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LaelegidaLoscaballerosdeltiempo,libro1º

JimenaCook

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Contenido

PortadillaCréditos

PrólogoIIIIIIIVVVIVIIVIIIIXXXIXIIXIIIXIVXVXVIXVIIXVIII

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XIXXXXXIXXIIXXIIIXXIVXXVXXVIXXVIIXXVIIIXXIXXXXXXXIXXXIIXXXIIIXXXIVXXXVXXXVIXXXVIIXXXVIIIXXXIXXLXLIXLIIXLIII

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XLIVXLVXLVIXLVIIXLVIIIXLIXLLILIINotadelaautoraAgradecimientosPromoción

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Prólogo

Kimballsegiróparamirarme.Nopuderesistirme:fuicorriendohaciadondeestabaél.Necesitabaabrazarlo,aunquefueselaúltimavez.Susbrazosrodearonmicintura;loamaba.¿Porquéeldestinoeratancruel?¿Porquémealejabadeél? Las lágrimas rodaban por mis mejillas. Él me apartó con delicadeza. Loconocíamuybien:nopodíavermellorar;latristezasereflejabaensurostro.

—Teamo.Volveremosaestarjuntos.Buscarélaformadequevuelvasamí.—¡Noquierosepararmedeti!—¡Debeshacerlo!Correspeligroynoestoydispuestoaperderte.—Levantó

mibarbilla—.¿Confíasenmí?—Sabesquesí.—Tedoymipalabra; tebuscaré.Nodescansaréhastaquevolvamosaestar

juntos.Bajósurostroymebesó.Sentíalasuavidaddesuslabiossobrelosmíos.Se alejaba demí. Su imagen se desvanecía. Dejé de sentir, de verle…Me

ahogaba.—¡Kimball!—grité.Noobtuverespuesta.

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I

Me desperté agitada, sudando, otra vez el mismo sueño. Miré el reloj;marcaba la misma hora de todas las noches: las tres. Estaba temblando. Lorecordabamuy bien, todo un año repitiéndose lamisma pesadilla: un bosque.Corríatemerosa;algooalguien,quenoalcanzabaaver,meperseguía.Despuésaparecíaotrasecuenciaimágenes:unaanciana,campesina,vestidadeotraépoca.Solo me acordaba de sus intensos ojos azules y sus palabras: «Tú eres esamujer». En ese momento gritaba: «¿Qué quieres decir? ¡No te entiendo!».Entoncesaparecíaalbordedeunosacantilados.Noestabasola.Megiraba,yahíestaba él.No alcanzaba a ver su rostro, pero había algo que siempre quedabaimpresoenmimente:laempuñaduradesuespada.Estallevabaunsímbolo,dosespadasdecolornegrosobrefondoblanco,quesecruzaban.

Me levanté. Necesitaba lavarme la cara. Me miré en el espejo: estabasudando,pálida.Todavíaseguíaimpactadaporaquellavisión.Todaslasnochessucedíalomismo;erademasiadoreal,comosi lasescenasestuviesengrabadasenmisubconscienteporalgúnmotivo.«Solohasidounsueño,Isabel»,medije.Fui directo a la ventana del dormitorio; a lo lejos estaba la torre de Londres,iluminada.Suspiré.Observélatiendadeloschinosquehabíajustoenlaaceradeenfrente; estaba abierta. Nunca descansaban: la luz amarilla siempreintermitente.Teníafrío;eraelmesdefebreroyjustoesanochehabíanevado,lascalles estaban cubiertas de unmanto blanco.Memetí en la cama, abracé mialmohadaymeacurruqué.¿Quiénseríaelhombredelsueño?Teníalasensacióndequeloconocía.

Laalarmademirelojsonó.¡Lassiete!Llegabatardealtrabajo.Hacíaapenasdosmesesquehabíaabandonadomipaís,España,paraperfeccionarmiinglésenLondres. Había conseguido un trabajo de camarera en una cadena de comidarápidagraciasaRicardo,unamigodeMadridquellevabatiempoenlaciudadbritánica.Entrenosotrossoloexistíaunaatracciónquenosehabíamaterializadoennadamásqueunaamistad.Habíaquedadoconélesefindesemana.

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Mi progenitor era directivo de un banco, y mi madre, profesora de launiversidad.Elloshubieranpreferidoquehubiesehecholacarreradeingenieríaodematemáticas, peroyo, rebeldey alocada, siempremehabíaopuesto a lasexigencias de mis padres. En cuanto terminé mi último curso de enfermeríadecidímarcharmeaLondres;midecisiónnolesdisgustó,yaquesiemprehabíasabidoqueparaelloseramásunestorboqueunahija.Desdebienpequeñameingresaron en un internado femenino en Segovia. Durante los períodosvacacionales jamás estuve con ellos. Siempre se marchaban de viaje alextranjerosinmí.Durantemiinfanciayadolescenciallorémuchoporesafaltade cariño demis padres, pero poco a pocome fui fortaleciendo hasta quemicorazón se endureció. Jamás volví a llorar por ellos; su indiferenciame habíahechofuerte,rebeldeeindependiente.

Ahíestaba,conmidelantalmarrónatendiendoalosclientesdelrestaurante,sinilusión;sentíaquemilugarnoeraese.HabíahuidodemihogarenEspañapensandoqueeseviajemedaríapazypodríaencontrarmisino,peronohabíasidoasí.

—¿Quétepasa?—dijoAnn.—Hedormidopoco.—¿Otravezelmismosueño?Memirabaconintensidad.Susgrandesojosverdesestabanfijosenlosmíos.

Bajéelrostro.—Sí, otra vez. ¡No lo entiendo; siempre es lo mismo! Además, tengo la

sensacióndequeheestadoenesoslugaresy…—¡Daosprisa!¡Haymuchosclientes!—dijoelencargado.—Luegohablamos—susurróAnn.AnnhabíasidomiapoyodesdequehabíallegadoaLondres.Noshabíamos

conocidoenelrestaurantey,desdeentonces,ellarepresentabatodoparamí:mifamilia,amigayconfidente.

Lajornadadetrabajohabíaterminado.—¿Tevienesatomarunacerveza,Elizabeth?—Ellasiempremellamabaasí,

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apesardequeyoinsistíaenquedijeseminombreenespañol:Isabel.—Hoyno,estoycansada.Me puse el abrigo,me tapé conmi bufanda y salí a la calle.Me dirigía al

metro cuandome percaté de la presencia de unamujer cubierta con una capanegra.Memirabaconatencióndesdelaaceradeenfrente.Enesemomentopasóunautobúsylaperdídevista.Retoméelpaso.Hacíamuchofrío.Volvíamirarhacialaotraacerayallíestabaotravez,observándome.Mefijéenella:surostroeramuypálido,suslabiossemovían;estabadiciéndomealgoquenoentendía.Medejéllevarporlacuriosidadycrucélacarreterasinmirar.Miúnicaintenciónerallegarhastadondeestabaesepersonaje.Entoncesoíaquelclaxonymegiré.«¡No!»,grité.Sentíunfuertegolpeenlacabezayenelcuerpo.

No veía nada. Notaba como me cogían en brazos y escuchaba vocesdesconocidas.EnunmomentocreíoírlavozdeAnn.Dejédesentir,percibiryver. Lo último que escuché fue una frase de una voz masculina totalmentedesconocidaparamí:«¡Laperdemos,haentradoencoma!».

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II

—Haceunmesquellegastedelascruzadas,yahora…¡teatrevesadecirmequevuelvesamarcharte!

—Sí,padre.Séquetienesotrosinteresesparamí,peroyoquieroestarjuntoalreyRicardoluchandopormisideales.

—¡Kimball!Yaestoyviejo,nopuedohacermecargodelastierras.—Sesentóyocultósurostroconsusmanos—.Tumadreestáenfermaytuhermana…SidesaparecesseráelcondeOtonelqueseharácargodeloquetepertenece.—Memiró—.Hijo,esehombrequiereapropiarsedetodolonuestro.DeahíqueestédeseandocasarseconMildred.Nomefíodeél.

Enelfondosabíaqueteníarazón.—¿Porquéhasconsentidoesematrimonio?—lereproché.—MeloimpusoelreyJuan.—Selevantó—.Séquesinolohubieseaceptado

su exigencianoshabría llevado aunaguerra.Es loquemenosdeseo en estosmomentos.Notengofuerzasparaluchar,hijo.

Sefuedirectoasuescritorio,extrajounacartadelcajón,seaproximóamí,extendiósubrazoymeladio.ObservéelsellorojoconelqueJuanifirmabasusescritos.Leílaprimerafrase:

AlcondedeEssex:Agradezcoquehaya tenidoencuentamiopiniónrespectoalcasamientodesuhija.ElenlaceconelcondeOton,herederodelcondadodeWessex…

No pude seguir leyendo, me sentía dolido. Ese conde era ambicioso, frío.Habíaescuchadolastorturasquerealizabaaloscampesinosquenolepagabanporcultivarsus tierras.Eraconocidoentre losgranjeroscomo“Eldiablo”.Noadmitía el hecho de quemi padre hubiese accedido a esa alianza. Extendímimanoconaquellacartayseladiamipadre.

—Quieroquelaacompañes,hijo.Yonopuedoir.Deseoestarcontumadreenestosmomentosenlosqueellamenecesita.Elcondehaorganizadountorneo

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yunbaileparacelebrarsucompromisocontuhermana.Túdeberásparticipareneste y proteger y representar a nuestra familia. —Hizo una pausa—. Si tevuelvesamarchar,élseapropiarádetodoloquenospertenece.¿Loentiendes?

Estaba enfadado, quería gritar, pero en esos instantes me compadecía delhombrequeteníafrenteamí.

—¡Novoyapermitirquemihermanasecaseconeseserdespreciable!Mipadresegiróparamirarme.—Nopodemoshacernada.Mildredsabecuálessudeber.Sinosecasa,elrey

lo verá como una ofensa. Le habría desobedecido. ¿Sabes lo que esosignificaría?

Claroquelosabía:supondríalaruina,lamuerteyladestrucciónparanuestrafamilia.

—Deacuerdo,iré.Perosololoharéporella.—Losé,hijo.Séqueportuhermanadaríastuvidasifueranecesario.

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III

—¡SeñoritaElisabeth!¡Esmuytarde!La luz del exterior me obligó a taparme el rostro con la sábana. Estaba

cansada y con un fuerte dolor de cabeza y de todo el cuerpo. Apenas podíamoverme.Entonces recordéquehabía recibidoungrangolpesobremicuerpoporqueuncochemehabíaatropellado.

Abrí los ojos, parpadeé varias veces seguidas. ¿Dónde estaba? Me asusté.Aquella jovenhabíadescorrido lascortinasdelbalcónysedisponíaaabrirunarmariodemaderaquehabíafrenteamí.Llevabauntrajedeotraépoca:blusablanca,unafaldamarrón,delana,quelellegabahastalospies;unaespeciededelantal y una cofia de color blanco que tapaba su pelo, a excepción de unmechónrubioqueseescapabaporunodesuslados.Segiróparamirarme.

—Laseñorahapreguntadovariasvecesporusted.Estámuyenfadada.—Seacercó a la cama—. El caballero que la trajo tras su caída también se hainteresado por su estado físico. Ha venido muy temprano a ver qué tal seencontraba.Esmuyatractivo.Porlovisto,suhermanaeslaprometidadelcondedeWessex;sealojanensucastillo.

—¿Dóndeestoy?¿Quiénesusted?Surostrosetornóserio.—¿Estábien?Eldoctordijoquenohabíasidograve.«Deboestarsoñandootravez»,pensé.—¿Quiere que le diga que suba a verla? La señora la ha vuelto a llamar.

Queríaqueelmédicolavolvieseareconocer.Noseacuerda,¿verdad?—¿Dequétengoqueacordarme?Lajovensepusoalladodelacama.—Ayer, tras la conversación quemantuvo con su tía, salió a cabalgarmuy

enfadada.Tardabamuchoenregresary,derepente,vimosllegaralcaballeroconusted, inconsciente. Nos dijo que la había encontrado en el suelo, mediomoribunda.Sucaballoregresóminutosmástardealcastillo.Elseñorlasubióa

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lahabitaciónyestuvomuypendientedeusteddurante todoeldía,preocupadoporsuestadodesalud.

—Estoesunsueño.¡Despiertaya,Isabel!—dijeenvozalta.—¡Señorita!,meestápreocupando.Voyaavisarasutía.La muchacha salió con rapidez, pálida y bastante seria. Cerró la puerta.

Escuchécómobajabalasescaleras.Me levanté. Tenía un camisón blanco que caía hasta el suelo. Me miré al

espejo.Apenaspodíamovermedeldolorenelcostado.Estabamuyblanca,conojeras. Observé mis brazos, estaban con muchos moratones, al igual que mispiernas.«¡Diosmío!Deboestarvolviéndomeloca,elgolpemehaafectadoalacabeza»,pensé.

Fui a observarpor el balcón.Necesitaba saberdónde estaba.Mihabitacióndabaaunjardín,conárbolesyfloresportodaspartes.Escuchépasos,yenesemomento abrieron la puerta. Ante mí había una mujer alta, de constituciónfuerte, pelo blanco recogido en unmoño y un vestido sobrio, de lana, ceñidohastalacintura.Susojosazulessecentraronenmí.Trasellaestabaladoncellayunhombredelgadoydemacrado.Meanalizaban.

—¡Beth!—dijoladama.Megiré.Empezabaasentirmiedo.—Tevaavereldoctor.Aquelhombreserioseacercóamí.—Porfavor,señoritaElizabeth,siénteseenestasilla.—Señalólaqueestaba

próximaaél.Obedecí;eraloúnicoquepodíahacer.—¿Recuerdacómofue?—Sí…Observé sus rostros, escrutándome, alertas, pendientes de mi respuesta.

Decidímentir,nopodíadecirlesqueyonopertenecíaaesaépocayquenosabíaporquémeencontrabaallí.Pensaríanqueestabaloca.

—¿Ybien?—volvióapreguntareldoctor.—Bueno,no…,norecuerdonada.

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—Esopuedesernormal—dijomirandoaladama.Metocólacabezaymehizohacerunaseriedemovimientos.—Elpeligroyahapasado.Paralosdoloresylasheridassetienequeaplicar

esteungüento.—Extrajounbotedecolorverde.Verloresultabarepulsivo—.Eslógicoque ahorano se acuerdedenaday estéunpocodesubicada.Conformepasenlosdíasseleirápasando.

Elhombreselevantóydespareciódemihabitaciónacompañadodeladama.—¡Uff!Mehabíaasustado,señorita.—¡Esme!,vealacocinaysubeeldesayunoaElizabeth.La doncella obedeció y se marchó ante las indicaciones de la dama. Nos

quedamossolas.Memirómientrasseacercabaamí.—¡Eresunainconsciente!Estotepasaporsertanimpulsiva.¡Podríashaber

muerto!SinollegabaaserporelcondedeEssex,noséquéhubierasidodeti.Laobservaba.Noentendíanada.—¿No vas a decir nada? ¿Ni siquiera vas a pedirme perdón por tu

comportamiento?—¿Perdón?—respondí.—¡Eres incorregible! Como tu padre; así le pasó. —Me miró. Estaba

enfadada—.Alfinyalcabo,elcapitánestámuypróximoalrey.Haluchadoenbatallasimportantesytienemuchastierrasypoder.¿Quémáspuedespedir?Sehainteresadoportiycréemequeesoesdifícil.Tuformadecomportartenoeslaqueseesperaenunadama.Tecasarásconél.

—¿Casarme?¡No!Noentraenmisplanes.Sepusofrenteamí,conlosbrazosenjarra.—Sí, querida, casarte.Mañana iremos al castillo del condeOton.Recuerda

queestamosinvitadasalanunciodesucompromiso.Eleventodurarátodoelfindesemana;allítendrásocasióndeconocermásatufuturoesposo.

Dichoesto,sediomediavueltaydesapareció.¿Qué estaba pasando? Lo único que recordaba era esa frase: «La estamos

perdiendo; se nos va; entra en coma». Podría ser que estuviera muerta, peroaquellonoera,nimuchomenos,elparaíso.¡Mequeríanobligaracasarme!;yo,

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que jamás había contemplado el matrimonio en mi vida. No entraba en misplanesdefuturo.Eramuyjoven,teníaveinticuatroañosynoestabadispuestaaatarmedeporvidaaunhombre.¡Queríadespertardeesapesadilla!

Enesemomento irrumpióEsmeenmihabitación.Portabaunabandejaconfruta, lecheydulcesmuyapetecibles.Ladepositó sobre lamesapróximaa lasillaenlaqueestabasentada.Teníaqueobtenermásinformación.

—Aquíselodejo,señorita.¿Quévestidodeseaponerse?—Gracias,Esme.Nosepreocupe;luegolopiensoylocojoyomisma.Ladoncellasesorprendióantemirespuesta.Memiróconintensidadconsus

grandesojosazules.—¿Usted?—Sí,yo.Hizounmovimientodehombrosyladeósubonitorostro.Seibaamarchar.

Laabordé;necesitabasabermás.—¡Esme!—Sí,señoritaElisabeth.—Todavía no recuerdomuchas cosas. ¿Dóndevamoshoy? ¿Conozco a ese

capitánconelquelaseñoramequierecasar?—Su tía—corrigió—. ¡Claro que lo conoce! De ahí su descontento. Él…

luchójuntoasupadre.¿Nolorecuerda?—No recuerdo nada. No quiero decírselo a mi tía para no preocuparla—

mentí—.¡Bastantesdisgustoslehedado!Memiróysonrióantemicomentario.—Muybien,peronoledigaqueheestadodechismesconusted.Yasabeque

nolosoportayluegomereprende.Lohagoporquelaaprecioyséqueentrelamuertedesupadreyelgolpequesehadadoenlacabeza…Enfin.—Hizounapausa, tomó aire —. Su padre nunca le habló bien del capitán Alexander.Criticaba sus malas artes en la batalla, su crueldad. Tras la muerte de suprogenitor,Alexandernosvisitóenmuchasocasionesconlaexcusadeverasutíayconsolarla,peroloquepretendía,esoyasonsuposicionesmías,eraverlaausted.Subellezaloimpactódesdeelprimermomento,yasífuecomoélllegóal

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acuerdoconlaseñoraparacasarse.—Memiró—.Austed,señorita,nolegustaque le digan lo que tiene que hacer. Su padre le enseñó a vivir según susprincipios, a ser independiente y a amar su libertad. La señora siempre hacriticadoesasideas,asícomosucomportamientoinapropiadoparaunajovendesu clase; de ahí que, cuando le comunicó el acuerdo matrimonial, usted seenfrentóaellaysenegóaeste.¿Varecordando?

—Sí,creoquesí…Mehubiesegustadohacerlemáspreguntas,perosabíaquepodíaalarmarala

joven. Lo que menos necesitaba en ese momento era que pensase que habíaperdidolacabeza;bastantesproblemasteníaya.Suponíaqueenalgúnmomentomedespertaríadeaquellapesadilla.

—Gracias,Esme.Lajovensonrióysedirigióalapuerta.—¡Desayune; le hará bien! —Guardó silencio—. Su padre era un buen

hombre. Todos lo queríamos. Él defendió a los aldeanos que trabajaban sustierrasy jamás lesexigiómásde loquepudierandarle, siempre lesayudó.Sutía…esdiferente.

Semarchó.Tapémirostroconambasmanos.¿Porquéamí?Erademasiadorealloque

me estaba pasando. Me levanté de la silla, abrí el armario. Había muchosvestidos,todosellosdebonitoscoloresydecortemedieval.Medecidíporunorojoconbordadosdorados.Lopusesobrelacama.Eraprecioso.Mevestí.Mequedabaalaperfección.Suslargasmangastapabanlamitaddemimano.Teníaundiscretoescoteyenlacinturaunacintadoradaqueseajustabaaesta.Tuvedificultadesparaabrochármelo, resultaba imposible,por lapartedeatráshabíaunaseriedebotones.DecidíesperaraqueregresaraEsmearetirareldesayunoparaquemeayudase.Cogíuncalzadomuysimplequehabíaenel interiordelarmario.Era de cuero suave, se ceñía a la piel, estaba decorado conbordadosdorados.Memiréenelespejoypeinémipelolisoquecaíahastalamitaddelaespalda.Cuandoterminéfuiamirarporelbalcón.Observéquehabíallegadounhombre,elcualdeunsaltobajódesucaballonegrodejando las riendasdesuanimalaunmozoquehabíaacudidoconrapidezasuencuentro.Aquelcaballero

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meimpactó:erafuerte,alto;supelonegro,ondulado,semecía,aligualquesucapa oscura, con la brisa de la mañana. Llevaba una cota de malla sobre ungambesón; sobre esta, una camisa metálica. La veste, que le caía hasta porencima del tobillo, era de color negro y blanco. Sujetaba con unamano unosguantesquesehabíaquitadonadamásbajarsedelcaballoyllevabauncinturónde cueronegro al que se ceñía la vainaque enfundaba su espada.Despareció.Segundosmástarde,Esmetocóalapuerta.

—¡Señorita!Elcaballeroque lasalvóhavenidoparaverqué talestáusted.Va a acompañar a su tía y a usted al castillo del conde Oton.—Observómivestido.Sedirigióamíyfuedirectoaabrochármelo,sinqueyoledijeranada.

—Gracias,Esme.—¡Estámuybonita!¡Bajeya!Sutíayelseñorlaesperan.—Esme,porfavor,llévamehastadondeestán.Temomarearme—mentí.—¡Por supuesto! ¿Sabe? El conde de Essex es…, bueno…, ¡qué es una

lástimaqueestéyacomprometida!—¿Comprometida?No,Esme,nomepiensocasarconesecapitán.—Sonrió

antemirespuesta.Atravesamosunagaleríaoscurarepletaderetratos,bajamosunasescalerasy

llegamos hasta una pequeña antesala. Esme fue directa hacía una puerta demadera,memiró.Intuíquehabíamosllegado.

—Gracias,Esme—susurré.Lamuchachadesaparecióyallímequedéyo,anteunasituación totalmente

desconocida, asustada. Abrí la puerta. Observé cómo el caballero, nada másescucharelruido,segirabahaciadondeyoestabaydespuéslohacíamitía.Estaseadelantóyvinohaciamí.

—¡Porfinhasllegado,Beth!Venquerida.Mis ojos no se apartaban de ese hombre que tenía frente a mí. Era muy

apuesto, moreno, muy alto. Sus grandes ojos verdes estaban fijos en mí. Susemblanteeraserio.

—Elisabeth,esteeselcondedeEssex.Élfueelqueterecogiótrastucaída.Me cogió de la mano. Aquel roce me hizo estremecer. Sus recias manos

envolvíanlamía.Seinclinóylabesó.Memiró.

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—¿Cómoseencuentra?—Muchomejor.Gracias.—¿Recuerdaquéesloquepasó?—No,misobrinanoseacuerdadenada.—Seadelantóarespondermitía.Él se llevó lamanocon laque sujetaba susguantes a la empuñadurade su

espada.Fueentoncescuandomepercatéqueenestahabíadosespadasnegrasquesecruzabansobrefondoblanco,elemblemaqueaparecíaenmisueño.Mealarmé.¿Quéestabapasando?Loobservéasustada.Éldebiópercibirquealgonomarchababien.

—¿Leocurrealgo,estábien?—Estoybien…,gracias.—Querida,elcaballerosehaofrecidoaacompañarnosalcastillodelconde.

Haymuchosladronzuelosporelbosqueyhapensadoennuestraseguridad.Voya avisar a los mozos para que lleven nuestro equipaje al carruaje.—Miró alconde—.Enseguidapartimos,caballero.

Dicho esto, mi tía semarchó, yme quedé a solas con el desconocido quellevabaelmismosímboloenlaempuñaduradesuespadaqueelcaballerodemissueños.

Su presenciame intimidaba. Era diferente a cualquier joven con el que yohabíaestadoacostumbradaatratar.

—MinombreesKimball.—Muchas gracias por traerme hasta aquí.La verdad es que no recuerdo lo

quesucedió.—Sediounbuengolpe en la cabeza.Me sorprendeverla levantada.Me la

imaginabaencama.—Aunque me muriese de dolor, dudo que pudiera estar reposando. Soy

inquieta;necesitoestarhaciendocosas.Sonrióantemirespuesta.—Measusté;penséqueestabamuerta.—Créamequeyotambién…—Mealegrodequenoseaasíydehaberllegadoatiempoparasalvarla.

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IV

—¡Mildred!,notienesquecasarteconelconde.Memiró.Suexpresióneraderesignación.—Kimball,debohacerlo.Hermano,sabesqueesmideber.—CuentoconelapoyodelreyRicardo.Siéldesapruebaestematrimoniosu

hermanoJuanno tendrámás remedioqueacatarlo.Leescribiré;nomenegaráestapetición.

—Te lo agradezco, pero ya he tomado una decisión. No estoy dispuesta ahacersufriranuestropadre.

Me acerqué a ella. Quería a aquella jovencita de grandes ojos azules. Laamaba. Lo que menos deseaba era su desgracia. La así con suavidad de loshombros.

—Hermana,piénsalo.Notemoanadanianadie,losabes.Estaríadispuestoaenfrentarmeconquienfuese,hastaconelmismísimoreyJuansifuesenecesario,contaldequefuesesfeliz.

—Losé,peroestádecidido.Además,elcondepasalargastemporadasfueradesustierras;esoharáquetengamuchosmomentosparamí.

Laatrajehaciamipecho.Labeséensurubiacabellera.—¿Ytú?¿Quévasahacer?Papámedijoquequeríasvolveralascruzadas.—Sí,peroesperaréavercómoevolucionanuestramadre.Noquierodejaros

solosenestosmomentostandelicados.—¿No has pensado en casarte, Kimball?Haymuchas jóvenes que estarían

deseando contraer matrimonio contigo. He visto cómo te miran. Eres muyguapo, hermano, y muy noble. Cualquier mujer querría tenerte como esposo.¡Ojaláelcondefuesecomotú!

—Exageras.—Ambosnosreímosdesuscomentarios.Jamásmecasaría:teníaunespíritulibre,aventurero.Esehabíasidoelmotivo

porelquemehabíaidoacombatiralascruzadas.Noerahombredematrimonio

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nideunasolamujer.Salí de la habitación deMildred; necesitaba respirar. El torneo sería al día

siguiente,yenunashoras tendría lugarelbaile.Detestabaesasfiestas,aunquetenía que reconocer que en esta ocasión había una mujer que captaba miatención.Lamismajovenquemehabíaencontradoheridaeinconscienteenelcamino. Me asusté al ver el cuerpo de la bonita muchacha en el suelo. Norespondíaaningúnestímulo.Penséqueestabamuerta.Eramuybella.Suformadeactuarmeatraía.Noeraunamujermuytípica;semostrabadistante,comosiocultaraotemieraalgo.

Bajé las escaleras. Necesitaba coger mi caballo y cabalgar. Había muchosinvitadosenelcastilloylomenosquedeseabaenesemomentoeratoparmeconelcondeOton.

Fui a las cuadras y subí con rapidez al lomo de mi animal. Luego salí algalope. Me metí en aquel bosque lleno de leyendas y misterios. Sentía lahumedaddelambientepenetrarportodosmishuesos.Laespesuradelbosquenoterminaba.Salíaunllanoy,desdeallí,sedivisabalacolinaGlastonburyy,ensucúspide, la ermita.Me dirigí allí a gran velocidad. De repente la vi: era ella.¿Qué hacía la joven ahí? ¿No se daba cuenta de que era peligroso que unamuchacha tan bonita anduviese sola por estos bosques y praderas? Además,todavíanoestabarecuperada,asímelohabíaaseguradosutía.Detuvealanimalenseco.Ellaniseinmutó;ibaensimismadaensuspensamientos.

—¿Sepuedesaberquéhaceustedaquí?—pregunté.Memiró.—Esomismolepreguntoausted.—¡Nosedacuentadequeesarriesgado!—Medanmásmiedoloshombresqueestánreunidosenelcastilloqueestos

bosques.—¡Ja,ja,ja!Enesoledoylarazón.¿Haciadóndesedirigía?—Ibasinrumbo.Necesitabapensar.—Entoncesvendráconmigo.Sinpensarlo,inclinémicuerpo,laagarrédelacinturaylasubíallomodemi

caballo,justodelantedemí.

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—¡Quéhace!¡Esustedunsalvaje!—Reíantesureacción.—Noséquéleprovocatantagracia.¡Bájeme!—Cuandolleguemosallugarquequieroquevea.Además,nopiensodejarla

sola.Meveoenlaresponsabilidaddeprotegerla.—Nonecesitoanadiequevelepormí.Sécuidarmesola,gracias.Sonreí. La forma de hablar de aquella mujer era muy particular. Ninguna

dama de su clase osaría a responder así a un caballero.Me gustaba. Siemprehabía admirado la valentía y decisión en una dama, algo que nunca habíaencontrado,apesardehaberestadoconmuchasmujeres.

—Nolodudo.¡Ja,ja,ja!Antenosotrosestaba lacolina.Nosacercamosa lospiesdeesta.Detuveal

animal,bajédeunsaltoy,sinpensarlo,agarréaladamadelacinturaylabajé.—¿Ustedsiempreesasíconlasmujeres?—¿Aquéserefiere?—Aque,paraserseñordeuncastilloyunastierras,susmodalesdejanmucho

quedesear.—Elisabeth,sientohaberladefraudado,peromehevistoenlaobligaciónde

actuar de estemodo.—Sonreí ante su comentario—.Después de lo que le hapasado,nopuedodejarlasoladeambulandoporlaarboleda.

—¿Adóndemelleva?—Allí. —Señalé la cima de la colina—. Desde arriba hay una vista

espectacular.—¿Nopensaráquevoyasubirandandohastaahí?—Sí,claroquelopienso,anoserquenoseveacapaz,enesecaso…—No

medejócontinuar.—Claroquesoycapaz,condedeEssex.—Kimball.—Lainterrumpí.—Kimball, pero hayun baile ymi tía ha insistido en que nomedemorase

mucho,tengoqueregresar.Solohesalidoarespirarairepuro;necesitopensar.—¡Hum…!Tienerazón.La llevarésimeprometequemañana,despuésdel

torneoylagranfiesta,meacompañaráhastaestelugar.Deseoenseñárselo.Hay

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muchasleyendasentornoaél;legustarállegaralacima.—De acuerdo, aunque no es necesario que ahora me acompañe. Me sé el

caminodevuelta.—¿De dónde ha salido usted?—Me carcajeé ante su respuesta—. Soy un

caballero,jamásdejaríasolaaunadama.Megustaba.Cabalgamos en dirección al castillo. Le rodeaba la cintura con mi brazo.

Cuando llegamos, ella se quedó observando el emblema grabado en laempuñadurademiespada.

—¿Quésignificanesasespadas?—mepreguntó.—Son el símbolo de mi familia. Representan al condado de Essex. Su

significadoeselhonorylalibertad.—Memiróconintensidadalosojos,apenaspestañeaba—.¿Porquélopregunta?

—No…,pornada,simplecuriosidad.—¡Beth!—Erasutía.—Muchasgracias…,Kimball,hedeirme.—Observécómosealejaba.DecidíiraveraMildredantesdelbaile.Intuíaquedebíaestarmuynerviosa.

Todavíanohabíavistoasufuturoesposoyestosucederíaenlafiesta,enlaqueseríapresentadacomosuprometida.

Atraveséelpatiodearmasymeintrodujeporunadelaspuertasdelaparteoccidental, a través de las cuales se accedía a la segunda planta. Allí seencontrabanlosaposentosdemihermanaylosmíos.

Subílasempinadasyestrechasescalerasdecaracolhastallegaraunagaleríaoscura y con retratos de antepasados.Me detuve frente a la habitación demihermana.Llaméalapuerta,Mildredmeabrióconlosojoscubiertosdelágrimasyelrostropálido.

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V

—¿Se puede saber dónde te has metido? ¿Y qué hacías con el conde deEssex? Tu comportamiento deja mucho que desear, señorita. EstáscomprometidaconelcapitánAlexandery,apesardeello,tepaseassolaconelconde. Además, por todos es sabido el enfrentamiento que hay entre él y elcapitán.Sitellegaaveresteúltimo…Prefieronopensarenloquepodríapasar.

Aquella mujer no dejaba hablar y estaba empezando a cansarme de ella,siemprerecriminandomicomportamiento.Yo,quesiemprehabíahecholoquehabíaquerido,teníaqueaguantarenesemomentosusreprimendas.

—Tía,tenemosquehablardeesesupuestoenlacematrimonial.—¿Supuesto? ¡Ahora me vienes con eso! —Aceleró el paso—. Está todo

decidido, señorita mal criada. Ahora date prisa, tienes que arreglarte para elbaile.

Seadelantó.Mequedérezagada.Enesemomentounniñocaptómiatención.Susojosnegrosestabanfijosenmí.Teníaunaespadayunescudo.Sumiradaeratriste.Sentíaquequeríadecirmealgo.Nohablaba;solomeobservaba.

—¡Beth!—Elgritodemitíahizoquemecentraseenella.¡Nosabíacómoibaapodersoportarla!».Subílasescalerasconrapidez.Entréenlahabitación.Soloqueríaperderde

vista a aquella mujer. Cerré la puerta y me apoyé sobre esta. Suspiré. ¿Quéestabapasando?Noentendíanada.¡Queríadespertarmeya!Metumbésobrelacama y tapé mi rostro con las manos. No pude retener las lágrimas. En esemomentoalguienseacercabaalahabitación,eraEsme.

—Vengoaayudarla.—Memiró—.¿Quélepasa,señorita?—Seaproximóalacama.

—Nada,Esme,gracias.—Nolecreo.¿Yanotieneconfianzaconmigo?—Esme,nomeacuerdodenada.

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—Esnormal,yalodijoeldoctor.—Cogióunasillaysesentóamilado—.Supadrenolaquerríaverasí.

—¿Mipadre?—Sí,éllaamabamucho.—¿Quélepasó?Loheolvidado.Mesonriócondulzura.—Quizáscontándololorecuerde.Nodiganadaasutía.Todoeltemadesu

padreestávetado.—¿Porqué?—Sumadre…murió, lamataron.Él laamaba.Se llamabaCeridwen.Usted

separecemuchoaella.¿Yo?¿Porquénomedespertabayadeaquellapesadilla?—Ningúnamigodesupadreviobienelcasamiento.Lointerpretaroncomo

una amenaza y una provocación. Una noche su madre apareció muerta en elbosque.Teníaclavadounpuñalenelcorazón.

—¡Diosmío!¿Yél?...Merefieroamipadre.—Su abuelo, que en paz descanse, lo expulsó de las tierras de sus

antepasados.Su tíanuncasecasóyechó laculpade todoelloasupadre.Losaislaron.

—¿Dóndefuimos?—Nolosé.Cuandoapareciósuprogenitorporelcastillo,suabueloacababa

demorir.Supadreestabamuyenfermoyfuesutíalaqueseencargódeusted.Élledejóunacartaparacuandotuvieselamayoríadeedad.—Guardósilencio—.Aquellamañanaenlaquetuvolahorriblecaídaacababadeleerla;lavisobrelacamaalentrarensuhabitación.Noséloqueledecíasupadreenesta,peroloquesílepuedoasegurar,esquesiemprequelalee,surostrosevuelvepálidoysusemblanteseentristece.

—¿Dóndeestáesacarta?—pregunté.

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VI

—¿Sepuedesaberquéesloqueteocurre,Mildred?Meacerquéaellaylarodeéconmisbrazos.—Esehombremedamiedo.—Élnoteharádaño:lomatarésitetoca.¡Notienesporquécasarte!—Sí, hermano, he de hacerlo. Nuestro padre cuenta con ello, al igual que

mamá.—¿Mamá?—Sí,mehizoprometerqueobedeceríaen todoanuestropadre;eso incluía

tambiénmiboda.—Nodebieronobligarte.—ElcondeOtonsabecómoconseguir loquequiere.Papáteníamiedo.Ese

hombre…—Esehombre,¿qué?—Escruel,loamenazó.—¿Cómoqueloamenazó?—Nolosé.Hayalgodelpasadodenuestropadrequeesehombresabe,no

me explicó qué.Nuestramadre también tenía conocimiento de ello. Él quierehacerseconnuestraherencia.

Esecomentariomeintrigóymepreocupó.¿Quéseríaloqueescondía?—¡Lo odio!—grité—. ¡Jamás se quedará con nuestras tierras mientras yo

viva!Notevasacasarconél.—Sí,dimipalabraylacumpliré.—Todavíaestásatiempodedarmarchaatrás:faltaunmesparalaboda.—La

beséenlamejilla.

Noentendíacómomipadre,unhombrevalientequesiemprehabíapredicadosu amor por la libertad, hubiese accedido al chantaje de ese personaje.Estaba

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preocupadoporlafelicidaddemihermana.Eraunamuchachabonitaquepodíateneralhombrequequisiese.Bajélasescalerasconella.Eraelmomentodelacenaydelbaile.

Alllegaralasala,porinstinto,observéentodaslasdireccionesenbuscadeElizabeth.Nolaveía.Sentíacuriosidadporesamujer.Habíaalgoenellaquemehabíaatraídodesdeelprimermomentoenquelahabíavistoindefensaytiradaenelsuelo.Intuíaquehabíaalgoquelapreocupaba.

Elcondenosvioycentrósumiradaenmihermana.Sentíaascodesolodepensarque lapodía tocar.Él eramuchomayorqueella.Seacercabamása laedaddemipadrequealadeMildred.Supeloblancoysubarbadelmismocolorestabansucios.Era fuerte, conunaprominentebarriga.Notéqueella seponíatensaantesupresencia.

—Querida,¡estápreciosa!¡Kimball!—Memiróconinterés.¿Yahasvueltodejugaralasbatallas?

—Losconsideran juegossoloaquellosque jamáshan luchadoporun ideal;esosí,estáncomoavesderapiñaesperandoparaapropiarsedelosfrutosajenos.

—¿Quéestásinsinuando?—Surostrosetensó.—¡Caballeros!Nos interrumpió Grace. Hacía mucho tiempo que no la veía. Me sonrió.

Tuvimosunidilioantesdequeellacontrajesematrimonio,queparamí,aligualque para la joven, significó una aventura. Eso había sido antes de que meenterasedequeelcondeerasutío,momentoenelquedecidíqueelflirteohabíaterminado.Estabamuybonita.

—¡Kimball! ¡Cuánto tiempo!—Sus intensos ojos azules se clavaron en losmíos. Después miró al conde—. Querido tío, te agradezco tu invitación a lafiesta.Simepermitenlesvoyarobaraljovenguerrero.

Meapartódeellos.Vilamiradademiedoenlaspupilasdemihermana.Ladejabasolaconesehombredespiadado.

—Nosabíaqueyahabíasvueltodelascruzadas.¡Quéalegríaverte!Siguestanguapocomosiempre;esmás,elpasodelosañostefavorece.

—¡Ja,ja,ja!¡Siempretandirecta!Estáspreciosa.¿Quétaltuvidadecasada?—Si yo te contará…Muy sola. Philip está más en el mar que en nuestro

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hogar.—Memiró—.Teechodemenos.—Grace,sabesquelonuestroterminó;además,jamásseríaelamantedeuna

mujercasada.—Leguiñéunojo—.Soyunhombredeprincipios,yalosabes.—¡Quépena!¡Conlobienquelopasábamos!—Meguiñóunojoalrecordar

losviejostiempos.Sujetabamimanoconfuerza.—¡Ja,ja,ja!Mientras hablaba conGrace observaba condisimulo aElizabeth.Vi que se

dirigíahacia el jardín.Era imposibleque la jovenpudiesepasar desapercibidapara loshombresallípresentes;dehecho,observécómoAlexander,amigodelconde Oton, la analizaba y seguía sus pasos. La presencia del capitán merepugnaba: era mujeriego, cruel y frío. ¿Qué interés tendría en la muchacha?Desde que la había salvado, la consideraba de mi propiedad; estaba bajo miprotección, sentimiento absurdo, ya que ella no era nada mío, pero sentía lanecesidaddeestarcercadelajovenentodomomento.

—Grace, ¿me disculpas un momento? Prometo regresar enseguida ycontinuarconnuestracharla.—Lesonreí.

—Solosidastupalabradequemereservaráselprimerbaile.—Esoestáhecho.Cogísublancamanoentrelasmíasylabesé.—Enseguidaestoycontigo.Fui hacia el jardín en busca deElizabeth. Lamúsica de las gaitas y de las

flautas se escuchaba en el exterior.Mihermanahabíadesaparecidode la sala.Entre tantagente resultabadifícil localizarla.ElcondeOtonhabíaempezadoabebervino,aligualqueelrestodecomensales.

Measoméaljardín.Allíestabaella,sentadaenunbancodepiedra,yjuntoalamuchachaestabaAlexander.Meacerqué.Esecapitánsolomeinfundíaasco.Teníaqueapartarlodeella.

Escuchésuconversación.—¡Porfinsedignaaaparecer!—dijoAlexander.—No sé quién es usted, caballero —respondió ella incorporándose y

alejándoseunospasosdeaquelhombre.

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—No se haga la despistada. Su tía me dijo que ya le había comunicadonuestroenlace.

—¿Enlace?No tengo ninguna intención de casarme,me da igual lo que lehayadichomitía.

¿Casarse?Meestabadivirtiendo.—¿Quédice?¿Cómoseatreve?—dijoélaproximándoseaella.—¡Lo que oye, caballero! No sé lo que le ha prometido mi tía, pero mi

intenciónnoescasarmeconnadie,ymenosconusted.Seacercóy laasiódelbrazoconviolencia.Saquémiespadaycongrandes

zancadasmeposicionétrasél.Coloquélapuntademiaceroensucuello.—¡Sueltealadama!—¡Esmiprometida!Tengoderechossobreella.—¡Ustednotieneningúnderechosobremí!—respondiólajoven.—Ya lo ha oído, así que le ordeno que la suelte. Si no,me veré forzado a

matarlo,capitán.Memiró con odio, la soltó. Sus mejillas se habían tornado rojas de la ira

acumulada.—¡Melaspagará,conde!Miróalajovenconodioysemarchó.Envainémiespada.—¡Yaeslasegundavezquelasalvo!—Nadieselohapedido.Sédefendermesola.—No lo dudo. —Me carcajeé ante su respuesta—. Me tiene intrigado,

Elisabeth.Esunamujercomolasdemás.Ningunadamaosaríaenfrentarseaunhombredelamaneraqueustedlohahecho,ymenossiessuprometido.

—¡Noesmiprometido;nadiemehaconsultado!—Losmatrimoniosnoseconsultan,senegocian.—Puesconmigonosenegocia.Nosoyunapropiedadniunastierras.Nadie

mevaaimponerunmaridoalafuerza.Crucélosbrazosylaobservé.Lajovenmegustaba.—¿Porquénoentraenelsalón?Bajóelrostro.

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—Silesoysincera,mesientofueradelugar.Nomegustanlasfiestas.—¡Ja,ja,ja!Enesocoincidimos.—Leagradezcomuchohaberintervenidoconesehombre,perolerogaríaque

medejasesola.Además,creoqueuna joven leesperaenelsalón.Lohevistomuybienacompañado.

—Asíquemehaestadoespiando…—Noseequivoque,sololehevisto.Sentía la necesidad de besarla; lo deseaba.Me fui aproximando a ella. La

joven retrocedía hasta que se topó con un árbol. Se quedó quieta.Apoyémismanoseneltronco,surostroquedóenmediodeestas.

—¿Curiosidad,quizás?—lepregunté.—Nieso.Noseconfunda.Resultamuyfácilverlodebidoasugranaltura;es

difícilnodistinguirlo.Misojosestabanfijosensuspupilas.Nuestrosrostrosestabanmuypróximos.

Ellaestabanerviosa,yyoladeseabacadavezmás.—¿Quépiensahacer,Kimball?Enesemomentoseescabullóyseapartó.Sedisponíaamarcharse,laagarré

delamanoconfuerzaylaatrajehastamí.Cayósobremipecho.Sentíasupielsuave y el latir de su corazón. ¿Qué me pasaba con Elizabeth? Sentía unaatracciónfuerte,algoquejamásmehabíasucedidoporningunaotra.

—¿Meconcederáunbaile?—No me gusta bailar; tendrá que conformarse con la señorita con la que

estaba.Mecarcajeé.Meempujóy saliócorriendohaciael interiorde la sala.Allímequedéyo,

observándola. Era una fierecilla. Deseaba tenerla entre mis brazos y sentir lasuavidaddesuslabiossobrelosmíos.

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VII

Elcorazónmelatíaaceleradamente;esehombremeatraíacomoningúnotrolohabíahechohastaelmomento.

Sentíamismejillasarder.Mitíaseestabaacercandoamí.Sabíaquenoteníaintencióndesercariñosaconmigo.

—¿Se puede saber dónde te habías metido? El capitán está muy ofendidocontigo.

—¡Nomeimportaesecapitán!—Tedesconozco,Beth.Yahablaremosdespués.—Estabaseria,enfadada.Dichoestosemarchó,algoqueagradecí.—Voyabailarconmifuturaesposa.—Eraunserrepugnante.Estababebido.Lamúsicaempezóasonaryaquelhombremesostuvolamanoconfuerza.—¡Déjeme!Noquierobailarconusted.—Esmiprometidaylohará.Mellevóalafuerzaalcentrodelapista.Mehacíadaño.Sabíaquenegarme

leenfureceríamás;eraagresivo.—No sé bailar esto—le susurré—. Si no quiere que seamos el centro de

atenciónydelasrisasentreloscomensales,esmejorquenomeobligueabailar.—¡Tiene que aprender! Mi esposa debe saber bailar. ¡Sígame! No tiene

muchadificultad.El baile era un tanto absurdo: un paso delante y otro hacia atrás. Si me

hubieravistomimadrenolocreería.Lapiezasemeestabahaciendoeternaymeresultabaasquerosoelcontactoconlamanosudorosadeesehombre.Subarbaeraabundante,sumiradaobscenaysualientoolíaaalcohol.

—Estoydeseandocasarmeconusted.Lavoyadomar.—¡Nilosueñe!Yaselohedichoantesyselovuelvoarepetir.—¡Ja,ja,ja!Esoyaloveremos.Serámía,aunqueseaalafuerza.Lamúsica cesó. ¡Por fin! Alexander hizo intención de agarrarme otra vez,

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peroenesemomentoKimballcogiómismanosentrelassuyasymeaproximóhaciaél.Alexandernosuponipudoreaccionar.

—Es mi turno —le dijo Kimball a Alexander. Después me miró paracentrarseenelbaileymesusurró—.Creoquesuprometidomeodia.

—¡Noesmiprometido!—Puesesonoesloqueélpiensa.—¡Estoesunapesadilla!—dije.—¿Porquédiceeso?Mesentíamuyridículabailandoesadanza.Conlediunpisotón.Memiróy

arqueólascejassorprendido.—Lo siento.—Pero justo acababa de pedirle perdón cuando le pisé el otro

pie.—¡Ja, ja, ja!¿Dedóndehasalido,Elisabeth?Jamásmehabíanpisadotanto

enlospiescomoloestáhaciendoustedenestapieza.—Nomegustaladanza;además,jamáshebailadoesto.Arqueólascejas.Eramuyatractivo.—Sígame,déjesellevar.¡Quiénnoseibaadejarllevarporaquelhombre!Eraalto,fuerteyguapo,y

abandonarme en sus brazos no me resultaba nada difícil. Notaba cómo memirabaalosojos.Contimidezloobservaba.Élsonrió.

—Estámuybonitaestanoche.—Ustedtampocoestánadamal,caballero.Antemicomentariosoltóunarisotada.—Es descarada, orgullosa, valiente, poco convencional. Pero… ¿sabe una

cosa?—Despuésdetodoslospiroposqueacabadedecirme,estoydeseandosaber

quéesloquediráacontinuación.—¡Quémegusta!Mesonrojé,elhechodeescucharaquellomehacíasentirpletórica.Algohizo

quedesviaselamirada.Lamúsicaacababadeterminar.—Perdóneme,Elisabeth,tengoqueirahablarconmihermana.

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Observé cómo se alejaba; su cuerpo atlético y fuerte avanzaba con granagilidadentreloscomensales.Suspiré.Enesemomentomimiradaseencontrócon la de ese capitán odioso: sujetaba una jarra de cerveza. La levantó haciadondeyoestabaydesapareciódemivista.Decidísubiramihabitación.Volvíamirar hacia donde estaba Kimball. Se había encontrado con la prometida delcondeOton,ylosperdídevista.Meescabullíentrelagente.Salídelasala.Enesemomentonotécómomeapretabanconfuerzamiantebrazo,meviforzadaagirarme:eraAlexander.¡Otravezesehombre!

—Voyahablarconsutíaparaadelantarlaboda.—Medaigualloquedigamitía,capitán.Soyunamujerlibreyhetomado

unadecisiónrespectoaesetema.—¡Esmía!Meatrajohaciaéleintentóbesarme.Esemerepugnaba.Lediunapatadaen

laespinilla.Lareaccióninesperadahizoquemesoltara,instantequeaprovechépara correr hacia las escaleras que conducían al primer piso donde seencontraban las habitaciones de mi tía y la mía, entre otras de invitados. Lagalería del primer piso estabamuy oscura. Corría mirando de vez en cuandohacia atrás por si aquel hombre me perseguía; mientras avanzaba me asusté.Justo al final del pasillo había una figura humana, un niño, inmóvil, con uncandelabroenunadesusmanos.Medetuve.Micorazónlatíaconrapidez.Eraelmuchachoquehabíavistoenelpatiodearmas.Mefuiacercandoaéldespacio.Estaba serio, en pijama; no hablaba; me miraba con intensidad, apenaspestañeaba.Estabafrenteaél.

—¿Quiéneres?¿Quéhacesaquí?Nocontestaba.—Almenos,¿podríasdecirmetunombre?Escuchéruidosalfondodelpasillo.Elniñomemiró,seacercóamíydibujó

enelairelasletrasdesunombre.—¡Eamon!,¿eseestunombre?Volví a escuchar ruidos.Girémi rostro para observar.Al volver amirar al

lugar donde estaba el niño, este ya no se encontraba allí. ¿Dónde se habíametido?Me apresuré a entrar enmi habitación y cerrar la puerta. Puse varias

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sillas bloqueando el pomo de lamisma para que nadie pudiese entrar. Estabacansada.Lospasos se acercabancon lentitudhaciamihabitación.Elpomo segirómuydespacio.Temí que accediese al interior, se detuvo y quien fuese sealejó de allí. Tenía las pulsaciones muy altas; estaba asustada. ¿Quién era lapersonaquehabíaestadoalotroladodelapuerta?¿Elcapitán?Mesentéenlacamayempecéallorar.Estabaviviendounapesadillaylopeordetodoeraquenosabíacómosalirdeella.Tocaronalapuerta.

—¡SeñoritaElisabeth!SoyEsme.Fuiaquitarlassillas.Entró.Sequedómirándomesinapenaspestañear.—¿Quélaocurre?¿Estállorando?—Me siento cansada. No te preocupes.—Me tumbé en la cama. Esme se

sentóamilado.—Sutíamehadichoquelabusqueylaobligueabajaralafiesta.—Novoyair,Esme.Silaves,dilequemeencuentromal.Meobservaba.Sellevólamanoalbolsilloyextrajounpapel.Melodio.—Recuerda lo que la dije. Cuando usted se marchó aquella mañana, se la

cayólacartadesupadre.Laguardéenmibolsillo.Tome.Lepertenece.—Muchasgracias,Esme.—Denada,señorita.Quedescanse.Dicho esto, se marchó. Volví a poner las sillas bloqueando el pomo de la

puerta.Metumbéenlacamayempecéaleer.

Queridahija:Cuandoleasestacartayanoestaréjuntoatiparaprotegerteyexplicartemuchas cosas sobre tu presente y tu futuro. Tumadre,Ceridwen, era lahija secreta de una campesina y el conde Agnew. Esas mujeres tienenprohibidoenamorarseycasarseconhombrescomotuabuelo.Lafamiliade tumadremantuvo este secreto oculto hasta que fue descubierto. Tusabueloslaconsideraronunahijadelmal.Imagínateloqueesosignifica.Tumadresevioforzadaahuirdesuhogar.Ahífuecuandoyolaconocíysupedelpeligroquecorríasuvida.Nosenamoramosy,frutodeeseamor,nacistetú.Aellalaasesinaron.

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Ceridwentemíaportuvida.Mehizoprometerque,sialgúndíalepasabaalgo, te ocultaría del mundo, ya que tú, mi princesa, también correríaspeligro;poresemotivotellevéalacasadetutía,paraprotegerte.Tumadre,undíaantesdemorir,medijoestaspalabrasparaqueyotelasescribiese: «Hija mía, habrá un momento en el que tu vida se veráamenazada.Llegadoeste,debeshuiralasTierrasAltas,alaislaMaree,ybuscarelcastillodelcondeAgnew.Dileminombreyqueeresmihija.Éles tu abuelo. Te protegerá. No confíes en nadie. Deberás descifrar elmensajedelostiemposquevivirás.Hacerjusticia.Allísabrásaloquemerefiero».

Tequieromucho,hijamía.Nuncaloolvides.Esperoquealgúndíapuedasperdonarnos.

Doblé aquella carta. «Descifrar elmensaje de los tiempos». ¿Quémensaje?¡Loquemefaltaba!Másincógnitas.Entoncesrecordémisueñoyelmensajequerepetía una y otra vez la campesina: «Tú eres esa mujer». ¡Dios mío! ¿Quéestabapasando?Noentendíanada.QueríaregresaramividaenLondres,conmiquerida amiga Ann. Debía ser un sueño. Me iría a la cama y, quizás, al díasiguiente,cuandodespertase,volveríaaestarenmipisodealquiler.

MeacostéyvolvíarememorartodaslassensacionesqueKimballmehabíahechosentir.Eseguerreromegustaba.Cadavezquememiraba,unescalofríorecorríatodomicuerpo.

Los tambores y las gaitasmedespertaron.La luzpenetrabapor el pequeñobalcón de mi habitación. Me tapé el rostro con las sábanas, después recordédóndemeencontraba.Abrílosojos,medestapéyobservéamialrededor,seguíaallí.Me levanté. ¿Por qué tanto ruido? Estaban todos los caballeros ataviadoscon sus armaduras. Iba a haber un torneo. Distinguí a Kimball entre tantoguerrero.¡Quéguapoestaba!Meescondítraslascortinasparaanalizarlosinservista.Llevabaunacotademallagrisquelellegabaporencimadelasrodillasyungambesónparaprotegerlede losgolpes.Supelonegro,ondulado,semecíacon la suave brisa de lamañana. Se giró, la dama con la que había estado lanocheanterior se acercó a él.Este envainó su espaday fue al encuentrode lamujerconunasonrisadibujadaensurostro.

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Llamaronalapuerta.Fuiaquitartodaslassillasquebloqueabanlacerradura.—¿Todavíaestáasí?—EraEsme—.Sutíalaestábuscando.Noestádemuy

buenhumor.—Comosiempre,desdequellegamosaquínolahevistoniunsolomomento

sonreír.¡Quémujermásamargada!Esmememiróseria.—Notepreocupes,Esme,mevistoahoramismoybajoenseguida.—Suvestidoestáenelarmario;yasabe,elblancoconcintasdoradas.Prácticamente eché a la doncella. Me ponía nerviosa que estuviesen tan

pendientesdemí.Lacartademisupuestopadreestabaenlamesilladealladode la cama. ¡Uff! Abrí las puertas del armario y allí vi un vestido largo, deanchasmangas de color blanco. Su acabado, la cintura y la falda del vestido,llevabanunacintadorada.Teníaungranescote.Medabalasensacióndequeibadisfrazada. Era precioso. Yo, que siempre vestía con vaqueros, me tenía queembutirenaqueltraje,bonito,peroalfinyalcaboeraunvestido.

Lamúsicadetamboresygaitascadavezeramásintensa.Habíaunambientede festividad y diversión. Cogí la carta y la guardé en el amplio bolsillo delvestido. Tenía un problema: era imposible abotonármelo hasta arriba. En esemomentosíqueechabademenosaEsme.Enfin,tendríaquesalirconpartedelaespaldaaldescubierto.Menosmalquemipelomelatapaba.

Esme había dejado una tiara para que me la pusiera en la cabeza. Estabaadornadaconpequeñasfloresblancasyunacintarojaquecaíaporelpelo.Meobservé en un pequeño espejo. No parecía yo: estaba transformada, como sifueselaprotagonistadeunadelaspelículasdeépocaquetantohabíavistoenelcine.

Salí de la habitación. Bajé las escaleras hasta llegar al gran patio dondeestaban los jinetes preparándose para batirse en el torneo. Los invitados sehabíanposicionadoengrandesgradasalrededordel juego.De repente, todoelmundoguardósilencioyunhombreempezóahablar.Yo tenía la intencióndeaprovechar ese instante para huir de allí. La noche anterior había tomado ladeterminacióndepartirhacialasTierrasAltas.Teníaqueencontrarrespuestasatodoloquemeestabasucediendo.

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Enmi intento de huir, vi ami tía,miraba para todas partes. Sabía quemeestababuscando.Mientrasyoestabacentradaenescondermedeellaparaquenosepercatasedemipresencia,percibícómotodoelmundogirabasusrostrosendirecciónhaciadondeyoestaba.¿Quéestabapasando?¿Porquémemiraban?Entonces vi que un soldado se acercaba a mí y me ofrecía su brazo. Losinvitadosmeobservaban.Miintentodeescaparhabíafracasado.Esehombremeacompañóhastaunpalco,ymesentéjuntoconotrasdamas.Amiladoestabalahermana del guerrero. La situación me superaba: me sentía examinada y elcentrodeatención,algoquedetestaba.Kimballseacercóhaciaellugarenelquemeencontraba,montadoen sucaballo.Portaba suarmadura, sualmófar sobrelos hombros, el casco en unamano y en la otra sujetaba una lanza que en lapunta llevaba enganchado un pañuelo blanco, de seda. Sus ojos verdescontrastabanconsupieldoradaysupelonegro.Inclinósucabezahaciadondeyoestaba.Miréamialrededor,yaquesuponíaqueesesaludonoseríaparamí.Él,alvermireacción,sonrióylevantósulanza.

—Compitoporusted.Serésucaballeroenlabatalla.Adelantósulanzahaciadondeyoestaba.

Nosabíaquéeraloqueteníaquehacer.Mesentíaridícula.—Tienequecogerelpañuelo—mesusurrósuhermana.Obedecí,melevantéysujetéelpañueloblanco.Altactoeramuysuaveyolía

muybien.Elvolvióainclinarsucabezaymesonrió.—¡Levántesee inclinelacabeza!Sonríaunpoco—mevolvióasusurrarsu

hermana.Melevantéprecipitadamenteehicetodoloqueellamedijo.Kimballsealejó

yseposicionóaunextremodelcampo.—Yapuedesentarse.—Lajoventiródemivestido,memiró.Eramuy bonita.Alexander pasó delante demí y sumirada era de odio, al

menos asíme pareció. Él se posicionó en el extremo opuesto a donde estabaKimball.Aquellomedisgustó.Aquelcapitán,toscoybárbarolucharíacontramicaballero.

—Tranquila—medijolajoven—,mihermanoesungranguerrero.Llevaenbatallas y luchando al lado del rey Ricardo desde muy joven. Sabe pelear y

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defendersemuybien.—Mesonrió,ledevolvíelgesto—.¿Nuncahaestadoenuntorneo?

—No.Graciaspordecirmeloqueteníaquehacer.—Esraroqueunajovendesuposiciónhayaestadoapartadadetodoesto.—Puessí.Hastaamímepareceincreíbleestarviviendoesto.—Lajovense

rioantemicomentario.—Ami hermano le ha gustado.—Memiraba con atención—.Él nunca ha

ofrecidolacompeticiónaunadama.—¡Ah!Nolocreo.—Sí,lehagustado.Cuandouncaballeroofreceeljuegoaunadamaseleda

un pañuelo como señal de lealtad y protección de por vida. Si gana en lacompetición, la dama tendrá que anudarse el pañuelo en lamuñeca y llevarlojuntoaella,enseñaldeagradecimiento.

—Curioso. ¿Un poco incómodo llevar el pañuelo anudado?—Se carcajeóantemicomentario.Mereíconella.

Elruidodelostamboresretumbabaportodaspartes.UnhombreseacercóalahermanadeKimballyleofreciósumano.Estaseladioysefueconélhastaunpalco.ElcondeOtóneramuchomayorqueellaydeaspectodesagradable.Selanotabaadisgustoasulado.

ElprimeroenbatirseconuncaballerocuyotrajeeranegroseríaKimball.Lagenteguardósilencio,yelhombrequeestabajuntoalahermanademiguerrerodiolasalida.Loscaballosempezaronagalopar.Losdosluchadorespusieronsusescudosprotegiéndoseelpecho,levantaronlaslanzas.Metapélosojosconlasmanos; noqueríamirar; temía que le hicierandaño aKimball. Se escuchóungolpeydespués todo elmundo empezó a gritar de la excitaciónde la batalla.Abrílosdedosparapoderverentreellosloquehabíasucedido.Kimballestabasonriente, sobre su caballo. Se había quitado su casco y su mirada se dirigíahaciadondeyomeencontraba.Sonreíadevermeenaquellasituaciónridícula.Retiré mis manos. Otra vez el sonido de los tambores anunciaba la siguientebatalla.Elganadordecadacontiendaluchabacontraelsiguienteoponentehastaquedar uno victorioso.Kimball se preparaba para el siguiente enfrentamiento.Levantólalanzaendirecciónhaciadondeyoestaba.Lagenteaplaudíayyome

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sentía muy orgullosa de ser la dama que él había elegido. Jamás hubieraimaginado, en mi otra vida, que un hombre tan guapo y valiente se fijaría ycompetiríapormí.

—Es guapo, ¿verdad? —Se había sentado a mi lado aquella mujer quecoqueteabaconél.

Lamirésorprendida,ellasonrió.—Me llamo Grace. Soy una buena amiga del caballero que la tiene tan

absorta.—MinombreesElisabeth.—Encantada.Disfrutedelabatalla,joven.Se levantó y se marchó con un caballero. Se sentó en el palco junto a la

hermanadeKimball.Porprimeravez,despuésdetodoloacontecido,estabadisfrutando.Kimballvolvióaponerseelcascoyseconcentróensusiguientecontrincante;

esta vez no me tapé los ojos, quería verle luchar. Los caballos empezaron agaloparagranvelocidad.El caballonegrodeKimball se aproximabaalde suoponente,quienubicósuescudoprotegiendosupechoylevantólalanza.Elotroguerreroyélseaproximaban;ambasarmaschocaronenlosescudoscontrarios.Kimball golpeó tan fuerte al otro caballero que este cayó al suelomientras sucaballosedetuvoconbrusquedad.Kimballdetuvoasuanimal,diounsaltoysebajó,seacercóasucontrincanteyleayudóalevantarse.Ambossequitaronloscascos, y él volvió a centrar su mirada en donde me encontraba. Estabaemocionada.Reteníasupañueloblancoconfuerzaentremismanos.Kimballfueganando a cada luchador que se enfrentaba a él.Después de todos ellos, soloquedaba un contrincante, el capitán Alexander. Este últimomemiró antes deponerse el casco; observé cómomi guerrero lo seguía con lamirada.Los doscaballeros agarraron sus lanzas y empezaron a acercarse uno a otro a granvelocidadconsuscaballos.Elimpactodesuslanzasfuetanfuerteporpartedeambosquelosdossetambalearon,peroningunocayóalsuelo.Cadaunofueaun extremo y volvieron a batirse. Volvió a suceder lomismo, y tuvieron queluchar una tercera vez.En esta ocasiónKimball fue el que derrotó al capitán,quiencayóalsuelo.Kimballsequitóelcascoyfueaayudarlealevantarse,pero

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aquelhombrerechazósumano,seincorporó,desenvainósuespadaehirióconestaelhombroaKimball.Estesellevósumanoalhombrodañado,conrapidezextrajo su acero y empezaron a luchar. El hombre que estaba sentado con lahermanadeKimballsepusodepieygritódesdesuasiento.

—¡Caballeros,estoesunjuego!¡Bajensusespadas!Amboslemiraronyobedecieron.—¡ElganadoreselCondedeEssex!—gritó.Seescucharonvítoresdeentusiasmo.Yomeuníatodoeseclamor.Entonces

empezólaceremonia.Kimballsemontóensucaballoyseacercóallugardondeyoestaba.Memiró,sonrióymeguiñóunojomientrashacíaunareverencia.Yomelevanté,al igualque lavezanterior, incliné lacabeza.Kimballmehizoungestoindicándomequeteníaquehaceralgoconelpañuelo.Recordéloquemehabíadichosuhermanaymeloatéenlamuñeca.Losinvitadosaplaudieronycomenzó la música. Kimball fue a dejar su caballo a las cuadras. Estabaemocionada:aquelhombremegustabaymehabíahechosentirespecial.

—¿Dóndetehabíasmetido?Eramitía.Mechafóelmomento.—¿Tedascuentadeloquehashecho?¡Joveninsensata!Estáscomprometida,

Elizabeth,notendríasquehabercogidoelpañuelodeotrohombre.Hasidounagranofensaparaelcapitán.¿Peroenquémundovives? ¡Vamos!—Meagarródelbrazo.

Aquellamujermeponíadelosnervios.Mellevóconrapidezhaciaelinteriordelcastillo.EnesemomentoKimballseinterpusoensucamino.

—Señora, lamento robarle a la señorita, pero esta dama tiene que abrir elbaileconmigo,sinosdisculpa.

Cogiómimanoymeapartódeella.—Gracias—ledije.—¿Porhaberlaalejadodesutía?—Secarcajeó.—Sí.—Mereíconél—.Y…porhaberluchadoenmihonor.Sedetuvoymemiró.—¡Vaya!Porfinunaspalabrasamables.

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—Bueno,estavezselashamerecido.—Lesonreí.Lamúsicaseescuchaba.—Notendréquebailarotravez,¿verdad?—No va a tener más remedio, ¡ja, ja, ja! No se preocupe, usted sígame.

Míremealosojosydéjesellevar.Mecogiólamanoyelbailecomenzó.Suspupilasseclavabanenlasmías.Teníaunasensaciónextrañaalestartan

cercadeél.—Estámuybonita,Elizabeth.—Ustedtampocoestánadamal.—Sesorprendióantemirespuesta.Soltóuna

carcajada.Enesemomentolamúsicacesó.DesviémimiradayvicomoAlexandernos

observabaconcaradeodio.Meconcentréenmicaballero.Noestabadispuestaaque aquel hombre enturbiara el momento. Kimball hizo un gesto de dolor,entoncesrecordéquelehabíaheridoelcapitán.

—¡Tienesangre!—Noesnada.—Sí, sí que es. ¡Venga conmigo! —No se movía. Me miraba con gesto

divertido—.¡Vamos!¿Sepuedesaberquéespera?—Cadavezmesorprendemás.Lecogídelamanoytirédeél,sumiradasedesvióamimano,queagarraba

con fuerza la suya. La retiré. En aquella época esos gestos podrían ser malinterpretados.

—Esaheridahayquelavarlayvendarla.TeníaqueencontraraEsme.Subílasescalerasendirecciónamihabitación.

Élmeseguía.Sabíaqueladoncellaestaríaenlosaposentosdemitía.Nohizofaltairabuscarla,ellasubíadelascocinas.

—¿Señorita?¿Quéhaceenestazonaconelcaballero?—¡Québienqueteheencontrado,Esme!Paséalinteriordelahabitación.Élsequedóenlaentrada.—¡Porfavor,entre!Siénteseenestasilla

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Encendívariasvelas.—¿Sepuedesaberquéestáhaciendo,Elisabeth?Noespropiodeunaseñorita

desuclasetraeraunhombreasusaposentos.Siseenterasesutía…—Esme,estehombreestáherido.Medaigualloqueseapropiooimpropio

deunaseñoritaytampocomeimportaloquepuedaopinaropensarmitíayelrestodelagente.Tengomiconcienciatranquilaymidignidadsigueintacta.Yahora,sierestanamable,tráemeaguatibiaymiel,porfavor.

Esmesefue,yKimballsoltóunacarcajada.—¿Yusteddequeseríe?—Metieneintrigado.—Sereía—.Noconozcodamaquesecomportecomo

ustedycréamequedamasconozcomuchas.—Nolodudo,tienetodalapintadeeso.—¡Ja,ja,ja!—¿Vaaseguirriéndoseoquierequelecureesaherida?—Estoyasusórdenes,Beth.—Mesonrió.Mesorprendióquemellamaseasí.—Entoncesquíteseesamallayloquellevadebajo.Tengoqueverlelaherida.—No sabía que tuviese conocimientos demedicina. ¿En quémásme va a

sorprender?En ese momento entró Esme. Traía un cuenco con agua tibia, unas telas

blancasylamiel.—¡Señorita,nolaconozco!Desdequesedioesegolpesecomportadeforma

diferente.—Gracias,Esme.Yapuedesmarcharte.—No,me quedaré en el pasillo a esperar que este caballero semarche y a

vigilar por si su tía aparece. ¡Es incorregible! Empezaba a tener cariño a esamuchachitadeojosazules.

Mientraspreparabalastelasylamielobservabadereojocómosequitabasumallaylatelaquecubríasutórax.¡Diosmío!Mepusenerviosasolodeobservarelcuerpomusculosodelguerrero.Susfuertesbrazos,suespaldaypectoralesquequedaronaldescubierto.Semarcabacadamúsculoconcadamovimientoqueélhacía. ¡Uff, cómo estaba! Él giró su rostro paramirarme.Me pilló infraganti,

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observándole.Disimulémuymal,mesonrojé,ylonotó.Meacerquéaélconelagua,lamielylastelas.

—¿Tienecalor?—preguntó.—No,¿porquélopregunta?—Porqueestámuysonrojada.—Meguiñóelojo.—Puesnosé…Déjesedeobservacionesynosemueva.Laheridaerasuperficial,perosangrababastante.Lalimpiéydespuésapliqué

lamielsobreesta.—¿Quéesconde,Beth?—¿Porquémepreguntaeso?—Vicómoqueríaescaparsecuandoibaaempezareltorneo.—¿Porquésuponequequeríamarcharme?—Soyunguerrero,acostumbradoalibrarbatallas.Sécuandoalguienintenta

huir.—¿Poresomeeligiócómosudamaparaeltorneo?—No,esoyalohabíadecididolanocheanterior.Susojosverdesmemirabanconintensidad.Mesonrojé.—¡Quieredejardehablaryayudarme!Nosemuevaparaquelepuedavendar

laherida.FuirodeandosuspectoraleshastaelhombroheridoconlospañosqueEsme

mehabíatraído.Intentabaevitarelcontactoconsupiel,peroerainevitable.Mismanos temblaban cada vez que rozaba la suavidad de esta. Sabía que élobservaba,ensilencio,cadamovimientoquehacía.Podíasentirsurespiración,asícomoloslatidosdesucorazón.

—¡Yaestá!—dije.Enesemomentoélposósumanosobre lamía.Laagarróconsuavidad.Lo

miré.—¡Gracias,Beth!Esustedunacajadesorpresas.Laretiréconrapidezyensurostrosedibujóunagransonrisa.Sevistióyse

levantó.Eramuyaltoyfuerte.Asuladomesentíafrágilydiminuta.Seacercóyseposicionótrasdemímientrasyorecogíalastelasquehabíansobrado.Sentía

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su proximidad.Mis pulsaciones se aceleraban. Sus manos se posaron en mishombros.Unescalofríorecorriótodomicuerpo.Mequedéinmóvil:nopodíaniquería reaccionar. Deseaba su contacto. Sus manos acariciaron mis hombrosbajandoconsuavidadpormisbrazos.Fueentoncescuandonotélahumedaddesuslabiossobremicuello.Meaparté.

—¿Quépretende? ¡No soycomounade sus conquistas!Solo lohecurado;eramiobligación.

Sonreía.EnesemomentoentróEsme.—Caballerodebesalirdelahabitación.Subealguienypuedesersutía.

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VIII

Estaba intranquilo. ¿Por qué no bajaba? Hacía bastante tiempo que habíasalidodesuhabitación.Sesuponíaqueellavendríatrasdemí,peronofueasí,no la vi aparecer. No podía esperar más, iba a subir a por mi dama. En esemomentoera laprotagonista trasel torneo;además, teníaqueacompañarme,yyonoestabadispuestoaqueellanoestuviesejuntoamíaqueldía.

Lajovenmegustaba;habíaalgoenelladiferente:suformadeactuarestabalejosdetodoconvencionalismo,ymeatraía.Apesardelempeñodemimadreydemipadre,mehabíanegadoacontraermatrimonioconlasjóvenescasaderassajonas.Nomegustabanlasmujeressumisasynoestabadispuestoaperdermilibertadparaligarmedeporvidaaunmatrimonio.Megustabandemasiadolasféminascomoparaentregarmeaunasola,deahíquedecidieraacompañaralreyRicardoalascruzadas.Peroella…eradistinta;apesardequererconvencermedequeeraunamásentretodasmisconquistas,enelfondosabíaquenoeraasí.Desdequelahabíavistoheridaydesmayadahabíasentidoalgoporlajovenquenosupedefinir,ycuantomáslaibaconociendo,másmegustaba.Eradiferente,sí,peroeralaqueyotantobuscabayjamáshabíaencontrado.

Subílasescalerasagrandeszancadas.Intuíaquealgonoibabien.Avancéconrapidez por el largo pasillo. La puerta de su habitación estaba abierta. Entré;estabatododesordenado.¿Quéhabíapasado?Aquelloempezóainquietarme.Laropa de cama estaba revuelta, la silla dondeme había curado estaba tirada alsuelo,asícomootrostantosobjetos.Escuchéunruidoenlahabitacióncontigua,fuihaciaallí.Eraladoncella,Esme.

—¿Quéhaocurrido?—Memiróconlosojosllenosdelágrimas.—¡Señor,selahanllevado!—¿Quién?—Empecéapreocuparmedeverdad.—Esecapitán—Meacerquéaella,impaciente.—¿Quécapitán,Esme?¡Responde!—Elqueestabaprometidoconella.

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—¡Alexander!—Laestaba esperando, señor.Leprometoqueyono sabíanada.Entró con

varios hombres, y la agarraron. Ella luchó, pero no pudo hacer nada. ¡MiElizabeth!Laseñoramevaamatar.Laamordazaronylasacaronporelalasur,lazonadestinadaalosempleados.

—¿Cuántohacedeesto?—Fuenadamásirseusted.—¡Canalla!Notepreocupes,laencontraré.¡Lomatarécomolehagaalgo!Estaba decidido a ir tras él. Tendría que haberlo previsto, sabía cómo era

aquel bárbaro y cómoobservaba a la joven.Lo había visto analizarla con esamirada que tanto detestaba en él. No era la primera vez que teníamos algúnencontronazo. Me eché la culpa en ese momento. ¡No tendría que haberlaelegidocomomidamaeneltorneo!Habíavistosuodioreflejadoensurostro.Además,lohabíavencido;esojamásmeloperdonaría.Alexandersedirigiríaasus tierras,enNorwich.Teníaque ir trasél.Debíapartir.EnesemomentomeacordédeMildred.Nolapodíadejarallí;teníaquellevármela.TodavíafaltabandosmesesparasubodaconelcondeOton,algoqueestabadecididoaquenosucediese. Debíamos marcharnos cuanto antes. Iría a Essex, dejaría a mihermanaymellevaríaaDavidconmigo.

—No entiendo nada, hermano —dijo Mildred, se había ubicado con sucaballo ami lado—. ¿Por qué hemos partido tan rápido?Teníamos que haberregresadoundíadespués.

—Losé.—¿Entonces…?¿Melopuedesexplicar?—Lajovenhasidosecuestrada.—¿Quién?¿Ladamaqueelegisteparaeltorneo?—Lamisma.Hasidoel capitánAlexander.Tengoque ir aNorwich.Hede

rescatarladeesebárbaro.—¿Tegustalamuchacha?Lamiré.

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—Nohacefaltaquemecontestes,hermano.Séquenolovasaadmitir.Sí,tegusta.Actúascomosifuesessuprometido.

—No,yasabesquenosoporto las injusticiasy lacrueldadde laspersonas.Estamuchachahasidosecuestradayhedeayudarla.

—Diloquequieras.—Serio—.¡Yquécasualidadquefuejustolamujerqueeliges para el torneo!, con la que te veo bailando la noche anterior, la quesalvamoscuandoveníamosaGlastonbury…Muchascoincidencias.

Estaba deseando llegar a Essex para dejar sana y salva a mi hermana ycontinuar el viaje hasta Norwich. El bosque quedó atrás y ante nosotros selevantabaelcastillo.Atravesamoselpuenteyaccedimosalinteriordeeste.Allívi a mi gran amigo y compañero de batallas, David. Vino corriendo hacianosotrosyayudóamihermanaabajardesucaballo.Lomirédereojo,aunqueélnuncamelohabíaconfesado,sabíaqueDavidsiemprehabíaestadoenamoradodemihermanaeintuíaqueaellatambiénleagradabasucompañía.

Diunsaltoyfuicorriendohaciadondeestabamiamigo.Nosabrazamos.Eracomounhermanoparamí.

—Mildred,voyahablarunmomentoconDavid.Observécómomihermanasedirigíaalinteriordelcastillo.—¿Quétepasa?—dijoDavid—.Teconozcodemasiadocomoparasaberque

hayalgoquerondaportucabeza.—TengoqueiraNorwich.—¿ANorwich?¿Quésetehaperdidoallí?—Arqueólascejas.—Unajovenmuybonita.—¡Ja,ja,ja!Entonces,siesporunamujer,nohaynadamásquehablar.—LahasecuestradoMorrison.—¿AlexanderMorrison?—Sí,elmismo.—Teacompañaré.—Sonreíantesurespuesta.—Sabíaquepodíacontarcontigo,amigo.—Luegomecomentasmásdetalles.

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Lediunapalmadaenlaespalada,yélmeladevolvió.Subí con rapidez las escaleras en dirección a la habitación de mi madre.

Temíaquehubieseempeorado.Toquéalapuerta.Mildredestabasentadaenlacama,conlamanodesumadreentrelassuyas.Lahabitaciónestabaaoscuras,sentífríoalentrar.AntesdeavanzarhaciaellassalíabuscaraLili.

—Lili,quieroquelahabitacióndemimadreestésiemprecaliente.Volvíapasarymeacerquéalacama.Soloverlatandébilypálida,conlos

ojosentornados,hacíaquesintieseganasdellorar.Amabaalamujerqueestabaahí tendida.Respiré.Ellameconocíamuybien:mimadre intentaríadisimularparaqueyonosufrieraporsuestadodesalud.

—¿Quéhaceestabonitadamaaquítumbada?—Lediunbesoenlamejilla.Abriósusojosyesbozóunatímidasonrisa.—¡Hijo!Aparté mi rostro, me levanté y fui directo a la chimenea. No quería que

percibiesemiangustiaypena.Avivéelfuegomientraslaslágrimasrodabanpormismejillas.

—¡Kimball! ¡Ven aquí para que te vea! Apenas estuviste conmigo cuandoregresastedelascruzadas.

Suspiré, retiré las lágrimas con mi mano, me armé de valor y disimulé—.¿Cómomeves?

—Estásdiferente.—¿Y eso es bueno o malo? —Le acaricié su mejilla mientras llevaba su

delgadayhuesudamanoamislabios.Sonrió.—Estásmásdelgado.YanoereselmuchachitoquepartióconelreyRicardo

aJerusalén.Tehashechounhombre.—Meobservaba—.Hanpasadomuchosaños desde entonces. Pensé que te habíamos perdido.Estoy feliz de que estésaquíparapoderdespedirmedeti.

—¿Despedirte? ¿No pensarás ir ahora a Francia a ver tu prima Alice?—bromeé.

—Yanovaapoder ser.Hijo,memuero.Cadadíaquepasamesientomás

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débil.—¡No,madre!Nodigaseso.Tienesquealimentarte:apenascomesydeahí

tudebilidad.Además,nopuedesestarpostradaencamasiempre,necesitasquetedelaluzdelsol.

—Nogastestusenergíasenmí,hijo.Notengofuerzasniparacomer.Nopodíaseguirescuchándola.Elcorazónserasgabaconcadasuspiroycada

palabraquesalíadesuboca.—¿Cuánto tiempo te vas a quedar?Tu padre ya no puede llevar solo estas

tierras.Éltenecesita.MiréaMildred.—Estanochetengoquepartir.Peroregresarépronto.—Notedemoresalavuelta.Quierodespedirmedeti.—Prométemequemeesperarás,madre,queharásloposibleporrecuperartus

fuerzas.Volvióacerrarlosojos.—Teloprometo—susurró.Cerré la puerta. En el interior se quedóMildred conmimadre. Apoyémi

manosobreelmacizomurodepiedra,frío,húmedo.Hundímirostrosobremibrazo.Amabaaaquellamujeralaqueapenaslequedabaalientodevida.«¡Diosmío!,notelallevesjustoahoraqueacaboderegresar»,medije.

—¡Kimball!Dimediavuelta.—¡Padre!Ibaairaverlo.Mepusosumanosobremihombro.—Estápeor.Asentí.—MehadichoDavidquetevuelvesamarchar.—Sí,meveoenlaobligación…—Pero…¿Porqué?Davidmehaexplicadounpocoelmotivodetupartida.

Noloentiendo.Esamujernoestuprometida,aquítenecesitamos.—¡Padre!,ustedhacemuchomeinculcólaimportanciademantenersefirme

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en susprincipios.Cuandounovequealgoes injustoycruel, tieneque lucharcontraello.

Suspupilasestabanfijasenlasmías.—Hazloquetengasquehacer,peroregresapronto.

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IX

Abrílosojos.Teníaunfuertedolordecabeza.Mismuñecasestabanatadasymehabíanamordazado.Elcarroavanzabaaunagranvelocidad.Meibadandogolpes enel interiorde este.Entonces recordé: acababademarcharseKimballcuandoescuchéunruidoenelpasillo.Yoibaaseguirlo.Esmemeesperabaenlapuerta recriminando mi comportamiento. En ese momento, dos hombresarmados se abalanzaron sobre mí; uno de ellos me agarró con fuerza de lasmuñecasconlaintencióndellevarmeconél.Estabaasustada,peromedefendí.El otro guerrero me cogió y me posicionó sobre su hombro, y empujóviolentamente a Esme, a quien apartó de su camino. Me llevaron hasta lascuadras.Allíestabaesecapitánconcuatrohombresmás.Medejóenelsuelo,yAlexanderseaproximóamí.

—Yatedijequeseríasmía.—¡Jamás!Levantó su mano para acariciar mi rostro. Aproveché ese momento para

morderlo,meescabullíyempecéacorrer.Fueentoncescuandosentíunfuertegolpeenlacabeza.

No me había percatado de que no estaba sola en el carro. Frente a mí seencontraba ese niño al que había visto en el castillo.Memiraba con interés,apenaspestañeaba.¿Quiénsería?Mesonrió.

El carro se detuvo. Estaba mareada y dolorida. No se podía ver nada delexterior.EscuchélavozdeAlexander.Lapuertaseabrió.Queríaprotestar,peronopodía.Meagarrócon fuerzadelbrazoymesacóde lagalera.Mequitó lacintaquetapabamiboca.

—Yaestásentuhogar—dijoesbozandounasonrisairónica.—¡Nuncaserésuesposa!—grité.Meatrajohaciaél.—Sí,muchachita, claro que sí. Antes de lo que tú te piensas.—Soltó una

carcajada—.¡Llevadlaasusaposentos!—Aproximósurostroalmío—.Yque

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esténmuypróximosalosmíos.—¿Quéhacemosconelchico?Lomiró.Seacercóaél.Elrostrodelniñosepusotenso.—Ponedloconlachica.Dadlelahabitacióncontiguaaladeella.Losquiero

cercaalosdos.Esperoquehables,muchachito.Novoyatenerningúntipodecontemplacióncontigo.

Dichoesto,semarchó.Sushombresnosllevaronalinteriordelcastillo.Allíse acercó una doncella, de pelo blanco, delgada, pálida y nariz aguileña. Nosmiródearribaabajocongestoserio,sediomediavueltaynosguiohastalosqueserían nuestros aposentos. Subimos unas escaleras de caracol, estrechas, quedesembocaronenunagaleríaoscura,húmeda,conparedesdesnudas,sinningúntipodedecoración,sololatenueluzdelasantorchas.Alfinaldeestesedetuvo,miró al chico, abrió la puerta, y uno de los soldados lo empujó al interior.Allado estaba lamía, accedí a ella, y en la puerta se quedóunode sus hombrescustodiándola.

Lahabitaciónsoloteníaunapequeñaventanaporlaqueapenasentrabaluz.Sentíafrío.Nohabíalumbreenlachimenea.Lacamaestabaenelcentrodelaestanciayhabíaunasillajustoasulado.Mesentésobreellecho.Teníaquesalirdeallí.Pero…¿cómo?Escuchéunostoquessuavesenunapuertaquedabaamihabitación.Fuidirectoaabrirla.Antemíteníaaesepequeñomirándomeconsusgrandesojosnegros.Estabaasustado.Mepusederodillasparaestarasualtura.

—¡Hola!,Eamon, así te llamas, ¿no?—Memiraba sin apenas pestañear—.MellamoIsabel,aunquemellamanElizabeth.

Enelrostrodelniñosedibujóunatímidasonrisa.Norespondía.—¿Nopuedeshablar?—ledije.Asintió.—¡Vaya!¿Ycómopodemossolucionaresepequeñodetalle?—Leguiñéun

ojo.Entoncesélhizoungestoconsumanoindicándomequeloesperase.Fueasu

cama y cogió una pequeña bolsa de color marrón y regresó hacia donde yoestaba. Me miró, se puso de rodillas y abrió la bolsa. De su interior extrajomuchas piedras, todas ellas negras, que parecían turmalinas. Me miró para

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despuésconcentrarseenestas.Lasfuemoviendoconrapidezformandopalabras.Cuandoterminómemiróyseñalóconeldedolapalabraquehabíacreadoparaquelaleyese.Lesonreíylodijeenalto.

—E…A…M…O…N… ¡Eamon! —El niño asintió—. ¡Lo sabía! — Leacariciésumejilla—.Megusta.Esoriginal.Nuncalohabíaescuchado.

Volvióamoverlaspiedrasyconstruyóletrasconellas.Leí.—G…U…A…R…D…I…A…N.—¡Guardián!No sabía a qué se refería. El muchacho se percató de ello y empezó a

señalarseélmismoyluegoalapalabra.Despuésdeuntiempojugandoconlaspiedrasylosgestosentendíloqueelniñomequeríadecir.

—¿Eamonsignificaguardián?—Elniñoempezóaaplaudir.Nosreímos.—¿Ydequéeresguardián?Surostroseensombreció,bajósucabecita.Alverleasísentícariñoporaquel

muchachitoqueapenascontaríaconunosdiezaños.Leacariciésumejillaconmimano.

—Tranquilo,Eamon,yonosoycomoellos.Notevoyahacerdaño.Memiró, levantóunaespeciedecamisolamarrónymemostróunpequeño

tatuaje de la estrella de David próximo a su ombligo, símbolo de los judíos.¿Quésignificaríaaquello?

—¿Porquéllevasesedibujoahí?Elniñoempezóaconstruirunafraseconlaspiedras.—Soyelguardián—leí.Escuchamospisadasenelpasillo.Eamonrecogiósuspiedrasyseencerróen

suhabitación.Tocaronalapuerta.Eraotravezesamujer.—Elseñorlaespera.Mehadichoquelaacompañe.—Puesdígaleasuseñorquenopiensoobedecersusórdenes.—¡Peroseñorita!—Gracias,peronovoyaacompañarla.Cerré lapuerta,meapoyésobreestaysuspiré. ¡Quéibaaserdemí!Fuial

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encuentrodelniño.Ahíestaba,ensuhabitación,pendientedeloquesucedía;encuantomevioseacercócorriendoymeabrazólacintura.

—Eamon,tenemosqueescapardeaquí.Losabes,¿verdad?—Elniñoasintió—.Peronecesitosaberporquétetieneretenido.

Elniñosepusoderodillasyempezóaconstruirpalabrasconsuspiedras.Leíenvozalta.

—Séalgoqueellosquieren.Lomiré.—¿Qué?Elniñofijósuspupilasenlasmías,recogiólaspiedrasdelsueloyseñalóla

puerta.Lospasosseescuchabanmuycercadelahabitación.Fuiamihabitaciónymesentéen lasilla.Entrarondosde loshombresdelcapitánAlexanderconunasonrisaenloslabios.¿Quépretendían?

Sinhablar,seacercaronamí.Unodeellosmeagarródelbrazoconfuerza.Meestabahaciendodaño.Melevantó,yambosmellevaronretenidahastaunasaladondeseencontrabamisecuestrador.

Había una mesa en el centro de la sala, que Alexander presidía. Meobservaba,sinapenaspestañear,mientrassujetabaunacopadevino.

—¡Siéntese!—ordenó.Esos hombresme forzaron a ello. Estaba frente a aquel hombre, borracho,

sucio,consucopadevinoenloslabiosyquememirabaconmuchointerés.Enesemomento teníaclaroqueohuíaoesehombreacabaríamatándome.Yonoeraunadamadesuépocayestabadispuestaalucharcontodasmisfuerzaspordefendermidignidadcomomujer.Alfinyalcabo,nosabíasiestabavivaoqué.Nadameimportabaaexcepcióndenoseguirlasórdenesdeaquelserdepravadoquehabíaosadoasecuestrarme

Loshombresme sentaronal ladode su señory seposicionaron trasdemí.¡Quéintimidad!

—¡Come!Noquieroquemañanatedesmayesennuestraboda.Mequedéensilencio,retándoloconlamirada.—¿Nomehasoído?

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—Sí.—¡Puescome!—¡No!—¿Quéhasdicho?—dijodandounpuñetazosobrelamesa.—¡He dicho que no!—Me daba miedo, era muy agresivo, pero no iba a

permitirquelonotase.Selevantóyseacercóhaciamíconelrostrodesencajado.Setambaleabadel

alcoholquellevabaencima;olíaavino.—Muybien,puessinoquierescomernoloharás,nitúnielniño.Ninguno

delosdosprobarábocadohastaquenosecelebrelaboda.Eso no lo podía permitir, una cosa era yo, pero el niño… Lo miré. Me

fastidiabaaccederasuchantaje,peronopodíapermitirqueesacriaturainocentesufrieralasconsecuencias.

—Esustedcruelydespiadado.—Sí, losoy.—Soltóunacarcajada.Meagarródelbrazoyme levantópara

ponerme frente a él—. Y tú me encantas, jovencita. Estoy deseando casarmecontigoparahacertemía.—Acercósurostroalmío.Notabasurespiraciónysumalaliento.Giréelrostroparaotrolado.

—¡Jamás!—¿Jamás?¡Ja,ja,ja!—Memiraba—.¿Vasacomeromandoretirarlacarne?—Comeré.—Asímegusta.¡Bajadalniño!Sesentó frenteamí.Memirabaconatenciónconunasonrisavictoriosaen

sus labios.Permanecimosensilencio.Ladoncellafue trayendolacomidaparalostres.Elniñoentróenlasala.Estabaasustado,alvermesetranquilizó.

—Elmuchachosesientaamilado.Lemiréyleguiñéunojoparaqueestuviesetranquilo.—¿Ytú?—legritó—.Mañanamedirásdóndeestáloqueestoybuscando.Eamon no levantaba el rostro. Sus pupilas estaban fijas en el plato que le

acababandeponersobrelamesa.—Ahora…,¡come!

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Estabadecididaahuir.Seríaalrededordelastresdelamadrugada.Escuchabalos ronquidosde lossoldadosqueestabanenelpasillo.Fuidirectoa lapuertaque separaba mi habitación de la del niño, di un golpecito. Eamon estabadespierto.Memirabaasustadoconsusgrandesojosnegros.

—Eamon, ¿confías enmí?—El niño asintió—.Tenemos que huir de aquí.Tienes que hacer lo que te diga.—Asintió de nuevo—. Saldremos sin hacerruido.

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X

—¡Porfinteencuentro!—Giréelrostro.EraDavid.—Sí, necesitaba pensar. Mi madre ha empeorado. No puedo marcharme

ahora.Sisemuereestandoyofuerajamásmeloperdonaría.—¿Pero?Lomiré.Meconocíamuybienysabíaquealgomásmepasaba.—Hansecuestradoaesajoven.Meveoenlaobligaciónderescatarla.Siento

queesmideberirtrasella.Sesentójuntoamí.Latorresiemprehabíasidomilugarfavoritodesdeque

erapequeño;ahísentíapaz.Lasdecisionesmásimportantesdemividalashabíatomadoeneselugar.

—¡Vaya!Porloqueentendí,hasidoraptadaporelhombreconelqueestabaprometida.

—Sí,asíes.—¡Kimball!Sabesqueéltieneplenosderechossobrelajoven.Unavezque

lasfamiliashanaceptadosumatrimonio,lamujerlepertenece.—Tengoquerescatarladelasmanosdeeseasesino.¡Túsabesqueloes!No

puedopermitirqueestéconesedesalmado.—Memiróconunasonrisaen loslabios—.¿Qué?Dimeloquemetengasquedecir;conozcoesasonrisatuya.

—No puedo creer que el gran Kimball, el guerrero, el caballero de lascruzadas,elquesiempreharehusadoacasarse,alquetodaslasmujeresdeseanyel que jamás se ha enamorado de ninguna de sus conquistas, porquemujeresbonitas en tu vida ha habido…, ahora se haya enamorado de una mujer queapenas conoce y a la que solo ha visto unos momentos, y que además estédispuestoaenfrascarseenunaaventurapeligrosaporsalvarla.¡Ja,ja,ja!

—¿Enamoradohasdicho?No,esonunca.—Davidsoltóotrarisotadaantemirespuesta.

—Amigo,nuncadigasnunca.

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—Meveoenlaobligacióndeprotegerladeesesádico,loharíaporcualquiermujer.

—¿Estásseguro?¿Porcualquiermujer?—seburlaba.—Sí,porcualquiera.—¡Ja,ja,ja!¡Quémalmientes,amigo!—Nosquedamosunratoensilencio

—.Elotrodíavinoesamujer.—¿Quién?—Alaquedefendisteanteloscampesinos.—¡Bejira!—Sí, esa judía… Los campesinos la miran con recelo. Dicen que hace

brujería.Comoesteañolacosechanoesbuenayvariasovejashanmuertoporcausa de una enfermedad, la echan la culpa de todo a ella. El ambiente estácrispado.

—¿Tedijoloquequería?—Sabíaquehabíasregresado,preguntóporti.Dijoqueteníaquedecirtealgo

desumaimportancia.—¿Nocomentónadamás?—No,esamujeresextraña.—Lomiré.—David,nojuzguesalaspersonas.Túnoeresdeesos.Bejiraesmaravillosa:

mesalvólavidacuandomepicóunaserpiente.Siemprehaestadoallícuandolahenecesitado.Laquierocomoaotramadre.

—Losaldeanoslahanvistohaciendoritosdemagiaconlaspiedras.—Son runas. Ella siempre me dijo que veía el futuro con ellas. Los

campesinos son muy supersticiosos y no saben qué inventarse.—Me tapé elrostroconlasmanos—.Mañanairéaverla.

Davidmediounapalmadaenlaespalda.—¿Cuándonosponemosenmarcha,amigo?—Simimadrese recupera,partiremosenbreve,siempredemadrugada.Sí,

porque haciéndolo así llegaríamos a Norwich al anochecer. Estoy preocupadoporesajoven.Temoqueesebárbarolehagadaño.

—Tranquilo,llegaremosatiempopararescataratudama.—Secarcajeó.

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LacasadeBejiraestabaenelbosque,camufladaentrelosroblesdelazona.Siempremehabíagustado ir avisitarla, yaqueahíme sentía enpazconmigomismo. Era una unión con la naturaleza, el sonido del agua del río, lamusicalidad de las hojas cuando el aire las rozaba a su paso. Respiré conprofundidad.Mebajédeunsaltodelcaballoy loatéenel troncodeunárbol.ObservéaciertadistancialapequeñacabañadeBejira;porlachimeneasalíaelhumodelahoguera.Ellaestabaafuera,dandodecomeralaspocasgallinasquetenía en el corral. Fui directo a ella; la quería sorprender, pero aquellamujertenía una intuición especial. Siempre presentía la presencia de los quemerodeabanporlasinmediacionesdesucasa.

—¡Kimball!—gritó.Fuidirectohaciaella,larodeéconmisbrazosyempecéagirarconella.—¡Muchacho! Sigues siendo igual de bruto e impulsivo que siempre. —

Sonrió—.¡Anda,bájame!Levantósumanoparaacariciarmelamejilla.—¡Hijo!¡Cuántohastardadoenregresaratustierras!—Notanto…Quierovolverairme.Memiróseria.—¡Ven!—Meguiohaciaelinteriordesucasa.Estaerapequeña, todoestabaenunasolaplanta.Nadamásentrarestaba la

hogueracondossillasyunamesaenelcentro.Enfrenteestabalacama.Apesardelasencillezdeaquellacabaña,yomesentíafelizeneselugar.

—¡Siéntate!Tevoyaprepararuntéyunaspastasreciénhechas.—Sonrió.—Mimadreseestámuriendo.—No,todavíanoosvaaabandonar.—Sí,Bejira,lahevisto.Estaveznosdeja.—Tieneunainfecciónquenohantratadobien.Esemédicoenelqueconfíatu

padrenoha acertado con loque tiene.Meacerqué a esedoctor paradarlemiopinión,peronoquisoescucharme.

—¿Puedesanar?Me miró. Se acercó hacia la mesa con la taza de té y unas pastas recién

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hechasqueolíanmuybien.Sesentófrenteamí.—Sí, aunque ella está muy débil; no obstante, te voy a dar un jarabe

elaborado por mí. Dáselo por la noche durante cinco días y ya verás cómomejora.

—¡Qué haría yo sin ti!—Me observaba—. ¿Qué te pasa, Bejira? Te notopreocupada.

—Kimball,hayalgodesumaimportancia…—¿Sí?—Hayunamujer…,yalaconoces, tienesqueprotegerla.—Hizounapausa

—.Ellaeslaelegida.—¿La elegida? ¿Una mujer? ¡No entiendo nada! —Aquello me estaba

empezandoapreocupar.—Sí,eslajovenquehansecuestrado.—¿Cómosabeseso?—Mesorprendí.—Sabesquetengovisionesdelpasado,delpresenteydelfuturo.Esundon

queposeodesdequenací,yhetenidoquecargarconéltodamivida,loquemehacausadomuchodolor.

—Sí,losé,pero…—¡Kimball!, hijo, confía en mí. Por ahora no te puedo decir mucho más.

Tienesqueprotegerloscontuvidasifuesenecesario.—¿Protegerlos?—Hayunniñoconella.Quierenmatarlo,peroeseniñotienequevivir;solo

élsabedóndeestáescondidoelsantoGrial.—Noentiendonada.—Aquellaspalabrasme intranquilizabanaúnmás.Me

levanté.Bejiraseacercóamíypusosumanosobremiantebrazo.—Cuandomurió Jesucristo, José de Arimatea partió de Jerusalén y vino a

estastierras.Trajoconélalgodevitalimportancia:latazaenlaquebebióJesúsensuúltimacena.JosédejóensueloingléselsantoCáliz,escondidoenunlugarque solo conocían dos personas: él y su fiel discípulo. Este discípulo tuvodescendencia, y el secreto pasó de generación tras generación entre sus hijosmayores.A todos losprimogénitosse les tatuaba,cuandonacían, laestrellade

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David.Eranlosguardianesdelgransecreto.—Memiró.Nodaba crédito a todo lo que estaba escuchando, parecía una leyendamás

quealgoreal.Estabaperplejo,nosabíacómoreaccionaranteaquellarevelación.Sefuehaciaunrincón.Allíextrajoalgodeunabolsamarrónqueocultóensumano.

—Nocomprendo,Bejira.¿QuétienequeverElizabethentodoesto?¿Yyo?—EseniñoeselúnicodescendientedeldiscípulodeJosédeArimatea.Han

matadoasufamiliayquierenasesinarloaél,peroantespretendenconseguirelsantoGrial.

—¿Quiénes?—Ellos,hechiceros,hombrescruelesqueseoponenalcristianismo,practican

elocultismoylamagianegra.Sonhombresconpoder;esmás,elhermanodelreyRicardotoleratodoesto,loocultaylosprotege.Quierenconseguirlasantareliquiaparafinespocoortodoxos.

—Bejira,¿sabesloquemeestásdiciendo?—Tienesqueayudaralajovenadescubrirsuverdaderaidentidad,Kimball.

Elmuchachoteguiaráentodo;protégelo.Estaestuverdaderamisión,hijo.—¿Quéidentidad,Bejira?Todoestomesupera.Noséquédebohacer.—Nopuedodecirtemás,almenosporahora.Debesirabuscarlos.Peroantes

daestejarabeatumadreylasinstruccionesprecisasatuhermana.Debespartiralamanecer.

Ibaapreguntarlemás,peroellanomedejóhablar.—Por el momento solo debes saber esto, nada más, así que no insistas,

muchacho.Nodebesdecirestoanadie,Kimball,anadie—insistió.

Davidmeviollegar.Seadelantóparaobservarme;meconocíademasiadoysabíaquealgomepreocupaba.

—¿Quéteocurre?¿Algograve?Bajédeunsaltodelcaballo,acaricié la frentealanimaly lo llevéhasta las

cuadras.Davidmeseguía.Lomiré.—¡Nosvamosalamanecer!

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XI

Observé a Eamon. Nos habíamos unido a un grupo de gitanos. Les habíapreguntadosipodíamospasarlanocheconellosyhabíanasentido.Noshabíandado unas mantas, algo de comer y nos habíamos acurrucado alrededor delfuego.Porlasnochesrefrescaba.Elniñosehabíarecostadoenmiregazo,estabadormido.

—¿Essuhijo?—mepreguntólagitanamásancianadelgrupo.—Sí—respondí.Creí que sería lomás conveniente. Si decía la verdadme

haríanmáspreguntas,yesloquequeríaevitar.—¿Ysumarido?—Soyviuda.—¡Cuántolosiento!¿Haciadóndesedirige?—AlaislaMaree,peronotengomuyclaroelcaminoquehedecoger.—Nosotros venimos de lasTierrasAltas.Es un recorrido largo y peligroso

paraunamuchachaysuhijo.Haymuchosladronesymalhechores.—Necesito ir.Allí estámi familia,quees loúnicoque tengo, juntoconmi

hijo.Meobservaba.—Por lamañana te indicaré cómo llegar. Ahora descansa. Tenéis un largo

recorrido.Enesemomentomefijéqueunodelosjóvenes,quememirabaconmucho

interés. La anciana también lo apreció y se percató de lo incómodo que meresultabaelanálisisqueestabahaciendodemíaquelchico.

—Tranquila, es Jaim; no te hará nada. Siempre se siente fascinado por lasmuchachasbonitas,ytúloeres,jovencita.

EnesemomentoJaimse levantó.Eraun jovenfuerte,alto,depelonegroymuy rizado, bastante atractivo. Había algo en él que me producía un granrechazo. Se alejó del grupo y se aproximó a una muchacha que estaba

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esperándoleentreunosmatorrales.Escuchérisasydesaparecieron.Merecosté;necesitabadescansar.

Elfríodelamañanamedespertó.Unanieblaespesaimpedíaverconclaridadloquenosrodeaba.Eamonestabaacurrucadoenmiregazo.Lotapé,peroenesemomentosedespertóymemiróconsusbonitosojosnegros.

—Hola,Eamon.Tenemosqueirnos.—Elniñoasintió.Noveíaalaancianaconlaquelanocheanteriorhabíaestadohablando.Los

gitanoshabíanrecogidotodassuspertenenciasyestabanpreparadosparapartir.Notéqueme tocabanelhombro.Asustada,megiré.Eamonapretabamimanoconfuerza.Eraella.

—Querida, nosotros nos vamos ya. El recorrido que quieres hacer es muylargoy,comoyatedije,muypeligrosoparaunamujeryunniño.Tienesqueiralnorte,endirecciónaNottingham.AllítendrásquedirigirteaYork.Fíjateenlaestrella Polar por las noches y memoriza la dirección en tu mente. Ella teindicarálarutahaciaelnorte,hacialasTierrasAltas.—Mediounasmonedas,algo que agradecí; una capa para resguardarme del frío; una daga paradefenderme; una bolsa marrón, de cuero, con queso y pan, y dos pieles deanimalesparaprotegernosdelfrío.Yestoparati.—LedioaEamonunabrigohechodelanadeoveja.

—Muchasgracias.—Lesonreí.—Aléjatede loscaminosprincipales.Nomiresanadiea losojos,oculta tu

rostroynoacudasalugaresconcurridos.Dormidalaintemperie.—Miróalniño—.Protégele,élesespecial.Deéldependerátodo.

—¿Especial?¿Quéesloquedependedeél?—pregunté.Aquelniñometeníaintrigada.Siyateníaproblemaspornosaberquéeralo

quehabíaocurridoconmivida,enesemomentoteníaaeseniñojuntoamí.Élse había definido como el guardián y esta mujer me había dicho que yo eraespecial.—Eselúnicoherederoytúereslaelegidaparallevaracabosumisión.

—¿Pero…?¿Elegida,heredero?EnesemomentoseacercóJaimanosotros.Secomunicóconlaancianacon

una simplemiradayesta sepusonerviosa. Jaimseapartó.Ellapuso sumanosobrelamía.

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—Todo lo sabrás a su debidomomento.Que nadie vea la cruz que el niñollevapintadaensuvientrenitucolgante.Yoloshevistoporundescuidodelosdosy,sienvezdehabersidoyo,hubiesesidootrapersonaconintencionesmásambiciosas y malvadas… Ya no estaríais aquí. La leyenda la conoce todo elmundo.

—¿Cómotellamas?—lepregunté.—Samara.—Gracias,Samara.Tendrémáscuidado.Observécómosemarchaban.MiréaEamon.Mepuseencuclillasparahablar

conél.—Bueno, pequeñín, ya has oído a la anciana: tenemos que ser muy

cautelosos.Apartirdeahoratúserásmihijoyyotumamá.—Elniñoasintió—.¿Porquéeresespecial,Eamon?

Elniñomemostrósubarriguita,memiróyseñalóeltatuajequeteníasobresupiel.

—En fin, ya lo iré descubriendo.—Le sonreí y él me besó en la mejilla.Estabaempezandoacogercariñoaaquelpequeño—.Nos tenemosque ir,nosestábuscandoesecapitán.

Respiré,nosapartamosdelcaminocentralyseguíladirecciónquemehabíaindicado lagitana,atravesandoelbosque.Recordé las instruccionesdecuandoibadecampamentoconlosniñosexploradores.Habíaqueobservardóndecreceel musgo en la corteza de los árboles para encontrar el norte. Teníamos quedirigirnos hacia Nottingham. La humedad del bosque se metía por todos loshuesos,habíamuchosilencio.Noseescuchabanieltrinardelospájaros.

Anduvimosmucho tiempo. La niebla era cada vez eramás espesa. Eamonsujetabamimanoconfuerza,yaqueaquelbosque teníaunaspecto tenebroso.Sentíacomosifuéramosobservados,yelniñotambiéndebiónotarlo.

—Bueno, Eamon, creo que es hora de cobijarnos. Hace mucho frío ydeberíamoscogerpalosdelsueloparatenerprovisionesdeleñaparalanoche.

El niño asintió. Me ayudó a recoger ramas caídas. Mientras el niño lasagrupaba, yo intentaba hacer fuego como me habían enseñado en loscampamentos. Jamáshabía imaginadoqueesasclasesquenoshabíandadoen

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mitaddelcampomeseríandegranutilidadalgunavez.Tardóensalirelhumo,alquesiguieron lasprimeras llamas.Echamosramasyhierbaque,debidoa lahumedad,tardaronenprender.Nosacercamosalfuego.Extrajedelabolsapanyqueso.Unavez que terminamosde comer,Eamon cogió sus piedrecitas de subolsayfueformandopalabras.

—¿Haciadóndevamos?Lomiré.—AlaisladeMaree.—¿Porquéallí?—Se supone que mi abuelo vive allí. Él puede ayudarnos. ¿Quién eres,

Eamon?—SoyelguardiándelsantoCáliz.—¿DelsantoCáliz?—Sí.—¿Ydóndeestá?—Nolosé.—¿Nolosabes?Puesahorasíquenoentiendonada.—LastrecepiedrasdeCallanish.Cuandoelsolestémástiempoalumbrando

esteterritorio.—¿Cuándoseasolsticiodeverano?Memiróextrañado,estabaclaroquenosabíaloqueerasolsticiodeverano.—¿Mellevarásallí?—preguntó.—Sí,teloprometoEamon.—CuandolalunamueraenelmonteClisham.Noentendíanada.—¿Monte Clisham? —pregunté. El niño asintió—. ¿Qué pasará en ese

monte?Antemipreguntaelniñomemiróyguardólaspiedras.Entendíquenoquería

seguirhablando.Saquélaspielesdeanimales,tapéalniñoydespuésmearropéyo.Elmuchachoseacurrucóenmiregazo,loabracé.

Sentíafrío.Abrí losojosymeasusté.Antemíteníaaunhombrefuerte,de

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aspecto rudo, vestido con pieles de animales y en su mano sujetaba un paloamplio.Memirabaconatención.

—¿Quéhacéisenestapartedelbosque?—dijo.—Noshemosdetenidoparadescansar.VamosaNottingham.—Sefijóenel

pequeño.—Esmihijo—dije.—Espeligroso.Unamujeryunniñonopuedenestarsolos.Seguidme.

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XII

Todavía sentía la mirada penetrante de la gitana. No habíamos llegado alcastillodeAlexander.Nos faltabaunbuen tramocuandonos topamosconesegrupodegitanosconsuscarromatos.Lavi,habíaalgoenlamujerquellamómiatención desde el primermomento. Ella ordenó detener su carro almuchachoquelaacompañaba.Meacerqué.

—¿Lo podemos ayudar en algo, caballero? —David se quedó a ciertadistancia.

—Sí, laverdadquesí.Estoybuscandoauna jovenconunniño.—Tanto lagitana como el joven se miraron—. La muchacha responde al nombre deElizabeth.

—¿Paraquélosbusca?—Susvidascorrenpeligro.—Por ese camino no los encontrará. —Señaló dirección a Norwich.

Estábamosyamuycerca.—Entonces,¿haciadóndedebodirigirme?—Alnorte,alasTierrasAltas.El jovenque iba juntoaella reanudó lamarchaparaalcanzaralgrupo.Me

interpuseensucamino.Noentendíanada.Todoelmundoparecíasabermásqueyoyloúnicoquedeseabaeraencontraralajoven.

—¡LallevabanalcastillodelcapitánAlexander,enNorwich!Girósurostroparaobservarme.—Ellayanoestáahí.Elcarromerodeóysealejó.Davidseacercóamí.—¿Quétehadicho?—Queyanoestáallí,quesedirigealnorte,alasTierrasAltas.—Pero…¿cómohapodidoescapardeAlexander?—Amigo—ledije—,necesitounacervezaparaaclararmisideas.

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—Sí,yotambién.Elviajehasidolargo.Tengosedyhambre.Nos acercamos a Norwich. En los alrededores había varias tabernas. Nos

metimosenunadeellas.—¿Qué quieren, caballeros? —nos dijo la muchacha mirándonos con

intensidadconsusgrandesojosazules.—Doscervezas—dijoDavid.Nos sentamos en laúnicamesaque estaba alejadade la entrada, esperando

quelajovennosacercaselasbebidasyalgodecomer.Mesentíacansado.Teníaqueaclararmisideas.Nodabacréditoatodoloqueestabasucediendo.Tansolohacíaunosdíashabíallegadodelascruzadasy,desdequesehabíacruzadoesamujer en mi camino, mi vida se había complicado. Aquella joven me habíaatraído desde el primermomento en que la había visto; eso no podía negarlo,perodeahíaquemimisiónfueseprotegerla…Despuésestabaesagitana,quehabía sabidoenseguidadequiénhablaba.A lasTierrasAltas, ¿porqué?¿Yelniño?BejirasehabíareferidoaElisabethcomolaelegidayalmuchachocomoelguardián.Meibaavolverlococontodaesahistoria.

—Aquítienen—nosdijolatabernera—.Ustedes…,nosondeporaquí.—No…—dije.—NosdirigimosalmonasteriodeSanAndrés.—Dijomiamigo.—¿Vandeperegrinaje?—dijoella.—Sí—respondióDavid—,porunapromesa.—¡Menosmal!,penséqueveníanporelasesinatodelmuchacho.Nosmiramos.No sabíamos a lo que se refería.Mi corazón empezó a latir

pensandoquepodíaserelniñoqueacompañabaaElisabeth.—¿Quémuchacho?—¿Nosehanenterado?—Negamosconlacabeza—.Debenser losúnicos.

Todoelmundohabladeello.Haaparecidoenunbosque,enlasinmediacionesdeNorwich.Sufrenteycuerpopresentanumerosas laceracionesyheridasconarmablanca.Todoapuntaaquehasidovíctimadeunritojudío.

—¿Ritojudío?—pregunté.—Sí, meses atrás apareció otro joven con heridas similares. Ambos

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muchachos eran aprendices y la última vez que se los había visto estabanentrando en una casa de judíos. Después ya no se supo nada más hasta que,transcurridosunosdías,doscampesinosencontraronsuscuerpos.

—¿Handadoconlosasesinos?—pregunté.—No,peroelodioyelrechazoalosjudíosserespiraentodalaciudad.Unos

pocoshanhuido,perolosquesehanquedado…—¡Liliane!—dijounhombredeedadavanzada,miradafríaypómulosmuy

marcados.Lajovenencogióloshombrosysealejó.Elhombrenosmiró.—Nopreguntentanto,caballeros;lespuedetraerproblemas—nossusurró.—¡Estagenteesmuyrara,amigo!—dijoDavid.Nosreímosychocamosnuestrasjarrasdecerveza.Un hombre, con armadura entró en la taberna. Se dirigió a la barra. Mi

atenciónsecentróenél.Dijoalgoaltaberneroydespuésempezóahablarconvozfuerteyprofunda.

—El capitán Alexander ofrecerá una recompensa a quien encuentre a unajoven de pelo negro que responde al nombre de Elisabeth. La acompaña unmuchachodeojosnegrosydepelooscuro.

Dichoesto,miróatodoslosallípresentesysemarchó.Davidsecentróensucerveza.

—Esaestujovendama,Kimball.Asíquehaescapado.Conrazónlagitanadecíaqueyanolaencontraríasallí.

—Sí,peroahoramepreocupaque lapersigaesebárbaroyqueofrezcaunarecompensa.

Aquellomeintranquilizaba.Lataberneraseacercóanosotrosparallevarnoslasviandasquefaltaban.

—¿Quiéneraesecaballero?—lepregunté.—Un soldado del capitán. Por lo visto él pretende casarse con la dama, la

única heredera de una gran fortuna. A mí me han contado que desea elmatrimonio con ella por las posesiones de su familia y teme que la joven sedesposeconotro.

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—¿Conotro?—preguntóDavid.—Sí, si ella lo hace, él no podrá tener el poder y las riquezas que ese

matrimonioleaportaría.Lilianasemarchó.Davidmemiró.—Tenemosunproblema:esehombrenocesaráensuempeñodeencontrarla.

Tudamamisteriosa,porlovisto,esmuyvaliosaparaAlexander.¿Sabesloqueesosignifica?

—Sí,quetengoquecasarmeconella.—¡Kimball!¡Estásloco!—No,hedehacerlo,eslaúnicaformadeprotegerladeesetruhan.—Pero…¿tecasarásconunamujerqueniconocesniamas?—Solo lohagoporprotegerla.Hayalgoquemedicequehago locorrecto.

Despuésyomemarcharéhacialascruzadasyaellaladejarélibre.—No,Kimball, estarásvinculadoa elladeporvida.Túnoereshombrede

estaratadoaunamujer.—Y no lo pienso estar, amigo. Si no hay relaciones conyugales, el

matrimonioseanula.Esoesloquepasará.Peroahorahayquecasarseyfingirparaqueesehombreceseensuempeñodehacerseconella.

—Sihaceunosdíasmehubierandichoqueteescucharíahablarasí,nomelohubiese creído. ¡Kimball! ¡El gran guerrero!, ante quien todas las mujeres serindenasuspies,elquehatenidoalajovenquesiempreselehaantojado,aquelquesiempresehanegadoacasarse,ahorahabladematrimonioparasalvaraunajovenqueapenasconoce…Ysolo lohacepor salvarla.—Secarcajeó—.¿Noserá que no te desagrada la idea porque la joven te gusta?—Se rio.Le di uncodazo.

—¡Nodigastonterías!EnelfondoDavidnoibadesencaminado.Laideatampocomedesagradaba,

aunquenoentendíaelporqué.Yo,quemehabíaunidoalreyRicardoparahuirdelaresponsabilidaddedarunherederoyhacerloquetodosesperabandemí,enesemomentoestabadecididoacasarmeconella,unamujerdesconocida.

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Retomamos el camino donde nos habíamos encontrado con la gitana yanduvimosendirecciónalasTierrasAltas,talycomoellanoshabíaindicado.Decidimosapartarnosdelcaminoprincipal,yaqueintuimosqueellayelniñonolohabríancogidopormiedoaencontrarseconelcapitán.

Eradenoche,hacíafrío,ydecidimosdetenernosydescansar.Empezamosacoger ramas para hacer una buena fogata.En esemomento lo escuché,Davidtambién;ambosnosquedamosquietosynosmiramos.

—¿Looyes?—preguntóDavid.—Sí,lamúsicavienedeallí.Se escuchaban gaitas y otros instrumentos. Conforme avanzábamos hacia

aquel sonido las risas eranmás perceptibles. Nos encontramos ante un grupobastantenumerosodepersonas.Mefijéquealgunosdeesoshombres llevabankipássobresuscabezas:eranjudíos.Otrosnoloportaban,parecíancampesinos.

—¿Quéhacenaquí?Unhombredegranenvergaduranosapuntabaconlapuntadesuespada.Tras

élaparecieronotrostresportandopalosyarmasblancas.—Venimosensondepaz—dijelevantandolasmanosparaqueviesenqueno

teníaintencióndedesenvainarmiespada.Davidmeimitó.Enesemomentounfrailecontúnicanegrayunaprominentebarrigasehizo

pasoentrelosquenosamenazaban.—¿Québuscáis?—Somos peregrinos. Vamos camino del monasterio de san Andrés —dijo

David.Lomirésorprendidoantesurespuesta.—Bueno, entonces, si son peregrinos, les dejaremos disfrutar de nuestra

fiesta. Seguro que tenéis sed y hambre—dijo el fraile bajando los sables delguerreroyposando susbrazos sobrenuestroshombros—. ¡Haced sitio a estoshombres;dadlesvino!—Nosmiró—.SoyelhermanoJohn.¿Susnombres?

—KimballyDavid.—Seadelantómiamigoaresponder.Nos sentamos. Habían montado una gran fiesta alrededor de la hoguera,

dondeelvinoylacomidacirculabanenabundancia.Losjudíossemanteníanaciertadistancia.Unajovenmuybonitanosacercólabebidaynosinstóparaque

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bebiésemos.David fueelprimeroyyo le seguí.Después la jovenagarróamiamigodelbrazoyleforzóabailarconella.

En ese momento una mujer llamó mi atención. Estaba subida a un troncogruesodeunárbolquesehabíacaídoalsuelo.Ella,apesardelahumedadyelfrío,estabadescalzasobreeste.Estabariéndose.Suintenciónerallegaralfinaldel tronco sin caerse al suelo. Los que estaban cerca de ella la vitoreabanmientrasintentabaterminarlahazañaconéxito.Melevanté.MeparecióqueeraElizabeth. Me acerqué a donde estaban ese grupo de hombres y mujeres, yestaba en lo cierto: era ella.Me apoyé sobre el tronco de un árbol, crucémisbrazossobremiregazoylaobservédivertido.Aquellamujermesorprendía.Nosoloteníanocionesdemedicina,sinoqueactuabafueradetodoelprotocoloqueunadamadesuclasedeberíaguardar.Observéqueasuladohabíaunniñoquelamirabaconadmiraciónyaplaudía.Eranellos.

Estuvoapuntodecaerseotravez.Diunpasoadelanteconlaintencióndeiracogerla,peroellaenseguidavolvióarestablecerelequilibriohastaquellegóalfinaldeltronco,victoriosa,levantólosbrazosysonriósatisfechaporlahazaña.¡Quéguapaera!Estabadecidido,mecasaríaconellaloantesposible.«Soloesporprotegerla»,medijeconlaintencióndeautoconvencermedequenoeraporotromotivo.Esbocéunasonrisa.

—¿Laconoce?—dijoelfraile,quiénmemirabaconinterés.—No.Elladiounsaltoypisólahierba.Lajovencogiólasmanosdelniñoyempezó

agiraralsondelamúsica.—Simedisculpa,hermano.Queríabailarconella,tenerlaentremisbrazos.¡Porfinlahabíaencontrado!

Noladejaríaescapar.Toquéconsuavidadelhombrodelniño.Élsedetuvoalmomento,cambiósu

expresión,setornómásseria.Evitémiraralamuchacha—Medejasbailarconella.—Sonreí.El niño asintió. En ese momento el rostro de la joven estaba serio; había

cambiadosusemblante.Larodeélacinturaylaatrajehaciamipecho.—Deberíacalzarse.Noesmuyapropiadoparaunadamaactuarcomoloestá

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haciendo.—¿Quéhaceaquí?¿Cómomehaencontrado?—¡Vaya!Esanoeslabienvenidaquemeesperaba.—Noloconozcoysiempreestáentodaspartes.—Seráqueestamosdestinadoselunoparaelotro.Laúltimavezquelavime

dijoquebajaríaporlasescalerasparaencontrarseenelbaileconmigoynuncaapareció.

—Sucedióalgo…—Séloquepasó,Elisabeth.LesecuestróelcapitánAlexander.Melodijola

doncella.—Memirabafijamente—.Puedeconfiarenmí.Yopuedoayudarla.SéquesedirigealasTierrasAltas.Noslodijounagitanaquenosencontramosporelcamino,tambiénnoscomentóqueelniñoesmuyvaliosoparaelcapitánynosésiparaotrosmás;intuyoquesí.

—¿Noslodijo?¿Quiénmásviajaconusted?—David,élesmihombredeconfianza.Escomomihermano.Alexanderha

ofrecidounarecompensaporustedesdos.Quierecasarseconustedatodacosta.Silavuelveacapturar,laobligaráaello.

—¡No!,jamásmecasaréconél.Nopuedeobligarme.Medetuve.—¿Perodedóndehasalidousted?¿Taningenuaes?Nosedacuentadeque

da igual suopinión.Le llevará a la fuerza ante lapresenciadeun sacerdoteyestecertificaráesematrimonio.Quieresustierras.

—¿Mistierras?¿Quétierras?Noentendíaaaquellajoven,meestabatomandoelpelo.—Noscasaremosmañana.—¿Noscasaremos?¿Ustedyyo?—Sí.—¡No!¡Jamás!—Sisecasaconmigo,élnopodráhacerlo.Esunaformadeprotegerla.—Nonecesitoquemeprotejanadie.—Quizásaustedno.Empiezoacreerqueescapazdetodo,peroalniñosí.

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Lomiró.Elmuchachosehabíaacercadoanosotrosyhabíasujetadoconsumanitoladelajoven.

—¡Yo no pretendo casarme!No entra enmis planes. Siempre he huido detodoeso.

—Tampocoentraenlosmíos,créamequeesloúltimoqueharíaenmivida.—Entonces,¿porquélohace?Además,nadieleobligaaprotegerme.Nome

debenada.—Por usted. Sé que no necesita que nadie la proteja, pero ese hombre es

bárbaro,agresivo,cruel,capazdetodocontaldeconseguir loquesepropone.Seríaunadesgraciadaasulado.

—¡Vaya!Entoncesdeboagradecerlesusacrificioporcasarseconmigo.—Le llevaré hacia donde se dirige y cuando ya esté a salvo, transcurrido

cierto tiempo,solicitaréa travésdelreyRicardolanulidaddelmatrimoniopornohaberactoconyugal.Quedarálibreparahacerconsuvidaloquedesee.

Seruborizó,aquelgestómedivirtió.

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XIII

¡Quésehabíacreído!Nopensabacasarmeconél.Yonoeradeestaépoca,asíquepodíahacerloquequisiese.Sabíaquemeobservaba.Meapartédesuladodespués de haber tenido esa conversación. Lo miré de reojo, comprobé queestabaconelfraileque,congranamabilidad,noshabíaarropadoydadocomidacuandoesoshombresnoshabían llevadoconesegrupo tanvariopinto.Eamontiródemimanoconsuavidad.Llevabamisbotas.Laslevantóymelasdioparaquemecalzase.

—Gracias, Eamon. —Me senté para ponérmelas. El niño me miraba sinpestañear—.Tenemosunproblema—ledije—.Esehombre—dijeyseñaléconeldedoaKimball—,mehadichoqueelcapitánhaofrecidounarecompensapornosotros.—Elniñoasintió—.Tenemosquepartirencuantoamanezca.DebemosllegarcuantoantesalasTierrasAltas,alacasadequiensesupone…Bueno,demimadre.

El niño se agachó, extrajo sus piedrecitas de su pequeño saco y empezó aformarpalabras.Kimballnosobservaba.AsuladoseguíanelhermanoJohnyelhombrequeleacompañaba,eltalDavid.Lamúsicanocesaba.

—¿Élnosacompañará?—¿Elhombrefortachón?—Sí.—Susojosnegrossefijaronenlosmíos.—No,debemoshuircuandotodos,incluidoél,esténdormidos.—Élnosdebeacompañar.—No,Eamon,élno.—¿Porqué?—Porquenomefío.—Élnosprotegerá.—Nodebemosconfiarennadie.Eamon,noentiendoporquétepersiguen.A

míme quiere hacer su esposa para quedarse con las tierras que se suponeme

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pertenecen.—Arqueélascejas—.Pero¿ati?Elniñobajólamirada.Sequedópensativoyempezóamoverlaspiedras.—Yoséalgoqueellosquieren.—Ya;esoyalosé.—SédóndepuedeestarelsantoGrial.—¡Eamon!Esassonleyendas.—¡No!,noloson.Perojamáslodiré;deboprotegerlo.Solohayunapersona

quetienequesaberlo.—¿Yquiénes?—Laelegida.—Osea,yo.Memiró.—Sí.—¿Yporquédebosaberlo?Eamon me miró, guardó sus piedrecitas en el saco y levantó los hombros

moviendolacabezaparaamboslados.—¡Mevoyavolverlocacontodoesto!EldestinonoshaunidoEamon.Los

dos estamos en situaciones parecidas: no sabemos qué va a ser de nosotros ycuándo todo esto terminará. Rodeé al niño conmis brazos, le atraje haciamipechoylebeséensucabecita—.Notepreocupes,nopermitiréqueesebárbarotelleveconél.

La fiesta continuaba, pero había tomado una decisión: partiríamos demadrugada. Nadie nos tenía que ver, sobre todo Kimball, quien habíadesaparecidodemivista.Cogí aEamonenbrazosymedirigí hacia la tiendahecha con pieles de animales. El suelo de nuestro habitáculo era la hierbahúmeda y fría.Acostumbrada a la calefacción demi apartamento enLondres,mismantas ymi cómoda cama, aquellomeparecía inhumano, pero eramejordormirbajountechodetelaquealaintemperie.Antesdemetermeenelinteriorde la tienda observé tras demí por si veía a Kimball. Estaba alrededor de lahoguera.Lomerodeabaunamujerbonita,depelorubioyexuberante.Sumirada,en esemomento, estaba fija enmí.Disimulé, aunque eraobvioque era a él a

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quienbuscabaconmimirada.Puseunapieldeanimalquemehabíadejadoelfrailesobreelsuelo,acomodé

aEamon sobre esta, lo arropéymeubiqué a su lado.Elpequeño se acurrucójuntoamí.Lorodeéconmisbrazosylediunbesoenlamejilla.

—Todoirábien—ledije.Empezabaaamanecer,mehabíaquedadodormida.Teníamosquemarcharnos

antesdequedespertasentodoslosdelcampamentoaunque,despuésdelafiestaquehabíantenidolanocheanterior,nomadrugaríanmucho.DespertéaEamon,recogílaspocascosasquellevábamosynospusimosenmarcha.Nadamássalir,el filo de una espada se interpuso enmi camino.Me asusté y di un respingohaciaatrás.

—¿Sepuedesaberhaciadóndepretendeir?EraKimball.Susbonitosojosverdesestabanfijosenmí.—Nosmarchamos.Y,porfavor,¡quiteesaespadademicamino!Eamonnosobservaba.Kimballbajó suacero,mecogiódelbrazoy segiró

haciaelniño.—Muchacho,¡notemuevasdeaquí!Voyahablarunmomentoconladama.

—Elniñoasintió.Kimballmellevóalinteriordelatienda.Leteníafrenteamí,tanfuerte,alto

yconesosojosverdesmirándomeconintensidad.¡Diosmío,quéguapoera!—¡Porfavor,suélteme!—leexigí.Mesoltó,cruzósusbrazos.—Sevaacasarconmigo,yaselodije.—¿Casar?¡No!Nolopienso.—¿Tandesagradableleparezco?Cualquiermujerquerríaestarensulugar,y

ustedmedesprecia.—Puescáseseconunadeellas;yodesdeluegoqueno.Soyunamujerlibrey

seguirésiéndolo.—Secarcajeóantemirespuesta.—Tienesentidodelhumor.Aver,creosaberporquémerechaza.Sepusoderodillasfrenteamí,colocósuespadafrenteaélymemiró.—QueridaElisabeth,¿seríatanamabledesermiesposa?Ledoymipalabra,

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como hombre de honor que soy, que en cuanto esté fuera de peligro nuestroenlaceseráanuladoyvolveráaserunamujerlibre.

—¿Haterminadoyaelteatrillo?Puesahoraapárteseydéjememarchar.—Envistadelocabezotaquees,meobligaaactuardeotramanera.No me dio tiempo ni a reaccionar, me rodeó la cintura, me levantó y me

posicionó sobre su hombro. Empecé a patalear, me agarró con fuerza de laspiernasymellevóalexterior.Eamonsonreíaalverlasituación.Kimballseleacercóyleacariciólamejillaguiñándoleunojo.

—Ahoranostenemosquecasar.Loentiendes,¿verdad?Elniñoasintió.—¡Eamon!, llamaalfraileydilequeestehombremevaaforzaracasarme

conél.—Kimballsoltóunarisotadaantemicomentario.—¡No tienegracia! ¡Esunbruto, canalla, bárbaro…! ¡Suélteme!Nopienso

casarmeconusted.—¡Ja,ja,ja!¡Cómosenotaqueyaempiezaaapreciarmeunpoco!—dijocon

ironía.En mi posición, con la cabeza mirando al suelo, no podía observar con

detenimientotodoloquehabíaamialrededor,perosíqueveíamuchaspersonasreunidas.¡Quépretendíahacer!Sedetuvoymedejóenelsuelo.

—¿Quésehacreído?¿Piensaqueporquesoyunamujerpuededisponerdemícomoledélagana?—dijeenfadada.

En esemomento escuché risas ami alrededor y un carraspeo detrás demí.Observéqueestábamosrodeadosdetodoslosqueformabanaquelcampamento.Memirabandivertidos,conunasonrisaensusrostros.MedilavueltayfrenteamíestabaelfraileJohn.DespuésvolvímirostrohaciaKimball.

—Selodije,sevaacasarsíosí.Mevolvíalhermano.—Estehombremeobligaacasarmeconél—ledije.—Hijamía,aquínadieobliga.—Quesearápido,padre—ledijoKimball.—¿Cómo?—Nopodíacreerloquemeestabapasando.Aquelhombremeiba

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aforzarahaceralgoqueyonoquería.Kimballmeagarróconfuerzadelamano.—Noshemosreunidoenestedía…—Porfavor,padre,vayadirecto.—Yoosdeclaromaridoymujer.Puedesbesaralanovia.—¿Cómo?Pero…Apenas me dejó responder, en ese momento, sin esperármelo, Kimball me

rodeóconsusbrazosymeatrajohaciaél,aproximósurostroalmíoymebesó.Elcontactoconsuslabios,susuavidad,provocóunescalofríoquerecorriótodomi cuerpo.Nome lo esperaba, peromi cuerpo reaccionó ante aquel beso;megustó, y eso,pormásqueyoquisiera, no lopodíanegar.Separó su rostrodelmío; sus pupilas estaban fijas en lasmías. Sentía calor enmismejillas; debíaestar roja. Él lo notó y sonrió. Se quitó un anillo que llevaba en su dedomeñique. Era de oro y portaba una gran piedra negra en el centro con dospequeñasespadascruzadas,elmismosímboloqueaparecíaenmissueños.

—Ahoradebestenerlotú.DesdeestemomentoereslacondesadeEssex.Yanospodemostratardetú.

Mecogiólamanoymelopusoenelpulgar.Mequedabaunpocogrande.—¿Cómoteatrevesabesarme?—Estabaenfadada.—Eranecesario.—Seacercómásamíymesusurró—.Tranquila,erasoloun

trámite; había demasiados testigos. Si te dejamás tranquila, yo no he sentidonada. —Sonrió, se estaba divirtiendo a mi costa, y mi ira aumentaba pormomentos.

—¡Quieroquesepasquenohedadomiconsentimiento!—Lo sé, pero de cara a los demás ahora eres mi esposa, y el capitán

Alexanderse lo tendráquepensardosvecesantesde intentarsecuestrarteotravez.Si lohiciese,medeclararíalaguerra.Además,soyunhombredepalabra.Teheprometidoquecuandotodoestoacabe,nuestromatrimonioseanulará,yasíloharé.—Meguiñóunojo.

—Noleentiendo,¿porqué?—Porquemesientoresponsabledetidesdequeterecogíinconscienteenel

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camino.Nocreasqueesporotromotivo,soyuncaballero—mesonrió.—Sigo sin entender… Debes saber que no acepto las formas. ¡Me has

obligado!—Noentrabasenrazón.—Peromiopinióncuenta.—¿Túopinión?¿Dedóndehassalido?—Sitúsupieses—susurré.Élnomeescuchó.Arqueólascejas.—Tuintegridadestáasalvoconmigo.Siemprecumplomispromesas…Beth.

—Mesonrió—.Claro,anoserquenoquierasqueseaasí,¡ja,ja,ja!—Muybien,entoncesllevarétuanillohastaquelleguemosalastierrasdemi

abuelo…Perocuandoestemosallídesaparecesdemivida.—Perfecto,puesallíosllevaré,ycuandomeasegurequenocorréispeligro,

entoncesysoloentonces,cadaunoiráporsucamino.—Ynopiensesqueaceptoestasituación.—¡Ja, ja, ja!Pues amí está empezandoagustarme.Mehecasadoconuna

fierecilla.—¡Uff!Ledilaespalda.Noqueríaseguirhablandoconél.Mesentíaimpotenteante

aquellasituación.Noentendíaloqueacababadesuceder.Todavía estaba aturdida por el beso, ese hombre era muy atractivo y me

gustababastante,desdeelprimermomentoquelovifueasí.Se acercóDavid adonde estábamos.Teníaunagran sonrisadibujada en su

rostro.—¿Cuándoyhaciadóndepartimos?—lepreguntóasuamigo.Kimballmemiró.—Dondenosdigamiesposa.—Nosoytuesposa.—Porelmomentosí,quenoseteolvide—meguiñóunojo.Me iba a costar escuchar esa palabra, pero tenía que entender que mi

comportamientochocaríamuchoaaquelhombreylosquelorodeaban.Noeralógico que una mujer opinase y se negase a doblegarse a la voluntad de un

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hombre.—AlaislaMaree.—Kimballarqueólascejas.—¡Puesenmarcha!Elfrailevieneconnosotros.NosacompañaráhastaYork.

AhísealejaráendirecciónalaabadíadeWhitby.KimballmiróaEamon,queobservabalasituaciónconunasonrisa.Seagachó

hastaponerseasualtura.—Ytú,tevienesconmigo—dichoestoleacariciócondelicadezasucabecita

ylocogióenbrazos—.¡David!¿Hasconseguidootrocaballo?—Sí.Ymáspielesparaprotegernosdelfrío.—Gracias,amigo.Kimballsegiróysepusofrenteamí,meagarródelamanoylacogiócon

fuerza.—¡Vamos!,nopodemosdetenernosmuchomástiempoaquí.Loshombresde

Alexanderestánportodaspartes.—Siempretesalesconlatuya.—Sí,siempre.Ymássisetratadeunamujer.—Puesquieroquesepas,caballero,queconmigonovaaserasí.Secarcajeóantemirespuesta.El frailenosesperabamontadoensucaballo. Juntoaélhabíaunhombrey

unamujer,ambosjudíos.—Esteestucaballo,Beth.KimballmontóalniñosobreellomodesuanimalymiróaJohn.—Estos jóvenes vienen conmigo hasta Whitby —dijo el fraile. Kimball

asintió.DiounsaltoyseposicionótrasEamon,letapósuspiernecitasyelcuerpecito

para evitar que tuviese frío y, con su mano izquierda, le rodeó la cintura,mientrasqueconlaotrasujetabalasriendasdelanimal.

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XIV

Habían sido demasiadas horas cabalgando. El niño me preocupaba, estabapálido.AcabábamosdellegaralbosquedeSherwood,lugaridealparapasarlanocheescondidosenelinteriordelarbolado,sinpeligrodequeloshombresdeAlexandernosencontrasen,aunqueelrumordequesudoncellasehabíacasadoyasedebíahaberextendido.Unodelosjóvenesquepresenciónuestrabodameprometióqueiríaalastabernaspróximasalcastillodelcapitánparadecirqueladamadeestesehabíacasado;claro,letuvequedardineroparaquemehicieseesefavor.

Lo único que nome gustaba de Sherwood era que se trataba escondite detodos los ladrones perseguidos por el rey Juan. Debíamos tener cuidado. Losimpuestosquehabíapuestoaloscampesinoshabíansidomuyaltosyesohabíallevado al odio y la rebeldía por parte del pueblo, de ahí que fuesen muyhabitualeslosasaltosaloscarrosqueatravesabanenbosquesycaminos.

Bajé,cogíalmuchachoylodejéenelsuelo.Elizabethyahabíadesmontado,aquellajovenmesorprendía.Eramuybonita.Debíaadmitirquemegustaba.Sí,megustababastante.Sabíaqueno teníaquehaberlabesado,peroeraalgoquedeseabahacerdesdeelprimermomentoenquelahabíavistotiradaenelsuelo,inconsciente.Yahora,observándoladereojo,deseabaretenerlaentremisbrazosyvolveraprobarsuslabios.Atósucaballoyvinodirectoabuscaralniño.Searrodilló.

—¿Estásbien,Eamon?Elniñoasintió.Memiróseria.Estabaenfadada.—El muchacho está pálido, a punto de desfallecer. ¡Es un niño, no puede

estartantotiemposincomer!—Cuantoantessefortalezcamejorparatodos.Sepusodepie,frenteamí.Apesardesuaspectofrágilydelicado,lajoven

erafuerteyvaliente,notemíaanadanianadie.Esaeraunadelascualidadesdeladamaquemásmegustaba.

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—¿Esqueno tiene sentimientos?¿Nosedacuentadequeesunniñoynotiene la resistenciadeunadulto?—Preferínocontestarle.Sabíaque replicarleseríaempezarunabatallaverbalquenomeapetecía.

Atémicaballoaunodelostroncosdelosárbolesquenosrodeaban.Dejélaspieles de animales sobre una roca. La noche iba a ser fría y húmeda como laanterior.MedirigíaDavid.Ellaseguíadetrásdemíconelmismotema.Yonolaescuchaba,aunquesílaoía.

—Debemoscogerleñayalgoparacomer—dijeamiamigo.—Hayun ríocerca;escucho lacorriente—respondióDavid—. Iréapescar

algo.Elfrailenosobservaba,divertido.EljovenjudíoacompañóaDavid,mientras

que la mujer extendía unas pieles sobre el suelo y dejaba otras para podertaparnos.Dejédeoírla;yanohablaba.Ibaagirarme,perosehabíaposicionadofrenteamí,congestoenfadadoylosbrazosenjarra.Arqueélascejas;sabíaquemeveníalareprimenda.

—¡Nohasescuchadonadadeloquelehedicho!,¿verdad?—Puessitesoysincero,no.—Leguiñéunojoylesonreí.—No estoy dispuesta a aguantar tus órdenes, Kimball. El niño necesita

descansaryalimentarse.Eslaúltimavezquetranscurrentantashorassinhacerundescanso.¿Hasescuchadobienloquetehedicho?

Era demasiada la tentación. Estaba muy bonita enfadada, sus ojos negros,rasgados,fijosenlosmíos,brillabanconintensidad.Meacerquéaelladespacio.Retrocedía.Seguíahablando,aunquesutonosehabíasuavizado.

—Sí,ahorateheescuchadomuybien.¿Algomás?Sechocócontraeltroncodeunárbol.Estabaacorralada.—No…,demomentono.Apoyémismanos sobre el tronco dejando entremedio su bello rostro.Me

aproximéaella.—Muybien,Beth.Teagradeceríaentoncesqueestésensilencio.Sino,me

voyaarrepentirdehabermecasadocontigo—lesusurré.Sehabíaruborizado.Esegestomeencantaba;ya lohabíaobservadoenella

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enmásdeunaocasión.Ladejéapoyadaeneltroncoymemarchéabuscarleñayempezarahacerungranfuegoparacalentarnosyponerlospecesquetrajesemiamigoyeljovenjudío.Habíatenidoquehacerverdaderosesfuerzosparanobesarla.

Johnanalizabalasituaciónconunagransonrisaenelrostro.Seacercóamí.—Kimball,¿sabesqueaunfrailenoselepuedementir?Lomiré.Nosabíaaquéveníaaquellapregunta.—Noleentiendo,hermano.—¿Nomeentiendesonoquiereshacerlo?Medijistequeteteníasquecasar

conlajovenporquesuvidacorríapeligro,teníasqueprotegerlaaellayalniño,yeralaúnicaformadehacerlo.Y…ahora,medalasensacióndequeesajoventegustabastante,inclusomásdeloquetútecrees.

Dejélasramasenelsueloylemiré.—Seimaginacosasquenoson.—¡Ja,ja,ja!Sí,eso,seránimaginaciones.—Secarcajeóantemirespuesta.Se

alejómoviendolacabezaparaamboslados.ObservédereojoaBeth,queayudabaalajovenjudíaacolocarpielessobre

elsueloalrededorde loquesería lahoguera.Despuéssesentaronpróximasalfuego.Apreciécomoella,condisimulo,mirabamianillo,queenesemomentoportabaensupulgar.Sonreídeverlajugarconeste.

Eamonmeayudabaacogerramas.Empecéafrotarestascontralahierbasecapara hacer fuegoy comenzó a salir humo.El niñomemiraba con interés coninterés,sinapenaspestañear.Cuandosalieronlasprimerasllamas,elmuchachosesorprendiósesorprendió.Meayudóaponerramassobrelaincipientefogata.

En la lejanía se acercabanDavidy el joven judío.Traíanvariospeces.Losatravesamos conpalos y los pusimos en la fogata.Repartimos los peces, peroBethnoprobababocado.

—¿Porquénocomes?—Notengohambre,gracias.—Eamonlamiraba.—Pues, aunque no tengas hambre, debes comer. Tenemos que reponer

fuerzas;todavíanosquedamuchotrayectohastallegaralastierrasdetuabuelo

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y, si no te alimentas, caerás enferma en dos jornadas completas. ¡Come!—leordené.

¿Quélapasaba?Teníaquetenerhambrealafuerza.Noentendíacómopodíarechazarlacomida.

Empezóacogerconlosdedospequeñostrozosdecarnedelpez.Lediounaarcada.

—¡Nopuedo!Davidseempezóareírylaparejadejudíosjuntoconelniñolosiguieron.—¿Quéocurre?—lepregunté.—Nopuedocomérmelo,estámuycrudo.Me levanté, lecogíelpezy lovolví aponeren la lumbrehastaquequedó

quemado.—¿Mejor?Asintió.—¿Cuándo cree que llegaremos aWhitby?—preguntó el joven judío, que

respondíaalnombredeAbir.—Dentrodedosdías.—Observé.Aljovenselonotabanervioso.Meacerqué

aél.—¿Porquéosdirigísalaabadía?—Bajósurostro—.¿Esporelasesinatodel

niño?—Nosotrosnofuimos.Dijeronquefueronjudíos,peronosotrosno,señor.No

nosquerían.Siemprenoshanconsideradosusenemigos.—Hizounapausa—.El joven acudía a casas de judíos con su maestro; le gustaba ver cómoobteníamosdeterminadoscoloresylasmezclasquehacíamos.Ellossabíanqueélfrecuentabanuestrascasas.Podíanhabersidolosquenosodiabantanto.

—¿Yporquéculpanavuestropueblo?—Muchos nos acusan de practicar brujería. Además, les molesta que

contemosconlaproteccióndel rey.Peronosedancuentadeque tambiénnosexige el pago de más tributos que al resto de la población. Ese niño era elsobrinodeunobispo,GodieringStuart.Élapuestaaquehansidolosjudíoslosasesinosdesusobrino.Deahíquemiesposayyohuyamos.

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—¿PorquéaWhitby?—lepregunté.—ElpadreJohnnoshaprometidoayudarnos.QueremosiraFrancia.—Yo no sé quién pudomatar a ese muchacho, pero le aseguro que ni mi

esposaniyoseríamoscapacesdeasesinaranadie.—Tecreo.—Lepuselamanoenelhombro.Enesemomento,ungritomedistrajodenuestraconversación.EraElizabeth

quehacíaunosminutossehabíaretiradodelahogueraparadisponerseadormir.Estaba arrinconada, asustada, por algo apenas perceptible que avanzaba haciaella.Meacerqué.Eraunaarañadiminuta.Soltéunacarcajada.EamonyDavidmeimitaron.Laapartédesuladoconelfilodelanavaja.

—Yaestásfueradepeligro,mivalienteesposa.—Meburlabadeella.Fruncióelceño.—¡Muygracioso!Peroesaarañaseguroqueeramuyvenenosa.Simellegaa

picar…—Seguroquemoriríasenelacto,¡ja,ja,ja!Memiróconodioysetapóconsupiel.Eamonseacurrucóasulado,yBeth

loabrazódándoleunbesoenlamejilla.Losobservé.Davidmediouncodazo.—Esamiradatedelata,amigo—mesusurró.—Noséaquéterefieres.—Losabesmuybien.—Memirabaconlosbrazosenjarra—.Ellategusta

y,enelfondo,notedisgustalaideadehabertecasadoconladama.—Esta boda ha sido un trámite. Tú lo sabes. En cuanto estén a salvo, yo

seguirémicamino,yella,elsuyo.—Amigo,nolocreo.¡Ja,ja,ja!Loobservaba.Seacercóalalumbre.Elcolorrubiodesupeloseintensificaba

con las llamas. Me senté junto a él. Todos los demás estaban durmiendo aexcepcióndenosotrosdos.

—A pesar del tiempo que ha pasado desde quememarché a las cruzadas,todavía te conozco como la palma demimano. Sé que hay algo que te tienedistraído—ledije.

Memiró.

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—Sí,asíes.—¿Unamujer?—Sonreí.—Meconocesdemasiadobien.—Secarcajeóantemiobservación.—¡Ah!Entoncesheacertado.¿Quéocurre?Titubeaba.—Hay una joven que me ha robado el corazón. Estoy enamorado de ella

desdehacebastantetiempo.—Levantósurostroparamirarme.—¿Ycuáleselproblema?¿Ellanotecorresponde?—Séqueellameama.—¿Entonces?—Supadrehadadosumanoaotrohombre,unconde.Estáobligadaacasarse

conél.—¡Vaya! ¡Unconde!—Lediuncodazo—.Esonuncahasidounproblema

parati.—Sí, esta vez sí. La amo y quiero casarme con ella.—Mis sospechas se

confirmaban,todoencajaba,esamujereramihermana.—¡David!Ahorasíquemepreocupas.Tú,¿hablandodecasamiento?¡Ja,ja,

ja!Bajóelrostro.Lediunapalmadacariñosadetrásdelcuello—.Seguroquese

puedehaceralgo.Cuandoterminemosconesteasuntoidearemosunaestrategiapararaptaraladamayalejarladelastierrasdeeseconde.

—¡Kimball!,esonoesposible.—Nadahayimposible,hermano.—Lesonreí.Asímesolíadirigiraél,yaque

loconsiderabacomotal—.Veteadormir,David.Yomequedarévigilando.—Tútambiéntienesquedescansar.—Sí,peronopuedoconciliarelsueño.Eran demasiadas preocupaciones. Esa mujer me tenía intrigado. Bejira me

había dicho que debía protegerla, pero no me había dado más explicaciones.¿Qué era lo que sucedía? Luego estaba aquella gitana. ¿Cómo había sabido aquién buscaba? Además, era consciente, a pesar de que me empeñaba ennegarlo,dequeesamujermegustaba.

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Eamonseincorporó,memiróconinterés.—¿Quéteocurre,pequeño?Sacóunaspiedrecitasyempezóaformarpalabras.—Tengofrío.—Bueno,esotienesolución.Seguíaescribiendo.—Ellatambién.Estáhelada.Fui directo hasta donde estabaBeth.Le toqué el rostro y lamano.Estaban

muyfrías.Ellaestabadormida.Mepusealladodeella.Cogíalniñoylorodeéconmibrazo.Elpequeñoseacurrucósobremipecho.PasémiotrobrazoporelcuellodeBeth,quieninconscientementelevantósucabezaylaapoyósobreesteapoyando,almismotiempo,susmanossobremipecho.Estabainmovilizadoporambos, loscualessepegabanamí.Apesardeaquellapostura incómodaysinposibilidaddeningúnmovimiento,elsueñomevencióymequedédormido.

Abrílosojos.Unruidomehabíadespertado,habíasidocomoelchasquidoderamas secas al pisarlas. Quise levantarme, perome amarraban con fuerza porambos lados. Elisabeth tenía su rostro muy próximo al mío, sus brazos merodeaban. Eamon tenía su cara apoyada sobre mi brazo, y sus manitas losujetaban.Intentémoverme,peroeraimposiblehacerlosindespertarles.IntentéquitarmibrazodedebajodelcuellodeBethconsumocuidado.Ellasemovió,ensu rostrosedibujóunasonrisamientrasmantenía losojoscerrados.Eamontambién comenzó a moverse. David, que también se había despertado, memiraba divertido. Estaba sentado con los brazos cruzados contemplando laescena.Miréalajoven.¡Québonitaera!Abriólosojosdespacioysequedaronfijosenlosmíos.

—Hasdormidobien,¿verdad?Seincorporóconbrusquedad.—¿Sepuedesaberquéhaces?—Dímelotú.Porquequeyosepa,erastúlaquemeabrazaba.Seruborizó.Selevantóconrapidez.Sinrespondermenimirarme.Eamonme

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sorprendióbesándomeenlamejilla.Leacariciésumoflete.Estabaempezandoasentirungrancariñoporelpequeño.

—¿Noslevantamos?—lepregunté,yelniñoasintió.Lecogíenbrazosymeincorporédeunsalto.Elmuchachosonreía.Davidseacercóamí.—Veoquenopierdeseltiempo.—Secarcajeóanteesasituación.Miréamialrededor.Elsacerdoteylosjudíossehabíanmarchado.—David,¿dóndeestán?—Puesnolosé.Unruidomedespertóynohereparadoenellos.—Suscosasnoestán—dije.—Nisuscaballos—respondióDavid.Nosmiramos.Algonoencajaba.El frailemehabíaprometidocasarmecon

Beth si lo acompañaba hasta Whitby. Otra vez ese ruido; esa vez lo habíaescuchadoconclaridad.Davidtambién.Memiróysacóconrapidezsuespada.Yoloimité.—¡Elizabeth!Cogealniñoypontedetrásdemí.¡Deprisa!

Nosrodearonvarioshombres,conarcos,palosyespadas.Serían ladronesytrúhanes que se escondían en el bosque. Empezamos a luchar. Eran muchoshombrescontranosotros,peroambosestábamosacostumbradosalasbatallasencampoabierto.Fueron rodeándonos.Cadavez salíanmáshombres.TemíaporElizabethyEamon.ExtrajeladagapequeñaquellevabasiempreenelcinturónyseladiaBeth.

—Siteatacan,¡defiéndete!—¿Yo?Perosinoséutilizarla.—Nohaytiempodeenseñarte.Esinstintivo.Estabaintranquilo,evitandocontodasmisfuerzasparaqueseacercasenala

joven y al muchacho. Entre aquellos apareció un guerrero enfundado en unacapanegra,sucapuchaocultabasurostro.Debíasereljefedeesosvándalos.Fuidirecto a él. Si hería al líder, los demás se harían más vulnerables. Nuestrasespadaschocaronyempezólalucha.Nosaproximamos.

—¡Kimball!—dijomicontrincante.Esavozmesonaba.Bajélaespada.

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—¡Dejadlasarmas!—ordenóeldesconocidoalresto.Sequitólacapucha.—¡Robert!Envainémiespada.Nosdimosunfuerteabrazo.—¿Quéhacesaquí?—dijoRobert,divertido.—¿Esomismotepreguntoyo,truhan?—Luchamos hasta el final, pero ya no hubo forma de retener Jerusalén.

Inclusodespuésdehaberlatomado,elreyordenólaretirada.—Entonces,lascruzadasnohantenidosentido—dije.—Ricardo y Saladino firmaron un tratado para acabar con el conflicto. La

situaciónparaambosejércitosresultóinsostenible.—Hizounapausa;memiró—.SehadestruidolamuralladeAscalón.Jerusalénpermanecebajoelcontrolmusulmán,peroacambiodeesto,Saladinohaconsentidoellibreaccesodelosperegrinoscristianosavisitar la ciudad.Seha firmadounperiodode treguaytoleranciadurantetresaños.—Lonotabapreocupado.

—Kimball, el rey Juan preparó un complot contra Ricardo con ayuda deFelipe II de Francia. Esto llegó a los oídos deRicardo, así como la situacióncaóticadeInglaterracomoconsecuenciadelreinadodeJuan.—Bajósurostro.

—¿Dóndeestáelrey?—pregunté.—Ensuviajedevueltaa Inglaterra tuvoquedesviarsede la ruta.Huboun

temporal en alta mar. Yo estaba allí. Fue imposible controlar el barco.EncallamoscercadeAquileaynosvimosobligadosaemprenderunarutaapieportierrasgermanas.Sabíamosque,sireconocíanalrey,locapturarían,asíquedecidimos disfrazarnos de peregrinos, pero nos tendieron una emboscada, yreconocieronelanillodelreyRicardo.

—¿Dóndeestáahora?—Prisionero en el castillo del emperador EnriqueVI. En tierras germanas.

Susaliadoslohanabandonado.Mientrastanto,Juansefrotalasmanos,seveyarey sin la amenaza de su hermano.—Meobservaba—.Yo pude huir conmishombres,perohubounagranmasacre.Estoyreuniendoamásguerrerosparairarescatarledesucautiverio.¿Puedocontarcontigo,amigo?

—Yasabesque sí.—MiréhaciadondeestabaElizabethyEamon—.Antesdebosolucionarotroasunto,despuésmeuniréatuejército.

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HastaesemomentoRobertno sehabía fijadoen lapresenciadelniñoydeBeth.

—¿Quiénesson?—Mesonrió—.Yaveoquenohasperdidoeltiempo.Unajovenmuybonita—susurró.

Meacerquéaellos,seguidodeRobert.—Elizabeth,Eamon,élescondedeNewark.—Ambosasintieron.RobertseaproximóaElisabeth,lacogiólamanoylabesó.Ellalaretiró.—¿Tienesalgúninterésenlamujer?—mesusurró—.Esmuybella.—Esmiesposa.—¿Tú esposa?—Soltó una carcajada—. El hombre que ama la libertad y

siemprehahuidodelapalabramatrimonio…¡sehacasado!—Esunalargahistoria.Yatecontaré.¡Ja,ja,ja!—Espero impaciente el momento. —Soltó una gran risotada ante mi

respuesta.Davidseacercóamí.—EsteesDavid,mihombredeconfianza.—¿Teunirástambiénalrescate?—lepreguntóelconde.—Porsupuesto,puedecontarconmigo—respondiómiamigo.Robertguardósuespadaypusosumanosobremihombro.—¡Tienesqueveniramicastillo!—Nopuedo,amigo.TengoquellegaralaislaMaree.—¿Hastaallí?,¿cómotanlejos?—Enotromomento.—Sí,ymeimaginoquetienequeverconella.—Lamiró.—Sí.—Laobservéyotambién.Elizabethsesonrojó.Sehabíapercatadodenuestrasmiradas.Estabaquieta,

consumanosujetandoconfuerzaladeEamon,analizandolasituación.—Siemprehastenidobuengustoparalasmujeres.¡Ja,ja,ja!Seguroqueun

díapodéisquedarosenmicastillo;además,ossurtirédealimentosydeprendasdeabrigo.Yalmenosunanochedormiréisbajotecho.Estosdíashaynieblayhumedad.Sédealguienqueleharámuchailusiónverte.Aunquenotantoatu

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esposa.—¡Eleonor!—dije.—Asíes.Nohaydíaquemihermananosuspiréporti.—Secarcajeó.Siempremehabíaparecidounajovenmuybonita.Sulargacabellerapelirroja

eraalgoquedesdeelprimermomentomellamólaatención.Erabellaydesdeelprincipiohabíahabidouncoqueteoentreambos,aunqueyonuncahabíaqueridollegar a más. Era la hermana de mi amigo, y cualquier torpeza mía habríadesembocadoenuncompromisosegurooenunaenemistadparasiempre.

—¡Exagerado! ¡Ja, ja, ja!Creo que estará bien pasar una noche a cubierto,comiendobienydisfrutandodeunagranvelada.

—Entonces¡vamos!

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XV

Estabahartadeesehombre.¿Quésehabíacreído?Mehabíavistoforzadaacasarmeconél.Lasituaciónmeempezabaapreocupar.¿Estaríaocurriendodeverdad?¿Poralgúnmotivoquedesconocía teníaqueestarahí?Noentendía loqueme estaba pasando. Lo que tenía claro era que debía ir a la islaMaree ydescubrirloquemimadremeindicabaenlacarta.

Intuíaqueestabanhablandodemí.Elhombrerudo,amigodeKimballsereíamientrasmeobservaban.Kimballtambiéncompartíaconéleseentretenimiento.

—¡Meencantaquesediviertanamicosta!—Eamonmemiróextrañadoantemicomentario.

—Tranquilo,cariño.Estonoesporti.Kimballseacercóamí.—Esta noche nos alojaremos en el castillo del conde. Nos pilla de paso.

Eamon,túvienesconmigoenelcaballo.ElniñoasintióyseagarróalamanodeKimball.Elcondedabainstruccionesalosqueibanconél.—¿Yestoshombres?—dijoKimball.—Soncampesinos,gentequesehaquedadosinhogar.Juanloshaechadode

sus casas como consecuencia de no poder pagar los impuestos —respondióRobert.

—Ytú,¿quépintasenestahistoria?—Amigo,yolesayudóasubsistirenelbosqueyellosmeayudanainquietar

al reyJuanasaltando todos loscarruajesdepersonascondineroallegadosa lacoronayasupersona.

—¡Ja,ja,ja!Me subí a mi caballo mientras ellos hablaban. Esa situación me parecía

surrealista.Parecíacomosihubiesepasadomucho tiempoenaquellos lugares.Recé para que todo terminase. Empezamos a cabalgar. Kimball se posicionó

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juntoasuamigo.Yoibatrasellosy,detrásdemí,dosdeloshombresdelconde.Tenía frío, me sentía poco aseada, deseaba las comodidades de mi tiempo, aAnn, mi querida amiga. Estaba sola, con un hombre desconocido que en esemomentoeramiesposo,uncapitánpersiguiéndomeyunniñoamicargo.Sentíaganasdellorar;lonecesitaba.Todohabíapasadotanrápidoquenohabíatenidotiempodeasimilarloquemeestabapasando.¿Peroquiénpodíaaceptaraquello?

Me sequé las lágrimas con lamano, pero era imposible detenerlas, seguíanrodandopormirostro.Kimballsegiró,peronosésisediocuentadequeestaballorando.Noqueríaqueélpercibiesemiestadodeánimo.

ElcastillodeNewarkeraunagranfortaleza.Estabaenmitaddeunlago.Mequedé impresionada nada más verlo. Tras atravesar un espeso bosque, antenosotrosselevantabancuatrograndestorres,custodiadasporsoldadosarmados,vigilantes. Detuve mi animal. Necesitaba contemplar aquello. Era como siestuvieseenunadeesaspelículasmedievalesquetantomeentusiasmabaver.Elcieloamenazabatormentay,apesardequeempezabanacaerlasprimerasgotas,noeraconscientedeello.Estabaexpectanteanteelpaisajequeteníafrenteamí.

—¡Elizabeth!No tedetengas—medijoKimball.Sucaballoestaba juntoalmío.Apenasmehabíapercatadodesupresenciaamilado.

Nolomiré.Atravesamoslasaguasdellagopasandoporunpuentedepiedra.Llegamoshastaunagranpuertaqueseabrióantenuestrallegada.

Elpatioeraamplio.Varioshombresvinieronanuestroencuentro.Noestabamuycómodaentretantoshombresbrutosyconmodalestoscos.Kimballdiounsaltoybajódesuanimal.Actoseguidocogióalmuchachoyloubicóasulado.

—Esperaaquí,Eamon.—Leescuchédecir—.¿Pretendesquedarteahí?¿Sepuedesaberquétepasa?—mepreguntó.

Nolerespondí.Esehombremesacabademiscasillas.Nosoportabaloquemehabíaobligadoahacery tampocoaguantabaquesiemprequisiesehacersusanta voluntad.Mi silencio por respuesta hizo queKimballme agarrase de lacinturaymebajasedelcaballoalafuerza.

—¿Quéestáshaciendo?Sédescendersola.—Cuidodemisposesiones.Ytú,ahora,eresunadeellas.

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—¡Yonosoyposesióndenadie!¡Ymenostuya!—Demomento,sí.Dichoesto,mepropinóunazoteenmisposaderas.¿Quésehabíacreído?Me di la vuelta como un resorte. No iba a consentir que ese bárbaro me

tratasedeesaforma.—¡Novuelvasaponermelamanoencima!—Te recuerdo que ahora eresmi esposa y tengo derecho a eso y amucho

más.Enesemomentounabonitajovenpelirrojadeojosverdesseinterpusoentre

losdosyrodeóconsusbrazoselcuellodeél.—¡Kimball!—Lediounbesoenlamejilla.Estaba rabiosa. ¿Eran celos?Me negaba a reconocerlo. Pero sentí un gran

rechazo hacia la joven. Mis ojos no se apartaban de los fuertes brazos deKimballquesujetabanconfirmezalacinturadelajovenacercandosudelgadocuerpecito hacia él. Estaba furiosa y no entendía el porqué o no queríaentenderlo.

—¡Eleonor!Estáspreciosa.—Ytútanguapocomosiempre.—Hermana,unadamanodiceesascosasaunhombreymássiestácasado—

dijoelconde.—¿Casado?—Sí—respondí—.Yyosoysuesposa.Kimball me miró sorprendido. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Me

sorprendíamímismaporhaberrespondidoasí.Lamuchachaseacercóamí.—MinombreesEleonor.—Encantada—respondí.Kimballcontinuóconlaspresentaciones.—EllaesElizabeth.—Eleonor,sierestanamable,porfavoracompañaalniñoyaladamaasus

aposentos—ledijosuhermano.

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Kimballnosobservabamientrasnosalejábamos.Davidseubicóalladodeélyvicómolepropinabauncodazoenelcostadoyseechabanareír.

—Asíqueessuesposa.Tienemuchasuerte.—Yonoestoytansegura.—¿Porquédiceeso?—No,pornada.Esunguerrero.—Loshombressiempreestánpensandoeniralaguerra.Me guio por unas escaleras de caracol. Entramos en una galería, larga y

oscura.—Estaeslahabitacióndelniño.LacontiguaesladeustedyKimball.—¡No!,no…Yotengoquedormirconelmuchacho.—Suexpresióncambió.

En ese momento recordé que no debía levantar sospechas de que nuestromatrimonionosehabíaconsumado,yaqueelcapitánseguíanuestrospasos—.Puedetenermiedo.

—No se preocupe. Hay una puerta en el interior que comunica las doshabitaciones. Ahora les mando a la doncella para que les lleve leña para laschimeneasdelashabitaciones.

Dichoesto,semarchó.Eamonmemiraba.—Tranquilo, cielo. Al menos hoy dormirás calentito y comerás en

condiciones.—Elniñomesonrió.Sacósuspiedrecitasdelabolsaysepusoderodillas.—Gracias—escribió.Durantemis estudios de enfermería había aprendido el lenguaje de signos.

HabíadecididoenseñárseloaEamon.—Eamon, te voy a enseñar a hablar conmigo a través de lasmanos, así no

tendrásquesacarlaspiedrecitascadavezquequierascomunicarte.¿Quéopinas?Elniñoasintióentusiasmado;dabapalmasdealegría.—«Gracias»sediceasíconlasmanos.—Empecéahacermovimientoshasta

queélseloaprendió.Lo llevé a la habitación para que descansara. Entró en ese momento la

doncellaaencenderlasdoschimeneas.

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Meapetecíadarmeunbaño.Lajovenmeleyóelpensamiento.—Señora,levoyasubiraguacalienteparaquepuedaasearse.—Muchasgracias,lonecesito.Al poco tiempo, vino acompañada de otra muchacha. Me prepararon una

especiedebañeraquehabíaenunapequeñahabitacióncontiguaydepositaronsobre la camaun sencillo vestidoblanco, demangas anchas, ajustadohasta lacinturayquedespuéscaíahastalospies.

—La señora Eleonor le deja este vestido mientras lavamos las prendas devestirsuyasydelniño.

—Muchasgracias.—Bañaremosalniñoahora.—Mejordespués,ahoraestádescansando.Gracias.Me dejaron una especie de telas blancas para secarme. Me introduje en

aquellabañerahechademadera,pococonfortable,peroenesosmomentosmeparecíaelparaíso.Saquélospiesfueradeesta,dejandoaldescubiertohastaunpoco más de mis rodillas y me sumergí por completo. ¡Cuánto necesitabaaquello!Nomepercatédequehabíanentradoenlahabitación.Cerrélosojos.

Escuché un ruido. Decidí salir de aquel habitáculo. Me puse la tela parasecarme alrededor del cuerpo. Era bastante cortita. Se me veía la mitad delmuslo.ConlaotratelarodeémipelomojadoysalídeesepequeñorecintoparaaccederalahabitaciónyponermeelvestidoqueEleonormehabíadejado.Nomehabíadadocuentadesupresencia.

—¡Vaya!Sihubierasabidoqueerastanbonita,notehabríahecholapromesadedeshacernuestromatrimonio.

Medi lavuelta con rapidez.Estabaapoyado sobre lapared, conel torsoaldescubiertoylosbrazoscruzadossobresupecho.Elpelorevuelto.Memirabaconatención.Enesemomentofuiconscientedemiaspecto.Paraaquellaépoca,estabacasidesnuda.Mepusenerviosa.

—¿Quéhacesaquí?¡Porfavor,márchate!—Teolvidas,preciosa,queestatambiénesmihabitación.—Tengoquevestirme.

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—Muybien.¡Pueshazlo!—Sabesmuybienquenolovoyahacerestandotúaquí.Sonreía.Seaproximóhastadondeyoestaba.Retrocedí.Tropecéconlacama.

Él se pusomuy cerca demí.Era un hombremuy atractivo y alto.Tenía unospectoralesfuertesymusculosos,aligualquesusbrazos.Observé,condisimulo,algunascicatricesdeguerrasobresutórax.Posósusmanossobremishombros.

Sucontactomehacíaestremecer:eraalgoquejamásmehabíasucedido.Micuerpo temblaba ante su cercanía. Sentí un gran escalofrío recorrer todo micuerpo.Meruboricé.Sujetéconfuerzalatelaquecubríamicuerpodesnudo.Mirespiraciónseacelerabaporsegundos.Élalzóunadesusmanosydesenrollólatoallaquecubríamipelo.Lamelenacayóycubriómiespaldaymishombrosdesnudos.

—¡Qué bonita eres, Elizabeth! —Su rostro se aproximó al mío. Nuestroslabiosestabanmuycerca.Poruninstantepenséquemeibaabesar;lodeseé.Sedetuvo—.Tedoyunosminutos,despuésentraré.—Mesonrió.Susojosverdesestabanfijosenlosmíos.

Cogiósucamisablanca,selaabrochóysaliódelahabitación.«¡Uff!»,suspiré.Mesentésobrelacama.Estabatemblandoporsucercanía.

¿Quémeestabapasandoconestehombre?Teníasentimientosencontrados:porunaparte, loodiaba,me fastidiaba sucomportamiento;peroporotra…, sentíaunagranatracciónporél.Cuantomás lomiraba,másdeseabaquemerodearaconsusbrazosymebesara.

Solomehabíadadounosminutos.Teníaquesalirdeaquellahabitaciónantesdequeélentraradenuevo.Mepuseelvestido,mepeinéelpelomojadoymelorecogíenunatrenza.

Llaméa lapuertadeEamon,élnoabría.Entréensuhabitación.Habíaunadoncella.

—Disculpe.¿Elniño?—Hasalidoconsupadre.—¿Supadre?—Sí.¿Supadre?Bajélasescalerasysalíalpatio.Divariosrodeosymetopécon

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David.—¿Señorita?¿Leocurrealgo?—Buscoalniño.¿Lohavisto?—Sí,estáconKimball.Enlascuadras.Laacompaño.

Ellos no se habían dado cuenta de que estábamos observándolos. Kimballenseñaba al niño a luchar con la espada. Eamon se reía, ya que este haciapayasadasparaqueelniñosedivirtiera.AcabópersiguiendoKimballalniño,locogió y lo puso en su hombro. Se divertían. David y yo sonreíamos ante lasituación.

—Kimballesasí.Sueledarunaimagendura,fría,dehombresinescrúpulos,perotieneungrancorazón.

—Déjemequelodude.—¿Porquédiceeso?—Mehaforzadoacasarmeconél.—Sí,perolohahechoporprotegerla.—Yononecesitoesetipodeprotección.Sévalermepormímisma.—¡Ja,ja,ja!Ahoraentiendoamiamigo.—¿Quétienequeentender?—lepregunté.—¡Ja,ja,ja!Nosvemosenlacena.Sealejó.Kimballmevio.DejóaEamonenelsuelo.Lesusurróalgoaloído.

El niño sonrió y se alejó a un extremo del patio saludándome con sumanita.Kimballseacercóamí.

—Megustabasmásconelotroatuendo.—Seburló.—Amímegustamáseste.—¡Cógela!—Mediounaespada.—Pero…¿Paraquémedasesto?Yonosé…—Nohacefaltaquelodigas,séquenosabesusarla.Meveoenlaobligación

deenseñarte.Debessaberdefenderte,preciosa.—Mesonrió.Enesemomentosepusodetrásdemí.Notabasucuerpopróximoamí;sentía

surespiraciónsobremicuello.Cogiómimanoymediolaespada.

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—Esta es la posición que debes tener. Sus brazos marcaban la posturacorrecta.

Loslatidosdemicorazónseaceleraron.—Ahoraaluchar.Avercómotedefiendes—mesusurró—.Venhaciamí.Fuidirectohaciadondeestabaél, talycomomehabíadichoquecogiesela

espada,sinmoverla.—¡Ja,ja,ja!—Siestovaaservirparaqueteríasamicosta,esmejordejarlo.Eamonaplaudíaentusiasmado.—¿Nuncaterelajas?—¡No!¡Nunca!Aprovechandoqueestabadistraído,lepuselapuntadelaceroenlabarbilla.—Peroséutilizarmisestrategias.Nuncatefíesdeunamujerquetediceque

nosabeutilizarunarma.Tepodríasorprender.—Eneso,belladama,tienestodalarazón.Entonces él se fue aproximando a mí. Despacio. Mis pupilas no podían

apartarse de las suyas. Sus ojos verdes estaban fijos en los míos. Me sentíahipnotizadaporesehombre.Sindarmecuenta,mecogiólasmuñecas,laespadavolóporlosaireshastacaeralsuelo.Cruzómismanospordetrásdelaespaldasujetasconsusdosmanosatrayéndomehastaél.

—Tampocotefíesdeunguerreroqueantesítieneaunamujeramenazándoleconlapuntadesuespada.Buscarásiemprelapartemásvulnerabledeellaparaserelvencedordelabatalla.

Nuestrosrostrosestabanmuypróximoselunodelotro.Sumiradaestabafijaenmislabiosyyodeseabaquemebesara.Seapartó.

—¡Vamos!—con la punta de su espada levanto la mía del suelo y me lavolvióadar.

Sehabíasumadootroespectador,David,queestabaalladodeEamon.Kimballmemostrabalospasosquedebíahacerparaesquivaralcontrincante

ycómoblandirlaespada.Alprincipiofuiladiversióndelosallípresentes,peromiamorpropioyorgullonopermitíanqueaquellocontinuasehastaquealfinal

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logréhacerlobienymeganélaadmiracióndeDavidydeEamon.Kimballfuemásreacioadarmelaenhorabuenaporhaberlologrado.

—Tienes que estar más pendiente de la mirada de tu oponente. Los ojossiempredelatanalguerreroensusacciones;nuncapierdassumirada.

Guardósuespada.—Estaestuya.Quieroquelatengashastacuandotevayasadormir.Cogió una demadera que había en el suelo ymiró aEamon.El niño vino

hacianosotroscorriendo.Kimballabriósusbrazospara recibiralpequeño.Locogióylorodeóconcariño.

—Y esta, pequeño guerrero, es para ti. —Le revolvió el pelo. Ambos serieron.

Elniñoleestabacogiendomuchocariño.Davidseacercabaaplaudiendo.—Enunosdíasellategana,Kimball—dijoDavid.—Paraesonecesitarámuchoentrenamiento.—Nodudesqueteganaré—ledijeretándolo.Mesonrió.Eleonor salió al patio y nos invitó a entrar. En breve la cena estaría lista.

Kimball se ausentó unos segundos. Eamon, David y yo permanecimos en laantesaladelgransalóndondetendríalugarlacena.Loshombreshablabanenunrincón. Eamon jugaba con su espada a mi lado. Eleanor me observaba y seacercóhaciadondeyoestaba.

—NologroentendercómosehacasadoKimballconusted.Disculpe,peroélesunhombrequesiemprehahuidodecualquiertipodeenlace.Poresosiempreha estado luchando. Y así, de repente… No sé. ¿Hay algo más que le hayaobligadoatomaresadecisión?—mepreguntó.

Aquelloscomentariosmeenfurecieron,perotratédeevitarquesemenotase.—Ninguno.Nos enamoramos nadamás vernos.—En esemomentoEamon

memiró.Estabapendientedelaconversaciónmientrasjugaba.—ConozcoaKimballycréamequenoesdelosqueseenamoran.Quizásse

sintióatraídoporusted,perodeahíaenamorarse…Kimball entró en esemomento en la estancia.Estabamuyguapo.Se había

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puestoropalimpiaquelehabíadejadosuamigo.Sucamisablancaysucasacanegralehacíanaúnmásatractivo.¡Quéhombre!,siestuvieseenmiépocaselorifarían.Eleonorsefuedirectoaél,quienenesemomentosoloteníaojosparaella.Laverdadque eramuybonita.Sentí celos. ¡Qué tonta era! ¿Cómopodíahaberpensadoqueaquelhombrepodíasentiralgopormí?

—Querida—dijoEleonor—,entremos.Cogí al pequeño de la mano y accedí con él al salón. Delante demí iban

RobertyKimball,alladodeélestabaEleonor.Davidibatrasdenosotros.EnambosextremosdelamesasesentaronRobertyEleanor,alladodeesta

estaba David y al otro Eamon. Yo estaba al lado de Eamon y frente a míKimball.

Élmemirabaconintensidad.Colocarondosfuentesgrandesconcarneenelcentro de la mesa. No había cubiertos, sí unos platos demadera. Solo ver lacarnepocococinada,consangrevisible,medabaganasdevomitar.Nopodríacomérmelo.Davidylosotrosdoshombrescogierontrozosdecarneconlamanoy los empezaron a comer sin utilizar cubierto alguno. Notaba la mirada deEleonor.

—¿Notieneapetito?—mepreguntó.—Nomucho,laverdad—respondí.—Esunadescortesíanoprobarbocadocuandounoesinvitado.Seconsidera

comounaofensa—medijo.Deseédesaparecer.Aquellajovencitaempezabaasacarmedemiscasillas.Se

hizounsilencio.Todosmemiraban.—¡Eleonor!—dijoRobert—¿Sepuedesaberquétepasa?Esanoesformade

trataraunainvitada.—Tienesrazón,hermano.Disculpemicomentario,Elizabeth.—¿Teencuentrasmal?—preguntóKimball.—Cansadaysinapetito.—Deberíacomer.TodavíalesquedamuchocaminohastalaislaMaree.Hoy

tienenquereponerfuerzas—dijoRobert.—¡Elizabeth, come! Si no caerás enferma durante el camino —ordenó

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Kimball.Sabía que tenían razón. Todos me observaban. Extendí la mano y elegí el

trozo más pequeño de carne. Los demás empezaron a hablar. Observé aqueltrozo;solodeverlomedabanarcadas.Partíun trozopequeñocon losdedosymelollevéalaboca,empecéamasticar.Mediounaarcadaseguidadeotra.Ibaavomitar.Cogílatelablancaquehacíadeservilleta.

—Disculpen.—Metapélabocaconeltrapoysalícorriendoendirecciónelpatioexterior.Necesitabaquemedieseelaire.

Tosívariasvecesyescupíaquellacarne.Mifrenteestabahumedecida.—¿Estásbien?—dijoKimball.—Ahorasí.Pusosusmanosenmishombros.—Ayerteocurriólomismoconlacomida.—Nopuedotomarlatancruda.Medaasco.—¡Ah!¡Eseso!Noheconocidoanadiequenoleguste.—Puesyaconocesauna.—Puessieseeselproblemalosolucionamosahora.Tequierofuerte.—Gracias, pero de verdad que no tengo apetito. Subiré a la habitación.—

Antesdeirmemegiréymepusefrenteaél—.Gracias.Ascendí por las escaleras de caracol y fui directo a la habitación.

Transcurrieron unos minutos. Tocaron a la puerta. Era Kimball seguido deEamon.Portabaunabandejademaderay,sobreesta,unplatoconlacarnemuyhecha.

—Ahora, te suplicoquecomas.—Me lopusoenunamesa,mearrimóunasilla,ysesentóenotrajustofrenteamí.

Empecéacomer.—Metienesintrigado,Elizabeth.Noerescomolasdemásdamas,nisiquiera

comoelrestodelaspersonas.Eresdiferente.Tengolasensacióndequehayalgoque escondes y debe ser grave porque sé, y no preguntes porqué, que estáspreocupada.

Lomiré.Eamonsepusoamilado.

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—Nopuedodecírtelo,Kimball.Noloentenderías.—Prueba,aver.Quieroayudarte,perosinosétodonopodréprotegerte.—Nopuedo,losiento.

No escuché a Kimball entrar en la habitación para dormir. Después decomermelacarnesemarchóconlabandejayelplato.Eamonsemetióconmigoenlacama;teníamiedo.Mequedédormidaabrazadaalniño.

—¡No!—grité.Eamon se asustó y se incorporó.Estaba sudando, con lágrimas en los ojos.

Kimballsesobresaltó.Estabadurmiendoenelsuelo.Vinoalacama,haciamí.Estabaasustada.

—¿Quéocurre?—preguntó.Nopodíahablar, temblaba.Otravez aquel sueño.Desdequemividahabía

cambiadosinexplicaciónni sentidoyhabíaaparecidoenotraépoca,nohabíavueltoasoñarconaquellamujer.Estavezelsueñohabíasidomásreal:elrostrode lamujerestabacubiertoporunacapuchanegra, soloveíasusojosazules,brillantes,ysuboca.Llevabaunacapanegrayenlasmanosportabaunacopaconsangre.Memirabaymedecía:«Tienesquedescifrarelmensaje.Lamuerteestácercadeti».Entoncesmirémismanosyestabanllenasdesangre,miropatambién,ytodosecubrióderojo.

Kimballmerodeóconsusbrazosymeatrajohaciasupecho.Sentíamiedo,estabatiritando.¡Quémeestabapasando!¡Noentendíanada!Meacariciabaelpelo.Noqueríaapartarmedeél:ensusbrazosmesentíasegura.

—Tranquila,solohasidounapesadilla.Yahapasado.Tevoyatraeragua.Saliódelahabitación.LamanitadeEamonacariciómimejilla.Lomiré.—Eamon,noséquéhagoaquí.Nopertenezcoaestelugarniaestaépoca.Elniñosaliódelacama.Cogiósuspiedrecitas.—Losé.—Memiró.

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XVI

¿Quélepasaba?Sabíaquehabíaalgoquelepreocupaba.Esegritohabíasidoaterrador.Estabatemblandocuandolarodeéconmisbrazos.Susojosteníanunaexpresióndepánico.Bajéalacocinaacogerunvasodeagua.Volvíasubirlasescalerasdecaracolagrandeszancadas.Allíseguía,pálida.Leofrecíelvasodeaguaymesentéjuntoaellaenlacama.

—Gracias.—¿Quéteocurre,Beth?—Hetenidounapesadilla.—Yahapasado.Meacomodéenlacamajuntoaella,laabracé,peroseguíatemblando.—Conmigonotienesquetemernada.Estoyaquíparaprotegerosaambos.Memiróconsuspupilasnegras.Enellasnoviesarebeldíayseguridadque

habíaobservadoenotrasocasiones,habíamiedo.—No puedes hacerlo. Hay algo que se escapa de tus manos, algo que es

imposibledecontrolar.—¿Aquéterefieres?—Niyoloentiendocómoparaquetúlopuedascomprender.Estoyafectada

todavía.—Entremis brazos nadie se atrevería a hacerte daño, créeme.—Le sonreí,

queríatranquilizarla.—Notevayas,Kimball.—Noloharé.Teloprometo.Eamonnosmiraba,asustado.—Muchacho,duérmete.Yahapasadotodo.Lajovenseacurrucósobremipecho.Susmanossujetabanlasmías.Aquella

sensaciónmegustaba;dehecho,eraalgonuevoparamí.Apesardemiempeñoennegarloyevitarquesurgiesecualquiersentimientohaciaella,erainevitable

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enamorarmedelajoven.Elcorazónmandabaylatíaagranvelocidadmientrasla tenía a mi lado. Ya no era un deber protegerla; había pasado a ser unaprioridad.

Sabía que teníamos que partir cuanto antes; necesitaba llevar a Beth a lastierras de su abuelo y ponerla a salvo de Alexander. Además, había dadomipalabraalcondedepartirconsustropaspararescataralrey.Todavíarecordabalaspalabrasdemianfitrión:«UntrovadorfrancésllamadoBlondelhadadoconél.HarecorridotodaslascárcelesyfortalezascantandolacanciónqueelmismoreyRicardocompuso,yhasidoenDürnstein,dondeelreyrespondiócantandouna de las estrofas. Tenemos que partir. El duque LeopoldoV, quien lo tienepreso,lomatarásinoacudimosprontoparaliberarlo».

AmiregresobuscaríaaElizabethyalniño,ylosllevaríaaEssex.Aellanoladejaría escapar. Sabía que estaba empezando a sentir algo fuerte por aquellamujer,unsentimientohastaesemomentodesconocidoparamí.

Medesperté.Escuché ruidos en el patio.Me levantémuydespacioparanodespertaralniñonialajoven.Fuiaobservarporelbalcón.

Robert hablaba con uno de sus hombres.Decidí asearme y bajar a ver quésucedía.ObservéalniñoyaBeth.Cogímisbotasysalídelahabitación.

—¡Kimball!—¡Robert!¿Sucedealgo?—Haaparecidounciervomuertoenmistierras.—¿Ladrones?—No. Lo que me preocupa es la forma en la que lo han matado. No es

normal.Deboiraverlo.—Teacompaño.—Asintió.Cogimos nuestros caballos. Atravesamos el bosque hasta llegar a un lugar

cercanoalríoWitham.Enesesitiohabíamuchosrobles.Nosdetuvimosenunode esos árboles. Bajamos de los caballos, y ahí estaba el ciervo. Una dagaatravesabasucorazón.Habíasangreasualrededor.Susórganosnoestabanenelinterior del animal, había sido abierto en canal y era como si se los hubiesen

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comido, ya que había restos alrededor. Todo apuntaba a un ritual donde elmuérdagoeraelprotagonista:estabaesparcidoportodaspartes.Eneltroncodelroblehabíadibujadounsímbolo:unhuevodeserpiente.

—¡Diosmío!¿Quéesesto?—dije.ElcampesinoquehabíaalertadoaRobertnosmiró.—Sonellos,señor.—¿Quién?—pregunté.—Judíos—dijo el campesinoconmiedo—.Cuando se asesina aunanimal

clavándoleunadagaenelpechoesquesedesealamuertedealguien.—En Nottingham apareció un niño muerto. Acusaron a los judíos del

asesinato. Pero no creo que esa pobre gente sean los causantes de estascrueldades—dije.

—Existemuchoodiohaciaestaspersonas.ElreyJuantienefavoresparaconellosfrentealpuebloinglés.Ellosledangrandestributosyél,acambio,lesdamuchos privilegios. Ricardo no los quería en nuestras tierras —dijo elcampesino.

—Esos hombres y mujeres intentan sobrevivir. El rey Ricardo los haperseguido.Muchos inocenteshanmuerto.Nosepuedeachacar lasdesgraciasdeunpaísapersonasquesolo intentanvivirenpaz, segúnsuscostumbres—respondí.

—¿Ahoradefiendesmásalosjudíosqueaturey?—medijoRobertmientrasmemirabaconatención.

—Ya sabes que solo soy fiel a mis principios. Nunca defenderé unapersecución injustificada, ni muertes ni acusaciones a personas inocentes.Ricardoesmirey,peromisvaloresyprincipiosestánporencimadeél.Nuncaestuvedeacuerdoensufijacióncontraelpueblojudío.

—¡Ja, ja, ja!Por eso te admiroyconfío en ti,Kimball.Eresunhombredehonor,devalores.—Segiróparadarórdenesalcampesino—.Enterradalanimalyhaceddesaparecerlosrestosdesangre.Noquieroquesecorralavozentreloscampesinos.Sino,elpánicoylassupersticionesseapoderarándemigenteyesosolotraeconsecuenciasnegativas.¿Cuándopartes,amigo?

—Hoymismo.Todavíaquedamuchorecorrido.

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—OsacompañaréhastaYork.TengoqueveraHumphreyStafford.NecesitosuapoyopararescataraRicardoydestronaraJuan.

—Mevendrábienvuestracompañíaporsisepresentanbárbarosy ladronesporelcamino.

—¡Ja,ja,ja!Asítendremosmástiempoparaquemecuenteselmotivodetuboda.Amínomeengañas,teconozcoyséquealgoescondes.—Memirabaconintensidad—.Aunquehedereconocerquelajovenesmuybonita,hastayomehubiesecasadoconella.

Ambosnosreímos.Noqueríaquesiguieseconaquellaconversación.Eleonorsalióanuestroencuentro.—¿Dóndeestabais?—Montandoacaballo.Kimballpartehoy.—¿Hoy?¡No!Nopuedesirte.Sonreí.Meagradabaelinterésdelajoven.—Losiento,Eleonor,peronotengomásremedio.—Esporlamujeryelniño,¿verdad?—Sí…—Kimball tieneque llevarlosalcastillodelabuelode la joven.Algunosde

mishombresyyomismolosacompañaremoshastaYork.—Yotambiéniré—dijolajoven.—¡No!—respondiósuhermano—.Nopuedesvenirconnosotros.—Sí, iré.Hace tiempoque la tíaAlice quiere que pase una temporada con

ella.Otravezsolanoaguantaríaentreestosmuros.Mevendrábiencambiardeaires.

—¡Eleonor!—Nohaymásquehablar.—Esunviajeduro.—Recuerda,hermano,queestoyacostumbrada.Además,noeslaprimeravez

que viajo hasta York. Aguantaré unos días durmiendo en el interior de unatienda.Sandra,midoncella,vendráconmigo.

Miréamialrededor.EamonyBethnoestabanporallí.Fuialinteriorysubí

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lasescalerasconrapidez.Abrílahabitación.Elizabethestabaenseñandoalniñoa comunicarse a través de las manos. Aquella mujer me sorprendía cada día.¿Dóndehabríaaprendidoaquello?Elniño,alverme,selevantódeunbrincoyvinocorriendohaciamí.Loabracéylocogíenbrazos.

—Yo también quiero aprender ese lenguaje—dije. Eamon se abrazó a micuello.

Elizabethselevantó,entusiasmada.—Hola,Kimball—Ellahizogestosconlasmanosmientrashablaba.Seacercóadondeestábamos.—¿Estáis preparados? Marchamos ya. —Bajé al muchacho, quien se fue

corriendoalahabitacióncontiguapararecogersuscosas.Lamirésinapenasparpadear.Ellabajólavista.—Graciasporlodeanoche—dijotímida.Meaproximémásaella.—No me tienes que agradecer nada. Pero creo que hay algo que debes

contarme.Suspupilasestabanfijasenlasmías.—Noinsistas…Noladejécontinuar.—Sabesquesí.Beth,estoyacostumbradoa lidiarconprisionerosybatallas

dondetienesqueaveriguarlasestrategiasdelenemigo.Hedesarrolladounsextosentidoquemepermitepercibircuandoalguienocultaalgo,yséquetúescondesalgo.

Sederrumbó.Sesentósobre lacama,abatida.Susojosestabanbrillantes,apuntodellorar.Mesentéasuladoyenvolvísusdelicadasmanosconlasmías.Memiró.

—Puedesconfiarenmí—dije.—Tengoquedescubrirquélepasóamimadre.—¿Y?—Ynadamás.—Mientes,Beth.

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Selevantódeunbrinco.—Nomiento,Kimball.Loquequieroesllegarcuantoantesamihogar.Deseababesarla.Ellaanalizabacadaunodemismovimientosmientrasseguía

hablandodeunamaneraentrecortada.—Hayque…ponerse…enmarchaya…No pude evitarlo, ella era mía, me pertenecía, era mi esposa. La rodeé la

cinturaconunademismanosylaatrajehaciamí.Conlaotramanoloacariciésumejilla,misojosseposaronensuslabios.Necesitabasentirlossobrelosmíos.Mis labios rozaron los suyos, suaves, carnosos; los retuve entre los míos. Laaproximémásamí,necesitabasentirsucuerpo.Notabasurespiraciónacelerada,aligualquelamía.Unaoleadadeplacerrecorriótodomicuerpo.Queríahacerlamíaenesemomento.Ellaretirósurostroynosmirábamosensilencio,acariciésumejilla.EnesemomentoelniñoentróyBethseapartódemíconbrusquedad.Surostroestabaencendido.Eraconscientedequeloquehabíasentidoalbesarlajamás lo había experimentado con ninguna otra mujer. No podía apartar mimiradadeella.Eamonnosobservabasincomprenderloquepasaba.

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XVII

Por fin habíamos llegado a York. Un día más durmiendo a la intemperiehabríaacabadoconmigo.Mesentíasucia.Elpolvodeloscaminossemehabíametidoportodoelcuerpo.Estabacansada,hambrientaycelosadeEleonor.SusflirteosconKimballmehabían llegadoamolestar;además,el inglésseguíasujuegoyesoera loqueen realidadnosoportaba.Aveces tenía lasensacióndequeéllohacíaapropósitoparafastidiarme.Esebesomehabíahechosentiralgoque jamás había imaginado. Me estaba enamorando de él, pero no estabadispuestaaqueesehombremeutilizasecomountrofeoy,despuésdeconseguirelobsequio,meabandonase.Deahíquelehubieserehuidodurantetodoelviaje.Estuvedistanteconél;queríaevitarquevolvieseasuceder,yaquesabíaque,devolverapasar,seríaimposiblenoabandonarmeensusbrazos.Esosojosverdesmehabíanhechizado.

—Nosotrosnosdesviamosaquí—dijoRobertaKimball.A lo lejos seveían lasmurallasdeYork.Ellos teníanque retirarseantesde

entrarenlaciudad.—Amigo,teveoentierrasgermanas—dijoKimball.—Nomefalles.ElreyRicardonosnecesita.EnesemomentoEleonorseadelantóconsucaballoalladodemicaballero.—¿Vendrásavermealcastillodemitía?—EsoserádespuésdequerescatemosalRey—dijoRobert.Kimballlesonrió,acercósucaballoaldelajovenleagarrólamanoysela

besómientrasleregalabaunadesusbonitassonrisas.Los celos me consumían por dentro, pero lo disimulé. Después de la

despedidalosvimosalejarse.Reanudamoslamarcha.DavidyKimballconelniñoibandelantedemí.Mesentíaagotadayconunas

fuertes agujetas en el trasero. Había montado a caballo solo dos veces, enSegovia—enconcretoenRiaza—,conungrupodeamigos.Laexperiencianohabíasidomuybuena,ydeahíquetuviesemiedoaloscaballos.Enmásdeuna

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ocasión Kimball tuvo que coger las riendas de mi caballo para controlar alanimal,yaqueamímeresultabaimposible.Enesosmomentosmemirabacondesaprobación. No entendía cómo una dama de mi clase montaba tan mal acaballo, asíme lohabíahechosaber. ¡Siélhubiera sabido!Lehabríadadounpatatús.Sonreíanteesepensamiento.

La ciudad estaba amurallada.Recordabaque la habíavisto en fotografías ymehabíaprometidoirallí,perojamásimaginéqueestaríafrenteaestaciudadfortalezatalycomoeraenlaEdadMedia.Lamurallateníacuatropuertas.Meconcentré en la puerta por la que íbamos a acceder al interior de la ciudad.Observélasbarbacanasenelmuro.Atravesamoselpuentelevadizo,pasamoslasala de guardia, desde donde dos hombres nos observaban con gran descaro.Trasnosotros,veníanvarioscampesinosconcestasrepletasdelana.Supusequesería para vender en el interior de la ciudad. Alcé mi vista hacia arriba,asombradaporlamajestuosidaddelatorredevigilancia.

Habíamuchorevueloenlaciudad.KimballmiróaDavid.Ambosdetuvieronasusanimalesymehicieronunaseñalparaquelesimitase.Bajarondeunsalto,yKimballayudóaEamon.Mipiesehabíaenredadoconelvestido,Kimballmemiró. No quería que me ayudase; mi orgullo no me permitía que un hombretuviesequeayudarmeenalgoquemeveíacapazdehacer.Seacercóamíysinmediarpalabramerodeólacinturaymepusoenelsuelo.

—Séhacerlosola,perogracias.Sonrió ante mi comentario. Observé a mi alrededor: había mucha gente

alborotada.—¿Quéesloqueocurre?—pregunté.—Intuyo que pasa algo.La gente está alterada.Los jóvenes portan palos y

armas,vanengrupos.Estonomegusta.—Guardósilenciomientrasanalizabaelpanorama—.Vamosabuscarunlugarparadormirestanoche.

Nosdirigimosaunaposada.Dejamosa loscaballosenelestablo.Kimball,juntoconDavid,fueahablarconelposadero.

—Beth, sigue a la mujer —me dijo él—. Dormirás con el niño en unahabitación. No salgas de la estancia hasta que yo vaya a buscaros.¡Prométemelo!

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—Loprometo,pero…¿porqué?—Esa curiosidad no es propia de una dama.—Tocó con su dedo índice la

puntademinariz.MesonrióysemarchóconDavidhaciaelexterior.Eamonmemiraba.—Ahoravienen—ledijemientrasmovía lasmanospara comunicarmecon

él.Habíaavanzadomucho.La jovenposaderanosdejó en la puerta de loque sería nuestra habitación.

Habíaunaúnicacama,unapalanganayalladounaespeciedejarrademadera.Miré,yensuinteriorhabíaagua.«Estaráfría»,pensé.Queríaasearmeylavaralniño. ¿Está gente no se bañaba?Ese era el aseoque tenían, había que salir alexterioroaguantarseconunaespeciedeorinal.Mequedémirandoconatencióna aquella cuña de hierro que estaba junto a la palangana. «¡Dios mío,devuélvemeyaamiépoca!»,medije.

—Cariño, espérame aquí. Voy a pedir que nos suban agua caliente paralavarnoslosdos.

No estaba dispuesta a asearme con agua fría.Bajé las escaleras.Caballerosocupabanlasmesas,borrachos.Preferínomiraraningunodeellos.Fuidirectoalposadero.

—Disculpe,señor.¿Nospuedensubiraguacaliente?Memiró.Sugestoeraserioysinexpresividadalguna.—Aquínocalentamosagua.—Pero…—¡Nocalentamosagua!Sus ojos negros se clavaban en mis pupilas. No podía entender cómo no

hacíanalgotanbásico.«GraciasDiosmíopornohabernacidoenestaépoca»,pensé.Mientrasmegirabaparasubirlasescalerasnotélamiradadeunhombrequeibavestidodenegro,supeloerarubioyestabasucio.Teníaunajarracuyocontenido, intuía, era cerveza. Subí con rapidez las escaleras. Sabía que elcapitánAlexanderhabíaofrecidounarecompensaporencontrarnos.

No entendía porqué todo el mundo bebía cerveza y no agua, hasta Eamontomaba esta bebida; claro que no tenía los grados de alcohol que la que yoacostumbrabaabeberenLondres.

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Miréalniño.—Nohay agua caliente, cielo.Tenemos que conformarnos con el agua fría

quetenemosenestajarra.El me respondió haciendo gestos con las manos. Era un muchacho muy

inteligente y enseguida había aprendido a utilizar el lenguaje de las manos.Kimball, a pesar de extrañarle todo aquello y no entender de dónde habíaaprendidoese lenguaje, tambiénquisoutilizarlo.Eramuchomáscómodoparacomunicarseconelniño.

—Nopasanada.Yosiempremehelavadoconaguafría.Lesonreíantesurespuesta.—Aver,¿mepuedesdecirporquétodoelmundobebecervezaynoagua?Yo

necesitoagua.Surostroreflejabaasombroantemipregunta.—Porqueelaguatraelapeste.Lo entendí, era cierto.No estaba tratada y el agua de los ríos era lugar de

deshechodondelasratascampeabanasugusto.—Eamon,¿enelcastillodeRobertmedijistequesabíasqueyonopertenecía

a aquí?—El niño asintió—.Necesito saber por qué estoy aquí. Lo entiendes,¿verdad?¿Túpuedesdecirmealgo?

—Ereslaelegida.—¿Laelegida,paraqué?—Solo tú puedes guiarme hasta el santo Cáliz, el mismo que José de

Arimatea escondió en la colina de Glastonbury. Y yo soy el único que debeguardarlodetodomalyambición.

—¿Yo? Pero si no sé de quéme hablas; esmás, jamás he escuchado nadasobre ese tema. Esto es un sueño, ¿verdad? — El niño movió la cabezanegándolo. Señaló una pequeña cruz de madera que llevaba colgada en micuello.Teníauncordóndecuero—.¿Lacruz?¿Quétienequevermicruz?Esunregalodenacimientodemiabuela.

—LlevaslacruzdeDavid,lamismaqueyotengotatuada.Eracierto.Siempremehabíagustadoaquellacruz.Leteníamuchocariño.

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—Peroesonotienenadaquever.Escasualidad,Eamon.—La leyenda lo dice.Unamujer en dosmundos diferentes aparecerá de la

nadacon lacruzdeDavid.Ella será laelegidaparaguiar alguardiánhastaelsantoCáliz.

—¡Sontonterías!Unaleyenda,comotúhasdicho.¡Ay,Diosmío,ayúdamearegresaramimundo!

Eamonmemirabasinentendermireacción.—Cariño, yo no soy esa persona que buscas. ¿Me ayudarás a encontrar la

formaderegresaramiépoca?Elniñoseencogiódehombros.—Tendrásqueelegir aquémundoquierespertenecer.Unavezque todoha

empezado ya nada podrá detener el tiempo. No será tan fácil. Tú tienes unamisiónyhastaquenodescifreselmensajeyacabestucometidonopertenecerásaningúnsitio.Entoncesysoloentoncesescuandodeberáselegirdóndequieresestar.

—¿Quémensaje,Eamon?—CuandoJosédeArimateallegóasueloinglésconlacopasagradasubióla

montañadeGlanstonbury.Enlacimapusosucayadoydeahínacióunarbustoespinoso que solo crece allí. Justo en ese lugar, tras esemilagro, él supo queteníaqueconstruirunapequeñaiglesiadestinadaaalbergarelsantoGrial.Peromuchos son los que creíanquequien tuviese el santoGrial tendría el poder ydominiode todo.Gruposcontrariosa Jesucristoquisieronhacerseconél. Joséfue avisado de manera espiritual y escondió la taza sagrada en un lugar delmonteodelaiglesia.Esunmisterio.

—¿Cómosabestodoeso,Eamon?—Mi padreme lo contó.A él lomataron y por eso ahorame buscan. Los

primogénitos son los únicos que, fuera de toda ambición y ansias de poder,puedenguardarel santoGrialdondecorrespondeydonde siempre tendríaquehaberestado.ElloslosabránenelmomentoenquetenganelsantoCálizensusmanos.Perosololaelegidapodráencontrarydescifrarlasagradataza.

—¿Yesegrupoquelobusca?Seencogiódehombros.

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—Sonmuchos,dispersos,hombresdemuchopoder.Malvados.—¿Alexanderesunodeellos?Elniñoasintió.—Cariño,lomásimportanteesqueesehombrenonosencuentre.Noledigas

anadieloquesabes.Esnuestrosecreto.Eamonvolvióaasentir.Eramuytarde.NohabíaescuchadolavozdeKimballnideDavid.Elniñose

quedó dormido sobre la cama. Escuché el ruido de pisadas que subían conrapidezlasescaleras.Tocaronconbrusquedadalapuerta.

—Abra,¡rápido!Eralajovenposadera.Estabapálida.—Señorita,tienequehuir.—¿Cómo? No puedo, tengo que esperar a mi… —No me salía decir mi

esposo—.Aloshombresqueveníanconmigo.—¡No!,debehuir,hágamecaso,márcheseahora.Hayunoscaballerosabajo

quevanasubiraporusted.Losánimosestánmuycrispados.Además, sehanfijadoenustedyelniño.Uncapitán,Alexander,eseerasunombre,estuvoaquíayerynospreguntósihabíamosvistoaunamujerdesuscaracterísticasconunmuchacho como él. —Señaló a Eamon—. Uno de sus hombres estaba hoybebiendocuando lahavistobajar.Sehapercatadodequeerausted.Además,hayunincendio.

—¿Porquémeayudas?¿Cómoséquepuedoconfiarenusted?Sellevólamanoasucuello,sacóuncordoncitoconunacruzquellevabala

estrelladeDavid.—Se la vi nadamás entrar en la posada.Debe ocultarla.No sé por qué la

buscan,peromeveoenlaobligacióndeayudarlos.Elpueblohaincendiadolatorre del castillo. Eoferwic.Ahí se han escondido los judíos.Quierenmatar atodos.Novayaalcentrodelavilla,huyaporlapuertanorteysalgadelaciudadantesdequesecierrenloscuatroaccesos.¡Vamos!Correnpeligro.

Desperté aEamon, cogimos nuestras cosas y seguimos a la joven, que nosllevóaunapequeñapuertaqueestabaalfinaldelpasillo.Laabrió;dabaauna

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estrechagruta,oscura,conescalerasdemadera,quellevabaalapartedeatrásdelaposada.

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XVIII

Subí las escaleras de la posada. Temía por ellos. David me seguía. Toquévarias veces a la puerta. No abrían. Di una patada con fuerza. No estaban.¿Dóndesehabríanmetido?Davidmemiraba.

—¿Noseencuentranaquí?—medijo.Sin responder a mi amigo, bajé con rapidez las escaleras. Allí estaba el

posadero.—¿Havistoalamujeryelniñoqueveníanconmigo?En ese momento entró la hija de este. Me miraba y escuchaba la

conversación.—¡Esmimujerymihijo!¡Handesaparecido!,noestánensuslosaposentos.—Yonoloshevisto,señor.Detodasformas,contodoloqueestápasando,es

difícilcentrarseenotracosaquenoseaelincendioylarevuelta.Elposaderosemarchóhaciaelexterior.Lajovenmemiraba.—¿Ydiceustedquésonsumujerysuhijo?—Sí.¿Loshavisto?—Sí,yomismalosayudéaescapar—susurró.—¿Escapar?¿Porqué?—Unos hombres, después de haberla visto bajar para pedir agua caliente,

empezaronahablardeunarecompensa.Ibanacapturarlos.Aquelloshombresnomegustaron.Fuiasuhabitaciónylosayudéaescapar.

—¿Dóndeestán?—No lo sé, señor.Lesdiuncaballoy lesdijeque fuesenendireccióna la

puertanorte,lejosdelatorredondeestáteniendolugarlarevuelta.—¿Hacemuchoquesehanido?—No,señor.Sivarápidolosalcanzará.Davidestabatrasdemí.Lomiré.—¡Vamos!Nohaytiempoqueperder—dijomiamigo.

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Salimos al exterior. La muchedumbre estaba encendida de odio. Queríanvenganza. Habían incendiado la torre del castillo donde los judíos se habíanrefugiado.Queríanmatarlos.CuandoDavidyyosalimosaverquépasaba,nosasustamosalpercibirlamiradallenadeodiodeloshabitanteshaciaestegrupode personas. A nuestro paso nos encontrábamos con cadáveres de niños y demujeres. Había visto muchas muertes, pero lo que allí había ocurrido era unensañamiento contra esas personas. Recordé el asesinato de aquel niño enNottinghamylamuerteviolentadeaquelanimalenlastierrasdeRobert.Todoapuntabaaritosdemagianegra.

Nossubimosalcaballoynosdirigimoshacialapuertanorte.—Losencontraremos—dijoDavid.—Me preocupa lo que ha dicho esa joven de que unos hombres los

reconocieron y hablaban de recompensa. Se está tomando mucho interésAlexanderencapturarlos.

—Tienesrazón.Esehombrenocesaráhastaquenolosencuentre.Lodeellalopuedoentender,pero¿elniño?¿Quéinteréstieneenél?

—Nolosé.DeboponerlosasalvoenlasTierrasAltas.Mientrasnosalgamosdeaquí,elloscorreránpeligro.

Galopábamosagranvelocidad.Apenasseveíaconclaridad.Elincendiodelaciudadhabíateñidodeunhumonegro,espeso,quetraíaoloramuerte,todoslosrinconesdellugar.Nopodíaentenderaquelodio.

—¡Mira!—Davidseñalóenlalejanía.ParecíalaimagendeElizabethyelniño,peronoestabansolos,losrodeaban

varioshombres.—Nomegusta—dije.—Amítampoco.Ambos desmontamos de nuestros respectivos caballos. Nos acercamos con

cautela,camuflándonosentrelaoscuridaddelamuralla.Estábamosmuycerca.—Asíquetúereslafamosajovenquebuscan—dijounodeloshombresque

estabaconellos.Parecíaeljefecillo.—¿Quéquieres?—seenfrentóellaaél.

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—¿Porquénosecallará?—susurré—.Davidmemiró.Hiceungesto ami amigo.Yo fui aposicionarmedetrásdel líder, yDavid,

detrásdelosdoshombresqueleacompañaban.—Además de bonita tienes carácter, eso me gusta. Creo que antes de

entregarte me gustará divertirme un rato contigo —le dijo el que parecía eljefecillo.

—¡Nolopermitiré!Hombrescomotúmedanasco.—Loescupió.Arqueé las cejas. Era valiente y, aunque en esos momentos la hubiese

amonestado por su atrevimiento, he de reconocer que me gustó lo que habíahecho.ElhombreseacercóaBethyalzólamano.Laibaaabofetear.

—¡Ni teatrevas!—ledijehincandolapuntademiespadaensuespalda—.Comolehagasalgoteatraviesoconmiacero.

Davidtambiénamenazabaconsuespadaa losdoshombresqueobservabandivertidoslaescena.

—¡Sueltatuespada!—ledije.—Muybien,loharé.Perono lohizo, sediomediavueltayempezóa lucharconmigo.Losotros

dos hombres hicieron los mismo con David, pero no sabían con quien seenfrenaban.Davidsiemprehabíasidoyeraunbuenespadachín.

Los filos de las espadas chocabany esto transmitía un sonidometálico.Loheríenelcostado,yél,enmibrazoloqueprovocóqueserompieselamallaquelocubría.

—Elizabeth,¡apártate!—grité.Davidhabíaheridoaunodeloshombresenambaspiernasledejóinutilizado

paracontinuarluchandoconelotrocontrincante,quienseresistíaarendirse.Elizabethapartóalniñoyalcaballo.Nomepercatéquehabíacogidoalgodel

sueloyseacercabahaciadondeocurríalalucha.Ellíderteníalapuntadesuespadasobremiestómago.Conrapidezsujetéla

punta de esta y la retiré lanzándola por los aires. Introduje mi acero en sucostado,elhombrecayóalsuelo.Nomoriría,peroestaríafueradejuegodurantemucho tiempo. Miré hacia donde estaba David; aquel hombre lo tenía

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acorralado.Miamigoestabaenelsueloyelotroapuntodeclavarlesuespada.Medirigíconrapidezallíperoantesdequeyollegase,Elizabethlehabíadadoconunpalo en su espalda, lo que provocóque se doblase de dolor y le diesetiempoaDavidareaccionar.Miamigocogióelcordónquesujetabasutúnicadelanayleatólasmanos.

Ambosmiramosa la joven,sorprendidos.Laadmirabacadavezmás.Sabíaquemehabíaenamoradodeella.

—¡Vámonosdeaquí!Todos regresamos a nuestros caballos y, sin comentar aquel suceso,

comenzamosacabalgar.Miúnicodeseoeraalejarmedeallí,delaciudad.

Noveíaelmomentodemirarparaatrásynoveraquelhumoquesalíadelatorre. Se me venían las imágenes de aquella pobre gente que había fallecidocomoconsecuenciadelfuego.Quienesavivabaesesentimientocontralosjudíoslesacusabandeserloscausantesdetodasesasmuertesqueparecíanprovenirdeun ritual, así como de la peste negra, el hambre y todas las desgracias queasolabanalarazahumana.

—Graciasporhabermesalvadolavida—dijoDavidaElizabeth.—Denada.—¡Hassidounaimprudente!¡Tepodríanhabermatado!—dije.—Nolehagascaso.Sehatomadomuyenseriolodesertumarido—ledijo

Davidalamuchachamientrasleguiñabaunojo.—Puesquenose locreamucho.—Ambosse rieron.Sus risasaumentaban

miira.Detuveamianimal,logiréymeubiquéfrenteaellos.—Hanestadoapuntodecapturarteatiyalniño.Sinohubiéramosllegadoa

encontrarosenesemomento,quiénsabe loquehubieranhechoconlosdos.Ytodopordesobedecerme.¡Tedijequenosaliesesdelahabitación!Ytodavíatelotomasabromacomosinohubiesepasadonada.—Medirigíaaellamientrashablaba.

—¡Kimball!,tranquilízate,estásmuynervioso—dijoDavid.

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Me di media vuelta con el caballo, sabía que si no lo hacía estallaría encólera. Estaba enfadado por la imprudencia de la joven. ¡Me habíadesobedecido!¿Esquénosedabacuentade lopeligrosaqueerasusituación?Pero…¿porquémeafectabatanto?Estabaenamoradodeella:losabía.Yqueríaaaquelmuchacho.Si lespasabaalgoa algunodeellos…Preferínopensarlo.Meadelantéatodosellos;necesitabaalejarmeycabalgarensolitario.Teníaquecalmarme.Sabíaqueeraelmiedoaperderloselquemehabíahechoreaccionarasí,peronoestabadispuestoaqueaquellamujerhicieseloqueledieselagana,sinverlasconsecuenciasquepodíantraersusactos.

Nosécuántotiempollevábamoscabalgando.Davidsepusoamilado.—¿Sepuedesaberquétepasa?—medijo.—¡Esunaterca!Haceloquelevieneengana.¡Fíjateloquehapasadocomo

consecuenciadesuidea!¡Aquiénseleocurrepediraguacaliente!¿Dedóndehasalido?

—¡Ja,ja,ja!Puesmerecuerdaenmuchasfacetasaalguien…—¿Quéinsinúas?—¿Tú qué crees? Sois muy iguales, amigo. Ella es orgullosa, cabezota,

valienteynoadmiteórdenesdeningúntipo.¿Aquiénterecuerda?—¡Esunamujer!¡Nopuedeactuarcomounhombre!—dije.Asílopensaba,

sucomportamientonoeraeldeunadama.—Bueno,ellaesunamujerdiferenteyestuesposa,simalnorecuerdo.—Se

carcajeó.—Porpocotiempo—respondí.—Sabes que no. Amí nome engañas. Esamujer te gusta y, conociéndote

cómoteconozco,nolavasadejarescapar.Miamigomeobservaba.—Tenemosquedetenernos,estáncansados.Sobretodo,elniño—dijo.Mirépara atrás.Tenía razón.Estaba tan enfadadoquenohabíapensadoen

ellos.Yoestabaacostumbradoagrandescabalgatas,peroellosno;además,teníaqueliberaraBethdelniño.Lodebíahaberllevadoconmigo.Habíamosestadocabalgandomuchas horas. En esemomento era cuandome daba cuenta de lapaliza que suponía para ellos dos.Ambos tenían ojeras.Necesitaban dormir y

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descansar.Habíasidounbrutoyuninconscientepornohabercaídoquellevabaaunniñoyaunamujer.Nosdetuvimos.

Fui a coger a Eamon para bajarle al suelo. Sus manitas estaban heladas.DespuésayudéaBeth,queestaveznoseresistió.Lacogídelacintura;tiritaba.Apenasteníaropa.Susmanostambiénestabanfrías.Habíaquehacerunfuegoconrapidez.Davidyasehabíaadelantado.Traíaramasparaponerenlalumbre.Mequité lapieldeanimalquecubríamicuerpoyse lapuseaBeth.Despuéstapéalniñoconotraqueteníasujetaamicaballo.Sesentaronenunasrocas.Mepuse de rodillas para hacer fuego. Este se resistía, ya que la hierba estabahúmeda y aquello dificultaba que se encendiese la fogata. Nos aproximamostodos al calor de las llamas. Repartí el pan que llevaba en la alforja. Lesobservabamientrascomían.Enesemomentodecidíqueiríamosalcastillodemitía Lorraine—la hermana demimadre—.Nos adentraríamos por el valle depáramosdebrezoshasta llegarallí.Hacíamuchosañosqueno lavisitaba.Mipadresehabíaenemistadoconella,yaqueeraunamujerdecarácter,viuda,sinhijos, que había heredado tierras y un castillo tras lamuerte de su esposo. Apesardequenosabíaelrecibimientoqueibaatener,debíaintentarlo.ElniñoyElizabethnopodríanaguantarelviajeaTierrasAltassinvariosdíasdedescansopara reponer fuerzas. El camino que nos quedaba era difícil y, quizás, elmásduro.

Bethmemiró.—Gracias—medijo.—¿Porqué?—lerespondí.—Porhabermedadotuabrigo.DavidsefuedirecciónalríoyEamonloacompañó.—Perdóname…pormicomportamientodeantes.—En realidad tienes razón.Nodebíhaberbajadoapreguntara laposadera

porelaguacaliente.PuseenpeligroaEamon.—Ytútambiéntepusisteenpeligro.—Lamiréconinterésasusbonitosojos

negros.Ellabajóelrostro.—Tienesrazón,noséenquépensaba.—¡Vaya!,porfinveoentiaunadamahumildecapazdereconocersusfaltas.

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—Sonreí.—Noteacostumbresmucho,estoycansada,débilyconpocosreflejos.

Nosadentramosporelpáramodebrezosdecolorpúrpuraymarrón,defondoseescuchaban las aguasdel ríoRyey la suavemúsicaqueprovocaba labrisarozandolashojasdelosárboles.

Contemplé el casillo con sus cuatro torres. Los hombres ya nos habíandivisado.Salierontresanuestroencuentro.

—¿Quiénessois?—preguntóunodeellos.—Dígalealaseñoradelcastilloquesoysusobrino,Kimball.

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XIX

Estaba inquieta.Kimball había entrado solo al interior del castillo. Llevabamuchotiempodentro.Davidnodejabadecaminardeunladoparaotro.Eamonyyolomirábamos;noentendíamosloquepasaba.

—¿Sepuedesaberquéesloquesucede?—lepreguntéaDavid.Memiró.—Kimball tiene muchos asuntos que aclarar con su tía. No está claro que

podamosquedarnosaquí.Surespuestafuecomounjarrodeaguafría,yamehabíahechoalaideade

que dormiría en una cama. Estaba agotada. No habíamos descansado nada lanocheanterior.Necesitabatumbarme,bañarmeo,almenos,asearme;comeralgodiferente que no fuese pan o queso. ¡Cómo echaba de menos la tortilla depatatas! La rica paella de los domingos y las jugosas pizzas, e incluso lashamburguesasllenasdegrasa.Solodepensarlosemehacíaagualaboca.

Porfinloviaparecer.Aquelguerrero,tanbruto,grandeymuyatractivomeestaba robando el corazón. Deseaba que me abrazase y sentir su cuerpo, sumirada y sobre todo sus besos, aunque no quería que él lo notase. Tenía quetratardeocultarmissentimientosatodacosta,yaqueéleradeltipodehombrequenosecomprometíaconunamujer,sinoconunacausa,conunaguerraporhonoryprincipios.Elamorerasecundario.Eraunasociedadmuymachista,algoqueaborrecía.Aunquede élmeencantaba su afánporprotegerme, apesardequeenmuchasocasionesmemolestaba.

Lo acompañaba una mujer alta y fuerte. Llevaba un vestido sobrio que latapabahastael cuello,de lana, colornegro, largoyplegado;paramí,bastanteincómodo.Supelogris estaba recogidoy tapadoconunacaperuzadelmismocolorquenolafavorecíanada.ObservéaKimball.Estabamolesto.

—¿Esella?—dijolamujery.—Sí,ellaesElizabeth,miesposa—respondióKimball.Sepusofrenteamí.

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—Tieneunaspectodeplorable,Kimball.ImpropiodeunadamaymenosdelaesposadelcondedeEssex.

Me estaban enfadando sus comentarios. Estaba haciendo verdaderosesfuerzospormordermelalenguaynoresponder.Debíacontrolarmisimpulsos.

—YatehedichoquenosdirigimosalasTierrasAltas,dondevivelafamiliade Elizabeth. En el recorrido hemos tenido un contratiempo —respondióKimball.

—Muybien,podéisquedaros.—Memiródearribaabajo—.Ordenaréqueospreparenunbañodeaguacalienteyalgoderopalimpia.—Sediomediavueltaysealejó.

—Amigo,vayatíaquetienes.—DavidsecarcajeóantelavisióndeLorraine.—Sí,esmuyespecial,peroalmenosnosvaadejarquedarnosunosdías.Lo

necesitamos.Ya no escuchaba; solo pensaba en aquel baño y en dormir en una cama.

Eamonmeagarróconfuerzalamano.—¿Nosquedamos?—medijoelniñomediantegestos.—Sí pequeñajo, nos quedamos —dijo Kimball mientras le regalaba una

bonita sonrisay locogíaenbrazosy loponíasobresushombros.Vamosparaadentro.—Memiró.

Allíestabaunadoncellaconunavestimentatansobriacomoladesuama.—Porfavor,acompáñenme—dijolajoven.Fuemostrandoacadaunosushabitaciones.LosúltimosfuimosKimballyyo.—Estaessuhabitación.—Abriólapuertaysemarchó.Mequedépetrificada.¡Ibaadormirconaquelhombre!—¿Ymihabitación?—ledije.—Es esta.—Cruzó sus brazos sobre su pecho y se apoyó sobre la pared,

sonriendoante la situación—.Eresmiesposa,querida.Mi tíanoentiendequedurmamosenhabitacionesseparadas.

—¡Puesvaya!—refunfuñémientrasentrabaenelaposento.Erasiniestra,comoladueña.Lascortinastupidasydecolornegro.Lacama

pequeña,enmiopinión,paraquedurmiesendospersonasyunadeellasfuertey

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bastantealtacomoKimball.Labañerademaderaestabaenlapropiahabitación,enunrincón.

—Tienesquemarcharte,Kimball.Nopensarásquemevoyabañarcontigoenlahabitación.

—¡Ja,ja,ja!—.Puesnoestaríanadamal,recuerdaqueeresmiesposa.—Sí,peroprontodejarédeserlo.Fueuntrato.¿Lorecuerdas?Seaproximóamíhaciéndomeretrocederhastaquetopéconlapared.¡Dios

mío, qué guapo era! Sus bonitos ojos verdes estaban fijos en mis pupilas.Mirándome de esa forma sentía que todo mi cuerpo y mis sentidos sedoblegaban ante él.Acercó su rostro almío.Sumirada se centró enmi boca.Sentíacomomispulsacionesseaceleraban.

Sujetó mi rostro con suavidad con sus manos y me besó. Sus labiosacariciabanlosmíosmientraslosreteníaentrelossuyos,conlentitud.Todomicuerpo reclamaba esas sensaciones. Entonces él se detuvo y sonrió.Me habíaquedadosinaliento.Nadiemehabíahechosentirtantoconunbesocomoaquelhombre que tenía ante mí. Mi respiración era agitada; no articulaba palabraalguna.

—Sí,un trato.Meacuerdoperfectamente—dijoconunaodiosamuecaquenoseretirabadesurostro—.Tedejotranquilaparaquetedesesebaño.

Sealejóymedejóahí,sinpodermovermenireaccionar.Queríaodiarloporteneresepodersobremí,peroloúnicoquedeseabaeraestarentresusbrazosydecirlequemeestabaenamorandoperdidamentedeél.

Meintrodujeenlasaguastempladasdeaquellabañerarudimentaria,peroqueenesemomentoparamísuponíaunauténtico lujo.Tocarona lapuerta.Era ladoncellaquenoshabíaguiadohastalahabitación.

—Disculpe.Laseñoramehaordenadoquerecojasuropayledeestas.—¿Miropa?¿Paraqué?—Estánmuysucias,señorita.Selaslavaremos.Miréaquelvestidonegro.Desoloverlomedabanganasdecortarloparaque

tuvieramásescote.Peroteníarazón,mivestidoestabasucio.

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—Leayudaréabañarse.—Nogracias…¿Cuálestunombre?—Babette.—Babette,nonecesitoayuda,gracias.Lajovencogiómivestido.Hizounapequeñareverencia.Semarchó.Mis pantorrillas quedaban fuera, pero no me importaba. No me sentía

incómoda;eratodounlujo.Saquémásmispiernasparapodermeterlacabezaporcompletobajoelaguaymojarmipelo.Cogíeljabónquehabíadepositadoal lado de la bañera en una pequeña mesa redonda. Era de color canela. Altocarloseescurríadelasmanos.Acostumbradaalolordelosjabonesquesolíautilizar,aquélnoolíabien,peronoeramomentodeandarconremilgos.Frotémipeloconestehastahacerespuma,despuéstodomicuerpo.Meencontrabaenlagloria.Cerrélosojos.Nosécuántotiempopasó.Escuchéunosligerospasosporelpasillohastadetenersefrenteamipuerta.Tocaroncontimidezyestaseabrió.EraBabette.

—Disculpe,señorita.Elseñormehaindicadoqueledigaqueenbrevesubiráalahabitación.

—Muchasgracias.—Esperabaque la jovensemarchara,peroahí sequedó—.Puedesmarcharte.

Volvió a inclinarse. Aquellome hacía gracia. ¿Cuándo despertaría? EamonhabíahabladodequeyoeralaelegidaparadarconlatazaqueescondióJosédeArimateayque laclaveestabaenmicruz.Laobservé.Miabuelamelahabíapuesto cuando nací y siempre la había llevado puesta. Ella jamás habíacomentadonadaalrespectoaexcepcióndeunaocasión.«¡Esverdad!»,dijeenvozalta.¿Cómosemepodíahaberolvidado?Tendríaquinceaños.Comotodoslos veranos, habíamos ido a la casa que teníami abuela enComillas frente almar.Mispadresestabandeviaje.Noshabíamosidoapasearporlaplaya.Noshabíamos descalzado.Hubo algo que nunca entendí. Recordaba queme habíapreguntadoquéqueríaserdemayor.Yoentoncesyaloteníamuyclaro,siempreme había gustado ser enfermera y así se lo dije. Ella se había quedadomirándomesinapenaspestañear.

—Cariño,lavidatedepararáunaimportantepruebaquetendrásquesuperar.

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Todavía tienes mucho recorrido, pero ese día llegará, y cuando sea elmomento…—Eneseinstanteunaamigademiabuelanoshabíainterrumpido.Se había acercado al lugar donde estábamos nosotras, no la había dejadoterminar—. Prométeme que siempre confiarás en ti y en la cruz que llevaspuesta.Enellaestarálarespuesta.

Enaquelmomento,esaconversaciónmehabíadejadointrigada,nosabíaquéeraloquémehabíaqueridodecirmiabuela.Eseveranonohabíavueltoaestarasolasconella,ypocosmesesdespuéshabíafallecido.

Quizás,poralgúnmotivoquenologréentender,ellatuvoalgunavisión.Meiba a volver loca.Hasta hacía poco estaba enLondres.Después había visto aalguien en la acera de en frente.Me había pillado un coche y, cuando habíaabierto los ojos y me había despertado, me había encontrado en otra época,dondeme perseguía un odioso hombre,me había casado con otro,me habíandicho que era la elegida para no sabía qué y, lo peor de todo, era que estabaenamoradadeunrudosajónfeudal.

Teníaentremismanosesevestido.Mequedabaenorme.Cogíunacuerdaquehacíalasvecesdecinturónymeloceñíamicintura.Estabahorrenda.Mehiceunatrenza.Entróladoncella.

—¿Necesitamiayuda,señorita?—Sí,porfavor,abróchamelosbotones.Medilavuelta,yellaseacercó.—Ya lo hagoyo,Babette.Dile ami tía que ahora bajamos a comer—dijo

Kimball.No lohabíaescuchadoentrar.Nomegiré; esperé.Sabíaquemi rostroy la

expresióndemisojosmedelatarían.Averiguaríamissentimientos.Escuchécómosecerrabalapuertadelahabitación.Losentíamuypróximo.

Notaba su respiración y su presencia. Susmanos empezaron a abotonarme elvestido,despacio,congranmaestría.Sentíalasuaveyemadesusdedosrozarmicarne.Esesimplecontactoprovocóunescalofríoque recorrió todomicuerpo.Llegóhasta lamitadde la espaldayahí sedetuvo.Sentí cómosusmanosmeacariciaban suave y despacio cada unodemis omoplatos. «¡Diosmío, que nosiga!»,pensé.Apenaspodíaarticularpalabra.Larespuestaasuscariciasfueun

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estremecimientodeplacer,algoqueéldebiónotar.Reaccioné,aquellonodebíapasar.

—¡Porfavor,Kimball,terminaya!—Créemequelointento,perolatentaciónesmuchomásfuerte.Megiró,meestrechóentresusbrazosymebesó.Fuiincapazdecontenerme,

correspondíaacadaunodeellosdelamismamaneraqueél.Tocaronalapuerta,loaparté.EraEamon.Elniñoentróyobservó.

—Nolovuelvasahacer—lesusurré.—Estás deseándolo, bella dama. —Me sonrió. Terminó de abrocharme el

vestidodándomeunbesoenelcuello.Medilavueltayleregaléunamiradadedesaprobación,loqueprovocóunacarcajadaenél.

Eamonnosmiraba.Elniñonoentendíanada.—¿Quétepasa?—mepreguntócongestos.—Nuestra querida Beth se esfuerza en reprimir sus sentimientos, eso es lo

quelepasa.¡Ja,ja,ja!—dijoKimball.—Nolehagascaso.¡Vamosadejaraestebárbarosolo!—.Aquelcomentario

provocóotragranrisotadadeél.Kimballsemarchóconunasonrisadibujadaensurostro.

Cuandobajé,yaestabantodosesperándomeenlamesa.Kimballalvermeselevantó, retiró la silla en la que me iba a sentar y se posicionó frente a mí.EamonestabaamiladoyDavidalladodeKimball.PresidiendolamesaestabasutíaLorraine,quiennosmirabaseria,sinapenaspestañear.Micaballeronomequitabaojo.

—¿Tehasperdido,querida?Tehasdemoradomuchoenbajar—dijosutía.—No,nomeheperdido,aunquesillegabaasaberqueestabansincomerpor

miculpa,créamequehubiesebajadoantes.—Aquellamujer,apesardequenolaconocía,meirritaba.

—Creoqueesalgoobvio—respondió.—Puesparamí,créamequenohaynadaobvio.En ese momento Kimball se carcajeó, después lo siguió David. Su tía los

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fulminóconlamirada.—No sé qué te hace tanta gracia, sobrino. Tu esposa tiene mucho que

aprendersobreelcomportamientodeunadama.Me mordí la lengua; deseaba contestarle. Bien sabía Dios el esfuerzo que

hacía para no enfrentarme con ella, pero sabía que no debía hacerlo.Kimballrespondiópormí.

—Amímegustaqueseaasí—dijomientrasclavabasuspupilasenlasmías.Mesonrióyyolerespondíconelmismogesto.

—Puesdespuésnotequejes,sobrino.—Nocreoquelohaga,Lorraine—respondióél.LaconversacióndioungiroysecentróenalreyRicardo.—Después de llevar ami esposa, he de partir para liberar ami rey—dijo

Kimball.Aquellomeentristeció.Debía sentirmealiviada si él se alejabademi lado,

peronoeraasí,estabaenamoradadeesehombreynoqueríabarajarlaideadesepararmedeél.

Despuésdeesecomentariolomiré.Debiónotarlaangustiaenmisojos.—Hede ir;medebo ami rey.—Fuemásbienuna respuestahaciamíque

haciaelrestodecomensales.—Yyoteacompañaré,amigo—respondióDavid.Fuecomounjarrodeaguafría.Memortificabaelhechodenovolveraver

másaesehombre.Debíacentrarmemásenmiobjetivoqueenlossentimientosque él despertaba en mí, intentar dar respuestas a todo lo que me estabasucediendo. Tenía que seguirmi camino, ir a la islaMaree y descubrir si eselugar era donde estaba la llave para regresar a mi mundo. «¡Dios mío,ayúdame!»,pensé.

—MañanaeseldíadesanJorge, llenode festejos.Mealegraque lopaséisconmigo—dijosutía.

—Pero… ¡Debemos continuar con nuestro camino! —dije mirando aKimball.

—Nosvamosaquedarundíamás—respondióconrotundidad.

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—Necesito llegar cuanto antes a casa de mi abuelo, lo sabes. — Estabaenfadada.Nohabíaconsultadoesadecisiónconmigo.

—Ytodosnecesitamosdescansar.Sino,caeremosenfermos,empezandoporEamonydespuésporti.

—Pormíme preocupo yo; no hace falta que lo haga nadiemás.—Fui unpocobruscaenmirespuesta.Élmemiróconfuria,seestabaconteniendo.

—¡Hedichoquenonosvamos!Ladecisiónyaestátomada,nohaymásquehablar.

David y Eamon nos miraban atónitos. Su tía seguía comiendo como si ladiscusiónnoestuvierateniendolugar.

—Esbuenosaberquenovasatenerencuentamásopinionesquelatuya.Nopodía con situaciones tanmachistas, entendía que estaba en otra época,

peronopodíasoportaraquello;erasuperioramí.Siempremehabíadefendidode hombres así, ya que a pesar de la época en la que vivía seguía habiendoexpresionesycomportamientosmachistastantoenhombrescomoenmujeres.

—Querida,elmaridosiempreeselquetomalasdecisionespornosotras,ylamujerdebeasumirlassinprotestar—dijoLorraine.

Aquel comentario fue el remate para que toda mi ira estallase. Era muyvisceralynolopodíacontrolar.

—Yo soydistinta al restode lasmujeresde este lugar.Sus costumbres sondiferentesalasmías.Ymiopiniónvaletantocomoladeunhombre.Ahorasimedisculpan.—Melevantéymemarchéhaciamihabitación.

—Kimball, tumujermereceunescarmiento.Ningúnhombrepermitiríaquesuesposalehablaseasí.Estotepuedetraerproblemas.Tienesquecastigarla—dijosutía.

Esaúltimafrasedesutíafuelagotaquecolmóelvaso.«Loquemefaltabaporoír»,pensé.

Subí con rapidez las escaleras, entré en lahabitacióny cerré lapuerta.Misojossecentraronenlacama.Esehombre…¿nopensaríaacostarseenlamismacama?Nolopermitiría.Escuchécómosubíanlasescalerasagrandeszancadas,con pisadas fuertes. La puerta se abrió con brusquedad: eraKimball, quien lacerró de unportazo.Su rostro reflejaba ira.Estabamuy enfadado, peroyono

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estabadispuestaaacobardarme;defenderíamicondicióndemujeryel respetoquememerecía.Memiróconrabia.Sequitósucasacayladejósobrelasillaquehabíapróximaalapuerta.

—¿Qué te pasa, mujer? —gritó—. No entiendo esa reacción tuya. ¡Novuelvasallevarmelacontrariaenpúblico!

—Loharésiemprequepienseotracosadiferente—ledijeconrotundidad.Kimball se acercó a mí. Yo fui retrocediendo hasta toparme con la pared.

Estabaacorralada.Élseencontrabamuypróximoamí,consurostroencendidodelairritación.

—¡No!,¡eresmimujerynotelopermito!—¿No me lo permites? No me conoces bien. No te confundas: ni soy tu

mujer,yaquecomotúmuybienhasdichoesuntratoqueterminarácuandomedejesconmiabuelo,nitengomiedoatusamenazas.

—Unamujernosecomportaasí.—¿Me vas a castigar por ello? —le dije enojada—. ¡Ni te atrevas, te lo

advierto!Aproximósurostroalmío.—Sí,quizásesloquetemerezcas—medijoclavandosuspupilassobrelas

mías.—Nilopienses—leretéconlamirada.En ese momento cogió mi rostro con sus dos manos y me besó. Intenté

apartarlo,perounadesusmanossemovióparainmovilizarmisbrazos,losquesujetaba trasmi espalda, y con la otrame aproximó a su cuerpomientrasmebesaba con pasión. Yo intentaba defenderme, pero era una batalla perdida;además,micorazónnoqueríaresistirsemás;micuerporeclamabacadavezmássuscaricias.Susbesosmeembriagabanporcompleto.Reteníamislabiosentrelossuyosenunjuegoimparable.Ellevantóelrostroymemiró.

—Creoqueeshoradequehagalasfuncionesdeesposoytomeloqueesmíoymepertenece.

—Si lohaces, temataré—ledije,peroen realidadera loquemásdeseaba,estarentresusbrazos.Noqueríaapartarmedeélniqueélsedetuviese.Nadieme había besado como aquel hombre ni nunca había sentido lo que sentía al

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rozar sus labioscon losmíos.Sinhacercasoa loque leacababadedecir,mecogióenbrazosymetumbósobrelacama.Nomedionitiempoaescabullirme,yaquecuandoquisereaccionarélestabasobremí,besándomeyacariciandoelcontorno de mi cuerpo con sus manos. Me abandoné entre sus brazos y susbesos.Lerespondíaacadacariciasuyaconlamismapasiónquelohacíaél.Susmanosempezaronadesabrocharmeelvestidohastaquepudodesprendermedeélporcompletotirándoloalsuelo.Élsequitólaropacongranagilidad.Bajósurostroyantesdebesarmesusurró:

—Entonces…¿mevasamatar?—Sí,temataré—Antemirespuestaélsonrió.Sindejarquecontinuasehablandomesilencióconunbeso.Lodeseaba,sus

manos acariciabanmis pechospara continuar deleitándose conmismuslos.Eldeseo y la pasión eran irrefrenables. Lo correspondía y deseaba sentir cadacaricia y roce con su piel. No quería que se detuviera. Una oleada de placerconvulsionó mi cuerpo, me dejó sin habla. Nos unimos el uno al otro, unanecesidad que ambos reclamábamos con anhelo. El placer embriagó todo micuerpodejándomeunasensacióndepazybienestar.Élsetumbóamiladoymeabrazómientrassuslabiosrozabanmimejilla.

—Mevasavolverloco,Beth—susurró.Mequedédormidaentresusbrazos.

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XX

Laobservabamientrasdormía. ¡Québellaera!¿Qué ibaahacer?Mehabíaenamoradodeesamujer.Noestabadispuestoarenunciaraquefuesemiesposa.Mesentíaculpabledehabermedejadollevarpormideseodetenerla.Nopodíaperdonarme el haberla llevado a entregarse a mí. Yo, que siempre habíacastigadoalosqueforzabanalasmujeres,acababadehacerloconella,lamujerquemehabíarobadoelcorazón.¿Cómopodíahaberactuadoasí?Laira,quizás.No podía dormir.Me levanté y vestí. La contemplé desnuda en la cama: erapreciosa.La tapé.Ledi unbeso en sus dulces labios yme fui a la torre.Allíhabíasubidoalgunavezdepequeñocuandovisitabaamitía.Necesitabapensarconclaridad.

MesorprendíalveraDavid.Mesentéasuladoyrespiréconprofundidad.—¿Tampocopuedesdormir?—medijosinmirarme.—No.—Esamujerteharobadoelcorazón.¿Meequivoco?—Memiró.—No te equivocas. Estoy enamorado de ella; no entiendo cómo ha podido

pasar.—¡Kimball!Elamornosepuedecontrolar.—Ellanosiente lomismopormí;además,dudoque lopuedasentiralguna

vez.Hetenidouncomportamientodeunbrutoautoritario.—¡Ja,ja,ja!Puesellanosequedaatrás.Soisiguales,amigo.Aesamujerhay

quepararlelospies.¿Dedóndehasalido?—Nolosé,laverdad.—Noscarcajeamos—Peroestoyperdidoporesosojos,

esaboca…—Ella también siente lo mismo, lo sé, amigo; conozco muy bien a las

mujeres.—Esonolodudo,peroenestaocasiónteequivocas.—¡Quéciegoestás!

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Permanecimosensilencio.—Cuandolosdejemosasalvoenlastierrasdesufamilia,¿dóndeiremos?—A tierras germanas, a Dürnstein. Allí nos uniremos a los hombres de

Robert.Élyahapartido.EstoyconvencidoquesuhermanoJuan,trasenterarsede su cautiverio, habrá escrito aEnriqueVI para que lomantenga retenido, aamboslesinteresaqueseaasí.

—Sí,Juanmantieneaseguradosureinado,yaEnriqueleinteresamáslidiarconJuan,aquienpuedemanejarmejor.

Metapéelrostroconambasmanos.—¿Qué tepasa,Kimball?Nunca tehevistoasí, tanpreocupado.¿Espor la

mujer?Lomiré.—Espor todo.Cuandopartimos,Bejiramedijoque teníaqueprotegercon

mi vida a ella y al niño. Nome dijomás. Pero… ¿qué sabía Bejira de ella?Estabaintranquila.Medijoqueyalosabríaensumomento.Luegoestáella,meheenamoradodeesamujer.

—¡Ja,ja,ja!Quiénloibaapensar:¡Kimball,enamorado!—Sí,nolopuedonegar,hayalgoenellaquemehacesentirdiferente.Estoy

dispuestoamorirsifueranecesarioporesamujeryporelniño.Daríamividapor ellos.Y luego está elmuchacho, sé que él es importante paraAlexander,peronoséporqué.Tantasincógnitasmehacensentirvulnerable,necesitosaberpor qué los persiguen, qué quieren de ellos. Así me resultaría más fácilprotegerlos,peroellanoconfíaenmí,yahoramuchomenos.Medebevercomounbárbaro.

—Tu fierecilla necesita a un bárbaro como tú.—Sonrió—.Nunca es tardeparaenmendarlo,amigo.

Eamonestabadespiertodesdemuytemprano.Locogíentremisbrazosy lehiceunascuantascosquillasmientraslerevolvíaelpelo.

—¿Seguimosconnuestrasclasesdelucha?—Elniñoasintió.Estuve enseñándole cómo utilizar la espada, era importante que el niño

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empezaseadefenderse.Queríahacerdeélunguerrero,eraágilyrápido.EnlalejaníaviaElizabeth.Antesdequenosdivisasedebíairaljardínacortarunadelasrosasrojasquecultivabamitía.Eamonyyonosescabullimos.Teníaqueserla flor más bonita. El niño y yo coincidimos en una, y la corté. Salimos deljardín.EllaestabahablandoconDavid.

—Eamon,tienesquehacermeunfavor.—Elniñoasintió—.Llévaleestafloranuestradama.Hoyselatienequeponer,essanJorge.

Elniñosemarchó.Lediolarosayellalobesóyleacaricióelpelo.Entonceselmuchachomeseñaló,ellasequedómirándomeyvinohaciadondeyoestabamientrasDavidsellevabaaEamonalascuadrasparairalosfestejosdeldíadesanJorge.Sepusofrenteamí.Deseabarodearlaconmisbrazosybesarla.

—Gracias,Kimball,esmuybonita—medijo.—Como lamujer que la porta.—La cogí de lasmanos y la traje haciami

pecho.Ayer…mecomportécomounbárbaro.—Laverdadquesí,fuisteunauténticobruto.—Enesemomentosesoltóde

mis manos y me desenvainó mi espada—. Y prometí matarte. —Sus ojosbrillabanmientrasmeapuntabaconlaespadaenelestómago—.Peronolovoyahacerporque,apesardeserunbárbaroyunbruto,notemerecesmorir.

Le quité la espada yme la guardé. La atraje hacia mí y la rodeé conmisbrazos.

—¿Ysepuedesaberquéesloquetehahechocambiardeidea?—Eso tendrásqueaveriguarlo.—Merevolvióelpeloconsusdedos.Aquel

gestodescaradomesorprendióymegustó.—Me divierten los retos; lo descubriré.—La besé; lo deseaba, necesitaba

tenerlajuntoamí,sentirlasuavidaddesuslabios.Meapartéylamiréconintensidadalosojos.Ellaacariciómimejilla.—¿Nometeníasquellevaraunafiesta?—preguntó.—Sí,peroahoranomeapeteceir.Tiródemí.Laobservabamientrascaminaba.—Nuncahasmontadoencaballo,¿verdad?—lainterpelé.—¿Porquélopreguntas?

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—Solofijarmeencómoandas,séqueesporquetedueletu…—Vale,vale,nosigas.Tienesrazón.—Eresunmisterio,mipreciosadama.¿Quiéneres,Beth?—Noentiendoquéquieresdecir.Le relaté lo queme había dicho Bejira de ella y del muchacho. No podía

esperarmás;necesitabasaber.Estabasorprendida.—¿Quéesloquepasa,Beth?Creoquetehedemostradoquepuedesconfiar

enmí.—No es eso, Kimball, claro que confío en ti. Lo que ocurre es que ni yo

mismalosé.Estacruz…llevagrabadalaestrelladeDavidyeslaclavedealgoquedesconozcoynoentiendo.

—¿Yelniño?—lepregunté.—Él representa algo que todos quieren. Es el guardián del santo Cáliz y,

segúnél,yosoylaelegidaparadescubrirdóndeestáescondido.Detuveelcaballo.—¿Sabes lo que estás diciendo? El santo Grial es buscado desde tiempos

inmemorables.Dicenquequienloposeatendráelpoderabsolutosobrenuestroterritorio.

—Por lo que me ha dicho el niño, está en una ermita en Glastonbury. ElmismoJosédeArimatealoescondióallí.

—¿YporquéquieresiralasTierrasAltas?—Deboirantesallí.Séquehastaquenomereencuentreconmipasadono

sabréquéesloquehagoaquí.

EamonyDavidnosesperabanenlascuadrasjuntoconLorraine.—Elniñovieneconmigo—dijoDavid—Vamosallegartardealacelebraciónreligiosa—dijomitía.Ellatambién

esperaba, impaciente, anhelando elmomento demarchar hacia el lugar dondetendríanlugarlosfestejos.

—¿Celebraciónreligiosa?¿Haciadóndevamos?—dijoBethextrañada.Lamirésorprendidoanteaquelcomentario.

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—AStrenoeshalh—dije.—Tomaestevelo.—Mitíaselodio.Bethlomiróylopusoensuregazo.—Tienesqueiramilado,trasloshombres—ledijomitía.¿Quélapasaba?Eracomosiestuviesedispuestaadesagradaramitíaconsu

actituddedesobediencia.Davidmeobservaba.Sonreía.—¿Dequéteríes?—Denada,nada.¿Quiéntehavistoyquiénteve?¿Unarosa,Kimball?Cogílasriendasdemicaballoyempecéacabalgar.—¡Kimball!—dijomiamigo.—Menoscharla,David,quenovamosallegaralacelebración.

Nos acercábamos a la abadía. Su arquitectura era inconfundible. El fuertevientonosimpedíaavanzarmásrápido.EstabasituadasobrelosacantiladosdelmardelNorte.Dejamos los caballosbienamarrados aunos árboles.Elizabethmirabahipnotizadalaconstrucción.

—¡Impresiona!¿Verdad?—ledije.—¡Espreciosa!Tieneunlugarestratégico.Esosí,soportalasfuertescorrientesdeairecomo

consecuencia de ser unmirador en el horizonte delmar delNorte.De ahí susgrandescontrafuertes.

—¿Quéordenviveaquí?—Sonbenedictinos.Hoyoficialamisaelobispo.—Querida,ponteelveloyvamospor lapuertade la izquierda, lasmujeres

entramosporahí.Beth me miró. A veces tenía la sensación de que todo era nuevo y

desconcertante para ella. Cogí a Eamon de lamanita y fuimos los tres por lapuertadeladerecha.Seescuchabalafuerzaconlaquelasolasrompíansobrelarocadelacantilado.

EnelinteriorestabalaestatuadesanJorgeenunlateraldelaltar.Asuspieshabía muchas rosas rojas. Nos posicionamos en los primeros bancos de la

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derecha.Bethestabaalladodemitía.Conesaropaestabairreconocible.Noseparecía a la mujer que había tenido entre mis brazos la noche anterior.Empezaronaentrarloscampesinosyseubicaronenlosúltimosbancos.

Elobispoentróalaltar,seposicionódeespaldasanosotros,bajósurostroybesóelaltar.Comenzólaceremoniaenlatín.

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XXI

No dejaba de observar las altas columnas y los contrafuertes. Aquellaarquitectura era impresionante. El interior oscuro y frío estaba iluminado conantorchasyperfumadoconelolordelasrosasqueestabanencasitodalaplanta.Estabaentusiasmadadepodervivir aquella experiencia.Observécondisimulodetrásdemí.Allíestabanloscampesinos,mesorprendí,yaquemeparecióverentre las mujeres a Adila, la joven judía que nos había acompañado desdeSherwoodconelfraileJohnysumaridoAbir,quieneshabíandesaparecidosindejar rastro. Aquello me inquietó, hubiese jurado que era ella, pero no pudecerciorarme. Lorraine me dio un codazo para que me estuviese quieta. Nosoportabaaesamujer.

—¡Descarada!¿Cómounadamadetucategoría,esposadelcondedeEssex,osamirarhaciaatrás?Nodeberíasobservaraloscampesinos.Siemprelamiradahaciaadelante,conelmentónbienalto—susurró.

BusquéaKimballymeencontréconsumirada,mesonrióydespuésmiróalfrente.Amabaaaquelhombre,aligualqueaaquélqueaparecíaenmisueño.LoquesentíaporéleralomismoquesentíaporKimball.Elroceconsumano,sumiradaconsuspenetrantesojosverdes,supresencia.Todoenélmeacelerabaelpulso.Eamontambiénmemiró.Levantélamanoamododesaludo.

—¡Porfavor!,compórtese,estállamandolaatención.Preferínoresponderle,nisiquieraregalarleunamirada.Laceremoniareligiosadurómásdeunahora,creíquemeibaadaralgo.Toda

enlatín.MefijéaversiveíaaAdilayconfirmabaqueeraella,peronolaencontré.

Quizásme lohubiera imaginado.A la salidade la abadía sehabíaorganizadounagrancelebracióndesdelacolina,dondeestaestabaubicada,hastalaplaya.Juegos, música, tiro al arco y viandas, todas ellas muy apetecibles. Loscampesinosorganizabansupropiafiestaenlaplaya.Habíaunagranfogata.Loshombresestabanseparadosdelasmujeres.

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Lamúsica comenzó a sonar. Los caballeros, todos ellos hombres rudos, demiradaduray rostros curtidos, seleccionabana sudamaybailabanunadanzaconpasosrepetitivos.ViqueKimballmeobservaba.David lehablaba,peroélnoapartabasuvistademí.LedijoalgoenelodioaEamon,elniñoempezóaaplaudir.Kimballseincorporó,seacercóhaciadondeyoestaba.Solopensarenlaideadequemeibaasacarabailarmehacíatemblar.

—Mepermites,Beth—dijoofreciendosumano.—No—dije.Élsequedóseriosinentendermirespuesta—.Sabesquenosé

bailar.—¡Ah, es eso! —Sonrió—. Y ya sabes que yo soy tu maestro. Estoy

acostumbradoatuspisotones.—Meguiñóunojo.Agarrómimanoynosposicionamosalladodeotrapareja.Sehabíaformado

unafila:loshombresfrentealasmujeres.Lamúsicaerasosa,muydiferentealaqueseescuchabaen laplaya.Kimballmeguiaba.Unpasoparaadelante,otroparaatrásymediavuelta.Asívariasveces.

—Megustadondetehascolocadomirosa.Habíaoptadoporponérmeladetrásdelaoreja.Observéamialrededoryme

sorprendíalcomprobarqueelrestodemujereslallevabanenlamano.—Soydiferente.—Esoyalohenotado.—Lehizograciamirespuesta.Lamúsica finalizó,unapiezamuybreve.Me rodeó lacinturaconsubrazo

derechoymeatrajohaciaél.—Mehas robado el corazón—me susurró en el oído.Dicho esto, se alejó

hacialazonadeloshombres.Me hubiese gustado besarlo tras oír esas palabras, pero nome dio tiempo.

¿Porquénopodíairjuntoaél?Noqueríaestarseparadadeesehombre.Lo observaba evitando que él se diese cuenta de mi descaro, aunque él

también lo hacía. Nuestras miradas coincidían, y sentía cómo sus pupilas seclavabanenlasmías.

—¿Quéestáshaciendoaquí, jovencita?Tienesquevenircon lasdamas.Hallegadoelmomento—medijoLorraine.

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—¿Elmomento?¿Dequé?—lepregunté.—Esunatradición:setapaaloshombrescasaderosyreciéncasadoslosojos

aligualqueasusparejas.Aquellosquetardenmenostiempoenencontrarsesonlosganadores.Ellosvanacaballoytienenquecogeralamujerdelacinturayponerla en el lomo de su animal. Si coincide con su esposa o prometida, esaparejagana.

—Pero…¡espeligroso!¡Vayajueguecito!—Tranquila, con mi sobrino no tienes que temer, él es un experto. Lleva

entrenándoseenestasartesdesdequeeraunmuchacho.—¡No entiendonada!Amí nomegusta ser el centro de atención.Esto no

tienesentido.—Querida,notequedamásremedio.—Nolovoyahacer.¡Nosedacuentadequemepuedepatearconelcaballo

ymatar!—Nodigoqueno,peroélnolopermitirá.Sevealeguaqueestáenamorado

detiy,laverdad,nosécómohapodidosucederporque,sinintencióndeherirte,hedeconfesarquemeparecesunamujermuyextraña,podríadecirquehastauna farsante.No tienesmodalesdeunadamani conocesnuestras costumbres.¡Fíjatedondetehascolocadolarosa!

—Puesasusobrinoledebegustarqueyoseaasí.Aquella mujer lograba herirme y enfadarme. Varias muchachas me

acorralaron.BusquéconlamiradaaKimball,susojosestabanfijosenlasmíos,movióloslabios.Repetí loquedecía:«Confíaenmí».Peronopudesonreírle.No es que no confiase en él, es queme parecía un juego salvaje.Kimball seacercóapiehaciadondeestaba,sujetabalasriendasdelcaballo.

—¿Tienesmiedo?—Sí,estoyasustada.Estejuegoespeligroso.—Esunarepresentación.SanJorgesalvóalaprincesadeldragón.Nostapan

losojoscomosímbolodelaoscuridadydelmiedoamorir.—¡Quédivertido!—¿Confíasenmí?—Volvióapreguntarmemientrasclavabasusbonitosojos

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verdesenlosmíos.—Sí,confíoenti.Mesonrió,meatrajohaciaélymebesó.—Notemuevas.—Meguiñóunojo.Mi corazón latía con celeridad. Aquel beso me había puesto aún más

nerviosa.Me cubrieron los ojos, al igual que a las otras dos jóvenes. Nos pusieron

separadaslasunasdelasotras.Escuchéelrepicardetambores,losgritosyaloscaballos trotar.Permanecíquieta,aunque tuve la tentacióndequitarmeaquellacintayhuirdeeselugar.Mientraspensabaaquelloyelpánicoseapoderabademí,notécomosujetabanconfuerzamicinturaymeelevabancondecisiónhastaposicionarmeenel lomodel caballo, era él.Empecéa escuchar aclamaciones.Kimball detuvo a su animal y me apartó el pañuelo de los ojos. Estabatemblando.

—¿Estásbien?—¿Quésiestoybien?Estoyasustada,temblando.—¡Ja,ja,ja!Tedijequeconfiarasenmí:soyunexperto.—¡Ya!Tededicasacogeradamasdeesaformalamayorpartedetutiempo

conlosojostapados.¡Vayadiversiónlatuya!—dijemolesta.Secarcajeó.—Hemosganado—dijo.—¿Yesoquesignifica?—pregunté.Kimballbajódeunsaltodelcaballo.Después,sindarmetiempoareaccionar,

me rodeó la cintura yme posicionó a su lado.Nos pusieron unos collares deguirnaldasde flores.Kimballmemiró,mecogióel rostroentre susmanos, sequedóunossegundosmirándomeymebesóconternura.Despuésnosapartaronynosobligaronaquebailáramosunadanzaentrecruzándonosunosconotros.¡Menosmalqueelbaileerafácil!Estabamareada.Queríaestarconél,peroenelmomentoqueestábamos juntosnosseparaban,hastaquepor finaquelladanzafinalizó.AKimballledieronabebercerveza.Seaproximóamí.

—Ahoranostenemosqueacercaralobispo,juntoalaimagendesanJorge,él

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nosbendecirá.—¡Quédivertido!—dijeconironía.—Noprotestestanto—respondiómientrasmerodeabaconfuerzalacinturay

mebesabaelcuello.Llegamos al lugar donde estaba el obispo. Era gordo, calvo, con nariz

aguileñaymiradafría.—¡Levantadlasmanos!—ordenó.Kimball obedeció, la suya agarraba con fuerza la mía. El obispo puso su

manosobre lasnuestrasydijounaoraciónen latín.Kimball lasbajó.Escuchéque la música sonaba otra vez. Nos íbamos a dar media vuelta cuando elsacerdotemedetuvointerrumpiéndonoselpaso.Cogióconsusmanosmicruz.Porel trajíndeaquel juegoabsurdosehabíasalidodel interiordelvestido.Sequedómirandolapartedeatrás,lacruzdeDavid,ydespuésmemiró.

—¿Cómosellama?—mepreguntó.Kimballrespondiópormí.—Esmiesposa,Elizabeth,ahoracondesadeEssex.Memiróconatenciónysealejó.Sentíunescalofríoanteaquellamirada.—¿Cómo es que llevas esa estrella detrás de la cruz?—me dijo Kimball,

serio.—Esunregalo…denacimiento.—Nopodíadecirlequemelodiomiabuela.—¿Sabesloquesignifica?—Nomucho,laverdad.—LaestrelladeDavididentificaalpueblojudío.Perollevardetrásdelacruz

deCristolaestrellaesunaofensaparalaIglesiacatólica.Estáhabiendomuchosasesinatosdeanimalesydepersonas.Sehanhechoritualesconsuscuerpos;hanaparecido sin corazón y alguno de sus órganos han sido extraídos. Eso es unsacrilegio; abrir un cuerpo es brujería; además, en algunos de ellos estabadibujada la cruz deDavid.De ahí que haya tantas persecuciones a los judíos,apartedeculparlosportodaslasepidemiasyenfermedadesqueasolanalpaís.

—¿Túnocreeráseso?—¡No!,peropoco importa loqueyopiense.La inquisiciónpersiguea todo

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hombreymujerdelosquesospechenquehacebrujería.Yelobisposehafijadoentucruzyhapreguntadotunombre.Debemosmarcharnosloantesposibledeaquí.Hoy,demadrugada,partiremos.

—Pero…¿porqué?—¿Porqué?¿Mepreguntasporqué?Beth,¿enquémundovives?—Siyotecontara…—susurré.—¿Cómo?—Arqueólascejas—.Sinonosvamoshoydemadrugada,lomás

probableesquemañanahayaunmontóndehombresdelainquisiciónasediandoel castillo para detenerte por considerar que eres una bruja. ¡Guarda esa cruz!Cuidaquenovuelvaaestarvisible.Ahorahayquedisimular.

En esemomento, tanto él como yo nos percatamos de que estaba el fraileJohnyeljudíoAbir,quellevabaunhábitodemonje.

—Espérameaquíynotemuevas.—Sefuedirectoahablarconaquelfraile.Eamon me cogió de la manita. Acababa de ponerse a mi lado. Apenas lo

habíaprestadoatención.Lesonreíymeagaché.—Hola, cariño. Nos vamos a ir pronto al castillo; mañana, de madrugada,

partiremos.—Asintió.Lediunbesoenlamejilla—.¡Vamoshacialoscaballos!Nosdirigimosallugardondehabíamosdejadoalosanimales.Eamonsepuso

a jugarconsuespada.Un ruidocaptómiatención;veníadeentre losárboles.Miréhaciaallí:eraAdila.¡Yasabíayoquelahabíavisto!Fuidirectoaella.Nosepercatódemipresencia,yaqueobservabaenlalejaníaalfraile,asuesposoyaKimball.

—¡Adila!Ellamemiró,surostrosetensóehizoungestoparaquebajaselavoz.—¿Porquéosfuisteis?—susurré.—Hablebajo,señorita.Nomepuedever.—¿Quién?Ellaseñalóalobispo.—Nos persiguen. Debíamos llegar cuanto antes a esta abadía, pero la

Inquisiciónlosabíaynosesperaban.—Noteentiendo,Adila.

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—Nos acusan de practicar la brujería. El hermano John ayuda a muchosjudíos a embarcar dirección Francia. Hoy, por la noche, viene un barco hastaaquí a recogernos. Tenemos que marcharnos, pero nadie puede sospechar denosotros. A mí no me pueden ver, yo no tengo disfraz. Ese obispo…—Sumiradaeradesúplica—.¡Aléjese,señorita!Supresenciajuntoamímeponeenpeligro.

—Suerte,Adila.—Lacogílamanoyselaapreté.Me iba a marchar cuando observé que, desde la lejanía, el obispo miraba

haciadondeyomeencontraba.NohapodidoveraAdila,intentéconvencermeMe alejé. Volví a observar para ver si estaba aquel obispo atento a mis

movimientos, pero algo me sorprendió más: a su lado creí ver al capitánAlexander.Meparecióqueaquelhombre,enelmomentoenquelohabíavisto,se había dado vuelta yme había dado la espalda para que no le reconociese.¿Sería él?Volví amirar, pero ya no estaba.Me lo he debido imaginar. Él nopuedeestaraquí,nosabenuestraruta.DecidínocomentarlenadaaKimball,noqueríapreocuparlesinnecesidad.

Eamon estaba dibujando, con una ramita en el suelo, un dragón quemoríaatravesado por una espada, una rosa y al lado la copa Santa.Memiró. Hizogestosconlasmanos.

—EsteeseldragónquesanJorgematóconsuespada;estaeslasangrequesalede sucorazón,yesta la rosaqueaparecede su sangre.Yesteesel santoGrial.—Lesonreí.Observéqueelobisposeguíaanalizándomedesdelalejanía.

—Eamon,¡bórralo!Siseacercaelobispolopuedever.Elniñoobedeció.ViacercarseaKimballconDavid.—¡Nosvamos!—dijoKimball.Selenotabapreocupado.—¿Eranelsacerdoteyeljudío?—preguntéaKimball.—Sí,huiránalanocheceraFrancia.Lospersiguen.—Eamon, vienes conmigo —dijo David cogiendo al niño en brazos y

posicionándoloaloslomosdelanimal.—¿Ytútía?—¡Vamos,Beth!Ahoranohagaspreguntas.¡Súbeteatucaballo!—ordenó.

Estabaintranquilo,yloobedecí.

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XXII

—¿Hoytampocopuedesdormir?—dijoDavidsentándoseamilado.—No,parecequelatorreesnuestrolugardeencuentronocturno.—¡Ja, ja, ja!—RioDavid—.Noentiendoquéhacesaquísabiendoquehay

unamujerbonitaentucama.—Precisamenteporeso.—No te comprendo. Tú nunca has tenidomiramientos tratándose del sexo

femenino,yahora…¡mírate,amigo!—Secarcajeóanteaquellasituación.—Esdiferente.—Hiceunapausa—.Ayerlaforcé,estabaenfadado,molesto

con ella y me dejé llevar por la pasión que sentía sin frenar mis deseos detenerla.Nopuedevolveraocurrir.Estamujerme importaynoquieroquemeodietodasuvida.

—¿Odiar?¡Porfavor,Kimball!Estáenamorada.Tecorrespondeylosabes.—Yonolotengotanclaro.Séquesivoyalahabitaciónlaharémíaotravez.

Nopuedoevitarlo,laamo,ladeseo…—Amigo,estásenamorado.—Serio.—Además,estoypreocupadoporella.Necesitopensar.—Sí,esefrailehadichoqueelobispoerapeligroso.—SéquesehafijadoenBeth.Estoyconvencidoquevendráabuscarla.Ese

símbolodesucruz…Amásdeunajudíalehantachadodebrujapor llevar laestrella de David y la han quemado en la hoguera. Además, la ha estadoobservando.

—Sí,losé,mehefijado.Loquenoentiendoescómoelfraileylosjudíossehanarriesgadoaestarallíestedíatanseñalado.

—Bueno,entretantagentepasanmásdesapercibidos.Porloquehadichoelfraile,élayudaanumerososjudíosperseguidosporelSantoOficioaembarcarenWhitbycondirecciónFrancia,perotuvieronquecambiarsusplanes.

—¿Porqué?Además,¿cuálfueelmotivoporelquedesaparecieronsindecir

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nada?—En la noche escucharon un ruido y temieron que fueranmiembros de la

Inquisición.Lomeditaron:sisequedabanconnosotros,nosponíanenpeligrosiles encontraban allí.Además, pensaronque si iban solo los tres, les seríamásfácil camuflarse, esconderse y pasar desapercibidos. Nuestro grupo es muyllamativo,David.Bethquenosigueningunanormayactúasegúnsusimpulsos;Eamon, un niñomudo que habla con susmanos, algo inusual; y tú y yo, dosguerrerosquelosprotegen.Nopasamosinadvertidos,¿nocrees?

—¡Ja,ja,ja!No,laverdadqueno.—Por esemotivo ellos decidieron alejarse sin demorar su partida y no dar

ningúntipodeexplicación.—Lomiré.Hacía tiempoquenolepreguntabaporél.Meparecíaextrañoquetampocopudiesedormir—.Yati,¿quétepasa?¿Porquétantasnochessinpoderconciliarelsueño?—Bajóelrostro—.Esesamujer,¿verdad?¡Cuéntame,amigo!

—Yasabes,esunamorimposible.—Setapósurostroconsusmanos—.Nologroarrancarlademicorazón.

—¿Ellatecorresponde?—Sí,séquemeama.—¡David!Luchaporesamujer.Memiró.—¡Lo dices como si fuese tan fácil! No puedo raptarla. Ese hombre tiene

muchopoder;además,elreyJuandeseaesematrimonio.—¿Cuándosecelebralaboda?—Enunosmeses.—Si para entonces el reyRicardo está con nosotros, le hablaré de tu caso.

Puedequehagaalgo.—Lediunapalmadaen la espalda.Davidme sonrió—.Soloquedanunashorasparamarcharnos.Debemosdescansar,amigo.

Estabadormida,laobservé.Eraunamujervaliente,seguradesímisma,peroacurrucadaentrelaropadelacamaselaveíamuyfrágil.Meacerquéylabeséenlamejilla.Meacostéasulado,ellasediolavuelta,pusosucabezasobremi

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pechoymerodeóconsusbrazos.Yonoestabaacostumbradoatantasmuestrasdecariñoymesorprendí.

Apenas concilié el sueño. Estaba intranquilo, seguro de que en cualquiermomentoirrumpiríaelSantoOficio.

Mitíahabíaregresadoalpocodellegarnosotros,consudoncella.Sabíaqueseibaaenfadar,peronopodíacontarlemisplanesdehuidaytampocoavisarle.Eramejordesaparecerporsidespuéslepreguntaban.RetirédespaciolacabezadeElizabethymelevanté.

—Beth,tenemosquemarcharnos—susurré.Ellasemovióysegiróparaelotrolado.—Todavíanoesdedía,Ricardo—dijo.—¿Ricardo? ¿Quién es Ricardo? —Elevé el tono. ¿Por qué lo había

mencionado?Estabaclaroqueestabasoñandoconél. ¿Seríaunamordelpasado?Estaba

celosoymalhumoradoporlamencióndeaquelnombre.Ellaabriólosojos,seincorporó.

—¿Eslahora?—¿QuiénesRicardo?—leexigíunarespuesta.Ella,todavíaestabaconsueño.—¿Qué?—AcabasdemencionarauntalRicardo.¿Sepuedesaberquiénes?—Unamigo.¿Peroaquévienetantaexigencia?—Porsabersitengoquepelearmeconotromás.—¿Cómoquéconotromás?¿Quéinsinúas?—¿Quién es, Beth? —Me puse de pie frente a ella reclamando una

explicación.—Esun amigoyno te piensodarmás aclaraciones.Túno eres quiénpara

exigirmenada.—Claroquesí,soytuesposo.—Porpocotiempo,o…¿yanolorecuerdas?—Porpocoomuchoahoramismoestamoscasadosytengoplenosderechos

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sobreti.Selevantóenfadadaysepusofrenteamíretándome.—Nadie,nisiquieratú,tienederechossobremí.Soyunamujerlibre.Estabaconteniendomifuriaycelos.—Ya hablaremos de esto—dije enfadado—. Ahora ¡vístete! Tenemos que

irnos.VoyporEamon,teesperamosenlascuadras.¡Notedemores!Salídelahabitación.¡Unamigo!Ysequedabatantranquilaaldecírmelo.Yahablaríaconella,me

debíaunaexplicación.Eamonestabadormido.Lobeséenlafrente.—Nostenemosqueir—lesusurré.Elniñoabriólosojos.Sehabíaacostadovestido.Asintióysinperezasepuso

enpie.Cogiósubolsitaysuspertenencias.Loagarrédesumanitaymelollevéalascuadras.TiródemimanoycongestospreguntóporBeth.

—Ahoraviene.—Mitonofueseco,elniñocaptómiestadodeánimo.—¿Estásenfadadoconella?—preguntó.—Sí,medesconcierta,muchacho.—Esbuena,soloquénosabeporquéestáaquí.—¿Quéquieresdecir?—lepregunté.Quizássereferíaaqueelgolpelohabía

afectadoalacabeza.—Tieneunpasadoquetienequedescubrir.Alomejorcuandolohagapueda

responderatodaslaspreguntasquelainquietan.—¿Unpasado?Eamon,noentiendonada.Sihayalgoquedebasabermelo

tienesquedecir.Elniñobajóelrostroyyanoquisocontinuarconlaconversación.Lamañana

ibaasercomplicada.Incógnitas.Teníaclaroqueellosdosescondíanalgo,yélsabía más de ella que yo, al igual que ella de aquel niño. Había muchacomplicidadentreellos.Loshabíaobservado.Aquelmuchachosehabíaganadomicariño,ylamujermehabíarobadoelcorazón.

SubíaEamonallomodelanimal.Davidyaestabaesperándonos,yBethbajóalpoco.Nomemiróysesubióasucaballo.Empezamoslamarcha,sigilosos.

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Todossabíamosquelajornadaibaaserdura,teníamosqueavanzar,huirdeallí.EstabadeseandollegaralasTierrasAltas,yaquesabíaqueeneselugarellaestaríaasalvo.

Atravesamosbosquesconríos.Lahumedadsenosmetíaportodaspartes.Lanieblaeraespesa.AcostumbradoalclimadeJerusalén,cadavezmemolestabamáslalluviaylasnieblasdemitierra.Eamonestabaapoyadoenmiregazo,ibadormido.Elizabethibapordetrásnuestro.Davidseacercóamí.

—¡Kimball! Llevamos mucho tiempo de viaje, mírala, está agotada.Necesitamosdetenernos.

—Es fuerte, tiene que resistir. Además, ya hicimos una breve parada parareponerfuerzas.—TodavíaestabamolestoconBeth.

—¿Quétepasa?Ellanoesunguerrero.—Lomiré.—Créemequeaveceslodudo.—¿Quéocurre,amigo?Túnoeresasí.—No podemos pararnos, tenemos que avanzar.—Lo observé—. ¿Acaso tú

tambiénestáscansado?—Sabesqueno.SeapartódemíyfueaponersealladodeBeth.Losescuchéhablar.—¿Estáscansada?—No,soyunaguerreracomovosotros.Puedoaguantar.Noshabíaescuchado.Unamediasonrisasedibujóenmirostro.—Sabesqueno,Elizabeth.—Dilealbrutodetuamigoqueaguantaréhastaqueélestáagotado.Seguía retándome, no sabía de dónde había salido la joven, pero me

encantabasuformadeser.—¡Uff!—suspiróDavid—Soisigualdetercosycabezotas.Yanovuelvoa

abrirlaboca.¿Quéospasa?¡Noosentiendo!DavidseposicionódetrásdeBeth.Estabadispuestoanoparar.Sielladecíaquepodíaaguantar,esquelopodía

hacer;además,eralaúnicaformadeavanzarypoderasegurarmedequeestabaasalvodeaquelobispo.

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Nos encontramos con el curso de un río, era ancho, el agua llevabamuchafuerza, debíamos atravesarlo. Bajé del animal. Me metí en el río. Teníaprofundidad.Mellegabaporlarodilla,peroyoerabastantealto.PrimeropasaríaDavidconsucaballo,despuésyoconEamoncogidoenbrazos,despuéspasaríamicaballoyeldeElizabethyporúltimoella.Lanotabanerviosa.Lamirécondisimulo: tenía ojeras. Sabía que me había excedido, pero estaba celoso,molesto, iracundoypreocupado.Eraorgulloso: jamáshabíapermitidoqueunamujerseriesedemí,meengañaseometomaseporunimbécil.Yellameretabay en público siempre ponía en evidencia la autoridad que comomarido teníasobreella.Megustabaesaformadeser,peroalmismotiempomeenfurecía.Sí,semerecíaunescarmiento;siellahabíadichoquepodíaesquepodía,ysiqueríadescansarloteníaquedecir,entoncesharíamoseldescanso,perohastaquenolohiciesecontinuaríamosnuestrocamino.

—¡David!Pasatúprimerocontucaballo,despuésloharéyoconEamon.—Me giré para dirigirme a Elizabeth—. Tú serás la última. Te ayudaré. Hayprofundidadyelaguafluyeconmuchafuerza.—Estaveznoreplicó.

David lo atravesó con dificultad, sobre todo porque el caballo perdía laestabilidad.DespuésletocabaaEamon.

—Aver,pequeñín,agárratefuerteamicuello.—¿Yella?—dijocongestos.—Notepreocupes,yovoydespués—dijoBethantesdequeyorespondiese.Le cogí en mis brazos y atravesamos el río. Después fue el turno de mi

caballoytrasesteregresaríaparallevarmeeldeElizabeth.Lanotabanerviosa.—¿Quéteocurre?¿Tenotoinquieta?—Heescuchadoruidos,losllevooyendodesdequesalimos.—Será algún animal, tranquila, por aquí no hay nadie. —Miré a nuestro

alrededor;estábamosrodeadosderobles,hayasyconíferas—.Enseguidaestoycontigo.—Lesonreíparatranquilizarla.

Crucédespacio,elanimalestabainquieto,yelaguamuyfría.CuandosalimosescuchéelgritodeElizabeth.

—¡Diosmío!—exclamóDavid.Miré, asustado, temiendo lo queme podría encontrar. De repente lo vi. El

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corazónme iba a estallar.EraAlexandery sushombres.Pero…¿Cómohabíadadoconnosotros?,nolopodíaentender.Bethhabíadichoquehabíaescuchadoruidosdesdequesalimosdelcastillodemitía.TeníasujetaaBethconfuerzayleestabatapandolabocaconuntrapoparaevitarquegritase.

—¡Kimball!—Laescuchégritarminombre.—¡Alexander!—grité—.¡Suéltala,ellamepertenece:esmiesposa!—¡Losientomucho,condedeEssex!Esematrimonionotieneningúnvalor

paramí.¡Ja,ja,ja!SilaquieresvenalucharavidaomuerteaDurham.Vicómosealejabaporelbosquellevándolaconélsinqueyopudierahacer

nada.Creímorir.Lehabía fallado: le había prometidoque la protegería. Si lepasabaalgo,jamásmeloperdonaría.

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XXIII

Sabíaquenoeranruidosdeanimales;loshabíaescuchadodesdequesalimosdelcastillodeLorraine.YeraélalquehabíavistoenWhitby.Nomelohabíaimaginado. Quizás si en aquel momento se lo hubiese dicho a Kimball…Mientrasmisajóncruzabaelrío,escuchéelrelinchardecaballos:estabantrasdemíyaquelhombreamilado,consusonrisarepulsiva.Mecogióconviolenciahastahacermedaño,grité.PeroKimballnopodíavenirabuscarme,lacorrienteylaanchuradelríonolepermitieronestareneseinstanteenlaotraorilla.

Ni siquiera había podido explicarle lo que era Ricardo paramí, ya que suataque de celos ymi orgullo nome lo habían permitido; en esemomentomearrepentía;quizásyano levolveríaaver.Las lágrimas rodabanpormi rostro.Aquel hombre me llevaba sujeta delante de él; me resultaba repulsivo. Teníamiedo.¿Adóndemellevaba?¿Cuándoibaaacabarestapesadilla?

—Noteloesperabas,¿eh?—medijoentrerisas.—¿Cómodioconnosotros?—lepregunté.—Fue muy fácil, querida. Unos gitanos nos dieron la orientación. Ella, la

vieja,noqueríahablar;ladejamoshuir,peroeljoven,ambiciosoytemerosodesuvida,enseguidanosdijohaciadóndeoshabíaisdirigido.Enelmomentoquele cortamos el primer dedo lloró como unamujer y empezó a hablar. Resultómuy fácil. Después mis hombres lo mataron. Era débil, y en esta tierra noqueremosahombresasí.—Secarcajeó.

—¡Esustedcruelyunbárbaro!¡Unasesino!—¡Cuida tus palabras, mujer! —. En York cometiste un grave error. Te

dejastever.Tengohombresfielesamisrecompensasportodaspartes,¡ja,ja,ja!Ydespuésde saberque estabais allí, intuí que tu conde iría a las tierrasde lahermana de su madre. Es un buen sitio para descansar y ocultarse. Pero tucaballeronosabíaqueeldifuntoesposodesu tíayyoéramosbuenosamigos.Me arriesgué, seguími intuición y acerté. Llegamos justo el día de san Jorgecuando aparecí con mis hombres en el castillo para reclamar lo que me

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pertenecía.—Hizounapausarozandosuslabiosenmicuello.Diunrespingo.—¡Nometoque!—grité.—¡Ja,ja,ja!Elmozodecuadrasnosdijodóndeestabais,fuemuyfácil,yallí

fuimos.Túmeviste,elobispodeDurhammetieneenmuybuenaestima,éldarásu consentimiento para nuestro matrimonio. ¡Ja,ja,ja! Además, si tu conde tequiere lo suficiente como para poner en peligro su vida, vendrá aDurham, ycréemeque ahí lomataré. ¿Quién crees que acompañó a la tía de tu conde alcastillo?Osestábamosesperandoparaseguirosyencontrarelmomentoidóneopara atacar y llevarte conmigo.Mala decisión tu conde la de que tú fueses laúltimaenatravesareserío.¡Ja,ja,ja!

¡Ese hombre lo mataría! Tenía que impedirlo, debía huir, escaparme,encontrar la manera de hacerlo. Sabía que Kimball iría a buscarme. Eraorgulloso,unhombredehonor,yloharía.Además,habíamencionadoalobispo.¡Estabaperdida!Esereligiosocreíaqueeraunabrujaoalgosimilar.Suformademirarme y observar cada movimiento así me lo confirmaban. Todavía teníapresente sumirada penetrante, fría, acusadora, queme había sentenciado solocon vermi cruz;Kimball se había dado cuenta al instante.Mi caballero…, loamaba, no quería perderlo. ¿Cómo me podía estar sucediendo aquello? Noentendíaloqueestabapasandoconmivida,meestabavolviendoloca.

—Quieroquesepasquecuandoleatravieseconmiespadaelcorazón,teharémía. Jamás deberías haber escapado. Me retaste, me humillaste y meavergonzaste,yeso,querida,hacequeyanotenganingúntipoderespetohaciati.Medarásunherederoytustierrasseránmías.

—¿Esoesloúnicoqueleinteresa?—ledijeconasco.—Hede reconocerquemegustas: eresmuybellaymeexcitas almáximo.

Perosí,lasriquezasdetufamiliameatraenmuchomás.¡Ja,ja,ja!Decidínoresponderle.Aquelhombreparecíaestarloco.Sabíaqueeracapaz

detodo.PenséenlapobreSamarayenJaim.Recéparaqueellaestuviesevivayporelalmadeljoven.

Me sentía agotada, debíamos llevar horas de camino. Toda una jornada sindetenernos.Estabadesfallecida.Nohabíacomidonibebidonada;además,mis

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posaderas me dolían horrores, y todos mis huesos estaban entumecidos. Mesentíaasqueadadeestardelantedeaquelhombreenelcaballo,queempeñabaenrestregarsucuerpocontraelmío.Sentíaverdaderorechazohaciaél.

Despuésdeunlargorecorrido,nosdetuvimos.Habíanhechounahoguera,ydormiríamosalaintemperie.Hacíamuchofríoysehabíalevantadounaespesaniebla.Me acerqué a la hoguera pero, a pesar de la lumbre, estaba tiritando.Teníalospies,lasmanosylasorejas,asícomolapuntadelanariz,heladas.

En la lumbre estaban churrascando a un jabalí que habían cazado sushombres.Solopensarqueteníaquecomeraquellomedabanáuseas,perosabíaquesiqueríaescaparmeteníaqueestarfuerteybienalimentada.

Alexanderseacercóparadarmedebeber.Noeraagua,sinovinocaliente.LohabíaprobadoenLondres,peronuncamehabíagustado,yaquélsabíaaúnpeor.Sorbíun trago,estabamalísimo,pero teníased.Era laúnicamaneradeseguirsobreviviendo:adaptándomeacadasituación.

—¡Come!—ordenóelcapitán,quiénsesentófrenteamíobservándome.Élysushombresnoparabandebebervino.Susojosbrillabanytemíaqueel

alcoholleshiciesecomportarseaúnconmásagresividad.Analicé la pieza de carne queme ofrecía con susmanos sucias y sus uñas

negras.Lacarnenoestabamuyhecha.Lasangredelanimalmuertomanchabamis dedos. Sentí que iba a vomitar. Intenté respirar y observé que un lado deaquel trozoestabamáshecho.Lopartí con losdedosyme lo llevé a laboca.Alexandersonrióalvercómocomía;él,al igualquesushombres,devorabaelalimentoamordiscos.Restosdecarneydesangresequedabanimpregnadasensusbarbas.Luego,consuantebrazoselimpiaban.¡Quéasco!

—¿Notegusta?—preguntó.—No—respondí.—Yacomerásmejorcuandovayasamicastillo.Seacercóamí, se agachóe inclinó su rostrohasta tenerlomuypróximoal

mío. Su aliento apestaba a vino. Sujetómimandíbula con una de susmanos,forzándomeamirarle.Meestabahaciendodaño.

—Estoydeseandohacertemía,damita.—¡Jamás!—ledije.

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—Muypronto.—Antesmuerta.Sonrióantemi respuestaymebesóen los labiosconviolencia.Sentí asco.

Soltómimandíbulaysecarcajeó.Levantémimanoparaabofetearlo,peroéllacapturóalinstante.

—Nilointentes.Yonosoyuncaballerocomotuconde.—Niyounadamacomolasqueustedacostumbraatratar.—Poresocadavezmegustasmás.—Sealejó.Lo odiaba. Dijo algo a uno de sus hombres. Se acercó a mí, me obligó a

levantarmeyme llevóhastaunárbolqueestabaal ladodeunade las fogatas.Me forzó a sentarme junto a un árbol yme ató lasmuñecas con una cuerda;luego me puso una piel de animal encima, para abrigarme del frío y de lahumedad.

—Nome fío de ti, queridaElizabeth.Ya te escapaste una vez, ahora no sevolveráarepetir.

Lo miré con ira. Así, en esa postura y sin poder moverme era imposibleconciliarelsueñoaunque,estabatanagotadaymesentíatandébil,queelsueñoseibaapoderandodemí.

Medespertaron losgritosy las risasdeesosbárbaros.Eradedía;debíasermuytemprano.Lanieblacontinuaba.Estabatiritando.Unhombre,siguiendolasórdenesdeAlexander,mequitólascuerdasqueatabanmismuñecas.Medolíantodosloshuesosylosmúsculos.Apenaspodíamoverme;mismanosydedosdelospiesapenaslossentía:semehabíanquedadosdormidosdelfrío.

Alexanderseacercó.—¡Bebe!—Nopuedotomarotravezesemejunje.—Eravinocaliente.—¡Hedichoquebebas!Tucuerponecesitaentrarencalor.Claroque,sino

quieresqueseadeestamanera,yotengootrasideasparahacerlo.—Mesonrió.Noqueríasaberaquéideasserefería,asíquecogíelvinoypeguéunbuen

trago.Malnomehizo,elcalormeveníabieny,sidepasomeemborrachaba,al

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menosolvidaríaporunmomentolodesdichadaqueeraylatristezaquesentía.Estábamos llegando a Durham. La jornada había sido dura como el día

anterior.Solollevabaelvinocalientedelamañanaenmiestómago.Estábamosfrenteaesafortaleza,ubicadaenunamesetaaltarodeadaporelríoWear.

Atravesamos un estrecho puente de piedra para llegar a la puerta principaldesde donde se accedía al interior de la villa. Se divisaban las cuatro grandestorres del castillo que se encontraba en la parte más alta y, junto a este, lacatedral,queimpresionabaverla.

—Yahemosllegado,querida—mesusurróAlexandereneloído.Siempre me había considerado una mujer valiente y decidida, pero en

aquellosmomentossentímiedoytemblaba.

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XXIV

¡Durham! ¡El obispo! Ese hombre había planeado muy bien su estrategia.Sabía cuál era su intención. Quería un combate a muerte. Lucharía por ella,jamásmeperdonaríaqueéllahubiesecapturado.Ellahabíaescuchadoruidosyyonolahicecaso.Silepasabaalgo…Preferínopensarenello.Debíaponerasalvo al niño. A Durham tenía que ir yo solo. Eamon debía ir a Essex, a micastillo.LodejaríabajolaproteccióndeDavid,demishombresyalcuidadodemi hermana.A ella le encantaría cuidar de él.Necesitaba con urgencia hablarconBejira.Teníaquedecirmequéeraloquepasaba.Debíasaberconexactitudaloquemeenfrentabaparapodersalvar lavidade lamujera laqueamaba.Eltiempoibaenmicontra.Nopodíamosdetenernos,salvolonecesario.Losentíaporelmuchacho,peroélerafuerte,podríaaguantar.TardaríamásdeunasemanaenllegaraDurham,perosabíaqueelcapitánesperaríahastaqueyoaparecieseenaquelescenario.Queríamatarme.

—Kimball,yaveoelcastillo—dijoDavid.—¡Sí,porfin!—Perodebesdescansarunosdías.Nopuedesviajarotravez.Mis hombres nos vieron llegar, el puente levadizo descendió y el rastrillo

comenzóasubir.—Debohacerlo.Laamo.Silepasaalgo,jamásmeloperdonaría.Entramos.Dejéalanimalen losestablosybajéaEamondesucaballo.Me

pusederodillas.Miréalniñoalosojos.—Tienesquequedarteaquí,loentiendes,¿verdad?Elniñoasintió.—¿Vasabuscarla?—Sí—ledije.—Osesperaré—dijoconsignos—.Sálvala.—Regresarájuntoati.Teloprometo.

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Losojosdelniñoestabanllenosdelágrimas.Laqueríayhabíasufridomuchocuandolavioalejarseconaquelhombre.Lerodeéconmisbrazosyleacunéenmiregazo.

—Tranquilo, la traeré de vuelta. Para mí también significa mucho. Nopermitiréquelapasenada.—Lerevolvíelpeloconmimano.Elniñomebesóenlamejilla.

AparecióMildredenelpatio,noshabíavistollegar.—¡Kimball!—Corrióhaciamíymerodeóconsusbrazos.Laabracéyledi

unbesoenlamejilla.Sonreía,peroenseguidasepercatódemisemblanteserioypreocupado.

—¿Quéocurre,hermano?—Mildred, ahora no tengo mucho tiempo para explicarte todo, David se

ocuparáde ello—Ambos semiraron.Algo semeescapaba en aquel crucedemiradas—.¿Cómoestánuestramadre?

—Muchomejor—respondió.—Quieroverlaantesdepartir.¿Ynuestropadre?—Estáconella,ensuhabitación.¿Yesteniño?—SellamaEamon.Quieroque teocupesdeél,hermana.Cuídalo,significa

muchoparamí.Davidtecontarátodoloquenecesitessaber.—Pero…nopuedesmarcharteotravez.Teechodemenos.—Yotambiénati,peromeveoenlaobligacióndehacerlo.Asintió.—Prométemequetecuidarásyregresaráspronto.—Teloprometo.—Lediunbesoenlamejilla.Ladejé conDavid.Hasta esemomentonomehabíapercatadode cómo se

miraban.Missospechaseranciertas,Mildredera lamujerquehabía robadoelcorazóndemiamigo.

Subílasescalerashastalahabitacióndemimadre.Mesorprendióverquelosgruesoscortinajesno tapaban lapequeñaventanapor laqueentraba la luzdeldía.Mipadre,alverme,seincorporó,unaexpresióndeagradosedibujóensurostro.

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—¡Hijo!—dijomimadre—.¡Hasvuelto!Meacerqué,mepusederodillasalladodesucamaylebesésumano.Seguía

con el rostro pálido, pero teníamejor aspecto que la última vez que la habíavisto.

—¡Madre!¿Cómoteencuentras?—Mipadremeobservaba.—Muchomejor,graciasaloscuidadosdetupadreyaunosjarabesqueme

haproporcionadoMildred.Se loshadadoBejira.—Memirabacon intensidadsinsoltarmelamano—.¿Noteirásotravez?

—Sí,hedemarcharme;dehecho,hoymismopartiré.Meapretólamano.Sumiradaeradesúplica.—¡Perohijo!Despuésde estardos años en las cruzadasvienesy apenas te

veo,yahoraqueregresastevuelvesamarchar.—Loséylosientomadre,perocréemequesilohagoesporquenotengomás

remedio.Esunacuestióndehonor.—¡Hijo!—Él sabe lo que tiene que hacer, mujer—dijomi padre. Le agradecí que

hablaseenmifavor.—¿Volveráspronto?—Loharé—lerespondí.—¿Ytequedarásmástiempojuntoamí?—Loharé,madre.Salíconmipadredelahabitación.Ellaseagotabaynecesitabadescansar.Fui

conmipatriarcaalabiblioteca.Memirabaconpreocupación.—¿Quéocurre,Kimball?—Ahoranopuedocontárselo,padre.Necesitoqueconfíeenmí.—Nodejesquetematen.—Nolopermitiré.Necesitounfavor.—¿Cuál?—Tienenquecuidardeunniñohastamiregreso.—¿Unniño?¿Unhijotuyo?¿Unbastardo?—No,noesmihijo.Peroélnecesitamiprotecciónyahoranopuedodársela.

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Bajó su rostro.Mi padre no era hombre de preguntas. Cuando él veía quealguiennopodíacontarlealgo,selimitabaaesperar,escucharynuncahacíamáspreguntasdelasquedebía.

—¡Kimball! —suspiró—¿Cuándo te ocuparás de nuestras tierras? ¡Tustierras!

—Soyunguerrero,padre.—¡Unguerrero!¿Ytufamilia?Nuestroapellidonecesitaunheredero,tienes

obligacionesyresponsabilidades.—Padre, cuando regrese hablaremos de ese asunto.Ahora necesito queme

prometasquecuidarásdelniñohastaqueyoregrese,comosifuesemihijo, tunieto.

Memiró,moviólacabezaparaamboslados.—Loprometo.—Gracias,padre.Meibaamarchar.Estabanervioso;sabíaqueel tiempopasabay lavidade

Elizabethestabaenpeligroenmanosdeesebárbaro.—¡Hijo! —Me detuve sin mirarle. Noté su mano sobre mi hombro—.

¡Cuídate!—Sabíaqueerasuformadedecirmequemequería.Sinmirarleposémimanosobrelasuya.—Loharé,padre.Me marché. Ver a mi madre así me dolía en el corazón, pero no podía

detenerme por más tiempo. Bajé al patio. Eamon me rodeó con sus frágilesbrazossinpermitirquepudieraavanzar.Lecogíenbrazos.

—Eamon,me tengo quemarchar.NuestraBeth corre peligro.—Asintió—.Loentiendes,¿verdad?

—Sí—dijoconsusmanitas—.Tequiero.—Yyoati,mocoso.Aquellasmuestrasdecariñomeemocionaban.Lehabíacogidomuchocariño,

perotampocopodíallevarleconmigo.—David te enseñará mejor que yo a utilizar la espada. Prométeme que

seguirástodassusinstrucciones.

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—Loprometo—respondió.—Asímegusta.Latraeré.MildredvinohaciadondeyoestabaycogióaEamonenbrazos.—Cuídate,hermano.Tequiero.—Yyoati,hermana.Cuidadenuestrospadres,enespecialdenuestramadre.FuihaciaDavid.—Amigo,ya sabes loque tienesquehacer.—Nosentendíamos solocon la

mirada.Élsabíaaloquemerefería.Confiabaenmiamigo.—Cuídate,Kimball.Nosabrazamosymemarché.TeníaqueveraBejira;nopodíadetenermepor

mástiempo.Conformemeacercaba,olíalospanesqueellapreparaba.Dejémicaballo,entréen lacabañasin llamar,comosiemprehacía.Allíestabaella,deespaldasalapuerta,juntoalalumbre.

—Teestabaesperando,Kimball—medijo.—¿Cómosabíasqueerayo?—Tu forma de caminar, de abrir la puerta… ¡Es inconfundible,muchacho!

Además,sabíaquetardeotempranovendríasaverme.—Bejira,necesitosabermás.Ellacorrepeligro.—¿Yelniño?—Élestáasalvo,enelcastillo.—¡Siéntate,muchacho!Laobedecí.Ellaseubicófrenteamí.Apenaspestañeaba.—¿Quéquieressaber?—mepreguntó.—Todo.—Ellaeslaelegida.HacemuchotiempoJosédeArimateallegóaInglaterra,

perotrajoalgodemuchovalorescondidoensutúnica:elsantoGrial,laúltimacopa.Subióalagrancolinayallíconstruyóunaermita.MuchosfueronlosquequisieronobtenerelsantoGrialparadestruirlo,profanarlooporpoder,yaque,traslamuertedeJesucristo,queríandestruircualquierrastroquetuviesequeverconelSeñor.JosédeArimatea,temerosodequesehiciesenconlomássagrado,laúltimacopa,laescondióenalgúnlugardeesacolina.Elsecretosololosabía

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su discípulo, quien se lo transmitiría a su primogénito, así de generación trasgeneración. Se les llamaba los guardianes. Pero el eslabón de esa cadena serompió: el últimoguardián se enamoróde quien no debía y tuvouna hija.Lamujerfueasesinada,peroanteshabíaescondidoasuhijaenunlugarquejamásnadie supo. Nunca encontraron a la primogénita. Desapareció. El siguienteeslabóndeesacadenaeraelhijodelotrohermano,peroaambospadrestambiénlosmataron.

—Pero…¡Noentiendonada!¿QuétienequevertodoesoconElizabeth?—Existe la leyendadeque lamujerdel segundohermano,antesdecaeren

manosdeesegruposectario,huyóyseadentróenelbosque.Tuvounhijoquedejóalcuidadodepersonashumildesqueleprometieronquelocuidarían.Éleraelherederovarón,elguardián.Laniñadelprimerhermanoes laelegidayeseniñoeselguardián.

—Noentiendonada,Bejira.—Esa niña esElizabeth. Ella es la elegida, la única que puede descifrar el

gran secreto, la única que puede encontrar el santo Grial; y él, es Eamon, elúltimo guardián, el siguiente eslabón de la cadena de varones destinados aprotegerelgransecreto.

—¡Diosmío!Mevoyavolverloco.Yonocreoenestascosas,Bejira.Nodabacréditoatodoloqueestabaescuchando,nopodíacreerloqueella

mecontaba;tampocoentendíanada.Bejirameobservabaensilencio.—Kimball,ellatieneunagranmisión,peronoesconscientedeello.Todavía

tienequedescubrirsupasado.—Ellaahoraformapartedemivida.—Séquenoentiendesloqueteestoydiciendo,perollegaráeldíaenquelo

comprenderás.—¿Yyoquéhagoaquí?—Tu vida está ligada a la de esa joven. Ambos estáis destinados a estar

juntos.Tapémirostroconambasmanos.—¡Laamo,Bejira!

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—Losé.El tiempo tedará lasclaves.Ahoradebes ir abuscarlayayudarlaparaquecumplasumisión.

LaspalabrasdeBejiranosemeibandelamente.Noqueríadetenerme;debíallegarloantesposible.

Apesardetodaslasdudas,empezabaaentenderelinterésdeAlexanderporellayporelniño.Sisabíaloqueyoacababadedescubrir,él,sedientodepoder,haríatodoloquefueseposibleporteneraambos.Conellosteníaelgransecretotananheladoalolargodetodoslostiempos.

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XXV

Me tenían retenida en la torre de aquella fortaleza. Llevaba varios días allíenclaustrada, sin saberquéera loqueeldestinomedepararía.Apenasentrabaluzporlaestrechaventana.Lahumedaddellugartraspasabatodosmishuesos.Porlasparedessefiltrabanlasgotasdeaguaprovenientesdelexterior,yaque,desde que habíamos llegado a ese sitio no había dejado de llover. Tocaba lasparedes y cogía con mis dedos las pequeñas gotas de agua que recorrían losmurosdepiedraparallevármelasalaboca.Necesitababeberagua,almenosladela lluvianotraíatantasenfermedadescomolasdelosríosypozos.Extendímismanosylavémirostro.«Diosmío,nopuedomás!¿Esunaprueba,Señor?¡Necesitotuayuda!»,pensé.Mesentíaabatida,¿dóndehabíaquedadomivida?Ansiabamimundoytodaslascomodidadesqueallítenía.Nopodíaentenderloquemeestabapasandoe intentabaconvencermedeque todoeraunsueñodelquenopodíadespertar,aunqueélnoeraunsueñoni susbesosni laatracciónque sentíapor él.Loamabaydeélnoquería separarme. Jamáshabía sentidoalgo tan fuerte, tan intenso y verdadero como lo que sentía con él. ¡Kimball!¿Dóndeestaba?Escuchéelruidodelacerraduradelapuerta.Eraelobispo,¿quéhacíaallí?TrasélestabaAlexander,surostroeraserio.Memiraba.

—¡Vaya, vaya! ¿A quién tenemos aquí? Este hombre —dijo el obisposeñalando al capitán—ha venido amí para pedirme que anule tumatrimoniocon el conde de Essex. Alega que tú eras su prometida y, a pesar de ello,quebrantasteeseacuerdoparacasarteconesehombre.¿Quédicesalrespecto?

—Yo estoy casada con el conde de Essex. Jamás pensé en casarme con elcapitánAlexander.

—Ellamepertenece.—¡Ustedmesecuestro!—Leechéencara.—¡Calla,mujer! Tú no debes pensar ni opinar—me ordenó el obispo con

mirada severa—. ¡Una hembra no puede responder así al hombre!—Miró alcapitán—.Estamujer tehahechizado,haembrujadoadoshombresylosvaa

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llevaraunenfrentamiento.—¡Esonoescierto!—grité.El obispo se volvió hacia mí y levantó la mano con la intención de

abofetearme,perosecontuvo.—¿Cómo te atreves a responder a un obispo de la Iglesia? —Aquella

conversación estaba dando un giro que nome gustaba—. Haremos un juicio,hermano,estamujersesometeráauntribunal;esunahereje.

—¡Nosoyningunahereje!—¿Tedascuenta?,respondecomosiestuvieraposeída.Elobispomediolaespaldaysedirigióhacialapuerta.Alexandermemiró

serio,cabizbajo,ylosiguió.¡Nopodíaser!Mesentésobrelacama.Teníaganasde llorar; necesitabahacerlo, nopodíamás.Tapémi rostro con ambasmanos.¡Unjuicio!Estabaperdida.Ahorasíqueibaamorirdeverdad.

Había anochecido y escuché que se abría la puerta. Era Alexander. Meobservaba.Estabasucio.Teníaelpelograsiento.Suaspectoeradesaseado.

—Tienesquedeclararque tearrepientesdehaberpracticadoartesencontradelaIglesia.

Nodabacréditoaloqueestabaescuchando.—¿Estáloco?¡Jamásloharé!¡Nunca!—Sinolohaces,teacusarándeherejeytequemaránenlahoguera.—Prefieromoriradeciralgoquenoescierto.—¡Cabezota!¿Notedascuentadequeelobispoyatehasentenciado?—Sí,graciasausted.Austedesaquiénledebotodo.—Nopenséqueestoseríaasí.ÉlmedijoquetellevaseaDurham,dedonde

éleraobispo,yqueallíanularíatuenlacematrimonial.—Pueslemintió.ÉlyamehabíajuzgadoenWhitby.Dictósentenciaallí.Lo

utilizó.—Piénsalo;eslaúnicaformadesalvarte.—Notienepruebas.—Si las tiene. Tienes un colgante con la cruz de seis puntas. Élme lo ha

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dicho.¿Sabesqueesesacruz?Sehaencontradodibujadaenvariosasesinatosdeanimalesypersonasqueestánteniendolugarenestastierras.Seutilizaparalamagianegra,parabrujería.

Noentendíaloquedecía.—EslaestrelladeDavid,significaelpactoselladoentreDiosyAbraham,la

uniónentreelcieloylatierra.—Es el símbolo que llevan muchos judíos y el mismo símbolo que se ha

encontradodibujadoenritualessatánicos,conmuertesysacrilegios.Recordéque,enlaEdadMedia,lacruzdeDavidselahabíarelacionadocon

lamagia y el esoterismo, pero no era cierto.Yo la llevaba en la cruz quemeregalómiabuela,unacruzquemetrajodesdeJerusalén,oesoesloquesiemprecreí.

—Tienesquedeshacertedeesecolgante,arrepentirtedelantedeellosdelosactosdebrujeríaquehascometidoysometerteasusórdenes.

—¡Yalehedichoquejamásloharé!—Sabes que si no lo haces no podré defenderte. Jamás podré ponerme del

ladotuyo.—Ustedeselquemehatraídoaquí;usteddeberíaliberarme.—¡Nopuedo!Además,yohabíapensadoqueseríadeotraforma,asímelo

dijo.—Porfavor,déjemesola.Seacercóamí,mecogióconfuerzadeambosbrazoseintentóbesarme.Lo

evité.Medabaascoaquelhombre.—Quizás el obispo tenga razón y seas una bruja queme ha hechizado. Te

merecesquetejuzguenyserájustalasentencia.Dichoesto,semarchó.Mearrodilléyrecé.Eramiúnicaesperanza.

Me desperté sobresaltada. Hacía mucho tiempo que no volvía a soñar conaquellaanciana.Enestaocasiónellamemiraba,seria,sindecirnada,yseñalabaalgoquenoveíabien,parecíaunaparedconunpezdibujado.Estaveznohabló,

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peroindicóconeldedoaqueldibujo.Estabasudando.Melevanté.Laclaridadyaentrabaporesaestrechaventana.

Prontovendríanabuscarme.Teníaqueirpreparadaparaeljuicio.Nosécuántotiempotranscurrió.Abrieronlapuerta,ydoscarcelerosmeobligaronaponermeenpie.Unoibadelantedemíyelotrotrasdemí.Salídelrecintodelcastillo;mellevabanhaciaunaespeciedecárcelqueestabacercadelacatedral.Lagentemedejabapasar:unosmemirabanconpena,otrosseapartabanantemipresenciayotrosdecíanpalabrasgroserasyacusatorias,comosiyofueseunabruja.¿Cómoeraposiblequepudieraestarviviendoesto?

Mellevaronaunagransala.Habíaunaseriedebancosparalaspersonasquequerían ver aquel espectáculo. Me pusieron en el centro de esta. Alrededor,sentados,miembrosdelaiglesiaconsotanasnegras,yenelcentroelobispodeDurham. Junto a él estaba el capitán Alexander. Todos me miraban, serios,escrutándomecomosifueraunanimaldeferia.Meteníanatadaslasmanos,mesentíabastantemalallí,siendoelcentrodetodaslasmiradas.Quésensaciónmáshorrible sentía, teníamiedo;peroapesardelmalestar, lopeorera ser laúnicamujerenesasala.Manteníamirostrobienalto,sinsentirvergüenzadenadayretando a cada uno de los allí presentes. No estaba dispuesta a dejarmeamedrentarporningunodeellos.Meibaadefendercon loqueDiosmehabíadado:lapalabra.

Saliódeunapuertaubicadaenunlateralunhombreconsotanayseposicionóenelcentrodelasala.Miscarcelerossefueron,yaquelhombremeobservaba,aciertadistancia,mientrasandabadeunladoparaotro.Entoncesempezóahablarenuntonoelevado.

—¡Esta mujer que tenemos hoy aquí está acusada de herejía! —Hubo unmurmullo entre los asistentes—.Seha enfrentado aunmiembrode la Iglesia,nadamásynadamenosqueanuestroobispodeDurham.Hahechizadoaunodenuestroshombresmáslealeshastaelpuntodehacerlocurasporellay,además,sededicaaprácticasdemagianegraybrujería.

Sepusofrenteamíymemiróconinterésalosojos.—¿Tienesalgoquedecir,bruja?—medijo.—¡Porsupuestoquetengomuchoquédecir!

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—¡Veis!Seenfrentaconelvalorquedaelmalaestaspersonasquepracticanlamagia.¡Habla!

—No soy ninguna bruja, ni he hechizado a ningún hombre, ni practico lamagia negra, ni nada parecido. Ese hombre me ha secuestrado, me ha traídohastaestelugaralafuerza.

AquelhombresedirigióhaciaelcapitánAlexander.—¿Noescierto,capitán,queestamujerloobligóallevaracaboesalocura

delsecuestro?,algoqueustedniseimaginaba.Alexandersepusoenpie.Nomemirabaalacara.—Sí,me sentí atraído hacia ella desde el primermomento, no sé si fue un

hechizo, pero lo que sí tengo claro es que jamás he tenido esa necesidad yatracciónpornadie.

—Acaso,usted,¿jamásquisosecuestrarla,perosevioobligadoaello?—Sí,jamássecuestraríaaunamujer.Actuéencontrademivoluntad.Como

siunafuerzadesconocidameempujaseaello.¿Quéeraloquedecíaesehombre?¿Acasoelmotivodeaquelsecuestroera

acabarconmivida?¿Peroquésentidotenía?Noentendíanada.—¡Estámintiendo!—grité.Aquella reacción mía provocó que todo el mundo callase y centrasen sus

miradassobremipersona.Elmonjequehablabasegiróymemiró.Levantósudedoacusatoriohaciamí.

—¿Lahabéisoído?Unamujerosadecirquenuestrocapitán,quehaluchadoenlascruzadaspordefendernuestraIglesia¡miente!Unamujerlevantalavozyclamaunamentira.¡Túmismatehassentenciado!Tucomportamientoeseldeunahereje.

El obispo me miraba con su rictus torcido. Estaba disfrutando de aquellaescena.

—Tiene quemorir en la hoguera—dijo el obispo. Todos los allí presentesapoyaronaquellasentenciaentrevítores.

Alexandermeobservaba.Sepusofrentealobispo.—¡Excelencia reverendísima! Esta mujer, a pesar de las acusaciones

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recibidas, se merece la oportunidad de que, si ella lo acepta, pueda elegir laforma demorir: en la hoguera o que alguien que crea en su inocencia puedapresentarsealucharenuncombateamuerte.Sisucaballeromuere,ellatambiénmuere,peroalmenos,osruegoqueledeisesaoportunidad.

Elobispolomiró.—Noentiendocomotú,queereslagranvíctimadeestabruja,quierasdarle

esaoportunidad.—Disculpemi atrevimiento, excelencia reverendísima, pero concededle esa

oportunidad.DejemosenmanosdeDiossudestino.Elobispoloobservóydespuésmemiróamí.Selevantó.Sucuerpoobesose

dirigíahaciamímientraselmonjeyAlexanderseguíansuspasos.Memiródearriba abajo. Sentí su desprecio. En ningún momento bajé la mirada ante lapresenciadeesehombre.

—Estábien.LedejaremosaDiosqueelijatudestino,bruja.RezaparaqueelSeñor se apiade de ti. Mañana tendrá que presentarse un caballero paradefendertedelahoguera,sinohaynadiequequieramorirporti,arderásenlasllamas;ysitienessuerteyalguienseofrecealucharportuinocencia,entonceshabráuncombateamuerteconuncaballero,miembrodenuestraorden.Siganatudefensortepodrásirpero,sinosalevictorioso,arderásparairtealinfierno.

Sentí pánico ante las palabras que pronunciaba. Al día siguiente moriría.¿Quiénseibaapresentarparalucharpormí?¡Diosmío,ayúdame!

Me volvieron a llevar hacia la torre en la que estaba encerrada.Ami pasomuchos me escupían en la cara. Agradecí llegar a mi celda, esa habitaciónhúmedayoscura.Meempujaronalinteriorycerraronlapuerta.Caíalsueloderodillas,abatida,sinaliento,tiritandodemiedo,pálida.Nopodíadejardellorar.Pasaronunosminutoscuandolapuertasevolvióaabrir;eraAlexander.

—Nadiesepresentarámañanaporti.Elígemeamí,nadiequerráenfrentarseamíytesalvarás.

—¿Acambiodequé? ¡No!Sihedemorir, loharé,pero jamás loelegiríaausted, el causante de la desgracia que estoy viviendo. ¡Márchese, déjemetranquila!

—Piénsalo;eslaúnicaoportunidadquetequeda.

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Dichoesto,sefue.Mearrodilléyrecé,elSeñoreramiúnicaesperanza.

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XXVI

Estabaallí,dentrodeesa sala, camufladoconmicapay lacapuchapuesta.Desde que había llegado a la ciudad, todo el mundo hablaba de la jovenencarceladaenlatorrequeibaaserjuzgada.EnseguidasupequesetratabadeElizabeth.Solopensarquelahabíanpodidohacerdañoyenlomalqueloestaríapasando me llenaba de ira y odio hacia los que habían planeado aquello.Permanecíentodomomentosentado,yaquemigranestaturapodríadelatarme,enunrincón,observandocadamovimientoyanalizandolasoportunidadesqueteníaparasacardeallíaBethconvida.Alverlacreímorir.Estabamuypálida,con ojeras y magullada. «¡Mataría a Alexander por haberla hecho pasaraquello!».Aunqueledebíagradecerquehicieraesasugerenciaalobispoyestelo aceptara, seríayo el que lucharíapor lamujerqueamaba.Estabadeseandotenerlaentremisbrazos,abrazarlaydecirlelomuchoquelaamaba.

Apenas podía conciliar el sueño en la taberna, su imagen y las palabrasacusatoriashaciaellaseveníanamimente.Teníaqueconcentrarme.Salídelatabernaymefuiaunapequeñacapillaquehabíaenunlateralcercadeunodelosmurosdelafortaleza.TeníaquerezaryencomendarmealSeñorantesdelabatalla.Entré.Soloestabailuminadoelaltarcondosvelasaamboslados,enelcentrounacruzdemadera.Mearrodillé,pusemiespadaclavadaenelsueloymismanosapoyadassobreelpomodeesta,reclinélacabezayrecé,necesitabaconciliarmeconDios.Teníaquesentirsufuerzaparalabatallaqueibaatenerlugar enbreve.Mividanome importaba, pero la de ella sí.Amaba a aquellamujer.

Los pequeños rayos de luz empezaban a filtrarse por la rendija estrecha ydiminuta de las dos ventanas que había en los laterales de aquel lugar. Era lahora.Mesantigüé,inclinémirostroymemarché.

Había mucho movimiento; la gente quería muerte, ya que tras los últimossucesos en los que habían aparecido animales y personas descuartizadas,deseaban que hubiese un acusado para culparle de esas atrocidades. Los

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campesinos y nobles teníanmiedo y las supersticiones llevaban a creer en laexistenciadebrujasylasprácticasdemagianegraporpartedelosjudíosytodamujeruhombrequeselesterciase.

Observéque cuatro soldados de la guardia del obispo llevaban aElizabeth.Ibavestidaconunaespeciedecamisónblanco,supeloestabasueltoylasmanosatadas por la espalda. La empujaban con violencia. Sentí deseos de darles unpuñetazoacadaunodeellos.Lallevaronhastaelpatioabiertoquehabíaenlaentradadelacárcel.Laataronaunpalo.

Allípudedivisaralobispo,sentadojuntoavariosmiembrosdela iglesia,ytambién al monje que la había condenado. Junto a ellos, Alexander, quienobservabaaBeth.Sentíodiohaciaél.Meabrípasoentretantoespectador.Teníaqueestarcerca.

Elmonjeselevantó.—Dioshoyelegirásiestamujerviveomuere.Peroantesdebemossabersi

hayalguiendelosaquípresentesdispuestosalucharpordefenderaestabruja.¿Hayalguien?—gritó.

Meadelanté.SabíaqueAlexandersepondríafuriosoalverme.—¡Yolucharéporella!Elmonjesemeacercó.—¿Ysepuedesaberlosmotivosporlosquedarásuvidaporestabruja?—

Lomiré,sinapenaspestañear.—¡Ella no es ninguna bruja! ¡Es mi esposa! Y ese hombre me la ha

arrebatado.Escuché el murmullo que había provocado entre los allí presentes mi

comentario.El obispomemiraba serio, sin ningún tipo de expresividad en surostro. Me reconoció. Alexander se levantó. El obispo le tocó su manoindicándoletranquilidad.

—Muy bien—dijo el obispo—. Entonces usted luchará por la mujer, y elcapitánserásucontrincante.

—¡Sí! ¡Por supuesto! Esta mujer me ha hechizado y eso es lo que me hallevadoacometertantaslocuras.

Lomiré conodio. ¿Cómopodía decir esa falacia?Observé aBeth.Ella no

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apartabasumiradademí.—Muybien.Esuncombateamuerte.Elganadordecidesiperdonalavidaa

sucontrincanteolomata.Simuereeldefensordelahereje,labrujamoriráentrellamas.

Esas palabras me hicieron daño en el corazón nada más escucharlas. Eracomosiunadagasehubieseclavadoenmialma.

—Necesitohablarconellaantesdequeempieceelcombate.Elobispoasintió.MeacerquéaBeth.—¡Kimball,nolohagas,tematará!—No, no lo hará. No lo permitiré. Si yo muero, prométeme que pedirás

perdónytearrepentirás.Eslaúnicamaneraenlaquepodrássalvarte.—No,nopuedoprometerteeso.Noquieropensarenquetematará.—¡Prométemelo,Beth!Sino,nopodréestartranquilo.Vi como sus lágrimas rodaban por su rostro. No podía verla llorar. Quería

terminarconaquelsufrimientocuantoantes.—Teloprometo.Limpiésuslágrimasconlayemademisdedos.—Lucharéporti.—¡Kimball!—Megiré—.Nopermitasque temate.—Sonreíy leguiñéun

ojo.—Confíaenmí.Notevasalibrarconfacilidaddeestebrutoguerrero.Laluchadiocomienzo,amboslevantamoslasespadasycomenzamosagirar

encírculosavanzandoelunohaciaelotro.Nuestrosaceroschocaronhaciendosonareseruidometálicoalqueestabatanacostumbrado.Laluchaeraviolenta,nuestrasespadassebatíanconfuerza,heríaAlexanderenelbrazoyélmehizounrasguñoenelcostado.Yoeramuchomejorqueél:dañésupiernaycayóalsuelo,loapuntéconmiespadaenelcuelloylaretiré.Noibaamatarlo;bastantehumillaciónlasuyaconhaberlovencido.Apartémiacero;elsuyoestabaenelsuelo,ylolancélejosconelpie.Élseincorporó.

—Estavezteperdonolavida—ledije.En ese momento me lanzó a los ojos arena que había cogido del suelo

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mientrasestabatumbado,alcanzósuespadacongranagilidadymelaclavóenelcostado.Sentícomosehundíaelfilodeestaenmiinterior.Eldolorfuetanintensoqueprovocóquemedoblará,situaciónqueélaprovechóparadarmeunapatadaenelestómago.Elsiguientepasoeraclavarmelaespadaenelcorazón.Miarmalahabíalanzadolejos,asíquecogí,condisimulo,ladagaquellevabasiemprecamufladadentrodemisbotas.Esperéaqueélseacercarámásamí,megiréconrapidezyselaclavéconfuerzaenelestómago.Elcayó.Susmanosseposaronenelcabodemidaga,susangresalíaaborbotones.

—¡Maldito!—Leescuchédecir.Vicomoelobisposelevantabaconrapidezdesuasiento.Élesperabaqueel

quemuriesefuerayo.Mepuserecto,comopude,yaqueeldolorenelcostadoeracadavezmásintenso.Lomiré.

—Ahoratienequecumplirsupalabra—ledije.—¡Soltadla!¡Marchaoshoymismodelaciudad!Incliné lacabezaymegiréparaveraElizabeth.Fuihaciaelladisimulando

midolor;noqueríaquenotasequeestabaherido.Sabíaquesieraconscientedeello no querría que abandonásemos la ciudad y teníamos que salir lo antesposible:suvidapeligraba.Avancé,ellameabrazó,suvestidosetiñódesangre.

—¡Diosmío,Kimball!¡Estássangrando!—¡Vámonos!¡Rápido!—lesusurré.Lacogídelamano.Queríasalirdeaquelescenarioantesdequeelobispose

arrepintiesedesudecisión.

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XXVII

Estaba angustiada. Sabía que él sangraba. Necesitaba ver esa herida. Se lepodíainfectar.Acabábamosdecruzarlosmurosdeaquellaciudad.Notabaquesu fuerza disminuía. No me tenía tan sujeta de la cintura a como estabaacostumbradaytampocoagarrabalasriendasdelcaballoconlafuerzayelbríoquesiemprelohacía.

—¡Kimball,deténelcaballo!Quieroveresaherida.—¡No!, todavía no estás a salvo. Hay que alejarse más de este sitio.

Tranquila,soyfuerte,estoyacostumbradoaestosarañazos.—¿Arañazos?Tienestodoelcostadomanchadodesangre.Hayquedetenerla

hemorragia.—Noesnada,Beth.—¡Cabezota!—¡Vaya! Te preocupas por mí. Eso es buena señal, quizás es que estés

empezandoaapreciarme.—Noestoyparabromas,¡bruto!Nomerespondió.Noqueríaagotarlocontantacharla.Nosécuántotiempoestuvimoscabalgando,ensilencio.Cadavezmássentía

elpesodesucuerposobremiespalda.DerepenteelanimalsedetuvoyKimballsedesplomóycayóalsuelo.

—¡Kimball!—grité.Estábamosenmitaddeunbosque,rodeadodeárbolesyvegetación.Bajéde

unsaltodelcaballo.Mesentéalladodesucabeza,selalevantéylaapoyésobremiregazo.

—¡Kimball! ¡Amor mío, despierta! —No abría los ojos. Las lágrimasempezaronarecorrermirostro.Nolopodíaperder.

Me cogió la mano, sin fuerza, volvió a soltarla; había perdido elconocimiento. Fui a observar la herida, lamalla estaba llena de sangre; había

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perdidomucha.—¡Kimball!,¡notemueras,resiste,abrelosojos!—Teníaquehaceralgo.Escuchéunruido.—¿Hayalguienahí?—grité—.¡Necesitoayuda!Entrelavegetaciónaparecióuncampesino,asuladohabíaunperroblanco,

sucio del polvo. El hombre, alto, fuerte, de edad avanzada, nosmiraba, serio.Llevabaunacestaenlasmanosconalimentos.

—Porfavor,ayúdeme,estámuyherido.Sin decir nada lo levantó comopudo.Kimball era fuerte y alto, pero aquel

hombretambiéneracorpulento.Loayudécomopude,aunquepocopodíahacer.Lesubióalcaballoymeindicóquelosiguiese,porgestos.Yonopreguntéhaciadóndenosllevaba.

Atravesamoselbosque,derepentesentíelolorasalitreylabrisadelmar.Enunaladera,próximaalacosta,habíaunapequeñacabañaconunestablo.Salíahumo de la chimenea. Una mujer, regordeta, de piel pálida y pelo blancorecogidoenunmoño,sequedómirándonos.Elhombresegiróparaanalizarme.

—Espereaquí—ordenó.Estábamos a cierta distancia. Vi al campesino avanzar hacia lamujer. Nos

señalabaynosmiraba;lamujermovíalacabeza.Despuéssemetióenelinteriordelacabaña.Elhombredejósucestaenlapuertadeesta,segiróyvinohaciadondeestábamosnosotros.

—¡Venga!—Nosllevóhastaelestablo—.Podránquedarseaquíhastaqueélserecupere.

EnseguidacoloquélaspielesquellevabaKimballenelcaballosobrelapaja.Elhombrebajóalinglésdelanimalylopusosobreestas.

—Muchasgracias—ledije.Semarchó.Miréamialrededor.Suspiré.Aquellugareratodomenosunsitio

idóneoconhigieneparacuidaraunenfermo.Almenosestaríamosacubierto.Le hice una especie de almohada con la paja, cogí su espada, se la retiré delcinturón,asícomolanavajaquellevabaenlabota.Lequitécomopudelamallaydespuéslacamisetaajustadaquellevaba.Sutorsofuerteestabaensangrentado.Seguíasaliendosangre.Habíaquelimpiarlaheridaycerrarla.Alguienentróen

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elestablo:eralamujer.Memiróydespuésdesviólavistahaciaél.—Leshetraídomáspielesparaquesetapencuandoanochezca.—Sefijóen

laheridadeKimball—.¡Diosmío!Tienemuymalapinta.—¿Mepodríaherviragua?—¿Porsupuesto?¿Quémásnecesita?—¿Tienelavanda?—Sí—¿Ymiel?—Sí,tengolasdos.—Porfavor,¿seríatanamabledehervirapartelalavandaenagua?Traerme

untarritodemielyvariastelaslimpiasparapoderhacerunvendaje.—Ahoramismo.—¡Ah!Ynecesitaríaqueviniesesumarido.Letengoquecauterizarlaherida

ynecesitoquelosujeten.—¿Cauterizar?—Quemar—respondí.Utilicéellenguajequeusábamosenenfermería.Letoquélafrente.Estabaardiendo.Lamujertardóbastante,peroambosvinieronconelaguahervida,lalavanda

ylamiel,asícomoconmuchostrapos.Elhombrehizounapequeñahogueraenel interior.Mojé uno de los trapos en el agua hervida y le limpié conmuchocuidado la herida, ante el contacto, Kimball inconscientemente se movía. Elcampesinoylamujerlesujetabanconfuerza.Despuésmojéotrotrapoconaguadelavandaparasudesinfección.Todosestosremediosloshabíaestudiadoenlasprácticasdemicarrera.Miréalcampesino.

—Tengoquequemarlelaheridaparaevitarquesigasaliendotantasangre,haperdido mucha. Voy a poner la punta de la daga en la lumbre y, después, letienenquesujetarbienporqueselovoyaponersobrelapieldañada.

Ambos asintieron.Me dolía tener que hacerle eso, sabía que era doloroso,perosiqueríasalvarlelavida,nohabíamásremedio.Puselapuntadesudagasobreelfuegoycuandoestuvocalientelefuisellandolaherida.Eloloracarnequemadaeradoloroso.Kimball,apesardenoestarconsciente,sentíaeldolory

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seretorcía,duróunossegundos,perofueronunosmomentos intensos.Dejódemoverse.Enseguidafuiacomprobarquerespirabaysucorazónlatía.Miréaloscampesinos.

—Gracias—lesdije.—Necesitaalgomás.¿Lehervimosmásagua?—Sí,porfavor.—Le haré también un caldo para que coma usted y cuando él se despierte

puedadárselo.—Seloagradezcomucho.—MinombreesJaneyélesJames.—Lessonreí.—YosoyElizabethyélKimball,miesposo.Mesonrieronysealejaron.Letoquéelrostro.Teníamuchafiebre.Cogílamielyselauntéenlaherida,

despuéslo incorporéparaponerleelvendaje.«¡Diosmío,porfavor,quenosemuera.Loamo.No loapartesdemi lado!»,medije.Apesardenosaberquéestabasucediendoenmividaycuáleraellímiteentrelorealyloquenoloera,sabía que ese hombre que yacía en esa paja era todo para mí; sentía que loconocíadetodalavidayquesiemprelohabíaestadobuscando;poresonuncaencajaba con ninguno de los chicos demi edad. Jamás tuve una relación:mialma buscaba a otra alma gemela, ansiaba encontrar el eslabón perdido, y eseeslabón era él. Aparecía en mis sueños y siempre había intentado dar unsignificadoaestos.Nuncahabíaentendidoporquéélseaparecíaenmisnochesyloqueprovocabaqueéldespertaseesossentimientostanprofundosenmí,algoquejamáshabíaimaginadosentirpornadie.Noteníaunarespuesta.Nisiquieratenía lacertezadeque loqueestabaviviendoera realo ficticio,osi loestabasoñando.Muchasdudasyningunarespuesta.Peroelamorqueleprofesabaerareal.

Pasó tiempo hasta que llegó la campesina, su marido la acompañaba. Medejaron caldo, pan, un trozode queso, cerveza, aguahervida ymás trapos.Elhombresemarchóyallísequedóella.

—En estas tierras anochece enseguida. La noche será fría. No deje que seapague la lumbre. Para cualquier cosa que necesite vaya a la cabaña; allí

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estaremos.—Muchasgracias.—Lesonreíyellamerespondióconelmismogesto.Letoquélafrente,seguíaconfiebre.Lepuseuntrapomojadosobreestayle

dejépartedesutorsoaldescubiertoparaquelebajaselatemperatura.Lebeséenlamejilla.Elsueñomevencióymequedédormidaasulado.

Sentíquecogíanmimano,medespertéalterada.Estabaamaneciendo.EralamanodeKimball.Lomiré;teníalosojosabiertos,todavíaseguíamuypálido.Letoquélafrente.Estabafrío.Lehabíabajadolatemperatura.Lalumbresehabíaapagadoyhacíafrío.Letapéconlaspieleselpecho.Meobligóafijarmimiradaensusbonitosojosverdes.Sonreíacondebilidad.

—¿Cómoteencuentras?—lepreguntémientrasleacariciabasumejilla.—Ahoramismomuybien.—Llevómimanoasus labiosy labesó.Estaba

muydébil.—Tienesqueayudarme.Hayquecambiarteesevendaje.Se incorporó con lentitud, le quité la tela con sumo cuidado y le limpié la

herida.Teníabuenapinta.PusemielsobreunadelastelaslimpiasqueJanemehabíadejadolanocheanteriorycomencéahacerleelvendaje.

—Metienesintrigado.¿Tambiéntienesconocimientosdemedicina?—Lobásicoparacurarte esaherida.Ynohables tanto, asívasaperder las

pocasfuerzasquetienes.—¡Ja,ja,ja!¿Dóndeestamos?—Tedesvanecisteycaístedelcaballo.Enesemomentopasóuncampesino

quemeayudósinpreguntarynosdejóestarenlosestablos.Suesposayélhanestadomuypendientesdetuestado.

Memirabaconatención,suspupilasbrillaban.—Gracias—medijo.—Nometienesqueagradecernada;esmás,soyyolaquetetienequedarlas

graciasporhabermesalvadolavida.Casipierdeslatuyaporlucharpormí.—Nomehubieseimportadomorirporti.—Aquellaspalabrasmeimpactaron.—Amísímehubieseimportado—lerespondí.—Dametumano—dijomientrasextendíalasuya.

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Ledimimano,lacogiócondelicadezayselallevóhastasucorazón.—Losientes—medijo.Suslatidospalpitabanconfuerza.Asentí.—Lateporti.Jamás me habían dicho nada tan bonito; los jóvenes de mi época se

avergonzaban de decir esas cosas. Pero aquel hombre fuerte, varonil, unguerrero,valiente,no le importabadecir sus sentimientos, algoque salíade lomás profundo de su corazón. Me quedé mirándolo. Él llevó su mano a mimejilla.EneseinstanteentróJane.Nosmiró.

—Disculpen,alomejornoeselmejormomento.—No,Jane,yaestámuchomejor.Kimball,estaes lamujerde laque tehe

hablado.Kimballlamiróyunasonrisadébilsedibujóensurostro.—Gracias.—Notienenqueagradecermenada.Leshetraídolechecalienteypanrecién

hecho.Aquíhacefrío.LediréaJamesqueleshagaunalumbre.Lamujernosvolvióadejarsolos.Cogílalecheyelpanyleobliguéacomer.Elmecontemplaba.—Penséqueteperdía,quejamásvolveríaaverteconvida.Cuandoviquete

cogíaesehombreytellevabaconél,creímorir.—¡Quieresdejardehablar!—Eamonestáenmicastillo.Ahíestáprotegidoynadielepuedehacerdaño.

Elniñotenecesita.—Losé,yyoaél,peroantesdebollegaralaislaMaree,alastierrasdemi

abuelo.Esdevitalimportanciaparamí.—En cuanto pueda montar a caballo emprenderemos camino hacia allí.

Además, seguimos corriendo peligro, el obispo no se va a quedar de brazoscruzados,nosvaaseguirhastadarcontigo,tienefijaciónporti.Elcolgantequellevastienealgoquehaprovocadosuobsesióncontigo.

—¡Peroélmedejómarchar;esefueeltrato!—Sí, en ese lugar, pero fuera de ahí él puede hacer lo que quiera. ¡Qué

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ingenuaeres,Beth!—Buenoahoradescansa,estásmuydébil.

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XXVIII

Meencontrabamuchomejor,apesardequeElizabethseseguíaempeñandoen limpiarme la herida todos los días y vendármela. Me sentía fuerte; meparecían innecesarias tantas atenciones y cuidados.No estaba acostumbrado atantosmimos.Ellainsistíaenquelaobedecieseentodo,yyonoesquefueseunhombrequeacatabaesetipodeórdenes,perosiveníadeella,porcomplacerlaycontaldesentirlasuavepieldesusmanosrozarmipielysucercaníacadavezquemevendabalaherida,eracapazdesoportaraquellasituación.Esamañanahabíadecididolevantarme;además,eralaprimeravezquenohabíavistoaBethaldespertarme.Meincorporé,mepuseunacamisablancaquemehabíandejadodelcampesino, todavíaal levantarelbrazo sentíadolor.Measoméal exterior,hacíaundíasoleado.EnlalejaníaviaBethhablarconJane.Despuéssealejó.¿Adóndeiría?Decidíseguirla.JaneyasehabíametidoenlacabañaynohabíarastrodeJames.

Sehabíadescalzado.Seescuchabaeltrinardelasgaviotas.Respiré,sentíunagran paz.Vi cómo se cogía el vestido dejando al descubierto susmuslos y semetía en el mar, poco a poco; el agua debía estar fría. Sonreí al verla.Retrocedió,empezóaquitarseelvestidoysequedóenropainterior.Nosabíasiiba a poder aguantar estando así sin acudir a su ladoybesarla.Despuésde laúltima vez en que la forcé a hacer el amor conmigo, no quería que pasase lomismo,peroeradifícilcontenermisdeseos.Dejósuvestidosobelaarenaysemetióenelagua,sehundiómojándosetodosucabelloyempezóanadar.¿Sabíanadar?Meextrañó,eraalgoquenisiquierasabíanhacermuchoshombresyellanadaba a la perfección.Yo también sabía:mi padreme había enseñado desdebien pequeño, pero era consciente de que no era habitual.Me acerqué dondehabíadejadosuropa,mequitélacamisola,lasbotas,ymemetíenelagua.Ellaseasustó,nomehabíavistollegar.

—¿Sepuedesaberquéhacesaquí?Nopuedeshaceresfuerzos.Fuihaciaella,peroBethsealejabanadando.

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—Eresunaingenuasicreesquetevasapoderalejardemí;tevoyalcanzar.—¡Kimball!¡Estásloco!—Sí,locoporti.Ellanadabaendireccióncontrariahastaquelaalcancé,lacogídelbrazoyla

atraje con fuerza hacia mi pecho. La rodeé con mis brazos y la besé. Lanecesitaba.Cadadíaquemehabíacuidadohabíadeseadosaborearladulzuradelroceconsuslabios.Ellarodeómicuelloconsusbrazosyyolaapretécontramipecho. La amaba. No quería volver a separarme de ella, no quería dejar debesarla, de sentir su rostro mojado sobre mi piel. Ella se apartó, acarició mirostroydespuéssepusoseria.

—¡Kimball!¡Notedascuentadequetienesquetenercuidado!¡Laheridasepuedeabrirycorreelriesgodeinfectarse!

—¡Porquéhablarástanto!—Lasonreíyvolvíatirardeellaparavolverlaaaproximarhaciamipecho—¿Porquénotedejarásquerer?—Lesonreí.

Mislabiosrozaronlossuyos,losreteníaentrelosmíos.Laretiréparafijarmimiradaensusojos.

—Debemosregresar—medijoapartándose.—¿Porquémerehúyes?Séquelodeseastantocomoyo.—No sabes lo que dices. Esto es una locura. No puedo y no debo. Tengo

muchascosasqueresolverenmivida.LaprimeradeellasesiralaislaMaree.—Muybien,mañanapartimos.—Perotodavíanoestácuradaesaherida.—Yaestádecidido.Estáperfecta.Noloentendía.¿Porquémerechazaba?Sabíaquesentíalomismoqueyoy

no comprendía porqué decía que no podía y no debía. «¿Locura?—pensé—¿Desdecuándoestarenamoradoypoderestarconlapersonaquequiereseraunalocura?»Estabaenfadado,seríacomoellaquería,nolaibaaforzaraalgoquenodeseaba,perotampocomerebajaríamáshastaqueellanoseentregaseamí.

Ellasalió.Laobservaba.Suropamojadasepegabaensucuerpo¡Québonitaera!Sumergímicabezaenelagua,necesitabaunchapuzónparanoirdetrásdeellayhacerlamía.Hicetiempoenelagua.Cuandosalísehabíaquitadosuropa

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interior mojada y se había puesto encima su vestido Yo tenía los pantalonesempapados.Mesentésobrelaarenaymetumbé.Queríasecarmealsol.

Elizabethsehabíamarchadoendirecciónalacabaña,medejósolo.¿Quéibaa hacer cuándo todo aquello terminara? No estaba dispuesto a renunciar a lamujerqueamaba, asíque la llevaría aEssexconEamon,y allímeesperaríanambos hasta que regresase demi partida a tierras germanas en busca del reyRicardo.Quizás,despuésdequesolucionasetodoenlaislaMareeydescubriesesuverdaderodestino,comodijoBejira,todocambiaraentrenosotrosyyavieraposiblenuestroamor.

Mepuselacamisaymedisponíaamarcharmedirecciónalacabañacuando,derepente,lavicorriendohaciamí,estabaasustada.

—¡Kimball!Esefraile,elquemejuzgó,estáenlacabañahaciendopreguntasaJamesyJane.Tengomiedo,Kimball,noestásolo.Vaconhombresarmados.

—Tranquila,seguroqueestánpreguntandosinoshanvisto.Loscampesinosnodiránnada.Perotenemosquepartirestanoche.—Asentí—.Vamosaverquéesloqueocurre.

Elfraileestabasubidoensucaballoconlaguardiaeclesiástica.Mirabaparatodoslos lados.Sabíaqueesto terminaríaocurriendo.Elobisponodejaríaqueellasemarchara,queríasangrey justificar lasmatanzasqueestabahabiendoyBetherasuvenganzaparticular.Al finalse fuerondeallí. Jamessujetabaasuesposa de la mano. Avanzamos, teníamos que alejarnos de ese lugar cuantoantes.

JanenosmirabaaligualqueJames.—Señor, van a volver. Han visto su caballo y no se han creído que era

nuestro.Loscampesinoscomonosotrosnotienendoscaballos.—TranquilaJane—dijoBeth—,nosmarcharemosalanochecer.Osestamos

muyagradecidosportodoloquehabéishechopornosotros,peronoqueremosponerosenpeligro.Nuncapreguntasteisquépasóy,aunasí,nosayudasteiscontodoloquenecesitamos.

—Señora,lléveseuntarrodemielparalaheridadelcaballero,aunqueyaestámuchomejor.Tambiénledarétraposlimpiosparaquepuedavendársela.

—Gracias,peroyanonecesitomásvendayungüentos.Estácurada.

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—Nolehagascaso,Jane,melollevaré.Muchasgracias.—Memirósevera—. ¡Pues claro que necesitas curas! La herida está muy reciente y no te hacicatrizado del todo, hay que evitar que se infecte y hay que seguir con loscuidados.

—Recogeremos nuestras cosas y nos marcharemos. Permanezcan en sucabañaynosalganhastaeldíasiguiente.

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XXIX

Loobservaba,lamallametálicamarcabasusfuerteantebrazos,cogíaaguadelríoyselavabaelrostro.¡Madremía,quéguapoera!Eneseinstantequenomeveíapodíaobservarle.Suheridaestabacicatrizada,yyano llevabaelvendaje.Era fuerte, un superviviente nato.Había evitado su proximidad y contacto. Éltambiénlohabíahecho.Eracomosiyanosintieseatracciónhaciamí;despuésdequelohabíarechazadoenelmar,élhabíacambiadodeactitud.Sabíaqueeraorgullosoysuhombríaantemirechazohabíaquedadoanuladaeneseinstante,peroyonoquería,nosabíaqueestabapasandoymeestabaenamorandodeél.No quería despertar, pero sabía que, a pesar de aquella situación a la que noencontraba ninguna explicación, tarde o temprano retornaría al lugar al quepertenecía.Teníaqueevitarlossentimientostanfuertesqueéldespertabaenmí,pero sabíaque llegaba tarde.Él siempre estaría enmi corazóny jamáspodríaapartarledeél.Nopodíaapartardemispensamientossusbesos,lascariciasdeaqueldíaque,peseaquelarazónmedecíaquenoteníaquevolverapasar,micorazón ansiaba estar otra vez entre sus fuertes brazos, besándolo y sintiendocada roce y entrega de amor de él hacia mí. Me miró, y en ese momentodisimulé;centrélavistaenotrolugar.Seguroquesehabíadadocuentadequeleestabaobservando.

Habían transcurridosmuchos días desde que nos habíamosmarchado de lacabañayyaestábamosen lasproximidadesdel lagoMaree;allí estaba la isla.Anochecía;esanochelapasaríamosunavezmásalaintemperie.Nopodíamás.Necesitaba acostarme en una cama, asearme y descansar. Jamás imaginé queseríacapazdesoportaraquello.Yo,unamujera laquenuncalehabíagustadodormir enuna tiendade campaña, que le dabanpánicodeterminados insectos,queelcampolegustabasoloparahacersenderismo,perodespuésregresaramicasa,allí estaba,encondiciones inhumanas:pasando frío, sucia,conhambreyseddeagua,yaquealfinalibaaaborrecerlacerveza.Esacervezanoeracomo

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laqueyoestabaacostumbradaatomar,eramuchomásamargayteníaunsabordiferente.

Kimballhabía encendidoel fuego.Élnoacusaba tanto cansancio comoyo.Estaba acostumbrado, era un guerrero que había luchado varios años en lascruzadas y le gustaba estar en los campos de batalla; de hecho, su vida secentrabaenlaguerra.

Loobservaba.Semovíaconagilidad:cogía lasramasy las llevabahacia lalumbrereciénactivada.Entodosesosmovimientoslosmúsculosdesusbrazosdejabanentreversufortaleza.Micorazónlatía,ymemoriríadelatristezasolodepensarque,enalgúnmomento,sinsabercuándoocurriría,éldesapareceríademividayyodelasuya.Regresaríaamividaanterior;anteseraloquedeseaba,aunqueyanoteníatanclaroquerervolveraesavida.Eracurioso,peroestandoconélmedabanigualtodaslascomodidadesybeneficiosqueteníaenLondres.Sihubierapodidoelegir,lohabríaescogidoaélsinlugaradudasy,siparaestarconél,teníaquevivirenesaépocadebárbarosypeligros,loharía.

—¿En qué piensas? No has dejado de observarme desde que nos hemosdetenido—medijo sonriendo.Depositó las ramas sobre la lumbre ymemiróconsusbonitaspupilasverdes.

—Vaya,¡mehasdescubierto!Soymuypocodisimulada.—¡Ja,ja,ja!Sí,muypoco.—Enmivida—ledije.—Entuvida…—repitió.Lomiré.—Enquellegaráeldíaenqueyanoestésconmigo.—Anteestecomentario

élfijósumiradaenmí—.Llegadoesemomentojamástevolveréaver.—Esoocurrirásitúquieresquepase.—No,esopasaráporquetendráquesuceder.Yonopertenezcoaestavidania

estelugar,Kimball.Túnuncaloentenderías.—Inténtalo,alomejortesorprendo.Nosoytanbrutocomotúcrees.—No me refiero a eso. Sé que eres un hombre inteligente, capaz de

comprendercualquiercosa,aunqueavecesunpocobruto…Peroestosobrepasaloslímitesdelentendimiento;nolocomprendoniyo.

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Dejódehacerloqueestabarealizandoysepusofrenteamí,decuclillas,mecogiólasmanos.Sumiradalacentróenellas,lasacariciabaconternura.Elvellosemeponíadepuntasoloconsucontacto.

—MipreciosaBeth,haymuchascosasqueyasédeti.Séqueereslaelegida.Desdehacemuchotiempoesperabanaunamujeryesaerestú.

—Sí, parece que todo elmundo sabe que soy yo, salvo yomisma, que notengoniideaaquéserefieren.

—Yonosémuybiendequévaestahistoria,peroloúnicoquetengoclaroesqueloaveriguarás.Siesaleyendaesciertaytúeresesamujer,irásdescubriendocuálestumisión.Noteobsesiones,peronomeapartesdetuvida.—Memiróconinterés.

—Kimball,lonuestronopuedeser.Pertenecemosadosmundosdistintos.Memiró sin comprendermispalabras.Nopodíadecirlenada,pensaríaque

estabalocaoqueenrealidaderaunabruja.—Túmundoesmimundo,Beth.Ysitúquieres,eltuyotambiénpuedeserel

mío.Bajéelrostro.Yoloamabaysabíaqueélsentíaalgofuertepormí,perono

quería que esos sentimientos se transformasen en amor. Debía evitar hacerledaño.

—Lonuestronopuedeser,Kimball.Mediste tupalabradequecuandomellevarasalacasademiabueloteiríasyanularíaselmatrimonio.

Notéeldolorensuspupilas;dañoprovocadopormispalabras.Alverlotanabatido deseé abrazarlo y besarlo, pero no podía hacerlo, no podía ser tanegoísta. Él debía encontrar la felicidad lejos de mí. Yo solo le provocaríatristezasydesdichas.

—Sí,tedimipalabraysoyunhombrequesiemprecumpleloquedice.—Selevantóysegiró,mediolaespalda—.Teacompañaréalcastillodetufamiliar.

—Sí,deacuerdo—ledije.—Luegodesapareceréyanularénuestromatrimonio.MandaréaDavidpara

quelleveaEamonalcastillodetuabuelo.—Asentí.Sealejóhaciaelríohastaquedespareciódemivista.

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—¡Gracias!—susurré.Las lágrimas rodaronpormismejillas.Sentíaundolor inmenso.Loamaba.

¿Qué iba a hacer conmi vida? ¿Qué iba a ser demí? Tardó en regresar.Mearrimé a la lumbre. Traía unos peces para comer, los pinchó en un palo y lospuso sobre las llamas.Estabamuycallado, serio, algopocohabitual enél.Loobservaba.Meencantabahacerloenlanoche,conelresplandordelasllamasensuspupilas.Parecíaunguerrero,loqueenrealidadera.

—¿Por qué no te has casado, Kimball? —Me miró y sonrió ante micomentario.

—¿Deverdadteinteresa?—Sí,meinteresa.—Leguiñéunojo.—Nunca ha entrado en mis planes. Preferí marcharme a luchar por unos

ideales. Soy un hombre que ama su libertad. La excitación en el campo debatallamedalavida.

—Entiendo.—Surespuestanomeagradómucho.Memiródereojo.—Quizásnoheencontradoalamujerconlaquenomeimportepasarelresto

demivida.—Fijósuspupilasenmí.—Seguroquemásdeunahubiesedeseadocasarsecontigo.—Notelovoyanegar,unhombresabecuándounamujerquierealgomás.—¿Deverdad?—Mereí.Memiró.—¿Ytú?¿Cómoesquenotehascasado?—Bueno,recuerdaqueestabacomprometida.—Sí,perotúyadeberíasestarcasada.—¿Quéestásinsinuando?¿Quésoymayor?—Lasjóvenessecasanmuyjovencitas,ytúyahaspasadoesaedad.—Muchasgracias,Kimball,erestodouncaballero.—Yomealegrodequenohayasidoasí.—Meguiñóunojo.—Yotambién.—Bajélamirada.Alargóelbrazoymedioelpez.Menosmalqueestaveznoestabacrudo.

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Estábamosunofrentealotro,separadosporlasllamasdelahoguera.—Nomehasrespondidoamipregunta.¿Porquénotehascasado?—Noentrabaenmisplanes.Yotambiénamomilibertad.—Lesonreí.—¡Ja,ja,ja!Permanecimosensilencio.—¿PorquétienesqueirenbuscadelreyRicardo?—Élhahechomuchopormí.Esmirey.Ledebomihonorymivida.—¿Estaríasdispuestoamorirporél?—Sí, si fuese necesario. Está secuestrado. Todo es una artimaña de su

hermanoJuanqueansíaelpoder.SinRicardoenInglaterra,élasumelacorona.Siemprelehatenidoenvidia.Noesqueestéafavordemuchasdelasdecisionesdel rey Ricardo, pero su hermano no mira por Inglaterra, mira por él y porobtener cada vez más poder a costa de freír a impuestos a los campesinosmientraséllodespilfarraconmujeresyfiestas.YosoyuncaballerodeRicardo.Aéllejurélealtad,peronoaquiénhaqueridorobarleeltrono.MemarcharéencuantoestésasalvoymereuniréconRobertysustropas.

—Ya.Esmásimportanteesalealtadquetustierrasocualquierotracosa.Memiróconinterés.—Sí,esunjuramentoquehice.Mihonorylealtadsonprimerohaciamirey.

Lodemásessecundario.—Ya…—Bajélamirada.—Eltiempovaensucontra,poresonodebodemorarmemásenmipartida.

Encuantolleguemosesperaréunosdíasparacomprobarquetodoestáenordenymarcharé.

—Loentiendo.Mañanayaestaremosallí.Kimballcolocóunadelaspielessobreelsuelo;merecostéenella,ledejéun

hueco yme tapé con la piel que tenía. La noche eramuy fría y húmeda, noparaba de tiritar a pesar de la lumbre.Me puse de lado.Noté queKimball setumbaba,setapabaconsupiel.Enesemomentosentílacercaníadesucuerposobreelmío,merodeóconsusbrazosymeapretócontrasupecho.

—Tranquila, que no voy a intentar nada. Así no tendrás frío. Es la mejor

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manera,créeme.Norespondí,meacurruquéensupecho.Susbrazosfuertesmerodeabanyme

sentía feliz y segura al estar entre estos. ¿Por qué esto tenía que acabar?Mequedédormida.

Gritéyabrílosojos;estabasudandoyllorando.Kimballmemirabamientrasmerodeabaconsusbrazos.

—Yahapasado,Beth.Hastenidootravezunapesadilla.Mi corazón latía con celeridad. Esta vez había sido diferente,más intensa.

Aparecía esa mujer, anciana, vestida totalmente de negro. Sus ojos azules seclavaban en los míos. No hablaba, pero me señalaba a un punto.Me girabaparamirarlo:ahíestabaEamon,queteníaunacopadoradaentresusmanos.Elniñomemiraba.Meacerquéaél.Enesemomento,delacopaempezóamanarsangre. Me asusté. Me tapé el rostro con ambas manos. Cuando quité mismanos,Eamonyanoestaba,eraKimballquienteníatodosutorsocubiertodesangre.Fuicorriendohaciadondeélestaba.Nomemiraba.Teníaaalguienensusbrazos.Miré:erayo.Estabacomomuertaylasangredesutorsoeralamía.Manaba sangre demi corazón.Kimball lloraba.Ahíme desperté.Había sidomuyreal.

Melimpiabalaslágrimasconsumano.Estabamuyasustada.—¿Mástranquila?—mepreguntó.—Semepasará.Estavezhasidomuyreal.—Todavíanohaamanecido.Amiladonotevaapasarnada.Teloprometo.Metumbé.Élsepusoamiladoymerodeóconsusbrazos.Megiréylerodeé

conlosmíossutórax.—Tengomiedo,Kimball.—Nopermitiréquenadietehagadaño.Mequedédormida.

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XXX

Noeralaprimeravezquelaveíadespertarsedeunapesadilla.Meempezabaapreocupar.¿Quéeraloquelequitabaelsueño?¿Quélaobsesionaba?Nomedejabaentrarensuvida.Habíalevantadounmuroentrelosdos.Estabadecididoaromperlo.Sabíaque,apesardesunegativadequererentregarseporcompletoamí,ellameamaba.Eraalgoqueunhombrenotaba.Jamásrenunciaríaaella.

Desde la lejanía se veía el castillo que se levantaba en la islaMaree, justoubicado en un hilo de tierra, estrecho, y a ambos lados el agua del gran lago.Habíamos atravesados bosques de robles y acebos. Conforme avanzábamos,habíacontadocincoislas,boscosas,perosinlugaradudaslamásbellaeralaislaMaree. Nos adentramos en aquel trozo estrecho de tierra. Antes de llegar alcastillo pasamos por una pequeña ermita.Cerca de estame sorprendió ver unpozo.Juntoaeste,unárbol.Meresultócurioso.

Medetuveantesdeseguiravanzando.—¡Ese es el castillo de tu abuelo! Ahí podrás resolver todas tus dudas y

descubrirquiéneresenrealidad.—Sí,¡porfin!Gracias,Kimball,telodeboati.Avanzamos.Elcastilloparecíacomosisefueseacaerenesasaguas.Tenía

cuatrotorresymurosfuertesygrises.Nosvieronllegarenlalejanía.Elpuentelevadizosebajóypudimosentraralinteriordeeste.Enelinterior,

todalaguardiaamenazantenosrodeaba.Bajamosdeloscaballos.Avanzóhacianosotrosunhombremayor,alto,fuerte,deaspectodesaliñado.

—¿Quéhacenenmistierras,enmicastillo?Preguntóconvozruda.—QuieroveralcondeAgnew—dijoBethadelantándose.Elhombreseacercóaella.Laobservaba.—Soyyo.¿Quéquieredemí?—SoylahijadeCeridwen.

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Cambió su gesto a sorpresa. Se aproximómás a ella. Pusemimano en laempuñadura de mi espada, ya no me fiaba de nadie y temía que tuviera unareacciónimpropiaquelapusieseenpeligro.

—Teparecesmuchoaella—dijotemblándolelavoz.—Ellamedejóunacartaymedijoqueledijesequeerasuhija.Bethextrajounpapelarrugadoyseloextendió.Elhombreloempezóaleer.

Estabadeespaldasanosotros.DoblóconcuidadoelpapelysegiróparamiraraBeth.

—¡Estaesminieta!—gritóacercándoseaBethyabrazándola—.Venid.Nos guio hasta el interior de la fortaleza. Empezó a dar órdenes a sus

sirvientesytodossemovilizaron.Despuéssegiróparamirarme.—¿Quiénesél?—lepreguntó.—Es…mi esposo—respondió. Me sorprendí al escucharlo de sus labios.

Sonreíparamisadentros.—¿Tuesposo?—Sí,soyelcondedeEssex,esposodesunieta.Nosmiróaambos.—Muybien.¡Dana!Guíaloshastasusaposentosyencendedlachimenea—

Miró a Beth—.Ahora descansad, la cena es a las siete, ya tendremos tiempoparahablar.

Subimos unas escaleras estrechas, de piedra y accedimos hasta una galeríaoscurayfría.Danasedetuvoenunapuertademaderaylaabrió.Bethentró.Ladoncellamemiró.

—Lestraeréaguacalienteporsisequierendarseunbaño.Yropalimpia.Elseñorme ha dicho que les lave su ropa.A usted, caballero, le traeré ropa delseñoryalaseñoradesu…madre.

Entréenlahabitaciónycerrélapuerta.Meapoyéenesta.—Kimball,tenemosunproblema—medijoBeth.—¡Ah!Sí.¿Ycuálesestavez?—Labañeraestádentrodelahabitación.—¿Y…?—Sonreí,sabíaaloqueserefería.

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—Puesquetetienesqueirhastaquemebañe.Me acerqué a ella con lentitud.Mi dama retrocedía hasta que topó con la

pared.Coloquémismanossobreesta,nuestrosrostrosestabanmuypróximoseluno

delotro.—Norecuerdasqueyatehevistodesnuda…—Sesonrojó.—¡Kimball!—Seescabulló.Mehizograciasureacción.—Muybien,memarcharé,peroregresarépronto.Laverdad esquenomeapetecíanada irmede aquellahabitación.Deseaba

besarla y retenerla entre mis brazos. Bajé las escaleras y fui al exterior. AllíestabaelabuelodeBeth.Memiró.

—¿Minietayalohaechadodeldormitorio?—Sunietaesunamujerconcarácter.—Secarcajeóantemirespuesta.—Entones sale a sumadre y a su abuela. Eran valientes—dijo con cierta

tristeza—.¿Ustedlaama?Mequedéperplejoanteesapregunta.—Sí,laamo.—¿Porquénotóciertatristezaensurespuesta?—EstoyconvencidodequeElizabethtambiénmeama,perohayalgoenella

quenolepermiteserfeliznientregarseamí.Elcondebajósurostro.—Debeserlamaldiciónquepersiguealasmujeresdeestafamilia.Quebranté

lasnormas,yelmaltiñómiapellidoyatodoslosquetuviesenqueverconél.—¿Aquéserefiere?—Mi mujer, la abuela de Elizabeth, era hija de una campesina a la que

muchos consideraban una sacerdotisa. Me enamoré de ella. La hija de unacampesina,ymássiestaerasacerdotisa,nopodíaenamorarsedenadieymenosdeuncondeyquedarembarazadadeeste.Nosamábamos,peroelloslamataronydespués teníanqueacabarconnuestrahijay lahijademihija.Amihija laasesinaron,peroaminieta…yoladipormuerta,desaparecióynadiesupoquéfuedeella.Unosdijeronquemurióalnaceryotrosrumoreabanquelahabían

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matado…—¿Ellos?—Miembros de la Iglesia con mucho poder, campesinos que espían para

ellos…—Entiendo—respondí.—SidescubrenqueBetheslahijaperdida,lamatarán.—¿PorquéaBeth?—Ellaesla…elegida.—Laelegida,¿paraqué?—Para encontrar el santo Cáliz que escondió José de Arimatea.Mi mujer

teníaundonespecial,donquese transmitióamihijayesteaBeth.Unsextosentido:venmásallá.EsegrupodepoderdeseadarconelsantoCálizparasupropio beneficio, para obtener poder. Si descubren que Beth es la elegida, lautilizaránparaencontrarelsantoCálizydespuéslamatarán.Creenquelamujerqueposeeesedonesunahechicera.

Recordé al obispo deDurham,me estremecí solo de pensar que él pudiesesaberlo.

—BethtieneuncolganteconlacruzdeDavid.Elhombrememiróconinterés.—¿Lohavistoalguienmás?—Sí—lecontétodo.—Entoncesyasabequiénesella.Nocesaráhastaencontrarla.Estabapreocupado.Lavidademidamaeneseinstantesíquecorríaungrave

peligro.

Lehabíadadotiemposuficienteaellaparaquesebañarayestuvieralista.Enese momento era mi turno. Aquella conversación con su abuelo me habíainquietadoaúnmás.Nuncamehabíaenamoradodeningunamujer,perohabíaconocidoaunajovenquemehabíahechoperderlacabeza,resultabaqueeraunaenigmática dama que escondía un pasado y un futuro inquietante y lleno depeligros.Estabaintranquilo.

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AbrílapuertayallíestabaBethconunvestidorojoquelafavorecíamucho.Supelosueltoyhúmedo.¡Diosmío,québellaestaba!¿Cómopodíacontrolarmeestando la mujer que amaba frente a mí? Cerré la puerta y me quedécontemplándolaensilencio.Seruborizó.

—¿Quéocurre?—preguntósinquerermirarmealosojos.—¡Estáspreciosa!—Noesparatanto.Teesperoabajo.Ellaavanzóhacialapuerta,peroyonomeretirédeesta.—¡Kimball!¿Medejassalir?—Pues no lo sé, la verdad.En estemomento tengo una lucha interna.Una

partedemídicequerodeéconmisbrazosytebese; laotra,quemecomportecomouncaballero.

—Pueseso,compórtatecomouncaballero—Memiróruborizada.Meaproximéhaciaella,lacogídelacinturaylaatrajehaciamí.—¿Deverdadquéesesoloquequieres?—Sí,esoesloquequiero.Mecarcajeé.Laretuveentremisbrazosylabeséelcabello.—Muybien,estavezseréuncaballero.—Sonreí.Ladejémarchar.

Beth y su abuelome estaban esperando para tomar asiento. Ambos habíancongeniadomuybien.

—Yaestátuesposo.Podemostomarasiento.RetirélasillaparaqueBethsesentase.Yomepusefrenteaella,ysuabuelo

estabapresidiendolamesa.Empezaronatraerlasviandas.Todasapetecibles.Lacarne estaba un poco cruda, como a mí me gustaba, pero sabía quemi lindaesposaloibaapasarmalalahoradecomer;aunquedespuésdelascalamidadesquehabíasufridoelladuranteelviaje,estoladeberíaparecergloria.Laobservé,miró lacarne, levantó lavistay seencontrócon lamía.Arqueé lascejas, ellacomprendióloquelequeríadecir,suspiróyempezamosacomer.Lesonreí.

—¿Tegustalacarne,querida?—lepreguntósuabuelo.

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—Sí…La miré. Sabía que mentía. Me miró y levantó los hombros; ambos

sonreímos.—Elizabeth,¿porquéhasvenido?Ellalomiró.—¿Hasleídolacarta,abuelo?Noséquiénsoyniaquélugarpertenezco.Mi

madremedijoqueaquílodescubriría.Laobservé.—Sí…Yoyatehecontadolahistoriadetumadreytuabuela,aligualquea

tuesposo.Másnotepuedodecir.Lahabitacióndetumadreestátalcualladejó.Jamáspudevolveraentrarallíytampocoquisemovernada.Eracomosi,deesaforma,estuvieseviva.

Laveladaterminóysuabueloseretiró.Bethmemiró,nodijonadaysalióaunaespeciedebalcónquehabíaenaquellasala.Laseguí.Lanocheerafría.Mepuseasuladoylaobservé.

—¿Quéteocurre,Beth?Memiró.—Noséquiénsoy.—Laverdadesquenomeextraña.Derepentedescubresquetumadrenoes

lapersonaquecreíasqueeraytedascuentadequeereseseeslabónclaveparadescubrirdóndeestáelsantoCáliz,reliquiabuscadayansiadaporunoscuantos.Además, tuvidacorrepeligroporquealgunos representantesde la iglesia,queformanpartedeungruposecretoquenadiesabequiénessonydóndesereúnen,quieren conseguir esa taza santa para quién sabe qué acometidos. Para colmohandescubiertoquetúereslaelegida,delaqueunaleyendadelpasadohablabayalaquecreíanmuerta.—Lamiré—.Yocreoqueloquetepasaesnormal;esmás,cualquierotramujerentusituacióntemblaríademiedo,¡Ja,ja,ja!

—Fíjateenelcielo,lasnubesnodejanverlaluzqueproyectalaluna.Laabracéyellaseacurrucósobremipecho.Memiró.—Tengomiedo,Kimball,estoymuyasustada.—Notienesnadaquetemer;yonopermitiréquetepasenada.

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—Noséquéseesperademí.—Beth,notienesquehacernadasinoquieres.Eresmiesposa;yocuidaréde

tienmicastillo.Allínadieteperseguiráynotendrásquehacernidescubrirloqueseesperadeti.Estaréyoparaprotegerteyhacertefeliz.Deseoacabarconesapreocupaciónquenotepermiteestarenpaz.

—Noestanfácil,Kimball.—Sí,loes.Lofácilodifícildependedenosotrosmismos.Seretiróparaobservarme.Nosmiramosensilencio.Hiceunmovimientoy laherida, todavía resentida,medolió.Debiónotarlo

porlaexpresióndemirostro.—¿Quétepasa?¿Eslaherida?Heestadotanpreocupadapormistemasque

nolahevueltoaver.—Noesnada,Beth.Estáperfecta.Nonecesitomáscurasnimássupervisión.—Kimball,subamosalahabitación.Necesitoanalizarla.

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XXXI

Estabasentadosobreunasillademadera.Latenueluzdelavelailuminabalaalcoba.

—Porfavor,quítatelacamisa—ledije.Yo estaba detrás él.Kimball fue quitándose la prenda de vestir. Le costaba

mover el brazo próximo a la herida. Sus hombros fuertes quedaron aldescubierto.Esehombremefascinaba.Hipnotizadaporsupielsuaveydorada,fuiaayudarleadesprendersedelaropa.Sinpensar,movidaporunimpulso,mismanos acariciaron la suave piel de sus hombros que se deslizaban hacia elcomienzo de sus bíceps, le ayudé a retirar su camisa y él se deshizo de ella.Respiré; tenía que ser fuerte. No debía permitir que mis sentimientos metraicionasen, tenía que pensar con la cabeza y no con el corazón. Me pusedelante de él a observar la herida. Había cicatrizado muy bien y no estabainfectada.

—Tiene muy buena pinta. Debes evitar hacer esfuerzos.—Me costaba nodistraermeantesutóraxdesnudofrenteamí.

Me levanté y me aparté de él. Si lo miraba, descubriría mis verdaderossentimientos.Merendiríaanteaquellosojosverdes.Selevantóysepusofrenteamí.Avanzaba con lentitud, serio, sus pupilas estaban fijas sobre lasmías.Mesujetóconsuavidaddeloshombrosymeatrajohaciaél.Sumiradasefijóenmiboca,bajósurostrohastaquesuslabiosacariciaronconsuavidadlosmíos.Mebesabaconternura.Levantólamirada,mecogióenbrazosymellevóhastalacama. No pude rechazarlo: lo deseaba y lo amaba. Los sentimientos que éldespertabaenmíerantanfuertesquenipodíaniqueríaalejarlodemivida.Mefuedesnudandopocoapoco.Suslabiosreteníanlosmíoscondeseoysusmanosrecorrían mi cuerpo despertando con cada roce una oleada de placer. Loanhelaba;sabíaquetodomiseryalepertenecía.

Merodeóconsusbrazosybesómimejilla,meatrajohastasupecho.—Kimball.

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—¿Sí?—¿Todavíasiguesconlaideademarcharteyanularnuestromatrimonio?—

lepregunté.Secarcajeó.—¡Jamáspenséenhacerlo!—¿Nunca?—lepreguntésorprendida.—¡Nunca!—Me giró para quemi rostro estuviese frente al suyo—. Estoy

enamoradodeti,jamáspenséqueestomepudiesesuceder,peronosécómoniporquémehapasado.Teamo,mipreciosaBeth.—Suslabiosseposaronenlosmíos.

Leacariciélamejilla.—Yotambiénteamo,Kimball.—Vaya,¡porfinloreconoces!—Sonrió.Lerespondíalgesto.—¡Noteatrevasahacermedañoolvidándotedemí!—Loamenacé.Secarcajeó.—Eso,teaseguroquenoentraenmisplanes.—Meatrajohaciasupechoy

mebesó.

Unasonrisasedibujóenmirostro,losrayosdeluzsefiltrabanporlaventanadelahabitación.Sinquererabrirlosojos,recordésuscariciasylapasióndelanocheanterior.Toquéconmimanoelladodelacamadondesucuerporeposaba,élnoestabaallí.Enesemomentomeasusté.¿Habríavueltoalarealidad?¡No!,eraloquemenosquería.Abrílosojosdegolpe,metranquilicéalobservarqueestabaenaquellahabitacióndelcastillodemiabuelo.¿Dóndesehabrámetido?Mefijéenelanilloquellevabapuestodesdequeelfrailenoshabíacasado.Lollevéamislabiosylobesé.Mesentíafeliz,muyfeliz.

Mevestíconrapidezybajélasescaleras.Entréenlasalaquesuponíaeraelcomedor,peronohabíanadie.Entoncesvolvíasalirymetopéconladoncelladelanocheanterior.

—¡Señorita!

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—Perdone,¿sabedóndeestámiesposo?—Semarchóconsuabuelomuytemprano.¿Deseadesayunar?Nomehabíasentadomuybienlacenadelanocheanterior.—No,gracias.—¿Deseaalgo?—No…,bueno,sí.¿Dóndeestálahabitacióndemimadre?Memiró sorprendida antemi pregunta. Sus ojosme escrutaban,me dio la

sensacióndequesentíamiedo.—Sígame.Meguiohastalaúltimaplanta.Aquelpasilloeraoscuro,fríoyparecíacomo

si hiciesemucho tiempo que allí no pisaba nadie. Sentí un escalofrío quemerecorriótodoelcuerpo.

Lahabitaciónestabaalfinaldelpasillo.Danamemiró,pálida.—Señorita,¿puedeustedabrirlapuerta,porfavor?—Sí,notepreocupes.Observécómoseibacorriendodeaquellugar.Mequedéenelpasillo.Tenía

lasensacióndequehabíaalguienmásallí,observéparatodosloslados,peromeencontraba sola. Entré en la habitación, estaba a oscuras. Un gran cortinajetapabalapocaluzqueentrabaporlaestrechaventana;lodescorrí.Analicétodoloqueteníaamialrededor.Así lohabíadejadoCeridwencuandohabíahuido.Eraunahabitaciónque,apesardelasobriedaddelaépoca,nodabalasensacióndeestarvacía;eracomosi sualmaestuviesevivaallí.Mesentéen lacamaysentíunaráfagadefrío.Toquélaropadecamaymesobresaltéalcomprobarqueestabacaliente, comosi acabaradeestar alguienallí acostado.Me levantéporinercia y empecé a observar toda la habitación. Era pequeña y allí no habíanadie.Meagachéyobservédebajodelacama,perotampocovianadie.Intentétranquilizarme. Algo captómi atención: una de las patas de la mesa eramáscorta que las otras.Me agaché paramirarla.Empecé a tocar lamesa, perdí elequilibrio y apoyé la mano en la madera del suelo. Al hacer fuerza, esta semovió.Erauntrozodemaderahueco,lolevanté,ahíhabíaalgoescondido.Metílamanoconsumocuidado,yaqueteníapánicoalaarañaseinsectos.Toquéunrollo de papel. Los desenrollé. Estaba nerviosa.Me senté. Estaba escrito con

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tintanegra.Laletraerabonita.

Mesientofeliz.Mamámehadichoquelafiestadelanochedelaterceralunaserámañana.Estoyemocionada.Yaheelegidoelvestidoquemevoyaponer.Eslaprimeravezqueestaréallí.Soymayordeedad.Elfestejocomienzaalanochecer,estoydeseandoquellegue.

…Elcorazónmelatetodavíarápidamente.Leyendoloanteriorqueescribísiento ganas de llorar, tantas ilusiones en una noche que ha resultadofatídica. La luna brillaba y resplandecían sus rayos sobre las aguasoscurasdellagoMaree.Estabacontenta.Mipadreymimadredisfrutabande verme alegre; pero entonces, ahí, junto a ese pozo que tanto temordespiertaenmíhevistoesafiguraoscura.Nosésieraunhombreounamujer,yaquellevabaunacapanegraylacapuchapuesta;apesardenopoderdistinguirbienlafigura,sabíaquemeestabaobservandotantoamícomo a mi madre. Me ha impresionado. Giré el rostro a otro lado ydespués volví mi mirada hacia el pozo, pero esa figura habíadesaparecido. De repente un grito nos ha alertado a todos. Era uncampesinoquehabíaencontradoentrelosárbolessagradoscercanosalaermitaelcadáverdeunajoven.Lehabíanquitadoelcorazón.Miatenciónyasecentróenaquellajovenalaquereconocíenseguida:eralahijadeEmili y Ron, unos campesinos que trabajan las tierras de mis padres;Alice,suhija,hacíadosdíasquehabíadesaparecido.Nadiedabaconellaylosrumoresdecíanquesehabíamarchadoconunmuchachoconelquelehabíanvistoeldíaanteriorcercadellago.Mipadresuspendiólafiestayregresamosrápidamentealcastillo.Heescuchadounruidoenelpasillo…

Aquíacabaelprimerpapel.Lodoblé.Miintencióneracontinuarconlasotrashojas,peroenesemomentoyotambiénescuchépasoscercade lapuertadelahabitacióndemimadre.Alguienestabatrasesta.Vicómosemovíaelpicaporte.

—¿Quiénandaahí?—grité.Unospasosligerossealejabanconrapidezporelpasillo.Guardélosrollosen

elmismositioqueloshabíaencontrado.Locoloquétodotalycomoestaba.Fui

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aabrirlapuerta,peroalhacerloyanohabíanadie.¿Quiénsería?Miréotravezlahabitaciónantesdecerrarla.«Mañanavolveréaquí,mamá»,dije.

Bajé las escaleras.Aquella galería era tétrica.Deseaba salir de allí lo antesposible.Teníalasensacióndequemeobservabanysentímiedo.

Salíalexterior.MehabíaparecidoescucharlavozdeKimball.Fuidirectoalascuadras,peroallínohabíanadie.Observé,peronoestabaél.

—¿Quieremontaracaballo,señorita?—dijoelmozodecuadras.—Estababuscandoalcaballeroyamiabuelo.—Suabuelosehaidoadescansar.Eljovenharegresadoconsuabuelo,pero

despuéssehavueltoamarchar.—¿Lehadichoadóndeiba?—No, pero le he escuchado que decía al señor que necesitaba cabalgar un

rato.—Gracias.Medasuncaballo,delosmásmansos.Me monté en los lomos del animal. Lo hacía todavía con miedo. ¿Dónde

estaríaKimball?Queríairaverelpozoylaermitadelaquemimadrehacíareferenciaensu

escrito. El paisaje era espectacular. Bajé por la colina. Se divisaban las aguasazulesdellago.Meibaacercandoalaermitayalpozo.Atéelcaballoaltroncodeunárbol.¿Porquéaquelpozoledabatantomiedo?Loobservé,nohabíanadaenélqueinspirasetemor.Mefuiacercandodespacio.Estabahechodepiedraytenía una gran circunferencia. Me asomé con cierto temor, pero todo aquelloestabaoscuro.Tiréunapiedra,nohabíaagua,almenosnoseescuchóelruidocuandola tocó lapiedra.Meretiré. Imaginé loquehabríasentidoellaalveraaquellafiguraalladodeaquelpozo.Meagaché.Llamómiatenciónunsímbolograbadosobrelaroca:eraunanilloconformadehélice.Escuchéunruidotrasdemí.Melevantéymiréamialrededor,novianadie,asíquepenséquequizásseríaalgúnpájarooanimal.

Teníaunaextrañasensación,comosimeobservasen.Laermitaestabamuypróximaaaquellugar.Mefuiandandohastaallí.Erapequeña,estabajustoalrasdelatierradondecomenzabaelaguadellago.Eradepiedraytansolosefiltrabalaluzporunaestrechaventana.Entré,alguienterminabadeestareneselugar;

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yaquelaluzdelasvelasacababadeserapagada,peroallínohabíanadie.Hacíafrío en el interior. Había un altar pequeño. La cruz de Cristo estaba sobre lamesa.Mearrodilléfrenteaesta:

«Señor,ya séquemehealejadode tiyquenohequeridosabernadade tiduranteaños,peroenestemomentotenecesito.Noséquémeestápasando,quésignificaesto.Siesquesoylaelegidaparaestamisión,soylamenosindicada.Meheenamoradodeunhombrequenoperteneceamimundo.Mepersiguenporalgoquedesconozco,ypresientoquelamuertemeacechaentodomomento.¡Ayúdame!».

Otravezvolvíaescucharelmismoruidoquelavezanterior.Estavezhabíasidomásclaro.Sonójustotraslapuertadelaermita.Medirigíconsigilohaciaestaylaabrídegolpe.Miréentodaslasdirecciones;entoncesfuecuandoviquealgo o alguien se había escabullido entre los arbustos y decidí seguirlo. Meadentréenaquellaarboleda,observéqueeraunapersona,llevabaunacapanegraconcapuchapuestaqueleocultabaelrostro.Nomeestabadandocuentadequecon seguirla me estaba adentrando en un bosque que desconocía. Elencapuchadocorríaagranvelocidad, loperdíay,derepente,dejédeverlo.Yoseguíacorriendoconlaideadequeestaríamásadelante;tropecé.Algodelsuelome hizo caer sobre unas rocas, sentí dolor en mis rodillas y en mi tobilloderecho. Intuí que no estaba sola,me giré y allí estaba ese personaje, con surostro oculto. Apenas se vislumbraba unos labios finos y pálidos. Avanzabahaciamíconlentitud.Susmanos,quehastaesemomentoestabanescondidasenla capa, las sacaba despacio.Me fijé que en una de ellas llevaba una cuerda,gruesa,queibaenrollandopocoapoco.¿Quépretendía?

—¿Quiénesusted?¿Quéquiere?Norespondía;avanzaba.Mefijéqueenlabarbillateníaunacicatrizenforma

dezeta.Unruidoloalertó,peroapesardeelloseguíaavanzando.Elsonidoeramásintenso.Sedetuvo,guardólacuerdaysealejócorriendo.Enesemomentoapareció un campesino con un hombre que, por los rasgos de su rostro, sufisonomíayformadeandardebíateneralgunadeficiencia.Esteestabaagitado.Meseñaló.Elcampesinoseacercóamí.

—¿Estábien,señorita?

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—Sí,gracias.—Intentélevantarme,peroeltobillomedolía.Elhombreconladeficienciamediosumanoymesonrió.Elcampesinome

ayudóaincorporarme.—Señorita,¡estásangrando!Teníalasmanosylosbrazosheridosporlacaída.—Noesnada,nosepreocupen.—¿Quélehapasado?Lomiré.—Meadentréenelbosqueymetropecé.—Noquisecontartodalaverdad.—Allan—dijoelcampesino—sepusomuynerviosoyquisoguiarmehasta

aquí.Él tieneunsextosentido,desdemuypequeñointuyecuándoalguienestáen peligro. Recuerdo que hace mucho tiempo una joven apareció muerta. Élestuvollorandodurantetodoeldíaanteriorporquedecíaquelamuerteestabaenloslagos.

Aquellas palabras captaron mi atención. De repente recordé lo que habíaescritomimadresobrelamuertedelacampesina.Intentéindagarmás.

—¿Yfuehacemuchotiempo?Elcampesinomemiró.—Sí,hacebastante.Senotabaquenoqueríahablar.SalimosdelbosqueyenesemomentoviaKimball.Nosvioyseacercóhacia

nosotrosconelrostrodesencajado.—¿Quéhaocurrido?—preguntó.—Señor—dijoelcampesino—,encontramosa la jovendamaenelbosque,

herida.Kimball centró sumirada enmí; era inquisitiva.Sabíaque estaba enfadado

conmigo.—Muchas gracias, señores. Ya me encargo de la joven —les dijo al

campesinoyaAllan.Ambossedespidieron,peroantesdequesemarcharanAllanseacercóamí.—Tengamuchocuidado,señorita.

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—Tranquilo,Allan,lotendré—lerespondí.Unavezsealejaron,Kimballmemiróconlosbrazoscruzados.—¿Sepuedesaberquéhacíasenesebosque?—Simplecuriosidad.—Notecreo—respondió—.Estásherida,cojeas.Lo miré y empecé a caminar; cojeaba, pero no quería darle ninguna

explicación,esoharíaquesupreocupaciónhaciamíseincrementase.Meagarrócon fuerza del brazo, tiró de mí, caí sobre su pecho y me cogió en brazos.¡Estabaguapohastaenfadado!Rodeésucuello.

—Fuiabuscarte.Medijoelchicodelascuadrasquehabíassalidodirecciónloslagos.Queríaverte.

Mesubióaloslomosdemicaballo,elsuyoestabaallado.—¡Nolovuelvasahacer!Notedascuentadequecorrespeligro.¿Tepuedes

imaginarloquesentícuandovitucaballoynoteviati?Penséenlopeor.—Puesestoysanaysalva.—Conheridasytehashechodañoeneltobillo.—Sonsolounosrasguños.Kimballsemontóensucaballoynosalejamosdeaquellugar.Cuando llegamos al castillo, mi abuelo seguía descansando. Kimball me

agarródelacinturaymedejóenelsuelo.Dejóloscaballosalmozo,quienmemirabasorprendidoantemiaspecto.Kimballmevolvióacogerenbrazos.

—Estoypensandoquemevoyaperdermásveces.—Memiró—.Sí,nomemiresasí,meencantaquemecojasenbrazos.

Suexpresióncambióantemicomentario.—¡Porfintehearrancadounasonrisa!—Sabesquenonecesitasperderteparaquequieratenerteentremisbrazos.Subiólasescalerasyabrióconlapuntadelpielapuertadelahabitación.La

cerródelamismamanera.Medejósobrelacama.Seagachó.Sinmediarpalabramequitólabotaymeobservóeltobillo.—Noestároto.—Esoyaloséyo.Eselgolpedelacaída;dehecho,yanomedueletanto.

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Memiró,selevantóycogiólapalanganaconagua.Laacercóhaciadondeyoestaba,lapusoenelsuelo,cogióunastelasquehabíajuntoaesta,lasmojóymelimpió la herida. Era algo con lo que yo estaba muy familiarizada, pero meencantabaver conquédelicadeza y cariñome iba limpiando la sangre demismanosymuñecas.

—Bueno,yaestá—dijobesándomeambasmanos.—Gracias,Kimball.Sus pupilas estaban fijas en las mías. Se levantó y me cogió la mano

forzándomeaqueyohicieselomismo.Levantómibarbillaconsusmanosysumirada se centró enmis labios para después besarme. ¡Cuánto deseaba sentirotravezlasuavidaddesuslabiossobrelosmíos!Seapartó.

—Me asusté. Solo pensaba en que, si te había pasado algo, mi mundo sederrumbaría.

—Kimball…—suspalabrasmeemocionaron.Veraunhombrerudo,fuerte,unguerrero,elhombredelquemehabíaenamorado,decirmeaquellascosastanbonitasmellenabadefelicidad.Unasonrisasedibujóensurostro.

—Ahoradebesdescansar.Ese tobillonecesita reposo.Lediré a la doncellaquetesubalacomidaatucuarto.Estanochehayunafiesta.

—¿Unafiesta?—pregunté.—Sí, tuabueloestamañanamehaenseñado todasvuestras tierrasymeha

comentadoquehoyeselgrandíaquetodosloslugareñosestánesperando.Cadaaño,enlanochedelaterceraluna,secelebralaaparicióndelasprimerasfloresylarecoleccióndelosfrutos.

Seacercó,me rodeó lacinturaymeatrajohaciasupecho,mebesó, retuvomis labios entre los suyos, breve, pero intenso.Me dejó sin aliento, llena desensacionesysemarchó.

¡Lanochede la tercera luna!Eraelmismodíaenelqueellahabíaescrito.Teníaqueirasuhabitaciónyhacermeconsusescritos.Esperéaestarseguradeque Kimball se hubiese alejado de allí. Salí de la habitación y subí al pisosuperior.Tuvelasmismassensacionesquelaprimeravez.Aceleréelpasohastallegar a la habitación, abrí la puerta y la cerré. Suspiré. Busqué la mesa, meagachéycogí losescritos.Enseguidamedi cuentadequehabíaunahojaque

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faltaba, había contado seis y solo había cinco.Esta vez sí que tenía claro quehabíaescuchadounruidojustodetrásdelapuerta.Elpicaportedeestaempezóamoverse.Elpánicomeenmudeció,nopodíaarticularpalabraalguna,sedetuvoyunospasosligerossealejarondeallí.

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XXXII

Estabapreciosaconaquelvestidoazuldesumadre.Laobservabajuntoasuabuelobajarlasescaleras.Yanocojeaba.Meadelantéyleagarrélamano.Meinclinéparabesársela.

—Estásmuybonita,Beth—susojosnegrosbrillaban.—Cómo te pareces a tu madre. Eres su vivo retrato. El verte ahí, con el

mismovestidoqueellallevaba,escomosimihijaestuvieraenesasescaleras.Lecogísusmanosylasenvolvíentrelasmías.Suabueloseadelantó.Fuimos

direcciónalascuadras.Lanocheestabadespejada,elcieloestrelladoyunagranlunallenailuminabaaquellastierrasenlaoscuridad.

—Hoyvienesenmicaballo—ledije.—Puesteloagradezco,yasabesquenoeslomíomontaracaballo.—¡Ja,ja,ja!Nomeloagradezcas.Lohagoporegoísmo:quierotenerteesta

nochemuycercademí;además,tengounasorpresaparati.—¿Unasorpresa?¿Quées?—Sitelodijeseyanolosería,nopreguntestanto,curiosa.Lacogídelacinturaylamontésobreellomodelanimal.Diunsaltoyme

montétrasellas.Rodeéconmibrazosucinturayconelotrocogílasriendasdelcaballo.Me

encantaba tenerla cerca, oler su cabello y notar el calor de su cuerpo junto almío.Apesardetodo,lasentíaausente.Sabíaquealgolerondabaporlacabeza.Desdesuaccidenteenelbosquesospechabaquemeocultabaalgo.

Llegamoshasta la zonade la ermita.Habíamuchagente alrededor deunashogueras.Lamúsicadelasgaitassonaba,ylagentebebía,reíaydisfrutabadelanoche. Detuvimos los caballos, los amarramos al tronco de un árbol y nosbajamos.CogíaElizabethdelacinturaylaretuveunosinstantesjuntoamí.Enesemomentosuabuelovinohacianosotros.

—Ahora a divertirse.—Se acercó a su nieta—. Beth, estoymuy feliz que

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estésconmigo.—Seacercóaellaylediounbesoenlamejilla.Lamúsicasonaba.Elvinoylacervezapasabandeunosaotros.Bethtomóun

tragodevino.Mesorprendíalverla.Dehechomehizogracia,unadamadesucondición no bebería el vino de esa forma tan poco comedida. Bailaba y sedivertía,yyonopodíadejardeobservarla.

Viaaquelhombre:Allan,asísellamaba.Ibaacompañadodelcampesino.Mefijéenél.Teníaunamiradahuidizayobservaba temerosopor todaspartes.SefijóenBeth.¿Porqué lehabríadichoélaellaque tuvieracuidado?Teníaquedescubrirlo.MefijéenmiElizabeth,quesedirigíahaciaelpozo.¿Porquéibaallí?Viquehabíaunhombreconunacapaoscura.¿Quéeraloqueocurría?Laseguí. Ella avanzaba con lentitud. El encapuchado se fijó en la joven, perocuandolavio,desapareció.Ellaseacercóalpozo.

—¡Beth!¿Quiéneraesehombre?—Ellasesorprendióalverme.—Nolosé.—Notecreo.—Tedigolaverdad,nolosé.Seríauncampesino.—Sonrió—.Bueno,estoy

esperandomiregalo.Seguiría con aquella conversación más tarde; en ese momento estaba

deseandollevarlaalacascadadefuego.—¡Anda,venaquí!—Laagarrédelamano,tirédeellaylapropinéunazote

cariñosoensutrasero.—¡Kimball! —gruñó. La guiñé un ojo. La di media vuelta para que me

mirase—.Espera,tengoquetapartelosojos.—¡Quéintriga!—¿Puedo?—¿Sabesquesí?Leocultélosojosconunacintadecolorazul.Lacogíenbrazos.—Estomeencanta—.Merevolvióelpeloconsusdedos.—Nopuedesestarniunsegundoensilencio,¿verdad?—¡Cómomeconoces!—¡Ja,ja,ja!

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Lamonté enmi caballo.Bajé la ladera hasta llegar al lago.Allí había unapequeña barca que servía para cruzar al otro lado del lago. La bajé, la sentédentrodeestayempecéaremar.

—¡Metienesintrigada!¿Estoyenunabarca?—Ya lo verás, ¡impaciente! —Me hizo gracia su incertidumbre y su

curiosidad.Ahíestaba.Acerquélabarcalomáximoquepudehastaestarfrentealagran

cascadadefuego.Por loquepudeaveriguar, la llamabanasíporquecuandoelsol aparecía en el horizonte, en las aguas de la cascada se reflejaba la luz delastroquesetornabadeuncolorrojizo.Caíaconfuerza.

—¿Preparada?—Sí,desdehacetiempo.Lequitélacintaymefijéenlaexpresióndesurostroalcontemplaraquello.

Apenas pestañeaba, estuvo unos segundos observando cómo el agua caía confuerzadesdeunagranaltura.Algunasgotasmojabannuestrosrostros.Memiró.

—¡Gracias! Jamás imaginé que alguien me pudiese hacer un regalo tanincreíble.

—Nomedeslasgracias,esmiformadedecirtequeteamo.Porsitequedabaalgunaduda.

Cogísumanoyselallevéhaciamicorazónparaquesintiesemislatidos.—¿Losientes?—Asintió—.Lateporti.Llevósuotramanoamimejillaylaacarició.—Teamo,¿losabes?—medijo.Nopudeaguantarmás.Despuésdesuspalabrasdeseabatenerlajuntoamí,la

necesitaba.Laatrajehaciamípecho,cogísurostroentremismanosylabesé.Levantémisojosparaobservarla.Suspupilasestabanfijasenlasmías.Ellatuvounescalofrío.

—¿Tienesfrío?—Unpoco—respondió.Larodeéconmisbrazos.—Tenemosqueregresar.

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—No, todavía no. Desde hace mucho tiempo no sentía la paz que metransmiteestelugar.Asídebeserelparaíso.

—¡Ja,ja,ja!Regresemos.Noquieroqueenfermespormiculpa.La volví a besar. Cogí los remos y fui hacia la orilla. La ayudé a salir, la

acariciéloshombros,estabadeseandotenerlaotravezentremisbrazosyhacerlamía. La monté en el caballo y subí tras ella. Regresamos con lentitud por elmismo camino que habíamos ido. Estábamos muy cerca del lugar donde seestabacelebrandolafiesta;porelbosqueescuchamosunruido,detuvealanimal.AntenosotrosaparecióAllan,estabaasustado,agitado.Bajédeunsalto.

—¿Quéteocurre?—lepregunté.Movía los brazos con rapidez, pero no podía articular palabra. Le puse la

manoenelhombro.—Tranquilo,Allan,respira.Respiró.Memiró.—¡Hanvenidoaporella!—laseñaló.Measusté.—¿Quién?—pregunté.—El hombre del anillo.Un hombre de la iglesia.—Enseguida pensé en el

obispodeDurham—.¡Tienequehuir!MiréaBeth.—Aléjateallagodondehemosestadoyespérameallí,juntoalabarca.—Ella

asintió—. Allan, tú acompáñame y estate tranquilo, si no va a sospechar elobispoqueocultamosalgo.—Élasintió.MedirigíaBeth—.¡Espérameallíynotemuevaspaseloquepase!

Lavialejarse.Teníaunmalpresentimiento.Aquellonomegustaba.

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XXXIII

Estaba asustada, al decir Allan que llevaba un anillo enseguida vino a mimente la imagendeaquelobispo.Había llegadoa laorilladel lago.Me sentémirandoel lago.Alo lejosveía lacascada.Meentristecídepensarqueloquehacía unos segundos me había parecido mágico, en ese instante se habíaconvertido en todo lo contrario. ¿Qué pasaba en mi vida? Debía estarvolviéndomelocaoenuncomaprofundodelqueprontodespertaría.Mellevélamanoalampliovestidoytoquélospapelesescritosdelaquesesuponíaeramimadre.Nomehabía dado tiempo a dejarlos en la habitación.Sabía quehabíadesaparecidouno.Estabaseguradequehabíaseiseldíaanterior.

Mimirada estaba fija en esas aguas oscuras.Algo llamómi atención: unaspequeñas luces flotabansobreelagua.Tenían formadepequeñas llamas;cadavezhabíamás.Mequedéfija,mirándolas.¿Fuegosfatuos?Habíaleídomuchosobreaquello.Secreíaqueeran lasalmasde losmuertos,pero jamáscreíquepudierasercierto.Eranlucespequeñas.Parecíacomosidanzaranenelagua.Seacercabanamí.Porunmomentopenséqueeranlasalmasdemimadreydemiabuelaqueveníanallevarmeconellas.Measusté,melevantéyempecéacorrerendireccióncontrariadedondeestabalafiesta.Enmiafánporhuir, tropecéymehiceotravezdañoeneltobillo.Sentíungrandolorportodoelcuerpocomocuando había sido atropellada. Me di la vuelta con gran dificultad. Estabarodeada de esas luces blancas.Me tapé el rostro. «¡No, ahora no! ¡No quierosepararmedeél!»,dije.Yasoloveíaunaintensaluzblanca.

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XXXIV

Ahíestaba.Eraelobispoacompañadodevariosdesushombresyaquelfrailequelahabíajuzgado.Elobispomereconoció.

—Vaya,vaya...Perosieselcaballeroquedefendióalahereje.—Creoqueyaquedóclaroqueellanoesningunahereje.Luchépor ellay

vencí.Siganaba,ladejaríanenpaz.—Sí, así es. Pero resulta que alguien la ha acusado de susmalas artes.No

tenemosmásremedioquellevarlaotravezconnosotros.—¿Quiénlahaacusado?—pregunté.—¡Traedla!Antemisojosapareciólagitanaquenoshabíamosencontradoenelcamino

cuando la habían secuestrado, la misma que nos había dicho hacia dóndedirigirnos para encontrarla. Tenía la cara con moratones y uno de los ojoshinchado.Estabamagullada;lahabíantorturadoymaltratado.Lamujerlevantóelrostro,memirócontristezayvolvióabajarsumirada.

—¡Ellahasidolaquenoslohadicho!¡Dileloquemehascontado,mujer!—¡Losiento,señor!Yonoquería…Ellosmeobligaronytorturaronhastaque

lesdije loqueellosqueríanoírdesdeunprincipio,pero todoesmentira. ¡Meoye!,¡esmentira!—dijomirandoalobispo.Letemblabalavoz.

Elobispolediounapatadaensusposaderas.—¡Lárgatedemivistasinoquieresquetemate!—ledijo.Lagitanahizointencióndecorrer,perounodeloshombresqueacompañaba

alobispoledioungolpeconunpaloenlacabeza.Ellacayóalsuelo,muerta.—Ahoradescansaráenpaz—dijoelobispoburlándose.—¡Lahamatado!¡Asesino!—Teníalaintencióndegolpearle,peroelabuelo

deBethmedetuvoatiempo.—¿Qué insinúas, joven?—Seme acercó amí con suprominente barrigay

susojosfríoseinexpresivos.

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Elabuelosepusofrentealreligioso.—Minietanoestáconnosotros,semarchóydesconocemoshaciadondeha

ido.ElobispocentrósumiradaenelcondeAgnew.—Entonces, no le importará que mis hombres den una vuelta por los

alrededores.—Puedenhacerlo.Enesemomentoaquelfraileseacercóamíyfijósuspupilasenlasmías.—Séqueestáaquí,puedoolerla.Hueloatodaslasbrujas.—Entoncestienemuymalolfato,porqueaquínohayninguna.Estuvieronbastante tiempodandovueltashastaqueseconvencierondeque

allí no había nadie. Luego, Allan se aseguró de que se habían alejado losuficientedeaquellugar.Lafiestasesuspendió.

—Allan,notepreocupes,voyabuscarla.Márchatetranquilo.Eljovenestabainquieto,nervioso.Sealejóconelcampesino.Fuicorriendoporelbosquehasta llegaral lago,peronoestaba.Labusqué,

grité su nombre, pero ella había desaparecido sin dejar rastro. Exploré cadarincón.Sehabíaido;sehabíaalejadodemí.

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XXXV

—¡Kimball!—grité.Me incorporéde la cama, sudando.Las lágrimas recorríanmi rostro.Hacía

dos años que había vuelto ami realidad.A la primera que había visto en esemomentohabíasidoaAnn,miamiga—Ahoramedespertabaenmicasa,conmihija.

—¡Mami!Melevanté.Lahabíavueltoadespertar.FuialahabitacióndeEmma.Estaba

depie,ensucuna.Faltabandosdíasparaquecumpliesedosañitos.Lesonreí.—Hola,miniña.¿Tehadespertadootravezmamá?Emmamemirabaconsusgrandesojosverdes.Teníalosmismosojosquesu

padre. «¡Kimball!», suspiré.Me recordabamuchoa él.Fue el regaloque tuvetrasalejarmedeélyregresaramimundo.Lapruebadequetodohabíasidoreal.Nodiningúntipodeexplicaciónanadie.Sabíaque,dehaberlohecho,habríanpensado queme había vuelto loca.Mimadre se llevó las manos a la cabezacuando le informaron losmédicosquehabía salidodel comayque el feto nohabía sufrido ningún daño. Todavía recuerdo la conversación que tuve en elhospital con ella. Insistía en saber quién era el padre. Le tuve que mentir ydecirlequeerauninglésquesehabíamarchadodelpaísydelqueyanosabríanuncamásnada.Enciertamaneraeracierto.Annrespetómisilencio.

Mi padre movió sus contactos para que me encontrasen un trabajo deenfermera en Londres, y así fue como empecé a trabajar en el Royal LondonHospital.Gracias a esopudehacer frentea losgastosqueconllevabacuidar auna niña.Mis padres semarcharon, y allíme quedé yo, embarazada, con losrecuerdos y unos papeles demi supuestamadre que había traído conmigo deaquellaépoca.

Noentendíanada.Suspiré.CogíaEmmaenbrazos,yellamemiró,alzósumanitaregordetayagarrómipeloconsusdeditos,mientrassonreía.

—¿Sabes,Emma?Tupapáestaríamuyorgullosodetiysesentiríamuyfeliz

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detenerteentresusbrazos.—Papá—dijo.—Sí,tupapá.Eramuyguapo,comotú,miprincesa.Lamecí. Sus ojitos se fueron cerrando hasta quedarse dormida. La volví a

meterenlacunaylatapé.Fuia lahabitaciónyabríelcajóndemimesilla,allí estabanenrollados los

papelesdeCeridwen.Losabríyvolvíareleerlos.

…TodoelmundoestáalteradoporlamuertedeAlice.Hoyheidoaverasuspadres.Mehanmiradoconodio.Ronsehalevantadoymehadichoque laculpaesmíaydemimadre,quehemos traído ladesgraciaaeselugar.Mimadremehamiradoenesemomentoymehahechoungestoindicandoquenosteníamosqueir.Noentiendoporquélagentenosodiatanto.Hoy,despuésdeeseacontecimientoellamehadesveladoelsecretode la familia. Estaba en mi habitación, ha entrado despacio y se hasentadoen lacama.Mehadichoque teníaquecontarmealgo.Despuésmehamiradoconinterésymehadichoqueellaerahijadedruidas.Mehaexplicadoqueellosadoranlanaturalezaytienenciertasvisionessobreel futuroy loquevaasuceder.Tambiénmecontóquelosdruidas jamáspuedencasarseconalguienquenoseadesugrupo.Siguióexplicándomeque ella se enamoró de mi padre nada más verlo, los druidas no loaceptaronylaculparondequeleshabíallevadoaladesgracia.Mipadrela trajo a su castillo y los lugareños del lugar pensaron que lo habíaembrujado.“Atitampocoteaceptan,tevencomounaamenaza”,medijo.Le pregunté que si Ron había dicho esas palabras y su respuesta fueafirmativaDespuésmedijoquedebíatenercuidado,quellegaríaunmomentoenelquemeperseguiríanamíyamihija.Mimadreteníavisionesdefuturo,nunca las revelaba y por eso, en esta ocasión,me sorprendí de que asífuese.Continuódiciéndomequeambascorreríamosungranpeligro,quenadiedebíasaberqueellaeramihija.Insistióenquedeberíaencontrarlas barreras del tiempo para ponerla a salvo. Llegado hasta ese punto,tendríaquerenunciaramuchascosasparasalvarsuvida.

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Noentendía nada, ella intuyómi desconcierto ante sus palabras, de ahíquemedijesequelocomprenderíaasudebidotiempo.“Toma”.Extendiósumanoymedioun cordónconunacruzdeDavid tallada enmadera.Seispuntas,conseisdireccionesyunnúcleocentral.“Enalgúnmomentoteayudaráaelegir…elcaminocorrecto”.

Después de la conversación con mi madre, como de costumbre, fui apasearhasta laermita.Muycercaestabaelpozoymefijéquehabíaunmuchacho, bastante alto, asustado. Tenía alguna deficiencia. Lo habíavistoenalgunaocasiónobservándome.Meacerquéaélymesentéasulado.Dejódellorar.Ledijeminombreyélmerespondióquese llamabaAllan.Mepreguntóporquéestaballorandoyacontinuacióndijoqueéleramalo.Lepreguntéquequiéneraélyrespondióque“Elcaballerooscuro”Entoncesrecordélafiguraquehabíavistojuntoalpozo:esehombrequemehabíadadounescalofríonadamásverle.Despuéslepreguntéqueporquéeramaloyélmerespondióquelepegabayseavergonzabadeél.Queesehombreledecíaquenomerecíavivir.Apretabaconfuerzaalgoquesujetabaenunadesusmanos.Lepreguntéquequéesloquetenía.Laabrió.Erauntrozodemaderaenelquehabíatallado un símbolo. Tenía forma de hélice dentro de un círculo. Lepregunté por el significado de ese dibujo y él respondió que“invisibilidad”.Despuéssemarchóconrapidez.

Doblé la carta, me quedé sorprendida. Había leído muchas veces aquellaparte,peronohabíacaídohastaesemomento.Esesímboloeraelmismoqueyohabíavistograbadoenlapiedradelpozo.Escuchéeltimbreyfuiconrapidezaverquiénera,yaquenoqueríaquesevolvieseadespertarEmma.EraAnn.

—¿Todavíaestásenpijama?—Sí,hoyessábado.Hedormidomal,yEmmaestádescansando.Notengo

prisa.—Noteacuerdasdequehabíamosquedadoenllevaralaniñaalfestivalde

Glastonbury.—Pues se me había olvidado. De todas formas, no creo que sea un lugar

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apropiadoparaella.Vaahabermuchagente.—¡Vamos,Beth!Yalohablamos.Ponenuncircoyvanmuchosniños.Vaa

serdivertido.Necesitasdistraerte.Fuiamihabitación.Annmeseguía.Teníaqueesconderlospapelesantesde

queellalosvieseypudieseleerlos,perofuetarde,loscogióyempezóaleer.—¡Dameeso,Ann!—¿Quésignificaesto,Beth?Sabesquenuncatepreguntéquéesloquehabía

pasado,peroesto…,unpapelantiguo,unaletraextraña…Mesentéenlacama.Teníarazón.Siemprehabíaestadojuntoamí,inclusoen

lospeoresmomentos.—Estábien,telocontaré,peroprométemequenopensarásqueestoyloca.—Esonotelopuedoprometer.¡Estáscomounatapia,amiga!¡Ja,ja,ja!Sonreíantesurespuesta.Lamiréyempecéacontarletodoloquemehabía

sucedido.—¡Uff!—Nomecrees—dije.—Claro que te creo, pero es difícil de comprender para alguien con

limitacionescomoyo.—Ann,¡noesbroma!—Losé.PuesconmayormotivotienesqueiraGlastonbury.Debesencontrar

respuestas.—Nosécómo.—¡Vístete!YodespertaréaEmma.Hansnosestáesperandoenelcoche.—

Mequedémirándola.Laverdadquemegustabahabercompartidoaquelloconella,yaquelaconsiderabacomounahermana—.¡Vamos!¡Dateprisa!

Meduché,mepuselosvaquerosyunpolodemangacorta.Cogímichaquetavaquera.Eramediadosdejunio,sabíaquealatardecerpodíarefrescar.Mepuselas zapatillas,me recogí el pelo enuna coletayya estaba lista.Por fin, desdehacía dos años, sentía lamisma vitalidad que antes de queme ocurriera todaaquellaaventura.

AnnyahabíavestidoaEmma.Cogísucochecito,lopleguéynosfuimosala

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calledondeHans,elíntimoamigodeAnn,esperabadentrodelcoche.Desdequehabíaregresadoamividarealnohabíaqueridoiraverlossitios

porlosquehabíaestadoconKimball.¡MiKimball!Loamaba.Solopensarqueyanolovolveríaaver…SinohubiesesidoporEmma,habríadeseadomorir.

Labrisaquesefiltrabaporlaventanadelvehículomecíamipelo.Cerrélosojos, lo recordé:alto, fuerte,consusbonitosojosmirándome.Podíasentir suscariciasyrecordarsusbesos.Tuveunescalofrío.LamanitadeEmmaseapoyósobremibrazo.Lesonreíymellevésumanoamislabios.

—Mi preciosa princesa—le dije. Emma me acarició la mejilla. Hasta susexpresionesygestoserancomolasdeél.

Annmeobservabaatravésdelespejo.—Noentiendocomonomelodijisteantes.—¿Elqué?—preguntóHans.—¡Ann!—Noqueríaquenadiemáslosupiese.—Beth,éllotienequesaber.¡Esmichico!—Ah,¿sí?¿Desdecuándo?Ambosseecharonareír.—Desdeayer—respondiómiamiga.—¿Sepuedesaberquépasa?—Élvolvióapreguntar.Annseloexplicóagrandesrasgos.—¡Uff!Demasiadoparamisentendederas.—¿Cómoeraél?—preguntómiamiga.—TeníalosmismosojosqueEmma,sumismacara.—Entoncesdebíaserguapísimo,porqueminiñaesmuybonita.—Sí,loera.Uncaballero,conarmadura,espada,fuerte,valienteyconhonor.—Uncursi—dijoHansriéndose.Annlepropinóuncodazo.—¿Yenlodemás…?—dijoAnnenuntonopícaro.—Enlodemás…,repetiríamilvecesconél.—Entonceseselhombreperfecto.—SerioAnn.Enrealidad,asílopensabayo:eraelhombreperfecto.Estuvojuntoamí.De

hecho llevaba su anillo, que había regresado conmigo y nunca me lo había

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quitado.Miré el anillo que llevaba el emblema de su familia y lo llevé amislabios.

Glastonbury estaba abarrotado de gente, y fue complicado aparcar. Habíaniños,adolescentes,mayoresyjóvenes.Seescuchabalamúsica.Observéaquelvalleylacolinadondeenloaltoestabalaermitadestruida,unaermitaqueyovien sumayoresplendor.Eracuriosopercibir cómo, conelpasodel tiempo, lascosashabíanadquiridootraforma.Esastierrasenlasquehabíaestadoconél,laermitadondeEamonmehabíadichoquedebíaestarescondidoelsantoCáliz…¡Uff!, demasiados recuerdos. Tenía sensaciones encontradas, era como sirevivieseotraveztodaslassensacionesquehabíaexperimentadoantaño.

—¿Quétepasa?—¡Ann!, ¿te importa si cuidas un momento de Emma? Tengo que subir

aquellacolinahastalaermita.—Porsupuesto,luegomecuentas.Fuihaciaallíyempecéaascenderlacuesta.Hacíacalor.Lleguéalacolina,

allí divisaba todoel valle.Respiré.La ermita lahabíahechoconstruir JosédeArimateaenhonoralavirgenMaría.Soloeranruinasynoeralaermitapequeñaque yo recordaba. Los restos que tenía frente a mí eran el resultado deposteriores reconstrucciones por incendios y saqueos. Me sentí triste porquesabíaquenopodíadarrespuestaanadadeloquemehabíaocurrido.Sabíaqueallí estaba escondido el santo Grial y que yo era la elegida para encontrarlo.Recorríalasruinasmientraslatristezameconsumía.Laslágrimasrodabanpormismejillas.EchabademenosaKimball,loamaba.Nohabíapodidoapartarledemimente.Cada noche soñaba con él.Antes de acostarme cerraba los ojospara que su imagen no se fuese nunca demimente: sus ojos, su sonrisa, suscaricias,susbesos,suvoz.«¡Diosmío,quieroregresar juntoaél!»,pensé.Nopodíamás.Elcorazónmeoprimía.Mesentéenlahierba,mirandoalgranvalledesdeelqueseveíalafiesta.

Fijémivistaenlosrestosdeunacolumnaquehabíajuntoamí,desentonabadelresto,peroalgograbadoenaquellapiedrallamómiatención.LaestrelladeDavid,elsolsobreella,yseisrayosdeluzqueapuntabanalsantoCáliz.Enesemomento sentí su presencia, como si él estuviera justo allí en ese mismo

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instante,trasdemí.Megiré,nerviosa,temblaba,lopresentía,peroestabasola.«¡Kimball!»,grité.Perosabíaqueeraeldeseoynecesidadderegresarasulado.

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XXXVI

Habíadejadomicaballoatadocercade laermita, subíymesenté.Respiré.Unaoleadadeairerevolviómipeloyunasensaciónextrañainvadiótodomiser.Lasentí,podíanotarsupresencia.Eracomosiellaestuvieraallí.

—¡Beth!—susurré.Medilavueltadeseandoencontrarla.Seríacapazdeperdonarquemehubiese

abandonado todo ese tiempo. Había contado cada día esperando a que ellaregresaseamilado,peronuncallegóesemomento.

DespuésdeaquelsucesoenlaislaMaree,enelquenohuborastrodeBeth,regreséamihogar.Labusquésindescansodurantedías.Antemidesconsueloytristeza,decidímarcharmeabuscaralreyRicardo,alencuentrodelastropasdeRobert.Necesitabaalejarmedeallí.Davidmehabíaacompañado,perocomomehabía imaginado, enmis pensamientos solo estaba ella. Soñaba con ella y encadamujerquemeencontraba laveíaaella.Robertmelohabíanotado,sabíaque no estaba concentrado en la batalla y el combate, pero nunca me habíapreguntado,algoqueyoleagradecí.

UntrovadorfueelquenosdiolapistadequeelreyhabíasidosecuestradoporelduquedeAustria,quienpedíaunagransumadedineroacambiode suliberación.HabíamosreunidolacantidadsolicitadayRicardoiquedóliberadoyregresó así a nuestro país.Aquel acontecimiento se había celebrado con vino.Todoshabíanestadofelices,todos…menosyo.Robertmehabíainsistidoenquemeunieseasustropasyacompañásemosalreyensusiguientehazaña,peroyonoeraelmismodeantesyqueríaregresaramihogar.Él,traselcompromisodesuhermanaLorraineconunnoblesajón,habíavueltoaunirseconsushombresalastropasdelreyRicardoparaapoyarleenelconflictoconFelipeiideFrancia.

RecordéaqueldíaenquehabíaentradoconDavidenmistierras.Miintuiciónmedecíaquealgonomarchababienynomehabíaequivocado.MihermanayahabíacontraídomatrimonioconelcondeOton,había llegado tarde,ymiBeth

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seguíasinaparecer.Esaesperanzaquealbergabaamiregresosehabíadisipadoencuestióndesegundos.

Enunprincipiodeseéencontrarlaparaexigirleexplicacionesyhacerlesabertodoeldañoquemehabíacausado,perodespuéssolohabíadeseadolocalizarlaparadecirle lomuchoque la amabaynecesitaba.Deseabahacerlaverquemicorazónhabíamuertoaligualquemissentimientostrassupartida.

EnesemomentoestabaGraceotravezenmivida,sehabíaquedadoviudaysucompañíameayudóasuperarmidesconsuelo;además,sabíaquenecesitabaunamujer ami lado, además tenía que dar un heredero. Lo único que nomegustabade ella eraque su tío era el condeOton.TambiénmepreocupabaporEamon.Loqueríacomoaunhijoylohabíaadoptadocomomíodesdequenoshabía abandonado Elizabeth. Eamon tampoco había sido el mismo desde sudesaparición:nocesabadeexplicarmequeellanonoshabíaabandonado,sinoquenopodíaregresarjuntoanosotros.Yonolecreía.

Me tapé el rostro con ambasmanos. Hacía tiempo que no regresaba a eselugar.Merecordabaaella,yesedía tenía lasensacióndequemidamaestabajuntoamí,lasentía.¡Meestabavolviendoloco!MehabíaprometidoolvidarmedeBeth.

EstabacomprometidoconGraceyfijaríalabodajustoesefindesemana.Mihermana había tenido su segunda hija y el conde había organizado una granfiesta, conun torneo,baileymuchabebida, algoquenecesitaba.Graceestabainvitada al igual que yo. David no había querido venir. Yo sabía que estabaenamorado de mi hermana y su matrimonio lo había destrozado. Él se habíaquedado con Eamon y mi padre, que desde la muerte de mi madre se habíaencerradoensuhabitaciónysehabíanegadoasalirdeella;soloEamonlograbasacarlodevezencuando.Aquelniñoteníaalgoespecial.

Laslágrimasrodaronpormismejillas.Melaslimpiéconambasmanos.«Yanollorarémásporti,Beth.Comienzounanuevavida»,dije.Cogímicaballoycabalguéhastael castillo.Teníaganasdever amihermana. Intuíaquenoerafeliz.

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Entréenelpatiodearmas.Unsoldadodelcondeseacercóamí.—¿ElcondedeEssex?—mepreguntó.—Sí.—Señor,laseñoraleesperaensusaposentos.Sabía dónde estaban. Mi hermana y su esposo dormían en habitaciones

separadas.Subíconrapidezlasescaleras,didosgolpesalapuertaylaabrísinesperaraquenadiemedierapermiso.

AllíestabaMildredconunbebéensusbrazosyotrodecasidosañosenlacuna,durmiendo.

—No hagas ruido, Kimball. Diana está durmiendo y Leonor está casidormida.

Me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla. Después se lo di a missobrinas.

—Creíquenovendrías.Mesentéenunasillaquehabíafrenteaella.—¿Cómo pudiste pensar eso? Sabes que no soporto a tu marido, pero te

quierotanto,hermana,quejamásfaltaríaalafiestaenhonoraDiana.—Gracias,Kimball.Yotambiéntequieromucho.—¿Quétepasa?Noeshabitualentidecirmepalabrastanbonitas.—Nada,noquieroaburrirteconmisdesdichas.—Nomeaburres,esmás,quierosaberlas.—Temoqueahoraqueyanoestoyembarazadavuelvaelcondeaacudirami

alcoba.Estáobsesionadocontenerunhijovarón;deseaunheredero.—Esnormal—lerespondí.—Sí,perosolopensarquetendréquehacer…conél…—Noeraclara,pero

yosabíaloquequeríadecir.—Estuesposo,Mildred.Tieneplenosderechossobreti.—Sí, pero a mí me da asco. Le tengo miedo. No sé por qué quiere un

herederositieneunmontóndebastardosvarones.—Peronosonlegítimos.Piensaquecuantoantestevuelvasaquedarpreñada

antestevolveráadejarenpaz.

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—Losé.—¿Tehapegado?Porquesifueseasílomato.—No,esono,peroavecesmedamiedo.—Centrósumiradaenmí—.Ytú

¿quétalestás,hermano?Séquerondasaunadama.—Sí,Grace.—Vaya,vaya…Grace.Y…¿Habrábodaporfin?—Lahabrá.Lepedirélamano.—¡Cuántomealegro!—Esbozóunasonrisa—.Peronoteveomuyfeliz.—La felicidad no es lomás importante. Ahora debo dar un heredero ami

apellido,yGraceesunabuenacandidataparaello;además,sufísicomegustaymediviertoconella.

—Perotúnoeresdelosqueseplanteencasarseporquelesgusteunamujerfísicamente.Siguespensandoenella,¿verdad?

Bajéelrostro.—Sí,antesalbergaba laesperanzadequealgúndía laencontraría,perohan

pasadodosañosynohayrastrodeesamujer.Meabandonó,sefuesindecirmenada,memintió.

—Tampocosabesloqueocurrió.Ysilacapturarono…—No,esaopciónnolabarajo.—Kimball,noseastanduro.—Mildred,porfavor.Noquierobarajarmáshipótesis.Noquierohablarmás

deella.Necesitoolvidarla.—¡PerotúnoamasaGrace!—Esonoimporta.Aprenderéaquererla.—Losiento,hermano,perocreoqueesmuydifícilaprenderaamar.Podrás

tenerlacariño,perounapartedetucorazónansiaráeseamornocorrespondido.—Bueno,hermanita,¿nohayuntorneo?—Sí,estáapuntodecomenzar.—Te veo luego. Te quiero—le dije acercándome y dándole un beso en la

mejilla.Bajélasescaleras.QueríaencontraraGrace.Estabasentada,esperandoqueel

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espectáculo diera comienzo. Las damas se sentaban frente a los hombres.Meacerquéaella.

—¡Kimball!—dijoalverme.—¡Estásmuybonita,Grace!—Mesorprendes,caballero,nomehabíasdichoalgoasíenmuchotiempo.—¡Ja,ja,ja!—¡Estáscontento!¿Haocurridoalgoquedebasaber?—Sí,peroyateenterarás,enelbaile.Vasaserlaprimeraensaberlo.—Nomegustaesperar.—Puestendrásquehacerlo.—Lecogílamanoylabesé.Me alejé yme ubiqué frente a ella.Los caballeros que iban a luchar ya se

estabanpreparando.Mihermanasesentó.NoveíaalcondeOtonjuntoaella.Lebusquéconlamirada;allínoestaba.Lostamboresrepicaban,dabacomienzoaltorneo;enesemomentoloviaparecer;estabanervioso.Observélafrialdadconla que trataba aMildred. Sentí deseos dematarlo. Jamás se tendría que habercasado con él. Me llamó la atención un jinete vestido de negro. Llevaba unemblema grabado en su casco, una especie de hélice dentro de un círculo. Elcondelomirabaconatención.

Loscombatientesempezaronaluchar,ibaganandoelhombredeltrajenegro.El público lo vitoreaba. Este, poco a poco, iba eliminando a todos loscombatientes.Fueelvencedordeljuegoyelpúblicoselevantódesusasientospara aplaudirle. Él, montado en su caballo, se giró manteniendo su lanzalevantada.Despuésfuedirectoalcondeyleapuntóconesta.Habíaalgoquenome encajaba, nadie osaría señalar con su lanza al organizador del evento ymenosalconde.Esteúltimoestabaasustado.Selevantódesuasientoyapartólapuya, el hombre vestido de oscuro lo miró unos segundos, después le dio laespaldayfuecabalgandohastasalirdelrecintodelcombate.

Decidí seguirle. Tenía que averiguar qué es lo que se traía entre manos elesposo demi hermana con aquel caballero. Fui directo a las cuadras. Allí nohabía rastro de aquel hombre. Decidímirar por los alrededores. Fue entoncescuandolosencontré.Estabandiscutiendo,peronopodíaescucharloquedecían.El caballero desenvainó su espada y colocó la punta de esta en el cuello del

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conde;despuésselaretiró.Lacaradeaquelhombreeramuypeculiar.Apreciéque teníaunacicatriz llamativaensubarbilla.Elcaballerosealejódejandoalcondenerviosoypreocupado.

Mefuiamihabitación.Necesitabadescansarparaelbaile.Habíantranscurridovariashoras.Bajéalasaladondeseestabacelebrandola

fiesta.Mildredestabamuybonita.Meaproximéaella.Grace,encuantomevioentrar,seacercóamí.

—Querida —dijo Grace a mi hermana—, ¿te importa si me llevo a estecaballero?

—Estodotuyo—respondióMildred.Nosalejamos.—Metienesintrigadayabandonada;desdeeltorneonotehevisto.—Necesitabadescansar.Salimosaljardín;lanocheeracálida.—Ahora…¿Mepodrásdeciresotanimportantequetienesquecontarme?—¡Ja,ja,ja!Impaciente.—Gracemecogiódelamanoymeinvitóaqueme

sentaseenunbancodepiedraasulado.—Notedemores—insistía.Sonreíantesuimpaciencia.—QueridaGrace,nosconocemosdesdehacemuchotiempo,megustasylo

sabes.—¡Kimball!¿Quémequieresdecir?—Necesitounaesposayquieroqueseastúlamujerconlaquecompartirmi

vida.CuandoregreseaEssexiréaveratupadreparapedirletumano.Gracemesonrióantemipropuesta,meacariciólamejillaymebesó.—¡Kimball! Pensé que jamás me lo pedirías. Pero… ¿tú no estabas ya

casado?—Enrealidadno.Esamujerdesapareció,nohayherederoni rastrodeella.

Mandaré una carta al rey Ricardo para que me ayude en la anulación delmatrimonioy,así,podamoscasarnos.

Memiró sonriente.Labesé, aunque enmi corazónymimente solo estabaBeth.Teníalasensacióndequelaestabatraicionandoaellaytraicionándomea

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mí.

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XXVII

Esa noche tenía que trabajar en el hospital. Ann se quedaría con Emma.Habíamos llegado hacía unas horas de Glastonbury y acababa de mandar unwasapamiamigaparavercómoseestabaportandomipequeñina.

Mepuselabataylospantalonesblancos.—¡Elizabeth!Tehasretrasado—dijomicompañerayamigaRose.—Sí,heestadoenelfestivaldeGlastonbury.Senoshahechotarde.—¿Senoshahecho?¿Hasidoacompañada?—dijomirándomeconpicardía.—Noheidoconningúnhombre,siesloqueinsinúas.—Puesyavasiendohoradequeempiecesabuscarpareja.Eresmuyjoveny

bonita. Es una pena que desperdicies tu vida pensando en un capullo que teabandonójustocuandoestabasembarazada.

—Élnosabíaqueloestaba;además,nomeabandonó.Fuiyolaquesefuedesulado.

—Bueno,bueno…,yaempiezas.—Cogióelsueroparalahabitación212—.Toma,yoyanopuedoconlaanciana,porfavorvetúyponleelsuero.

Laenfermadelahabitación212eraunaancianade84años.Solíatenermuymalhumorcontodasmiscompañerasexceptoconmigo.

Llaméalapuertayentré.Estabadespierta.—Buenasnoches,Adelyn.—Memiró—.Tetengoquecambiarlabotellade

suero.Lohagorápidoytedejodescansar.—Tienesqueirabuscarlo—medijo.Aquellafrasemesorprendió—.Éllleva

muchotiempollorandotuausencia.—¿Aquiénserefiere,Adelyn?—Túsabesaquién.Querida,tengoundondesdehacemuchotiempo,undon

queme hamartirizado y con el que he sufridomuchas humillaciones.Veo lavidadelaspersonas,nomedigascómo,perosémuchascosasdelagentequemerodea.

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Mesentéenlacama,derrumbada,sinsaberquédecirniquéhacer.—Pero…—Nada de peros, tú te resistes a volver. Tienes que tomar una decisión,

querida,ounavidaconélosinél.Mis compañeras me habían hablado de ella, rumoreaban que a veces

desvariaba,peroyonocreíaquefueseasí;dehecho,meagradabaconversarconella.Continuóhablando.

—Prontoseráelsolsticiodeverano,21dejunio.Dicenqueahíocurrencosasmágicas. ¿Tú no sabes que los antiguos griegos definían este acontecimientocomounapuertadeentradaaotradimensión?Lapuertadeloshombres:asílallamaban.Elsolrepresentaelprincipiodeunavida.Duranteesemomentoenelqueelgranastroseresisteaocultarse,seabreunapuertainvisibleatravésdelacual solo los elegidos, si lo desean, podrán atravesar para empezar una nuevavidalejosdelasuyaydesuépoca.EsedíadebesestarenStonehenge.Eseneselugar es donde se abrirá la puerta de los tiempos, la entrada invisible a otradimensión.—Memiró.Estabaasombradaante loqueescuchaba—.Tumadre,Ceridwen,asísellamaba,¿verdad?

—¿Cómo sabe eso? —No daba crédito a lo que me estaba contando laanciana.

—Ya tehedichoquenací conundon.Veoalmasquedeambulan entre losvivos,almasdeotrasépocasquelesquedaalgoporresolverdesuvidaanteriory,hastaqueesoquelespreocupanoseresuelve,ellasnopuedendescansarenpaz.—Meobservaba—.Tumadre,antesdemorir,logróquetualmatraspasaseesadimensión, esapuerta.Tuespírituhavagadopor la líneadel tiempohastaque encontró la época y el lugar adecuados para que se desarrollase tu vida,hasta el momento en el que alcanzases la edad idónea de regresar al lugar yépoca al que perteneces.Debes averiguar lo que le ocurrió a tumadre y a tuabuela. Hasta que no lo descubras, sus almas no podrán encontrar la paz.Además,querida,tudestinoestájuntoaél.Élestusino.

Suspalabrasmeemocionaron.Semesaltabanlaslágrimas.—¿Yquétengoquehacer,Adelyn?—Desearlo,solodesearlo.

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—¿Cómo?—pregunté.—¿Loamas?—Sí.—Piensaenélcontodastusfuerzas.—¿Soloconesobastará?—Sí,querida,soloconeso—.Siempremehantomadoporloca,perotúsabes

quenoloestoyporquetúhasvividoalgoinexplicableparalamentehumana.—Estirósusmanos.Leacerquélamía,ylaapretó—.Túereslaquedecidesquécaminotomarentuvida:estarconélyresolverloqueleocurrióatumadreyatuabuelaoLondres,peroladecisiónquedeterminesseráladefinitiva.Lavidanotevaadarmásoportunidades.

—Loharé.Gracias,Adelyn—Lediunbesoenlamejilla.—Nomedeslasgracias.Esmideberdecírtelo.Estabasperdida.Enesemomentoentróotraenfermera.Ellalevantólamanoyyoladespedí.—¡Buenviaje,Elizabeth!—gritólaanciana.Aquellaspalabrasmehabíandadounhalodeesperanza.Necesitabaestarcon

mi caballero sajón, lo quería enmi vida; además, había dejadomuchas cosaspendientes.

Ya estaba amaneciendo cuando regresé a casa.Annestabadurmiendo en lahabitación deEmma.Entré para ver ami niña, dormía en su cunita.Le di unbeso en la mejilla y cerré la puerta. Me puse el pijama, saqué el papel deCeridwen.

Allanme esperaba en el pozo.Hoy no estaba tan triste, pero le notabatemeroso,inquieto.—¡Hola,Allan!—Hola.—¿Estásmejorhoy?—Ustedysumadreestánenpeligro.—¿Porqué?—Élcreequesonmalasyhantraídoladesgraciaanuestratierra.

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—¿Quiénesél,Allan?—Elcaballerooscuro.—Noloentiendo,Allan.—Éleselmal,sevuelveinvisibleyasesina.—¿Yporquélohace?—Noselopuedodecir.Memataría.Seempezóaponernervioso.Selevantó,bajóelrostroynomemirabaalosojos.—¡Márchese,señorita!Correpeligro.Levialejarse,temeroso,mirandohaciatodaspartes.Noentendíaquéeralo que me había querido decir. Me asusté. Regresé al castillo. Estuveencerrada todo el día hasta que llegó la noche. La luna apenas sedistinguíadelacantidaddenubesquehabía.Escuchéquealguienbajabalasescaleras.Abrílapuertaconsigilo.Eramimadre.¿Haciadóndeiría?Mepuselacapa,decidíseguirla.Seadentróenelbosque,ibadirecciónalpozoyalaermita…”

Habíanarrancadolahojaquecontinuaba.Recordéquecuandoregreséacogerlos papeles había uno menos de los que había contado al principio. Despuéssaltabadirectamentealaúltimahoja:

“Mipadreestámuytriste.Lasropasdemimadrehanaparecidollenasdesangre.Sucuerponosehaencontrado,solosudedoconelanillodemipadre.Dicenquelamordióunanimalsalvaje,peroyoséquenohasidoasí.Estoymuyasustada.Estamismanochedebopartir,selohedichoamipadreyélmehaapoyado.Loquieromucho,peroséqueeslomejorparaélyparamí.Aquícorropeligro.Allan,mientrasestábamosen laermitaescuchandolamisaquedabaelsacerdoteporlamuertedemimadrenodejaba de mirarme y me ha esperado a la salida de la ermita. Me heacercadoaél.—¡Selodije!—mehasusurrado—.Lasiguienteesusted.Tienequehuir.—Sehaidocorriendo”.

Doblélospapelesylosguardéenmimesilla.¡Allan!Yotambiénlorecordabaasustadizo.Fueélelquemesalvócuandoaquelhombreocultoensucapanegra

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yconunacicatriz en subarbilla intentabamatarme. ¿Sería elmismohombre?¿Quiénhabíacogidolahojaquefaltaba?Yohabíaescuchadounruido;eramás,habíanintentadoabrirelpomodelapuerta.

Echaba demenos aEamon.Me había dicho que él era el guardián y yo laelegida para encontrar el santo Grial. Tapé mi rostro con mis manos. Todoaquellomesuperaba.Recordé la imagende los seispicosde lacruzdeDaviddibujadossobrelapiedradelaabadíadestruida.¡Meestabavolviendoloca!

Habíatranscurridounasemana;erasábado21dejunioylehabíacambiadoelturno a mi compañera. Ann sabía todo lo que me había dicho aquella mujer.Hansvinoarecogernos;nosibaallevarhastaStonehenge.Ahísecelebrabaelsolsticiodeverano, que era todoun espectáculo.Hans estaba emocionadoporasistir.Tardaríamosen llegaralrededordedoshoras.Mehabía llevadomantasparaEmmayparamí;yaqueenelmomentoenqueelsolempezaseaocultarseseguro haría frío.Llevabami vestido largo, ancho, de color azul, conmangasanchas hasta el codo. Ann estaba muy seria. Encontramos atasco, perotranscurridas las dos horas llegamos a aquella explanada. Aparcamos condificultadenlazonahabilitadaparaello.Seescuchabalamúsica.

Ante nosotros estaba ese monumento prehistórico de enormes piedrasdispuestasencírculosconcéntricosque,despuésdemilesdeaños,semanteníanen pie. Nos sentamos en la pradera, pusimos una manta y sacamos nuestrasviandas.Emmasedivertíacorreteandoporalrededornuestro.MehabíametidolospapelesdeCeridwenenelbolsillodemivestido.QueríadarleaAnnlosquele faltaban por leer en algún momento del día en el que Hans se alejase denosotras.

RecordabalaspalabrasdeAdelyny,aunquenodudabadesutestimonio,meresistíaacreerquepudieseviajaralaépocadeélotravez.Intentéolvidarmedesus palabras. Quería divertirme y disfrutar de aquel acontecimiento, habíadecididoqueaqueldíaseríadecisivoparamí:empezaríadenuevoe intentaríarehacer mi vida. No podía desperdiciar mi juventud en algo imposible einexplicable.

Comimos, bebimos y reímos. Emma bailaba al son de las gaitas. Así

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transcurrió la jornada. Empezaba a acercarse el momento en el que el sol seocultaría.CogíaEmmaylasentéenmiregazo;latapéconlamanta,empezabaa refrescar. El gran astro empezaba a ocultarse y sus rayos iluminaron lasenormesrocasformandounespectáculosolar.Todoslosrayosibanenfocadosaunúnicopuntodesdeelquesolosecontemplabaelsolyelgranreflejodeestealesconderse,suresplandorformabaunarcoqueenvolvíaaquelcírculomágico.En ese momento sentí su presencia. Miré a mi alrededor, nerviosa. Era unasensación muy fuerte e inexplicable, la misma que tuve en Glastonbury. Elcorazónme latía con fuerza.Empecé amarearme, abracé aEmmay cerré losojos.Perdíalaconciencia.

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XXXVIII

NosrodearonaGraceyamí;conunacintanosibanenlazando.Apesardeque lo que se celebraba aquella noche era el solsticio de verano, nuestroanunciado enlace hacía pocos días había provocado el entusiasmo de los allípresentes.Aquellanocheibaaserdefestejos.Habíavariashoguerasconcarnede cerdo churrascándose para el gran banquete. David, Eamon y Bejiraobservabanconcuriosidadlacelebraciónqueteníalugarenaquelsitiomágico,rodeadodeesaspiedrasdeenormesdimensionescolocadasformandouncírculoperfecto.Losúnicosque faltabaneranmihermanaymipadre.Estenoqueríasalirdesuhabitación,comoveníasiendohabitualdesdelamuertedemimadre.

Meapartédeallí,yDavidseacercóamí.—¿Estássegurodeloquevasahacer?—medijo.—¡Claroquesí!¿Porquémelopreguntas?—Túamasaotramujer.—Esamujersemarchó.Meabandonó.Yahedesperdiciadodosañosdemi

vidabuscándola.Tampocoquieroescucharmássunombrenihablarmásdeella.Memiróymepusounamanoenmihombro.—Muy bien, pero después no vengas a lamentarte cuando sientas que has

cometidoungranerror.—Tranquilo,quenoloharé.¿Quétepasa,amigo?Hoyestásmuyserio—le

pregunté.—Piensoentuhermana.Esehombreconelqueestácasadaesunasesino.—Losé,yotambiénestoypreocupado.Eamonseacercóadondeestábamos.Secomunicabaconmigomoviendosus

manos.—Sí, Eamon, ahora se esconderá el sol, pero lomás impresionante será su

resplandortraslosacantilados.—Elizabethmeprometióqueestaríaconmigo.

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—Ellahizomuchaspromesasquenocumplió.Nuestrasmiradas permanecieron fijas en aquel espectáculo de color. El sol

iluminabatodoelhorizonte.Pocoapocofuedesapareciendoyescondiéndoseenlasaguasdelocéano,lascualeslasteñíaestedeuntonorojizo.

Lasrisasdeunaniñallamaronmiatención.Girémirostroparaencontraralapequeña.Tendríadosaños,depelorubio,rizado.Sereíasinparar.Entonces,unamujerlacogióenbrazos.Micorazónempezóalatirconceleridad.¡Eraella!,miBeth.Lajovenenunprincipionomevio,perodespuéssuspupilassefijaronenlas mías y me sonrió. Yo no podía moverme ni responder a su expresión dealegría.Enesosmomentosunainusitadaalegríayunrencorsedebatíanentodomiser.NoviaGraceacercarse,quepusosumanosobremihombro.Megirépara mirarla. Se elevó poniéndose de puntillas y me dio un beso. Sentía lamiradafijadeElizabethobservandocómoGracemebesaba.

—¿Bailasconmigo?—medijo.—Márchatetú,ahoratesigo.Mesonrióycuandoellasealejóvolvíadirigirmimiradahaciadondehabía

vistoaBeth.MiadoradayamadaBeth.Labusquéy,entonces,lavi.Estabalejosdemí, junto aBejira y aEamon, que iba agarrado de sumano, feliz de estarjuntoaella.¿Quéhacíaaquí?Noentendíanada.Tantotiempobuscándolaparaque apareciese en esemomentoque empezaba a rehacermivida.En el fondoestaba feliz, aunque teníamuchaspreguntaspara ella.Estabaenfadoyconmiorgullo herido. Me hubiese gustado ir tras ella, rodearla con mis brazos ybesarla.Dos añosbuscando a esamujer connochesde insomniopensando enella.Davidteníalamismacaradeasombroqueyo.

—¡Kimball!Esamujeres…—Sí,Beth.—Pero…¿Dedóndehasalido?—Notengoniidea.—¿Ylaniña?—Nolosé.—¡Ja,ja,ja!—¿Dequéteríes?—lepregunté.

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—Denada,amigo.Estoprometeserdivertido.—Dichoesto,sealejóabeberyabailarconmuchachasbonitas.

Gracevinohaciadondeyoestaba.Anochecía.TeníaqueiracasadeBejiraenesemismoinstante,nopodíaesperarmás,necesitabaestarjuntoaella.

Gracenomedejasoloniunmomento.—Mi querido Kimball, te noto muy lejos de mí esta noche. No me estás

prestandoatención.—Dijomientrasenredabamipeloentresusdedos.—Tengounasuntopendienteque,hastaqueno losolucione,nopodréestar

tranquilo—.Lacogí lamanoy se labesé—.Tengoqueausentarme.LediréaDavidquetellevealcastillo.

—Pero…¿adóndevas?—AveraBejira.Enseguidaregresoalcastillo.—Bejira,¡esajudía!—Esa judía, como tú has dicho, es como si fuerami segundamadre, y la

quierocomotal.—Perdona,nohequeridoofenderte.—Querida,sivasasermiesposatendrásquerespetarla.—Loharé.¡Notardesmucho!Teestaréesperandodespierta.—Meguiñóun

ojo.Busqué a mi amigo.Me miró, y le levanté la mano para que se acercase.

Daviddejóalajovenconlaquecharlabayseacercó.—Amigo,¿puedesllevaraGracealcastillo?—Porsupuesto,ahoramismo.—Gracias,David.—Denada.—Meguiñóunojo.Los vi alejarse. Cogí mi caballo. Estaba deseando verla; me debía una

explicación.La puerta de la casa deBejira estaba abierta, até al animal al tronco de un

árbol. Dentro estaba Bejira y al lado, en una pequeña habitación contigua,estaban Eamon y la pequeña durmiendo juntos.Miré a la niña, tendría comounosdosaños.Eramuybonita.Bejirameobservaba.Ellasellevósudedoíndice

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asuslabiosparaquenohablase.Meinvitóaquemesentase,peronolohice.—¿Dóndeestá?—lepreguntéserioeimpaciente.—Afuera,necesitabarespirar.Medilavueltaparasalirabuscarla.—¡Kimball!—dijoBejira—.No la juzgues, escúchala con el corazón y no

conlacabeza.Nolerespondí.Salíabuscarla.Enseguidaladivisé:estabasentadasobreuna

piedracontemplandoelcielo.Llevabaunaropaextraña,aligualquelaniña.¿Dedónde las habría sacado? La contemplé. No podía creer que estaba allí. ¡Québellaera!Cuántasnocheshabíaqueridorecordarsuperfil,susojos...Laamaba,apesardecreerqueloempezabaasuperar,noeracierto,laamaba.Mepusetrasella.Escuchóelruidodeunospasosysegiró.

—¡Kimball!—dijo,mientrasseponíadepie,frenteamí.—¡Meabandonaste!—No,yonoquise…—¡Lo hiciste! Te he estado buscando durante estos dos años, desesperado,

albergandolaesperanzadeencontrarte,ytúnodejastenirastro.Prometistequemeesperarías.—Descarguétodamirabiacontenidaenella.

—No,nofueasí.—Seacercóamí,meagarródelbrazoylaaparté.Estabaheridoysabíaquecualquiercontactoconellameharíavulnerable.

Antemi reacciónellaseapartó,susojosbrillaban.Porunmomento tuve lasensacióndequeibaallorar.

—Debescreermecuandotedigoquenoqueríadesaparecer.—Entonces,¿quéocurrió?Dameunaexplicaciónparapoderdarrespuestaa

todaslaspreguntasquemeheidohaciendoduranteestosdosaños.Bajósurostro.—Nopuedo.Nomecreerías.—¿Yesaniña?—lepregunté.Levantósurostro,memiró.—Estuhija,Kimball.Aquellomedejó sinpalabras. ¡Mihija! ¡Teníaunahija!Un sentimientode

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alegríainvadiótodomiser,peronoloexterioricé.—¿Mihija?—Sí.—¿Cómopudistedesaparecerdurantedosañossabiendoqueesaniñaerami

hija?Mehasalejadodeella,deverlacrecerdurantetodoestetiempo.—Nofuemiintención.—¿Cómosellama?—Emma.—¡Emma!Comomimadre.—Sí,penséqueatitehubieragustadoquetuvieseelnombredeella.Seaproximóypusosumanosobremibrazo.—Mevoyacasar,Beth.Lamujerconlaquemehasvistoantesvaasermi

futuraesposa.—Pero…¡Eresmiesposo!—Nuestro matrimonio en breve va a estar anulado. Tú eres libre, y yo

tambiénparahacerloquequeramosconnuestrasvidas.Suspupilas,brillantes,estabanfijassobrelasmías.—¿Yanomeamas?—No,dejédequerertehacemuchotiempo—mentí.Me arrepentí nada más pronunciar esas palabras, pero mi orgullo dañado

impedía que actuase de otra manera. Me moría por abrazarla y besarla. ¡Laamaba, claroque la amaba!,y sabíaque jamáspodría sentirporotramujer loquesentíaporella.

Mediolaespalada.—¿Cuándotecasas?—Dentrodetressemanas.—Tedeseoqueseasmuyfeliz.Buenasnoches.EmpezóacaminardirecciónalacasadeBejira.Laagarrédelbrazoylaforcé

adetenerse.—Quierovermañanaamihija.—Muybien,BejirayEamonlallevaránmañanaalcastillo.Ahora,porfavor,

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déjamemarchar.Estoycansada.Lasoltéyvicómosealejaba.

DeregresoalcastillosabíaqueGracemeestabaesperandoensuhabitación.No fui a su encuentro; deseaba estar solo, pensar. Subí a la torre. Allí estabaDavid.

—¿Tampocopuedesdormir?—lepregunté.—No,yporloqueveonosoyelúnico.¡Ja,ja,ja!Mesentéasulado.—¿Quéhapasado?—mepreguntóDavid.—Laniñaesmihija.—¿Tuhija?—Asentí—. ¡Vaya sorpresa!Las cosas se te complican, amigo.

¡Ja,ja,ja!—Noleveolagracia,David.—Yella…¿Dóndehaestadotodoestetiempo?—No me lo ha dicho. Solo se ha limitado a repetir que no quería

abandonarme,quenoerasu intención,peronomehadadomásexplicaciones.—Memiró.Guardósilencio—.LahecomentadoquemevoyacasarconGrace,y…quenolaamo.

—¡Kimball! ¡Eres un orgulloso, cabezota! ¡Cómo le has dicho eso! Nisiquieralahasescuchado.

—Desapareció. Ha estado dos años lejos de mí, sin saber de ella aún asabiendasqueesaniñaeramihija.Esonoseloperdonaré.

—¡Noteentiendo!Amasaesamujer.Olvídatedetodo,veaporellaydejaatrás tu maldito orgullo. Has estado dos años llorando por ella, deseandoencontrarlay,ahoraquelatienescercadeti,quehavuelto,laapartasdetuvidayledicesunamentiradelaquetevasalamentar:¡Quénolaamas!

Nolerespondí.Sabíaqueteníarazón,memoríaporella.Apenas pude conciliar el sueño. En cuanto empezó a amanecerme vestí y

decidíbajaradesayunar.NoqueríaencontrarmeconnadieymenosconGrace.Entréalcomedor.Estabamipadre,mesorprendídeverle.

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—¡Padre!¿Cómoseencuentra?—¡Kimball! —Me senté frente a él—. Tú sabes que desde que murió tu

madrenotengomuchasganasdeseguirluchando.—Pero tiene que hacerlo. Le necesito para gestionar las tierras y a los

campesinosquelastrabajan.—Hijo,yanomenecesitas.Enrealidad,nadiemenecesita.—Nodigaeso,padre.Memiró,susojosestabanapagados,sinluz.—Tu madre jamás me perdonó que comprometiese a tu hermana con el

conde.Semurióconesaangustia.—Yotampocoloentenderé,padre.¿Porquéconél?Esehombreescruel.—Nopodíanegarme.—Pero…¿Porqué?¿Quétemía?—Mucho,hijo,mucho.Elconocíaungransecreto.—¡Quésecreto,padre!Mildredmedijoalgodeunacarta.Bajóelrostro.Abrieronlapuerta,eraladoncella.—Señor,hanvenidoabuscarle.Melevantéysalíalexterior.AllíestabanBejirayEamon,quienagarrabade

lamanoaEmma.Eamonvinocorriendohaciadondeyoestaba,mearrodilléyleabracé.

—¡Havenido!Elizabethestáconnosotros—medijoentusiasmadomientrasmovíalamanoparacomunicarseconmigo.

—Losé,ayerlafuiaver—lerespondídelamismamanera.—Mehadichoquenovieneconnosotrosporquetúnoquieresverla.—Luegohablamos,Eamon.Bejiramemiraba seria, al igual que la pequeña que sujetaba con fuerza su

dedoíndice.—AsíquetúeresEmma.Me sorprendió comprobar su parecido conmigo, el color de mis ojos, el

mismopelo,aunquelabocaeracomoladeBeth.MeacerquéaellaylaniñaseescondiótraslafaldadeBejira.Estaseagachó.

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—Emma,élestupapá.—¡Papá!—repitiólaniña.—Sí,tupapá.En esemomento asomó su carita entre la falda deBejira yme sonrió.Me

pusefrenteaella,decuclillas.—¡Papá!—volvióarepetir.Sabíaqueaquellaniñameibaacautivarmuypronto.Yalasentíamíaysolo

converlamirarmeasíyasabíaquelaamaba.—Sí,papá—ledije.SeapartódeBejirayvinoandandohacíamí,meabrazólaspiernas.Nomelo

esperaba. Rodeé con mis brazos su pequeño cuerpecito, me incorporé con lapequeñaenbrazosylediunbesoensucabecita.Eamon,alveraquellaimagen,hizo un gesto de agrado. El muchacho se fue a buscar a David; lo apreciabamucho.

—¿Dóndeestáella?—Se ha quedado en la cabaña. No quiere verte. ¿Qué le dijiste? Regresó

llorandoynoquisocontarmenada.—Quenolaamaba,esofueloqueladije.—¡Peroesoesmentira,Kimball!—Meabandonó;mesentídolido.Despuésdedosañossinsabernadadeella

nopuedeaparecerypretenderquetodofuesecomoantes.—¡Kimball!Ella no se fue porque quiso—titubeó—.Había olvidado todo.

Hapasadoeltiemponecesarioparaqueellarecuerdeelsitioalqueperteneceycuálessudestino.Noledistetiempoparaqueseexplicara;lajuzgaste,yateníasunasentencianadamásverla.

—Mehahechomuchodaño.Heperdidotodamiconfianzaenella;además,mevoyacasaryGracemegusta.

—Kimball, a lomejora losdemás lospuedesengañar,peroamíno,yoséque a quién amas es a Elizabeth, estáis destinados el uno para el otro; ellatambiénteama.SitecasasconGrace,sabesquecometerásungranerror.Hijo,notedejesllevarporelorgulloherido.Escúchala,dateunaoportunidadparaser

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feliz.Notecierresesapuerta.EnesemomentoEmmadioungritodealegríaymerodeóelcuelloconsus

bracitos.—Papá—volvióadecir.—Separeceati—dijoBejira.—Esmuchomásbonitaporquetienedesumadre,queespreciosa.AntemicomentarioBejirasonrió.—Kimball,¿acercarásdespuésalaniñaalacabaña?—Sí,lallevaréalatardecer.

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XXXIX

Atardecía. Había decidido ir a los acantilados. Bejira regresó pronto delcastillo,mesonrióyrelatócómoEmmahabíareaccionadoaldescubrirquiénerasupadre.Seganabaelcariñodecualquiera.Mesentéenlahierbaverdemirandoalhorizonte.Estaba triste.LaspalabrasdeKimballmemartirizaban.Mehabíadichoquenomeamaba.Creímorircuandoloescuché.

Recordaba el beso que le había dado a esamujer y sentí deseos de gritarlecuando lo vi abrazarla: aquella imagen la tenía presente. ¿Por qué? No loentendía.Mesentíatraicionada.Yoloaméduranteestosdosaños.EraEmmalaúnicaquehabíahechoquemelevantasecadadía,peroélhabíaestadotodoslosdías enmi corazón, enmis recuerdos y hasta enmis sueños.Me enjugué losojos;laslágrimasrodabanpormismejillas.Nosabíacómoibaapodersuperaraquello.Me llevé lamanoalbolsilloy toqué lospapelesdemimadre.Sí,esoharía.Regresaríaa las tierrasdemiabuelo,descubriría loquehabía sucedido;además, mi madre en su carta me decía que allí estaría a salvo, aunque losúltimosrecuerdosqueteníanoeranmuybuenos.

Mepreocupabaminiña,sabíaqueelviajeseríalargo,duroypeligrosoparaella,tendríaquedejarlaconBejira.Tampocoseríadurantemuchotiempo,yconellaestaríamuybien;además,elcastillodeKimballestabapróximoalacabañadeesta.Élnopermitiríaquelepasasenadaasuhija.HablaríaconBejira.

Observé el horizonte. El reflejo de los últimos rayos del sol iluminaba lasoscurasaguasdelmardelNorte.Escuchéunaspisadas trasdemí,me levantéasustada.Megiré,eraKimball,solodeverleelcorazónmeempezóalatiragranvelocidad.Noqueríaquemeviese tanabatida. ¡Quéguapoestaba!Memirabaconintensidad,seacercó.Estabaserio,peroyonoestabadispuestaaquevieseunápicedetristezaenmí.

—LaniñaestáconBejira.—Gracias,mañana,siquieres,lapuedesvolveraver.—¿QuiénesHans?

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—¿Hans?—Sí,laniñanohaparadodenombrarle.—Nocreoquetengaquedarteexplicacionesdenada.—Puesyocreoquesí.Tienesqueexplicarmemuchascosas,¿nocrees?—Me

asióelbrazo.—No,por supuestoqueno.Túyanoeresmiesposo,asíqueno tengoque

darteningún tipodeexplicación.—Memirabasorprendido.Nodabacréditoacómolerespondía.Yoentendíaquenoerahabitualqueunamujerseenfrentaseaunhombreenaquellaépoca,peroyoeradiferente—.Porfavor,suéltame.Meestáshaciendodaño.

Élretirósumano.Melevanté.Queríaregresaralacabaña.—¡Beth! —No me detuve—. ¡Beth! —Seguía sin hacerle caso. Se puso

delante demí,me impidió el paso—.Temarchaste; fui a buscarte y no te vi,sentíunaangustia tremendapensandoenque tehabíapasadoalgo,quepodíashaber muerto. Aquel obispo hizo muchas preguntas. No se creyó que tú noestuvierasenlastierrasdetuabuelo.Yosabíaquenoibaacesarensubúsquedahastaencontrarte.Fuicorriendoa tuencuentroparamarcharnosdeallí.Estuvesemanas recorriendo los alrededores, pero no había rastro de ti.Memarché arescataralreyRicardocreyendo,ilusodemí,quelaluchaharíaquemeolvidasedeti,peronofueasí.Nohubonochenidíaquenollorasetuausencia.Regreséyseguíbuscándote,pero fracasé.Y justo enestemomento tepresentas sinmás,conunaniñaqueresultasermihijaydicesquénomevasaexplicarnada.

—Noquisiste escucharme.Noobstante, yano creoque tengan importanciamisexplicaciones.Tútevasacasarycomenzarásunanuevavida.

—Síquetieneimportancia,paramísí.—Paratisí…perosoloporelhechodetuorgullo.Loquenosoportasesno

saberporquéteabandoné.Seaproximóamí,meagarrópor loshombrosymeacercóhaciasupecho,

susojossefijaronenmispupilasydespuésenmislabios,deseéquemebesará.¡Cuántoansiabaquelohiciese!Perovolvióamirarmealosojos.

—Necesitorespuestasa tantaspreguntasquemehehechodurantetodoestetiempo.

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—Nosabíadóndeestaba.Perdílaconcienciadetodo.Mealejéyfuiapararaotrolugaralquenoquieroregresar.Asíheestadodosaños,hastaquerecordéysupeloquequeríaenmivida.—Decidídecirleaquello.Éljamásentenderíalaverdaddeloocurrido.

—¿Enquélugarestuviste?—Nolorecuerdo,Kimball.Tengoalgunaslagunasdesdequemediungolpe

enlacabeza,¿recuerdas?Peroyaestoybien,yaséloquequiero.—¿Quéquieres,Beth?—Cuandoregreséaestelugartequeríaati.Ahorayanoséloquequiero.—Venmañanaalcastillo.Megustaríaquetrajesesalaniñayqueviniesestú

yBejira.Mihermanahavenidoavermeyvoyadarunbaile,quieroqueestésenlafiesta.

—No,Kimball.Yoyanohagonadaallí.—Me gustaría que vinieses. Se lo he dicho aBejira. Soy capaz de venir a

buscarteyllevartealafuerza.—No.Además,notengonadaqueponerme.—Mihermanatedejaráunvestido.Lafiestaempiezaalatardecer.Dosdemis

hombresosiránabuscar.—Pero…—¡Elizabeth!Vendrás.Lovialejarseymeacerquéa lacabañadeBejira.Estabaen la lumbrecon

Emma quien, al verme, se levantó y vino corriendo a abrazarme. La cogí enbrazosylabesé.

CuandoacostéalaniñameacerquéaBejira.Lamiré.Ellameobservaba.—¿Quéteocurre?—mepreguntó.—¿Túsabesquiénsoy?Memiró.—Sí,séquiéneres.Sédedóndevienesyséquiéneratumadre.Lavimorir.

Fuitestigodecómotraspasabaslapuertadeltiempo.Todosestosañosheestadoentussueños.

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—¿Erastúlamujerqueaparecíaenellostodaslasnoches?—Asintió.Me puse a llorar al escuchar sus palabras. La tristeza por el rechazo de

Kimballyperderlailusiónquemehabíallevadohastaallíhabíanhechoquelaslágrimasrodasenpormirostro.Meabrazó.

—Yonopertenezcoaestemundo.—Lo sé, lo sé… Tengo mis contactos con el más allá. —Sonrió—veo el

pasado de las personas, así como también soy testigo de la presencia de lasalmas…nací con esedon.Estoy en los sueñosde las personas.Estuve en lostuyos,ahoraya losabes.—Memiraba—.Tumadremedijoque lavidadesuhijapeligraba.Antesdequeellamuriese,mehizoprometerquetebuscaría.Ellasabíaquetúeraslaelegida,laportadoradelcolganteconlacruzdeCristoylamarcadelaestrelladeDavid.Losquelaasesinarontambiénsabíandeestegransecreto.

—No sé quién soy, ni por qué soy la elegida ni cómo descubrir el secretomejorguardadodetodoslostempos.

—Losabrásasudebidomomento.Lamirédubitativa.—Solo sé que he regresado aquí por el hombre que amo y ahora él… Le

tengoquedecirlaverdad,quiénsoy.—Elizabeth,aKimballnoselopuedesdecir.Élnoloentenderíayllegaríaa

pensar que estás loca. Tú ya has elegido y no volverás a traspasar la puertainvisible.

—¡Bejira!Élyanomequiere.Sevaacasarconotramujer.Serio.—Élteama,peroesmuyorgullosoytercocomounamula.Jamássecasará

conesamujer.—Loshevisto.Lovibesándola.—Es un hombre, hija; un hombre que en ese momento llevaba dos años

buscando a la mujer que amaba y, después de tanto sufrimiento por noencontrarla, se fijó en otra. Pero eso no quiere decir nada. Kimball tiene susnecesidades como cualquier hombre.Te ha guardado fidelidad estos dos años.Másnolepuedespedir.

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—Pues si me amaba no se tenía que haber ido con otra y menoscomprometerseconella.Yonolohice.

—Soislosdosiguales,unosorgullosos.—Memirabaconinterés—.Hayalgomásquetepreocupa,¿verdad?

—Tevoyapedirun favor.Tengoquehacerunviajehasta las tierrasdemiabuelo,yaquetengoqueresolverquélepasóamimadreyamiabuela,algodeloquedepende,enparte,mipazinterior.¿PodríasquedarteconEmmaycuidarlahastamiregreso?Noquieroponerlaenpeligro.

—Porsupuesto,pero…¿porquénoselopidesaél?Kimballessupadre.—Yo sé que él la cuidará, pero si se lo digo no permitirá queme vaya, y

necesitohacerlo.Unadelascausasporlasqueregreséesporquetengoquedarrespuestasamuchaspreguntas.

—Loharé.Tranquila.PerocuandoKimballmepregunteporti,quelohará,ledirélaverdad.—Asentí.

—Paraentoncesyoyaestarélejosdeaquí.Lohabíadecidido:noiríaalbaile.—¿Noirásalafiesta?—No,quieromarcharmemuytemprano.—Sincaballo, sola…No,Elizabeth,caeríasenmanosdebandidosyvetea

saberloqueteharían.Creoqueséloquevamosahacer.—¿Qué?—Estanoche,dehechoestaráapuntodellegar,vieneunamonjaalaquehe

hechomuchos favores. Ella se tuvo que ir a Francia, pero ha vuelto y ahoraviaja,juntoconotrashermanasdesumismaorden,hastaWhitby,dondecogeránunbarcoquelasllevaráalasTierrasAltas.Teirásconellas.Creoquesontresmonjas, seguro que tienen un traje para ti. Es más seguro viajar con unasreligiosas.

—¡Muchasgracias,Bejira!—laabracé.—Anda,muchacha,lohagoconmuchogusto.Además,esalgoqueprometía

tumadre:velarporti.

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XL

Emmavinocorriendoamíencuantomevio.Gracenosobservaba.Teníaquehablarconella.Hastaesemomentonolehabíadichonada,perosabíaqueteníaqueexplicarleloqueocurría.Merodeólaspiernasconsusbracitos.

—¡Papá!—Lacogí enbrazosy labesé sumoflete sonrosado.Esaniñamehabíarobadoelcorazóndesdeelprimermomento.

—¿Papá?—dijoGracemirándomemuyseria.—Sí,esmihija.—¿Tuhija?¡Kimball!Nomehabíasdichoqueteníasunaniñatancrecidita.

¿Eshijadeesamujerquesealejódeti?—Sí.—¡Vaya!—¡Grace!Mástardehablarécontigodeestetema.—Diporzanjadaaquella

conversación.Gracesemarchómalhumorada.Comprendíaquelohiciese.Observécómose

alejaba.Emmapusosusdosmanitasaambos ladosdemicaraobligándomeacentrarlamiradaenella.Lesonreí.MefijéenBejira.Bethnohabíavenidoconellas.

—SibuscasaElizabethnolavasaencontrar.Sehamarchado.—¿Marchado?¿Dónde?—dijemolesto.Aquellomecayócomoun jarrode

aguafría.—Teníaquezanjarunasuntoquetienependiente.Mehadejadoalcuidadode

laniña.—¿Qué asunto? —En ese momento se acercó Eamon, quién captó mi

atención.—¿DóndeestáBeth?—mepreguntó.—No ha venido. Se ha vuelto a marchar. —Eamon cambió su rostro, se

entristeció—. Eamon, juega un momento con Emma. Tengo que hablar con

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Bejira.—Elniñoasintióycogióalaniñadesumanita.Esperé a que se alejaran. Después girémi rostro hacia Bejira. Estabamuy

enfadado.—¿Sepuedesaberquéasuntopendientetiene?Porfavor,Bejira,dimedónde

sehaido.—ViajaconunasmonjashastalaabadíadeWhitby.Allícogeráunbarcoque

lallevaráhastalasTierrasAltas,alhogardesumadre.—¡Cabezota! ¡No entiendo por qué no me lo ha dicho! Yo la hubiese

acompañado.Nopuedeirsola.Silareconocen,lamatarán.—Túestáscomprometido.Lehasdichoquenolaamas,¿cómopretendesque

ellaquieraquelaacompañes?Kimball,desdequehallegadotúlahasrechazadoynohassidomuycompresivoquesediga.

—Aunasí,tendríaquehabérmelodicho.Lairéabuscar.¿Cuándohapartido?—Estamadrugada.Estabamuyenfadado.Si lepasabaalgo…noqueríanipensarlo.Teníaque

partircuántoantes.—Querido, no muestres tu enfado ante la mujer con la que te has

comprometido.Sino,va a sospecharque sientes algo fuerteporElizabeth.—Bejiraserioysealejóhaciadondeestabanlosniños.

Tenía que marcharme aquella noche, debía ganar tiempo. Mi hermanaacababadellegar.Seloexplicaría.

Mildred estaba con Diana en la biblioteca. Cerré la puerta. Me sonrió alvermeentraryobservómisemblanteserio.

—Siéntatefrenteamí—medijo.La obedecí. Mi mirada era triste, estaba dolido, angustiado. Me lo notó

enseguida.—¿Quétepasa,hermano?—Sehavueltoamarchar.—¿Quién?—Beth.Sehaidootravezyyonoselohepodidoimpedir.—Tapémirostro

conambasmanos.

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—Nuncasupemuybienloqueocurrióconesamujer.Séquetecasasteconellayquedespuésdesaparecióynolavolvisteaencontrar.

—Haceunosdíasapareciódelanada.Haregresadoconunaniña:Emma,mihija.

—¿Tuhija?—Sí. Ella insiste en que no fue su intención alejarse demí, pero perdió la

memoria…¡Noentiendonada!—¿Nolecrees?—Quierohacerlo,peromecuestamucho.Meabandonóymehirió.—¡Kimball!,¿laamas?Lamiré.Claroquelaamaba,conlocura.—Sí.—Entoncesnopiensesmás.Sitehadichoqueconfíesellaytehadadoesa

explicación,nopiensesmásenello.Permíteteserfeliz.—Necesitotiempo.—Hermano,olvídatedetuorgulloydéjateamar.—Nopuedo,Mildred.Memiró,seria,mientraslapequeñacerrabalosojitos.—¿YGrace?—¡Grace!Nopuedonegarqueesunamujerbonita,peronolaamo.—Kimball,tienesunproblema.—Losé, como tambiénséquenopuedoengañaraGracey seguirconesta

farsadesdequeaparecióBeth.Nopuedocasarmeconella.—¿YaquéesperasparairenbuscadeElizabeth?—Estanochepartiréensubúsqueda,peroantestengoquehablarconGrace.

Mildred,tetengoquepedirunfavor.MihijaestaráconBejira.Cuidadeellayde Eamon durantemi ausencia. No creo que tumarido regrese antes que yo,siempreestálargastemporadasfuera.

—Sí, en eso tienes razón. Tranquilo, que esperaré a tu regreso. Pero no tedemoresmuchoenvolverycuídate.

—Gracias.—Melevantéymeacerquéaella—.¿Tehedichoquetequiero?

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—Lesonreíylediunbesoenlamejilla.—¡Anda!, vete ya y no esperes a la noche, a ver si me voy a arrepentir.

¿Gracesequedaráaquí?¿Selovasadecirapapá?—Esotelodejoati.—Leguiñéunojo.FuiabuscaraGrace.DecaminomeencontréconBejira.—¿Buscasatufuturaesposa?—Sí.—Laencontrarásenlosacantilados.Lahevistocogeruncaballoymarcharse

enesadirección.¿Quévasahacer?—VoyabuscaraBeth.—Unadecisiónacertada—medijoBejiramientrassonreía.—CuidadeEmma.—Descuida,conmigonolapasaránada.—¡Kimball!—Era David— ¿Qué ha pasado? He visto a Grace marcharse

muyalterada.—David, Beth se ha vuelto a ir a las Tierras Altas, tengo que ir tras ella,

protegerla.Tengomiedodeperderlaparasiempre.PrométemequecuidarásdeMildredydetodos,incluidaBejira,Eamonymipequeña.

—Sabesqueloharé,amigo.—Gracias,hermano.—Loconsiderabacomotal.Me acompañó hasta los establos, donde estaba Eamon con Emma.Miré al

niño.—MemarchoenbuscadenuestraBeth.—Noquieroquetevayas—medijotriste.—Losé,perodebotraerlaconnosotros.—Asintió—.Volverépronto.—¿Loprometes?—Tedoymipalabra.—Eamonmeabrazó,ylorodeéconmisbrazos.Emma

seunióalabrazosonriendo.Lacogíenbrazosylabesé.CogíelcaballoymemarchéabuscaraGrace.Anduvehastaelbordedelacantilado,desdedondeseobservabalaplaya.Via

Gracehablandoconunhombrequeibavestidodenegroconelrostrotapadocon

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unacapuchadelmismocolor.MeparecióqueeraelmismocaballeroquehabíaluchadoeneltorneoyconquiénhabíavistohablaralcondeOtón.Meextrañó.Parecía que estaban discutiendo. Él la agarró del brazo mientras discutían,despuésélladiolaespaldayempezóacorrerhastadesaparecerentrelasrocas.No quería que ellame viese, aunque estaba dispuesto a preguntarle por aquelhombre.

Estabapálida.Nomehabíavisto.Ibadirectoalcaballo.—¿Quiéneraesehombre?Alescucharmivozsegiró.Titubeaba.—¿Quién?—Conelqueestabasenlaplaya.Loviagarrartedelbrazo.—¡Ah!Ese,era…uncaminante.Queríaunasmonedas.Meacerquéaella.—¿Seguro?Noloparecía.—Puesclaro,¿dudasdemipalabra?—No,loúnicoesquemehabíaparecidoqueloconocías.—Puestehasequivocado;además,elquetienequedarexplicacionesdealgo

erestú.—Tienes razón, a eso he venido. Grace, me voy a ausentar durante una

temporadanomuylargadelcastillo.—¿Cómo?¿Porqué?—Lamujer con la queme caséha regresado con la niñaqueviste hoy,mi

hija.Ella…haemprendidounviajenomuyseguroymeveoenlaobligacióndeacompañarla.

—Túyanoledebesnada.Ellateabandonó.—Sí,peroeslamadredemihija;tengoqueayudarla.Teacompañoalcastillo

ydespuéspartirésindemora.—NoloentiendoKimball,anoserquetodavíasientasalgoporesamujer.Nolerespondí.Nopodíamentirlenimentirmeamímismo.

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XLI

Jamáshubieraimaginadovermevestidademonja.Mereíaparamisadentrosde solo de pensarlo. Me sorprendía estar metida en aquel traje, sobrio eincómodo.Elvelonolosoportaba,peroteníaqueaguantarconélydisimular.AquellamonjaamigadeBejira,Victoria,yamelohabíadicho.

—Nadietienequesospecharquenoeresunadenosotras.Éramos cuatro monjas, contándome a mí. Ninguna hablaba. El carro iba a

granvelocidadporaquelloscaminos.Lanocheerafría.Mesentíamuycansada.Observéporlaventana.Meacordabademiniña,laechabamuchodemenos,erapartedemí.DespuésvinoamimenteKimball:amabaaaquelhombre,peronoconfiaba enmí. Lo había herido. Recordé nuestra conversación en la quemehabía asegurado que ya no me amaba. Cerré los ojos y recordé sus besos.¡Cuántolenecesitabaamilado!UncomentariodeVictoriamehizoregresaralarealidad.

—Hermanas,vamosadetenernosenelmonasteriodeAldeby.Allípodremosdescansar.Tenemosquemadrugarmucho.MañanadebemosllegaraWhitbyalatardecer.

El carro sedetuvo, lamonja sebajóy lasdemás la seguimos.Sedirigió alcocheroyledijounaspalabrasquenopudeescuchar.Aquellugardabamiedo.Anduvimos hasta una puerta de madera. Se demoraron en dejarnos pasar alinterior. Un monje, con túnica negra, capucha del mismo color y un cordónblanco alrededor de sus caderas nos abrió la puerta. Su nariz aguileña y suspequeños ojos negros le daban un aspecto siniestro. Su tez era muy pálida yestabacalvo.Eramuyaltoyfuerte,joven.Nosanalizó.

—Osestábamosesperando.Habéistardadomucho—dijoelmonje.—Loscaminosimpidenavanzarmásrápido.—¡Seguidme!—dijoelmonje.Llevaba una vela en susmanos que alumbraba poco el camino por el que

íbamospasando.Meparecióescucharlamentosdeunserhumano.¿Quéeraese

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lugar?Nosguiohastaunagaleríaoscura.Sedetuvoynosmiró.—Estas son sus celdas.Dentrohayalgoparaque coman.No salgande sus

estanciasbajoningúnconcepto.—Descuide,quenoloharemos—dijoVictoria.Lasotrasdoshermanassemetieronensurecintodiminuto.Victoriamemiró,

seria.—Yahaoído,nosalgabajoningúnconcepto.—Descuide,noloharé.Pero…¿Porquénopodemossalir?—Querida, acostúmbrese a no preguntar, sino alguien puede sospechar que

ustednoesunaverdaderamonja.—Perdone.Nolovolveréahacer.—Muy bien, coma algo y descanse; mañana tenemos que partir muy

temprano.Memetíenmihabitación,suspiré.Mesentédegolpesobrelacamayluego

metumbéquitándome,antesaquelveloincómodo.«¡Diosmío,ayúdame!».Poruna parte, esta era la época en el que quería estar, pero era para estar junto aKimball.Sinélnadateníasentido.«¡Kimball!»,suspiré.

Meincorporé,toméunpocodepanyqueso,volvíatumbarmesobrelacamaymequedédormida.

Unosgritosmedespertaron.Erandeunhombre.¿Quéeraaquello?Sabíaquemehabíandichoquenosalierade lacelda,peronopodíaestar impasibleanteesos lamentos.Además, la curiosidad por saber qué era lo que pasaba nomepermitíaquedarmeencerrada.Abrílapuertaconsigilo.Elpasilloestabaoscuro,apenasseveía.Medirigíhastaelfinaldeeste,desdedondeproveníanaquellosgritos.Abrí lapuertade laúnicaestanciaquehabíaallí.Meencontréanteunagaleríaestrecha,fría.Losgritosveníandelaúltimacelda.Avancédespacio.Nopodía verme nadie. Estaba la puerta entreabierta, me asomé con prudencia.Habíaunhombrederodillas,deespaldas,seestabaflagelandoconunafusta.Suespalda estaba ensangrentada. A su lado un fraile, el mismo que nos habíarecibido,seencontrabadepie,observándole.

—Esportubien,Paul.Notehasportadobien.—Fuemalayélmedescubrió.

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—Losé,peronodebistehacerlo.Élerainocente.—Esahijadelmallocomplicótodo.Sinquererhiceruidoconlospies.Ambosloescucharon.Empecéacorrera

granvelocidadporelpasilloynoceséhastallegaramihabitación.Nosabíasimehabíareconocidoaquelfraile.Medesvestíymemetíenlacama,teníamiedode que descubrieran que había sido yo. Escuché pasos por el pasillo dondeestaban nuestras habitaciones, tocaron a la puerta de Victoria. Esta estuvohablandoconalguien.Enesemomentomipuertaseabriódegolpe.

—¡Elizabeth!—Eralamonja.Disimuléquemedespertaba.—¿Sí?—Perdone,creíqueestabadespierta.—Cerrólapuertatrasdesí.Micorazónlatíaconrapidez.Despuésdeaquello,nopudeconciliarelsueño.Era muy temprano cuando partimos hacia la abadía de Whitby. Se había

sumadoalguienmás.Ibasentadoalladodelcochero.Llevabaunacapanegrayapenas se le distinguía el rostro.Yo lo vi de pasada, ya que cuando fuimos asubir al carro ya estaba sentado. La monja no paraba de observarme. Intentédisimular,peromeestabaponiendonerviosa.Lamiré.

—¿Hadescansado?Tieneojeras—medijo.—Hedormidobien,gracias.—Volvímirostrohacialaventana.El viaje se hizo largo y muy pesado. Solo nos detuvimos para comer,

momento en el que tampoco pude ver quién se escondía tras esa capa. Él seapartódenosotras.

Erapor la tardeyya sevislumbraban las torresde la abadía.Ese lugarmetraíamuchosrecuerdos:buenos,alrecordaraKimball,ymalos,alrelacionarellugarconelobispodeDurham.Solopensarenélmeprovocóunescalofrío.Noqueríavolveraverle.

Llegamos a la abadía. El carro se detuvo, y el encapuchado se alejó denosotras.

—EstanochepartiremosenunbarcohastalasTierrasAltas.Esperaremosenel interior de la abadía hasta que llegue el momento de ir a la playa para

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embarcar.

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XLII

Sabíaque,sinomedetenía,podíaalcanzarla.Ellasibanencarro,talycomome dijo Bejira, yo iría en caballo, al ser más rápido les alcanzaría. EstabadeseandollegaraWhitbyyhablarconBeth.Estabafurioso.Melohabíavueltoahacer:marcharse sin decirme nada. ¿Cómo había sido capaz?Regresaba amividaparadespuésdejarmeaunaniñayvolvermeaabandonar.Estaveznolaibaaperder,regresaríaconmigo.Eraunainconsciente.Apesardehabertranscurridodosaños, si el obispo lavolvía aver, la reconocería al instante.Apenashabíadescansadodesdequehabíasalidodelcastillo.Divisabalastorresdelaabadía.Estaba anocheciendo, temía no encontrarla allí y que ya hubiera embarcado.Dejé el caballo atado al tronco de un árbol. Me dirigí con rapidez hacia elinterior de aquel lugar. Había muy poca luz. Me adentré con mucho sigilo.Escuchéloscantosgregorianos.Avancéporaquelpasillo.

—¿Quéestáhaciendo,caballero?Medilavuelta.Aquelfrailemeresultabaconocido.Élsequedómirándomey

seaproximómásamí.Loreconocí.EraJohn,elfrailequenoshabíacasadoaBethyamí.

—¿Sepuedesaberquéhaceustedaquí?—pregunté.Seacercóamísonriendoyabriendolosbrazosparadarmeungranabrazo.—Muchacho.¡Quésustomehasdado!Estaesmiabadía.¿Quéhacesaquí?—Estoybuscandoaunasmonjas.—Sí, hoy han venido unas hermanas, pero ya se han ido a la playa, van a

embarcarparairalasTierrasAltas.¿Quéquieresdeellas?—Unadeesasmonjasesmiesposa.—¿Tuesposa?Creoqueséquiénes,conrazónsucarameresultabaconocida.

Tellevohastaellas,aunquelomismoyallegastarde.—Nopenséenencontrarloaquídespuésdetantotiempo.—Es cierto.Después de ayudar a aquellos judíos pensé en viajar a Francia

conellos,peroaquí,enestas tierras, todavíahaypersonasquenecesitandemi

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ayuda, aunquehe tenidoquepararmi actividad. ¡Ja, ja, ja!Altos cargosde laiglesiaempezaronasospechardemí.Misidasyvenidasnolesencajabacomoactividaddeunfraile.Mevigilaban;asíqueoptépor recluirmeen laabadíaydisimular,aunquesigoluchandocontralasinjusticias.¡Ja,ja,ja!

Aquelhombremedivertía.Siempre teníaunasonrisadibujadaensu rostro.Bajamosporunmonteescarpadohastallegaralaplaya.Observé.

—¡Ahíestán!—dijoelfraile.Miré hacia dónde apuntaba su dedo índice. Fui en dirección hacia donde

estaban,dispuestoasacarladeallí.Elfraileadivinómisintenciones.—Espera, muchacho. Ella va camuflada de monja por algún motivo, si la

descubreslapondrásenpeligro.—Teníarazón.—¿Yquéesloqueproponequehaga?Quierollevarlaamihogar.—Ve con ella. Diré que las acompañarás hasta su destino. Tu esposa… se

dirigealaisladeMaree,porloqueescuchéaunadelasmonjas.—Loharé,perosoloporevitarqueladescubranyqueesolapuedaponeren

peligro.

Anduvimoshaciadondeestaban,Bethseencontrabasentadaenlaarenadelaplaya.Juntoaellaunamonjaqueestabaenpie.

—¡Hermana!—Seacercóel frailea lamonja—.Estehombre tambiénvaacoger el barco con ustedes, las acompañará hasta su destino. Hay muchospeligros y, aunque ustedes lleven hábito, los hombres hoy en día no respetannada.

—Muchasgracias—dijolamonjamirándome.—MinombreesKimball,condedeEssex.HastaesemomentoBethteníafijalamiradaenlafinaarena.Alescucharmi

nombrememiró, seria, y se incorporó de un salto. El fraile fue hacia ella, lasusurróunaspalabrasysedespidió.

—Quétenganbuenviaje—Sealejó.Bethmemirabasindecirnada.Labarcaseacercóa laplaya, lamonjaque

estabajuntoaellaseaproximóaesta,yolaseguí,yElizabethvinotrasdemí.

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Ayudé a lasmonjas a subir a la barca.Cuando llegóBeth, nopermitió que laayudase,reacciónquemehizosonreír.

—Hermana—ledijeaella—,estaréencantadodeacompañarlas.—Antemicomentarioellapermanecíaseria,sinmirarme.

Llegamos al barco. La monja se acercó al capitán de la embarcación. Lecomentóquelabarcadebíaregresaralaplaya,yaquehabíaunhombrealquedebíanrecoger.NotéaElizabethinquieta.Sumiradaestabafijaenlasaguas.Lamonja no paraba de hablarme, pero yo observaba con detenimiento losmovimientosdeBeth.Seacercóa labarandadelbarco.Notéqueteníamiedo.Observaba al encapuchado camuflado conuna capanegra, que subía al barco.Ibaencorvadoysefueconrapidezhaciaunrincóndelnavío.Teníaquehablarcon ella. Debía encontrar el momento idóneo. El capitán había dicho quellegaríamosdemadrugada aSanAndrés, en cuyomonasterio se quedarían lastresmonjas;despuésyoseguiríaconBethhastaelcastillodesuabuelo.

Las monjas se metieron en sus respectivos camarotes, al igual que elmisteriosoencapuchado.MeacerquéaBeth.Seguíafijaenlabarandadelbarco,contemplandoelmar.Mepuseasulado,apoyémismanossobrelabarandilla.

—¿Quépretendes,Beth?—Esoatiyanoteincumbe.—Puesme importa ymucho. Te voy a acompañar al castillo de tu abuelo

quierasono,ydespuésregresarécontigoaEssex.—Notienesporquéhacerlo,sévalermepormímisma.—Nolodudo,peroprometíprotegerteyasíloharé.—¡Kimball! Eso fue hace dos años. Ahora ya ha pasado mucho tiempo.

Además,¿quédirátuprometida?—Ellanodiránada.Eres lamadredemihijaymideberes llevartesanay

salvaconella.—Teloagradezco.Estodoundetalleportuparte—dijoconironía.Sonreíantesucomentario.Siellahubierasabidoquememoríaporbesarlay

tenerlaentremisbrazosyqueactuabademaneraegoísta,porqueloquequeríaeratenerlajuntoamíparasiempre…

—¿Quétepreocupa?¿Porquéquieresvolverallí?

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—Quieroveramiabuelo.—Sí,pero…¿Sinlaniña?EsunpocoraroquenotellevesaEmmacontigo.

Esporquenoquieresponerlaenpeligro.Memiró.—Esunviajemuy largoparaella,prefierodecírseloprimeroamiabueloy

despuésyaregresaréconEmma.Mentía.Perosabíaquenomeibaadecirsusmotivos.—¿Todavía no confías enmí?—No respondió. Sumirada estaba fija en el

mar—.¿Quépasaconesehombrequehasubidoalbarco?Nodisimules.Vielmiedoentusojos.Letemes.

Bajósurostro.—Ayer vi algo queme tiene intranquila. Nos detuvimos en unmonasterio

para dormir. Enmitad de la noche unos gritosme despertaron. Fui a ver quépasabaymeencontréaunhombredeespaldasflagelándoseydiciendoquesehabíaportadomal.Unsacerdoteledecíaquehabíapecadoyqueteníaqueevitarhacerlootravez.Descubrieronquehabíaalguienobservándoles,perocorríhastamicelda,ynocreoquemehayanvisto.Esehombre…creoqueesél.

—¡Eresunainconsciente,Beth!Sabesqueelobispotepersiguió.Nopuedespermitirteellujodellamarlaatención.Esperoquenotehayanvisto.

—Tienesrazón.Creoqueno.Observésubonitoperfilmientrascontemplabalasaguasoscuras.—Voyadescansar,Kimball.Lavialejarsedemí.

El capitán nos había informado que ya llegábamos a San Andrés. En elmomentoenquepisásemostierratendríamosqueirapie.Noteníamoscaballos.Johnprometiócuidardemicaballohastamiregreso.

Yoyaestabaencubierta.LasmonjasempezaronaaparecermenosBeth.Elencapuchadoestabaalejadodetodosnosotros.Decidíacercarmeaél.Teníaquesaberquiénseescondíatrasesacapucha.Mecoloquéasulado.Élsegiróymediolaespalda.

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—¿TambiénvaalmonasterioSanAndrés?—lepregunté.—No—dijoconunavozsecayfuerte.—¿Adóndesedirige?Alomejorpodemosirjuntosduranteelviaje.Sediolavueltaparamirarme.Eraunhombredetezmuypálida,ojosnegros

ymiradamuyfría,denarizaguileñayteníaunacicatrizensubarbilla.—Nomegustaviajarencompañíadenadie—dichoestosealejó.Lo observé. En ese instante Elizabeth apareció con una bolsa sobre su

hombro.Setropezóconaquelhombre,éllamiróyellamantuvosumiradafijaeneste.Fueronunossegundos,despuésaquelhombresealejódeallí.Ellameestababuscando.Meacerquéhaciadondeestabalajoven.

—¿Mebuscabas?¿Acasotemíasquemehubieramarchadosinti?—dijeconunamediasonrisaenelrostro.

—Vaya,hoytehaslevantadogracioso.Soltéunarisotadaantesurespuesta,ellasonrió.Nosacercaronhastalaplaya.Aquelhombresehabíaquedadoencubierta;él

iría tras nosotros. El mar estaba revuelto y había mucho oleaje. Las olaschocabancontralasrocasdelosacantiladosdondeselevantabaelmonasterio.

—¡Hermana!—ledijounadelasmonjasaBeth—,esteeselfinaldenuestroviaje.Yasabedóndeestamos.Cualquiercosaquenecesitevengaaquíypreguntepormí.

—Asíloharé.Muchasgraciasportodo.Fijósumiradaenmí.—Caballero,leagradezcosucompañíaduranteelcortoviajeenbarco.—Hasidounplacer,hermana.—¿PodráviajarconlahermanaElizabeth?—Sí, la hermana tiene suerte. Yo también me dirijo hacia las Tierras del

Norte.—Entoncespuedoestartranquila,gracias.Debíamos seguir la dirección del río Tummel. Este nos adentraba en las

Tierras Altas; de esta manera acortábamos recorrido. Adentrándonos por esosbosquesyesanaturalezanosapartábamosdeloscaminosmástransitados.

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Bethmeseguía sin rechistar.Caminábamospor la laderadel río.Debíamosllegarantesdelanocheceraalgunaaldeaenmitaddelvalle.Sino,nos tocaríadormiralaintemperie.

Mepusealladodeella.Memiródereojo.—Me estás sorprendiendo. Jamás imaginé que aguantases tanto caminando

conesaropaquellevas.—Irconunvestidodemonjatienesudificultad.Estoydeseandoquitármelo.—Espérateaque lleguemosalcastillode tuabuelo.Noquiero toparmecon

nadie que te pueda reconocer, aunque por aquí no creo que se encuentre elobisponisussoldados.

—¿Quépasoaqueldía,Kimball?—Elobisposepresentóenelcastilloconaquel fraileque tehabía juzgado.

Tuabuelolesdijoquesunietasehabíamarchado,peroalvermeamínoselocreyeron.Estuvieronbuscándote.Suintenciónnoerabuena.

—Losé,enlaabadíadeWhitbymevioelcolganteconlacruzdeDavid.Fueesoloquehizoqueélsefijaseenmí.

—¿Lollevaspuesto?—Sí,ynomelovoyaquitar.—Quenadie te lovuelvaaver.—DijoKimball—.Cuandoelobisposefue

fuicorriendoabuscarte,deseabaabrazarteybesarte,queríallevarteamicastilloa la mañana siguiente, pero tú ya no estabas. Me desesperé, al igual que tuabuelo, quien temía que te hubiera pasado algoy ya nodiéramos contigo.Noapareciste.—Guardé silencio recordando losmomentos angustiosos que habíavividoenesosmomentos—.DespuésregreséaEssexylodemásyalosabes…MeembarquéconDavidenunviajeatierrasgermanasjuntoconlastropasdeRobert. Pensé que alejarme de allí haría que te olvidara, pero no fue así. Laincertidumbredenosaberquéhabíapasadomedañabapordentro.Nohedejadodebuscarteduranteestosdosaños.Cadanochemeprometíaquealdíasiguienteteencontraríahastaquemedicuentadequejamásdaríacontigo.Decidídarungiroamivida,yahífuecuandoGraceapareció.Penséquesiintentabapensarenotramujeralomejorlograbaolvidarte.

—Yentoncesaparecíyoyestropeétusplanes—meinterrumpió.

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—Sí,yentoncesaparecistetúconEmma.—Vaya,pueslosientomucho.Sihubierallegadoasaberqueloquequerías

eraolvidartedemínohabríaregresado.—Helloradotuausencia.—Sé que desaparecí sin dejar rastro, pero yo no quería, Kimball. Yo…te

amaba…meviforzadaahacerlo,osponíaenpeligroatodosymealejéhastaunlugarenelquejamáshabríasdadoconmigo.

—¿Yporquéregresasteentonces?—Porquetenecesitaba.Mividanoeralamismasinti.Necesitaba escuchar esas palabras y, a pesar de mi deseo de abrazarla y

besarla,nolohice.Continuéandandoyellamesiguió.—Noteníasquehabertealejadodemí,yojuréprotegerte.—Sí,peroponiendotuvidaenpeligro.—Soy un guerrero, Beth. Mi vida la entrego con libertad a la causa que

quiero.Mibrazoesfuerteyhastaestemomentonadiemehavencido.Tepuedoasegurar que han sidomuchas las batallas que he librado, pero tú… erasmitesoromáspreciado.—Enrealidadseguíasiendomitesoromáspreciado;eralamujerqueamaba—.Jamásvuelvasadecidirpormí.

Estuvimosensilenciodurantebastantetiempo.Nosdetuvimosparaalmorzar.Nosubicamosjuntoalrío.Pescaríaalgoyharíamosunalumbre.

—¿Puedoayudarteapescar?—¡Ja,ja,ja!Esoescosadehombres,Beth.—Bueno, pero tú sabes que yo soy diferente al resto de las damas que

conoces.—Sí, lo sé. ¡Ven!, te enseñaré—. Mis pies estaban dentro del río. Ella se

recogiólafaldaoscurahastalasrodillashaciéndoseunnudoconlaropa.Alversus esbeltas rodillas ladeseé aúnmás.Sepuso ami lado—.Siemprehayquehacerlo a contracorriente.Los peces, cuandohuyen, lo hacen aguas arriba.Enesemomentoescuandohayqueintentaracorralarlos.Losanimales,alnopoderhuir,seacobardan.Entoncesescuandohayquecogerlos.

—¡Uff!Parecemuyfácil.

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—Sí,¡ja,ja,ja!Laobservaba. ¡Québonitaera!Seescurrióalpisarunapiedra.Resbalaban.

Laagarrédelbrazo,ymemiró.—Gracias—dijoregalándomeunasonrisa.La analizaba mientras veía cómo intentaba desenvolverse en el agua y

capturaralgúnpez.Estuvoapuntodecaersealagua.Perdióelequilibrioensusegundointentoycayósobremipecho.LerodeélacinturaEllalevantóelrostroriéndoseyyomecontagiédesurisa.Fijósuspupilasen lasmías,seseparóyvolvióamirarelagua.Estavezcogióunpez,ylaaplaudí.

—¡Ja,ja,ja!¡Beth!Cadadíamesorprendesmás.Miré a nuestro alrededor. Un grupo de hombres, con ropa de campesinos,

palosenlasmanosyconsusespadasnosrodeabanyamenazabanconlasarmasqueportaban.Nomehabíapercatadodesupresenciahastaesemomento.

—¡Esepeznospertenece!—dijounodeellos.—¡Deesonada!Lohecogidoyo—dijoBethenfadada.Mepusedelantedeella.—Norespondas,déjameamí—lesusurré.Coloquémimanoenlaempuñadurademiespada.—¡Yalahabéisoído!—respondí.—Estastierrasnospertenecenytodoloqueestáenellastambién.—Peroestepezlohacogidoella,asíqueesnuestro.—Pues lo veremos—dijo un campesino adelantándose con la intención de

luchar.Desenvainémiespada.Enesemomento,unodeellos,unhombrecurtidoporelsol,seadelantóhacia

dóndeestábamos.—¡Alto,Jack!—Seacercóanosotros—¿Esunamonja?—Sí—respondí.—Perdone,hermana.¿Ustedpuedeayudaraunamujeradaraluz?Lamiré.—Sí,porsupuesto.—Esquemiesposasehapuestodeparto.Estámuynerviosa,condoloresyel

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bebétodavíanoquieresalir.—Llévemeconella.Megiréparamirarla.Estabasorprendido.—¿Perotúsabes…?—Heestadoenmuchospartos,tranquilo,Kimball.—Meguiñóunojo.Diosupezaunodeesoshombres,secalzóylesseguimos.Atravesamosel

bosquehasta llegaraunvalledondehabíaunascasashechasdeadobe.Habíaniños,hombresluchando,animalesymujerestrabajandolatierra.

Dark,asílellamabanalqueeraeljefecillo,nosguiohastaunacabaña.—Es aquí, puede entrar, hermana.—Se giró paramirarme—.Usted espere

aquí.Estaba nervioso.Me movía de un lado para otro como si fuese mi propia

esposalaqueestuvieseapuntodedaraluz.Darkestabasentado,observándome.—¿Quéhaceuncaballerocomoustedporestastierras?—mepreguntó—Estamosdepaso.NosdirigimosalaisladeMaree.—¿Sinuncaballo?,tardaráunaeternidad.—Lo sé, pero el mío se quedó en la abadía de Whitby. ¿No lo veo muy

nervioso?—lepregunté.—Hepasadoporestocuatroveces.Unoseacostumbra.—¿Porquéestánaquíescondidos?—ElreyJuannosexigíaelpagodemuchosimpuestosporocuparsustierras

y,ahora,conel reyRicardononosatrevemosaregresaranuestras tierras.Noconfiamosenqueélseadiferenteasuhermano.Aquíestamosbien,trabajamosparacomeryluchamosparaestarpreparadosporsitenemosquedefendernos.

—El reyRicardoesdiferente.Eso se lopuedogarantizar.Heestadoconélduranteañosenlascruzadas.

—Para usted, un caballero con tierras, un guerrero, sí, puede ser diferente,peroparanosotros,gentepobreysintierraspropiasnoeslomismo.RicardoesigualqueJuan.Anosotros,lospobres,nosexprimenalmáximo.

Ibaaresponderle,peroenesemomentoaparecióBeth,sinelvelodemonja,conlasmangasremangadasylasmejillassonrojadas.

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—¡Losnecesito!—¿Alosdos?—respondí.—¡Sí!,alosdos.Elesposotienequeestaralladodesumujer,ytú,Kimball,

tienesqueayudarme.—Yonopermitiréqueotrohombreveaamiesposaeneseestado.—Dark—dijoBethponiéndosefrenteaél—.Noesmomentodetonterías.Si

nomeayudanambossuesposaoelbebépuedenmorir,asíque¡vamos!Nohaytiempoparadiscutir.

Laobservabaconadmiración.Entramos.Habíasangreylamujerestabamuypálida.

—Por favor, esté al lado de su esposa, dígale palabras bonitas. Kimball,presiona encima del abdomen. El bebé está todavía muy arriba y hay queayudarleasalir.

Medabamiedopresionar.Bethmemiró.—¡Kimball!¿Aquéesperas?Empujaconlasmanos.—Lana,¡hazfuerza!Lacampesinaempujó.Estabaagotada.Bethintentabaayudarasaliralbebé.

Otradelasmujerespresentesenlasalaempapabantrozosdetelaenaguaparapasárselasporlafrentealamujer.Laropadeestaestabamanchadadesangre.

—Empuja,Lana,queyaveosucabecita.Unúltimoesfuerzo.Yenesemomento,lasmanosdeBethsacaronaunpequeñínllenodesangre.

Elizabeth lo cogió entre sus brazos. Sonreía, estaba feliz.Besó la cabecita delbebé,loarropó.

—Ya estás aquí, precioso—dijo extendiendo sus manos y dándoselo a sumadre. Ambos seguían unidos por el cordón umbilical—. ¡Es un niño,felicidades!

Lamiré, y ella se sorprendió al ver que la observaba con admiración.Mesonrió.

—Sinolesimporta,esperenunmomentofuera.Dark,enseguidapodráspasaryestarcontuesposayelbebé.

—Esunasensaciónmaravillosa.¡Unvarón!Esmiprimerchico.¿Ustedtiene

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hijos?—Sí,unahija,Emma.Echaba demenos ami niña.Quería recuperar el tiempoperdido.Mehabía

cautivadoelcorazónapesardelpocotiempoquehabíamospasadojuntos.Elnacimientodelvarónhabíacontagiadodefelicidadatodoelcampamento.Darkestabaentusiasmado.—¡Hoyesundíadefiesta!—dijo.Empezarona asar carneen la lumbre.Lasgaitas seescuchabanpor todoel

campamento.Losjóvenesbailaban,ylascervezasyelvinoempezaronapasardeunosaotros.

TranscurrióunbuenratohastaqueBethsalióalexterior.Supelolacaíaporlaespalda.Sesentóamilado.Observabalafiestaquesehabíaorganizado.Lacogídelamano.Enesemomentoellamemiró.

—Buentrabajo,Beth.—Lesonreí.—Gracias.—¿Quéhacenquenobailan?—nosdijoDark.—Yosoyunamonja,nolohagomuybien.—Esonoimporta,ustedeslaquetienequedanzar.—¡Es verdad! —Tiré de ella, la agarré de la cintura y empezamos a dar

vueltas.—¡Kimball!Yasabesquenosemedabien.—Tranquila,nomeimportaquemepises,yaestoyacostumbrado.—Leguiñé

unojo.—Nohansidotantasveces—dijo.—¡Ja, ja, ja!Unas cuantas, querida, ¿ya no te acuerdas?—Memiraba con

timidez—.Teheechadomuchodemenos,Beth.Mispalabrasprovocaronqueellasedetuviera,mirándome.—Yo también, Kimball. —Guardó silencio—. En estos dos años deseé

regresaralaorilladeaquelrío,peronosabíacómohacerlo,nopodíavolver,norecordabaelcamino.

—¿Dóndeestuviste?

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—Muycercadeti,peroalmismotiempomuylejos.—¿Dónde,conquién?—Nomepreguntes,Kimball,jamásloentenderías.Solotepidoqueconfíes

enmí,enloquetehedicho.Nuncaquisealejarmedetulado,llorétodosestosañospor ti.SoloEmmamemanteníaconvida.Verlaaellaeravertea ti.Soismuyparecidos.Séquenopuedopedirtequeolvidesestosdosañosyretomemoslas cosas donde lo dejamos. Soy consciente de que tus sentimientos hancambiadoyqueyaamasaotramujer,pero…porfavor,soloquieroquecreasenmispalabras,enquejamásquiseapartarmedetuladoyenquenoregreséatiporquenosabíacómohacerlo.

Quería creerle, pero me parecía todo muy misterioso. ¿Por qué no podíadecirmeellugarenelquehabíaestado?Ambosnosmirábamos.Queríaolvidar.

—Nopuedo,Beth,pormásquequierohacerlonopuedo.Bajósurostro.Suexpresiónsetornótriste.—Estoycansada.Voyadormir,Kimball.—Sí.Mañanapartiremospronto.Darknosvaadardoscaballos.—Hastamañana,Kimball.Lavialejarse.Mesentéenlahierbaycontempléelcieloestrellado.Tapémi

rostroconmismanos.—¿Yasehaidolamonjaadormir?—dijoDark.—Sí.—Enlosestablospuedendescansar.Selohedichoalahermana.—Gracias,creoqueyotambiénmeiréaacostar.—Simadruganmuchomañananomepodrédespedirdeustedes,peroquiero

agradecerlessuayuda,sobretodoalamonja.—Notienequeagradecernada.—¡Muchacho! ¿Qué le preocupa? Tiene una mirada triste. ¿Acaso es una

mujer?—Sí,unamujer.Laamo,pero…elladesapareció,meabandonódurantedos

añosyahoraharegresado.—Puesentoncesyaestájuntoati,¿cuáleselproblema?

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—Quenomedaunaexplicacióndeporquélohizoydóndeestuvo.—¡Ja,ja,ja!¿Sepuedesaberparaquénecesitaunaexplicación?Joven,siuna

mujernoquieredártelanoselaexijas,confíaensuspalabras.Ysilaama¿aquéesperaparahacerlasuya?

Ambosnosreímos.

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XLIII

Me desperté sobresaltada. La tensión del parto del día anterior me habíaalterado. Tuve pesadillas. Me levanté y salí al exterior. Estaba amaneciendo.Kimballestabaconloscaballos.Alverme,sonrió.Meacerquéaél.

—¡Buenosdías,hermana!—Buenosdías.—Nostenemosqueir.Comeunpocodepanyunascosasquenoshandejado

lasmujeresdeestoscampesinos.Tenecesitofuerte,hoyseráundíaduro.Mientras comía un poco de pan y unos bollos elaborados por aquellas

campesinas,nopodíaevitarobservaraKimball.Suespaldaancha,asícomosusbrazos fuertesme hacían suspirar. Si lo vieseAnn seguro que se quedaría sinpalabras. Eramuy atractivo.Me puse triste al pensar en que jamás volvería asentirsuslabiossobrelosmíosnisusmanosacariciarmipiel.Suspiré.¿Quéibaahacerconmivida?Habíavueltoporél.Yalopensaríamásadelante.Loodiabaporhaberolvidadosuamorhaciamí;lamentabaquesussentimientosnofuesentanprofundoscomolosmíos. ¡Quéprontomehabíasustituidoporotramujer!Paracolmoseibaacasarconella.Tantaspalabrasbonitas.¡Mehabíadichoquemeamaba!Yonuncaleolvidé.Seacercóamí;bajélavistaparacentrarmeeneltrozodepan.

—Estásyapreparada.—Sí.¿Podremosllegarhoy?—Mañana.Hoytendremosquedormirenplenanaturaleza.Darkmehadado

pieles para que podamos taparnos por la noche y también comida. Mañanaestaráscontuabuelo.

Me monté en mi caballo. Kimball se puso delante, erguido. Estuvimoscabalgandodurantetodalamañana,apenasnosdetuvimosparacomer.

Estaba cansada.No nos volvimos a detener hasta que empezó a anochecer.Kimball eligió un lugar resguardado dentro del bosque. Bajó del animal. Medolíanmisposaderas.Desdelaúltimavezquehabíaestadoallínohabíavueltoa

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montaracaballo.Descendícondificultaddelanimal.ObservécómoKimballmemirabadereojo.Noqueríaqueélsupieradeestoydisimulé.Seacercóamí.

—¿Quétepasa,Beth?—¿Amí?Nada.—Nodisimules,¿tecreesquesoytonto?Algoteduele.—Tedigoquenomepasanada,Kimball.Tranquilo,soyunamujerfuerte.—Esono lodudo.Teníamosquehaberparadoantes.Hasidounviajemuy

largoparati.—Kimball,quierollegarcuantoantesalastierrasdemiabuelo.Eralaúnica

maneradepoderestarallímañana.El me miró sin responder. Colocó una piel en el suelo para que nos

pudiésemossentar, lasotrasserviríanpara taparnos,apesardeestaren tiempodeverano,porlanocherefrescaba.Mesentéyélseubicóamilado.Comimosensilenciodeloquenoshabíandadoloscampesinos.Unavezqueterminamos,élsetumbóycolocósusmanostrassucabeza,mirandoelcieloestrellado.Loimité.

—Kimball, hepensadoque cuando te cases, voyavenir conEmmaaviviraquí,conmiabuelo.

—¡No!—dijo con rotundidad—.Ni Emma ni tú os vais amarchar demistierras.Sinoquieresvivirenmicastillo,puedohacerteconstruirunacasacercaosiprefierespuedesvivirconBejira.

—Nopienso estar allí,Kimball.Además, no creoque a tu futura esposa legusteesasituación.

—Puestendráqueconformarseconello.—Tendrásotroshijos…—Emmaytúosquedaréisallí.—No,Kimball.Nopodrásretenerme.Memarcharé;estádecidido.Tegusteo

no.—Nolovoyapermitir.—Pero…¿Quépretendes?¡Noteentiendo!—Emma esmi hija.Me has robado dos años de estar con ella.Ahora que

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empiezoatenerlecariñonopuedesalejarmedeellaotravez.—¡Noentiendesqueallíyonopuedoestar!—¿Porqué?—Porque…yotesigoamando,Kimball.Nopodríasoportarverteconotra.Norespondióalmomento.Seguíasumiradafijaenelcielo.—Puesentonces,siesasí,márchatetú,peroaEmmanotelallevas.—Sabesquesinellajamásmeiría.Norespondió.Se levantóysealejó.Las lágrimasrodabanpormismejillas.

Nopodía soportar esa indiferencia y frialdadde él haciamí. ¿Dónde se habíaquedado ese amor que dijo que sentía?Me acurruqué como un niño, triste yabatida,hastaquemequedédormida.

Me desperté con la claridad de la mañana. Kimball ya estaba en pie. Meincorporé.Todavíateníamuypresentelaspalabrasfríasdeél.Estabadolida.Noabrílaboca.Recogílaspieles,mibolsadondellevabamiropaylospapelesdemimadre.Comíalgoymontéaloslomosdelanimalmientrasesperabaaqueélhicieselomismo.Élobservabatodosmismovimientos.

—Vaya.Yaveoquehoytehaslevantadoconganasdeiniciarelviajecuantoantes.

—Sí.—Hoynotienesmuybuenhumor.No le respondí.Memiróydespués semontó sobre suanimal. Iniciamos la

marcha.Élibaadelante.Pocoapocoaparecieronantenuestrosojoslosmontesescarpados. Tras ellos se escondían los grandes lagos. Estábamos cerca. ¡Québonito era aquello! Respiré.Mientras cabalgaba, cerré por unos segundos losojospara impregnarmedeesapaz.El rumorde la suavebrisa, el trinarde lospájaros…¡Cuánta tranquilidadme transmitía todoaquello!Recordé laprimeravezquehabíavistoesepaisaje.Abrílosojos.Kimballseguíadelantedemí.

Estabaatardeciendocuando llegamosalcastillo.Lossoldadosdemiabueloenseguidanosreconocieron.Dejamosloscaballosenlascuadras.

—¡Señora!—dijoDana,quienpasabaenesemomentoporelpatiodearmas.¿Quéhaceustedaquí?Pensábamosqueestaba…

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—Heregresado.—¡Cuántomealegrodeverla!Yaverásuabueloquécontentosepone.Alospocosminutosaparecióeste,serio,sindarcréditoaloqueveía.—¿Erestú,Elizabeth?¿Quéhacesvestidademonja?Seacercóymeabrazó.—Unalargahistorialodeestetraje.DespuésmiróaKimball.—Mealegrodeverlo,caballero.—Yoaustedtambién.Ambos se sonrieron. Mi abuelo cogió mi brazo y me llevó al interior del

castillo.Kimballnossiguió.—Disculpe,comoimaginoquequerráhablarconsunieta,lesdejarésolos.—Acompañealcaballerohastasusaposentos—dijomiabueloaladoncella.VimosalejarseaKimball.Nosquedamossolos.Miabuelomeinvitóatomar

asientoenlabiblioteca.—Hija,¿quépasó?—Metuvequemarchar,abuelo,contramí,perotuvequehacerlo.—¿Adónde?—Nopuedodecirlo.Mefui…lejos,muylejos.—Peronosloteníasquehaberdicho.Tuesposoestabadesesperado,vinoen

variasocasionesavisitarme.¿Porquénoregresastejuntoaél?—Nopodía.—Pero…¿Porqué?—Abuelo,nopuedoexplicártelo,deverdadquenopuedohacerlo.—Noentiendonada.Bueno,loimportanteesqueahoraestásaquí.Mesiento

felizdequeasísea.Mealegrabaestarconmiabuelo.Subíamisaposentos.Recordélahabitación

de mi madre. Tenía que entrar en algún momento de mi estancia allí. Debíadescubrirmáscosas.Memetíenmihabitación.Ledijeamiabueloquenoibaacenar;nomeencontrababien.Además,noqueríaveraKimball.Mequitéesetrajedemonjaydecidísalirapasearporlosalrededoresdelcastillo,queestaba

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ubicadosobreunosacantilados.Escuchabaunamúsicadegaitas.Observé,desdeloalto,laplaya.Habíacampesinosquehabíanorganizadounafiesta.Cerrélosojosyempecéamovermealsondelamúsica.Enesemomentonotécomomecogíanlamano.Abríconbrusquedadlosojos.EraKimball.

—Mepermites.—Yasabesquenobailomuybien.—Losé.Suspupilasbrillabanenlaoscuridaddelanoche,mesonreía.Yo,apesardel

dolor que sentía por la frialdad de su corazón,me sentía feliz en sus brazos.Permanecimosensilencio,dejándonosllevarporaquellamúsicahastaqueestacesó.Seguimosbailandoapesardequeyanonosacompañabaelsonidodelasgaitas.Nosdetuvimos.Nuestrasmiradasestabanfijaselunoenelotro.Kimballlevantósumanoderechapararetirarmeunmechóndepeloquesehabíacruzadoenmirostro.

—Me sentímuy solo sin ti. Algome faltaba.Mi corazón no quería seguirlatiendo.Recorrítodasestastierras.

—Kimball…—leinterrumpí.—Déjamehablar,Beth.Necesitodecírtelo.Comoya tehedichoenmásde

una ocasión, fui a unirme a las tropas de Robert para rescatar al rey Ricardopensandoquelabatallamedevolveríaalavida,peronofueasí,porquelavida,mivida,tepertenecía,yyanopodríaserfelizsitúnoestabasamilado.Supeeneseinstantequesolojuntoatiqueríarespirar.Regresé,meencerréenmímismohasta que comprendí que jamás te encontraría, que te habías marchado parasiempre. En Grace encontré la excusa perfecta para rehacer mi vida, pero yosabíaqueellanomedevolveríamifelicidadnilasganasdeseguirviviendo.Aellanolaamo,Beth,nuncalaheamado.

—Pero…—Pusosudedoíndicesobremislabiosparasilenciarlos.—Déjameterminar,impaciente.—Mesonrió—.Alverte,aqueldía,supeque

Dios,por fin,mehabíaescuchado.Estabasahídespuésdesuplicarleen tantasocasiones que te devolviera a mí. —Acarició mi mejilla. Mi cuerpo seestremecíaconcadarocesuyo.Nopodíacreerloqueestabaescuchando—.Miorgulloheridoquisodañarte,peropordentromemoríaporbesarte,porhacerte

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otravezmía.Nopuedoynoquieroestarunsegundomássindecirtequeteamo,Beth.Sí,¡teamo!,nuncahedejadodeamarte.Vivoporti.Yanoquierorespirarsitúnoestásamilado.Noquieroseguirhundiéndomeenestaamargura.Sigoenamoradodeti.¿Podrásperdonarmeeldañoquetehehechoconmispalabrasymisactos?

—Puesnosé…—Mesentíafeliz—.Sí,Kimball,claroquesí.Túsabesqueteamo.

Cogiómi rostroentre susmanosyacercósus labiosa losmíos. ¡Diosmío,cuántotiempohabíaanheladosusbesos!Unescalofríorecorriótodomicuerpo.Él lo notó. Lo necesitaba. Sus labios acariciaban losmíos despacio, sentía elplacer que aquel roce provocaba enmí.Kimball fue bajando susmanos hastallegaramicintura,larodeóconsusfuertesbrazosymeatrajohaciaélmientrasmebesaba.Sedetuvoparamirarme.Mesonrió,mecogióenbrazosygirósobresímismo.

—¡Kimball!¡Estásloco!—Sí,locoporti,Beth.Rodeé su cuello conmis brazosmientras élmemantenía en alto. Lo besé;

estavezconeldeseodetenerlesoloparamí.Seretiróparaobservarme.—¡Cómo teheechadodemenos!Novuelvasaapartartedemi lado.Sabes

queteprotegeríaconmividasifuesenecesario.—Nodigaseso,Kimball.—Perolosabes,¿verdad?—Sí,peronoquieroescuchartedecireso.Medejó enel sueloyme rodeó la cintura.Me tenía retenida, inmovilizada

entre sus brazos, besándome el cuello, las mejillas, estaba deseando que suslabios volvieran a detenerse en mi boca. En ese momento escuché un ruido.Kimball también lopercibió,puesambosnosgiramosalmismo tiempo.En lalejaníaobservéunasombraquehuía.

—Regresaalcastillo,Beth.—Pero…¡Kimball!Élempezóacorrertrasesasombra.

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—¡Hazmecaso!¡Regresaalcastillo!Vicómosealejabademí.Fuicorriendoalinteriordelcastillo.—Beth,¿erestú,querida?Eramiabuelo.—Sí,abuelo,soyyo.—¡Ven!,siéntateamilado.Quierocontartealgo.Meubiquéfrenteaél.Estabanerviosa.—¿Sepuedesaberdedóndevienes?Tieneslasmejillasencendidas.—¿Sí?—Me llevé lasmanos ami rostro, pero preferí no contestar—¿Qué

quieresdecirme,abuelo?—Túsabesqueyoestoyconvencidodequetuabuelafueasesinada,apesar

dequejamásapareciósucadáver.Lanocheanterior,ellaestabaintranquila,nohablaba, algo poco habitual. La pregunté que qué la pasaba yme preguntó sihabíavisto algunavez este símbolo—.Mi abuelomehizoundibujo sobreunpergamino.Eraunahéliceenvueltaenuncírculo,elmismosímboloqueyovienelpozo—.Jamás lohabíavisto.Lepreguntéqué lapasaba.Medijoqueenelárbolsagradohabíavistomanchasdesangreconestesímbolosobreeltronco.Alamañana siguiente ella estuvo ausente. Fue a ver aAllan.Yome acerqué alárbolynovinada.Cuandoellaregresóselodije.Noselopodíacreer.Aquellanoche despareció y no la volví a ver más. Pero encontré entre sus cosas,escondido,esto.—Extendiólamanoymediounpapelenelquelaletraestababorrosa como consecuencia del paso del tiempo. Lo leí—.Hazlo en voz alta,querida.

—Sisiguesbuscándome,encontrarástudesgracia.—Esemensajeeraloquedecía.

Observé que el símbolo estaba en el papel. Levanté mi mirada. Estabasorprendida.Esemismosímbolo…,elmismoquerecordabaenlasparedesdelpozo.

—Yanolavolvíaver.Soloencontramossuropaconsangre.—¿Sospechasdealguien,abuelo?—Unosdías antes, tu abuela recibió una visita de un sacerdotemuy joven.

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Aquelobispoquevinoabuscarteaqueldíamerecordabaaél,aunqueclaro,elobispodeDurhamesmuchomásgordo.Peroesedíaqueseencontróconél,medijoqueteníamiedo.Yoentoncesnoleentendíytampocoquiseescucharla,algode loquemehearrepentidodesdesudesaparición.—Sefrotó losojos,estabacansado—.Buenohija,esmuytarde,soloqueríacompartirestocontigo.Quieroquetequedesestepapelyhagasloquequierasconél.Amímehacedañocadavezqueloveo.

—Hastamañana,abuelo.Yotambiénmevoyadescansar.Subí lasescaleras, temerosaante todo loquemehabíadicho.Decidí ira la

habitación deCeridwen. El pasillo que conducía a la habitación demimadreestabamuyoscuro.Lapuertadelahabitaciónestabaabierta.

—¡Dana!¿Quéhacesaquí?Lajovendoncellaestabasentadasobrelacama.Alvermeentrarseasustóy

seincorporódeunsalto.Llevabaunpapelenlamano.—Perdone,señorita.—Noentiendonada,atitedabamiedoestelugar.—Yescierto.Yoamabaasumadre.Eraunaniñacuandoentréenestacasaa

servir. Mis padres habían muerto, y el señor me ofreció un trabajo, techo ycomida. Su madre… Antes de que ella se marchara me hizo prometer queesconderíaunospapelesqueellaescribió,ensuhabitación.—Suvoztemblaba.

—Continúa,Dana.Notemas.—Eldíaquedesaparecióyoguardé suspapelesen lamaderadel sueloque

usteddescubrió.Sumadremedijoque,sienalgúnmomentoalguiendescubríasus escritos, tenía que asegurarme de que no leyesen una de las hojas.—Memostróelpapelque teníaensusmanos—.Cuandoustedse interesóen ir a lahabitación,mepusenerviosaporsidescubríalosescritos.Deahíqueintentasemeterlemiedo, hacer ruido en el pasillo para ver si la asustaba, pero usted esvaliente, comoella.—Me lodio—. ¡Lo siento, señorita! ¡Perdóneme!Yosolohiceloqueleprometí.

—Loentiendo,Dana.Actuastecomodebías.—Gracias,señorita.Danasemarchó.Fijémimiradaenaquelpapel.Solohabíaescritaunafrase:

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«…Cómonomedicuentaantes,sondos,esaeslaclave».

Cerré la puerta de mi habitación. Tenía que contárselo a Kimball. Debíacompartir con alguien lo que me había dicho mi abuelo y los escritos de mimadre.Todavíanohabíaregresado.

Estabapreocupada,nomepodíadormirhastanoasegurarmedequeélestabasano y salvo. Transcurrieron varias horas hasta que escuché sus zancadassubiendolasescaleras,sedetuvieronenmipuerta.Noentró.Debiópensarqueestabadormida.Salíasuencuentro.

—¡Kimball!Élsegiróyvinohaciamicuarto,tiródemíhaciaelinteriordeeste,meatrajo

haciasupechoymebesó.Meapartéparamirarlealosojos.—¿Lohasalcanzado?—No, se ha escabullido por el bosque.He estado buscando, pero nada.Ni

rastro.Peroahoranoquieropensareneso—dijomientrasmebesabaelcuello.—Espera,Kimball,tengoquecontarteyenseñartealgo.—¿Nopuedeesperar?—No. —Dije apartándome con brusquedad, ya que sabía que si seguía

besándomeperderíalarazónyelsentidodelarealidadymeabandonaríaensusbrazos.

Me miró con intensidad. Le di los papeles que había escrito mi madre.Después leconté loquemehabíadichomiabueloy loquemehabíaocurridoaqueldíaenelquefuihaciaelpozo.

—¿Por qué nome lo contaste, Beth? Tenías que haber confiado enmí. Laintencióndeesehombreeramatarte.

—Losé,peropreferínopreocupartemásdeloqueestabas.—Beth,Beth…Nodebisteregresaraquí.—Necesitosaberquéesloqueocurrió,Kimball.Hayalgoquemepersiguea

míyamisantepasados:unamaldiciónquerepercutiráparasiempreenmivida.Hastaquenoaverigüeesterompecabezas,nopodréserfeliz.

Mesentésobrelacama.Kimballsemovíanerviosodeunextremoaotrode

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lahabitación.—Tendríamos que habernos quedado en mis tierras. El obispo te dio por

muerta,aligualquetodoelmundoquetebuscaba.—¡Kimball!Huiryescondersenoeslasolución.Estámiabuelo,yquieroque

conozcaaEmma,y luegomi tía,a laquealgúndía tendréqueiraver.Desdequemeraptaronnohasabidonadademí.

—La visité. Pensé que quizás hubieses ido a verla. Le conté todo. Ellatambiénpensóquehabíasmuerto.

—Peroentiendequenopodemosvivirocultándonos,Kimball.Seacercóamí.Sesentóamiladoenlacama.Meagarrólasmanos.—Noquieroperderteyestoespeligroso.Nosabemosquiéneselenemigo.

Tengomiedodequetepasealgo,Beth.Memoriría.Nopodríaseguirviviendo.Leacariciélamejilla.—Nomevaapasarnada.Cogiómimanoyselallevóaloslabios.Leacariciésurostroylobesé.—Teamo,micaballero.Mesonrió.Susmanossedeslizaronpormisbrazoshastallegaramicintura;

larodeóconsuavidadymeacercóhaciasupecho.Metumbósobrelacamaysepuso sobre mí: quería que ocurriese lo inevitable. Sus manos recorrieronmismuslos.Lonecesitaba.Meexcitabaconformeélmetocaba.Levantólafaldademi vestido. Sus dedos acariciaban cada milímetro de mi piel provocando unquejidodeplacerconelsuroce.Micuerporeclamaba,concadamovimiento,alhombrequemeaprisionabaconsusbrazosysuscaricias,mehacíavibrarconcadaunodesusbesoshastasentirmesuya.Ambosnecesitábamosamarnosconurgencia.

—Teamo—medijo.

No podía dormir. Él estaba a mi lado, abrazándome, dormido. Ya habíansalido los primeros rayos de sol. Estaba intranquila por todo lo que habíadescubierto.NecesitabairaveraAllan.Mevestíybajéconsigilolasescaleras.Estabaelmozodecuadras,quiénmemirósorprendido.Eramuytemprano.

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—¡Por favor! Si ves al caballero, dile que he ido a la cabaña deAllan. Élasintió.

Salíalexterior,descendíladeraabajopasandoprimeroporlaermita,despuésporaquelpozo.Meadentréenelbosque.En la lejaníavislumbraba lacabaña.Me acerqué.Observé, a cierta distancia, para ver si salía alguien al exterior yaprovecharesemomentoparaentrarenlacabaña.ViquesalíaAllan.Sedirigíaallago,yloseguí.¿Quéhacíatantempranoyendoallí?Lonotabaintranquilo;mirabapara todos lados.Lo llamépor su nombrey él se volvió.Al verme sequedópálidoyseacercóhaciamíconrapidez.

—¡Señorita!—Hola,Allan.—Estuvepreocupadoporusted.Pensé…—Losé.Peronofueasí.Tuvequemarcharmelejos.—¡Tienequeirseahoramismodeaquí!—¿Porqué?—Correpeligro.Él…élestácerca,ysilavelaharálomismoquealasotras.—¿Quiénesél?¿Quémevaahacer?—No se lo puedodecir.—Colocó ambasmanos sobre su cabeza y cayó al

sueloderodillas—.Siladescubrelavaamatar.—Lloraba.—Pero…¿quién?—insistí.—¡No!—gritó.Sentí como me tapaban mi boca presionando un paño húmedo sobre esta.

Unasmanosreciasmeteníaninmovilizada.Algohabíaenesepaño.Suolormedabanauseas.Empecéasentirmemareadaylavistasemenublaba.

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XLIV

Medespertéconbrusquedad,loprimeroquehicefueversiellaseencontrabaamilado.¡Noestaba!Mevestíybajéconrapidezlasescaleras.Fuialcomedor,peroallínohabíanadie;salíalexterior,nirastrodeellaporningúnsitio.

—¡Señor!—medijoladoncellaquesalíadelascuadrasenesemomento—.LaseñoritamehadichoqueledigaqueseibaalacasadeAllan.

—¿Allí?¿Nolehadichonadamás?—No,señor.—¿Hacecuántoquesehamarchado?—Haceyatiempo,señor.—Gracias.Memetí en las cuadrasy cogíun caballo. ¿Cómose leocurría salir sinmí

despuésdetodoloquemehabíacontadolanocheanterior?Elcorazónmelatíaconceleridad.Temíaquelahubiesepasadoalgo.

Medirigíhacialacasadeaquelhombre.Atémicaballoaltroncodeunárbolyfuiandandohastaaquellacabaña.Llaméalapuerta,peroallínohabíanadie.Entré. Estaba la lumbre, pero en aquel pequeño recinto estaba todo solitario;entoncesescuchéunruido.EraelancianoquesiempreibaconAllan.

—¿Quéhaceustedaquí?—mepreguntó.—QueríahablarconAllan.—Noestá.—¿Sabedóndepuedoencontrarle?—¿Porquélobusca?—LaseñoraElizabethcreoquehavenidoahablarconél,perocomoellano

haregresado…hevenidoabuscarla.—¿La señorita Elizabeth? ¿Desde cuándo está aquí? La última noticia que

teníaesquehabíadesaparecido.—Havenidoaverasuabuelo.

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—Puesélnoestá.Letengoquereconocerqueestoypreocupado.Medijoqueseibaallagocomotodaslasmañanas.Siemprelohace,peroenseguidaregresa.

—¿Allago?—Sí.—Voyhaciaallí.—Loacompaño.Meguioporunsenderotraselcualenseguidaencontramosellago.Observé

laarena,percibí algoextrañoqueno ledije a aquelhombre.Habíamarcasdepisadas.Entotalcuatro,dedistintotamaño.Porlalongituddeestas,debíandeserdehombres.Estasdesaparecíanjustoenunladodelaplayadellagodondeyasemetíaalazonadebosque.

—¿Haencontradoalgo?—mepreguntó.—No,soloobservoporsiencuentroalgunapista.—Elhombresesentóenla

arenaypusosusmanossobrelafrente.Mesentéasulado.—¿Temeporlavidadesuhijo?—Élnoesmihijo,perolequierocomosilofuera.—Yopensabaquesí.—No, su madre, mi hermana, murió en el parto.—Me miró—. Ella tuvo

gemelos.Elprimero,Paul,naciósano,sinningunadeficiencia,peroconAllantodo se complicó. Tardó en salir del vientre de ella; de hecho, creíamos quemoriría,perono,vivió,ymihermanamurió.Ellaperdiómuchasangre.

—Losiento—ledije—¿YdóndeestáPaul?—Él…vieneyva.Sonmuydiferentes.—Memiró.Sabíaquemeocultaba

algoyquenoquería seguirhablando—.Voya regresar a la cabaña,por si havuelto.

—Sí,loacompaño.Retrocedimoselcaminoandado.Allínohabíanadie.Medespedídeél.Fuia

micaballoconlaintencióndeacercarlomásallago.Cuandoestuveallíescuchéelrelinchardeotroanimal.Meacerqué.EraelcaballodeBeth.Enesemomentosíqueempecéasentirmiedo.Ellanoestabayelhombrealquehabíaidoavertampoco.RegreséalcastilloparadejarelcaballodeBeth.Nomevionadie,algo

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quemefacilitóquepudiesemarcharmeconrapidez.Fuiotravezalacabaña.Nohabíanadieenelexterior.Estabaapuntodemarcharmecuandoobservéqueelanciano se acercaba a la puerta de la choza, se detuvoy empezó ahablar conalguienqueestabadentrodeesta.Nolograbaoírloquedecían.Meacerquéunpocomás,conmuchocuidadoparanoservisto.

—¡Notendríasquehabervuelto!Sololograbaescucharalanciano.—¿Quéhashechoconél?Deduje que se refería a Allan. En esemomento oí la voz del hombre que

estabaenelinterior.—¡Veabuscarle!Lloracomounaniña;nolosoporto.El ancianomiró para todos los lados y se adentró en la cabaña y cerró la

puerta.Habíaalgo raroen todoaquello.Esperéun rato,perodeahínosalíanadie.

Decidí regresar al lago. Volví a ver las pisadas que llevaban al bosque. Meadentréallí,anduveunpoco,observéalgunaramarotayseguílapistahastaungranroblequehabíaenmitaddelaarboleda.Allíperdíelrastro.

Estabanervioso.IntuíaquealgomalolehabíaocurridoaBeth.Melamentabadenohabermedespertadocuandoellalohabíahecho.Regresédondeestabamicaballo. La puerta de la cabaña seguía cerrada. Tenía que volver al castillo.Habíapasadomuyrápidoeltiempo.Eralahoradealmorzar,ynoqueríaquesuabuelosufrieseotravezlapérdidadesunieta.Yainventaríaalgunaexcusa.Porla tarde retornaría a la cabaña y nomemarcharía de allí hasta averiguar conquiénhablabaaquelhombre.Medabalasensacióndequeocultabaalgoysabíamásdeloquedecíaconlaspalabras.

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XLV

«¡Quédolordecabeza!».Mesentíamareada.Abríconrapidez losojosconmiedoaquehubieseregresadoamiépoca.No,estabaenunahabitaciónoscura.Sentíafrío.Lasparedeserandepiedraynohabíaningunarendijaporlaquesefiltraselaluz.Empecéaagobiarme.Aquelespacioenelqueestabaerapequeño,conmuchahumedad.Toquéunapuerta.Erademadera.

—¿Hayalguienahí?—grité.Mivozhacíaeco—.¡Sáquenmedeaquí!Meempecéaasustar.¿Dóndemeencontraba?Parecíanohabernadie.Empecé a llorar. «¡Dios mío, ahora no! ¡Ayúdame!», pensé. Tenía frío,

hambreysed.Algorozómipierna,yvicorrerunanimaldiminuto.Noerauno,nidos,sinounoscuantosroedores.Meacurruquécontralaparedyrecé.Eralaúnicaesperanza.

No sé cuánto tiempo transcurrió,me había quedado traspuesta. Escuché unruidodetrásde lapuerta.Esta seabrió,nodistinguíaquiénera lapersonaqueestabafrenteamí.Eraalto,delgadoyllevabaunacogulla.

—¡Vaya, vaya! A quién tenemos aquí.—Por la voz lo reconocí; era aquelfrailequemehabíajuzgadoenDurham.Teníamiedo.

Me cogió del brazo.Me sentía débil y con pocas fuerzas para luchar. Mehacíadaño.Salimosdelacelda,ymellevóporunpasillooscurohastallegaraunasalaconmásluz.Meempujóhaciaelinteriorycerrólapuertatrasdemí.Lasala no eramuy grande. Al principio amis ojos les costó adaptarse a la luz.Despuésempecéaobservarellugarenelquemeencontrabasinpercatarmequeno estaba sola; en una esquina, sentado, estaba el obispo que observaba cadamovimiento.Loreconocínadamásverlo.

—¡Porfindimosconusted!Sabíaque tardeo tempranoreaparecería.Claroque para ser una bruja ha sido poco acertada su decisión de venir a ver a suabuelo.

—¿Quéquieredemí?—ledije.—¡Ja,ja,ja!¡Querida,túlosabesmuybien!—dijomientrasselevantabayse

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acercaba despacio a mí. En una esquina de la sala estaba aquel hombreencapuchadoquenosacompañódurantetodoeltrayectohastaSanAndrés.

—¡Noséquéquieredemí!Yonotengonadaquelepuedainteresar.—Sílotienes.Ereslaelegida,laúnicaquepuedeencontrarelsantoGrial.—YonosoylaelegidaydesconozcodondeestáelCáliz.—¡Mientes! —gritó. Estaba rabioso, agresivo. Respiró, guardó silencio y

controlósufuria—.Resultaque,decaminoalcondadodeEssex,pasémuycercadelastierrasdelhombrealquehashechizadocontumagia.Decidíhacerleunavisitaeirasucastillo.¿Ycuálhasidomisorpresaqueallí?Meheencontradoauna niña, Emma, sí, ese era su nombre. —Al oír el nombre de mi hija, micorazónempezóalatirconceleridad.Elpánicoinvadiótodomiser—.¡Vaya!tehas puesto pálida. Pues sí, esa niña es muy parecida a tu caballero, aunquetambiéntienerasgosdesumadre.

—¿Quépretende?¿Quéesloquequiere?—Túyasabesloquequiero.SinomedaselsantoGrial,muyamipesar,no

volverás a ver más a tu hija. Una lástima que eso tenga que pasar. Era muysimpática.

—¡Niseleocurrahacerladaño!—grité.—Detidepende.—Muybien,lollevaréhastaallí.—¡Por finhas recordado!Mealegrodeque lohayashecho,por el biende

Emma.—Fuealaesquinadondeestabaaquelhombreconlatúnicanegraylacaperuzaylesusurróalgoeneloído.Despuésvinoamíseguidomuydecercapor aquel extraño—. Hoy descansarás en una habitación más confortable ytendráscomidaparallevartealaboca.PartiremosmañanademadrugadahaciaGlastonbury.Elviajeeslargoynoquieroquedesfallezcas.

Sedirigióhacialapuerta.Elencapuchadomeagarródelbrazoytiródemí.Noveíasurostro,perosílabarbilla,dondepudedistinguiraquellacicatrizquehabía visto a aquel hombre del bosque que había intentadomatarme. ¡Era él!«¿Dónde estás, Kimball?», pensé. Nunca hasta entonces había tenido tantomiedocomoenesemomento, lavidademihijapeligrabayKimballnosabíanadade loqueestabapasando.Teníaquepensaralgo,peroenese instanteno

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teníalasideasclaras.Meempujódentrodeunahabitación,máspequeñaperoconfortable,conuna

cama,iluminadatansoloporlaluzdeunatenuevela.

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XLVI

Había pasado un día desde su desaparición. Seguía sin rastro de mi Beth.Tuvequementirasuabueloydecirlequeellasehabíavueltoamarchar,aunqueestavezregresaría.

Sabía que en cualquier momento Allan volvería a su hogar. Acerté. Loencontrésentadoenelexterior.Fuicongrandecisiónhaciaél.EstabarabiosoytemerosoporlavidadeBeth.

—¿DóndeestáElizabeth?—Fuidirectoalgrano.Elhombreseasustó,sepusodepieconlaintencióndehuiralinteriordela

casa.Loagarrédelcuelloyloarrinconé.Noestabadispuestoaquesemarcharasindecirmenada.

—Intuyoquetúsabesalgo.Estoymuynerviosoydispuestoacualquiercosa.Ahoramismono razonoy no controlomis impulsos; así quemedices lo quesabesonorespondodemisactos.

—¡Yonofui,yonofui!—gritaba.Salióelancianodelacabaña.Fuedirectoamí.—¡Suéltele ahora mismo! Él dice la verdad —dijo el hombre—. ¡Venga

conmigo!,lecontarétodo.Bajémimano,loseguí.TrasdemíveníaAllan.—¡Siéntese!,porfavor.Estabaimpaciente.—Mi hermana tuvo dos hijos, él—señaló aAllan—y Paul. Son gemelos,

comoyaledije.Paulnacióprimeroyéldespués,contantamalasuertequehubocomplicacionesynaciómal.Ellamurióenelpartoyyomequedéconambos,los cuidé a los dos igual, peromientras queAllan tiene un corazón noble, esbueno, Paul creció con odio y rencor. En su espíritu anidó elmal desde bienpequeño.EllossonloshijosdelobispodeDurham.Élessupadre.Esehombrefue forzado por su progenitor a ingresar en la Iglesia, pero no tenía unaverdaderavocación.Enélanidabalaambiciónylamaldad.Esfríoycalculador.

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Seencaprichóconmihermananadamásverlaylaobligóacompartirlechoconélamenazándolaconque,sinolohacía,laacusaríadehereje.—Tapósurostroconambasmanos—.Yonosabíanadadeesto.Meenterédespués,cuandoyaeratardeyestabaembarazadade losgemelos.Elobisposabíaqueella ibaa tenerhijossuyosyvinoanuestrohogarmuchasvecesaamenazarlaparaquenuncadijera quién era el padre.Él también le dijo que a los niños no les faltaría denada;perocuandoambosnacieron,elobispo,alveraAllan,pensóqueestabaposeídoporelmal.Estabaconvencidoquehabíasidouncastigodelcieloy leapartó de su vida. Ella murió, y yo me quedé a cargo de ellos pero, cuandoamboscumplierondiezaños,elobisponoshizounavisita.SolosefijóenPaul.Se ocupó de su educación y lo alejó durante largas temporadas de nuestrohogar... Ese hombre le inculcó que él provenía del mal, que sumadre estabaimpregnadadelMalignoyque,porlotanto,sualmaestabamanchadadesdeelmomentoquehabíanacido.Paulvioenlasmujeressudesgracia, lascausantesde su agonía y las causantes de todas las desdichas de la humanidad.Mató aAlice, la hija de Emili y Ron… y a otras muchas. Siempre ha tenido sed desangreynosolohamatadoamujeres,sinoque,enmuchasocasiones,comounanimal salvaje, ha recorrido Inglaterra de norte a sur sembrando su semilla,matando y descuartizando a animales para hacer rituales con sus órganos,asesinandoaniños…ComoelmuchachoqueasesinaroncercadeNorwich;esolohizoPaul.Alobispo,enciertamanera,suformadeactuarlobeneficiaba,yaquesiempreutilizabaesoscrímenescomopretextoparaacusaralosjudíoscomolos causantes de todo ello.La abuela de la señorita lo descubrió, no sé cómo,peroellasabíaqueéleraelasesino.Quisohablarconél,peroPauleselmal.Sumenteysucorazónestánselladosporunpactooscuroquejamásdescubriré.Éllamató.Confesóelasesinatoalobispo,supadre,elcuálesconocedordetodosloscrímenesdePaul.Esunmonstruo.Actúacomounanimalsalvaje.

Lahijadelaseñoratambiénfueconscientedetodoelloytuvoquehuir,perolapersiguieron.Elobisponopodíapermitirquesugransecretosedescubriese.Además,ellasllevabanlacruzdelaelegidayéllosabía.ExisteunaleyendaquedicequelamujerquellevaseesesímboloseríalaúnicaquepodríaencontrarelsantoGrialescondidoporJosédeArimateaantesdequeestemuriese.Elobispocreíaenesa leyenda.Unavezqueambasmurieronsindejar rastronidesvelar

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ese secreto, él descubrió que Ceridwen podría haber dado a luz una niña.Siempre labuscó.Encontrarla significabapoderalcanzarelpoderquesiemprehabía ansiado.—Memiró—. La señorita corre un gran peligro. Allanme hadichoquelallevanaGlastonbury.Esdeloúnicoquesehapodidoenterar.EstámuytristeporqueapreciaaElizabeth.—Hizounapausa—.Paulnonosquiere.Seavergüenzadesuhermanoydemí.Cuandoella lesdigadóndeestá la tazaSanta,lamatarán.—Bajósurostro—.Tienequesalvarla,señor.

Estabaatónito, jamáshabía sentido tantomiedocomoenesemomento.Nopodíapermitirquelamatasen.

—Ella ya no está—dijoAllan—.Estamañana, demadrugada, se han ido,señor.

Teníaqueponermeenmarchacuantoantes—La encerraron en una casa oculta en el bosque. Esta tiene pasadizos

subterráneosconceldas,lugarqueutilizabaPaulyelobispoparaguardaralasvíctimasydespuésenterrarlasallí.Nosotros losabíamos,pero teníamosmiedode decirlo. Él siempre nos amenazó e incluso estuvo a punto de matarlo.—SeñalóaAllan—¿Loentiende,caballero?

—Sí.Solomellevanunashorasdeadelanto.Daréconellos.Nopermitiréquelaasesinencomoatantasotras.Gracias.

Enesemomentocomprendí la frasequehabíaescrito lamadredeBeth.Aldecirdossereferíaaqueeranlosgemelos,AllanyPaul.

Memarchédeallí.Nopodíaperdermás tiempo.Enningunade lasbatallasquehabíalibradohabíasentidotantomiedocomoeneseinstante.Noqueríanipodía perderla. Si le pasaba algo, jamásme lo perdonaría.Me culparía de nohaberestadoalerta,pendiente.

MedespedídelabuelodeBeth. Intuíaqueélnosehabíacreídodel todo loque lehabíacontado,peronoestabadispuestoadarlemásdetalles.Noqueríaquesufrieramásdeloquehabíayapasado.Bethsehabíatenidoquemarchar,pero regresaríapronto.Eso fue loque ledije. Justifiquémipartidaexplicandoque tenía que ir a mis tierras, ya que mi hermana pronto se reuniría con suesposo y debía despedirme de ella. Sé que no se lo creyó, pero tampoco

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preguntó,algoqueagradecí.

TeníaquellegaraSanAndréscuantoantes.Sabíaquedeallísalíanlosbarcosquepartíanhacia la abadía deWhitby.El abuelodeBethmehabía dejadouncorcel. Al animal lo tendría que dejar en libertad una vez que llegase a SanAndrés.EnWhitbybuscaríaalfraileJohn.Élmehabíaprometidocuidardemicaballo.

Ellos llevaban ventaja, pero yo tenía que alcanzarlos. Intuía que no searriesgaríanairenbarco.EvitaríanservistosconBeth.Avanzaríanporcaminossecundarios e intentarían pasar desapercibidos haciendo noche en conventos omonasteriosqueencontrasenensurecorrido.Yodebíallegarantesqueellos.Ibasolo y era rápido. Estaba acostumbrado a sobrevivir sin apenas descanso, conpocacomidaybebida.Miexperienciaenlasbatallasmehabíahechoteneresaventajafrentealosquesededicabanalavidacontemplativa.

Sentía odio y ganas de venganza.Aquel obispo, desde el primermomento,tuvolaintencióndecapturaraBethy,apesardequevencíenaquellalucha,ensusplanesnuncacontempló la ideadedejarlaescapar.Cómolehicieraalgo…Preferínopensarlo.LlegaríaantesqueellosaGlastonburyylosesperaríaenlaermita. Sabía que lo primero que harían nada más llegar a la colina seríavisitarla.AmbicionabaapoderarsedelsantoGrial.

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XLVII

Habían transcurrido varias semanas desde que habíamos salido de la islaMaree.Elobispo,astuto,habíaidoporcaminospocotransitados,ensucarro,yyodentrodeesteparaquenadiemeviese.

Estábamos ya cerca de Glastonbury, pero él se había asegurado de que nopasaraporningúnsitioenelquepudieseservistaporloshombresdeKimball.

Elcarroylapequeñacomitivaqueleacompañabasedetuvo.Estuvimostodala tardeenunbosquecercanoa lagrancolina, escondidoshasta el anochecer.Aquelhombreconcapuchaycapanegrasiempreestabapróximoamí.Notabacomoretorcíalacuerdaquellevabasiempreensusmanos.Letemía.

Elobispoapenassedirigíaamí,siemprelohacíaaquelfrailequemehabíajuzgado en aquella ocasión, recordándomemi promesa de enseñarles el lugardóndeseencontrabaelsantoGrial.Estabanerviosa.Nodejabadepensarenloqueibaahacercuandoestuvieseenaquellaermita.Temíaporlavidademihija.Esoshombreserancapacesdematarla.

—Eslahora—dijoelobispo.El sol se ocultó, y la espesura del bosque lo hacía todo más oscuro. Lo

atravesamos. Tenía miedo. Salimos a una llanura y en un alto se divisaba laermita. Era pequeña, una construcción antigua, sencilla. Me llevaban conrapidez.Elhombreencapuchado,enunmomentoenelqueelfraileyelobispoibandelante,seacercóamíymesusurró:

—Túytuhijabastardavaisamorir.Unabrujaysuhijanomerecenvivir.Nolecontesté,peroaquellavozagudayfríameimpactó.Seguíaamilado,y

aceleréelpaso.Subimos hasta lo alto. Ahí hacia viento. Miraba para todas partes con la

esperanzadequealguienpudieseverme.Estabasolitario.—Nopiensesquetevasapoderescapar—medijootravez.El obispo, seguido del fraile, abrieron la puerta de la ermita y encendieron

unasvelasquehabíaenlaentrada.Hacíafrioenelinterior.Latenueluzdelas

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velas proporcionaba un aspecto mucho más tétrico reflejando sombrasescalofriantesenlasparedes.FrenteamíhabíaunasencillaimagendelaVirgen,asícomotambiénunacruz.LasparedespolicromadasrepresentabanescenasdelacrucifixióndelSeñor.Lostressegiraronparamirarme.

—Yaestamosaquí.Ahoradimedóndeestá.—Tengoqueobservarel lugar.—Meposicionécercade lapuerta.Tenía la

intencióndehuir,salircorriendo.Eraloúnicoquesemeocurría.Disimulé. El encapuchado se aproximó amí; quizás presentía lo que iba a

hacer. Era el momento. Empecé a correr colina abajo, era rápida pero elencapuchado también lo era; venía tras de mí. Decidí no mirar para atrás yavanzar. Estaba muy asustada. Escuchaba la respiración del hombre que meperseguíamuypróximaamí.

—¡Beth!—eralavozdeKimball.Medetuveensecoymiréhaciaatrás,noleveíaporningunaparte.

Enesemomentomeagarrarondelbrazo.Eraaquelhombre.Lacapuchaselehabíaquitado,teníaunapartedelacaradesfiguradaporhabersequemadoyunagrancicatrizenlabarbilla.Eraunsersiniestroconmiradafría.Lediunpisotónyempecéacorrercontanmalasuertequetropecéyrodémonteabajo.Mediunfuerte golpe en la cabeza. No podía levantarme. Llevémimano a esta: teníasangre.Lavistasemenubló.Loúnicoqueviantesdeperderelconocimientofueunafiguramasculinaqueseacercabahaciadondeyoestaba.Estabaperdida.Aquelsersiniestromemataría.

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XLVIII

Aquellocolaperseguía.Davidestabaenelinteriorconelobispoyelfraile.Comohabíacalculado,apesardehabersalidomástardequeellos,habíallegadoconundíadeantelación.Sabíaquesedirigíanallí,peronecesitabaayuda.Fuialcastillo.NadiemepodíaveraexcepcióndeDavid.Apenaslodejéhablar.Supoquepasabaalgograve.Leexpliquétodo,ynohizopreguntas.Esoesloquemegustaba de David, siempre me prestaba su ayuda incondicional, sin esperarrespuestas.

Esperamosaquesehiciesedenocheynosescondimosenlacolina.Porfinlos vimos llegar. Por un momento pensé que mis cálculos e intuición habíanfallado.Deseématarlesnadamásverlos,perosabíaqueesopondríaenpeligrolavidadeBeth.Cuandolavicorrery,trasella,aeseloco,fuitrasél.Measustéalverlacaer.Segolpeólacabeza.Esehombreseacercóaella,estuvoapuntodematarla,perograciasaDioslleguéatiempo.Lehundímiespadaensucostado.Sediolavueltaymemiróconodio.Enseguidaloreconocíporlacicatriz:eraelhombrequehabíavistoconelcondeOtonenaquel torneo,elúltimotorneoalquehabíaasistido.Paulllevabaenlamanounadagadorada.Seaproximóamíyconlaotramanoapretabasucostado.Lasangresalíaaborbotones.

—Tubrujanovaavivir,tevoyamataratiydespuésaella.—Nocreoquevivasparaverlo.Me acerqué a él, di una patada en su daga y esta salió volando.Hundími

aceroensuvientre.Élcayóalsuelo.—Hoyarderásenel infierno—ledije,mientras suvida seescapabadeese

cuerpomaligno.Fui corriendo hacia donde estabaBeth. La cogí en brazos. La tumbé en la

hierba,estaba inconsciente,pálida.Teníaquevolvera laermitayayudaramiamigoconelfraileyelobispo.

Encontréal frailemuertodentrode laermita.BusquéaDavid,no lovi.Enesemomentosentílapuntadeunaespadasobremiespalda.

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—¿Buscasatuamigo?Sientodecirtequeestámuerto.¡Muerto!Nopodíasercierto.—Sí,ymuyprontolovasaestartúaligualquetupreciosahija.Esunapena

queacabeasílavidadeunaniña.Megiré con odio.Aquello no lo iba a permitir.Daríami vida pormi hija.

Actué con rapidez: cogí lapuntade su acero,mehice conesta.Él se resistió,hizounmovimientobrusco,impulsoqueaprovechéparacolocarlapuntadelaespadaensuestómago.Elobisposeacercócon la intencióndehacerseconelarmablanca,perolesaliómallajugada,yaqueenesemovimientoelacerosehundióensuvientre.

—¡Maldito!—ledije.

Davidestabaenlasproximidadesdelaiglesia,malherido.—¡Noestásmuerto!—Sonreíalverlevivo.—Notevasalibrardemícontantafacilidad,amigo.—¡Ja,ja,ja!¿Puedesandar?—Claro,estoessolounrasguño.Seincorporóyfuecaminandocondificultad.—¿Puedesmontaracaballo?—Amigo, parece mentira que me preguntes esto. Tú sabes que no es la

primeravezquemehieren.—Tienesrazón.Bethestáinconsciente.DejéaDavidyfuicolinaabajoabuscarla,teníaquellevarlacuantoantesal

castillo.

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XLIX

Losrayosdeluzmedespertaron.Abrílosojos.Nopodíaverconclaridad,asíquelosvolvíacerrar.Porunmomentosentímiedo,loúltimoquerecordabaeraese hombre con el rostro desfigurado queriéndomematar. Intenté levantarme,peromedolíatodoelcuerpoy,sobretodo,lacabeza.

Laluzdelsolentrabaporelpequeñobalcón.¿Dóndeestaba?Teníaclaroqueseguíaenlaépocaenlaquequeríaestar.EntoncesrecordéqueloquemehabíahechocaerhabíasidoescucharlavozdeKimball.¿Habíasidorealounsueño?

Escuchéruidoenelexterior.Eneseinstanteunaráfagadevientoacariciómimejilla.Loagradecí.Noqueríaestartumbada.Melevantéconmuchocuidado.Viqueteníauncamisónanchoquemetapabalospies.Piséelsuelodepiedra,queestabafrío.Meacerquéhaciaelbalcón,measoméporlaventanayallílovi,enelpatio,estabaentrenandoaEamonconlaespadamientrasEmmacorríadeun ladoparaotropasandoentremediasde ambos.Enunode esosmomentos,Kimballlaagarródelacinturaylacogióentresusbrazosmientraslabesabaylahacía cosquillas. Emma se retorcía de la risa. Eamon los miraba divertido.Kimball dejó a niña y después se acercó al muchacho a quién empezó aperseguir para hacerle también cosquillas. Los tres se reían y se estabandivirtiendo.Esaescenamehizosonreír.AquellafacetanolahabíavistoantesenKimball.Elhaberladescubiertohacíaquemeconfirmasemáselamorquesentíaporél.Mesentíafeliz,estabaensucastillo.Nosabíaloquehabíaocurrido,peroestaveznadaninadiemesepararíandeél.Viaunamujerquemeresultómuyfamiliar acercarse a ellos. Erami tía. ¡Diosmío!, ¡qué hacía ella aquí!Emmacorríahaciaellayestalacogíaenbrazosmientrasledabaunbesoenlamejilla;jamás imaginé que podía ser tan cariñosa.Me hizo gracia ver a mi niña conaquella ropa tanpococómoda.KimballdijoalgoaEamon.Esteúltimose fueconmi tía y Emma a las cuadrasmientras queKimball levantaba su rostro yfijaba sumiradaenelbalcón.Meaparté;noqueríaquemeviera.Me fui a lacama.Escuchéunasfuertespisadasquesubíanagranvelocidadporlaescalera.

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Lapuertaseabriódegolpe.Todavíanomehabíadadotiempoallegaralacama.Lomiré,lesonreí,yél,vinohaciamí,merodeóconsusbrazosymebesó.

—Cuidado,cariño,quemedueletodoelcuerpo—lesusurré.—Tienesrazón.Soyunbruto,¡perohedeseadotantoestemomento!,volverte

averviva.—Mecogióenbrazosymetumbóenlacama—.Creíquetemorías,Beth,fueunmilagroquesaliesesdeesta.Bejiratehaestadocuidandoy…

—¿Mitía?—lepregunté.—Sí,¿noshasestadoespiando?—Sí.¡Ja,ja,ja!—Tu tía ha acudido al castillo en varias ocasiones tras tu desaparición y,

despuésdeirnosestaúltimavez,volvióavisitarnos.Hahechoamistadconmihermana,lacualsiguetodavíaaquí.AlveraEmmahizomuchaspreguntasy,alfinal, Mildred le tuvo que decir la verdad. Se quedó en el castillo. No hubomaneradeecharla.Queríaesperarteyyadepasocuidarydisfrutardesusobrina.Cuandomevioaparecercontigoenbrazos,mediomuerta,sevolcóenti.Apesardevuestrasdiferenciasenelpasadoydesuformadeser,tequiere,Beth.

—Imagino.—¡Noseastanduraconella!AmaaEmma,ylaniñasehaencariñadomucho

conella.—Lointentaré.—¿Cómoteencuentras,amormío?—mepreguntómientrasllevabamimano

asuslabios.—Ahora,estupendamente.Kimballesoshombres…—Losétodo.Meempezóa relatar toda lahistoria.Comencéacomprenderporquéaquel

hombreestabaenlaislaMaree,porquéhabíamatadoamiabuelayamimadre.—Perohayalgoquenomecuadra—dijoKimball—yqueestoydispuestoa

averiguar.—¿Quées?—lepregunté.—Esehombre,elgemelodeAllan,Paul,lovihablandoconelcondeOtony

despuésconGrace.Loreconocíporlacicatrizinconfundibledesubarbilla.Le

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dijoalgoqueatemorizóalconde.Tengoquesaberquéeraloqueesehombresetraíaentremanosconel conde.—Fijó susgrandesojosverdesen losmíos—.Peroahora,lomásimportanteesqueterecuperes.Teamo,Beth.

—Yotambién,miadorablecaballero.Enesemomento,EmmaentróenlahabitaciónseguidadeEamonydemitía.

Losdosvinieroncorriendoparaabrazarme.Mi tía sequedóa ciertadistancia,observando.Losrodeéaambosconmisbrazosylosbesé.Emmaseagarróamicuelloyyanomesoltaba.

—Eamon —dijo Kimball—, vamos a dejar a Beth a solas con su tía unmomento, después podrás regresar para estar con ella.—Emma se quedó, seresistíaasepararsedemí.

—Hola,tía—ledije.Ellamemirabasevera.—No sé por qué desapareciste.No entiendo cómo pudiste casarte con otro

hombre,peroviendoaestapreciosaniña,atuesposoqueteamayelhogarquehasformado,mealegrodequelohicieras,Beth.—Mesonrióyseacercóamí.Leagarréambasmanos.

—Gracias, tía.Me alegro de que estés aquí.—Si lo pensaba, era la únicafamiliaquetenía.Sesentóenlacama.

—Nomeheportadobiencontigo.Despuésde loquepasócon tupadre, tumadre…ytodaladesgraciaquecayóennuestrafamiliacomoconsecuenciadeaquello,yonoqueríaquesufriesesloquetupadreyyohabíamospasado.PenséqueelcapitánAlexanderpodríaserunbuenpartidoparati,peromeequivoquéylosiento.Lamentonohabermedadocuentaantesdelaclasedehombrequeera,detodoloquepasastepormiculpaydelatomadeesadesacertadadecisión.

—Muyequivocada,tía—ledije.Bajósurostro.—Sí,bastante.LosientoBeth,esperoquealgúndíapuedasperdonarme.—Yalohehecho.—Lesonreí.Meabrazó.—Soloquieroqueentiendasqueactuéporegoísmo,porproteccióny sobre

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todo por miedo. Ahora veo con claridad las consecuencias de mis malasacciones.

Leacariciésumanodelgadayblanca.—Tía,todoestáolvidado.

Había transcurrido un mes, y ya me encontraba recuperada. Hacía calor,estábamos en pleno verano. Sentía la necesidad de pasear por los acantilados.Me senté en la hierba y contemplé las olas que rompían contra la costa. Loechabademenos.HacíaunasemanaquesehabíaidoconDavidaacompañarasuhermanaalastierrasdelcondeOton.Mildredsehabíaidotristeyabatida,yamímepreocupabaeseviajedespuésde loquemehabíadichoKimball:habíavistoaPaulconelcondeyconGrace. ¡PobreMildred!Measustéalescucharruidosdetrásdemí,megiré,yallíestabaelpadredeKimballconEamon.Esteúltimoalvermesaliócorriendohaciamiencuentro,merodeóelcuello,yyolediunbesoenlamejilla.Emmasehabíaquedadoconmitía,quienlaconsentíademasiado.ElpadredeKimballsesentóamiladomientrasEamonseentreteníajugandocontodoloqueibaencontrandoporelsuelo.

—Creíaqueeraelúnicoalquelegustabaveniraestelugar—memiró.—Puesestabaequivocado.Yasomosdosa losquenosgustacontemplarel

horizonte.—Gracias,Beth.—Gracias…¿porqué?—Porhaberdevueltolaalegríaaestastierras.—Nocreoquesedebaamí.—Sí,claroquesedebea ti.Desdequemimujermurió, la tristeza llenómi

hogar.Mihijoestabaabatido,singanasdevivir.Ymihija…—Bajósurostro—yalahasvisto:noesfelizconesemaridoquetiene,ydeesainfelicidadsoyyoelcausante.

—¿Usted?NocreoquetengalaculpadequeelcondeOtonseatandéspotaycruel.Vaensuformadeser.

—Sí,silosoy.—Memiró—.Mimadreerajudía.¿Puedeimaginarseloque

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esosignificaparaalguienquetieneeltítuloyreconocimientodeserelcondedeEssex?—Neguéconlacabeza—Sialguiendesvelaraquellevosangrejudíapormis venas, el rey no dudaría en quitarme todas mis tierras y todas mispertenencias.Mispadres loguardaronen secreto,peroaveceselmásmínimodetalle,delcualnosotrosnonosdamoscuentaynoreparamosenello,alertaaotrosyeselmomentoenelquesedescubretodo.

—¡Noleentiendo!—dije.—ElpadredelcondeOtondeseabamistierras,yaquejuntoconlassuyasle

proporcionarían más poder. En una visita a su castillo, el conde Oton, queentonceseraun jovencitomuyentrometido,escuchóunaconversaciónprivadaque tuveconmipadreenelquesemencionaba ladescendenciademimadre,que en ese momento había fallecido. Al principio pensamos que no lo habíaescuchado, pero él guardó aquel secreto hasta que lo utilizó. Me amenazó atravésdeunacartacondesvelarlosinoleconcedíalamanodemihija…

—¿Kimballsabeesto?—Sí,antesdepartirseloconfesé.Élteníaquesaberlo.—Kimballloodiay,siahorasabetodo…,puedesercapazdecualquiercosa.—No,esonunca.Sabequepondríaenpeligroelbienestarensuhermana.Estaba asustada. Temía por su vida. Sabía que hasta que él no regresase

estaríaintranquila.

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L

Ambosnosmirábamosconintensidad.Aquellacenaestabaresultandode lomástensa.Davidnodejabadeobservaramihermana,ytantoelcondecomoyomanteníamoslavistafijaelunoenelotro.

—Mesorprendes,Kimball.—¿Porqué?—Estabadeseandoescucharsurespuesta.—Haceunosmesesteibasacasarconmisobrinayahorameencuentroque

nosolonotevasacasarconella,sinoquehassidocapazderechazarladespuésdehabertecomprometido.Lehaspartidoelcorazón.¿Sepuedesaberaquésedebeesecambio?

—Es una decisión mía que no voy a compartir contigo. De todas formas,dudo que le haya partido el corazón.—Mildredmemiraba con interés. Teníamiedo.Sabíaquetemíalahoradeiralacamaconesehombre.Maldito.

—¡Ja,ja,ja!Megustaríasaberelmotivodetudecisión,aunquepuedointuircuáles.

—¿Ycuálcreesquees?—Perdonad, —interrumpió Mildred—, no me encuentro bien. Si me

disculpáis,mevoyamihabitación.Davidnolaquitabaojomientrassuespososolomemirabaamí.—Muybien,puedesmarcharte—dijocondesprecio.Sentíaganasdematarleconmispropiasmanos.—Yotambiénestoycansado,meretiro—dijoDavid.Elcondeyyonosquedamossolos.Lomirabadesafiante.Estabadispuestoa

todo.Loodiabaporhabertenidoamenazadoamipadredurantetantotiempoyporhabersecasadoconmihermanadeunamaneratansucia.

—Ahoraqueyaestamossolos—medijo—.Séquetuvisitaaquínohasidosoloparaesperarmeydarmelabienvenida.Tú,elgranKimball.

—Tienestodalarazón.Esmuypococonvincente.

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—¡Ja,ja,ja!¡Losabía!—Estoypreocupado.—¿Preocupado?¿Tú?—Secarcajeóantemicomentario.—Sí, he descubierto quemi hermana está casada con un hombre que tiene

cierta amistad conPaul.—Arqueó las cejas y cambió su semblante—.Sí, esejinetequesebatió laúltimavezenel torneoqueorganizasteantesde tu largaausencia.Hedescubiertoqueesepersonajeesunasesino.¿Mepuedesexplicarquétratostienestúconcriminales?

—Desconocíaquelofuese.—Nome lo creo.Tevi esedía conél; esmás,medio la sensacióndeque

teníasmiedo.Éltambiénteteníaamenazado,¿verdad?Lomismoquehicistetúconmipadre,telohicieronati.

Selevantó.—No sé qué es lo que estás insinuando, Kimball, pero prefiero no

averiguarlo.Estoycansado,mañanaseguiremosconestaconversación,ahoranomeveoconfuerzasparacontinuarconella.

Semarchódelsalón.Yo tambiénmesubía lahabitación.Nopodíadormir.Nisiquieramehabía

quitado las botas. Echaba de menos a Beth, a Emma y a Eamon, a quien leconsiderabacomounhijo.

Sabíaqueesehombreescondíaalgo.Teníaqueaveriguarlo,peroéleramuyastuto.Escuchéunaspisadasyabrílapuerta.Eraél.Decidíseguirleconmuchocuidadoparaquenomeviese.Salióalpatioysefuealascuadras.Despuéssealejódelcastilloendirecciónalosacantiladosconsucaballo.Enseguidacogímicaballo y lo seguí a cierta distancia.Até al animal al troncodeun árbol.Conmuchosigilomefuiacercandohaciadondeestabaél.Noestabasolo.Habíaunamujerconélalaquebesabaconpasión.Observécómoacariciabasutripa.Intuíporlosgestosquehacíaqueellaestabaembarazada.Enseguidadistinguíquiéneraella.¡EraGrace!Deloqueestabaseguroeraqueelbebéqueesperabanoeramío.Nopodíadarcréditoaloqueestabaviendo.Ellaerasusobrina.Medabaasco ver aquella escena. ¿Y Grace? Hacía tan solo unos meses estabacomprometida conmigoy en estemomento...Entonces recordé como élme la

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habíametidoporlosojosdespuésdemiregresodetierrasgermanas.Lafuriaseapoderó de todo mi ser, pensé en mi hermana y en mí mismo. Me habíanengañado, se habían reído de ambos. Fui hacia ellos. Se percataron de mipresencia. Observé cómo el conde llevaba su mano a la empuñadura de suespada.

—¿Quésignificaesto?—pregunté.—¿Noséaquéterefieres?—respondióél.—Yocreoquesí.Lohevistotodo,amínomeengañáis.—¡Kimball!Esperaqueteexplique—dijoGraceacercándoseamíyposando

sumanosobremiantebrazo.Selaretiré.—¡Nolatoques!—gritó,amenazándomeconsuacero.—Siesloquequieres—ledijedesenvainandomiespada.Empezamosaluchar.Teníatantairaquequeríaacabarconeldesgraciadoque

teníafrenteamí.Elcondetropezóyyopresionélapuntademiespadasobresucuello,Gracegritó.

—¡No,Kimball!,¡porfavor,nolemates!—Lamiréyelcondeaprovechómidespisteparadarunapatadaamiespadayalejarlademí.Él seadelantóparaherirmeconsuarmablanca,peroyoloagarrédelbrazoyperdióelequilibrioytropezó. Fui hacia él; dio varios pasos hacia atrás sin percatarse que estaba albordedelosacantiladosycayóalvacío.

—¡No!—gritóGrace.Yonoqueríaesefinal,peroeraloquesemerecía.Sehabíahechojusticia.—¡Asesino!¡Estonovaaquedarasí!—Grace, te aconsejo que temarchesmuy lejos de aquí, a las tierras de tu

difunto esposo. Estás embarazada de tu tío, ¿sabes lo que significa y lasconsecuenciasqueesoconlleva?

—¡Teodio!—Lloraba,pero eraunamujer lista, sabía las consecuenciasdesusactos.Nolavolveríaaver.Sefuecorriendohaciaelbosque,y laperdídevista.

Me senté y suspiré. Mi corazón latía con celeridad ¡Por fin todo habíaacabado!PenséenmihermanayenDavid,sabíaqueibanasermuyfelices.Y

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penséenmiBeth.Estabadeseandodarle lavidaquesemerecíaydemostrarletodoloquelaamaba.Mañanapartiría,deseabaabrazarlaysentirelrocedesuslabiossobrelosmíos.

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LI

EmmasehabíaquedadoconBejira.Eamonyyohabíamosdecididosubirlacolinaeiralaermita.

—¡Estámuyoscuro!—medijoelniñomoviendosusmanos.—Tranquilo,vamosacogeresavela.—Señaléunaquehabíaenelaltar.Laermitaerapequeña.Fuidirectoaunadelascolumnas.Eamonmeseguía.

Ahíestabaeldibujoquehabíaobservadoenmiépocaanterior.Sedistinguíaconclaridad.Habíaunaspalabrasescritas.Eamonlotradujo.

—TúcustodiaráselGrialy,despuésdeti,aquellosquetúdesignes.Sedetuvoymemiró—.Loescribióél,seguro.

—¿Cómolosabes?—pregunté.—Tras la resurrecciónde Jesús, JosédeArimatea fue encarcelado, acusado

porlosjudíosdehabersustraídoelcuerpodesusepulcro.SeleencerróenunatorredonderecibiólavisióndeCristoresucitadoylarevelacióndelmisteriodelsantoGrial.Jesúsledijolasmismaspalabrasqueestánescritasaquí.

—Mesorprendes,Eamon.¿Cómosabestodoeso?Sonrióantemicomentario.—YasabesquesoyelGuardián;melotransmitieronmisantepasados.—Me

guiñóunojo.Mehacíagracialaimportanciaymisterioquequeríadaratodoaquello.—Puesentoncesaquíestálaclave.Observemos.DespuésdesaberloquemeacabadedecirEamon,entendíamejoreldibujo:

unhombrequedebíarepresentaraJosédeArimatea.EnloaltounojodelquesalíanrayosdeluzylafiguradeCristocrucificado;enlasmanosdelsanto, latazasagrada,yjuntoaél,asuspies,unafuentequemanabaagua.Entoncesloviclaro.Enlasubidahabíavistoesafuentecreadapornaturaleza,delaquefluíaaguaaborbotones.Mirealmuchacho.

—¡Estáenlafuente!

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Melevanté,dejélavelaysalícorriendocolinaabajo,yaqueestabajuntoalríoquebordeabalacolina.Eamonmeseguíaentusiasmado.

Me detuve, sin aliento.Allí estaba, frente a nosotros.Ambos analizábamoscadadetalle,Eamonllamómiatención.Meindicóconsudedoíndiceunaroca.Enseguida vi lo mismo que había descubierto el muchacho, el símbolo queEamonteníatatuadoensupielenpequeñito,elmismoqueestabaincrustadoenmicruz,lacruzdeDavid,dibujadaencimadeestalacruzdeCristo.Miréalniñoy ambos nos reímos. Estábamos nerviosos por todo lo acontecido. Eamonempezóaescarbaralrededordelapiedraenbuscadelasagradataza.Lodetuve.

—¡No!Creoquelodebemosdejarahí,enellugardondeloguardóelsanto,escondido.Subúsquedahatraídomuchasmuertesysufrimientos.Silosacamosde este lugar, la ambición de las personas por querer conseguirlo y ansiar elpodernosperseguiráparasiempre.Nuncapodremosserfelices.

—Pero…¿entonces?—Nolobuscaremos.Seránuestrosecretoypermaneceráahíeternamente,al

pasodetodoslossiglos.SecrearáunaleyendaentornoalsantoGrialy,alfinal,quedaráeneso,enunaleyenda.

Elniñobajósurostro,lolevantóalinstanteymesonrió.—Sabíaquetúeraslaelegida.Solotúpensaríasyharíaslomejorparatodos.—¡Anda!—Lerevolvíelpeloconmisdedos.Élmoviólacabezaparaambos

lados—.Regresemosynodigamosanadienuestrosecreto.Élme agarró de lamano y nos fuimos en silencio hasta la casa deBejira,

dondeseencontrabaEmma.LaniñaestabafueradelacasajugandoentrelasplantasdeBejira.Encuanto

nos vio, vino corriendo hacia nosotros,me rodeó las piernas con sus bracitosregordetes. La cogí en brazos y le di un beso muy fuerte en sus sonrosadosmofletes.

—¡Papi!—Elvendrápronto,cariño.—¡Papi!—dijoseñalandoconsudeditoalinteriordelacabaña.El corazón empezó a latirme a gran velocidad. ¿Sería posible queKimball

estuvieraallí?DejéaEmmaenelsuelo,miréaEamonyfuicorriendoalinterior

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delacabaña.Antesdequeyoabrieselapuerta,élapareciófrenteamí.Unagransonrisasedibujóensurostro.

—¡Kimball!—dije.Nomediotiempoadecirlenadamás,merodeóconsusbrazosymeatrajo

hacia su pecho,mebesó con esa dulzura, algoque tantomegustaba. ¡Cuántohabíadeseadosentiraquellootravez!Loamaba,ynoqueríasepararmenuncamásdeél.

Muchas cosas inexplicables habían pasado enmi vida, pero sabía que todohabía tenidounporqué.Quizásmimadreymiabuelaquisieronquesehiciesejusticiaporsusmuertes,oquizásyofueselaelegidacomoEamonseempeñabaen asegurar, o esa puerta dimensional se había abierto por casualidad en elmomentoenelqueyoestabaahí…Sabíaquejamásloaveriguaría,perotodoloque había pasado tenía un motivo y esa razón era él. Ambos estábamosdestinadosaestarjuntosyelazarsehabíaencargadodequeasífuese.Nuestrasalmas se habían buscado durantemucho tiempo hasta que la luz permitió quenosuniésemosparasiempre.

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LII

Habíapasadounañodesdelosúltimosacontecimientos.ProntopartiríamosalasTierrasAltasavisitarasuabuelo.Estavezvendríasu tíaconnosotros.Seharíaduroconesamujer.

Faltabanunosminutosparaqueelsolseocultaseyseprodujeseelmomentomágico tanansiadopor todosnosotros, ese resplandor rojizo sobreelmarquesolo tenía lugar un día al año. Emma estaba jugando en la ladera junto a susprimas.David,quesehabíacasadoconmihermana.SeveíafelizalaesperadesuprimerhijoconMildred.Loscampesinosquetrabajabanmistierrastambiénse habían sumado a aquel espectáculo, pero me faltaba ella. Por más que labuscabaallí,dondeestabantodosreunidos,nolaencontraba.Miréhacíalagrancolinaque terminabaen losencrespadosacantilados.SeguroqueestabaeneselugarLeencantabarefugiarseallí,amítambién.Subírápido,comosimefueralavidaenello,queríaestar juntoaella.Lacontemplé, sentada,observandoelmaryelhorizonte.Labrisamecíasupelo.Mesentéasulado.Nomemiró.Pasémibrazoporsuhombroylaatrajehaciamí.

—¡Hastardadomuchoenvenir!—¡Ja,ja,ja!Esquecadavezmeloponesmásdifícil.—Lamiré—.Sabíaque

teencontraríaaquí…dondelatierraacabayelmarcomienza.Permanecimosensilencio.—Cuando era unmuchachome encantabavenir a este lugar, contemplar el

horizontecuandoseocultabael sol.Erami secreto, el lugardondeencontrabaesapaztanansiada,mesentíalibre.Ahoranosolomesientocomoantaño,sinoquehayalgomás.

—¿Ysepuedesaberquéesesealgomás?—Me siento feliz no solo por estar aquí, sino de estar contigo. Tú eresmi

felicidad.¡Teamo,Elizabeth!Memiró,sonrióantemispalabras.—¿Teníasensayadoloqueibasadecirme?

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—¡Ja,ja,ja!Estavezno.Mehasalidodelcorazón.—¡Kimball! ¡Qué voy a hacer contigo! Diciéndome estas cosas haces que

cadadíateamémás.Teníaunregaloparaella.Estabaenmipoderdesdehacíavariosdías.Quería

dárseloenunmomentoespecialyesteeraesemomento.Solos,contempladoelocéano.

—Tengoalgoparati—ledije.Ellavolviósurostrohaciamí.—¿Quésorpresamevasadarahora?Saquédelbolsillodemicasacaunanillo.Eraigualqueelmío,deoro.Tenía

unapiedranegraconelemblemademifamilia.Estelohabíahechotallarparaella,adaptadoaltamañodesudedo.Lecogílamano,leretirémianilloylepuseelsuyo.Despuésyomepuseelmío,queeraelqueellahabíallevadodesdequenoshabíamoscasado.

Unaexpresióndesorpresasedibujóensurostro.Ellacontemplabalajoya.—Estesíqueesparati,amormío.—¡Tehedichocuántotequiero!—medijo.Le sonreí, acaricié su rostro. La tentación era muy fuerte como para no

besarla teniéndola tan cerca. ¡Qué más podía pedir a la vida! Tenía una hijamaravillosa y a Eamon, al que también consideraba como un hijo. Mi padrehabía cambiado desde la muerte del conde Oton: salía y disfrutaba de laspequeñascosasdelavida.Davidymihermanaenamorados…,yyoteníaantemíalamordemivida,lamujerquemehabíadevueltoalaluzestabaconmigo,parasiempre.Laamaba,ymividasinellayanoteníasentido.

Sabía que podía sentirme libre, en paz conmigo mismo, pero aquello nobastabaparaserfeliz.Elamoreralaclave,yparamíelamoreramiBeth.

Entoncesocurrió,elresplandordelaluzdelsoltiñóderojolasaguasdelmar,estedesaparecióantenuestrasmiradasenelhorizonte.Nuestrosrostrosestabanmuypróximoselunodelotro.

—Teamo,Beth.Voyadedicartodoslosdíasdemividaahacertefeliz.Nosfundimosenunapasionadobeso.

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FIN

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Notadelaautora

Una creencia mitológica griega, transmitida a través de los siglos, hablabasobrelaexistenciadeunapuertaimaginariallamadalaPuertadelosHombres,unaccesoqueeralaentradaaotradimensión,aotrosmundosyaotrasépocas.Este paso se abría, sobre todo, en el solsticio de verano, pero en cualquiermomentounhombreounamujerpodíatraspasarlosindejarrastro.La elegida es el primer libro de la serie Los caballeros del tiempo. Cada

novela es independiente de la siguiente, se pueden leer cada una de ellas sinnecesidaddehaber leído laanterior.Algunospersonajesapareceránen losdoslibrosposterioresaLaelegidayayudaránalosprotagonistasensusaventuras.

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Agradecimientos:

Amispadres,porsuapoyoincondicional.Amihermana,porestarjuntoamícuandomáslonecesito.AmiamigaRosa,porsuayuda,suapoyo,susánimosysuamistad.Amisdospequeñines,MarinayJaime,mismásfielesseguidores.ALolaGude,porsuayudaycariño.ASelecciónBdByBdeBooks,porseguirconfiandoenmí.A mis compañeros de Selección BdB, por compartir sus experiencias y

conocimientos.Yatodoslosqueeneldíaadíaseguísapoyándomeydándomeánimoscon

vuestroscomentarios.¡Gracias!

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Sitehagustado

Laelegidaterecomendamoscomenzaraleer

AlasdeCuervodeKarinaSoto

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Decimosegundocumpleaños

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Esedíafueelúltimoquecelebraronjuntas.Daphneregresópararecogerelenvasedepalomitasycolocarloenelbotede

basura. Miró hacia la sala, el chico que trabajaba en el cine aún estabalimpiando. Decidió ayudarlo recogiendo otros envases que tampoco habíanllegadoalbote,esperabaqueelchiconosefueraacasatantarde.

—Apúrate—lepidiósumamá,desdelapuertadelacalle—.Yavanaserlasnueveymedia.

Daphne corrió hasta ella, dio un brinco y se colgó de su brazo. Ambastrastabillaronycasicayeronalsueloencharcado.

—¡Oye!—sequejósumamá—.Porpocometiras.—Ay,solotelevantasyya.—Merecesunpardechanclazos,mocosa.Esperaaquetetengacerca.Daphnecorrióalejándoseyriendo.Sumamásonriótambién,seapresurópara

acercarseaella.Ambas tenían la misma estatura, casi la misma complexión y, de no ser

porque se notaba solo un poco la diferencia de edad, podrían pasar porhermanas;exceptoporlatezclaradeDaphneysusojos.Sumadresiempresolíaculparalhombredesconocidoqueladejóembarazadayqueluegoselargó,asínadamás.«Esculpadeesehombrequetengaslapielclara».Másbien,parasumadreesehombreteníalaculpadetodo,delosojosazulesdeDaphneoinclusodequeellafueratanmalcriada.

—¿Mocosayo? ¡Ña!—seburlóDaphne,empujándolaparaque tropezarayluegohuyó.

—¡Vasahacerquenosarresten!—¡Entoncescorre!Yasolofaltanveinteminutosparaeltoquedequeda.Daphne se subió a una jardinera de cemento mientras su madre caminaba

apresuradaalladodeella.Habíamásgentecorriendo,otrospasabanenbicicletayalgunoscaminaban sin tantaprisa confiadosdeque llegaríana tiempoa suscasas.Albajardelajardinera,Daphnesetopódefrenteconunhombregrandequefumabaenunaesquina,traíaunaboinaquelebrindabaunaligerasombraenlacara,ellasedisculpóintimidadaporsusojosfríos.Poreluniformesetratabadeunpolicíaesperandolasdiezparacomenzaraarrestaraquienesviolaranel

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toquedequeda.Esospolicíassiempredabanmiedo.Loignoróycorrióalladodesumadre.

—Oye,Niki—ledijoasumamámirandoelcieloestrellado—.¿Porquénotecasas?

—¡Otravezconeso!Porquenoquiero—gruñóella.—¿Notegustaríatenerunhombrecontigo,Niki?—¡Queno!—¿Quéteparecetujefe?Esguapo.—Fumacomochimeneayamínomegustaesetipodehombres.—¿Yelvecinoquetemiracomosifuerasunpasteldechocolate?Nikisiseóylegolpeóelhombro.Daphnesolorioporsusbromasysealejó

paraevitarotrogolpe.—Tujefesolotieneeseproblema.Esamableconmigoyademás…—¡Cállateya!—Ademáslegustasmucho.—Vuelveadeciresoyvas…—¡Legustasmuchoatujefe!Daphne continuó riendo, alejándose. La luz de las farolas creaba sombras

espeluznantes en el asfalto, lucían comoun ser demoníacoqueperseguía a supresaconlasfauceslistasparadevorar.Daphnecomenzóasaltarlas,porestononotóquesumadreyanolaseguía.Miróhaciaatrásparaencontrarlaintentandohuirdelpolicíaquehabíavistoantes,loempujabaparapoderpasar.Sucorazónseaceleróalnotarlaenpeligro,aúnnoeranlasdiezdelanoche.Corrióhastasumadre sinpensárselo, y él sevolvió con loqueparalizó aDaphne al instante.Los ojos de ese hombre brillaron en la oscuridad como los de un perro. Dehecho,pareciógruñircomotal.

—Daphne,vuelveacasa.La voz de sumadre sonaba horrorizada. Tal vez quería asaltarlas, pero no

teníandineroninada.Noibaadejarlasola.Miróasualrededor.Todoestabasolitario,yanohabía

niunalmaquepudieraayudarlas.Buscóenelsueloalgoquesirvieracomoarma

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yencontróunapiedrasobreunadelasjardineras.Laagarróehizoelamagodearrojarla, pero el hombre semovió tan rápido queDaphne no notó cuándo letorcióelbrazo.Lapiedrarodólejosdeella.

—Nolehagasdañoamihija—sollozabasumadre.DaphneviocómoelhombreacorralóaNiki,latomódelcuelloylalevantó

unosveintecentímetrosdelpisotanrápidoqueparecióirreal.Corrióhaciaellasinpensarlo, searrojaría sobreesehombrey…Algo lagolpeóen lacabeza…Depronto,sinsaberlo,estabaenelpiso.Escuchólosgritosdesumadreylaviopeleandocon…

Suvistacomenzóaemborronarse,sedisolvióanegro.LoúltimoqueescuchófueelgritodeNiki.

Cuandoabriólosojosvioasumadreenelsueloyaunsermonstruososobreella.Algoestabamal.Nikilamiraba,perosusojosparecíanciegos.Daphneselimpiólasangredelacaraytratódelevantarlacabeza.

Esesermordíaalgomientrassumadreintentabaarrastrarse.—Mamá.El ser sevolvióhacia ella.Susojosbrillantes lamiraroncondureza.Tenía

sangreenelhocicoyalgocolgabadesumentón.Miróasumadre.Yanosemovía.—¡Oh,Dios!¡Llamenalapolicía!Alguien gritaba a lo lejos, pero aDaphne solo le interesaba acercarse a su

mamá.El ser se retiróbrincandoa todaprisay fue entonces cuando supoqueellaestabamuerta.Elmonstruolehabíamordidoelvientre,susórganosestabanregadosporlaacera.