apologÍa cristianismo, del...el raciocinio descarnado, y, prescindiendo de teo· remas metafisicos,...

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APOLOGÍA CRISTIANISMO, DR. FRANCISCO HEINGER. http://www.obrascatolicas.com

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APOLOGÍA

CRISTIANISMO,

DR. FRANCISCO HETTINGER.

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DEMOSTRACION CRISTIANA

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N1ím.I.

BOLETIN

ENCICLOPEDIA CATÓLICA. F. G. AYUSO.

Con-edera l!aja, :11., principal, :.lndrid.

Algunos de nuestros suscritores se quejan de la lentitud con que marcha nuestra empre­sa. La única contestacion que hemos de darles es que tengan un poco de paciencia, pues nos hemos propuesto hacer una traduccion esme-

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rada y correcta de un libro preciosfsimo que ,·ersa sobre cuestiones de alta trascendencia, y escrito ademas en cinco idiomas : aleman, la-

��;��ri:::�r!�::; ' �:���e! ������r�d!: �:! ed:tar una obra clásica, que no exige más tra­bajo que el de remitir d original á la impren­ta. En cambio, pudiéramos quej;nnosty con razon, del egoismo con que proceden aquellos citólicos que esperan la terminacion de la obra del doctor Hettinger para suscribirse .i nuestra BIBLIOTECA. Valiente auxilio el que estos se­�ores prestan á una publicacion eminentemen­te católica, que necesita z.soo suscritores para cubrir sus gastos : tal es la: baratura de sus obras.

Se ha puesto á la ,·enta el tomo 11 de la D�­moslraci'rm cn"sli'tma.

Comprende las conferencias IV1 ''• \"I y parte de la vn, que tratan respectivamente: del Materialismo, del Panteísmo y del Hombre¡ asuntos que el sabio profesor de Würzburgo expone de una manera ''erdaderamente admi­rable, refutando con sin igual maestría los errores del materialismo y panteismo, y dedi­cando una gran parte de la conferencia VI i la refutacion de la teoría darwinista ¡ tratado precioso y que falta por completo en la version

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del Sr. Serrano , como otros muchos trozos de no menor importancia, que en junto compo­nen sobre roo páginas.

El tomb m saldrá. á luz en Setiembre pró­ximo.

JUICIO DE LA PRENSA.

Dllletin Ecltsiásti'&o tk 0Pictf11: «Esta obra, telero de erudicion y de sana doctrina, es seguramenle la más preciosa y completa Apqft�gia tkl Cri'slMnismo que se ha publicado desde el origen de la divina re­ligion de Jesucristo. La presento venion está he­cha con gran esmero, y se halla , por consecuencia, libre de los enormes errores de que se encuentran plagadas otras ediciones.�

Galit:in C1114lictz (excelente Revista. quincenal, que se publica en Santiago bajo la direccion del ilus­tradlsimo sacerdote Sr. Villelga): «Es deber nues· tro recomendar con todo interes la nueva y bien escrita version de la AjJIIJogin dd CrislianismD, por Hettinger, hecha con sumo cuillado y en bonita y baratlsima edicion por el Sr. G. Ayuso ..... Quienes deseen una bonita enciclopedia cristiana deben ad­quirir la obra en cuestion.»

Lns l'rovilzdas de Valencin.· « .. ... El autor se mues­tra profundamente conocedor del mótodo ,-erdade­ro que en la actualidad es preciso para combatir el

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error de los llamados racionalistas y desenvoh-er las \-"erdades del Cristianismo. Con razon se ha di· cho que Alemania es el cerebro de Europa. Hettin· gcr piensa, medita, compara y concluye. Entiende que á los espiritus superficiales y materializados de sus contemponineos no conviene sino la razon pura, el raciocinio descarnado, y, prescindiendo de teo· remas metafisicos, emplea una nrgumentacion rigu· rosa; estableciendo premisas en lo conocido, parte a la region de lo infinito con las vigorosas alas de su inteligencia superior ..... El incrédulo que desee pro­bana. para ser religioso, lea el libro de Hettinger, y tendri. que \"Cr clarlsima la verdad ó renegar de la luz, huyendo de ella ..... En cuanto a la version cas­tellana del texto aleman, trabajo debido á D. F. G. Ayuso, es tan acabada como correcta .......

La Union: e En un elegante tomito de 313 pági· nas acaba de publicarse .... el primero de una obra importantlsima ..... del doctor 1-Iettinger, sabio apo· legista aleman , cuyo nombre nos excusa de toda recomendacion ..... xo

Lti Ft: "' ..... Esta Empresa ha comenzado á ptl· blicar la precio.'la Apol�a r/d Crist;anismo, del doc· tor Hettinger, tan magistralmente escrita y tan llena de hermosa doctrina J que deja muy atrasa cuantos trabajos de esta lndole se han publicado !•asta ahora. De su extraordinario n1érito dan claro testimonio los elogios que ha trib11tado á la obra y 1i su autor el Soberano Ponlifice, y las cinco edi­ciones originales agotadas en pocos atlas. Esta mag­nifica obra se publicó en �patlol en t8?.5; PtrO

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-5 -ademas d e hallarse traducida d e una edicion fran­cesa, muy inferior á la quinta germdnica , y de es­tar hecho el trabajo con increible descuido, á juzgar por los errores de que está plagada ....• los numero­slsimos textos con que el autor prueba las excelen­cias del Catolicismo ..... aparecen en latin, griego y otros idiomas extranjeros, gravísimo inconveniente, que se ha salvado traduciendo dichos text01 .. ... »

(.k"lfli,lltmf.)

BffiLIOGRAFÍA.

1. HETTiNGBR.-Dt�JMSIYacionerisJiana. Primera parte de la A�ogia dtl CristitJRimrtJ, version de D. F. G.Ayuso, obra preciosa, traducida á casi to­dos los idiomas de Europa. Se han publicado los tomos 1 y n, de 3u y 360 páginas respectivamen­te, a r peseta rústica, 1,:15 carton y r,so tela con plancha y :a pesetas piel con id.

2. IDE.\1,- Trillado de Tcologia fundamental ri ajHJ­/og;¡;,;a dtl Cristinni.t�no, utilísima pam todas las pen;onas qllc amen los buenos estudios, en particu· lar para el Clero. En breve se pondrá á la venta el tomo n, traducido por D. F. G. Ayuso: zs pe· setas.

]. Rt�mültle espiritual dt !tJs tkwttn imiJadorts tle S11n Fr.mcisu. Manual completo de piedad, de más de 6oo páginas, 2,50 pesetas, Util especialmente¡\ los hermanos de la V. O. T., que bailan en él cuan

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_,_ tas instrucciones y prácticas necesitan, incluso la regla.

-4• CHE!I.ANCÉ.- ViJa de Snn Fra11eiseo tú A�is, precioso libro de más de 500 piginas, 3 pesetas rUstica y4 tela.

;. DuxcKER.-Historj,, de la tmtigütdml, version espnftola de D. F. G. Ayuso; se ha publicado el tomo IX,Ó v de la Histor/4 de Gneitr; excelr.nte libro, quo ademas se recomienda por el criterio impar­cial de su autor.

6. S&RttA.- GuitJesetJltJr, recopilacion de las con­diciones para el ingreso y ascenso en todas las car­reras; s." edicion, :,so pesetas.

7, ZUBIR.ÍA.- Versiones iNglesas, con vocabulario, 178 paginas, 3 pesetas.

8. AYuso.-Gra1Htilkas fn�nteu (z.• ed.), in­tfesa, ak11UW4 yBMh (s.•ed.), s y6 pesetas. Mé­todo teórico-práctico, racional y sencilllsimo, con ejercicios graduales. Claves manuscritas para los se­llores profesores, 2 pesetas. De texto en muchos Institutos y Academias.

9· IDEll.- Tradu'/(}r(s.i li6rt1Stk 1«/Nf'a: rrances, ing\Cs y a\eman , de 350, 450 y 590 páginas, 4, 5 y 8 pesetas. Son verdaderos enciclopedias, ql!e con­tienen trozos en prosa y verso para laa necesidades de toda claSe de alumnos, incluso los de carreras militares y tCcnicas. Se recomiendan ademas por su baratura, por la correccion del texto y por la morn­lidad de los tro&as.

IO. SAN'l'IAGO y MARl'IN.-La Gramátka tz/lli(tl· da. Ejercicios prácticos de análisis gramatical yló-

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gico, combinados con los de escritura al dictado. rr. :M:OLINA \" A�nco.- Cnallerw autt��ra.fa(Ñ,

au:rilia1' fmra d tsiudio tfe la lt:N6Ufl eastt:lltma, con destino á la clase de lectura en las escuelas.

11. VtSCASILLAs.-Gram6/kn lufJI'ta, ;,so pese· tas. Excelente libro, más metódico y mó.s confonne á los modernos adelantos que la obra empalagosa del Sr. Garcla Blanco, que acaba de reimprimir el Sr. Gago, d:tndo prueba de mediano gusto y de pobre criterio filoló.¡:ico·lingüistico, ya que ha t"C· producido hasta las ridlculas interpretaciones que da el Sr. G. Blanco de mt1chos pasajes de la Sagra­da Escritura,

I]. CoDINA Y FOR�lOSA.-La dtdimreitm fatitta IN sus rd11t:ionesam las kH.fHtiS ,griqay sanslrila.

14. CusT, R.-A. .slret&koftñe '1/()dn-n lnn,gu,¡zes o/ .Afrka: a vol. Es una obra de gran merito, en la que su autor ha reunido cuanto se conoce tocallle á las lenguas y a la etnogralia de los pueblos arrica­nos. Un magnifico mapa etnogn\fico-lingOistico en color, ap6ndio::es bib\iogrll.ficos muy completos y re­tratos fotografiados de los principales africanistas abrillantan el mérito del trabajo del Sr. Cust, ya conocido en Espatla por so curioso librito L.u Rt­f;zitme.s y los idiDmas tk la lntfia.

lS. MAX MOLLER.-The saered Bool.s D{tú11 EasJ 1 tnm.slaled lly VtlrWtl.s orient11l sduJi•rs. Se han pu­blicado 2I volUmenes, que contienen la \"enion y comentario del Rigveda, del Satapata-BnU1mana, de los textos budhistas del Vinaya, Zendavesta y otros. libros á cual mis interesante para el conoci-

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miento de las religiones orientales, cuyo estudio no hace mlis que confirmar la verdad de la hermosísi­ma religion de Jesucristo.

I6. BiWiolhelt indopnnanisdur Grllmllla#kcn. Bajo este titulo ha emprendido la casa editorial Breitkopf y Hli.rtel, de Leipzig, una publicacion por demas interesante, que comprende vtrias grami.ticas de idiomas indo-europeos, redactadas COII sujecion á los Ultimos adelantos de la filologla comparada. La GrmJUJtü:a stmd:rila de Whitney, publicada simul· táneamente en aleman y en ingles, cumple á mara· villa lo ofrecido en el prospecto de esta BIBLIOTECA LIXGOfsTICA, y es un libro que, si bien adolece de oscuridad en algunos puntos, ha de facilitar nota­blemente el estudio del idioma que tan ricos teso· tos de literatura encierra.

A VISO.-En esta Redaccion se venden los restos de la Li!Jre1ia de la Enciclopedia Cnld· lica, con I51 25 y 30 por 100 de rebaja sobre los precios marcados en los libros. Pídanse Catilogos.

MADRID, 188�.-Est, Ti p. d� loto IUCCSO!eS de Rh-adcney"'­l'ueodeS....VIoeale,nllm.oo.

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ENCICLOPEDIA CATÓLICA.

DEMOSTRACION CRISTIANA,

DR. FRANCISCO HETTINGER,

VERTIDA DE LA s.• EDICIOX GER:\JÁNIC"\

D. F. G. AYUSO.

DIRECCION Y ADMINISTRACION. F. G. AYuso.

CoRRtDEL\ D..¡,,, u,li.\DRID.

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Esla•·eroionespn.piedaddelosoditores.

�IADRIO. Es1. Ti p. de lo• Su..,soros de Ri�ndono)""'"< l)lfRRS08ESDRLAR&.\LCA&.

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CONFERENCIA <;:UARTA.

F.l. MA'fERTALISliO.

Existe un Dios, y ya existia ántes de todos los tiempos, desde la eternidad. En Él está la vida como en su principio¡ Él la posee por si mis�o¡ es un octano de vida sin limites que fla;Ctúa en su seno. De este océano ha s:lcado la \'ida para dirsela á los que átm no exislian. e Todas las demas cosas que proceden de Dios no son su propio Sér 1 sino que participan de este Sér.:. (Santo Tomás, Sumn, 1, c. XLV, a. J .) Porque Dios es el amor 1 y es esencial al amor (mnunicarse i los demas. Por t:so Dios fué s_�e:�or; por eso el m�mc:;o, criatura suya, fué l!a�a.ado á la existencia

" en virtud de su infinito

p ..... •<'r 1 segun el arquetipo de su sabidurfa y

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_,_ bondad ¡ el mundo, imágen de la esencia eter­na de Dios mismo, reflejo de su inalterable é inaccesible grandcza, libro cuyos imperecede­ros caractéres ha lrazado el mismo dedo divi­no. « Los cielos publican la gloria de Dios y el firmamé"nto anuncia las obras de sus manos.:�o (Snbn. xvm, 2.) Por esto los hcombres «son inexcusables cuando, arrastrados por la belleza de las obras de la Creacion, las imaginan dio­ses.» (Sa6icl., xm, 3.)

Tal es el juicio que da un libro que cuenta algunos miles de anos de antigUedad contra los que deifican el mundo ó le confunden con el Sér Supremo, negando la existencia de un Dios viviente y personal, anterior y superior a la Creacion. Esta deificacion del mundo y esta confusion de Dios con el Universo apare­ce en la historia de los errores humanos bajo dos formas p�incipales, cada una de las cuales presenta diferentes concept'JS y matices. Estas dos formas son: el 111oledn/is1no y el ptmtcismo. La oposicion de estos dos sistemas no es un obstáculo para que uno y otro partan de un solo y único pensamiento fundamental, á sa­ber: que únicamente existe la Naturaleza, el

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_ , _ mun_do , y que fuera d e éstos nada existe. De aqui el nombre de naturalismo que se ha dado con frecuencia al materialismo. Si áun se ha­bla de Dios en este sistema no es mis que una palabra á la que se da una significacion com­pletamente distinta de la que le corresponde, Es decir, que Dios no es otra cosa que el a:.un­do. Por donde se \'C que el panteismo con igual razon puede llamo,r�c acosm:S11zo que nlei'mzo. La oposicion del materialismo y del panteismo estriba en que el materialismo hace derh•ar este mundo de una multitud de principios ge­neradores 6 átomos 1 al paso que el panteismo empieza por fijar un principio superior 1 pero que no se diferencia del mundo y forma una sola cosa con él.

El eximen de estos dos sistemas nos demos­trara hasta la evidencia que no se hallan en es­tado de resolver la cuestion relati-!a al origen y esencia de las cosas , y que son completa­mente impotentes para dar solucion al proble­ma del mundo¡ por lo tanto, nos suministrará una nueva prueba , si bien indirecta, de la existencia de un Dios, de un Creador superior al Universo. Empecemos Por el materialismo.

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¿Qué es el materialismo ? El materialismo doctrinal, en contraposicion al práctico , ar­ranca del prindpio de que todo lo que existe en el Universo, desde la piedra mAs rudimen­taria , subiendo todos los grados de la ucala de los seres , hasta e� homhre, tiene por punto de partida, por origen y por lmico principio la materia , una materia primordial no conscien­te ni viviente (1). Esta matt:ria es únicamente el verdadero sér , es eterna, lo es todo , y fuera de ella no hay nada , ni alma , ni conciencia, ni virtud , ni espíritu , ni Dios.

Tal es el pensamiento comun de todos los materialistas , no obstante la diversidad de co­lores y mati<X:s que puedan adoptar en las di­\•ersas ramificaciones de la escuela. Tomado en este sentido , el materialismo no es una pro­duccion de los tiempos modernos. Esta mane­ra de comprender el mundo data de las prime­ras miradas que dirigió el espíritu humano

(1) La ap\icaciondelprincipiomnlerialistnnlhombre, tl!.ntoporloq•lercspcctaásunalur"\ez",comoásuo.l.csti­no,sehaprnnicmdodenmn·ocnnnesu<Jsdiascon cs¡)e­d"l !eg\tridad baj o el nombre de Antropologla materiali�­ta, segun se \"era en :1s �-onrcrcncias sexta y sé!.i.ma de esta obra.

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-·-sobre el conjunto �el Universo, con intenciOn de explicarle, puesto que ya rindieron culto i esta idea Jos filósofos de la escuela jónica , Tá­Ies, Anaximénes y Anaximandro. Esta con­cepcion pueril y completamente sensible con­venia perfectamente á la infancia de la filosofla, ! aquella edad en que el hombre hacfa , con toda la sencillez de un principiante, los prime­ros esfuerzos de reflexion acerca del origen .y la esencia de las cosas. « Los antiguos filósofos, observa Santo Tomás 1 no llegaron sino pro­gresivamente y paso á paso al conocimiento de la verdad. Porque en un principio sus m¡radas groseras y carnales no vieron otros seres que Jos cuerpOs sensibles.» (Smnn,r, c. xr.v, a. 2.)

Todo, decian, ha nacido de la materia, del agua, del aire 6 elementos análogos; por lo cual Aristóteles tuvo razon al afirmar que Ana­xágoras , que establecia la razon como princi­pio del mundo , fué el único que dijo algo sen­s¡¡to , miéntras que los demas no habian hecho otra cota que hablar al azar, (.l!eta/is., 1, 3.) Los matedalistas franceses del último siglo, Diderot, D'Aitmbert, y sobre todo La Mettrie y Helvecio, retrocedieron á estos groseros en-

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sayos del pensamiento humano , á esta filosofia de ninos , como oportunamente la apellida Caro , la filosofía natural jónica ( !:J�'stema de

Fisiologio , 1, 10) , no sin considerarla como un maravilloso progreso del espíritu

'humano, que

debia d:�.r á su siglo , entre todos los dcmns, el carácter de siglo filosófico por excelencia.

El materialismo de nuestros dias no ha sa­bido alegar nada esencfalmente nuevo en su favor , toda vez que , á pesar de las pretensio­nes de los Feuerbach , de los Vogt, de los Mo­leschott, de los Taine y tantos otros 1 no ha hecho otra cosa que sacar las antiguas y enmo­hecidas armas de los arsenales del siglo pasado, y, apoder!ndose de temas gastados y juzg<�dos muchos anos hace , les ha dado , revistiéndoles de palabras de relumbran , cierto aire de nove­dad 1 y asl adornados los ha ofrecido á la mu­chedumbre como la última palabra de la cien­cia , conta una panacea mara\·i\losa para tt;}dos los males de la humanidad.

Hé aquí , pues , lo que dice el materialismo: e La materia lo es todo, y fuera de ella nada hay • ¡ principio condenado especialmente por el Concilio del Vaticano (Con.#. dogm. dr

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Ft'd. Ca/h. De Deo rer11m omnimn C,·ealore, ctm. n): «Si alguno se atreviese á afirmar que fuera de la materia no hay nada , sea an.• Su­yas son tambien estas tésis : «La materia es el principio único de todo lo que existe.» « La omnipotencia creadora no es otra cosa que la afinidad de la materia • (Dfichner, }i"ttn·filn 7 malet·l"a1 31), de la cual se han desarrollado la tierra, el :l.irc y el agua hasta crear los seres que ,·cgctan y que piensan. « El mismo carbo­no y el nitrógeno, que las plant¡s toman de la tierra y del aire, se convierten sucesh•amentc �n hierba, trébol, trigo, animal y hombre para re30lverse de nuevo en tierra vegetal y amo­niaco ; hé aquí 'en lo que consiste la maravilla del movimiento cir:cular vitaL .. ¡ tal es la su­blime creacion de que somos cada dia testigos, la cual no deja que nada se em·ejezca ni se corrompa, y que consiste en que el aire, las plantas 1 los animales y ),Js hombres se den constantemente la mano, se purifiqUen sin ce­sar los unos tlos otros, se desarrollen , se re­juvenezcan y se ennoblezcan ¡ en que única­mente muera el individuo , al paso que se perpetúa la especie-1 de donde resulta que la

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muerte no es otra cosa que la inn1ortalidad del movimiento vital.» (Moleschott, l . c. , R4.)

Si se quiere hallar un modelo de simplici­dad y de estupidez filosófica, es preciso leer la obra del doctor Eduardo L6venthal ( Sislen�n

é histon"a del rurluralt"nno, Revista univers.1l de las universidades alemanas, 11 149). Véase con1o empieza el doctor su estólido razona­miento , § I: «Lo que no tiene fin no puede tener principb. Lo que no puede ser destrui­do, no puede ser creado. Pero la materia no puede ser destruida, luego nO puede ser crea­da ; ella no tiene fin 1 luego tamp_oco tiene principio, por consecuencia es eterna.»

§ 2: «Lo que existe, pero no es creable, no presupone Creador y existe incondicionalmen­te como increado. Lo que es indestructible; sin fin é incondicional, es independiente y absoluto; siguese , pues , que la materia es ab­soluta y que constituye el sér absoluto.»

Con tan ridículo sistema pretende el autor establecer nada ménos que una fuerte oposi­cicn á la facultad de Teología y á la Filosofia tradicional. Pero en realidad no establece más que la certeza de su completa incompetencia

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- 13 -para dar un juicio sobre cuestiones de esta n�· turaleza, Pues cada proposicion del primer párrafo contiene una peticion de principio, una pura supoSicion , una ascrcion gratuita. Ya le refutó Gcethe cuando dijo: « de repente doy con la verdad y escribo consolado: en el principio era ya el acto .»

Ante todo, debe llamar nuestra atencion que la materia se presenta como el principio, que debe dar cuenta de todo lo que existe. Mas precisamente la esencia y naturaleza in· tima de la materia, así como el mundo de los cuerpos, es todo lo que hay de más oscuro y lo que más se oculta á nuestra inteligencia. Pretender dar cuenta de todo, únicamente por la materia, vale tanto como explicar lo que es oscuro y de dificil compresion por otra cosa áun más oscura y que apénas put.>de concebir la inteligencia humana. « El defensor del ma· terialismo , dice Feuchtersleben ( ODras, rv, 3:Z) , cree haber dicho la ídtima palabra cuan· do pregunta : ¿ Qué es el espiritu ? ¡ Cómo si l:l pudiera dar razon de lo que es cuerpo! • « Nadie que haya pensado con detenimiento sobre esto, ha llegado á reconocer la natura·

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-14-leza trascendental del obstáculo que aquí se nos presenta y con el que se tropieza siem­pre, sea cualquiera la forma que se dé al asun­to. Por cualquier lado y con "cualquier arma­mento que uno se acerque descúbrese su carácter infranqueable. Nada han podido ha­cer para destruirle todos los progresos de las ciencias naturales, ni logrará.n nada los que en el porvenir se realicen. Por consecuencia, jamas sabrémos mejor que hoy lo que se agita en el espacio donde existe la materia.:. ( Du-� Bois-Reymond, Li'nites del crmocitniimto de la

Nah�raleza , 15.) Sin embargo , los modernos defensores del materialismo no hallan en esto ninguna dificultad. « El materialismo es una verdad que, no obstante su claridad y senci­llez y á pesar de su incontestable certeza , no parece que en el dia la hayan llegado á. com· prender la generalidad de nu�¡:&tros naturalis­tas. La materia es inmortal , indestructible; no hay en el universo un solo grano de polvo que se pierda ó que se agregue á los ya exis­tentes. No podl'ia suponerse la sustraccion ó la adicion del menor átomo, sin que al punto nos vit:-"Scmos obligados á reconocer, en virtud

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de la ley de gravitacion , un trastorno inme­diato , un repentino é inevitable desórden en el equilibrio universal. EL gran servicio de la Química, en los últimos decenios, consiste pre­cisamente en habernos enseliado, de la manera más clara y terminante, que en el perpétuq cambio de las cosas que á nuestra \'ista se efec­tlia todos los dias , el origen y la desaparicion de formas orgánicas no proviene del naci­miento y de la desaparicion de una materia que ántes no existía , como era la creencia casi general en otros tiempos, sino que tal cambio resulta de la trasformacion constante y no in­terrumpida de la niisma materia primordial, siempre idéntica á si misma é inalterable en sus relaciones, tanto con respecto á la canti­dad como á la calidad ..•.• �os átomos mismos son incorruptibles é indestructibles; y, hoy en una combinacion, ma11ana en otra, forman por la diversidad de su concurso, las figuras innumerables y siempre variadas, bajo las cua­les se presenta perpétuamente la materia á nuestros sentidos, moviéndose en revolucion eterna é incesante cual fuente que nunca se agota.• (Bticlmer, t. c. u. ) Esta exposicion

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nos da, pues , la última y más acabada teoría del materialismo.

Hase dicho con frecuencia al juzgar otros sistemas falsos , que lo v�rdadero que en ellos se encuentra no es nuevo y lo nuevo que con­tienen no es verdadero; pero ni áun este ada­

_gio puede aplicarse al materialismo. No sólo no es nuevo lo poco que tiene de verdadero! sino qne es muy antiguo, hasta en sus erro­res. Es una verdad innegable que todas las formas, tan diversamente vaiiadas, del mundo corporal no tienen más que un solo y único fondo material, que cada vez que un cuerpo cae en disolucion, la Naturaleza vuelvC á to· mar la materia de que estaba formado para emplearla en la composicion de olros cuerpos y formas , pero esta verdad la ha ensenado ex-. presamente la ciencia católica, y fué conocida ya por Platon y Aristóteles. Si no quedá.ra un elemento material que pasa de un cuerpo que perece i un nuevo cuerpo que nace, por ejem­plo , el jugo i lafior, la flor al fruto, cte., no se podria hablar del nacimiento de nuevos cuerpos ya que no habrian nacido sino que habrian sido creados.

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-17-Segun observa Santo Tomas ( Smna, 1.1 c. x1

a. 2 ) : « En los cuerpos inferiores hay cam­bio segun el sér sustancial , por cuanto la ma­teria de los mismos puede existir con inde­pendencia de su forma esencial•; es decir , que todOlj los cuerpos están sujet� al cambio, por­que la materia pasa á otros Seres diferentes.

La materia, la primera materia ( Arisl., Metafis., vu, 3 ) , es la base de todo lo que nace¡ es simplemente, como tal , indetermina­da , pero la posibilidad de todo sér det.ermina­do tiene lugar por la accesion de la forma ( id. XII, s.), que constituYe el i�dividuo tal cual es: forma s"Ostm,h"alt"s de los escolásti: cos. San Agustin refiere (COtifes., xu,6.) cómo él llegó á la idea de una materia primera, co­mun é indeterminada: «Dirigí una atenta mi­rada sobre los Cuerpos mismos y medité pro· fundamente sobre sus cambios en virtud de los cuales dejan de ser lo que fueron y llegan .t ser lo que no eran ¡ despues supuse que este lránsito de una forma á otra se hacia por cier­ta cosa informe. Es, pues , verdadero que la mutabilidad de las cosas mudables es la po­sibilidad de todas las formas en que se cam-

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- 18-bian. Y ¿qué es ella misma? ¿ Es acaso espiri� tu ? ¿ Es cuerpo? ¿ Es una especie de alma ó de cuerpo? Si pudiera llamársela cierta nada, que existe y no existe, yo la definirla asi. Y sin embargo convendría que fuese una especie de sér para resistir tales formas visibles y com· puestas.» En otro lugar (vu) llama á la mate· ria cnsi11ntln.

En realidad, el error materialista no es otra 1.-osa. que la alft'igua doctrina de Epicuro, que consiste en admitir , sin prueba ni fundamento de ningun género, que los átomos 6 corpúscu· los indivisibles, infinitos en número é inde· pendiente los unos de los otros, existiendo desde la eternidad , han formado este universo por un encuentro fortuito. Lucrecio expuso ya perfectamente el sistema de Epicuro : e pues impulsados desde la eternidad de diversa ma· nera , ya por su propio peso ó tambien por impulso externo, se han mezclado los átomos de diferente modo, ensayaron todos los medios para producir cuantas formas pudiesen por las combinaciones que de su union resultáran; de l'ltterte que no es de maravillar si por fin lle· garon á encontrarse en posicion tal y en tal

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concierto, de que resultó la suma de todos los seres que, siempre renovándose, tenemos á la vista. Pues áun cuando no me fuese conocida la naturaleza de los primeros elementos de las cosas, sin embargo me atre,.·eria á sostener, por la sola contemplacion del cielo 1 con en­tera certeza, y por otras várias razones 1 que la naturaleza de estas cosas, manchada con tan graves defectos, no es obra divina preparada para el hombre.:. (De turt. renmt.)

Anói.loga opinion sostiene Burmeister cuan­do dice : «En todo cuerpo no hay perecedero más que la forma; siempre que deja de existir un cuerpo desaparece únicamente este parti· cular individuo¡ la materia de que se halla formado vuelve á la vieja forma material amorfa..... Porque la materia no muere, no perece ; lintes , por el contrario, es.;ndestructi­ble y eterna¡ existe desde el principio y sobre todo limite de los tiempos.•

¡Porque todo ser indh·idual se halle consti­tYido de materia y de forma, porque la mate­ria sufra el trinsito i diversas formas, ha de seguirse que es eterna ! ¡Porque un estatuario pueda sacar del mismo mármol, primero una

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.Minerva, despues un fauno, se deduce que el mármol debe ser eterno! ¡Qué lógica! Aparte de que la expresion forma primitiva amorfa: es un contrasentido tan palpable como el dicho formaitiforme.

Tal es la doctrina materialista .. Sólo nos res­ta ju?.garla.

Supónese que la materia es el principio de todos los seres. Mas no siendo esta materia una, no puede en manera alguna considerár­sela como el principio único y fundamental de todo lo que existe. Puesto que todo se dice que proviene de los átomos, cuya multitud es infi­nita , no puede hablarse de un principio único, sino más bien de una infinidad de principios. Pero esto, como se ve, no es más que un tejido de contradicciones. ¿ De dónde saben los ma­terialistas que existen itomos? Admitiendo que existan , como no son más que corpúsculos ex­tremadamente pequeftos , indivisibles y sin ex­tension, se sigue que se escapan siempre á la percepcion de los sentidos y que , á lo más, podrian establecerse 6 demostrarse por medio del raciocinio, pero nunca percibirse como he­chos probados por la experiencia. Mas precisa-

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mente el materialismo no admite otro medio de conocer la verdad que la percepcion de Jos sentidos : el microscopio es su único argumen­to; lo que fisicamentc se puede medir ó pesar, constituye el objeto exclusivo del conocimien­to, es lo único verdadero, lo único real i todo lo demas no es otra cosa que desvarfo y puro sueño. cNo hay nada verdadero y real más que lo sensible y lo palpable; lo verdadero, lo real, lo sensible, son, pues, tres palabras sinónimas.» (Feuerbach.) e El naturalista-dice Büchner­no conoce más que los cuerpos y sus propieda­des. Lo que está por encima de esto lo llama trascendental , y el trascendentalismo no es á sus ojos mb que un desvarfo del espíritu hu­mano\. (F11erza y mnten·a , 247.) «El Hmite de la experiencia sensible es tambien el límit� del pensamiento.»- (Vogt, La Fe ct"cga )' la

cr'ntr:t'a, 1 oS.) «En nti segunda carta he de­mostrado que, fuera de las relaciones del mun­do corporal con nuestros sentidos , nada po­demos comprender. Todos nuestros conoci­mientos son sensibles.,. (Moleschott, l . c., 387.)

Por donde se ve que el materialismo se halla desde su principio envuelto en una contradic-

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cion insoluble, porque , al mismo tiempo que no reconoce como verdadero más que lo que cae bajo los sentidos, admite como principio de toda existencia algo que no pueden percibir aquéllos. Virchow mismo confiesa que « los fe­nómenos ffsicos conducen, en Ultimo análisis, á ciertos principios generales, que , muy léjos de ser todos susceptibles de una demostracioit positiva , son, por el contrario, la mayor parte de las veces, de tal modo hipotéticos, que pue­de dudnrse si llegará á sostenerse su verdad por mucho tiempo. En este caso se halla pre­cisamente la doctrina de los átomos : nadie ha probado todavía que esta teoria dé una expli­cacion satisfactoria del mundo.» (A:rchWo de

Pntologln �malómi'cn, rx, u.) ·

Pero no es esto todo : «Llamamos· á.tomo á una partfcula de materia muy pequella, que concebimos como indivisible 6 no compuesta de partes, y cre"emos que toda la materia se compone de semejantes átomos.:. (Büchner 1 F11erzn ..... , 21,) Se �mite, pues 1 un número infinito de principios elementales 6 de átomos¡ "mas .un nUmero infinito es una cosa que no concibe la razon, 6 mejor dicho , que concibe

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como una imposibilidad. Porque todo número puede multiplicarse, como toda suma puede ser aumentada con nuevas unidades. Ahora bien¡ lo que es susceptible de aumento eviden· temente no es infinito , porque en tal caso lo infinito podria hacerse aún más infinito por la adicion de una unidad , lo que es 4 todas luces contradictorio. cEI materialismo tropieza en todas partes con las concepciones mis inconce­bibles; para él nada hay más cierto que un tiempo sin principio ni fin, que un espacio in­finito , que 011 número de litemos absolutamen­te infinito. Como si estos infinitos de mala ley, usando una expresion de Hegel, no se destru­yeran por si mismos .» {F. Hoffmann , Rcfitla­

cirm del alomiSmo n/Jsolt#lo y relatiVo, 22.) De consiguiente, Jos átomos no podrian tomarse á lo sumo más que como una multitud de seres necesarios, absolutos 1 eternos. Mas iun esto repugna al pensamiento 1 porque para dar ra­zon del todo 1 el pensamiento no hace relacion más que á. un solo sér necesario , á una causa soberana, y no á una multitud de primeros principios. «El sentimiento profundo y terro­rífico de la unidad de las fuerzas de la natura-

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-24-leza , del lazo misterioso que une lo sensible y zo supra-sensible, es general !un entre los p.;e. blos salvajes.$- (Humboldt , Contws, r, 16.) Y es que no necesita más que un solo sér necesa· rio , y no muchos ¡ pues esta multitud de áto· mos nunca formaria, en realidad, más que un nUmero determinado¡ y ¿en qué razOn podrian fundarse para admitir un número determinado de átomos ? ¿ For qué ni más ni ménos que el que se dice , toda vez que se ha prescindido de la unidad de la causa primera y necesaria? La multiplicidad que se expresa por el número indica precisamente su carácter y su cualidad de cosas creadas. « El nl1mcro es la forma bajo la que se representa todo lo creado. El Sér in­finito es esencial y necesariamente un Sér úni­co.:. (Santo Tomás , Stmuz, 1, c. vn, a. 4.)

Ademas, si se admite que dichos átomos son eternos y absolutos, es necesario decir tambien que son inmutables , porque la eternidad es la medida de lo inmutable, á la manera que el tiempo es la medida de lo mudable. Mas , por otra parte, nada hay ménos inmutable que los !tomos , ya que la cualidad esencial de todos los cuerpos que se suponen producidos por ellos

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-a;-es la mutabilidad. Si existen incondicionalmen­te de suyo y por sf mismos , ¿ cómo se explica su relatividad reciproca, su mutua dependen­cia ? ¿De dónde procede entónces la afinidad de la materia y su fuerza creadora ? Estos áto· mos han de ser simples é indivisibles, y sin embargo, aglomerándose, forman cuerpos, es deci r , cosas compuestas y divisibles ; carecen de inteligencia, y no obstante deben producir­la; no son libres, y de ellos ha de nacet· la libertad, como igualmente el movimiento , la vida, el espirito , á pesar de ser ciegos, inertes cadá\·eres , y excluir, por lo tanto , el esplritu. No han de tener ninguna cualidad determi�a­d.t , y sin embargo, deben diferenciarse unos de otros y producir el mundo con toda su gran variedad y diverSidad de seres. «Es dificil acu­mular más contradicci�nes que las que se ha­llan en la doctrina materialista cuando se pro· pone explicar la formacion del mundo. ¡De lo inmutable debe salir la mutabilidad¡ de lo in­corruptible, la corruptibilidad; de la inercia absoluta , el mOvimiento; de una cosa muerta, la vida; de lo insensible, los sentidos; de cau­sas ciegas , la finalidad; de· lo ininteligente, la

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-26-inteligencia¡ de la materia, el esplritu!,. (Hoff· mano, l. c.) Si se dice que la variedad de cuali� dades y de seres resulta de la diferente aglome­racion, configuracion y combinacion de estos elementos materiales, simples y sin propiedad, surge nuevantente y con más fuerza la misma dificultad. «Nos representamos toda la materia como compuesta de tales átomos ¡ de su cohe­sion y repulsion resultan todas las propiedades que la distinguen.,. (Büchner, l. c., 21.) ¿Pero de dónde provienen estas diferencias de for­mas , de combinaciones y uniones? ¿Qué es lo que las ha ordenado y dispuesto, y quién ha hecho de este órden ley y norma inmutable? ¿Las han producido por si mismos los átomos? Pues entónces son inteligentes , son espirito y no materia. Mas si es otro el que ha introduci­do la diversidad en las combinaciones atomís­ticas 1 es preciso que los átomos hayan sido puestos al mismo tiempo que esas disposicio­nes que establecen las diferencias 1 toda vez que los átomos no existen independientemente de tales determinaciones.

Efectivamente ¡ la materia pura no existe como tal, pues no existe más que en una forma

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-27-determinada (forma s�tbslat�h"nlis), que cons­tituye la esencia de las cO!as1 y por la que 1� cosas se diferencian entre sí. Es 1 por consi­guiente, de una profundidad admirable la frase de la Escritun que expresa la diversidad y á la vez la permanencia regular de las cosas : Dios lo dispo,e todo co11 tllt!tlida 1 milllero y pcrn(1).

«Se ve cuán pueriles son los filósofos que atribuyen á. la Naturaleza una especie de exis­tencia personal distinta del Creador 1 distinta de las leyes que ha impreso en ella 1 distinta de las propiedades y de las formas que Él ha pues­to en las cosas y que determinan toda su acti­vidad. A medida que ha progresado la ciencia ha abandonado aquellas falaces deducciones en que necesariamente se cae cuando no se quiere admitir los hechO! tales cuales en sí son.» {Cu­vier1 Diizrio de los soln"os, I86J, 623.)

«El poder creador universal es la afinidad de la materia. » Así , pues 1 por confcsion del materialismo, no son propiamente los átomos, como tales , los que lo han producido todo, sino

(r) St�6iti.,Xl, 21. Ricbter,el in,·entor de la SU.iquio­menfa,h"tomadoestepasajeporeplgrafeólcma.

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-2B-que la correlacion de los átomos es la que lo ha hecho todo y la que se eleva sobre cada átomo particular 1 como fuerza que ordena y da forma. Los itomos no son 1 por lo tanto , el úl­timo principio de todo sér 1 la sola ca�sa efecti­va y eficiente; lo que debe tomarse por la cau­sa primera ó por la última razon de las cosas es más bien aquel principio que , relacionando los itomos unos con otros, produce la variedad y la dh'Crsidad de los cuerPos. «Todo com­puesto tiene su causa¡ pues las cosas que en si son diferentes no pueden agruparse en una unidad sino mediante alguna causa que las una.• (Stmta, r, c. m, a. 7.) Resumamos breve­mente esta discusion, valiéndonos de las pala­bras de un filósofo contemporáneo. (Ulrici, Dios y la Katurnleza, 31'4-)

Todo lo que es condicional supone una con­dicion 1 que 1 como tal, es absolu�. Los átomos son condicionados entre sí. Mas la condicion de esta condicionalidad reciproca no puede es­tar en los mismos átomos 1 porque en tal caso serian condicionados é incondicionados á la vez. Por consiguiente, la existencia de los áto­mos · supone algo incondicional , absoluto, que

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-39 -siendo la razon de su condicionalidad 1 es nece­sariamente tambien la razon de su existencia.

Slguese, pues , que sólo un cspiritu superfi­cial é irreflexivo puede abrazar· el materialis­mo, puesto que esta doctrina encierra en cada una de sus teorías insolubles contradicciones. Y es mt subterfugio peligroso alegar tizccm­prelln"ót"lidndcs, pues lo que implica contradic­cion no debe sólo calificarse de incomprensible,

sino de inconcebible y de imposible. «Confese­mos tambien aqul la insuficiencia de nuestra concepcion.• (Búchner , l . c., 13z, l9I.-Strauss, Tcor. de la fe, 685.) Por otra parte, no cuadra al materialismo el recurrir i incomprensibili­dades, es decir, i los misterios, toda vez que· él reivindica para sí el monopolio de la claridad y de la sencillez , y se gloria de poseer el ver­i.ladero método cienlífico.

Aunque los defectos que acabamos de seila­lar bastarian para echar por tierra todo el sis­tcma,.sin embargo contiene muchos otros que harémos ver al examinar sus principios más

,de cerca. Dicese que ·todo se ha formado por un desarrollo espontáneo de la materia, sin parar mientes en que alli donde hay desarro-

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- 30 -llo hay tambien movimiento. Mas la materia, como tal, es inerte 1 es decir 1 indiferente al re­poso, miéntras que un choque venido de fuera no la ponga en movimiento¡ y una vez puesta en movimiento se maeve hasta tanto que un nuevo obstáculo se lo impida ó la detenga. Supongamos una bola perfectamente redonda, en reposo sobre una superficie lo mis tersa posible ¡ permanecerá inmoble , á ménos que un choque externo la ponga en movimiento. Su movimiento rotativo no es otra cosa que el efecto de un impulso que recibe de fuera¡ pero una vez que haya recibido el choque, continuará rodando hasta que haya perdido toda su fuerza por el frotamiento sobre la su­perficie. ¿ De dónde proviene, pues , el mO\•i· miento , de dónde proviene todo desarrollo, toda vida ? e Asi como una bala de ca1ion no se mueve por efecto de una fuerza que le sea inherente, así tampoco la fuerza con la que va á chocar contra otro cuerpo es una simple re­sultante de las propiedades de su sustancia; ni los cuerpos celestes se mueven por si mis .. mos , como tampoco la fuerza en virtud de la cual se mueven , puede hacerse proceder de su

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rorma ni de su constitucion. Lo mismo sucede con los fenómenos de la vida; es necesario que se renuncie á explicarlos por las propiedade� de la sustancia que compone cada una de sus partes.:. (Vircholv1 DtSertacio11es completas.)

Rayle mismo (DiCciomzrio crlt. Lettctfo), dice: 4:La extension y la dureza comprenden, segun nuestras ideas , toda la naturaleza de un ;itomo. La fuerza de moverse no se halla compren­dida en él; es un objeto que nuestras ideas ha­llan extratlo y extrínseco con relacion al cuerpo y á la extension:. (1) . «El primer sér no puede ser algo que lleve en sí mismo 6nicamente el movimiento en potencia y que no este real­mente en movimiento. Pues en tal caso, nunca 11egaria á. producirse el movimiento, ya que este sólo puede ser producido por aquel que le posee como cualidad intrínseca y esencial , y sólo el que posee la realidad del movimiento puede efectivamente pasar á él. Pero todo cuerpo no posee, como tal , mb que la posibi­lidad del movimiento.:. (Sr�mn, r, c. m, a. 1.)

(r) S"brela.indirereneiade la. materi", v•a.�e Euler, C.IJ·Im á uuopiut:tmlfl�llllfHII1 111 51 y l.a.pla('e, Si.</tlll(l dtlmllm/1)1 V, 1, 2.

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« Una causa primera, material , dice muy oportunamente de Maislre, envuelve una con· tradiccion palma1·ia , puesto que la materia no tiene accion sino por el movimiento ¡ y sien­do todo movimiento un eFecto no puede �cr á la vez causa. En todas partes el motor precede á lo que es movido, el condUctor á lo condu­cido¡ la materia nada puede, y no es en reali­dad otra cosa que la prueba del espíritu.» (Y e­Indas, I1 285.) El movimiento supone, pues, un motor, el cual , á su vez 1 supone un motor primitivo que se mueve á sf mismo y no debe su movimiento á un impulso venido de fuera. Este primer motor es , pues 1 movimiento y actividad por s[ mismo ¡ es pura actividad, puro espfritu y absoluto. Ya Platon opinaba que la última causa eficiente no esta en lo cor· poral , porque lo que es corporal, no puede moverse á si prOpio. Esta causa, pues , está en un principio espiritual capaz de moverse ti si mismo, Por lo cual el citadO filósoFo considera como un error Fundamental el admitir que la materia exisle ántes que cl espfritu. El esplri­tu, por consiguiente, es el que imprime el ori­gen y el movimiento á todas las cosas, la fuer-

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- 33 -za primitiva que lo pone todo en agitacion, la causa primera de todo lo que existe. (LcJ•cs, X 1 892 ; X l l 1 967 . )

De aquí se infiere que cuando el materialis­mo admite como eterno el movimiento de la materia, y sin rcsolvt:r la cuestion- de donde procede éste, le considera como una propie­dad esencial de la misma materia , establece una hipótesis, no sólo gratuita, sino contra­dictoria, un concepto de todo punto incom­prensible, ya que esto conduce á admitir un tiempo eterno y una eternidad temporal 1 una eternidad que crece cada dia y llega á ser de esa manera m:is eterna, y un tiempo que

, no ha tenido principio , es decir, que no es tiempo. « La materia eterna está dotada, pot necesidad , de un movimiento eterno tam­bien ( ? ! ) . Por eso el movimiento de la mate­ria no es .ménos eterno que ella misma. En cuanto á la cuestion de saber por qué en u n tiempo dado ha tomado tal 6 cual movimien­to determinado, se escapa por completo á • nuestra penetracion .� (Biiclmcr, l . c . 5 5 . ) Na­die es capaz de escribir cosa m:is superficial á no ser Hermano Hettner (Ht"sion'a de la liü-

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rll/,rn Úlglesa), cuando dice que, desde el des­cubrimiento de la ley de gravitacion por New­ton , es preciso considerar al mundo como un todo completo, que no descansa más que sobre si mismo y que subsiste independientemente de Dios en un equilibrio eterno, y que la As­tronomía se sustrajo entónces del dominio de la Teología ! ! « Si la materia no es una pala­bra sirr sentido, me atm·o ·á sostener Que ofre­ce al espirito un concepto incomprensible, si no se considera como inherente .á ella una propiedad dia�etralmente opuesta á la de movimiento, la de la inercia. Esta propiedad de la materia demostrada por una sólida ex­periencia, base adernas de todos los cálculos de la Física y de la Mecánica, está en abierta oposicion con la teoria que atribuye á la misma la propiedad de moverse. Si cientffi. camente se ha probado que la materia no se pone en movimiento mis que cuando es so­licitada por una fuerza externa y que no pier­de el movimiento recibido sino cuando le tras­mite, ¿no es más conforme al carácter del método experimental deducir de esto que la materia ha recibido de fuera el movimiento,

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que una causa externa se le ha comunicado? Todo lo que se nos ofrece patente y com­prensible en los primeros pasos que damos en el estudio de las Ciencias físicas y naturales , son fenómenos de movimiento, producidos y trasmitidos á una materia inerte. Admito de buen grado que todas las series de· movi­miento tan diversas á que de ordinario se da el nombre de fuerzas fisicas, se refieren á un principio único deducido del análisis experi­mental; el movimiento desplegado en una' variedad infinita de efectos. Queda por an�­riguar cuál es el principio del movimien­to. En esto estriba el punto capital de la cuestion. Ahora bien, por mi parte no puedo comprender por qué este concepto de la uni­dad de las fuerzas físicas se opone á la idea que tenemos de un principio creador, motor y organizador de la materia.· lo.! u y al contra­rio , creo que la l\letafisica se halla en el caso de sostener, fundada en los progresos más recientes de las ciencias experimentales, que ha descubierto en ellas esta doble base en la que se apoyan sus demostraciones más evi­dentes: una materia inerte y un movimien-

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- 36 -t o comunicado.»- ( Caro , El Maten'a/i'smoy la

ci'mcia , 231 . )

Por otra p.trte, la atraccion no tiene lugar más que.allí donde se hallan varios cuerpos, 6 por lo ménos dos moléculas, pero ni las unas ni los otros tienen en sf mismos únicamente el prii1cipio de su atraccion y de su movi­miento ¡ por consiguiente, ninguno se basta á sf mismo , ninguno posee, por tanto , una existencia incondicionaJ, absoluta. Y si los cuerpos individualmente no poseen esta exis­tencia, tampoco la totalidad de los mismos puede poseerla, ya que una suma de seres con­dicionales no puede llegar á formar un incon­dicionado. « Este hecho de la atraccion uni­�w-ersal de la materia , del que no podemos dar explicacion satisfactoria , se atribuye á la fuer­za de la atraccion ó de la gravitacion, sin que sea posible decir cuál es el verdadero efecto de esta fuerza.,. (Pi'rckow, l . c. 13 .) Y Newton de­clara expresamente que el origen del movi­miento !lO podia, en manera alguna, explicar­se por las leyes de la gravitacion, cuando dice · « En virtud de las leyes de la gravedad conti­nuarán en sus re\•oluciones¡ mas no han po-

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- 37 -dido en manera alguña recibir de estas mis­mas leyes el primer impulso que determinó su regular movimiento. » ( Pln1os . . 1lfll7lr.

prit�cr}. m; Schol. rnz.) «Considerar la gravi­tacion cOmo una cualidad inherente y esen­cial á la materia, de tal suerte que un cuerpo pueda obrar por sí mismo sobre otro a distan­cia y á traves del vacío, esto me parece tan gran necedad que no creo que un hombre me­dianamente versado en la ciencia de la Natu­raleza pueda jamas admitirla. La gravitacion n:o puede explicarse más

' que por un agente

universal cuya accion esté determinada por leyes constantes.» (Obras de Newton, ed. Hor­seley, JV1 438.) e La grivitacion es el efecto de un acto simultáneo y constante en dos cuer­pos que se atraen mútuamente. Por su esencia no es una dualidad sino una unidad superior que influye en dos cuerpos á la vez.» (Kiistner, llfecdm&a Sl'./JCn'ot·, m, 1 30. ) Por eso Euler (1. c. 68.) quiere que se diga impulso en vez de atraccion , porque no puede comprender cómo dos cuerpos colocados a distancia po· drian obrar uno sobre otro. Arago ( Ohsuva­

ct'ollcs et'Cili{/icas , m, 500) , y Biot (jat1et, l. e,

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_ , _ 70), no creen tampoco que la atraccion 1 como tal , baste para e."<plicar el movimiento de los cuerpos.

Á "tiempo infinito corresponde un espacio tambien infinito ; nada hay que se diga con más ligereza que esta exeresion y nada hay tampoco más contradictorio. Porque lo que es medible y numerable , como el tiempo , el es­pacio y el mismo nümero, lo es en una progre­sien indefinida, irifim'lltm potmtia scu i"d�fi7ti­ftmt , sin que en sentido metafísico llegue ja­mas á formar un infinito , irtfttu"ttttll octr1. Una serie infinita de causas creadoras dél mundo no llegarian jamas á producirle, porque esto sólo es propio de la causa prin1era que se echa de ménos en este sistema¡ y un m�do que no haya tenido principio , aunque bajo el concep­to metafísico fuera posible, no lo es física­mente. Porque siendo infinito , tendria en to­das partes el centro de la gravitacion, y esto equivale á no tenerle en ninguna parte , y por consecuencia á no tener gravitacion, á no te· ner movimiento. Ademas, un mundo infinito presupone una materia i l imitada y ésta pre­supone que los astros son tambien irífinitos.

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.Mas el número ilimitado de estrellas fijas que irradian luz y calor 1 segun ha demostrado Olben 1 conduce necesariamente i la conse­cuencia de que todo el firmamento se halla envuelto en un resplandor y despide un calor iguales á los del sol por lo ménos. Por donde se ve que el raciocinio y la experiencia de consono se opor.en al concepto de un mundo infinito en el tiempo y en el espacio. Cuando Strauss hace nolar que « al considerar el nú­mero infinito no se han tenido en cuenta las distancias inconmensurables que producen el efecto de disminuir la luz » 1 cae en el escollo de no considerar, i su vez , que en el tiempo infinito la luz ha debido rebasar con mucho las distancias inconmensurables. (Epilogo , 3 1 .)

Pero no hay simplemente movimiento en el mundo ¡ ántes bien , el movimiento se mani­fiesta en todas parteS con el carácter de inten­cional. Todo lo que se mue\·e se halla dirigido á un objeto determinado. Este órden intencio­nal se nota principalmente en los seres orga­nizados, desde el tallo mis insignificante de hierba hasta ei admirable edificio del cuerpo humano. La disposicion de un cuerpo orgáni-

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- <O -ce cualquiera se halla ordenada de la manera que tiene que estarlo precisamente 1 siendo ab­solutamente cierto que una inteligencia sobe­rana , que dispone , segun le agrada , de todas las fuerzas y de todas las leyes de la Naturale­za 1 ha marcado el objeto que ha de llenar y la ha dado los medios de llenarle. Cada uno de estos sistemas de fuerzas y de elementos que se llaman organismos 1 y cuya accion lleva taro­bien la marca del órden y de la finalidad , es una combinacion única , un caso particular en­tre los miles de casos _posibles que no hubieran llenado este objeto final.

Büchner ha recurrido á los monstruos 6 se­res deformes para probar que no existe tal fina­lidad en la Naturaleza, como si las excepcio­nes , explicables , por otra parte 1 por ciertas influencias particulares, no confirmáran preci­samente la regla 1 en vez de destruirla. Al de­cir deformidad se supone la existencia de la finalidad como regla, segun lo expresÓ ya San­to Tomás ( Suma1 I 1 c. cm , a. � ) cuando dijo: « Lo que hay de fortuito en las cosas de este mundo demuestra que todas ellas se hallan so­metidq. al gobierno de alguno. En efecto, si

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las cosas corruptibles no estuvieran goberna­das por algun Sér superior no tendrian ningun objeto , sobre todo las que carecen de inteli­gencia, y por tanto nada podria sobrevenirlas fuera del objeto que tienen señalado; es decir, nada casual y fortuito.» « En todo nacimiento de.�rme debemos ver un defecto de la Natura­leza , que , de ordinario, se hace patente por algun obstAculo que impide su libre desarro­llo.» (Schaaffhausen, Arck. de A11trop. m, 99.)

Por consecuencia , el 6rden intencional , que se refleja de un modo tan visible en to�o sér viviente , demuestra que , sobre las fuerzas simplemente motoras y �ctivas de la Natura­leza , reina un poder soberano, que las tiene bajo su pleno dominio y las hace servir ii sus designios. cEn las gotas microscópicas de una fluidez Aun indiferente de cada gérmen hay un tipo, 6 mis bien , un prototipo espiritual que obra. Así , pues , siempre que ha de nacer una cosa, bien sea una obra de la Naturaleza , 6 bien del Arte, la primeN condicion qu� se re­quiere para tal nacimiento es algo eterno y preexistente á todo objeto temporal , es decir, la idea , la ley , que precede tambien necesaria-

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- 4Z -mente á toda obra de la criatura , á la manera que el plano de un edificio existe en la mente del arquitecto ántes que puedan sobreponerse las piedras unas á otras para efectuar la cons­truccion. La forma es todavfa indiferente mién­tras se halla en g¿rmen ¡ vista con ayuda de los ntejores instrumentos, no es mi\s que una bola cuya c:widad está llena de una materia flUida

· incolora. Tal es el principio de todo� los orga­nismos que conocemos. No hay anatómico, por hábil que sea , capaz de distinguir el pri­mer gérmcn de un ave del de un pez 1 ni áun del de un hombre.» (Caros , Orgfmo del cotzo­cimietzlo, 82.)

« La Naturaleza creadora se oculta para tra­bajar con un cuidado tan celoso 1 como si qui­siera quitar hasta la posibilidad de dar una ex­plicacion deducida de las causas eficientes. Si el ojo 1 por ejemplo 1 ·miéntras se forma estu­viera expuesto á la luz, se podria en rigor sos­pechar que el rayo luminoso que le hiere for­ma para sí este precioso órgano¡ pero el ojo se desarrolla en la oscuridad del seno maternal para corresponder á la luz despues del naci­miento. Lo mismo sucede con los demas senti-

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dos. Existe una armonía preestablecida entre la luz y el ojo, entre el sonido y la oreja, entre el suelo que nos sostiene y el mecanismo de los órganos del movimiento ¡ porque sin que haya existido comercio entre ellos entran de repente 1 no durante el periodo de su forma­cien sino despues de ésta, en una relacion muy intima. La luz no ha hecho la vista 1 ni el so­nido la oreja 1 ni el elemento sobre el que debe mo\•erse la criatura ha formado los órganos de la locomocion¡ ántes bien , los órganos han sido expresamente , y con anticipacion , forma­dos para estas operaciones que debian produ­cir. Nos hallamos aquí como en un circulo, que , sin embargo , nada tiene de vicioso. El órgano cae con su actividad bajo la accion de la causa eficiente , pero con su estructura evi­dentemente ordenada á. un fin, cae bajo la ley de su propio efecto. El ojo ve , pero la misma vision ha presidido á la formacion del ojo i los piés andan , pero el andar. ha formado las arti­culaciones de los piés ¡ los órganos de la boca hablan 1 pero el lenguaje mismo, la necesidad de expresar el pensamiento les ha comunicado desde luego su movimiento. Este circulo es cl

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- # -circulo mágico de los hechos simples. Y la ar� monfa preestablecida supone evidentemente un poder que rodea todas sus partes, poder cen­tral en el cual el pensamiento es el alfa y el omega .••.. Donde quiera que en el mundo exis­ta realmente una finalidad 1 la inteligencia la ha precedido como su fundamento.» (Trende­lenburg, Jiwesti'gaciom:s, n , 26. ) Así Bur­meister (ñnti,rmcs plrJgicas, 1, 207, 2 141 2¡6)

confiesa e que el dón de la voz tiene· por causa final el comercio del pens.1miento, pues se sabe que en la Naturaleza los medios d!lterminados tienden d. fines tambien determinados.»

Desde Epicuro (Lm:r. lv, 223) es ya cos­tumbre , generalizada entre los naturalistas de tendencias materialistas, el negar las causas finales ; sin embargo , di�n lo que quieran , la verdad acaba por imponérseles, obligándoles á reconocerla. En el fondo cada experiencia es una prueba del principio fundamental de las c."tusas finales , á la vez que una confesion pala­dina de la libertad con que le admitimos. Por regla general, las ciencias ñaturales, con sus medios empiricos, no conocen ni quieren co­nocer otra cosa que las causas eficientes. Pero

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- <S -de que la causa final no sea inmediatamente sensible, ¿ se sigue por .ventura que no exista? Siendo la ley dtt la Naturaleza, como tal , un pensamiento no sensible ni perceptible, pero que se realiza en los fenómenos , la inteligen­cia le toma como ley necesaria de la ciencia, y se impone con el carácter de la necesidad. Otro tanto sucede con el fin ¡ no es inmediatamente visible, pero se manifiesta mediatamente por mecYo de efectos regulares y uniformes, á la manera que las copias , acordes entre sí, reve­lan el original de donde han sido tomadas.

El concepto de la finalidad es intrínseca­mente necesario para que podamos compren­der la Naturaleza, y hasta para el conocimien­to cientifico no carece de utilidad y de impor­tancia, ya que nos ensefta á distinguir de los impulsos exter:tos del movimiento esas fuerzas interiores de la Naturaleza que revelan ciertos fine!; de la existencia, que no podrian deducir­se por las solas causas �ednico-fisicas. Así Harvey descubrió la circulacion de la sangre miéntras consideraba el objeto de la disposi­cion valvular de las venas, y \Vhewell hace notar que as! como Cuvier, tomando por base

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el dedo de un animal primitivo, construyó todo su esqueleto, asf la nueva ciencia de la paleon­tología se ha formado del concepto de la fina­lidad.

Esta finalidad no se manifiesta en la N alu­raleza en alguno que otro caso particular ¡ for­ma la regla, la ley directriz y constantemente uniforme, segun la cual se desarrollan todas las especies de seres vivientes. El reino animal y el reino vegetal son en el dia los mismos que describió en su tiempo Aristóteles¡ existe en el espíritu un tipo general y constante, una forma primordial anterior á los seres vivientes, cuyo sello llevan impreso; existe un pensa­miento anterior á toda formacion orgánica, que determina las condiciones constitutivas de todo sér que pasa por vez primera á la vida y al mundo de la realidad. Segun indicamos án­tes, apoyándose en este hecho y con sólo po� seu un hueso de un animal antedilu,·iano, Cuvier pudo hallar Con seguridad toda la es� tructura del animal en sus elementos esencia­les. « La. Zoología -dice - posee un principio que la es propio, y del cual hace numerosas aplicaciones: tal es el principio de las condi-

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ciones de la existencia 1 llamado de ordinario principio de las causas finales. Pues como nada puede existir si no reune en sí todas las condi­ciones necesarias para su existencia 1 es preciso que las diferentes partes de un sér estén for­madas y coordinadas de tal modo 1 que hagan posible el todo , no solamente en si mismo, sino tambien con relacion á. los seres que le rodean. :. Segun este gran naturalista 1 dicho principio conduce «á leyes generales tan cla­ramente dunostradas , como si fueran el resul­tado de un cálculo ó de una experiencia.:.

« No puede dudarse l¡ue el desarrollo todo del reino animal sigue un plan único , una ley determinada y constante. En las más antiguas formas de los animales hemos reconocido cons­tantemente los prototipos de sus descendientes tan diversificados, y comparando determina­dos tipos en circunstancias dadas, hemos de­mostrado la dependencia de la organizaciou animal en relacion con los tiempos y los me­dios en que se han producido.Jo (Burmeistcr, l . c., 242.)

Pero no es únicamente en la formacion de los organismos particulares donde se revela el

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-, .. -pensamiento¡ un solo plan abraza todo el con· junto de la creacion orgánica é inorginic;,a, cuyo desarrollo se prosigue y efectúa en una misma escala, que termina en la vida espiri· tual y libre del hombre. ( Uirici , l. c., 3 1 5.) Mucho tiempo ántes habin reconocido esto mismo &oto "Tomás ( u , dist. 11 qu. u, a. 3.) « Toda criatura corporal tiende á asimilane i la criatura intelectual en cuanto la es posible . . . . . Por lo cual tambien la forma humana, es decir, el alma racional , se dice que es el fin último que persigue la naturaleza inferior.» De lo cual se iqfiere, con perfecta evidencia, que existe una inteligencia superior al mundo , inteligen­cia absoluta y que penetra todo el U'niverso, una \'oluntad suprema que determina sobera­namente el órden de todos los seres , un Dios vivo y personal, que, ántcs de existir el mun­do 1 ha trazado el plano de é1te. y de todo cuan­to encierra, que ha realizado este plan en el tiempo y ha enderezado i su realizacion todas las fuerza¡ de la Naturaleza. « El todo- dice Aristóteles-es anterior i sus partes.»- El cé­lebre anatómico Ricardo Owen hace , á este propósito, la significativa declaracion sigui¡mte

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·- -19 ::-(Prhlcipi"os de Osteologla compnnuf, ) : «Si el mundo ha sido creado por un espíritu, por una 'nteligencia preexistente, en una palabra, por Dios, es preciso que haya pre�ido á la eren� cien del mundo una idea , un modelo del mis­mo ¡ es necesario que hayan sido conocidas las cosas ántcs de ser creadas. En el dia el recono­cimiento de un tipo ideal, base de la organiza­cien de los vertebrados, demuestra que ánlcs que el homPre apareciera en la tierra, era ra conocido un sér como el hombre. La inteli­gencia divina veia ,con antelacion, al formar el prototipo , todas las modificaciones qUe h;Wia de sufrir. La idea de prototipo se manifestó ya en nuestJ;o planeta lJ!Ucho tiempo ántes de las especies de los animales, en los cuales la vemos ahora desarrollarse y realizarse.»- Los mis nota­bles naturalistas profesan la misma doctrina. Así Elias de Beaumont dice : «La historia pla­netaria: de la organizacion animal viene á pre­sentar los mismos fenómenos que la historia del desenvolvimiento que se efectí1a á nuestra vis­ta, ó que el desarrollo zoológico dé la creacion actual ¡ de donde se infiere que desde un prin­cipio ,ha exislido un solo é idéntico plan pa1·a

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- so -la organizacion de cada reino animal , que sir· ve de base á todo desarrollo , ya sea especial, ya genérico.» Y Giebel ( Cuestiot�es del dia, 145):

«Todas las diferencias de los animales antedi­luvianos guardan una relacion perfectamente definida con la época en que existieron y con el grado de estructura del organismo animal. No podemos designar mejor esta relacion que considerando el mundo animal de los periodos sucesivos de la Cre�ion como 9tros tantos gra­dos de dcsenvolviniiento del miSmo reino ani­mal. Y en realidad de verdad los primitivos lipos de este reino corresponden, con entera exactitud , á. determinados grados de desenvol­vimiento de los animales que en la actualidad existen.» (Burmeister, l . c., n, 332.)

El materialismo , incapaz de explicar la fina­lidad interna que resplandece en un solo cuer­po organi.zado , puede mucho ménos dar razon de la consta.nte uniformidad de los géneros y de las especies á traves de tantos siglos. «Des­de los tiempos de Aristóteles la abeja no ha dejado de trabajar en la composicion de su miel ¡ la hormiga construye aím hoy mismo sus galerías como en los dias en que Salomen

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- SI -

la proponia por modelo. Pero desde que el gran filósofo y el sabio rey las observaron no han adquirido un solo órgano nuevo ni un solo nuevo conocimiento. El Egipto 1 que, como hace notar la Comision de naturalistas france­ses , nos ha legado, no solamente en sus escul­turas, sino principalmente en las mémias de sus animales, todo un museo de Historia na­tural, nos presenta ejemplares de toda especie de animales que han permanecido sin variacion alguna al cabo de tres mil a11os.• (Wiseman, Armottia de las cinzcias cott la 1·eh"gio11 l"n>ela­

da, 1 14. - Para más detalles, especialmente fundados en la Paleontologfa, véase Quatrefa­ges , Revitta de Am!Jos mmulos , r86 r 1 197 · )

¿ J?or qué los átomos fortuitamente aglome­rados no ha� producido todavía una nueva combinacion , sino que han conservado hasta el dia el mismo órden ? ¿ Qué mano ha podido, pues , obligarles á conservar el órden de cosas que ellos habian formado al acaso? ¿ De dónde proviene que no produzcan continuamente nuc,•os seres , distintos géneros y especies di­versas? Desde que Darwin dió á luz su famo!a leería se pretende explicar esto por la trasmi-

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- sa -sion hereditaria , por medio de la cual se fija y se conserva esta combinacion formada al aca� so. ¿ Pero la virtud de la trasmision misma no es ya la determinaclon de una cosa futura? ¿No es ella misma en alto grado teleológica? ¿No tiende toda la actividad de la propagacion t iniciar un nuevo proceso vital ? (Lactmzt.

Div, f,lst. n , J l .)

Cada género, cada especie de seres orgáni­cos forma un reino aparte, separado y comple­to, constantemente uniforme , que se reprodu­ce y propaga asimismo sin cesar y exclusiva­mente. ¿ De dónde , pues , proceden esos millo­nes de organismos diversos é independientes los unos de los otros? ¿ Deben su origen á sim­ples átom'Os que se han aglomerado y mezcla­do por casualidad ? Pero cada organismo no engendra más que otro semejante y nunca pro­duce otro sér de distinta especie. La opinion que admite la generacion llamada et¡rdvocn, es decir , la posibilidad de que nazcan organismos nuevos y extraf\os 6 desemejantes espont<i.nea­mente de sí mismos , sin semilla ni gérmen prévjo de su especie, opinion que, en un tiem­po en que las ciencias naturales estaban ménos

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- 53 -adelantadas, 11eg6 á adquirir \'isos de probabi­lidad , sobre todo en lo que se refiere á ciertos animalillos de dificil observacion, ha sido re­chazada posteriormente como insostenible en vista de nuelo-as inlo-estigaciones y de más exac­tos experimentos , al punto de que hoy no tie­ne en su favor ni un solo naturalista de nom­bradía. Ningun sér viviente, ningun organismo puede ser produado sin una semilla preexis­tente, en la cual se halle ya todo el sér poten­cialmente en gérmen. Todo sér viviente nace de semilla. Y Dios dijo : «Produzca la tierra hier­ba verde, y que haga simiente, y plantas fruc­tiferas que dén fruto segun su género, cuya simiente esté en las mismas sobre la tierra.:. (GI!IJ,, 1, 1 1 . ) Burmeister mismo siente tener que renunciar á la posibilidad de una genera­don equivoca ¡ Virchow la tiene e por brujería y artificio diabólico » , no sin hacer esta nota­ble declaracion (K. Schmidt , A11lropologta,

1 74) : 41 La doctrina de la generacion espontá­nea, segun la cual los seres vivientes nacen de una materia muerta , sin padre ni madre , se_ encuentra cada dia más abandonada , y ya no hay en los reinos vegetal y animal más que

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algunos organismos de la ínfima escala que puedan suministrar pretexto para renovar la

· anligua contro\o·ersia sobré este particular. Por lo que hace á los organismos. superiores, se nie­ga en absoluto la generacion espontánea y por razones muy poderosas. Toda planta tiene su semi lla , todo animal tiene su huevo ó su gér­mcn. Todo cuanto tiene vida forma una larga serie de generaciones sucesivas, en la que la nír1a se hace madre y el efecto se hace á su vez causa¡ una cadena continua compuesta de ani­llos vivos , en la que el movimiento y la vida se propagan en una renovacion y un rejuve­necimiento perpétuos. Él vegetal engendra el vegetal , y el animal al animal ; pero cada es­pecie determinada de vegetales ó animales no reproduce más que vegetales ó animales de la misma especie. El dise110 de la organizacion es invariable dentro de los limites de la especie: la especie nq sale más que de la especie.:t J. Müller, Cuvier (Re/acr'r»' kr'strirr'ca aceren de

los pl'ocresos de las ci'e11ci'as t�t�tm·ales , 200), y Wagncr rechazan igualmente tal doctrina," que ya no tiene partidarios más que entre algunos naturalistas apasionados , como Vogt, Moles-

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- ss -chott y Búchner. Sabios tales como Spallan­zani , Ehrenberg, Schwann , Schulze, Vnger, Pasteur y los citados ántes han .demostrado que no se da generacion espontánea en la Na­turaleza.

cEntre todas las especies de vegetales y de animales, vivos ó muertos, no hay ninguno que se produzca ó se haya producido por lo q·ue se llama generacion espontánea en el sen­tido de que los elementos ponderables de que parece componerse la tierra, así como una gran parte de nuestro-sistema planetario, se hubieran combinado bajo la influencia de los elementos imponderables ( luz , calor, electri­cidad) 1 para dar así origen á. los animales y á los vegetales.• (Wagner, Lt1cka por el alma,

209, 2 1 1 .) «Consideramos como definitivamen­te condenada la doctrina de las generaciones espontá.neas» dice guatrefages (Rev. de Am­lJos tnrmdos, 1 86 1 , 1 57).

Tambien Strauss (Teor. de laft, 11 683) , no obstante su incredulidad, cree en la genera­cien espontánea, fundándose en la autoridad de Buffon , Needham y otros : « Está probado que ciertos seres vi\'os se forman cont!nua-

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- 56 -mente d e materias y a orgánicas, pero comple­tamente diferentes , ya inorgánicas, colocadas en determinadas circunstancias; por ejemplo, los infusorios, que se desarrollan hasta en sus­tancias minerales, y los entozoarios en cuerpos de animales.• Extra1ia mucho esta credulidad de Strauss , que se declara convencido, á pesar de no tener un solo ejemplo debidamente de­mostrado que citar, cuando tan ligero se mues­tra para negar hechos perfectamente probados. ¡ Pero semejante hipótesis está en su lugar en un sistema que explica la aparicion del hombre sobre la tierra por la generacion espontánea, lo misre.o que la de esas ténias de veinte piés de largo que destruyen su organismo ! Esto es, segun el parecer del mismo escritor, una con­cepcion estrambótica ¡ pero « no tenemos otra manera de comprender el origen del hombre.• .t\ntes admitir un absurdo que la Creacion. «Lo que me desagrada en Strauss -dice A. de Humboldt en una de sus cartas á Varnhagen (.J..� ed. 1 1 7 ) -es esa ligereza en cuestiones de Historia natura l , con que hace nacer , sin el menor escrúpulo, los seres organizados de la materia inorgánica , ya que no le tiene para

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- sr -hacer salir aún al hombre espontáneamente d�l limo de la Caldea.» (Quenstedt, l. c., 2 3 1 .)

La antigua máxima de Harvey Onme vivmn ex wo está , por lo tanto, plenamente confir­mada, y áun con más precision podria formu­larse diciendo que todo sér viviente, ar:timal ó vegetal, nace de una célula germinal. (Schlei­den 1 La At�tigiiet!ad del género llu11u1tl01 28, y Ulrici , l . c. , 280.-Huxley 1 Nttestro COilOcl"..

minflo de las cntesas rk los fenómetlOS de la 1la/. orgmz. , 63.)

Los experimentos de Pasteur parecen de­mostrar que los gérmenes orgánicos flotan en el aire. Unger ha descubierto que hasta en el agua destilada más pum, si se pone en contac­to con el aire ordinario 1 se desarrolla el vege­tal de la intima especie 1 el alga llamada �roto­

coccus ,,;,,or / mas si 1 purificado préviamente el aire , se aisla 1 no aparece la menor huella de produccion vegetal áun trascurridos algunos años , siendo de notar que basta abrir el tapen del frasco algunos segundos para que se desar­rolle la pequena planta en muy corto tiempo, despues de cerrar nuevamente la vasija.

«La opinion de que la Naturaleza pOsee una

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- ¡8 -fuerza creadora capaz de producir, con ciertas materias vegetales en

'descomposicion , las

plantas más variadas , y hasta animales, el horror al vacío, el espíritu recto, la creencia de que se forma hierro y fósforo en los cuer­pos de los animales vivientes, son únicamente la consecuencia de la falta de investigaciones. No tenemos el derecho de crear causas imagi­narias cuando se frustran todos nuestros es­fuerzos para descubrir las verdaderas por el camino de la indagacion , y cuando vemos que los infusorios nacen de huevos, sólo nos resta ya saber por qué vías se propagan 6 des­arrollan . »- (Liebig, Carlas gr�im. , 2o. )

Pero el materialis.mo tiene aún esta evasi­va. ·« En la primitiva época de la formacion orgánica, las cosas no sucedian de la misma manera que hoy ¡ por eso el proceso de la for­macion de los seres se efectuaba de distinto modo. Si no queremos, pues 1 recurrir i los milagros ó á los misterios 1 nos vemos obliga­dos á recurrir i la virtud generatriz de la ma· teria misma , á fin de explicar la aparicion de los primeros seres organizados sobre la tierra, deduciendo las causas por las que esta \'irtud

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- sg -=-ha cesado de obrar en la actualidad, de las le· yes generales de la Naturaleza, que no hace más que lo necesario y recha7.a lo supérOo.»

Burmeister (HiStoria tle la Creacitm , 304)

supone que la razon más apremiante para ha­ci:r admitir esta hipótesis ces que sin ella no se podria explicar el origen de los seres orga­nizados sobre la tierra sin recurrir á la inter· vencion inmediata de un poder superior al hombre.» ¿ Quién no trae aquí á la ntemoria la frase de Gcethe? cEstas hipótesis son cuen­tos de v�ejas c;le que se sirve un maestro para adormecer á sus discípulos.» (Prov. Cl' pr., m, 28_:¡ . ) « Entónces, segun la observacion irónica de Quenstedt ( A,tcs y ako'·a , 233 ) , toda la masa pútrida de la vida orgiinica y la .omnipo­tencia de la tierra muerta no se saciaban de crear . . . . . Tal es el hombre con su espirito li­mitado , que se figura debe poder pensarlo todo , sin cuyo requisito no existe nada ¡ y sin embargo 1 como naturalistas 1 sólo tenemos derecho á sacar deducciones fundadas en expe­riencias exactas, reconociendo al propio tiem­po el límite que no alcanzan á traspasar nues­tras fuerzas. » Se quiere evilar el ntislerio y el

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_ ,. _ milagro y se apela á una hipótesis puramente gratuita y condenada de consono por la cien· cia y la experiencia.

¿ Por que esa virtud generadora y libre no obra ya en el dia? Escuchen nuestros lectores la respuesta: «Cómo y de qué manern tenla lugar este deSarrollo espontineo de los seres organizados, es cosa que todavía no puede de­cirse, en manera alguna , con prccision cientí­fica , siquiera debamos esperar que investiga­ciones ulteriores vendrán á arrojar más clara luz sobre esta cuestion. »- (Büchner , l . c. 72.) Y en sus LecciOnes solJre la Uorla de Darwin

(p. 100) 1 dice : e La generacion primitiva'Se funda en una ley natural que, en la actuali­dad , se encuentra latente ú oculta, es decir, que no se manifiesta por faltar las condiciones externas 6 el conjunto de circunstaucias que para ello se requieren, miéntras que en la edad prirniti'v-a dió seflales de una actividad extra­ordinaria.»- Lo cual no obsta para que algu­nas páginas despucs ( 1 16) afirme que «varios autores modernos han visto efectuarse ante sus ojos la generacion espontánea.:& Esto quie­re decir que el materialismo es 1 áun en el si-

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- 61 -glo XIX , tan incapaz de sostener científica­mente sus teorías como lo era en tiempo de Lucrecio (De tlal. rer., n, 824) 1 cuyas asercio­nes refutó ya victoriosamente Lactancia (Div. li1st., n, n): « ¿Por qué no se ven en la actua­lidad salir más animales del seno de la tierra? Esto fué . necesario en un principio, dicen , á. fin de que los animales pudiesen nacer y pro­pagarse¡ mas al presente, que ya existen y tie­nen la facultad dC reproducirse, la tierra ha cesado de producirlos y las circunstancias no son ahora las mismas.» Como se ve, siempre la misma asercion gratuita.

Es 1 sin embargo 1 un milagro, y un milagro grandísimo, gratuitamente ideado, al que re­curre el materialismo tan sólo por no ver­se obligado á admitir un Dios viviente y Creador.

Y no solamente no se ha demostrado tal hi­pótesis 1 sino que es inconcebible y contradicto­ria. Efectivamente , lo que no es posible en el estado actual de la Naturaleza, no puede tam­poco serlo en los antiguos periodos de forma­don de la tierra, cuando era mucho mayor la intensidad de los agentes fisico-quimicos. Un

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- 6: -exámen algo detenido basta para hacer paten­te nuestro aserto. Pues hay , segun la juiciosa .observacion de Wagner, un hecho bien senci· llo que contradice tal suposicion, y es que cuanta más energfa adquieran los agentes fisi· co-qufmicos, como el calor, la luz , la electrici­dad y excedan en eficacia á su medida actual, más perjudican al desarrollo de la vida en vez de favorecerla, hasta el punto de que, llegados á cierto grado de potencia, destruyen toda organizacion. Hay, p1or consecuencia, una evi· dente contradiccion en tomar por causa ima­ginaria de la vida lo que la perjudica y des­truye.

Esta s\mple observacion echa por tierra, á la vez, todas las demas hipótesis absurdas que se han emitido acerca del origen del hombre, Oken le hace provenir del protoplasma bajo la figura de un ni no de dos afias ( Origm del

prt'mn· llomllrc), Reichenbach , Büchner ( l . c., 82.) y Vogt de un mono , 6 bien de otro ani­mal cualquiera. Ella echa por tierra igual­mente la suposicion fundamental sobre la que se apoyan todas las objeciones contra la uni­dad de la especie humana. Burmeister mismo

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- 63 -dice (Imng. geo/. , r ) : e S i el color del negro tuviese bastante importancia para que el ne­gro y el europeo formasen dos especies huma­nas, en el sentido que damos á. este vocablo los naturalistas 1 estas dos especies tendrian que diferenciarse constantemente entre si por las demas partes de su cuerpo, del mismo modo que por el color¡ pero nada de esto sucede. Es verdad que los miembros del negro y del eu­ropeo se diferencian entre sí por el color y por otros pequeflos matices accidentales 1 mas no por esas oposiciones que se presentan cuando dos cuerpos son de distintas especies. Obsér­vese cuán diferente es la relacion que hay en­tre el caballo y el asno , el buey y el btifalo. Hay entre cada músculo, entre cada hueso una diferencia tan marcada, que un ojo ejer­citado distingue al primer golpe de vista un hueso de caballo del de un asno , y un b{Jeso de un buey del de un bilralo. » Lo mismo alil:­rna A. de Humboldt ( Cosmos, n, 379) . c E! fin de la Geología, dice con razon Bischof, no es ni puede ser fallar acerca del estado ante· rior á las épocas de la Creacion. La Geología toma, tal cual es , el aná.lisis de la tierra, sin

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_ .. _ cuidarse de saber cómo ha llegado á ser lo que es. ¿ Por qué lanzarnos á un campo donde no se encuentra ningun dato positivo cuando, Aun dentro de los limites que naturalmente tiene trazados nuestra actividad 1 lo hipotético se ofrece con tanta frecuencia á nuestra vista ? En todas nuestras investigaciones 1 por muy léjos que podamos llevarlas, llegarémos siem­pre á un limite que nos es de todo punto im­posible franquear. Tan desconocido nos es á los naturalistas el modo cómo vinieron las primeras plantas á la �ierra como el principio de todas las cosas. »- (Bischof, llfotma/ de Ceo­

logia , 11 3; n, 10 1 . ) Virchow confiesa que « la vida haliebido tener un principio, puesto que la Geología nos lleva hasta las épocas de la formacion terrestre, en que era imposible toda vida, al punto de no hallarse el m&s pequello resto, la huella más insignificante de ellu; pero declara que hoy en dia es aún « u n problema insOluble de la ciencia, e l que tiene por objeto determinar las coitdiciones de ta1 principio .• (D,"scrtrsos SOÓ1"e la vida y la en­

Jerrnedad. )

Strauss propone una nueva solucion al pro-

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- 6) -blema (Las mzt.y las muv. crenzci'as, 174) : «puesto que en un mom�nto dado vemos apa­recer la vida, en el trascurso del desenvolvi­miento terrestre, ¿qué otra cosa debemos de­ducir de esto r.ino que, bajo condiciones de todo punto extraordinarias, en una época de grandes revoluciones terrestres, ocurrió la ma­ravilla , el orfgen de la vida , claro está que en su más imcompleta forma ? Y efectivamente, se ha demostrado con posterioridad la existen­cia de esta forma incompletísima (?) ¡ Huxley ha descubierto el Bathibio, masa cenagosa y gelatinosa que reside • en el fondo del mar , y Hickel las Moneras, masas sin estructura 1 á manera de carbon, de color blanco, que, si bien carecen de órganos, se alimentan, crecen, etc. , y por medio de las cuales se ha 1Ienado el abismo que separaba el tránsito del l'eino inor­gánico al orgánico. • Pero aparte de que sólo se tienen hasta la fecha vagas e \f;lclertas no­

ticias de tal descubrimiento, preguntamos nos­otros: ¿de dónde vienen las Moneras y el Ba­thibio? Thomson y Meibauer han ideado una teoría mucho más peregrina. En sentir de es-­tos sabios « los primeros gérmenes de la vida

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- 66 -orgánica han descendido hasta nosotros del aire ténue que llena los espacios del universo.» (Asamhlea de la Asoci'acio1z hrild1zt"ca de 1 87 1 ;

Disposicitm fisicti del sistema solar , 1 872.)

Mas lo grave del caso es que no sabemos de qué manera han llegado al unh·erso.

Á este propósito dice muy oportunamentt: Fechner: «Los defensores de la generacion es­pontánea suponen que, en otras épocas, el rei­no inorgánico se encontró en circunstancias peculiares y caracterfsticas que hacian posible la generacion espontánea que hoy ya no pue­de efectuarse; mas aunque se suponga mucho mayor la proporcion de ácido carbónico del aire y mis activo el calor generador de la tier­ra y se admitan todas las hipótesis favorabk'S que se quieran; aunque se pretenda que se han modificado completamente los procesos quf­micos que ocurren entre las masas inorgáni� cas , ya coaocemcis las leyes de semejantes cambios lo suficiente para declarar que el re­sultado será siempre nuevas masas inorg!ni­cas. Y por más que la Quimica moderna ha­ya llegado á producir sustancias inorgánicas, urea 1 4cido fórmico, etc. , Aun no ha podido

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- 67 -hacer pasar una sola d e estas sustancias a l es­tado de movimiento orgtlnico, sobre el que descansan los fenómenos. vitales, ni hasta la fecha hay el más leve indicio de que pueda do­tar de él á una materia iriorgánica ó colocar de tal suerte las partecitas que la constituyen, que, en su consecuenUa , se despierten allí fuerzas vitales.:. (Ideas para /a Hi'sWi'a de la Greaci(m y desarrollo de los seres tJrgám'cos.)

En sentir de Fechner, los dos reinos, inorgá· nico y o�gánico, salieron simultáneamente del estado primitivo cosmogónico por diferencia· cion de dicho estado, separándose para formar el molecular-orgánico y el molecular-inorgá· nico , de los que despues se han originado los cuerpos pertenecientes á uno y otro reinq.

Recientemente, Darwin (I) ha emitido la opinion de que Jas diferentes especies de ani­males y vegetales podian descender de ocho á diez primitivas, á lo m�, y áun que todos los animales y vegetales podian , á. pesar de su infinita variedad de clases, de especies y va-

(1) &fwt tl tw{gtlldt ltts tsJ«í'ts Jor la stlttdtJn lllftn­ral. - Variit(adl!s dt 4/UIIItlks J' p/11111111 '1!11 la &rfa tkmls­liea, 2 l.-El twjzi!ll dt/fl0m6rt)' /4 stftUit!ll st:tHfll, 1871 .

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riedades 1 provenir de un solo tipo primitivo. Antes habian expuesto ya esta hipótesis La­

marck y Geoffroy Saint Hilaire en su teoría de la trasmutacion ó de la descendencia ; por consecuencia, Darwin no hizo más que desarro­llarla y explicarla. El desenvolvimiento de las diferentes formas de organismos es , segun él, producto de dos factore5 : de la lrasmision1 es deci r , atavismo, variabilidad , seleccion natu­ral, y de las condiciones exteriores para el des­arrollo de la vida , es decir, la lucha por la existencia: Todo organismo trasmite i sus des­cendientes sus cualidades , pero con diferen­cias mis 6 mi:nos importanles; asf de las va­riedades -se forman subvariedades que, en el trascurso del tiempo, llegan á constituir otras \"Jriedades. Así como bajo la inteligente di­reccion del hombre se facilita la formacion ile subnriedades en los animales domésticos y en las plantas de cultivo, mediante la eleccion de aquellos individuos de la misma especie que , teniendo cualidades análogas, se juzgan más aptos para la propagacion 1 de igual ma­nera en la naturaleza libre determinan esta eleccion, es decir, selecclon natural, las condi-

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_ ., _ cienes externas de la vida. · Más tarde anadió Darwin un nuevo factor, el de la seleccion se­xual. Mediante la lucha por la existencia 1 en la cual perecen millones de organismos, ya combatiendo unos con otros, ya luchando con circunstancias 4esfavorables de la Naturaleza que les arn;balan el sustento y los medios de existencia, escoge tambien la Naturaleza los más.vigorosos, que son los que se conservan y se propagan. Por eso precisamente se amoldan éstos cada vez mejor·á las condiciones exter� nas de la vida, origínar:se formas cada \'ez mb perfectas y más vigorosas, 'llgunos órganos llegan á lrasformarse en otros nuevos, y estos organismos �sí perfeccionados y renovados trasmiten á sus descendientes sus cualidades. Mas todo este proceso ha menester de un pe­ríodo muy largo de tiempo, ya que la estruc­tura 1 el género de \'ida , los órganOs y los ins­tintos de los animales no se modifican sino muy lentamente. «Pasos extremadamente pe­quenas y Jos mayores espacios de tiempo , hé aqui la solucion del problema.»

Pero esta opinion contradice abiertamente los resultados obtenidos hasta el dia por las

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- 10 -mvestlgaciOOCS paleontológicas. Nada com­prueba las trasformaciones de que habla Dar­win, n i se halla rastro alguno de ellas en las capas más antiguas; intes bien , por el contra­rio , los cuatro tipos del reino animal se pre­sentan constantemente en eUas, con diferen­cias perfectan1ente caracterizadas. «Los ojos de los trilobitas, dice Buckland (La .Mi1Iernlo­

gta y la Gt!Oiogia m SIIS relacio7lCS cmt la Teo­

logta tlntrtral/ Waterkeyn , De In Geologfa y de sus t·elacümes cot� Id$ v�·dadu reveladas,

53 y sig. ) , tienen la misma conformacion que los de los crustáceos y los de los insectos de nuestros dias. Por consiguiente, estos órganos no han pasado por una serie mis 6 ménos lar­ga de trasformaciones, desde las formas más sencillas hasta las mi., complicadas¡ ántes bien, hállanse construidas desde su principio de la manera mis perfecta¡ fueron creados en com­pleta armenia con el destino de esta clase de animales, tal cual se nos presentan en el dia. En la organizacion , sobre todo, de los peces fósiles se ve lodo lo contrario de esta teoría de las trasformaciones. Así en los perlados más antiguos hallamos especies dotadas de di"

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- 71 -ferentes caractéres orgánicos, que hoy

.se ha­

llan repartidos eR diferentes familias. Por consecuencia , en el punto de partida de la creacion se encuentran las formas más perfec­tas. �o e La llora y la fauna fósiles no suminis­tran el mb leve argumento en favor de tal teoría, como 1ci ha demostrado Reuss con ra­zones que yo tengo por irrefutables. � (Gop­pert en Leonhard y Geinitz , Mamen/ de Jl!li­tiCrtfl., Geologin y Fn/eo,tol. 297; Reuss, Lotos, 1 10.) La aparicion simultinea de las 9 clases de vertebrados merece partifu}lar alencion.

Tambien contradice esta hipótesis el hecho de que los cruzamientos entre especies de una diferencia bien marcada ó no se logran en manera alguna , ó degeneran en una de las es­pecies cruzadas, ó á lo más dan seres infecun­dos ; gravisima dificultad que no pudo ménos de recon()Ccr el mismo Huxley (Tesh"mot�ios M

favor tfe ltl pQSi'cirm del kom/n·e m In Na t. us). Idénticos resultados ha obtenido F. Romer,

como puede verse en su obra (Las 1nds flllh"­guas formas de la vida orgtft�i'ca , 23. 32). Co­mo observa muy oportunamente Giebel : e si se hace subir el número de las especies anima-

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- 73 -les conocidas i zoo.ooo, y á un millon el de todas las que existen sobre.la tierra, tiene por precision que elevarse á millones de millones el número de las especies inlermedias que se han necesitado para su desarrollo sucesivo, segun la teoría danvinista, y sin embargo, de tantos millones no ha quedacfo la más ligera huel la , ni un dedo, ni una escama, ni una concha, ni el más pequeno hueso¡ han desapa­recido sin dejar la sena! más insignificante de su existencia.• .

La variedad · o_btenidi. por procedimientos artificiales desaparece por el libre cruzamien­to con otros individuos de la misma¡ por cuya razon no cabe sostener la teorla del origen de las especies por seleccion natural. En presen­cia de esta gra\·e dificultad, que echa por tierra toda la te6ría de la selecdon , \Vagner ha tra� 1;;\do de completarla con otra nueva , ántes ' imaginada por Buch (La Tcon·a de la nni'gra­ct(m ) , cuya síntesis es como sigue. «Unos cuantos individuos se han separado de la masa de los de su misma especie, ya emigrando á otros puntos 1 ya á consecuencia de un aisla­miento im-oluntario producido por la forma-

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- 73 -cion de islas , por elevaciones 6 hundimientos del terreno, etc., y en tal situacion, los indivi­duos aislados de la manera dicha , no sólo pro­pagarán sus cualidades individuales, sin expo­nerlas de nuevo á la degeneracion por el cru­zamiento libre con la masa de los de su especie con quienes ántls vivieron, sino que, por efec­to de cambios ocurridos en las circunstancias de acomodacion , se han modificado de tal suerte que, una vez hechas estables dichas cir­cunstancias 1 esos cambios han adquirido el mismo carácter. • (La

,.TeorltJ de DaTTDit�y fa

ley de emi"craciot� de los orgllllismos.) Mas ¿de qué manera se originan nuevas formas de es­las especies estables ? Sólo han podido nacer ocurriendo nuevas emigraciones, despues que se haya fij.id.o perfectamente la especie. Pero esto supone una regularidad en la emigracion de los organismos que no se ha demostrado, porque realmente no existe.

La cuestion debe, pues , plantearse en los términos siguientes : Si la invariabilidad de las relaciones fundamentales es la ley de las producciones de la Naturaleza, entónces el progreso de un grado de existencia a otro -

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- 74 -mineral , vegetal , animal - es imposible ¡ si por el contrario, como quiere Darwin , el pro­greso es la ley fundamental , entónces no se explica la fijeta de las especies que de ella pro­ceden. ¿ Quién ha pueSto el movimiento y el progreso alli donde ántes no ¡xistian ? O bien, ¿dónde está el poder que re:prime el movi­miento y le encierra dentro de limiles deter­minados ? ( Deutingcr, Rn1a11 y el milagro, 5.)

Por consiguiente , el nacimiento U origen de este mundo y de los se� vivientes que le com­ponen no puede explicarse por

.la genet:.acion

espontánea y por el progreso ascendente de las especies, que son teofias imaginarias. Queda, pues , demostrado que la última evolucion del materialismo , que sienta como principio la eternidad de todos los cuerpos celestes, de la tieFrn1 de los minerales, de los vegetales, de los animales y del hombre , no puede razona­blemente considerarse más que conto la con­fesion de una completa impotencia. Segun Czolbe (Nttcva exposicWn del sensualismo, 1 70, 1 7 1 y 1 ¡8 ) , autor •le esta nueva evolucion , es tan imposible formarse idea de un principio de las formas orgánicas como del de los �inerales;

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- 75 -tan imposible comprender qué causa ha podido obligar á. las fuerzas ciegas é informes ! com· poner , con los elementos materiales primiti­vos , las formas tan variadas de los diversos or­ganismos, como demostrar que es posible la transicio,J del apimal al hombre. En vista de lo cual sustentc\ una doctrina diametra.lmente opuesta ñ la teoria de las trasformaciQIIIes , sos­tenida por Vogt , Büchner y consocios, y de­clara que no hay otro medio de salir del paso que adntitir la eternidad de todas las especies actualmente existentes, desáe el hombre hasta el mineral. El materialismo no podia hacernos una confesion más completa de su total é iw�· mediable derrota.

Virchow dice , á propósito de la hipótesis de Czolbe: cEs hacer una gran violencia t los he­chos y sacrificarles á una fantasía caprichosa el admitir la desoladora doctrina de que lodos los seres existentes están reducidos , desde la eter· nidad y para siempre , á. conservar sus formas actuales. Si el sensualismo conduce realmente a tales resultados , le decimos adios de todo corazon:. (l. c. , 24). Este mismo escritor no halla , para explicar el origen de la vida sobre

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- 76 -la tierra , más que una disposicion especial de circunstancias naturales, un trabajo comun de toda la materia, trabajo temporal y extraordi­nario que sólo se verifica en épocas determina­das , una clase especial de mecinica.

No queda, por consiguient� , más que una sola manera de explicar el origen de las cosas: la Creacion por Dios. Dios es el que, por su omnipotente jiat, ha sacado la materia de la nada, quien la ha dado la infinita variedad de sus formas, y quien ha _puesto el principio vi­tal , el alma , en todos Íos organismos, desde la planta más insignificante hasta el animal más perfecto , los cualeS han continuado propagán· dose por la generacion. El enigma de la exis­tencia de los tres reinos tiene perfecta solucion· en estas profundas palabras de la Sagrada Es­critura : e Y dijo Dios : Produzca la tierra hier­ba verde y que dé simiente 1 y plantas fructí­feras que dén fruto conform� á su especie y contengan en sí mismas su simiente sobre la tit.-rra . . . . . É hizo Dios los animales de !a tierra segun sus especies 1 y las bestias y todo reptil de la tie�;ra en su género . .. . . Y creó Dios al hombre á imágen suya . . . . . Y los creó varan y

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- 77 -

hembra.• ( Gnz., I 1 27 y sig.) El mismo B. Cotta dice que : «Tanto la primera aparicion de la masa terrestre 1 como el origen de los seres or­ganizados, es un enigma indescifrable 1 que nos obliga , á un á pesar nuestro 1 á recurrir al poder infinito de un Creador.•

SuPLEMENTo.-!. La Creac.,.otl y la cr'encia. El naturalista A. :Fick , tomando por base las investigaciones de Helmholtz, Joule y J. R. Mayer , ha demostrado cientificamente que el mundo, segun las leyes naturales 1 tendrá fin, y por consecuencia há' debido tener tambien principio. Parte de la tésis fundamental de que cel calor es una variedad especial del movi­mientO», el movimiento molecular¡ por lo cual es necesario poder precisar, en la medida ordi­naria de la mecánica, qué cantidad de movi­miento representa una unidad , el equivalente mec;tnico del calor. En esto se funda el princi­pio más universal de las ciencias naturales, el principio de la conservacion de la fuerza; se­gun el cual la fuerza puede presentarse en la Naturaleza bajo dO& formas esencialmente dis­tintas 1 como fuerza vital ó como movimiento; lodos los procesos cósmicos consisten en que el

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movimiento se cambie en · trabajo disponible, fuerza de tension ó elástica, y el trabo�.jo dispo­nible se cambie de nuevo en movimiento. A tenor de está ley de la conservacion de las fuerzas, todos los agentes que hemos visto obrar en la Naturaleza, el movimiento visible de misas coherentes, la gravedad, el calof, la luz, la electricidad , el magnetismo, la afinidad quf­mica, pueden trasformarse unos en otros.

Los cuerpos animales producen calor y fuer­za mecánica á costa de la combustion de com­binaciones carboníferas en el oxigeno del aire. A pesar de ser inmenso el caudal de estas dos sustancias necesarias para la vida animal en la superficie terrestre, al cabo de siglos y siglos llegarían á agotarle los innumerables animales que viven desparramados por ella 1 ó á lo mé­nos se disminuida en tales términos, que lle­garía á paralizarse el proceso de la vida. Mas no sucede esto , porque incesantemente se re­nueva la fuerza vital de los animales 1 separán­dose el oxigeno del carbono y del nitrógeno para ser devuelto á la atmósfera bajo la forma de oxfge�o libre 1 teniendo así lugar un proce­so diferente del que se verifica en la vida ani-

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- 79 -mal. De esta ·manera se renuevan las fuerzas en el' sistema

'del mundo. Tal es el proceso ve­

getativo del reino de las plantas, en el cual la fuerza de la radiacion solar separa el oxigeno del carbono y del nitrógeno.

El sol recupera al exterior esta pérdida "de movimiento que sufre por la r:adiacion. ¿ De qué manera ? « Del concepto de un sol que do­mina por la atraccion los in.mensos espacios del Universo , de materias ponderables exten­didas por todo el Univeno y de una sustancia etérica y resistente que llena el mundO , es in­s:�parable otro, el de una produccion constan­te de calor en el cuerpo céntrico de este siste­ma cósmico.» Las ntasas ponderables que se hallan dentro del circulO á que alcanza la atrae­cien solar deben girar al rededor del sol , se­gun las leyes de la gravitacion , en tanto que su movimiento se verifica sin resistencia ¡ pero si encuentran un obstáculo , se v.:n obligadas á describir una órbita especial de vueltas cada vez mb estrechas, basta que, por fin, irremisi­blemente se precipitan sobre el sol y producen con el choque un efecto proporcional, es decir, cierta cantidad de calor. Podría decine que ,

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- so -en cierto modo 1 en la gravitacion universal se ha encontrado el vigoroso resorte que mantiene en movimiento toda la máquina del Universo.

¿ Mas puede adquirir de nuevo este resorte la fuerza elástica siempre que la pierda? Si es verdadero el segundo principio de la teoría mecánica del calor sentado por Clausius, pode­mos establecer la proposicion general� aplicada ti todo el Universo y no al sistema solar úni· camente, de que la fuerza mecánica elástica, trasformada en calórico 1 nunca puede volver á. su primitivo estado ¡ y pues�o que eSte cambio externo se está. efectuando siempre, llegaria un ritomento en que toda la fuerza del Universo se presentaría bajo la forma de calor 1 desapa· reciendo t la vez todas las difer�ncias de tem­peratura que hoy existen. En tal caso toda la serie de procedimientos físicos que ocurren en el Universo no podría ser un ciclo que se repi­te sin cesar 1 t cada conclusion del cual se mantendría el Universo, en su totalidad , en un estado eternamente igual á sí mismo. Án­tes , por el contrario , habría que suponer en el Universo, como tal , un proceso de desarrollo que tiende t un fin determinado.

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-- sr -

Semejante estado final tendria que alcan­

zarse al cabo de un perfodo de tiempo :imita­do, sin tener en cuenta niagun estado inicial lijo determinado á. capricho. Por consecuencia, ese estado final deberia haberse ya alcanzado

si el mundo existiera desde la eternidad. «Nos vemos, pues , colocados en la sig:tiente impor­

tantrsima alternativa : ó han pasado desaper­cibidos muchos puntos esenciales en las altfsi­mas , generales y fundamentales abstracciones

de las ciencias naturales, 6 el mtmdo ,ID Juetk

cxisür desde la etermilad / ántes bien , debe

haber tenido arigen en una época separada de la presente por tiempo limitado, mediante un suceso que no puede comprenderse en la serie de los acontecimientos naturales, es decir , por

un acto de creacion. » (Lzs .Fuer:��as t111turaks

en stiS Jnllluas relaciOnes, 1869.) De Gavarret

es la alirmacion siguiente: « El Universo en­trará y continuará existiendo en una fase de reposo absoluto.:. (Lo..r Fem1metlo.t ftsi'cos de la vida , 59.)

11. Esenct"n del orgam"smo. Véase como se expresa Snell respecto á la esencia del organis­mo y á la finalidad que , manircslándosc en

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- b -

ledo organismo, _nos revela una inteligencia ordenadora: «Hay opiniones que se refutan no

pocas veces con sólo examinar detenidamente el asunto y exponer su inmediato contenido.

Que el organismo conserve su forma general sin alteracion , miéntras que, bajo esta forma permanente , la materia se cambia y se renue·

va incesantemente, como las aguas de un rio; que , á pesar de sus correspondencias y de sus constantes relaciones con el mundo exterior,

todo. organismo se mantiene idéntico á si mis­mo y se conserva á si propio, no solamente como individuo , sino tambien como especie,

gt:nero, como cosa general, y encierra dentro de si un proceso de generalizacion, el proceso genérico; que no solamente se sirve de sus ór­ganos á su placer, como haria jugar los resor· tes de una máquina, sino que él mismo forma tales órganos, de tal suerte, que, en este senti­

do , es verdad decir que se precede á si mismo, que es á la vez causa y efecto, carua s11i est , y esto asi en el período estable de su existencia, como en su odgen y formacion y hasta en sus

menores movimientos, libres 6 no libres, ex�­

riores é interiores ; que los productOi de su

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- 83 -

vida son-á. la \'ez factores de )a misma ¡ que los

medios llegan á ser fines y los fines medios; que cada una de las partes sub!iste por el todo, y de consiguiente por cada una de las otras: todo esto, no sólo no tiene punto· de analogía en la Naturaleza inorgánica , sino que forma

con ella un completo -�ntraste. Que las ideas

de general y de partíéular, de causa y de efecto, de identidad y de cambio , de medio y de fin , que se repelen y se excluyen en la naturaleza

inorgánica, se armonizan , por el contrario, y se identifican en la naturaleza orgánica, consti­tuye una antítesis , un contraste de la más alta importancia.» (Controversr"a ma/err"ali'sta , .¡4.)

« l Es la química creadora y en qué sentido lo es ? Esta es toda la cuestion. La primera res­puesta á esta pregunta me parece que es la si­

guiente. Es cierto que la NatUraleza tiene cam­bien su laboratorio¡ ¿pero tiene este laboratorio la menor analogia con el del quimico ? Es ver­dad que ella posee tubos, cilindros y vasos, instrumentos de todas clases, desde los mis de­licados hasta los más sólidos , secretos hogares

y hornillos de todo gl!nero¡ ¿pero es cierto que las preparaciones del quimico son preparacio-

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- 11< -nes aprendidas por él en la escuela de la Na­turaleza , hasta cierto punto imitadas, de ma­nera que 1 encerrado en su laboratorio 1 ocupa el lugar de ella , salvo el operar en más peque­tla esrzala? Y en todo caso viene forzosamente una consec�encia , que no se ha previsto. Áun suponiendo (iue el laboratorio del químico sea semejante al de la Naturaleza, aquél rompe la analogfa precisamente en el punto donde de­biera cm1tinuarla para que la comparacion fue­se adecuada. En el laboratorio él es el manipu­lador 1 bajo. cuya direccion se mezclan, descom­ponen y reconstituyen los elementos, ¿ No es necesario tambien un químico en el laborato­rio de la Naturaleza ? Por donde se ve que aquello m�smo que debiera conducirle á Dios es precisamente lo que, con palpable inconse­cuencia, le separa de Él.

« De cualquiera manera' que los químicos y

los físicos pretendan hacer salir el Universo del órden cósmico-mecánico, por mediacion del laboratorio de una Naturaleza ciega é in­consciente de sí misma , se lanY.:m a lo imposi­blE; y á lo absurdo. Suponen una ley matemá­tica sin matemático, una ley matemático-natu•

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- 85 -ral fatalista 1 es decir 1 una cosa que está en absoluta contratliccion con la idea de la cien­cia matematica. Esta ley rige todas las compo­

siciones y descomposiciones de las sustancias qufmicas y de los átomos qufmicos. En todas parles hay proporcion 1 regla y medida ; en to­das partes hay una relacion armónica y cons· tante entre el peso, el espacio y el tiempo ; la construccion matemé.tica se halla por do quie­ra, á la vez que una relacion matemática ideal y real ; ¡y sin embargo, semejante órden no habia de tener otro principio que el fatalismo! ¡ I.n Naturaleza seria esclava de una fuerza ciega! Es verdad que yo no puedo abarcar el espirita divino en su q_mnipotencia, porque en su com­paracion yo soy la impotencia misma; pero-á lo ménos puedo figurármela, puedo conocerla por el pensamiento. Mas ¿ cómo comprender una cosa oscura y tenebrosa que, por una parte1 excluye completamente el espíritu, y que , sin embargo 1 debiera contener lo absoluto espiri­tual para que yo pudiese arribar al conoci­miento de una ley matemática inherente á esto ? El absurdo es bien palpable.

•Pero áun sube de punto la segunda incom-

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- 86 -prensibilidad : el milagro de todos los mila­

gros , cuya admision precisamente se me echa en cara. En primer lugar, se presenta el des­arrollo del procedimiento qufmico, la accion más potente de las fuerzas eléctro-magnéticas para explicar todas las formaciones por una

ley matemático-fatalista. Elementos inertes formados y conformados por una mecánica exacta 1 hé aquí lo que debe dar cuenta de todo, pero sin mecánico, sin arquitecto. Y luégo lo que tiene vida ha de salir de lo que no la tie­ne ; que es como si dijéramos la Geometrfa, la lHecánica, toda la ciencia posible de los mime­ros y de las proporciones provendria de su con­trario , de lo inmatemático, de lo antimecllni· co. Por donde se ve que tengo razon al decir : ¡ el milagro de los milagros!

!fEn realidad de verdad son tres los milagros: 1 .0 Una mecánica y cinemática universales, de­rivadas de una matemática ciega, inconsciente y fatalista¡ y por consiguiente, unas matemá­ticas en completa oposicion con su propia na­turaleza, con su idea, con su esencia. 2.0 El organismo de gérmenes vivientes del reino ve­¡etal, de semillas vivas del reino animal , obra

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- 87 -de fuerzas no vivientes y de una materia muer­ta. J. u En fin , para coronamiento de todas las imposibilidades, el alma humana , el espíritu humano , la palabra dada al hombre como concepto del Cosmos, desarrollada en él suce­sivamente como produccion del mismo con­cepto cósmico, la conciencia, la persona mo·

ral , el sentido fntimo , el yo ¡ y este espfritu, esta palabra, este yo, esta conciencia, centro de la unidad y de la perfeccion humana¡ ¡todo esto babia de ser un simple proceso fisico-qu{­mico! Habria que admitir tambien, por necesi­dad , que el pensamiento y el sentimiento son el resultado de baterfas eléctro-qufmicas que se hallan en incesante actividad en el cerebro; que la experiencia en el mundo y en el hom­bre , en la Naturaleza y en �1 Estado, es una especie de al macen en el que, al cabo de mu­chos ai\os , se van depositando las descargas sucesivas de semejantes baterías. Verdadera­mente que para creer esto se necesita una dó­sis de fe mucho mayor que la que proclama en nosotros la conciencia y nos exigen nuestras viejas tradiciones y nuestra vieja religion des­de los tiempos más remotos.• (Datos ln"stdn"co.s

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- 88 -sobre la ascé#ca de los fmehkls pago11os y del

pue6/ojudio , zz.)

lli. Teoria de la descmdenci'a, de Darwi1z. -La teoría de la trasmutacion ó de la deseen· dencia, ideada por Darwin, volvió á dar aparen­tes visos de verdad á la doctrina matetialista. El desarrollo de las diversas formas de los orga­

nismos, desde el mb inferior hasta el más alto,

el hombre, es el producto de dos principales factOl'eS: de la trasmision 6 atavismo, y de la variabilidad ó seleccion natural; á los que se agrega otro ménos esencial: el de las condicio­nes externas de la vida ó la lucha por la exis­tencia. Efectúase este proceso en un periodo de tiempo muy largo , porque la estructura, género de vida, órganos é instintos de los ani­males se modifican paulatinamente. Por lo cual tambien el hombre debe considerarse como producto de un desarrollo sucesivo y casual de formas animales inferiores. Otros corifeos del sistema 1 como Sne11 , Lotze 1 Ro­the , Pfteiderer y Hanne (r), admiten , es ver-

(I) L11 Cr�ioll tltl"'-n6rt1 .JO. -MiU'ocfiSMII 1 m , I.­Ttflhgfa IIIIINII, r.-.Es11"ia dt h rdí'gí'tm , r, 21)6.-Anna­rÑI THIWaJ dt 1868.

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- 8g -

dad 1 la existencia de una voluntad divina 1 in­teligente y creadora, como principio de todos los organismos, incluso el del hombre, pero mediante la actividad individual de la criatu­

ra , en un proceso sucesivo al que concurren diferentes miembros intermedios , por el per­feccionamiento siempre creciente de las for­

mas animale3. «¿Quién puede pensar racional­mente, dice Snell , que las criaturas en la ac­tualidad existentes, cuya organizacion es , por

un lado, con1pletamente adecuada al peque­no mundo en que se mueven , y por otro, guarda la más perfecta analogía con la indole de sus impulsos y de sus instintos , han de lle­g.�r á modificarse en su desarrollo ó se han modificado ya ántes bajo circunstancias amUo­gas , siendo así que no puede existir tal des­arrollo sino allí donde hay algo interior que sobrepuje á las condicionés externas de la criatura ? »

Kolliker y Niigeli ( Teorla dar"fiJimSia de la

Creacion¡ Orlge" y cottcepto de la ujeci'e tm

Hislori'a Natural) niegan la casualidad en el origen de las especies y, rebajando la impor­tancia de las condiciones externas para el des-

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_ , _ envolvimiento de los organismos, proponen la admision de un plan - ley de desarrollo , teo­ría del perfeccionamiento - en oposicioa i la teoría utilitaria de Darwi n , el cual sirve de

base al origen de todos los seres orgánicos. Admitida una ley con sujecion á la cual se ve­rifique el desenvolvimiento, no pueden conli· derarse como formaciones casuales las princi­pales formas de los organismos, por lo ménos, ya que desde u n principio han de ser admiti­das en el plan general y constituir tipos fijos, invariables é independientes de casualidades. Mas el plan mismo presupone una inteligen­cia que le baya establecido ; por cuya razon Osear Schmidt encuentra en esta teorfa un dualismo incompatible. (La Teorla de la d�s­cmdencia y el darwininno.)

El pensamiento fundamental en la teorfa de KOiliker es que bajo la influencia de una ley general del desenvolviniiento las criaturas producen, de los gérmenes por ellas engendra­dos , otros seres diferentes. Pudo verificarse esto : 6 pasando los huevos fructificados, al terminar su desarrollo, i ser formas superio­res, 6 produciendo los primitivos or¡¡anismos,

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- gt -

lo mismo que los posteriores, sin fructificacion precisa, otros organismos, procedentes de gér­menes ó de huevos. Para hacer comprender la posibilidad de estos hechos se recurre á la me­tagénesis y á la parthenogénesis de algunos animales, á las tres formas de macho, hembra y obrero, que se distinguen perfectS.mente en los insectos que viven agrupados en colonias; hechos que demuestran que un huevo no

siempre da la misma forma. Pero es el caso que sólo se trata aquí del trinsito ó revolu­cion de diferentes formas dentro de la misma especie, y por consecuencia , el argumento

prueba más bien la permanencia de las formas típicas. Por lo demas, el mismo Kolliker con­fiesa que chasta la fecha no hay un solo hecho directo que demuestre que el huevo fructifica­do de un animal se halle en disposiclon de pasar, mediante su desarrollo, á una forma superior.•

Vemos, pues , que ambas opiniones parten de un pensamiento comun : las especies supe­riores han nacido de las inferiores en el mis­mo suelo que éstas habitan. Darwin ha hecho el último esfuerto para descubrir las fuerzas en

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virlud de las cuales todos los organismos se originan de formas inferiores. P1·esenta como factores los momentos arriba indicados, Y tra­ta de probar sn hipótesis pt:r la observacion y por deducciones de congruencia.

Mas á su hipótesis se oponen los siguientes hechos r argumentos :

.

1 ,0 En primer término , el mundo de los seres fósiles. Ya Clivier estableció, oponiéndo­se á Lamarck 1 antecesor de Darwin 1 la si­guiente cueslion , que destruye su hipótesis : S i todas las especies descienden d e otras espe· cies anteriores por transiciones graduales, casi insensibles , ¿ cómo se explica que no hallemos por todas partes esas innumerables, formas transitorias? Agassiz y Owen han demostrado que un mismo plan abraza no solamente todos los órdenes y t.-species paleqntológicas, sino tambien las especies y familias de vegetales y animales que hoy existen , obedeciendo todas á este plan en su desarrollo , desde las fnfimas especies hasta las más elevadas en la escala animal , que alcanza su mayor excelencia en el hombre, único que se halla desarrollado por completo. Elías de Beaumont ha probado que

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la aparicion de cada uno de los tipos orgá­nicos preSenta , en las diferentes formaciones

geológicas 1 una serie ami.loga y progresiva, desde el mas bajo escalen hasta el mas ele\•a­do ¡ serie semejante á la que en la actualidad

existe en la Crea.cion, de manera que desde up principio todo se ha subordinado á un solo plan de organizacion. Agassiz , func;lado en es­

tos hechos , se expresa así respecto á la hipó­tesis de Darwin : «Debo considerar la teoría de las trasformaciones como un error científi­co, inexacto en los hechos, anticientífico en .. su método y perj udicial en sus tendetlcias. » Si las diferentes especies se hubieran originado

sólo por seleccion natural , por necesidad ten­dria que resultar en ambos reinos organices un labet:into de formas tal , q1,1e baria de todo

punto imposible toda separacion y agrupacion sistemática de los seres. Por otrn parte, la existencia de especies en la Naturaleza es in­dudable, y no es , en modo alguno, compati­

ble con la teoría de la seleccion natural. Todas las especies del presente y del pasado deberian aparecer unidas y enlazadas por numerosas formas inlermedias y pasar de unas á Qtras

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por libres tránsitos que producirian la confu­sion mis

'completa, haciendo impoSible toda

division sistemática. (Ensayo, 1o8.) ,

«Existen, dice Wagner, grupos de indivi­

duos que se hallan enlazados históricamente

por el proceso de la generacion ¡ los cuales , á pesar de ciertos cambios de sus formas exte­riores y de su organizacion interna, jamas han

franqueado los límites de la esfera que les es propia, para pasar á otra inmediata ¡ tienden

constantemente á aproximane ó retroceder á su centro tipico ¡ de lo cual se sigue evidente­mente que una especie no es simplemente una agrupacion de individuos reunidos capricho­samente por ciertas senales exteriores que ofrecen una semejanza enteramente fortuita, no es una concepcion abstracta, creada por la imaginacion de los zoólogos sistemáticos, sino que la especie es un circulo de formas bien real, un circulo histórico y absolutamente cer­rado. Segun .Lamarck y Darwin , las diferen­cias de formas mlis superficiales y fortuitas son

las que se trasmiten y fijan¡ pero un estudio detenido de las leyes fisiológicas de la genera­cien y de la sucesion demuestra precisamente

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- 95 -todo lo contrario, es decir 1 que aquéllas se

lrasmiteD: con dificultad y jamas por mucho

t\emjKI.» Ni una sola de las especies perfectamente

distintas que, en grandfsimo número, pueblan la tierra , nos presenta el acto 6 momento pri­

mero de una formacion realmente nueva. Lyell

calcula que el número de especies de eonchí· feras, exactamente idénticas i las existentes en la actualidad , que habia en el periodo miocé· nico, es de 17 á 35 por 100 de la fauna total de moluscos de aquel periodo,

'En las capas

pliocénicas más modernas son de 6o á So las especies de la fauna marítima completamente idénticas á las actuales. Pero áun se encuen­tran en la actualidad ejemploa de especies cu­ya existencia se remonta hasta el periodo eo· cénico , ó sea hasta los grados más primitivos de la formacion terciaria, separada de la época

presente por muchos millares de alios , segun

confesion del darwinismo 1 y como lo da á. en­tender tambien el espesor de 750111 que alcan­zan las capas má.s modernas que sobre ella se extienden. Como se ve, el principio darwinista « pasos muy lentos, espacios de tiempo muy

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_ ,. _ largos» no explica ni resuelve nada. A esto debe afladirse que, desde el períodd' terciario, han ocurrido, en las condiciones vitales de la mayoría de estas especies primitivas , cambios de todo punto extraordinarios, que , sin em­

bargo, no han producido la más pequena tras­mutacion de los tipos originales.

Se opone asimismo á la hipótesis de la tras­mutacion el hecho de que , en la inmensa ma­yorfa de los casos, las formas variables, es de­cir las variedades y especies más inmediatas

bajo el punto de vista morfológico, 6 se hallan separadas por espacios más ó ménos considera­bles 6 tan sólo se tocan en los limites extre­mos de sus respectivas zonas. Á ser cierta la hipótesis en cuestion, debieran formarse en mayor .cantidad i partir del centro de la zona de propagacion , por ser aiU mts fuerte la lu­cha por la existencia.

Es oportuno consignar aquí que F. Sand­berger ha demostrado la falsedad de la su­puesta serie de modificaciones de ammoniles

y planorbidt.s de una forma primitiva 1 super­puestos a manera de capas regulares 1 que ase­guró haber hallado Hilgendorf en la calcárea

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_ , _ palúdica 4el \•alle de Steinheim. (Lo.t pla,or-

6idos de Steinheim). Por su parte Barrande ha

probado que realmente se han presentado sú­bitamente grupos enteros de especies análogas (Los tri'/o!Jii«s), fenómeno que el mismo Darwin declara ser altamente perjudicial á la teoria de la descemiencia. (Orfgetl de las esp., 9.) Mién­tras que no se conoce un solo trilobita de la for­macion cambriana, en la fauna primordial si­lllrica de Bohemia se encuentran de un golpe siete órdenes, fenómeno que de una manera inesperada se repite en todas las cuencas si­lúricas conocidas. Sin venir anunciadas por transicion alguna, aparecen luégo nada ménos que veintiu�a especies nuevas, que se distin­guen inmediatamente en la zona inferior de la segunda fauna silúrica. Pero lo que mis abier­tamente contradice la teoría de la descenden­cia es el hecho de presentarse lO! Lrilobitas en especies, varied_ades é individuos mucho alás numerosos que los de todos los otros animales de la fauna silúrica primordial, hecho que con igual evidencia se opone al origen por selec­cion natural y á la lucha por la existencia. La falta de perfeccionamiento ptogresivo entra

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_ ,. _ las especies de la fauna silúrica primordial y la de la formacion arbónica, as[ como la for� macion de nuevos tipc.s genéricos, independien­temente de la variabilidad de las especies, son nuevos testimonios contra la teoría darwinista.

Por último 1 debemos consignar que no exis­te una sola forma intermediaria.-tiil.os vas­

' tos y profundos estudios de -Barrande han de-" · mostrado la palmaria contradiccion que existe entre la teoría de Darwin y los descubrimien­TOS de la Paleontología.:. (Leonhard y Geinitz, Jlla,mal de Mitzer., 963). « Siempre he sido partidario !fe! desarrollo que parte de lo im­perfecto á lo perfecto; pero lo que no me atre­vo :1. afirmar es que podamos dedl�irlo todo de este principio. Las criaturas se presentan desde luégo en sus respectivas zonas tan perfectas, que se ofrecen á nuestros ojos completamente acabadas cual Minerva salió de la cabeza de JU­piter. Bajo este conce¡ito bien podemos asegu­rar que la Paleontología no nos ha lleVado mu­cho más allá que la Zoología, Los progresos de la Geologfa han aumentado las dificultades que se oponen i la inteligencia del acto de la Crea­cion , .en vez de disminuirlas. Si pretendemos

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- 99 -resolver ti prion' la cuestion, tal vez haya quien

opine que en la Creacion era más oportuno (i') subir desde el mono de organizacion superior al hombre, que formar á Adapt del barm. Pero esta reflexion no es ni pUede tomarse como

prueba , y por grande que sea la semejanza que ccftl. el hombre orrecen el orangutan , pongo, gorila, ó sea la familia cuadrUmana

sin cola ¡ por extratias que sean sus habilida­des , hay que confesar, en Ultimo termino, que carecen de lenguaje. Aun miS, no perderémos

.un ipice de nuestros derechos haciéndonos se­mejantes, en la parte corpórea, con los anima­les de la infima escala¡ al

'fin son seres acreedo­

dores á nuestra compasion .. . . . Pero con tanta mayor gratitud debemos sostener y conservar la nobleza de nuestra alma.:.. (Quenstedt, ·claro

y verdadero 1 64).

Un hecho más. En Inglaterra se han encon­trado, dt:bajo de las capas del período glacial, once especies de man1ireros extinguidos, y nada ménos que diez que concuerdan perrcc­tamente con los acfuales, entre otros, el cier­vo, reno , lobo, etc. Hecho importantísimo que demuestra , no solamente la invariabili-

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dad de las especies en general, sino tambien

enfrente de influencias exteriores.

2.0 Por el cruzamiento libre de individuos de la misma espe�ie se pierde la variedad que se babia obtenido por seleccion artificial, de doiUle se infiere que tampoco tiene constante aplicacion el principio de la seleccion nltnral. Y es de notar que la grave dificultad que re·

sulta de la aplica.:ion de la seleccion natural

no encuentra solucion satisfactoria en la teo­r[a de la emigracion.

J.0 Darwi n , segun la observacion de su cri­tico Fiourens (Di'ariQ de los saúí'os, 1863, 621) 1

ha olvidado que el mun�o es un Cosmos,

miéntras que, segun su hipótesis, seria un cdos;

tampoco ha tenido presente la riqueza de los medios y de las formas prodigada en la Natu· raleza. Por consecuencia 1 si Darwin tiene al­gun mérito es como crítico y de fndole pura­mente negativa : es el de poner en guardia contra el falso sistema del fraccionamiento de ·M1especies 1 de colocar á uno en el camino de una sÍ�W ificacion conforme á verdad, y ense­i\ar li p�verse contra innecesarias multipli­

caciones; � el inmenso vacío que queda en

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este sistema, lo más absurdo y monstruoso que en él hallamos consiste en querer imponernos la creencia de que esta bella y sábia armonía del mundo , este admirable conjunto, donde por todas partes resplandece el órden, la ra� zon y la luz , ha nacido de un principio des· provisto de razon, y de una fuerza ciega que obra fatalme�te, sin tener jamas conciencia d.;: lo que hace. (Fichte , Rev.filos. I 86s, z so.)

Bajo la presion de influencias opuestas al carácter de la especie, podrá destruirse el or� ganismo , pero nunca se modificará completa­mente su carácter; porque si la especie es más ó m{:nos variable, no lo es en una medida ili­mitada. En la Naturaleza. ocurren cambios in­natos y adquiridos, los últimos de los cuales no persisten mis que lo que dura la infiuencia ex­t�rna; si las circunstancias exteriores sufren un cambio consiJ.erable, perece la especie, como ha sucedido con la Rora de Grecia de la época homérica. Los cambios innatos nada demues­tran en pro de la teoría de la trasmutacion, puesto que son independientes de cualquier circunstancia externa. El cultivo da origen á variedades importantes y en poco tiempo,

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pero su conservacion exige un cuidado extre­mo1 por lo cual son muy poco permanentes. Por esta razon tampoco puede sacarse de aquí ninguna analogía en pro de

' la seleccion natu­

ral. Debe asimismo tenerse en cuenta que la variabilidad no es ilimitada, ni tampoco inde­terminada. Precisamente la variabilidad que se manifiesta en determinadas dire::ciones per­tenece á la esencia de las respectivas especies1 que se hallan tambien caracterizadas por las direcciones que esta variacion sigue. No son susceptibles de progresion en una medida ili­mitada , tintes bien se mueven dentro de la esfera propia de la especie. El carácter especl· fico es hereditario ; la variabilidad puede su­cumbir , puesto que áun se halla limitada por el atavismo. El mismo Darwin confiesa que existen muy pocas probabilidades para la con­servacion de aquellos cambios que sólo se pre­sentan en individuos aislados¡ pero esa dificul­tad tiene que desaparecer por el cruzamiento con individuos que no han sufrido modifica­cien. Mas aun admitido esto 1 ¿cómo podrian ocurrir los hechos que se suponen 1 en virtud de una serie verdaderamente interminable de

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· - rol -puras casualidades que se presupone causa ne­cesaria y en un sentido determinado en cada grado de la trasmutacion , hasta tanto que se halla formada la nueva especie, y todo esto sin que presida un plan al desarrollo?

La formacion del cuello de la girafa, que mi­de sus siete p iés de largo, se explica suponien· do que sus antepasados sufrieron, en distintas époéas, gran penuria de forrajes, �n un grado proporcional á la �ongitud del cuello, durante la cual viéronse precisados , despues de consu­mir todas las hojas más bajas de los árboles y plantas, á alcanzarlas de las ramas altas. Mas este principio no puede aplicarse á las plantas y animales inferiores , toda vez que, ó son hermafroditas, ó se propagan por medio de retoi'los. (Orlp1 del !tom!Jre, 11 231 . \Vigand, El Dnru•i11ismo )' /ns itzvestigncio1tes de Ncw­

lo71J' dc Ctwicr.)

4.0 Puesto que los organismos inferiores son los que ménos padecen en la lo�cha por la exis­tencia, no hay motivo alguno para suponer que se desarrollan pasando i formas superiores¡ y si , por otra parte, todas las criaturas aspiran i mejorar las condiciones y circunstancias de su

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- 1(),(. --vida 1 no se explica la permanencia de las for­mas inferiores en su primitivo estapo. Los he­chos demuestran palpablemente que cada cate­gorla orginica posee en igual grado la actiyidad vital y que en cada comarca se encuentran re­presentantes de todas las categorfas de organi­zacion , siendo así que, segun la doctrina dar­

. winista, debería quedar sólo la mis superior. Está asimismo demostrado que las cafego­

rfas inferiores subsisten más tiempo y !Ín alte­raciones, miéntras que, segun Darwin , debie­ran haberse modificado 6 haber perecido. La ley de la lucha por la existencia debiera más bien determinar un desarrollo progresivo des­cendente que ascendente, puesto que un sér orgánico superior y complicado no obtiene vent.aja en la lucha por la existencia, ántes bien el organismo más sencillo que por su es­tructura y �ol)?ciones vitales depende ménos de inflaen� exteriores, es el que reune me­jores condiciones para alcanzar mayor desarro­llo y más segura existencia, como claramente lo demuestra la mayor propagacion de las plantas y animales inferiores con relacion ;t los superiores, que se propagan dentro de lí-

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- 105 -mites muy reducidos. Esta deduccion, que se desprende con irresistible lógica del mismo principio danvinista, pero que conduce á re� sultados diametralmente opuestos, como que presupone una simplificacion siempre crecien� te de Las formas vitales en lugar de una varie� dad en progresivo aumento, produce en la teorfa de Darwin un cambio completo , impo�

ni�donos la necesidad de admitir un princi� pio de desarrollo en « una variacion segun fines determinados y no mediante una varia� bilidad ilimitada.• (Arch. atztrop., VI, 1 34.)

Ni Baer, ni Wagn.er, ni Agassiz , ni el mis­mo Limteo han negado el desarrollo de nue· vas especies, pero dentro de limites determi­nados y bajo ciertas condiciones. « ¿ Puede ad­mitirse que el principio de la lucha por la existencia es el que ahora domina en las rela­ciones entre el reino animal y el Yegetal? ¿ No debe m� bien sostenerse que el reino animal se halla completamente supeditado al vegetal para la continuacion de su existencia? Es ver­dad que entre ambos existe una lucha, en el sentido ele que los animales se apoderan de las plantas para su sustento, pero no en el de que

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- 1o6 -los primeros, como organismos más desarro� liados, destruyan á las segundas para ocupar su 1ugar ; muy al contrario , los unos y las otras circunscriben su propagacion 6. los límites precisos para poder continuar existiendo en esa relacion mutua. Lo propio acontece en el rei� no animal , donde existen herbfvoros y carni� voros, sin que éstos destruyan i los primeros, ántes bien evitan mutuamente una prOpaga� cion excesiva que pudiera cercenar su alimen� to, ya que el sobrante proporciona sustento t los carnivoros . . . . . No cabe dudar que, en esta lucha por la existencia. los ejemplares más perfectos de una especie 6 que viven en mlis favorables condiciones, hacen desaparecer á los más imperfectos; pero el principio domi· nante y supremo es el de la relacion de mutua dependencia 1 en virtud del cu�l se completan los unos á los otros 1 y el que rige las relacio� nes de unos individuos con otros y hasta de las especies. Esto tiene lugar muy particular­mente en las relaciones de unos sexos con otros. Pero la accion de hechos casuales por los que individuos sin sexo determinado se tras­forman en otros de diferente sexo , . no puede

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- 107 -

admitirse siquiera en el número de los casos probables en la esfera de las fuerzas activas, ya que en la actualidad __ no vemos presentarse ninguna de estas casualidades por las que ocur­ra un cambio semejante en las innumerables es­pecies sin sexo determinado que áun existen.• (Fechner, l. c.). AMdase a esto que en los prin­cipios de la teorra de la seleccion no hay el más pequen.o indicio que ni remotamente nos haga ver la posibilidad de que se originen simultá­neamente y en la misma localidad dos indivi­duos sexuales que se completen mutuamente, no sólo como fenómeoo que abrace todo el reino animal , pero ni en una sola especie.

En sentir de Darwin 1 tampoco es probable que pueda mantenerse indefinidamente la se­paracion de los sexos 1 poique los individuos no sexuales ó que .reunen en si ambos sexos, se hallan mucho mas favorecidos que los de sexo bien definido por lo) que respecta á las condi­ciones de su propagacion. Bajo distinta forma preséntase la misma dificultad en las numero­sas plantas que son fecundadas por la media­cien de insectos, los cuales á. su vez necesi­tan , para su alimentacion, el jugo de aquéllas.

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- loS -No es posible eludir estos gravfsimos inconve·

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l:�:��;:du0n��e�:!i��:

lace local , temporal ó causal de las condicia·

nes que presiden al nac�iento y iil la existen· cia de los organismos:o 1 es decir 1 el principio de su' mutua dependencia y complemento. Mas la realizacion de este principio, con ente·

ra evidencia, presupone una fuerza que impe­ra segun un plan determinado, 6 1 lo que es lo mismo, un poder creador y consciente.

5 . o En los mismos puntos aparecen las más diversas especies, y en puntos muy diferentes se observa completa identidad en aquéllas. «Vemos una prueba de que el desarrollo de las formas específicas y de las variedades obedece

á un plan det�rminado, y no al acaso, en el hecho de que ciertos animales, como las ranas, tortugas, etc. , se presentan en las cinco partes

del mundo con entera independencia unos de otros 1 y á veces tan semejantes por su forma, que es preciso examinarlos con gran deteni· miento para distinguirlos. Prcsentarémos un ejemplo más preciso, que hará más palpable la antítesis. En un lago de peque1ias dimensio·

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- 109 -nes viven infusorios, caracoles, insectos, pe­ces , ranas, cocodrilos, ratones de agua, algas, ninfeas, etc. , etc. , bajo idéntico clima y dentro de la misma zona ¡ más aUn , viven juntos , to­cánd� unos á otros. ¿Pr.&edei"4n! pues , todos los animales y plantas.l de seres primitivos iguales , de idénticas fórmas originales ? La Naturaleza nos ofrece tres tipos primitivos en las regiones mAs apartadas, que no tienen de comun más que el ardoroso clima en que viven : uno en el Nilo, otro en el Gánges, y el tercero en el rio de las Amazonas; de ellos se formaron respectivamente el cocodrilo , el gavial y el alligator. De tres tipos primitivos, dotados de igual facultad de reproduccion ó desarrollo , puestos en un mismo punto , en un lago , se han desenvuelto un infusorio, un roedor y una ninfea ! Esto seria verdaderamente una bruje­ría_ Diferentes circunstancias producen cosas iguales, y circunstancias idénticas produceu las cosu mis variadas que la Naturaleza ofrece. Si no es posible buscar el origen de las diferen­cias en los objetos que rodean á los seres, pre­ciso es que la causa esté en los seres originales.• (A. Mnller, Orlg. de los sn·. orgdn. , 29 .)

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6.0 De la hipótesis de Darwin se desprende, como inevitable consecuencia, que las particu­laridades morfológicas, por ser indiferentes, deberian modificarse con mucha más facilidad que las fisiológicas. Y, sin embargo, los hechos prueban todo lo contrario. « No conozco en el reino vegetal ninguna modificacion morfoló­gica , y no se me alcan:za siquiera de qué ma· nera podria verificarse, ya que los procesos generales de la conformacion se muestran de todo punto indiferentes hicia las funciones fisiológicas. La teoria darwinista exige la su­.posicion de que los caracléres indiferentes sean variables, y los útiles , por el contrario, cons­tantes, admitido lo cual , debieran poderse mo­dificar mis fácilmente las particularidades morfológicas de las plantas, oponiendo más dificultad 4 este camb:o los estados orginicos determinados por una funcion fija. Mas la ex­periencia prueba tambicn aqul lo contrario. Las condiciones de existencia y el órden gene­ral de las celdas y de los órganos son los ca­ractéres más constantes y más fijos , lo mismo en el estado natural que en el artificial 6 de cultivo, Asi , en una planta con hojas opuestas

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y corola cuaterna Antes se logra1·án en las ho­jas todas las modificaciones imaginables que afecten á la funcion, que se llegará á producir una modificacion especial de las mismas , aun­que, por ser indiferentes para la lucha por la existencia , no habrian podido adquirir el ca­

rácter de constantes. :e- ( Niigel i , Orirm )' cot'­

cepto d• la especie e�' ln'st. "a t. , 26 ) . Obligado por estas razones hace Darwin la corifesion siguiente : «Despues de leer la Memoria de Nageli, y en presencia de las observaciones de otros escritores , particularmente del profesor Bracea, con respecto a los animales, me veo precisado á confesar que, en las primeras edi­ciones de mi obra El Orlge11 de las especies, he atribuido excesiva influencia á la seleccion na­tural ó á la supervivencia de los seres mois convenientes. Por eso be modificado la quinta edicion, l imitando mis observaciones á los cambios acomodaticios de la estructura corpó· rea. Hasta ahora . no babia examinado con el debido detenimiento la existencia de muchas · circunstancias en la estructura que , á mi modo de ver, ni son beneficiosas ni perjudiciales, y creo que esta es una de las mayores faltas que

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he descubierto en mi obra .. . . . Puede muy bien suceder que me haya equivocado al atribuir excesiva fuerza á la seleccion natural, aunque no lo creo, ó que haya exagerado su influencia , lo que en si es probable; pero en todo caso abrigo la esperanza de haber hecho algo bueno al contribuir á derrocar el dogma de las creacio­nes parciales ( ! }.ll» (Orlgm del hombre, I, 132 . }

En el mismo sentido que Nageli se expresan Draun , Askenasy y, en general, todos los na­turalistas modernos de nota. No ven el funda­mento de la trasmutacion ni en la seleccion natural ni en la variabilidad ilimitada; ántes, por el contrario, sólo admiten « una variacion en sentido determinado, en la naturaleza de cada especie, dócil en un sentido é indócil en otro.» (Askenasy.) Claro está que tal doctrina presupone el abandono de la teoría darwinista de· ]a descendencia , admite expresamente una regularidad interidr en oposicion á la conve­niencia puramente e'!,terna, y sienta el princi­pio de una simplificacion de las especies, pero no del origen de todas las especies de una sola.

?·D Agréguese á lo dicho anteriormente que, segun creencia hoy general entre loa natura-

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- 113 -l i stas , no cabe siquiera admitir que pueda ori· ginarse un órgano por seleccion natural , ya que ésta no puede obrar sin que tal órgano haya adquirido cierto grado de desarrollo. Es verdad que H.li.ckel recurre t la trasmision de enfermedades; pero ni éstas ni los órganos mutilados son órganos nuevos (1. c. 157) . ¿ De qué manera explica Darwin la existencia de hormigas neutras ó asexuales, toda vez que tal particularidad no puede trasmitirse? ¿ Cómo salieron los primeros ojos á los animales que carecian de ellos ? ¿ De qué modo se originó el sistema nervioso? ¿ Cómo se marcó la diferen­cia sexual en los animales en que primitiva· mente no estaba determinada ? ¿Y el aguijen de la abeja cuyo empleo en vez de asegurar su existencia la ocasiona 11!1- mueite ? ¿Cómo se explican las cualidades del alma de los anima· les y sus diferentes instintos? ¿Acaso no son sus órganos instrumentos de que el instinto se sirve, más bien que causas de ese instinto que se desarrolla sucesivamente y se trasmite ? e Porque no existen las potencias por causa de los órganos , sino los órganos por causa de las potencias.� ( Smna, I , cu . . LXXVIII, a. 3 . ) Así

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- 114 -como en el hombre la experiencia y la ciencia no

se heredan . como consecuencia de la trasmi­�ion de los órganos que sucesivamente se de.sar· rollan, asi tampoco el instinto d.e los animales

puede trasmitirse ó heredarse como resultado de la experiencia sucesivamente adquirida y

de la pl'áctica de sus órganos. ¿Acaso no hay animales de organizacion inferior (abejas 1 hor­migas 1 etc . ) que dan seiiales de tener un alma

más perfecta que otros de superior categoria? Contradicen abiertamente la teoria darwinista, que supone que el instinto es consecuencia de

la organizacion corpórea1 los hechos siguientes: a. Con una disposicion corpórea igual apare­

cen instintos de todo punto di"terentes. Todas las aranas tienen el mismo aparato para hilar, y, sin embargo, fabrican de muy distinta ma­nera su tela ¡ casi todas las aves poseen la mis­ma organizaciori 1 y no obstante dan una variedad extraordinaria á sus nidOs y vivien­das. La misma observacion puede hacerse re­lativamente al canto de los pájarOs , á la cria de sus peque11uelos 1 etc. El conejo fabrica: ma­drigueras y no las construye la liebre 1 tenien­do la misma constitucion orgánica; aves que

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- ns -dan á sus nidos formas admirablemente bellas y verdaderamente artísticas, no llevan en su organizacion la más pequefia ventaja a otras que los construyen por todo extremo sencillos.

6. Con organizacion diferente aparecen los mismos instintos. Sobre los arboles viven pci.· jaros que están provistos de patas á propósito para trepar, y que no lo están ; asf como tam­bien monos con apéndice caudal y sin él. Sin· tener sus miembros marcadamente dispuestos para ese objeto fabrican algunos animales nta­drigueras ó cuevas, y la hiena desentierra los cadáveres; el turon estA provisto de bolsas ma­xilar.es para guardar alimentos, el murciélago hace lo mismo sin tener ese aparato. Tam�ien es digno de atencion que el instinto de usar un órgano se manifiesta en los animales ántes que el órgano haya adquirido su completo desarrollo. (Burdach, Ojeadas sohre lavr'da, 2 10. Hartmann , Filos. de /(J inco11sc. , 54-)

8.0 Hay un reino natural de minerales como de plantas ¡ mas este órden ideal que induda­blemente existe en ambos r:einos de la Natura­leza no puede representarse como un órdcn genético, en virtud del cual lo uno procede de

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- n6 -lo otro. Ni en los minerales, n i en los reinos vegetal y animal se ha originado lo uno de lo otro , aunque lo uno está relacionado con lo otro en el gran plan general. A ser cierta la hipótesis de Darwin , deberia regir tambien la misma ley para la historia de la formacion de órganos internos¡ no sucede asl , puesto que cada órgano procede inmediatamente Cie la primitiva masa géneral del organismo¡ asi el cerebro no se forma por trasmutacion del cora­zon ¡ ni el pájaro se origina del pez , ni éste del molusco, etc . ¡ n i de la misma manera que los metales y metaloides no se han originado unOs de otros, el oro no nace de la plata , etc., asl tam� poco las especies animales se han origi�ado unas de otras, ántes bien hay en uno y otro caso una diferencia original. ( C. B. Fichte, Rev.jilos. , 2 50.)

Hickel de Jena ve en las formaciones ru­dimentarias una prueba de capital importan­cia en favor de la hipótesis de Darwin. (Jife­moria de lost�atura/. alem. , 1863. Histor. 11at.

de la CreacWn . ) Pero Agassiz halla justamente la demostracion contraria en el hecho de que « entre ciertos animales se ven aparecer órga-

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- 117 -nos que no se explican por el desempef\o de funciones correspondientes, órganos sin fun­cion, como, por ejemplo , los dientes de las ballenas que no punzan , y las mamas de los machos en los mamfferos. Es evidente que estos órganos sólo figuran en el cuerpo del animal como elementos arquitectónicos, que se han conservado y mantenido para la sime­tría y para la regularidad del plan general de la Naturaleza, á pesar de su evidente inutili­dad práctica,. { 1 ) .

Tampoco e s verdad que haya identidad en· tre la funcion y el órgano, de tal manera, que la funcion continuada produjera el órgano ¡ la prueba de lo contrario se halla en los bron­quios de los peces y en los pulmones de los animales más perfectos, cuyos órganos desem­pefian funciones idénticas, á pesar de tener diferente conformacion. Demuestra asimismo que los tipos más diversos de animales y de plantas se hallan en medio de circu�stancias y de condiciones absolutamente idénticas, miéntras que, por el contrario, una especie

(r) Ensa� sHrt ln dasifi'tJ'ion, r , su. i .

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- ni -animal conserva invariablemente la identidad de su tipo orgánico bajo las condiciones cli­matéricas y físicas más diferentes y opuestas, Y si acontece que este tipo sufre algunas mo­dificaciones, no son nunca muy profundas ni ejercen influencia alguna sobre el plan funda­mental de la organizacion. La diferencia de loa planes de organizacion se manifiesta en toda la coordinacion interna )"" en el agrupa­miento de los órganos. El mismo plan de con­formacion que se observa en el mundo animal actual, reinaba ya en las formas terrestres de la más antigua fauna. Los cuatro tipos principa­les del reino animal, radiados, moluscos, arti­culados y vertebrados , se hallan en todas las formaciones geológicas 1 así en las más antiguas como en las más modernas, sin que ni los cam­bios mi\s extraordinarios en el género de vida ni tan largo trascurso de tiempo hayan podido alterar esencialmente so organizacion.

Como final consecu-=ncia de SIJS im·estiga­ciones paleontológicas 1 dice á este propósito Heer (1. c. 603 ) : « El orfgen de las especies es un secreto, un enigma sobre el cual podemos hacer algunas conjeturas¡ pero que no puede

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- ug -hallar complela solucion en los fenómenos na· Lurales de que hasfa la fecha podemos dar cuenta , y mediante la aplicacion de las leyes Que ahora rigen. :o Virchow se expresa támbien en . términos explícitos .aobre esta cuestion ( Corre.s¡xmdenci"a de la Sr,ciedad de A11tropolo·

gin , 1 8 7 1 , ¡o) : «Todos tenemos que convenir en que son tan insignificantes y tan poco nu­merosas las observaciones erectivas tocante á. la \'&riabilidad de las especies y órdenes que hasta el presente se han hecho, que esta cues­tion es una d.:: las que áun no ha resuelto la historia natural ..... No pido más que la demos­tracion de que este tránsito se ha realizado , y si la prueba se confirma , pronto estoy á acep· tar el hecho .... . ; pero miéntras tanto sólo pue· do admitirle como'probable á lo sumo. Y tan· tas \"eces me he dejado extraviar y me he visto engailado por hipólesis probables, que hoy he resuelto adoptar la actitud mas prudente y previsora de dejar pasar las cosas y esperar á

que las cuestiones se hayan ventilado en de­bida rorma. :o

IV.-EI cristinn;smo y las cie11ct'ns trahtra·

les. El materialismo moderno presenta su sia_:

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tema cosmogónico como «la consecuencia sen-. cilla al par que inevitable del estudio empírico filosófico de la Naturaleza, libre de toda pre­ocupacion.» ( Büchner , l. c., pról.) Pero véase cómo Linneo se expresa en la introducclon á su Sistema de la tzaturalet:a : « Despierto \'i pasar á un Dios sempiterno, inmenso , omnis­ciente , omnipotente y me quedé asombrado.» Su testamento á su hijo es tambien digno de consideracion; bajo el titulo de Nemest"s divit1a,

es un tratado de moral religiosa , y empieza así: «.vive inocentemente, Dios se halla presen­te.• {Rev. áe Amó. Jfrmd. 186 1 , 1 79.)

Escuchemos las palabras de otro sabio natu­ralista acerca de la influencia que las ciencias naturales ejercen sobre el sentimiento religio­so. • No puede negarse , dice Passavant , que el estudio superficial de la Naturaleza puede con­ducir fácilmente al naturalismo y al determi­nismo , puesto que , considerada la Naturaleza en sf sola , describe muy particularmente al es­pfritu la ley de la necesidad.» (Mr"sceldt�eas, 98.) Á causa de esto, algunos grandes naturalistas han experimentado con frecuencia la necesidad de apartarse temporalmente del estudio de las

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ciencias naturales, para aplicar su espíritu á consideraciones dian1etralmente opuestas. Cu· vier , por ejemplo , leia diariamente los clásicos antiguos , y Weruer, el patriarca de la geolo­gía , se ocupaba, en sus Ultimes a11os principal­mente, de lilologfa comparada. Veamos , tam­bien cómo los grandes maestros qu� máS han contribuido al inmenso desarrollo que en nues­tra época han alcanzado las ciencias naturales, han pensado acerca de la gran cuestion por excelencia 1 la más importante para el hombre, el fin último de éste y de la excelencia de su naturaleza.

Copérnico, fundador de la astronomía mo· derna, en el epitafio que se compuso á s{ mis­mo se expresa con una �tia y una hu· mildad bien distante de la petulancia de nues­tros sabios actuales de segundo ó tercer 6rden: « No pido una gracia igual á. la de Pablo , ni pido el perdon de Pedro ; sólo imploro fervien· temente el perdon que al ladron otorgasteis en el madero de la cruz. • Kepler, ese gran hom· bre y pensador profundo, ante quien todo sabio naturalista se inclinará sin repugnancia ¡ Ke­pler' el primero que reconoció las órb.itas de

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los planetas, escribia estas palabras en la últi­ma página de �u obra acerca de la armonía de los mundos : « Os doy gracias, Creador mio y Señ.or mio , por haberme procurado tal alegria en el estudio de vuestra creacion , tal placer en las obras de \'uestras manos. He dado a cono­cer á los hombres la magnificencia de \"UC�tras obras en todo aquello que mi espíritu limitado ha podido comprender de vuestra inn1cnsidad. Si algo he dicho , Señor 1 que sea indigno de Vos , si he dado :alguna cabida á las satisfaccio­nes del amor propio , perdonádmelo misericor­diosamente. » Y en otro lugar se expresa de este modo : e Está cercano el dia en que selle­gará á conocer la verdad pura en el libro de la Naturaleza, como en la Santa Escritura, y en el que nos regocijarémos de ver reconocida la armenia de las dos revelaciones.• Creia tambien en la inmaterialidad del alma y en la indepen­dencia del espíritu de la naturaleza material, como lo atestigua el epitafio que compuso para si mismo : c He medido los cielos , ahora mido las sombras de la tierra¡ la inteligencia era �el cielo, los restos del cuerpo yacen en la tierra.•

Por lo que respecta á Newton, bien conoci•

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dos son sus sentimientos profundamente cris­tianos , y Herschel hace esta declaracion : « El hombre comprende que, por muchas facilidades que una larga vida y una inteligencia la más privilegiada le ofrezcan para hacer por sr des­Cabrimientos y aprovecharse de los de otros, todo esto no puede tener otro objeto que el de conducirle al verdadero limite de la ciencia y permitirle dirigir una mirada, siquiera sea con­fusa, á los espacios de aquel reino inconmen­surable en el qué áun no ha penetrado el pen­samiento humano , pero que , segun su firme convencimiento , debe ser tan perfectamente conocido para aquel Sér Supremo , cuyas hue­llas ha seguido á traves de la Creacion , como le son á él familiares las verdades más vulgares que aplica diariamente á los usos más comunes de la vida. No hay , pues , que asombrarse de que un sér de esta manera comtiluido, adquie­ra primero la esperanza, y des pues, paso á paso, el convencimiento de que su existencia espiri­tual no termina con la disolucion del cuerpo que sirve de cubierta al espíritu , sino que, por el contrario, hay para él una vida futura, en la que , libre de les mil impedimenfos que

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su actual estado le impone 1 dotado de más al­tas facultades , beben\ á grandes tragos el néc­tar de esa fuente por el que siente un insia irresistible , despertado por el effmero gusto que ha tenido en la tierra.• (hJtrodt1cei'rm al

esh1dtO de las cierJcias t�at. 6.) Viniendo á los medernos, véase cómo Hum­

phry Da\•y expresa su creencia en la inmorta­lidad del ahr.a humana, en diferentes pasajes de Los t"llimos dias de un tnllieriahStn 1 de los que sólo trascribimos uno (p. 240) :

« La inftuencia de la religion sobrevive á to­das las alegrias terrestres , y gana en fuerza i medida que los órganos envejecen y el cuerpo se aproxima i su disolucion. Semeja á la es­trella resplandeciente de la tarde que brilla en el horizonte de la vida 1 y estamos bien seguros vendrá á ser la estrella de la mailana en otra vida , es decir , despues que haya eD\•iado sus rayos á traves de las sombras y de la oscuridad de la muerte.»

Acerca del materialismo dice : « La doctril'fa. de los materialistas era para mi , desde mi ju­v�tud , una enseñanza fria, pesada, triste é insoportable, que me parecia que babia de con-

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- us -ducir necesariamente al ilteismo. Cuando veia no sin disgusto, en las salas de anatomia i al­gu� materialista esforzarse por expli�ar, segun el sistema de los fisiólogos, cómo la materia llegaba i la irritabilidad por un desarrollo gra­dual , para pasar en seguida , poco á poco 1 i la sensibilidad ; cómo despues de esto adquiria los órganos esenciales por la sola virtud de sus fuerzas, inherentes, para elevarse finalmente hasta la dignidad de la naturaleza inteligente, entónces bastaba un paseo por la floreciente campif\a 1 por los bosques ó á lo largo del rio para elevar mi alma de la Naturaleza á Dios; ya "no veia en las fuerzas de la Naturaleza mas que instrumentos de la divinidad . . • . • El verdadero qufmico ve á Dios en todas las formas tan va­riadas del mundo visible. El estudio del órdcn admirable y bello que reina en toda esta varie­dad inmensa es para él una demostracion per­pétua de la sabiduría infinita que se ha digna­

do , en su bondad 1 concederle las alegrías de la ciencia. El hombre se hace mejor á medida que se hace más sabio ; sube á la vez las gradas de la ciencia que las de la virtud. Cuanto más adelante penetre su mirada en los misterios de

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la ciencia, mts se llenari su corazon de una fe sublime, y cuanto mis diáfano se haga el velo

i cuyo traves descubre las causas de las cosas, mts admirará tambien el resplandor de la luz

divina que se ha hecho visible á sus ojos.• mrsted 1 que por su descubrimiento de las

relaciones del magnetismo con la electricidad ( 1 820) ha hecho ver bajo un nuevo aspecto la correlacion de las fuerzas de la naturaleza, dice: «De esencia de la investigacion cientffica es buscar lo eterno en las cosas. » Despues de­

muestra cómo u el sér mismo de la ciencia exi­ge que se desarrolle segun el espíritu de la re­ligion.:. Y en un discurso decia: « Un hombre inmortal es una gran cosa, digna de ocupar el pensamiento de un genio y de hacerla objeto de sus afanes. Pero si la inmortalidad del hom­

bre no se halla sostenida por la esperanza de una inmortalidad mts alta, si no es un reflejo terrestre de una vida eterna, ¿ qué otra cosa se­ria sino una vana ilusion, una sombra sin cuer­po; una especie de pequei\o arco iris que, i tra­

ves de las gotu terrestres de la mat�ria, no nos reftejaria el resplandor de una luz superior? (El

Esjlritu de /a Nattu-alaa , 1, 335. )

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Se podrian citar aún numerosos ejemplos de célebres naturalistas que estaban firmemen­te convencidos de la inmortalidad del alma humana. « La revelacion , decía de Luc , es el puerto y el 2silo de todos los estudios del espi­rito humano.»- (Rutimen de la ji/osofta de Ba­

con, J I , z88). Ampere tenia una conviccion re­ligiosa tan faerte , que se manifestaba con fre­cuencia- en sus discursos. Cuando se hallaba en el lecho de la muerte ( 1836), uno de sus ami­gos quiso leerle un pasaje de la lmilacion de je­srecn'sto , y le respondió que sabia este libro por tenerle impreso en el corazon. Estas fueron sus últimas palabras , segun dice Arago en jus es­critos póstumos. Kielmeyer expresaba asl su opinion · acerca de la inmortalidad del alma en su última entrevista con Passavant: « Hay en el hombre muchas cosas que se pierden¡ pero todo lo que pertenece esencialmente al espí­ritu , se ha hecho para vivir eternamente. •

Entre los naturalistas contemporáneos que han combatido la doctrina materialista y pro­clamado la enseflanza cristiana que se le opo­ne, merecen particular menciOn los alemanes \Vagner, Midler! Hyrtl, Mayer, Leonhard,

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Quenstedt, Baer, O. Fraas y Heer¡ en Francia descuellan 1 despuP.s de Cuvier 1 Cauchy, Biot, Quatrefagesy Bernard¡eninglaterra, Chalmers, quien ha declarado que «el cristianismo puede esperarlo todo y no tiene que temer nada de las ciencias naturales» ¡ Murchison , PrichaQi, Brewster, Mivart, Meadows, Gull y L. Baile. No creemos poder cerrar mejor nuestra conferen· cia que con la siguiente declaracion de Madler: «Si. la astronomia procede del cielo , fuerza � que se muestre digna de este origen. Debe exigir el conocimiento de Dios, ya que investi· ga verdades que nos dan i conocer sus grandes obras y deduce leyes que llevan el nombre de leyes de la Naturaleza, y con perfecto derecho se llaman as! 1 no porque las haya establecido la Naturaleza, sino porque Dios se las ha pres· crito.:t (Las ci'enct"as natum/es, 1111 5 5 1 .)

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CONFERENCIA QUINTA.

EL P.\NTI!ISMO.

El materialismo es un disfraz del Que se va­len aquéllos que pretenden expresar bajo for­ma cientifica y sistemática el acto por el que la humana inteligencia se aparta de Dios. LQI principios materialistas forman la primera: pá· gina en los errores humanos. El materialismo práctico, que considera el goce y la fuerza ma­terial como los mayores bienes de la vida1 es el suelo donde crece y se desarrolla incesante­mente la doctrina materialista y que busca en la teoría su complemento, la fórmula cientlfi­ca y la j ustificacion de sus tendencias. Por eso en todas las épocas de la historia el materialis­mo ha enarbolado, más 6 ménos paladinamen-

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te , su bandera, y en la actualidad procede con tal cinismo y toma tales aires de \'encedor como jamas los tomó en siglos pasados.

Al juzgar el materialismo el"! la l!onferencia anterior , nos hemos allanado en parte el ca­mino para el exámen del panteísmo, porque, si bien es cierto que arrancan de principios opuestos, estos sistemas se confunden en sus aplicaciones prácticas y en el influjo que ejer­cen sobre el género humano. Por lo demas, el panteísmo es un estado transitorio que se abandona muy pronto para pasar, bien al deis­me, es decir, á la creencia de un Dios personal y distinto del universo, que es obra suya , ó bien , por una consecuencia inevitable, para caer en el fango más profundo del mater;alis­mo. La historia de las modernas escuelaS pan­teístas, muy particularmente la de Hegel, ha demostrado con evidencia semejante hecho. En tanto que el idealismo no admita en serio la objetividad original, la personalidad del ab­soluto, se encuentra en la senda que conduce al materialismo.

En el desenvolvimiento lógico del panteís­mo , despues de Espinosa, padre de las moder-

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- 131 -nas teorías panteistas, merece colocarse á Feuer­�� . fundador del materialismo moderno, que forma el último anillo de la cadena. « Dios, dice en cf&rrto lugar, fué mi primer pensamien­to , la razon el segundo y el hombre el tercero y último.� Pero examinada con detenimiento su antropología, no es otra cosa que una zoolo­gía y un materialismo desnudo, cuyo gérmen se halla ya en la doctrina panteísta de un alma del mundo, que obra con fatalidad ciega, y de una materia eterna.

Para mayor claridad, dividirémos esta con­ferencia en dos partes: el panteísmo es falso en si mismo¡ es falso tambien en sus supuestos y en sus pruebas.

Eljumteismo es falso e11 st mismo. ¿ Qué es el panteísmo? El panteísmo, como acabamos de decir , contrario en esto al materialismo, parte de la unidad de un principio último y supremo, para explicar la existencia de todas las cosas. Esta última y suprema razon de todo lo que llega á ser 1 es un principio infini­to , del que se origina todo lo que vh·e y se mueve en el imperio de la Naturaleza y el espfritu. Hasta aquí en nada se aparta el p�n-

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- 132 -teismo de la teoría cristiana, relativa al con­cepto cosmogónico. Mas ahora empieza la opo· sicion. Miéntras que, segun la doctrina cristia­na, este principio, único , infinito, !$ , no sólo fundamento, sino tambien la causa creadora de toda existencia , y existe, no tan sólo en el mundo por su esencia 1 potencia y presencia, sino iun Antes del mundo y sobre el mundo, que es su obra, siendo un Dios vivo , conscien· te, libre y personal, la opinion comun y cons­tante del panteismo, en las diferentes Cases y formas que ha tomado, consiste en colocar á este primer principio de las cosas en las cosas mismas, como sl:r uno , comun, absoluto , que no se diferencia esencialmente de las cosas, puesto que en ellas se manifiesta y realiza, y por consecuencia se relaciona con ellas, no como la causa al efecto, sino como la so�stancia á sus accidentes. Por eso se ha designado tam­bien al panteismo con el nombre de monismo, ya que enseila que todo lo que existe es una sola cosa por su naturaleza, su sustancia y su esencia propia, y que J' distincion afecta úni· camente á las manifestaciones y no á la esen· cía misma de las cosas.

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- 133 -« Dios es la causa inmanente, no pasajera,

de las cosan , dice Espinosa (b"thic. , 1. 18) . Distingu�este filósofo el fundamento de don­de proceden los fenómenos 1 la naturaleza en­gendradora (natru-a nah,rtms), de los mismos fenómenos , naturaleza

'engendrada ( tzatura

tzo.turala). Véase á. este propósito cómo el poe­ta Gcethe hace hablar á. la divinidad panteis­ta : e En las oleadas de la vida, en el torbellino de los hechos 1 me muevo sin cesar como las ondas 1 nacimiento y muerte, mar sin orillas, movimiento sin fin , vida que se desborda, yo lo soy todo¡ yo soy el tejedor que urdo, en el estrepitoso telar del-mundo, la túnica viviente de la divinidad. •

dmaginar el sl:r cósmico es despojarle de las formas particulares y contingentes, y con­cebirle como un sér universal y necesario en si mismo , diferente del primero : como Dios.» (Enciclopedia de Hegel , so. ) «Sólo del caliz de este reino de los espíritus sube , como la espuma, la inmensidad De Dios »- (ldem, .Feno­

mmo/ogta ) , cuyas p�g.bras nos recuerdan el final del poema de Schiller, A la amiStad.

«Para la generalidad de los hombres, el

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- f34 -mundo no es más que un agregado de cosas particulares y contingentes en sus mutuas re­·laciones¡ pero el espfritu que .sabe comprender, niega estas cosas como individualidades sub· sistentes por si mismas, y se eleva bosta la unidad universal, que saca las cosas de su seno y las vuelve otra vez hácia si.,. (Strauss, Teor.

de laje , I , 383.)

La primera consecuencia que rigurosamente se desprende de este principio del panteismo, es la negacion , la supresio� completa de todas las sustancias finitas y condicionales, por una sus�ncia única y absoluta. Negar que hay di­ferencia esencial entre las cosas existentes es negar la Creacion, es decir, que lo que se toma por esencia finita no es más que forma, atri­buto , manifestacion de lo infinito , que e:> uno y que se diferencia de aquellas en cuanto al concepto.

« Sentada en principio la unidad absoluta como lo que hay de únicamente verdadero y verdaderamente real, ¿ qué relacion guardan con ella las cosas del mundo? . . . . . Estas cosas se diferencian de la misma necesidad absoluta; pero no poseen existencia independiente con

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- IH -relackm á ella. No hay más que un solo sér y pertenece únicamente á. la necesidad. Las co­sas no. son mis que ��occidentes 1 y lo que he­mos designado como necesidad absoluta , debe agregarse como esencia al Sér universal, i la sustancia.:. (Hegel, Olwas, xn, 437. )

Pasemos ahora á hacer l a crítica de esta doctrina. Si el mundo no fuera esencial y real­mente distinto del Sér absoluto, de la sustan­cia divina; si no sediferenciira de otra manera que como se diferencia en mi yo, por ejemplo, la esencia misma del espíritu de sus manifesta­Ciones , las cuales no subsisten más que en, con y por mi espirito , entónces el

.modo de la sus­

tancia seguiría necesariamente á la naturaleza de la misma, es decir 1 que las manifestaciones de la sustancia serian homogéneas á ésta. Por consiguiente, las cosas de este mundo visible, dicen los panteístas, por ser manifestaciones de una sustancia eterna, necesaria é infinita, serian eternas, necesarias, infinitas , como la misma sustancia, porque toda esencia se revela necesariamente en sus manifestaciones y toda sustancia en sus atributos.

Pero no son así las cosas que este mundo

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- r36 -encierr!L; muy al contrario, ellas nacen y pe­recen , son temporales, contingentes y finitas.

· Por lo tanto 1 no son manifestaciones de una sola y ünica sustancia , sino seres finitos, dife­rentes entre sí y que tienen una existencia individual.

Puesto que, como observa Staudenmaier ( Expoiicio11 y r¿rüica del siste1na de Hegel,

440 ) , segun la teoria panteísta, todo es uno y este uno es Dios; conto esto implica contradic­cion y equivale ci decir que lo finito es, al mis­mo tiempo, infinito, y lo infinito , finito, se si­gue que el panteísmo destruye el principio mismo de la lógica 6 el principio de contra­diccion, el criterio de toda �erdad y que, por consiguiente, se destruye á si mismo. En el panteísmo hegeliano se manifiesta, sobre todo, el propósito de acabar con la lógica. Para Schelling, la lógica no era. otra cosa que una doctrina emp,rica que había erigido las leyes del sentido comun en leyes absolutas. ( LeG·

Giones so!Jre el mef. de los est. acad., 6.) Si las cosas finitas pudier:m formar unidas

cualquiera universalidad que fuera como su sustancia, lo infinito se formaría por la adicion

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de cosas finitas, y una suma de seres condicio­nales y contingentes se convertida, en su to­talidad, en una cosa absoluta é infinita. Mas esto no puede concebirse , como no se conce­biria que pudiera resultar la unidad de la adi­cion de cierto número de ceros. « Las cosas finitas , al destruirse á si propias, como injlivi­duos en el interminable cambio del nacer y desaparecer, se confunden en una generalidad que no aparece ya como su causa original, sino como su sustancia.» (Strauss, l . c., 382.) Como observa muy oportunamente Lange (Dogmd·

h"ca, 1 1 2 1 3 ) , « filósofos de la estofa de Strauss hacen sus cüculos sobre las cosas condiciona­das, como aquel com�iante que vendia todos los articules á más bajo precio que los com­praba, y cuando le hicieron notar que tal pro­ceder daria por resultado la bancarota, contes­tó que él encontraba su ganancia en la cuantía de la venta. De la misma manera estos calcu­ladores especulativos deducen la condicion de la existencia del mundo de los millones de condicionalidades que afectan al mundo mis­mo. • En realidad de verdad- , el concepto cos­mogónico panteista no es más que un juego

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fantástico que tuvo origen en Alemania con la aparicion del romanticismo y que, si halaga la fantasfa, cá.e como castillo de naipes ante un edmen serio y conciem:udo. Schelling le ha presentado bajo una forma más bien poética que filosófica. Si todos los fenómenos que apa­recen en el universo no fuesen más que modi­ficaciones de una sustancia única, seguirfase que la misma sustancia sería , á la vez y bajo el mismo aspecto , ·libre y no libre , inteligente y no inteligente, espiritual y no espiritual , lo cual implica contradiccion intrínseca. Por eso es absolutamente necesario que existan á lo ménos dos sustancias esencialmente distintas, que , por lo mismo que son de diferente natu­raleza , se han originado del primer principio de las cosas, por una disposicion libre, la Crea­cien , y no por emanacion de su· esencia. Por otra parte,

· admitida tal hipótesis, la libertad

naceria de la fatalidad , lo consciente de lo in­consciente, y lo superior de lo inferior. Pero esto es igualmente imposible, porque una cau­•a, un principio debe necesariamente contener en potencia á su efecto, á la manifestacion que :le él procede ¡ de aq�:�í que lo perfecto pueda

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muy bien producir lo imperfecto ; pero jamas esto puede producir lo perfecto.

cEs preciso decir de lo a�oluto que, en últi­mo resultado, no es m;b que lo que es en rea­lidad »- (Hegel, obr. n, 1 6 ) ¡ error refutado ya por Aristóteles (ilfl!/af. xn, ; ) : «Los que. su­ponen , como los pitagóricos y Espeusipo, que lo más hermoso y lo mejor no existe desde un principio , no opinan rectamente. :..

Hacer que lo perfecto se derive de lo imP.,er­recto es negar la ley suprema del pensamiento, la ley de la razon suficiente , y admitir efectos para los que no hay una causa anterior ; ctodo lo que hay de perfeccion en el efecto debe en­contrarse en la causa eficiente, pues es eviden­te que el efecto preexiste virtualmente en la causa eficiente, mas preexistir por virtud de la causa eficiente no es preexistir de una manera nuis imperfecta, sino más perfecta. e( S. Tom., Sttma, 1 , c. I\" 1 a. 2 . )

e La semilla, aunque sea el principio del ani­mal engendrado de ella , tiene , sin embargo, delante de s[ el animal 6 la planta de donde se deriva, porque es necesario que exista algo realmente anterior t aquello que existe poten-

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- 140 -cialmente 1 puesto que el sér en potencia no pasa á ser real sino por la virtud de un sér de esta naturileza (Id., a. 1 ). De análoga manera se expresa Aristóteles (1Jietaf. xn, 5) .

Si toda!S laS cosas y fenómenos hubieran sa­lido fatalmeñte del primer principio, ·la Natu­raleza no sería otra cosa que una tabla mate­mática de cálculos 1 una lógica exteriorizada. Es innepble que las leyes matemáticas, lo mismo que los principios fundamentales de la lógica, se manifiestan. en todas partes en la Na­turaleza¡ pero no es menos cierto que en Ia.Na­turaleza hay algo más que esto, ya que en ella la vida individual y propia, los matices parti­culares, las formas, se destacan en todas partes, sin someterse á las exigencias de la necesidad, con una plenitud y una fuerza irresistibles. Stahl ha tenido gran razon al dfleir que la in­dividualidad es la refutacion del panteismo, porque lo que se desarrolla fatalmente, segun una idea protótípica, uo e.s individual , sino igual, á la manera que lo son los objetos vacia­dos en un mismo molde; por eso lo que posee la individualidad no puede, en manera alguna, ser la manifestacion de una categorfa que obra

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- 141 -fatalmente, siito que debe ser el. efecto de una voluntad que dispone libremente de sus actos. Por eso los antiguos decian : « Sócrates no es la humanidad , pues la idea de humanidad no ex­presa de una manera completa toda la esencia de cada individuo. Lo que es el hombre tiene en si cierta cosa que no tiene la humanidad .• ( S. Tomás, 1 , cu . m, a. 6.)

Remontándose sobre su primer punto de partida filosófico, dice Schelling (I.ióertad hu­

mana, 455 ) : «Lo que se; Ill!Uiifiesta de irracio­nal y de fortuito , á la vez Q�e necesario, en la formacion de los seres, principalmente de los orginicos, demuestra que no sólo obra en tal caso una necesidad geométrica, sino que la li­'bertad, el espíritu y la voluntad inteligente desempei\an tambien un importante papel en esta formacion.» En las escuelas de la antigua filosofia se dt:batia con calor la cuestion de saber lo que constituia el principio de la individua­lidad , y se resolvia de muy distinta manera. Evidentemente la individualidad es esencial al sér, y no le viene de fuera como cosa accesoria. de suerte que la esencia se hace efectiva y real por este modo particular de existir.

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- 1.¡.2 -Síguese, pues , que la indi\·idualidad m·

plandece por todas parles de una manera in­contestable en la Naturaleza, y que en ningu­'na parte se presenta Tnú de manifiesto que en la naturaleza humana 1 en donde se la ve en toda la plenitud y variedad de sus fuerzas; cua­lidades y dones particulares y propios, consti· tuyendo lo que se llama carácter individual.

Espinosa no ha fijado siquiera su atencion en esto, por cuanto considera á los individuos como simples modos de la sustancia única, pero sin dar la razon de por qué cada modus se dis­tingue de los. demas. El idealismo subjetivo, por el contrario, cuyos principales representan­tes son Kant , Fichte y Schopenhauer, consi­dera la pluralidad en el mundo como aparien­cia subjetiva , producida por las formas de la concepcion, el espacio y el tiempo. Mas con esto no se hace otra cosa que trasladar la difi­cultad del terreno objetivo al subjetivo ¡ aparte de que no se explica cómo es posible este indi­viduo, sujeto de la contemplacion, único en su especie que se diferencia de todos los que se le semejan.

Hegel estaba aún en peores condiciones para

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- r.¡s -

resolver el enigma, ya que para estt: filósofu el concepto es la única sustancia, nada existe fuera del concepto, y el proceso de la Natura­leza es una dialéctica objetiva. Mas al propio tiempo.concede que ni el concepto ni la pala­bra se hallan en estado de comprender el es/o

i ndividual , la /laec ceitas de &tito en su indi­vidualidad , es decir, el individuo que á un puede designarse como tal. La unidad individual no se encuentra al alcance del concepto, ni, por consecuencia , tampoco al alcance del sistema hegeliano. Ni áun la pluralidad como manifes· tacion real puede explicarla; no hay, en verdad, motivo alguno para prescindir de considerar por qué en e la exposicion de la idea absoluta en la Naturaleza :t- cada grado de desarrollo del proceso lógico babia de tener más de" un grado de desarrollo correspondiente del proéeso na­tural. La pluralidad real es algo más que el puro concepto de la pluralidad¡ es una suma de individuos, todos desemejantes, que nb puede ser ab�a por ningun concepto, sino solamente por contemplacion ¡ por cuya razon no puede considerarse como producto de un concepto que se ha desarrollado originalmente.

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- J.¡.f -Por Ultimo , "Si el mundo no fuese obra de

Dios, si se hubiera creado ! s(mismo, deberla decirse que le babia creado el hombre, puesto que lo que es menor no puede producir lo que es mayor.

Segun Hegel, Dios es e} resultado del pro� greso universal. Mas como en este sistema el mundo no ha tenido principio en el tiempo, tampoco tendrá fin¡ de donde se sigue que tal resultado no Se realizar! jamas y que Dios ja­mas existirá realmente. Ademas, las tradiciones de todos los pueblos y los escritos mis autén­ticos de los hebreos, indios é iranios, contradi­cen abiertamente la hipótesis relativa al estado salvaje é imperfecto en que algunos suponen ! los primeros individuos de la raza humana. (Véase I t., 2 1 2 y siguientes).

Mas , por el contrario, no se concibe el hom­bre sin el seno maternal de la Naturaleza, que le alimenta y le sostiene; él es el más jóven de los seres organizados. Por consiguiente, el prinCipio creador, la razon ólt_ima de su exis­tencia, no puede ser más que un principio su­perior al mundo, en el que est! el fundamento de la existencia del hombre, que , siendo con-

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dicional y finito, no puede tener en sí mismo este principio.

Para obviar esta dificultad 1 muchos panteis- ·

tas han proclamado la eternidad de la especie humana. «Es inconveniente 1 dice Michelet, hacer que lo perfecto proceda de lo imperfec­to 1 y mucho ménos me concedeiéis que el es­píritu nazca de la Naturaleza. Mas esta dificul­tad se resuelve fácilmente 1 si se admite la eter­nidad de la especie humana:. (La perSOttali­

dad de lo absol,to, 120 )� Fuera de esta hipóte­sis, confiesa él mismo que « todo su sistema cosmogónico no es más que una fantasia qui­mérica, completamente indigna de ocupar un momento al hombre serio» ( 1 . c., 18.2 ) . Pero una eternidad siempre creciente de la especie humana , ¿ qué otra cosa e,s sino una contradic­cion intrlnseca? Ademas de que semejante concepcion se halla tambien contradicha por la experiencia, toda vez que hasta la fecha no conocemos al hombre contemporáneo de los periodos primitivos del mundo, lu condicio­nes de calor y humedad hacian entónces com­pletamente imposible la existencia del organis­mo humano. Por otra parteJ el desenvolvimien-

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- J4fj -.-to siempre creciente de las ciencias, deJas ar­

tes y de la civilizacion en todos sus ram� está

asimismo en contradiccion evidente con esta opinioo 1 puesto que atestigua un principio y un de!arrollo ascendente y p'rcgresivo. Taro­bien es muy digno de atencion que la época en que empiezan los tiempos históricos en to­dos loo pueblos sin excepcion , no sube más ar­

riba de ochocientos á mil al10s ántes de Jesu­cristo, lo que prueba de una manera incontes­table el origen reciente de la especie humana.

Por otra parte, si la humanidad existe desde

toda la eternidad, y ha de durar eternamente,

y el desarrollo intelectual se ha completado ya, segun la F;Iosofia Hcgelirma, ¿ qué quecJ,a que hacer para el porvenir? ¡ Qué morada más fas­tidiosa ia de este mundo, condenado á girar eternamente alrededor de la idea absoluta 1

Pasemos ahora al terreno de la experiencia. Si el panteismo es verdadero, toda diferencia y toda oposicion entre los objetos no es mb que apariencia. La unidad y la identidad se encuentran en todas partes ; todo lo que se hace en el mundo es el acto inmediato de Dios , la vida , la conciencia del mundo , es el

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- 147 -acto mismo de Dios ¡ todo es Él y Él es todo. Ó empleando el lenguaje de Shelling, « el principio: pi'enso, heego existo, es, desde Des­cártes, el error fundamental que ha extravia­do toda la filosofia, porque el pensamiento no es mi pensamiento, ni el sér mi sér particul�r, por cuanto todo es de Dios , ó del todo.• (Afo­

n"smos para la inh·oduccion á la ji/f)Sf)fta na­

tural, 44). Preguntemos sobre este particu­lar i nuestra conciencia. ¿ Sucede en realidad esto? No¡ pues observamos dentro de nosotros mismos una multitud de operaciones, de mo­vimientos, de juicios , de r;!Ciocinios, de afec­t::iones, de actos voluntarios de amor , de ódio, de esperanza, de temor ; y todas estas modifi­caciones son distintas , y ,

·veces opuestu en­

tres(. Nuestra conciencia más intima nos dice que nuestro yo es el fundamento, el apoyo , el sujeto de tales manifestaciones , y que éstas son modificaciones de nuestro J'O. Igualmente percibimos impresiones que no patten de nuestra conciencia , impresiones que no que­re mOl y huta cuyas· �ntrarias queremos mu­chas veces. Existen , pues , otras sustancias fuera de nosotros que en nosotros influyen,

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Hay 1 por consiguiente 1 dos esencias 1 dos sus· tancias que subsisten por sí mismas, el yo y el no yo , el mundo exterior. El panteismo, por lo tanto, se halla refutado por la voz de la conciencia, la prueba más inmediata , la mls sencilla y la inás incontestable.

Mas nuestra conciencia no da testimonio únicamente de nuestra adh•idad ; en el esp(ri­tu se manifiesta constantemente la conciencia de una actividad libre. Yo soy el que se deter· mina libremente hacia el bien 6 el mal, so}., por consiguiente, responsable de mis acciones, i mi mismo me atribuyo el mérito y el de­mérito, la recompensa y el castigo. Yo lo sien- · to en lo mú pr�fundo de mi sér ; no soy como la ola , que tan pronto se eleva sobre el mar, como se sepulta en él; ni como el montecillo de arena , que ora forma torbellinos bajo el soplo de una ciega necesidad 1 ora se dispersa en las deso1adas llanuras del gran Todo. Soy un sér que tiene una existencia que le perte­nece como propia; no soy semejante á. la hoja que el viento del otet'\e arranca del árbol para dar lugar á otra; tampoco soy simplemente cOmo un medio que no existe mis que en ra-

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zon de un fin extr�l1o, no ¡ tengo un fin que me es propio. Por eso en sus teorías políticas el panteísmo conduce necesariamente al abso­lutismo , para quien la independencia del indi­viduo y de la fibnilia debe desaparecer absor­bida en la sustancia absoluta del Estado, ya que la consideran como una pretension egoista y exagerada de la personalidad individual , no sin burlarse de csleyo que no quiere fundirse completamente en la sustancia absoluta del Estado, reservando toda su admiracion para el patriotismo antiguo , que llegaba hasta el olvi­do de si mismo y de los suyos. (Chalybaeus, Éh"ca , I , 319)· Pero si no hay libertad , no hay tampoco historia, porque la historia es el pro­d,ucto coniun de do.s factores: la necesidad y la libertad¡ no hay movimiento propio¡ no hay marcha bácia un estado mejor y mú elevado, sino que toda la vida de la humanidad se mo­vería como las ruedas de una máquina en un mismo círculo eterno con ciega fatalidad. El postulado de esta filosofia es : Nada cambia.

Pasemos á la segunda parte de nuestra crf· t�ca del panteísmo : el par�tei'smo es falso n1 Stts

stpuestos y e11 sus pruebas.

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- ISO -El panteismo, principalmente en su Ultima

evolucion, representada por Shelling y Hegel,

parle de nna asercion puramente gratuita y á un falsa, á saber : que todas las ciencias pro­

piamente tales arrancan de u�lolo y supremo

principio, del cual fluye tClda verdad como de

sn origen. Pero en el dominio intelectual del espíritu humano no hay ninguna verdad que

encierre en si todas las demas 1 porque de la idea universal , que sólo expresa lo que hay de co­mun en la diversidad de seres , no puede deri­varse lo particular por no hallarse allí conte­

nido. La idea universal se saca por medio de la abstraccion de las cosas par!:iculares, empf­ricas y los conceptos universales, en cuanto que son puras abstracciones , no existen por­que .no existen más que en las ces� particula­res. Segun Hegel, el particular se halla conte­nido en el universal , y es engendrado por él. Mas , como dice Shelling en su último pe­riodo (.Pro/. d las ohr. de Co11sin, 1 5) , Hegel ha establecido, en lugar de lo ,·iviente y real, el concepto lógico que podia tener aplicacion

«miéntras el sistema se desarrollaba dentro del simple concepto lógico, pero que rompia

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- 151 -súbitaancnte el hilo, en cuanto se daba el gran paso al campo d� la realidad 1 porque no es posible ace1-carse á esta realidad mediante lo que es puramente racional.» eSe hipostasearon los conceptos Qllf'Se derivaron de la conciencia

general , tomándolos por los objetos mismos, por poderes creadores del todo¡ y en realidad

es un formalismo muerto, cuyas influencias ha sufrido la filosofía hasta en sus más modernos sistemas. :e. ( Steinthal 1 FUologia 1 Historia y .Fsicologia , 9.) « Cuando se lee á Hegel ocurre la pregunta de si ha de tomarse en serio lo que dice. De ordinario se expresa en imigenes y personificaciones al punto de que su lectu­ra despierta la idea de que está uno presen­ciando la formacion de una mitologfa , el desarrollo de un mundo semejant.e al de los antiguos gnósticos, en el que las nociones se presentaban bajo formas corpóreas 1 que se movian y pasaban por toda clase de aventu­ras.• (E. Scherer 1 .Misceld�1ca de llt"si. relig. ,

298 , 338.) « Cuando se habla de un concepto universal

abstracto, dice Santo Tomás explicando una op!nion de Aristóteles , se significan dos cosas:

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- t5! -la naturaleza de la cosa misma y la abstraccion

6 universalidad. La naturaleza misma , que es

comprendida 6 considerada , en el concepto general , por el espíritu, no se halla mts que en los seres individuales ¡ en el efltendimiento re­side la accion de conocer, abstraer y generali­zar. Podemos patentizar esto con un ejemplo tomado de los sentidOs : la vista ve el color de un fruto, independiente de su olor ; si se pre­gunta , por lo tanto , en dónde se halla el color

que se ve , independientemente del olor, es evi­dente que es preciso buscarle en el fruto ¡ pero el que este color se perciba sin percibir al mis­

mo tiempo el olor 1 esto únicamente procede de la vista , que sólo recibe la imágen del color y no la del olor. Del mismo modo la humani­dad que conocemos sólo existe en tal ó cual hombre ¡ pero el que l a humanidad sea cono­cida independientemente de las condiciones individuales, es decir, que la humanidad se haya abstraido para generalizar la idea 1 esto no tiene lugar sino porque la percibe el enten­dimiento , que sólo contempla la naturaleza de la especie , haciendo abstraccion de los princi­pios individuales.» (S,ma , r, cu. r.xxxv, a. 2.)

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- 153 -cLas ideas generales, dice Aristóteles, no se hallan separadas de los objetos particulares.» (Metaf., xrv, 4i xm, 9.-De attima, m , 8. ) '�'En las cosas sensibles se hallan las intelectuales.­No existe ningun globo mb que los que perci­ben los sentidos.»- ( .. Wetaf., v u , 8.) «El principio de toda ciencia experimental estriba en la ex­

periencia que tiene lo particular por objeto in­mediato y saca de ello, por medio de la abstrae­don , lo univenal.• (Atmal.post,, r, 3 1 .)

Este conocimiento de todas las verdades por medio de una idea única que contenga en si toda verdad , es un ideal al que no podia llegar nunca el entendimiento creado. Sólo Dios po­see esta ciencia absoluta , este conocimiento de todas las verdades en una primera idea f�nda­mental. Dios ve todas las cosas en si mismo, como prototipo de todo lo que existe. « Dios lo conoce todo por sólo su esencia •, dice Santo Tomás. (Sutna , I, cu. LXXXIX , a. 1 .) Cuanto más se ace_rque la inteligencia creada á la inte­

ligencia divina , más se acercará f esta sublime sintesis , desde cuya altura se abarcan , de una sola mirada, todas las regiones de la verdad. Mas no es dado al espiritu creado, miéntras

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- 154 -vive en este mundo , contemplar cara á cara esta verdad suprema 1 que lleva en sf todas las denlas verdades. Sin embargo 1 en esta preten­

sion de una ciencia absoluta 1 como natural destino del espíritu humano 1 aunque falsa é injustificada 1 vemos confirmada aquella pro­funda enseilanza de la Iglesia 1 segun la cual los bienaventurados. que contemplan á Dios ven en Él como en un espejo toda la verdad.

(Bálm� , .Filos.{tmd., 1 1 IV 1 43.)

La segunda asercion del ,pant�mo 1 conse­cuencia necesaria de la primera 1 y que consiste

en afirmar la identidad del pensamiento y del sér, del órden ideal y del órden real , es ignal­mente falsa. Porque esta oposicion entre nues­tro pensamiento y las cosas es un hecho que nos revela inmediatamente la conciencia. He­gel rechaza la diferencia entre el pensamiento y el sér.' el sujeto y el objeto, porque , en su sentir, tal diferencia cierra el camino á la filo­sofia.

Las verdaaes de experiencia no pueden sa­carse en manera alguna del pensamiento sola, ni pueden tampoco las leyes fundamentales del pensamiento derivarse de la fuente de la expe-

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- 15) -

riencia. Á manera que el grano contiene en si virtualmente la planta 1 pero no� se desarrolla por sí mismo para formar la planta, sino bajo

la influencia de la humedad y del calor, etc., asf nuestro espíritu lleva en sí como el gérmen de sus pensamientos, pefo no los produce ántes que los hechos de la experiencia interna ó ex·

terna obren sobre c!:l. Por eso nuestro conoci· miepto tiene sus raíces en la experiencia , que forma con el espíritu la causa adecuada de nues·

tro saber. (Arist., De atrima.) San Agustín lo

expresa con más claridad : « El venir á la mente aquello que llamamos entender se verifica en nosotros de dos maneras : ó las cosas por sf mis· mas , por una intuicion y razon intrínseca, como cuando entendemos que existe el mismo enten· dimiento, ó por un aviso de los sentidos, como cuando entendemos que existen los cuerpos.• «La experiencia sensible ( Smua, 1, cu. Lxxxrv, a. 6) no es toda la causa del conocimiento in­telectivo ; no es másque.Ia causa material, ma­teria caruar. • En este sentido explica el doc­tor Angélico, como Aristóteles (ik tm1'ma , m,

4) 1 la frase bien conocida : Inlelleclus tahulla

.. asa in gua m'kil est scrrptum. « &j se da el

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- JS6 -nombre de experiencia al conocimiento que re·

sulta de la influencia ó cooperacion de un sér dado r es preciso decir que todos nuestros co· nocimiento$ provienen absolutamente de la experiencia, hasta el conocimiento que tene· mos de nosotros mismos y de nuestra alma:.»

(Uirici, Fe y ciencia, 239 ). Es verdad que el es·

piritu encuentra en el mundo exterior las leyes que le dirigen en su pensamiento; «pues las le· yes del pensamiento (Suarez, Jllettrj., 11, d. 39)

son á la. vez las razones determinantes de la esencia y de la naturale� de las cosas. » « La

objetividad se reconoce sólo en cuanto que se maa1ifiesta como originalmente racional , y las leyes de la razon que reinan en nuestro espiri· tu aparecen asimismo como la racionalidad ob· jetiva que en ella existe.» (H. �Fichte, Rn.

filos., xxm , z 6o.) Es igualmente cierto que las leyes de la razon son al mismo tiempo las leyes de las cosas ; mas no quiere esto decir que el �espíritu engendre á las mismas cosas¡ porque sólo poco á poco , en muy pequea1a parte y con

muchísimo trabajo 1 conoce la razon pensadora á la razon personificada ó exteriorizada en la

Naturaleza, á la razon objetiva. Por esta causa

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- 157 -

ni una ni otra pueden ser Dios ; pero deben se algo divino, y provenir ambas de Una causa comun superior 1 de una razon primordial, que es al mismo tiempo la fuerza por excelencia y el poder creador 1 es decir , Dios. Por eso nues­tra razon reconoce las leyes eternas que se han exteriorizado en las cosas , porque es una parti· cipacion, un reflejo'de la razon divina que ha formado el mundo segun sus eternos pfJnsa­mientos. De aquf proviene que el mundo reve­le la esencia de Dios. Véase lo que acert;:a de este particular dice Goethe ( Gm., ma,. 3) : «Si el ojo no estuviera hecho para el sol , nunca podria mirar ese astro luminoso; si no existiera dentro de nosotros la virtud de Dios , ¿ cómo podria confortarnos lo divino ? » «Lle\•ando el espirito dentro de s{ la ley matemttica 1 la re­conoce en la Naturaleza. Hay 1 por lo tanto, coincidencia de lo semejante con lo parecido, de lo subjetivo y lo objetivo. Lo que se dice de las leyes matemáticas 1 puede tambien apli­carse á las de la -lógica. Estas ideas fundamen­tales , sin las que no podriamos pensar 1 son tambien las formas de todo sér ..... La ley del desenvolvimiento, la ley fundamental de todo

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- 15& -sér viviente supone un fin en virtud del cual todo vive y todo se desarrolla. ¡ Ad

"mirab�e con­

cordancia entre las leyes de la razon y las de la

Naturaleza! • . . . . Ambas dependen de una causa superior comun, de unarazon primordial omni­potente, de Dios. » ( Passavant, Misctldnea, 90.)

Lo que precede prueba ya la· falsedad de la tercera suposicion del panteismo, 6 sea la que admite la existencia de un pensamiento puro,

de una razon absoluta, pero no personal y que no tiene conciencia de s( misma, es decir 1 la

idea absoluta de Hegel. No hay puro pensamiento, p:msamiento in­

determinado, universal , como tampoco exis­te un puro acto. Todo pensamiento es el pen­samiento de un sér determinado, individual, finito, y no existe ninguno sin su objeto deter­

minado. No hay término medio entre el espi­rito y la N a tu raleza. Existe la razon absoluta, fundamento y medida de toda verdad , pero tie­ne conciencia de si misma , y no es otra que

Dios mismo. « La verdad, es eterna , pero no existe futra de Dios , reside en el espirito eter­

no de Dios. » ( Su,na , 11 cu. x, a. 3 . ) Dios es la verdad y el s6r verdadero por excelencia. Pero

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- 159 -todo espfritu que piensa. da lugar á distinguir

la sustancia que piensa, la facultad de pensar, el acto y el objeto de pensar. Esta razon uni­versal y absoluta, de la cual , segun el sistema panteista, procede todo y se desarrolla todo, obedeciendo á la ley de una ciega necesidad,

no es más que pura abstraccion del pensa­miento humano , un puro sér de razon , una cosa que ni existe ni puede existir¡ ya que un

pensamiento inconsciente de sí mismo no es

otra cosa que un pensamiento que no piensa, es decir , , una pura contradiccion. Por lo cual

Hegel (LJgz"ca,.11 pról.), llama- á su mismo sis­tema, y con razon, el reino de las sombras. « La falacia primera de la filosofía hegeliana consiste en que su autor identifica el pensa­miento del hombre con el pensamiento abso­luto , lo cual no sólo es una hipótesis gratuita y sin fundamento, sino tambien una contra­diccion ,-, ad.fecto.� (J. H. Fichte, Reri. filos.:

xvn, :192.) _ La admision de una ciencia absoluta es,

pues , de todo punto injustificable ¡ pero iun con esta hipótesis cae por tierra el panteísmo. Si fuese nuestra ciencia absoluta, ilimitada,

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- I6o -

incondicional � inmediata, si pudiéramo.s per­cibir el conjunto de las cosas por un solo actO, por una sola idea, inmediatamente y sin el

.auxilio de las cosas, caer.".a,n necesariamente por sí mismas nuestras distinciones y nuestras

clasificaciones cientlficas que distribuyen los

objetos en relacion con nuestra facUltad de co­nocer, pues los objetos no podrian tener un

lugar distinto, toda vez que el lugar de cada -uno se ha11a asignado en las categorlas cientí­

ficas, segun la especie de cooperacion con que tiende al perfeccionamiento de nuestro edificio científico. Si pudiéramos abarcar el universo

en un solo acto, no tendríamos necesidad de

partir de lo p:uticular para llegar, con difi­cultad y gradualmente, i lo universal¡ cono· ceriamos ni primer golpe todo el conjunto de. las cosas, y nuestra mirada penetrarla hasta lo más profundo de su esencia y de su verdadero

destino. «La tendencia i compreñder el plan general

del mundo empieza con la generalizacion de lo particular, y con el conocimiento de las condiciones bajo cuyo imperio se reproducen regularmente las variaciones físicas. Dicha

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- 161 -tendencia cohduce .t la observacion refteja. de lo que nos ofrece la experiencia, pero no i una intuicion absoluta y especulativa de la univer­salidad de las cosas adquirida por el desarro­llo de la inteligencia.• (Humbol t , Cosmos, m, 1 ' 10.)

Hablar de ciencia absoluta, y al propio tiem­po admitir diversidad de ciencias y su desar­rollo progresivo , es un simple corrt"rasentido. La diversidad de las ciencias , · fundada en la di­

versidad de los objetos en que se ocupan, de­muestra , de una manera incontestable, que nuestro saber depende de los objetos 1 que es relativo y que la verdad se baila fuera de nos­otros. El progreso de la ciencia, as{ en cada individuo como en la humanidad , demuestra claramente que no estamos en posesion plena de la verdad¡ en una palabra, que la ciencia absoluta no es patrimonio de la humanidad.

Por último , tan falsa como todo lo que aca­bamos de decir es la definicion de c susta..nciu tal cual la ha dado el patriarca del panteismo moderno, Espinosa, 11. fin de poder concluir que es imposible que haya dos diferentes sus· tancias y probar la necesidad de admitir una

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- 16:Z -sola , la de Dios. (Eh, 1, 5 · ) Sin duda una sus­tancia, es algo que «subsiste por sf • , es decir, algo que no se refiere como simple manifesta­

cion á un sujeto, al cual esté adherido. « Sus­

tancia es algo que existe sin estar -adherido á un sujeto:. (S. Tomas, C. Gnlt. , 11 2 5 ) ; y Arist. ( Categ. , v, 2) da una definicion ami­

lega. Pero tal definicion deja de ser veTdadera si se entiende en el sentido de que la sustan­cia es « lo que �ste de suyo»- y para sl, es decir", lo que existe sin necesidad de una causa para llegar á existir; como si la sustancia, en

calidad de tal , tuviera en sf misma su principio absoluto. Esto demuestra igualmente cu;in

falsa es la idea que se forma de Di011 cuando se toman los términos «absoluto é infinito:. en el sentido de « universal, indeterminado»- é indistinto, y cuando al decir de Dios que es absoluto é infinito, se entiende por esto que su existencia excluye toda otra existencia, y de-­jaria de ser fnfinito si hubiera á su lado sus­tancias finitas , distintas de la suya , el mundo, por ejemplo. Dios es infinito ; pero no en el sentido del sér indeterminado, universal , que es pura abstra.ccion sin ninguna existencia

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...... r6s -real. Lo infinito es la causa primera, el origen y la posesion plena de todo sér 1 el sér por ex­celencia¡ es todo actividad , puro espíritu , la plenitud de toda perfeccion que excluye de .sí toda hnperfeccion ; mas no la existencia 1 fuera de si, del sér finito é imperfecto, qu_e. existe á su lado sin limitarle.�i · como autor de lo

finito , tiene todas las-· · • · · • D.eJ,:de las cosas

finitas ; pero no las t i fol"'nali'tW-,· es decir,

tales como están en las coeas finitas 1 mezcla­das de imperfecciones , sino eminenter y ?Jii·­

tua/iter 1 segun el lenguaje de las escuelas. Es decir, que puede, en la infinita simplicidad de su sér 1 poseer todo lo que la criatura posee en una gran diversidad de formas y de actos, pues.to que todas proceden de Él como efectos de su causa. (Sobre la dish'nci"on ?Jirhtal, véase Santo Tomas, Depotest. , cu. vn , a. 6; Suarez, .Met. Disp. , vn, sect. 1 . )

Oigamos cómo Santo Tomu.s hace resaltar la diferencia que hay entre el infinito de los panteistas y el infinito entendido tal como debe ser (Sr�m.a, r, cu. 1111 a. 4): cUna cosa que no admite ad.icion puede entenderse de dos maneras: Una , el ser propio de su esencia no

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- 164 -

admitir aUicion, á la manera qu'e es propio al animal irracional el estar destituido de razon. De otra manera se entiende el sér que no ad­mite adicion , porque no es propio de su natu­raleza el admitir adicion , al modo que el ani­mal comun se halla destituido de razon, por no ser propio de la naturaleza de este animal el tener razon. As[ , bajo el primer concepto, no admite adicion el sér divino ; bajo el segundo no la tiene el sér oomun. »

Esta es la refutacion de la prueba panteista sacada de la idea del sér comun , la cual se halla

formulada por Santo Tomas en las objecio­

nes del mismo articulo de la manera siguiente: e El sér que no recibe adicion es el sér comun que se afirma de todos, de donde se sigue que D:os es el sér comun predicable de todos .» El infinito matemático 6 de cantidad es imper­fecto, porque es indeterminado y potencial. e La materia se perfecciona pOr la forma é¡ue la limi+a ó la termina, por lo cual lo infinito, en cuanto que se atribuye á la materia, tiene caricter de imperfecto.» (Id. , c. ""1I1 a. I . }

Espinosa dice: « toda determinacion e s ne­gacion:. , y representa á Dios como lo indeter-

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- 165 -mi.nado, lo u�iversal 1 porque toda determina­cien es un limite, un fil! impuesto. Mas es� no es verdadero respecto del infinito sino cuando se le concibe de una manera comple­

tamente material y grosera , del infinito nu­mérico ó matemático, que ni existe ni puede existir , ya que para el infinito concebido de esta manera, toda determinacion es efecth•a­mente un limite. l'ero Dios se halla precisa­mente determinado por la naturaleza de su

sér que, como infinito, se distingue de todosér finito. Santo Tomás conocij ya la objecion -de Espinosa y la resolvió de una manera acabada. (Suma, r, cu. vn, a . r ) : se dice : « Lo que es de

esta �nera, aquf y no en otra parte es finito en cuanto á lugar¡ por consecuencia, lo que es aquello, que no es otro , es finito en cuanto á la sustancia ; mas Dios es esto y no otra cosa¡ pues no es piedra ni lena¡ luego Dios no es in­finito en cuanto á la sustancia.» El Doctor an­gélico impugna tal teoría y da la concisa y pe­rentoria solucion siguiente : «Debe decirse que , por lo misnto que el sér de Dios es sub­sistente por si, no contenido en otra cosa como sér infinito, se distingue de todas las demas

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- %66 -

cosas y é$tas se-

diferencian de -Él ¡ al modo

que 1 si la blancura subsistiese independiente­

mente, pot lo mismo que no existia en-otro objeto , se difereociaria de toda blancura exis­tente en un objeto » ; y en el libro de Ente et

Essmliiz, c. 7 : « el sér de Dios . . . . • por su misma

pureza, es un sér distinto de cualquier otro sér ..... La indh•idualidad de la primera causa, que es sér solamente, existe por su pura bon­

dad.• Tampoco puede decirse con propiedad que el mundo esté fuera y al lado de Dios,

puesto que tales expresiones sólo tienen apli­cacion local y no dinámica ¡ puede con propie­dad deeirse que el mundo está en Dios y Dios

lleva el mundo y le penetra¡ lo que tale!i ex­presiones significan � que el mundo no es Dios.

Ahora bien¡ siendo Dios el sér primero, tie­

ne por esto mismo la posibilidad 1 la facultad tre poner fuera de si seres_ secundarios y de llamar á la existencia lo que á.lites no existia¡ en una palabra 1 Dios tiene el poder de crear y de penetrar su creacion con su fuerza y su esencia. Mas por lo mismo que es infini­to que es todo actividad 1 purísimo espíri-

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- 167 -tu, su t:sencia es determinada ·y distinta del mundo , distinta de lo finito , que por su sér nada puede a11adir i lo infinito, pues esto es perfecto por si mismo y difiere esencialmente de lo limitado , asi como la no existencia tam­poco podria perjudicarle por igual razon¡ pues, en general, su hermosfsimo sér no se altera por la influencia de las imperfecciones del mundo ó de su perfeccionamiento. De consi­guiente , ántes del mundo y sobre el mundo existe Dios , con una existencia absoluta, per­sonal y que tiene conciencia de sf misma, pues «Dios. se conoce á si mismo, por si mismo,,. (Sumn. 1, cu. XVI, z.) Sfguese , pueS, que no tiene valor alguno 'la objecion de que Dios no puede poseer la conciencia de si mismo y la personalidad, por cuanto es infinito, ya que, cuando decimos que Dios es personal , enten­demos con esto atribuirle la rmidod de la pro­

pr'a concietJcin, y designarle como un cesplritu que subsiste eternamente en sí, que existe por si y se conoce · perfectamente i sí mismo• , en oposicion á ese no sé qué de que nos habla el panteísmo, que es ininteligente, indeterminado, que está en todas partes y no se halla en nin-

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- 161 -

guna, que lo es todo y no es nada. Y para este

Soberano espfritu , el mundo , obra suya, no es un limite infranqueable ; no , el mundo existe

enteramente compenetrado por Él, existe en Él y fuera de Él que le ha creado. Expliquemos :lun más esto. «La personalidad, dice Strauss

des pues de Espinosa y de Fichte, es la identi­dad que se comprende á sí misma por oposi­cion ;1. otra cosa, separándose de todo lo de­

mas. La absolutividad , por el contrario, es la que todo lo abarca, lo ilimitado , lo universal,

lo que nada excluye de si, á excepcion de la ex­clusion contenida en la idea de la personali­

dad ¡ de manera que la expresion de personali­dad absoluta no es más que un contrasentido, n011 ms.-. Pero Jacobi ha dado anticipadamen­te la respuesta : « La unidad de la conciencia

constituye la personalidad , y todo sér que po­see la conciencia de su identidad, la conciencia

de un yo que existe en si y se conoce á sf mismo, es una persona �o ( 06ras, IV, 111 76) ; definicion perfectamente justificada en oposicion á la par­

cial importancia de la personalidad humana. e La identidad (Lotte , Mi'crocot�nos, m, 575), la esencia de toda personalidad, no consiste en

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- 16g -

una opoaicion hecha 6 que se ha de hacer del yo contra el no yo, sino en una subsistencia inme­

diata 1 que constituye, allf donde se encuentra, la razon de la posibilidad de aquella oposicion. La conciencia es la indicacion de esa misma subsistencia comprobada por la inteligencia¡ y esta indicacion no va necesariamente ligada i la distincion que el yo hace entre si mismo y un ntJ yo sustancialmente opuesto. Si el des­arrollo y el aviso de la conciencia personal no pueden tener lugar en el esplritu finito más que por la solicitacion de un no ;•o, no es porque

el yo tenga necesidad de una oposicion extrafia para ser subsistente , sino porque bajo esta re­lacion , como bajo cualquier otra , no posee en si mismo las condiciones de su existencia. Tal limitacion no existe en el sér infinito; i él solo, por lo tanto , pertenece una subsistencia que

no necesita, para comenzar ni para durar , de nada ni de nadie más que de sí. La personalidad perfecta únicamente existe en Dios ; la de los esplritus finitos no es mis que una sombra de aquélla..• «La persona, dice Santo Tomás con su acostumbrada exactitud (Suma. I, cu. xxtx,

Jl· 3), sigóifica aquello que es perfectfsimo

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- 110 -en la total naturaleza 1 es decir, subsistente en

la naturaleza racional.• Con referencia, sin du­

da, á este pasaje, dice Fischer : « La personali­dad es la forma mas perfecla de la existenciu (Cnztetzario de Bnader, 13). Oigamos tambien cómo explica Suárez el concepto de la sustan­cia (Di'sp. Metaps., XXXIV , s. t ) : «Se dice que algo subsiste en cuanto que existe bajo su pro­pio s& , no porque tenga el sér en otro 1 como en un sujeto 1 sino en cuanto subsiste por si y como que se sustenta en sí propio, siendo para si mismo como primer sujeto 1 y á manera de fundamento de su propio sér » ¡ por conse­cuencia , en el concepto de la Persona hay, como sér existente por sf, verdadera realidad. Mas, como ya se ha hecho notar , el concepto de la personalidad humana no puede aplicarse en sí y por si mismo á Dios , sino solamente por analogfa, y esto por la sencilla razon de

que la humanidad no es una misma cosa con el individuo , Antes por el conlrario, se des­compone en una pluralidad de personalidades humanas aisladas, que , participando todas de una misma naturaleza humana, se düerencian unas de otras, mientras que en Dios, idea y

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- 171 -realidad son -una misma cosa ( Sum12, XI 1 a. 3 ;

m , a. 3). Por eso babia dicho y a San Agustín

(De Trinit., v, 9): «Cuando se pregunta qué es

tres , se tropieza con la gran pobreza del len­guaje humano; sin embargo, se han dicho tres personas no simplem�nte por decirlo, sino para que no se hiciese caso omiso de ello.• « Confesemos que estos vocablos han tenido origen en la" necesidad de la expresion huma­na.. . . . haciendo un esfuerzo para expresarlo de un modo inteligible á los hombres, dada la pobreza de su lenguaje .. . . . » (Id., vn, 9 · )

Los términos vivi"tmlc y co11scitmlc 1 emplea­dos ya por la

· escuela antigua , distinguen i

Dios más claramente y con más propiedad del infinito de los panteístas 1 ya que la palabra

persrmal se presta todavía al equivoco. « Pues por la palabra Dios (Kant , Crlh"ca de la ra­

:rot� jJrtl"tt., 66 1 ) no se entiende simplemente una naturaleza que obra i. ciegas como la rafz de las cosas ¡ se entiende un sér superior, inte­ligente y libre , creador de todas las cosas, y esta idea de un sér viviente únicamente nos interesa á. nosotros.• cE! yo que, como perso­nalidad misma, exige la posesion de personali-

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- 171 -dad , requiere una persona que e�té fuera del mundo y sobre todas las cosas, que le perciba, un corazon que le sea semejante. -. ( Schelling, Introd. d la Filos. de la .ilfiL, obr. n , 1 , 268.)

Vemos , pues , que el panteísmo no se halla de ninguna manera en. estado de resolver el

problema cosmogónico , porque destruye la idea de Dios, la idea del mundo, y no es capaz de explicar el más insignificante de sus fenó·

menos. Efectivamente , el panteismo no expli­ca ni la naturaleza del espíritu humano, ni los

hechos inmediatos de la conciencia, ni la naturaleza y la esencia del conocimiento hu­

mano , ni la historia , ni el acto libre 1 ni la conciencia que tenemos del mérito y del de­mérito, ni la existencia del mal, ni el progreso, asi individual como universal. Extratia sobre­manera que los panteístas hablen tanto de libertad y de independencia , cuando viven todavfa apegados á. la fatalidad, al hado de los antiguos. «Todo es as[ porque asf es, y porque

es as( es verdadero y bueno. • Pero donde no hay libertad no hay responsabilidad , y por consiguiente, no hay ''irtud ni vicio¡ pues todo está. sujeto á. la accion de una fuerza que obra

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- 173 -necesariamcnte y á ciegas 1 al poder del alma universal del mundo. El mal, segun este siste­ma , no es más que un grado que..debemos ne­cesariamente franquear para llegar al bien ; es como la mania del bien; es la condicion indis­pensable de su desarrollo por el mismo Dios establecida. Únicamente por el combate y por la lucha 1 únicamente por la realizacion de to­das las posibilidades , podrá llegar el espiritu

del mundo á la manifestaclon completa de la riqueza infinita que en si encierra. El mal for­ma el fondo oscuro 1 pero necesario , sobre el que se destaca con tanto mayor brillo la imá­gen total de lo divino en el desarrollo cosmo­gónico, y lo que 1 percibido desde un punto poco elevado , parece una discordancia nto­ral , resplandece y se manifiesta claramente ante el pensamiento especulativo para formar una perfecta y pura armenia. Hé ahi lo que sientan , sin inquiltarse de cómo explicari\n despues la vida moral del hombre. Imposible, en efecto, con semejante doctrina, explicar una conciencia que manda y que prohibe, que promete recompensa 6 castigo ; nos veriamOi obligados á decir que es un misterio incom-

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- I7.J -

prensible, ó bien una deplorable ilusion. Nada más evidente : con el pante.ismo desaparece todo interes moral ; la necesidad absoluta de

que hace su ley universal quita toda diferen­cia entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, y abre el camino

· t un nihilismo inte­lectual y moral que causa espanto.

Mas en esto, el panteismo se destruye tam­

bien á sí mismo ¡ á pesar del cuidado que han puesto algunos corifeos de esta doctrina en no mostrar las funestas é inevitables consecuen­cias en su horrorosa desnudez, á pesar del tin­te idealista dado á los principales sistemas panteístas modernos y del velo poético echado

sobre el horrible espectro de esa fatalidad devo­radora á la que nada se escapa, ve:o que, si bien ha preservado á los esptritus mas nobles y levantados de caer en las más profundas aberraciones de la secta, no sin ponerse en contradiccion con sus principios fundamenta­les , no ha sido parte :1. impedir que la doctri­na penetre, sin encubrirse bajo ningun disfraz, entre las masas populares, produciendo en ellas los efectos que debia producir inevita­blemente, Por eso G<ethc llama, con razon, al

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- 1 75 -

Dios del panteismo «un monstruo que eterna­mente devora y que jamas cesa de rumiar. »

( Werther.) El panteismo , al pasar al terreno de la vida real y práctica , se ha convertido en

comunismo y socialismo. No bien el hombre se ha atrevido á negar al Dios viviente, cuan­do se ha creido con derecho á colocarse 4 s( mismo en el trono divino ; y el pr�ehlo, el .Dios­Estado es la nueva divinidad ante la cual debe, al presente, doblar la rodilla toda independen­cia , toda individualidad. Los movimientos po­

litices de estos últimos tiempos no han sido

més que la primera tentativa 1 los ensayos preliminares que , si no han tenido éxito com­

pleto, han contribuido , por lo ménos , á po­pularizar las doctrinas panteistas; de tal suer­te, que ya nadie puede ignorar tan perjudicia­les y tremendo.s errores. « Quien no hace m:l.s que gustar el error tiene para bastante tiem­po ; pero el que le apura debe por necesidad

conocerle, á no ser que sea un necio :., pala­bras de Goethe , que son verdaderas , así para las sociedades como para los individuos. El panteismo quiere resolver el enigma de la exis­tencia¡ pero la solucion que propone es á su

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vez un enigma nuevo y mis difícil. Sólo la doctrina co.smogónica cristiana, que distingue

claramente á Dios , lo infinito de su obra fini­ta, el mundo, resuelve el problema de la vida; sólo él tiene satisfactoria respuesta para cada una de las cuestiones que enlrafia la vida hu­

mana ¡ porque él solo puede hacerlo sin com­prender enteramente el infinito , sin hallarse en estado de conocer completamente el modo que tiene de obrar la Omnipotencia.

El reinado del panteismo sobre los espíritus no podia , por consiguiente, ser de larga dura­cien. Introducido por Espino.sa en la historia de la filosofía el siglo xvu, resucitado por Fich­te, llevado al apogeo de su desarrollo por Schel­

ling y Hegel , fascinó y encadenó en su circu­culo mágico , por un instante, á. gran número de nuestros contemporáneos ¡ para decaer á. seguida con igual rapidez y hundirse en el abis­mo de que no debiera haber salido , á la ma­nera que esos meteoros fugaces que brillan un

momento en el espacio, para perderse bien pronto en las sombras, sin dejar huella de su paso. Los contemporáneos de Espinosa tuvie­

ron perfecta razon pan. comprender este siste-

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- 17i -ma y todos los que le son afines 1 bajo el nom­

bre comun de ateismo , porque donde todo se quiere que sea Dios , no ha}r nada que lo sea. El nombre ptmlei'sm.o aparece por primera vez

en el siglo pasado. Schelling presentia ya esta conversion de la filosofía al deci r : e El mundo no es una aventura, sino una accion bien des­arrollada. • ( Libertad lmtnatra 1 48z . ) Final­mente 1 los discfpulos de Hegel, el último y más poderoso maestro de la secta, se han di­vidido en dos fracciones denominadas derecha é izquierda ; los unos han vuelto de nuevo á las ideas cristianas acerca de Dios y del mun­do, los otros se han echado en brazos del ma­terialismo 1 al que s�tienen en la actualidad

bajo una forma más ó ménos tosca, como la última palabra de la ciencia. Tal es el panteis­mo que 1 como es patente, forma un estado transitorio en la filosofía. Hay, sin embargo, en él un elemento de verdad relativa ¡ es de· cir 1 tiene razon contra el deismo en que 1 en vez de quitaT á Dios del mundo y relegarle á un más allá desconocido , donde no se ocupa

del hombre, admite, por el contrario, y afirma de una manera positiva la presencia tan activa

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como constante de la divinidad en el universo.

Todo bien considerado, hay que confesar que

cuanto existe tiene por fundamento la esencia divina por la que existe y que obra en ello constantemente, por lo cual dicen las escuelas que Dios esti presente en todas las cosas por esencia , presencia y potencia. «Hállase Dios presente en todas las cosas por esencia, como la causa del sér. • ( St11na, r , c. tx , a. 3. ) El panteismo ha sabido sacar las consecuencias del racionalismo que se quedó en la mitad del camino ¡ admite la creacion por Dios , mas niega la revelacion ó determina por si y ante

s( la forma y modo en que Be ha verificado¡ por donde se ve que puede considerarse como

la confesion de espíritus débiles 1 la marca de los partidos medios é indecisos. El panteismo

ocupa en la historia del desarrollo intelectual del hombre una página memorable y llena. de enseñanzas. El espíritu humano , despues de haber recorrido el circulo d�l error por comple­

to , no queriendo perderse en el fango del ma­terialismo , ha comprendido que no hay más que un partido que tomar , que es volver á. la confesi(]n del Dios vivo , del Dios que tiene

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- 179 -conciencia de si mismo, que reina , intes de la existencia del mundo , sobre el mundo y sin dejar de estar en el mundo ; al deismo verda­dero , ya con maravillosa penetracion vislum­

brado por los mis ilustres pensadores de la antigüedad , Sócrates , Platon y Aristóteles, es decir , i la palabra fundamental del dogma

cristiano : « Dijo Dios y se hizo.» Con cuyas palabras sencillas 1 á. la vez que su_blimes , ha

puesto la Sagrada Escritura para siempre el fundamento de toda verdadera filosofía. « En verdad, dice Rousseau, á. propósito de esta ex­presion biblica , este sistema es tan bello, tan consolador y sublime , tan perfectamente apro­

piado á. nuestra alma y hecho para servir de fundamento i l a virtud , que no hay cosa

más luminosa, mAS elevada, más sencilla y mú

.breve. Cierto que este sistema encier­

ra "el misterio ; pero no contiene , ni con mu­cho , aquel sinnúmero de absurdos de que están llenos los demas .» Fichte mismo , con­fiesa que «esta palabra antigua y venerable contiene la sabiduria más Prorunda y más sublime que se conoce, y establece resultados i\; los que en último término se ve precisada

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. - 18o -á recurrir toda filosoffa. » (Der. 11at., 1 , 32.)

SUPLEMENTO. J.--ESEXCIA DEL PA�lEISYO.

-- Pío IX ha definido el panteismo, en su alo­

cucion de 9 de Junio de 1862, de la manera si­guiente :

«Llegan á tal extremo de impiedad y des­caro, que intentan escalar el cielo y quitar del medio i Dios mismo. En efecto , con insigne malicia é igual necedad no temen asegurar que no existe ningun sér supremo divino , sapien­tisimo y providentisimo, distinto de este Uni­verso visible , y que Dios es lo mismo que la naturaleza de las cosas, y por tanto, está sujeto

á los mismos cambios; y que el mismo DiO! es el que realmente se desatrolla en el hombre y en el mundo, y que todas las cosas son Dios y tienen la mismísima sustancia de Dios , siendo una misma cosa Dios y el mundo, y de consi­guiente el espiritu y la materia, la necesidad

y la libertad , lo verdadero y lo falso , lo bneno y lo malo , lo justo y lo injusto. Por lo cual ciertamente no se puede fingir ni imaginar

nada más insensato que esto ni nada más im­pío y que más contradiga á la razon misma.»

Más adelante sefiala la omnipotencia a�-

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luta del Estado como una de las consecuencias del panteismo.

e Tratan de atacar y destruir todos los dere­chos de cualquier propiedad legitima, y allá en su pensamiento y ánimo se forjan malamente y se imaginan una especie de derecho que no está circunscrito por límites algunos, del Cual pretenden que está en posesion el Estado, al que consideran , sin razon y motivo, como origen y fuente de todos los derechos.•

Véase S.,vlloó. prop. 1, prop. XXXIX. Omc.

Voh"c. Co,sh"ttltio dogmatica d4Jide cath.-De

Deo orn.mitm r·ermn Cr·eotorem , can. 111 : « Si alguno dijere que es una misma la sus­

tancia y esencia de Dios y de todas las cosas, s. a. • Can. IV : e Si alguno dijere que las cosas finitas, ya sean corpóreas ó espirituales , ó las espirituales por lo ml:nos, han emn.nado de la divina sustancia , ó que la divina esencia, por efecto de su manifestacion ó evolucion, se con­vierte en todas las cosas, 6 , finalmente , que Dios es un sér universal 6 indefinido , que se determina i si mismo, y de este mo::lo constitu­ye la universalidad de las cosas, distinguién­dolas en géneros, especies {: individuos , s. a.»-

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- lb -Véase una confesion de Tzschirner acerca

je la verdadera esencia d.el panteismo , cuando estaba en el apogeo de su novedad ( Cartas

SG!J''' las conftsio1les de Reinhard, 11,· ·32) : «De�o confesarlo : esta vida universal que la

filosofía de Shelling hacia circular en las venas de la muerta Naturaleza, comunicada tambien 1.1 sol y á. los planetas, como asimismo á los gusanos y á las plantas , y la union que ella �tableC:a entre lo infinito y lo finito , tenian para mí un poderoso atractivo. La física me nabia ensei\ado á no considerar los cuerpos celestes más que como masas inertes que , pri­vadas de sentimiento, se mueven con arreglo á las leyes de la gravitacion. La filosofía natural animaba estas masas, y cuandogozosami vista contemplaba las estrellas , sentíame atraído hácia ellas, gozando en el pensa�iento de que en ellas, como en mí 1 habita la plenitud d� la vida 1 aunque en potencia mucho más elevada, con la conciencia de su poder creador y de su alegre curso por los celestes espacios . . . . . La filosofía natural salvó la barrera que separaba el mundo sensible del mundo suprasensible, hermanó. el cielo con la tierra 1 me enseñó .i

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contemplar lo finito en lo infinito , y estrechó la razon y la imaginacion en una misma y ó.nica facultad , la facultad de contemplar lo infinito , estableciendo la más intima union entre la poesfa y la filosofía.

,. Mas esta poética armonía no tardó en des­vanecerse á mi vista , cesando la alucinacion que en un principio me babia producido para dar lugar á la calma de la reltexion, y cuando procuré comprender con precision y claridad el sentido de tal filosofía, desapareció repenti­namente el encanto, y me encontré rodeado, no de agradables y poéticas realidades , sino de vagas y fantásticas ficciones, sin consistencia y

sin objeto. Entónccs se abrió ante mi vista un abismo que amenazó tragarse todo lo grande y majestuoso que babia visto. Despues de un atento exámen empecé á concebir duda,s acerca de la pretendida claridad y evidencia de esta fil0$0fía natural, y posteriormente acerca de su Certeza, descubriendo al fin que conducia á los mós tristes resultados. Ninguna filosofla me babia

·prometido más , y ninguna me ha·

bia dado ménos. Es verdad que se viste con ropaje deslumbrador y espléndido ¡ mas tan

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- r8.¡. -pronto como se levanta esa hermosa cubierta con que se h'alla envuelta, no se descubre mis que una figura pálida y descolorida 1 cuyo as­pecto horrible no podemos mirar siquiera.

:.:Semejante filosofía, que tanto habla de la contemplacion de lo infinito, de las manifes­taciones de Dios , de la vida bienaventurada en lo absoluto, conduce al resultado final de que todo lo que existe y sucede, hasta el hombre mismo Con sus pensamientos 1 sus resoluciones y sus acciones , no es- más que el efecto nece­sario de una fuerza vital que obra sin conoci­miento y sin libertad , fuerza que engendra y produce sin descanso, y que incesantemente trasforma y modifica sus prodQ.cciones, sin po­der jamas agotar la fecundidad de sus combi­naciones. Tal es el resultado de esta llamada filosofia natural, que suprime todo lo que da á la vida dignidad , objeto é importancia 1 es de­cir, las ideas de Dios , de la inmortalidad, liber­tad y moralidad. El Dios de la filosofia natu­ral es el U ni verso¡ la vida y la facultad de en­gendrar son sus únicos atributos; la voluntad libre y la santidad , la bondad y la justicia no le pertenecen. Su infinito no es mas que un

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- 185 -linito elevado á una potencia indefinida , y en vano se busca en el sistema de lo absoluto lo que nosotros llamamos el mundo suprasen­sible , es decir, la divinidad , la libertad y la inmortalidad, porque no se halla comprendido en el círculo de la experiencia.•

U.-EL PA�EISNO V LA ANTIGUA nOCTRINA

ACF.RCA DE D10s.-Antes de la venida de Jesu­cristo , el espfritu humano , ayudado por la observacion atenta · de la naturaleza y por el estudio de si mismo, babia llegado ya al cono­cimiento de un Dios personal, como lo atesti­guan los tres grandes hombres ya menciona­dos , que llevaron el genio griego y toda la filo­sofía antigua hasta los últimos Umites de su desarrollo posible ántes de la revelacion cris­tiana.

Para Sócrates , Dios es el soberano bien y la soberana sabiduria que los ojos del cuerpo no �en� pero que se manifiesta en la Natur.a.leza por el órden admirable que ha puesto en ella, cuya atenta Providencia se extiende á todas las cosas , y particularmente al hombre, y el cual , en los homenajes que deben darle todos los mortales , exige ante todo la pureza del co-

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- 186 -razon y !a justicia. (Xenoph. �liemorah., Iv, 3, 14 ; 11 5 1 10 ¡ 1 . I 1 1 9.) No pu.ede haber mis que un solo Sér Supremo que ha dispuesto el mundo como un gran conjunto, que es el primer principio y creador del alma humana , la cual participa de lo di\'ino. Sócrates es , pues , monoteista¡ y si algunas veces habla de dioses , lo hace como de seres inreriores y sometidos al gran Dios creador. Este Dios es omnisciente, omnipotente, que recompensa la virtud y castiga 'el vicio conforme á justicia. (Jfetn:,, I, 4.)

Segun Platon, Dios es el soberano bien y el espirito Supremo, porque lo absoluto no pue­de concebirse más que como animado é inteli­gente. (Soph. 248.) Él ha creado el sol para que fuera en el mundo visible lo que es Él mismo en el mundo inteligible ; es el dispensador de la luz, del calor y de la vida. Él es la fuente de todo bien y de toda belleza; es el sér abso­luto , perfectísimo, esencialmente viviente , es­piritual ; en Él no hay pasado ni futuro, sino solo presente. (De Rej. 508. Tim. ,30). Por Él ha .sido creado el mundo , porque el alma es la primera y no el cuerpo. (De ler. v, 892.) El

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mundo no es el efecto de una causa ciega que obra fatalmente ¡ ea la. obra de Dios 1 que lo hizo con sabiduría y conocimiento y sabe lo que hace. Las cosas no existian 1 y fueron he­chas por D:os. (Soph. 265 .) No puede decir­se que este pasaje exprese con evidencia la idea cristiana de la Creacion1 por más que Clemente de Alejandría entiende así la doc­trina platónica. (Cokort. ad gen.t. c., VI.) El mundo fué creado =l manera de imágen ma­terial de su esencia espiritual, viviente é in­finitamente perfecta (Tim . , 39) ; es la rea­lizacion de sus ideas eternas, debida, no á la necesidad 6 á la coaccion 1 sino al amor 1 hijo de la superabundancia y de la pobreza. (Sym · pos . , 202.)

Él dirige el-ñlundo, le gobierna y tiene cui­dado de to:io ¡ el ntal mismo debe servir ! su gran conjunto. ( De lcg. x, 898.) Nadie puede evitar el cnstigo que ha merecido. e: Pues tú no escaparás á su mirada, por más pequ�o que seas¡ áun cuando te sepultáras en lo más profundo de la tierra, no te escaparás ¡ y aun­que te elevares cuanto quieras, y subieses has­ta el cielo , sufrirás necesariamente la pena

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- lBS -debida á tLls faltas , sea en esta vida , sea en el infierno ó-en otra mansion mucho más hor­renda. Esto es lo que te s� debe <decir asimis­mo en vista de ciertos individuos que se ele­van de los últimos rangos á los -primeros , á fuerza de maldad y de injusticia , los cu:des parecen ser la prueba escandalosa y viva de que los dioses no se ocupan de los hombres. Tú no conoces su último fin , ni sabes cómo deben contribuir á la perfeccion del conjunto.» (De leg. , 904.)

En sentir de Aristóteles, Dios es la causa de todo movimiento , porque nada entra en movimiento sino por la accion de u� sér que esté él mismo en movin1iento; por consecuen­cia, Dios es inmutable , actividad pura, puro espirito , fuente de toda vida, la vida misma en su más elevado sentido y fin de todas las cosas. De Él procede el espirito que anima el cuerpo humano. El espfritu divino debe tener un objeto dignO de sf ; este objeto de su pen­samiento no es otro que Él mismo. Dios pien­sa en si mismo. (Metnphp. , xn, 7, 8 y' 9· De

gn1ernt. nm'mfl!, n, 3· ) En este conocimiento que Dios tiene de si mismo, encuentra su bien-

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- I8g -a\•enturanza. En virtud de la. peñeccion pura de su conocimiento, que es puro conocer, se comprende i si mismo , principio de todo lo que existe, de una manera tan perfecta que ve todo lo existente, como efecto en su causa. Dios hace mover el universo como objeto de su amor universal (!bid. , xn, 7), porque Él es el bien supremo, el principio de toda vida y el sér único, en cuanto i la especie y en cuan­to al número (Id. xu, 8). « En el mundo pasa lo que en un ejército : puesto que hay órden, debe haber jefe ; pero no es el 6rden el que hace al j(...fe, sino ti jefe al 6rden. Los que no adntiten un superior 6 jefe que tenga una exis­tencia individual y distinta de la del mundo, se ven en la precision de admitir el absUrdo de que el sér ha salido de la nada, 6 bien, que todo lo que existe es ut�o (atei'smo , patliezsmo). No hay mAs que un principio supremo ; los que admiten una serie infinita de seres , de los que cada uno tiene su principio propio (mnterialls1no), destruyen la unidad del mundo y la sustituyen por una multitud de indivi ­dualidades. Pero las cosas no quieren ser mal regidas. Homero sabía ya esto cuando dijo :

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- 190 -• No es bueno que la autoridad pertenezca i muchos¡ lo conveniente es q� haya un solo jefe ... • . (Ibid. 1 xu¡ 1 0 1 Kym., La docMnf.J

aris«JN#ca o.cl!t-es di! Dios y 1!1 crz"sh"anismo. Ze11 1-RI!lacUm d1 la filosofta arr"stotllica con

la rdi"gr"ot�. )

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CONFERENCIA 'SEXTA .

I!L HOMBRE.

Un hombre, no m6nos grande por la pene­tracion de su genio, que por la ardiente llama de amor que abrasaba su corazon, San Agus­tin, dijo hace muchos siglos : « Señor , Sellar, haced que me conozca y que os conozca.• Mu­cho intes que él, un sabio ilustre de la anti­güedad babia dicho aquella expresion tan co­nocida, que es la condicion y el principio de la verdadera sabiduría : « Conócete á tí mis­mo. :t En efecto , el conocimiento de Dios y el conocimiento de nosotros mismos son los dos polos sobre los que giran todos nuestros pen­samientos, el doble objeto de todas las inves­tigaciones de nuestra inteligencia. Mas iun

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cuando el objeto sea doble, es uno solo el fin, que pasa de una luz á. la otra ; un estudio es­clarece al otro y le confirma. Pero tambien, recíprocamente , � oscuridad que envuelve al uno proyecta su sombra sobre el otro, pues .no puede conocer bien al hombre quien no cono­ce bien ;1 Dios ¡ y de la 1'nisma manera, quien se forma una idea falsa de la ·naturaleza del hombre y del lugar que le está. se11alado en el universo, debe tambien necesariamente alte­rar la idea de Dios y desconocer su &encia.

¿ Existe Dios ? ¿ Quién es ? Ya hemos dado contestacion á tal pregunta. ¿ Qué es el hom­bre ? Tal es la que sigue naturalmente á aqué­lla ¡ y aunque ya la hemos contestado en parte al responder á la primera, sin embargo, la ha­rémos el objeto especial de esta conferencia y de la que sigue.

¿ Quién eres tú? Desde el primer albor de su conciencia , el hombre , la humanidad se hacen esta pregunta : ¿ Eres polvo , completa­mente pol\"0 1 ;lada más que polvo que pasaje­ramente se agita 1 se le,·anta bajo una forma humana y se deshace súbitamente para ser dispersado á los cualro vientos ? ¿ Ó bien, bajo

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- 193 -estll envoltura terrestre vive una esencia mb elevada ? Y.si esta última alternativa es verda­dera , ¿de qué especie es esta esencia más ele­vada-? ¿ De dónde viene ? ¿ .A.ttónde va ? ¿ Cuál es su naturaleza y su forma ? La respuesta que demos á tal�s preguntas define y caracteriza todo nuestro modo de concebir el mundo ¡ en ella se halla, pues , contenida la solucion anti­cipada de todas las demas cuestiones.

-¿ Quién eres tú?-pregunta el panteista.­Ya hemos oido su respuesta. Tú eres Dios, dice¡ porque el hombre es Dios, es la mb alta y acabada manifestacion de lo divino; su es­pfritU es el esplritu de Dios , y su pensamiento el pensllmiento de Dios. (Strauss, T«!rla de la

fe, r, 399 . ) Pero el panteísmo, que Se babia manifestado al género humano ántes de la ve­nida de Jesucristo , y que , sobre todo, hemos visto reaparecer al principio de este siglo, per­trechado con todos los recunos del espfritu y de la elocuencia y de cuanto puede seducir á los hombres , no ha conseguido retener- por mucho tiempo bajo su dominio � los esprri­tus, y mucho ménos satisfacerles. Ha deslum­brado, pasajeramente al hombre , pero no ha

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- 194 -podido encadenarle a sus doctrinas de una ma­nera estable y duradera, porque conoce dema­siado bien el error capital de este sistema y aabe perfectam. que es hombre .¡ no Dios.

Así que, cuantas veces un idealismo achacoso y perjudicial , 6 una filosofia embriagada por el orgullo, han intentado elevarle hasta la al­tura de una mentida y soalada igualdad con Dios 1 el ensayo ha durado lo que un sueno, ·y al despertar repentinamente, como el sonám­bulo, se ha sentido sobrecogido por el vértigo, y su caida ha sido tanto mayor cuanto mis alto se babia encumbrado.

Ent6nces se pregunta otra vez : «¿Quién eres tú ?», y responde : «Tú no eres Dios ¡ eres lo que el bruto, y nada mis ¡ tú no eres de una naturaleza distinta ni superior a la suya. TU tienes el mismo origen que todo lo que vhoe y vegeta á tu alrededor ; y tendrás, por lo tan­to, el mismo fin.» {Búchner, l. c. , 234.-Vogt, Imag-., 419 .) Despues que el panteismo ha dei­ficado al hombre, estaba reservado al materia­lismo rebajarle al nivel de los brutos. La segu­ridad con que este sistema se presenta en nues­tros dias, y los esfuerzos que hace para atraerse

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- 195 -las masas por medio de una multitud de pu­blicaciones populares, nos ponen en el deber de entrar en un detenido exámen de sus doc­trinas. Esto nos será muy ftr,il, una vez que ya hemos expuesto y juzgado anteriormente sus teorías metafísicas y científicas en gener!r, cu­yas consecuencias se manifiestan .muy particu­larmente, en la cuestion de la naturaleza y del destino del hombre. Para mayor claridad, examir¡arémos bajo cuatro puntos de vista la doctrina materialista en lo que se refiere al hombre.

1 .0 ¿ Qué ensena el materialismo? 2.0 l De dónde proviene el materialismo? 3.0 ¿ Qué pruebas da el materialismo ? 4·0 ¿ Adónde conduce el materialismo? ¿ Qué ensena el materialismo ? El mago del

Norte, Hamann , ha retratado grálicamen�e el desdichado sistema : «Una r:u:on que se reco­noce hija de los sentidos y de la materia : tal es nuestra religion ¡ una filosofia que enseña á los hombres Que su vocacion es andar en cua­tro piés : hé ahf lo que conmueve nuestros sen­timientos generosos ; un triunfo de blasfemias paganas: hé ahi hasta dónde alcanza nuestro

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genio». Con esto se ha dicho todo y no habria necesidad de mayores explicaciones. Porque el materialismo no ha mostrado jamas un ápice de originalidad¡ .. lo més trivial y lo inas mi­serable que ha imaginado el hombre en sus ex­travíos. Pero ni áun puede decirse imaginado¡ el materialismo nada imagina. Imaginar; me­dilar, es cosa que ni remotamente $e le ha ocurrid..;. El materialismo no puede existir más que allf donde el hombre no ha llegado toda­vía á pensar¡ y precisamente permanace inmó­vil en el dintel mismo del pensamiento, en medio de los fenómenos sensibles. No nos debe maravillar, por tanto , que se t i _ite á repetir, con credulidad suma, lo que ha dicho Feuer­bach , el patriarca del moderno materialismo: cSólo el objeto que cae bajo los sentidos, lo sensible, es realmente verdadero ..... Verdad , realidad y sensibilidad , todo es, por consi­guiente , uno,., Filosofía verdaderamente dig­na de un bruto que, satisfecho con tener un objeto que asir entre sus garras y despedazar con sus dientes, no ansia Qtra cosa mAs. Del mi�mo modo se expresa Virchow : «Hasta tan­to que no se llegue á descubrir una sustancia

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- 197 -anímica particular, y que se compruebe físi­camente �u presencia por la observacion de sus efectos , la opinion que admite un alma inmatefial no tendrá ningun valor cientlfico » ( Disert. SOÓI"e ci'nzcia nztJI!z) ; es deci r , se empezará á creer en un alma espiritual , cuan­do � demuestre que es material. Siempre el mismo sofisma, que comiste en considerar como demostrado ló que debiera demostrarse, á saber : que lo tangible es exclusivamente lo real. «Que se nos muestre el alma , dice Vogt (Fe ctega .... . ); que se la haga patente á nuestros se:ntidos¡ que se nos haga verla, oirla , olerla, gustarla y tocarli, y no pedirémos más.:. «Esta filosofia de nido, como dice Caro, que en la actualidad se nos ofrece como el t�on plus ttltra

del progreso científico, no prueba otra cosa que la estupidez filosófica de sus partidarios:. , se­gun lo habi.a Ob$ervado ya Santo Tomás : «Los antiguos filósofos (Suma, 1, cu. I.XX\'1 a. 1), que no supieron elevarse sobre la representacion sensible , no <ldmitian otros seres reales que los cuerpos, y miraban lo que no era cuerpo como nada.» Y en otro lugar (1. c., cu. tv, a. 1): «Los antiguos , desconociendo la facultad de enten-

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- Jgl -der, y no sabieudo distinguir entre inteligen­cia y sentidos, creyeron que en el mundo nada existe más que lo que puede percibirse por la imaginacion y po��s mismos sentidou'(Véase t. I , p. 1 9 y siguientes.) «Doctrinaespeciosa llama Vacherot al materialismo (La llrletafttica y la

ctimciO., r, 1 74), para aquellos que no conciben las cosas mis que en cuanto pueden represen­túselau·. «Los matemálicos (Gcethe, Pruv. et' jl'osa , m, :z99) son gentes muy originales ¡ embriagados por su éxito y sus descubrimien­tos, &:e creen en la actualidad indispensables, y suponiendo que no hay lugar más que para ellos, no admiten sino lo que cabe en su círculo 6 se deja medir por su compas.» El movimiento cir­cular de la vida, el cambio de sustancia, hé ahí la formula mlgica que resuelve todos los enig­mas del problema de la existencia. «Para el teó­logo � el alma es un principio individual , in­material, que tiene fijo su asiento en un cuerpo determinado .. . . . Para el naturalista, por el con­trario , no es un principio inmaterial y distin­to del cuerpo , ni siquiera un principio , sino solamente un nombre colectivo con que se de­signan las diferentes funciones que pertenecen

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al sistema nervioso, y 1 en los animaies de es­pecies superiores, al sistema nervioso central, al cerebro¡ sufriendo estas funciones, por lo demast,como todas las otras, los cambios que les imponen las alteracioneS·del sistema orgá­nico de que forman parte ; de suerte que , si el órgano se destruye por completo, la funcion cesa al punto. Si nmere el cuerpo, el alma ter­mina igualmente. La Historia Natural no co­noce ni admite la supervivencia individual del alma despues de la muerte del cuerpo . . . . . El hombre, por lo tanto, es, segun esta doctrina, como los demas animales, una máquina ¡ su pensamiento, el resultado de una organizacion determinada; por consiguiente, )a libertad no existe. Del mismo modo que un músculo de­terminado se pone en movimiento por la exci­tacion de un nervio sensible determinado, así tambien la sustancia cerebral de cada uno de nosotros debe producir tal ó cual pensamiento segun que sea excitada de tal ó cual manera, No puedo llamar las cosas sino por el nombre que en realidad tienen ; así es ciertamente y no es de otra manera. La libertad no existe, y sin ella tampoco puede haber responsabilidad 6 im-

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potabilidad ..... El organismo no puede domi­narse t sí mismo¡ lo que le domina es la ley de su estructura material. ,. (Vogt, Imágenes,

419.) « La materia rige al hombre, el)�.ombre no es mú que un producto pasajt;ro, un mo· mento en el circulo de la vida , y desde el mo­mento de la generacion , en un océano de ma· terias que giran.• (Moleschott, l . c., 64, 84, 436.) «El hombre es la suma de padre5 y nodriza, de lugar y tiempo , de aire y temperatura , de luz y sonido, de alimento y vestido ¡ su vo­luOt�, consecuencia necesaria de todas estas cau�js , está determinada por una ley de la Na,!:'úraleza que estudiamos por sus efectos, cómo lo hacemos con el planeta en su órbita, 6 con el vegetal en el suelo que le nutre .,. Hasta la fecha habiamos creido que el pen­samiento era un acto del alma , 1 que todo discurso, sabio ó ignorante, era negocio de la inteligencia. Mas estamos muy equivocados, se nos dice, porque ni siquiera existe el alma. «El pensamiento no es otra cosa que el movimiento de la materia: es una vibracion cerebral.. . . . Sin fósforo no hay pensamiento . . . . . La concienci.a tambien es una propiedad de la materia . »

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«La funcion anímica no es más que una ma� 1 1 ¡ festacion particular de la fuerza vital , deter­minada por la construccion peculiar de la .ma· terialid.ad cerebral. La misma fuerza que di· giere por el estómago pieiisa por el cerebro. Hablar de independencia del espíritu humano es no decir nada .» (Büchner , l . c. , 1 22.) e El cerebro se modifica con el tierr.po, y con el ce­rebro el hibito, única norma de la moralidad.• (Moleschott , l . c.) e Para la mayor parte de los hombres es una cosa muy dificil darse cuenta de la necesidad que encadena su exis­tencia y todas sus acciones, porque no refiexio­nan que toda impresion hecha en el ojo y en el oido es debida á la accion de un cuerpo, la cual lleva en pos de sí modificaciones materia­les ¡ porque no tienen presente que �da sOrbo de bebida , cada bocado de alimento modifica la sangre, y por consecuencia los nervios¡ que cualquier corriente de aire, el menor cambio atmosférico influye en lO& nervios principales, y que Cita inftuencia se comunica al cerebro.��> (Idem.)

El materialismo pretende tambien hacer alarde de su lado poético é ideal . La circula-

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cien de la vida constituye, segun él, un siste­ma cósmico incomparableinente mucho mú ámplio y más eievado que la moral interesada y egoista (¡.rr'c/) del cristianismo.

Como se \'C 1 el materialismo preferirla mil veces exponerse al reproche de inmoral é irre­ligioso que al de estar falto de poesia; sin em­bargo, esta aparente poesía no es m;is que el retroceso injustificado en el concepto relativo á la vida espiritual del hombre, concepto que no es posible hermanar con las consecuencias del materialismo. «¿ Hay cosa más poética que este perpétuo movimiento de la materia que lo ennoblece todo, que esta fuente de fuerza espiritual y de vida ? ¿ No es poético ver en el cambio de la materia una fuerza eterna que todo lo rejuvenece , una fuerza inagotable de vigorosa vida ? ¿ No vemos, en efecto, que del ácido carbónico y del agua , del amoniaco y de las sales 1 nacen sobre los sepulcros flores y frutos, de los cuales surgen tambien nuevas oleadas de vida en las praderas y las campit1as y nuevos gérmenes de pensamientos en el ce­rebro del hombre? ..... La muerte se halla en la vida y la vida en la muerte. Y esta muerte no

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- 203 -tiene nada de sombría y aterradora, porque en el aire , lo mismo que en la po�redumbre, flo­tan y descansan los gérmenes eternamente fecundos del rejuvenecimiento. Conocer la muerte en este sistema es descubrir la fuente de la vida , y con ella toda la plenitud de la poesfa humana , que descansa inalterable sobre las marmóreas columnas de la verdad. •

Büchner hace preceder su capítulo acerca de la inmortalidad de la materia , ·del siguiente pasaje , sacado del Hmnlct de Shakespeare : «El gran César 1 muerto y convertido en pol­vo , no sirve acaso más que para impedir que eutre el viento Norte por algun agujero. ¡ Có­mo ! ¡ Esta arcilla que el mundo respetaba, tapa el muro de alguna choza contra el helado viento del invierno!:t Hamlet acababa de decir: «¿ No puede la imaginacion seguir las cenizas :.augustas de Alejandro hasta verlas converti­»das en tapen de algun tonel ? Podemos con ba!tante verosimilitud 1 y sin temor de enga­narnos 1 seguir hasta ese punto al gran

· con­

quistador. Se explicaría de este modo : Alejan­dro murió , fué inhumado, se hizo polvo , el polvo se trasformó en tierra 1 de la tierra se

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- 304 -forma la arcilla¡ ¿ por qué, pues , esta arcilla,. formada en parte por las cenizas de Alejandro no podria haberse empleado en tapar un tonel de cerveza.• A_sí, pues, S!i!Un Büchner� el ge­nio de Shakespeare presintió hace mis de trescientos aftos una verdad que, al presente, no reconocen más que algunos naturalistas, es decir, la doctrina materialista. l\fas ¿ por qué no se ha remontado Büchner áun más atras, hasta aquel pntiguo libro , en el que se ha di­cho del hombre: «Polvo eres y en polvo te has de convertir ? »

¿ Y esto se nos da por una nueva sabiduria? Pues sépase que semejante doctrina es la mis­ma que practicaban y profesaban hace más de dos mil anos aquellos á quienes la Escritura hace hablar de esta manera : « Bebamos, coma­mos, gocemos de la vida, que maiiana moriré­mou (Sa6id., u , 6 y sig.) Siguiendo al pié de la letra esta brutal excitacion, Büchner (1. c., 25), recomienda con empeno que nadie se im­

. ponga privaciones , estimando en lo que vale la dignidad de la n1ateria, por la cual quiere que todos sintamos entusiasmo. Y Moleschott (1. c . . 436J : «Comiendo y bebiendo trabajamos

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- 205 -en servicio del espíritu y hacemos que éste progrese por todos los tiempos y por todos los Ambitos del mundo.»- Toda la diferencia entre los antiguos epicúreos y los modernos está en que el materialista del libro de la Sa!Jirlurla era mucho más sincero y más franco ¡ pues la inmortalidad del materialismo, áÜn entendida como acabamos de explicarla, es pura falsedad, porque el hombre no es el mismo más que por su forma y por la unidad individual que cons· tituye su sér.

Tal es la doctrina que el rebat1o de Epicúro enseftó ya siglos hace en la antigua Roma¡ que en la pasada centuria renació de la extre­mada corrupcion de las costumbres, y que, des­pues de corromper á una gran parte de la gen­te acomodada de la sociedad inglesa y francesa, formulada en sistema por Helvecio, Cabanis, Broussais y otros, llegó á ser la sabiduría de aquellos que entónces, lo mismo que en la ac­tualidad 1 se apellidaban la sociedad culta é ilustrada. Esta sabiduria es la misma que el poeta expresa , por boca de un ruin é infatÍle libertino, de la sifuiente manera: •El hombre sale del fango, sumérgese durante algun tiem-

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_ ,. _ po en el fango , aumenta este fango , y vuelve á fermentar en él, hasta que enfanga al fin los zapatos de uno de sus nietos. • ( Moer, en Los Bandidos de Schiller.)

De""este tenor son los epitafios que algunos materialistas han legado i la posteridad : « Lo que he bebido y comido, hé ahi lo que llevo conmigo.:. «Tú, que lees esto, goza durante la vida , porque despues de la muerte no hay risas, placeres ni alegría.:. « Amigos , llenad vuestras copas de vino y bebed ; coronaos de rosas : todo lo demas desaparece con la muerte en la tierra y en el fuego,» c He vivido y no he querido ver nada más allá de esta vida. Lector, todo es mentira, nada es nuestro.» (Dü­llinger 1 PaganiSmo y !fudai'smo, 596.) Tal se pretende que sea el verdadero círculo de la vida humana, doctrina producida, como la ex­halacion natural de las almas pervertidas, por el egoismo y la sensualidad ¡ cuyo fundamento basta para explicar el atractivo ejercido por el nuevo evangelio sobre las masil! corrompidas de estos tiempos, como tambien la condena� cion que el Jefe de la Iglesia ha fulminado con� tra esta doctrina repugnante. « No reconocen

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- 207 -otras fuerzas que las que existen en ta materia. Colocan toda la moral y todo su honor en acumular cuaQlas riquezas puedan , por cual­quier medio que tea� y en satisfacer todas las pasiones depravadls. Por medio de esto"s prin­cipios tan abominables como perversos , favo­recen , halagan y fpmentan la rebelion de la carne contra el espirito¡ y la conceden ciertos derechos y privilegios naturales que ellos pre­tenden haber sido vulnerados por la doctrina católica, despreciando de esta manera la ad­vertencia del Apóstol : e Si vi vis segun la car­»ne, moriréis ; si mortificais la carne por el es­•pfritu , viviréis .,. ( Pfo IX , Alocucion del 9

Jun. 1865) . V. S;•lla/Jus, .Propos. Lvnt : e No deben admitirse otras fuerzas sino aquellas que residen en la materia, y toda la disciplina de las costumbres estriba en acumular y acre­centar, por cualquier procedimiento, las rique· zas y en suisfacer los placeres.» .Prop. ux : cE! derecho consiste en el hecho material , y todos los deberes de los hombres son un nombre va-cío de sentido. ,.

Rousseau , · condenando la doctrina ma_teria­lista , decia : e Huid de aquellos que, bajo el

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_ ,.. _ · pretexto de explicar la Naturaleza, siembran en los corazones de los hombres desolador:s doctrinas . . . . . Trastornando, de¡truyendo, ho­llando bajo sus piés toiló lo que los hombres respeÍ�n , quitan. á los afligidos el Ultimo con­suelo en sus penas, á los poderosos y á los ri­cos el único freno de sus pasiones, ahogan en los corazones la voz de la conciencia, destru­yen la esperanza de la virtud y todavia se glo­rian de ser los bienhechores del género huma­no. Jamas, dicen, es perjudicial la verdad para los hombres. Lo creo como ellos, y es, á mi parecer, una gran prueba de que no es verdad lo que ensedan.» (E1nilt"o , m.)

Pero ya hemos ex� minado más que suficien­temente en lo que consiste el materialismo. Pasemos á nuestra �egunda cuestion : ¿ De dónde proviene la ·re:aparicion de tan funesto sistema que en la actualidad presenciamos? ¿De dónde la favorable acogida con que áun· en todas partes se le recibe? ¿ De dónde su descocada actitud 1 ese aire de triunfo y ese ademan de conquistador que le vemos tomar al reaparecer entre nosotros? ¿Acaso la degra­dacion espantosa del antiguo mundo pagano

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_ .., _ que se babia anegado en el epicureismo, aCD.So las monstruosidades de disolucion y crueldad originadas de :emejante doctrina no han di­cho bastante alto ll suerte que aguardaba i la humanidad , si no hubiera venido el cristia­nismo á crear un nuevo órden de cosas sobre las ruinas de la antigua sociedad, sumergida en el lodazal de sus vicios? Cuando nos separa poco más de medio siglo de la época fatal que se conoce con el nombre de rei'uado del/error,

en que la enseftanza materialista ejerció tan tremenda venganza en sus más fieles adeptos, ¿habrémos olvidado i lo que vienen á parar los pueblos, una vez que han llegado á compren­der el secreto de esas doctrinas que desarrollan todos los instintos brutales y provocan todas las malas pasiones? ¿O es que el progreso de las ciencias naturales, al penetrar cada vez más adelante en los secretos de la Naturaleza, habrá Yenido á parar fatalmente al materialis­mo como á su último resultado? No hay nada de esto. Precisamente vemos que los hombres que han abierto la era de la ciencia moderna, Copérnico, Newton , Kepler, Galilei , Bacon de Verulamo, han sido no ménos grandes por

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sus sentimiente» religiosos que por sus ade· lantos en las ciencias. El últimp de los sabios citados, dice que la Natura1eza ces un libro en el cual el dedo de Die» ha estampado el sello de su poder, y que , por consecuencia , _debe considerarse como una segunda Escritura Sa· grada.» (De dign. scit:11t. , l. m, c. 2.-Ptrmsc.

aphor. IX.) En cuanto á los grandes descubrimientos

con que los sectarios y los propagadores más ardientes del materialismo han enriquecido la ciencia, esperamos todavía á que nos le» pre· senten, pues no tenemos de ellos la menor noticia , como no sean las famosas autoridades que aduce Büchner en apoyo de sus teorías materialistas, á saber : e un gran número de pueblos salvajes al estado natural, y persona­jes tales como Voltaire, Mirabeau, Danton y Federico el Grande.» (¡ !) Llega esta pobreza á tal extremo, que uno de sus maestros, por ' cierto gran lumbrera de la ciencia , no vacila en llamarlos vagabundos, dileltmtti, extranje­ros en el terreno de las ciencias naturales, que presentan .t la vista de un público, tan crédulo como ignorante, sus aserciones estrambóticas,

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y tan aventuradas i. veces, qu.e los verdade­ros maestros no las consideran en modo al­guno como cosas adquiridas y demostradas. ( Liebig, Gac. Utdv. Aug.rh., 1 856.) ¿Han des­cubierto, por ventura, nuevas pruebas igno­radas hasta la fecha por la ciencia, pruebas irrefutaWes y hechas para derribar irremedia­blemente lo que la humánidad "admite desde que existe, y á lo que ha llamado alma, espí· ritu , conciencia , Dios , religion? De ninguna manera. Ni áun la originalidad en el error es uno de sus caractéres, ya que el materialismo aleman de nueslros dias es la reproduccion exacta del materialismo frances del siglo pa­sado, que se ha copiado casi al pié de la letra, y áun puede nfirmarse que toda su doctrina se halla contenida en esta frase de Cnbanis (fi,.

frmne.r, § ¡ ) : ces necesaric!' considernr el cere­bro como un órgano especial, destinndo parti­cularmente á producir el pensamiento 1 del mismo modo que el estómago y los intestinos á operar la digestion, el higado á desarrollar In bilis ��o, etc. Tal es el texto que en la actua­lidad se parafrasea i porfia , Jo mismo aquende q.ue allende el Rhin, _sig_uie�do en un todo. las.

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huellas del copista que carece de pensamien­tos propios y de razones originales en que fundar sus 7:Jrincipios, pues hasta las frases de efecto están copiadas de los materialistas de la pasada centuria, como se ve por la famosa ' fórmula de Vogt, tantas veces repetida: «El cerebro segrega los pensamientos, á la manera· que Jos rin.ones segregan la orina y el hfgado desarrolla la bflis.Jo No obstante, el mismo Büchner halla esta comparacion « muy mal es­cogida, porque si bien el hfgado segrega la bOis , no vemos en esto nada, aunque lo mire­mos con el mayor cuidado, que se parezca al proceso por el que se produce el pensamiento en el cerebro. ,.

¿ Á qué debemo�, pues , esta nueva apari­cion del materialismo? Sin temor ninguno de equivocarnos, podemos atribuirla al extravío de la inteligencia por un lado, y á la perver­sion de la voluntad y corrupcion de las cos­tumbres por otro.

En cuanto á la primera causa no cabe negar su existencia, pues , desde el momento que la materia forma casi el único objeto de las pre­ocupaciones del siglo y que toda la actividad

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- 2 13 -

humana se concentra en la observacion, la investigacion de las propieda� y de los fenó· menos materiales, es perfectamente natural que se hayan más y más relegado al fnfimo lugar el valor y el poder de las ideas y del pensamiento. Los estudios del naturalista no le obligan n i le dejan siquiera tiempo para meditar acerca del esprrltu, de su vida y de sus leyes, miéntras que el historiador, el ju­risconsulto, el hombre de Estado y el artista no pueden dar un solo paso en su camino sin tropezar con la accion del espíritu y con la influencia predominante que ejercen sus leyes en el mundo. De este modo se va marchitando la vida con todas sus grandes y poderosas manifestaciones ; toda la actividad del espfritu y toda lJ. energfa de la volunlad libre desapa· rece, porque estas nobles facultades no pueden prosperar aprisionadas en un espacio tan re­ducido como es el de una sola profesion, ni se pueden circunscribir como lo que se mide flsicamente. El poeta se burla , con razon , de aquellos que, e queriendo conucer el principio de la vida , empiezan por eliminar el espíritu. La Quimica llama á esto establecer la Natura·

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- 214 -leza sobre el h.echo , y sin quererlo se burla de si misma. Efectivamente, en su mano tiene los elementos; sólo la falta una cosa, el lazo espiritual y vital . »

«Las ciencias naturales nada nos dicen acer­ca del origen y del fin de nuestra libertad y de nuestra inteligencia, y guardan tambien silencio sobre el principio y el fin de la Natu­raleza misma. Nada de esto resuelven¡ sólo nos guian con segurida¡J. hasta un límite de­terminado para dejarnos allí en la incertidum­bre y la perplejidad. De lo que hay mis allá de este límite y constituye el principal y más alto interes de nuestro conocimiento, nada saben decirnos, y sin embargo, únicamente el fin de la vida puede darnos la explicacion de su principio y de su importancia.� (Oeutinger, Rcmm y e/ milagro , 5.) Siendo el objeto espe­cial de las ciencias naturales todo lo que cae bajo los sentidos en las manifestaciones de la vida corporal, puede sostenerse en rigor que están en su derecho cuando no salen del mun­do sensible y no le consideran más que á él, aunque no se llegue á explicar suficientemenle ni áun el lado material de la vida del hombre,

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- �rs -si no se tiene en cuenta tambicn el elemento

libre y anímico , puesto que la razon y la li­

bertad ejercen de mil maneras una influencia

decisiva y determinante en la vida corporal,

segun lo reconocieron ya explicitamente Kant

(Del poder del �spirih,) , Hufeland (iJiakro­

hiotika) y Feuchtersleben (Di'eléb"ca del alma).

Mas la ciencia se sale manifiestamente de su

dominio , y parece de todo punto inexcusable

�uando quiere hacer 4e su principio de la ex­

periencia sensible la única fuente de toda "·er­

dad ; cuando se pretende elenr tal principio,

que no tiene más que un valor especial y res­

tringido, á la dignidad de principio universal

de todos los conocimientos y de todas las

ciencias¡ cuando, por lo mismo que no tiene

que ocuparse del espíritu en primer término

para cumplir su \'trdadero objeto , se arroga

el derecho de concluir que el espíritu no existe

absolutamente ; eso , aparte de que ninguna

ciencia como tal puede constituirse de otra

manera que po,-, para y ctl el espíritu. e Se

puede ser un buen zapatero sin saber cómo se

prepara el cuero. Mas · nadie se creerá en la

obligacion de t�ner á. tal zapatero por un gran

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- ull -filósofo, por más que sea muy M.bil en su arte, y si él mismo quisiera ser consideradO como tal, y, mirando las cosas bajo el punto de vista exclusivo de su oficio, pretendiera persua� dir á la humanidad que debiera contentarse con solos sus zapatos y que toda aspiracion trascendental al pantalon ó á cualquiera otra prenda de \'estir descansaba en una preocupa· cion , semejante pretension le baria ridículo. Esta es, sin embargo, rasgo por rasgo, la his­toria de los fisiólogos, que, por lo mismo que su ciencia no tiene, segun ellos , que ocuparse del alma, que temporalmente está unida al cuerpo, concluyen con el mayor descaro que la existencia del alma no es más que una pura hipótesis. Estamos, pues, en el caso de aplicar 4 estos fisiólogos el conocido proverbio: cZa· »patero, á tus zapatos.�> Y efectivamente, la humanidad , durante su larga existencia, se ha ocupado siempre en otras cosas más que en la Naturaleza sensible, en el estudio de las piedras, plantas y animales ¡ se ha ocupado tambien de política , de religion , de ciencias, de artes, del derecho, de moral , de legisla­cion, de libertad, y sobre todo de si misma,

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- :m -de manera que el materialismo se hace per­fectamente ridículo con su pretension de ser el único que habla racionalmente.• (Schulz­Bodmer , B111racom.iomar¡m"a , 6.) Sócrates lo babia ya observado mucho ántes cuando dijo: «porque el artesano se encuentra en su ele­mento al ejercer su oficio, cree todo el mundo que es tambien el más hábil en todas las de­mas cosas. »- (.4jolog. de Sócrat., 23 . )

Oigamos la comparacion de que se vale e l célebre naturalista Baer para caracterizar In diferencia de concepcion segun la diversidad que existe en la facultad de concebir. «Pa­seándose por un bosque <-Ye un0 tocar un cuerno , y despues de escuchar un vivo alegro ó uñ melodioso adagio , se le representa natu­ralmente la im.i.gen de un alegre cazador ó de un múdco de sentimiento delicado. Tal vez quiere hacer memoria de haber oido ántes esta melodía; pero ni por un momento se le ocurre que se haya tocado á sf misma. !\1iéntras hace ensayos para repetir la rnelodia , se le presenta delante de los ojos una garrapata que se halla­ba descansando en el cuerno cuando empeza­ron á tocarle : e qué rnelodia ni qué adagio,

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�ice , ¡ tontería! Yo lo he probado bien ; babia »encontrado allí un agujero triangular y oscuro :.en el que me habia colocado cómodamente, »euando, de pronto , me sobrecogió de espanto :tuna tremenda sacudida producida por un ter· »rible viento huracanado que me lanzó fuera :tdel agujero.»-c ¡Locura!-exclania una eru· :tdita arana¡- yo estaba en el cuerno y percibí :.claramente que vibraba con gran fuerza , en on •

»dulaciones unas veces más r.ipidas que otras, y »sabeis perfectamente que yo entiendo de vi· »braciones, puesto que siento el más leve con· »tacto de mi tel a , desde la profundidad de la »caverna que me sirve de observatorio. » Las observaciones físicas de la erudita ara1ia son tan delicadas como exactas; pero tambien ha estado en lo justo la garrapata¡ la dificultad está en que ni una ni otra tenian inteligencia para apreciar debidamente la melodía.» ( Cud/

es el verdadero cm1cepto de la Natm·aleza vr'·

VÜ1lie 1 4 1 . )

« La moderna ciencia s e ha emancipado por completo de la Teologla, que tiene por objeto investigar la causa priñ:10rdial de la Naturale­za 1 y ha estado acertada en ello desde el mo·

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- 2Y9 -mentO en que sólo dirigia su atencion i estu­diar el órden de ' la misma Naturaleza. Mas si las ciencias naturales, traspasando sus propios limites, se arrogan los derechos de la Teología, viendo en su concepto del órden natural una solucion satisfactoria de la cuestion relativa á la causa primordial de la Naturaleza, invaden una region de la inteligencia en la cual no tienen i:1erecho de penetrar. • (Carpenter, pre­si�nte de la asamblea de Natur. Brit. , de Rrighton 1 1 872 . ) Es evidente que cada ciencia tiene sus principios caracteristicos que marcan su dominio particular. Las leyes de la Minera­logia no se aplican á la Botánica, ni las de la Botánica i la Zoologia sin profundas alteracio­nes. Por cuya razon no hay método más anti­cientílico que el que se propone aplicar las le­yes de la Naturaleza orgánica 6 inorgánica á la religion 6 á la moral. El amor al prójimo, el sacrificio de si mismo, sea á Dios 6 i la pa­tria , no son hechos que puedan explicarse ni medirse por las leyes de la Física como los fe­nómenos naturales. La ciencia de la Naturale­za, que no alcanza :1. explicar de una manera satisfactoria lodos los hechos comprendidos en

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- Hr-. . .

su propia esfera , ¿ con qué derecho se atreve d. franquear sus propios Umites para ir á aplicar su medida d. manifestaciones de la vida ente­ramente ajenas á su competencia ? Olvidase que la vida no es una parte de la ciencia , sino que , por el contrario, la ciencia es . una parte de la vida.

«Es necesario que los caballeros rle la retorta se convenzan de una rosa; y es, que si la Qui­mic;¡. por s( sola puede hacer un boticario, no basta para hacer un filósofo. Y es igualmente necesario hacer comprender á ciertos natura­listas de ideas afines, que se puede ser un zoólo­go consumado, tener exacto conocimiento de las sesenta especies de monos, y en resúmen, si no se ha aprendido otra cosa, no ser más que un ignorante y un hombre vulgar, cosa que acontece con mucha frecuencia hoy dia. Se ve á. muchos que pretenden pasar por lum­breras del mundo , que han aprendido y saben Química, Física, Mineralogía, Zoología, Fisiolo­gia , pero nada más ¡ comparan con estas cien· cias lo único que saben fuera de ellas , es de­cir, lo que les queda de las lecciones de cate­cismo que aprendieron en su juventud, y si

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..• - 111 -hallan algun desacuerdo , se ponen á morarse de la religion y se convierten en insulsos y vulgares materialistas. Tal vez oyeron decir, en los bancos de la escuela, que ha existido un Plateo , un Aristóteles, un Leibnitz ¡ pero es­tos hombres no manejaban la retorta ni el alambique, ni sabian nada d� disecar mo­nos ...• : por consiguiente , eran

"unos ignorantes

que tenian aún mucho que aprender para po· derse medir con ellos. ,. ( Schopenhauer, So/Jre

la volzmtad eu la Nat. , 2.• ed., pról.) Estos ejemplos de usurpaciones injustas por

parte de las ciencias naturales en el terreno de las otras ciencias, se multiplican hoy dia, tan· to más , cuanto que dichas ciencias , á causa de los servicios que· prestan á la industria , se cultivan con extraordinario calor, y áun puede afirmarse que tienden á suplantar todos los estudios de órden· más elevado. Podemos, pues, aplicar á este caso concreto el dicho de Pascal, de que « la mayor parte de los errores proviene de. que no se examina una verdad más que pnr un solo aspecto, con exclusion de todos los demas. :o (.Ptmsam. , u, J ¡ .) «Por ocuparse ex­clusivamente en dar satisfaccion al lado mate-

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rial de la vida ha resultado que muchos nat�­ralistas sólo atribuyen existencia real á la ma­teria, al punto de que para ellos el alma no existe como sér distinto del cuerpo . . . . . Tan craso error ha nacido de que , al examinar la necesaria relacion entre las funciones del espi­rito y la materi a , se creyó que éstas eran sim­plemente funcioñes de los órganos corpóreos.• (Schaaffhausen , Asa1nhlea de ttat. a/em. 1867, 42 .) Hay otra preocupadon que se halla muy generalizada hoy en dia y es como una secuela del error precedente ; créese que la condicion de la ve�dadera ciencia sólo puede existir me­diante el empleo del cálculo que garantice la exactitud de los resultados , y se asegura que únicamente las ciencias de la materia : Fisica, Mecánica, Cristalografla , Química y Astrono­mia cumplen tal condicion. Tambien carecen de ella las demas ciencias naturales, conside­radas en si mismas, como la Anatomía y la Fisiologia, aunque la realizan en cuanto que son ciencias auxiliares de las primeras y se fundan en ellas. Nadie mti.s que los materialis­tas son capaces de COipeter dislates de esta na­turaleza¡ efectivamente, ¿ quién sino ellos se

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- 233 -

atreveria á negar á la lógica, á la ciencia del derecho, etc. , el carácter cientifico , tan sólo porque no se sin.-en de la balanza, de la medi­da y del calculo matemático para demostrar sus.verdadf's?

Esta omision del espíritU y este desden de sus leyes es.un grave ddecto. Pero hay ade­mas otro , que es consecuencia de aquél y que no tarda en hacerse sentir en el método mate­rialista , cual es la falt� de un pensamiento claro y de un raciocinio seguido y lógicamen­te dirigill.o. Pues no basta precisamente obser­var y describir los hechos ¡ lo mas importante es saber sacar verdaderas consecuencias para poder llegar á un resultado general. Que el materialismo ha demostrado , bajo este punto de vista, su incapacidad de una manera ver­daderamente candorosa , es cosa de que puede uno convencerse examinando de cerca su mé­todo demostrativo , por más que ya se deduce esto bien claro de cierta célebre frase de uno de sus corifeos , repetida fielmente por otro: « E l estudio empfrico de la Naturaleza debe decir la verdad, aunque esta verdad , segun las ideas recibidas , sea consoladora ó triste, ló¡i-

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ca ó ilógica 1 razonable 6 absurda. • ( B. Cotta, B;;cJmer, 295. ) ¡ Es decir, una verdad que no es lógica, Y" un absurdo que se nos pondera como la verdad por excelencia! Mas el pensar lógico es el órgano, como le llama Aristóteles, y el instrumento por cuyo medio se pone el espfritu que conoce en posesion de la verdad. Por consiguiente , sin lógica no hay conoci­miento verdadero 1 sino únicamente puras fan­tasfas é hipótesis fundadas en el capricho. Esto es lo quP. ha hecho decir á. Feuchtersleben que «deberia renunciarse á. servirse de la palabra materialistas como de un térinino impropio¡ puesto que tal palabra implica la idea de un pensamiento seguido 1 de un sistema filosófico¡ y, sin embargo, bien considerado, el materia­lismo no es más que la falta absoluta de toda cultura filosófica. Efectivamente 1 el principio de la Filosofía consiste en que el hombre se concentre en sf mismo y conciba la idea del espfritu , á la manera que el primer paso que se da en Geometria es concebir la idea del punto geométrico y saberle distinguir del pun­to visible. En cuestiones de filosofía no puede darse importancia ninguna al sistema 1nateria-

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- 225 -lista , toda vez que le falta el principio Y. el fin de toda escuela filosófica.» ( 06ras , rv, ,36.)

El materialismo, consecuencia natural del panteismo, es la abdicacion de la fi'losofia , por· que una doctrina que se burla de los hechos más importantes de la experiencia y de la vida, una doctrina completamente plagada de false· dad es, no puede dejar en pos suyo más que el vado y la muerte ¡ y siendo asf, ¿podrémos ad· mirarnos de que ciertos hombres, al descen­der de la altura á que habían sido trasporta­dos por un idealismo engatl.oso, hayan caído en el fango de la materia, y que , como Nabu­codonosor, hayan sido trasformados en bestias, de.spues de haber tenido la pretension de ser dioses ?

El materialismo es la profunda caida del su­peridealiSmo panteísta , el triste despertar del espíritu embriagado con los vapores de una orgullosa y vana especulacion ¡ el materialista es el hijo pródigo que ha disipado su patri· monio y guarda al presente puercos en tier­ra extrai\a, envidiando las bellotas de que se alimentan. Bien palpables estin las aficiones que los materiOllistas han sentido siempre hi·

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cia las bestias, y que sólo tratan de elevar á éstas para rebajar al hombre al abismo de la materia bruta. c El hombre no tiene el dere­cho de considerarse como un animal de una especie distinta y más elevada , puesto que tie­ne el mismo 01 igen y el mismo fin que to.io lo que vive y vegeta. Los animales , para obrar, comparan, razonan y reflexionan como el hom­bre ¡ el proceso espiritual por el que esto so· erectúa es esencialmente idéntico en los unos y en el otro , siquiera en los -primeros sea un poco más débil el raciocinio. � (Büchner , l. c. 262 . )

Pero ésta n o e s l a causa única del materia­lismo actual. I.a arrogancia con que se pre­senta y los aplausos que se le prodigan por todAs partes demue�tran que tiene más pro­fundas raíces. En una época en que lo_ más digno se subordina á lo ménos digno, el espí­ritu á la materia, en que se procuran princi­p:d , por no decir exclusivamente, los intereses materiales ; en que se dedica toda la vida del hombre á la industria , al negocio y al tráfico-¡ que no se reconoce más fin, para la vida parti­cular y pública, que el placer y los medios de

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--Uf -satisfacerle, las riquezas y el oro ¡ cuand( , el principio de utilidad es la idea dominantE �e los hombres de Estado y de los legislado._es; en una época de esta naturaleza, el materia­lismo debe pasar por la ·más perfecta de todas las doctrinas, por la última palabra de la cien­cia , por lo mismo que está en armenia con la corriente moral , 6 más bien inmoral, que ar­H.stra al presente á la humanidad , y de la que es su más fiel expresion. La práctica precede siempre ; la teoría viene en pos suyo, por cuya razon el materialismo práctico ha engendrado al doctrinal 6 teórico. Por lo demas , en esto estriba la pujanza del materialismo de nues­tros di as ; no en las ideas que sustenta, porque su sistema cosmogónico es el más desprovisto de ideas y de inteligencia que puede imaginar· se; no en el genio de sus representantes , que no son , ni con mucho , talentos de primer ór­den ; no en la sutileza ó profundidad de sus pruebas ¡ no, en fin, en la excelencia de su filo­sofía y de su éiencia, que no es más que la ex­presion verbal de la conducta práct:ica de sus adeptos , la doctrina inventada para justificar los actos de una vida condenada por la con·

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ciencia. Aquí tiene, pues , perfecta aplicacion el juicio que Jacobi dió en su época. acerca de Helvecio : 4lEste hombre no hace más que de­cir en yoz bastante alta lo que .la turba de sus contemporáneos piensa por lo b.-ljo : No esti­mariamos más que el placer , y si nuestros sen­tidos , que nos son comunes con los brutos, cinco , ni más ni ménos , no hallasen ningun placer inmediato en el hombre, si no sintié­semos ningun impulso de amor , entónces la virtud que se recompensa. á sf misma es una quimera. » (Woldemar, 1 1 209.) Hé aquf por qué el materialismo doctrinal aparece siempre en las épocas en que la humanidad se ha en­golfado más en el materialismo práctico, en las que no se reconoce más fuerza que la fuerza bruta y material , el oro y las bayonetas 1 ni otros plaéeres fuera de los sensuales, más 6 mé­nos refinados. Ya lo hemos dicho y volvemos á repetirlo : estamos muy distantes de menos­preciar la importancia de las ciencias natura­les, asf como sus rápidos progresos en la época presente y de vituperar esos adelantos i no "Pretendemos, en manera algun<'., condenar una diligencia moderada en promover los interese!

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- ug -materiales. Lo que condenamos y lo que mira­mos como funesto y perjudicial por sus conse­cuencias, es la absorcion de toda la ciencia y actividad humana por un estudio exclusivo que no puede tener 1 en último resultado, más que importancia secundaria en presencia de las grandes cuesliones de la vida y de los más ele­vados intereses de la humanidad. No quere­mos que las ciencias físico-naturales se ingie­ran en juzgar y resolver cuestiones, que, no siendo del dominio de la experiencia sensible, se sustraen por lo mismo á cualquier juicio que en ellas se funde ; estas ciencias tienen por objeto la investigacion y la descripcion de las leyes del mundo sensible, y , por lo tanto 1 no poseen ninguna medida ni ningun principio de conocimiento para el estudio de la vida y de las leyes del espfritu. No afirmamos tampo· co la perversidad moral de todo aquel que no rechace 1 de una manera absoluta 1 las teorias materialistas como destituidas de fundamento; reconocemos , por el contrario , que algunas aserciones materialistas pueden tener cierto viso de verosimilitud para un espirito super­ficial que ha apartado su vista de las grandes

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- 130 -maniresta.ciones en las que se descubre una vida mis elevada y un mundo superior de ideas, Pero esta excepcion en nada hace cambiar nuestra proposicion 1 á saber 1 que el materia­lismo, en su totalidad considerado, es un fue­go fatuo que no puede elevarse más que del fango y de la corrupcion de un siglo de deca­dencia moral.

Oigamos ahora las pruebas con que el mate­rialismo procura sostener su doctrina.

Pueden resumirse en pocas palabras : El ce­rebro es el asiento y el órgano del pensamien­to. Su grandor 1 su forma 1 su conformacion, están en relacion exacta con la facultad de pensar. Nada lo demuestra mejor que la histo­ria del desarrollo del hombre. Pues á medida que se desarrolla el cerebro, se desarrolla tam­bien la inteligencia, así como la disminucion y la depresion del cerebro, entrañan á la vez una debilitacion de @s facultades intelectua­les , como lo vemos diariamente en los nin.os y en los viejos. Las mujeres, que proporcio­nalmente tienen el cerebro menor que el de los hombres, tienen tambien el pensamiento más débil, El hombre inteligente tiene el ce-

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- Z31 -rebro �ayor que el estúpido. La pequetlez del cerebro va siempre unida al idiotismo. Büch:. ner recurre para probarlo á una autoridad por demas extraña ¡ la de los sombrereros , y dice : « Los sombrereros hacen diariamente la obser­vacion de que las personas más cultas necesi­tan , de ordinario , sombreros de mayor tama­i'lo que las que carecen de instruccion. • El negro tiene el cerebro mal conformado ¡ por eso es ménos inteligente que el blanco. Una lesion considerable del cerebro tiene siempre por resultado alteraciones en la facultad de pens;;.r, la estupidez, la locura. Si se corta capa por capa el cerebro de un animal , se disminu­yen á la vez proporcionalmente sus facultades intelectuales, de suerte que el anatómico, pro­piamente hablando, corta, hoja por hoja, el alma misma. ( Büchner, 1, c. us. ) De tales hechos saca el materialismo la consecuencia de que la funcion anfmica no es más que una manifestacion de la fuerza vital determinada por la construccion �rticular de la masa cere­bral... . . que la misma fuerza que digiere por el estómago, piensa por el cerebro ¡ que todo lo que la Psicología filosófica ha afirmado hasta la

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fecha, acerca de una existencia separada del e&•

pfritu �u mano y de su independencia del cuer· po e¡tá··etl""contradiccion con la experiencia y debe ser reputado como de ningun valor : « Lo que se llama actividad anímica no es otra cosa que un producto de la susta.ncia cerebral ¡ la funcion 1 la materia y la conformacion se de­terminan reclprocamente1 y las facultades ce· rebrales no son más que el resultado de la constitucion y de la estructura del cerebro. » (Fr"siologia lmmmza, 1v.)

Falta mucho para que los hechos aducidos sean verdaderos. Es un hecho probado por la Anatomía que algunos individuos 1 poseyendo sólo la mitad de la masacerebral1 no han dado seftales de la más peque11a alteracion de sus fa­cultades intelectuales. Esto prueba : 1 .01 que la otra mitad de la masa cerebral destruida no era necesaria para la vida del alma en su exis· tencia individual ; 2.01 que tampoco hubiera sido necesaria la otra mitad 1 si se hubiese des· truido y conservado Unicamente la primera¡ 3.01 que ninguna de las dos mitades por sí sola es indispensable para la vida intelectual de tale� individuos , sino que , en general,

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- 233 -sólo una mitad era necesaria, y po; conse­cuencia 1 que el alma no se halla unida al cerebro sino como á un órgano subordinado. De lo cual se infiere que el alma está por en­cima del cerebro, cuyas funciones se apropia, (Westhoff, Mntetia , fuerza y jellsatnimto, 8 1 .)

Tampoco se ha demostrado aún que la confor­macion y la capacidad del cráneo deba tornar­se por medida de la aptitud intelectual , ya en los individuos, ya entre las diferentes razas. ( En gel , ñwestigncio11eS acerca de la forma del cerebm 1 I Z4. - Prichard, HrSt. 11at. del

ho,n6re , 1 1 304.- \Vaitz , l. c. 11 300). La escuela americana ha sido la que con más

empeno ha tratado de difundir semejante doc­trina 1 en interes de la

. esclavitud 1 muy parti­

cularmente Nott y Gliddon 1 que escribieron su obra, Tt"}os dela h:ummn"dad, con ese exclusivo objeto. «Vemos pasar i un mismo pueblo , en el trascurso de la historia, del estado bárbaro al civilizado y caer despues en su primera bar­barie, sin que por eso varie la forma del crá­neo. • (Waitz). e Dudamos que haya en el dia un solo individuo algo versado en fisiología que se halle persuadido de que la inteligencia

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- 234 -se pesa por el peso del cerebro, se mide por el tamano de la cabeza, por el desarrollo compa­rativo de las diversas partes del encéfalo y que las innumerables aptitudes ó disposiciones in­telectuales, morales y afectivas se manifiestan por protuberancias en la superficie del cráneo.,. (J. Moreau, Di'ar. de lossab., 186o, 395.) Segun las investigaciones de R. \Vagner, ratificadas por Flourens, de 960 cabezas pertenecientes á

toda clase de individuos y clasificadas por el peso del cerebro , Gauss ocupa el lugar 1 2 5 , Dupuytren e l 1 7 9 , Hermano e;_ 3z6 y Hans­mano d 641. (pürr. de los sab., 1 86z, Z33.)

Las investigaciones de S. B. Davis (MtllUJ· ria ji/�. de la Soc. R. de Ldmlrcs, 1868), que ha comparado 1 . 1 39 cráneos de individuos per­tenecientes á 1.33 tribus diferentes, desparra­madas por todas las partes del mundo , han demostrado la falsedad de todas las teorías que establecen una relacion intima entre la masa cerebral y el grado de inteligencia. Efectiva­mente , está demostrado que los franceses tie­nen ménos masa cerebral que los esquimales, que la mayor parte-de los pueblos indios, los siameses y cltinos , y áun no pocas de las tri-

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bus que se encuentran en el fnfimo grado de cultura intelectual , como los cafres, papuas y alfures 1 poseen mb atrebro que los franceses. En siete australianas el peso medio de la masa cerebral resultó ser I . I Z J , lo que corresponde á. un volúmen de J .o8o de masa cerebral ¡ en cuatro tasmanias era 1 . 100 , eq•livalentes á 1 .o6o centímetros cúbicos. Segun la teoría de Vogt , el mi'n(mero de la cie�zcia , como le llaman , estas mujeres hubieran pertenecido entre nosotros a la ca.tegoria de los idiotas ¡ y sin embargo, la masa �bral de muchas de nuestras más inteligentes damas pesa ménos que las de estas idiotas. En efecto, el peso del cerebro desciende en la. mujer inglesa hasta 1 .05 5 , en la irlandesa y francesa á 1 .090. Se­gun las observaciones del mismo sabio, el peso miiximo del cerebro

-en las australianas es su­

perior al término medio de doce pueblos euro­peos ; así en doce casos la comparacion de 66 cráneos de antiguos bretones, 56 de varones_ y 10 de hembras, dió un peso medio de 1 .4B9 gramos de masa cerebral para los hombres , y de 1 .262 para las mujeres, miéntras que la de los a�uales habitantes de Inglaterra sólo al-

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- 236 -canza 1 .425 y 1 . zu gramos respectivamente. Por donde claramente se ve la completa fal­sedad de la teorfa de Vogt, segun la cual au­menta el peso de la masa cerebral á meJida y á proporcion que la cultura intelectual pro­gresa.

El muñdo animal , por otra parte, demues.: tra que tal hipótesis es tan infundada como arbitraria. Efectivamente ; nadie habrá tan cándido que asegure que las industriosas abe­jas , hormigas y arañas estin dotadas de una inteligencia inferior á la del ganso, del carne­ro , de la rana ó de la mayor parte de los peces, cuyo sistema nervioso est<i más desarro­llado que el de las primeras.

Examinemos áun con más detenimiento los principios materialistas y sus consecuencias. La misma fuerza que dig1ere por el estómago piensa por el cerebro ..... El materialismo, al hablar de tal manera, cree expresar una cosa muy nueva y haber hecho un gran descubri­miento. Y sin embargo, no es más que una antigua verdad que la filosoffa católica ha en­sellado siempre, principalmente en los oscuros tiempos de la Edad Media y bajo el reinadd

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- 237 -del escolastici.,mo¡ verdad que él ha entendido mal , y de la que ha sacado sus falsas deduccl�­nes. Oigamos sobre este particular á uno de los principales órganos de la c:encia católica. Santo Tomás sienta la cuestion de si deben admitirse en el hombre uno ó más principios de vida , y responde que no debe admitirse más que uno solo. Pi"egunta despues si este principio único , es decir , el alma , tiene di­versas facultad.es, y responde afirmativamente. (Suma, 11 C. LXXVII 1 a. 11 21 3·)

, .

Ense1ia 1 por lo tanto , apoyándose en la ex­periencia 1 que no hpy en el hombre más que un solo y único principio de vida , el alma; que de este principio se originan la potencia 6 facultad vegetativa (nutricion, crecimiento), la facultad de sentir (Sentimiento 1 deseo) y la facultad intelectiva (pensamiento , voluntad libre) ¡ pero hace notar que de aquí no se sigue que el crecimiento corporal , la percepcion sensible y el pensamiento sean una misma cosa, actos de una sola é idéntica facultad, sino más bien son diferentes fuer?.as, faculta­des , funciones que , sin embargo, tienen toda su raíz en un principio comun de vida 1 el

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alma, de la cual parten todas 1 y á la que con­vergen como á. su centro 1 á la manera que la vista , por ejemplo, que inmediatamente es el acto de un órgano corporal, el ojo , y mediata­mente parte del alma , que anima todos los ór­ganos y determina su actividad. Santo Tomás da por prueba de esta verdad la de que las conmociones y perturbaciones de la vida infe­rior impiden ó estorban la accion de las facul­tades superiores, embarazan, por_ejemplo, el pensamiento 1 lo cual no podria tener lugar si el principio vegetativo, el sensitivo y el inte­lectivo no fueran en el horp.bre un solo é idén· tico sér , que ejerce su actividad en diferentes direcciones. (Stmm, t, c. Lxxvr, a. 3·) Una ope· racion del alma, si tiene cierta intensidad, irn­pide la realizacion de otra , lo cual de ningun modo sucederia si el principio de nuestros actos no fuese esencialmente uno. (Suma, LXXVII , a. 2.) U na cosa tiene sólo un sér sustancial , pero pueden existir en él muchas operaciones, y por eso es una la esencia del alma , pero son muchas las pote.a1cias. Por consecuencia 1 nada hat más rigorosamente verdadero y confor� i la experiencia que cuindo decimos : La fa-

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- 239 -cultad de pensar parte del mismo principio esencial que la de digerir, precis'!-mente en vir· tud de esta unidad del principio vital¡ pues si nc fueia la misma esencia, el mismo sér el que digiere y piensa, no podriamos decir de un mismo hombre que duerme , crece, enferma , oye, ve, piensa, quiere, toda vez que el que duerme seria distinto del que piensa. (Su,na, l . c.) Las diferentes actividades vitales que se hallan separad¡¡.s en la Naturaleza se armonizan y estrechan en la unidad del alma humana. Del mismo modo que en el animal no se halla la vida vegetaliva existiendo con independencia, sino íntimamente unida á la vida animal , asf tambien se hallan en el hombre las formas in· feriores vitales de la planta y del animal (vida vegetativa, vida sensitiva) ¡ pero en estrecha union con una tercera facultad vital mucho más alta : el espíritu libre y consciente, la vida intelectiva. En esto se manifiesta una ley de universal trascendencia 1 en virtud de la cual lo inferior se eleva y resume en lo superior 1 y esto contiene virtualmente á. aquello. (Swna,

l . c.-Aristot., De rnlima 1 m, 91 3.) Tambien la Iglesia ha proclamado muchos siglos hace

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esta unidad del principio vital en el hombre (Conc. Viemz, a. 1 3 1 1 ) : «Ei alma ncional é in· telectiva es por sí y esencialmente la forma del cuerpo huj¡ano.• Lo mismo que dice Pío IX en su carta al arzobispo de Coloni a , 15 Junio 1857 : «El alma racional es verdaderamente por sí é inmediata�ent.e la forma del cuerpo humano. » (Véase Sujleme11/o.)

Es 1 por lo tanto 1 verdadero que la digestion y el pensamiento son dos actos de un mismo sér , de la niisma e,lencia ¡ pero es falso, como pretende &1 materialismo, que sean actos de una mism� fuerza , de una misma facultad, que digiere porel estómago y piensa por el ce· rebro. Pues lo que tiene conciencia de si mis· mo 1 el pensamiento, no puede á un mismo tiempo tener conciencia y estar privado de ella (digestion)¡ el libre albedrío no puede ser libre y no libre á la vez ; y ademas , si fueran la misma fuerza, la misma facultad , la vida vegetativa y ]a vida animal serian la misma vida y no habría ninguna diferencia entre la planta y el animal. No hay mis que una sola esencia anímica, pero dotada de facultades y operaciones diversas.

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Por consecuencia , cuando el materialismo

no ,.� en las funciones del espfritu sino facul­

tades de que está dotada esencialmente la

fuerza vital inherente al cuerpo , toma exacta­

mente lo falso por lo verdadero. El alma es la

que , por el contrario , da y conserva la vida

al cuerpo¡ de ella parte l a fuerza necesaria

para la vida corporal y sensible, y ella es la

que, ndemas , encierra en si la facult."'d de

pensar, la inteligencia, cuya facultad de pen­

sar no se ejerce por el órgano corporal, como

las operaciones vegetativas y sensitivas, por

más que dependa de dicho órgano como con­

dicion de su actividad. e Porque todo conoci­

ll!ie!lto parte de la experiencia como del suelo ¡en que ella tiene su raíz:.. (Suma, I., c. LXXXIV,

a. ¡.} Aristóteles (Fin'c. vn, 3· De artimn, m,

s, .z} expone la influencia que la jU\·entud y la

vejez ejercen en el conocimiento ; y en otro

lugar (De sonm. rt tJi'g. , 2) trata de la misma

influencia que ejercen la enfermedad y el sue­

ño. Santo Tomás ( I.XXXIV , 3) y Aristóte­

les (Analyt . .Poster. , 11 18) llaman la atcncion

acerca del hecho de que donde falta un sentido

se echa tambicn de ménos una citmcia ; como

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en los ciegos el concepto del color y en los mudos el del sonido. Segun ]. H. Fichte (Sist.

ds lajil. , I , 69), « todo conocimiento empieza en la percepcion sensible como en su raíz •; que es casi lo mismo que dijo el Angel de las Escuelas.

Mas es puramente gratuito y 'COntrario á to­das las observaciones de la experiencia, lo que despues al1ade el materialismo, á saber : que el pensamiento, y la actividad anímica en gene­ral es un producto de la sustancia cerebral. No se ha negado nunca , y en las escuelas católi­cas mucho ménos que en ninguna otra parte, la dependencia en que se hallan las funciones del espiritu con relacion á los órganos corpora­les ; mas no se infiere de esto que el admitir la subsistencia independiente del espíritu , sea, como se ha dicho , una majaderia. Ya Santo Tomás se propuso esta cuestion y la dió cum­plida respuesta. ( Sr�ma, I1 cu. LXXV, z ) : Pre­gunta : « ¿ Cómo es posible que el alma sea un sér subsistente por si mismo , siendo asi que no obra independientemente del cuerpo? Esto es posible, responde, no en el sentido de que el pensamiento sea una operacion corporal , sino

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_ .., _ porque el oficio de los órganos corpóreos, es decir 1 el sistema nervioso con su órgano cen­tral , el cerebro 1 se l imita únicamente á sumi­nistrar al espíritu que piensa los materiales de su actividad intelectual, de suerte que sólo por el intermedio de estos órganos, puede el es­píritu recibir las impresiones del mundo exte­rior y obrar á su vez sobre éste (Smna , 1, cu. LXXV , 2 á 3). «El cuerpo es necesario para la actividad del entendimiento, no como órgano por medio del cual se ejerza tal actividad , sino por razon del objeto , pues el espectro es , con relacion al entendimiento, lo que el color al ojo.•

Hé aquf por qué la alteracion del sistema nervioso produce la alucinacion y la locura, pues mal servida por sus órganos corporales, el alma no recibe más que impresiones altera­das , inexactas, y por consiguiente, su peusa· miento descansa en suposiciones 6 datos falsos. Rigorosamente hablando no puede decirse que exista una enfermedad del espfritu 1 porque al estado de locura precede siempre unaalteracion morbosa de 1� órganos corporales. e La enaje­nacion mental , que se invoca con frecuencia

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_ ,.. _ como una prueba de la materialidad del alma, es, por el contrario, testimonio de su inmate­rialidad. El demente parte de una idea que le ha conii10vido excesivamente en algun tiempo, que ha perturbado profundamente su organis­mo , alterando su relacion con otras organiza­ciones. Esta idea, i la que lo refiere todo, le domina por completo y no puede desecharla de sf , es una idea fija. Él se crea un mundo aparte, todo un sistema de pensamientos en rclacion con tal idea, y"cada una de sus aberra­ciones asf como toda -combinacion de ideas es espiritual en el más alto grado. Lo que deter­mina sus combinaciones y sus juicios es la relacion de las demas ideas con su idea fija, y no la di�posicion del cerebro y de las sensacio­nes. » (Herder).

De es�o no se sigue en manera alguna que el pen�amiento no sea otra cosa que la simple actividad de los órganos corporales. Decir que el pensamiento no es más que una operacion de dichos órganos, y en particular del cerebro, equivale i decir que el tocar el piano es sim­plemente una operacion del instrumento, por­que el músico no es independiente del piano,

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toda vez que no produce mis que notas falsas desde el momento en que se hallen rotas ó des­afinadas las cuerdas. Por tanto, así como el músico no es una sola é idéntica cosa con su instrumento, de la misma manera debemos distinguir el alma inteligente de lo que es su instrumento y condicion de sus operaciones, es decir, del organismo corpóreo en general, y del cerebro en particular¡ á. la manera que la luz es condicion 1 mas no causa, de la vision. Segun eso , cuando en un hombre no se hallan regularmente desarrollados los órganos corpo­rales, ó se "han alterado á consecuencia de algu­na enfermedad, se entorpece y altera tambien el desarrollo pleno y regular del alma

' y de sus facultades intelectuales 1 ó se hace casi im­posible, miéntras que, por el contrario, una organizacion normal y sana secunda las ope­raciones intelectuales del alma , y la deja des­plegar libremente todo su vuelo. ( S,ma , 1 , c . LXXXIV1 a . 7 . )

«Para e l fisiólogo que s e forma u n a idea exacta de la propiedad de los fenómenos vita­les, nada tiene de anormal y ex.trafto el resta­blecimiento de la vida y de la inteligencia. en

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- 246 -una cabeza bajo la influencia de la sangre oxi­genada ¡ lo contrario seria lo que le causaria extrafieza. En efecto, el cerebro es un meca­nismo concebido y organizado para manifestar los fenómenos intelectuales por el conjunto·de cierto número de condiciones. Ahora bien , si se quita una de estas condiciones, la sangre, por ejemplo, es indudable que no podrá conce­birse que el mecanismo pueda continuar fun· clonando. Pero si se restituye la circulacion de la sangre con las debidas precauciones, tales como una temperatura y una presi�;m conve­nientes, y ántes que se hayan alterado los ele­mentos cerebrales, el mecanismo cerebral ha de recobrar por necesidad sus funciones norma­les. Los mecanismos vitales, como tales meca­nismos, no difieren en el fondo de los meca­nismos no vitales. No se debe, por tanto, sacar de estas experiencias conclusiones que no se desprendan de ellas.» (Bernard, Introtlttccion

al esttuñ'o d� la Medicz"nn cxjMrimcttlal, r6o.) Sobre el mismo asunto observa Longet: c Esta dependencia, aunque natural, n'J es tan abso­luta que dejen de encontrarse muchos ejemplos de lo contrario¡ efectivamente, se ven jóvenes

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- 247 -delicados que asombran por la precocidad de su razon y el desarrollo de su inteligencia, y viejos caducos y próximos á la tumba, que con­servan intactos el juicio, la memoria, el senti­mielltO del genio y la entereza de carácter. La locura va acompaa1ada á menudo de una lesion importante de los centros nerviosos ¡ mas ¿ có­mo se explican los casos de que nos hablan Es­quiros , Leuret y otros autores concienzudos de no haber hallado rastro de alteracion en el cerebro? Los anales de la ciencia nos presentan en gran número hechos de esta fndole perfec­tamente observados: alteraciones profundas en la masa cerebral, sin que duranle la vida se haya observado la más pequei'l.a perturbacion en ia inteligencia¡ se han visto porciones de crineo levantadas, cráneos atravesados de par­te á parte por las balas, sin el menor desórden en la inteligencia, al paso que bastan á veces pequeños filamentos sanguíneos para producir la fiebre 1 excitar el delirio y ocasionar rápida­mente la muerte.» ( Ji·atado de Fi'siologia , m, 630. } De todo lo cual se infiere que esta prueba del materialismo no es sino un grosero sofisma que se. descubre á primera vista ¡ y sin embar-

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- 2+8 -go ésta es su prueba fundamental , y á la que se reducen todas las que han intentado presen­tar los partidarios de semejante doctrina. El defecto comun de que adolecen todas sus prue­bas es confundir la facultad que obra con la condicion a que va unida su operacion. Por eso tambien se refutan todas partiendo de un solo é idéntico principio. En realidad, tampoco so­bre esto han dicho nada nuestros modernos materialistas que no se halle ya elocuentemen­te expuesto por el poeta Lucrecio, sobre todo en el siguiente pasaje : (De na/. rer., m, 435.)

«Observamos tamb!en que el alma se engen­dra juntamente con el cuerpo , y á la vez que i:l crece y eawejece. Es tierno y delicado el nii\o1 f.i.ltanle las fuerzas del cuerpo y con ellas la inteligencia que sigue sus vacilantes pasos. Mas luégo llega á su madurez la edad vigorosa , y con ella madura tambien la refl.exion y el pen­samiento. Por último , el tiempo , con su fuer­za irresistible, destruye el cuerpo, dóblanse los miembros, agotado ya todo su vigor , y entón­ces desmaya tambien el espíritu , pertúrbanse" el pensamiento y la lengua, todas las fuerzas decrecen , hasta que, por fin , todo se derrum-

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- 249 -ba. De la misma manera se disuelve la total

esencia del alma y se disueh'C :1. la manera que se desvanece el humo en las altas regiones

del airt! ; por cuanto la \-emos producirse jun­tamente con el cuerpo 1 crecer con él y 1 como he dicho 1 marchitarse y perecer con la edad.

»Agréguese :1. esto que si tenemos el cuerpo acometido por enfermedades de horrible as­

pecto, oprimido por terribles dolores y padeci­

mientos 1 lo "propio exactamente observamos en el alma , :l. la que subyuga el pesar y el mie­do. ¿No son , pues , an1bos víctimas del mismo destino? Aun más ¡ cuando el cuerpo enferma, no pocas veces desvaría el espíritu 1 cae en la

1.:1cura y habla cosas extraviadas y sin sentido¡ ó bien, agobiado por pesado letargo, sufre pe­nosos suenos y sopor eterno, teniendo los ojos apagados y pálido el rostro. Entónces no oye

la voz de los hombres ni conoce ya las caras de los amigos que le rodean y le llaman .t la vida, regando con lágrimas su rostro y sus mejillas: fuerza es , pues 1 confesar que el espiritu taro­bien se disuelve, porque en él penetra el vene­no pestífero de la enfermedad. Finalmente, los \ ;;.pores del vino penetran en los corazones y su

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- JSO -ardor se desparrama por las venas produciendo gran pesadez en los miembros : las piernas va­cilan 1 trábase la lengua 1 se ponen vidriosos los ojos y el alma se halla tambien dominada por la borrachera. Alzase ruido y gritería 1 escú­chanse sollozos y el clamor de la pendencia, con todas las de mas cosas que suelen ocurrir en es­tos casos. ¿Y qué otra cosa es todo esto sino que la violencia de la pasion humana arrastra en su torbellino el alma misma que se halla unida al cuerpo ? Mas lo que puede ser pertur­bado al punto de no producir ya sus naturales ef�ctos, es evidente que está sujeto á perecer y á ser privado de su existencia futura 1 siempre que en él influya una fuerza más poderosa.»

Ya en 1 697 el médico Pancracio Wolffpro­puso al mundo cientffico 1 en sus Cogitah'o11e1

médi'co-legalu, la cuestion siguiente: «Los pen­samientos no son tal vez actos del alma in­material 1 sino del cuerpo humano 1 y en par­ticular del mecanismo cerebral. »

« La actividad intelectual , s e dice , aumenta con el desarrollo gradual del cerebro, y dismi­nuye igualmente á medida que tal órgano se debilita en la vejez. » ¡ Vaya una novedad des-

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- 25 1 -conocida que nos ha revelado el materialismo por tal oráculo ! Que el hombre es ménos inte­ligente en la infancia que en la edad madura. ¡ Cosa extrar1a ! Desde que existe el mundo se ha visto siempre que el espfritu se desarrolla de concierto con el cuerpo , y jamas se ha te­nido por tan inteligente al nino como al hom· bre maduro ¡ se ha observado tambien que la extremada vejez abate de ordinario las fuerzas del espfritu, á la vez que las del cuerpo. ¿ De dónde proviene, sin embargo, que hasta la apa­ricion de nuestros modernos apóstoles del ma­terialismo á nadie le haya ocurrido que el es­píritu no sea más que una secrecion de la pulpa cerebral ? Siempre �a visto el mundo que mue­ren los hombres ¡ l por qué , pues , no ha con­cluido que la muerte es la rJti'ma li11�a 1·errm1, donde todo se acaba, y por qué en todas partes, siempre , y bajo los más diversos climas, y en todos ios grados de civilizacion, se ha creido en la supervivencia del alma humana? ¡ Ah ! es que e l mundo n o babia llegado todavfa á las encumbradas alturas de la sabidurfa mate­rialista, desde las que , entre otras muchas co­sas bellas y peregrinas, se aprende á formular

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- 252 -en axioma, como lo hemos visto , lo inconve­niente y lo absurdo.

Sin embargo, nada más fácil que la explica­don de semejante fenómeno. La intelig..:ncia declina en la vejez , y las facultil.des se amino­ran , porque los órganos que ponen al hombre interior en relacion con el mundo exterior pierden su vigor y su actividad. A medida que

el instrumento se un y envejece , es natural que la operacion intelectual, a la que presta su concurso, vaya debilit:indose tambien ; decrece el materi,d , el objeto del pensamiento 1 porque los órganos que se embotan no sir .... ·en al pen­samiento en el mismo grado¡ las facultades in­telectuales comienzan á adormecer:�e en el viejo, á la manera que se hallan

· adormecidas en el

n · 1ío¡ porque asf como la condicion de su acti­vidad no existe todavfa en éste 1 asi va á dejar de existir bien pronto en aquél. Por lo demas, aunque es una regla general que los viejos se vuelven nii\os 1 es una regla que sufre numero­sas excepciones. ¿ Cuántos se ven 1 efectivamen te, cuyas facultades , no sólo se conservan des­pejadas, sino que ganan én vigor y fuerza hasta la h·ora de la muerte 1 y esto 1 áun despues de

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-253 -largas enfermedades, á una edad avanzada, y cuando el cuerpo está tan próximo t su diso­lucion que en cierto modo estt ya muerto ? Esta lucidez de ideas de muchos moribundos, en ocasion en que los sentidos apénas perciben los objetos exteriores , es una prueba de la sub­sistencia y de la independencia del principio inmaterial en el hombre. Ejemplo de esto son : Isócrates, Sófocles, Platon, Humboldt, GOethe y otros hombres no ménos ilustres.

«Aun el hombre que , falto de cultura , vive tan sólo ocupado del mundo exterior, llega, si� embargo, con un poCo de instruccion , á re­flexionar sobre sí , á distinguir del cuerpo su yo 1 y á un i presentir por este medio la super­vivencia del yo despues de la disolucion del cuerpo . . . . . En estos intervalos de meditaciones y de éxtasis en que el alma se encuentra den­tro de sf , es donde mejor se destaca la diferen­cia que la separa de la ,.¡da corporal y del mun­do sensible.,. ( Burdach 1 La Fitiologia de la

cr"encr"a cxpenintmla/ 1 111 1 741 . )

« La mayor ventaja que resulta de esta liber­tad del espíritu en la vejez , de la emancipa­don 1 por decirlo asf , de les apetitos y de las

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- :1154 -pasiones, de su cielo 1ibre de nubes y tempes­tades que los aftos han desplegado sobre el es­pfritu , es que la reftexion se vuelve más pura, mis vigorosa y duradera, al punto de llenar e!'ltónces toda el alma ¡ que el horizonte inte­lectual se ensancha y nada ocupa su inteligen­cia sino la investig�cion de la verdad en cual­quier ramo de la ciencia, quedando amortigua­das todas las demas necesidades, todos los demas deseos.• (G. de Humboldt , Carlas , 1 1 34. )

« ¡ Cuántas veces las últimas voluntades de un moribundo, dictadas con precision 1 claridad y sangre fria, no han despertado un sentimiento de admiracion en el alma de aquellos que le asisten ! ¿Cómo � explica que, al borde del se­pulcro, se halle un hombre tan cabal en lo mo­ral que aparezca superior á lo que era cuando gozaba de completa salud ¡ que se halle súbita­mente dotado, en su última agonfa , del senti­miento de la prudencia , de la prevision, de las localidades, de las relaciones y del espacio¡ que conserve en tan alto grado la memoria de las paiabras y de las personas ausentes y olvi­dadas , el talento de la música , el de las rela­ciones, de los números , de la arquitectura ; la

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- !SS -sagacidad comparativa 1 la tendencia metaffsi. ca , el sentimiento de la religion y de Dios , la firmeza de carácter ? ¿ Por qué sucede esto ? Ya lo hemos dicho : el alma, desprendida de los lazos que la unian con la materia, se pertenece y se manifiesta cntónces en toda su desnudez, completamente hermosa 6 completamente de­forme.» (LauvergnC, De la ag-rmia y áe la

mtterte , I , ?S · ) Lo que pasa en el viejo es lo mismo que

vemos diariamente en nosotros mismos , es decir , el adormecimiento gradual de nuestros sentidos y, por decirlo asf , la retirada del es­pirito durante el sueaio ¡ lo cual no impide que por la mañana , ! la hora de despertar, halle-­mos el cuerpo mis descansado, más !gil y mis sometido que nunca al imperio del espíritu.

Las funciones sensitivas é intelectuales son las que reposan durante el sue.aio , miéntras que la actividad se redobla en la region infe­rior del alma, como principio vegetativo para la nutricion del organismo. El proceso de la asimilacion, como el de la convalecencia, se desarrolla principalmente durante el suello, al paso que un ejercicio demasiado exclusivo

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- :as& -de las facultades intelectuales perjudica al desarrollo dCI cuerpo. No tiene razon Büchnet al sup�ner que el sueño nos penetra de un sentimiento extraño de anonadamiento 1 cuan­do justamente sucede lo contrario.

Los c."esmayos, el idiotismo , la locura, en una palabra, todos los estados y accidentes enfermizos del espíritu , en organismos que su­fren alguna altcracion mórbida, se explican de la misma manera. Hablando con propiedad, no hay enfermedades del espíritu , ó mejor dicho, Unicamente el error y el pecado pueden considerarse como tales. Lo que se llama im­propiamente enfermedad del cspfritu cOnsiste en una alteracion enfermiza de los órga�os, principalmente del sistema ncr\'ioso , que , co­mo acontece tambien en el delirio producido por l a fiebre, no presenta al enfermo más que quimeras en lugar de la realidad, miéntras que én los que sufren verdadera demencia, las le­yes del pensamiento, es decir, lo que constitu­ye la esencia misma dtl espfritu, se conservan en el fondo exentas. de toda altcracion. Por eso el desmayo no es más que una suspcnsion momentánea de las facultades y operaciones

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- 2S7 -

intelectuales, y á un sensibles 1 del alma, y no una altcracion 1 puesto que tan pronto como ha desaparecido el impedimento orgánico, las operaciones recobran su curso natural , así en el dominio de la sensibilidad 1 como en el del pensamiento. Es tambien digno � atencion que, segun la ensei1am:a nnánime:tle. la. An­tropologia jurfdica , la reflexion 1 fa �u.tf¡ncloo y áun la astucia en la ejecucion. de un acto criminal no excluyen el estado de locura 1 y no son bastantes siempre par& motivar, i��o res­ponsabilidad del agente. Como ha observado Bu,rdach (A1ltropologltl , 6 1 3), los enfermos de espfritu recobran , de ordinario, el pleno uso de sus facultades en las últimas horas de su

vida , áun cuando la enfermedad haya tenido por causa una lesion orgánica del éerebro. Precisamente el hecho de que, segun el testi­monio de Parchappe 1 Pinel y otros médicos, en más de un cincuenta por ciento , pasiones violentas son las causas que motivan las. en­fermedades del espfritu , demuestra la influen­cia del alma sobre el cuerpo, de lo moral sobre lo físico. (Letoumea� 1 Filosofta de las pnn0-1US1 1 57 · )

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- 251 -Dt: todos los hechos que d�jamos expuestos

se desprende como conclusion una verdad ' incontestable , á saber : que el hombre es un sér compuesto de espfritu y de cuerpo ;

. que

todOs sus actos llevan este doble carácter, cor­poral y espiritual , miéntras que vive en la tierra, y que la alteracion de uno de los fac­tores componentes entraña la perturbacion de su total actividad como tal actividad hu­mana.

Si nuestras ideas mAs abstractas y más me­. tafísicas van siempre acompa11adas de una imágen de la fantasfa , esto viene de que mos­tramos en nuestros actos lo que en realidad somos, seres compuestos de espiritu y de cuer­po. (Arist. D� Memor. Remim""sr. , r, 449· De

anima , m, 5, 2 , ¡ . 3, 8, 3.) Esto explica eJ cansancio y hasta la perturbacion del pensa­miento por efecto de la enfermedad de los ór­ganos. La inteligencia guarda con las imáge­nes de la fantasia la misma relacion que el sentido con los objetos que percibe. (Santo Tomás, De vedt., r, 1 1 .) «Las imágenes sensi­bles son otros tantos grados por medio de los que nos elevamos de lo perecedero á lo que

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- 259 -

no pe_rece , de lo visible á lo invisible, ,. (San Agust. , De vera. ,·e/i'g. XXXIX: , ,;2.)

El hombre no es pL'ro espíritu , no es sér completo con su solo espirito ; sin el cuerpo, el hombre no es hombre : la penona humana

implica esencialmente el cuerpo y el alma. «El hombre no es tan sólo alma , sino que es compuesto de alma y cuerpo.:. (St"na, 1 ,

cu. ux:v, a. 4.) El espirito, el pensamiento y la

conciencia no constituyen la esencia del alma misma , sino solamente una de sus facultades,

si bien la principal y más sublime. La sensibi­lidad , con la fuerza plástica, tal como aparece en la nutricion y en el crecimiento del cuer­po, son tambien , como la conciencia y el pen­samiento, facultades del alma. Por consiguien­te, cuando en el su ello 6 el desmayo se desva­nece la conciencia, no por eso desaparece el alma , sino que continúa obrando como prin­cipio plástico, miéntras que 5e hallan en sus­pemo las demas facultades de la percepcion sensible y del pensamiento. Tomar la conchm­cia por toda el alma, confundir á ésta con una sola de sus facultades, y t sus facultades con sus operac:ic.nes , tal es el error fundamental

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- z6o -del materialismo, pues de que una fuerza cese

' de obrar en circunstancias dadas, no se sigue, en manera alguna, que deje de existir.

De todo esto se infiere que los dos tactores componentes ejercen en el hombre una in­fluencia reciproca , y que si el espíritu se re­siente de los males del cuerpo, los órganos corporales , á su vez , deben resentirse del tra­bajo y de la actividad del espíritu. Las afeccio­nes del corazon , el trabajo del pensamiento y las representaciones de la imaginacion , que son pro\•ocadas por la voluntad libre , ejercen influencia en la ·vida corporal. Pero si el espf- , ritu no fuera más que el resultado de las fun­ciones orgánicas , no podria ejercer iniciativa ni determinacion alguna de las mismas. A la manera que el deterioro del organismo corpo­ral tiene por consecuencia el reducir el espf­ritu á la impotencia 1 del mismo modo en la paralizacion de toda ':'ida inte.lcctual superior 1 que pesa coino una fatalidad , desde hace mi­llares de ailos, sobr� tantos pueblOs salvajes, es preciso buscar la causa de su defectuoso desarrqllo físico, que, afectando priucipalmente al órgano que está en relaciOn más íntima que

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- 261 -ningun otro con el espíritu , al cerebro! modi­fica particularmente la forma del cr:lneo y de la cara.

«Los pueblos que no tienen de negros más que el color y no los rasgos del rostro, como los abisinios y los habitantes del Congo, ocu­pan en la civilitaclon un puesto mucho más superior que el de sus vecinos, y hasta profe­san una religion revelada¡ al paso que los pue­blos que tienen todos los rasgos de la raza negra, como los hotentotes, se hallan en el úl­timo escalon de la degradacion física y moral, y no tienen otra religion que un fetichismo asqueroso. Las frentes deprimidas y los cere­bros estrechos , que caracterizan al negro en el sistema de Blumenbach 1 son la marca de ese estado moral tan degenerado. ,. ( \Viseman, Rclnci01zcs, 1 7 5 . )

c.,n esto queda plenamente contestada l a tercera cuestion; ¿ cómn demuestra e l materia­lismo su doctrina? El cxámen que de sus prue­bas hemos hecho nos ha puesto en t:stado de emitir un juicio sobre el valor científico de tal sistema. Debemos reconocer, sin duda, que posee algo de \'Crdad 1 es decir, una verdad re-

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lativa que le da cierta razon en oposicion á un idealismo psicológico exagerado y á un falso dualismo. Su error, como el de todos los demas sistemas falsos, consiste en el abuso de la verdad, puesto qu.e ha traspasado con exce­so los limites de la esfera en que debia mover­se, en sus esfuerzos pnra conocer las condicio­nes fisiológicas y los elementos de la vida del alma. Al materialismo de nuestros dias pue­den aplid.rselc perfectamente las palabras del poeta (en Fausto) :

De mucbl&imos colorea Y muy¡IOCa cl:aridad, ETTOres l\ troche y moche Y un quilate de vcrdll.d, Se componen los breb.'1.je1 Que n ucstros aabios nos da.n Para rerrcscar l:a sed Que siente la liummnid:ad.,

Para terminar este exámen de sus pruebas presentaremos algunas cuestiones al materia­lismo , no sin desafiar le a que las resuelva con arreglo á sus principios.

Si el pensamiento es el producto necesario del cer;bro , ¿ cómo llega éste a producir, en,­tónces, el pensamiento del alma , de la razon,

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de Dios , de un sér simple ? ¿ Cómo lo material puede producir de y por sí lo inmaterial? ¿ Cómo se explica que siempre y entre todos los hombres se haya negado a sí misma la materia y se haya contradichQ por la idea de seres espirituales y simples ? El efecto es siem­pre de la misma naturaleza que su causa, y aquí vemos que la materia ha producido lo contrario de sí misma , la idea del sér inma-terial.

«Entre todas ·Jas aberraciones del espfritu humano , la que me ha parecido siempre más extrana es que haya podido llegar hasta dudar de su propia esencia, de lo que constituye el fondo mismo de su \•ida , ó que la presente como el producto de una naturale;r:a externa, que no conocemos sino de segunda mano y por el intermedio del mismo espíri t u , cuya existencia se niega .» (Lotze , Micr. , 1, 288 . )

Segun la expresion de Fcuerbach, la verdad es la ley fundamental de la Naturaleza. Pero en el sistema materialista, por el contrario, la Naturaleza se halla envuelta en un piélago de mentiras y se engaf\a sin cesar y necesaria­mente ! si misma. Por otra parte, que el hom-

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- 26.¡. -bre sea nil'l.o, adulto ó viejo, aunque haya dife­rencias de estructura en los diversos cerebros y en todo el organism'"O, en las diferentes edades, y no haya dos cuerpos cuya conformacion sea perfectamente igual , sin embargo, el hom­bre no conoce ninguna verdad que , verdade­ra en un período de la vida , deje de serlo en otro y que cambie de naturaleza segu1! las diferentes edades, sino que, por el contrario, conoce verdades generales y necesarias como los principios de las matemáticas y de la lógi­ca, admitidas como tales por todos sin distin­cion de edad , de conf'ormacion corporal ni de influencias de ninguna clase. ¿ Cómo seria esto posible si el pensamiento no fuese otra cosa que el producto de una estructura determina­da y de una disposicion especial de la pulpa cerebral ?

Segun Biichner ( 20 1 ), « no solamente no existe ninguna verdad general de la moral y del derecho, sino que los principios mismos de las matemáticas sólo descansan en relacio­nes efectivas y palpables.» Peto entónces no hay lógica , ni demostracion posible , puesto que toda demostracion se funda en las leyes

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de la lógica. Y lueg9 Büchner incurre en con­tradiccion consigo mismo al querer demostru la verdad de su sistema, porque segun él no exiSte ni verdad ni demostracion.

Si el alma no fuese otra cosa que la armonía del cuerpo , debería depender indudablemente de la naturaleza y perfeccion de tal armonía¡ es decir, que una armonfa más bella y mejor debería tener por �onsecuencia un alma más completa, 6, por decirlo así , un alma más alma que otra. Y sin embargo, es evidente que cada alma es tan alma como otra, cualquiera que sea la conformacion del cuerpo, lo cual prueba que el alma no es una armonía del cuerpo. ( Piat. , Fedra , 93.) Por otra parte, si nuestro pensamiento y nuestra voluntad no fuesen más que el resultado de una me2ela de jugos, entónces no podriamos pensar de distinta ma­nera que pensamos, no podríamos, aunque quisiéramos, cambiar nuestros pensamientos y nuestras opiniones, que serian tan indepen­dientes de nosotros y tan necesarias como la estatura del cuerpo y el color de los ojos.

SantO Tomás se propuso ya la cuestion de si podria concebirse el alma como una mezcla

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de los elementos que entran en el cuerpo hu- ' mano ( complexio segun. Galeno). Y lo niega ( C. Get1t. , n, 6:z ) , por la razon de que ni' si­quiera la vida vegetativa se explicaria por esto , mucho ménos la vida sensitiva é intelec­tiva. Büchner, pues, no ha inventado nada nuevo al decir (1. c. , 1 3 5 ) : cE! alma es un complcxus de elementos diversos fundidos en una misma un¡dad , es el efecto de un conjunto de muchos elementos dotados de fuerzas 6 de propiedades. De la misma manera que la mi­quina de vapor produce el movimiento, asi el complexus orgánico engendra, en el cuerpo del animal, una suma total de efeclos, que, en­la:zados en una unidad, llamamos razon 1 alma, pensamiento.» Por otra parte, sentados esos principios, ¿á qué \·iene entónces el trabajo que se to.nan los materialistas para convertir­nos á sus creencias y para lleyar á nuestro ánimo el convencimiento por medio del racio­cinio y de la dcmostracion? Niegan el espíritu y la libertad, y se esfuerzan , no obstante, en moti\.·ar tal negacion; lo que es tanto como contradecirse á si mismos y destruir su nega­cion.

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- 267 -Si el pensamiento no es sino un acto por el

que se manifiesta una fuerza material , ¿ cómo concebir la unidad y la identidad de la con­ciencia, por la que el hombre , en cada mo­mento de su existencia, se reconoce como el mismo sér sustancialmente in\·ariable , á pe­sar del movimiento incesante de la materia de que se compone el cuerpo humano, y en vir­tud del que se renue\·a por completo en el tras­curso de siete años, ó de tres, como quieren otros? Si la conciencia y la personalidad no fuesen sino un simple producto de la compo­sicion del cerebro , la renovacion completa del organismo humano llevaria tambien consigo necesariamente un cambio de la conciencia y de la personalidad. ¿ Cómo explica el materia­lismo este hecho, que por si solo basta para trastornar por completo su sistema ?

Siendo el pensamiento un puro producto del cerebro, ¿ cómo funciona entónces éste en la prcduccion de aquél ? Admitamos que se baila un microscopio, lo cual no es cierto, que permita seguir con toda exactitud el modo de funcionar de un mecanismo tan delicado y tan te_nue; si se pudiera \'Cr cómo en el pensa-

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_ ,.. _ miento de un triángulo, por ejemplo, se po­nen en movimiento las moléculas cerebrales para figurar un triángulo, á.un quedaria por explicar de qué manera se _origina el pensa­miento de que los tres ángulos de un triángulo suman dos rectos, y hasta podria decirse que eso mismo demuestra con evidencia que os hallais en la más completa imposibilidad de explicarlo materialmente 1 puesto que os ense­na que el pensamiento es algo más que un arreglo material, que una disposicion de molé­ctllas, pues ahora empieza propiamente el pen­samiento. Podeis combinar como querais las moléculas de la materia cerebral é introducir en el cerebro, cuantas veces querais, los ele­meñtos materiales �ás diversos, dotados de las más variadas cualidades; mas con eso no in­troduciréis jamas el pensamiento y la con­ciencia, ya que en todas .estas materias, con todas sus cualidades y fuerzas, no hay más pen­samiento ni más conciencia que en el mineral más rudimentario. Decir , pues , que el pensa­miento es el producto del cerebro ó de la ma­teria 1 equivale á decir que una misina cosa es á la vez capaz é incapaz de pensar. (Ln cxis-

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lencia del alma /Jaj'o el pzmto de vista de las

cinwi'as tlllhtrall's, por Ruete.) En sentir de Lud,rig, fisiólogo de la escue­

la materialista, la simple excitacion nerviosa no puede servir de fundamento siquiera para explicar la percepcion, mucho ménos el pens.1.­miento y l a conciencia. (Palologla getteral, 1,

440.) « Desconócense casi completamente las circunstancias cuyo concurso produce la sensa­cion . . . . . algo más hay que agregar á los excita­dos nervios para que se .forme tal sensacion.» « Cuanto más atencion he puesto en el estudio de los fenómenos para dar una explicacion fisio­lógica de las percepciones de la vista, tanto más unifo�me y evidente se manifiesta en todos los casos la accion de la facultad psíquica, y tanto mayor es tambien la consecuencia y la mutua relacion que yo observo en todo este conjunto de fenómenos.»

c Es evidente que el hombre puede conocer, por medio de la inteligencia, las -naturalezas de todos los cuerpos. Mas aquello que puede conocer otras cosas, es nec.esario que no tenga en su propia natural�a nada perteneciente a esas cosos, toda vez que aquello que se encon-

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- 170 -lrase en ¿¡ como de su naturaleza , impediria el conocimiento de las otras cosas ¡ asi vemos que la lengua de un enfermo afectada file hu­mor bilioso y amargo, no puede percibir nada

dulce , sino que todo lo percibe amargo. De la misma manera, si el plincipio intelectual par­ticipase de l a naturaleza de un sér corporal, no podria conocer todos los cuerpos. Por tanto, es imposible que el principio inteh:ctual sea cuerpo, y es asimismo imposible que entienda por medio de un órgano corpóreo, porque la naturaleza limitada t;le ese órgano corpóreo haría imposible el conocimiento dt" todos los cuerpos. (Su111a1 1 , cu. LXXV, a. z.)

El pensamiento presupone la existencia de un principio único, indivisible, distinto de la materiJ. , es dc::ir, espiritual. ¿Quién se atr�::ve­ria á hablar en serio de un pensamiento cor­póreo, y por ccnsecuenci a , extensible, cuanti· tativa y cualitativamente definible , es decir,

que puede medirse, pesarse y ser dividido en partes ? « Al establecer yo el siguiente ra· ciocinio : A = B y C-B , luego A = e, es evi­dente que tal raciocinio no es posible si no es uno mismo el sujeto que percibe A , B y e, y

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- 271 -que A la vez afirma la igualdad de A y B , de C y B y de A y C, de suerte que todos estos elementos del raciocinio deben reunirse nece· sariamenfc en un sér Unico, simple é indivisi­ble. Tampoco podrá. existir la concie_p.cia de la accion intelectual que ti�uce , si no pertene­ciesen todos estos elementos del raciocinio. A la misma sustancia simple del alma. Pero no tan sólo es necesario que se hallen reunidos en la misma Unica

'sustancia todos los elementos del

raciocinio , sino quetambien deben reunirse en dicha sustancia simple todos los elementos de una ciencia cualquiera. El J'O del gran Newton, que inventa el calculo infinitesimal, es el mis­mo yo que ense1l6 á conocer las cifras árabes y las primeras letras del alfabeto.• ( Galluppi, Lecci"rmes de Ldgica , r : , 1 9.)

En sentir de Lotze, «precisamente porque se reconoce que no existe comparacion posible entre los procesos físicos y los actos de la con­ciencia, se abre tambien paso el convencimiento de la necesidad de buscar una base sólida en que fundar la explicacion de la vida espiri­tual.:. Mú explicito es aUn R. Mayer, sabio descubridor de la ley de la «conservacion de

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- 272 -la fuerza:., cuando dice: .: Una vez que se haya llegado á adquirir el conocimiento de que no existen solamente objetos materiales, de que tambien existen fuerzas, tan indestructibles como los elementos del químico , resta sólo dar un paso t;n natural �o ficil para admitir y

'

reconocer existencias espirituales. En el mun· do animado se habla de átomos ¡ en el mundo viviente encontramos individuos. Mas es ya cosa averiguada que el cuerpo viviente no sólo consta de partes materiales, sino que tam...; bien consta esencialmente de fuerza. Pero es el caso que ni la fuerza ni la materia son ca· paces de pensar , de sentir y de querer. El hombre piensa. Durante mucha tiempo se ha admitido por todos que la médula de los ner­vios , particularmente el cerebro, contiene fós­foro libre , y la fantasía se apresuró á atribuir á este fósforo libre un gran papel en las ope­raciones espirituales. Sin embargo, las últimas investigaciones en el terrCno de la Quimica or­gáni� han demostrado que ningun organis­mo viviente , sin excluir el cerebro , contiene jamas fósforo libre, Ante los evidentes resulta· dos de una de las ciencias exactas debian des-

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- 273 -

vanecerse para siempre aquellas ilusiones, por mts que por otra parte se haya probado que en el cerebro viviente ocurren sin cesar cam­bios materiales designados bajo el nombre de actividad molecular, y que las operaciones es­pirituales del individUo se hallan in"timamente ligadas con dicha accion de la materia cerebral. Cometen indudablemente un error craso los que identifican estas

· dos actividades que se

desenvuelven 6 ejercen paralelamente. Expli­. carémos esto por medio de un ejemplo. Como es notorio, no puede establecerse comunicacion telegráfica. sin un proceso químico simulU.neo. Y sin embargo, nadie se atre\·erá á considerar como la funcion de una accion electro-quimica el contenido de un despacho, es decir, lo que habla el telégrafo. Pues con mts razon debe decirse esto del cerebro y del pensamiento. El cerebro no es más que el instrumento, ó mejor dicho, la condicion ; no es el espíritu mismo. Y el espfritu 1 que no pertenece t la categoría de lo que se percibe por los sentidos, no puede ser objeto de investigacion para un físico ni para un anatómico. ( Diario de la 4sam6lea , Xl.lll, de ,lalur. J' med. nlem. de 1869 , 43.)

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- 274 -« Sea cualquiera la relacion que se suponga

entre lo espiritual y lo corpóreo, la percepcion y la sensacion, como tal consideradas, siempre serán un proceso inmaterial. Y si un represen­tante de la llamada teorla materialista dijera que una sensacion no eS otra cosa que un mo­vimiento molecular del cerebro, bajo una for­ma determinada, no podria significar con eso otra cosa sino que toda sensacion determinada se haUa en intima Telacion con un movimien­to material determinado del cerebro , 6 que hay en la esfera de los procesos espirituales una sensacion determinada en el sujeto cons­ciente , cuando en la esfera del proceso mate­rial existe un movimiento determinadO en los elementos nerviosos dispuestos de tal 6 cual manera . . . . . Pero entre el carácter de una sen­sacian conocido por experiencia interna y el carácter mecánico de un movimiento de par­tfculas materiales , sean ó no ponderables y de cualquiera manera que uno se las represente, no cabe suponer ninguna relacjon intrfnseca, y esto es evidente. »- ( Fick , A,atomia . . . . . 3 · )

Infiérese de esto e que la im•estigacion med.­nica tan sólo puede llegar en este terreno has-

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- •75 -ta esos movimientos moleculares del sistema nervioso que , segun algunos, constituyen la segunda mitad de la percepcion y de la sensa· cien, 61 segun otros , son los intermediarios de un proceso cualquiera en una potencia. inma· terial é independiente-del alma.

• Considerada -la cuestion superficialmente, parece como si el c�ocimiento de los proce­sos materiales que se verifican en el cerebro nos hiciese comprender tambien ciertos pro· cesos y concepciones espirituales . . . . . Pero un poco de reftexion nos hace ver que esto es ilu· sien. A lo sumo se nos darian á. conocer cier· tas condiciones de la vida espiritual qut. pró· ximamente son idénticas á. las condiciones externas dependientes de las impresiones de los

.sentidos 1 mas no la existencia de la vida

espiritual por las c;:,ndiciones . . • . . No se com· prende en manera alguna cómo de la accion comun de cierto número de átomos de ácido carbónico, oxigeno, nitrógeno, etc. , puede ori­ginarse la conciencia ...•. Salta desde luégo á la vista la imposibilidad de que ciertas operacio­nes superiores del espíritu se lleguen á com· prender jamas por la mecánica de los átomos

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- :a,6 -

:erebrales que se supone conocida . . . Nuestro :onocimiento de la Naturaleza se halla encer­rado en los limites que le trazan por un lado !a incapacidad, materia y Fuerza, por otro la limitacion de nuestras facultades para poder :omprender procesos espirituales por medio :le condiciones materiales.• (Dubois-Reymond, limites del cottocimielllo ttalural.)

Por último: ¿ cómo seda posible la concien­:ia en la doctrina materialista ? El pensamien­to se ejerce sobre las impresiones sensibles¡ ¡>Or consiguiente, se distingue plenamente de la actividad de. los sentidos, con la quede nin­guna maner� se confunde. Mas no sólo se ejer­ce sobre los fenó�enos sensibles , sino que tambien se ejerce sobre si mismo , haciendo por la reflexion que sus propios pensamient

.os

�ean objeto de la col'isideracion y de la compa­racion, es decir 1 como su propio espejo , en el c¡ue se contempla á si mismo. El pensamiento, no tan sólo conoce que piensa , sino que i la vez se reconoce i si mismo como el yo , como una personalidad que piensa y se estudia i si misma, colocándose enfrente d� si , objetivin­dose por medio de la réflexion. En esto pr_:opia-

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mente consiste la esencia del espíritu. Es verdad que los sentidos perciben 1 sin que de ello se aperciban ¡ el ojo no ve su propia vision, ni el oido oye su audicion ¡ ¿ cómo podria, pues , re­flejar tambien el espejo su propia imág_en? Pero el pensamiento reflexiona sobre su pensamien­to. « Nunca la acc:ion del cuerpo se refleja so­bre el agente..... mas el entendimiento 1 al obrar 1 se refleja sobre si mismo 1 puesto que se entiende á si propio, no sólo parcialmente, sino en cuanto á su totalidad ¡ por consecuencia, no es cuerpo.» (Santo Tomás, C. Gnzt., 111 49.)

Si el cerebro fuera el principio del pensamien­to y pudiera producir la conciencia, servirse de propio espejo , el cerebro tendria tambien conciencia de si 'mismo, se reconoceria á si mismo como principio del pensamiento.

¿ Cómo, decimos otra \"ez, explica el mate­rialismo estos hechos ? No hay más que una explicacion posible. El pensamiento no se ex­plica sino por s( mismo, por una facultad in· material , pero unida esenc:_i�lmente al cuerpo¡ en una palabra, por el espíritu inteligente. Ó en otras palabras 1 el hombre piensa porque es no wlamente un sér orgánico sensible 1 sino

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- 378 -tambien, al propio tiempo, un sér racional su­prasensible.

Sin embargo, el materialismo sale pronto del . atolladero. La manera de cómo el cerebro produce el pensamiento es incotnP:rensible, in­explicable ¡ pero así es, y basta: ( Büchner, l. c.1 132 , 192 . ) Con un poco más de circunspec· cion se expresa Virchow , cuando dice que «ciertas partes del cerebro reclaman una im­portancia especial en la pi"oducCion de funcio­nes psiquicas »-, siquiera tenga buen cuidado de no decir en qué consiste esa importancia especial. Por tali f::Tosero procedimiento , el materialismú, que se ha burlado de las creen­cias y convicciones de todO$ los siglos, que se ha jactado de esclarecerlo "todo, que ha de­clarado muy alto que no babia misterios , que todo lo babia él esclarecido , arrojado de posi­tion en posicion , derrotado en todos los terre­nos, busca su último reFugio en el baluarte de los hechos y se parapeta tras el misterio , sin saber dar explicacion de nada , él , que prome­tia desvanecer lodas las tinieblas , descorrer todos los velos y descubrirQos los últimos se­crelos de la Naturaleza. No tuvo reparo en

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burlarse del grao Haller 1 porque decia · que c ningun entendimiento creado poclia pene­trar el secreto de la Naturaleza:.¡ y al presen· te , cuando queremos indagar cómo y el por qué, nos da esta contundente respuesta : e Asl' es¡ yo no lo comprendo, pero lo creo ;i cie­gas. » No pide milis el catecismo de la doctrina cristiana. Pero no ; suponer que de la mater:ia nace el pensamiento, este acto eminentemente simple y conscier.te ; explicarle como un pro· ducto que pertenece al mundo de los cuerpos, es afirmar la identidad de lo simple y de lo compuesto, de la conciencia y de la falta de ella, de la necesidad y de la libertad ; es em­plear un lenguaje equiva.lente al de circulo cuadrado, hierro de madera, lo cual no sólo es admitir un hecho inexplicable é incomprensi­ble, sino una contradiccion , un absurdo.

Réstanos ünicamente dar respuesta ;t. la cuar­ta pregunta : ¿ Á dónde conduce el materialis· mo? Pocas palabras bastarin para nuestro ob­jeto.

Si el espfritu no es otra cosa que un efecto de las fuerzas corporales , síguese de aqui que moriri cuando muera el cuerpo. El alma, pues,

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_ ..., _ se extingue como se apaga la llama cuando no hay aceite en la lámpara, y se detiene como la aguja que marca las horas cuando se rompe la maquinaria del reloj. La supervivencia des pues de la muerte , la inmortalidad , la recompensa que se ha de gozar, el castigo que se ha de pa­decer, el voh·er á ver en la otra vida á los se­res queridos que habiamos perdido , todo esto no son más que desvaríos de una imaginacion enfermiza, quimeras que la humanidad , seme­jante al calenturiento , cuyo cerebro enfermo crea mil fantasmas durante el delirio, ha forja­do sobre el lecho del dolor en que gime des­pues de tantos siglos. Supuesto eso , la virtud es una paradoja y el egoísmo tiene razon cuando dice : « Gocemos de la vida , que roa­nana morirémos ; el placer, únicamentE: el pla­

· cer 1 y nada más que el placer, bajo una. forma más ó ménos elegante, más ó ménos grosera, es el objeto exclusivo de nuestra vida. » En vano se trata de eludir estas horrendas coru;e­cuencias , distinguiendo entre el materialismo científico y el malerialismo práctico , como si la ciencia no trascendiese á. la vida práctica, como si la conducta no se ajustase á las creen-

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cias , sobre todo cuando éstas favorecen las in­clinaciones naturales. BiCn claro nos lo dice uno de sus principales corifeos : « El materia­lismo científico y el práctico son, sin embargo, dos cosas de todo punto diferentes, que no puede confundir sino la malevolencia ó la falta. de entendimiento . • . . . Por lo demas , todos so­mos materialistas prácticos 1 con la única dife­rencia de que no todos ajustan la accion á la teorfa 1 porque la hipocresía es el vicio capital que nos domina. ,. (Büchner.) Es verdad que el materialismo prktico ha dado origen al ma­terialismo doctrinal ¡ pero éste á su vez obra en la vida práctica por su aparato cienti6co y por su aire de profundidad. Un sistema conse­cuente no es siempre 1 por esa sola cualidad, un sistema verdadero ; pero una doctrina in­consecuente es , de toda necesidad, falsa.

Ve&mos cómo pretende demostrar esta dis­tincion uno de sus más afamados corifeos ( Hickel, HiSt. 11at. de la c,·eacr(m1 pról . ) : e Bajo l a expresion materialismo confúndense de ordinario dos cosas perfectamente distintas, que en el fondo nada tienen que ver una con otra ( !) : el materialismo cientifico natural y el

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- ,312 -materialismo moral. El primero, que no se dJ­ferenC.a del monismo, no sostiene en el fondo otra cosa sino que todo cuanto pasa en el mun­do está sujeto á leyes naturales, que todo efec­to tiene su causa y toda causa su efecto. Por consiguiente 1 coloca la ley de la causalidad, es decir 1 la ley de la relacion necesaria de causa y efecto sobre todos los fenómenos que nos son cognoscibles. En cambio rechaza decididamen­te toda creencia en los milagros y toda doctri­na que haga necesaria la admision de procesos sobrenaturales , porque para este sistema no hay en todo el imperio de los conocimientos humanos más que pura fisica y nada que pue­da llamarse verdadc�a metafísica.» Es decir 1 que lo metafísico es lo sobrenatural y que, no existiendo la ntetafisica, tampoco existe la idea de la esencialidad, de la ciencia , de la legalidad y de . la causalidad. Pero oigamos aün al men­cionado filósofo : « Enteramente distinto de este materialismo científico-natural es el moral, que nada tiene que ver con el primero.» Y sin embargo de esto, todo es pura fisica, necesidad natural, y la libertad no existe. « La profunda verdad que proclama que la dich a , en su ge-

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- 3113 -nuina significacion, descansa exclusivamente en una vida virtuosa 1 es de todo punto desco­nocida á este materialismo moral.» Mas ¿cómo es posible esta vida virtuosa, admitida la ley de la relacion necesaria de causa y efecto ? En general, ¿cómo se explica la libertad si el Uni­verso no es otra cosa que un proceso flSico­qufmico ? Y si, segun la expresion de Hickel, e no existe verdadera metaf'lSica en todo el im­perio de los conocimientos humanos »-1 ¿ á qué disciplina pertenecen las ideas de bueno y ma­lo , de moralidad y de virtud ?

El materialismo embrutece al hombre, ha­deudo que sólo viva para el momento presen­te 1 y que únicamente siga la inclinaclon natu­ral que le empuja á gozar el mayor número de placeres, no inquietánd<Ae por las ideas mora­les y los motivos de un órden superior, que ca­lifica de puras i lusiont:s.

Los representantes de la escuela materialista se hallan dominados por la manía de ensalzar al bruto para rebajar al hombre. No bastándo­les predicar una doctrina que hace del hombre un escla\'O de la materia , sin libre albedrio, y que inevitablemente ha de acabar por embru-

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- "< -tecerle , no se cansan de anunciarnos, en todos los tonos imaginables , que el hombre no es, hablando con propiedad , otra cosa que una bestia, probablemente oriundo de la raza cua· drumana (Bfachner , 87)1 y que debemos apre· surarnos á desterrar de nosotros ese orgullo por el que nos creemos superiores á todos los animales , á fin de que se arraigue en nos· otros más y más la co�ciencia de ese pedestre origen , que nos hace descendientes del mono. Por la carne , segun él , llegamos al espíritu, si es que puede hablarse de espirito en tal sis­tema , porque, como dice Feuerbach , «donde no hay alimento no hay carne, donde no hay c�rne no hay cerebro, y donde no hay cerebro no

' hay espíritu.• EntOnces el hombre des­

ciende bajo el nivel del bruto,_ porque éste, á lo ménos, tiene su instinto que le guia , mién­tras que aquél camina al azar donde le impele el aguijon de sus pasiones desbordadas. Si el estado moral é intelectual del hon1bre no es susceptible de mejoramiento, si se halla nece­sariamente delerminado por el estado corpo­ral y fisico , entónces la esclavitud es de insti­tucion natural , porque la Naturaleza ha dado

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- 2115 -á los negros un cuerpo robusto y un cerebro flaco, y á nosotros todo lo contrario, eviden­temente i fin de que ellos trabajen para nos­otros y de que nosotros pensemos por ellos, ni más ni ménos que como empleamos en nuestro servicio las bestias de carga , toda vez que el negro es tambien un sér de distinta es­

p"ecie que la nuestra, hecho por la Naturaleza para el fin indicado.

La idea de humanidad supone esencialmen­te la unidad y espiritualidad de la especie hu­mana , que no encuentra su garantía sino en Iá. doctrina bíblica de la descendencia de una sola pareja humana. Si el materialismo es ver­dadero, el derecho del más fuerte es el único derecho natural , porque entra�a la domina­cien por un lado y la servidumbre por otro. Vogt se lamenta de que se abuse de sus prin­cipios para justificar la esclavitud. ¡ Como si estuviera en poder del hombre detener las consecuencias que necesariamente se deducen de los principios que sienta !

Si e l hombre no es más que la resultante de padres y de nodriza 1 de l ambiente y de la· temperatura, del sonido y de la luz , de ali-

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- 286 -mento y de vestido1 entónces no es él el que se determina libremente, sino que se halla determinado por causas á las que le es impo­sible sustraerse¡ entónces desaparece toda li­bertad IIUiral y toda responsabilidad¡ nO hay ni virtud , ni vicio, ni recompensa ni castigo; entónces el malvado no pasa de ser UJl des­graciado, más digno de compasion que de castigo.

« Si un hombre de E�tado ó cualquier sabio de gabinete nos objetára que quien niega la voluntad Ubre no puede aspirar ni pretender l a libertad, le responderia que es libre aquel que siente placer en tener conciencia de sus necesidades, de sus derechos y de sus límites» (Moleschott). «En tal cnso, dice con razon Schaller 1 cuando se trate de un hombre do­minado por las pasiones sensuales, imicamen­te debe exigirsele que sienta con placer su su­jeden. Por este medio habrá alcanzado el último grado de la libertad humana. Pero se­mejante «conciencia, acampanada del placer,» es una contradiccion del sistema 1 pue!to que ao depende del libre albedrío del hombre el que tenga conciencia de su fin con placer 6

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- tl7 -con dolor, desde el momento que todo se go­bierna por una ciega necesidad.• (Alnla y cuerpo , 77 . ) Por lo demas, .esas consecuencias �e la doctrina materialista han penetrado ya en la vida práctica. «Comprenderlo todo es perdonarlo todo » , ha dicho Moleschott.

Si en realidad no existe más que la materia, Dios no es más que un nombre \'ano, la reli­gion un sueño empezado hace algunos milla­res de años , en el qne, sin embargo, no puede comprenderse cón1o ha podido el hombre, á pesar de las cadenas de la fatalidad que suje­taban su vida, su inteligencia Y su voluntad, levantar el vuelo y remontarse hasta el pen­samiento de Dios , ni mucho ménos cómo la materia, causa universal y única , ha podido producir un efecto que la es contrario, es de­cir 1 la idea de un espíritu infinito. Tal consi­deracion, sin duda, arranca 6. Vogt la horrible confesion siguiente : « La existencia de Dios es

un contrasentido¡ la responsabilidad del hom­bre es un contrasentido ; la supervivencia del alma humana es un contrasentido.» ( Imdg�­

nes, 366 , 37 1 , 386.) Si únicamente existe la Naturaleza, entón-

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ces todos los progresos de la humanidad , todo cuanto el hombre ha hecho de notable en re­ligioñ, en las artes, en las ciencias, en poesia¡ en una palabra, toda la civilizacion no es más que una excitacion bastante enérgica de los aparatos cerebrales movidos unos por otros, y el estado salvaje, por consecuencia:, es el esta­do normal de la especie humana , puesto que , en efecto, el salvaje se ha desembaraT.ado ra­dicalmente de todas las ilusiones, no habiendo conservado ni la menor huella de cultura. Entónces la moral , la suma de padres y no­driza , el producto de las influel!l.cias que han ejercido sobre nosotros diferentes circunstan­cias exteriores, los tiempos y las ideas, no son más que una antigualla que se puede perfec­tamente echar á un lado como una carga que estorba y que importuna á la ngrodaOle sen­.r�taltilad, aunque por este medio pierda el hombre su libertad, su inteligencia, su honra­dez , y llegue á. caer inevitablemente en la ig­norancia, el salvajismo y en la barbarie más absoluta.

Echemos una mirada sobre el camino que llevamos recorrido y resumamos brevemente

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esta discusion. El materialismo de nuestros dias ha expuesto en sistema y procurado for­mular científicamente las aspiraciones y los deseos de los partidarios de la em:mcipacion •

de la carne, y de los apóstoles de la rehabili­tacion de la materia 1 que tanto rui.do han he­cho en estos últimos tiempos¡ de esa rehabili­tacion que Heine ha descrito con más fran­queza que nadie cuando dice : «No queremos la abnegacion 1 queremos placeres 1 voluptuosos bailes de ninfas, el néctar y la ambrosía. ¡Oh ! Si el mundo nunca hubiese creido en Dios, hubiera sido más dichoso »- , siquiera más tar­de, en el lecho del dolor, en su sepulcro de colchones, como él le llamaba, hiciese la si­guiente confesion : c Fuf partidario de esta doctrina miéntras que la of predicar en los salones; pero empecé t cobrarla disgusto des­de que los toscos operarios de la escuela de Weitling me la explicaron. •

Segun estos hijos d e l a materia, l o sensible es lo único real y verdadero, y el placer sen­sual el fin supremo de la vida 1 por lo cual no vacilan en asegurar que el cristianismo ha co­metido una injusticia con la carne predicando

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cl desprendimiento y la abnegacion , y que es preciso ensab:ar de nuevo la carne rehabili­tando la dignidad de la materia. En adelante sólo se dirá con Bettina : « La carne se ha he­cho espíritu » ; tal es la corta pero significativa fórmula de todas las aspiraciones materialis­tas. Ya se encubra bajo un manto ñlosófico ó poético, ya se presente en la realidad y des­nudez de su horrible naturaleza, el materialis­mo no es mis que el bajo y grosero deleite de los sentidos. Su reinado baria imposible la vida social y setialaria el fin de la sociedad humana , puesto que un estado semejante de cosas serfa la guerra de todos contra todos; un combate á muerte entre dos. bestias feroces que se disputan una presa, en el que única­mente la violencia y la astucia, tal cual apa­recen en la Na.turaleza, podrían tener dere­chos. Entónces habria un desbordamiento de salvajismo tal , como no se ha visto nunca en el mundo ¡ en \"CZ de la castidad, del derecho, del deber y de la caridad, prevalecerían la lu­juria, la fuerza, el capricho, el egoismo y el ódio, y toda la especie humana se consumiria en h prosecucion del placer y del deleite.

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- 291 -Pero no, esto no sucederá. Podrán algunos

hombres extraviarse y perecer¡ la humanidad entera no podrá admitir jamas una doctrina que la conduciria necesariamente á su ruina, que destq1iria todas las condiciones cle su existencia ; pues eso sería suicidarse. En cierto ntodo podrémos aplicar á nuestra doctrina las palabras con que trata de consolarnos el mate· rialismo por boca de Büchner : «la verdad se mantiene incólume sobre todas las cosas divi- · nas y humanas:. , suceda lo que quiera.

SuPLEMENTO. Considerado sólo bajo el pun­to de vista teórico, el materialismo no es más que una especie de reaccion contra el inmode­rado espiritualismo que adoptó la filosofía nlo· derna de Descártes. Pero al huir de un exceso ha incurrido en otro, y si aquel sistema cles· preciaba y desconocia el cuerpo en el hombre, éste desconoce el alma. Platon en la antigüe­dad y todo el mm•imicnto filosófico iniciado por Descártes y desarrollado por la escuela de Leibnitz-Wolff, rompiendo con las tradiciones católicas, consideraba al hombre como un es­pfritu al cual se le hubiera agregado un cuer­po. Asi la filosof�a platónica considera simple-

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- 292 -mente al cuerpo como sepulcro, cárcel del alma ¡ cadena que la tiene aherrojada i la ma­teria (Fedr. 82) . Conocido es el principio de Descártes (.Pniuipios de la filosofía , 1 , �� 8 y 9 ) : «Existimos sólo porque pensamos. »

Methodio llamó la atencion acerca de este error en su escrito contra Orígenes (Epiphan. Haeres., LXIV , 1 1 ·63 ) . Segun esta doctrina, el alma y el cuerpo son dos sustancias diferen· tes , que obran recfprocamente una sobre otra, hallándose en una relacion semejante á la del piloto y su barco, el jinete y sq caballo , y en general , el motOr y lo movido¡ pero , como se ve, semejante doctrina establecia un dualismo de funestos resultados¡ dualismo psicológico que es una consecuencia natural y precisa de la teoría platónica de las ideas, que establece una oposicion, sin intermediario posible, entre el ideal y la realidad , punto que tomó Aris­tóteles como asunto cardinal y blanco de su po­lémica (Mclaj. , 1, 9 ; vu, 8¡ xu, 6), no sin afir­mar que «el objeto de la filosofía es estudiar y restablecer las cauSas del mundo real, para las que Platon no encontró explicacion alguna.• Con su doctrina de la preexistencia del alma,

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Platon no pociia evitar este dualismo 1 ni tam· poco su teoría de las ideas innatas , que es el postulado necesario de aquélla 1 segun lo hizo ver Santo Tomás (Srmza, I, cu. LXXX\" , a. 1 ) . Admitido esto, la primera cuestion que urgia resolver es de qué modo el alma y el cuerpo obran entre si reciprocamente. Pues bien, para resolver este problema se idearon tres sistemas : el de la armonía preestablecida, de Leibnitz¡ el de las causas ocasionales, de Geu·. lincx 1 disclpulo de Detteártes 1 y el del influjo físico. Segun el primer sistema, Dios es la única causa del acuerdo que existe en el hom­bre entre las sensaciones físicas y las modifica­ciones del alma, así establecido desde un prin­cipio. Desde luégo se echa de ver que este sis­tema tiene el defecto de ro¡g.per la unidad esencial del hombre, sustituyéndola por una simple yuxtaposicion del alma y del cuerpo. Segun el sistema del ocasionalismo , es Dios mismo quien , con motivo de una modificacion del espirito, produce una correspondencia en el cuerpo y vice-veraa ¡ pero aquí tambicn des­aparece la Únidad esencial, la compenetracion del alma y del cuerpo , verificándose una peli- .

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grosa aproximacion á la doctrina panteista. El tercer sistema atribuye la razon de la in­fluencia reciproca entre el alma y el cuerpo á la accion de cada uno de ellos en el otro¡ ac­cion que se ejerce ya inmediata 1 ya mediata­mente por inedio de un agente semiespiritual, semimaterial , espfritu nervioso, cuerpo ner­vioso , éter nervioso, cuerpo etérico. Pero este sistema adolece del grave error de considerar el alma como establecida en una parte deteT­minada del cuerpo, admitiendo una particular residencia del alma que no sabe precisar, y de considerar al cuerpo como una sustancia per­fecta que existe al lado del alma 1 pero no en el alma y por el alma. Por lo demas , ya se ve que esta doctrina no aclara nada.

Tambien el error de la filosofía de Gü.nthcr es la consecuencia lógica del dualismo , ense­ñado ántes de él por las escuelas filosóficas¡ pues si se admite el organismo corporal como algo subsistente por si mismo é independiente del alma, Gü.nther tiene razon en decir que es necesario aceptar un nuevo principio organiza­dor y una especie de alma natural, indepen­diente de la espiritual racional.

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La escuela católica, desde la defiriicion dada por el Concilio de Viena en 1 3 1 1 , babia soste­nido siempre firmemente el principio de que el alma es la forma sustancial del cuerpo , es decir, que el alma y el cuerpo forman un mis­mo sér y un solo sér , una sustancia única¡ de tal manera, que ni el cuerpo aislado ni el alma por sf sola constituyen la esencia del hombre. El organismo corporal vh•c, es y llega á ser lo que es, solamente por el alma 1 que eleva la materia á su propio sér ¡ doctrina que Santo Tomás expone de este modo : «El alma es aquello en que subsiste, que está en comuni­cacion con la materia corporal , de la cual y del alma intelectiva resulta una sola cosa, de tal suerte, que lo que es propio de todo el compuesto, lo es tambien del alma.» (St�ma, 1,

c. LXXVI , a. 1.) Y en otro lugar : « El alma tiene una existencia subsistente . . . . . Sin embar­go, para la comunion de este sér recibe al cuerpo, para que de esta manera sea un sér el del alma y el del cuerpo, que es el sér del hombre.» (De spirit. crea/. , a. 2.) La forma sustancial y la forma accidental difieren entre sí en que «la forma sustancial constituye el

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sér simple y su sujeto es un sér solamente en potencia¡ miéntras que la forma accidental no hace el sér simple, sino que sólo hace que sea el sér tal , de tal tamai\o 1 6 reve-stido de tal modo de existencia, porque su sujeto es un sér en acto. • (L. c., cu. LXXVII , a. 6, C. Gent.

u, 68 .) Asi es como la Creacion entera encuentra en

el hombre su cima , su complemento, su coro­na, y donde aparece por todas partes el fin en una serie progresiva y dispuesta con sujecion á un plan 1 desde lo más bajo hasta lo más alto ¡ fin en el cual la ciega materia hállase asociada á la vida del espíritu inteligente y libre , como espiritualizada y glorificada en cierto sentido.

l Pero cómo puede permanecer el alma, que es libre y espiritual , en el mismo estado y sin convertirse en corporal, siendo la forma del cuerpo? Hé aquí de qué manera contesta· ha Santo Tomás esta objecion : « Cuanto más noble es la forma , tanto más domina á la ma­teria corporal , y tanto ménos se sumerge en ella y tanto máS la aventaja por su operacion y por su virtud . . . . . como el alma vegetal aven-

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- 197 -taja. á la forma elemental y el alma sensible aventaja al alma vegetal. Mas el alma humana es la última, ó sea la m;is Superior, en la no­bleza de las formas. Por lo cual excede á la materia corpórea en cuanto que tiene ciena operacion y cierta virtud 1 de la que de ningu­na manera participa la materia corporal , y esta virtud se Jlama entendimiento.»

Como se ve , esta doctrina ensefl.a una cosa que la experiencia confirma plenamente¡ es decir, la union íntima dtl alma y del cuerpo, la unidad del ser humano : unidad de tal naturaleza, que el cuerpo no podria obrar sin el alma, ni el alma sin el cuerpo. Pero la filosofia moderna ha resuelto todo lo con­trario : haciendo del alma y del cuerpo dos cosas distintas¡ dotando d. cada una de ellas de vida y de actividad 1 las considera más bien como yuxtapuestas que unidas esencial­mente. La ciencia moderna ha dividido lo que está estrechamente enlazado, y en lugar de una simple distincion , ha sentado una oposicion.

Pero la separacion introducida por el filoso­fismo moderno en la ciencia del hombre , no

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- =98 -podia satisfacer mucho tiempo á los espfritus investigadores , sobre todo cuando cada indi­viduo lleva en si la conciencia de su unidad esencial. Muy luégo se declaró unánime la opinion contra ese dualismo¡ todos buscaron la unidad , los unos en el idealismo, los otros en el materialismo. El idealismo considera el espíritu pensador 1 el yo , segun decían las mencionadas escuelas 1 como el sér verdadero y total del hombre, que produce de sí mismo todas sus ideas y conocimientos, sin necesidad de órganos corpóreos , que hasta son para él una carga , miéntras que la secular doc­trina católica sostiene que el espirito sin el cuerpo no es siquiera hombre, no es persona humana. El materialismo, po1· el contrario, apoyándose en el hecho incontestable de la influencia ejercida por el cuerpo sobre el es­píritu , buscó la unidad en el o:rganismo cor­póreo y consideró el cuerpo, la materia, como el verdadero y total sér del hombre, soste­niendo , por consecuencia, que el cuerpo es el principio exclusivo de toda la actividad hu­mana. Ambos sistemas son igualmente falsos y acusan un completo desconocimiento del

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- :99 -sér humano, de la verdadera naturaleza del hombre.

Efectivamente, el hombre no es sólo alma ni cuerpo solo , es un alma, por decirlo así, corporificada y un cuerpo habitado , compene­trado, vivificado por el alma. Esto lo demues­tra ya la experiencia diaria ; así decimos : el hombre piensa , quie_re, crece, envejece, mue­re , y no decimos el espíritu quiere 1 se desar­rolla , piensa, envejece y muere. Nunca el lenguaje usual , expresion natural de los jui­cios de la Naturaleza, ha dividido al hombre, ni ha considerado sus actos como exclusiva-' mente espirituales, sino siempre como actos humanos, es decir, corporales y espirituales a la vez.

De aquí nació pronto un segundo error, no ménos rico que el primero en funestas conse­cuencias. Considerando el cuerpo como u n todo, aparte y subsistente e n sí mismo, fuera del alma 1 confundiósc á ésta con una de sus principales y más altas facultades, la de pen­sar , tomando el espíritu inteligente por la esencia misma del alma. Asf , por ejemplo, dice Troxler, «que no hay vida anímica in-

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_ ,. _ consciente, sino que la conciencia de la vida del alma se manifiesta de diversas maneras.• (Rev. de Fichle, xvn , 236.) Y sin embargo, la sensibilidad y la fuerza plástica que nutre y hace crecer al cuerpo, potencias vegeta­tivas y sensitivas, son, Io mismo que el pensa­miento consciente, potencia intelectiva , facul­tades de una misma y sola alma. Pero si el alma es la conciencia y nada más que la con­ciencia , es preciso afirmar que aquélla cesa necesariamente de existir cuando la conciencia se desvanece¡ por ejemplo, en el desmayo y en el sueno. El materialismo tiene razon contra esta falsa suposicion cuando sostiene que el alma ceu. efectivamente de exi�tir durante el sueno.

« El estado del suei\o nos suministra una prueba directa de que el alma perece. Por efecto de circunstancias que afectan al cuerpo se paraliza, por algun tiempo, la funcion del órgano pensaC:.or en el sueno, con , lo cual se aniquila el alma en el genuino sentido de la palabra.� (Büchner, l. c., u¡.)

Pero esta suposicion , que nació de la pri­mera , es tan falsa como ella. La conciencia y

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- 301 -el pensamiento son facultades del alma , y de que suspendan sus funciones durante el sueilo no se deduce en modo alguno que no conti­núe �iviendo y obrando el alma en otras fa­cultades, v. gr. , en la potencia \"egetativa , que nunca tiene mayor actividad que en aquel estado particular del organismo.

cLa misma inmaterialidad de la sustancia inteligente creada no es su entendimiento, sino que por esta inmaterialidad tiene virtud para entender. Por donde se ve que no debe decirse que el entendimiento es la sustancia del alma sino su virtud y potencia.,. ( S11ma, I, r.xxiX,

a. I . ) «Puede decirse que el alma entiende como se dice que el ojo ve; pero con mb pro· piedad debe decirse que el hombre entiende por el alma. • ( Id. , c. XLV, a. u.)

Si cuando en e l siglo xvn concibió Stahl la idea de que el alma es linicamente la que crea y forma el 'organismo , hubiese tenido concepto más claro de esta formacion, habria segura­mente comprendido la verdadera naturaleza de estas relaciones 1 es decir, habria compren­dido la distincion entre la vida consciente é inconsciente del alma. Con mucha oportuni-

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_ ,., _ dad dice este autor : «Las operaciones invo­luntarias é inconscientes del organismo se hacen seguit razon (rah"one); pero no segun razonamiento (r�tiodnio ).» (Caro, Histori'a del

desenvo/vi'mi'ento del nltna, . 19 . )

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CONFERENCIA SETIMA.

EI. HOMBRE.

¿ Quién eres t(J ? Esta es la cuestion que nos hemos propuesto en la conferencia anterior; y hemos oido la resolucion que dos sistemas opuestos dan al problema. 1ij hombre, dice el idealismo, es un es.piritu unido accidental y exteriormente á un cuerpo material; y hemos demostrado la falta de solidez y la arbitrarie­dad de esta opinion , porque de ser cierta, ¿ para qué habria formado el Creador esta asociacion accidental y pasajera entre alma y cuerpo? En este supuesto, _no sería un au­xiliar lo que el espíritu habria recibido 1 sino una carga que se veria obligado á echar de si, desembarazándose de ella lo mis pronto posi-

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- 304- -ble. El hombre, dice , por el contrario, el ma­terialista, no es más que cuerpo, materia , y lo que denominamos alma , es simplemente una propiedad de la materia, que por sí sola com­pone este peregririo conjunto que se llama hombre, con todas sus energias y fuerzas • • . . •

Tambien hemos demostrado l o imposible y absurdo de las ideas materialistas, la falsedad de sus pruebas y la contradiccion intrínseca que implican.

Resulta demostrado hasta la saciedad que estos dos sistemas son exclusivistas, tan exclu­sivistas, que sólo abarcan una faz de la cues­tion , y tan insuficientes é impotentes, que no explican la verdadera naturaleza del hombre. Por lo tanto, despues de estudiada su doctri­na surge otra vez la misma pregunta. ¿ Quién eres iú ? ¿ No tiene la ciencia otra respuesta que darnos? ¿ Acaso estará el hombre conde­nado á fluctuar perpétuamente entre lo más alto y más bajo que existe, sin poder dar nunca con su verdadera patria , ora elevado á las ver­tiginosas alturas de la divinidad , ora precipi­tado y hundido en el fango donde se arrastran el gusano y el reptil, y en solidaridad de ma-

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- sos -teria con ellos ? ¿No llegari nunca el hombre a saber con certeza cuál es so origen y cuál es su destino, es decir, de dónde viene y adónde va?

Sí , ¡ lo sabrá! ¡ La Iglesia hace mucho tiem­po ha despejado la incógnita de tan importante problema! « El hombre se compone del alma inteligente y de la carne.» ( Simbo/o de Sat� Attmosi'o . ) Y la Sagrada Escritura ha resuelto hace siglos el problema, diciendo, de un modo tan prec� como elocuente : « Rl cuerpo vucl­''e á la tierra de donde salió , y el espíritu á Dios que le ha engendrado , ,. ( Eclesi'ds#­

co , xn, ¡ . )

Esta palabra d e l a Sagpada Escritura, expli­cada por la Iglesia, nos revela la verdadera naturaleza del hombre y su destino. Resumi­rémos esta doctrina , exponiendo y desarro­llando las tres siguientes proposiciones :

J .ft El hombre tiene un alma ; luego está par encima del mundo n:.aterial.

2.� El hombre tiene un alma racional y libre ; luego es superior al mundo de los ani­males irracionales.

3.• El hombre tiene un alma inmortal ¡ lue­go es superior al mundo pcl"c(:edero.

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_ ,. _ El hombre tiene alma. Despues de lo que

hemos expuesto, parece supérftuo desarrollar tan evidente proposicion¡ y, sin embargo, es preciso evidenciarla más, es necesario estable­cerla con toda la energía y la fuerza de que es susceptible. Por el pronto, la enunciacion sola del principio destruye el dogma fundamental del materialismo, (J,ue niega el alma, no dis­tinguiéndola de las propiedades y de los ca­ractéres de la materia. Por otra parte 1 la de­mostracion de esta verdad servirá para asentar los principios que demuestran. nuestra segunda y tercera proposicion. Preguntemos , pues , en primer término : ¿ qué es alma , t qué damos el nombre de alma ? Y para que la respuesta sea clara , refirámonos al concepto de la vida y digamos : ¿ qué es la vida ? ¿Á qué llamamos sér viviente ? La respuesta no es muy difici l ¡ nos l a da ya e l lenguaje usual , que en el fondo encierra siempre un pensamiento verdadero. Llamamos, pues , sér viviente t todo lo que se mueve¡ lo que no se mueve está muerto. Se­gun esta definicion , hasta un niño sabe dife: renciar un animal muerto de uno vivo. Vivir, por lo tanto , es sinónimo de moverse por una

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fuerza interna de tal manera 1 que el motor y el movido son un solo y mismo sér 1 á diferen­cia del movimiento que se produce por efecto de una impulsion externa.

Es la definicion de Santo Tomás ( Suma , 11 cu. xvm , a. 1 ) 1 y no la iguala ninguna de las definiciones modernas ni en claridad, ni en penetracion, n i en profundidad. Hufeland de­fine la vida como la actividad de las fuerzas orginicas ; Bichat ( lttvCsh"gaci'otleS jisioMgi­

cas , 11 a. 1 ) , dice que es una lucha contra la muerte ; Cuvier (El Reit1o tmimal, intr. , I�) , la aptitud de asimilar los elementos exteriores alorganismopermanente¡ Fichte(A.fdrop., 1 63), la conservacion del organismo por si mismo ; Schopenhauer, el estado de un cuerpo que con­serva su forma esencial en medio del continuo cambio de la materia. Santo Tomás tuvo por antecesores á Aristóteles (Ff.r. , vm, 4. - Dc

anima, 11 :z) y á Platon, que da la definicion siguiente : « Lo que se mueve desde fuera es inanimado ; lo que se mueve por s{ mismo de dentro es animado.»- (Ji'edr., 245.)

El cuerpo vivo se mueve á sí mismo¡ la fuet:za y el efecto están en un solo y único

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_ ,. _ cuerpo¡ el cuerpo vivo lleva , pues , en sí mis­mo el principio y la fuerza de que proceden todos sus movimientos, toda su actividad. El animal irracional, por ejemplo , se lanza sobre su presa 6 huye del enemigo por la fuerza que le es inherente; miéntras que el movimiento de la piedra que recorre el espacio no parte de la misma piedra, sino de la mano que la arro­ja. Por eso decimos que el animal es un sér vivo, la piedra un cuerpo muerto. De la mis­ma manera llamamos cuerpo orgánico, orga­nismo , al cuerpo que por sí solo se pone en movimiento, y mecanismo al que se mueve

· por el esfuerzo de la voluntad de un organis­mo. Por ejemplo : el mejor cronómetro no es más �ue un mecanismo ; por el contrario, la planta más sencilla es un organismo, porque sus flores y sus frutos son el resultado, el pro­ducto de una fuerza que reside en ella y que le es propia. De aquí proviene el que las cien­cias naturales dividan todos los cuerpos : en cuerpos organizados, ó sea aquellos que poseen un principio vital , á los que es inmanente la fuerza del movimiento propio, animales y ve­getales ¡ y en cuerpos inorgánicos, los min?"a-

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, - 309 -les. Ahora bi.en ¡ allí donde exista un alma se encuentra tambien un principio inmanente de actividad ; pero no por eso puede establecerse ni ser \-"erdad la recíproca, no pudiendo decir­se que existe un alma donde quiera exista ac­tividad inm;\nente, es decir 1 vida. Dios es la vida , posee la vida en sí misrr. o ; pero ¿ quién osa decir que Dios es un alma , ó que lo son los espíritus puros? Y , sin embargd, decimos: las almas de los muertos. De lo que se deduce que el alma es el cuerpo vital de los seres cor­póreos.

De cuanto precede es fácil deducir el con­cepto adecuado del alma. El alma es el princi­pio vital del sér organizado; principio inma­nente, inseparable y causa de todas sus mani­festaciones y movimientos. « El acto primero del cuerpo físico-orgánico que elf potencia tie­ne vid u, es la definicion del alma admitida desde Aristóteles. (De otzñlla, 111 x .) El alma, pues , es el primer acto por el cual el cuerpo adquiere existencia real, miéntras que los de­mas actos son secundarios y no tienen lugar sino en virtud ll_el primero . . e Aristóteles no dice Unicamente que el alma sea el acto del

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cuerpo solamente, como si el cu�rpo, en cali­dad de tal, ya existiese ántes qUe se le agregá­ra el alma , sino el acto de un cuerpo natural organi.�:ado y que posee la potencia de la vida, potencia que no implica en nada la negacion del alma, de donde resulta claramente que en la idea del sujeto de que el alma es el acto se encuentra la idea del alma ; así 1 cuando se dice que el calor es el acto (la accion) de un cuerpo cálido, y la Ju¡: el acto de un cuerpo luminoso, no se entiende que el cuerpo luminoso existe en tal estado sin la luz 1 sino que únicamente este cuerpo es así por la luz. Pues lo mismo ocurre cuando se dice que el alma es el acto de un cuerpo, etc. ; si asr se dice es porqu� se sobre· entiende que por medio del alma, por su ac­cion , se convierte en hecho el cuerpo humano, se organiza y posee la vida como potencia. Pero se dice acto primero con relacion al acto segundo , que es operacion , pues tal potencia no excluye el alma.:. (Sttma, LXXVI, a. 4.)

Para distinguir el alma del espíritu puro dice la escuela: «Liámase alma el primer prin­cipio de la vida en aquellas cosas que nos ro­dean ¡ es evidente que aquello por lo que vive

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- 3n -el cuerpo es el alma ; mas vivir es ser del nt;a­mero de los vivientes, pues vivir es el acto por el que el ccerpo humano tiene sér real y es su forma; por tanto , el alma humana es la forma del cuerpo. » Y como entendian asi los antiguos al alma ! daban con razon alma á. las plantas , comprendiendo como tal la potencia organizadora y plástica que modela el cuerpo y le conserva. Mas si entendemos por alma u n sér sensible, tal concepcion e s á todas luces errónea. «Ordinariamente (Schaller, Ct�erjo y alma, 1 76) se identifica el alma y la sensibili­dad de tal modo 1 que el alma puramente plás­tica y modeladora no se considera como alma. Ejemplo de ello la planta : está animada por­que lleva en si misma su principio organiza­dor ¡ pero carece de sensibilidad.» La Sagrada Escritura atribuye tambien vida á las plantas, es decir 1 movimiento del interior, cuando dice : « No revivirá lo que tíi siembras si no muere ántes . » (r, Cor. , xv , 36.)

Una ojeada sobre la Crea.cion nos permite ver tres grandes órdenes de seres organizados, tres grandes esferas de actividad vital. Los seres comprendidos en estas tres esreras llevan

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en si un principio que tiene In virtud de for­mar y de conservar el organismo, es decir, el principio vital ¡ el alma , en una palabra. En los organismos del reino vegetal este principio vital está indisolublemente unido á los órga­nos , obra por los órganos y sus elementos constitutivos, fuerzas y leyes 1 abarcando tan sólo su organismo particular, es decir 1 l_e nu­tre , le hace medrar y le propaga, y no pasa más léjos en su accion. Sin embargo, este prin­cipio es superior á lns simples fuerzas de la materia 1 puesto que posee una actividad que se desarrolla de dentro afuera , apoderándose de la materia y sir\'iéndose de ella 1 segun lns leyes que le son propias. Este principio pro· duce la vegetacion, y es por lo que le llama­mos principio vegetal, alma vegetativa de la planta. Tambien en los animales este principio vital está íntimamente enlazado con el orga­nismo corporal , del que se sirve , pero nunca obra sólo en virlud de propiedades puramente corpóreas. Ademas, su accion no se ejerce tam­poco exclusivamente 1 como en la planta, sobre su propio cuerpo, sino en todos los objetos perceptibles por los sentidos. Este segundo

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principio vital produce la sensibilidad y el movimiento voluntario, por lo cual le llama-· mos alma sensible de los animales. «En la úl­tima clase de las operaciones del alma e.xiste la que se ejerce por un órgano corpóreo, y en virtud de la cualidad misma corporal ¡ pero siempre es superior esta accion á las operacio­nes de la naturale;;:a corporal, porque los mo­vimientos de los cuerpos son el efecto de un principio exterior, miéntras que las operacio­nes de la especie indicada provienen de u n principio intrínseco.»- ( Suma, 1 1 c u . LXXVIII, a. 1 .-Aristót. , D4 atzilmr, n , 2 , 3.) «La vida orgánica se caracteriza por el imperio y la do­minacion de la idea ¡ ella es la que, para reali­zar un pensamiento, establece un convenio entre las fuerzas universales de la Naturaleza. Estas fuerzas se subordinan á un objelo y has­ta componen, de una combinacion semejante, formas desemejanteu (Burdach, Antrcp., 6o5.)

« Hay otra operacion del alma que se ejerce, á la verdad, por medio de un órgano corpo­ral , pero sin implicar ninguna idea de calidad material (porque la sensibilidad no es el sim­ple efecto de una fuerza corporal). Tal es la

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operacion del alma sensible. » (Santo Tomás.) « La diferencia esencial entre la planta y el animal consiste en que en la planta la vida es simplemente exterior, miéntras que en el ani­mal es interior. La vida del vegetal no sale nunca de la esfera material, y esta dirigida ex­clusivamente á la conformacion de la planta; en el animal , por el contrario, la vida no tiene por exclusiyo objeto la formacion del organis­mo, sino que se enseñorea de este organismo y tiende á apropiarse su existencia y á regirla ... . . La planta no tiene , pues , n i la interioridad ni la unidad de la vida animal , y es impoten­te para determinar movimiento alguno inicia­do por el sentimiento propio , no pudiendo ve­rificar sino los movimientos que dependen de la atraccion 6 del cambio del estado de cohe­sion. » (Burdach, 6oS.)

Por último , se nos presenta la vida en una forma mucho más elevada , en la que el prin­cipio vital no obra ni por un órgano corporal ni por propiedades materiales , sino que des­pliega su actividad inmediatamente y por si misma, no solamente sobre los objetos percep­tibles con los sentidos, sino sobre todo el im-

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- 31S -perio de la verdad. Tal es el alma racional, unida esencialmente con el cuerpo humano, juntando á las potencias vegetativa y sensitiva el ejercicio del pensamiento y de la libre vo­luntad. Hé aquí cómo explica esto. el Doctor Angélico : « Existe cierta operacion del alma que se eleva de tal modo sobre las condiciones de la naturaleza fisica, que para su ejercicio ni áun necesita los órganos del cuerpo. Tal es la operacion del alma inteligente. :o ( Santo To­más , l. c. )

Lo mismo que el animal reune el principio vegetativo de la planta con el alma sensitiva, el alma racional resume en ella las formas vi­tales inferiores de la planta y del animal. En efecto, el hombre se nutre y crece, como la planta, posee el sentimiento y el movimiento del animal , y lo que le distingue de las espe­cies inferiores y le hace hombre es la vitalidad del tercer grado , de que él solo disfruta ¡ la vida de la inteligencia y de la libertad 1 que tiene su raíz en un espiritu consciente y per­sonal.

«Tenemos de comun con las plantas la vida física, y la sensibilidad con los animales.» (Au-

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gust. Civ. Dei, v, 2.) « Y el espíritu no comu­nica la vida sino á. los miembros que compo­nen el cueipo, porque posee tambien el poder vegetativo. • (h1 joan. Trnct. XXVII , 6.)

«Conviene distinguir cuatro grados de cosas inferiores , por cuyo conocimiento llegamos al conocimiento del hombre mismo. Pues todo lo que existe , ó existe únicamente y no vive, ni siente ni entiende , ó existe y vive solamen­te 1 ó existe 1 vive y siente , ó por último , exis­te , vive , siente y entiende. Por tanto , como todo lo que existe en las cosas de los tres gra­dos inferiores se halla en el hombre, que for­ma el cuarto grado, no puede ménos de suce­der que haya una ec:traordinaria union , con­\·eniencia y casi relacion del hombre con todas las demas criaturas inferiores ; mas, no obstan­te, debe tenerse en cuenta que todas las cosas que �as criaturas inferiores tienen separada­mente las reune todas el hombre en su perso­na. • (Sabunde, Teol. '"'ttu·. , introd., 1 . )

En virtud de esta unidad de l principio vi­tal , alma , en el hombre concurren en un mis­mo sujeto actividades diferentes y hasta opuestas, siquiera la diversidad de estas fun-

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ciones no impida que tengan su raíz comun en el mismo principio. Por 10 mismo se halla en el hombre una influencia mutua de las fa­cultades del alma ,

· recíprocamente impresio­

nadas ; as( un dolor violento, una pasion ar­diente , ofusca la lucidez y claridad del pen­samiento ¡ una profunda meditacion suprime ó debilita la a.ccion de las facultades inferio­res ¡ « lo que no tendria lugar , observa Santo Tomás ( Stnnn, I, c. LXXIX , a. 3), si el princi­pio de todas estas funciones no fuese único. » Esta influencia reciproca de la vida vegetativa y sensitiva sobre la vida espiritual, y vice-ver­sa , explica todO!i los fenómenos que el mate­rialismo

'considera como prueba de su teorfa.

La lucha interior de la carne contra el espfri- ·

tu , lucha que el hombre siente , léjos de pro­bar la existencia de dos almas , una corporal y otra espiritual, prueba precisamente lo con­ti-ario, es decir, la unidad del alma , cuyas diversas potencias son afectadas por objetos di­versos ¡ la sensibilidad por los objetos sensi­bles, la inteligencia por los objetos suprasen­sibles é incorruptibles. (Thom, Qtv.tflib. xr , qu. v, a. s . )

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- 318 -Hé aqui por qué la Sagrada Escritura y la

Iglesia dan el nombre de almas á las c almas de los muertou, porque estuvieron intes uni­das á· cuerpos, siendo el principio de su orga­nismo , y están destinadas á reunirse de nuevo con ellos un dia. Por el contrario, reservan el nombre de espirito para los ángeles, porque en ellos el principio del pensamiento y de la libre voluntad no es, al mismo tiempo , como en el hombre, principio del crecimiento cor­póreo y de la sensacion. La Sagrada Escritu­ra dice tambien : «el alma de las bestias:., para designar el principio de la vida animal. (L�­

t,it. Xvn , J I � 14 .- Lametl/. n, u.) De que el alma humana sea espiritual, no

puede, en manera alguna , deducirse que no sea tambien el principio de las funciones sen­sitivas y vegetativas. Porqne no es sólo el alma el sosten inmediato y el sujeto más pró­ximo de la vida vegetativa y sensitiva , sino tambien la potencia orgánica, el organismo de los sentidos, por ejemplo, que es vivificado é iluminado (informado) por el alma. Siguese de esto que el alma no es , como pretende Fichte (Anlroj., J 53), extensa é inextensa á un mismo

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tiempo, sino que el alma , simple en sí misma, vivifica, penetra y compenetra los órganos corporales , que son el objeto inmediato de la actividad sensitiva y vegetativa. « El alma es simple en su esencia, pero mUltiple en sus po· tencias y sus facultades� , dice Santo Tomás. (� an;,lt. , a. x ad 14) . Por eso reivindica com� suyas operaciones tales como la diges­tion y el desarrollo, que se efectúan sin su conciencia y hasta contra su voluntad, pues la conciencia no es la esencia del alma, es sen­cillamente una de sus facultades. El alma piensa directamente por sf misma ; pero vege­ta y siente m' y jor los órganos corporales. « Ciertas operaciones del alma tienen s� ejer­cicio independiente de todo órgano corporal¡ tales como comprender y querer¡ por consi­guiente, las potencias que son principios de estas operaciones residen en el alma como en su natural sujeto. Pero existen otras operacio­nes del alma que se realizan por medio de los órganos del cuerpo, como la vision por medio del ojo y la audicion por el oido¡ verdad exten­siva á las demas funciones que 1e refieren á la parte sensitiva y nutritiva del alma. Y hé aquí

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por qué laS potencias, que son los principios de tales operaciones 1 résiden en todo el compues­to como en su sujeto 1 es decir � en todo el hombre compuesto de alma y cuerpo y no en el alma sola ..... Todas las potencias del alma, sea que tengan por sujeto el alma sola ó el sér compuesto, emanan de la esencia del alma como de su principio natural. ( Stntlfl 1 11 c. 1.xxvn, a. 5 . )

Pero a l sostener y afirmar q u e e l hombre tiene alma 1 no hemos indicado aün con preci­sion la diferencia esencial que separa su vida de la vida animal 1 y Esto es lo que vamos á demostrar al desarrollar nuestra segunda pro­posicion. No obstante , con esto le asignamos ya un principio de actil'idad que rebasa . las fuerzas de la pura materia, produciendo efec­tos que no pueden explicarse por sólo las pro­piedades fílrico-qufmicas de los cuerPos. En otros términos, toda vida orgánica, sea huma­na , animal ó vegetal , exige una fuer2a vital, alma, que 1 cual una creacion nueva y más alta, se mantiene siempre sobre las fuerzas de la ma­teria muerta. Y con e¡_to hemos dado el golpe de gracia al materialismo, hiriéndole en el co-

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- 32 I -

razon. Porque el materialismo cae por tierra con sólo sostener esta afirmacion : el proceso vital con todas sus manifestaciones y activida­des no es otra cosa que el resultado de procesos mecánicos y qufmicos, el producto de ciertos elementos que , por combinaciones especiales, engendran la \'ida. « El alma no es otra cosa que un complexus de propiedades y de fuerza,, que da á luz un organismo determinado , ani­mal ó humano. » ( Burmeister, .FtKteras geoló­gicas, r, 2 5 1 . )

Tambien e l antiguo materialismo sostiene literalmente esta misma asercion : que el alma resulta de la combinacion de los elementos ma­teriales , lo que Santo Tomás refuta diciendo ( C. pnt., n, 62) : « El alma vegetal no puede producirse por la mezcla de los elementos; mu­cho ménos , por consecuencia, podrán serlo los sentidos y el entendimiento.»

« El alma no es un término colectivo , no es una suma , no es una resultante de todas las energías materiales particulares, sino , por el contrario 1 el principio creador, la potencia real del todo que mantiene unidos los elementos en la unidad que la ha formado. Nuestra vida cor-

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poral y espiritual es más bien la idea del yo, que se d�sarrolla y se manifiesta gradualmente. Miéntras que el sistema nervioso es el servi­dor fiel de sus pensamientos, sus sensaciones y aspiraciones y las corrientes nerviosas ni expli­can el pensamiento ni la sensacion , n i mucho ménos los producen.» (Huschke, C1·dn1!01 cere­bro y alma, 70. )

«Si la ciencia se viese precisada i recono�r una fu: rza vital , veriamos caer de un solo gol­pe nuestro principio de la universalidad de las leyes de la Naluraleza y de la invariabilidad del órden mecánico del mundo ¡ y nos vería­mos en la necesidad de reconocer que una po­tencia superior interviene en los trabajos de la Naturaleza , para crear leyes excepcionales que se escaparían á ·todos los cálculos : esto seria una brecha abierta en el edificio puramente natural del mundo; la ciencia se veria reduci­da á dudar de si misma, y allí tendría fin el es­tudio de la Naturaleza y del alma.:. ( Büchner, l. c., 245.) En términos mcis claros, el materia­lismo sería imposible.

Pero si la unidad orgánica del organismo \'egetal más sencillo es inexplicable por la sim-

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- 323 -ple mezcla de los elementos materiales 1 si exi­ge la intervencion de un principio nuevo y más alto 1 debe suceder lo mismo 1 y con más razon, con respecto á la sensibilidad del animal, y muy particularmente con respecto al pensa­miento y á la razon del hombre.

Y así es efectivamente, porque en realidad, ¿qué es organismo ? Oigamos sobre este asun­to á uno de los más célebres naturalistas de los tiempos modernos : «Hemos comparado el or­ganismo á un sistema de partes enlazadas en­tre sí para realizar cierto objeto, y cuya efica­cia depende de la armonía inalterable de los miembros componentes. El organismo semeja á una obra artística mecánica en la coordina­cien sistemática, dispuesta en vista de cierto objeto. Pero el organismo produce, en gérmen, e\ propio mecanismo de los órganos y le pro­paga. La accion de los cuerpos orgánicos de­pende no solamente de la armonía de los ór­ganos, sino que i su vez la armonía es un efecto del organismo propiamente dicho, y ca­da parte de este conjunto tiene su razon de ser , no en si misma , sino en la causa !!el todo. Una obra mecánica de arte se construye segun

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la idea que el artlfice tiene en la mente para realizar el objeto que �e propone. Pues tam·

bien existe una idea como base de todo orga­nismo 1 y segun el plan de esta idea están mol­deados todos los órganos conforme á su fin. Pero así como la idea se halla fuera de la má­quina , en el organismo sucede todo lo contra­rio , pues obra en él- mismo segun la ley que le ha sido impuesta.» Luego ya no es la materia tomada exteriormente la que forma la unidad y la armonía del organismo 1 sino que preceden la unidad y la armenia¡ « ella existe ya en gér­men , ántes que hnyan sido separadas las par· ticulas ulteriores del conjunto , y ella es la que produce, real y efectivamente 1 los elementos que entran necesariamente en la concepcion del conjunto.» (J. Müller , Fin'ologta , 231 V. Suplem. á las confer. IV y vn.)

Luego lo que realiza el organismo, tal cual es , es la idea inmanente al cuerpo, la cual ac· túa á la vez como tipo y como fuerza plástica. « El gérmen, simple célula , es el Lodo en po· tencia, y al desarrollarse el gérmen se originan de hecho las partes integrantes del todo.• (ldem.) Esta primera formacion y desarrollo

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de la célula es un hecho que no tiene semejan­te en toda la naturaleza inorgánica. Esencial­mente el mismo en las plantas y en los anima­les , demuestra de un modo contundente la unidad original de la fuerza y de la energfa que le producen.

Pues esta fuerza orgfnica, esta fuerza vital no es otra cosa que el alma que hace que el cuerpo viviente sea lo que es¡ por tanto , allí donde existe•vida y organismo existe fuerza vi­tal , existe alma. Y si el organismo no fuese más que el resultado de fuerzas materiales, toda combinacion convenientemente proporcionada de las mismas, deberia crear un cuerpo vi­viente. Pero A despecho del progreso de las ciencias naturales, no ba habido aún nadie á quien se le haya ocurrido seriamente sacar un cuerpo vivo de un crisol químiCo; y no sólo un cuerpo vivo 1 la ciencia no ha pensado siquiera en producir una planta 1 ni la más sencilla ho­ja d� una planta. Y sin embargo, los elemen­tos y partículas qufmicas constituth•as que for­man el cuerpo de un animal , �e conocen; es más , las relaciones en que se combinan pueden expresarse gráficamente en fórmulas aritméti-

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- 326 -cas, y sin embargo, la ciencia, con todos sus adelantos, no ha logrado compcner un solo or­ganismo. Si éste no fuera otra coaa que una combinacion de los elententos materiales, el problema estaria resuelto, porque las propor­ciones, y áun las condiciones de la mezcla, es­tán perfectamente determinadas y conocidas. Las ciencias naturales han logrado, es \·erdad, reproducir determinadas secreciones del cuer­po orgánico como la urea , á lo que Büchner da una importancia excesiva, desautorizada ex­presamente por Liebig cuando dice : « Pode­mos , sí, cambiar, aumentar, aniquilar la fuer­.ta activa que mantiene unidoa los átomos de las complexiones orgánicas. De dos , de tres, de cuatro átomos orgánicos combinados, pode­demos tambien, reuniéndolos en un conjunto, producir átomos de un órden más elevado¡ po­demos de igual manera reducir á un estado sim­ple los elementos compuestos, pero reproducir una sola complexion orgánica, ni iun ponien­do sus propios elementos en accion , es el im­posible de la ciencia, tan imposible que nunca conseguirá. reproducir la Química n i una célu­la, ni una fibra muscular , ni siquiera una sola

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- 327 -partícula del organismo dotada de propiedades vitales• ( Cal'las , 11 252) ¡ y mu�;ho ménos aún llegar! á producir un sér verdaderamente or· gánico que ejerta. todas las funciones vitales, que se alimente, se desarrolle, crezca y se pro­pague como los organismos que la Naturaleza forma.

La razon de esta imposibilidad es evidente¡ es que falta un principio esencialísimo que no está á disposicion de la ciencia : el principio vital, el t�lma, que sólo

. Dios puede comunicar

y comunica en la creacion de los seres, mién­tras que á. la ciencia únicamente le está per­mitido trabajar con las propiedades fisico­quimicas. de la naturaleza orgánica é inorgá­nica. Trivial y pobre es la evash·a de los partidarios de la materia cuando replican que la ciencia no conoce aún �ante los medios que la Naturalelta emplea, y que por eso no pueden áun imitarla¡ lo que en otros términos equivale a confesar la necesidad de esta fuerza particular desconocida en sí misma, pero infa­lible en sus efectos, que obra, que trabaja, á la que llamamos fuerza vital : j ALMA !

Idéntica confesion que la indicada se les

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escapa á. los ciegos partidarios de la materia, como Lotze, Virchow, etc. , cuando tratan de parapetarse tras expresiones como las que si­guen : « en ciertas relaciones, en combinaciones determinadas ( indeterminadas, deberian de­cir), bajo condiciones y circunstancias .particu­lares, la vida orgánica resulta de la accion combinada de los elementos materiales. Lué­go, «cuando les preguntamos en qué consisten estas condiciones particulares que impulsan á las leyes f"lSicas generales á la maniíestacion de la vida individual, nos responden solemne­mente : en la organizacion de la vida. ¡ Famo­sa. respuesta para darnos luz sobre asunto tan negro para ellos ! ,. (Feuchtersleben, l. c., 43.) Pero bajo esta evasiva, bajo estas respuestas vagas 1 surge el inevitable principio vital , «la forma especial del primitivo conjunto•, « pri­mera disposicion ordenada á un fi n ,. , como se dice, imponiéndoseles en el momento critico en que hacen más esfuerzos por

-olvidarlo. Por­

que precisamente este principio vital es el que ordena y dispnne en un cuerpo los elementos materiales que en él se encuentran, y él es tambien quien los agrupa , los mueve , los di·

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rige y quien hace concurrir al objeto definiti­vo y total las energfas inferiores de la mate­ria 1 que forma un solo todo de los elemen­tos diversos 1 constituyendo asi la unidad del cuerpo.

« Ó el cuerpo vive, porque es cuerpo, es de­cir , porque se compone de elementos mate­riales 1 en cuyo caso todos los cuerpos estarian vivos, ó bien él vive , porque es este cuerpo determinado y no otro, y porque los elemen­tos materiales esU.n ordenados en él de esta y no de otra manera. Pues en esto consiste precisamente el efecto de su forma propia 6 del principio vitab (Sr�ma, c. LXXV,a. 1 .) : «To­do cuerpo conviene que sea viviente por razon de ser tal cuerpo.»

Por eso sucede que , desde el momento en que el principio vital abandona su hospedaje, la disolucion del cuerpo sustituye al armónico trabajo de la vida ; la esencia corpórea como tal queda destruida, y los elementos quimi­cos , no estando ya bajo el imperio de la fuer­za vital ni ordenados por sus leyes , se combi­nan con sujecion á sus leyes originarias y propias, y sobreviene lógicamente la corrup-

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cion, es decir , la victoria de las ciegas fuerzas generales de la materia sobre la formacion or­gánica¡ la aplicacion de las leyes de la capila­ridad , de la endosmósis y exosmósis. Para ex­plicar por qué la sangre no se coagula en los vasos sangufneos miéntras el sér vive , no co­noce la Fisiología otra causa que -«la influencia de las paredes vasculares vivientes:. ( Wundt, Fi'siologia1 1 1 o) ¡ mas , puesto que no tiene lu­gar una recíproca anastomósis ó ramificacion de los nervios sensibles y motores, sino que toda excitacion de los nervios sensibles no obra sobre los neryios motores sino por me­diacion de la sustancia gris de la médula espi­nal, el movimiento reflejo no puede explicarse recurriendo á un mecanismo de las circuns­tancias de la conduccion¡ como tampoco sirve esta explicacion para dar razon de la fuerza re­generatriz que reproduce en ciertos seres infe­riores órganos tan esenciales como la cabeza y la cola, y que en los de órden superior obra como fuer�1. reconstituyente, ni para explicar el instinto animal, esa regulaiidad objeth•a que no puede producirse por las solas fuerzas fisico-qufmicas, pero cuya existencia es innega-

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- 331 -ble á pesar de los esfuerzos que hace el mate­rialismo para oscurecerle á lo ménos. No pre­tende otra cosa Darwin cuando dice : cE! animal tiene instintos, mas no sabemos con seguridad si los adquiere por la experiencia 6 los aprende de sus padres.» ( Orlget� del hom­

bre, 30. )

Si, como pretende Fechner, «el estado de movimiento , es decir, los movimientos par­ticulares y espontáneos á que están afectas las partículas de las moléculas orgánicas y en los que estriba. su diferencia de las moléculas inorgánicas, es lo fundamental , claro es que tales movimientos especiales presuponen asi­mismo una fuerza especial 6 un concurso de fuerzas particulares, que se echan de ménos en los cuerpos inorgánicos ; y puesto que tal fuerza es la que crea y mantiene los fenóme­nos vitales, debe tambien considerarse como fuerza vital .» (Ideas para la hr"stori'n de la

Crt!aci'ott.)

Es indudable que en todo organismo fun­cionan fuerzas físico-qufmicas ¡ pero In ciencia católica sabfa esto perfectamente hace muchos siglos, sin que por eso se la hubiera ocurrido

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- 332 -nunca la peregrina idea de suponer que el orga­nismo era tan sólo producto de estas fuerzas. Y en prueba de lo dicho , Santo Tomás babia observado ya que la potencia vegetativa, los fenómenos de nutricion y de crecimiento ó desarrollo , y hasta los de movimiento y sensi­bilidad, se realizan por virtud de fuerzas fisico­qufmicas, de las que se vale , como de medios, el principio· vital inmanente, pero advirtiendo que dicho principio vital nunca abdica ni pue­de abdicar de su predominio sobre ellas.

« Aunque el calor y el frio, la humedad y la seqUedad y otras cualidades puramente corpo­rales sean necesarias para el ejercicio de los sentidos, no lo son de tal manera que la ope­racion del alma sensible proceda de la eficacia de estas cualidades corporales, ántes bien sólo se requieren para la debida disposicion de los órganos. En la última categorfa de las faculta­des del alma está la que se ejerce por un ór­gano corporal y en virtud de la cualidad mis­ma corpórea; pero siempre eslas operaciones proceden de un principio intrinseco. Y tal es la operacion del alma vegetativa. La digestion y otras operaciones análogas se realizan por la

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accion del calor, empleado como instrumento.� ( Sumn, 11 c. LXXVIII, a. I . )

Sólo así s e explica que elementos materiales, enteramente indirerentes por si mismos i tal 6 cual formacion , produzcan precisamente un órgano determinado y tal clase 6 tal especie y no otra. Por consecuencia , la tésis del ma­terialismo es jllStamente la contradiccion de la verdad, ya que los elementos y propiedades de la materia no son ni pueden ser nunca las causas del todo , sino que , por el contrario, el todo, el principio vital es la causa del trabajo fisico-qufmico , impulsado por aquél á tomar una direcclon determinada.

«Las células germinales son idénticas, ma­terial , qufmica y físicamente, así como tam­bien por su forma, segun el estado actual de las investigaciones cientifi.cas. Y puesto que la observacion más minuciosa; mis exacta y más científica es incapaz de descubrir la menor diferencia, debe suponerse que no existe¡ ad­virtiendo que , colocadas dichas células en condiciones exteriores de una perfecta igual­dad, no se desarrollan de una manera capri­chosa ni al azar, sino segun leyes fijas é inva-

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riables, y dando por result.ado los animtlculos más diversos y especlficamente bien determi­nados. Hay especies de caracoles é insectos cuyas variedades se cuentan por centenas, en las que el análisis material de los procesos de su germinacion , fructificacion y desarrollo no ha podido descubrir la más pequefia diferencia, y tal vez no la descubrirá nunca. Que se exa­minen , si no, física y quimicamente,los huevos de la /acerta oéli's y los de la /acel'la viridis,

los del sore:r fodiens y los del so1·ex rmlgm'is, los del leen y los del tigre, y si se lograse descu­brir en ellos diferencias materiales y diversidad de procesos, establézcase la necesaria y nor­mal relacion entre ellos y las particularidades especificas de la forma desarrollada y comple­ta. • (Giebel , Cuesh'ones, 309 · )

« La vida funciona de maneras opueatas wbre la materia, t la que induce i obrar como la afinidad quimica¡ luego la vida no puede ser un producto de la materia.» (Cuvier, El

Rn',o tmimnl, J ¡ . ) e No consiste la vida del c!uerpo en la actividad latente de las fuerzas fisico-quimicas, sino que estas fuerzas estan en actividad porque el cuerpo vive ... . . No es la

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- m -que vive la materia; una fue¡·za vive en la materia, que la mueve , la agita y la renueva sin cesar. • (Flourens , De la vida;• de la it�te­

li'gencitr , 1 1 1 56 ; n, 98. ) «En los cuerpos orgi­nicos , la materia nunca es el elemento deter­minativo de la forma, sino que lo esencial es la forma del organismo¡ tan esencial, que á ella está subordinada la base material.»- (Bur­meister, HiStoria de la Creacio,, 304.)

cAl paso que en el campo de la naturaleza inanimada impera la necesidad, cuando nos trasladamos al mundo animal nos vemos. tras­portados a un reino donde impera la regulari­dad y la belleza , donde por doquier se descu­bre la libertad y el progreso. La linea divisoria de los dos reinos es el n6mero. En la Ffsica el número es el todo , en la Fisiología hace poco papel , en la Metafísica no tiene importancia alguna. No se pretende en modo alguno que abandonemos las conquistas hechas en el cam­po de la ciencia al pinr otros terrenos ... . . ¡ pero no debemos extremar nuestra consecuen­cia al retener ciertas doctrinas de la Física, pues en tanto que la ciencia ántes nombrada sabe deducir leyes ciertas, aquí sólo podemos

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orrecer reglas. La ley relatin á la conserva­cion de las materias y de la fuerza, tiene taro­bien aplicacion indudablemente en la Biolo­gia. El organismo viviente no puede producir ni aniquilar materia ni tampoco fuerza, ya que ni iun es capaz de cambiar reclprocamente las primitivas sustancias químicas dadas. En el reino animal , muy al contrario, prodúcense de una manera muy notable combinaciones ternarias y cuaternarias que , por regla general, no se pueden obtener por procedimientos arti­ficiales. Ademas, existe en la naturaleza vi­viente la generacion y la procreacion , es decir, un acto que en el terreno de la Física no tiene semejante ni análogo. Por consecuencia, la famosa tésis física : ex mlu1o ,iJ,,1 fil, no puede, en todo rigor, admitirse en el imperio de la Fisiologfa, mucho ménos bajo el punto de vista espiritual.• (J. R. Mayer, Discurso

j1"0mmciatlo .,, la Asamblea de Nah1ralistas

alema11es, 1869.)

Este poder que tienen los organismos de enseftorearse de las afinidades químicas de la materia, es decir, de las relaciones particula­res en que se encuentran unos con otros, es

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- 337 -sólo una fase de la reunion de propiedades á que llamam011 vida y cuyo agente designamos con la expresion : «fuerza vital ». Definir lo que es esta vida, esta fuerza vital , no es posi� ble; basta saber que es una fuerza de fndole tan superior que domina la afinidad quimica miéntras ésta dura ¡ que cuando desaparece esta fuerza el organismo cesa primero y des­aparece despues, porque, enseO.oreándose de nuevo la afinidad quimica de la materia orga� nizada, la coloca pronto, por una serie de pro� cesos, coino la fermentacion y la putrefaccion, en la cat("goría de las sustancias inorgánicas y privadas de vida. Segun Biot , « el hombre puede conseguir, con el auxilio de las fuerzas que residen en él ó.con las que toma del m !in� do exterior, despertar, en la materia muerta, ciertas energlas¡ pero con todo su genio es impotente para crear el átomo más miserable, y es mucho más impotente, mejor dicho , lo es completamente para producir un organismo viviente , aunque agote todas las combinacio­nes imaginables de los inanimados átomos, y áun cuando llame y atraiga sobre estos átomos toda la accion de las fuer?.as físicas reunidas en

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su fa ... ·or.:t- (Martius , Oracio11 ./fmehre so/Jre

Biot. ) Ya hemos expuesto el juicio de Snell sobre el carácter esencial de los cuerpos orgá­nicos é inorgánicos y sobre la diferencia nota­ble que existe entre ellos. (S1plem. de la Cot�­

jerellcia , lV.) Bischoff tiene por irrefutable la opinion que admite cuna causa ó fuerza propia é indh•idual que realiza y forma todo cuerpo ,·iviente, manifestando sus cualidades psíquicas por el cerebro.• (Discursos , 3 18 . ) De la misma manera se expresa Claudia Ber­nard (It�trod. al eshtdio de la Medicina , J 63) : «La vida es la creacion ¡ de suerte que lo que caracteriza la máquina viviente no es la natu­raleza especial de sus propiedades fisico-quími­cas, por muy complexas que sean, sino la creacion de esta maquina que se desarrolla á nuestra vista bajo las condiciones que le son propias , y conrorme i una idea definida que expresa la na�uraleza del sér viviente y la esencia misma de la vida .. . . . Lo que, siendo esencialmente de1 dominio de la vida 1 no per­tenece ni á la Física, ni á. la Química ni á otra disciplina , es la idea directriz de esta evolucion vital. En todo gérmen viviente hay una idea

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creadora que se desarrolla y se manifiesta por la organizacion. Durante toda su vida el sér viviente permanece bajo la influencia de esta misma fuerza vital creadora, y ocurre la muer· te cuando ya no puede realizarse. Aqui , como en todas las cosas, todo procede de la idea que crea y dirige por si sola, ,. Asi se expresan tambien : Gull ( Dt'scz,rso prommdado anl�

el Colegio de Med.) , Lionel Bail , Mead0\1'5 (Leclt'!'"s de 1 8 7 1 ) . Buff (F'ttersa y 'naleria)

dice : « Manifiéstase una gran diferencia esen­cial entre los efectos de la naturaleza inorgá­nica y los de la orgánica, porque los fenóme­nos externos de la vida orgánica recuerdan al observador imparcial aquellos laboratorios en los que se dirigen de diversa manera las mis­mas fuerzas, segun la voluntad y las necesida­des . . . . . y en la dependencia de agentes que nos son hasta la fecha casi completamente desco­nocidos.»

Esta unidad del principio vital es la única que explica la indivisible unidad de los seres vivientes , principalmente la de los incluidos en las especies superiores, así como la armonia de las funcion� que se cumplen con plan

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anterior y con un fin. En conclusion, pt'r esta unidad se explican las leyes especiales que regulan la vida orgánica, leyes tan dife­rentes de las de la simple materia, tanto en lo que se refiere á la composicion de los cuerpos como en lo que hace referencia á su forma, figura 1 nacimiento y desarrollo.

Así en los cuerpos inorgánicos la composi­cion qufmica es binaria 1 ternaria en las plan­tas , cuaternaria en los animales. (Berzelius, Qutmica , m, 1 39.) No obstante, las modernas investigaciones han reconocido tambien en los cuerpos inorgtnicos radicales compuestos, ó sea complexos de diferentes elementos, que se combinan como los elementos simples , sin perder nada de su propia composicion, {Re­gnault, Qttilllica, r , ¡ , 37.)

El mineral está figurado por ángulos geo­métricos y Uneas rectas; el organismo por líneas curvas y elipses, vasos de forma espi­ral. El mineral se forma por disolucion y yuxtaposicion ; el organismo, por generacion. El mineral crece por accesion de fuera adentro¡ el organismo , por intersuscepcion. El mineral no tiene nada determinado! ni en su duracion

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ni en su tamallo¡ el organismo tiene su figura, su dimension y el tiempo de su vida determi­nados. La planta nos ofrece un constante pro­ceso de desoxidacion , en el animal el proceso es de oxidacion. En consecuencia, 6 por mero capricho se niegan �echos incontestables, ó no siendo explicables por las simples fuerzas de la materia es forzoso admitir un principio de un órden superior¡ es decir, el alma.

Strauss cree haber encontrado el medio de resolver el problema de la formacion del pen­samiento en la. doctrina relativa á la unidad de las fuerzas naturales. Hé aquí sus palabras (La fe a,itKua . • . . • ) : «Cuando el movimiento se traaforma en calor bajo ciertas condiciones, ¿por qué no han de existir otras condiciones bajo las cuales se trasforme en sensacion ? ... . . �or un lado se toca el nervio , se desarrolla el movimiento interior; por otro, se declara una sensacion, una percepcion , surge un pensa­miento ; al contrario , por la vía de dentro afuera, se cambia la sensacion , como el pensa­miento , en la conmocion de los miembros.�> Donders, dice en contra de esto ( La celeridad

de procesos psiquicos, tm el ArchiVo kola,des de

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Medici,a, 1 869, u8) : cLa esencia de todas las formas de trabajo y facultad del trabajo que conocemos y medimos es movimiento y con· dicion de movimiento, y nadie es capaz de figurarse cómo de movimientos, sea cualquie· ra su combinacion , puede originarse la con· ciencia ú otra cualquiera actividad psíquica¡ ésta es, segun la percibimos, en primer térmi· no en nosotros mismos , completamente pecu· liar por sLt forma y su esencia. Así vemos que en ninguna parte presenta parentesco 6 transi­cion á otra manifestacion de la Naturalen, y la ley de la conservacion de las fuerzas, aplica­ble á todas las fuerzas naturales conocidas y aceptada como principio directh·o en toda in· vestigacion, es por completo impotente para regular los fenómenos psíquicos. Porque , he· cha abstraccion de su naturaleza especial , que hace tan imposible su origen de la tension 6 expansibilidad quimica , como su trasforma­don en calórico 6 movimiento eléctrico, ni se dejan medir ni pesar, y tampoco nos es conocida. una unidad para expresar numéri· camente-el sentimiento, la voluntad 6 la inte· ligencia.»-

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Si, como dice Strauss, «se declara una sen­sacien • , ¿ A qnién se declara sino á la subjeti­vidad que ya está. allí ? Y si el pensamiento se cambiase en movimiento, ¿no tendria que des­aparecer en el acto mismo en que le realiza­mos? Segun esto, de la cantidad, de la ligereza y de la fuerza del movimiento físico se podria deducir tambien la calidad de la vida espiri­tual, de tal suerte que, por los piés 6 las libras de trabajo mecánico empleados en su produc­cion 1 podrian calcularse los grados de verdad de un pensamiento, la intensidad moral de la voluntad.

-« Aunque conociéramos todo lo que pasa en el cerebro durante su actividad , aunque llegA­semos i penetrar todos los procesos qufmicos, eléctricos , etc. , hasta en sus más mfnimos de­talles , ¿ de qué nos serviria todo esto ? En último término 1 los movimientos y vibracio­nes, todos los fenómenos eléctricos y mecánicos no constituyen un estado anfmico, ni una re­presentacion . . . . . Los fanáticos partidarios del materialismo debieran considerar un punto sobre el que no se ha llamado debidamente la atencion hasta hoy en todas las discusiones

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- 3+ ... -habiJas sobre estr cuestion. Los procesos elt:­mentales que ocurren en las masas nerviosas, especialmente si se las atribuye carácter eléc­trico, �egun opinion bastante extendida, deben ser altamente sencillos y próximamente igua­les en todos los hombres. ¿Cómo podria, pues, originarse de ellos , única é inmediatamente, la infinita variedad de representaciones 1 senti­mientos , mociones de la voluntad , no sólo de cada uno de los hombres, sino tambien de to­Uos los tiempos ?:. (Griesinger , Patologia y Yerapit,h"ca . . . . . 6, 7 .)

El movimiento no puede producir más que mo\·imiento, ó trasformarse de nuevo en ener­gia potencial, que, i su vez, sólo puede produ­cir movimiento, mantener el t:quilibrio estáti­co , ejercer presion ó tiro , no sin que la suma de energía permanezca siempre la misma. En �1 mundo de los cuerpos no pueden traspasar­se , en más ni en ménos , los limites que esta ley prescribe : la causa mecánica pasa entera­mente al efecto mecánico. Por consecuencia, en nuestro modo de entender, los procesos es­pirituales, que se realizan en el cerebro al iado de los materiales, carecen del fundamento.. ne-

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- l+S -

c..:sa.rio¡ encuéntranse fuera de la ley de causa­lidad , y por tanto, son incomprensibles.

« ¿ Qué relacion comprensible existe entre determinados movimientos de átomos deter· minados ·que ocurren en mi cerebro por un lado , y por otro e l hecho innegable , aunque indefinible, de : siento dolor, siento placer, me sabe dulce, huelo á rosas, oigo sonidos de ór­gano , veo un color encarnado, y enlre la cer· teza que de aquí se deriva inmediatamente: luego existo ? ..... No se comprende , ni podrá jamas comprenderse, por qué no ha de ser in· diferente á cierto número de átomos de ácido carbónico, nitrógeno , oxígeno, etc. , el modo con que están colocados y se mueven , ó con que ántes estaban y se movian 1 y con que ha· brán de estar y moverse en lo sucesivo.• (Du­Bois·Reymond 1 Linn'tes ... . . 29.) No se com­prende en manera alguna cómo de su accion comun ha de originarse la conciencia. Y si no les son indiferentes los estados de reposo ó de movimiento, ya deberíamos figurarnos á algu­nos de ellos dotados de conciencia, á la mane­ra de las Monadas. Pero con esto ni se explica­ria en general la conciencia , ni se habria

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ganado absolutamente nada para llegar á la explicacion de la conciencia única del indivi­duo. Por eso , en sentir del mencionado escri­tor, no ya la conciencia propia, la voluntad libre , sino el «problema de la per&pcion de los sentidoS » , es lo que forma el « limite in­franqueable de nuestro conocimiento de la Naturaleza. »

«En e l trascuno d e dos mil a1ios , y á pesar de todos los descubrimientos de las ciencias naturales, no ha hecho la humanidad esen­ciales progresos , ni en la comprension de fuerza y materia ni en la comprension de la actividad espiritual, partiendo de condiciones materiales. Tampoco los hará nunca , ya que, segun dijimos ántes, nuestro conocimiento de la !i.aturaleza se halla encerrado en los limites que prescriben , por un lado , la ineptitud, fuerza y materia , por otro, la incapacidad de explicar procesos espirituales partiendo de condiciones materiales.

»Aun no se ha encontrado un método in­vestigativo por el que nos sea dado acercarnos á la verdadera actividad y al local de la con­ciencia, y como, ademas de ser esto cierto,

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no somos capaces de analizar este proceso, fuerza es confesar que no podemos establecer una fórmula que exprese, sobre la base de ex­periencias histórico-naturales, lo que es la con· ciencia , de qué manera se origina 6 cuál es su fundamanto. Hé aquí por qué he sostenido siempre que cometen un error manifiesto los que no quieren reconocer en su particularidad este hecha de la conciencia que domina toda nuestra vida en su órden superior ·• (Virchow 1 l'11j0rme del Congreso de Steth1z , 4 1 . )

Un escritor moderno , cuyo testimonio no será sospechoso aquí , ha tenido razon en de­cir : «La polémica , hoy de moda, contra la fuerza vital merece ser calificada , á pesar de su aire hipócrita de honradez y modestia, no tanto de falsa como de estúpida. • (Schopen­hauer , Parn-ga rmd Parali)o11J. 1 u , 127 . ) Efectivamente, ya nadie puede negar racio­nalmente que existe en el organismo viviente un nuevo mundo que se nos brinda para que le estudiemos, un nuevo órden de fuerzas á las que damos sencillamente el nombre de fuerza vital , de alma , para definitivamente distinguirlas de las fuerzas que actúan en la

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materia. Es cierto : nosotros no \"t:mos con la vista del cuerpo esta fuerza vital , como vemos las diferentes partes del organismo¡ pero reco­nocemos su existencia por sus efectos y la confesamos por deduccion 1 del mismo modo que , á la vista del hierro atraido por el iman, adquirimos la persuasion de que allí actüa una fuerza magnética.

Mas si no puede concebirse ni iun la exis­tencia de una simple planta sin un principio vital , sin un alma, en el más ámplio sentido de la palabra, ¿ cómo esplicarémos los fenóme­nos de la vida animal , y sobre todo los de la vida humana ? El hombre , lo mismo que el animal , ve, oye, percibe los objetos exteriores. Pues bien , ¿ de dónde procede esta facultad de la percepcion sensible? Dícese que de los ner­vios 1 porque los nervios son los órganos de la sensacion. Ciertamente , son los instrumentos, pero no el sujeto que por ellos siente. La prue­ba es bien sencilla.

El sistema nervioso con su centro, el cere­bro, tan admirablemente construido como quie­ra suponérsele, es materia y permanece siem­pre tal ¡ como tal es compueato, extenso, no es

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- 349 -un sér sino una pluralidad de seres. Pero el sér que siente es uno 1 uno é indivisible¡ siempre uno , ya gustando, palpando ; oyendo, ya com­parando, en fin , sus sensaciones entre sí. Lue­go no es la materia la que - siente , puesto que entónces no existiria el punto central comun é ideal donde convergen todas las sensaciones, lo cual sólo es posible en un sér simple , el al­ma. Siendo exten;a la materia 1 siempre será susceptible de ser subdividida ¡ y si fuese ella la que sintiera, no sólo existiria un sér que sintiera, sino un número ilimitado de tales se­res , lo que contradice las convicciones mis in· timas de nuestra conciencia. Porque, en efec­to, ¿ quién podría persuadirse de que no es un sólo sér el que ve y oye al mismo tiempo 1 y siente frie 6 hambre, y á un mismo tiempo percibe el gusto de lo amargo y de lo dulce ? Pues este hecho tan palpable de la conciencia demuestra que no son los nervios, n i el cere­bro, n i otro órgano material el que siente y percibe, sino un sér indh.-iso é indivisible, úni­co 1 superior 1 el alma , en fin. Si, por el contra· rio, se quiere hacer valer el hecho ya obsen.·a­dn por Aristóteles, de que hay organismos in-

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feriores que se subdividen y pueden propagar­se por tal subdivision 1 como las estacas ó ta­llos de una planta, y los infusorios de más im­perfecto desarrollo, semejante hecho sólo prue­ba que el principio anímico está en ellos muy poco determinado 1 al punto de que en todas las partes del organismo se repiten los mismos órganos dotados de idénticas funciones. Pero la unidad es más perfecta á medida que aumen­ta la perfeccion del alma.

Por otra parte, como ya dijimos d.ntes , los elementos de que se compone nuestro cuerpo están en un movimiento continuo, en una trasformacion constante¡ el hombre no lleva i la tumba uno solo de los !tomos con que na­ció , ya que todos sus órganos se renuevan en el trascurso de su vida. Dados. estos hechos, si fuesen los órganos los que sintiesen, se cam­biarian los seres que en nosotros sienten ¡ ob­jetos diversos se correlacionarían sensualmente con objetos diversos, y no podria ser el mismo hombre el que sintiera, sino varios ¡ por tanto, no permanecerían en nosotros las percepciones de las sensaciones anteriores 1 que se desvane­cerian como el fugaz reltmpago de la tempes-

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- 351 -tad. Si se nos objetira que la forma general de los órganos y del cuerpo permanece, y es la misma, a pesar de la trasformacion de la materia, se nos reconoce tácitamente la exis­tencia del alma. En efecto , ¿ qué es lo que da la forma sino el alma, que , en medio del flujo y reflujo de las oleadas de la materia, tie­ne siempre unido y sujeto el haz del organis­mo , que constituye la forma del cuerpo, anima y penetra todos los órganos, y que 1 habitando á un tiempo todas las partículas orgánicas, siempre presente, concentra en ella misma la multiplicidad de sus fuerzas y elementos, y los retiene en el lato de union que , compenetran· do eficazmente todas las partes del conjunto, como elemento de union interna 1 suprime la separacion material del espacio? « El alma está. en el cuerpo como el lazo que le sostiene 1 y ella es la que constituye el cuerpo como tal. Por consiguiente 1 el alma no puede ser un efecto de las fuerzas corporales . . . . . El alma es la,que contiene el cuerpo en mayorproporcion que éste á. aquélla.» (Suma, 11 c. LXXVI, a. 3.) Los antiguos conocian ya el lazo que une y sostie­ne la vida corpórea, el alma. El cuerpo reside

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más bien en el alma que el alma en el cuerpo. Esta presencia del alma en todo el cuerpo no implica, en modo alguno 1 la extension en el espacio ¡,pues no se dice que esté presente de una manera material ó corpórea (co,nmensura­

tive), sino por la virtud de su fuerza (per con­tach'ln vti·hth"s) ; á la manera que Dios está presente en todos los espacios sin ocupar espa­cio. (Suma , 11 c. vm, 2 . ) « El alma lleva y sostiene al cuerpo, sin encontrarse limitada á él. Por lo que creo que seria más justo decir que el alma contiene al cuerpo, que el cuerpo cohtiene al alma.• (Nemesio, De komine, c. 3 . )

Es un hecho que si el nervio está muerto, ó su comunicacion con el cerebro está interrumpi­da , acto continuo la sensacion cesa ó se sus­pende ¡ mas esto demuestra precisamente nues­tra proposicion¡ es decir, que el alma siente por los órganos, pero no que el órgano siente por si solo. Si pudiese considerarse la sensa­cion como operacion del alma sola 1 realizada sin el órgano corporal, semejante hecho cons­tituiria una prueba muy fuerte contra nuestra doctrina¡ pero considerado bajo nuestro punto de vista , este hecho demuestra la union sus-

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- 353 -tancial del alma con el cuerpo, del · alma que percibe los objetos materiales con la ayuda de los órganos corporales.

« Cuando digo que la sensacion reside en los nervios, la excitabilidad en los m!l.sculos 1 ex­preso un hecho cierto y demostrado por la ex­periencia¡ pero la sensa.clon no reside en el nervio sino miéntras el nervio vive ; la irrita­bilidad no reside en el músculo sino cuando el músculo vive. La sensacion, la irritabilidad no existen 1 pues 1 sino porque la vida 1 el alma, existe. La vida es la que obra en la sensacion y en la irritabilidad. La vida , pues , es lo prin­cipal ; lo demas no es otra cosa que su modo de manifestarse. ,. ( Flourens, De la vida y tk

In it1kh"gmcia, n, 1 56.) La contraccion muscular que se observa en

los decapitados 1 inmediatamente despues de la ejecucion , no es un moviraicnto orgánico y vital , pues no proviene de un principio inte­rior, sino que sigue mecánicamente á la excita­cion exterior, como en todo otro cuerpo elásti­co. Por eso dura tan sólo el tiempo que el ca­dáver tarda en ponerse rfgido, es deci r , todo el tiempo que tardan los músculos en perder

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su elasticidad. Con esto queda refutado uno de los principales argumentos de Vogt contra el alma , deducidos de las contracciones de una rana decapitada. « La sensacion no es cuestion exclusiva del alma ni del cuerpo sólo, sino del hombre completo ( cotJ;imcli ). » ( Sr1111a, 11

c. LXXVII , a. 8.) «El cuerpo no siente 1 sino el alma siente

por el cuerpo , del cual se vale como de inter­mediario para formar en si misma lo que se anuncia al exterior.» (August. De Gell!S· ntf.

h't. xn , 34). Kant se mofa de la candidez de aquellos que admiten como un hecho probado que el alma tiene asiento en el cerebro 1 «á la manera que hf ara11a reside en el punto central de su tela », y sostiene la presencia virtual del alma en todo el cuerpo sensible, mediante la relacion del sistema nervioso con el cerebro. ( Sueiios de 1�1 vi'si'tmario. )

D� aquf se deduce una última y completa determinacion de la vida animal, y de su dife­rencia esencial con la vida dd hombre. El al­ma del animal irracional siente, pero su sensa­cion se manifiesta solamente en y por los ór­ganos corporales. En consecuencia, el alma

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- 3SS -del animal cesa de existir al destruirse estos órganos. El bruto muere por completo al mo­rir su cuerpo, porque su vida estaba circunscrita d, co11 y por su cuerpo ; por tanto , el alma del animal es inmaterial, pero está adherida á la materia , al cuerpo ; no es un espíritu que no tiene necesidad de la materia para existir y ser activo. «Es manifiesto que el alma de las bes· tias , el alma sensitiva, no tiene ninguna ope­racion propia y especial , y que toda su activi­dad es a la vez operacion de los órganos cor­porales. De donde resulta que las almas de los animales no tienen vida por sf mismas , no son seres subsistentes.» ( Smnfl , r, c. LXXV, a. 3· )

Esto demuestra la falsedad de lo qu� dice Burmeister: « Si el alma del hombre es inmor­tal , la del animal debe serlo tambien , pues la una y la otra tienen , en virtud de sus cualida­des fundamentales, igual derecho á la super­vivencia.•

En efecto¡ en un sér cualquiera , el sér y la accion son siempre de la misma naturaleza ; por tanto , sólo allí donde el alma posee una actividad , una operacion que no esté interior­mente adherida al órgano corpor�l , y que se

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- 356 -cumpla independientemente, sin la interven� cion del órgano ¡ que tiene lugar 1 en fin , no sólo sobre su accion sino t despecho de su acclon , como el pensamir.uto que tiene con­ciencia de si mismo , y la voluntad libre, alli solamente puede sobrevivir el alma t la des­truccion del cuerpo. Hé aquf por qué el animal es mortal y el hombre inmortal. Mas esto nos conduce a nuestra segunda proposicion.

I'IN UEL TOMO SIO:G Ut-;J)().

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I N D I C E .

IV.-EI materialismo. . . . • • . . 4-128

El materialismo y el panteísmo¡ en qué convie-nen y en qué dilieren. . • . . 4·7

Esencia del materialismo¡ re_sena histórica¡ prin· cipio. mal.erialial.aa. . • 8-u

Impugnaeion de e,�;t.oa principios¡ por au oseuri• dad no explican nada¡ la esencia de la mate-ria es desconocida. , , • . 12·16

Contradicciones de la doetrina atomfstica¡ Epi-curo y Luaecio, maestros del materialismo. 17-:zo

l.a doctrina alomfstica no da ra.zon del orlgendc lossern ; imposibilid:•d de conocer la e!dslen· cia de los atomos¡el materialismo en\·ueito en contradicdones ¡ si los •tomos son eternos de-beoser inmulabln .• , . 20·24

La afi11idad de la materia supone un poderorde.­nador¡ nuevos absurdoa de la teorfamateria-lista ¡ cl movimiento. , , , • , , • , 25-3 1

El materialiamo no explka ni la causa oi e l orl-�n del movimiento, ni la regularidad interna de los organi811t0S ¡ estableee hipóte&is gra1ui-

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l'llgia:w. ta5 ¡ la materia iaerte y el movimiento tomu· nicado . • • • • , , , . , . . , ]I·]Ó

La atraccion uni\·cn;al ; la gravitacion¡ necesidad dc admitir un podcr sobcrnno parn aplit.�.r i:J. finalidad ¡ las anomaUa!l demueslfan la exi&-leneiadel órden.. . . 36-.¡.2

Todocst4 ordenado :i. un li n y obedeee :l. un plan¡ el eoaecpto de la linalidades necesario; la uai­(ormidad de la.s espec:iesre\·ela un plan ante-rior y ordenado . . • . . . , , . . . • 42·50

El materialismo es impotente para. explicar la uniformidad de los �neros,ete. ; la generaeion equiVoea es un mito ¡ testimonios y pruebas¡ ridfeula.sevasi\"as del materialitmo . . . . . )0·6o

Losseres superiores no puedennacer de ol.ro& in· !eriores y de di(erenLeespccie¡ asercionesgra­tuita& del n¡ateriali!IDIOeontradiehas porlau.­periencia; lestimonios ¡ solucion de Strauss¡ ex;plicaeion dc Dar,.·in ; es �:e�ntraria :i. la exll<l· rienda ; hecboJ y testimoniol . . . . . . , 6o·73

Hipót.eais de Czolbe¡ juieio de Virchow; laCre;,.-eion ¡Jo.)J" Dios, íu:ica solucion del proWe111a eós111ico, • • , , • • • . • • . • • 73·77

Suplemento. La Creadon y la ciencia; el muijdo tend'"'- lin y ba debido , por conscc:ueneia, Le-ner prineipio. . . • • • , . . • , 77-81

Eseneia del orgaaismo ¡ comparaeion de laQuf-m�ca e�n la Naturaleza ; el materiali&mo ad­mlte m•laJ[I"OL . . • , , . • . • • • 81-88

Teoria de la descendencia de Darwin ¡ hechos innegables que se la oponen ¡ no hay !onna.s iatermediarias ¡ re(utacion ¡ leBÚmoaios . . . 88-119

F.! cristianismo y las ciencias naturales; te1ti-

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Pá¡ia:l!. moniOJ de los principalea naturalisl�os en lavor de lss teoriascristi�onas. . . . 11g-r2&

V.-El pa!!teilmo . . • 129•190

Relac:iou entre el materialismo y el panteismo¡ el panteismo es fa.lso en sf mismo ¡ ensel'la la unidad de su.stanc:ia ¡ la.s c:osas que componen el mundo son seres diferente& ¡ erftic• de la doctrina ¡ Ja sumade objetos linitos no consli­tuye el inlinito . • • . . , , , • • , , 129-141

J.a individualidad ¡ teorla de Hegel¡ etel'!lidad de la espceie hum.'lna J absurdos que se de· duc:en . • . . , • • • • • , • , . • 141·146

El; panteiilllO t1.1 oposicion eon la conciencia ¡ niega la libcrtad , IGS prclnios , etc . . • , 146-150

La cieneiaabsoluta en eonltadiccion eon (¡, na· turnleza del esplritu ¡ anLftesis enlre el pen­sanrlento y el Ur¡las verdade& de experiencia. 150-158

No existe la ruon absoluta del panteísmo ¡ la ciencia absoluta y la diversidad de lu cien-cias ¡ la susta1'cia y lo infinito en el sentido panteistn ; delinieion de Santo Too:uls ; Espi· nosa, su leorfa impugnada por Santo To!Dlls. 158-164

Lo linito no es limitaeion de lo infinito ¡ DiOJ pued.ecrcar ¡ la pel'5on:ilidad ; de6niciones ¡ la personalidad perfccta sól.o existe en Dios • . . 164,-171

El;panteismo no resuelve el problema co,smogó· nieo¡ funestas eoDSecuenc:ia.s delpa.nteismo¡ el DiOJ-Estado ¡ disolucion de la eseuela pan-teistn¡ la doctrina biblic:a es IJ ilnica que R-suelve el problema eo&mog6nieo ¡ testimonios racionalistas en tu favor. . , , • , • • . 172-lSo

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� Suplemento. Esencia del pantelsmo expue5aa

porPio IX y por Tzschirner. . . , , • 18o-185 El panteismo y la antigua doctñna acerca de

Dios ¡ los gnandeslilósoCosde Grecia . • . . 185-190

V I . - E i hombre. , . , , . • • • • 191•302

Importancia de su estudio ¡ el hombre segun los panteistas y los materialistas. . . • , . 191·195

Trivialidad y falta de origil�:didad del mate­rialismo ¡ absurdos principi01 ¡ es la repro-duceion de la antigua fil01ofia jóaica • • . 195 · 197

El alma del materialismo¡ consecuencias ¡ el hombre rebajado al nivel de una miquina, ain liberlld , etc., etc • • . . . . . • , , 198-201

La poeJia del materialismo; idea. de la. inmor-talidad ¡ epitalioa materialiatas; culto :1. la materia; Rousseau condena esta doctrina. , 201-208

Cautas que han moth•ado su reaparieion y deaarrollo ¡ sus maestroa son hombres super­Jichdes ; dcdaracion de Liebig; !011 natura­listas y la materia ; falsas dedw:cionea; erró­nea aplicacion de un método de valor pu-ramente relat.h·o ; simil de Baer . • , . . . ::108-218

Falta de lógica ; cada ciencia tiene su& princi­pios ; pretensiones de los caballeros de la retorta ; su iporaocia; el sistema materia-lista no es liloaó&co ; dcatmye la lógica, , , 218-225

El materialismoteórico hijo del prtctico . • • , 325·230 PTucbas del materialismo; hecho• falsos y su

refutacion ; la inteligencia no se mide por la mua cercbral • . . . , . , . . . . . . 230-236

Unico principio de vida en el hombre ; expli-

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Pigi��:���.

caeion profunda de Santo Tomll& ¡ Calsas de­duc:clones del ma1erialismo. , , , . . , . 236-243

�:��=�:���--==:��';':e�::.�: ya en la antigüedad ¡ la juventud, la veja, etc. 24J·!SS

El hombre, s4r compuesto de alma y �uerpo¡ influencia redproca de ambos ractores ¡ los negro., , • • . . . . , . • . . . . 258-261

Valor cientffico de las pruebas del materialis-mo ; ab5urdos que se desprenden de aus principios; el alma no es un compiCJtus.. . , 261-266

E.l materialismo no CJtplica la unidad de la conciencia, ni la produccion del pensamien­to ¡ 4ste presupone la existencia de un prin-cipio espiritual . • • . . • • • • • • • 266-271

Emlnea comparacion de los procesos ffsicos y los ac10s de la conciencia y sus conliCCuen­cias ¡ otros hechos inexplicabla en el mate­rialismo, • • • • , • , • • , . • • 271-378

l!specic de btalismo materialista ¡ consecuen. ciudel materialismo¡ supuesta diatincion del materialismo.. • . • • • • • • • 278-283

F.l bombre rebajado al niveldel bruto por el ma­terialismo ¡ grosero sensualismo ¡ otras hor-rendas consecue��cias del materialismo¡ moral materialista. , • • , • • , , • • , , 283-288

Ojeada retrospectiva ¡ la que piden los materia-listas • • • • • , , . . . . . . 288-291

Suplemento ¡ el materialismo, reaccion contra. el espiritualismo ¡ ojeada bitl.óri.ca , dualismo¡ los tres sistemas ¡ la escuela católica¡ el idea-lismo y el materialismo; el estado del sueno; qué es el alma • • , • • • , , , , • , 291-302

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VI I.-El hombre (contiuua�ion). .

Dtñuicion que da el idealiamo ¡ idem el male­rialilmo ¡ la Iglesia católica. • • • . . , 303-305

El hombre tienealma ¡ qul! es la \'ida, el prin­cipio vilal , el orgaoismo • • • • • , • , 306·309

Concepto del alma ¡ el espiritu puro ¡ diferencia del alma y de sus potencias ; ios tres órdenes de teres • • • • • . • • . • • • • • 309-316

El principio anfmico y los organismos ¡ los cuer-potl org;l.nicos y los inorgtnicos ; la pcn:ep· cion aensible ¡ la unidad del alma ¡ es m6lti­ple en sus open.ciones . . . . . , • • , , 316-333

Qul! es organiBmo ¡ principio anfmico ó fuerza. vital ; cuerpoa orgll.nicdl l! inorgáoicos ¡ las fuerzas fiBico·quimical j CÓDIO funciona la vi­da y qud can.cteriza al &ér vi\•ienle.· , • • 333·339

La unidad del principio vital explict. lns leyes de la vida org;lnica ¡ cómo explicaStra.uss la rormacion del peoaamiento ¡ n:futacion ; el 100\'imicnto;cómo se reeoaocc la fuerza vital¡ la percepcion sensible demue.tn. un prioci­pio simple, inmate:rial , etc .• . , • • . • 339'350

Tn.sfonnacion de los elementos corpóreoB y su cOnlll!cuencia en el materialismo ¡ presencia del alma en todo e!.cuerpo ; contracclon mus­CIIIar ¡ diferencia entre la vidn animal y la ,.¡da del hombre. • , • • • • • • • • 350·356

Indice del tomo n,. • . • • . • • • • 358·363

FIN DEL fNDICE DEL TOMO SEGUNDO,

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JU ICIO DE LA PRENSA.

BtHtlin Edtsids/kiJ tk Ovitdo : cEsta obra, tesoro de erudicion y de sana doctrina, es seguramente la m!s preciosa y completa A}tllogia del C,istianismo que se ha publicado desde el origen de la divina re­ligion de Jesuc1·isto. La presente version estl he­cha con gran esmero, y se halla, por consecuencia, libre de los enormes errores de que se encuentran plagadas otrns ediciones.»

Galkia C�rt.ilka (excelente Revista quincenal, que se publica en Santiago bajo la direccion del ilus­tradlsimo sacerdote ST. Villelgu) : « Es deber nues­tro recomendar con todo interes la nue,•a y bien escrita yersion de la Apqlogia dd Crislümismo, por HeLtinger, hecha con sumo cuidado y en bonita y baratl11ima edicion por el Sr. G. Ayuso •.••• Quienes deseen una bonita enciclopedia cristiana deben ad­quirir la obra en cuestion.�

La$ Prrmincins d11 Yai11Nda: c ••... El autor se mues­tra profundamente conocedor del mCtodo \•erdade­ro que en la actualidad es preciso para combatir el

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- 36-1 -error de los llamados racionalistas y desenvoh-er las verdades del Cristianismo. Con razon se ha di­cho que Alemania es el cerebrO de Europa. Hettin­ger piensa , medita , compara y concluye. Entiende que á los csplritus superfic:iales y n1aterializados de sus contemporMeos no conviene sino la razon pura, el raciocinio descarnado, y , prescindiendo de teo­remas metaRsicos, emplea una argumentacion rigu­rosa; estableciendo premisas en lo conocido, pnrte a la region de lo infinito con las vigorosas alas de su inteligencia superior .. . . . El incrédulo que desee pro­banxa para ser religioso, lea el libro de Hettinger, y tendrá que ver clarlsima la \"erdad ó renegar de la lux, huyendo de elli ..... En cuanto á la vcrsion cas­tellana del texto aleman , trabajo debido a D. F. G. 1\yuso, es tan acabada como correcta ..... »

L11 Uni11n : «En un elegante tomito de 312 pági­nas acaba de publicarse ..... el primero ele una obra importantlsima . . . .• del doctor Hettinger, sabio apo· legista aleman , cuyo nombre nos excusa de toda recomcndacion. ... . »

La Fe: « ..... Esta Empresa ha comenxado a pu­blicar la preciosa A/JIIf!Jiia tlei C'istianisiJID, del doc­tor Hettinger, tan magistralmente escrita y tan llena de hermosa d.octrina ' que deja muy a tras a cuantos trabajos de esta lndolc se han publicado l1asta ahora. De su extraordinario mérito dan claro testimonio los elogios que ha tributado á la obra y ;1 su autor el Soberano Pontificc, y las cinco edi­ciones originales agotndas en pocos nitos. Esta mag­nifica obrn se publicó en espailol en 1875 ; pero

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ade�¡ de hallarse traducida de una cdicion fran­cesa, muy inferior á la quinta germánica , y de es­tar hecho el trabajo con increible descuido, á juzgar por los errores de que esti plagada ..... los numero­slsimos textos con que el autor prueba las excelen­cias del Catolicismo ..... aparecen en latin, griego y otros idiomas extranjeros, gravlsimo inconveniente, que se ha salvado traduciendo dichos textos ..... »

E&t> de las AdHIIHil.S, « ..... El sabio autor de la obra que nos ocupa expone su trabajo en forma de con­ferencias ..... Con verdadera fruicion Icemos las pa­ginas del citado volúmen (I) cuyo contenido infun­de un sentimiento diricil de explicar. La conferencia que trata del escepticismo es verdaderamente ma­gistral. i.a obra de Hettinger tendrá en España el éxi�o lisonjero que ha tenido en otros paises ; y en cuanto al Sr. Ayuso ..... , puede mostrarse satisfecho por la acertadisima \-ersion castellana que está lle­vando acabo y que, como todos sus trabajos, mere­cen plácemes unánimes de las personas estudiosas que siguen con atencion el mo,·imiento cientlfu:o de nuestra época.» El docto critico del Ea� ha pu· blicado ademas un magnifico articulo sobre el «Con­cepto moral de In Economia politica:to, basado en la preciosa doctrina del Dr. Hettinger, que termina con estas p:¡labras : « las profundas observaciones de Hcttinger, lo mismo en la forma como en el fon­do, son la mejor demostracion de los fines que rea­lit.'l-la economla politica en el seno de b. sociedad, cumpliendo asi una mision que puede llamarse pro· videncia!, dada la naturaleza de sus manifestaciones

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- 366 - .. y de su intervencion en las cuestiones más dftlciles y lrduas que al'ectan al concierto armonioso de los intereses sociales.»

La Propaganda CnN!icn (excelente Revista de Pa­lencia), publica el prospecto integro de la cEndd11· pedl., CatU/ica », elogiando _con elocuentes palabras el objeto de esta empresa y su importancia en nues· tra épDCa de aficion i (o frh•olo y novelesco.

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ERRATAS.

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oomp..,aoion de sullllllolu .........

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