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Pablo Miguel Román Osorio
Historia oral
¿Qué caracteriza a una corriente o perspectiva historiográfica frente a las demás?
¿Qué diferencia a la historia social de la historia cultural, a la historia positivista de la historia
marxista, a la historia de las mentalidades de la historia oral? Para responder a estas
preguntas en los términos más generales podemos decir que lo que justifica que a cada
nueva forma de hacer historia se le dé un "apellido" diferente es que en ella cambia uno o
varios de estos elementos: el objeto de estudio, el sustento teórico, las fuentes y la
metodología. Cada especialidad de la historia reevalúa o bien el qué o bien el por qué o bien
el cómo de la disciplina. Por dar algunos ejemplos, respecto al objeto de estudio, la historia
social le da importancia a los actores sociales marginados; respecto al propósito y
justificación de la historia, el marxismo le atribuye una función política; respecto al uso de
las fuentes, el positivismo ortodoxo dice que no hay historia sin documentos de archivos
oficiales, mientras que la historia cultural estudia todo tipo de fuentes (pictóricas,
materiales, literarias, etc.).
Teniendo esto en cuenta, se podría considerar la historia oral como un tipo de
historia que se distingue únicamente por contar con una fuente particular, la palabra
hablada. Sin embargo, como quisiera mostrar en este ensayo, hacerle justicia a la palabra
hablada exige de la historia un cambio de metodología, de objeto de estudio y de
fundamento teórico. Desarrollado de una forma radical, este cambio nos llevaría a una
historia que ya no reconoceríamos como esa disciplina que conforma una de las ramas del
conocimiento occidental. Una historia oral en sentido propio puede encontrarse sólo entre
sociedades o comunidades donde la transmisión y la re-presentación del pasado se dan a
través de la palabra hablada, independientemente de la escritura. No iremos tan lejos, sino
que nos concentraremos en lo que la historia oral tiene de específico en el marco de la
historia escrita occidental. Si pensamos por un momento en que uno de los pocos rasgos
que comparten todas las perspectivas historiográficas occidentales es su forma de
presentación, la textual, y consideramos la historia oral como una de estas perspectivas, es
decir, como un tipo de historia que de todos modos se escribe, veremos que la oralidad no
reemplaza la escritura en la historia sino que la transforma de una forma particular y propia.
Gracias a la historia oral la escritura histórica cambia en dos de sus aspectos fundamentales:
por un lado, se amplía hasta abarcar medios no escritos como el sonido y la imagen; por
otro lado, deja de ser privilegio exclusivo del historiador y comienza a forjarse en un proceso
de diálogo entre éste y quien vivió la historia.
Paul Thompson, cuyo libro The Voice of the Past: Oral History, de 1982, es una de las
obras seminales de este movimiento, reconoce que la historia oral puede transformar el
campo de estudio de la historia y, por esa vía, su mensaje social. Pero llamar la atención
sobre grupos marginados de la sociedad y dar a conocer su perspectiva no es algo que la
historia oral pueda atribuirse ella sola, cuando de hecho la historia social lo ha hecho
durante mucho más tiempo. Hay algo que la historia oral, y sólo ella, puede hacer:
transformar el proceso de escritura de la historia al incluir en él a los individuos y a la
comunidad que vivieron la historia. La fuente oral no es una fuente entre otras, una mina
más de información; es una voz, la de una persona1. La historia oral le da voz a una
comunidad, sea cual sea, y esto va mucho más allá de registrar lo que sus miembros
informan. Darle la palabra a una comunidad implica que ella ha de contar su propia historia
y que el historiador ha de cooperar en ese proceso, antes que pretender dirigirlo. El proceso
de escritura de la historia se parece entonces más a un diálogo entre el historiador y la
comunidad que a una reinterpretación que éste hace de lo contado por aquella. Citemos en
extenso a Thompson:
In these fields of history, by introducing new evidence from the underside, by shifting the focus and
opening new areas of inquiry, by challenging some of the assumptions and accepted judgments of
historians, by bringing recognition to substantial groups of people who had been ignored, a
cumulative process of transformation is set in motion. The scope of historical writing itself is enlarged
and enriched; and at the same time its social message changes. […] But there is another dimension
to this change, of equal importance. The process of writing history changes along with the content.
[…] The change springs from the essentially creative and co-operative nature of the oral history
method. […] The co-operative nature of the oral history approach has led to a radical questioning of
the fundamental relationship between history and the community. Historical information need not
be taken away from the community for interpretation and presentation by the professional historian.
Through oral history the community can, and should, be given the confidence to write its own history.
(Thompson, 29-30).
Alessandro Portelli, también un pionero de la historia oral, apunta a esta misma
transformation del proceso de escritura de la historia en su en su artículo de 1979, “What
makes oral history different”: “Oral history changes the writing of history as much as the
modern novel transformed the writing of literary fiction: the most important change is that
the narrator is now pulled into the narrative and becomes part of the story” (Portelli, 41).
Encontramos una apreciación muy similar en los Apuntes sobre historia oral del Instituto
histórico de la ciudad de Buenos Aires: “La historia oral adquiere significación desde que
comienza el trabajo y en toda su duración. Interactúa con la comunidad en todo momento
y ahí hallamos su especificidad” (Barela et al., 13).
El informante, el entrevistado, o como se lo quiera llamar, no es un repositorio de
datos que el historiador maneja como la materia prima de su obra. La voz de quien habla
en la historia oral es ella misma la historia, puesto que una voz no pide simplemente que se
1 Como dice George Ewart Evans: “Although the old survivors were walking books, I could not just leave them
over. They were persons” (Citado en Thompson, 31).
tenga en cuenta el contenido de lo que dice, sino sobre todo ser escuchada. De este
imperativo surge la transformación en la escritura de la historia que hemos mencionado.
¿Qué quiere decir escuchar? En primer lugar, literalmente, escuchar. Pero también
reconocer a quien habla, dejar de lado cualquier ocupación que no sea abrirse a aquel. Estos
son los dos aspectos de la historia oral que quisiera tratar a continuación. El primero está
relacionado directamente con la oralidad de las fuentes orales. De aquí surgen problemas
que tienen que ver con la preservación y reproducción de estas fuentes. Veremos
brevemente dos de ellos: el de las limitaciones de la transcripción y el de las formas de
presentación de la historia diferentes a la escrita. El segundo aspecto de la historia oral que
trataremos se sitúa en ese punto donde se encuentran la historia y la terapia. La escucha
de una voz, como hemos dicho, no es la escucha de un sonido cualquiera, sino la escucha
de un ser humano. La historia oral es quizá la forma más apropiada que tiene el historiador
para “escribir” la historia de hechos como el holocausto, la violencia y las masacres
colombianas, las desapariciones durante las dictaduras del cono sur, el apartheid, la guerra
de Vietnam. Es la forma más apropiada porque a través de ella, como dicen Thompson y
Portelli, quienes vivieron la historia pasan de ser meros informantes a tener un papel central
en su escritura. Quizá lo que pasó esté muy bien registrado en documentos escritos, pero
no lo estarán la experiencia y el sufrimiento de aquellos a quienes les pasó. La historia puede
y debe ir más allá del registro objetivo de los hechos, abriéndole espacio a la expresión
“subjetiva” de quien necesita hablar.
La oralidad de las fuentes orales: transcripción y formas de presentación
Como dice Portelli: “Las fuentes orales son fuentes orales” (Portelli, 33). La
particularidad de la historia oral puede ser vislumbrada si nos preguntamos por lo que hace
diferente a una fuente oral de una escrita. Al parecer su diferencia se elimina al momento
de transcribir la fuente oral –una entrevista, un discurso, un recuento de la historia personal
o familiar–. Muchas de las fuentes escritas con que hoy contamos fueron originalmente
expresadas oralmente; por ejemplo, para el periodo colonial americano, los testimonios
judiciales, los testamentos o los informes de los visitadores de indios. Cabe preguntarse si
en la transcripción se ha perdido algo, si la voz del esclavo o del encomendado que entablan
un pleito contra su señor está en los folios o no. Una cosa de seguro no está escrita:
justamente, la voz. El tono, el volumen y el ritmo de la voz transmiten el significado tanto
o más que el contenido de lo que se dice. Es fácil imaginarse que una frase como “Sí, el
gobierno nos ayudó muchísimo” puede tener significados opuestos, dependiendo del tono
con que es dicha. El volumen y el ritmo de la voz dicen mucho sobre los sentimientos que
tiene el hablante frente a lo que cuenta; la tristeza o la rabia pueden expresarse en pausas
largas, en un volumen alto o bajo, en una velocidad reducida al hablar. Como dice Portelli:
“Traits which cannot be contained within segments [written sings] are the site (not
exclusive, but very important) of essential narrative functions: they reveal the narrators´
emotions their participation in the story, and the way the story affected them” (Portelli,
35). Estas anotaciones de Portelli se pueden llevar más lejos para recordar que los gestos
corporales, con toda su riqueza expresiva, también se pierden en la transcripción, e incluso
en la grabación de sonido. La pregunta de cómo evitar perder la riqueza de la expresión oral
y gestual al momento de transcribir una entrevista plantea problemas técnicos que no se
pueden solucionar del todo y que llevan a pensar que es preferible una grabación de sonido
o de video a su transcripción. Más adelante trataremos con formas alternativas de
presentación de la historia en la que no hay transcripción, por lo menos no transcripción de
habla a escritura, pero dado que ésta no siempre se puede evitar, veremos brevemente
algunos puntos a tener en cuenta frente a ella.
En su artículo “Voice, ear and text. Words, meaning and transcription”, Francis Good
ofrece un panorama de las discuciones más importante sobre la transcripción en historia
oral. “In dealing with ideas about transcription, two principal concerns are the loss of
´information´ by selective editing of language used by interviewees, and fear that the
distinction between primary and secondary sources is muddied or simply ignored” (Good,
362, 363). Ya hemos mencionado algo de esa información que se perdería en una
transcripción. Las tendencias de los historiadores orales en este punto varían mucho.
Algunos prefieren depurar la entrevista, al transcribirla, de muletillas o repeticiones, e
incluso reorganizar su secuencia en aras de una lectura más fácil del material; otros
prefieren copiar verbatim, palabra por palabra, lo dicho por el entrevistado y el
entrevistador, aun si se trata de sonidos o palabras cortas que sirven de retroalimentación,
como “mhm” o “sí” o “y luego”, etc. Una transcripción puede complejizarse enormemente
para transmitir cada vez más información, que no está propiamente en las palabras, sino en
su modulación. Con este propósito pueden usarse recursos como la puntuación y otros
signos tipográficos, la notación musical, las descripciones del hablante puestas entre
corchetes ([baja la mirada], [risas], [silencio largo], etc.) o la adición o precisión de datos
históricos a los que el hablante alude. Good reconoce el valor de semejantes recursos, pero
no deja de notar sus problemas y sus limitaciones. “It is simply unrealistic to believe it is
possible to capture much important information conveyed in speech mannerisms that is
missing in conventional print transcript” (Good, 365). Esto la lleva a afirmar que la
transcripción, antes que una ciencia exacta, es un arte.
Con todo, la modificación del material original no termina en la transcripción, puesto
que ha de pasar por otra etapa de edición, aquella en la que el historiador selecciona,
organiza y comenta la transcripción para su publicación. Con respecto a ambas etapas de la
transcripción, Good afirma que en ella se borran las divisiones entre fuentes primarias y
secundarias. Aunque el problema de las elaboraciones, intencionales o no, atañe a cualquier
tipo de fuente, este es un problema especialmente agudo en historia oral, en tanto que la
“fuente primaria” es una persona. Muchas historiadores orales consideran una obligación
ética el ofrecer su trabajo a los entrevistados para que éstos lo revisen, o bien aprobando o
rechazado las elaboraciones del historiador, o bien pidiendo la omisión o inserción de
nuevos datos que no figuraban en las primeras entrevistas. “Overall, there is an ethical
dilemma here: whose history is it anyway, and does the respondent not have a right to
decide how they wish to be represented in the record? Are the rights of the interviwees
here secondary to the needs of institutions to finalize a record that was expensive to
compile?” (Good, 364). Durante el proceso de escritura de la historia oral los entrevistados
tienen tanto derecho de decisión como los entrevistadores: como dice Thompson, se
rompen las barreras entre el historiador y la comunidad. No es posible eliminar del todo la
arbitrariedad detrás de cualquier decisión de transcripción y edición, ni los conflictos que
ella produce entre entrevistados, historiadores, instituciones y lectores, pero es posible, por
lo menos, ser conscientes y honestos al respecto. Tal es la perspectiva de Good: “My view
is that editorial intervention, at any level, only becomes problematic when the reader is not
given information that explains the process and the source of changes” (Good, 370).
Formas de presentación de la historia oral
Aunque desde mucho antes de la historia escrita existió la historia oral y aunque
desde los padres de la historiografía occidental, Herodoto y Tucídides, se ha practicado
ampliamente, la metodología específica y los trabajos que hoy asociamos con historia oral
no tienen más de un siglo. En la introducción que Donald Ritchie escribió en calidad de
editor para el Oxford Oral History Handbook, de , queda claro que la evolución teórica de la
historia oral es y será inseparable de los medios tecnológicos que permiten la grabación de
sonido e imágenes. “The strata of technological development have been matched by
multiples layers of interpretation” (Ritchie, 11). Ritchie marca como el primer hito de la
historia oral la fundación en la universidad de Columbia del Oral History Research Office, en
el año de 1948, el mismo en que se lanzó al comercio la primera grabadora de sonido. Hoy
en día no sería exagerado hablar de la historia oral como un movimiento mundial, no sólo
por el gran número y la variedad de sus practicantes, sino precisamente por la tecnología
digital (el internet) que permite su difusión global. Ritchie es enfático cuando dice que los
avances de la historia oral han sido posibles gracias a los avances tecnológicos en el campo
de la grabación y la reproducción de sonido e imágenes, los cuales representan nuevas
posibilidades pero también nuevos retos para el historiador oral. “Advancements in
recording equipment made all these developments possible. But technology has challenged
as well as propelled the field of oral history. Practitioners have benefited from and must
also cope with their technologically driven methodology” (Ritchie, 6). Los historiadores
orales han sido muy conscientes de los problemas y posibilidades que ofrecen los medios
tecnológicos para el registro y la presentación de la historia, al punto que Ritchie llama a la
a la historia oral una metodología conducida por la tecnología. Mediante el ejemplo del
American Holocaust Memorial Museum de Washington DC quisiera mostrar cómo es
posible presentar la historia entretejiendo una variedad enorme de formas de
comunicación, entre las cuales la escritura es sólo una parte.
La sensibilidad que el historiador oral desarrolla frente a la fuente oral y que no le
permite reemplazarla fácilmente por una transcripción lo lleva a plantearse la posibilidad
de presentar la historia en formatos no escritos. Al fin y al cabo la historia está en cualquier
objeto o relato que nos llegue del pasado, no sólo en los documentos escritos. El ejemplo
que daré al respecto desborda el campo de la historia oral, pero no es exagerado, en la
medida que las fuentes orales2 son centrales en él y que no hay porqué detenerse en las
algunas pocas formas “alternativas” de presentar la historia una vez se han reconocido su
valor y potencial. El United States Holocaust Memorial Museum de Washington DC cumple
su misión principal –la de avanzar y diseminar el conocimiento sobre el Holocausto,
preservar la memoria de las victimas e invitar a la reflexión moral y espiritual que ese hecho
plantea– a través de programas multifacéticos:
the Museum strives to broaden public understanding of the history of the Holocaust through
multifaceted programs: exhibitions; research and publication; collecting and preserving material
evidence, art and artifacts related to the Holocaust; annual Holocaust commemorations known as
Days of Remembrance; distribution of education materials and teacher resources; and a variety of
public programming designed to enhance understanding of the Holocaust and related issues,
including those of contemporary significance3.
Cada uno de estos programas, a su vez, es multifacético. Me concentraré sólo en la
exposición permanente, puesto que lo que quiero mostrar ahora es que la forma en que la
historia oral puede presentarse en formas diferentes a la escrita. Aunque podría
concentrarme también, para resaltar aún más la estrecha relación de la historia oral con la
tecnología, en la página web del museo4, prefiero la exhibición porque en ella es mucho
más fuerte ese componente de contacto humano que quisiera resaltar como esencial a la
historia oral.
2El museo cuenta con una extensa colección de historia oral. “More than 13,100 oral history testimonies of survivors, witnesses, and perpetrators, and access to nearly 52,000 oral histories from the University of Southern California Shoah Foundation” "Facts and figures." USHMM, Web. 4 Mayo 2014. «http://www.ushmm.org/information/press/press-kits/united-states-holocaust-memorial-museum-press-kit» 3 "Mission Statement." USHMM, Web. 4 Mayo 2014. <http://www.ushmm.org/information/about-the-
museum/mission-statement> 4 De gran riqueza documental y pedagógica, en 2013 esta página, disponible en más de 10 idiomas, fue visitada por 12 millones de personas de 229 países.
En diciembre de 2012 visité el Holocaust Memorial Museum. Sólo tiempo después,
recordando esa visita, me doy cuenta de lo mucho que percibí y entendí allí de manera
inconsciente. La información que se puede leer y que por tanto puede ser captada y
organizada de manera racional es muy completa y está juiciosamente expuesta. Pero, dado
que muchas de las dimensiones del Holocausto no se pueden manejar exclusivamente con
el intelecto, el museo golpea las emociones y habla a los sentidos través de la arquitectura,
de la iluminación y los colores, de las grabaciones de video y sonido, del silencio de algunos
de sus lugares e incluso a través de los olores. Más aún, el museo habla a través de los
sobrevivientes.
A diario se ofrecen visitas guiadas por sobrevivientes, todos ya ancianos, que se
ofrecen como voluntarios para esta labor. Mi guía hablaba de la exposición como lo haría
cualquier otro guía, contando detalles interesantes sobre una pieza, llamando la atención
sobre tal otra o describiendo el contexto y el significado de algún hecho de la guerra. Lo
más significativo, sin embargo, no estaba en lo que decía sobre la propaganda
nacionalsocialista, sino en el hecho mismo de que él, un perseguido por ese régimen, lo
dijera –con tanta calma, además.
La historia del holocausto permea la arquitectura misma del museo. El museo fue
diseñado por el arquitecto James Ingo Freed con la intención de que sirviera de “caja de
resonancia” para la memoria5. Quien haya visto una foto de algún campo de concentración
o de los trenes que llegaban los recordará cuando entre al museo, y no dejará de sentir
cierta zozobra con esa asociación mental.
Según recuerdo, para visitar la exhibición permanente hay que subir un ascensor
cuyo interior parece el de una caja fuerte y recorrer un corredor irregular y lleno de
recovecos, de modo que la única manera de salir de ahí es avanzando. Quisiera traer a
colación las últimas dos partes de este recorrido. Antes de salir hay un largo corredor a
cuyos lados están apilados los vestidos y los zapatos de las víctimas de los campos de
concentración. No hay mucho que decir al respecto, sólo hay que oler.
El recorrido se cierra en un pequeño teatro de cine, con una película llamada
Testimony, en la que los sobrevivientes y quienes los rescataron hablan sobre el momento
de la liberación de los campos de concentración. Es aquí, después de todo lo recorrido,
cuando la historia oral despliega toda su fuerza. La historia que se ha visto, olido y sentido
5 Como leemos en la página web del museo, “The Museum he built […] is not a neutral shell. Instead, the architecture—through a collection of abstract forms both invented and drawn from memory—alludes to the history the Museum addresses. These allusions are not specific. Freed wanted visitors to experience the Museum building “viscerally,” to make their own interpretations, with the building’s subtle symbols and metaphors serving as vehicles for thought and introspection” ("Architecture and Art." USHMM, Web. 4 Mayo 2014. <http://www.ushmm.org/information/about-the-museum/architecture-and-art>).
hasta aquí gana otra dimensión, quizá la más importante: todo esto lo vivió en carne propia
alguien, alguien como yo o como quienes están sentados aquí conmigo en el teatro.
2. Trauma e historia oral
En la segunda parte de este ensayo desarrollaré las posibilidades de la historia oral
en el capo de la historia de eventos traumáticos. Me concentraré en el trabajo del Centro
nacional de memoria histórica de Colombia. Muchas terapias psicológicas, comenzando por
el psicoanálisis, funcionan por medio de la narración de la historia personal. A la inversa, la
historia oral puede servir a fines terapéuticos para individuos y comunidades.
Bibliografía:
Barela, Liliana, et al. Algunos apuntes sobre historia oral. Instituto histórico de la ciudad de Buenos
Aires. 1999.
Good, Francis. “Voice, ear and text: words, meaning and transcription”. En: Perks, Robert. (Ed.) The
oral history reader. 2nd ed. Routledge, London: 2006.
Portelli, Alessandro. “What makes oral history different” En: Perks, Robert. (Ed.) The oral history
reader. 2nd ed. Routledge, London: 2006.
Ritchie, Donald. “Introduction: The evolution of Oral History”. En. Ritchie, Donald (Ed.). The Oxford
Oral History Handbook. Oxford University Press, London: 2010.
Thompson, Paul. “The voice of the past: oral history”. En: Perks, Robert. (Ed.) The oral history reader.
2nd ed. Routledge, London: 2006.