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Los farrapos y el Rio de la Plata Por Alicia Vidaurreta Un.sistema geogräfico diferente al del resto del Brasil otorga a Rio Grande del Sur p.eculiares caracten'sticas: regadas por numerosos rios y arroyos, sus feraces tierras son cruzadas por cuchillas que descienden sobre el Atläntico y la Mesopotamia argentina. AI finalizar la döcada de 1820, como consecuencia de la incorporaciön de la Banda Oriental, se ex- pande la economia riograndense. Basada en la explotaciön del ganado, la producciön de charque y el cultivo del trigo, tuvo las caracten'sticas de una economi'a subsidiaria. En esta producciön de consumo interno, el charque destinado a la alimentaciön en las äreas de explotaciön azucarera y cafetera constituyö la principal fuente de ingresos. La importancia eco- nömica se acentuö mediante el träfico ganadero con los numerosos pro- pietarios rurales brasilenos establecidos en el Uruguay desde la epoca de la dominaciön luso-brasilena que lo derivaban a los saladeros o charquea- das riograndenses. En la practica, el territorio situado al norte del rio Negro en el Uruguay y la provincia de Rio Grande del Sur constituyeron una unidad econömica de profundas rafces coloniales fortalecidas por mültiples intereses. Esa frontera de gran movilidad conformö tambidn un contexto etnico diferenciado. Una gran hibridaciön social determinö que los riogranden- ses, geogräfica y culturalmente, se identificaran mäs con los pai'ses de la cuenca platense que con el Imperio. Tradiciones, costumbres y vocabula- rio otorgaron a Rio Grande del Sur un caräcter regional tipico de äreas de frontera. Ello contribuye a explicar tambien que sus jefes politicos se identificaran en forma natural con los caudillos uruguayos participando en sus movimientos revolucionarios mediante el auxilio armado, el de ga- nado y ofreciendo aquel territorio como seguro refugio a los vencidos, tal como sucediö tras el levantamiento del general Juan Antonio Lavalleja Unauthenticated Download Date | 3/12/17 3:31 PM

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Los farrapos y el Rio de la Plata

Por Alicia Vidaurreta

Un.sistema geogräfico diferente al del resto del Brasil otorga a Rio Grande del Sur p.eculiares caracten'sticas: regadas por numerosos rios y arroyos, sus feraces tierras son cruzadas por cuchillas que descienden sobre el Atläntico y la Mesopotamia argentina. AI finalizar la döcada de 1820, como consecuencia de la incorporaciön de la Banda Oriental, se ex-pande la economia riograndense. Basada en la explotaciön del ganado, la producciön de charque y el cultivo del trigo, tuvo las caracten'sticas de una economi'a subsidiaria. En esta producciön de consumo interno, el charque destinado a la alimentaciön en las äreas de explotaciön azucarera y cafetera constituyö la principal fuente de ingresos. La importancia eco-nömica se acentuö mediante el träfico ganadero con los numerosos pro-pietarios rurales brasilenos establecidos en el Uruguay desde la epoca de la dominaciön luso-brasilena que lo derivaban a los saladeros o charquea-das riograndenses. En la practica, el territorio situado al norte del rio Negro en el Uruguay y la provincia de Rio Grande del Sur constituyeron una unidad econömica de profundas rafces coloniales fortalecidas por mültiples intereses.

Esa frontera de gran movilidad conformö tambidn un contexto etnico diferenciado. Una gran hibridaciön social determinö que los riogranden-ses, geogräfica y culturalmente, se identificaran mäs con los pai'ses de la cuenca platense que con el Imperio. Tradiciones, costumbres y vocabula-rio otorgaron a Rio Grande del Sur un caräcter regional tipico de äreas de frontera. Ello contribuye a explicar tambien que sus jefes politicos se identificaran en forma natural con los caudillos uruguayos participando en sus movimientos revolucionarios mediante el auxilio armado, el de ga-nado y ofreciendo aquel territorio como seguro refugio a los vencidos, tal como sucediö tras el levantamiento del general Juan Antonio Lavalleja

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contra el presidente Fructuoso Rivera en 1834. En la realidad, la frontera era un limite ficticio, un espacio abierto sin trabas ni obstäculos, a la vez que una zona de intenso contenido cultural que permitiö la proyecciön del Brasil al sur de su territorio. Ello significö, en consecuencia, mantener una hegemom'a que chocaba con los intereses de la clase comerciante de Montevideo y con la poli'tica de neutralidad establecida con el gobierno argentino por la Convenciön Preliminar de Paz de 1828 que puso fin a la guerra entre ambos pai'ses y die nacimiento al Uruguay como naciön independiente.

El ano 1834 moströ claramente la ambivalencia de la neutralidad brasi-lefia cuando el comandante de la frontera de Yaguarön, coronel Bento Gon?alves da Silva, procediö a internar a los revolucionarios lavallejistas, pero a la vez les permitiö reuniones y les facilitö la adquisiciön de arrnas. Paralelamente, el presidente Rivera enviaba emisarios a Rio Grande del Sur y en su häbil poli'tica de intrigas, logrö captarse la adhesiön del co-mandante general de armas de la provincia mariscal Sebastian Barreto Pe-reira Pinto, para anular la propaganda revolucionaria de los emigrados y contar con el apoyo militar y politico de la autoridad provincial'.

La favorable acogida de Bento Goncalves a Lavalleja y sus companeros no es un hecho casual. El cisma entre republicanos - entre los que figura-ba el jefe riograndense en primer piano - y legalistas se gestaba desde antes de la decada de 1830. Proclamada la Independencia en 1822, las pre-siones que sufria la economi'a del sur sin participar totalmente en el regi-men esclavista de producciön, resultaron del pesado sistema tributario y del poder que lo regulaba. El regimen poli'tico-administrativo establecido durante el Imperio transformö a los presidentes de las provincias en dele-gados del gobierno central. En el caso de Rio Grande del Sur, pronto sur-gieron facciones locales que respondieron a aquel y a los disidentes, adop-tando las denominaciones de cßramwrws (legalistas) y liberales, respectiva-mente. La ruptura final habn'a de producirse con el gran movimiento de 1835, vinculado ideolögicamente al liberalismo rioplatense, que se conoce como Revoluciön de los Farrapos o Farroupilha^, de caräcter separatista y federativo, que fue la mäs violenta y costosa de todas las crisis que sufriö el Brasil en ese periodo.

' Alicia Vidaurreta de Tjarks, "Nuevos aportes sobre la revoluciön de Lavalleja de 1834", Universidad 60 (1964), pägs. 243-272;Aurelio Porto, "Influencia do caudilhis-mo uruguayo no Rio Grande do Sul", Revista do Instituto Histörico e Geographica do Rio Grande do Sul IX, 3 (1929), pägs. 409-412.

^ Termine peyorativo. Sinönimo de harapiento, andrajoso.

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Proclamada en Porto Alegre el 20 de setiembre de 1835, moströ desde SU comienzo una fuerte competencia entre los caudillos dirigentes, todos pertenecientesal nücleo de los mäs fuertes propietarios rurales. En cuanto existiö ganado suficiente en la campana, sus rivalidades fueron minimas: de SU abundancia o escasez dependian directamente las transacciones y maniobras de los jefes, su ascendiente sobre la sociedad local y, en defini-tiva, el control de los propietarios identificados con el Imperio. En conse-cuencia, esta guerra no puede ser considerada solamente desde la optica de la ideologfa liberal que la sustentö, sino tambi^n como la reacciön de un fuerte grupo de presiön afectado por las imposiciones y trabas con que el gobierno central obstaculizaba su desenvolvimiento.

Basada mäs en unidades locales definidas que en el concepto de estable-cer un gobierno fuerte y estable, la revoluciön aportö la marca indeleble de caudillos como Bento Gonfalves, Jose Antönio Souza Netto, Bento Manoel Ribeiro y Jose Antonio da Silveira, cada uno representantc de dis-tintas äreas subregionales. Lograron formar un ejercito de aproximada-mente cinco mil hombres reclutados en su mayon'a por la fuerza: gauchos, esclavos e indios, fueron, en consecuencia, los elementos social y econö-micamente marginados que constituyeron ese ejercito que recreaba la an-tinomia de la tradiciön platina: caudillo-estanciero; soldado-peön^. La revoluciön en las planicies meridionales de Brasil moströ tambien que la büsqueda sistemätica de nuevas fronteras, sea por ia confiscaciön de tierras o ganado de los legalistas, fue otro objetivo de los caudillos re-publicanos. Duenos de grandes recursos en la campafia, los jefes farrapos aumentaron su influencia y poden'o en relaciön directa con los bienes de que se apropiaban, un factor que en la primera epoca de la guerra contri-buyö a disminuir las tensiones y rivalidades entre ellos.

Poco antes del estallido de la revoluciön riograndense, se produjo un vuelco poh'tico significativo en el vecmo Uruguay. El 1 ° de marzo de 1835 el general Manuel Oribe era electo presidente mientras a Fructuoso Rive-

' Spencer Leitmann, Raizes socioeconömicas da Guerra dos Farrapos (Rio de Ja-neiro 1979), pägs. 123-159. Entre la numerosa y polömica bibliografia sobre la guerra vease Alfredo Varela, Hislöria da grande revolufäo. O cyclo farroupilha no Brasil, 6 vols. (Porto Alegre 1933); Walter Spalding, A epopeia farroupilha. Pequena hislöria da grande revolugäo acompanhada da farta documentafäo da epoca, 1835-1845 (Rio de Janeiro 1963), Sobre el regimen administrativo de Rio Grande del Sur vease Jean Roche, L'administration de la Province de Rio Grande do Sul de 1819 ä 1851 (Porto Alegre 1961); Fernando Henrique Cardoso, "Rio Grande e Santa Catarina", Histöria Gera! da Civilizafäo Brasileira, ed. Sergio Buarque de Holanda, t. II, vol. 2 (Rio de Janeiro 1964), pägs. 473-505.

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ra, sin desplazarlo del escenario poli'tico, se lo designaba Comandante Ge-neral de la Campana. El cargo, ya desempenado antes de 1830, estaba estrechamente vinculado con su conocimiento y gravitaciön en el medio ru-ral y con las caracten'sticas de su personalidad. Rivera, sabido es, no era hombre de ciudad. Fue una aparentemente acertada medida de Oribe para contener a su rival, pero en la präctica funcionaron dos gobiernos al no aceptar Rivera su caräcter de subordinado^,

El gobierno de Oribe, aliado en lo interno con Lavalleja y en lo externo con su protector, el gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, con quien se entendi'a directamente a traves del comisionado en Montevi-deo Juan Correa Morales, fue observado con lögica desconfianza por el Imperio, no solo por la relaciön entre Oribe y Rosas, sino tambien porque a traves de Lavalleja existia la posibilidad de su apoyo a los disidentes riograndenses.

Bento Goncjalves no perdiö minuto en entablar la relaciön. A poco de producida la revoluciön enviö documentos y una carta en que comunicaba a Oribe los sucesos de Rio Grande a fin de alejarle cualquier recelo o alar-ma que pudiese haber ocasionado la revoluciön. Las armas se habian le-vantado, aclara en la carta, "para salvar a la patria de la inepta y antina-cional administraciön" del Dr. Antönio Rodrigues Fernandes Braga, pre-sidente de la provincia que huyö siendo reemplazado por Marciano Pe-reira Ribeiro. La carta tiene una segunda connotaciön, ya que a la vez, el jefe riograndense formula severas quejas contra Rivera que desde su cargo de Comandante General de la Campafia habia asilado a varios emigrados legalistas y dificultaba el regreso de los republicanos que en persecuciön de aquellos se habian internado en territorio uruguayo^. Desde el primer momento existiö, pues, la voluntad de armonia y acerca-miento hacia el gobierno de Oribe, un hecho que debe vincularse tanto al influjo de Lavalleja como a la ambigua actitud de Rivera.

De mäs peso, pero mucho mäs dificultoso, era establecer similares rela-ciones con Rosas. Se procurö su apoyo, al menos indirecto, comisionando a uno de los principales jefes civiles de la revoluciön, Antonio Paulino da

Juan E. Pivel Devoto y AIcira Ranieri de Pivel Devoto, Historia de la Repüblica Oriental del Uruguay (Montevideo 1945), pägs. 8 3 - 8 5 .

' Andrfe Lamas, Apuntes histöricos sobre las agresiones del dictador argentino Juan Manuel de Rosas contra la independencia de la Repüblica Oriental del Uruguay (Montevideo 1849), pägs. 475 -478 .

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Fontoura. Nada obtuvo de su viaje a Buenos Aires a pesar de las recomen-dadones de Lavalleja con quien lo uni'a antigua amistad. Muy cuidadoso se moströ el gobernador de Buenos Aires cuando al inaugurar las sesiones anuales de la provincia en 1836 declarö que se habia satisfecho la solicitud del encargado de negocios de Brasil evitando que los argentinos - Ma-nuel Rueda a la cabeza, aunque sin mencionarlo - se ingiriesen en los acontecimientos de Rio Grande y prohibi6ndose la extracciön de armas y municiones a esa provincia, que habia sido el objetivo de la infructuosa misiön de Fontoura®.

Tan explicita y oportuna manifestaciön de neutralidad no convenciö a las autoridades brasilenas. A mediados de agosto de 1836, en tränsito a SU sede representativa en Perü y Bolivia, llegaba a Montevideo el diplomä-tico Duarte da Ponte Ribeiro designado por el canciller Antonio Paulino Limpo de Abreu (Vizconde Abaet6). Observö atentamente el panorama poli'tico uruguayo y, rioplatense por extensiön, escribiendo en sus infor-mes a la cancillen'a imperial la connotaciön de las rivalidades partidarias: blancos y Colorados no se habfan constituido como estructuras partida-rias orgänicas, pero ya en ese ano se defini'an sus tendencias, personaliza-das en los caudillos: Rivera, como jefe de los Colorados, aparece aliado a Lavalle y a la emigraciön unitaria, mientras Oribe se perfilaba ya como el jefe del partido nacionalista protegido por Rosas. Resulta muy sugesti-vo y esclarecedor el retrato de la personalidad de Ponte Ribeiro que ha dejado Souza: "

"Era con verdadero placer que Ponte aceptaba una discusi6n. Hoy, de sus extensas notas sobre cualquier asunto que describiö, se siente que ese era SU verdadero elemento, principalmente si en las controversias podia atacar cualquier menosprecio al Brasil. En esos momentos, el diplomätico se tras-figuraba, dejaba su lenguaje de siempre, afable y cortes y lo sustitui'a por otro, muy diferente, intolerante, provocador tambien y altivo . . . Mas no paraba ahi. Desde que se tratase de cuestiones importantes, las trasladaba a memorias, oficios o memorandums, en los cuales explicaba profusamcnte lo ocurrido y recontaba punto por punto la discusiön en que se empefiara, escudrinändolo y desnudändolo todo!'

Ponte Ribeiro fue testigo de la simpatia general del pueblo uruguayo hacia la causa riograndense pero tambiin del acto poli'tico de Oribe que

' H. Mabragafla, Los mensajes: historia del desenvolvimienlo de la Naciön Argen-tina redactada cronolögicamente por sus gobernantes. 1810-1910, t. I (Buenos Aires 1910), pägs. 291-292.

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adhiriö a Rosas declarando la neutralidad del pai's en la contienda. Resuel-to a hacerla efectiva, delegö el mando en el vicepresidente Carlos Anaya y a fines de 1835 ya se habi'a trasladado a la frontera de Cerro Largo donde tuvieron lugar sus conocidas conferencias con Rivera para imponerlo de la li'nea de conducta adoptada. El acuerdo no fue posible: Rivera, favore-cido por SU innegable poder y ascendencia en el medio rural no ocultö su apoyo a los legalistas riograndenses, que, en definitiva, fue el principal motivo que determinö la supresiön del cargo que ocupaba. Por su parte, Oribe intentö vanamente, a pesar de la declarada poh'tica de prescinden-cia, ocultar sus simpatias por el movimiento revolucionario. La inmediata entrevista que sostuvo con Bento Gon9alves en la frontera de Yaguarön no hizo mäs que avivar las disensiones entre los caudillos uruguayos contribuyendo a la definiciön de los dos bandos politicos.

En el contexto de la misiön privadade Duarte da Ponte Ribeiro interesa-ba fundamentalmente observar las relaciones de los caudillos uruguayos con las facciones de Rio Grande. En nota al ministro de Negocios Extran-jeros Antönio Paulino Limpo de Abreu manifestö que los gobiernos de Buenos Aires y Montevideo armaban secretamente a los rebeldes riogran-denses y que Rosas, a pesar de sus declaraciones, fomentaba la separaciön de Rio Grande del Sur. Se conocia que antes de estallar la revoluciön va-rios particulares habtan adquirido armamento en Buenos Aires de donde habian sido embarcadas clandestinamente a Rio Grande, asl como que sesenta y ocho barriles de pölvora habian sido despachados de un depösi-to que el gobierno uruguayo teni'a en una isla pröxima a Montevideo con el mismo destino. La informaciön se extiende a Antönio Paulino da Fon-toura y EHseo Antunes Maciel, este ültimo comisionado por Bento Gon-galves ante Rosas para comunicarle que se habia negado a Jose Araujo Ribeiro, nombrado en Rio de Janeiro, para asumir el gobierno de la pro-vincia. Estos hechos prueban que existia una autentica voluntad de acer-camiento hacia Rosas aunque Maciel, como Fontoura, no encontrö la co-laboraciön que le habfa prometido Lavalleja. Sagazmente, Rosas cerrö los ojos a las operaciones privadas, pero rechazö todo contacto oficial para evitar un entredicho con el Imperio, aunque Ponte Ribeiro seüala que la revoluciön riograndense fue cortejada por el gobierno argentino, aunque con el tono de misterio con que Rosas rodeaba todos sus actos'.

' Jos6 Antönio Soares de Souza, Um diplomata do Impärio, Baräo de Ponte Ri-beiro (Säo Paulo 1952), pägs. 60-62, 121-122; Alfrede Varela, Duas grandes intrigas, vol. II (Porto 1919), päg. 435.

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Aunque calculadamente Rosas no recibiö a los emisarios riogranden-ses, les hizo saber la conveniencia de entenderse con otros gobicrnos. Esto no signifacaba sino la indicacion del acercamiento a Oribe, desligändose asi' la Confederaciön de una relaciön de previsibles fatales consecuencias con el Imperio. De ahi que las entrevistas de los emisarios con Oribe mar-can un hito en la politica revolucionaria riograndense: a partir de ese mo-mento la neutralidad uruguaya pasa a ser letra muerta y todas las partidas legalistas que entran en el territorio en busca de ganado son repelidas y desarmadas mientras los republicanos penetran y salen a voluntad, reci-biendo armamento e incorporaciones de soldados, con pleno conocimien-to del gobierno. En pocos meses, estos hechos configuran la contradicciön mäs total de las enfäticas declaraciones de Oribe en Cerro Largo®.

Mientras desde Montevideo se favorecia esta conducta, Rosas des-pachaba notas circulares a los gobernadores de las provincias - los prin-cipales destinatarios eran los de Corrientes y Entre Rios - prohibiendo, en SU calidad de encargado de las Relaciones Exteriores de la Confedera-ciön, cualquier ingerencia en el movimiento riograndense. La orden tenfa un doble objetivo: estaba tambien destinada a ser conocida en Brasil, cuyo periödico oficial supo aprovecharla publicändola para mostrar el naufragio de las comisiones riograndenses en Buenos Aires'.

La difusiön de la circular de Rosas no implicö, en modo alguno, que el gabinete flumjnense mantuviera sus reservas respecto a la colaboraciön que los rebeldes recibi'an en el Uruguay. Esa fundada desconfianza, basa-da en el contrabando de armas y ganado, crece con los informes que remi-te Manoel de Almeida Vasconcellos, encargado de negocios del Brasil en Montevideo, que se muestra convencido de que existia un eventual proyec-to de constituir una federaciön con la provincia rebelde. La hipötesis de Almeida Vasconcellos se basa en el encubrimiento de actos que contra-riaban declaraciones oficiales. Entre otras, constaban las efectuadas por el canciller de la Confederaciön Argentina Felipe Arana al encargado de negocios del Imperio Manoel Jose Lisboa al asegurarle que su gobierno "jamäs llegarä a desmentir su fidelidad y el interes que toma en la perma-

® Alfrede Varela, Politica brasileira: Interna e externa; documentos in^ditos, t. II (Porto 1929), päg. 11.

' Archivo General de la Naciön (Buenos Aires, en adelante citado AGN) X-1-7-3. Arana a Lisboa. Buenos Aires, 30 de octubre de 1835 (copia). Sobre la correspondencia con Almeida Vasconcellos sobre la neutralidad uruguaya väase Repüblica dos Estados Unidos do Brasil, Ministerio das Relaföes Exteriores (ed.), Anais do Itamaratf, vol. 1 (1936), pägs. 27-48.

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nencia del orden, tranquilidad y seguridad interior de todos los Estados", aunque se nego a acceder a la solicitud del diplomätico de impedir la sali-da de pasajeros sospechosos para Brasil

El levantamiento de Rivera contra Oribe, que desembocö en la batalla de Carpinteria en diciembre de 1836, obligö al caudillo, tras su fracaso, a huir a Rio Grande del Sur. Se asilö en Alegrete desde donde fue invitado a conferenciar con el comandante de la frontera Bento Manoel Ribeiro, mientras Oribe reclamaba a este el desarme de los emigrados.

En Buenos Aires se produjo una modificadön significativa en la acti-tud hacia Oribe. A pesar de su triunfo militar, Arana - es decir, Rosas - no trepidö en censurar su falta de energi'a en la conducciön poli'tica, opiniön que se hizo conocer al encargado de negocios de Brasil. Este reco-giö la critica y la inusual confidencia de Arana, vi^ndola como una falsa postura defensiva respecto del Brasil en los mismos momentos en que re-fugiados legalistas eran maltratados en Corrientes y Entre Ri'os y armas y pölvora continuaban siendo enviados a Colonia para ser luego remitidos a los revolucionarios riograndenses " .

El II de setiembre de 1836 los farrapos obtuvieron una impresionante Victoria en Seival, proclamando la Repüblica en el mismo campo de guerra. Aunque poco desjjues fueron derrotados por Bento Manoel Ri-beiro en la batalla de Fanfa (3 de octubre de 1836), tras la cual fueron apre-sados y llevados al norte los principales jefes Bento Gongalves, Onofre Pinto y Livio Zambecarri, el primero fue electo presidente de la flamante repüblica y se organizö un ministerio compuesto por seis carteras, encabe-zadas por las figuras mäs relevantes de la revoluciön como Jose Mariano de Mattos, Domingo Jose de Almeida y Jos6 Pinheiro de Ulhoa Cintra.

La nueva naciön funcionaba aün sin una constituciön. En parte, los le-galistas estaban en lo cierto cuando clasificaban al gobierno farrapo como Estado militar ambulante. La villa de Piratini fue dos veces sede de su go-bierno, que funcionö tambien en Casapava y Alegrete. Aunque mantu-vieron una Asamblea Legislativa y convocaron una Constituyente, las exi-gencias de la guerra tuvieron prioridad sobre el aspecto legal de la nueva naciön No las tenfan menos las relaciones con los Estados del sur, de las

Duarie da Ponte Ribeiro, / I i relaföes do Brasil com as Repüblicas do Prata de 1824 a 1843 (Rio de Janeiro 1936), pägs. 20-21.

" Ibd. Spalding, A epope'ia, päg. 113; Fernando Luiz Osorio, A guerra dos farrapos

(Porto Alegre 1935), pägs. 62-63.

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que en buena parte dependia la suerte militar. Ello explica que se solicitara a Rosas el reconocimiento del nuevo Estado, observando que la federa-ciön con las repüblicas del sur era una de las metas del nuevo gobierno, por lo que muy apresuradamente y sin medir ulterioridades, se le solicitö que asumiera el caräcter de protector de la Repüblica Riograndense'^.

Esta proposiciön, sumada a la relaciön personal entre Oribe y Bento Gon^alves configura, segün Alfredo Varela, un triunfo incontrastable de la poh'tica platina contrapuesta a la desenvuelta por el Imperio'". Es co-nocido que desde tiempo aträs se propalaba la existencia de trabajos clan-destinos no solo para independizar a Rio Grande del Sur sino de otros mäs vastos, atrevidos y complejos que consisti'an en constituir una confede-raciön que con el nombre de Liga Oriental unin'a a aquella provincia con el Uruguay. De momento, se cumph'a la primera parte del ambicioso plan. Oficialmente, la instalaciön de la Repüblica de Piratini fue comunicada a Rosas mediante el envio de Jose Carlos Pinto, portador de la nota del canciller Ulhoa Cintra que declaraba que se habi'a llegado a ese paso por el cansancio de los habitantes de "sufrir por mäs tiempo el caprichoso or-gullo y despotismo de la Corte del Brasil", a la vez que se encargaba al comisionado el reconocimiento de la flamante repüblica y el estableci-miento de relaciones con el gobierno de la Confederaciön Argentina Aunque Rosas häbilmente eludiö tales compromisos, no se pusieron tra-bas para que el comisionado adquiriera y despachara desde el puerto de Buenos Aires cuarenta cajones repletos de material de guerra, a pesar de las seguridades dadas por Arana al encargado de negocios Lisboa y al agente secreto imperial Antonio Cändido Ferreira, de que eran destinadas para auxiliar a Oribe. De tan inexactas afirmaciones, asi' como de la pre-sencia coincidente del emisario secreto de la Corte, se infiere la importan-cia que esta asignaba al eventual concurso de Rosas a la causa de los farra-pos

Anthero de Brito, el nuevo presidente legalista de Rio Grande con sede de gobierno en el puerto de ese nombre, tambien buscö la aproximaciön con Oribe para que interrumpiese la abierta protecciön que recibi'an los

AGN X-l-7-11. Joäo Manoel de Lima a J.M. de Rosas. Pelotas, 14 de noviembre de 1836.

" Varela, Hislöria da grande revolufäo III, päg. 410. " AGN X-l-7-n. J.A.P. de Ulhoa Cintra a F. Arana. Piratini, 14 de noviembre de

1836. Varela, Poh'tica brasileira, päg. 77.

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farrapos en la frontera. Para satisfacer el pedido, Oribe cotnisionö a Ata-nasio Cruz Aguirre, quicn marchö a aquel destino a fines de marzo de 1837, pero con el propösito de reclamar, por parte de su gobierno, la pro-tecciön que Bento Manoel Ribeiro otorgaba a Rivera y los emigrados que habi'an formado una brigada de aproximadamente ochocientos hombres que amenazaban invadir el Uruguay'^.

La misiön de Aguirre obtuvo parcialmente los resultados buscados ya que Brito, desde el primer momento, se preocupö de hacer perseguir a al-gunos jefes iegalistas - sus enemigos personales en la facciön oficial -a los que, justificando su decisiön, calificö como acomodaticios y poco resueltos a la lucha. Para satisfacer el pedido de Oribe, los apresö junto con algunos emigrados riveristas, pero en la realidad la misiön de Aguirre sirviö mäs para que Brito se deshiciera de enemigos personales que de cumplir con el pedido del presidente uruguayo. Disconforme con los pro-cedimientos de Bento Manoel, Brito exige la guerra a muerte contra los insurrectos pero el jefe legalista sabe que es imposible. El ej^rcito imperial estä mal equipado: carece de armamentos, municiones y caballos, llave de la guerra, por lo que Bento Manoel pide su retiro. Esta fractura emre los Iegalistas coincide con la reapariciön de Rivera en Porto Alegre donde confabula con Caspar Menna Barreto y otros jefes Iegalistas para derro-car al presidente Anthero quien, sin p^rdida de tiempo, ordena al caudillo uruguayo trasladarse a Rio de Janeiro. AI no poder concretar la medida, Anthero dispone la prisiön de Rivera, acto que es seguido por la propia prisiön de Anthero ordenada por Bento Manoel por la mencionada razön de disidencia en cuanto el equipamiento del ejercito

Los preparativos revolucionarios de Rivera, preludio de la ya inevitable guerra civil en el Uruguay, otorgan un caräcter internacional a la contien-da tanto por el apoyo de los Iegalistas riograndenses como de los unitarios argentinos que, doctrinarios y desafectos a la personalidad de Rivera, se ligaron a el por la fuerza de su poder y por los intereses comunes contra el gobierno de Rosas. Desde Durazno, el caudillo ramificö la insurrecciön hacia Cerro Largo, Paysandü, Soriano y San Jose, mientras el gobierno no pudo controlarla a pesar de adoptar medidas defensivas. El encargado de cumplirlas fue el hermano del presidente, general Ignacio Oribe. Lo secundaba Lavalleja, pero la lentitud de las operaciones que empren-

" Ibd., pdg. 20; El Universat, Montevideo, 3 de enero de 1837. Porto, "Influencia do caudilhismo", pägs. 415-420.

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dieron mereciö criticas en Montevideo y, particularmente, per parte de Rosas".

En tanto las fuerzas del gobierno uruguayo perdi'an elementos y tiempo en maniobras de escasa importancia, Rivera lo aprovechö para asolar las Misiones saqueando su ganado y arrebatando gran nümero de caballadas para la remonta de su ej^rcito. En vista de tal depredaciön y del peligro que significaba el aumento de fuerzas del opositor, Oribe - en gesto muy censurado por algunos y considerado patriötico por otros - intentö una conciliaciön para la que comisionö al general argentino Estanisiao Soler. Conforme a las instrucciones que le otorgö, Rivera debia desarmar inme-diatamente sus fuerzas, comprometerse a retirarse a Rio Grande y no re-tornar al Uruguay durante tres anos. Oribe se comprometiö a amnistiar a todos los rebeldes y con respecto a Rivera, con buen conocimiento de SU avidez de dinero, le prometiö una gratificaciön de 10.000 pesos en tres pagos anuales. El emisario cumpliö su cometido, pero ni la promesa de! dinero satisfizo a Rivera que, tras dejar al general Lavalle con doscientos hombres en Alegrete, cruzö el n'o Cuareim y, determinado a cumplir su plan, invadiö con un heterog^neo ej^rcito, compuesto por sus propias fuerzas y por indios armados de las Misiones. Se enfrentö con el ejercito del gobierno en Carpinten'a (19 de setiembre de 1836), batalla en que por primera vez los combatientes usaron las divisas blanca y colorada, que en adelante se transformarian en la de los dos partidos poHticos del Uruguay.

Derrotados y perseguidos los invasores, se refugiaron en Rio Grande donde se reincorporaron a las fuerzas legalistas pero Rivera, dando otra muestra de su düplice politica, enviö al coronel Martiniano Chilavert ante el gobierno republicano para firmar un tratado de "mutua seguridad", que no era sino una alianza tendiente a destruir los planes del Imperio y de Oribe. Chilavert debi'a convencer a los jefes farrapos de concluir sus divergencias personales, lograr un total entendimiento con Bento Manoei Ribeiro, volcändolo hacia su causa y ofrecer 1500 caballos a cambio de cuatro canones con su municiön^®.

La amenaza de una nueva revoluciön en el Uruguay era voz generaliza-da en el Rio de la Plata desde principios de 1837. Se interceptö correspon-dencia de los emigrados que evidenciaba que Rivera, Lavalle y todos sus

" Vidaurreta de Tjarks, "La segunda misiön Correa Morales al Uruguay. 1836-1838", Historia 33 (1963), päg. 24.

Varela, Historia da grande revolufäo III, päg. 496.

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hombres permanedan armados e incorporados al ejercito imperial. El co-misionado argentino en Montevideo Juan Correa Morales advirtiö a su gobierno que las posibilidades de exito de Rivera eran muchas, favorecido por la debilidad de Oribe y el descontento de la poblaciön de departamen-tos situados en enclaves geogräficos y estrategicos como Maldonado y Paysandü^'. En la realidad, los emigrados riveristas magnificaban su fuerza o las autoridades de Rio Grande las minimizaban, ya que Bento Manoel Ribeiro informö que solo 279 uruguayos estaban incorporados al ejercito legalista^^.

Pese a que el agente oficial riograndense Jose Carlos Pinto prefiriö reti-rarse de Buenos Aires, estableciendose en Montevideo, los farrapos no descuidaron estrechar la deseada vinculaciön con Rosas, ante quien desti-naron a los emisarios confidenciales Pedro Modesto Franco, antiguo ami-go de Lavalleja, y Marciano Pereira Ribeiro. El sigilo y la precauciön con que actuö Rosas, y que posiblemente exigiö a los agentes, hacen que el trämite de esa gestiön sea präcticamente desconocido. Solo se sabe que Lisboa hizo lo posible por entorpecerla, denunciando una compra de ar-mamentos por Franco, presionando para que se le impusieran tres dias de prisiön y obteniendo que su colega britänico no le concediera pasapor-te para regresar. Sölo en noviembre de 1837, tras siete meses de permanen-cia en Buenos Aires, Franco recibiö el pasaporte del gobierno de Buenos Aires previo pago de fianza. Durante todo ese pen'odo no cesaron las de-nuncias de Lisboa sobre las aparentemente toleradas actividades de Fran-co en relaciön a la compra de armamentos y una imprenta, lo que indica que el emisario pudo moverse con bastante libertad en Buenos Aires y que las denuncias no eran infundadas^^.

De otro caräcter fue la misiön que cumpliö el coronel Macedo ante Ori-be en la misma epoca. Las intrigas de Rivera para obtener de los legalistas y de los republicanos al mismo tiempo habi'an tomado tal vuelo y propor-ciön que fue necesario aclarar la posiciön de los farrapos respecto al caudillo. Fue bien recibida por Oribe que prometiö que, si aquel era desar-

Vidaurreta de Tjarks, "La segunda misiön Corrca Morales", pägs. 28-29. " Arquivo Histörico de Rio Grande do Sul (en adelante citado AHRGS)

214/16/76. Relaciön de Bento Manoel Ribeiro de las plazas de emigrados con elgeneral Fructuoso Rivera que se hallan enganchadas a sueldo del Imperio. Puntas de Pirahy, 13 de enero de 1837.

" Varela, Poh'tica brasi/eira, pägs. 24-25.

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Los farrapos y el Rio de la Plata 429

mado, pasan'a a auxiliar en forma directa a los revolucionarios, promesa que implicaba una definiciön y hasta un desafio a la polftica de Rosas

Rivera, sin ocultarlo, se aprestaba a cruzar nuevamente la frontera con el apoyo de los imperiales. La noticia de la defecciön de Bento Manoel a la causa legalista, que trajo como consecuencia su apoyo a Rivera bajo la condiciön de federar ambos Estados, ensombreciö el panorama poli'ti-co. El Imperio habia perdido a su figura mäs relevante en Rio Grande del Sur. Por su parte, y con vistas a desarticular el plan de su rival, Oribe inicia negociaciones con Almeida Vasconcellos para firmar un tratado de alian-za con Brasil a la vez que suspende la remesa de armas y viveres a los farra-pos. El acuerdo fracasö porque Brasil se negö a suscribir la clausula que Oribe quen'a imponer relativa a los derechos uruguayos hasta la barra del n'o Chuy, costa oriental del rio Mim' hasta la confluencia del n'o Yaguarön con aquel, en el curso de este n'o hasta la Cuchilla Grande, inmediata al antiguo fuerte espanol de Santa Tfecla, dejando al Brasil las tierras si-tuadas entre los n'os Piratim' y Yaguarön

Fracasada la negociacion y ante la expectativa del apoyo imperial a Ri-vera, Oribe decidiö ganar tiempo, enviando a Rio de Janeiro a Carlos G. Villademoros en calidad de encargado de negocios para acordar el tratado que no pudo concluir con Vasconcellos. El 7 de julio de 1837, en momen-tos en que la atenciön del gobierno de la Confederaciön Argentina estaba concentrada en la reciente declaraciön de guerra al Mariscal Santa Cruz, Villademoros presentö sus credenciales. Oribe imponia como preliminar la fijaciön de limites no conforme a los de 1821, como lo entendi'a el Impe-rio, sino a los fijados por el Tratado de San Ildefonso de 1777. Concluido este aspecto, el diplomätico debia negociar sobre extradiciön de esclavos y criminales, clausula esta que no tenia otro significado que la deporta-ci6n de los riveristas.

El tratado conveni'a al Brasil por cuanto, con la alianza con Oribe, se desarticulaba un aspecto fundamental del auxilio a los rebeldes riogran-denses. Para concretarlo, se propuso a Villademoros que la negociacion se cumpliera directamente en Montevideo con Almeida Vasconcellos, ac-titud que desairö al diplomätico y resultö a la vez una sutil maniobra para debilitar a Oribe. El canciller Montezuma, que redactö el documento que

Archivo General de ia Naciön del Uruguay (en adelante citado AGNU) Fondo ex-Archivo y Museo Histörico Nacional, caja 29. Domingo J. de Almeida a A. Souza Netto. Campo, 21 de abril de 1837 (copia).

Pivel Devoto, Historia de la RepübUca Oriental de! Uruguay, päg. 92.

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plasmaba el pensamiento del en^rgico Regente Diego Feijö, senalö que con todas las dificultadas provocadas por la revoluciön de Rio Grande se-ria ventajosa la cooperaciön de Oribe pero las Cämaras, en definitiva, condujeron al fracaso de la negociaciön, argumentando que muy debil e incapaz se mostraria el gobierno al aceptar esa oferta para combatir a los rebeldes y emigrados en su propio territorio con el auxilio extranjero Este dictamen del 15 de setiembre de 1837 fue uno de los factores determi-nantes de la cai'da de Feijö. Por otra parte, la reciente derrota de las fuer-zas de Oribe en Yucutuyä, en las proximidades del rio Cuareim, contribu-yö a dar por tierra con los planes de alianza con Oribe que ordenö a Villa-demoros SU retiro de la Corte con el consiguiente cese de las nego-ciaciones.

Conviene senalar que dsta fracaso aün cuando el Brasil estaba confor-me con ella, por cuanto le aseguraba apoyo para luchar contra los farra-pos, pero la exigencia sobre Ifmites y el voto de las Cämaras derivaron en la decisiön final del Imperio. Fracasada la gestiön de Villademoros y sin arribarse a ningün tratado en Montevideo por decisiön de Oribe, el 28 de junio de 1838 el coronel Jos6 Maria Reyes fue designado para reiniciarla en Rio de Janeiro con instrucciones similares a las de su predecesor y con plenos pöderes para intervenir en la negociaciön relativa al Tratado Defi-nitivo de Paz, pendiente desde 1828. El gobierno uruguayo, observa Pivel Devoto, persistiö en su actitud de supeditar todo a la consolidaciön inter-nacional del pais y a la fijaciön de limites, pero como Brasil no tenla inte-res en ninguno de estos puntos, esta negociaciön tambien se fruströ^'.

Como lögico resultado de su politica de acercamiento al gobierno impe-rial, la actitud de Oribe cambiö abruptamente respecto a los farrapos. Los agentes en Montevideo continuaron, no obstante, la remisiön de armas y viveres, pero con grandes dificultades en razön de lo que calificaron co-mo "juego politico del gobierno uruguayo" que en ese momento alberga-ba a mäs de sesenta legalistas. Las ventajas que estos obtenian se consta-tan en el apresamiento de un pequeno corsario comandado por Jose Gari-baldi y por las dificultades que enfrentaba el agente Jose Carlos Pinto pa-ra la adquisiciön de armas y la imprenta. Fundamentalmente, Oribe habia dado un viraje de ciento ochenta grados en su relaciön con los farra-

^̂ AGNU Archivo Administrative, libro 92. Misiön Carlos G. Villademoros al Bra-sil; Joäo Pandia Calogeras, A politica exterior do Imperio, t. II (Rio de Janeiro 1928), pägs. 208-213.

Pivel Devoto, Historia de la Repüblica Oriental del Uruguay, päg. 93.

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Los farrapos y el Rio de la Plata 431

pos, una conducta que Almeida Vasconcellos no vacilö en atribuir a la protecciön que sus amigos Joäo Manuel de Lima, Jose Antonio de Sil-veira y David Canabarro prestaban a Rivera^^ La poli'tica de Oribe resul-taba ahora incomprensible a los jefes farrapos de quienes fingi'a descon-fiar, segün la opiniön de Antonio Paulino de Fontoura: acampado en el Ibicuy, Rivera carecia de caballadas para cumplir sus planes y el rechazo de los republicanos constituia un Factor de gran peso negative en sus pla-nes. "Allä todos lo aborrecen y de muerte, porque lo conocen, pero las circunstancias lo protegen", son las palabras con que Fontoura concluye un informe sobre la situaciön al comenzar setiembre de 1837^'.

Los preparativos revolucionarios, preludio de la ya inevitable guerra ci-vil, contaron con el apoyo de los emigrados argentinos en el Uruguay y se aceleraron desde principios de julio. Desde Durazno, el caudillo ramifi-cö la insurrecciön hacia Cerro Largo, Soriano, Paysandü, Colonia y San Jose mientras el gobierno adoptaba medidas defensivas que se encargö de cumplir Ignacio Oribe

Con estos sucesos coincide el cambio de ministerio en la Corte que el 4 de octubre de 1837 designaba encargado de negocios en Montevideo a Pedro Rodrigues Fernandes Chaves, hermano del presidente legal de Rio Grande. Solo en enero asumiö el cargo pero condujo instrucciones preci-sas relativas a la pacificaciön de Rio Grande. Debia entenderse con Oribe para destruir la influencia de Rivera, juzgado ahora por el Imperio como el enemigo de la tranquilidad de ambos paises asegurando que de ser hallado en territorio brasilefio, seria deportado. Esta promesa no pasaba de ser una figura retörica pues sobradamente eran conocidas la permanen-cia y actividades del caudillo en Rio Grande del Sur. Las instrucciones pri-vadas de Chaves incluian un aspecto hasta ahora no contemplado por el Imperio: debia obtener el consentimiento de Oribe para la formaciön de una divisiön de caballen'a integrada por residentes brasilenos en el Uru-guay, intento que fracasö por la decisiön del presidente de evitar una parti-cipaciön directa en la guerra civil riograndense que de hecho implicaba la alianza con el Imperio^'. Distintos fueron los motivos que, despues de la batalla de Carpinteria, lo habian decidido a deportar a la isla de Santa

Varela, Histöria da grande revolu(äo III, päg. 496. ^ ACN X-1-6-6. Memoria de A.P. de Fontoüra. Montevideo, 1° de .setiembre de

1837. Vidaurreta de Tjarks, "La segunda misiön Correa Morale.s", päg. 24.

' ' Varela, Polüica brasileira I, pägs. 134-135; Anais do hamaratil, pägs. 29-30.

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Catalina a los mäs prominentes unitarios integrantes de la logia que fun-cionaba en Montevideo dirigida por Julian S. De Agüero, Juan Cruz y Florencio Varela, medida que en Buenos Aires causö un efecto contrario ai buscado, pues Rosas la juzgö insuficiente para contener a sus enemigos. Poco despues, en correspondencia a los gobernadores Pedro Molina, Es-tanislao Löpez y Josd Fdiix Aldao revelö haber trabajado en privado para desbaratar los planes de Rivera vista la debilidad de Oribe^^. Tal juicio revela el disgusto de Rosas, resultado de la conducta moderada de Oribe que se opuso a la politica de violencia a que lo alentaba el gobernador de Buenos Aires.

Las decisiones del presidente uruguayo crearon desconfianzas no solo en Buenos Aires sino tambien en Piratini' y Rio de Janeiro. Rivera, en tan-to, supo aprovechar esas divergencias. Diestro y astuto, a pesar de las reite-radas prevenciones de los farrapos contra su persona y de sus recientes di-sidencias con los legalistas, supo mover a unos y a otros de acuerdo a lo que reclamaban sus urgencias. Con suficiente caballeria, descendiö el rfo Uruguay y a orillas del Arapey sus fuerzas vencieron a las de Oribe que, mientras tanto, permitia que pastara en territorio uruguayo el ganado se-cuestrado por los farrapos a los legalistas.

Contra lo supuesto, Rivera no buscö una victoria definitiva y empren-diö una häbil guerra de recursos que desorientö y debilitö a su rival. Poco a poco, sus fuerzas fueron internändose en el territorio hasta dominar toda la campaüa, con excepciön de Paysandü. El 4 de noviembre de 1837 Oribe abriö operaciones nuevamente y el 21 de ese mes venciö a los rebeldes en las märgenes del rio Yi, zona de antigua influencia del caudillo colorado que debiö replegarse al norte. Desde aqui desarrollö una campana de guerrillas, enviando partidas de saqueo a distintos puntos, acciones que debilitaron al ejercito del gobierno debido a su diversificaciön". En Buenos Aires, el triunfo del Yi no satisfizo precisamente porque se lo apre-ciö en su verdadera dimensiön de derrota parcial de los sublevados. En este sentido, la correspondencia de Rosas a los gobernadores es elocuente respecto al desprecio que en este periodo le mereciö la que considerö inhä-bil politica de Oribe.

" AGN VI 1-3-6-6. Rosas a P. Molina. E. Löpez y J.F. Aldao. Buenos Aires, 19 y 24 de octubre y 13 de noviembre de 1836 (borradores).

" Juan E. Pivel Devoto, Historia de los partidos poh'ticos en el Uruguay, t. 11 (Montevideo 1942), päg. 90.

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Los farrapos y el Rio de la Plata 433

En enero de 1838 el presidente uruguayo solicitö el auxilio militar argen-tino. En este sentido, debe senalarse que los informes del comisionado Cornea Morales fueron adversos a que se prestara tal concurso, pero que Rosas, haciendo caso omiso de ellos, decidiö por si mismo no arriesgar esperando a que Oribe diera muestras mäs positivas de adhesiön a su go-bierno y estabilizara su propio regimen^'*.

El 23 de enero las fuerzas de Rivera avanzaron hasta Canelones y al di'a siguiente el caudillo se presentö con mil hombres frente a Montevideo cre-ando una situaciön de gran riesgo para Oribe que solo dominaba la capital y Paysandü. El general Soler, comandante de armas de Montevideo, adop-tö severas medidas de precauciön, viviendose en !a capital di'as cn'ticos y de gran aflicciön econömica no solamente por la inacciön de Oribe sino por el aislamiento fi'sico que imponi'a el sitio de Rivera, cuyas fuerzas con-sumaron numerosas depredaciones y saqueos en la campana.

La presencia en Montevideo de Luis Rosetti, el carbonario italiano que con Garibaldi, Zambecarri y Juan Bautista Cüneo se uniö a los farrapos, le permitiö observar claramente la situaciön. No viajö cumpliendo misiön diplomätica alguna sino para adquirir la imprenta de O Povo, que sen'a el örgano periodi'stico de los republicanos, cuya compra ya se habi'a inten-tado en Buenos Aires y en la misma Montevideo. Como resultado de su visita en momento tan crucial, aconsejö a su gobierno no desperdiciarlo pues, segün manifestö al canciller Almeida, "el peligro hace amigos a los hombres y el peligro del gobierno oriental nos es provechoso si sabemos utilizarlo". En cuanto a Rosas, precisö que las dificultades eran mayores: habiendose negado a recibir a los emisarios farrapos, se habi'a referido nuevamente en forma directa a la revoluciön riograndense manifestando que habi'a causado gran mal a la Confederaciön Argentina por el auxilio y proteccion que se habi'a brindado a Rivera^^ Aunque esta imputaciön correspondi'a en los hechos a los legalistas y no a los republicanos, quedö claro que Rosas, bajo ningün aspecto comprometen'a a la Confederaciön con los Ultimos, aunque toleraba las relaciones de Oribe. Los republicanos tentaron por otra via establecerlas con los argentinos, esta vez con la li-mitrofe provincia de Corrientes, eventual proveedora de ganado y caballe-

" Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Buenos Aires, caja 27. Oribe a Correa Morales. Costa de las Aven'as, 13 de enero de 1838; Pivel Devoto, Histo-ria de los partidos polilicos II, pdgs. 165-166.

^̂ AHRGS 166/35. Luis Rosetti a D.J. de Almeida. Montevideo, 5 de enero de 1838; Varela, Poh'tica brasUeira I, päg. 231.

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n'as, para lo que comisionaron a Sebastiän Ribeiro (hi jo de Bento Manoel ) para proponer una alianza al gobernador Genaro Berön de Astrada. El intento fracasö por cuanto este se abstuvo de proceder con independencia del encargado de las Relaciones Exteriores y dejö en claro su proceder co-municando a Rosas la negativa a la propuesta y que eran inexactas las no-ticias sobre vema de pölvora y otros arti'culos de guerra a los republicanos, hechos que en la realidad nunca fueron verificados^®.

Rivera, con la seguridad y poder que le otorgaba el dominio de casi todo el territorio, buscö ahora la alianza con los farrapos que tanto habian despreciado sus manejos. Se dirigiö al presidente de la Repüblica Bento Gon?alves en terminos muy lisonjeros, pero en los que mostraba clara-mente la duplicidad de su poHtica:

"Estando como estamos, hermanados en principios, pues una misma es la causa que peleamos - le escribt'a el 2 de marzo - , pues si Ud. aspira a libertär su patria sacudiendo el yugo dei gobierno monärquico, yo peleo por destronar un tirano que se ha entronizado en mi patria, por lo que debe-mos ponernos en inteligencia para favorecernos mutuamente y por mi par^ te, no se perdonarän medios para arribar a ello, asi que desde ya lo invito y lo hago con hechos y no con palabras. . . Tambien ya nos podemos conve-niren el modo de un golpe sobre las fuerzas legales que hay en esta frontera, lo que no sölo seria ventajoso para los liberales sino que yo hare aparecer esto como una intriga jugada por el gobierno de Montevideo!'^'

Los terminos de la carta eximen de cualquier comentario sobre las in-

tenciones del caudillo respecto a los riograndenses, conforme al giro de

los hechos polfticos y militares y a su propia conveniencia.

Para reforzar el pedido, y al no poder obtener recursos de Entre Ri'os,

Rivera destinö nuevamente al coronel Martiniano Chilavert ante el gobier-

no de Gongalves con instrucciones que lo autorizaban a concertar un

tratado que asegurara mutuamente la seguridad de ambos Estados y

la destrucciön tanto de las pretensiones de la Corte sobre la provincia co-

mo de Oribe. La clausula primera de las instrucciones recomienda al

comisionado que trabaje el änimo del gobierno republicano y de los in-

dividuos influyentes para que dejen de lado sus intereses personales y en

la segunda, le encarga que entreviste al general Bento Manoel Ribeiro

"para que 6ste haga valer el influjo a que se desea llegar". Este no

' ' Hernän F. Cömez, Provincia de Corrientes, Compiladön documental extraida de los archivos argentinos y uruguayos, t. V (Corrientes 1938), pägs. 172-178.

' ' Archivo Nacional, Paraguay. Rivera a Bento Goncalves. Cuartel General en el Queguay, 2 de marzo de 1838. La clasificaciön anterior corresponde a Biblioteca Na-cional de Rio de Janeiro, Colecciön Rio Branco, 1, 30, 29, 35.

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Los farrapos y el Rio de la Plata 435

era otro que obtener el total apoyo de los republicanos, para lo que ofreciö centenares de caballos a cambio de cuatro piezas de artilleria^®.

Las proposiciones no difen'an de las que Chilavert habia llevado des-pues de Carpinten'a, pero ahora los auxilios llegaron tarde y no resultaron indispensables, dados los refuerzos que llevö la divisiön del general La-valle cuando tuvo lugar la batalla del Palmar. Desde el aspecto diplomäti-co, la misiön Chilavert - que llevaba como secretario y auditor a Andres Lamas - obtuvo los fines que se propuso Rivera. El 10 de junio de 1838, en las vi'speras del que seria el encuentro militar decisivo con Oribe, Chila-vert firmö con Jose Mariano de Mattos el tratado de Piratini'. Consta de cinco articulos por los que se estableceel auxilio de las caballadas al ejerci-to riograndense a cambio de las piezas de artilleria, comprometiendose las partes contratantes al desarme de las fuerzas armadas y devoluciön de caballos que traspasaran la frontera^''.

El tratado de Piratini constituye una clara victoria diplomätica de Rive-ra contra Rosas y Oribe que anulö, por otra parte, la oscilante conducta del ultimo respecto a Rio Grande. Pero tambien debe senalarse que antes de llegar a este paso y para contrarrestar la alianza Rosas - Oribe, Rivera intentö captar el apoyo del gobierno imperial prometiendo auxilios para sofocar la revoluciön riograndense a la par que mantenfa correspondencia con los rebeldes, los exhortaba a no desmayar en la empresa y les enviaba comisionados. Para obtener la alianza con la Corte nombrö a Santiago Väzquez, que no fue reconocido oficialmente por no representar a un go-bierno legal. Humillados, Rivera y Väzquez juraron venganza de donde proviene el giro politico que condujo al tratado de Piratinf.

Hasta promediar junio de 1838 la situaciön se mantuvo sin variantes. Rivera exigiö la renuncia incondicional de Oribe mientras este, apremiado por Rosas, procurö resistir el asedio con todos los elementos de que dispo-ni'a. El 15 de junio de 1838 se puso-en movimiento hacia el Palmar del Arroyo Grande donde tuvo lugar el encuentro de su vanguardia con la de Rivera. El combate, sangriento y encarnizado, produjo la derrota de Igna-cio Oribe. Quedaron en poder de Lavalle, que comandaba la primera divi-

" AGNU Fondo ex-Archivo y Museo Histörico Nadonal, caja 31. Instrucciones que deberän observar los senores comisionados que por decrelo de la fecha han sido nombrados para ofr y discutir las proposiciones que hiciese el enviado extraordinario de la Repüblica Riograndense. Cuartel General en el Queguay, 4 de abri! de 1838; Adol-fe Saldias, Historia dela Confederadön Argentina (Buenos Aires, 3a. ed. 1973) pägs. 52-53.

" Jose M. Fernändez Saldana, "TVatado de Piraiiny", Anais do III Congreso Riograndense de Histöria e Ceografia, vol. 1 (Porto Alegre 1940), pägs. 184-185.

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siön del ejercito de Rivera, toda su tropa de infanteria prisionera, caballa-das, parque, comisan'a y equipajes. La divisiön de Lavalle, Nünez y Medi-na lo persiguieron en completa dispersiön, lo que permitiö a Rivera ocu-par todos los departamentos, incluso el de Colonia, que se rindiö. Sölo Montevideo, donde quedaba Oribe, y Paysandü defendida per el general Lavalleja, permanecieron bajo el dominio del gobierno legal. Derrotado el presidente, buscö el auxilio de Rosas y de Bento Gongalves, amenazan-do ahora a los brasileiios legalistas residentes en Montevideo al punto que ni el encargado de negocios del Imperio se hallö seguro. En este momento cuando se produce el paso de las fuerzas de la provincia de Entre Rios al Uruguay y, aunque se asegurö que se trataba solamente de voluntarios enganchados, el hecho provocö los recelos de la Corte sobre algün conve-nio entre Rosas y Oribe que comprometiera la independencia del Uruguay y el equilibrio de los Estados del Plata.

El triunfo de Rivera en el Palmar era un hecho decantado por las mis-mas circunstancias. Inütilmente, Oribe y la Asamblea Legislativa preten-dieron resistir. Aislados y sin auxilios argentinos, debido al bloqueo de ia escuadra francesa en el Plata, perdidas las esperanzas de alianza con el Imperio y cansada la poblaciön, Oribe debiö ceder resignando el man-do el 14 de octubre, ocasiön en que dio a publicidad una energica protesta en la que condenö a los franceses de haber influido en la exigencia de su renuncia. Dos di'as despues, se asilaba en Buenos Aires con otras figuras de SU gobierno. La mencionada acusaciön no era infundada. Si bien Rive-ra no precisö el prometido auxilio de los rebeldes riograndenses estipulado en el tratado de Piratini, habi'a hecho causa comün con el agente franc^s en Montevideo M. Baradere y con el contralmirante que bloqueaba a la sazön el litoral argentino. Esa relaciön asumiö en la practica el caräcter de un pacto, un entendimiento que permitiö que, mientras Rivera sitiaba Montevideo, el comandante frances declarara que bloquean'a la ciudad si salian buques de guerra para perseguir a Rivera, como pretendia Oribe. A fines de octubre, los ültimos elementos militares del gobierno, con sus armas, municiones y artilleria, se entregaron en Paysandü, acto final que permitiö al triunfador del Palmar convertirse en el ärbitro de la situaciön en el Uruguay.

Con gran sentido de la oportunidad, a poco del triunfo, el 21 de agosto de 1838, Rivera ajustö otro tratado que le confirmaba la alianza de los farrapos. Se celebrö en Cangud y figuran como signatarios el presidente de la Repüblica de Rio Grande, representado por su secretario Jos6 Ma-riane de Mattos y Rivera, en calidad de "general en jefe defensor de la

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Constituciön de la Repüblica Oriental del Uruguay", representado a su vez por Chilavert y Andres Lamas. Los diecisiete arti'culos que conforman el tratado revalidan, en primer termino, el celebrado dos meses antes en Pi-ratini, reconociendo el presidente de la Repüblica Riograndense a Rivera como la ünica autoridad superior de la Repüblica Oriental del Uruguay y, consecuentemente, declara la guerra contra todos los enemigos internos y externos de la causa que este sostiene. Por el arti'culo 2°, Rivera reconoce a nombre de la Repüblica del Uruguay la independencia y ti'tulo de la Re-püblica Riograndense declarando, asimismo, el estado de guerra contra sus enemigos internos y externos mientras el arti'culo 4° fortalece el acuer-do al comprometerse Rivera a acreditar un enviado extraordinario provis-to de plenos poderes para concluir cualquier ajuste o convenciön que la guerra demandara, actitud que reciprocamente adopta el gobierno de la Repüblica Riograndense.

El tratado presenta un contenido diplomätico y militar que difiere del anterior, basado en el trueque de caballen'as por armas, resultando indlca-tivo no solamente del poder total que ahora ejercia Rivera sino de su con-veniencia de estrechar relaciones con los republicanos. Se trataba, en con-secuencia, de una alianza contra Rosas y el Imperio. Estipula, asimismo, la expulsiön del territorio uruguayo de los legalistas alli refugiados. Para llevar a cabo esta acciön que implica la definitiva internacionalizaciön de la guerra riograndense, el arti'culo 8° establece que Rivera pondrä a dispo-siciön del gobierno de Rio Grande un escuadrön completamente armado y provisto de tres caballos por plaza, quedando tambi^n obligado el presi-dente de Rio Grande a proporcionar la misma fuerza en caso de serle re-querida. Pölvora, balas y tres mil caballos figuran tambien en las cläusu-las del acuerdo asi' como disposiciones sobre extradiciön de esclavos y contrabando de ganado''®.

A pocos di'as de la firma del tratado de Cangue y con la seguridad de apoyo internacional que 6ste le confen'a, Bento Gonpalves, en su calidad de presidente de la Repüblica Riograndense, publicaba el 29 de agosto un manifiesto proclamando la separaciön de la naciön brasilena, reasumien-do todos los derechos de la libertad de la provincia "sin sujeciön o sacrifi-cio de la mäs pequena parte de su independencia y soberani'a a otra naciön o potencia extrafla", terminos que indirectamente aluden al Uruguay. A traves del documento, Bento Gon^alves hace conocer que el acto de sepa-

Varela, PoUtica brasUeira I, pägs. 409-411.

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raciön del Brasil no fue obra de la precipitaciön sino una necesidad indis-pensable para sustraerse al "yugo insoportable, cruel e ignominioso" de la Corte. Dos son las consecuencias expli'citas de la declaraciön: Rio Gran-de quedaba separada del Imperio y Rivera seria su aliado militar. El mani-fiesto concluye con una reafirmaciön indicativa de la voluntad del gobier-no republicano de integrarse al Imperio solamente bajo un sistema re-publicano, punto que contribuyea abonar la tesis de los historiadores "in-tegralistas" (Spalding, Souza Docca, Porto, Assis Brasil) que sostienen que la revoluciön nunca tuvo un caräcter netamente separatista, contra la de Alfredo Varela, que inequivocamente se lo asigna'".

El triunfo de Rivera y el bloqueo frances que aislaba a la Confederaciön Argentina favoreciö la resurrecciön del esquema de la formaciön de un gran Estado platino que induiria a Rio Grande del Sur, Paraguay, Uru-guay y las provincias argentinas de Entre Rios y Corrientes. Aunque la idea habfa sido presentada con algunas variantes con anterioridad, pero siempre con el objetivo de establecer un vasto, rico y poderoso Estado que actuara como antemural entre Brasil y la Confederaciön, no aparecen nunca como pensamiento coiectivo sino como una expresiön individual alentada, en este caso, por el triunfo de Rivera y por la protecciön france-sa. Salvador Maria del Carril es quien la expone desde su destierro en San-ta Catalina.

El ambicioso plan no tuvo ningün eco por los problemas politicos y mi-litares en que inevitablemente desembocarfa de ponerlo en präctica. Entre •los factores negatives figuraban la inexistencia del necesario apoyo fran-ces y que el dictador del Paraguay Jose Gaspar Rodriguez de Francia, ja-mäs adheriria a el sacrificando la independencia de su pais. Con todo, la utopia unitaria preocupö al gobierno argentino. Lo revela la nota que Ara-ria dirigiö al encargado de negocios brasileno Gaspar Jose Lisboa, que habla reclamado por la intervenciön argentina en los asuntos internos del Uruguay, al declararle que era incuestionable la combinaciön en que ha-bia entrado Rivera para confederar a la provincia de Rio Grande con el Uruguay y las provincias mesopotämicas argentinas, un acuerdo que no solo atentaba contra la integridad de sus territorios sino, fundamental-mente, contra el equilibrio politico de los paises de! Atläntico sur''^.

AGN Archivo del Dr. Andres Lamas, leg. 71. Manifiesto de Benlo Gonfalves da Silva, presidente de la Repüblica Riograndense. Piratini', 29 de agosto de 1838; Varela, Poh'tica brasileira, päg. 233.

AGN Archivo del Gral. Juan Uvalle, Vll-1-3-7. Salvador M. del Carril a J. La-valle. Santa Catalina, 22 de setiembre de 1838.

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Los farrapos y el Rio de la Plata 439

Ante la total reversiön de poder, influencias e ideologias que significaba el triunfo de Rivera, el gobierno imperial no trepidö en acercärsele para que a traves de su persona se negociara la pacificaciön de Rio Grande. El proyecto de tratado estaba formado por nueve articulos per los que se autorizaba a Rivera a prometer la amnistia a los rebeldes que abandona-ran la causa y a enganchar tropas uruguayas para ser empleadas contra la revoluciön a cambio de concesiones pecuniarias. Se le recomendaba, a la vez, que se abstuviese de concertar estipulaciones escritas que tuviesen el caräcter de una convenciön regulär, lo que en la practica invalidaba los tratados de Piratini y Cangue. Asimismo, dentro del caräcter secreto de la negociaciön, se le indicaba que informara al cönsul frances sobre la mis-ma y que influyese para que Santiago Väzquez - antes tan desairado en Rio de Janeiro - la concluyera con el encargado de negocios del Imperio Pedro Chaves. Ni Rivera ni Väzquez cedieron a las presiones imperiales y nada se hizo contra los aliados riograndenses evitando asi una häbil ma-niobra que hubiera significado no solo la sujeciön del Uruguay al Brasil sino tambien la completa hegemoni'a imperial hasta el Rio de la Plata

Tan häbil y precavido se moströ Rivera en el rechazo de la propuesta de Rio de Janeiro como en la intenciön de aliarse al disidente gobierno de Corrientes con el que firmö un tratado en Montevideo el 31 de di-ciembre de 1838. El gobernador Genaro Berön de Astrada fue representa-do por el coronel Manuel de Olazäbal, mientras Santiago Väzquez lo ha-cia en nombre de Rivera. Luego de un extenso proemio contra la persona y gobierno de Rosas, los articulos estipulan la alianza ofensiva y defensiva que, segün sedeclara, noes contra la Confederaciön Argentina ni ninguna de sus provincias a las que se invita a adherir a la alianza. Se indica el nü-mero de tropas con que colaborarän Corrientes y Uruguay, estableciendo-se que la alianza no se disolverä ni se firmarä la paz por separado hasta conseguir que Rosas deje el mando con su completa desapariciön del esce-nario poh'tico del Plata. Logrado esto, que era el verdadero objeto de la alianza, las fuerzas volven'an a sus respectivos territorios. Por otra cläusu-la del tratado, se autoriza a Rivera a negociar con Francia el cese del blo-queo, aspecto vital para el comercio de Corrientes'".

En enero de 1839, Jose Mariane de Mattos es designado encargado de

" Ponte Ribeiro, As relaföes do Brasil com as Repüblicas do Prata, pägs. 24-25. " AGNU Fondo ex-Archivo y Museo Histörico Nacional, libro 61. Montevideo, 31

de diciembre de 1838; Archivo General de la Naciön (ed.), Registro Rivera (Montevideo 1941), pägs. 104-105.

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440 Alicia Vidaurreta

negocios de la Repüblica de Piratini en Montevideo a fin de presionar sobre Rivera para que cumpla las estipulaciones del tratado de Cangue. Los farrapos no ignoran la que resultö frustrada negociaciön entre aquel y el Imperio, lo que motivö el räpido envi'o de Mattos a Montevideo. La desconfianza sobre Rivera era tal, y tan bien se conocian sus procederes, que en carta dirigida a Domingo Jos6 de Almeida, Mattos no ocultö su desprecio: "La conducta de Frutos es bastante equivoca: alimenta a uno y a otro partido y no obstante sus promesas, quien sabe a quien traiciona? No me atrevo a adelantar lo que practicarä - advierte el diplomätico -porque su caräcter versätil da lugar a los mäs justos recelos: de todo es capaz quien adora ciegamente el oro, su divinidad . . Mattos y sus companeros - Bonifacio Isäs Calderön, entre ellos, que actuö como in-termediario en su condiciön de antiguo amigo de Rivera - se exhibi'an sin embarazo alguno en püblico, luciendo la escarapela y las divisas del Estado Riograndense, como para probar que era con 6ste y no con el Im-perio con quien Rivera estaba aliado. Hubo un inconveniente, empero; puesto que el uso de tales emblemas solo era permitido a ciudadanos de naciones reconocidas, el encargado de negocios Chaves solicitö que se concluyera con "semejante abuso tan contrario a la dignidad del Imperio y a la amistad y simpati'a que el gobierno uruguayo le mostraba"'*®. El Imperio no tuvo obstäculos, sin embargo, en comisionar a Felipe Nery d'Oliveira que en los mismos di'as llegö a Montevideo donde adquiriö ca-ballos y armamentos que se cruzaron por la frontera de Vaguanin"*^. En tanto se cumpU'a esta operaciön, Rivera, sin descuidar su alianza con los farrapos, continuö remitiendoles caballos, segün denunciö Chaves"*®. El doble juego del caudillo no hace mäs que contribuir a justificar el elo-cuente y despectivo juicio que mereciö de Mattos: en cuanto se tratö de dinero, no tuvo reparos en comerciar con republicanos y legalistas sin el menor miramiento de las consecuencias poli'ticas de esos actos.

Dentro de este marco de alianzas düplices, se sitüa tambi6n la comisiön que desempefiö el canönigo Pedro Pablo Vidal en Rio de Janeiro en la mis-ma epoca. En sus conferencias con el ministro de Negocios Extrahjeros

Varela, Politica brasileira I, päg. 217. AGNU Archivo de Relaciones Exteriores, caja 1728, carpeta 4. Pedro Rodrigues

Fernandes Chaves a Rivera. Montevideo, 2 de enero de 1839. " AHRGS Colecciön Alfrede Ferreira Rodrigues, vol. II. A.E. Miranda Britto a F.

Nery d'Oliveira. Porto Alegre, 5 de enero de 1839. AGNU Archivo de Relaciones Exterlores, caja 1728, carpeta 3. P.R.F. Chaves a

Rivera. Montevideo, 14 de enero de 1839.

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Los farrapos y el Rio de la Piata 441

Antonio Peregrino Maciel Monteiro (despues Segundo Baron de Itamara-cä) en marzo de 1838 y con su sucesor Cändido Baptista de Oliveira en abril de ese ano, protestö por las exigencias de Chaves pero, por sobre to-do, puso en claro que el pretendido pronunciamiento exph'cito del Uru-guay a favor del Imperio significaba un peligro en el momento aunque la necesidad de destruir a Rosas lo justificaba. Fundamentalmente, dejö en claro que a su gobierno le era necesario "guardar miramientos" con los riograndenses. EI doble juego de Rivera es tan evidente en estos mo-mentos que el Brasil se desligö del asunto, aduciendo que el prometido subsidio no podia ser acordado sin autorizaciön de las Cämaras, respuesta que dio motivo al regreso de Vidal"".

Ciertamente, el constante doble juego del gobernante uruguayo motivö justificadas sospechas en sus aliados republicanos. En carta cifrada a Bento Gon^alves, Jose Mariane de Mattos se refiere a la conducta equivo-ca de Rivera que no obstante promesas y alianzas se ignora si traicionarä a los republicanos^". Buscaba aliados, en efecto, por todos lados y sin menoscabo de acuerdos previos o de la influencia del agente frances en SU pai's. El 31 de diciembre de 1838 habia suscripto bajo la presiön de los unitarios y de los agentes franceses el tratado con Corrientes y el 13 de enero delegaba el mando en el presidente del Senado Gabriel A. Pereira para trasladarse a Durazno. El 10 de febrero formalizaba la declaraciön de la guerra a Rosas y a fines de ese mes, la Asamblea Constituyente lo elegi'a presidente constitucional.

Si en materia de poh'tica interna Rivera procurö estabilizar el gobierno, en lo referente a la externa, ademäs de la decisiön adoptada respecto al gobierno de Rosas, volviö a procurar la aproximaciön al Imperio comi-sionando a Santiago Väzquez con la intenciön de obtener el apoyo brasile-fto en SU posible enfrentamiento con Rosas. Las instrucciones reservadas de Väzquez, firmadas por Rivera y su ministro Enrique Martfnez, expre-san la conveniencia a los intereses del Uruguay de la pacificaciön de la provincia de Rio Grande y el establecimiento del orden permanente con su incorporaciön al Imperio. Para alcanzar estos objetos se autorizö a Väzquez a promover, ajustar y concluir, de ser posible, un pacto secreto y convenios especiales sobre la base del compromiso de Rivera para influir

Ibd., Extracto de la conferencia entre P.P. Vidal y A, Maciel Monteiro. Rio de Janeiro, 14 de enero de 1839; Museo Histörico Nacional, Montevideo, Colecciön Pablo Blanco Acevedo, tomo 48. Vidal a Rivera, Niteroy, 1° de febrero de 1839.

^̂ AHRGS 163/9. J.M. de Mattos a B. Goncalves. Montevideo, 31 de enero de 1839.

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en la reincorporaciön de la provincia al Imperio. De no ser posible por medios pacificos, se presentarfa en la frontera al aflo siguiente con un ejer-cito de cuatro mil hombres que se unirian a los legalistas. La traiciön de Rivera tenfa el precio de un subsidlo de 500.000 pesos fuertes y otro poste-rior de 1.000.000 de pesos fuertes, una vez que hubiera logrado la reincor-poraciön de Rio Grande. Si fracasadas todas las tentativas no se conseguia alcanzar el objetivo, el subsidio se considerarla y pagan'a como emprestito en el t^rmino de tres aiios^'.

La llegada de Santiago Väzquez a Rio de Janeiro provocö mil conjetu-ras. No se confiaba en Rivera de cuya increfble duplicidad habia dado sobradas pruebas. El enviado pronto pudo percibir el "estado vacilante" del ministerio del Brasil, segün sus palabras. Aunque Väzquez nada obtu-vo, el gobierno del Brasil, al analizar la necesidad de proteger al de Rivera, patentizö a trav6s del diputado Andrade Machado que no habia perdido las esperanzas de restablecer al Uruguay como parte del Imperio, lo que traeria como consecuencia la incorporaciön del Paraguay, Entre Rios y Corrientes, esquema que en nada difen'a con los mencionados anterior-mente. Vuelto a tratar el temaen la sesiön del 11 de junio de 1839, el mismo diputado manifestö que la Repüblica Cisplatina era pequena para figurar como naciön independiente y que inevitablemente se uniria al Brasil De este modo queda probado cömo Brasil pretendiö ignorar la Conven-ciön de 1828 persiguiendo su antiguo plan de expansiön hasta el Rio de la Plata y los motivos del fracaso de la misiön de Santiago Väzquez que, aunque pretextando la colaboraciön de su gobierno en la pacificaciön de Rio Grande, en realidad procuraba el auxilio pecuniario para su gobierno. Coincide con esta fracasada negociaciön la que intentö Rivera con Rosas, no obstante la ya mencionada declaraciön de guerra. AI efecto enviö a Buenos Aires al ministro de Hacienda Francisco Joaqufn Munoz, figura nmy mal vista por Rosas, por la comisiön que habfa cumplido ante el ma-riscal Santa Cruz para concertar una alianza entre su pafs y Bolivia. Rive-ra cometiö un serio error en este sentido: la negociaciön estaba condenada al fracaso no sölo por la existenda de la declaraciön de guerra, sino por-que Rosas seguia considerando a Oribe presidente legal del Uruguay.

AGNU Archivo del Dr. Francisco Magarinos, carpeta 20. Instrucciones reserva-das a Santiago Väzquez. Montevideo, 6 de febrero de 1839.

" Ibd., Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, caja 1716. Santiago Väz-quez a Enrique Martfnez. Niteroy, 18 de abril de 1839; AuroraFluminense, 1 de marzo de 1839.

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Los farrapos y el Rio de la Plata 443

Estos fracasos condujeron a Rivera a continuar sus relaciones con los farrapos. Cuero, vi'veres y materiales de guerra fueron enviados a Rfo Grande a la vez que destinaba al general Enrique Marti'nez para entrevis-tarse con Bento Gon9alves. El viaje a Casapava respondia a la necesidad de hacer efectivo el tratado gestionado por Josd Mariane de Mattos, con-forme lo dio a publicidad". El encuentro tuvo lugar en Alegrete, ocasiön en que el presidente de la Repüblica Riograndense anunciö a Rivera que haria lo humanamente posible para que de esa misiön resultaran las venta-jas a que teni'an derecho ambos Estados y de los que hasta la fecha se ha-bi'an privado por una fatalidad en la que personalmente no tenia parte, t^rminos que directamente, hacen referencia a la negociaciön de Rivera con la Corte".

Conforme a la declaraciön de guerra, las operaciones debi'an comenzar en territorio argentino, actuando conjuntamente las fuerzas uruguayas y correntinas. Las ültimas fueron destrozadas por el gobernador Echagüe en Pago Largo, obligando a Rivera a regresar al Uruguay para rechazar la segura invasiön al territorio en momentos en que Lavalle, contrariando ördenes expresas de Rivera, embarcaba la tropa para emprender su expedi-ciön contra Rosas. Con estos episodios se inicia el perfodo histörico deno-minado Guerra Grande que se extiende hasta 1851. En julio de 1839, Echa-güe concreto el plan atravesando el n'o Uruguay cerca de Salto. Entre los jefes que lo secundaban se encontraban los generales Juan Antonio La-valleja y Eugenio Garzön y los coroneles Justo Jose de Urquiza y Servan-do Gömez. Diversos encuentros menores se producen por varios meses hasta que el choque decisivo dio la victoria a Rivera en la batalla de Ca-gancha, el 29 de diciembre de 1839.

Poco despu^s del triunfo de Rivera los farrapos iniciaron una nueva po-litica designando a Jerönimo de Azambuya para entrevistarse con Servan-do Gömez que preparaba la reacciön oribista en el mayor secreto. Para completar la negociaciön se comisionö a Antonio Manuel Correa da Cä-mara para asegurar la alianza del nuevo gobernador de Corrientes, Pedro Ferre, pero no tuvo exito tanto por las prevenciones de 6ste hacia Bento Goncalves como hacia Rivera. Los objetivos de la misiön de Correa da

" AHRGS Colecciön Alfredo Ferreira Rodrigues, vol. 12. Rivera a J.M. de Mauos. Montevideo, 22 de junio de 1839; Calogeras, A polt'üca ext^rior do Imperio II, päg. 226; El ConstUucional, Montevideo, 24 de julio de 1839; La Caceta Mercantil, 16 de agosto de 1839.

" AGNU Fondo ex-Archivo y Museo Histörico Nacional, caja 372. B. Gon?aIves a F. Rivera. San Gabriel, 20 de julio de 1839. / . '

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Cämara consistian precisamente en justificar la conducta de la Repüblica de Piratini cuando adhiriö a la causa de Rivera contra la Confederaciön, pero las entrevistas fueron desarrolladas con gran carencia de tacto poh'ti-co, por lo que Bento Goncalves las desaprobö reemplazando al emisario con un personaje de gran significaciön y prestigio: el general Bento Ma-noel Ribeiro'^.

La "causa americana" fue invocada por Ribeiro en la carta que enviö a Lavalleja anunciando su viaje. Llegö primero a Buenos Aires, pero Ro-sas, häbilmente y tal como habi'a sido su conducta en ocasiones anteriores, eludiö recibirlo. Argumentö que se trataba de un emisario de naciön no reconocida pero admitiö que lo recibiera Echagüe que lo entretuvo varios dias sin llegar a ningün resultado en las conversaciones.

Por su parte, Ferre, amenazado por el ejercito federal y arrinconado en la ciudad de Corrientes, enviö al coronel Manuel de Olazäbal ante Ri-vera para darle cuenta del lamentable estado de la provincia y de la necesi-dad de prestarle doscientos a trescientos soldados uruguayos para que se unieran a su debilitado ejercito. La ambigua respuesta de Rivera no deja dudas sobre su conducta:

"Yo debi'a haccrlo volver pronto [al emisario] con una contestaciön, mas no fue posible asl efectuarse porque en esos momentos fue preciso tener que atender algunas intrigas que por parte de mis enemigos se fraguaban contra la Repüblica, queriendo mezclar a nuestros amigos republicanos riograndenses y a mäs, yo tenia que organizar en el interin el pais y ponerlo a cubierto de cualquier tentativa por parte de Rosas y Oribc. Hoy, no sölo he concluido el arreglo de mi pais sino que estoy completamente satisfecho del Presidente de la Repüblica Riograndense y de todo cuanto ellos hacen, no sölo por la identidad de principios hacia nuestra causa sino porque es preciso que se unan los que profesan odio hacia la tirania"

La elusiva respuesta muestra que, de momento, Rivera evitaba auxiliar a Ferre por la posible reacciön de Echagüe y que desairado por el gobierno imperial, volcaba nuevamente el fiel de la balanza hacia los republicanos riograndenses.

La decisiön obtuvo el fin buscado. Ya entrado 1840, el gabinete de Casa-pava asume una posiciön definitiva con respecto a la Confederaciön Ar-gentina. Los editoriales de O Povo abordan lo que denominan "cuestiön argentina" declarando: "Nunca procuramos una alianza con Rosas aun-que si con el pais a sujeto, que no se ha dignado escuchar a nuestros

" Varela, Politica brasileira I, päg. 327. " AGN VII-22-1-5. Rivera a Ferre. Durazno, 2 de junio de 1839.

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representantes!' Exph'citamente indica que pasaba a entenderse con La-valle y Ferre, "los verdaderos representantes de la Argentina", adoptando esta posiciön porque ya no podia mantenerse neutral en el conflicto argen-tino. Completando esta opiniön, el mismo diario publicaba en esos di'as que desde mayo de 1839 hasta la fecha no se habi'a establecido sociedad alguna contra la libertad sin que el brazo argentino hubiera combatido per ella. Especificamente, aclara que Rio Grande no ha buscado la alian-za con Rosas aunque si con la Confederaciön Argentina, expresiön que semeja una limpieza de antecedentes pues a nadie podia escapar que la varias veces buscada alianza con la Confederaciön implicaba tenerla con Rosas" .

Las declaraciones del periödico oficial estän en consonancia con el en-vi'o del general Martinez a Rio Grande y la misiön de Sebastiän Ribeiro a Montevideo, a quien Rivera prometiö el auxilio de armas y municiones, en mayoria provistas por los franceses. Los ministros franc^s y britänico miraban con interes y buena voluntad esa relaciön, fundamentalmente por ver en Rivera el creador del nuevo lazo confederativo de los Estados del sur. En opiniön de Alfredo Varela, tanto De Lurde como Mandeville aspiraban a la formaciön de una federaciön independiente que permitiera a la navegaciön de sus naciones penetrar libremente por los n'os Uruguay y Paranä para explorar mercados inaccesibles como el Paraguay' ' . La apertura de los rfos quedö paralizada por aftos, como es sabido, monopo-lizando el comercio el puerto de Buenos Aires y sölo despues de Caseros se puso termino a tan asfixiante sistema.

El triurifo de Cagancha produjo una mutaciön en Rosas con respecto al Brasil, aunque fue de corta duraciön. En buena medida, la relaciön vol-viö a ser tensa cuando se retirö de Buenos Aires el ministro brasileno, des-pues de efectuar reclamaciones por el paso del ej^rcito argentino al Uru-guay que fueron recibidas con total indiferencia por Rosas. Arana, por SU parte, eludiö la respuesta a varias notas, excusändose en sus muchas ocupaciones. Se comprobö, erapero, que Bento Ribeiro habi'a conferen-ciado con Echagüe, lo que motivö tambidn un ignorado pedido de explica-ciones". En tanto el ministro brasileno era desairado de tal forma, los republicanos riograndenses volvian a pronunciarse contra la neutralidad en el conflicto argentino que tan directamente afectaba sus intereses:

" O Povo, 8 y 11 de enero de 1840. " Varela, Poh'tica brasileira II, päg. 36. " Ponte Ribeiro, As rela(öes do Brasil com os paises do Prata, päg. 29.

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"Su situaciön geogräfica, su situaciön politica, el caräcter de la causa [de Rosas], sus precedentes y los nuestros, todos se oponen a ella. Se trata de conquistar un principio que es comün a tres repüblicas: principio ünico e indivisible para todas tres; principio que es la base de todo un futuro que tiene una bandera, un mismo fin y que reclama per tanto soldados, esfuer-zos y sacrificios idinticos. Ei Estado Oriental y la Repüblica Argentina es-tän unidos; Rosas y sus satelites estän contra ellas. El campo estä abierto: las armas lo principian a disputar. Entretanto, que hace Rio Grande, cömo piensa estas cuestiones? El Rio Grande tiene que tomar un caräcter y un puesto . . . Prescindiendo de las obligaciones que imponen en la identidad de la causa y las simpatias particulares, 6sto es, sus intereses vitales, la alian-za abierta y decisiva a la causa de la libertad, Rosas es un tirano expirante, Rosas no puede extender su brazo protcctor o de exterminio a una pulgada mäs allä de su mezquino escondrijo. La Repüblica Riograndense que se ha puesto en la lucha y brazo a brazo con el Imperio, puede ligarse al corrom-pido y moribundo poder de Rosas? . . . Es de riguroso deber unirse y com-batir con los que tambien pelean por la misma libertad. Et Rio Grande Imprimirä una mancha eterna a su bella paz, ligändose hoy al caribe ameri-cano . , . Pcnsamos que en la epoca feliz de la libertad argentina podremos proclamar abiertamente las virtudes americanas, et civismo, la nobleza y bizarn'a de nuestros hermanos . ,

La fluctuante relaciön de los farrapos con Rosas desde 1835 exime de comentarios sobre el texto, posiblemente escrito por Cüneo. Triunfante Rivera, asegurado el apoyo frances, se produce la definiciön que significa la ruptura con Rosas. Afianzada la alianza riograndense-uruguaya, sur-gen dificultades desde otro ängulo. El gobernador Ferre envi'a al diputado Juan B. Acosta ante el gobierno oriental y el general Lavalle para requerir refuerzos militares. Rivera aceptö la cooperaciön solicitada, ofreciendo tres mil hombres para actuar contra Echagüe, a la vez que facilitaba el co-mercio entre Montevideo y Corrientes, pero exigiö que se mantuviera el pacto de alianza de diciembre de 1838 que le otorgaba el mando militar supremo. Lavalle y los emigrados se opusieron a esta condiciön, de donde sobrevino una nueva discordia y el fracaso del plan de Ferre®'.

Estas contradicciones de Rivera en cuanto a sus operaciones de guerra y a su relaciön con los farrapos son observadas por Sebastiän Ribeiro, que admite la imposibilidad de cumplir los compromisos establecidos en Can-gue. Rivera le ofreciö colocar seiscientos soldados a su disposiciön en Sal-to, lo que fue aceptado. "Si asi se hiciera - escribe Ribeiro a Juan Lavalle

^ O Povo, 7 de febrero de 1840. " Hernän F. Gömez, La victoria de Caa-Guazü (Corrientes 1942), pägs. 40-41.

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- me aplaudire de haber conseguido de eso, que a mi entender vale mäs que un buen tratado de alianza impracticable. Si queda en pura promesa, tambien sacare ventajas de haber sondado yo mismo las dificultades con que deben contar mis compatriotas en lo sucesivol' De lo que no quedan dudas a Ribeiro es que profundas divergencias separat! a los emtgrados argentinos: los divide entre los que sustentan puros principios republica-nos y los de transiciön, en otras palabras, los acomodaticios*^. Cuando Ribeiro aün se hallaba en Montevideo, Vicente J. Fialho es comisionado ante Rivera en abril de 1840. Se trata de una de las figuras mäs representa-tivas de los legalistas residentes en el Uruguay a quien el presidente recibe, aceptando por 10.000 pesos fuertes la entrega de mil caballos y permiso de enrolamiento a los voluntarios uruguayos en el ejercito imperial. Aun-que la negociaciön no llegö a concretarse, muestra una vez mäs la venali-dad y duplicidad del caudillo que en los mismos di'as recibia en Durazno al enviado imperial Anfbal Antunes Maciel a quien ofreciö doscientos hombres para auxiliar a los legalistas^'.

En mayo de 1840 Sebastiän Ribeiro retornaba a Alegrete desde donde informö al canciller de la Repüblica Riograndense Domingo Jose de Al-meida que en su ültima entrevista con Rivera en San Jos6, este le asegurö SU firme adhesiön a la causa de los farrapos pero que hasta que no se pro-dujera la caida de Rosas, no podi'a comprometerse directamente contra el Imperio, aunque estaba dispuesto a auxiliarlos con armamentos y mu-niciones, declaraciones de politica escurridiza que confirman las observa-ciones que Ribeiro formulö a Lavalle^.

En lo tocante a la otra aliada, Corrientes, hubo un nuevo acuerdo des-pues de los encuentros de Lavalle con Echagüe en Don Cristöbal y Sauce Grande, triunfo 6ste del gobernador de Entre Ri'os, pero anulado por la gran lentitud de operaciones posterior a la batalla que permitiö a Lavalle embarcar su ejercito hacia Buenos Aires. El 27 de agosto de 1840, Juan B. Acosta a nombre de Ferre y Luis J. Bustamante representando a Rivera firmaron una convenciön en Paysandü que permitiö que Corrientes ad-quiriera el material necesario para armar un ejercito de reserva, creändose un modus vivendi que se orientö hacia el restablecimiento del tratado con

AGN Vn-22-1-6. Sebastiän Ribeiro a Juan Lavalle, Montevideo, 29 de marzo de 1840.

" AHRGS 167/43. Anibal Antunes Maciel a Manuel Jorge Rodrigues. Tacuarem-bö. 6 de abril de 1840.

Ibd. 163/7. S. Ribeiro a D.J. de Almeida. Alegrete. 8 de mayo de 1840.

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Berön de Astrada. Ferre ratificö de inmediato la convenciön aunque para la opiniön general rioplatense, la convenciön de Paysandü envolviö a Corrientes en la poh'tica y hegemonia de Rivera. La alianza, en los hechos, no brindö el fruto esperado: solo preocupö a Echagüe que demorö la invasiön a Corrientes hasta noviembre, cuando fue derrotado por el gene-ral Paz en Caaguazü.

Antes de marchar a Corrientes para ocupar la jefatura del ejercito de reserva, Paz se entrevistö con Rivera en su cuartel general en San Jose, participando en la conferencia Jose Isäs Calderön, enviado de Corrientes ante el gobierno uruguayo. "Enestasprivadasconferencias - expresaPaz - manifeste siennpre miras conciliatorias, mis sentimientos argentinos y mis deseos terminantemente manifestados de que no se me considerase como un hombre de discordia"^^ Encontrö a Lavalle en las visperas de Sauce Grande, siendo recibido con frialdad y hasta desconfianza®®. Ferre, urgido por la situaciön del inminente ataque de Echagüe no des-cuidö la alianza con Rivera: en octubre de 1840 el naturalista Aime Bonpland y Gregorio Valdez llegaban a Montevideo comisionados ante el presidente uruguayo y los agentes franceses con el objeto principal de obtener recursos y elementos de guerra^^. En lo que respecta a Francia, el auxilio quedaba descartado: el convenio Mackau-Arana (29 de octubre de 1840) que pone termino al bloqueo al puerto de Buenos Aires por las naves francesas, concluye con el plan de apoyo. En cuanto al del Uruguay, Bonpland regresö con el magro socorro de 5000 pesos y sin documenta-ciön alguna que comprometiese a Rivera.

Paralelamente, sin descuidar el apoyo del Brasil contra Rosas, Rivera enviö a Rio de Janeiro a Francisco Magarifios, cuando ya se encontraba alh' el general Tomas Guido, ministro de la Confederaciön Argentina.

"El verdadero objeto que el gobierno se propone - expresan las instruc-ciones otorgadas a Magariiics - es inducir al gobierno del Brasil a interve-nir en la guerra que el gobernador de Buenos Aires hace a la Repüblica del Uruguay. Esta intervenciön la puede tomar como parte o como mediador Si el gabinete del Brasil conoce sus verdaderos intereses, no debe trepidar

'' Gömez, La vicloria de Caa-Guazü, pägs. 81-82; El Nacional, Montevideo, 7 de noviembre de 1840.

AGN VIM-7-3, Paz a Ferre. Paso del Pichü, 9 de octubre de 1840. " Ibd. Pasaporte e instrucciones otorgados a A. Bonpland. Corrientes, 13 de oc-

tubre de 1840; Gömez, Provincia de Corrientes III, pägs. 160-162.

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en hacerse parte no para hacer la guerra a Buenos Aires, sino para impedir que la Repüblica Oriental caiga ba jo la influencia exciusiva del gobernador de Buenos Aires"

De este modo, la intervenciön que tomase el Brasil serfa una consecuen-cia forzosa de lo estipulado en la Convenciön Preliminar de Paz de 1828. Con referencia a los disidentes riograndenses, Rivera no oculta que les ha prestado servicios. La enmaranada explicaciön aclara que lo hizo con ca-räcter distinto al de Oribe que les concedia armas, municiones y equipos en forma espontänea, mientras que su conducta fue resultado de la posi-ciön cn'tica y difi'cil en que se hallaba Rio Grande. Alianzas, comisionados y ventas de ganado y armas se esfuman en la artimanas. La misiön de Ma-garinos, que se prolongö por dos anos, fracasö en definitiva debido a la firma del tratado Guido-Carneiro Leäo (1843), pero Rivera continuö el doble juego. Recibiö al comisionado republicano Antonio Paulino de Fontoura al que reiterö la permanente armonia entre los dos Estados, aun-que sin comprometerse por el momento mäs que a remover algunos obstä-culos en la frontera, tibio resultado de una misiön que hizo que hasta los mismos jefes republicanos dudaran de la lealtad de Fontoura^'. El Impe-rio, ciertamente no podi'a fiarse de las amistosas declaraciones de Rivera. El ministro Vasconcellos lo juzgaba como el mayor enemigo de la integri-dad del Imperio por la protecciön efectiva y clandestina que habi'a dado a los rebeldes de Rio Grande pero tambien lo vei'a como "el motor" para hacerlos sucumbir para lo cual, conociendo su genio, era preciso conce-derle abundante dinero™.

El vicepresidente de la Repüblica Riograndense Josd Mariane de Mat-tos era designado ante Rivera en marzo de 1841 para iniciar una nego-ciaciön. La guerra detuvo su partida pero el 5 de julio firmö el convenio secreto de Durazno, cuyo contenido se desconoce hasta la fecha. Alguna informaciön deja trascender que el objeto del viaje era reclamar por las incursiones del ejercito imperial que se toleraban en el Uruguay, atacando propiedades y arrebatando caballadas. A su regreso, Mattos pudo infor-mar al canciller Almeida que habia encontrado muy buena disposiciön

AGNU Archivo de Francisco Magariflos, carpeta 20, Instrucciones a Francisco Magarinos para su misiön al Brasil. Montevideo, 17 de febrero de 1841.

" AHRGS 164/19. Rivera a D.J. de Almeida. Durazno, 28 de enero de 1841; ibd. 163/2. B. Gonijalves a J.M. de Mattos. Paso de Ferreiro, 13 de febrero de 1841.

™ AGNU Archivo del Gral. E. Marti'nez, caja 20. B. Gonfalves a Rivera. San Gabriel, 24 de marzo de 1841; Varela, PoUtica brasileira II, päg. 125.

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hacia la Repüblica Riograndense, persuadido de que Rivera habia variado totalmente su politica aunque Mattos, que estaba lejos de ser un intrigante y conoda el caräcter de Rivera, desechö la posibilidad del plan confedera-tivo que este presentö en las conferencias^'.

Dentro de la escasa informaciön existente sobre el Convenio de Duraz-no, Juan Andres Gelly - entonces oficial mayor de Gobierno y Rela-ciones Exteriores del Uruguay - proporciona datos mäs exactos sobre el contenido de la misma: se habia firmado, segün informa a Magarinos, una alianza ofensiva y defensiva de caräcter secreto por el que ambos Es-tados se garantian reciprocamente su libertad e independencia en caso de agresiön externa. El comentario final no tiene desperdicio: "Los riogran-denses ofrecen, ademäs, dos mil hombres para invadir Entre Rios. ^Le ca-be esto a un hombre cuerdo? No creo que se haga efectivo porque Ud. sabe que el autor del tratado o su signatario principal abandona los pro-yectos con la misma facilidad con que los combina, pero nos mata"^^.

La renovada protecciön de Rivera a los farrapos provocö un desagra-dable cambio de notas entre la legaciön brasilefia en Montevideo y el mi-nistro Francisco A. Vidal. AI promediar 1841 el canciller Aureliane Souza Oliveira realizö mudanzas diplomäticas en el Rio de la Plata. No tenian otro objeto que otorgar mayor representatividad a las legaciones, envian-do diplomäticos con experiencia y conocimiento del medio. El barön de Ponte Ribeiro pasö a desempefiarse en Buenos Aires y Joäo Pedro Regis en Montevideo.

El gabinete de San Cristöbal percibiö claramente, como lo demuestran sus actos, que Rivera intentaba ganar ventajas para si, agenciando pactos con el Imperio al mismo tiempo que firmaba tratados con el gobierno farroupilha. Fue con escändalo y despecho que se supo en la Corte que Rivera prometia a los ültimos un contingente militar formado por escla-vos liberados por los republicanos en 1836, pero tambien causö sorpresa SU negativa a Mattos para armar patachos y zumacas como corsarios. No se distingue con nitidez el designio de Rivera pero sj su solicitud de pago de 60.000 piastras que reclamö a la legaciön imperial, posiblemente adu-ciendo su reciente negativa a los farrapos

Mientras subsistiö el bloqueo franc^s, Rivera tuvo ayuda y protecciön,

" AHRGS 164/9. J.M. de Mattos a D.J. de Almeida. Durazno, 3 de julio de 1841. ^̂ AGNU Archivo de Francisco Magariflos, carpeta 18. J.A. Gelly a F. Magarinos.

Montevideo, 22 de julio de 1841. " Varela, Politica brasileira II, päg. 157.

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pero el cese de este lo colocö en situaciön apuradi'sima, lo que explica su constante büsqueda de alianzas^"*. Pocos retratos de la personalidad del caudillo han sido escritos en forma tan ajustada como el que le destinö el general Tomas Guido:

"No he conocido en la guerra de America un hombre expectable, de quien haya tenido en cuanto a lealtad y buena fe, concepto mäs bajo que el que generalmente se tiene sobre Rivera. Degradado en la opiniön püblica por la Serie de sus falsi'as, no se ha privado de los mismos medios sino bajo una fuerza que lo sujete. En el Brasil se lo conoce como en ninguna otra parte y hasta ahora no he oi'do una sola palabra de los influyentes y mäs respe-tables de la Corte concedcr a Rivera otra calidad que la de la pillen'a."

Si el desprecio de Guido era total, no lo era menor el que le mereda al general Jose Maria Paz, quien en sus Memorias Pöstumas lo puntualiza con motivos fundados y t^rminos aün mäs peyorativos^^.

La guerra continuaba en territorio argentino. A fines de 1841, el general Paz obtuvo la victoria de Caaguazü contra el ejercito de Echagüe que re-sultö aniquilado. No participaron elementos militares riograndenses con-forme al ofrecimiento de Bento Gongalves a Paz, pero las fuerzas de Rive-ra siguieron actuando en Entre Ri'os. AI mismo tiempo, el presidente uru-guayo combinaba un encuentro con el presidente de la Repüblica de Rio Grande en'San Fructuoso, lugar pröximo a la frontera. El 15 de diciembre de 1841 delegö el mando en el vicepresidente, llegando al punto de reuniön a fin de mes en compani'a de Jose Luis Bustamante, quien fue quien ce-lebrö la conferencia por enfermedad de Rivera. Con Domingo Jose de Al-meida ajustö el 28 de diciembre de 1841 un tratado de mutuos auxilios que complementaba el Convenio de Durazno y establecfa que Rio Grande envian'a una divisön mixta compuesta por quinientas plazas de cazadores y doscientas de artillen'a como fuerzas auxiliadoras en la campana de Entre Ri'os, mientras Rivera proveeria armas y municiones^^.

Por el convenio celebrado en la hacienda de Galarza (abril de 1842) entre los representantes de Rivera, Entre Ri'os y Santa Fe se otorgö al prime-

Enrique M. Barba, "Formaciön de la tirania", Historia de la Naciön Argentina, ed. Academia Nacional de la Historia, t. VII (Buenos Aires 1950), päg. 337.

" AGN VIl-1-6-12. Guido a Arana, Rio de Janeiro, 16 de octubre de 1841: Jos6 Ma-ria Paz, MemoriasPöstuntas, t. III (Buenos Aires 1926), pägs. 23 -26 . Mäs que la avi-dez de dinero, Paz critica el "vicio altanero" de Rivera para quien "el hombre probo era despreciado y mirado como un cuitado, un imb^il, un incpto para la carrera püblica".

AHRGS 164/17. J.L. Bustamante a D.J. de Almeida. San Fructuoso, 24 de di-ciembre de 1841; Varela, PoUtica brasileira II, pägs. 134-135.

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ro la jefatura de las operaciones militares. Fue un torpe golpe llevado al general Paz y a los intereses de la revoluciön contra Rosas

Rivera, animado aün en su plan de confederaciön alentado con altiba-jos a lo largo de diez anos ' ^ proyectö las conferencias de Paysandü. Hi-zo publice convite y dedicö atenciones especiales a Bento Gon?alves. De-signö a Melchor Herrera y Obes como el edecän que lo acompanan'a desde SU ingreso al Uruguay donde nada faltö para que se hiciese patente la cate-gon'a del visitante al que se le rindiö el homenaje de la salva de veintiün canonazos al arribar a Paysandü.

A fines de 1842 se reuni'a el congreso en el que, segün los deseos del caudillo, se logran'an las bases de una potencia sudamericana. Asistieron, ademäs de Rivera y Gonpalves, el gobernador de Corrientes Pedro Ferre, el de Santa Fe Juan Pablo Lopez y el general Jose Maria Paz. La oposiciön de este a los planes de Rivera impidiö que se llegase a ningün resultado concreto al oponerse al plan de confederaciön. Presentia, posiblemente, una pröxima traiciön del caudillo uruguayo quien, a su juicio, no preten-dia otra cosa que extender su influencia y dominio territorial.

En los mismos di'as, el 6 de diciembre de 1842, Rivera librö batalla deci-siva contra el nuevo gobernador de Entre Rios, Justo Jose de Urquiza, en Arroyo Grande. Su derrota fue absoluta: präcticamente perdiö todo su ej^rcito, pero el triunfo de Urquiza significö que no solamente se habi'a derrotado a una fuerza militar sino tambien al ambicioso plan poli'tico que pretendia remodelar el mapa sudamericano. La victoria abriö camino a Oribe hacia Montevideo, cuyo sitio comenzö el 16 de febrero de 1843. La batalla fue tambiön decisiva para los disidentes riograndenses que con el eclipse de Rivera perdian a su aliado principal, mientras se acentuaba el conflicto entre los jefes farrapos debido a la creciente escasez de ganado y caballares para proseguir la lucha.

Con la llegada del barön de Caxias, el pacificador de Säo Paulo y Minas Geraes, la guerra riograndense tomö nuevo rumbo hasta que en mayo de 1843 tuvo lugar el celebre encuentro de Poncho Verde, lucha titänica entre dos ejercitos dispuestos a vencer o morir. Bento Manoel Ribeiro, unido nuevamente a los imperiales, se impone a los republicanos que sufren

" Emilio Ravignani, "Una definiciön en la historia argentina: Arroyo Grande", Boleün de la Academia Nacionat de la Historia XVI (Buenos Aires 1942), pägs. 144-145.

' ' Alicia Vidaurreta de Tjarks, "Tres intentos separatistas del General Rivera: las misiones Carriego, Aberasturi y Lecoq (1831-1832)", Anuario del Departamento de Historia 1, 1 (Cördoba 1963), pägs. 507-555,

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otros reveses al ano siguiente, entre ellos, el asalto a la villa de Piratini y la perdida de los coroneles Jose Mariane de Mattos y Joaqufn Pedro Soa-res.

La presencia del nuevo encargado de negocios de Brasil en Montevideo, Joäo Lins Vieira Cansangäo de Sinimbü, signific6 la bipolarizaciön del frente externo para Rosas. El posible bloqueo brasileno del Rio de la Pla-ta, en conjunciön con potencias europeas, fue el mayor insulto. Con saga-cidad lo eludiö como excusa en su biisqueda de par con Brasil. La pro-puesta de Rivera para acordarla con este pais, pagando el mäs alto precio, que consistia en remitir como garantia a Rio de Janeiro al notable jefe republicano Bento Gongalves, fue el verdadero motor de la räpida reac-ciön de R o s a s E l 20 de marzo de 1843 el canciller Honörio Hermeto Carneiro Leäo y el representante Tomas Guido firmaban el tratado - bus-cado, pero no ratificado por Rosas - que anulaba a Rivera. 1843 habria de ser, en consecuencia, el afio de la decadencia completa de los farrapos que continuö sin variantes hasta la pacificaciön de 1845.

CONCLUSIONES

La revoluciön farroupUha fue una tentativa de establecer autonomia politica y econömica regional, para lo cual era indispensable el concurso de los paises del Plata. Para ello, ciertos farrapos, antes de 1835, estaban dispuestos a cumplir el drästico paso de la secesiön. La difusiön de las ideas y actitudes platinas en Rio Grande contribuyö a formar la atmösfera revolucionaria. Rosas, sin tomar partido en la lucha, volcö toda su activi-dad en el sentido de separar a Rivera del Brasil, aspecto que tuvo prioridad en la misiön del general Guido, aunque el tratado que firmö en 1843 no fue ratificado por la Confederaciön Argentina.

Los farrapos, especialmente la elite de la frontera, contaron con el apo-yo extranjero y con alianzas tanto poh'ticas como personales en su tentati-va de independencia. Su ideologia, vista con simpatia y propalada por los diarios de Montevideo, tuvo empero un caräcter netamente regional que poco a poco se desvaneciö. Con todo, el fenömeno del flujo de ganado con el Uruguay continuö durante todo el siglo XIX, en una situaciön muy

" Public Record Office, Foreign Office, 6/90, fs. 17-20. Henry Mandeville a Lord Aberdeen. Buenos Aires, 14 de agosto de 1843.

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similar a la existente antes de la guerra. La estabilidad econömica riogran-dense, aün despues de la pacificaciön de 1845, dependiö siempre de la ma-nutencion y expansiön de pasturas y ganados que le provefa el pais vecino. Para suplir la demanda de charque, los riograndenses continuaron expan-diendose en territorio uruguayo. El acceso a esas tierras y el flujo constan-te de ganado, libre de impuestos, fueron las principales metas que influye-ron en la convivencia entre Rio Grande y el Uruguay a pesar de la gran Variante politica que impuso la Guerra Grande*

' Nota de los edilores: Como ocho meses despues de que el manuscrito original de la autora habi'a sido aceptado para la publicaciön, y despues de agregar varias corec-ciones enviadas posteriormente per la Dra. Vidaurreta, ella mandö un manuscrito nuevo, desautorizando lo anterior. Dado que en este momento ya estaba impresa la primera versiön y el manuscrito nuevo s61o se diferenciö en aspectos que no variaron sustancialmente del original, se procediö con la impresiön del texto. Un cambio o la exciusiön completa del texto hubieran ocasionado gastos crecidos, imposibles de sufra-gar por la editorial. La versiön antecedente ha sido desautorizada por la Dra. Vidaurre-ta con carta del 11 de abril de 1987.

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