la luz que se apaga. rudyard kipling

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La luz que se apaga 21/7/06 14:00 Página 1

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Novela del británico Rudyard Kipling

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  • E l C o b r e

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  • LA LUZ QUE SE APAGARudyard Kipling

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  • C o l e c c i n A b y e c t o s , d i r i g i d a p o r L u i s C a y o P r e z B u e n oT t u l o o r i g i n a l : T h e L i g h t t h a t F a i l e dTr a d u c c i n d e J u a n L u i s C a l l e j aD i s e o g r f i c o : G . G a u g e r

    P r i m e r a e d i c i n : o c t u b r e d e l 2 0 0 6E l C o b r e E d i c i o n e s , 2 0 0 6c / F o l g u e r o l e s , 1 5 , p r a l . 2 . - 0 8 0 2 2 B a r c e l o n aM a q u e t a c i n : V c t o r I g u a lI m p r e s i n y e n c u a d e r n a c i n : I n d u s t r i a s G r f i c a s M r m o lD e p s i t o l e g a l : B . 3 7 . 5 6 6 - 2 0 0 6I S B N : 8 4 - 9 6 5 0 1 - 1 7 - 5I m p r e s o e n E s p a a

    C o l e c c i n p r o m o v i d a p o r

    E s t e l i b r o n o p o d r s e r r e p r o d u c i d o , n i t o t a l n i p a r c i a l m e n t e , s i n e l p r e v i o p e r m i s o e s c r i t o d e l e d i t o r.To d o s l o s d e r e c h o s r e s e r v a d o s .

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  • LA LUZ QUE SE APAGA

    Rudyard Kipling

    E l C o b r e

    Tr a d u c c i n d e J u a n L u i s C a l l e j a

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  • dedicatoria

    Si en el ms alto cerro me colgasen,madre ma, oh madre ma!,bien s qu amor me acompaara,madre ma, oh madre ma!

    Si yo me ahogase en los profundos mares,madre ma, oh madre ma!,s qu lgrimas hasta m habran de llegar,madre ma, oh madre ma!

    Si en alma y cuerpo me viese condenado,yo s bien qu oraciones me salvaran,madre ma, oh madre ma!

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    C a p t u l o I

    As decidimos todo cuando la tempestad pas,todo muy cmodamente,y yo tena que esperar en el granero, queridos mos,porque slo tena tres aos,y Teddy corra hasta el arranque del arco iris,porque ya era hombre: tena cinco aos;as empez todo, queridos mos.Y as empez todo.

    (Cuentos del granero)

    Qu te parece que pasara si nos pescase? Ya sabes queesto no lo debamos hacer dijo Maisie.

    A m me pegara y a ti te encerrara en tu cuarto con-test Dick, sin vacilar.

    Tienes los cartuchos?S, en el bolsillo; se mueven mucho. Se dispararn solos

    estos cartuchos?No lo s. Si tienes miedo, coge t el revlver, y yo los lle-

    var.No tengo miedo.Maisie avanz resueltamente, con la mano en el bolsillo y

    la cabeza muy erguida. Dick la segua con un pequeo re-vlver de sistema anticuado.

    Ambos nios haban descubierto que no vala la penavivir si no podan tirar al blanco. Despus de pensarlomucho y de hacer grandes sacrificios, Dick haba ahorradosiete chelines y medio, que era el precio de un revlver belgade mala fabricacin. Maisie slo pudo contribuir a la socie-dad con otros dos chelines y medio para comprar un cente-nar de cartuchos.

    A ti te es ms fcil ahorrar, Dick explic. Yo necesito

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    comer cosas buenas; a ti te es igual. Adems, eso es cosa demuchachos.

    Dick gru un poco por la desigualdad, pero fue a hacerlas compras procedentes. Ahora iban a probar por primeravez las armas de fuego, elementos extraos al programa devida trazado por la seora que se supona, equivocadamen-te, haba de ocupar el puesto de madre para los hurfanos.Seis aos haba permanecido Dick a su cuidado, tiempo du-rante el cual ella se haba beneficiado de las consignacionesdestinadas a su indumentaria, y en parte por ligereza, enparte por natural deseo de infligir dolor se trataba de unaviuda ya de algunos aos y deseosa de casarse otra vez, ha-ba hecho pesar la vida sobre los juveniles hombros del chi-co. Cuando l esperaba cario, ella slo le dio aversin pri-mero, odio ms tarde.

    Cuando se hizo mayorcito y ansiaba un poco de com-prensin, ella slo supo ridiculizarle. Las numerosas horasque le sobraban de los cuidados de la pequea casa las dedi-caba a lo que ella llamaba educacin casera de Dick Heldar.Su concepto de la religin, formado principalmente por supropia inteligencia y un vido estudio de los Evangelios, leserva de ayuda para ello. Aun en los momentos en que no sesenta concretamente disgustada con Dick, le daba a enten-der que l tena una fuerte cuenta pendiente con su creador;lo que hizo que Dick aborreciese a su Dios tan intensamentecomo aborreca a mistress Jennett, actitud de nimo que noes muy saludable para un muchacho.

    Dado que ella decidi conceptuarle como un grandsimoembustero, cuando el miedo al dolor fsico le impuls amentir por primera vez, naturalmente, se convirti en men-tiroso, pero un mentiroso econmico y frugal, que jamssoltaba la menor mentirijilla innecesaria y jams vacilabaante el mayor embuste, si era plausible, que pudiese hacerlela vida algo ms llevadera. Este tratamiento le ense al me-

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    nos la fuerza que da vivir aislado, fuerza que le sirvi nopoco cuando fue ms tarde al colegio y los compaeros serean de su ropa, pobretona y harto recosida. Durante lasvacaciones caa una vez ms bajo los mtodos pedaggicosde mistress Jennett, quien no dejaba pasar una docena dehoras sin propinarle unos golpes, por una u otra causa, paraasegurar la disciplina.

    Un ao, el otoo le trajo una compaera de esclavitud;un ser diminuto de largos cabellos y ojos grises, tan reserva-da como l. Se mova silenciosamente por la casa y durantelas primeras semanas no hablaba ms que con la cabra, sumejor amiga en este mundo, que viva en el jardincillo detrsde la casa. Cuando mistress Jennett se opuso a la presencia dela cabra porque no era un animal cristiano y ciertamenteno lo era, dijo el diminuto ser, eligiendo sus palabras conmarcada deliberacin:

    Pues escribir a mis abogados y les dir que es usted unamujer muy mala. Amomma es ma. Ma, ma!

    Mistress Jennett hizo un gesto en direccin al recibidor,donde se alineaban paraguas y bastones en un perchero. Eltomo de humanidad comprendi tan claramente comoDick lo que aquello anunciaba.

    Me han pegado otras veces dijo, con la misma vozimpasible de antes; me han pegado otras veces mucho msfuerte de lo que pueda usted pegarme. Pero si me pega ustedse lo escribir a mis abogados y les dir que no me da usted decomer bastante. No le tengo miedo.

    Mistress Jennett no fue al recibidor, y el tomo, despusde una pausa para asegurarse de que haba pasado el peli-gro, sali fuera para desahogar sus amargas lgrimas sobreel pescuezo de Amomma.

    Dick pronto supo que se llamaba Maisie. Al principiodesconfiaba profundamente de ella porque tema que dismi-nuyera la escasa libertad de accin que se le dejaba. No lo

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    hizo ella as, empero, ni trat de entablar amistad hasta queDick dio los primeros pasos. Antes que terminasen las vaca-ciones, la tensin del castigo compartido empuj a los mu-chachos a unirse, aunque slo fuera para ayudarse mutua-mente y preparar mentiras que decir a mistress Jennett.Cuando Dick volvi al colegio, Maisie le cuchiche:

    Ahora estar sola para defenderme, pero aadi conun bravo gesto de su cabeza ya me las arreglar. Me pro-metiste que enviaras a Amomma un collar de juncos. No loolvides.

    Una semana ms tarde le pidi ese collar a vuelta de co-rreo, y no se qued contenta al saber que haca falta tiempopara confeccionarlo. Cuando finalmente Dick lo mand,ella se olvid de darle las gracias.

    Varias vacaciones haban llegado y terminado desde eseda, y Dick se haba convertido en un muchacho flacucho ydesgarbado, ms consciente que nunca de lo mal vestido queiba. Ni por un momento haba aflojado mistress Jennett ensus tiernos cuidados, pero los vapuleos usuales en los cole-gios particulares Dick incurra en castigo unas tres veces almes, como promedio le indujeron a despreciar sus faculta-des.

    No hace dao le explic Maisie, que le incitaba a la re-belin, y es amable contigo despus de pegarme a m.

    As fue Dick un da tras otro sorteando dificultades, descui-dado de cuerpo y salvaje de alma, como no tardaron enapreciar los compaeros de colegio ms pequeos que l,porque cuando senta el impulso de la crueldad, les pegabacon gran astucia y arte. El mismo espritu le impuls ms deuna vez a torturar a Maisie, pero la muchacha protest.

    Ya lo pasamos bastante mal dijo. Lo que tenemos quehacer es buscar algo para distraernos y olvidar otras cosas.

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    La pistola fue el resultado final de su bsqueda. Slo po-dan utilizarla en el borde ms fangoso de la playa, lejos de lascasetas de bao y de las cabezas de los muelles, al pie de las ver-des lomas de Fort Keeling. La marea bajaba casi dos millas enaquella costa, y los multicolores bancos de cieno, acariciadospor el sol, despedan un olor lamentable a algas podridas.Caa la tarde cuando Dick y Maisie llegaron al terreno propi-cio, con Amomma trotando pacientemente tras ellos.

    Hum! dijo Maisie, olfateando la brisa. Qu ser loque hace oler as al mar? No me gusta.

    A ti no te gusta nada que no est hecho para ti dijo Dicksin rodeos. Dame los cartuchos y probar yo el primer dis-paro. Hasta dnde se alcanza con uno de estos revlveres?

    Oh!, media milla contest Maisie prontamente. Porlo menos, meten un ruido terrible. Ten cuidado con los car-tuchos, no me hacen gracia esas puntas que salen del borde.Ten cuidado, Dick.

    No te preocupes. S cmo cargarlo. Tirar contra elrompeolas.

    Dispar, y Amomma huy volando. El proyectil hizo sal-tar un chorrillo de lodo a la derecha de los pilones revestidosde algas.

    Tira alto y a la derecha. Ahora prueba t, Maisie. Perocuidado, eh? Tiene la carga completa.

    Maisie cogi la pistola y camin con delicadeza hasta elborde del barrizal, apretando firmemente la mano contra laculata del arma, con el ojo izquierdo y la boca torcidos enuna mueca. Se sent Dick sobre la hierba, rindose. Amom-ma regresaba muy cautelosamente. Estaba acostumbrada acuriosas experiencias durante sus paseos, y al tropezar conla olvidada caja de cartuchos hizo investigaciones olfatorias.Maisie dispar, pero no pudo ver adnde fue a parar la bala.

    Me parece que ha dado al poste dijo, haciendo viseracon la mano y mirando hacia el desierto mar.

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    Ha ido a parar a la boya de campana de Marazion dijoDick ahogando la risa. Si disparas bajo y a la izquierda,acaso des donde quieres. Oh, mira Amomma! Se est co-miendo los cartuchos!

    Maisie se volvi, revlver en mano, an a tiempo de ver aAmomma escapando de las piedras que Dick le tiraba. Nadahay sagrado para una cabra. Bien alimentada y adorada desu ama, Amomma, naturalmente, tena que tragarse dos car-tuchos cargados. Maisie corri a cerciorarse de que Dick nose haba equivocado en el recuento.

    S, se ha comido dos.Qu animal ms tonto! Ahora le explotarn en la tripa

    y reventar, y se lo merece... Oh, Dick! Te he matado?Los revlveres son objetos demasiado delicados para que

    manos inexpertas jueguen con ellos. No podra Maisie ex-plicar cmo ocurri, pero un velo de humo acre la separ deDick, y comprendi que la pistola se haba disparado solacontra su rostro. Le oy hacer ruidos con la boca y cay derodillas junto a l, exclamando:

    Dick, no ests herido, verdad? Lo he hecho sin querer...Claro est que s contest Dick, reapareciendo entre el

    humo y limpindose el carrillo. Pero casi me has dejado cie-go. La plvora pica como un demonio.

    Una visible y clara mancha de plomo sobre una piedramostraba adnde haba ido a parar la bala. Maisie comenza gemir.

    Djate de gemidos dijo Dick saltando en pie y sacu-dindose. No me ha pasado nada.

    No, pero poda haberte matado protest Maisie, conlas comisuras de los labios cadas. Qu hubiese hecho yoentonces?

    Hubieses ido a casa a contrselo a mistress Jennett res-pondi Dick, haciendo una mueca al pensarlo; pero en se-guida, ablandndose, aadi: No te preocupes. Adems,

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    estamos perdiendo el tiempo. Tenemos que volver para me-rendar. Djame el revlver un poco.

    Maisie hubiese llorado a poco que la alentasen a hacerlo,pero la indiferencia de Dick, a pesar de que le temblaba lamano cuando agarr el revlver, la contuvo. Se tendi, res-pirando nerviosa, sobre la playa, mientras Dick bombardea-ba metdicamente el rompeolas.

    Lo toqu al fin exclam al ver que un rizo de algas sal-taba de la madera.

    Djame probar a m dijo Maisie imperiosamente. Yase me ha pasado el susto.

    Dispararon por turno hasta que el herrumbroso revlvercasi se deshizo en trozos, y Amomma, la paria porque po-da estallar en cualquier momento, ramoneaba a distanciasin comprender por qu le arrojaban piedras. Encontrarondespus un trozo de leo que flotaba sobre una charca do-minada por la pendiente de Fort Keeling al mar, y se senta-ron juntos ante este nuevo blanco.

    En las vacaciones prximas dijo Dick cuando el re-vlver, ya completamente intil, recul violentamente al dis-parar compraremos otra pistola de percusin central, quetenga ms alcance.

    Para m no habr ms vacaciones dijo Maisie. Me voyde aqu.

    Adnde?No s. Mis abogados han escrito a mistress Jennett, y

    tienen que educarme no s dnde; en Francia, puede ser;pero me alegrar de marcharme.

    Yo, no. Ni pizca. Supongo que a m me dejarn aqu.Pero vamos a ver, Maisie: es verdad eso de que te vas? En-tonces estas vacaciones sern las ltimas en que te vea; y yovoy al colegio la semana prxima. Quisiera que...

    La sangre joven enrojeci sus mejillas. Maisie estabaarrancando manojillos de hierba y arrojndolos, cuesta aba-

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    jo, a una amapola de mar que meca su amarilla corola enlos ilimitados bancos de barro junto al lechoso mar que seextenda ms all.

    Quisiera dijo ella tras una pausa, quisiera poderte veralguna vez. T tambin?

    Entonces mejor sera que hubieses disparado... contra elrompeolas.

    Maisie le mir un momento con los ojos muy abiertos. Yste era el muchacho que, tan slo diez das antes, habaadornado los cuernos de Amomma con el papel rizado de unjamn, y la haba lanzado por los caminos pblicos, comoun barbudo hazmerrer! Despus, baj los ojos; ste no erael chico aquel.

    No seas estpido dijo ella con tono de reproche, ycon veloz instinto atac el problema secundario. Egosta!Imagnate lo que hubiera sentido si te hubiese matado! Bas-tante triste estoy ya.

    Por qu? Porque te marchas de casa de mistress Jen-nett?

    No.De mi lado, entonces?Durante largos instantes no hubo respuesta. Dick no se

    atreva a mirarla. Comprenda, sin darse cuenta, lo que ha-ban sido para l los ltimos cuatro aos, y ello tanto msagudamente cuanto que no acertaba a expresar sus senti-mientos con palabras.

    No s dijo ella finalmente. Me figuro que s.Maisie, escucha. Yo no es que me lo figure.Vmonos a casa dijo Maisie dbilmente.Pero Dick no se senta inclinado a la retirada.No s decir las cosas implor, y te pido perdn por ha-

    certe rabiar con Amomma el otro da. Pero ahora todo es dis-tinto, Maisie, no lo comprendes? Y podas haberme dichoque te ibas, en vez de dejar que yo lo averiguase.

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    No lo has averiguado t. Te lo he dicho yo. Oh Dick!,de qu sirve ponerse triste?

    De nada; pero hemos estado juntos aos y aos...No creo que te importase nunca mucho.No, no me importabas; pero ahora s..., me importas

    muchsimo ahora, Maisie balbuce. Maisie, dime que a titambin te importo yo, anda.

    S, me importas mucho; pero de nada sirve.Por qu?Porque me marcho.S, pero si antes de marcharte me prometes... Dime sola-

    mente..., quieres?No se cruzaban muchas palabras cariosas en casa de

    Dick ni en el colegio; tena que encontrarlas instintiva-mente. Dick asi la manita ennegrecida por los gases esca-pados del revlver.

    Lo prometo contest ella solemnemente. Pero si t meimportas, no hay necesidad de prometer nada.

    Y te importo?Por primera vez en los ltimos minutos sus ojos se en-

    contraron y hablaron en nombre de quienes no saban anexpresarse.

    Oh Dick, eso no! Por favor, no! Cuando slo me de-cas buenos das, muy bien; pero ahora... es todo tan di-ferente!

    Amomma miraba desde lejos. Haba visto disputar fre-cuentemente a sus amos, pero nunca les haba visto cambiarbesos. La gualda amapola marina tena ms experiencia ycabeceaba en seal de aprobacin. Considerado como beso,ste fue un fracaso; pero comoquiera que se trataba del pri-mero que uno y otro daban, aparte de los exigidos por lacostumbre, les abri nuevos horizontes, todos maravillosos,de forma que se sintieron transportados muy por encima detodos los mundos, especialmente de aquellos en que la me-

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    rienda es algo necesario, y ambos permanecieron sentadosquedamente sin decir ni una palabra.

    No puedes olvidarlo ahora dijo Dick finalmente.En su mejilla llevaba algo que escoca ms que la pl-

    vora.No lo hubiese olvidado de todos modos respondi

    Maisie.Y al mirarle comprendi que ambos haban cambiado y

    que ya no eran los camaradas de una hora antes, sino queuno y otro se haban transformado en una maravilla y en unmisterio incomprensible. El sol comenzaba a ponerse y unviento nocturno barra los recodos de la orilla.

    Vamos a llegar tardsimo para el t dijo Maisie.Vmonos.

    Gastaremos antes los cartuchos que nos quedan re-puso Dick.

    Y ayud a Maisie a bajar la cuesta desde el fuerte al mar,una bajada que ella poda hacer sola a toda velocidad. Conigual gravedad, Maisie acept la no muy limpia mano. Dickse inclin torpemente; Maisie retir la mano y el muchachose sonroj.

    Es muy bonita dijo.Bah! exclam Maisie con una risita de vanidad satis-

    fecha.Permaneci junto a Dick mientras ste cargaba el revl-

    ver por ltima vez y disparaba al mar, con una vaga y re-cndita ilusin de que, cual improvisado campen, estabaprotegiendo a Maisie de todos los peligros del mundo. Uncharco, al otro lado del barrizal, atrapaba los postreros ra-yos de sol y los converta en un fulgurante disco rojo. Su luzretuvo por un instante la atencin de Dick y, al elevar el re-vlver, le domin una renovada sensacin de algo milagro-so, puesto que se encontraba junto a Maisie y sta habaprometido quererle por un indefinido espacio de tiempo,

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    hasta que... Una rfaga del creciente viento le tap los ojoscon los largos cabellos de su compaera, mientras sta, enpie, con una mano sobre el hombro de Dick, llamaba ani-malucho a Amomma; y por un momento le pareci estar enla oscuridad, una oscuridad que era como un pinchazo. Labala se alej silbando hacia el desierto mar.

    Perd la puntera dijo l con un movimiento de cabe-za. No hay ms cartuchos. Tendremos que volver corrien-do a casa.

    Pero no corrieron. Fueron muy despacio, cogidos del bra-zo, indiferentes a que la olvidada Amomma, con los cartuchosen la barriga, reventase o trotase a su lado; porque haban en-trado en posesin de una opulenta herencia y disponan ya deella con toda la sabidura de sus largos aos.

    Yo voy a ser... comenz Dick bravamente, pero se retu-vo. No s qu ser. Me suspenden siempre..., pero hagounas caricaturas estupendas de los profesores. Ja! Ja!

    Entonces tienes que ser artista dijo Maisie. Siemprete burlas de que yo quiera dibujar; y te sentar bien.

    Nunca me volver a burlar de nada de lo que t hagascontest l. Ser pintor y me har famoso.

    Los artistas no ganan dinero, verdad?Yo tengo ciento veinte libras al ao, mas propias. Mis

    tutores me dicen que me las darn cuando sea mayor. Coneso tendr bastante para empezar.

    Yo soy muy rica dijo Maisie. Tengo trescientas li-bras al ao. En cuanto cumpla veintin aos... Por eso mis-tress Jennett es ms amable conmigo. Pero aun as, yo de-seara tener alguien que fuese mo..., un padre o una madre.

    Eres ma afirm Dick para siempre jams.S, el uno del otro, para siempre. Qu bien!Le apret el brazo.La protectora oscuridad los ocultaba mutuamente, y

    alentado, porque slo poda ver el perfil de la mejilla de

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    Maisie, con las largas pestaas que velaban sus ojos grises,Dick, al llegar a la puerta de la casa, se desembaraz de laspalabras que haba estado vacilando pronunciar durantelas dos horas ltimas.

    Y yo... te quiero, Maisie dijo en un cuchicheo que a lle pareci resonar por el mundo entero..., el mundo quemarchara l a conquistar maana o al otro da.

    Cuando llegaron, hubieron de escuchar airadas palabras,primero por su vergonzosa falta de puntualidad, y despuspor haber estado a punto de matarse con un arma prohi-bida.

    Estaba jugando con ella y se dispar sola dijo Dick, alno poder ocultar la mejilla salpicada de manchitas de plvo-ra; pero si cree usted que me va a pegar, se equivoca. No vausted a tocarme nunca ms. Sintese y dme el t. No puededejarnos sin merendar.

    Mistress Jennett abri la boca con asombro y se puso l-vida. Maisie nada dijo, pero alentaba a Dick con la mirada,y ste se condujo atrozmente todo el resto de aquella tarde.Mistress Jennett profetiz un juicio inmediato de la provi-dencia y un descenso a los abismos infernales ms tarde;pero Dick se encontraba en el paraso y no le hizo caso. Slocuando se fue a acostar, mistress Jennett restableci su auto-ridad. Haba dado l las buenas noches a Maisie con los ojosmuy bajos y a cierta distancia.

    Si no eres un caballero, podas procurar portarte comotal dijo mistress Jennett, airada. Otra vez habrs regaadocon Maisie.

    Esto era porque haba omitido el beso acostumbrado aldarse las buenas noches. Maisie, plida hasta los labios,adelant la mejilla con perfecto aire de indiferencia y recibiun torpe beso de Dick, que sali del cuarto, rojo como unpavo. Esa noche tuvo un sueo disparatado. Haba conquis-tado el mundo entero y se lo llev a Maisie en una caja de

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    cartuchos; pero ella le dio con el pie, y en vez de decir gra-cias, le grit:

    Dnde est el collar que me prometiste para Amom-ma? Qu egosta eres!

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    C a p t u l o I I

    Sonaron los clarines. Lanzas en ristrefuimos a Kandahar, formados de dos en dos,a caballo, a caballo, formados por parejas,tarar, tarar, tarar,hasta llegar a Kandahar, siempre de dos en dos.

    (Baladas de cuartel)

    No me enfado con el pblico britnico, pero quisieraque unos millares de ciudadanos estuviesen desperdigadosentre estos peascales. No tendran entonces tanta prisa porleer los peridicos de la maana. Puedes imaginarte al t-pico cabeza de familia Amante de la justicia, Constantelector, Paterfamilias* y toda esa gente cocindose sobreestos arenales hirvientes?

    Con un velo azul sobre la cabeza y sus ropas hechas ti-ras. Hay alguien aqu que tenga una aguja? Me he agencia-do un pedazo de tela, de un saco de azcar.

    Te presto una aguja capotera a cambio de seis pulgadascuadradas de tela, entonces. Las dos rodillas de mi pantalnse clarean de modo alarmante.

    Por qu no me pides seis hectreas, ya que te pones apedir? Pero prstame la aguja, y ver lo que puedo hacer conel material disponible. No creo que haya bastante para pro-teger mi real cuerpo contra las rachas de viento. Qu hacescon ese interminable cuaderno de bocetos tuyos, Dick?

    Estudio de nuestro corresponsal especial reparando suguardarropa contest Dick con gravedad, mientras el otro sequitaba un par de maltrechos calzones de montar y comenza-

    * Seudnimos corrientes de los autores de cartas a los peridicos. (N.del T.)

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    ba a insertar un cuadrado del burdo material sobre la abertu-ra ms amplia y evidente. Gru con desconsuelo cuando sehizo cargo de la enorme extensin del espacio vaco.

    Un saco de azcar! Eh, piloto! Prstame todas las ve-las de esa lancha ballenera!

    Una cabeza coronada por un fez surgi de entre las velasde popa, se parti exactamente en dos mitades por una hile-ra de blancos dientes y se zambull nuevamente. El hombrede los calzones destrozados, cubierto solamente por una am-plia chaqueta tableada y una camisa de franela gris, conti-nu cosiendo con dedos torpes, mientras Dick se rea solocontemplando su dibujo.

    Una veintena de lanchas parecan acurrucarse junto a unbanco de arena salpicado de soldados ingleses de media do-cena de regimientos, bandose o remendando sus ropas. Unmontn de rodillos para los botes, cajones de intendencia, sa-cos de azcar y harina, cajas de municiones de fusil, mostra-ban patentemente el lugar en donde una de las balleneras sevio forzada a descargar precipitadamente; un carpintero deregimiento renegaba en voz alta mientras trataba de tapar,sin tener suficiente provisin de estao, las abiertas junturasde la propia lancha, requemadas por el sol.

    Primero salta el condenado timn deca dirigindose almundo en general; luego se va el mstil al diablo, y des-pus, maldita sea, cuando ya no poda haber otra cosa, seabre el casco como una flor de loto en China.

    Exactamente lo mismo que hicieron mis calzones, ami-go, aunque no s quin fue repuso el improvisado sastre sinmirar siquiera. Dick, cundo volver a ver una sastreradecente?

    No recibi respuesta, excepto el incesante y colrico mur-mullo del Nilo al precipitarse alrededor de una curva conmurallas de basalto deshecho en espuma tras saltar sobreuna rocosa y saliente arista media milla ms arriba. Pareca

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    que el peso del pardusco ro fuese a empujar a los hombresblancos y obligarles a marcharse a su pas. El indescriptibleolor a barro del Nilo que empapaba la atmsfera indicabaque la corriente de las aguas disminua y que las millas si-guientes no seran fciles de cruzar para las balleneras. Eldesierto llegaba casi hasta las mismas orillas, en las que, en-tre las lomas grises, rojizas y negruzcas, haba acampado undestacamento de camellos. Nadie se atreva a alejarse de laslentas lanchas ni un solo da; no se haba tenido que comba-tir durante varias semanas, pero el Nilo no les haba dadoreposo. Una cada de aguas suceda a otra, una roca a otra,un grupito de islas a otro, hasta que la gente de filas habaperdido toda nocin de direccin y casi de tiempo. Se trasla-daban a alguna parte, no saban por qu, para hacer algo, nosaban qu. Ante ellos flua el Nilo; al otro extremo de estero se hallaba un tal Gordon, en lucha a vida o muerte, enuna ciudad llamada Jartum. Varias columnas de tropas bri-tnicas avanzaban por el desierto, o por uno de los variosdesiertos; otras fuerzas marchaban siguiendo el curso delro, y aun otras esperaban a embarcar; tropas bisoas de re-fuerzo aguardaban en Assiut y Asun; circulaban embustes yrumores por toda la extensin de aquella inhspita regin,desde Suakin a la Sexta Catarata, y los hombres suponan,en trminos generales, que alguna mente diriga el plan deconjunto de todos aquellos movimientos. La tarea especialde aquella columna fluvial era mantener a flote en el ro lasballeneras; evitar el pisoteo de las cosechas de los aldeanoscuando las cuadrillas emboscadas obstaculizan el paso de laslanchas con cuerdas; comer y dormir lo ms que pudieseny, sobre todo, avanzar sin retrasos, a pesar del espumoso yturbulento Nilo.

    Con los soldados sudaban y trabajaban los correspon-sales de peridicos, que saban del asunto poco ms que suscompaeros. Pero era imprescindible que, por encima de

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    todo, a la hora del desayuno, Inglaterra pudiese distraerse,emocionarse o interesarse, tanto si Gordon viva como si no,aunque medio ejrcito britnico se deshiciese en aicos entrelas arenas. La campaa del Sudn fue pintoresca, y se pres-taba a pintarla en vvidos cuadros verbales. De cuando encuando, un corresponsal especial se las compona para ha-cerse matar lo que resultaba buena propaganda para el pe-ridico que lo empleara, y con frecuencia la ndole de la lu-cha, casi cuerpo a cuerpo, permita milagrosas escapadas,que vala la pena telegrafiar a la metrpoli a dieciocho pe-niques por palabra. Haba all numerosos corresponsalescon diversos cuerpos y columnas: desde los veteranos quefueron pisando los talones a las tropas de caballera que ocu-paron El Cairo el ao 82, cuando Arabi Baj se nombr rey,y que haban presenciado el desastroso principio de la cam-paa alrededor de Suakin, cuando apualaban a los centine-las por la noche y la maleza estaba plagada de lanzas, hastalos jovenzuelos contratados por telgrafo para sustituir a losque murieron o quedaron imposibilitados para las tareas delreportaje de guerra.

    Entre los veteranos, que conocan todos los misterios ycomplicaciones de las confusas combinaciones postales y elvalor del penco ms penco que se ofreca a la venta en El Cai-ro o en Alejandra, que saban despertar la amabilidad de unempleado de telgrafos y aplacar la ira del ms susceptible yreciente oficial del estado mayor cuando no haba ms reme-dio que quebrantar los reglamentos para la prensa, figuraba elhombre de la camisa de franela y cara cetrina: Torpenhow. Enesta campaa representaba a la Agencia de Prensa Centro-Me-ridional, al igual que lo haba representado en la guerra deEgipto y en otras partes. A la agencia no le importaban grancosa los comentarios estratgicos ni cosas parecidas. Tena unpblico populachero y lo que peda eran reportajes pintorescosy abundantes en detalles; porque causa ms placer en Inglate-

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    rra el hecho de que un soldado se insubordine y rompa elcuadro de formacin para socorrer a un camarada, que el co-nocimiento de que veinte generales trabajan como negros yse quedan calvos atendiendo a los detalles materiales deltransporte y de la intendencia.

    Haba encontrado un da en Suakin a un joven, sentadosobre el borde de un reducto recientemente abandonado, ha-ciendo un croquis de un grupo de cadveres destrozados poruna granada y hacinados sobre la arenosa llanura.

    Para quin trabaja? pregunt Torpenhow.El saludo inicial del corresponsal es el mismo del viajante

    de comercio.Mi mano nicamente contest el joven sin levantar la

    cabeza. Tiene usted tabaco?Torpenhow aguard a la terminacin del croquis y des-

    pus de mirarlo, pregunt nuevamente:Qu hace usted aqu?Nada. Haba jaleo, y aqu me vine. Creo que mi obliga-

    cin es cuidar de la pintura de las planchas, o puede que ten-ga a mi cargo el condensador de uno de los barcos cisterna.Francamente, no me acuerdo.

    Veo que tiene usted la cara ms dura que este reductodijo Torpenhow rindose, y midi con la vista al hombreque acababa de conocer. Siempre dibuja usted as?

    El joven sac ms croquis de su lbum.Ria en un barco chino cargado de cerdos dijo con

    aire sentencioso mientras mostraba sus dibujos, uno trasotro, Un marinero pega una pualada al segundo de abordo, Junco embarrancado cerca de Hakodate, Un ma-rinero somal recibe azotes, Estallido de una granada deestrellas sobre el campamento de Berbera, Persecucin deun barco negrero en la baha de Tajurrach, Soldado dego-llado por guerrilleros sudaneses a la luz de la luna, en lasafueras de Suakin.

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    Hum...! dijo Torpenhow. A m no me da mucho porlo macabro, pero hay gustos para todo. Y no tiene trabajo?

    No. Me divierto, sencillamente.Torpenhow ech una ojeada a la penosa desolacin de

    aquel lugar.Su procedimiento de pasarlo bien es original. Tiene us-

    ted dinero?Lo bastante para ir tirando. Pero, vamos a ver, es que

    quiere usted encargarme algo de guerra?Yo no. Pero mi sindicato quiz s. No dibuja mal, y pa-

    rece que la cuestin de remuneracin pecuniaria no le im-porta mucho. No es as?

    Por el momento, no me importa. Me interesa ms laoportunidad.

    Tiene usted razn en querer aprovechar la primeraoportunidad que se le presente.

    Cabalg velozmente por la Puerta de los Dos Buques deGuerra, hizo trepidar la pasarela que conduce a la ciudad ytelegrafi a su agencia:

    Tengo dibujante bueno y barato. Puedo ajustarlo? Po-dra enviar reportajes ilustrados.

    El hombre del reducto sigui sentado columpiando laspiernas sobre el borde y murmurando:

    Ya saba yo que la oportunidad vendra ms pronto oms tarde. Pero si salgo vivo de sta, juro que tendrn quepagarlo.

    Esa misma noche Torpenhow pudo anunciar a su nue-vo amigo que la Agencia de Prensa Centro-Meridional es-taba dispuesta a tomarle a prueba pagndole tres meses degastos.

    Y entre parntesis, cmo se llama usted? preguntTorpenhow.

    Heldar. Me dan libertad completa?Le han tomado a usted a prueba. En usted est justifi-

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    car la eleccin. Vale ms que no se aparte de m. Yo voy ha-cia el interior con una de las columnas y procurar ayudar-le. Dme algunos de los dibujos hechos aqu y los enviar.

    Y en su interior se deca: Esta es una de las mejores gan-gas que ha podido encontrar la agencia, y yo tampoco erauna mala ganga.

    Ocurri, pues, que despus de una transaccin de ndoleequina y de ciertas gestiones polticas y financieras, Dick in-gres en la Nueva y Honorable Cofrada de Corresponsalesde Guerra, que poseen el inalienable derecho de trabajar loms que puedan y de percibir por su labor todo lo que plaz-ca a la providencia y a los propietarios de peridicos y agen-cias. A esto se agrega ms tarde, si el cofrade es digno de ser-lo, el don de un lenguaje persuasivo, al que no se resistehombre ni mujer cuando se ventila una comida o una cama,el buen ojo de un tratante en caballeras, la habilidad de unacocinera, la robustez de un buey, la digestin de un avestruzy una ilimitada adaptabilidad a cualesquiera circunstancias.Pero son muchos los que mueren antes de alcanzar esa jerar-qua, y los grandes maestros del oficio, cuando regresan aInglaterra, se visten de etiqueta en su mayora, quedando asoculta su gloria ante la multitud.

    Dick sigui a Torpenhow adonde la fantasa de ste deci-di ir, y conjuntamente se las compusieron para hacer al-gunos trabajos que casi les dejaban satisfechos a ellos mis-mos. No era, ciertamente, una vida cmoda, y bajo suinfluencia los dos fueron intimando estrechamente, ya queambos tenan que comer del mismo plato, compartir la mis-ma cantimplora de agua y, lazo ms estrecho que ningnotro, su correo sala al mismo tiempo. Fue Dick el que logrembriagar esplndidamente a un empleado de telgrafos enuna cabaa de palmas ms all de la Segunda Catarata, ymientras el buen hombre dorma la borrachera sobre el sue-lo, se apoder de cierta informacin exclusiva, adquirida pe-

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    nosamente y enviada confiadamente por el corresponsal deuna agencia competidora; copi fielmente su texto y llev elfruto de su trabajo a Torpenhow, que opin que tanto enamor como en la correspondencia de guerra todo est permi-tido, y redact un excelente artculo descriptivo, utilizando elexceso de palabrera de su rival. Fue Torpenhow quien...; peroel relato de sus aventuras, tanto juntos como separados, des-de Filae a las incultas regiones de Herawi y Muella, llenaravarios volmenes. Una vez estuvieron formando el cuadro,expuestos a que la excitada soldadesca les pegase un tiro;juntos lucharon con camellos de carga en los fros albores dela madrugada; haban cabalgado en silencio, bajo el cegadorsol, sobre los incansables caballitos del pas; juntos habanchapoteado en los pantanos del Nilo cuando la ballenera enque tenan su camarote opt por chocar contra una rocaoculta y convertir en astillas la mitad de las planchas de sucasco.

    Ahora se hallaban sentados sobre un banco de arenamientras las balleneras iban trayendo al resto de la columna.

    No se puede negar deca Torpenhow, mientras daba lasltimas puntadas a su indumentaria, descuidada durantetanto tiempo: la cosa no va mal.

    El qu? El remiendo o la campaa? dijo Dick. Nin-guna de las dos cosas me parece gran cosa.

    T quieres que el Eurylas pase a la Tercera Catarata,verdad?, y que los caones de ochenta y una toneladas pue-dan emplazarse en Jakdul. En cuanto a m, quedo satisfechocon mis pantalones de montar y gir para exhibirse, comoun payaso.

    Preciosos. Especialmente el rtulo del saco, G. B. T. (Ga-nado Bovino en Trnsito). Ese saco es indio.

    Son mis iniciales: Gilbert Belling Torpenhow. Precisa-mente por eso rob la tela. Qu demonio hace por all eldestacamento de camelleros?

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    Torpenhow coloc su mano a modo de visera y mir alfondo del arenal, salpicado de matorrales.

    Son estridente un clarn, y los soldados cercanos se apre-suraron a coger sus armas y pertrechos.

    Soldados pisanos sorprendidos cuando se baabanobserv Dick con calma. Te acuerdas de ese cuadro? Esde Miguel ngel; todos los principiantes lo copian. La male-za est plagada de enemigos.

    El destacamento de camelleros, en la orilla, grit a la in-fantera para que fuese con ellos, y las roncas voces que as-cendan del ro mostraban que el resto de la columna esta-ba enterado de lo que ocurra y se apresuraba a intervenir.Con la rapidez con que el viento riza las aguas tranquilas,los cerros sembrados de rocas y las colinas revestidas demaleza se vieron perturbados en plena actividad, llenos dehombres armados. Afortunadamente se les ocurri a stosmantenerse a distancia durante algn tiempo, vociferando ygesticulando con alegra. Incluso uno de ellos solt una lar-ga alocucin. Los camelleros no dispararon. Estaban msque contentos de poder conseguir unos minutos de respiropara formar el cuadro lo mejor posible. Los hombres que sehallaban sobre el banco arenoso corrieron a su lado, y laslanchas, conforme avanzaban hasta el alcance de la voz,fueron dirigidas hacia la orilla ms prxima y vaciadas detodo, exceptuando los heridos y unos cuantos hombrespara guardarlas. El orador rabe ces de hablar y sus ami-gos aullaron.

    Gente del Mahdi dijo Torpenhow, abrindose paso acodazos entre las apreturas del cuadro; pero cuntosmiles hay! Las tribus de estos parajes no estn contra no-sotros, lo s.

    Ser que el Mahdi ha tomado otra ciudad respondiDick y mandado contra nosotros a estos demonios paraque nos aburramos. Djame los prismticos.

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    La vanguardia debiera habernos avisado dijo un oficialjoven. Hemos cado en una emboscada. Por qu no hacenfuego los camelleros? A ver! Vosotros! De prisa!

    La orden no era necesaria. Los soldados se apretujaronsin aliento contra los flancos del cuadro, pues harto sabanque quien quedase aislado tena excelentes posibilidades demorir de manera muy poco agradable. Los caoncitos de cien-to cincuenta libras del destacamento a camello, agrupadosen una esquina del cuadro, iniciaron la zarabanda, mientrasla tropa comenz a moverse tardamente hacia la derechapara tomar la cumbre de un altozano vecino. Todos cono-can esta manera de pelear a la defensiva, y por ello ningunosenta la curiosidad de lo desconocido; siempre era igual: laformacin, apretada, asfixiante; el olor a polvo y cuero, elataque vesnico, fulminante, del enemigo contra el flancoms dbil, unos minutos de bestial lucha cuerpo a cuerpo yluego el silencio del desierto, solamente roto por los aullidosde los que huan, vanamente perseguidos por un puado dejinetes. Todo les tena sin cuidado.

    Los caones cantaban a intervalos, y el cuadro se movapenosamente hacia adelante, acompaado de las protestasde los camellos. Vino entonces el ataque de tres mil hom-bres, a quienes el estudio no haba hecho comprender que nose debe atacar en formacin cerrada contra una tropa equi-pada con armas de fuego modernas. Unos francotiradoresaislados pregonaron su aproximacin. Venan a la cabeza al-gunos jinetes, pero el grueso de sus fuerzas estaba compues-to por una densa turba de hombres desnudos, locos de rabia,armados de lanzas y espadas. El instinto del desierto del gue-rrero habitual pareci decirles que el flanco derecho era elms dbil, y all se volc su furia, luego de evitar el choquefrontal.

    Segn pasaban ante los caoncitos, se abrieron en lasdensas filas graciosas veredas. El fuego de fusil, retenido has-

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    ta el momento oportuno, los seg luego en apretados cente-nares. Ninguna tropa civilizada podra haber pasado a tra-vs del horror infernal que pretendi detenerlos. Los vivosdaban grandes saltos para evitar que los agonizantes pudie-ran agarrarlos de las piernas; los heridos continuaban avan-zando vacilantes hasta, al fin, caer. El torrente humano, ne-gro como el agua viscosa que se desliza en los cauces de unbatn, cay de lleno sobre el flanco derecho. Desapareci lalnea de tropas polvorientas, y hasta el cielo azul del desier-to, en una nube de humo y polvo. Las piedras del suelo cal-deado, los agostados matorrales, adquirieron repentinamen-te un sorprendente inters para aquellos hombres, que ora seretiraban, ora contraatacaban, con igual determinacin an-gustiada, midiendo su xito por la mayor o menor proximi-dad a aquellos humildes puntos de referencia antes no vis-tos. La lucha en nada recordaba a una accin ordenada yestratgica. Nadie saba dentro del cuadro por cuntos ladosatacaba el enemigo. Quiz por los cuatro...

    Ellos no tenan ms inters inmediato que luchar contralos que tenan enfrente, clavar la bayoneta en la espalda de losque pasaban por encima de ellos y, ya moribundos, hacercaer a sus matadores y sujetarlos con un postrer esfuerzohasta que la culata de un fusil, manejada adecuadamentepor un compaero, vengaba al cado. Aguard Dick, conTorpenhow y el mdico joven, hasta que la tensin se hizoinsoportable. No haba que pensar en atender a los heridosmientras no fuera rechazado el ataque al flanco ms dbil dela formacin. En aquel momento el alud humano choc con-tra el flanco. Se oy el repetido y suave rumor de las lanzasal hundirse en la carne. Treinta o cuarenta hombres, capita-neados por un jinete, lograron romper las filas y se abrieronpaso por entre ellas aullando y matando. El flanco herido seencogi sobre s mismo, envolviendo a los atacantes. Losotros tres mandaron refuerzos. Los heridos, que saban las

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    pocas horas de vida que les quedaban, se agarraban tenacesa las piernas de los atacantes, hacindoles caer, o apodern-dose con postrer esfuerzo de un fusil abandonado, dispara-ban ciegamente hacia el revuelto combate del centro. Al-guien parti el salacot de Dick de un tajo tremendo, y stedispar su revlver a quemarropa sobre una cara negra y cu-bierta de espumarajos, que inmediatamente se convirti enalgo que para nada recordaba una faz humana. Torpenhowhaba cado debajo de un rabe a quien haba puesto unazancadilla al pasar, y se estaba revolcando con l, buscndo-le con marcado inters y energa los ojos para sacrselos. Elmdico daba estocadas al azar con una larga bayoneta. Unsoldado sin casco dispar repetidamente su fusil por encimadel hombro de Dick; la plvora le mordi la mejilla. Dick sedirigi a Torpenhow instintivamente.

    El digno representante de la Agencia de Prensa Centro-Meridional haba podido liberarse de su enemigo, y en aquelmomento se levant con ms prisa que elegancia, limpindo-se el dedo pulgar en el pantaln. El rabe, con ambas manosen los ojos, se alz aullando, y cogiendo luego su lanza searroj contra Torpenhow, que, sin aliento y bajo la protec-cin del revlver de Dick, le vio venir hacia l. Dispar dosveces Dick, y el aullador negro se desplom como si se hu-biera roto. Qued tirado en el suelo, mirando al cielo con unsolo ojo. Redoblse el nutrido fuego de fusil, pero ya comen-zaban a orse gritos de victoria. El ataque haba fracasado yel enemigo hua. Si en el corazn del cuadro todo era desor-den, fuera de sus lneas el campo se asemejaba a una inmen-sa carnicera. Se abri Dick camino por entre los soldados en-loquecidos. El enemigo se retiraba. Pocos, muy pocos, eranlos que huan. La caballera daba cuenta de los rezagados.

    Ms all de las hileras de muertos, una ensangrentada yancha lancha rabe, descartada en la fuga, yaca sobre unostronquitos de arbusto, y ms all an se divisaban las ilimi-

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    tadas y oscuras llanuras del desierto. El sol hera el acero ylo converta en un fulgurante disco rojo. Alguien detrs de ldeca:

    Ah! Djame, animal!Dick elev su revlver y seal hacia el desierto. Su mira-

    da qued retenida por el lejano fulgor rojo, y el clamor quele rodeaba pareci apagarse y reducirse a un distante mur-mullo, como el susurro del mar en calma. El revlver, y la luzroja..., y la voz de alguien que trataba de asustar a algo,exactamente lo mismo que le haba ocurrido alguna vez an-tes, probablemente en una existencia anterior. Dick esper aver qu suceda despus. Algo pareci estallar dentro de sucabeza, y por un instante qued sumido en la oscuridad, unaoscuridad mordiente. Dispar al azar, y la bala se alej porel desierto, mientras l refunfuaba:

    He perdido la puntera. Ya no hay ms cartuchos. Ten-dremos que regresar.

    Se llev la mano a la cabeza y la retir cubierta de sangre.Te han dado un tajo muy decente dijo Torpenhow.

    Adems, me has salvado la vida. Gracias. Ponte en pie! Nopuedes ponerte malo aqu.

    Dick se haba dejado caer rgidamente sobre el hombrode Torpenhow y murmuraba algo acerca de apuntar bajo y ala izquierda. Despus se desplom sobre la arena y se call.Torpenhow le arrastr hasta un mdico y se sent para re-dactar el relato de lo que l decidi llamar Una sangrientabatalla en la que nuestras tropas se han portado brillante-mente, etc.

    Toda aquella noche, cuando las tropas acamparon cercade las lanchas, una figura negruzca bail a la intensa luz dela luna sobre la duna, gritando que Jartum, el maldito, es-taba muerto..., estaba muerto..., estaba muerto...; que dosvapores se hallaban prisioneros de las rocas, cerca de la ciu-dad, y que de sus tripulaciones no quedaba ni un alma, y

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    que Jartum estaba muerto..., estaba muerto..., estabamuerto...!

    Pero Torpenhow no haca caso. Vigilaba a Dick, que pe-da sin descanso al Nilo su Maisie..., y Maisie otra vez!

    He aqu un fenmeno dijo Torpenhow, arreglando lamanta. Un hombre, al parecer humano, que menciona elnombre de una sola mujer. Y cuidado que yo he visto casosde delirio... Dick, toma esto: te refrescar.

    Gracias, Maisie contest Dick.

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    C a p t u l o I I I

    Espera hacerse a la mar de nuevopara otro crucero con sus filibusterosy chamuscar las barbas del rey de Espaa,capturar otro den de Jany venderlo en Argel.

    (Cuadro holands)

    La campaa del Sudn y la descalabrada cabeza de Dick sehaban terminado y remendado, respectivamente, y la Agen-cia de Prensa Centro-Meridional haba pagado a Dick ciertacantidad a cuenta de trabajos hechos, trabajos que segntuvieron empeo en asegurarle no acababan de llegar al ni-vel acostumbrado. Dick arroj la carta al Nilo, en El Cairo;cobr el giro en la misma ciudad y se despidi efusivamentede Torpenhow en la estacin.

    Voy a hacer el vago; a descansar una temporada dijoTorpenhow. No s an dnde residir en Londres, pero siDios quiere que nos encontremos, nos encontraremos. Tequedas aqu por si ocurriese otro jaleo? No suceder nadahasta que nuestras tropas ocupen otra vez el sur del Sudn.Toma nota de ello. Adis; que Dios te bendiga; bscamecuando se te acabe el dinero, y dame tu direccin.

    Recorri Dick calmosamente El Cairo, Alejandra, Ismai-la y Port Said, especialmente Port Said. La iniquidad existeen muchos lugares del mundo, y el vicio en todas partes,pero la concentrada esencia de todas las iniquidades de to-dos los vicios de todos los continentes va a parar a Port Said.Y por el centro de este infierno bordeado de arena, en don-de los espejismos surgen y desaparecen durante todo el dasobre los Lagos Amargos, circula, si se espera suficiente-mente, la mayor parte de los hombres y mujeres que uno

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    haya podido conocer en esta vida. Dick se instal en un alo-jamiento ms bullicioso que respetable. Pasaba las tardes enel muelle, subi a muchos buques y vio a no pocos amigossuyos; amables ingleses con quienes haba charlado alegre-mente en la terraza del hotel Shepheard, apresurados corres-ponsales de guerra, capitanes de los buques de transporteutilizados en la campaa mediante contrato, docenas deoficiales del ejrcito y otros de profesiones menos honrosas.Poda escoger para sus bocetos entre todas las razas orienta-les y occidentales, con la ventaja de poder ver a sus modelosbajo la influencia de la fuerte excitacin de la sala de juego,de la taberna, de los tugurios de baile y de otros lugares.Para su recreo tena el recto panorama del Canal, las abra-sadas arenas, la procesin de buques y los blancos hospita-les en donde yacan los soldados. Se esforzaba por fijar conlpiz y paleta todo lo que la providencia pona a su alcance,y cuando se le agotaba la provisin, iba a otra parte en buscade nuevos materiales. Era una ocupacin fascinadora, perodio al traste con sus fondos; y haba cobrado por anticipadolas ciento veinte libras anuales a que tena derecho.

    Ahora tendr que trabajar y morirme de hambre!,pens, y se preparaba para un destino tan poco halageocuando lleg un misterioso telegrama de Torpenhow, desdeInglaterra, que deca:

    Vuelve pronto. Has triunfado. Ven.Una amplia sonrisa se difundi por su rostro.Tan pronto! No est mal se dijo. Esta noche, orga.

    Me elevar o me hundir con mi suerte. En verdad, ya erahora de que me llegase.

    Deposit la mitad de sus fondos en manos de sus popula-res amigos, monsieur y madame Binat, y encarg para lsolo un baile en Zanzbar por todo lo alto. A monsieur Bi-nat el alcohol no le haba dejado muy sereno; pero madamesonri indulgentemente.

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    Monsieur querra una silla, por supuesto, y por supues-to, monsieur dibujar; monsieur se divierte de manera muyespecial.

    Binat levant su cara azulada desde su catre en un cuarti-to interior.

    Ya comprendo dijo con voz temblorosa. Conocemos amonsieur. Monsieur es un artista, como lo he sido yo.

    Dick asinti con la cabeza.A la postre, monsieur descender vivo a los infiernos un

    da aadi Binat con aire sentencioso, como yo he descen-dido tambin y se ech a rer.

    Debe usted asistir tambin al baile dijo Dick. Quieroque est usted all.

    Por mi fisonoma? Ya saba yo que sucedera. Por micara? Dios mo, que sea tan tremenda mi degradacin! No,no asistir. Que se vaya de aqu! Es un demonio. O al me-nos t, Celeste, pdele ms.

    El excelente Binat comenz a gritar y patalear.Todo se vende en Port Said dijo madame. Si mi mari-

    do va, costar algo ms. Ah! Cmo lo llaman ustedes? Me-dio soberano, media libra ms.

    El dinero fue pagado y la vesnica danza tuvo lugar porla noche, en un patio cerrado, detrs de la casa de mada-me Binat. La propia dama, con un vestido de seda malva,algo descolorido, que siempre pareca que iba a deslizarsede sus hombros amarillentos, tocaba el piano; y a la msi-ca rastrera y dulzona de un vals europeo, unas zanzibare-sas desnudas bailaron furiosamente bajo los reflejos de laslmparas de petrleo. Binat, sentado en una silla, lo con-templaba todo con ojos que no vean nada, hasta que losgiros del baile y el ruido del aporreado piano se mezclaroncon el alcohol que sustitua a la sangre en sus venas, y surostro se ilumin. Dick lo cogi por la barbilla brutalmen-te y expuso sus facciones a la luz. Madame Binat miraba

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    por encima del hombro y sonrea, mostrando abundanciade dientes.

    Dick se recost en la pared y dibuj durante una hora,hasta que las lmparas de petrleo comenzaron a oler y lasbailarinas se dejaron caer, agotadas, sobre el pisoteado sue-lo. Despus cerr de golpe su lbum y se apart. Binat le tirtmidamente de la manga.

    Ensemelo dijo gimiendo. Tambin yo fui artista!Dick le dej ver el somero boceto que haba hecho.Soy yo as? grit. Se llevar usted esto y har ver al

    mundo entero que ste soy yo... Binat? gema y lloraba.Monsieur lo ha pagado todo dijo madame. Hasta que

    tengamos el placer de volver a verle.Se cerr la verja del patio y Dick camin apresuradamen-

    te por la arenosa calle hasta el primer garito, donde era muyconocido.

    Si tengo suerte, ser buena seal; si pierdo, tengo quequedarme aqu.

    Coloc sus monedas pintorescamente por todo el pao,atrevindose apenas a mirar lo que haba hecho. La suerte lefue propicia. Tres vueltas de la ruleta le enriquecieron enveinte libras, y se fue al muelle para hacerse amigo del capi-tn de un decrpito buque de carga, que le desembarc enLondres con menos libras en su bolsillo de lo que l querapensar.

    Una capa tenue de niebla gris se cerna sobre la ciudad,haca fro en las calles; el invierno haba llegado a Ingla-terra.

    Vaya un desierto alegre. No ha cambiado mucho pen-s Dick, marchando desde los muelles en direccin oeste.Ahora, qu es lo que debo hacer?

    Los apretados edificios no le dieron respuesta alguna.Dick contempl las largas calles sin luz y la terrible corrien-te del trfico londinense.

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    Oh vosotras, madrigueras de conejo! dijo, dirigindo-se a una hilera de casas sumamente respetables. Sabis loque tendris que hacer con el tiempo? Tendris que propor-cionarme criados y criadas y aqu dio dos chasquidos conla lengua y tesoros dignos de un monarca. Entre tanto he deadquirir ropas y zapatos, pero pronto volver para pisotea-ros.

    Sigui adelante con renovada energa, pero vio que unode sus zapatos se haba abierto por un costado. Mientras seinclinaba para hacer investigaciones, un transente le dio unempujn que le envi al arroyo.

    Est bien exclam. Una partida ms en la cuenta. Yate empujar yo con el tiempo.

    Las ropas y los zapatos buenos no son baratos, y Dicksali de la ltima tienda visitada con la certidumbre deque ira decentemente vestido por algn tiempo, pero sinque le quedasen en el bolsillo ms de cincuenta chelines.Volvi a las calles prximas al puerto y se aloj en una ha-bitacin barata donde las sbanas de la casa estaban mar-cadas para evitar robos y donde nadie pareca acostarse.Cuando llegaron sus compras, indag en la Agencia dePrensa Centro-Meridional la direccin de Torpenhow y sela dieron, juntamente con la informacin de que tena al-gn dinero para cobrar.

    Cunto? pregunt Dick, como si fuese un hombreacostumbrado a manejar millones.

    Unas treinta o cuarenta libras. Si se trata de servirle, porsupuesto, se lo podramos pagar ahora mismo; pero general-mente hacemos las liquidaciones por meses.

    Si dejo ver que lo necesito ahora, estoy perdido sedijo. Lo que necesito ya lo tendr ms tarde. Y en vozalta:

    No vale la pena; adems, voy a pasar un mes en el cam-po. Aguarden a mi regreso, y ya veremos.

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    Pero, mster Heldar, esperamos que no tenga usted in-tenciones de romper sus relaciones con nosotros.

    La profesin de Dick era el estudio de fisonomas, y vigi-laba con inters a su interlocutor.

    Este hombre quiere decir algo se dijo. No me com-prometer hasta que vea a Torpenhow. Hay en puertas algoimportante.

    Se fue, por tanto, sin hacer promesa alguna hacia su cuar-tito cercano a los muelles. Y era slo el sptimo da del mes,mes que, segn record con inquietud, tena treinta y undas!

    No es muy fcil para un hombre de saludable apetito ydiversidad de gustos vivir veinticuatro das con cincuentachelines. No es tampoco muy inspirador comenzar el expe-rimento aislado en las soledades londinenses. Dick pagabasiete chelines a la semana por su habitacin, lo que dejabamenos de un cheln diario para comidas y bebidas. Natural-mente, su primera adquisicin fue de materiales para su ofi-cio: haba carecido de ellos durante demasiado tiempo. Medioda de investigacin y comparacin le llev a la conclusinde que salchichas y pur de patatas, a dos peniques la racin,eran el mejor alimento. Ahora bien: las salchichas, una o dosveces por semana, para el desayuno, no son desagradables.Para el almuerzo, aun con pur de patatas, se hacen mon-tonas. Al llegar la cena, se hacen impertinentes. A los tresdas, Dick aborreca las salchichas, y opt por empear el re-loj para regalarse con una cabeza de carnero, que no era tanbarata como se cree, si se tienen en cuenta los huesos y la sal-sa. Despus volvi a las salchichas y al pur. Luego se con-form con el pur, y comenz a sentir extraos dolores in-ternos. Empe luego el chaleco y la corbata, acordndosecon pena del dinero malgastado en pretritos tiempos. Pocascosas hay ms edificantes para el arte que los autnticos re-tortijones del hambre, y Dick, en sus raros paseos no le

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    gustaba hacer ejercicio, porque ste suscitaba deseos que nopodan satisfacerse, lleg a dividir la humanidad en dos cla-ses: los que pareca que podan darle algo que comer y losque aparentaban lo contrario.

    No cre yo tener que aprender este rasgo en la fisonomahumana, pens. Y como recompensa por su humildad, laprovidencia hizo que un cochero, en una salchichera endonde Dick cenaba aquella noche, dejase casi sin tocar unagran rebanada de pan. Dick la cogi hubiese disputado suposesin al mundo entero, y esto levant su espritu.

    Fue el mes desgranando sus das con exasperante lenti-tud. El ltimo, Dick, saltando de impaciencia, fue a cobrarsu dinero. Se apresur en seguida a ir a casa de Torpenhowy olfatear el olor a carne guisada por todos los pasillos deledificio. Torpenhow viva en el ltimo piso. Dick irrumpien su habitacin para ser recibido con un abrazo que casi lerompi las costillas, y Torpenhow le empuj luego hacia laluz, hablando de veinte cosas diferentes al mismo tiempo.

    Pero te encuentro ms flacucho dictamin.Tienes algo que comer? pregunt Dick, paseando su

    mirada por la habitacin.Voy a desayunar dentro de un minuto. Qu te parece-

    ran unas salchichas?No, cualquier cosa menos salchichas! Torp, cre que me

    morira de hambre sin otra cosa que comer durante treintadas y treinta noches que esa maldita carne de caballo.

    Vamos a ver. Cul ha sido tu ltima locura?Dick habl sin ambages de las semanas ltimas. Abri

    luego la chaqueta; no llevaba chaleco debajo.Las he pasado negras, muy negras; pero sal adelante.No tienes mucho sentido comn, pero tienes tesn, por

    lo menos. Come, y despus habla.Dick la emprendi con los huevos y con el jamn, y en-

    gull hasta que ya no pudo ms. Torpenhow le brind una

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    pipa ya cargada y fum como fuma un hombre que se ha vis-to sin tabaco durante tres semanas.

    Uf! exclam. Esto es celestial! Bueno, qu cuentas?Por qu demonios no acudiste a m?No poda. Te debo demasiado ya, querido. Adems, sen-

    ta una especie de supersticin de que esa hambre temporal(y hambre fue la que pas) me traera buena suerte ms tar-de. Ahora ha pasado ya, sin que nadie de la agencia de pren-sa sepa lo que tuve que aguantar. Y ahora cuntame. Enqu situacin estoy realmente?

    Recibiste mi telegrama? Has cado bien aqu. A lagente le gusta inmensamente tu trabajo. No s por qu,pero les gusta. Dicen que tienes cierta frescura de composi-cin y un modo original de dibujar. Y, por ser t un inglssin estudios acadmicos, dicen que tienes percepcin in-terna. Te buscan media docena de peridicos; te solicitanpara ilustrar libros.

    Dick gru despreciativamente.Queran que ampliases tus croquis ms pequeos y los

    vendieses a los comerciantes de cuadros. Parecen opinar quesera buena inversin hurgar en las insondables rarezas delas gentes.

    Son gentes que parecen tener muy buen sentido, creo yoreplic Dick.

    Tienen rachas, si esto es lo que quieres decir, y t pa-reces ser el objeto de la ltima racha entre los que se inte-resan en lo que ellos llaman arte, con mayscula. Por elmomento, ests de moda, eres un fenmeno o lo que quie-ras. Resultaba ser yo el nico que saba algo acerca de ti,y he ido mostrando de cuando en cuando los bocetos yapuntes que me diste a las personas que podan ser mstiles. Los que han ido en busca de tus trabajos a la agen-cia de prensa parecen haberte hecho la propaganda. Tie-nes suerte.

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    Eso, llmalo suerte! Suerte, cuando un hombre ha es-tado dando vueltas como un perro esperando a que llegase!Ya les mostrar yo lo que es suerte ms adelante. Lo que ne-cesito ante todo es un sitio en donde trabajar.

    Mira, vente aqu dijo Torpenhow, cruzando el rellanode la escalera. Esto es en realidad un gran desvn, pero teservira. Aqu tienes la claraboya, o la luz del norte, o lo quellamis al ventanal ese, con sitio de sobra, y el dormitorio alfondo. Qu ms necesitas?

    Me basta dijo Dick contemplando la amplia estancia,que ocupaba una tercera parte del piso superior, en el des-tartalado edificio que miraba al Tmesis.

    Un sol plido brillaba a travs de la claraboya y mos-traba la mucha porquera que haba all. Tres escalonesconducan desde su puerta al rellano, y tres ms a la habi-tacin de Torpenhow. El hueco de la escalera desaparecaen la oscuridad, moteado por pequeos mecheros de gas.Se oan voces de hombres que hablaban y de puertas que secerraban de golpe siete pisos ms abajo, en las clidas ti-nieblas.

    Hay aqu libertad completa? pregunt Dick cauta-mente; saba lo bastante de la vida para no conocer el valorde la libertad.

    Toda la que quieras: llavn y libertad ilimitada. La ma-yor parte de los inquilinos somos permanentes. No es un lu-gar muy recomendable para una Asociacin de Jvenes Cris-tianos, pero te servir. Alquil yo esas habitaciones para ticuando te telegrafi.

    Eres demasiado bueno conmigo, Torp.No creeras que te ibas a escapar de m fcilmente, eh?Torpenhow puso la mano sobre el hombro de Dick y am-

    bos se pasearon por la estancia, que en adelante sera llama-da estudio, en plcida y silenciosa comunin de espritu.Oyeron unos golpes en la puerta de Torpenhow.

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    Ese es algn rufin que viene a que le d de beber dijoTorpenhow, y elev la voz cordialmente.

    No entr nadie ms rufianesco que un corpulento caba-llero de mediana edad que llevaba una levita con solapas deseda. Sus labios estaban plidos y abiertos y bajo sus ojosaparecan profundos surcos.

    Tiene el corazn dbil se dijo Dick; y al estrecharle lamano: Muy dbil. El pulso le hace temblar los dedos.

    El individuo se present como jefe de la Agencia de Pren-sa Centro-Meridional y uno de los ms fervientes admirado-res de mster Heldar.

    Puedo asegurarle a usted, en nombre de la agencia, quele estamos sumamente reconocidos, y confo, mster Heldar,en que no olvidar que nosotros contribuimos grandementea dar a conocer sus trabajos al pblico.

    Resollaba todava a causa de los siete pisos que haba te-nido que subir.

    Dick mir a Torpenhow, cuyo prpado izquierdo repo-saba inmvil por un momento sobre la mejilla.

    No lo olvidar contest Dick, que instintivamente sehaba puesto a la defensiva. Me han pagado ustedes tanbien, que no podra olvidarlo, como comprender. Por cier-to, en cuanto me instale aqu quisiera enviar a buscar mis di-bujos. Deben ustedes de tener en su poder casi ciento cin-cuenta.

    Esto es... precisamente de lo que he venido a hablarle.Me temo que no podamos permitirlo, mster Heldar. Noexistiendo ningn convenio especfico, esos dibujos nos per-tenecen, por supuesto.

    Quiere usted decir con eso que tiene la intencin dequedarse con ellos?

    S; pero esperamos que usted mismo se avenga, en lascondiciones que usted mismo indique, mster Heldar, a orga-nizar una pequea exposicin, que, respaldada por nuestro

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    nombre y la influencia que es innegable poseemos, pudieraserle muy til materialmente. Dibujos como los suyos...

    Me pertenecen. Me alquilaron por telgrafo. Me hanpagado a las tarifas ms bajas que pudieron. No pueden us-tedes pretender guardarse mis trabajos! Santo Dios, si sonlo nico que tengo en este mundo!

    Torpenhow segua con la vista la expresin de Dick y sil-baba suavemente.

    Dick se paseaba arriba y abajo, reflexionando. Vea todassus existencias comerciales, las primeras armas de su equipoexpropiadas en el primer paso de su campaa por un caba-llero entrado en aos, cuyo nombre ni siquiera haba odobien, y que dijo que representaba a la agencia de prensa, en-tidad por la cual Dick no senta la menor reverencia. La in-justicia de tales procedimientos no le haca mucha gracia;haba visto prevalecer al ms fuerte con demasiada frecuen-cia en otras partes para tener muchos escrpulos acerca delaspecto moral de lo justo y de lo injusto. Pero senta deseosde hacer correr la sangre del enlevitado caballero, y cuandonuevamente habl, lo hizo con una forzada dulzura, que in-dic a Torpenhow la proximidad de la lucha.

    Perdneme, caballero; pero no tienen ustedes..., no tienenuna persona ms joven para arreglar conmigo este asunto?

    Yo hablo en nombre de la agencia de prensa. No veo lanecesidad de un tercero para...

    Lo ver usted en un minuto. Tenga la bondad de devol-verme mis dibujos.

    El hombre mir con asombrados ojos a Dick y luego aTorpenhow, que se recostaba sobre la pared. No estabaacostumbrado a que sus ex empleados le ordenasen que tu-viera la bondad de hacer algo.

    S; esto es ms bien un robo a sangre fra dijo Torpen-how gravemente; pero temo mucho, Dick, que hayas cadoen malas manos. Ten cuidado, Dick; esto no es el Sudn.

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    Considerando los servicios que la agencia le ha prestadoal dar a conocer su nombre al mundo entero...

    Esta observacin no era muy afortunada; hizo recordar aDick ciertos aos de vida miserable, de soledad, de lucha, deaspiraciones insatisfechas. El recuerdo no contrastaba muybien con el prspero caballero que se propona lucrarse conel fruto de esos aos.

    No s realmente qu hacer con usted coment Dick, re-flexivamente. Por supuesto, es usted un ladrn y habra quemedio matarle, pero en su estado, si le doy una paliza, pro-bablemente se morira del todo. No quiero verle muerto enel suelo de esta casa, porque los cadveres traen mala suertecuando uno acaba de mudarse. No intente darme un golpe,caballero; slo conseguira excitarse tontamente.

    Coloc una de sus manos sobre el antebrazo del individuoy pas la otra por el adiposo cuerpo que cubra la levita.

    Santo cielo! dijo Torpenhow. Y este pajarraco bobose atreve a meterse a ladrn! He visto cmo le hacan saltara tiras su negra pelleja a un camellero esneh por haber roba-do media libra de dtiles mojados, y era un hombre durocomo la cuerda de un ltigo. Y este avechucho est blandode todas partes..., como una mujer.

    Pocas cosas hay ms humillantes que verse manoseado poruna persona que nos muestra intenciones agresivas. El jefe dela agencia de prensa comenz a respirar con dificultad. Dickgiraba en torno suyo, palpndole y sobndole como un gatojuega con una dctil alfombrilla. Despus traz con el dedondice las grisceas bolsas debajo de los ojos, y mene la ca-beza.

    Quera usted robarme lo mo, eh...?; mo, mo, mo...!,cuando ni siquiera sabe si va a morirse un da de stos. Escri-ba usted una nota a sus oficinas (usted dice que es all jefe)ordenndoles que entreguen a Torpenhow mis dibujos..., to-dos ellos. Aguarde un minuto, le tiembla la mano. Ahora!

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    Le puso delante un cuaderno de bolsillo. La nota fue es-crita. Torpenhow la cogi y se march sin pronunciar pala-bra, mientras Dick daba vueltas y vueltas alrededor del hip-notizado cautivo, dndole los mejores consejos que podapara la salvacin de su alma. Cuando Torpenhow regrescon una gigantesca carpeta, oy decir a Dick, casi en tono deconsuelo:

    Ahora espero que esto le sirva de leccin; y si cuando yome ponga a trabajar me molesta usted con estpidas denun-cias y querellas por agresin, crame, le buscar, le encontra-r y le dar tal paliza que se morir usted del susto. No le que-da mucha vida, de todas maneras. Ahora, lrguese! Imshi,Vootsak... Fuera!

    Y el hombre se fue, vacilante y aturdido. Dick respirprofundamente:

    Uf! Qu gentuza ms canalla! Lo primero con quetropieza un pobre huerfanito es con ladrones en cuadrilla,con el robo organizado! Date cuenta de toda la maldad enla mente de ese hombre! Y mis dibujos, estn todos, Torp?

    S, hay ciento cincuenta y siete. Bueno, Dick, te confiesoque has comenzado bien.

    Me estropeaba todos mis planes. Para l mis dibujosslo significaban unas cuantas libras, pero para m lo erantodo. No creo que intente denunciarme. Le di gratuitamentealgunos consejos mdicos acerca de su estado fsico. Le re-sultaron baratos, a cambio del pequeo sobresalto sufrido.Ahora, veamos mis trabajos.

    Dos minutos ms tarde, Dick se haba echado al suelo yse haba sumergido en el examen de la carpeta, rindose lsolo conforme iban desfilando sus dibujos y pensaba en elprecio al que los haba readquirido.

    Estaba ya muy avanzada la tarde cuando Torpenhow seasom a la puerta y vio a Dick danzando una zarabanda sal-vaje bajo la claraboya.

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    Estn mucho mejor de lo que crea, Torp dijo sin inte-rrumpir el baile. Son buenos! Son archisuperiores! Se losdisputarn! Voy a exponerlos por mi propia cuenta. Y pen-sar que ese individuo intentaba robrmelos! Querrs creerque estoy sintiendo no haberle pegado realmente?

    Anda, ve dijo Torpenhow, ve a rezar para que Dios teperdone el pecado de soberbia, del que no te librars nunca.Trae tu equipaje de donde lo tengas, y procuraremos haceralgo ms habitable este granero.

    Y entonces..., oh, entonces! exclam Dick, dando sal-tos todava, saquearemos a los egipcios antes de partir parala Tierra Prometida.

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    C a p t u l o I V

    El lobezno, al anochecer, yaca oculto entre las espigas,mientras el humo gris de las chozas perfumaba

    [apetitosamente el aire;saba dnde el ciervo prepar la cama para su hembray confiaba en sus propias fuerzas para lograr su presa.Pero la luna barri las guirnaldas de humo,y se apart de su comida en el recinto del aldeano,y aull a la luna cuando sta sali.

    (En Seonee)

    Bueno!, cmo sabe el xito? pregunt Torpenhowunos tres meses ms tarde. Acababa de regresar a la casadespus de unas vacaciones en el campo.

    Muy bien dijo Dick, sentado y relamindose los labiosante el caballete, en su estudio. Quiero ms..., muchsimoms. Los aos de pobreza pasaron ya, y encuentro muy a migusto los de prosperidad.

    Ten cuidado! Estas complacencias pueden llevar tu artea la ruina.

    Torpenhow estaba tendido sobre un divn, con un pe-queo fox-terrier dormido sobre el pecho, mientras Dickpreparaba un lienzo para pintar. Una plataforma, un fondoy un maniqu articulado eran los nicos objetos permanen-tes en la estancia. Emergan de entre una acumulacin de co-sas heterogneas, desde unas cantimploras forradas de fiel-tro hasta cinturones e insignias militares, un montn deuniformes usados y una especie de panoplia pintoresca. Lashuellas de pies embarrados sobre la plataforma mostrabanque el militar que sirviera de modelo acababa de marcharse.La acuosa luz de un sol otoal comenzaba a debilitarse; laoscuridad fue conquistando los rincones del estudio.

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    S deca Dick con deliberacin. Me gusta el poder queda; me gusta el entretenimiento; me gusta la adulacin, y,sobre todo, me gusta el dinero. Casi me gusta la gente queadula y paga. Casi. Pero es gente rara, es gente rarsima.

    Contigo no se han portado mal. Esa minscula exposi-cin de tus bocetos debe de haberte dado dinero. Viste quelos peridicos la llamaron exhibicin de obras salvajes?

    No importa. Vend todos los cuadros que quise; y te doymi palabra: creo que fue porque estaban convencidos de queyo era un artista de los que pintan sobre las losas del pavi-mento, que haba aprendido sin maestro. Hubiese sacadomejores precios si hubiese hecho mi trabajo con lanas de co-lores o los hubiese araado sobre huesos de camello, en vezde emplear el simple blanco y negro y los colores. Lo que tedigo, es gente muy rara. Tropec con un individuo el otro daque afirm ser imposible que las sombras sobre la arenablanca fuesen azules, azul marino, como realmente son. Ave-rig ms tarde que el hombre nunca haba salido ms lejosde la playa de Brighton; pero de arte no ignoraba nada elgran majadero. Me dio una conferencia sobre arte y meaconsej que fuese a una academia para aprender tcnica.Qu hubiese dicho de eso el viejo Kami?

    Cunto estuviste con Kami?Dos aos, en Pars. Enseaba por magnetismo personal.

    Sus mtodos pedaggicos se reducan a repetir una y otra vez:continuez, mes enfants, y despus de esto cada cual tena quehacer lo ms que poda. Dibujaba como un dios y era un co-lorista extraordinario. Aun sin haber visto los colores autn-ticos de la naturaleza hubiera sido capaz de intuirlos.

    Te acuerdas de aquellas vistas del Sudn? preguntTorpenhow con provocadora indiferencia.

    Dick se agit nerviosamente.No me hables de ellas! Me dan ganas de volverme all.

    Qu tonalidades! palo y mbar y rojos de vino, de ladri-

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    llo, de azufre...; las cacatas tenan las crestas de azufre ydestacaban contra el fondo negro de los peascos. Entre s-tos descollaba uno ms oscuro, negro de betn. Un friso de-corativo de camellos, un festn frente al cielo de plido azulturquesa.

    Comenz a dar paseos arriba y abajo.Y sin embargo, si uno trata de dar a esas gentes las co-

    sas tal y como Dios nos las dio, amoldndose a su compren-sin y segn las facultades que l nos da...

    Qu hombre ms modesto! Contina.... media docena de lechuguinos ambiguos, que ni si-

    quiera han estado en Argel, te dirn que eres un mal plagia-rio, que eso no es arte.

    Esto te ocurre porque he estado fuera un mes. Ay, Dick!Has estado paseando por los bazares, escuchando a los ocio-sos.

    Y qu iba a hacer? dijo Dick, arrepentido. T no es-tabas. De noche me encontraba solo. El hombre necesitadescansar algunas veces.

    El hombre podra haberse marchado a una tasca y em-borracharse en ella honradamente.

    Ojal lo hubiera hecho! He estado tratando con gentede toda clase. Decan ser artistas, y me consta que algunossaben dibujar..., pero no quieren hacerlo. Sabes lo que medieron de beber? T! T a las cinco de la tarde. Toman t yhablan de arte y de sus almas. Cmo si a alguien le impor-tase un rbano sus almas! Durante los ltimos seis meses heodo ms conversaciones acerca del arte y he visto menosarte que en todo el resto de mi vida. Te acuerdas de Cassa-vetti, aquel muchacho que trabajaba para una agencia euro-pea, que vino con nuestra columna expedicionaria por eldesierto? Cuando se nos incorpor pareca una tienda de ob-jetos para campo y playa: cantimploras, cuerdas, revlver,carteras para documentos, recado de escribir, costurero, ga-

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    fas de sol..., y yo qu s cuntas cosas. Nos las enseabamuy orgulloso y nos demostraba encantado su utilidad. Yluego, qu haca? Nada! Nada sino fusilar a escondidas losreportajes del Nilghai.

    Buen chico el Nilghai. Est en Londres. Ms gordo quenunca. Me dijo que vendra esta noche. Pero comprendo tucomparacin y lo que quieres decir. Hiciste mal en reunirtecon esa gentecilla. T tienes la culpa. Espero que eso no ten-ga consecuencias.

    Las ha tenido. Me ha enseado lo que es el arte; lo quees el arte divino.

    Mira, pues es mucho que hayas aprendido eso durantemi ausencia. Dime: qu es el arte?

    Dales lo que aprecian, y luego vulveselo a dar; cosasque les gusten: eso es arte.

    Volvi Dick un lienzo que haba contra la pared.Mira dijo, aqu tienes una muestra de lo que es arte.

    Es para la portada de una revista. Lo llam El ltimo cartu-cho. Es una ampliacin de aquella acuarela que hice en ElMaghrib. Para dibujarlo tuve que conseguir un modelo; ypara traerlo hasta aqu tuve que emborracharlo. Ya borracho,hice con l lo que quise. Luego le pint: roja la cara, destro-zado el uniforme, aterrado ante la muerte, con el salacotechado para atrs y los ojos desorbitados, herido, sangran-do por un tobillo medio roto. No result muy guapito, peroconsegu no slo un soldado de veras, sino un hombre nomenos real.

    Te felicito una vez ms por tu modestia y humildad.Ri Dick, y prosigui.Te estoy hablando a ti. No importa lo que diga. Lo hice lo

    mejor que pude, sin olvidar el brillo del leo para el efecto.Luego lo llev a la revista. El director artstico me dijo que alos suscriptores no les iba a gustar. Era un dibujo brutal, gro-sero, violento. Naturalmente, cuando un hombre se est ju-

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    gando la vida es amable y simptico. Me dijo tambin quequera algo ms apetecible, con ms colorido. Ganas se mepasaron de decirle cuatro cosas, pero si quieres hablar dearte ms vale que busques un carnero para que te escuche,que un director artstico. Me traje a casa el cuadro. He aquel resultado! Le puse una guerrera roja impecable, porqueeso es arte; le saqu brillo a las botas; fjate en la luz de lapuntera izquierda, esto es arte; le bru el fusil, porque losfusiles en la guerra siempre estn preciosos, y porque as estms bonito. Fjate en la blancura del salacot; el salacot, encampaa, se lleva siempre inmaculado. No lo sabas? Mesorprende. No lo olvides: inmaculado. Si no, esto no seraarte. Le afeit, le lav las manos y consegu darle una ex-presin de tranquilidad, beatfica y gordinflona. He aqu elresultado: un magnfico figurn para una revista de sastrera.Afortunadamente, me pagarn el doble que por el primero,que no estaba del todo mal.

    Y te propones publicar eso con tu firma?Por qu no? Obra ma es, al fin y al cabo; hecha para

    servir a los ms altos intereses, los sagrados intereses delarte y de la revista semanal de Dickenson...

    Torpenhow fum en silencio durante unos instantes. Lue-go vino el fallo dictado entre ascendentes nubes de humo:

    Si fueses solamente un compendio de hinchada vanidad,Dick, no me importara..., te dejara irte al demonio monta-do sobre tu caballete; pero cuando considero lo que t erespara m y cuando veo que agregas a tu vanidad el orgullo deuna chiquilla de doce aos, entonces obro yo en tu favor.As!

    El lienzo se desgarr al violento choque de la bota deTorpenhow, y el perrito salt pensando que haba ratas en lacasa.

    Si tienes palabras fuertes que emplear, emplalas. No lastienes. Continuar, pues. Eres un idiota, porque ningn hom-

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    bre nacido de mujer puede tomarse libertades con su p-blico impunemente, aunque ste sea (que no lo es) todo loque t dices.

    Pero si es que no entienden otra cosa! Qu se puede es-perar de criaturas nacidas y criadas en esta luz?

    Dick seal la amarillenta niebla del exterior.Si quieren lustre para los muebles, se lo daremos, mien-

    tras lo paguen. No son ms que hombres y mujeres. T ha-blas como si fuesen dioses.

    Todo eso suena muy bien, pero nada tiene que ver conel caso. Son la gente por quien t tienes que trabajar, tantosi te gusta como si no. Son tus amos. No te hagas ilusiones,Dick; no eres lo bastante fuerte para resolver tu enfado conellos haciendo mangas y capirotes, ni tu enfado contigomismo, que es ms importante. Adems..., ven aqu, Binkie.Esta tela embadurnada de rojo...; si no tienes mucho cuida-do, vas a caer bajo el dominio del talonario de cheques, yeso es peor que la muerte. Te emborrachars (ests ya me-dio borracho) con el dinero fcilmente adquirido. Por esedinero y por tu endemoniada vanidad ests dispuesto, deli-beradamente, a pintar mal. Ya hars bastantes cosas malassin darte cuenta. Y, Dick, como yo te aprecio y como s quet me aprecias, no voy a dejarte que cometas un crimen deesa clase ni por todo el oro de Inglaterra. Conformes?Ahora, jura.

    No s dijo Dick. He estado tratando de enfadarme,pero no puedo; es una falta imperdonable que tengastanta razn! Supongo que voy a tener un jaleo con la re-vista.

    Y quin te manda trabajar para una revista? Qu ga-nas de desangrarte poco a poco!

    Porque pagan; lo que es agradable respondi Dick conlas manos en los bolsillos.

    Torpenhow lo contempl con desprecio.

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    Y yo crea que eras un hombre dijo, pero eres un nio!No, no lo eres salt Dick girando rpidamente. No

    tienes idea de lo que significa la seguridad que da el dinerocontante y sonante a quien siempre ha vivido con apuros.Nada puede hacerme olvidar algunos episodios de mi vida;por ejemplo, cierto barco porquero chino, donde comamospan con mermelada en todas las comidas, porque Ho Wangno nos daba otra cosa, y todo saba a cerdo..., a cerdo chino.He trabajado para llegar a esto, he sudado y he pasado ham-bre por esto, un da y otro da, un mes y otro mes. Pero aho-ra que lo he logrado, voy a aprovecharme mientras dure.Mientras paguen bien...

    Oh rey y seor! Qu deseis hoy? No puedes fumarms que lo que fumas, no bebes, comes demasiado y te vis-tes a oscuras, a juzgar por las apariencias. No quieres tenercaballo, dijiste el otro da cuando te lo propuse, porque po-dra quedarse cojo, y hasta para cruzar la calle tomas un co-che. No puedo creer que seas lo suficientemente idiota paraimaginar que ni los teatros ni todos los seres vivientes queuno pueda comprar por sus cercanas significan vida. Qunecesidad tienes t de dinero?

    La tengo, gracias a Dios repuso Dick. La tengo siempre.La providencia me ha enviado nueces mientras tengo andientes para cascarlas. No he encontrado todava la nuez es-pecial que yo quisiera cascar, pero conservo mis dientes afila-dos. Acaso algn da t y yo nos vayamos a correr mundo.

    Sin trabajo alguno, sin que nadie nos moleste ni nadiecon quien luchar? A los siete das no habra quien pudieraaguantarte. Adems, yo no ira. No me interesa disfrutar delprecio pagado por un alma humana, porque esto es lo quevendra a ser. Dick, no vale la pena discutir. Eres un imbcil.

    No lo creo. Cuando yo estaba en ese barco-pocilga chi-no, nuestro capitn fue muy alabado por haber llevado fe-lizmente a su destino a unos veinticinco mil marranillos ma-

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    reados, a pesar de que nuestro dilapidado buque abord unjunco cargado de madera. Ahora bien: eso pudo hacerlo em-pleando esos cerdos como paralelo...

    Oh, vete al cuerno con tus paralelos! Cada vez que tra-to de redimir tu alma, siempre sacas a colacin algn irrele-vante episodio de tu sospechoso pasado. Los marranos sonel pblico ingls; lo que merece crdito en alta mar no tienevalor aqu, pero el respeto a s mismo es igual en todas par-tes. Y ahora te pregunto: si el Nilghai aparece esta noche, lepuedo mostrar tu tugurio?

    Claro que s. Vas a preguntarme incluso si tienes quellamar antes de abrir mi puerta?

    Y Dick se march para consultarse a s mismo, envueltopor la creciente niebla londinense.

    Media hora ms tarde el Nilghai subi penosamente laescalera. Era el principal, a la par que el ms voluminoso, detodos los corresponsales de guerra, y sus experiencias se re-montaban al nacimiento del fusil de percusin central. Ex-ceptuando a su aliado, Keneu, el Gran guila de Guerra, nohaba en el oficio personaje ms poderoso que l, y siempreiniciaba la conversacin anunciando que habra jaleo en losBalcanes en primavera. Torpenhow le recibi rindose.

    Pasa por alto lo del jaleo en los Balcanes. Esos pequeosestados siempre estn chillando. Te has enterado de la suer-te de Dick?

    S, se ha hecho famoso, no? Espero que le mantengasen el plano de humildad conveniente. Necesita hacer peni-tencia de cuando en cuando.

    S. Empieza ya a tomarse libertades con lo que l creeque es su reputacin.

    Ya? Caramba, qu valor! No puedo hablar de su repu-tacin; pero si empieza a hacer cosas as va a darse un granbatacazo.

    Eso es lo que le he dicho. Pero me parece que no lo cree.

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    Nunca se creen esas cosas al principio. Qu son esosdestrozos que hay por el suelo?

    Restos de su ltimo mamarracho.Torpenhow reajust los bordes del desgarrado lienzo

    para hacerlos coincidir y ense la relamida y convencionalpintura al Nilghai, que, tras contemplarla un momento, dejescapar un silbido.

    Es un cromo dijo, una cromolitografomargarina! Qule ha hecho pintar una cosa as? Y no obstante, qu bien hacogido la nota que impresiona a un pblico que piensa con lospies y lee con los codos! La insolencia deliberada de la obracasi le redime, pero no debe continuar haciendo esas cosas. Meparece que se le ha alabado y lisonjeado demasiado. Ya sabesque esa gente no tiene sentido de la proporcin. Le llamarn unsegundo Detaille y un Meissonier de tercera mano mientrasdure la moda. Mucha azcar es mala para mi potro.

    No creo que esto afecte mucho a Dick. Es como si a unlobezno se le calificase de len, esperando que iba a aceptarel piropo a cambio de una pierna de oveja. El alma de Dickest en el banco. Trabaja por el dinero.

    Ahora que ha dejado de lado el trabajo de corresponsalde guerra, me figuro que no acierta a ver que las obligacio-nes de su servicio son las mismas y que slo los propietariosson otros.

    Cmo va a saberlo? Creo que no tiene ms amo que lmismo.

    De veras? Yo le podra desengaar, en beneficio suyo, side algo sirve la palabra impresa. Necesita el ltigo.

    Emplalo con habilidad, entonces. Yo mismo le dara loslatigazos, pero le quiero demasiado.

    Yo no tengo escrpulos. Tuvo la audacia de querer bir-larme una mujer en El Cairo, en otros tiempos. Se me habaolvidado, pero me acuerdo ahora.

    Te la quit?

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    Ya lo vers cuando termine con l. Pero, despus detodo, de qu sirve? Djalo solo y volver a casita con elrabo entre las piernas o menendolo, si es perro de raza.Ms vale un mes de vida que la mesada ms generosa. Pero,de todos modos, voy a meterme con l. Me voy a meter conl atrozmente en el Cataclysm.

    Buena suerte, pero me parece que si no usas un garroteen lugar de una fusta, Dick ni se enterar. Algo debi deocurrirle antes de que le conociramos. Desconfa de todo yno reconoce ninguna ley.

    Cuestin de temperamento respondi el Nilghai. Su-cede lo mismo con los caballos. A algunos les das un palo ytrabajan; otros, si se les pega, clavan las patas en el suelo yse niegan a dar un paso, y otros, si se les da una paliza, sevan de paseo con las manos en los bolsillos.

    Eso es exactamente lo que ha hecho Dick dijo Torpen-how. Aguarda a que vuelva. Entre tanto, puedes comenzartus crticas aqu mismo. Te voy a ensear algunas de sus msrecientes y peores obras en su propio estudio.

    Instintivamente, Dick haba buscado para su alma el con-suelo del agua que se mueve. Estaba inclinado sobre el pretildel Tmesis, contemplando el veloz flujo del ro bajo los ar-cos del puente de Westminster. Comenz pensando en losconsejos de Torpenhow; pero, como de costumbre, se perdien el estudio de las fisonomas, que pasaban numerosas porsu lado. Algunas llevaban la sentencia de muerte escrita so-bre sus facciones, y Dick se maravillaba de que pudiesen rer.La luz del amor redima las facciones torpes y groseras deotras. Algunas aparecan meramente cansadas y surcadaspor el trabajo; pero en todas haba bien lo saba Dickalgo aprovechable. Los pobres, al menos, tenan que sufrirpara que l aprendiese, y los ricos deban pagar por el pro-

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    ducto de sus conocimientos. Con ello aumentara su fama yel saldo de su cuenta en el banco. Tanto mejor para l. Aho-ra cobrara una contribucin sobre los males ajenos.

    Se rasg un momento la niebla y brill el sol sobre lasaguas, una hostia como e