la crisis del estado - j. veraclis

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  • 7/28/2019 La Crisis Del Estado - j. Veraclis

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    LA CRISIS DEL

    ESTADO

    por Jorge VERACLIS

    DOCTRINA Y

    COMBATE

    por Ricardo MELLA

    EDITIONS C.N.T.1976

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    Jorge VERACLIS

    La Crisis

    del Estado

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    PREFACIO

    Sab em os qu e la de so rie nt a ci n en

    los individuos por las contradicciones

    que vive el mundo, no puede ser

    liquidada, sino presentando los

    hechos y lo que fluye de los hechos,

    sin partidismo y sin dogmtica cas-

    trad or es . S lo po dr se r ef ec tiv o a

    este fin, la virtual conciencia que la

    vi da hu ma na no ti en e ot ro ca mi no qu e

    la libertad, y su presente y su futuro

    en la base del acuerdo libre. Y todo

    eso, en un propsito de estudio de lo

    que nos rodea, que procurar una

    formacin integral, para que sea

    posible el conocimiento de una

    humana convivencia.

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    LA INESTABILIDAD DE LOS ESTADOS CONTEMPORANEOS

    La seguridad del Estado haba consistido hasta ahora, en dos recursos bienconcretos: la fuerza militar, que en las grandes potencias se significa por unpoder difcil de quebrantar, y el juego da la diplomacia, tan astuta comopoderosa para regular las relaciones de las naciones, mantener lasdependencias polticas y econmicas, con tratados, convenios y sociedadesinternacionales. sta seguridad internacional, en el orden interior, se apoyabaadems en la polica, en la aplicacin de leyes restrictivas a la libertad individualy en la reglamentacin de l a libertad colectiva, especialmente, al advenir a! planoprctico la forma sindical.

    En 1914, las manifestaciones del maquinismo en plena madurez, producenla dislocacin del aparato estatal y es por la va del mercado y del consumo quela seguridad del Estado ve amenazados sus cimientos aparentementeinvulnerables. En efecto, la produccin en manos del capitalismo en escala cadavez ms ascendente, trae la lucha de mercados y la apropiacin y reserva de lasfuentes de materias primas hasta ese instante ms o m enos repartidas entre losdueos de 'la produccin. Esta lucha precipitada por el maquinismo adespecho del capital mismo, desemboca en la guerra llamada nmero uno, ypone de manifiesto la caducidad de las frmulas de la diplomacia y, fuego, la vidaregular de los Estados, pese a la Liga de las Naciones y al Tratado de Versallesque habran de anularse ms tarde, como consecuencia lgica del principio dedesintegracin estatal.

    La seguridad del Estado, sin embargo, ensaya en el eplogo de ID Guerra de1914 la nueva frmula con materiales viejos a travs del socialismo,guardando las apariencias de una solucin servible al pueblo y como amenaza deliquidacin del capitalismo internacional; pero, los materiales viejos no resistenuna prueba de ms de veinte aos y 'pronto, antes de cuatro lustros, elsocialismo estatal de Lenin y de Trotsky quema el programa de una revolucinllamada integral y se adapta rpidamente a las formas hasta ayerconsideradas burguesas y reaccionarias, o sea, comienza a vivir en el ritmo delos Estados en los que el capitalismo tiene todo su predominio.

    Paralelamente a esta encantadora forma socialista, el Capitalismo, hastadonde es posible, inicia una adaptacin socialista, que se ve ms clara ahora atravs de la palabra Democracia, pero guardando algunas reservas de carcterpoltico, que son reveladoras en el texto de la famosa y bullada Carta del

    Atl nt ico .Sin duda alguna, el juego de la diplomacia tiene que modificar mucho de lo

    empleado hasta ahora; en cambio, la fuerza militar

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    y la fuerza restrictiva de la polica en el plano interno de los pases se hace ms

    fuerte, en la medida que se robustece la frmula socialista estatal, que habr

    de ser sometida a la prueba definitiva, en l a mesa de la paz.Esta adaptacin, que se trata de justificar como fenmeno pro ducido por la

    realidad (?) en su imposicin avasalladora, no es en verdad sino una

    explicacin dialctica de las dos fuerzas que pugnan por conquistar el

    PODER excluyentemente: el Capitalismo en la vieja concepcin estatal, y el

    Nuevo Capitalismo, en plan socialista desde el Estado. Ambos, de raz comn,

    porque su podero lo garantiza el Estado, pero, este ltimo asegurando su

    vigencia con un sector de la masa, mientras que aqul, permanece seguido y

    resguardado por los grupos conservadores.La posicin y representacin de am bas fuerzas, se ve claramente expresada

    en la contienda actual llamada nmero dos, por el Imperio Britnico de un 'lado y

    el Soviet Ruso por el otro, marcando una lnea intermedia entre lo antiguo y loreciente el Capitalismo de los Estados Unidos 'del Norte, que viene participando

    activamente desde el ao 1914. La dialctica usada en este plan de adaptacin a los cambios producidos, se

    significa por un verbalismo exagerado y espectacular en la reforma de algunos

    medios demasiado evidentes en su antigedad, para ser mantenidos y, desde

    luego, subrayando el estilo democrtico en la vida poltica, como credencial

    que garantiza tal reforma, aun cuando no se haya visto hasta ahora otra cosa que

    un mero anuncio reformista. En tanto que esto ocurre con eI Capitalismo llamado

    arcaico, el Nuevo Capitalismo se engalana con los saldos verbales de la

    Revolucin de 1917 y la experimentacin de ms de veinte aos, que, en

    concrecin estatista, no tiene de nuevo sino la eliminacin del capitalismo

    individualista mediante la dictadura llamada paradojalmente del proletariado,

    para reemplazarlo por el Capitalismo de Estado, que queda as legal y

    poderosamente amparado.Pero no es eso todo en la sntesis preliminar de esta guerra nmero dos.

    Existe la experimentacin del nazismo que se anunci socialista y continu

    mantenido por el viejo capital y la vieja casta dominadora alemana. Su pretendidonuevo orden palabras dialcticas en trance de ser completamente

    aniquilado, no tiene diferencias fundamentales con el socialismo de Estado del

    bolcheviquismo. Habra que agregar el episdico y teatral intento corporativista

    del fascio, y el insular nacionalismo japons, aunque este ltimo no am enaza

    con reformas sino que permanece en sus viejas 'formas, posiblemente para

    vaciarse en el pan asiatismo que fuera anunciado hace muchos aos. Lo real y concreto es, -que sin capital no se mantiene ningn Estado, y la

    pugna est en el que viene dominando desde la derrota de la gran armada

    espaola y el que asoma desde Oriente cargado de socialismo: uno, la reforma

    para enfrentar al presente, el otro, la panacea proletaria, para rehacer la sociedad

    humana.

    Nada hay que haya perturbado ms con su bagaje mesinico

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    a los individuos ms listos y a los espritus tenidos por libres, que la repentina y

    olvidada democracia puesta a la moda de la noche a la maana, y el socialismo

    desde el Estado. Al asombro, sucedi la certeza de que algo iba a transformar el

    edificio social. Esta certeza cuaj en fracciones y partidos pol ticos, depuestos a

    organizar a las multitudes siempre creyentes y atradas por las nuevas palabras y

    los nuevos conceptos. Algunos talentos capitularon ante la luz de oriente; los

    hombres libres se volvieron menos libres y los ms, abrazaron la ardiente

    militancia, sin duda que honradamente convencidos de que algo substancial

    surgira desde el fondo de los hechos. Mientras que los apegados a 'lo tradicional

    ven una moderada transformacin a travs de la democracia, los ms

    vehementes y encendidos creen en el socialismo, capi taneado por la dictadura

    'del pueblo. En ambos cambios, la sofstica, vuelta dialctica para estar a tono con

    el siglo veinte, ensaya sus recursos ya histricos en su afn conservador de

    prolongar y asegurar la vi gencia del Estado.Pero, dentro de los trminos de esta pugna y sus caracters ticas cada vez

    ms 'Claras en la medida en que se desarropa, se est produciendo la evidencia

    de que ni la democracia ni el socialismo estatal vienen a resolver otra cosa

    que la lucha secular del Capitalismo en sus adaptaciones y su corolarioconcreto: EL ESTADO. De ah que se observe en tan escaso tiempo, la deses -

    peranza en las propias filas de la militancia socialista en el modelo estatal y

    entre los hombre que si guen conservadoramente al lado de la democracia. Aqu res ide la esencia de la inestabili dad de los Estados, que tom a cada

    vez contornos mayores y se traducir en un instante crtico en el abandono

    definitivo a estas formas caducas que han comenzado el camino de su

    disgregacin primero, y su liquidacin ms tarde.Se argumentar, que sea cual fuere el resultado de la contienda capitalista,

    el hecho blico viene demostrando el enorme podero militar con que contar el

    capitalismo vencedor, que al dominar sin tasa ni medida, utilizar ese podero

    para sofocar todo intento de libertad en impulso irrefrenable a asegurar su

    existencia y, por consiguiente, la del Estado; pero, se olvida que el pueblo civil e

    incluso el pueblo que participa como soldado compulsa desde ya sudesesperanza como la ocurrida en 1918 en los contingentes que regresaron

    desde las trincheras a l os cuarteles de paz, y, que la nic a c ertez a que tiene el

    hombre colectivo, es que el mili tarismo que apoya a todo Estado, constituye

    una casta en la que ste no participa sino en la medida de utilidad, que no es

    su medida. Est el hecho c oncreto reflejado en la literatura, de los s oldados de

    Alemani a, de Franc ia, de Estados Uni dos del Norte y de Ingl ater ra, al finaliz ar la

    contienda de 1914. En Francia sobre todo, muerta toda devocin, porque supieron

    que no haban defendido ni libertades ni justicia social. Los de Rusia, en cambio,

    ms efectivos, ayudaron no al zarismo sino a la revolucin, deslum brados por un

    ardiente programa.Esta inestabilidad de los Estados, va a ser luego ms con creta, porque el

    Capitalismo vencedor tratar de someter a su dominio a los pases dbiles, y los

    Estados pequeos habrn de

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    quedar supeditados al gran Estado dominador, en el que el Capita lismo tendr su

    apoyo. En este paso, residir adems la inestabilidad del gran Estado, porque en

    la razn de su crecimiento est el comienzo de su propia debilidad. Las fuerzas

    instintivas poderosas del pueblo, lucharn contra la dictadura poltica y

    econmica del gran Estado en la defensa de su libertad, y en un espacio tan

    grande, esta lucha tendr el desenlace lgico y ya histrico de los Estados que

    emprendieron el camino hacia el Est ado Internacional.Esta vez, la nueva experiencia estatista no hallar los mismos estamentos

    sociales que otrora. Estos corresponden ahora a una etapa en la que ha sido

    posible crecer en cantidad y evolucionar en cali dad. Y si bien es cierto que el

    politicismo ha do deteniendo en lo social y en lo hu mano el hacer para una

    sociedad Ubre, en cambio en ese im pedimento, el individuo ha logrado verificar

    la condicin artificial del partidismo, en la elocuente demostracin de una

    ausencia del meeting poltico, de una crtica al caudillismo, en el gremio, en la

    asociacin y en el si ndicato.De ah que ya no estime al Estado, en el que el poder poltico ha

    demostrado siempre sus fatales consecuencias.

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    FASCISMO Y COMUNISMO UNA SINTESIS ESTATAL

    Del examen de las condiciones estatales que se ventilan en este momento y

    lo que deviene como proyeccin, en lo que se llama democracia y socialismo

    de Estado, resulta a todas vistas, que los Estados democrticos y los que

    propugnan el socialismo desde el Estado, se identifican en un punto comn: en el

    poder poltico autocrtico en todas sus expresiones, con levsimas conce siones a

    la libertad en escasos Estados,Democracia y Socialismo usan los mismos medios coercitivos y sus

    variaciones son en esencia insignificantes, aunque algunos ensayistas miopes en

    simple alarde litera-rio, creen reconocer causas, medios y fines completamente

    distintos. All ellos , los que pre tenden desentraar los fenmenos polticos y

    sociales por una estimativa exagerada de lo accidental, pero con olvido y sosla-

    yamiento ms que todo, de lo realmente fundamental. En esta guerra nmero dos, ha sido posible comprobar, que los propsitos

    reales de los grandes Estados no corresponden en modo alguno con las d-

    eclaraciones, que una propaganda sin precedentes 'ha hecho circular en todos

    'los pases, con indudable efecto psicolgico. En esta cuestin, han coincidido las

    potencias en pugna, slo que a esta altura de los 'hechos el nazismo ya ni

    siquiera puede mantenerla.Las sugestivas alternativas en torno a la representacin lega! de Francia,

    antes de su liberacin, hasta quedar en manos de un militar, y la factura de los

    gobiernos preparados de antemano, o sea, antes de la liberacin del -poder

    nazi, y ya ms clara su composicin, al (producirse la liberacin de Polonia,Grecia, Italia y Checoeslovaquia, son muestras efectivas de la sorda lucha por

    debajo de la guerra, entre la democracia y el socialismo. Sin duda que

    ahora las cosas caminan con ritmo ms acelerado, para ganar posiciones y

    tener los efectivos polticos en pie, en el momento de discutir en la llamada

    mesa de la paz (?), la geografa fsica y humana y su r eparto inevitable.La democracia, como el socialismo actuante, se van iden tificando con -

    el fascismo, a medida que sus ejrcitos y sus hombres de gobierno van

    liberando los pases que estaban en manos de los nazis. El caso de Grecia es el

    ms concluyente, pese a que muchos otros hechos no alcanzan a constituir

    noticia en el cable.Se trata ante todo, de asegurar la vida del gran Estado y se arguye, que por

    imperativo de la guerra, las medidas liberadoras anunciadas lrica y

    solemnemente en las declaraciones y la propa-

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    ganda, tienen que adoptarse provisoriamente. Pero, qu enemigo totalitario

    queda en un pas que ha sido prcticamente liberado? Nadie lo sabe an.Por mucho que se esfuercen los grandes Estados en encubrir sus medidas

    con el argumento de guerra, es claro el hecho que el gobierno que instalan en

    cada pas antes sojuzgado, corresponde a una medida de poder que entraa

    desde luego una seria amenaza para una verdadera 'liberacin. No en vano, los

    hombres avisados de esos pases resisten como ayer a los nazis, a los

    actuales dominadores, y el pueblo en su instinto sin 'mengua, acaba por or y

    seguir a aqullos que ven c omprometida la libertad elemental. Pero si eso ocurre en tierras en que aun no se apaga e! temblor de la guerra,

    en los pases espectadores, los grandes Estados favorecen el crecimiento de las

    oligarquas y los despotismos. Amrica India es un ejemplo en este aspecto. En

    ella, el nacionalismo de estirpe nazi y el socialismo de raz dictatorial tienensus tiendas y sus entendimientos paradojales con los pretensos representantes de

    las cuatro libertades. El clculo poltico se impone por encima de las

    declaraciones, lo que viene a explicar, que los pequeos Estados indoamericanos

    constituyen el captulo segundo en el reparto de mercados y zonas de influencia

    que ya han de estar considerados en el programa a abrirse en la mesa de la paz. Mientras tanto, los grandes Estados confan en los efectivos militares que,

    pese a la paz, han de quedar en pie, como consecuencia lgica de la pugna cierta

    que habr de surgir, una vez que los acuerdos se pongan en marcha. Esta

    enorme fuerza de guerra con que cuentan y contarn para asegurar los acuerdos,

    es la muestra -ms significativa de la tnica fascista que tendr luego sin

    empacho, la democracia y el comunismo, hoy en desplante socialista. Y, es

    ms que posible, que los hombres que la han organizado no sean ms tarde los

    que queden en el poder, por ese ineluctable sino que el poder mismo lleva en

    su entraa.

    o

    En otro aspecto, la exclusin entre democracia y socialismo es muy clara en

    la lucha por el poder, y para ello, tratan de eliminar lo que llaman

    despectivamente el idealismo. Ambas, combaten sin descanso a los hombres y

    a los grupos que defienden la libertad elemental.En Londres, ya se ha visto una prueba democrtica, al someter a juicio a

    cuatro hombres que colaboran en la publicacin de la Freedom Press y del

    peridico Comentario de Guerra. Por su lado, el socialismo rojo, en las tierras

    que ya ha ocupado, est alejando a los revolucionarios que ayudaron

    subterrneamente a la liquidacin del podero nazi. En las dos aguas estatales,los hombres libres son el idealismo acusador y la protesta viva que importa

    suprimir, para que el engao subsista y el reparto del mundo aparezca como nica

    solucin razonable y humana (?). A todo esto hay que agregar, que el socia lismo bolchevique en

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    II

    e! modelo dictatorial ha corrido bastante en los pa ses de! Asia, Europa y Amrica

    y cuenta con fuerzas politizadas, en las que es evidente la extensin de un

    fanatismo, al que la dialctica ha dado los contornos religiosos para enraizar en

    las masas y constituir luego un poder internacional incontrarrestable: o sea, en

    buenas cuentas, el substituto del "fenecido fanatismo nacional socialista de los

    nazis, que estara 'llamado a escribir otros tantos volmenes negros, en la

    historia poltica y social de la humanidad. De esto no hay duda.Pero, en qu medida reaccionara la democracia para impedirlo, y en qu

    medida no sera la democracia misma llevada a crear un fanati smo semejante?

    No en vano algunos pensadores han considerado en esta lucha por el poder,

    las 'proyecciones de un nuevo azote en la humanidad, y no son aventurados al

    entrever en la mesa de la paz, el punto de partida de una tercera guerra y e' ciclo

    pavoroso de una nueva edad media.Tal es lo que se puede esperar, en los tiem pos que vienen.

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    EL SIGLO DEL PUEBLO

    Dentro del desarrollo belicista de los grandes Estados, se nota, sin que sea

    un secreto para nadie, que no es la libertad del ser humano la que los

    preocupa, m el paso a una forma de convi vencia en el mundo que venga a

    procurar la transformacin social del pueblo anhela, sino el predominio del

    poder material y poltico, en modo internacional. A este fin, se dialectizan las

    frmulas estatales, y sus representantes, para impresionar, hablan del siglo del

    pueblo.

    En el fondo, la frmula declarada tiene una representacin que bien es de

    utilidad demaggica, corresponde a la vez a una realidad que los Estados mismos

    no alcanzan a medir. Ellos quieren e \ statu-quo de la sociedad a base dereformas, que en lo prctico son bien legalizadas y concluyentes leyes que

    beneficiarn ms que a nadie, al Estado mismo. Pero, al establecer que es elsiglo del pueblo, se anuncia sin desearlo el futuro del material humano, que

    hasta ahora no sirve sino para que los Estados planeen todas las cosas en su

    nombre, pero sin incluirlo jams. En verdad, la crisis estatal ha llegado a un

    punto capaz de permitir el anuncio de algo tan concreto como la determinacindel pueblo que no habra sido hecho en otra ocasin, si no estuv iera el Estado

    un lmite como el actual, en el que est el c omienzo de sudecadencia.

    o

    Indudablemente, la desesperanza del pueblo en todos los pases es de tal

    magnitud, como para sealarla como el prolegmeno de un largo perodo, en el

    que el pueblo llegara a ser social polticamente mucho menos de lo que es

    ahora, o sea, que el Estado tendra una vigencia y un podero tales, como para

    aserrar de una vez por t odas su reinado e impedir toda libertad y odajus tici a.

    Este enfoque no es de ninguna manera precipitado, salvo si se mira

    simplistamente la cuestin (?), y si se examina desde el punto de vista de lo

    parcial, o sea, desde el Estado; pero, no se estima en todo caso, que en esta

    aparente calma y debilidad del pueblo estn los fermentos de un hacer cuyas

    proporciones no podran precisarse en su totalidad.

    Esta desesperanza del pueblo, es ms bien sntoma augural, porque ellano est de ningn modo alimentada por una Imposi bilidad, sino por un penoso

    conocimiento de las formas estatales qU0 nada han podido resolver. Es

    motivacin de ndole poltica,

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    que reconoce la inutilidad de una organizacin gastada y en trnsito hacia la

    muerte.El pueblo crey durante mucho tiempo en la organizacin estatal y hasta

    acept que se equivocara y demorara su proceso, porque se le insinuaba como

    ejemplo el camino de la ciencia y la lentitud de muchas de sus experiencias y

    de sus conquista Pero el pueblo lleg a comprender desde 1914, que si bien la

    ciencia no era tan rpida como su inquietud y sus ansias de vida humana, haba

    logrado cosas de tal naturaleza e importantes para el individuo, que por su

    categora y el hecho de utilidad, el paralelo se deshaca y demostraba en cambio,

    que la organizac in del mundo es artificial y en consecuencia, anti-cientfica.Cada gran perodo histrico, es rico en experiencias y en sugerencias para

    nuevos planteamientos, Ahora cosa con que no se cont en otros tiempos, l a

    ciencia ha venido en ayuda del ser humano no incluido, y lo hace tan virtualmente a travs de la mquina, que no slo le indica el camino para una reduccin

    de la jornada y mayores y m ejores medios de vida, sino que se expresa para una

    inminente liquidacin de la posesin secular de la riqueza y de su aparato estatal.

    o

    La certidumbre de que es su siglo, el pueblo la comprue ba por los hechos

    reveladores de su importancia, nunca tan tenida en cuenta como ahora por los

    directores y amos estatistas. Acaso el exagerado voceamiento de la dictadura del

    proletariado por elsocialismo, y la libre determinacin de los pueblos, anunciada

    propagandsticamente por la democracia, estn ayudando sin querer, a la

    formacin de una conciencia en el pueblo, que de ninguna manera ser para

    perpetuar el medio social actual.Sin embargo, no se puede negar que la organizacin estatal cuenta con

    elementos que impedirn la formacin de una conciencia social, como la que en la

    crisis de esta segunda guerra se va iniciando. En la realidad de sus comienzos

    est el que se favorezcan los libres anhelos del pueblo, crecidos a raz de una

    Indudable experiencia y de un conocimiento de las causas y de los factores enjuego. Por eso , la acti tud de los hombr es libr es y de los revoluc ionarios

    autnticos, ha de ser en su efec tividad orien tadora y prcticamente activa, para

    que el destino de lo que recin se incuba se asegure y se exprese desde el primer

    instante, en libertad.o

    El siglo del pueblo ahondando en su verdadero sentido, tiene desde su

    partida el reconocimiento de los representantes ms tp icos del Estado,

    evidentemente que, a regaadientes, pero, es la primera vez que lo hacen y 'lo

    extienden, cierto que en alarde de propaganda impuesta por las circunstancias. Pero el pueblo ya est sobre aviso en cuanto a lo que puede ser su propia

    determinacin, y esta determinacin no puede vaciarse de modo alguno en los

    viejos moldes polticos y sociales - sino en efectiva y surgente ANARQUIA. De ah

    que tenga tanta

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    importancia destacar su contenido esencial e insistir en el clima de libertad en que

    esta determinacin debe cim entarse.Hoy como siempre y mientras el futuro no lo venga a expresar, no tiene el

    pueblo otro camino de liberacin que el que la Anarqua viene planteando: la

    sociedad humana a base del libre acuerdo y la libre convivencia. Pero, para esto,

    hay un punto fundamental y este punto reside en el individuo, ya que l es la

    clula en la que comienza esa genera lidad, que se llama el pueblo. Nunca se ha

    insistido 'bastante en este aspecto, y puede que los englobamientos no hayan

    sido bien comprendidos por los que desean un mundo mejor, porque a menudo

    todo lo social lo refieren a lo ltimo, o sea, a lo que la Anarqua quiere en ltima

    instancia.La cuestin, para un siglo del pueblo, que desde luego no puede

    aceptarse en esta limitacin de tiempo, ha de ubicarse en el individuo. En lreside la verdadera libertad y la verdadera forma de vida social. Todo cuanto se

    intente a zancadas en el ofrecimiento de panaceas, no puede ser duradero, si no

    se comienza por la clula elemental y, todo lo que se Intente fuera de ella no es

    sino una elaboracin artificial, que tendr la misma suerte que e l orden

    estatista, que no es otra cosa que un DESORDEN.No es con grupos, ni fracciones, ni partidos gregarios, que la humanidad

    lograr su ms prximo sentido, ni tampoco con la direccin estricta que ofrece el

    sindicalismo, menos an con las reformas mejor concebidas.El asunto est en el individuo, y la accin anarquista no la concibe, si no se

    resuelve la individualidad hacia un trnsito consciente, por el que llegue a liquidar

    cada uno su forma gregaria hoy da expresada como masa, con la que

    permanece en esa dominacin global llamada pueblo.o

    El siglo del pueblo tiene la ventura de iniciarse frente a un agnico estado de

    cosas, pero, para que esta iniciacin sea servible y grandemente constructora en

    la humanidad, ha de caminar en libertad. De ah que sea importante destacar su

    anuncio en esta crisis estatal, al que no ha sido ajena la experiencia del Estado

    mismo.Esta indiscutible determinacin del pueblo, amasada por una larga fatiga,

    hasta hacerse virtual en la desesperanza en todo lo que haba credo y

    esperado, debe ser polarizada por la Anarqua para liquidar el statu -quo, a fin

    de que la masa se libere y halle a la vez el punto de apoyo para su nueva vida.El Individuo surgir desde la masa, y ser cultural y socialmente la clula

    vital en el desarrollo y concierto de una convivencia, en la que el concepto global

    de pueblo, habr encontrado su rea l y completo sentido humano.

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    Ricardo MELLA

    Doctrina

    y

    Combate

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    Los camaradas de Renovacin Proletaria, en medio del triste espectculo de

    nuestros das; en estos momentos en que la mentira pblica y privada corroe las

    entraas de la sociedad; el vicio corrompe a hombres y a mujeres, a nios y a

    ancianos; la vanidad desvanece el cerebro; y los hipcritas y fariseos,

    embusteros y degradados, corren tras miserables fines de pasajero goce, hacen

    labor positiva y de proselitismo revolucionario; y creen completarla mejor con un

    volumen mo, y a sus repetidas insistencias, no puedo negarme m s, porque

    estamos invadidos por la epidemia del escepticismo ms repugnante, en el que

    se pisotea la conciencia y desprecia la personalidad.Hemos firmado un compromiso con las apariencias rindindonos a la

    maldad. Nuestra educacin poltica, nuestra educacin social, nuestra

    mentalidad, nuestra efectividad, todo, absolutamente todo, descansa en ese

    compromiso.No es esto pesimismo de escuela ni pesimismo de tendencia orgnica. Es la

    expresin de la realidad que se impone por doquier. Contemplamos a un homb re

    cualquiera, sean las que fueren sus ideas y sus sentimientos, y de pronto salta la

    mentira, salta el fingimiento, salta la vanidad. Los escpticos declarados se

    confiesan o so excusan. Quien se excusa se acusa, le no s donde. Los que

    tienen o parecen tener ideas, aspiraciones, velan lo mejor posible su propia

    insania. Provocadlos y os ensearn ms mentiras que verdades, ms vanidad

    que ciencia propia, ms hipocresa. La lnea recta es el egosmo estrecho de las

    ms diversas concupiscencias. No faltan los que cnicamente ostentan la

    perversidad de la moderna vida social. Estamos en plena crisis de todo un mundo que amenaza prxima ruina.

    Desgastados los resortes de la vieja moral, del idealismo trascendente, de lapoltica rancia, todo el mundo se entrega a las ms bajas pasiones. La ambicin

    se desborda: ambicin mezquina, pobre, deleznable. El egosmo cristaliza;

    egosmo raqutico, anmico. Todas las cualidades nobles de la personalidad

    bailan una danza macabra y se prosternan en el altar de la concupiscencia. Se

    ponen las ideas, los sentimientos, al servicio de la pasin. Es menester

    arrastrarse para subir, como hacen las orugas, a lo largo de una estaca. En

    vano (Dumont) un hombre reflexivo y sensato querr permanecer inmvil en su

    condicin, hacer consistir su lujo en su independencia y gozar descanso y

    reposo; no se le dejar tranquilo, El desinters, la vida simple y con severidad

    independiente son artculos pasados ya de moda y objeto de un desdn general.Se miente religiosidad, se miente amor al prjimo, se miente

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    abnegacin, se miente sinceridad: la cucaa tentadora, la cucaa poltica, la

    cucaa de la riqueza, la cucaa del renombre, la cucaa del aplauso: he ah

    todo, hay que trepar aunque sea arrastrndose como los insectos ms

    repugnantes.

    Trepad, pues, hombres del da.Trepad los que aspiris a gobernar, los que

    queris dirigir, los que sonis con 'brillos de efmero deslumbre; trepad los

    ambiciosos, los glotones de la riqueza: trepad los que os creis elegidos,

    predestinados a una hegemona literaria, poltica, cientfica o social; trepad,

    trepad todos a porfa que la masa estulta os ayudar placentera, creyendo o

    aparentando creer en vuestras promesas de glora o bienestar o de grandeza; en

    vuestros mentidos servicios; en vuestra necia superioridad.

    Trepad, que mientras trepis, no faltarn voces que clamen desde acabajo por una vida sencilla, honesta, sincera. Una vida sencilla, honesta y

    sincera, que vendr al derrumbarse el mundo que agoniza, que surgir del

    estrpito de todas las cucaas al venirse al suelo.

    La fuerza de los que cifran su orgullo en su independencia, en su

    sinceridad, en su sencillez, es la fuerza de un mundo que se adelanta a los

    tiempos, que viene a todo correr para sanear la a tmsfera, el ambiente social, y

    purificar la conciencia de los individuos dotndolos del herosmo de la verdad,

    del valor de ser ellos mismos, netamente ellos, sin doblez, sin fingimiento, sin

    hipocresa. Esta fuerza pretende que los ciudadanos no vivan del comn

    engao, que cada uno se confiese tal cual es, bondadoso o indife rente, egosta

    o desinteresado, blanco o rojo, sabio o necio; que cada uno pueda estrechar la

    mano del otro sabiendo que es la mano del adversario o del amigo, la mano del

    hroe o la mano del sabio, la mano del nec io o la mano del egosta. Cada

    hombre vale tanto ms cuanto ms francamente se muestra tal cual es. Necesi -

    tamos tener el valor de nuestra propia personalidad.

    Mostrmonos como somos. Si abrigamos una ambicin personal no nos

    finjamos redentores del prjimo; si corremos tras la riqueza no aparentemos unapiedad que no se siente, una religiosidad que no pasa de los labios; tengamos el

    valor de ser nosotros mismos.

    Y cuando tengamos este valor habremos vuelto a la vida honesta y sencilla,

    a la verdad simple y neta. No hay mayor gloria que la tranquilidad de ser probo,

    leal, franco, abiertamente franco y noble mente desinteresado. Volvamos, s, a

    las costumbres modestas, a las costumbres de independencia, de sencillez, de

    honestidad.

    El ambiente de mentiras, de ambiciones, de vanidades, de concupiscencias,

    corroe las entraas de la sociedad y corroe nuestras propias entraas. Estamos

    en plena peste de embustes, de fatui dades, soberbiamente engredos de nuestra

    maldad.

    Llamemos a todas las puertas, toremoslas, si es preciso; que nuestra

    personalidad se ofrezca a la contemplacin pblica como entre cristales

    difanos.

    Que de todos lados partan voces haciendo un llamamiento vigoroso a la

    sencillez, a la independencia y a la honestidad. Cifremos en ello nuestro orgullo.Es menester ser sinceros hasta el herosmo.

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    Las pestes se vencen a fuerza de higiene. La higiene social tiene un

    nombre: verdad.La verdad ser el gran reactivo que nos devuelva a! dominio de nosotros

    mismos.Digamos, pongamos la verdad tercamente, sin arredrarnos por nada. Que

    la verdad sea el cautiverio implacable de todas las llagas que nos apestan,

    asfixindonos en una atmsfera de muerte. La verdad nos emancipar.

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    II

    La organizacin social y poltica del mundo civilizado descansa en una

    variable nocin del Derecho. Los pueblos salvajes rgense todava por el

    invariable derecho de la fuerza. Tericamente, estas dos aspiraciones, que son

    toda la filosofa y toda la ciencia en boga, resulvanseen una radical oposicin

    que supone como triunfo definitivo de la justicia el rgimen perpetuo del

    derecho.

    Los programas polticos y las tesis filosficas, parten del prejuici o univ ersal

    de que la realizacin del derecho es la finalidad tangible del progreso humano.

    Los tiempos brbaros corresponden a la fuerza bruta; los tiempos modernos a la

    evolucin indefinida de la idea de justicia.

    Estamos seguros de la legitimidad de esta idea? No ser el producto

    bastardo de un concubinaje infame?

    Se considera al hombre como miembro social cuyas funciones estn dadas

    de antemano por la ley comn. El derecho es el resultado de una legislacin y

    un producto de la combinacin numrica. Los metafsicos sutilizan hasta

    reducirlo a una nebulosa. Toda irreverencia hacia el moderno dolo, traduccin

    poltica del indeciso dios de los idealistas, es gravsimo pecado que la sociedad

    castiga con mano fuerte.

    Admira la fac ili dad con que una palabra gobi erna el mundo. Qu es el

    derecho ms que la misma fuerza organizada? Apenas un pueblo abandona el

    estado salvaje y se constituye en nacionalidad, apresurase a codificar la fuerza,

    regulando su ejercicio. Antes la fuerza era el elemento de lucha de que todos

    disponan a su antojo; es hoy patrimonio conferido a unos pocos, mediante leyesy decretos del poder, creado y mantenido por la fuerza. Todos los reglamentos y

    cdigos no son ms que reconocimiento y sancin de actos de fuerza; la

    constitucin, su ley suprema. Existen ciertamente diferencias, pero ms

    aparentes que reales: consisten en que cada ley o constitucin, cdigo o

    reglamento refleja, no el concepto cerrado de la fuerza primitiva, sino aquel otro

    que cada uno elabora para el gobierno del mundo; consisten tam bin en la dife-

    rente manera del ejercicio de la fuerza. La suavidad en las formas, el disimulo al

    exterior, distingue esta poca de las precedentes. Cierto que el seor de horca y

    cuchillo, de vidas y haciendas, no se parece al panzudo burgus de nuestros

    das, que envenena con los productos que fabrica o vende, o mata por avaricia,

    o sacrifica en el pozo de una mina centenares de existencias con tal de obtener

    mayores rendimientos. En el fondo, el burgus, como el seor feudal, se

    amparan en la fuerza. Hoy se llama a sta cdigo,

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    ley, constitucin. El progreso se reduce a la exaltacin de l barbarismo primitivo a

    principio de justicia inmutable. Cmo ha escapado a la crtica de la filosofa y de la demo cracia de este

    hecho evidente?La tradicin sirve de punto de partida al progreso y, natural mente, si las

    causas de la injusticia prevalecen, prevalecer la injusticia tambin. Dar a cada

    uno lo suyo, equivale a instituir una serie de preceptos con arreglo a los cuales

    pueden morirse de hambre millares de personas? El error es grave. Dcese que el hombre viene al mundo social con derechos

    y deberes. Ms no nace en el mundo fsico con necesidades que satisfacer? 'Por lo menos, en un principio el ejercicio de la fuerza tena s u excusa en la

    satisfaccin de las necesidades. Hoy pretndase escudarlo en una ficcin

    metafsica, estamos por decir teolgica A fuerza de hablar de derechos y

    deberes, a fuerza de edificar cas tillos sobre una preocupacin universal, a fuerza

    de sutilizar sobre la naturaleza de esta preocupacin, hase olvidado al hombre

    como organismo fisiolgico, como animal. El ciudadano no es una individualidad orgnica que siente necesidades

    reales y efectivas; es un ente de razn producto de lucubraciones extravagan tes.

    Con qu cmica gravedad se habla de los derechos del ciudadano! Con qu

    huera palabrera se encarece la libertad individual! Los derechos del ciudadano

    son siempre ilusorios, palabras bien sonantes que acarician el odo engaando

    al oyente. La libertad es el cebo con que se caza a los incautos, o jaula de

    pjaro hambriento. En el orden poltico el derecho es la consagracin de la

    esclavitud voluntaria: el ciudadano se somete hasta el punto de elegir sus amos.

    En el econmico, la libertad es la cb ala de la servidumbre: el ciudadano, para

    vivir, ha de someterse al jornal o sufrir la miseria; ni aun le queda la facultad de

    valorar su trabajo, puesto que si acomoda al patrn tendr que cruzarse de

    brazos. En el social, resumen y compendio de la vida poltica y econmica, el

    espritu de casta, todava pode roso, y la efectiva existencia de clases, son la

    ms completa afirmacin de que la fuerza es el nico derecho que subsiste a

    travs de los siglos en un mundo semibrbaro que se aprecia de civilizado. Nohablemos del orden religioso. Nacemos y morimos con la envoltura teolgica de

    lo transcendente, sometida la conciencia y la accin a los mandatos y

    sugestiones de la casta sacerdotal. Empeado el idealismo poltico y filosfico, remedo del religioso, en

    despojarnos de los atributos de la materia, hanos convertido y ha convertido las

    ideas en sutiles abstracciones que slo viven en las sublimidades inaccesibles

    de la mente, de un puado de visionarios. A una nocin metafsica del derecho,

    corresponde la metafsica nocin del ciudadano. Pero el hombre de carne y hueso subsiste, vive, poderoso con la excitacin

    constante de necesidades fsicas, morales e intelec tuales. En vano que demande

    satisfaccin a los forjadores de las leyes y de cdigos. El derecho, que es toda la

    filosofa de stos, permanecer insensible, sordo, ciego y mudo ante los

    aldabonazos de la naturaleza. La fisiologa de las funciones es una nigromancia

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    para los sabios del clasicismo. El estmago, el corazn, el cerebro, qu lesImportan?

    Ellos no ven, no quieren ver en el hombre un animal que come, siente ypiensa. Prefirenlo ciudadano que vota, obedece y trabaja. Por eso su lgica esla lgica de la propiedad individual, del privilegio poltico y de la sugestinreligiosa. Su mejor argumento es el fusil.

    El principio de la recompensa, de donde se deriva el Derecho, es el alfa yomega de la ciencia social.

    En teora se remunera el trabajo por el gasto de energa que la laborrepresenta. Prcticamente, el trabajo es una mercanca cuyo valor oscila amerced de la oferta y la demanda. Si el gasto de energa no est en relacincon las necesidades ni el mercado da un precio suficiente a cubrir aqullas,qu les importa a los teorizantes? La sociedad, segn ellos, no debe de hacerms que esto: premiar el mrito, pagar el trabajo, asalariar las actividadesdisponibles.

    La obra comienza en la escuela. Se estimula a los nios con el higu de unpremio y por temor al castigo; correlacin necesaria se llama esta figur a. As, lacuna del hombre se mece de la ambicin al miedo. Despus se entrega elindividuo al jornal, aumentando ste a medida que la mquina humana producems y mejor. As, el trabajo no es para el hombre ejercicio saludable por cuyomedio subviene a la satisfaccin de necesidades que no se tienen en cuenta,sino el potro donde se prueban sus fuerzas para concederle o no un certificadode bestia. Para aquellos a quienes se supone excepcionalmente dotados sereserva el incentivo de la ganancia, del tanto por ciento. Comerciantes eindustriales cobran el premio de un latrocinio. Ni aun los artistas y los sabiosescapan a esa regla. 0 aplauso pblico y el favor oficial agradan porquesignifican una recompensa positiva inmediata. Sin el acicate de la recompensano habra, segn la tesis, nios aplicados, hombres trabajadores, estudiosos,amantes de la belleza y de la ciencia. Parece que la humanidad tiene sobre latierra el destino fatal de disputar un premio en un record sin fin.

    Puede suceder, y sucede, que con tales enseanzas se pervierta o sedestruya la naturaleza del nio y se condene al hombre al sacrificio de suorganismo y su personalidad en holocausto de organismos superiores,individualidades privilegiadas que se degradan por la avaricia o perecen por elhartazgo. El amor al trabajo, al estudio, al arte, desviase por la bajeza de losms ruines sentimientos. Nadie piensa en la natural satisfaccin de lasnecesidades propias y generales, sino en la orga de las riquezas, en labacanal de todos los placeres fciles. El sabio y el artista, lo mismo que elobrero y el nio, se pervierten por la corrupcin que engendra el estimulo,trasunto de un egosmo insano que divide a los hombres y los lanza a unaguerra sin cuartel donde prevalecen la fuerza y la astucia. La humanidad secansa ya de tanta ficcin. Comienza a comprender que cuando se la habla delderecho de manifestacin, debiera hablrsela de la necesidad de manifestarse,que nada ni nadie puede destruir; que cuando se la encarece la libertad depensamiento y accin, habra de hablrsela de la necesidad imperiosa depensar y obrar, que nada ni nadie puede cohibir; que

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    cuando se la canta el derecho al trabajo, el derecho a la vida, con msica desirena, debiera simplemente reconocerse la necesidad de vivir. Son funcionesfisiolgicas respecto de las que la poltica y la filosofa representan unaintrusin. Y no es ste un asunto de palabras, sino una cuestin honda de lacual las palabras no son ms que signos exteriores de divergencia.

    El hombre es, ante todo y sobre todo, un animal que come, siente, piensa yhabla. Como todo ser organizado, tiene necesidades que satisfacer; comoanimal, necesidades fsicas; como hombre, necesidades morales eintelectuales. Sin el alimento que mantiene en pie al organismo, lasnecesidades morales e intelectuales no existiran. La necesidad de alimentarsees, pues, para el hombre, el primer mandato imperativo de la naturaleza. Deeste mandato se derivan los dems, como una cadena si n fin. El trabajo es unanecesidad ms que satisfacer. Los fisilogos, que saben mucho que ignoran lospolticos y los filsofos, prueban que el ejercicio es una necesidad del cuerpo,hasta el punto de que, para los que desdean mancharse las delicadas manoscon el trabajo material, se ha inventado la gimnstica, los juegos al aire libre,las regatas, las carreras y dems especies de deporte elegante.

    Qu relacin puede establecerse entre las necesidades individuales y lasenergas gastadas en el trabajo? Juan, que es ms forzudo que Pedro, llevar aste ventaja en un trabajo de resistencia. Una misma unidad de obra harlaJuan mucho ms pronto que Pedro y, en una misma unidad de t iempo, realizarel primero mayor cantidad de trabajo que el segundo, lo cual quiere decir quesiempre Juan ganar ms que Pedro. Pero Pedro, por lo mismo que es msdbil, necesitar seguramente mayor y ms nutritivo alimento, porque en larelacin de las necesidades y de las energas gastadas habr para l un grandficit siempre. Luego puede establecerse como regla general que lasnecesidades estn en razn inversa de las fuerzas. Condenaremos a Pedro aperpetua debilidad y a consuncin eterna?

    Ant onio, ms hb il que Diego , reali zar una obr a cualquiera mej or queste. Pero una mayor habilidad implica la realizacin ms fcil de dicha obra:

    Entonces Antonio gastar menos energa, trabajar menos que Diego en unamisma unidad de produccin. As, Antonio se hallar en el caso de restauraruna menor cantidad de energa gastada. Pero, segn la teora, ganar ms queDiego. Luego, cualquiera que sean las necesidades de uno y otro, se paga msal que menos fuerzas gasta. Luego tambin la retribucin del trabajo est enrazn inversa de la energa gastada, y como las necesidades guardan idnticarelacin con las fuerzas, debemos establecer que se paga mejor al que menosnecesidades tiene.

    Rosendo, que es ms inteligente que Joaqun, aprender ms pronto queste cualquier leccin o cualquier faena. Luego Joaqun, para aprender lomismo que Rosendo, tendr que hacer mayor esfuerzo intelectual. En suma:Joaqun gastar ms fuerzas, ms energas; tendr, por tanto, necesidad dereponer una mayor cantidad de fuerza empleada, a fin de devolver a suorganismo el equilibrio. Pero, segn las dos leyes anteriormente deducidas,Joaqun dispondr de menos elementos para satisfacer sus necesidades, parareponer sus fuerzas quebrantadas. Luego, finalmente,

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    se condena a Joaqun a creciente incapacidad fisiolgica y a progresiva miseria

    econmica.Resultado: que el principio de la recompensa no estimula ni al ms fuerte, ni

    al ms hbil, ni al ms inteligente, pero s reduce a impotencia absoluta y

    miseria perpetua al dbil, al inhbil y al torpe. Si para los primeros es fcil

    obtener un buen premio, es claro que la prome sa de ste no les estimula. Si

    para los segundos es casi imposible conseguir el mismo premio, y de hecho lo

    obtienen cada vez menor, es evidente que se le empuje a la deses peracin y al

    suicidio. Se paga, se nos dir, la aptitud, se retribuye el mrito, se recompensa

    la inteligencia. Y bien: una mayor aptitud una mejor disposicin para el trabajo,

    significa siempre gasto de energa; por tanto, menos necesidades que satisfacer.

    Organismos ms ricos en propiedades vitales aqullos, mantinense ms fcil -

    mente que stos. Dar ms al que menos necesita, equivale a colocar lo

    superfluo al lado de la miseria, en constante oposicin. Qu papel desempea en esta tremenda antinomia una nocin cualquiera

    del derecho?Toda filosofa idealista se derrumba ante observaciones tan elementales.

    Ciencia que olvide que el hombre es un animal con necesidades fsicas, morales

    e intelectuales, vendr forzosamente a tierra. Juristas y abogados, filsofos y

    polticos, necesitan unas cuantas lecciones de fisiologa. Cualquiera organizacin social, para ser duradera y equitativa, ha de

    descansar en el reconocimiento de las necesidades individuales y ha de tener

    por objeto su mejor y ms fcil satisfaccin. Organizar el trabajo es Igual a

    organizar los medios de satisfacer debidamente las necesidades generales. De

    aqu resulta que la organizacin de la sociedad se reduce a la del trabajo y la

    distribucin. Los infinitos modos de arribar a este organismo que produce,

    dis tribuye y consume, son el objeto de la sociologa, nueva ciencia que nace por

    oposicin al empirismo rutinario de la economa poltica. En vez de historiar los

    hechos cantando himnos de triunfo al capitalismo y a la explotacin, trtase hoy

    de indagar las leyes naturales que rigen el funcionalismo social, cual es la

    tendencia de la evolucin econmica y como se conquistar ms rpida yseguramente el bienestar. No se estudia lo que es sino para llegar a lo quedebiera sero ms propiamente a lo que ser. El mundo actual desmornase bajolos certeros golpes de la crtica. El mundo del porvenir asoma en el horizonte

    sensible del positivismo cientfico. Nadie, ms que los politicastros, se ocupa ya

    de la organizacin de los poderes y de la reglamentacin de l a vida social. La

    investigacin va por senderos ms despejados. Inquirese afanosamente la

    forma de organizar la solidaridad humana hacindola efectiva. Necesidades que

    satisfacer, funciones que desempear, relaciones mutuas que convenir,

    propendiendo abiertamente a la libertad total del individuo y a la igualdad de las

    condiciones, son los verdaderos trminos del problema que preocupa a la

    generacin presente. Y en orden tal de ideas novsimas y de aspiraciones

    generosas, la jerga poltico-filosfica de los derechos y deberes, el aquelarre de

    las leyes civiles, la grave y sesuda jurisprudencia y el arrogante militarismo

    quedan descartados por Intiles y por rancios.

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    El sacerdote, el soldado, el magistrado, el capitalista y el gobernante, han

    sido arrinconados al par que la rutina de pretendidas ciencias. La ciencia nueva

    ocpase preferentemente del pueblo en general y de sus necesidades y

    demandas. Ella no dice ni dir tal vez en mucho tiempo, cmo y en qu forma un

    prximo porvenir realizar la justicia. La experiencia, por un proceso de

    seleccin ir determinando la forma o formas ms equitativas del desenvol -

    vimiento del bello y positivo ideal que implica una amplia satis faccin de las

    necesidades generales. Nadie Intenta ya forjar el maana con arreglo a moldes

    de exclusiva invencin, porque se ha comprendido que la humanidad no se ha

    conformado, no se conforma, no se conformar jams a los caprichos de los

    inventores de sistemas sociales. Los decretos lanzados a la posteridad, son

    como burbujas de jabn que se disipan en el aire. Retrotraer el mundo a las condiciones regulares de un funcionalismo

    natural, es, probablemente, la verdadera solucin del problema, ya que todos los

    artificios han fracasado. El rgimen gubernamental, absoluto o parlamentario,

    personal o colectivo, no puede dar de s ms que la pantomima de la libertad

    civil y la caricatura de la igualdad al par que una anacrnica nocin de la justicia

    arrancada al principio de la recompensa. Por otra parte, el comunismo

    tradicional, lo mismo que la servidumbre y el proletariado, no producen ni

    producirn otra cosa que la miseria organizada. A pesar de todo, los hombres superiores continuarn la cantinela de

    nuestros derechos y de nuestros deberes, ms atentos, de seguro, a stos que

    aqullos. Poco Importa que todo cuanto se deriva del derecho no haya logrado

    aumentar en una parte infinitamente pequea el bienestar de los pueblos; nada

    dice a los sentidos que no haya hecho ms que poner impedimentos a una

    regular satisfaccin de las generales necesidades. Gobernados por la teolog a

    primero, por la poltica despus, se nos ha olvidado como hombres para

    esclavizarnos como bestias. La representacin grfica bel derecho es el ltigo

    empuado por un capataz de Ingenio.Continen los hombres superiores su letana. Rezan en el desierto,

    predican para sordos, pues que nadie les escucha. De nuestra parte, sacudiendotoda pretendida Inferioridad, recabamos obediencia a las leyes fsicas que la ley

    desconoce; pretendemos reintegrarnos a la naturaleza anulada por el artificio

    gubernamental; tratamos de destituirnos a la justicia por la libertad de accin

    ms completa y la ms plena Igualdad de condiciones econmicas para la vida.

    Seres dotados de rganos adecuados a funciones fsicas, morales e

    intelectuales, reclamamos la independencia total de nuestra personalidad,

    condicin indispensable a la integracin de sus elementos constituyentes.

    Romperemos todas las ligaduras que nos atan y seremos, despus de un largo

    cautiverio como esclavos, hombres en la plenitud de sus facultades.

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    El pujante avance del anarquismo, su poderosa accin dirigida contra elestado social presente, ha determinado entre literatos y filsofos, una tendenciade reaccin hacia las doctrinas cristianas. Algunos, pretendiendo vivir en sutiempo, se han dicho resueltamente socialistas, no sin aportar al socialismo elbagaje de las ideas tradicionalmente burguesas. De este ayuntamiento extraoha resultado el eclecticismo imperante que atiborra el cerebro popular de

    mixturas ideolgicas indigestas y obscurece el horizonte de las aspiracionesrevolucionarias.

    De todos lados han partido voces de humanidad, de paz y de amor. Se haproclamado el derecho de los pobres a la vida y a los goces de la vida; se hareconocido su beligerancia poltica, ensalzndolos y enaltecindolos. El arte seha dignado recordar que hay grandiosidad en la pobreza. Se poetiza mucho, sediscurre poco. Por eso resultan prcticamente nulos los esfuerzos del neo-misticismo sociolgico; porque se trata de una simple corriente de simpata, node una actividad racional racionalmente dirigida. La eficacia del remediocorresponde a la naturaleza de la sensacin del mal. Es necesario que laredencin se fe a la magnanimidad de los poderosos, a la beneficenciaorganizada y a la instruccin y bondad del pueblo. Es, en fin, preciso esperar aque el amor obre el milagro. Volvemos otra vez y siempre al cristianismo, a laresignacin, a la conformidad...

    Todos los sabios de la ctedra, todos los literatos y filsofos que hanenarbolado la 'bandera que el abate Froment pleg con el derrumbamiento desus infantiles ilusiones de creyente, olvidan o quieren olvidar la inutilidad de suspredicaciones para cambiar la naturaleza de las cosas; olvidan o quieren olvidar

    que hablan a intereses antagnicos, que no se llenan los estmagos vacos ni sedesvanecen los vapores de la hartura con peroratas fraternitarias, que no semodifica al hombre por el mandato de un cambio necesario. Los sabios de lactedra, los filsofos y los literatos se han planteado el problema prescindiendode los datos en funcin, de los cuales nicamente la incgnita puede serdespejada. Han prescindido y prescinden de la propiedad individual, origen de lamiseria; del poder organizado, causa de la esclavitud poltica; de la enseanzaoficial, coeficiente obligado de la ignorancia popular.

    La paz, en tales condiciones, slo es posible mediante la resignacin de losde abajo. La caridad de los de arriba no dar ms que apariencias de sosiego,paliar el mal, pero carece de eficacia para destruir la desigualdad social.

    Plantase la cuestin, una vez reconocida la existencia del pro-

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    blema, con el propsito de hallar los medios de que todos los hombres entren enel pleno goce de la existencia, de que todos disfruten de bienestar y de libertad;y la ctedra, la filosofa, la literatura, responden al estruendo del aldabonazo delpueblo recociendo la justicia de la reivindicacin y la necesidad de satisfacerperentoriamente las demandas de los miserables. Mas qu hacen? Proponenel allanamiento de todos los obstculos? Obran, en consecuencia, trabajandopor la destruccin de las causas del mal? Analizan estas causas y establecen lainjusticia de la propiedad, del salariado, de la legislacin y del gobierno?

    Los ms resueltos se conforman con puras abstracciones. La igualdadparceles admirable; la libertad, hermosa; la justicia, el supremo ideal 'humano.Y a rengln seguido esfurzanse en meter en el odre viejo de la organizacinsocial presente sus ideales del maana, sin percatarse de que el contenido real

    de la igualdad, de la libertad y de la justicia, es incompatible con este orden dejer arqu as , privil egios y coacc iones imperantes.

    Clamen en desierto si piden al Estado leyes protectoras, Igualdad en ladistribucin, justicia en las relaciones sociales. Claman en desierto si a los ricosexigen bondad y caridad, resignacin y mansedumbre a los pobres.

    Claman en desierto si pregonan la necesidad de resolver el conflicto pormedio de la amistad entre todos los hombres. Lo repetimos: el concurso del quemanda y del que obedece, del capitalista y del jornalero para la obra de la pazes, simplemente, absurdo. No puede haber entre ellos ecuacin de equidad.

    El proletario sabe bien que no puede amar en la sumisin; que no puederendirse al cario, a la fraternidad, con el que le explota; que no puedeconsiderar como hermano al que le acuchilla. Sabe que todas las leyes, auncuando lleven la etiqueta socialista o sindicalista, dejarn en pie la propiedadprivada y el gobierno. Escribiris en vuestros cdigos cuantas veces queris laigualdad, la libertad y la justicia; pero como no suprimiris ni al propietario, ni allegislador, ni al magistrado dice el jornalero, continuar sometido al quemanda, al que explota y al que juzga, y ser siempre Inferior a ellos, condenado

    antes y despus, a la resignacin que me esclaviza y a la miseria que meaniquila. No, no podr amar al dspota, y os regalo todas vuestras lindaslindezas retricas. Quiero la igualdad positiva de condiciones, la libertadcompleta de accin, la justicia que me permita y permita a todos la satisfaccinde las necesidades de pan, necesidades de instruccin, necesidades de arte.Estoy harto de vuestras metafsicas, de vuestras sutilezas tericas, de vuestrosacomodamientos estriles. Podis romper vuestros cdigos y vuestros decretos,que, aun cuando ellos contuvieran el mandato terminante de la libertad, de laigualdad y de la justicia, seran prcticamente tan ineficaces como la ha sidohasta el da el precepto cristiano del amor. Son los hechos y las cosas los quehay que atacar resueltamente, no slo su representacin.

    La lgica popular parecer brutal a la sabidura de ctedra, pero es hartoms cientfica y positiva que sus sofsticos escarceos a beneficio de lo existente,porque a priori lo supone inmutable y eterno.

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    IV

    Ricos somos en ideas, pobres en hechos. Hasta la razn llegan con

    bastante facilidad los teoremas de la lgica ideal; mas el rigorismo de la prctica

    encuentra difcilmente anchos caminos donde espaciarse. Los que dejamos

    vagar la imaginacin por el edn de l porvenir soado, con cunta frecuencia en

    la brutal realidad damos de bruces sin percatarnos de la irreducible

    contradiccin de nuestra conducta! Propagadores de ideales nuevos, ponemos casi siempre manos a la obra

    sin que acertemos a diferenciarnos en los detalles mil de la realidad, de aquellos

    otros que, fieles a la rutina, piensan y sienten y ejecutan al unsono como

    modelados e inspirados por la ms ntima concordancia entre la idea y el hecho.

    Cristalizan stos en el pasado; se estn formando aqullos con los jugos del

    presente y las brisas del porvenir. Somos el hoy que suea en el maana, qu mucho que la contradiccin

    sea flagrante!Mas en el Imperio de la razn, la consecuencia obliga. Hay necesidad de

    que al idealismo declamatorio, al continuo proclamar las excelencias de un

    principio, al reiterado pregn de las aspiraciones nuevas, respondan los hechos

    afirmando con su lgica cerrada aquellos o aquel mtodo, segn que la vidafutura ha de desenvolverse a la medida de nuestras concepciones.

    De todas las cracias y de todos los ismos que determinan nuestramentalidad o nuestro ideal, son los ms eficaces aquellos que encuentran

    mantenedores decididos en el terreno de la prctica. Una democracia que gana

    en jerarquas a los mismos poderes caducos; un socialismo que en materia de

    disciplina no tiene nada que envidiar al ejrcito mejor organizado; un anarquismo

    que, pasando de listo, establece oligarquasdisimuladas, podrn vivir saturados

    de grandes, muy grandes ideas, pero no acertarn jams a afirmar su grandeza

    en el ambiente de la vida, no lograrn jams traducirse en hechos,

    sugestionando y arrastrando tras s a la gran masa que carece de tiempo para

    entregarse a estudios filosficos.Hay un libro inmenso, ms elocuente que ninguno: el libro de todos, de la

    experiencia de todos. Que vayan unos cuantos a buscar y rebuscar entre las

    pginas del pobre saber humano la esencia misma de todas las razones;

    siempre la incontable muchedumbre quedarse o obscuras si esas razones no

    se las escribe en el libro universal de la realidad ambiente, de la prctica

    cotidiana.Caen, pues, las democracias porque el ideal no tiene traduccin eficaz en laexperiencia, porque la realidad no corresponde a lo

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    soado, aun cuando aquella sea fiel trasunto de un principio filosfico bien

    preciso. Fracasa el socialismo, cuando las gentes se percatan de que los

    adeptos de la buena nueva social no son sino tristes plagiarios de las cosas de

    antao. Fracasa igualmente el anarquismo cuando a poco que se hurgue, se

    encuentra en sus mantenedores, prximo a la cortez a libertaria, el material

    leoso y el corazn del autoritarismo.

    Confiados todos en que el milagro de la transformacin s e verifique como

    por encanto, damos rienda suelta a las palabras bellas, a las declamaciones

    tribunicias, a las ardorosas afirmaciones de la eterna aspiracin, sin que en la

    realidad se produzca ni un solo conato de experiencia del mtodo, de prctica

    del principio Y aun para engaarnos, buscamos fciles explicaciones a nuestra

    falta de correlacin y creemos haberlo hecho todo cuando nos lavamos de todaculpa en el Jordn del medio ambiente.

    En realidad de verdad, no se afirma as el porvenir. Buenas son las razones

    que sensibilizan el entendimiento; mejores los hechos que en l se graban para

    no borrarse jams. No es suficiente para afirmar la aspiracin anarquista aducir

    razones sobre razones y amontonar las pruebas dialcticas. En este terreno

    permanecera mucho tiempo como diletantismo de un puado de innovadores.

    Es necesario, adems, que los adeptos de aquel ideal lleven a la vida ordinaria,

    sobre todo a la vida societaria, las prcticas todas, las prcticas posibles del

    mtodo preconizado. Es necesario que vean las gentes como sin jerarquas se

    puede organizar un grupo y cien grupos, una asociacin grande o chica y una o

    ms federaciones de grupos, de colectividades, cualquiera que sea su natu-

    raleza y cualesquiera que sean sus fines. Es necesario que vean las gentes

    como sin previos reglamentos y sin imposiciones del nmero, los hombres

    pueden coordinar sus fuerzas y realizar una labor comn. Es necesario que vean

    las gentes como la solidaridad puede ser un hecho, con las limitaciones

    naturales del estado social presente, sin esas monstruosas ordenanzas que van

    sealando paso a paso y minuto a minuto, el modo y la forma de que el individuotraduzca aquello mismo que lleva en su constitucin y en su sangre, y, por

    aadidura, en su entendimiento. El anarquismo, como cualquiera otra doctrina,

    ha de llegar a la universalidad de las gentes por la mediacin de la experiencia.

    Es indispensable que se le lea en este gran libro, ya que, por otra parte, no

    todos pueden ir a buscarlo en los tratados de filosofa o de ciencia.

    Larga, muy larga, ser quiz esta obra. Tan larga como se quiera, demanda

    toda nuestra paciencia y toda nuestra perseverancia. Es as como se afirma un

    mtodo y es as como quisi ramos ver a cada momento traducido el ideal.

    Bajo ningn pretexto es disculpable que llevemos en los labios la palabra

    libertad sin que los hechos respondan de que son sinceras. No hay motivo de

    tctica, ni excusa de gastada habilidad que Impida a un anarquista, cuando

    realiza una obra de asociacin de propaganda, o de lo que fuere, realizarla

    conforme al mtodo que ensalza y encomia.

    Somos ricos en palabras y en ideas. Seamos ricos en hechos, que e s as

    como mejor se afirma el ideal.

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    V

    En tiempos no muy lejanos, era uso y costumbre entre los militantes del

    socialismo, del anarquismo y del sindicalismo, apelar a la Revolucin Social paratodos los menesteres de la propaganda, de la oratoria y hasta de la

    correspondencia privada. El abuso lleg a tal extremo, que la locucin pas a

    mejor vida completamente desgastada y sin provocar la ms ligera protesta.

    Este cambio en las costumbres no fue meramente de frmula, com o

    pudieran imaginarse los pocos versados en el movimiento social contemporneo.

    Ms o menos, todos creamos, a puo cerrado, que la Social estaba a la

    vuelta de cualquier esquina y que el da menos pensado bamos a encontrarnos

    en pleno reinado de la anhelada igualdad. Andando el tiempo, la imaginacin

    hizo plaza a la reflexin, el corazn cedi la preeminencia al entendimiento y

    fu monos dando cuenta de que por delante de nosotros haba un largo camino

    que recorrer, camino de cultura y de experimentac in, camino de lucha y de

    resistencia, camino indispensable de preparacin para el porvenir. Y todos nos

    pusimos a estudiar, y todos, estudiando, aprendimos a luchar, a propagar, hasta

    hablar con maneras nuevas que correspondan a maduras reflexiones. E l cambio

    en el uso de las locuciones que parecan insustituibles, respondi al cambio de

    las ideas y los sentimientos que, al precisarse, se hicieron ms exactas y msconformes a la realidad.

    Tal novedad, no lo es si se tiene en cuenta la exuberancia de a vida en los

    primeros aos. No hay juventud sin bellos ensueos, sin arrebatos de pasin, sin

    irreprimibles entusiasmos.

    Es claro que no por esto, los que hemos sido revolucionarios hemos dejado

    de serlo. Ms en los hechos que en las palabras, la tctica revolucionaria

    persiste y gana an a los que andan reacios en poner de acuerdo la conducta

    con las ideas.

    Nadie cree que la revolucin sea cosa de inmediata factura, pero se labora

    cada vez ms conscientemente por acelerar todo lo posible el advenimiento de la

    sociedad nueva. Y en este derrotero, las palabras son lo de menos; a veces son

    un estorbo, o una necedad, o una preocupacin.

    Hacer conciencias; dar luz, mucha luz, a los cerebros; poner a comps

    hechos y principios; realizar cuanto ms mejor, aquella parte esencial de las

    ideas que nos distingue de los acaparadores de la vida; combatir sin tregua y

    firmemente todas las fuerzas retardatrices del progreso humano, es trfago

    revolucionario de los

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    tiempos modernos bien saturados de ideales y de aspiraciones novsimos.

    En nuestros das, las multitudes proletarias actan precisamente en este

    sentido. Aun cuando no estn unnimemente penetradas del ideal, como el ideal

    est en el ambiente y el espritu revolucionario las ha penetrado por completo,

    ellas obran conscientes de su misin renovadora y van en derechura a

    emanciparse de todos los ataderos que les sujetan a inicua servidumbre.

    Qu importa que la palabra revolucin no est en sus labios, s la

    revolucin est en sus pensamientos y en sus hechos?

    La certidumbre del revolucionarismo proletario, bien nos compensa de aquel

    extinguido uso de palabras altisonantes que no dejaban tras s rastro de

    provecho.

    Ms como en achaques sociales se dan las mismas le/es que en todas

    suertes de mudanzas humanas, no se extingui la ingenuidad revolucionaria de

    los primeros tiempos sin dejar, como recuerdo, la mueca de la juventud pasada.

    Nos quedan los voceros de la revolucin, los anacrnicos gritadores de oficio,

    los que se entusiasman y embelesan con lo grotesco, con lo vulgar y necio de

    las palabras y estn ayunos del contenido ideal de las expre siones. Es fruto

    natural de la incultura sociolgica o del incompleto conocimiento de los

    principios revolucionarios. Con el mejor deseo, con la mayor naturalidad, sanos

    de corazn y de pensamiento, algunos, no sabemos si pocos o muchos, no

    tienen de la revo lucin y del futuro otra idea que la violencia, las palabras

    fuertes, los gritos selvticos, los gestos brutales. Antjaseles que el resto es

    cosa burguesa, de afeminados, o cuando ms de revolucionarios tibios, pronto a

    pasarse al enemigo. Para merecer el ttulo de revolucionario es menester gritar

    mucho, bullir mucho, manotear y gesticular como posedos. No discutis un

    hecho por bestial que sea, por cruel, por antihumano que os parezca. Al punto os

    tacharn de reaccionarios.

    Hay en las filas revolucionarias, con distintas etiquetas, bastantes

    cultivadores de la barbarie. No se es revolucionario si no se es brbaro. Todavahay muchos que piensan que el problema de la emancipacin se resuelve muy

    sencillamente a tiros, o con la poda y corta de las ramas podridas del rbol

    social.

    No decimos nosotros que no sea necesaria la fuerza, que no sea fatalmentenecesario podar, y cortar, y sajar; no decimos nosotros que el revolucionarismo

    consista en abrir las ostras por la persuasin; pero de esto a resumir en una

    feroz expresin de brutalidad humana la lucha por un ideal de justicia para

    todos, de libertad y de igualdad para todos, hay un abismo en el que no

    queremos caer.

    No voceros de la revolucin, sino conscientes de la obra revo lucionaria, tan

    larga o corta como haya de ser, necesita la humana empresa de emancipacin

    total en que andamos metidos los militantes por los ideales del porvenir.

    Sin importarnos un adite de los gritadores profesionales, apesumbrados con

    los Inconscientes gritadores que lealmente, sincera-

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    mente, creen servir a la revolucin a voces y a manotazos, nosotros nos

    afirmamos en nuestras convicciones de siempre, diciendo a todos:

    Revolucionarios, s; voceros de la revolucin, no.

    R. MELLA