la silla del agula

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    CARLOS FUENTES

    La Silla del guila

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    Ttulo: La Silla del guila 2002, Carlos Fuentes Santillana Ediciones Generales, S.L. De esta edicin: febrero 2007, Punto de Lectura, S.L.Torrelaguna, 60. 28043 Madrid (Espaa) www.puntodelectura.com

    ISBN: 978-84-663-6902-2Depsito legal: B-2.440-2007Impreso en Espaa Printed in Spain

    Diseo de portada: PdlIlustracin de portada: Leonel Sagahon / La mquina del tiempo

    Diseo de coleccin: Punto de LecturaImpreso por Litografa Ross, S.A.

    Todos los derechos reservados. Esta publicacinno puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,ni registrada en o transmitida por, un sistema de

    recuperacin de informacin, en ninguna formani por ningn medio, sea mecnico, fotoqumico,electrnico, magntico, electroptico, por fotocopia,o cualquier otro, sin el permiso previo por escritode la editorial.

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    A los compaeros de la Generacin Medio Siglo,

    Facultad de Derecho de la UNAM:La esperanza de un Mxico mejor...

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    Lguila siendo animal

    se retrat en el dinero.Para subir al nopalpidi permiso primero.

    Me he de comer esa tunaESPERN/ CORTZAR

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    Mara del Rosario Galvn

    a Nicols Valdivia

    Vas a pensar mal de m. Dirs que soy una mujer ca-prichosa. Y tendrs razn. Pero quin iba a imaginarque de la noche a la maana las cosas cambiaran tan ra-dicalmente? Ayer, al conocerte, te dije que en poltica nohay que dejar nada por escrito. Hoy, no tengo otra ma-

    nera de comunicarme contigo. Eso te dar una idea de laurgencia de la situacin...Me dirs que tu inters en m el inters que me

    mostraste tan pronto nos miramos en la antesala delsecretario de Gobernacin no es poltico. Es amoro-so, es atraccin fsica, incluso es simpata humana puray simple. Debes saber cuanto antes, Nicols querido,que para m todo es poltica, incluso el sexo. Puedechocarte esta voracidad profesional. No hay remedio.Tengo cuarenta y cinco aos y desde los veintids heorganizado mi vida con un solo propsito: ser poltica,hacer poltica, comer poltica, soar poltica, gozar ysufrir poltica. Es mi naturaleza. Es mi vocacin. No

    creas que por eso dejo de lado mi gusto femenino, miplacer sexual, mi deseo de acostarme con un hombrejoven y bello como t...

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    Simplemente, considero que la poltica es la actua-cin pblica de pasiones privadas. Incluyendo, sobre to-do, acaso, la pasin amorosa. Pero las pasiones son formas

    arbitrarias de la conducta y la poltica es una disciplina.Amamos con la mxima libertad que nos es concedidapor un universo multitudinario, incierto, azaroso y nece-sario a la vez, a la caza del poder, compitiendo por unaparcela de autoridad.

    Crees que es igual en amor? Te equivocas. El amor

    posee una fuerza sin lmites que se llama la imaginacin.Encarcelado en el castillo de Ula, sigues teniendo la li-bertad del deseo, eres dueo de tu imaginacin ertica.En cambio, qu poco te sirve en poltica desear e imaginarsin poder!

    El poder es mi naturaleza, te lo repito. El poder es

    mi vocacin. Es lo primero que quiero advertirte. Teres un muchacho de treinta y cuatro aos. En seguidame atrajo tu belleza fsica. Te dira, para no envanecerte,que no abundan los hombres deseables y guapos en la an-tesala de mi amigo el seor secretario de Gobernacindon Bernal Herrera. Las bellas mujeres tambin brillanpor su ausencia. Mi amigo el seor secretario apuesta a sufama de asceta. Las mariposas no acuden a su arboleda.Ms bien, los escorpiones de la traicin anidan bajo susalfombras y las abejas de la ambicin acuden a su panal.

    La fama de don Bernal Herrera, es merecida o in-merecida? Ya lo averiguars. Una tarde helada de princi-pios de enero, sin embargo, cruzan miradas en la antesala

    del secretario en el viejo Palacio de Cobin una mujeran apetecible tu mirada lo dice todo de casi cin-cuenta aos y un bello joven, igualmente deseable, que

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    apenas rebasa la treintena. La chispa se enciende, queri-do Nicols, las hormonas se remueven, los jugos vitalescorren rpidos.

    Y el placer se aplaza. Se aplaza,joven amigo.Lo admito todo. Tienes la estatura que me gusta. Ya

    viste que yo misma soy alta y no me complace mirar nihacia arriba ni hacia abajo, sino directo a los ojos de mishombres. Los tuyos estn al nivel de los mos y son tanclaros verdes, grises, mutantes como los mos son

    de una negrura inmvil, aunque mi piel es ms blancaque la tuya. No creas que en un pas mestizo, racista,acomplejado por el color de la piel (aunque jams lo ad-mita) como Mxico, ello me ayuda. Al contrario, meatrae ese vicio nacional, el resentimiento, que es reymezquino con su corte de enanos envidiosos. Al mismo

    tiempo, mi apariencia fsica me otorga la superioridadindecible, el homenaje implcito que le rendimos a laraza del conquistador.

    T, mi amor, tienes la ventaja de la verdadera belle-za mestiza. Esa piel dorada, canela, que tan bien le va almexicano de facciones finas, perfil recto, labios delgadosy cabellera lnguida. Observ cmo jugaban las luces entu cabeza, dndole vida propia a una hermosura varonilque muchas veces, ay, slo esconde un inmenso vacomental. Me bast hablar contigo unos minutos paradarme cuenta de que eras tan bello por fuera como inte-ligente por dentro. Y para colmo tienes la barba partida.

    Te ser franca: tambin ests muy verde, tambin

    eres muy ingenuo. Muy ciruelo, como dicen en mi tierra.Mrate nada ms. Conoces todas las palabras-talismn.Democracia, patriotismo, rgimen de derecho, separacin

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    de poderes, sociedad civil, renovacin moral. Lo peli-groso es que crees en ellas. Lo malo es que las dices conconviccin. Mi tierno, adorable Nicols Valdivia. Has

    entrado a la selva y quieres matar leones sin antes cargarla escopeta. Me lo dijo el secretario Herrera despus dehablar contigo:

    Este chico es sumamente inteligente, pero piensaen voz alta. An no aprende a ensayar primero lo que vaa decir ms tarde. Dicen que escribe bien. He ledo sus

    columnas en los peridicos. An no sabe que entre el pe-riodista y el funcionario slo puede haber un dilogo desordos. No porque yo, secretario de Estado, no lea alcomentarista y me sienta halagado, indiferente u ofendi-do por sus palabras, sino porque, para el poltico mexica-no, es regla de oro no dejar nada por escrito y mucho

    menos comentar las opiniones que se vierten sobre uno.Deja que me ra!Hoy, no nos queda ms remedio que escribirnos

    cartas. Todas las dems formas de comunicacin se hancortado. Claro, nos queda el recurso de la conversacinprivada. Para eso, hay que perder un tiempo considera-ble en darse citas e ir de un lugar a otro, sin saber de ver-dad si lo nico que an funciona es el micrfono escon-dido donde menos lo pienses. En todo caso, lo primerose presta a una indeseada intimidad. Lo segundo, a losms temibles accidentes de la circulacin. Y no hay mstriste definicin de la vida que la de ser un mero acci-dente de la circulacin.

    Querido Nicols, yo desafo al mundo. Yo voy a es-cribir cartas. Yo me voy a exponer al peor peligro de lapoltica-polaca: dejar constancia por escrito. Estoy loca?

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    No. Simplemente, confo tanto en mi poder de convoca-toria que lo asimilo a mi poder mimtico. Cuando la cla-se poltica de este pas sepa que Mara del Rosario Gal-

    vn se comunica por escrito, todos me imitarn. Nadiequerr ser menos que yo. Mira noms qu macha esMara del Rosario! Ser yo menos que ella?

    Me estoy riendo, mi joven y bello amigo. Vers c-mo mi ejemplo cunde porque mi valenta sienta juris-prudencia. Qu gracia! Ayer, en Bucareli, te digo:

    No escribas nunca, Nicols. Un poltico no debedejar huella de sus indiscreciones, que eliminan la con-fianza, ni de su talento, que alimenta la envidia.

    Pero hoy, tras la catstrofe de esta maana, ya loves, tengo que desdecirme, traicionar mi pequea filoso-fa de toda la vida y pedirte:

    Escrbeme, Nicols... Ests ante una mujer apos-tadora. Por algo nac en Aguascalientes durante la Feriade San Marcos. Mis primeros vahdos se confundieroncon relinchos de caballo, cantos de gallo, navajazos depalenque, barajar de naipes, sones de guitarrn, falsetede cantadoras, trompetas de mariachis y gritos de Cie-rren las puertas!.

    No van ms apuestas.Les jeux sont faits.Ya ves, ayer leapost toda mi confianza al silencio. Tena presente la ma-nera como lo escrito en secreto se vuelve pblicamentecontra nosotros un da. Recordaba la fascinacin psicticadel Presidente Richard Nixon por dejar grabadas todassus intrigas e infamias en el ms soez lenguaje imaginable

    en un cuquero. Te lo digo a boca de jarro: todo polticotiene que ser hipcrita. Para ascender, todo se vale. Pe-ro hay que ser no slo falso, sino astuto. Todo poltico

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    asciende con una cauda de desgracias amarradas, comolatas de Coca-Cola a la cola de un gato a la vez rebelde yespantado... El gran poltico es el que llega alto despo-

    jndose de amarguras, rencores y malos ratos. El purita-no como Nixon es el poltico ms peligroso para los de-ms y para s mismo. Cree que todo el mundo tiene quesoportarlo porque l viene de muy abajo. Su humildadcabizbaja alimenta su insolente soberbia. Eso es lo queperdi a Nixon: la nostalgia del fango, la desesperada vo-

    cacin de regresar al albaal de la nada para purgarse delmal, sin darse cuenta de que slo volva a baarse en ellodo de sus orgenes, al precio de recobrar, lo admito, laambicin de salir del hoyo y ascender de nuevo.

    La nostalgie de la boue, dicen los franceses (y entreparntesis, sa es otra cosa que me encant de ti, que seas

    francfono, que hayas estudiado en la cole NationaledAdministration de Pars, que ests a tono con los queabandonamos el ingls por haberse convertido en linguafranca, devolvindole al francs el prestigio de la comuni-cacin casi elitista, secreta, entre polticos ilustrados).

    Nixon en los USA, Daz Ordaz en Mxico, Berlus-coni en Italia, acaso Hitler en Alemania, Stalin en Rusia,aunque estos dos ltimos conviertan el mal en grandezay aqullos lo revierten a la miseria... Estudia estos casos,querido Nicols. Conoce los extremos si deseas ubicarteen el virtuoso medio, amor mo.

    Bueno, recuerdo la fascinacin psictica del Presi-dente Nixon por dejar grabadas todas sus intrigas e infa-

    mias, salpicadas de vocablos indecentes, a veces propiosde un chiquillo enojado con el mundo, a veces dignas deun endurecido criminal callejero. Y qu decir de nuestros

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    caciquillos tropicales, que filman sus peores hazaas y sedeleitan comprobando el horror impune de sus asesina-tos? Qu temblor casi ertico deben sentir cuando ven

    caer sangrando a un puado de campesinos inermes ba-laceados por la tropa del seor gobernador.

    Mxico est teido de ros ensangrentados y cavadode barrancas fnebres y sembrado de cadveres insepul-tos. Ahora que debutas en poltica, mi bello, deseableamigo, jams pierdas de vista el desolado panorama de la

    injusticia que es la sagrada escritura de nuestras tierraslatinoamericanas. El secreto priva, es cierto, pero bastauna revelacin para convertir la ufana impunidad de ungobernador o un Presidente en vergenza colectiva queel cinismo del poderoso no alcanza a someter.

    Nada me preparaba para un giro tan radical como

    el que hoy nos da la bienvenida al Ao Nuevo. Si no fun-cionan los sistemas de comunicacin, si no hay telfono,ni fax, ni e-mail, ni siquiera el humilde telgrafo de anta-o, vaya, ni palomas mensajeras (envenenadas todas comopor arte de brujera) y slo nos quedan las seales de hu-mo de los indios tarahumaras agitando sus cobijas de co-lores, y todo esto sucede no por el cambio de mileniocomo entonces se esperaba, el paso del calendario domi-nado por el 1900 al instalado en el 2000, sino por esteextrao seudo-capica del ao que vivimos, te confiesoque mi vida cambia ms all de mis fuerzas hundindo-me en un estupor del cual, como siempre, saco fuerzaspara decirme:

    Mara del Rosario, presta atencin a tu amigoXavier Zaragoza, el llamado Sneca, el consejero uli-co del seor Presidente Lorenzo Tern, cuando dice

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    que, en ausencia de todos los oropeles y parafernalias deeste mundo traidor, el as de la baraja, la carta escondidaen la manga, bien puede ser la que todos desprecian co-

    mo ilusoria y poco prctica: la figura noble que con sudignidad redime la abyeccin de todos los dems. Elhombre puro que quiz salve al sistema.

    Ese hombre, eres t, Nicols Valdivia? Tan equi-vocada estoy cuando lo pienso? Tan dbil se me havuelto mi reputada intuicin? Tan afsica me ha vuelto

    la poltica cotidiana que la mitad de mi cerebro la mi-tad moral ya no funciona? O es que t, mi bello amigo,eres quien la revive? Milagrosamente?

    Bueno, de manera que si la regla de la discrecin sevuelve imposible, quiz las de la hipocresa, la corrup-cin y la mentira se desvanezcan con ella. De tal manera,

    te digo, que har virtud de necesidad y me entregar,con absoluta imprudencia, a la indiscrecin.Esta carta que te escribo, Nicols Valdivia, es prue-

    ba de ello. Ya no hay otra manera de comunicarse, salvola verbal, la presencia inmediata que es demasiado peli-grosa, o la mediata, menos arriesgada pero al cabo lanica que nos queda. La cuestin, mi muy deseado ga-ln, es saber cul de las dos maneras la escrita o laoral es la que, fatalmente, apresurar lo que ambos de-seamos, slo que a ritmos diferentes. El camino a mi le-cho no est despejado, mi querido Nicols. Hay milpuertas que debers abrir antes de llegar a l. Es casi co-mo en un cuento oriental, recuerdas? Te pondr a prue-

    ba da con da. La recompensa depende de ti. S que tebastara mi cario carnal para sentirte satisfecho. Yo ad-mito que deseo tu cuerpo, pero an ms tu xito. El sexo

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    puede ser inmediato y luego quedarse en un triste e insa-tisfactorio quickie.

    En cambio, la fortuna poltica es un largo orgasmo,

    querido. El xito tiene que ser mediato y lento en llegarpara ser duradero. Un largo orgasmo, querido.

    Ve abriendo las puertas, mi nio, una a una. El lti-mo umbral es el de mi recmara. El ltimo candado es elde mi cuerpo.

    Nicols Valdivia: yo ser tuya cuando t seas Presi-

    dente de Mxico.Y te lo aseguro: yo te har Presidente de Mxico.Por esta cruz de mis dedos te lo juro. Por la santsimaVirgen de Guadalupe, te lo prometo con santidad, miamor.

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    Xavier Zaragoza Sneca

    a Mara del Rosario Galvn

    No pretendo que me hagan caso. Un consejeroulico cumple con su deber aconsejando con buena vo-luntad no basta y buena informacin no se nosda. Si logro sobrevivir esta desgracia ser, precisa-mente, porque en esta ocasin el seor Presidente, des-

    graciadamente, s me hizo caso.Como es mi costumbre, dilecta amiga, invoqu losprincipios, que para eso tengo la oreja del Presidente.Soy el Pepito Grillo de su conciencia. Saco del armariomi coleccin de principios ticos. Acaso mi esperanzasecreta, Mara del Rosario, es que mi conciencia quede asalvo aunque la realpolitik se vaya por el lado del pragma-tismo. La realpolitik, sabes, es el culo por donde se expe-le lo que se come caviar o nopalito, pato lorange otaco de nenepil. Los principios, en cambio, son la ca-beza sin ano. Los principios no van al excusado. La real-politik atasca los inodoros del mundo y en el mundo delpoder tal como es, no tienes ms remedio que rendirle

    tributo a la madre naturaleza.Pero hoy, por una vez, vencieron los principios. El

    Presidente decidi, quiz como regalo de Ao Nuevo 2020

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    a una poblacin ansiosa, ms que de buenas noticias, desatisfacciones morales, que pedira en su Mensaje alCongreso el abandono de Colombia por las fuerzas de

    ocupacin norteamericanas y, de piln, prohibir la expor-tacin de petrleo mexicano a los Estados Unidos, a me-nos que Washington nos pague el precio demandado porla OPEP. Para colmo, anunciamos estas decisiones en elseno del Consejo de Seguridad de la ONU. La respues-ta, ya lo viste, no se hizo esperar. Amanecimos el 2 de

    enero con nuestro petrleo, nuestro gas, nuestros prin-cipios, pero incomunicados del mundo. Los EstadosUnidos, alegando una falla del satlite de comunicacio-nes que amablemente nos conceden, nos han dejado sinfax, sin e-mail, sin red y hasta sin telfonos. Estamos re-ducidos al mensaje oral o al gnero epistolar como lo

    comprueba esta carta que te escribo con ganas de co-merla y tragarla, por qu demonios me hizo caso elseor Presidente y puso los principios por encima de lacabrona realidad? Ahora me doy de cabezazos contra elmuro y me digo:

    Sneca, quin te manda ser hombre de principios?Sneca, qu te cuesta ser un poquito ms prag-

    mtico?Sneca, por qu vas en contra de la mayora del

    gabinete presidencial?Pues aqu me tienes, mi querida Mara del Rosario,

    aqu tienes a Sneca el cabezn dndose de cabezazoscontra la pared de la Repblica nuestro eterno muro

    de las lamentaciones mexicanas.Menos mal, querida amiga, que el muro no es de

    piedra. Est acolchado, como en los manicomios, que es

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    donde debera estar tu amigo Xavier Zaragoza, bien lla-mado Sneca por excelentes y psimas razones. Natu-ral de Crdoba, el filsofo del estoicismo (aprende si no

    lo sabes y aguanta con paciencia si ya lo sabes pero anme quieres), acab suicidndose en la corte de Nern.Sus principios no se avenan con la prctica imperial.En cambio, hasta el da de hoy Sneca, en su nativosolar andaluz, significa sabio, filsofo.

    Cul crees que sea mi destino en la corte presiden-

    cial de Mxico, querida Mara del Rosario? La vida delencanto o la muerte del desencanto? Pues mira que te-nemos motivos de desaliento en nuestro pas al debutareste ao del Seor del 2020 comunicaciones cortadas,aislamiento mundial, alzamientos aqu y all, alarmas defractura social y geogrfica... y un Presidente bueno,

    bien intencionado, dbil... y pasivo.No me culpes de nada, Mara del Rosario. T sabesque mis consejos son sinceros y a veces hasta brutales.Nadie le habla a nuestro Presidente con la franqueza quet me conoces. Creo apasionadamente que el pas nece-sita por lo menos una voz desinteresada cerca del odo delPresidente Lorenzo Tern. Tal es nuestro acuerdo, que-rida amiga, el tuyo y el mo. Yo estoy para decir:

    Seor Presidente, usted sabe que yo soy su amigototalmente desinteresado.

    Lo cual no es totalmente cierto. Mi inters es que elPresidente se sacuda la fama de ablico que en sus casitres aos de gobierno se ha venido creando, falazmente

    convencido, como lo est, de que los problemas se re-suelven solos, de que un gobierno entrometido acabacreando ms problemas de los que resuelve y de que la

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    sociedad civil debe ser la primera en actuar. Para l, elgobierno es la ltima instancia. Ahora habr que darle larazn. Quin sabe qu bicho le pic para iniciar el Ao

    Nuevo invocando principios de soberana y no interven-cin, en vez de dejar que los frutos se desprendieran delrbol, as cayesen descompuestos. Qu nos va ni nosviene Colombia? Y por qu no atender a que el trabajosucio del mercado del petrleo lo hagan, como siempre,Venezuela y los rabes, en vez de solidarizarnos con una

    pandilla de jeques corruptos? Siempre hemos sabido be-neficiarnos de los conflictos ajenos, sin necesidad de to-mar partido. Pero uno nunca sabe por dnde va a salir eltiro de la escopeta cuando se andan dando consejos y am, lo admito, esta vez me sali por la culata.

    Suelte ideas, seor, antes de que se las suelten a

    usted. A la larga, si usted no tiene ideas, ser arrolladopor las ideas de los dems.Como las tuyas? me dijo con cara de inocente

    don Lorenzo.No tuve la osada de contestar. No. Como

    las de su lambiscn Tcito de la Canal.Le pegu al amor propio, ahora me doy cuenta, y

    acab haciendo lo contrario de lo que le aconseja su va-lido, el jefe de Gabinete Tcito de la Canal, que no es unsimple lacayo, sino el hombre que invent el servilismo.

    Un da, querida amiga, te sentars a explicarme porqu un hombre inteligente, digno, bueno como nuestroPrimer Mandatario, tiene a la vera de la Silla del guila a

    un siervo adulador como Tcito de la Canal. Basta ver c-mo se restriega las manos y las junta humildemente a loslabios, con la cabeza inclinada, para ver, con transparencia,

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    que se trata de un vicioso cuya hipocresa slo es compa-rable a la ambicin que la falta de sinceridad malamenteoculta!

    Ve nada ms, amiga ma (la ms dilecta), qu para-doja: mis buenos consejos acarrean malos resultados ylos malos consejos de Tcito nos hubieran evitado losdesastres. Y es que me haba adormecido, Mara del Ro-sario, acostumbrado a dar buenos consejos con la con-viccin de que, una vez ms, no seran atendidos. Mis

    palabras, lo s, acarician el ego moral del Jefe del Estadoy ello basta para que l piense, slo porque me oy y sesinti muy tico, que le ha pagado su bolo a los prin-cipios y ahora puede actuar con buena conciencia si-guiendo los consejos, opuestos a los mos, de Tcito dela Canal.

    Dime si no es como para desesperarse y sentir ganasde arrojar el arpa. Qu me detiene?, me preguntars.Una vaga esperanza filosfica. Si yo no estoy all, con to-dos mis defectos, alguien peor, mucho peor, ocupar milugar. Soy el Simn Peres de la casa presidencial. Porgraves que sean mis derrotas, al menos puedo dormirtranquilo: aconsej con honestidad. Si no me hacen caso,no es mi culpa. Demasiadas voces reclaman la atencindel poderoso. Pero algn sedimento, un pice de mi ver-dad, debe anidar en el nimo del seor Presidente Tern.Slo que en ocasiones como sta, querida amiga, piensoque hubiese sido preferible que el Presidente escuchase,no a m, sino a mis enemigos...

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    Mara del Rosario Galvn

    a Nicols Valdivia

    Insistes, querido y guapo Nicols. Veo que mi cartano te convenci. Me duele menos tu falta de inteligenciaque mi falta de persuasin. Por eso no te culpo. Debo serespesa, muy lerda en verdad, muy inarticulada. Te digodirectamente mis razones y t, un muchacho tan listo,

    no me entiende. La falta, te repito, ha de ser ma. Admi-to, sin embargo, que tu pasin no me es indiferente y memueve a desdecirme. No, no creas que con tu ardienteprosa has derrumbado los muros de mi fortaleza sexualsi as puedes llamarla. No, el puente levadizo sigueelevado, las cadenas de la puerta tienen candado. Perohay una ventana, hermoso y joven Nicols, que se ilumi-na todas las noches a las once.

    All, una mujer que t deseas se desnuda lentamen-te, como si la observase un testigo ms carnal y clidoque el fro azogue de su espejo. Esa mujer no es vista pornadie y sin embargo se desviste con una sensual lentitudque su imaginacin puebla de testigos. Es delectable esa

    hembra, Nicols. Y para ella es delectable desnudarseante un espejo con la lentitud de los artistas de la esce-na o de la corte (una caprichosa evocacin, lo admito),

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    imaginando que ojos ms vidos que los del propio espe-jo que la refleja la estn mirando con deseo ese deseoardiente que tu mirada comunica, nio malvado, chiqui-

    llo travieso, objeto tan deseable de mi deseo slo porqueeres objeto aplazable. Pues el deseo consumado, todavano lo sabes?, nos condena a la virtud subsiguiente o, loque es peor, a la indiferencia.

    Dirs que una mujer de casi cincuenta aos se de-fiende con derecho, admtelo de la pasin juvenil,

    ardiente, pero acaso pasajera y frvola de un garon queapenas rebasa los treinta. Pinsalo si as lo deseas. Perono me detestes. Estoy dispuesta a aplazar tu odio y alen-tar tu esperanza, mi casi pero ya no imberbe amiguito.Esta noche, a las once, proceder a mi deshabill. Dejarabiertas de par en par las cortinas de mi recmara. Las

    luces estarn prendidas con sabidura, recato e insi-nuacin parejas, te lo aseguro.Asiste a la cita. No puedo ofrecerte ms por el

    momento.

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    Andino Almazn

    a Presidente Lorenzo Tern

    Seor Presidente, si alguien se ve afectado por lasrecientes restricciones a la comunicacin soy yo, su se-guro servidor. Sabe usted que mi costumbre inveteradaha sido la de consignar por escrito mis recomendaciones.Opiniones, las llaman algunos miembros de su Gabine-

    te, mis colegas, como si la ciencia econmica fuese materiade mera opinin. Dogmas, las llaman mis enemigos den-tro del propio Gabinete, muestras de la insufrible certezapontificia del secretario de Hacienda, Andino Almaznsu leal servidor, seor Presidente. Pero es una ley undogma? Es dogmtica la manzana que le cae en la cabe-za a Newton, revelndole la ley de la gravedad? Es unamera opinin de Einstein establecer que la energa esigual a la masa por la velocidad de la luz en el vaco ele-vada al cuadrado?

    De la misma suerte, no es una ocurrencia ma, seorPresidente, que los precios determinen el volumen delos recursos empleados o que las ganancias dependan

    del flujo monetario o que la productividad de un em-pleado determine el lmite de su demanda en el mercadode trabajo. Pero usted ya conoce eso que mis enemigos

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    quiero decir, mis colegas llaman mi cantinela ysin embargo, seor Presidente, hoy ms que nunca, dadauna situacin que nos castiga y que usted ha decidido,

    sin duda sabiamente, abordar con medidas populistas(que sus crticos, se lo advierto, llamarn meros desplan-tes y sus amigos, como yo, concesiones tcticas), hoyms que nunca, digo, yo le reitero mi Evangelio para lasalud econmica del pas.

    Primero, evite la inflacin. No permita que se pon-

    gan a funcionar las maquinitas de billetes so pretexto deemergencia nacional. Segundo, aumente los impuestospara sufragar la emergencia sin sacrificar los servicios.Tercero, mantenga bajos los salarios en nombre de laemergencia misma: ms trabajo pero menos sueldo es, sias lo sabe presentar usted, la frmula patritica. Y por

    ltimo, precios fijos. No tolere, castigue severamente aquien se atreva, en situacin de emergencia, a aumentarprecios.

    Una vez me dijo usted que la economa nunca hadetenido a la historia y quiz tenga razn. Pero que laeconoma hace historia (si no la historia) es igualmentecierto. Usted ha decidido adoptar dos polticas que leaseguran apoyo popular (por cunto tiempo?) y conflic-to internacional (con la nica gran potencia mundial).En cuanto al apoyo popular, vuelvo a preguntarle, porcunto tiempo? En cuanto a la tensin internacional,pues para que vea que no soy tan dogmtico como pro-claman mis enemigos, no voy a decirle que durar ms

    que el fugaz apoyo patritico que siempre nos ser dado sinos enfrentamos a los gringos, sin calcular las consecuen-cias. Pondr la otra mejilla y le dir, seor Presidente,

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    bajo pena de cinismo, que Mxico y la Amrica Latinaslo avanzan si se dedican a crear problemas.

    La importancia de Mxico y de Latinoamrica es que

    no sabemos administrar nuestras finanzas. En consecuen-cia, somos importantes porque les creamos problemas alos dems.

    Espero con impaciencia su informe al Congresomaana y quedo, como siempre, a sus rdenes.

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    Nicols Valdivia

    a Mara del Rosario Galvn

    No s qu admirar ms, seora, si su belleza o sucrueldad. La belleza slo tiene un nombre y no hay sin-nimo que valga. Con qu puedo comparar lo incompa-rable? No me juzgue usted inocente ni ciego. He visto amuchas (demasiadas?) mujeres desnudas. Y sin embar-

    go, vindola a usted, por primera vez vi de verdad a unahembra plenamente despojada de ropa.No me refiero slo a su belleza, seora de eso

    tendr tiempo de hablar, sino a la totalidad obscena desu desnudez. Tampoco quiero jugar con las palabras (us-ted me atribuye ms inteligencia de la que mis aos acu-mulan apenas: una torrecilla corta de referencias cultas),pero cuando digo que su desnudez es obscena, fuera deescena, incomparable e invisible, inimaginable si no apa-reciesefuera del escenario de su mi habitual existen-cia, de su nuestra vida cotidiana, de la manera comousted se viste y se muestra en el mundo, desnuda, fueradel escenario, obscena y de mal augurio, repito, es usted

    otra, la misma, me entiende?, pero transfigurada, comosi al despojarse de la ropa anticipase usted, seora, unahermosura final, la de una muerte eternamente viva.

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    Una adorable paradoja. Como la estoy viendo, as sersiempre, incluso en la muerte.

    No, permtame corregirme. Deb decir Hasta en lamuerte o Slo en la muerte. Intua en usted desde que laconoc el placer exaltado, la sensualidad mayor de mi vi-da, en nada comparable a mi experiencia ni a mi imagi-nacin anteriores. El premio inmerecido de verla desdeun bosque mientras, en el nico cuadro iluminado de lacasa, se despojaba usted del vestido negro de coctel y en-

    seguida, con los brazos retrados hasta la espalda, desa-brochaba el brassiere negro tambin con un movimientosombro y audaz para desenganchar el sostn y en segui-da, cupo de las copas, pker de copas, retirar la partefrontal del sostn y liberar los senos con una doble cariciapara quedar slo con las pantimedias negras tambin, re-

    tiradas cuando se sent al borde de un lecho que imaginoperdn demasiado fro, solitario, absurdo, irguin-dose en seguida, usted, seora ma, con todo el esplendorde su madurez sexual, blanca toda, rosada dos veces, ne-gra una sola, dndome la cara y enseguida la espalda paraadmirar las nalgas de la Venus calipgea, la Venus admi-rada hasta hundirse en la tierra con glteos temblorososy lograr lo que me dijo el otro da: la visin del placerque debo conquistar a un precio me ro de m mismo,seora acaso inalcanzable.

    S, no me hara falta nada ms. Guardara para msolo el obsequio que usted se dign hacerme, Mara delRosario, porque me dije:

    Es slo para m. Esta escena de medianoche, desdela nica estancia iluminada en una casa escondida en me-dio de un bosque de pinos, ella me la ofrece a m...

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    Por qu, seora, por qu crueldad infinita, por quresabio del mal, me oblig usted a compartir la visinque juzgu incomparablemente ma, con otro mirn,

    otro voyeurcomo yo, apostado unos cuantos metros msadelante de m, descubierto por un crujir de ramas, im-perceptible normalmente, pero estruendoso para mi fi-nsimo odo enamorado? Por qu, seora? Por qu eseintruso en una visin que crea slo ma, o slo de noso-tros dos, usted y yo solos?

    Quin era el segundo voyeur? Era slo un azarosointruso? Conoce sus costumbres, mi ama? Acudi, comoyo, a su cruel cita perdneme el insulto de cortesanaprofesional, de puta de lujo? Puede decirme la verdad?Puede salvarme, al menos, de la sucia y triste condicinde mirn, de enfermo psquico, de amante burlado?

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