, a fines de octubre.De su sepelio se encarg Anna Fiodrovna, la cual mand comprar un fretro muy sencillo y alquilar un coche fnebre. Pero para resarcirse de los gastos incautse Anna de todos los libros y objetos de su propiedad.A la misa de rquiem en la iglesia no asistieron mi madre que estaba an enferma, ni Anna Fiodrovna, que ya estaba vestida para salir, pero se enred en una discusin con el viejo Pokrovskii, por lo que decidi quedarse en casa. Durante la misa me acometi una congoja inexplicable, cual vago presentimien- to de lo que me reservaba el destino.Yo me volv a casa. Temblando de dolor, me arroj en los brazos de mi madre. La estrech fuerte contra mi pecho, la bes y de pronto romp a llorar. Me pegaba angustiosamente a la ni- ca criatura que todava me quedaba, como mi ltimo consuelo, cual si la hubiese querido retener para siempre, a fin de que la muerte no pudiera arrebatrmela.Pero la muerte se cerna ya sobre mi pobre madre.11 de junioCunto le agradezco a usted, Makar Aleksiyevich, nuestro pa- seo de ayer por las islas! Haca tanto tiempo que no vea yo cspedes ni rboles..., todo el tiempo que estuve enferma, y pen- saba que iba a morirme!No se enfade usted porque me mostrase triste. Me siento muy bien y muy alegre; pero en mis mejores instantes est escri- to que tenga yo algn motivo de trizteza: as me ocurre siempre. Yo misma no s por qu tengo siempre que llorar. Soy, lo com-prendo, de una excitabilidad morbosa; todas las impresiones que experimento me resultan morbosamente violentas. El cielo cla- ro y sin nubes, la puesta del sol, el silencio vespertino..., todo eso..., en suma: que yo me encontraba ayer en una disposicin de espritu como para que todo hiciera en m una impresin tris- te y torturante, hasta el punto de desbordrseme en seguida el corazn y mi alma derramar lgrimas. Por qu le escribo todo esto? Puede que usted me comprenda...Dolor y alegra! Pero qu bueno es usted, Makar Aleksiyevich! Ayer me miraba usted a los ojos cual si quisiera leer en ellos lo que yo senta, y era usted feliz con verme tan contenta. Por esto le quiero yo tanto.Pero tengo que despedirme aqu. Ayer me moj los pies y he cogido un enfriamiento. Fiodora no est muy bien del todo..., no s lo que tiene. De modo que estamos las dos enfermas. No me olvide usted y venga a vernos con ms frecuencia. SuV. D.12 de junioPalomita ma, Varvara Aleksiyevna! Yo imaginaba, que iba usted a describirme en trminos poticos nuestra excursin de ayer, y resulta que slo me enva una carta de una carilla.Pero no quiero censurarla. La naturaleza, las distintas sen- saciones que a la vista del paisaje experiment..., todo eso, con una sola palabra, ha sabido usted describrmelo breve, pero ad- mirablemente. Yo, en cambio, no tengo ni pizca de talento para describir cosa alguna.Me dice usted que yo soy bueno, incapaz de hacerle al prji- mo el menor dao y que s apreciar bien las bondades del divino Creador, que hallan su expresin en la naturaleza, y me honra usted, adems, con otras diversas lisonjas... Todo eso que usted dice es verdad, pues realmente soy como me pinta, y no se me oculta a m; y me alegro mucho cuando veo que alguien describe del modo que usted lo hace, sin querer me pongo alegre...; pero luego, se me ocurren pensamientos graves de toda ndole. Pero esccheme usted, que quiero contarle algo.Empezar remontndome a la poca en que yo slo contaba con diecisiete aos, que fue cuando ingres en la burocracia ofi- cial; pronto se cumplirn treinta aos de mi actuacin como fun- cionario. En todo ese tiempo ha de saber que he gastado mu- chos trajes de uniforme, he vivido y adquirido experiencia..., y hasta una vez quisieron proponerme una condecoracin: pensa- ron concederme una cruz en premio a mis servicios. Pues ver usted, que en este mundo hay de todo: personas buenas y malas.Pero tenga usted en cuenta lo que voy a decirle: yo soy un hombre inculto, hasta estpido, si usted quiere. Sabe usted, lo que me han hecho sufrir los malos prjimos en la oficina? Yo no les resultaba de su gusto, y as, siempre me echaban a m la culpa de todo lo malo que pasaba en la oficina. Haban llegado al ex- tremo de convertir el nombre de Makar Aleksiyevich, en si- nnimo de todo lo malo.Pero, despus de todo, qu hemos de hacer! Yo s que no hago nada de extraordinario cuando me siento a mi mesa en la oficina y me pongo a copiar minutas. Qu tiene esto de deshon- roso? Mi letra es perfectamente clara y... Su Excelencia el minis- tro, est muy contento conmigo. Siempre quiere que le copie los documentos que se le han de llevar a la firma.As que yo s muy bien que soy necesario, mejor dicho, im- prescindible. Yo me comparo con un ratoncillo, si usted cree que tengo con l alguna semejanza. Pero este ratoncillo es nece- sario, y a este ratoncillo por ltimo, le han prometido una gratifi- cacin... Ya ve usted qu idiota soy!Adis hijita ma! Ya ir, seguramente a visitarla, para ver cmo les va a ustedes y qu hacen. No se aburra demasiadohasta entonces. Yo le llevar un libro. Qu se conserve bien, Vrinka!De todo corazn le desea toda clase de dichas suMakar Dievuschkin20 de junioMi muy estimado Makar Aleksiyevich! Le escribo a la carrera, pues dispongo de muy poco tiempo..., tengo que terminar un trabajo para una fecha fija.Voy a decirle, sin ambages, de qu se trata: se ha presentado una buena ocasin de compra. Dice Fiodora que un conocido suyo tiene un uniforme casi nuevo, pantalones, casaca y gorra, segn ella, a muy bajo precio.Le estn haciendo mucha falta. No tiene usted ms que mirarse al espejo, y ver qu viejo est ese traje que lleva puesto! Est todo lleno de manchas. Y a m me consta que no tiene ningn traje nuevo, por ms que usted asegure que lo tiene.Usted me ha regalado ropa blanca. Y debo decirle, Makar Aleksiyevich, que se est excediendo. Va usted a arruinarse, no se lo digo en broma. Cmo puede usted derrochar de ese modo?Yo no necesito ya nada! Me consta que usted me quiere, por lo cual resulta superfluo el que usted trate de demostrarme, regalo tras regalo, la verdad de ese cario. As que terminantemente le digo que no me enve usted ms regalos! Se lo suplico, se lo imploro!Me pide usted que le enve la continuacin de mis apuntes, y dice que debo terminarlos. Dios mo, si yo misma no s como pude escribir tanto en ese cuadernillo! No quiero volver a fijar en l mi pensamiento. Les tengo miedo a esos recuerdos. No tengo sosiego para pensar, y no obstante haber transcurrido ya un ao entero de esas cosas, an no he logrado recobrar la serenidad! Le he comunicado a usted ya tambin los presentes desig- nios de Anna Fiodrovna. Dice que estoy viviendo de limosnas y que he emprendido un mal rumbo. Yo estoy aqu muy bien bajo su proteccin de usted y al lado de mi Fiodora. Pero usted no es sino un pariente remoto mo, lo cual no es obstculo para que me mire y me sirva de escudo con su nombre y su buena fama. Dice Fiodora que todo eso es hablar por hablar y que aca- barn por dejarme en paz y en gracia de Dios. Ojal sea as!V. D.21 de junioPalomita ma! Siento impulsos de escribirle; pero no s... por dnde empezar!No es notable cmo los dos vivimos ahora! Exactamente parece que me ha gratificado Dios con un hogar y una familia! Jams hasta ahora experiment yo nada semejante. Estoy vivien- do ahora otra vida, muy diferente de la anterior.En primer lugar, una vida entre dos, si me es lcito decirlo as, ya que la tengo a usted tan cerca, lo que es para m una gran alegra. Y en segundo lugar, mi vecino de cuarto, Ratasayev ese empleado en cuya habitacin se celebran veladas literarias nada menos, me ha invitado tambin hoy al t. He de advertirle que hoy se celebra en su cuarto una de esas reuniones y en ellas se leer algo de literatura.Ya le he escrito bastante, slo para hacerla partcipe de mi bienestar. Usted me mand decir con Teresa que necesitaba seda de color para sus bordados; pues est tranquila, que yo se la comprar, que la tendr maana mismo, si tanta prisa tiene. Ya s dnde se puede encontrar de la mejor.Su sincero amigo,Makar Dievuschkin25 de junioQuerida Varvara Aleksiyevna: Estas lneas slo tienen por objeto comunicarle que ha ocurrido en nuestra casa algo sumamente triste. Esta maana, a las cinco, pas a mejor vida el hijo pequeo de los Gorschkov. No s si de viruelas o, vaya usted a saber!, quiz de escarlatina. Yo he visitado hoy a sus padres. Ah hijita, si viera en qu pobreza viven! Aunque, despus de todo, no hay que maravi- llarse de ello; toda la familia est recogida en una sola habitacin, que slo por decoro han dividido un poco mediante un biombo.Ahora todava tienen all con ellos el fretro del pequeo. El muertecito tena nueve aos. Me da mucha pena, ver su cuerpecito inanimado, Vrinka! La madre no llora, pero est la pobre muy triste. Puede que represente para ellos un alivio el verse libres de una boca; pero todava les quedan dos que ali- mentar: un nio de pecho y una nenita de unos seis aos.El padre de este nio est envuelto en un traje viejo y sucio, sentado en una silla medio desvencijada. Las lgrimas le corren por sus mejillas, quizs no por efecto del dolor, sino slo de la costumbre; pero sea como fuere, los ojos le lloran.Qu triste es todo esto!, verdad, Vrinka? Suyo,Makar Dievuschkin25 de junioMi inapreciable Makar Aleksiyevich: le devuelvo a usted su libro. Qu cosa tan pesada! Dnde encontr usted esa joya? Bromas aparte... Usted me prometi hace un par de das buscar- me algo para leer. Yo tambin puedo compartir los libros con usted, si usted quiere.V. D. 26 de junioQuerida Vrinka: Le confieso sinceramente, que yo no haba ledo ese libro. A decir verdad, lo hoje por encima, para com- prender que se trataba de algo disparatado pero me dije: Ser un libro chistoso, y puede que le agrade a Vrinka. Y sin pensar ms, lo cog y se lo envi.Pero ahora me ha prometido Ratasayev darme a leer algo verdaderamente interesante. De modo que dispngase usted a recibir buenos libros. Yo asisto ahora con toda regularidad a sus veladas literarias.La literatura entraa una cosa bella, Vrinka, algo muy her- moso. Y al mismo tiempo una cosa profunda! Fortifica y corrobo- ra e ilustra a los hombres. La literatura... viene a ser una pintura, en cierto sentido, claro est; un cuadro y un espejo; un espejo de las pasiones y de todas las cosas ntimas; es instruccin y edifica- cin a un mismo tiempo, es crtica y es un gran documento huma- no. Todo esto se lo he odo decir a los contertulios de Ratasayev y lo he deducido tambin de sus conversaciones. Yo estoy sentado entre ellos, y por ms que uno durante toda la velada est pensan- do en el modo de intercalar una palabrita en la conversacin gene- ral, no siempre puede lograrlo. Parece que est uno embrujado, Vrinka, y acaba por inspirar lstima a s mismo, aplicando el re- frn que dice: Tonto naci y tonto morir.Qu hago yo ahora en mis ratos de ocio?... Pues dormir, dormir como un borrico pero en lugar de ese dormir intil poda emplear mis horas libres en algo agradable o provechoso, como, por ejemplo, sentarme a la mesa y ponerme a escribir esto o lo otro. Para utilidad y edificacin, y aun por gusto de uno mismo. Por ejemplo, sin ir ms lejos, este mismo Ratasayev, hay que ver lo que trabaja! Qu es para l garrapatear un pliego entero?Muchos das ha llegado a escribirse cinco, y cobra, segn dice, trescientos rublos por pliego!Pero no para ah la cosa. Tiene l, un cuadernillo de poesas; bueno, un par de rengloncitos nada ms...; pues siete mil rublos le van a pagar por el cuadernillo, qu piensa usted? Eso repre- senta un capital; significa el tanto por ciento de una casa de cinco pisos. Cinco mil rubios dice l que le han ofrecido ya, pero l dice que no cede, que ya ellos tendrn que conformarse y abonarle los siete mil rublos.Mire, hija ma: ya que estamos hablando de esto, voy a co- piarle a usted un pasaje de las Pasiones Italianas. Tal es el ttulo de una de sus obras. Lea usted y luego juzgue, Vrinka:...Vladimiro se aproxim; ardan en su interior las pasiones y su sangre le herva.Condesa exclam, condesa! Sabe usted qu espantosa es esta pasin, qu ilimitado este delirio? No, no me engaan mis sentidos! Yo amo, amo con todo entusiasmo, de un modo loco, delirante! La sangre toda de tu esposo no bastar a apagar la hervorosa pasin de mi alma!Estos pequeos obstculos son incapaces de contener en su torrente de llamas el fuego destructor, infernal, que arde en mi pecho desolado! Oh Sinaida, Sinaida!...Vladimiro!... murmur la condesa, desvada; y dej caer la cabe- za en su hombro.Sinaida! exclam Smelski fuera de s, y de su pecho escapse un sollozo.En el altar del amor brot clara la llama y rode las almas de los amantes. Vladimiro! murmur la condesa. Alzbase su pecho, teanse de prpura sus mejillas, brillaban sus ojos.Habase cerrado el nuevo y espantoso pacto!Al cabo de media hora entr el viejo conde en el tocador de su esposa.Pero, corazn mo, cmo es qu no se ha preparado todava el samovar para nuestro querido husped? pregunt, acaricindole las me- jillas, a su esposa.Dgame, qu le parece esto? No es verdad que es un po- quito libre?... No es posible negarlo; pero al mismo tiempo, qu bien escrito est! Pero, tengo que copiarle un pasaje del cuento titulado Jermak y Zuleika Imagnese usted, hijita, que el cosaco Jermak, el osado conquistador de la Siberia, se halla enamorado de Zuleika, la hija del caudillo siberiano Kuchum, al que ha to- mado prisionero. La accin se desarrolla en la poca en que rei- naba Ivn el Terrible..., como usted ver:Me amas, Zuleika? Oh, reptemelo, reptemelo!...Te amo, Jermak! dijo Zuleika.Cielo y Tierra, gracias! Soy feliz! Me habis dado todo aquello por lo cual luch desde la infancia mi violento espritu! Y t, estrella que guas mis pasos, me trajiste hasta aqu por encima del ptreo cinturn del Ural! Al mundo todo le mostrar mi Zuleika, y los hombres, esos mons- truos salvajes, no osarn acusarme! Oh, si ellos pudieran comprender las secretas torturas de su tierna alma; si, cual yo, supiesen contemplar, en una lgrima de mi Zuleika, un mundo entero de poesa! Oh, djame que enjugue con mis besos esa lgrima, esa gota de celestial roco!... Oh celes- tial criatura!Jermak dijo Zuleika, el mundo es malo, los hombres son injus- tos. Nos perseguirn y nos juzgarn, amor mo! Qu ir a ser de una pobre muchacha como yo, criada en los nevados campos de Siberia en la choza de su padre, all en ese mundo tuyo, fro, glacial, despiadado y egosta? Los hombres no habrn de entenderme, amado mo!Pues tendrn que encendrselas con el sable del cosaco! exclamJermak, volviendo a uno y otro lado sus airados ojos...Ahora, Vrinka, imagnese usted a ese mismo Jermak al sa- ber que le han asesinado a su Zuleika. El viejo Kuchum, a favor de la oscuridad de la noche, se ha deslizado durante la ausencia de Jermak en su tienda, y dado muerte a su hija Zuleika con el fin de vengarse de Jermak, que le ha arrebatado cetro y corona:Qu gusto afilar la espada exclam Jermak posedo de salvaje anhelo de venganza, y aplic el acero a la piedra de los chamanes. He de ver sangre, sangre! Debo vengarla, vengar- la, vengarla!Pero, a pesar de todo, no puede Jermak sobrevivir a su Zuleika, de suerte que se arroja al Irtusch y se ahoga, con lo que el relato termina.Debo decirle que Ratasayev posee unos modales excelen- tes, y acaso sea una de las razones de que resulte un escritor tan por encima de los dems.Le escribo todo esto para distraerla, Vrinka. Le envo una oncita de dulces, que los he comprado especialmente para us- ted, y piense en m cada vez que coja uno.Quede ya con Dios. Consrvese bien.Makar Dievuschkin27 de junioQuerido Makar Aleksiyevich: Dice Fiodora que ella conoce personas que en mi situacin podran ayudarme mucho, y que si yo quisiera podran encontrarme una colocacin muy buena como ama de llaves en alguna casa. Qu le parece a usted, amigo mo? Debo dar ese paso? Pero de otra parte me angustia un poco la idea de tener que entrar al servicio de una gente extraa. Dicen que se trata de una familia de propietarios rurales. Supo- niendo que quieran pedirme informes acerca de mi pasado, qu deber decirles? Y sobre todo con lo huraa y lo amiga de la soledad que yo soy! Adems, tendra que viajar para trasladarme a las posesiones de la referida familia y Dios sabe para qu me querran utilizar: puede que me pusieran a cuidar de los nios! Y qu clase de gente sern cuando hasta la fecha, y van dos aos, han cambiado ya tres veces de ama de llaves? Aconsjeme usted, Makar Aleksiyevich por lo que ms quiera.Por qu no viene usted ya a vernos? Fuera de los domingos en la iglesia, el resto de la semana apenas nos vemos. Yo suelo sentir una gran tristeza cuando estoy sola. A veces sobre todo en el crepsculo, me quedo muy sola; Fiodora ha salido a comprar algo y aqu me tiene usted piensa que te piensa..., recordando todo eso que en otro tiempo fue, surgen ante mis ojos las caras conocidas, siendo la ms frecuente la de mam. Siento que mi salud est quebrantada. Al levantarme esta maana de la cama, me sent muy mal, y, adems no se me quita la dichosa tos! Pre- siento lo s, que no he de vivir mucho. Dios mo, qu triste es la vida, Makar Aleksiyevich!Amigo mo, por qu me enva siempre dulces? No com- prendo verdaderamente de dnde saca usted ese dinero, por lo qu ms quiera, ahorre! Fiodora ha encontrado comprador para el tapiz que yo he confeccionado. Me dar por el quince rublos. A Fiodora le correspondern tres rublos, y yo me comprar una tela sencilla para hacerme un traje.Fiodora me ha procurado un libro... Los cuentos de Bielkin, que adjunto le envo para que usted tambin lo lea. Slo que le ruego se d un poco de prisa y no lo retenga mucho tiempo, pues no es mo. Es una obra de Puschkin. Hace dos aos lo lea yo en compaa de mam..., as que ha suscitado en m ahora tristes recuerdos al leerlo por segunda vez.Pero quede usted con Dios! Hay que ver cunto he garrapateado esta vez! Esta es la mejor medicina; en seguida me siento ms aliviada, sobre todo cuando puedo dar salida a todo lo que tengo en el corazn.Adis, adis, amigo mo! Suya,V. D.28 de junioMi querida Varvara Aleksiyevna: Basta ya de tristezas! Cmo puede entregarse a esos pensamientos? Pero yo conozco esa ca- becita suya; por la menor causa ya est empezando otra vez aentristecerse, preocuparse y usted se atormenta con pensamien- tos de toda ndole.Pero aunque slo fuese por m, debera usted poner trmi- no a esos desvaros, Vrinka!Servir a gente extraa? Eso nunca. No, hijita; usted no me conoce bien; yo no he de consentir eso jams en la vida; me opondr a ese proyecto con todas mis fuerzas.Esas son locuras, nada ms que locuras!Y qu sera de m, dnde me deja usted? Corazoncito mo, es preciso que se quite usted eso de la cabeza. Cosa usted o lea, haga usted segn le plazca, con tal que no nos abandone.Yo pasar a verlas a ustedes, y muy pronto; pero entre tanto permtame que se lo confiese con toda franqueza: eso no ha estado bien en usted!Pero adis, hija ma; hoy no le escribo ms; tengo que copiar una cosilla y debo apresurarme.No deje usted, hijita, de hacer algo por tranquilizarme. Dios la proteja, tan seguramente como yo soy su fiel amigo.Makar Dievuschkin No est bien que yo siga aqu, siendo una carga para usted y Fiodora. Slo pensarlo es para m un tormento. Se lo digo a us- ted francamente, porque estoy acostumbrada a no ocultarle nin- gn secreto. Yo s muy bien, amigo mo, que hace usted ms de lo que puede. Usted me escribe que antes se quedara sin nada que consentir que yo pasase alguna necesidad. Lo creo, amigo mo; s que tiene usted un gran corazn. Ahora quiz tenga us- ted dinero de sobra, puede que haya recibido una gratificacin inesperada. Pero y luego? Usted ya sabe que yo siempre estoy enferma. No puedo trabajar como usted, aunque de buena gana querra, y, adems, no siempre se encuentra trabajo. Qu hacer?Sufrir y atormentarme, mientras dejo que usted y Fiodora cui- den de m, y yo me voy sin hacer nada? Qu le he hecho yo de bueno? Yo slo he hecho una cosa: quererle de todo corazn; pero esto es todo lo que puedo hacer. De nuevo me persigue mi cruel destino! S amar..., pero hacer bien, corresponder a sus beneficios con mis actos no me es posible. As que no me reten- ga usted, piense usted detenidamente en mi proyecto y dgame luego con toda sinceridad lo que opina.Esperndolo as, quedo suya,Post Scriptum: Gracias por el libro tambin nosotros leemos aPuschkin. Pero esta tarde voy sin falta a verla.(Sin fecha) 1 de julio V. D.Mi querido Makar Aleksiyevich: Lo he pensado bien y visto claro que hara muy mal dejando escapar una colocacin tan ventajosa. All, por lo menos, puedo ganarme con toda seguri- dad el pan de cada da. Cierto que es difcil y amargo eso de vivir entre extraos, plegarse en todo a lo que ellos quieran, y depen- der de ellos en todo; pero de fijo no habr de faltarme la ayuda de Dios. Desatino, Vrinka; todo eso no es ms que un desatino, un puro desatino! En cuanto se abandona usted a s misma, qu cosas no se le meten en su cabecita? Nosotros la queremos a usted, y usted nos quiere a nosotros, y todos estamos contentos y tan a gusto... Por qu se empea en irse a vivir entre gente extraa?Sabe usted lo que quiere decir eso de gente extraa? Pues pre- gntemelo a m, que yo..., yo conozco muy bien a los extraos, y puedo decirle a usted cmo son. Todo ser ajeno es malo, Vrinka;s, muy malo; tan malo, que el corazn que uno tiene no puede contenerse: hasta tal punto el prjimo sabe martirizarlo a uno con reproches y reconvenciones y miradas de enojo. Entre noso- tros, por lo menos, disfruta usted de tibieza y bondad, y vive recogida como en un nido. Qu ser entonces de m sin usted?Sepa usted, Vrinka, que me es muy til! Usted ejerce, ya lo sabe, un influjo bienhechor sobre m...! Por ejemplo, vea usted: acordarme de usted y ponerme de buen humor, es todo uno... Yqu voy a hacer yo sin usted, a mis aos; para qu voy a servir yo entonces?Quiz no haya usted pensado en esto, Vrinka; pero pinse- lo usted y pregntese a s misma para qu voy a servir yo sin usted. Me he acostumbrado a usted, Vrinka. Y qu sera de todo esto, en qu parara este cario?... Pues en que me arrojara de cabeza en el Neva y se acab la historia.Le devuelvo su libro, y si desea saber mi opinin sobre l, slo le dir que en toda mi vida he ledo libro tan excelente. De suerte que me pregunto cmo he podido vivir hasta aqu hecho un verdadero zopenco. Dios me perdone! Resulta, hija ma, que no s nada de nada. Se lo confieso francamente, no tengo cultu- ra. He ledo hasta ahora poco, por no decir nada. La imagen del hombre, que es un buen libro; La grulla de Ibico y Del nio que tocaba varias piezas de msica con campanas. Ah tiene todas mis lecturas. Pero ahora, he ledo El inspector, y slo puedo decirle, que se da el caso de que uno est en el mundo y no sepa que tiene al alcan- ce de la mano un libro en el que se describe toda una vida con todos sus detalles. Pero vea usted, adems por que le he tomado cario a su libro; muchas obras hay que, por muy notables que sean, se pone uno a leerlas y no saca la menor sustancia. Yo soy torpe por naturaleza; as que no puedo leer ninguna obra dema- siado profunda. Pero sta que le digo la lee uno y le parece como si la hubiera escrito uno, ni ms ni menos que si le hubiese bro- tado del corazn. Yo mismo no tendra ninguna dificultad en escribir as, de veras. Por qu? Porque yo siento exactamente las mismas cosas que ese libro dice. Tambin me he encontrado a veces en la mismsima situacin que ese Samson Vyrin. Cmo se emborrachaba cuando la desgracia cay sobre l, y cmo se pasaba el da entero durmiendo, y cmo haca para ahuyentar las penas con un ponche, y cmo rompa a llorar, de modo que tena que enjugarse con su sucio forro de piel las lgrimas cuando se acordaba de su pobre cordera extraviada, de su hija Duniascha!Tambin he hablado con Ratasayev de El inspector, Ratasayev dice que todo eso est ya viejo, y que ahora slo se publican libros con ilustraciones y descripciones...; no s a punto fijo, pues no lo entend bien. Pero l puso fin a sus apreciaciones diciendo que Puschkin no est mal, y que cant la sagrada Rusia, y no s que otras cosas ms. S; eso est bien, Vrinka; pero que muy bien; vuelva usted a leer el libro atentamente; siga usted mi con- sejo, y haga feliz a este pobre viejo con su obediencia. Dios se lo recompensar, de fijo se lo recompensar Dios!Su fiel amigoMakar Dievuschkin7 de julioMi querida Varvara Aleksiyevna: Vuelvo a coger el hilo de nues- tra conversacin de ayer donde la dejamos... S, hija ma: tam- bin uno ha hecho en sus tiempos sus correspondientes locuras.Y estuve antao enamorado hasta morir de una cmica! En aquel tiempo vivamos cinco chicos jvenes, pared por medio. Yo me incorpor a sus tertulias espontneamente. Y qu cosas me contaban de esa actriz! Todas las noches que haba funcin, all se iba toda la tropa, y diz que para las cosas necesarias nun- ca tenamos un cntimo... A gallinero, y todos sus aplausos y ovaciones eran exclusivamente para aquella actriz.No s como fue, que me encontr sentado, como ellos, en el gallinero. Tena ella una linda voz, clara, dulce, como de ruiseor. Nosotros aplaudamos hasta dejar nuestras manos moradas, y no nos cansbamos de gritar; en una palabra, que nos tenan que co- ger por el pescuezo, y echarnos de all para que nos furamos.Yo volv a casa. En el bolsillo slo me quedaba un rublo, y de all a primeros de mes faltaban an sus buenos diez das. Yqu cree usted que hice? Pues al da siguiente, al dirigirme a la oficina, entr en una perfumera y me gast todo mi capital en perfumes..., sin saber yo mismo para qu quera aquello. Ade- ms esa tarde no com, sino que fui a rondar su casa, al pie de sus balcones. Viva la actriz en la Nevskii, en un cuarto piso. Despus me volv a casa, descans un rato, tom un refrigerio, y regres a la Nevskii para ponerme otra vez a rondar sus balco- nes. As me pas medio mes.Conque ya ve usted lo que una cmica estuvo a punto de hacer de un hombre morigerado! Pero hay que tener en cuenta que entonces era yo un joven, Vrinka; un jovencito!...M.D.8 de julioLe devuelvo, mi querida Varvara Aleksiyevna, el librito que tuvo la atencin de enviarme. Al mismo tiempo, quiero tener una explicacin con usted. No est bien, eso de que me haya colocado en situacin tan apurada.Permitame usted, que le diga que a todos los hombres les parece que deben a Dios su condicin social. El uno ha nacido para lucir los entorchados de general; el otro, para ser literato... ; aquel otro, para mandar. As es la realidad, y eso responde a las facultades humanas; ste tiene aptitud para tal cosa; para tal otra; pero esas aptitudes es Dios quien las da. Yo llevo ya treinta aos de servicio en la oficina. Cumplo mi deber con escrupulosidad; procuro siempre ser modesto, y ja- ms he incurrido en falta alguna. Como ciudadano y como per- sona humana, me tengo fundadamente por un hombre, con sus correspondientes defectos y sus correspondientes virtudes.En esto se basa el mundo, hijita: en que siempre hay uno que manda a los dems, y les tira de las riendas... A no ser por esa medida de precaucin, no podra el mundo subsistir un mo- mento siquiera, pues qu sera del orden?La gente se esconde, se oculta, se acoquina, tiene miedo, incluso, de asomar la nariz, por temor a la burla, porque se sabe que todo cuanto en el mundo existe puede prestarse al libelo. Anda, saca a relucir en letras de molde toda tu vida, as la oficial como la domstica; que todo se publique y se lea y provoque risas. Ya no es posible dejarse ver por las calles! Si siquiera al final el autor hubiera variado algo la cosa, quiero decir que, por ejemplo, que el tal hroe fue siempre un ciudadano honrado y virtuoso; que era obediente con los superiores y cumpla con- cienzudamente sus deberes (aqu hubiera podido intercalar el autor un ejemplo); que jams dese a nadie nada malo, y que crea en Dios y que al morir (si es que irremisiblemente tena que morir) le lloraron todos...S; yo, por ejemplo, as lo hubiera hecho, pues as como est escrita..., qu tiene de particular ni de bella la novela? Se redu- ce, sencillamente, a un ejemplo de la humilde vida cotidiana! Ycmo ha podido usted decidirse a enviarme a m semejante li- bro? Es un libro maligno, un libro perjudicial, como usted lo oye, Vrinka! Es, sencillamente, infiel a la verdad, pues es to- talmente imposible que en parte alguna pueda encontrarse un empleado como se! No; tengo que quejarme, Vrinka; tengo que quejarme sencilla y expresamente!Su seguro servidor,Makar Dievuschkin27 de julioMi querido Makar Aleksiyevich: Su carta y los ltimos aconte- cimientos me han llenado de susto, tanto ms cuanto que a lo primero no acertaba a explicarme de qu se trataba..., hasta que Fiodora me lo cont todo. Pero por qu ha de desesperarse us- ted hasta ese extremo y sobresaltarse por semejante causa? Sus explicaciones no me han satisfecho, Makar Aleksiyevich, en absoluto. Ve usted ahora cmo tena yo razn al insistir en acep- tar aquella colocacin tan ventajosa?Yo saba muy bien hasta qu punto le deba gratitud, aun- que usted me aseguraba que slo gastaba en m lo superfluo; que, de otra forma, lo hubiera guardado en la gaveta...Pero ahora que ya s que usted no tiene ningn dinero guar- dado; que usted, al enterarse de mi triste situacin, slo por pie- dad y lstima, decidi gastar en m el sueldo, que, adems, peda por adelantado, y que durante mi enfermedad lleg usted inclu- so a vender sus ropas de vestir...Ahora me encuentro en un trance sumamente difcil, hasta el punto de no saber cmo interpretar lo ocurrido ni qu pensar de todo ello.En los ltimos tiempos no dej de notar, naturalmente, que estaba usted abatido; pero aunque yo misma, asaltada de pre- sentimientos, sospech algo malo, pero no poda ni remotamen- te figurarme lo que ahora sucede.Pero hasta ese punto ha podido usted perder el juicio? Qu diran de usted las personas que lo conocen?No s lo que pas por m al contarme Fiodora que lo ha- ban encontrado ebrio en la calle y que la Polica haba tenido que conducirlo a su casa! Yo me haba figurado algo como eso, puesto que llevaba usted cuatro das sin aparecer.Me trae tambin muy inquieta ese otro lance suyo con aquel oficial... No he podido enterarme bien, slo por un ru- mor cogido al vuelo. Le ruego me explique en qu par la cosa.Me escribe usted que teme comunicarme la verdad, pues quiz se expone con ello a enajenarse mi cario y que durante mi enfermedad, desesperado, lo vendi usted todo para poder su- fragar los gastos y evitar que me llevasen a un hospital.Pero, al ocultarme a m todo eso, haca usted lo peor que pudiera hacer. Usted quera evitarme el saber que era yo la causa de sus apuros; pero ahora, con decrmelo, me causa usted doble pena. Todo esto casi acaba conmigo, Makar Aleksiyevich.Yo le he proporcionado a usted un gran contratiempo el cual nunca lo habra querido en toda mi vida. Esto me atormenta lo indecible.Tranquilcese usted si le es posible. No hablo as por egos- mo, sino por el afecto y el cario que le tengo, y que nada en el mundo podr ahuyentar de mi corazn.Adis, Makar Alesiyevich. Aguardo su respuesta impaciente.Ha pensado usted mal de m! Le quiere de verdad,Varvara Dobroselov28 de julioMi inapreciable Varvara Aleksiyevna: S; ahora que ya todo pas y qued conjurado, y de nuevo poco a poco vuelve el agua a su cauce, puedo ser sincero con usted. Bueno; conque le inquieta a usted lo que la gente piense o diga de m? Pues me apresuro a manifestarle que en la oficina me muestran ms aprecio que an- tes.No quiero ocultarle a usted, hijita, que mis deudas y el mal estado de mi traje me contraran grandemente; pero esto ya se arreglar, y, entre tanto, yo le suplico a usted no se preocupe de cosas menudas.Me enva usted otro medio rublo, Vrinka, este medio rublo me ha traspasado el corazn. De modo que as anda ahora la cosa! No soy yo, el viejo imbcil, quien la ayuda a usted, sino usted, quien me ayuda a m. Hay que dar gracias a Fiodora, que procur el dinero.Quede usted con Dios, hija ma. Le suplico que se mejore pronto. Le escribo muy breve, porque debo darme prisa para ir a la oficina, pues quiero, con el celo y la aplicacin, compensar mis faltas y tranquilizar poco a poco mi conciencia. Un relato ms detallado de mis incidentes, as como de aquel lance con los oficiales, son cosas que dejo para esta noche. Ahora no tengo tiempo.Su amigo que la respeta y quiere,Makar Dievuschkin28 de julioMi querida Vrinka: Ahora la culpa es suya, y habr de pesar sobre su conciencia. Con su carta ha acabado usted con las lti- mas fuerzas de superioridad que me quedaban y me ha aturdido por completo; hasta este momento, en que he podido pensar en ello con toda calma y arrojar una mirada hasta lo ms profundo de mi corazn.Si le he de decir la verdad, yo mismo no s exactamente qu fue lo que ocurri con aquel oficial. Debo confesarle, ngel mo, que hasta ese momento me encontraba yo en la situacin ms espantosa. Imagnese usted, hija ma, que yo llevaba ya todo un mes pendiente. Mis apuros eran tan grandes, que yo no saba ya que iba a ser de m. A usted se lo ocultaba, y aqu, en casa, tambin consegua disimularlo; pero la patrona se encargaba de decrselo a todo el mundo.Pues bien; mire usted: yo no estaba hecho a semejante tur- bin de desdichas de toda ndole. Y he aqu que de pronto me enter por Fiodora de que un tipo insignificante se haba presen- tado en vuestra casa, para decirle a usted no s qu cosas ofen- sivas. Que usted deba de haberse ofendido. Al tercer da azuza- do por un compaero de trabajo, me fui, por ltimo a ver al oficial se. Yo me haba enterado de sus seas por nuestro cria- do. Slo recuerdo que estaban con l muchsimos oficiales, aun- que es posible, vaya usted a saber, que yo lo viera todo doble. Creo recordar que me puse a hablar por los codos y posedo de una indignacin honrada. Luego, finalmente, me echaron entre todos y rod escaleras abajo, en ltimo trmino no es verdad, que me echasen ellos literalmente, sino que yo me ech a m mismo. Cmo pude volver a casa, eso slo Dios lo sabe.Comprendo, que he cado muy bajo, y hasta lo que es ms horrible, que he perdido mucho de mi dignidad. Pero probable- mente tod