libro los secretos del corazon

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    GIBRN KHALIL GIBRN

    LOS SECRETOS DEL CORAZON

    (1931)

    La majestuosa mansin se encontraba bajo las alas de la noche silente, como la Vida bajo la envoltura dela Muerte. En su interior, una doncella sentada ante un escritorio de marfil, reclinada su bella cabeza sobresuave mano, como una lila marchita sobre sus ptalos. Miraba, alrededor de s y se senta una miserableprisionera que lucha por atravesar los muros del calabozo para contemplar a la Vida, marchando en elcortejo de la Libertad.

    Las horas pasaban como los espectros de la noche, como una procesin entonando el fnebre canto de supena, y la doncella se senta segura derramando sus lgrimas en angustiosa soledad. Cuando no pudoresistir ms su sufrimiento y se sinti en plena posesin de los secretos de su corazn, tom la pluma y,mezclando lgrimas y tinta sobre el pergamino, escribi:

    Amada hermana:

    Cuando en el corazn se apian los secretos, y arden los ojos por las quemantes lgrimas, y las costillasparecen estallar con el creciente confinamiento del corazn, no se puede hallar otra expresin de eselaberinto salvo una oleada de liberacin como sta.

    Las personas melanclicas gozan lamentndose, y los amantes hallan alivio y condolencia en sus sueos,y los oprimidos se deleitan cuando causan conmiseracin. Te escribo porque me siento como un poeta queimagina la belleza de las cosas y compone en versos sus impresiones, presa de un poder divino... Soy comoel nio del hambriento que llora por su alimento, haciendo caso omiso de la condicin de su pobre ypiadosa madre y de su fracaso en la vida.

    Escucha mi dolorosa historia, querida hermana, y llora conmigo, pues sollozar es como una plegaria y laslgrimas de piedad son caridad porque surgen de un alma buena y sensible y no se derraman en vano. Fuela voluntad de mi padre que me casara con un hombre noble y rico. Mi padre era como la mayora de loshombres ricos que, por temor a la pobreza, slo gozan de la vida cuando pueden acrecentar su riqueza yagregar ms oro a sus cofres, para ganar con su esplendor el favor de la nobleza, anticipndose as a losataques de los das aciagos... Y ahora descubro que soy, con todo mi amor y mis sueos, una vctima sobreun altar de oro que odio, y duea de un honor heredado que desprecio.

    Respeto a mi esposo porque es amable y generoso con todos; trata de hacerme feliz y gasta su oro para

    complacer mi corazn, pero he descubierto que todas estas cosas no valen lo que un momento de verdaderoy divino amor. No te burles de m, hermana, pues ahora soy una persona muy instruida acerca de losanhelos del corazn de una mujer -ese palpitante corazn como un pjaro en el vasto cielo del amor-, comouna copa vuelta a colmar con el vino de los tiempos, aejado para las almas sedientas... como un libro encuyas pginas se leen captulos de felicidad y desventura, regocijo y dolor, alegra y pesar. Nadie puedeleer este libro, excepto el verdadero compaero que es la otra mitad de la mujer, y que ha sido creado paraella desde el principio del mundo.

    S, me he convertido en la ms sabia de las mujeres en lo que atae al objeto del alma y el sentido delcorazn, porque he descubierto que mis magnficos corceles y carruajes y relucientes cofres de oro ysublime nobleza no valen lo que una mirada de ese pobre joven que espera pacientemente, sufriendo lostormentos de la afliccin y la desventura... Ese joven oprimido por la cruel voluntad de mi padre, prisioneroen la estrecha y melanclica celda de la Vida...

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    Por favor, querida ma, no urdas nada para consolarme, pues la calamidad por medio de la cual hedescubierto el poder de mi amor es mi gran consuelo. Ahora miro hacia adelante a travs de mis lgrimas, yespero la llegada de la Muerte, que me llevar donde pueda encontrarme con la otra mitad de mi alma, para

    abrazarlo como lo haca antes de llegar a este extrao mundo.No pienses mal de m, porque cumplo con mi deber de esposa fiel y acato con paciencia y tranquilidadlas leyes y reglas del hombre. Lo honro con mi mente, lo respeto con mi corazn y lo venero con mi alma.Pero Dios hizo que diera parte de m a mi amado antes de conocer a mi esposo.

    El cielo ha querido que pasara mi vida junto a un hombre que no me estaba destinado, y mis das seconsumen en silencio de acuerdo con la voluntad divina, pero si no se abren las puertas de la Eternidad,continuar con la bella mitad de mi alma y volver la vista hacia el Pasado, y ese Pasado es este Presente...Mirar a la vida como la Primavera mira al Invierno, contemplar a los obstculos de la Vida como aqulque ha llegado a la cima de la montaa despus de trepar por la senda ms escarpada.

    En ese momento, la doncella dej de escribir y, ocultando el rostro en el hueco de sus manos, sollozamargamente. Su corazn se negaba a confiar a la pluma sus ms sagrados secretos, pero aceptabaderramar estriles lgrimas que se dispersaban rpidamente, confundindose con el ter, refugio de lasalmas de los amantes y del espritu de las flores. Despus de un momento retom la pluma y aadi:

    Recuerdas a ese joven? Recuerdas los destellos que emanaban de sus ojos, y los signos de pesar en surostro? Recuerdas su risa, que hablaba de las lgrimas de una madre separada de su nico hijo? Puedesreconstruir su voz serena, como el eco de un distante valle? Lo recuerdas cuando meditaba, escrutandonostlgica y plcidamente los objetos y hablando de ellos con extraas palabras, para luego agachar lacabeza suspirando como si temiera revelar los grandiosos secretos de su corazn? Recuerdas sus sueos ycreencias? Recuerdas todo esto de un joven a quien la humanidad contaba entre sus hijos, y a quien mipadre miraba con ojos de superioridad porque estaba por encima de la voracidad terrenal y era ms nobleque la grandeza heredada?

    Debes saber, querida hermana, que soy una mrtir de este mundo insignificante, y una vctima de laignorancia. Te condolers de una hermana que se sienta en el silencio de la horrible noche para verter todolo que su yo interior encierra, y revelarte los secretos de su corazn? Estoy segura que te condolers de m,porque s que el Amor ha visitado tu corazn.

    Lleg el alba, y la doncella se rindi al Sueo, esperando hallar sueos ms dulces y placenteros que losque haba hallado en la vigilia...

    COMPATRIOTAS

    Qu buscis, Compatriotas?Deseis acaso que construya paraVuestros gloriosos palacios, decoradosCon palabras vacas de sentido, oPara vuestros templos techados con sueos?O me ordenis que destruya aquelloQue los mentirosos y tiranos han construido?Debo desarraigar con mis manos

    Aquello que los hipcritas y los malvadosHan implantado? Decid cul es vuestro insensatoDeseo!

    Qu querrais que hiciera,Compatriotas? Debo ronronear comoUn gatito para satisfaceros, o debo rugirComo un len para complacerme? HeCantado para vosotros, pero vosotros no habisDanzado; ante vosotros he llorado, peroNo habis sollozado. Debo acaso cantarY llorar al mismo tiempo?

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    Vuestras almas sufren los tormentosDel hambre, y sin embargo el fruto delConocimiento es ms feraz que

    Las piedras de los valles.Vuestros corazones se marchitan deSed, y sin embargo las fuentes de laVida manan junto a vuestrosHogares. Por qu no bebis?

    Tiene el mar sus flujos y reflujos,La Luna, crecientes y menguantesFases, y las pocas susInviernos y veranos, y todas lasCosas varan como la sombraDe un Dios futuro oscilando entreLa tierra y el sol, pero la Verdad noPuede cambiarse, ni tampoco disiparse;Por qu, entonces, intentisDesfigurar su semblante?

    Os he llamado en el silencioDe la noche para mostraros laGloria de la luna y la dignidadDe las estrellas, pero habis salido,Sobresaltados, de vuestro letargo y cogiendoCon temor vuestras espadas, habis gritado:"Dnde est el enemigo? A l debemos matarPrimero!" Al alba, cuandoEl enemigo lleg, os volv a llamar,Pero no salisteis esta vez

    De vuestro letargo, porque estabaisEncerrados en el miedo, luchando contraLas procesiones de espectros deVuestros sueos.

    Y os dije: "Trepemos aLa cima de la montaa y veamos laBelleza del mundo." Y meRespondisteis diciendo: "En las profundidadesDe ese valle vivieron nuestros padres,Y a su sombra vivieron, y enSus grutas fueron sepultados. Cmo podramosAbandonar este lugar por otro

    Que ellos no honraron?

    Y os dije: "Vayamos a laLlanura cuya magnificencia llega hastaEl mar." Y tmidamente me hablasteis,Diciendo: "El rugido del abismoAtemorizara nuestros espritus, y elTerror a las profundidades consumira

    Nuestros cuerpos."

    Os he amado, Compatriotas, peroMi amor por vosotros es doloroso para mE intil para vosotros; y hoy os

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    Odio, y el odio es un diluvioQue arrasa con las hojas secasY las temblequeantes casas.

    He tenido lstima de vuestra debilidad,Compatriotas, pero mi lstima slo ha servidoPara aumentar vuestras flaquezas, exaltandoY nutriendo la pereza, queEs intil a la Vida. Y veo hoyVuestra enfermedad, a la que mi alma aborreceY teme.

    He llorado por vuestra humillacinY sumisin; y aunque manaron mis lgrimasCristalinas, no pudieron encresparLas turbias aguas de vuestra debilidad;Quitaron, sin embargo, el velo de mis ojos.Mis lgrimas nunca han llegado aVuestros petrificados corazones, peroHan disipado la oscuridad dentro de m.Me burlo hoy de vuestro sufrimientoPues la risa es como el airado trueno quePrecede a la tempestad, y que nunca rugeCuando la tempestad ha pasado.

    Qu deseis, Compatriotas?Queris que os muestreEl espectro de vuestro semblante sobreEl rostro de las quietas aguas? Venid,Ahora y ved cun horrible sois!

    Mirad y meditad! El miedoHa tornado vuestros cabellos grises como lasCenizas, y la disipacin ha marcadoVuestros ojos convirtindolos en

    Negros agujeros, y la cobardaHa tocado vuestras mejillas que parecenAhora tenebrosos despeaderos delValle, y la Muerte ha besadoVuestros labios, dejndolos amarillosQu buscis, Compatriotas?Qu peds de la Vida a quien ya no osCuenta ms entre sus hijos?

    Vuestras almas se hielan en lasGarras de los sacerdotes yHechiceros, y tiemblan vuestrosCuerpos ante las zarpas de losDspotas y los derramadores deSangre, y vuestro pas se estremeceBajo las botas en marcha delEnemigo conquistador; qu podis, entonces,Esperar, aunque estis orgullosamente erguidosAnte el rostro del sol? Vuestras espadas seHerrumbran en sus vainas, y estn rotasVuestras lanzas, y resquebrajadosVuestros escudos; por qu, entonces,

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    Permanecis en el campo de batalla?

    La hipocresa es vuestra religin, y la

    Falsedad vuestra vida, y laNada vuestro fin; por qu vivs,Entonces? No es acaso laMuerte el nico solazPara los miserables?

    La vida es la determinacin queAcompaa a la juventud, y la diligenciaQue sucede a la madurez, y laSabidura que persigue a la senilidad; peroVosotros, Compatriotas, habis nacido viejosY dbiles. Y se marchit vuestra pielY se consumi vuestro crneo, y luego osConvertisteis en nios, que jueganEn el fango y se arrojan piedrasUnos a otros.

    El conocimiento es una luz que enriqueceEl calor de la vida, y todos los que la buscanPueden ser parte de ella; pero vosotros,Compatriotas, persegus la oscuridadY evitis la luz, esperando que el aguaMane de las rocas, y laMiseria de vuestra nacin esVuestro crimen... No perdonoVuestros pecados, porque vosotros sabisLo que hacis.

    La humanidad es un ro brillanteQue canta en su cauce, llevandoLos secretos de la montaa hastaEl corazn del mar; pero vosotros,Compatriotas, sois turbiosPantanos infectados de insectosY serpientes.

    El Espritu es una sagrada antorchaAzul, que quema y devora lasPlantas mustias, que crece enLa tormenta e ilumina

    Los rostros de las diosa'!; peroVosotros, Compatriotas... vuestras almasSon como cenizas que el vientoDispersa en la nieve, y queLas tempestades esparcen para siempreSobre los valles.

    No temis al fantasma de la Muerte,Compatriotas, pues su grandezaY piedad se negarn a acercarseA vuestra pequeez; no os atemoricisAnte la Daga, porque rehusarAlojarse en vuestros huecos corazones.

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    Os odio, Compatriotas, porqueVosotros odiis la gloria y la grandeza.Os desprecio porque vosotros os despreciis.

    Soy vuestro enemigo, porque os negisA daros cuenta de que soisLos enemigos de las diosas.

    LA ENCANTADORA HUR

    Hacia dnde me llevan, Oh EncantadoraHur, y cunto ms debo seguirtePor este rspido camino sembrado deEspinas? Por cunto tiempo nuestras almasAscendern y descendern penosamente por este sinuosoSendero rocoso?

    Como un nio que sigue a su madre, asTe sigo, asido a tus ropasOlvidando mis sueos yAdmirando tu belleza; mis ojos,Presa de tu hechizo, estn ciegos a laProcesin de espectros que se cierne sobrM, y me atrae hacia ti una fuerzaInterior que no puedo negar.

    Detente y momento y djame verTu semblante; y mrame unMomento: quiz descubra losSecretos de tu corazn en tus extraosOjos. Detente y descansa, pues estoy fatigado,

    Y tiembla mi alma de miedo al transitarEsta horrible senda. Detente, puesHemos arribado a esa terrible encrucijadaDonde la Muerte abraza a la Vida.Oh, Hur, escchame! Yo era libreComo los pjaros, explorando valles yBosques, y volando por el vastoCielo. Al atardecer reposaba sobre lasRamas de los rboles, meditando sobre losTemplos y palacios de la Ciudad de lasColoridas Nubes, que el Sol edificaEn la maana y destruye antes delAnochecer.

    Yo era como un pensamiento, caminando soloY en paz de Este a Oeste delUniverso, regocijndome con laBelleza y alegra de la Vida, y cuestionandoEl magnfico misterio de laExistencia.

    Yo era como un sueo que se deslizaba bajoLas amistosas alas de la noche,Penetrando por las ventanas cerradasEn los aposentos de las doncellas, retozandoY despertando sus esperanzas... Luego me

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    Sentaba junto a los jvenes y alborotaba susDeseos... Luego exploraba los cuartosDe los mayores y me adentraba en sus pensamientos

    De plcido contentamiento.Entonces t cautivaste mi fantasa, y desdeEse hipntico momento me sent como unPrisionero arrastrando sus cadenas eImpelido hacia un hogar desconocido...Tu dulce vino, que ha robado mi voluntad,Me ha intoxicado. y ahora descubroQue mis labios besan la manoQue con rigor me golpea. Acaso no puedesVer con los ojos de tu alma laOpresin de mi corazn? Detente unMomento: estoy recobrando mis fuerzasY liberando mis cansados pies de lasPesadas cadenas. He destruido laCopa de la que beb tuGustosa ponzoa... Pero ahora estoyEn tierra extraa, y perplejo:

    Qu camino he de seguir?He recuperado mi libertad, Me aceptarsAhora como dispuesto acompaante,Que mira el Sol con vidriososOjos, y empua el fuegoCon firmes dedos?

    He desplegado mis alas y estoy

    Pronto a descender, Acompaars aUn joven que pasa sus das vagandoEn las montaas como el guila solitaria yMalgasta sus noches deambulando en losDesiertos como el len inquieto?

    Te contentars con elAfecto de uno que considera al amorSlo como un anfitrin y se niegaA aceptarlo como amo?

    Aceptars a un corazn que amaPero jams se rinde? Y que arde, pero

    Jams se funde? Estars cmodaCon un alma que se estremece ante laTempestad, pero jams se somete a ella?Aceptars como compaero a unoQue ni esclaviza ni es unEsclavo? Sers mi duea, pero sinPoseerme, tomando mi cuerpo pero no mi corazn?Entonces aqu est mi mano... estrchalaCon tu bella mano; y aqu est miCuerpo... abrzalo con tus amantesBrazos; y aqu estn mis labios... prodgalesun beso profundo y embriagador.

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    MUERTOS ESTABAN LOS MOS(Escrito en el exilio, durante el hambre en Siria)

    "PRIMERA GUERRA MUNDIAL"Los mos se han ido, pero yo an existoLlorndolos en soledad...Muertos estn mis amigos y por suMuerte mi vida es nada ms que un granDesastre.

    Las colinas de mi pas estn inmersasEn lgrimas y sangre, pues se han ido los mosy mis amados, y yo estoy aquViviendo como lo haca cuando los mos y misAmados disfrutaban de la vida y susAlegras, y cuando las colinas deMi pas estaban benditas y rodeadasPor la luz del sol.Los mos murieron de hambre, y aquel queNo pereci de inanicin fue despedazadoPor la espada; y aqu estoy yoEn esta tierra distante, vagandoEntre gente feliz que duermeSobre lechos mullidos y que sonre al da,Y el da les sonre.

    Los mos tuvieron una muerte dolorosaY vergonzosa, y aqu estoy yo viviendo en la pazY la abundancia... Es esta una gran tragedia

    Siempre representada en el escenario de miCorazn; a muy pocos les importa presenciar elDrama, pues los mos son como pjarosCon las alas rotas que la bandada deja atrs.

    Si estuviera hambriento y viviera entre miFamlico pueblo, y si fuera perseguido junto conMis oprimidos compatriotas, la cargaDe estos das negros pesara menosSobre mis desasosegados sueos, y laOscuridad de la noche sera menosSombra ante mis hundidos ojos y miApesadumbrado corazn y mi alma herida.

    Porque aquel que comparte con los suyosLos pesares y agonas sentir elSupremo alivio que slo el sufrimientoY el sacrificio engendran. Y estarEn paz consigo mismo cuando muera,Inocente junto a sus compaeros inocentes.

    Pero no vivo con mi hambrientoY perseguido pueblo, que caminaEn el cortejo de la muerte hacia elMartirio... Estoy aqu, al otro ladoDel ancho mar, viviendo a la sombra de la

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    Tranquilidad, y a la luz de laPaz... Estoy distante de la tristeArena y de los acongojados, y de nada

    Puedo enorgullecerme, ni siquiera de mis propiasLgrimas.

    Qu puede hacer un hijo exilado porSu hambriento pueblo, y de qu valePara su pueblo el lamento de unPoeta ausente?

    Si yo fuera una mazorca de maz plantada en la tierraDe mi pas, los nios hambrientos meSeguiran para alejar con mis granosLa mano de la Muerte de su alma. Si fueraUn fruto maduro de los jardines de mi pasLas hambrientas mujeres me arrancaranPara alimentar la vida. Si fueraUn pjaro volando en el cielo de mi pas,Mis hambrientos hermanos me daran caza yCon la carne de mi cuerpo alejaran deSus cuerpos la sombra de la tumba.

    Pero Ay de m! No soy una mazorca de mazPlantada en las llanuras de Siria, ni unMaduro fruto de los valles del Lbano:Esta es mi desventura, la muda calamidadQue me humilla ante mi almaY ante los fantasmas de la noche...

    Esta es la dolorosa tragedia que atiesa mi lenguaY maniata mis brazos y me apresa, despojadode fuerza, accin y voluntad.Esta es la maldicin marcada a fuegoSobre mi frenteAnte Dios y ante los hombres.

    Y a menudo me han dicho:"La desventura de tu pas no esnada comparada con la calamidad que aquejaAl Mundo, y las lgrimas y la sangre vertidasPor tu pueblo no son nada comparadascon los ros de sangre y lgrimas

    Derramados cada da y cada noche en losValles y llanuras de la tierra.

    S, pero la muerte de los mos esUna silenciosa acusacin; es un crimenConcebido por la mente de invisiblesSerpientes... Una tragedia sinMsica ni decorados... Y si los mosHubieran atacado a los dspotasY opresores para morir como rebeldes,

    Yo hubiera dicho: "Morir porLa libertad es ms noble que vivir a la

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    Sombra de la dbil sumisin, porqueAquel que abrace a la muerte con la espadaDe la Verdad en la mano, se eternizar

    En la Eternidad de la Verdad, pues la VidaEs ms dbil que la Muerte, y la MuerteMs dbil que la Verdad.

    Si mi nacin hubiera participado en la guerraDe todas las naciones y hubiera muerto en elCampo de batalla, yo dira que fueLa rugiente tempestad quien quebrCon su furia las tiernas ramas; y unaMuerte violenta bajo un cielo deTormenta es ms noble que morirLentamente en los brazos de la senilidad.Pero no hubo salvacin de esasFauces... Los mos cayeronY lloraron con los sollozantes ngeles.

    Si un terremoto hubiera desgarradoA mi pas en dos y la tierra hubieraEngullido a los mos en su seno,Yo hubiera dicho: "Una gran ley misteriosaHa actuado por voluntad de la fuerza divina,Y sera una locura si nosotrosFrgiles mortales, intentramos escudriarSus profundos secretos..."

    Pero los mos no murieron en rebelda;No los mataron en el campo

    De batalla; ni tampoco un terremotoDestroz mi pas para avasallarlos.La muerte fue su nico salvador, yEl hambre su nico menoscabo.

    Los mos murieron en la cruz...Murieron con las manosExtendidas hacia Oriente y Occidente,Mientras los despojos de sus ojosMiraban la oscuridad delFirmamento... Murieron en silencio.Pues la humanidad haba cerrado sus odosA sus gritos. Murieron por no

    Favorecer a su enemigo.Murieron por amar a susVecinos. Murieron por depositarSu confianza en la humanidad.Murieron por no oprimirAl opresor. MurieronPorque eran las floresAplastadas, y no los aplastantes pies.Murieron porque eran pacficos.

    Perecieron de hambre en una tierraRica en leche y miel.Murieron porque se levantaron

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    Los monstruos del infierno y destruyeronTodo lo que creca en sus campos,Y devoraron sus ltimas reservas...

    Murieron porque las vboras yLos hijos de las vboras escupieron venenoEn el espacio donde los Cedros Sagrados yLas rosas y el jazmn exhalabanSu fragancia...Los mos y los tuyos, HermanoSirio, estn muertos... Qu se puedeHacer por los que mueren? NuestrosLamentos no paliarn suHambre y nuestras lgrimas no saciarnSu sed; Qu podemos hacer paraSalvarlos de la frreas garras delHambre? Hermano mo, la bondadQue te impele a ofrecer una parte de tu vidaA cualquier ser humano que est enCamino de perder su vida, es la nica virtud Que te hace digno de la luz delDa y la paz de la

    Noche... Recuerda, hermano mo,Que la moneda que dejas caer enLa marchita mano que se tiende haciaTi es la nica cadena de oro queEnlaza tu rico coraznCon el amante corazn de Dios.

    LA VIOLETA AMBICIOSA

    Haba en un bosque solitario una bonita violeta que viva, satisfecha, entre sus compaeras.

    Cierta maana, alz su cabeza y vio una rosa que se alzaba, por encima de ella, radiante y orgullosa.Gimi la violeta diciendo:-Poca suerte he tenido entre las flores. Humilde es mi destino! Vivo pegada a la tierra y no puedo

    levantar mi cara hacia el sol como lo hacen las rosas!Y la Naturaleza la oy y le dijo a la violeta:- Qu te ocurre, hijita ma? Las vanas ambiciones se han apoderado de ti?-Te suplico, oh, Madre Poderosa -dijo la violeta-, que me transformes en rosa, tan siquiera por un da.-No sabes lo que ests pidiendo -respondi la Naturaleza-. Ignoras los infortunios que se esconden tras la

    apariencia de las grandezas.-Transfrmame en una rosa esbelta -insisti la violeta-. Y todo lo que me acontezca ser consecuencia de

    mis propios deseos y aspiraciones.La Naturaleza extendi su mgica mano y la violeta se transform en una rosa suntuosa.Y en la tarde de aquel da, el cielo se oscureci y los vientos y la lluvia devastaron el bosque. Y los

    rboles y las rosas cayeron abatidas. Solamente las humilde violetas escaparon a la masacre.

    Y una de ellas, mirando alrededor de s, dijo a sus compaeras:-Mirad, hermanas, lo que la tempestad hizo de las grandes plantas que se levantaban con orgullo e

    impertinencia. -Nosotros nos apegamos a la tierras-dijo otra-, pero escapamos a la furia de los huracanes.Y dijo una tercera -Somos pequeas y humildes, pero las tempestades no pueden con nosotras.Entonces, la reina de las violetas vio a la rosa que haba sido violeta, extendida sobre el suelo, como

    muerta. Y dijo: -Ved y meditad, hijas mas, sobre la suerte de la violeta ilusionada por sus ambiciones.Que su infortunio les sirva de ejemplo!

    Y oyendo esas palabras, la rosa agonizante se estremeci y, apelando a todas sus fuerzas, dijo con vozentrecortada: -Odme, ignorantes, satisfechas y cobardes. Ayer era como vosotras, humilde y segura. Mas lasatisfaccin que me protega tambin me limitaba. Poda continuar viviendo como vosotras, pegada alsuelo, hasta que el invierno me envolviera con su nieve y me llevase hasta el silencio eterno, sin conocer

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    los secretos y las glorias de la vida, ms all de lo que innumerables generaciones de violetas conocieron,desde que hubo violetas en el mundo.

    "Pero escuch, en el silencio de la noche; y o al mundo superior decir a este mundo: "El objetivo de la

    vida es alcanzar lo que hay ms all de la vida." Ped, entonces a la Naturaleza -que no es sino laexteriorizacin de nuestros sueos invisibles- me transformara en una rosa. Y la Naturaleza accedi a mideseo.

    "Viv una hora como rosa. Viv una hora como reina. Y vi el mundo con los ojos de una rosa. Y o lameloda del ter con los odos de una rosa. Y acarici la luz con los ptalos de una rosa. Puede, alguna devosotras vanagloriarse de tal honra?

    "Muero ahora, llevando en el alma lo que el alma de violeta alguna jams experiment. Muero sabiendolo que hay ms all de los horizontes estrechos en que nac. Y este es el objetivo de la vida.

    LAS LETRAS DE FUEGO

    Grabad sobre la placa de mi sepulcro:"Aqu yacen los restos de quien escribisu nombre en agua". KEATS.

    Este es el fin de las noches?As nos extinguimos bajo los pies del destino?As nos doblegan los siglos y no nos guardan ms que un nombre que escriben sobre sus pginas, en

    agua en vez de tinta?Se apagarn aquellas luces y desaparecern aquellos amores?Se esfumarn aquellas esperanzas?Destruir la muerte todo lo que edificamos, o dispersar el viento todo lo que decimos?Y la sombra cubrir lo que hacemos?Es esta la vida?Esun pasado que se fue y desaparecieron sus restos? Es un presente que corre siguiendo el pasado, o es

    un futuro misterioso hasta tanto se haga presente o pasado?Desaparecern todos los placeres de nuestros corazones y todas las tristezas de nuestras almas sin saber

    su resultado? As debe ser el hombre, cual espuma de mar que al roce de la ventisca se desvanece y seapaga como si no hubiera existido?

    No por mi vida! La verdad de la Vida es una vida cuyo principio no est en el pecho y cuyo fin no es elsepulcro. Estos no son ms que unos instantes de una vida eterna.

    Nuestra vida mundana, como todo lo que contiene, es un sueo a la par del despertar que llamamos lamuerte horrorosa. Un sueo, pero todo lo que en l hemos visto y hecho quedar eterno en la perpetuidadde Dios.

    La brisa lleva cada sonrisa y cada suspiro de nuestros corazones y guarda el eco de cada beso nacido delamor. Los ngeles cuentan cada lgrima que la afliccin vierte de nuestros ojos; y los espritus que vaganen el infinito devuelven cada cancin que la alegra ha improvisado en nuestras sensibilidades. All en elmundo venidero veremos la tristeza y sentiremos las vibraciones de nuestros corazones; all recordaremosla esencia de nuestra idolatra, que despreciamos ahora, incitados por la desesperacin.

    El extravo que aqu llamamos debilidad aparecer maana como un necesario eslabn para completar la

    cadena de la vida del hombre.Los trabajos penosos que no nos compensan, vivirn entre nosotros y publicarn nuestra gloria.Las desgracias y los infortunios que soportamos sern aureolas de nuestro orgullo.Eso... y si hubiera sabido Keats, aquel ruiseor melodioso, que sus canciones an siguen infundiendo el

    espritudel amor a la belleza en el corazn de los hombres, habra exclamado:

    Grabad sobre la placa de mi sepulcro:"Aqu yacen los restos de quien escribisu nombre sobre la faz del cielo con letrasde fuego."

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