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Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación Sede Regional Buenos Aires Organización de Estados Iberoamericanos Para la Educación, la Ciencia y la Cultura DIÁLOGOS DEL SIPI Conversación con Eleonor Faur Especialista en relaciones de géneros, familia y políticas públicas La organización social del cuidado infantil Febrero 2015

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Organizaciónde las Naciones Unidas

para la Educación,la Ciencia y la Cultura

Instituto Internacional dePlaneamiento de la Educación

Sede Regional Buenos Aires

Organización de Estados Iberoamericanos

Para la Educación,la Ciencia y la Cultura

DIÁLOGOS DEL SIPI Conversación con Eleonor Faur Especialista en relaciones de géneros, familia y políticas públicas

La organización social del cuidado infantil

Febrero 2015

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DIÁLOGOS DEL SIPI

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Eleonor Faur1 Especialista en relaciones de géneros, familia y políticas públicas

«En el ámbito del cuidado persiste cierta disociación en el abordaje de los derechos, porque hay normas y políticas que perciben como sujeto de los derechos de cuidado a las madres trabajadoras -por ejemplo, la legislación laboral- y hay otras que se orientan a los derechos de los niños, por ejemplo, en lo que hace a la educación de la primera infancia. Todavía no hay una perspectiva articulada capaz de potenciar el acceso a derechos por parte de ambos grupos »

Eleonor Faur es Socióloga (UBA) y Doctora en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Integra el Centro de Investigaciones Sociales (CIS)-CONICET/IDES. Investiga sobre relaciones de género, familias y políticas públicas. Posee una extensa trayectoria en la promoción de políticas y programas que integran la perspectiva de derechos humanos en su diseño e implementación. Dirigió la oficina argentina del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNPFA), y fue asesora de organismos públicos y de la sociedad civil en Argentina y Colombia, y consultora en distintas agencias del sistema de Naciones Unidas (UNICEF, UNRISD, PNUD). Dictó cursos y seminarios de posgrado en políticas sociales con perspectiva de género en diversas universidades. Es autora de Masculinidades y desarrollo social. Las relaciones de género desde las perspectivas de los hombres (2004), Las lógicas del cuidado infantil. Entre las familias, el Estado y el mercado (2012) y El cuidado infantil en el siglo XXI. Mujeres malabaristas en una sociedad desigual (2014), entre otras publicaciones.

1 Este texto fue elaborado por Carolina Duer. La edición final fue realizada por Vanesa D’Alessandre.

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Considerando el periodo que va desde mediados de siglo XX hasta la actualidad ¿De qué manera se ha ido transformando la organización del cuidado infantil en las sociedades latinoamericanas, teniendo en cuenta los cambios al interior de las familias, en el ámbito del Estado y del mercado?

El cuidado ha sido una actividad históricamente asignada a las familias, pero más precisamente a las madres, a quienes habitualmente se consideraba –y aun se considera- las principales responsables de asumir el trabajo de cuidado dentro del hogar. Esta visión fue acompañada de un modelo de política social, una organización institucional y un sistema de derechos que tenían como supuesto un tipo de configuración familiar con un varón proveedor de ingresos y una mujer ama de casa de tiempo completo que cuidaba a los niños, a las personas mayores y a los enfermos.

Si bien este esquema no ha sido universal, porque hubo mujeres que trabajaron desde tiempos remotos, se encontraba sumamente extendido en el imaginario y en la práctica de muchos hogares latinoamericanos. Se suponía que había cierto equilibrio, una persona traía los ingresos, una persona se quedaba cuidando y todo estaba sustentado en un tipo de familia que se constituía con una pareja heterosexual, casada para toda la vida, conviviendo en un hogar nuclear con sus hijos. Ese tipo de equilibrio se sostuvo con prestaciones y regulaciones estatales y con un mercado de trabajo que también concebía ese patrón como el habitual y colocaba a las mujeres en un lugar subordinado, concibiéndolas –a lo sumo- como trabajadoras “secundarias”.

Todo esto se fue erosionando vertiginosamente en los últimos 50 años. La novedad no fue que las mujeres ingresaran al mercado de trabajo sino que lo hicieran a un ritmo mucho más acelerado de lo que lo venían haciendo. Diversas transformaciones sociodemográficas acompañaron este proceso, las familias comenzaron a mutar notablemente, con mayor cantidad de divorcios y más hogares encabezados por mujeres. A la vez, los mercados laborales se tornaron más inestables, sobre todo en las décadas de los ‘80 y ‘90, que en América Latina supusieron ajustes importantes en la capacidad de los Estados de proteger el bienestar de la sociedad. Con Estados en franca retirada, aumentaron los niveles de pobreza, la informalidad en el empleo y la desocupación, y los hogares tuvieron que sustentar con más cantidad de proveedores de ingresos a las economías familiares. Ese fue uno de los factores que impulsó el vertiginoso aumento de las mujeres en el mercado laboral. Otro factor reside en la mayor autonomía que adquirió el género femenino. Hoy en día, muchas mujeres, con mayor nivel educativo, aspiran a desempeñarse profesionalmente en aquello en lo que se han formado.

Hasta el momento no se han configurado estrategias acabadas que den respuesta a las nuevas demandas de cuidados. Son las familias las que van encontrando sus propias maneras de hacer frente a estas responsabilidades, casi siempre con apoyo de parientes y -si tienen la posibilidad- accediendo a prestaciones mercantiles de privatización del cuidado.

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¿De qué manera se articulan los logros y conquistas de las mujeres con los derechos de los niños?

Los derechos de las mujeres y los de los niños se expandieron rotundamente, tanto en términos positivos -mediante la adopción de convenciones internacionales, por ejemplo- como en términos simbólicos, en el sentido de que la perspectiva de derechos hoy ocupa un lugar central en la cultura política.

Hay cuestiones pendientes sobre todo en lo que hace a la capacidad de pensar los derechos de los niños y los de las mujeres como aspectos articulados que se promueven y se potencian mutuamente.

En el ámbito del cuidado persiste cierta disociación en el abordaje de los derechos, porque hay normas y políticas que perciben como sujeto de los derechos de cuidado a las madres trabajadoras -por ejemplo, la legislación laboral- y hay otras que se orientan a los derechos de los niños, por ejemplo en lo que hace a la educación de la primera infancia o a los servicios de cuidado alternativo, dependientes del sector de desarrollo social. Entretanto, se observa la escasez de disposiciones que asignen derechos –y responsabilidades- de cuidado infantil a los padres varones.

Todavía no hay una perspectiva articulada capaz de potenciar el acceso simultáneo de las mujeres, los niños y las niñas a sus derechos2.

En este sentido, es frecuente encontrar educadores que desafían la idea según la cual el nivel inicial tiene la potencialidad de responder a una necesidad de cuidado familiar. Lo que suelen decir los docentes, supervisores y directores de escuela es que los jardines de infantes son para proteger los derechos de los niños, no los de las mujeres. Allí hay una tensión que tenemos que repensar porque ambos grupos de derechos se pueden proteger al mismo tiempo mediante políticas públicas. Sin embargo, pareciera que estarían colisionando, que si se hace foco en el cumplimiento de un derecho de los niños, no interesa qué pasa con las madres –menos aún con los padres-, cuando se debería

2 En la misma línea en la publicación del SIPI “Cuidado e Infancia. Infancia y políticas de cuidado: un balance” se sostiene que “(…) la agenda de infancia -atravesada por la Convención Internacional de los Derechos del Niño- apuntó con fuerza a avanzar en la construcción de Sistemas Integrales para la Protección de los Derechos de los niños, niñas y adolescentes. En este sentido, el foco estuvo puesto en la multidimensionalidad del desarrollo infantil. En lo que produce el cuidado más que en el modo en que se organizan los adultos para proveerlo. Pero no hay posibilidad de que los niños reciban cuidados de calidad si estos se generan en familias que reproducen arreglos que limitan el ejercicio de los derechos de las mujeres y de las niñas, y en arreglos sociales que reproducen la desigualdad de género. Insistimos, es necesario entrelazar la agenda feminista centrada en la distribución del tiempo con la agenda de infancia orientada a la promoción, garantía y protección de los derechos de los niños. Estamos convencidos que esta es una excelente vía para lograr que el cuidado tenga el lugar que merece en la agenda pública regional”. El texto completo puede consultarse en http://www.sipi.siteal.org/sites/default/files/sipi_publicacion/sipi_presentacion_untref_20141009.pdf.

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considerar que los niños nacen en entornos familiares y las mujeres no demandan servicios de cuidado por capricho. Muchas veces los derechos de las mujeres y el derecho de los niños a estar debidamente cuidados van de la mano.

¿De qué modo y en que sentido afecta la desigualdad social a la organización del cuidado?

Las lógicas del cuidado se encuentran fuertemente atravesadas por el área geográfica de residencia y por el nivel de ingresos de las familias. También influye la composición de los hogares y el hecho de que las mujeres trabajen o no de forma remunerada. No es lo mismo un hogar con jefatura femenina que un hogar donde hay una pareja conviviente o más de un adulto que perciba ingresos.

En relación con la ubicación geográfica, hay una fuerte relación entre la oferta pública que existe en determinada zona y la forma que asume en las familias la organización social de los cuidados. Es decir, si uno visita un barrio que cuenta con gran cantidad de jardines infantiles o espacios de cuidado de gestión estatal para bebes desde los 45 días, es probable que muchas familias estén buscando combinar los cuidados familiares con la asistencia de los niños a esos espacios. En este sentido, la provisión de servicios, opera como un estímulo para su demanda por parte de la población. En aquellas zonas que tienen escasez de oferta pública, la organización del cuidado se deposita de forma directa en la capacidad de las familias para absorberla.

La corresponsabilidad del cuidado entre el Estado, el mercado y las familias varía de acuerdo a la densidad que la presencia del Estado tiene en determinado lugar y cuál es el poder adquisitivo de las familias que allí residen. No existe un único modelo ni régimen de cuidado.

Cuando hay Estado se puede distribuir las horas de cuidado entre las prestaciones públicas, las privadas y las familias. Cuando el Estado ofrece poco y nada en materia de servicios para los cuidados de niños menores de 5 años, no queda otra opción que recurrir al mercado o al trabajo de cuidado no remunerado en el ámbito de las familias.

Del trabajo empírico que vengo realizando desde hace tiempo3, se desprende que las empleadas del sector formal, no sólo gozan de licencias por maternidad, también, con frecuencia, y cuanto más capacidad económica disponen, optan por enviar a sus hijos a jardines de infantes privados, lo que complementan con la contratación de empleadas domésticas, que es uno de los dispositivos frecuentes en las familias latinoamericanas de clase media y clase media alta. Las clases medias bajas y populares dependen mucho más de los servicios estatales.

En la ciudad de Buenos Aires, antes de que se implementara la inscripción online, había un peregrinaje de mujeres buscando vacantes en los jardines de infantes o jardines

3 La entrevistada alude al exhaustivo trabajo de campo que le permitió explorar las prácticas y representaciones sociales de quienes cuidan a niños y niñas en la Argentina contemporánea, cuyas conclusiones han sido volcadas en El cuidado infantil en el siglo XXI. Mujeres malabaristas en una sociedad desigual, publicado en 2014 por Siglo XXI Editores. En este libro, Faur propone desandar la naturalización del maternalismo, que cristaliza a la mujer como la “cuidadora ideal”, y analizar las prácticas de cuidado con mirada sociológica.

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maternales del gobierno de la ciudad. Hoy todo eso sucede de forma más impersonal, pero los números de la demanda insatisfecha son similares a los que existían antes de la inscripción online, por lo que también descansan en las posibilidades de las familias. En los sectores populares es un poco menor la participación económica de las mujeres que en las clases medias. Cuando las mujeres trabajan, muchas veces piden apoyo a un pariente, una sobrina, la abuela, la tía. Se trata de una ayuda familiar por la cual se paga una pequeña contraprestación. El cuidado de los niños por parte de una tía mientras la madre va a trabajar, hoy en los sectores populares se paga. En cambio en las clases medias no. En barrios que no disponen de jardines maternales o servicios comunitarios para menores de 4 años, es la familia la que cuida. Esto restringe las posibilidades de participación en el mercado de trabajo de las mujeres cuyas familias cuentan con presupuestos sumamente ajustados, lo que contribuye al ciclo de reproducción intergeneracional de la pobreza.

¿Hasta qué punto la política pública puede impulsar la corresponsabilidad en el cuidado infantil -con miras a una reducción de las inequidades de género- sin entrar en conflicto con las pautas culturales de cada grupo poblacional?

La política pública tiene la responsabilidad de ofrecer opciones para que las familias puedan decidir de qué manera organizar el cuidado de los niños y las niñas.

El marco analítico son los derechos humanos. He notado que la cuestión de las pautas culturales -parte constitutiva de todo sistema social- muchas veces surge en los debates cuando hay alguna propuesta de cambio progresista.

Los derechos en sí mismos no pueden operar como una coerción, sino como bases sobre las cuales se amplía la capacidad de decisión de los sujetos.

En este sentido, no se me ocurre cómo la oferta de servicios públicos de cuidado podría entrar en conflicto con las pautas culturales. No se está pensando que la sala para lactarios desde los 45 días sea obligatoria, sino que esté disponible para que las familias que necesitan un espacio de cuidado adecuado y profesionalizado para sus niños, cuenten con ello.

Además, junto a la corresponsabilidad del Estado, hay una corresponsabilidad de los padres, porque las personas tenemos la posibilidad de cuidar más allá de nuestra identidad de género.

Hay que considerar que se está pensando en ampliar derechos y oportunidades y no en implementar políticas coercitivas. Hoy lo que está entrando en conflicto con las nuevas pautas culturales es la ausencia de políticas de cuidado. Porque la sociedad en la que

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vivimos ha naturalizado el trabajo de las mujeres, para nadie es una sorpresa que las mujeres trabajemos y muchas familias necesitan y desean contar con servicios de cuidado, pero no acceden. Las nuevas pautas culturales amplían la necesidad de espacios de cuidado y restringirlos sería una vulneración de los derechos más que una vulneración de la cultura.

¿Qué iniciativas regionales merecen ser destacadas por el modo en que el Estado asume la responsabilidad de proveer opciones de cuidado infantil?

Algunos de los países que más han avanzado en la puesta en marcha de políticas de cuidado son Chile, Brasil, Costa Rica y Uruguay.

En Uruguay se encuentra en proceso de construcción un Sistema Nacional de Cuidados que toma no solamente el cuidado de niños y niñas sino también de personas mayores o que están atravesando problemas de salud4. Además, la licencia para padres se amplió a 10 días -tiempo de inactividad compensada por paternidad al cual se podrá acceder a partir del 1º de enero de 2016, tal como establece la ley uruguaya-5. Por otra parte, en el año 2012 se ha puesto en marcha Uruguay Crece Contigo6, un programa orientado a las familias con mujeres embarazadas y niños menores de 4 años de edad, inspirado en el Chile Crece Contigo7. En Chile se extendieron las licencias para madres -que hoy son de 24 semanas-, pero además, se permite que las madres traspasen semanas de licencia a los

4 “El Sistema de Cuidados del Uruguay apunta a profundizar la nueva matriz de protección social de corte universalista de la Reforma Social. Implica antes que nada un cambio cultural, valorar las tareas de cuidados y promover la corresponsabilidad entre las familias y el Estado, así como entre mujeres y hombres dentro del hogar. Este sistema permitirá socializar los costos vinculados a las tareas de cuidado, así como generar servicios públicos, o bien estimular y regular la oferta privada. Busca, entre otras cosas, mejorar la oferta existente en materia de cuidados, tanto en calidad como en acceso, ampliar y crear servicios de cuidados, formalizar y formar a las personas que hoy se encuentran ocupadas en el sector de los cuidados y a quienes podrían ser potenciales trabajadores. Está dirigido a cuatro grandes poblaciones: 1.Infancia (con énfasis en niños y niñas de 0 a 3 años). 2. Personas en situación de dependencia por discapacidad. 3. Personas adultas mayores en situación de dependencia. 4. Cuidadoras y cuidadores. Más información disponible en www.sistemadecuidados.gub.uy/ y en Aguirre, R y Ferrari, F: La construcción del sistema de cuidados en el Uruguay. En busca de consensos para una protección social más igualitaria. CEPAL - Serie Políticas Sociales N° 193, abril de 2014 www.mides.gub.uy/innovaportal/file/26134/1/sps192_construccion_sistema_cuidados_en_el_urugay_16_de_abril_2014_tudh.pdf 5 La Ley Nº 19.161, sancionada en el año 2013, puede consultarse en www.bps.gub.uy/innovaportal/file/7637/2/ley19161_licencia_por_maternidad_licencia_por_paternidad_subsidio_parental.pdf 6 “El programa busca consolidar un sistema de protección integral a la primera infancia, a través de una política pública que garantice los cuidados adecuados de las mujeres embarazadas y el desarrollo integral de niños y niñas menores de 4 años desde una perspectiva de derechos. El Programa tiene tres componentes: acompañamiento familiar y trabajo de cercanía, acciones socio‐educativo‐sanitarias universales y fortalecimiento de capacidades institucionales.” El modelo de intervención que se propone Uruguay Crece Contigo recoge la trayectoria de dos programas que han sido muy exitosos: "Chile Crece Contigo" a nivel internacional y "Canelones Crece Contigo" a nivel nacional. Más información puede consultarse en www.sipi.siteal.org/politicas/579/uruguay-crece-contigo; www.crececontigo.opp.gub.uy 7 “El Sistema de Protección Integral a la Infancia "Chile Crece Contigo" entrega a los niños y niñas un acceso expedito a los servicios y prestaciones que atienden sus necesidades y apoyan su desarrollo en cada etapa de su crecimiento. Adicionalmente, apoya a las familias y a las comunidades donde los niños y niñas crecen y se desarrollan, de forma que existan las condiciones adecuadas en un entorno amigable, inclusivo y acogedor de las necesidades particulares de cada niño y niña en Chile”. Más información puede consultarse en www.sipi.siteal.org/politicas/225/sistema-de-proteccion-integral-la-infancia-chile-crece-contigo; www.crececontigo.gob.cl/

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padres, escogiendo el formato que les resulte más conveniente8. Por su parte, el programa Chile Crece Contigo ha impulsado un fuerte incremento de espacios de cuidado en sólo tres años, de 2006 a 2009. En Brasil se extendieron las licencias para madres y padres -16 semanas para las mujeres y 5 días para los varones-9 y se ha venido financiando la instalación de nuevos espacios de cuidado. Por su parte, Costa Rica ha creado la Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil (Redcudi), con la finalidad de establecer un sistema integral de acceso público y universal10.

En términos de cobertura, queda mucho por hacer con vistas a cubrir la atención de los niños menores de 4 años. Los avances dependerán también de cuál se establezca como la edad de inicio del tramo de educación obligatoria. En Argentina la cobertura es muy buena en sala de 5, por la obligatoriedad que –hasta el 2014- establecía la ley de educación a partir de esa edad11. En sala de 4 se reduce y va perdiendo capacidad a medida que baja la edad de los niños. Donde no hay Estado, hay más sector privado. Desde este punto de vista, es una buena noticia la reciente sanción de la Ley 27.045, que amplía la obligatoriedad a la sala de 4.

Muchas iniciativas en marcha en Argentina están dispersas y resulta necesario agruparlas en un sistema de cuidado que pueda generar un paraguas de protección. Para eso es importante que el tema de cuidado se instale en el debate público y en la agenda de políticas sociales universales.

¿Cuál ha sido el impacto de la normativa internacional que aborda la cuestión del cuidado infantil, su distribución entre madres y padres y la corresponsabilidad del Estado? ¿Cuáles son los principales obstáculos para la implementación de los derechos allí consagrados?

La normativa internacional en el marco del derecho internacional de los derechos humanos plantea diversas líneas destinadas a promover el cuidado como un derecho. Tanto la Convención sobre los Derechos del Niño12, como la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer13, el Pacto 8 Más información puede consultarse en www.chileatiende.cl/fichas/ver/8647. La Ley N°20.545 se encuentra disponible en www.leychile.cl/Navegar?idNorma=1030936&buscar=ley+20545 9 La Ley Nº 11.770, en vigencia desde el año 2010, puede consultarse en www.normaslegais.com.br/legislacao/lei11770_2008.htm 10 “En Costa Rica la "Red Nacional de Cuido" busca incrementar la cobertura y calidad de los servicios de atención integral que reciben los niños desde sus primeros meses de edad, entendiendo que la estimulación temprana y la alimentación adecuada en los primeros años de vida son factores fundamentales para el desarrollo de la inteligencia y la personalidad y contribuyen de manera eficaz a romper el círculo hereditario de la pobreza y la violencia. La red se propone contribuir de manera subsidiaria a la tasa de participación femenina en el mercado de trabajo, en beneficio de los ingresos familiares y de la equidad de género.” Más información puede consultarse en www.sipi.siteal.org/politicas/267/politica-red-nacional-de-cuido; www.imas.go.cr/ayuda_social/red_de_cuido.html 11 Más información sobre la expansión de la escolarización del nivel inicial puede consultarse en el resumen estadístico comentado del SIPI “Tendencias recientes en la escolarización de la primera infancia 2000 – 2010” disponible en http://www.sipi.siteal.org/sites/default/files/sipi_publicacion/sipi_resumen_estadistico_comentado_02v2_0.pdf 12 La CIDN fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. El texto puede consultarse en www.sipi.siteal.org/sites/default/files/sipi_file_file/convencion_sobre_derechos_nino.pdf 13 La CEDAW fue aprobada en diciembre del año 1979 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. El texto puede consultarse en www.un.org/womenwatch/daw/cedaw/text/sconvention.htm

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Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales14 o el Convenio 156 sobre la igualdad de oportunidades y de trato entre trabajadores y trabajadoras de la Organización Internacional del Trabajo15 plantean disposiciones vinculadas con la cuestión del cuidado infantil16. Por su parte, el Convenio 103 de la OIT estableció 12 semanas para las licencias maternales en el año 1952 y luego el Convenio 18317 lo extendió a 14 semanas en el año 2000 (ver el Artículo 4).

Pero en la región, esta normativa tiene un impacto relativo por dos razones. Por un lado, porque hay una importante participación de trabajadoras y trabajadores en el sector informal de la economía18. Todo el derecho laboral y los derechos sociales protegen de forma diferente a quienes están en relación de dependencia respecto de aquellos que trabajan como autónomos o en el sector informal de la economía y no se encuentran inscriptos. Por otra parte, el obstáculo más importante para que se extiendan las licencias según la pauta de la OIT y se amplíen los servicios de cuidado, tiene que ver con la cuestión presupuestaria.

La disputa hoy es ¿Quién paga por el cuidado? ¿Quién tiene que hacer la inversión para que las licencias sean más extensas y para que los espacios de cuidado estén disponibles para las trabajadoras y los trabajadores?

Hay también un obstáculo cultural, relacionado con la persistencia de la idea que identifica a las mujeres como las principales responsables de los cuidados. Eso desmerece

14 El PDESC fue adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1966. El texto puede consultarse en www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/CESCR.aspx 15 El Convenio 156 de la OIT fue adoptado por la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo en junio de 1981. El texto puede consultarse en www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---gender/documents/genericdocument/wcms_114194.pdf 16 “La Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), establece en el artículo 18, incisos 1, 2 y 3, que el Estado debe garantizar "el reconocimiento del principio que ambos padres tienen obligaciones comunes en lo que respecta a la crianza y el desarrollo del niño″. Se afirma que los Estados prestarán asistencia a los padres y representantes legales, para el desempeño de sus funciones en relación con la crianza del niño y velarán por la creación de instituciones, instalaciones y servicios para el cuidado. Además "adoptarán todas las medidas apropiadas para que los niños cuyos padres trabajan tengan derecho a beneficiarse de los servicios e instalaciones de guarda de niños″. Por su parte la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer explicita que los derechos de las trabajadoras deben ser protegidos ante potenciales discriminaciones originadas por la maternidad: los Estados deben prohibir y sancionar todo tipo de prácticas discriminatorias e implementar licencias pagas, prestación de servicios de cuidado y otras medidas que permitan combinar las responsabilidades laborales y familiares de los padres. La Convención señala que hombres y mujeres deben compartir las responsabilidades domésticas y de crianza (artículo 11, inciso 2). En el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) se establece, en el artículo 10, que los Estados deben brindar protección y asistencia a las familias para el cuidado y educación de los hijos. Asimismo, el Convenio 156 sobre la igualdad de oportunidades y de trato entre trabajadores y trabajadoras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoce implícitamente la responsabilidad de hombres y mujeres en el trabajo de cuidado, para garantizar que cualquiera sea el tipo de empleo, se integren al mercado en condiciones de igualdad con aquellos que no tienen esas responsabilidades”. Más información puede consultarse en www.unicef.org/lac/desafios12_cepal-unicef.pdf 17 El Convenio 103 de la OIT fue adoptado por la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo en junio del año 2000 www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=NORMLEXPUB:12100:0::NO:12100:P12100_INSTRUMENT_ID:312328:NO 18 El porcentaje de trabajadores en el sector informal y otros indicadores sobre el mercado de trabajo pueden consultarse en la base de datos del SITEAL disponible en www.siteal.iipe-oei.org/base_de_datos/consulta

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la importancia de la extensión de licencias a los varones y la posibilidad de que sean las parejas -madres y padres, madres y madres o padres y padres, en el caso de Argentina que tenemos ley de matrimonio igualitario-, las que decidan cómo se van a distribuir las licencias. Así ocurre en algunos países nórdicos donde las parejas eligen la duración de las licencias para las mamás y los papás, a partir de una vasta cantidad de semanas que se disponen.

¿Qué avances y deudas se registran en la región en materia de reconocimiento del cuidado infantil como un bien social desde la legislación laboral?

Hay países que han avanzado mucho en materia de licencias parentales y guarderías en los lugares de trabajo19. En los países federales la heterogeneidad normativa es enorme. En Argentina, que es el caso que mejor conozco, se registran progresos en algunas provincias -como Tierra del Fuego- y estancamiento en otras. Recientemente hubo una ampliación de licencias para el sector público en Santa Fe y en Córdoba, pero hay otras provincias que todavía mantienen licencias bastante reducidas, tanto para las mujeres como para los hombres.

Luego, el sector privado y el público difieren notablemente, aunque en el sector público de distintas provincias se encuentran disposiciones muy heterogéneas en este sentido. También entra en juego el tipo de actividad laboral, porque entre los convenios colectivos algunos –como el de docentes y judiciales de la ciudad de Buenos Aires- amplían más y otros menos.

En relación con los servicios de cuidado en empresas, en el caso de Argentina la ley dispone que aquellas empresas con más de 50 empleadas mujeres deben contar con un servicio de cuidado. Sin embargo, son pocas las empresas que lo tienen. Algunas ofrecen reintegros para que las personas que tienen hijos pequeños resuelvan la cuestión del cuidado en el mercado. Se trata de una ley anacrónica que además nunca fue reglamentada. Hoy la estructura productiva cuenta con muchas empresas pequeñas o medianas y las mujeres no necesariamente se desempeñan en empresas grandes. Además, es limitado pensar que solamente las mujeres son las que tienen el derecho a llevar a los niños a un espacio de cuidado, en el caso de que esto finalmente se reglamentara. Creo que hay que cambiar esta legislación, adecuarla para que si el trabajador varón es el que está en el sector formal y la empresa que lo emplea tiene un servicio de cuidado, pueda llevar a su hijo o hija a ese lugar.

Entre los desafíos a asumir está el de superar una idea maternalista que ubica a las mujeres como las responsables exclusivas de los cuidados y ampliar derechos y responsabilidades para los hombres.

También es preciso repensar la duración de las jornadas laborales, porque las jornadas tan extensas son herederas del modelo de varón proveedor y mujer ama de casa. Se

19 Para profundizar en este tema se sugiere ver el informe de la Organización Internacional del Trabajo La maternidad y la paternidad en el trabajo. La legislación y la práctica en el mundo (2014) disponible en www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/documents/publication/wcms_242618.pdf

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supone que uno puede trabajar de 8 a 10 horas porque va a haber otra persona que esté disponible. Pero si padre y madre trabajan a tiempo completo, o si los hogares están encabezados por mujeres o presentan otras formas de composición, es difícil dar respuestas equilibradas y sostenibles a la conciliación entre familia y trabajo. De todas maneras, es importante entender que la legislación laboral, por sí sola, no puede responder a toda la demanda de cuidado que existe hoy. Hace falta articular con otras políticas, impulsando una coordinación sólida entre las acciones y extendiendo estos derechos a las personas que se desempeñan por fuera del mercado formal de la economía.

Para finalizar, ¿Qué aspectos se deberían incluir en una agenda pública orientada a una organización social del cuidado infantil desde un enfoque integral y sin perder de vista el desafío de morigerar las inequidades de género?

Hay que avanzar en la puesta en marcha de planes integrales, puesto que la proliferación de programas parcializados no podrá responder efectivamente a estas necesidades.

En esta materia no hay una prescripción, pero sí hay principios que deben ser respetados. Uno es la integralidad de las políticas. Políticas educativas, políticas de desarrollo social, políticas laborales y políticas de transferencia de ingresos tienen que pensarse de manera articulada e integrada. Otro de los principios básicos es la universalidad de las coberturas. En los últimos años ha ido cambiando el modo en que se concibe el nivel inicial. Frente a las tensiones que existen con respecto a la consideración del cuidado de los más pequeños como tarea asistencial o pedagógica, las familias están demostrando que un espacio educativo es el mejor lugar donde los niños pueden estar. Pero la cobertura tiene que universalizarse porque es muy difícil pensar en políticas de cuidado con coberturas reducidas o focalizadas. También se debe hacer frente a la necesidad de que los espacios de atención de niños y niñas puedan ampliar las jornadas.

Las políticas tienen que ponerse en marcha desde un principio de igualdad en el acceso, no discriminación y calidad. La respuesta no es ofrecer jardines pobres para niños pobres, sino espacios de calidad para todos los niños y niñas. Asimismo, es preciso ampliar las licencias, extender las coberturas para personas que están fuera del sector formal de la economía y sostener las transferencias condicionadas, que han sido muy positivas para las familias en Argentina y en toda la región latinoamericana.

Para lograr un sistema integrado de cuidados es necesario colocar el tema del cuidado como un eje central del debate público y la agenda de políticas sociales. Mientras esto no suceda, el cuidado infantil seguirá sosteniéndose gracias a los malabares que las mujeres realizan –realizamos- de forma cotidiana y silenciosa.

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DIÁLOGOS DEL SIPI

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Si en lugar de ajustar las perspectivas, de ampliar los derechos, de extender las coberturas, naturalizamos y hasta exaltamos las capacidades de las mujeres como si fueran ilimitadas, vamos a estar cristalizando este tipo de modelo y contribuyendo a que se reproduzca en las generaciones futuras. Estamos frente a la necesidad de construir nuevos equilibrios.