la restauración (historia del arte)

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LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN (1875-1902) Tras fracasar el intento de construir un Estado democrático, España inició en 1875 una nueva etapa histórica en la que acabará por consolidarse el sistema demo- liberal. Esta etapa se conoce como la Restauración, término que hace referencia a la vuelta al trono de la dinastía borbónica, expulsada por la revolución de septiembre de 1868 y restablecida en la persona de Alfonso XII. Sin embargo, la Restauración fue algo más que el regreso de la dinastía. Trajo consigo la tentativa de consolidar un sistema oligárquico, con reglas compartidas, que superase la falta de alternancia y el recurso sistemático al pronunciamiento militar de la época isabelina. Para ello el régimen político, llamado también sistema canovista por su inspirador e ideólogo, Antonio Cánovas del Castillo, descansaba en cuatro pilares: el rey, las Cortes, la Constitución y el turno de partidos. Cronológicamente la Restauración abarca desde 1875 a 1931, aunque algunos historiadores consideran que finaliza propiamente en 1923, con el golpe de Estado de Primo de Rivera, que suspende el régimen constitucional. El período corresponde, por tanto, al reinado de Alfonso XII (1875-1885), la Regencia de María Cristina (1885-1902) y el reinado de Alfonso XIII (1902-1931), pero se suele dividir en dos fases separadas por el año 1898, fecha de la pérdida de las últimas colonias de Ultramar, que inicia la descomposición del régimen, que se materializará en el reinado de Alfonso XIII. En contraste con el resto del siglo XIX, la primera fase de la Restauración (1876- 1898) es un período de pacificación militar e ideológica, con una estabilidad propiciada por la nueva Constitución de 1876 y la alternancia pacífica en el poder de dos partidos. Durante esta época el Estado creó una gran parte de sus estructuras administrativas y legales modernas. Pero bajo este aparente equilibrio político, basado en elecciones fraudulentas y el falseamiento de la voluntad popular, ya se fraguaban los fenómenos que aparecerían con fuerza en la segunda fase de la Restauración (1898-1931): la emergencia política y social de las organizaciones obreras, el republicanismo de las clases medias urbanas y el ascenso de los nacionalismos, sobre todo el catalán y el vasco. PRIMERA PARTE: EL SISTEMA POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN Orígenes de la Restauración El fracaso político del Sexenio Democrático preparó el ambiente para el restablecimiento de la Monarquía de los Borbones. Esto iba a ser posible por la fragilidad e incapacidad de la Primera República para resolver la revolución colonial, la cantonalista y la guerra carlista y por la pasividad y debilidad de toda la oposición social al proceso restaurador, pues ni los obreros ni los campesinos se sentían ya identificados con la política del Sexenio, que había frustrado sus esperanzas. A ello se unía el apoyo a la solución monárquica de las élites económicas y de los sectores más poderosos de la sociedad y que buscaban el orden y la estabilidad (la vieja nobleza, los

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La Restauración (Historia del arte)

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  • LA ESPAA DE LA RESTAURACIN (1875-1902) Tras fracasar el intento de construir un Estado democrtico, Espaa inici en

    1875 una nueva etapa histrica en la que acabar por consolidarse el sistema demo-liberal. Esta etapa se conoce como la Restauracin, trmino que hace referencia a la vuelta al trono de la dinasta borbnica, expulsada por la revolucin de septiembre de 1868 y restablecida en la persona de Alfonso XII.

    Sin embargo, la Restauracin fue algo ms que el regreso de la dinasta. Trajo consigo la tentativa de consolidar un sistema oligrquico, con reglas compartidas, que superase la falta de alternancia y el recurso sistemtico al pronunciamiento militar de la poca isabelina. Para ello el rgimen poltico, llamado tambin sistema canovista por su inspirador e idelogo, Antonio Cnovas del Castillo, descansaba en cuatro pilares: el rey, las Cortes, la Constitucin y el turno de partidos.

    Cronolgicamente la Restauracin abarca desde 1875 a 1931, aunque algunos historiadores consideran que finaliza propiamente en 1923, con el golpe de Estado de Primo de Rivera, que suspende el rgimen constitucional. El perodo corresponde, por tanto, al reinado de Alfonso XII (1875-1885), la Regencia de Mara Cristina (1885-1902) y el reinado de Alfonso XIII (1902-1931), pero se suele dividir en dos fases separadas por el ao 1898, fecha de la prdida de las ltimas colonias de Ultramar, que inicia la descomposicin del rgimen, que se materializar en el reinado de Alfonso XIII.

    En contraste con el resto del siglo XIX, la primera fase de la Restauracin (1876-1898) es un perodo de pacificacin militar e ideolgica, con una estabilidad propiciada por la nueva Constitucin de 1876 y la alternancia pacfica en el poder de dos partidos. Durante esta poca el Estado cre una gran parte de sus estructuras administrativas y legales modernas.

    Pero bajo este aparente equilibrio poltico, basado en elecciones fraudulentas y el falseamiento de la voluntad popular, ya se fraguaban los fenmenos que apareceran con fuerza en la segunda fase de la Restauracin (1898-1931): la emergencia poltica y social de las organizaciones obreras, el republicanismo de las clases medias urbanas y el ascenso de los nacionalismos, sobre todo el cataln y el vasco.

    PRIMERA PARTE: EL SISTEMA POLTICO DE LA RESTAURACIN

    Orgenes de la Restauracin

    El fracaso poltico del Sexenio Democrtico prepar el ambiente para el restablecimiento de la Monarqua de los Borbones. Esto iba a ser posible por la fragilidad e incapacidad de la Primera Repblica para resolver la revolucin colonial, la cantonalista y la guerra carlista y por la pasividad y debilidad de toda la oposicin social al proceso restaurador, pues ni los obreros ni los campesinos se sentan ya identificados con la poltica del Sexenio, que haba frustrado sus esperanzas. A ello se una el apoyo a la solucin monrquica de las lites econmicas y de los sectores ms poderosos de la sociedad y que buscaban el orden y la estabilidad (la vieja nobleza, los

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    financieros, la burguesa industrial y comercial, los grandes propietarios de tierras, los plantadores cubanos, las altas jerarquas del Ejrcito, la Iglesia catlica y la Administracin). Todos ellos apoyaron sin reservas la causa alfonsina.

    El golpe de Pava, en enero de 1874, haba disuelto las Cortes republicanas y

    dado paso a un Gobierno, presidido por Serrano y dominado por los viejos polticos progresistas, moderados y radicales. Aunque formalmente el rgimen republicano segua en vigor, se trataba en realidad de un rgimen militar en el que Serrano, titulado presidente del Poder Ejecutivo, gobernaba de forma dictatorial. La poltica se mova entre dos alternativas: una consista en consolidar una Repblica unitaria, que permitiera recuperar, desde posiciones moderadas, los principios de la revolucin de 1868. La otra posibilidad era preparar la restauracin de la Monarqua en la dinasta borbnica, proyecto auspiciado por los alfonsinos de Cnovas del Castillo desde varios aos antes y que a la postre fue la alternativa triunfante.

    La preparacin poltica e ideolgica de la restauracin monrquica en la persona del prncipe Alfonso, hijo de la depuesta Isabel II, se aceler a finales de 1874. La propaganda a favor de la dinasta borbnica, hbilmente dirigida por Cnovas, haba calado en el seno del Ejrcito, y en los sectores ms influyentes de la clase dirigente, pero tambin entre las clases medias urbanas, que vieron a la Monarqua como la nica alternativa posible para salir del caos.

    Don Alfonso se haba exiliado en Francia junto a su madre siendo un nio de tan slo 11 aos. Recibi una educacin acadmica y militar en Pars, Viena y Ginebra y a finales de 1874, ya con 17 aos, se encontraba completando sus estudios en la academia militar britnica de Sandhurst. Frente a los fracasos de Amadeo I y la Primera Repblica y el antiliberalismo de los carlistas, los alfonsinos presentaban a Alfonso de Borbn como el candidato ideal al trono de Espaa ya que supona la continuidad histrica de la Monarqua, se manifestaba partidario de un liberalismo moderado, y, debido a su edad, no se le poda acusar de ninguno de los males polticos del reinado de su madre Isabel II.

    El 1 de diciembre de 1874 don Alfonso firmaba el Manifiesto de Sandhurst, publicado en diversos peridicos europeos y cuya redaccin se atribuye a Cnovas, en el que el futuro rey expona su programa. En l se declara espaol, catlico y liberal, y considera la Monarqua hereditaria, constitucional y parlamentaria, la nica solucin a la inestabilidad poltica de los aos precedentes. Sobre los supuestos de orden, patriotismo, confesionalidad y liberalismo doctrinario, habra de erigirse el rgimen de la Restauracin, que garantizaba una Monarqua dialogante, liberal y constitucional, y la voluntad de integrar en su nuevo rgimen buena parte de los progresos polticos recogidos en el Sexenio.

    Cnovas preparaba as la vuelta de la Monarqua de manera pacfica y sin intervencin militar. Pero el general Martnez Campos se adelant y se pronunci el 29 de diciembre en Sagunto a favor de Alfonso XII. El Gobierno no opuso resistencia y, ante los hechos consumados, Cnovas formo un Gabinete de regencia y comunic a Alfonso XII su proclamacin como rey. El ideario poltico de Cnovas del Castillo

    Todos los historiadores coinciden en que el artfice fundamental de la Restauracin fue Cnovas del Castillo. Jefe del partido alfonsino desde 1873, l fue

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    quien dise toda la estrategia para devolver a los Borbones la Corona y, una vez conseguido su objetivo, organizar el nuevo sistema poltico: uno de sus contemporneos aseguraba que decir Restauracin es tanto como decir canovismo. Conviene conocer, por tanto, cules fueron sus preocupaciones principales.

    Cnovas no era un terico, o un filsofo de la poltica, pero sobre las cuestiones fundamentales relativas a la nacin y el Estado desarroll una serie de ideas medulares, fruto de la reflexin, del estudio y de su propia experiencia, ideas a las que, no obstante su capacidad de adaptacin y de compromiso, se atuvo a lo largo de toda su vida poltica.

    Era un buen conocedor de la historia espaola (especialmente de la poca de los Austrias y de la decadencia, sobre la que escribi varios libros), lo cual le proporcion una visin que justificaba su defensa del sistema monrquico. Por otro lado haba vivido una parte importante de las convulsiones del siglo XIX (naci en 1828, cuando estaba a punto de concluir el Antiguo Rgimen), y esta experiencia influy decisivamente en sus planteamientos polticos. Su participacin en pronunciamientos (fue el redactor del Manifiesto de Manzanares) le evidenci los males del caudillismo militar y procur evitarlos. Posteriormente fue ministro por la Unin Liberal y, si bien era opuesto al exclusivismo del partido moderado, tampoco era un entusiasta de las libertades reconocidas en el Sexenio. Nunca fue un demcrata, pues pensaba que las estructuras sociales del pas no permitan asumir un rgimen verdaderamente democrtico.

    Cnovas haba llegado a la conclusin de que la nica salida a la agitada poltica espaola del XIX, salpicada de pronunciamientos y revoluciones, era articular un sistema poltico en que la oposicin pudiera ocupar el poder por vas pacficas. El rgimen isabelino haba fracasado rotundamente al no lograr una convivencia pacfica entre las distintas corrientes liberales y no haber establecido una frmula eficaz de gobernabilidad: el monopolio del poder por parte de los moderados haba llevado a los excluidos a recurrir al pronunciamiento como nica va posible de acceso al poder. Las consecuencias haban sido la militarizacin de la vida poltica y la politizacin del Ejrcito y, finalmente, el destronamiento de Isabel II. Tras el fracaso de los distintos sistemas polticos experimentados durante el Sexenio, era preciso continuar la historia de Espaa y salvar a las instituciones liberales de la amenaza que suponan el carlismo y, sobre todo, la dictadura militar, que podra surgir en cualquier momento con la excusa de defender el orden social amenazado.

    Lo fundamental era llegar a un consenso entre los partidos liberales y establecer unos principios bsicos sobre los que asentar la convivencia pacfica. Por ello el nuevo marco constitucional deba fundamentarse en un sistema eclctico que fuese igualmente vlido para los antiguos moderados, unionistas, progresistas y demcratas, con la sola condicin de que aceptaran la Monarqua y la alternancia en el Gobierno. La respuesta estaba en lo que Cnovas llamaba la constitucin interna de la nacin. Segn este planteamiento, existe una constitucin interna, determinada por la historia de un pueblo y anterior a los textos escritos, que debe servir de fundamento a la Constitucin escrita. En Espaa esta constitucin interna revela la existencia de dos instituciones histricas bsicas: la Monarqua y las Cortes, instituciones que no slo son anteriores a la Constitucin escrita, sino que son irreformables e indiscutibles y por eso en torno a ellas deba constituirse el orden poltico.

    El sistema deba asentar firmemente la Monarqua como forma de Estado, fuera de toda discusin y por encima de las leyes e incluso de la Constitucin. Segn

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    Cnovas, la Monarqua era consustancial a la historia de Espaa y deba recuperar el prestigio perdido durante el reinado de Isabel II. Pensaba en una Monarqua que compartiera la soberana con las Cortes, que dispusiera de amplias competencias y que desempeara un papel protagonista en la vida poltica.

    Pero Monarqua y Cortes ya haban existido durante el perodo isabelino, sin ningn resultado prctico. Era necesario aadir algo ms, y esto (de acuerdo con la experiencia negativa de aquel reinado) consista en dos cuestiones estrechamente relacionadas: la existencia de una Constitucin que fuera duradera y en la que estuvieran de acuerdo todos los partidos que aceptaran la Monarqua, y la alternancia de dichos partidos en el Gobierno y as acabar con el pronunciamiento como va para la toma del poder.

    La alternancia, por otra parte, no se poda basar en la voluntad del cuerpo electoral, que en Espaa no tena independencia ni voz propia, sino en la decisin del monarca, convertido en rbitro supremo de la vida poltica. La Corona quedaba as constituida no slo en la representacin mxima de la soberana sino en la pieza clave de su ejercicio.

    Lo que pretenda Cnovas era civilizar la poltica, excluyendo de ella a los militares, mediante la sustitucin del pronunciamiento por el acuerdo entre los partidos para alternarse en el poder. El Ejrcito deba volver a los cuarteles, cumplir su misin constitucional y los generales abandonar la vida poltica. Para ello era igualmente decisivo el papel encomendado a Alfonso XII: el rey no sera en adelante solamente la clave del mecanismo poltico-constitucional, sino tambin un efectivo jefe supremo del Ejrcito, (el rey-soldado), con lo que quedaba asegurada la sumisin de los altos mandos militares, permitiendo edificar un sistema poltico exclusivamente civil, ajeno a la actuacin del Ejrcito. Bases sociales del rgimen de la Restauracin

    El rgimen de la Restauracin iba a tener un marcado tinte conservador, tanto en el terreno de la poltica como, sobre todo, en materia social y econmica. Las razones de ese conservadurismo estn en la misma raz de la Restauracin, puesto que, como seala el profesor Jover Zamora, tres fueron los motores del cambio: los monrquicos alfonsinos, el mundo de los negocios y de los grandes intereses econmicos y los mandos militares.

    Como hemos visto ms arriba, a raz de los agitados aos del Sexenio, las clases dirigentes acabaron unindose en torno al partido alfonsino. El mundo de los negocios (la burguesa en sentido estricto y, en especial, la catalana) reclamaba disciplina y tranquilidad a favor de sus propios intereses, los cuales se vean amenazados adems por la poltica librecambista; los plantadores de Cuba teman los planes abolicionistas y autonomistas de la Repblica; y los grandes propietarios de tierras deseaban seguridad, orden y un Gobierno enrgico que protegiera sus tierras.

    En cuanto a los mandos y oficiales del Ejrcito, opinaban que la revolucin haba sobrepasado lo aceptable. Cuando vio el desorden que imperaba en las calles y que los federalistas y cantonalistas cuestionaban la unidad nacional, el Ejrcito abandon su tradicional postura progresista. El Manifiesto de Sandhurst presentaba aquellos elementos de la ideologa poltica de los militares que se haban consolidado a lo largo del siglo: monarquismo y liberalismo. Un monarquismo no absolutista y un liberalismo compatible con la disciplina, con el mantenimiento del orden y con los elementos de la

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    ideologa nobiliaria, presentes en la mentalidad de los generales que hicieron carrera en la poca isabelina. Durante la Restauracin el Ejrcito se refugia en el apoliticismo. Buscar la defensa del Estado, centrndose en la unidad nacional y el orden pblico. A cambio Cnovas respetar la autonoma del Ejrcito, y reservar cargos en el Senado para los altos mandos.

    Todos estos grupos comprendan que no se poda repetir el esquema isabelino, y que eran precisos cambios en las formas para que en el fondo el sistema poltico siguiera garantizando el mantenimiento del orden social. Pero esa visin de la poltica era compartida tambin en las ciudades y en el campo por las clases medias, que haban apoyado la revolucin del 68, pero que ahora identificaban los aos del Sexenio con la crisis econmica, la anarqua y el miedo a las revueltas y los movimientos obreros. La experiencia republicana haba aterrorizado a la burguesa que la haba apoyado y la lanz a los brazos de las clases conservadoras. Por eso, aunque esas clases no participaron de hecho en la vida poltica, el nuevo rgimen goz de un amplio respaldo entre estos grupos.

    A estos grupos se una la Iglesia catlica, que desde la poca isabelina vena siendo depositaria de la tradicin ideolgica contrarrevolucionaria (antiliberal, antidemocrtica y antisocialista). Durante el Sexenio la Iglesia se haba visto amenazada por un proceso que destrua el orden tradicional con el que se identificaba, lo cual hizo reflexionar a los pensadores catlicos acerca de la necesidad de revisar sus principios y adaptarse a los nuevos tiempos, frente a la postura intransigente que representaba el carlismo, condenado al fracaso.

    Cnovas supo desligar hbilmente a la alta jerarqua eclesistica de su apoyo al carlismo, garantizndole que el liberalismo era un concepto muerto en lo que se refera a las relaciones Iglesia-Estado y concediendo a la Iglesia un tratamiento preferente en los diferentes niveles de la educacin. As, la mayor parte de la jerarqua eclesistica se adaptar a la nueva situacin, dar la espalda al carlismo y aprovechar el inters de las fuerzas econmicas burguesas que necesitan el apoyo de la Iglesia para restablecer el orden perturbado por la presin de las fuerzas obreras emergentes.

    As pues, la Iglesia evolucion desde el descontento inicial, producido por la aprobacin de la libertad de cultos, hasta el total apoyo al sistema: sobre todo cuando Cnovas realiza concesiones como el establecimiento de la confesionalidad del Estado, el reconocimiento de privilegios y derechos especiales. La incorporacin de la Iglesia y la fuerza doctrinal del catolicismo se dejarn sentir en la legislacin del nuevo Estado.

    Otros grupos rechazaron claramente la Restauracin, o la aceptaron con sumisin (como fue el caso de la mayora del mundo rural, predominante en esa poca). Entre los grupos que no vieron con agrado el sistema estaban los intelectuales: como Giner de los Ros, Azcrate, Castelar, Urbano, Gonzlez Serrano y otros que haban militado entre las fuerzas republicanas del Sexenio. Tambin una parte de la pequea burguesa, que fue la gran protagonista de la Revolucin de 1868 y del Sexenio mantuvo una postura crtica. Y en cuanto a las clases populares y trabajadoras, aplastado el levantamiento cantonal y puesta fuera de la ley la Internacional, qued controlada toda posible oposicin republicana de base popular a la restauracin borbnica. El proletariado urbano, poco numeroso an y con duras condiciones de vida, cuestionaba no slo el sistema, sino el propio orden social a travs del socialismo y del anarquismo que por entonces comenzaron a propagarse.

    La elevada abstencin, ya desde las primeras elecciones, era el resultado de la aceptacin tcita del nuevo rumbo y del cansancio del pas tras el fracaso de los

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    diferentes ensayos en los aos anteriores. Un cansancio que, unido a la represin y a la restriccin de las libertades, explica tambin la desmovilizacin de las asociaciones obreras y de los campesinos en la segunda mitad de los aos setenta. Los partidos dinsticos. El turno pacfico

    La prctica del turno fue uno de los rasgos esenciales del rgimen de la Restauracin. Como hemos visto, el funcionamiento del rgimen, tal como Cnovas lo prevea, se basaba en la existencia de unos partidos de talante liberal, que no cuestionaran la Monarqua restaurada (de ah que se les conozca como los partidos dinsticos, fieles a la dinasta borbnica en su rama alfonsina) y que aceptaran las reglas establecidas en la Constitucin.

    En el proyecto canovista lo ideal era que hubiese dos partidos: uno conservador y otro liberal que le diese rplica, segn el modelo del bipartidismo britnico. Ambos deban aceptar turnarse pacficamente, cediendo el poder cuando perdieran la confianza regia y parlamentaria, y respetando la obra legislativa de sus antecesores. A este sistema se le conoci como turnismo.

    El objetivo fundamental era evitar que uno de los partidos monopolizara el poder y que el partido excluido se viera en la tentacin de recurrir al pronunciamiento militar. Un segundo objetivo, derivado del primero, era asegurar la estabilidad del sistema poltico y evitar que los partidos ajenos al rgimen (republicanos y carlistas) pudieran hacerse con el poder. En tercer lugar, se persegua mantener el orden socioeconmico en manos de las clases dominantes.

    De este planteamiento surgen los dos partidos dinsticos o del turno:

    El Partido Conservador (oficialmente Partido Liberal-Conservador) fue el primero de los dos que se constituy y su jefe era el propio Cnovas. Estaba compuesto por personalidades procedentes de la Unin Liberal y del moderantismo e incluso de grupos cercanos al tradicionalismo, pero que aceptaban la legitimidad alfonsina, como la Unin Catlica de Alejandro Pidal. Representaba los intereses de la alta burguesa terrateniente, el alto funcionariado militar o civil y la nobleza, fundamentalmente del Sur. Su programa se basaba en la defensa del orden social, de la Monarqua y de la propiedad. A la muerte de Cnovas, el partido tuvo dificultades para encontrar su relevo, y comenzaron divisiones internas en torno a figuras emblemticas del partido: Silvela, Maura, Dato...

    El Partido Liberal (Partido Liberal Fusionista), no se configur definitivamente hasta 1880, ya que las facciones que lo iban a componer estaban desorganizadas tras el fracaso del Sexenio. Mucho ms heterogneo en su formacin y con diversas tendencias, en el Partido Liberal, cuyo jefe indiscutido fue Prxedes Mateo Sagasta, se fueron dando cita los diferentes partidos monrquicos del Sexenio: antiguos progresistas, el ala izquierda de la Unin Liberal, constitucionalistas, demcratas, radicales...; en su poltica de atraccin hacia la izquierda absorbieron a finales del XIX a los republicanos posibilistas de Emilio Castelar. Su programa era de orientacin ms liberal, consistente en desarrollar los derechos de la Constitucin de 1869 y adems era ms avanzado que los conservadores en cuestiones sociales.

    Al igual que ocurri con los conservadores, la muerte de Sagasta supuso la divisin interna de las diferentes facciones del Partido Liberal. A ello se sum el hecho

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    de que en el cambio de siglo su programa poltico estaba ya agotado, por lo que se fueron desarrollando nuevos rasgos en su identidad, como el anticlericalismo.

    Ambos partidos posean una mnima estructura organizativa y casi todas las

    actividades polticas se realizaban a torno a los crculos. No se trataba de partidos modernos de masas, tal como los conocemos hoy, con sus sedes, agrupaciones y afiliados. Eran partidos de notables, es decir, la reunin de varios lderes polticos con sus respectivas clientelas, sus rganos de prensa y sus apoyos locales. Cada uno de estos polticos lideraba una faccin. La cohesin del partido no dependa tanto de la unidad y disciplina interna del grupo como de la influencia y relaciones personales del lder principal, que tena la capacidad de mantener unidas a las distintas facciones del partido y repartir los beneficios del poder equilibradamente entre ellas. Si un partido perda la unidad interna mientras estaba gobernando, el rey poda retirarle la confianza y llamar a la oposicin para que formara nuevo Gobierno. Por eso era necesario que el lder del partido fuera una figura con el carisma suficiente como para aglutinar en su torno a todas las facciones; durante el ltimo cuarto de siglo Cnovas y Sagasta fueron los lderes indiscutidos de sus respectivos partidos.

    La posibilidad real de obtener el poder tambin contribua a mantener unido al partido y por ello el otro factor de cohesin en los partidos no eran las ideas, sino el control de la influencia oficial y del presupuesto. Disfrutar de ambos de vez en cuando era imprescindible para que los partidos pudieran subsistir. Y ello por dos razones principales: porque los partidos, aprovechando la escasa profesionalizacin de la burocracia estatal, alimentaban su escasa militancia con empleos pblicos (una de las formas ms importantes de promocin social) y porque satisfacan a sus votantes, tambin escasos, con los beneficios que se derivaban de la distribucin del presupuesto.

    Por lo dems no haba muchas diferencias sociales entre los dos partidos dinsticos, ya que ambos representaban a una oligarqua formada por grupos nobiliarios, terratenientes, altos funcionarios y grupos burgueses. La procedencia de los hombres que se dedicaban a la poltica profesional era diversa, pero abundaban los abogados (Cnovas, Alonso Martnez, Gamazo, Maura), profesores de prestigio (Moret, Posada Herrera, Azcrate, Salmern), terratenientes (Pidal y Mon, Romanones), banqueros (Fernndez Villaverde) o con intereses cubanos (Romero Robledo). El transfuguismo fue muy habitual: Posada Herrera, Romero Robledo y Martnez Campos, por ejemplo, bailaron de un partido a otro.

    En el terreno de la accin poltica hay tambin enormes parecidos y unos y otros aceptaron lo que haba legislado el otro partido cuando le toc estar en el Gobierno, dentro del espritu de transaccin y pacto que preside la Restauracin. En poltica internacional defendieron los mismos intereses en Cuba y Marruecos y frente al naciente problema de los nacionalismos cataln y vasco, ambos se mostraron centralistas.

    En cuanto a la poltica econmica, aplicaron las mismas medidas librecambistas primero y proteccionistas ms tarde. Igualmente, los dos partidos tuvieron escasa o nula preocupacin por el progreso en la agricultura y muy poca sensibilidad ante el crecimiento industrial.

    Conservadores y liberales se iban turnando en el poder: a cada mandato de un partido le suceda un gobierno del otro (de Cnovas a Sagasta y de Sagasta a

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    Cnovas). Cuando un partido experimentaba el desgaste en su gestin, o sencillamente cuando los lderes polticos consideraban necesario un relevo en el poder, se daba paso al partido situado hasta entonces en la oposicin.

    Pero la estabilidad del sistema poltico, que se tradujo en la larga duracin del rgimen, se hizo a costa de la marginacin de las fuerzas opuestas al mismo (los carlistas y los republicanos seguan contando con un notable apoyo popular) y la vida poltica estuvo carcomida por el caciquismo, asumido por los polticos dinsticos como el precio a pagar para conseguir la estabilidad poltica y la tranquilidad social. La Constitucin de 1876

    El marco poltico-institucional de la Restauracin tuvo su formulacin legal en la Constitucin de 1876, que estuvo en vigor hasta 1931, salvo el perodo de la Dictadura de Primo de Rivera, en que permaneci suspendida.

    La gestacin de la Constitucin se inicia en 1875 al margen de las Cortes. Una Asamblea de Notables, antiguos senadores y diputados de diversas tendencias conservadoras y liberales, se encarg de la elaboracin del borrador. El anteproyecto del texto fue preparado por una comisin presidida por Manuel Alonso Martnez, aunque el verdadero inspirador de la Constitucin fue Cnovas. El texto final fue aprobado por unas Cortes Constituyentes elegidas por sufragio universal, tal como estableca la Constitucin de 1869, pero las elecciones fueron manipuladas desde el Ministerio de la Gobernacin para asegurar una amplia mayora a los candidatos canovistas, inaugurando as lo que sera la prctica electoral tpica de la Restauracin.

    La Constitucin se promulg el 30 de junio de 1876 y consta de 89 artculos, distribuidos en 13 ttulos. Se trata de una Constitucin de marcado carcter conservador en la que se reflejan los principios del liberalismo doctrinario, especialmente el de la soberana compartida de las Cortes con el rey, es decir, no hay un reconocimiento total de la soberana popular. Sin embargo, se recogieron tambin derechos individuales de la Constitucin de 1869, pues Cnovas comprenda que no era posible volver a los aos anteriores a la revolucin del 68 como si nada hubiera pasado; la Monarqua de Alfonso XII no poda basarse en la antigua constitucin moderada y deba incorporar algunos de los principios polticos y libertades reconocidos en los aos del Sexenio. En cualquier caso se procur redactarla con cierta ambigedad, de forma que posteriormente se poda legislar en sentido restrictivo o en sentido expansivo. Muchos artculos hacen referencia a que su contenido se desarrollar en leyes posteriores.

    Los principales aspectos son los siguientes: Afirmacin del principio de la soberana compartida: la potestad de hacer las

    leyes reside en las Cortes y el Rey. Como sealan Jordi Sol Tura y Eliseo Aja, los conceptos de constitucin interna y soberana compartida por el rey y las Cortes supriman la base de las conquistas democrticas de 1869. Pero para evitar que la nueva Monarqua tuviera menor legitimidad que los regmenes anteriores, Cnovas, como hemos visto, acept que las primera elecciones se realizaran por sufragio universal masculino, a sabiendas que los controles gubernamentales aseguraban el triunfo de sus candidatos.

    La declaracin de derechos y deberes recoge casi todas las conquistas de 1869, pero, como en 1845, su concrecin se remite a las leyes ordinarias y stas, en su mayora, tendieron a restringirlos, especialmente los derechos de imprenta, expresin,

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    asociacin y reunin. Hasta 1881 perdura la distincin entre partidos legales e ilegales (todos aquellos que no aceptan expresamente la Monarqua quedan excluidos de la vida poltica). La ley de imprenta de 1879; la de reuniones de 1880; la reforma del Cdigo penal, las leyes sobre administracin provincial y municipal sirven al mismo objetivo de restringir las libertades y facilitar el control del Gobierno sobre las actividades pblicas. Hasta 1887 no se regul el derecho de asociacin previsto por la Constitucin.

    El poder legislativo corresponde a las Cortes y el rey, ambos con iniciativa legal. La Corona tiene la potestad de sancionar las leyes, de vetar por una legislatura una ley y de disolver las cmaras.

    El poder ejecutivo lo ejerce la Corona a travs de sus ministros, que responden ante las Cortes. En comparacin con anteriores constituciones, el rey acrecienta sus atribuciones, pues ostenta la direccin del Ejrcito, participa en la funcin legislativa y ejerce todos los restantes poderes tradicionales: designa al jefe de Gobierno, veta la aprobacin de leyes, nombra senadores, disuelve las Cortes y otorga indultos.

    Establecimiento de unas Cortes bicamerales, compuestas por el Congreso de los Diputados y el Senado.

    El Congreso est formado por representantes nombrados a razn de uno cada cincuenta mil habitantes, durante cinco aos. Los diputados son elegidos por sufragio directo para cinco aos pero la Constitucin no fijaba el sistema de votacin, sino que ste fue regulado por la posterior ley electoral como sufragio censitario.

    El Senado est integrado por varios tipos de senadores: senadores por derecho propio (herederos del rey, grandes de Espaa, altos cargos del Ejrcito, la Iglesia y la Administracin); senadores de designacin real, que son vitalicios, como los anteriores, sin que entre ambas categoras puedan ser ms de 180, es decir el cincuenta por ciento del total; finalmente, senadores elegidos por las corporaciones y los mayores contribuyentes. Estos ltimos requieren, adems, unas condiciones econmicas importantes o el ejercicio de ciertos cargos polticos con anterioridad.

    Los ayuntamientos y diputaciones quedan bajo control gubernamental. El poder ejecutivo interviene en la eleccin de los alcaldes, mientras que los concejales son elegidos por los vecinos.

    La cuestin religiosa fue una vez ms objeto de polmica. Se resolvi mediante el reconocimiento de la confesionalidad catlica del Estado y la garanta del sostenimiento del culto y clero. A cambio, Cnovas se separ de las posiciones ms reaccionarias y permiti otros cultos diferentes del catlico, en tanto en cuanto respetaran la moral catlica y se restringieran al mbito privado.

    Desaparicin del sufragio universal masculino, conquistado en 1869. La Constitucin no lo prohbe, pero tampoco lo establece, de modo que hasta 1890 las elecciones se realizaron por sufragio censitario.

    La prctica poltica. Falseamiento electoral y caciquismo

    El lado ms negativo de la Restauracin fue la restriccin de la participacin ciudadana y la corrupcin electoral, porque para crear mayoras parlamentarias y garantizar su victoria electoral, cada grupo poltico proceda a la manipulacin de las elecciones y la manipulacin poltica se hizo posible por la existencia del caciquismo.

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    Por eso el rgimen de la Restauracin ha sido considerado, siguiendo la pionera interpretacin de Joaqun Costa (Oligarqua y caciquismo como la forma actual de gobierno en Espaa, publicado en 1901), como oligrquico, caciquil, corrupto e incapaz de aplicar las demandas democratizadoras de la sociedad de su poca. Ello fue as porque el soporte social del rgimen y de los partidos dinsticos fue la vieja oligarqua aristocrtica, latifundista y burguesa, que dirigi el sistema parlamentario arreglando las elecciones segn las necesidades de cada momento y atenindose al principio del turno pacfico.

    A diferencia del modelo britnico en el que se inspiraba el rgimen canovista, en Espaa los gobiernos no son fruto de la libre decisin de los electores expresada en las elecciones. El mecanismo era justamente el contrario, puesto que el sistema electoral de la Restauracin inverta los trminos propios de un autntico rgimen parlamentario, en el que primero se obtiene la mayora en las elecciones y despus se forma gobierno. En la prctica de la Restauracin, la minora parlamentaria era la encargada de gobernar cuando la mayora perda la confianza de un sector importante de la cmara o, en ltima instancia, del rey. La Corona nombraba al nuevo presidente del Gobierno, que era siempre el lder del partido hasta entonces en la oposicin, el cual disolva las Cortes y convocaba unas elecciones que invariablemente le daban la mayora parlamentaria con la que poder gobernar.

    Esto haca que el sistema de la Restauracin tuviera que descansar, como ya se ha apuntado, sobre el caciquismo y la manipulacin de los resultados electorales.

    En el falseamiento de las elecciones intervienen tres instancias: La minora poltica de Madrid, que forma parte de la oligarqua dirigente que

    detenta el poder, controlando el proceso desde el Ministerio de Gobernacin. El gobernador civil de cada provincia, que maneja a las autoridades locales y

    mesas electorales para lograr el resultado deseado. El cacique local, que controla directamente a los vecinos, a los que impone el

    voto. La manipulacin se organizaba desde el Ministerio de la Gobernacin, que

    fabricaba los resultados electorales desde el llamado encasillado. La frmula consista en elaborar una lista en la que figuraban aquellos candidatos que contaban con el visto bueno del Gobierno. Estos candidatos oficiales tenan prcticamente ganada la eleccin antes de que sta se realizara, gracias al pacto que haban tomado las cspides de los partidos del turno, negociando los candidatos que deban colocarse (encasillarse) en cada distrito. El gobernador de la provincia se encargaba de controlar a los electores, para que votaran al candidato designado desde Madrid y para ello dispona de una red de contactos con las autoridades locales (nombradas por dichos gobernadores) y de los caciques. En el ltimo escaln los caciques, de mbito provincial o municipal, presionan a los votantes para que los resultados electorales se ajusten a las expectativas del Gobierno.

    Si el proceso resultaba insuficiente para asegurar la eleccin del candidato designado se acuda al pucherazo, que consista en la aplicacin de fraudes de todo tipo. En origen el trmino se refera a la trampa realizada en el interior del colegio electoral en el momento del recuento, para falsear los resultados veraces y sustituirlos por otros ms satisfactorios a favor de un determinado candidato, pero con el tiempo los pucherazos incluan todas las fases del proceso: en la elaboracin del censo, ste se engrosaba con un gran nmero de difuntos o desconocidos; el da de las elecciones

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    algunos funcionarios subalternos se encargaban de hacer la rueda, votando en su nombre. En determinadas mesas se aadan votos a puados o se falsificaban los recuentos, aagaza que tambin era frecuente en las juntas electorales, encargadas de hacer el recuento global de las mesas. En ltimo extremo se recurra a la coaccin o la violencia, mediante la partida de la porra.

    Todas estas prcticas se apoyaban en un abstencionismo generalizado, de cerca del 80 % del censo, ya que se consideraba las elecciones como una farsa intil. El votante, sin inters por la poltica, no confiaba en los mecanismos democrticos ni en la neutralidad de una Administracin que senta compleja y avasalladora. Confiaba ms en sus caciques locales, de los que esperaba el favor como compensacin a la entrega del voto. La apata de la poblacin y el desencanto de las fuerzas de oposicin explican, en parte, esta tendencia. Por otra parte, la falsificacin sistemtica del voto se vea favorecida por el hecho de que casi el 75 % de la poblacin espaola era analfabeta.

    Hay que apuntar que la manipulacin de las elecciones no era algo propio de la Restauracin, pues a lo largo del siglo XIX se venan produciendo numerosas denuncias de delitos electorales y de coacciones sobre los votantes. Lo significativo es que junto con el caciquismo se convirtiera en la clave del funcionamiento del sistema. La falsificacin electoral permanente garantizaba la rotacin en el poder y era una realidad institucionalizada aceptada por el partido confinado a la oposicin, a la espera de que llegara su turno en el disfrute del poder, por lo que nadie denunciaba las irregularidades cometidas por el adversario. Incluso con la implantacin del sufragio universal masculino (1890) la manipulacin electoral, la fabricacin de las Cortes y el turno pacfico se vieron inalterados.

    Todo el entramado sustentaba un sistema no democrtico, aunque fuera de carcter representativo: se elega un parlamento, pero las prcticas caciquiles y el gran pacto entre los partidos dinsticos falseaban la voluntad popular, lo que ha permitido hablar de una democracia meramente formal, de liberalismo oligrquico o de un sistema parlamentario sin democracia.

    El papel predominante del caciquismo se explica adems por ser Espaa una

    sociedad esencialmente rural, ya que el caciquismo se basaba en las relaciones de dominacin clsicas del mundo agrario. A pesar de que el caciquismo fue normal tanto en los mbitos rurales como en los urbanos, la prctica caciquil resultaba ms eficaz en las reas rurales, apolticas y desmovilizadas, que en los grandes ncleos, donde la progresiva educacin poltica de los ciudadanos hace ms difcil el engao y la intimidacin, como se demostr en 1893 cuando los candidatos republicanos ganaron en muchas capitales de provincia. De hecho, todo el sistema se sustentaba cada vez ms en el voto rural de las regiones ms atrasadas, Galicia, Extremadura o Andaluca, donde los votos de un electorado analfabeto y agobiado por la pobreza podan falsificarse y manipularse con la mayor impunidad.

    Pero como se ha apuntado, el caciquismo no se reduce tan slo a la manipulacin electoral y hoy se le considera desde nuevas perspectivas, en las que se destaca la ligazn entre la oligarqua poltica, las fuerzas de la Administracin y los caciques locales. Visto as, el caciquismo de la Restauracin es la versin espaola de las relaciones de patronazgo, es decir, las relaciones entre el patrn y sus clientes, que reciben favores a cambio de fidelidad. El fenmeno del patronazgo se asocia sobre todo a regmenes polticos representativos, pero con una ciudadana poco desarrollada,

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    una sociedad de baja confianza y podo competitiva y, adems, con una cultura poltica basada en la deferencia y no en la igualdad, con un fuerte peso local.

    Estas relaciones de patronazgo no eran slo econmicas o de clase: las hubo familiares, de negocios, amistades o crculos de influencia social y se haban establecido ya desde el reinado de Isabel II y el Sexenio. El entramado de relaciones afectaba a todos los terrenos y en la vida poltica se plasmaba a travs del clientelismo, cuyos tres ejes eran, como hemos visto, los altos cargos en Madrid, los gobernadores civiles en las provincias y los caciques en los pueblos y ciudades. Estos tres grupos, cada uno en su mbito (estatal, provincial y local) concedan favores a cambio de votos y apoyo poltico.

    Cada partido se cimentaba en una red de relaciones y en clientes o amigos polticos que le prestaban apoyo a cambio de favores. Cuando el partido de turno llegaba al poder, reparta cargos, concesiones y privilegios a sus clientes. A menudo cada dirigente controlaba polticamente una comarca, a la que estaba vinculado por razones familiares o por tener en ella propiedades; cuando llegaban las elecciones movilizaba a sus clientes, los caciques locales, que, para obtener el mximo nmero de votos en la zona, compraban o presionaban a los electores o a los poderes locales, falseaban las listas electorales o manipulaban los votos.

    Aunque el cacique no desempeaba ninguna funcin oficial gozaba de un inmenso poder. Nada se haca sin su aprobacin, y mucho menos en su contra. Los caciques eran, en principio, miembros de la lite local o comarcal, caracterizada por su arraigo en el medio geogrfico, econmico y social concreto. Como estaba bien relacionado y conoca la ley, el cacique apareca como un intermediario benvolo entre un Estado abstracto y lejano y las poblaciones rurales analfabetas y desorientadas. Ello garantizaba su predominio personal en esa sociedad, actuando a cambio como mediador para lograr favores para una provincia, una comarca, una localidad, un grupo o un individuo. Relacionados con el gobernador civil o con personajes de Madrid, se convertan en dispensadores de favores y prebendas a cambio de votos, en amos y seores de los pleitos rurales y en generadores de un clientelismo de adictos de acuerdo con la regla para los enemigos, la ley; para los amigos, el favor. La intervencin del cacique era necesaria para obtener un empleo, para la concesin de permisos, para conseguir que un hijo quedara exento del servicio militar, para arreglar los problemas con la Administracin. Su papel tambin era decisivo para mejorar las condiciones de vida en una comunidad pequea, o cuando se trataba de abrir o reparar una carretera, un puente o edificar una escuela, prebendas por las que se consegua el sometimiento de las gentes.

    Eran, por tanto, los ms influyentes de la localidad (y para ello no tenan que ser necesariamente los ms ricos) lo que los converta en los agentes polticos encargados de recopilar los votos y amaar las elecciones para el correspondiente diputado oficial.

    En los sistemas parlamentarios sin democracia, como el existente en Espaa, el

    clientelismo y el populismo fueron dos instrumentos de participacin en la poltica. Aunque el sistema estaba puesto al servicio de una minora, el pueblo formaba parte del sistema a travs del cobro de favores, la compra de votos o la fidelidad al patrono. Como sentenci Emilia Pardo Bazn: el pueblo es muy semejante a los caciques que le oprimen.

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    SEGUNDA PARTE:

    LA DINMICA POLTICA

    El reinado de Alfonso XII (1875-1885) El reinado de Alfonso XII se inicia con el gobierno conservador de Cnovas,

    quien emprendi una accin de gobierno encaminada a conseguir tres objetivos: 1) la adaptacin del rgimen a la nueva realidad poltica y la revisin de las decisiones ms radicales del Sexenio; 2) la gestacin de una nueva Constitucin; y 3) la pacificacin, afrontando las dos guerras abiertas, en el Norte y en Cuba.

    Entre las primeras medidas hay que destacar la sustitucin de gobernadores civiles, presidentes de Diputacin y alcaldes por hombres afines a la Corona. Se condecor a jefes y servidores de la causa alfonsina. Se decret el cierre de peridicos en especial de tendencia demcrata y republicana. Se establecieron tribunales especiales para los delitos de imprenta. Se eliminaron el matrimonio civil y el juicio por jurado. Se restableci en su integridad el Concordato con la devolucin a la Iglesia de los pocos bienes an no vendidos y la garanta de las aportaciones del Estado a la Iglesia catlica. Se endureci la poltica de orden pblico y el control de la oposicin.

    Como puede verse se trataba de una vuelta al pasado, pero como Cnovas tampoco quera romper con los progresistas y demcratas, a quienes necesitaba para que aceptaran la Monarqua y se sumaran al nuevo proyecto constitucional, la aplicacin de las medidas represivas fue selectiva y, en general, suave.

    El camino hacia la pacificacin se consolida en 1875 con el aumento del esfuerzo militar en el Norte que conduce a la rendicin del carlismo. Desde el punto de vista poltico, se logr separar a gran parte de los sectores catlicos de la causa del pretendiente, mientras que desde el punto de vista militar se redoblaron los esfuerzos, hasta quebrar la resistencia carlista. La derrota militar de los carlistas no acab con el miedo del Gobierno a posibles rebrotes sobre todo en el Pas Vasco, cuyos fueros fueron abolidos.

    El final de la guerra carlista permiti enviar tropas a Cuba, donde la pacificacin se consigui a lo largo de los dos aos siguientes mediante la combinacin de la eficacia militar y la negociacin. Las promesas de tmidas reformas y un rgimen de mayor autonoma contentaron a la burguesa cubana y al gobierno de Estados Unidos, defensor diplomtico de los rebeldes. La Paz de Zanjn, puso fin a la guerra en febrero de 1878; inclua una amplia amnista, la libertad de los esclavos de origen asitico y promesas sobre una serie de reformas legales cuyo incumplimiento posterior estar en el origen de la guerra definitiva de 1895.

    La pacificacin fue el necesario fundamento para la consolidacin del Estado de la Restauracin y la accin de gobierno de Cnovas durante los aos que van de 1876 a 1880 estar marcada por las reformas administrativas y por medidas que reforzaron el control del Estado sobre el ejercicio de los derechos fijados en la Constitucin:

    La abolicin de los fueros vascos sirvi para uniformizar legalmente el pas. Las provincias vascas quedaban obligadas a contribuir con contingentes al servicio militar y a pagar contribuciones, aunque se establecieron conciertos econmicos especiales.

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    El establecimiento de la censura previa de prensa, en febrero de 1876, y la ley de imprenta en enero de 1879. Se consideraba un delito cualquier ataque o crtica a la Monarqua o al sistema poltico y social, por leve que fuera.

    La fiscalizacin de la enseanza universitaria y secundaria limitando la libertad de ctedra. El ministro Orovio exigi a los profesores universitarios un juramento de fidelidad al Gobierno y quienes se negaron fueron expulsados de sus ctedras. Como consecuencia un grupo de profesores represaliados, encabezados por Giner de los Ros, Azcrate y Salmern fundaron en 1876 la Institucin Libre de Enseanza, basada en los principios de la filosofa krausista, que preconizaba ante todo la libertad de conciencia.

    La reorganizacin de las diputaciones y ayuntamientos. Se restringi la participacin ciudadana en las elecciones de los cargos, en los que slo podan intervenir los propietarios, y estableci el nombramiento real para alcaldes de ciudades de ms de 30.000 habitantes.

    La ley electoral de 1878 estableci un sufragio censitario muy restringido. Apenas un 5% de la poblacin.

    Las libertades de reunin y asociacin quedaron sometidas a la interpretacin del Gobierno. Slo los partidos dinsticos, es decir, los que se comprometan a aceptar la Monarqua y la Constitucin, estaban autorizados a actuar. Sindicatos y asociaciones obreras haban sido prohibidos en 1874.

    En febrero de 1881, los liberales formaron gobierno por primera vez y comenz la alternancia que caracteriz al rgimen, una alternancia poltica que dur mas de cuarenta aos, hasta que se produjo la crisis final del sistema en 1923.

    En esta primera etapa del gobierno de Sagasta se tomaron medidas para terminar con las restricciones a la libertad de expresin: limitacin de las denuncias por delitos de imprenta, devolucin de sus ctedras a los profesores represaliados y se permiti que las asociaciones obreras y republicanas volvieran a actuar con libertad. Pero Sagasta no se atrevi todava a restituir el sufragio universal como se le reclamaba desde su izquierda.

    Esta timidez, unida a la recesin econmica de 1882-1884 (causada por la superproduccin y por la crisis burstil), ocasion disturbios y protestas, como la huelga de tipgrafos, los oscuros sucesos de La Mano Negra en el campo andaluz (especie de organizacin secreta de carcter anarquista a la que se acus de asesinatos, incendio de cosechas y bienes de terratenientes andaluces, lo que provoc la detencin de cientos de personas) o el intento de pronunciamiento republicano de 1883.

    El gobierno de Sagasta reaccion con dureza reprimiendo las protestas y procesando a los golpistas, pero el rey, ante la debilidad del gabinete, encarg formar gobierno a Cnovas en 1884. La Regencia de Mara Cristina (1885-1902)

    En noviembre de 1885 muri Alfonso XII. Qued como regente Mara Cristina, embarazada por tercera vez y con dos hijas menores de edad. La incertidumbre sobre el posible heredero llev a Cnovas y Sagasta, a establecer un acuerdo: se comprometieron a apoyar a la Regencia, a facilitar el turnismo y a no echar abajo la legislacin que cada uno de ellos aprobara en el ejercicio del poder. Este acuerdo, el mal llamado Pacto de El Pardo, fue decisivo para garantizar la estabilidad del

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    rgimen, pero contribuy a agudizar la corrupcin poltica y a falsear la voluntad popular, cada vez ms ajena al rgimen parlamentario.

    Sagasta form de nuevo gobierno en 1885, el llamado Parlamento Largo por durar casi toda la legislatura, y llev a cabo una amplia legislacin:

    Libertad de Imprenta (siempre con el lmite del no cuestionamiento de la Monarqua).

    Libertad de ctedra. Libertad de asociacin. Cdigo Civil (que vena a consagrar legalmente un orden social basado en la

    primaca de la propiedad como derecho individual). Restablecimiento del juicio por jurados. Implantacin definitiva del sufragio universal masculino en 1890.

    Las primeras elecciones por sufragio universal, en 1890, dieron la victoria al gobierno recin formado por Cnovas, sin que variara lo ms mnimo el fraude. A su corta etapa de gobierno correspondi la adopcin de medidas econmicas encaminadas a implantar polticas proteccionistas en un contexto internacional de nacionalismo, carrera colonial e imperialismo. Todo ello en pleno auge del movimiento obrero y de las corrientes nacionalistas.

    En diciembre de 1892 Sagasta form gobierno y volvi a ganar sus elecciones, aunque con la sorpresa del acceso a las Cortes de un grupo republicano significativo , que incluso gan en Madrid. Lo ms destacado del mandato liberal fue el proyecto de reforma para la administracin y gobierno de Cuba. El fracaso de este proyecto redactado por Antonio Maura, ministro de Ultramar, contribuy a la insurreccin cubana en febrero de 1895. Ante la gravedad de la situacin, Cnovas fue llamado a formar gobierno. Toda la trayectoria de este Gobierno conservador estuvo marcada por la guerra de Cuba y por los intentos fallidos, primero mediante la negociacin y luego a travs de las armas, de dominar la isla.

    TERCERA PARTE: LA OPOSICION AL SISTEMA DE LA RESTAURACIN

    El sistema de la Restauracin margin a amplios sectores del mundo poltico y

    social. Lo que en principio se presentaba como propuesta integradora acab siendo, en la prctica, un sistema de exclusin de las clases populares urbanas, sectores de la clase trabajadora rural y el naciente proletariado industrial, las clases medias y los crculos intelectuales.

    Pese a que el sistema canovista se mostr sumamente estable durante el reinado de Alfonso XII y la regencia de Mara Cristina, gracias a la alternancia en el poder de los dos grandes partidos dinsticos mediante la manipulacin electoral, existieron muchos otros grupos y tendencias polticas que se opusieron al rgimen desde posiciones muy distintas.

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    Fuera del sistema del turno quedaban los grupos que constituan la verdadera oposicin poltica al rgimen, algunas ya existentes desde pocas anteriores, como el carlismo, por la derecha, o el republicanismo, desde la izquierda, que seguan gozando de un amplio respaldo popular. Pero tambin surgieron nuevos movimientos, como el movimiento obrero y los partidos nacionalistas. Aunque estas fuerzas de oposicin no fueron decisivas en la dinmica poltica de la primera etapa de la Restauracin, son importantes porque respondan al gran problema de finales de siglo: el acceso de las masas a la poltica.

    El carlismo

    La derrota militar del carlismo en 1876 cerr una etapa en la historia de este movimiento: la de la confrontacin armada con el poder. Se abri entonces la va de la poltica, con una nueva definicin ideolgica en la que tuvo un destacado papel el sector del catolicismo intransigente. El partido tard en reorganizarse, y no particip apenas en las elecciones anteriores a 1890 teniendo slo cierta fuerza en las provincias vascas, Navarra y Catalua, donde poda contar entre 7 y 13 diputados.

    Pero la alianza entre la Iglesia y el Estado de la Restauracin dejaba al carlismo sin buena parte de sus argumentos. La Santa Sede no quera partidos catlicos en Espaa, sino, en todo caso, la integracin de los catlicos en el rgimen restaurado, como se puso de manifiesto con la entrada en el Partido Conservador del grupo Unin Catlica que encabezaba Alejandro Pidal, hacia el que desertaron numerosos carlistas. Todo ello rest al carlismo importantes apoyos sociales. La escisin del sector integrista liderado por Ramn Nocedal, que fund el Partido Catlico Nacional, precipit la crisis y repercuti negativamente en algunos enclaves tradicionales del movimiento, como Guipzcoa.

    Por su parte, el sector propiamente carlista se reestructur bajo la jefatura del marqus de Cerralbo, mediante las juntas y crculos tradicionalistas, con ms de 30.000 asociados en toda Espaa.

    La aparicin de los aos noventa del nacionalismo vasco y cataln, con simpatas entre los catlicos de ambas regiones, agudiz los problemas, produciendo nuevas deserciones de militantes hacia esas opciones.

    A partir de 1893 Juan Vzquez de Mella se convirti en el lder parlamentario y principal idelogo del carlismo, teniendo una amplia influencia en el pensamiento tradicionalista espaol. El republicanismo

    El rasgo ms caracterstico del republicanismo fue su divisin en multitud de tendencias irreconciliables (conservadores, revolucionarios, federales, centralistas...), producto de las divergencias surdidas durante el Sexenio. Hubo varios partidos (Partido Republicano Democrtico Federal, de Pi i Margall; Partido Republicano Histrico o posibilista, de Castelar; Partido Republicano Progresista, de Ruiz Zorrilla; Partido Centralista, de Salmern). Muy fragmentadas ideolgicamente y faltas de una articulacin clara, las organizaciones republicanas giraban alrededor de toda una estela de notables y filiaciones personales, por lo que los diferentes intentos de unidad chocaban con las intransigencias ideolgicas y personales, lo que no impidi que el republicanismo fuera visto con recelo por parte de los partidos del turno y de las clases

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    dirigentes, especialmente ante el radicalismo reformista que algunos de sus programas presentaban.

    A pesar de sus diferencias, los republicanos compartan tres puntos bsicos: la defensa de la Repblica como forma de Estado, consecuencia del principio de soberana popular; el apoyo a medidas reformistas para resolver la cuestin social, como la intervencin del Estado, el fomento del cooperativismo o la concesin de crditos baratos; y, finalmente, el anticlericalismo.

    Las posibilidades de xito de los republicanos eran pequeas. Ya no tenan el respaldo de importantes sectores obreros, que ahora se encuadraban en el movimiento socialista o anarquista. Tampoco tenan el apoyo de las burguesas perifricas que se inclinaban hacia los nacientes partidos regionalistas y nacionalistas. Por otra parte, si bien denunciaron el caciquismo en mltiples ocasiones, los republicanos no acaban de escapar a l. Tampoco eran partidos de masas, aunque su sustento popular era mayor, especialmente en las ciudades, a travs de los casinos, clubes de prensa y escuelas. Pese a las limitaciones que se han apuntado, en la dcada de los noventa el movimiento republicano logro mejorar sus resultados electorales gracias a la implantacin del sufragio universal.

    El crecimiento republicano se produjo con el ascenso y fortalecimiento de nuevos sectores sociales y econmicos y de organizaciones capaces de responder al acceso de las masas a la poltica. Los dos movimientos ms caractersticos de este nuevo republicanismo, bien implantado en los medios urbanos, seran ya a principios del siglo XX, el lerrouxismo, en Catalua, y el blasquismo, en Valencia.

    El movimiento obrero

    Mientras el republicanismo ejerci una oposicin exclusivamente poltica al rgimen, el movimiento obrero, entendido como la actividad poltica y social de los obreros y campesinos para mejorar su situacin y defender sus derechos dentro de una sociedad regida por la propiedad, se opuso frontalmente a todo el sistema, desde la clandestinidad a la que se vieron obligada al ser prohibidas las asociaciones obreras dependientes de la AIT.

    En mayo de 1879 se fund el Partido Socialista Obrero Espaol, que actu pblicamente desde 1881 (cuando el Gobierno de Sagasta autoriz las asociaciones obreras) y a partir de 1890 comenz a presentar candidatos a las elecciones, aunque hubo de esperar hasta 1910 para obtener un escao. En 1888 se cre la Unin General de Trabajadores (UGT), organizacin sindical de carcter socialista. Tambin desde 1890 el PSOE comenz a organizar las llamadas casas del pueblo, centros de reunin con fines doctrinales y formativos. El crecimiento del socialismo a o largo del siglo fue lento, pero la guerra de Cuba afianz su posicin entre los trabajadores al denunciarla como una guerra imperialista y antisocial.

    Al igual que los socialistas, los anarquistas retornaron a la legalidad en 1881, crendose la Federacin de Trabajadores de la Regin Espaola. Al contrario que los socialistas, las ideas anarquistas tuvieron un notable xito, sobre todo entre los obreros de Catalua y el campesinado andaluz y la FTRE lleg a contar con 60.000 adheridos. Sin embargo la falta de organizacin y las discrepancias sobre las formas de actuacin llevaron a la prctica disolucin de la FTRE a partir de 1884.

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    Regionalismo y nacionalismo Ms importante fue para el rgimen, a la larga, la aparicin a finales de siglo de

    movimientos polticos de carcter nacionalista. La identidad espaola estaba formada a principios del siglo XIX por una

    diversidad de territorios, algunos de los cuales posean lenguas, cultura o instituciones propias. A lo largo de la centuria el nacionalismo espaol, forjado en los primeros momentos de la revolucin liberal, fue incapaz de elaborar un proyecto nacional slido y unitario, lo que explica la pervivencia de localismos y regionalismos, que al final evolucionarn y se reactivarn cultural y polticamente al llegar el ltimo tercio del siglo.

    Tampoco la Restauracin supo integrar la diversidad de identidades, especialmente las de Catalua y Vascongadas y el rgimen canovista acentu la idea conservadora de una Espaa nica: la tesis de una nacin espaola basada en la fe y la patria. Por otra parte en esos momentos se estaba generando una diferenciacin creciente en las estructuras sociales y econmicas de Catalua y el Pas Vasco, con un desarrollo industrial y bancario muy superior al del resto de Espaa, con una burguesa acomodada y un grupo de intelectuales que defienden sus intereses y la autonoma de su regin (lengua, tradiciones, costumbres, leyes,).

    Hasta la Restauracin las reivindicaciones de carcter foralista o regionalista se haban canalizado a travs del republicanismo federal o del carlismo, segn fuera ms progresista o conservadora la interpretacin. Debilitadas ambas corrientes, surgen ahora movimientos que reivindican los derechos histricos de catalanes, vascos, valencianos, gallegos, aragoneses y andaluces.

    El movimiento, primero regionalista y luego nacionalista, ser ms fuerte y surgir antes en Catalua y Pas Vasco, al existir al mismo tiempo una lengua distinta al castellano que cimenta el sentimiento nacional, y una burguesa desarrollada en la que prende la ideologa nacionalista. Ms dbiles, ante la falta de una burguesa fuerte que los impulsara, los nacionalismos gallego, valenciano y andaluz, que tenan ya sus defensores en algunos intelectuales a finales de siglo, slo se desarrollarn en los comienzos del siglo XX.

    En el origen del catalanismo nos hallamos ante unas elementales reacciones

    defensivas: por una parte defensa de los intereses econmicos, y por otra salvaguarda de una originalidad cultural y lingstica. Sin embargo, antes de 1880 el catalanismo no se manifestar como fenmeno poltico: la burguesa industrial catalana haba prestado plenamente su apoyo a la Restauracin y manifest su espaolismo cuando estall la segunda guerra de Cuba, pero en el ltimo cuarto de siglo una serie de factores estimularon el nacimiento de las primeras organizaciones con un programa y objetivos autnomos para Catalua, con independencia de los partidos espaoles.

    Las primeras manifestaciones pueden situarse en los aos treinta del siglo XIX, con la convivencia de un doble sentimiento colectivo: espaol y cataln. El carcter centralizador de la poltica liberal dio origen a un movimiento provincialista, que reclamaba la descentralizacin. Por esos aos se estaba desarrollando tambin, en conexin con las corrientes romnticas, la Renaixena, que empez teniendo un carcter literario y cultural de recuperacin de la lengua catalana como lengua de prestigio tras siglos de diglosia frente al castellano. Desde 1859 la organizacin de los Jocs Florals contribuy a que la renacida literatura en lengua catalana tuviera una audiencia pblica. La Renaixena propugnaba la preservacin de los valores propios y

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    distintivos de la personalidad histrica de Catalua: sus tradiciones, su cultura y la lengua catalana, pero sin ningn tipo de posicionamiento poltico.

    Por otro lado la industrializacin de Catalua haba propiciado el surgimiento de una burguesa que consideraba que sus intereses econmicos no estaban suficientemente representados por el Gobierno central y que hizo de la defensa del proteccionismo un elemento aglutinador.

    La experiencia del Sexenio Democrtico y del republicanismo federal tuvieron una influencia relevante posterior en el surgimiento del catalanismo poltico, pero los primeros planteamientos polticos de lo que en propiedad ya puede denominarse catalanismo se darn durante la Restauracin.

    La exclusin del federalismo republicano, tras la cada de la Repblica, y la derrota del carlismo en 1876, obligaron a ambas fuerzas a abandonar sus dogmatismos doctrinales y optar por un regionalismo pre-nacionalista. El federalismo prim sobre el republicanismo y los fueros histricos sobre la cuestin dinstica, de modo que ambas corrientes acabaron confluyendo en un catalanismo poltico. Las dos posturas contaban con sus formulaciones tericas respectivas: Lo catalanisme, publicado por Valent Almirall, un antiguo republicano federal, en 1886, y La izcano catalana, obra publicada en 1892 por Torras i Bages, quien luego sera obispo de Vic. Ambos textos suponen dos modelos alternativos de catalanidad.

    Valent Almirall fue el forjador del primer catalanismo poltico y el primer teorizador de las aspiraciones catalanas a la autonoma. Defenda la lnea de un catalanismo moderno y se opona a que el catalanismo tuviera una matriz catlica, como el nacionalismo irlands o el polaco, centrando la cuestin en el federalismo como frmula idnea, reivindicando las divisiones naturales frente a las provincias artificiales surgidas del unitarismo liberal. As mismo daba el paso decisivo al sealar: Nuestro objetivo es que Catalua recobre su personalidad por el camino del particularismo. La propuesta era modernizar la organizacin del Estado espaol para reconocer la personalidad propia de Catalua. Almirall conceba el particularismo cataln como el motor del desarrollo de Catalua y de la regeneracin de Espaa.

    Por el contrario, Torras i Bages planteaba un catalanismo catlico de base rural, de carcter ms conservador (Catalua ser cristiana o no ser). Torras describa un espritu cataln prctico, moderado, tenaz y poco fantasioso, muy ligado a la tradicin catlica y en trance de corromperse por influencias como el folclore flamenco y por las costumbres y vicios trados por la inmigracin. Adems Torras era antiliberal y se opona por ello al Estado espaol en el que vea al liberalismo en accin. En la misma lnea conservadora se manifestaba Ma i Flaquer, que condenaba en bloque todos los liberalismos: el religioso, el poltico y el econmico (entendido como librecambio).

    Almirall fund en 1882 el Centre Catal, del que saldr, redactado por el mismo Almirall, uno de los documentos fundamentales del catalanismo poltico: el Memorial de greuges (o Memorial en defensa de los intereses morales y materiales de Catalua), presentado a Alfonso XII en mayo de 1885, en el que se rechazaba la poltica librecambista del Gobierno, combatida desde antiguo por el sector industrial y comercial cataln (recordemos el antecedente de las revueltas catalanas de Montjuic contra Espartero), adems de rechazar las limitaciones que el nuevo Cdigo Civil supona para el derecho tradicional cataln.

    El Centre Catal estaba pensado como una entidad catalanista que estuviera por encima de los partidos existentes y que sirviera de nexo entre la burguesa

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    federalista y la conservadora, pero a pesar de su voluntad aglutinadora, el proyecto de Almirall no soport las distintas visiones que existan del catalanismo como fuerza poltica y el Centre Catal empez a sufrir las tensiones existentes entre los sectores conservadores, los carlistas y los partidarios de Almirall. Unas tensiones que estallaron en 1887 con la salida de diversos centros locales, como el de Sabadell y Masnou, y la escisin del sector ms conservador, que acab fundando en 1887 la Lliga de Catalunya, con un programa regionalista que mantena la fidelidad a la Monarqua y reclamaba una amplia autonoma.

    Pero la voluntad de contar con un movimiento unitario se volvi a plantear en 1891, esta vez de la mano de la Lliga de Catalunya. El resultado fue la Uni Catalanista (1892), una plataforma unitaria impulsada por un hombre de la burguesa catlica e industrial, Enric Prat de la Riba, en la que confluyeron partidos, entidades, peridicos y personalidades diversas y cuyo programa fundacional, las conocidas como Bases de Manresa, (Bases per a la Constituci Regional Catalana), redactadas por Prat de la Riba, constituy desde ese momento el documento bsico del nuevo nacionalismo cataln. En las Bases se reclamaba la restauracin de las instituciones histricas de Catalua (Cortes y Generalitat) y el traspaso de amplias competencias polticas y econmicas, sintetizando la concepcin federal de integracin del Estado cataln en el espaol y las ideas del catalanismo conservador.

    Movimiento esencialmente burgus, la Uni Catalanista no planteaba la secesin ni una actitud de lucha contra el Estado espaol, sino una propuesta de sistema federal en el que las regiones obtuvieran un rgimen de autogobierno con instituciones propias. En su seno coexistan sectores regionalistas con otros plenamente nacionalistas y quiso ser una especie de confederacin de los grupos catalanistas de todas las tendencias, si bien la supremaca corresponda al ncleo conservador de la Lliga de Catalunya.

    A lo largo de los aos noventa el movimiento catalanista se expandi, captando a un significativo sector de las clases medias y altas de Catalua. Muchas personalidades que figuraban al frente de instituciones culturales catalanas ya eran, en esos aos, catalanistas. Barcelona haba generado una verdadera cultura privativa y propia, como revelaban el modernismo y el noucentisme y el nacionalismo vino a ser como el desenlace de un largo proceso de cristalizacin de la conciencia de diferenciacin catalana.

    Finalmente, en 1901 naci la Lliga Regionalista de Catalunya, el partido poltico del catalanismo conservador, que tuvo en Prat de la Riba a su organizador e idelogo, y en Francesc Camb a su gran lder poltico y parlamentario. Su gran objetivo era conseguir una autonoma plena dentro del Estado espaol, aceptando el juego de los partidos de la Restauracin, pero con un matiz regeneracionista, ya que denuncia los vicios del sistema y apuesta por la renovacin del mismo.

    El nacionalismo vasco surgi en fechas ms tardas y no presenta los rasgos

    de modernidad ni se nutre de la variedad de tendencias del nacionalismo cataln. En su origen podemos sealar dos causas bsicas: la abolicin de los fueros tras la tercera guerra carlista y el desarrollo del proceso industrializador.

    En 1876, la derogacin de los fueros dio lugar a dos tipos de reacciones distintas: Los que la aceptaron, la alta burguesa industrial y de negocios, y supieron rentabilizar la prdida mediante una serie de conciertos econmicos con Madrid en

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    provecho propio. Y los que no la aceptaron, los cuales, apelando al tradicionalismo, defendan la recuperacin ntegra de los fueros; muchos procedan del carlismo y se aferraban a la defensa de un Pas Vasco agrario, tradicional y se sentan contrarios al fenmeno urbano e industrial que debilitaba la esencia de lo vasco.

    La abolicin de los fueros provoc una intensa reaccin cultural en defensa de las instituciones suprimidas y, por extensin, de la lengua y la cultura vascas. De momento no tuvo traduccin poltica significativa, pero reforz la identificacin de la personalidad vasca, extendida a parte de Navarra, con el euskera y los fueros. En este ambiente se desarrollar la actividad de Sabino Arana, creador del nacionalismo vasco.

    Arana, que proceda de una familia carlista, redefini el fuerismo como nacionalismo, identific fueros con cdigos de soberana nacional vasca y reintegracin foral con devolucin de la soberana perdida en 1839 y 1876; y afirm que los vascos, en razn de su raza y su religin, constituan una nacin. Euskadi, neologismo acuado por Arana, era, as, la patria de los vascos

    El nacionalismo vasco formulado por Arana presenta como rasgos distintivos la defensa de la raza vasca; la defensa de las tradiciones, costumbres y de la lengua vasca; un profundo catolicismo antiliberal; el antiespaolismo, ya que aspira no a la plena autonoma, sino a la independencia de Euskadi. Su lema era Jaungoikoa eta Lagi Zarra (Dios y ley vieja), de cuyas siglas JEL deriva el trmino jelkide, que har referencia a los militantes del PNV.

    El purismo racista de Arana rechazaba la industrializacin porque estaba dando lugar a una fuerte inmigracin de obreros de otras zonas de Espaa, los maketos, que estaba provocando la decadencia de la raza vasca por mestizaje. Igualmente, la industrializacin y el crecimiento urbano estaban provocando la desaparicin de la sociedad vasca tradicional, agraria, y sus costumbres. Esta oposicin a la inmigracin provocar el radical enfrentamiento del nacionalismo vasco con el socialismo, restndole mucha fuerza en los primeros momentos.

    Por otra parte, la defensa de los fueros, el centralismo impuesto desde Madrid y la industrializacin hicieron a Arana identificar al capitalismo y al centralismo con lo espaol y de ah surge la defensa del antiespaolismo, del integrismo catlico y antiliberal y de la independencia de Euskadi.

    En los primeros aos el nacionalismo vasco fue un movimiento minoritario y con escasa fuerza, totalmente ligado a la accin de su fundador. Arana publicar en 1892 el libro Bizkaia por su independencia, que se convertir en el ideario del nacionalismo vasco y en junio de 1893 apareci el primer nmero de Bizkaitarra, boletn informativo de publicacin mensual a partir de enero de 1894. En mayo 1894 se cre la sociedad recreativa Euskaldun Batzokija, en torno a un grupo de reivindicacin foral vizcano e integrado por una minora de la clase media-baja urbana y de propietarios rurales de Bilbao y su comarca, y para la cual Arana redact una declaracin de principios, basada en una contundente confesionalidad, en una afirmacin racista y en la voluntad de restaurar el orden jurdico tradicional en Vizcaya. En julio de 1895 y en el seno de esta misma sociedad, se estableci una junta poltica (Bizkai-Buru-Batzar), encabezada por Arana, que constituye el ncleo inicial del Partido Nacionalista Vasco (PNV).

    Desde 1897, el partido realiza una importante labor difusora de sus ideas a travs de peridicos como Baserritarra, El Correo Vasco, La Patria o la revista Euskadi. En 1898, Arana gana un escao en la Diputacin de Vizcaya y al ao siguiente, en las elecciones municipales, son elegidos cinco concejales nacionalistas en Bilbao. Fueron

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    xitos modestos, ya que entre 1900 y 1902 el partido no alcanz ningn representante en las distintas elecciones a las que se present, lo que evidencia su escasa fuerza y poco respaldo social, determinado, bsicamente, por el rechazo a las ideas de Arana de la alta burguesa vasca y del socialismo.

    El propio Arana perdi inters por la poltica y se retir, dedicndose a actividades literarias en las que normaliza y estructura la lengua vasca, pues el nacionalismo vasco, al contrario que el cataln o el gallego, no se fundamentaba en una base literaria, al estar la lengua vasca escasamente presente en los textos poticos o novelsticos.

    Poco a poco el PNV fue suavizando su postura al tiempo que ganaba adeptos en Vizcaya, renunciaba al separatismo y conectaba con el ideario catlico para fomentar una opcin nacionalista ms bien conservadora, que arraig fcilmente en unas clases medias que vean con temor el crecimiento del socialismo entre la clase obrera vasca. En 1898 la incorporacin al partido de los euskalerriakos de Ramn de la Sota contribuy a dar al partido ese tinte de moderacin, medios financieros y respetabilidad entre la burguesa bilbana. Sin embargo ello agudiz la tensin interna entre los defensores de la independencia y los que buscaban, como objetivo ms viable, la autonoma dentro del Estado espaol. Estos ltimos, urbanos, industriales y con dinero imprescindible para el partido, se impusieron en el control del PNV y se acomodaron a una estrategia autonomista similar a la del catalanismo.

    El nacionalismo gallego comienza a manifestarse a partir de los aos ochenta.

    Y tiene sus antecedentes en el movimiento romntico del Rexurdimento, movimiento de defensa y recuperacin de la lengua, la cultura, tradiciones y costumbres e historia de Galicia. El segunda elemento que lo va a nutrir es federalismo republicano desarrollado durante el Sexenio.

    En la formacin del regionalismo gallego convergen distintas corrientes ideolgicas que, al contrario del cataln, no se unieron, sino que se enfrentaron haciendo muy difcil los acuerdos y colaboraciones. Entre ellas destacan:

    La tendencia tradicionalista y catlica representada por Alfonso Braas, que publicar en 1899 su libro El Regionalismo y su aplicacin a Galicia, en el que establece un primer programa poltico centrado en la defensa de los fueros, la descentralizacin y la plena autonoma de Galicia dentro del Estado espaol.

    La tendencia republicana federalista defendida por Aureliano Pereira. La tendencia liberal defendida por Manuel Murgua, que en 1890 crea la Liga

    Regionalista de La Corua, exponiendo los puntos esenciales del nacionalismo gallego: autonoma y no independencia; combate del caciquismo y promocin de la lengua, las artes y las industrias gallegas.

    Esta divisin ideolgica y el escaso apoyo social hacen que el nacionalismo gallego, que logr un apreciable desarrollo cultural, no llegara a consolidarse como fuerza poltica hasta principios del siglo XX.

    El regionalismo andaluz haba comenzado su andadura a partir de los

    movimientos cantonalistas de 1873, pero el primer acto andalucista clave fue en Antequera en 1883, donde se proclam la Constitucin Federalista Andaluza y se solicit una Andaluca soberana y autnoma. Sin embargo no se produjo la

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    consolidacin de un partido andalucista, posiblemente por la vinculacin de la burguesa andaluza con el poder central o por la derivacin del movimiento obrero andaluz hacia el anarquismo.

    El valencianismo fue de los ms tardos en organizarse. Al igual que otros nacionalismos, tiene sus antecedentes en el desarrollo desde la poca de la Restauracin de un movimiento cultural de defensa y recuperacin de la lengua, tradiciones y costumbres valencianas, cuyo referente ms destacado es la sociedad cultural Lo Rat Penat (el Murcilago), fundada en 1878.

    Como en el caso cataln y gallego, en el nacionalismo valenciano hay una vertiente tradicionalista y catlica representada por Teodoro Llorente y otra vertiente liberal y republicanista representada por el pensamiento de Constant Llombart. Ser a principios del siglo XX cuando el valencianismo cree sus primeros partidos y organizaciones polticas en defensa de la autonoma y en 1910 Fausti Barber publica De Regionalisme i Valentinicultura, considerado como el primer corpus doctrinal del valencianismo.

    La corriente aragonesista es an ms minoritaria y nacer principalmente en el

    seno de la burguesa zaragozana que, en la segunda mitad del siglo XIX, amalgam la defensa del Derecho civil aragons frente al uniformismo unificador, la recuperacin de los valores culturales aragoneses, la mitificacin romntica de los orgenes del reino, la visin idealizada de sus instituciones medievales, la significacin de las luchas histricas frente a la castellanizacin de Aragn y la asimilacin poltica del federalismo republicano con ideas pactistas de la antigua Corona de Aragn. A tales factores constitutivos del aragonesismo se aadi, aunque marginalmente, el foralismo carlista. Tras la crisis del 98, el aragonesismo incorpor, como nuevos elementos, algunos planteamientos regeneracionistas de Joaqun Costa. Pero todo ello no se plasm en ningn movimiento poltico hasta bien entrado el siglo XX.

    CUARTA PARTE: EL DESASTRE COLONIAL: LA CRISIS DEL 98

    Los restos del imperio colonial espaol, tras la prdida de la Amrica continental,

    consistan en las dos grandes islas del Caribe: Cuba y Puerto Rico, las islas Filipinas en el Pacfico occidental y un conjunto de islotes y pequeos archipilagos dispersos por este ocano.

    Los problemas coloniales comenzaron en la poca del Sexenio. Ya entonces se inici la primera guerra cubana, pero fue en la dcada final del siglo XIX cuando estos problemas se agudizaron por el contexto internacional: los movimientos emancipadores coincidieron con el auge del imperialismo europeo y con el creciente expansionismo de Estados Unidos, convertido ya en gran potencia industrial y militar.

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    Aunque distantes geogrficamente y diferentes por el resto de su condiciones, las guerras coloniales de Cuba y Filipinas ofrecen rasgos comunes. En ambos casos estamos ante la afirmacin de sendas personalidades nacionales, levantadas frente a una Espaa que, en presencia de tal emergencia, poda haber optado por administraciones autnomas, pero nunca por una represin que, en ltima instancia, no poda ser hecha efectiva con los medios militares disponibles en 1890 sobre las todava extensas reas de su dominio colonial.

    Ambas zonas de conflicto armado estaban situadas en zonas de excepcional inters estratgico en la coyuntura imperialista de finales del XIX. En 1898, los intereses y las expectativas estadounidenses en el rea del Caribe son, por lo menos, tan apremiantes como los intereses de alemanes y britnicos en el rea de China meridional. Por la propia dialctica de los hechos, ambos conflictos coloniales van a desembocar en la crisis de redistribucin colonial protagonizada por las grandes potencias imperialistas en 1898.

    El proceso de liquidacin del imperio ultramarino espaol presenta tres fases sucesivas. En primer lugar, asistimos a un movimiento emancipador que estalla casi simultneamente en Cuba y Filipinas; en segundo lugar, hay que referirse a la intervencin estadounidense, seguida, por ltimo, de la guerra efectiva librada entre Estados Unidos y Espaa en el rea de Ultramar. El significado de Cuba para Espaa

    Desde mediados del siglo XIX se haba iniciado en Cuba una profunda transformacin econmica que contribuye a explicar su independizacin posterior. Ya en ese momento casi la mitad de las exportaciones se dirigan a Estados Unidos, mientras que la proporcin dirigida a Espaa era muy inferior. Con el paso del tiempo la situacin se confirm y las exportaciones dirigidas a Estados Unidos suponan el 90 %, mientras que de all procedan algo menos de la mitad de las importaciones. En definitiva, Espaa consegua equilibrar en parte su balanza de pagos gracias a Cuba, de la que reciba azcar y tabaco y a la que enviaba productos textiles catalanes.

    La presencia en Cuba era muy importante para ciertos sectores espaoles con intereses econmicos en la isla, como los industriales catalanes. Desde mediados de siglo Estados Unidos propuso una salida al problema cubano mediante una transaccin econmica, pero los polticos dinsticos consideraban que de Cuba no se poda salir sin combatir, porque ello supondra un deterioro poltico gravsimo y, adems, pona en peligro el sistema ante grupos como los carlistas y los republicanos. Posteriormente, sin embargo, se ha considerado que esta suposicin no era correcta, pues ni republicanos ni carlistas tenan tanta fuerza; pero la presin de la prensa y de los militares contribuy a esa percepcin.

    La guerra hispano-cubana

    La guerra de Cuba se debi a la maduracin del movimiento independentista, bajo el liderazgo de Antonio Maceo y Jos Mart, el cual cre en 1892 el Partido Revolucionario Cubano. Las concesiones polticas que siguieron a la Paz de Zanjn (1878) crearon unas condiciones que parecan ptimas para estrechar las relaciones entre Cuba y la Pennsula: posibilidad de partidos polticos, libertad de expresin, limitacin de los poderes de los capitanes generales, Pero los errores cometidos por los gobiernos espaoles, que prefirieron ir retrasando la concesin de autogobierno y

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    no quisieron controlar los abusos que los trabajadores indgenas sufran por parte de los propietarios espaoles y criollos, hicieron crecer el sentimiento independentista en Cuba. Por otra parte, las restricciones al libre comercio entre Cuba y los pases americanos haban provocado el descontento, incluso entre los terratenientes ms acomodados. La mayora de los polticos espaoles eran contrarios a conceder ningn tipo de autonoma, ya que para ellos autonoma e independencia eran equivalentes. Un ejemplo ilustrativo fue el fracaso del Plan de Reformas Coloniales de Maura, en 1893, que choc con la oposicin de su propio partido en las Cortes. Tan tajante actitud provoc que disminuyeran cada vez ms los partidarios cubanos de la autonoma, y aumentaran las de los independentistas. A todo ello se uni el respaldo estadounidense a los insurgentes. Estados Unidos era partidario de la independencia cubana para poder explotar la riqueza de la isla en exclusiva.

    El conflicto se inici en febrero de 1895 con el Grito de Baire y a lo largo de ese ao la sublevacin se impuso en gran parte de la isla, especialmente en Oriente. Espaa envi de nuevo al general Martnez Campos, artfice la Paz de Zanjn, quien advirti que la nueva guerra no era como la anterior; su violencia y el respaldo popular a los insurrectos suponan tomar medidas gran dureza impropias de una guerra convencional civilizada, y que l era incapaz de aplicar. Ser entonces cuando Cnovas, decidido a llevar la guerra hasta el final, hasta el ltimo hombre y la ltima peseta, sustituya a Martnez Campos por el duro Valeriano Weyler. A partir de ese momento, Estados Unidos, que haban estimulado a Espaa para que devolviera la tranquilidad a la isla mediante la concesin de autonoma poltica y econmica, cambia su actitud mediadora e intensifica su intervencin, a travs de la Junta Cubana, con sede en Nueva York, o la Liga Cubana, formada por estadounidenses que apoyaban la causa independentista.

    Para hacer frente a la rebelin, Weyler dividi el territorio en compartimentos estancos separados mediante lneas fortificadas y llev a cabo una poltica denominada de reconcentracin, agrupando a la poblacin civil en reservas vigiladas, para evitar que pudieran apoyar a los guerrilleros. Estas reservas vigiladas hicieron que empeorara la situacin econmica del pas, que ces de producir alimentos y bienes agrcolas, provocando una gran mortandad, lo que contribuy a que se exacerbara el odio hacia el dominio colonial. Al mismo tiempo se desarrollaba una feroz guerra de desgaste basada en la superioridad militar espaola (en esos momentos los soldados espaoles en la isla llegaron a ser 200.000) y en el dominio del terreno por los guerrilleros cubanos, que reciban armamento y suministros estadounidenses. Las bajas fueron aumentando, ms por las enfermedades que por muertes en el frente, comenzando a levantar protestas en Espaa. Cnovas aplic entonces reformas administrativas, en la lnea del plan de Maura de 1893, pretendiendo atraerse a gran parte de los sublevados y calmar las presiones de Estados Unidos, cuya prensa reclamaba la intervencin en Cuba, presuntamente para acabar con la matanza de civiles.

    Tras el asesinato de Cnovas en 1897, Sagasta sustituy a Weyler por Blanco y concedi la total autonoma a los cubanos; la medida llegaba tarde y fue en este momento cuando Estados Unidos decidi intervenir. El incidente que propici el estallido fue la explosin en febrero de 1898 del acorazado estadounidense Maine; la prensa norteamericana culp a Espaa del hundimiento y el gobierno de Washington propuso primero comprar la isla y despus, ante la negativa espaola, lanz un ultimtum que amenazaba con una guerra en el caso de que Espaa no se retirara de Cuba.

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    La insurreccin filipina

    En Filipinas, la dcada de los noventa presencia importantes alteraciones que preludian, tambin all, la existencia de una crisis de emancipacin. Los hechos, destinados a incidir directamente sobre la crisis del 98, tienen por teatro la isla de Luzn y por protagonista inicial a Jos Rizal, fundador en 1892 de la Liga Filipina, secundada por el Katipunan, sociedad secreta encaminada a la lucha contra el dominio espaol.

    La conspiracin del Katipunan conducir al levantamiento de agosto de 1896 en la provincia de Manila; la provincia de Cavite se une a la insurreccin, lo que hace necesario el envo de tropas desde la Pennsula. Las hostilidades van tomando, como en Cuba, carcter de guerra sin cuartel; el capitn general de las islas, Camilo Polavieja, realiza una dura represin militar que alcanzar al mismo Rizal, fusilado el 30 de diciembre, pero la rebelin prosigue, capitaneada ahora por Emilio Aguinaldo.

    En diciembre de 1897 Fernando Primo de Rivera, nuevo capitn general del archipilago, secundando las orientaciones del nuevo Gobierno liberal de Madrid, negoci con Aguinaldo (Pacto de Biak-na-Bat) y la insurreccin queda prcticamente dominada. Sin embargo, cuatro meses despus, los Estados Unidos, ya en guerra con Espaa por el conflicto cubano, negocian con Aguinaldo la independencia de las islas Filipinas, constituidas en Repblica centralizada, bajo el protectorado de los Estados Unidos. La guerra hispano-norteamericana reactiv pues el levantamiento. La guerra hispano-norteamericana. El Desastre

    La verdadera pretensin de los Estados Unidos era anexionarse Cuba, y la guerra fue la alternativa que eligieron despus de los frustrados intentos de compra a Espaa, cuatro a lo largo del siglo XIX.

    Intereses econmicos y estratgicos les inducan a ello. Por un lado, la isla era un apetecible mercado para los excedentes comerciales y de capital de los grandes hombres de negocios estadounidenses. Por otro, la anexin se conceba como indispensable para la integridad de la Unin. Lgicamente, de cara a la opinin pblica internacional, los norteamericanos ocultaron su imperialismo bajo razones humanitarias: se presentaron como la nacin que tena el deber de poner fin a las horribles condiciones que existan en Cuba desde haba tres aos, es decir, desde que en febrero de 1895 estallara la segunda guerra de la independencia. Deber como potencia mundial, en cuanto modelo de libertad y democracia, por la proximidad geogrfica de la isla, y, sobre todo, por la destruccin del Maine.

    Prueba evidente de que la pacificacin de la isla era una excusa, fue que, a pesar