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RELATOS DE LA RIBERA DEL DUM­DUMLIBRO 1. LAS AVES

Fernando Polo Elías

Zitrivi ediciones

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Agradezco la paciencia y apoyo que mis amigos y familia hantenido conmigo y con este proyecto de Zitrivi Edicionesespecialmente a Araceli, Kiko, hermano y madre, Guillermo yLola, Fernando y Luis.

Idea original y fotografía: Fernando Polo ElíasMaquetación, correcciones y montaje: Araceli y Kiko

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2014 Zitrivi ediciones

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Todo empezó con una huida de la ciudad. Era una huidanecesaria por todas las circunstancias que estábamos viviendo.

De buenas a primeras y en pocos días el paisaje habíacambiado totalmente, de una urbe de alrededor de un millón dehabitantes a una zona boscosa junto a un río justo en el corazón deun parque natural reserva de la biosfera. De un piso con todas lascomodidades en un bloque en el centro de la ciudad a poco más queuna cabaña con agua de pozo y una pequeña placa solar que nosabastecía los pequeños electrodomésticos.

Nuestro nuevo paisaje visual, cuando nos despertábamos, era,ahora me atrevo a decirlo, simplemente apabullante.

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No podíamos imaginar que nuestra manera de pensar tendríaun antes y un después a consecuencia del traslado de casa.

Aprendimos con la experiencia que muchas cosas que nosvienen dadas fácilmente en la ciudad, según el caso, necesitaban deun esfuerzo para que existieran, según el lugar donde se vive. Hablodel agua que sale del grifo o la electricidad que nos permite muchascomodidades y algunas veces excesos. El agua, como dije, laobteníamos de un pozo y con una pequeña bomba, que seestropeaba demasiado a menudo, la subíamos a un depósito sobrela casa. En invierno, algunas veces, no muchas, las tuberías sehelaban y entonces la cosa se complicaba. La electricidad proveníade una pequeña placa solar cuya precaria instalación nos dejabaalgunos días con luz de vela. La cocina y el frigorífico eran de gas,por lo que la bombona de butano había que cargarla a mano desdedonde se podía acercar el coche a la casa, alrededor de unos cienmetros.

Con el contacto con la Naturaleza aprendimos a valorar lascosas básicas pero muy importantes que nos rodean, y también nosenseñó a decrecer en nuestras necesidades y desechar muchascosas superfluas.

La cabaña estaba situada en una pequeña cañada entresuaves cerros, recorridas por un pequeño río que nacía a poco másde un kilómetro. Un bosque de rivera delimitaba una parte de la zonade huerta y frutales donde en un extremo se situaba la casa. Trasésta una zona boscosa de alcornoques y encinas se perdía entreempinadas y pequeñas lomas, frente a la huerta un pequeño montede castaños. La población más cercana era una aldea que estaba aunos dos kilómetros y tenía aproximadamente cincuenta habitantes.El cerro que se divisaba sobre la copa del pequeño bosque de riveraa poco más de dos kilómetros estaba repleto de encinas,alcornoques, robles y olivos.

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Hasta ese momento mi afición y conocimiento de las aves eranprácticamente nulos. No era consciente de la biodiversidad queabarrotaba este lugar.

Pronto me llamó la atención la variedad de pequeñas aves decolores que nos rodeaban. Esto me condujo a reactivar mi viejacámara de fotos de carrete que llevaba meses, no me atrevería adecir cuántos, en su funda. Descubrí, sin saber nada sobre ello, queraro era el día que no fotografiaba un ave distinta. Algunas eran másdescaradas y otras más tímidas, trinos, cantos y silbidos poblaban elbosque. Rápidamente me compré una guía de aves de la zonaporque la diversidad que fotografiaba era mucha y me intrigabaconocerlas. Mi sorpresa se convirtió en adicción y aprendizaje. Pocoa poco se iba creando también un mapa sonoro, de momentoinconexo, ligado a las coloridas fotos que obtenía diariamente.

Aunque la biodiversidad de aves en la zona era mucha,después con el estudio me enteré de que la cantidad en número deellas bajaba de una manera alarmante. El estudio y conocimiento dela problemática de las aves me condujo a conocer y colaborar comovoluntario con SEO/BirdLife en diversos programas de censos deaves comunes.

Alrededor de cien especies fotografiadas e identificadas,durante tres años sin salir de apenas unas hectáreas, menos de tresque tiene la cañada. El método que estuve usando para la fotografíade aves, y sigo usando, es un acercamiento pausado, con ropas nomuy coloridas cuando puedo y me acuerdo, junto a un árbol osentado en una piedra en silencio. Al cabo de diez o veinte minutos,que empezo a pasar desapercibido, aparecen, algunas vecesdurante décimas de segundos, y otras podemos tener la suerte defotografiar escenas y capturar instantes imprevisibles. Losencuentros con las aves son sin duda un regalo para mí, y aunque

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su visión puede durar solo unos segundos, merece la pena disfrutarde ese instante mágico.

Dado que lo que predomina allí es la zona boscosa conabundante matorral, las que abundan son pequeñas aves forestales.La identificación de éstas las realice en su mayoría por su canto yaque muchas son difíciles de ver, tarea que parece compleja pero conla práctica e interés y consulta se llega a conseguir.

A continuación contaré algunos contactos significativos conalgunas aves concretas que incentivaron el conocimiento de éstas.Contaré cronológicamente según sucedieron. Todas las experienciastuvieron lugar en la puerta de la casa o alrededor de ella.

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El caso del Colirrojo Real.....................................................13Papito y Papinse.................................................................. 17Hadas del bosque................................................................ 23Chochín y Chochina.............................................................27Picapinos Mediano, va a ser que no....................................33Águila Culebrera.................................................................. 37El Faisán, el pobre............................................................... 41

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EL CASO DEL COLIRROJO REAL

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Había leído en la guía que compré que el colirrojo real erauna de las joyas de la zona en la que vivía. Había realizado yaalgunas fotos con mi vieja cámara, pero entre mi poca práctica defoto rápida y el poco conocimiento de aves que tenía todavía nohabía arrancado con la captura fotográfica, casi diaria, que mepermitía la pajarera donde vivía.

Estábamos acostados todavía y recién despertados, cuando almirar al pequeño ventanuco de la habitación vi posado un rechonchoespécimen de panza y cola roja mirando hacia dentro. Me levanténervioso y fui corriendo a por la cámara a la otra habitación. Tropecéy casi caigo, debía sacarla de la funda, quitar la tapa y correr elcarrete ya que era analógica; por supuesto tenía que llegar a lahabitación sin que se hubiera ido, me dio el tiempo justo, clic­clac.

Allí estaba mi primer colirrojo real.

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PAPITO Y PAPINSE

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De todas las pequeñas aves forestales quizás el pequeño seralado que causa más afinidad y simpatía a todas las personas que lohan visto es el pequeño gordinflón de babero rojo, el petirrojoeuropeo.

Tuvimos una experiencia, quizás vital, con este pequeñopajarillo. Demuestra este ser un casi descaro con los humanos. Nole importa posarse cerca de nosotros y muchas de estas veces nosdeleita con cantos variados, aflautados y melancólicos.

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Observamos que nos visitaba muy asiduamente a la puerta dela casa un petirrojo. Con su descaro habitual se posaba a nuestravista cerca y muchas veces nos alegraba la existencia con suscantos. Después de algunas fotos notamos que el petirrojo seposaba en una sola pata y pensamos que era cojo. A partir de esaobservación pasó a ser un individuo más de nosotros, ya que alreconocerlo por su cojera le pusimos nombre. Elegimos uno de losnombres vernáculos que la guía daba a este pajarillo. Papito,papinse, tontito y periquito era los nombres que según la guía de lazona le daban comúnmente a esta ave. Nosotros elegimos Papito yle sumamos un apellido que lo distinguía de los demás, a títulocariñoso, Papito Parala.

Papito Parala nos acompañó durante algunos meses durantemuchas horas al día. Observándolo notamos que era un ave adultamás bien mayorcita.

Los petirrojos son unas aves bastantes territoriales y peleonascon sus congéneres. Observamos unas cuantas disputas entrePapito y los demás petirrojos por conservar el territorio del porcheque tenía la cabaña en su entrada.

Papito nos adoptó y nosotros a él. Las migas de pan deldesayuno y otras comidas se las poníamos en un rincón del porche yPapito daba buena cuenta de ellas.

Un día apareció un pequeño petirrojo joven, con su babero rojoincipiente, que rápidamente fue expulsado de la zona por Papito.Este jovencito repetía sus visitas y franqueaba las barreras, lógicas,de acercamiento a los humanos. Su juventud le hacía acercarse másde la cuenta y se ponía en la mesa con nosotros, a mi compañerallegó a picotearle los dedos de los pies. Estas visitas le llevaron atener su propio nombre: Papinse.

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Durante algún tiempo coexistieron Papito y Papinse connosotros, estábamos muy contentos. Papinse, descarado, se poníaen una silla o en la mesa por si le caía algo, Papito seguía por allí aalgo más de distancia y cada vez menos intentaba expulsar aPapinse.

Poco después de algunas semanas las tornas empezaron acambiar. Era Papinse el que se proponía expulsar a Papito. Vimosalgunas disputas donde Papinse se dirigía a Papito con ánimo deecharlo sin conseguirlo.

Ya empezaba a vislumbrarse en Papinse su babero rojo y cadavez su descaro y acercamiento a nosotros era menor.

Presenciamos una disputa en la cual Papinse parecíaamedrentar a Papito y este se fue del porche fuera de nuestra vista.Ya no volvimos a verlo más. Tuve la suerte de poder retratarle esemismo día.

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Papinse estuvo unos días más apareciendo hasta que dejó dehacerlo o al menos eso pensamos nosotros ya que no podíamosdistinguirlo de los demás petirrojos que aparecían de vez en cuando.

Estuvimos varios días tristones y reflexionandoexistencialmente sobre la disputa generacional de los petirrojosPapito y Papinse.

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HADAS DEL BOSQUE

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Al ir incrementando mi interés por la avifauna del lugar,adquirí una cámara réflex digital de segunda mano, era de unaamiga fotógrafa que había adquirido un nuevo equipo más moderno.Esta cámara me permitía realizar fotos de alta velocidad,característica que me abría un campo nuevo.

Era una mañana como otras, cámara en ristre me situaba endistintos rincones alrededor de la casa a la espera de aquellospequeños seres alados. Estaba junto al viejo muro que delimitabacon una antigua senda ya en desuso, en frente un bosque dealcornoques en una suave loma. Observaba, olía, escuchaba ysentía el latido del bosque a mi alrededor.

De repente a poco más de dos metros, un herrerillo común,fueron poco más de dos segundos, clic­clac, clic­clac, clic­clac, erami nuevo descubrimiento de foto a ráfagas a alta velocidad.

Cuando vi las fotos en pantalla grande en mi ordenador portátilme envolvió una romántica idea. Ya sabía de dónde procedía elmito‑leyenda de las Hadas del Bosque.

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CHOCHÍN Y CHOCHINA

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De todos nuestros pequeños vecinos que nos acompañabandurante nuestra estancia en el bosque destacaba uno por multitudde motivos.

Descaro y timidez a la vez, su reducido tamaño, su potentecanto y su cercanía a nosotros. Chochín, la segunda ave máspequeña de Europa, no sólo era nuestro habitual vecino,compartíamos algo más, la casa, más bien la puerta de la casa,pues anidaba en un pequeño hueco bajo el viejo dintel de madera. Eldueño de la casa nos comentó que ese nido llevaba allí muchosaños, no precisó cuántos, pero la casa­cabaña llevaba construidaalgunas docenas de años.

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La presencia de Chochín en principio era como la de losdemás pajarillos forestales, se dejaba ver o más bien escucharhabitualmente. Cuando llegaba la primavera la cosa cambiabaradicalmente, Chochín tomaba posesión literalmente de su nido bajoel dintel de la puerta de entrada. Parece ser que el macho de estaespecie, llegada la primavera, prepara varios nidos para distintashembras.

Sus entradas y salidas del nido nos causaba a ambos algunossustos, ya que coincidíamos sorpresivamente en la entrada, sus idasy venidas eran numerosas e imprevisibles. Pronto aprendimos apredecir sus entradas, ya que antes de entrar y al salir se posaba enuna rama o percha cercana de la puerta a emitir su potente canto,esa era su señal de las innumerables entradas y salidas. Siescuchábamos el canto sabíamos que por allí estaba eintentábamos divisarlo, para saber si entraba o salía de su casa, micasa, nuestra casa.

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Entre mitad de marzo y mitad de abril, sus entradas y salidaseran más numerosas, no sabría decir cuántas, 30 ó 40 veces al díaquizás, además había una invitada más, Chochina; ella observabadesde alguna percha algo más alejada y emitía de vez en cuando sucanto más débil que el de él, quizás de aprobación o no. Esteespectáculo primaveral me permitió realizarle algunos reportajesfotográficos y algunos vídeos caseros con el móvil, de sus entradasy salidas a la casa.

Empezamos a distinguir a él de ella, ya que él era másimpetuoso y decidido en sus acercamientos y entradas y salidas alnido, también cantaba más potente y descarado. Ella hacía multitudde intentos de acercamiento y entradas al nido de manerainfructuosa. El camino que seguían era pose en una percha cercanapara cantar, posteriormente se posaba en la cancela de la puerta,

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haciendo otro canto y a través de la cortina se colaba en su nido,cuando salía hacia lo mismo en sentido inverso. A ella, cuandollegaba a la cancela, se la notaba nerviosa y miraba a todos loslados, para al final muchas veces no atreverse a entrar y volatearfuera de nuestra vista. Llegado un día sus entradas y salidas dejaronde ser tan numerosas pero quizás más decididas por ambos.

Empezamos a notar barullo dentro del nido durante unos días,e incluso llegamos a ver algunas cabecillas asomarse por la entradadel nido que se divisaba desde dentro de la casa. Nunca llegamos acoincidir con el espectáculo de la salida del nido de los pollos,Chochín y Chochina no quisieron compartirlo con nosotros ybuscaron una hora en que quizás dormíamos.

No nos importó ya que comprendimos el compromiso quesupondría para ellos.

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PICAPINOS MEDIANO, VA A SER QUE NO

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Empecé mi primera colaboración con SEO, como voluntario,en el censo Atlas de Aves Invernantes de la Península Ibérica.

Llevaba algún tiempo enfrascado en mi afición, raro era el díaque no anotaba un espécimen nuevo fotografiado en el índice de laguía de aves de la zona.

Me entusiasmaba mi primera colaboración con la causa delestudio y conservación de las aves, me puse en contacto conSEO/BirdLife vía web y planteé mi interés en la colaboración.Precisamente para la zona donde vivía necesitaban un muestreopara el Atlas de Invernantes, así que no me lo pensé mucho. Asistí aunas jornadas de iniciación para la realización de censos y me pusea ello, posteriormente les mandé los resultados.

La zona donde vivía era una zona propicia para los picapinos,con alcornoques, encinas y robles melojos. El tamborileo de lospicapinos era muy fácil de escuchar, verlos era otra cosa, como lamayoría de aves son esquivas con los humanos, razón tienen.Orientados por el sonido del tamborileo se pueden buscar con losprismáticos o la cámara para intentar capturar una instantánea.

Pito real, pico picapinos, pico menor, torcecuellos y picomediano (eso creía yo) se solían escuchar y quizás ver con suerte.

Inicie mi primer censo con más individuos señalados comodesconocidos que como un ave concreta, pero de todas maneras losdías de trabajo de campo me encantaron y mi pequeña aportación ala causa estaba ahí. Mandé los datos de identificación a SEO y alcabo de algún tiempo se pusieron en contacto conmigo para

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hacerme notar que yo había identificado un pico mediano para elcenso, y me dijeron que era más bien poco probable por aquelloslares tan al sur en la península. Mi osadía se basaba en una fotorealizada durante el censo, y les dije que tenía foto del ejemplar.Cuál fue mi sorpresa que al revisar la foto con las guíaspormenorizadamente me di cuenta de mi error, era un pico menor.Les pedí disculpas por mi error y les comenté que pico mediano, vaa ser que no, era pico menor.

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ÁGUILACULEBRERA

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En muchos de nosotros queda en la memoria aquellasimágenes impactantes de TV donde Félix Rodríguez de la Fuentenos enseñaba cómo un águila se tragaba una serpiente entera ydespués la regurgitaba a sus pollos en el nido para que se lacomieran, impresionantes imágenes donde las haya.

Al mediodía suelen verse grandes rapaces planeando en lazona donde vivía. Busardos ratoneros, águilas calzadas y águilasculebreras eran quizás las grandes rapaces más numerosas denuestros cielos, al menos por aquellas sierras eran las máshabituales de ver. Casi siempre vuelan a gran altura llevados por lascorrientes térmicas de aire, pero algunas veces podemos verlas másbajas o incluso oteando desde alguna percha de algún gran árbol.

Eran aproximadamente las tres de la tarde cuando estabaesperando a mi compañera que estaba a punto de llegar a casa. Yoesperaba cámara en ristre, por supuesto, bajo la sombra de un árbolen el porche, cuando observé una gran sombra cerca de mí en elsuelo, miré hacia arriba y a pocos metros allí estaba, impresionante,el águila culebrera a tiro de mi objetivo, clic­clac.

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EL FAISÁN, EL POBRE

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Llevábamos unos días de tormentas primaverales, elambiente era húmedo en la sierra, ya que el invierno había sidopasado por agua.

Yo me estaba duchando cuando escuché a mi compañeraexclamar desde dentro de la casa “¿¡Hostia, qué es eso!?”.

“¿Qué pasa?”, dije yo.“¡Un bicho muy grande en la huerta!”, exclamó ella.“¡Hazle una foto!”, dije yo.Clic­clac, clic­clac.Cuando salí de la ducha la vi asomada al ventanuco que

teníamos mirando a la huerta.“Se ha escondido tras los arbustos”, dijo.“Veamos la foto”, dije. “¡Esto es un faisán!”, exclamé

asombrado.“Algo así me imaginé yo”, dijo ella.“Impresionante”, pensé, “un faisán en la huerta, ¿cómo habría

llegado allí?”. Busqué en las guías cómo se desenvolvía estaespecie en estos lares. Leí que el faisán fue introducido en Europaen la edad media como ave de caza, sólo existía asilvestrado ennuestro continente en el Cáucaso.

Procedía de alguna cacería y se había salvado de ella, peropor lo visto no es capaz de sobrevivir ni criar. Rara vez duranalgunos meses cuando se escapan de las cacerías.

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Pensamos, el faisán, el pobre.

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Este libro se terminó de componer en Carmona (Sevilla) parapublicación electrónica el 23 de septiembre, día del equinoccio de

otoño del año 2014.

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