gestos y símbolos 1

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  • No est permitida la reproduccin total o parcial de esta obra, por cualquier procedimiento, sin la autorizacin escrita de la editorial.

    Primera edicin, octubre de 1989 Segunda edicin: julio de 1990 Tercera edicin: noviembre de 1992 Cuarta edicin: noviembre de 1994 Quinta edicin: febrero de 1997 Sexta edicin: abril del 2000 Sptima edicin revisada y actualizada: marzo del 2003

    CENTRE DE PASTORAL LITRGICA Rivadeneyra, 6.7. 08002 Barcelona ISBN: 84-7467-884-6 D.L.: Z - 565 - 2003 Imp.: Sender Ediciones

  • SUMARIO

    Bibliografa 15 Introduccin 17

    LOS CINCO SENTIDOS

    1. Gestos y smbolos en la celebracin 23 Una liturgia verbalista? 23 El porqu de los gestos y smbolos en la celebracin 25 Signo y smbolo 27 La variedad de los gestos litrgicos 29 Consignas del Concilio sobre los signos 31 Los signos litrgicos, valorados por el Catecismo 32 Catequesis e iniciacin en los gestos clsicos 34

    2. Por unos signos ms expresivos 37 Los cinco sentidos en la liturgia 37 Los signos centrales de cada sacramento 38 El bao del Bautismo 39 Uncin-masaje que impregna y fortalece 39 El pan y el vino de la Eucarista 40 Gestos pedaggicos, adems de vlidos 41

    3. Ojos que miran 43 La mirada como comunicacin 43 La mirada de Dios 44 Los ojos de Jess 45 Por una liturgia ms visual 46

  • 6

    Evitar tentaciones 47 Un lector que mira mientras lee? 48 En especial, el presidente 49

    4. La luz como smbolo 51 La noche de la luz 52 Bautismo y Exequias, principio y fin 54 Las velas en la Eucarista 55 Otras celebraciones 56 Cristo, la luz verdadera 58 Hijos de la luz 59 Encender una vela ante una imagen? 60

    5. Las imgenes 62 Imgenes, s o no? 62 Opcin cristiana por la imagen visual 64 La fuerza comunicativa de las imgenes 66 La reforma postconciliar 67 El Catecismo de la Iglesia Catlica 69 El Directorio sobre la Piedad Popular 69 Orientaciones pedaggicas 70 Imgenes a lo largo del Ao Litrgico 72

    6. Los colores 74 La importancia de los colores 74 Su simbolismo: lo natural y lo metafrico 75 En nuestra liturgia: por qu y para qu los colores? 76 Los colores actuales de nuestra celebracin 78 Sugerencias prcticas 80

    7. La importancia de tocar 82 "Tocar", lenguaje de los sacramentos 82 Los gestos de Jess 83 Una liturgia incorprea? 84 La salvacin de Dios nos alcanza y nos toca 85 Ni absolutizar ni empobrecer 86

  • Sumario 7

    8. Callar y escuchar 88 Saber escuchar 88 Silencio ante el misterio 89 La palabra brota del silencio 90 El silencio en nuestra celebracin 91 La importancia del silencio, subrayada por el Misal 92 La finalidad de los momentos de silencio 94 Otras consecuencias prcticas 95 Habla, Seor, que tu siervo escucha 98

    9. Las campanas 99 Campanas para la comunidad 99 El lenguaje de las campanas 100 Las campanillas 101 El Bendicional motiva el porqu de las campanas 103 Valor simblico de las campanas 104 El dilogo de dos campanarios 105

    El LENGUAJE DEL CUERPO

    10. Las posturas del cuerpo 109 Nuestro cuerpo tambin reza 110 Los criterios del Misal 110 De pie: como pueblo sacerdotal y familia de hijos 113 De rodillas: penitencia y adoracin 116 Sentados: receptividad y escucha 120 Ni descuido ni absolutizacin 122

    11. El lenguaje de las manos 124 Las manos hablan 124 La mano poderosa y amiga de Dios 125 Las manos del orante 126 Las manos del presidente 127 Manos que ofrecen 128 Una asamblea no maniatada 129 Se puede aplaudir en las celebraciones litrgicas? 131

  • H

    12. Lu imposicin de manos 134 Su sentido en el Antiguo Testamento 134 La imposicin de manos en el Nuevo Testamento 135 La imposicin de manos en nuestros sacramentos 137 El gesto de los concelebrantes 139 Don de Dios y mediacin eclesial 141

    13. Recibir la comunin en la mano 143 La mano como un trono 143 El cambio a la boca 144 Recuperacin de la prctica antigua 145 Motivos de una preferencia 146 El sentido de una mano extendida que recibe 147 No "tomar", sino "recibir" 148 Otras observaciones prcticas 149

    14. Gestos de humildad 151 Los golpes de pecho 151 Las inclinaciones 153 La genuflexin 154 Orar de rodillas 155 Postracin 157 El gesto y la actitud interior 158

    15. La pedagoga del vestido 160 Tambin los fieles revestidos? 161 Los vestidos de los ministros: historia 162 Vestidos actuales 164 El sentido de que los ministros se revistan 166 Dejar hablar a los signos 169 Flexibilidad e incultur acin 169 Revestirse para confesar? 170

    16. La postura y los gestos del presidente 172 Una voz de presidente 172 El lenguaje del cuerpo 174 Gestos hechos con autenticidad 174 El respeto a la Eucarista 176

  • Sumario 9

    17. Caminar 177 Caminar con otros: la procesin 177 Peregrinar 178 Un Ao Litrgico imaginativo 180 Los movimientos en la Eucarista 181 La pedagoga del caminar en otros sacramentos 183 La piedad popular nos ensea a caminar 183 Iglesia en marcha: la vida cristiana como camino 184 Danza y ritmo 185 "Glorificad a Dios en vuestro cuerpo" 186

    LO CSMICO COMO SMBOLO 18. El agua 191

    Signo polivalente 191 Agua que purifica 192 Cristo, el Agua viva que apaga la sed 193 El agua, smbolo de la vida y la muerte 194 Por inmersin 196 La aspersin bautismal en las misas dominicales 197 Otros recuerdos del agua bautismal 198 Entender el lenguaje del agua 200

    19. El fuego 201 En nuestras celebraciones 201 La incineracin 204 Simbolismo natural 206 En la Revelacin 207 Sugerencias prcticas 209

    20. El incienso 212 El buen olor en la liturgia 212 El incienso viene del Oriente 213 Una historia titubeante 214 A quin se inciensa en la Misa? 214 En otras celebraciones 216 Qu quiere simbolizar el incienso 217 El incienso, smbolo de la actitud interior 219

  • 10

    21. La ceniza 221 Ceniza para todos los cristianos 221 Buena reforma 222 Somos caducos y mortales 222 Signo de penitencia y conversin 224 Gesto de splica intensa 225 Ceniza de resurreccin 225 Para empezar, ceniza. Para terminar, agua y fuego 226 Sugerencias prcticas 227

    22. Comer y beber 230 Del simbolismo humano al sobrenatural 230 El pan 234 El vino... 235 El pan y el vino 236 Admiten sustitutos ? 237 No perder la clave de la "comida y bebida" 238

    23. El pan y el vino en nuestra Eucarista 240 Signos bien visibles 240 Tambin el vino 241 El pan, "del da" 242 Pan cimo 242 ... pero que en verdad parezca pan 243 Los celacos y la comunin 244 Vino autntico 245 La mezcla del pan y el vino antes de comulgar 246 Comulgar bajo las dos especies 247 Superar la costumbre en contra 249

    24. Los smbolos csmicos nos dicen cmo acta el Espritu 251 Aire, viento . 251 Agua vivificante 255 Fuego 257 Aceite, uncin 260 Los smbolos de un Espritu "dador de vida" 263

  • Sumario 11

    ACCIONES SIMBLICAS

    25. Las unciones 267 El aceite y su polivalencia 267 Un signo muy bblico 268 El Ungido y los ungidos 269 Las unciones en nuestra liturgia 271 El simbolismo de la uncin en los Sacramentos 273 Riqueza simblica y autenticidad del gesto 276

    26. El gesto de la paz 278 Evolucin en la historia 279 "Daos fraternalmente la paz" 280 Coherencia con el conjunto 281 El sentido del gesto de la paz 282 Modo concreto de realizacin 285 Un gesto "libre", pero "necesario" 287

    27. Partir el pan 289 Le reconocieron en la fraccin del pan 290 Primer sentido: el Cuerpo "entregado, roto" de Cristo 291 Signo plstico de la unidad fraterna 292 Hacer bien el gesto simblico 294

    28. El beso 296 En la vida social y en la liturgia 296 El beso a los objetos 297

    Al altar Al Evangeliario A otros objetos sagrados

    El beso a las personas 300 El beso de paz antes de la comunin Beso sacramental de acogida Otros besos personales

    Un gesto humano y cristiano 303

  • 12

    29. La cruz, signo del cristiano 304 La elocuencia de un smbolo 305 La seal de la Cruz 307 Desde el Bautismo hasta la muerte 308 En la celebracin de la Eucarista 309 Una vida segn la cruz 311

    30. Lavar los pies 313 Leccin de caridad 314 Adelanto simblico de la Pasin 315 Gesto bautismal? 316 Smbolo de la caridad servicial 316 Ministros de Jess Siervo 317 El Jueves Santo, prlogo de la Pascua 318 Sugerencias prcticas 319 Valenta para el gesto 319

    31. Lavarse las manos 321 Gesto "prctico" o "simblico"? 322 La pureza interior y la ablucin de las manos 323 La validez de un smbolo universal 324 Un presidente humilde 325 Un gesto bien hecho 326 No es muy importante, pero tampoco superfluo 327

    32. El ayuno '. 328 Cundo ayunamos 329 Qu significa el ayuno en la Biblia? 330 Nuestro ayuno cristiano y sus valores 331 Ayunar con alegra 334

    ,1,1, Rl agua y el vino en el cliz 336 Un rilo presente en todas las liturgias 337 Desarrollo del rito 338 Virla* direcciones simblicas 339 y mmln que compaa al gesto 340

  • Sumario 1 3

    34. En torno al evangelio 342 Lo proclama un ministro ordenado 342 Un libro especialmente digno: el Evangeliario 344 Procesin con el Evangeliario 345 El ambn de la Palabra 345 Lo escuchamos de pie 346 Aclamaciones antes y despus 347 El incienso 348 La seal de la cruz 348 Una proclamacin digna 349 El beso al Evangeliario 349 La Palabra sigue abierta y viva 350

    35. El Ao Litrgico, maestro de lenguaje simblico. 351 Adviento y Navidad 352 Cuaresma 353 El Triduo Pascual 355 Creatividad en el resto del Ao 359

    EL LUGAR DE LA CELEBRACIN

    36. El edificio de la iglesia 363 Primero las personas 363 El lugar donde se rene la comunidad 364 Casa de Dios o casa de la comunidad 365 Iglesias "funcionales" 366 ... pero expresivas en su simbolismo 367 El sentido del edificio segn el Catecismo 368 Signo para los de dentro 370 ... y para los de fuera 370 Sencilla, pero bella y digna 372 Casa de oracin y de misin 372

    37. El espacio de la iglesia y su pedagoga mistaggica 374 Unas paredes que tienen memoria y que hablan 374 Todo, en una iglesia, nos lleva a Cristo 375 El altar 376

  • 14

    El ambn 376 La sede del presidente 378 La capilla del Santsimo 378 La fuente bautismal 379 Los confesonarios 380 Las imgenes de la Virgen y los Santos 380 La comunidad, la ms importante 381

    38. Elogio de la esttica 383 Vuelta al arte 384 Lo bello viene de Dios y nos lleva a Dios 385 La esttica en nuestra liturgia 388 La belleza ayuda a celebrar el misterio: insistencia del Misal... 389 La esttica del lugar 392 Los objetos del culto 393 La esttica de la palabra 394 El lenguaje de las flores 395 La sencillez y la esttica 396 La esttica al servicio de la celebracin 396

  • BIBLIOGRAFA

    J. ALDAZBAL, Los jvenes buscan un nuevo lenguaje simblico en la liturgia: Misin Joven 50(1981)42-55; ID., El lenguaje de los smbolos en las exequias: Phase 196(1993)303-318); ID., El lenguaje litrgico. Valoracin crtica y perspectivas: Isidorianum 12(1997)417-449; ID., El lenguaje corporal en el relato de la institucin: en "Fovenda sacra liturgia" (miscelnea P. Farns) CPL, Barcelona 2000, 241-260; ID., La pastoral litrgica en los Santuarios: Phase 250-251(2002)371-389.

    D. BOROBIO, La liturgia como expresin simblica: Phase 107 (1978) 405-422; ID., El hombre, el rito y la fe: en "Cultura, fe, sacramento" (=Bibl. Litrgica 17) CPL, Barcelona 2002, 51-77; ID., Antropologa sacramental en el Catecismo de la Iglesia Catlica: ibid. 171-243.

    L.M. CHAUVET, Smbolo y Sacramento, Herder, Barcelona 1991, 564 pgs.

    R. GUARDINI, Los signos sagrados, ELE, Barcelona 1965, 138 pgs.; ID., El talante simblico de la liturgia (=Cuad. Phase 113) CPL, Barcelona 2001, 62 pgs.

    L. MALDONADO, Liturgia, arte, belleza. Teologa y esttica, San Pablo, Madrid 2002, 200 pgs.; ID., Teora y praxis de la ritualidad: Phase 108(1978)423-441; ID, Sentido esttico y sentido celebrativo: Phase 253(2003)31-43.

    F. POYATOS, La comunicacin no verbal, Istmo, Madrid 1994, 3 vols., 296, 348 y 332 pgs.; ID., Ms all de la palabra: la comunicacin no verbal en la liturgia: Phase 249(2002)257-274.

  • 16

    E. SORAZU, Celebrar desde los smbolos, CCS, Madrid 1990, 166 pgs.

    VARIOS, Rites, Symboles, Sacrements, Svres, Pars 1988, 168 pgs.; VARIOS, Liturgia y expresin corporal: Conc 25(1995)365-562; VARIOS, Liturgia e linguaggio non verbale: Riv Lit 5-6(1996)627-752; VARIOS, La liturgie, un thatre?: LMD 219(1999)2-140; VARIOS, Corpo e Rito. Tra incarnazione e divinizzazione: Riv Lit 1(2002)1-162.

    A. VERGOTE, Gestos y acciones simblicas en la liturgia: Conc 62(1971)198-211.

    Siglas BEND Bendicional CCE Catecismo de la Iglesia Catlica CIC Cdigo de Derecho Cannico CPL Centro de Pastoral Litrgica de Barcelona DMN Directorio para las Misas con nios DPPL Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia IGLH "Institutio" general de la Liturgia de las Horas IGMR "Institutio" general del Misal Romano: seguimos la

    numeracin de la 3a edicin (2002) LG "Lumen Gentium", documento del Vaticano II sobre la

    Iglesia OLM Ordenacin del Leccionario de la Misa PL Patrologa Latina de Migne SC "Sacrosanctum Concilium", documento conciliar

    sobre Liturgia

  • INTRODUCCIN

    La 7a edicin de este libro est totalmente revisada y aumentada con nuevas aportaciones (de las 240 pginas iniciales se pasa a las 400 actuales).

    La liturgia, y tambin la piedad popular, tiene un doble lenguaje: el verbal y el no verbal, las palabras y los gestos y acciones: "ritus et preces", como deca el documento conciliar sobre la liturgia. Y en ambos casos, el lenguaje no es algo aadido a la celebracin: el doble lenguaje est ntimamente unido e integrado en la celebracin.

    Lo verbal son las palabras y los cantos. Lo no verbal, los gestos, smbolos, posturas, silencio, vestidos, arte, imgenes, colores, movimientos, acciones simblicas. Somos el pueblo del "Escucha, Israel" y "alaba a tu Dios, Sin", pero tambin hemos recibido el encargo: "Haced esto". Nuestra oracin est hecha de palabra y de accin. La salvacin alcanza a toda la persona, tambin a nuestra corporeidad.

    El Catecismo, al preguntarse en un apartado "cmo celebrar", lo primero que responde es que con signos y smbolos, y motiva muy bien por qu el lenguaje de estos signos: "una celebracin sacramental est tejida de signos y de smbolos. Segn la pedagoga divina de la salvacin, su significacin tiene su raz en la obra de la creacin y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo" (CCE 1145). La liturgia es un encuentro con Dios Trino y "este encuentro se expresa como un dilogo a travs de acciones y de palabras" (1153).

    El ejemplo nos lo dio el mismo Cristo Jess, que era la Palabra viviente y

  • 18

    eterna de Dios, pero Palabra hecha Carne. Sus discpulos no slo oyeron su Palabra, sino que le vieron, le tocaron, comieron con l.

    As, la palabra y la accin simblica, las dos forman esa sutil red de interaccin entre la comunidad y Dios, entre los miembros de la comunidad entre s, entre los ministros y la comunidad. Es verdad que el lenguaje no es lo principal, pero ayuda a sintonizar con el misterio del Dios que nos salva.

    Las acciones, que ya tienen sentido, adquieren pleno significado con la palabra, la de Dios y la nuestra. No hay que olvidar la primaca del Logos en nuestra celebracin. Es la Palabra la que da sentido a todo, pero el lenguaje de la celebracin debe ser no slo adoctrinador, sino evocativo; los smbolos litrgicos ejercen su mediacin cognoscitiva y a la vez su mediacin unitiva y comunicativa; expresan, representan lo invisible, pero, sobre todo, lo realizan, lo comunican, favorecen la comunin con el Misterio, coenvuelven a la persona: son lenguaje performativo.

    A lo largo de la Biblia se expresa la salvacin de Dios y nuestra actitud de fe con ceniza, bao en agua, aspersin, cirios, incienso, fuego, sacrificios, nube, rbol, sol, aire, viento, comida. Smbolos humanos, expresivos, heredados luego en gran parte por la Iglesia: comer y beber, baarse en agua, lavar con agua, la imposicin de las manos, las posturas corporales, la fiesta, el canto, la luz y el fuego.

    Ambos lenguajes hay que cuidarlos. Ante todo, el lenguaje verbal, el de la palabra. La Palabra descendente, que viene de Dios a la comunidad, sobre todo en las lecturas bblicas. La palabra ascendente, la que nosotros dirigimos a Dios en las oraciones, aclamaciones, cantos y letanas. Y la que podemos llamar palabra horizontal: moniciones, homila, exhortaciones y avisos.

    Respecto a este lenguaje verbal ya se ha logrado un paso adelante en cuanto a la lengua, con las traducciones, que, en conjunto, se pueden considerar positivas, aunque por todas partes se est viendo la necesidad de revisar los textos de las lecturas bblicas, la eucologa y los cantos. Pero queda el lenguaje, que es ms difcil, y que nos va a costar ms. Nos hemos dado cuenta que no toda la culpa de la poca comunicatividad de la

  • Introduccin 19

    liturgia la tena el latn. Aparte de la lengua, influye mucho el lenguaje de Una homila, del texto de un canto o de una oracin para facilitar o no la llntona de la comunidad con lo que celebramos.

    Tambin tenemos que cuidar el otro lenguaje, el no verbal. La liturgia tendra que distinguirse por un lenguaje expresivo, no slo de ideas y palabras y cantos, sino tambin de lo no verbal: un lenguaje que es muy propio suyo y que, cuando es bien realizado, ayuda mucho a la participacin activa y profunda de la comunidad en el misterio que se celebra.

    Es a este segundo lenguaje, el no verbal, al que se dedican las pginas de este libro, que ofrece ahora, en su sptima edicin, una reelaboracin ms puesta al da.

    El contenido original de este libro era fundamentalmente la serie de artculos que fui publicando en la revista "Oracin de las Horas", de este mismo Centro de Pastoral Litrgica de Barcelona, a partir de 1983. Pero tambin incorpor ideas de estudios que haba publicado en otros libros y revistas: por ejemplo en el Dossier CPL 12, Claves para la oracin (7a. edicin 1996) (los captulos: el cuerpo tambin reza, la postura del cuerpo influye en la oracin, orar con los gestos); en la revista de Madrid "Misin Joven" ("Los jvenes buscan un nuevo lenguaje simblico en la liturgia", "Signo y smbolos en la celebracin litrgica"...).

    Para esta edicin, que ofrece adems una mejor presentacin tipogrfica, he llevado a cabo una detenida revisin del texto. Lo he ampliado, y he pensado que sera til tambin cambiar las citas de la introduccin al Misal Romano por las de la reciente tercera edicin de la misma (en su versin definitiva del 2002), e incluir una bibliografa actual sobre el tema de los gestos y smbolos en la liturgia.

  • LOS CINCO

    SENTIDOS

  • 1. GESTOS Y SMBOLOS EN LA CELEBRACIN

    Como decamos en la introduccin, adems del lenguaje verbal -lecturas, oraciones, cantos-, la celebracin utiliza con abundancia el lenguaje no verbal, compuesto por signos, gestos simblicos, posturas corporales y diversos elementos csmicos como el agua, el aceite, la luz, el pan y el vino, la ceniza y el incienso.

    La revalorizacin que los nuevos libros litrgicos posconciliares han aportado a la Palabra en la celebracin ha ido acompaada tambin por un cuidado ms explcito del lenguaje de los signos: a veces aligerndolo, porque se haban aadido excesivos elementos, y otras, potenciando los que son ms cntricos en la celebracin sacramental y relativizando los no tan importantes.

    Una liturgia verbalista?

    Nuestra liturgia es tachada de verbalista, centrada en exceso en el libro y la Palabra. Tal vez podemos llamarnos herederos del judaismo, considerado como la "religin del libro" (no es sintomtico el "escucha, Israel" y la prohibicin de las imgenes?).

    Lo racional y lo discursivo tienen gran importancia en nuestro culto, y lo visual y la expresin corporal, bastante menos. Claro que la palabra es el primer signo que empleamos para expresar nuestras ideas, pero eso no basta para una celebracin que debera afectar a todo el hombre.

  • 24

    La reforma conciliar ha revalorizado la Palabra, con lo que todava ha adquirido ms relieve. Pero a la vez, y seguramente sin pretenderlo, en algunas celebraciones se ha empobrecido la accin, lo simblico, el lenguaje del movimiento y de los signos.

    Es interesante or las voces que se han levantado del Tercer Mundo protestando contra la excesiva simplificacin de elementos simblicos por parte de la nueva liturgia. Desde frica, por ejemplo, el premostratense B. Luykx ha hecho ver los inconvenientes que para aquella cultura tiene esta liturgia tan fra y esquemtica, sin pausas, sin tiempos "perdidos", sin "octavas" de prolongacin de las fiestas, sin movimientos ni smbolos. Y citaba el dicho del conocido pensador y poltico Leopoldo Senghor: "los occidentales dicen: pienso, luego existo; nosotros los africanos decimos: danzo, luego existo".

    La simplificacin de signos superfluos era necesaria. Pero no se ha ido demasiado lejos en la reduccin de lo audiovisual en nuestra liturgia?

    Con motivo de una feria de libros en Frankfurt, un ateo public un libro titulado: "El concilio de los libreros: la destruccin del simbolismo". Su autor, A. Lorenzer, echaba en cara a los editores de libros catlicos sobre liturgia que han hundido la "significatividad" de la liturgia cristiana, porque la "ingenuidad profesional-celibataria de los padres de este concilio" ha sustituido el lenguaje altamente simblico de antes por una "informacin racionalizada": se ha pasado as del culto sacramental y simblico del misterio, a una educacin ms bien catequtica, con la correspondiente racin de "sermonitis".

    Aparte de la simplificacin del ataque (y de la atribucin del cambio a los editores), nos puede servir esta ancdota para darnos cuenta de la importancia que tiene en la sensibilidad cristiana el carcter simblico de la comunicatividad en la liturgia.

    Los jvenes, por una parte, y la religiosidad popular por otra, son otros factores que mueven a un repensamiento de la dinmica interior de la liturgia; tambin ellos buscan una mayor expresividad de los signos y del lenguaje simblico.

  • ; Los cinco sentidos 25

    porqu de los gestos y smbolos en la celebracin

    Ll liturgia es de por s una celebracin en que prevalece el lenguaje de los mbolos, un lenguaje ms intuitivo y afectivo, ms potico y gratuito. No H llo concepto, ni tiene como objetivo slo dar a conocer. La liturgia es tUM accin, un conjunto de signos "performativos" que nos introducen en flOmunin con el misterio, que nos hacen experimentarlo, ms que entenderlo. Bl una celebracin y no una doctrina o una catequesis. El lenguaje simblico M el que nos permite entrar en contacto con lo inaccesible: el misterio de la Meln de Dios y de la presencia de Cristo y de su Espritu.

    B! mundo de la liturgia pertenece, no a las realidades qu terminan en "logia" (teologa, por ejemplo), sino en "-urgia" (dramaturgia, liturgia): 61 una accin, una comunicacin total, hecha de palabras, pero tambin de gestos, movimientos, smbolos, accin. | ) Hay una razn antropolgica en este aprecio del signo y del smbolo. La persona humana est hecha de tal manera que todo lo realiza desde I U interioridad espiritual y desde su corporeidad: no slo alimenta lentimientos e ideas en su interior, sino que los expresa exteriormente Con palabras, gestos y actitudes. No es que el hombre tenga sentimientos y luego los exprese pedaggicamente, para que los dems se enteren. Se puede decir que esos sentimientos no son del todo humanos, ni completos, hasta que no se expresan. Hasta que la idea no se hace palabra, no es plenamente realidad humana. Y es que en el fondo el hombre no es una dualidad "cuerpo y espritu", sino una unidad: no "tiene" cuerpo y espritu, sino que "es" cuerpo-espritu y desde su totalidad se expresa y realiza, con palabras y gestos.

    Adems, es un ser social, que se comunica con los dems con esa capacidad comunicativa, que no slo contiene ideas y sentimientos internos, sino manifestacin externa, gestual.

    As, en la celebracin litrgica, la alabanza no es plenamente ni humana ni cristiana hasta que suena en la voz y el canto. El sentimiento de conversin y la respuesta del perdn no se realizan del todo si no se manifiestan en la esfera significativa. En este caso, es en la esfera de la Iglesia donde resuena el "yo me acuso" y el "yo te absuelvo": una accin sacramental, simblica,

  • 26

    significativa, que da realidad a lo invisible e ntimo que sucede entre Dios y el cristiano.

    b) Por eso el simbolismo es una categora religiosa universal. El hombre, no slo para su propia expresin, o para su actividad social, sino tambin y sobre todo para su relacin con la divinidad, se sirve del lenguaje simblico, expresando y realizando con signos y gestos corporales la comunin religiosa con el Invisible.

    La dinmica de los signos religiosos funciona de muchas maneras: sacrificios, palabras, cantos, objetos sagrados, acciones, reverencias, comidas, fiestas, templos... El sbado, para los judos, es un smbolo que no slo manifiesta su recuerdo o su pertenencia al pueblo elegido, sino que lo alimenta y lo realiza efectivamente. El gesto del bao en el agua, tanto para los indios en el Ganges, para los egipcios en el Nilo, para los judos en el Jordn o para los cristianos en el rito bautismal, es un conjunto de acciones y palabras que conforman una celebracin simblica: la inmersin en una nueva esfera. En nuestro caso, la incorporacin a Cristo, en su nueva vida, a travs de la muerte.

    c) Para los cristianos el motivo fundamental de estos signos es el teolgico. Dios, ya desde el Antiguo Testamento y luego, sobre todo, al enviarnos a su Hijo, ha actuado siempre por medio de signos y gestos simblicos que nos ayudan a entender y acoger los dones de su salvacin. Los signos tomados de la naturaleza y de la cultura humana se convierten en signos de la Alianza de Dios con su pueblo.

    El mejor modelo de actuacin simblica lo tenemos en el mismo Cristo Jess. En su misma persona l es el lenguaje ms expresivo de Dios, que nos quiere mostrar su Alianza, su cercana o su perdn. Y tambin es Cristo el lenguaje mejor de la humanidad en su respuesta a Dios: nuestra alabanza y nuestra fe han quedado plasmadas en Cristo, Cabeza de la nueva humanidad. Por eso se le llama a Cristo "sacramento del encuentro de la humanidad con Dios", o como dijo Pablo en su segunda carta a los corintios, Cristo es el "s" ms claro de Dios a los hombres y el "s" tambin ms concreto de los hombres a Dios.

    Adems, Cristo utiliz continuamente el lenguaje de los gestos simblicos

  • ; Los cinco sentidos 27

    en su actuacin salvadora: palabras, acciones, contacto de sus manos, la incisividad de su mirada, los milagros. Perdonaba el pecado interior y haca visible esta reconciliacin curando la enfermedad exterior; participaba en las comidas tambin con los pecadores, para anunciarles su reconciliacin con Dios; devolva la luz de los ojos, a la vez que revelaba que l era la Luz verdadera; multiplicaba panes para que entendieran que l era el Pan de vida eterna.

    d) Y ahora sigue hacindolo del mismo modo, en el mbito de este sacramento global que se llama Iglesia. Para dar a los suyos alimento y fortaleza, ha pensado en la accin simblica de la comida eucarstica; para hacernos nacer a la nueva vida, quiere que recibamos el bao bautismal del agua; para reconciliarnos con Dios, nos invita a una celebracin del perdn, con sus palabras y el gesto de la imposicin de manos del ministro...

    Por eso la liturgia, tanto por la carga humana como por la teologa misma de la encarnacin, tiene los signos y los smbolos como una realidad fundamental en su dinmica. Como dice el Misal en su introduccin, "la celebracin eucarstica, como toda la liturgia, se realiza por signos sensibles, Con los que la fe se alimenta, se robustece y se expresa" (IGMR 20).

    Claro que la liturgia y su lenguaje no lo es todo: la comunidad mima tambin los signos de la evangelizacin (la palabra, la catequesis, la predicacin) y el lenguaje, cada vez ms convincente, de su compromiso cristiano (el amor, la servicialidad, la lucha por la nueva sociedad de libertad y justicia). Pero en medio, entre el anuncio de la Palabra y su vivencia prctica, est su celebracin y la comunidad cristiana utiliza ms que nunca en esta celebracin el lenguaje de los signos y smbolos.

    Signo y smbolo

    Las celebraciones sacramentales no habra que verlas slo desde la perspectiva de "signos", por muy eficaces que se quiera, sino de la de "smbolos" o "acciones simblicas".

    El signo, de por s, apunta a una cosa exterior a s mismo: el humo indica la existencia del fuego, y el semforo verde nos hace saber que ya podemos pasar. El signo no "es" lo que significa, sino que nos orienta, de un modo

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    ms o menos informativo, hacia la cosa significada. Es una especie de "mensaje" que designa o representa otra realidad.

    El smbolo es un lenguaje ms cargado de connotaciones. No slo nos informa, sino que nos hace entrar ya en una dinmica propia: l mismo "es" ya de alguna manera la realidad que representa, nos introduce en un orden de cosas al que l mismo pertenece. La accin simblica produce a su modo una comunicacin, un acercamiento. Tiene poder de mediacin, no slo prctica o racional, sino de toda la persona humana y la realidad con la que le relaciona.

    Para felicitar a una persona en su cumpleaos o en un aniversario de bodas, podramos emplear slo palabras y felicitaciones poticas. Pero normalmente recurrimos adems a un lenguaje simblico: regalos, una buena comida y un pastel con velas encendidas. El mismo hecho de hacer aparecer el pastel, apagar sus velas y repartir sus porciones es todo un rito. El gesto simblico de dos novios que se entregan el anillo de bodas no slo quiere "informar" del amor. Es un lenguaje que vale por muchos discursos, y que seguramente contiene ms realidad que las palabras y que la vida misma: difcilmente, luego, se llegar a alcanzar el grado de amor y fidelidad que ese gest sencillo y profundo expresa. Estos gestos no slo informan, sino que crean comunin y hacen crecer aquellos mismos sentimientos que expresan.

    "Smbolo", por su misma etimologa (sym-ballo, re-unir, poner juntas dos partes de una misma cosa, que se hallaban separadas, a modo de puzzle), indica una eficacia unitiva, re-cognoscitiva (no slo cognoscitiva), de relacin comunicativa. El smbolo establece una cierta identidad afectiva entre la persona y una realidad profunda que no se llega a alcanzar de otra manera. Esto es particularmente palpable en aquellos smbolos que son identificadores de una comunidad o grupo humano, tanto si es un partido poltico como una agrupacin religiosa o cultural.

    Todo esto tiene particular vigencia cuando los cristianos celebramos nuestra liturgia. Los gestos litrgicos, sobre todo los centrales de cada sacramento, pertenecen a esta categora de gestos simblicos que crean sintona con el misterio que celebramos.

    El bao en agua, cuando se hace en el contexto bautismal, adquiere

  • ; Los cinco sentidos 29

    densidad significativa: las palabras, las lecturas, las oraciones, la fe de los presentes, dan al gesto ritual no slo una expresividad intencional y pedaggica, sino que en el hecho mismo del gesto sacramental convergen con eficacia la accin de Cristo y de su Espritu, la fe de la Iglesia y la realidad de la incorporacin de un nuevo cristiano a la vida nueva del Espritu. No es un rito mgico, que acta de por s, independiente del contexto. Pero tampoco es slo un gesto nominal o meramente ilustrativo: la accin simblica es eficaz de un modo que no es ni fsico ni tampoco slo metafrico. Es, sencillamente, la eficacia que tiene el smbolo. El smbolo re-ne, concentra en s mismo las realidades, contenindolas un poco a todas ellas.

    Y as pasa con todos los sacramentos, y con las diversas celebraciones del ao cristiano, cargadas de gestos simblicos con los que Cristo, la Iglesia y cada cristiano expresan y realizan su mutua relacin de comunin. Esos smbolos litrgicos no slo informan, catequticamente, de lo que quieren representar. Sino que tienen un papel mediador, comunicante, unificador, transformador. Las palabras y el gesto de la absolucin llevan a su realidad el encuentro reconciliador entre Dios y el pecador. El comer y beber de la Eucarista es el lenguaje, simblico y eficaz, de la comunicacin que Cristo nos hace de su Cuerpo y su Sangre, y de la fe con que nosotros le acogemos.

    L a variedad de los gestos litrgicos

    La mayora de las acciones simblicas con que los cristianos expresamos nuestra relacin con Dios y con la misma comunidad, son heredadas de la revelacin o de la tradicin ms antigua de la Iglesia. Pero, a su vez, tanto Cristo como la Iglesia primitiva no es que inventaran estos signos, sino que los tomaron de la vida misma y del lenguaje ms accesible y expresivo de la humanidad. Todos entienden lo que significa y realiza el bao en agua, 0 la comida o bebida en comn, o los beneficios de la uncin-masaje con aceite. No es nada difcil entender el magnfico abanico de sentidos que puede tener un gesto antigu, universal y ahora recuperado en todos los lacramentos: la imposicin de manos. Es un gesto que indica visualmente, sobre todo en el contexto de una accin sagrada, la transmisin de un poder, de una bendicin, de una reconciliacin.

    Hay signos muy variados en nuestra celebracin.

  • Vinculados al cuerpo humano, que tambin "habla" y Jtudei ms ntimas; as, las posturas del cuerpo (de pie,

    i pOltfados) pueden contribuir, no slo a que se manifieste una linida (prontitud, reverencia, humildad), sino a sentirla ms i los gestos de las manos (elevadas al cielo, o golpeando

    i manos que aplauden) llegan muchas veces a donde no llegan i M f l b n i : Una ovacin puede suplir alguna vez a la mejor aclamacin; i ) IROVimlintO tambin tiene importancia: las procesiones (la de entrada, It A tvtngelio, la del ofertorio, la marcha comunitaria hacia la comunin) 6 IM trillados (los previstos en un bautizo, desde la entrada de la iglesia al M|HU0 donde se escuchan las lecturas, de ah al baptisterio y, finalmente, | | presbiterio para el padrenuestro y la bendicin; o para las exequias: la pfMlln desde la casa del difunto a la iglesia, y de esta al cementerio) tienen un dinmico sentido en el conjunto de la celebracin.

    Hiy otros gestos simblicos relacionados con cosas materiales, tomadas de la naturaleza, de las que nos servimos para expresar lo que nuestros ojos, nuestras manos o nuestras palabras no pueden expresar del todo. El bafio en agua, la uncin con aceite, comer con otros pan y vino, son gestos que hablan por s solos; as como otros muchos elementos utilizados en las celebraciones a lo largo del ao cristiano: la luz, las velas, el fuego, la ceniza, el incienso, las imgenes, los vestidos y sus colores, las campanas... El lugar mismo de la celebracin juega un papel importante: los edificios de la asamblea cristiana, el ambn como lugar digno y respetado de la Palabra de Dios, el altar como smbolo de Cristo y de la comida eucarstica, la sede del presidente, destacada por su condicin de signo visible de Cristo Cabeza, el sagrario como lugar de oracin personal y adoracin...

    Otras veces se trata de acciones con sentido simblico que realizamos en nuestra celebracin: el beso como saludo, respeto y acogida (basta recordar la expresividad del beso a la cruz el Viernes Santo), lavar los pies el Jueves Santo como signo de una autoridad entendida como servicio, el abrazo de paz antes de acudir juntos a la comunin, la fraccin del pan, la incensacin del altar, de las imgenes o de las personas, el encender los cirios personales deide el Cirio pascual smbolo de Cristo, imponer un vestido nuevo a los recin bautizados o a los religiosos en su profesin, el abrazo de paz que el Oblipo da a los confirmados o a los ordenados...

  • ; Los cinco sentidos 31

    Consignas del Concilio sobre los signos

    El documento sobre liturgia, Sacrosanctum Concilium, del 1963, afirmaba que "en esta reforma es necesario ordenar los textos y ritos de tal modo que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en la medida de lo posible, el pueblo cristiano pueda percibirlas fcilmente y participar en la celebracin plena y activa, propia de la comunidad" (SC 21). "Los ritos deben resplandecer con una noble sencillez, ser claros por su brevedad y evitar las repeticiones intiles. Han de adaptarse a la capacidad de los fieles y, en general, no deben precisar muchas explicaciones" (SC 34).

    L o s signos de nuestras celebraciones los ha escogido la Iglesia - y los sigue Utilizando tambin despus de las sucesivas revisiones que se dan en la historia de la liturgia-, de entre los que ms fcilmente son comprendidos p o r la comunidad, adaptados a la cultura de cada pueblo.

    E n general, la reforma postconciliar ha buscado, ante todo, la autenticidad e n los gestos y signos: que sean verdaderos, no ficticios. Que el agua del Bautismo no sean unas gotas, sino, a ser posible, la inmersin en agua, un baflo en agua. Que el vestido nuevo del Bautismo no sea un paito que se coloca sobre la cabeza de los bautizados y luego se guarda en un armario, lino un vestido nuevo que se impone a los nios una vez bautizados. Que I pan de la Eucarista tenga apariencia de alimento, y que tambin se comulgue con el vino.

    S e urge tambin que estos signos brillen por su claridad, sencillez, y que no necesiten muchas explicaciones. Por eso han suprimido la sal del Bautismo, o la mezcla de leos en el agua, o la bofetada del Obispo a l o s confirmados. Pero s quedan, y se potencian, los signos que pueden ntenderse fcilmente y que nos ayudan a entender el misterio celebrado, COmo la luz del Cirio pascual comunicada a los fieles en la Vigilia Pascual 0 e n la celebracin bautismal.

    Naturalmente, los signos centrales de cada sacramento los mantiene la Iglesia desde el principio y con carcter universal: el bao en agua, el pan y el vino de la Eucarista, las unciones con leos y crisma en los diversos Sacramentos, la imposicin de las manos. Esos signos sacramentales son los q u e l o s libros litrgicos posconciliares quieren que se potencien ms, que se

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    hagan con autenticidad y expresividad: por ejemplo celebrando la Eucarista con las dos especies de Pan y Vino, o bautizando con el ms expresivo gesto simblico del bao en agua, en preferencia a la infusin del agua sobre la cabeza, etc. Mientras que se puede decir que se han relativizado en cierta medida los gestos que pueden considerarse complementarios o explicativos del misterio de cada sacramento: como sucede en el bautismo con el vestido nuevo, el cirio encendido o el "effet" en los odos y la boca.

    Ya estaba tambin incluida en el Concilio la alusin a lo que ms tarde se ha llamado claramente inculturacin y se ha motivado y reglamentado con oportunos documentos. El lenguaje, tanto el verbal como el no verbal, debe ser entendido por la comunidad que celebra. El verbal ya se ha acercado notablemente por las traducciones. El no verbal, el de los signos y gestos simblicos, tambin tiene que ser objeto de discernimiento y adaptacin por parte, sobre todo, de las Conferencias de Obispos, para que en efecto ayude a poner al alcance de los fieles el misterio celebrado. Es en los signos complementarios -as como en el arte y en el canto- en los que cabe un mayor margen de adaptacin a la propia cultura: por ejemplo en la celebracin del bautizo, del matrimonio, de las exequias, o en la eleccin de los colores, vestidos o de las posturas corporales y gestos de la celebracin.

    Los signos litrgicos, valorados por el Catecismo

    El Catecismo, del ao 1992, en su apartado "cmo celebrar?" (CCE 1145-1162), dedica unos nmeros a motivar y describir los "signos y smbolos" de que se sirve la liturgia cristiana.

    Subraya, sobre todo, su dimensin antropolgica: que la dinmica de los sacramentos cristianos se apoya pedaggicamente en signos muy humanos, cercanos al mundo de los hombres, tomados de lo csmico, que tienen "su raz en la obra de la creacin y en la cultura humana". El hombre es "a la vez corporal y espiritual y percibe las realidades espirituales a travs de signos y de smbolos materiales", y adems, "como ser social, el hombre necesita signos y smbolos para comunicarse con los dems, mediante el lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relacin con Dios".

    Por eso no nos extraa que en todas las culturas religiosas tenga una

  • Los cinco sentidos 33

    i

    Importancia notoria el lenguaje no verbal, con signos y gestos simblicos que expresan su fe y celebran los dones que reciben de lo alto: palabras, msica, sacrificios, comidas festivas, signos de reverencia o de adoracin.

    El gesto simblico del bao en el agua es expresivo para los indios en el ' Ganges, para los egipcios en el Nilo, para los judos en el Jordn, para los indios precolombinos en Amrica y para los cristianos en el rito bautismal.

    Y por eso han sido asumidos por Dios para la manifestacin de su gracia lalvadora en el AT, y, sobre todo, en Cristo Jess y ahora en la vida lacramental de la Iglesia.

    Difcilmente podremos encontrar una sntesis tan accesible y completa de lo que representan los signos y los gestos en la Historia de la Salvacin y en nuestra celebracin cristiana.

    "Una celebracin sacramental est tejida de signos y de smbolos. Segn la pedagoga divina de la salvacin, su significacin tiene su raz en la obra de la creacin y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo" (CCE 1145).

    "Signos del mundo de los hombres. En la vida humana, signos y smbolos ocupan un lugar importante. El hombre, siendo un ser a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades espirituales a travs de signos y de smbolos materiales. Como ser social, el hombre necesita signos y smbolos para comunicarse con los dems, mediante el lenguaje, gestos y aciones. Lo mismo sucede en su relacin con Dios" (CCE 1146).

    "Dios habla al hombre a travs de la creacin visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del hombre para que vea en l las huellas de su Creador. La luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el rbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan'a la vez su grandeza y su proximidad" (CCE 1147).

    "En cuanto creaturas, estas realidades sensibles pueden llegar a ser lugar de expresin de la accin de Dios que santifica a los hombres, y de la accin de los hombres que rinden su culto a Dios. Lo mismo sucede con los signos y smbolos de la vida social de los hombres: lavar y ungir, partir el pan y compartir la copa pueden expresar la presencia santificante de Dios y la gratitud del hombre hacia su Creador" (CCE 1148).

    "Las grandes religiones de la humanidad atestiguan, a menudo de forma impresionante, este sentido csmico y simblico de los ritos religiosos. La

    I

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    liturgia de la Iglesia presupone, integra y santifica elementos de la creacin y de la cultura humana confirindoles la dignidad de signos de la gracia, de la creacin nueva en Jesucristo" (CCE 1149).

    "Signos de la Alianza. El pueblo elegido recibe de Dios signos y smbolos distintivos que marcan su vida litrgica: no son ya solamente celebraciones de ciclos csmicos y de acontecimientos sociales, sino signos de la Alianza, smbolos de las grandes acciones de Dios a favor de su pueblo. Entre estos signos litrgicos de la Antigua Alianza se puede nombrar la circuncisin, la uncin y la consagracin de reyes y sacerdotes, la imposicin de manos, los sacrificios, y sobre todo la Pascua. La Iglesia ve en estos signos una prefiguracin de los sacramentos de la Nueva Alianza" (CCE 1150).

    "Signos asumidos por Cristo. En su predicacin, el Seor Jess se sirve con frecuencia de los signos de la creacin para dar a conocer los misterios del Reino de Dios. Realiza sus curaciones o subraya su predicacin por medio de signos materiales o gestos simblicos. Da un sentido nuevo a los hechos y a los signos de la Antigua Alianza, sobre todo el xodo y a la Pascua, porque l mismo es el sentido de todos esos signos" (CCE 1151).

    "Signos sacramentales. Desde Pentecosts, el Espritu Santo realiza la santificacin a travs de los signos sacramentales de su Iglesia. Los sacramentos de la Iglesia no anulan, sino purifican e integran toda la riqueza de los signos y de los smbolos del cosmos y de la vida social. An ms, cumplen los tipos y las figuras de la Antigua Alianza, significan y realizan la salvacin obrada por Cristo, y prefiguran y anticipan la gloria del cielo" (CCE 1152).

    Catequesis e iniciacin en los gestos clsicos

    Este libro no quiere, en principio, proponer nuevos gestos simblicos o invitar a una creatividad omnmoda.

    Lo prioritario no es precisamente cambiarlos. Esta es una tarea noble, difcil y a veces necesaria, que oficialmente tiene que realizar la Iglesia, como ha hecho a lo largo de los siglos con admirable imaginacin: crear, con un detenido estudio, un lenguaje de signos y smbolos adecuada a la cultura y sensibilidad de las varias Iglesias locales.

    Tambin en nuestra generacin la comunidad cristiana se siente movida a seguir realizando esta labor. Crear una simbologa ms adecuada a la cultura y la sensibilidad actuales, es un ideal que no se puede dar por perdido.

  • ; Los cinco sentidos 35

    Aunque haya que hacerlo a la vez con equilibrio y valenta, con respeto a la tradicin y amor a la cultura de hoy.

    Un ejemplo concreto es el Misal para las dicesis del Zaire, en frica, fruto de un estudio serio y valiente por parte de las comisiones nombradas por la Conferencia Episcopal de aquel pas, y aprobada por Roma ya hace aos.

    Este Misal presenta, por una parte, rasgos de mayor serenidad, momentos de silencio, de concienciacin de la presencia de la comunidad ante Dios para una accin sagrada, as como mayor nmero de aclamaciones e Intervenciones de la comunidad, con dilogos y cantos. Tambin, sobre todo en la Plegaria Eucarstica ofrece un lenguaje ms cercano a la sensibilidad Cristiana de aquella cultura.

    Pero en l podemos darnos cuenta tambin de lo que supone una "inculturacin" discreta y pedaggica de los gestos litrgicos cristianos: potencian las procesiones (a veces, con movimiento rtmico del cuerpo), los signos de reverencia al altar (no slo besando, sino tocndolo con la frente), el alzar los brazos al cielo (no slo de los ministros sino tambin de los fieles), los gestos de paz expresivos, la escucha del evangelio en posicin de sentados (se ve que all es ms expresivo de atencin), el "gong" que suena en la mostracin del Pan y del Vino consagrados, el mayor uso del incienso en los pebeteros perfumados...

    Nro nuestra finalidad es ms modesta. Quiere ayudar a entender el sentido los smbolos que ya tenemos, de los gestos y signos que estn hoy en

    nuestra liturgia y que hemos heredado de generaciones pasadas. Pero que liguen siendo lenguaje vlido, porque los que se demuestra que no lo eran, ya han sido suprimidos. Si se hacen bien, los gestos simblicos que tenemos a lo largo del Ao o en la celebracin sacramental tienen todava u n a gran fuerza expresiva.

    El hecho de que sean "tradicin" no debera crear ningn complejo de pobreza o de falta de originalidad. Todo smbolo comunitario tiene esencialmente races de tradicin: precisamente identifica al grupo humano O religioso. En nuestro caso, son gestos simblicos que proceden de la Revelacin y que han sido elegidos por Cristo o por la comunidad primera. Los smbolos no se cambian como la camisa. Son de por s heredados y bastante estables.

    Si los gestos que hacemos en la liturgia no "funcionan" como desearamos,

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    no es porque sean antiguos, sino por otras causas: o porque no se han presentado bien o porque se realizan pobremente. Cada generacin no hace falta que invente los smbolos de la comunidad a la que pertenece.

    La nueva edicin del Misal, habla de las "adaptaciones" que un sacerdote que preside la celebracin puede hacer, tambin en cuanto a ritos y gestos: "en la eleccin de algunos ritos y textos, es decir, cantos, lecturas, oraciones, moniciones y gestos que mejor respondan a las necesidades, preparacin e idiosincrasia de los participantes y cuya aplicacin corresponde al sacerdote celebrante". Pero le recuerda, a continuacin, que no puede decidir segn su propio gusto, porque l est al servicio de la liturgia que se celebra y de la comunidad que celebra (IGMR 24).

    Hay que iniciar a los cristianos, jvenes y adultos, en esos gestos simblicos y su lenguaje; o sea, ayudarles a entenderlos, a realizarlos, a entrar en su dinmica; para ello habr que dar tiempo a la catequesis, en el momento oportuno, a partir del sentido humano y tambin del sentido bblico que tiene tal accin o gesto o elemento; entender en profundidad un smbolo es favorecer la propia identidad, la comunin con los valores esenciales.

    Hay que hacerlos bien; por mucha mentalizacin catequtica que haya en torno a un gesto o a una accin simblica, si los ministros los realizan de modo pobre, in-significante y rutinario, evidentemente ese gesto no adquirir toda la densidad y eficacia que se pretenda.

    Una reconciliacin con los smbolos pasa, sobre todo, por una reforma mental de los ministros, que toman conciencia de que los signos litrgicos no son automticos, sino que llevan consigo una carga de pedagoga y expresividad humana, aunque su ltimo fin sea la comunin interior con el misterio celebrado. Los gestos simblicos bien hechos no se conforman con la "validez", sino que apuntan a la expresin de la fe y del misterio de salvacin que sucede. Son signos no slo disciplinarmente suficientes, sino "expresivos" de lo que quieren significar.

    Es una doble llamada, pues, que quiere hacer-este libro: una invitacin a la catequesis de los gestos y acciones simblicas que utilizamos en la liturgia actual; y una urgencia para valorar en la prctica la realizacin ms decorosa, clara, expresiva, de los gestos, potenciando su lenguaje.

  • 2. POR UNOS SIGNOS MS EXPRESIVOS

    La liturgia tendra que distinguirse tambin por un lenguaje expresivo, no Slo de ideas y palabras y cantos, sino tambin de 1 no verbal.

    L o s cinco sentidos en la liturgia

    Esto no es una invitacin a "poner los cinco sentidos", con atencin y esmero, en la liturgia, sino a celebrar una liturgia en la que los cinco |entidos tengan su papel.

    Normalmente ponemos especial cuidado en lo referente al odo: la proclamacin de la Palabra, los cantos, el silencio, las oraciones. Lo Uditivo tiene mucha importancia y, sobre todo despus de la reforma, se la damos. Pero tendramos que atender del mismo modo a lo visual de nuestra Celebracin, la esttica del lugar, la expresividad de las posturas y gestos, la pedagoga de los objetos, imgenes y colores. Tambin lo referente al tacto tiene su papel en la liturgia: el contacto con el Igua bautismal, la uncin, el recibir en la mano o en la boca la comunin, 1 imponer las manos sobre lo que se bendice o se consagra, el abrazarse o darse la mano en el gesto de la paz... El olfato ha tenido tambin tradicionalmente su valor pedaggico en la ambientacin de la liturgia. El perfume del incienso, el buen olor del Olisma o de los leos que se emplean en las varias unciones, as como el d e las flores con que se adorna el altar o el lugar de la celebracin, produce

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    una sensacin de agrado y expresa el aprecio que sentimos hacia lo que estamos celebrando.

    Y finalmente el gusto tiene su relieve precisamente en el sacramento central: Cristo quiso drsenos como pan para ser comido y vino para ser bebido.

    En nuestra accin litrgica entra de lleno, pues, la corporeidad, no slo las palabras y las ideas. Naturalmente que los signos externos no son lo principal: pero tampoco se pueden descuidar. El Concilio defini la liturgia como "el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo": ah est la clave fundamental y profunda. Pero enseguida aadi que en esta liturgia "los signos sensibles significan y realizan" eso mismo que el sacerdocio de Cristo quiere actualizar cada vez: la santificacin del hombre y la glorificacin de Dios (SC 7).

    Los signos centrales de cada sacramento

    En cada celebracin sacramental, adems de las palabras que expresan el misterio celebrado, tienen un valor educativo innegable los gestos simblicos que realizamos. Ellos nos ayudan -si los hacemos bien- a entender y a sintonizar mejor con lo que cada sacramento significa y realiza.

    Igual que se empobrece la celebracin si no se oyen o se entienden las palabras, tambin se pierde gran parte de expresividad si los gestos no son claros y comunicativos. Si un obispo, al imponer las manos sobre la cabeza de los confirmandos o sobre los que se ordenan de presbteros, lo hace con solemnidad, con una expresiva lentitud, hace "ver" a todos, por el mismo gesto ritual, el misterio que sucede en el sacramento. El gesto vale por todo un discurso catequtico. Y la imposicin de manos es un signo que hacemos en todos los sacramentos.

    Algunos de los signos heredados de la tradicin han sido suprimidos o relativizados: la sal en el Bautismo, la bofetada en la Confirmacin, algunos gestos que han parecido superfluos en la Semana Santa. El criterio ha sido: los signos centrales, potenciarlos ms; los secundarios, dejarlos

  • lioi Cinco sentidos 39 i

    m libres. Menos signos, pero mejor hechos, de modo que puedan ejercer todt su fuerza pedaggica y expresiva. El misterio del sacramento es tltmpre difcil y profundo: pero el signo con el que lo expresamos debe ser fllcilmente comprensible por el modo mismo en que lo llevamos a cabo.

    I

    ' SI bao del Bautismo , V d e l Bautismo es el primer ejemplo de un signo que corre peligro de ? desvirtuarse, porque lo hacemos mal. El signo del Bautismo no es el agua. ' Con el agua se podran hacer muchas cosas: beber, dar de beber, regar,

    limpiar. El signo humano que desde el principio fue elegido para significar | 0 q u e sucede en el Bautismo cristiano es el bao en agua: sumergirse, (travesar, pasar a la otra orilla, entrar y salir. La inmersin, con preferencia l i a infusin.

    Bl baflo en agua - y no slo unas gotas que tocan la cabeza- quiere indicar lilla purificacin y renovacin total, un volver a nacer a una vida de signo nievo. Si el gesto lo hacemos con autenticidad, podremos entender bastante

    ! &UU fcilmente la teologa de Pablo sobre el Bautismo como inmersin con Crlito en la muerte y resurreccin con l a la vida nueva. Por eso el Ritual

    I d e l Bautismo pone como gesto originario el de la inmersin en el agua, lunque el otro -e l de la infusin de agua sobre la cabeza- no lo excluya del |, todo. Agua limpia, agua templada, agua abundante. Y de alguna manera,

    b Inmersin de cada bautizado en esa agua, mientras las palabras van IXpresando el misterio de la inmersin bautismal en Cristo.

    Uncin-masaje que impregna y fortalece Otro signo sacramental que hemos estilizado hasta el extremo en nuestra prctica es el de la uncin: la uncin del Bautismo sobre los nios, o de la Confirmacin sobre los adolescentes, o de la Uncin sobre los enfermos, 0 de la Ordenacin sobre los nuevos presbteros. Apenas si hay algn parentesco entre el signo humano inspirador y el signo sacramental tal Como lo hacemos. El prototipo de estas unciones es el "masaje" que realizamos con el aceite y

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    sus derivados - a ser posible, perfumados- sobre nuestra piel. Esta uncin-masaje la usamos continuamente: como medicina, como prctica deportiva, como preservacin y cuidado de la piel, como frescor y perfume. Pues bien, la uncin quiere expresar, en el sacramento, la donacin del Espritu sobre esas personas. El Espritu, al igual que el aceite sobre la piel, impregna, suaviza, cura, da fuerza, mantiene el buen olor de la vida nueva. Pero es una pedagoga que no tiene demasiado punto de apoyo si el gesto es tan pobre, tmido y casi vergonzante como el que solemos hacer.

    El pan y el vino de la Eucarista

    Finalmente, en nuestro sacramento central, tenemos dos signos que humanamente tienen un valor innegable: comer pan con otros y beber vino con otros. Con todo lo que estos dos gestos comportan en nuestra vida humana (alimento, solidaridad, alegra, comunin con el que nos invita, fraternidad), han sido asumidos por Cristo para que sean el signo eficaz de su propia donacin. Cristo se nos da como verdadera comida y bebida, como el Pan de la Vida y el Vino de la Nueva Alianza, como el Pan-Cuerpo entregado por los dems, como el Vino-Sangre derramado por todos.

    La Iglesia de nuestros das ha vuelto a recuperar -aunque con cierta t imidez- la autenticiad de estos dos signos.

    El nuevo Misal ha indicado claramente, respecto al pan, que "la naturaleza misma del signo exige que la materia de la celebracin eucarstica aparezca verdaderamente como alimento" (IGMR 321). Por su consistencia y color, aunque siga siendo pan cimo, sin fermentar, el pan de la Eucarista debera tender a ser ms claramente pan.

    Adems, deberamos seguir la invitacin a usar normalmente las formas grandes, porque la "fraccin del pan" es uno de los signos visuales ms expresivos de todo lo que la Eucarista nos quiere comunicar: "el gesto de la fraccin del pan manifestar mejor la fuerza del signo de la unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que un solo pan se distribuye entre hermanos" (IGMR 321).

    Y del mismo modo la recomendacin que -ya desde Po XII- se nos

  • ; Los cinco sentidos 41

    a consagrar en cada Misa el pan que se va a recibir en la comunin: ordinario en cualquier celebracin eucarstica consgrese para la unin de los fieles pan recientemente elaborado" (Ritual de la Sagrada unin y del Culto, n. 13). "Es muy de desear que los fieles, como el

    lino sacerdote tiene que hacer, participen del Cuerpo del Seor con pan 'agrado en esa misma Misa" ( IGMR 85).

    ipecto al vino, los obispos espaoles, ya en abril de 1971, nos decan "esta manera de participar - b a j o las dos especies- en la Eucarista

    recomendable y se debe promover, previa la oportuna catequesis": ;uesis que se basa en que bebiendo tambin el Vino se participa ms

    na y expresivamente en la Muerte sacrificial de Cristo, as como en la grfa de la Nueva Alianza.

    <

    Ckstos pedaggicos, adems de vlidos

    %bdo esto nos quiere recordar que nos hace falta atender a la pedagoga las acciones y de los gestos en nuestra celebracin. Si slo nos SUpamos de su validez, descuidamos un valor muy propio de la liturgia:

    expresividad, dignidad y claridad d e los signos. Claro que "en cada una 4 las especies est Cristo entero". Eso ya lo saba tambin l: y adems del ^ n , n o s encarg que bebiramos el vino. Claro que unas gotas aseguran el flftcto del Bautismo. Pero unas gotas n o expresan pedaggicamente lo que

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    todos nos ponemos de pie, pero levantamos de verdad nuestro corazn hacia Dios?

    En general, los cristianos de Occidente cuidamos poco los gestos litrgicos y no sabemos vivirlos como expresin viva de nuestra actitud interior. A veces, ni siquiera sospechamos la fuerza que pueden tener para elevar nuestro corazn hacia Dios. Pensemos en esas posturas y gestos sencillos que adoptamos con tanta rutina en muchas celebraciones.

    * Ponerse de pie es un gesto que, naturalmente, significa respeto, atencin, disponibilidad. Pero es mucho ms. Es la actitud ms caracterstica del orante cristiano que se siente "resucitado" por Cristo y "levantado" para siempre a la vida.

    * Ponerse de rodillas es un gesto de humildad y adoracin. Reducimos nuestra estatura y nos hacemos "pequeos" ante Dios. No queremos medirnos con l Preferimos confiarnos a su bondad de Padre.

    * Sentarse es adoptar una actitud de escucha. Somos discpulos que necesitamos acoger la palabra de Dios y aprender a vivir con "sabidura cristiana".

    * Elevar los brazos con las palmas de las manos abiertas y vueltas hacia arriba es invocar a Dios mostrndole nuestro vaco y nuestra pobreza radical.

    * Inclinar la cabeza es aceptar la gracia y la bendicin de Dios sobre toda nuestra persona. Dejarnos envolver por su presencia amorosa.

    * Golpearse el pecho con la mano es un signo humilde de arrepentimiento que expresa el deseo de romper y ablandar ese corazn nuestro demasiado duro y cerrado a Dios y a los hermanos.

    * Darse el gesto de la paz mirndonos al rostro y estrechando nuestras manos es acoger al hermano y despertar en nosotros el amor fraterno y la solidaridad antes de compartir la misma mesa del Seor.

    * Hacer el signo de la cruz es expresar nuestra condicin cristiana, aceptar sobre nosotros la cruz de Cristo y consagrar nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros deseos a ese Dios que es nuestro Padre y hacia el cual caminamos siguiendo al Hijo movidos por el Espritu.

  • t

    3. OJOS QUE MIRAN

    01 ojos juegan en la celebracin litrgica -como en la vida- un papel Importante. fi cuerpo es nuestro lenguaje radical: por medio de l recibimos, tOmunicamos, expresamos. Por eso tienen en la liturgia tanta participacin Mltros sentidos: oler, gustar, tocar, or. Y tambin el ver y el mirar.

    muchos momentos de la liturgia en que entra en juego la "pedagoga iltl": las imgenes, la luz de los cirios y lmparas, los gestos expresivos l l a s manos, los vestidos y colores.

    i e l hecho mismo de mirar, de dirigir los ojos hacia un lugar, hacia una lona o una cosa, puede tener un significado y una fuerza comunicativa i aade profundidad a nuestra celebracin cristiana. Todos recordamos entido que para un israelita tena el orar mirando hacia Jerusaln,

    un musulmn hacerlo dirigiendo la vista hacia la Meca, o para los . Cristianos el que sus iglesias estuvieran "orientadas", o sea, situadas de modo que pudieran orar mirando al oriente, el lugar simblico del Sol Virdadero, Cristo Jess.

    La mirada como comunicacin t i vista es uno de los modos ms vlidos -el fundamental?- de nuestra Xperienca de la realidad y del acercamiento a las personas o las cosas. lilM ojos son en verdad las ventanas de la persona, puerta de acceso que nos permite la "toma de posesin" del mundo que nos rodea.

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    Todos los sentidos nos dan acceso a la realidad. Santo Toms formul hace mucho tiempo el mtodo de nuestro conocimiento: "nada hay en el entendimiento que antes no haya estado en los sentidos". Pero de todos ellos el ms noble y activo es el de la vista.

    Con la mirada nos comunicamos antes que con la voz. Por ella lo que est lejano se hace cercano, se hace nuestro, entra en nosotros. Es como nuestro aparato fotogrfico para percibir imgenes y mensajes.

    Y a la vez es tambin nuestro modo ms radical de expresin. Nuestros ojos son como el espejo de nuestros sentimientos: afecto, enfado, resentimiento, indiferencia. Mirar o no mirar, mirar con inters o con frialdad, son termmetro de nuestra presencia espiritual, de nuestra atencin a las personas y a los acontecimientos.

    Mirada de amor o de rencor. Mirada de curiosidad o de codicia. Mirada de nio. Mirada de poeta. Y tambin mirada de fe y oracin. En verdad "la lmpara del cuerpo es el ojo; si tu ojo est sano, todo tu cuerpo estar luminoso; si tu ojo est malo, todo tu cuerpo est a oscuras" (Mt 6,22-23).

    La mirada de Dios

    En la liturgia con frecuencia le pedimos a Dios que nos mire. Casi todas las veces que aparece el verbo "mirar" (respicere) en las oraciones del Misal es una splica para que Dios nos mire, con lo que eso significa de cercana y gracia (la palabra "mira", "rspice", aparece unas ohcenta veces en las oraciones del Misal).

    En la misa: "Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia".

    En el bautismo de adultos: "Dgnate mirar propicio a estos tus siervos catecmenos".

    En la boda: "Mira con bondad a estos hijos tuyos que, unidos en matrimonio, piden ser fortalecidos con tu bendicin".

    Por los difuntos, en la plegaria eucarstica: "Admtelos a contemplar la luz de tu rostro". En cataln es ms explcito: "Admeteu-los a contemplar la llum de la vostra mirada", "admtelos a contemplar la luz de tu mirada".

  • untldos 45

    expresamos muchas cosas con la mirada y la expresin de . Gira. Aqu le pedimos a Dios que nos mire con ojos de Padre, con

    iluminado de su amor. Para todo lo que hacemos ahora. Y, sobre Uando nos presentemos ante l al final de nuestro camino.

    l)oc de Jess

    Brea de la mirada de Jess parece que impresion mucho a sus los. Los evangelios hablan con frecuencia de cmo vea l las cosas, U0 miraba a las personas.

    miraba a la muchedumbre, se fijaba en la moneda del tributo, yaba cmo echaba su limosna en el cepillo aquella mujer pobre,

    'a sus ojos a los apstoles, miraba con afecto al joven que quera ilrle ("Jess, fijando en l la mirada, le tom cario y le dijo: slo una

    te falta", Me 10,21), escrutaba las intenciones de sus enemigos y les "a una mirada llena de enfado ("ellos callaban: y l, mirndoles con

    penado..." Me 3,5), miraba a Zaqueo apreciando su buena voluntad.

    " a sus discpulos a que supieran ver y discernir las cosas, a que rvaran los signos de los tiempos, la belleza de los lirios del campo, la

    I de los pjaros y la necesidad del prjimo malherido en el camino.

    interesante la figura de un Jess que pasa por la vida viendo, mirando, servando, con una infinita capacidad de admiracin y de profundidad en mirada. Pero sobre todo los evangelistas se acuerdan de sus ojos en los Smentos de oracin: "tom los cinco panes y los dos peces, y levantando

    ojos al cielo, pronunci la bendicin" (Me 6,41), "Jess levant los ojos y dijo: Padre, te doy gracias" (en la resurreccin de Lzaro, Jn 11,41), "levantando los ojos al cielo dio un gemido y le dijo: effata, brete" (en la Curacin del sordomudo, Me 7,34), "alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, h a llegado la hora" (Jn 17,1).

    Por eso no es extrao que en uno de los cantos ltimamente ms populares -del recordado Cesreo Gabarin- se destaque la profundidad de esta mirada de Jess como un elemento expresivo de su cercana a nosotros y de su llamada a la vocacin cristiana: "t me has mirado a los ojos".

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    pero ya antes la liturgia haba aadido un dato al relato de la ltima cena en la accin sobre el pan eucarstico: "tom el pan y elevando los ojos al cielo hacia ti, Padre suyo..." (Plegaria Eucarstica I). En la ltima cena los evangelistas no decan precisamente esa frase, pero s en otras escenas, y la liturgia lo ha incorporado a su lenguaje.

    Mirada de afecto. Mirada de ira. Mirada de admiracin. Mirada de oracin. La mirada de Jess que impresion a Pedro y a la Magdalena.

    por una liturgia ms visual

    La ltima reforma ha favorecido la visibilidad en toda la celebracin, sobre todo con el altar cara al pueblo y la disposicin del ambn y la sede presidencial. Pero todava habra que hacer mucho para que la comunicacin visual llegara a funcionar como conviene.

    En la celebracin -como en la v ida social- la vista ayuda en gran medida a captar la dinmica del misterio celebrado y a sintonizar con l. Antes que con las palabras o los cantos, nos damos cuenta por medio de los ojos de lo que celebramos: vemos a la comunidad reunida, el altar, las personas de los ministros, los gestos simblicos, el ambn con su libro, las imgenes.

    La "mirada de fe" viene ayudada y sostenida por la mirada humana: dirigir los ojos hacia el altar, hacia el pan y el vino, o hacia el que est proclamando la Palabra de Dios, nos pone en situacin de cercana y atencin.

    Tras un evidente avance en el terreno de lo acstico, no podemos descuidar la mejora de lo ptico en nuestra liturgia: gestos bien realizados, signos abundantes y no mnimos, movimientos armnicos, espacios bien distribuidos, belleza esttica en el conjunto, y sobre todo una buena iluminacin. Una buena iluminacin del espacio -en torno a la Palabra, primero, y luego del altar- "acerca" ms los fieles a la celebracin que el adelantar unos cuantos metros el altar.

    El ojo tambin celebra. No slo e l odo o la lengua.

    Lo que celebramos es siempre un misterio sagrado: Dios que nos dirige su Palabra, Cristo que nos hace la donacin de su Cuerpo y su Sangre. Pero los signos con los que lo hacemos no tienen por qu ser ocultos o misteriosos,

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    O prescindir de su expresividad tambin visual. La comunicacin no verbal tiene una eficacia imprescindible en el conjunto de nuestra oracin

    Cristiana. Y ms en este siglo en que estamos siendo educados por la cultura imbiente hacia una valoracin decidida de lo visual y de la imagen. L a mirada, el poder ver lo que sucede en el altar, no es prdida del sentido

    d e l misterio, sino una ayuda pedaggica elemental. Miramos al lector que proclama las lecturas, al pan y el vino que el presidente nos muestra a la Cruz que preside el espacio celebrativo, las diversas acciones que tienen lugar en la celebracin, al hermano a quien damos la paz. Hay momentos en que es bueno cerrar los ojos y concentrarnos en nosotros mismos: los momentos de oracin personal o de silencio en la liturgia.

    Pero otros muchos momentos el hecho de mirar puede ser una de las mejores maneras de expresar nuestra "conversin", nuestra atencin a la Palabra que se nos dice o a la accin litrgica que entre todos celebramos.

    Cuando el sacerdote, despus de consagrar el Pan y el Vino, nos los muestra, es para que dirijamos nuestra mirada hacia ellos. El Misal se lo recuerda explcitamente a los sacerdotes concelebrantes: "miran la hostia y el cliz cuando el celebrante principal los muestra a los fieles" (IGMR 222). Tal vez se debi a la mentalidad jansenista de los ltimos siglos que los fieles tendieran a bajar los ojos en ese momento de la elevacin. Y el papa san Po X foment la jaculatoria "Seor mo y Dios mo" durante las dos elevaciones, y adems concedi una indulgencia con la condicin de que los fieles "miraran a la hostia y al cliz".

    Evitar tentaciones

    Claro que tambin en esto hay que huir de algunos peligros que se demuestran reales.

    La liturgia no es slo un espectculo en el que los presentes se contentan con ver, o con mirar lo que otros hacen: la comunidad tambin ora, canta, escucha, es invitada a moverse, a acudir a la comida eucarstica; el hecho de cuidar lo visual significa sencillamente que la celebracin en su conjunto no nos es ajena, que no estamos recluidos en nuestra interioridad o en nuestro devocionario, que estamos cercanos a todo lo que se hace.

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    El simple mirar puede ser superficial; es evidente que la intencin es la de llegar a profundizar, a sintonizar desde dentro con lo que se celebra; a veces podemos tener los ojos abiertos y no ver o no mirar; o bien miramos y no llegamos a ver las cosas en su sentido profundo; es la visin interior de fe la que esa mirada de los ojos corporales quiere favorecer; la visin contemplativa, que se convierte en autntica experiencia vital.

    Un momento histrico en que el hecho de ver o mirar adquiri excesivo protagonismo fue en la Edad Media, a partir del siglo XIII, cuando se potenci en la Eucarista ms el adorar que el celebrar, ms el ver que el comulgar. Primero se empez a hacer la "elevacin" del pan consagrado, para que los fieles lo vieran mejor -e l sacerdote estaba entonces de espaldas- y ms adelante tambin se elev el cliz. Junto a eso se desarroll una espiritualidad centrada en la visin de la Eucarista ms que en la participacin sacramental en ella: una especie de "comunin visual", algo relacionada con la "comunin espiritual" que tambin nosotros conocimos. Pero ahora, logrado por la Iglesia de nuevo el equilibrio entre las diversas dimensiones de la celebracin, el peligro no es precisamente el de quedarse en la visin, sino el descuidar el lenguaje de la corporeidad total, por la primaca a veces excesiva concedida a la comunicacin verbal.

    Un lector que mira mientras lee?

    Es bueno que un lector vaya mirando a los oyentes, durante su lectura?

    Hay momentos en que s es lgico que un ministro mire a los oyentes: cuando les est comunicando palabras propias, como en las moniciones, en los saludos, en los avisos, en la predicacin. Cuando uno saluda, es evidente que no tiene que bajar la vista o mirar al libro.

    Pero hay otros momentos en que mirar a la gente no tiene tanto sentido. Cuando est proclamando la Plegaria Eucarstica en nombre de toda la comunidad, normalmente tenemos la vista en el libro, pero si la tuviramos libre porque nos sabemos el prefacio de memoria, tal vez no sera lo ms coherente mirar a la gente mientras dirigimos a Dios la oracin.

    Algo parecido pasa, a mi entender, con la lectura. S, transmitimos la Palabra a esta comunidad, pero no es nuestra palabra, sino de Dios. La

  • ; Los cinco sentidos 49

    actitud que parece ms conveniente es que el lector se concentre en el libro, poniendo todo el cuidado y l fuerza comunicativa en el fraseo, en la pronunciacin. Eso s, al principio mira a todos, al saludar y al decir el ttulo de la lectura, as como al final, al provocar la aclamacin de todos. Pero durante la lectura no tiene que dar la impresin de que est transmitiendo palabras suyas o que est "controlando" si le siguen o no. Claro que en todo momento tambin abarca con su vista a todos, porque los tiene delante y no est con la cabeza baja sepultada en el libro. "Ve" a la comunidad, pero no le "mira" directamente. La comunicacin se produce Con la voz y el tono, sin necesidad de dirigir la vista con contacto visual a sus oyentes. En la lectura lo importante no es el lector, sino la Palabra misma. De alguna manera el lector debera "esconderse" tras la Palabra. Y preocuparse de no perder el hilo de la frase o del conjunto.

    En especial, el presidente

    El presidente tiene un papel decisivo en la celebracin. Y es el ministro que )Ms debera cuidar su comunicacin visual con la comunidad.

    l es el signo de Cristo, el "sacramento" que visibiliza al verdadero Sacerdote y Presidente de toda asamblea cristiana. Por tanto, entre otros muchos aspectos de su actuacin, debe ver y ser visto: debe participar ms que ningn otro en la celebracin, estando atento y cercano.

    A veces l mismo favorece, con su modo de hacer, el que la asamblea Celebrante "vea" bien, pueda "mirar" la accin: * muestra a los dems con gesto claro lo que en un determinado momento S el centro de la atencin de todos, sobre todo el pan y el vino, ya en el Ofertorio, pero sobre todo en el Relato de la consagracin, en la alabanza Anal de la Plegaria eucarstica y en el momento de distribuir la comunin; para que todos puedan mirar y ver lo que se realiza;

    * hace con expresividad los gestos y las acciones simblicas: la invocacin del Espritu sobre los dones eucarsticos -con las manos extendidas-, la fraccin del pan, la elevacin de sus brazos en la oracin, para que todos vean y entiendan la intencin de tales gestos.

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    Pero tambin es l quien "mira ": el que ms atento est a lo que l mismo hace o muestra, o a lo que sucede en la dinmica de la accin.

    El presidente dirige su mirada hacia los lectores que leen (sobre todo cuando est de pie y otro proclama el evangelio), hacia el pan y el vino que sostiene en su mano, hacia la comunidad a la que saluda o bendice (cmo se puede saludar a alguien mirando a otra parte o mientras se estn pasando las hojas del libro o buscando papeles?), hacia arriba cuando dirige a Dios la oracin presidencial y no necesita la ayuda del libro. Cuando proclama la Plegaria Eucarstica I, la Romana, el Misal le dice que l tambin mire hacia arriba cuando recuerda que Cristo tom el pan y elev los ojos al cielo.

    La mirada del presidente puede ser uno de los signos de su actitud interior cara a lo que se celebra y a la comunidad a la que preside: un presidente atento, presente, no distraido y ausente, no ensimismado en sus pensamientos o en sus papeles. Un presidente acogedor, comunicador. No se trata de que se exhiba, pero tampoco de que se inhiba de lo que acontece. La suya debe ser una mirada de sintona, de aprecio a las personas y a las acciones. Ciertamente no mirada de curiosidad o de control, o de superficial dulzarronera demaggica. Sino mirada de celebrante activo, y adems de presidente de una comunidad. No es un "showman" excesivamente protagonista -el protagonista es siempre Cristo Jess-, pero tampoco est "diciendo su misa" con una actitud introvertida. Est presidiendo a una comunidad cristiana de la que forma parte y con la que celebra.

    Haremos bien en potenciar el lenguaje de los ojos y la pedagoga de la mirada para seguir con atencin y entrar de verdad en lo que celebramos. Es una actitud espiritual semejante a la que nos hace decir el Salmo: "como estn los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus seores, as estn nuestros ojos en el Seor Dios nuestro esperando su misericordia" (Sal 122). Slo que nosotros lo hacemos, no con actitud de esclavos, sino con la alegra y la santa libertad de los que se sienten hijos en la familia de Dios.

  • 4. LA LUZ COMO SMBOLO

    L a luz, como uno de los principales elementos no verbales de la Celebracin, debera conservar y comunicar su hermoso simbolismo pascual y cristolgico en la liturgia.

    Aqu hablamos de la luz en su sentido simblico, y no meramente prctico. Si en el altar encendemos unas velas para la celebracin, no es para que podamos ver, porque ya hay una iluminacin natural o artificial suficiente, lino para manifestar nuestra veneracin y nuestro sentido de fiesta, como l e hace en las mesas de los banquetes ms festivos. Si ante el Sagrario encendemos una lmpara, no es para tener una luz piloto y evitar as que tropecemos con los bancos, sino como signo de nuestra fe en la presencia Sacramental de Cristo.

    En la civilizacin de la luz artificial sigue teniendo sentido la luz de Unas velas o unas lmparas? Si fuera slo por una finalidad utilitaria, posiblemente no. Pero la luz en la liturgia tiene una eficacia pedaggica distinta: el simbolismo expresivo de algo o de alguien que consideramos importante en nuestra celebracin.

    Como, por otra parte, sucede con frecuencia en nuestra vida. Por qu adornamos con unos candelabros encendidos una mesa festiva de bodas, si y a en l a habitacin hay luz abundante? No podran en Lourdes iluminar la gran plaza con potentes focos? S, pero entonces se perdera el hermoso Simbolismo de la procesin de antorchas.