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    POTICAS DEL ESPECTRO

    TRABAJO DE GRADO PRESENTADO POR JAVIER ARTURO ARTEAGA P. PARA OPTAR EL

    TTULO DE GRADO EN DOCTOR EN ANTROPOLOGA

    ASESOR: DR. CRISTBAL GNECCO.

    DOCTORADO EN ANTROPOLOGA

    PROGRAMA DE ANTROPOLOGA

    FACULTAD DE HUMANIDADES

    UNIVERSIDAD DEL CAUCA

    POPAYN

    2012

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    Ustedes desaparecieron a mi hijo, ahora encuntrenlo.

    Doa Nelly. Puerto Ass, Putumayo.

    El espectro es espritu, participa de l, procede de l precisamente

    porque le sigue como su doble fantasmal.

    Jacques Derrida. Espectro de Marx. El Estado de la deuda, el

    trabajo del duelo y la nueva Internacional, p., 143

    En los pases totalitarios todos los lugares de detencin dirigidos

    por la Polica quedan convertidos en verdaderos pozos del olvido

    en los que las personas caen por accidente y sin dejar tras de s los

    rastros ordinarios de su antigua existencia como un cuerpo y una

    tumba. En comparacin con esta novsima invencin para hacer

    desaparecer a la gente, el anticuado medio del asesinato, poltico o

    comn, resultaba desde luego ineficaz. El asesino deja tras de l un

    cuerpo, y aunque trate de borrar los rastros de su propia identidad,

    no tiene poder para borrar la identidad de su vctima del recuerdo

    del mundo superviviente. La operacin de la Polica secreta, por el

    contrario, se encarga milagrosamente de que la vctima nunca haya

    existido.

    Hannah Arendt. Los orgenes del totalitarismo, p., 529.

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    Presentacin.

    Dado que, si en las ciencias del hombre sujeto y objeto

    necesariamente se identifican, entonces la idea de una ciencia sin

    objeto no es una paradoja juguetona, sino tal vez la tarea ms seria

    que en nuestro tiempo queda confiada al pensamiento.

    Giorgio Agamben. ESTANCIAS. La palabra y el fantasma en la

    cultura occidental, p., 11.

    El trabajo que a su consideracin se presenta se llev a cabo en Puerto Ass-Putumayo,

    entre el mes de febrero del 2011 y el mes de mayo del 2012, mediante entrevistas a madres

    de personas desaparecidas y, en algunos casos, a personas que han trabajado en la

    reconstruccin o conservacin de la memoria de las desapariciones en esta ciudad. Y se

    encontr al menos con dos cuestiones: la primera, cmo rastrear, tal como lo propone

    Agamben en el epgrafe, la relacin que la ciencia o la antropologa o la filosofa poltica-

    habra establecido entre sujeto y objeto en el momento especfico en el que el objeto falta,

    falla o no est ah donde creemos que est? En nuestro caso particular, cmo llevar a cabo

    una investigacin precisamente ah donde el desaparecido o el Estado no est, no se

    encuentra, no se verifica; no se ubica o se localiza en un lugar estable? Por lo tanto, cmo

    llevar a cabo una etnografa del espectro o del Estado cuando es el espectro quien falta,

    falla a la presencia? En otras palabras, qu hacer cuando el objeto de investigacin una

    vez puesto en frente, a la vista, da de modo imperceptible la vuelta y toca al investigador;

    tanto que desde entonces no puede sino acceder a esta suerte de potica que a l le es

    implcita? La segunda, cmo evitar que en la reconstruccin del acontecimiento por parte

    del investigador, tanto la carga sintomtica que subyace a la voz del sobreviviente como el

    carcter intempestivo del evento no sean instrumentalizados por el Estado y hasta por el

    mismo desenvolvimiento de la investigacin? Cmo mantener al interior de un discurso

    acadmico esto que Veena Das ha denominado la memoria del acontecimiento sin que la

    voz del experto apague y apacige precisamente el trauma que el evento inflige por igual a

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    la presencia encriptada del Estado que a la presencia idiomtica de lo dicho? Estas dos

    cuestiones procuran desplegar esto que en el proyecto de investigacin se habra propuesto

    como objetivo de la investigacin, a saber: mediante qu mecanismos el desaparecido

    revierte el carcter tautolgico de la representacin del Estado o el sobreviviente invierte la

    capitalizacin del sufrimiento a la que el terror lo habra inducido en el duelo.

    Una suerte de etnografa del espectro plantea, en efecto, la carencia del objeto, y, con ello,

    la falta o ausencia de identificacin entre el sujeto y el objeto. Plantea, por ende, la

    sustraccin del objeto a la presencia, su espectralizacin. En verdad, la sustraccin del

    objeto a la presencia no es una condicin sin ms para una etnografa del espectro:

    asegura la condicin de inaccesibilidad del espectro preciso ah donde el deslizamiento que

    su ambivalencia mimtica produce limita la misma representacin o el discurso

    autoritativo. Sin embargo, aqu se instala el o uno de los riesgos que una investigacin de

    este tipo le presenta a quien entre en su terreno, el o uno de los riesgos que Homi Bhabha lo

    avizora respecto al poder colonial, esto es: la ambivalencia del mimetismo o la produccin

    mimtica como estrategia por medio de la cual el poder colonial o del Estado- da lugar a

    una proliferacin de objetos inapropiados que no slo le aseguren su fracaso

    estratgico, sino que por ello mismo el poder se constituye en parecido y amenaza.

    Como si la emergencia de lo colonial dependiera para su representacin de una

    prohibicin estratgica, la ambivalencia, la produccin, la economa mimtica se

    transforma en una incertidumbre que fija al sujeto colonial como una presencia parcial,

    incompleta y virtual1 que asegura para el Estado, para los discursos de autoridad el choc

    por medio del cual el espectro desde entonces queda supeditado a una suerte de

    1 BHABHA, Homi. El lugar de la cultura. Trad. de Csar Aira. Manantial, Buenos Aires, 2002, Ps. 112-113.

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    mercantilizacin gracias a la cual el terror asedia, confisca y fija al sobreviviente; el choc

    gracias al cual el terror por su parte habra constituido su carcter intangible.

    Si hay una etnografa del espectro, si esta etnografa es posible, entonces ella tendr que

    vrselas con la inversin tanto de esta apropiacin, digamos, de lo inapropiable, con este

    clculo de lo inapropiado que lleva a cabo el terror como con esta inversin que se produce

    en el momento mismo del choc, la inversin por la cual esta especie de mercantilizacin del

    espectro que el Estado lleva a cabo a travs de la ambivalencia mimtica queda suspendida,

    asombrada si se quiere, chocada tambin ella por la destruccin del valor de uso y de la

    inteligibilidad tradicional que estaba en el origen de la experiencia del choc. Se tratara,

    por lo tanto, de restaurar en la inasibilidad misma un nuevo valor y una nueva autoridad2.

    La restauracin de lo inasible, la experiencia del choc, en tanto extraamiento que sustrae el

    espectro a su uso y a su inteligibilidad tradicional, destina el sobreviviente a la

    reconstruccin del sntoma a travs del trabajo arcaico de su memoria. Mejor: la

    restauracin de la inasibilidad del espectro, el desobramiento del choc al interior de la

    circulacin mimtica que del espectro propone el Estado, delnea tanto la suspensin de su

    despliegue esttico como el carcter actual del trauma al interior mismo de un trabajo

    nemotcnico histrico, sucesivo, lineal. La reinscripcin del carcter inasible del espectro

    que el sobreviviente lleva a cabo en el trabajo de memoria es de carcter traumtico e

    imaginal.

    Una etnografa del espectro da cuenta de este desajuste que el choc o el trauma produce al

    interior de la historia, de la memoria y de la misma narracin, y es por ello mismo

    traumtica. El trauma no la atraviesa, por consiguiente, como un elemento ms: la

    2 AGAMBEN, Giorgio. ESTANCIAS. La palabra y el fantasma en la cultura occidental. Trad. de Toms

    Segovia. PRE-TEXTOS. Valencia, 1995, p., 88.

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    reinscribe a ella tambin en su actualidad, esto es, tanto en un trabajo de memoria arcaica

    como en el maleficium que el trauma deviene para un discurso autoritativo, normalizado y

    normalizador. Evoca los textos o los testimonios no a la manera de un ladrn que ha

    robado la voz de otro, sino a la manera de quien se da en prenda a las palabras de este

    otro3. Esta puesta en prenda de la etnografa del espectro es, en efecto, el mecanismo por

    medio del cual la memoria del acontecimiento se inscribe.

    ***

    Dos problemas parece plantear Veena Das respecto a esta inscripcin de la memoria del

    acontecimiento en el texto etnogrfico: cmo las estructuras conceptuales permiten darles

    voz a las vctimas sin que con ello nos distancie de la inmediatez de su experiencia; o,

    por el contrario, cmo en la memoria de un acontecimiento, tal como se organiza y se

    consagra por parte del Estado, precisamente se oculta a la vista la forma en la cual el

    acontecimiento puede haberse experimentado por la propia vctima. El texto en extenso

    afirma:

    El discurso del profesional, aun cuando hable por cuenta de las vctimas, parece carecer de las

    estructuras conceptuales que permitan darles voz. No estoy sugiriendo que la experiencia de la

    vctima pueda hablarnos de manera clara y directa, sin verse mediada por la reflexin

    intelectual. Lo que quiero sugerir, sin embargo, es que las estructuras conceptuales de nuestras

    disciplinas de la ciencia social, el derecho, la medicina- conducen a una transformacin del sufrimiento elaborada por los profesionales que le quita su voz a la vctima y nos distancia de la

    inmediatez de su experiencia. En la memoria de un acontecimiento, como se organiza y se

    consagra por parte del Estado, slo puede reconocerse la voz del experto, que con el tiempo

    adquiere un cierto tipo de permanencia y oculta a la vista la forma en la cual el acontecimiento

    puede haberse experimentado por la propia vctima. Esto no quiere decir que la experiencia de

    3 DAS, Veena. Lenguaje y cuerpo: transacciones en la construccin del dolor. Trad. de Magdalena Holgun, en, Sujetos del dolor, Agentes de dignidad. Veena Das. Francis Ortega Editor. Pontificia

    Universidad Javeriana-Instituto Pensar, Universidad Nacional de Colombia-Sede Medelln y Sede Bogot.

    Santa Fe de Bogot, 2008, p., 347.

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    la vctima desaparezca del todo: algunos acadmicos han defendido en los ltimos aos que las

    construcciones alternativas de un acontecimiento puede mantenerse vivas en las narrativas

    familiares y que pueden incluso penetrar en la esfera pblica. Sin embargo, la cuestin de

    cmo se introduce la censura en las narrativas familiares, sobre todo frente a acontecimientos

    dolorosos, al igual que las cuestiones acerca de las formas narrativas disponibles en una cultura

    para la transmisin de ese tipo de acontecimientos mnemnicos, apenas ha comenzado a

    plantearse. Es fundamental el problema acerca de si el dolor destruye la capacidad de

    comunicar, como muchos han argumentado, o si crea una comunidad moral a partir de quienes

    han padecido el sufrimiento4.

    La primera cuestin seala una de las preguntas que nos plantebamos al comienzo de esta

    presentacin, a saber: cmo evitar que en la reconstruccin del acontecimiento por parte

    del investigador la carga sintomtica que subyace a la voz del sobreviviente no sea

    instrumentalizada por el mismo desenvolvimiento de la investigacin? Cmo las

    estructuras conceptuales, a travesadas por los testimonios de los sobrevivientes, dan cuenta

    de una actualidad del sntoma o del trauma preciso ah donde el trauma se ha sustrado por

    esencia a la posibilidad conceptual de lenguaje? E inversamente, puesto que la

    administracin y produccin del sufrimiento por parte del Estado no puede desprenderse de

    una actualizacin y control del trauma, por tanto, de la conformacin de una comunidad

    advenida por el dolor compartido, incluso comunicado, consensuado, es posible pensar

    que las estructuras conceptuales al dar cuenta de la memoria del acontecimiento estn ya o

    desde ya inscritas y contagiadas, contaminadas por el maleficium sintomtico del que ellas

    pretender dar cuenta y razn? Por consiguiente, inscritas ya tanto en la economa

    mimtica del espectro como en lo indecible, lo residual de los testimonios de los

    sobrevivientes? Y as como una posible etnografa del espectro restituira al desaparecido

    su inasibilidad original, la tarea de las estructuras conceptuales no consiste en restituir el

    testimonio a su relacin original con un resto, relacin que es despus de todo, ciertamente,

    4 DAS; Veena. La antropologa del dolor, en, Sujetos de dolor, agentes de dignidad. Trad. de Carlos F.

    Morales y Juny Montoya. Francisco Ortega (Ed.). Pontificia Universidad Javeriana-Universidad Nacional. Santa Fe de Bogot, 2008, ps., 410-411.

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    la memoria del acontecimiento? Y si, despus de todo, una etnografa del espectro no es

    ms que un texto puesto en prenda a la ambivalencia mimtica del espectro, a la relacin o

    suplantacin del testimonio en su condicin de resto, esto es, de lenguaje potico, una

    potica del espectro no habra tenido que reinscribir precisamente la memoria del

    acontecimiento al interior de un discurso normativo, normalizador, disciplinario si se

    quiere, organizado y calculado por el Estado? Por lo tanto, una potica que no slo torne

    disfuncional el clculo de la violencia que el Estado lleva a cabo a travs del sufrimiento

    administrado sino tambin la supeditacin de la violencia potica al duelo?

    Ciertamente, slo podemos comprender los poderes del lenguaje colocando la violencia

    del signo potico dentro de la amenaza de la violacin poltica5.

    ***

    La palabra o el concepto potica sostiene tanto la postura mimtica del Estado, esa postura

    en la que efectivamente el Estado se representa y produce discursos de verdad a partir de

    esta representacin, como la postura por la cual el espectro abre o por el contrario clausura

    esta representacin en la que el Estado se torna mstico y mtico a la vez. En cierto sentido,

    Del espritu, el fantasma, el espectro. El desaparecido da cuenta de una deficiencia de

    mimesis que es inherente al espectro y lo constituye; de una deficiencia, por lo tanto, que

    precipita el espritu a su condicin barrosa. Da cuenta de una obsesin de imagen por parte

    del espectro preciso ah donde el Estado recurre a la imagen, al modelo y a la idea para

    hacer de la mimesis no slo el acto potico por medio del cual transforma en artefacto la

    5 BHABHA, Homi. El lugar de la cultura. Trad. de Csar Aira. Manantial, Buenos Aires, 2002, p., 82.

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    imitacin sino que adems la torna en su operacin fundamental. Pues, no habra sido as,

    mediante esta actitud mimtica, mediante esta operacin o fabricacin de la

    comunidad sobre la base de su propio modelo cmo el totalitarismo se desprende o se

    aparta de un rgimen autoritario para alcanzar la abolicin de la distancia y la soledad del

    sujeto, la condicin misma del pensamiento del sujeto, con este obramiento insensato que

    se rebela y redobla en un suprasentido6? Y no habra sido por ello mismo esta obsesin

    de forma, esta obsesin de imagen propia del espectro precisamente la obsesin que abre la

    autofundacin del totalitarismo, la autorealizacin del Estado a un sobrante inasimilable de

    imagen, de forma en el que se sostiene la potica del espectro?

    En este sentido, la potica del espectro marca la suspensin de la manifestacin perpetua en

    la que se sostiene la potica del Estado y la sustitucin perpetua en la que sostiene el terror

    al desaparecido. Marca la parlisis de la mimesis en el momento en que el terror somete a

    un intercambio sin fin o sin trmino la figura del espectro, la parlisis de la mimesis en el

    momento en que el terror instrumentaliza el artefacto mimtico para apropiar o

    transapropiar la obsesin de imagen propia del desaparecido. Cmo de otra forma el

    terror podra conjugar el mundo de la luz y del fenmeno inherente a la circulacin

    mimtica del espectro con el mundo terroso y ontolgico inherente a la falta de figura o

    imagen a la que apela el terror en la fosa comn o en la tortura? Y ms todava: puesto que

    es indispensable para el terror conjugar esta fenomenologa del espritu con la

    ontologizacin de los restos, entonces cabe suponer que una economa mimtica es

    indispensable e inseparable de la acumulacin y capitalizacin de los restos en el duelo.

    6 ESPOSITO, Roberto. Confines de lo poltico. Trad. de Pedro Luis Ladrn de Guevara. Trotta, Madrid,

    1996, p., 159.

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    Parlisis de la mimesis. Sacrificio mimtico da cuenta de esta operatividad mimtica que

    el Estado lleva a cabo en la circulacin mimtica del espectro y el trmino del despliegue

    mimtico del Estado en la figura y la imagen del hroe, cuyo sacrificio por la idea de estado

    hara efectivo.

    Polticas de la conjuracin, por su parte, intenta pormenorizar en esta correspondencia

    entre economa mimtica y ontologa de los restos que el terror lleva a cabo en la

    conjuracin del desaparecido o en las exequias de los muertos. Mientras en la conjuracin

    el terror administra y controla de la muerte la carga orgistica que subyace a los muertos, al

    desaparecido, mientras en esta suerte de exorcismo o trada a la luz de los muertos que

    constituye la conjuracin, el terror determina el atesoramiento del espectro por parte del

    sobreviviente mediante la administracin de la carga potica que le es inherente, las

    exequias hacen parte de una comunidad al muerto o al desaparecido y dotan de conciencia

    universal al sobreviviente. Si con las exequias el Estado salva del carcter indistinto de la

    naturaleza al muerto, y as recupera para la inmanencia de la comunidad el hiato que esta

    separacin habra constituido, mediante la conjuracin el Estado disuelve la singularidad

    del sobreviviente en la magia sicodlica esencial a la potica del espectro, y as conjura del

    desaparecido su carcter imaginal. El carcter imaginal del desaparecido da cuenta del

    asedio o frecuentacin del espectro a la representacin cerrada y criptolgica por la cual el

    Estado se autofundamente como maleficium y poeisis. Al carcter continuo, historial o

    causal al que responde esta autofundacin del Estado, el carcter imaginal del desaparecido

    responde con la suspensin de la continuidad, de la historia, por lo tanto, de un trabajo de

    memoria y archivo que le es esencia al trabajo histrico.

    El carcter imaginal del espectro es, en este sentido, la puesta en escena misma del trauma

    de la memoria, pero tambin del lenguaje-, la puesta en escena que sustrae el trauma a la

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    capitalizacin e instrumentalizacin que hace de l el Estado, bien desde el momento en

    que ste dispone de la carga energtica que subyace al trauma, y as evita la organizacin

    eficaz de una memoria colectiva, o bien en la desnaturalizacin de la violencia que el

    Estado habra llevado a cabo mediante la representacin. La representacin de la violencia,

    tal como la habra pormenorizado Foucault a partir de Hobbes y Schmitt a partir de la

    figura del amigo y del enemigo, desnaturaliza la guerra, aplaza la guerra, pero slo con

    vistas a potencializarla a travs del camuflaje. El camuflaje mantiene unidos los elementos

    y los estamentos de la sociedad slo a condicin de generar al interior de ella y al interior

    mismo del espacio domstico la irritabilidad inherente a la sustitucin mimtica de la

    indistincin. La irritabilidad del Estado, esto que define tanto la guerra como el sistema

    nervioso de la sociedad, recobra para la inmanencia de la comunidad la singularidad que se

    habra separado del todo. No es, pues, un elemento de ms: determina la reinscripcin del

    sntoma y del trauma dentro de la sociedad; determina la incorporacin, apropiacin del

    trauma justo ah donde su puesta en escena, su representacin, habra permitido al

    sobreviviente invertir esta instrumentalizacin del trauma por parte del Estado. La

    reinscripcin del trauma. La fbula del estmago analiza este incremento de hostilidad

    que el Estado administra y controla mediante el camuflaje y la irritabilidad; pero al mismo

    tiempo analiza la incorporacin del trauma que el sobreviviente hace a travs de la metfora

    y la representacin; una suerte de incorporacin del trauma justo ah donde el Estado pide e

    induce a su capitalizacin precisamente a travs del cuidado de la muerte y de sus muertos.

    El cuidado de la muerte avizora sobre esta instrumentalizacin de la carga orgistica de la

    muerte a partir de su anticipacin. Avizora la manera cmo el Estado administra y controla

    la muerte, y la carga orgistica-mstica que subyace a ella. En realidad, el Estado controla

    y anticipa la muerte slo en la medida en que instrumentaliza la carga orgistica-mstica

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    que le es esencial a la muerte. El movimiento por el cual el sobreviviente permanece en el

    perpetuo avance hacia los recuerdos del desaparecido o hacia los restos del difunto no

    habra tenido quiz otro fin. El pensamiento que piensa la muerte y la administra es

    tambin la tcnica por medio de la cual el Estado calcula al interior de la polis su esencia

    incalculable. Calcula lo incalculable, incorpora a su episteme, al cuerpo mismo del Estado,

    esta carga mgica sin la cual la muerte, los muertos, los desaparecidos no asedian. La

    incorporan, pero al hacerlo, el Estado queda atado a aquello que cuida, controla y

    administra. Como el sacerdote a la bruja, como el sicoanalista a la magia que intenta

    conjurar, el Estado queda atado y asediado al maleficium del espectro que en el cuidado de

    la muerte por parte del sobreviviente cree controlar. Y como la bruja, el desaparecido

    asedia por igual al Estado que le sigue y al sobreviviente que lo cuida:

    El cuerpo embrujado, como saben, se caracterizaba esencialmente por dos rasgos. Por una

    parte, el cuerpo de las brujas era un cuerpo totalmente rodeado o, en cierto modo, beneficiario

    de una serie de prestigios, que unos consideran como reales y otros como ilusorios, pero poco

    importa. El cuerpo de la bruja es capaz de transportarse o ser transportado; puede aparecer y

    desaparecer; se vuelve invisible y, en ciertos casos, invencible. En resumen, lo afecta una

    especie de transmaterialidad. Lo caracteriza, igualmente, el hecho de que siempre es portador

    de marcas, que son manchas, zonas de insensibilidad, y constituyen algo as como firmas del

    demonio. Es el mtodo por el cual el demonio puede reconocer a los suyos; a la inversa, es

    igualmente el medio por el cual los inquisidores, la gente de la Iglesia, los jueces pueden

    reconocer que se trata de una bruja. En trminos generales, el cuerpo de la bruja se beneficia,

    por un lado, con los prestigios que le permiten participar en el podero diablico y, por

    consiguiente, escapar a quienes la persiguen, pero, por el otro, est marcado, y esa marca ata a

    la bruja tanto al demonio como al juez o al cura que van a la caza de ste. Est atada por sus

    marcas en el momento mismo en que sus prestigios la exaltan7.

    Esta doble inscripcin que relaciona al espectro con la bruja ata al Estado a lo que habra

    querido atar, atesorar, capitalizar. La capitalizacin del espectro es indudablemente

    inseparable tanto de esta suerte de incorporacin de la carga mstica que subyace al muerto

    o al desaparecido, es inseparable de una puesta al servicio del Estado de la potica

    7 FOUCAULT, Michel. Los anormales. Trad. de Horacio Pons. Fondo de Cultura Econmica, Buenos

    Aires, 2007, p., 197.

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    inherente al espectro, como de la circulacin a la que est abocado desde entonces el

    desaparecido. Para ser ms exactos: la instrumentalizacin de la carga orgistica del

    espectro que el terror lleva a cabo a travs de la circulacin o sustitucin perpetua del

    desaparecido es inseparable de la capitalizacin del muerto o del espectro que lleva a cabo

    el sobreviviente en el duelo. La relacin e interdependencia que Marx habra establecido

    entre atesoramiento de capital y circulacin de mercancas se cumple de alguna manera

    aqu con la interdependencia que la economa mimtica del espectro tiene con la

    acumulacin del capital, del muerto, del espectro por parte del sobreviviente en el duelo. A

    la circulacin del espectro, al deseo insaciable de ubicar, consignar su cuerpo en un lugar y

    hasta en una figura determinable, corresponde la retencin del recuerdo del espectro o los

    restos del muerto por parte del sobreviviente. Capitalizar al muerto seala, entonces, la

    transformacin del muerto o el espectro en capital, incluso ah donde nada dispone el terror

    para atesorar o acumular. Esta apropiacin por desposesin, tal como la habra acuado

    Harvey, no slo obliga al sobreviviente a retener con ms ahnco los restos del muerto:

    obliga tambin a su localizacin y a la localizacin del espectro o del muerto en un lugar

    determinado.

    Consignacin e inscripcin del muerto procura dar cuenta de esta suerte de politizacin

    que el terror lleva a cabo al interior del espacio domstico del hogar; la politizacin del

    dolor que habra impedido, de acuerdo a la aseveracin de Taussig, la organizacin eficaz

    de la memoria colectiva en el espacio pblico de la ciudad. Por ende, no slo

    atesoramiento del muerto en la circulacin perpetua del espectro por parte del superviviente

    sino consignacin o domiciliacin de ste en la fortaleza interna del hogar, donde anidan

    como huevos pesadillas que impiden cualquier reaccin frente al terror. En un movimiento

    que a primera vista se muestra paradjico, el terror politiza al superviviente y el espacio

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    privado del hogar justo en el momento en que el pariente del difunto o del desaparecido

    renuncia a cualquier tipo de exterioridad. En un movimiento que a primera vista se muestra

    paradjico, el terror desaparece al sujeto, lo deja sin un lugar asignado, slo porque en esta

    domiciliacin el sobreviviente consigna por igual al desaparecido. La diferencia que

    algunos activistas de familiares de desaparecidos en Puerto Ass habran establecido entre

    muerto y desaparecido, a saber: que de un muerto uno sabe que all est, en ese lugar se

    encuentra, en cambio para las personas que no han tenido la oportunidad de recuperar el

    cadver... ha sido un dolor doble: perder el ser querido y no poder tener el cadver para

    poderle dar una sepultura8, no slo confirma la ambivalencia de la consignacin o la falta

    de domiciliacin del desaparecido: seala la induccin por medio de la cual el terror ordena

    al sobreviviente dar caza, y por lo mismo, lugar o domicilio, al espectro que amenaza del

    Estado su tranquilidad tautolgica; y con ello, una suerte de cuidado o archivo, un trabajo

    de memoria y padecimiento justo ah donde el sobreviviente se apropia o hace suya la

    ubicacin del espectro.

    En efecto, la consignacin es inseparable de un trabajo de memoria y archivo del muerto o

    del espectro. El trabajo de memoria; el archivo tendra por fin dar cuenta tanto de esta

    consignacin del espectro, y del superviviente con l, como del funcionamiento mecnico

    de la memoria que empecina al sujeto en el recuerdo de un evento. Esta mecanizacin de la

    memoria supedita ya no la mimesis al duelo sino el duelo a la economa de la retribucin

    propia de la venganza. La venganza deviene funcional para el Estado en la medida en que

    un trabajo hiperblico de la memoria en el duelo, sostiene, ata quiz, el superviviente al

    mundo de los restos. Esta falta de distancia de la muerte respecto al mundo de los restos

    8 Doa Leticia. Activista de familiares de desaparecidos en Puerto Ass, Putumayo.

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    llena de significacin y sentido la venganza y le da autonoma al sujeto para su propia

    muerte. En la soberana que alcanza el sujeto con la autonoma de su propia muerte,

    alcanza la soberana igualmente el Estado. Esta relacin y correspondencia que el suicidio

    establece entre un Estado y un sujeto soberano no es slo especular: es la forma o el

    mecanismo por medio del cual el Estado mantiene vivo el recuerdo de los muertos; la

    forma o el mecanismo por medio del cual el Estado asegura el buen funcionamiento de la

    memoria viva al interior de la organizacin de una memoria colectiva. Cmo, de otra

    manera, el Estado, el terror o el terror de Estado, se habra permeado respecto a un mal

    funcionamiento de la memoria, del alzahimer, aqu donde la falencia de la memoria

    precisamente abre el archivo a su propio lmite o traba el trabajo nemotcnico de la

    memoria? En el alzahimer, el olvido deviene el resto inasimilable para el Estado y el

    espectro que en l reverbera transforma en ruinas de imagen la representacin tautolgica

    en la que el Estado se autofundamenta y la condicin eidtica en la que el espritu

    permanece. En el alzahimer, el espectro toca por igual al superviviente que al espritu y al

    Estado. Este mal es por lo tanto su condicin. La condicin de la memoria y del archivo.

    La condicin tambin del lenguaje, ah donde el testimonio de los sobrevivientes habra

    sido equiparado a los discursos de verdad que institucionaliza los estamentos del Estado.

    Del testimonio analiza esta produccin de verdad por medio del discurso en la que se ha

    enmarcado el testimonio por parte de los estamentos del Estado. Si el poder produce la

    verdad, y en esta generacin de verdad se sostiene; si en el momento en que falte un

    discurso de verdad, su produccin, falta tambin el poder o ste desfallece, se hace

    necesario entonces que el testimonio de la vctimas de desaparecidos no slo estn bajo la

    tutela de la verdad y la verificacin, sino que ellos tambin, por su parte, digan la verdad,

    produzcan la verdad, aun a sabiendas que para el familiar no hay constatacin o

  • 16

    verificacin posible que d cuenta del desaparecido. Reducido por ello a una funcin en el

    testimonio, el sobreviviente se petrifica en el lenguaje, se ejemplifica, accede a la condicin

    de libreto. Este ser idiomtico, el ser petrificado en el lenguaje, slo puede ser dicho, nada

    ms que dicho, incluso ah donde el Estado lo eleva y al desaparecido con l- a categora

    de hroe en la figura de la vctima. Qu habra sido sino los cantos celebratorios al

    sufrimiento, al sobreviviente y al mismo desaparecido, sino una manera de monumentalizar

    esto que de otro de modo excede el lenguaje, la funcin misma del sujeto en el lenguaje

    para instrumentalizar y domesticar la fuerza del decir propia del lamento en un sentido y

    significado propio de lo dicho en el testimonio? Ciertamente, el testimonio habra

    instrumentalizado el sntoma o el trauma que subyace an en el lamento, que persiste en l

    como su fuerza inabordable para cualquier tipo de canto celebratorio o de oda. El lamento

    pide menos y arriesga ms: pide la fbula y la prosopopeya preciso all en el lugar donde la

    muerte asume el rol de personaje para el terror. Preciso all donde la muerte asume el rol

    de personaje para el terror, la prosopopeya, ese artificio de la retrica que hace aparecer a

    los muertos y los muestra presentndose y pronunciando discursos9, retorna el sntoma al

    lamento y devuelve al testimonio a su posicin de resto. La palabra potica es la que se

    sita siempre en posicin de resto, y puede, de este modo, testimoniar10.

    9 RICOEUR, Paul. Vivo hasta la muerte. Seguido de fragmentos. Trad. de Horacio Pons. Fondo de Cultura

    Econmica, Buenos Aires, 2008, p., 45.

    10 AGAMBEN, Giorgio. LO QUE QUEDA DE AUSCHWITZ. El archivo y el testigo. HOMO SACER

    III. Trad. de Antonio Gimeno Cuspinera. PRE-TEXTOS, Valencia, 2000, p., 169.

  • 17

    Parte I. Fenomenologa del espectro.

    Aqu me pasaba muchas veces, en Santo Domingo, en el Ecuador

    yo lo soaba. Yo muchas veces lo soaba. Hubo una vez que me

    so, me despert soando que me deca, mam me dieron; o sea, que me lo mataban. Entonces yo me despertaba gritando que no

    me maten a mi hijo. Que no lo maten. Llor, llor hasta medio

    da. Les habl a mis hijos, le habl a mi esposo, les dije que haban

    matado a mi hijo. Otra vez, so a mi hijo en una cantina, lo so

    en una cantina, y s, me despert y sal a buscarlo, sal a buscarlo, y

    cuando sal a buscarlo me dicen, doa Sonia por aqu mir a su hijo, por aqu mir al Canelo. S- les dije- yo me so que por aqu estaba mi hijo, por eso vengo a buscarlos. Lo busqu y lo busqu por all todo el da y no lo encontr. Ya a lo ltimo mis

    hijos me escondieron las llaves y en las noches echaban llaves a las

    puertas para que yo no saliera porque yo oa un tiro a medianoche y

    sala. Entonces ya me escondan las llaves, las puertas las

    encontraba cerradas. Y entonces chillaba. Y no era slo llanto,

    sino eran gritos, con desespero porque as se pone uno, as se pone

    uno.

    Doa Mara. Puerto Ass, Putumayo.

    El mimetismo es, entonces, el signo de una doble articulacin; una

    compleja estrategia de reforma, regulacin y disciplina, que se

    apropia del Otro cuando ste visualiza el poder. El mimetismo, no obstante, es tambin el signo de lo inapropiado, una diferencia u

    obstinacin que cohesiona la funcin estratgica dominante del

    poder colonial, intensifica la vigilancia, y proyecta una amenaza

    inminente tanto sobre el saber normalizado como sobre los poderes disciplinarios.

    Homi Bhabha. El lugar de la cultura, p., 112.

  • 18

    1. Del espritu, el fantasma, el espectro. El desaparecido.

    Del espritu slo podemos asegurar esto: no toca, no puede ser tocado; toca y es tocado por

    la mano del espectro. Esta falencia, tan original como fundamental para su constitucin,

    hace del espritu una presencia encerrada en s misma. Este encerramiento, que el Estado

    tal vez concreta o hace evidente - le da cuerpo-, le otorga su carga eidtica. Eidtica es la

    presencia gloriosa del espritu carente de cuerpo. Aun ah donde el Estado se habra

    constituido, de acuerdo a la aseveracin hegeliana, en el rastro del espritu en el mundo, aun

    ah donde el Estado presenta y representa esta ausencia como una totalidad, el espritu

    tiende a la separacin, al aislamiento. Se presenta slo a condicin de elevar a totalidad

    este ausentamiento. Slo a condicin de mantener en esta totalidad su pureza. Un espritu

    puro, glorioso ofrece solamente el indicador formal y vaco de una presencia enteramente

    encerrada sobre s. El cuerpo, el cuerpo del espectro, el espectro, por el contrario, abre

    esta presencia, la presenta, la pone fuera de s, la aleja de s misma11. El espectro es la

    deficiencia de la representacin cuando el espritu se sostiene en ella como totalidad. Es,

    ciertamente, la esencia fenomnica del espritu, pero ah donde el fenmeno habra

    dispuesto la cosa, el objeto, la materialidad del objeto y de la cosa al tacto, a la vista, a los

    sentidos. Ah donde el espritu se ofrece al tacto, no es el espritu quien toca: es el espectro.

    El espectro toca. De modo tan inesperado, con una levedad tan pesada que cuando llego a

    la casa me pesa, o cuando despierto me pesa. El peso del espectro proviene de su cuerpo,

    de su cuerpo como su propiedad. Slo un cuerpo toca. Toca y se va. No se ofrece a una

    presencia inmediata, a una inmediata propiedad, a la inmediatez de la apropiacin; por lo

    tanto, a una cierta naturalidad de la aprehensin y, con ello, a una cierta naturaleza de la

    11

    NANCY, Jean Luc. Noli me tangere. Ensayo sobre el levantamiento del cuerpo. Trad. de Mara Tabuyo y Agustn Lpez. Trotta, Madrid, 2006, ps., 76-77.

  • 19

    propiedad de la que el espritu hace uso en su identificacin mito-potica. Es el cuerpo del

    espectro quien zafa al sujeto de esta condicin esttica por la que el espritu, el Estado con

    l, establece una identificacin, una proximidad irreducible con un tipo, una idea. El

    cuerpo del espectro vaca la economa de la constitucin tautegrica del espritu con esta

    huida fundamental, y, a la vez, barrunta su constitucin eidtica con la esencia barrosa de

    su cuerpo.

    El carcter barroso del espectro, ese carcter por el cual el espectro aparece ms vivo que

    muerto, ms vivo si est barroso, ms limpio si esta barroso, abre la condicin eidtica

    del espritu, la condicin inmaculada del espritu a la escatologa del cuerpo. En verdad, si,

    como lo veremos, el espectro desdobla el espritu, si el espectro deviene el doble del

    espritu, por ende, su mal y el mal de la mimesis, no habra sido porque subsiste o persiste

    en el espectro un resto que la totalidad del espritu, el espritu totalitario, en fin, el espritu

    del totalitarismo no habra podido asimilar, incorporar a su cuerpo como a su totalidad

    orgnica? La esencia escatolgica del espectro deja siempre un sobrante, una plusvala y,

    con ello, abierta la puerta de la representacin -y de la tumba-. El carcter barroso,

    corporal del espectro abre la representacin del espritu y con ello, aparece nuevamente, re-

    aparece y, simultneamente, hace memoria de la muerte. Slo porque el espectro hace

    memoria de la muerte, la totalizacin de la vida, y de la muerte misma, que el Estado

    pretende organizar y administrar encuentra en la frecuentacin del desaparecido su peligro

    inasimilable. El espectro pesa por igual sobre el sobreviviente y el Estado. En la

    convocacin del muerto que hace el Estado al interior de la polis es este peso lo que intenta

    exorcizar, conjurar. Es, por lo tanto, este resto de muerte inherente al cuerpo, a la esencia

    barrosa del espectro lo que lo entrega a la des-aparicin:

  • 20

    Al principio yo les deca a mis hijos que no salgan, que no protesten; me daba miedo que

    tambin los desaparezcan. Pero eso fue en vano: salieron, salieron tanto que yo termin

    saliendo tambin con ellos. Al fin de cuentas, tocando a nuestros hijos, as sea en el nombre,

    nombrndolos, ellos viven, estn vivos, nos tocan. Es necesario que ellos nos toquen porque

    esa es la nica manera de no bajar la cabeza frente al Estado. Y nos tocan hasta cuando lo

    sueo; otras cuando lo confundo en la calle, despierta. Eso es terrible, porque eso a una le pesa.

    Cuando llego a la casa me pesa o cuando sueo me pesa; pero prefiero eso a tener que olvidar

    su muerte, su cuerpo. Hay veces, incluso, que llega barroso pero limpio. Ms limpio si esta

    barroso; ms vivo si est barroso; ms mi hijo si est barroso. Mi hijo en las calles se me

    presenta barroso; en los sueos est barroso; a veces me llama, a veces lo sueo y me llama,

    pero siempre barroso. Y me alegra tanto verlo as, barroso, porque si no estuviera as, barroso,

    yo no viera a mi hijo, yo no recordara su desaparicin o su muerte, si es ya difunto [Doa Ligia. Madre y activista de desaparecidos en Puerto Ass].

    Esta condicin barrosa o corporal del espectro no es, sin embargo, una condicin sin ms o

    una condicin exclusiva de l. El espectro aparece ciertamente en el cuerpo, como el

    cuerpo: un sustituto, un artefacto del muerto y del espritu mismo; desnaturaliza por igual al

    espritu y al muerto, pero al hacerlo, difumina, disemina, si se quiere, el cuerpo mismo. Lo

    torna, por lo tanto, ms abstracto; ms abstracto cuanto ms corporal es; ms corporal

    cuanto ms espiritual deviene. E inversamente: ya que es condicin del espritu advenir

    slo en el cuerpo del espectro, una cierta carnalidad, un resto de carne persiste an en su

    aparicin. El devenir-espectro del espritu, esto que define quiz al fantasma, no sucede sin

    esta intensidad en la aparicin, sin esta intensidad que predispone la presentacin del

    espritu, la supedita, al retorno del espectro. El retorno del espectro, aquello que va a

    definir su frecuentacin, define tambin el carcter intensivo de la representacin, desde el

    momento en el que el re determina de la presencia su ahuecamiento, la avera en su

    funcionamiento.

    En efecto, la frecuentacin, el carcter intensivo del espectro, ahueca la presencia; la

    ahueca de tal modo que la saca de su inmediatez, que es como decir, suspende la

    representacin en su estatus de copia, imitacin; desnaturaliza la representacin, ah donde

    la representacin habra sido la puesta en juego inmediata de un sentido, una idea, un

    modelo, un paradigma. Por el espectro, la representacin se abre, se dobla y se divide.

  • 21

    Respira. El espectro, el carcter intensivo del espectro, su frecuentacin, dota a la

    representacin, y con ella al espritu, del pulmn, y del corazn, que hasta entonces careca.

    La expone, o mejor, la cosifica, le da cuerpo y materia; la dota del cuerpo y la materia que

    hasta entonces careca. La experiencia del cuerpo, la experiencia barrosa del cuerpo del

    espectro habra que medirse aqu con esta exposicin sin recurrencia al original o sin

    recurrencia a la inmediatez del ser-puesto-ah. Cmo, de otra manera, el espectro

    deviene la deficiencia del espritu y de la mimesis sino es precisamente porque al

    representar, al des-aparecer el espectro, la representacin del espectro, su representacin

    presenta lo que est ausente de la presencia pura y simple? Cmo de otra manera habra

    que pensarse el vaciamiento de la presencia sino es porque en la recurrencia a la presencia,

    el devenir que define la frecuentacin del espectro, esto es, el re de la representacin, dota

    al espritu de un cuerpo tanto ms carnal cuanto ms abstracto deviene, o, por el contrario,

    ms abstracto cuanto ms carnal se torna? El devenir-espectro del espritu no slo se

    supedita desde ya a la intensidad o la frecuentacin del espectro: al hacerlo, queda

    supeditada la revelacin de su condicin eidtica, gloriosa a la presencia barrosa, corporal

    del espectro:

    La representacin es una presencia presentada, expuesta o exhibida. No es entonces la pura y

    simple presencia: no es, justamente, la inmediatez del ser-puesto-ah, sino que saca a la

    presencia de esa inmediatez, en cuanto la hace valer como tal o cual presencia. En otras

    palabras, la representacin no presenta algo sin exponer su valor o su sentido o, cuando menos,

    el valor o el sentido mnimo de estar ah frente a un sujeto

    Se sigue de ello que la representacin no presenta solamente algo que por derecho o de

    hecho est ausente: presenta en realidad lo que est ausente de la presencia pura y simple, su ser

    como tal, o incluso su sentido o su verdad. En este punto se forman los entrelazamientos, las

    paradojas y las contradicciones: en la ausencia que da el rasgo fundamental de la presencia

    representada se cruzan la ausencia de la cosa (pensada como el original, la presencia real y la

    nica vlida) y la ausencia en la cosa amurallada en su inmediatez, es decir, lo que ya nombr

    como el au-sentido [labsens], el sentido en cuanto no es justamente una cosa12

    .

    12 NANCY, Jean-Luc. La representacin prohibida. Seguido de La soha, un soplo. Trad. de Margarita Martnez. Amorrortu, Buenos Aires, 2006, ps., 37-38.

  • 22

    Pero lo otro resulta tambin dudoso: una presencia del espritu en el cuerpo, o como el

    cuerpo, que no deja margen a la invisibilidad, que se dispone y dispone todo cuanto

    encuentra a su alrededor, en el mundo; un mundo que pueda dejarse ver y hacerse presente

    en su totalidad, su verdad y su destino, y, por lo tanto, un mundo sin fallas, sin abismos, sin

    invisibilidad oculta. La representacin como hipotiposis, como puesta bajo los ojos y en

    escena, como produccin de la verdad in praesentia13, tiene al menos dos propsitos: dota

    al terror de la esencia esttica y gloriosa con el despliegue meditico de la presencia, y,

    segundo, en este despliegue meditico sin posibilidad de potencia, de permanencia o

    sustraccin, el terror niega a la vctima el recurso a la imagen en la que se concreta el

    verdugo. En el primero, busca esto que en el siguiente apartado hemos de tratar como uno

    de los puntos esenciales a la potica del terror: la eficacia meditica que esta hipotiposis

    lleva implcita en ella, la puesta a la vista del terror an y sobre todo all donde el terror se

    usurpa a la visibilidad; an y sobre todo ah donde el sujeto es apelado, inducido y sustrado

    a su visibilidad. All donde el terror se sustrae a la visibilidad cabe suponer que el efecto

    meditico de su presencia plena obra de forma silenciosa y con ms peligro an que en la

    puesta en escena de su despliegue meditico; all donde el terror se sustrae a la visibilidad

    cabe suponer que el efecto meditico de su presencia plena obra de forma silenciosa y con

    ms peligro an que en la puesta en escena de su despliegue mimtico. El terror no puede

    renunciar al despliegue mimtico que su cualidad meditica auspicia y complementa. No

    puede dejar de presentarse, an, repetimos, si su ausencia marca un alejamiento, an si en

    su alejamiento se ausenta, la representacin de la que hace uso el terror propende por una

    presencia, trabaja por presentarse. Este exceso de presencia de la representacin por parte

    13

    Ibd., p., 42.

  • 23

    del terror no constituye solamente la representacin, no apela slo a la representacin: se

    sobrepasa a s misma, y, justo all en el momento en que este sobrepaso se produce, la

    presencia del terror, su carcter esttico, espiritual se cumple.

    Llamemos a este exceso de presencia suprarepresentacin, la representacin cuyo objeto,

    intencin o idea se cumple ntegramente en la presencia manifiesta14; la presencia

    manifiesta cuyo fin ltimo y primero habra sido la implantacin de una imagen propia, de

    una imagen de lo propio, de lo puro, y la negacin en el otro del derecho a la imagen. Un

    gesto que no est lejos del gesto del verdugo preciso all donde ste niega -en la tortura, la

    fosa comn- a la vctima todo recurso a la imagen, a la figura. Para ser ms precisos: el

    terror deviene esttico, espiritual slo en la medida en que el verdugo aprehende imagen y

    figura en la usurpacin de la imagen y la figura de su vctima. La vctima es espectro no

    slo porque tiene, como dice usted, mltiples imgenes. El espectro es un muerto que no

    tiene imagen. Este vaciamiento de representacin del muerto, este vaciamiento que

    constituira al espectro, transforma la muerte en personaje, yqu personaje!, preciso en el

    momento en el que el espectro, el muerto y el moribundo se tornan por la accin amorfa de

    la muerte en la fosa comn una masa indistinta.

    En la fosa comn, ciertamente, el verdugo, el terror, usurpa de la vctima la imagen gracias

    a la cual l se eleva a su condicin eidtica. Esta elevacin, sin embargo, no olvida dos

    propsitos que hace posible esta constitucin: el uno, una suerte de re-apropiacin del

    carcter espiritual del terror a partir justamente del carcter barroso e indistinto de la masa

    amorfa que la muerte dispone en la fosa comn; una suerte de sacrificio del cuerpo y la

    figura del cuerpo a partir del cual la reconstitucin eidtica, espiritual del terror se hace

    14

    Ibd., ps., 45-46.

  • 24

    posible. No slo, pues, sacrificio del cuerpo, sino sacrificio de la figura en la devastacin

    del cuerpo a partir del cual el terror adquiere imagen y espritu. A esta suerte de

    apropiacin o reapropiacin del espritu en el sacrificio de la figura advenido en la fosa

    comn llamaremos en otro momento transapropiacin dialctica. El segundo propsito le

    es implcito al primero, y traza aquello que lneas antes habamos enunciado, a saber: la

    ejecucin en el cuerpo del otro de la representacin y, con ello, la clausura de la

    representacin, justo ah donde lo nico representable, la nica representacin posible es la

    representacin del terror en la figura del verdugo. Y ms an: puesto que no hay

    singularidad posible cuando slo el terror se hace posible en la figura del verdugo; por lo

    tanto, puesto que no hay un cuerpo, un muerto que haga factible una imagen, la

    singularidad del difunto, la fosa comn no slo acumula muertos, muertos indistintos en la

    acumulacin indistinta de cuerpos, sino tambin un arrumo de imgenes justo ah donde el

    cuerpo sin figura, el espectro, crea en los dolientes una obsesin por la imagen:

    -Aqu hay un lugar que el gobierno todava no lo declara fosa comn. Se llama Villa Sandra.

    Yo incluso he acompaado a algunas personas all. Hemos ido, pero no hemos encontrado

    rastro de nada. Ningn rastro. Como si nada hubiera pasado all. Todos sabemos que los

    paracos llevaban a la gente a torturarla all, pero ni rastro de nada. Las energas, como dice

    usted, se notan pesadas; se nota la pesadez de la muerte, de las energas de la muerte. Es lo

    nico que hay.

    -El nico personaje.

    -Y qu personaje! Ellos acabaron con todo. No se contentaron con torturar a la gente, con

    volver irreconocible sus cuerpos: tambin los desaparecieron. Entonces, qu cuerpo van a

    buscar sus familiares, qu imgenes van a contrastar o a comprobar?

    -La fosa comn deja hurfano de imagen al muerto, al espectro.

    - Claro! Por eso el espectro no es alguien que tiene, como dice usted, mltiples imgenes. El

    espectro es un muerto que no tiene imagen. Recuerdo, por ejemplo, que una seora a la que

    acompa a Villa Sandra tena ajustado entre las manos la fotografa de su hijo; preguntaba por

    l, mostraba su fotografa, como si fuera una prueba de que l existi, de que ella no se lo

    invent. Se lo mostraba a tal ms, a cual menos. Pero nada. Ellos acabaron con todo, hasta

    con eso [Don Arnoldo. Acompaante de familiares de desaparecidos].

    Sin embargo, no es inherente al espectro una cierta obsesin por la imagen que caduque o

    vace la obsesin por la imagen que tiene el Estado para su autofundacin? Una obsesin

    por la imagen que torne inoperante el despliegue del Estado en una Imagen, una Idea o una

  • 25

    Forma? Por consiguiente, la imagen que zanja, cesura o separa la correspondencia de la

    Figura o la Forma con una identidad, incluso la adecuacin de un discurso de verdad a

    formas de representacin ordenadas y clasificadas por el Estado? Qu habra sido,

    entonces, esta insistencia del Estado por procurar la semejanza del muerto con la imagen,

    esta insistencia por el reconocimiento del muerto en la figura sino un deseo de conjurar del

    espectro tanto su voracidad de forma, por la que la forma del Estado queda en suspenso y

    destinada desde ya a un exceso de mimesis, como, y tal vez por ello mismo, el maleficium,

    el mal de ojo que este exceso de mimesis habra constituido para la constitucin original,

    fundante del Estado en el obramiento de una Figura, una Imagen o una Idea?

    Se trata en el primer momento, ciertamente, de una insistencia del espectro en la imagen, de

    una voracidad de forma que la desborda, la des-figura y la promete as a una deficiencia de

    mimesis. El mal de la mimesis advenido al interior del obramiento mimtico del Estado,

    justo ah donde el Estado pide, inquiere o solicita al sobreviviente la identificacin del

    muerto en la imagen y, con ello, la permanencia del espectro en la figura. Y eso no se

    puede: un espectro no es un muerto. Al hijo muerto se lo entierra, pero un hijo

    desaparecido siempre est ah, en todas las formas, en todos los tamaos. El espectro

    renuncia a la imagen no porque carezca de ella o porque as se vuelva inasible, etreo, todo

    lo contrario: se establece en la imagen, su lugar es la imagen; la imagen testifica del

    espectro su permanencia y su partida, y por ello, la naturaleza por la cual el espectro slo

    deviene en fragmentos de imagen, en ruinas de imagen. Aquello que con Benjamin

    denominaremos una dialctica esttica (Dialektik im Stillstand), se cumple para el carcter

    imaginal del espectro al menos en dos sentidos: abre la Forma, la Figura en la cual el

    Estado se consolida como Idea y Espritu e interrumpe, suspende el carcter historial,

    sucesivo en el que este despliegue hacia la Forma se produce. En el despliegue del Estado

  • 26

    hacia la Forma, el espritu, o la presencia del espritu en la Imagen, se cumple, se

    manifiesta, se presenta. En la fulguracin del desaparecido en la imagen, el espectro

    reverbera. Si en esta manifestacin, en la que el espritu se resuelve como acto sin

    retraccin, como espectculo, l deviene a pesar de ello mtico o arcaico; en la fulguracin

    del desaparecido en la imagen la semejanza retrae el espectro a cualquier tipo de

    constatacin o acuerdo. Mientras el carcter mtico del espritu en la imagen prepara y

    justifica para el Estado la poiesis sin la cual ste no obra o se autofundamenta, la potica

    del espectro obra de modo diacrnico al interior de esta elaboracin mimtica.

    Esta diacrona, empero, no es la diferencia sin ms de la imagen respecto al muerto: esta

    diferencia se sostiene en el detalle, en la insostenible fugacidad del detalle: la misma

    forma de tomar cerveza, los mismos, pero los mismo gestos, y no era l Es parecido

    pero no es l. Ah donde el Estado adecua su conformacin mimtica a una Idea el

    carcter imaginal del desaparecido sostiene la semejanza a modo de diferencia

    imperceptible en el detalle. Como si de una semejanza no-sensible se tratara, como si la

    aparicin se sustrajera desde ya a la constatacin fenomenolgica de la presencia plena, por

    lo tanto, al requerimiento del dato y la comprobacin que las instancias del Estado solicitan

    (la fiscala quiere que una est segura, y eso no se puede, ninguna de las madres puede.

    De ninguna manera), el detalle remite la semejanza a la opacidad de la ausencia, la

    sostiene, no uniendo las dos veredas que el Estado parece unificar, sino ms bien

    separndolas en esta remisin de la semejanza a la diferencia. Despus de todo, qu

    habra significado una imagen, qu habra significado en particular una imagen del

    espectro, del desaparecido sino una suerte de declive por el que la adecuacin en la que la

    semejanza se totaliza, se torna plena, se abre a la simulacin, al operamiento del simulacro?

    La imagen simula el espectro, lo disimula: lo sustrae tanto a la quietud en la que la mano lo

  • 27

    sostiene para apropiarlo como a la imagen en la que el Estado lo sostiene para glorificarlo:

    ni espritu ni cuerpo, en la imagen el desaparecido deviene un espritu espeso. La imagen

    marca del desaparecido la precipitacin del espritu en el cuerpo. El detalle en el que se

    sostiene la imagen marca esta precipitacin:

    A m, por ejemplo, me preguntaban si haba visto a mi hijo, los de la fiscala me preguntaban,

    me decan si yo estaba segura; pero yo lo vea por todas partes, todava lo veo por todas partes.

    Qu puedo hacer! Todava lo veo por todas partes No puedo entonces estar segura de eso. Mi

    hijo est es desaparecido, no est muerto. Si estuviera muerto yo no lo viera, no lo confundiera.

    Yo recuerdo a mi hijo cuando veo su semblante en otra persona. Ni siquiera el semblante. Es

    parecido, pero no es l. Un joven llevaba una camisa igualita a la de l, pero no era l. Una

    verde, con rayas. Otra vez era una muchacho tomando cerveza por donde era el Choque: la

    misma forma de tomar, los mismos, pero los mismos gestos, y no era l. As, detalles. S, mi

    hijo se me aparece en otra persona, pero no es l. Es parecido pero no es l. Y yo cmo

    explico eso! Qu les digo a los de la fiscala, dgame usted, qu les digo! Yo tambin lo llamo

    cuando veo a alguien parecido a l; a todas las madres nos ocurre eso; a todas. Al hijo muerto

    se lo entierra, es duro pero se lo entierra; pero un hijo desaparecido siempre est ah, en todas

    las formas, en todos los tamaos [sonrisa] de todas las personas. Pero la fiscala quiere que una

    est segura, y eso no se puede, ninguna de las madres puede De ninguna manera. [Doa Clemencia].

    En el segundo momento, el exceso de mimesis, en efecto, torna la imagen en accesorio o

    suplemento de la identidad lograda, acabada del Espritu en el Estado. Desnaturaliza, por

    decirlo as, la constitucin natural, mimtica, la presencia manifiesta de la Idea en el

    Estado. No remite a la identidad salvo desplazando un origen y su concepto, por lo tanto,

    denegando el cumplimiento del Estado en la Imagen. En este sentido, la imagen, la imagen

    del espectro, el espectro mismo deviene una seal de ausencia, una prdida justo en el

    momento en el que el carcter espiritual del Estado le permite fundamentarse como

    totalidad gloriosa, justo en el momento en el que el espectro desdobla la constitucin del

    espiritual del Estado de modo, digamos, espontnea, natural. A este devenir espritu por

    parte del espectro en el desdoblamiento del Estado, por ende, a esta contaminacin barrosa

    del espritu por parte del espectro lo llamamos simulacro, y su lugar de accin, en tanto

    desdoblamiento del espritu, no puede estar sino en la repeticin.

  • 28

    El simulacro, la imagen en tanto artefacto y accesorio del espritu, desdobla el Estado pero

    slo a condicin de repetirlo hasta los tutanos. Semejante en este punto al fetiche, la

    operatividad mimtica del simulacro imita las formas de autoridad hasta el punto en el que

    las desautoriza15. En un gesto obsesivo que torna inapropiado e inapropiable la estrategia

    por la cual el Estado reconoce al Otro, identifica al Otro pero slo para reabsorberlo,

    involucionarlo dentro de su estructura tautolgica, el simulacro torna problemtica la

    demanda epistemlogica del conocimiento y la identificacin del Otro, y, por consiguiente,

    el acceso del Estado a una imagen de totalidad. Si el totalitarismo se habra sostenido en la

    presencia plena de la manifestacin del Estado en la imagen, y, con ello, en la

    identificacin del sujeto con ella, la imagen, el simulacro se torna una realidad liminal

    desde el momento en que desplaza y revierte la correspondencia que el terror habra

    establecido entre apariencia y realidad.

    La imagen nunca debe ser leda mimticamente como la apariencia de una realidad. Lo

    cual significa: el gesto mimtico que la imagen pone en funcionamiento apela a la

    repeticin slo a condicin de volver ambivalente su representacin: en la imagen, la

    representacin est espacialmente escindida y temporalmente postergada16

    . La deficiencia

    mimtica inherente a la imagen del espectro, del simulacro- no slo hace as problemtica

    la identificacin: ahueca la representacin misma, la torna asmtica, y justo ah donde la

    presencia parece que renuncia a la repeticin o a la reproduccin, justo ah, pues, donde ya

    15

    BHABHA, Homi. El lugar de la cultura. Trad. de Csar Aira. Manantial, Buenos Aires, P., 117.

    16 Para la identificacin, la identidad nunca es un a priori ni un producto terminado; es slo, por siempre, el

    proceso problemtico del acceso a una imagen de totalidad. Las condiciones discursivas de esta imagen

    psquica de identificacin se aclaran si pensamos en la perspectiva peligrosa del concepto de la imagen

    misma. Pues la imagen, como punto de identificacin, marca el sitio de una ambivalencia. Su representacin

    siempre est espacialmente escindida (hace presente algo que est ausente) y temporalmente postergado: es la

    representacin de un tiempo que est siempre en otra parte, una repeticin. Ibd., p., 72.

  • 29

    nada se promete a lo invisible, a la opacidad de la invisibilidad, donde todo est a la mano y

    dispuesta en la imagen, la imagen punza la presencia, deviene su estilete, la ahueca y

    sorprende as la representacin:

    La imagen es slo, por siempre, un accesorio de la autoridad y la identidad; nunca debe ser

    leda mimticamente como la apariencia de una realidad. El acceso a la imagen de la identidad

    slo es posible en la negacin de cualquier sentido de originalidad o plenitud: el proceso de

    desplazamiento y diferenciacin (ausencia/presencia, representacin/repeticin) lo vuelve una

    realidad liminal. La imagen es a la vez una sustitucin metafrica, una ilusin de presencia, y

    por lo mismo una metonimia, un signo de ausencia y prdida17

    .

    La imagen, el simulacro, el desaparecido hace espacio ah donde la potica del Estado

    dispone como espectculo la plenitud de la presencia en la imagen. Una potica que se

    fundamenta tanto en la produccin in praesentia como, lo veremos en el siguiente

    apartado, en un hacer que termina o comienza con la aprehensin del sujeto en su

    espectacularidad; con la aprehensin del sujeto tanto en el momento en que el Estado est

    puesto en presencia, en escena como en el momento en el que esta hipotiposis parece rehuir

    todo tipo de manifestacin. Nombra la apropiacin del sobreviviente sumido en s en la

    tristeza cuando el terror pone en circulacin la imagen del desaparecido en la ciudad o al

    interior del hogar, as como el mundo sin fallas, sin abismos propio de la escenificacin

    del Estado, del terror, del terror de Estado en la imagen.

    Este mundo, ciertamente, carece de invisibilidad oculta. Est puesto bajo los ojos y en

    escena: a la mano. La imagen, la representacin, la imitacin no slo es su instrumento:

    es su verdad y su destino. No puede estar sino presente en la imagen; hacerse en ella

    presente en su totalidad. Deviene novedoso, nuevo de manera perpetua, slo porque la

    idea de Estado, de Nacin- que imita hace posible la identificacin, inmediata y natural,

    del sujeto con la imagen. No es as, mediante esta identificacin del sujeto con la imagen,

    17

    Ibd., ps., 72-73.

  • 30

    cmo el Estado se mitifica y se mistifica a la vez? No es as, mediante esta mitificacin o

    mistificacin del Estado en la imagen cmo l deviene sagrado y secreto a la vez? Despus

    de todo, en qu habra consistido la hipotiposis, esto es, la puesta en presencia del Estado,

    el despliegue del Estado en un perpetuo acto, sino en la fetichizacin inherente a su

    mi(s)tificacin en la imagen? La eficacia meditica del Estado, entonces, esto que el

    espectculo nombra como su despliegue sin retraccin, sin posibilidad de potencia, no

    elimina el secreto, al menos, no elimina la involucin, el encriptamiento por el cual o en

    cual este carcter m(s)tico se hace posible y hace posible tambin la constitucin para el

    Estado de su imagen de totalidad. La eficacia meditica del Estado opera ah donde, por la

    imagen, puesto en la imagen, l deviene, de modo simultneo, actual y arcaico a la vez:

    Seguramente, se trata de eficacia meditica; pero ms an, se trata de un mundo que pueda

    dejarse ver y hacerse presente en su totalidad, su verdad y su destino, y, por lo tanto, de un

    mundo sin fallas, sin abismos, sin invisibilidad oculta. La representacin como hipotiposis,

    como puesta bajo los ojos y en escena, como produccin de la verdad in praesentia 18

    .

    2. Parlisis de la mimesis. Sacrificio mimtico.

    Lo potico, sin embargo, no nombra aqu la sola espectacularidad en la que el Estado o el

    terror se manifiestan: nombra tambin una suerte de accin, una suerte de hacer que

    termina o empieza con la aprehensin del sujeto por parte de esta espectacularidad.

    Nombra tanto la manifestacin perpetua que dota al terror de su magia sicodlica como la

    tristeza en la que el sujeto afectado por ella permanece; aun all donde el terror parece

    renunciar a esta magia renunciando a su aprehensin sustentada en la visibilidad, aun ah

    donde el terror habra solicitado del sujeto su no-visibilidad, el terror opera para el sujeto

    18

    NANCY, Jean-Luc. La representacin prohibida. Seguido de La soha, un soplo. Trad. de Margarita Martnez. Amorrortu, Buenos Aires, 2006, p., 42.

  • 31

    una suerte de maleficium ms fuerte an. Lo potico es en primer lugar, entonces, la

    presencia absoluta del terror que se juega y estructura incluso en su ausencia indeterminada,

    en el desobramiento que parece instrumentalizar el devenir de ausencia propio del espectro,

    desde el momento en que el sujeto es inducido al giro que abole del terror su

    manifestacin: stedes nunca miren al matn, nos deca mi mare, nunca le miren la

    caraCuando ustedes vean que matan a alguien delante de ustedes, ustedes volteen la cara

    y se acurrucan o se pegan contra la pared [Jorge. Funcionario de la alcalda de Puerto

    Ass].

    La induccin es aqu tanto una orden, una inyuccin como ese principio de apropiacin que

    se agencia en el giro del sujeto apropiado de s. No opera, pues, en esta apropiacin, y en

    ella ms que en cualquier otro momento, en ella ms que en cualquier otro lugar, la potica

    del terror, o el terror en tanto potica de la manifestacin espectacular de la presencia? Por

    lo tanto, no es en este principio de apropiacin de la muerte precisamente donde el mundo

    de la luz, de la imagen, de la visin se conjuga o se logra conjugar con este mundo

    subterrneo del pesar y del padecimiento? Y por consiguiente, no habra sido necesario

    revertir, invertir esta pesadilla, que se alimenta en el interior del sujeto, al interior del orden

    instituido de la ciudad a partir de una potica del muerto, de una potica del espectro?

    Potico sera, en segundo lugar, este maleficium que obra el espectro al interior del orden

    constituido de la ciudad. Y esta potica se despliega de dos maneras: la primera es

    justamente el maleficium que esta potica determina para la presencia sagrada del terror; la

    segunda, es cmo esta presencia o esta excedencia de presencia abre, sutura o agrieta la

    presencia tautolgica en la que el terror se resuelve. En el primer momento, el maleficium

    que entraa la potica del espectro apunta a esta capacidad de hacer surgir la cualidad

  • 32

    sagrada del poder del Estado y de desfetichizar su cualidad de fetiche19; apunta a

    contaminar el orden constituido e institucionalizado de la ciudad con el pensamiento

    intoxicado y onrico de la pesadilla del sujeto que el terror alimenta al interior del hogar;

    apunta no slo a una disposicin de la memoria individual dentro de una memoria

    colectiva, sino tambin a hacer posible la deconstruccin de una memoria colectiva

    organizada e institucionalizada, mediatizada incluso, por las fuerzas del Estado. Apunta, en

    definitiva, a disponer el resto irreductible del sntoma y del trauma dentro del orden salubre

    y sellado que ha dispuesto el terror. A esta persistencia del sntoma, del trauma, a su

    obsesin que los hace inasimilables tanto para el estado como para el mismo sobreviviente.

    A un peso, a un gravamen del espectro que se sustrae al valor justamente all donde del

    espectro se espera su ubicacin y su ubicuidad:

    Yo oa hablar a mi hijo por todas partes. Yo lo vea por todas partes. Lo segua. Yo una vez

    segu a un seor y se me desapareci. Yo lo vea por todas partes. Pero a donde yo lo quera

    encontrar jams lo encontr, que era en las iglesias, porque l era muy catlico, y yo dije de

    pronto se haya escondido en la misa. Eso es horrible, eso me tena traumatizada. Todos los

    domingos iba a la iglesia haber si lo encontraba. Eso es horrible. Entonces me fui de Puerto

    Ass al Ecuador. Yo deca que yndome de aqu se va mi trauma. Mentiras! All sigui mi

    trauma porque a m me pareca que l estaba all, si? Y yo lo vea y llegaba, me iba a esas

    cantinas a donde l saba entrar, a buscarlo, a preguntarles a las muchachas que eran amigas de

    l. Y no. No estaba [Doa Mara].

    En el segundo momento no es el sntoma o el trauma quien desestabiliza el (des)orden del

    terror, no es la constitucin del terror, el archivo al que da lugar lo que aqu se desestabiliza

    o se abre: es el juego mimtico en el que el terror se disuelve lo que se invierte, es la

    mimesis al servicio del duelo lo que se revierte. Si en un determinado momento hay una

    abertura de la mimesis, y con ello de la presencia, si en un momento determinado la

    presencia del terror se excede a s misma es porque esta excedencia y esta abertura son ellas

    19

    TAUSSIG, Michael. Un gigante en convulsiones. Trad. de Silvia Galpern. Gedisa, Barcelona, 1995, ps.

    166-167.

  • 33

    mismas la manifestacin por la cual o gracias a la cual el terror se adecua otra vez a s

    mismo. O por el contrario, si en un determinado momento el terror solicita y auspicia una

    potica del espectro, si el devenir de ausencia propio del espectro es instrumentalizado por

    el terror en el duelo es porque para l es indispensable que el muerto circule, deambule,

    mantenga el desorden con la semejanza que el espectro lleva implcita en l. Que el muerto

    aparezca, se muestre, se d a la vista; que en esta manifestacin, por ella, la lnea difusa

    entre realidad y sueo se consolide, que en esta conjuracin del muerto esta confusin se

    conserve: esta y no otra es la funcin aqu del terror. Sin embargo, la semejanza del

    espectro, la potencia de la mimesis del espectro radica justamente en su desfallecimiento,

    ah precisamente donde el espectro no coincide consigo mismo, como habra pretendido el

    terror al colocar en curso su juego mimtico, precisamente all donde la mimesis falla

    respecto a la adecuacin de la presencia a la imagen, precisamente all donde la imagen

    muestra un parecido en el cuerpo que se presenta. Es este desfallecimiento de la mimesis,

    la semejanza que le es inherente, el parecido que hace hiperblica la representacin, las

    razones o los motivos por los cuales la potica del espectro deja de supeditarse a la

    capitalizacin del duelo, y, por el contrario, lo disemina.

    El duelo que habra no slo capitalizado los restos del muerto, sino que los habra

    transformado en tesoro en el pesar, es abocado por el desfallecimiento de la mimesis a la

    sustitucin que l ha sellado. Si el atesoramiento que lleva a cabo el duelo obliga a una

    parlisis de la mimesis, a una concentracin de la presencia que se conjuga con la

    capitalizacin de los restos, el desfallecimiento de la mimesis introduce el parecido al

    interior de toda adecuacin representacional; si la potica del terror, del Estado habra

    previsto la adecuacin del espritu a la imagen y con ello habra construido su verdad

  • 34

    fabulada, el desfallecimiento de la mimesis, una mimesis deficiente introduce al interior de

    esta adecuacin el parecido que desde entonces obliga al capital al cambio:

    Yo la ltima vez que so a mi esposo, lo so y era como si estuviera despierta: estaba al lado

    de la cama, y me fue a dar la mano y yo le fui a dar la mano, y l no me la alcanz a dar, sino

    que se fue desprendiendo. Ese fue el ltimo sueo que yo tuve con l. Se fue como

    desprendiendo, como si se fuera. Yo al principio soaba mucho con l. Un da yo le coment a

    una seora que haba soado que l lleg, pero que tena un arma en la mano y cuando yo lo vi

    le dije, Ve, usted con esa arma!!. Entonces llegaba un viejito, bajito, de cabeza bien blanca, y que lo vio y que se fueran, que se fueran, y l no alcanz a decirme nada a m, y cuando yo

    volv a ver haba un tren, y ellos se montaron en ese tren. Y ese tren se vea lejos. Entonces, la

    seora que le cont el sueo me dijo que eso era la muerte, que el viejito de la cabeza blanca era

    la muerte. Yo no s si ser la muerte pero yo so eso. S, eso fue en un sueo. Pero un da,

    despierta, estando despierta, yo lo confund con un seor. Mi esposo era delgado. Entonces el

    seor estaba vendiendo ropa o no s qu y yo iba, y ese seor estaba vendiendo ropa, pero era

    idntico!, y cuando yo lo vi, le digo, Paulo?. Cuando ese seor me voltea a mirar y Pero idntico, y lo quedo mirando y l me queda mirando, yo le iba a hablar cuando lo quedo viendo

    y digo, no!, Paulo no es. Pero parecido [Doa Teresa].

    En cuanto determinada por el cambio, esto es, por una mimesis que no encuentra descanso

    en el horizonte de la adecuacin mimtica, la potica es el estado de potencia, por lo tanto,

    la parlisis de la mimesis misma all donde el cambio mimtico se ha puesto en marcha a

    perpetuidad. Pues, qu habra querido el terror, o mejor, en qu habra consistido la

    potica del terror sino en una actualizacin perpetua, que la mimesis parece llevar a efecto

    o que la constituye como su esencia ms ntima? Despus de todo, no habra consistido en

    esta actualizacin esencial a la mimesis, en esta falta de reserva, por decirlo de algn modo,

    el poder o el poder en tanto potica que se sostiene en la mimesis? Que el poder cambie,

    que sea actual, que se realice, que acceda, pues, a la sustitucin en el momento preciso en el

    que el espectro accede o es abocado a un cambio perpetuo: no es as como a la vez una

    potica del terror encuentra correspondencia y sustituto en una potica del espectro? Una

    mimesis sin parlisis, sin detencin, no habra sido as cmo el terror, el Estado hace vivir

    a los muertos en nombre de la muerte o conjura a los muertos en nombre de los vivos? La

    conjuracin de los muertos no habra tenido otro fin quiz sino ese: construir una potica

  • 35

    del espectro a partir del cambio a perpetuidad de la mimesis; remitir a una potica del

    espectro al sobreviviente, ah donde ste est impedido desde ya al freno de su sustitucin.

    Que lo llame, pues, que lo busque, que lo encuentre y que lo pierda; que el pariente lo vea

    al muerto venir, lo vea al muerto llegar; que lo vea el mismo en la figura de otro, que lo vea

    como otro en la figura del mismo, otra vez; hasta que el vivo levante a sus muertos, hasta

    que el muerto despierte a los vivos:

    Al principio me pasaron muchas cosas. De esas me recuerdo tres. La primera fue cuando segu

    a un seor en la calle. Pero igualito, con la misma ropa. Y sal as y le digo, Ah, te alcanc!, le toqu en el hombro. Y a lo que el seor voltea a ver, pues no era l. Ah, seor, perdone, le digo, perdneme. Y esta vieja loca qu le pasa, me dijo. Porque la verdad yo ya pareca como loca. Sera porque estaba traumatizada. Yo le vea por todas partes, yo lo escuchaba

    venir, yo lo escuchaba llegar. Otro da yo estaba acostada y sent que me deca, doa Sonia!. Y me levant y le dije, qu mijo! Qu quiere!. Lleg y lo sent hablar. Llegu y sal, y les digo, y el John?. Qu no! Qu el John no ha venido! Qu l no est!, me repeta, otra vez, mi hijo mayor. Usted sinti hablar a otro. [Doa Mara].

    Se intenta pensar, por lo tanto, una potica del espectro que encuentre en la semejanza, en

    el parecido la posibilidad de abrir la representacin criptolgica en la que el terror habra

    construido su identidad; pero, simultneamente, pensar una parlisis de la mimesis, del

    cambio, sin la cual el terror abocara al sobreviviente a la pesadilla implcita a la

    perpetuidad del cambio, a la equivalencia del capital y su correspondiente atesoramiento.

    En ambos momentos se procura evitar aquello que Idelber Avelar denomina melancola

    radical, a saber: el sujeto que abocado a la equivalencia metafrica por el terror est

    destinado a aprehender con ms ahnco los restos de sus muertos. Se trata, pues, de pensar

    el duelo como el momento de resistencia a la metfora: ah donde el duelo resiste a su

    propia estructura metafrica cabe pensar que se suspende el proceso de inversin de la

    libido en nuevos objetos sustitutos del objeto ya perdido; ah donde el duelo renuncia a su

    propia funcin restitutiva cabe pensar que el espectro es sustrado a la equivalencia

    metafrica del bien y el capital. Si en un cierto momento el espectro, y el sobreviviente en

  • 36

    el duelo, es sometido a la produccin del cambio, si en un momento determinado se puede

    pensar en cierta actualizacin de la muerte a partir de la presencia del espectro en la

    estructura de relevo que propone el terror con la metfora, esta resistencia del duelo al

    cambio, esta permanencia en estado de potencia del espectro allende a la parlisis de la

    mimesis, caracteriza el carcter improductivo del duelo, justo all donde el sobreviviente

    hace uso en el duelo de los restos del muerto:

    El sobreviviente confronta un agujero negro en la funcin restitutiva del duelo. Todo duelo

    demanda restitucin, no porque se desee restaurar el estado anterior a la prdida el enlutado suele saber que esto es imposible y slo rehsa aceptarlo en casos extremos de fijacin en el

    pasado que conducen a una melancola radical- sino ms bien porque el duelo slo se lleva a

    cabo a travs de una serie de operaciones sustitutivas y metafricas mediante las cuales la libido

    puede invertir en nuevos objetos. La parlisis en el duelo indicara entonces una ruptura de la

    metfora: el sujeto doliente percibe la unicidad y la singularidad del objeto perdido como

    prueba irrefutable de su resistencia a cualquier sustitucin, es decir, a cualquier transaccin

    metafrica. Concebimos aqu tal momento de resistencia a la metfora no simplemente como

    una fase transitoria y al fin superable del trabajo del duelo, sino como el locus mismo en el que

    el duelo se convierte en una prctica afirmativa con consecuencias polticas fundamentales El duelo necesariamente incluye un momento de aceptacin de este peligro y de resistencia a su

    propia estructura metafrica20

    .

    Dos aspectos saltan a la vista. El primero lo sealaremos aqu para desarrollarlo

    posteriormente: esta resistencia a la metfora, el desfallecimiento de la mimesis, implica

    algo ms que un gesto retrico: implica sustraerse al venir de la presencia del origen, de la

    Idea e, implcitamente, a su repeticin perpetua; implica no slo la mimesis, la imitacin

    como el acto por medio del cual se reproduce, se duplica la Idea, el Estado o la idea de

    Estado; implica no solamente una esttica del Estado sino tambin, o tal vez por ello

    mismo, una operacin mimtica en la cual y por la cual se elabora y se despliega una idea

    de Estado. Pues, qu habra sido el Estado, en qu habra consistido su carcter espiritual

    sino en esta perpetuacin de la idea a travs de su perpetua repeticin, de su perpetuo

    20

    AVELAR, Idelber. ALEGORAS DE LA DERROTA: La ficcin postdictatorial y el trabajo de duelo. Editorial Cuarto Propio, Santiago de Chile, 2000, p., 283.

  • 37

    aparecer, de su origen siempre presente en la manifestacin? Aqu la repeticin, la

    imitacin no marca una huella, un rastro salvo para manifestar la esencia espiritual del mal

    en la devastacin, que es, en definitiva, en lo que habra consistido el terror o la esencia

    espiritual del Estado. De ah que la imitacin no pare, que se eleve por el contrario a su

    ensima potencia; de ah el relevo y su boca siempre abierta, aun y sobre todo ah donde

    esta operacin mimtica parece albergar su propia ruptura, su propia parlisis; aun ah

    donde la operatividad mimtica parece llevar en s su propio desobramiento. La parlisis

    de la mimesis, la resistencia a la sustitucin por parte del espectro sera, en este sentido,

    tanto la resistencia a una potica que en la sustitucin metafrica encuentra el terror su

    forma de obrar, como la inadecuacin mimtica que abre la esencia gloriosa del Estado al

    carcter barroso del espectro.

    Sin embargo, y es nuestro segundo aspecto: no habra solicitado la mimesis, la metfora

    que parece ser su expresin, precisamente la sustitucin, el desdoblamiento del origen?

    No habra sido la sustitucin, el cambio implcito a la metfora, el desdoblamiento

    inherente a la mimesis, a la imitacin, una o la forma por medio de la cual aquello que

    aparece escapa, se ausenta de inmediato, se sustrae a toda propiedad y a todo deseo de

    apropiacin? La sustitucin nos dice: el espectro que viene est para ausentarse, slo est

    de vuelta; el espectro llega a condicin de vaciar su propia presencia; toca para no ser

    tocado, aun a costa de que su toque despierte en el sobreviviente la angustia a partir de la

    cual se grava en su memoria, el temor que la mantiene en vilo. El temor es el brazo del

    espectro21, el toque que rehye todo tocar. Y as se ausenta de toda vista, de toda

    comprobacin fenomenolgica, epistmica-. Se esconde o aparece por ltima o por

    21

    Frase debida al profesor Jos Luis Grosso y pronunciada por l durante la sustentacin del proyecto de la

    presente tesis.

  • 38

    primera vez en la imagen. No es nada ms que la imagen. Se sustrae a cualquier tipo de

    adecuacin de ella con la esencia. Acaso mira para no ser mirado. La duda de la presencia

    no es un accesorio del espectro: es su modo de operar. Ser que mi hijo se me est

    escondiendo? Ser que l me est mirando?. Yo tambin me esconda para mirarlo.

    Pero no! No, no!. El espectro est para no ser retenido, es decir: ni para permanecer en

    la presencia en la que inmvil accede a la identidad, al reconocimiento, ni al atesoramiento,

    a la capitalizacin implcita al acto de la retencin. La sinonimia y la correspondencia que

    el terror establece entre tocar o mirar y retener, entre sustituir y capitalizar; esa suerte de

    relacin causal que parece establecerse entre mercanca y relacin de valor que caracteriza

    al terror y gracias a la cual aqullas obtienen carcter sagrado, es suturada por esta falta

    implcita a la mimesis del espectro, esta falta por la cual al espectro no es posible retenerlo

    ni verificar su presencia a travs de la visin:

    Los das domingos llegaba y me entraba arriba al altar, y vena y me daba la vuelta, si?, y me

    paraba en este muro de aqu. Yo tengo mis muros de adonde yo me paraba: en ese muro all me

    pona parada a llorar, vuelta le daba a este otro lado; me entraba por ese lado y sala por aqu,

    por el medio, vuelta me paraba en el muro. Y la gente era mreme, la gente me miraba mucho

    porque yo llegaba, no hablaba con nadie ni haca nada, entraba no ms y me daba la vuelta y me

    paraba en el muro. Entonces la gente deca que se me estaba borrando el cassette, como se dice,

    o sea, que yo me estaba volviendo loca, y llegaba y la misma cosa. A veces me quedaba hasta

    que se termine, si? Se terminaba y esperaba hasta que salieran las personas para ver si lo vea

    a mi hijo y de ver que no sala, llegaba hasta aladito de la estatua all hay una estatua, all en el parque-, y all abajito me sentaba; all abajito de la estatua me sentaba a llorar. Chille y

    chille. Yo deca, Dios mo, ser que mi hijo se me est escondiendo?. Ser que lo soltaron, ser que lo mataron?. Ser que l me est haciendo sufrir, ser que l me est mirando?. Yo tambin me esconda para mirarlo. Pero no! No, no! Entonces me vena aqu y de aqu iba para all [Doa Mara].

    La retencin del espectro dara no slo sentido al sufrimiento sino tambin al terror. Y se

    lo dara en dos momentos. El primero: ya que el terror habra contenido, sino

    predispuesto, para l lo que se le opone y lo niega, su carcter metafrico logra obrar ah

    donde su significado es puesto en el cepo de la explicacin; ah donde el terror accede a ser

    sujeto de explicacin por parte del individuo. Al juego mimtico inherente al espectculo

  • 39

    (como) del terror se corresponde el mundo congelado en el trfico de la muerte. El terror

    o el terror de Estado logra su cometido ah donde a su maleficium potico sucede la

    explicacin lgico- epistmica de su obramiento. El perpetuo cambio mimtico del terror

    que lo hace inaprehensible para el sujeto se torna en esta incorporacin de la muerte en caos

    sistematizado. E inversamente: puesto que en la detencin mimtica del terror sucede el

    congelamiento en el trfico de la muerte, es posible pensar que sta es incorporada por el

    sujeto (como) en el padecimiento. Esta muerte incorporada, este deseo de apropiacin de la

    muerte, da cuerpo al terror y le retorna- si es que en algn momento lo perdi- su juego

    mimtico. Es necesario sostener esto, esta conjugacin y esta conjuncin del mundo

    fenomnico de la imagen, o el espritu, con el mundo ontolgico, casi esencialista de la

    muerte apropiada - en el que acaso descansa el duelo- para entender que una potica del

    terror se realiza tanto en el momento en que el sujeto corre el velo de su mundo fascinante y

    en el transcurso del cual l queda atado irremediablemente a su potica, como en la

    materialidad del mundo sin la cual el carcter espiritual del terror no alcanzara su

    despliegue:

    Y nosotros observamos a los observadores de manera que con nuestra explicacin los podamos

    suj


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