6 depÓsitos “versus” oficinas de fundidor: problemas

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6 DEPÓSITOS “VERSUS” OFICINAS DE FUNDIDOR: PROBLEMAS CONTEXTUALES DE LA ARQUEOMETALURGIA EN PORTUGAL João Carlos de Senna-Martinez

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6 DEPÓSITOS “VERSUS” OFICINAS DE FUNDIDOR:PROblEmAS CONTExTUAlES DE lA ARqUEOmETAlURgIA EN PORTUgAl

João Carlos de Senna-Martinez

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In: Luís GRAU LOBO, Ed. 2007. El Hallazgo Leonés de Valdevimbre y los Depósitos del Bronce Final Atlántico en la Península Ibérica. León. Museos de Castilla y León. «Estudios y Catálogos», 17, p.258-279
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Las dos citas con las que abrimos este trabajo, publicadas apenas con un año de distancia,

encierran dos conceptos antagónicos sobre el papel que la metalurgia desempeñara en las socieda-des de la Edad del Bronce en Europa Occidental. Para Briard, (1997), como ya lo fuera para Gordon Childe, ésta sigue siendo la “posición tradicional”, según la cual la misma constituiría un motor de desarrollo y vanguardia del cambio social durante esta época. Para Gilman (1998), más alineado con lo que podemos llamar la “posición actual”, muy “new archaeology”, diríamos, la metalurgia sería un indicador de desarrollo cultural, que no motor de cambio, concerniendo más a la exhibición de poder y estatus que a su sentido práctico, de alta efica-cia funcional. Esta última posición adoptamos hace algunos años (Senna-Martinez, 1996) cuando estu-diábamos el mundo cultural Baioes/Santa Luzia del centro de Portugal, e idéntico criterio interpre-tativo se ha empleado para todo el Norte portugués (Senna-Martinez, 2005).

La gran transformación sufrida por los estudios metalúrgicos de la Edad del Bronce en Portugal durante los últimos veinte años ha supuesto un abandono de los planteamientos centrados en el análisis de materiales descontextualizados o con pocos indicadores acerca de su lugar de hallazgo, para centrarse en aquellos metales procedentes de la excavación de asentamientos, la totalidad de su cultura material, el contexto y la localización espa-cial. Valga el ejemplo de la parte centro-norte del país (Beiras, Minho y Tras-os-Montes).

De este modo, no ignorando la importancia de los “depósitos” como fuente de información para la Edad del Bronce, nos parece llegado el momento de completar y revaluar lo que ellos nos enseñan con los datos obtenidos en excavaciones modernas correspondientes a sitios de hábitat de esta época bien contextualizados.

Los hallazgos más recientes cuestionan el modelo tradicional de producción metalúrgica de la Edad del Bronce, entendido como un proceso centrali-zado en talleres que abastecen un entorno regional (Senna-Martinez y Pedro, 2000a). Y, para probarlo centraremos seguidamente la atención en dos casos de estudio: uno, de la Primera Edad del Bronce (o Bronce Pleno) de Tras-os-Montes Oriental, momento en que encontramos los primeros “depósitos ritua-les” con elementos metálicos; el otro, de la Beira Alta, se corresponde con el Bronce Final; esto es con el grupo cultural Baioes/Santa Luzia y el llamado “depósito o tesoro de Baiões”.

Aunque todavía hoy no debamos obviar la impor-tancia de los “depósitos” de metal como fuente de información para el conocimiento de la Edad del Bronce, resulta del todo oportuno completar los datos proporcionados por estos “descubrimien-tos aislados” mediante la revaluación de antiguas localizaciones –el lugar del hallazgo puede, pro-porcionarnos información de carácter simbólico– al igual que desde su contraste con objetos proceden-tes de contextos definidos con nitidez, descritos mediante modernas excavaciones de sitios de habi-tación. Y como avance del interés de estas nuevas

“…la métallurgie s’est affirmée à L’Âge du Bronze comme un facteur de rénovation de la société…”

J. Briard (1997)

“…the significance of metal in the Bronze Age of Ibe-ria (and western Mediterranean and Atlantic Europe generally) has little to do with its practicality…”

A. Gilman (1998)

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propuestas, el actual cuestionamiento del modelo tradicional de producción metalúrgica durante el Bronce, entendido como un proceso centralizado en talleres que abastecen al entorno (Senna-Martinez y Pedro, 2000a), en favor de la autonomía metalúrgica de muchos más asentamientos con independencia del tamaño de los mismos.

A esta conclusión se habría llegado a partir de dos casos de estudio: el primero, de un sitio ubi-cado en Tras-os-Montes Oriental y datado en la Primera Edad del Bronce (o Bronce Pleno), datado en el momento en que se documentan las primeras “ocultaciones rituales” de materiales metálicos, y el segundo, de la Beira Alta, correspondiente cultu-ralmente al grupo Baioes/Santa Luzia –el llamado “depósito o tesoro de Baioes”, clasificado en el Bronce Final–.

1La primera edad del Bronce en Tras-os-Montes Oriental: el “mundo Carrapatas” y el descubrimiento y excavación del hábitat de Fraga dos Corvos (Macedo de Cavaleiros)

El asentamiento del Bronce Antiguo de los Corvos, fue descubierto en el 2003, como resultado de traba-jos agrícolas que pronto serían interrumpidos para evitar su destrucción (Senna-Martinez, Ventura y Carvalho, 2004). Se sitúa en la vertiente norocciden-tal de la sierra de Bornes, sobre la plataforma de un cabezo conocido como Fraga dos Corvos o Monte do Vilar, Freguesia de Vilar do Monte, Ayuntamiento de Macedo de Cavaleiros, Distrito de Bragança. Está a 870 m de altitud y sus coordenadas Gauss son 99

Fig.1. Localización de Fraga dos Corvos en relación con la Cuenca de Macedo de Cavaleiros y la Serra de Bornes.

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122, 194 de longitud y 203 403, 721 de latitud en la hoja 78 de la Carta Militar de Portugal a escala 1:25.000 (fig. 1).

El sitio posee un total control visual del valle de Macedo de Cavaleiros (fig. 2), en cuyo entorno se ubican los puntos de paso donde fueran recogidos los depósitos de albardas de tipo Carrapatas (Abreiro, Carrapatas, Vale Benfeito y Vimioso) (Bartoholo, 1959). Su excavación se realizaría en tres campañas (2003, 2004 y 2005), durante las cuales se ha identifi-cado una estratigrafía en cuyo horizonte superior se descubriera un poblado con algunas cabañas subcir-culares y elípticas (figs. 3 y 4). Las primeras de éstas (Cabañas 1, 2 y 3) presentan cerca de tres metros de diámetro apareciendo delimitadas por trece o catorce postes y uno más central de mayor porte (Senna-Martinez, Ventura y Carvalho, 2005).

El ambiente cultural atestiguado en todas las estancias excavadas se caracteriza por producciones cerámicas que, junto con las habituales lisas, presen-tan en algunos casos decoraciones impresas a peine “de tradición campaniforme” (fig. 5), documentán-dose asimismo algunos fragmentos clasificables entre los tipos Cogeces o Protocogotas (fig. 6), en los que a veces se combinan temas puntillados e incisos, frecuentemente rellenos de pasta blanca (fig. 7). Se recogió también un conjunto de piezas de cuarzo y esquisto con, entre otros tipos, elementos denticula-dos de hoz. Y en un segundo estrato, por debajo del anterior pero correspondiente al mismo horizonte cultural, se documentaron restos faunísticos de ovi-cápridos y de cerdo o jabalí.

A partir de estos materiales, y muy particular-mente de los cerámicos, hemos hallado argumentos

Fig. 2. La Cuenca de Macedo de Cavaleiros vista a partir de Señora do Campo (NW para SE): 1. Fraga dos Corvos; 2. Portela (Punto de Paso) de Bornes; 3. Portela de Carrapatas; 4. Portela de Vimioso.

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suficientes para encuadrar el poblado en los inicios de la Edad del Bronce , un momento cuyo límite más antiguo aparecería señalado por las cerámicas de génesis campaniforme, que sabemos perviven más allá del término del Calcolítico (Senna-Martinez, 2002) para constituir una parte integrante habitual

del Bronce Antiguo. Por su parte, los datos sobre las primeras manifestaciones del “mundo Cogeces o Protocogotas”, nos conduciría hacia el 1700 a.C. (Castro Martínez, Lull y Micó: 1996: 161-167), con posibilidades de llegar al 1800 a.C., sobre todo si tenemos en cuenta los datos de Castelo ao (Botelho,

Fig. 3. Fraga dos Corvos, Sector A, planta de superficie de las Cabañas 1 y 3.

Fig.4. Fraga dos Corvos, Sector A, planta de superficie de las Cabañas 2 y 4.

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1977) y do Fumo (Carvalho, 2004) ambos –Velho de Freixo de Numão–, ubicados en el área de Côa que resultan especialmente significativos por su vecindad respecto a la zona que estudiamos aquí. En definitiva, a falta por el momento de referencias radiocarbónicas, parece oportuno proponer una datación de finales del primer cuarto del segundo milenio a.C. para el ambiente cultural de Fraga dos Corvos.

En la campaña de 2005, terminamos la excavación de la cabaña oval de la primera fase estratigráfica (cabaña 4), desmontando la totalidad de su piso donde se ubicara. Para construirla se había rebajado parcialmente un afloramiento de esquistos sobre el cual se ubicó la parte del piso correspondiente a su extremo sur (fig. 8). Ahí se encontraba una estruc-tura negativa, de planta ovalada y delimitada por piedras pequeñas (la unidad estratigráfica 57-UE 57), de 88 x 77 cm de ejes máximos, que aparecía rellena de arenas oscuras y restos de cenizas (UE 58).

El desmantelamiento de este piso de la cabaña 4 puso al descubierto asimismo, en el lado oeste de la citada estructura negativa, una serie de vestigios de fundición consistentes en algunas gotas metálicas, escorias, un fragmento de un crisol y otro de un molde para cuajar punzones. De una de las gotas ya se ha efectuado el correspondiente análisis cualita-tivo, tratándose de un bronce binario, de Cu/Sn1.

La evidencia contextual, de este modo, nos sitúa ante una cabaña con un área de fundición en la que, de confirmarse los resultados del análisis referido y nuestra propuesta cronológica, se habrían produ-cido los más antiguos bronces de Portugal, según los datos de que disponemos en la actualidad. A su vez, la modestia de los documentos parecería hablar de un tipo de actividad que ha de interpretarse como de tipo doméstico, a pequeña escala.

Las albardas atlánticas, incluyendo las de tipo Carrapatas, suelen datarse hacia fines del tercer milenio a.C. y en los inicios del segundo, siendo

Fig.5. Fraga dos Corvos, recipiente con decoración apuntillada de tradición campaniforme.

Fig.6. Fraga dos Corvos, tazas tipo Cogeces (RA-10 y 5), taza carenada (RA-20) y vaso troncocónico (RA-3/4).

1. El estudio de la arqueometalurgia de este contexto de producción metálica es parte de un protocolo de colaboración con el Instituto Tecnológico e Nuclear de Portugal cuyos datos preliminares agradecemos en la persona de la Profesora Doctora Maria de Fátima Araújo y del Mestre Pedro Valério.

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frecuente su aparición junto con cerámicas de tipo campaniforme tardías, con palmelas, puñales de lengüeta y elementos de adorno de oro. Los puña-les y, especialmente las albardas se fabricarán con cobres arsenicales.

Las primeras aleaciones de bronces binarios en el norte de Portugal y Galicia, se vienen asignando tradicionalmente a las hachas de tipo Boujoes/Bar-celos, para las que lamentablemente no se conocen contextos seguros. Su datación por ello se ha efec-tuado a partir de su comparación tipológica con ejemplares argáricos, lo que les lleva a un horizonte posterior al 1700 a.C. De ser correcta esta clasifica-ción, el contexto de la cabaña 4 de Fraga nos revela que su desarrollo cultural fue coincidente con las hachas de tipo Boujoes/Barcelos, en un momento en que ya existiría una producción regional de bron-ces, ajustándose, pues, al modelo de introducción

de los mismos en la península Ibérica propuesto por Fernández-Miranda y otros (1995).

A partir de este planteamiento, nos preguntamos acerca de la posibilidad de que la introducción de la metalurgia del bronce, sustituyendo a los cobres arsenicales, quizá pudo llevar aparejado también el declive, como símbolos de poder, de las albardas Carrapatas a favor de las hachas planas atrás referi-das; una situación que tiene correspondencia en el área argárica (Castro Martínez et alii, 1993-1994).

En fin, esperemos que la continuidad de la inves-tigación en este yacimiento nos permita avanzar en el conocimiento de este mundo de los depósitos del Bronce Antiguo en Tras-Os-Montes-Oriental, más allá de su consideración no sólo como meros con-juntos metálicos, sino también como parte de un todo social caracterizado multidireccionalmente.

Fig. 7. Fraga dos Corvos, fragmento de borde de taza tipo Cogeces. Se ve bien parte del relleno de pasta blanca en las espigas verticales del lado izquierdo del fragmento.

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2El conjunto metálico de Senhora da Guía de Baioes en el cuadro del Bronce Final Centroportugués

Los trabajos sobre el Bronce Final que se están desarrollando en los últimos veinte años en el Centro-Norte portugués, están cambiando profun-damente las perspectivas que teníamos sobre esta etapa. Los datos obtenidos nos sugieren una socie-dad muy diferente a las del Mediterráneo Oriental.

Así sucede en particular con los grupos cultura-les de las Beiras: Baioes/Santa Luzia y el de la Beira Interior (o Beira Baja), que se desarrollan entre los siglos XIII a VI a.n.e, con una etapa de plenitud a partir del siglo X, confirmada mediante dataciones radiocarbónicas (Senna-Martinez, 2002). En el área que centra nuestro interés (las cuencas interiores del Mondego y del Vouga), el Bronce Final constituye el primer horizonte cultural en el que encontramos un sistema complejo de poblamiento regional, resul-tando evidente la preocupación por controlar los

territorios, por más que carezcamos de evidencias que sugieran tensiones bélicas entre asentamientos de primer rango (Senna-Martinez, 1994b). La misma situación se puede constatar para el grupo de Beira Interior. Por lo menos algunos de estos lugares ya existían en los dos últimos siglos del segundo mile-nio a.C.2

El área útil estimada para cada unos de estos asentamientos nos permite agruparlos según tres categorías: dos asentamientos de mayores dimen-siones, –los castros de Senhora da Guia (Baioes) y de Santa Luzia (Viseu)–, con cerca de 1,5 ha; seis de dimensiones más pequeñas –Cabeço do Crasto de Sao Romao (Seia), castro de Senhora do Bom Sucesso (Chas de Tavares), castro de S. Cosme (Ervedal da Beira), Outeiro dos Castelos (Beijós), Canedotes (Vila Nova de Paiva), Castainça (Faìl, Viseu) y Cas-telo dos Mouros (Vila Cha de Sá) ocupando cerca de media ha–; y, por último, sitios con menos de 50 m2, como Malcasa (Sobral de Papizios) o Cabeço do Cucao da Pedra Cavaleira (Silgueiros) y el Buraco da Moura de S. Romao (Seia)3.

Estos “lugares centrales” se presentan así como núcleos de importancia equivalente y funciona-

2. De acuerdo con la cronología radiocarbónica obtenida para las primeras ocupaciones del Cabeço do Crasto de S. Romão, Outeiro dos Castelos de Beijós y Santa Luzia de Viseu (Senna-Martinez, 1994b y 2000a).

3. Los dos primeros tipos de sitios, que consideramos constituyeron los núcleos principales de la trama de poblamiento estudiada hasta ahora corresponden a:• Sitios de “montaña” con excepcional dominio del paisaje circundante a corta, media y larga distancia, controlando el acceso a “puntos de

paso” y vías tradicionales de paso de gentes y animales. Este es el caso del Cabeço do Crasto de S. Romão y, eventualmente, del Castro do Cabeço Redondo de Gouveia (Senna-Martinez, 1989).

• Sitios implantados en relieves bien destacados de las superficies en que se encuentran, con control del paisaje circundante a corta y media distancias y dominando antiguas vías de paso. Casos de Senhora da Guia (Baiões - cf. Kalb, 1978; Silva, 1979), Santa Luzia (Viseu - Silva, Correia & Vaz, 1984), Senhora do Castelo (Mangualde) y Senhora do Bom Sucesso (Chãs de Tavares - Vasconcelos, 1917: 116; Coelho, 1947; Senna-Martinez, 1989). A los que podemos añadir además Monte Airoso (Penedono, inédito), Senhora das Necessidades (Sernancelhe, inédito) y Canedotes (Vila Nova de Paiva - Vilaça & Cruz, 1995; Canha, 1999), que, sin conocerse bien sus dimensiones reales, parecen poder integrarse en este grupo.

• Sitios implantados en relieves encajados en los valles de los ríos importantes, controlando puntos de paso tradicionales (vados). Casos de Outeiro dos Castelos (Beijós-Senna-Martinez, Rocha & Ramos 1993; Senna-Martinez, 1994c y 2000b), de Castro de São Cosme (Ervedal da Beira - Senna-Martinez y Coelho, 1994) y, posiblemente, de Castelo dos Mouros (Vila Chã de Sá - Pedro, 1995), caso que presenta tambien algunas características de sitio de montaña.

Como elementos secundarios y complementarios del entramado poblacional tendríamos entonces:• Pequeños relieves localizados en puntos elevados que funcionan, probablemente, como “atalayas” de algunos de los de tipo anterior. Sería el

caso de Cabeço do Cucão (Pedra Cavaleira - Senna-Martinez, et alii. 1993), en conexión con Outeiro dos Castelos de Beijós y, eventualmente, de Penha do Vieiro (Senna-Martinez, 1989) en conexión con S. Cosme.

• Sitios probablemente destinados a actividades complementarias de los de mayores dimensiones y soportando pequeños grupos de indivi-duos, a veces hasta con patrones de asentamiento no permanentes, caso de Malcata en conexión con el Outeiro dos Castelos (Senna-Martinez, Rocha y Ramos, 1993), del Buraco da Moura de S. Romão en conexión con Cabeço do Crasto de S. Romão (Senna-Martinez, et alii, 1993a) y, eventualmente, Castaínça en conexión con Castelo dos Mouros (se localizan sensiblemente uno por delante del otro, separados por el río Pavia - Parada de Gonta/Faíl, Tondela/Viseu - cf. Pedro, 1995).

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rían seguramente coordinados para mantener la circulación de personas y bienes. A su vez, su redu-cida dimensión espacial es otro aspecto a destacar, porque, a falta de cifras exactas (Senna-Martinez, 2000a), traduciría una población de escasos efecti-vos, en ningún caso superiores a los cinco centenares de pobladores. La cooperación entre diversos asen-tamientos, de este modo, se haría imprescindible para lograr una reproducción social equilibrada y viable.

Todos estos sitios de “primer rango” muestran una gran similitud estructural y, en ningún caso, se han distinguido indicios de jerarquía entre las diver-sas estructuras de hábitat excavadas4, ni tampoco entre los respectivos equipamientos domésticos5. Por lo que respecta a las prácticas funerarias, sí se detecta un cambio respecto a momentos previos. Ahora, en el Bronce Final, se asiste al abandono definitivo de los monumentos megalíticos como espacios funerarios6, sustituidos por otras estruc-turas mortuorias de mucha menor, o nula en ocasiones, monumentalidad.

Concretamente, la cronometría radiocarbónica obtenida por Domingos Cruz para los monumen-tos funerarios de Casinha Derribada7, Senhora de Ouvida 7, 11 y 12 y las cistas de la necrópolis de Paranho (Coelho, 1924; Cruz, 1997; Cruz y Vilaça, 1999; cf. Quadro-I), permiten encuadrar este con-junto de sepulturas entre 1430-811 a.C. y, por comparación, integrar igualmente en esta etapa cul-tural los monumentos 2 y 3 de Moinhos de Vento,

(Arganil) (Senna-Martinez, 1984 y 1989), el de Vibora (Oliveira do Conde, Carregal do Sal) (Senna-Marti-nez, 1989; Ventura, 1998), así como los monumentos 1 y 2 de Fonte da Malga (Kalb y Höck, 1979)

A su vez, en todos los asentamientos excavados hay evidencias de producción metalúrgica local y a pequeña escala: moldes, chatarra, escorias, piezas todavía con rebabas de fundición, e incluso áreas de taller con hornos (Senna-Martinez y Pedro, 2002a y 2000b).

Desde su descubrimiento en 1984, el conjunto de artefactos del Bronce Final del castro de Senhora da Guia de Baioes se ha presentado como un “depó-sito” o “tesoro” (Silva, Silva y Lopes, 1984) y como tal ha seguido figurando en las exposiciones del Museo Nacional de Arqueología, de Lisboa, y en los respectivos catálogos editados por dicha institución (VV.AA., 1995 y VV.AA., 1996). Cuando Armando Coelho Ferreira de Almeida publica su tesis doctoral (Silva, 1986), hace referencia además a la existencia en este mismo hallazgo de moldes de fundición de arcilla y piedra, aunque éstos nunca fueron publi-cados de manera explícita. Y tal fue así que cuando el autor de estas líneas, junto con I. Pedro, ambos comisarios científicos de la exposición “Por terras de Viriato. Arqueologia da Regiao de Viseu”, pre-sentada en el Museu Nacional de Arquelogia de Lisboa en 200-201 (Senna-Martinez y Pedro, 2000b), preparábamos el inventario de materiales para su exposición, descubrimos que, junto con los objetos originalmente dados a conocer, en los fondos de esta

4. Las cabañas son normalmente de plantas subcirculares u ovaladas, sin sobrepasar los 3 m de diámetro máximo (conforme a los datos de S. Romão, S. Cosme y Santa Luzia), hechas con superestructuras de materiales perecederos y suportadas por postes de madera, en algún caso con fundaciones de piedra. El área de actividades cubierta del Sector A de S. Romão, que albergaba un tejar vertical, un espacio de almacenaje y un hogar, presenta planta rectangular con cerca de 5 x 4,5 m. Del Sector CIII de este sitio arqueológico se conoce otro área de actividades de “cariz doméstico”, aparentemente no cubierta, que asocia una “fosa-horno” para tostar bellota a un espacio destinado a la molienda y al almacenaje. El caso de la grande cabaña de Santa Luzia, con cerca de 7 m de diámetro (mas del doble que los restantes casos conocidos), a la que Inês Vaz atribuyó un probable carácter comunitario, plantea diversas cuestiones de cronología y funcionalidad real, integrándose probablemente en un ambiente declaradamente tardío y posterior al colapso del hábitat del Bronce Final, integrable ya en la Edad del Hierro.

5. Resulta notable la semejanza formal del equipo doméstico, especialmente la cerámica (Senna-Martinez, 1993), recogido en diversos contextos habitacionales. Entre estos se encontraron espacios de un “local central” (Cabeço do Crasto de S. Romão) y de sitios subsidiarios de pequeña dimensión (Malcata e Pedra Cavaleira).

6. Las formas de inhumación individual que emergen regionalmente en el Bronce Pleno (cf. Cruz, 1998; Cruz, Gomes & Carvalho, 1998a y 1998b) conviven ahí con la reutilización de los dólmenes de corredor, sistemáticamente de los monumentos de mayor dimensión y corredor desarrollado cuya construcción es atribuible al Neolítico Final. Estos apenas tendrán episódica frecuentación posterior al Bronce Final, en época romana y medieval.

7. Que personalmente pensamos puede ser colocado en plena transición Bronce Pleno/Bronce Final.

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entidad se encontraban otros que nunca habían sido publicados.

El inventario completo de los materiales metá-licos de Baiões (trescientas noventa y ocho piezas) y de Santa Luzia de Viseu (treinta y cuatro objetos) sería publicado por estos dos autores (Senna-Mar-tinez y Pedro (2000a), revelando que en la mayor parte de los casos no se trata de artefactos sino de restos diversos de fundición, chatarra y fragmentos de barritas o alambres (fig. 9). Además del cono-cido molde bivalvo de bronce para hachas de talón monofaces, entre el conjunto de materiales existen diversos fragmentos de matrices líticas, para cua-jar punzones, y otros de arcilla para lograr hoces y puntas de lanza de cubo mediante la técnica de la cera perdida.

De esta forma, la documentación tan incompleta de la colección metálica de Baiões, nos llevaría a realizar una revisión del denominado “depó-sito”, término al que habría de añadirse, o acaso sustituir, por la categoría de “taller de fundición”

(Senna-Martinez y Pedro, 2000a). A fin de ultimar la catalogación de este importantísimo hallazgo y otros equivalentes –metalurgia del Grupo Baiões/Santa Luzia–, tras la exposición de 2000-2001, en 2004 tomamos la decisión de presentar un proyecto de investigación a la Fundaçao para a Ciencia e a Tecnología8, que, después de su aprobación, se ini-ció al año siguiente (Senna-Martinez et alii, 2005).

Tras la ejecución de la fase inicial, de inventario, podemos confirmar en todos sus extremos nuestras propuestas planteadas ya en 2000, esto es, que en todo el yacimiento excavado, e incluso en algunos otros prospectados hay evidencias de una metalur-gia local y para consumo doméstico (fig. 10) y, por otro lado, que este mismo panorama puede hacerse extensible al Grupo de la Beira Interior, tal como ha confirmado Raquel Vilaça en su tesis doctoral (1995) (cuadro I).

En cuanto al volumen de la producción, mayori-tariamente de bronce, en Senhora da Guia el metal recuperado en excavación no sobrepasa los 18 kg,

8. Con el titulo Metalurgia e Sociedade no Bronze Final do Centro de Portugal – MetaBRONZE.

Fig.8. Fraga dos Corvos, la extremidad norte de la cabaña 4, con la estructura de la caja de arena por desmontar. Se nota de forma muy clara el rebajado del afloramiento de esquisto para construir el fondo de cabaña.

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mientras que en los restantes yacimientos excava-dos recientemente apenas alcanzan unos centenares de gramos. A riesgo de llevar los argumentos al absurdo, desde el supuesto de que el área de exca-vación en estas estaciones representara el 1% de lo que se hubiera producido, y suponiendo un período de ocupación de unos 300 años, esto nos permitiría calcular una producción de 6 kg/año para Baiões, mientras que para el resto de los yacimientos estaría en torno a los 100 g/año. Por su parte lo que hoy conocemos para la Beira Interior, aún cuando igno-remos los datos cuantitativos globales, nos permite pensar en una situación no demasiado alejada de la propuesta para el mundo Baioes/Santa Luzia.

En fin, la escala de producción que se perfila para la metalurgia, no es muy diferente de la inferida para otras producciones artesanales en estos dos grupos culturales: una producción local y a pequeña escala para el autoconsumo, en la cual las piezas metálicas circularían muy poco, no así sus mode-

los e ideas. Muy pronto adoptados, reproducidos y transformados9, los principales tipos de artefactos metálicos se fabricarían localmente, lo que contra-dice la idea de la existencia de centros productores y distribuidores, puesto que todos los “lugares cen-trales” serían probablemente productores, incluso a escala reducida. De igual modo, las “oficinas de fundidor” que hemos identificado no se ajustan al modelo de fundidores itinerantes para la produc-ción de metal.

Por otro lado, el cariz predominantemente atlán-tico de los modelos metálicos aquí difundidos (Coffyn, 1985; Senna-Martinez, 1994c) hace que este desarrollo sea indisociable de lo acaecido en el Bronce Final de todo el Occidente peninsular, también afec-tado por los mismos procesos de interrelaciones atlánticas10. En esta situación, la identificación de producciones locales en contextos de hábitat bien datados cronométricamente van a poner en cues-tión cronologías y falsas impresiones propuestas

9. Fuera de un mismo sitio arqueológico no existen dos piezas de un mismo tipo que sean rigurosamente exactas.

10. En segundo plano también abandonada desde los inicios de la Primera Edad del Bronce (Senna-Martinez, 1994b).

Sitio Status HornosMoldes simples

Moldes múltiplos

Moldes de Cera Perdida

Crisoles Escoria Chatarra Restos Artefactos

G. Baiõe

s/Santa Luzia

CSR E X X X X X X X

CSG E X X X X X X X

CSL E X X X X X X

COCB E X X X X

CCOUÇO E X

CMOUR E X

CSBS P X

CRED P X

CSN P X

MAIR P X

CCPC P X X

G. Beira Interior

CASTEL E X X X X

MFRADE E X X X X

ALEGR E X X X X

MOREIR E X X X X X

SMART P X

CVCAR E X

Cuadro 1. Evidencias de metalurgia.

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Fig. 9. Castro da Señora da Guia de Baiões. Restos de actividades de producción metalúrgica: a) y b) fragmentos de barritas y alambres en bronce; c) y d) restos de chapa de bronce; e) fragmentos de moldes de cera perdida para puntas de lanza y hoces de cubo; f) Tesselo de cubo de molde de cera perdida.

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para determinados elementos, por Coffyn (1985: 189-240) entre otros autores, inclusive en revisiones más recientes (Coffyn y Sion, 1993).

Así, las hachas de talón unifaciales y de una sola anilla, tipo 36A de Monteagudo, aunque conozcan su mayor difusión en el Bronce Final II (¿950-750 a.C.?), tienen su origen en una fase anterior, toda vez que el ejemplar de Cabeço do Crasto de S. Româo (Senna-Martinez, 1989: 618 y 619) apareció contextualmente integrado en la primera etapa de ocupación del hábitat, fechado por el radiocarbono entre 1270 y 1060 cal. a.C.

De este mismo sitio y de su misma fase de ocupa-ción proviene también la parte distal de un molde de arcilla para fundir a la cera perdida puntas de lanza de cubo con nervio de sección losángica (Senna-Mar-tinez, 1989: 619 y 20). La punta en cuestión tendría grandes semejanzas con el ejemplar recientemente encontrado en Castro de Sernancelhe (Senna-Marti-nez et alii, 2004). Junto al molde aparecieron también un clavo de escudo (Senna-Martínez, 1989: 611 y 612) y una fíbula con enrollamiento en el arco (id. 620 y 621) (cfr. Silva, Correia y Vaz, 1985: 145; Ponte y Vaz, 1989; Pedro, 1995) que lo confirman.

Una muy buena referencia cronológica para este último modelo de fíbula son los tres ejemplares de los niveles más antiguos del Castro de Santa Luzia datados en 1270-1030 a.C. (cfr. Silva, Correia y Vaz, 1985: 145; Ponte y Vaz, 1989; Pedro, 1995) que con-firman la antelación de tales elementos respecto a las fíbulas de doble resorte helicoidal, justificando, además, las observaciones cronológicas y tipológi-cas realizadas a propósito del primer ejemplar de fíbula con enrollamiento en el arco descubierto en Portugal, el del monumento funerario extremeño de Roça do Casal do Meio, Arrábida11 (Spindler et alii, 1973-4).

Los contextos de Santa Luzia nos permiten tam-bién pensar en una cronología equivalente para las primeras hoces de cubo (Pedro, 1995), de las que existen fragmentos de moldes cerámicos para su fundición en Senhora da Guia (fig. 9).

Otras tres auténticas “fíbulas de codo” proceden de Beira Alta: dos de Mondim da Beira (cf. Carreira, 1994: 81-83, fig. 9 y Est. XXXIII) y otra de Monte Airoso (Penedono y Carreira, en prensa). Tratándose de piezas descontextualizadas, sólo la cronología calibrada disponible para los ejemplares del con-junto de la Ría de Huelva12 y del Cerro de la Miel13 permite pensar que probablemente no distan mucho en el tiempo de las fíbulas de enrollamiento en el arco.

El descubrimiento de un ejemplar de fíbula de doble resorte helicoidal (el único conocido al norte del Macizo Central) situado estratigráficamente en el segundo momento de ocupación del Sector A de Outeiro dos Castelos de Viejos, asociado a un hogar datado en 814-777 a.C. (Senna-Martinez, 2000b), plantea otro tipo de cuestiones, toda vez que si aceptamos la introducción del modelo en la Penín-sula por los fenicios tal haría mucho más rápida su difusión hasta este mundo de las Beiras portugue-sas, más aún si con anterioridad existieron otros intercambios peninsulares con la cuenca mediterra-nea como los de la denominada etapa precolonial (Almagro Gorbea, 1991; Aubet, 1992). Probable-mente estos contactos ocasionales y no sistemáticos con las áreas mediterráneas de la península fueran los responsables de la introducción de los dos tipos de fíbula más antiguos (de enrollamiento en el arco y de codo) y asimismo de los primeros elementos de hierro presentes en fechas anteriores al siglo X a.C. en diversos “grupos” regionales del Bronce Final14 de la fachada atlántica portuguesa, incluyendo

11. Además de los ejemplares de S. Româo y Santa Luzía se conocen en Beira Alta otros dos procedentes de Senhora da Guia de Baiôes (Kalb, 1978: Abb. 8 y 10) y uno más de Castelo dos Mouros (Pedro, 1995). Cronología y tipología concurren así para alejar estas piezas, esperemos que definitivamente, de la incorrecta designación de “fíbula de codo” que suele aplicárselas (Calado, 1993: 355; Blasco Bosqued, 1987).

12. c. 1225-825 cal. a.C., cf. Coffyn y Sion, 1993: 288.

13. c. 1575-910 cal. a.C., cf. Carrasco, Pachón y Pastor, 1985.

14. Como meros ejemplos, el puñal o escoplo bimetálico de Baiôes (Silva, Silva y Lopes, 1984), los cuchillos de Moreirinha en la Beira Interior (datados en los siglos XIII-XI a.C., Vilaça, 1995) y los fragmentos de Quinta do Marcelo, en Almada (Luis de Barros, información personal), que en el segundo y tercer casos corresponden a cronologías equivalentes a la obtenida para Beijós.

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el hallazgo reciente de una hoja de cuchillo en la ocupación más antigua de Outeiro dos Castelos de Viejos, datada en 1310-1009 a.C. (Senna-Martinez, 2000b).

También es posible que ciertas vías indirectas facilitaran dicha difusión. Pensamos especialmente en las rutas que por la Beira Interior conectan con los caminos que por Extremadura y Andalucía llegan al área tartesia y cuyas balizas son nada menos que las estelas de “tipo extremeño” (Nunes, 1960; Ruiz Gálvez y Galán Domingo, 1991; Galán Domingo, 1994).

Además, la temprana introducción en el área atlántica de estos materiales de cariz mediterráneo contribuye a explicar los diversos hallazgos de bron-ces atlánticos antiguos documentados en Cerdeña, Sicilia e Italia, y confiere pleno sentido al hallazgo de un asador articulado –de tipo atlántico– en Ama-tunte (Chipre).

Tales hallazgos son, de este modo, interpretables como indicadores de una interfase indirecta, even-tualmente a través de Andalucía, del área atlántica peninsular con la(s) red(es) de comercio mediterrá-neo pre-fenicio, de la que los modelos de fíbulas más antiguos y los primeros hierros formarían parte de la respectiva “corriente de retorno” (Coffyn, 1985, Coffyn y Sion, 1993).

Las relaciones interregionales que estas vías de contacto presuponen, especialmente en relación con las Mesetas, están confirmadas tanto por la difusión de los modelos metálicos y por las estelas extremeñas, como por los elementos de alfarería de producción regional encontrados en contextos de otras áreas culturales (Senna-Martinez, 1994b y 1995c). Lo que verdaderamente importa y sigue sin saberse es qué tipo de estructura de circulación podría existir tras estas relaciones interregionales.

La negación o falta de identificación de centros productores y el carácter esencialmente doméstico

y/o local de las principales producciones artesa-nas, especialmente de la alfarería y de los metales, apunta hacia un tipo de circulación de “bienes de prestigio” de “mano en mano”, quizá a través de un sistema de regalos recíprocos entre élites. Esto presupone un tipo de economía en la que los meca-nismos mercantiles están totalmente ausentes o, por lo menos, distan mucho de tener un papel determi-nante.

También los datos disponibles sobre las paleoeco-nomías regionales del mundo Baiões/Santa Luzia manifiestan un considerable conservadurismo cul-tural en relación con los precedentes del Bronce Pleno.

Los análisis polínicos efectuados en turberas de la Sierra da Estrela revelan, para un momento que se puede correlacionar con el Bronce Final regional, un renovado y bastante profundo impacto humano en el paisaje15, tanto en las zonas altas como en las bajas aunque fuera más temprano en estas últimas (Janssen y Woldringh, 1981; Jansse, 1985; Van den Brink y Janssen, 1985; Knaap y Janssen, 1991; Knaap y Van Leeuwen, 1994). Tal impacto parece reflejar un proceso de intensificación de la producción en el que se unen una importante presión del pastoreo trashumante y cierto avance de la actividad agrí-cola. Pero la evidencia arqueobotánica disponible para el área en cuestión continúa mostrando un predominio de la recolección (y torrefacción) de bellotas (Quercus sp.)16. Incluso en Senhora da Guía de Baiões, el único de los sitios estudiados que tiene acceso directo a excelentes suelos de cultivo, entre los macrorrestos vegetales de naturaleza agrícola predomina de forma absoluta el haba (Vicia faba L., ssp Minor), con una colección de más de un centenar de semillas carbonizadas, que se asocian a algunos ejemplares de guisante (Pisum sativum L.), de trigo (Triticum compactum, var. Globiforme) y de cebada (Hordeum vulgare L.) (Silva, 1976).

15. “(…) Major deforestation leading to a semi-deforested landscape starts ca. 3325 BP according Charco da Candiera, whereas the other pollen diagrams, especially those at highest elevation, rather suggests a latter date of ca. 2765 BP (…)” (Knaap y Van Leeuwen, 1994).

16. Esta continuidad en la utilización alimenticia de la bellota, atestiguada regionalmente desde mediados del IV milenio a.C. (Senna-Martinez, 1994a y 1998b), se correlaciona bien con la tradición clásica que atribuía a los lusitanos su aprovechamiento para producir pan (Estrabón, De Geographia, III, 3, 7, en García y Bellido, 1978: 120).

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Fig. 10. Atalaya del Cabeço do Cucão da Pedra Cavaleira, Silgueiros, Viseu – Fragmentos de valva de molde doble para puntas de lanza de cubo y cinceles.

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En lo que concierne a la fauna, apenas se cuenta con los datos de la ocupación de Buraco da Moura de S. Româo durante el Bronce Pleno (Cardoso, Senna-Martinez y Valera, 1995-1996). Los mismos indican un predominio de las especies domésticas, con un mayor aporte en términos de biomasa de los bóvidos –lo que sugiere una gran estabilidad del poblamiento de las comunidades que ocupaban la región– seguidos por los ovinos, que constituyen la especie más numerosa. El consumo de carne se efectuaba tan pronto los animales alcanzaban su peso óptimo y sólo una parte quedaba en reserva para la producción de leche y para las funciones reproductivas, lo que sugiere un cierto desahogo en términos de proteínas disponibles para la alimenta-ción. La caza, atestiguada a través de los restos de unos pocos ciervos y de un número un poco más importante de jabalíes, es ya por entonces poco rele-vante.

La estructura productiva que, a nivel de subsis-tencia, habría servido de soporte al desarrollo de estas comunidades, revela la inexistencia de gran-des novedades respecto al Bronce Pleno regional (Senna-Martinez, 1993b; Senna-Martinez y Valera, 1995; Cardoso, Senna-Martinez y Valera, 1995-1996), lo que obliga a una reflexión de cara a buscar las dinámicas subyacentes al surgimiento de las comu-nidades del Bronce Final.

Aparentemente, la única novedad introducida en estas economías regionales a comienzos del Bronce Final es la valoración de los recursos locales de estaño y oro, toda vez que los elementos básicos de subsistencia se encontraban ya establecidos regio-nalmente desde épocas anteriores. Por otro lado, estos últimos no parecen suficientes para procurar un crecimiento económico que permitiera ir más allá de una modesta concentración de riqueza y sólo el ganado parece haber tenido potencial para funcio-nar como medio de acumulación.

A pesar de todo, es conveniente advertir que, aunque el ganado haya podido constituir una base de acumulación, existen obvios límites a su multi-

plicación y gestión, especialmente en comunidades que todo indica tendrían como base de su economía una agricultura de subsistencia aliada a una fuerte componente recolectora.

Paralelamente al desarrollo de la metalurgia del bronce, resulta clara en los sitios de hábitat investigados modernamente la continuidad en la utilización de artefactos líticos tallados y pulidos de tradición muy anterior. Por otro lado, estamos muy lejos de tener claro que la utilización funcional plena de diversas categorías artefactuales metálicas, tales las hoces de cubo o de talón y los palstaves, comportara una mejora generalizada de las condi-ciones de producción.

Al contrario, si tenemos presente lo que tarda en repercutir la metalurgia del hierro en la producción de subsistencia –llega al punto de que todavía en la Edad Media la mayoría de los aperos agrícolas eran de madera17–, muy fácilmente comprenderemos la imposibilidad de ver en la adopción del bronce un fenómeno causal para una revolución agrícola que, por otro lado, los datos arqueológicos no logran des-velar regionalmente.

De este modo, la generalización regional de la metalurgia del bronce y, con ella, la divulgación de los modelos atlánticos, parecería tener su base en que los objetos metálicos funcionaron esencialmente como “bienes de prestigio” o “signos exteriores de riqueza”, toda vez que su introducción no revolu-cionó la producción de subsistencias, erigiéndose por tanto y sobre todo en indicadores del estatus social de sus dueños/usuarios (Senna-Martinez, 1996).

Si esto se confirmara, sólo el control de la pro-ducción y circulación de metales y de los artefactos de ellas derivados habría hecho posible la expresión simbólica y material de eventuales diferenciaciones sociales y la emergencia de élites, en el ámbito de una estructura socioeconómica conservadora que podría encuadrarse en lo que algunos denomi-nan “modo de producción doméstico”18. De esta manera, los modelos metálicos en cuestión podrían

17. Véase, a título de ejemplo, Duby y Wallon, 1975.

18. En el sentido que define Marshall Sahlins (1972), pero matizado por las reflexiones de Meillassoux (1976) sobre todo en lo que respecta a las necesarias condiciones históricas de su concreción.

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considerarse “símbolos asociados a élites extranje-ras establecidas” (Brumfiel y Earle, 1987: 3), cuya absorción social contribuiría a realzar el estatus de sus detentadores.

La emergencia de tales “élites” se fundaría entonces, según esta hipótesis, en un sistema de wealth finance, en la formula propuesta por Brum-fiel y Earle (1987: 6). De este modo, el papel de las élites, tal como se revela a través de las armas y utensilios de bronce y de la estructura y la implan-tación de los sitios principales, parece haber sido, en un sistema en el que la competición y cooperación constituyen las dos caras de un mismo proceso, el de garantizar el statu quo (cual situación de “paz armada”19, Senna-Martinez, 1994b) indispensable para el monopolio de la producción metalúrgica y control de la circulación de los artefactos metálicos, en cuya ostentación y redistribución –esta última materializada sobre todo en el ámbito de alianzas matrimoniales (Ruiz-Gálvez, 1994)– se fundamen-taría una parte sustancial de su poder.

La disparidad entre las cifras que se manejan sobre la cantidad de bronce de Baiôes y de los res-tantes sitios de la Beira Alta podría explicarse por la relación del primero de los sitios con la región del Bajo Mondego donde encontramos el asentamiento fenicio de Santa Olaia. Pensamos que el metal de Baiôes no sólo procedería de la producción local sino también del interior de la Beira Alta, a través de las relaciones establecidas entre élites locales. Estas relaciones de cariz social, inclusive matrimo-nial, posibilitarían la escasa circulación que nuestro modelo presume. De esta manera, para nosotros, los mundos culturales del Bronce Final del centro y del norte de Portugal se caracterizarían por:

· Redes de poblamiento estructuradas en función del control espacial de sus territorios en térmi-nos de circulación, con asentamientos de primer rango cuyas dimensiones, en la mayoría de los casos, no sobrepasan los escasos centenares de habitantes.

· Economías alimentarias con poca capacidad de producir excedentes (la Extremadura Atlántica podría constituir la excepción).

· Producción artesanal local (especialmente alfa-rería y metalurgia) probablemente de carácter doméstico, funcionando en un esquema de auto-consumo y con limitada circulación.

· Circulación de carácter no mercantil, de mano en mano y basada en las redes de solidaridad entre élites y linajes, con débil expresión cuantitativa.

· Control social en manos de “élites incipien-tes” probablemente derivadas de los “jefes de linaje”.

· Continuidad de una “violencia sin violencia” pero con reforzamiento de las posibilidades de coerción física.

En suma, sociedades sin una estructura mercantil organizada, constituidas por “polities” poco estruc-turadas que no sobrepasarían el estado de “jefaturas incipientes”. Los muy escasos objetos de origen orientalizante recuperados en las fases más tardías de los asentamientos de las dos Beiras (Cachouça en la Beira Interior - Vilaça y Basilio, 2000, Viejos en Beira Alta - cf. Senna-Martinez, 2000b) demues-tran la incapacidad de estos mundos interiores para producir cantidades suficientes de bienes a un nivel que permita obtener contrapartidas en un sistema mercantil.

João Carlos de SENNA-MARTINEZ:

Professor do Departamento de História da Faculdade de Letras da Universidade de Lisboa.

Instituto de Arqueologia da Faculdade de Letras da Uni-versidade de Lisboa. 1600-214 LISBOA. PORTUGAL. [email protected].

19. En otros lugares ya hemos expuesto (Senna-Martinez, 1994c y 1996) las razones que nos llevan a considerar que los sitios de hábitat principales, lejos de ser sedes de confrontación militar que se opusieran entre sí, funcionaran entonces como garantes de un equilibrio regional, cual situación de “paz armada”, posibilitando una mutua cooperación que permitiese regular el funcionamiento de los mecanismos de circulación de personas y de bienes indispensables para el sistema de wealth finance que pensamos fundamenta la economía y el poder de las élites locales

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