jung, c. g. - tipos psicológicos

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  • 554 CARL GUSTA V JUNG

    muestra ya el propio lenguaje, que califica de actividad lo primero y de estado lo segundo. El sentir no dirigido es intuicin sentimental. En sentido riguroso, por tanto, slo debera ser calificado de racional el sentir activo, dirigido, y, en cambio, el sentir pasivo debera ser calificado de irracional, por cuanto establece valores sin la interven-cin del sujeto e incluso, en ocasiones, contra la voluntad de l.

    900 Si la actitud global del individuo se orienta hacia la funcin del sentir hablamos de un tipo sentimental (v. Tipo).

    901 SMBOLO (Symbol). En mi concepcin el concepto de smbolo es rigurosamente distinto del concepto de mero signo. El significado simblico y el significado semitico son dos cosas enteramente dis-tintas. Ferrero70 habla en su libro, si se toman las cosas con rigor, no de smbolos, sino de signos. Por ejemplo, el antiguo uso de entregar al comprador un puado de hierba al vender un terreno podra califi-carse vulgarmente de "simblico", mas por su naturaleza es algo completamente semitico. El puado de hierba es un signo, que sus-tituye a la totalidad del terreno. La rueda con alas de los empleados del ferrocarril no es un smbolo del ferrocarril, sino un signo que indica la pertenencia a la sociedad ferroviaria. El smbolo, en cam-bio, presupone siempre que la expresin elegida es la mejor designa-cin o frmula posible de una situacin factual relativamente desco-nocida, pero cuya presencia se conoce o se exige. Por ello, si llamamos smbolo a la rueda con alas del empleado del ferrocarril, con ello diramos que aquel hombre tiene que ver con un ser desco-nocido que no cabra expresar mejor ni de otra manera que mediante una rueda con alas.

    902 Toda concepcin que explique la expresin simblica como una analoga o designacin abreviada de una cosa es una concepcin semitica. Una concepcin que explique la expresin simblica como la mejor formulacin posible y, por tanto, como la formulacin ms clara y caracterstica que por el momento puede hacerse de una cosa relativamente desconocida es una concepcin simblica. Una concep-cin que explique la expresin simblica como la parfrasis o reconfi-guracin intencionada de una cosa conocida es una concepcin aleg-rica. La explicacin de la cruz como smbolo del amor divino es semitica, pues "amor divino" designa de un modo ms certero y

    70. FERRERO: Les lois psychologiqlles dll symbolisme. 1895.

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    mejor que una cruz (la cual puede tener otros muchos significados) la situacin factual que se quiere expresar. En cambio es simblica la explicacin de la cruz que la ve, ms all de todas las explicaciones imaginables, como expresin de una situacin factual que hasta ese momento es desconocida, incomprensible, mstica, trascendente, o sea, como una situacin factual, por lo pronto psicolgica, que como ms certeramente puede ser representada es con la cruz.

    Mientras un smbolo est vivo es la expresin de una cosa que no 903 cabe designar de mejor manera que con l. El smbolo slo est vivo mientras se halla preado de significado. Pero si el smbolo ha dado a luz su sentido, esto es, si ha sido encontrada la expresin que formula mejor que el smbolo usado hasta ese momento la cosa buscada, aguardada o presentida, entonces el smbolo muere, es decir, ya no tendr ms que un significado histrico. Por ello puede seguir hablndose de l como de un smbolo, bajo el presupuesto tcito de que est hablndose de lo que l era cuando an no haba dado a luz su expresin mejor. El modo y manera como San Pablo y la antigua especulacin mstica cristiana tratan el smbolo de la cruz muestra que para ellos la cruz era un smbolo vivo, que representaba de manera insuperable algo inefable. Para toda explicacin esotrica el smbolo est muerto, pues el esoterismo ha dado de l una expresin mejor -a menudo presuntamente mejor-, con lo cual se convierte en mero signo convencional de unas conexiones que son conocidas de manera ms completa y mejor de otro modo. Slo para el punto de vista exotrico est siempre vivo el smbolo.

    Una expresin que se emplea para designar una cosa conocida no 904 pasa nunca de ser un mero signo y jams es un smbolo. Por ello es completamente imposible crear un smbolo vivo (esto es, un smbolo preado de significado) a partir de conexiones conocidas. Pues lo creado de esa manera no contiene nunca ms que aquello que dentro de l se ha puesto. Todo producto psquico puede ser concebido como smbolo siempre que sea la mejor expresin posible en ese momento de una situacin factual desconocida o slo relativamente conocida hasta entonces, y siempre que nos inclinemos a admitir que la expresin quiere designar tambin aquello que slo est presenti-do, pero an no est claramente sabido. Toda teora cientfica, en la medida en que incluye una hiptesis, esto es, una designacin antici-pada de una situacin factual que en lo esencial es an desconocida,

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    es un smbolo. Asimismo es un smbolo todo fenmeno psicolgico, si se supone que dice y significa ms cosas y otras cosas que las que dice y significa y que se sustraen a nuestro conocimiento actual. Tal suposicin es posible sin ms en todos los sitios donde haya una consciencia cuya actitud se oriente hacia ulteriores posibilidades de significado de las cosas. Slo es posible ah, y slo es posible para la misma consciencia, all donde ella misma haya producido una expre-sin que pretende decir justo todo aquello que quera decir la inten-cin que la ha producido, por ejemplo una expresin matemtica. Mas para otra consciencia no existe en modo alguno esa limitacin. Ella puede concebir tambin la expresin matemtica como smbolo de una situacin factual psquica desconocida, escondida en la inten-cin de su produccin, con tal de que sea demostrable que esa situa-cin factual no le es conocida a quien ha creado la expresin semiti-ca y que, por tanto, no poda ser objeto de una utilizacin consciente.

    905 Que algo sea un smbolo o no lo sea es algo que depende en primer lugar de la actitud de la consciencia que lo contempla; por ejemplo, de un entendimiento que ve la situacin factual dada no slo como tal, sino tambin como expresin de algo desconocido. De ah que sin duda sea posible que alguien produzca una situacin factual que a su contemplacin no le parezca en modo alguno simblica, pero s se lo parezca a otra consciencia. Tambin es posible el caso inverso. Hay, de todos modos, productos cuyo carcter simblico no depende meramente de la actitud de la consciencia que los contempla, sino que se revela de por s en una influencia simblica sobre el contem-plador. Son aquellos productos conformados de tal manera que ten-dran que carecer de cualquier sentido si no poseyesen un sentido simblico. Un tringulo con un ojo dentro de l es algo que, como pura facticidad, carece hasta tal punto de sentido que es imposible que el contemplador pueda considerarlo como un pasatiempo mera-mente casual. Semejante figura impone de manera inmediata y apre-miante una concepcin simblica. Tal efecto queda reforzado o bien por una aparicin frecuente e idntica de la misma figura o bien por el modo especialmente cuidadoso de su produccin, la cual es, en efecto, expresin de un valor especial puesto en ella.

    906 Los smbolos que no causan el efecto que acabamos de describir son o bien smbolos muertos, esto es, smbolos que han quedado superados por una formulacin mejor, o bien productos cuya natura-

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    leza simblica depende exclusivamente de la actitud de la conscien-cia que los contempla. Podemos calificar abreviadamente de actitud simblica esa actitud, que concibe como simblico el fenmeno dado. Slo en una parte est justificada tal actitud por el comporta-miento de las cosas, pero en la otra parte es la emanacin de una determinada visin del mundo, la cual atribuye, en efecto, un sentido a los acontecimientos, sean grandes o pequeos, y pone en ese senti-do un cierto valor, que es mayor que el que pone en la pura factici-dad. A tal visin se opone una visin diferente, que pone siempre el acento en la pura facticidad y que subordina el sentido a los hechos. Para esta ltima actitud no existen smbolos en ningn sitio en que el simbolismo se basa exclusivamente en el modo de contemplar las cosas. En cambio, tambin para ella existen smbolos, a saber, justo aquellos que incitan al contemplador a sospechar un sentido oculto. Una imagen de un dios con cabeza de toro puede, ciertamente, ser explicada como un cuerpo humano que tiene plantada encima una cabeza de toro. Pero esa explicacin difcilmente podra contrapesar la explicacin simblica, pues el smbolo es demasiado apremiante como para que se lo pueda pasar por alto.

    Un smbolo que muestre apremiantemente su naturaleza simblica 907 no por ello necesita ser ya un smbolo vivo. Puede causar efecto, por ejemplo, meramente en el entendimiento histrico o filosfico. Despierta un inters intelectual o esttico. Pero se dice que un smbo-lo est vivo tan slo cuando tambin para el contemplador es la mejor y ms alta expresin posible de lo presentido y an no sabido. En tales circunstancias produce una participacin inconsciente. Tiene un efecto engendrador de vida y favorecedor de la vida. Como dice Fausto: "De qu modo tan diferente causa efecto en m ese signo ... ".

    El smbolo vivo formula un fragmento inconsciente esencial, y 908 cuanto ms universal sea la difusin de ese fragmento, tanto ms uni-versal ser tambin la accin del smbolo, pues roza en cada uno la cuerda que le es afn. Dado que, de un lado, el smbolo es la mejor expresin posible y, para una poca dada, la expresin insuperable de algo desconocido, el smbolo ha de surgir de lo ms diferenciado y complicado que haya en la atmsfera espiritual de esa poca. Pcro dado que, de otro lado, el smbolo vivo ha de incluir en s lo que de afn hay en un gran grupo humano, para poder influir en l, ello hace que tenga que captar justo aquello que puede ser comn a un gran

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    grupo humano. Y esto nunca puede ser lo sumamente diferenciado, lo ms alto asequible, pues quienes alcanzan y entienden eso son slo los menos, sino que tiene que ser algo todava tan primitivo que su omnipresencia est fuera de toda duda. Slo cuando capta eso y lo expresa de la manera ms alta posible tiene el smbolo un efecto uni-versal. En eso consiste el efecto poderoso y a la vez redentor de un smbolo social vivo.

    909 Yeso mismo que he dicho aqu del smbolo social rige tambin para el smbolo individual. Hay productos psquicos individuales que poseen un evidente carcter simblico y que impelen sin ms a con-cebirlos simblicamente. Para el individuo tienen un significado fun-cional parecido al que tiene el smbolo social para un gran grupo humano. Pero esos productos no son nunca de proveniencia exclusi-vamente inconsciente, sino que surgen de una equilibrada coopera-cin de ambos factores. Los productos puros de la consciencia, as como los productos exclusivamente inconscientes, no son eo ipso convincentemente simblicos, sino que el reconocerles el carcter de smbolos depende de la actitud simblica de la consciencia que los contempla. Mas tambin esos productos pueden ser concebidos asi-mismo como hechos condicionados de manera puramente causal, ms o menos en el sentido en que se puede concebir el exantema rojo de la escarlatina como "smbolo" de la escarlatina. De todos modos, en ese caso se habla, con toda razn, de "sntoma" y no de "smbo-lo". Por ello, a mi parecer, FREUD, desde su punto de vista ha hablado con toda razn no de acciones simblicas, sino de acciones sintom-ticas7l , pues para l esos fenmenos no son simblicos en el sentido aqu definido, sino que son signos sintomticos de un proceso funda-mental determinado y conocido por todos. Hay, naturalmente, neur-ticos que conciben como smbolos sumamente llenos de significado sus productos inconscientes, los cuales son ante todo y principalmen-te sntomas patolgicos. Pero en general no es ese el caso. Al contra-rio, el neurtico de hoy se inclina demasiado a concebir tan slo como "sntoma" tambin lo que est lleno de significado. El hecho de que sobre el sentido y el sinsentido de las cosas haya dos concep-ciones distintas, que se contradicen mutuamente y que son defendi-das con ardor por un bando y por otro, nos ensea que hay manifies-

    7l. FREUD: Zllr psyc/0l'ath%gie des Alltags/ebens.

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    lamente procesos que no expresan ningn sentido especial, que son meras consecuencias, nada ms que sntomas, y que hay otros proce-sos que llevan en s un sentido oculto, procesos que no se derivan slo de algo, sino que ms bien quieren llegar ellos a ser algo y que por eso son smbolos. El decidir dnde tenemos que habrnoslas con sntomas y dnde tenemos que habrnoslas con smbolos es algo que depende de nuestro tacto y de nuestra crtica.

    El smbolo es siempre un producto de naturaleza sumamente com- 910 pleja, pues se compone de los datos de todas las funciones psquicas. A consecuencia de eso no es ni de naturaleza racional ni de naturale-za irracional. Tiene, ciertamente, un lado que es accesible a la razn, pero tambin un lado que es inaccesible a la razn, por cuanto est compuesto no slo de datos de naturaleza racional, sino tambin de los datos irracionales de la pura percepcin interna y externa. La abundancia de presentimientos y la preez de significado del smbolo son cosas que hablan tanto al pensar como al sentir, y su peculiar carcter de imagen, cuando se configura en una forma sensorial, esti-mula tanto la sensacin como la intuicin. El smbolo vivo no puede producirse en un espritu obtuso y poco desarrollado, pues semejante espritu se dar por contento con el smbolo ya existente, tal como lo ofrece la tradicin. Slo el anhelo de un espritu muy desarrollado, al que el smbolo ofrecido no le transmite ya la suprema conjuncin en una expresin, puede engendrar un nuevo smbolo. Pero dado que el smbolo brota precisamente de la conquista espiritual suprema y lti-ma de ese espritu y a la vez ha de incluir los ms hondos fundamen-tos de su ser, el smbolo no puede brotar unilateralmente de las fun-ciones espirituales ms altamente desarrolladas, sino que ha de surgir tambin, en igual medida, de los movimientos ms bajos y primiti-vos. Para que sea posible tal cooperacin de estados opuestos es pre-ciso que ambos coexistan de modo consciente en plena oposicin. Tal estado tiene que ser una violentsima discordia consigo mismo, y. ciertamente, en el sentido de que la tesis y la anttesis se niegan rec-procamente y el yo tiene que reconocer, sin embargo, su participa-cin incondicional en ambas. Pero si se da una inferioridad de una de las partes. entonces el smbolo ser preponderantemente el producto de la otra parte y en esa misma medida ser tambin menos smbolo que sntoma, a saber, sntoma de una anttesis oprimida. Pero en la medida en que un smbolo es mero sntoma, carece tambin de la

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    accin liberadora, pues no expresa el completo derecho a la existen-cia de todas las partes de la psique, sino que trae a la memoria la opresin de la anttesis, aun cuando la consciencia no se d cuenta de ello.

    911 Mas si existe una plena igualdad y unos derechos iguales de los opuestos, cosa atestiguada por la participacin incondicional del yo en la tesis y en la anttesis, entonces se crea con ello una detencin del querer, pues ya no es posible querer, dado que cada motivo tiene a su lado el motivo opuesto, que es igual de fuerte que l. Como la vida no tolera nunca una detencin, surge entonces un estancamiento de la energa de la libido, que conducira a un estado intolerable si de la tensin de los opuestos no surgiese una nueva funcin unificadora, que lleva ms all de los opuestos. Ahora bien, esa funcin surge de modo natural de la regresin de la libido causada por el estancamien-to. Dado que la total discordia de la voluntad ha hecho imposible un progreso, la libido corre hacia atrs, la corriente refluye hacia la fuente, por as decirlo, esto es, dada la detencin e inactividad de la consciencia surge una actividad de lo inconsciente, donde lienen su raz comn, arcaica, todas las funciones diferenciadas, donde subsiste aquella mezcla de los contenidos de los que la mentalidad primitiva an muestra numerosos residuos.

    912 La acLividad de lo inconsciente saca entonces a la luz un contenido constelado en igual medida por la tesis y por la anttesis y que se comporta con ambas de una manera compensadora (v. Compensacin). Como ese contenido muestra una relacin tanto con la tesis como con la anttesis, fonna una base intennedia en la cual pueden unirse los opuestos. Consideremos, por ejemplo, la oposicin entre la sensorialidad y la espiritualidad; el contenido intermedio, nacido de lo inconsciente, ofrece, en virtud de su abundancia de rela-ciones espirituales, una expresin aceptable a la tesis espiritual, y aprehende, en virtud de su carcter sensorial visualizable, la anttesis sensorial. El yo desintegradoentre tesis y anttesis encuentra en esa base intermedia su opuesto complementario, su expresin nica y propia, y se apodera vidamente de ella para redimirse de su desinte-gracin. De ah que la tensin de los opuestos desemboque en la expresin intermedia y defienda esa expresin contra la lucha de los opuestos, lucha que enseguida se inicia en ella y por ella, pues ambos intentan disolver la nueva expresin en el sentido propio de cada

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    uno. La espiritualidad quiere hacer de la expresin de lo inconsciente algo espiritual, mas la sensorialidad quiere hacer de ella algo senso-rial; la primera quiere crear con ella ciencia y arte, la segunda, viven-cias sensoriales. La disolucin del producto inconsciente en lo uno o en lo otro se consigue si el yo no estaba completamente desintegrado, sino que se encontraba ms en un lado o en el otro. Pero si uno de los lados consigue disolver el producto inconsciente, no slo ste cae de ese lado, sino que tambin cae de ese mismo lado el yo, con lo cual surge una identificacin del yo con la funcin ms favorecida (v. Funcin inferior). A consecuencia de cllo la desintegracin se repeti-r ms tarde en un nivel ms elevado.

    Pero si, a consecuencia de la solidez del yo, ni la tesis ni la antte- 913 sis consiguen disolver el producto inconsciente, lo que con ello se manifiesta es que la expresin inconsciente es superior tanto a la una como a la otra. La solidez del yo y la superioridad de la expresin intermedia sobre la tesis y sobre la anttesis a m me parecen con'ela-tos que se condicionan mutuamente. A veces da la impresin de que la solidez de la individualidad innata es lo determinante, y a veces da tambin la impresin de que la expresin inconsciente posee una fuerza superior, que induce al yo a una solidez incondicional. Pero en realidad acaso lo que ocurra es que la solidez y determinacin de la individualidad, de un lado, y la superior fuerza de la expresin inconsciente, de otro, no sean ms que signos de una y la misma situacin factual.

    Si la expresin inconsciente se conserva de ese modo, entonces 914 forma una materia prima que no cabe disolver, sino conformar, una materia prima que se convierte en objeto comn de la tesis y de la anttesis. Con ello se transforma en un contenido nuevo, que domi-na la actitud entera, anula la desintegracin e impone un cauce comn a la fuerza de los opuestos. As queda anulada la paraliza-cin de la vida, que puede de ese modo volver a fluir con nueva fuerza y nuevas metas.

    He llamado funcin transcendente a la totalidad del proceso que 915 acabo de describir; aqu no entiendo por "funcin" una funcin bsi-ca, sino una funcin compleja, compuesta de otras funciones, y con "transcendente" no quiero significar una cualidad metafsica, sino el hecho de que mediante esa funcin se crea un trnsito de una actitud a la otra. La materia prima trabajada por la tesis y la anttesis, materia

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    que en su proceso de confonnacin unifica los opuestos, es el smbo-lo vivo. En su materia prima, que durante una larga poca no cabe disolver, est su riqueza de presentimientos, y en la figura que su materia prima recibe merced a la accin de los opuestos est su accin sobre todas las funciones psquicas. Indicios de los fundamen-tos del proceso de formacin de smbolos se encuentran en las esca-sas noticias que tenemos sobre los perodos de iniciacin de los fun-dadores de religiones, por ejemplo Jess y Satans, Buddha y Mara, Lutero y el diablo, Zuinglio y sus precedentes mundanos, la renova-cin de Fausto por el contrato con el diablo en GOETHE. En As habl Zaratustra encontramos hacia el final un certero ejemplo de la opre-sin de la anttesis en la figura de "el ms feo de todos los hombres".

    916 S-MISMO (Selbst)72. En cuanto concepto emprico llamo s-mismo al c..Q!ilimto ntegm_de todos los fenmenos psquicos q!le se daD en c:L~Lhumano .. El s-mismo expresa la unidad y totalidad de la perso-nalidad global. Pero en la medida en que esta ltima, a consecuencia de su componente inconsciente, nunca puede ser consciente sino de manera parcial, propiamente el concepto de s-mismo es emprico slo en parte y, por tanto, en esa misma medida es un postulado. Dicho con otras palabras, el concepto de s-mismo engloba cosas experimentables y cosas no experimentables o que an no han sido experimentadas. Esas propiedades las tiene en comn con muchsi-mos conceptos de las ciencias naturales, los cuales son ms bien nombres que ideas. En la medida en que la totalidad -que s~

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    ra circuli,"fUZ, etc. En la medida en que representa una complexio - -,-.- - - -~. - .. ' oppositorum, una unin de contrarios, el s-mismo tambin puede aparecer como una dualidad unificada, tal, por ejemplo, el Tao, unin de la fuerza del Yang y del Yin, o la pareja de hermanos, o el hroe y su antagonista (dragn, hermano enemigo, enemigo mortal, Fausto y Mefistfeles, etc.); es decir, empricamente el s-mismo aparece como un juego de luz y de sombra, aunque conceptualmente es entendido como totalidad y, por tanto, como unidad en la que estn unidos los opuestos. Dado que semejante concepto no es visualizable -tertium non datur-, tambin por esta razn es transcendente. Tal concepto sera incluso -lgicamente- una especulacin ociosa si no designase y nombrase los smbolos de unidad que estn presentes en la prctica. El s-mismo no es una idea filosfica, pues no enuncia su propia existencia, es decir, no la hipostasa. Intelectualmente tiene tan slo el significado de una hiptesis. En cambio, sus smbolos empricos poseen con mucha frecuencia una significativa numinosi-dad (por ejemplo, el mndala), esto es, un valor sentimental a priori (por ejemplo, Deus es! circulus .. . , el tetrctilo pitagrico. la cuaterni-dad, etc.), y con ello se revela como una representacin arquetpica, que se distingue de otras representaciones del mismo gnero por ocu-par un lugar central, en correspondencia con la importancia de su contenido y de su numinosidad.

    SINTTICO (Synthetisch): v. Constructivo. 917 TIPO (Typus). El lipa es un ejemplo o modelo que reproduce de 918

    manera caracterstica el carcter de un gnero o generalidad. En el sentido estricto utilizado en este libro el tipo es un modelo caracters-tico de una actitud (v. Actitud) general presente en muchas formas individuales. De las numerosas actitudes existentes y posibles yo destaco en este libro en conjunto cuatro, a saber, aquellas que se orientan principalmente hacia las cuatro funciones psicolgicas bsi-cas (v. Funcin), es decir, hacia el pensamiento, el sentimiento, la intuicin y la sensacin. En la medida en que una de tales actitudes es habitual y con ello otorga una determinada impronta al carcter del individuo, hablo de lipa psicolgico. Estos tipos. basados en las cuatro funciones fundamentales, a los que se puede llamar tipo inte-lectual, tipo sentimental, tipo intuitivo y tipo sensorial, tambin cabe dividirlos en dos clases, de conformidad con la cualidad de las fun-ciones bsicas, a saber: en tipos racionales y tipos irracionales. De la

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    primera clase forman parte el tipo intelectual y el tipo sentimental, de la segunda, el tipo intuitivo y el tipo sensorial (v. Raciona/, Irracional). Todos los tipos bsicos pueden pertenecer tanto a una como a otra de esas dos clases, segn que su actitud predominante sea ms introvertida o ms extravertida. Un tipo intelectual puede formar parte de la clase introvertida o de la clase extravertida, yeso mismo puede ocurrir con cualquier otro tipo. La distincin en tipos racionales y tipos irracionales es un punto de vista diferente y no tiene nada que ver con la introversin y la extraversin.

    919 En dos estudios provisionales sobre la teora de los tipos73 no he distinguido el tipo intelectual y el tipo sentimental del tipo introverti-do y el tipo extravertido. Al reclaborar completamente el material he visto que es preciso tratar el tipo introvertido y el tipo extravertido como categoras de orden superior a los tipos de funcin. Tal separa-cin concuerda tambin por completo con la experiencia, por cuanto es indudable, por ejemplo, que existen dos tipos sentimentales, uno cuya actitud se orienta ms hacia su vivencia sentimental y otro cuya actitud se orienta ms hacia el objeto.

    920 VOLUNTAD (WilLe). Entiendo por voluntad la suma de energa ps-quica de que puede disponer la consciencia. El proceso de la volicin sera, segn esto, un proceso energtico desencadenado por una moti-vacin consciente. Yo no llamara, por tanto, proceso de volicin a un proceso psquico que estuviera condicionado por una motivacin inconsciente. La voluntad es un fenmeno psicolgico que debe su existencia a la cultura y a la educacin moral, pero del que carece en gran medida la mentalidad primitiva.

    921 YO (Iclz). Entiendo por "yo" un complejo de representaciones que constituye para m el centro del campo de mi consciencia y quc _ _llli parecer posee una elevada continuidad e identidad consigo mismo._ De ah que hable tambin del complejo del yo74. El complejo del yo es tanto un contenido de la consciencia como una condicin de la consciencia (v. Consciencia), pues para m un elemento psquico es consciente en cuanto est referido al complejo del yo. Pero en la

    73. JUNG: lur Frage da psyclw/ogischen TYl'en (pargrafos 931950 de este volumen); ade-ms: Di/' Psyclw/ogie da IInbewussren Prozesse (Versin revisada: Oba die Psyclltl/ogie des UllbewlIssletl (ahora en el vol. V[l de las Obras Completas).

    74. JUNG: Ober die Psyclw/ogie der demenliu I'raecox, p. 45 (ahora en el vol. III de las Obras Completas).

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    medida en que el yo es s6lo el centro del campo de mi consciencia, no es.j9Gntjcoa la totalidad de mi psique, sino que es meramente un complejo entrk otros complejos. De ah q~e yo establezca una distin-ci6n entre el yo y el s-mismo, por cuanto el'yQ_~s_Slo el sujeto de ~i cQnscienciil .... pero ~_ s-mismo es elsujet() de mi psique ente.ra, ~am- , bin, por tanto,,~~~ .!~_p.~.ique ,inconsciente. En este sentido eJ s:.~isITl.?. sera una magmtud (idcal) que incluye en s el yo. El s-mismo gusta d-e- pn~cere Jafantasfit inconsciente como personalidad de orden superior o personalidad ideal, a la manera como aparece Fausto en GOETHE y Zaratuslra en NIETZSCHE. En raz6n de tal idealidad los ras-gos arcaicos del s-mismo han sido representados tambin como separados del s-mismo "superior", como ocurre en GOETHE con la figura de Mefistfeles, en SPIITELER con la figura de Epimeteo y en la psicologa cristiana con el diablo o Anticristo; en NIETZSCHE Zaratustra descubre su sombra en "el ms feo de todos los hombres".

  • CONCLUSIN

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    En nuestro tiempo, en el cual ha venido desarrollndose sobre la base 922 de las conquistas de la Revolucin francesa, Libert, Egalit, Fraternit, una amplia corriente espiritual de ndole social, que no slo rebaja o eleva a un nivel general e idntico los derechos polticos, sino que tambin cree poder eliminar mediante regulaciones o nivelaciones externas la infelicidad, en un tiempo como ste es sin duda una tarea verdaderamente ingrata hablar de la absoluta desigualdad de los ele-mentos que componen una nacin. Aunque desde luego es una bella cosa que todos los hombres sean iguales ante la ley, que todos tengan voto poltico y que nadie pueda sobresalir injustamente sobre su her-mano en razn de privilegios de casta heredados, esa misma cosa se vuelve menos bel1a cuando se ampla ese pensamiento de la igualdad a otras esferas de la vida. Se necesita tener una vista muy miope o con-templar la sociedad humana desde una lejana muy nebulosa para creer que mediante regulaciones uniformes de la vida pueda conseguirse un reparto uniforme de la felicidad. Para ello habra que ser uno de esos ilusos que creen, por ejemplo, que una misma cantidad de ingresos econmicos o de posibilidades vitales externas ha de poseer aproxima-damente el mismo significado para todos. Pero qu hace un legislador con todos aquel10s para los que la mayor posibilidad vital est dentro de ellos mismos y no fuera? Si el legislador fuera justo, tendra que dar a uno el doble de 10 que da al otro, pues para uno significa mucho lo que para el otro significa poco. Ninguna legislacin social podr hacer caso omiso de la diversidad psicolgica de los hombres, ese factor enteramente necesario de la energa vital de una sociedad humana. Por ello es sin duda til hablar de la diversidad de los seres humanos. Esas diferencias condicionan unas pretensiones de felicidad tan distintas que ninguna legislacin, por perfecta que sea, podr satisfacerlas ni siquie-ra de manera aproximada. Tampoco cabra imaginar una forma vital externa general, por muy equitativa y justa que pareciese, que no signi-ficase una injusticia para el uno o el otro tipo. Pues aunque toda clase de visionarios de naturaleza poltica, social, filosfica y religiosa estn haciendo todo lo posible por encontrar aquellas condiciones externas generales y homogneas que significaran una mayor posibilidad gene-ral de felicidad, a m me parece que eso depende de una actitud general demasiado orientada por las cosas externas. Aqu slo podemos rozar esas cuestiones, de dimensiones tan amplias, pues no nos hemos pro-puesto la tarea de tratarlas. Aqu slo hemos de ocuparnos del proble-

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    ma psicolgico. Y el hecho de las distintas actitudes psquicas es un problema de primer orden, no slo para la psicologa, sino tambin para todas aquellas esferas de la ciencia y de la vida en que desempea un papel determinante la psicologa humana. Por ejemplo, para el comn entendimiento humano es un hecho evidente sin ms que toda filosofa que no sea precisamente slo historia de la filosofa descansa en una premisa psicolgica personal. Esa premisa puede ser de natura-leza puramente individual, y habitualmente ha sido entendida tambin de ese modo, siempre que ha habido una crtica psicolgica. Con ello se consideraba resuelto el caso. Pero al actuar as se pasaba por alto que lo que se consideraba como un preiudicium individual, en modo alguno era tal en todas las circunstancias, por cuanto, en efecto, el punto de vista de aquel filsofo mostraba un considerable nmero de seguidores. A stos les complaca tal punto de vista, y no porque lo adorasen irreflexivamente, sino porque podan comprenderlo y acep-tarlo completamente. Tal comprensin sera imposible si el punto de vista del filsofo hubiera tenido un condicionamiento meramente indi-vidual, ya que entonces no podra haber sido comprendido y ni siquiera aprobado. La especificidad del punto de vista comprendido y aceptado por los seguidores tiene que responder ms bien, por tanto, a una acti-tud personal tpica, que posee en forma igualo parecida otros muchos representantes en la sociedad. Por lo regular las partes se combaten de manera puramente externa, por cuanto apuntan a puntos dbiles de la armadura individual del adversario. Tal controversia es poco fecunda por lo regular. Tendra un valor considerablemente mayor que la opo-sicin se desplazase a la esfera psicolgica, que es tambin de donde originariamente procede. Ese desplazamiento permitira conocer pron-to que hay actitudes psicolgicas variadas, cada una de las cuales posee derecho a la existencia, aunque su existencia conduzca al esta-blecimiento de teoras incompatibles. Mientras se intente eliminar con compromisos externos el conflicto, slo se dar satisfaccin a las modestas exigencias de las cabezas superficiales, que nunca han sido capaces de acalorarse por cuestiones de principio. Pero a un entendi-miento slo podr llegarse, a mi parecer, cuando se reconozca la diver-sidad de las premisas psicolgicas.

    923 Es un hecho, que a m se me presenta una y otra vez de manera ava-salladora en mi labor prctica, que el ser humano es casi incapaz de concebir y de admitir un punto de vista distinto del suyo propio. En las

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    cosas pequeas la superficialidad general, una indulgencia y tolerancia que no son precisamente frecuentes y una rara benevolencia ayudan a tender un puente sobre e[ abismo de la incomprension. Pero en cosas de ms peso, y especialmente en aquellas en que estn en juego los ideales del tipo, parece que el entenderse es casi siempre una cosa imposible. Es cierto que la controversia y la disensin formarn siem-pre parte de los requisitos de la tragicomedia humana, pero no cabe negar que e[ progreso de la civilizacin ha conducido del derecho del ms fuerte a la implantacin de leyes y con ello a la formacin de una instancia y de un criterio situados por encima de las partes contendien-tes. Estoy convencido de que el reconocimiento de tipos de actitud podra ser una base para [a eliminacin del conflicto en las concepcio-nes, pero no slo el reconocimiento de la existencia de tales tipos, sino tambin del hecho de que cada uno est preso de su tipo hasta tal punto que es incapaz de una comprensin completa de otro punto de vista. Si no se reconoce esta amplia exigencia, es casi segura la violentacin del otro punto de vista. As como las partes contendientes que acuden a un tribunal renuncian a ejercer directamente violencia sobre el otro y dejan sus pretensiones en manos de la justicia de [a ley y del juez, as el tipo, consciente de su propia parcialidad, ha de abstenerse de inju-riar, calumniar y denigrar al adversario. Mediante la concepcin del problema de las actitudes tpicas y medianle su exposicin sumaria yo me esfuerzo por dirigir la mirada de mi lector hacia ese cuadro de ml-tipIcsposibilidades de la conceptuacin, con la esperanza de contribuir as al menos un poco al conocimiento de las casi infinitas variaciones y gradaciones de las psicologas individuales. Espero que nadie sacar de mis descripciones de los tipos la conclusin de que opino que con los cuatro u ocho tipos descritos por m quedan captados todos los tipos que en general se dan. Eso sera un malentendido. En modo alguno dudo yo, en efecto, de la posibilidad de considerar y clasificar tambin desde otros puntos de vista los tipos existentes. Hay en esta investiga-cin algunas alusiones a otras posibilidades, como, por ejemplo, una clasificacin sub specie de la actividad. Mas, sea cual sea el criterio que sirva para establecer los tipos, una comparacin de las distintas formas de las actitudes habituales llevar al establecimiento de otros tantos tipos psicolgicos.

    Por muy fcil que sin duda sea considerar desde otros ngulos de 924 visin distintos de los aqu empleados las actitudes existentes, difcil

  • 572 CARL GUSTA V JUNG

    sera aportar pruebas contra la existencia de tipos psicolgicos. Yo, ciertamente, no dudo de que mis adversarios se esforzarn en borrar de la lista de los asuntos a tratar cientficamente la cuestin de los tipos, pues, para toda teora de los procesos psquicos complejos que pretenda validez general, el problema de los tipos tiene que ser un obstculo al menos muy incmodo. Toda teora de los procesos ps-quicos complejos presupone una psicologa humana homognea, por analoga con toda teora cientfico-natural, la cual presupone como fundamento tambin una y la misma naturaleza. Pero con la psicolo-ga ocurre algo especial, y es que en su conceptuacin el proceso ps-quico no es meramente objeto, sino que es tambin a la vez sujeto. Si se admite que el sujeto es uno y el mismo en todos los casos indivi-duales, entonces puede tambin admitirse que el proceso subjetivo de la conceptuacin es tambin uno y el mismo en todas partes. Pero que eso no es as lo muestra de la manera ms impresionante la exis-tencia de las ms variadas concepciones acerca de la esencia de los procesos psquicos complejos. Claro est que una teora nueva presu-pone habitualmente que lodos los dems pareceres han sido incorrec-tos, y, casi siempre, tan slo por la razn de que el autor ve subjetiva-mente las cosas de manera diferente que sus predecesores. No tiene en cuenta que la psicologa que l ve es su psicologa y, a lo sumo, la psicologa de su tipo. Por ello aguarda que del proceso psquico que es para l objeto de conocimiento y de explicacin pueda haber slo una explicacin verdadera, precisamente la explicacin que agrada a su tipo. Todas las otras concepciones, yo casi dira: todas las otras siete concepciones que son en su gnero tan verdaderas como la suya, le parecen un error. En inters de la validez de su propia teora sentir, por tanto, una viva y humanamente comprensible repugnan-cia contra el establecimiento de tipos de psicologa humana, pues con ello su concepcin perdera, por ejemplo, siete octavos de su valor de verdad, a no ser que l pudiera pensar tambin como igualmente ver-daderas, al lado de su propia teora, otras siete teoras del mismo pro-ceso, o digamos: admitir al menos una segunda teora como perfecta-mente vlida al lado de la suya.

    925 Estoy completamente convencido de que un proceso natural, que en gran medida es independiente de la psicologa y que por eso ni-camente puede ser para ella un objeto, slo puede tener una nica explicacin verdadera. Tambin estoy convencido de que un proceso

  • TIPOS PSICOLGICOS 573

    psquico complejo, que no puede ser sometido a aparatos objetiva-mente registradores, puede contener necesariamente slo aquella explicacin que l mismo produce en cuanto sujeto, o sea, el autor del concepto slo puede producir aquel concepto que concuerde con el proceso psquico que l trata de explicar. Pero el concepto slo concordar si coincide en el propio sujeto pensante con el proceso que se trata de explicar. Si el proceso que se trata de explicar no se diese en el autor mismo, y tampoco se diese una analoga de l , entonces el autor se encontrara ante un completo enigma, cuya explicacin tendra que dejar a quien tuviese una vivencia del proce-so. Jams puedo hacer mediante aparatos objetivos la experiencia de cmo se produce una visin; slo puedo explicar su aparicin tal como yo me la imagino. En ese "tal como yo me la imagino" est ya la parcialidad, pues en el mejor de los casos mi explicacin procede del modo como en m se representa el proceso de una visin. Mas quin me da derecho a presumir que en todos los dems el proceso se representa de manera igual y ni siquiera parecida?

    Con una apariencia de razn se aducir la universal homogeneidad 926 de la psicologa humana en todos los tiempos y lugares como un argumento en favor de esa generalizacin del juicio subjetivamente condicionado. Yo estoy tan profundamente convencido de esa homo-geneidad de la psique humana que incluso la he concebido, en el con-cepto de lo inconsciente colectivo, como sustrato universal y homo-gneo, cuya homogeneidad llega tan lejos que en todos los rincones de la ancha tierra se encuentran los mismos temas mticos y legenda-rios, hasta el punto de que un negro de los Estados sureos de Norteamrica suea temas de la mitologa griega y un aprendiz suizo repite en su psicosis la visin de un gnstico egipcio. Pero con esta homogeneidad fundamental contrasta una heterogeneidad igualmente grande de la psique consciente. Qu distancias tan enormes hay entre la consciencia de un primitivo, de un ateniense de la edad de Temstocles y de un europeo de hoy! i Qu diferencia hay entre la consciencia del seor profesor y la de su esposa! Qu aspecto ofre-cera nuestro mundo actual si existiese una homogeneidad de los espritus? No, el pensamiento de una homogeneidad de la psique consciente es una quimera acadmica, que simplifica la tarea de un docente ante sus alumnos, pero que en nada coincide con la realidad. Prescindiendo por entero de la diversidad de los individuos, cuya

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    esencia ms ntima est separada de la de su vecino por distancias estelares, tambin los tipos, en cuanto clases de individuos, son en gran medida distintos entre s, y a su existencia hay que atribuir las di versidades de las concepciones generales. Para encontrar la homo-geneidad de la psique humana tengo que descender ya a los cimientos de la consciencia. AJl encuentro aquello en lo que todos son iguales entre sf. Si baso una teora en aquello que une a todos, explico la psi-que por lo que en ella es cimiento y origen. Pero con eso no explico nada de lo que en ella es diferenciacin histrica o individual. Con tal teora paso por alto la psicologa de la psique consciente. Niego as propiamente todo el otro lado de la psique, a saber, su diferenciacin de la originaria disposicin germinal. En cierto modo reduzco el ser humano a su modelo filogentico o lo descompongo en sus procesos elementales; y si quisiera reconstruirlo a partir de esa reduccin, en el primer caso saldra un mono, y en el segundo, un montn de procesos elementales cuya accin comn se resolvera en una serie de intluen-cias recprocas carentes de sentido y de meta. Sin duda no slo es posible, sino que tambin est completamente justificada, la explica-cin de lo psquico basada en la homogeneidad. Pero si quiero com-pletar el cuadro de la psique en su totalidad, he de tener en cuenta el hecho de la variedad de los tipos, pues la psique individual consciente forma asimismo parte del cuadro general de la psicologa, igual que sus cimientos inconscientes. De ah que en mi conceptuacin pueda yo partir con igual derecho del hecho de las psiques diferenciadas y considerar desde el punto de vista de la diferenciacin el mismo pro-ceso que antes consider desde el ngulo visual de su homogeneidad. Esto me lleva, claro est, a una concepcin derechamenle opuesta a la anterior. Todo lo que, como variante individual, qued fuera de con-sideracin para aquella concepcin, adquiere aqu importancia como primer paso de ulteriores diferenciaciones, y todo lo que all, como homogneo, adquiri un valor especial, se me aparece ahora como algo carente de valor, por ser meramente colectivo. En este modo de considerar las cosas miro siempre a la meta de algo, y nunca a su pro-cedencia, mientras que en el anterior modo de considerarlas no me preocupaba nunea de la meta, sino meramente del origen. Por ello puedo explicar uno y el mismo proceso psicolgico mediante dos teo-ras opuestas, que se excluyen mutuamente, y ni de la una ni de la otra puedo asegurar que sea incorrecta, pues la correccin de la una

  • TIPOS PSICOLGICOS 575

    est probada por la homogeneidad de las psiques, y la correccin de la otra lo est por su heterogeneidad.

    Pero aqu comienza la gran dificultad, que tan difcil le hizo tanto 927 al lego como al pblico cientfico la lectura de mi anterior libro, Transformaciones y smbolos de la libido, hasta el punto de inducir a confusin a cabezas capaces en otros asuntos. En l intent exponer en un material concreto tanto el uno como el otro parecer. Pero dado que, como es sabido, la realidad no se compone de teoras y ni siquiera las sigue, en ella las dos cosas que nosotros tenemos que pensar separados estn juntas en unidad, y todo lo que est vivo brilla en el alma con mltiples colores. Cada cosa es algo que viene del pasado y significa algo futuro y de ninguna puede decirse con seguri-dad que sea meramente un final y que no sea tambin un comienzo. A quien piense que de un proceso psquico slo puede haber una explicacin verdadera, esa vitalidad del contenido psquico, que obli-ga a formular dos teoras opuestas, le har desesperar, especialmente si es un amante de verdades simples y no complicadas y fuera inca-paz de pensar ambas teoras al mi smo tiempo.

    Por otro lado tampoco estoy convencido de que con dos modos de 928 considerar las cosas, el reductivo y el constructivo -como los he llama-do en una ocasin75- , estn agotadas las posibilidades de consideracin. Creo, por el contrario, que pueden ser admitidas algunas explicaciones ms, igualmente "verdaderas", del proceso psquico, y precisamente tantas cuantos tipos hay. Y esas explicaciones se compadecern entre s igual de bien o igual de mal que los tipos mismos en sus relaciones per-sonales. En el caso, por tanto, de que se admitiese la existencia de diversidades tpicas en las psiques humanas -confieso que no veo nin-guna razn para que eso no pueda ocurrir- el terico cientfico se encontrar ante el desagradable dilema de dejar subsistir, unas al lado de otras, varias teoras del mismo proceso contradictorias entre s, o de hacer el ensayo, ya de antemano sin esperanza, de fundar una secta que reivindique para s el nico mtodo correcto y la nica teora verdadera. La primera posibilidad choca no slo contra la extraordinaria dificultad ya mencionada de una operacin intelectual doble y contradictoria, sino tambin contra uno de los primeros principios de la moral intelectual:

    75. JUNG: Der lnha/r Jer PsycllOse. Segunda edicin. Apndice [ahora en el volumen JII de estas Obras Completas l.

  • 576 CARLGUSTAV JUNG

    principia explicandi non surzt multiplicanda - praeter necessitatem. Pero en el caso de una teora psicolgica la necessitas de una pluralidad de explicaciones est decididamente dada, pues, a diferencia de cual-quier teora cientfico-natural, el objeto de la explicacin es en psicolo-ga de la misma naturaleza que el objeto: un proceso psicolgico debe explicar el otro. Esta grave dificultad ha obligado ya hace tiempo a cabezas pensantes a recurrir a notables subterfugios, como, por ejem-plo, a la hiptesis de un "espritu objetivo", que estara ms all del pro-ceso psicolgico y que por ello podra pensar objetivamente la psique a l subordinada, o a la parecida hiptesis de que el intelecto es una facul-tad que puede situarse tambin fuera de s misma y pensarse a s misma. Con estos y otros subterfugios semejantes se pretende crear aquel punto arquimdico situado fuera de la tierra por medio del cual el intelecto se sacara a s mismo de quicio. Entiendo la profunda urgencia humana de comodidad, pero no entiendo que la verdad deba plegarse a tal urgencia. Tambin entiendo que estticamente sera mucho ms satisfactorio que, en vez de la paradoja de explicaciones contradictorias entre s, pudiramos reducir el proceso psquico a una base instintiva lo ms sencilla posible y tranquilizarnos con eso, o pudiramos atribuirle un fin metafsico redentor y descansar en esa esperanza.

    929 Mas sea lo que sea aquello que aspiremos a sondear con nuestro intelecto, acabar en la paradoja y en el relativismo, si es un trabajo honesto y no una petitio principii al servicio de la comodidad. Es seguro que la aprehensin cientfica del proceso psquico conduce necesariamente a la paradoja y al relativismo, y ello por la simple razn de que el intelecto es slo una entre distintas funciones psqui-cas, que por su naturaleza sirve al hombre para construir sus imge-nes de los objetos. No imaginemos que al mundo slo se lo concibe a partir del intelecto; tambin se lo concibe a partir del sentimiento. Por ello el juicio del intelecto es a lo sumo la mitad de la verdad y, si es honesto, ha de llegar a confesar tambin su insuficiencia.

    930 Negar la existencia de tipos no sirve para nada contra el hecho de su existencia. En consideracin de su existencia es preciso, por tanto, que toda teora sobre los procesos psquicos tolere ser considerada a su vez como un proceso psquico, y concretamente como expresin de un tipo existente de psicologa humana, que tiene derecho a la existencia. De estas descripciones de los tipos resultan los materiales cuya cooperacin hace posible una sntesis superior.

  • ~

    APENDICE

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    SOBRE LA CUESTlN DE LOS TIPOS PSICOLOGICOSI

    De todos es sabido que lo que llama la atencin como especialmente 931 caracterstico, al comparar el aspecto general de la histeria y de la dementia praecox, es el contraste en el comportamiento que ambas tienen con el objeto. Por lo regular la histeria tiene una intensidad superior a la normal en la relacin con el objeto; la dementia praecox, una intensidad que no llega a lo normal en la relacin con el sentimiento. Esto es algo que en la relacin personal se hace valer por el hecho siguiente: en la histeria se tiene con el paciente un rap-por! sentimemal que no se tiene, en cambio, en la dementia praecox. Aqu no hablaremos de las restricciones de esa regla. La diferencia aparece clara tambin en los dems sntomas de ambas enfenneda-des. En lo que respecta a los sntomas intelectuales de la histeria, se trata de productos fantsticos que son comprensibles como algo humano general a partir de la prehistoria individual del caso; en la dementia praecox los productos de la fantasa tienen, por el contra-rio, un carcter que est ms emparentado con el carcter de los sue-os que con la psicologa de la vigilia. Tampoco puede desconocerse que hay un fuerte componente de psicologa arcaica, en vez del mate-rial mnmico individual. Los sntomas corporales, tan abundantes en la histeria, que por lo regular se ajustan a conocidos e impresionantes cuadros clnicos orgnicos, no forman parte del cuadro de la demen-tia praecox. Todo lo anterior permite conocer fcilmente que la histe-ria est caracterizada por un movimiento centrfugo de la libido, mientras que en la dementia praecox el movimiento es ms bien cen-trpeto. A la inversa, en la histeria la inlluencia compensadora de la enfermedad manifiest~ causa un efecto de limitacin y de compulsi-vo movimiento centrpeto de la libido, que hace aparecer, en lugar de la vivencia objetiva, los sueos diurnos, el guardar cama, el encerrar-

    1. [Conferenica pronunciada en el Congreso Psicoanaltico celebrndo en Mnich en septiembre de 1913.]

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    se en el sanatorio, etc. El enfermo, que en el estadio de incubacin de la dementia praecox se hunde en s mismo y se cierra hacia fuera, en la enfermedad es violentamente expulsado, por la compensacin, hacia 10 pblico, donde, mediante un comportamiento rebuscadamen-te llamativo, perturbador o directamente agresivo, obliga al entorno a que le preste atencin.

    932 A estas dos opuestas direcciones de la libido las he llamado extra-versin e introversin; a esos sustantivos yo les agregara el adjetivo regresiva en casos patolgicos, en que las obsesiones, ficciones o interpretaciones fantsticas inspiradas por la emotividad falsean el juicio de valor del paciente sobre los objetos y sobre s mismo. Hablamos, pues, de extraversin en todos aquellos casos en que el individuo dirige todo su inters hacia el mundo externo, hacia el objeto, y le atribuye un significado extraordinario y un valor asimis-mo extraordinario. En los casos en que el mundo objetivo se hunde en cierta medida en la sombra y es tenido poco en consideracin, mientras que el hombre mismo se halla en el centro de su inters pro-pio y aparece a sus ojos como nico, por as decirlo, o sea, en el caso contrario al anterior, se trata de introversin. Y denomino extraver-sin regresiva al fenmeno llamado por FREUD transferencia, en que el histrico proyecta sobre el objeto ilusiones y valoraciones subjeti-vas. y entiendo por introversin regresiva el fenmeno opuesto, tal como aparece en la dementia praecox, en que tales representaciones fantsticas conciernen al sujeto.

    933 Por 10 pronto no es difcil ver cmo las dos direcciones del movi-miento de la libido pueden ser activas alternativamente en un indivi-duo, en cuanto meros mecanismos anmicos. Como ha enseado FREUD, en el mecanismo extravertido histrico la personalidad trata de desprenderse del contenido penoso, del complejo; en ello se pre-sentan fenmenos psquicos que FREUD ha resumido bajo el trmino "represin". En la represin el individuo se aferra a los objetos para olvidar el contenido penoso y dejarlo a sus espaldas. Este proceso psicolgico se halla ligado a fenmenos que no pueden ser propia-mente caracterizados por el trmino "represin", sino tal vez mejor por el trmino "desvaloracin". La introversin y la extraversin son, pues, dos modos de reaccin psquica que pueden ser observados en uno y el mismo individuo. Pero el hecho de que dos trastornos men-tales tan opuestos como la histeria y la dementia praecox estn carac-

  • TIPOS PSICOLGICOS 581

    terizados por la preponderancia, respectivamente, del mecanismo de extraversin y del mecanismo de introversin indica que es probable que tambin tipos humanos normales estn caracterizados por la pre-ponderancia de uno u otro de esos mecanismos. As, por ejemplo, al psiquiatra le es bien conocido el hecho de que tanto el enfermo hist-rico como el enfermo esquizofrnico estaban caracterizados, ya mucho antes de la enfermedad manifiesta, hasta los primersimos aos de la infancia, por el predominio de su tipo especfico.

    Como acertadamente dice BINET en una ocasin, la neurosis da un 934 relieve extraordinariamente preciso a los rasgos de carcter tpicos de una personalidad. En efecto, hace ya mucho tiempo que sabemos que el denominado carcter histrico no es un mero producto de la neuro-sis, sino que tambin preexiste a ella en cierta manera. Tambin HOCH ha demostrado eso mismo en sus investigaciones sobre las his-torias de pacientes esquizofrnicos; habla de una shut-in-personality, que cs preexistente a la enfermedad manifiesta. Dado este estado de cosas, cabe aguardar sin ms que tambin fuera del marco de la pato-loga podamos encontrar ambos tipos. Sin figurarme que agoto de algn modo la serie de los posibles testimonios en favor de la exis-tencia de esos dos tipos, quisiera aducir algunos ejemplos.

    Las observaciones ms certeras en este aspecto las debemos, hasta 935 donde llegan mis limitados saberes, al filsofo WILLIAM JAMES. Este filsofo parte de su pensamiento bsico: Of whatever temperament a professional philosopher is, he tries, when philosophizing, fo think the faet of his tenzperament2 De conformidad con este pensamiento, que est pensado enteramente en sentido psicoanaltico, JAMES divide a los filsofos en dos clases: los tender-minded y los tougll-11linded. La primera expresin significa, en traduccin literal: "los de espritu delicado", y la segunda, "los de espritu tenaz"; en traduccin libre podramos sin duda calificarlos como "los de sentir espiritual" y "los de sentir malerial". Los propios termini permiten conocer fcilmente la direccin del movimiento de la libido. La primera clase dirige su libido hacia los pensamientos, es preponderantemente introversiva; la segunda clase dirige la libido hacia el objeto sensorial, hacia la mate-ria. Es exlraversiva. JAMES caracteriza al tender-minded en primer

    2. W. JAMES: Pragmatismo J9J J, p. 7. Vanse tambin los pargrafos 571 y ss. de este volu meno

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    lugar de racionalista, going by principles3 Para este tipo son deter-minantes los principios y los sistemas de pensamiento, es un tipo que domina la experiencia, esto es, que pasa en cierto sentido por encima de ella, por cuanto la subordina despreocupadamente a sus propios principios, convicciones y deducciones lgicas. Somete los hechos y la pluralidad de la experiencia a sus propias premisas, que estn fuera del material, sin dejarse desconcertar o molestar por la experiencia. Pinsese, por ejemplo, en HEGEL y en su relacin con el nmero de los planetas. En el nivel patolgico conocemos a este filsofo como el paranoico que, sin preocuparse de ninguno de los hechos en con-tra, intenta imponer por la fuerza al mundo su fbula delirante y "arregla" (ADLER) de manera conveniente todo para obligarlo a servir a su sistema de pensamientos.

    936 Las restantes caractersticas que JAMES da de este tipo cabe deri-varlas sin ms lgicamente de tales premisas. El tender-minded es intelectualista, idealista, optimista, religioso, indeterminista, monista y dogmtico. Todas esas cualidades permiten conocer sin dificultad la concentracin casi exclusiva en el pensamiento. Pero la concentra-cin en lo intelectual, como mundo interno de la personalidad, no es otra cosa que introversin predominante. En la medida en que en ese filsofo desempea un papel la experiencia, sirve nicamente a los propsitos de la abstraccin, al impulso de poner orden en la multi-plicidad y desorden de los acontecimientos del mundo, un orden que en ltima instancia est determinado por magnitudes subjetivo-inte-lectuales.

    937 El rough-minded, por el contrario, es emprico, going by facts. La experiencia lo domina, es alguien que va detrs de los hechos y que est determinado por ellos en su pensar. Lo que no es hecho emprico externo y tangible, no cuenta. El pensar del tough-millded es reaccin a la experiencia externa. Sus principios son siempre de menos valor que los hechos, son ms bien un reflejo de los acontecimientos del mundo, son ms bien descriptivos que sistematizadores. De ah que su teora se incline a la contradiccin interna y que en muchos aspec-tos est enturbiada y sofocada por la abundancia del material empri-co. Para el tough-minded la realidad anmica se reduce a la observa-cin y a su reaccin de placer y displacer, sin conducir, ms all de

    3. bid., p. 12.

  • TIPOS PSICOLGICOS 583

    ello, a un reconocimiento de los derechos del postulado filosfico a la vida. De conformidad con la superficie eternamente cambiante del mundo emprico, el tough- minded est sometido al cambio de las experiencias. Conoce mltiples aspectos y muchas posibilidades te-ricas y prcticas del mundo y de sus cosas y por ello no llega nunca a un sistema unitario, que es el nico que podra satisfacer al tender-millded. El tough-minded es reductivo. JAMES dice acertadamente: What is higher is explained by what is lower and treated for ever as a case of "nothing but" - nothing but something e/se of a quite inferior sort4. Las dems peculiaridades formuladas por JAMES pro-ceden asimismo lgicamente de las premisas dadas: el tough-minded es sensorial, concede ms espacio a la sensacin que a la reflexin es materialista-pesimista, pues conoce muy bien la caducidad y el desesperante caos de los acontecimientos del mundo; es irreligioso, pues no est en condiciones de mantener en pie la realidad del mundo interno psquico frente al valor de los hechos externos; es determinista y fatalista, pues es un hombre resignado; es pluralista, pues es incapaz de sntesis; y. como ltima y necesaria consecuencia, es escptico.

    El propio JAMES se expresa de un modo y manera que permite 938 conocer claramente que la diversidad de los tipos brota de una diver-sidad en la localizacin de la libido, del "poder mgico". Frente al subjetivismo religioso del solipsista, dice JAMES de nuestra actitud emprica: But our esteem for facts ... is itself almost religious. Our scientific temper is devout5 (Nuestro temple cientfico es, por as decirlo, piadoso.)

    WILHELM OSTWALD nos da un segundo paralelo6. Divide a los 939 hombres geniales en dos formas, la forma romntica y la forma clsi-ca. El romntico reacciona con rapidez, produce mucho, junto a cosas geniales tambin muchas cosas insuficientes y a medio hacer, es un entusiasta, un hombre brillante, al que le gusta la actividad docente y que rene a su alrededor un amplio y entusiasta crculo de alumnos personales. Es fcil ver que este tipo es idntico a nuestro tipo extravertido. Los "clsicos" de OSTWALD, por el contrario, no

    4./bid .. p. 16. 5. bid., p. 15. 6. Grosse Milnner. Tercera y cuarta edicin. 1910. Vanse tambin los pragrafos 607 y ss. de

    este volumen.

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    tienen una reaccin inmediata, de ah que parezcan reaccionar con lentitud; no causan un efecto inmediato sobre el entorno personal; un poderoso desarrollo de la autocrtica limita su produccin; no aman la actividad docente y tambin son a menudo malos profesores; casi siempre son extraos a su entorno, no tienen un squito personal, o ste es muy reducido, y de ah que consigan casi slo un reconoci-miento pstumo. En este tipo es evidente la introversin.

    940 W. WORRINGER nos da un tercer y valioso paralelo en su teora estti-ca7. Toma de A. RIEGL la expresin "voluntad artstica absoluta"8 y le da dos formas, la foana de la empata, de un lado, y la forma de la abs-traccin, de otro. Habla de afn de empata y de afn de abstraccin, lo que deja clara la naturaleza de la libido de esas foanas. As como el afn de empata, dice WORRINGER, "encuentra su satisfaccin en la belleza de lo orgnico, as el afn de abstraccin encuentra su belleza en lo anorgnico negador de la vida, en lo cristalino, o, dicho de mane-ra general, en toda regularidad abstracta"9. La empata representa aquel movimiento de la libido que se dirige al objeto; la abstraccin, por el contrario, sustrae la libido al objeto, lixiviando en cierto modo su con-tenido intelectual, y de esa leja madre cristaliza lo intelectualmente regular y tpico, que o bien es sobrepuesto al objeto o bien es contra-puesto antitticamente a l. Como es sabido, tambin BERGSON emplea la imagen de la cristalizacin y la rigidez para ilustrar la esencia de la abstraccin y clarificacin intelectual.

    941 Por la "abstraccin" de WORRINGER entendemos nosotros aquel proceso que ya conocemos como una consecuencia de la introver-sin, a saber, el aumento de valor del intelecto, en vez de la desvalo-rizada realidad externa. Que por empata hemos de entender efectiva-mente extraversin, lo hemos aprendido de LlPPS. "Lo que yo empatizo en el objeto", dice LlPPS, "es, de manera completamente general, vida. Y vida es fuerza, trabajo interno, aspiracin y ejecu-cin. La vida es, en una palabra, actividad. Pero actividad es aquello en que yo vivo mi esfuerzo. Esa actividad es, por su propia naturale-za, actividad de la voluntad 10."

    7. Abstraktion und Einfhlrmg. Tercera edicin. 1911. Vanse tambin los pargrafos 553 y ss. de este volumen.

    8./bid., p. 9. 9. /bid., p. 3.

    10. Citado en WORRINGER, ibid., p. 4.

  • TIPOS PSICOLGICOS 585

    Totalmente en el sentido de nuestra definicin de la extraversin, 942 dice WORRINGER: "el goce esttico es goce de s mismo objetiva-do 11." La concepcin esttica de WORRINGER no adolece de tough-mindedness, de ah que aprecie plenamente la independencia de lo psicolgico. As dice WORRINGER: "Lo determinante no es, por tanto, el tono sentimental, sino ms bien el sentimiento mismo, esto es, el movimiento interno, la vida interna, la autoactivacin internaI2." Y en otro lugar afirma: "El valor de una lnea, de una forma, consiste para nosotros en el valor de la vida que esa lnea o esa forma contie-nen para nosotros. Slo obtienen su belleza de nuestro valor vital, que nosotros sumergimos oscuramente en eUas I3 ." Estos pensamien-tos corresponden exactamente a mi concepcin personal de la teora de la libido, que trata de mediar entre las dos psicologas.

    El polo opuesto de la empata es la abstraccin. Segn 943 WORRINGER, "el afn de abstraccin es la consecuencia de una gran inquietud del hombre causada por los fenmenos del mundo externo y se corresponde en el aspecto religioso con una coloracin fuerte-mente transcendental de todas las representaciones I4."

    Esta definicin permite reconocer la tendencia primaria a la intro- 944 versin. El mundo se le aparece al tipo introvertido no s610 como lo bello y apetecible, sino tambin como lo angustiante, ms an, peli-groso, contra lo cual se atrinchera y asegura en su mundo interno, desde donde inventa tambin aquellas figuras tranquilas, regulares, geomtricas, cuyo significado primitivo, mgico, le garantiza la dominacin del mundo en torno. WORRINGER dice esta significativa frase: "El afn de abstraccin se halla al inicio de todo arte I5." Este pensamiento encuentra una confirmacin asimismo significativa en el hecho de que el esquizofrnico retoma no s610 en sus pensamien-tos, sino tambin en sus dibujos, expresiones anlogas a las propias del hombre primitivo.

    Sera injusto no recordar en este contexto tambin a SCHILLER, que 945 trat de formular cosas parecidas al establecer el tipo ingenuo y el

    Il.Ibid. 12. 'bid 13. 'bid., p. 15. 14. 'bid., p. 17. 15. 'bid., p. 16.

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    tipo sentimelltal16 El ingenuo "es naturaleza", el sentimental "busca la naturaleza". El ingenuo se manifiesta a s mismo, el sentimental manifiesta el objeto. No en vano es para SCHILLER el viejo HOMERO un buen ejemplo de poeta ingenuo. Que estos dos tipos son mecanis-mos psicolgicos que prevalecen en cada caso en uno y el mismo individuo, eso ya el propio SCHILLER 10 percibi con claridad. Dice: "No slo en el mismo poeta, tambin en la misma obra encontramos unidos a menudo ambos gnerosI 7."

    946 Otro paralelo de nuestro problema es la oposicin vista por NIETZ-SCHE entre lo apolneo y 10 dionisiaco l8 Es interesante el smil que l usa para concebir esa oposicin. Para NIETZSCHE 10 apolneo y 10 dionisiaco se oponen como el suetio y la embriaguez. El sueo es la ms ntima de todas las vivencias psquicas; la embriaguez es la ten-dencia ms olvidada de s misma, ms liberada de s misma, hacia la pluralidad de los objetos. De Apolo dice NIETZSCHE, con palabras de SCHOPENHAUER: "Como sobre el mar embravecido, que, ilimitado por todos lados, levanta y abate rugiendo montaas de olas, un nave-gante est en una barca, confiado en la dbil embarcacin, as est tranquilo, en medio de un mundo de tormentos, el hombre individual, apoyado y confiado en el principium individuationis I9." "Ms an", contina diciendo NIETZSCHE, "de Apolo habra que decir que en l han alcanzado su expresin ms sublime la confianza inconcusa en ese principium y el tranquilo estar all de quien se halla preso en l, e incluso se podra designar a Apolo como la magnfica imagen divina del principium individuationis20." Lo apolneo es, por tanto, tal como NIETZSCHE lo concibe, el retiro en s mismo, la introversin. A la inversa, lo dionisiaco es en NIETZSCHE el desencadenado salir de la libido, como un torrente, a las cosas. As dice: "Bajo la magia de lo dionisiaco no s610 se renueva la alianza entre los seres humanos: tambin la naturaleza enajenada, hostil o subyugada celebra su tiesta

    16. FR. v. SCHILLER: Ober nllive l/nd sellTimentalische Dicllfl/tlg. Edicin Cona, 1926. Volumen 18. Vanse tambin los pargrafos 198 y ss. de este volumen.

    17. [bid., p. 244. 18. NIETZSCHE: Die Gehurt der Tragiidie, en Obras Completas, volumen l. Leipzig, 1899.

    V anse tambin los pargrafos 206 y ss. de este volumen. 19. Vase SCHOPENHAUER: Die Yelt /lIs \\'ille l/lid VorsteUI/ng. 1892. Tomo .libro cuarto,

    p.454. 20. NIETZSCHE: bid . pp. 22 Y s.

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    de reconciliacin con su hijo perdido, el ser humano. De manera espontnea ofrece la tierra sus dones, y pacficamente se acercan los animales rapaces de las rocas y del desierto. De flores y guirnaldas est recubierto el carro de Dioniso: bajo su yugo avanzan la pantera y el tigre. Transfrmese el himno A la alegra de Beethoven en una pintura y no se quede nadie rezagado con la imaginacin cuando los millones se postran estremecidos en el polvo: as ser posible aproxi-marse a lo dionisiaco. Ahora el esclavo es hombre libre, ahora que-dan rotas todas las rgidas, hostiles delimitaciones que la menestero-sidad, la arbitrariedad o la 'moda insolente' han establecido entre los hombres. Ahora, en el evangelio de la armona universal, cada uno se siente no slo reunido, reconciliado, fundido con su prjimo, sino uno con l, cual si el velo de Maya estuviese rasgado y ahora slo ondease de un lado para otro, en jirones, ante lo Uno primordiaJ2I." Esta concepcin no necesita de ningn otro comentario.

    Para concluir con la serie de mis ejemplos situados ms all de los 947 lmites de mi estricta especialidad quisiera aducir todava un paralelo tomado de la esfera de la lingstica, la cual destaca asimismo los dos tipos. Es la hiptesis de FINCK sobre la estructura del lenguaje22. Segn FINCK hay dos tipos principales de estructura lingstica. Uno de ellos generaliza los verbos transitivos. Dice: yo lo veo, yo lo mato, etc. El otro tipo generaliza los verbos intransitivos. Dice: l se me aparece, l se me muere, cte. Es evidente que el primer tipo contiene el movimien-to de la libido que sale del sujeto, o sea, el movimiento centrfugo, mientras que el segundo tipo contiene el movimiento de la libido que sale del objeto, o sea, el movimiento centrpeto. El tipo introveltido se encuentra ante todo en las lenguas primitivas de los esquimales.

    Tambin en la esfera de la psiquiatra han sido descritos estos dos 948 tipos, concretamente por OTTO GROSS23. Distingue GROSS dos formas de inferioridad: un tipo con consciencia ampliada-aplanada y un tipo con consciencia profundizada-estrechada. El primer tipo est caracte-rizado por una funcin secundaria disminuida, y el segundo, por una funcin secundaria aumentada. GROSS se ha dado cuenta de que la

    21 . [hid .. p. 24. 22. FINCK: Derdellrsche Sprachball als Ausdruck deurscher lVelranscllllllung. 1899. 23. Die zerebrale Sekllndiirfill1krion. 1902. Vanse tambin Jos pargrafo, 527 y ,s. de este

    volumen.

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    funcin secundaria est en ntima relacin con la acentuacin del afecto, por lo cual no es difcil comprender que tambin aqu se trata, una vez ms, de los dos tipos antes descritos. Las comparaciones que GROSS hace entre el tipo maniaco y el lipo con consciencia aplanada permiten conocer que en este caso se trata del tipo extravertido; la comparacin entre el tipo con consciencia estrechada y la psicologa del paranoico prueba la identidad con el tipo introvertido.

    949 Tras las consideraciones anteriores no ser sin duda para nadie un secreto que tambin nosotros hemos de contar, dentro de la psicologa analtica, con la existencia de los dos tipos psicolgicos. Aqu tenemos, de un lado, una teora que en lo esencial es reductiva, pluralista y causa-lista. Es la teora de FREUD, la cual, de conformidad con un empirismo riguroso, reduce lo complejo a lo anterior y ms simple, entiende lo psi-colgico en gran medida como reaccin y concede el mximo espacio al elemento de la sensacin. De otro lado tenemos el parecer diametral-mente opuesto de ADLER24. SU teora es completamente intelectualista, monista y finalista. Aqu los fenmenos no son reducidos a lo anterior y ms simple, sino que son concebidos como "arreglos", como resultados de intenciones y propsitos de naturaleza compleja. La causa efficiens est aqu sustituida por la causafinalis, de ah que, aliado de las premi-sas condicionantes y las "lneas directivas ficticias" del sujeto, tengan escaso valor la prehistoria y las influencias del milieu. Lo que aqu es fundamentalmente condicionante no es la aspiracin hacia el objeto ni el disfrute del placer subjetivo en el objeto, sino la seguridad del poder del individuo contra las influencias hostiles del medio. El tono bsico en el que est afinada la psicologa de FREUD es la tendencia centrfuga hacia el placer en el objeto, el tono bsico de la psicologa de ADLER es, por el contrario, la tendencia centrpeta hacia el sujeto, hacia su "estar-arriba", hacia su poder y hacia su desprenderse de las opresoras poten-cias de la vida. El recurso de que se sirve el tipo descrito por FREUD es la transferencia infantil de fantasas subjetivas al objeto, como reaccin compensadora a las dificultades de la vida. El recurso caracterstico del tipo descrito por ADLER es, al contrario, la "seguridad", la "protesta viril" y el restaurado reforzamiento de la "funcin directiva".

    950 La difcil tarea del futuro ser crear una psicologa que haga justi-cia de igual modo a ambos tipos.

    24. Oba den ner ... ose't Charakter. 1912.

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    TIPOS PSICOLGICOSI

    Son ya muy antiguos los ensayos hechos para, de un lado, reducir a 951 ciertas categoras la infinita variedad de los individuos humanos y para, de otro, interrumpir la aparente uniformidad de todos los hom-bres mediante una caracterizacin ms rigurosa de ciertas variedades tpicas. Sin que yo quiera entrar muy a fondo en la historia geneal-gica de tales ensayos, quisiera recordar el hecho de que las categoras ms antiguas que nos son conocidas proceden de mdicos, sin duda en primer lugar de CLAUDIO GALENO, mdico griego que vivi en el siglo JI despus de Cristo. GALENO distingui cuatro temperamentos bsicos: el sanguneo, el flemtico, el colrico y el melanclico. La idea que subyaca a esa distincin era la doctrina de HIPCRATES, doctrina procedente del siglo V antes de Cristo, de que el cuerpo humano se compone de estos cuatro elementos: aire, agua, fuego y tierra. En el cuerpo vivo corresponden a esos cuatro elementos la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. La idea de GALENO es, pues, que los seres humanos pueden ser divididos en cuatro cla-ses, segn las desiguales mezclas de los citados cuatro elementos. Aquellos en que prepondera la sangre son los sanguneos; aquellos en que prepondera la flema, los flemticos; los que tienen bilis ama-rilla son los colricos, y los que tienen bilis negra, los melanclicos. Como prueba nuestra lengua moderna, estas diferencias de tempera-mento se han vuelto inmortales, aunque hace ya mucho tiempo que estn superadas como teora psicolgica.

    Es indudable el mrito de GALENO de haber creado una c1asifica- 952 cin psicolgica de los individuos humanos que existe desde hace 1800 aos, una clasificacin que se basa en las perceptibles diferen-cias de la emocionalidad o afectividad. Es interesante el hecho de que la primera tentativa de tipificacin se apoyase en el comporta-miento emocional del ser humano - evidentemente porque el compor-

    1. [Conferencia pronunciada en el Congreso Internacional sobre Educacin celebrado en Territet en 1923; el texto se public en la Zeitschriftfr Men.~c"enkz/IJde.l/l (1925).]

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    tamiento afectivo es la parte ms llamativa e inmediata del comporta-miento en general.

    953 No es de aguardar, de lOdos modos, que los afectos sean lo nico caracterstico de la psique humana, sino que tambin de otros fen-menos psicolgicos podemos aguardar datos caractersticos. Slo es necesario que podamos percibir y observar otras funciones con la misma claridad con que percibimos y observamos los afectos. Para los siglos anteriores al nuestro, que carecan completamente del con-cepto de "psicologa" tal como hoy lo empleamos, otras funciones psfquicas diferentes de los afectos estaban envueltas en profunda oscuridad, de igual manera que todava hoya la mayora de los hom-bres esas funciones le parecen sutilezas apenas perceptibles. Los afectos cabe observarlos en la superficie, y con ello se contenta el hombre no psicolgico, esto es, el hombre para el que no es un pro-blema la psique del prjimo. A l le basta con ver afectos en otros. Pero si no los ve, entonces el otro se le vuelve como invisible, pues, excepto afectos, l es incapaz de ver nada claro en la otra consciencia.

    954 La razn de que, adems de afectos, seamos capaces de descubrir en la psique del prjimo otras funciones est en que nosotros mismos pasamos de un estado no problemtico de consciencia a un estado problemtico. En efecto, en la medida en que juzgamos al otro slo por el afecto, mostramos que nuestro criterio principal y quizs nico es el afecto. Pero esto significa que ese criterio rige tambin para nuestra propia psicologa, y lo que con ello se expresa es que nuestro juicio psicolgico en general no es ni objetivo ni independiente, sino que est sometido al afecto. Pero esto es tambin una verdad que rige para casi todos los hombres. En ese hecho se basa la posibilidad psi-colgica de la guerra homicida y de su siempre amenazante repeti-cin. Tiene que ser as mientras se juzgue siempre segn el afecto propio a ceux qui sont de ['autre cot. Llamo no problemtico a semejante estado de consciencia por cuanto es evidente que an no se ha convertido nunca para s mismo en problema. Pero se convierte en problema cuando emerge la duda de si el afecto, o sea, tambin el afecto propio, forma una base suficiente para el juicio psicolgico. No podemos negar el hecho de que nosotros mismos nos inclinamos siempre a defendernos, contra todo el que quiere hacernos responsa-ble de una accin afectiva, diciendo que hemos obrado slo por afec-to y que no siempre ni en general somos como hemos sido en ese

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    momento. Cuando nos concierne a nosotros, nos inclinamos a expli-car el afecto como un estado excepcional de imputabilidad disminui-da, pero eso apenas queremos hacerlo cuando concierne a otro. Aunque se trate slo de un intento, tal vcz no muy edificante, de exculpacin de nuestro querido yo, hay algo positivo, sin embargo, en el sentimiento de la justificacin de tal disculpa, a saber, un inten-to de distinguirse a s mismo del afecto propio y, con ello, un intento de distinguir tambin al prjimo de su estado afectivo. Aunque dicha excusa sea tan slo un subterfugio, es, con todo, un intento de poner en duda la validez del afecto y de apelar uno mismo a otras funciones psquicas, que son por lo menos tan caractersticas de nuestra perso-nalidad propia como el afecto, si es que no lo son ms. A quien nos juzga por nuestro afecto tendemos a tacharlo de incomprensivo y aun de injusto. Pero esto nos obliga tambin a nosotros a no juzgar a los dems por el afecto. Para este fin es preciso que el hombre primitivo, no psicolgico, al cual slo le es esencial, en el otro y en s mismo, el afecto, y por ello es se el criterio para juzgar, evolucione hacia un estado de consciencia problemtico, esto es, hacia un estado en el que, junto al afecto, tambin sean reconocidos como vlidos otros factores. En ese estado problemtico puede formarse tambin un jui-cio paradjico, a saber: "yo soy este afecto" y "yo no soy este afec-to". Esta oposicin expresa una escisin del yo, o, mejor dicho, una escisin del material psquico que constituye el yo. Al reconocerme a m mismo tanto en mi afecto como en otra cosa diferente, que no es mi afecto, distingo entre un factor afectivo y otros factores psicolgi-cos, con lo cual el afecto tiene que descender de la altura de su inicial poder ilimitado y ocupar el puesto de una funcin anmica entre otras. Slo cuando el ser humano ha ejecutado en s mismo esa ope-racin y ha producido con ello en s mismo una distincin entre varios factores psquicos, est en condiciones de buscar otros crite-rios en su juicio psicolgico sobre el prjimo, en vez de contentarse meramente con el afecto. De esa manera es como surge un juicio psi-colgico realmente objetivo. Lo que nosotros llamamos hoy "psico-loga" es una ciencia que slo es posible sobre ciertos presupuestos histricos y morales, presupuestos que han sido creados por la educa-cin cristiana durante casi dos mil aos. Una frase como, por ejem-plo, "no juzguis, para que no seis juzgados", ha creado, por su inculcacin religiosa, la posibilidad de una voluntad que aspira en

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    ltimo tnnino a la simple objetividad del juicio. Esta objetividad, que no se basa acaso en el dsintressement por el otro, sino en el hecho de aplicar tambin en beneficio del otro los principios con que nosotros nos disculpamos, esa objetividad es el presupuesto, y cierta-mente el presupuesto fundamental, para juzgar con justicia al prji-mo. Tal vez cause sorpresa que yo insista tan explcitamente en el punto de la objetividad. Pero nadie se sorprender ya cuando l intente en la prctica clasificar a los seres humanos: el sanguneo nos explicar que en el fondo l es profundamente melanclico, el colri-co dir que su nico defecto consiste en haber sido siempre demasia-do flemtico. Mas una clasificacin de los seres humanos en cuya validez crea nicamente yo, pero que todos los dems impugnen, es igual de buena que una Iglesia universal cuyo nico miembro fuera yo mismo. De ah la precisin de encontrar criterios que sean acepta-dos como vinculantes no slo por el sujeto juzgador, sino tambin por el objeto juzgado.

    955 En total oposicin a la antigua clasificacin por temperamentos, el prohlema de una nueva tipificacin empieza con la convencin expresa de no dejarse juzgar a s mismo por el afecto y de no juzgar uno mismo a otros por el afecto, pues nadie puede ni quiere declarar-se definitivamente idntico a su afecto. De ah que sobre el afecto jams pueda establecerse un entendimiento general, como es la cien-cia. Por ello tenemos que buscar otros factores a que podamos apelar cuando nos disculpemos, por ejemplo, de una accin afectiva. Decimos, por ejemplo: "Hay que admitir que yo he dicho esto o lo otro por afecto. Naturalmente, era una exageracin y no tena mala intencin. En realidad mi opinin o mi conviccin es sta o aqulla, etc." Un nio muy travieso, que ha causado a su madre una inquietud dolorosa, puede decir: "No quera hacerlo en absoluto. no quera cau-sarte pena, te quiero demasiado."

    956 Tales explicaciones apelan a la existencia de otra especie de perso-nalidad diferente de la aparecida en el afecto. En ambos casos la per-sonalidad afectiva aparece como algo inferior, que, por as decirlo. ha infectado y oscurecido el yo autntico. Pero a menudo la personali-dad que se revela en el afecto aparece tambin como algo superior y mejor. cuya altura, lamentablemente, no ha sido posible mantener. Existen, como es sabido, accesos tales de generosidad, de amor al prjimo, de abnegacin y dems "bellos gestos" (como tal vez podra

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    decir a posteriori un espectador irnico), por los que preferiramos no ser afectados - lo cual es acaso tambin una razn de por qu son tantos los hombres que hacen tan poco bien.

    Pero en ambos casos el afecto es considerado como un estado 957 excepcional, cuyas cualidades, o bien no pueden ser presentadas como vlidas de la "autntica" personalidad, o bien, si pertenecen a ella, no pueden hacer fe a tal respecto. Pero entonces, cul es esa personalidad "autntica"? Es evidente que, en parte, aquello que cada cual distingue en s del estado afectivo y, en parte, aquello que cada cual rechaza como inautntico en el juicio de los otros. Dado que es imposible negar la pertenencia del estado afectivo al yo, el yo es el mismo tanto en el estado afectivo como en el denominado estado "autntico", pero con otra actitud frente a sus datos psicolgicos. En el afecto el yo no es libre, es empujado, forzado. Frente a eso, el esta-do normal ha de entenderse como un estado de libre eleccin, de capacidad de disposicin; dicho con otras palabras, el estado afectivo no es problemtico, el estado normal es problemtico, lo que signifi-ca que existe el problema y la posibilidad de elegir. En este ltimo estado se hace posible un entendimiento, porque slo en l hay la posibilidad del conocimiento de motivos, del autoco1locimiento. Para el conocimiento es indispensable la distincin. Pero la discriminacin significa ]a escisin de los contenidos de consciencia en funciones distinguibles.

    De ah que si queremos determinar la especificidad de un hombre 958 de tal manera que no slo nosotros estemos satisfechos con nuestro juicio, sino que lo est tambin el objeto juzgado, tengamos sin duda que partir de aquel estado o de aquella actitud de que el objeto tiene la sensacin que es la situacin normal consciente. Tenemos que cui-darnos ante todo, por tanto, de las moiivaciones conscientes, hacien-do abstraccin de nuestra propia y arbitraria interpretacin. Si proce-demos de ese modo, al poco tiempo descubriremos que, a pesar de toda la variedad de los motivos y tendencias, cabe aislar ciertos gru-pos de individuos que estn caracterizados por una llamativa concor-dancia de la ndole de sus motivaciones. Tropezaremos, por ejemplo, con individuos que en todos sus juicios, percepciones, sentimientos, afectos y acciones tienen la sensacin de que los factores motivado-res son principalmente factores externos o que, al menos en su con-cepcin, les dan importancia a ellos, tanto si se trata de motivos cau-

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    sales como si se trata de motivos finales. Aadir algunos ejemplos para ilustrar lo dicho. SAN AGUSTN dice: "Yo no creera en el Evangelio si no me forzase a ello la autoridad de la Iglesia." Una hija dice: "Yo no puedo pensar nada que le desagrade a mi padre." Alguien encuentra muy bella una pieza de msica moderna porque todo el mundo pretende encontrarla bella. No raras veces ocurre que alguien se casa con una persona para complacer a sus padres, aunque muy en contra de su propio inters. Hay personas que se toman el trabajo de hacerse ridculos para divertir a los dems y que incluso prefieren el ridculo antes que pasar desapercibidas. No son pocos aquellos que en sus acciones y omisiones slo conocen UIl motivo, a saber, lo que los otros piensan de ellos. Alguien dice: "Uno no se avergenza de algo de que nadie est enterado." Hay quienes slo pueden tener una sensacin de felicidad cuando suscitan la envidia de los dems, y hay quienes se desean y se causan un sufrimiento para disfrutar de la compasin de los prjimos. Cabra multiplicar hasta el infinito tales ejemplos. Apuntan a una especificidad psicol-gica que es netamente distinta de otra actitud, la cual tiene, a la inver-sa, ]a sensacin de que los factores principalmente motivadores son los factores internos o subjetivos. Talrsona dice: "S ciertamente que podra proporcionar a mi padre ms grande alegra si yo actua-ra de este o de aquel modo, ma o tengo precisamente una concep-cin diferente." o: "Veo cierta ente que hoy, de manera imprevista, hace mal tiempo, mas, a pesar de todo, realizar mi plan, que conceb anteayer." Un hombre as no viaja por placer, sino para hacer reali-dad su idea preconcebida. Alguien dice: "Mi libro es probablemente ininteligible, pero para m es suficientemente claro." Tambin se oye decir a alguien: 'Todo el mundo cree que yo puedo hacer algo, pero yo s muy bien que no puedo hacer nada." Un hombre as puede avergonzarse hasta el punto de no atreverse a mezclarse con la gente. No son pocos los que pueden tener sensacin de felicidad tan slo si estn seguros de que nadie sabe nada de ello. Una cosa es mala por-que agrada a todos. En lo posible se busca lo bueno all donde nadie lo sospecha. En todas las cosas es preciso que se produzca la aproba-cin del sujeto, sin la cual no se emprende ni se acepta nada. Un hombre as replicara a SAN AGUSTN: "Yo creera en el Evangelio si la autoridad de la Iglesia no me forzase a ello." Su aspiracin cons-tante se dirige incluso a probar que todo lo que l hace, 10 hace por

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    decisin propia y por convencimiento propio, sin ser influido por nadie, ni por agradar a nadie ni a ninguna opinin.

    Esta actitud caracteriza a un segundo grupo de individuos, que 959 derivan sus motivaciones principalmente del sujeto, de los datos internos. Un tercer grupo apenas permite o no permite en absoluto conocer si deriva sus motivaciones principalmente de dentro o de fuera. Este grupo es el ms numeroso y comprende las personas nor-males poco diferenciadas, que son consideradas normales porque o bien no llevan a cabo exageraciones o bien no han menester de exa-geraciones. Por su propia definicin, la persona normal se deja deter-minar tanto desde dentro como desde fuera. De estas personas se compone el extenso grupo medio, en un lado del cual aparecen los individuos que se dejan determinar en sus motivaciones principal-mente por el objeto externo, y en cuyo otro lado aparecen aquellos individuos que se dejan determinar principalmente por el sujeto. Al primer grupo lo he caracterizado de extravertido, y al segundo, de introvertido. Estos termini no requieren elucidaciones especiales. Se explican por s mismos, tras lo dicho con anterioridad.

    Aunque no cabe duda de que hay individuos en los que, por as 960 decirlo, se puede conocer el lipa a primera vista, no siempre es se el caso, ni mucho menos. Por lo regular slo una cuidadosa observacin y ponderacin de las experiencias hace posible una clasificacin segura. Por muy claro y sencillo que sea el principio bsico de las dos actitudes opuestas, su realidad concreta es complicada e inabar-cable, pues cada individuo es una excepcin de la regla. Por ello no puede haber una descripcin del lipo, por muy perfecta que sea, que se ajuste a ms de un individuo, aunque en cierto sentido millares de individuos estuvieran caracterizados certeramente por ella. La con-formidad del ser humano es slo uno de sus lados, pero la unicidad es el otro. La clasificacin no explica el alma individual. De todos modos, la comprensin de los tipos psicolgicos abre una va para una mejor comprensin de la psicologa humana en general.

    La diferenciacin del tipo comienza a menudo muy pronto, tan 961 pronto que en ciertos casos hay que decir que es innata. La caracte-rstica ms temprana de la extraversin de un nio es sin duda su rpido ajustamiento al entorno y la extraordinaria atencin que el nio otorga a