joyce y la modulación del objeto a

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Joyce y la modulación del objeto a en http://www.cieccordoba.com.ar/lalunula2/leermas6.html En la última lección del Seminario 23, intitulada por Jacques-Alain Miller, “La escritura del ego”, Lacan afirma que el nudo borromeo - designado por “nudo bo”- “cambia completamente el sentido de la escritura”: él da a la escritura “una autonomía” cuya notabilidad se destaca debido a la existencia de “otra escritura”, resultante “de lo que se pudiera llamar una precipitación del significante”[1]. Resalto, para retomarlo más adelante, el hecho sorprendente de que, en esta lección, Lacan no sólo utilice un término -“ego”- que, a lo largo de su enseñanza, fue objeto de desconfianza y de cuestionamiento, sino que también recupere, de un modo elogioso, la concepción de “autonomía” que, particularmente en la vertiente formada por la “Psicología del Ego”, tuvo incidencias muy discutibles sobre el psicoanálisis. La lluvia significante ya había sido tematizada antes, en “Lituraterra”[2], como la que, perforando las nubes, se precipita, como una escritura que provoca truncamientos, erosiones, no menos escriturales, sobre la tierra. En este mismo texto, Lacan recurre a la letra para dar cuerpo al litoral entre el saber y el goce, entre el dominio del significante y el dominio de lo que es vivo y recortado, marcado por la precipitación significante. Así, es esta escritura resultante de la precipitación del significante sobre lo vivo que tendrá su sentido completamente cambiado por el nudo borromeo y, si Lacan habla, en el Seminario 23, de una ganancia de “autonomía”, es porque tal escritura o, más precisamente, el propio nudo borromeo, corporificando el “sinthoma”, no se hace para el servicio del Nombre-del-Padre: la escritura del “nudo bo”, sirviéndose del padre, puede prescindir de él. Tras afirmar que tal nudo cambia el sentido de la escritura, Lacan lo designa como demostrativo de la diferencia radical entre la escritura (aquella advenida de la precipitación significante) y “lo que se modula en la voz”[3]. Para elucidar esta diferencia, diría que, efectivamente, la escritura del nudo borromeo, al realizar la modulación de la voz, nos permite, como afirma Lacan, “enganchar los significantes”[4]en cuanto que la otra escritura resulta de la caída, de la precipitación, de la lluvia de los significantes. El sentido de escritura es el mismo, modificado, pues 'caer' es muy diferente de 'enganchar'. Esa modificación me parece aún más

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Joyce el sintoma

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Page 1: Joyce y La Modulación Del Objeto A

Joyce y la modulación del objeto a

en http://www.cieccordoba.com.ar/lalunula2/leermas6.html

En la última lección del Seminario 23, intitulada por Jacques-Alain Miller, “La

escritura del ego”, Lacan afirma que el nudo borromeo -designado por “nudo

bo”- “cambia completamente el sentido de la escritura”: él da a la escritura

“una autonomía” cuya notabilidad se destaca debido a la existencia de “otra

escritura”, resultante “de lo que se pudiera llamar una precipitación del

significante”[1]. Resalto, para retomarlo más adelante, el hecho sorprendente de

que, en esta lección, Lacan no sólo utilice un término -“ego”- que, a lo largo de

su enseñanza, fue objeto de desconfianza y de cuestionamiento, sino que

también recupere, de un modo elogioso, la concepción de “autonomía” que,

particularmente en la vertiente formada por la “Psicología del Ego”, tuvo

incidencias muy discutibles sobre el psicoanálisis.

La lluvia significante ya había sido tematizada antes, en “Lituraterra”[2], como la

que, perforando las nubes, se precipita, como una escritura que provoca

truncamientos, erosiones, no menos escriturales, sobre la tierra. En este mismo

texto, Lacan recurre a la letra para dar cuerpo al litoral entre el saber y el goce,

entre el dominio del significante y el dominio de lo que es vivo y recortado,

marcado por la precipitación significante. Así, es esta escritura resultante de la

precipitación del significante sobre lo vivo que tendrá su sentido

completamente cambiado por el nudo borromeo y, si Lacan habla, en el

Seminario 23, de una ganancia de “autonomía”, es porque tal escritura o, más

precisamente, el propio nudo borromeo, corporificando el “sinthoma”, no se

hace para el servicio del Nombre-del-Padre: la escritura del “nudo bo”,

sirviéndose del padre, puede prescindir de él. Tras afirmar que tal nudo cambia

el sentido de la escritura, Lacan lo designa como demostrativo de la diferencia

radical entre la escritura (aquella advenida de la precipitación significante) y “lo

que se modula en la voz”[3]. Para elucidar esta diferencia, diría que,

efectivamente, la escritura del nudo borromeo, al realizar la modulación de la

voz, nos permite, como afirma Lacan, “enganchar los significantes”[4]en cuanto

que la otra escritura resulta de la caída, de la precipitación, de la lluvia de los

significantes. El sentido de escritura es el mismo, modificado, pues 'caer' es

muy diferente de 'enganchar'. Esa modificación me parece aún más decisiva

porque, además del enganche de los significantes, la escritura del nudo

borromeo, sostiene un “hueso”, el “huesobjeto [osbjet] que Lacan reduce al

“pequeño a ... precisamente para marcar que la letra, en ese caso, solamente

atestigua la intrusión de una escritura como otro [autre], [escrito] con una

pequeña a [en francés]”[5].

Page 2: Joyce y La Modulación Del Objeto A

Así, la modulación de la voz efectuada en el nudo borromeo es la operación que

me parece responde a dos cuestiones que, en VII Congreso de la Escuela

Brasileña de Psicoanálisis (EBP), dedicado a la preparación del VI Congreso de

la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), fueron formuladas

aproximadamente en los siguientes términos: Si el psicótico trae, como nos

señaló Lacan, el objeto a en el bolsillo, la clínica lacaniana de las psicosis

¿promovería una extracción de este objeto? Localizar el goce, en el tratamiento

de la psicosis, ¿implicaría una extracción del objeto a, aunque en un marco

diferente del que es característico de las neurosis?

No es gratuito que, en una lección dedicada a la “escritura del ego”, Lacan

hable de “precipitación” o “caída de los significantes”, “enganche de los

significantes” e “intrusión”, a partir del a como “huesobjeto”, “de una escritura

como un pequeño otro”. Desde la primera lección del Seminario 23, el arte de

Joyce es presentado como suplencia de la carencia del padre porque deshace

“lo que se impone del síntoma..., la verdad”[6]. En la sexta lección, la verdad

que se impone como síntoma es evidenciada por la psicosis que un paciente

entrevistado por Lacan, e incluso la hija de Joyce, vivieron como “palabras

impuestas”: la forclusión del Nombre-del-Padre puede hacer que los

significantes se precipiten como una tormenta, cuya fuerza es capaz de

provocar avalanchas terribles en la tierra inestable donde un psicótico busca

equilibrarse. Así, si Joyce no zozobra en su propia psicosis, es porque en su

texto -que Lacan considera como “todo hecho como un nudo borromeo”[7]-, él

engancha los significantes, modula ese huesobjeto que puede tomar la

dimensión de la voz, cierra el goce tornándolo opaco al sentido. Y si, al inicio de

la última lección del Seminario 23,Lacan dice que esta modulación compone

una escritura que es tan intrusa como un pequeño otro, es porque, a

continuación, él nos mostrará como ella es “esencial” al ego[8] de Joyce.

La asimilación del ego a una escritura intrusa resultante de la modulación de la

voz da al ego una connotación muy diferente de las que fueron duramente

criticadas por Lacan: en vez de ser corregido y enmarcado (por el llamado

“superego”), él corrige y enmarca; en vez de sufrir la intrusión (del que fue

designado “id” o incluso del propio “superego”) es él mismo el elemento

extraño, el intruso. En un primer momento, esta diferencia se aclara, en el caso

de Joyce, por el modo en que este escritor refiere "el marco" a "una relación por

lo menos de homonimia, como si pretendiera contar con la imagen"[9] –es lo que

vamos a encontrar, por ejemplo, en las tablas de correspondencias que lo

ayudó a concebir Ulises, o en la moldura de corcho (cork) elegida para una foto

de la ciudad de Cork.

Page 3: Joyce y La Modulación Del Objeto A

Pero otra elucidación de esta diferencia se da con la lectura lacaniana de una

cita deRetrato del artista adolecente, referente a un episodio ocurrido con el

propio Joyce, en la infancia: debido a preferencias literarias diferentes de las de

sus colegas y mucho menos convencionales, Stephen Dedalus, personaje que

Lacan nos enseña a leer como “Joyce en la medida en que descifra el propio

enigma”[10], es objeto de una zurra. La relación con el cuerpo golpeado no

aparece en la forma de rencor o rabia de los agresores, ni de una satisfacción

masoquista, mucho menos de un narcisismo: el cuerpo es despojado de la

violencia “tan fácilmente como un fruto es despojado de su cáscara madura y

suave”[11]. Ahora bien, el psicoanálisis circunscribe el ego como la “imagen” que

alguien hace de sí mismo como “cuerpo propio”; es un cuerpo del que no es

fácil alparlêtre (por lo menos aquel no tomado por la psicosis) despojarse, sobre

todo cuando él sufre la intrusión de otros, por ejemplo, como una zurra.

En las psicosis, el despojamiento del cuerpo, del ego, puede tomar formas que,

por ejemplo, van desde la despreocupación con los mínimos cuidados de la

llamada “higiene personal” hasta esa preocupación excesiva por la “apariencia

personal” que, en muchos casos diagnosticados como Trastorno Dismórfico

Corporal (Body Dysmorphic disorde), pueden hacer que el cuerpo sea recortado

por innumerables formas de cirugía plástica o incluso por auto-mutilaciones.

Pero si los psicóticos pueden soportar tal despojamiento del cuerpo, del ego, es

porque no dejan ese huesobjeto, que Lacan llamó objeto a y que ellos

consideran como ellos mismos; es, también, porque el narcisismo comporta un

peso del que el hablante ser -tomado o no por la psicosis- no consigue librarse

totalmente: con la pequeña a como huesobjeto, los psicóticos se hacen un

cuerpo y buscan contraponerse a los significantes que la forclusión del Nombre-

del-Padre hace precipitar sobre ellos. “En lo que atañe al habla”, sostiene

Lacan, “no se puede decir que alguna cosa no era, para Joyce, impuesta”[12]. Un

ejemplo particularmente elucidativo de esta imposición del habla puede ser

leído en una carta que este escritor, algunos meses después de la muerte del

padre y abalado por la psicosis de la hija, dirige a Miss Weaver, su amiga y

mecenas. Refiriéndose al modo como la voz del padre lo afectaba, Joyce relata:

“me parece que su voz, de algún modo, entró en mi cuerpo o en mi garganta.

Últimamente más que nunca – especialmente cuando suspiro”[13].

Si la presencia de la voz del padre en el cuerpo o en la garganta se hacía notar

“últimamente más que nunca”, es porque, antes de que Joyce tuviera que

confrontarse con el agujero resaltado por la muerte del padre, tal voz ya lo

asolaba[14]. Pero, la psicosis ordinaria de Joyce es extraordinaria porque nos

presenta otra solución diferente de las que ordinariamente encontramos en

muchos casos de psicosis y que, con Lacan, yo llamaría “modulación de la voz”.

Jacques-Alain Miller afirma que el nudo borromeo cambia radicalmente el

Page 4: Joyce y La Modulación Del Objeto A

sentido de la escritura porque “desacopla (découple) la escritura del habla”[15].

Este desacoplamiento es lo que la escritura de Joyce también realiza. Cierta

vez, indagado por el amigo Frank Budgen sobre cómo iba Ulises, respondió que

había trabajado mucho y que llegó a escribir dos frases. Tal amigo, frente a la

discrepancia entre la cantidad de trabajo y lo que fue producido, le pregunta si

estaba procurando alcanzar el mot juste; y recibe de Joyce la siguiente

respuesta: “ya tengo las palabras. Lo que estoy buscando es el perfecto orden

de las palabras en la frase. Hay un orden apropiado cada vez”[16].

Este orden que Joyce busca no es aquel que hace Flaubert, del mot

juste determinado por el Nombre-del-Padre, ni el orden de hierro con el que la

forclusión de este significante fundamental puede hacer precipitar los

significantes sobre el parlêtretomado por la psicosis. Se trata del orden

sintomático por el que Joyce torna opaco el goce que, en la imposición del

habla, es una avalancha de “yo oigocesentido (j’ouis-sens)”[17]. Así, en vez de

“descifrar su síntoma”, tal como hacen habitualmente los psicóticos frente a lo

que les deja perplejos, Joyce “prefirió cifrarlo de otro modo”[18]: asolado por la

polifonía del habla, él la descompone modulando la voz, enlazando los

significantes, buscando, para cada frase, el orden propio que su trabajo

incansable e innovador como escritor permite corporificar.

Traducción: Maria Aparecida Fernández.

Revisión: Adriana Testa e Sérgio Laia