iberos. sociedades y territorios del occidente mediterraneo

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    Sociedades y territorios

    del occidente mediterrneo

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    Iberos.

    Sociedades y territorios del occidente mediterrneo

    Edicin

    Susana Gonzlez Reyero

    Diseo, ilustracin y maquetacin

    Sara Olmos

    Coordinacin de textos y parte grfcaClara Flores Barrio, Laura Gandullo de Tapia

    Traduccin del original de Alexis Gorgues en francs

    Francisco Javier Sarasola Elustondo, Susana Gonzlez Reyero

    Correccin de Textos

    Ivn Fumad Ortega

    Edicin parte grfca y video

    Laura Paz de la Fuente, Brais Currs Refojos

    Entidades colaboradoras

    Museo dArqueologia de Catalunya

    Museo de AlbaceteMuseo de Arte Ibrico de El Cigarralejo

    CSIC-FECYT 2012.

    e-NIPO:472-11-225-3

    e-ISBN: 978-84-00-09474-4

    Esta obra ha sido realizada dentro del proyecto de Cultura Cientfca e Innovacin fnanciado porla Fundacin Espaola de Ciencia y Tecnologa (FECYT) Iberos. Aplicaciones del elearning al pa-trimonio arqueolgico (FCT-10-1216) y del Proyecto Intramural Especial de incorporacin (PIE delCSIC-Ministerio de Economa y Competitividad, n ref. 200910I100CSIC) titulado Las sociedadesiberas entre la Bastetania y la Contestania. Contacto cultural y transformacin social en las cuencasde los ros Segura y Mundo.

    Para la correcta visualizacin de este documento le aconsejamos disponer de una versin del lectorAdobe Acrobat Reader 9 Pro o versin superior (descarga gratuita aqu).

    Sociedades y territorios

    del occidente mediterrneo

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    Agradecimientos

    1. Susana Gonzlez Reyero

    Un ebook sobre patrimonio arqueolgico: del texto al hipertexto

    2. Ignasi Grau Mira

    El hombre en el paisaje: el territorio, la ciudad

    3. Manuel Molinos

    En la vida y en la muerte: las necrpolis ibricas de la Alta Andaluca

    4. Victorino Mayoral Herrera

    Trabajar, comer, vivir en una sociedad agraria de la Edad del Hierro: el mundo ibrico

    5. Teresa Chapa

    La escultura ibrica en piedra: de la produccin artesanal al simbolismo

    6. Alicia Perea

    Ulula y el orfebre

    7. Susana Gonzlez Reyero

    Antepasados y grupos aristocrticos. Memorias de inclusin y de exclusin entre los iberos

    8. Alexis Gorgues

    Cmo intercambian los iberos? La arqueologa de una prctica entre lo econmico y lo social

    9. Jordi Principal

    A comer! Comida y comensales en el mundo ibrico

    10. Francisco Beltrn Lloris

    Lengua y escritura ibricas

    11. Carmen Rueda Galn

    Paseando descalzos por un santuario ibero

    12. Ivn Fumad Ortega

    Comercio y transporte anfrico en poca ibrica: biografa narrada de una t.10.1.2.1

    13. Juan Pedro Belln

    La cultura de la guerra en la antigedad. Investigar la memoria destruida: la batalla de Baecula

    14. Susana Gonzlez Reyero

    Iberos en la web 2.0. Desafos y oportunidades para una comunicacin dialogada de la ciencia

    Crditos de la parte grfca

    ndice

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    28

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    76

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    Agradecimientos

    Este libro electrnico es deudor del trabajo de varios colectivosque han participado, prestado contenidos y con quienes hemosdialogado en el transcurso de este proyecto. Gracias a ellos hemos

    explorado las formas en que los ebook enriquecidos, como nuevasformas de hipermedialidad, suponen una transformacin de lacomunicacin de la ciencia que afecta plenamente y supone unreto para el patrimonio arqueolgico. Nuestro libro electrnicose enmarca por tanto en un contexto en que el nuevo ecosistemadigital, con la generalizacin de las tecnologas asociadas a la web2.0, constituye la mayor oportunidad de rediseo estratgico de lacomunicacin de la ciencia.

    Ha sido central el trabajo de nuestro grupo de investigacin delConsejo Superior de Investigaciones Cientcas (CSIC) Iconografa,

    paisaje y proceso social: Iberia y el Mediterrneo occidental(IcoMed)a cuyo responsable, Ricardo Olmos, agradecemos sus aos de ml-tiples enseanzas y dedicamos las pginas que siguen. Igualmente,la Lnea de InvestigacinArqueologa y Procesos Sociales(Institutode Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC) y laUnidad AsociadaArqueologa del paisaje: lecturas territoriales ysimblicas(CSIC-Centro Andaluz de Arqueologa Ibrica de la Uni-versidad de Jan) ha proporcionado un marco dialogante y mutua-mente enriquecedor para llevar a cabo este proyecto.

    Este libro ha sido posible gracias a la ayuda y nanciacin de

    dos proyectos, uno de la Fundacin Espaola para la Ciencia y laTecnologa (FECYT), titulado Iberos. Aplicaciones del elearning alpatrimonio arqueolgicoy otro del CSIC (Ministerio de Economa yCompetitividad) titulado Las sociedades iberas entre la Bastetania

    y la Contestania. Contacto cultural y transformacin social en lascuencas de los ros Segura y Mundo. Agradecemos al Departamentode Publicaciones del CSIC y, especialmente, a Miguel ngel Puig-

    Samper, Jos Manuel Prieto, Enrique Barba y Mnica Elas su inte-rs y ayuda prestada. Dentro del mbito de los museos, han propor-cionado una ayuda especial y son entidades colaboradoras el Museode Albacete, el Museo dArqueologia de Catalunya y el Museo deArte ibrico de El Cigarralejo (Mula, Murcia). Tampoco hubiera sidoposible sin el trabajo desarrollado por Sara Olmos, cuyo diseo eilustracin seala las vas por las que el ebook puede y debe dife-renciarse de los libros convencionales. Hemos contado tambin conla ayuda y generosidad de personas e instituciones a los que agrade-cemos profundamente su colaboracin y prstamo de contenidos, tal

    y como se detalla en los crditos grcos del nal de la obra.Por ltimo, somos conscientes de que este ecosistema digital enque vivimos se transformar incesantemente en los prximos aosy que, como impone la tecnologa, esta circunstancia dota de unacierta caducidad a nuestro producto. Pero sabemos tambin que losprofesionales del patrimonio y de la historia debemos implicarnosmuy activamente para, como dice el Digital Humanities Manifesto,hacer realidad una nueva topografa digital, un nuevo espacio queno sea solo disciplinar, sino que anime a la creacin de congura-ciones alternativas para la produccin y comunicacin del conoci-

    miento. Hablamos de un espacio de alcance global, congurado porplataformas ms exibles y abiertas que atraigan a nuevos pbli-cos y nos ayuden en el reto que Daniel Innerarity plantea para els. XXI, la difcil pero ineludible democratizacin del conocimiento.

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    dades, museos, administraciones o empresas, tiene como objetivoconocer estas poblaciones antiguas, pero tambin preservar ycomunicar su patrimonio. Incidiremos en cmo este ebook, queincorpora formatos enriquecidos, se enmarca en un contexto en quela transformacin del entorno digital, con la generalizacin de lastecnologas relacionadas con la web 2.0, constituye la mayor opor-tunidad de rediseo estratgico de la comunicacin de la ciencia.

    En este nuevo ecosistema digital, y en parte gracias a l, laciencia puede constituirse en un factor mucho ms presente nosolo en la sociedad en general, sino especialmente en la crtica que

    amplios sectores sociales deben hacer respecto a las formas en quese irrumpe en el pasado para justicar polticas del presente, yasean estas de apropiacin, de exclusin o de olvido Este ha sidoun motor fundamental para nosotros: Una mayor formacin crticadebe ser parte fundamental de cmo gestionar socialmente losdiscursos interesados sobre el pasado.

    As, conocer ms sobre los iberos no solo repercute en nuestroconocimiento de esos siglos, sino que nos permite ser ms crticoscon las formas en que se ha recurrido a las sociedades del pasa-do por parte de los regmenes polticos a la hora de construir un

    presente a su medida. Esta es una pauta que contina. El pasadoes crecientemente, en nuestra Europa contempornea, una fuente

    Para referirse al futuro, los asirios utilizaban la expresindetrs de nosotros. Tan solo una aparente contradiccin. Miraratrs era, ya entonces, algo ms que el obligado gesto de quien seinteresa por el pasado, sino tambin de quien se interroga sobreel presente. Hoy sabemos que la mirada que distintos grupos handedicado al pasado ha oscilado entre curiosa, nostlgica, polticaNo en vano el pasado es ese pas extrao donde conuyen atracti-

    vos e intereses muy variados, al tiempo que un valioso argumentopara las polticas del presente. Lo cierto es que pasado y presenteestn conectados por fuertes lazos, mucho ms determinantes o r-mes de lo que en ocasiones pensamos. Por ello seguimos acudiendoal pasado, conscientemente o no, como forma de poder comprendernuestro mundo actual y afrontar el futuro.

    Tienes ante ti un libro electrnico dedicado al patrimonioarqueolgico de los iberos. A lo largo de sus pginas, una serie detemas claves nos permitirn acercarnos a las formas de vida delas sociedades que habitaron el rea mediterrnea de la Pennsula

    Ibrica durante la edad del Hierro. Nuestra prctica cientca yprofesional, llevada a cabo en centros de investigacin, universi-

    Un ebook sobre patrimonio arqueolgico:del texto al hipertexto

    Susana Gonzlez Reyero

    Centro de Ciencias Humanas y SocialesConsejo Superior de Investigaciones Cientcas

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    para los distintos discursos que intentan construir identidades enel presente. De aqu se derivan usos muy diversos: desde la apro-piacin en exclusiva es nuestro pasado y no el de los dems a losacercamientos crticos que abogan por una mirada ms responsa-ble a las formas en que construimos y recreamos el pasado.

    Los iberos poblaron el rea mediterrnea de la Pennsula Ibri-ca durante la Protohistoria. Esta es una poca de gran trascenden-

    cia para las formas en que se organizaron las sociedades antiguas,ya que las comunidades de este rea experimentaron, entre lossiglosVI-Ia.C., cambios fundamentales en las formas de ejercer,legitimar o justicar el poder. Es decir, cambian las relacionesentre los diferentes grupos sociales y, consecuentemente, cambianlas formas en que se organiza su sociedad, que se transforma desdela creacin y consolidacin de las jerarquas hasta el umbral enque irrumpe el estado, sin duda una de las transformaciones fun-damentales en la historia de las sociedades humanas. As que, alacercarnos a los iberos, nos enfrentamos en realidad a una serie de

    preguntas que todos podramos hacernos, que surgiran espont-neamente al examinar cualquier sociedad humana: cmo orga-nizaban los iberos su comunidad?, cmo repartan y trabajabanlas tierras?, cmo era ser orfebre, escultor o alfarero? Y tambin,cmo explicaron su mundo, el entorno natural que les rodeabay del que dependan?, qu explicaciones dieron ante los hechosextraordinarios o inexplicables, que podan ocurrir en la espesuradel bosque?, qu hazaas atribuyeron a sus hroes, cmo seranlos relatos transmitidos a hijos y a nietos? 1. El asentamiento, la

    necrpolis, la atalaya ylos campos de cultivo de

    un paisaje ibrico.

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    Debemos tener en cuenta que este nombre, iberos, no signica

    que fueran un pueblo homogneo ni nico ni unicado en algn

    momento de su historia. Tampoco podemos demostrar que ha-

    blaran la misma lengua. En realidad, iberos designa su comn

    pertenencia a las tierras del occidente mediterrneo y el hecho de

    compartir ciertos rasgos, a partir de su larga convivencia o contac-

    to con pueblos diversos del Mediterrneo.

    Antes que trasladar una mirada nica sobre los iberos, hemos

    querido dar voz a diferentes investigadores. Hemos elegido, por

    tanto, una estructura temtica de voces diversas como forma de

    acercarnos a distintos aspectos de sus modos de vida. Se ha busca-

    do reejar el amplio abanico de temas y de perspectivas que han

    enriquecido nuestro conocimiento de los iberos y que caracterizan

    el campo abierto de la investigacin actual. En las pginas siguien-

    tes encontraremos los diversos factores que incidan en sus vidas:desde las formas de apropiacin o dominio del paisaje, las implica-

    ciones sociales de los procesos productivos, las formas de identidad

    y memoria, la comensalidad y su dimensin social, la violencia real

    y simblica, la guerra, las formas de legitimar la diferencia social,

    los ritos y la construccin de lo sagrado, los discursos visuales y

    textuales como componentes dinmicos de la ideologa y de la prc-

    tica social

    Las intervenciones incluidas en este ebook son, tambin,

    formalmente diversas. Se ha potenciado la libertad como forma

    de romper la usual homogeneidad del discurso de la academia,convencidos de la necesidad de explorar otras formas de narrar

    que respeten el rigor en lo comunicado sin temor de romper la

    tradicional forma de hablar de los profesionales. Quizs esta

    heterogeneidad en el tono pueda sorprender pero, en este caso,

    hemos apostado decididamente por una diversidad que huya de los

    discursos homogeneizadores y que abarca desde la ccin arqueo-

    lgica a la sntesis cientca. Perseguimos, as, un objetivo doble.

    En primer lugar, alcanzar el tono con el que el autor sintiese que

    poda comunicar mejor al no especialista su tema de estudio. En

    segundo lugar, ensayar contenidos alternativos a los ya existentes

    sobre el mundo ibrico y que puedan conectar con el lector. Es de-

    cir, ensayar frmulas para emprender el camino que debe llevar-

    nos a dialogar con las nuevas comunidades de intereses que la web

    ha propiciado.

    2. Recreacin del santuario ib-

    rico de Collado de los Jardines

    (Santa Elena, Jan).

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    Creemos, igualmente, que es preciso buscar, para el lenguajede la comunicacin cientca, nuevas vas que no tienen por quasemejarse a las del artculo especializado. Por qu en la comu-nicacin de la ciencia debe imperar el mismo discurso homogneode la publicacin profesional, cientca o administrativa? No hayrazones para ello, ya que una mayor libertad formal puede abrirnuevas vas y no est reida con el rigor, la exactitud o el carcter

    histrico, interpretativo y cientco de lo que comunicamos.

    A lo largo de los captulos de este ebook nos asomaremos tam-bin a las formas de conocimiento que genera la arqueologa, comociencia que indaga sobre el pasado desde el presente. Dentro delconjunto de ciencias sociales, la arqueologa estudia al hombre y sucomportamiento en sociedad a partir del anlisis integral y contex-tual de los restos materiales de su accin en un espacio fsico y enun tiempo determinado. La arqueologa converge con otras discipli-

    nas en el amplio campo del patrimonio histrico, donde diferentesprcticas profesionales se encargan de su salvaguarda, proteccin,investigacin, puesta en valor y comunicacin.

    Creemos que ha prevalecido hasta hace poco la idea de unaciencia dispensadora de verdades inamovibles y de descubrimien-tos. En nuestro recorrido por los territorios y los siglos de los iberosvamos a alejarnos voluntariamente de esta senda. No vamos aenarbolar el estandarte habitual de proporcionar un nuevo pano-rama, algo que creemos vinculado al reclamo del hallazgo arqueo-lgico y, en ltima instancia, a la llamada arqueologa del descu-

    brimiento. Creemos que lo nuevo, adems de llegar a estar tanmanido que se vaca de contenido, no es necesario como reclamo.En realidad es, ms bien, contraproducente si el pblico se acos-tumbra a buscar en la ciencia novedades constantes que despusresultan huecas. Esta constante promesa de novedad potencia unaidea de la ciencia como dispensadora de axiomas, de autoridad. Ycreemos que esto es en realidad lo primero que habra que eliminarde la divulgacin cientca, si queremos trasladar una idea msexacta de qu es la ciencia, al tiempo que establecer un dilogo conamplios sectores sociales potencialmente interesados, o a quienesdeberamos saber interesar.

    3. El trabajo del arque-logo como puente en elabismo entre el presente yel pasado.

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    el ingente y pionero trabajo dirigido por RicardoOlmos, a quien dedicamos esta obra y que produjo elcd Los iberos y sus imgenes (1999), cuya referenciaencontrar el lector al nal de estas lneas.

    Nos gustara transmitir por tanto que la cienciano es un recetario de soluciones, sino una forma deconocimiento, abierta, en continuo cuestionamientoy debate. El estado de la cuestin con que trabaja-mos los profesionales est lejos de ser un axioma.En ocasiones nos sirve para construir sobre l, perotambin sirve para cuestionarlo, deconstruirlo, em-

    prender nuevas vas o comenzar de nuevo.Por ello, en este ebook hemos querido trasladar

    el panorama completo con el que trabajamos, cons-cientes de los vacos, errores o incluso lastres, perotambin de sus avances o fortalezas. Todo ello, loaceptado y lo debatido, debe hacerse siguiendo cier-tos mtodos. Esta es la forma de construir el conoci-miento cientco, que se diferencia de otros tipos deconocimiento en que no podemos adquirirlo espon-tneamente mediante la experiencia cotidiana del

    mundo que nos rodea, sino mediante el estudio decampos especializados que requieren aprendizajes,perspectivas y mtodos particulares cuya destreza espreciso dominar.

    Merece la pena detenernos brevemente ennuestra apuesta por un ebook que quiere fomentardecididamente el paso del texto al hipertexto. Hemosapostado por este camino del texto enriquecido, quepermite pasar del texto al hipertexto, incorporandorecursos de vdeo o interactivos mediante enlaces arecursos web. La idea de un libro de soporte elec-trnico sobre los iberos no es, claro, nueva. Quieroespecialmente citar aqu la apuesta que signic

    4. Portada del Cd Losiberos y sus imgenes(1999).

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    La produccin de un ebook que apuesta por explorar for-matos enriquecidos que potencian la interactividad no soloest muy lejos de ser meramente formal, sino que es algormemente anclado en el por qu de este proyecto, en suconcepcin misma.

    Para ello es clave la constatacin de que estamos inmer-sos, conscientes o no, en una revolucin en la forma de pro-

    duccin de conocimiento, de transferencia y comunicacin.Las posibilidades de la web 2.0 han puesto sobre la mesa undebate en torno a las perspectivas y cambios para la peda-goga, la investigacin, etc.

    En nuestro caso, pretendemos explorar algo anuncia-do por varios autores: el trabajo cientco del futuro noconsistir en pginas bidimensionales de texto y partegrca, sino en mundos de informacin navegables entres dimensiones. Estos mundos tendrn la capacidad devincularse a otros mundos, como los cheros en un servi-dor o mediante la colaboracin interactiva en tiempo real

    con otros cientcos.An conscientes de estar en un perodo transicional

    en cuanto a formatos y desarrollo de los ebook, aposta-mos decididamente por esta va. No tener las restriccio-nes de un texto impreso y la conviccin y voluntad deinsertar nuestro proyecto en un mundo navegable deinformacin ha sido un importante estmulo. Gracias altrabajo de Sara Olmos, diseo e informacin convergen yforman esta plataforma interactiva que es el ebook, unared que canaliza el acceso a varios recursos exteriores,

    como vdeos, pginas web o artculos on line. Adems dela informacin textual y de nuestro decidido fomento delas recreaciones de espacios antiguos, hemos ensayadotambin otras frmulas de hipermedialidad y el lectordescubrir, por ejemplo, que la parte grca sealadacon una proporciona otra imagen o dibujo al pasarel ratn por encima. Cada autor se identica medianteun icono que el lector ver en cada captulo, cosiendosus hojas en el margen izquierdo. El mismo icono identi-ca al autor y a su captulo en la portada. Un ndice in-teractivo permite acceder directamente a los contenidos.Ensayamos, as, una comunicacin entre los apartadosdel ebook distinta a la de un libro en papel. Enfatizamosla diversidad que permite el formato digital.

    5. Posibilidades yabiertos con la w

    http://www.saraolmos.com/http://www.flickr.com/photos/mho/403474059/in/faves-69531265@N04/http://www.saraolmos.com/
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    fundamentales del patrimonio. En realidad, estos dos sectores han sidolos histricamente acaparadores de los ujos de produccin y consumode conocimiento. Dnde quedaba el no experto? La sociedad era merareceptora. No tena voz, solo se le conceda ser espectador del proceso.

    En realidad, la brecha que tradicionalmente ha separado a investigadores y pblico sigue an abierta. Ciencia y tecnologa, por un lado,y comunicacin, por otro, tal y como han sealado autores como Javie

    Fernndez del Moral, parecen haber corrido en paralelo sin encon-trarse jams. La situacin no parece haber cambiado demasiado: eldivorcio entre ciencia y sociedadsigue existiendo. Algo que no deja deser paradjico, ya que vivimos en un entorno cada vez ms inuido pola ciencia y la tecnologa y la mayora de los ciudadanos ignoran portanto cuestiones que tienen una incidencia y repercusin tan directaen sus vidas. As pues, parece que la ciencia an est lejos de alcanzael peso que debera tener en nuestras vidas, en la necesaria y acuciante transformacin de la sociedad y de los modelos productivos.

    Por ello es especialmente importante mejorar la comunicacin de

    la ciencia. Consecuentemente, la arqueologa debe comunicar me-jor las formas en que conocer el pasado puede ensearnos a pensarproductivamente el presente y el futuro. Se viene imponiendo la ideade que la transferencia a la sociedad es central y debe ser tomada encuenta en todos los pasos de toma de decisiones sobre la generacinde conocimiento y la puesta en valor del patrimonio. Las enseanzasy comprensin que permite la arqueologa pueden ser relevantes paralos problemas a los que nos enfrentamos hoy en da. Por citar tan soloalgunos ejemplos: es consecuente con nuestra actual preocupacinecolgica considerar cmo intervino el medio ambiente en el desarrollde las sociedades del pasado, incluyendo los efectos de la degradacinambiental. Tambin nuestra megaciudad o no ciudad actual puedebeneciarse de un mejor conocimiento de la variada formulacin de lavida urbana a lo largo de la historia.

    Si la comunicacin es esencial para la prctica de la ciencia ylas formas tradicionales de comunicar estn en una transforma-cin estructural, resulta claro que nos hallamos en un escenario denuevas oportunidades y retos. Esta media revolutionabre nuevosescenarios para los que hay que adoptar estrategias diferentes.

    Concebimos que las posibilidades abiertas por el cambio deparadigma de la comunicacin no es una moda, sino una gran

    oportunidad. Es, como han sealado algunos autores, un desafohistrico.

    La conversin de la web en una gigantesca base de datossemntica signica el avance hacia una ciencia global, al tiempoque la multiplicacin exponencial de contenidos accesibles so-bre patrimonio cultural. Adems de los lugares fsicos, como losmuseos, centros de interpretacin o parques arqueolgicos, la webse convierte en una nueva zona de contacto donde interactany conuyen intereses de los diversos sectores involucrados en lagestin y difusin del patrimonio. En este contexto, es necesario

    abordar el cambio y explorar decididamente qu signica estaprofunda transformacin para el patrimonio arqueolgico, tantopara su investigacin, proteccin y puesta en valor, como para sutransferencia y comunicacin.

    Hasta ahora, el patrimonio cultural, as como su futuro, ha de-pendido fundamentalmente de los acuerdos que surgen entre tresgrandes sectores. A grandes rasgos, con sus matizables subdivisio-nes, son el sector cientco-profesional, el poltico-administrativo yel resto de la sociedad. Los tres protagonizan una serie de prcti-cas de gran importancia, entre ellas el consenso del que dependeen realidad la denicin que, a cada momento, se adopta sobre elpatrimonio cultural y sobre cul debe ser su papel en la sociedad.

    Hasta hace pocos aos, la llamada academia (universidades ycentros de investigacin) y los profesionales denan los aspectos

    http://www.oei.es/divulgacioncientifica/entrevistas_158.htmhttp://www.oei.es/divulgacioncientifica/entrevistas_158.htmhttp://digital.csic.es/handle/10261/3121http://digital.csic.es/handle/10261/3121http://www.oei.es/divulgacioncientifica/entrevistas_158.htmhttp://www.oei.es/divulgacioncientifica/entrevistas_158.htm
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    Es decir, se instala crecientemente la idea de que es necesarioefectuar una difusin de los resultados cientcos que incida social-mente. Solo en la medida en que la comunicacin de los resultadosde la ciencia sea comprensible y consistente con los avances de ladisciplina, el soporte y demanda del pblico crecern. Y sabemosque una parte importante del futuro de la arqueologa depende dela comprensin, demanda y apoyo por parte del pblico.

    En este contexto de mayor concienciacin sobre la importanciade la comunicacin de la ciencia, irrumpe un proceso decisivo: lallegada de los nuevos paradigmas de comunicacin. La generali-zacin de sus herramientas y posibilidades ha empezado a tenermltiples y trascendentales consecuencias. Por ejemplo, ya nopodemos hablar de una cadena de transferencia unidireccional delprofesional al pblico. El dilogo entre los diferentes actores esahora la arena, el espacio donde se produce el nuevo conocimien-to. Al mismo tiempo, y al cambiar las formas de comunicacin ytransferencia de la ciencia, los medios digitales pueden promover

    nuevas aproximaciones y dar al cientco un nuevo papel, posibi-litar su mayor presencia en la sociedad. De hecho, la mayora delos investigadores europeos que participaron en un estudio de laComisin Europea se mostraban partidarios de una relacin conti-nua y ms profunda con los medios para que el pblico percibieseque la ciencia se basa en adquirir nuevos conocimientos y satis-facer la curiosidad, no solo en invenciones y nuevos productos(http://www.elmundo.es/campus/2010/571/).

    La ciencia ya no puede ser solo institucional, dirigida desde launiversidad, la autonoma o el estado. La ciencia se comunica einteresa crecientemente a comunidades de prcticas e interesescomunes. Y el papel del pblico est, cada vez ms, en el centro deldiseo de la ciencia. De receptora nal, la amplia comunidad deusuarios se ha convertido en central.

    La academia ya no tiene el monopolio de la produccin, valoracin yrevisin del saber, sino que estamos inmersos en un contexto de produccin policntrica del saber. Como seala Daniel Innerarity, la producciy legitimacin del saber se ha emancipado del sistema acadmico. Elsaber se pluraliza y descentraliza, resulta ms frgil y contestable. Lasociedad del conocimiento se caracteriza porque un nmero creciente deactores dispone, y hace valer, un fondo tambin creciente de saberes.

    En este contexto cambiante surgen iniciativas como el Digital Hu-manities Manifesto elaborado en la Universidad de California (UCLAy perlado a raz del THATCamp (The Humanities and TechnologyCamp) celebrado en Pars en mayo de 2010. Dirigido a las comunidadde investigacin y a todos los involucrados en la creacin, publicacinvalorizacin o preservacin del conocimiento, el maniesto proponeunas humanidades digitales que no se denen como un campo unicado, sino como una serie de prcticas convergentes, una transdisciplinque incorpora todos los mtodos, sistemas y perspectivas heursticasvinculadas a lo digital en el campo de las humanidades y de las cienci

    sociales.El maniesto es un llamamiento a la integracin de la cultura digien la denicin de la cultura general del siglo XXI. En general, la ini-ciativa Digital Humanities busca desempear un papel pionero en unmundo en que las universidades y centros de investigacin ya no son lnicos productores, administradores y difusores de conocimiento o cultura. Ms bien, se enfrentan ahora al reto de moldear o disear modedigitales de discurso acadmico no solo para el alumno adolescente, sipara una emergente esfera pblica que demanda y necesita una formacin continua a lo largo de su vida.

    Universidades y centros de investigacin se enfrentan ahora a estereto lanzado en la red. Es preciso modelar la excelencia y la innovacin estos mbitos digitales y facilitar la formacin de redes de produccin dconocimiento, intercambio y difusin que sean, a la vez, globales y local

    http://www.elmundo.es/campus/2010/571/http://thatcamp.org/http://thatcamp.org/http://thatcamp.org/http://thatcamp.org/http://www.elmundo.es/campus/2010/571/
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    Es preciso analizar y actuar en los nuevos espacios en que sedebate, transmite y se genera opinin sobre el patrimonio. Y comoel conocimiento se produce en la red, las nuevas tecnologas van ajugar un importante papel en la interpretacin de nuestro patri-monio cultural. Los medios innovadores que incorporan modelado3D, mundos virtuales, video, etc., pueden ser utilizados para darvoz a otras historias sobre el pasado, pero tambin para acercar

    la teora, educar a audiencias ms amplias, implicar a diferentescomunidades en cada una de las etapas del trabajo arqueolgico yabrir un dilogo entre diferentes sectores sociales.

    Puede ser quizs, el espacio web, un espacio alternativo alos abismos existentes an entre la academia, los profesionalesy el gran pblico. Un espacio intermedio que, con su capacidadde acercar los contenidos cientcos descargables a cualquierlugar, puede propiciar nuevas formas de visita al lugar antiguo.Por ejemplo, la puesta en marcha de la expedicin Malaspina enmayo de 2011 se acompa de un blogque comunica a lectores y

    cientcos, mientras que el cmic de Mr Fishatiende a otros tiposde pblico interesados en la expedicin.Es seguro que el futuro del sector del patrimonio depende del

    xito conseguido en las formas y alcance de esta nueva participa-cin en red. Desde esta perspectiva es absurda la menor atencinque la comunicacin de la ciencia sigue teniendo entre ciertosprofesionales. Marginar este mbito es, cuando menos, estratgica-mente poco viable.

    Se impone, por tanto, un cambio de actitud de los sectoresimplicados en el patrimonio arqueolgico. Es necesaria su reu-bicacin en la nueva sociedad de la informacin, su presencia,

    ms activa, en los espacios web donde se debate y se construyenrelaciones en torno al patrimonio. Es preciso aprovechar la opor-

    tunidad para crear un escenario en el que superar los problemassurgidos de la organizacin anterior. Este escenario, ciertamentecambiante, es una oportunidad para construir nuevas prcticas,donde los diferentes sectores implicados en el patrimonio arqueo-lgico se involucren y dialoguen de otras formas. Por ejemplo, lasnuevas tecnologas ofrecen soluciones para formar y dialogar conpoblaciones geogrcamente alejadas de los centros universitarios

    o formativos.Es preciso, como indica el Digital Humanities Manifesto, actuar

    para hacer realidad una nueva topografa, un nuevo espacio que nosea solo disciplinario, sino que anime a la creacin de congura-ciones alternativas para la produccin y comunicacin del conoci-miento: de composicin abierta, de alcance global, diseadas paraatraer a nuevos pblicos y establecer nuevos modelos supra-insti-tucionales, un espacio congurado por plataformas ms exibles yabiertas, que desbordan y plantean retos a la organizacin institu-cional actual.

    La ciencia se ha denido como el arte de transformar unapregunta hasta que encontremos una respuesta. Ms all de laorientacin ms utilitarista de la ciencia que se ha encumbrado enlos ltimos decenios, es necesario redimensionar la ciencia comouna forma de pensar el mundo, en su complejidad y en sus rare-zas. Es, tambin, una de las actividades que nos constituyen comoseres humanos. A pesar de nuestra fragilidad, e incluso de nuestrainsignicancia comparados con las dimensiones de la naturaleza,mediante la ciencia conseguimos pensar este universo, represen-tarlo, estructurarlo aparentemente en orden, hacerlo nuestro. Estedebate, esta discusin, tiene un nuevo espacio y es inmaterial,

    abierto y global.

    http://www.expedicionmalaspina.es/Malaspina/Main.do#content:Homehttp://publiblogdelcsic.blogspot.com/2011/11/expedicion-malaspina-un-viaje-de.htmlhttp://publiblogdelcsic.blogspot.com/2011/11/expedicion-malaspina-un-viaje-de.htmlhttp://www.expedicionmalaspina.es/Malaspina/Main.do#content:Home
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    Para leer ms

    OLMOS, R. (coord.), 1999: Los iberos y sus imgenes. Recursoelectrnico, director responsable cientco, Ricardo Olmos; coor-dinacin y tratamiento de la documentacin, Isabel Izquierdo,Francisco J. Martnez Quirce; imgenes y diseo grco, VictorinoMayoral; tratamiento digital e informtico, Francisco FernndezIzquierdo; documentacin y digitalizacin, Matilde Morillo y MarCamarero.

    DAZ, NGEL, 2010: Los cientcos en busca de nuevos mto-dos de comunicacin, El mundo Campus, 17 de Febrero de 2010,nmero 571, especial investigacin, http://www.elmundo.es/cam-pus/2010/571/

    CLACK, TIMOTHY; BRITAIN, MARCUS(eds.), 2007:Archaeology andthe media, Left Coast Press, Walnut Creek, California.

    The Humanities and Technology Camp

    VICENTESOL, RICARDO, 2009: Redes complejas: del genoma aInternet, Tusquets, Barcelona.

    http://www.elmundo.es/campus/2010/571/http://www.elmundo.es/campus/2010/571/http://thatcamp.org/http://thatcamp.org/http://www.elmundo.es/campus/2010/571/http://www.elmundo.es/campus/2010/571/
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    les de la Baja Andaluca, acogi las primeras colonias

    fenicias atradas por tal riqueza. Las nuevas frmulasurbanas se adaptaran tempranamente en este espacioregional, pero fue a partir de nes del s. VIa. C. con laaparicin de la Cultura Ibrica cuando se produjo laplena consolidacin de las ciudades.

    En efecto, la etapa ms temprana de la CulturaIbrica ya muestra la existencia de asentamientos detamao considerable, con formas urbansticas regula-res articuladas a partir de una arquitectura en piedrade estructura cuadrangular que permite la adyacenciade las viviendas y la ordenacin de los espacios detrnsito en calles rectilneas. La mayor parte de esoscentros urbanos posean poderosas obras de defensacompuestas por murallas, torres y puertas fortica-das.Los romanos se rerieron con la denominacinde oppidumal ncleo urbano ibrico y con frecuenciaaludieron a su carcter de fortaleza por su ubicacinestratgica sobre altozanos y sus poderosas fortica-ciones. Buenos ejemplos de esos oppidacompletamen-

    te congurados desde poca ibrica antigua seranPuente Tablas en Jan o el de menores dimensiones

    1. De la aldea a la ciudad.Procesos de urbanizacin en Iberia

    Durante la primera mitad del primer milenioantes de nuestra era se produce en toda la cuencadel Mediterrneo y en zonas de la Europa templadaun proceso de concentracin de la poblacin y ur-banizacin que acaece siguiendo sus propios ritmos

    y modalidades en las distintas regiones. En el casodel sur y la fachada mediterrnea de la PennsulaIbrica este proceso se produjo como convergenciade los procesos de transformacin de las sociedadeslocales y de las inuencias llegadas del Mediterr -neo oriental, de manos de fenicios primero y griegosdespus, donde el fenmeno urbano se haba produ-cido con anterioridad.

    Los primeros procesos de urbanizacin en losterritorios de Iberiase haban iniciado en el sur en

    fechas muy tempranas. La sociedad tartsica, dina-mizada por las explotaciones de los recursos minera-

    El hombre en el paisaje:el territorio, la ciudad

    Ignasi Grau Mira

    Universitat dAlacant

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    Andaluca muestran, como veremos, fuertes procesosde centralizacin de la poblacin que aglomeran a latotalidad de los habitantes en el interior de oppi-da. En las tierras del sudeste y el Pas Valencianose produce la concentracin en centros urbanos dedimensiones modestas que darn paso a la emergen-cia de las ciudades rectoras de amplios territorios

    hacia el s. IIIa. C. En tierras catalanas se distingueclaramente un espacio litoral donde cada uno delos territorios tnicos est presidido por una granciudad desde poca temprana, mientras las tierrasinteriores presentan aglomeraciones menores queaglutinaban la poblacin del territorio.

    Ms all de todas estas dinmicas cruzadas,podemos decir que en lneas generales la mayorparte de los territorios de Iberiahaban desarrolla-do procesos de urbanizacin a la llegada de Romaa nes del s. IIIa. C. Algunos de estos proyectos setruncaron, mientras que la mayor parte de la estruc-tura generada durante la poca Ibrica fue la hormasobre la que intervino la nueva administracinromana, lo que da cuenta de la madurez de los pro-yectos de centralizacin ibricos. En pocas centuriasse haba producido la transformacin de las comu-nidades campesinas de pequea escala en aglome-raciones urbanas o en asentamientos concentradosque sin alcanzar esta categora poblacional seran elembrin de las frmulas urbanas al ser los referen-

    tes espaciales de los territorios donde se ubicaban.

    de El Oral en Alicante, por citar nicamente algunosejemplos tempranos.

    Ms all de las dimensiones de la aglomeracin yde su conguracin fsica, que muestra una extraor-dinaria variedad, queremos en estas lneas preli-minares sealar el signicado social que suponenlos procesos de concentracin de la poblacin y la

    emergencia de las formas embrionarias de vida ur-bana. La cultura ibrica es consustancial al procesode urbanizacin entendido en un sentido tanto fsico,consolidacin del oppidumy enclaves concentrados,como en su vertiente social y poltica, es decir eldesarrollo de economas complejas y diversicadas,el aanzamiento de desigualdades sociales y la apa-ricin de grupos dirigentes de carcter hereditario.Interpretamos el proceso como una transformacinregional de un paisaje rural formado por ncleosindiferenciados con poblacin ms o menos homo-gnea en la edad del Bronce que se transforma enun patrn de asentamiento en el cual un entornoagrcola soporta unas pocas aglomeraciones confunciones especializadas en su carcter econmico,en la representacin social de la comunidad y en ladireccin poltica.

    Cabe decir que las vas, los procesos y los ritmosque llevaron a las sociedades ibricas hacia la con-solidacin de las formaciones urbanas no fueron lasmismas en todas partes, e incluso hubo experiencias

    fallidas en algunos territorios. Los oppidade la Alta

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    1. Recreacin de la forticacin ibrica delPuig dAlcoi (Alicante).

    2. El oppidum, modelo ibricode ciudad

    Es difcil tratar de caracterizar el tipo de ciudadibrica, habida cuenta de la diversidad de esta cul-tura debido a la gran extensin espacial del mbitoal que nos referimos, los distintos sustratos localesy condicionamientos geogrcos. Sin embargo, msall de estas variables, debemos tratar de describirlos rasgos comunes que caracterizaran el modelo de

    ciudad ibrica en el seno del Mediterrneo Antiguo.Como norma general, las ciudades ibricas eran

    de dimensiones ms reducidas y de aspecto menos

    monumental que sus contemporneas gricartaginesas, donde se desarrollaron formorganizadas de estructura urbana con traregulares y obras pblicas singulares. Laibricas se articulaban a partir de ordenamuy variables y en ocasiones con adaptacrrenos muy irregulares, lo que daba al as

    una apariencia muy rstica. Tampoco sonlos espacios pblicos de representacin coplias plazas, templos destacados o centroLa principal construccin colectiva frecueera la forticacin urbana que adems deel hbitat se eriga como smbolo de la co(gura 1). Como resultado, el modelo urbco mostraba un carcter de ciudad-fortaleresaltaba el factor estratgico y defensivo

    A pesar de las limitaciones en la morfbana y la escala de la aglomeracin no caduda de la funcin urbana de los oppidaicuanto a centros de decisin poltica y puticuladores de economas complejas. Estoforticados son las residencias del poder pejercen unas elites aristocrticas de carcro que se entierran en las necrpolis de ladades del hbitat, acompaados de sus faclientelas. Algunas de las ms importantfueron Ullastret, Sagunto o Cstulo, por cpocos ejemplos de la amplia extensin de

    Las ciudades ibricas tenan una natucipalmente agraria y aunque debieron selos intercambios, concentrar actividades a

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    y otras actividades econmicas, su principal orien-tacin econmica fue la explotacin del campo y latransformacin de los productos agrarios. Hasta lasciudades costeras que desarrollaron importantesfunciones comerciales debieron contar con importan-tes grupos de productores agrcolas. As las cosas,no tiene ningn sentido denir la ciudad como el re-

    verso del campo, en el sentido moderno de oposicincampo-ciudad, sino que en la antigua Iberia, como enel Mediterrneo clsico y premoderno, siempre hubouna simbiosis equilibrada (gura 2).

    Los territorios ibricos raramente se encontrabanocupados nicamente por ciudades, exceptuandola Alta Andaluca en poca clsica. Los ncleosurbanos eran las capitales que ordenaban espa-cios ms o menos amplios donde se emplazabanotros asentamientos subordinados de naturalezay funcin variables. As podemos encontrar desdencleos urbanos menores a simples aldeas y casasde labor, pasando por centros artesanales o encla-ves defensivos al modo de fortines, sin olvidar loscentros ceremoniales y santuarios que ordenaban elpaisaje sacro. En denitiva, asentamientos variadosque se organizaban en redes de poblados insertosen unidades de paisaje para constituir los distintosespacios polticos ibricos. Estas unidades territo-riales siguieron el modelo de la tpica ciudad-estadomediterrnea, como lapolis-chorgriega o el bino-

    mio civitas-territoriumde los romanos. Esta unidadterritorial adquiri modalidades propias en cada unade las regiones de Iberia.

    2. Recreacin del interior de unoppidum. Ilustracin de Sara Olmos.

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    territorios. A diferencia de otros mbitos geogrcos, en esta reginel apogeo de la Cultura Ibrica congreg a toda la poblacin en gran-des oppidadonde las relaciones de vecindad posibilitaron el dominiopoltico y la gestin de la mano de obra campesina por parte de losprncipes locales. Ejemplos destacados de estas ciudades seranCstulo en la regin minera de Linares o la ampliamente excavadaPlaza de Armas de Puente Tablas, en las proximidades de Jan.

    Los oppidade esta regin se sitan a 15-20 km de distancia delo que se deduce la extraordinaria densidad urbana y una reducidaextensin de los dominios de estas ciudades circunscrita al mbi-to local del entorno. En ocasiones se produjo la expansin de losdominios de una ciudad a partir de la colonizacin de una porcincercana donde se situaba un oppidumsecundario, dependiente delncleo principal. Esos proyectos polticos ampliados, congurabanun espacio poltico en torno a un valle o fuente hdrica comn, un

    pagusen expresin de A. Ruiz y colegas. As se documenta con laexpansin de Cstulo y la fundacin del oppidumde Giribaile o en

    el caso de beda la Vieja, la Iltiraka ibrica,con la fundacin deloppidumde La Loma del Perro. En ocasiones este proyecto polticose sancionaba con el emplazamiento de un santuario en los lmitesdel dominio de la ciudad, a modo de marcadores fronterizos comoveremos a continuacin.

    Los prncipes que regan estos oppidase relacionaran me-diante pactos de clientela que aupaban a poderosos mandatariosal liderazgo de verdaderas federaciones de ciudades. Un buenejemplo es el del rey Culcas citado por los textos antiguos que sereeren a la poca de la segunda Guerra Pnica y al que ha hecho

    alusin A. Ruiz para estudiar estas relaciones polticas. En un pri-mer momento se le describe como lder de 28 ciudades y unos aosdespus tan slo manda sobre 17. Este tipo de pactos nos permitecomprobar cmo la ciudad constituye la unidad territorial bsica y

    3. Variaciones regionales de los territorios ibricos

    Las caractersticas generales descritas adquirieron formasconcretas en las diferentes regiones que constituyen el amplioespacio de Iberia. Los condicionantes del medio fsico, las formasde organizacin sociopoltica, las modalidades econmicas o las di-ferentes tradiciones culturales contribuyeron a dar forma concretaa los diferentes territorios ibricos. Con la nalidad de aclarar estecomplejo panorama, la investigacin actual tiende a distinguir tresgrandes reas a partir de algunos rasgos comunes.

    La organizacin territorial entre los iberos del Sur

    Los grupos del sur de Iberia, de un rea correspondiente aproxi-madamente a la actual Andaluca se organizaron desde pocatemprana a partir de una densa red de ciudades que ordenaron unmosaico de territorios urbanos que se extenda por todo el valle delGuadalquivir, mientras en las reas costeras se emplazaban losncleos coloniales. Buena parte de la explicacin del elevado grado

    de urbanizacin de esta regin debe derivarse de la temprana re-lacin de las poblaciones locales con los comerciantes fenicios queestablecieron estas colonias. Ya los escritores antiguos, como Es-trabn, aludieron al elevado desarrollo del urbanismo en la regin,la ms civilizada a ojos de este escritor grecolatino. De hecho, estafuerte inuencia semita caracteriz la cultura de los iberos de labaja Andaluca, denominados turdetanos por las fuentes clsicas,que contaron con orecientes ncleos como Carmona, NabrissaoCelti, por citar unos pocos ejemplos.

    Remontando el Guadalquivir, encontramos la trama de territo-

    rios de la Alta Andaluca, una de las mejor conocidas en sus carac-tersticas particulares y su evolucin histrica. Se trata de grandescentros urbanos, por lo general en torno a 10 ha de extensin, pode-rosamente forticados y que concentraban toda la poblacin de sus

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    importancia que logr imponer su autoridad sobre los restantesasentamientos. De ese modo, las ciudades se encuentran en lacspide de un sistema claramente piramidal en el que encontra-ramos la ciudad, poblaciones urbanas de segundo orden, aldeaso caseros dispersos. Algunas de estas ciudades son Verdolay oEl Cigarralejo en Murcia, El Tolmo de Minateda o Pearrubiaen Albacete, La Alcdia dElx y La Serreta dAlcoi en Alicante

    (gura 3) o Xtiva, Sagunt o Llria en Valencia, por citar soloalgunos ejemplos.

    cmo por encima de ella existan agregaciones que seconformaban o disolvan en funcin de las relacionessociales y polticas y el discurrir de la Historia.

    La organizacin territorial entre los gru-pos del rea oriental

    El espacio correspondiente al rea oriental de laPennsula Ibrica, aproximadamente desde las ac-tuales provincias de Murcia hasta Castelln, mues-tra una conguracin espacial en parte semejante yen parte diferente a la reconocida en el Sur Peninsu-lar.La similitud se encontrara en que los espacioslocales estn presididos por asentamientos concen-trados forticados que dominan cada unidad natu-ral de esta zona geogrca. En algunas comarcasmontaosas los espacios se encuentran claramenteparcelados por relieves que delimitan los dominiosde cada oppidum. Por lo general estos centros son de

    dimensiones ms modestas que los localizados en elAlto Guadalquivir y a diferencia de estos, no con-centran toda la poblacin del entorno. La ocupacincampesina de poblaciones dispersas por el valle seidentica a partir de aldeas, caseros o instalacionesrurales de variada morfologa y funcin.

    Estos territorios locales no siempre funcionaronde forma autnoma, pues en distintos momentos delproceso histrico, pero fundamentalmente en pocaplena, se conguraron espacios polticos mayores

    que abarcaron un mbito comarcal de aproxima-damente 700-1000 km2. Estas circunscripcionesse formaron por la agregacin de diversos oppidapequeos presididos por uno de mayor tamao e

    3. Modelo digterreno con lade la visin ddesde el oppiPuig dAlcoi yrrelacin con

    mientos depeel s. IVa. C.

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    En esta zona noreste se produce la correspondencia de los espaciosurbanos constatados por la arqueologa con las menciones de los pue-blos citados por las fuentes clsicas, mientras que tal equivalencia nose da ms al sur, donde una regin antigua acoge varios de los terri-torios. Tal es el caso de la bien conocida Edetania que las mencionesde los textos describen como una amplia regin que ocupa aproxima-damente la actual provincia de Valencia. Sin embargo esta regin no

    constituye un nico espacio poltico, sino que la arqueologa ha podidoidenticar al menos cuatro territorios urbanos correspondientes a lasciudades deKelin-Caudete de las Fuentes, Edeta-San Miquel de Llria

    Arse-Sagunto y La Carncia de Turs, posiblemente la antigua Giliibrica. Como ha propuesto C. Mata, la regio Edetanade las fuentesclsicas tendra un sentido cultural o geogrco, pero agrupara distintas entidades polticas.

    4. Vida urbana y vida rural: la comunidady sus gentes variadas

    El recorrido realizado nos sita ante una amplia diversidad de oppiday territorios que debemos relacionar con la gran variedad de gruposy comunidades que se ubicaran en la extensa franja que conocemoscomo Iberia, pero podemos concluir que nos sitan ante comunidadesde carcter urbano o, cuanto menos, protourbano. Es decir, nos encon-tramos con comunidades de varios cientos o miles de personas con unogrupos sociales dominantes, que tienen en las relaciones de vecindad lbase de sus relaciones suprafamiliares, que cooperan intensamente ensus actividades cotidianas y desarrollan formas asimtricas de relacinpoltica. Adems, por el propio carcter de los oppidaen posiciones

    estratgicas y con recintos claramente delimitados por defensas na-

    Algunas de estas ciudades acogieron santuarios o lugares deculto que permitiran cohesionar la poblacin de sus territorios apartir de vnculos religiosos. Las gentes del lugar acudiran peri-dicamente al santuario de la comunidad ubicado en la capital, loque aanzara el papel de la ciudad desde el punto de vista simb-lico y representativo.

    Los territorios ibricos del rea septentrional

    En la regin noroeste de Iberia, correspondiente bsicamentea las actuales tierras catalanas, se distingue un tercer mode-lo territorial. En la fachada costera se han identicado cuatrograndes espacios correspondientes a los territorios de las regionesmencionadas por las fuentes: Indigecia, Layetania, Cosetania eIlercavonia con las capitales de Ullastret, Burriac-Ilturo, Tarra-gona-Tarracon-Kesey Tortosa-Dertosao El Castellet de Banyoles,respectivamente. A ellas habra que aadir el territorio interior delos ilergetes, con su capital Ilerda, posiblemente Lleida, aunqueeste caso no ha podido corroborarse con datos arqueolgicos y esposible que se articulase nicamente a partir de aglomeracionessecundarias.

    Los territorios de esta regin septentrional presentan dife-rencias en los tipos de asentamientos y especialmente en lo querespecta a las dimensiones del espacio poltico, cuyos aproxima-damente 2200-2600 km2triplican la supercie de los territoriosdel rea oriental y superan con creces los espacios geopolticos dela Alta Andaluca. En el seno de estos espacios se ubican otrosenclaves urbanos que pudieron dominar sus respectivos entornoslocales, pero bajo la autoridad de los centros mayores que articulan

    la regin.

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    turales y construidas, otorgara a sus habitantes un sentido depertenencia a un lugar y una colectividad. Esta relacin sera msintensa en aquellos grupos, como entre los iberos del Alto Guadal-quivir, donde el oppidumes la residencia principal y exclusiva y lanucleacin del poblamiento es absoluta, favoreciendo la cohesinde la comunidad por la co-residencia en el mismo centro urbano.

    En otros mbitos geogrcos el oppidumse acompaa de

    otros asentamientos de carcter rural. En tal caso la vinculacinde la comunidad se establece tambin por relaciones de vecin-dad pero no a partir del oppidumsino del territorio local, esdecir, las gentes se sienten miembros de una comunidad no porresidir en una ciudad, sino en un valle. Ese es el espacio ocupa-do, recorrido y, en denitiva, vivido. Sin embargo, no cabe dudade que existen obvias diferencias entre residir en un centrourbano y un ncleo rural. Convendra comentar cmo son estosenclaves rurales para tratar de aproximarnos a las diferenciasentre las formas de vida urbana y rural.

    El gran desarrollo de los trabajos de campo en la mayor partede las regiones de Iberianos permite disponer de documentacinarqueolgica que nos muestra una extraordinaria variedad deenclaves rurales. Desde aglomeraciones de comunidades ruraleshasta asentamientos de familias dispersas.

    Existen una serie de ncleos rurales que comparten caracte-rsticas con los oppida, pues se dotan de murallas y de un orde-namiento regular de su traza urbanstica. Tal es el caso de laaldea de La Snia en Valencia, o el ncleo de Els Estinclells enCatalua. Posiblemente se trata de comunidades de campesinostenentes o poseedores de las tierras de los alrededores.

    Otro de los tipos de asentamiento rurales bien conocidos sonlos caseros compactos del mbito valenciano, cuyo modelo sedenira a partir del asentamiento de El Castellet de Bernabestudiado por P. Gurin. Es un slido asentamiento de reduci-do tamao y fuertemente defendido por un recinto murario enel que se instal un colectivo de varias decenas de personas. Setrata de una nca rural de un terrateniente en la que viven las

    familias dependientes. Instalaciones de seores del campo seme-jantes se podran encontrar en las casas-fuertes de la protohisto-ria del Sudoeste estudiadas por A. Rodrguez y su equipo.

    Otros ncleos rurales de carcter ms sencillo seran las insta-laciones de plantas complejas y articuladas en torno a patios que seasemejan a las masas o cortijos actuales. Posiblemente correspon-den a familias, ms o menos extensas, con ciertos derechos adquiri-dos sobre la tierra, pues construyen slidas edicaciones en piedracon una clara intencin de permanecer en el lugar. Ejemplos de estetipo de enclaves son el Manzanillo (Badajoz), el Zoquete (Valencia)o el Fondo de Roig en Cunit (Tarragona).

    Por el contrario, existen una serie de asentamientos campesinosque son hbitats poco estables de carcter semi-permanentes. Es-tn formados por cabaas de forma oval o de tendencia rectangularpero sin ngulos, que se excavan en el sustrato geolgico y elevansus paredes mediante amasados de barro y troncos. Ejemplos deeste tipo de chozas los encontramos en Marroques Bajos (Jan)o en lAlt del Punx (Alicante). Posiblemente son poblados que seocupan temporalmente en tiempos de gran intensidad del trabajoagrcola, durante la siembra o la cosecha, por poblaciones residen-tes en el oppidum.

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    La gran variedad de estructuras rurales delmundo ibrico es un rasgo compartido con las cul-turas del Mediterrneo Antiguo. Tanto en el mbitogriego, itlico, como pnico se identican estos com-plejos patrones de ocupacin rural que deben corres-ponder a distintas lgicas productivas, modos deorganizacin del territorio y formas de tenencias y

    posesin de la tierra. De lo que no cabe duda es quelos asentamientos rurales y sus habitantes viviransegn modos y prcticas distintas a los pobladoresdel centro urbano (gura 4). Al menos queremossealar dos aspectos en los que la vida rural y laurbana se distinguiran claramente. La primera sereferira a las formas de relacin interpersonal. Elreducido nmero de personas que habitaran lasaldeas y caseros ocasionara que la mayor parte delas relaciones interpersonales fueran de carcter fa-miliar o de linaje, con gran intensidad social. En lascomunidades urbanas las relaciones seran ms com-plejas y variadas, pues a las propias de los contextosanteriores se incorporaran las de facciones y bandoscompitiendo y/o colaborando entre ellos.

    El segundo aspecto al que queremos aludir es larelacin de dependencia en trminos econmicos yestratgicos que se establecera entre los ncleosrurales y urbanos. Los productores rurales acudiranal oppiduma canalizar sus excedentes, acceder a lasredes de intercambio y a las actividades especializa-

    das, como las artesanas de cermica y metales. La

    4. Recreacin de un asentamientorural. Ilustracin de Sara Olmos.

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    dependencia adquiere una importancia crucial entrminos defensivos, pues los asentamientos ruralesacudiran a refugiarse tras las murallas del oppidumen caso de peligro ante la incursin en el territoriode un grupo hostil. La evidencia fsica de este papelde refugio se encuentra en los dominios visualessobre los accesos y la intervisibilidad con las aldeas

    ejercida por el oppidum desde su estratgico empla-zamiento (gura 5).Este espacio socialmente construido con comple-

    jos patrones de asentamiento y las relaciones espa-ciales establecidas entre ellos, recrean la desigual-dad social a partir de pautas cotidianas de accin ypercepcin inscritas en el paisaje. Vivir en un deter-minado lugar facilitara determinadas prcticas ycomportamientos sociales que contribuiran a denirlos papeles en el seno de la sociedad.

    5. El territorio y sus lmites:los marcadores fronterizos

    Los procesos de conguracin territorial quevenimos describiendo pueden analizarse desde dospuntos de vista. La primera perspectiva se jara enel centro del territorio que estara congurado porel ncleo central, el oppidum. Sin embargo, tambinpodemos analizar el territorio a partir de sus lmi-tes exteriores, sus fronteras. El correlato lgico del

    proceso de jacin de territorios y de adscripcin deespacios a cada una de las comunidades es la delimi-

    5. Modelo digital del terreno Serpis con los asentamientostes de la Serreta dAlcoi en el

    1: ciudad; 2: oppida secundadeas; 4: caseros.

    tacin de sus connes. Recientemente A. Ruiz y M.Molinos han reexionado sobre las posibilidades delectura arqueolgica de las fronteras y algunas desus propuestas nos servirn para aproximarnos a losconnes territoriales ibricos. En concreto, vamos areferirnos a dos tipos de delimitaciones que nos pare-cen especialmente signicativas. La primera de ellas

    es la que se basa en propiedades del medio fsico parajar los lmites, denominada frontera ecolgica por

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    connes del territorio. Mientras los primeros reforzaban el carcterde la colectividad los segundos robustecan la relacin ciudad-campoy denan los lazos de la comunidad y su territorio frente al vecinoy establecan los lmites de la esfera humana y divina. Es decir, lossantuarios tenan un papel sancionador de los procesos geopolticos enla esfera sacra.

    Un buen ejemplo de este tipo de santuarios con funcin delimita-

    dora se sita en la Alta Andaluca, donde los principales santuariosjienenses de El Collado de los Jardines y Los Altos del Sotillo en Janhan sido caracterizados como los santuarios de delimitacin delpagusde Cstulo. Situados en el confn del territorio, estos santuarios fuerolos marcadores territoriales que sancionaban la expansin del territo-rio inmediato al oppidumhacia las tierras ms alejadas mediante lacreacin delpaguspoltico en el s. IVa. C.

    Otro ejemplo de expansin y delimitacin territorial se reconoce enel valle del Jandulilla, con el santuario de El Pajarillo. En este caso elterritorio se constituye en torno a un curso uvial que es el camino depenetracin y eje de articulacin del territorio. Como ya hemos descri

    to, el proyecto poltico incluye la fundacin de un segundo oppidumenla Loma del Perro y se sanciona con la ubicacin del santuario en elconfn, junto a la va de comunicacin. En este caso se expresa la construccin cultual del lmite a travs de pautas de monumentalizacinvisual de una historia fundacional y mtica.

    Ms hacia el este, en las tierras granadinas, una serie de lugaresde culto recientemente dados a conocer, como el santuario periurbanovinculado a las ciudades ibricas de Tutugiy los santuarios en lasproximidades deBasti,balizan las reas de dominio de los oppida. Setrata de espacios de culto sin determinacin arquitectnica, ubicados

    en laderas y cimas cercanas al hbitat y donde el ritual atestiguado

    Ruiz y Molinos. La segunda es la que emplea construcciones quepermitan reconocer la frontera del territorio y se denomina delimi-tacin con hito singular, cuya modalidad ms signicativa es la delos santuarios ubicados en la periferia.

    Empezando por el primer modo de delimitacin, las fronterasnaturales permiten congurar el territorio a partir de un cursode agua, ro o valle, que dara lugar alpagus, forma territorial

    tradicional de la antigedad mediterrnea a la que hemos hechoalusin anteriormente. Un valle es una cubeta natural enmarca-da por la geometra de su soporte fsico que tienen en sus realcesperifricos, montaas o lomas, claros delimitadores naturales. Laexistencia de relieves perifricos en ocasiones puede ejercer unefecto de bloqueo de los horizontes visuales cotidianos. A partir deesa evidencia natural se podra codicar culturalmente el sentidode la polaridad entre espacio propio y ajeno.

    La delimitacin por hitos singulares pudiera funcionar comorefuerzo de los lmites naturales anteriores. En el mundo ibricoencontramos algunos ejemplos de gran inters, pues al igual que

    en otros espacio territoriales del mundo Mediterrneo, en Iberiasecongur el paisaje de la comunidad a partir de la ubicacin en suslmites de los espacios sacros. Los trabajos clsicos para el mundogriego, o referidos al mundo etrusco, aportan luz en la construccinde los lmites sacros del paisaje mediterrneo. Estas referenciasson de gran ayuda para entender la construccin de los espaciosliminales.

    F. de Polignac en su clsico trabajo sobre la emergencia de lapolis griega llam la atencin sobre cmo los lugares de culto serelacionaban estrechamente con los procesos sociales y polticos.

    Distingui claramente los santuarios urbanos y los situados en los

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    es el depsito de vajillas formadas por platos y ollas, es decir, laofrenda sera lo que pudieron contener estos recipientes cermicos,bsicamente productos agrcolas. En relacin al espacio del oppi-dum, se puede constatar una distribucin concntrica en la quese atisba una demarcacin de lmites. En el caso de Tutugiy delos santuarios de El Perchel y Salazar enBasti, se localizan a unaescasa distancia de 1200-2500 m. Son lugares de culto que pueden

    demarcar elager

    , o territorio cultivado, y que a partir de prcticasrituales, como las procesiones y los traslados sacros individualeso colectivos, vincularan religiosamente la ciudad con el espacioinmediato.

    Otros santuarios ms alejados hacia la periferia deBasticomoel de la Cuesta Blanca y el de la Ermita Vieja, segn han estu-diado Adroher y Caballero, son los demarcadores del espacio deaccin directa del oppidum, el espacio econmico de explotaciny control directo, un territorio totalmente ideolgico. Sera unremedo de los santuarios de confn de la Alta Andaluca, pero eneste caso asociados al espacio local y no a la expansin de un pago

    poltico ms all del ncleo principal. Carecen, por otra parte, de larepresentacin iconogrca de aquellos, ni en la monumentalidadde los programas escultricos del Pajarillo, ni en la riqueza semn-tica de los exvotos de Castellar y Collado.

    Las mismas pautas de emplazamiento en la periferia del espa-cio local prximo o ms alejado del oppidumpueden proponersepara algunas cuevas-santuario del rea oriental de Iberia, espe-cialmente en tierras valencianas. Un buen ejemplo sera el de LaCova dels Pilars en el Valle de Agres, al norte de Alicante. Estacavidad sacra se emplazaba en el lmite territorial de dos oppida:

    La Covalta y El Cabe de Mariola ubicados respectivamente al estey oeste del valle. En esta cueva se reconocieron ofrendas asociadas aritos de trnsito de edad. El anlisis permiti proponer que durante esigloVa.C., la cueva se emple como espacio de agregacin territorialy demarcacin de connes, en un proceso que ira parejo a la cohesinde los linajes aristocrticos emergentes y se expresara en los ritualesde iniciacin de los jvenes.

    Algo semejante parece vislumbrarse en la cueva-santuario del Puntal del Horno Ciego en la comarca de Requena-Utiel, en el interior dela provincia de Valencia. Esta cueva se localiza en la zona de sierrasque supone el extremo occidental del territorio poltico de la ciudad de

    Kelin (Caudete de las Fuentes). La pauta espacial de esta cavidad denuevo repite el emplazamiento liminal, en la periferia del territorioque articula esta ciudad. En estas cavidades en los mrgenes del territorio se adentraran los jvenes para efectuar sus rituales de iniciaciy trnsito de edad. Prcticas y espacios liminales se unen ntimamenten estos lugares.

    Este rpido repaso nos sirve para ubicar algunas prcticas ritua-

    les en las fronteras y observar cmo estn directamente relacionadascon la consolidacin de los dominios territoriales de la ciudad. Segneste planteamiento, el establecimiento de localizaciones externas pararealizar rituales respondera a las necesidades de construccin activade fronteras y su sancin sacra en modalidades ampliamente reconocidas en el Mediterrneo Antiguo. Con ello no queremos decir que todoslos lugares de culto se encuentren en las fronteras del territorio, nitampoco que esos espacios sacros liminales fueron los nicos que con-tribuiran a la sancin de los proyectos geopolticos. Son frecuentes lolugares de culto que se emplazan en los principales oppidaque ejerce

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    Aurgi. El lmite norte vino dado por la construccin de la tumba223, alrededor de la cual, durante poco ms de un siglo, se fueronconstruyendo otras treinta y cinco en fosa simple con cubierta detgula. Posteriormente se ampli con motivo de la construccinde otros enterramientos monumentales,pero el desarrollo de la necrpolis hacia elsur a lo largo de los siglos IIe inicios del IIId.n.e., se hizo siempre alrededor del 223,hasta llegar al borde del arroyo. El eje dela necrpolis es un camino que la recorrehasta desembocar en el arroyo en una zonaligeramente rehundida, que provocara suestancamiento, dando lugar a una pequealaguna estacional: la simbologa del trn-sito tuvo en cuenta las caractersticas delparaje de forma que el descenso al mundode los muertos se realizaba siguiendo elcamino hasta que ste mora junto a la

    laguna.

    El ltimo escenario

    A nales del siglo Id.n.e. se fund el municipio Flavio Aurgi-tano, acreditado en los monumentos epigrcos y en los cambiosen la estructura urbana y en el territorio. El caso puede seguirseen el asentamiento de Los Robles, en Marroques Bajos de Jan,un enorme complejo donde se integra un rea residencial con una

    pars urbanaubicada estratgicamente sobre una pequea eleva-cin en el centro de una frtil depresin regada por los arroyos

    que conuyen desde las cotas ms altas de la ciudad, y una parteindustrial con una almazara, con prensa de viga y contrapeso degrandes dimensiones similares a otras localizadas en sus inmedia-ciones. El conjunto se completa con varias necrpolis. Los Roblesnos sirve como pocos sitios para comprender los cambios quedemuestran el impacto de la fundacin del municipio. El contex-to espacial y material de la Necrpolis 1 nos permite reexionarsobre el mismo concepto de romanizacin, dadas las especialescaractersticas y circunstancias de su origen y desarrollo.

    La eleccin del sitio no es balad: una suave ladera orientadaal sur que domina el cauce del arroyo El Molinillo y el humedal

    de su entorno, adems es muy visible desde la lejana, desde

    En la vida y en la muerte:las necrpolis ibricas de la Alta Andaluca

    Manuel Molinos

    Centro Andaluz de Arqueologa IbricaUniversidad de Jan

    1. Planta de Los Robles, Ja

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    en su seno unas relaciones de corte tradicional, tanto en la organi-zacin de las comunidades como en las relaciones entre individuos,y con la propia Roma. Lo conrma la no existencia de poblamientorural de tipo itlico hasta nales del siglo Id.n.e., lo que indica quetodo el campesinado habita en el oppidum, como haba ocurrido enlas fases plenas iberas, lo que obliga a pensar en la propiedad de latierra y posiblemente de los medios de produccin como un factorcontrolado por la aristocracia ibera. En Los Robles la rearmacinen la tierra y su vinculacin al linaje queda sellado mediante lacreacin del espacio funerario.

    La arqueologa advierte que los modelos de reparto de tierrasmediante centuriaciones fueron, en el entorno deAurgi, un breveepisodio que no perdur ms all de un siglo, entre Vespasiano yCmodo en el mejor de los casos. Al mismo tiempo, la rearmacinde los lazos con la tierra en el periodo de eclosin municipal tieneque ver con la realidad econmica del imperio ms que con la cues-tin poltica, porque en la tierra resida el verdadero poder.

    Por otro lado, en lo que se reere a los aspectos rituales de la

    ordenacin del espacio, la fundacin de la necrpolis con una tum-ba de incineracin relevante respecto al resto de las sepulturas,tiene un signicado ms que simblico. Es cierto que la incine-racin est presente en la tradicin ibrica, pero tambin en laromana, y es muy difcil denir a cual de ellas responde. El uso dellecho funerario durante la cremacin y la propia tcnica empleadaen la edicacin, una estructura en forma de altar elevado, acce-sible con peldaos y marmorizado, es muy romano; la ubicacindel ustrinum dentro de la propia estructura es un hecho tambinpresente en las necrpolis romanas, igual que la excavacin de

    la cmara dentro de l. Sin embargo, casi todos esos elementosforman parte tambin de la tradicin indgena, como sucede enCstulo o en Baza, aunque en Los Robles adoptan formas msurbanas. El diseo de la tumba se realiza para delimitar una por-cin de tierra virgen, y a pesar de la profundidad que alcanzan losmuros perimetrales que delimitan el edicio, no existe tratamien-to en su base, quedando la cmara encajada en la tierra natural.En nuestra opinin, se trata de un ritual deliberado que pretendevincular al difunto con la tierra que lo acoge y ms all del conte-nido y forma de la tumba, destaca al hecho de que la inauguracinde la necrpolis se hace sobre el rito tradicional, y que a partir deese momento, todas las tumbas que se construyen responden alnuevo rito oriental de la inhumacin, una forma de enterramientoajeno a la tradicin indgena, pero cuya extensin coincide con laconsolidacin del sistema municipal y de la nueva dinasta avia.La tumba 223 cierra un ciclo de vida de una sociedad tradicionalenfrentada a una renovacin poltica y social muy rpida, concontradicciones evidentes, abierta a nuevas expectativas pero

    conservadora de las antiguas identidades. Los aspectos ceremonia-les representados en los espacios residenciales de la fase avia delcomplejo, donde destacan las esculturas dispuestas alrededor delimpluvium de la fuente monumental, rearman los fuertes lazosque unen la aristocracia indgena con la nueva dinasta, inclusoms all de los que se haban establecido en el periodo julio-claudio, cuando se construyen las primeras almazaras deAurgi.Ahora bien, la ideologa en el complejo Los Robles se representa deforma parcialmente pblica, porque el pblico al que va dirigidase circunscribe a la propiedad, pero con toda seguridad el poder de

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    la clase aristocrtica romanizada se maniesta en el foro munici-pal deAurgi, donde, como conocemos, se expondrn las imgenesdel poder en los espacios pblicos, con vocacin de trascender atoda la comunidad. La dualidad de espacios de representacin esreejo, en nuestra opinin, de la concepcin ideolgica del poderindgena. Se ha cedido parte de l al municipio, pero se reservael espacio pseudo privado del complejo, donde reside el verdaderopoder, en el centro mismo de la tierra. La necrpolis inaugura noslo una nueva forma de ritual, la inhumacin, sino que constituyela primera manifestacin funeraria fuera de los espacios consigna-dos a tal n en laAurgi republicana y de primera edad imperial.Pretende enlazar con la tradicin, y ms an tratndose de unpersonaje de peso en la escena municipal deAurgi, como sugierenlas caractersticas del ritual fnebre. La sepultura 223 es la de unpersonaje revestido de autoridad, prximo al poder o imbuido de l,pero enraizado en la tradicin indgena y en los valores de esta. Endenitiva romano o ibero? Compleja pregunta y difcil respues-ta, porque en todo caso un ibero completamente romanizado, si

    eso llegara a ser posible, difcilmente llegara a convertirse en unverdadero romano.

    La refundacin de un linaje

    La zona de Marroques haba sido hasta nales del s. IVa.n.e.un espacio de huerta, pero esa situacin se trastoc seguramentecomo consecuencia de un conicto entre el oppidumde San Cata-lina y el de Puente Tablas, este vinculado con el secano y con losmodelos nuclearizados dominantes en la Campia de Jan desdeel s. V. Pero Puente Tablas se abandona a nales del s. IIIa.n.e.,

    en el marco del conicto de la Segunda Guerra Pnica, y en esacoyuntura, quizs algo despus, a principios del s. II, la huerta yla agricultura de regado vuelven a Marroques coincidiendo conla conquista. En paralelo se produce una nueva concentracin depoblacin en las terrazas bajas del cerro en lo que ser el germendel futuro municipio romano deAurgi.

    2. Vista rea del oppidumde Puente Tablas (Jan).

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    de incineracin y todo el material se compone urnas y ajuares, a

    excepcin de algunas piezas (nfora Dressel A1, algn vidrio) sonde tipologa netamente ibera. Entre las tumbas excavadas destacauna cmara donde se registraron un total de seis enterramientosen urna, algo impensable para pocas ibricas anteriores, salvo enlos niveles que caracterizan la cspide social, que en s mismo esun claro exponente de una sociedad donde la pervivencia de las for-mas culturales ibricas se encuentran ya hibridadas con la nuevarealidad que supuso la conquista romana. Baste como botn demuestra que en un extremo de la necrpolis se identic un colum-bario, al menos de dos plantas, donde todos los elementos mate-

    riales, urnas incluidas, son de exclusiva tipologa ibrica: matrizconstructiva romana, matriz ideolgica ibera.

    Se localiza a poco ms de un kilmetro al norte de la localidadde Arjona, un municipio de la campia de Jan, en un contextomuy antropizado desde la antigedad, donde el olivar intensivo hasustituido a prcticas agrcolas ms tradicionales como el cultivodel cereal. En la ciudad se han realizado numerosas intervencio-nes arqueolgicas que han dibujado una secuencia que se iniciaen la prehistoria reciente y contina hasta la actualidad salvo unimportante hiatusentre el ibrico antiguo y poca ibera tarda.Efectivamente las excavaciones no han documentado en ningnmomento restos correspondientes a las fases plenas, lo que podravincularse a la intensiva y continuada ocupacin del casco urba-no, aunque ms probablemente, como sugiere la secuencia de lasintervenciones arqueolgicas preventivas realizadas en los ltimosaos, esta ocupacin no tuvo lugar, lo que se convierte en un datoclave en la interpretacin de la necrpolis de Piqua. La secuenciade la ciudad vuelve a reiniciarse a partir del s. IIa.n.e. y alcanzagran desarrollo a partir de la mitad del s. Ia.n.e. Tradicionalmentese ha vinculado con la antigua Urgao Albade Plinio, as parecen

    conrmarlo los restos epigrcos, y para la ciudad se ha indicadoun temprano estatuto privilegiado que se iniciara con Csar.

    La intervencin arqueolgica en Piqua ha sacado a la luz unanecrpolis tarda que se inicia en un momento quizs avanzadodel s. Ia.n.e. aunque este extremo deber ser conrmado con losestudios actualmente en curso. Se intervinieron ms de veintecomplejos funerarios destacando entre estos algunas sepulturasde cmara o incluso dos columbarios muy afectados por las ria-das, tambin hasta quince cistas y algunas sepulturas en simplefosa, as como una sepultura infantil, en este caso de inhumacin,

    para cuya construccin se recort una tgula, la nica localizadaen la excavacin. Salvo este ltimo caso, todas las sepulturas son

    5. Tumbas excavadas en Piqua (Jan).

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    de Arjona a lo largo del s. IIa.n.e. o incluso con posterioridad. Sies as, los materiales griegos podran vincularse con una tumbaprincipesca del s. IVa.n.e. procedente de alguno de los oppidaquetras la Segunda Guerra Pnica fueron abandonados o destruidoscomo consecuencia del conicto y de los reajustes que la presen-cia del conquistador supuso en la zona de la campia de Jan. Encualquier caso el hecho mismo de amortizar estos excepcionalesmateriales en una necrpolis de un sin duda prncipe ibero de

    Arjona durante el s. Ia.n.e., en una cmara que inaugura y ordenael recinto funerario, debe asociarse a un intento de legitimar unanueva fase en la historia del propio prncipe: la redenicin o qui-zs la refundacin de un nuevo linaje sobre las cenizas de aquellosantepasados, fuesen reales o no. En suma cuando ya la presenciaromana iba a cumplir dos siglos se produce un intento de rear-mar, en la muerte, los orgenes ibricos del linaje. Es una posicinque evoca al pasado, seguramente tambin el presente, principescodel personaje (en este momento no podemos determinar si se tratade un solo individuo o de una pareja) enterrado en la cmara, pero

    en un contexto en el que se abra paso el mundo de la ciudadanaromana. Un prncipe ibero en la muerte y seguramente en lasrelaciones clientelares que con seguridad mantuvo con el resto delos enterrados en la necrpolis, pero que tambin, con toda proba-bilidad, como clase propietaria form parte de la naciente oligar-qua de Urgaosi es que as podemos denominarla. Difcil resultano evocar lo que veamos en el caso de Los Robles, ms de un siglodespus.

    Las necrpolis de la fase heroica

    Durante los ss. Vy IVa.n.e. el oppidumfue, en la Campi-a de Jan, el nico modelo de hbitat conocido. No conocemosasentamientos de otra tipologa. El oppidumfue realmente laresidencia, la casa de los prncipes ibricos y de sus clientes,cooptados como parientes suyos pero al mismo tiempo siervos. Esel momento del desarrollo de los modelos heroicos y de lospagus

    aristocrticos de los que el documentado en el ro Jandulilla, conla articulacin del santuario de El Pajarillo, el oppidumsecunda-rio de Loma del Perro y el centro matriz de Iltiraka, constituye uncaso paradigmtico.

    7. Reconstruccin hipottica del conjuntode El Pajarillo (Huelma, Jan).

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    10 Reconstruccin de la cm

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    Otras tumbas de cmara han sido documentadas en Puente del Obispo,la Bobadilla o en las Eras de San Sebastin de la Guardia. Junto a la cma-ra se han denido otras tipologas de sepulturas. En Castellones, junto a lacmara, en un segundo nivel de rango de dicultad constructiva, se sita latumba de fosa o tumba de pozo, con entrada por la cubierta y no por un late-ral, como las documentadas en Baza o en Gil de Olid en Puente del Obispo.Tambin se citan para Castellones otros tres modelos, en escala de rangoconstructivo, como son los empedrados tumulares, escasamente representa-

    dos al Sur del Guadalquivir, la cista y el simple hoyo excavado en el suelo.En todo caso no puede hacerse una lectura directa entre rango constructivoy riqueza del ajuar, porque en ocasiones las tumbas de simple hoyo, en elmismo Castellones o en la necrpolis del Cigarralejo, han ofrecido un mayornmero de vasijas griegas y otros elementos excepcionales. Y no hay queolvidar que cada necrpolis ibera ofrece diferencias signicativas respecto aotras vecinas, lo que demuestra que cada oppidumestableci variables dis-tintas para ordenar el paisaje funerario. Pero hay ms, como ya advertamosantes, incluso en algunos de los grandes oppida,donde se han caracterizadovarias necrpolis funcionando simultneamente, se dan casos de mecanis-mos estructurales y rituales muy diferentes, como ocurre con Cstulo.

    El enterramiento en cmara lo encontramostambin en Castellones de Cal, junto al GuadianaMenor, aunque aqu la excavada por FernndezChicarro presenta una sola nave, construida conmampostera y enlucida con cal, decorndose su z-calo con una guirnalda pintada en rojo. Tambin fuecubierta, como en los casos citados, por un tmulo.

    10. Reconstruccin de la cmde Castellones de Cal (Jan)11. Vista rea del oppidum dPuente del Obispo.12. Cermicas de Puente delObispo.

    Muchas menos diferencias se reeren al ritual de enterramien13. Interpretacinestructura espaci

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    Muchas menos diferencias se reeren al ritual de enterramien-to, siendo general, desde el s. VIa.n.e., la incineracin de los muer-tos, bien mediante la cremacin del cadver in bustum, en el que lapira y la estructura constructiva del enterramiento se realizabanen el mismo lugar aunque en dos fases distintas, y la cremacinen ustrinum,en una pira funeraria desde donde los restos erantrasladados a la tumba y normalmente depositados en una urnacineraria.

    Mayoritariamente las tumbas son individuales, y slo lastumbas ms ricas y complejas desde el punto de vista constructivocontienen ms de un individuo, a veces una madre y un hijo pe-queo. Slo las situadas en la cspide jerrquica en el primer nivelpresentan el cadver de una pareja y en ocasiones, como pudierasuceder en Toya, de toda una familia.

    Lamentablemente conocemos muy pocas necrpolis excavadasen extensin y con el nmero suciente de sepulturas para podervalorar con cierto detalle su estructura espacial. Un caso excep-cional para la Alta Andaluca es la necrpolis de Baza, donde el

    estudio realizado por Arturo Ruiz, Francisca Hornos y CarmenRsquez, lo han convertido en paradigmtico. Particularmente porla conrmacin de que la relacin entre estructura de la sepultura,tipo de ajuar y disposicin espacial en la necrpolis es socialmentesignicativa, lo que ha permitido concluir la existencia de dife-rentes grupos o niveles sociales, hasta cinco, dos correspondientesa la escala interna del componente aristocrtico y otros tres algrupo de los clientes. Una escala que representa la estructura deun grupo gentilicio clientelar, donde la jerarqua y la desigualdaden la riqueza de los ajuares y en su cualicacin, y las relaciones

    espaciales de distanciamiento-proximidad entre los diferentes gru-pos, marcaban una ordenacin de la necrpolis en una estructuraorganizada en torno a los niveles aristocrticos.

    estructura espacinecrpolis de BazRuiz, F. Hornos y(1992).

    metro en su base con un desnivel medio de 2 90 metros Todos losLa conclusin principal que se deriva del estudio de la necr-

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    metro en su base con un desnivel medio de 2,90 metros. Todos loselementos que denen su imagen exterior estn pensados para queel sitio fuera visible desde cualquier punto del valle del ro Toya.No hay intencin de ocultar el sepulcro, al contrario, el objetivo delos constructores fue construir un hito en el valle.

    La conclusin principal que se deriva del estudio de la necr-polis es que el estamento aristocrtico haba generado una dobleescala para reejar la contradiccin que marcaba el ejercicio delpoder en una sociedad que fundamentaba su acceso a la propiedaden la comunidad y que basaba la capacidad poltica de sus prn-cipes en la cantidad de clientes que les reconocan como patro-nos. Por esta razn la integracin del estamento clientelar con elcuerpo aristocrtico a partir de la prctica de la proximidad en la

    vida cotidiana y en la muerte era absolutamente necesaria, comotambin que los prncipes dispusieran de un cierto distanciamien-to para visualizar su existencia. Un caso que puede relacionarsedirectamente con lo que conocemos para el espacio del hbitat es elde la Plaza de Armas de Puente Tablas donde tambin se denentres niveles jerrquicos, dos escalados en la zona del casero y untercero, segregado del resto de la zona urbanizada, la residenciadel prncipe, realmente un complejo palacial que expresa cmo lajerarqua que observbamos en la muerte era una consecuenciaespecular de lo que suceda en la vida del oppidum.

    El rapto del tmulo

    Muy cerca de Toya se investig en 1998 una cmara sepulcralexcavada en la roca de una pequea colina situada en el corazndel valle del ro Toya, enmarcada en un paisaje que dene el lmitede la Campia Alta y la Sierra de Cazorla. La sepultura, comple-tamente aislada, supuso el modelado de un pequeo cerro y la de-nicin a partir de este trabajo de una plataforma de forma ovaladacon 33 metros de eje principal y 22,5 de ancho. Sobre este valo sedej en piedra caliza una estructura cilndrica de 17 metros de di-

    14. Construccin del hipogeo de Hornos de Peal (Jan).15. Vista del hipogeo de Hornos de Peal (Jan).

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    El caso es buen ejemplo de las tendencias que se desarrollaron mente la presencia en las necrpolis se justicaba en el parentes -

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    j p qa partir de este momento y que dieron lugar entre el s. VIa.n.e. ynes del s. Va.n.e. a tumbas con enterramiento doble, aisladas ocon pocos o ningn enterramiento en su entorno. El momento esde gran inters porque conrma un desajuste consensuado conel mundo de los vivos, ya que al tiempo que los prncipes mostra-ban su mayor aislamiento en el paisaje funerario, en el territoriose estaba fortaleciendo el sistema de clientela al imponerse un

    modelo de poblamiento exclusivamente formado poroppida. Sinembargo era evidente que los aos inmediatamente posterio-res tenan que ajustar el espacio funerario al modelo social queimplicaba el nuevo patrn de asentamiento, toda vez que losaristcratas posean ya la legitimidad, y quedaba como un lejanosueo la pretensin de construir un poder sacro que hiciera de losaristcratas dioses al margen del cuerpo social. El desarrollo delos modelos de poder de tipo hero