freda-la desintegración del sistema

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    LA DESINTEGRACINDEL SISTEMA

    GIORGIO FREDA

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    UN PRLOGO CASI CUARENTA AOS DESPUS

    Han transcurridoprcticamente 40 aos desde queGiorgio Freda, en agosto de 1969,pronunciara su intervencin enRegensburg, la cual dara origen alpresente texto deLa Desintegracin delSistema y que hoy volvemos a sacar a la

    luz con esta nueva reedicin.Como decimos, han pasadocasi 40 aos desde entonces, y con ellolas circunstancias histricas han variadoconsiderablemente, lo cual quedapatente en parte del discurso de Freda,el cual estaba impregnado por elEspritu de la poca en que vivi y porlas circunstancias histricas que leenvolvieron: el bipolarismo, lainestabilidad socio-econmica de losaos 70 en los regmenes occidentales, los disturbios sociales y terroristas,etc.

    Freda constituye dentro del mundo del pensamiento y la accinrevolucionaria de la Italia de los aos 70 un intento de ruptura con elpasado, con las frmulas obsoletas y ancladas en tiempos fenecidos que anpretenden aferrarse a los rescoldos de una civilizacin periclitada. Es ascomo Freda representa la evolucin natural y lgica del pensamientoevoliano que termina eclosionando, fruto de la situacin del momento que letoc vivir, en un llamamiento a los extremos del radicalismo de lo que enlos esquemas burgueses se han venido a llamar extrema-izquierda yextrema-derecha. De aquellos campos ideolgicos a los que Freda sedirigi no queda hoy absolutamente nada, por lo que su propuesta seinscribe dentro de un marco histrico propicio para estas iniciativas, en lasque an era posible la colaboracin entre opuestos ideolgicos bajo unbloque poltico unitario y homogneo en la accin, pero diversificado en suspremisas doctrinarias teniendo como objetivo ltimo la subversin delsistema.

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    Podemos decir que Freda constituye el precursor del verdaderopensamiento radical, aquel que aspira a superar contradicciones dialcticas

    artificiales implantadas por los esquemas parlamentarios, aquel quesubvierte el paradigma cultural establecido y los moldes y planteamientospreconcebidos instaurados por los burgueses. Es as como sobrepasando demanera decidida todas las formas de dogmatismo intelectualista, yrompiendo con manifestaciones de complacencia pseudorrevolucionaria queesterilizan la voluntad de lucha de las fuerzas transformadoras, y que slohacen verter sus energas en disputas abstractas y absurdas, el pensamientoradical adquiere una expresin real e histrica de s mismo aunando lasfuerzas revolucionarias que tienen como principal objetivo algo ms que ladestruccin del sistema, sino ms bien su misma superacin con elestablecimiento de unas nuevas bases, bases que nacen de una labortransformadora y sobre las que se aspira construir un porvenir diferente alque ofrece la decrpita modernidad.

    No se trata ya de destruir un tipo de sociedad sobre cuyas ruinasconstruir un nuevo rgimen, sino de emprender una labor de decantacinhistrica en la que eliminar esos mismos escombros de una civilizacinfenecida, hoy embalsamada, y que constituyen los residuos de un modelodel cual no debe quedar el ms mnimo rastro en las estructuras delporvenir.

    El inters de esta pequea obra estriba en la todava vigencia demuchos de sus postulados, es decir, de aquello que ataa a lo esencial, a supropia base doctrinal y que en su tiempo facilit la propuesta de nuevasestrategias dentro de un perodo histrico en el que todava eran posibles loscambios drsticos. No menos interesante, aunque esta vez desde una pticahistrica, es el intento que constituyeron estas propuestas que buscaban una3 Va frente a los imperialismos sovitico y americano, de los cualesEuropa estaba padeciendo sus exportaciones ideolgicas junto a surespectiva hegemona geopoltica. Es as como Freda adopta una posicin

    equidistante con respecto a ambos modelos ideolgicos y culturales,desarrolla una labor innovadora con la que funda una particular concepcindel mundo basada en principios slidos que constituyen los puntos dereferencia, y que encarnan lo esencial de toda esa visin de la vida sobre laque se precisa una rgida firmeza, pero que conlleva a su vez la mximaelasticidad en el plano funcional y organizativo, en definitiva, en lo queataa a la propia accin que se desenvuelve dentro del marco histricoconcreto.

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    La propuesta de Freda es para nuestros das, al menos en lo que adoctrina se refiere, algo totalmente vlido y que an mantiene su vigor. Su

    crtica desencarnada hacia la sociedad y el sistema sintoniza perfectamentecon muchos de los problemas que acucian a la sociedad, y a la juventud enparticular. A esto va ligada una estrategia de lucha flexible, que rompe conlos convencionalismos imperantes fruto de ese desencantamiento haciafrmulas pasadistas, es una estrategia que persigue la desintegracin delsistema burgus. Es, por as decirlo, en estos das en los que los jvenes dehoy no han tenido ninguna gran guerra ni sufrido ninguna gran depresin,cuando en el plano operativo la propuesta de Freda significa unparcheamiento de la situacin actual, un recurso provisional para el aqu yahora mientras no se den unas condiciones favorables para llevar a laprctica un gran proyecto revolucionario. Representa, por as decirlo, larevuelta contra el mundo moderno, pero no su completo trastrocamiento conuna revolucin total que suponga una definitiva brecha histrica.

    El sincretismo ideolgico y poltico que se le podra atribuir aFreda, ms all de suponer una desvirtuacin o descrdito de su propuesta,constituye la ms clara expresin de su originalidad en la bsqueda de unaconvergencia entre fuerzas revolucionarias, las cuales tienen un enemigocomn: el sistema y la sociedad burguesa, por tanto deben fundar susrespectivos lazos de unin que permitan la unidad de accin sobre aquelloque tienen en comn. Este hecho alberga por s mismo el espritu deruptura, innovacin y vanguardia que caracteriza la iniciativa de Freda en loideolgico y en lo estratgico, poniendo contra las cuerdas los esquemaspolticos burgueses, siendo ese mismo espritu el que anima el quehacercultural e ideolgico de las vanguardias del porvenir, de aquellos gruposque ya han hecho suyo hoy el combate identitario.

    La conjuncin de elementos aparentemente opuestos en ladoctrina desarrollada por Freda suponen una sntesis superadora de esascontradicciones modernas que el sistema, y con l la estructura de

    dominacin burguesa, ha introducido sobre las corrientes revolucionarias,propiciando de este modo su enfrentamiento mutuo e impidiendo, al mismotiempo, la subversin del orden imperante por causa de su fragmentacin,sumindolas a todas ellas en la esterilidad poltica y revolucionaria eimposibilitando en sobremanera su colaboracin para destruir al enemigocomn. As, mantenindolas divididas el sistema las debilita e impide quecualquier proyecto revolucionario prospere, y es esta debilidad de lasfuerzas subversivas lo que hace posible que el statu quo se mantenga intactoy la clase dominante salga fortalecida.

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    Freda encarna la figura del soldado poltico, aquel para quien porencima de la palabrera y charlatanera de intelectuales y demagogos se

    encuentra la primaca de la accin, quien constituye con su comportamientoun ejemplo a seguir, y que imbuye a su lucha de un sentido superior a la vezque le imprime un carcter impersonal en la que el soldado se limita acumplir con su deber histrico, ms all de cualquier estril preocupacinmoralista.

    Joven EuropaBilbao, agosto de 2006

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    INTRODUCCIN

    El 27 de abril de 1978, el rgano bienpensante de vanguardiaLUnit (diario del antiguo Partido Comunista Italiano, hoy dividido en dosorganizaciones: Refundacin Comunista y Partido Democrtico de laIzquierda), publicaba en primera pgina bajo el ttulo El lenguaje de Freday el de las Brigadas Rojas extractos de un folleto escrito por Freda en 1969y publicado de forma annima. LUnit encontraba en este texto ciertasexpresiones que parecan extradas de uno de los numerosos comunicados

    de las Brigadas Rojas y en l se revelaban pasajes verdaderamenteimpresionantes por la identidad del lenguaje del jefe de un grupo subversivode la poca de la revolucin con el de los jefes de los grupos subversivos dehoy. No es necesario aadir que el mismo artculo hubiese podido apareceren las columnas del rgano bienpensante de extrema derecha Il SecolodItalia (diario del Movimiento Social Italiano).

    Al publicarLa desintegracin del Sistema, creemos aportar unacontribucin al conocimiento del movimiento revolucionario en Italia, altiempo que mostramos nuestra solidaridad con el combate de Freda,

    fundador de las Ediciones di Ar, acusado nmero uno del proceso de laPiazza Fontana, encarcelado durante ms de doce aos por la justiciaburguesa, y condenado finalmente por esa misma justicia tras un juicioinicuo.

    Freda es, efectivamente, el tipo de revolucionario inclasificablesegn los esquemas ideolgicos del mundo burgus. La etiqueta denazimaosta con la que se le ha querido encasillar es, por s misma, elsigno ms visible de la incapacidad de la sociedad mercantil para reintegraren su mundo a un hombre que le ha declarado una guerra total. De esta

    guerra total La desintegracin del Sistema es precisamente la formulacinterica y prctica, radical e iconoclasta, sin preocupaciones de estilo niintiles rodeos.

    La presente edicin completa de la obra en castellano, vaacompaada de una introduccin de Claudio Mutti, autor asimismo de lasnotas a pie de pgina que aparecen en el texto.

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    INTRODUCCIN A LA 2 EDICIN FRANCESA

    El texto publicado aqu en traduccin francesa, vio la luz enItalia durante el ao 1969, despus de que el fenmeno de la contestacinestudiantil hubiera provocado la ilusin de que un momento crucial,definitivo, haba intervenido en la historia de esta preguerra interminable ysofocante.

    Frente a la revuelta de 1968-69, muchos, efectivamente,pensaron que la movilizacin para la destruccin del Sistema burgus habacomenzado; se trataba, por el contrario, de un simple (pero ruidoso) reajuste

    del Sistema, tanto es as que en esta revuelta engendrada por lasinsuficiencias y los fracasos del Rgimen, las tendencias anarcoides y lasveleidades antiautoritarias que caracterizan la naturaleza pequeoburguesa,ocuparon una parte decisiva. De esa ilusin, no se encuentra huella en Ladesintegracin del Sistema, que afirma la necesidad de una subversinradical y absoluta; no es, pues, un optimismo vano lo que lleva al autor apublicar este texto, sino la conviccin profunda de que debe intentarse todo,particularmente en el momento en que algunos jvenes buscan dar uncontenido revolucionario a la revuelta estudiantil, para evitar su extincinen el reformismo marxista o su atascamiento en el pantano de lamoderacin.

    Es a estos jvenes a quienes se dirige La desintegracin delSistema, volviendo a proponerles como premisa normal y normativa de suaccin, los principios del verdadero Estado.

    Por primera vez, la formulacin de la doctrina tradicional delEstado da lugar, sobre el plano de puntos operativos, a una coherente eintransigente posicin de rechazo de los valores burgueses.

    Los que se reclaman seguidores hasta ahora de la doctrinatradicional del Estado, no haban salido an del verbalismo acadmico ynostlgico; en el peor de los casos (y no se trata de un caso muy raro)haban descendido al terreno de la accin (o mejor, de la agitacin) polticaalinendose como mercenarios mal pagados al servicio de las retaguardiasburguesas, utilizando el evolianismo como una grosera coartada para sueleccin reaccionaria.

    Por el contrario, en la formulacin de Freda, la doctrina delverdadero Estado es comprendida en el sentido de una oposicin integral eirreductible al mundo burgus; la misma organizacin comunista del Estadopopular que est presente en la desintegracin como una alternativa a la

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    sociedad de los mercaderes, no es sino la terapia de urgencia indispensablepara la eliminacin y el entierro del homo economicus: el remedio a primera

    vista homeoptico para la restauracin de lo humano en un virilrangerhhung (engrandecimiento).Es preciso, pues, recordar las contingencias en funcin de las

    cuales el texto se redact; recordar las aplicaciones polticas deformadas eimpdicas hechas por numerosos evolianos y tradicionalistas; esto esindispensable si se quiere situar el escrito de Freda en su justa dimensin.

    Particularmente, y ms all de las contingencias, de aqullas quehan condicionado la utopa comunista aristocrtica de Freda, ladesintegracin guarda un valor indiscutible, el de lanzar hacia posicionesde coherencia radical a aquellos que quieren empearse en el combatepoltico. No se les exige devocin por las tesis de Freda, sino reflejosnaturales de un temperamento y de un estilo construidos sobre la claridad, lalimpieza y la rida lucidez, la profundizacin (sobre un plano de adhesinexistencial a sus caracteres esenciales) de la doctrina del verdaderoEstado y la elaboracin de una estrategia de lucha flexible ydesencantada, una estrategia vuelta hacia la desintegracin del sistemaburgus.

    Claudio Mutti

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    PRESENTACIN

    El documento que aqu presentamos constituye el texto de laintervencin pronunciada por Giorgio Freda en la reunin del comitdirector del Frente Revolucionario Europeo celebrada en Regensburg(Alemania), el 17 de agosto de 1969.

    Estimamos oportuno publicarlo con la intencin de replantear lostrminos del discurso sobre el Estado y de ofrecer las indicacionesoperativas necesarias a aquellos que, habiendo seguido una direccin deexperiencias polticas cercana a la del autor, estn dispuestos a superar laincertidumbre del momento presente y a movilizarse en la accin dedestruccin de la sociedad burguesa.

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    ANLISIS

    Es inevitable que en este mundo de explotadores y explotados no seaposible ninguna grandeza que no sea en ltima instancia, el hechoeconmico. Existen, opuestos el uno al otro, dos especies de hombres, deartes, de morales, pero no es necesario tener mucha sagacidad paraapercibirse de que la fuente que los alimenta es nica. Es tambin de unmismo tipo de progreso del que los protagonistas de la lucha econmicasacan su justificacin. Pero todos coinciden en la pretensin fundamental deser cada uno el verdadero factor de la prosperidad social, por la cual cadauno est convencido de poder minar las posiciones del adversario yconseguir negarle todo derecho de presentarse como tal.

    La razn fundamental que nos ha llevado a convocar estecongreso est determinada por la conviccin profunda (la vuestra y la ma)de que el momento presente impone a nuestra organizacin la exigencia decerrar filas alrededor de los motivos centrales de nuestra visin de la viday del mundo. La exigencia en primer lugar, de reconocer cules sonrealmente los puntos de referencia y los cnones de los que deriva nuestrapresencia poltica, para distinguir as la direccin ideal a asumir. Ensegundo lugar (o mejor, consecuentemente y de forma simultnea) laexigencia de articular en un grupo elstico, gil, sin complejos, sininhibiciones (en una palabra: sin prejuicios), nuestra vocacin, nuestravoluntad de lucha poltica.

    Nos encontramos en el momento en que la necesidad decomprender los errores pasados, las razones profundas que han podidopermitirlas, se cruzan con el deber de hundir nuestras races (es decir, lasde los hombres que se consagran a la poltica sin reservas mentales, sinintenciones equvocas, sin coartadas pequeoburguesas, pero con, por asdecirlo, el alma impersonal de aquel que cumple con su propio deber porque

    debe ser cumplido) en el centro de nuestra doctrina poltica, y de quedarligadas las cosas esenciales sin titubeos. Una adhesin lcida en lo esencialque debe permitir, o ms bien, tonificar nuestra capacidad de agilidad yflexibilidad en lo que es funcional e instrumental. Creo no decir nada nuevoal sostener que, cuando ms enraizados estamos en el centro, ms nospodemos mover libremente sobre los puntos de la lejana circunferencia sinalejarnos (por lo que importa, por lo esencial) de l.

    He dicho en primer lugar: cerrar filas para dar vida a unaorganizacin poltica elstica. Quiero tambin aadir; cerrar filas para

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    poseer una organizacin poltica capaz de echar una mano a los hombresdestinados a la conquista del poder.

    Hemos caminado hasta aqu. No debemos temer lasconsecuencias de una autocrtica cuando sta es libre y digna y por la quediremos: hemos retrocedido! Hemos quedado estancados, unidospasivamente a los otros, a los esquemas polticos de los otros, a losfalsos problemas de los otros, al reclamo ideolgico de los otros: hemosreconocido como nuestras finalidades (que estn por lo menos equivocadas)de los otros. El comportamiento de todos (empezando por los jefes ysiguiendo por los partidarios) ha sido en la mejor de las hiptesis la deingenuos, en la peor de obtusos.

    Nuestro discurso poltico se orientaba originalmente sobreEuropa, pues creamos que Europa era verdaderamente un mito yrepresentaba una idea-fuerza autntica; mientras que mucho ms tarde noshemos convencido de que esta palabra refleja una simple definicingeogrfica, a la cual no era lcito atribuir un valor original de propaganda enuna poca en que los mismos estancos, lavanderas, bares y hoteles deestaciones termales se llaman Europa.

    Hablamos de concepcin poltica europea a oponer a lasdiferentes concepciones nacionalistas patrioteras, pero no hemos tenidocuidado (o no hemos querido darnos cuenta) que sta no poda tener valorms que frente a la derecha nacionalista pequeo burguesa y que, por tanto,se agotaba en los trminos de una polmica qualunquista (tambinsobrepasada en lo sucesivo porque los golfillos neofascistas vociferan:Europa, Fascismo, Revolucin). Hemos hablado en trminos decivilizacin europea sin araar la superficie de esta expresin y sinverificar, yendo al fondo del problema, si existe en realidad una civilizacineuropea homognea y cules son los autnticos coeficientes de significacina la luz de una situacin histrica mundial en el seno de la cual elguerrillero latinoamericano est mejor adherido a nuestra visin del mundo

    que el espaol enfeudado a los curas y a los EE.UU.1; o el pueblo guerrero

    1 La perspectiva revolucionaria de la guerrilla castrista yguevarista ha sido aventajada segn Ludovico Garruccio, por la revolucincombatiente de los movimientos nacional-populares como la FalangeSocialista Boliviana o el Movimiento Nacional Revolucionario, activosdurante los aos cuarenta: "Los jvenes oficiales bolivianos,, losintelectuales de la Falange y del MNR pertenecen al mismo genos populista,xenfobo y racista que la Guardia de Hierro rumana y como ellos llaman a

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    la nacionalidad, a la Bolivianidad, para la recuperacin de las masas

    subalternas; como ellos, pagan un tributo de sangre cada vez ms elevado ycomo los guardias de hierro y los cruces flechadas, encuentran unaaudiencia obrera y popular superior a la de los movimientos marxistas(Ludovico Garruccio, Momentos de la experiencia polticalatinoamericana. Tres ensayos sobre el populismo y milicia en la Amrica

    Latina, Bolonia, 1974). Entre Guevara y Mishima afirma Garruccio-,entre un intelectual sudamericano que busca la muerte bella en el surco delos libertadores y de los caudillos del perodo romntico de laindependencia y el escritor japons que reivindica para su harakiri

    espectacular, la tica del herosmo, existe una fidelidad comn a los valorestradicionales (dem.)Prototipo legendario del guerrillero latinamoericano, Che

    Guevara, es el autor de esta frase significativa que Freda recuerda en 1970en la edicin de la obra de Julius EvolaDoctrina aria de lucha y victoria:encontrar la frmula para perpetuar en la vida cotidiana el comportamientoheroico de la guerrilla es, desde el punto de vista ideolgico, una denuestras tareas fundamentales... El instrumento para movilizar al pueblodebe ser esencialmente de orden moral.

    El general Pern, al cual Ernesto Che Guevara haba enviado,con una amistosa dedicatoria, su libro sobre las tcnicas de la guerrilla,declaraba en una entrevista a Jean Thiriart: Castro es un promotor de laliberacin. l ha debido apoyarse sobre un imperialismo porque la vecindadde otro amenazaba aplastarlo. Pero el objetivo de los cubanos es laliberacin de los pueblos de Amrica Latina. Ellos no tienen otra intencinque la de constituir una cabeza de puente para la liberacin de los pasescontinentales. Che Guevara es un smbolo de esta liberacin. l ha sidogrande porque ha servido a una gran causa hasta acabar por encarnarla, eseel hombre de un ideal (Nation Europe, II-1969)

    La herencia nacional popular del peronismo y del movimientoguerrillero castrista parece haber sido retomado hoy por los montoneros.Esta organizacin, caracterizada por sus lazos con la cultura argentina y conel peronismo ms autntico, representa hoy la fuerza revolucionaria msautntica entre las que luchan en Amrica Latina contra el imperialismotentacular americano-sionista.

    En funcin de ciertas informaciones, es necesario aclarar queeste movimiento ha estallado en varias fracciones. Por un lado la prensa hallamado la atencin sobre el caso del banquero israelita David Graiver,

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    de Vietnam del Norte, con su estilo de vida sobrio, espartano, heroico, estms cercano a nuestra concepcin de la existencia que el tubo digestivo

    italiano, francs o alemn occidental

    2

    ; o el combatiente palestino mscercano a nuestros sueos de venganza que el ingls (Europeo? Lo dudo!)judo o judaizado3.

    calificado como el banquero de los montoneros ya que durante ladictadura militar argentina financi actividades terroristas y con el que elclaque sionista ha desatado una vasta campaa de solidaridad (LecturesFranaises, VI-1978); por otra parte, segn un comunicado publicado enBeirut y recogido por el diario parisinoLe Monde (20-IX-1978) se lea que:

    los Palestinos abastecen de armas a los montoneros y que Palestinos ymontoneros que entablaron contactos en 1972 estn obligados a sostenersemutuamente en su lucha respectiva contra Israel y la Junta Argentina.

    2 Este estilo ha representado en la lucha antiplutocrtica delpueblo vietnamita un elemento irreconciliable con el racionalismo burgusy pacifista de esta ideologa marxista a la cual se refieren verbalmente losdirigentes de Hanoi; esto es tan cierto, que tras la fachada oficial delmarxismo-leninismo, se ha afirmado y enseado que el espritu continasiendo el factor fundamental de las relaciones entre hombre y arma, pues

    esta ltima por moderna que sea, no es sino un objeto inerte sin laintervencin del hombre. La estrategia norteamericana, que confa eldestino de la guerra al factor mquina y no al factor hombre ha sidovencida en el choque con el pueblo vietnamita cuyos jefes han aprovechadolas enseanzas de Hsiao Hoa, dirigente del departamento poltico generaldel ejrcito chino, el cual afirmaba que el resultado de la guerra esdecidido por el hombre (...) La victoria es imposible si se sigue la teorasegn la cual son las armas las que deciden.

    3 No slo antisemitas como Wagner y Chamberlain, sino

    tambin judos como Weininger notaron la existencia de una analoga entreel tipo ingls y el tipo judo, analoga que los ingleses mismos hanreconocido. Esto nos hace comprender mejor el carcter irrealista deaquellos que en el seno del nacional-socialismo se ilusionaron sobre ladisponibilidad de Inglaterra (nacin indiscutiblemente de raza blanca) aapoyar los proyectos geopolticos de Alemania.

    Las falaces categoras biolgicas sobre las cuales se basaron lassusodichas ilusiones pueden servir nicamente (si se utilizan comofundamento de una geopoltica actual) a suministrar una excusa aloccidentalismo norteamericano, heredero del imperialismo cosmopolita

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    Hemos combatido por la hegemona europea, adhirindonos auna Europa que estaba ya americanizada o sovietizada, sin considerar que

    esta Europa se haba convertido en esclava de los EE.UU. y de la URSS,porque las naciones y los pueblos europeos haban absorbido (despus de laderrota militar, pero no como consecuencia de sta) las exportacionesideolgicas de los EE.UU. y de la URSS. Sin considerar que el desplomepoltico, econmico y cultural, estaba intervenido justamente porque habacesado esta tensin, porque se haba hundido el soporte que haba suscitadoentre algunos pueblos, en algunos hombres europeos, en ciertas pocashistricas (slo en algunos hombres y en pocas histricas concretas) estadimensin superior de civilizacin que pretendamos atribuir a Europa.

    Ha llegado el momento de acabar de divertirse con el ttereEuropa y de hacer grgaras con su nombre. Nada tenemos que hacernosotros con la Europa iluminista. Nada tenemos que ver con la Europamercantil, con la Europa del colonialismo plutocrtico: nada que compartir.Slo tenemos cuentas pendientes con la Europa juda o judaizada.

    Sin embargo, si se quiere ver otra cosa aparte de esto cuandohablamos de civilizacin europea, hemos de referirnos a algo de lo quenunca hemos hablado de forma real y completa. Y estoy seguro de que sihubiramos considerado verdaderamente este otro, no hubiramossuministrado a este continente un contenido o mejor una etiqueta, o mejoran, un marchamo- representado por la palabra Europa.

    De vez en cuando afloran componentes impuros, que hay querechazar y enterrar. Son tantos los factores (demasiados, dira yo) que hanalterado y corrompido este lquido europeo hasta convertido en estircol,que no puede haber ahora un proceso positivo de decantacin. Europa esuna vieja zorra que se ha prostituido en todos los burdeles y ha contradotodas las infecciones ideolgicas (desde las revueltas medievales de lascomunas a las de las monarquas nacionales antiimperiales; del iluminismoal jacobinismo, la masonera, el judasmo, el sionismo, el liberalismo y el

    britnico. Quienes en nombre de la cruzada anticomunista, o de la defensade la raza blanca, se enrolan como mercenarios de Occidente son unosmiserables; son mercenarios que han sostenido la intervencin francesa enIndochina, las guerras norteamericanas contra Corea y Vietnam, el ataqueisrael contra Egipto y el desembarco franco-britnico en Suez, las accionesaventureras en el Congo, elpustch de Argelia e incluso hasta el raidsionistade Entebbe y las diferentes presencias blancas en frica del Sur y de lostenderos calvinistas en Rhodesia.

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    marxismo). Una puta, cuyo vientre ha concebido y engendrado larevolucin burguesa y la revuelta proletaria; cuya alma ha sido poseda por

    la violencia de los comerciantes y la rebelin de los esclavos. Y nosotros,ahora, queremos seducirla susurrndole palabras mgicas: dicindole porejemplo, que debe entregarse a los europeos exclusivamente... de Brest aBucarest4.

    4 En el contexto de la geopoltica y de una civilizacin comn,tal y como demostraremos ms adelante, la Europa unitaria y comunitaria seextiende de Brest a Bucarest, Jean Thiriart comenzaba as su libro ArribaEuropa! (Barcelona, 1965). No podemos detenernos aqu sobre los

    numerosos puntos de la obra de Thiriart que tienen an hoy un valorincontestable (aunque ciertas teoras del libro, unidas a acontecimientoshistricos contingentes, hayan sido superadas por trabajos de este autoraparecidos sobre todo en la revista Nation Europe) nos contentaremos concitar, uno solo de los mritos de Thiriart: el haber arrojado luz, conargumentos lcidos y realistas, sobre las perspectivas limitadas del pequeonacionalismo (los pequeos nacionalismos estrechos se acumulan unos aotros... Es un sinsentido, es una contradiccin expresa pretender lograr unafuerza de la suma de particularismos inmviles y desconfiados) del

    romanticismo nostlgico del antiguo combatiente (Rechazamos elparaltico patriotismo de los cementerios, el vanidoso patriotismo de losportadores de cintas y de toques de corneta) de las absurdas concepcionesnacionales construidas sobre la homogeneidad biolgica o lingstica (Paranosotros el nacionalismo, es la identidad de destino basada en vistas de ungran designio comn).

    Pero, por otra parte, las limitaciones de Thiriart consisten justamente en su nacionalismo laico, sostenido por una concepcinmaquiavlica de la poltica y privado de toda justificacin de orden

    trascendente. Los enfrentamientos histricos se resolvan para l, segn unarelacin de fuerzas brutal, mientras que el Estado encarnara una voluntadde poder nietzscheana al servicio de un proyecto de hegemona europeamarcada por un orgullo exclusivista, ciego y suficiente: Un tipo dehombre, tras varios siglos ha emergido del magma de los pueblos y de lasrazas, es el hombre europeo; Oriente no ha sido nunca fecundo ms queen el campo de la metafsica y del misticismo, actividades particularmentepoco constructivas; Los otros pueblos no pueden disminuir su desvo,atrapar su retardo, ms que en la medida en que renuncian a su cultura yadoptan la nuestra mucho ms fecunda (Jean Thiriart, Arriba Europa!).

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    Hemos levantado la bandera de Europa sin comprender que ellano poda tener para nosotros ninguna significacin vlida y homognea: sin

    ver el nmero de hilos y nudos de que estaba compuesto su tejidodesgarrado y cuantos excrementos ocultaba.Nosotros hemos preferido esconder nuestra incapacidad a

    escoger aquello que tena para nosotros de autntico y verdadero, y a saberrechazar lo que tena de impuro y equvoco en el seno de la tradicineuropea, teniendo la ilusin de colmar un vaco tal por el recurso a lafrmula, a la palabra Europa sin considerar, como ya dije al principio, queexiste una Europa democrtica burguesa o democrtica socialista; tal comoexista ayer una Europa fascista y nazi, y una Europa demcrata; tal comoexista anteayer una Europa jacobina, y una Europa contrarrevolucionaria.Sin considerar que muchos, comprendiendo los tecncratas de laComunidad Econmica Europa, suean con una Europa a su manera: unaEuropa fundada sobre la jerarqua funesta que impondra a la base de lapirmide la explotacin racional del trabajo y , en el pinculo, el cerco delcapital internacional.

    En lugar de adoptar esta frmula equvoca (que deberasolamente servir para distinguirnos de aquellos que sostienen otras frmulaslas frmulas nacionalistas tanto ms equvocas), es necesario decir, ennombre de qu principios, alrededor de qu visin del mundo, segn queficaz direccin, los mejores de entre los europeos deben unirse en unaunidad poltica orgnica supranacional. Es a esta realidad a lo que nosotrospodramos dar an el nombre de Europa. Frente a la vieja Europa, laEuropa de los siglos oscuros, de las comunidades antiimperiales, la Europade la Iglesia Romana, la Europa protestante, del mercantilismo, deliluminismo, del democratismo burgus y proletario, la Europa masnica y

    judaizada, frente a ese espectro monstruoso e impresentable, los hombres deun tipo diferente.

    Me he detenido en este punto, porque representa el carcter ms

    evidente de nuestros errores y porque el motivo de Europa, ha constituido,en los aos de actividad poltica de nuestra organizacin, el punto focalhacia el cual confluyen nuestras perspectivas polticas. Estimo, pues, intil

    Es a este mito de la Europa exclusivista y problemtica que sedirige la violenta crtica de Freda, crtica que no merma, segn nosotros, elvalor indiscutible de la afirmacin de Thiriart sobre la dimensincontinental indispensables del territorio de un Estado que entiende jugar hoyun papel determinante en la historia mundial.

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    detenerme a considerar especficamente los otros elementos de nuestroprograma, desde el momento en que son tambin consecuencia, sobre

    distintos planos, de estos equvocos ya mencionados.Ahora, tras haber reconocido nuestra miopa y nuestros errores,es preciso proceder, antes de verificar la direccin a asumir, el anlisis de lasituacin actual y de los criterios operacionales que siguen los otros. Y digolos otros (y no nuestros adversarios o nuestros enemigos) justamenteporque quiero insistir y clarificar hasta la ms extremas representacionesque las palabras pueden expresar o las imgenes evocar, en cuanto entrenosotros y los otros hay (y debe haber) ms que una simple diferencia dementalidad, de modo de obrar, de ideologa poltica. Es un alma diferente,es otra raza lo que da a nuestros actos su significacin tpica y le atribuyeuna fisonoma propia, irreducible a las figuras y a los trminos comunes delas diferentes ideologas polticas de nuestra poca.

    La consideracin de la que partimos es sta: vivimos hoy en elmundo de los otros, rodeados por los otros, por esos dignosrepresentantes de la poca burguesa, bajo la dominacin de la msmiserable y envilecedora de las dictaduras: lo que nos rodea es burgus:sociedad, poltica, economa, cultura, familia, comportamientos sociales,manifestaciones religiosas, etc.

    En las democracias occidentales, el espectculo que se desarrollaante nosotros est unido por una coherencia irritante a los cnones msortodoxos de la concepcin burguesa de la vida. En estas democracias, elEstado sirve para mantener, a travs de todos sus instrumentos opresivos yrepresivos, la relacin hegemnica de una clase (la clase de los burgueses, yparticularmente de una parte de ellos, la parte constituida en oligarquaplutocrtica) sobre el pueblo. El soporte exclusivamente clasista sobre elcual se basan, no admite ms valores y realidades que los econmicos: ladictadura burguesa, emerge victoriosamente segn un proceso dereforzamiento y de intensificacin hegemnica tras la Revolucin Francesa,

    que mantiene inalterada desde hace casi doscientos aos la nica relacinque une al burgus a un hombre: la relacin del seor con el esclavo, delexplotador con el explotado. Pese a todas las dulcificaciones de asistencia,de prevencin, generalmente paternalistas, esta es la verdadera realidad delrgimen burgus.

    Es la misma realidad que Marx, en 1849, describamagistralmente enEl manifiesto comunista: Hoy, el Poder Pblico, viene aser, pura y simplemente, el Consejo de administracin que rige a losintereses colectivos de la clase burguesa.

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    La burguesa ha desempeado, en el transcurso de la historia,un papel verdaderamente revolucionario.

    Dondequiera que se instaur ech por tierra todas lasinstituciones feudales, patriarcales e idlicas. Desgarr implacablemente losabigarrados lazos feudales que unan al hombre con sus superiores naturalesy no dej en pie ms vnculo que el del inters escueto, el del dinerocontante y sonante, que no tiene entraas. Ech por encima del santo temorde Dios, de la devocin mstica y piadosa, del ardor caballeresco y la tmidamelancola del buen burgus, el jarro de agua helada de sus clculosegostas. Enterr la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellasinnmeras libertades escrituradas y bien adquiridas a una nica libertad: lalibertad ilimitada de comerciar. Sustituy, para decirlo de una vez, unrgimen de explotacin, velado por los cendales de las ilusiones polticas yreligiosas, por un rgimen franco, descarado, directo, escueto, deexplotacin.

    Si la sociedad burguesa concede a los dominados una mejora delas condiciones de vida vegetativa (incluyendo aqu las comprendidas en elterreno mental) no son sino las premisas exclusivamente egostaseconmicas sobre las cuales se funda. Se dice con justicia que el diablo esms peligroso cuando se ha hecho respetable. Y en efecto, el ms grandebienestar es debido, consecuentemente al hecho de que en el desarrollohistrico de la sociedad burguesa, las tendencias a la hegemona poltica porparte de los burgueses, consolidados en un abuso de poder poltico efectivo,han asumido simplemente modalidades de fuerza diferentes de lasprecedentes, y son la expresin de manifestaciones coherentes de unamisma e idntica realidad: realidad encerrada particularmente en esquemasde tensin produccin/consumo.

    El capitalista, pues, comprende que aumentando el salario deltrabajador, ste podra comprar el frigorfico o el automvil producido porel capitalista; el patrn se da cuenta de que aturdiendo a aqul que trabaja

    con la obsesin de necesidades siempre nuevas (y, por esto mismo, irreales,ilusorias, artificiales) y obligndole a preocuparse por adquirirlas, podrintoxicar de trabajo al obrero. Entonces, este ltimo, dulce y bueno,tranquilo como un buey (buey que peridicamente podr mugir porreivindicaciones salariales; al cual, a veces le ser dada la ilusin decomportarse como un toro y de poder daar incluso el establo) noemprender ninguna tentativa para sustituir la hegemona del burgus por lasuya propia.

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    Consecuentemente, ese estado de las democracias burguesasrepresentativas es el foro poltico del burgus: su nica funcin y destino

    real est determinado por la economa burguesa, su defensa y susublimacin. Ayudada por los medios de penetracin que le ofrecen lasaplicaciones tcnicas de la ciencia burguesa, la burguesa tras haberreducido al hombre al nivel de trabajador, ha conseguido completar elproceso de identificacin entre el momento individual y el momentosocial, y ocupar cada competencia con su presencia. El mercader haimpuesto todas sus inclinaciones propias, sus propias aspiraciones:vocaciones diferentes, extraas (no digamos superiores, tan slo diferentes),no hay ms espacio poltico que es el del burgus, y que pertenecer tanslo a aqul que es burgus.

    Incluso el arte, a pesar de la hipcrita justificacin (odignificacin?) en esquemas de autonoma que los burgueses se encargan deatribuirle, est rigurosamente funcionalizado por el placer (o mejor, por lasmasturbaciones intelectuales) de los burgueses5. La ciencia libre no esotra cosa que una bsqueda destinada al progreso de la civilizacinburguesa: no es ms que una tecnologa eficaz al servicio de lasconquistas de la civilizacin burguesa6.

    5

    Hemos mostrado por otra parte (Introduccin al discurso sobreel arte nacionalsocialista de Hitler, Ed. Di Ar, Padua, 1977) como lasrevoluciones totalitarias del siglo XX han rechazado, con una perfectaequivalencia en los trminos, las concepciones burguesas en el arte. Lo quequeremos recoger aqu, es que la esttica burguesa haciendo del arte unartculo voluptuoso destinado a parsitos ociosos (para utilizar la expresinde Lukcs, que en tanto que hijo de banquero poda hablar conconocimiento de causa) ha erigido en sistema la ignorancia profana. Doctirationem artis intellijunt, indocti voluptatem deca Quintiliano, oponiendo

    la comprensin del simbolismo artstico a la apreciacin en trminos deplacer (de la vista o del odo), del gusto de la sensacin agradable.6 De Hebert Marcuse, discpulo de Freud y Marx, y mentor de la

    nueva izquierda yanqui, apareci en italiano en 1967, El hombreunidimensional, una crtica de la sociedad industrial avanzada, amaada conel nombre del ideal, an ms avanzado de la imaginacin irracionalista.

    En El hombre unidimensional, Marcuse niega la neutralidad dela ciencia, percibiendo en ella un instrumento propio para racionalizar laexplotacin del hombre y la naturaleza: La sociedad es reproducida en unconjunto tcnico consciente de objetos y de relaciones que posee incluso la

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    La justicia, no es otra cosa que la cristalizacin en los cdigos deideas que dominan en el seno de la sociedad burguesa, de ideas de la clase

    arrogante que es la burguesa. No importa qu falsa factura, no importaqu disfuncin del sistema es atribuida por ella al sabotaje operado por losenemigos del Sistema, por las raras personas para quienes el orden a secasno es un dolo a adorar, porque las sublimaciones legalistas no representanms que injusticias profundas y envilecedoras.

    En fin, cuando por casualidad todos estos coeficientes deequilibrio no son suficientes, la sociedad burguesa pone en funcin suprincipal y decisiva vlvula de seguridad: el deporte, fenmeno de traspasode masas, de desviacin de agotamiento de las energas restantes hacia unobjetivo excitante, casi demonaco7.

    utilizacin tcnica de los hombres (...) La racionalidad tcnico-cientfica yla manipulacin son unidos en nuevas formas de control social (op. Cit.,trad. Italiana, Turn, 1967, p. 160).

    Pero la denuncia por Freda del carcter funcional de la cienciacon relacin al progreso burgus se una a una corriente de pensamientomarcado por un signo algebraico opuesto a ste que caracteriza la polmicade Marcuse: se trata de esa corriente de pensamiento que se expresa en la

    oposicin guenoniana entre ciencia sagrada y ciencia profana, en ladestruccin evoliana del mito de la ciencia neutra (muchos creen an quela ciencia es el producto de un proceso automtico y objetivo) y,recientemente, en las consideraciones de un autor musulmn que une elnacimiento de una ciencia material y cuantitativa a causas profundamenteenraizadas y a ciertos lmites en las formulaciones teolgicas de lacristiandad latina y hace remontar la aplicacin ilimitada y ciega de laciencia moderna en occidente al hecho de que el cristianismo es unareligin sin una ley sagrada (S. Hossein Nasr, El hombre y la naturaleza,

    Miln, 1977, p. 139).7 No est quizs del todo desprovisto de inters recordar que laprctica masificada del deporte est entre los puntos programticos de losfamosos Protocolos de Sin: Hemos de lanzar anuncios en los peridicos,invitando al pueblo a tomar parte en concursos de todo gnero: artsticos,deportivos, etc. (C. Mutti, Ebraicit ed hebrasmo. Los protocolos de lossabios de Sin, Ed. Di Ar, Padua, 1976, p. 118). Hemos hablado ya del altogrado de judaizacin presente en la civilizacin inglesa; ahora bien, algunossealan que el deporte moderno es, en gran parte, un don de Inglaterra almundo, del que el mundo ha tomado y se ha servido mucho mejor que otros

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    Por otra parte, si la economa es el destino de los burgueses,tambin lo es para los pobres, esto es, de los explotados o, si se prefiere, de

    los proletarios.No es en nombre de otra realidad, o de un fetiche diferente,que los proletarios parten al asalto del refectorio burgus. Es la concienciarabiosa de no querer servir ms a los burgueses, de no querer engrosar susfortunas lo que provoca la revuelta proletaria8.

    dones igualmente prodigados por Inglaterra: el gobierno parlamentario y el jurado en materia de derecho penal (J. Huizinga, La crisis della civilt,Turn, 1963, p. 111). Es efectivamente el mundo anglosajn el que ha hecho

    del instrumento deportivo la principal y definitiva vlvula de seguridad dela sociedad burguesa. En el caso particular de la Tierra Prometidaamericana, este fenmeno ha estado favorecido incontestablemente por elinfantilismo propio del pueblo yanqui. A este respecto, Huizinga seala queesta caracterstica se manifiesta en ciertas universidades americanas, en lasque la competicin deportiva adquiere una importancia esencial, dejando enun segundo plano la vida intelectual. En el Occidente burgus, elinfantilismo (que segn Sombart, se difunde juntamente con el culto a lagrandeza material comprendida en la economa capitalista) se manifiesta

    particularmente en la organizacin de la actividad deportiva, en laimportancia excesiva que toman los nuevos deportes en la prensa cotidiana,sin hablar de los peridicos especializados, hasta convertirse en el sustentoespiritual de numerosos individuos (J. Huizinga, op. Cit., p. 112).

    8 El proletario reclama su lugar en el banquete de la vida,proclama un escritor marxista citado por Sombart, el cual observa que elsocialismo proletario cultivando un ideal que oscila entre el simple gocematerial del individuo y el deseo de vivir su vida, de participar en losbeneficios de la cultura, de desarrollar todas las cualidades del individuo,

    etc., y juzgando fundamentalpara este estado de cosas soar con una ricadotacin de bienes materiales, pertenece completamente al interior deluniverso mental propio de la poca econmica: el marxismo, concepcindel mundo de los tenderos, no conoce valores diferentes a aquellos de la

    civilizacin burguesa, en las cuales quisiera hacer participar al

    proletariado (W. Sombart,Il socialismo tedesco, Florencia, 1934, pp. 113-114).

    Louis-Ferdinand Cline ha conjurado con la violencia que le erapropia, las caractersticas comestibles de las aspiraciones proletarias: Latripa ser siempre la vergenza del hombre, jams haris un conmovedor

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    Si los burgueses recitan el leitmotiv de la igualdad, comoconcepto jurfico/cultural/sentimental, los proletarios no se contentan con la

    buena intencin, sino que exigen que la frmula, convirtindose en mediode accin concreta, elimine la distincin entre aqul que tiene y aqul queno tiene nada, o entre quien posee ms y quien posee menos. Es siempre ennombre de la realidad econmica, es siempre bajo el efecto del deliriomstico de la economa que el proletariado tiende a imponer su articulacinde las relaciones econmicas, su organizacin de la justicia, su modo deconcebir la produccin artstica. Las relaciones entre los ciudadanos, etc.

    La aparente anttesis entre las democracias burguesas y lasdemocracias socialistas se disuelve (como un tmpano de hielo) frente aesta caracterstica dominante de produccin y de consumo.

    El momento prioritario que, en las democracias burguesas estrepresentado por aqul que tiene el poder econmico, y consecuentementeel poder poltico (el que tiene manda), est constituido en las democraciassocialistas por aqul que tiene el poder poltico y en consecuencia a sudisposicin (como privilegio anormal de la funcin de poder poltico) losmismos medios de produccin que, en el campo opuesto, formanpatrimonio de los burgueses.

    De una parte, los detentadores del capital, que poseen (ennombre de la libertad, de la justicia y del orden) el poder poltico y aspiran aconservarlo, es decir a aumentarlo para acrecentar su capital; por otra, losnicos detentadores del capital que, sirvindose de diferentes imgenes demarca, hacen publicidad para el mismo producto. La estructuraeconomicista del proceso produccin-consumo est pues presente en los doscasos.

    ste no es el momento de analizar (sino brevemente) lasimplicaciones imperialistas de estos sistemas, pues la lgica necesaria pone

    justamente la solucin del asalto imperialista como medio de proteccinnico y fatal del sistema capitalista.

    No hay pues que sorprenderse si, tanto en la sociedad burguesacomo en la sociedad socialista, tambin las funciones de poder se califican y

    credo, un ttulo de nobleza. Jams. Intestinos vidos de los proletarioscontra intestinos repletos de burgueses. sta es toda la mstica democrtica(...) La conciencia de clase es una futilidad, una demaggica convencin.Cada obrero no pide sino salir de su clase obrera y convertirse en burgus loms individualmente posible, lo ms rpidamente posible. (L.-F. Cline,Lcole des cadavres, Pars, 1938, pp. 105 y 128-129).

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    se expresan exclusivamente en trminos de riqueza; no podra ser de otromodo cuando se atribuye al Estado la nica funcin de ordenador de

    riqueza; cuando la funcin del Estado es excitar el incremento de riqueza,aduearse de ella y proponer exclusivamente la satisfaccin de lasnecesidades fsicas de la existencia vegetativa (incluyendo tambin,repitmoslo, en el trmino fsicas esas complicaciones inquietas que elburgus se complace en designar como necesidades espirituales).

    En los dos modelos, en consecuencia, el fenmeno idnticoadmite solamente en alternancia manchas de imagen. Tensin que oponeburgueses a proletarios de una parte, tensin que opone a burcratas (losfuncionarios tecncratas) a gobernados del otro lado.

    Por una parte, la propiedad privada no est comprendida en elEstado (es decir, que no se limita a representar uno de los coeficientesorganizadores del Estado), sino que es el Estado mismo, el Estado como lapropiedad de los propietarios; por otra, la propiedad estatal que se resuelveen la propiedad de aqul que administra el Estado, si bien ste y la igualdadabstracta se resuelven en una prevaricacin burocrtica y tecnocrtica.

    Llegados a este punto, sera ridculo oponer a este anlisis elsutil distingo segn el cual a una sociedad sobre el plano de los resultadosentre las dos formas de organizacin (la burguesa y la socialista) nocorrespondera una identidad sustancial sobre el plano de los principios.

    Segn stos, la relacin explotador-explotado sera laconsecuencia tpica y normal, derivada necesariamente de las premisas delsistema capitalista burgus, y la explotacin del gobernado por elgobernante en el sistema capitalista-socialista debera ser calificada dedisfuncin anormal y de la degeneracin no imputable a la esencia mismadel sistema9. La verdad, por el contrario, es que la esencia de los dos

    9 La tendencia de las democracias burocrtico-proletarias del

    Este europeo a converger hacia los mismos resultados de explotacinobtenidos por las dictaduras partitocrticas, sindicales, burguesas deOccidente representa una aplicacin de la ortodoxia marxista y no unadesviacin con relacin a ella. Sombart en su crtica del marxismo, afirmabaque ste quera construir el mundo futuro con el material ofrecido por elcapitalismo. As escribe: La naturaleza an indeterminada del capitalismo,la hace apta para ser la realizadora de los deseos que encaminan el espritude Marx. Pero justamente por el hecho de confiar en el capitalismo para latarea de realizar sus propias aspiraciones, Marx mostraba que en el fondo desu alma, amaba al capitalismo... (W. Sombart, El capitalismo moderno,

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    fenmenos es la misma porque los principios son los mismos: la economaes el destino del hombre, su nica realidad elemental (y esencial) y su

    dimensin existencial ltima. Y esta realidad primordial, teniendo en sucentro la imagen eterna del tubo digestivo (un tubo con dos aberturas, unapara engullir y otra para evacuar, las otras aberturas eventuales slo sirvenpara facilitar la buena digestin y estimular las secreciones gstricas,

    Turn, 1967, p. 490). Es con respecto a esta posicin congnita que nace elcomplejo de inferioridad sufrido por los marxistas de las democraciasburguesas ms opulentas, complejo de inferioridad que engendraprcticamente con regularidad tentativas de adaptacin (autogestin

    yugoslava, primavera sionista de Praga, progresin de los tecncratas enPolonia, etc.).Pero, es importante comprender que la posicin adoptada por

    Freda respecto a la democracia burocrtico-marxista es de signo algebraico,opuesto al representado por los diferentes disidentes (cristianos a loSoljenitsin,progresistas a lo Sajarov, marxistas de la nueva izquierda comoHegedus, judos diversos) cuya tarea consiste en obrar con miras al fin deun alineamiento futuro de sus respectivas naciones (y del campo socialistaen general) sobre el modelo occidental hasta una integracin total. Los

    disidentes representan la vanguardia visible y provocadora del asalto queOccidente est a punto de lanzar contra las zonas atrasadas de la Europa delEste: es pues significativo que sus palabras de orden (derechos humanos yotras) se dirijan contra esos aspectos de los regmenes socialistas(autoritarismo, partido nico, poder militar, etc.) que, aunque sometidos auna orientacin, desviada y deformada, podan representar an un punto deapoyo y un instrumento para las tendencias nacional-comunistas y nacional-sociales que existen en ciertos medios del Este. Y es en esa ideologa deciertos medios disidentes sinceramente fieles al marxismo donde se

    manifiesta la imposibilidad de un anticapitalismo marxista. La obra de undisidente hngaro, A. Jannaszzo, nos aclara las caractersticas doctrinales dela nueva izquierda: El anticapitalismo de Hegedus pertenece por completoal mundo moderno: est privado de sugestiones solidaristas, populistas oprecapitalistas... La ciudad nueva de Hegedus... se edifica sobre la creacinde comunidades eficaces, llenas de estructura social de los pases de la Europa Oriental, (Miln, 1977, pp. 7-8). La polmica est dirigidaevidentemente contra esos elementos solidaristas, populistas oprecapitalistas que en la Europa del Este no han desaparecido y de ladisidencia pro-occidental fiel al programa progresista del marxismo.

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    cuando esto es necesario), admite sin embargo, dos interpretacionesdiferentes de verdad: una, segn la cual todos los tubos digestivos son

    iguales; otra, segn la cual todos los intestinos no son iguales, sino unosms gruesos y otros ms delgados (y es por esto por lo que es preciso que la justicia, el orden, etc., velen porque no se produzca una peligrosa ysubversiva dilatacin).

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    LA FISONOMA DEL ESTADO AUTNTICO

    Un da los obreros vivirn como los burgueses pero, por encima de ellos,ms pobre y ms simple, estar la casta superior. Ella ser quien posea elpoder.

    Existe, empero, aqul que no se deja poseer por las seduccionesde la economa y se mantiene firme en la conviccin de que la tareaprimordial del Estado no es el de garantizar la adquisicin o conservacin

    del frigorfico, de la lavadura o de los ocios semanales. Hay quien estconvencido de esto porque cree que el fin del hombre no es el demantenerse, vegetando y satisfecho, en las mejores condiciones fsicas deexistencia, sino que es otra cosa; que es justamente esta otra cosa la que dasentido y estilo a la existencia y que es en virtud de esa otra cosa, vale lapena desproletarizarse y desaburguesarse, agotando el cuadro decondicionamiento determinado por la existencia de necesidades fsicas enlas partes y regiones menos importantes del ser humano.

    Es a esta raza de hombres verdaderamente libres (a estos ascetas

    en el sentido clsico del trmino, de la poltica) es a quienes proponemos eldilogo acerca del verdadero Estado y de la funcin del hombre justo y libreen l: con la intencin no de presentar una entidad vaga y sentimental, sinode orientar hacia la intuicin sutil del mito (y del misterio del mismo) delEstado.

    No buscaremos el Estado sobre la base de una investigacinemprica entresacada del bagaje de los Estados existentes hoy; intentaremosconcebir el Estado no como un fenmeno histrico (el Estado hic et nunc)desde el punto de vista fenomenolgico, pero quisiramos comprenderlo en

    lo absoluto: como valor, es decir, como realidadpro eternitate. Una realidadque, considerada en s, no tiene necesidad de manifestacin, de soportehistrico (el Estado existente) para ser legtimo. En otras palabras,queremos tomar la esencia del Estado sobrepasando las mediacionesrepresentadas por el fenmeno histrico de los Estados: mejor, a la luz deesta esencia y de la idea del Estado que ella alumbra, juzgar si esosfenmenos (los Estados histricos) son aplicaciones ms o menos ptimascon relacin a este canon.

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    Las indicaciones que siguen no derivarn de nuestra ideologapersonal (admitiendo que tengamos alguna), convencidos de la rigurosa

    verdad segn la cual una idea no puede ser nueva, ya que la verdad no esun producto del espritu humano, sino que existe independientemente denosotros que slo podemos aspirar a conocerla.

    Retomando aqu lo dicho anteriormente, nuestro mito del Estadono vale como utopa, si por utopa entendemos aquello que no puederealizarse y existir, sino como fruto de una concepcin cerebral eintelectualista.

    El mito del Estado es el mito de un orden poltico que sinpertenecer a algn tiempo y espacio particular es eterno y eternamente sereproduce como verdadero.

    Los principios del Estado verdadero, recubriendo el terreno deldeber ser, asumen un carcter eminentemente normativo y, como tales, noestn verificados por el reconocimiento o el compromiso, por el rechazodecidido de aqul que vive en el mundo histrico. Conducen a un nivelmetapoltico y metahistrico que es consecuentemente autnomo conrelacin a las formas de existencia poltica emprica: son por el contrarioesas formas las que para no volverse abstractas y poder ser formas decualquier cosa real, deben existir en funcin de esos principios.

    La significacin del Estado verdadero depende de la tensinanimadora que inspira en el microcosmos individual, en tanto querepresenta un centro real de poder y no una superestructura inerte. El Estadoverdadero no se opone como un fin autntico la riqueza econmica y elbienestar de todos los ciudadanos o de un solo grupo social, sino eso que losgriegos de la Antigedad definan lcidamente en trminos de felicidadendaimonia, la armona de los diferentes componentes del cuerpo delEstado. Felicidad en el sentido de integracin, de realizacin, departicipacin con los elementos sobrehumanos y divinos de la realidad.

    En el Estado verdadero debe estar garantizada la unidad orgnica

    del cuerpo social, unidad que no debe entenderse como intrusin del Estadoen un pretendido terreno de intereses privados del ciudadano, sino comoconstitucin de un clima de tensin ideal donde cada cual est y permaneceen su puesto, siguiendo sus propias inclinaciones con coherencia, fidelidady libertad. No es, pues, admisible en este Estado que alguien cometaprevaricaciones, abusos y perjudique al prjimo: al contrario, debe sustituirla anomala por una voluntad lcida y consciente de seguir una existenciaconforme a la propia naturaleza.

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    Evidentemente, cuando se atribuye al Estado (o mejor, cuando sereconoce en el Estado) la funcin de favorecer ese clima que slo hace

    posible un rgimen de vida ordenada, no se quiere considerar al Estadocomo medio de una actividad generadora de virtud (en el sentidomoderno y moralista del trmino), como puro elemento en funcin delalma humana. El Estado verdadero, por el contrario, debe entenderse comouna realidad con cuyo contacto, todo lo que se propone de formacondicionada, como moral individual, se objetiviza, se decanta en trminosde una tica liberada de esos caracteres de virtud que se atribuyenactualmente a la moral.

    El verdadero Estado no es el fruto de una ideologa o de unaconcepcin poltica individual, sino la realizacin responsable en trminosde rgimen poltico, de un principio impersonal, de una norma quepodramos definir a priori conducente a ese derecho natural de las razasheroicas, donde la significacin de la naturaleza no finaliza con elelemento fsico, funcional, sino que adquiere el valor de una palabranormativa, smbolo de toda condicin normal e integrada de existencia.Un canon que representa el hbito interior, la forma absoluta de un estilode vida que se realiza en la fidelidad a lo que realmente se es.

    El verdadero Estado no constituye una simple estructura dederecho positivo, sino que es esencia y funcin superior: el espritu delEstado, el centro del Estado est representado por un poder que trasciendeel plano de lo que es inmediatamente terrenal y simplemente humano.

    El verdadero Estado vale como principio ordenador de unareconquista que el hombre debe hacer: la reconquista del supramundo, elrestablecimiento de su dimensin heroica. Consecuentemente, el Estadoverdadero representa el elemento necesario de mediacin que provoca lareintegracin del ciudadano en la realidad divina: slo a travs demediacin el ciudadano realiza la superacin de su propia existenciaindividual, abrindose a una realidad que, en tanto que es autnoma, le

    trasciende.Esta imagen del rgimen poltico, desarrollada de forma

    coherente y total, puede recibir la acusacin de usurpar cualidades ydimensiones religiosas, obligando al hombre (que siente esta tensinhacia lo divino) a desviarse de su direccin propia (que sera, segn laacusacin, la direccin religiosa) para orientarla hacia la direccin laicaindicada por el Estado (el cual constituira el sucedneo de funciones que,legtimamente, no le incumbiran).

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    La respuesta a la acusacin emerge de forma clara de los mismostrminos deformados desde los que se formula: de hecho, esto nos conduce

    a una ruptura casi ontolgica (que hemos de rechazar decididamente) entreel mencionado mbito laico del Estado y el plano abstracto de lo espiritual,autnomo con respecto al primero. Una ruptura por la cual los valoresdivinos intrnsecos a la condicin humana pasaran a ser simples elementosmorales, hundidos en el equvoco del mundo de la conciencia, mientrasque los elementos humanos, desligados de esas potencialidades divinaspasaran a ser profanas y laicas.

    Ningn hiato, por el contrario, debe existir entre el orden de losvalores y el plano del verdadero Estado, ya que si uno se vuelve extrao alotro, se rompe una realidad orgnicamente unitaria: se llega solamente alresultado descompuesto de interiorizar, de forma emotiva y moralista, enuna pretendida conciencia humana los valores, y se resta al orden pblicolos nicos caracteres que pueden calificarlo y legitimarlo.

    En el verdadero Estado no se puede sobreponer al individuo conreferencia al Estado o considerar, por el contrario, la primaca de ste sobreaqul, porque la realidad del Estado verdadero no est separada de larealidad del individuo por diferencia alguna de estructura (ms que de dosrealidades, se debera hablar de dos coeficientes de una realidad nica, dedos aspectos del mismo fenmeno, sin solucin de continuidad sustancial) ysolamente subsiste una diferencia funcional de posibilidad, de intensidad,considerando siempre que el Estado representa el centro de tensinnecesario para que el ciudadano sea feliz.

    Por otra parte, en el verdadero Estado no hay individuos, sinohombres miembros del Estado; hombres animados por una tica de vidasuprapersonal, seres diferenciados, a cada uno de los cuales incumbe unrango diverso segn articulaciones orgnicas.

    Estos hombres estn unidos como fin de la obra del Estado y superfeccin es el destino del Estado mismo. Slo as puede existir el hombre

    en el Estado y, de forma anloga, el Estado se legitima al cultivar, suscitar ysostener la disposicin de los que en l se integran.

    nicamente en el verdadero Estado, los hombres participan enun destino y adquieren poder, que es fuerza no humana. Sienten susignificacin sobrenatural; se nutren de su realidad que es una realidadsuperior. Repitmoslo: es el verdadero Estado el que determina la direccina seguir y ordena los movimientos a travs de los cuales el hombrealcanza el fin autntico que consiste en su participacin en lo divino.

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    Es el verdadero Estado quien propone a cada hombre elreconocimiento de su funcin irreductible, de su lugar, de su naturaleza, la

    insercin en justas relaciones de superioridad e inferioridad: en una palabra,el reconocimiento de su libertad. Y sta no es la libertad negativa que semanifiesta al exterior, la libertad vuelta hacia lo til y lo particular, es decir,la nica libertad concebible y que se resuelve en trminos deindeferenciados e igualitarios, que se desarrolla en direcciones de rebelin.Sino que es una libertad cualitativa y diferenciada, propia de la persona aquien este valor es inherente. Libertad que no deriva, como se ha dicho, delhecho abstracto y elemental de ser simplemente hombre, sino que es medidapor la talla, por la dignidad de cada uno. Que es capaz de realizar suspropias posibilidades y de adherirse a su propia perfeccin particular en elinterior del marco poltico del Estado. Libertad, en fin, que significadisciplina interior y respeto del plano jerrquico desde un punto de vistacualitativo.

    Tras estas apreciaciones concluiremos reafirmando que la ideadel Estado, ese proceso que tiende a penetrar en el misterio del Estado, nopuede desarrollarse segn valores simplemente lgicos que encuentranorigen y fin nicamente en el pensamiento humano, sino por mediacin deuna referencia lcida a valores metafsicos inherentes a la esencia de la ideadel Estado, a su ncleo que no pertenece al mbito de las cosas sujetas a loslazos del devenir.

    Reafirmar que realidad de lo que es sagrado y divino, ysacralidad de lo que es estructura poltica real, deben constituir el soportedel Estado verdadero: ya que en el seno de un Estado un rgimen poltico nose legitima poseyendo una fuerza espiritual y una capacidad de proponersefinalidades espirituales, si no representa nada en lo orgnico y central: sloser estructura muerta, materialista y social, resultante de la rigidez propia atodos los organismos sin fuerza vital

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    NECESIDAD DE UNA METODOLOGA OPERATIVA

    La clase no es ms que una categora burguesa: en la tentativa dehacer concebir de forma clasista las exigencias revolucionarias obreras, elburgus se vale de un argumento con el que tratar de llevar de nuevo a sumundo, en el marco de su sociedad, a los representantes de la humanidadnueva, hacia un rgimen de transacciones, de compromisos y denegociaciones permanente.

    Ahora, tras haber trazado (explicando sus lneas elementales) la

    fisonoma del verdadero Estado, debemos considerar qu obra poltica seimponte para testimoniar activamente nuestra adhesin a la imagen de eseEstado autntico. No es aceptable la hiptesis (ni siquiera parcialmente) deaquellos que an cultivando de forma racional esta imagen (el modelofijado en los cielos, a decir de Platn) sostienen la necesidad de esperar enla distancia el hundimiento de las formas asociativas (que ms eficazmentepodramos llamar frmulas) a travs de las que se expresa la actual realidadpoltica. Para stos, efectivamente, el mito del Estado se convierte en utopacontemplada de forma intelectualista: para ellos, el desapego representa

    en verdad la coartada destinada a enmascarar la incertidumbre, laincapacidad y el miedo.Para los estriles apologetas del discurso sobre el Estado, toda

    accin en trminos polticos sera casi una cada de nivel, un descenso haciael compromiso: carecen de idea del Estado, a lo sumo un concepto delEstado, disimulado en sus propios recovecos mentales. Consecuentementeno tomamos en consideracin a esos adoradores de abstracciones y de lalgica de lo inevitable, esos campeones de testimonios conceptuales. Paranosotros, ser fieles a nuestra visin del mundo (y del Estado) significa

    conformarse a ella, no abandonar nuestras empresas para realizarlashistricamente: y ciertamente, no manifestar la devocin ideolgica ycontentarse con la coherencia mental.

    Desarrollando esta premisa debemos afirmar, pues, que lacondicin (no suficiente pero sin embargo necesaria) para poner loselementos de fundacin del verdadero Estado es la subversin de todo loque existe hoy como sistema poltico.

    Es preciso favorecer, exasperar, acelerar el tiempo de estadestruccin, intensificar la accin de ruptura del presente equilibrio y de la

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    fase actual de compromiso poltico. Es preciso velar para que los medioseventuales, las fuerzas potenciales contribuyan al cortocircuito de los

    centros absorbidos o integrados y a travs de las numerosas oportunidadesde cristalizacin que el sistema burgus permite.Consecuentemente, debemos inevitablemente transferir nuestras

    consideraciones del plano del reconocimiento de los principios al planooperativo: del plano de lo que es vlido al plano de lo que es eficaz, paraajustar la realidad miserable (a la que deberamos llamar para ser justosirrealidad) del perodo histrico en que vivimos, a la realidad autntica.

    El camino a seguir (repetimos) debe ser ste: rgida firmeza en loesencial y mxima elasticidad sobre el plano funcional.

    Hemos indicado ms arriba lo que se debe retener comoesencial. Hemos considerado la necesidad de descubrir un plan al cualatenernos slidamente y el estilo que debemos cultivar. Hemos sostenido elprincipio segn el cual nuestra accin poltica debe desarrollarseesencialmente y articularse en la bsqueda de hombres cuyas tendencias,vocaciones y carcter estn prximos a nosotros. Gentes que tengan lamisma idea del Estado que nosotros. En el presente, a esta coalicin dehombres (que no podemos crear pero que debemos reconocer y tonificar)que han escogido luchar en el mundo de las democracias burguesas, a esoshombres que rechazan como extrao a su estilo una equvoca funcin dedevocin intelectual, debemos proponer un objetivo definido de lucha: ladestruccin del mundo burgus. Es decir, que debemos convencerles de queel mal representado por la sociedad burguesa es incurable: que ningunaterapia es posible, que en lo sucesivo una operacin quirrgica no sera taneficaz, que es preciso acelerar la hemorragia e inhumar el cadver.Debemos persuadirles de que no se puede edificar en tanto an queden lasruinas; que la premisa fundamental para construir el verdadero Estado es lademolicin de las formas residuales de los regmenes burgueses.

    Ciertamente habr perezosos, ingenuos e incapaces, aquellos que

    exigirn garantas para luego sobre el control de las reacciones queseguirn a la desaparicin de los regmenes burgueses. Aquellos que temenel salto en la niebla (y que se creen, evidentemente, en posesin de laverdadera luz) consideran posible utilizar la cola para sujetar y prolongar,de una manera u otra, este orden periclitado con el auxilio de vagoscorrectivos.

    A stos, debemos responder que no es el momento de ponerahora el discurso del despus. El discurso del despus se presenta comoreal en la medida en que se puede prever un mtodo riguroso para el

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    despus alejados de soluciones mesinicas. El discurso sobre el mtodo deldespus debe ser solamente con referencia a las situaciones concretas que

    aparecern, es decir, sobre hiptesis histricas. Aqul que est persuadido(y se trata de convicciones viscerales) de que la destruccin de la sociedadburguesa implica forzosamente la fundacin del Estado (o bien de formasasociativas diferentes) proletario, puede solamente merecer elreconocimiento que conviene a los idiotas y a los superficiales. ste se havuelto siempre, sin tener conciencia de ello, cmplice de las fuerzas quepretenden hoy perpetuar el equilibrio burgus; sin querer comprender que

    justamente es ahora cuando el equilibrio burgus tan slo tiene dos siglos devida, cuando ms claros son los sntomas que demuestran que ha entrado enuna fase crepuscular y que est a punto de agotar su capacidad deexistencia.

    Sin embargo, no es hacia ellos, sino hacia otros compaeros deamino a donde dirigimos nuestra atencin: hacia aquellos que hancomprendido perfectamente que burguesa y proletariado son las dosresultantes (o las escorias, para ser exactos) de un proceso nico resultantede la descomposicin del Estado orgnico; que ambos representan las doscaras de una misma moneda; que ambos constituyen realidadesinterdependientes; que han deducido que proletariado y burguesa senecesitan entre s, uno frente al otro con relacin al consenso que garantizael equilibrio de esta sociedad y que ni burguesa ni proletariado podrsobrevivir disociado del otro; que la cuestin social ha aparecido justocuando la burguesa (convertida en clase en el estricto sentido de la palabra)ha constituido su propia dictadura; que el mundo antiguo y las formas deorganizacin del Estado que nacieron en esta poca conocieron la riqueza yla pobreza: pero que a todos les estaba reconocida la dignidad de hombres,mientras que las sociedades y los tiempos modernos no conocen sinoexplotadores y explotados: y que todos viven bajo la esclavitud del dinero.

    Es fatigoso repetirlo, pero si la repeticin puede convenir a

    nuestra explicacin, repitmoslo: burguesa y proletariado son doselementos que se integran el uno en el otro: uno llama al otro; slo unadiferencia de orden cuantitativo separa a uno del otro. Y nosotros, sirechazamos destilar el sudor de aqul que trabaja para sublimarloseguidamente y producir vapores de incienso, tampoco queremos sostener yexaltar las glndulas que segregan esos sudores.

    Las soluciones que nosotros proponemos concernientes almtodo a adoptar, sern indicadas en el captulo siguiente. Se limitan,voluntariamente, a determinar los elementos de la organizacin del Estado,

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    es decir, a considerar la realidad del Estado en uno de sus momentos: el dela reglamentacin de las relaciones elementales de vida entre los

    ciudadanos.Entre las orientaciones que seguirn y las indicacionesprocedentes, representativas de lo que hemos definido como la realidad delEstado verdadero, hay una coherencia orgnica, que puede parecerparadjica por el hecho de que quiera adoptar una estructura por as decircomunista y, simultneamente, sostener el valor del Estado orgnico y elorden jerrquico. Por el contrario, para nosotros jerarqua no tiene el sentidode oligarqua; Estado orgnico no significa libertad para los burgueses yexplotacin para los proletarios; y que el orden no est determinado por elequilibrio de consumo que ofrece el sistema burgus. Sucede que los dosltimos siglos de dictadura burguesa han pretendido hacernos comprenderque el deseo de riqueza material, la impulsin a la hegemona fundada sobrela riqueza de bienes, han sido los factores determinantes de las aberracionesinsoportables, de las situaciones alienantes, de las disminucionesenvilecedoras sufridas por los hombres.

    Anteriormente hemos afirmado que intentamos proponerorientaciones que sirven para definir las estructuras del Estado en uno desus fines: aqul que tiende a armonizar las relaciones econmicas entre losciudadanos y a ordenar la esfera de su socialidad (relaciones jurdicas,educativas, etc.). por otra parte, est hecho de que queramos considerarlocomo un objetivo, que no es ciertamente el primero entre los propios delEstado, sino que se justifica solamente en trminos instrumentales conrelacin a los fines dominantes: este hecho, justamente, demuestra elcarcter insostenible tanto de la acusacin de sincretismo ideolgico comodel reproche de aceptar las premisas igualitarias y colectivistas tpicas de lasdemocracias socialistas. El hecho de asumir criterios comunistas en elterreno de la concepcin de bienes materiales no significa adherirse a lascondiciones del socialismo marxista10.

    10 Aquellos que confunden comunismo y socialismo marxistaignoran evidentemente qu programas comunistas fueron enunciados conanterioridad a Marx y Engels. Slo en el mbito de la cultura europea y parareferirnos exclusivamente al pensamiento poltico de la Edad moderna ycontempornea, recordemos la Utopa de Thomas Moro y la Ciudad del Solde Campanella, proyectos polticos trazados sobre el modelo de la politeiaplatnica. Citemos, adems, las doctrinas de Morelly de Mably, la tentativade Babeuf por instaurar un comunismo autoritario, el ideal del falansterio

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    Las riquezas materiales (todas las riquezas materiales) deben serpropiedad del Estado, porque ellas sirven al Estado en su funcin

    organizadora; porque el Estado debe estar desligado de esaspreocupaciones, es necesario garantizarle que estar despojado de laprevaricacin que supone la detentacin de riqueza en manos de un grupooligrquico de poder econmico.

    soado por Fourier, la utopa icariana de Cabet. Abstraccin hecha de sus

    realidades prcticas, es innegable que ciertas civilizaciones tradicionales(como an hoy ciertas culturas primitivas) han estado caracterizadas, en elterreno socio-econmico, por una organizacin colectivista. Se replicarque las civilizaciones normales que se han ido sucediendo en la historiaeuropea durante la Antigedad y la Edad media, han atribuido unalegitimidad a la prosperidad personal incluso otorgando poca importancia allado econmico de la existencia. Se puede responder a esta objecinafirmando que estos ciclos, estn definitivamente cerrados; y nadie ha dichoque una nueva forma tradicional deba obligatoriamente mantener el tipo de

    organizacin econmica que ha caracterizado las formas precedentes. Porotra parte, Freda arroja luz sobre el hecho de que la propiedad privada, estjugando un papel capital en la existencia del mundo burgus, un papel biendiferente de aqul que tuvo en las civilizaciones clsicas o en la civilizacinmedieval. En el origen escribe Oswald Spengler-, haba bienes porquehaba poder. Hoy se es poderoso porque se tiene dinero. El dinero eleva alespritu sobre un trono. Democracia significa identidad perfecta entre dineroy poder poltico (O. Spengler, La decadencia de Occidente). La propuestapor Freda slo puede ser comprendida como un remedio extremo a un malextremo.

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    LA ORGANIZACIN DEL ESTADO POPULAR

    Lo importante no es que una clase nueva llegue al poder, sinoque una humanidad nueva, al mismo nivel que las dems figuras de lahistoria, cubra con un significado propio, el espacio del poder. Para esto,hemos rechazado ver en el obrero la representacin de una clase nueva. O elobrero no es nada o es algo ms que todo esto: el representante de unafigura determinada, la cual obra segn sus propias leyes, siguiendo supropia vocacin participando de una libertad particular.

    O la vida del obrero es autnoma, expresin directa de su ser y,consecuentemente, soberana, o bien no ser otra cosa ms que el esfuerzopor asegurar una parte en el campo de los viejos derechos y de los placeresinspidos de una poca agotada.

    Para la organizacin del Estado popular, la eliminacin de lapropiedad privada bajo todas sus formas ser necesaria, las nicasexcepciones estarn representadas por los bienes de consumo individuales.

    La propiedad deber ser pblica exclusivamente y los bienesparticulares formarn parte del patrimonio del Estado.

    En el terreno de la produccin industrial, a la extincin de lasempresas privadas particulares seguir la aparicin de concentraciones deempresas diferenciadas y a nivel territorial, ya segn los objetivos deproduccin.

    En cada empresa industrial funcionar un Comit de Gestin deEmpresa que nombrar peridicamente al Comisario de Empresa con lasfunciones (deberes y poderes) de coordinacin de toda la actividad de laempresa.

    El Comisario de Empresa ser responsable de sus actos ante el

    Comit de Gestin y el Organismo Regional (Presidium Regional).En el mbito de la produccin agrcola, a la disolucin de laspequeas y grandes propiedades privadas actualmente existentes, sucederla construccin orgnica de concentraciones agrcolas territorialmentediferenciados segn las exigencias de produccin.

    Los trabajadores de la tierra constituirn el Comit de Gestin dela Concentracin. Este organismo nombrar al Comisario de laConcentracin con funciones anlogas a las del Comisario de Empresa.

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    En el mbito abandonado por lo que actualmente es definidocomo actividad de comercio sern formados Centros de Consumo

    territorialmente articulados, de forma que represente un lazo entre cadaunidad industrial y agrcola y los beneficiarios de ese producto de consumo.El funcionamiento de este organismo se har posible por la

    aplicacin de criterios anlogos a los indicados para la estructuracin de laempresa industrial y de la Concentracin agrcola.

    Las unidades operativas representadas por las empresasindustriales, las concentraciones agrcolas y los centros de consumo,articulados en unidades territoriales orgnicas convergern (al nivel de cadaregin) en el Presidium Regional, organismo que deber coordinar lasdiferentes actividades y garantizar el equilibrio funcional de la unidadregional.

    A nivel nacional funcionar el Presidium Poltico de Estado,donde los miembros sern elegidos por los diferentes presidiums regionales.

    Peridicamente, el Presidium Poltico de Estado escoger alRegente del Estado. ste ejercer sus propias funciones coordinando laactividad de los comisarios de Estado (propuestos a la industria, laagricultura, el consumo, los asuntos financieros, la educacin popular, losasuntos extranjeros, la justicia popular, la milicia popular...).

    Los Comisarios de Estado, escogidos por el Regente del Estado,entre los que sern propuestos por el Presidium del Estado, tendrn tareasde vigilancia y de colaboracin con los comisarios de empresa, deconcentracin agraria y de centro de cada unidad territorial menor y con losmiembros de cada presidium regional.

    La poltica econmica del Estado popular estar guiada porcriterios esencialmente opuestos a aquellos en vigor en las presenteseconomas de tipo capitalista (economas de mercado). La actual relacinproduccin/consumo (en el que el carcter expansionista y patolgico de laproduccin suscita y multiplica de manera exasperante el consumo) ser

    completamente invertido con la atribucin de la funcin preeminente a laProgramacin de los Bienes de Consumo con relacin a la produccin.

    La misma relacin (oportunamente ms elstica y funcional enconsideracin del objetivo a alcanzar) valdr como referencia para laactivacin de los cambios en el extranjero.

    Asuntos Financieros. El pluralismo de los institutos bancarios(actualmente en vigor en las economas de tipo capitalista) ser eliminado.

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    Ser constituida una Banca del Estado (bajo la direccin delComisario de Estado para los asuntos financieros) con la tarea de garantizar

    el equilibrio funcional de la economa del Estado popular en cada sector dela produccin, del consumo y de los intercambios con el extranjero (esevidente que la funcin asumida por la Banca del Estado no toma ningncarcter de crdito).

    La banca estatal emitir la moneda del Estado cuyo poderadquisitivo estar exclusivamente garantizado por la riqueza econmica delEstado popular.

    Educacin Popular. Hay que decir ante todo que esta expresinno representa en absoluto- los caracteres humanistas-clasistas-cientficosde los que est infectada la educacin al uso en los pases en los que dominala clase burguesa.

    La actual estructura escolar italiana ser destruida sin reservas niexcepciones. Los ttulos acadmicos sern abolidos.

    El criterio rgido y constante de direccin al cual deberadherirse el Estado popular en este mbito de actividad puede resumirse porla frmula siguiente: La escuela como preparacin para el trabajo. Unavez eliminadas las superestructuras humanistas y las sublimacionescientifistas, la escuela ser rigurosamente funcionalizada a fin de que laformacin escolar sea subordinada a las exigencias productivas del Estadopopular.

    En el Estado popular no habr lugar para la culturaintelectualista abstracta de tipo burgus. La escuela, consecuentemente,deber tomar una estructura diferenciada y elstica de forma que reaccioneinmediatamente a los impulsos que el Estado popular suscitar en ella.

    Una vez terminado el curso de estudios unitario y comn atodos, no estar permitido al estudiante particular escoger (arbitraria y

    egostamente) el tipo de estudios que le guste. Ser, por el contrario, elEstado popular el que determinar, en relacin con su propio equilibrioeconmico, qu nociones operativas debern ser conocidas por elestudiante miembro del Estado popular.

    En una pequea medida, la familia estar encargada por elEstado popular de cumplir las tareas educativas hacia los jvenes miembrosdel Estado popular.

    La constitucin de casas para los jvenes de ocho a veinteaos, complementarias a las unidades operativas econmicas territoriales

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    (empresas industriales, concentraciones agrarias, centros...) y elfuncionamiento de institutos semejantes para los miembros del Estado

    popular menores de ocho aos sern determinadas para alcanzarorgnicamente este objetivo.Los nacimientos de jvenes miembros del Estado popular sern

    rigurosamente programados en relacin al equilibrio funcional del Estadopopular.

    Justicia popular. La abolicin de la propiedad privadaprovocar la desaparicin de las formas de reglamentacin de las relacionesindividuales resumidas en lo que los burgueses llaman derecho privado.

    La administracin de justicia (dirigida concretamente a sufuncin de ordenamiento administrativo) estar dirigida exclusivamentehacia el castigo de los crmenes cometidos contra el Orden popular delEstado, bajo todas sus manifestaciones (crmenes cometidos contra lapropiedad pblica, contra la Constitucin Popular del Estado, contra elequilibrio de las relaciones individuales).

    La estructura y la composicin actual de la magistratura sernradicalmente abolidas. La justicia popular ser ejercida a un nico nivel de

    jurisdiccin (por un juez popular designado por cada unidad territorialmenor) por el Presidium Regional entre los que sern escogidos por loscomisarios de empresas, concentraciones agrarias y centros despus de unaproposicin de los comits de gestin correspondientes.

    El juez popular estar ayudado por un jurisconsulto, nombradopor el comisario de Estado para la Justicia Popular, experto en materia dederecho criminal y ser responsable de sus funciones ante los comits degestin y el Presidium regional. Ser obligatorio para cada miembro delEstado popular sealar los casos y las circunstancias en las cuales un juezpopular habr cometido crmenes en la administracin de la justicia popular.

    En circunstancias excepcionales, el recurso al Regente delEstado, estar permitido. Ningn acto (an no expresamente constatado)cuya naturaleza lesione el orden popular del Estado y por lo tanto criminal,quedar impune.

    Las penas consistirn en trabajos forzados; para los crmenesms graves contra el orden popular del Estado y la propiedad pblica lapena de muerte estar prevista.

    A la responsabilidad de los diferentes comits de gestin y de losdiversos comisarios de empresa va unido el deber de vigilancia y

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    prevencin, con el fin de que aquellos que pertenecen a su unidadproductiva no comentan crmenes. Consecuentemente, se infligirn

    sanciones proporcionales a todos los componentes de un grupo del cual unmiembro haya cometido crmenes contra el Estado popular.Este principio de accin proviene de forma coherente de la

    estructura misma del Estado popular, que no reconoce al individuo ningunarealidad autnoma, sino solamente a los cuerpos o unidades productivas enel seno de las cuales est constitucionalmente insertado.

    Asuntos exteriores. La denuncia del Pacto Atlntico y de suorganizacin militar as como la ruptura de relaciones que unen actualmentea Italia a las estructuras neocapitalistas (Comunidad Econmica Europea,etc.) deber provocar la insercin activa del Estado popular en la esfera delos Estados que rechazan aferrarse a la poltica de los bloques imperialistasde poder. El Estado popular trabar alianzas con todos los Estadosautnticamente anticapitalistas y favorecer con determinacin a nivelinternacional, a los movimientos de lucha contra el capitalismo y lascomplicidades revisionistas.

    Milicia del pueblo. En lugar de los diferentes organismos alservicio del Estado burgus (diferentes policas, ejrcito) ser constituida laMilicia del pueblo, orgnica y exclusivamente compuesta de voluntariosrigurosamente seleccionados para las diversas funciones.

    A la milicia popular le sern atribuidas tareas de vigilancia yprevencin (en el interior) contra el renacimiento de tendencias burguesas y,de cara al exterior, funciones de defensa del Estado popular y decolaboracin con los movimientos de lucha anticapitalista.

    Cada unidad territorial de la milicia popular estar coordinada

    por un Comisario de la Milicia nombrado por el Presidium Regional yresponsable ante el Comit de Milicias (compuesto por todos los milicianosde la unidad territorial) y el Presidium Regional del cumplimiento de susfunciones.

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    CONCLUSIONES

    El peor mal de Italia es an lo burgus: burgus/cura, burgus/campesino,burgus/obrero, burgus/seor, burgus