cuaderno del diario sur

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SUR 217 Málaga bajo los Reinos de Tiafa En la crisis del Estado Omeya la legitimidad cali fal será mantenida por los hammudíes de Málaga, si bien en la práctica se encontrará con la división en el seno de la misma dinastía y la presión de las Taifas vecinas, que terminaron por englobar a Ronda en la de Sevilla, mientras que Málaga será conquistada por la de Granada. En este siglo de luchas se produce laconformación de la Alcazaba de Málaga.

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Cuaderno del diario SUR

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SUR217

Málaga bajo los Reinos

de Tiafa

En la crisis del Estado Omeya la legitimidad cali fal será mantenida por los hammudíes de Málaga, si bien en la práctica se encontrará con la división en el seno de la misma dinastía y la presión de las Taifas vecinas, que terminaron por englobar a Ronda en la de Sevilla, mientras que Málaga será conquistada por la de Granada. En este siglo de luchas se produce

laconformación de la Alcazaba de Málaga.

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expresión muluk al-tazvaif, que se suele traducir por “reyes de taifas”, significa literalmente “reyes de

banderías”, con el matiz peyorativo que el término “rey” tiene en árabe, aplicable generalmente a soberanos no islámicos, o bien a usur padores musulmanes. Es la forma con que los cronistas designan el fracciona miento político resultante de la destruc ción del Califato de Córdoba, que se pro­longará durante casi todo el siglo XI. En realidad, la fórmula expresa el despre­cio de los intelectuales musulmanes ante unas construcciones polí ticas que

consideraban des provistas de legalidad y responsables del debilita miento político y econó mico de al­Andalus. Este debilitamiento fue ocasio nado por los enfrenta mientos entre los diversos régulos, por cuyas rivali dades no dudarán en aliar se con los monarcas cris tianos del otro lado de la frontera, o en pagarles cuantiosas sumas con objeto de comprar una paz que se utilizaba para guerrear contra el vecino.

Si bien dichos intelectuales tenían razón en acusar a los distintos príncipes de los desastres y pérdidas territoriales que sufrió el conjunto de al­Andalus durante ese periodo, sin embargo no acer taron al acusarlos de ilegalidad y usur­pación, lo, que, en todo caso, sólo se dio al final del pro­ceso. Efectivamente la mayoría de estos régulos no ostentaron títulos sobe ranos, sino que adoptaron

o recibieron el de hayib (“visir” o “primer ministro”), que implicaba el de un califa legítimo, al que reconocían y en virtud del cual gobernaban.El problema se originó cuando en la crisis del Califato, tras la dictadura de los amiríes, surgieron diversos califas, apoyados por unos u otros grupos, y que los gobernantes locales reconocerán o dejarán de reconocer según sus intere ses, o bien propiciarán a un nuevo can didato con el fin de conseguir una inde pendencia práctica en su territorio. En la aplicación de esta última medida se lle gará hasta la superchería, y de ahí que aceptáramos la acusación de ilegalidad vertida por los cronistas para el final de la época.En consecuencia, puesto que los diversos gobernantes dependen legal­mente de la existencia de un califa, no hay una solución de continuidad clara entre la época del Califato y la de los Rei nos de Taifas. (La fecha del 1031 que se suele dar en los manuales tan sólo signi fica la del fin del último califa de la fami lia Omeya que gobernó en Córdoba, pero, como se verá más adelante, ello no supu so la supresión de la dignidad califal). Sin embargo, históricamente podemos señalar hacia el 10141a fecha en que los distintos gobernantes locales comienzan a adquirir una autonomía frente al poder central, mediante la fórmula ya indicada de no reconocer al que poseía el título en ese momento, o sustentar a un aspiran te distinto al Califato.

En esa fecha fue cuando Sulayman al­Mustain dis­tribuyó a los contingentes beréberes del ejército por territorios de la actual Andalucía. De éstos, el

(Foto pág. 217) Alcazaba de Málaga.

(Silueta pág. 217) Basa de mármol (Alcazaba de

Málaga).

Triple arquería (Alcazaba de Málaga).

Jarrita del siglo XI procedente de la Alcazaba (Foto: M. Acién Almansa).

En la crisis del Califsto, tras la dictadura de los amiríes,

sugieron diversos califas, apoyados por unos u otros

grupos y que los gobiernan-tes locales reconocerán o no

según sus intereses

Los Reinosde Taifas

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grupo más importante era el de los zi­ríes, que se establecieron en tierras de Granada y Jaén. Pertenecían a la con­federación beréber de los Sinhaya; al­gunos miembros de este linaje habían ocupado puestos de poder en el Estado fatimí y, de hecho, unos parientes suyos gobernaban en la zona de Túnez como sucesores de los fatimíes.

Los otros grupos beréberes perte­necían al tronco de los Zanata, entre los que señalaremos a los birzalíes, asen­tados en Carmona; los Banu Jazrun, en la zona de Arcos, y los Banu lfran, en Ronda.

En el mismo año indicado Sulay­man al­Mustain nombró a los hammu­díes como gobernadores suyos, así como a otros linajes andalusíes; pero para esa fecha un buen número de altos dignata­rios “eslavos”, contrarios a Sulayman, se habían ya labrado Taifas propias en el levante peninsular, desde Almería a Tortosa, y asi mismo, en otras zonas co­m i e n ­ zan a deten­ tar el p o d e r l o c a l a n t i ­ g u o s linajes andalu­síes.

Hacia el año 1014 losgobernantes locales adquierenuna autonomía frente al podercentral, no reconociendo al queposeía el título o apoyando a unaspirante distinto al Califáto

Puerta de recinto de entrada a la Alcazaba de Málaga.

Mqabriyya de una liberta hammudí

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La dinastía hammudí

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Marmita de alfar de Bezmiliniana

os hammudíes eran descen­dientes de la dinastía Idrisí, que Había gobernado en buena par­te del actual Marruecos, hasta

que fueron depuestos con motivo de las luchas entre omeyas y fatimíes por el control del Magreb. El fundador de la dinastía, Idris I, había llegado huyendo desde Oriente y consiguió formarse un reino en el siglo VIII, a semejanza de lo que hizo el Omeya Abd al­Rahman I en al­Andalus. Le valió para ello el perte­necer a la familia del profeta Mahoma, y ese mismo ascedente lo utilizarán sus s u c e ­ sores hammudíes. Varios

miembros de esta familia fueron llevados a Córdo­ba a raíz de su destitución, al igual que se había hecho con los rebeldes andalu­síes, con objeto de contro­larlos y evitar la influencia que seguían manteniendo, principalmente entre los Gumara del Rif.

Esa misma influen­cia la quiso aprovechar el califa al­Mustain, para lo cual confirió el control del Estrecho a los hermanos Alí y al­Qasim, nombrados gobernadores de Ceuta, el

primero, y de Tánger y Algeciras, el segundo. Sin embargo, ante el recono­cimiento limitado que había alcanzado al­Mustain, Alí ibn Hammud hizo va­ler su ascendiente y se dispuso a conseguir el Califato.

Una informa­ción tardía nos dice que el califa Hisam II lo había proclamado heredero, a condición de que acabara con al­Mustain. La noticia probablemente sea fal­

sa, pero muestra cómo, desde el punto de vista de los andalusíes, no existía ningún problema para que la dignidad califal recayera en un descendiente del profeta a través de los idrisíes.

Con esa finalidad Alí ibn Hammud desembarcó en Málaga el año 1016, su­primió a Amir ibn Fatuh, gobernador de la ciudad por al­Mustain, y con el apoyo de otros taifas, especialmente el Zirí de Granada y el eslavo Jayran de Almería, ese mismo año conquistó Córdoba. Allí, tras ejecutar a al­Mustain, acusado de haber hecho lo mismo con Hisam II, se proclamó sucesor de este último y adoptó el sobrenombre honorífico de al­Nasir, significativamente el mismo que había llevado el fundador del califato, Adb al­Rahman III.

Desde ese momento comienza el Califato hammudí. Este se mantendrá en Córdoba hasta el año 1023, en que el tercer califa de la dinastía, Yahya, se instale en Málaga a consecuencia de una nueva entronización omeya en Córdoba. Dos años después, el mismo Yahya con­siguió conquistar Córdoba de nuevo, pero en esta ocasión dejó allí a un go­bernador y se volvió a Málaga, en buena muestra de lo poco que significaba ya la antigua ciudad califal.

Hasta su final, en el 1057, fecha de la conquista de Málaga por los ziríes granadinos, los hammudíes ostentarán el título califal, con bastante recono­cimiento por parte de otros taifas. Ese

reconocimiento, no obstante, se fue mer­mando a consecuen­cia de las rivalidades y luchas por el poder en el seno de la propia familia hammudí. Los cronistas nos han de­jado un relato de esas rivalidades, en el que proliferan los asesina­

Hasta su final, en el 19057,fecha de la conquista de

Málaga por los ziríesgranadinos, los hammudíes

ostenatarán el título califal, conbastante reconocimiento por

parte de otros taifas

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tos y envenenamientos de unos miem­bros de la familia por otros, en los que tienen también un papel destacado dos visires enfrentados, el eunuco alNaya y el beréber Ibn Baqanna.

Bajo esas luchas lo que se esconde en realidad son dos concepciones dis­tintas del Califato y de su función en las diversas zonas geográficas. Por una par­te están los que pretenden la continui­dad del Califato de tipo cordobés, orien­tado fundamentalmente a conseguir el reconocimiento de los taifas andalusíes, como paso previo a su implantación efectiva en todo al­Andalus. A esta lí­nea obedecen monarcas como Yahya 1 o Idris II, en cuyas cortes respectivas tienen acogida notables intelectuales cordobeses y se elogia su mecenazgo artístico. Asimismo, obtiene el apoyo del sector mayoritario de la población malagueña, encabezada por la familia

de gadíes Banu 1­Hasan.El sector opuesto, más realista,

consiera a al­Andalus como irremedia­blemente perdido y sólo ve en éste el lugar de legitimación del Califato, por lo que desarrolla una vía belicista en defensa de los derechos de los hammu­díes. Pero la utilidad de ese Califato es su implantación en el Magreb, donde la dinastía sigue teniendo influencia, y será el lugar de refugio del último ca­lifa de Málaga, Muhammad 11, tras la conquista de la ciudad por los ziríes. El principal impulsor de esta tenden­cia será el visir al­Naya, que no dejó de controlar Ceuta, y contó con el apoyo del incipiente sector comercial de la ciudad, cuyo máximo representante fue el ministro y comerciante al­Saytifi.

Vista parcial de Ronda.

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n tiempos de Abd al­Rahman alNasir llegaron a al­Andalus los primeros elementos de esta tribu de los Zanata, pos­

teriormente incrementados con nuevos contingentes, que sirvieron en el gran ejército de Almanzor. Durante la crisis del califato, tras una breve estancia en Jaén, se hicieron con la antigua kura de Takurunna hacia el año 1014­1015, y gobernarán hasta el año 1064­1065, en que es conquistada por el monarca sevillano al­Mutadid.

Las escasas noticias que se nos han conservado de ese medio siglo sugieren que fue una Taifa bastante tranquila, a diferencia de otros zanatas que continuaron como ejército del me­jor postor, y que durante esa época se dio el desarrollo urbano de la ciudad de Ronda.

Partidarios del califa al­Mustain, como el resto del ejército beréber en un principio, a raíz de la proclamación de los califas hammudíes reconocerán a éstos, a los que mantendrán fidelidad durante la mayor parte de su existencia. Esa fidelidad comenzará a romperse con motivo de las desavenencias en­tre los propios hammudíes, uno de los

cuales, Idris 11, se refugiará en la Taifa rondeña a la espera de volver a tomar el poder en Málaga. Sin embargo, será la presión ejercida por los abbadíes de Sevilla la que al final prevalezca. Es­tos, para romper su dependencia de los califas, hammudíes, recurrieron a la superchería de un falso Hisam 11, del que afirmaban que seguía vivo y, en teoría, dependían. Con esa nueva legitimidad iniciaron un expansionis­mo a costa de las restantes Taifas de Andalucía occidental, a las que acaba­rán por englobar en su territorio, entre ellas la de los Banu Ifran.

Esto se desarrolló en diversas fa­ses; comenzó el rey sevillano por com­prar la alianza del rondeño Abu Nur Hilal en el 1051, para, a continuación, apresarlo en Sevilla tras una artera in­vitación, junto a otros jefes beréberes. Abu Nur consiguió volver a Ronda en el 1057­1058 para asesinar a su hijo Badis ibn Hilal, que lo había suplanta­do mientras tanto, y nombrar sucesor a su segundo hijo, Abu Nasr Futuh. Este se vio sometido, durante los ocho años de su gobierno, a la presión del sevilla­no al­Mutadid, que, por fin, propició la traición de unos oficiales y la anexión de la Taifa rondeña.

A partir de ese momento la zona de Takurunna estará gobernada por príncipes abbadíes hasta que se pro­duzca la conquista de los almorávides. Es de recordar que fue en esa época de dominio sevillano cuando se instaló en la ciudad la familia de los Banu 1­Ha­kim, procedente también de Sevilla y emparentada con los propios abbadíes y la antigua familia de los Banu Hay­yay, los cuales permanecerán en Ron­da hasta el final de al­Andalus, donde conseguirán un protagonismo destaca­do.

Los Banu Ifran de Ronda

Vista exteior de la Alcazaba.

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a Taifa de los ziríes de Grana­da es una de las que poseemos mavor información, gracias, sobre todo, a un texto excep­

cional, como son las memorias del últi­mo soberano de la dinastía, Abd Allah. El nombre de la dinastía, los ziríes, no designa, como en el resto de las Taifas beréberes, un grupo tribal, sino tan sólo el de un linaje de los Sinhaya. De ello se deriva una de las particularidades de su historia, puesto que esta Taifa se estruc­turó como una especie de federalismo tribal, en el cual los ziríes ostentaban el papel de “primus inter pares” entre los restantes príncipes sinhayas. Su his­toria se puede limitar a los intentos, y fracasos, del linaje zirí por superar esa situación y obtener una hegemonía real sobretodos los territorios ocupados por los sinhayas.

En esa dinámica tendrá una gran relevancia la conquista de Málaga, si bien no fue esa la causa principal. Esta se debió a la amenaza que suponía para los ziríes el expansionismo sevillano, uno de cuyos objetivos principales con­sistía en acabar con los califas hammu­díes e integrar la Taifa de Málaga en su reino. Con ello desaparecería la sombra de ilegitimidad que los acompañaba y, a la vez, ampliaban sus territorios, ya que habían emprendido esa política expan­sionista como medio de contrarrestar la extorsión económica a que los habían sometido los castellanos.

Ante las pretensiones sevillanas, el monarca granadino Badis ibn Habus aprovechó una de las disensiones inter­nas de los hammudíes para no reconocer al califa recién nombrado en Málaga y adelantarse a al­Mutadid de Sevilla con la conquista de Málaga en el 1057.

La conquista se consiguió por medio de las armas, pero también hubo que acudir al soborno del gadí Abu Abd Allah, de la familia Banu 1­Hasan, que

predispuso a la ciudad. La forma en que se llevó la conquista quizás fue la responsable de una inmediata subleva­ción de los malagueños contra los nue­vos amos; esa ocasión la aprovechó el Abbadí sevillano para enviar un ejército al mando de su hijo al­Mutamid, que consiguió tomar la ciudad, pero no la Alcazaba, con lo cual se permitió la lle­gada de un nuevo ejército granadino y la sujeción definitiva.

Desde ese momento los ziríes uti­lizaron Málaga como medio para con­solidar su poder personal, por lo que evitaron la presencia en ella de otros personajes Sinhaya y la vincula­ron a su familia. De esta forma, Málaga será gober­nada por clientes adictos, como el esclavo al­Naya; por qadíes malagueños, como Ibn al­Hasan al­Nubahi, también de los Banu 1­Hasan, o por príncipes de la propia dinastía, tal como Bulug­gin Sayf alDawla, presun­to heredero de Badís, o el nieto de éste y último ré­gulo de la ciudad, Tamim.

No obstante, el experimento mala­gueño no se pudo consolidar en todo el territorio, pues en la zona de Antequera y Archidona conseguirá establecerse el Sinhaya Kabbab ibn Tamit. Este, tras una fase previa de bandolerismo, pasó .a tener tratos con los abbadíes de Sevi­lla e incluso con el rey castellano Alfon­so VI. Para acabar con él tendrán que unirse los régu­ los enemigos de Sevilla y Granada, pero el resultado de su acti­vidad será la decadencia de la zona, que tardará bastante tiempo en recuperarse.

Pero el control de la propia Má­laga tampoco fue suficiente para el fin previsto, puesto que, a la muerte de Badis ibn Habus en el 1073, sus suce­

L Málaga bajolos ziríes

La conquista se consiguió por medio delas armas, pero tambiénhubo que acudir alsoborno del “qadí” AbuAbd Allah

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sores se repartieron el territorio con la configuración de sendos reinos: el de Granada, para Abd Allah, y el de Má­laga, para su hermano Tamim. A conti­nuación se producirá el enfrentamiento de los dos, y como consecuencia de ello la llamada, por parte de Tamim, a los almorávides, la nueva fuerza que aca­baba de conquistar el Magreb. Estos no acudirán en esa primera ocasión, pero sí un poco más tarde, tras la conquista de Toledo por los castellanos en el 1085,

cuando la mayoría de los taifas soliciten su auxilio. Pero con ello se inicia va otra historia.

Baño árabe de Granada (Foto: “Ideal”).

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urante la época de los taifas fue cuando Málaga se con­virtió en una auténtica ciudad mediterránea, ámbito en el

que alcanzó una gran prosperidad. Ello se debió, fundamentalmente, al tráfico mercantil, alentado por el sector “africa­nista” de los hammudíes, pero también a la actividad industrial, en la que destaca la fabricación de unos tejidos listados

que se harán famosos en todo el mundo is­lámico.

Una prueba de esa prosperidad la te­nemos en la construc­ción de la que será, por varios siglos, gran mezquita de Málaga, elogiada por muchos viajeros, que ahora se ubica en el centro de la ciudad, mientras que la antigua de la Alcazaba queda rele­gada a mezquita del recinto militar. De ella

se nos han conservado tan sólo unos mí­nimos restos, pero no así de la Alcazaba, que adopta en este momento lo principal de la estructura que nos ha llegado.

Efectivamente, aunque la fisono­mía actual responde, de manera general, a las restauraciones modernas, a partir de las reformas que se hicieron en época nazarí, los restos del siglo XI son fácil­mente detectables. Por el contrario, no hay seguridad en identificar las obras

de una y otra dinastía, pues si bien es verdad que el zirí Badis invirtió consi­derables sumas en su fortificación, tam­bién lo es que, con anterioridad a esas construcciones, pudo resistir el cerco a que la sometió el príncipe sevillano al­Mutamid.

Independientemente de ello, sa­bemos que al siglo XI corresponde su articulación en tres recintos: de acceso, militar y palaciego. Este último también mantiene su estructura general, con una parte áulica y otra de servicios. De la zona de servicios se pudo excavar un barrio de viviendas, con un baño anejo, mientras que de la puramente palaciega quedaban in situ una serie de elementos, entre los cuales se advierten discontinui­dades constructivas que permiten adju­dicarlos a cada una de las dinastías. Así, el carácter califal de la hammudí se dis­tingue por la intencionalidad de imitar a Madinat al­Zahra, con el impresionante arco de lo que después se llamará Torre del Homenaje y los aposentos a los que se accedía por la triple arquería, de los que se conservan zócalos de mármol y maderas epigrafiadas. Por su parte, a la etapa zirí se le puede asignar el famoso pabellón de arcos lobulados, que corres­ponde a lo más evolucionado de la zona palatina.

La Alcazaba de Málaga

Torre del Homenaje de la Alcazaba de Málaga.

Barrio de casas en la Alcazaba.

Distintas fases de la construcción de la Torre delHomenaje de la Alcazaba(Dibujo: José Luis Molina).

Tablero de alicer procedente de la Mezquita deMálaga

Aunque la fisonomía actualresponde a las restauraciones

modernas, a partir de lasreformas que se hicieron enépoca nazarí, los restos delsiglo XI de la Alcazaba son

fácilmente detectables

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CONQUISTA DE RONDA POR LOSABBADIES DE SEVILLA

(Abu Nasr) reinó muchos años, durante los cuales sus súbditos gozaron de bienestar, hasta que se rebeló contra él un hombre llamado Ibn Yaqub, vigilante nocturno del castillo, célebre por su coraje y su valor. Al­Mutadid le pidió en se­creto asesinar a Abu Nasr, prometiéndole una recompensa. Así lo hizo: se dirigió al frente de sus seguidores contra Abu Nasr, que se encontraba en una de las de­pendencias altas del castillo. Cuando éste oyó los gritos de Ibn Yaqub invocando a Ibn Abbad, se arrojó desde dicha dependencia... a tal altura que sólo un mulo robusto podía soportar. Abu Nasr cayó encima de una dura roca sobre la que se destrozó y murió. Ninguna persona de la ciudad levantó una mano en favor de Ibn Yaqub, sino que cerraron todas sus puertas, pues sólo les interesaba vivir en paz. Este hecho ocurrió en el año 457(1064­65).

(Crónica anónima de los reyes de Taifas)

SUJECION DE MALAGA POR BADIS IBN HABUS

Málaga fue consecuencia de la entrada en ella de Ibn Abbad (al­Mutamid). No logró éste, sin embargo, dominar la resistencia de la alcazaba, defendida como estaba por intrépidos magribíes, mandados en aquella sazón por Majluf ibn Mallul, jeque importante de toda la confianza de al­Muzaffar (Badis). Estos sol­dados aguardaban la llegada de las fuerzas de su príncipe, llenos de constancia, confiados en el número de los que sobrevivían y por repugnancia de manchar con la capitulación el honor de los defensores de la alcazaba. Los ejércitos granadi­nos llegaron, en efecto, y, al salir a su encuentro la guarnición de Ibn Abbad, la derrotaron y entraron por fuerza en la ciudad.

(Abd Allah, Memorias)

ORIENTACION BIBLIOGRAFICA

• Seco de Lucena, L., “Los Hammudíes, señores de Málaga y Algeciras “. Ed. Excmo. Ayun­tamiento de Málaga. Málaga, 1955.• Viguera Molins, M. J., “Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes (Al-Andalus del XI al XIII) “. Ed. Mapfre. Madrid, 1992.• Guichard, P., “El apogeo del islam andalusí (siglo X-comienzos del siglo XIII) “, en B. Ben­nassar, Historia de los españoles. Tomo I. Siglos VIII-XVII. Ed. Crítica. Barcelona, 1989.